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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL Primer Parcial. 1 TEMA 1. EL BRONCE FINAL Y LOS INICIOS DEL HIERRO 1. EL BRONCE FINAL 1.1. Las transformaciones del Bronce final En la periodización de la Edad del Bronce, se distingue un Bronce Tardío, considerado una fase de inercia cultural residual del Bronce Medio, y un Bronce Final (entre mediados del XIII e inicios del VIII), que se solapa con los inicios del Hierro, considerada como fase de transición hacia ésta última y en la que se dan grandes transformaciones en todos los aspectos, ya que se rompe la estabilidad cultural y aparecerán diversas áreas culturales regionales bien diferenciadas por la incidencia de influencias externas sobre los sustratos autóctonos que desembocarán en la formación de los distintos pueblos de la Hispania prerromana. Hay que reseñar que estos cambios se producen a la par de las convulsiones que sacuden a toda Europa y que dieron lugar a la caída del Imperio Hitita, a los pueblos del mar, a los Campos de Urnas, etc. 1.2. Los Indoeuropeos Del estudio de las distintas lenguas europeas históricas, se dedujo que la mayoría de las habladas en el área que ocupa desde Portugal al Indo procedían de un tronco común. A esta lengua originaria se la llamó indoeuropea, así como, por extensión, al pueblo que la hablaba y difundió. Para su origen se plantean dos hipótesis: La cultura neolítica Danubiana, que desde el VII milenio se extiende por los Balcanes y se expande por Hungría, Rumania y parte de Ucrania en el V para dar lugar a la Cultura de Starcevo-Körôs. La cultura de los Kurganes, formada no antes del V milenio en las estepas entre el Dnieper y los Urales bajo influjos del Próximo Oriente y cuya manifestación característica son las tumbas en forma de túmulo que le dan nombre. Las últimas investigaciones se decantan por la tesis esteparia, según la cual las gentes de los Kurganes habrían extendido su etnia y/o cultura (plasmados en especial en armas y tipos de sepultura) por toda Europa central en una serie de oleadas que habrían dado lugar, en una síntesis con los sustratos locales, a una serie de pueblos no ya indoeuropeos sino indoeuropeizados. Esta expansión sería continua entre los milenios V y II, a partir del cual las constatadas no serían propiamente de las gentes de los Kurganes sino de las culturas surgidas de la mezcla entre invasores e indígenas. Con una de ellas, la de los Campos de Urnas (relacionada con el posterior pueblo celta), penetrarán en la península a partir de 1100 los primeros influjos culturales indoeuropeos, con o sin presencia de grupos humanos. 1 No está clara la secuencia evolutiva de los Kurganes a los Campos de Urnas: se plantea la hipótesis del surgimiento sobre el sustrato neolítico danubiano, por influjo de los kurganes, de la cultura de la cerámica cordada (con características hachas con perforación central), muy expansivo, que daría lugar desde Pomerania y Polonia a otras culturas posteriores como la cultura de los Túmulos (Bohemia, Silesia, Alemania, Austria), que evolucionaría a la Cultura de Lausitz y esta a la de los Campos de Urnas propiamente dicha, que se desplazaría por los Alpes Orientales hacia 1200 para llegar al nordeste de la Península Ibérica hacia 1100..

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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL

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TEMA 1. EL BRONCE FINAL Y LOS INICIOS DEL HIERRO 1. EL BRONCE FINAL 1.1. Las transformaciones del Bronce final En la periodización de la Edad del Bronce, se distingue un Bronce Tardío, considerado una fase de inercia cultural residual del Bronce Medio, y un Bronce Final (entre mediados del XIII e inicios del VIII), que se solapa con los inicios del Hierro, considerada como fase de transición hacia ésta última y en la que se dan grandes transformaciones en todos los aspectos, ya que se rompe la estabilidad cultural y aparecerán diversas áreas culturales regionales bien diferenciadas por la incidencia de influencias externas sobre los sustratos autóctonos que desembocarán en la formación de los distintos pueblos de la Hispania prerromana. Hay que reseñar que estos cambios se producen a la par de las convulsiones que sacuden a toda Europa y que dieron lugar a la caída del Imperio Hitita, a los pueblos del mar, a los Campos de Urnas, etc. 1.2. Los Indoeuropeos Del estudio de las distintas lenguas europeas históricas, se dedujo que la mayoría de las habladas en el área que ocupa desde Portugal al Indo procedían de un tronco común. A esta lengua originaria se la llamó indoeuropea, así como, por extensión, al pueblo que la hablaba y difundió. Para su origen se plantean dos hipótesis:

• La cultura neolítica Danubiana, que desde el VII milenio se extiende por los Balcanes y se expande por Hungría, Rumania y parte de Ucrania en el V para dar lugar a la Cultura de Starcevo-Körôs.

• La cultura de los Kurganes, formada no antes del V milenio en las estepas entre el Dnieper y

los Urales bajo influjos del Próximo Oriente y cuya manifestación característica son las tumbas en forma de túmulo que le dan nombre.

Las últimas investigaciones se decantan por la tesis esteparia, según la cual las gentes de los Kurganes habrían extendido su etnia y/o cultura (plasmados en especial en armas y tipos de sepultura) por toda Europa central en una serie de oleadas que habrían dado lugar, en una síntesis con los sustratos locales, a una serie de pueblos no ya indoeuropeos sino indoeuropeizados. Esta expansión sería continua entre los milenios V y II, a partir del cual las constatadas no serían propiamente de las gentes de los Kurganes sino de las culturas surgidas de la mezcla entre invasores e indígenas. Con una de ellas, la de los Campos de Urnas (relacionada con el posterior pueblo celta), penetrarán en la península a partir de 1100 los primeros influjos culturales indoeuropeos, con o sin presencia de grupos humanos. 1 No está clara la secuencia evolutiva de los Kurganes a los Campos de Urnas: se plantea la hipótesis del surgimiento sobre el sustrato neolítico danubiano, por influjo de los kurganes, de la cultura de la cerámica cordada (con características hachas con perforación central), muy expansivo, que daría lugar desde Pomerania y Polonia a otras culturas posteriores como la cultura de los Túmulos (Bohemia, Silesia, Alemania, Austria), que evolucionaría a la Cultura de Lausitz y esta a la de los Campos de Urnas propiamente dicha, que se desplazaría por los Alpes Orientales hacia 1200 para llegar al nordeste de la Península Ibérica hacia 1100..

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1.2. Influencias exteriores en la Península Durante el Bronce Final y los inicios del Hierro grandes corrientes de influencias foráneas incidieron en los grandes complejos culturales autóctonos estimulando un proceso de diferenciación regional con rasgos propios y diferenciados que darán lugar a las distintas etnias y culturas prerromanas. La influencia centroeuropea (indoeuropea), que afectará al cuadrante nordeste peninsular no será la única: el oeste peninsular estará integrado en una red de intercambios comerciales ocupadampor toda la fachada atlántica europea y que dará lugar a una auténtica koiné de rasgos culturales homogéneos; y el Sur se verá influido por la colonización de los pueblos mediterráneos (fenicios y griegos), de gran tradición urbana. 1.2.1. EL SUSTRATO AUTÓCTONO: LA CULTURA DE COGOTAS I El sustrato cultural más extendido en la península es el conocido como Cogotas I, y se desarrolla en toda la Meseta desde el Bronce Pleno hasta el Tardío (1400-850 aprox.). Se caracteriza por su cerámica de sobrecargada decoración con técnica de excisión y boquique o incrustación de pasta blancay motivos geométricos incisos e impresos. Pese a que a esta cultura se la creyó en un principio tributaria de la de Campos de Urnas, la tradición campaniforme de sus manifestaciones, el ritual inhumador y una cronología más antigua confirman su autoctonismo. El carácter seminómada (por su base económica ganadera) dio lugar a frecuentes contactos entre grupos peninsulares que hicieron que su cultura se extendiera por el Sureste, Portugal, el Ebro y Andalucía. Las viviendas eran de tapial y cañizo, con estructuras poblacionales débiles con gran variedad de patrones de asentamiento: lugares altos, cuevas, valles y terrazas fluviales; a veces se aprecia una cierta jerarquización donde los asentamientos preeminentes se localizarían en lugares altos. Destacan abundantes “fondos de cabaña” o fondos de pozo, probablemente “silos” para cereal, lo que nos hablaría de la existencia de cierta agricultura, si bien en continua búsqueda de nuevas tierras. La producción de metal se reduce a escasas herramientas y armas de tipología arcaica y de elaboración local, aunque aparece gran cantidad de objetos exóticos, indicador de un comercio activo o de intercambios vinculados a la transhumancia a lo largo de vías naturales (como la Vía de la Plata). En cuanto a los enterramientos, continúan siendo inhumaciones en fosa (marcado conservadurismo), siempre aisladas y escasas, reservadas a individuos privilegiados. La cultura de Cogotas I pervive hasta el siglo IX en los rebordes montañosos de la meseta con los mismos patrones ornamentales pero con gran diversificación local, apreciándose influjos de Campos de Urnas en oriente y de la koiné atlántica en occidente, mientras en el núcleo central evoluciona al nuevo horizonte de Soto de Medinilla (ya del Hierro), origen quizás de la cultura castreña. Pese al carácter fuertemente arcaizante del sustrato autóctono, los estímulos, objetos materiales y elementos culturales de origen exterior y diversas procedencias darán lugar a una gran diversificación regional en la que el principal motor será la producción metalúrgica, bien por el potencial minero-metalúrgico de ciertas áreas, bien por las preferencias de destino de los estímulos externos. 1.2.3. EL BRONCE FINAL DEL SUROESTE: EL CÍRCULO ATLÁNTICO Durante el Bronce Final, la generalización del uso del bronce estannífero revitaliza tanto las regiones productoras de cobre (suroeste y Portugal) como de estaño (del Tajo a Galicia), de manera que toda el área atlántica se incluye en un vasto circuito comercial (Bronce Atlántico) que se extiende desde el Báltico hasta el Estrecho de Gibraltar (al principio con relaciones esporádicas y finalmente en una navegación de cabotaje a larga distancia) y que sólo se constata como una gigantesca empresa de producción y comercialización del metal que tendrá importantes consecuencias tanto técnicas como económicas no sólo en su área de desarrollo sino de mayor

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calado al conectarse en la Península con las redes comerciales mediterráneas (como testimonia el depósito del Monte Sa Idda en Cerdeña) merced a la colonización fenicia. En el registro arqueológico destacan de entre los objetos de metal las espadas, de hoja pistiliforme las más antiguas (de origen centroeuropeo), no debiendo considerarse tan sólo como objeto de comercio regular, sino como valor de cambio y regalo político (por su carácter de objeto de prestigio). Aparecen durante el Bronce final I (1200-1050) y proliferan en el II (1050-900), sobre todo en Galicia y norte de Portugal, con escasa tradición metalúrgica pero ricas en codiciado mineral. En el Bronce final III (900-700) las sustituyen las de lengua de carpa, de puño hendido y punta afilada, a la par que proliferan los objetos de bronce (armas) y orfebrería de gran perfección, alcanzando el interior peninsular, donde se han descubierto depósitos o tesorillos (como el de Sagrajas, Cáceres, o el espectacular de Villena, Alicante). El intenso tráfico de armas estimula la producción local (aparición de numerosos moldes) y señala la existencia de sociedades guerreras que las atesoran y cuya existencia se fundamenta en la aparición de numerosas estelas decoradas, losas planas con bajorrelieves que representan a un guerrero con todas sus armas, entre las que destacan, además de armas de tipologías del bronce, el escudo con escotadura “en V”, carros de dos ruedas y liras, todos de carácter orientalizante del sureste peninsular, de difícil interpretación (monumentos funerarios de grandes guerreros, en conmemoración de “héroes”, marcadores de territorio, etc.). El circuito atlántico entrará en crisis en el siglo VIII debido a la competencia ejercida en el Estrecho por los fenicios y a la generalización del uso del hierro, con objetos de mayores prestaciones y más baratos, difuminándose para dar lugar en el suroeste al mundo tartésico. Pese a la uniformidad cultural que caracteriza al Bronce atlántico, existen ciertas peculiaridades regionales, aunque no poseemos, al margen de los objetos de metal, un gran registro arqueológico. De hecho, sólo se conocen asentamientos de las últimas fases, y se caracterizan por encontrarse en lugares estratégicos (cerca de vías de comunicación o recursos mineros o agrícolas), sin ocupación anterior, y con cierta jerarquización (poblados a veces fortificados se situarían en altura dominando el llano, donde se encontrarían otros de menor entidad). Al margen de la base agrícola o ganadera, el comercio acentuó la existencia de desigualdades en el interior de las comunidades, surgiendo jefaturas consolidadas mediante el acúmulo de riquezas y bienes de prestigio que establecieron un control tanto sobre los recursos como sobre las redes de distribución de mercancías y materias primas, bien mediante políticas de alianzas y compromisos (regalos políticos de objetos de prestigio), bien mediante las armas. En cuanto a las inhumaciones, se da una misteriosa ausencia de enterramientos, lo que ha movido a imaginar prácticas funerarias de difícil registro arqueológico (arrojar los cadáveres al agua). Los pocos que se conservan son de carácter arcaico (en cistas). 1.2.4. EL BRONCE FINAL EN SURESTE Y LEVANTE El Bronce Tardío del Sureste se caracteriza por la desintegración de las estructuras centralizadas del Argar y cierta inercia y degradación de sus tradiciones con base agropecuaria y ciertas novedades en cerámica. Este panorama se r evoluciona hacia 1100 al cambiar bruscamente los patrones de asentamiento (poblados de irregular distribución de viviendas de adobe y cañizo sin estructuras defensivas) y económicos, que evidencian gran prosperidad y su inclusión en las redes comerciales primero atlántica y luego tartésica, con gran influencia de las colonias fenicias de la costa a partir del Bronce Final III (800-700). En cuanto a Levante, se aprecia a partir del siglo VIII una ruptura con el Bronce valenciano, y los poblados, de nueva planta y bien defendidos, se establecen en el llano, junto a los ríos. Se ignoran tanto sus rituales funerarios como sus estructuras políticas, pero el tesoro de Villena pone en evidencia la existencia tanto de cierta complejidad social como la amplitud de la red comercial atlántica.

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1.2.5. EL BRONCE FINA DE NORDESTE. LOS CAMPOS DE URNAS El Bronce Final del nordeste se caracteriza por el impacto de la cultura de Campos de Urnas, cuya nueva práctica de enterramiento consiste en la incineración y deposición de las cenizas en urnas cerámicas enterradas en grandes necrópolis comunitarias. Sin embargo, la penetración de dicha cultura indoeuropea no sería tanto por el aporte de contingentes poblacionales como de sus manifestaciones culturales llevadas por gentes en continua búsqueda de nuevas fuentes de subsistencia (rito funerario, megaron -casa de planta rectangular-, nuevas tipologías cerámicas- vaso bicónico de borde convexo y decoración acanalada-), y no se daría una suplantación cultural sino una amalgama con la del sustrato autóctono. Las primeras influencias indoeuropeas se darían en la costa catalana desde 1200 y se extenderían por el interior hasta Navarra, Álava y el valle del Ebro. · En el nordeste se da una gran fragmentación, ya que mientras en las montañas se da un apego a tradiciones arcaizantes (inhumación en cueva, viviendas en cuevas o chozas, etc), en otras zonas se empieza a incluir el rito incinerador (o se adopta plenamente), y aparecen las viviendas rectangulares en lugares elevados sobre las tierras de cultivo. Los poblados, que no llegan al centenar de individuos, se basan en lazos de parentesco y organización social tribal e igualitaria, con base agropecuaria de subsistencia, aunque el cereal va ganando cada vez más terreno. La metalurgia es muy pobre y se basa en el reaprovechamiento de chatarra. · Al valle medio del Ebro y norte del País Valencià alcanzan ya en el siglo X las primeras influencias, con poblados sobre cerros dominando valles fluviales y con patrones estables de asentamiento, caracterizado por viviendas rectangulares alineadas a los lados de una calle central. Se aprecia en algunas necrópolis (p. Ej. Els Castellets de Mequinenza) prácticas de transición desde el megalitismo: las urnas se introducen en cistas u oquedades acotadas por un perímetro de piedra y cubiertas por túmulo. · En el alto Ebro, Navarra y Álava aumenta la densidad de poblados a partir del IX. Destaca el asentamiento de Alto de la Cruz (Cortes de Navarra), donde las casas de adobe, de planta rectangular y paredes medianeras, están provistas de hogares, bancos corridos, etc. La base económica es cerealista con aporte ganadero. En Euskadi podría darse la confluencia de gentes provenientes del área catalana y aragonesa vía Ebro con otras que atravesaron los Pirineos por los pasos occidentales. · En el siglo VIII la indoeuropeización alcanza su apogeo, aunque sus rasgos se fundieron con los del sustrato autóctono en resultados que varían desde la aculturación total a la absorción por parte de las sociedades indígenas, como se aprecia en Cataluña, donde el idioma autóctono (ibérico) se impuso pese a la gran penetración cultural indoeuropea. 1.2.6. LA CULTURA TALAYÓTICA Entre 1200 y 650/450 se desarrolla en Baleares la autóctona cultura talayótica, iniciándose la construcción de estructuras monumentales de piedra escalonadas, con habitaciones en la cúspide o macizas, con corredor transversal, uya evolución dará origen a los talayots. Se aprecia un gran aumento demográfico y n notable desarrollo cultural en una economía de base ganadera. A partir del siglo II incidirá sobre esta cultura la colonización fenicio-púnica.

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2. LOS INICIOS DE LA EDAD DEL HIERRO 2.1. Introducción y generalización del uso del hierro en la península Pese a que ya en fechas tempranas como el IV milenio se usaba hierro de origen meteorítico, hasta mediados del siglo VIII no se dominará el proceso de fabricación, que precisa altas temperaturas y una elaborada técnica de fragua, contratiempos ampliamente compensados con la abundancia de mineral ferruginoso. En Iberia, pese a que se conocen escasos objetos de hierro ya en el VIII (como en el tesoro de Villena) no se generalizará su uso hasta mediado el siglo VII, introducido por las gentes de Campos de Urnas o, más seguramente, por los colonizadores del Mediterráneo oriental. 2.2. Los estímulos culturales extrapeninsulares Durante mucho tiempo los objetos de hierro seguirán siendo excepcionales en el interior, generalizándose a partir de las zonas costeras, acusándose ahora las diferencias regionales, más bien por el influjo directo de las culturas urbanas desarrolladas que por la generalización del hierro en sí, y la Península pasará de la Prehistoria a la Historia donde se pasará de horizontes culturales a sociedades y pueblos. El proceso diferenciador del Bronce final se intensifica por el aumento progresivo de contactos foráneos determinándose tres grandes corrientes culturales y, en cierta medida, étnicas, cuyas interrelaciones darán lugar a los distintos pueblos prerromanos: · En el sur y levante, la influencia de pueblos colonizadores portadores de una larga tradición urbana desarrollada sirve de fermento a los pueblos que tienen contacto directo con ellos para dar lugar a formas de vida urbanas y un desarrollo cultural que serán origen del orientalizante tartésico y de la iberización. · En el tercio occidental, las redes comerciales del circuito atlántico se colapsarán y con ellas la cohesión cultural. En el suroeste, el contacto directo con los fenicios dará lugar a la cultura tartésica, mientras el resto de las áreas pierden sus rasgos distintivos de homogeneidad y darán lugar a distintos pueblos según los influjos a los que se vean sometidos: mientras las áreas extremeña y sur de Portugal por influjo tartésico darán lugar a la cultura orientalizante, en el norte, bajo influencias meseteña y centroeuropea, se tendrá por evolución la futura cultura castreña. · La influencia centroeuropea se sentirá de diversas maneras en el tercio nororiental, aunque dado el carácter marginal de la Península respecto de Europa estas influencias serán matizadas y darán lugar, junto a las influencias mediterráneas, a un gran mosaico de pueblos y culturas. 2.3. Áreas culturales · En Cataluña, a excepción de las áreas marginales pirenaicas (que quedaron al margen de la aculturación provocada por los colonizadores), los poblados rurales de tradición de Campos de Urnas viven bajo creciente influencia primero del comercio fenicio y más tarde de los griegos, comercio que generaliza en apenas medio siglo el uso del hierro y su imitación por los indígenas, que sufren un proceso de aculturación culminado con la inclusión del área catalana en el horizonte ibero. · En la Meseta Norte, se desarrolla alrededor de la región soriana, por influjos de elementos de Campos de Urnas del Ebro Medio una proliferación de poblados ganaderos (en los siglos VI y V), diferenciados de los del Valle, que darán lugar, tras una serie de perturbaciones y destrucciones difícilmente explicables, a la cultura celtibérica. Por el valle medio del Duero se desarrollará la cultura de Soto de Medinilla, caracterizada por sus pequeños poblados en los valles de los ríos, sobre pequeñas alturas que permitan la defensa, reforzada por murallas de adobe, y con viviendas

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de adobe de planta circular (que contrastan con Campos de Urnas, cultura con la que se relacionan el resto de materiales arqueológicos), que apuntan a un aporte meseteño a la cultura castreña del Noroeste. La cerámica es lisa, con incisiones triangulares e impresiones digitales en los bordes, y los objetos metálicos de bronce y muy rudimentarios. Se observa una ruptura con Cogotas I en cuanto a la discontinuidad de los hábitats, las características de los asentamientos y tipos cerámicos. La economía era cerealista, complementada con ganadería de ovicápridos. En cuanto al rito funerario, sólo se tiene constancia del enterramiento de niños en el interior de las viviendas. · En la Meseta Sur tenemos en tanto grupos dispersos sin homogeneidad cultural en los que inciden aportes culturales y humanos de muy diversa procedencia. Habitan en poblados elevados, junto a ríos o en los fondos de los valles, de carácter agrícola y con necrópolis de incineración.

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TEMA 2. LA COLONIZACIÓN FENICIA EL PROBLEMA DE LA ETNOGÉNESIS: LOS FACTORES EXTERNOS. LOS FENICIOS EN LA PENÍNSULA. EL ESPACIO COLONIAL. ARQUEOLOGÍA FENICIA. LA SOCIEDAD COLONIAL Desde el I milenio a.C. se produce en el Mediterráneo el denominado “gran fenómeno colonial”, emprendido por dos pueblos, el fenicio y el griego. Los cambios que se van a producir en una parte importante del territorio peninsular van a ser muy importantes, no sólo:

• porque se van a acelerar la adquisición generalizada de innovaciones tecnológicas como el torno del alfarero, la forja del hierro, la obtención de plata por copelación,

• la modificación de las estructuras urbanísticas, • la introducción de ciertas especies domésticas, • el acceso a la escritura,

sino porque todas estas novedades están relacionadas con un proceso de creciente complejidad social y económica que incidirá en profundas transformaciones de la estructura de los grupos humanos, acentuando situaciones de desigualdad hasta niveles no documentados previamente.

• Los fenicios fueron los primeros que iniciaron el largo proceso de influencia cultural sobre los pueblos indígenas de occidente que estaban aún en plena Prehistoria, con avances tecnológicos (la navegación, metalurgia del hierro, el torno cerámico, técnicas agrícolas y cultivos nuevos, como la vid y el olivo, el urbanismo y las técnicas constructivas) y adelantos culturales (el alfabeto, el arte, la religiosidad, etc.). Son los responsables de la apertura de la civilización y de la entrada en la Protohistoria de los pueblos sobre los que inciden.

• Los griegos, que habían experimentado también la colonización fenicia, siglos más tarde inician la

colonización, actuando sobre poblaciones que se habían visto afectadas por la cultura fenicia, profundizando en todos aquellos aspectos. Las diferencias entre ambos a veces son de matiz y otras más profundas, que derivan del contraste entre la mentalidad europea y asiática.

Ambos contribuyeron a dar formas a culturas que, como la tartésica o la ibérica, exhiben una gran personalidad, en las que ha veces es comprometido deslindar tal o cual rasgo cultural.

1. EL PROBLEMA DE LA ETNOGÉNESIS: LOS FACTORES EXTERNOS.

La presencia de los fenicios en la Península supone el comienzo de la Protohistoria, proceso lento por el que los sistemas de organización simples de las comunidades indígenas se transforman en sociedades complejas con división de clases e instituciones estatales, y que se caracteriza por la existencia de documentación escrita sobre comunidades que carecen de este instrumento, transmitida por sociedades contemporáneas más avanzadas con las que entran en contacto. Las diferencias ya existentes en la Península aumentan debido a la distinta incidencia de los estímulos exteriores y a las también distintas respuestas a los mismos. La llegada de navegantes del Mediterráneo oriental que conocen el hierro y la escritura se produce en paralelo con elementos indoeuropeos materiales por los Pirineos, sin documentación escrita, ya que provienen de sociedades que aún se encuentran en la Edad del Bronce, ligadas a la tradición de los Campos de Urnas. Aunque el proceso de desarrollo de las comunidades de época prerromana es inseparable de los estímulos proporcionados por la llegada de los colonizadores, dichos estímulos no explican por sí solos el proceso de etnogénesis de las comunidades peninsulares. Ese proceso estaría a medio camino entre las teorías difusionistas o invasionistas y las evolucionistas o autoctonistas.

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1.1. Los fenicios

El conocimiento del pueblo al que se debe el uso del alfabeto en el Mediterráneo está supeditado a las versiones deformadas de sus competidores, dado que no se conservan testimonios de su producción literaria, lo que hace su estudio problemático y dependiente casi en exclusiva de los datos arqueológicos, si bien un aspecto queda fuera de toda duda: su contribución a la configuración cultural de todas las comunidades mediterráneas.

- EL NOMBRE Los fenicios nunca se reconocieron por ese nombre (phoínikes), que le adjudicaron los griegos debido a los tejidos teñidos de púrpura (phoinix) por los que eran famosos. Este calificativo pasó al latín como púnico. Una convención bastante aceptada es la de llamar cananeo a los habitantes de las ciudades estado de la costa oriental mediterránea hasta finales de la Edad del Bronce (últimas centurias del II milenio). A partir de ese momento se les denomina fenicios. Y se usa el término púnico para designar a los fenicios de las colonias occidentales, particularmente a los habitantes de Cartago.

- HISTORIA La historia fenicia comienza a finales del II milenio, con la desaparición de las estructuras políticas de la zona, a la que contribuyeron los conflictos con los Pueblos del Mar, y que permitió que las ciudades del ámbito cananeo, entre las que destacó pronto Tiro, extendieran sus empresas comerciales por el mar. Los fenicios fundaron factorías y ciudades por todo el Mediterráneo central y occidental, como Kition en Chipre, Cartago en el norte de África y Gadir en el mediodía peninsular. El resurgir de los imperialismos asirio y babilónico y la consecuente imposición de tributos frenó en parte esa expansión. Tiro es destruida en el 572 a.C. por Nabucodonosor II tras un largo asedio. Posteriormente se integró en el mundo helenístico, hasta que fue absorbida por Roma.

Fenicia se abrió camino por el único paso fácil que le había permitido la Naturaleza: el mar Mediterráneo.

Como continuación de una penetración por el Mediterráneo de la que hay testimonios en Grecia desde el siglo IX a. C., hacia el VIII a. C. y como consecuencia de la perdida de mercados de los fenicios, éstos empezarán hacia el s. VIII a. C. una activa colonización por el Mediterráneo Occidental que sucede a una fase de precolonización desarrollada durante los siglos XII al IX a. C. Seguramente, el motivo principal de la misma fue la búsqueda de metales como materia prima. Para ello, se instalarán en la costa norteafricana, itálica y de la Península Ibérica.

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El motivo principal de la expansión fenicia fue la obtención de metales como contrapartida por la pérdida de mercados en el Mar Rojo.

• Igualmente, la presión asiria del siglo IX a.C. afectó su precaria economía, ya que el mundo asirio exige sus tributos a las ciudades-estado fenicias en plata. Obtenían plata de Iberia, estaño en el área noroccidental de Europa y oro procedente de África.

• Por otro lado, el creciente deterioro de los recursos naturales en el área levantina

mediterránea y la presión demográfica de las ciudades fenicias orientales, intensificó la búsqueda de nuevas materias primas en Occidente.

• Así, poblaciones enteras buscan fundar nuevos enclaves en los que sea posible sobrevivir

con los recursos propios y desarrollar otras actividades económicas comercializables pero no necesariamente relacionadas con la metalurgia, como servicios portuarios de importación-exportación, pesca y salazones, talleres especializados en manufacturas varias

La colonización llegó directamente de Oriente a Occidente. Se establecen rutas que garantizan las comunicaciones con una serie de puertos intermedios, labor desempeñada por Tiro y otras ciudades de la costa levantina.

- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y ECONOMÍA Fenicia no fue nunca una nación, sino un conjunto de ciudades-estado gobernadas por reyes que eran a su vez cabezas del culto principal y donde las oligarquías comerciales ejercían una gran influencia en el gobierno, con su participación en organismos representativos y en asambleas asesoras del monarca.

