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CHARLES PÉGUY . NUESTRA JUVENTUD fi EMEC1 EDITORES, S. A. / BUENOS AIRES

Peguy Charles Nuestra Juventud

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Nuestra Juventud de Charles Peguy

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CHARLES PGUY. NUESTRAJUVENTUD fi EMEC1EDITORES, S. A. / BUENOSAIRES Ttulo de la obra en francs NOTA"( JEurtEssz Versin directa de Mara Zoraida Villarroel )9(Una familia de republicanos furieristas 1: los MILLIET. Despus de tantos felices encuentros, despus de los cuadernos de Vuillaume, es una verdadera fortuna para nuestros cuadernos el poder iniciar hoy la publicacin de estos archivos de una familia republicana. Cuando el seor Pablo Milliet me los trajo, comenz por excu-sarse, diciendo, con la incurable modestia de los que realmente ofrecen algo de valor: Usted ver. Contienen cartas de Vctor Hugo, de Branger. As, de entrada, excusbase haciendo notar que en los papeles que rne traa habadocumentossobre grandes hombres, pro-venientes de hombres igualmente grandes, y documen-tos histricossobre hombres histricos,inditos, por su-puesto. Contienen cartas de la conquista de Argelia, de la expedicin a Mxico, de la guerra de Crimea. (O quiz mejor, de la guerra de Italia). Quera excusarse alegando que esos papeles contenan documentoshis-tricos sobre los grandes hechos de la historia,que venan directamente de los grandes hechos mismos, documentos autnticos e inditos. Le respond: No, no se excuse usted. Glorese, por el 1 Partidarios de Fourier. 10CHARLES P 1GUYNUESTRAJUVENTUD11 contrario. Tengo la pieza llena de cartas de Branger y de cartas de Vctor Hugo. Estamos hasta la coronilla de ellas. Colman las bibliotecas; con ellas y para ellas se hacen las bibliotecas; tambin los bibliotecarios y lo mismo nosotros, los amigos de los bibliotecarios. Amontones las tenemos. Hasta ahora fueron publicadas a diario y continuarn publicndose, aun cuando se hayan agotado. Porque si es necesario, las haremos. Qu digo?, las hacemos, las hemos hecho ya. Ycontaremos con la ayuda de la familia porque as habr derechos de autor a cobrar. En cambio, las que queremos, las que no podemos hacer, son precisamente las cartas de los que no se lla-man Vctor Hugo, Quinet, Raspail, Blanqui, Fourier. Queremos saber con exactitud, con precisin, qu tropas tenan tras s, qu admirables tropas, estos pensadores y estos jefes republicanos, estos grandes fundadores de la Repblica. Esto es lo que queremos tener, lo que nadie puede hacer, lo que nadie puede inventar. Sobre los grandes modelos, sobre los jefes, la historia nos informar siempre, ya sea bien o mal, ms bien mal, ms bien mal que bien, es su oficio; y a falta, de historia los historiadores, y a falta de historiadores los profesores (los de historia). Lo que queremos saber y no podemos inventar, lo que queremos conocer y aprender no son los primeros papeles, las grandes mscaras, el granjuego, las marcas de fama, el teatro y la representacin; queremos saber lo que haba detrs y debajo, cmo estaba hecho este pueblo de Francia; queremos saber, en fin, cul era, en esa heroica edad, el tejidomismo del pueblo y del partido republicano. Queremos hacer his-tologatnica. Queremos saber cul era el tejido de que estaba hecho este pueblo y este partido, cmo viva una familia republicanacomn,media, una familia oscura, elegida al azar, cortada y diseada, digmoslo as, de la tela ordinaria, del pao basto y entero; lo que crean; lo que pensaban (lo que hacan, pues eran hombres de accin) ; lo que escriban; cmo se casaban; cmo y de qu vivan; cmo educaban a sus nios (cmo nacan stos, desde luego, pues en ese tiempo haba na-cimientos); cmo se trabajaba; cmo se hablaba; cmo se escriba; y si se hacan versos, cmo se los haca; en qu tierra, en fin, en qu tierra comn, ordinaria, sobre qu abono, en qu terreno, en qu terruo, bajo qu cielos, en qu clima florecieron los grandes poetas y escritores. De qu tierra de plenitud brot esta gran Repblica. Queremos saber lo que era y cul era el tejido mismo de que estaban hechos la burguesa, la Repblica y el pueblo, cuando la burguesa y el pueblo eran grandes, cuando los repTibliCadoe s- Werbkii- sy la Republica tena las manos puras. Para decirlo de una vez, cuando los republicanos eran republicanos y la repblica era la repblica. Lo que queremos ver y tener NUESTRAJUVENTUD13 12CHARLES P1GUYno es una historia endomingada, sino la de todos los das de la semana, es un pueblo en su textura ntima, en la trama de su cotidiana existencia, en la adquisicin, en la ganancia, en la labor por el pan de cada da, panem quotidianurn,es decir, una raza en su realidad, en su desenvolvimiento profundo. Sin embargo, si all hay cartas de Vctor Hugo y ver-sos de Branger no trataremos de eliminarlos; pues, desde luego, Vctor Hugo y Branger salan de estas gentes. Pero, con estas familias, hay que precaverse de los pleitos. - Cmo vivan estos hombres que fueron nuestros an-tepasados y a quienes reconocemos como maestros? Qu eran en lo profundo y en lo comn, en medio del laborioso ajetreo de la vida y del pensamiento ordinario, y en el admirable movimiento de la abnegacin cotidia-na? Cmo era el pueblo en los tiempos en que haba un pueblo? Cmo la burguesa, cuando ella tena exis-tencia? Cmo la raza, en los tiempos que haba raza y retoaba? Cmo eran la conciencia y el corazn de Iun pueblo, en fin, en los tiempos en que haba una Re-publica? He aqu lo que queremos saber, y he aqu, precisamente, lo que el seor Pablo Milliet nos trae. Cmo trabajaba ese pueblo que amaba el trabajo, universos universum,que en su totalidad amaba todo trabajo, que era ms que laborioso, deleitndose en tra-bajar burguesa y pueblo unidos, en jbilo y en salud, haciendo un verdadero culto, una religin del trabajo bien hecho y bien concludo. Cmo todo un pueblo, toda una raza, amigos, enemigos, todos, tanto los ad-versarios como los profundamente amigos, estaban hen-chidos de savia y de salud y de gozo, es lo que encon-traremos en los archivos hablemos modestamente, en los papeles de esta familia republicana. Aqu se ver lo que era una cultura y cmo era dife-rente (infinitamente ms preciosa) de una ciencia, de una arqueologa, de una enseanza, de un dato, de una erudicin y, naturalmente, de un sistema. Aqu se ver lo que era la cultura antes de que los profesores la hubieran aplastado. Lo que era un pueblo cuando la escuela primaria no lo haba anulado. Aqu se ver lo que era una cultura en la poca en que exista una cultura; y- cmo ahora nos es casi impo-sible definir toda una edad, todo un mundo del cual no tenemos ya idea. Veremos lo que era el tutano mismo de nuestra raza, lo que constitua su tejido celular y medular, lo que era una familia francesa. Veremos los caracteres. Todo lo que no vemos ya, y no podemos ver en la actualidad. Cmo los nios estudiaban en una poca en que se estudiaba. En fin, todo lo que ya ahora no vemos. Veremos aqu, en el tejioromismo, lo que era tina clula, una familia; no una de esas familias que fundaron las dinastas, las wor. 1os e . 1 4 0 11'` . ennIctiandocreoquesomos, literalmente,'sus presentantet,y, amenosquenuestroshijos " zcle&eu`ello-,IcasIsussobrevivientespstumos.so us sltith. as,testigos.,alomsexactamente;nosabemostodavasi hilosynlvernaanudarelhilodelatradicin,:conservacion. republicana, sijuntndoseanosotros obrelageneraci6nintermedia, mantendrnyen-_nuevo. elsentidoyelinstintodolamstica uklicana. Loquesabemos, loquevemos, loque conocemos, esque, porelmomento, somos -4;1111.olZodalageneracinintermediaha republicanoelgustoporlarepblica,:ms 'segtuii-sueiodo conocimiento, dela lir. n. 'Iiigetieracinintermedia, yCleesto -- 411i; hallegadoa. sertotalmeneextraaa "icinaos:d. edad:yalomenosveintede x*Jacivaguardia, y, deaadidura,'unaretaguar--. . iineklaislada, Algunasvecescasi,4bandonada:Una aire:Somoscasispimens. Vamosaser, ala vczltchiv yregistro,,f6siles, testigosysobrevivientes ainastbkrepublin,inonade"esas que;erancomodinastasdepueblo, repub/imas.dinastasdeltejidocomndelaRepblica. F - que-justamentecuentanparanosotrosporquefo parte. . deltejidocomn. . r` Uncierto"nmero, unpequeonmeroquiz estasfamilias, deestasdinastas. populares,. ali4porlogeneral, entreellas, entretejindosecomo. ,loSporherenciasypor'alianzas, hanhechotodahistoria, nosolamentedelaRepblica, sinodel delaRepblica. Sonestasfamilias, casisiempremism2s, lasquehan:tejidolahistoriadelo, quelosi historiadoresllamarnelmovimiento,republicano. y. que,nosotros, resueltamente, llamaremosla, mstica-,i lSuntoDrcyfusfuelltimoysupremo esteherosmoydeestaMstica;gestoheroicoentre fulaltimamanifestacindeestarazayde,familias, sultimoesfuerzoheroico.Halvycreera, yyocompartirasuopinin, que-nai.pequeoncleodefamiliasleales, despusdefundarla; Repblica, lamantuvieronysalvaron, y, an guenmantenindola. Continuarnhoyesteesfuerzosostenidoatravs,algomsdecienaos, enciertosentidocasidesde segundamitaddelsiglodieciocho?Congustolo.parlara,. ensucreenciadequeunpequeo:ninnero,sodelatropa, delasgeneracioneowitige ast6 Thnicisisral- Y d- , ltimadeJasgeneracionesconurlal,ynuestroasuntoDreyfushasidolk racionesdeesamstica. _Somoslosltimos. 'Casilos. que. vinimos dse ~de losltimos. Inmediatamente,-despu41;deLlosetrIsl mienzaotraedad, otramundo. enteraigaenrAillitio. .:c1 mundodelos-quenocreena1,41131Lenfello. .sugloria. ysuorgullo. , . - Inmediatamentedespusdeno~ doquehemos lamado, ycontinuarem4-ilaruando,1ii'llnar'fkEldelasgentesqueselas:dan .ele delosinteligentes, delosavanzados, deloyqUe: eldelosquenadatienenqueaprender, treT. 105-2p1119,,se dejanengaar. Elmundodelosystas-JnElid4. quemo-- soncndidos, niimbciles,'opioinosotros. e-Er'4. ecir.elmundodelosquenocr eesxmnad~~.mo;. delosquenosabende'abnegiaone'S; de 1oj1 cesdesacrificios. Exactamente: el. Tundo recendeunamsticaydeatasejactiaa- mosaengao. Nadie, nid regocijarsepor esto,pueseti.nizacindeFranciaes, enlof VE N-DU D Cristianizacin1 EnConjuntoesuno-solo, un t ind o movvientoidodesmisticacin.Espor elmismoynicoprofundmovimientoquestepueblo nocreemasenlaRepblicanicreemsenDios;queno quiereyatenerunavidarepublicananiunavidacristiana .(deambasestcansado);podramosdecirmejorquese resiste,,174i'vez, acreerendolosyacreerenelDios verdadero. Z4misma incredulidad, unasola incredulidad,alcanzaalosdolosyaDios;alcanzajuntosalosfalsos diosesy' alierdaderoDios, alosdiosesantiguos, alDios nuevo.;a-losdiosesviejos, yalDiosdeloscristianos.Unamismaesterilidadagostalaciudadylacristiandad.LaciudaddeloshombresylaJi-aaldeDios7Es;preci-- samente,'laesterilidadmoderna. Quenadieseitgocijc poraesgraaa. queafligealenemigo, aladversario, al 4 11 4 . 