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Pensamiento y práctica de los grandes educadores mexicanos I Belinda Arteaga Castillo (Coordinadora)

Pensamiento y Practica de Los Grandes Educadores Mexicanos I

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  • Pensamiento y prctica

    de los grandes educadores mexicanos I

    Belinda Arteaga Castillo (Coordinadora)

  • Fernando Serrano MigallnSubsecretario de Educacin Superior

    lvaro Lpez EspinosaDirector General de Educacin Superior para Profesionales de la Educacin

    Abraham Snchez ContrerasDirector de Polticas para el Sistema de Profesionales de la Educacin

    Csar Romero MojicaDirector de Desarrollo Acadmico

    Belinda Arteaga CastilloCoordinadora

    Guadalupe Foncerrada GodoyAsistente

    Miguel ngel Silva Aceves

    Mara de Lourdes Garca TrejoCorreccin de estilo

    Portada: El sueo-La noche de los pobres. Mural en la SEP, tercer piso, muro norte, pintado por Diego River

    Primera edicin, 2012ISBN 978-607-8018-45-1

    Esta edicin estuvo a cargo de la Direccin General de Educacin Superior para Profesionales de la EducacinArcos de Beln 79, primer piso, Col. Centro, C. P. 06010, Mxico, D. F.

    D. R. Secretara de Educacin Pblica, 2010Argentina 28,

    DISTRIBUCIN GRATUITA-PROHIBIDA SU VENTA

    Mara Cristina Hernndez SalazarDirectora de Desarrollo Institucional

    Ignacio Aguilar GarcaDirector de Profesionalizacin

    Emilio Chuayfett ChemorSecretario de Educacin Pblica

    Carlos M. Silva Aceves / Brenda Silva Palomera

    Pensamiento y prctica de los grandes educadores mexicanos I, se enmarca en el programa editorial vinculado al Programa Nacional de Desarrollo Profesional para el Personal Docente de Historia de las Instituciones Formadoras de Docentes, de la Direccin General de Educacin Superior para Profesionales de la Educacin, que pertenece a la Subsecretara de Educacin Superior, de la Secretara de Educacin Pblica.

    Cuidado de la edicin

    Col. Centro, C. P. 06020, Mxco, D. F.

    a en 1926. Fotografa tomada por Rosalba Villanueva Morales.

  • NDICEIntroduccin 5

    Agradecimientos 11

    Captulo I. La educacin novohispana y la creacin de un nuevo mundo 13Fray Bernardino de Sahagn (por Belinda Arteaga Castillo) 14

    Historia general de las cosas de Nueva Espaa (15401585). Tomo I 16 Captulo XXXIX 21 Captulo XL 23

    Fray Toribio de Benavente, Motolina ( -1569) (por Belinda Arteaga Castillo) 27Historia de los indios de la Nueva Espaa 32

    Fray Pedro de Gante (1490-1572) (por Belinda Arteaga Castillo) 39

    Captulo II. El siglo XIX: la educacin a debate y la lucha por la nacin 43Jos Joaqun Fernndez de Lizardi, El Pensador Mexicano (por Belinda Arteaga Castillo) 44

    Constitucin Poltica para una repblica imaginaria 49

    Ignacio Ramrez, El Nigromante (por Siddharta Alberto Camargo Arteaga) 58

    En la festividad del Centenario del Barn de Humboldt 62 Libertad de Profesiones 67

    Ignacio Manuel Altamirano (por Belinda Arteaga Castillo) 69

    La educacin popular 70

    Gabino Barreda (por Belinda Arteaga Castillo) 75

    La escuela preparatoria 76 De la educacin moral 106

    Justo Sierra (por Siddharta Alberto Camargo Arteaga) 114

    La educacin nacional 115

    Estefana Castaeda (por Belinda Arteaga Castillo) 126

    Manuales del Kindergarten en conexin con el primer ciclo de la escuela primaria 127

    Rbsamen, el audaz y visionario educador (por Jorge E. Lara de la Fraga) 135

    Metodologa general 139

    Julio S. Hernndez (Puebla, 1863-1921) (por Irma Leticia Moreno Gutirrez) 145

    Dolores Correa Zapata Entre la vocacin por la enseanza y la fuerza de la palabra escrita (por Mara de Lourdes Alvarado Martnez Escobar) 148

    Jos Mara Roa Brcena (1827-1908) (por Blanca Estela garca) 168

    Seccin cuarta.- La repblica 173

  • Daniel Delgadillo Gutirrez Pedagogo del Estado de Mxico (1872-1933) (por Patricia Hurtado Toms) 183

    Captulo III. La revolucin de 1810 y la educacin como gesta 187Carlos Alberto Vlez Sencier (por Elvia Montes de Oca) 188

    Discurso pronunciado en la velada con que un grupo de alumnos del Instituto conmemor el Da del maestro (15 de mayo de 1925) 191 Discurso pronunciado en las festividades del 5 de febrero de 1898 196 A Jurez 200

    Jos Vasconcelos 202

    Boletn de la Secretara de Educacin Pblica 207

    Moiss Senz Garza (por Alfredo Rangel) 212

    Carapan 214

    Jos de la Luz Mena (por Belinda Arteaga Castillo) 254

    Slo la escuela racionalista educa 256

    Rafael Ramrez Castaeda (por Belinda Arteaga Castillo) 264

    Obras Completas 265

    Rosaura Zapata (por Belinda Arteaga Castillo) 281

    Trabajos que sobre educacin preescolar se han realizado en los estados y territorios de la Repblica hasta el presente ao 283

    Narciso Bassols (por Engracia Loyo Bravo) 312

    El programa educativo de Mxico 315

    Ramn G. Bonl: Vivir bajo palabra de honor (por Belinda Arteaga Castillo) 325

    Las Ligas Campesinas de Mejoramiento 333

    Jaime Torres Bodet (por Belinda Arteaga Castillo) 355

    Aspiraciones y meta de la educacin mexicana 358 Reforma del Artculo Tercero de la Constitucin 365

    Jos Santos Valds (texto seleccionado por Carlos Medina Caldern) 379

    Autobriografa 379 Breve estudio sobre la escuela primaria mexicana de nuestros das 399

    Martn Luis Guzmn (por Susana Quintanilla) 409

    III. Actualidad militante de Benito Jurez 411 Maestros rurales 418 Piratas y corsarios 429

  • 5INTRODUCCIN

    La educacin mexicana tiene hondas races histricas que parten del Mxico Antiguo y se insertan en la escuela contempornea. Largo es el camino recorrido desde el Calpulli y el Calmecac hasta la extensa red de centros educativos que, ubicados a lo largo y ancho del pas, ofrecen en la actualidad a nios, jvenes y adultos, los bienes del saber y la promesa fundada de un futuro mejor.

    Pese a las distancias que separan a la escuela contempornea de sus predecesoras ms antiguas, son muchas las tradiciones que nutren nuestra escuela y le dan sentido y rostro propios.

    Vistas as las cosas, identidad y destino hacen parte de un mismo entramado que nos permite establecer acuerdos y remontar crisis, an las ms profundas, para reencontrarnos una y otra vez con nosotros mismos a travs de la palabra de los sabios, de las enseanzas de los viejos maestros.

    Y es que como arma la antigua palabra, el maestro es: Una luz, una tea, una gruesa tea que no ahma, un espejo horadado l mismo escritura y sabidura camino, gua veraz para otros

    l es quien: Hace sabios los rostros ajenos hace a los otros tomar una cara desarrollarla, les abre los odos, los ilumina. Cualquiera es confortado por l, conforta el corazn, a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.

    Con esta visin coincidiran los primeros frailes misioneros quienes veran en el maestro: Un lsofo, el encargado de educar, de encontrar un destino en el mundo.

    En el dilogo inicial entre el Nuevo y el Viejo Mundo, la gura del maestro adquiere un carcter fundante, pues los educadores no seran concebidos como simples trasmisores de un saber establecido o como guardianes de un orden que necesariamente se habra de preservar sino como actores empeados en transformar de manera profunda la realidad social.

    En el principio del largo proceso de exploracin, conquista y colonizacin mesoamericana, los frailes misioneros llegaron a la Amrica ignota con la consigna de castellanizar y catequizar pero, subyugados por la antigua cultura mexicana, aprendieron el nhuatl y junto con l la or y el canto del Tlamatini. No eran mexicanos como sus jvenes informantes, pero se transformaron al igual que ellos en el axlotl, animal mitolgico habitante del Tlalocan predispuesto al cambio y capaz de verse en la mirada de los Otros.

    Ellos, los frailes en concierto con los nios puestos bajo su cuidado, fundaron a travs de la educacin, un Nuevo Mundo marcado por la diversidad y la mutua tolerancia. A travs de su palabra dieron voz a los sin voz y legitimidad a sus argumentos. Pronto los naturales se transformaron en cristianos y los criollos en americanos. Y en este difcil trnsito, con la sobre-vivencia por estandarte, aprendimos a ser lo que no ramos y nos inventamos nuevos rostros e identidades.

  • 6A lo largo de cuatrocientos aos europeos y nuevos cristianos aprendimos secretos, com-partimos mitos, saberes y creencias. Creamos instituciones, normas y preceptos que unieron la Finisterre con la Amazonia, el Cuzco con la Nueva Espaa, lo mismo en el bien hacer del actuar pblico que en la desobediencia profana de la vida privada. Los ros profundos y susurrantes de Arguedas, los versos de Sor Juana, la Tonantzin oculta tras los rasgos morenos de la Guadalupe forjaron, al nal, las nociones necesarias para refundar el mundo hasta entonces conocido.

    En el ocaso de ese largo periodo, a partir de los argumentos de la luz y de la razn que dieron origen al despotismo ilustrado, aprendimos a leer los libros del ndice prohibido, que lle-garon a Amrica ocultos en los stanos de los barcos de comerciantes, corsarios y tracantes para inundar con sus voces los monasterios y los colegios, las mazmorras de la Inquisicin y los recintos del poder abriendo paso a insurrecciones y conspiraciones, utopas, proclamas y planes liberta-rios. Dando paso as al siglo XIX, un siglo convulso que entre luces y sombras llev a Amrica y a Europa a resituar el poder y cuestionar lo que hasta entonces pareca incuestionable: el poder divino de los reyes y el lugar de la soberana.

    En la toma de postura de los independentistas, el papel de los educadores fue crucial. No fueron pocos quienes an a sabiendas de los costos de su accionar intervinieron para derrotar a un rgimen que, an desmoronndose, intentaba permanecer y detener el cambio.

    Y en esos largos aos de lucha insurgente los educadores intentaron trazar los perles y las dimensiones de un Estado Nacional soberano y hacer de la educacin lo mismo una trinchera de lucha que el espacio para la formacin de los mexicanos que, en el futuro, lograran transitar de la servidumbre a la ciudadana. Prueba de ello son, por una parte, los ricos legados documentales que dan cuenta de la esperanza cifrada en la cultura y el saber, pero tambin las prohibiciones que expresaron, en su momento, los temores no siempre bien disimulados de las lites respecto de un pueblo educado.

    Otra huella que muestra la importancia atribuida a la educacin en los primeros aos de nuestra vida independiente son los enconados debates entre tirios y troyanos respecto de los principios y nes de la escuela mexicana.

