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Presencia Apostólica 1

Presencia Apostolica 57

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Reflexiones de año nuevo

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Presencia Apostólica 1

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2 Presencia Apostólica

realizando labores de evangelizacióny promoción social en:

Ven a vivir la alegría de servir

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Presencia Apostólica 1

2 Editorial

3 Vida cotidiana

4 Aventuras de un misionero

6 San Judas Tadeo, después de la resurrección de Cristo

8 El amor: un estado de conciencia

10 Inteligencia emocional

1 2 La pérdida de la salud, un duelo difícil de entender

1 4 El monje y el zorro

1 6 Fe y vida en 2013

1 8 Reflexiones que viajan por la web

19 El Concilio Vaticano II cumple sus bodas de oro

20 De la Palabra a la acción

CONTENIDO

DirectorErnesto Mejía Mejía, CMF

Consejo EditorialAlejandro Cerón Rossainz, CMFJosé Juan Tapia, CMFAlejandro Quezada Hermosillo, CMFEnrique Mascorro López, CMFRené Pérez Díaz, CMFErnesto Bañuelos C.

EditoraMarisol Núñez Cruz

Corrección de estiloErnesto Bañuelos C.

ColaboradoresEnrique A. Eguiarte Bendímez, OARJesús García Vázquez, CMFJuan Carlos Martos, CMFEnrique Marroquín Zaleta, CMF

Arte y DiseñoMirta Valdés Bello

DistribuciónLiga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon sable: José Juan Tapia Tapia. Edi-tada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca-siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen te, citando la fuente y sin fines comerciales.Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89mail: [email protected]úmero suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US.Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.(Incluye gastos de envío).

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EDITORIAL

El año nuevo nos hace pensar en el paso del tiempo y en el sentido de nuestra vida. Nos hace tomar conciencia de que todo tiene un principio y un fin, al tiempo que despierta en nosotros –una vez más– la necesidad y el deseo de que todo tenga sentido.

El año que comienza se nos presenta como un espacio abierto para vivir y actuar con libertad y con responsabilidad. Pero el cambio numérico de año no tiene un poder mágico sobre nosotros para quitarnos los defectos y renovarnos. Para que este año tenga en realidad algo de nuevo, quienes debemos renovarnos y mejorar somos cada uno de nosotros. Hay mucho que podemos hacer para lograr tener un espíritu que crezca, en lugar de envejecer.

En este número ofrecemos artículos que nos pueden ayudar a seguir descubriendo nuevas dimen-siones de nuestro ser y a incrementar nuestra capacidad de amar.

El inicio de año es tiempo de invocar la bendición de Dios, de agradecer la vida, de pedir y cons-truir la paz, que es nuestra misión como seguidores de Jesucristo. Una paz que comience dentro de nosotros, que se manifieste en todas nuestras relaciones y que alcance a la creación entera.

Crecerespiritualmente

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Presencia Apostólica 3

El anuncio del nacimiento del Señor invita a pre-gonarlo «apresuradamente». María acude rauda a visitar a Isabel, y los pastores se apresuran a descubrir a Jesús. Asociados al coro angélico, los pastores dan «gloria y alabanza a Dios», porque se

ha instaurado la paz.La paz no es ausencia de guerra (mera tregua) ni equilibrio

de fuerzas adversarias (guerra fría) ni situación de calma impuesta (orden público). La paz es «Shalom», armonía con Dios, con los hermanos y con la creación: es felicidad espiritual y material, consecuencia de la justicia, la libertad y el amor.

La paz es un don de Dios en Cristo, «príncipe de la paz». A la hora del nacimiento de Jesús, el mensaje que los ángeles pregonan es: «Paz a los hombres que Dios ama.» La paz es, asimismo, una tarea de todos y de cada uno (GS 78). Es responsabilidad común de la persona entera, porque es una aspiración profunda; es consecuencia del respeto a la dignidad personal; es cultura solidaria, bienes compartidos, sociedad justa. Pero la paz está amenazada constantemente por el pecado personal y social. No es algo del todo hecho, sino un constante quehacer.

CASIANO FLORISTAN(DE DOMINGO A DOMINGO EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGI-COS, SAL TERRAE. SANTANDER)

Vida cotidiana

Bendiciónsacerdotal

NUESTRAHORA

El Señor te bendigay te guarde,el Señor te muestre su rostro radiantey tenga piedad de ti, el Señor te muestresu rostro y te conceda la paz.

Nm 6,24-26

Es tardepero es nuestra hora.

Es tardepero es todo el tiempoque tenemos a manopara hacer el futuro.

Es tardepero somos nosotrosesta hora tardía.

Es tardepero es madrugadasi insistimos un poco.

Pedro Casaldáliga

Presencia Apostólica 3

«Dios creó el tiempo, pero el hombre creó la prisa.» Proverbio Irlandés

LA PAZ, DON Y QUEHACER

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4 Presencia Apostólica

Esto sucedió en Tlacoa-pa, Guerrero, misión de vanguardia para misio-neros que arden en el fuego del amor por

el prójimo, se gozan en las priva-ciones y abordan los trabajos con gozo. Un lugar donde Dios habla con sus misioneros en las caricias del viento que hacen cantar a los árboles, mientras son revestidos de bellos colores por el alba ena-morada del amanecer. Un lugar donde se ve la mano de Dios en las majestuosas montañas, salu-dando los primeros rayos del sol y en las madrugadoras aves ador-nando el espacio para dirigirse al lugar donde Papá Dios las ha ci-tado para alimentarlas.

Estas y otras maravillas de Dios, se aprecian más cuando el misio-nero aprovecha la fresca madru-gada para visitar las comunidades llevando la alegría de la resurrec-ción del Señor: lluvia de estrellas matutinas como jugando compe-tencias a ver quién llega más rápi-do a la tierra; en mayo se ve en el oriente una hermosa cruz formada por estrellas que parecen lejanísi-mos ojos brillantes del espacio, los plenilunios que coquetos iluminan el camino del misionero y por si fuera poco, la vía láctea, llamada así porque cuentan que al niño se le tiró un poco de leche cuando la tomaba del pecho de su madre.

Bueno, todas estas maravi-llas disfruté mientras en tres horas

de camino brinqué una montaña para descolgarme a Totomixtlahu-ca. Pueblo como Nueva York, con rascacielos y muchas lenguas. No-más que aquí los rascacielos son las montañas y las lenguas que se hablan: mixteco, tlapaneco, ná-huatl, español y otras más que no recuerdo.

Todo el pueblo me estaba es-perando con una banda de músi-ca que había formado otro misio-nero, que en paz descanse, Felipe Barriga. Echaron a redoblar las campanas y hartos cohetes para avisar a los demás que el padre-cito había llegado a celebrar la Pascua de Cristo. Guirnaldas he-chas de bellísimas flores nos pu-sieron a la mula que me acom-

Aventuras de un misionero

Así se siente México… en las misiones

Jesús García Vázquez, CMF

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Presencia Apostólica 5

pañaba y a mí. Ni el presidente de la República se hubiera sen-tido tan importante y apapachado como yo. Y, después de un sucu-lento almuerzo con riquísimas tor-tillas hechas a mano y carne de venado, cuyo último taco tuvimos que empujar con una buena jíca-ra de chilote (bebida fermentada que lo pone a uno pero requete bien contento), nos sentamos a planear la fiesta.

Era el día de la muerte de Cris-to, Viernes Santo, y ya querían ce-lebrar la resurrección. “No estoy de acuerdo.” Les dije en forma amable, a Cristo, hoy lo velamos, como ustedes velan a sus muer-tos, y mañana por la tarde, cele-bramos la fiesta. Sentí que no les agradó. Fueron a deliberar y regresa-ron con una actitud amenazante. Sacaron sus machetes, los pusieron sobre el escritorio y me dijeron: “Padrecito, aquí se hace lo que no-sotros decimos.” Y yo, con una ac-titud respetuosa y segura, les dije: “Ah bueno. Está bien. Hagan lo que ustedes quieran, pero yo no tengo nada que hacer aquí.” Resuelto y seguro de lo que hacía, ensillé mi mula, agarré mis cositas y me eché de regreso por donde llegué y, cla-ro, se quedaron trabados de cora-je viendo que no les mostré ni el más mínimo miedo. Llevaba una hora de regreso a casa cuando el mismo grupo de señores, pero sin machete, me salieron al encuentro al cruzar un río. Y con una actitud humilde, no como la mía, me di-jeron: “Padre, por favor perdóne-nos. Celébrenos la fiesta. Vamos a hacer como usted diga.” Por largo rato pensé qué hacer, hice de tri-pas, corazón y regresé con ellos.

Hicimos los ritos propios del Viernes Santo y nos preparamos para la fiesta del sábado. Peleas de gallos, cantos y chilote envolvie-ron una competencia de carreras de caballos en la que fui invita-

do a participar. Por cierto, creían que yo sólo sabía montar mula y me pusieron el caballo más brio-so que tenían y que sólo montaba el dueño. La competencia consis-tía en ensartar un aro del tamaño de un anillo, con un lápiz co-rriendo a caballo.