- CULTURA: EL «ORIENTALIZANTE» Los caracteres fundamentales de los abundantes objetos fenicios dispersos por todo el Mediterráneo son el sentido práctico, el sencillo lenguaje artístico y la avanzada tecnología. Se prefieren los objetos de lujo en los que se sacrifican la originalidad y el gusto adoptando estilos universalmente comprendidos y aceptados que garantizan el éxito comercial. Como resultado, se forma en todo el Mediterráneo una comunidad cultural conocida como orientalizante. También hay que destacar la gran aportación de los fenicios a la cultura universal: la difusión del alfabeto.

- PRODUCTOS ARTESANALES La producción artesanal se especializa en objetos de lujo, que facilitan el transporte y maximizan los beneficios, y se apoya en técnicas destinadas a rebajar los costos de producción. Aunque la industria textil y tintorera fue la más apreciada, destacaron también en la cerámica, el marfil, el vidrio y el metal. Los orfebres conocían diversas técnicas: esmalte, granulado, nielado y filigrana. Otros productos más modestos pero también destacables por su importancia son el hierro, posiblemente introducido en la Península por los fenicios, y la cerámica a torno, cuya enseñanza a las comunidades autóctonas constituyó uno de los principales elementos diferenciadores entre las mismas.

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2. LOS FENICIOS EN LA PENÍNSULA

Colonias y ciudades fenicias en el Mediterráneo Occidental. Según el profesor G. Fatás

2.1. Los orígenes de la colonización fenicia

La tradición literaria remonta la fundación de Gadir a finales del s. XII, pero sólo hay pruebas arqueológicas de la actividad fenicia a partir de finales del s. IX.. Se acepta, no obstante, la existencia de una fase precolonial, caracterizada por navegaciones de tanteo y empresas esporádicas de exploración.

- LA PRECOLONIZACIÓN No se trata de dos fases sucesivas, sino más bien de dos modalidades de relación mediatizadas por el grado de evolución social de las comunidades indígenas con las que los comerciantes entraban en contacto: sólo cuando aquella alcanzaba un cierto grado era posible el establecimiento de colonias propiamente dichas, lo que no significa que el comercio no fuese igualmente activo cuando no se daban tales casos. Los primeros contactos precoloniales están indirectamente testimoniados por algunos datos arqueológicos de procedencia oriental que se remontan al siglo IX. Otro argumento a favor de la existencia de esa precolonización es el hallazgo de objetos fenicios en zonas como el litoral portugués, donde nunca hubo asentamientos permanentes, en época en la que ya se daba una presencia cultural estable en otros espacios. Los relatos de los autores antiguos sobre la fundación de Gadir no tienen por tanto valor de testimonio en cuanto a la fecha del primer establecimiento, pero sirven de referencia sobre la presencia fenicia en Occidente.

- RUTAS Y MÓVILES Los fenicios llegaron posiblemente a la Península siguiendo las rutas que ya se practicaban en el Bronce Final, que unían el Mediterráneo central con el Atlántico a través de las costas del sur de la

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Península y el estrecho de Gibraltar. El estímulo para atraerlos fue principalmente la abundancia de recursos metalúrgicos, especialmente plata, oro y estaño. Las crecientes exigencias de metales por parte de los asirios fomentaron el incremento de los viajes a Occidente. Estas empresas debieron organizarse desde instancias administrativas y ser dirigidas por los aristócratas, que reprodujeron en las colonias su modo de vida. El culto en la Península a Melkart, patrono de la actividad comercial y que se encuentra ligado al origen de los más antiguos asentamientos coloniales, parece apoyar el carácter aristocrático del comercio. La propia Gadir nació en torno a un santuario al dios que fue famoso hasta época imperial romana.

3. EL ESPACIO COLONIAL Las costas peninsulares del llamado “círculo del Estrecho”, desde Huelva hasta Almería, y casi con total seguridad hasta Alicante, fueron al parecer, las que soportaron la presencia de los colonos fenicios desde finales del siglo VIII a.C. Durante la segunda mitad de nuestro siglo, la arqueología ha descubierto una larga serie de pequeños establecimientos fenicios en esta área des sur peninsular. Esto no debe sorprendernos, ya que una de las colonias fenicias más importantes era Cartago, situada en el norte de África, cerca de la actual ciudad de Túnez. Por otra parte, sabemos a través de las excavaciones arqueológicas que existían colonias en el islote de Mogador, cerca de la costa meridional marroquí. En el litoral atlántico de África, los fenicios fundaron una próspera ciudad, Lixus, exhumada hoy en gran parte por los arqueólogos. Así pues, la presencia fenicia en las tierras del otro lado del Estrecho (Huelva, Cádiz, Málaga y Almería) resulta algo natural. Quizás lo que llama particularmente la atención es el tipo de colonias que fundaron en Andalucía. En ningún caso parece que se tratara de auténticas ciudades, con la excepción de Cádiz. Con frecuencia formaban sólo pequeños núcleos situados en los cerros cercanos a la costa, siempre en altozanos dominantes, pero en contacto con el mar. Tanto por su tamaño reducido, como por la monotonía de sus productos cerámicos, no es fácil establecer con precisión como fue su evolución. La mayoría parece que tuvieron momentos de gran auge entre los siglos VII y VI a.C. Si se observa con detalle uno de estos pequeños establecimientos, nos damos cuenta que el almacén es quizá la estancia más importante. En él se guardaban los recipientes de vino y aceite, base de las exportaciones fenicias. Sin embargo, sus necrópolis revelan que comerciaban con otros muchos productos, como joyas orientales, amuletos egipcios, huevos de avestruz pintados procedentes del norte de África y objetos de marfil. Una de estas pequeñas factorías fue localizada en un cerro llamado “san Cristóbal”, cerca de la actual población de Almuñécar, en el litoral granadino. A principios de los años sesenta se excavó este yacimiento, del que se exhumó una necrópolis fenicia con unas veinte tumbas. Era por tanto, un núcleo relativamente pequeño, ya que otros yacimientos fenicios, como el de Villaricos, tenían más de dos mil sepulcros, y en Galera había más de trescientos. Las tumbas del cerro de San Cristóbal estaban alineadas y separadas unas de otras unos seis metros. Consistían en unos pozos de 1,50 metros de diámetro, con una profundidad que oscilaba entre los dos y los cinco metros. Al fondo de cada uno de ellos hay unos nichos que harían las veces de cámaras funerarias. En el interior se encontraron urnas cinerarias con los huesos calcinados del difunto, protegidas por medio de piedras. Junto con los restos óseos se depositaron los objetos de uso personal del difunto (brazaletes, anillos, amuletos, escarabeos, etc.). También había diversos vasos con ofrendas (aves, huevos de avestruz pintados y ocre). Quizá entre los objetos más importantes de esta necrópolis figuran unos vasos de alabastro hechos en Egipto, que llevan inscripciones jeroglíficas con el nombre de los faraones reinantes y escarabeos, es decir, amuletos que representan el escarabajo solar egipcio.

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Todos estos elementos exóticos ponen de manifiesto las complejas relaciones comerciales de las ciudades fenicias y, también ayudan a precisar la cronología de los contactos coloniales.

3.1. Las costas meridionales

Cádiz, como asentamiento más antiguo, desempeñó un importante papel en la organización de la posterior empresa colonial, que se extiende en el siglo IX por las costas andaluzas y alcanza a mediados del s. VII el levante y la costa atlántica hasta la desembocadura del Mondego. Navegantes tirios erigieron un santuario a Melqart en un extremo de la península donde ahora está la ciudad y establecieron el asentamiento en el otro extremo (donde ahora se sitúa el casco antiguo) Su posición, frente a la desembocadura del Guadalete (donde se encuentra el asentamiento del Castillo de Doña Blanca, principal puerto de embarque en tierra firme y punto de contacto con la población indígena) dominaba la ensenada de acceso al Guadalquivir, por donde fluía el tráfico de metales del área tartésica. Otros asentamientos (siglos VIII y VII) son Cerro del Prado, en Algeciras, Toscanos (río Velez), Morro de Mezquitilla, Málaga (Malaka), Almuñécar (Sexi) y Adra (Abdera).

3.2. El Atlántico.

El proceso de expansión atlántica se originó y organizó probablemente desde Cádiz y estuvo motivado por el interés que despertaba la vieja ruta del estaño. Las colonias (Tavira, Lagos o el estuario del Tajo) se fechan a partir de mediados del s. VII. El comercio atlántico era esencialmente transportista y necesitaba de la participación indígena en los procesos de explotación de los recursos. El litoral atlántico africano, con enclaves como Lixus y Mogador (y quizá incluso en las Canarias), se desarrolla al mismo tiempo, motivado por la riqueza pesquera de esta zona

3.3. Levante.

Al norte del Segura no encontramos asentamientos, pero existía un comercio en el que la propia población indígena actuaba de intermediaria. En el siglo VII colonos procedentes del Estrecho (hay quien apoya la tesis de que fueron cartagineses) se establecen en Ibiza.

4. ARQUEOLOGÍA FENICIA 4.1. Poblados.

Las localizaciones se ajustan a un patrón concreto: cabos, penínsulas e islas, con fondeaderos resguardados, agua potable en abundancia, tierras de cultivo y buena comunicación con el interior. Un buen ejemplo es el de Toscanos, situado en una isla en la desembocadura del Vélez. Casas de planta rectangular, con zócalo de piedra, paredes de adobe y cubierta en terraza. Los distintos tamaños muestran la división de clases.

4.2. Necrópolis

Todo poblado contaba con su necrópolis, separada del núcleo de población. Aunque se da un predominio absoluto de la incineración, las sepulturas son muy variadas: desde hipogeos colectivos con cubierta de madera y corredor de acceso a sepulturas individuales de distintos

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tipos (pozos, fosas, cistas y, ya en época tardía, sarcófagos, algunos antropomorfos como los hallados en Cádiz). Las ofrendas funerarias depositadas en las sepulturas son frecuentes: jarros de engobe rojo, platos, lucernas y objetos personales (amuletos y joyas). Cuando el ajuar es especialmente rico se dan también objetos de importación: cerámicas griegas y piezas egipcias (vasos de alabastro y escarabeos).

4.3. Cerámica y metal

La cerámica es el elemento más abundante de la presencia fenicia, destacando la de barniz rojo (platos, lucernas de uno o dos picos y jarras de boca de seta o trilobulada). Los objetos metálicos son mayoritariamente de bronce, pero sin faltar la orfebrería de oro y plata. También hay que mencionar la pasta vítrea, el marfil y los característicos huevos de avestruz importados de África. Uno de los elementos básicos de la cultura fenicia –que, además, ejerció una gran influencia sobre las comunidades que quedaron sometidas a su influencia– es la cerámica. La caracteriza su fabricación a torno, su característico engobe rojo o la decoración por medio de bandas rojas y negras, así como la abundancia de formas entre las que destacan las páteras, los oinokoes, las jarras trilobuladas, los ungüentarios, los pebeteros… Fabricada en torno y generalmente recubierta en su superficie de un engobe rojo o decoradas mediante bandas anchas y rojas entre filetes más estrechos, negros o grisáceos. Tiene múltiples formas: platos de poca profundidad, cuellos cónicos y boca trilobulada (o de seta), urnas, ánforas “de saco” de boca estrecha, cuerpos piriformes y sin decoración, lucernas de uno o dos picos, ungüentarios de cuerpos ovoides, cuellos cortos y con asas, y pebeteros formados por dos cuencos carenados y unidos por un cuerpo cilíndrico.

Objetos de adorno y votivos

En este terreno el mundo fenicio se especializó como sabemos por los restos de estos materiales con que se ha contactado en el estudio de Tartessos y de otras sociedades sometidas a la influencia de Fenicia. Se conocen brazaletes, anillos, diademas, cuentas de collar, figuras de terracota, huevos de avestruz, ídolos de oro, objetos de vidrio… Amplio desarrollo de la orfebrería y la metalistería. Numerosos objetos en oro, como diademas, amuletos, broches, etc., con técnicas orientales procedentes de Chipre,

Fenicia y Etruria, destacando los talleres de Tharros (Cerdeña). En la Península Ibérica sobresalen los tesoros de la Aliseda (Cáceres) y el Carambolo (Sevilla). También se han hallado varios enterramientos tartésicos, braserillos o páteras aplanadas decoradas con manos de dedos largos y estirados, así como jarros de bronce cuyas bocas contienen cabezas de animales. Pertenecientes a esta corriente orientalizante se han descubierto en los ajuares, piezas de marfil (peines sobre todo), huevos de avestruz pintados, escarabeos de esteatita y fayenza, vasos de alabastro y objetos de vidrio, donde destaca el vaso de Aliseda, de vidrio translúcido en tono verdoso, tallado en frío. Hay innumerables figurillas de terracota, en principio de estilo oriental, pero posteriormente de estilo local.

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4.4. Aspectos económicos.

- LA OBTENCIÓN DE METALES El reborde meridional de Sierra Morena, con Huelva como núcleo, rico en plata y cobre y con Riotinto y Aznalcóllar como principales centros productores, atrajo pronto a los fenicios, que tenían en Gadir una excelente base de control de las rutas comerciales. Los cursos fluviales, especialmente el Guadalquivir, con numerosos poblados en su valle (El Carambolo, Cerro de las Cabezas y Cerro Macareno), favorecieron el acceso a los recursos. Aguas arriba se alcanzaba la zona minera de la Alta Andalucía (zona de Castulo, en Linares), abierta al comercio fenicio al igual que el interior de Extremadura. Los enclaves costeros de Málaga, Granada y Almería eran el punto de partida del comercio con el sureste peninsular. La explotación de las minas se realizaba con mano de obra indígena, aunque las técnicas e instrumentos contaban con innovaciones traídas por los colonos. Desde los centros de captación el mineral se canalizaba hacia los grandes centros de comercialización: Huelva y Cádiz. En Huelva, centro del mundo tártésico, los fenicios se mezclaron con las aristocracias locales. Cádiz, en cambio, como núcleo urbano colonial, estaba cerrado al mundo indígena y tenía un modelo económico-social totalmente distinto.

- METALURGIA Aunque el comercio fue el sector más dinámico de la economía, paralelamente se desarrolló un floreciente artesanado. Las manufacturas procedían en principio de Oriente, pero pronto comenzaron a fabricarlas artesanos locales. El metal elaborado se comercializaba entre los propios indígenas o se exportaba. El más usado era el bronce, seguido del oro y la plata, con los que los orfebres gadiritas realizaban refinados adornos.

- INDUSTRIAS DEL MAR Si bien el metal fue la principal razón del proceso colonizador, muy pronto comenzó la diversificación económica, motivada tanto por las necesidades de producción de alimentos como por el deseo de reproducir las formas de vida de su lugar de origen. La industria del salazón y, en general, de los productos marinos destaca como una de las más antiguas. También provenían del mar los moluscos, principalmente el múrex, necesarios para la producción de la púrpura.

- ARTESANADO La producción de marfil es menos abundante, quizá por la necesidad de importar la materia prima de África, pero fue también objeto de la artesanía fenicia, contribuyendo a modelar el gusto autóctono que tiene su expresión en el Orientalizante. Los principales receptores de los artículos de comercio fenicios (bronces, joyas, perfumes, telas tintadas, marfiles, salazones, vino, aceite y los contenedores para almacenaje y transporte, principalmente) fueron las élites indígenas, que aportaban a cambio los metales, excedentes agropecuarios y, quizás, esclavos. También ofrecían a las masas de las clases bajas como fuerza de trabajo, lo que se demuestra por la presencia en las colonias de cerámicas hechas por los indígenas empleados en las propiedades fenicias.

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- AGRICULTURA Inicialmente, se supone que cada unidad familiar tendría una parcela de tierra tanto para su autoabastecimiento como para la obtención de excedentes destinados al comercio. Lo mismo es posible deducir de las actividades pesqueras. Poco a poco, el tejido social se vuelve más complejo, con la aparición de nuevas profesiones favorecidas por la intensificación de los sectores económicos. A mediados del s. VII se detecta un aumento demográfico en las colonias (ampliaciones y nuevas fundaciones) motivada no por la atracción de las actividades comerciales, sino por el aumento del expansionismo asirio a partir de Tiglatpileser III, que dio lugar a un desplazamiento de población campesina, suposición avalada por la localización de los nuevos asentamientos, claramente dedicados a la explotación agrícola. Se desconocen las formas de ocupación y explotación, aunque se supone que la población indígena participaba como mano de obra dependiente, libre o esclava. Las nuevas comunidades agrícolas se localizan también en el interior del territorio, ya integradas en comunidades autóctonas o establecidas en áreas no ocupadas por los indígenas, lo que dio lugar a los intensos contactos que se plasmaron en el orientalizante.

5. LA SOCIEDAD COLONIAL

5.1. Articulación social.

El modelo social de las colonias reprodujo inicialmente el de la ciudad madre. Si bien no hubo reyes, la aristocracia tuvo un papel esencial. Inicialmente, el papel rector lo representaría el templo de Melqart, cuyo sumo sacerdote pertenecía a la aristocracia tiria que pretendía controlar el proceso comercial. Poco a poco, la incorporación de elementos nativos provocó un dinamismo diferente al oriental.

5.2. La «crisis» del siglo VI y la reorganización del espacio colonial.

En el siglo VI se produjo un profundo proceso de reordenación del poblamiento fenicio: se abandonaron las pequeñas factorías y la población se concentró en los grandes centros urbanos (Gadir, Malaka, Sexi, Abdera o Baria). Esta reestructuración del modelo colonial estaría probablemente relacionada (aunque no ha podido demostrarse la relación causa-efecto) con la situación política y económica del mundo fenicio oriental y la caída de Tiro en el 572 a.C. La inestabilidad afectó a las relaciones comerciales y a partir de ese momento se refuerza la presencia de griegos y cartagineses en Occidente. Los principales cambios se producen en el llamado Círculo del Estrecho (área de influencia de Cádiz), donde la importancia de las actividades minero-metalúrgicas decrecen a favor de la industria pesquera y conservera. La fabricación de salazones y salsas (garum) acarrearían asimismo un incremento de otras actividades, como las salinas o la producción de cerámica para el transporte. También el interior indígena se reorganiza. La población se concentra en grandes ciudades (oppida) y surgen grupos aristocráticos en torno a un nuevo orden económico basado en el tradicional sector agropecuario, en el proceso que conduciría del mundo tartésico al turdetano. La caída de Tiro no es el único factor desencadenante de la llamada crisis. La productividad de las minas del Suroeste disminuye a lo largo del siglo, la expansión colonial griega se consolida y Cartago cobra cada vez más fuerza como potencia marítima. Salvo en los grandes centros urbanos como Cádiz, el mundo fenicio termina integrándose etnoculturalmente con la población

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indígena, de modo que los romanos nos hablan de libiofenicios o bastulofenicios, que serían los mestizos descendientes de la vieja población colonial.

5.3. El impacto colonial en las poblaciones indígenas

El contacto con la población autóctona produjo un proceso de aculturación que terminó significando la aceptación, por parte de los indígenas, de rasgos culturales orientales, que afectaron tanto a los aspectos económicos como a los sociales y espirituales. Ese conjunto de rasgos culturales se denomina «orientalizante». Las aristocracias locales aprovecharon su papel protagonista en el proceso comercial para acumular riquezas con las que consolidar su posición política, favoreciendo nuevas relaciones de dependencia que alteraron la estructura socioeconómica y desembocaron en el nacimiento de la ciudad y la reordenación territorial ya mencionada. La imitación de las técnicas usadas por los artesanos fenicios fomentó la aparición de una producción autóctona de calidad, como reflejan los tesoros de El Carambolo o el Cortijo de Évora. Y la introducción de técnicas como el torno de alfarero contribuyó decisivamente a la mejora de la calidad de vida de la población indígena.

- LAS CREENCIAS Melqart, dios de la actividad comercial, y su pareja Astarté, eran los dioses principales de los colonos. Otros dioses fueron Resef, patrono de los artesanos, Baal Hamón, Baal Safón y Bes. Se desconoce hasta qué punto las representaciones de estas divinidades halladas en el mundo indígena responden a la permeabilización delas creencias orientales en el mismo o a la expresión de su propia espiritualidad mediante el lenguaje de los colonizadores. Mención especial merecen los santuarios, destacando el de Melqart (Heraklion), famoso incluso en época imperial romana. Hubo otros muchos en la costa, como los de Astarté (santuario de Venus Marina) o Baal Hamón (Cronion) de Gadir, pero llaman especialmente la atención los implantados en el interior, como los de Carmona y Castulo, testimonios religiosos de una actividad de implantación territorial en espacios de explotación colonial. Se desconoce si eran de uso exclusivo de los colonos o estaban abiertos a la población indígena. CRONOLOGÍA

o 1104 Fundación de Gadir por fenicios procedentes de Tiro según la tradición. o 800-775 Colonias fenicias en las costas de Málaga, Granada y Almería. o 790-600 Período orientalizante. o 750 Intensificación de la presencia fenicia en el área tartésica. o 725-700 Primeros objetos fenicios en Extremadura o 655-654 Presencia fenicia en las Baleares. Fundación, según Diodoro, de o una colonia cartaginesa en Ibiza. o 572 Destrucción de Tiro por los babilonios. o 580-540 Fuerte presencia griega en al área tartésica. o 535 Extensión de la influencia cartaginesa por el sudeste peninsular.

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TEMA 3: TARTESO Y EL “ORIENTALIZANTE” EL PROBLEMA DE TARTESO. ORIGEN DE LA CULTURA TARTÉSICA. ECONOMÍA. LA SOCIEDAD TARTÉSICA LAS “CIUDADES”. ARQUEOLOGIA TARTÉSICA: LOS RESTOS MATERIALES. EL COLAPSO EN EL MUNDO TARTÉSICO.

Durante la primera etapa de la Edad del Hierro se aprecian transformaciones significativas respecto a la previa Edad del Bronce, y en muchas ocasiones estos cambios se han puesto en relación directa con la presencia de los fenicios en la franja costera. Ciertamente, y sin aceptar necesariamente la propuesta de que la colonización semita avanzó hacia el interior u introduciendo nuevas poblaciones de carácter agrícola, se observa que el territorio del Suroeste peninsular, que habitualmente conocemos como Tartessos, se produjo un importante basculamiento de la actividad económica y de la configuración social, en el campo de la religión y en el ritual.

Mientras que en el Bronce final la actividad económica dominante era la ganadería, junto con la metalurgia ligada a objetos de Bronce, ahora existirá un fuerte desarrollo de las actividades agrícolas y comerciales, y la minería se orientará a la extracción de plata. Esto fue posible gracias a la introducción de artilugios os como el torno de alfarero, que permitió la producción de productos estandarizados, o de la metalurgia del hierro, que cambió las bases de la anterior metalurgia del bronce y permitió la extracción de fuentes minerales mucho más extendidas y a la fabricación de armas y utensilios agrícolas. Todo ello no va a repercutir únicamente en los aspectos económicos, sino que también en la ordenación del territorio, distribución, número y organización de la producción y del sistema de valores que da cobertura a este nuevo modelo económico- social.

1. EL PROBLEMA DE TARTESO

El origen de Tarteso ha estado siempre envuelto en un manto de fabuloso lugar, de origen mítico. Así es como desde la Grecia Arcaica se han encargado de transmitir los escritos. Pero gracias al estudio arqueológico, actualmente se conoce más sobre esta civilización, alejándonos de este aire misterios que siempre lo ha envuelto. Tartesos es uno de los grandes tópicos de la Historia de España antigua. Ya en 1.580 el Jesuita Pineda defendió la teoría de que la Tarsis bíblica era Tartesos y que se localizaba en el sur de la Península Ibérica. En el siglo XX, el hispanista alemán A. Schulten publicó en 1.922 “Tartesos”, llamando la atención sobre este misterioso reino que había cautivado poderosamente el interés de los autores antiguos. En estos últimos decenios se ha trabajado en Andalucía y en la costa ibérica, avanzando considerablemente en el conocimiento material de las poblaciones de finales de la Edad de Bronce, a partir de los siglos X-IX a.C. Queda en pie el problema de casar los datos, que se obtienen de la arqueología, con los de la fuentes literarias, escasas y fragmentadas. Por vez primera, el historiador empieza a tener una base científica cierta apoyada en la arqueología, que le permite reconstruir lo que debía ser Tartesos. 1.1. Las fuentes literarias Tartesos es el nombre dado al extremo occidental por los griegos, antes de que se usase el de Iberia. Una vez comienza a usarse este topónimo, el término de Tartessós pasó a designar una parte concreta de la península, en concreto el SO.Los griegos se referían a este espacio al comprendido entre una ciudad y un río, lo que ha llevado a ubicarlo en dicha zona. Pero el hecho de que la Biblia hable de un topónimo parecido (Tarshish), siembra todavía más confusión acerca del origen certero de esta civilización.

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Pero estas referencias tienen un significado lógico: para los textos bíblicos, Tarshish hacía referencia a un lugar ubicado en un vago Occidente, el cual por cierto se “movía” conforme se ampliaban los conocimientos geográficos. Para los griegos, en el Occidente era dónde tenían lugar una serie de mitos. Tal es el caso del Jardín de las Hespérides donde los manzanos daban sus frutos de oro. Según Justino, Gerión es el primer rey tartésico. Antes de él gobernaron Gárgoris y Habis, los cuales dotaron a Tarteso de grandes progresos económicos y sociales, como el conocimiento de la apicultura y la agricultura, la redacción de un código legal, organización administrativa de la población y la prohibición de la esclavitud para sus súbditos. Por Heródoto conocemos al último soberano tartésico y al más conocido de todos: Argantorio, el cual mantuvo una relación de amistad con comerciantes fóceos que llegaron a estas tierras buscando plata en el s. VI. El resto de las fuentes grecorromanas hablan de la riqueza y la situación geográfica del supuesto reino. Cabe mencionar la Ora marítima del poeta Avieno, el cual da precisiones muy concretas de la localización de Tarteso: un golfo tartesio llamado así por el río Tartessos, en cuya desembocadura de múltiples brazos se encuentra la ciudad homónima, no lejos de Cádiz, también situada en el mismo golfo. Las fuentes sobre Tartesos se agrupan en tres categorías: fuentes bíblicas, griegas y latinas.

• Recientemente M. Koch, siguiendo a Schulten, ha vuelto a defender que la Tarsis bíblica es Tartesos, pues piensa este autor que la gran abundancia de plata, de la que hablan los textos bíblicos, sólo pueden proceder de España.

• Se suele considerar como fuente importante, para todo lo referente a Tartesos, el poema

redactado por Rufo Avieno, autor que vivió en el siglo IV y que hacia el año 400 visitó Cádiz, cuando ya la ciudad había perdido gran parte de la pasada grandeza y quedaba en pie el Heracleion, uno de los más famosos templos semitas de la antigüedad.

• El problema de la “Ora Marítima” es precisar que fuentes utilizó. Varios autores (Schulten y

García Bellido entre otros) defienden que la fuente principal es de origen fenicio, muy arcaica, seguramente redactada en el siglo VI a.C., lo que explicaría que los pueblos que se mencionan en ella ocupando las orillas del Guadalquivir o Betis no se recogen en fuentes posteriores, y que no se cite a Emporion (Ampurias), ya que el original fenicio remonta a una fecha anterior a su fundación por los griegos focenses, que acaeció poco después del 600. Otros autores antiguos defienden la misma teoría de ser Tartesos Gadir, fundación fenicia del año 1.100 a.C., magníficamente situada, ya que controlaba la desembocadura del Betis y toda la navegación por el Atlántico y por lo tanto toda la salida de los metales procedentes de Sierra Morena. Cádiz no ha dado hasta el momento presente material contemporáneo e su fundación, que según los últimos descubrimientos existía por lo menos desde el siglo IX a.C.

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1.2. Los testimonios arqueológicos. Estos datos, sin fundamento científico, fueron aceptados por la historiografía española hasta que desde hace unas décadas, la Arqueología se está encargando de elaborar unas pautas con las que poder elaborar una historia con base sólida. Así, gracias a los restos materiales hallados, se ha podido establecer el área geográfica tartésica y ésta tendría un núcleo central ubicado en Andalucía occidental (Cádiz, Huelva y Sevilla), con una extensión hacia el N (Sierra Morena y Extremadura), al O (S de Portugal) y hacia el S (S de Alicante, incluyendo la Andalucía Oriental) En cuanto a la ubicación cronológica, ésta sería entre los s. VII-VI a.C, cuando las culturas autóctonas incorporan a sus tradiciones conocimientos y modos de vida orientales (“Orientalizante”). La problemática actualmente se sitúa sobre la continuidad o discontinuidad cultural de Tarteso con las poblaciones que habitaban previamente el mismo espacio geográfico y el alcance de la influencia de la colonización fenicia sobre la población autóctona, lo cual es considerado como elemento definitorio de la formación tartésica. Martín Almagro distingue varios periodos: El comienzo del final de la Edad de Bronce hispánico se fecha en torno al 1.000 a.C. y se caracteriza por una cerámica fabricada a mano con carena y bruñidas.