4:1 vecino, pueslamismadesgracia, lamismaesterilidad vanaalcanzarlo. Como`tantaSveceslohebechOnotar "'etosmismoscuadernos, enlostiemposenqueno seraelaa', laoposicinnoes propiamente entrelaRe- -ItibriCajiy-la'Monarqua, entrelaRepblicaylaRea-lezarlsobretodosilasconsideramoscomodiferentes fornias'Polticas;noes exactamenteentreelantiguoy el `nuevorgimenfrancs,. no;elmundomodernono hace=npn .sial:5ntansloalantiguorgimendeFrancia,siloSquevaencontra, alavez, de:todaslasantiguas ciilturasluntas, de"todoslosantiguosregmenesjuntos,=todas-lasantiguas'ciudadesjuntas, enfin, detodo 17 18CHARLES PGUYlo que es cultura y ciudad. Por primera vezen la historia se da el caso__de que_todo un mundo vive y prospera, pareceprosperar, en contra de toda cultura: Que se me entienda bien. No digo que esto durar siempre. En peores se ha visto esta raza, pero, en fin, esto es vlido para el presente. Ynosotros estamos en l. Razones muy profundas tenemos, sin embargo, para esperar que esto no durar mucho. Estarnos extremadamente mal situados. Histricamen-te situados en un punto crtico, en un punto de dis-cernimiento, de discriminacin. Justamente entre las ge-neraciones con una mstica republicana y las que no la tienen, entre las que la conservan todava y las que la han perdido. Por eso nadie, en ninguno de los dos lados, nos cree.Neutri.Ni los unos ni los otros. Los republicanos viejos no quieren creer que ya no hay ms republicanos jvenes. Ytampoco la juventud cree que ha habido viejos republicanos. Estarnos entre ambos. Nadie, pues, quiere creernos. Ni unos ni otros. Para ambos estamos en error. As, cuando nosotros decimos a los republicanos viejos: Tened cui-dado, no hay nadie despus de vosotros, alzan los hombros. Creen que siempre tendrn adeptos. Ycuan-do decimos a los jvenes: Tened cuidado, no hablis con tanta ligereza de la Repblica, no siempre ha estado formada por un montn de polticos; hay en ella y NUESTRAJUVENTUD19 detrs de ella una mstica; la respalda todo un pasado de gloria y honor, y lo que esms importante an, ms cerca de su esencia ntima, todo un pasado de raza, de herosmo, acaso de santidad, cuando decimos esto a los jvenes, sienten deseos de despreciarnos y de tratarnos como ancianos casi maniticos. Repito que no sostengo que es para siempre. Razones profundas, indicios graves nos llevan, por el contrario, a creer que la generacin siguiente, la generacin que inmediatamente nos sigue, la que pronto ser la genera-cin de nuestros hijos, va a ser al fin una generacin mstica. Esta raza tiene demasiada sangre en las venas para quedar por ms de una generacin entre el moho y las cenizas de la crtica. Es demasiado viviente para no reintegrarse a lo orgnico dentro de un tiempo. Todo nos hace pensar que ambas msticas, la, republi-cana y la cristiana, van a reflorecer a la vez, unidas en un solo y nico movimiento profundo, de la misma manera que juntas desaparecieron (momentneamente) , y juntas se anularon. Pero, en fin, lo que digo vale para todo el tiempo presente. Yen el espacio de una genera-cin pueden producirse muchos sucesos. Tambin pue-den sobrevenir desgracias. Tal es la debilidad de nuestra posicin. Somos dbiles. Somos flacos. Somos una lmina. Estamos como deshe-chos, como aplastados entre las generaciones precedentes, 20CHARLES P1GUYNUESTRAJUVENTUD21 de un lado, y del otro, por una capa, ya espesa, de las generaciones que nos siguen. Tal es la razn principal de nuestra flaqueza, de la pequeezde nuestra situacin. Nos ha tocado la tarea ingrata, la pequea, el oficio parvo, el humilde deber de servir de comunicacin, de punto de enlace, entre los unos y los otros, de advertirles y de informarles. Recibiremos insultos de ambas partes. Es la suerte comn de cualquiera que intenta decir la verdad. Estamos encargados, como por azar, de establecer co-municacin entre gentes que no quieren comunicarse. Encargados de informar a quienes no quieren ser infor-mados. Tal es nuestra ingrata situacin. Volvindonos, pues, a los antiguos (ya que no nos es dado decir y hacer), slo nos resta repetir a estos antecesores republicanos: Tened cuidado. No supo-nis, no podis imaginaros hasta qu punto no sois seguidos, hasta qu punto somos nosotros los ltimos, hasta qu punto vuestro rgimen se ha socavado. Con-servis la cabeza, naturalmente, conservis la techumbre, pero cada ao, cada ao que pasa os desplaza un poco, va dejando vuestra altura algo ms temblorosa, algo ms solitaria, algo ms resquebrajada por la base. Tenis el techo, tenis la cabeza, pero sta no es ms que una posi- cin en el tiempo, una situacin como geogrfica, hist-rica, temporal, temporaria, cronolgica, cronogrfica. No es ms que una situacin aislada, de ninguna manera una situacin orgnica, como la de la yema o brote, que orgnica y vegetalmente lleva el rbol, arrastra hacia s todo el rbol y, por donde pasa, lo lleva consigo. Me espanto cuando veo, cuando compruebo simple-mente lo que los ancianos no quieren ver, y es, sin em-bargo, la evidencia misma para todo el que mire con atencin: el hecho de que nuestros jvenes han llegado a ser extraos a todo lo que fu el pensamiento y la mstica republicanos. Yes de notar como siempre sucede, por otra parte que pensamientos que para nos-otros eran vitales, se han convertido en ideas para ellos; en que lo que para nosotros y para nuestros padres era un instinto, una casta, pensamientos inspiradores, en fin, han llegado a serproposicionespara ellos; lo orgnico para unos ha pasado a ser lGico para otros. Pensamientos, instintos, castas, hbitos que para nos-otros eran la naturaleza misma, consustanciados con la vida, en los cuales ni siquiera pensbamos, que ms que legtimos, ms que indiscutidos eran irrazonados; se han convertido en lo ms pernicioso: en tesis histricas, en hiptesis, quiero decir en lo menos slido, en lo ms inexistente. En menos que tesis. /Cuando un rgimen II -,INUESTRAJUVENTUD23 22CHARLES P1GUY1 \\\ de orgnico se convierte en lgico y de vivo en histrico, es un rgimen cado. Hoy damos pruebas de la Repblica, la demostramos. No necesitbamos hacerlo cuando viva. Bastbanos vi-virla. Cuando fcil, cmoda y victoriosamente demostra-mos un rgimen, es porque est hueco y no se mantiene en pie. Hoy la Repblica es una tesis aceptada por los jvenes. Aceptada o rehusada indiferentemente esto carece de importancia, probada, refutada. Lo que importa, lo que tiene gravedad y significacin no es que ella sea apoyada o sostenida ms o menos indiferentemente, sino que sea una tesis. Es decir, que sea necesario,precisa-mente, apoyarla o sostenerla; pues cuando un rgimen es una tesis entre otras, entre tantas otras, est por tierra. Un rg me -eri pie, firme, vivo, no es una tesis. Qu importa? nos dicen los polticos profesionales. Qu consecuencias tiene o puede tener esto? Tenemos excelentes prefectos. Qu puede entonces sucedemos? Todo marcha bien. Yaunque, en verdad, ya no somos ms republicanos, sabemos gobernar. Aun gobernamos mejor, mucho mejor que cuando ramos republicanos: mejor dicho, cuando ramos republicanos no sabamos ab-solutamente manejarnos. Yal presente agregan modes-tamente, al presente algo sabemos; si hemos olvidadola Repblica hemos aprendido a gobernar. Ved las elec-ciones. Son buenas. Siempre son buenas, y sern an mejores, porque nosotros, que las hacemos, comenzamos a perfeccionarnos. La derecha ha perdido un milln de votos; podramos haberle hecho perder cincuenta millo-nes y medio, pero somos medidos. El gobierno hace las elecciones, las elecciones hacen el gobierno. Es un prs-tamo devuelto. El gobierno hace los electores, los electo-res hacen el gobierno. El gobierno hace los diputados, los diputados hacen el gobierno. Ytodo con gentileza. Las gentes miran. El pas paga. El gobierno hace la Cmara y la Cmara hace el gobierno. No es, como podis creer, un crculo vicioso, no lo es en absoluto. Es, sim-plemente, un crculo perfecto, cerrado. Todos los crculos lo son, por otra parte, si no no seran crculos. No es esto, sin duda, lo que nuestros fundadores previeron; pero ellos no salieron muy bien parados del asunto, y por lo dems, no siempre es posible fundar. Es fatigante. La prueba de que esto est firme y semantiene es que marcha desde hace ms de cuarenta arios. Yhay para cuarenta siglos, pues los primeros cuarenta arios son los ms duros, los que cuestan. Luego uno se habita. Un pas, un rgimen no necesita de vosotros, no tiene necesidad de msticas, de una mstica. Le sera ms bien molesta. Para tan largo viaje tiene necesidad de una buena poltica bien gubernamental. 24CHARLESPAGUY NUESTRAJUVENTUD25 Seequivocan. Estos polticos se equivocan. Desde lo alto de esta Repblica no los contemplan cuarenta siglos de futuro. Si la Repblica marcha desde hace cuarenta aos es porque todo marcha desde esa fecha. Si la Re-pblica es slida en Francia, no se debe ello a que est bien consolidada en Francia, sino a que todo es slido en todas partes. Hay en la historia moderna (no en toda historia), hay en los pueblos modernos grandes olas de crisis, generalmente surgidas en Francia (1789-1815, 183o-1848), que lo sacuden todo de un extremo al otro del mundo. Yhay momentos, ms o menos largos, de calmas, de bonanzas, que todo lo apaciguan. Hay po-cas y hay perodos.Nosotros estamos en un perodo. Si la Repblica est firme, no es porque sea Repblica (esta Repblica) ; no lo debe a su virtud propia, sino a que tanto ella como nosotros estamos en un perodo de quietud. La duracin de la Repblica no es mejor prueba de la duracin del rgimen republicano que la de las monarquas vecinas lo sera del sistema monrqui-co. Esta duracin no significa que son permanentes, sino que se han iniciado y continan instaladas en un pe-rodo de duracin. Son contemporneas, se sumergen al mismo tiempo en el mismo bario de duracin. Pertenecen al mismo perodo, son de la misma edad. He aqu lo que el hecho prueba. Cuando los republicanos argumentan que la duracin de la Repblica prueba su estabilidad; cuando del hecho de que dur ya cuarenta arios infieren que seguir en pie por otros cuarenta aos, o ms an, yaque al menos tuvo validez por ese lapso (cual si hubiera tenido una pliza de garanta), se dira que su argumento es evi-dente. Ysinembargo estn haciendo una peticin de principio, estn excedindose en sus atribuciones, pues en la duracin de la Repblica, no es la Repblica como rgimen la que dura; sino la duracin. No es la Rep-blica la que dura por s y en s, no es el rgimen el que dura en ella, sino el tiempo. Es su tiempo, es su edad. Dura en ella lo durable, la tranquilidad de un cierto perodo de la humanidad. De manera, pues, que cuando los republicanos atribu-yen a la fuerza propia del rgimen, vale decir a una cierta virtud de la Repblica, su duracin, cometen en provecho propio y en provecho de la Repblica un ver-dadero abuso de crdito (moral). Ycuando en contra, los reaccionarios, los monrquicos, con su complacencia habitual, igual y contraria a la de los otros, nos muestran, nos presentan a ttulo de argumento la solidez, la tran-quilidad, la duracin de las monarquas vecinas (y su prosperidad en cierto sentido, bien que en este punto tie-nen algunas veces ms razn), hacen, por su parte, no slo un razonamiento del mismo orden, sino exactamente el mismo. Cometen, aunque con sentido contrario, la NUESTRAJUVENTUD27 paz o la guerra, la fuerza y la virtud, la salud y la en-fermedad, la posicin, la duracin, la tranquilidad de un pueblo. La fuerza de una raza. Es como si creyeran que los castillos del Loira producen o evitan los temblo-res de tierra. Nosotros creemos, por el contrario, (oponindonos a unos y a otros, a los dos juntos), en fuerzas y realidades infinitamente ms profundas: que son los pueblos los que hacen la fuerza .y debilidad de los regmenes y, en mucho menor grado, los regmenes a los pueblos. Creemos que tanto los unos como los otros no quieren ver esas fuerzas, esas realidades infinitamente ms pro-fundas. Si la Repblica y las monarquas vecinas gozan de la misma tranquilidad, de la misma estabilidad, dbese a que se mojan, se baan en las mismas