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literatura por Argelia Gasca incitaciones para viajar al extranjero percepción de tres libros se ongma al aparecer el volumen en las librerías) la que lo vuelve interesante, la que lo hace merecedor del comentario. Porque a cualquiera le parecerá evidente que el tema (la anécdota, su desarrollo y los accidentes colindantes) es cltisme de todos conocido: llegó a ser asunto capital de miles de conversaciones durante por lo menos un año: ya nadie ignora lo que desde 1968 quiere decir Tlatelolco, todo mundo sabe que aquello ocurrió o tuvo su luctuoso o amargo desenlace en una noche, etc. Y etc. (Aunque no estaría por de más investigar lo que cada uno de los que escucharon tan interesante reseña logró in- tegrar en el campo vastísimo de su particu· lar imaginación: ¿cuántos cuerpos destroza- dos vio? , ¿cómo se representó la expresión de angustia que seguramente invadió los rostros de los miles de personas congrega- das allz'?) Y etc. Porque en verdad en verdad os digo que somos unos tremendos. amadores y, en consecuencia, somos también unos dulcísimos y morosos odiado· res. Como buenos mexicanos, nos sabemos de memoria el iris de emociones que se confabula entre los extremos de un sacro· santo péndulo sentimental: busca al objeto de tu amor y descubrirás a quién debes odiar. Pero si acaso te cuesta un poquitín de esfuerzo dar con él, no te preocupes: los diarios, los discursos de nuevo cuño, los recientes vaivenes de una política siempre sabia te lo señalarán, porque él es hijo de sus obras. ¿Verdad? Así, el libro de Elena Poniatowska se estructura a partir de una realidad sustancialmente emocional: no bus- ca despertar el análisis (imposible en un país que no sabe si vive o muere para echarnos a correr), no persigue dar a cono- cer o hacer visibles los resortes ocultos (un día, un periodista extranjero me preguntó: ¿viste los soldados heridos, los tocaste?), ni siquiera se interesa por ubicar el pavoro· so acontecimiento a la luz del espacio político: quiere provocar (provoca), insiste .. Elena Poniatowska: La noche de Tlatelolco, México, Era, 1971 # / _ 'hit¡; descontento sumo, único lugar del mundo donde la culpa da origen a la autocompla- cencia, sitio donde todo es posible, hasta la paz. y esto último no es mero regodeo gratuito y gozoso: a menos de tres años de distancia, hoy por hoy hacemos ya la cróni- ca de nuestro desengaño, colocamos en el marco de la Historia nuestra tragedia y nuestro crimen. Pero ello para alegrarnos, para tranquilizar a los demonios, para po- der decir aquí entre nos que México -des- pués de todo (yen el todo incluimos nuestros peores pecados pues no conoce- mos las virtudes)-, después de todo México es maravilloso, nuestro amado país, raíz y meta de nuestros esfuerzos unidos y aisla- dos. En torno a. Gracias a la acertada dirección de. Le cambiamos el nombre y borrón y cuenta nueva: México, después de todo, es habitable. y he aquí el primer libro: La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska.* Tal vez no sea el libro (ni su título) lo verdadera- mente sorpresivo. A uno le parece más fructífero observar a su público, a sus lectores. En realidad es esta relación (la que O UN LIBRO DE BUEN ODIAR (:LA NOCHE DE TLATELOLCO) ¿Cómo lo dinas, si sólo acuden la inexpre- siva anécdota y el adjetivo que mata? ¿Cómo podrás comunicar tu estupor o tu escepticismo o ese grotesco extrañamiento que maneja ahora todos tus actos? Piénsalo bien, aquilata el peso rotundo de la reali- dad: el paú progresa, el paú se abre, el paú reconoce sus viejas culpas y todos -jóvenes y viejos- trabajan con el paú, para el paú, por el paz's. Acepta: (no sales aún de tu perplejidad) crezas que la Historia suele elegir derroteros visibles, au- dibles, táctiles; tú crezas que la Historia es Revancha. Convéncete: la gente no oye, no ve, no toca. Ese Monstruo sólo piensa, sólo siente: los hechos son demasiado externos para ser vividos, los acontecimientos y las desgracias colectivas se acumulan en los archivos, son datos para la erudición, rasgos de una época, pormenores. Lo que importa es el aqu{ y el ahora. Como dice Aristóteles, cosa es verdadera: el mundo por dos cosas trabaja: la primera por aver mantenencia; la otra cosa era por averjuntamiento confenbra plazentera. Traduce los discursos, la tranquilidad de los rostros, el deseo de esforzarse: esa nueva y juvenil tenacidad, esa vieja y sólida creduli- dad. Acepta, convéncete, trabaja: presénta- te en la oficina muy temprano, elabora informes optimistas, piensa en el porvenir, piensa en tus hijos. No temas: tu libertad está asegurada. Pero no busques venganza: deja que los muertos entierren a sus muer- tos, deja que otro 2 de octubre borre la huella de aquel otro 2 de octubre. Porque ésta es la hora de soñar. Y mira: el paú entero sueña, y el pai"s entero es distinto. 1) EL MIEDO A LA LIBERTAD: Resulta harto difícil, por no decir que absurdo, llegar a dilucidar a través de sólo tres libros la paradoja de un país, sea éste un país vivo o un país muerto. 0, más barrocamente, un país paradójico: para nuestra atroz felicidad, México parece ha- ber conquistado para sí (más allá de su imagen, en su reiterada autonominación) la esencia misma de lo contradictorio. Y no porque el país (o su vida pública) se con- tradiga, supuesto que apenas establecería la flexibilidad de un lugar común. Sino por- que México es capaz de contradecir hasta la propia contradicción. México: tierra del