• Entre los años 900 y 750 a.C. corre la etapa protoorientalizante, y que se caracteriza por la cerámica bruñida. En Cástulo, Carmona y el Carambolo se detecta ya el influjo orientalizante, debido a los fenicios, asentados en la costa. Se explotan a gran escala, con procedimientos nuevos traídos de oriente, las minas de Huelva, de Sierra Morena y de Cástulo.

• En este periodo, seguramente antes, llegan al Sur gentes célticas, procedentes de la Meseta,

documentado por las cerámicas grafitadas e incisas. Se asientan en las zonas mineras. Según A. Blanco y Sangmeister, estas gentes podían ser mercenarios contratados por los más pudientes del Sur. A ellos pertenecerían las llamadas estelas extremeñas, que se localizan también fuera del área de Extremadura portuguesa y española. En las estelas aparecen escudos, muy similares a los utilizados por los asirios, bien conocidos por los fenicios y que estos repartieron por el Mediterráneo. Los fenicios, o mejor los tartesios, los entregaron seguramente a los jefecillos de las tropas mercenarias que defendían los cotos mineros.

• El tercer periodo, que abarca entre los años 750 - 600 a.C., es orientalizante. Los fenicios

comerciaban intensamente con los pueblos del interior y originan una cultura orientalizante que comprende todo el sur de España y Portugal, desde el Tajo al Mediterráneo.

Entre los años 630 a.C., fecha aproximada del viaje de Colaios de Samos, y el 520 a.C., los focenses comercian directamente con Tartesos, en busca de metales, como lo indican las numerosas cerámicas griegas de Huelva, Málaga y el Cerro Macareno (Sevilla). Esta época conoce el torno, la escritura, la cerámica pintada, que en Cástulo copian claramente a las telas, todo traído por los fenicios. Las telas son uno de lso principales productos del comercio de Tiro. Los tartesios adquieren productos elaborados por los fenicios, principalmente de Cádiz, lo que prueba que se elevó el nivel adquisitivo de los indígenas. Posiblemente artesanos de origen oriental trabajaron entre las poblaciones indígenas para los reyezuelos. Este periodo es el Tartésico, por excelencia, según F. Presedo, quien defiende que la siguiente etapa, que comprende desde el 600 al 450 a.C. es también tartésica.

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2. ORIGEN DE LA CULTURA TARTÉSICA

La Arqueología no nos ha podido responder, todavía, a esta duda.

o Para algunos, la cultura tartésica habría que ubicarla dentro de los límites del período orientalizante, el cual se sitúa entre las poblaciones prehistóricas del Bronce Final y las formaciones turdetanas de época prerromana.

o Para otros, Tarteso tiene unos orígenes anteriores a la llegada de los fenicios.

Lo que podríamos decir es que se trata de una cultura que tuvo una fase de consolidación entre las poblaciones del Bronce Final (con el comienzo de los primeros intercambios comerciales de la zona del SO con el resto de la Península, gracias a su riqueza mineral), con una culminación en el “Orientalizante” y que tendría una última fase –turdetana-que se extiende hasta la incorporación de la zona al mundo romano. 2.1. Impacto de la colonización fenicia en el mundo tartésico. Los fenicios, desde comienzos del s. VIII a. C, establecen relaciones comerciales con las comunidades indígenas peninsulares. Gracias a estos contactos comienza una fase que se ha bautizado como “orientalizante”. El contacto se afianzó en el momento en que los fenicios, con el propósito de asegurar sus empresas comerciales, crearon pequeñas factorías costeras; desde la desembocaduar del Mondengo en Portugal hasta la costa alicantina. Con ello llega el segundo gran debate acerca del mundo tartésico: ¿cuál fue el grado de influencia de la colonización fenicia sobre el mundo tartésico? Lo que se tiene claro es que el impacto de la colonización repercutió de forma desigual entre los distintos grupos sociales. Así que para lograr un mayor estudio de este tema, sería conveniente analizar mejor el ámbito socio-económico que la cultura material. Pero por desgracia no se tienen todavía datos que nos ayuden en este aspecto. Hoy parece incuestionable que el desarrollo y la pujanza de Tartessos se debe a la transformación que sufre una cultura del Bronce Final del Valle del Guadalquivir como consecuencia, a partir del s. VIII a. C., de los contactos e influencias fenicias, cada vez mayores y que en el s. VII a. C generan una sociedad que es el paradigma europeo del fenómeno que denominamos Orientalizante y que se entiende como el resultado de la recepción de elementos propios de las culturas de los pueblos colonizadores (fenicios y griegos) por parte de sociedades de la Edad del Hierro I y que se dejó notar especialmente en comunidades abiertas a las rutas comerciales practicadas por estos pueblos. Este fenómeno que se conoce también a través de Tartesos, también dejó huella de forma directa en la Cultura de Vilanova y en la Cultura Lacial, si bien los elementos propios del influjo orientalizante también llegaron, a través de la redistribución, a las áreas de la Europa Central, donde también Hallstat percibe los influjos de los nuevos pueblos colonizadores que operan por el Mediterráneo.

3. ECONOMÍA • Metalurgia

La zona en la que se ubicó Tarteso, es una zona rica en metales, sobre todo de plata. Y por este motivo fue por el que los fenicios llegaron hasta estas tierras. La producción minero-metalúrgica venía desde tiempos del Bronce Final aunque si es cierto que los fenicios contribuyeron a una mejora con la introducción de innovaciones. Los centros más importantes se trataban de Río Tinto y Aznalcóllar.

• Sector agropecuario.

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También de gran importancia. Los poblados indígenas se ubicaban en zonas estratégicas favorables a la explotación agrícola o actividades ganaderas. Focos importantes fueron la ribera del Guadalquivir y la región de los Alcores. Seguramente, la introducción del hierro supuso un gran avance en cuanto a la creación de nuevos instrumentos más fuertes y resistentes. Lo mismo debió de ocurrir con nuevas introducciones como la vid y el olivo. Este sector tuvo que experimentar momentos de auge, provocados por el crecimiento demográfico y por la creciente demanda de productos por parte de los colonizadores. Se cree que incluso pudieron convivir en perfecta armonía agricultores indígenas con colonos fenicios. Prueba de ello es el poblado El Carambolo.

• Intercambios. Los fenicios buscaban de los indígenas plata, pero también productos agrícolas, carne, pieles, lana y posiblemente esclavos. A cambio, ellos recibían manufacturas y artículos de lujo los cuales podían ser fabricados en las metrópolis levantinas o en las colonias occidentales. Incluso podían llegar de lugares tan lejanos como Grecia, Egipto o Chipre, todo ello derivado del comercio de intercambio. Desde la zona nuclear (alrededor de la desembocadura del Guadalquivir) partían rutas que ponían en comunicación todo el territorio tartésico. Junto con las rutas marítimas, seguramente controladas por fenicios, existían otras rutas terrestres: una que penetraba por el O, a través de Extremadura, hasta el Duero (sería la posterior Ruta de la Plata) y otra, que era la más importante y frecuentada, que seguía el curso del Guadalquivir y que conectaba los centros tartésicos de la costa con zonas mineras de Sierra Morena, y a través de caminos secundarios con el resto del territorio. En esta última ruta, Cástulo (Linares, Jaén) era un importante punto de destino. También se expandió el comercio hacia otras zonas, como Granada o el SE levantino, tal y como lo testimonian restos materiales.

4. LA SOCIEDAD TARTÉSICA

• Necrópolis No conocemos muchos datos acerca de la sociedad tartésica, pero se sabe que se trata de una sociedad jerarquizada. La mayoría de los datos los conocemos gracias a las necrópolis. La principal característica de las necrópolis tartésicas es su diversidad, se alterna la inhumación con la incineración. A partir del s. VII a.c, con la presencia fenicia, surge una nueva variedad. Junto a los enterramientos típicos del Bronce Final, los de carácter familiar y sin apenas distinción de rango o prestigio, surgen otros que son cámaras individuales funerarias de mampostería, rematadas en túmulos de diferentes tamaños y alturas. Pero la principal novedad se encuentra en los ajuares, algunos riquísimos que nos hablan de la categoría social del difunto. Prueba de esto último es la necrópolis de la Joya (Huelva) donde se encuentran tumbas visibles desde lejos que poseen ricos ajuares compuestos por piezas de oro, plata, marfil y vidrio; junto con armas y herramientas. También se ve una “mezcla” compuesta por tumbas puramente fenicias junto con otras de origen más indígena, lo cual demuestra la convivencia entre estas dos culturas.

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• Grupos dominantes Los ajuares nos hablan de una desigualdad social. Podemos suponer que antes de la llegada de los fenicios, las sociedades indígenas estaban estratificadas en un sistema de familias o clanes y que este sistema comienza a decaer con la llegada del comercio. La aportación colonial acentuó estas tendencias de desigualdad social y fomentó la creación de una aristocracia que controlaba los medios de producción y que posee una riqueza que exhibe incluso en el Más Allá. La aristocracia indígena es la que controla el comercio con los fenicios y es también la que adquiere los beneficios. La posible aculturación sufrida por estas sociedades autóctonas sería en un grado no tan grande como se supuso, es más la presencia de objetos ricos fenicios en tumbas aristocráticas autóctonas hace el pensar que lo único que pretendían era igualarse en el grado de ostentación a los fenicios. El poder de los monarcas tartésicos se apoyaba en la existencia de mercenarios celtas, de cuya presencia son buena prueba las estelas grabadas con armas: espadas, arcos, escudos, cascos y lanzas. En algunas estelas se representa al enemigo muerto, en tamaño diminuto, según costumbre del arte griego y fenicio. La panoplia de estos guerreros, junto a armas, es de clara procedencia atlántica, como las espadas; las restantes armas representadas, probablemente fueron traídas por los fenicios de Oriente. Con ellas se armaron los mercenarios, que defendían a los monarcas tartésicos y que proporcionaban a los fenicios de la costa las mercancías que ellos buscaban. J.M. Blázquez ha defendido el origen oriental de los escudos representados en las estelas y de los carros. Los escudos, por la forma de sujetarlos, sólo por el centro, son los mismos que los utilizados por los asirios en el asalto de las ciudades, bien documentados en los relieves asirios. Los carros siguen los modelos del representado en un pyxis del palacio de Nimrud, obra fenicia, y de los relieves neohititas de Karkemis. Los arcos de las estelas son doble, y cuyo tipo está bien atestiguado repetidas veces en los citados relieves asirios. Cascos con cuernos, que se encuentran en las estelas hispanas y que aparecen en el mundo oriental, así como también los cascos corintios aparecidos en Tartesos. El hallado en Jerez de la Frontera se fecha en la primera mitad del siglo VII a.C. El encontrado en la Ría de Huelva pertenece al siglo VI a.C. Las espadas eran de origen atlántico, como lo indica el hallazgo de la Ría de Huelva, del siglo IX a.C., que también contiene cascos. Los tartesios utilizaron ya ingenios de asalto a las ciudades, introducidos en Occidente por los fenicios. Macrobio refiere el uso de arietes contra Cádiz por el monarca tartesio Terón. Estos ingenios fueron después utilizados por los cartagineses, según Diodoro, en las guerras greco-púnicas de Sicilia del sigo V a.C., donde participaron gran número de tropas celtíberas, llamadas simplemente celtas por Diodoro, e íberas.

• Fuentes de riqueza La agricultura es la principal fuente de riqueza tartésica, siendo el comercio de menor importancia ya que sus beneficios los disfrutan unos pocos. Estas minorías dirigentes se separan del resto de la población gracias al control de estos productos. No podemos esbozar las características de esta aristocracia, que aunque tuvieran numerosas armas no debió de tener un carácter guerrero. Posiblemente la base de su poder radicaría, antes de la llegada de los fenicios en el sector agropecuario, para pasar después, con la llegada fenicia, a ser el comercio.

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La “Odisea”, en época de la gran colonización griega, descubre a los fenicios como hábiles navegantes, expertos comerciantes y piratas. También indica esta obra que los comerciantes fenicios empleaban un año entero en vender su cargamento. El comercio de los mercaderes fenicios con Tartesos debía ser mas constante y encontrarse en manos particulares. Probablemente el Heracleion gaditano desempeñó un papel importante en el comercio con Tartesos. Comercio que por otra parte debió ser de intercambio, no monetal, pues Tartesos no conocía las monedas. Probablemente muchos de los objetos que los arqueólogos encuentran depositados en las tumbas tartésicas eran dones regalados por los fenicios a la aristocracia de Tartesos. Seguramente eran utilizados como medios de intercambio. Los reyezuelos y la nobleza tartésica recibían estos regalos y los intercambiaban por minerales, esclavos y salazones. Los fenicios estaban interesados en obtener esclavos, probablemente de Tartesos.

• Los bienes cedidos a los tartesios serían muy variados: bronces, trípodes, calderos, vasos de alabastro o de cristal de roca, joyas, amuletos, marfiles, telas y posiblemente también el vino y el aceite, introducidos en Tartesos por los fenicios.

• Otro tipo de producto de intercambio eran las joyas, ya que los fenicios tenían fama de ser

hábiles orfebres. Los comerciantes fenicios de Siria intercambian joyas, collares, objetos de adorno, etc., para las mujeres. Los alasbastrones de Huelva, de Carmona, etc., nos dan a conocer que los perfumes eran otro de los productos que introdujeron los fenicios, y con los cuales comerciaban.

• El incienso también fue un producto del comercio fenicio, como se desprende de la presencia de

quema perfumes en Huelva, Cástulo, etc. Es probable que estos bienes circulasen en Tartesos como dinero. Estos regalos en principio, eran símbolos de riqueza, de prestigio y de tesaurización. A estos regalos y al comercio se debe la aparición de un periodo orientalizante en Tartesos. Este reino comerció mucho más intensamente con los fenicios que con los griegos. Los objetos griegos en Tartesos, salvo en Huelva y en Málaga, donde la cerámica griega es abundante, son muy escasos en número. En lo que respecta a la comercialización del estaño atlántico (uno de los principales productos buscados por los fenicios en Occidente), J. Alvar sostiene que se trata de una actividad compleja, que se realizaría por una doble vía. Los tartesios seguirían una ruta terrestre (la posterior vía de la Plata), a través de la cual drenarían la producción procedente del Noroeste, mediante un comercio extremadamente segmentado, responsable de la distribución de los materiales orientalizantes en el interior. En cuanto a la producción artesanal en Tartesos, en muy evidente el sello fenicio en estas obras, así vemos como el artesanado de Tartesos produjo un gran cantidad de bronces, siendo difícil conocer las piezas que salieron de talleres fenicios, probablemente asentados en Cádiz, de artesanos indígenas, o de importaciones. Uno de los bronces de mejor arte y técnica es la cierva del Museo Británico, trabajada en hueco y formada de varias piezas ensambladas, según la técnica de trabajar el bronce en la Grecia arcaica. En Tartesos se utilizaron grandes calderos de bronce de lejano origen asirio, muy de moda en el periodo arcaico. Cuencos semejantes a la páteras fenicias han aparecido en Cástulo con el Caldero decorado por las Astartés. Los artesanos tartesios produjeron una gran cantidad de jarros en plata y bronce, utilizados en los rituales funerarios, al igual que los llamados “braserillos”, donde probablemente se quemaban perfumes. De esta misma época, se conocen varios broches de cinturón decorados con motivos

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orientales, esta decoración de broches, aparecidos en diferentes lugares indica cómo el influjo fenicio fue extenso y profundo y afectó a la decoración de los mas variados objetos. La orfebrería tartésica se desarrolló profundamente, siguiendo técnicas fenicias, produjeron gran cantidad de piezas, y que debieron de ser objeto de regalo a jefecillos locales y su fabricación se piensa que fue en talleres peninsulares. Dos grandes conjuntos de joyas se conservan. El más antiguo procede de la Aliseda, y se fecha en torno al 600 a.C., y el segundo, de fecha posterior (600-550 a.C.) apareció en El Carambolo.

• Base de la población Junto a la élite dominante existía una masa poco articulada en proceso de estratificación, de la que desconocemos si tenía acceso a la riqueza. Parece que en el mundo tartésico se desconocía el concepto de esclavitud. No se puede hablar de un urbanismo, aunque desde el período orientalizante se registre un cambio. Aunque se había superado la organización tribal, tampoco podemos hablar de un Estado pleno. Se registran cambios significativos en el hábitat, con viviendas más sólidas, de planta rectangular al estilo fenicio, junto con aumento del tamaño de los asentamientos. Los poblados aparecen organizados alrededor de grandes centros en un sistema jerárquico, pero la falta de estratificación les impide que podamos hablar de una urbanización. Existía una jerarquización territorial.

• Organización política: la “realeza” tartésica Aunque autores griegos hacen referencia a una monarquía en un reino centralizado, lo cierto es que son varias la hipótesis que demuestran lo contrario.

o Así, algunos se inclinan hacia un gobierno dirigido por un basileus o rey, representante de una monarquía de naturaleza sagrada y de carácter hereditario.

o Para otros se trataba de un caudillaje personal, sin determinación

precisa de gobierno.

o Otros apuestan por una tiranía al estilo griego, un gobernante sin fundamento de legitimidad que se hace con el poder gracias a su riqueza, su excelencia militar o sus dotes políticas.

Así, que no podemos hablar de un sistema monárquico y mucho menos de un reino centralizado. Se trataría de una pluralidad de territorios sin unificación desde el punto de vista político. Serían unas “jefaturas complejas”, es decir una sociedad gobernada por un representante de los grupos elitistas de carácter aristocrático que comienzan a ejecutar una especie de centralización en territorios donde comienzan a ejercer un incipiente control político. Serían personajes destacados de las aristocracias locales, gracias a los beneficios derivados del comercio. Los griegos los denominarían simbólicamente como Argantorio, el “hombre de la plata”, con un largo reinado de 80 años, los cuales se corresponden con el período en el que prosperan las actividades comerciales griegas con el SO peninsular.

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Como ha señalado Escacena, la sociedad tartésica prefenicia estaba configurada por aristocracias guerreras, donde los jefes de los grupos parentales basaban su riqueza en la posesión ganadera y en el control de la rutas que comunicaban unas zonas con otras y abrían los circuitos a las producciones metalúrgicas atlánticas. Algunos de sus símbolos más representativos fueron las estelas del suroeste, donde algunos de estos jefes fueron representados con toda la parafernalia externa que revelaba su posición privilegiada. Todo ello en poblados constituidos por pequeñas agrupaciones sencillas de cabaña, dispersas por el territorio

Coincidiendo con la llegada de los fenicios aunque en una tendencia que comienza en tiempos inmediatamente anteriores, se aprecia un cambio de estrategia hacia la producción agrícola, que va provocando el avance de las poblaciones hacia la zona de suelos más productivos,. La propia tendencia interna en este sentido, y la existencia de un mercado que permite comercializar excedentes mineros, agrícolas y ganaderos, provoca una reactivación de las sociedades de agricultores y la pérdida paulatina de los esquemas propios de las sociedades ganaderas, como por ejemplo, la pérdida de las estelas del Suroeste, que van dejando de levantarse, y son sustituidas por nuevas fórmulas de expresión social, como los cementerios.

La vida campesina se complementa además con innovaciones de diverso tipo, como la explotación sistemática de la vid y el olivo, además de los cereales, y con la introducción los animales domésticos como el gallo o el asno, que suponen una ayuda y un complemento a la producción, el uso de utensilios de Hierro. Estamos en este momento ante comunidades totalmente sedentarias, que desarrollarán hábitat densos, sólidos y extensos el los que se adopta la vivienda rectangular como módulo más indicado para la compartimentación y división interna de tareas, permitiendo además la construcción de un segundo nivel en altura. Las familias, en las que tanto mujeres como niños y ancianos son extremadamente útiles, crecen, lo que le permite aportar brazos para las tareas domésticas. Este aumento de población irá evolucionando mediante la segmentación y la creación de nuevas comunidades, así como con la exportación de los excedentes hacia las zonas mineras o hacia las portuarias e industriales de la costa, o hacia Extremadura, en busca de estaño. En la economía tuvo gran importancia la metalurgia y la minería, siendo la provincia de Huelva el foco más importante del momento, lo que proporcionó a fenicios y griegos gran cantidad de metales para su posterior exportación a Oriente. En la sociedad había distintos grupos según sus actividades laborales. Además de una nobleza (que no trabajaba) había un artesanado especializado, que gozaba de un "status" superior al de otros trabajadores. La práctica de los enterramientos parece haber sido otro de los signos de diferenciación social, introduciéndose en las tumbas más ricas objetos procedentes de la esfera colonial y del comercio ultramarino. De hecho, los restos funerarios nos revelan que sólo una mínima parte accedió a poseer una sepultura. Respecto a las prácticas anteriores (incineración), con rituales que no dejaban resto alguno del cadáver, ahora se pretende no sólo proporcionar a los difuntos un hogar permanente, sino q que se señalizará mediante grandes túmulos que rodean a los principales núcleos de población y los caminos que condicen a ellos. Las tumbas más ricas presentan cámara, estructura tumular y ajuar suntuoso. Una de las necrópolis más importantes es La Joya (Huelva), que cuenta con un carro, jarros y "braserillos", y platos con restos de comida (banquete funerario), todo ello junto a la pira. En algunos casos (necrópolis de La Joya y Setefilla, y Carmona, en Sevilla) aparecen inhumaciones e incineraciones al mismo tiempo. Muy importante en este aspecto son aquellos objetos que nos remiten a la esfera ritual y que parecen mostrar ciertas transformaciones en esta fase, con un conjunto de jarro y brasero o palangana de bronce que sirvieron para hacer las abluciones necesarias para las ceremonias fúnebres, a los que se pueden añadir los quemaperfumes del mismo material. Este ritual evidencia la influencia fenicia.

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Respecto a la religión, el estudio de las necrópolis como el carambolo Alto permite pensar que las élites locales asimilaron una ideología muy conveniente para sus intereses, ya que establecía unos lazos directos entre la divinidad y los dirigentes del cada grupo. La religión fenicia otorgaba un papel prácticamente divino a la realeza, y por tanto la plena justificación de su situación de mando, privilegio y poder. Se ha definido, de hecho, a Tartessos como una “monarquía sacra orientalizante” (Almagro-Gorbea). El representante más conocido de la monarquía tartésica será el longevo rey Argantonio en cuyo reinado se situó el viaje del navegante samio Coleo. La monarquía tartésica abrió un comerció al Mediterráneo en el que llegó a sortear el monopolio fenicio, lo que habla de una gran autonomía de la población local respecto al colonizador fenicio. La monarquía fue la forma política de gobierno en Tartesos. El monarca más famoso fue Argantonio, nombre que alude a la riqueza en plata de su pueblo. Se conocen los nombres y los hechos de otros personajes tartésicos, como Gargoris, el cual descubrió el aprovechamiento de la miel. Su hijo Habis, modelo de monarca legislador, enseñó a su gente a cultivar la tierra con bueyes uncidos al arado, prohibió a los nobles el trabajo y dividió a su pueblo en siete ciudades. La monarquía tartésica era de carácter hereditario y arrancaba seguramente de comienzos de la Edad del Bronce. Del monarca tartésico Argantonio se conocen algunos rasgos. Su figura es legendaria, pero ya con fundamento histórico. Debió nacer hacia el 670 a.C. y gobernó, según la leyenda, desde el 630 a mediados del siglo VI. Herodoto, al referirse a su reinado, escribe que tiranizó “durante 80 años a su reino”. La tiranía para Herodoto posee un sentido muy preciso y se aplica a los tiranos de la época arcaica griega: Pisístrato en Atenas, Políctrates en Samos. Para Tucídides la Tiranía es un producto de la creciente riqueza originada por el comercio, lo que encajaba bien en la personalidad de Argantonio, que disponía de fabulosas riquezas, pues Tartesos era Eldorado del Mundo Antiguo. El Mediterráneo era pobre en minas, y ésta quedaban lejos de los pueblos asentados en las orillas orientales. Otro rasgo del carácter de Argantonio es el que intentase asentar a los focenses en su reino. La presencia de estelas en Tartesos, en las que se representan armas, indican claramente el carácter militar de su reino, apoyado en tropas mercenarias. Su nombre, Argantonio, parece indicar que es un monarca de origen céltico, de las poblaciones indoeuropeas llegadas a Tartesos, o quizás un jefecillo militar, que como tantos tiranos alcanzó el poder. Hoy en día, y a la luz de las investigaciones, no se piensa que Argantonio controlase todo el reino de Tartesos; probablemente gobernarían al mismo tiempo varios reyes, que controlarían un territorio más o menos extenso. Seguramente Tartesos se asemejaría a la Etruria arcaica, donde gobernaban 12 reyes. Argantonio sería el monarca más rico, por controlar importantes explotaciones mineras o el más famoso por sus relaciones con los focenses. Es probable que el carácter de la monarquía de Tiro influyera en la tartésica, pues el influjo fenicio en la religión fue extenso y profundo. Estos monarcas, estarían rodeados de una corte de noble, de clientes y de esclavos, de cuya existencia quedan huellas claras en las diferentes sepulturas de los túmulos de Carmona. El papel desempeñado por esta nobleza tartésica se escapa totalmente, aunque quizá seria parecida a la oligarquía mercantil de Tiro, si bien el poder de estos reyezuelos seria absoluto. El lujo que rodeaba a estos monarcas era grande, así lo indica la riqueza de los túmulos Carmona. Vivían, al igual que los aristócratas, rodeados de productos orientales, que les proporcionaban los fenicios desde la costa. Los tesoros de El Carambolo o del Cortijo de Évora, o de la Aliseda, a los que nos referimos más adelante, son pruebas de una gran riqueza y de su preferencia por los modelos importados. La suntuosidad es otra de la características de estos reyezuelos. Probablemente estuvieron divinizados, como se desprende de las grandes tumbas, pues parecen indicar que fueron las sepulturas de importante personajes heroizados.

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5. LAS “CIUDADES”

Aunque se ha buscado afanosamente la existencia, o indicios e ella, de la ciudad de Tartesos poco se ha hallado. Se acepta que quizás ciudades de origen turdetano, y que serán ciudades romanas, pudieron ser núcleos de población y centros de poder político y económico tartésico: Hispalis (Sevilla),Hasta Regia (Jerez), Carmo (Carmona), Urso (Osuna), Onoba (Huelva), Corduba(Córdoba). Así que lo único que cabe decir, a espera que surjan nuevas aportaciones, es que Tartesos es una fase en la evolución de las culturas indígenas del SO peninsular, desencadenada como consecuencia del impacto colonial de procedencia oriental: el “Orientalizante”. Sólo se conocen, y parcialmente, poblados modestos como el del Cerro Macareno o el Carambolo (Sevilla), con casas cuadrangulares de varias estancias, en piedra, adobe y tapial, con cubiertas de madera y fibras vegetales. Este tipo de viviendas se generaliza y sustituyen a las casas circulares de las fases más antiguas. Tenemos documentadas fortificaciones en Tejada la Vieja (Huelva), con murallas y torres circulares, y en Setefilla (Sevilla), con dos lienzos paralelos de muralla.

6. ARQUEOLOGÍA TARTÉSICA: LOS RESTOS MATERIALES.

Existe gran cantidad de material arqueológico que nos habla de la presencia de gentes orientales en nuestras tierras. Éstos introdujeron novedades como la metalurgia del hierro, el torno de alfarero, el cultivo de la vid y el olivo y la escritura. Si es aceptable el influjo orientalizante en el ámbito material, no se puede afirmar con tanta rotundidad que esto ocurriese en el ámbito social. Más bien habría que afirmar que se trató de un intercambio mutuo de conocimientos entre fenicios e indígenas. Se hace difícil la distinción entre un objeto realizado a manos fenicias de uno a manos indígenas. Esto queda patente en la cerámica, aunque es en la joyería de oro y plata junto con la artesanía de marfil dónde se demuestra la adopción tanto de técnicas como de diseños orientales. Eso sí, la inclusión de elementos indígenas define un estilo tartésico propio, individualizado de otras manifestaciones orientalizantes mediterráneas. Prueba de ello es el tesoro de la Aliseda (Cáceres) y el del Carambolo (Sevilla). La orfebrería fue importante, con influencia fenicia tanto en formas como en técnicas y decoración. El granulado, la filigrana y el repujado se aprecian en el conjunto de joyas de oro de los tesoros de La Aliseda (Cáceres)(600 a.C.) y El Carambolo (Sevilla) (600-550 a.C.), con brazaletes, arracadas, collares, diademas… que responden al refinado lujo oriental. También eran apreciados los productos de la toréutica, con bronces de gran calidad, como es el caso de los jarros y los "braserillos" con asas, usados en rituales funerarios. Estos jarros suelen presentar perfil piriforme, boca plana en forma de trébol y asas unidas al recipiente por palmetas. Este tipo se constata en Grecia, Etruria, Chipre y Fenicia. El marfil fue utilizado para objetos de lujo, como placas para adornar cajas, peines, cucharas, etc. La decoración es incisa, con temas animalísticos, humanos y florales. Destaca la aparición de la cerámica a torno, introducido por los fenicios, una policromada y otra con engobe rojo de tradición fenicia. Existe la escritura, con signos y grafitos en cerámicas y otros artefactos, aunque se está lejos de poder interpretarla.