aguas, en el mismo perodo histrico, recorren juntas la misma am-plia meseta. Es porque llevan la misma vida, idntica dieta en el fondo. All arriba los republicanos y los monrquicos hacen los mismos razonamientos, los mis-mos y, sin embargo, contrarios. En cambio, nosotros, colocndonos sobre otro terreno, descendiendo a otro plano, ensayamos llegar a muy otras profundidades; pensamos, creemos que son los pueblos los que hacen los regmenes, la pazy la guerra, la fuerza y la flaqueza, la enfermedad y la salud de los regmenes. ij 125CHARLES PGUYmisma usurpacin, la misma desviacin, el mismo abuso de crdito; son cosas simtricas, antitticas, homotticas. Cuando los republicanos atribuyen a la Repblica (a los republicanos, al pueblo, a los ciudadanos), o bien a la posicin, a la tranquilidad, a la solidez y a la du-racin que la Repblica disfruta, su duracin como r-gimen, le atribuyen lo que no le pertenece, algo propio tan slo del tiempo en que se mueven. Yen cuanto a los monrquicos, hacen exactamente lo mismo: atribuyen a las monarquas vecinas (a los monarcas, a los monrqui-cos, a los pueblos, a los individuos), a su, posicin, a su tranquilidad, a su solidez, a su duracin, su estabilidad como rgimen; se atribuyen igualmente lo que no les pertenece, lo que es del tiempo en que se mueven. De un tiempo que es el mismo para todo el mundo. La simetra, la anttesis homottica de situaciones que se da en esta es-calera a doble revolucin central, no puede extraarnos. Los republicanos y los monrquicos, los gobiernos repu- _blicanos y -los teorizadores monrquicos, hacen los mis-mos razonamientos, se atribuyen, aunque contraria y falsamente, los mismos hechos, pues los dos tienen igua-les conceptos, ambos son intelectualistas del mismo modo que, aunque en distintos bands^ en militancia, ambos son polticos. Por ello, tanto los unos como los otros creen, en cierto sentido, en la poltica; hablan su lengua-je, estn situados, movindose, en el plano poltico. Creen en los regmenes, suponen que a un rgimen se dele 28CHARLES P1GUYNUESTRAJUVENTUD29 Los republicanos y los monrquicos se juntan en el razonamiento en primer lugar, y en segundo, hacen ra-zonamientos conjugados, apareados, gemelos. Volvindonos, pues, hacia otra parte, al otro lado, a los jvenes (no podemos decir y hacer), slo nos es dado decirles: Tened cuidado. Nos tratis de viejos tontos; bien, pero, tened cuidado. Cuando hablis a la ligera, cuando tratis ligeramente, tan ligeramente, a la.Rep-blica, no cometis tan slo una injusticia (lo que en vuestro sistema quiz no tiene mayor importancia, al menos as lo decas, pero en cambio esgrave y considera-ble en el nuestro), sino que segn vuestro mismo sistema e ideologa arriesgis nada menos que ser considerados tontos. Lo digo de esta manera para entrar en vuestro orden de ideas, en vuestro lenguaje. Olvidis, descono-cis que ha habido una mstica republicana; y, por cier-to, este olvido y desconocimiento no borrar el hecho de que haya existido. Han muerto hombres por la liber-tad como han muerto por la fe. Las elecciones de ahora os parecen formalidad grotesca, universalmente falseada, trampeada en todas partes. Ysin duda tenis derecho a decirlo. Pero hubo hombres, hombres annimos, hroes, mrtires y dira santos (y en esto s quiz lo que digo) , muchos hombres que vivieron heroicamente, santamente; todo un pueblo sufri y muri para que el ltimo de losimbciles de hoy tenga el derecho de cumplir, falsendola, esta formalidad. Fu un terrible, un doloroso alumbra-miento. No siempre fu grotesco, como ahora. Ya nues-tro alrededor otros pueblos, pueblos y razas enteras, tra-bajan en el mismo doloroso alumbramiento, trabajan y luchan por obtener esta irrisoria formalidad. Que estas elecciones son ridculas!, pero hubo un tiempo, mi que-rido Variot, un tiempo heroico, en el cual los enfermos y moribundos se hacan llevar en sillas paradepositar su papeleta en laurna. Depositar su papeleta en la urna: esta expresin os parece hoy de lo ms ridcula y, sin em-bargo, ha sido preparada por un siglo de herosmo. No de un herosmo literario, a la violeta, sino por un siglo del ms incontestable, del ms autntico herosmo. Ydira del ms francs. Que estas elecciones son irrisorias! Pero hubo una en forma: fu la gran participacin del mundo, la gran eleccin del mundo moderno entre el antiguo rgimen y la Revolucin. Yha habido un pequeo sacudimiento, Variot, Jean Variot. Ha habido un pequeo sacudimiento que comenz en el molino de Valmy, y apenas si termin sobre las alturas de Hougoumont. Desde luego que, como todos los asuntos polticos, termin por una especie de compromiso mal avenido entre los dos partidos opuestos. Que estas elecciones son irrisorias!, pero el herosmo y la santidad, por cuyos medios se obtuvieron estos re- 13OCHARLES P1GUY sultados irrisorios, temporalmente irrisorios, es todo lo que hay de ms grande, de ms sagrado en el mundo. Todo lo que hay de ms bello. Nos reprochis la degra-dacin temporal de estos resultados, de nuestros resulta-dos. Miraos a vosotros mismos. Mirad vuestros propios resultados. Siempre nos hablis de la degradacin repu-blicana; mas la degradacin de la mstica en poltica, no es una ley comn? Hablis de la degradacin republicana, es decir, pro-piamente, de la degradacin de la mstica republicana en la poltica republicana. No ha habido y no hay otras degradaciones? Todo comienza en mstica y termina en poltica. Todo comienza, por la mstica, por una mstica (la suya propia), y todo termina en poltica. Lo que verdaderamente importa e interesa no es que tal o cual poltica tome la delantera sobre otra u otras; importa el conocer lo que puede separar la mstica de los movimien-tos polticos. La cuestin de esencial inters es la de cmo evitar en cada orden, en cada sistema, que la mstica sea devorada por la poltica a la cual da nacimiento.Lo esencial, lo de inters no es, pues, el triunfo de esta o aquella poltica, sino el hecho de que la mstica propia de cada orden, de cada sistema, no sea devorada por la poltica a que die. origen. En otros trminos, aunque evidentemente tiene im-portancia que los republicanos aventajen a los realistas NUESTRA JUVENTUD31 o los realistas a los republicanos, esta importancia aparece infinitamente pequea, este inters nulo, si lo compara-mos a este otro hecho: al de que los republicanos sigan siendo republicanos, que lo sean de verdad. Yagregara (y no solamente por simetra), agregara como comple-mento: que los realistas sean, continen siendo realistas, pues es quiz lo que menos son en estos momentos, pese, a que, muy sinceramente, creen serlo ms que nunca. Vosotros, hablis siempre de degradacin republicana. Acaso no ha habido a la vezy no hay una degradacin_ monrquica, una degradacin realista, paralela, comple-_ mentaria, simtrica ms que anloga? Es decir, propia-mente hablando, una degradacin de la mstica monr-quica, realista, en una cierta poltica de ella surgida, la correspondiente poltica monrquica, realista. No hemos visto durante siglos, no vemos todos los das los efectos de esta poltica? No hemos asistido durante siglos a la devoracin de la mstica realista por la poltica realista? Yahora mismo, bien que este partido no ocupe el poder, no vemos, no leemos todos los das, en sus, dos princi-pales diarios, los efectos, los miserables resultados de la poltica? Dira ms todava: quien sabe leer encuentra un continuo desgarramiento, un combate doloroso aun NUESTRAJUVENTUD33 32CHARLES PGUYpara presenciado por nosotros, un debate casi conmovedor entre una mstica y una poltica, entre la mstica y la poltica realista: la mstica en laAction franfaisenatu-,-almente, aunque bajo formas racionalistas que no han engallado jams sino a ellos mismos, y la poltica en Le Gauloisbajo formas mundanas, como de costumbre. Qu seda si estuvieran en el poder, como nosotros? Siempre se habla de la degradacin republicana. Mas cuando se ve lo que la poltica radical ha hecho de la mstica cristiana, cmo extraarse de lo que ha hecho de la mstica republicana? Cuando se ve que de los clrigos han salido generaciones de santos, cmo extra- ) fiarse de que nuestros parlamentarios hayan producido Chroes? Cuando se ve lo que los reaccionarios han hecho de la santidad, cmo extraarse de lo que los revolucio-narios han hecho del herosmo? Hay que ser justos en-tonces. Cuando se quiere comparar un orden con otro orden, un sistema con otro sistema, es menester compa-rarlos por planos, y por planos situados a la misma altura. Es necesario comparar las msticas entre s y las polticas entre s. No es posible comparar una mstica con una poltica, ni una poltica con una mstica. En todas las escuelas primarias de la Repblica, as como en algu-nas de las secundarias y en muchas de las superiores, comprase de continuo la poltica realista con la mstica republicana. En la Action franfaise,en cambio, se con-para en la misma forma la poltica republicana con la mstica realista. Esto puede durar mucho. As no nos entenderemos nunca, mas esto esquiz lo que los partidos desean. Acaso sea se su juego. Nuestros maestros de la escuela primaria nos enmas- cararon la mstica de la antigua Francia, la mstica del an-tiguo rgimen; nos enmascararon diezsiglos de la antigua Francia. Nuestros adversarios de hoy pretenden enmas-caramos esta mstica del antiguo rgimen, estamstica delaantigua Francia, que fue la mstica republicana. Y muy especialmente la mstica revolucionaria. Pues el debate no est planteado, como lo dicen, entre el antiguo rgimen y la Revolucin. El antiguo rgimen era un rgimen de la vieja Francia. La Revolucin es eminentemente una operacin de la vieja Francia. La fecha de discriminacin no es la del primero de enero de 1789 entre la medianoche y la una de la madrugada; debemos situarla en los alrededores de 1881. Aqu, otra vez, los republicanos y los realistas, los gobiernos, los gobernantes republicanos y los tericos rea-listas, hacen el mismo doble razonamiento, ambos conjugados, complementarios, emparejados, gemelos. Nuestros buenos maestros de escuela primaria nos de-can: hasta el primero de enero de 1789 (hora de Pars) , nuestra pobre Francia era un abismo de tinieblas, de INUESTRAJUVENTU) 31 santos; la lucha es r, contra los intelectuales1 contra los que desprecian igualmente a los hroes y a los santos. El debate no est entre estos dos rdenes de grandeza. El combate es contra los que odian la grandeza misma, que odian igualmente una y otra grandeza, contra los' que se han constitudo en sostenedores oficiales de la pequeez, de la bajeza, de la villana. Es lo que se ver, lo que estalla con sobrecogedora evidencia enlos papeles de esta familia republicana furierista.O, ms bien, es lo que est algo menos com-pacto, algo menos amontonado, en los papeles de esta familia de republicanos furieristas.Mi Dios!, si hay all cartas de Vctor Hugo, bien, las publicaremos. No seremos malos. No nos propondremos expresamente molestar esta gran memoria. Pero ante todo publicaremos las actas, los papeles de los Milliet. En ellos se ver cmo el tejido mismo del partido republicano era heroico y, lo que es casi ms importante, cmo era cultivado; en una palabra, todo el que sabe leer ver en ellos cmo era la antigua Francia y, en el fondo, el antiguo rgimen. 