Para empezar, el caballo no se dejaba montar y en cuanto logré subirme, le dieron una palmada en las ancas que por poco me tira. Luego supe que ese era su propó-sito. Pero no sabían que mi padre

me enseñó a montar no sólo ca-ballos briosos, sino becerros bra-vos. Me le pegué como chicle en la silla, le pegué tres carreras largas hasta que lo cansé para que hicie-ra como yo quería. Tomé mi lápiz y sin presunción ensarté más argo-llas que nadie, ganándome así la admiración del pueblo.

Ya por la noche, tiempo de re-gresar, ensillé mi mula y a cami-nar… satisfecho de lo ocurrido.

ES FASCINANTE DESCUBRIR A DIOS EN ESTAS EXPERIENCIAS.

Aventuras de un misionero

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6 Presencia Apostólica

Siguiendo los pasos del apóstol san Judas Tadeo, en números anteriores hemos revisado su origen familiar compartido con

Jesús y, más importante aún, su rela-ción con Él como discípulo y após-tol. Vimos que tanto Judas Tadeo como sus familiares fueron todos discípulos y vimos a cada uno de ellos en momentos muy significati-vos de la misión de Jesús, durante su peregrinaje, Pasión y Resurrección. Ahora presentaremos una cronolo-gía y comenzaremos a presentar los rasgos más amplios de la vida de san Judas Tadeo como misionero predicando el Evangelio, después de la Resurrección, durante casi 30 años, hasta su muerte.

Nuestra devoción

San Judas Tadeo, después dela Resurrección de Cristo

6 Presencia Apostólica

Los hermanos san Judas y san Simón

1 En: Revista Cristiandad.org se dispone del texto de Brentano, Clemens. Overgerg, Bernardo E. y Wesener, Guillermo. Visiones y revelaciones de la venerable Ana Catalina Emmerick. Tomo XIII. Ed. Surgite!2 Edesa es el nombre histórico de una ciudad del nor­te de Mesopotamia, refundada sobre otra anterior por Seleuco I Nicátor.3 De esta escena, contada por la beata Catalina de Em­merick, así como de una variante en la tradición Siria, consistente en que Tadeo entrega a Abgar un retrato de Cristo, en una tela –conocido ahora como Mandylion–, se origina la tradición de representar a san Judas Ta­deo portando una imagen de Cristo en el pecho. 4 http://es.wikipedia.org/wiki/Mandylion5 En: Revista Cristiandad.org6 Monreal y Tejada, Luis. Iconografía del cristianis-mo. El Acantilado.

ESQUEMA CRONOLÓGICO DE LA VIDA DESAN JUDAS TADEO DESPÚES DE LA

RESURRECCIÓN DE CRISTO

Del año 33-34 al año 48San Judas Tadeo pudo haber estado en Edesa donde la tradición refiere los hechos relacionados con el rey Abgar. Predicó en Judea, Samaria e Idu-mea; más tarde por Arabia, Egipto y Libia, donde se encontró con su hermano el apóstol san Simón el Cananeo con quien partiría a Meso-potamia, el país de los persas, donde permanecerían por 10 años. También se ubica a san Judas Tadeo en Armenia, junto al apóstol Bartolomé, fundando ahí el cristianismo. Alrededor del año 48Muerte y Asunción de María. San Judas Tadeo se reúne con los demás apóstoles en Jerusalén. Año 50San Judas Tadeo participa en el Concilio de los Apóstoles en Jerusalén. Del Año 50 al año 62San Judas Tadeo predica en Babilonia y Persia. En esta época suceden los hechos de san Judas Tadeo y san Simón relacionados con el rey Jerjes y el general Vardac. Año 62Muerte de san Judas Tadeo y de su hermano san Simón en la ciudad de Suamir en Persia.

Judas Tadeo el misioneroLuego de que los apóstoles reci-bieron el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, se esparcieron por el mundo predicando la salvación en nombre de Jesús. San Judas Tadeo comenzó a predicar el Evangelio por Judea, Samaria e Idumea. Más tarde fue a Mesopotamia, el país de los persas, donde se encontró con su hermano el apóstol san Si-món. Los hermanos Simón y Judas

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Nuestra devoción

Presencia Apostólica 7

Tadeo anduvieron por algún tiem-po en compañía.

Entonces Simón se dirigió al Mar Negro y hacia la Escitia; Ta-deo fue hacia el Este, donde pro-bablemente encontró a Tomás, acompañándole un trecho1. To-más, impulsado por Dios, para cumplir con una promesa que Je-sús había hecho al rey Abgar, de Edesa2, consistente en enviarle un mensajero para curarlo de una en-fermedad, envió a san Judas Tadeo con una carta. Cuando Tadeo llegó hasta el rey, vio éste, junto al após-tol, el rostro luminoso de Jesús3, y se inclinó profundamente. Por me-dio de la imposición de sus manos sanó Tadeo al rey Abgar de la le-pra. En esta tradición se basa la re-presentación de san Judas Tadeo llevando en su pecho el medallón con el retrato de Cristo. Habiendo Tadeo sanado a Abgar por la pala-bra de Cristo dejó maravillados a todos los presentes por sus asom-brosos milagros. De tal manera que-dó la ciudad de Edesa consagrada al nombre de Cristo. Después de haber sanado y con-vertido a muchos en Edesa, Judas Ta-deo se dirigió con su acompañante

Silas a través de los países que Jesús había visitado y llegó, atravesando Arabia, hasta Egipto. En este viaje pudo el apóstol bautizar a muchos en Kedar, Arabia, donde poblacio-nes enteras abrazaron la fe5.

San Judas Tadeo ysan Bartolomé, fundadores del cristianismo en Armenia

San Judas Tadeo se dirige luego a la región del Cáucaso, donde la tradición armenia le atribuye jun-to a san Bartolomé, ser los prime-ros en predicar ahí el cristianismo. Ambos son considerados santos patrones de la Iglesia Apostólica Armenia puesto que ambos funda-ron el cristianismo en Armenia6.

Luego de estos viajes, san Judas Tadeo fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años.

El Concilio de los Apóstoles

Hacia el año 50, san Judas Tadeo par-ticipó en el Concilio de los Apóstoles en Jerusalén.

E l a sun to que reunió a los após-toles en Jerusalén para celebrar el Pri-mer Concilio de los Apóstoles fue que algunos fariseos cris-tianos en Antioquía, donde radicaba Pa-blo, insistían en que se requería circuncidar a los cristianos que no eran de origen judío para lograr la salvación, es decir, que exigían res-petar la Ley de Moisés al pie de la letra. Después de discutirlo, Pedro concluye que eso no era indispen-sable para los no judíos, puesto que Dios les había comunicado el Espíritu Santo a judíos y no ju-díos por igual, sin distinción algu-na, purificando los corazones con la fe y la gracia. Para comunicar la

decisión del Concilio a los cristia-nos de Antioquía, acompañando a Pablo se envió a Judas, “llamado Barsabás” y a Silas, con una car-ta que sería leída por ellos a la co-munidad. Hay duda de que este personaje –Judas Barsabás– sea Ta-deo, ya que si bien se sabe el nom-bre de cada apóstol, no existe una lista completa con los nombres de todos los 72 discípulos restantes. Sin embargo, el sobrenombre Bar-sabás (cuyo significado es: “hijo del Sabath”), fue utilizado muy es-casamente en esa época y el otro caso en el que se utiliza es en el hermano de san Judas Tadeo, José el Justo, “llamado Barsabás”, cuan-do en el cenáculo los apóstoles eligieron entre Matías y José quién sustituiría a Judas el Iscariote. Asi-mismo, en distintas tradiciones ve-

mos a Silas que acompaña a Judas Tadeo en la evangelización de dis-tintas regiones, por lo cual consi-deramos importante no dejar pasar la posibilidad de que el mensajero portador de la carta y que acom-paña a san Pablo a Antioquía, sea precisamente san Judas Tadeo. De todas maneras, con toda seguri-dad san Judas Tadeo participó en el Concilio de los Apóstoles.

De acuerdo con la leyenda, el rey Abgar recibió el Mandylion del apóstol Tadeo.4

El Concilio de Jerusalén

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8 Presencia Apostólica

Crecimiento personal

Es impresionante ver cuando una fuerza tan poderosa como el amor se abarata y se empobre-ce. Pierde su grandeza y

muchos le huyen porque lo consi-deran debilitante. Algunos piensan que el amor vuelve a la persona vul-nerable y que la lleva a un empo-brecimiento del carácter. Consi dero que los que huyen al amor en rea-lidad no quieren enfrentar su pobre-za interna y temen no tener la fuerza para tratar con ese torrente de vida. Para otros el amor representa un gran anhelo, pero se sienten con pocos elementos para alcanzarlo. Por estas posturas el amor se ve muchas veces reducido a enamoramientos pasajeros, como una moda, que se acaban simplemente cuando se ter-mina el entusiasmo adolescente. No importa la edad que se tenga, sim-plemente tocará buscar otro “amor” cuando a las primeras de cambio se viva alguna frustración y la relación nos esté exigiendo madurez.