• Creencias

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No conocemos nada sobre la ideología indígena antes de la llegada fenicia. Así que todo lo que hallamos ya lleva el sello oriental, eso si cabe la posibilidad de que se pudiera tratar de una especie de reinterpretación de estas creencias. Existían gran cantidad de santuarios fenicios tanto en la costa como en el interior.

7. EL COLAPSO EN EL MUNDO TARTÉSICO.

Tan oscuro es su final como lo fue su origen. Basándonos en la idea primitiva de un reino centralizado, enriquecido con el comercio y casi con el papel de ser la primera civilización urbana de Europa; se necesitaba un final acorde a su grandeza y misterio. Y así nació la hipótesis que culpaba del fin de Tarteso a los cartagineses. Éstos gozaban de ansias imperialistas que chocaban con el comercio griego de la época. Así que Cartago decidió destruir Tarteso para así frenar este comercio griego. Desechada esta hipótesis surgieron otras como invasiones guerreras celtas procedentes de la Meseta o una guerra civil entre gaditanos e indígenas, la cual se saldó con la victoria fenicia con ayuda cartaginesa. Más aceptable parece la teoría acerca de factores internos de índole socioeconómicos. A partir de mediados del s. VI la economía tartésica tuvo una recesión importante. El sector minero-metalúrgico entró en crisis, una crisis que pudo ser causada por dificultades tecnológicas para seguir explotando minas mayor profundidad o por cambios en la orientación de la demanda exterior de metales, lo cual frenaría la demanda. Curioso es que en estas mismas fechas en las colonias fenicias se prefiera la explotación de recursos marinos a la del metal. Si estas hipótesis son certeras, la aristocracia que se había beneficiado del comercio, ve perder todo su estatus de privilegio con un giro en la economía. Con ello, esta aristocracia desaparece. También desaparece esta etapa denominada Tarteso, etapa de evolución de las culturas indígenas del SO, que abrirá paso a una nueva etapa: la turdetana, la cual se incorporará al mundo romano. Schulten cree que Tartessos fue destruido por el ejército de Cartago, pero hoy día no se cree que fuera así. Tartessos inicia su decadencia en el siglo VI a.C., debida a un complejo proceso en el que intervienen diversos factores: − Decadencia interna por la disgregación de la monarquía. − Razones económicas, como la pérdida del monopolio del estaño y la absoluta dependencia de los

fenicios en el mercado mediterráneo, con enfrentamientos entre fenicios y tartésicos, con pérdida de estos últimos. Los griegos encuentran el camino del estaño desde el sur de Francia, y los fenicios navegando por el Atlántico.

− Afán imperialista de Cartago. − Creciente desarrollo de la metalurgia del hierro, con un nuevo entramado económico en el que actúan

las culturas del hierro de la Meseta por un lado, y los ibéricos clásicos por otro, así como la creciente presión de los celtas que penetran en tierras tartésicas desde finales del siglo VI a.C.

Hacia la mitad del siglo VI a.C. la estructura de los centros fenicios en Occidente cambia, y el dominio del circuito pasa a la esfera de Cartago. Las antiguas poblaciones costeras se reorganizan, y se observan cambios en los ritos funerarios, como la extensión de la inhumación frente a la cremación. La crisis del sistema colonial anterior se ha hecho depender de:

• Un hecho político crucial, la caída de Tiro a manos de Nabuconodonosor, en el 573 a.C, lo que habría quebrado y desmantelado las líneas comerciales, que serían rehechas y heredadas por Cartago.

• Otra razón sería el descenso de la población de plata en las minas onubenses. Algunos centros, como San Bartolomé de Almonte, son abandonados.

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• Otros autores, como Escacena, proponen una crisis del sector agropecuario, ya que las explotaciones intensivas habrían provocado una fuerte degradación ambiental- entre otras cosas, una marcada deforestación- y una tecnología entonces existente no tenía la capacidad de aumentar la producción al mismo tiempo que la demografía.

Todo ello contribuiría a una crisis social y económica que socavaría los cimientos del poder tartésico, con revueltas de la población indígena y finalmente conquista de Cartago.

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TEMA 4: GRIEGOS Y PÚNICOS LOS GRIEGOS. COLONIZACIÓN FOCEA EN EL NO. PENÍNSULAR. COLONIZACIÓN EN LAS COSTAS LEVANTINAS. LA COLONIA DE AMPURIAS. LA COLONIA DE ROSAS. IMPACTO GREGO SOBRE EL MUNDO PENINSULAR. En el siglo VIII a.C. impulsados por necesidades internas: el gran aumento demográfico como consecuencia del resurgimiento económico y la insuficiencia de tierras, que agravaba la tensión social, los griegos inician la navegación en busca de nuevas tierras y de la mejora económica.En un principio no se trataba de fundar colonias, sino de exploraciones e intentos de apertura de mercados, para permitir un mejor conocimiento de las rutas marítimas que culminará con la gran expansión ultramarina hacia Occidente. Se distinguen dos tipos principales de colonias: − La apoikiai: asentamientos agrícolas o de población, con pactos

diversos con los indígenas. − Los emporia: simples factorías o puntos de intercambio sin pretensión política ni instalación territorial.

AMPURIAS Su primer asentamiento fue en un islote, Palaiápolis, sede de un poblado indígena, frecuentado también por los púnicos y etruscos. Fruto de su prosperidad mercantil, sobre todo en el siglo V a.C., son las acuñaciones ampuritanas (óbolos y tremihóbolos de plata, y las dracmas), así como la gran cantidad de cerámica ática, importada por Ampurias y distribuida en las poblaciones indígenas. Con la fundación de nuevas poblaciones en el sureste, Alonis y Akra Leuke, se facilita la penetración en el interior hasta Extremadura. A partir de los siglos V y IV a.C. la presencia griega sufre una reestructuración debido a la incidencia cartaginesa y los cambios que experimenta el mundo indígena andaluz y levantino. La situación a partir del siglo IV a.C. será un comercio griego centrado en factorías costeras, en competencia y concurrencia con los fenicios, y en busca de los recursos mineros de la Alta Andalucía y Sierra Morena. Con este panorama se encontrará Roma, que heredará los intereses griegos, mientras que Cartago habrá intensificado a partir del 237 a.C. su penetración en el interior peninsular.

MANIFESTACIONES CULTURALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Los materiales griegos están documentados tanto en las costas como en el interior, con una cronología que abarca desde el siglo VIII a.C. hasta el año 218 a.C. tras la segunda guerra púnica, cuando se incorpora al mundo romano.

• Urbanismo Dos importantes ciudades en el golfo de Rosas: Ampurias y Rosas. De la ciudad antigua de Ampurias existen muy pocos restos; pero se conoce la configuración de la Neápolis, o asentamiento del continente, de forma rectangular delimitada por una muralla ciclópea, con una sola puerta de acceso, protegida por dos torreones, situada en los siglos III y II a.C. El trazado es de tipo hipodámico con irregularidades. Las casas están formadas por dos o tres habitaciones y pueden tener dos pisos. Hay ágora y áreas sacras. De Rosas hay escasas estructuras de los siglos IV y III a.C., mostrando trazado de tipo hipodámico.

• Lugares de culto En Ampurias hay tres templos, dos de ellos detrás de la muralla, uno dedicado a Asclepio, dios de la medicina, y otro a la diosa Higea. El tercero, el más grande, está edificado sobre una muralla cuando ya estaba en desuso y

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está encerrado en un recinto correspondiente a un lugar de culto reservado a iniciados. Está consagrado a Zeus-Serapis y es del siglo I a.C. También existen aras y pedestales, que formarían parte de un sacellum o recinto para celebrar ceremonias religiosas al aire libre.

• Cerámica Abundan los vasos griegos. Los más antiguos están en el sur, en un ambiente comercial fenicio de los siglos VIII y VII a.C. (crátera o pyxide de cerámica ática, skyphos de pájara eubeo, ánforas áticas de tipo “SOS”, etc.). Desde finales del siglo VII a.C. y durante el VI a.C. sobre todo, hay un gran número de productos importados que llegan desde Ampurias a Huelva: cerámica ática, calcídicas, honias, samias, corintias, laconias o quiotas, destacando el ánfora de Huelva, pintada por Klitias, el lekanis de Ampurias de Polos, los aribalos procedente de Naucratis y las copas áticas de los Pequeños Maestros. Hacia finales del siglo VI a.C. desaparecen las importaciones griegas en Andalucía y será Ampurias, en el siglo V a.C. la receptora de estos materiales, principalmente áticos, que distribuirá por el suroeste: lekythos de figuras negras, Kylikes decorados con barniz rojo coral, crátera, ánforas..., llegando en el siglo IV a.C. a las poblaciones ibéricas de las costas, desde Cataluña hasta Huelva, y las áreas mineras de Andalucía y Extremadura. En el siglo IV a.C. la cerámica ática importada es de baja calidad, con temas estereotipados de figuras rojas: Kylikes y las cráteras de campana con escenas dionisíacas. Importante es la cerámica de barniz negro usada como vajilla de mesa, que sustituye a finales del siglo IV y principios del III a.C. a la cerámica ática, cuyo centro principal se encuentra en Rosas.

• Escultura en piedra Los hallazgos no son muy abundantes, aunque hay influencia del arte griego arcaico en algunas obras indígenas. Hay dos esculturas de mármol de la Neápolis de Ampurias. Una, de 2 m de alto, del dios Asclepio, de un taller ateniense de la época helenística. Otra es una pequeña cabeza de figura femenina perteneciente a una escuela ática original del siglo IV a.C., de la diosa Afrodita.

• Bronces Son escasos en Iberia, y se concentran en el sur de la Península e Islas Baleares: dos cascos corintios en Jerez y Huelva, dos oinocoes rodios en Granada y la necrópolis de la Joya (Huelva), una figura femenina de Astarfe (Granada), y una coraza en la cueva del Jarro (Almuñécar). En el sureste aparecen el Centauro de Rollos (Caravaca, Murcia) y el Sátiro itifálico del Llano de la Consolación (Albacete). En Baleares están el Apolo de Lluchmayor (Mallorca), dos figuras de Atenea Promachos de Porreras (Mallorca y Menorca) y una Atenea Palladion de Santany (Mallorca).

• Numismática Ampurias y Rodas comienzan a acuñar moneda en el siglo V a.C. y la desarrollan en los siglos IV y III a.C. Las monedas ampuritanas son más antiguas, y son anepígrafas de plata, relacionadas con el lote hallado en Auriol (Marsella). En el anverso aparece una cabeza barbada o imberbe con casco (¿Hércules?), una cabeza de sátiro, etc. En el reverso hay un cuadrado incuso. Posteriormente hacen monedas epigráficas, como trihemióbolos y obolos, de patrón masaliotacon, con el anverso de cabeza de Atenea y en el reverso una lechuza. Los dracmas son las monedas más importantes en plata. Las de Rosas son anteriores a las de Ampurias. En el anverso aparece una ninfa, y en el reverso una rosa con los pétalos abiertos y la leyenda RODETON. Las ampuritanas toman los modelos de la época clásica siracusana: en el anverso la figura de Aretusa rodeada de delfines, y en el reverso Pegaso con la leyenda EMPORITON, con el tiempo sustituida por la figura de un niño.

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La llegada de gentes colonizadoras y de productos griegos a la Península es un hecho arqueológicamente comprobado. La presencia griega en España tiene unos fundamentos (como los de toda colonización) claramente económicos. La expansión comercial a través del Mediterráneo de un pueblo con un alto grado de desarrollo técnico, social y artístico que exporta fundamentalmente productos manufacturados a cambio de valiosas y rentables materias primas. El mar va a ser el camino de una corriente cultural y humana que, a lo largo de varios siglos, servirá de puente entre los mundos griegos e ibérico. También es de destacar la importante función que la presencia griega vino a desempeñar en la formación y en el desarrollo de la cultura y el arte ibérico. La presencia griega en España está documentada por dos tipos fundamentales de datos: por un lado las fuentes literarias, esto es, aquellos testimonios antiguos que hacen referencia, de forma más o menos explícita, a los viajes de los navegantes griegos por el Occidente; por otro lado, las fuentes arqueológicas, es decir materiales que, descubiertos en las excavaciones, aportan paulatinamente nueva luz sobre la naturaleza y el valor del comercio griego en el extremo occidental del Mediterráneo. El estudio global más extenso que se ha realizado hasta hoy sobre las fuentes literarias es obra del profesor Antonio García Bellido. Su libro Hispania Graeca puede considerarse una síntesis sobre la colonización griega en España en la década de 1.940.

• Las fuentes literarias son fundamentalmente de dos tipos:

• por un lado, la narración mítica o poética en la que la realidad queda desfigurada, y por otro las noticias de geógrafos e historiadores de la antigüedad que transmiten por lo general noticias muy anteriores a su época. Tal es el caso de la Ora marítima del tardío poeta latino Avieno, quien puso en verso un antiguo periplo de navegantes griegos. Su primitivo autor, un marino posiblemente de Marsella, hizo una descripción detallada de la costa desde Tartesos hasta aquella ciudad, señalando los lugares que iban apareciendo ante la nave griega en su recorrido. Basándose en este periplo se ha conjeturado la localización de primitivas colonias (Mainake, Homeroskopeion, Akra Leuke, etc.) cuya existencia no ha sido constatada aún en muchos casos por la arqueología. A estos datos poco concretos, hay que añadir los relatos de algunos historiadores antiguos en los que la realidad se mezcla con elementos imaginativos por lo que resulta necesario realizar previamente una cautelosa interpretación de los textos a la hora de extraer de ellos unos resultados históricos válidos. Uno de los relatos más significativos de este tipo fue escrito por Herodoto (primera mitad del siglo V a.C.), quien nos cuenta en sus historias el viaje improvisado de Kolaios, marino de la isla de Samos, quien deseando viajar hacia Egipto, fue sorprendido por los vientos del Este y condujeron a la nave de los samios más allá de las columnas de Hércules, donde finalmente arribó Kolaios como naufrago ante las mismas costas de Tartesos. Allí comerció Kolaios y sus compañeros con los indígenas, tras lo cual emprendieron viaje de vuelta a Samos con pingües ganancias. La narración de Herodoto, adornada con numerosos elementos imaginativos, refleja el atractivo poderoso (idealizado con la riqueza que comporta el comercio) que impulsa a diversas ciudades de Asia Menor de la Grecia arcaica a buscar en un occidente paradisíaco una salida vital para sus excedentes de población y para su pobreza. GRIEGOS Tan sólo se conocen dos emplazamientos griegos en la península, como son Rhode y Emporion, con lo que los datos obtenidos del paso griego por nuestras tierras son más bien escasos. De poco nos sirven los restos cerámicos, debido al gran comercio llevado a cabo por los griegos. Durante los siglos XIV-XIII los griegos efectúan un comercio en aguas

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mediterráneas, comercio que se verá frenado por el colapso sufrido en el mundo micénico. Serán los fenicios los encargados de reanudar este comercio, pero los griegos no llegaron los primeros a nuestras tierras, sino los fenicios. La presencia de restos materiales griegos en nuestras tierras, es debido a que los fenicios lo trajeron gracias al comercio griego en tierras orientales. La incursión griega en tierras occidentales viene en el s. VIII a.C y tiene como destino la costa tirrena, atraídos por los abundantes metales del territorio etrusco. Fundaron en el golfo de Nápoles la primera colonia conocida en occidente: Pithecusa, en la isla de Ischia. Así que conociendo las prometedoras tierras occidentales y sobre todo motivados por unas desfavorables condiciones políticas y socio-económicas(conflictos entre ciudades, tensiones sociales entre aristocracia y pueblo, escasez y pobreza de las tierras de cultivo, mal reparto social de la riqueza)hicieron que un gran número de griegos iniciase un intenso proceso colonizador con el cual fundarían ciudades griegas en el Mediterráneo y el Mar Negro. Aunque la Península Ibérica entró tarde en estos planes colonizadores, se habló de legendarios viajes realizados por héroes a nuestras tierras. Tal es el caso de Herakles o de los héroes del ciclo troyano, Ulises, Anfíloco y Teucro. Ninguna de estas referencias míticas guarda un fundamento de peso. En la segunda mitad del s. VIII a. C se comienza a constatar la presencia de materiales griegos, pero no traídos por manos griegas sino a través de los fenicios. La primera noticia acerca de la presencia griega en la península, nos la ofrece Heródoto hacia mediados del s. VII a. C, cuando Coleo de Samos, cuya nave es desviada de su rumbo a Egipto por un fuerte viento del E, llega a Tarteso; de dónde regresa cargada de plata. Como vemos, es un dato con cierto aire legendario. La existencia de restos arqueológicos de finales del s. VIII-comienzos del VII hacen suponer que sí existieron ciertos tanteos griegos en la península.

1. COLONIZACIÓN FOCEA EN EL SO PENINSULAR. • Argantorio y los foceos

Los foceos fueron los primeros griegos en protagonizar una relación comercial. Según Heródoto, desde el último cuarto de s. VII a.C, los foceos comercializaban con Tartesos, incluso mantuvieron lazos de amistad con su rey, Argantonio. Incluso dice que, ante la amenaza persa sobre la ciudad

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jonia, Argantonio les ofreció instalarse en su reino. Pero los foceos lo rechazaron, prefiriendo la ayuda en plata con la que edificaron murallas para protegerse del enemigo. Arqueológicamente, se ha constatado la presencia de cerámica griega en la Península desde finales del s. VII, comienzos el VI.

• Búsqueda de metales: Huelva Huelva era el centro portuario tartésico donde se concentraba gran parte del mineral de plata, el cual se intercambiaba con los fenicios. A este centro acudieron los foceos en busca de este metal. Desde el s. VII a.C las ciudades jonias sufrían la presión del reino de Lidia en proceso de expansión, por lo que son frecuentes las intervenciones militares y un aumento en la demanda de la plata. La presión lidia era angustiosa para Focea y como estímulo se lanzan a una aventura de ultramar. La búsqueda de metales les llevó hasta Tarteso siguiendo una ruta que bordeaba el sur del Mediterráneo, con centro neurálgico en Naukratis (Egipto). Pero no se lanzaron en esta única ruta, el Mediterráneo central, Adriático y el golfo de Lyon fueron también focos de intereses foceos. Así, destacan lugares como Alalía (Córcega), Massalía (Marsella) y Emporion en la costa catalana.

• Carácter del comercio foceo Los griegos no pasaron de una fase comercial precolonial y de momento no existen evidencias acerca de Apoikías o Emporion en la zona. Simplemente, se adaptaron a los esquemas económicos y comerciales existentes, los cuales habían sido desarrollados y establecidos por los fenicios. Aprovecharon sus infraestructuras y en las factorías fenicias llevaban a cabo los intercambios. No tuvieron ninguna organización administrativa ni establecimientos permanentes. Realizaban intercambios siguiendo las rutas marcadas por los fenicios. Seguramente, en los comienzos realizaban dichos intercambios comerciales mediante la fórmula aristocrática de intercambio de dones. Los griegos recibían plata y ellos ofrecían aceite y vino, junto con manufacturas como cerámicas de lujo, tejidos y bronces. La misión de los foceos fue la de servir de intermediarios y transportistas de una amplia gama de productos de procedencia variada. Desde el s. VI a. C decrecen las importaciones fenicias procedentes de Oriente, al mismo que aumentan las griegas; las cuales alcanzarán gran volumen durantes el s. VI.

• Colapso del comercio con Tarteso Tras casi siglo y medio de competencia económica y mercantil entre griegos y fenicios por el control del mercado tartésico, las transacciones comerciales griegas comienzan a decrecer considerablemente a partir del último tercio del siglo VI a.C., debido a las dificultades, cada día mayores, puestas por los comerciantes fenicio-occidentales. Habiendo heredado la hegemonía fenicia en Occidente a mediados del siglo VI a.C., tras la ruina de las metrópolis fenicias, Cartago, la nueva metrópoli, recuperará el monopolio comercial con Tartesos, sobre todo para salvaguardar los intereses de los artesanos y comerciantes fenicio-occidentales de los mercaderes griegos. Fruto de esta situación será la firma del primer tratado romano cartaginés del año 509 a.C., en donde Roma, que en estas fecha será una pequeña ciudad con estructuras etruscas, y Cartago se reparten las áreas de influencia e intercambios comerciales, cerrándose para los griegos las rutas hacia Tartesos. Aunque suponemos que estos tratados en el mundo antiguo no se cumplirían al cien por cien, lo cierto es que a finales del siglo Vi a.C. dejan de recibirse importaciones griegas en Tartesos,

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pudiéndose afirmar que el comercio directo griego con Tartesos ha desaparecido. Esta sería una de las causas que provocará el subsiguiente colapso del reino de Tartesos, al convertirse nuevamente en un monopolio semita. Los griegos a partir de este momento centrarán sus esfuerzos e intereses comerciales en el sureste peninsular, ya que desde sus bases en esta área (Homeroskopeion) emprenderán un comercio terrestre de larga distancia hacia el interior peninsular, y que no es extraño a los focenses. Este comercio llevaría desde el sureste peninsular, desembocadura de los ríos Segura (Guardamar) y Vinalopó (Santa Pola), hasta Cástulo con importantes riquezas mineras. Continuaría a través del curso de Guadiana hasta Extremadura, pues los foceos conocerían desde sus contactos con Tartesos la riqueza de estas tierras de cinabrio. A partir del 546 a. C, fecha en la que Focea cae a manos persas, comienza a disminuir la calidad y el volumen de los productos importados, los cuales terminan por desaparecer del S peninsular durante el último cuarto del s. VI. Época que coincide con el ocaso tartésico (motivos expuestos en el tema anterior). La falta de rentabilidad del mercado tartésico dejó de interesar a los comerciantes griegos y fenicios, desplazando sus actividades al levante peninsular. A partir del s. V, la cultura turdetana (que ocupa el “vacío” dejado por los tartésicos) asume el control de los productos griegos desde Cádiz. Impacto sobre la población indígena Muy poco, casi inexistente. Se adaptaron los foceos a las costumbres tartésicas.

2. COLONIZACIÓN EN LAS COSTAS LEVANTINAS. • Fundaciones griegas en Cataluña y Levante

Paralelamente al comercio iniciado con Tarteso, los foceos también se aventuran en el Mediterráneo central. Así, hacia el 600 a. C fundan Massalía (Marsella), que será la colonia focea más importante de Occidente. Por la misma época se instalan en la costa gerundense en una pequeña factoría, emporion, que servía como base de apoyo para el comercio con el levante peninsular. Será el origen de la más importante colonia griega en suelo peninsular: Emporion (Ampurias). Hacia el 560 fundan Alalía (Córcega).

• Otras supuestas colonias Aparte de Ampurias y de Rosas (Rhode), no se conoce la existencia de ningún otro emplazamiento griego en la península. Pero si que tuvieron una intensa actividad comercial con el levante peninsular. Pero las fuentes literarias sitúan en la costa otros emplazamientos como Akra Leuke, Alonís, Mainaké que arqueológicamente no nos demuestran que su origen sea griego. Pudieron ser lugares con nombres helenizados utilizados como punto de referencia o escalas de los marinos griegos; o bien asentamientos fenicios en los que los griegos tuvieran delegaciones comerciales o barrios propios: Mainaké: Malaka fenicia. O quizás se tratasen de pequeños núcleos de población focea asentados en las proximidades de territorios indígenas con recursos económicos atractivos para el comercio.

• Carácter del comercio griego en Levante Muy parecida a la descrita para los tartésicos. Desde el último tercio del s. VII se documenta una actividad comercial tanto fenicia como griega, limitada al ámbito costero. No se descarta que hasta mediados del s. VI los productos griegos del litoral levantino hayan tenido como

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transportistas a los fenicios. Desde la segunda mitad del siglo comenzará un predominio comercial griego.

• Los persas y la emigración focea a Occidente Con la derrota del último rey de Lidia, Creso, a manos del rey persa Ciro, los griegos de la costa oriental egea se vieron sometidos al yugo persa. La mayor parte de las ciudades jonias aceptaron este sometimiento, excepto Focea. Sus habitantes prefirieron huir buscando nuevos asentamientos, con lo que comenzaría un masivo proceso de emigración; el cual se dirigió fundamentalmente a las colonias jonias ya establecidas en el Mar Negro y Occidente. Prueba de ello es que un grupo de exiliados se instaló en Alalía, Córcega.

• Conflictos con los púnicos: Alalía Alalía había prosperado como redistribuidora de los productos orientales en los mercados de Etruria. Pero los recursos de la ciudad resultaron insuficientes ante el incremento masivo de población ocasionado por la llegada de huidos de Focea. Surge la piratería, algo que se convirtió en un peligro para los intereses económicos de la zona, zona en la que confluían intercambios de griegos, púnicos y etruscos. Así que etruscos y cartagineses se aliaron y en la primera batalla naval de Occidente se trató de expulsar a los refugiados de Alalía (540 a. C). Heródoto es quien nos cuenta esta historia, en la que los griegos resultaron victoriosos pero no pudieron evitar el desalojo de Alalía y un segundo éxodo de los griegos. El nuevo destino tuvo dos variantes: en la costa tirrena fundaron Elea, mientras que otro grupo se dispersó por las colinas jonias del Mediterráneo Occidental, como Ampurias y Marsella; las cuales vieron aumentar su demografía.

• El ocaso de Tarteso Coincidiendo con el ocaso tartésico, los comerciantes fenicios y griegos buscan nuevas fuentes de aprovisionamiento junto con la apertura de rutas alternativas de acceso a estas fuentes. La zona levantina, en especial la zona del Bajo Segura, vivió desde entonces un incremento de la actividad comercial.

• Incremento de la presencia cartaginesa en el Sur peninsular Desde la segunda mitad del s. VI se produce un incremento de la presencia cartaginesa. Éstos tuvieron una participación activa en la transformación de las pequeñas factorías fenicias en auténticos núcleos urbanos. Ampurias se convertirá desde finales del s. VI en el centro de la actividad económica griega, con influencia tanto en la costa como en el interior.

3. LA COLONIA DE AMPURIAS

• La fundación A comienzos del s. VI a. C se instaló una pequeña factoría de foceos en un islote de la costa del Ampurdán. Su fundación nació para servir de punto de apoyo en la ruta surgida entre Marsella y Tarteso. La mayoría de estos enclaves, situados en zonas estratégicas, sólo eran una ocupación temporal; en pocos casos pasaban a ser asentamientos permanentes.

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Hubo una gran compenetración con los pueblos indígenas para poder instalar estos puntos estratégicos. Y esto ocurrió con Emporion, el cual estaba ocupado desde el s. XII por una comunidad indígena que fabricaba cerámicas según la tipología del Campo de Urnas. En sus primeros años de existencia, Emporio no tuvo un peso importante en el comercio, dependía de los centros fóceos del Mediterráneo Oriental. Pero se hizo necesario crear un establecimiento permanente cerca de Marsella que controlase la explotación de los recursos (metales y productos agrícolas)de la zona comprendida entre el Golfo de Lyon y el Ampurdán.

• Desarrollo urbano A mediados del s. VI a colonia había crecido. El islote quedó reservado a los lugares sagrados y la población, aumentada por la presencia de inmigrantes huidos de la invasión persa, se trasladó a tierra firme. Aquí se constituiría la auténtica ciudad (neápolis).La “ciudad nueva” fue rodeada de murallas por tres de sus lados y dotada de todos los elementos típicos de una polis. Fuera del recinto se erigió un santuario, en cuyos alrededores tendrían lugar los intercambios con los indígenas, los cuales mantuvieron su viejo poblado, Indiké, junto a la colonia. Entonces fue cuando la nueva aglomeración recibió el nombre de Emporion, que daba fe a su función comercial.

• El comercio ampuritano Gracias al colapso sufrido por Tarteso y a la interrupción de las relaciones con el oriente griego, el comercio de Ampurias vivió un período de auge. Período en el que competiría con el comercio de Massalia, los fenicios orientales y los púnicos. Desde las últimas décadas del s. VI, el comercio de Ampurias se va desvinculando lentamente del de Massalia para dedicarse a las regiones ibéricas. Comienza una extensión hacia el sur peninsular por las desembocaduras de los ríos Llobregat y Ebro. Siguen por la costa levantina hasta terrirorio contestano, en torno a las desembocaduras de los ríos Vinalopó y Segura. Las mercancías ofrecidas por los emporitanos era vino, aceites, tejidos, cerámicas de lujo; y las cambiaban por metales, sal, fibras vegetales, pieles y cereales. Desde el Bajo Segura se abrían caminos de penetración que unían la costa con el SE de la Meseta y los distritos mineros de la Alta Andalucía. Los griegos abrían estas rutas comerciales, que eran dirigidas por indígenas, con el propósito de hacer llegar hasta Ampurias metales y cereales; los cuales eran redistribuidos hasta Massalia o Grecia. A cambio los griegos traían a la península sus apreciadas cerámicas. Aunque griegos y púnicos comienzan a ejercer una rivalidad comercial, ambos dependen de los íberos, que controlan las rutas, para acceder a los productos del interior peninsular.