Porque a cualquiera le parecerá evidente incitaciones para ... · que el tema (la anécdota, su desarrollo y los accidentes colindantes) ... nuestros peores pecados pues no conoce

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literatura

por Argelia Gasca

incitaciones para viajaral extranjero

percepción de tres libros

se ongma al aparecer el volumen en laslibrerías) la que lo vuelve interesante, laque lo hace merecedor del comentario.Porque a cualquiera le parecerá evidenteque el tema (la anécdota, su desarrollo ylos accidentes colindantes) es cltisme detodos conocido: llegó a ser asunto capitalde miles de conversaciones durante por lomenos un año: ya nadie ignora lo quedesde 1968 quiere decir Tlatelolco, todomundo sabe que aquello ocurrió o tuvo suluctuoso o amargo desenlace en una noche,etc. Y etc. (Aunque no estaría por de másinvestigar lo que cada uno de los queescucharon tan interesante reseña logró in­tegrar en el campo vastísimo de su particu·lar imaginación: ¿cuántos cuerpos destroza­dos vio? , ¿cómo se representó la expresiónde angustia que seguramente invadió losrostros de los miles de personas congrega­das allz'?) Y etc. Porque en verdad enverdad os digo que somos unos tremendos.amadores y, en consecuencia, somostambién unos dulcísimos y morosos odiado·res. Como buenos mexicanos, nos sabemosde memoria el iris de emociones que seconfabula entre los extremos de un sacro·santo péndulo sentimental: busca al objetode tu amor y descubrirás a quién debesodiar. Pero si acaso te cuesta un poquitínde esfuerzo dar con él, no te preocupes: losdiarios, los discursos de nuevo cuño, losrecientes vaivenes de una política siempresabia te lo señalarán, porque él es hijo desus obras. ¿Verdad? Así, el libro de ElenaPoniatowska se estructura a partir de unarealidad sustancialmente emocional: no bus­ca despertar el análisis (imposible en unpaís que no sabe si vive o muere paraecharnos a correr), no persigue dar a cono­cer o hacer visibles los resortes ocultos (undía, un periodista extranjero me preguntó:¿viste los soldados heridos, los tocaste?),ni siquiera se interesa por ubicar el pavoro·so acontecimiento a la luz del espaciopolítico: quiere provocar (provoca), insiste

.. Elena Poniatowska: La noche de Tlatelolco,México, Era, 1971

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descontento sumo, único lugar del mundodonde la culpa da origen a la autocompla­cencia, sitio donde todo es posible, hasta lapaz. y esto último no es mero regodeogratuito y gozoso: a menos de tres años dedistancia, hoy por hoy hacemos ya la cróni­ca de nuestro desengaño, colocamos en elmarco de la Historia nuestra tragedia ynuestro crimen. Pero ello para alegrarnos,para tranquilizar a los demonios, para po­der decir aquí entre nos que México -des­pués de todo (yen el todo incluimosnuestros peores pecados pues no conoce­mos las virtudes)-, después de todo Méxicoes maravilloso, nuestro amado país, raíz ymeta de nuestros esfuerzos unidos y aisla­dos. En torno a. Gracias a la acertadadirección de. Le cambiamos el nombre yborrón y cuenta nueva: México, después detodo, es habitable.

y he aquí el primer libro: La noche deTlatelolco de Elena Poniatowska.* Tal vezno sea el libro (ni su título) lo verdadera­mente sorpresivo. A uno le parece másfructífero observar a su público, a suslectores. En realidad es esta relación (la que

O UN LIBRO DE BUEN ODIAR(:LA NOCHE DE TLATELOLCO)

¿Cómo lo dinas, si sólo acuden la inexpre­siva anécdota y el adjetivo que mata?¿Cómo podrás comunicar tu estupor o tuescepticismo o ese grotesco extrañamientoque maneja ahora todos tus actos? Piénsalobien, aquilata el peso rotundo de la reali­dad: el paú progresa, el paú se abre, elpaú reconoce sus viejas culpas y todos-jóvenes y viejos- trabajan con el paú,para el paú, por el paz's. Acepta: (no salesaún de tu perplejidad) tú crezas que laHistoria suele elegir derroteros visibles, au­dibles, táctiles; tú crezas que la Historia esRevancha. Convéncete: la gente no oye, nove, no toca. Ese Monstruo sólo piensa, sólosiente: los hechos son demasiado externospara ser vividos, los acontecimientos y lasdesgracias colectivas se acumulan en losarchivos, son datos para la erudición, rasgosde una época, pormenores. Lo que importaes el aqu{ y el ahora.