34CHARLES PliGUYignorancia, de la ms espantosa miseria, de la ms gro. sera barbarie (en fin, ellos recitaban su leccin), y no podis tener una idea siquiera de cmo, a partir del primero de enero de 1789, la luzelctrica ilumin todos los rincones. En cambio, nuestros buenos adversarios de la escuela de enfrente nos dicen, poco ms o menos: hasta el primero de enero de 1789 resplandeca el sol natural, desde el primero de enero do 1789 tenemos tan slo un rgimen de luzelctrica. Tanto unos como otros exageran. El debate no est planteado entre un antiguo rgimen, una antigua Francia que terminara en 1789, y una nueva ' que comenzara en esa misma fecha. Es mucho ms profundo. El debate est planteado entre toda la antigua Francia junta: la pagana (el Renacimiento, las humani-dades, la cultura, las letras antiguas y modernas, griegas, latinas y francesas), la pagana y la, cristiana, la tradicio-nal y la revolucionaria, la monrquica, la realista y la re-publicana; y por otra parte, al frente y en contra, una cierta dominacin primaria establecida hacia 1881, que aunque se llama Repblica no es ms que un parsito de la Repblica, su ms peligroso enero o; para decirlo de otro modotei-l____ dominacin del partido intelectual.' /I El debate estaplanteado entre toda esta cultura, toda IPcultura y toda esta barbarie, que es propiamente la \ barbarie. 1El debate no est planteado entre los hroes y los -- 36CHARLES P1GUYNUESTRAJUVENTUD37 All sever lo que era la pasta misma con que el pan estaba amasado. Nuestro colaborador M. Daniel Halvy ha indicado muy bien en estos mismos cuadernos en el ltimo, lo ha sealado simplemente, pero con toda justeza que la historia de este siglo no marcha, por as decirlo, sin tropiezos. Como un todo homogneo. Que ella no es simple, nica, unilateral, unvoca, apretada, en fin, que no es un bloque, que no marcha toda y siempre en el mismo sentido. No hubo un antiguo rgimen que dur siglos; despus, cierto da, una revolucin que lo derrib, luego nuevas formas ofensivas del antiguo rgimen y una lucha, un combate, un debate de un siglo entre la revo-lucin y el antiguo rgimen, entre el antiguo rgimen y la revolucin. La realidad es mucho menos simple. Halvy ha mostrado bien que la Repblica tena, y era a la vez, una tradicin, una conservacin (ella tambin acaso ms que las otras la tena), es decir, haba una tradicin, una conservacin republicana. La diferencia, la distancia entre las dos hiptesis o teoras surge natu-ralmente en ciertos puntos crticos, en los golpes de Estado, por ejemplo. En la primera teora o hiptesis, en la del bloque y de la rigidez, los dos golpes de Estado son movimientos del mismo orden, del mismo sentido,de la misma clase, del mismo tenor. Es un movimiento dos veces repetido. El segundo golpe de Estado es un recomenzamiento, un doble, una reduplicacin del pri-mero. La repeticin del primero de diciembre es como la segunda edicin de Brumario. Brumario fu la primera edicin de Diciembre. Esto es lo que ensean, en una misma enseanza doble, conjugada, gemela, por un lado los maestros, y por otro los reaccionarios. Para los maes-tros y su enseanza (especialmente para Vctor Hugo), ambos golpes de Estado son criminales, constituyen un mismo crimen redoblado, el mismo en dos tiempos. Para los reaccionarios y para su enseanza los dos golpes de Estado son dos felices operaciones de polica, que se renuevan, se refuerzan y recomienzan una en otra. Un movimiento en dos tiempos. Brumario y Diciem-bre, esto pensaban Hugo y los bonapartistas. La realidad es mucho menos simple, mucho ms com-pleja y quiz mucho ms complicada. La revolucin francesa fund una tradicin iniciada cierto nmero de ' aos atrs, una conservacin, un nuevo orden. Que este nuevo orden no vale el antiguo es lo que muchos buenos espritus han llegado a pensar hoy; pero ciertamente fund un nuevo orden, no un desorden como los reaccio-narios lo dicen. Luego no ms este nuevo orden degener en desorden (desrdenes), que bajo el Directorio alcan-zaron mayor gravedad. Desde entonces, si llamamos, co-mo se debe, restauraciones a las restauraciones del orden, 2. er+1 1 1 . . --INUESTRAJUVENTUD39 38CHARLES P1GUYde un cierto orden, del uno o del otro, de cualquiera de ellos, y perturbaciones a las introducciones del desorden (desrdenes), el 18 Brumario fu, ciertamente, una restauracin republicana y monrquica a la vez, lo que le confiere un particular inters, un tono y sentido pro-pios; lo que la hace un hecho singular no comparable a ningn otro, digno de ser estudiado de cerca. En toda la historia del siglo diecinueve francs y aun en toda la historia de Francia no hay nada a que compararla, nada a que referirla; quiz pudiera encontrrsele analoga en ciertos sucesos de otros pases (guardmonos sobre to-do de compararla con el 2 de Diciembre); 1830 fu una restauracin republicana; ah! olvidaba, se olvida siem-pre, a Luis XVIII; la Restauracin fu una restauracin monrquica; 1830 fu una restauracin republicana; 1848 fu, igualmente, una restauracin republicana y una ex-plosin de la mstica republicana; los das de junio fueron la segunda explosin de esa misma mstica; por el contra-rio, el 2 de Diciembre fu una perturbacin, la introduc-cin de un desorden, quiz la ms grande perturbacin producida en la historia del siglo XIX en Francia. Ella trajo al mundo, introdujo, no slo en la cabeza sino en el tejido mismo del cuerpo poltico y social, en la Nacin, gente nueva de ninguna manera mstica, puramente poltica y demaggica; fu propiamente la introduccin a la demagogia; el 4 de Setiembre fu una restauracin republicana; el 31 de Octubre, el 22 de Enero mismo, fueron jornadas republicanas; de igual modo el 18 de Marzo, en cierto sentido, fu una restauracin republi- cana, no tan slo una elevacin de temperatura, un golpe de fiebre, sino una segunda revuelta, una segunda explo-sin de la mstica republicana y nacional juntas, ambas de un inseparable patriotismo. Las jornadas de Mayo fueron ciertamente una perturbacin y no una restaura-cin; la Repblica fu una restauracin hasta 1881, fech, en la cual, debido a la intrusin de la tirana intelectual' y de la dominacin primaria, comenz a transformarse en un gobierno de desorden. Es en este sentido, en este sentido solamente, que el2 de Diciembre fu el Castigo,la Expiacindel 18 Brumario, y que el Segundo Imperio fu el Castigodel Primero. Pero lejos de ser la rplica del Primero, el Se-fundo Imperio fu, en cierto sentido, lo que hay de ms contrario al primero. El Primer Imperio fu un rgimen de orden, de un cierto orden. Fu, aunque bajo numerosas indisciplinas, aun militares, como una* suerte de apoteosis de la disciplina, notablemente de la disci-plina militar. Fu un rgimen de un orden muy grande y de una historia muy grande. El Segundo Imperio fu el rgimen de todos los desrdenes. Fu realmente la introduccin de un desorden, de un cierto desorden, la introduccin al poder de una cierta banda desconsidera-da, muy moderna,muy avanzada,en ningn modo an-tigua Francia, antiguo rgimen. Podramos decir ms 40CHARLESPAGUYbien que el Segundo Imperio fu el ms grande boulan-gismoque hayamos tenido y el nico que alcanz xito. La Revolucin, por el contrario, la grande, haba sido una instauracin, una 'instauracin ms o menos feliz, pero, en fin, una instauracin. Al decir una instauracin, hacemos notar que toda restauracin no es ms que una repeticin, una imagen debilitada y un ensayo de recomenzamiento. Dicho en otros trminos, el Primer Imperio no fu lo que llamamos un cesarismo. El Segundo Imperio s lo fu. El boulangismo fu un cesarismo. Hubo mucho cesarismo en el antidreyfusisnio- liroll hubo en cambio en el dreyfusismo. La dominacin combista fu realmen-te un cesarismo y el ms peligroso de todos porque se presentaba como republicano. La dominacin radical y radical-socialista es propiamente un cesarismo, especial-mente un cesarismo de comits electorales. NUESTRAJUVENTUD41Menester es no atenerse a los nombres, a las aparien-cias, desconfiar de ellos, pues de la misma manera que el Segundo Imperio histrica y realmente no contina al Primero, la tercera Repblica histrica y realmente no secontina as. misma. La Tercera Repblica, en su desarrollo, en su continuidad, no es una continuacin de su origen.Sin que se produjera en 1881 ningn suceso de importancia, quiero decir ningn hecho digno de re-gistrarse, en esa fecha la Repblica comenz a perder su continuidad. De republicana que era se convirti en cesrea. No debe tan slo decirse: Todo se explica. Yo di-rams bien: Todo se aclara. Las dificultades increbles de la accin pblica y privada se iluminan repentinamen-te, como en pleno da, con una gran luz, cuando quere-mos dar audiencia, considerar, prestar atencin tan slo, a esta distincin retrospectiva que acabamos de reconocer. Todos los sofismas y paralogismos de la accin, todos lospara-pragmatismos(o al menos todos los dignos, los nobles, los nicos precisamente, en que nosotrospo-demos caer, los nicos que aunque inocentes son bien culpables) nos vienen de la indebida prolongacin en la accin poltica, en la poltica, de una lnea de accin debidamente comenzada en la mstica. Era una linea Ij. 1f,:,,,i4V,WiA. 91,11 W',,z),,t,i1,0"..,- cc,,L; _1 , .....-r .t. i. ,1.A,r11-.: r ' I-1Ay ,-., pl..]9, e. G. ,,,,t,1,,,t,,.,1 ,,-- .(-..' ' (...e,,,,J.., 5_2. i...1A.''',,,,,Jais..A.rlAy..., ' c....:5,;0, 5, li,A.,-1.- -I,. r...) ij4.0 . 1A./1. ...k)j t....: ,5 3 , ,[it 0 . 4 ,1 . . . n ,, a9 o-.1 ...,;. . t ,,/,.. . . . . 4 1,, ',- ,, ,i ,iI' I44 ..2/', l''' ' . s '` . ,' ^42CHARLESPGUY NUESTRAJUVENTUD43 de accin iniciada, brotada, surgida en la mstica, que en ella encontraba su fuente y su punto de arranque. Era, como se ve, una accin rectilnea, no solamente natural y legtima, sino como deba ser. El tren de la vida sigue su marcha, lo mismo el de la accin. Miramos por la ventanilla y vemos al maquinista en su puesto. Para qu entonces ocuparnos de la conduccin? La vida sigue su curso, de igual modo la accin. El hilo vase enhebrando. Se continan el hilo de la accin y la lnea de la accin. Yal continuar las mismas perso-nas, el mismo juego, las mismas instituciones, el mismo crculo, el mismo aparato, el mismo moblaje y los ya conocidos hbitos, no advertimos que hemos pasado por sobre el punto de discernimiento. Exteriormente, por otra parte, la historia, los sucesos han marcha-do. Ynos encontramos con que hemos franqueado la barrera. As, por el juego, por el sucederse de los hechos, por la bajeza y el pecado del hombre, la mstica' se convierte en poltica; ms bien, la accin mstica se convierte en accin poltica; o mejor an, la poltica se sustituye a la mstica, devorndola. Por el juego de sucesos que prescinden de nosotros, por la bajeza y el pecado del hombre cuya mente est puesta en otros intereses, lo que era materia de mstica se ha convertido en materia de poltica. Es la perpetua y siempre renovada historia. Ycomo contina la misma materia, los mismos hombres, los mismos comits, el mismo juego, el mismo mecanismo automatizado, los mismos crculos, el mismo aparato, los hbitos ya conocidos, no advertimos nada, ni siquiera prestamos atencin al hecho. Ysin em-bargo la accin, que era justa, a partir de ese punto de discernimiento seconvierte en injusta. La accin le- , gtima llega a ser ilegtima. La accin debida se trans-, forma en indebida. La misma accin, a partir de este punto de discernimiento, no solamente se convierte en otra, sino en su contraria. Yes as