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C e n tro M o nseñor Rom ero, AÑO XXX, No. 646, 1-28 de febrero de 2 0 1 4 Las últimas homilías de Romero. Parte I Elecciones 2014 La tragedia de los emigrantes El Evangelio es gozo. Parte II ISSN: 0259-9848 marzo, 1980

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Centro Monseñor Romero, AÑO XXX, No. 646, 1-28 de febrero de 2014

Las últimas homilías de Romero. Parte IElecciones 2014La tragedia de los emigrantesEl Evangelio es gozo. Parte II

ISSN: 0259-9848

marzo, 1980

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Contraportada: Poema a Romero Fátima Torres Alarcón

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Las últimas homilías de RomeroJon Sobrino sj

El plagio y la culturaJosé María Tojeira sj

El Evangelio es gozo. Parte IIJosé Arregi

Indignación y espejismo. EleccionesMauricio Iraheta Olivo

¿Y cuál es el miedo?Moisés Gómez

Escandalosa desigualdadCarlos Ayala Ramírez

Transformación social. ¿hacia dónde?Hernández Pico sjResumen de Carlos López Canté sj

El fracaso como oportunidad de éxito Carlos Ayala Ramírez

La caricia escencial rescata nuestra humanidadLeonardo Boff

Declaraciones ante los hechos de CuetaFray Santiago Agrelo Martínez

Nos hace mucho daño que se asocie a la Iglesia con el PP. Dios es de izquierdas Fray Santiago Agrelo Martínez

Esta Carta a las Iglesias corresponde al mes de febrero 2014. A continuación haremos una breve reseña de los

diferentes escritos publicados:

En la primera parte, en el marco del XXXIV aniversario de Monseñor, el padre Jon Sobrino nos propone una ref lexión sobre las últimas homilías de Romero.

José Arregi propone una selección reordenada de las afirmaciones de Evangelii Gaudium, del papa Francisco.

“Tramposo, respondón y estafador” son los calif icativos que José María Tojeira sj asignó en su artículo al ganador de los Juegos Florales de San Salvador, a quien se le comprobó plagio en su obra.

“Gallinas con la cabeza cortada” es el comparativo que Mauricio Iraheta hace en su artículo sobre los políticos en la contienda electoral, argumentando que los mercadólogos son hoy los verdaderos artífices de las candidaturas.

Moisés Gómez, del Departamento de Filosofía de la UCA, nos plantea que la cultura democrática actual exige reformar o modificar la Constitución de la República.

En “Escandalosa desigualdad”, Carlos Ayala nos presenta un resumen y un análisis del informe de OXFAM, Gobernar para las élites, partiendo del dato que la mitad de la riqueza del mundo está concentrada en el 1% de su población.

Seguidamente Carlos López Canté sj presenta un resumen del discurso del Padre Hernández Pico sj, sobre la historización del cambio social a cuyo servicio la UCA diseña su proyección social.

Fray Santiago Agrelo Martínez califica, en sus declaraciones sobre los hechos de Cueta, como inaceptable que la vida de un ser humano tenga menos valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un estado. Y en un segundo escrito hace un planteamiento sobre la situación de los migrantes versus las legislaciones de los gobiernos, las cuales responden a intereses económicos sin tomarlos en cuenta.

Leonardo Boff en su escrito nos invita a rescatar nuestra humanidad por medio de la dimensión de la caricia esencial. La mano que acaricia, la mano que establece relación.

Esperamos que esta publicación sea un instrumento que invite al análisis y la reflexión de los temas abordados.

Centro Monseñor Romero, bulevar Los Próceres, La Libertad,

El Salvador, Centroamérica, campus UCA.

Carta a las Iglesias, publicación de análisis de las realidades del ámbito religioso,

político, económico y social desde un enfoque cristiano.

Director de publicación:Jon Sobrino sjDirector del Centro Monseñor Romero

Imprenta: Talleres Gráficos, UCA.

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Las últimas homilías de Monseñor RomeroEl pueblo sufriente y Dios

Al celebrarse el XXXIV Aniversario del asesinato-martirio de Monseñor Romero ofrecemos estas reflexiones sobre sus últimas homilías.

El fin es lo que da sentido al proceso, decía un gran filósofo. En el caso de Monseñor Romero es absolutamente cierto. Sus dos últimas homilías no fueron las “últimas” porque después ya no hubo más. Fueron “últimas” porque en ellas, y en los días que las rodearon, apareció lo más profundo de lo que habían sido los tres últimos años de Monseñor. Y fueron “últimas” porque las pronunció en catedral junto a su pueblo, y en el hospitalito junto a enfermos incurables. No se puede ir más allá de “pueblo” y de “pobres”. En esta primera parte de este artículo me fijaré en las dos últimas homilías del 23 y 24 de marzo de 1980, remitiéndome también a otras de los primeros meses de 1980. Citaré algunos párrafos, extensamente, que hablan mejor que muchas palabras.

La última homilía en el Hospitalito

El 24 de marzo de 1980 Monseñor Romero pronunció su última homilía en la capilla del Hospital de la Divina Providencia para cancerosos. En el “hospitalito” preparaba los sábados sus homilías dominicales con libros de teología bíblica, con informes de las violaciones de derechos humanos y con todo lo que tuviera que ver con la pobreza del pueblo. Y en el hospitalito, como Jesús junto al lago o en el huerto, oraba al Dios que ve en lo escondido.

El Monseñor rodeado de multitudes, a quien le

producía profundo gozo estar con su pueblo en catedral y en los cantones, en el hospitalito estaba solo y sin seguridad. En las noches, estaba y vivía con su Dios.

Las personas más cercanas -a pocos metros de su

habitación- eran mujeres enfermas de cáncer incurable, pobres todas ellas, con la angustia añadida de no saber qué sería de sus hijos una vez muertas ellas. Esas mujeres eran el símbolo de muchas otras madres de hijos muertos, desparecidos, torturados, y de todo un pueblo sufriente.

El 24 de marzo, a las cinco de la tarde, celebró una misa de aniversario por doña Sarita, a pesar de que le habían aconsejado que no lo hiciera pues la misa había sido anunciada en la prensa, y podía ser un aviso para quienes querían asesinarlo. Monseñor insistió en celebrarla, y terminó la homilía con estas palabras:

“Que este cuerpo inmolado y esta carne sacrificada

por los hombres nos alimente también a dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos, pues, íntimamente, en fe y esperanza a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros”.

En ese momento sonó el disparo. Un francotirador

puso un amen pascual a su palabra. Se había consumado su identificación con Cristo, su entrega a su Dios y su entrega a su pueblo.

Monseñor Romero

PARTE I

Jon Sobrino

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Las últimas homilías en Catedral

En el hospitalito estaba la raíz de Monseñor. En las homilías de Catedral se veían sus frutos. En ellas fue en aumento la crudeza de la denuncia, la exigencia de conversión y el asirse a la esperanza. Hizo uso del magisterio de la Iglesia, e hizo uso mayor del evangelio de Jesús. Y cada vez más trajo a las homilías los clamores del pueblo que subían hasta el cielo cada vez más tumultuosos. No hay que sorprenderse de que las homilías duraban alrededor de hora y media, o más. Recordemos lo fundamental.

Cómo preparaba las homilías. En su última homilía

de catedral Monseñor confesó cómo las preparaba, cuál era la fuente de lo que iba a denunciar y a anunciar.

“Le pido al Señor, durante toda la semana mientras

voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento, y, aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión”.

La acusación de “meterse en política”. Con la

mayoría de sus hermanos obispos, Monseñor mantuvo una fuerte tensión por varias razones. Una razón importante era que aquellos insistían en que la Iglesia no debe meterse en política. Monseñor sabía bien que el problema era otro: el problema era salirse de la política de derecha. Teniendo esto en cuenta Monseñor Romero,

pública y conscientemente, en sus homilías “se metió en política”. Lo hizo con total claridad cuando analizó los tres proyectos que surgieron después del golpe de estado del 15 de octubre de 1979. Condenó el proyecto de la oligarquía, en el que no veía bondad alguna. Al proyecto de la democracia cristiana le exigió el control de la represión, o abandonar el gobierno. Y vio más esperanzas en el proyecto popular, sobre todo si se unían las fuerzas populares y no absolutizaban su ideología. Y las condenó siempre que cometían actos violentos injustos.

En la homilía del 23 de marzo Monseñor se defendió “Ya sé que hay muchos que se escandalizan de esta

palabra y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del evangelio para meterse en política; pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo para que todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la reunión de Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas y lo estudiemos teóricamente, sino que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad de predicar como se debe el Evangelio para nuestro pueblo”.

