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Periodismo Como Deber Social. Laíño

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Discurso pronunciado por el periodista Laíño en ocasión de su nombramiento como miembro de la Academia Nacional de Periodismo de Argentina.

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EL PERIODISMO COMO DEBER SOCIAL

ACADEMIA NACIONAL DE PERIODISMO

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Academia Nacional de PeriodismoMiembros de número

MARTÍN ALLICA

ARMANDO ALONSO PIÑEIRO

ULISES BARRERA

RAFAEL BRAUN

RAÚL H. BURZACO

NAPOLEÓN CABRERA

CORA CANÉ

JOSÉ MARÍA CASTIÑEIRA DE DIOS

NELSON CASTRO

JORGE CERMESONI

JUAN CARLOS COLOMBRES

DANIEL ALBERTO DESSEIN

JOSÉ CLAUDIO ESCRIBANO

FERMÍN FÈVRE

ROBERTO A. GARCÍA

OSVALDO E. GRANADOS

MARIANO GRONDONA

ROBERTO PABLO GUARESCHI

BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT

LAURO F. LAÍÑO

JOSÉ IGNACIO LÓPEZ

LUIS MARIO LOZZIA

FÉLIX LUNA

ENRIQUE J. MACEIRA

ENRIQUE M. MAYOCHI

ALBERTO J. MUNIN

ENRIQUETA MUÑIZ

ENRIQUE OLIVA

FRANCISCO A. RIZZUTO

FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY

RAÚL URTIZBEREA

BARTOLOMÉ DE VEDIA

Miembro correspondiente en la ArgentinaEFRAÍN U. BISCHOFF (Córdoba)

Miembro correspondiente en el extranjeroMARIO DIAMENT (Estados Unidos)

Mesa Directiva

Presidente: JOSÉ CLAUDIO ESCRIBANO

Vicepresidente 1º: BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT

Vicepresidente 2º: ENRIQUE JOSÉ MACEIRA

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Comisión de Fiscalización

Miembros titulares: FRANCISCO A. RIZZUTTODANIEL ALBERTO DESSEINJOSÉ MARÍA CASTIÑEIRA DE DIOS

Miembros suplentes: NAPOLEÓN CABRERACORA CANÉ

Comisiones

Admisión: BARTOLOMÉ DE VEDIA

DANIEL ALBERTO DESSEIN

ARMANDO ALONSO PIÑEIRO

ENRIQUE J. MACEIRA

ALBERTO J. MUNIN

Biblioteca, BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT

Hemeroteca y Archivo: ENRIQUE J. MACEIRA

FÉLIX LUNA

JOSÉ MARÍA CASTIÑEIRA DE DIOS

Concursos, Seminarios ROBERTO PABLO GUARESCHI

y Premios: RAFAEL BRAUN

FERMÍN FÈVRE

LAURO F. LAÍÑO

FRANCISCO A. RIZZUTO

Publicaciones FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY

y Prensa: NAPOLEÓN CABRERA

JOSÉ MARÍA CASTIÑEIRA DE DIOS

FERMÍN FÈVRE

Secretario: ENRIQUE MARIO MAYOCHI

Prosecretaria: ENRIQUETA MUÑIZ

Tesorero: ALBERTO J. MUNIN

Protesorero: FERMÍN FÈVRE

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EL PERIODISMO COMODEBER SOCIAL

LAURO F. LAÍÑO

ACADEMIA NACIONAL DE PERIODISMOBuenos Aires

2001

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Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723Impreso en la Argentina© 2001 Nombre del AutorISBN 987-98566-5-1

Editorial Dunken - Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital FederalTel/fax: 4954-7700 / 4954-7300E-mail: [email protected]ágina web: www.dunken.com.ar

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El 29 de agosto de 2001 se realizó en elMuseo Mitre el acto de incorporación del doctorLauro Fernán Laíño a la Academia Nacional dePeriodismo en calidad de miembro de número ycomo titular del sillón que lleva el nombre de supadre y ex presidente de la corporación, donFélix H. Laíño.

El discurso de recepción estuvo a cargo delpresidente, doctor José Claudio Escribano, y elpronunciado por el doctor Laíño abordó el tema“El periodismo como deber social”.

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PRESENTACIÓN DEL DOCTOR ESCRIBANO

Lauro Laíño comenzó a asomarse al perio-dismo desde que era un niño. Percibió los en-cantos, las urgencias y las frustraciones de esteoficio desde la mesa familiar. Día tras día. Difí-cilmente podía haber tenido un maestro mejorque su propio padre, primer presidente de laAcademia, en cuyo nombre hablo.

En esa figura, que ha dejado un apellidoilustre al historial de la prensa argentina, Lau-ro Laíño encontró el modelo que respetó, admi-ró y procuró seguir. Se incorpora, pues, públi-camente a este cuerpo un periodista que hacontado con privilegios envidiables para mu-chos, pero cuya contrapartida ha estado en elpeso, profesional y moral, de una carga pro-porcional que debía llevar de manera airosahacia adelante.

Lo ha logrado. Así lo verifica el voto de suspares.

Me imagino la curiosidad de los redactoresveteranos de La Razón cuando Lauro Laíño en-tró en el diario como cronista de la informaciónjudicial, hace cuarenta años. En 1961, La Ra-zón, conducida por las manos eximias de Félix

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Laíño, pasaba por el momento de mayor fulgor.Estaba en el punto exacto de maduración ypopularidad para un gran diario de la tardedesde que en 1937 había iniciado, bajo la mi-rada universal y la batuta de ese talento obse-sivo por la perfección noticiosa, una milagrosarecuperación a partir del punto anodino en queyacía entre los medios de la prensa porteña.

Sólo un año después de su incorporación alplantel de periodistas de La Razón, Lauro Laíñofue uno de los dos periodistas que consiguie-ron presenciar uno de los hechos más singula-res de la política argentina de la segunda mi-tad del siglo XX. Fue a fines de marzo de 1962cuando, dentro del mayor de los sigilos y a raízdel derrocamiento del doctor Arturo Frondizi,el doctor José María Guido, presidente provi-sional del Senado hasta ese momento, jurócomo presidente de la Nación ante la CorteSuprema de Justicia de la Nación.