cmo, inocentemente, se llega a ser criminal. La accin que era limpia se convierte en sucia, llega a ser otra accin. Es as como se llega a criminal, inocente si se quiere, perot vizw:_121nismo el ms peligroso, de todos. La accin que comenz en la mstica contina en la poltica y no nos damos cuenta de que pasamos sobre este punto de discernimiento. La poltica devora la mstica y ni siquiera saltamos cuando pasamos sobre este punto de discontinuidad. Cuando, lo que parece imposible, un hombre de co-razn llega a discernir este punto de discernimiento; se detiene en este punto de detencin; rehusa cambiar en este punto de recambio; retroceder en este punto de retroceso; y por fidelidad a una mstica rehusa la entrada en el juego de la poltica, en los abusos de esta poltica; cuando un hombre de, corazn, en fin, rehusa', "entrar en el juego de la correspondiente poltica, de la / c'" dr44CHARLESPAGUY NUESTRAJUVENTUD45 poltica parasitaria, de la devorante, los polticos acos-tumbran a darle un nombre hoy en boga: se complacen en llamarle traidor. Desde luego, nos llaman traidores, sin conviccin, para impresionar a los electores. Porque hace falta poner algu-nas palabras en los programas y en las polmicas. Yque se sepa bien. Hemos sido y queremos continuar siendo traidores como el que acabamos de describir. Traidores de esta clase hemos sido especialmente en el I 1)asunto Dreyfus y en el asunto dreyfusista. El verdadero traidor, el traidor en el sentido fuerte y pleno, en el sentido antiguo, es el que vende su fe, su alma, el que libra su ser esencial, el que pierdesu alma, el que trai-ciona sus principios, su ideal, su ser mismo, su mstica, para entrar en la poltica a ella correspondiente, pasando, con complacencia culpable, por sobre el punto de dis-criminacin. No estoy solo: Los abonados a estos cuadernos, aun ahora, despus de doce aos de muertes y renovaciones ' anuales, estn formados todava, en sus dos terceras partes, por antiguos dreyfusistas, nuevos dreyfusistas, dreyfusistas perpetuos, impenitentes,msticos,hombres de corazn, gentes modestas, oscuras y pobres por lo general, algunas extremadamente pobres, miserables por as decirlo, que por dos veces han sacrificado su carrera, su porvenir, su existencia y su pan: una primera vez por luchar contra sus enemigos, otra segunda contra sus amigos, lo que es ya mucho ms difcil; la primera vezpara resistir a la poltica de los enemigos, la segunda para resistir a la de los amigos; la primera vezpara no sucum-bir ante los enemigos, la segunda para no sucumbir ante los amigos. Entendemos ser de esta especie de traidores; de los, que una primera vez se sacrificaron para no sucumbir ante la demaggi de los enemigos, y la segunda para resistirse a la de los amigos; la primera, para no batirse ante la enemistad; y la segunda, lo que les resultaba ms difcil, ante la amistad. Todos nosotros sabemos lo que esto cuesta. Ypor esto exigimos siempre de nuestros amigos un respeto que nuestros enemigos no nos han rehusado jams. Los polticos pretenden que endosemos su poltica, que formemos en sus combinaciones, que adoptemos sus vistas, que traicionemos nuestras msticas siguiendo las polticas surgidas de ellas. Pero no estamos bajo sus rdenes. Pretenden, entonces, arrogarse la facultad de discernir el honor y el derecho. Pero no son, quizs, dueos de ello. Tal vez ni siquiera sean' dueos a secas. Quieren discernir sobre lo que debe ser o no objeto de obediencia, confirmar la regla, dispensar los honores, / dictar las leyes. Pero tal vez ni siquiera sean amos. 1A46 CHARLESP1GUY1NUESTRAJUVENTUD 47 No son nuestros amos. Todo el mundo no est bajo susrdenes. No son ni siquiera su propios amos. Hablemos ms simplemente de estos grandes hombres. Ymenos duramente. Su poltica ha llegado a ser una pista del juego del tovivo. Nos dicen: Seores, ustedes han cambiado, ustedes no estn en el mismo sitio. Lo prueba el hecho de que no estn ms enfrente del mismo caballo.Perdn,seor Diputado, son los caballitos los que se han dado vuelta. Debemos hacer justicia a estos desgraciados que gene-ralmente son muy gentiles con nosotros, excepto,en su mayor parte, los quehabiendo salido de la enseanza coristituyen eliartido intelectual. Todos los dems di-putadas, polticos propiamente dichos, y parlamentarios profesionales tienen algo ms importante que hacer que-octiparse de nuestras personas, y, sobre todo, de cau-sarnos molestias y desagrados. Los reclaman los competi-dora, los electores, las reelecciones, los concursos, los negocios, la vida. Prefieren dejarnos tranquilos. Yluego, somos tan pequeos (en masa, en volumen) para ellos. En masa poltica y social. Ni nos advierten siquiera. No existimos para ellos. No nos inflemos hasta creer que advierten nuestra existencia, que nos ven. Nos des-precian demasiado para odiarnos, para guardarnos rencor por su infidelidad, quiero decir, por la infidelidad de que son culpables para con nosotros y para con nuestra mstica, que a la vez es la misma de ellos, la que nos es comn, realmente comn (a nosotros porque nos nutrimos y vivimos inseparablemente unidos a ella, y a ellos porque la aprovechan, la parasitan). No pueden, pues, ser rigurosos con nosotros. Por eso, cuando nos llega el turno de molestarlos, ponen, con frecuentiia una especie de dileccin secreta, un punto de honor, de un cierto honor, algo de coquetera, en sernos tiles. Parecen decirnos: Bien lo veis. Es nuestro oficio. Sabe-mos lo que vale. Hace falta ganarse la vida. Es menester hacer carrera. Reconoced, al menos, que cuando hace falta, y es posible, cuando la ocasin se presenta, tenemos todava competencia, somos an capaces de interesarnos en los grandes intereses espirituales y asumir su defensa. Tienen razn. Menester es hacerles justicia. Es una especie de coquetera, muy digna de encomio, una dilec-cin (un remordimiento), una suerte de garantainte-rior que ofrecen, un pesar que les asalta, algo as como la respuesta a una secreta advertencia. Los que son intratables, los que son bien cerrados, son los antiguos intelectuales convertidos en diputados, especialmente los ir4 viejos profesores, los ex normalistas. stos no quieren a la cultura. Sienten contra ella un odio verdaderamente demonaco. Menester es poner atencin. Cuando se habla del pttido intelectual y de la invasin, de la dominacin en la es cuela primaria, es menester poner atencin. No es suficiente decir primaria, primaria. Debe verse bien NUESTRAJUVENTUD49 48CHARLESPGUYtodava guarda, a favor y en contra de todo, la tradicin. Es un admirable ejemplo el que dan tantos profesores de enseanza secundaria, pobres, modestos, pequeos funcionarios, expuestos a todo, sacrificndolo todo, re-sistindolo todo, para defender susclases.Luchando contra todo, las autoridades temporales, las potencias constituidas. Contra las familias, los electores, la opinin, contra los proveedores que estn con las familias que acatan la opinin pblica, contra los padres de los alum-nos;contra los censores, los inspectores y rectores de Academias, el inspector general, el director de enseanza secundaria, el ministro, los diputados, toda la maquina-ria, toda la jerarqua, y, de aadidura, contra los polti-cos, contra su porvenir, contra su carrera, contra sus propios ascensos, literalmente hablando, contra su propio pan. En contra de susjefes, de sus maestros, de la admi-nistracin, de la gran administracin, de sus superiores jerrquicos, de sus defensores naturales, de los que natu-ralmente deberan defenderlos. Yque por el contrario los abandonan, cuando no los traicionan. En contra de todo gobierno, notablemente contrael ms temible de toc izi_c_c2ntra la opinin pblica, hoy de importancia en todas partes. Ytodo por qu? Por una indestructible probidad. Por una indestructible piedad. Por una inven-cible, insuperable adhesin de raza y de libertad, a su oficio, a su ministerio, a su antigua virtud, a su funcin social, a un viejo civismo clsico y francs. Por una inque- hoy que la enseanza primaria no est (toda entera), en la escuela primaria. Menester es hacer este distingo. No est principalmente en la escuela primaria. Si es / necesario diremos que no es all donde domina. Menester es prestar atencin, pues, sin ninguna duda, es en la enseanza superior donde hay, hoy, una mayor infiltra- / r cin de escuela primaria, una mayor contaminacin y dominacin primaria. En lo que a m respecta, tengo la conviccin de que hoy en da, en Francia, se imparte una cultura mucho ms verdadera en la mayor parte de las escuelas primarias, en la mayor parte de las escuelitas de alde3, entre las hileras de via, a la sombra de los pltanos y de =los castaos, que la que se imparte entre los cuatro muros de ra So- rbona He aqu lo que ms o menos es hoy, _en _realidad, ia jerarqua de las tres enseanzas. Un gran- nmero de maestros radicales, radical-socialistas, francmasones y librepensadores profesionales, por diver-sos motivos de situacin y de raza, continan todava ejerciendo, generalmente sin darse de ello cuenta, tanto en las_ escuelas de provincias como en las aldeas y aun en las de las ciudades, un cierto ministerio de la cultura. Son todava, a veces sin proponrselo, ministros, dispen- sadores de cultura. Ejercen este oficio. La enseanza secundaria da un admirable ejemplo, hace un admirable esfuerzo, para mantener, para salvaguardar, para defen-der contra la invasin de la barbarie, esta cultura antigua, esta cultura clsica de la cual era depositaria, de la cual IISOCHARLESP1GUYbrantable adhesin a la vieja cultura, que, en efecto, era una con la vieja virtud, por una continuidad, una especie de heroica adhesin al viejo oficio, al viejo paS, al viejo liceo. Por qu? Por tratar de salvar algo Ide l. Por ellos, por una cierta cantidad de maestros de enseanza secundaria, bastante numerosa por suerte, la cultura no ha desaparecido todava en este pas. Yo conozco; yo, que tan poca cosa soy, podra citar ciento cincuenta profesores de la enseanza secundaria que hacen todo, arriesgan todo, desafan todo, y lo que es an ms importante, ms serio, su carrera misma, _para mantener, para salvar lo- que todava puede ser salvado. Difcilmente se encontraran en la enseanza universi-taria cincuenta maestros, y aun treinta, y aun quince, que se propusieran algo ms (aparte de la carrera y los ascensos para llegar a la enseanza superior), que se propusieran algo ms que osificar, momificar la reali-dad, las realidades que les son imprudentemente confia-das, algo ms que sepultar en un cementerio de fichas la materia de su enseanza. Citara, en cambio, ciento cincuenta profesores de la enseanza secundaria, que hacen todo lo qu pueden, y an algo ms, para tratar tan slo de salvar en este viejo pas, un poco de buen gusto, un poco de compos-tura, un poco de las antiguas preferencias y costumbres, un poco del viejo amor por la libertad del espritu. Los maestros no hacen mucho caso del partido intelec- NUESTRAJUVENTUD51tual. Ni tanto como ellos mismos lo creen. Ni siquiera tanto comolo desearan. Ellos conservan todava, a pesar de todo lo que hagan o dejen de hacer, otras maneras de unin con el pas real. Son ms eficaces agentes de cultura que lo que ellos mismos se proponen serlo. Los profesores de enseanza secundaria nosacan,por as decirlo, ningn partido de la enseanza, si se excepta los que hacen poltica, aqullos que trabajan