Es tan poca la consideración en que se tiene al amor que algunos a cualquiera le llaman “amor”, olvi-dando o ignorando el nombre de la persona que así llaman, quitando peso y respeto, tanto a la persona, como al amor mismo. El anhelo de amor puede infantilizar, cuando tiene un tinte de sentimentalismo que sólo pretende lograr una di-cha pueril, sin ningún esfuerzo por parte del involucrado para transitar valientemente por la experiencia, dejándose transformar por el amor, desde su ser más auténtico, tocando el fondo del alma. Ni narcisismo ni masoquismoMuchas veces entramos a la expe-riencia del “amor” con una actitud narcisista en la que sólo jugamos con espejismos creados por noso-tros mismos, sin estar dispuestos a ser transformados, ni a crecer ni a dar, como lo demanda el estado amoroso real. Esa postura consis-te en creer que al otro le toca dar y entregar, pues está en la obliga-

ción de hacer feliz al enamorado demandante quien se encuentra en la misma actitud infantil de un bebé hacia su madre. Hay otras personas que, por el contrario, al enamorarse creen y se ponen en la actitud de que hay que darlo todo sin esperar nada a cambio, hasta el punto de llegar a sacrifi-cios malsanos que encierran, en el fondo, un gran masoquismo y una falta de dignidad, olvidando que el amor no se puede dar sin ésta. Ya sea que se tenga una perspec-tiva del amor cargada de ideas de sometimiento o de posesividad, se trata de ideas patológicas, contra-rias a la naturaleza del amor y que nos alejan de la vida. “Nueva” relación Existe la creencia de que cada nue-va relación amorosa es una nueva oportunidad, como a veces trasmi-ten con ingenua y buena voluntad amistades, cuentos y hasta relatos familiares. Pero puede ser que em-pezar con alguien nuevo sólo sea

El amor: un estado deconciencia Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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Presencia Apostólica 9

novedad entre comillas, por tra-tarse de una persona con la que antes no habíamos tratado. En el fondo la relación no estaría sien-do nueva, a menos que realmente estemos poniendo en juego lo que aprendimos y maduramos para pa-sar, ahora sí, a un nuevo ciclo. El hecho de tener un nuevo enamo-rado o enamorada no significa por sí mismo, que se tendrá una nueva y renovadora experiencia. Se trata, entonces, de qué tanto hemos en-tendido y aprendido de lo vivido, por lo que la nueva “oportunidad” es más bien un examen para ver si podemos pasar a otro tipo de rela-ción o si seguimos siendo los mis-mos, simplemente ahora con distin-ta persona. Si no hemos cambiado lo que teníamos que cambiar, aun-que estemos en una nueva rela-ción, simplemente nos quedamos como el muerto: inertes y siendo exactamente los mismos. No se trata de cambiar de “amor” sino de cambiar uno mismoDe manera que el amor no tie-ne que ver tanto con un estado emocional sino con un estado de conciencia. A mayor conciencia y mayor comprensión de lo experi-mentado y de los cambios profun-dos requeridos y logrados, mayor será entonces el contacto con no-sotros mismos. La transformación que hayamos experimentado será la que nos llevará a vivir el nuevo amor de forma diferente. Para te-ner relaciones diferentes necesita-mos ser nosotros mismos diferen-tes. Solamente así es posible vivir el amor con más plenitud, pues se aprende a fluir con la vida misma, la cual exige vivir en permanente cambio. Por eso quien está en el amor está en la vida, la cual siem-pre implica novedad.

Sólo podemos saber lo que es el amor, amando. No se trata de un concepto que se vuelva compren-sible sin la vivencia, por lo que

siempre se actualiza en la acción. El amor es una fuerza muy grande y profunda que trasciende el mero sentimiento y la moda. Atreverse a entrar al amor es permitir una gran transformación. Quién lo ha transi-tado verdaderamente nunca será el mismo y, necesariamente, se volve-rá un ser más humano. El amor y la vidaA estas alturas, para comprender el amor necesitamos ver su relación con la vida. Para entender la vida tenemos que trascender el as-pecto meramente biológico dón-de queda circunscrita a lo orgánico solamente, empobreciéndose su vi-sión y experiencia. No es que se pretenda en este breve espacio ha-cer todo un tratado sobre la vida, pues cuando se quiere compren-der algo de ella, se escapa siempre a la cabeza, siendo su lugar natu-ral el corazón. Al caminar por la vida, cuando tratamos de llegar a alguna conclusión sobre ella, nos encontramos con que ya cambió. Nuestro entendimiento siempre lleva un paso atrás con respecto a ella, hasta que comprendemos que la vida simplemente nos invita a ser lo que somos libremente. Cuando buscamos algo de la vida estamos en rumbo incorrecto para saber lo que es. Cuando no se busca nada de ella, simplemente se le ama y vive, entonces se fluye en su de-venir, sus misterios se develan y se da el encuentro profundo con Dios. Pero Dios pide amarlo a Él y al prójimo, lo que relaciona vida y amor. Si no amamos y somos individualistas en las relaciones humanas nos empobrecemos y nos alejamos de la inmensidad de la vida, reflejada en la totalidad de la naturaleza, la cual siempre nos sobrepasa y al mismo tiempo nos incluye. Superar el engañoso encierro del individualismo nos per-mite comprender que las relacio-nes son caricias de la vida. Estamos

hablando entonces de que la vida y el amor son fuerzas que no tie-nen principio ni fin en nosotros mismos, sino que se extienden a los demás. De hecho, se trata de principios que abarcan al universo en su totalidad, el cual por todos lados nos trasciende y envuelve también. La vida es el impulso que mueve todo y que a nivel me-ramente fisiológico se entiende li-mitadamente cómo nacer, crecer, reproducirse y morir. El asunto es que la vida no se agota ni se limita a esto evidentemente. El amor nunca se encierraen sí mismo En el fondo, cada individuo es una forma en que la vida se manifiesta. Entenderemos la dignidad que te-nemos si dimensionamos que cada uno somos representantes de la vida. Si recordamos que nuestros sentidos son limitados, veremos que captamos únicamente manifesta-ciones parciales de la realidad, y no la fuente y principio de ésta. Por eso es que la naturaleza es la vida misma y el amor en sí. Si re-cordamos que ambos están entre-tejidos en una unidad y principio fundante, entenderemos enton ces que el que realmente vive está tran-sitando por el amor, y que el que ama vive. El problema es cuando confundimos el amor o la vida con algunas visiones superficiales y efímeras que a veces nos son dic-tadas, cayendo entonces en pseu-do-amores y pseudo-vidas. Esos “amores” en nuestra cultura ahogan la vida misma y llegan incluso a encerrar egoísmos asesinos. El que ama y vive nunca se encierra en sí mismo, siempre está abierto para los demás, pues esa es la naturale za del amor, de la vida y de la libertad.

El autor es licenciado en psicología y filo-sofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista.

Crecimiento personal

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10 Presencia Apostólica

Desarrollo humano

¿ Por qué algunas personas parecen dotadas de algo especial que les permite vivir bien, independiente-mente de lo inteligentes

que parezcan? ¿Por qué algún estu-diante que termina siendo exitoso en la vida no aparentaba ser el más inteligente? ¿Por qué algunas perso-nas son tan capaces para enfrentar contratiempos, superar adversida-des y ver las dificultades bajo una óptica distinta, hasta llegar a verlas incluso como una oportunidad?

La respuesta a estas preguntas tiene que ver con la inteligencia emocional, que es un concepto re-lativamente nuevo. El término fue acuñado en 1990 por psicólogos nor-teamericanos y su mayor difusión se dio principalmente debido a la publi-cación del libro de Daniel Goleman, La inteligencia emocional, en el que presenta una teoría revolucionaria.

La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nues-tras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones en el trabajo, o en cualquier otro ámbito, acentuar nuestra capacidad de tra-bajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal. Según Goleman, es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los senti-mientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la em-patía, la agilidad mental, etc. Estas habilidades configuran o construyen rasgos de carácter como la autodis-ciplina, la compasión o el altruismo que resultan indispensables para una adaptación social buena y creativa.

Desde la perspectiva de la inte-ligencia emocional, los objetivos a reeducar como clave fundamental son los siguientes:

Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuer-po, la propia conducta y el propio mundo. Hay que fomentar en las personas la sensación de que se tie-nen muchas posibilidades de éxito en lo que se emprenda y de que los demás pueden ayudar en esa tarea.

Curiosidad. También hay que valorar y promover la curiosidad que es la sensación de que el he-cho de descubrir algo es positivo y placentero.

Intencionalidad. Es el deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Esta habi-lidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competen-te, de ser eficaz.

Autocontrol. Es la capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada para cada edad; es una sensación de control interno.

Relación. Es una habilidad muy importante; es la capacidad de rela-cionarse con los demás, con base en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos.