Laíño se ocupó luego de la crónica policial,corrigió y tituló cables de noticias y notas delexterior y se desempeñó en el amplio abanicode lo que se conoce como información general.Todo esto lo hizo bien y aceleradamente. Poreso sería fácil inferir que su designación, añosdespués, como prosecretario general de Redac-ción de La Razón resultó ser una recompensa

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apropiada a merecimientos deudores de unamemoria genética, que actuó con eficacia en sucaso. Probablemente haya sido así, como quetambién esa memoria gravitó sobre las basespropicias del estudio y el aprendizaje severo.Lauro Laíño es abogado, y en tal condición haintegrado las comisiones de Libertad de Prensay de Publicaciones del Colegio de Abogados dela Ciudad de Buenos Aires.

Su carrera en La Razón culminó en 1980,con la designación de subdirector y, en los he-chos, de responsable periodístico del diario.Laíño fue fundador y vicepresidente primero dela agencia Diarios y Noticias y presidente de laAsociación de Editores de Diarios de BuenosAires. A mediados de los años ochenta se in-corporó a La Nación, en la que estuvo encarga-do de informar a la dirección sobre las noveda-des empresariales y de técnicas periodísticas ycomerciales que se abrían paso en los EstadosUnidos y Europa. Actualmente es subdirectorde La Prensa.

Debo decir que Lauro Laíño constituye enla prensa argentina el ejemplo de quien puedetener una visión general de todas las comple-jas etapas del fenómeno gráfico, desde la pro-ducción de papel hasta la distribución y ventade diarios, y contar en todas ellas con un

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conocimento práctico y profundo de sus com-plejidades.

Celebro la incorporación de Laíño a la Aca-demia Nacional de Periodismo. Y si la presen-tación que he realizado de él ha estado ceñidaa su larga y sobresaliente actuación en un cam-po de la información y la cultura regido por laletra escrita e impresa, deberá reprochársemeque haya expuesto sólo la mitad de lo que ca-bía expresar. La otra mitad concierne a lasvirtudes naturales de una capacidad oratoria,en la que muchas veces brilla el humor, queustedes evaluarán por sí mismos a continua-ción. Gracias.

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Agradezco la presencia de todos ustedes enun día difícil.

Agradezco sus palabras al presidente denuestra academia, el doctor José Claudio Es-cribano, con quien mantengo una amistad quese cuenta por lustros. Siempre admiré su pon-deración y su mesura; por eso, me extrañó es-cuchar hoy sus exageraciones acerca de mi per-sona. En fin, será el costado oscuro de su per-sonalidad. Todos lo tenemos y yo también. Es-pero que hoy no se me note.

Sin habérnoslo propuesto, por venturosa ca-sualidad, hoy es el día de San Gabriel Ar-cángel, el mensajero bíblico que puede ser con-siderado el primer periodista de la historia. Enrigor, los periodistas somos simplemente eso:mensajeros. Yo, aquí, en este estrado, me sien-to mensajero de una invitación riesgosa a lareflexión. Por eso, los minutos que siguen noserán enteramente plácidos: no todos coincidi-rán con mis ideas y algunos, a duras penas,podrán ocultar su disenso. No obstante, esperoque, al término de mis palabras, podamos man-tener nuestra amistad.

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Porque en cuanto una idea es expuesta, pasaa vivir su propia vida, a recorrer su propioderrotero. Se transforma, bulle, se exalta y, aveces, se vuelve contra su propio autor.

Esa es la aventura del pensamiento.A esa aventura los invito.A esa aventura me arriesgo.

A caballo de dos siglos y de sus encrucija-das, los aquí presentes hemos podido acompa-ñar y palpitar la más fantástica aventura de lahistoria de la humanidad.

Desde la ilusión del progreso indefinido, lasutopías del naciente siglo XX, las tragedias quele sucedieron, la afirmación del materialismodialéctico, los totalitarismos, el holocausto, losgrandes inventos, las eras atómica y espacial,la implosión del imperio soviético, las guerrastecnológicas, el extravío de la droga y la mentecibernética que amenaza con sustituir a la delhombre nada ha sido ajeno a nuestros afanesni a la vida de generaciones de lectores.

Siempre enhiesto, el periodismo argentinosupo alcanzar y conservar un sitial de la másalta consideración en el concierto mundial.

¿Cuál fue el secreto? Informar con veraci-dad, servir al público con objetividad, orientar

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con su opinión, no ahorrar la crítica sino laadulación, y constituirse en vocero de todaslas clases sociales y migratorias que vieron ensus columnas un comprometido testimonio desu tiempo.

Más allá de las vicisitudes empresariales ypolíticas, sorteando las cambiantes alternati-vas de las modas intelectuales o caprichos so-ciales, hemos podido mantener el estandarteheredado de nuestros mayores y la afirmaciónde la libertad y del servicio al público que nosestimula con su fidelidad.

A tales ilustres predecesores quiero rendirexpreso homenaje en la memoria de mi maes-tro en la vida y en la profesión y cuyo nombredistingue –en todos los sentidos de la expre-sión– el sillón académico que con honor y or-gullo vengo hoy públicamente a ocupar.

En momentos en que la pervivencia de mu-chas empresas periodísticas se halla amenaza-da por múltiples asechanzas, tenemos los hom-bres de prensa una misión portentosa: defen-der nuestras trincheras de soberanía interior,y oxigenar el clima que se respira junto a aque-llas rotativas que en la modernidad encuen-tran pretexto para olvidar el sentido social delas empresas periodísticas, la responsabilidad

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institucional de sus conductores y el riesgoaventurado y venturoso de sus propietarios.

¿Qué es un diario si no una empresa decultura? ¿Qué son las sociedades que lo sos-tienen sino instituciones de los pueblos que lasalientan con su apoyo? ¿Qué son nuestras co-lumnas si no herencia impresa desde el fondode la historia, cuando la palabra Nación era,entre nosotros, apenas un balbuceo?