su ascenso, su rpida marcha hacia Pars. En cuanto a los otros, al resto, podemos decir y debemos decirlo: la enseanza secundaria es todava, a pesar de su desmantelamiento y de todos susdefectos, la ciudadela, el reducto de la cultura francesa. Aveces, en las universidades se hace gran ruido, al menos en los comienzos, para asombrar a los jvenes de que los profesores de enseanza secundaria dictan clases, mientras que los seores profesores universitarios dictan, por el contrario, cursos.Menester es, desgraciadamente, decirles: En el estado actual de la enseanza es en las clasesdonde todava se imparte cultura, y es en los cursosdonde no la hay. Losmsencarnizados como partido poltico, corno partido intelectual, los ms arrebatados, son los jvenes que directamente pasan de la antigua y de la nueva Escuela Normal al Partido Socialista Unificado. Las l-timas elecciones ajaban de mandarnos todo un lote de 52CHARLESPGUYestos lindos muchachos; son los monaguillos, sealada-mente lindos y mofletudos como debe ser todo mona-guillo. Nuestra primera regla de conducta, o si se prefiere la primera regla de nuestra conducta, deber ser, pues, la de evitar el descenso de la accin, su cada en la poltica; o para decirlo con mayor precisin, alseguir una lnea de conducta debemos desconfiar, a la vez, de nosotros mismos y de nuestra accin; poner una especial atencin en distinguir el punto de discernimiento, y tan luego de reconocerlo, retroceder en nuestro camino. En el punto en que la poltica se sustituye a la mstica, la devora, la traiciona; el que se aparta, el que traiciona la poltica, es el nico que no hace traicin a la mstica. .1 v i eEj on anlisis, apius ins t , od e d el ar evtizae isdo eologa, n o ro g deab:conservarser snadam e nde s e. 1 / del ter estar pronto para recomenzar, es menesterrecomenzar de planoel anlisis. Si nuestra primera regla de accin, de conducta, deber ser la de no continuar ciegamente por encima del punto de discernimiento una accin que de mstica se ha transformado en poltica; pareja y paralelamente nuestra primera regla de conocimiento, de juicio, deber ser la NUESTRAJUVENTUD53 de no continuar ciegamente por, encima del punto de dis-cernimiento un juicio, un conocimiento sobre una accin convertida de mstica en poltica. Es menester desconfiar antes de todo, y sobre todo, de uno mismo, dell-propio juicio y conocimiento. Sobre todo es menester guardarse de continuar en el error. La continuacin, la perseveran-cia en ese sentido es lo ms peligroso que puede haber para la justicia, para la inteligencia misma. Tomar de', entrada un billete en un partido, en una faccin, y no mirar jams cmo marcha el tren, y, sobre todo, sobre qu marcha, significa para un hombre colocarse resuel-tamente en las mejores condiciones para convertirse en criminal. Todo el frrago de propsitos y de conversaciones, las molestias, las aparentes contradicciones, los embrollos e inextricables dificultades del juicio, las aparentes difi-cultades y aun imposibilidades de comprensin y de adhesin, la buena y la mala fe adversas entremezcladas, el perpetuo y fatigante recomenzar de los mismos vanos propsitos, la execrable repeticin de los mismos inco-herentes e incansables propsitos, nos daran bastante luz si les prestramos la debida atencin, si en toda accin, en cada accin, en cada orden, supiramos a-, tinguir cundo sehabla de la mstica y cundo de la o1tica. As se explica que en muchas polmicas o deba- \la raznel I1\ tes a razon y e error parezcan igualmentemente asistir a ambos adversarios. Se debe esto a que mientras uno 54CHARLESP1GUY NUESTRAJUVENTUDSShabla de la mstica el otro se refiere a la poltica que a dicha mstica corresponde. Donde uno habla de poltica, el otro responde de la mstica que la precedi. En el ordendel juicio moral no es solamente la justicia la que exige que la comparacin entre dos acciones se establezca en el mismo plano y no en planos diferentes, a saber, mstica con mstica y poltica con poltica; sino que tambin el juicio intelectual tiene, exactamente, la mis-ma exigencia. Cuando nuestros maestros comparan continuamente la mstica republicana con la poltica realista, y a su vez, todas las marianas nuestros realistas comparan la mstica realista con la poltica republicana, ambos cometen la misma falta, dos faltas mutuamente complementarias, y,/ aunque contrarias, iguales; mutuamente inversas, rea,l 1 procas y conjugadas; pues, al mismo tiempo, faltan la justicia y a la justeza. La primera consecuencia que de esta distincin surge, la primera aplicacin de este razonamiento, de este dis-cernimiento, de esta redistribucin, es la de que los msticos son entre s, mucho menos enemigos que los polticos, y que lo son de otra manera. Ellos no achacan a la mstica las disensiones, las guerras, las enemistades polticas; no, es correcto culpar a la mstica de las flaque-zas de los polticos. Los msticos son, entre ellos, mucho menos enemigos de lo que lo son los polticos, pues, a diferencia de stos, no se disputan una materia y un mun- do temporal, sin cesar limitado. Despojos temporales, des-pojos mortales. Ycuando son adversarios, lo son de otra manera muy diferente, en una profundidad infinitamen-te ms esencial, con una nobleza infinitamente ms profunda. Por ejemplo, jams la mstica cvica, la anti-gua, la mstica de la ciudad y de la repblica antigua se opuso, ni pudo oponerse, a la mstica de la salvacin, de la manera como la poltica pagana se opuso a la poltica cristiana, es decir, tan grosera, tanbaja,tan temporal y tan mortalmente como se opusieron los emperadores paganos a los cristianos y recprocamente. Yhoy la mstica de la salvacin no puede oponerseala mstica de la libertad del modo como la polti ca cler ical se opuso, por ejemil1,2 la poltica radical. Es fcil,ser_ buen cristiano y buen ciudadanomientras no Je hace poltica. En el momento mismo en que los polticos cambian la mstica en poltica, una mstica en su correspondiente poltica, si no encuentran partidarios, se quejan de que los otros han cambiado. Tenemos de ello un ejemplo notable en el asunto Dreyfus, continuado en asunto dreyfusista. Puede decirse que los polticos introducen, tanto en la accin como en l conocimiento (donde ya hay de por s tantas) , dificul-tades artificiales, suplementarias, supererogatorias, mayo- \I .9, ID. -a 1 1 1 1 . .a56 CHARLESPGUY NUESTRAJUVENTUD res dificultades de las que de por s existen. Yson tantas ya! Ellos siempre desean, a veces por poltica, y ms generalmente por incomprensin natural, por insuficien-cia, por incapacidad de llegar al fondo, que los servidores de la mstica se conviertan en agentes polticos. Introdu-cen en todas partes disensiones temporales gratuitas, disensiones polticas artificiales. Comd si no bastaran ya los grandes desgarramientos msticos. Ycrean as a0-J usiones. Tenemos un asunto notable en este inmortal asunto Dreyfus convertido en asunto dreyfusista. Si alguna _ vez hubo uno que salt por encima de su punto de discernimiento fu ste. Ofrece con perfeccin y xito acaso 11.nicos algo as como un ejemplo, un modelo y un resumen bien logrado, de lo que es la degradacin, el rebajamiento de una accin humana; pero no slo esto, sino especial y propiamente hablando, como la culminacin de lo que es la degradacin de una accin mstica en accin poltica, pasando (inconscientemen-te?) por encima de su punto de ruptura, de su punto de discernimiento, de su punto de retroceso, de su punto de continuidad discontinua en fin. Debemos sealar, una vez ms, que hubo y que hay en este asunto Dreyfus, que habr largo tiempo en l, quiz eternamente, una virtud singular. Quiero -decir una fuerza singular. Hoy, cuando el asunto ha terminado lo vemos bien. No era una ilusin de nuestra juventud. Mientras ms tiempo pasa de la terminacin de este asunto, ms evidente se hace que no concluir jams. Ydesde luego es menester sealar que prueba la virtud. singular que tena. En los dos sentidos. Una singular virtud de virtud mientras qued en mstica y una singu-lar virtud de malicia tan pronto como entr en la poltica. Es uno de los ms grandes misterios de la historia y de la-elidad y, a la vez, como es natural, uno de aqullos sobre los que se pasa ms ciega y fcilmente, con Ms-desatencin, evitando dar el salto, esta especie de dife-rencia (irrevocable, irreversible, como infinita) que hay en el precio de los sucesos. Que ciertos sucesos sean de un cierto precio, tengan un cierto precio, un precio propio; que sucesos diferentes del mismo orden o de rdenes prximos, constituidos por la misma materia o por ma-terias del mismo orden y valor, con las mismas formas o formas del mismo orden y valor, tengan, sin embargo, precios, valores infinitamente diferentes; que sucesos que operan con una misma materia, que se convierten en idntica materia, en una misma y bajo una misma forma, tengan, sin embargo, un precio propio, misterioso, fuerzas y valores propios, misteriosos; que haya guerras y paces con valor propio; affairesque lo tengan igual-mente, lo mismo que herosmos; que haya adems san-tidaies -que posean un valor propio, constituye segura-mente uno de los ms grandes misterios de los aconteci-mientos, uno de los ms palpitantes problemas dela Esmenester decirlo y decirlo con solemnidad: el asunto Dreyfus es un asunto elegido.Fu una crisis eminente en tres historias por s eminentes. Ful una crisis eminente en la historia de Israel. Una crisis eminen-te en la historia de Francia. Fu, sobre todo, una crisis eminente (dignidad que cada vezse hace ms aparente), una crisis eminente en la historia de la cristiandad. Yquiz de muchas otras. Por un relevamiento, por una eleccin quiz nica, fu triplemente crtico y triplemen-te eminente. Fu en propiedad un asunto culminante. En cuanto a lo que a m respecta, si me es dado continuar estos cua-dernos ya comenzados sobre la situacin de la historia y la sociologa en la filosofa general del mundo moderno, siguiendo el mtodo de no escribir jams sobre lo queno, he experimentado, podremos, 'ciertamente, tomar esta crisis como ejemplo, como punto de referencia de lo que es una crisis, vale decir, un suceso con un valor propio destacado. historia. Que haya no solamente hombres (y dioses) que cuentan ms que otros, infinitamente ms, sino que haya pueblos que estn como marcados, que tienen como un destino, como una evaluacin, no solamente de los hombres y de los dioses sino de los pueblos mismos; que haya pueblos enteros que tienen un precio, un valor pro-pio, que estn marcados por toda la historia, por la histo-ria temporal y quiz, sin duda (por su continuacin), por la otra; y que, por el contrario, pueblos enteros, tantos otros pueblos, la inmensa mayora, la casi totalidad de ellos, estn marcados para el silencio y la sombra, para la noche y el silencio, para caer en un silencio del que no se levantan sino para hundirse de nuevo en l, es un misterio que, como todos los grandes misterios, pasa inadvertido, precisamente porque estamos inmersos en 1tl; en fin,que haya no solamente _hombres y,__por as decirlo, dioses temporalmente elegidos, sino_ pueblos __________ entecoselegiostempnralmente,_ y _quiz para el ms all, es acaso el ms grande misterio de los acontecimien-os, el ms palpitante problema de la historia. Que haya, asimismo, como scssregrclos,---esel ms grande pro-blema de la creacin. No dejaremos, ni evitaremos nos-otros, de considerarlos y meditarlos largamente en los estudios que hemos iniciado sobre la situacin creada a la historia y a la sociologa en la filoso a-Finraidell mundo moderno.)