Como dice Aristóteles, cosa es verdadera:el mundo por dos cosas trabaja: la primerapor aver mantenencia; la otra cosa era poraver juntamiento confenbra plazentera.

Traduce los discursos, la tranquilidad de losrostros, el deseo de esforzarse: esa nueva yjuvenil tenacidad, esa vieja y sólida creduli­dad. Acepta, convéncete, trabaja: presénta­te en la oficina muy temprano, elaborainformes optimistas, piensa en el porvenir,piensa en tus hijos. No temas: tu libertadestá asegurada. Pero no busques venganza:deja que los muertos entierren a sus muer­tos, deja que otro 2 de octubre borre lahuella de aquel otro 2 de octubre. Porqueésta es la hora de soñar. Y mira: el paúentero sueña, y el pai"s entero es distinto.

1) EL MIEDO A LA LIBERTAD:

Resulta harto difícil, por no decir queabsurdo, llegar a dilucidar a través de sólotres libros la paradoja de un país, sea ésteun país vivo o un país muerto. 0, másbarrocamente, un país paradójico: paranuestra atroz felicidad, México parece ha­ber conquistado para sí (más allá de suimagen, en su reiterada autonominación) laesencia misma de lo contradictorio. Y noporque el país (o su vida pública) se con­tradiga, supuesto que apenas establecería laflexibilidad de un lugar común. Sino por­que México es capaz de contradecir hasta lapropia contradicción. México: tierra del

en enfurecer (enfurece), se desborda enminucias dolientes y dolorosas cercanas a laperversidad de una revista policiaca, concitaese entusiasmo alaraquiento y lacrimosoque a diario convoca la televisión: en senti­do inverso, pero también en los hogares.Hay parcialidad en este enfoque: La nochede T1atelolco, como la derrota del vascon·celismo, como la rabiosa inocuidad delPAN, como las falacias de la prensa, se havestido ya con ese resentimiento tan carac­terístico de las conversaciones de sobreme­sa: no es el libro de Elena Poniatowska(con sus madres atormentadas recorriendola ciudad, con sus hermanos airados endure­ciéndose, con sus estudiantes programáticosen acto de lucidez) el que produce laindignación: la satisface volviéndola cohe­rente y, por eso, la hace más llevadera, másparte de la costumbre y del olvido: la tornafatalidad, le da el nombre de tragedia. ¿Yqué otra cosa puede ser una demostracióntan extrema de autoritarismo'e indiferen­cia? La desazón de Edipo brota de unaseguridad: ni siquiera la ceguera pondrá fina su ignominia, ha quedado ciego y el coro(sus semejantes) sólo puede compadecerlo.Compadecimiento y canto de dolor (acom­pañamiento y catarsis) es lo único que enlas actuales circunstancias una periodistacomo Elena Poniatowska puede otorgar asus lectores. Lección de injusticia, invita­ción al lamento. Porque el país (la suma deseguridades y de asentimientos arrancadosal silencio) es, en su totalidad, culpable.Porque la oposición (y esto cualquiera quetenga padres que no son influyentes y queha vivido con ellos puede decirlo), la oposi­ción no se reduce a la enemistad de unasecta: encarna en la totalidad de la pobla­ción, no es ni de derecha ni de izquierda:es apolítica. Y éste es el crimen.

En fugaces instantes, en fragmentos depágina que sólo el buen lector llega a aislar,por el libro de Elena Poniatowska cruza ydesaparece velozmente el compromiso, undedo acusatorio: declara un oficial del ejér­cito vestido de civil y encamado en la cruzverde (pertenezco al Batallón Olimpia), de­clara el secretario de Gobernación... Es elmiedo a la libertad dudosamente concedida,el miedo del disidente a perder su empleo ydime qué puedes hacer si no tienes ni paracomer, la adecuación táctica que aún esperarescatar algo de la vieja democracia... Enel fondo es sólo la indignación, muy huma­na, muy lógica. y ha aparecido un libroque testimonia esa indignación. Y nadie loha prohibido. Y estoy aquí leyéndolo. Yodio, odio... al causante. Porque ahora,gracias a esa libertad (esa libertad que mehace temer) ya sé quién es el culpable. Y loodio. Y tal vez lo maldigo: ha llegado lahora de la reconstrucción, reconstruyamos.Mi conciencia está tranquila.