Capacidad de comunicar. Es el deseo y la capacidad de inter-cambiar verbalmente ideas, senti-mientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás y el placer de relacio-narse con ellos.

Cooperación. Se basa en la capacidad de armonizar las pro-pias necesidades con las de los de-más en las actividades grupales.

Coeficiente intelectual ycoeficiente emocional

Todos sabemos que existen prue-bas de inteligencia para conocer el coeficiente intelectual de una persona, sin embargo las habilida-des intelectuales no son por sí mismas suficientes para afrontar los problemas de la vida. Es decir, un coeficiente intelectual elevado no es garantía de felicidad, pros-peridad y plenitud; sirve para ob-tener buenas notas en la escuela,

¿Por qué elijoperdonar?

Inteligenciaemocional

Gylda Valadez Lazcano

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Presencia Apostólica 11

Desarrollo humano

Inteligenciaemocional

pero para responder con eficien-cia frente a las distintas situacio-nes que se presentan en la vida diaria se requiere algo más.

Como complemento del coefi-ciente intelectual, Goleman intro-duce el concepto de coeficiente emocional. La inteligencia emo-cional incluye habilidades como la capacidad de auto motivarse, la perseverancia y el autocontrol.

La etimología de la palabra emo-ción nos remite al movimiento. Las emociones son lo que nos mueve, nos llevan a entrar en acción. Esto es muy claro en los animales y en los niños; en los adultos no tanto, porque aprendemos a enmascarar nuestras emociones y a separar la emoción de la acción.

Las emociones cumplen una función natural. Con el miedo, la sangre se retira del rostro (por eso palidecemos) y se dirige a los músculos de las piernas para faci-litar una reacción de fuga ante el peligro. En la ira, la sangre fluye a las manos, aumenta el ritmo car-díaco y también aumenta el nivel de adrenalina, generando condi-ciones propicias para una acción enérgica. No obstante, no pode-mos estar totalmente a merced de nuestras emociones.

Importancia de aplicarla inteligencia emocional

Es importante educar las emocio-nes, porque éstas no esperan; son tan rápidas que actúan antes de que la razón entienda y no la de-jan ni pensar. Las emociones son imprecisas y altamente falibles. Su efecto disminuye en instantes, pero perduran como estado aní-mico. Si nos dejáramos llevar úni-camente por nuestras emociones podríamos hacernos daño, golpear a alguien, tomar decisiones equi-vocadas, etc.

La lógica del corazón tiene ra-zones que la razón no entiende, y opera sin considerar el principio

de la causa y el efecto. Le importa más lo que percibe que lo que es, se centra en sí misma y tiene tal influencia que incluso hace que la mente racional racionalice, apo-yándose en falsas razones. Pero la mente racional no tiene que ser esclava de las emociones, puede indicarnos cómo reaccionar, e in-cluso puede educar y hacer inteli-gente a la emoción. El primer paso para lograr esto es tomar concien-cia de nuestras emociones.

Cuando el reflejo emocional es comprendido y aceptado por la in-teligencia cognitiva, se produce un pensamiento sistémico muy produc-tivo que sintetiza una coherencia ecológica que preserva la armonía y hace viable el máximo rendimiento con el menor esfuerzo.

Conciencia de las propias emo-ciones. Quien no se percata de sus emociones queda a merced de ellas. Identificar las propias emociones al evaluar situaciones pasadas implica una inteligencia emocional prima-ria o básica. En tanto que distinguir un sentimiento mientras está acon-teciendo supone una inteligencia emocional más desarrollada.

Manejo de las emociones. Se refiere a la capacidad de controlar los impulsos para adecuarlos a un objetivo. Habilidad que se puede entrenar, como lo hacen los acto-res que son capaces de generarse el estado emocional más apro-piado para representar un papel. Aprender a crear un determinado estado emocional requiere una preparación y son palabras mayo-res. Podría ser un comienzo en el manejo de las emociones intentar controlar la duración de las mis-

mas. Algo que sucede provoca nuestra furia, lo cual parece inevi-table. Pero esa furia puede durar un minuto, una hora o toda una vida. Algo que acontece nos pone tristes, pero ¿cuánto tiempo hare-mos que dure esa tristeza?

Capacidad de automotiva-ción. Las emociones nos ponen en movimiento, así que desarrollar la capacidad de entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, para po-der llevarlo a cabo de la mejor ma-nera, aplacando otros impulsos que nos desviarían de la tarea a realizar, mejora el rendimiento en cualquier actividad que se emprenda.

Empatía. Es el nombre que recibe la aptitud para reconocer las emociones en los demás. Pro-viene del griego empatheia, que

significa algo así como “sentir dentro”, es decir, percibir lo que el otro siente, como se dice colo-quialmente “ponerse en sus zapa-tos”. Los sentimientos no solo se expresan verbalmente, también lo hacen a través del tono de voz, de los gestos, de las miradas, etc. Hay que aprender a interpretar el lenguaje corporal de los demás, así tendremos una idea de cómo se sienten.

Manejo de las relaciones. Así como un paso posterior a reco-nocer nuestras emociones consiste en aprender a controlarlas; del mis-mo modo, la empatía nos permiti-rá mejorar nuestras relaciones con los demás e influir positivamente en sus actitudes, tanto para el tra-bajo, como para la convivencia.

Las emociones son lo que nos mueve; nos llevan a entrar en acción.

La autora es psicoterapeuta corporal y tera-peuta sistémica de pareja y [email protected]

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12 Presencia Apostólica

Tanatología

Los seres humanos damos por hecho muchas cosas… Fantaseamos con que siem-pre vamos a estar bien y sa-nos; creemos que no debe-

ríamos tener problemas y, a veces, hasta pensamos que nunca vamos a morir. Cuando yo era niña, algún día escuché a los adultos prometer que siempre iban a estar con noso tros y, aunque fue cierto durante muchos años, terminó siendo una mentira… Algunas de esas personas ya ni están.

Si bien es cierto que los seres humanos tenemos muchos momen-tos de salud y de bienestar, en otros podemos estar enfermos. Salud y en-fermedad son parte de la vida que al-gún día terminará en muerte.

La enfermedad es una alteración perjudicial del estado de salud que tiene como consecuencia la desar-monización de un sistema a cual-quier nivel. Algunas enfermedades tienen curación, como una gripe o una infección en el estómago; otras tienen control, como la diabetes o la hipertensión arterial, y otras, de-pendiendo del momento en que se diagnostiquen, quizá ya no tienen cura y pueden llevarnos a la muerte.

Pero la intención de este artículo no es hablar de las enfermedades, sino de las consecuencias emocio-

nales que implica estar padecién-dolas, del proceso emocional que implica perder nuestra salud, prin-cipalmente cuando padecemos en-fermedades crónico-degenerativas o enfermedades graves.

Empecemos hablando de lo que es un enfermo. Un enfermo es un ser humano que padece una enferme-dad y el rol de enfermo es la posi-ción que asume una persona cuando se siente enferma. No todos reaccio-namos de la misma manera ante la presencia de una enfermedad.

Cuando nos enfermamostodos los aspectos de nuestra

vida se alteranDicen que cuando una persona se enferma lo hace de manera integral, no es en partes, todos los compo-nentes del ser humano quedan alte-rados y cada uno de ellos demanda sus propias necesidades. Si la enfer-medad que tengo no me deja res-pirar adecuadamente y me genera dolor físico, esos serán los síntomas de la enfermedad, pero también al mismo tiempo la enfermedad ge-nera síntomas emocionales o psi-cológicos como miedo, enojo y depresión; así como necesidades es-pirituales como la necesidad de paz interior, sentimientos de culpa etc. La enfermedad genera también de-

mandas sociales como la necesidad de no estar solo/a y de que la gente tenga consideración hacia mí, como persona enferma. ¿Vemos como no sólo es el cuerpo lo que se enferma? Todo lo demás también se altera.

La experiencia de la enfermedad es un proceso que no sólo implica que nuestro estado de salud se vea alterado, empezamos por expe-rimentar las dolencias físicas, nos sentimos mal, asumimos el papel de enfermos y buscamos apoyo médico para conocer qué tenemos y cuál es el método de “curación” para esas dolencias. Seguimos el tratamiento y, según la enfermedad de que se trate, entramos a una fase en don-de tiene lugar la recuperación, la rehabilitación o la aceptación del estado de la enfermedad en caso de que esta sea crónica o terminal. Pero muchas veces el tratamiento no cubre todas las otras demandas que tenemos.

El estar enfermos parece dejarnos con muy pocas cosas que elegir. No escogimos esta situación, no nos pre-guntaron si nos parecía justo y tam-poco nos dan respuestas abso lutas y definitivas sobre nuestra vida o sobre nuestra muerte. La sensación podría ser como la de ir a la deriva. Y ante esto podríamos tener la op-ción de resignarnos, quedándonos con los brazos cruzados, dentro de una situación en la que todo nos es impuesto: medicamentos, citas, horarios y condiciones.