La verdad sin componendas: la denuncia. Monseñor

dijo siempre la verdad. No encubrió nada. Ni cayó en la tentación de disimularla apelando a lo políticamente correcto. Dada la situación, la verdad resonó con más fuerza en la denuncia. Y en palabras, llenas de honradez y muy de Monseñor, dijo que hay que comenzar por casa.

Monseñor Romero

“Ya sé que hay muchos que se escandalizan de esta palabra y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en

política; pero no acepto yo esta acusación”.

Monseñor Oscar Romero yace en la capilla del Hospital La Divina Providencia. Fotografía: Eulalio Pérez

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“Todo el que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado y si la Iglesia denuncia las injusticias está dispuesta también a escuchar que se le denuncie, y está obligada a convertirse… Los pobres son el grito constante que denuncia no sólo la injusticia social, sino también la poca generosidad de nuestra propia Iglesia” (Homilía del 17 de febrero de 1980).

Apoyado en la credibilidad que dan estas palabras, y

apoyado en una verdad sin componendas, recordemos algunas denuncias. Las hacía con inmenso cariño hacia las víctimas, y sin odio -y con un difícil amor- a sus verdugos.

Monseñor hizo a la oligarquía responsable última de

la opresión y represión en el país, y de la guerra que se cernía.

“Hago un llamamiento a la oligarquía: no idolatren

sus riquezas, no las salven de manera que dejen morir de hambre a los demás” (Homilía del 6 de enero de 1980).

A la fuerza armada, cuerpos de seguridad, escuadrones

de la muerte y Junta de gobierno los denunció como responsables de la represión.

“La Junta de Gobierno debe ordenar, en forma eficaz,

el cese inmediato de tanta represión indiscriminada, porque la Junta también es responsable de la sangre, del dolor de tanta gente. Las Fuerzas Armadas, sobre todo los cuerpos de seguridad, deben deponer esa saña y odio cuando persiguen al pueblo; deben demostrar, con hechos, que están en favor de las mayorías y que el proceso que han iniciado es de carácter popular. Ustedes, o muchos de ustedes, son de extracción popular, por lo que la institución del Ejército debería estar al servicio del pueblo. No destruyan al pueblo, no sean ustedes los promotores de mayores y más dolorosos estallidos de violencia con los que justamente podría responder un pueblo reprimido” (Homilía del 20 de enero de 1980).

“Siento como pastor, que tengo un deber para con

las organizaciones políticas populares”, decía Monseñor. Pero les advirtió repetidamente de sus peligros, y cuando fue necesario las denunció.

“A esas organizaciones populares y, sobre todo, a

las de carácter militar y guerrillero del signo que sean, les digo también que cesen ya esos actos de violencia y terrorismo” (Homilía del 20 de enero de 1980). “Queridos

hermanos. Las reivindicaciones del pueblo son muy justas y hay que seguir defendiendo la justicia social y el amor a los pobres; pero, por eso, si de verdad amamos al pueblo y tratamos de defenderlo, no le vayamos a quitar lo más valioso: su fe en Dios, su amor a Jesucristo, sus sentimientos cristianos” (Homilía del 10 de febrero de 1980). “Urge que las organizaciones populares vayan madurando para que cumplan su misión de llegar a ser intérpretes de la voluntad del pueblo” (Homilía del 24 de febrero de 1980). “No callamos los pecados, también de la izquierda; pero son desproporcionadamente menores ante la violencia represiva” (Homilía del 9 de marzo de 1980).

Una nueva Iglesia de pobres y perseguidos. Es

lo que construyó Monseñor Romero. “Por defender al pobre la Iglesia ha entrado en grave conflicto con los poderosos de las oligarquías económicas” (Discurso de Lovaina, 2 de febrero de 1980). Antes ya había dicho con elocuencia escalofriante: “Me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres” (Homilía del 15 de julio de 1979). “Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo (Homilía del 24 de junio de 1979).

La dignidad de las víctimas. Prácticamente en

el comienzo de su ministerio, el 19 de junio de 1977, Monseñor Romero consoló a los campesinos de Aguilares con estas palabras inauditas: “Ustedes son el Divino Traspasado”, “el Cristo crucificado”. Y poco antes de caer asesinado él mismo, las volvió a repetir, todavía con mayor vigor: “Todo hombre es hijo de Dios y cada hombre matado es un Cristo sacrificado que la Iglesia también venera” (Homilía del 2 de marzo de 1980). Y de ese pueblo crucificado, en una arrebato evangélico dijo Monseñor: “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor” (Homilía del 18 de noviembre de 1979).

No conocemos a muchos obispos que hablen así.

Ciertamente, no en iglesias del mundo de bienestar, y en el llamado tercer mundo también han ido disminuyendo. Gracias a Dios don Pedro Casaldáliga sigue imperturbable. Y todavía llegan los ecos de Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, República del Zaire, asesinado en 1996, quien defendió a cientos de miles de refugiados y denunció, por nombre, a las potencias extranjeras.

XXXIV aniversario

“Todo hombre es hijo de Dios y cada hombre matado es un Cristo sacrificado que la Iglesia también venera”.

Homilía del 2 de marzo de 1980

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La denuncia final: “Cese la represión”

Solo en enero y febrero de 1980, aun antes de que estallase la guerra, había habido más de 600 muertos. El 16 de marzo dijo Monseñor: “Nada me importa tanto como la vida humana”. Y una semana después, el 23 de marzo, en un párrafo largo, meditado y bien pensado pronunció estas memorables palabras:

“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial

a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

“En nombre de Dios y en nombre de este sufrido

pueblo”, son palabras que nunca antes se habían escuchado ni nunca después se han vuelto a escuchar. El estruendoso aplauso del pueblo, nunca antes escuchado

y nunca después vuelto a escuchar, fue el amén del pueblo.

La esperanza final: “Si el grano de trigo no muere…” Monseñor Romero se enfrentó conscientemente a

una muerte violenta. En su último retiro que comenzó el 25 de febrero escribió: “Me cuesta aceptar una muerte violenta que en estas circunstancias es muy posible”. Y en su última homilía en el hospitalito aceptó la muerte. “El que quiera apartar de sí el peligro perderá su vida; en cambio, el que se entrega, por amor a Cristo, al servicio de los demás, éste vivirá como el granito de trigo que muere, pero aparentemente muere. Si no muriera, se quedaría solo” (Homilía del 24 de marzo de 1980).

Pocos días antes, dijo a un periodista estas palabras

memorables[1]. “He sido frecuentemente amenazado de muerte

Debo decirles que, como cristiano no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme… Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan” (Entrevista en El Diario de Caracas, marzo, 1980).

Monseñor Romero

[1] Algunos discuten si el texto es de Monseñor Romero. No puedo responder a esa pregunta. Sólo puedo decir que por el lenguaje, los conceptos y el pathos, el texto refleja espléndidamente al Monseñor Romero de los últimos días.

“El que quiera apartar de sí el peligro

perderá su vida; en cambio, el que se

entrega, por amor a Cristo, al servicio de

los demás, éste vivirá como el granito de

trigo que muere, pero aparentemente muere.

Si no muriera, se quedaría solo”.

24 de marzo de 1980.

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Iglesia nueva

1. Acoger el mundo de hoy con su evangelio

Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la Fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia (71). “Llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina […] Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente (Juan XXIII) (84). Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado (106). La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar (174). Es verdad que, en nuestra relación con el mundo, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan (271).

2. Abrirse a un Evangelio siempre nuevo

Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre nueva (11). La Iglesia debe aceptar esa libertad inaferrable

de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas (22) Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (27). La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos… Sin prohibiciones ni miedos (33). Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos (31). Los enormes y veloces cambios culturales requieren que prestemos una constante atención para intentar expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad (…) somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave. Recordemos que “la expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria” (Juan Pablo II) (41). No tengamos miedo de revisarlas (43) [las costumbres]. Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo (83). A veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es

José Arregipublicado en Religión Digital

En la Carta a las Iglesias del mes de enero, publicamos la primera parte de este escrito donde abordamos las palabras del papa

Francisco donde exhorta la postura que el Evangelio ha de procurar aliviar la tristeza de sí mismo y de los demás. A continuación presentamos una selección reordenada de Evangelii Gaudium propuestas por el autor.

El Evangelio es gozo

PARTE II

Las cifras entre paréntesis indican los números de la Exhortación. Los títulos numerados son del autor de la selección.

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posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno (129).