    Y en los escenarios de un siglo convulso marcado por la confrontacin pero tambin por un acendrado idealismo, surgen maestros que lo mismo pelean en los campos de batalla que usan su pluma para difundir a travs de la prensa, los panetos callejeros o el teatro popu-lar, sus convicciones. Un caso emblemtico en este sentido lo fue Jos Joaqun Fernndez de Lizardi, un crtico feroz de su tiempo y de sus contemporneos, creador de la Constitucin Utpica para una Repblica Imaginaria, quien por primera vez incluye a los indios y a las castas menores en ese ideal nacional que l construye sin reservas ni resquemores, sabiendo, tal vez, que nunca se realizara. Fernndez de Lizardi tambin se ocupa de la escuela y en su famosa obra El periquillo sarniento, con irona organiza una feroz crtica que dicho de paso no ha perdido del todo su vigencia.

    En los primeros aos del siglo XIX se iniciara una lucha que culminara en una indepen-dencia nunca reconocida por la Corona Espaola pero que bast y sobr para hacer emerger a Mxico y a los mexicanos, mismos que sin embargo tardaran ms de cincuenta aos en alcanzar

  • 7la paz, separados por una intolerancia tan feroz que abri la puerta a nuestros verdaderos adver-sarios. Las prdidas de esta tragedia pica fueron incontables. Una de las ganancias fue el apren-dizaje de que el respeto podra llegar a ser, a n de cuentas, el nico camino hacia la paz duradera.

    En medio de estos combates y fragores, los actores decimonnicos se dieron tiempo para pensar la educacin y una vez ms el tema los confront. Liberales y conservadores, jacobinos y yorkinos, monarquistas e independentistas, ateos y catlicos, expresaron en valientes discursos, en sainetes y comedias, con las armas en la mano o las estrategias de la poltica, el arte y la cul-tura, lo que deba ser la formacin del ciudadano del futuro.

    As obras literarias, pginas periodsticas, teatros, plazas pblicas y recintos parlamen-tarios se colmaron con estos alegatos que dieron frutos: leyes, escuelas, maestros, discpulos, materiales escolares, grabados, narraciones, puestas dramticas e incluso operetas, son slo algunos ejemplos.

    A nales del siglo XIX en el contexto de una sociedad autocomplaciente y proclive a las alianzas pragmticas con la dictadura, demasiado vieja para ser funcional y demasiado cono-cida para propiciar el cambio, la educacin vuelve a ser motivo de debate y polmica. En el seno de los congresos pedaggicos, paradjicamente convocados por el rgimen, los educadores discuten, desconfan, proponen, se organizan Los documentos dan cuenta de un impulso crtico y creador ms acorde con los tiempos que vendran que con los aires que corran en el ocaso del porriato. Y a partir de este impulso, pese al ocialismo de algunas voces, de los intentos por mitigar las protestas, un espritu de cuerpo anima a los participantes y les lleva a continuar actuando como colectivos. En muchos casos, este nimo proclive al cambio se vol-ver francamente revolucionario.

    Mxico inaugura el siglo XX con la primera revolucin social a nivel mundial. En los aos previos y posteriores la educacin vuelve a ocupar el centro de los debates. Esta vez las consig-nas cambian, la atencin al Mxico rural, la justicia para indgenas, mujeres y obreros se vuelve prioritaria. Un nimo catequizador moviliza nuevamente a los educadores convocados por Jos Vasconcelos, el primer secretario de educacin pblica. Ellos y ellas, armados con el alfabeto y la ley agraria, recorren viejos caminos, olvidados pueblos y llevan la esperanza del reparto de tierra y de la educacin popular a quienes suponen los destinatarios de la revolucin triunfante que es, nuevamente, imaginaria.

    Hasta donde llegan los maestros llegan los libros pues se pretende en un slo y nico impulso transformar a la poblacin analfabeta en un pueblo de lectores mientras se sientan las bases de un nuevo escenario colectivo: el ejido libertario herencia de la repblica que allende el mar tambin ha dado frutos en medio del dolor y de la muerte.

    Nacen as la escuela rural, las misiones culturales, la casa del estudiante indgena, la escuela secundaria, el Instituto Politcnico Nacional, el Instituto Nacional de Antropologa e His-toria y muchas instituciones ms que habran de dar lugar a un verdadero renacimiento del arte, la cultura y la educacin en Mxico.

    De este basamento audaz, renovador y entusiasta surgir una historia colectiva que asu-mirn los maestros y repetirn convencidos de que fue verdad que donde haba slo pramos

  • 8despoblados y pobres irredentos, se fundaron escuelas y alrededor de ellas comunidades dis-puestas al cambio, a la transformacin social.

    Estos maestros creyeron en el poder de la educacin, comprometieron sus vidas, hicieron historia, queda de ellos una memoria reivindicativa en donde educar era formar y en donde el trabajo era liberacin.

    Ms tarde, en el contexto de la segunda guerra mundial y de la posguerra, el esfuerzo transformador cristaliza en instituciones ms o menos estables, ms o menos conservadoras que preeren al educador que acta dentro del aula, en los espacios ya cerrados de las escuelas y no en la esfera social. La pedagoga por sobre el mesianismo, la accin ulica ms que la intervencin social, la innovacin didctica por encima de la formacin de las conciencias, parecen ser las con-signas clave de ese momento. Como deslizamientos loscos abiertos al porvenir Jaime Torres Bodet concibe y propone una educacin para la democracia y una democracia como forma de vida, frmulas que habrn de mantenerse vigentes a lo largo de todo el siglo XX.

    Ms all de este espectro dominante de visiones y de prcticas, la historia registra a la mitad del siglo la emergencia de los maestros y las maestras guerrilleras que convivieron en medio de tensiones con quienes bregaron a favor del cambio dentro del sistema. Unos y otros fueron actores inuyentes que dieron vida a la escuela mexicana de esos aos.

    A nales de siglo, los discursos sobre la sociedad y la educacin cambian. Alentados, de una parte por la Glasnost y la Perestroyka y, de otra, por el neoliberalismo y la globalizacin, conceptos como el de la democracia cobran una gran fuerza asociados a las nociones de aldea global y sociedad del conocimiento.

    En el escenario educativo, la calidad es la categora privilegiada. Esta calidad, denida desde ciertos discursos hegemnicos mundiales, implica la reconceptualizacin de la escuela y la educacin. La calidad educativa se vincula a nociones cuantitativas que miran hacia la eciencia y la ecacia de los servicios, lo mismo que al nanciamiento selectivo y racionalmente dirigido as como a la transparencia y a la rendicin de cuentas. Desde esta mirada, la escuela es una institucin prestadora de servicios y sus actores son, por un lado, la sociedad civil destinataria y, por el otro, los prestadores: lanse cuadros gubernamentales, los responsables de gestin o bien directivos, maestros y administrativos que, desde los planteles, cumplen con funciones que responden a polticas pblicas trazadas de manera externa y supuestamente a partir de diagns-ticos objetivos y realistas.

    Esta nueva concepcin de la escuela, que lleg a Mxico clara y explcitamente en el sexenio del doctor Carlos Salinas de Gortari, hizo poco sentido en regiones depauperadas del pas y se confront con viejas tradiciones que pensaban a la educacin como accin forma-tiva y permanente, al quehacer docente como una elevada prctica tica y a la escuela como la mediacin indispensable para la transformacin social.

    Cuando los profesores de la Montaa de Guerrero, la selva Lacandona o el Valle del Yaqui escucharon hablar de modernizacin educativa, reclamaron la construccin de aulas y el equipamiento escolar. Cuando se aproximaron al concepto de calidad educativa, pensaron en los lderes sociales cardenistas que en los aos treinta desde sus planteles y fuera de ellos

  • 9lucharon para hacer realidad la utopa revolucionaria que, transformada y todo, en los aos setenta an estaba viva. Cuando los profesores de las zonas urbanas se familiarizaron con la tecnologa educativa, exigieron ms y mejores equipos al tiempo que se confrontaron con sus limitaciones reales.

    Para los aos noventa, el discurso ocial y dominante respecto de la educacin haba cam-biado, si no de fondo, por lo menos de tono. Desde el gobierno se reconoca la importancia de la educacin pensada como un instrumento para la equidad y la inclusin sociales. Tambin se armaba que la escuela deba transitar hacia modelos de uso tecnolgico que permitieran cerrar las brechas que nos separaban de los pases desarrollados y se empezaban a aceptar evaluaciones internacionales como modelos objetivos para medir y diagnosticar lo que verdaderamente saben los estudiantes y ensean los maestros.

    En los albores del siglo XXI, Mxico tiene tareas pendientes. Una muy importante es la reconciliacin con su pasado y la valoracin de la diversidad como marca visible de nuestra iden-tidad. No podemos seguir dando la espalda a lo que fuimos si queremos realmente avanzar con paso rme hacia el futuro.

    Otra de las grandes asignaturas que debemos encarar y que se articula con la anterior tiene que ver con la formacin de docentes. No slo porque urge remontar rezagos y eliminar comportamientos y prcticas viciadas que a nadie convienen, sino porque mantener el statu quo condena a nuestro pas a un mayor y acelerado rezago en el contexto internacional pero tambin respecto de nuestra situacin presente.

    Y esta formacin de maestros puede mejorar si se sostiene sobre dos fundamentos: la tica y el reconocimiento de un pasado que nos enorgullece y nos da un rostro propio. No esta-mos armando en ningn sentido que las calicaciones pedaggicas y el dominio cientco puedan estar ausentes de cualquier propuesta vlida de formacin docente. Lo que decimos es que sin el conocimiento de nuestro rico pasado y del legado de nuestros educadores, no es posible cimentar slidamente la formacin de los maestros y maestras mexicanas y que sin un horizonte tico, ninguna profesin puede ejercerse teniendo como punto de partida y llegada las necesidades, los sentimientos, la palabra de los Otros.

    Por ello nuestra propuesta que, tal vez y slo tal vez, rema contracorriente de algu-nas tendencias dominantes tiene que ver con la historia de la educacin, una historia que de ms est decirlo, nos hermana con los pueblos latinoamericanos y nos permite suponer que en las arduas tareas que nos esperan no estamos solos ni mucho menos aislados. El espritu cr-tico que anim a los liberales de principios del siglo XIX, a los educadores que participaron en los congresos pedaggicos decimonnicos, a los lderes sociales de la escuela de la revolucin, alienta en nuestros sueos. Nosotros, sus herederos, debemos disponernos a escuchar sus voces, compartir sus sueos y asumir sus compromisos.

    Para efectos de sistematizacin, hemos decidido organizar la contribucin mexicana a esta antologa siguiendo un orden cronolgico que si bien no es estricto, nos permite ubicar las biografas y obras de nuestros educadores en un horizonte de largo aliento que nos ubica en el tiempo histrico en el que actuaron.

  • 10

    Advertimos que en algunos casos esta particin no es sencilla puesto que nuestros per-sonajes no slo vivieron una larga y fructfera existencia que transcurri entre siglos, sino que desde muy jvenes y hasta la vejez participaron comprometidamente en diversas tareas edu-cativas, por lo que hemos optado por situar su obra en el marco de los periodos en los cuales desarrollaron de manera ms intensa y madura su contribucin pedaggica.