Las etapas del duelopor enfermedad

Elizabeth Kubler Ross afirma que al perder nuestra salud, especialmente cuando padecemos una enfermedad que en algún momento terminará con nuestra vida, es normal entrar en un momento de negación, en el que nos cuesta mucho trabajo recono-cer lo que nos está sucediendo. Nos resistimos a aceptar que sea verdad lo que el médico nos dijo. Después, al empezar a darnos cuenta de que

“La mejor medicina es un ánimo gozoso.”Salomón

La pérdida de la salud, un duelo difícil de entender

Ana Laura Rosas Bucio

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Presencia Apostólica 13

puede ser verdad, el enojo y la ira, son las emociones que vamos a sentir: “No es justo que esto me esté pasando a mí.” En esta etapa co-menzamos a negociar con la cien-cia médica y en algunas ocasiones con Dios para que nos cure. Al ver que continuamos enfermos, lo que sigue –dice la Dra. Kubler-Ross– es que entremos en una fase de depre-sión, que nos dejemos vencer e invadir por una tristeza muy pro-funda, para terminar entrando a la etapa de aceptación de lo que nos está pasando. Estamos en-fermos y sólo nos queda aceptar esa realidad.

Aceptación no es resignación Sin embargo, considero importante diferenciar entre aceptación y resig-nación. La aceptación es una pos-tura de brazos abiertos, en la que se reconoce lo que se tiene con una actitud abierta para hacer lo que se tenga que hacer. La aceptación es activa; la resignación es pasiva. La aceptación nos lleva a ser corres-ponsables en nuestro proceso de cu-ración, en el cuidado que debemos tener ante nuestra enfermedad. Re-signación implica dejarnos vencer por la situación y dejar de luchar.

Nada nos confronta más con el verdadero significado de la vida que la sola posibilidad de perder-la, y ver que nuestra salud se está debilitando con una enfermedad crónica puede entristecernos o de-primirnos y llevarnos a dejar de vivir con responsabilidad. Cuántas veces hemos escuchado: “¿Ya para qué cuidarme… o tomarme la me-dicina, para qué aceptar el trata-miento o intervención médica? ¡De todas maneras me voy a morir!” O peor aún: “Decidan ustedes, de to-das maneras ya no hay nada que se pueda hacer para curarme…” y esto nos quita el papel protagónico que debemos tener ante nuestra propia vida. Esta actitud significa que nos dejamos vencer por la enfermedad.

Participar activamenteDiagnóstico no es sentencia ni con-lleva una condena. Mirarnos como seres pasivos ante la enfermedad, dejar que únicamente los médicos y los medicamentos sean los que nos curen o nos controlen no nos ayuda. Aunque no lo parezca, pode-mos tener una participación activa en cualquier tratamiento médico o procedimiento quirúrgico. Por ejem-plo son de mucha ayuda una prepa-ración mental previa, tranquilidad y una actitud positiva. Hay actitu-des que hacen una gran diferencia como tener esperanza y confianza, alimentarnos bien y dormir lo mejor que podamos. Mantener tranquila nuestra mente favorece a nuestra presión arterial y al buen funcio-namiento de todos los sistemas de nuestro cuerpo. Si me toca estar en el rol de enfermo/a puedo hacer mucho, aunque parezca que no hago nada. Puedo esforzarme por dominar mis miedos y nerviosismo, llenarme de pensamientos que me relajen y me inyecten ganas de vi-vir. Esta actitud nos ayudará a con-seguir una más rápida recuperación y con menores complicaciones. Mantener una actitud positiva y

tomar decisionesMuchas personas sanan al conside-rar que aún tienen mucho por qué vivir, y otras viven mucho más de lo que los pronósticos médicos afirmaban, cuando sienten que les quedan metas por alcanzar. Temer a la muerte es normal, temer a la enfermedad y al dolor también lo es, pero si dejamos que este temor nos invada, se puede precipitar la aparición, el desarrollo y la com-plicación de la enfermedad.

La enfermedad no necesariamen-te nos va a llevar a la muerte de inmediato. Pero sí se lleva rápida-mente algo que para nosotros es muy valioso, pero que penosamente, a ve-ces lo valoramos hasta que lo vemos perdido: nuestra salud. El proceso de

aceptación implica darle la bienveni-da a la vida a mi ser humano enfer-mo, pero aun cuando esté enfermo tiene muchas cosas que seguir ha-ciendo, tiene que seguir conociendo, aprendiendo, logrando, gozando.

A veces las enfermedades lasti-man por dentro nuestro cuerpo, aun-que por fuera nos seguimos viendo más o menos sanos. Esto a veces im-plica hacer un duelo por algo que no se nota tanto. Por ejemplo: Un dia-bético no se ve enfermo por fuera, pero por dentro todo su cuerpo está siendo alterado por la enfermedad.

Aceptar al enfermo, no significa rendirnos ante la enfermedad, impli-ca asumir una actitud responsable ante uno mismo como una persona enferma y decidir activamente qué queremos para nosotros mismos en la situación en la que estamos.

Una aceptación positiva de la enfermedad implica aprender de los errores que cometimos, tener fe y es-peranza, ser optimista, disfrutar de lo que hacemos y de lo que tene-mos. Tener objetivos y aspiraciones es nuestro reto en la vida que nos queda y no podemos permitir que ninguna enfermedad nos robe eso: Ya nos robó la salud, ¡no dejemos que se lleve más!

Por último hay que recordar que “si podemos curar, curemos; si no lo podemos hacer, aliviemos las do-lencias y si no se puede, solicite-mos consuelo y acompañamiento.”

Y cierro diciéndole a los fami-liares de enfermos que acompañar significa estrechar la mano para sentir el dolor ajeno y compartir los buenos y los malos ratos. Ofre-cer la totalidad de nuestro tiempo a alguien que tiene el tiempo limita-do, implica trascender lo humano para acercarse a lo divino.

Tanatología

La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logotera-peuta y conferencista. Directora académica del Instituto de Formación y Atención en Psicología IFAPS. [email protected]

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14 Presencia Apostólica

Historia para meditarIlu

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Un día un abad envió al fraile más inocente a trabajar en la viña de su monasterio. El fraile se encontró con un zorro que estaba comiéndose las uvas de una parra. El zo-rro iba a huir. No obstante, al ver que se

trataba del fraile más inocente del monasterio, pensó engañarlo y siguió comiendo tranquilamente. El fraile, sorprendido, le dijo:

—¿Usted quién es y qué hace aquí en el monasterio?A lo que el zorro respondió:—Soy un monje de la abadía vecina de Clairmont

y mi abad me dio órdenes de venir a probar sus uvas, pues desea comprarles vino.

El monje le dijo:—¡Oh, hermano, disculpa! Yo también he sido

enviado por mi abad para cuidar la viña. Sigue cum-pliendo con tu misión.

El zorro se quedó comiéndose las mejores uvas de la viña con toda tranquilidad y una vez que se sació, se marchó.

El monje estuvo escardando la viña, hasta el atarde-cer, cuando sonó la campana que llamaba a la oración. A esa misma hora, el zorro se encontró en el bosque con un tordo negro y gordo, quien le dijo:

—Así que, señor zorro, al terminar el verano, usted pasa mucha hambre.

El zorro le dijo:

—No amigo tordo. Gracias a Dios puedo saciar mi hambre todos los días.

El tordo le dijo:Pero si he sabido que ahora en la granja encie-

rran a todas las gallinas y que los zorros pasan una gran necesidad.

—Oh, amigo tordo –le dijo el zorro–, eso les sucederá a los que no sepan adaptarse al ritmo de las estaciones...

Y, despidiéndose del tordo, el zorro se marchó, sa-tisfecho por no haber revelado su secreto.

Pero como el mismo tordo estaba pasando mucha hambre, decidió espiar al zorro, pues sabía que con su astucia habría buscado donde saciarse sin trabajar y él quería hacer lo mismo. Así, el tordo comenzó a seguir-lo a escondidas. Antes del amanecer, el zorro salió de su madriguera y el tordo, guardando una prudencial distancia, lo fue siguiendo hasta la huerta del monaste-rio, pensando que los monjes lo echarían a garrotazos, como a otros animales que habían querido comerse sus uvas. Así que lo estuvo observando, y vio cómo co-menzaba a comerse con tranquilidad las uvas. Cuando el tordo pensaba también ponerse a comer, vio que se acercaba un monje con una azada al hombro y se es-condió, esperando presenciar una paliza. Pero, para su sorpresa, el monje se puso a conversar con el zorro:

—¡Hermano monje, buenos días!, ¿qué haces hoy aquí?

A lo que el zorro le respondió con tranquilidad:—Querido hermano, mi abad me ha vuelto a man-

dar, pues quería estar seguro de que el vino de estas uvas sea excelente.

—Oh, comprendo –dijo el monje simple–, tu abad quiere estar seguro de que no te has engañado a ti mis-mo. Pues bien, obedece sus órdenes.

