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Poveda: Alfabetización
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DIMENSIONES DE LA ALFABETIZACIÓN
David Poveda
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación
Facultad de Psicología
Universidad Autónoma de Madrid
Campus de Cantoblanco
28049 Madrid
España
(Capítulo 3 revisado de la tesis doctoral: Un análisis etnográfico de la interacción en el aula en
relación con la alfabetización, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación,
Universidad Autónoma de Madrid, 2001.)
(Versión: Abril 2005)
Poveda: Alfabetización
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Un mot c’est quand je fais quelque chose.
Una palabra es cuando hago una cosa.
Definición de palabra proporcionada por una
niña de 5-6 años (en Gombert, 1992, p. 73)
INTRODUCCIÓN
En los capítulos anteriores se ha establecido el marco teórico y metodológico de esta
investigación. En este capítulo se van a explorar algunos rasgos y dimensiones del objeto de
estudio: la alfabetización. De lo expuesto en la discusión en torno a la etnografía de la
comunicación y las herramientas analíticas tratadas posteriormente se desprende que lo que
vamos a investigar son episodios de interacción y comunicación en los cuales las prácticas de
alfabetización desempeñan un papel relevante. Las características y posibilidades de estos
episodios forman parte de la unidad de análisis propuesta como evento de habla. Por tanto, se
puede deducir que el objetivo de esta investigación es examinar ciertos tipos de eventos de
habla vinculados con el lenguaje escrito (siendo lenguaje escrito un término que
examinaremos a lo largo del capítulo).
La investigación etnográfica educativa (e.g. Rockwell, 1991; Cazden, 1994) ya ha señalado las
especificidades de este tipo de eventos y ha propuesto una etiqueta para ellos: eventos de
alfabetización (literacy events). Igualmente, existen algunas definiciones de este constructo,
Anderson, Teale y Estrada (1980) definen un evento de alfabetización como: “(...) cualquier
secuencia de acción, que involucre una o más personas, en las que la producción y/o
comprensión de material impreso (print) desempeña un papel.” (p. 59). Por su parte, Heath
(1982a) define un evento de alfabetización como: “cualquier ocasión en la que material escrito
(a piece of writing) es integral a la naturaleza de la interacción y procesos interpretativos de
los participantes” (p. 93).
En apariencia estas definiciones son bastante sencillas y directas, sin embargo, entrañan una
serie de supuestos bastante elaborados que iremos descomprimiendo a lo largo de este
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capítulo. En otras palabras, podemos “problematizar” (Cazden, 1986) cada uno de los
términos clave de estas definiciones:
a) El primer término básico hace referencia a la delimitación del episodio social (secuencia
de acción, ocasión) el cual, entendido como tipo de evento de habla, comparte las virtudes y
problemas discutidos en la bibliografía (cf. Hudson, 1996; Duranti, 1997; Irvine, 1996) y que
por tanto no elaboraremos más.
b) El segundo concepto hace referencia al propio objeto lingüístico y los rasgos que debe de
tener para ser lectura o escritura (material impreso, material escrito). Se podría pensar que
esta delimitación es bastante directa ya que se ciñe a la presencia de objetos materiales (libros,
impresos, panfletos, documentos, etc.) en los que aparezca escritura convencional, pero lo
cierto es que, como iremos discutiendo a lo largo de este capítulo, la relación entre un material
escrito y un evento concreto puede estar mediada a múltiples niveles e incluso algo tan
aparente como la presencia física de escritura puede ser reexaminado.
c) Finalmente, la tercera idea hace referencia a la actividad de los propios participantes en
torno a este material (producción y/o comprensión, procesos interpretativos), que para la
psicología o cualquier perspectiva simbólica-cognitiva representa prácticamente el centro del
problema. En cualquier caso, aunque esta dimensión también se examina en mayor
profundidad a lo largo del capítulo, es importante señalar desde el comienzo por qué los
conocimientos e ideas previas de los participantes son fundamentales. Esta premisa se recoge
en la observación de Heath (1982a) cuando sugiere que la observación empírica muestra que
(el original en mayúsculas): “(...) hay más eventos de alfabetización que requieren el uso de
conocimientos y formas de uso apropiadas de ese evento de habla que ocasiones en las que
realmente se lea o escriba de modo extenso” (p. 94).
Para comprender mejor qué tipo de encuentros sociales es posible considerar eventos de
alfabetización presentaremos un ejemplo que para nuestros propósitos cuenta con dos tipos de
ventajas argumentativas. Primero, ha sido investigado y analizado en profundidad dentro de
un marco etnográfico. Segundo, las prácticas documentadas subvierten muchas de nuestras
creencias habituales y modelos implícitos sobre el acto de leer; pero precisamente porque nos
lleva a los márgenes de nuestras convicciones nos permite examinar con mayor claridad los
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límites de las definiciones propuestas. El evento de alfabetización a discutir lo compone un
juego conocido como steps (pasos) o Mississippi (un paso concreto) documentado por
Gilmore (1983, 1986, 1987).
Steps era un juego rítmico-musical profusamente practicado por niñas negras preadolescentes
en los años 70´ en Philadelphia. Las niñas jugaban en equipos, tanto en la calle con
compañeras del barrio como en el patio de la escuela, inventando nuevas canciones y rimas
que luego compartían con otros grupos o utilizaban para competir entre ellas. La estructura
básica del evento se compone de una serie de secuencias corales con palmadas y
versificaciones solitarias de niñas concretas. El estribillo lo forman variaciones de un deletreo
de la palabra Mississippi como (todas las traducciones de este evento son propias):
Ejemplo 1
a) M I SS I SS I PP I
Diciendo cada letra con palmadas en un ritmo marcado en las letras dobladas (escritas más próximas
entre sí).
b) M I crooked letter crooked letter (letra torcida) I crooked letter crooked letter I hump
back hump back (jorobado) I
Diciendo cada letra y secuencia de palabras. La S (letra torcida) y la P (jorobado) se cantan como
aparecen y se acompañan de un movimiento corporal que intenta emular la forma de la letra: la S con un
movimiento de caderas y brazos y la P con un salto de la chica encogida hacia delante.
La versificación la improvisa o reemula una niña solitaria a veces acompañada con respuestas
del grupo o con palmadas. En esta parte se producen todo tipo de variaciones que, como se
podría esperar, tratan temas controvertidos, por ejemplo:
Ejemplo 2
a) Hey (nombre niña), yo
You wanted on the phone
Who is it? Your nigger
I bet he wants my lips, my tits, my but, my smut
My CROOKED LETTER CROOKED LETTER
I
Hey (nombre niña), tú
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Al teléfono
¿Quién es? Tu negrata
Seguro que quiere mis labios, mis tetas, mi culo, mi chocho
Mi LETRA TORCIDA LETRA TORCIDA
I
Finalmente, como señala el propio Gilmore (1986), estas secuencias comienzan muchas veces
en un intercambio de desafío-actuación que guarda muchos parecidos estructurales (aunque en
una clave completamente diferente) con las iniciaciones-respuestas del aula1:
Ejemplo 3
a) grupo niñas (I): Hey, Wendy
Spell Mississippi. Spell Mississippi, right now!
niña elegida (R): gimme room/no sweat
grupo de niñas: Hey, Wendy
deletrea Mississippi ¡ahora mismo!
niña elegida: ‘aparta/sin problema’.
El examen de este juego como evento de alfabetización se puede realizar desde diferentes
perspectivas, cada una de las cuales desvela las implicaciones de las definiciones señaladas
anteriormente. En primer lugar, como observadores externos (con algún grado de
conocimiento técnico sobre el lenguaje y la enseñanza de la lecto-escritura), parece
incuestionable que este juego sólo es posible y tiene sentido dentro de una cultura alfabetizada
en la que existe un código escrito y una terminología metalingüística apropiada (palabra, letra,
deletrear, etc.) a los que las niñas pueden acudir. Además, desde esta misma perspectiva, el
juego parece utilizar recursos que son igualmente centrales en algunos métodos formales de
enseñanza de la lectura como la rima, la discriminación fonológica e incluso la utilización de
movimientos físicos concordantes con cada fonema-letra. Esto último no implica que las niñas
sean conscientes de esta relación o hayan adaptado estas estrategias, a las cuales están
expuestas en el aula, deliberadamente a los pasos.
Examinar la perspectiva de las niñas supone la segunda aproximación posible al evento.
Gilmore (1983) comprobó directamente si las niñas veían alguna relación entre su juego y la
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lectura-escritura convencional de las palabras que manejaban durante los pasos y encontró dos
aspectos relevantes. Primero, había diferencias de edad a la hora de establecer esta relación.
Así, las niñas más pequeñas no asociaban la letra torcida con la s de Mississippi mientras que
las niñas más mayores sí lo hacían y, además, consideraban (desafiando al propio Gilmore)
que podían hacer un baile con cualquier palabra/forma de letra. Segundo, tomar conciencia de
la relación paso-letra-palabra no implica ceñirse a esta relación. Así, si el paso lo requería (por
ajustarse al ritmo o la visión estética de la ejecutora) las letras de las palabras cantadas se
omitían, repetían o transponían libremente.
Finalmente, podemos examinar la visión de los participantes-receptores en el contexto más
amplio del evento en el que se desarrollaban los pasos, siendo en este caso la escuela el
sistema más importante para nuestros análisis. Gilmore (1983, 1986, 1987) señala que los
docentes del centro: a) como punto de partida consideraban que muchas de sus alumnas no
tenían algunas de las capacidades que vemos sí que despliegan en los pasos (como analizar
palabras, examinar rimas o construir narraciones coherentes); b) aunque fueran enfrentados
(por muestras y comentarios del investigador) a este evento no reconocían en él habilidades
relacionadas con la lecto-escritura; c) de hecho, examinando el contenido (escatológico o
sexual, especialmente el baile de la letra torcida), consideraban el juego muy inapropiado
para niñas de estas edades y llegaron a prohibir que se realizara en la escuela y el patio - por lo
que las niñas pasaron a practicar los pasos en secreto en los cuartos de baño. El único docente
que vio alguna potencialidad curricular en algunos de estos juegos fue una maestra de los
primeros cursos de primaria que adaptó para el aula algunas rimas de saltos a la comba
filtrando sustancialmente sólo aquellas que en forma y contenido eran apropiadas para la
clase.
En conclusión, si tomamos steps como evento de alfabetización nos encontramos con una
actividad en la que no se manipula material impreso físico convencional pero que, sin
embargo, entraña numerosas dimensiones contenidas en la propia definición de evento de
alfabetización. Primero, las relaciones con el material impreso se establecen a múltiples
niveles, tanto distales (en que sólo es posible en una cultura alfabetizada) como proximales
(por diferentes niñas y adultos en distintos momentos de la actividad), que pueden ser
examinados. Segundo, los diferentes participantes (incluyendo el analista) interpretan el
evento de diferente manera y se configuran unos con respecto a otros dentro de un sistema
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complejo que también puede ser desglosado. Finalmente, como práctica cultural se despliega
en episodios sociales delimitados en tiempo y espacio que contribuyen a construir el mosaico
cultural de estas niñas y comunidad (cf. Gilmore, 1983; Geertz, 1973).