    Tambin advertimos que no en todos los casos se presenta la biografa y la obra de los personajes pues como en el caso de Jos de la Luz Mena no se cuenta con datos dedignos sobre la vida de este afanoso educador yucateco, partes completas de su biografa escapan a la mirada de la historia y, si bien existen indicios que nos permiten situarlo lo mismo en Morelos que en Tabasco o el Distrito Federal, algunos pasajes permanecen en la penumbra como los que se reeren al ocaso de su vida. En otros casos, como el de Dolores Correa, lo que presentamos es una detallada biografa acadmica escrita por Lourdes Alvarado que incluye fragmentos de las obras de esta educadora.

    Bajo esta lgica, en el primer captulo, La educacin novohispana y la creacin de un nuevo mundo, abordamos el periodo fundacional de la Nueva Espaa que corri paralelo a los procesos de descubrimiento, exploracin, conquista y colonizacin de Amrica. Dicho periodo, crucial en nuestra historia e ntimamente ligado a la forja de nuestra identidad mues-tra a partir de la mirada de los frailes catequizadores la compleja relacin que se estableci desde sus inicios entre estos europeos y sus informantes indgenas. Por ello incluimos a los frailes misioneros que si bien no nacieron en Amrica realizaron una obra trascendente que coadyuv a crear un rostro propio, distinto al del Mxico Antiguo y al de Espaa. Un rostro, habremos de decirlo, cuyos contornos frgiles e inacabados, nunca se denieron del todo.

    En el segundo captulo, El siglo XIX: la educacin a debate y la lucha por la nacin, recuperamos las voces, las miradas, la palabra de pensadores ilustres que intentaron, cada uno a su manera, construir una Repblica libre y soberana y una educacin que fuera cuna de ciu-dadanos educados, amantes de su patria y respetuosos del derecho. Los resultados de estos esfuerzos no pudieron ser ms paradjicos y sin embargo estos personajes entraables nos legaron argumentos y utopas difcilmente rebatibles.

    Finalmente en el tercer captulo, La revolucin de 1910 y la educacin como gesta popular, incluimos algunos de los educadores ms representativos de un movimiento pedag-gico que surge con la revolucin de 1910 y que trascendi fronteras para situarse como ejemplo de una educacin con carcter popular que hizo de la escuela una Casa del Pueblo y, de la accin de los maestros, una misin cultural.

  • AGRADECIMIENTOS

    Desde luego esta obra colectiva no hubiese sido posible sin el apoyo institucional de las autoridades de la UPN y la DGESPE. Tampoco sin las valiosas contribuciones de un distinguido grupo de historiadoras e historiadores de la educacin a quienes agradecemos su desinteresada participacin: Doctora Irma Leticia Moreno, Doctora Lourdes Alvarado, Maestra Blanca Estela Garca, Doctora Elvia Montes de Oca, Doctora Susana Quintanilla, Maestra Patricia Hurtado, Doctora Engracia Loyo, Doctor Pedro Medina Caldern y Maestro Siddharta Camargo Arteaga.

    Un reconocimiento especial a la Doctora Luz Elena Galvn, por su autorizacin para recuperar las biografas de los educadores Estefana Castaeda; Gabino Barreda; Ignacio Manuel Altamirano; Justo Sierra y Rafael Ramrez Castaeda, contenidas en su: Diccionario de Historia de la educacin en Mxico. Mxico, CONACyT, 2002.

    Belinda Arteaga Castillo

  • CAPTULO I

    La educacin novohispana y la creacin de un nuevo mundo

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    FRAY BERNARDINO DE SAHAGN1

    Bernardino de Ribera naci en el pueblo leons de Sahagn entre 1498 y 1500 e ingres a la universidad de Salamanca el ao de 1512 en donde aprendi y se actualiz en losofa, teo-loga, gramtica, retrica y lenguas clsicas ordenndose bajo el nombre de Fray Bernardino de Sahagn.

    Entre 1520 y en 1526 ingres a la orden de San Francisco y realiz sus votos religiosos. Inuenciado por el cardenal Jimnez de Cisneros concuerda con l en practicar dos principios fundamentales de la orden: pobreza y piedad.

    A solicitud de la corona Fray Bernardino de Sahagn llega en 1529 a la Nueva Espaa con la misin de evangelizar a los habitantes originarios del Nuevo Mundo y es enviado al Convento de Tlalmanalco, lugar donde aprender la lengua indgena.

    En 1535 particip en la fundacin del convento de Xochimilco y un ao despus en el del Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para indios jvenes hijos de caciques. En l ense a los indgenas latn por cuatro aos y se preocup por traducir al nhuatl los manuales para misioneros Sermones de Dominicas y de Santo, los cuales corrigi 30 aos despus.

    En 1545, el misionero se trasladara al recin fundado convento de Santiago de Tlatelolco para atender a los enfermos de matlazhuatl, enfermedad que le es contagiada.

    Entre 1558 y 1565, el fraile franciscano comienza varias obras de contenido religioso, de las cuales algunas las escribir en lengua nhuatl, entre ellas podemos mencionar: Postilla; Cantares o Psalmodia cristian; Colloquios y doctrina christiana con que los doze frayles de San Francisco enbiados por el Papa Adriano Sesto y por el Emperador Carlos quinto convirtieron a los indios de la Nueva Espaa; Evangelios y Epstolas.

    En ese contexto, desde 1540 se consagr con inteligencia, mtodo y tenacidad a la gran obra de su vida: el estudio de las cosas del Mxico precortesiano, llegando a escribir, entre 1547 y 1577, la Historia general de las cosas de Nueva Espaa. Con la consulta permanente de ancianos respetables, de sus alumnos trilinges (nhuatl, castellano y latn) y de escribanos, logra reco-pilar y describir todo lo que se reere a la vida de los antiguos mexicanos: creencias religiosas, cultos, ritos, historia, calendario, vida familiar, estas, labores agrcolas, trabajos manuales, etc. Algunos mexicanos no dudan en considerarlo como el libro de Mxico para regalo de la cultura universal. Los etnlogos lo consideran la mejor fuente para la antigedad mexicana.

    La obra consta de 12 libros y est dispuesta en tres columnas paralelas: para el espaol, para el nhuatl y para las notas, fuentes y comentarios y su importancia en el campo antropo-lgico, lingstico y literario es reconocida de todos. El etnlogo Miguel Acosta Saignes arma: Sahagn fue un genial precursor de la etnografa... Con irreprochable mtodo que siglos ms tarde habra de hacer suyo la etnografa, Sahagn prepar una sinopsis de la obra que se pro-pona, para recoger, conforme a ella, el material necesario. Consult informantes, a quienes

    1 Bernardino de Sahagn: precursor de la etnografa, en R. Balln, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Lima, 1991, pp. 260-263.

  • 15

    consider absolutamente idneos, y someti el material recogido y elaborado a sucesivos mejo-ramientos hasta cuando, ya cernido, consider suciente su empeo.

    Deseoso de no faltar a la verdad y para que cada quien pudiese en el futuro juzgar sobre su atingencia, anot las circunstancias en las cuales recogi informes, los nombres y conocimien-tos de quienes con l trabajaron y los repasos a los cuales hubo de someter la Historia.

    Fray Bernardino, con el apoyo del Motolina y de otros superiores aunque algunos se opu-sieron, logrando detener por algunos aos el avance de la obra, pensaba en un manual para la formacin de los misioneros. En cuanto al idioma nhuatl, escribe en el prlogo del libro primero: Es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aqu me cuesta, podrn los que quisieren, saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje de esta gente mexicana.

    En s misma, la Historia general de este ilustre misionero es tambin una respuesta a la men-talidad de esos conquistadores y eclesisticos que fueron partidarios del mtodo de la tbula rasa en todo lo que se refera a las creencias religiosas de los indios. Sus opositores lograron incluso tener una real cdula de Felipe II, con fecha 22 de abril de 1577, prohibiendo la publicacin y difusin de los manuscritos de fray Bernardino. Su Historia general qued indita hasta 1829-1830 en que se public en Mxico el texto castellano. Muchos otros escritos suyos, tanto en cas-tellano como en nhuatl, siguen inditos o se perdieron.

    Pero la sola Historia general es suciente para que fray Bernardino de Sahagn perma-nezca como obligado punto de referencia para el conocimiento del Mxico antiguo y moderno.

    Cinco aos ms tarde de concluida la se celebr una reunin para revisar la obra y accio-nes de los monjes franciscanos en la que se decidira difundir los doce libros inconclusos de Bernardino de Sahagn en los conventos de la Provincia del Santo Evangelio.

    Tiempo despus, Sahagn escribe un Sumario o resumen de lo tratado en los doce libros y los enva a Espaa con los frailes Miguel Navarro y Gernimo de Mendieta para conseguir apoyo nanciero y continuar el proyecto.

    En 1573 se le comision para que renovara al antiguo colegio de Tlatelolco, el cual se hallaba semiabandonado y al borde de la ruina. Por esos das regres a Nueva Espaa fray Miguel Navarro con el cargo de Comisario General de los franciscanos, es decir, su nombra-miento le conri la autoridad para que ordenara que se concentraran de nuevo los doce libros y se le devolvieran a fray Bernardino, quien se propuso terminarlos en un ao.

    Al n se le dio un nombre a la obra: Historia general de las cosas de la Nueva Espaa, pero como estaba escrita en nhuatl el sucesor de Navarro, Rodrigo de Sequera, le pidi a fray Bernardino que tradujera su Historia general al castellano y que lo acomodara en columnas como ya se seal.

    La obra qued terminada en 1577 pero al ao siguiente, los franciscanos que se oponan al trabajo de fray Bernardino lograron inuir en Felipe III, quien orden la decomisin de la obra y pidi el traslado de los doce libros a Espaa.

    Entre 1585-1589 ocup el cargo de primer denidor de la Provincia del Santo Evangelio. El 5 de febrero de 1590 muri en la ciudad de Mxico sin haber visto publicada su Historia general pues no fue sino hasta 1829 que Carlos Mara de Bustamante sac la primera edicin en espaol.

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    HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE NUEVA ESPAA (15401585)

    TOMO I

    Fragmento de la obra compuesta por doce libros, conocida tambin como Cdice orentino, porque uno de los manuscritos se encuentra bajo resguardo en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia.

    PRLOGO

    El mdico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo (sin) que primero conozca de qu humor, o de qu causa procede la enfermedad; de manera que el buen mdico conviene sea docto en el conocimiento de las medicinas y en el de las enfermedades, para aplicar conve-niblemente a cada enfermedad la medicina contraria (y porque), los predicadores y confesores mdicos son de las nimas, para curar las enfermedades espirituales conviene (que) tengan experiencia de las medicinas y de las enfermedades espirituales: el predicador de los vicios de la repblica, para enderezar contra ellos su doctrina; y el confesor, para saber preguntar lo que conviene y entender lo que dijesen tocante a su ocio, conviene mucho que sepan lo necesario para ejercitar sus ocios; ni conviene se descuiden los ministros de esta conversin, con decir que entre esta gente no hay ms pecados que borrachera, hurto y carnalidad, porque otros muchos pecados hay entre ellos muy ms graves y que tienen gran necesidad de remedio: Los pecados de la idolatra y ritos idoltricos, y supersticiones idoltricas y ageros, y abusiones y ceremonias idoltricas, no son an perdidos del todo.