3. Evangelio es salir, ser “Iglesia en salida”

Hoy, en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera (…). Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (20). La Iglesia “en salida” es una Iglesia con las puertas abiertas (46). Siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá (20). A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas (47). Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en lasnormas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37) (50).

4. El Evangelio requiere permanente reforma

El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí (26). No se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si éstas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico (107). No nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual (108). También debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización (32). No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados (16).

5. El Evangelio contra una economía que mata

Hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa (53). Algunos todavía defienden las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante (54). Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera… A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta (56). “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos” (San Juan Crisóstomo) (57). Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano (58). Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales (202). Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado (204). ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! (205).

6. La injusticia es la raíz de la violencia

Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. … Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos

Iglesia nueva

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ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz (59). La inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos (60). En muchos lugares del mundo, las ciudades son escenarios de protestas masivas donde miles de habitantes reclaman libertad, participación, justicia y diversas reivindicaciones que, si no son adecuadamente interpretadas, no podrán acallarse por la fuerza (74).

7. Los pobres, los primeros del Evangelio

Los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse” (7). A veces se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra, porque “la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos” (Pontificio Consejo Justicia y Paz) (190). Hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha (195). Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos (…). Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas (198).

8. El Evangelio no se encierra en la doctrina

Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia (35). [Si se olvida el primado de la misericordia] no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener “olor a Evangelio” (39). Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Si no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria

y a la fecundidad misionera, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios (89). Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis (99). La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio (114). La centralidad del kerygma [anuncio de la buena noticia] demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas (165). Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de propuestas superadoras (168). Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos (216). Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse (236). Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás (270). La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad (278). Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre nos devuelve la alegría (3).

9. “Mundanidad espiritual” en nombre del Evangelio

Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión (80). La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal (93). Se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista

Iglesia nueva

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y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar (94). En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos (95). No nos preocupemos sólo por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a este camino luminoso de vida y de sabiduría. Porque “a los defensores de ‘la ortodoxia’ se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen” (Congregación para la Doctrina de la fe, 1984) (194).

10. A nueva cultura, nueva expresión del Evangelio

Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad (73). Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas (74). Un programa y un estilo uniforme e inflexible de evangelización no son aptos para esta realidad (75). Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética (…). La prédica cristiana, por tanto, encuentra en el corazón cultural del pueblo una fuente de agua viva para saber lo que tiene que decir y para encontrar el modo como tiene que decirlo (133). Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo (154).

11. Un Evangelio en muchas culturas

Como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural (116). No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde. Si bien es verdad que algunas culturas han estado estrechamente ligadas a la predicación del Evangelio y al desarrollo de un pensamiento cristiano, el mensaje revelado no se identifica con ninguna de ellas y tiene un contenido transcultural. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador (117). No podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los

modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia, porque la fe no puede encerrarse dentro de los confines de la comprensión y de la expresión de una cultura (118). No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable (129).

12. Evangelio es también diversidad

A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio (40). Cuando somos nosotros quienes queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Esto no ayuda a la misión de la Iglesia (131).

13. Junto a otras Iglesias, religiones, convicciones

Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos 244). La inmensa multitud que no ha acogido el anuncio de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. ¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien (246). Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partes.

14. Nadie, ni el papa, tiene el monopolio del Evangelio

Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones (16). NielPapa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: “Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal” (184). En el diálogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones particulares (231).

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El plagio y la culturaJosé María Tojeira

Director de Pastoral Universitaria, UCAPublicado en Noticias UCA.

Opinión

Hace algunos días leíamos que el primer premio en los Juegos Florales de San Salvador había sido retirado por haberse comprobado que el libro de cuentos presentado al concurso había plagiado un buen número de textos de diversos autores. El tramposo, que no puede llamarse de otra manera, resultó respondón. No dudó al decir que su plagio es en realidad una protesta social y un modo de señalar la incompetencia de la Secretaría de Cultura. Y aunque es cierto que no es tan difícil, y menos hoy, descubrir un plagio, no es menos cierto que el hecho de que no se descubra no significa necesariamente ineficiencia o inutilidad de la persona o la institución dañada, sino espíritu de trampa y desvergüenza de quien comete el acto. Si el premio incluye, además, un reconocimiento económico, no hay duda de que hubo una estafa y deseo explícito y claro de estafar.

Este tipo de acciones no se dan solamente entre nosotros. Algunos ministros europeos han tenido que dimitir recientemente porque sus tesis doctorales tenían plagios parciales. La tendencia a privilegiar la apariencia y lo fácil sobre el esfuerzo personal, sobre la lenta y dificultosa tarea de crear e innovar, está presente en este mundo virtual en el que el éxito se busca con frecuencia a cualquier costo.

Somos uno de los países con mayores índices de consumo a nivel mundial. Es el consumo, junto con el dinero que lo posibilita, casi el único medio de inclusión en los beneficios del desarrollo. Con un sistema de salud muy poco equitativo (a pesar de los avances en cobertura), con una educación que no ofrece a nuestros jóvenes la posibilidad ni la calidad suficiente para una integración adecuada en la vida social, con un sistema de pensiones excluyente de las mayorías y con una ley de salarios mínimos insultantemente discriminadora, a una considerable proporción de nuestra gente solo le queda el camino del consumo para sentirse integrado en la sociedad. Y cómo conseguir el dinero para ese consumo acaba siendo secundario ante la necesidad de sentirse integrado en un esquema en el que, además, muchos de los que están en la cúspide dan ejemplos claros de ganar dinero de manera fraudulenta.

Después, la trampa y la mentira se transforman y maquillan. Nadie se hace rico en la Presidencia de la República, aunque después viva bastante mejor que antes de acceder a esa silla. La Corte de Cuentas ha funcionado hasta hace poco como una especie de clínica de belleza financiera, especializada en el maquillaje de actos de corrupción y al servicio de los funcionarios de Estado. Ese ejemplo de los que gobiernan remite siempre a los gobernados, y nos muestra a estos pequeños aprendices de brujo con las mismas pretensiones que sus maestros: darnos atol con el dedo y decirnos que la trampa es buena y que la sinceridad no.

Incluso en política, la cultura del plagio se impone con facilidad. Porque también es una forma de plagio presentarle a la ciudadanía la crisis de Venezuela como una especie de profecía de lo que sucederá en El Salvador si gana el FMLN. Ya hace cinco años, cuando Venezuela estaba en el esplendor de los precios del petróleo, los plagiadores de eventos internacionales nos decían que si ganaba Mauricio Funes, quien en realidad gobernaría sería Hugo Chávez. La profecía no se cumplió y hoy inventan otra, no porque les interese la democracia o el sufrimiento de Venezuela, sino porque quieren tener poder en El Salvador; el poder y la ventaja para hacer negocio.

La cultura del plagio, que este pobre muchacho defiende como acto de protesta, no es más que la cultura del aprovechamiento del otro, la repetición en pequeño de las derivas antidemocráticas de las élites extractivas que con tal de engordar económicamente no les importa el bien ajeno. Nada hay más noble en el mundo que la capacidad de admirar la belleza que otras personas tienen o producen. Pero, por supuesto, sin tratar de fagocitar en beneficio propio la creatividad, el trabajo o la belleza de los demás. Citar, apreciar, alabar es humano y enriquece a todos. Plagiar, apropiarse del trabajo ajeno, presentar como propio el esfuerzo de otro es romper ese espíritu solidario que hace humana a la humanidad.

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El Salvador

Indignaciones y espejismos de unas elecciones presidenciales en El Salvador

Mauricio Iraheta Olivo

Algunos de nuestros políticos en el país, se parecen a eso, a gallinas con la cabeza cortada. Porque hay tantas

burradas, tantas promesas inconsistentes, tantas ofensas a la lengua patria”.

Miro la propaganda electoral en televisión, redes sociales, periódicos y la escucho en la radio. Y me pregunto: ¿en qué galaxia habito? Quedo preguntándome si el desfile enfermizo de candidatos difiere mucho de la presentación de los gladiadores preparados para disputar el derecho a la vida en el Coliseo de Roma. Es como la gallina, cuando le cortamos la cabeza y a continuación la soltamos. Durante un tiempo esta correrá sin cabeza. Algunos de nuestros políticos en el país, se parecen a eso, a gallinas con la cabeza cortada. Porque hay tantas burradas, tantas promesas inconsistentes, tantas ofensas a la lengua patria, que llego a preferir un paseo por el zoológico, donde se puede apreciar, de jaula en jaula, la variedad de animales sin la incomodidad de escuchar tanta tontería.