Desde siempre hemos sabido que los dia-rios deben vivir del precio que pagan los lecto-res por sus ejemplares y los ingresos que deri-van de los mensajes publicitarios. La libertadde prensa se afirma en la independencia eco-nómica, y todo avance sobre tal independencia–provenga de donde provenga– pone en riesgoel derecho del pueblo a informarse a través demedios diferentes y diferenciados.

No es fácil interpretar la vida cada mañana.No es sencillo anticiparse al futuro, correr trasla primicia, imprimir o transmitir con técnicascada día más rápidamente renovadas, coinci-dir con el interés del público, servir a las insti-tuciones pero no a los gobiernos.

Epocas hubo en que el mayor riesgo para lalibertad de prensa provenía de los poderes delEstado. Otras, en que la especulación de cier-

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tos intereses particulares intentó anteponerseal bien común, con prácticas tantas veces de-nunciadas y hoy, por fortuna, abandonadas.

El desafío de los próximos años tal vez con-sista en mantener los medios libres del riesgode sí mismos. Que la independencia editorialno encuentre su mayor escollo en empresassometidas al solo parámetro del lucro, al capi-tal sin nombre o a los dictados de un mundoglobalizado y ajeno.

Advirtamos que la homogeneización de laopinión constituye uno de los mayores riesgospara las instituciones republicanas. Lo afirmael secreto instinto popular que desconfía de laconcentración de medios, rehúye las colum-nas enlatadas y no cree en la monopolizaciónde la verdad.

Con espíritu crítico y generoso, sólo dis-puestos a servir al interés general, los hombresde prensa debemos enfrentar el desafío del tiem-po por venir con la vocación intacta y unaacicateada pasión por el bien público. Nuestramayor esperanza estriba en saber que mien-tras las rotativas o las cámaras duermen, si esque alguna vez lo hacen, algún niño estarádeletreando las columnas de alguno de nues-tros diarios o balbuceando los títulos oralesque los medios audiovisuales ofrecen como ex-

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presión de una también apasionante forma dehacer periodismo.

Política y comunicación

No voy a anticipar ninguna novedad si digoque estamos en la era y en la sociedad de lainformación. Llego tarde a esta afirmación, alcontrario que Emile Zola, que a fines del sigloXIX anunció –un tanto prematuramente, quizá–que se estaba ya en la era de la información.

Cuando el poder de la palabra se extendióa la gente común, las sociedades se transfor-maron radicalmente. La información trajo elnacimiento de las sociedades modernas por-que la comunicación y la política se afectanrecíprocamente. No hubieran sido posibles lasdemocracias y las repúblicas como hoy se lasconcibe sin la invención de la imprenta.

Los nuevos medios de comunicación van amodelar necesariamente las formas políticasdel futuro. Si los gobiernos consiguen anteslos medios de comunicación –como sucedió enla Alemania nazi con la radio–, las formas po-líticas toman un cariz autoritario porque lacomunicación se articula de arriba hacia aba-jo. Por el contrario, si son los ciudadanos losque los alcanzan antes –como ocurrió en Polo-

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nia con los videocasetes– se observa la ten-dencia contraria: una corriente descentraliza-da que va desde abajo hacia arriba en el pro-ceso social.

En los países con comunicaciones altamen-te centralizadas, los cambios políticos son ne-cesariamente convulsivos porque no se operanlas microrrevoluciones de todos los días. Aque-llas que, gracias a la libertad y a los sistemasde comunicación, pueden influir en los gobier-nos con una retroalimentación vital para el fun-cionamiento de las instituciones.

¿Qué les pasó a Marcos en Filipinas y aCeaucescu en Rumania? ¿Qué ocurrió conMilosevic en Yugoslavia? ¿Qué le puede suce-der a Chávez en Venezuela?

Los líderes autoritarios deben prestar másatención a la opinión pública internacional por-que tener el control interno de los medios decomunicación ya no basta. Cada día más, loshechos políticos domésticos, por imperio de laglobalización en las comunicaciones, se pre-sentan en un escenario universal, que condenamás allá de las leyes totalitarias, las policíasbravas o los jefes de manzana.

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Información y conocimiento

No es fácil ser periodista hoy, ante el desa-fío acuciante de dotar de conocimiento y aunde sabiduría a la información.

Pese a las computadoras, los bancos dedatos y las máquinas que chequean la orto-grafía, es difícil para el periodista ser equili-brado y coherente frente al flujo incesante yaluvional de la información. Una solución par-cial sería reestructurar la organización de losdiarios para aplicar las nuevas tecnologías anuevos usos. El diario que cada uno de noso-tros recibe hoy bajo su puerta essustancialmente igual al que leíamos hace 25años. Sin embargo, su proceso de elaboraciónes diferente. Nada quedó: ni el plomo ni lasmatrices ni la estereotipia, ni las linotipos.Sobreviven, a duras penas, las rotativas, peroya están amenazadas por la aparición de lossistemas láser de impresión. Tenemos, comose ve, nuevas tecnologías al servicio de viejosusos. La revolución conceptual que el perio-dismo espera y necesita es permitir que lasnuevas tecnologías sirvan a nuevos usos.

Tal vez deban redefinirse los diarios y losmedios en general. La radio informa desde suinstantaneidad. La TV complementa con la ima-

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gen, que, por definición, no puede dar más queuna visión parcial de los hechos.

La televisión estimula la experiencia perso-nal. Sin embargo, nuestra comprensión por me-dio de la experiencia puede distar de ser com-pleta. Nuestro asentimiento a la existencia deuna cosa será real, lo que es diferente de laaprehensión de su esencia… Si me dicen queMartín García es una isla y navego a su alrede-dor, mi asentimiento se convierte en experien-cia. Pero asentimiento y experiencia no sonsiempre equivalentes de comprensión. La expe-riencia es siempre de cosas individuales. Lacomprensión y la sabiduría versan sobre lascausas y los universales. No podemos conside-rar a ninguno de nuestros sentidos como pro-ductor de sabiduría. Aunque ellos nos dan elconocimiento más cierto de los particulares, nonos dicen el porqué de cosa alguna.

Los asuntos políticos son complejos no sóloen sus relaciones horizontales con otros te-mas, sino también verticalmente en vincula-ción con sus propios antecedentes históricos.Además, los problemas políticos no constitu-yen, por lo general, historias bien acotadas,con comienzo, desarrollo y desenlace, sino rea-lidades en continuo devenir, lo que le agregaotro factor de complejidad.