Y con su azada al hombro el monje se marchó a seguir escardando la viña, mientras el zorro se queda-ba comiendo las deliciosas uvas. El tordo, por su par-te, decidió aprovechar, él también, la simplicidad del monje y se puso a comer uvas. Cuando el monje lo vio corrió hacia él. El tordo le dijo:

—Oh, hermano, buenos días, me da gusto saludarte.El monje le dijo:—A mí también me da gusto saludarte, pero,

¿quién eres?—Oh –dijo con voz digna y sentida el tordo–, soy

un monje del monasterio de Clairmont, y el abad me ha enviado a probar sus uvas, ya que desea comprar casi toda su producción. Es verdad que ayer el abad envió a otro de los hermanos, no sé si lo viste.

—¡Claro que lo vi, el hermano zorro!– dijo el monje simple.

Enrique A. Eguiarte, OAR

El monje y el zorro

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Presencia Apostólica 15

Historia para meditar

—Pues bien –dijo el tordo–, el abad no se fía del juicio del hermano zorro, pues en ocasiones es exage-rado, y por eso me ha enviado a mí.

—Pero si hace un momento he visto al hermano zorro– dijo el monje simple.

—¡No me digas hermano! –dijo el tordo–, de se-guro habrá venido sin el consentimiento del abad. Si lo ves, no le permitas comer uva, pues el abad ya no se fía de su juicio.

—Ya me parecía a mí que el hermano zorro esta mañana tenía algo raro– dijo el fraile simple y se fue a buscar al zorro, sin saber que éste había escucha-do la conversación y había salido de la huerta.

El tordo, por su parte, comió las últimas uvas que le cupieron en el estómago y se fue cuando el sol ya se ponía y sonaba la campana conventual.

Lo que el tordo no sabía es que el zorro había ur-dido un plan para vengarse y para seguir comiendo el fruto de la viña, antes de que llegara la vendimia.

A la mañana siguiente el tordo se encaminó a saciar su hambre. El monje simple que estaba ya en la huerta con su azada, al verlo le dijo:

—Hola, hermano tordo. ¿Qué haces por aquí?—Pues ya ves, hermano monje, de nuevo el abad

me ha enviado, pues le he dicho que la uva era exce-lente, pero él quiso que me cerciorara de si lo era en toda la viña o sólo en donde yo había comido. Al mon-je le pareció razonable la respuesta y le dijo:

—Adelante, hermano tordo, cumple con esas órde-nes y llévale noticias a tu abad.

Y sin más el monje se puso a trabajar. En tanto, se acercó el zorro, quien se había vendado como si hubie-ra recibido una paliza. El monje con sorpresa le dijo:

—Hermano zorro, ¿qué te ha pasado?El zorro, con voz lastimera y cojeando, le dijo:—Querido hermano monje, ayer fui asaltado por

un grupo de tordos que se hacen pasar por monjes de Clairmont y me dieron una paliza. Yo se lo dije a mi abad, pero él me dijo que volviera, pues debía terminar este trabajo. Así que aquí estoy, dispuesto a cumplir mi misión, aunque al regresar al monas-terio los tordos me vuelvan a dar una paliza. Dicho esto dejó salir de sus ojos algunas lágrimas.

El monje simple, emocionado por las palabras del zorro y particularmente por su estado tan deplorable, le dijo compasivo:

—Hermano zorro, cumple tu misión y llévale noti-cias a tu abad. Yo hablaré con ese tordo embustero.

Y dicho esto dejó al zorro comiendo uvas y él se fue a buscar al tordo gritando:

—¡Hermano tordo, falso monje, golpeador de zorros!, ¿dónde estás?

Cuando el tordo oyó esto se marchó y el monje sim-ple no lo pudo encontrar.

El monje simple se quedó pensando que estaba sucediendo algo extraño. Por ello, al final del día, de-cidió hablar con el abad. Así, terminado el rezo coral, el monje simple se acercó al abad, que era un respe-table anciano de luenga barba y más larga sabiduría y le expuso el caso. El abad se sentó y, mientras con-sideraba el caso, se mesaba su larga barba. De pronto sus ojos azules se encendieron y le dijo:

—Ven conmigo. Y sin más se dirigió a su celda. En ella le dio al mon-

je simple un objeto y le dijo lo que tenía que hacer.Al despuntar el alba del siguiente día, el monje sim-

ple se dirigió a la viña. Ahí se encontró con el tordo, quien venía acompañado por otros dos tordos. Des-pués del saludo acostumbrado, el tordo le dijo:

—Hermano monje, hoy hemos venido en comuni-dad para denunciar a un falso monje, el zorro, quien nos ha acusado de haberlo apaleado, siendo que quien realmente nos ha amenazado es él, y noso-tros sólo cumplimos las órdenes de nuestro abad.

Los otros tordos asintieron a estas palabras. El monje guardó silencio y buscó al zorro que estaba un poco más allá, todavía con sus vendajes, y claro, comiendo uvas. El monje se le acercó y el zorro, des-pués de saludar al monje simple le dijo:

—Hermano monje, ayer cuando regresaba al mo-nasterio, de nuevo los tordos me golpearon, pero el abad me ha pedido que regresara, pues desea saber si las uvas tienen semilla.

Fue entonces que el monje puso en práctica lo que el abad le había dicho. Metió la mano al bolsillo de su hábito y sacó de él un muñeco de guiñol que repre-sentaba a un abad. Y, llamando a los tordos y al zorro, quien vino cojeando, les mostró el muñeco y les dijo:

—¡Aquí está el abad de Clairmont y les manda que regresen a su monasterio, pues hay mucho traba-jo que hacer!

El zorro y los tordos abrieron los ojos grandemen-te y luego se echaron a reír, y el zorro dijo:

—Vamos hermano, no pensarás que vamos a creer que éste es el abad de Clairmont.

A esto el monje les respondió:—Pues si ustedes no creen que éste es el abad de

Clairmont, yo tampoco creo que ustedes sean monjes. Al saberse descubiertos, el zorro y los tordos salieron

huyendo, temerosos de que el monje usara su azada.El monje por su parte aprendió una lección: To-

dos amamos la verdad cuando no queremos que nos engañen, pero en el mundo hay muchos que quie-ren en gañar a los demás…

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16 Presencia Apostólica

k Fe y vida

Nuestra sección FE Y VIDA cobra relevan­cia en este Año de la Fe. La fe no se redu­ce a unos cuantos

dogmas o verdades en las que “tenemos que creer aunque no las comprendamos”. La entendemos como un confiarnos en Jesús y en su Evangelio, arriesgándonos a vivir conforme a Él y sus ense­ñanzas, aunque esto implique re­nuncias y riesgos. Sabemos que el Espíritu Santo está actuando en la historia, pero que también actúa el espíritu del anticristo, presentando obstáculos a la construcción del

Reino de Dios, tal como nos lo en­señó Jesucristo. No creemos en un Dios “titiritero” que mueve los hilos arbitrariamente, repartiendo bienes o desgracias como y cuan­do se le ocurra. Si así fuera, la natu­raleza sería un caos, ya que prácti­camente no habría leyes naturales, sino que éstas se suspenderían ante la voluntad de cualquier devo­to que supiese cómo “conmover” a Dios. Los sufrimientos humanos se deben a la condición mortal de todo ser vivo (que enferma y muere), a fuerzas incomprensibles deno­minadas “azar” y a la interacción entre seres humanos proclives al

egoísmo, la ambición, el poder de dominación, etc. Esto supone la li­bertad humana, a la que Dios res­peta a pesar de todo. Es posible, sin embargo, que nosotros po­damos hacer algo para disminuir muchos sufrimientos en el mundo. Esto es justamente lo que quiere nuestro Padre Dios, y el medio para ello fue la propuesta del “Rei­no de Dios” que hizo Jesús, primer proyecto en la historia a nivel glo­bal. Su objetivo, hacer de todo el mundo una única familia, que ten­ga como Padre a Dios, y por tanto, que todos vivamos como herma­nos, en la justicia, la paz, la vida, la libertad, la verdad…

Teniendo lo anterior como premi­sa, habría que discernir lo que nos toca hacer en estos momentos. Se ha ido cobrando conciencia de que el mundo entero está sometido a un pequeño grupo de poderosos, a modo de un neocolonialismo planetario, que aparte de mante­ner en los límites de sobrevivencia a amplias capas de la población mundial, está agotando irrespon­sablemente los recursos natura­les, contaminando la naturaleza, y está sostenido por un sistema de comunicación manipulable y por el poderío militar.1 Comienza el año 2013 en los inicios del nuevo sexenio, oportunidad para corre­gir rumbos inadecuados y hacer avanzar al país hacia estructuras más equitativas y pacíficas. Es to­davía demasiado prematuro aven­turar diagnósticos. Los analistas conceden a los nuevos gobernan­tes los clásicos primeros 100 días. Sabemos, por otra parte, que la suerte del país no depende sólo de un hombre, ni siquiera de un solo partido: cualquier gobierno se en­cuentra con varias fuerzas que tie­

FE Y VIDA EN 2013Enrique Marroquín, CMF

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Presencia Apostólica 17

ne que equilibrar con pesos y contra­pesos (no olvidemos, por ejemplo, a los llamados “poderes fácticos”, que no son elegidos). Lamentablemente, México tiene una arraigada cultura de corrupción, de beneficiar a los privilegiados, así como un poderoso crimen organizado. El gran desafío es mejorar la suerte de los pobres, que constituyen un 70% de la pobla­ción, entre la cual, un 20% vive en extrema pobreza.