Y es que el proceso electoral en El Salvador, tal cual está establecido, ¿no será acaso un juego? ¿Por qué está motivada la mayoría de los candidatos, por el ideal de servir al bien común o por la ambición de ocupar una función de poder y, de este modo, asegurar un futuro mejor para sí y para los suyos? Hoy día algunos candidatos, no tienen programas (excepto en el papel), sino expectativas de ganar; ni objetivos, sino compromisos con aliados; ni principios ideológicos, sino el pragmatismo que ignora la ética más elemental. La política se ha vuelto el arte de simular y disimular. Donde los mercadólogos tienen más poder sobre los candidatos que el partido. Ya no se trata de divulgar un proyecto político, sino un producto capaz de seducir al mercado electoral. El peligro, advierte Umberto Eco, está en que el político se vuelva un producto semiótico, teatralizado.

Muchos políticos salvadoreños rezan por el Breviario del cardenal Mazarino, escrito en el siglo XVII, donde se multiplican los consejos de este tenor: “Arréglate para que

tu rostro no exprese nunca ningún sentimiento particular, sino solamente una especie de permanente serenidad”. O: “Lo importante es aprender a manejar la ambigüedad, a pronunciar discursos que puedan ser interpretados tanto en un sentido como en otro, a fin de que nadie pueda decidir”. Si la mujer del César debe ser honesta y también parecerlo, el político que se deja maquillar para efectos electorales está en peligro de preocuparse más por parecer diferente que por serlo. Gobierna con los ojos puesto en las encuestas de opinión, abdica de sus compromisos de campaña para someterse al síndrome del electoralismo. Llegar al poder se convierte en su obsesión, y no en cómo saberlo administrar para conseguir mejores condiciones de vida para la mayoría de la población. Esa desideologización tiende a reducir la política al arte de acomodar intereses. Se pierde la perspectiva estratégica y el horizonte histórico; ya no se busca que otro El Salvador es posible, ahora todo se reduce a cultivar una buena imagen ante la opinión pública.

Los mercadólogos son hoy los verdaderos artífices de las candidaturas. Los electores, el blanco mercadológico. La diferencia con los productos del supermercado está en que éstos son adquiridos para uso del consumidor; y en el caso de la política, el elector es “consumido” para uso del candidato. Meses después, el elector ni recuerda los nombres a quienes dio su voto, aunque se queje de los políticos y de la política.

Esto y mucho más nos ofrecen el tiempo de campaña electoral para hacer reflexiones críticas sobre el tipo de democracia que predomina entre nosotros los salvadoreños. Es prueba de democracia el hecho de que más de cuatro millones de ciudadanos tengan que ir a las urnas para escoger a sus candidatos. Pero eso todavía no

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Realidad Nacional

dice nada sobre la calidad de nuestra democracia. Ella es de una pobreza espantosa o, en un lenguaje más suave, una «democracia de baja intensidad» en la expresión del sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos. ¿Por qué es pobre? Me valgo de las palabras de Pedro Demo, de Brasilia, una cabeza brillante que, por su vasta obra, merecería ser más oída. En su Introdução à sociologia (2002) dice enfáticamente: «Nuestra democracia es escenificación nacional de hipocresía refinada, repleta de leyes ‘bonitas’, pero hechas siempre, en última instancia, por la élite dominante para que la sirva de principio a fin. Los políticos son gente que se caracterizan por ganar mucho, trabajar poco, hacer negocios, emplear a parientes y apaniguados, enriquecerse a costa de las arcas públicas y entrar en el mercado por arriba… Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su propia negación» (p.330.333).

Esta descripción no es una caricatura, salvo pocas excepciones. Es lo que se constata día a día y puede ser visto por la televisión y leído en los periódicos nacionales: escándalos de la depredación de los bienes públicos con cifras que ascienden a millones y millones de dólares. La impunidad avanza porque el crimen es cosa de pobres; el asalto criminal a los recursos públicos es habilidad y ‘privilegio’ de quien llegó allí, a la fuente del poder. Se entiende por qué, en un contexto capitalista como el nuestro, la democracia atiende primero a los que están en la opulencia o tienen capacidad de presión y sólo después piensa en la población, atendida con políticas pobres. Los corruptos acaban por corromper también a muchos del pueblo. Bien observó Capistrano de Abreu en una carta de l924: «Ningún método de gobierno puede servir, tratándose de gente tan visceralmente corrupta como la nuestra».

En nuestra democracia, el pueblo salvadoreño no se siente representado por los elegidos; después de unos meses ni se acuerda de por quien votó. Por eso no está habituado a acompañarlo ni a reclamarle nada. Además de la pobreza material está condenado a la pobreza política, mantenida por las élites. Pobreza política es que el pobre no sepa las razones de su pobreza, y creer que los problemas de los pobres pueden ser resueltos sin los pobres, sólo por el asistencialismo estatal o por el clientelismo populista. Con esto se aborta el potencial movilizador del pueblo organizado que puede exigir cambios, temidos por la clase política, y reclamar políticas públicas que atiendan a sus demandas y derechos.

La política en nuestro país siempre fue un factor de educación ciudadana. Vaciada de contenido ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder. Se elige a quien tiene más visibilidad pública, aunque este desprovisto de ética, de principios y de proyectos. Es la victoria del mercado sobre los valores humanitarios.

Bien que nos resaltó la sabiduría griega de que la política no es una ciencia exacta. Es una ciencia exaltada. Muchos de los que ingresan en ella buscan tan solamente el poder. Por eso, “las cosas nobles y justas que son objeto de la política presentan tantas diferencias y desviaciones que parecen existir solo por convención y no por naturaleza”, subraya Aristóteles. Pero bueno quiero seguir pensando que cada elección es una nueva siembra. Aunque no se recoja de inmediato, el tiempo la hace fructificar. Un día llega el momento de la cosecha, aunque no necesariamente en la próxima zafra.

El Salvador, primera vuelta elecciones presidenciales 2014. CIFCO.

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Opinión

Indigna que Arena, Fusades, ANEP y la mayoría de los agrupados bajo la etiqueta de “derecha” política y económica quieran descalificar al FMLN y, en términos generales, a la “izquierda” por atribuirles que, de ganar en esta segunda vuelta electoral, podrían modificar o cambiar la Constitución. ¿Y cuál es el problema?

Hay que recordar que, políticamente, el depositario de la soberanía es el pueblo, el constituyente, y este siempre retiene la capacidad de darse una nueva ordenación, una con valor superior en términos del ejercicio de la ciudadanía. Es realista afirmar que la Constitución no debería estar desvinculada de los tiempos que vivimos; la cultura democrática actual exige reformar o modificar la Constitución, sobre todo porque la vida democrática a la cual se dirigen sus disposiciones normativas ya no es la misma de hace dos décadas, por lo menos. Recordemos que toda ley está sujeta al devenir y al cambio histórico ¿la realidad democrática salvadoreña ha cambiado?

Sólo la testarudez de algunos dinosaurios de la palestra política y económica neoliberal se resisten al cambio y la razón es elemental, porque de esa manera anti-constitucional muchos de ellos se han enriquecido. A estas alturas de la vida democrática la gente se da cuenta de cómo los que dicen defender la norma constitucional son los que más y persistentemente la han violado de forma vil. ¿No generará esta situación de manipulación elitista conflictos sociales? De hecho, ya vemos esos conflictos generados cuando esa élite política y económica ejecuta medidas inconsultas tales como: la privatización de empresas estatales, las de fondos de pensiones, cuando firman tratados de libre comercio bajo condiciones injustas, cuando introdujeron el dólar a nuestra economía, etc.

Digamos que vivimos un empoderamiento de un nuevo sujeto exigente de sus derechos ciudadanos, son sujetos políticos en el amplio sentido del concepto y desean que se les consulte, que se les pregunte. Tal como señaló el

ex rector de la UCA “es evidente que hubiera sido difícil dolarizar la economía en beneficio de unos pocos si el tema hubiera tenido que ser sometido a referéndum. Tampoco se habría participado en la invasión a Irak si la decisión hubiera sido sometida a consulta. En general, nuestros políticos han mantenido siempre una supuesta “sana” distancia de los sectores populares” ¿De qué manera el soberano se expresa cuando desea cambios? Entre otras formas, votando. Principalmente el pueblo, el soberano, es el que tiene derecho (indirectamente) a cambiar la Constitución, a través de su voto a determinado partido, el pueblo autoriza y legitima los cambios constitucionales que deben hacerse siguiendo el debido proceso (una legislatura hace la reforma y la siguiente debe ratificar esos cambios)

El pensador cristiano Bartolomé de las Casas, en el siglo XVI, se oponía enfáticamente a cualquier toma de decisión no consultada con el pueblo; opinaba que si los representantes del pueblo tomaban decisiones vitales, las consecuencias de tales actos no tendrían que ser consideradas “derecho”:

“Ningún rey o gobernante, por muy supremo que sea, puede ordenar o mandar nada concerniente a la república (republicam), en perjuicio o detrimento del pueblo (populi) o de los súbditos, sin haber tenido el consenso (consensu) de ellos, en forma lícita y debida. De otra manera no valdría (valet) por derecho”.