11) ¿AGUlLA O SOL?

Cuando llego a las letras fatales, la plumaretrocede: una prohibición implacable me

cierra el paso.

OCTAVIO PAZ

¿ y qué puedes decir tú? Detrás de esostrajes bien planchados, detrás de esos tz'tulos

pacientemente adquiriáos, no se esconde niuna mentira ni una necesidad. ¿Tú quépuedes decir? Tú vas a tu oficina. regresas,lees un libro, acaso lo meditas. comes,duermes: nada más. Como un accidentegramatical, como un verbo al que sólo lecambian el tiempo, tú estás aM, en el libropatrio: un nudo que por inercia aprietascada dÚl. Rescata: tu amigo z'ntimo te dijoel jueves pasado que él no )la a pasárselaesperando, no hizo una carrera porque sz',sus ideas no son fijas y no se puede ircontra la corriente. ¿Qué tienes tú contratodo? Contra todo. Todo se está esforzan­do. Todo desea el cambio radical de lasestructuras. Todo se autocritica. Todo tra­baja. Todo piensa. Todo lucha. Todo las 24horas de todo el dÚl. Claro que hay sujetosirresponsables, malos patriotas, hombres co­rruptos. Pero todo los liquidará. Todo estádecidido a todo... Pero tú. Tú te recono­ces negligente, meláncolico, tz'pico outsider.Nada de todo te interesa. En realidad nocrees. O mejor dicho: no entiendes: ¿cómoes posible? La historia es solamente undisco de larga duración?

-Se acabó la música: vuelve a poner eldisco.Pero entonces los hechos no se ordenancomo tu estás acostumbrado: la gente noestá cansada, es otra fiesta. Los asistentesse fueron a sus casas, se cambiaron de ropay ahz' los tienes de nuevo: relucientes, bienvestidos, felices.

-Pongan de nuevo el disco.y los asistentes bailan otra vez. Ah, lo quepasa contigo es que te aburres:

-Estás hastiado de la vida muchacho,los libros te han confundido.

Siempre es la misma fiesta, siempre son lasmismas cárceles, los mismos entusiasmos:idénticos delitos, idénticas palabras.

~¿No lo saMas?Ni siquiera Dios cambia. Cambia su nombresolamente.

O LA ADOLESCENCIA ES TIERRAARADA POR UNA IDEA FIJA

(:LOS DIAS y LOS AÑOS)

Daniel Cohn-Bendit ha dicho que todohombre mayor de 29 años es una porqueríao algo así por el estilo. Pero tamaña afirma­ción (no es fácil perdonársela, no es fácil)fue fácilmente desdeñada por la vieja guarodia ortodoxa: no expresa una ideologíasino un novedoso modo de filosofar, co­mentaron con sorna (y la cursiva es deellos). Casualmente, ese novedoso modo defilosofar suprime la capacidad demarcadorade las ideologías:

-No me importa tu origen social, chavo:me impresionan tus cuarentaitantos años.

-Estás frito, viejo, perdóname.Abierta declaración de fe que es impugnadamuy a la mexicana:

-Usted no es un universitario. Usted esun irresponsable. .

- A mí no me vas a enseñar, soy todoun abogado: córtate el pelo.La diferencia salta a la vista: ni Cohn-Ben­dit ni otros jóvenes en otros movimientosbuscan mostrar una actitud: no son ejem­plares sino renovadores. Basta con, observardetenidamente su ansiedad o su calera (va-ya usted a la Universidad e intente hablar 3en una de sus asambleas) para descubrir

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que las palabras no les interesan: les estor­ban. Su afán no es de definiciones (ustedterminará llorando y les confesará su fraca­so como profesionista), ni de actos nota­bles. Buzos de este mundo (que usted lesha heredado), parecen haber tocado fondoy se obstinan en caminar bajo. el peso delas aguas: son profundamente descriptivos.Ellos no están dispuestos a mentir ni adejarse engañar (como usted lo ha estadosiempre: ése es al fin su oficio). En ellos laspalabras del amor describen una fuertereacción sensorial ~xperimentada con otro(: espántese, espántese). Y lo demás es elmundo: publicidad, periodismo-vendida-de­prisa, concentraciones populares programa­das. (Pero lo que a usted le molesta es otracosa:) En su relación con el mundo, losnuevos iconoclastas luchan por imponer suspropias reglas. Lo cual equivale a decir quese empeñan en transformar al mundo. Loextraño (lo que a usted, desde su puesto demando, lo irrita) es que no son un partido,no son una organización, no son tampocouna secta: cuando una nueva sensibilidadirrumpe, manifiesta visos de abstracción pu­ra, se alía con los extremos y es incapaz dehablar: para hacerlo tendría que valerse deun lenguaje totalmente contaminado por supeor enemiga: la sensibilidad agónica queimpugna. Por eso, ellos nunca expresannada concreto (y usted se descorazona,pues usted sabe que todo lo concreto lodetenta usted): aluden, recortan, trazan losrasgos de una silueta que el día menospensado se habrá vuelto tan concreta comonuestra agresiva manera de mirarlos, deenfrentarlos (: oh, antes de que eso ocurrausted los reprimirá, usted tiene el Poder dehacerlo).