Ya hemos ido cobrando concien­cia de que la fe cristiana es insepa­rable de la caridad. Pero no bastan las buenas obras a nivel individual, sino que se requiere de la dimensión social de dicha virtud, es decir, de ac­ciones dirigidas a transformar estruc­turas injustas y opresivas que dañan a las personas más vulnera bles. Esto no lo podemos hacer los ciudadanos cada uno por su lado. Se requiere de organizaciones, movimientos cí­vicos, asociaciones civiles, partidos políticos, ONG’s, sindicatos, etc. La Iglesia impulsa a los laicos a partici­par en estas tareas con prudencia y sentido crítico; pero también con au­dacia; aunque muchos de estos mo­vimientos no sean exclusivamente de cristianos, apuntan hacia los ideales de Jesús. Hay en el mundo mucha gente que trabaja en esto, y la faci­lidad de conectarnos con ellos va siendo más fácil con las tecnologías comunicativas actuales. De cualquier forma, luchando por un mundo más justo, más pacífico y más ecológico es como iremos construyendo en la historia el ideal de Jesús –el Reino de Dios–, para cuyo advenimiento rezamos todos los días en el Padre Nuestro. Ojalá que al comenzar el año nuevo, entre nuestros propósi­tos, hagamos alguno en este sentido: si todos pusiéramos nuestro granito de arena en la dirección correcta, podríamos tener un mundo mejor.

Cuidemosnuestro mundo entodos los aspectos.

1 Estados Unidos mantiene en el mundo unas 1,500 bases militares pequeñas (las “nenúfares”, esas plantas acuáticas que sirven de base a las ranas para cazar sus presas), con intervenciones armadas en 75 países.

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18 Presencia Apostólica

Reflexiones que viajan por la web

Quizás dé lo mismo si se trata de un año “nuevo” Nada puede ser realmente nuevo si uno lo vive desde viejas actitudes.

Por eso hay que desearnos que no se nos vaya nuestro tiempo de vida en asuntos que

realmente no valgan la pena.Nadie vino a este mundo aencerrarse en un lugar seguro ni a lograr la aprobación de los demás ni a matar el tiempo.

El tiempo es algo precioso,un recurso no renovable.

Que miremos hacia atrás sólo paracerrar los asuntos pendientes.El único modo en que el pasado puede

realmente pasar es decir lolargamente callado; hacerse

cargo de los errores y pedirdisculpas; reconocer lo recibido y dar las gracias; comprenderlo no comprendido; dejar ir lo que ya no es. Cerrar lo inconcluso es comenzar a hacer espacio para lo nuevo.

Que sepamos pedir ayuda cuando la necesitemos para poder volver a pararnos sobre nuestros propios pies.Que sepamos ayudar a quien lo necesitesin perdernos en el otro, sin invadir ni

manipular, sin generar dependencia y sin forcejear para que nadie cambie lo que no

está dispuesto a cambiar. Que permanezcamos abiertos a encontrar verdaderos compañeros de camino, afinesa nuestra más íntima esencia. Que seamos parte de aquellos que, másque un año nuevo, celebran cada día nuevo,

intensamente vivos.

Autor desconocido

Un nuevo tiempo

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Presencia Apostólica 19

Los 50 años del Concilio Vaticano II

Roma, 8 de diciembre (1965).– ¡Ha termina-do el Concilio! ¿Conti-nuará? ¿Dónde princi-pia verdaderamente?

Había una multitud domin-guera reunida en la plaza de San Pedro en la mañana del 8 de diciembre; al aire libre iba a celebrarse la gran ceremonia final del Vaticano II, en la fiesta de la Inmacula-da Concepción… Se temía que lloviera, pero el tiempo fue bueno… Por consiguiente, el Concilio había cerrado la obra que se había propuesto… Y dio principio la última ceremonia del Concilio. Primero hubo una procesión de todos los Padres presidida por el Papa… Al finalizar la misa, el Papa dirigió breves men-sajes a diversas categorías de hombres de hoy: a los intelectuales, a los gobernantes, a los hombres del pensamiento y de la ciencia, a los artistas, a las mujeres, a los trabajadores, a los jóvenes, a los que sufren. (Tomado de Informaciones Católicas Inter-nacionales, n. 254, 22 de diciembre de 1965.)A las mujeresHermoso fue el pensamiento del Papa a las mu-jeres: La Iglesia se enorgullece de haber magnifi-cado y liberado a la mujer, de haber hecho res-plandecer su igualdad con el hombre. A ustedes mujeres se ha confiado la vida, a ustedes les toca salvar la paz del mundo.¿Sólo quedan recuerdos?Cuánta alegría en nuestros corazones, en donde ardía el entusiasmo. El Papa Bueno, Juan XXIII, nos había abierto las ventanas de la Iglesia para que soplaran nuevos vientos en nuestras comuni-dades y estábamos ansiosos de ver cómo se abrían las flores de esta nueva primavera de la Iglesia.

A 50 años de clausurado el Concilio es triste que aún existan quienes piensen que el Concilio solamente fue para que se dijera en español la san-ta misa y para que se reunieran más de 2,000 obis-pos del mundo alrededor del Papa.Peticiones de una Carta Antes de despedirse de aquella asamblea en que el

Espíritu Santo había derramado sus dones en abundancia, va-rios obispos discretamente en-tregaron a todos los Padres de la asamblea conciliar una carta hermosa apelando a que todos se comprometieran a vivir con sencillez en medio de sus fieles, a renunciar a las apariencias y a la realidad de cualquier forma

de riqueza o de poder; a que renunciaran a con-ceder cualquier privilegio, cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos, para que se ocuparan, particularmente, de defender a los pobres; para que colaboraran humildemente a las obras públicas de justicia social; para que realizaran la colegialidad por la ayuda práctica de los episcopados ricos a los episcopados pobres; para que consideraran, en to-das las cosas, su ministerio como un servicio, y para que dieran a conocer a sus diocesanos las decisio-nes que adoptarían respecto a estos compromisos.Lo que dijo Pablo VIEl Santo Padre dijo en la clausura: “…El Concilio se ha ocupado… en reflexionar sobre la Iglesia, para conocerse mejor, para definirse mejor…

Los documentos conciliares… muestran cuán límpida, fresca y rica es la vida espiritual que el contacto vital con Dios hace surgir en el seno de la Iglesia y extenderse desde la Iglesia, sobre el árido suelo de nuestra tierra… Nuestro Concilio siem-pre estuvo vivamente interesado en el estudio del mundo moderno.

Tal vez nunca, como en esta ocasión, la Igle-sia ha experimentado la necesidad de conocer, de acercarse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la sociedad que la rodea, de atra-parla y, por así decirlo, de perseguirla en sus rápi-das y continuas transformaciones…”

Falta mucho por hacer. Debemos ser claros y valientes en aceptarlo. En primer lugar debemos dejarnos evangelizar totalmente. Y nada como es-tudiar o volver a estudiar los documentos del Con-cilio Vaticano II.

[email protected]

Ernesto Bañuelos C.

El Concilio Vaticano IIcumple sus bodas de oro

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20 Presencia Apostólica

De la Palabra a la acción

LaPalabra

enero-febrero

Enero 6La Epifanía del Señor Mt 2,1-12

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron enton-ces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.”

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobre-saltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel.”

Entonces Herodes llamó en secreto a los ma-gos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, aví-senme para que yo también vaya a adorarlo.”

Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían vis-to surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y pos-trándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Adverti-dos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

La palabra Epifanía viene del griego y significa “ma-nifestación”. Esta fiesta se celebra doce días después de la Navidad.

La luz de la estrella de Belén ilumina como lo

hace la manifestación de Cristo al mundo. Es una luz visible para todo el mundo, pero es una decisión personal dejarse guiar e iluminar por ella.

Cristo, luz del mundo, nos invita a seguirle, como los magos, y a entregarle generosamente no ya oro, incienso y mirra, sino nuestras mismas personas con todo lo que somos, tenemos y podemos, recor-dando que todo lo hemos recibido de Dios.

Que Jesús, niño, que se manifiesta a todo el mun-do, porque ha venido a salvar a toda la humanidad, mueva nuestros corazones para continuar su misión de justicia, verdad, amor y paz.

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Presencia Apostólica 21

LaPalabra Enero 13

Bautismo del Señor Lc 3,15-16.21-22

(…) Como el pueblo estaba en expectación y todos pen-saban que quizá Juan el Bau-tista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bau-tizará con el Espíritu Santo y con fuego.”

Sucedió que entre la gen-te que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco.”