Un editorialista de la “derecha democrática” insiste en que introducir figuras como la consulta popular nos llevaría a la chusmocracia lo que revela objetivamente dos cosas, uno la majadería de los grupos que no desean profundizar la democracia y, dos, que la democracia es para los ricos. Por eso es indignante que los mayores violadores de la Constitución sean sus guardianes.

Moisés Gómez, Departamento de Filosofía, UCA.

publicado en Brújula Electoral No. 23

Es realista afirmar que la Constitución no debería estar desvinculada de los tiempos que vivimos; la cultura democrática actual exige reformar o modificar la Constitución”.

¿Y cuál es el miedo?

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Opinión

El informe de Oxfam “Gobernar para las élites”, presentado en el marco del Foro Mundial de Davos 2014, denuncia el incremento de la concentración de la riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación política, que predominan en el mundo de hoy. Los datos que sustentan su denuncia son escandalosos y preocupantes: casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de solo el 1% de la población; el dinero que acumula ese 1% asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total del que dispone la mitad más pobre de la población mundial; esta mitad más pobre posee en conjunto lo mismo que las 85 personas más ricas del mundo; siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años; en Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento económico total posterior a la crisis de 2009, mientras que el 90% más pobre se ha empobrecido aún más.

Para Oxfam, la desigualdad económica extrema es perjudicial y preocupante por varias razones. Puede repercutir negativamente en el crecimiento económico y en la reducción de la pobreza, acrecentando los problemas sociales; acentúa otro tipo de desigualdades, como las que existen entre hombres y mujeres. En muchos países, tiene efectos perniciosos para la equidad en la representación política. Cuando la riqueza se apropia de la elaboración de las políticas gubernamentales, las leyes tienden a favorecer a los ricos, incluso a costa de todos los demás.

Para contrarrestar esta realidad, Oxfam ha planteado a los líderes empresariales, políticos y sociales una serie de compromisos inaplazables. Los exhorta a no usar paraísos fiscales para evadir impuestos en sus propios países o en otros países en los que invierten y operan; a no utilizar su riqueza económica para obtener favores políticos que supongan un menoscabo de la voluntad política de sus conciudadanos; a hacer públicas todas las inversiones en empresas y fondos de las que sean beneficiarios efectivos y finales; a respaldar una fiscalidad progresiva sobre la riqueza y los ingresos; a exigir a los Gobiernos que utilicen su recaudación fiscal para proveer a los ciudadanos de asistencia sanitaria, educación y protección social universales; a reclamar que todas las empresas que poseen o controlan paguen un salario digno a sus trabajadores; y a exigir a otras élites económicas que también se adhieran a estos compromisos.

Qué duda cabe de que este tipo de medidas también son válidas para nuestro país, por la naturaleza misma de las desigualdades imperantes. Los niveles de pobreza y de desigualdad han sido históricamente muy altos en El Salvador, como consecuencia de la tradición de pagar bajos salarios y la falta de políticas económicas que generen trabajos decentes. Para 2012, el 20% más pobre de la población salvadoreña recibía el 4.9% del ingreso nacional, mientras que, en el otro extremo, el 20% más rico concentraba el 48.4%. Según la medición tradicional de ingresos, el 34.5% de los hogares vive en la pobreza y el 61% de las viviendas tienen al menos una carencia en los servicios. Estos niveles de pobreza fácilmente pueden aumentar no solo por la brecha de ingresos, sino también por la abismal diferencia en el acceso a los servicios de salud, educación, protección social, etc. Por ejemplo, únicamente el 60% de los niños que ingresan al sistema educativo llega a noveno grado, y apenas el 30% logra terminar el bachillerato. La educación promedio para la población mayor de 25 años es de sexto grado; en el campo, apenas de cuarto grado.

Ante este contexto, Oxfam ha hecho recomendaciones para la reversión de las brechas extremas de desigualdad económica y social. Algunos aspectos clave sugeridos son los siguientes: la adopción de medidas firmes contra la evasión fiscal; las transferencias redistributivas y el fortalecimiento de los mecanismos de protección social; la inversión en el acceso universal a la atención sanitaria y la educación; la fiscalidad progresiva; la ampliación de los límites salariales; el fortalecimiento de los derechos de los trabajadores; y la eliminación de las barreras a la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres. En esta compleja agenda se tocan aspectos que tendrá que enfrentar el próximo Gobierno. Temas ineludibles en una conducción gubernamental responsable, por mucho que en campaña electoral se evadan. Y para hacerlo de buena forma, hay que estar preparado con políticas públicas que vayan a la raíz de los problemas y tengan como fin último la vida digna de los hombres y mujeres que habitan en el país; especialmente, las mayorías excluidas. Un principio ético que debe orientar estas políticas, si se quiere efectivamente revertir la desigualdad escandalosa, lo hallamos en la exhortación que el papa Francisco hizo a los participantes del Foro Mundial de Davos: “Les pido que se aseguren que la humanidad sea servida por la riqueza y no gobernada por ella”.

Escandalosa desigualdadCarlos Ayala Ramírez

Director de Radio YSUCA

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UCA

Hernández Pico sjDepartamento de Teología, UCA, editado por Carlos López Canté sj

En el marco del seminario interno de la UCA, el P. Juan Hernández Pico, SJ expuso el tema: “Transformación Social ¿hacia dónde? La historización del cambio social a cuyo servicio la UCA diseña su proyección social”.

El P. Hernández, inició afirmando que “la misión de la UCA es contribuir al cambio (o transformación) social universitariamente desde los pobres, que son quienes la interpelan, y para ellos”. Esto lo realiza la universidad a través de sus tres funciones principales: la docencia, la investigación y la proyección social. Afirmó que “la proyección social de la UCA… significa incidir directamente en el cambio social a través de la cultura, tratando así de inducir una nueva conciencia colectiva del país sobre su necesaria transformación”.

El ponente hizo un recorrido a lo largo de la historia de la UCA, desde su fundación, iniciando con el planteamiento de la manera en que Ignacio Ellacuría entendió la proyección social de la UCA, el cual sintetiza afirmando que: “la UCA tratará de incidir directamente en la sociedad por tres caminos: influyendo para cambiar la conciencia colectiva; tratando de contribuir a producir cambios estructurales; e intentando llegar directamente a centros de decisión capaces de producir esos cambios”.

Tal objetivo también fue pretendido en tiempo de los mártires, cuyo ideal utópico persigue propiciar “una sociedad donde reine la justicia, la libertad y la solidaridad y en la que se den las condiciones materiales objetivas que las posibiliten… la UCA debe favorecer un cambio social que sea estructural”.

Ya a lo largo de su existencia la UCA ha realizado ejemplos de historización del cambio social, entre los expuestos están: “el servicio prestado a Mons. Romero, el trabajo para buscar la paz a través de negociaciones, etc.”

El P. Juan explicó que historizar un concepto significa: “mostrar qué van dando de sí en una determinada realidad ciertos conceptos” y expuso que: “los conceptos históricos o la historización de los conceptos juegan un doble papel en el pensamiento teórico de Ellacuría: descubrir su contenido cambiante según la época histórica y utilizar este descubrimiento como principio de desideologización”.

En la cuarta parte de la exposición se planteó la necesidad de historizar hoy, el concepto de cambio social, se afirmó que: “la UCA no es para sí misma, sino que su propia esencia debe proyectarse a incidir en el país. Por ello, debe replantearse periódicamente el sentido y la viabilidad de la proyección social y las políticas generales para determinar con más exactitud y realizar con mayor eficacia la proyección social”.

Al realizar esta historización hoy, nos encontramos con un El Salvador, una Centroamérica, una América Latina y un mundo que han cambiado radicalmente desde 1989. Ellacuría intuyó estos cambios y propuso sus tesis sobre la contribución de la UCA a la “civilización de la pobreza y del trabajo” contrapuestas a “la civilización de la riqueza y del capital”. Pero esta intuición no podía prever cómo la historia se iba a ir haciendo.