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Para comprenderlos, se necesita algo másque la imagen proporcionada por la TV, másque la convicción moral y la participación emo-cional suscitadas por esa experiencia. Necesi-tamos la oportunidad de estudiar y reflexionarsobre tales asuntos complejos. Necesitamos darlugar al trabajo de la razón. Y para eso la pala-bra impresa es indispensable.

Hoy, en la era de la información electróni-ca, no basta la intuición en los editores. Serequiere de un código ético, un conjunto devalores, una amplia cultura general y la espe-cial habilidad de pensar lógicamente y con ra-pidez. El único modo que existe y existirá paradotar a los medios de credibilidad y penetra-ción es privilegiar, cada vez más, la calidadresponsable sobre la cantidad tumultuosa. Todoesto sin olvidar que la crisis de los diarios noes más que un aspecto de la revolución en losmedios cuyo destino final parece ser la fusiónde todos ellos.

La televisión, que nació como medio, ac-tualmente es fuente. Todos los periodistas mi-ramos televisión también para informarnos. Almismo tiempo, los productores de televisión ex-plotan ideas expresadas en las cartas de lecto-res de los diarios, y los lectores que las envíanlo hacen porque escucharon algo por radio oen el sermón dominical.

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Aún hoy, la iglesia católica y otras confesio-nes siguen constituyendo un formidable mediode comunicación. Todos los fines de semana,los sacerdotes repiten desde el púlpito, en mi-les de iglesias, los mismos conceptos alrededordel mundo. Tanto más se potencia la impor-tancia de la Iglesia como medio de comunica-ción cuanto más vedado está el acceso a losmedios ortodoxos. De allí, con su autoridadmoral, la importancia secular de la comunica-ción desde el púlpito.

Como se ve, la fusión de los medios derivanaturalmente de la interdependencia de todaslas ideologías y de todas las tecnologías.

Todos los medios de comunicación estánsufriendo una metamorfosis simultánea: paracomprenderla, debe ser tratada como un temaúnico y sólo puede promovérsela adecuadamen-te considerando las distintas tecnologías comoun solo arte, según ha dicho Negroponte.

Cada avance de la información siempre serábienvenido porque representa progreso políti-co, social y cultural. No olvidemos que la in-vención de la imprenta quebró el monopolioque los clérigos y otras elites tenían de la lec-tura y abrió el camino hacia la cultura populary la democracia. Alguien dijo que Gutenberghizo de todo el mundo un lector. Internet, de

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todo el mundo un editor, y Sony, de todo elmundo un actor.

Un cambio revolucionario

La sociedad entera atraviesa por una pro-funda crisis emocional que obedece a múltiplescausas, y en la que los periodistas –antes testi-gos y ahora protagonistas– tenemos una direc-ta responsabilidad. Parece que ya no nos resig-namos al rol de testigos, de espectadores privi-legiados de primera fila, sino que pretendemosusurpar el rol de protagonistas.

Los medios de comunicación se han con-vertido en elementos indispensables para nues-tra existencia. Todo cuanto ocurre en el mun-do, en cada rincón y a cada instante, llega anosotros en cuestión de minutos.

Nunca hemos tenido tanta información comola que los medios, y especialmente los electró-nicos, ponen a nuestra disposición. El lectorcontemporáneo de la edición dominical de ungran diario obtiene en un solo día más infor-mación que aquella a la que un europeo delsiglo XVII podía acceder en toda su vida.

Por el contrario, podríamos sostener queel atraso de ciertas sociedades deriva funda-mentalmente de la falta de actualización o

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directamente de la inexistencia de sistemasde información.

Pero, paradójicamente, nunca como ahorahemos tenido menor comprensión de lo quesucede.

Los antiguos podían emplear siglos en cons-truir catedrales porque tenían convicciones. Elhombre moderno, influido por los medios, apa-rece pletórico de opiniones y cada vez más des-pojado de convicciones.

Miremos a nuestro alrededor. Los diariosque comenzaron a fines del siglo XIX como em-presas de familia o de pequeños grupos, seconvirtieron pronto en sociedades anónimas queevolucionaron con el progreso técnico, alcan-zando altos niveles como medios de comunica-ción y expresiones de cultura popular.

En aras de la revolución electrónica, en losúltimos tiempos asistimos a la instalación demegaempresas que, con la irrupción de la mássofisticada tecnología, se transformaron enmultimedios sostenidos por grandes concentra-ciones de capital, con fines de lucro que tras-pasan las fronteras e ignoran muchas veces laidiosincrasia de cada pueblo. Así, hemos vistocómo la globalización mediática ha logrado enmuchas partes el efecto contrario y no deseado

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de exacerbar los nacionalismos y de fanatizarlas diferencias.

Vemos, cada vez con más sostenida frecuen-cia, cómo grupos financieros internacionalesestán dedicándose a la compra y venta de me-dios como si fueran meros fondos de comercio,con un único objetivo de rentabilidad, relegan-do la inspiración que había engendrado al pe-riodismo como empresa de cultura al serviciode la difusión del conocimiento.

Así, visto en perspectiva, ser periodista hoyes también, y sobre todo, ser protagonista deun cambio social.

En una economía basada en el conocimien-to, como todo lo confirma, la cuestión políticamás importante no será la distribución de lariqueza, sino la participación en la informacióny en el saber.

Estamos, pues, en los umbrales o, tal vez,protagonizando ya un cambio revolucionario.

La libertad y la justicia social dependerán,cada vez más, de la forma cómo afronte cadasociedad tres cuestiones fundamentales:

a) la educación, porque el analfabetismo fun-cional se define cada día con un más alto umbralde conocimientos generales y especializados;

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b) la tecnología de la información, que evo-luciona permanentemente y ha convertido alos medios en verdaderas industrias de capi-tal intensivo;

c) la libertad de expresión, que ya no serásolamente un ideal político. Será también unimperativo, una condición previa para la com-petencia económica.

Los incentivos comerciales y las tentacionesdel marketing harán que los medios electróni-cos existentes y los que estén por diseñarsedeban ser más incluyentes que excluyentes,porque cuantas más personas participen delsistema, más valioso será para todos.