Jesús es bautizado “entre la gente”, sin buscar pri-vilegios. Él viene a promover con su actitud la justi-

cia y la paz esenciales para el Reino de Dios.

Al pedir el bautis-mo sin necesitarlo, pues Jesús se hizo en todo semejante a no-sotros menos en el pe-cado, se solidariza con la humanidad y nos invita a tener una ac-titud de humildad en nuestras vidas.

La mejor manera de mostrar nuestra fe es a través de las obras, las acciones de cada día, que inspiradas por el Espíritu Santo que reci-bimos en nuestro bau-tismo, nos hacen con-vertirnos en verdaderos discípulos misioneros del Reino por el que se encarnó, vivió, murió

y resucitó nuestro Señor. Que la solidaridad sea un valor constante en

nuestra vida cotidiana como nos enseñó con su pro-pia vida el Maestro.

Enero 20DomingoJn 2,1-11

(…) Hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos tam-bién fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino.” Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? To-davía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que ser-vían: “Hagan lo que él les diga.”

Habían allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas.” Y las llenaron hasta el borde. En-tonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta.”

Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían,

llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve pri-mero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora.”

Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Es muy significativo que este primer signo realizado por Jesús en las bodas de Caná haya tenido la fina-lidad de resguardar la alegría de la comunidad en un evento significativo. Jesús realiza esta acción a instancias de su madre, quien, ante los problemas de los otros, no se cruza de brazos e insiste en ayudar. En María, verdadero prototipo de los discípulos del Señor, encontramos el modelo de seguimiento. Ma-ría escuchó siempre con disponibilidad la palabra de Dios, la meditó en su corazón y la puso en práctica cumpliendo la voluntad de Dios y sirviendo con sen-cillez al prójimo, sobre todo al más necesitado.

De la Palabra a la acción

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22 Presencia Apostólica

Enero 27DomingoLc 1,1-4;4,14-21

(…) (Después de que Jesús fue tentado por el de-monio en el desierto), impulsado por el Espíritu, vol-vió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró él pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga

estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, di-ciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.”

Jesús reafirma la profecía de Isaías de que la razón de ser de su misión es ser buena noticia para los pobres y libertad para los oprimidos. Esa es la esen-cia del programa de Jesús, para eso lo ha ungido el Señor, y no es posible ser cristiano y no compartir esos objetivos, por difíciles que nos parezcan.

Para entender este anuncio debemos recordar las expectativas del pueblo humilde que había constatado el fracaso de los reyes de Judá e Israel en su misión de paz y justicia. Por eso los pobres espe-raban el reinado de Dios, y esperaban con ansias el reinado de su Ungido o Mesías y esto se cumple plenamente en Jesús. En esta actividad Jesús aso-cia a sus apóstoles y a nosotros, sus nuevos discí-pulos, para ser germen y signo del Reino de Dios en este mundo.

Febrero 3DomingoLc 4,21-30

(…) Después de que Jesús leyó en la sinagoga un pa-saje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cum-plido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír.” Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel re-frán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm.” Y añadió: “Yo les ase-guro que nadie es profeta en su tierra. Había cierta-mente en Israel muchas viudas, en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embar-go, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eli-seo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria.”

Al oír esto, todos los que estaban en la sinago-ga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad,

para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí.

Jesús, como todos los profetas, fue incomprendido y sufrió la oposición y el rechazo de quienes le rodea-ban. La razón principal de ese rechazo es porque pide la conversión como nuestra respuesta radical al Reino.

Nuestra conversión no puede quedar sólo en la interioridad de nuestro ser, sino que debe ma-nifestarse en la vivencia personal y comunitaria, en la orientación que damos a nuestra vida, en las actitudes que tomamos hacia Dios y hacia nues-tros hermanos, en los criterios y valores que rigen nuestra conducta.

De esta respuesta radical que es la conversión se desprenden muchas actitudes concretas como son: escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios, seguir el camino trazado por Jesús, renunciando a aquellos privilegios que dañan a los demás o nos alejan de ellos, y no querer escuchar sólo lo que conviene a nuestros intereses.

¿Por qué será que el mensaje de Jesús resultaba en su tiempo tan incómodo?

¿Nos sucede lo mismo ahora?

De la Palabra a la acción

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Presencia Apostólica 23

De la Palabra a la acción

Febrero 10DomingoLc 5,1-11

(…) Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la ori-lla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar.” Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la no-che y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes.” Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. En-tonces hicieron señas a sus compañeros, que esta-ban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.” Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. Jesús nos enseña a confiar y a perseverar en nues-tro esfuerzo, aun cuando las circunstancias sean desfavorables.

Él cree en el ser humano a pesar de nuestras limi-taciones y ambigüedades. Él desea que nosotros co-laboremos desde nuestras posibilidades que pueden crecer con la gracia de Dios en nuestra vida, como le sucedió a Pedro.

Esta acción llena de la gracia de Dios necesita dos respuestas de nuestra parte: la primera es no tener miedo, pues es el primer enemigo contra la fe y nos impide dar la segunda respuesta que es el seguimiento.

Muchos, a causa del miedo a “soltar sus redes”, sus pequeñas seguridades, se quedan en el camino y dejan pasar la oportunidad de crecer y de dar fru-to abundante en sus vidas. Muchos a causa de sus “barcas”, sus propiedades, no son capaces de seguir al Maestro y obtener así una vida de libertad y ale-gría plenas.

Febrero 13Miércoles de CenizaMt 6,1-6.16-18

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no ten-drán recompensa con su Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anun-cies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recom-pensa. Tú, en cambio, cuando des limosna que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Pa-dre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara tris-te, como esos hipócritas que descuidan la apa-riencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secre-to, te recompensará.”

Iniciamos la Cuaresma con esta lectura que nos habla de cómo tener una auténtica espiritualidad. Queda claro que las acciones de nuestra vida es-piritual no son para darle gusto a nadie ni para aparentar lo que no somos, sino para tener una auténtica comunicación con nuestro padre Dios, quien “ve lo secreto”.

Aprovechemos este “tiempo oportuno” para re-novar nuestro espíritu, recuperar la gracia perdida y establecer una amistad profunda con Dios: bus-cando más tiempo y espacio para estar con Él –ora-ción–, encontrándonos con nuestros hermanos, a través de nuestra solidaridad con ellos –limosna–, y encontrándonos a nosotros mismos, resistiendo aquellos impulsos que nos impiden tener paz inte-rior y, por último, absteniéndonos de aquello que nos lastima –ayuno–.

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24 Presencia Apostólica

Febrero 171er Domingo de CuaresmaLc 4,1-13

(…) Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto, donde permaneció durante cuarenta días y fue tentado por el demonio.

No comió nada en aquellos días, y cuando se com-pletaron sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.”

Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras.” Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios y a él sólo servirás.”

Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las piedras.” Pero Jesús le respondió: También está es-crito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”

Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora.

Como todos nosotros, Jesús tuvo que elegir entre diferentes opciones en su vida. Las elecciones que él hizo fueron siempre de acuerdo con los valo-res del Reino de Dios. Esto le permitió vencer las tenta ciones que se le presentaron en su vida y que se nos presentan a nosotros en todo momento. Es-tas tentaciones las podemos resumir en tres tipos: La tentación del placer que nos hace buscar satis-facer nuestros gustos y deseos de manera egoísta y olvidando a nuestro prójimo o, peor aún, utili-zándolo y dañándolo. La tentación del poder, por la que buscamos obtener autoridad a cualquier precio, no para servir sino para oprimir, burlar y destruir a nuestro prójimo y a nosotros mismos al no valer por lo que somos. La tentación del te-ner, cuando únicamente buscamos poseer bienes y riquezas para nuestro bienestar, alejándonos de Dios y del prójimo, mientras olvidamos que los bienes son para administrarlos (no somos dueños) y para compartirlos.

Febrero 242º Domingo de Cuaresma Lc 9,28-36

(…) Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vesti duras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos persona jes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.

No había terminado de hablar, cuando se for-mó una nube que los cubrió; y ellos, al verse en-vueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi hijo, mi escogido, escúchenlo.” Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.

Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

El relato de la transfiguración nos invita a subir a la montaña, a dejar por un momento nuestros compromisos y trabajos para escuchar la voz del Señor. Es una invitación a transformarnos y trans-formar así todo lo que nos rodea.

Escuchar y compartir este relato de la trans-figuración del Señor durante la Cuaresma es una motivación para superar el “escándalo de la cruz” y renovar nuestro ánimo de continuar el camino del desierto cuaresmal para llegar a la tierra pro-metida, a la pascua, a la resurrección. Nos recuer-da que vale la pena el esfuerzo constante y a veces el mismo sufrimiento por ser fiel al Reino promo-vido por Jesús con su mismo sufrimiento y muerte y avalado por el Padre en la resurrección.

Que este caminar cuaresmal, en el que traba-jamos por rehacer al “hombre nuevo” (la gracia) que habita en nosotros rompiendo con el “hombre viejo” (el pecado), lo aprovechemos al máximo.

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.

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