    Para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es de saber cmo las usaban en tiempo de su idolatra, que por falta de no saber esto en nuestra presencia hacen muchas cosas idoltricas sin que lo entendamos; y dicen algunos, excusndolos, que son bobe-ras o nieras, por ignorar la raz de donde salen que es mera idolatra, y los confesores ni se las preguntan ni piensan que hay tal cosa, ni saben lenguaje para se las preguntar, ni aun lo enten-dern aunque se lo digan. Pues porque los ministros del Evangelio que sucedern a los que primero vinieron, en la cultura de esta nueva via del Seor no tengan ocasin de quejarse de los primeros, por haber dejado a oscuras las cosas de estos naturales de esta Nueva Espaa, yo, fray Bernardino de Sahagn, fraile profeso de la Orden de Nuestro Serco P. San Francisco, de la observancia, natural de la Villa de Sahagn, en Campos, por mandato del muy Reverendo Padre el P. Fray Francisco Toral, provincial de esta Provincia del Santo Evangelio, y despus Obispo

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    de Campeche y Yucatn, escrib doce libros de las cosas divinas, o por mejor decir idoltricas, y humanas y naturales de esta Nueva Espaa: El primero de los cuales trata de los dioses y diosas que estos naturales adoraban; el segundo, de las estas con que los honraban; el tercero, de la inmortalidad del nima y de los lugares donde decan que iban las almas desde que salan de los cuerpos, y de los sufragios y obsequias que hacan por los muertos; el cuarto libro trata de la astrologa judiciaria que estos naturales usaban, para saber la fortuna buena o mala que tenan los que nacan; el quinto libro trata de los ageros que estos naturales tenan para adivinar las cosas por venir; el libro sexto trata de la Retrica y Filosofa Moral, que estos naturales usaban; el sptimo libro trata de la Filosofa Natural que estos naturales alcanzaban; el octavo libro trata de los seores y de sus costumbres y maneras de gobernar la repblica; el libro nono trata de los mercaderes y otros ociales mecnicos, y de sus costumbres; el libro dcimo trata de los vicios y virtudes de estas gentes, al propio de su manera de vivir; el libro undcimo trata de los animales, aves y peces, y de las generaciones que hay en esta tierra, y de los rboles, yerbas y ores y frutos, metales y piedras y otros minerales; el libro duodcimo se intitula La Con-quista de Mxico.

    Estos doce libros, con el arte y vocabulario apndice, se acabaron de sacar en blanco este ao de mil quinientos y sesenta y nueve. An no se ha podido romanzar, ni poner los esco-lios segn la traza de la obra; no s lo que se podra hacer en el ao de setenta que se sigue, pues desde el dicho ao, hasta casi el n de este ao de mil quinientos y setenta y cinco no se pudo ms entender en esta obra, por el gran disfavor que hubo de parte de los que la debieron de favorecer: pero como lleg a esta tierra nuestro Rmo. P. Fray Rodrigo de Sequera, Comisario General de todas estas Provincias de esta Nueva Espaa, Guatemala, etc., de la Orden de Nuestro Serco P. San Francisco, de la observancia, mand que estos libros todos se romanzasen, y as en romance como en lengua mexicana se escribiesen de buena letra.

    Es esta obra como una red barredera para sacar a luz todos los vocablos de esta lengua con sus propias y metafricas signicaciones, y todas sus maneras de hablar, y las ms de sus antiguallas buenas y malas; es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aqu me cuesta, podrn los que quisieren saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje de esta gente mexicana. Aprovechar mucho toda esta obra para conocer el quilate de esta gente mexicana, el cual an no se ha conocido, porque vino sobre ellos aquella maldicin que Jeremas de parte de Dios fulmin contra Judea y Jerusalem, diciendo, en el Cap. 5: yo har que venga sobre vosotros, yo traer contra vosotros una gente muy de lejos, gente muy robusta y esforzada, gente muy antigua y diestra en el pelear, gente cuyo lenguaje no entenderis ni jams osteis su manera de hablar; toda gente fuerte y animosa, codiciossima de matar. Esta gente os destruir a vosotros y a vuestras mujeres e hijos, y todo cuanto poseis, y destruir todos vuestros pueblos y edicios. Esto a la letra ha acontecido a estos indios con los espaoles: fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les qued de lo que eran antes. As estn tenidos por brbaros y por gente de bajsimo quilate como segn verdad, en las cosas de polica echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presuncin de polticos, sacando fuera algunas tiranas que su

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    manera de regir contena. En esto poco que con gran trabajo se ha rebuscado parece mucho la ventaja que hicieran si todo se pudiera haber.

    En lo que toca a la antigedad de esta gente tinese por averiguado que ha ms de dos mil aos que habitan en esta tierra que ahora se llama la Nueva Espaa: porque por sus pinturas antiguas hay noticia que aquella famosa ciudad que se llam Tula ha ya mil aos o muy cerca de ellos que fue destruida, y antes que se edicase, los que la edicaron estuvieron muchos pobla-dos en Tulantzinco, donde dejaron muchos edicios muy notables; pues en lo que all estuvieron y en lo que tardaron en edicar la ciudad de Tula, y en lo que dur en su prosperidad antes que fuese destruida, es cnsono a verdad que pasaron ms de mil aos, de lo cual resulta que por lo menos quinientos aos antes de la Encarnacin de nuestro Redentor esta tierra era poblada. Esta clebre y gran ciudad de Tula, muy rica y decente, muy sabia y muy esforzada, tuvo la adversa fortuna de Troya. Los chololtecas, que son los que de ella se escaparon, han tenido la sucesin de los romanos, y como los romanos edicaron el Capitolio para su fortaleza, as los cholulanos edicaron a mano aquel promontorio que est junto a Cholula, que es como una sierra o un gran monte, y est todo lleno de minas o cuevas por de dentro. Muchos aos despus los mexicanos edicaron la ciudad de Mxico, que es otra Venecia, y ellos en saber y en polica son otros vene-cianos. Los tlaxcaltecas parecen haber sucedido en la fortuna de los cartagineses. Hay grandes seales de las antiguallas de estas gentes, como hoy da parece en Tula y en Tulantzinco, y en un edicio llamado Xochicalco, que est en los trminos de, Quauhnahuac; y casi en toda esta tierra hay seales y rastro de edicios y alhajas antiqusimos.

    Es, cierto, cosa de grande admiracin que haya nuestro seor Dios tantos siglos ocultado una selva de tantas gentes idlatras, cuyos frutos ubrrimos slo el demonio los ha cogido, y en el fuego infernal los tiene atesorados; ni puedo creer que la Iglesia de Dios no sea prspera donde la sinogoga de Satans tanta prosperidad ha tenido, conforme aquello de San Pablo: abundar la gracia adonde abund el delito. Del saber, o sabidura de esta gente, hay fama que fue mucha como parece en el libro dcimo donde, en el captulo XXIX, se habla de los pri-meros pobladores de esta tierra, donde se arma que fueron perfectos lsofos y astrlogos y muy diestros en todas las artes mecnicas de la fortaleza, la cual entre ellos era ms estimada que ninguna otra virtud, y por la que suban al ltimo grado del valer; tenan de esto grandes ejercicios, como parece en muchas partes de esta obra. En lo que toca a la religin y cultura de sus dioses no creo ha habido en el mundo idlatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como stos de esta Nueva Espaa; ni los judos, ni ninguna otra nacin tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos aos, como parece por toda esta obra.

    Del origen de esta gente la relacin que dan los viejos es que por la mar vinieron, de hacia el norte, y cierto es que vinieron en algunos vasos; de manera no se sabe cmo eran labrados, sino que se conjetura que una fama que hay entre todos estos naturales, que salieron de siete cuevas, que estas siete cuevas son los siete navos o galeras en que vinieron los primeros pobla-dores de esta tierra, segn se colige por conjeturas verosmiles; la gente primero vino a poblar a esta tierra de hacia la Florida, y costeando vino y desembarc en el puerto de Pnuco, que ellos llaman Panco, que quiere decir lugar donde llegaron los que pasaron el agua. Esta gente vena

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    en demanda del paraso terrenal, y traan por apellido Tamoanchan, que quiere decir, buscamos nuestra casa; y poblaban cerca de los ms altos montes que hallaban. En venir hacia el medioda a buscar el paraso terrenal, no erraban, porque opinin es de los que escriben que est debajo de la lnea equinoccial; y en pensar que es algn altsimo monte tampoco yerran, porque as lo dicen los escritores, que el paraso terrenal est debajo de la lnea equinoccial y que es un monte altsimo que llega su cumbre cerca de la luna. Parece que ellos, o sus antepasados, tuvieron algn orculo cerca de esta materia, o de Dios, o del demonio, o tradicin de los antiguos que vino de mano en mano hasta ellos. Ellos buscaban lo que por va humana no se puede hallar, y nuestro seor Dios pretenda que la tierra despoblada se poblase para que algunos de sus descendientes fuesen a poblar el paraso celestial como ahora lo vemos por experiencia. Mas, para qu me detengo en contar adivinanzas? pues es certsimo que estas gentes todas son nuestros herma-nos, procedentes del tronco de Adn como nosotros, son nuestros prjimos, a quien somos obli-gados a amar como a nosotros mismos, quid quid sit.

    De lo que fueron los tiempos pasados, vemos por experiencia ahora que son hbiles para todas las artes mecnicas, y las ejercitan; son tambin hbiles para aprender todas las artes libera-les, y la santa Teologa, como por experiencia se ha visto en aquellos que han sido enseados en estas ciencias; por que de lo que son en las cosas de guerra, experiencia se tiene de ellos, as en la conquista de esta tierra como de otras particulares conquistas, que despus ac se han hecho, cun fuertes son en sufrir trabajos de hambre y sed, fro y sueo, cun ligeros y dispuestos para acometer cualesquiera trances peligrosos. Pues no son menos hbiles para nuestro cristianismo sino en l debidamente fueron cultivados; cierto, parece que en estos nuestros tiempos, y en estas tierras y con esta gente, ha querido Nuestro Seor Dios restituir a la Iglesia lo que el demonio la ha robado (en) Inglaterra, Alemania y Francia, en Asia y Palestina, de lo cual quedamos muy obliga-dos de dar gracias a Nuestro Seor y trabajar elmente en esta su Nueva Espaa.

    AL SINCERO LECTOR

    Cuando esta obra se comenz, comenzse a decir de los que lo supieron que se haca un Cale-pino, y aun ahora no cesan muchos de preguntarme que en qu trminos anda el Calepino? Ciertamente fuera harto provechoso hacer una obra tan til para los que quieren aprender esta lengua mexicana, como Ambrosio Calepino la hizo para los que quieren aprender la lengua latina, y la signicacin de sus vocablos; pero ciertamente no ha habido oportunidad, por que Calepino sac los vocablos y las signicaciones de ellos, y sus equivocaciones y metforas, de la leccin de los poetas y oradores y de los otros autores de la lengua latina, autorizando todo lo que dice con los dichos de los autores, el cual fundamento me ha faltado a mi, por no haber letras ni escri-tura entre esta gente; y as me fue imposible hacer Calepino. Pero ech los fundamentos para (que) quien quisiere con facilidad le pueda hacer, porque por mi industria se han escrito doce libros de lenguaje propio y natural de esta lengua mexicana, donde allende de ser muy gustosa y provechosa escritura, hallarse han tambin en ella todas maneras de hablar, y todos los voca-blos que esta lengua usa, tan bien autorizados y ciertos como lo que escribi Virgilio, y Cicern, y los dems autores de la lengua latina.