Como se señaló en la presentación, eventos como los pasos representan casos marginales
dentro de la investigación educativa. Probablemente tampoco encajen bien dentro de nuestras
concepciones implícitas del proceso de alfabetización dominado por un modelo en el que los
adultos enseñan a los niños a leer y escribir para aproximarse a los usos adultos “oficiales” de
la lectura y escritura (literaria, periodística, técnica, burocrática)2. No obstante, es
precisamente esta marginalidad la que clarifica la naturaleza de los conceptos relacionados
con la alfabetización cuando estos se examinan en sus manifestaciones más convencionales
(como en esta investigación en el contexto de un aula de educación infantil). Por tanto, el
resto del capítulo se dedica a discutir el marco teórico y conceptual de algunas dimensiones de
la alfabetización. El siguiente epígrafe discute las bases de una concepción del lenguaje como
forma de acción - recogiendo explícitamente puntos señalados ya en capítulos anteriores.
Posteriormente, se señalan algunos aspectos relevantes sobre la polémica relación entre
oralidad-alfabetización (oral-literate continuum). Por último, se presenta un esquema de un
marco que intenta contrastar una visión psicolingüística evolutiva con las expectativas del
sistema escolar. En esta discusión del marco, paralelamente, se intentan presentar los rasgos
de algunos constructos útiles para entender estas relaciones en el tiempo. Finalmente, las
conclusiones intentan situar la exposición de este capítulo en el contexto de nuestra
investigación.
EL LENGUAJE Y LA ALFABETIZACIÓN COMO FORMAS DE ACCIÓN
Durante la primera mitad del siglo XX dos autores elaboraron sendas interpretaciones sobre el
papel del lenguaje en la construcción de la realidad y la influencia de ésta sobre el habla
misma que han tenido un impacto definitivo en el modo de entender estos problemas. Ludwig
Wittgenstein y Bronislaw Malinowski a lo largo de dos décadas trabajaron y modificaron
sucesivas veces, de modo radical en el caso del primero, un conjunto de propuestas básicas
sobre el lenguaje y el significado que en la actualidad se reconocen como precursoras de y
convergentes en el giro interpretativo que caracteriza a un número importante de corrientes en
las Ciencias Sociales contemporáneas (Duranti, 1997). Esta influencia es reconocida incluso
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por aquellos autores que cuestionan tanto la originalidad histórica como las conclusiones
finales de cada uno de los autores (Gellner, 1998). Por ello, vamos a señalar
esquemáticamente algunos aspectos de las ideas de estos autores a las que más se ha aludido e
intentar señalar el por qué de este uso.
A Malinowski se le considera uno de los padres de la antropología y los métodos etnográficos
gracias que fue el primer investigador que realizó su trabajo de campo conviviendo y
aprendiendo el idioma de las comunidades que estudiaba. Aprender el idioma permitió a
Malinowski participar en y escuchar las conversaciones cotidianas de la comunidad, lo cual
propició el posicionamiento epistémico que ha inmortalizado: “comprender el punto de vista
del nativo, sus relaciones con la vida, capturar su visión de su mundo” (Malinowski, 1922, p.
25, cursiva en el original). Igualmente, utilizar el lenguaje de la comunidad planteó dos
problemas básicos: por una parte, comprender el significado y uso de este lenguaje para, por
otra parte, proporcionar una traducción feaciente del significado y sentido de las expresiones
nativas. Estos problemas impulsaron a Malinowski a desarrollar a lo largo de su carrera una
teoría etnográfica del lenguaje, en la que destacan una serie de conceptos e ideas que han sido
fundamentales en las ciencias del lenguaje.
En primer lugar, propuso la noción de contexto de situación (Malinowski, 1964, p. 323) para
poner de manifiesto que el habla y el significado de las palabras no pueden ser entendidas sin
tener en consideración al menos dos aspectos. Por una parte, la actividad cultural general de la
comunidad que posee ese idioma - por tanto, los métodos utilizados para estudiar lenguas
vivas y lenguas muertas deben ser radicalmente diferentes. Por otra parte, que para entender
las palabras proferidas la constitución de los objetos, personas y actividades (al menos) en el
momento de habla “nunca puede(n) ser pasada(s) por alto como si no fuera(n) relevante(s)
para la expresión lingüística” (1964, p. 324). Así, ni las palabras, ni sus significados tienen
una existencia autosuficiente e independiente, sino que deben considerarse a partir de un
principio de relatividad simbólica (p. 327) en el que el significado sólo puede ser entendido
en relación con los mecanismos de referencia y estos mecanismos de referencia están
determinados culturalmente (y por tanto varían de comunidad a comunidad).
Estos supuestos sobre el significado están íntimamente ligados a la visión de Malinowski del
lenguaje como un modo de acción, proyección “(...) de las actividades humanas y como un
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modo de conducta humana en materias prácticas (...)” y “(...) no como un mero espejo de
pensamiento reflejado (...)” (1964, p. 330-331). Así, el lenguaje es un medio utilizado por los
seres humanos para la resolución de problemas, el mantenimiento de relaciones sociales o la
expresión de emociones. Todos estos usos tienen su origen en la acción e igualmente son
aprendidos mediante la acción. En su concepción original, tanto del contexto de situación
como del lenguaje como acción, Malinowski mantenía una división importante entre “pueblos
primitivos” y “pueblos civilizados” que en el caso del lenguaje se plasmaba en una
jerarquización de sus funciones. Así, el carácter de acción refleja los usos de pueblos
primitivos que carecen de un código escrito, mientras que en sus usos más elevados,
reflejados en la producción poética, literaria y científica escrita, el lenguaje sí se emplea para
estructurar y expresar pensamientos.
Esta división, reflejo de la ideología científica de la época, limitaba el uso estas funciones
avanzadas a las culturas civilizadas que han desarrollado un código escrito y han acumulado
textos escritos. Como consecuencia, el lenguaje se desliga del contexto de situación
estableciendo otros mecanismos de significación y permitiendo nuevas posibilidades
cognitivas (en el epígrafe siguiente se elabora algo más esta argumentación). En cualquier
caso, esta división implicaba que las funciones primitivas-iniciales estaban en la acción y por
tanto cualquier análisis del lenguaje que quiera dar cuenta de su origen y organización debe
considerar este aspecto. No obstante, Malinowski (1978), en escritos posteriores,
explícitamente se retracta de esta dicotomía y afirma que la función principal del lenguaje en
todas las culturas, incluidas las civilizadas, es pragmática y que incluso aquellos usos más
sofisticados relacionados con el lenguaje técnico y científico en última instancia tienen su
origen en la experiencia práctica. Este giro a una visión cuantitativa (cambios en grado y no en
cualidad) de las relaciones funcionales entre lenguaje y práctica también refleja el impulso
intelectual de la época en la que los fundamentos conceptuales de la pragmática
contemporánea se estaban asentando (ej: Escandell, 1996), aunque en este sentido la
contribución de Malinowski es menos reconocida e incluso cuestionada (Duranti, 1997; cf.
Gellner, 1998).
En cuanto a giro radical en su forma de pensamiento, tanto por el grado de cambio con
respecto a la postura anterior como por las implicaciones de las conclusiones finales, el autor
por excelencia es Wittgenstein. En la segunda parte de su pensamiento, plasmado en
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Investigaciones Filosóficas (1958), Wittgenstein planteó una serie de ideas en torno al
lenguaje que han tenido una influencia decisiva en la investigación social contemporánea.
Intentar sistematizar algunos conceptos de su obra es, en primer lugar, una tarea complicada
dado el estilo de escritura que caracteriza a sus trabajos y, en segundo lugar, paradójicamente
“anti-Wittgensteniano” ya que su propósito tácito era precisamente romper con algunas
convenciones del razonamiento filosófico. No obstante, aquí vamos a discutir brevemente dos
de los puntos más discutidos de su obra: la noción de juego de lenguaje y las consecuencias
que esto tiene para la teoría pragmática general.
Con juego de lenguaje Wittgenstein intenta proporcionar una herramienta de trabajo para dar
cuenta de la construcción del significado de las palabras, las diferencias interpretativas que se
pueden dar entre las personas y muy tácitamente una formulación sobre el contexto en el que
se adquiere el lenguaje. Como metáfora, entender el lenguaje como un juego señala que el
significado de una emisión sólo puede ser construido en relación a los movimientos anteriores
y posteriores que se producen en ese juego. Por tanto, utilizar competentemente el lenguaje
implica familiarizarse con el propósito y funcionamiento de aquellas situaciones prácticas en
las que utilizamos el lenguaje para realizar acciones. Así, al igual que en otros juegos, las
personas pueden ser más o menos competentes en ese juego o tener un cúmulo diverso de
experiencias previas (“modos de vida” sería la expresión de Wittgenstein) lo cual puede
resultar en diferencias interpretativas importantes.
Para la construcción de una teoría del significado esta noción tiene implicaciones importantes.
Frente a la postura defendida por autores como Austin o Searle (en Escandell, 1996; Duranti,
1997) preocupados por desarrollar un sistema capaz de reducir todos los usos del lenguaje a
un conjunto finito de acciones e incluso llegar a establecer una relación estable entre
enunciado gramatical e intencionalidad comunicativa (fuerza ilocutiva), Wittgenstein
abiertamente rechaza este objetivo como posible e incluso necesario para la construcción de
una teoría lingüística (la cual también definía laxamente). Sin embargo, Wittgenstein
proporciona un marco filosófico, desarrollado a partir de ejemplos inventados y valoraciones
intuitivas-introspectivas, que de quedarse en este plano no sería suficiente para desarrollar un
programa empírico centrado en el estudio del uso del lenguaje en contextos reales. Este
proyecto ha sido asumido por diferentes ramas de las Ciencias Sociales y en concreto desde la
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Antropología Lingüística ha derivado en dos líneas de investigación muy importantes para
nuestros propósitos
En primer lugar, ha llevado a trabajar desde la premisa de que todo proceso de construcción
de significado es de hecho un proceso de contextualización en el que el sentido de una
emisión verbal se obtiene en un proceso de relación entre esta emisión (evento focal) y un
campo de acción en el que esta emisión se inserta (Goodwin y Duranti, 1992). Por tanto, el
primer aspecto a destacar es que las características de ambos elementos (evento focal y campo
de acción) contribuyen al sentido final de cada uno de ellos y, por tanto, la misma
emisión/situación puede tener significados y consecuencias muy diferentes en distintos
episodios sociales. Además, cada uno de estos componentes tiene un carácter flexible que
puede integrar diversos aspectos del proceso comunicativo. Como señalan Goodwin y Duranti
(1992) se han considerado contexto aspectos tan diversos como: el escenario social y físico de
un episodio comunicativo, el ambiente conductual-no verbal desplegado por las participantes,
el habla (lo dicho antes y después del evento focal forman parte del contexto de éste), el
género discursivo desplegado o los factores extrasituacionales. El resultado de esta variedad
incide en lo expuesto anteriormente: es muy difícil asignar una características a priori y
estables a cualquier enunciado o lograr que este significado se base exclusivamente en las
intenciones o estados psicológicos del hablante.