Pero toda la anterior caracterización sevolverá velozmente vacua si no se registrandistinciones. Hoy por hoy manejamos estosprecarios instrumentos analíticos (desdenta­dos y canibalescos), más no es lo mismo unchavo de la onda que un líder estudiantil.Vayamos, pues,

HACIA EL POEMA

Para nosotros (los que estamos más allá delos 30, amantes del fracaso como esplen­dor, de la disidencia como hábito, delpoema como una sed al margen), paranosotros la lucha de clases es una ley quese impone o fracasa, pero no reconocemosotra lucha. Divertidos, asistimos a un deplo­rable espectáculo: cuando de ese dogma sequisieron extraer consecuencias políticas seintegró la CTM, se hizo célebre un periódi­co como El Düz, los intelectuales asumieronlos puestos de mando. Ciertamente, se des­cubren matices, aclaraciones necesarias, es­fuerzos bien intencionados. Más ellas noconsiguen salvarnos de las dudas implícitasen la afirmación de Cohn·Bendit: nuestramoralidad se nutre de actitudes, se nutrecon definiciones: desbordantes niñerías enlas que privan las palabras. Las palabrasfácilmente ubicables: los yo, tú, él, tejedo-'res de tela de araña, pronombres armadosde uñas. Las palabras como escudo: lasdivinidades sin rostro, abstractas. El estarinmerso en el mundo dejándose arrastar porlo que se dice y lo que se piensa: El ynosotros, Nosotros y El: nadie y ninguno.

En cambio, un joven como Luis Gonzá·lez de Alba* (calladamente expatriado) en­cuentra el ámbito de otras aguas: Por todaspartes los solitarios forzados empiezan acrear las palabras del nuevo diálogo. Y él esuno de ellos. En ¿Aguila o sol? OctavioPaz descubrió hace más de veinte años laluz opaca de esta generación por lo prontomuda. No inexpresiva: muda. Su silencioforma parte de un programa: no pontificar(ni hacer uso de palabras así), no establecerfronteras, no cerrar el mundo. Podría afir­marse que en Los dzas y los años cuaja lavisión del poeta: Hablar por hablar, arran­car sones a la desesperada, escribir al dicta­do lo que dice el vuelo de la mosca,ennegrecer. Luis González de Alba quierecorrerse el riesgo de escribir una novelaúnicamente con lo que tiene a mano: "lamañana de las pláticas, el cuarto de baño,el agua tibia, (...) el color de tu pelo,(. ..) el rumor de miles y miles de pasos degente que avanza en silencio, las calles dedonde se ha ido la luz, la policía, elejército, el temor, los reglamentos, y sóloqueda el destello breve de la libertad queno conocíamos hasta que vivimos esos días,los regresos irreales por avenidas sin luz,por calles donde no existe el poder, ni laviolencia; ni los pistoleros (...), la sensa­ción de estarlo cambiando todo, de colabo­rar con alemanes, franceses, italianos, che·cos, argentinos, brasileños, uruguayos, yu­goslavos, chilenos, holandeses, japoneses,norteamericanos, polacos, para cambiarlotodo, ( ) los números rojos en el eleva-dor, ( ) el olor a sal, tus manos en mishombros " No se malinterprete: se tratade un libro de intención difícil. Quieretestimoniar: el autor se niega a ser sólotestigo. Quiere ser portador de una nuevaverdad: el pensamiento no acaba de nacer,

* Luis González de Alba: Los dios y los años,México,Era,l971.

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se diluye en inacabables discusiones, el au.tor balbucea su percepción. Así, en eldesorden fluido de la memoria, con el datoelemental de los hechos, es construida unanovela que es a su vez preámbulo:"pasadizo secreto que lleva a otra:: novela.La obsesión por un mundo distinto consi.gue introducirse y se extiende: ya no es unlibro, es un sueño, el sueño de la nuevasensibilidad.