• Moneda Desde mediados del s. V, el comercio ampuritano comenzó a utilizar moneda propia. Comienzan siendo acuñaciones a semejanza de las massaliotas para ir evolucionando hasta parecerse a las púnicas a mediados del s. III comienzan los característicos tipo como Pegaso, objeto de imitación de los íberos. La convivencia entre griegos y púnicos nos enseña como Cádiz y Ampurias eran las principales intermediarias de un extenso comercio entre Oriente y Occidente, impulsado por Atenas y Cartago. Estas relaciones comerciales tenían su punto de encuentro en Ibiza. Desde el S

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llagaban salazones, minerales y productos agropecuarios. De Ampurias llegaban productos como las cerámicas áticas, y todos estos productos eran redistribuidos por los púnicos entre los indígenas que los distribuían por el interior.

• Ampurias en la órbita de Marsella A partir de la segunda mitad del s. IV, disminuye la llegad de cerámicas áticas a Ampurias, siendo sustituidas por cerámicas occidentales y locales las cuales tenían un radio de distribución menor. Pero una redistribución de las áreas de comercio en el Mediterráneo hará que Ampurias (que seguirá centralizando gran parte del comercio griego de la península) caiga en la órbita de Marsella. Igual ocurrirá con el comercio de los fenicios en occidente, los cuales serán acogidos en el seno de Cartago. Finalmente la presencia, en el s. III a.C. de Roma pondrá fin a la independencia política y comercial (que seguía practicando aunque con cierta tensión en su entorno).

4. LA COLONIA DE ROSAS

No se sabe a ciencia cierta cuando surgió este, hasta la fecha, segundo enclave griego en la península. Situada a 17 Km al N de Ampurias, Rosas (Rhode) quizás tuvo su origen similar al de Ampurias: la frecuentación por marinos foceos de un mismo lugar de escala que acabó por cristalizar en una población estable. A lo largo del s. V se formó como polis, con moneda propia y circuitos comerciales propios. Seguramente a lo largo del s. III acabó cayendo bajo la órbita emporitana, desapareciendo con los acontecimientos de la II Guerra Púnica.

5. GRIEGOS E INDÍGENAS.

Los griegos influyeron culturalmente al proceso de iberización de los pueblos indígenas peninsulares. La convivencia entre griegos e indígenas era buena, prueba de ello es que Ampurias acabó por absorber el núcleo urbano griego, que aunque separados por un muro, constituía una ciudad. Para llevar a cabo la actividad comercial se necesitaba del hinterland indígena. Datos arqueológicos (yacimiento de Ullastret, Illa d’En Reixach) nos hablan de una influencia griega en el mundo indígena: estructura urbanística, cerámica ática de lujo, técnicas constructivas...

6. IMPACTO SOBRE EL MUNDO IBÉRICO.

Los griegos se convirtieron en referente cultural de las comunidades indígenas, modelando e influenciando un buen número de ámbitos de la cultura ibérica. Sobre todo en el campo de las artes plásticas, como en la escultura. Se puede decir que adoptaron técnicas griegas para aplicarlas a su propio interés. Los griegos también contribuyeron al desarrollo de uno de los sistemas alfabéticos de escritura con que cuenta el mundo ibérico, el “greco-ibérico”, limitado al territorio contestano (regiones de Alicante y Murcia)

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Desde la segunda mitad del siglo IV y seguramente en relación con el reparto de influencias del tratado del 348 a. C entre Roma y Cartago, cesan las relaciones del mundo ibérico con los griegos. A partir de entonces serán los púnicos quienes se hagan cargo del control comercial de la zona.

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PÚNICOS. CARTAGO; LA CIUDAD Y SU ENTORNO. LA ACTIVIDAD COMERCIAL Y EL SUPUESTO IMPERIALISMO PÚNICO. LA EXPANSIÓN DEL COMERCIO PÚNICO EN OCCIDENTE. LOS ESTABLECIMIENTOS PÚNICOS DEL SUR PENINSULAR: EL “CÍRCULO DEL ESTRECHO”. Según Mª Eugenia Aubet, el espacio de tiempo comprendido entre los siglos VI y III a.C. corresponde al del imperio cartaginés pre-bárcida y coincide con aquel periodo en el que Cartago asume, gradual y militarmente, el control de los viejos territorios de población fenicia occidental. Se trata de un periodo de profundos cambios en el seno de la sociedad fenicia de Occidente. En efecto, durante la segunda mitad del siglo VI a.C., la arqueología percibe en el Mediterráneo central, occidental y norteafricano una serie de cambios en las costumbres funerarias, y la introducción de un conjunto de piezas, como terracotas, máscaras, navajas de afeitar y cascarones de huevos de avestruz, de indudable carácter cartaginés, que constituyen los fósiles directores por los que podemos descubrir los influjos procedentes de Cartago. Si se contrastan las características culturales de las viejas colonias fenicias de los siglos VIII-VII se advertirán cambios significativos, que se explican sólo por la intervención de los influjos cartagineses. Así por ejemplo, los tipos cerámicos y sus sobrias decoraciones hallan más similitudes con los que son propios de Cartago;

• la inhumación sustituye paulatinamente a la incineración • Lo mismo cabe decir de los cultos, con santuarios dedicados a divinidades del panteón

cartaginés. Todo ello, proporciona unos esquemas culturales bien diferenciados de los más antiguos de las colonias fenicias, que serán más o menos intensos en los diferentes puntos peninsulares, según los grados de aceptación o influencias más directas de Cartago. En general, desde el río Guadiana hasta el Segura se hallan las huellas de Cartago. Durante el siglo VI se advierten en los poblados fenicios peninsulares huellas de rupturas con la etapa precedente, relacionados con diversos acontecimientos acaecidos en otros yacimientos del mediodía peninsular. Por ejemplo, a finales del siglo VII a.C. o en la primera mitad del VI, se ha determinado el final de la factoría de Toscanos. La situación en la costa levantina peninsular muestra signos evidentes de los cambios de esta época. Los Saladares, Peña Negra y Vinarragell, que habían mantenido importantes y continuas relaciones comerciales con los centros fenicios, cesando en la primera mitad del siglo VI a.C. La causa probable de estos cambios estriba con seguridad en los desequilibrios políticos y económicos que supuso la caída de Tiro en el 573 a.C., a donde en gran parte se dirigía el mercado fenicio occidental durante los siglos VIII y VII a.C. Cartago, aprovechando esta coyuntura favorable, se erigió en la heredera política y económica de Tiro y surgió por entonces como una potencia marítima a tener en cuenta. A todo ello se añade que, desde los comienzo del siglo VI a.C., se inició un comercio activo griego oriental (focense), mayoritariamente dirigido hacia Tartesos, que finalizó hacia el 530-520 a.C., como sugieren la excavaciones realizadas en la ciudad de Huelva. Y poco más tarde, en la segunda mitad del siglo VI a.C., son evidentes las importaciones griegas en la bahía gaditana y sudeste peninsular. La presencia griega, al menos en el ámbito fenicio podría explicarse como un cierto debilitamiento en el control de estas costas peninsulares y de sus recursos económicos, tras la caída de Tiro y el afianzamiento político de Cartago.

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1. LA CIUDAD Y SU ENTORNO,

Cartago fue fundada por fenicios de Tiro hacia el 814/813 a. C. Su emplazamiento privilegiado en el golfo de Túnez servía a intereses estratégicos ya que se encontraba a medio camino entre el Levante mediterráneo y el extremo occidente, además de estar situada en pleno comercio africano. Sufrió un crecimiento demográfico debido a la huida de fenicios del yugo asirio. Cartago empieza a marcar los rasgos característicos de su fisonomía, rasgos particulares gracias al mestizaje de su población.

2. LA ACTIVIDAD COMERCIAL Y EL SUPUESTO IMPERIALISMO PÚNICO.

Su propio dinamismo fenicio junto con una necesaria expansión en un territorio hostil (tribus autóctonas libias), hacen que Cartago se lance a la aventura marítima. Sabemos que desde el s. VII a Cartago llegan importaciones etruscas, griegas y chipriotas, pero poco sabemos acerca de la exportación cartaginesa (si exceptuamos los escritos de Diodoro de Sicilia acerca de la fundación de Ibiza en el 654 a. C) Cartago mantuvo relaciones comerciales con el Levante mediterráneo, los emporios norteafricanos de la Sirte, y el mar Tirreno. Cartago ha tenido sobre los hombros de su historia el sambenito de ciudad con ansias imperialistas, nada más lejos de la realidad. Se basan para esta acusación en el problema surgido en el Mediterráneo, concretamente en Alalia, con la excesiva emigración focea que gesta la piratería. Cartago entra en el conflicto no motivado por ansias imperialista, sino para controlar la piratería que tanto daño hacia tanto a un comercio como a otro. Tampoco es cierto que las malas relaciones de Cartago con ciudades de Sicilia, ya que a menudo eran las propias ciudades griegas las impulsoras de esta mala relación, sobre todo Siracusa; sean producto de un imperialismo cartaginés. Cartago no impone su comercio en el Mediterráneo, sino que se integran en el espacio comercial junto con griegos, etruscos y fenicios. Sin embargo, a finales del s. VI a.C una serie de acontecimientos harán que Cartago pase a ocupar una posición hegemónica en el mundo fenicio-púnico de Occidente. El marco geopolítico y económico de Cartago fue distinto al de Gadir y al de las colonias fenicias de la costa peninsular. Por Tucídides sabemos que, tras los primeros establecimientos fenicios en Sicilia, surgieron problemas con los griegos también allí asentados, al punto que tuvieron que retirarse a la extremidad noroccidental de la isla. Esto fue el comienzo, pues la historia de Cartago está marcada, y se jalona, por las continuas rivalidades con los colonos griegos, que alcanzaron el Mediterráneo central en el siglo VIII a.C. La necesidad de apoyo de una gran ciudad tal vez fue el origen de los vínculos entre Cartago y las colonias fenicias del Mediterráneo, y desde luego del papel primordial que jugó esta ciudad. Tras la caída de Tiro, Cartago asume en el Mediterráneo el papel que le correspondería a la metrópolis, así pues la propia dinámica histórica, desde los primeros establecimientos semitas, agudizada por la caída de Tiro, hizo posible el surgimiento de Cartago como una potencia militar a tener en cuenta. También se debe a su ubicación geográfica en el corazón del Mediterráneo, siendo un baluarte para la defensa de los intereses comerciales en su extremo occidental. Su primera actividad exterior fue la fundación de una colonia (Ibiza), que Diodoro de Siracusa sitúa en 654-53 a.C., unos 160 años después de la fundación de Cartago, pues esta isla le aseguraba un punto necesario para el acceso a las costas peninsulares. Los datos arqueológicos muestran, no obstante, que Ibiza, a mediados del siglo VII a.C., y durante su segunda mitad, se hallaba conectada con los intereses económicos de Gadir y no de Cartago, cuya huella no tendrá lugar hasta los comienzos del siglo VI a.C. Un primer síntoma de la política cartaginesa en el Mediterráneo, contra los griegos, fue, según Tucídides, la derrota que los cartagineses sufrieron en su intento de obstaculizar a los foceos la fundación de Marsella, en torno al 600 a.C.

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Otro hito importante acaeció en el 535 a.C. en la batalla de Alalia, frente a las costas de Córcega. La alianza etrusco-cartaginesa dio como resultado la derrota de los foceos, aunque las consecuencias económicas no debieron ser muy perjudiciales para los griegos. Sin embargo, supuso la delimitación de las esferas de influencias, correspondiendo Italia a los Etruscos, desde los Alpes a la Campania, y para los cartagineses quedaba una amplia zona del Mediterráneo occidental que incluía el sudeste peninsular. Hacia el 510 a.C. se debilitó esta alianza, a causa de los problemas internos de los etruscos, época en que Roma surgió como una república independiente. Esta vez es Roma la que, en el 509 a.C., concluyó un nuevo tratado con Cartago sobre la delimitación de las esferas de influencia. En el 348 a.C., se concluyó un nuevo tratado entre Roma y Cartago, el cual beneficiaba a Cartago ya que impedía a Roma el tránsito por el norte de África y sobra todo a la costa española comprendida desde Cartagena hasta Huelva, la zona que podía ofrecer más incentivos comerciales. Cartagena, por la producción de sus minas, abastecía de plata a Cartago para el pago de sus tropas mercenarias, en la que los íberos constituían un porcentaje elevado. Por esta época, Cartago dominaba prácticamente todo el norte de África, aunque siquiera fuese a niveles meramente comerciales, así como la costa meridional española, sobre todo desde Almería al estrecho de Gibraltar, en donde Cartago mantenía una política comercial provechosa. Nuevos tratados, que en la práctica repetían las cláusulas de los anteriores, se firmaron entre Roma y Cartago en el 306 y 279 a.C. Y en lo que respecta a la Península Ibérica, Cartago confirmaba su zona de influencia por el Sur, que constituía una fuente de ingresos necesaria para su economía y la paga de sus mercenarios. Pero en el 264 comenzó la Primera Guerra Púnica, entre Roma y Cartago, las dos grandes potencias por entonces del Mediterráneo, que acabó en el 241 con la pérdida para Cartago de Sicilia. Así la situación, su única posibilidad fue la afirmación política y económica en España, para equilibrar de este modo los territorios perdidos en otros puntos del Mediterráneo. Esta fu en suma, la política de los Barca en España.

3. LA EXPANSIÓN DEL COMERCIO PÚNICO EN OCCIDENTE. • La “crisis” del siglo VI y el auge marítimo de Cartago.

Aunque siempre se ha asociado el apogeo púnico con la caída de Tiro a manos babilónicas, hoy en día se sabe que simplemente la llamada “crisis” del s. VI no es más que una reorganización del espacio comercial fenicio; es decir se dedican a unas factorías más que a otras, abandonado aquellas que no les interesan. Cartago se aprovecha de este reajuste comercial para lanzarse con mayor fuerza en aquellos lugares que los fenicios han abandonado. A partir del s. V, Cartago se lanza a nuevas conquistas como es el inferior del continente africano. Poco a poco Cartago asciende en el mundo comercial sobre todo porque practica una diplomacia basada en tratados y alianzas con los fenicios principalmente.

• Los tratados con Roma Uno de estos tratados lo firmó con un nuevo poder surgido en el Mediterráneo occidental: Roma, los cuales llegarán a gestar un gran imperio y serán enemigos irreconciliables de los púnicos. A finales del s. VI, según Polibio, se firmó el primer tratado entre romanos y púnicos.

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o Los primeros buscan alejar del Lacio cualquier influjo extranjero.

o Los segundos buscan proteger sus intereses comerciales y para ello cierran a los romanos los territorios situados al O de lo que seguramente se trataba del Cabo Bon en la costa norteafricana.

Entre 508/507 a. C, firman otro tratado esta vez con los etruscos. Los púnicos buscan a toda costa mantener cerrado el tráfico del Estrecho de Gibraltar, con el propósito de proteger los emporios y el tráfico de la Sirte. Mientras los etruscos buscan mantener alejados a los púnicos del Lacio.

• Las áreas de influencia púnicas A lo largo del s. V tan sólo cabe destacar de interés la decadencia etrusca y la creciente influencia de Roma. En el 348a.C queda constituido el segundo tratado romano-cartaginés. Este nuevo tratado venía a delimitar las respectivas áreas de intereses de ambas potencias bajo una base de entendimiento y amistad. La frontera de tráfico de los romanos queda ahora delimitada por dos puntos: Cabo Bon y Mastia (situada, al parecer, en una zona próxima al Cabo de Palos, cerca de la actual Cartagena). Los griegos, aliados de los romanos, tienen vía libre para seguir comercializando, gracias en parte a este tratado, por el levante hispánico. Justo dónde se encuentran los principales centros de interés para ellos: Emporion y Rosas.

• Los cartagineses en Ibiza Según Diodoro, la fundación de Ibiza se debe a los cartagineses allá por el 654 a. c. actualmente, se admite la idea de que los verdaderos fundadores de Ibiza fueron fenicios del S, seguramente de Cádiz. Éstos se sirvieron de la isla como punto estratégico en su expansión comercial. A partir de la segunda mitad del s. VI, Ebussus comienza un sensible crecimiento; convirtiéndose en muy importante para la estrategia comercial cartaginesa, y estas intensas relaciones irán modelando el carácter de Ibiza. Durante el s. V, Ibiza gozaba de una importante red comercial que enviaba sus productos a Marsella, Emporion y otros puertos mediterráneos. Establecieron contactos la cultura talayótica (Mallorca), incluso el hallazgo de restos de hierro en la isla hace suponer que fueron los púnicos los que introdujeron este metal en territorio mallorquín.

4. LOS ESTABLECIMIENTOS PÚNICOS DEL SUR PENINSULAR: EL “CÍRCULO DEL ESTRECHO”.

Aunque los yacimientos peninsulares no arrojan tanta luz sobre la presencia cartaginesa como debieran, en algunos de los establecimientos fenicios (Sexi, Malaka o el entorno de Cádiz) se registran ciertas novedades en el mundo funerario (aumento de las inhumaciones y enterramientos en hipogeos y cistas de piedra) junto con cerámica cartaginesa y productos característicos como los huevos de avestruz decorados. La zona conocida como “círculo del Estrecho” vivió una reorganización política y económica, que significó el abandono de pequeñas factorías junto con el crecimiento de otras como Gadir, Malaka o Sexi. Éstas irán adquiriendo poco a poco la fisonomía de auténticas ciudades. Pero no será hasta finales del s. V o comienzos del IV cuando los cartagineses hagan llegar su comercio a la península. Éste se concentrará en el SE y levante y en los asentamientos ibéricos e la costa catalana.

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Será desde mediados del s. IV cuando Cartago haga notar su presencia en la zona, dominando gran parte de la zona levantina peninsular. Bajo la tutela de Cartago, las ciudades fenicias del S peninsular prosperaron en su economía. Junto a actividades como la agricultura y la ganadería se intensificaron la pesca y las industrias dedicadas a la conserva de pescado y derivados. También hubo grandes intercambios sobre todo de sal y plata, junto con estaño (NO) y productos griegos. A destacar la ruta de Gadir, la cual enlazaba las costas marroquíes y argelinas con el levante hispano, las Baleares, el Tirreno y Grecia. Por el interior de la península a los pueblos ibéricos del Guadalquivir y de la Alta Andalucía.

5. Cartagineses e indígenas Cartago nunca gestó un imperio territorial en la península, sino que se limitó a crear colonias que comerciaban con los indígenas; con los que realizó tratados comerciales. Las comunidades autóctonas eran los encargados de la mano de obra y los cartagineses solicitaban mercancías de prestigio junto con elementos técnicos. En la Alta Andalucía existen una especie de construcciones militares (que no lo son) denominadas ”torres de Aníbal”. Ello nos demuestra la ayuda cartaginesa para dotar a los territorios gobernados de atalayas y sistemas de defensa. El interior peninsular, aunque si posee pruebas de un contacto con púnicos y griegos, se muestra más independiente en el ámbito político, social y cultural. En el resto, en las costas, la influencia cartaginesa fue relativamente importante, ya que existen acuñaciones púnicas e indicios del uso de un alfabeto también púnico.

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TEMA 5: LOS PUEBLOS PRERROMANOS I. LOS PUEBLOS IBÉRICOS 1. ÁREAS CULTURALES Y ETNIAS PRERROMANAS. A mediados del primer milenio a.C, comienza la paulatina transformación de los grupos indígenas de la Edad del Bronce en lo que serán las etnias y culturas de los grupos prerromanos. En esta transformación tendrán cabida tanto factores exteriores (centroeuropeos y mediterráneos) como la propia evolución llevada a cabo por los pueblos. Cada pueblo absorbe de distinta manera estas aportaciones y así en un círculo cultural podemos encontrar diferencias dentro de ese círculo.

Así, agrupando en grandes áreas geográficas:

o Pueblos ibéricos: localizados entre el S y el levante. Tienen influencias mediterráneas. o Etnias célticas o indoeuropeas: localizados en las regiones del interior y del O (Sistema

ibérico al Atlántico) o Área cántabro-pirenaica: aislados por la barrera montañosa de la cornisa cantábrica, es el

grupo que presenta rasgos más primitivos. Rasgos conservados gracias a su aislamiento geográfico, que lo protege de elementos foráneos. Tardíamente incidirá en ellos la celtización.

No podemos hacer un englobe general de estos pueblos. En algunas zonas los préstamos entre uno y otro grupo son tan abundantes que es difícil una catalogación exacta.

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EL AREA IBÉRICA

6. URBANISMO Los íberos son el pueblo habitante de Iberia, nombre que los historiadores griegos dieron a la Península Ibérica. En realidad, se trata de pueblos autóctonos que habrían evolucionado como consecuencia de sus contactos con el mundo griego y fenicio, contactos que, por supuesto, no fueron homogéneos. Aunque, como es propio al ser una seña de identidad de la Edad del Hierro II, predomina el hábitat en oppidum (asentamiento fortificado en altura estratégica –generalmente cerros amesetados– con notable desarrollo urbanístico y muralla), también existen algunos poblados en llano y otros asentamientos que podríamos llamar menores. En este grupo destacan las atalayas o pequeños asentamientos de control del territorio en áreas de paso y los asentamientos rurales, generalmente en ladera y orientados a una actividad agrícola. Las viviendas suelen ser rectangulares a base de adobe y de piedra cubiertas con ramaje, generalmente con dos habitaciones.

7. NECRÓPOLIS Los enterramientos son tumulares para la élite o simples loculi u hoyos abiertos en el suelo. El primer tipo, además, evoluciona hacia formas distintas (de cámara subterránea, por ejemplo) en función de las áreas y del influjo orientalizante (heroom). El ritual predominante es el de la cremación, que no llega al grado de destrucción del cadáver que supone la incineración y que, además, suele acompañarse de un ritual de banquete funerario, libaciones y ofrendas al difunto, a modo de ajuar

de objetos de armamento y ornato personal. Necrópolis al margen de los poblados, en sitios próximos a ellos, en cualquier caso.

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8. CULTURA MATERIAL

Quizás la mejor expresión de la cultura ibérica es la estatuaria, de carácter ritual (funerario o religioso) y con marcado influjo orientalizante –hasta el siglo V a. C.– y romano –después–. Se desarrolla sobre arenisca polícroma –sobre todo la funeraria o monumental– o sobre bronce –cuando se trata de exvotos de santuarios–. Junto a la estatuaria, el segundo elemento clave en la cultura ibérica y que trasluce también la influencia helénica es la cerámica, mayoritariamente a torno y casi siempre pintada. Incorpora formas orientalizantes (jarros, oinochoes, cráteras…) y otras propias (kalathoi, urnas de orejetas…) con representaciones animales o humanas.

9. FASES DE LA CULTURA IBÉRICA En la formación del complejo cultural ibérico, se pueden distinguir, al menos, tres fases bien diferenciadas y las tres en función de la intensidad de sus contactos con los pueblos colonizadores: 1. Fase de Formación de la Cultura Ibérica. Es una fase que coincide con el apogeo del orientalizante (ss. VII-VI a. C.) y con los primeros testimonios de helenización (ss. VI-V a. C.). 2. Cultura Ibérica Plena. Es una fase en la que se ha consolidado la influencia griega (s. V a. C.), testimoniada por la gran cantidad de cerámica ática que se encuentra en los yacimientos ibéricos. Cada área interiorizará de un modo especial esta influencia conformándose las distintas unidades regionales ibéricas. 3. Fases de Iberismo Tardío. Es la fase en la que, en pleno apogeo de lo ibérico, esta cultura entra en contacto con los Bárquidas, primero (s. III a. C.) y después con Roma (s. II a. C.), perdurando parte de su idiosincrasia a través de la época romana.

10. ELEMENTOS HISTÓRICOS Por la información arqueológica y de las fuentes literarias, el ibérico es un pueblo con una organización social jerarquizada y en la que, además, posiblemente las élites rectoras –en algunos casos, tal vez también mujeres– transmitían su influencia también a las comunidades en las que estaban asentadas y que podrían ejercer la capitalidad sobre algunos territorios. Al frente de la sociedad había un grupo guerrero y sacerdotal, mientras el resto de la sociedad la integraba un grupo de artesanos, ganaderos, mineros, agricultores. Parece que una actividad decisiva fue la guerra, tal como manifiesta no sólo la cantidad de armas encontradas en sus necrópolis –y alabadas por los historiadores antiguos– sino también las representaciones de éstas en las cerámicas. Económicamente, las sociedades ibéricas eran sociedades agrícolas, ganaderas y mineras, siendo este capítulo de especial importancia en algunas zonas como, por ejemplo, el área de Sierra Morena. El pueblo ibérico es un pueblo con una religiosidad natural que veneraba los espacios abiertos al aire libre y los accidentes naturales (montes, bosques, ríos), casi al modo céltico. Se conocen algunos santuarios en áreas montañosas (Despeñaperros, por ejemplo) pero también en algunos asentamientos parece que existieron templos generalmente cuadrangulares, a veces con tres estancias y con una fachada columnada in antis. Sigue siendo un misterio la escritura ibérica, seguramente semisilábica aunque con diferentes derivaciones de carácter regional, no en vano parece que en otras áreas –como la de los Contestanos, más abierta al influjo colonizador– se desarrollaría una escritura de tipo alfabético, procedente por tanto del alfabeto fenicio.

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2. EL PROCESO DE IBERIZACIÓN. 2.1. Unidad y diversidad de la cultura ibérica.

La cultura ibérica va unida al impacto colonial llegado desde Oriente. Ocupa la zona comprendida entre la Baja Andalucía y la costa levantina hasta el SE de Francia, con penetraciones hacia la Meseta por el S de La Mancha y por el valle del Ebro hasta Zaragoza. Se gestó una cultura con rasgos básicos comunes y una gran fuerza de expansión. Pero se desarrolla sobre substratos culturales diferentes y con distinta intensidad con respecto a las influencias exteriores, de ahí la variedad interna que manifiesta.

2.2. El testimonio de sus fuentes: sus limitaciones.

Para un conocimiento certero sobre esta cultura contamos con el apoyo de la Arqueología. Cierto es que tenemos referencias de autores griegos y latinos, pero son imprecisas, lo mismo ocurre con los escritos dejados por los propios íberos, pero de momento se desconoce su interpretación. Aún así conocemos datos sobre ellos:

• tenían un urbanismo desarrollado, • gran estatuaria de carácter religioso y funerario, • cerámica a torno, • conocimiento de la escritura • y uso de la moneda (escaso).

Pero poco se conoce sobre su organización política y social, sus sistemas de producción y el mundo de las creencias. Pero tenían un gran desarrollo y riqueza, lo cual la aproxima a otras culturas mediterráneas.

2.3. El espacio ibérico y el nombre de íberos.

Para los antiguos griegos, Iberia era el nombre dado (desde el s. V a. C) al extremo occidente; marco fabuloso de muchos de sus relatos mitológicos. Una vez conocida la zona, el término se aplicó a una determinada zona de la costa meridional separada de Tarteso por el río Iber (quizás el Tinto). Aunque después el término se aplicó a toda la península. Pero no ocurrió lo mismo con el nombre de íberos, el cual quedó destinado para la zona levantina, totalmente opuesto a celtíberos y lusitanos. El término íbero va unido a un proceso cultural (iberización) que afectó en distinto grado y épocas a los pueblos del S y oriente peninsular.

2.4. El proceso de iberización y la delimitación de áreas ibéricas.

El inicio comienza a finales del II milenio en el momento en el que comerciantes orientales entran en contacto con la zona costera meridional de la península. Influyen con ello en el desarrollo cultural de los pueblos hispanos con los que entran en contacto. El proceso no es homogéneo y se produce desde la costa hacia el interior. Mientras en la costa es producto directo de los contactos con los colonizadores orientales, en el interior son los propios pueblos ibéricos los encargados de transmitir los rasgos culturales adquiridos. El proceso pudo llegar a ser lento y gradual o brusco, pero siempre de forma satisfactoria.