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    Van estos doce libros de tal manera trazados que cada plana lleva tres columnas: la primera, de lengua espaola; la segunda, la lengua mexicana; la tercera, la declaracin de los vocablos mexicanos, sealados con sus cifras. En ambas partes lo de la lengua mexicana se ha acabado de sacar en blanco, todos doce libros; lo de la lengua espaola, y los escolios no est hecho, por no haber podido ms, por falta de ayuda y de favor. Si se me diese la ayuda necesaria, en un ao o poco ms se acabara todo; y cierto, si se acabase sera un tesoro para saber muchas cosas dignas de ser sabidas, y para con facilidad saber esta lengua con todos sus secretos, y sera cosa de mucha estima en la Nueva y Vieja Espaa.

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    CAPTULO XXXIX

    De como los padres y madres, deseando que sus hijos e hijas viviesen, prometan de los meter en la casa de religin, que en cada pueblo haba dos, una ms estrecha que otra, as para hombres como para mujeres, donde los metan en llegando a edad convenible.

    Despus que el nio se iba criando, los padres que tenan deseo de que viviese, para que su vida conservase, prometanlo al templo donde se servan los dioses; y esto a la voluntad de los padres o lo prometan de meter en la casa que se llamaba Calmcac, o en la otra que se llamaba Telpoch-calli; si le prometan a la casa Calmcac, para que hiciesen penitencia y sirviesen a los dioses, y viviesen en limpieza y en humildad y en castidad, y para que del todo se guardasen de los vicios carnales. Si era mujer era servidora del templo, que se llamaba Cioatlmacazque, y haba de ser sujeta a las que regan esta religin, y haba de vivir en castidad y guardarse de todo deleite carnal y vivir con las vrgenes religiosas que se llamaban las hermanas, que moraban en el monasterio dicho Calmcac, donde vivan encerradas; cuando el nio o nia era prometido de meterle en el monasterio, los padres hacan esta a los parientes y dbanlos de comer y beber. Si el padre y la madre queran meterlo en el monasterio que llamaban Telpochcalli, enviaban a llamar al que all era mayor, que le llamaban Telpochtlatoque, coman y beban y daban dones, maxtles, mantas y ores, por va de amistad. El principal de aquella religin, despus de haber comido y bebido, y recibido dichos dones, tomaba en brazos a la criatura hembra o varn en seal que ya era su sbdito todo el tiempo que estuviese por casar, y en seal que ya era de aquella religin o manera de vivir; agujerbanle el bezo de abajo, y all le pona una piedra preciosa por barbote, y la nia que ya estaba prometida al Telpochpan, entregbanle a la mujer que tena cargo de las otras, la cual llamaban Ychpochtiachcauh, que quiere decir la principal de las doncellas; y cuando ya era grandecilla, haba de aprender a cantar y danzar, para que all sirviese al Dios que se llama Moyocoya, Tezcatlipoca y Yotl; y aunque era de esta religin la mozuela, estaba con sus padres y madres.

    Si era de la religin del Calmcac, metanla en aquel monasterio para que estuviese all hasta que se casase sirviendo a Tezcatlipoca. A su entrada daban comida a las religiosas ms anti-guas de aquella casa, las cuales se llamaban quaquacuiltin, que quiere decir mujeres que tenan los cabellos cortados de cierta manera. stas tomaban la nia, o mozuela, y ellas hacan saber al ministro del templo, que se llamaba Quetzalcatl: ste nunca sala del templo ni entraba en casa ninguna, porque era muy venerable y muy grave y estimado como Dios: solamente entraba en la casa real. Sabedor ste de la mozuela que entraba en aquella religin, luego la llevaban al monasterio donde la haban prometido; conducanla por la mano, y en brazos, y presentbanla

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    al Dios llamado Quetzalcatl, al cual servan las de esta orden, y decan de esta manera cuando se la ofrecan:

    Oh seor humansimo, amparador de todos!, aqu estn estas siervas, que os traen una nueva sierva vuestra, a la cual prometen y ofrecen para que os sirva su padre y su madre; y bien la conocis a la pobrecita, que vuestra es. Tened por bien de recibirla para que algunos das barra y limpie y atave vuestra casa, que es casa de penitencia y de lloro, donde las hijas de los nobles meten la mano en vuestras riquezas, orando y llamndoos con lgrimas y con gran devocin, y donde con oraciones demandan vuestras palabras, y vuestra virtud. Tened por bien, seor, de hacerla merced y de recibida; ponedla, seor, en la compaa y nmero de las muje-res vrgenes que se llaman Tlamacazque y tlamaceuhque, que hacen penitencia y sirven en el templo y traen cortados los cabellos. Oh seor humansimo, y amparador de todos!, tened por bien de hacer con ella aquello que es vuestra santa voluntad, hacindole las mercedes que vos sabis que la convienen.

    Dicho esto, si la mozuela era grandecilla, sajbanla las costillas y el pecho, en seal que era religiosa, y si era an pequea echbanle un sartal al cuello, que se llama yacualli. Y la nia hasta tanto que llegaba a la edad convenible para entrar en el monasterio traase aquel sartal, que era seal del voto que haba de cumplir.

    Todo este tiempo estaba en la casa de sus padres, pero de que llegaba a la edad para entrar en el monasterio, metanla en aquella religin del Calmcac (o casa de penitencia); y tambin la mozuela, en siendo de edad, la ponan entre las religiosas de esta misma religin.

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    CAPTULO XL

    De cmo en llegando el tiempo de meter a su hijo, o hija donde le haban prometido, se juntaban todos los parientes ancianos y avisaban al muchacho o muchacha del voto que sus padres haban hecho, y del lugar donde haba de entrar, y vida que haba de hacer.

    El padre del mozuelo, o de la mozuela, despus de haberle llevado al Calmcac, delante de los maestros y maestras que le haban de criar, hablbanle de esta manera: Hijo mo, o hija ma, aqu ests presente donde te ha trado nuestro seor que est en todo lugar, y aqu estn tu padre y dieron ser, ms verdaderamente son tus padres los que te han de criar y ensearte las buenas costumbres, y te han de abrir los ojos, y los odos, para que veas y oigas. Ellos tienen autoridad para castigar y para herir, y para reprender a sus hijos, que ensean.

    Oye pues ahora y sbete que cuando eras tierno y muy nio te prometieron y te ofrecie-ron tu padre y tu madre, para que morases en esta casa del Calmcac, para que aqu barras la casa y la limpies por amor de nuestro seor e hijo nuestro Quetzalcatl, y por esta causa ahora tu padre y tu madre, que aqu estamos, te venimos a poner aqu donde has de estar, y donde eres hijo propio.

    Oye, hijo mo muy amado: ya has nacido y vives en este mundo, a donde te envi nuestro seor; no viniste como ests ahora, ni sabas andar, ni hablar, ni hacer ninguna cosa antes de ahora. Hate criado tu madre y por ti padeci muchos trabajos; guardbate cuando dormas, y limpibate las suciedades que echabas de tu cuerpo, y mantenate con su leche; y ahora, que eres an pequeuelo, ya vas entendiendo y creciendo.

    Ahora vas a aquel lugar a que te ofrecieron tu padre y madre, que se llama Calmcac, casa de lloro y de tristeza, dnde los que all se cran son labrados y agujerados como piedras precio-sas, y brotan y orecen como rosas; de all salen como piedras preciosas y plumas ricas, sirviendo a nuestro seor, y all reciben sus misericordias; en aquel lugar se cran los que rigen, seores y senadores y gente noble, que tienen cargo de los pueblos; de all salen los que poseen ahora los estrados y sillas de la repblica, donde los pone y ordena nuestro seor que est en todo lugar.

    Tambin los que estn en los ocios militares, que tienen poder de matar y derramar sangre, all se criaron. Por esto conviene, hijo mo muy amado, que vayas all muy de voluntad y que no tengas afeccin a ninguna cosa de tu casa; y no pienses, hijo, dentro de ti: vive mi padre y madre, viven mis parientes, orece y, abunda mi casa, donde nac, hay riquezas y mantenimientos, tengo bien que comer y beber, es lugar donde nac, es lugar deleitoso y abundoso. No te acuerdes de ninguna de estas cosas.

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    Oye lo que has de hacer, que es barrer y coger las barreduras, y aderezar las cosas que estn en casa; hazte de levantar de maana, velars de noche; lo que te fuere mandado hars, y el ocio que te dieren tomars; y cuando fuere menester saltar, o correr, para hacer algo, hacerlo has; andars con ligereza, no seas perezoso, no sers pesado, lo que te mandaren una vez, hazlo luego; cuando te llamaren una sola vez, irs luego con ligereza y corriendo, no espe-res que te llamen dos veces; aunque no te llamen a ti, ve a donde llaman luego corriendo, y hars de presto lo que te mandaren hacer, y lo que sabes que quieren que se haga, hazlo t.

    Mira, hijo, que vas no a ser honrado, no a ser obedecido y estimado; has de ser humilde y menospreciado y abatido; y si tu cuerpo cobrare bro o soberbia, castgale, y humllale, mira que no te acuerdes de cosa carnal. Oh desventurado de ti, si por ventura admitieras dentro de ti algunos pensamientos malos o sucios! Perders tus merecimientos, y las mercedes que Dios te hiciere, si admitieras tales pensamientos; por tanto, conviene hacer toda tu diligencia, para des-echar de ti los apetitos sensuales y briosos. Nota lo que has de hacer, que es cortar cada da espinas de maguey para hacer penitencia, y ramos para enramar los altares; y tambin habis de hacer sacar sangre de vuestro cuerpo, con la espina de maguey, y baaros de noche, aunque haga mucho fro.

    Mira que no te hartes de comida, s templado, ama y ejercita la abstinencia y ayuno; los que andan acos y se les parecen los huesos, no desean su cuerpo y sus huesos las cosas de la carne, y si alguna vez viene este deseo, de presto pasa, como una calentura de enfermedad.

    No te cubras, ni uses de mucha ropa; endurzcase tu cuerpo con el fro, porque a la verdad vas a hacer penitencia, y vas a demandar mercedes a nuestro seor, y vas a procurar sus riquezas, y a meter la mano en sus cofres; y cuando fuere tiempo de ayuno de precepto para enaquecer el cuerpo mira que no quiebres el ayuno, haz todo lo que hacen los otros, no lo tengas por pesado, apechuga con el ayuno y con la penitencia.

    Y tambin, hijo mo, has de tener mucho cuidado de entender los libros de nuestro seor; allgate a los sabios y hbiles y de buen ingenio. Oh hijo muy amado, mira que ya entiendes, ya tienes discrecin, no eres como gallina!

    Nota otro aviso con que cumplimos contigo los viejos y sabios que somos; gurdale muy bien dentro de ti, mira que no lo olvides, y si te res de ello, sers mal aventurado. Muchas otras cosas te sern dichas y oirs all donde vas, porque es casa donde se aprenden muchas verda-des, esto que te digo lo juntars con lo que all oyeres que es la doctrina de los viejos, que es: si alguna cosa oyeres, y te fuere dicha y no la entendieres derechamente, mira que no te ras de ella. Oh, hijo mo muy amado!, tiempo es de que vayas a aquella casa, donde ests prometido; comienza a ejercitar la escoba, y el incensario que se llama tlenamactli.