Resulta obvio, la realidad por la que'Luis González de Alba lucha (por la quelucha en México toda una -generación) noes visible. Su perftl sólo se deja adivinar porel contraste: es hija de Tedevoro y Tevomi­to, descendiente de Tli y Mundoinmundo,respuesta a la Camaza, la Carroña y elEscarnio. La otra cara de la vida: ¿águila osol? La suerte está echada. La monedabailando en el aire su mortal danza, elapostador convencido: de cualquier modoél ganará. No porque no tenga nada queperder, sino porque lo perdió todo cuandose inició todo: en 1968. La contracrónicade Luis González de Alba halla útil recons­truir los hechos por vía de la interrogación:¿hicieron todo lo que podían hacer? , ¿sonsus errores remediables? El líder de unmovimiento estudiantil insólito para el país,un joven con menos de 29 años en sucurriculum y cerca de tres pasados ya enprisión, busca develar, valiéndose de supropia biografía, no el sendero sino lameta: "En México, después de ver, el lo.de mayo, los retratos de Días Ordaz quecuelgan desde las azoteas del DepartamentoCentral hasta el suelo, nadie puede imaginarun espectáculo semejante con otro rostroiY en nombre del socialismo! , sin sentir

escalofrío". Y a la discusión sucede elmonólogo áspero y desesperanzado: "¿Esta·remos condenados a ser perpetuamente pro·miscuos?" Y paralelos a la revisión minu­ciosa de cada circunstancia ("los primerosdías de la huelga..." / "en esos días quedó

integrada la representación de las escue­las..."), de cada humillación aumentandola ofensa de la cárcel ("En la pared deenfrente hay una mancha de sangre". "Enese momento ya se habían escuchado losprimeros disparos"), emergen dos senti­mientos luminosos: la soledad y el terror.Una conciencia se abre a la poesía y otromundo se cierra en la impudicia: 2 deoctubre vs el porvenir. Versus la otra carade la vida: ¿águila o sol?

En 1949, Octavio paz advertía: cuandola Historio despierta, la imagen se haceacto, acontece el poema: la poesza entra enacción. Libro no magnífico, sí dueño de unextraño esplendor, en Los dzas y los añosempieza a tomar cuerpo el plan político dela imaginación. paz concluye:

Merece lo que sueñas.

ID) LA VIDA EN MEXICO

El mexicano de hoy anhela ser con­temporáneo de todos los demáshombres del siglo XIX. Carlos Mon­siváis

Quizá nunca debiste haberte desacostum­brado.-Recuerda: tu padre votó siemprepor la oposición, pero en realidad le dabaigual: siempre ganó el candidato oficial. Tupadre anhelaba que alguno de sus hijosllegara a Presidente.

Quizá nunca debiste haberte desacos­tumbrado. Recuerda: tu adolescencia fueapolftica: lo contrario te habrfa parecidomercenario y corrupto (pero tú no sabiaspor qué). Por eso alguien pudo convencer­te: la poesza es para el pueblo. Y LópezMateos pasó a ser te.ma de tus conversacio­nes: tan fino él, tan emocional mano, tantrágico el compañero.

Quizá nunca debiste haberte desacos­tumbrado. El gobierno insinuó las asechan­zas de nuestra vecindad con el Tza Sam. ytodos tus cuates se hicieron populistas.Recuerda: uno de ellos narró sus experien­cias en un tremebundo poema sobre lasmaldades del Don Juan; otro comparó aMéxico con la Rusia zarista (se imaginabaque era la reiteración de Tolstoi) y dijo quenuestros campesinos eran unos mujiks (seimaginaba el alma reencarnada de Dosto­ievski): compró camisas de cuéllo redondoy botones al hombro y se fue al campo.

Quizá nunca debiste haberte desacos­tumbrado. México resonó en tus ozaos.México fue un llamado popular. México:quenas irte al extranjero para poder cons­truir la teona proletaria de la Revolución.Recuerda: te fascinaba Londres, y eras rz'gi­do.

En cambio ahora. .. Las obras maestrasya no te interesan. Ya no atacas a Cristo. Ycuando lees aquellos versos de Cavafis (ver­sión de Lawrence Du"ell traducida porAurora Bernárdez):

¿No comprendes _que al arruinar tu vida enteraen este sitio, la has malogradoen cualquier parte de este mundo? ,

piensas que Cavatis nunca se imaginó queun sitio como México pudiera existir.

INTERMEDIO: A LA MANERA DE ABELQUEZADA

Padre: ¿Qué quieres ser cuando seas gran­de, hijo?

Pepito (a los 13 años): ¿Yo? Idiota, papi.Padre: ¿Idiota? ¡Hijo, destruyes todas mis

ilusiones! ¿Por qué?Pepito: No te la jales, jefe. Quiero ser

como todos los idiotas que hay enMéxico. ¿No dices que don Carloses un idiota? Pues ya ves: ya llegóa diputado. ¿Ya don Fernando nole dices también idiota? Pues él yatiene su Mustang. Yo quiero sercomo cualquiera de ellos.

Padre (satisfecho): Muy bien, Pepito: yosabía que eras un muchacho muyinteligente.