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En este proceso tuvo un gran papel la difusión del tartésico orientalizante, por dos vías: la de la Plata por Extremadura y la de Heraclea hacia la Alta Andalucía y el Levante mediterráneo siguiendo el curso de Guadalquivir. Gracias a ello se difunden elementos innovadores como el alfabeto, el uso del torno o conocimientos generales que irán adentrando a estas gentes en una vida nueva. Los tartésicos, gracias a sus innumerables contactos con gentes orientales, traen a la zona grandes avances. Totalmente distinto es el caso de las áreas más septentrionales del levante mediterráneo, como Cataluña y el mediodía francés (que también formaran parte del mundo ibérico).S on sociedades más pobres y menos desarrolladas, con contactos coloniales menos frecuentes; es decir,”conocen menos” de otras gentes que pudieran traerles nuevos avances. Así, existen dos áreas de cultura ibérica: una al S, caracterizada por un mayor desarrollo protourbano; otra al N, caracterizada por una mayor ruralización. El último siglo del orientalizante tartésico-VI-coincide en Andalucía oriental con la fase protoibérica o ibérico antiguo. El proceso de iberización es fruto de las influencias griegas foceas sobre el substrato orientalizante de origen tartésico y fenicio colonial, los cuales tienen su epicentro en el SE peninsular. Al no tratarse de un cambio brusco sino de una progresiva adaptación, podemos afirmar que la evolución del substrato indígena orientalizante del SE peninsular es debida a la influencia focense. La cultura ibérica se extendió por el N hasta el mediodía francés, por el O hasta la Alta Andalucía y el SE de la Meseta para penetrar en Andalucía Occidental; donde impregnó a las poblaciones herederas de la cultura tartésica.

2.5. Problemas cronológicos. No existe una homogeneidad ni en la implantación de la cultura ibérica ni en su englobe cronológico.

• De forma aproximada, podemos fechar en el 600 a. C el inicio de la cultura ibérica en Andalucía oriental, SE y Levante. En cambio en la Andalucía occidental en esta fecha aún se vive en la fase tardía del Orientalizante tartésico. Por ello es palpable la falta de sincronía entre Andalucía oriental (Tarteso/Turdetania) y el resto de las áreas. Para referirnos al área de Andalucía oriental, sería mejor hacerlo con una denominación de cultura turdetano-ibérica, al menos al referirnos a sus inicios.

• A lo largo del s. V a.C se produce el desarrollo de la cultura ibérica, caracterizada por la

construcción de grandes oppida, de carácter proto-urbano, asociados a necrópolis de incineración (rasgo que en la zona turdetana será heredero de los tartésicos y sus necrópolis)

• En el s. IV se asiste al auge de la cultura turdetano-ibérica. Con esta etapa se pondrá

punto y final a la expansión púnica en tierras ibéricas, que traerá con ello la confrontación púnico-romana: Segunda Guerra Púnica. Con este enfrentamiento, el mundo ibérico se irá incorporando al romano, transacción que se dará por concluida hacia el cambio de era.

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3. LOS PUEBLOS IBÉRICOS DEL SUR PENINSULAR

3.1. TURDETANOS.

• Proceso de iberización

Turdetania es el área geográfica de Andalucía occidental (Baja Andalucía y Extremadura meridional hasta el Guadiana), lugar donde antes se había desarrollado la cultura tartésica; de la que Turdetania es su directa heredera. Tras la desaparición de Tarteso, probablemente debido a la decadencia de la productividad minera y con ello de la hegemonía del sector dominante, se inicia en la zona un período de retroceso cultural, en el que se opta por volver a una base económica basada en la agricultura y la ganadería. Es esta la situación que se halla cuando se inicia el proceso de iberización. En este período se encuentran en la zona pueblos de origen céltico junto con otros de origen desconocido. Todos ellos, serán absorbidos bajo el grupo turdetano.

• Los oppida turdetanos y la organización del territorio A partir del s. V a. C penetran en el territorio influencias venidas de la Alta Andalucía, influencias que junto con las ya existentes del mundo orientalizante tartésico irán configurando el mundo ibérico en la zona. Aunque debido a la descentralización del poder político, a un retroceso en la demografía y la economía; al carácter rural que poseen, la evolución hacia una forma de vida plenamente urbana será lenta. Se consolida un modelo de hábitat concentrado, cuyo principal asentamiento es el oppidum. Los oppida son grandes núcleos de población, fortificados y levantados en lugares de fácil defensa. Se suponen que eran la sede de dominios territoriales sobre un territorio jerarquizado. Bajo su tutela se encontraban otros núcleos de población y emplazamientos fortificados (“torres de Aníbal”), en puntos estratégicos y vías de comunicación. Nos es difícil conocer la composición gubernamental de estos oppida, pero debió de existir una especie de monarquía junto con una nobleza que tenía cargos importantes en el gobierno y la administración, junto con beneficios económicos y sociales. Oppidas turdetanos: Hispalis(Sevilla), Carmo (Carmona), Corduba (Córdoba), Onuba (Huelva)...

• Economía y sociedad Según Estrabón (escritor greco-romano), Turdetania tenía una gran riqueza económica, con producciones variadas y de gran calidad. Las actividades estaban ligadas a los principales recursos disponibles, como son los agrícolas, ganaderos, forestales, marítimos y mineros. Poseían una compleja sociedad que poblaba más de 200 ciudades; para este autor los turdetanos eran los más cultos de los íberos ya que poseían escritura propia, literatura en verso y prosa y leyes métricas muy antiguas. Todo ello herencia de su pasado orientalizante.

• La escritura turdetana Poco sabemos del aspecto cultural de estas gentes. Existen unas setentas inscripciones escritas en un sistema mixto alfabeto-silábico de 27 signos, de ascendencia fenicia, que suponen hoy en día una lengua intraducible. Sin demasiada seguridad, puede afirmarse que pertenece a algún grupo indoeuropeo o paleocelta, una vez descartada cualquier similitud con el alfabeto ibérico.

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3.2. ORETANOS. • Proceso de iberización de la Alta Andalucía

Esta zona también tuvo desde tiempos tempranos la influencia orientalizante, a través del valle del Guadalquivir. Incluso sirvió como vía de transmisión de estas influencias hacia el S de la Meseta. Su estratégica situación, entre el mundo tartésico y el Mediterráneo, junto con su riqueza minera, sirvieron para que tras el colapso sufrido por Tarteso, se registrasen en su zona contactos comerciales con el SE, con comerciantes fenicios y greco focenses. Sobre un substrato cultural orientalizante, a lo largo del s. V a. C comienza el proceso de iberización; junto con influjos focenses que llegan a través de la costa mediterránea del SE. Esta zona era Oretania, en la cual también se registraron penetraciones célticas; tal y como lo demuestra el nombre de su ciudad epónima: Oretum Germanorum (Cerro de las Cabezas, Valdepeñas)

• Los oppida oretanos Bajo influencias tartésicas, en el s. VI, comienzan a construirse en Oretania estructuras urbanas que originarían los grandes oppida. Éstos eran el centro económico y político, tenían grandes fortificaciones (como en Turdetania).Poseían una estructura centralizada del territorio, con una jerarquización de los asentamientos, abundantes torres fortificadas, situadas en lugares estratégicos, como defensas de caminos y control de comunicaciones y de vínculos comerciales. A mediados del s. V ya se ha consolidado el proceso de concentración de la población, así lo demuestran excavaciones donde existe una organización planificada del hábitat, con manzanas de casas en dos filas unidas por sus muros traseros; junto a una estructura de grandes dimensiones que se ha interpretado como la vivienda-palacio de la familia dirigente. Oppidas oretanos: Castulo (Linares), Ipolca/Obulco (Porcuna)

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• Sociedad y economía

Las necrópolis, junto con la jerarquización del territorio, nos hablan de una sociedad muy jerarquizada. En la cúspide se halla el ”rey”, el cual era relacionado con la divinidad según nos hablan de ello las manifestaciones artísticas. Junto al “rey” existía una minoría aristocrática, que debió de compartir con el “rey” privilegios y riquezas. La economía se basaba en las actividades agropecuarias junto con la minería y metalurgia del bronce, plata e hierro. Cástulo era el principal núcleo distribuidor, desde los puertos costeros

llegaban hasta la Alta Andalucía productos importados, en especial las cerámicas de lujo áticas de figuras rojas. Las ciudades oretanas tenían un artesanado altamente cualificado, el cual realizaba sus creaciones básicamente al servicio d las clases dirigentes. A destacar: cerámicas a torno pintadas con motivos geométricos, vasos, armas, figurillas, adornos de bronce y una rica orfebrería de oro y plata. Tenían unas fuertes creencias tal y como nos lo exponen los millares de exvotos hallados en los santuarios oretanos.

3.3. BASTETANOS.

Los limites de Bastetania son difíciles de precisar. Las fuentes escritas se refieren a ellos como bastetanos o bástulos. La ciudad epónima era Basti (Baza, Granada) en cuya necrópolis se halló la famosa escultura de la Dama de Baza. Los bastetanos los localizamos por las hoyas granadinas, parte de la margen izquierda del Alto Guadalquivir y cuenca del Almanzora. Limitaban al N con los oretanos, al O con los turdetanos, al E con los contestanos y con los asentamientos púnicos y mestizos de la costa meridional (según las fuentes literarias: libio-fenicios y bástulo-fenicios).

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• Proceso de iberización Esta región (que formó parte de la Cultura del Argar durante el Bronce Final), tuvo una doble influencia:

• tartésica por vía occidental, • púnica por la costa.

Ello se tradujo en una temprana adopción de la cultura urbana (movido por el influjo orientalizante), con numerosos centros ubicados en puntos estratégicos de control de los nudos de comunicación: Basti, Acci (Guadix), Iliberri (Granada). Con el colapso sufrido por Tarteso, llegó un cambio en la dirección de las rutas comerciales, que llevó la recepción de influencias culturales ibéricas procedentes del SE. En el s. V a. C, debido al comercio greco focense, las clases dirigentes adoptaron una impronta helenizante: importación e imitación de cerámicas áticas, consumo de vino en reuniones sociales (symposia), heroización funeraria. La economía se basaba principalmente en la explotación agropecuaria y el control de las rutas comerciales. Las clases dirigentes gobernaban un complejo mundo artesanal (escultores, alfareros, metalurgistas, orfebres), ya que sus obras servían como ostentación del poder dirigente. Desconocemos el desarrollo el urbanismo y las estructura interna de los centros de población, pero en cambio tenemos amplia información acerca de las necrópolis. Baste el ejemplo de la tumba de cámara cubierta con túmulo de Toya y Tutugi (Galera), las cuales destacan por su extraordinaria riqueza de sus ajuares.

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4. EL SURESTE IBÉRICO.

4.1. MASTIENOS.

Vecinos de los bastetanos, estuvieron a la sombra de éstos. Pronto desaparecen de las fuentes escritas siendo un pueblo poco conocido. Su cuidad epónima se hallaba en Mastia (Cartagena).Su extensión englobaría la costa suroriental, marcado su territorio costero por enclaves fenicios: Baria (Villaricos, Almería) Su organización territorial fue: en el interior en forma de asentamientos en áreas altas y bien defendidas. En la costa se registraba una gran influencia del comercio fenicio. Localización: SE hacia Levante.

• Proceso de iberización El proceso de iberización arranca a partir de comienzos del s. VI a. C, gracias a los influjos del comercio griego focense. Aunque estos estímulos exteriores son importantes, no hay que olvidar que la zona vive desde la Edad de Bronce un proceso evolutivo.

4.2. CONTESTANOS.

Se localizan en la zona más meridional del levante ibérico, entre el Júcar y el Segura hasta el interior de la provincia de Albacete. Contestania fue una de las áreas ibéricas de mayor desarrollo cultural. Registró influencias tartésicas desde el interior junto con influencia fenicia (y después griega)de la costa. Características: colonización agrícola, numerosos núcleos de población, cerámica a torno (decoración geométrica y luego vegetal-estilo Elche-Archena), plástica abundante y de gran calidad, numerosos elementos griegos y helenizantes: cerámicas finas áticas, pesos y medidas, escritura de caracteres jonios... Núcleos de población: la Alcudia de Elche, Játiva (Saitabi), La Albufereta de Alicante, El Oral( S.Fulgencio, Alicante) Son núcleos menos extensos que los del mediodía peninsular y más dispersos. Están situados en lugares defendibles, dotados de fortificaciones.

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Necrópolis: nos ofrecen gran cantidad de esculturas, de influencia orientalizante y helenizante. Los monumentos funerarios más característicos de la zona son las estelas rematadas por una figura animal, lo cual señalaría el enterramiento de personajes dirigentes. La riqueza de las tumbas nos hablan de la existencia de una sociedad fuertemente jerarquizada. Contestania también es rica en santuarios como: la Luz de Verdolay (Murcia), Cigarralejo( Murcia), Cerro de los Santos (Albacete)

Destaca el conjunto de cerámicas decoradas del Sudeste recibe el nombre de estilo de Elche-Archena, por las localidades donde aparece con más intensidad. El conjunto principal de piezas de este estilo presenta como elementos definidores un pájaro y un carnívoro, que en ocasiones se han identificado con un águila y un lobo. En ellos la realidad ha dejado paso al detallismo, a un dibujo preciosista y minucioso que convierte en elementos decorativos una buena parte de los rasgos anatómicos de los animales. Todo ello confiere un aspecto característico e inconfundible a estos vasos, que por lo común son recipientes de mediano o gran tamaño, con múltiples formas: ánforas, cálatos, jarros, urnas, etc. Es posible que en ellos pueda verse la mano de uno o varios decoradores, e incluso de varios talleres.

4.3. EDETANOS.

Edetania se localiza al N de Contestania, en la zona comprendida entre la llanura costera desde el Júcar hasta el Mijares y la zona de interior que lleva hasta las sierras del borde oriental de la Meseta. Existen numerosos yacimientos de los edetanos, destacando: La Bastida (Mojente, Valencia), Liria y las necrópolis de La Moranravana y El Corral de Saus. El poblamiento ofrece una clara jerarquización. Destaca el núcleo epónimo, Edeta, asentamiento que domina un rico territorio agrícola por el que se extienden otros hábitats de menor importancia; eso sí, escalonados según dicha importancia territorial. Junto con estos enclaves, encontramos otros costeros como Arse- Sagunto. Estaba protegido por murallas y dominaba el paso terrestre hacia el N y la costa.

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Generalizando, el poblamiento edetano reunía estas características: poblaciones de urbanismo regular, calles rectilíneas y manzanas regulares, poblados de altura, núcleos de menor entidad amurallados. La economía edetana se basaba en la explotación agropecuaria, complementada con la pesca en la costa. Realizaban una cerámica de gran calidad:”Estilo Liría-Oliva”, con una rica decoración: seres humanos y animales junto con una decoración geométrica y vegetal) .

• Proceso de etnogénesis Con la presencia fenicia en la costa (s. VIII a. C) comienza un proceso que desembocará en una fase orientalizante, patente desde mediados del siglo siguiente. Se caracteriza el período por la existencia de unas minorías dirigentes de carácter guerrero las cuales se han fortalecido gracias a la acumulación de riquezas y al control del comercio. Pero se trata de una sociedad menos desarrollada que la ibérica del S. Hacia el segundo cuarto del s. VI a. C los elementos fenicios dejan paso a una influencia focea. Con ello comienza la cultura ibérica como consecuencia de la aculturación griega y la difusión de la iberización de las regiones del SE. Pero las condiciones económicas menos favorables explican la distinta iberización de estas tierras y un cierto retraso cultural, ya que el desarrollo cultural vendrá a partir de mediados del s. Va.C. Esta diferencia cultural queda patente en las sepulturas (que son de origen Campo de Urnas, o sea pobres) y en los santuarios (cuevas donde se depositan las ofrendas). Totalmente distinto a lo hallado el SE.

5. EL NORDESTE: PUEBLOS IBÉRICOS E IBERIZADOS. 5.1. PROCESO DE IBERIZACIÓN.

Al N de Edetania, en el NE ibérico (Cataluña, zona oriental de la cuenca del Cinca, Bajo Aragón, N del País Valenciano y mediodía francés) se registra una interrelación provocada por la uniformidad que impone desde el Bronce Final la cultura de los Campos de Urnas. En esta zona comenzará una fijación al territorio provocado por la práctica de la agricultura intensiva. A mediados del s. VII a.C comienza una influencia fenicia y griega que traerá novedades para la zona como el uso del hierro y del torno de alfarero. Poco apoco estas novedades se irán introduciendo por el interior dando lugar a transformaciones socio-económicas que darán lugar a la aparición de jerarquías. Aunque esta zona posee un origen común a áreas vecinas del interior (origen: Campo de Urnas), la adopción de la lengua y alfabetos ibéricos las aleja del proceso de “celtización” que precisamente sí viven éstas áreas vecinas. Para lograr la iberización juegan un papel importante los fenicios, desde el s. VII a.C, y sobre todo los griegos; gracias a la creación de Ampurias desde la cual se irradiarán los nuevos rasgos culturales. Así que será la evolución de estas sociedades dónde se halle el origen del proceso de iberización. Éste lo podemos encontrar desde el s. VI en las regiones costeras y desde los s. V-IV en las zonas de interior. Como rasgos generales encontramos una organización territorial en pequeños oppida que dominan las mejores áreas de producción agrícola y de recursos mineros, junto con los lugares estratégicos de control de rutas de comunicación. Poblados: Ullastret (cercano a Ampurias) ,Ausa (Vic),Cesse(Tarragona)

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Tienen un escaso desarrollo urbanístico con buenos amurallamientos. Llama la atención la forma de almacenar grano: en silos situados en el suelo. La información funeraria nos desvela su similitud con las necrópolis valencianas (origen: Campo de Urnas), al mismo que nos dicen que sus dirigentes tenían carácter de guerreros. La sociedad era menos compleja que la de los pueblos ibéricos del S.

6. LAS TRIBUS IBÉRICAS DEL NORESTE.

Tenían un sistema tribal, por lo que debemos de hablar de tribus:

o ilergavones: localizados al N de Edetania, en la zona comprendida entre la zona del Maestrazgo y la costa y la desembocadura del Ebro.

o cessetanos: limitaban con los ilergavones, localizados por el campo de Tarragona y Pedenés.Ciudad epónima: Cesse(la futura Tarraco romana)

o layetanos y lacetanos: localizados en las comarcas del Maresme, Vallés y la Segarra. o indicetes: localizados en el Ampurdán. o sordones: localizados al N de los indicetes, en la costa. o ausetanos: localizados en el interior, ceca de Vic. En Cataluña interior y pirenaica: (rasgo

común: economía pastoril, rasgos muy conservadores y una tardía iberización; ahogada con la presencia romana)

o bergistanos: de Berga. o ceretanos: de Cerdaña y Alto Segre. o andosinos: de Andorra. o airenosios: del valle de Arán. Valle del Ebro (interior): o ilergetes: localizados en torno a Ilerda (Lérida), ciudad epónima y el bajo Urgel. o sedetanos: localizados en los valles del Martín y Guadalope.Salduvia (Zaragoza): centro

principal. Estos grupos tuvieron una gran influencia desde el Bronce Final de la cultura de los Campos de Urnas, influencia que se fue mezclando con otros impulsos de origen fenicio y griego. Hacia el 500 a. C, se registra el progresivo abandono de los poblados de tradición de Campos de Urnas, comenzando una concentración de la población en núcleos más grandes y fortificados, con una jerarquización del territorio y un gran desarrollo económico; provocado por la riqueza cerealista de esta zona(de la cual nos hablan los abundantes silos hallados) Las élites dirigentes son jefaturas guerreras que consumían los productos del comercio suntuario. Su fuerza expansiva se traduce en la iberización de forma progresiva de las regiones vecinas vasco-pirenaicas. Ya en época tardía (s. IV-III a. C) surgen los grandes oppida de carácter protourbano: Celsa (Velilla del Ebro), Osca (Huesca), Ilerda, Salduvia... Aunque se desconoce la organización social y política de estos grupos del Ebro, podemos afirmar que la aristocracia tenía un carácter militar, tenían una especie de monarquía de caudillaje personal e inestable junto con instituciones colectivas (consejos y asambleas) aristocráticas y populares.

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7. LA CULTURA IBÉRICA

7.1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA.

A pesar de que es difícil de hablar de una cultura ibérica de forma uniforme debido a los distintos procesos de aculturación de las distintas áreas y las influencias recibidas, podemos englobar aquellos rasgos que nos permitan hablar de una cultura única. Desde el s. VI-V a. C aparecen ya los primeros rasgos de una cultura ibérica bien documentada en la que se aprecia una maduración del fenómeno urbano, traducido en grandes oppida; junto con un variado material de las necrópolis y santuarios, con claro influjo griego. En el s. V se constata una época de esplendor de la cultura ibérica, caracterizada por una sociedad muy jerarquizada con una élite dominante que hace ostentación de su poder mediante las tumbas y las esculturas. Se registra en este período una intensa actividad económica junto con contactos con otras civilizaciones. Se realizan magníficas construcciones arquitectónicas y urbanísticas que nos hablan del gran nivel cultural de los íberos. A finales del s. V se produce una crisis, patente en la destrucción intencionada de construcciones, abandono de poblados y creación de otros, desplazamiento de la población, descenso de la actividad económica... hechos a los que todavía no se les ha hallado una respuesta satisfactoria (quizás provocados por convulsiones sociales internas, presión céltica, conflictos con sociedades vecinas, intromisión íbera en el conflicto entre etruscos, griegos, cartagineses y romanos...) A lo largo de los s. II-I, la cultura íbera comenzará a desaparecer absorbida por Roma la cual domina los intereses comerciales del Mediterráneo desde la victoria ante los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica.

7.2. ECONOMÍA.

• Agricultura Base de la economía íbera, tendía a la autosuficiencia. Tan sólo los productos exóticos o de difícil realización se intercambiaban. No conocemos las formas de posesión de las tierras ni su explotación, pero sí que predominaban los cultivos de secano (trigo, vid y olivo) La ganadería (junto a caza, pesca, marisqueo y apicultura) era un complemento que proporcionaba fuerza de trabajo, alimentos, transporte y materias primas.

• Artesanado Especializado, el artesano trabajaba en casa y vendía directamente sus productos. Existencia de restos que hablan de una industria textil (fusaloyas, contrapesos) y cerámica (hornos)

• Minería y metalurgia En la zona de la Alta Andalucía y del SE era la base de su economía (son zonas ricas en metales) aunque el trabajo metalúrgico se extiende a toda la zona íbera. Hierro, plomo, cobre y metales preciosos son trabajados por estas gentes. El desconocimiento de los medios empleados para la extracción de los metales y tratamiento nos impide profundizar más en el tema.

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• Comercio Aunque tendían a la autosuficiencia, poseían un comercio importante; bien por vía terrestre, fluvial o marítima, sus rutas eran locales, territoriales, interterritoriales y exteriores. No podemos conocer los productos comercializados, tan sólo adivinarlos por sus envases (aceites, vinos, cereales...) Para los intercambios a corta distancia se encargaban los productores (campesinos y artesanos)para los de recorrido más largo (interterritoriales y exteriores) los comerciantes. Con los recorridos más largos se expandía la cultura ibérica a otros territorios. Prueba de ello son los restos de cerámicas íberas halladas en zonas no ibéricas. Así mismo recibían influencias exteriores de griegos y púnicos gracias a los intercambios comerciales (las cerámicas áticas de figuras rojas eran consideradas elemento de prestigio)

• Moneda Aunque los íberos emitieron su propia moneda (finales del s. III) no podemos hablar de una economía monetaria plenamente desarrollada. La moneda, de plata y bronce, tenía una circulación limitada al entorno de la ciudad que la emitía.

Las monedas ibéricas se caracterizan principalmente por tener una gran uniformidad en los tipos de anverso y reverso, seguramente impuesta por la administración romana, que admitió e impulsó los tipos indígenas, incluyendo el alfabeto. En determinados casos hay claras imitaciones de monedas griegas (Emporiton) o de otros lugares. El anverso más común es el de una cabeza varonil, barbada o no, identificada con un dios, posiblemente Hércules, Ares, Hermes o Apolo. El reverso suele tener un jinete a caballo, con lanza, hoz, palma de victoria, etc. El alfabeto general es ibérico, exclusivo de la zona. En los últimos tiempos de acuñación, aparecen monedas bilingües y, a partir de mediados del siglo I antes de Cristo, las acuñaciones pasan a tener alfabeto exclusivamente latino. Se considera que la moneda ibero-romana desaparece con la subida al poder de Octavius Augustus, momento en el que ya es considerada moneda "colonial" y no "autóctona".

7.3. SOCIEDAD.

• Aristocracia La aparición de la aristocracia es lo más importante de la sociedad íbera. Este grupo controla los excedentes de su comunidad de la que es la clase dominante. Pero la concentración del poder de estos grupos no fue igual en todas las áreas ibéricas, se acentúan más en aquellas que mantienen contactos con el comercio exterior. El proceso del nacimiento aristocrático está ligado con el de la urbanización, y con ello se pierde el nexo familiar que formaban los clanes sociales (sistema gentilicio) anunciando la creación de unas sociedades más complejas.

• Urbanización Unida a la evolución compleja de la sociedad se halla la del territorio. A partir de ahora, el territorio se ordenará siguiendo un esquema jerárquico en el que predomina un núcleo central (que actuará como una capital, con servicios que no se encuentran en su entorno rural). Los

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asentamientos dependientes del núcleo central cumplirán la función de abastecer a éste, de obtener los recursos agropecuarios y mineros, de entregar el excedente de éstos (para el comercio) y de defender el territorio y controlar la plana funcionalidad del sistema.

• Estratificación social Conocida gracias a tumbas y necrópolis las cuales nos arrojan la existencia de tres grupos diferentes:

o “régulos”: tumbas monumentales erigidas en lugares estratégicos fuera de las necrópolis urbanas.

o élites dirigentes: pilares-estelas y grandes túmulos escalonados, dentro de las Necrópolis. o individuos comunes: sepulturas sencillas en hoyo o cubiertas por un pequeño túmulo. En

estas también existe diferenciación económica. No es una fuente muy fiable, es posible que no se encuentren en las necrópolis toda la población, ademán de las diferencias económicas existentes entre las distintas áreas ibéricas.

• Relaciones de dependencia La esclavitud entre los íberos pudo tener su origen en los contactos con sociedades esclavistas (orientales)que o bien introducirían la esclavitud o la intensificarían. Existe un documento que nos podría arrojar información acerca e un status social intermedio entre la esclavitud y la libertad. Otra institución típica de los íberos es la fides. Se trata de un pacto establecido libremente por el que una persona dedica sus servicios a otra, la cual tiene con ella una serie de obligaciones. Estos pactos podían darse también en una comunidad entera, y entre ellos destaca la devotio o consagración de un guerrero a su jefe, el cual jura que lo defenderá con su propia vida si es preciso.

• Jerarquización social:

o grupo social alto: propietarios de tierras, ganados y fuentes de recursos. o Seguramente tendrían una base guerrera. o grupo social intermedio: artesanos y propietarios de tierras o grupo social inferior: pequeños propietarios y jornaleros o esclavos: aunque no podemos hablar de un sistema esclavista.

o Formas de gobierno

Monarquía (según textos literarios antiguos). Reinos que abarcan dominios territoriales no definidos con exactitud. Bien puede tratarse de una concentración del poder político en una sola persona o bien en un grupo aristocrático. Lo cierto es que predomina la ideología aristocrática, así como no existe una clase guerrera en sí sino que al parecer participaba toda la comunidad en la guerra. Estamos ante una sociedad con gran formación militar. Dentro del ámbito militar destacan los mercenarios, seguramente se trataban de gentes desposeídas de sus bienes como consecuencia de la concentración aristocrática que vieron un futuro en las armas. De ellos nos hablan las fuentes literarias.

• Escrituras ibéricas La escritura ibérica todavía no ha sido descifrada por lo que no conocemos lo que nos están diciendo los abundantes textos que se han hallado.

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Se habla de escrituras ibéricas porque, bien debido a la propia evolución o a la adaptación geográfica que sufren, existen tres tipos de escrituras: levantina, meridional y del SO (éstas últimas muy parecidas entre sí). La más conocida es la levantina, la cual al parecer deriva de la conocida como tartésico-ibérica(SO). Posee más influencia griega que fenicia y no parece anterior al s. V a.C.

• Religión Aunque se poseen gran cantidad de datos de este sector, es cierto que es un campo difícil de descifrar. Inicialmente nos desvelan una influencia fenicia la cual dejará paso desde finales del s. V a la griega.

Dioses

o Dios de la guerra: identificado con Marte o Hércules.”Señor de los caballos”, animal característico de los guerreros.

o Diosa de la fecundidad y del mundo de ultratumba: Gran Madre, frecuentemente aparece sentada en un trono alado o con alas sujetando dos caballos rampantes también alados(si es que se trata de la misma divinidad)Como ejemplos, las “Damas”: Elche, Baza... Las estatuillas femeninas son las más abundantes.

o Otros: genios alados, monstruos, representaciones animales... junto con complejas representaciones mitológicas de las que no se sabe su significado pero parece que aluden al más allá.

• Ritual funerario

El ritual más extendido era el de la cremación. Los cuerpos se depositaban vestidos y con sus armas y eran incinerados en determinados lugares. Sus cenizas se depositaban en el interior de una urna la cual se introducía en una tumba. Junto a ellos se depositaban adornos personales y recipientes con alimentos, estos ajuares nos hablan de una diferenciación social. A partir del s. IV se hace frecuente la existencia de symposia o banquetes de funerarios a imitación griega. En algunas ocasiones es la caetra la que se emplea como urna funeraria. En determinados casos se realizaban juegos funerarios para honrar al difunto, juegos que han quedado plasmados en urnas de piedra y pintura cerámica. La estatuaria guarda gran relación con el mundo funerario. Encontramos esculturas rematadas por animales reales o fantásticos, con influencia oriental; influencia que llegó de la mano de fenicios y griegos. En algunas ocasiones, las esculturas se entierran dentro de la misma tumba o bien se utilizan como urnas funerarias (Dama de Baza, Dama de Elche).