Vale suponer, entonces, que podremos asis-tir a una curiosa alianza. A una coalición entrelos intelectuales y los dueños del poder econó-mico, todos interesados –aunque por distintosmotivos– en revolucionar los sistemas de infor-mación y educación.

Es evidente que la revolución está en mar-cha, no se la puede detener, y el viejo orden delas comunicaciones está al borde del colapsoporque, por primera vez en la historia, el valorinformación ha devenido el más importante enla sociedad. Esto, por supuesto, afecta nues-tras vidas. Los medios electrónicos aparecen

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como facilitadores de la existencia. Su carácterde servicio hace que nos abandonemos a susimplicidad con el peligro de que terminemosacomodándonos a esos medios en lugar de aco-modarlos a nuestras necesidades. Algo así comoel lecho de Procusto, el posadero mitológicoque tenía en su hostal un lecho de una medidaúnica. Si el huésped era bajo, le estiraba laspiernas para que lo ocupara por entero, pero siera alto, se las cortaba para hacerlo entrar, enlugar de adaptar el lecho a la medida del hués-ped. Este es el peligro que ya estamos viviendoante el desarrollo de las técnicas modernas dela comunicación.

La cuestión será siempre no tanto cómo ob-tener información, sino la correcta y adecuadainformación. El problema, cómo desechar la in-formación innecesaria o sobreabundante.

Las computadoras, desde hace ya tiempo,nos preservan de la información que no noshace falta mediante códigos y claves rígidas. Aveces se tiene la impresión de que todo está enla computadora y se tiende a mirarla comodotada de omnisciencia.

Claro que esta omnisciencia es limitada yse reduce al tipo de preguntas y respuestasque pueden hacerse a la computadora. Estotiende a la mutilación de los problemas que

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sólo son considerados por aquellas aristascomputadorizables. La realidad se ve limitadapor el repertorio de preguntas y respuestas. Lavida pasa a ser “exhaustible”, privada de lacondición de inagotable.

El mundo es lo contrario de un museo en elque todo ya está ahí, contado, clasificado, cris-talizado y aprisionado. El conocimiento es mu-cho más que el dominio de las fases operativasde cualquier aparato. Debemos, pues, advertir-nos contra la posibilidad de la degradación dela información. No debe servir para desteñir elafán de comprensión del hombre contemporá-neo ni contribuir a convertirlo en un bárbarolleno de noticias.

La prensa y la ética

Hay quienes hablan, en los últimos tiem-pos, de un Código de Etica y un tribunal paralos periodistas. Algunos creen que un Tribunalde Etica puede ser un freno o, por lo menos,un contrapeso para muchos abusos que se co-meten, especialmente en el periodismo televisivoo en el paraperiodismo.

Otros sospechan de una acción política ten-diente a desalentar o desprestigiar a los perio-

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distas que fastidian con sus revelaciones que,por supuesto, alguien previamente filtró.

Se ha dicho que un moralista es una perso-na que vive siempre alarmada. Pero tambiénlos amorales (ahora les gusta hacerse llamartransgresores) viven alterados, en permanentedenuncia de quienes se extrañan de sus extra-vagancias.

No es fácil ponerse de acuerdo acerca de loque resulta ético, ni en periodismo ni en nin-gún orden de la vida. Porque el hombre seencuentra, en verdad, a mitad de camino.

El hombre está hoy muy alejado de la gua-rida de la selva, con sus instintos innatos em-botados y con su libre voluntad no del tododesarrollada como para reemplazar a sus ins-tintos. Se está volviendo demasiado sabio comopara obedecer siempre a los instintos y al de-seo, y aún es demasiado débil como para im-ponerse siempre a sus dictados.

El hombre no se salva, como los animales,cumpliendo la ley de su propio ser, que es elinstinto. Un pez no trata de salir a tierra firme.Un hornero no intenta cavar una cueva. Uncocodrilo no nada en la Antártida.

Pero el hombre es capaz de cualquier de-satino. Por eso, sólo encuentra salvación cuan-

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do su propio ser vive en armonía con Dios, conla naturaleza y con los otros hombres. De locontrario, se condena a la anomia y la deses-peranza.

El único refugio para el hombre es respon-der a un código ético, que no tiene fuerza coer-citiva ni se dicta de una sola vez y para siem-pre. Se impone con la persuasión y la constan-cia en el deber, con la educación y el ejemplo,en todos los niveles de conducción: el familiar,el social y el político.

Nadie duda, sin embargo, que el hombrenecesita un código ético, como medio único paraun régimen enaltecedor de su existencia.

Pero si bien un código ético es indispensa-ble, imponer su cumplimiento por medio de untribunal, aun académico o profesional, puederesultar contraproducente en periodismo.

¿Qué haría más popular a un medio o aun periodista que la condena de un tribunalde ética?

Los quioscos recibirían avalanchas de pedi-dos o el rating se elevaría vertiginosamente a laespera de revelaciones aún más calientes.

Nada hace más atractivo a un asunto quesu prohibición. «No hagas esto», debe haber sidoel primer argumento publicitario de la historia.

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En toda publicación sana existe un códigode ética implícito, no escrito –a diferencia de loque ocurre en algunos medios de los EstadosUnidos–, pero que guía las conductas y lasplumas. Publicaciones sin tradición cultural co-rren el riesgo del extravío, pues la no sujecióna principios clásicos y elementales del perio-dismo las lleva inevitablemente al descrédito,como antesala de la desaparición.

Se oye criticar mucho a los medios que, porel afán de novedad que estimula sin cesar latelevisión, promueven a la categoría de comen-taristas y periodistas, por ejemplo, a persona-jes del mundo del espectáculo sin anteceden-tes ni cultura ni formación.

Así como las grandes democracias cultivanel cursus honorum para las funciones electi-vas, haciendo que el régimen representativosea una mezcla bien dosificada de carrera yelección, así también los medios deben pro-mover la formación responsable y la templan-za de sus periodistas en la escuela cotidianade la información.