Se realizó un recuento de los cambios sociales ocurridos a nivel interno y externo de El Salvador entre los que sobresale que “el triunfo cultural de la hipermodernidad ha sido un enorme cambio social respecto del tiempo revolucionario, utópico y profético de Ellacuría y la UCA de los sesenta al final de los ochenta”.

Se resalta, en esta parte la elección, en la Iglesia, del Papa Francisco, la cual marca una nueva etapa en la vida eclesial y del mundo. Su escrito “la alegría del Evangelio” la serie de gesto y su deseo de una “Iglesia pobre para los pobres” desafía a la inspiración cristiana de la Universidad a “afirmar las relaciones nuevas que genera Jesucristo…el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirnos en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria…”.

La quinta parte de la intervención se titula “la incidencia directa de la proyección social de la UCA y en la sociedad salvadoreña globalizada” en cuyo contenido se desarrolla la respuesta a la pregunta “¿Qué hacer hoy desde la UCA para cumplir con la misión fundamental de

Transformación social ¿hacia dónde?

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contribuir al cambio social en El Salvador?” ante lo cual se afirma, como dijo Ellacuría, que:

“La UCA debe plantearse, como principio fundamental de su acción frente al país en su contexto actual, utópica y esperanzadamente, creer y tener ánimos para intentar, con todos los pobres y oprimidos del mundo, revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”.

Se plantearon algunas tesis para la praxis histórica de la proyección social desde la inspiración cristiana de la UCA:

Sobre valores a ir asumiendo en el camino

Nuevas relaciones para una comunidad universitaria renovada.

1. Explicitar la inspiración cristiana de la UCA.

2. Profundizar el conocimiento de la fe y la espiritualidad.

3. Luchar contra la globalización de la indiferencia.

4. Examinar nuestra posición frente al dinero.

5. Combatir la cultura del consumismo para poder vivir austera y solidariamente.

Sobre temas importantes de investigación

1. Alternativas al sistema actual.

2. La UCA y la empresa privada.

3. El tránsito de la guerra a la paz, la reconciliación y la amnistía.

4. La teoría del goteo y su realidad en El Salvador.

5. La exclusión en El Salvador.

6. Las causas de la violencia y los caminos hacia ella.

7. El alcance de la cultura del consumo o consumismo. La deuda pública, la corrupción económica y política y la evasión fiscal.

8. El medio ambiente: el agua, la energía, la reforestación, la minería, etc.

Sobre acciones públicas con incidencia directa

1. Luchar por profundizar la democracia participativa con un proyecto de nación.

2. Hacia el 6% del PIB para la educación.

3. Hacia una reforma fiscal progresista.

4. El reordenamiento de la Fuerza Armada.

5. Una nueva concepción de la seguridad nacional.

6. Continuar reactivando la Cátedra de la Realidad Nacional.

7. Luchar para que no gobierne el dinero.

El P. Hernández concluye que:

“La UCA no tiene más remedio que investigar creativa y profundamente. Proponer formas propias de autofinanciación que, manteniendo el espíritu presente en las cuotas diferenciadas y en los diversos fondos de becas, hagan posible un camino cada vez más y mejor pavimentado hacia un estudio asequible a la mayoría del pueblo salvadoreño, hacia un trabajo universitario mejor remunerado y hacia una independencia de los proyectos que favorecen los intereses de las empresas privadas”.

“Todo deberá realizarse con un espíritu de interlocución y diálogo con las mayorías de este país que necesitan el bien público de la educación, sobre todo en la gran materia de la realidad nacional que ellos viven, aquí y lejos obligadamente como migrantes”.

Nuestra legitimidad viene de ellas, de ese pueblo y especialmente de esos pobres con espíritu por el cual nuestros mártires optaron y por el que nosotros confiamos en seguir optando, cristiana, simple y sencillamente en virtud del mejor humanismo secular.

Fotografía de Dirección de Comunicaciones y Publicaciones UCA

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Enfoque

Lo primero, el 90% de las personas experimentan el fracaso (sueños que no se cumplen, revés en la educación de los hijos, en el matrimonio, en las amistades, en el trabajo, en la relación con los jefes, etc.). En consecuencia, el fracaso es una experiencia humana normal. Segundo, si esto es así, una de las cosas que tiene que aprender cada persona es cómo afrontar el fracaso y cómo transformarlo en un camino de sabiduría y de crecimiento personal.

Hace varios años, en su visita a nuestro país, el Padre General recordó que el genio de nuestra fe es transformar el fracaso en una nueva posibilidad, en una nueva oportunidad. Explicó que si aprendemos esto, nuestra vida cambia, porque el éxito lo alcanzan unos cuantos, pero el fracaso lo experimentan las mayorías. Cuando el fracaso se convierte en oportunidad —enfatizó—, debe ser motivo de celebración. Ahora bien, ¿cómo podemos aprender que el fracaso es un momento de crecimiento? El libro ¿Fracasado? ¡Tu oportunidad!, de Aselm Grün y María Robben, ofrece un conjunto de criterios básicos. Veamos algunos.

El primer requisito para que a través del fracaso se pueda descubrir un nuevo camino de vida es su aceptación incondicional. Hay que reconocer que el sueño de la propia vida se ha desvanecido. Por lo general, existe la tendencia de buscar las causas del fracaso en los otros. Puede ser que haya alguna responsabilidad en los demás, pero solo si se asume la responsabilidad propia, en lugar de eludirla cargándoselo a otros, se podrá transformar en posibilidad de una nueva vida. No se trata de idealizar el fracaso, sino de asumirlo como un camino de renovación.

En segundo lugar, hay que iniciar un proceso de despedida. En toda despedida se trata de romper con

lo antiguo y marchar hacia lo nuevo. Abrirse a nuevas posibilidades de vida nos llena de esperanza y alegría, incluso de euforia, mientras que romper con algo familiar, de confianza, nos llena de miedo y tristeza. Cada resurgimiento lleva consigo algún cambio doloroso. No se comienza algo nuevo sin transformación. La primera fase del proceso de despedida es la negación, no querer admitir algo. Se pretende vivir como si nada hubiera cambiado, como si no importara tener que despedirse. Pero esto no se consigue. Una despedida significa, también, pérdida, y esto duele. La segunda fase del proceso de la despedida se caracteriza por el surgimiento de emociones caóticas. Tan pronto uno se da cuenta de lo perdido, surgen sentimientos de miedos difusos, ira, agresiones, imágenes de venganza, pero también sentimientos de culpabilidad, y estos sentimientos son siempre desagradables. Solo si en esta triste segunda fase no se obvian los sentimientos, sino que uno se enfrenta a ellos, puede empezar la fase tercera, la fase del buscar, del encontrar y del separarse.

Finalmente, lo nuevo que vivimos no está siempre al mismo nivel que lo antiguo. La nueva etapa de la vida puede ciertamente sacar a luz nuevas cualidades, pero no se trata solo de las capacidades y posibilidades que subyacen en nosotros. El nuevo camino en la vida más bien quiere mostrarnos nuevos aspectos de nuestra humanidad y conducirnos a una nueva espiritualidad. Se descubre una nueva interioridad. Ya no se siente la necesidad de hundirse en el barullo y el trajín para autoafirmarse. Aparece una especie de misericordia y benevolencia. El fracaso nos ha hace más indulgentes. Surge una nueva anchura que considera a las personas tal como son, que deja de enjuiciar.

El fracaso como oportunidad de crecimientoCarlos Ayala Ramírez,

Director de Radio YSUCA

En una conferencia sobre la misión universitaria, el padre Adolfo Nicolás, general de los jesuitas, nos habla de la ambigüedad del éxito como

norma. En tal sentido, expone una constatación y plantea un desafío.

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Fundación Romero Tel. (503) 2226-0934

Romero

Por supuesto, no debemos mirar esta experiencia de desencanto y frustración como si fuera una condición absolutamente necesaria para conseguir una vida con éxito. Debemos confiar, eso sí, en que es posible seguir nuestro camino sin fracasar, pero si fracasáramos, entonces la aceptación del hecho podría convertirse en una profunda experiencia espiritual. El que fracasa experimenta con bastante frecuencia el “yo muerto”, le arrebatan su ego y su seguridad.

Sin duda, surge la cuestión de quién se involucra y acompaña a los fracasados. Sobre este punto, para los que han experimentado el fracaso en el ámbito eclesial, los gestos y las palabras del papa Francisco son signos de esperanza. En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, ha planteado que la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Y a renglón seguido afirma que “la eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (n. 47).