    Sguese la pltica con que habla a la mozuela, cuando la llevaban al Calmcac. Los viejos cuando hablaban al mozuelo, no hacen plticas prolijas, sino en buena manera; mas las viejas, cuando hablaban a las mozuelas, hacen las plticas prolijas, porque las que hablan haban estado en el monasterio y as eran bachilleras. Dice de esta manera la vieja que habla a la mozuela que va a entrar en el monasterio: Hija ma muy amada, chiquita, delicada, palo-mita la ms amada; ya habis odo y entendido las palabras de vuestros padres que aqu estn; cosas singulares os han dicho, y raras como piedras preciosas muy resplandecientes y como

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    plumas ricas muy verdes, y muy anchas y muy perfectas, que las tenan guardadas en su pecho y en su garganta; lo que yo ahora quiero hacer es ayudar a los que han hablado antes de m, y tomar la mano por ellos, aunque son padres y madres, y como tales han hablado, y son discretos y sabios, y son como candela, lumbre y como espejo.

    Oye, hija ma muy amada: cuando eras chiquita, y tiernecita, aqu estn los que te engen-draron que son tu padre y tu madre, de los cuales eres sangre y carne, en tu ternura y en tu niez te prometieron y te ofrecieron a nuestro seor, el cual est en todo lugar, para que seas una de las perfectas hermanas de nuestro seor, de las hermosas vrgenes que son como piedras pre-ciosas y como plumas ricas; para que entres y vivas donde estn en su guarda y recogimiento, con las religiosas vrgenes del Calmcac; y ahora que ya eres de edad de discrecin, rugote que de todo tu corazn cumplas el voto que ellos hicieron; mira que no le desbarates t, ni le desha-gas o destruyas, pues que ya eres adulta y no eres nia, sino que entiendes: y mira que no vas a alguna casa de malas mujeres, donde se vive mal, que no vas sino a la casa de Dios, donde Dios es llamado y adorado con lloros y con lgrimas, y es casa de devocin, y donde nuestro seor comunica sus riquezas y sus siervas rehinchan las manos de sus dones, y donde se demanda y se busca con penitencia su amor y su amistad.

    En este lugar quien llora y quien es devoto, y quien suspira, y quien se humilla, y quien se llega a nuestro seor hace gran bien para s, porque nuestro seor le dar sus dones y le adornar y hallar merecimientos y dignidad, porque nuestro seor a ninguno menosprecia ni desecha; y por el contrario, el que menosprecia y desdea el servicio de nuestro seor, l mismo hace barranco y sima en que caiga, y nuestro seor le herir y le apedrear con podredumbre del cuerpo, con ceguedad de los ojos o con otra enfermedad, para que viva miserable sobre la tierra y se ense-oree de l la miseria, la pobreza y la ltima aiccin, la ltima desventura.

    Por lo cual, hija ma muy amada, te aconsejo que de tu voluntad, con toda paz, vayas y te juntes con las vrgenes muy amadas, hermanas de nuestro seor, que se llaman las hermanas de penitencia, que lloran con devocin en aquel santo lugar; ve aqu lo que has de hacer; ve aqu lo que has de guardar.

    Nunca te has de acordar, ni ha de llegar a tu corazn, ni jams has de revolver dentro de ti cosa ninguna carnal; ha de ser tu voluntad y tu deseo, y tu corazn como una piedra preciosa, y como un zaro muy no; has de hacer fuerza a tu corazn y a tu cuerpo para olvidar y echar lejos de ti toda delectacin carnal; has de tener cuidado asimismo, continuamente, de barrer y limpiar la casa de nuestro seor, y tambin has de tener cuidado de la comida y bebida de nuestro seor, que est en todo lugar; y aunque es verdad que no tiene necesidad de comer y de beber, como los hombres mortales, sino de solamente ofrenda, por lo cual debes apechu-garte con el trabajo de moler y de hacer cacoatl, para ofrecer; has de tener gran cuenta con la obediencia, no esperes que dos veces seas llamada.

    La buena doctrina y el aprovechamiento en la virtud, y la reverencia y el temor y la humil-dad y paz, es la verdadera nobleza y la verdadera generosidad; mira hija que no seas disoluta, o desvergonzada, o desbaratada. Vivan las otras como quisieren, no sigas el mal ejemplo, ni las malas costumbres de las otras y esto debes de notar mucho: que te humilles, y te encorves.

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    Procura con todas tus fuerzas de te llegar a nuestro seor, llmale y dale voces con toda devocin. Hija ma muy amada; nota lo que te digo: no te demandarn cuenta de lo que las otras hacen en este mundo: de nuestras obras hemos de dar cuenta, hagan los otros lo que quisieren, ten t cuidado de ti misma; mira que no te desves del camino derecho de nuestro seor; mira que no tropieces en alguna ofensa suya. Con lo dicho cumplen contigo tus madres y tus padres, y tus hermanos mayores. Hija ma, vete en hora buena a la casa de tu religin.

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    FRAY TORIBIO DE BENAVENTE, MOTOLINA ( -1569)1

    El 13 de mayo de 1524, despus de ms de tres meses de navegacin, llegaron a las costas de Vera-cruz doce misioneros franciscanos que marcaran profundamente la evangelizacin de Mxico: Martn de Valencia y Francisco de Soto, Martn de Jess, Juan Surez, Antonio de Ciudad Rodrigo, Toribio de Benavente, Garca de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jimnez, Andrs de Crdoba y Juan de Palos.

    Con razn se los llama los doce apstoles de Mxico, que se aadan a fray Pedro de Gante y sus dos compaeros, llegados en 1523.

    Fieles a la tradicin franciscana y siguiendo el ejemplo de los primeros discpulos, no lle-vaban oro ni plata ni dinero alguno en los bolsillos, ni alforjas ni dos tnicas. Su objetivo no era ciertamente el de los conquistadores; ellos queran solamente cumplir el mandato de Jess: Id por todo el mundo y predicad la Buena Nueva a toda la creacin.

    A pie y descalzos recorrieron las setenta leguas castellanas que separaban a Veracruz de Mxico-Tenochtitlan, donde Hernn Corts los recibi con los honores debidos, pues ya tena en su poder la cdula real despachada por Carlos V el 26 de junio de 1523.

    El testimonio de pobreza de los doce llam fuertemente la atencin de los indgenas. Se distinguan de los conquistadores por su trato amable, vestan hbitos rotos y fabricados con burdo sayal, dorman en el piso cubiertos por pobres mantillos y coman los mismos alimentos que los naturales: tortillas con chile, capulines, tunas.

    MOTOLINA: LA POBREZA COMO PROGRAMA DE VIDA

    A la cabeza de los doce iba fray Martn de Valencia, una de las columnas de la Iglesia mexicana. No menos ilustre fue otro de los doce, del cual nos ocupamos ahora: fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolina, por su vida sencilla y austera.

    Resulta difcil establecer la fecha de nacimiento de fray Toribio, pero se cree que naci entre 1482 y 1491, porque en sus Memoriales, en 1531, dice haber pasado ya de los cuarenta aos.

    l mismo describe su salida de Espaa: En el ao del Seor de 1524, da de la conver-sin de san Pablo, que es a 25 de enero, el padre fray Martn de Valencia con once frailes sus compaeros, partieron de Espaa para venir a esta tierra de Anhuac, enviados por el reve-rendsimo seor fray Francisco de los ngeles, entonces ministro general de la Orden de San Francisco. Vinieron con grandes gracias y perdones de nuestro Santo Padre, y con especial man-damiento de la Sacra Majestad del emperador nuestro seor, para la conversin de los indios

    1 Garca Castillo, Jorge M.C.C.J. Fray Toribio de Benavente. Motolina: pobre entre los pobres, en R. Balln, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Lima, 1991, pp. 83-90.

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    naturales de esta tierra de Anhuac, ahora llamada Nueva Espaa (Historia de los indios de la Nueva Espaa, Trat. I, Cap. 1).

    El 13 de mayo de 1524 lleg a San Juan de Ula la misin franciscana de los doce y a nales del mismo mes o principios de junio se dirigieron a la ciudad de Mxico-Tenochtitlan. En una escala hecha en Tlaxcala, fray Toribio tom el nombre de Motolina, al enterarse de su signi-cado. Ese nombre sera su programa de vida: pobre habra de ser hasta el nal de su existencia.

    A principios de julio, y a pocos das de haber llegado a Mxico, fray Martn de Valencia, el custodio de la misin, convoc y celebr el primer captulo de la Custodia del Santo Evangelio de Nueva Espaa. En aquella asamblea fray Martn fue conrmado en su cargo de custodio; tam-bin se tom la decisin de repartir el territorio en cuatro monasterios: Mxico, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo.

    Fray Toribio qued en Mxico como guardin del monasterio de la ciudad. Probablemente permaneci all hasta 1527.

    En agosto de 1524, fray Martn de Valencia convoc a una Junta eclesistica para tratar el problema de la administracin de los sacramentos. Motolina pudo asistir a este importante acontecimiento eclesial que algunos historiadores (equivocadamente) llaman el primer conci-lio mexicano.

    FRAILE ANDARIEGO

    Pero Motolina no haba venido para estar siempre en el mismo lugar. Su celo misionero lo puso en movimiento. Despus del 19 de octubre de 1529 realiz su primer viaje a Guatemala y de all a Nicaragua. Sin mencionar su nombre, cuenta su experiencia en la famosa carta dirigida a Carlos V: Fraile ha habido en esta Nueva Espaa que fue de Mxico hasta Nicaragua, que son cuatrocientas leguas, que no se quedaron en todo el camino dos pueblos que no predicase y dijese misa y ensease y bautizase a nios y adultos, pocos o muchos.

    No hay que olvidar que, por aquel entonces, debido a la escasez de medios y a lo acci-dentado de la geografa mexicana, cada viaje era una aventura. Los unos pueblos estn en lo profundo de los valles dice, y por esto los frailes es menester que suban a las nubes, que por ser tan altos los montes, estn siempre llenos de nubes, y otras veces tienen que bajar a los abismos, y como la tierra es en muchas partes llena de lodo y resbaladeros aparejados para caer, no pueden los pobres frailes hacer estos caminos sin padecer en ellos grandsimos traba-jos y fatigas (Historia , Trat. III, Cap. 10).

    Nada ni nadie poda detener a aquel apstol que, junto con los dems frailes, recorri caminos, valles, caadas, montaas, para administrar los sacramentos y predicarles (a los indios) la palabra y Evangelio de Jesucristo, porque viendo la fe y necesidad con que lo demandan, a qu trabajo no se pondrn por Dios y por las nimas que l cri a su imagen y semejanza, (y) redi-mi con su preciosa sangre, por los cuales l mismo dice haber pasado das de dolor y de mucho trabajo? (Historia, Trat. III, Cap. 10).

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    Mientras otros religiosos se perdan en discusiones teolgicas, l se dedicaba en cuerpo y alma a un apostolado que consideraba oportuno: Otro sacerdote y yo arma bautizamos en cinco das por cuenta catorce mil y tantos, poniendo a todos leo y crisma, que no nos fue pequeo trabajo.