Así podrán servir al público y a sus empre-sas, con exactitud, equilibrio, objetividad e im-parcialidad, lejos de la tentación malsana dellegar a conclusiones suficientes con elementosinsuficientes.

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Los directores de medios se justifican mu-chas veces apelando al utilitarismo del rating ola tirada. Al decir que dan al público lo que elpúblico desea, están confesando la limitaciónde su filosofía editorial y empresarial, que ig-nora el bien de la sociedad, la necesidad deinformar y formar, la responsabilidad que im-pone la libertad de que gozan.

Si la Constitución consagra el derecho deprensa como una libertad estratégica que elEstado no puede reglamentar, ¿con qué funda-mento podría cercenarse al público el derechode recibir toda la información? El público debedecidir lo que quiere y lo que no acepta.

El público, y solamente el público, puedehacerlo, pues constituye el motor fundamentalde la dinámica de la comunicación.

Todos los intentos destinados a recortar lafunción de la prensa se han estrellado siemprecontra el único tribunal competente para juz-garla, que es el constituido por los lectores, losescuchas y los televidentes. Porque el tribunalde la opinión pública a veces condena y a ve-ces absuelve, pero, muchas veces emite el mástemible de los veredictos: no interesa.

Cualquier otro control sobre los medios estádestinado al fracaso. Debemos, entonces, de-

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positar la confianza de nuestra propia libertaden la conciencia pública, porque las socieda-des tienen un mecanismo de equilibrio quepodríamos comparar con el biológico. Unahomeostasis, que es el estado ideal de armo-nía entre las distintas funciones de los orga-nismos vivos.

Las sociedades tienen también leyes natu-rales, no sólo las leyes escritas, que semejanla siembra desordenada de la naturaleza. An-tiguamente se usaba la palabra broadcastingpara las emisoras de radio. Broadcasting es eltrazo ancho de la mano del sembrador quearroja las semillas a la tierra, y este trazoancho esparce, por igual, toda clase de semi-llas, virus, gérmenes, insectos y alimañas. Enesta siembra negligente se encuentra la raízdel equilibrio ecológico.

La prensa necesita también un equilibrioecológico. La diversidad. Lo bueno y lo malo.El germen de la vida y la bacteria. Como lanaturaleza.

El mensaje personalizado

Hace ya unos años que he dejado de escu-char loas al diario personalizado. A principiosde los noventa se creía que se iba a poder

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enviar a la casa de cada lector un ejemplardiferenciado, con las secciones de su preferen-cia más desarrolladas y sin aquéllas que ac-tualmente algunos descartan.

Todos nos maravillábamos cuando oíamoshablar de esas perspectivas, pero nadie repara-ba, entonces, en el proceso de selección natu-ral, casi inconsciente, que cada uno de nosotrosdesarrolla al leer un diario. La lectura íntegrade un diario demandaría más de diez horas. Sinembargo, los lectores emplean media hora, diezminutos, el tiempo del que disponen.

Los avisos de colchones salen publicadostodos los días, pero uno sólo los ve aquellamañana en que se despierta sintiendo que unresorte de su viejo colchón lo está pinchando.Este proceso inconsciente del lector transfor-ma, de alguna manera, el diario universal enun diario personalizado que tardamos diez oquince minutos en leer. Un diario publica sóloun diez por ciento de la información que reci-be, a tal punto que puede ser definido por elmaterial que queda en el canasto del editor. Ellector sólo retiene el diez por ciento de la infor-mación que lee, con lo cual sólo tiene el cono-cimiento acabado del uno por ciento de la in-formación disponible. Estos son los mecanis-mos de defensa de la mente humana que las

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computadoras están tratando de desarrollar, loque constituye todo un desafío para los queconfiguran estas máquinas.

Por eso, podríamos aventurar que el diario,como medio de comunicación de masas, va amorir –si es que algún día muere– con muchamás lentitud que la televisión abierta, porquecontiene en su propia anatomía y en sufuncionalidad estos ingredientes de informaciónpersonalizada. Por el contrario, la televisiónabierta es mucho más vulnerable, porque enella no hay personalización: se recibe única-mente lo que se ha programado, y el receptorno tiene ninguna posibilidad de alterarlo.

La televisión, sin duda, estimula la expe-riencia personal, pero nos arroja al peligro dela simplificación excesiva de la realidad. Por supropia técnica, la televisión necesita imágenesy acción. Porque los hechos no suceden aquí yahora es que la televisión debe apelar a unaexperiencia fraguada, a la recreación de la rea-lidad. Cuando hay un choque de trenes, noestá el camarógrafo esperando que suceda: lle-ga una hora más tarde, les pregunta a los tes-tigos, procura darle dramatismo a la filmación.

Pero esta necesidad de dramatización vi-sual forma parte de la técnica de la televisión,es su elemento indispensable y constituye un

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enemigo solapado de la realidad. Podríamos de-cir que esta necesidad logística peca, en rigor,de una falta de lógica. El problema de la infor-mación en la televisión es que todavía no haterminado de definir su esencia, porque se rigepor las leyes del espectáculo, que son distintasde las del periodismo. Porque no difunde ideas,sino imágenes, como lo prueban los últimosnoticieros de cadenas reconocidas de televisión,que han llegado a hacer que sus presentadoraso presentadores se vayan desnudando a medi-da que nos cuentan coloquialmente las últimasnovedades. Doble develación, como se ve.

Información y espectáculo

Vamos a hacer una caricaturización paraexplicar mejor las diferencias entre el periodis-mo gráfico y el televisivo. Supongamos que apa-rece una rata en la redacción de un diario.¿Qué ocurre? Alguien la mata de un escobazo,y el editor llama al redactor y le encarga unanota de investigación.

¿Cuántas ratas hay en la ciudad? ¿Qué por-centaje por habitante? ¿Qué nuevos venenosse han descubierto? ¿El ultrasonido es eficazpara ahuyentarlas? ¿Cómo es en París? ¿Cómo,en San Pablo?

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Pero supongamos que otra rata llega a unset de televisión: inmediatamente aparece unmaquillador que la producirá para llevarla antelas cámaras. Enseguida se la recibirá con aplau-sos, con música de fondo de “Los ratones para-noicos”, le preguntarán con qué se ratonea, lapondrán en conexión con 92 canales de cabledel interior del país, ante el alborozo general yla aparición del marketinero de una fábrica dequesos para hacerle filmar una publicidad.