Esta segunda limitación refleja un problema más sutil de las aproximaciones filosóficas
pragmáticas propuestas desde los actos de habla. La comprensión de la intencionalidad
comunicativa y el efecto social del habla en última instancia es posible (y refleja) gracias a la
existencia de unos supuestos sobre la persona, la construcción de la identidad y el modo en
que los seres humanos tratan las creencias y las intenciones. El trabajo analítico de los
filósofos se basa en ejemplos inventados y reflexiones introspectivas que luego pueden ser
contrastadas con otras compañeras de trabajo. Para que esto sea posible, como en todos los
casos, hay una serie de supuestos que deben quedar preestablecidos y fuera de
cuestionamiento a la hora de hacer el análisis. En el caso de la teoría de los actos de habla,
esto supuestos hacen referencia al dominio de la persona en los términos anteriormente
expuestos. El problema es que estos supuestos, para dar solidez a la teoría, normalmente se
toman como postulados universales sin considerar que pueden reflejar un conjunto de
creencias culturales compartidas sólo por el grupo sociocultural e intelectual al que pertenece
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12
el filósofo. Si es cierto que estos supuestos están culturalmente constreñidos, la teoría que se
construya sobre ellos debería experimentar las mismas limitaciones.
La autora que de modo más claro ha expuesto este problema, al enfrentarse a las discrepancias
empíricas y teóricas que comporta estudiar actos de habla en un contexto cultural diferente al
suyo, es Michelle Rosaldo (1982). Rosaldo, en su trabajo de campo con los Ilongot en
Filipinas, primero se encontró con las insuficiencias de las taxonomías propuestas por Searle
para posteriormente desentrañar que estas discrepancias partían de la definición de persona de
los Ilongot y su reflejo en actividades psicosociales como ordenar, prometer o mantener
relaciones simétricas (los componentes básicos de la teoría de actos de habla) - acciones que
discrepaban en su realización de lo que Rosaldo, a partir de su propio sistema cultural y
teórico, esperaba. En el corazón de esta discrepancia se encontraba un contraste entre la visión
que Rosaldo mantenía de un individuo estable en el tiempo y el espacio separable del resto de
los individuos y la visión sostenida por los Ilongot en la que ninguno de estos supuestos se
mantenía. En consecuencia, dado que “la acción es algo constituido por seres sociales que al
actuar implican su propia comprensión del mundo en el que viven” (1982, p. 227) deberíamos
siempre tener en cuenta que:
(...) la comprensión de la acción lingüística siempre, y necesariamente, demanda
mucho más que una explicación de los que los individuos intentan decir; porque, como
los Ilongot sostienen, la "fuerza" de los actos de habla depende de las cosas que los
participantes esperan; y estas expectativas, como nuestras comparaciones ponen de
manifiesto, son producto de determinadas formas socioculturales de ser. (Rosaldo,
1982, p. 229).
Como se señaló en la introducción de este epígrafe, Wittgenstein y Malinowski representan
los referentes clásicos de diversas corrientes de investigación social contemporánea. La
exposición de estos autores se ha centrado en las ideas propuestas por ellos a las que se alude
con más frecuencia y ha examinado brevemente algunas de las consecuencias teóricas y
metodológicas más inmediatas que han tenido. En la conclusión del epígrafe se enumeran
algunos autores que señalan explícitamente esta deuda intelectual, ya que el desarrollo
metodológico y teórico que comportan en la actualidad se han examinado en capítulos
anteriores. Sin embargo, antes de continuar con un nuevo punto es importante señalar la gran
Poveda: Alfabetización
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contribución de otro autor que, en un momento histórico y cultural muy diferente y desde una
perspectiva teórico-ideológica también diferente, ha desarrollado una aproximación en la cual
se presenta la alfabetización como forma de acción. Nos referimos a Paulo Freire.
Las propuestas presentadas hasta ahora responden a problemas de carácter epistémico-
ontológico en su sentido tradicional (relativamente "aséptico") y las implicaciones políticas
que pudieran tener no son directamente derivables - lo cual no quiere decir que no las tenga,
porque se ha discutido mucho y ampliamente sobre las consecuencias sociales y teóricas de
estos autores (pero precisamente el hecho de que no exista consenso pone de manifiesto que
este no es el aspecto más claramente elaborado en Wittgenstein o Malinowski). Frente a esto,
el primer objetivo de Freire era político (1990) centrado en transformar la realidad social y
combatir la injusticia social existente en las comunidades en las que trabajó. Propósito que
declaradamente se sitúa dentro una corriente teórica y política Marxista3.
La teoría pedagógica y sobre la alfabetización de Freire (Freire y Macedo, 1989) se basa en un
proceso de relación de los seres humanos con la realidad constituido históricamente tanto a
nivel sociohistórico (filogénetico) como individual (ontogenético):
(...) La transformación de la realidad objetiva (lo que yo llamo "escritura" de la
realidad) representa precisamente el punto de partida en que el animal que devino
humano comenzó a escribir historia. Todo comenzó cuando dichos animales
empezaron a emplear sus manos de otro modo. A medida que se producía esta
transformación, se constituía la conciencia de la realidad "palpada". Es precisamente
esta conciencia de la realidad, palpada y transformada, la que dio lugar a la conciencia
del yo.
Durante mucho tiempo, estos seres, que se estaban constituyendo a sí mismos,
escribían la realidad mucho más de la que la hablaban. Manipularon y cambiaron
directamente la realidad antes de hablar de ella. Sin embargo, tiempo después
comenzaron a hablar acerca de la realidad transformada. Y comenzaron a hablar de
esta transformación. Transcurrido otro largo período de tiempo, estos seres
comenzaron a registrar gráficamente lo dicho acerca de la transformación. Por este
motivo, siempre digo que antes de tratar de aprender a leer y escribir, los educandos
Poveda: Alfabetización
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necesitan leer y escribir la realidad. Necesitan comprender la realidad implícita en lo
que se dice acerca de ella. (...) (p. 67).
Así, leer para Freire es mucho más que decodificar, utilizar una tecnología o incluso
comprender (en el sentido técnico de este concepto desde el estudio de la comprensión de
textos, e.g. Graesser, Millis y Zwaan, 1997; Pressley y Afflerbach, 1995). El acto de lectura se
liga a un proceso de conciencia crítica reflejado en la máxima que permea toda su obra sobre
la alfabetización: “lectura de la palabra y lectura de la realidad”. Lo fundamental de este
proceso es que posibilita la aparición de dos procesos fundamentales en la relación educativa.
En primer lugar, la alfabetización en estos términos permite la toma de conciencia crítica
(concienciación - conscientizaçào) de uno mismo y el lugar que ocupa en el mundo social (en
el caso de Freire en su dimensión política y económica sobre todo) - desarrollo que en sus
implicaciones a la hora de constituir la relación educador-educando comparte muchos
aspectos con el giro reflexivo propuesto desde la etnografía contemporánea (Hammersley y
Atkinson, 1994). En segundo lugar, el acto de lectura y escritura es también un modo de
transformar la realidad como modo de “trabajo consciente y práctico” (Freire y Macedo, 1989,
p. 56).
Son bien conocidas las iniciativas desarrolladas por Freire en comunidades locales (indígenas
y obreras en Brasil y otras partes de Latinoamérica) e incluso programas gubernamentales
(Guinea-Bissau) en el campo de la alfabetización. Como ya hemos dicho, los objetivos de
Freire tenían un componente principalmente político y de transformación social, no obstante
las propuestas concretas metodológicas realizadas en sus programas (desarrollo de diarios,
historias locales orales, discusiones en grupo, etc.) han pasado a formar parte de la
metodología básica en el campo de la educación de adultos y muchas otras experiencias
curriculares, independientemente de que éstas se reconozcan tributarias o no de Freire o
compartan o no los mismos objetivos socio-políticos (e.g. Ramírez y Wertsch, 1996; Ross,
1998).
No obstante, hay un sentido mucho más cotidiano en el que las personas (y las niñas
aprendices) pueden descubrir y explotar las formas de acción que permite el discurso escrito.
Este proceso se refleja en el episodio descrito por una maestra de segundo durante la fase
inicial del trabajo de campo de esta investigación. En un recreo compartió con sus compañeras
Poveda: Alfabetización
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la presentación de un niño de su clase durante la ronda de esa mañana. El niño contó que
antes de venir a clase había ido al portal donde limpia su madre y se había encontrado una
nota que ponía “guarra, en 5 minutos no se puede limpiar el portal”, entonces la profesora le
preguntó al niño que había hecho después y éste respondió "le puse 'guarra será tu madre'”.
Este esqueleto narrativo, presentado así, nos introduce a un niño que a sus siete años
comienza a ser consciente de las posibilidades y relaciones que se establecen a través del
lenguaje escrito y está desarrollando la capacidad que le permite comprender y responder en el
mismo código los mensajes escritos que le incumben directamente. Elaborando más el relato,
introduciendo nuestros conocimientos tácitos sobre los “protagonistas tipo” de este episodio,
se nos presenta una realidad mucho más compleja: una madre que probablemente no haya
alcanzado un nivel de lecto-escritura muy elevado y se sienta ajena al formato del mensaje
escrito dirigido a ella y un niño aprendiz que probablemente leyera este mensaje lenta y
laboriosamente y que incluso lo contestara con el mismo esfuerzo (resultando en una grafía
infantil que probablemente sorprenda al destinatario final-autor del primer mensaje). Además,
el episodio en sí se ha convertido en un relato presentado y rememorado en otro
acontecimiento social, la ronda, importante en la institución escolar y que los receptores
(niños, maestra e investigador) han reconocido como significativo. Todo ello en torno a
menos de quince palabras escritas sobre un papel que seguramente terminó en la basura.
En conclusión, nos parece importante señalar la contribución de Paulo Freire en esta discusión
porque, aunque no sea una fuente frecuentemente citada en los estudios dentro de los que se
encuadra este trabajo, su obra proporciona un marco programático muy importante para la
investigación de la alfabetización y la valoración de los resultados del proceso. Igualmente, a
pesar de las diferencias epistémicas y ontológicas importantes entre el Marxismo y nuestro
marco etnográfico, muchos de los aspectos de la obra de Freire (como su insistencia en la
naturaleza constitutiva de la práctica y el lenguaje, la alfabetización como acción o la
reflexividad) mantienen una continuidad importante con lo expuesto hasta ahora.
En cualquier caso, estas propuestas "clásicas” dentro de las ciencias humanas son el
precedente inmediato y recurrente de la investigación contemporánea en la que se inserta este
trabajo y que toma como punto de partida la consideración del habla como forma de acción
(e.g. Goodwin, 1990; Duranti, 1997; Edwards, 1996b; Bruner, 1984; Burke, 1966; Hymes,
Poveda: Alfabetización
16
1974). Establecido este marco es posible desarrollar el siguiente punto de nuestra discusión
centrado en las relaciones entre oralidad-alfabetización.