• Santuarios No se conoce la existencia de un sacerdocio, pero sí de santuarios. Éstos están ubicados dependiendo de la zona en la que se hallan:

o en la Alta Andalucía los encontramos en cuevas o lugares escarpados (Castellar de Santisteban, Collado de los Jardines).

o En la zona del SE también se ubican en lugares elevados aunque no poseen el rasgo rupestre (Cerro de los Santos, Serreta de Alcoy, Cigarralejo)

o En el País Valenciano son características las “cuevas-santuario” relacionadas con cursos de agua subterráneos.

o Dentro de las estructuras urbanas también encontramos santuarios, aunque no son muy comunes en esta ubicación: El Campello (Alicante), S. Fulgencio (Alicante)

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7.4. ARTE.

Tampoco podemos hablar de un arte unitario, sino de un arte con personalidad propia, con influencia oriental. El arte ibérico tiene carácter funerario o religioso y estaba destinado a las clases dirigentes, en cuyas tumbas han aparecido las manifestaciones artísticas.

• Arquitectura

Escasa, a destacar la pobreza arquitectónica de los poblados; adobe, piedra y madera.

• Escultura Abundante, es la manifestación artística de los íberos que más ejemplares nos han arrojado:

o esculturas en piedra de bulto redondo, de carácter apotropaico (que aleja el mal) o “Damas”, Elche, Baza. o animales, reales o fantásticos, tipología oriental. o estatuas de guerreros y grifos alados: poseen un modelados distinto, naturalista, de formas

redondeadas y suaves. Influencia grecojónica. o pequeñas figurillas de bronce, representaciones humanas, bien de pie en actitud oferente;

o a caballo con armas o sin ellas. Se trata de producciones en serie, destinadas a los fieles que acudían a los santuarios para depositarlas en los lugares sagrados.

o relieves figurados en piedra: con escenas mitológicas de origen oriental. Pozo Moro.

• Cerámica Muy variada, con un alto nivel técnico gracias a la generalización del torno rápido, la selección de pastas y una cuidada cocción. Existen escuelas regionales:

o Andalucía (territorio bastetano y turdetano): decoración sencilla, a base de elementos geométricos de bandas horizontales. Tradición feno-púnica.

o Levante: en época tardía surgen estilos figurativos originales, desarrollados durante el dominio romano:

o estilo Elche-Archena: o estilo “simbólico”, localizado en la Contestania. Dibujo caligráfico muy cuidado, líneas onduladas espirales, vegetales estilizados.

o estilo Oliva-Liria: o estilo ”narrativo”. Dibujo muy expresivo aunque ingenuo. Escenas de caza, guerra, temas de la vida cotidiana y festivos, acompañados por letreros en alfabeto ibérico.

o Estilo de Azaila: derivado de la cerámica levantina. Localizado en la frontera con la Celtiberia, posee temas abstractos, composiciones regulares y simétricas, de apariencia heládica.

El conjunto de cerámicas decoradas del Sudeste recibe el nombre de estilo de Elche-Archena, por las localidades donde aparece con más intensidad. El conjunto principal de piezas de este estilo presenta como elementos definidores un pájaro y un carnívoro, que en ocasiones se han identificado con un águila y un lobo. En ellos la realidad ha dejado paso al detallismo, a un dibujo preciosista y minucioso que convierte en elementos decorativos una buena parte de los rasgos anatómicos de los animales. Todo ello confiere un aspecto característico e inconfundible a estos vasos, que por lo común son recipientes de mediano o gran tamaño, con múltiples formas: ánforas, cálatos, jarros, urnas, etc. Es posible que en ellos pueda verse la mano de uno o varios decoradores, e incluso de varios talleres.

• Orfebrería Escasa, se poseen pocos ejemplares.

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TEMA 6. LOS PUEBLOS PRERROMANOS II. EL ÁREA INDOEUROPEA Y PUEBLOS DEL NORTE.

Denominamos área celtibérica a aquella zona que –referida por las fuentes como Celbiteria Citerior y Vlterior– se extiende por parte del valle del Ebro –en especial, las áreas al norte y al Sur del Sistema Ibérico– y por la práctica totalidad de la Meseta Norte. Es una zona en la que los pobladores autóctonos se habrían fusionado con el entorno cultural de los Campos de Urnas, netamente hallstático y céltico

• URBANISMO

Predominio absoluto de los oppida, a los que las fuentes denominan poleis, urbes o ciuitates. Casi siempre son asentamientos en altura, en cerros o en mesetas, con elementos de fortificación (murallas, fosos, piedras hincadas…). Las viviendas suelen ser cuadrangulares, con dos o tres habitaciones con espacio para almacén. Suelen estar fabricadas en adobe con

elementos pétreos y cubiertos por vegetales. Dichas viviendas se organizan de forma ordenada en torno de calles y de espacios abiertos, a veces con acrópolis de “edificios singulares”. Existieron algunos centros de hábitat quizás especializados o menores como pueden ser los poblados metalúrgicos, los asentamientos rurales, los centros de vigilancia, que las fuentes denominan uici o turres. Necrópolis y Santuarios

• Se conoce muy poco del mundo funerario de la Edad del Hierro II en el ámbito celtibérico del valle del Ebro, sin embargo, sí poseemos más datos de los hábitos funerarios de los Celtíberos de la Meseta, que siguen fieles al sistema de los Campos de Urnas con enterramientos de incineración en urnas enterradas en la tierra y abundante ajuar de fíbulas, broches de cinturón, armas, útiles domésticos…

• Desde el punto de vista religioso, parece que los Celtas de la Península Ibérica siguieron fieles a su veneración por los espacios naturales y también por animales, como es el caso, por ejemplo, de los verracos de la zona abulense, relacionados sin duda con algún elemento religioso.

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• CULTURA MATERIAL

La cultura material que nos ha llegado del mundo celtibérico es menos destacable que la que conocemos para el ambiente ibérico, sin embargo, sí tiene un lugar especial –como en aquel– tanto la cerámica como la estatuaria. En la primera encontramos una cerámica fabricada a torno, pintada con motivos de tipo geométrico pero también con escenas de guerra y animadas. En la estatuaria, las manifestaciones más conocidas son las de los verracos de la

zona de la Meseta. Sí se conoce bien la metalurgia de broches de cinturón, de fíbulas, de espadas y de armamento que llena las necrópolis de la Meseta, y que se adscriben a la fase final de la Cultura de Cogotas II.

• ELEMENTOS HISTÓRICOS Y CULTURALES DEL MUNDO CELTIBÉRICO El entorno que denominamos celtibérico presenta, en realidad, muy pocas diferencias con lo que hemos visto en lecciones anteriores sobre el mundo hallstático de la Edad del Hierro II, si bien sí hay algunos elementos –sobre todo institucionales y culturales– que es necesario detallar porque sobre ellos, la Península Ibérica en general y las áreas antes referidas en particular, han aportado abundante información y documentación:

• La sociedad celtibérica, como la Céltica, es una sociedad poliada. En ella, parece que las ciudades son un centro importante de poder y de hecho, cuando se establecen conflictos, éstos no son globales o tribales –a pesar de que las fuentes hablen de la existencia de tribus– sino fundamentalmente cívicos. Ello parece indicar una cierta idea de que el Estado es suma de la ciudad y del territorio circundante. La ciudad, además, es el entorno en que se elige a los magistrados que conocemos, generalmente contaminados por los nombres romanos (pretores, reyes, legados…) y el ámbito en que se desarrollan algunas de las principales instituciones celtibéricas, bien conocidas también para la Céltica. Este auge e importancia de la ciudad no excluye que existieran otras unidades de organización supraciudadana como el populus, la tribus y la gentilitas o gens. El populus suele designar al conjunto de habitantes de una ciuitas, la ciuitas, muchas veces se refiere al núcleo urbano físico característico, mientras que, por último, el término de gens –que tanta importancia tendrá sobre todo en las áreas galaicas y astures– es una expresión en genitivo plural– que evoca el parentesco familiar o la pertenencia a una gens determinada de un individuo y que suele incluirse en su denominación onomástica.

• Efectivamente, en torno de la ciudad –y de algunos de sus

destacados personajes– se establecen una serie de acuerdos que conocemos también con nombre romano: el hospitium y, por otro lado, el patronatus. En realidad, ambos hacen referencia a un cierto acuerdo político entre comunidades. Por el primero una comunidad acoge bajo una suerte de parentesco

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político a otra y por el segundo, una figura destacada de una comunidad se convierte en protector y benefactor de otra, sistema éste que estará vigente incluso después de la conquista romana. De estos pactos –denominados pactos de hospitalidad–se cuenta con abundantes tesserae o tabulae epigráficas conmemorativas.

• En el contexto del valle del Ebro, el pueblo celtibérico acabó por adoptar un signario ibérico

para transcribir la lengua celtibérica, que conocemos sobre todo a través de los rótulos monetales de las principales ciudades –que acuñarán moneda a partir del siglo III a. C.– y de modo especial a través de algunas inscripciones institucionales como los tres bronces de Botorrita (Zaragoza), que resuelven una serie de conflictos de aguas entre Contrebienses y Alauenses, por tanto, seguramente entre una comunidad celtibérica y otra de posible carácter vascónico.

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1. EL PROBLEMA DE LA CELTIZACIÓN Al conjunto de pueblos surgidos en el interior y occidente peninsular se le denomina “área céltica”, aunque últimamente se ha generalizado el término “área indoeuropea”. Todos estos pueblos, que no poseen una evolución histórica idéntica, mantienen rasgos comunes como es la lengua; la cual posee una ascendencia indoeuropea. La lengua más conocida y extendida es el celtíbero, lengua céltica de rasgos arcaicos que se extiende por una zona amplia en el proceso de “celtización”. En el occidente peninsular la lengua no es puramente celta pero sí de origen indoeuropeo (de ahí la utilización del término anteriormente citado). No se conoce con exactitud el alcance de la celtización en determinadas áreas peninsulares.

• Elementos celtas en la península La Península Ibérica, en el I milenio a. C, sufre un fenómeno de celtización junto a los influjos que también llegan desde el Mediterráneo. Al pueblo celta se le relacionó con la cultura de los Campos de Urnas, con lo que se estableció una tesis según la cual los celtas entran en la Península mediante invasiones. ¿Quiénes eran los celtas? Se trataba de un pueblo de estirpe indoeuropea cuyo supuesto origen se halla en Europa Central. Durante el I milenio a. C realizan unas invasiones dirigidas hacia el Occidente europeo, N de Italia, E de Europa y Asia Menor. En fechas anteriores al s. VI a. C. nos es casi desconocida su evolución. No nos es posible establecer con precisión cuándo llegaron los celtas a tierras peninsulares, ni tampoco establecer datos concretos acerca de su diferenciación de los celtíberos. Los lingüistas establecen que hubo dos invasiones en la Península de origen celta:

o Una antigua que fue con la que llegaron los primeros indicios de una lengua indoeuropea (protocelta),

o y otras más tardía de celtas propiamente dicho. Datos que la arqueología de momento no nos puede confirmar.

Tradicionalmente, a la gente de la cultura del Campo de Urnas se les ha considerado como celtas. Pero el área geográfica de su extensión no coincide con la de los celtas; ello junto a que hablaban una lengua ibérica, no indoeuropea. Almagro Gorbea, revisando las teorías existentes acerca del origen de los celtas y analizando los substratos de la Meseta y el Sistema Ibérico, llega a la conclusión de que la presencia celta en la Península es producto de una formación compleja de estos substratos. Así, en la etapa de tránsito del Bronce Final al Hierro (“protocéltico”), se producen ciertos elementos (lingüísticos indoeuropeos, organización social pre-gentilicia, elementos ideológicos varios) producto de una evolución propia; evolución que recibe una influencia de culturas como la tartésica, la de los Campos de Urnas o las culturas ibéricas. Estos indicios “proto-célticos” se encuentran en zonas de centro, O y N de la Península; y gracias a la proximidad lingüística, cultural e ideológica de estos pueblos se produce una unificación (la celtiberización) entre todos ellos. Esta unificación tendrá su final con la llegada del mundo romano. Las distintas áreas célticas peninsulares son:

o Meseta N y tierras altas del Sistema Ibérico: Celtíberos y Vacceos. o Occidente y fachada atlántica: Lusitanos y Vetones. o Cuenca media del Guadiana: Célticos. o NO: Galaicos, Astures y Cántabros.

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Otros pueblos, donde el substrato céltico sufrió un proceso de iberización:

o N:Pueblos vascos-pirenaicos o Meseta S: Olcades, Oretanos y Carpetanos.

LA MESETA NORTE.

2. CELTÍBEROS

2.1. Proceso de etnogénesis Desde mediados del II milenio a. C en el interior de la Península se extiende una cultura de tradición local: Cogotas I. En la Meseta oriental y en la zona central del Sistema Ibérico, junto a las pervivencias de la cultura de Cogotas I, se encuentran elementos del Bronce Final tartésico. En el valle medio del Duero, a estas pervivencias se añaden otras completamente distintas; todas estas influencias y pervivencias darán como fruto la cultura de Soto de Medinilla (cuyas principales características son: poblados pequeños en altura, casas circulares y economía agrícola) Sobre este substrato del Bronce Final se implantará el primer poblamiento de la Edad de Hierro; entre las cabeceras del Duero, Tajo y Jalón, núcleo de la Celtiberia. El hábitat característico será el de un poblado en altura provisto de fortificaciones (castros), del cual derivará el nombre de esta cultura: Cultura de los Castros Sorianos. Más al S el poblamiento será en menor altura y sin murallas, junto con su correspondiente necrópolis de cremación. Los grupos de la cultura del Campo de Urnas que se hallan situados en el valle del Ebro, realizan migraciones hacia esta zona aportando con ello elementos materiales de esta cultura. Aunque estas migraciones no son imprescindibles para la formación de la cultura celtibérica, si son importantes la aportación material que realizan estas gentes.

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Podemos dividir en etapas la evolución de la cultura Celtibérica:

o Protoceltibérico: se comienza a constatar los primeros indicios de elementos determinantes en la cultura celtibérica: Castros y necrópolis de cremación.

Es posible que las incursiones de las gentes de los Campos de urnas introdujesen una lengua indoeuropea, que en el caso del NE desaparece con el proceso de iberización.

o Celtibérico Antiguo: s. VI a. C, localizado en las tierras altas de la Meseta oriental y del Sistema Ibérico. Presenta innovaciones:

poblamiento: poblados de pequeña extensión, situados en cumbres y laderas Altas

Continúan los modelos de castros y en algunas ocasiones los poblamientos se rodean de murallas.

necrópolis: sepulturas de cremación en urnas marcadas por estelas las cuales pueden

estar alineadas formando calles. Los ajuares nos hablan de una sociedad guerrera que considera las armas como elemento de prestigio.

tecnología: más avanzada gracias al uso del hierro.

El proceso de celtización tendría su raíz en este substrato, indoeuropeo, el cual es reforzado por la llegada de pequeñas elites guerreras de origen céltico. Ellos serán 6O celtas de Iberia, como se les conocen en las fuentes antiguas quienes introduzcan los elementos básicos para la cultura celtibérica y quienes desarrollen una cultura de guerreros-pastores que tendrá una gran fuerza de expansión.

o Celtibérico Pleno: Desde el s. V a. C. A partir de ahora comienza la individualización de los distintos grupos culturales del interior de la Celtiberia.

poblamiento: se abandonan los poblados del período anterior instalándose a partir de

ahora en aglomeraciones de mayor tamaño. De ellas surgirán las primeras ciudades.

necrópolis: ofrecen ajuares de gran riqueza los cuales nos indican el gran desarrollo de la metalurgia, junto con la utilización de propios modelos para ello.

Generalización del uso del torno con lo que efectúan cerámicas más finas.

o Celtibérico Tardío: Entre la mitad del s. III y la mitad del s. II. La sociedad sufre una

transformación: surgen las primeras ciudades-estado, se empobrecen los ajuares de las tumbas. Se generaliza el uso de la escritura, la cerámica alcanza su máximo esplendor decorativo y se introduce (gracias a los romanos) el uso de la moneda. Con la conquista romana comienza un proceso de romanización que terminará con la absorción del mundo celta por el mundo romano.

2.2. Territorio

Los celtíberos no constituían un solo pueblo sino un grupo de etnias. Es difícil realizar una delimitación del mundo celtibérico ya que las fuentes escritas no nos arrojan una información clara al respecto (falta de coincidencia entre lengua, sociedad y cultura) Aún así, podemos establecer cuatro niveles de territorialidad:

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primer nivel: el más amplio sería el de la Celtiberia (zona oriental de Soria, Guadalajara y la Rioja, occidente de Zaragoza y Teruel y quizás el N de Cuenca.)

segundo nivel: según la clasificación territorial romana, la Celtiberia estaría dividida en: Citerior y Ulterior, con la línea divisoria situada en el Sistema Ibérico. Esta línea divisoria posiblemente indique una distinta entidad indígena.

tercer nivel: tribus o populi, de las cuales nos hablan las fuentes. No hay coincidencia en cuanto al números de estas tribus:

-Arévacos: llanura de Soria -Pelendones: serranía de Soria -Belos y Titios: cuenca del Ebro hacia el Jalón. -Lusones: entre el Monayo y el Ebro. Etnias menores: Lobetanos(serranías de Albarracín y Cuenca), Turboletas(Teruel) y

Berones (La Rioja) cuarto nivel: de surgimiento tardío pero en fechas anteriores a la llegada romana. Es la

civitas o ciudad-estado: aglomeración urbana autónoma construida en torno a un territorio circundante, el cual se extenderá por toda la Celtiberia.

En los escritos celtíberos aparece como entidad socio-política la ciudad, no la etnia o la tribu. Con ello cabe suponer que la cultura celtibérica evolucionó desde el mundo rural hasta un marco político pre-estatal que tiene como marco la ciudad.

2.3. Los Castros El hábitat característico de la cultura celtibérica son los castros. Se trata de poblados en altura con defensas artificiales. De pequeño tamaño, están dispersos y relativamente próximos entre sí. Situados en cerros testigos o espolones sobre el curso de los ríos, dominando las zonas fértiles de los valles. Las construcciones defensivas están realizadas con una gran solidez: los flancos débiles son protegidos con murallas de mampostería irregular, de 2 a 6 m de anchura. Pueden aparecer reforzadas por torreones. El conjunto se completa con fosos y largas filas de piedras agudas plantadas verticalmente en el terreno delante de las murallas. Las estructuras internas de los poblados son modestas. Las viviendas están construidas con mampostería, de planta rectangular y 2 ó 3 habitaciones. En época tardía se registra un urbanismo ordenado con relación a una calle central, con manzanas de casas a ambos lados adosadas por la parte trasera a las murallas. Desde finales del s. V se registra un desplazamiento de los centros de riqueza del Ebro hacia las tierras del alto Duero, ello ligado al papel preponderante de los arévacos.

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2.4. Los Oppida En la fase Celtibérica tardía se producen cambios en el poblamiento debido a una inclinación hacia una vida más urbana. Surgen los primeros centros protourbanos que aunque lo hacen en época anterior a la conquista romana, será ésta la que acelere el proceso. Surgen centros como Bilbilis (Calatayud), Calagurris (Calahorra) o Numancia.

2.5. Necrópolis y jerarquización social Son quienes nos arrojan la información necesaria para conocer la organización social y territorial de los celtíberos. Los cementerios celtíberos se situaban a las afueras de los poblados, pero cerca de ellos; en las laderas próximas o en llano. El rito empleado era el de la incineración: una vez quemado el cuerpo se introducía los restos en urnas de cerámica las cuales eran depositadas en hoyos, acompañado de objetos personales u ofrendas. Las sepulturas se señalaban con una estela de piedra o con un pequeño túmulo. Guardaban las sepulturas cierto orden a lo largo de estrechas calles. Desde finales del s. VI y coincidiendo con la llegada de necrópolis de cremación, los ajuares funerarios nos “hablan” de una sociedad muy jerarquizada. Esta sociedad estaba dirigida por las élites guerreras cuyo poder se debía al control de los principales recursos económicos: ganadería, agricultura, explotaciones mineras y comercio. A partir del Celtibérico pleno se acentúa esta diferenciación social patente en las tumbas que nos arrojan un ajuar guerrero, típico de una aristocracia militar. En estas mismas tumbas se aprecia una diferencia social ya que muchas de ellas aparecen con un equipo armamentístico completo mientras que otras tan sólo tienen elementos guerreros: cascos de bronce, cuchillos de hoja curva, venablos de hierro... No todas las tumbas con ajuares ricos pertenecen a guerreros, en muchas la presencia de armas es sustituida por ricos objetos de adorno (fíbulas, broches, pulseras, brazaletes) que nos habla de la existencia de una población civil de un status elevado. Los niños recién nacidos o de corta edad eran enterrados en el interior de los poblados, justo debajo de las casas. A partir del s. III las tumbas situadas en las cabeceras del Jalón y el Tajo sufren un empobrecimiento; en contra, las situadas en el Alto Duero mantienen un alto índice de armas.

2.6. Bases económicas

• Artesanía: tenía un alto grado de desarrollo junto con una gran especialización. Ello queda reflejado en el gran número de objetos de hierro y bronce hallado en las tumbas. La cerámica la encontramos hechas a mano (las más antiguas, que son toscas y de pastas rojizas y negras) o a torno, las cuales aparecen en el Celtibérico Pleno, con una gran variedad de formas, de color claro, con decoraciones en rojo o negro y motivos florares alternados con geométricos.

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También pueden aparecer decoradas con representaciones animales y escenas de figuras humanas.

• Ganadería: en especial la del pastoreo trashumante estacional. Es el principal motor

económico del mundo celtíbero y el principal agente de la celtización por el interior peninsular. Esta actividad generó dos industrias: la alimentaria (transformación de productos lácteos) y la textil (de la que sobresale el sagum o poncho de lana que los romanos exigían a los celtíberos como contribución).

• Agricultura: complemento de las actividades ganaderas. Era una agricultura de

subsistencia, practicada en las pocas tierras aptas para el cultivo situadas en los valles fluviales.

Mediante los ajuares funerarios se tiene constancia de una serie de intercambios de los celtibéricos con otras regiones como la costa mediterránea, las regiones ultrapirenaicas y tierras peninsulares del S. Los objetos que intercambiaban podían ser desde productos básicos y materias primas a objetos considerados de prestigio, los cuales iban destinados a la aristocracia. Los romanos impulsaron el uso de la moneda durante el s. I a. C aunque sólo en la Celtiberia oriental. La moneda estaba realizada en plata y bronce y en el reverso junto con el nombre de la ciudad emisora se encuentra la plasmación del típico jinete ibérico acuñando una lanza o portando una palma.

2.7. Sociedad El origen del mundo celtibérico se halla en el proceso de celtización de un substrato indoeuropeo que fue influenciado por un pequeño grupo de guerreros célticos, los cuales se erigirán como la élite dominante. Este proceso se produjo en torno al s. VII-VI a. C. Esta nueva cultura se expandirá con fuerza gracias al carácter pastoril de su base económica (al menos la principal) y a las migraciones que efectúan con sus expediciones guerreras. Esta expansión es paralela a una evolución cultural en su área nuclear. Entre los s. VIII se traslada el mundo celtibérico hacia occidente quedando la preeminencia cultural en manos de los arévacos de la altiplanicie soriana. ¿Por qué se produce este traslado del poder? Quizás por el desarrollo de los arévacos en el campo metalúrgico, en el que dominen el uso del hierro. Comienza una jerarquización territorial sobre otras poblaciones menores. En su fase final los arévacos se hallaban concentrados en torno a grandes oppidas amurallados como Numancia. Con los romanos mantendrán un choque que durará siglo y medio tras el cual toda la Celtiberia caerá bajo el dominio de Roma.

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2.8. Evolución social

Las sociedades celtibéricas tenían, en su origen, un carácter patriarcal. Desde el s. VI a. C comienza una división social (tal y como nos enseñan las necrópolis) cuyo rasgo más destacable es la aparición de una élite o grupo de carácter guerrero, los cuales exhiben su condición en los ajuares funerarios. Los poblados comienzan a amurallarse ya que serán estas élites las que controlen y distribuyan los medios de subsistencia. Comienza una evolución de una sociedad patriarcal (basada en lazos de parentesco) a una sociedad basada en lazos de dependencia de carácter territorial y personal: relaciones “clientelares”. Este cambio es producido por la implantación de una economía más compleja. Así la ciudad será el criterio político y jurídico que se extenderá en el mundo celtibérico, olvidando, poco a poco, los lazos de parentesco (no serán del todo abandonados, convivirán con los nuevos criterios). La ciudad se convirtió en la cabecera del territorio que la rodeaba, el cual quedará articulado económica y políticamente alrededor suyo. Este territorio, a su vez, poseía una jerarquización interna, compuesta por núcleos de población dependientes del central; tenían como misión cumplir con las distintas funciones especializadas de defensa o producción. De todo ello no sólo nos hablan las fuentes escritas sino que también lo hacen las monedas, ya que en ellas desaparece cualquier referencia a entidades étnicas o familiares; tan sólo se expone el nombre de la ciudad. En su fase tardía, la Celtiberia se articulaba en torno a civitas, territorios en torno a unos 15-20 Km de radio los cuales están dominados por un centro urbano que incluía edificios públicos, magistrados y consejo o senado. De esto último se conoce muy poco.

2.9. Instituciones sociales

• Hospitium: “téseras de la hospitalidad”. Son placas de metal en las que pueden aparecer manos enlazadas o siluetas de animales acompañadas de un texto grabado en el que se especifican derechos y deberes entre individuos y/o comunidades. La ciudad es siempre la protagonista de los actos jurídicos, aunque no por ello dejan de aparecer referencias guerreras.

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o Mercenariado y bandolerismo Ambos conceptos son propios de una sociedad guerrera. Aunque siempre se han relacionado con una reacción de las clases sociales más desfavorecidas por una pobreza de la tierra junto con un desigual reparto económico, lo cierto es que son otros los factores que participan en esta forma de vida. En las sociedades guerreras el robo de ganado es una práctica común. También existe la posibilidad de que se trate de una práctica ligada a la iniciación de los jóvenes para que éstos pudiesen adquirir su status de guerrero.

2.10. Religión y creencias Poseemos escasos datos de este campo. Se trata de una religión con un fondo naturalista el cual consideraba sagrados elementos naturales (sol, agua, luna...) junto con algunos animales. Poco a poco se irán introduciendo deidades con rasgos antropomorfos de carácter pancéltico. Se conoce del culto a Tertates, Esus y Taranis (posible tríada celta), Lugus (deidad de carácter solar, heroico y guerrero), Epona (diosa protectora de los difuntos, asociada al caballo), las Matres (símbolo de la fecundidad de las tierras y el agua).La cerámica nos informa de la existencia de una serpiente cornuda (dios Cernunnos) y de figuras o cabezas humanas cubiertas con piel de lobo. No tenían ni santuarios ni templos por lo que las prácticas rituales y ceremonias las hacían al aire libre; en el claro de un bosque o en la cima de un monte. Realizaban sacrificios humanos, no muy frecuentes, junto con sacrificios de animales, especialmente de caballos. No se puede hablar de una clase sacerdotal, pero sí es cierto que existían unos personajes especializados en las ceremonias religiosas o de culto. Una práctica funeraria excepcional era la de la exposición de los cadáveres de los guerreros para que éstos fuesen devorados por los buitres.

o Lengua y escritura Se conocería mucho más del mundo celta si se llegase a descifrar su lengua. De momento se sabe que se trata de una lengua céltica (la mejor conocida de todas) que utilizó la escritura ibérica a la que sustituyó por el alfabeto latino en dos variedades: occidental y oriental.

3. VACCEOS. 3.1. Proceso de etnogénesis

Los Vacceos se localizaban al O de los arévacos (en las actuales provincias de Valladolid, parte oriental de Zamora, SE de León y S de Palencia). Durante el Hierro I, en la zona se extiende la cultura de Soto de Medinilla. En la formación de esta cultura, de la que no existe unanimidad acerca del alcance de la influencia del Campo de Urnas, se admite tanto una influencia foránea como una evolución del substrato indígena. Durante la II Edad del Hierro, s. V a. C, se producen una serie de cambios: aparición de extensos núcleos de población, los primeros cementerios, generalización del uso de la cerámica a torno y difusión de la metalurgia del hierro. A los Vacceos se les tienen como los protagonistas de este proceso, para el que han recibido influencias de las que obtienen su propia personalidad cultural. A partir del s. IV a.C esta personalidad cultural comienza a ceder ante una progresiva celtización. Los Vacceos fueron un pueblo que no tuvieron un grado de desarrollo muy elevado.