Esto es lo que pasa: allá, la información;aquí, el espectáculo.

Las cámaras de televisión se desplazan ensentido lineal. Cuanto más eficiente es uncamarógrafo, mayor desplazamiento horizon-tal tendrán las cámaras. Y este desplazamien-to lineal es paralelo a la atención lineal carac-terística de los niños, quienes nunca se detie-nen en algo, saltan constantemente de unasunto a otro. La atención analítica, que espropia de los adultos, y el análisis y la sínte-sis posterior derivan del texto escrito. Si acep-táramos esta premisa, tendríamos que con-cluir que la televisión debería revisar sus pro-pios códigos y mecanismos informativos paracontribuir mejor a brindar una imagenestructuralizada de la realidad.

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Es sabido que durante la Guerra del Golfodisminuyó dramáticamente el caudal de publi-cidad en los canales de los Estados Unidos.Algunos lo atribuyeron a la crisis económicadel momento, pero otros estudios demostraronque la gente era renuente a ver avisos de chi-cas bailando en bikini inmediatamente despuésde una acción de horror contra los kurdos o deun misil volando sobre Israel. Había, en reali-dad, en esta confrontación de una imagen se-guida sucesivamente de otra de tan opuestocariz, un atentado al pensamiento lógico. Porel momento, a los medios audiovisuales les vamuy bien y, como esto es así, parecen fascina-dos por su propia desventaja.

Los medios escritos luchan una batalla de-sigual, procurando que el espejismo no se con-vierta en la vida misma. McLuhan ha dicho:todo medio de expresión transforma la sensibi-lidad humana de manera subconsciente e im-previsible. La tecnología de comunicación deuna sociedad altera el sistema de sensibilidadhumana y, por lo tanto, la forma en que losindividuos perciben y explican el mundo.

Habrá, entonces, que resguardar el imperiode la lectura para equilibrar el peso de los queescuchan y ven con el de los que leen y pien-

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san. La modernización no busca sólo partida-rios también requiere de interlocutores.

El deber del periodista

La función esencial de los medios es la deinformar. Es decir, difundir las noticias que,cada vez en menor tiempo, dejarán de ser no-vedad. Pero, al mismo tiempo, deben ejercercontrol sobre los funcionarios, denunciar exce-sos, crear y orientar a la opinión pública.

Los medios operan en la función formativade la sociedad, transmitiendo valores cultura-les, caudal de conocimientos, pautas de con-ducta y, a la vez, los avances de la ciencia y latecnología. Satisfacen, asimismo, las necesida-des de distracción, evasión y diversión que tie-nen los seres humanos.

La prensa es, asimismo y de alguna mane-ra, el campo de batalla de todas las verdades.Sus actores, los periodistas, constituimos unatercera fuerza entre el gobierno y el ciudadano,entre las acciones de los políticos y la falta deactividad organizada por parte del pueblo.

Los periodistas creamos el lenguaje de lacomunicación. Pero esta fuerza sólo es signifi-cativa si es libre, independiente y responsable.

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El hombre de prensa debe moverse en unaespecie de tierra de nadie. Tiene que actuarentre la incomprensión de los gobiernos, la des-confianza de la oposición, la suspicacia de losavisadores, la incredulidad de los lectores y lasalternativas de la vida interior del medio enque se desempeña, que tanto hacen al capital,a veces desconocido, que lo gobierna como a laestructura que lo sostiene con su esfuerzo.

Debe moverse en esa tierra de nadie por-que su misión es, precisamente, constituir unafuerza de conexión entre gobernantes y gober-nados. Debe participar a los más de la infor-mación que poseen los menos, pero tambiéntiene que ilustrar a los menos con las opinio-nes de los más, de modo de asegurar el proce-so de retroalimentación indispensable para lavida republicana y representativa. Esa es sumisión esencial.

Esa misión impone, naturalmente, ciertosdeberes.

• Cada vez están resultando menos claroslos límites entre información y entretenimien-to. No debemos los periodistas ceder a la ten-tación de hacer un show para lucimiento per-sonal en cada intervención en un medioaudiovisual, o un ensayo pretensioso para quesea leído por nuestros colegas –y no por nues-

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tros lectores– cada vez que nos toca escribiruna columna. Las vedettes que llegan al perio-dismo desde el mundo del espectáculo parecenmás juiciosas, pues se esfuerzan en compren-der los códigos y valores del mundo de la pren-sa. En cambio, quienes hacen el camino inver-so, desde el periodismo hacia el mundo delespectáculo, suelen caer en tentaciones histé-ricas, dirigidas a lisonjear al gran público.

• Cada vez son menos claros, también, loslímites entre información y opinión. En todapublicación clásica se mantienen férreamenteestos límites, dejando la opinión del diario paralos editoriales, el parecer de sus periodistaspara las columnas de opinión firmadas, y vol-cando en las áreas de información las noticiasduras y sin comentarios, adjetivaciones nientrelíneas.

El periodista moderno suele sufrir, a cadarato, la tentación de hacer saber su opinión y,muchas veces, hasta se enfrasca en encarniza-das batallas con su entrevistado. El periodistadebe situarse en aquella tierra de nadie sintomar partido por ninguno de los puntos devista y debe limitarse a transcribirlos.

• Los estándares de calidad periodística seestán perdiendo. Se cuida poco el estilo en elperiodismo escrito, y en el audiovisual se culti-

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va la tendencia a los golpes de efecto. El mun-do es presentado frecuentemente sobre la basede estereotipos y lugares comunes, sin estable-cer distinciones que la inteligencia profesionaldebe subrayar. La misión fundamental del pe-riodista debe ser poner orden en el caos de lainformación y brindar al público una imagenestructuralizada de la realidad, un espejo de lavida misma y no un espejismo.

• Otra tendencia en auge en el periodismoactual es la inclinación al pesimismo. Todo estámal: la sociedad está descompuesta; los hom-bres públicos, corruptos, y el futuro no nospertenece. Es posible que tal tendencia dé al-gunos frutos inmediatos.