COMPONENTES DE LA RELACIÓN ENTRE LENGUA HABLADA Y LENGUA ESCRITA
Existe un campo de investigación extraordinario e interdisciplinar, con aportaciones desde la
Psicología, Historia, Filología, Lingüística o Antropología, centrado en examinar las
relaciones entre la lengua oral, la escritura y el desarrollo, tanto cognitivo como social e
histórico. Dada la magnitud de esta bibliografía, aquí no vamos a intentar una revisión ni
siquiera panorámica del campo (para revisiones ver Olson, Torrance y Hildyard, 1985; Olson
y Torrance, 1991; Scribner y Cole; Gee, 1989a; Tannen, 1982). No obstante, esquematizando
los argumentos puede considerarse que existen dos posturas enfrentadas:
Un primer argumento ha venido a conocerse como la posición de la gran división (the great
divide) y sostiene, con todo tipo de matizaciones, que la aparición de un código escrito de
carácter alfabético, desarrollado en el mundo occidental en la Grecia Clásica, precipitó un
cambio en la manera de utilizar el lenguaje y el razonamiento humano que posibilitó la
aparición y desarrollo de la cultura racional, científica-tecnológica occidental que ha
continuado hasta nuestros días. Dentro de esta evolución histórica la aparición de la imprenta
es también un punto de inflexión importante, ya que hizo accesibles copias de los mismos
textos a un conjunto mucho más amplio de la población; lo cual favorecía (o incluso requería)
nuevos procedimientos de interpretación textual (Olson, 1977; 1994; Eisenstein, 1985).
Un segundo argumento cuestiona la postura anterior planteando una serie de objeciones. En
primer lugar, critica el carácter etnocéntrico y jerarquizante que puede suponer la postura
anterior (y del cual cada uno de sus defensores se desliga con mayor o menor claridad) ya que,
dado el papel atribuido a la alfabetización a nivel tanto individual como social, parece que las
culturas y los individuos pueden gradarse en función del tipo de tecnología escrita de la que
disponen y el uso que hacen de ella. En parte, la visión lineal del desarrollo histórico implícita
en la gran división ha experimentado las mismas objeciones y evolución que muchas de las
teorías sociales expuestas a la crítica relativista (Foley, 1997) y en sus versiones más
modernas (Olson, 1994) contextualiza mucho más sus argumentos. Sin embargo, la postura de
la gran división tácitamente también mantiene que la alfabetización es una capacidad unitaria
Poveda: Alfabetización
17
y global con implicaciones inherentes. Esta segunda premisa ha sido igualmente cuestionada y
ha precipitado el desarrollo de una nueva postura, conocida como Los nuevos estudios de la
alfabetización (The New Literacy Studies) que ven la alfabetización como una práctica social,
sometida a múltiples presiones, que puede adoptar múltiples formas y por tanto puede tener
consecuencias diversas (Street, 1993; 1997; The New London Group, 1996; Collins, 1995).
Las consecuencias prácticas de cada una de estas posturas, en cuanto a propuestas
pedagógicas, lecturas políticas o derivaciones teóricas, sin duda, son muy importantes. No
obstante, subyacente a este debate también hay una serie de cuestiones epistémicas reflejadas
en el formato lógico de los problemas que centran la discusión. El marco básico consiste en
intentar establecer relaciones entre fenómenos coexistentes y observables: el lenguaje escrito,
el lenguaje oral y determinadas formas de pensamiento. A partir de aquí desarrolla una serie
de argumentos causales o taxonómicos que son los que han provocado el enfrentamiento. La
postura más ortodoxa sostiene que: a) el lenguaje oral es sustancialmente diferente al lenguaje
escrito; b) el lenguaje escrito de carácter alfabético precipita formas de razonamiento
hipotético-deductivas imposibles de alcanzar sólo en una cultura oral. Para sus críticos, esta
formulación abre muchos interrogantes: ¿el leguaje oral y escrito son tan diferentes en todas
sus formas o sólo en algunos de sus usos?, ¿la alfabetización es la causa de estos cambios
cognitivos o influyen otros aspectos que casi siempre acompañan a la alfabetización?,
¿estamos tratando con co-ocurrencias o con condiciones suficientes-necesarias?, ¿qué nos dice
sobre esto la información transcultural, evolutiva y filológica disponible?. Como reacción a
estas objeciones, en muchos casos la propuesta más ortodoxa comienza a relativizarse. En este
proceso incorpora nuevos aspectos y contextualiza sus argumentos y se plantean nuevos
problemas; algunos de los cuales examinaremos aquí.
En concreto, en este epígrafe vamos discutir dos aspectos de este debate que son relevantes
para los propósitos de nuestra investigación. En primer lugar, se examinan algunas de las
consecuencias que tiene el lograr desglosar de la ecuación alfabetización y escolarización (ya
que históricamente casi siempre van ligadas pero podrían tener efectos diferenciales por
separado). En segundo lugar, se examinan las relaciones formales entre lengua oral y lengua
escrita pero a través del prisma de la discusión sobre el componente literario del lenguaje.
Este último ángulo de la discusión va a ser muy importante en la parte empírica de la
Poveda: Alfabetización
18
investigación y, además, propone una reformulación interesante del problema que ha recibido
un tratamiento menor en la bibliografía disponible.
Hasta comienzos de los años 70’ diversas investigaciones transculturales (basadas en la
comparación de diferentes grupos o subgrupos culturales) habían intentado analizar la
influencia que la alfabetización o la escolarización tenían en el desarrollo cognitivo. Los
resultados de estos trabajos tendían a corroborar la idea de que la alfabetización-
escolarización producía un cambio en las formas de razonamiento, favoreciendo la aparición
de nuevos modos de clasificación, razonamiento silogístico, argumentación verbal e incluso
análisis metalingüístico (Scribner y Cole, 1981; Cole, 1996). Por tanto, estas investigaciones
corroboraban (semi)-experimentalmente lo que historiadoras o filólogas partidarias de la gran
división habían inferido y postulado a partir de evidencias indirectas o reconstrucciones del
proceso dados determinados productos culturales. Sin embargo, estos trabajos compartían una
limitación importante desde el punto de vista metodológico que ejercía un peso crucial a la
hora de proporcionar una elaboración teórica de sus resultados. Dadas las comparaciones
realizadas entre grupos se producía una fusión de cambio tecnológico, implantación de la
escolarización general y aprendizaje de la lecto-escritura, ya que son tres procesos
normalmente ligados sociohistóricamente y que coexistían en los grupos estudiados. El
problema es que diferentes teorías atribuían un peso crucial a cada una de estas variables pero
resultaba imposible evaluar su efecto por separado por lo que a la hora de extraer conclusiones
el marco de partida ejercía un peso que no quedaba justificado a partir de los datos.
En este contexto, Scribner y Cole (1981) comenzaron en los años 70' una investigación que
tendría consecuencias muy importantes para estos debates y para la elaboración teórica
posterior sobre la alfabetización. Su trabajo consistió en estudiar estos supuestos efectos de la
alfabetización y la escolarización en los Vai, una comunidad residente en las costas de Liberia
en la que coexistían tres códigos escritos que se aprendían y utilizaban en contextos
diferentes: i) el vai escrito, que se aprendía en situaciones informales y se utilizaba con fines
privados; ii) el árabe escrito, que se aprendía en contextos religiosos formales y se utilizaba
principalmente con estos fines y; iii) el inglés escrito, que se aprendía en la escuela y se
utilizaba en todas las transacciones burocrático-oficiales. Además, distintos grupos de la
población Vai estaban familiarizados con uno o varios de estos códigos, lo que permitía
Poveda: Alfabetización
19
establecer múltiples comparaciones en las que las variables que hasta ahora siempre se
confundían podían desligarse. Por ello, Scriber y Cole (1981) podían afirmar que:
Desde un punto de vista teórico la existencia de una escritura vai (la cual nos dijeron
no se aprendía en la escuela sino en el hogar) proporcionaba una ocasión para resolver
algunas de las disputas académicas en torno a las consecuencias de la alfabetización.
Podíamos separar escolarización de alfabetización. Podíamos mirar el proceso de
aprendizaje de la lectura y la escritura en un contexto radicalmente diferente de todos
aquellos que habían proporcionado las bases para especular sobre los efectos de la
alfabetización (p. 15).
Los resultados de esta investigación de gran envergadura (en cuanto a los recursos, técnicas y
participantes movilizados) y metodológicamente diversa (utilizando cuestionarios-encuestas,
entrevistas experimentales, etnografía o análisis documental) pusieron de manifiesto que “la
alfabetización no-escolar practicada por los vai no tenía los mismos efectos cognitivos que la
escolarización de corte occidental” (p. 134), rechazando de modo contundente las hipótesis y
argumentos de corte global propuestos por los partidarios de la gran división. No obstante,
esta conclusión no equivalía a afirmar que la alfabetización, en cualquiera de sus tres formas
practicadas por los vai, no tenía ningún efecto en el desarrollo cognitivo de sus usuarios. De la
diversidad de tareas propuestas (varias para examinar cada dominio cognitivo), la diversidad
de condiciones en las que se realizaban y los diferentes grupos de sujetos que participan se
desprendían resultados diferenciales: algunas sub-medidas mostraban diferencias importantes
entre grupos y parecían vincularse a las variables hipotetizadas (formas de alfabetización,
escolarización o actividad económica) mientras que otras no parecían arrojar estos resultados.
Por ejemplo, en el caso de la capacidad metalingüística estar o no alfabetizado en la escritura
vai no producía diferencias a la hora de comprender la relación entre significado y
significante, comprender el concepto de palabra, resolver tareas de segmentación o resolver
silogismos lógicos. Sin embargo, a la hora de realizar juicios (y justificarlos) sobre la
gramaticalidad o adecuación sintáctica de diferentes oraciones los participantes vai
alfabetizados obtenían resultados consistentemente mejores que los no alfabetizados.
Estas discrepancias llevaron a los investigadores a modificar su estrategia de investigación y a
contextualizar mucho más las hipótesis y los efectos supuestamente producidos por las
Poveda: Alfabetización
20
variables estudiadas. El trabajo de campo comenzaba a mostrar que las capacidades medidas
que sí arrojaban resultados diferenciales ocupaban un lugar importante en las actividades
cotidianas de los vai en los dominios investigados (alfabetización y escolarización). En el caso
de nuestro ejemplo, los vai a la hora de escribir, leer e interpretar cartas al igual que cuando
enseñaban la escritura vai a otros aprendices dedicaban muchos intercambios a juzgar y
discutir si determinadas expresiones eran “vai correcto o estaban bien dichas” - que
básicamente representa la misma habilidad que se exigía a la hora de establecer juicios sobre
la gramaticalidad de las frases experimentales, por lo que no es sorprendente el resultado
diferencial. Por ello, en la segunda fase de la investigación Scriber y Cole comenzaron a
diseñar tareas derivadas de las observación de actividades de alfabetización cotidianas para
medir el efecto que podían tener sobre capacidades lingüísticas y cognitivas concretas la
práctica diferencial previa en ellas.