En suma, en una cultura que insiste en presentar el éxito como norma última y que, en consecuencia, margina o desprecia al que ha fracasado, son contraculturales y esperanzadoras las palabras del padre Adolfo Nicolás: “El fracaso parece que nos pone en tensión, en dificultad, pero en el fondo es la gran oportunidad de ir más a lo hondo, de profundizar un poco más en quiénes somos, de conocer nuestras debilidades, nuestras limitaciones y partir de ahí para un nuevo camino. ¡El fracaso es la gran oportunidad!”.

La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental,

no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un

alimento para los débiles”.

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Migrantes

Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger.

Publicado en Religión Digital

Hay que diferenciar dos mundos: el mundo de los intereses nacionales, que no sé con qué criterios se determinan, y el mundo de la fe, donde no hay fronteras”.

Para el arzobispo franciscano, "si yo pongo una valla y cuchillas en la frontera es porque la considero infranqueable para determinadas personas". Pero "¿tengo yo más derecho que el que tiene el pobre a traspasarla?".

“Cuando se trata de legislar respecto a los pobres lo hacemos siempre los ricos, y siempre desde nuestra perspectiva y no respecto a sus necesidades. En ese sentido, las fronteras son racionales para los ricos, pero son irracionales, absurdas, opresoras y discriminatorias para los pobres. ¿Sería posible que a la hora de legislar tuviéramos la delicadeza de preguntarles a ellos qué esperan y cómo podemos ayudarles?", añade Agrelo.

Sobre los clichés de la inmigración, Agrelo denuncia cómo "cada año presumimos de que nos visiten 60 millones de turistas, pero cerramos la frontera a estos 4.000 o 5.000 inmigrantes". Una política "equivocadamente economicista" en opinión del arzobispo de Tánger, quien subraya que "han de cambiar las políticas y las conciencias".

“En mi vida hubo siempre homosexuales y divorciados. Los vi como amigos, algunas veces como amigos íntimos. En la Iglesia nadie debe emitir juicios”, subraya al ser preguntado por la visión de la Iglesia ante estas realidades. “Ninguna persona se ha de quedar a la puerta

de mi casa, sea de otra religión, ateo, homosexual o no importa qué. Jesús no preguntaba identidades. Queda mucho por cambiar en nuestra mentalidad”.

Sobre la función de la Iglesia, Agrelo apunta que “es mucho más que ser una ONG”, aunque reconocer que en lo relativo al poder “tenemos un problema serio. En vez de ser fermento en la masa social -es decir, disolvernos en ella-, seguimos pretendiendo ser órganos de poder. En este aspecto, a la Iglesia aún nos toca recorrer un camino de discernimiento, renuncia y empobrecimiento. Todavía nos sentimos poderosos. Pero eso a Dios no le gusta”.

“A la Iglesia nos ha hecho sangrar mucho el asunto de la pederastia, porque es un problema muy serio y muy doloroso para las víctimas por el daño que se ha hecho a tantas personas”, constata con dolor el prelado, quien añade que “ha sido doloroso porque se señaló a la Iglesia, en general, como responsable de ese daño”. “Yo me he pasado la vida entre niños y jóvenes; he dado la vida en medio de ellos. Y aunque a mí no me ha pasado, que entres en un bar y te digan ‘pederasta’ es algo terrible. Aparte de eso, nos hace mucho daño que se asocie a la Iglesia con el Partido Popular”.

¿Por qué? “Nos hace daño porque el Evangelio no es de derechas. No sé si se entenderá si digo que Dios es de izquierdas. Con lo cual no digo que sea del Patido Socialista Obrero Español o de Izquierda Unida. Dios sería de derechas si se preocupara de Dios, pero es de izquierdas porque se preocupa de ti y de mí. La Iglesia ha de mostrar que no se preocupa de sí misma ni de Dios, sino del otro. En este sentido, nos hace daño que se nos identifique con políticas que se preocupan del dinero y de cosas que no tocan”.

Entrevista al arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, de visita a Valencia. En una entrevista con Paco Cerdá, el prelado incide en que "¡ojalá los que decimos que tenemos fe en Dios o que creemos en el Evangelio nos moviéramos con la fuerza que ese sueño da a los subsaharianos que saltan la valla!".

“Nos hace mucho daño que se asocie a la Iglesia con el Partido Popular. Dios es de izquierdas”

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Reflexión

No te cierres a tu propia carne:

«No hace falta que nadie lo interprete, pues está dicho para que lo entiendan incluso los niños: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo”.

Y después del mandato al alcance de todos, por si hiciese falta, se añade la razón que lo sostiene: “No te cierres a tu propia carne”. ¡El hambriento, el pobre sin techo, el desnudo, son ‘nuestra propia carne’!

“No te cierres a tu propia carne”: Este único conocimiento bastaría para que fuese otra la política de las fronteras, otra la lógica de nuestros razonamientos, otra el motivo de nuestras manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones.

“No te cierres a tu propia carne”: Si entras por el camino de esta sabiduría, “romperá tu luz como la aurora”, delante de ti irá la justicia, detrás irá la gloria del Señor, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.

“No te cierres a tu propia carne”, y el pan que compartes con el hambriento, te hará luz para el indigente, como es luz para ti el que, con su vida en las manos como un pan, dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros”.

“No te cierres a tu propia carne”: Sienta a los pobres a la mesa de tu vida, y tú serás para ellos la luz con que Dios los ilumina.

Y a cuantos una y otra vez me recuerdan que la Iglesia no es una ONG, una y otra vez recordaré que los pobres son “nuestra propia carne”, y que mi pan es su propio pan, y que la Iglesia es su propia casa.»

Ése era, queridos, el mensaje que había preparado para acercarme con vosotros al misterio de la palabra que oiremos proclamada en la liturgia del 5º domingo del tiempo ordinario; pero los acontecimientos reclaman transformar la suavidad de la exhortación en denuncia de lo que es inaceptable.

Declaraciones ante los hechos de Cueta

Lo inaceptable:

Es inaceptable que la vida de un ser humano tenga menos valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un estado.

Es inaceptable que una decisión política vaya llenando de sepulturas un camino que los pobres recorren con la fuerza de una esperanza.

Es inaceptable que mercancías y capitales gocen de más derechos que los pobres para entrar en un país.

Es inaceptable que las políticas migratorias de los llamados países desarrollados, ignoren a los empobrecidos de la tierra, vulneren sus derechos fundamentales, y se conviertan en el caldo de cultivo necesario para que se multiplique en los caminos de los emigrantes el poder de las mafias que los explotan.

Es inaceptable que se reclamen fronteras impermeables para los pacíficos de la tierra, y se toleren permeables para el dinero de la corrupción, para el turismo sexual, para la trata de personas, para el comercio de armas.

Es inaceptable que una política inhumana de fronteras obligue a las fuerzas del orden a cargar la vida entera con la memoria de muertes que nunca quisieron causar.

Es inaceptable que el mundo político no tenga una palabra creíble que dar y una mano firme que ofrecer a los excluidos de una vida digna.

Es inaceptable que a los fallecidos en las fronteras se les haga culpables, primero de su miseria, y luego de su muerte. Ellos no son agresores: han sido agredidos desde que sus corazones empezaron a latir al sur del Sahara, hasta que se paran para siempre, antes en nuestra indiferencia que en nuestras fronteras.

Es inaceptable que el negrero de ayer perviva en los gobiernos que hoy vuelven a encadenar la libertad de los africanos, supeditándola a los mismos intereses y al mismo poder opresor.

Fr. Santiago Agrelo Martínez,

Arzobispo de Tánger

Geográficamente Tánger es una ciudad costera situada al norte de Marruecos y Cueta es una ciudad autónoma de España, situada en la península Tingitana, en la orilla africana.

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Desde la impotencia a la esperanza

Queridos: ante el drama de sufrimientos y muerte en que el poder ha convertido los caminos de los emigrantes, es difícil que apartemos de nuestro corazón sentimientos de frustración, de impotencia, de tristeza, de indignación. Pero nuestro compromiso con la vida de los pobres no nace de esos sentimientos, sino de un amor incondicional, un amor fiel, que a todos se nos ha manifestado, y que a todos nos ha reunido para siempre en el único cuerpo de Cristo.

“No te cierres a tu propia carne”: no te cierres al sufrimiento de Cristo.

En este camino el poder no puede seguirnos. A él sólo le pedimos que sea justo. A nosotros el amor nos pide dar incluso la vida por el bien de los demás.

Y son muchas las cosas que, hasta dar la vida, podemos hacer:

Tenemos la fuerza del amor y de la oración, una fuerza que es capaz de mover el mundo.