    Motolina consideraba como su nica recompensa la felicidad de los nuevos cristianos, quienes, despus de bautizados, es cosa de ver la alegra y regocijo con que llevan a sus hijuelos a cuestas, que parece que no caben en s de placer.

    Sin embargo, fray Toribio no se preocupaba slo de ver crecer el nmero de los bautiza-dos. No quera slo cristianos remojados, sino hombres y mujeres comprometidos en llevar ade-lante una vida digna. Por esta razn habla con tanto entusiasmo de la penitencia: Comenzse este sacramento en la Nueva Espaa en el ao de 1526, en la provincia de Tezcuco..., poco a poco han venido a se confesar bien y verdaderamente..., y esto no lo hacen una vez en el ao, sino en las pascuas y estas principales y aun muchos hay que se sienten con algunos pecados se con-esan ms a menudo, y por esta causa son muchos los que se vienen a confesar; mas como los confesores son pocos, andan los indios de un monasterio en otro buscando quin los conese, y no tienen en nada irse a confesar quince o veinte leguas; y si en alguna parte hallan confesores, luego hacen senda como hormigas (Historia, Trat. II, Cap. 5).

    Tambin seala que la prctica de la penitencia no era una simple cuestin devocional, pues comprometa a los indios en la fraternidad y la justicia. Los naturales, dice, restituyen los esclavos que tenan antes que fuesen cristianos, y los casan, y ayudan, y dan con qu vivan; pero tampoco se sirven de estos indios como de sus esclavos con la servidumbre y trabajo que los espaoles, porque los tienen casi como libres en sus estancias y heredades, adonde labran cierta parte para sus amos y parte para s; y tienen sus casas, y mujeres, y hijos, de manera que no tienen tanta servidumbre que por ella se huyan y vayan de sus amos; vendanse y compr-banse estos esclavos entre ellos..., ahora como son cristianos apenas se vende indio (Historia, Trat. II, Cap. 5).

    PROMOCIN HUMANA

    Hace ms de cuatro siglos y medio, fray Toribio de Benavente ya haba entendido la estrecha relacin que existe entre evangelizacin y promocin humana, partiendo de una constata-cin: la inteligencia y la capacidad de los indios. El que ensea a el hombre la ciencia dice, ese mismo provey y dio a estos indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y ocios que les han enseado, porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los ocios que en Castilla estn muchos aos en deprender, ac en slo mirarlos y verlos hacer, han muchos quedado maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y sosegado, no orgulloso ni derramado como en otras naciones (Historia, Trat. III, Cap. 12).

    Esto lo dice el fraile en un tiempo en que al indio se le juzgaba incapaz y se le trataba como animal de carga.

    Esta conviccin lo llev a realizar obras tan importantes como la fundacin de la ciudad de Puebla, cuya construccin se inici el 16 de abril de 1531. Ese da narra Motolina vinieron

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    los que haban de ser los nuevos habitadores, y por mandato de la Audiencia Real fueron aquel da ayuntados muchos indios de las provincias y pueblos comarcanos, que todos vinieron de buena gana para dar ayuda a los cristianos, lo cual fue cosa muy de ver, porque los de un pueblo venan todos juntos por su camino con toda su gente, cargada de los materiales que eran menes-ter, para luego hacer sus casas de paja (Historia, Trat. III, Cap. 17).

    Por esta razn, despus de muchos aos de esfuerzo en la promocin de los nativos, el misionero pudo decir con gran satisfaccin: Hay indios herreros y tejedores, y canteros, y car-pinteros y entalladores... Tambin hacen guantes y calzas de aguja de seda, y bonetillos, y tambin son bordadores razonables... Hacen tambin autas muy buenas (Historia, Trat. III, Cap.13).

    CONTROVERSIA CON LAS CASAS

    Fray Toribio defendi a los indios contra la voracidad de los conquistadores. Saba que existan desmanes, pero tambin estaba seguro de que Dios intervendra a favor de los pobres. Hase visto por experiencia dice en muchos y muchas veces, los espaoles que con estos indios han sido crueles, morir malas muertes y arrebatadas, tanto que se trae ya por refrn: el que con los indios es cruel, Dios lo ser con l, y no quiero contar crueldades, aunque s muchas, de ellas vistas y de ellas odas (Historia, Trat. II, Cap. 10).

    Con ese mismo espritu de justicia asumi la defensa de sus paisanos espaoles contra las acusaciones de fray Bartolom de Las Casas, el dominico a quien Motolina calic de impor-tuno, bullicioso y pleitista en la famosa carta al emperador Carlos V, fechada el 2 de enero de 1555.

    Resulta extrao que un misionero tan preocupado del destino de los indios justique a un conquistador como Hernn Corts, considerado por l como un modelo de civilizador y evange-lizador de un pueblo donde Dios nuestro Seor era muy ofendido, y los hombres padescan muy cruelsimas muertes, y el demonio nuestro adversario era muy servido con las mayores idolatras y homecidios ms crueles que jams fueron.

    Extraa tambin la actitud tan violenta como crtica hacia un hombre (fray Bartolom de Las Casas) que defendi a los indios contra los abusos de los conquistadores. Las Casas puede haberse equivocado, pero no es verdad que haya sido un andariego, explotador de indios y mal pastor como arma Motolina en tono difamatorio: Quisiera yo ver a Las Casas quince o veinte aos perseverar en confesar cada da diez o doce indios enfermos llagados y otros tantos sanos, viejos, que nunca se confesaron, y entender en otras cosas muchas, espiri-tuales, tocantes a los indios.

    Parece que la preocupacin de Motolina (y la consecuente crtica a Las Casas) sea ms bien de orden poltico. Le preocupa agradar al emperador y le preocupa aquel perturbador del orden pblico que turba y destruye ac la gobernacin y la repblica; y en esto paran sus celos.

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    CONCLUSIN

    Del padre Motolina se ha dicho que fue un gran misionero, y en realidad lo fue: cuarenta y cinco aos gastados por los indios de la Nueva Espaa son muchos y fueron muy fecundos.

    De este apstol se ha dicho que, en relacin a los doce, fue el que anduvo ms tierra, con el nico deseo de dar a conocer el Evangelio de Jesucristo tanto con la palabra como con el ejemplo de una vida pobre en extremo.

    Por encima de sus errores, hay que reconocer el mrito de un hombre de Dios que parti-cip de forma ejemplar en el nacimiento de una nueva nacin, formada por la conjuncin de dos razas y dos culturas: la nacin mexicana.

    Estamos de acuerdo con el juicio emitido por un escritor liberal, don Justo Sierra, quien, hablando de la misin de los doce, dice que fue un verdadero apostolado de fe, de humildad, de pobreza, de fervor de hombres en quienes haba tornado al mundo el espritu evanglico del fundador.

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    HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAA2

    CAPTULO I

    189 En que dir cmo comenzaron los mexicanos y, los de Coutichan [Cuauhtinchan] a venir a el bautismo y a la doctrina cristiana

    190 Ganada y repartida la tierra por los espaoles, los frailes de San Francisco que al presente en ella se hallaron, comenzaron a tratar y a conversar entre los indios; primero adonde tenan casa y aposento, como fue en Mxico y en Texcoco, Tlaxcala [y] Huexuzinco, que en estas se repar-tieron los pocos que a el principio eran, y en cada provincia destas, y en las en que despus se torn casa, que son ya cerca de cuarenta en este ao de 1540, haba tanto qu decir que no bastara el papel de la Nueva Espaa. Siguiendo la brevedad que a todos aplace, dir lo que vi yo y supe, y pas en los pueblos que mor y anduve; y aunque yo diga o cuente alguna cosa de una provincia, ser del tiempo que en ella mor, y de la misma podrn otros escribir otras cosas all acontecidas con verdad y ms de notar, y mejor escritas que aqu irn, y podrase todo sufrir sin contradiccin. En el primer ao que a esta tierra allegaron los frailes, los indios de Mxico y Tlatelulco se comenzaron de ayuntar, los de un barrio y feligresa un da, y los de otro barrio otro da, y all los iban los frailes a ensear y bautizar los nios; Y desde a poco tiempo los domingos y estas se ayuntaban todos, cada barrio en su cabecera, adonde tenan sus salas antiguas, porque iglesia an no la haba, y los espaoles tuvieron tambin, obra de tres aos, sus misas y sermones en una sala de stas que servan por iglesia, y ahora es all en la misma sala la casa de la moneda; pero no se enterraban all casi nadie, sino en San Fran-cisco el viejo, hasta que despus se comenzaron a edicar iglesias. Anduvieron los mexi-canos cinco aos muy fras, o por el embarazo de los espaoles y obras de Mxico, o porque los viejos de los mexicanos tenan poco calor. Despus de pasados cinco aos despertaron muchos de ellos e hicieron iglesias, y ahora frecuentan mucho las misas cada da y reciben los sacramentos devotamente.

    191 El pueblo a que primero salieron los frailes a ensear fue Quautitln, cuatro leguas de Mxico, y a Tepusticln [Tepotzotlan]. Porque como en Mxico haba mucho ruido, y entre los hijos de los seores que en la casa de Dios se enseaban estaban los seoritos de estos dos pueblos, sobrinos o nietos de Motezuma, y stos eran los principales que en casa haba, por respecto de stos comenzaron a ensear all y a bautizar los nios, y siempre se prosigui la

    2 Fray Toribio de Benavente, Motolinia. Historia de los indios de la Nueva Espaa. Espaa, Dastn, 2001, pp. 152, 156 y 259-264.

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    doctrina, y siempre fueron de los primeros y delanteros en toda buena cristiandad, y lo mismo los pueblos a ellos sujetos y sus vecinos.

    192 En el primero ao de la venida de los frailes, el padre fray Martn de Valencia, de santa memoria, vino a Mxico, y tomando un compaero que saba un poco de la lengua, fuese a visitar los pueblos de la laguna del agua dulce, que apenas se saba cuntos eran, ni a dnde estaban, y comenzando por Xuchimilco y Cuyoacan, venanlos a buscar de los otros pueblos, y rogban-les con instancia que fuesen a sus pueblos, y antes que llegasen los salan a recibir, porque esta es su costumbre, y hallaban que estaba ya toda la gente ayuntada; y luego por escrito y con intrprete los predicaban y bautizaban algunos nios, rogando siempre a Nuestro Seor que su santa palabra hiciese fruto en las nimas de aquellos ineles, y los alumbrase y convirtiese a su santa fe. Y los indios seores y principales delante de los frailes destruan sus dolos, y levan-taban cruces y sealaban sitios para hacer sus iglesias. As anduvieron todos aquellos pueblos que son ocho, todos Principales y de mucha gente, y pedan ser enseados, y el bautismo para s y para sus hijos; lo cual visto por los frailes, daban gracias a Dios con grande alegra, por ver tan buen principio y en ver que tantos se haban de salvar, como luego sucedi.