De modo más importante para nuestra discusión, el giro contextual-funcional en la
investigación de Scribner y Cole también comportó un cambio sustancial a la hora de
reflexionar sobre la alfabetización que, además, contribuyó a crear un nuevo lenguaje para
hablar del desarrollo cognitivo dentro de la Psicología. Para interpretar los resultados de su
investigación propusieron entender la alfabetización como una práctica, concepto que definen
como “una secuencia de actividades recurrentes y dirigidas a un fin, que utilizan una
tecnología y un sistema de conocimiento particulares” (p. 236) (como puede verse, este
concepto está relacionado con la noción de comunidad de práctica discutido en el primer
capítulo). Entender las consecuencias que tiene una práctica para el desarrollo humano
(cognitivo, lingüístico o motor, por ejemplo) implica considerar las tres dimensiones que las
forman: fin, conocimientos y tecnología, sin que sea adecuado derivar implicaciones
universales e inherentes de sólo una de las dimensiones (por ejemplo, que las características
de una escritura alfabética implica necesariamente consecuencias cognitivas que no son
posibles sin ella u otras escrituras no alfabéticas). En su estudio, dada las restricciones de uso
que tiene la escritura vai es comprensible que las consecuencias cognitivas y lingüísticas
también sean limitadas - complementariamente, Scribner y Cole especulan que dada la
complejidad y multifuncionalidad de la alfabetización en las escuelas occidentales de los
países industrializados es razonable que las consecuencias que ésta tiene sean más amplias.
Poveda: Alfabetización
21
Si mantenemos que la alfabetización es una práctica social, para los propósitos de nuestra
investigación la pregunta es ¿qué alfabetización se practica en las escuelas occidentales (y
españolas) contemporáneas?. Preguntarse esto ya no implica reflexionar sobre la
alfabetización en abstracto, ni contrastar las diversas alfabetizaciones en concreto, sino definir
y desentrañar el tipo de práctica que nos interesa: la alfabetización escolarizada (schooled
literacy), la cual reúne una serie de características o cuando menos puede ser investigada a
partir de estas tres dimensiones (fin, tecnología y conocimientos). Jenny Cook-Gumperz
(1988) analiza como a lo largo de los dos últimos siglos la escolarización, la alfabetización y
la inserción laboral-cívica se han ido ligando o desligando. Durante este periodo se han
podido observar tanto situaciones en las que el aprendizaje de la lectura se realizaba en la
familia como que en la escuela explícitamente se intentara evitar que ciertos alumnos y
alumnas adquirieran una alfabetización moderadamente sofisticada (ideología escolar que en
el caso de España se ha mantenido para las mujeres hasta épocas muy recientes; Flecha,
1989). Así, la fusión de escolarización y alfabetización en una sola ecuación y el desarrollo de
una ideología homogénea en torno a las implicaciones que conlleva no adquirir alguna de sus
partes es un fenómeno reciente, ligada a la convergencia en la escolarización de determinadas
formas de utilizar el lenguaje y la escritura y el desarrollo de unas expectativas
socioeconómicas específicas en torno a la educación. Es más, mientras que la descripción de
Cook-Gumperz capta bien la lógica en torno a la escuela y la alfabetización desarrollada hasta
el comienzo de los años ochenta, la rápida acumulación de cambios económicos, sociales,
tecnológicos y educativos que se han sucedido en las últimas dos décadas implica volver a
reanalizar las relaciones entre estos componentes (The New London Group, 1996).
La discusión precedente ha elaborado el primero de los puntos señalados para este epígrafe. El
segundo punto a discutir hace referencia a la relación entre lengua oral y lengua escrita a
través del prisma del lenguaje literario. El argumento de la gran división postula que hay una
serie de diferencias formales entre los textos escritos y los textos orales que comportan
diferentes conocimientos y procedimientos interpretativos. Para establecer estos contrastes es
necesario escoger tipos textuales, lo cual implica manejar diferentes géneros discursivos con
fines y características diferenciadas (siendo género discursivo una categoría compleja y
problemática que por el momento no examinaremos, ver Pujolar, 1999). El problema es que
esta lógica conlleva una serie de limitaciones: las diferencias encontradas pueden adscribirse
tanto al género discursivo como al código concreto (escrito-oral) y aunque las características
Poveda: Alfabetización
22
del género discursivo se vinculen al código utilizado este paso analítico añade un nuevo
problema argumental. El contraste más común, entre la conversación coloquial oral y el
ensayo técnico-expositivo escrito (e.g. Olson, 1977), muestra estos problemas claramente.
Ciertamente entre estos dos géneros hay grandes diferencias pero estas se mantendrían incluso
si se desarrollaran en el mismo código - por ejemplo, ente una conversación oral y una
conferencia oral o entre una intercambio epistolar/electrónico y un ensayo escrito. La contra-
réplica a este argumento es que ciertos géneros discursivos, como el ensayo técnico-
expositivo, (sean presentados en un instante concreto por escrito u oralmente) sólo han sido
posibles históricamente con la aparición de una escritura de corte alfabético.
Sin embargo, esta contra-réplica paradójicamente implica diversificar y contextualizar la
alfabetización para dar cuenta de las diferencias textuales entre géneros y las implicaciones
divergentes que conllevan - aproximación que defendemos aquí, se defiende desde la
definición de práctica y los nuevos estudios de la alfabetización pero que supuestamente es
antagónica a la visión de la gran división. Incluso, si queremos hacer un contraste entre
géneros discursivos, que en frecuencia e intuitivamente se asocian a uno u otro código y, por
tanto, podrían ser representativos de las prácticas necesarias para ser competente en cada uno
de los códigos, es necesario diversificar los géneros a contrastar y no limitarse a las categorías
conversación oral y ensayo expositivo (Chafe y Tannen, 1987). Es en este contexto donde el
examen del lenguaje literario se nos presenta como relevante. En nuestra cultura la literatura
se considera un género primordialmente escrito y en la escuela, donde ocupa un lugar
importante, es tanto una herramienta-proceso en el aprendizaje de la lecto-escritura como un
producto a ser manejado por las alumnas que ya han desarrollado esta capacidad.
La literatura, tal como se entiende mayoritariamente hoy en día en nuestra cultura, reúne los
atributos básicos de los textos escritos: permanencia física y mantenimiento en el tiempo,
transmisión intergeneracional y carácter acumulativo. Para los historiadores estaba claro que
para los textos literarios, excepto la permanencia física, estos rasgos no son incorporaciones
novedosas del código escrito; ya que numerosos textos se habían mantenido y transmitido de
modo oral durante generaciones e incluso muchos de los textos escritos fundamentales de
nuestra cultura (fragmentos de la Biblia, textos del mundo Clásico) muestran rasgos
estructurales que denotan su origen oral. No obstante, el problema más sutil era intentar
desentrañar cómo esta permanencia y transmisión en el tiempo era posible sin la ayuda de la
Poveda: Alfabetización
23
tecnología escrita. Es decir, qué especialización técnico-lingüística y cognitiva implica
manejar, recordar y transmitir el volumen de información lingüística que compone un relato o
poema épico. La primera respuesta a este problema apareció con los estudios clásicos de
Millman Parry y Albert Lord (e.g. Lord, 1982) que pusieron de manifiesto algunos de los
recursos retóricos y nemónicos que los bardos de Yugoslavia a comienzos de siglo utilizaban
para reconstruir y transmitir poemas orales tradicionales. Además, estos autores señalaron la
continuidad entre los recursos observados y las fórmulas que aparecen en textos clásicos
griegos como la Iliada o la Odisea.
Por otra parte, desde los años 70’ diversos entolingüístas trabajando en contextos no-
occidentales comenzaron a poner de manifiesto (y lograr que esto fuera aceptado
mayoritariamente en círculos académicos occidentales) la existencia de todo un conjunto de
actividades discursivas y textos que sólo podían ser comprendidos como literatura oral (e.g.
número monográfico de New Literary History; VVAA, 1977). Además, varios de estos
autores no sólo describían los recursos textuales y estructurales que caracterizaban a estos
productos sino que, inspirados por la etnografía de la comunicación, examinaban cómo esta
actividad literaria se insertaba en la vida social y el discurso cotidiano de la comunidad
investigada - en otras palabras, la literatura como una práctica social (ver Bauman and
Sherzer, 1989).
La convergencia de estas líneas de investigación y reflexión en torno a las diversas formas de
la literatura condujo a preguntarse qué características, si es que tiene algunas, daban una
especificidad al lenguaje literario - ya que éstas no parecen ser ni estar escrito, ni pertenecer a
una élite restringida. Una de las respuestas más influyentes durante la segunda mitad del siglo
XX a esta cuestión proviene de la discusión en torno a la función poética del lenguaje
elaborada por Roman Jakobson (1960, 1977). En términos técnicos “la función poética
proyecta el principio de la equivalencia del eje de selección al eje de combinación” (p. 364) o
en términos más mundanos la construcción de los mensajes primariamente poéticos se guía
por una serie de ecuaciones/reglas (fónicas, rítmicas, métricas, semánticas, etc.) que hace que
el mensaje, en el modelo comunicativo propuesto por Jakobson (1960, 1988), se oriente hacia
sí mismo. Esta orientación del mensaje caracteriza a una de las seis funciones del lenguaje que
discute Jakobson (referencial, emotiva, fática, conativa, metalingüística y poética). Además,
para Jakobson en todos los actos comunicativos están presentes estas funciones y lo que
Poveda: Alfabetización
24
caracteriza uno u otro acto es cual ocupa la función primaria. Así, en la literatura y la poesía la
función poética ocupa el lugar primario pero en numerosos actos comunicativos de la vida
cotidiana (rimas, eslogans, juegos de palabras, etc.) podemos observar aspectos literarios, en
los cuales la función poética ocuparía un lugar secundario pero importante a la hora de
entender el efecto de mensaje (Jakobson, 1988).
La premisa de que aspectos estilísticos-literarios permean el lenguaje cotidiano, en sus
géneros comunes como la conversación, la narración de experiencia personal o la disputa, ha
precipitado un número importante e interesante de investigaciones que han puesto de
manifiesto la presencia y funcionalidad comunicativa de recursos literarios como la rima, el
ritmo y la figuratividad en el habla de personas adultas (e.g. Polanyi, 1982) y niñas (e.g. Pérez,
1997). En el caso de los niños esta presencia ha sido especialmente resaltada ya que parecen
tener una visibilidad mayor y, además, se ha sugerido que pueden tener un papel en el
desarrollo de algunos aspectos del lenguaje (Cazden, 1977; Ely y McCabe, 1994). Sin
embargo, para el caso de la población infantil este tipo de propiedades se ha considerado
incidental; en palabras de Gombert (1992):
(...) las niñas pequeñas producen poesía accidental al ignorar las convenciones léxicas
como resultado de sus falta de control sobre el lenguaje, mientras que los poetas
deliberadamente van más allá del lenguaje estrictamente denotativo para llamar la
atención sobre las características de los referentes que quieren resaltar (p. 91).