DURANTE UNA ESTANCIA DE 33 AÑOSEN ESE PAIS

(:DIAS DE GUARDAR)

¿Qué es una crónica: qué quiere decir Dzasde guardar? * Y por extensión: ¿qué es uncronista: quién es Carlos Monsiváis? Seme­jante igualación lógica lleva implícito elriesgo de las generalizaciones: a nadie se leocurre imaginarse a Bernal Díaz del Castillocorriendo detrás de Cortés libreta de apun­tes en la diestra, aunque muy bien podríauno representarse a la Malinche posando(descocada) ante un prematuro fotógrafo.Pero deslindemos: ¿qué tiene que ver laConquista con Carlos Monsiváis?, ¿acasohalla asilo Cortés en Dzas de guardar? Larespuesta finca una unión del sí y del notan exageradamente bochornosa que por lopronto vale más postergarla.

Mientras tanto, atengámonos a los con-

ceptos. ¿Qué es una crónica? El maestrode primaria se precipita raudo con su defi­nición: una crónica es un pedazo vivo de laHistoria. Y el cuate aclara: más bien es unaépoca de la vida que está a punto deperderse irremediablemente. Más existencia­les, mucho más solemnes, sospechamos quenuestros cronistas conocían el juego quejugaban: viejos, generalmente en el exilio yen la miseria, su horizonte recuerda el delhombre que inicia un negocio y luego loabandona sin esperar a que llegue a ser eljugoso consorcio que los inversionistas ame­ricanos conseguirán levantar sobre las ceni­zas de sus sueños. Crónica: evocación. Cro­nista: reconstructor de lo que ya empieza aser Historia. Pero advirtamos: en México,cada día de nuestra vida ciudadana es His­toria. Así lo consagran los encabezados aocho columnas cotidianos: el ritual de lafrase presidencial, la sacralización de todoslos actos gubernamentales. La Historia esentonces mecánica: desconoce lo insólito ypor ello las escalas de valoración o lasorientaciones políticas. Cuando la orienta·ción es unívoca, el matiz es bizantinismoestéril, las escalas reptan en la horizontali­dad. Aquí emerge una dicotomía (una opa·sición no oficializada) obvia: los cronistashan escrito sus pesados volúmenes con afáninterpretativo: no se trata de narrar sino devolcar luz sobre los hechos. Un cronistasólo puede ser un disidente: la crónicapretende corregir la versión oficial. El cro­nista nunca puede ser partícipe: o evoca ose margina: se venga o abandona la fe. Loscruzados egresan de las agencias de publici­dad, de los estudios de la televisión, de laspublicaciones subsidiadas. El cronista sólopuede surgir del racionalismo, de la muertede los dioses, de la amargura. Carlos Monsi·váis es un periodista que rechaza, un escri-tor que 110 puede posponer sus resentimien­tos, un mexicano que se obstina en no 3serlo.

Ahora enfrentémonos a otra contradic­ción: en un país en donde todos los actosson de fe, la disidencia origina otra fe,paradójica y reconcentrada. Una fe fortaleci­da por su evidente debilidad: De aquí quela crónica pueda parecer la otra versión:Carlos Monsiváis y la Mafia, Carlos Monsi­váis es la Mafia. Pero los políticos mexica­nos carecen de verdadera formación: lacrónica no es un sectarismo. A esa falacia,argumentada por un supuesto democratis­mo polémico, responde la realidad. Casual­mente, la crónica nunca es rebatida: se leimpugna. La ausencia de argumentos conque gobierna todo autoritarismo puede em­pobrecer a la crónica, pues arrincona suanálisis a un único punto de vista, masciertamente no la invalida. Muy al contra­rio, la autentifica, la hace partícipe, laincluye en un contexto que ella, ya desuyo, rechazaba. La Historia se vuelve asíoposición: no se nutre del pasado, sino delfuturo; no espera corregir el presente: sim·plemente lo niega. No es difícil describir elcírculo fenoménico originado por esta cir­cunstancia: Carlos Monsiváis es resultadodel aislamiento (propuesto "desde arriba")que' soporta la Mafia, que a su vez esresultado del aislamiento que sufren todoslos escritores mexicanos, que a su vez es laesencia de toda literatura escrita en México,etcétera.

Pero no es tan sencillo. Como bien diceMonsiváis: "la Mafia no existe". Es unaentelequia de consumo doméstico, una mo­jonera. Pues la retórica repetitiva tiene unafe ciega en la abstracción (yen muchísimasotras cosas): no comprende el lenguaje.Obviedad: abolir el presente es asumirlo. Elcronista se impregna de su tiempo: nada enél, bebe de él, lo perfecciona. Paradoja: elcronista no piensa jamás en la Historia, suafán consiste en rescatar lo único que le"'leda del presente: un cronista siempre

escribe en pasado. De ahí el contrasentí"dode la crónica actual: nada tiene que resca·tar, todo está demasiado vivo todavía. Lo'cual conduce a otra paradoja: el escritorque escribe fuera del tiempo, para el brevesilencio que en México sigue a toda publi­cación, está condenado a la crónica: sutexto pertenece siempre al pasado. "Qué levamos a hacer": así es México. Un país endonde la literatura, si lo es, jamás perteneceal presente. Octavio Paz, Carlos Fuentes,Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, JoséEmilio Pacheco, José Agustín, GustavoSainz: todos ellos han hecho Historia pri­mero, después literatura. La Mafia: esacreación oficial, ese reducto, esa disidenciaforzosa en el país de la no-inteligencia.