( Este precio, este valor propio del asunto Dreyfus, aparece todava, constantemente, cualquier cosa que se haga. Vuelve a pesar de todo como un espectro, como una sombra. Ylo que duplica an la prueba, o ms bien lo que la constituye, es que no se manifiesta tan slo en un sentido, en uno de los dos sentidos; lo que la 58CHARLESPAGUY NUESTRAJUVENTUD59 60CHARLESPACUYconstituye (ya que nada prueba tanto como el mal es, precisamente, su manera e manifestarse en los dos sen-tidos con igual fuerza. En el buen sentido, en el mstico, tiene una fuerza increble de virtud, una virtud de virtud increble, y en el mal sentido, en el poltico, tiene una fuerza, una virtud de vicio increble. Todava hoy como ayer, hoy ms que nunca, no es posible hablar de l a la ligera, no es posible tratarlo ligeramente, ni de un modo indiferente. No es posible hablar de l sin apasionarse inmediatamente. Ahora, como nunca, todo comentario, todo artculo de revista o de diario, todo libro, todo cua-derno que se escribe sobre el asunto Dreyfus tiene en s, lleva en s, no s qu virus o especie de virus que nos trabaja incesantemente. No es posible tocar una pala-bra de l que no sea nociva y sagrada. Por tal causa sufrimos mucho, a veces, los jueves, en los cuadernos. Pero esto constituye la marca misma y el signo del valor del propio precio:. el signo de eleccin. En cuanto a lo que a m toca, si me es dado, luego de cumplir una obra infinitamente ms seria, alcanzar la edad de las Con esiones que es, como se sabe, los o aos cumplidos, a las nueve de la maana, me propon-dra ciertamente registrar esto. Ensayara, volViendo a tomar, acabando, mi antigua Descomposicin del dreyfu-sismo en Francia, dar, no una idea, sino una representa- NUESTRAJUVENTUD 61clec de lo que en realidad fu este inmortal asunto Dreyfus. Fu, como todo asunto que se respeta, esen- ccialmente mstico. Vivi de su mstica y muri de su poltica. Es la ley, es la regla. Es el nivel de las vidas. Todo partido vive de su mstica y muere de su poltica.' Es lo que ensayar de presentar. Lo confieso, comienzo a creer que no ser intil. Supongo que sobre este asunto Dreyfus hay numerosos mal entendidos. Confieso que no me reconozco absolutamente en el retratoque Halvy ha trazado aqu mismo del dreyfusista.De ninguna ma-nera me reconozco en la piel de perro apaleado. Acepto la derrota, la acepto (segn mi, propio juicio esto depende del punto de vista del cual se mire) ; pero no acepto el haber recibido palos. Acepto el haber sido llevado a la ruina (en lo temporal, y fuertemente expuesto en lo intemporal), acepto el haber sufrido engaos, burlas, acepto el haber recibido aguaceros, pero no me siento en la piel de un perro mojado. No me reconozco en tse retrato. Por el contrario, estbamos arrogantes, erguidos, orgullosos, infinitamente arrogantes, con la cabeza bien alta, infinitamente plenos, hinchados de virtudes milita-res. Tenamos y tenemos un tono completamente diferen-te, un distinto aire, otro porte, abrazbamos a brazos plenos bien distintos propsitos. No me siento, de ningu- \ na manera, con el humor de un penitente. Odio una penitencia que no sera cristiana, sino una especie de \1 penitencia cvica y laica, una penitencia laicisista, secula- 62CHARLESPGUYNUESTRAJUVENTUD63 1rizada, temporalizada, desafectada, una imitacin, una falsificacin de la humildad. En lo civil, en lo cvico, en lo laico, en lo profano, quiero estar lleno de orgullo. Ynosotros lo estbamos, tenamos el derecho y el deber de estarlo. No solamente no tenemos nada de que arre- ( pentirnos, sino que no tenemos nada, nada hemos hecho de lo que no debamos gloriamos, de lo que no podamos y no debamos gloriamos. Podemos iniciar maana por la maana la publicacin de nuestras obras completas. Podra an agregar a ellas la publicacin de mis comenta-rios, de mis palabras completas. En todos esos viejos cua-dernos no hay una palabra que pueda cambiar, excepto 4 5 que bien conozco, 7 u 8 palabras de teologa que podran dar materia a un mal entendido, ser objeto de una interpretacin contraria a su verdadero sentido, por-que estn en estilo indirecto y no aparece claro en la frase que estn en ese estilo. No solamente nosotros no te-nemos nada que reprocharnos, sino que no tenemos nada que no nos d motivo a enorgullecernos; pues ni en nues-tras ms ardientes polmicas, ni en nuestras invectivas, ni en nuestros panfletos hemos perdido nunca el respeto al respeto. Al respetable respeto. No tenemos, no tenemos motivo para tener ni pesar ni remordimiento. En las confesiones de un dreyfusista, que formarn una parte imprtante de nuestras Confesionesgenerales, habr, lo prometo, numerosos cuadernos que se titularn Memo-__ monjas de un Asno, o quiz, ms llanamente, Memorias de un Imbcil.No habr ninguno tituladoMemo-riesde un ,cobardeo de un flojo(dejaremos esta tarea a M. Jaurs, y por cierto que no lo har mal. Es tan buen intrigante!). Ninguna habr titulada.Cuadernos, memorias de un dbil,de un arrepentido. Ninguna titu-lada Memorias de un poltico. Sern todas, en el fondo, memorias de un mstico. / Podramos publicar mariana por la maana nuestras obras completas. No slo no tendramos que borrar en I ellas ni una coma, sino que no habra en ellas ni una coma siquiera de la que no pudiramos enorgullecemos. . ____ ...._.. La idea de Halvy es que yo no, me reconozca en di-chos cuadernos. Muchas veces nos lo recomend ex-presamente, pero no s si para el lector llega a ser evi-dente. Nuestro colaborador ha sealado bien, en todo su cuaderno, que, en efecto, no se trata de nosotros. Lo que l ha querido hacer, y ha hecho con todo xito, es ms bien la historia del dreyfusismo, el retratodel dreyfusis-ino, que el retrato y la historia de un dreyfusista; o ms bien, sera, en su pensamiento, segn creo, el retrato, la historia y el retrato de un dreyfusista medio; mejor an, NUESTRAJUVENTUD65 64CHARLESPAGUY aparte como una excepcin, una especie de excepcin; cuando dispensa toda su atencin a los otros, a aqullos a quienes nosotros podemos llamar, con autoridad, pol-ticos. Pretendemos, por el contrario, que nosotros, los msticos, somos, fuimos y hemos sido siempre el corazn y el centro del, dreyfusismo, y que nosotros solos lo re-presentamos.Halvy tiene algunas veces el aire de decir que los otros han seguido como una curva legtima y que nos-otros seramos salvajes casi caprichosos, que hubiramos producido una brusca ruptura, un salto ilegtimo. Seran los otros los que, por as decirlo, estaran derechos y nosotros de travs. Los otros seran la regla, lo comn, lo ordinario, lo natural, y nosotros, no solamente la excepcin, sino, sobre todo, una excepcin artificial. Se pretende siempre que la debilidad y la degradacin constituyen la regla, lo ordinario, lo comn, lo rec-to, lo que va de s. Es precisamente esto lo que yo refuto en todos los rdenes, al menos para la raza francesa. En Francia, el coraje y la rectitud van de la mano. la historia y el retrato de un partido, del partido drey-fusista. Pero creo que media un abismo entre la historia y el retrato de un dreyfusista afiliado al partido drey-fusista y la historia y el retrato de un dreyfusista que no estuviera en el partido dreyfusista. Por esto, cuan-do lea las pruebas del cuaderno de nuestro colaborador, vea venir este mal entendido, vea tomar cuerpo este contrasentido. Vea apuntar este doble sentido, con la consiguiente confusin que acarreaba. Por esta causa sen- ta una sorda revuelta, sorda, como es natural, porque carezco de elocuencia. Murmuraba, grua, refunfuaba al leer las pruebas, mientras mejor y ms bello encon- traba el cuaderno ms me sublevaba, pues pensaba que sera ms escuchado, ms convincente. Por esodeseo contestar a nuestro colaborador: en el conjunto del drey- fusismo y del partido dreyfusista, cuenta la proporcin, lacuota misma, la respectiva cuota, la de aqullos a quienes su cuaderno va bien y la de aqullos a quienes va mal. La de aqullos a quienes el cuaderno conviene y la de aqullos a quienes no conviene. El mismo lo ha pensado bien; ha hecho una reserva, una distincin til, al sealar que era menester poner aparte aquellos drey-fusistas que no han entrado en las demagogias polticas, notablemente en las demagogias combistas. Pero donde disiento con nuestro colaborador es cuando parece ad- mitir que nosotros no representamos el dreyfusismo y que los otros lo representan; cuando nos clasifica y nos pone Sin duda las apariencias daran razn a Halvy, las apariencias estaran de su lado. Quiero decir que si slo nos referimos a los dreyfusistas que figuran: periodistas, publicistas, conferenciantes, miembros de Universidades Populares, parlamentarios, candidatos, polticos, todos los que hablan y conversan, los que escriben y los que publican, la inmensa mayora de los hombres en vista, la casi totalidad de los quefiguranse apresuraran a alinearse en las demagogias dreyfusistas, quiero decir en las demagogias polticas salidas de la mstica drey- /fusista. Pero precisamente lo que yo refuto, lo que niego, es que los que figuran para la historia (y que la historia registra con tanto apresuramiento), tengan gran im-portancia en las profundidades de la realidad. Alcan- zando, pues, las realidades profundas, las solas impor-tantes, pretendo que todoslos dreyfusistas msticos han seguido siendo deryfusistas y msticos, y se han conser-vado con las manos puras. Qu importa que todos los figurantes,todos losfenmenos,todos los oficializados, todos los logreros hayan abandonado, burlado, renegado, traicionado esta mstica por la poltica correspondiente, por toda suerte de poltica, por todas las demagogias polticas? Usted mismo lo ha dicho, mi queridoHa-lvy: Es el nivel de las vidas.Qu importa que ellos nos burlen? Slo nosotros contamos; ellos no cuentan. 'l { Qu importa que nos hagan objeto de irrisin?, si so o por nosotros viven, por nosotros existen. Sus mismas vanidades, sin nosotros no existiran.1 Yno pretendo solamente que los dreyfusistas ms-ticos han continuado siendo dreyfusistas y msticos, sino que, de aadidura, sostengo que ellos formaban el ma- yor nmero y continan formndolo. Aun desde un punto de vista grosero, no de la cualidad, de la virtud, sino de la cuota misma y de la cantidad, son ellos los que contaban y los que cuentan. La poltica se burla de la mstica, pero todava es ella la que la nutre.. Los polticos, para recobrarse, creyendo al menos re-cobrarse, dicen que nosotros no somos prcticos y ellos lo son; pero aqu tambin se equivocan. Yequivocan. No les concedemos tampoco esto. Los msticos son prc-tieol, y no lo son los polticos. Somos nosotros los prc-ticos; los que hacemos algo,y ellos los que no lo son, los que nada hacen.Somos nosotros los que atesoramos y ellos los que dilapidan. Somos nosotros los que edifi-camos y ellos los que demuelen. Somos nosotros los que nutrimos y ellos los que parasitan. Somos nosotros los que hacemos las obras y los hombres, los pueblos y las razas. Yellos los que las arruinan. Aun lo poco que valen, lo valen por nosotros. La miseria, la vanidad, el vaco, la enfermedad, la frivo-lidad,la bajeza, la nada que ellos son, esto mismo no lo son sino por nosotros. 