Aparentemente, este rasgo inherente pero fortuito a la expresividad del lenguaje infantil
deslegitima la posibilidad de que el discurso infantil sea examinado en su dimensión literaria.
Sin embargo, el propio Jakobson (1960) señala cómo el carácter “casual” o “no casual" de un
enunciado con rasgos poéticos es irrelevante para su análisis como tal - sobre todo porque
frecuentemente reducir lo poético a lo “no casual” implica también juzgar su valor y este
componente valorativo (si es buena/mala poesía/literatura) es considerado por Jakobson ajeno
a la tarea descriptiva-analítica con la que debe estar comprometida la Lingüística. Valga como
ejemplo para ilustrar esto uno de los textos recogidos por Pérez (1997) - el cual presentamos y
dejamos que la lectora analice. Esto es lo que respondió Javier, un niño de cinco años, a la
pregunta ¿qué haces desde que te levantas hasta que te acuestas? - pregunta que, además,
Poveda: Alfabetización
25
precipita un tipo de narración, la narración cronológica, característica y exclusivamente
infantil (Peterson y McCabe, 1983; McCabe, 1997):
Ejemplo 4
((cada unidad tonal transcrita en una línea y cada bloque organizado en estrofas, a partir del análisis de Pérez,
1997))
1 Desayunar
2 vestirme
3 me lavo las manos
4 me lavo los dientes
5 hacer caca
6 Ir al colegio
7 mientras tocan la campana
8 y cuando tocan la campana entro
9 y cuando llega la señorita nos quitamos los abrigos
10 y luego nos sentamos en as sillas
11 y luego estudiamos
12 y después hacemos un dibujo
13 y luego le pintamos
14 Mientras entran los mayores salimos un poco al patio
15 y cuando entran los mayores nosotros salimos al patio
16 y cuando entramos del recreo a clase
17 estamos un poco dentro hasta que tengamos que salir a casa
18 Luego comer
19 voy con mi madre a por mi hermano
20 él come lo mismo que nosotros
21 luego ya juega con nosotros
22 esperamos un poco a que tengamos clase por la tarde
23 Salimos más pronto
24 merendamos
25 y después de merendar vemos La Cometa Blanca
26 luego vemos a Petete
Poveda: Alfabetización
26
27 No me ponen deberes
28 pero unas veces en casa tengo cuadernos y los hago
29 después jugar a pistoleros y a vaqueros con mis hermanos
30 esperamos un poco a que cenamos
31 después de cenar nos vamos a la cama
En cualquier caso, para el problema que nos concierne lo más relevante de esta discusión
sobre la función poética-literatura oral es que ha derivado en un marco de trabajo muy
importante para dos aspectos de esta investigación. Por una parte, esta a la base de una línea
de análisis narrativo: la etnopoética y el análisis de estrofas (para una síntesis ver Riessman,
1993), el cual será utilizado en diferentes partes de este trabajo. Por otra parte, ha
proporcionado un modo específico de tratar el problema de la oralidad-alfabetización. En
palabras de Richard Bauman (1986):
La contribución potencial de la etnografía de la literatura oral al estudio más amplio de
la oralidad y la alfabetización es bastante clara. Nuestras investigaciones no sólo
proporcionan información empírica sobre los usos artísticos del lenguaje oral -una
dimensión ausente de la mayoría de las exploraciones de corte lingüístico del
problema- sino que la perspectiva etnográfica demanda que las formas de arte verbal
de una sociedad sean comprendidas como parte de un sistema social y cultural más
amplio que organiza los usos sociales del lenguaje. Cuanto más descubramos sobre la
literatura oral en este marco de referencia más amplio, más sabremos sobre los usos de
la lengua oral en general. Ya, la etnografía de la literatura oral nos ha proporcionado
correctivos muy necesarios a algunas de las conclusiones a priori y sobregeneralizantes
que caracteriza a algunos trabajos recientes del campo (p. 9).
Igualmente, la discusión sobre la función poética del lenguaje y las relaciones entre habla
cotidiana y lenguaje literario han tenido cierta relevancia teórica y han ocupado un volumen
importante de discusión y bibliografía (e.g. Mounin, 1983; Sánchez, 1995). En España, este
problema ha recibido una atención relativamente temprana en la obra de Carlos Bousoño
(1976) y dado que sus propuestas no suelen ser vinculadas a los debates dominados por
autores anglosajones (o autores que sin ser anglosajones han logrado una influencia mediada
por la bibliografía en habla inglesa) parece importante señalar algunos aspectos claves de su
trabajo.
Poveda: Alfabetización
27
En la elaboración de su propia teoría poética, Bousoño sostiene que para que tomemos una
expresión como poética es preciso que, aunque sea momentáneamente “(...) suspendamos o
pongamos entre paréntesis la practicidad que es a lo real inherente, o sea, es preciso que la
contemplemos en sí misma, fuera o más allá de sus repercusiones efectivas en el mundo
efectivo.” (1976, p. 82). Al realizar este ejercicio es posible examinar el mensaje en su forma
y no en su función y así percibir el componente expresivo que este mensaje puede tener.
Cuando la expresividad del mensaje se basa en recursos léxicos y sintácticos (y aquí parece
que Bousoño, en un esfuerzo por acotar los efectos del mensaje verbal de la situación, relación
personal o conocimientos previos, restringe excesivamente lo que adscribe al componente
verbal) entonces el habla se puede considerar poética. En consecuencia “(...) lo poético del
poema es un grado, superior en principio, de la expresividad, que existe también, con idéntico
carácter, pero sólo potencialmente, en ciertos momentos del lenguaje ‘real’ ordinario” (p. 88).
Por tanto, convergiendo con Jakobson (aunque a partir de las referencias discutidas por
Bousoño parece que de modo independiente), Bousoño concluye que el lenguaje poético es
sólo una elaboración cuantitativa y específica de lo que ya está presente en el lenguaje
cotidiano - sea por escrito u oralmente. Además, Bousoño amplia este análisis a todos los
géneros literarios (cuento, novela, teatro) estableciendo que las diferencias y separaciones
entre éstos son meramente cuantitativas y se basan en la distribución diferencial de tres
elementos artísticos: a) los ingredientes narrativos y líricos; b) la protagonización de las
composiciones; c) el sistema de tensiones estéticas. Así, cada uno de los géneros literarios
prototípicamente reúne diferentes características. Por ejemplo, en el poema la subjetivación
del mundo tiene mucho más peso frente a la objetivación (en el espacio y el tiempo)
característica del relato narrativo. Igualmente, mientras que en la narración la voces se
desglosan en protagonistas, narrador y autor en la poesía el autor suele integrarse con el
protagonista poemático.
Elaborando desde nuestra perspectiva lo propuesto por Bousoño, los géneros literarios se
configuran como prácticas en las que un conjunto de herramientas y conocimientos se
distribuyen diferencialmente. El hecho de que normalmente se presenten en un código escrito
sólo implica dominar un componente técnico necesario pero no suficiente para poder
apropiarse y participar eficientemente en estas prácticas literarias. La operativización de este
Poveda: Alfabetización
28
proceso se plasma en el concepto de competencia literaria (Colomer, 1998), el cual mantiene
una continuidad directa con la noción de competencia comunicativa (Hymes, 1971) y será
desarrollado y examinado en la segunda parte de esta investigación.
La discusión de estos dos aspectos de los debates entre oralidad y alfabetización nos ha
llevado a presentar un conjunto de ideas y hallazgos complejos y diversos. Estos rasgos
corroboran la importancia y diversidad disciplinar que caracteriza a esta tradición de
investigación. Los aspectos tratados han sido seleccionados porque desempeñan un papel muy
importante en la fundamentación de las preguntas de investigación y los estudios revisados en
este trabajo. Por ahora, la síntesis más importante que debe extraerse es considerar la
caracterización del lenguaje oral y el lenguaje escrito en términos contextuales, a partir de una
serie de rasgos y consecuencias comúnmente presentes pero no intrínsecamente necesarias, y
cuyo alcance y relevancia se limita a los tipo de usos y situaciones (eventos de habla) en los
que aparecen. Desde una perspectiva educativa-evolutiva esta aproximación continua queda
sintetizada en la caracterización que hace Catherine Snow (1983) de la lengua escrita y la
lengua oral y que tomaremos como conclusión de este epígrafe. Para esta autora la
alfabetización y la lengua oral típicamente se distinguen por tomar valores diferentes a lo
largo de una serie de dimensiones continuas (aunque podemos encontrar múltiples contra-
ejemplos que reafirman el carácter continuo de estos factores):
a) Aprendizaje frente a enseñanza: mientras que la lengua oral parece aprenderse
incidentalmente, la lecto-escritura requiere una enseñanza explícita y deliberada.
b) Éxito universal frente a alto grado de fracaso: mientras que, en condiciones ampliamente
“normales”, todas las niñas aprenden a hablar un número importante de niños tiene
dificultades a la hora de aprender a leer y escribir.
c) Papel de la práctica en la adquisición de la habilidad: en la lectura y la escritura el grado de
ejercicio en las habilidades componente se vinculan directamente al rendimiento, sin embargo,
lo mismo no suele afirmarse de la lengua oral.
d) Imposiciones de las convenciones: en el lenguaje escrito las convenciones parecen
desempeñar un papel funcional más importante y, además, su transgresión se evalúa
Poveda: Alfabetización
29
negativamente. En la lengua oral las convenciones también desempeñan un papel importante
pero parecen tener mayor grado de libertad.
Las polarizaciones descritas en estas dimensiones parecen caracterizar bien a la alfabetización
escolarizada. Sin embargo, estos valores no parecen restringirse al código escrito, ya que
muchas de ellas podrían aplicarse al modo en que se utiliza la lengua oral en el contexto
escolar. Por tanto, podría parecer que nos encontramos en el mismo punto que comenzó esta
discusión: intentar esclarecer cómo se relacionan la lengua oral y la lengua escrita. No
obstante, hemos hecho un acotamiento importante ya que se trata de discutir esta relación pero
tal y como se concibe en el contexto escolar. Esta delimitación alude a cuestiones
fundamentales sobre cómo se planifica la enseñanza de la lectura y la escritura y se concibe
explícitamente la relación entre el discurso oral y el discurso escrito por los participantes y
observadores de la institución escolar. El siguiente epígrafe discute este contraste.
HABLA Y ALFABETIZACIÓN EN LA INSTITUCIÓN ESCOLAR
Comprender el proceso de aprendizaje de la lectura y escritura en la escuela e identificar
aquellos factores y actividades escolares y extra-escolares que inciden positivamente en el
proceso implica aceptar que:
(...) muchos factores que correlacionan con la lectura no logran explicarla, muchas
experiencias contribuyen al desarrollo de la lectura sin ser un prerrequisito de ésta y
que hay muchos prerrequisitos así que ninguno puede ser señalado en exclusiva y
considerado como suficiente (Snow, Burns y Griffin, 1998; p. vi).