Pero si servimos en verdad a los lectores,debemos preservar la esperanza, destacandolos aspectos positivos de la vida en sociedad ypresentando los negativos sin una lupa que losagigante. El hombre de prensa tiene que de-nunciar el grano, pero no debe rascarlo paraque se infecte.

• Asistimos, con frecuencia, a una actitudde fascinación por lo perverso y lo patológico.Se presentan casos de excepción, que más co-rresponden a las páginas de un tratado de psi-quiatría, como si fueran normales en una so-ciedad. Se glorifica a los delincuentes, los in-

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morales, las personas con tacha y los ambien-tes del submundo. La prensa se regodea con eladulterio de tal princesa o el ambiente de lanocturnidad y la droga. A veces, algún mediose escandaliza falsamente con la misma infor-mación que explota. No existe mayor perver-sión profesional que fingir respetar globalmentelo que se viola en detalle.

• También se observa una habitual sobre-simplificación, presentando a los personajescomo héroes o villanos. Se olvida exhibir todaslas aristas de los problemas y se ignora que lasopiniones nunca pueden ser monolíticas. Seatribuye el carácter de enemigo al que piensadiferente y se discrimina a los poco privilegia-dos, haciendo escarnio de sus carencias o susdefectos.

• Hay una tendencia a trivializar lo impor-tante y hacer humor, muchas veces grosero yaun escatológico, a partir de personajes o su-cesos que deberían ser tomados con seriedad.No exculpa a sus cultores que algunos de losprotagonistas de la vida pública hayan sidocómplices de pantalla o esclavos de columnas.Suele ocurrir que a la burla orquestada le su-ceda un enfoque periodístico dramático. Loshechos se retratan en clave operística y semagnifican hasta convertirlos en el prenuncio

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de un nuevo diluvio universal. Sus conducto-res semejan catones, alarmados por todo e in-dignados por nada. La pantalla chica –valgaaquí un doble sentido inesperado– pasa de unhumor sin gracia a una seriedad cómica. Entrela befa y el escándalo, la nada.

• Los medios se han convertido en una suer-te de tribunales populares de justicia. Allí sepresenta el caso por la mañana, se lo juzga porla tarde y se lo sentencia por la noche. Hay unextraño sentido del puritanismo. Se escuchandistintas opiniones, y el medio y sus periodis-tas se reservan el rol de árbitros de la moral enla sociedad.

• Existe un vicio que consiste en focalizaren exceso los problemas y considerarlos inten-samente pero dentro de un corto lapso. Se olvi-dan, así, los términos de la natural evoluciónde cualquier historia, y se mira solamente elsuceso olvidando el proceso. Hay muchas cri-sis que duran solamente dos días, y el mundode la prensa se encuentra plagado de celebri-dades instantáneas, que llegan a las candilejassin ser nadie y desaparecen siendo tambiénnadie. En un mundo periodístico donde todoes considerado crítico, catastrófico o el sucesode la década, nada puede ser tomado con de-masiada seriedad.

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• La prensa es poderosa, pero no es el po-der ni puede aspirar al poder. La prensa puedeser considerada, hoy, parcialmente responsa-ble del escepticismo social. Demasiadas denun-cias que no se prueban, demasiados trascendi-dos que no se confirman, demasiadas revela-ciones calientes que se enfrían al primer con-tacto con la realidad, demasiadas primicias queno son ciertas, demasiadas historias del sigloque no llegan a la semana siguiente. Debemosasegurarnos de que las noticias sean ciertasconfirmándolas, por lo menos, en dos fuentes.Debemos tener la mente abierta para compren-der los procesos e insertar en su curso lossucesos que así van adquiriendo significado.Hay que exhibir un razonable reconocimientode los errores y tener la modestia de sentirseútiles pero no ideólogos, fiscales o cruzados deninguna causa. Debemos tener un umbral dedecencia, recordando que somos seres huma-nos antes que periodistas.

Conclusión

La crisis del periodismo no es más que unaexpresión de la más amplia crisis de las socie-dades modernas, desorientadas ante la pérdi-da de los valores de siempre, el triunfo de las

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opiniones sobre las convicciones y la acelera-ción de los tiempos históricos.

Habrá que mirar hacia el siglo XXI comoporvenir. Será incierto y dudoso, pero depende-rá en gran parte de nosotros y del uso quehagamos de nuestra libertad irrenunciable. De-bemos rendir culto a nuestra imaginación, peroapoyándola en la memoria individual y colecti-va, rescatando a la historia de su papel de granolvidada. Esa historia que nos enseña que elhombre ha tenido siempre escasos recursos parasus proyectos, y que hoy, acaso por primeravez, parece tener más técnicas que ilusiones,cayendo en la anomia y la desesperanza.

Rescatemos al siglo XXI, que ya transita-mos, como el territorio que habremos de sem-brar los periodistas con los ideales de siemprey los proyectos de hoy. Como el escenario de lavida fértil, con alguna capacidad de sacrificio yrenunciamiento y el grado de felicidad que pue-da darnos la íntima conciencia del deber socialplasmándose cada día.

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ÍNDICE

Presentación del doctor Escribano ..........................11

El periodismo como deber social ............................15

a- Política y comunicación......................................20

b- Información y conocimiento .............................. 22

c- Un cambio revolucionario ..................................26

d- La prensa y la ética .............................................31

e- El mensaje personalizado ...................................36

f- Información y espectáculo ..................................39

g- El deber del periodista ........................................42

h- Conclusión ..........................................................48

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Otras publicaciones de laAcademia Nacional de Periodismo

• Boletines Nº 1 a 10 (1997 a 2001).

• Presencia de José Hernández en el

periodismo argentino, por Enrique Mario

Mayochi, 1998.

• Guía histórica de los medios gráficos

argentinos en el siglo XIX, 1998.

• El otro Moreno, por Germán Sopeña,

2000.

• Orígenes periodísticos de la crítica de

arte, por Fermín Fèvre, 2001.

• Periodismo y empatía, por Ulises Barrera,

2001.

• Homenaje a Félix H. Laíño, 2001.

• Sarmiento y el periodismo, por Armando

Alonso Piñeiro, 2001.

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