    193 Entonces dijo el padre fray Martn, de buena memoria, a su compaero: muchas gra-cias sean dadas a Dios, que lo que en otro tiempo en espritu me mostr, ahora en obra y verdad lo veo cumplir, y dijo: que estando l un da en maitines en un convento que se dice Santa Mara del Hoyo, cerca de Gata, que es en Extremadura, en la provincia de San Gabriel, rezaba ciertas profecas de la venida de los gentiles a la fe, le mostr Dios en espritu muy gran muchedumbre de gentiles que venan a la fe, y fue tanto el gozo que su nimo sinti, que comenz a dar grandes voces, como ms largamente parecer en la tercera parte, en la vida del dicho fray Martn de Valencia. Y aunque este santo varn procur muchas veces de ir entre los ineles a recibir martirio, nunca pudo alcanzar licencia de sus superiores; no porque no le tuviesen por idneo, que en tanto fue estimado y tenido en Espaa, como en estas partes, mas porque Dios lo orden as por mayor bien, segn se lo dijo una persona muy espiritual, que cuando fuese tiempo, Dios cumplira su deseo, como Dios se lo haba mostrado, y as fue, que el general le llam un da y le dijo cmo l tena determinado de venir a esta Nueva Espaa con muy buenos compaeros, con grandes bulas que del Papa haba alcanzado, y por le haber elegido general de la orden, el cual ocio le impeda la pasada, que como cosa de mucha importancia y que l mucho estimaba, le quera enviar y que nombrase doce compaeros cuales quisiese, y l acep-tando la venida, vino, por lo cual, parece lo a l prometido no haber sido engao.

    194 Entre los pueblos ya dichos de la laguna dulce, el que ms diligencia puso para llevar los frailes a que los enseasen, ya en ayuntar ms gente, y en destruir los templos del demonio, fue Cuitlauac, que es un pueblo fresco y todo cercado de agua, y de mucha gente; y tena muchos templos del demonio, y todo l fundado sobre agua; por lo cual los espaoles la primera vez que en l entraron le llamaron Venezuela. En este pueblo estaba un buen indio, el cual era uno de tres seores principales que en l hay, y por ser hombre de ms manera y anti-guo, gobernaba todo el pueblo; ste envi a buscar a los frailes por dos o tres veces, y allegados, nunca se apartaba de ellos, ms antes estuvo gran parte de la noche preguntndoles cosas que

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    deseaba saber de nuestra fe. Otro da de maana ayuntada la gente despus de misa y sermn, y bautizados muchos nios, de los cuales los ms eran hijos y sobrinos, y parientes, de este buen hombre que digo; y acabados de bautizar, rog mucho aquel indio a fray Martn que le bautizase, y vista su santa importunacin y manera de hombre de muy buena razn, fue bautizado y llamado Don Francisco, y despus en el tiempo que vivi fue muy conocido de los espaoles. Aquel indio hizo ventaja a todos los de la laguna dulce, y trajo muchos nios a el monasterio de San Francisco, los cuales salieron tan hbiles que precedieron a los que haban venido muchos das antes. Este don Francisco aprovechando cada da en el conocimiento de Dios y en la guarda de sus mandamientos, yendo un da muy de maana en una barca, que los espaoles llaman canoa, por la laguna oy un canto muy dulce y de palabras muy admirables, las cuales yo vi y tuve escritas, y muchos frailes las vieron y juzgaron haber sido canto de ngeles, y de all adelante fue aprovechando ms; y al tiempo de su muerte pidi el sacramento de la confesin, y confesado y llamando siempre a Dios, falleci. La vida y muerte de este buen indio fue gran edicacin para todos los otros indios, mayormente los de aquel pueblo de Cuitlauac, en el cual edica-ron iglesias; la principal advocacin es de San Pedro, en la obra de la cual trabaj mucho aquel buen indio don Francisco. Es iglesia grande y de tres naves, hecha a la manera de Espaa.

    195 Los dos primeros aos, poco salan los frailes del pueblo adonde residan, as por saber poco de la tierra y lengua como por tener bien en qu entender adonde residan. El ter-cero ao comenzaron en Tezcuco de se ayuntar cada da para desprender la doctrina cristiana; y tambin vino gran copia de gente a el bautismo; y como la provincia de Tezcuco es muy poblada de gente, en el monasterio y fuera no se podan valer ni dar a manos, porque se bautizaron muchos de Tezcuco y Huexuzincla [Huejotzingo], Coathichan [Coatlichan] y de Coatepec: aqu en Coatepec comenzaron a hacer iglesia y dironse mucha prisa para la acabar, y por ser la pri-mera iglesia, fuera de los monasterios, llamse Santa Mara de Jess. Despus de haber andado algunos das por los pueblos sujetos a Tezcuco, que son muchos, y de lo ms poblado de la Nueva Espaa, pasaron adelante a otros pueblos, y como no saban mucho de la tierra, saliendo a visitar un lugar salan de otros pueblos a rogarles que fuesen con ellos a decirles la palabra de Dios, y muchas veces otros poblezuelos pequeos salan de travs, y los hallaban ayuntados con su comida aparejada esperando y rogando a los frailes que comiesen y los enseasen. Otras veces iban a partes [en] que ayunaban lo que en otras partes les sobraba, y entre otras partes adonde fueron, fue Otumba y Tepepulco y Tulanzinco, que aun desde en buenos aos no tuvieron frailes; y entre stos, Tepepulco, lo hizo muy bien, y fue siempre creciendo y aprovechando en el conoci-miento de la fe; y la primera vez que allegaron frailes a este lugar, dejado el recibimiento que les hicieron, era una tarde, y como estuviese la gente ayuntada comenzaron luego a ensearles; y en espacio de tres o cuatro horas muchos de aquel pueblo, antes que de all se partiesen, supieron persignarse y el Pater Noster. Otro da por la maana vino mucha gente, y enseados y predi-cados lo que convena a gente que ninguna cosa saba, ni haba odo de Dios, y recibido la palabra de Dios; tomados aparte el seor y principales, y dicindoles cmo Dios del cielo era verdadero Seor, criador del cielo y de la tierra, y quin era el demonio a quien ellos honraban y adoraban, y cmo los tena engaados, y otras cosas conforme a ellas; de tal manera se lo supieron decir, que luego all delante de los frailes destruyeron y quebrantaron todos los dolos que tenan,

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    y quemaron los teucales. Este pueblo de Tepepulco est asentado en un recuesto bien alto, adonde estaba uno de los grandes y vistosos templos del demonio que entonces derribaron; porque como el pueblo es grande y tiene otros muchos sujetos tena grandes teucales o templos del demonio; y sta es regla general en que se conoca el pueblo ser grande o pequeo, en tener muchos teucales. []

    CAPTULO XII

    382 Que cuenta del buen ingenio y grande habilidad que tienen los indios en aprender todo cuanto les ensean; y todo lo que ven con los ojos lo hacen en breve tiempo

    383 El que ensea a el hombre la ciencia, ese mismo provey y dio a estos indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y ocios que les han enseado, porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los ocios que en Castilla estn muchos aos en aprender, ac en slo mirarlos y verlos hacer, tan muchos quedado maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y sosegado, no orgulloso ni derramado como otras naciones.

    384 Aprendieron a leer brevemente, as en romance como en latn, y de tirado y letra de mano. Apenas hay carta en su lengua de muchas que unos a otros se escriben, que como los mensajeros son baratos, andan bien espesas; todos las saben leer, hasta los que ha poco se comenzaron a ensear.

    385 Escribir se ensearon en breve tiempo, porque en pocos das que escriben luego con-trahacen la materia que les dan sus maestros, y si el maestro les muda otra forma de escribir, como es cosa muy comn que diversos hombres hacen diversas formas de letras, luego ellos tambin mudan la letra y la hacen de la forma que les da su maestro.

    386 En el segundo ao que los comenzamos a ensear dieron a un muchacho de Tez-cuco por muestra una bula, y sacola tan a el natural, que la letra que hizo pareca el mismo modelo, porque el primer rengln era de letra grande, y abajo sac la rma ni ms ni menos, y un I.H.S. con una imagen de Nuestra Seora, todo tan al propio, que pareca no haber diferen-cia del molde a la otra letra; y por cosa notable y primera la llev un espaol a Castilla. Letras grandes y griegas, pautar y apuntar, as canto llano como canto de rgano, hacen muy liberal-mente, y han hecho muchos libros de ello, y tambin han aprendido a encuadernar e iluminar, alguno de ellos muy bien, y han sacado imgenes de planchas de bien perfectas guras, tanto que se maravillan cuantos las ven, porque de la primera vez la hacen perfecta, de las cuales tengo yo bien primas muestras.

    387 El tercero ao les impusimos en el canto, y algunos se rean y burlaban de ellos, as porque parecan desentonados como porque parecan tener acas voces; y en la verdad no las tienen tan recias ni tan suaves como los espaoles, y creo que lo causa andar descalzos y mal arro-pados los pechos, y ser las comidas tan pobres, pero como hay muchos en qu escoger, siempre

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    hay razonables capillas. Fue muy de ver el primero que los comenz a ensear el canto; era un fraile viejo y apenas saba ninguna cosa de la lengua de los indios, sino la nuestra castellana, y hablaba tan en forma y en seso con los muchachos como si fuera con cuerdos espaoles; los que lo oamos no nos podamos valer de risa, y los muchachos la boca abierta oyndole muy atentos ver qu quera decir. Fue cosa de maravilla, que aunque a el principio ninguna cosa entendan, ni el viejo tena intrprete, en poco tiempo le entendieron y aprendieron el canto de tal manera, que ahora hay muchos de ellos tan diestros que rigen capillas; y como son de vivo ingenio y gran memoria, lo ms de lo que cantan saben de coro, tanto, que si estando cantando se revuelven las hojas o se cae el libro, no por eso dejan de cantar, sin errar en un punto; y si ponen el libro en una mesa tan bien cantan los que estn a el revs y a los lados como los que estn delante. Un indio de estos cantores, vecino de esta ciudad de Tlaxcala, ha com-puesto una misa entera, apuntada por puro ingenio, aprobada por buenos cantores de Castilla que la han visto.

    388 En lugar de rganos tienen msica de autas concertadas, que parecen propiamente rganos de palo, porque son muchas autas. Esta msica ensearon a los indios unos menstri-les que vinieron de Espaa; y como ac no hubiese quin a todos juntos los recibiese y diese de comer, rogmosles que se repartiesen por los pueblos de los indios, y que les enseasen pagndoselo, Y as los ensearon. Hacen tambin chirimas, aunque no las saben dar el tono que han de tener. Un mancebo indio que taa auta ense a taer a otros indios en Teuacan, y en un mes todos supieron ociar una misa y vsperas, himnos, y magnicat, y motetes; y en medio ao estaban muy gentiles taadores. Aqu en Tlaxcala estaba un espaol que lo ensease, el cual le dio solas tres lecciones, en las cuales aprendi todo lo que el espaol saba; y antes que pasa-sen diez das taa con el rabel entre las autas, y discantaba sobre todas ellas. Ahora he sabido que en Mxico hay maestro que tae vihuela de arco, y tiene ya hechas todas cuatro voces; yo creo que antes del ao sabrn tanto los indios como su maestro, o ellos podrn poco.

    389 Hasta comenzarlos a ensear el latn o gramtica hubo muchos pareceres, as entre los frailes como de otras personas, y cierto se les ha enseado con harta dicultad, ms con haber salido muy bien con ello se da el trabajo por bien empleado, porque hay muchos de ellos buenos gramticos, y que componen oraciones largas