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Pedro Martínez Borrego.
Sin ratón.
“…los dos serán una sola carne…”
(Marcos 10,8)
Era otoño.
Unas opulentas nubes cubrían el cielo,
henchido de laxitud.
Un viento frío soplaba
desde la hondonada
dispersando las hojas cenicientas y amarillas que, resignadas, se dejaban arrastrar.
Se despertó la mañana,Se despertó la mañana,Se despertó la mañana,Se despertó la mañana,
el sol estremeció los perfiles,el sol estremeció los perfiles,
la lluvia se hizo andrajosa
y en el jardín el gozoso ritual se convirtió en oración.
Hasta él llegó mi amada satisfaciendo sus ansias.
Allí se quedó dormida bajo la lluvia callada.
Cuando se despertó…
recordó las palabras de silencios que había escuchado en el secreto de su corazón:
“No admitas la verdad y…
rechaza la mentira.
Sé valerosa y libre,
mirándote a lo ojos!”.
¡mirándote a los ojos! “ .¡mirándote a los ojos! “ .
Luego la lluvia, clemente y mansa, plegó sus alas.
PILAR.Era otoño.
Unas nubes opulentas cubrían el cielo, henchido de laxitud.Un viento frío soplaba desde la hondonada dispersando las hojas cenicientas y amarillas que, resignadas, se dejaban arrastrar.Se despertó la mañana, el sol estremeció los perfiles, la lluvia se hizo andrajosa y en el jardín el gozoso ritual se convirtió en oración. Hasta él llegó mi amada satisfaciendo sus ansias.Allí se quedó dormida bajo la lluvia callada. Cuando se despertó recordó las palabras de silencio que había escuchado en su corazón: `No admitas la verdad y rechaza la mentira. ¡Sé valerosa y firme mirándote a los ojos!´.Luego la lluvia, clemente y mansa, plegó sus alas. A Pilar, la que es.