Podemos hacer que los emigrantes no estén solos en su camino, y podemos dejar solos a quienes, gobiernos o mafias, les están robando la vida.

Podemos compartir con el emigrante nuestro poco de leña, nuestro poco de agua, la última harina de nuestra vasija, el último aceite de nuestra alcuza.

Podemos darles voz para que se escuche su grito, podemos llamar a las puertas de cada conciencia para que la sociedad reclame una nueva política de fronteras, y, con terquedad de discípulos de Jesús, podemos recordar a cada hombre que es su propia carne, también la de Cristo, la que, día a día, es condenada a muerte en las fronteras del sur de Europa.

Queridos: no me dejéis sin vuestra oración.

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León Gieco

Deshauciado es aquel que tiene que marchar, a vivir otra cultura diferente

“No te cierres a tu propia carne”: no te cierres al sufrimiento de Cristo.

Partiendo su corazón en dos pedazoslos migrantes abandonan sus paises dejando en su terruño sus amores,

su más lindos recuerdos sus anhelosllevando en las valijas sus dolores ,

sus temores y sus sueños,mitad lo deja aquila otra mitad se lo llevan y las dos partes

sangrando.Renuncian al amanacer de cada día, con el saludo

de quienes más los quieren, renunciana ver crecer sus hijos a compartir sus sueños, a ofrecerles consejos a llorar con sus penas

a reir con sus triunfos, renuncian a sus vidas. Se llevan su nostalgia, amasarán tristezas,

sudarán con dolor en jornadas diarias y en su lucha por la vida.

Se irán tras el sueño americano o detras de un puñado de euros.

Llenan los aereopuertos suben en los pájaros metálicos rumbo al norte o al oriente , cruzando

el oceano.Renuncian a la patria, buscarán en otro sitiolo que aqui no exigieron, y llorarán por eso.

Vivirán otra cultura como peces fuera del agua.Y aqui , la tierra el agua , el aire sentirá su

ausencia.Que vida dura les tocará vivir, cuantos días

contarán en sus noches sumando las ausencias llorando calladamente extrañando presencias.

Y la patria , la amada patria será de los que quedamos

luchando por los cambios, abriendo los caminos. Juro que algún día ya no se ira más nadie.

la patria sera de todos y todos viviremos felices construyendo el futuro, y la patria al fin

será patria de todos y la miseria seexiliará de esta tierra.

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Reflexión

La caricia esencial rescata nuestra humanidadLeonardo Boff

publicado en wordpress.com Traducción de Mª José Gavito Milano

La caricia es una de las expresiones supremas de la ternura. ¿Por qué decimos caricia esencial? Porque queremos distinguirla de la caricia como pura moción psicológica, en función de un querer fugaz y sin historia. La caricia-moción no envuelve a toda la persona. La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, en un modo-de-ser que califica a la persona en su totalidad, en su psique, en su pensamiento, en su voluntad, en la interioridad, en las relaciones.

El órgano de la caricia es, fundamentalmente, la mano: la mano que toca, la mano que acaricia, la mano que establece relación, la mano que da calor, la mano que trae quietud. Toda la persona a través de la mano y por la mano revela un modo de ser cariñoso. La caricia toca lo profundo del ser humano, allí donde se sitúa su centro personal. Para que la caricia sea verdaderamente esencial necesitamos cultivar el Yo profundo, que busca lo más íntimo y verdadero en nosotros, y no solo el ego superficial de la conciencia, siempre llena de preocupaciones.

La caricia que emerge del Centro produce reposo, integración y confianza. De ahí su sentido. Al acariciar al niño, la madre le comunica la experiencia más orientadora que existe: la confianza fundamental en la bondad de la vida; la confianza de que, en el fondo, a pesar de tantas distorsiones, todo tiene sentido; la confianza de que la paz no es un sueño, es la realidad más verdadera; la confianza de la acogida en el gran Útero. Al igual que la ternura, la caricia exige total altruismo, respeto del otro y renuncia a cualquier otra intención que no sea la de querer bien y amar. No es un roce de pieles, sino una entrega de cariño y de amor a través de la mano y de la piel, piel que es nuestro yo concreto. El afecto no existe sin la caricia, la ternura y el cuidado. Así como la estrella tiene que tener un aura para brillar, de igual manera el afecto necesita la caricia para sobrevivir. La caricia de la piel, del pelo, de las manos, de la cara, de los hombros, de la intimidad sexual hace concreto el afecto y el amor. La calidad de la caricia impide que el afecto sea mentiroso, falso o dudoso. El psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo en su bello libro sobre “El derecho a la ternura” (Arango editores,

2004) dice: «La mano, órgano humano por excelencia, sirve tanto para acariciar como para agarrar. La mano que agarra y la mano que acaricia son dos facetas extremas de las posibilidades de encuentro inter-humano».

En una reflexión cultural más amplia, la mano que agarra corporifica el modo-de-ser de los últimos cuatro siglos, de la llamada modernidad. El eje articulador del paradigma moderno es la voluntad de agarrar todo para poseer y dominar. Todo el Continente latinoamericano fue agarrado y prácticamente diezmado por la invasión militar y religiosa de los ibéricos. Y vino a África, a China, a todo el mundo que se puede agarrar, hasta a la Luna. Los modernos agarraron la naturaleza dominándola, explotando sus bienes y servicios sin ninguna consideración ni respeto a sus límites y sin darle tiempo de reposo para que pudiera reproducirse. Hoy recogemos los frutos envenenados de esta práctica sin ningún tipo de cuidado y ausente de todo sentimiento de caricia hacia lo que vive y es vulnerable.

Si miramos bien, no ha ocurrido una mundialización respetando las culturas en su rica diversidad. Lo que ha ocurrido ha sido la occidentalización del mundo. Y en su forma más pedestre: una hamburguerización del estilo de vida norteamericano impuesto en todos los rincones del planeta. La mano que acaricia representa la alternativa necesaria: el modo-de-ser-cuidado, pues «la caricia es una mano revestida de paciencia que toca sin herir y suelta, para permitir la movilidad del ser con el que entramos en contacto» (Restrepo).

En los días actuales es urgente rescatar en los seres humanos la dimensión de la caricia esencial. Ella está dentro de todos nosotros, aunque encubierta por una gruesa capa de ceniza de materialismo, de consumismo y desinterés. La caricia esencial nos devuelve nuestra humanidad perdida. En su mejor sentido refuerza también el precepto ético más universal: tratar humanamente a cada ser humano, es decir, con comprensión, con acogida, con cuidado y con la caricia esencial.

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Suscripción de Carta a las Iglesias

El Salvador:Personal $ 4.00 Centroamérica y Panamá $ 20.00 Europa y otras regiones $35.00Correo $ 8.00 Norte y Suramérica $ 25.00 Precio por ejemplar $ 0.35

Si desea más información, puede ingresar a nuestra página web: www.ucaeditores.com.sv o escríbanos a la dirección electrónica: [email protected] Tel. 22106600, Exts 240,241,242, Telfax: 503- 22106650

Oscar Romero, El buen amigo.Un hombre muy bueno desde niño,compartió con la gente su cariñollevando la verdad siempre consigo.

Se convirtió en la voz de su pueblo, amaba la justicia y la verdad.Sus ideales buscaban libertad,pretendieron callar y matar su sueño.

Cuando el pastor grita todo tiembla,cuando dice la verdad todos callan,cuando suplica justicia no la halla...Pero, cuánto cosecha el que con amor siembra.Tuvimos en El Salvador vivo un santo,al que no quieren canonizar...

¿Cómo la iglesia puede callarla voz del profeta y no oír su canto?El profeta sabía que le iban a matar,de lo alto vino su fuerza.Con profunda oración... vivió la cuestaque le llevo a morir para dar.

Darse a sí mismo hasta viviruna vida santa y pura.Darse todo con locura,locura de amar hasta morir.Así era Oscar y su amor.Hombre recto de profunda oración.Quiero hoy entonarle mi cancióny decirle: sigues vivo en el dolor.

En el dolor que tú pueblo sintiócuando aquella noche oscura, ese día de marzo, cuan iglesia pura,que terrible y triste lo que vivió.

¡Qué canalla el que te quitóde este mundo la vida terrena!El país entero sufrió de pena.Pobre iluso... pensó que te mató.

Porque tú vives en tu gente.Resucitaste en tu pueblo buen pastor.Mi generación hoy te dice: Monseñor.Que ilumines desde el cielo nuestro corazón.

Por Fátima Torres AlarcónEscrito en 2011 a sus 14 años de edad.