Aunque estas premisas parezcan del todo razonables para un sector de la comunidad educativa
(padres, maestros e investigadores) preocupados con la enseñanza-aprendizaje de la lectura,
esta postura trastoca creencias previas muy importantes. La aceptación de estos postulados
conlleva concebir al alfabetización, en su dimensión psicológica, como un proceso
multidimensional y complejo. En términos educativos esto implica al menos dos medidas.
Primero, que la enseñanza de la lecto-escritura no puede reducirse a un conjunto discreto de
habilidades sobre las que concentrar todo el proceso de instrucción. Segundo, que a lo largo
de la escolarización las demandas y usos de la lecto-escritura van evolucionando, lo cual
Poveda: Alfabetización
30
incide en los factores psicológicos que son relevantes en cada momento (y el efecto
diferencial que experiencias previas pueden tener) (Jaeger, Treiman y Pressley, 1998).
Igualmente, estas premisas implican una serie de consideraciones epistemológicas-
argumentales sustanciales. Frente a la posibilidad de poder trabajar con una serie de
conexiones causales sencillas y lineales, la complejización de la lecto-escritura implica
considerar no sólo relaciones causales más complejas (mediadas), sino también relaciones de
carácter no causal que también proporcionan información importante. Estos últimos factores
son pertinentes si, por una parte, señalan componentes valiosos en la adquisición de esta
capacidad y, por otra parte, pueden ser objeto de instrucción y tener una influencia positiva en
el aprendizaje de la lecto-escritura. Además, incorporarlos (sobre todo a partir de la segunda
consideración) implica ampliar el lenguaje evolutivo utilizado en la enseñanza de la lecto-
escritura.
Con esto como punto de partida, en este epígrafe se van a desarrollar algunos aspectos que
justifican esta postura. En primer lugar, se presenta un modelo del desarrollo de la
alfabetización que logre incorporar las relaciones entre lengua oral-lengua escrita y
experiencia social. En segundo lugar, se discute cómo se inserta este modelo en las
expectativas que presenta la institución escolar en cuanto al aprendizaje y uso de la lecto-
escritura. Finalmente, se elaboran las implicaciones evolutivas y epistemológicas que tiene a
partir del contraste entre los constructos prerrequisito y preparación.
Sin duda existen varios modelos psicolingüísticos de la lecto-escritura (e.g. Jaeger, Treiman y
Pressley, 1998) los cuales no vamos a revisar aquí. Desde el punto de vista metodológico, una
línea de investigación se centra en el despliegue de procesos micro-cognitivos durante el acto
de lectura, para lo cual utilizan sobre todo materiales experimentales en el laboratorio. Otros
trabajos intentan identificar las capacidades cognitivas presentes y emergentes en el sujeto y
establecer el papel que tienen en la capacidad de lecto-escritura o su desarrollo posterior.
Estos últimos trabajos suelen tener un diseño longitudinal y varían en cuanto a su realización,
utilizando desde pruebas prediseñadas ejecutadas periódicamente a observación cualitativa
continua. Para los propósitos de este trabajo nos interesa más el segundo tipo de
aproximación, la cual esta a la base del modelo desarrollado por Snow y sus colaboradores
(Snow, 1991; de Temple y Beals, 1991; Dickinson y Smith, 1991; Dickinson y Tabors, 1991;
Snow et al., 1991; Beals y de Temple, 1993; Snow y Kurland, 1996) como parte del proyecto
Poveda: Alfabetización
31
“Estudio hogar-escuela sobre el desarrollo del lenguaje y la alfabetización” (Home-School
Study of Language and Literacy Development) y cuyas propuestas tomaremos como marco en
esta investigación. No obstante, según se exponga el modelo quedará claro que nuestra
investigación es sólo una pieza del mosaico que proponen y que, además, el macro-proyecto
de Snow y su equipo y este trabajo difieren en cuanto a las opciones metodológicas antes
señaladas.
El modelo desarrollado por Snow y colaboradores (Snow, 1991) se ha ido construyendo a
partir de una serie de consideraciones iniciales:
a) La investigación y el modelo se desarrollaron con el propósito de documentar aquellos
factores que contribuyen a la alfabetización de niñas de clase social baja. Estos factores se
encuentran tanto en la familia como en la escuela, por lo que ambos contextos deben ser
documentados.
b) Analíticamente, el modelo general postula una serie de conexiones entre formas de
interacción social, desarrollo de aspectos de la lengua oral y de éstos a logros en la
alfabetización. Sin embargo, no considera que haya un sólo camino de conexiones eficientes
entre estos tres aspectos, sino que la naturaleza de las experiencias facilitativas puede ser muy
diversa, producto de distintas formas de organización familiar, escolar y la interacción entre
ambos contextos.
c) Metodológicamente, han elaborado un diseño longitudinal de tal modo que puedan
documentar aspectos del desarrollo lingüístico, la interacción social y el aprendizaje de la
lecto-escritura de los niños (en torno a 80 participantes en la investigación) de los 3 años a en
torno a los 10 años.
d) Como se puede suponer, su modelo de alfabetización se basa en una visión
multidimensional y compleja en cuanto a factores predictores y facilitadores.
A partir de todas estas consideraciones, el objetivo de su investigación es lograr identificar
capacidades sociolingüísticas que comienzan a desarrollarse entre los 3 y 6 años y tienen un
efecto distintivo en el aprendizaje de la lectura y escritura en diferentes edades/cursos
Poveda: Alfabetización
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escolares. Específicamente, consideran que hay dos grupos de habilidades lingüísticas con una
influencia importante en el proceso y con efecto diferencial en diferentes edades. Por una
parte, hay un conjunto de habilidades sobre material impreso (print skills; conciencia
fonológica, decodificación o conocimiento de las letras) altamente relacionadas con el
aprendizaje de la lectura y escritura en los primeros cursos de escolarización. Por otra parte,
hay un conjunto de habilidades para usar el lenguaje descontextualizado cuya influencia
sobre el éxito en lecto-escritura será mayor según se avancen cursos y la comprensión sea un
objetivo de lectura más importante. Esquemáticamente, el modelo establece las relaciones
recogidas en la Figura 1 y plantea las siguientes hipótesis de investigación (Snow, 1991):
a) Los niños pre-escolares (al igual que los más mayores) mostrarán correlaciones altas entre
medidas que reflejen la capacidad para utilizar el lenguaje de modo descontextualizado y
correlaciones bajas entre medidas de lenguaje contextualizado y descontextualizado.
b) Diferentes experiencias sociales en casa y en la escuela se relacionarán con el uso del
lenguaje contextualizado y descontextualizado.
c) Las habilidades de alfabetización emergente (emergent literacy skills) relacionadas con el
uso de material impreso podrán predecirse a partir de experiencia con, exposición a y
enseñanza directa de material impreso pero no a partir del habilidades de lenguaje
descontextualizado.
d) Las habilidades preescolares con material impreso predecirán el rendimiento en lectura en
primer y segundo curso, pero no en tercero o cuarto curso cuando la comprensión es el factor
diferencial más importante.
e) Las habilidades de lenguaje descontextualizado a los 5-7 años estarán moderadamente
correlacionadas con a lectura en primer y segundo curso e incrementarán su relación con el
rendimiento lector según las alumnas vayan avanzando cursos y la comprensión sea el factor
determinante en la evaluación de lecto-escritura.
Poveda: Alfabetización
33
Figura 1: Modelo de las relaciones entre lenguaje y alfabetización (adaptado de Snow, 1991, p. 8)
EXPERIENCIAS
ESCOLARES A
LOS 3-6 AÑOS
HABILIDADES
DESARROLLADAS A
LOS 3-6 AÑOS
RENDIMIENTO ESCOLAR
Alfabetización: →→→→→→
Material impreso →→→→→→→→
Comprensión tácita de la
alfabetización →→→→→→→
Material impreso (conciencia
fonológica) →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→
Aprendizaje de la lectura en
primer curso
↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓
Instrucción y práctica en lecto-
escritura (varios cursos)
Conversación: →→→→→→→
Discurso extenso →→→→→→→→
Público desconocido →→→→
Lenguaje conversacional
Lenguaje
descontextualizado →→→→→→→→→→→→→→→→
↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓↓
Comprensión lectora en
Cuarto curso
Los resultados de investigación, tanto del propio equipo (ver referencias anteriores) como de
otros estudios (e.g. Speece et al; 1999), tienden a corroborar las hipótesis establecidas y el
marco general propuesto. En cualquier caso, lo que debe quedar manifiesto es que este modelo
hace una serie de predicciones y establece unas conexiones basándose en las expectativas
generales y el desarrollo del currículum de lectura y escritura en el contexto específico en que
trabajan - lo cual incluso dentro de la Psicología implica distanciarse de posturas en las que se
afirma que “todos los procesos de lecto-escritura se basan un conjunto reducido común de
capacidades psicológicas (universales)” (Oakhill y Beard, 1995, p. 70). Por tanto, las
formulación de cada una de las hipótesis debe matizarse a la luz de las variaciones en las
concreciones curriculares establecidas en cada contexto (desde el currículum nacional hasta el
proyecto de aula) - por ejemplo, en las escuelas de nuestro contexto más inmediato hay
partidarios tanto de adelantar el inicio de la enseñanza de lectura al último curso de educación
Poveda: Alfabetización
34
infantil como de retrasarla al segundo año de primaria, lo cual llevaría a una diferencia de dos
años en las predicciones longitudinales.
De modo más amplio, el modelo parte de una serie de supuestos culturales y educativos sobre
el papel que desempeña la alfabetización y la ideología que sustenta su enseñanza. Estos
supuestos no son ni investigados, ni elaborados en la propuesta de Snow y sus colaboradores y
parece quedar sobreentendido que, aunque ellas siempre concretan al caso de Estados Unidos,
son los que prevalecen en las escuelas occidentales contemporáneas de sociedades industriales
y postindustriales con sistemas educativos universales. Sin embargo, desde el punto de vista
histórico y transcultural pueden encontrase situaciones en las que el modelo quedara
completamente trastocado. Por ejemplo, en contextos donde el objetivo de lectura es la
memorización estricta (como es el caso de algunas escuelas coránicas) ni la comprensión, ni
las capacidades lingüísticas de descontextualización que la sustentan probablemente
desempeñen un papel relevante - que sí tendrían otras capacidades cognitivas. Igualmente,
donde uno de los objetivos más importantes es definir (constreñir) el marco de interpretación-
comprensión de textos antes de que cada lector pueda enfrentarse individualmente al texto
(como era el caso de la Teología Católica prerenacentista), probablemente encontrásemos una
inversión completa de la relación decodificación-comprensión.