66CHARLESPAGUY1 NUESTRAJUVENTUD67 68CHARLESPGUY NUESTRAJUVENTUD69 No deben, pues, mirarnos como inspectores (como si ellos lo fueran). No deben examinarnos y juzgarnos, pasarnos revista, inspeccionarnos. Sera ridculo, verda-deramente, que nos pidieran cuentas. El nico derecho que les acordamos es el de callarse. Yel de tratar de acerse olvidar. Esperamos que lo usen con largueza. 1Lo que sostengo es que todo cuerpo mstico del drey-fusismo ha quedado intacto. Qu importa que los pol-ticos hayan traicionado esta mstica? Es se su oficio. Me diris que ni los Estados Mayores, ni los comits, ni las ligas eran de esa mstica. Naturalmente, no lo eran. Ni siquiera hubirais querido que lo fueran. Qu importa toda la Liga por los Derechos del Hom-bre, y aun de los del Ciudadano juntos, qu representan enfrente de una conciencia, enfrente de una mstica? Qu importa una poltica, cien polticas, al precio de una mstica? Detestables como son, no existen sino por nosotros; nos son hoy, como siempre, deudores. Toda mstica es la acreedora de todas las polticas. Aun lo detestable que hay en ellos es nuestro, nues-tra obra, parsitos nuestros. Agregaris que la misma vctima no era de su ins= tica. De su propia mstica. Esto ha llegado a ser evi-dente. Hubiramos muerto_ plr Dreyfus_y Dreyfus no ha muerto por Dreyfus. Es de buena regla que la vcti-ma no sea de la mstica correspondiente a su propio affaire. Es el triunfo de la debilidad humana, el coronamiento de nuestra vanidad, la prueba ms grande, el ms gran-de esfuerzo, la obra maestra, la demostracin ms alta, suprema y culminante de nuestra enfermedad. Fu menester que ocurriera as para que se consumara la obra maestra de nuestra miseria, para - que toda la amargura fuera bebida, para que la ingratitud fuera ver-daderamente coronada. Para que fuera concluda. Para que el desengao fuera completado. El asunto Deryfus, el dreyfusismo, la mstica, el mis-ticismo dreyfusista, fu una culminacin de tres misti-cismos almenos: judo, cristiano, francs. Ycorno lo mostrar, estos tres misticismos no se destrozaban, no se maltrataban, sino que por el contrario coincidan en un reencuentro, en un recobramiento acaso nico en la his-toria del mundo. Estoy en lo justo al afirmar que todos los msticos 70CHARLESPAGUYNUESTRAJUVENTUD711dreyfusistas han continuado siendo msticos, siendo drey-fusistas y, a la vez, con las manos puras. Lo s; tengo la lista de ellos en los cuadernos. Quiero decir que todo lo que haba de mstico, de fiel, do creyente en el drey-fusismo se ha recogido en los cuadernos, desde el co-mienzo y para siempre, guiado por un seguro instinto, por el ms seguro de los instintos, por ser la nica casa que guard el secreto y la tradicin, el depsito, para nosotro$ sagrado (y quiz para la historia) ,'de la ms-tica, dreyfusista. Tal fu el primer fondo, el primer cuerpo de nuestros amigos y de nuestros abonados. Mu-chos han muerto ya. Todos los que no han muerto nos han quedado invariablemente fieles. O, ms bien, fu se el primer fondo, ese primer cuerpo, todo lo que haba de mstico, de fiel, de creyente en el dreyfusismo; el que se lizo no solamente amigo y abonado nuestro, sino que se identific con los cuadernos mismos, con el cuerpo y la institucin de nuestros cuadernos. Puedo, pues, decirlo: Los hombres que se callan, los nicos que importan, los silenciosos, nicos que cuentan, los taci-turnos, nicos que contarn, todos los msticos, han que-dado invariables, indesviables. Todas las gentes sencillas. Nosotros, en fin. Tuve la prueba y el testimonio de esto enlas vacaciones de Pascua, en las ltimas, y en las de Pentecosts, durante las cuales tantos abonados y ami-gos de los departamentos, profesores especialmente, tu-vieron la gentileza de venir a visitarnos. Son los que eran, los mismos que eran, iguales que hace diez, doce, quince arios. Yme atrevo a decir tambin que ellos me han en-contrado el mismo hombre de hace diez, doce, quince arios. Lo que quiz es ms difcil. Los que callan, los nicos cuya palabra cuenta. He aqu cul era el corazn y la fuerza del dreyfusismo. Este corazn, este centro, esta fuerza han quedado intactos. Hasta se ha creado un honor dreyfusista, lo que cons-tituye la marca misma y la consagracin de una mstica. Porque cuando una mstica llega a crear un honor, su honor, un honor propio, particular, es porque ella existe como mstica. Es porqueseha dado, ha encontrado su mstica. Este honor dreyfusista ha quedado intacto. La misma fidelidad que nos han guardado nuestros amigos, desde hace quince arios, a travs de tantas prue-bas, de tantas miserias y sufrimientos, a pesar de todos los mal entendidos y de todas las vergenzas polticas; esta amistad im ecable, esta fidelidad de otra edad, vie-ja, antigua, de otro tiempo, esta fidelidad nica en todo el mundo moderno, no tiene explicacin sino como . una amistad, una fidelidad de orden mstico. Es, para 72CHARLESPAGUY NUESTRAJUVENTUD73 nosotros, la recompensa de la fidelidad mstica que he-mos guardado a nuestra mstica. Dreyfus no ha dado la vida por s mismo, pero chos han muerto por l. Esto hace, consagra, sanciona una mstica. Otros han muerto por l. Lo ms fuerte de todo es que esta mstica ignorada" por nuestros amigos (nuestros amigos:entiendo aqu esta palabra en el sentido poltico, en el de las luchas polticas, de amigos polticos, de _polticos, de parsitos) y ms que ignorada, desconocida, ha sido sospechada por nuestros adversarios. YBarrs ha sealado muchas veces que el movimiento dreyfusista fu un movimiento reli-gioso. Ha escrito hace largo tiempo que era de lamentar se hubiera perdido esta fuerza religiosa. Sobre este pun-to, al menos, podemos tranquilizarlo. Esta fuerza reli-giosa no ser perdida. Alas reconstrucciones que se imponen, a las reconstrucciones, hemos dicho la palabra, a las restauraciones,llegaremos con la cabeza alta, orgu-llosos y plenos de nuestro pasado, batidos por diversas pruebas, forjados por nuestras mismas miserias. Alas restauraciones anunciadas venimos con la memoria y el corazn plenos, y las manos puras. Si yo mismo, desde har pronto quince arios (englo-bndolo todo), con escasos recursos, mal dotado de fuer-zas de todo orden, sin talento, a travs de dificultades diversas, de travesas sin cuento, he podido parar los gol-pes y continuar en la brecha con no desmentida per-severancia, es ciertamente porque me siento unido a estos cuadernos, a esta institucin, a esta obra, con un apego, con un afecto que pertenecen al orden ms- tico. El no se ha arruinado por s mismo. No se arruinara por nadie. Pero muchos se han arruinado por l. Mu-chos le han sacrificado su carrera, su pan, su vida misma, y el pan de sus mujeres y elde sushijos. Muchos se han arrojado por l a una miseria espantosa. Esto hace, consagra, sanciona una mstica. La miseria, el nico mal sin remedio. Otros se han arruinado, se han perdido temporalmen- te por l.El ms grande de todos, Bernard-Lazare: (a pesar de lo que se ha dicho, a pesar de lo que con ms cobarda se ha dejado de decir), ha vivido por l, ha muerto por l, ha muerto pensando en l. 74CHARLESPAGUYNUESTRAJUVENTUD75 LocomentabaprecisamenteconIsaacdurantelasva-cacionesdePascua. Almorzbamosjuntosunavezpor ao. Y oledeca: Ustedcree, usteddice, quenos-otrossomospurosytenemoslasmanospuras. Locree,lodice, peronolosabe. Nopuedemedirloquetan sloesunacreencia. MenesteresvivirenParsyver enloquesehaconvertidolaRepblicaparasaber, para medir, loquesignificaserpuro.Tengo, enefecto, lacertidumbredequenuestrosami-gosdeprovincianostienenconfianza. Peronopueden saber, nopuedensuponer, culesel motivoporelque confanennosotros, culeselfondo, elterrenodela confianzaquenosdispensan.ElasuntoDreyfusfuunrecobramiento, unaculmina-cindetresmsticasalavez. Estuvoprimerosobreel caminodelmsticahebraicaR Porqunegarlo?Locon-trario, porelcontrario, serasospechoso. Hayunapoltica juda. Comotodaslaspolticas, estonta. Pretenciosa,invasoraeinfecunda, comotodaslaspolticas. Seha ocupadodelosasuntosdeIsraelcomolospolticosrepu-blicanosseocuparondelosasuntosdelaRepblica.Comotodaslaspolticasseocupadesofocar, devorar ysuprimirsupropiamstica, lamsticadelacualnaci.Y esenlonicoquealcanzaxito. Lejos, pues, decon-siderarelasuntoDreyfuscomounacombinacinpol-tica, unmanejo, unaoperacindelapolticajuda: debemos, por el contrario, considerarlocomounaope-r:acin, comounaobra, comounaexplosindelamstica juda. Durantesiglosysiglosdepersecucionesypruebas,tantolospolticoscomolosrabinosylascomunidades deIsraelhabanadquiridoelhbitopoltico, unaes-peciedeacomodo, delhechodesacrificaralgunosde susmiembrosparatenerpaz;lapazdelmenajepol-tico, ladelreyyladelos, grandes, ladelosacreedores; ladelaspoblacionesyladelosprncipes, lapazdelos antisemitas, enfin. Nopedanmsquerecomenzar. No pedanmsquecontinuar. Nopedanmsquesacrificar a Dreyfusparaconjurarlatormenta. Lagranmayora delosjudosescomolagranmayoradelos(otros) electores. Temelaguerra. Temeeltrastorno. Temela _inquietud. Teme, msquetodo, quiz, lasimplemo-lestia. Desearaelsilencio, labajatranquilidad. Si pudieran, sinquelacosatrascendiera, compraranlapaz entregandoelchivoopagaranconcualquierotraen-trega, otraicin, obajeza, unatranquilidadprecaria.Sabenloqueespagarconsangreinocente. Entier_ nzs depaztemedlaguerra. Temenlosgolpes, los affaires. Sloforzadaporunpuadodefacciosos, porunami-noraactuante, porunabandadeenergmenosyfanti-cos, dearrebatados, agrupadosalrededordealgunasCa- NUESTRAJUVENTUD77 76CHARLESPGUYbezas que son, precisamente, los profetas de Israel, ha sido conducida a sus grandes destinos. Israel ha pro-porcionado profetas innumerables, hroes, mrtires, gue-rreros sin cuenta. Pero de ordinario el pueblo de Israel es como todos los pueblos, slo pide no entrar en tiem-pos extraordinarios. Cuando est en un perodo es como todos los pueblos, slo pide no entrar en una poca y no entrar en una crisis. Cuando est en una llanura bien plana y frtil, donde corren arroyos de leche y miel, slo pide no volver a trepar la montaa, aunque sea sta la montaa de Moiss. Israel ha producido profetas innume-rables, y ms an, ella misma es profeta; ella misma es la raza elegida, toda entera en un solo cuerpo, es un pro-feta. Pero, en fin, ella no pide ms que esto: no dar ma-teria para que se produzcan profetas. Sabe lo que esto cuesta. Su memoria, su instinto, su organismo mismo, su cuerpo temporal, su historia, toda su historia se lo dicen. Su memoria est llena de ello: veinte, cuarenta, cin-cuenta siglos de prueba se lo dicen. Guerras sin n-mero, muertes, desiertos, ciudades saqueadas, destie-rros, guerras extranjeras, guerras civiles, cautividades sin cuenta. Cincuenta siglos de miserias, a veces doradas, como las miserias modernas. Cincuenta siglos de sufri-mientos, algunas veces anrquicos, otras disfrazados de jbilo, o disfrazados, coloreados de voluptuosidad. Cin-cuenta siglos de neurastenia quiz. Cincuenta siglos deheridas y de cicatrices, de puntos de continuo dolor: las Pirmides y los Campos Elseos, los Reyes de Egipto y los de Oriente, el ltigo de los eunucos y la lanza romana, elTemplo derruido y no reconstruido, una dis-persin sin remisin, les dicen el precio de la eternidad. Ellos saben lo que cuesta la vozcarnal y el cuerpo tem-poral. Saben lo que cuesta ser los portadores de Dios y sus agentes, los profetas. Sus profetas. Los profetas. Desean entonces no recomenzar. Temen los golpe