Dlas de guardar: días en conserva, díasque ya están allá, ante los lectores azoradosde un siglo venidero. Carlos Monsiváis: cro­nista por amor a la literatura, cronista paradevolver el aislamiento que una constanciasemejante logra ganar en México, cronistapor haber cedido a la seducción de loslibros y descubrir luego perdida la fe. Disi­dente y amante de la disidencia: historiador'irremediable, inmaduro tenaz y confesoconvertido al humor. Es absurdo acumularasociaciones. Se ha dicho que Monsiváis hatenido el talento de provocar significacionesinsólitas en nuestro empobrecido lenguaje.Que al habla esclerótica de una falsa unidadnacional ha opuesto la ironía autodestructi­va y vivificadora: contra la solemnidad, lachunga, el relajo. En fin, se ha dicho que esun escritor. Pero en realidad -como lo hapuntualizado ya José Emilio Pacheco­Monsiváis e,<; una leyenda. El es la Mafia. Eles el silencio mordaz y la cultura en desor­den cristalizando en la caricatura despiada­da del mexicano hacendoso. El periodistaque arma su nota precisamente con susreticencias. El heterodoxo sumo. El repre­sentante plenipotenciario de ese otro poder

autoritario: la cultura nacional. CarlosMonsiváis: el cronista de nuevo estilo: elque opone su difícil frase (sintaxis articula­da con adjetivos cotidianos y vergonzosos,conceptuación sartriana disfrazada de des­madre) a la suave ironía comp-laciente dequien ya se ha ganado el nombre de unacalle antes de morir. Carlos Monsiváis: unesnob para unos, un chavo mafioso paraotros. En realidad, un escritor fabricado enduros años de trabajo penumbroso y entu·siasta. Carlos Monsiváis: el conocido narra·dar que publica su priiner libro en foOllatras diez años de fama. Carlos Monsiváis:s'urna de una simpática lucha librada contrael silencio., Porque, aunque sea difícil aceptarlo,Dz'as de guardar es sólo el resultado de 33años de estancia en ese curioso país que esMéxico. Estancia, no residencia. Provisiona·lidad, no decisión tomada. Sólo en semejan­te actitud resulta tolerable: la estancia pro·porciona la comprensión de los mitos y laindiferencia ante los hechos desnudos; laresidencia, en cambio, asimila, carcome,destruye. No es casual que en Dlas deguardar México sea un inmenso espectáculomerecedor de nuestra asistencia: los coloresdel México acogido en las páginas de Dz'asde guardar se parecen excesivamente a loscolores del México que toleramos cotidiana­mente, pero no son rígidos, no chillan, secomparan más fácilmente con los coloresde cualquier otro país. Dz'as de guardar oimágenes im-probables: logros, desgraciasirreversibles. Crónica entendida como análi­sis y recreación, Dlas de guardar está máscerca de nuestras posibilidades históricasque todo ese optimismo con el que, pé·treos, tratamos de olvidar la más evanescen·te de nuestras derrotas: no conocemos. Ypara construirla, Carlos Monsiváis no hahecho sino volcar sus referencias, le habastado con organizar su difícil escepticis­mo en un lenguaje fmcado en la base deuna deficiencia ancestral: en el colmo de laincomunicación, un violento barroquismoclarificador se anuncia súbitamente. La culotura como anacronismo le plantea al escri·tor la necesidad de un recurso estratégicopara sobrevivir en un mundo de pancartas yconcentraciones artificiales: al contemplarel auge de un renovado entusiasmo sexenalapoteótico, Carlos Monsiváis siente vergüen·za y se dispone a rescatar "una frase, queperteneció a Rubén Daría, y que OctavioPaz insertó en uno de sus poemas:

Saluda al sol, araña, no seas rencorosa".

IV) EPILOGO O INCITACION SUMA:

y un dla no se leerán más poemas enpúblico. y tú no tendrás que llevar elcabello largo o corto. Y se escribirán nove­las magnzficas sin relación alguna con lapolz'tica. Y verás todas las pel(culas extran­jeras que se hayan filmado ese año. Y notendrás que explicar lo que quisiste decircon esa metáfora. Y... Desengáñate hijomz'o: estarás viviendo en otro paú.

México, mayo, 1971.

*Carlos Monsiváis: Días de guardar, México,Era, 1971