No obstante, no es necesario remontarse tan lejos ni cronológicamente, ni culturalmente para
encontrar situaciones en las que se ponen de manifiesto estas interrelaciones entre las
expectativas curriculares en el sistema de educación formal y las expectativas de las diferentes
subcomunidades que participan en la escuela. El trabajo que mejor ilustra esto es el de Heath
(1982b) en tres comunidades de las Carolinas de Estados Unidos. En el caso de su estudio,
mientras que la escuela sostenía un modelo de lectura concordante con el esquema de Snow,
diferentes grupos de alumnos de diferentes comunidades podían enfrentarse con éxito al
primer paso pero fracasar en el segundo paso o estar preparados para el segundo paso pero
fracasar en el primero, por lo que ya quedaban relegados para cuando llegara el momento de
desplegar sus habilidades. Ambos resultados estaban ligados a las creencias sobre las formas
de utilizar el lenguaje en cada comunidad. Por tanto, a la luz de esta discusión, parece
relevante incorporar en el estudio del proceso de alfabetización, las expectativas, fines y
creencias de los participantes en torno a la lectura y escritura - objetivos que caracterizan a la
investigación etnográfica en general y que también son centrales en este trabajo.
Poveda: Alfabetización
35
Este giro tiene implicaciones importantes a la hora de concebir el modo de estudiar las
relaciones temporales entre fenómenos (el objetivo de los estudios evolutivos), lo cual se
refleja en el contraste entre los dos constructos anunciados al comienzo del epígrafe:
prerrequisito y preparación. La comparación de ambos descubre diferencias importantes entre
métodos y razonamientos de investigación que deben explicitarse.
Sebastián y Maldonado (1998, Maldonado y Sebastián, 1987) definen como prerrequisito del
aprendizaje de la lectura una capacidad cognitiva que en su desarrollo reúna las siguientes
condiciones: a) ser una adquisición relacionada teórica y directamente con el aprendizaje de la
lectura; b) ser una adquisición consolidada en los niños que saben leer correctamente y estar
relacionada con el nivel lector del niño; c) seguir un desarrollo predecible-tener una historia
evolutiva; d) no estar plenamente consolidada en las niñas que no han aprendido a leer
independientemente de su edad; e) ser susceptible de entrenamiento, es decir, si se aumenta el
nivel de desarrollo de esa capacidad debe aumentar el nivel lector del niño. Cuando una
capacidad reúne todas estas condiciones entonces se puede hablar de prerrequisito causal del
aprendizaje de la lectura. A la luz de sus trabajos y los de otros autores, Sebastián y
Maldonado concluyen que la capacidad de segmentación de palabras (que forma parte del
conjunto de habilidades con material impreso - print skills) reúne esta condición de
prerrequisito causal.
Esta lógica causal comporta, como puede inferirse, un conjunto de supuestos sobre el
desarrollo cognitivo y el aprendizaje - los cuales pueden hacerse extensibles a diferentes
dominios, como en el trabajo de Griffin, Case y Siegler (1994) donde se discute la “línea
mental numérica” como prerrequisito causal del aprendizaje de las matemáticas. Pero si
comparamos esta postura con la afirmación que abre este epígrafe vemos que se habla de
experiencias que contribuyen al aprendizaje de la lecto-escritura sin ser prerrequisitos y que
aún así deben ser tomadas en consideración Una manera de conceptualizar estas experiencias
es partir de las características de los prerrequisitos pero sin dar un carácter necesario a todas y
cada una de las premisas anteriormente expuestas. Desde esta alternativa, podemos tener una
capacidad que reúna varias pero no todas estas condiciones y aún así se considere relevante,
sabiendo que cuantas más condiciones reúna más peso tiene en el proceso. Es más, desde un
punto de vista estrictamente educativo las dos únicas condiciones prácticamente
Poveda: Alfabetización
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imprescindibles son: a) que esté teóricamente relacionada con la lecto-escritura y e) que sea
susceptible de entrenamiento (en términos prácticos, éstas son básicamente las dos únicas
premisas que necesita tomar como ciertas un docente para enseñar una capacidad: tener una
explicación-creencia sobre las relaciones entre fenómenos que está trabajando y saber o
pensar que su trabajo tiene un efecto sobre la habilidad).
Sin embargo, esta relajación de las condiciones puede implicar una serie de riesgos. En primer
lugar, como ocurre, que para diferentes conceptos (definidos a partir del número de
condiciones estipuladas) se utilice la misma etiqueta: prerrequisito; estrategia que, con
frecuencia, resulta confundente ya que habitualmente los autores no suelen explicitar la
definición que manejan. En segundo lugar, el dar un peso tan primordial a las relaciones
teóricas (al tomarla como una de las premisas imprescindibles) “abre la caja de pandora” ya
que las teorías pueden diferir sustancialmente en cuanto a lo que consideran importante, cómo
establecen relaciones e incluso cómo reúnen evidencias para sustentarse.
La incorporación de la noción de preparación intenta clarificar algunas de estas confusiones y
facilitar la identificación de posturas. Tal y como va a ser utilizada en este trabajo preparación
puede considerarse el homólogo etnográfico-interpretativo del prerrequisito experimental-
causal. Este giro tiene una serie de consecuencias importantes, de las cuales destacaremos dos.
En primera lugar, concebir una actividad-capacidad como una preparación sigue implicando
intentar establecer relaciones temporales entre prácticas tempranas y competencias en lecto-
escritura (o el dominio en cuestión) posteriores. Sin embargo, esta relación no es causal
necesaria, sino que da cuenta del valor de esta preparación temprana en la medida en que
implica capacidades importantes involucradas en la forma en que se ha concebido la lectura y
escritura posterior en un contexto concreto. Así, para Snow et al. y otros autores (Snow y
Kurland, 1996; Michaels, 1988) el ejercicio en el discurso extenso que los niños de cinco-seis
años pueden obtener en actividades como la asamblea en la escuela o las conversaciones
familiares en la cena en casa puede ser una preparación para la comprensión lectora que se
exige en la escuela a partir de los diez años. Pero, como hemos dicho, los objetivos de lectura
a estas edades podrían ser muy diferentes, lo que anularía o variaría el efecto de estas
experiencias previas - por el contrario, para enfrentarse a una escritura de corte alfabético es
imprescindible manejar las capacidades de segmentación que lo sustentan.
Poveda: Alfabetización
37
En segundo lugar, y esto implica un compromiso mayor con una postura interpretativa que no
es obligatoria para manejar el concepto, la noción de preparación incorpora una orientación
abiertamente teleológica: algunas actividades son preparación para capacidades posteriores
porque los participantes que las dirigen las consideran importantes para el desarrollo de estas
capacidades y, de hecho, diseñan y organizan estas actividades del modo en que lo hacen a
partir de esta creencias y propósitos. Además, examinar esta interrelación entre creencias y
actividad social ilumina de modo importante como definen los participantes en sí la
capacidad. Por ejemplo, en los trabajos de Michaels (1981, 1988, 1991) se pone de manifiesto
que el objetivo de sharing-time (similar a la asamablea escolar en España, analizado en la
segunda parte de este trabajo) es practicar determinadas formas de discurso, caracterizadas
por: a) nombrar y describir los objetos aunque estén a la vista; b) tener una base temporal y
espacial explícita; c) tener una estructura compacta con un tema principal fácilmente
identificable; d) explicitar léxicamente los cambios y vínculos temáticos para que estas
transiciones se consideren justificadas (Michaels, 1988, p. 120). Esto impone toda una serie
de constricciones al evento y la actividad de los niños (cuyos contrastes examinaremos
brevemente en la segunda parte del trabajo; ver Poveda, 2001) pero más importante para
nuestro argumento, estas constricciones y objetivos de la maestra están directamente
vinculados al progreso que se espera de los alumnos y de la actividad misma en años escolares
posteriores, los cuales se relacionan con el lenguaje escrito.
En conclusión, para comprender como se enseña y aprende la lecto-escritura necesitamos en,
primer lugar, un marco que de cuenta de la multidimensionalidad y variabilidad en el tiempo
del proceso de alfabetización y, en segundo lugar, establecer los términos en que se va a
explorar este proceso. El objetivo de este epígrafe ha sido intentar esclarecer estas dos
cuestiones.
CONCLUSIONES
Este capítulo ha abordado un abanico de temas bastante amplio y presentado una serie de
autores igualmente diversos que abarcan todo el siglo XX. Esta estrategia, aunque poco
ortodoxa en una revisión bibliográfica, se ajusta al objetivo del capítulo: presentar las fuentes
teóricas y prácticas que definen el objeto de estudio y los constructos que articulan esta
definición. A la luz de los argumentos explícitos al respecto y por la forma que ha tomado este
Poveda: Alfabetización
38
capítulo debe quedar patente que la alfabetización es un fenómeno complejo y
multidimensional. En consecuencia, cualquier investigación en el campo debe tomar esto
como premisa de partida, aceptar que sólo es una parte de un gran mosaico y contribuir con su
propia pequeña pieza.
Esta investigación parte de esta premisa y tiene como objetivo estudiar la alfabetización en
una clase de educación infantil centrándose para ello en diferentes eventos de habla en los que
la alfabetización desempeña un papel importante. Por recapitular lo expuesto en el capítulo,
entendemos la alfabetización como una práctica social y contextual que implica formas de
entender el lenguaje oral y escrito. Las prácticas y expectativas a desentrañar son aquellas que
mantienen los participantes, tanto explícitamente como a través de sus acciones cotidianas. La
segunda parte de este trabajo presenta los resultados obtenidos tomando esto como punto de
partida.
Poveda: Alfabetización
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NOTAS
1. Siguiendo esta lógica, podemos incluso pensar que la evaluación (E) es grupal (y tácita)
después de la actuación de la niña asignada (cf. Labov, 1972).
2. En consecuencia, estas actividades no oficiales deberían examinarse más; tanto para
obtener un retrato más equilibrado de nuestra visión sobre los actos de lectura y escritura en
los que las personas se involucran habitualmente como por las contribuciones teóricas-
conceptuales que estos episodios pueden hacer (cf. Barton, 1994). Este no es el propósito de
esta investigación pero consideramos útil dejar señaladas dos actividades de alfabetización
que han aparecido recientemente en los medios de comunicación y que podrían considerarse
que forman parte de esta categoría. En primer lugar, botellear: actividad en la cual los presos
de las galerías masculinas y femeninas de una cárcel se comunicaban escribiendo al aire con
botellas de plástico desde las ventanas de sus celdas. En segundo lugar, el uso y
modificaciones del código escrito que muchos adolescentes hacen hoy en día al comunicarse a
través de mensajes por teléfonos móviles.
3. Postura que expresada en estos términos es claramente diferente a la adoptada por los
autores discutidos hasta ahora en el capítulo y se vincula sólo indirectamente (a través de
Vygotsky o Bakthin) con algunos de los referentes planteados en este trabajo. De modo
fundamental, para la discusión de este epígrafe hay un contraste muy importante, quizás
insalvable, en el tratamiento que ciertas lecturas Marxistas (incluyendo Freire) hacen de la
realidad objetiva/material y los supuestos construccionistas que se derivan de las discusiones
de Wittgenstein. Sin duda, esta tensión requiere una discusión importante que aquí no se va a
elaborar más allá de esta puntualización. En la discusión que sigue sobre Freire se presentarán
sin disputa sus alusiones a la realidad para luego examinar aquellos aspectos que son
relevantes para los propósitos de este capítulo.
Poveda: Alfabetización
40
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