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3.2. Asentamientos De pequeña extensión y ubicados en cerros y colinas situados en las riberas de los ríos. Desde el s. IV a. C experimentan una transformación: algunos de los asentamientos son abandonados y su población se concentra en otros ya existentes, los cuales aumentan de tamaño y se dotan de defensas que los convierten en oppidas. No registran un proceso de urbanización muy avanzado, de hecho este proceso se acelerará una vez se instale en la zona la presencia romana. Serán entonces cuando abandonen sus cabañas de planta circular a favor de casas de planta rectangular con cierto orden urbanístico entre ellas. Asentamientos vacceos: Rauda (Roa), Septimanca (Simancas), Cauca (Coca)...

3.3. Necrópolis Situadas en las laderas bajas de los cerros donde se levantan los poblados. Están orientadas en distintos sectores según los grupos sociales o parentesco. El ritual de enterramiento es el de la incineración: las cenizas se depositaban en una urna o directamente en un hoyo. Las sepulturas eran señaladas con una estela de piedra. Destacan las sepulturas de guerreros por su ajuar. Y gracias a éstos podemos conocer la posición social, sexo y edad de los individuos enterrados.

3.4. Base económica La agricultura, sobre todo la cerealista. Cada año se repartían las tierras de cultivo por sorteo y se distribuían después los frutos obtenidos en común. Quedaba establecida la pena de muerte para aquél que no cumpliese con lo estipulado. No se descarta la existencia de una ganadería con fines que iban más allá de la mera subsistencia.

3.5. Organización social De rasgos arcaicos. No existe un régimen aristocrático complejo sino que se trata de regímenes políticos formados por consejos de ancianos. Únicamente se recurre al liderazgo individual en caso de dirigir una guerra. Estos grupos de ancianos no son propietarios de las tierras ya que las recibían por sorteo para evitar desigualdades en el disfrute de las tierras más ricas.

4. TURMOGOS.

Situados en la cuenca del Duero, en la parte occidental de Burgos y en la oriental de Palencia. Vivían en castros, poblados pequeños situados en lugares aptos para la defensa. Sufrieron una gran celtización que en época tardía adopta rasgos celtibéricos. Su sociedad era de carácter gentilicio. Se trata de un pueblo poco conocido.

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OCCIDENTE Y SUR DE LA MESETA

5. VETONES.

5.1. Etnogénesis.

Situados en el SO de la Meseta (provincias de Salamanca, Ávila, occidente de Toledo, oriente de Cáceres y N de Badajoz), sus límites son imprecisos. Esta imprecisión está explicada en los movimientos sufridos en la fijación del territorio y el proceso de etnogénesis. Desde el Bronce final esta zona recibe influencias de distintas áreas, gracias a las cuales se gestará en la II Edad de Hierro esta cultura. Partiendo de una base gestada en Cogotas I, poco a poco va cediendo paso (desde el 800 a.C) a influencias recibidas de las culturas de Soto de Medinilla y del Campo de Urnas. A través de la Vía de la Plata se recibe también influencias meridionales. Todas estas influencias son las que determinan la aparición de una diferenciación y jerarquización social, características que llegan gracias a los intercambios comerciales. Aunque generalizando el territorio posee rasgos comunes, existen diferencias provocadas por la intensidad de las influencias externas. Así se registra un predominio de la cultura de Cogotas I para el área septentrional y un predomino de la cultura orientalizante tartésica para el área meridional. A partir del 500 a. C (II Edad de Hierro) en la fase cultural de Cogotas II será donde se encuentren los primeros rasgos que nos aproximan a una cultura vetona (aunque se cree que esta cultura ya se encuentra en el s. VIIIa.C)Esta cultura vetona será conocida como Cogotas II o cultura de los Verracos.

5.2. Doblamiento.

Los poblados son tipo castros ubicados sobre cimas o laderas de cerros escarpados, próximos a las zonas de pasto y corrientes fluviales, es decir cerca de todo aquello que garantice actividad ganadera. A finales del s. III a.C se produce un cambio: muchos poblamientos se abandonan por otros mejor defendidos, concentrándose la población en grandes oppidas. Con la llegada romana se abandonarán muchos de estos castros. Los poblados no tienen prácticamente ningún tipo de planificación. Destacan las estructuras defensivas: murallas de piedras que se adaptan al terreno, entradas guardadas por torres, fosas y barreras de piedras que impedían el paso de los caballos. Las casas se agrupaban, de forma irregular, en manzanas. Tienen planta rectangular, con varias habitaciones, un hogar central, corral en la parte delantera y un porche cubierto con bancos adosados a la fachada. Saldeano (Salamanca), Las Cogotas de Cardeñosa (Ávila), Sansueña (Cáceres).

5.3. Necrópolis.

Cerca de los poblados. Son muy parecidas a las celtibéricas, lo que nos indica una aculturación proveniente del Ebro. Las tumbas son muy sencillas: simples hoyos en los que se

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depositan las urnas, cubiertos por tierra o lajas de piedra. Son escasas las tumbas con ajuares ricos, ya que la mayoría tan sólo presentan una lanza y un cuchillo. Las tumbas femeninas poseen como ajuar objetos de adorno (fíbulas, collares) o piezas de telar.

5.4. Sociedad.

Gracias a los ajuares conocemos una organización de la sociedad centralizada y jerarquizada, con distinciones basadas en edad, sexo y rango. Se trataba de una sociedad dirigida por una aristocracia militar. En su organización perduran rasgos de carácter gentilicio, tal y como nos enseñan la concentración de tumbas y el sistema de onomástica personal (el nombre del individuo en cuestión va acompañado de la mención de la unidad social, la cual se expresa en genitivo de plural:”Fulano de tal, de los Menganos”) Estas unidades organizativas perduran más tiempo en el área septentrional (Salamanca y Ávila), mientras que las zonas más meridionales (como Cáceres) desaparecen ante su rápida sumisión a la romanización.

5.5. Economía.

• Ganadería: principal fuente económica. Asociada a ella aparecen las esculturas típicas de esta cultura y de las cuales deriva su nombre de cultura de los Verracos. Las esculturas de “verracos” parece ser que tienen un doble sentido: religioso y económico, ya que al parecer sirvieron para marcar las áreas de captación de ganado. De la cría de ganado destaca la del caballo, relacionada con el especial papel que tiene en esta cultura el jinete. En los ajuares funerarios encontramos objetos relacionados con este campo. Al igual que ocurría con los celtíberos, son frecuentes los actos de bandolerismo; producto de una pobreza o quizás del propio carácter guerrero de este pueblo.

• Agricultura: principalmente era de secano (cereales), de ella nos hablan los instrumentos hallados: molinos de mano e instrumental agrícola.

• Metalurgia: desde Cogotas II se intensifica el uso del hierro. Crean ricos objetos metálicos de hierro y bronce: adornos personales (fíbulas, broches, brazaletes...), armas (falcatas, espadas, lanzas...), junto a otros objetos (jarras, calderos); todo ello enriquecido con las técnicas de troquelado, filigrana y nielado en el caso de la plata.

• Cerámica: Cultura de Cogotas II: cerámica caracterizada por los motivos decorativos “a peine”. La cerámica a torno llega desde el S pero recibirá influencias del mundo celtibérico.

5.6. Religión y creencias.

La celtización patente en la onomástica y la toponimia también llega hasta el ámbito religioso. Los vetones comparten con sus vecinos lusitanos y galaicos divinidades como Ataecina y Bandue. Realizaban sacrificios de animales y humanos, prohibidos por los romanos. Lo más destacable son las esculturas de toros y cerdos conocidas como “Verracos”. Realizadas entre el s. V a.C hasta el II a. C, constituyen el rasgo más característico de esta cultura. Son representaciones zoomorfas realizadas en un bloque de granito, de forma tosca, sin detalle; esto parece indicar que se realizaron de esta forma adrede con el único propósito de resaltar su simbolismo. En cuanto a su significado pudo ser el de un culto zoolátrico para conseguir la protección de la comunidad y del ganado o garantizar la multiplicación de éste. Los ejemplares más conocidos los encontramos en el “toro” del puente de Salamanca y en los Toros de Guisando (Ávila).

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MESETAS

6. CARPETANOS Y OLCADES.

La Meseta es la zona peor conocida de toda la Península. Es una zona que tuvo una escasa población, de la que los textos escritos apenas recogen información y que actuó como zona de transición entre varias culturas, recibiendo por ello influencias de distinto tipo.

• Aún así, se sabe que la etnia más importante de esta zona (aunque con cierta dificultad a la hora de trazar límites geográficos) fue la de los Carpetanos. Su núcleo se hallaba en las cuencas del Tajo y del Záncara-Cigüela. Tras recibir distintas influencias su configuración llega tras un proceso de iberización. Desde el s. IV a. C surgen grandes poblados fortificados situados en lugares estratégicos de control de rutas: Complutum (Alcalá de Henares), Toletum(Toledo). Reciben influencias occidentales de vetones y lusitanos como es la veneración de la diosa Ataecina, y de una tardía celtización patente en topónimos y antropónimos de carácter céltico.

• Olcades: son más desconocidos que los Carpetanos. Situados en tierras montañosas del S

del Sistema Ibérico y la Serranía de Cuenca. Tenían una economía ganadera y sus rasgos se modelaron sobre un substrato del Bronce Valenciano. Viven una temprana iberización procedente de la costa levantina y seguramente son los olcades quienes transmiten la iberización a sus vecinos carpetanos.

FACHADA ATLÁNTICA

7. ETNOGÉNESIS.

El Occidente Atlántico, en la II Edad de Hierro, presenta dos etnias: Lusitanos, situados al N; Célticos, situados al S. Ambas etnias son fruto de un substrato del Bronce Atlántico que recibe influjos mediterráneos y que sufre un proceso de celtización. Durante la I Edad de Hierro en la parte central de Portugal se ubica la cultura de Alpiarça, la cual registra influencias de los Campos de Urnas.El S portugués, en cambio, registra influencias mediterráneas. El núcleo del territorio lusitano se sitúa entre el Duero y el Tajo, con un hábitat relacionado con la cultura castreña del NO peninsular. El núcleo de Alpiarça, sufre en el s. V a.C un abandono de algunos de sus poblados. Lo mismo ocurre en el S de Portugal. Las principales características del periodo son:

• generalización del ritual de incineración, • desarrollo de la metalurgia del hierro, • adopción del torno de alfarero, • aumento demográfico, • refuerzo en la defensa de los poblados, • uso extensivo de las lenguas indoeuropeas.

El río Tajo actúa de división entre Lusitanos al N (que adoptan rasgos de la cultura meseteña) y Célticos al S (que reciben influencias mediterráneas provenientes del mundo ibérico) Las fuentes escritas nos arrojan una información incompleta, existiendo dificultades para establecer con precisión el origen y límites de estas culturas.

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• Lusitanos. Es la etnia más extensa. Su origen no está claro, en un principio se barajó la teoría del celtismo (llegaron a la Península con las invasiones célticas) pero rasgos lingüísticos nos hablan de un origen indoeuropeo, pero no céltico.

• Célticos Habitaban en la Baeturia, a ambos lados del Guadiana, en tierras del Alemtejo portugués y el S de Extremadura.. No es posible establecer ni su origen ni la época de asentamiento. Limitaban por el S con los cinetes o cenios, etnia asentada en el Algarve que sería integrada entre los turdetanos.

• Túrdulos Situados en el litoral comprendido entre las desembocaduras del Tajo y el Duero. Es difícil establecer su origen y el porque de su emigración hacia el N. 7.1. Poblamiento. Fiel reflejo de las influencias culturales de la zona en general. El área lusitana posee hábitat castreño (cultura del NO) con potentes sistemas defensivos ubicados en lugares estratégicos en altura fáciles de defender y viviendas circulares en torno a patios abiertos. Conforme se desciende en altura se registran cambios, comienzan a aparecer hábitat castreños de meseta o poblados de llanura. Talabrigo (Branca), Aeminum (Coimbra) En el área céltica se acusa más el cruce cultural ya que se registra un hábitat castreño y otro de llanura, el cual es apto para el desarrollo agropecuario y actividades metalúrgicas. Los poblados refuerzan sus defensas naturales con fortificaciones. A destacar las “torres de Aníbal” semejantes a las turdetanas que poseen una función estratégica y económica que habla de una jerarquización del territorio. 7.2. Necrópolis Arrojan poca información. En la zona céltica las tumbas son sencillas, consisten en un simple hoyo en el que se deposita la urna tapada con una piedra o cuenco de cerámica y cubierta con un montículo de tierra o piedras. Los ajuares son pobres, pero ofrecen distinciones de sexo y status: armas para los hombres, adornos y piezas de telar para las mujeres. 7.3. Economía

• Ganadería: principal fuente económica. Destaca la ganadería ovina y sobre todo la caballar (los caballos y jinetes lusitanos eran admirados por los romanos), seguidos de la ganadería bovina y porcina.

• Agricultura: de secano, cereales, alternada con la vid y el olivo. • Minero-metalurgia: zona rica (O peninsular) en metales. Abunda el oro (arrastrado por el

Tajo) y los yacimientos de plata, estaño, cobre y plomo. Intensa actividad en este sector aunque no a gran escala. Realizan utensilios únicamente para producción local o regional. En la orfebrería se muestra una mezcla de estilos entre oriental y céltico.

Cerámica: evoluciona desde Cogotas I (tosca, a mano, lisa o decorada) a Cogotas II (estampilladas a torno) junto a otras de influencia íbero-púnicas (pintadas.)

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Todas estas influencias llegan mediante las vías de comunicación. No podemos hablar de una actividad comercial desarrollada, pero lo cierto es que las comunicaciones, bien vía marítima (costa atlántica)o terrestre (valles de los ríos) comunican la costa con el interior. 7.4. Sociedad Muy poco articulada, con fuertes rasgos de carácter tribal. Su forma de gobierno se basaba en la jefatura militar, caudillos en tiempos de guerra como Viriato. También son frecuentes los actos de bandolerismo, los cuales bien debieron de deberse a motivos de subsistencia (robaban ganado o botines) o a una tradición sociorreligiosa, como un rito de iniciación guerrera de los más jóvenes. El área céltica se inclinaba hacia un sistema político-social similar al turdetano, mientras que el área lusitana se inclinaba hacia las relaciones de carácter tribal. 7.5 Religión Muy celtizada. Escasa antropomorfización, veneraban elementos naturales (rocas, aguas) o a divinidades protectoras muy indefinidas.

• Destaca el teónimo Band, divinidad de carácter tutelar ligada a una población o tribu, expresada mediante el correspondiente epíteto.

• Otras divinidades: Arentio/a, con su correspondiente epíteto, Trebaruna, protectora del hogar.

• Los célticos veneraban a Endevélico, quizás un dios de la medicina o una divinidad infernal conductora de las almas al otro mundo. Su santuario principal se hallaba en S. Miguel da Mota (Alandracil).

• También veneraban a Ataecina, divinidad femenina de carácter agrícola o infernal. No conocemos mucho sobre los cultos o sobre la existencia de un papel del sacerdocio. Sí se conoce la existencia de un viejo rito indoeuropeo de purificación consistente en el sacrificio de un cerdo, una oveja y un toro. Según Estrabón, se realizaban sacrificios humanos y los restos se utilizaban con fines adivinatorios. PUEBLOS DEL NORTE (DE GALICIA A LOS PIRINEOS) Estos pueblos presentan rasgos que los hacen únicos. Permanecen durante mucho tiempo alejados de influencias mediterráneas y continentales perviviendo en substratos culturales de la Edad de Bronce, gracias a su aislamiento geográfico. Eso sí, en época tardía se abren a influencias célticas e ibéricas con lo que presentan elementos comunes a las etnias vecinas. Y estos elementos son los que permiten agruparlos en áreas distintas:

8. ÁREA CASTREÑA. LOS GALAICOS.

EL POBLAMIENTO EN LA FACHADA ATLÁNTICA ASTURES Y GALAICOS LA CULTURA CASTREÑA Aunque existen algunas comunidades del cuadrante Nororiental peninsular en las que quizás son mayores las influencias de los ámbitos meseteños –tal es el caso, por ejemplo, de los lusitanos– lo cierto es que el elemento arqueológico que aporta unidad a este grupo cultural es el de su hábitat, fundamentalmente en castros, propios de un sistema social que se ha dado en llamar Cultura Castreña:

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• Se trata de comunidades que viven en castros, poblados en altura, con viviendas generalmente circulares que se organizan sin apenas orden aparente, casi todas en piedra excepto en la techumbre y que suelen incorporar un pequeño vestíbulo. Junto a la peculiar organización urbanística y a una variada tipología en lo que respecta a su localización (hay castros litorales y castros interiores), quizás lo característico es la presencia, en algunos de ellos, en las laderas, de la denominada piedra formosa (o “monumento con horno”), una construcción monumental cubierta con cúpula excepto en una de sus estancias, cubierta a doble vertiente y precedida de un vestíbulo, seguramente santuarios de carácter ritual.

• En estas sociedades –en las que el elemento castreño se

mantuvo incluso en época romana, aunque fuera incorporando algunos de los elementos constructivos y de urbanística propios de dicha influencia–el castro es el centro también de la organización política y social. Así, el castro –en la epigrafía ya de época romana castellum o centuria, abreviado a través de la c invertida– parece hacer referencia a una comunidad que tiene un territorio propio dentro del territorio de una ciuitas, de tal manera que el castro supone un elemento de organización e independencia administrativa. Bajo su organización se cobijan una serie de personas que dependen de él y que expresan su dependencia de éste a través del genitivo en la epigrafía.

• Económicamente, la cultura de los castros –especialmente

en la zona que las fuentes clásicas denominan Asturia y Callaecia, quizás no tanto en las áreas lusitanas, antes referidas– vive de la agricultura y de la ganadería. Sin embargo –en especial en aquellos establecimientos que están próximos al mar– parece que también tendrá gran importancia el componente pesquero y de marisqueo así como en otros parece traslucirse una cierta dedicación minera, especialmente en los castros astures, abiertos a la riqueza aurífera que tanto atraería a Roma.

• Desde el punto de vista cultural, los pueblos adscribibles a

la cultura castreña manifiestan muchos de los elementos típicos del mundo Céltico: veneración por espacios naturales y por dioses guerreros; sociedades jerarquizadas en función de los recursos económicos y de la guerra, con un especial papel de la mujer; y manifestaciones artísticas refinadas como consecuencia del influjo hallstático (fíbulas, diademas, brazaletes, escudos, collares…)

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8.1. Localización. Galicia, Portugal, occidente de Asturias, León y Zamora. Esta zona estaba habitada por los galaicos y de ellos derivará el nombre de Gallaecia con el que se conoce la zona en época romana. Bajo este nombre(referido a un componente minoritario de la población) se engloba un gran número de pueblos diversos. 8.2. Evolución. Su origen se remonta a la Edad del Bronce, recibiendo influencias célticas tardías. La arqueología establece entre tres o cuatro fases evolutivas:

• substrato de la Edad de Bronce: s. VIII-V a. C. Etapa formativa durante la que aparecen los primeros castros estables dotados de estructuras defensivas

Se descarta que durante este período se produjese alguna invasión. Será la explotación agrícola permanente la que condicione la estabilización de la población y con ello la aparición de los primeros poblados. Reciben estímulos atlánticos, del propio substrato del Bronce, continentales, de sus vecinos celtas y mediterráneos llegados indirectamente con el comercio fenicio del estaño.

• fase de desarrollo o clásica: s. V a. C-último tercio s. III a. C. Etapa mal conocida. • fase de apogeo: dominio romano hasta el s. I d.C. Durante esta etapa es cuando los

castros presentan su estructura característica, se extiende el uso del hierro y la cerámica tornada. Todo ello junto con un proceso de celtización.

• proceso de decadencia: segunda mitad s. I d. C. Abandono de muchos castros y transformación del paisaje con la llegada de las villae romanas.

La cultura castreña se forma sobre un substrato del Bronce que recibe influjos mediterráneos, atlánticos y continentales. 8.3. Poblamiento Castros: situados en alturas medias se adaptan al terreno montañoso. Las casa son de planta circular u ovalada, con cubiertas cónicas de paja. Junto a las defensas naturales poseen otras artificiales como terraplenes, murallas, fosos o plataformas de piedras. En época prerromana se registra un urbanismo espontáneo con tendencia a la Cultura Castreña del NO: cultura que tiene como principal característica el tipo de hábitat: los castros. Estos son poblados en altura ubicados en lugares de fácil defensa, con viviendas circulares de piedra. Aunque este tipo de hábitat existe en otras áreas peninsulares, las peculiaridades de la zona del NO hace que esta cultura quede asociada a los galaicos. dispersión y al aislamiento geográfico. Con la conquista romana, se seleccionan los asentamientos por razones estratégicas y económicas, naciendo nuevos modelos urbanísticos. Comienzan a colocar potentes murallas más como signo de poder y riqueza que de defensa. Nacen los denominados “castros agrícolas” situados en zonas aptas para el cultivo y los castros ligados a actividades mineras, gran fuente de riqueza intensificada en época romana.

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8.4. Necrópolis No existen. En época romana comienzan a enterrar a sus muertos en cementerios fuera del poblado. 8.5. Economía Muy primitiva. Recolectora (sobre todo de bellotas) complementada con algún tipo de actividad agrícola (cerealista u horticultura).

• Ganadería: poco desarrollada, aunque es destacable la cría de caballos (tieldones y asturcones), de gran aceptación por parte de los romanos. También practicaban pesca, caza y marisqueo.

• Minería: gran desarrollo, intensificado aún más en época romana. Riqueza en la orfebrería, pobreza en manifestaciones cerámicas.

• Comercio: los excedentes agropecuarios y minerales (oro, estaño, plomo) servían para realizar intercambios con otras regiones atlánticas y peninsulares.

Desde el s. VIII a. C los fenicios realizaban contactos comerciales , mediante el trueque, con las regiones del N atlántico peninsular. Ellos fueron quienes trajeron los primeros objetos de hierro, de lujo (fíbulas, broches de cinturón orientalizante) a la zona a cambio de materias primas (sobre todo estaño) A través de rutas terrestres y marítimas (como la posterior Vía de la Plata) llegaron al NO cerámicas púnicas y griegas, salazones, aceites y vinos, asÍ como técnicas e influencias artísticas. 8.6. Cultura material También deja patente las influencias recibidas. La orfebrería destaca por su belleza decorativa, realizada mediante técnicas orientales: filigrana, repujado..., como por su belleza material.

Destacan las “esculturas de guerreros galaicos”, figuras de guerreros con escudo redondo céltico (caetra), puñal al cinto o bien con la espada desenvainada. Realizadas con gran rudeza pueden ser representaciones de dioses o monumentos en honor de jefes guerreros heroizados. Las cabezas humanas realizadas en piedra también pudieron tratarse de representaciones de deidades o cabezas trofeo relacionadas con las “cabezas cortadas” del mundo céltico. Los “monumentos con horno”, tienen una parte enterrada y otra a cielo descubierto; con canales de agua, ábside ultra

semicircular y monolitos ornamentados con motivos geométricos (“pedras formosas”). Quizás fueran monumentos funerarios, baños con función termal o medicinal, hornos con fines industriales como la fundición del metal, cocción de cerámica o elaboración de pan.

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8.7. Sociedad La tardía celtización no afectó por igual a toda la sociedad, ya que perviven características ancestrales hasta la llegada de la romanización. Prueba de ello son los castella: unidades socio-políticas indígenas de carácter territorial que en la epigrafía aparecen bajo forma de una C invertida o del término latino castellum seguido de un topónimo. Se trataban de grupos sociales de carácter gentilicio articulados en unidades más amplias: las gentes. Éste término será el empleado por la administración romana para servir como base a las nuevas comunidades políticas romanas, las civitaes. La transformación bajo ámbito romano fue lenta por lo que las estructuras sociales indígenas pudieron pervivir durante mucho tiempo. Según Estrabón, existía una jerarquía basada en la dignidad y la edad. Un consejo de ancianos ostentaría la máxima autoridad a la hora de tomar decisiones de carácter general. Como jefe de cada castella existía un prínceps. Pudo existir un grupo social de guerreros profesionales los cuales, aunque aceptada la teoría con reservas, pudo evolucionar hacia una aristocracia. 8.8. Religión Rasgos muy arcaicos. Destaca el culto a Cossu, dios de la guerra asimilado a Marte. En su honor se celebraban fiestas y competiciones, se hacían sacrificios de prisioneros, de machos cabríos y caballos. Bandua y los dioses protectores de los caminos también son divinidades galaicas. Se conocen más dioses pero éstos aparecen asimilados a deidades romanas. Existían cultos estelares al sol y a la luna, junto con la consideración de lugares Sagrados, como algunos accidentes geográficos. Según Estrabón practicaban técnicas adivinatorias mediante la inspección de las entrañas de las víctimas sacrificadas o la observación del vuelo de las aves. Se conoce un ejemplo de arquitectura religiosa, un templo dedicado a un ídolo fálico descubierto bajo las ruinas de una casa ovalada en el castro de Elviña (A Coruña).

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ÁREA CANTÁBRICA

9. CANTABROS Y ASTURES.

Poseen rasgos que los aproximan a la cultura castreña, pero astures y cántabros (pueblos de esta área) poseen una personalidad propia. No son muy conocidos en fechas anteriores al s. I a. C. Sobre un fondo común del Bronce Atlántico recibe la zona influencias de la cultura castreña de occidente y de una tardía pero intensa celtización proveniente de la Meseta y el valle de Ebro. Localización:

• Cántabros: actual comunidad de Cantabria, parte septentrional de León, Palencia y Burgos.

• Astures: parte de Asturias, León, N de Zamora. Adaptados a la complejidad geográfica de la zona (montañas, bosques,llanuras y páramos) se explica con ellos la pervivencia de estructuras socio-políticas muy primitivas. Las astures, en su parte occidental, registran rasgos típicos de la cultura castreña de los galaicos. 9.1. Tipo de hábitat. Castros en el occidente astur. En el sector centro-oriental, influencia de la Meseta. Los asentamientos más antiguos son posteriores al s. IV a.c: Monte Cildá (Palencia), Morgovejo (León), Peña Amaya (Burgos). 9.2. Economía Según las fuentes literarias, se trata de una economía arcaica. La región en sí, pobre, inhóspita y aislada, les incita a la práctica del bandolerismo o el mercenariado para poder mantener a la población. 9.3. Sociedad Poco conocida. Se supone que el terreno se hallaba diseminado de unidades autónomas de escasa entidad y articulación. Fuerte predominio de las relaciones de carácter gentilicio. Entre los astures se conoce la existencia de un consilium gentis, un consejo que se encargaba de tomar decisiones en caso de guerra. Se trataba de una sociedad guerrera y jerárquica, en la que la edad y el rango adquirido mediante el valor y la destreza demostrada durante el combate jugaban un importante papel. No tenían una construcción política, pero sí una serie de normas establecidas y prescripciones de carácter jurídico-religioso. Las estructuras socio-políticas estaban basadas en las relaciones de consanguinidad, sexo, edad y relaciones territoriales y económicas. Aunque prácticamente las relaciones de parentesco están presentes en todos estos pueblos, la distinta evolución que han sufrido hace que existan variaciones:

• Gentes: unidades de carácter superior, son las únicas estructuras indígenas utilizadas por los romanos como base de su sistema político y administrativo basado en las civitaes.

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• Gentilitates: grupos menores y más antiguos en los que se combinan vínculos de parentesco con otros de residencia o territoriales.

• Cogantiones: grupos de individuos unidos entre sí por vínculos de consanguinidad. Es el único grupo que no posee ningún papel político, únicamente lo posee en el ámbito social.

Entre todos estos grupos existían bases de cohesión y solidaridad tal y como se demuestra en la práctica social indoeuropea del hospitilium. Ésta queda reflejada en las llamadas “teselas de hospitalidad”, en las que queda patente el pacto establecido entre un individuo y una colectividad o comunidades indígenas. Durante un tiempo se consideró que la sociedad de estos pueblos del N se basaba en el matriarcado o ginecocracia. Para ello se basaban en el término cognatio (que en derecho romano se refiere a la descendencia unilineal por vía materna) y a las informaciones llegadas por Estrabón acerca de las costumbres montañosas. Hoy en día está información no se considera válida, estableciéndose que predomina el patriarcado, es decir el hombre poseía el poder militar, económico y político. 9.4. Religión La información sobre este campo nos llega a través de fuentes escritas en época del Imperio romano. Seguramente, como los galaicos creían en elementos de la naturaleza: árboles, agua, montes... y en divinidades femeninas y masculinas que nos llegan de forma distorsionada por la interpretación romana. Realizaban danzas rituales, sacrificios y creencias en oráculos y augurios. ÁREA VASCO-PIRENAICA Pueblos mal conocidos cuyo substrato común es difícil de precisar por el proceso de celtización. Durante el Bronce se formaron los grupos étnicos los cuales tenían una forma de vida muy atrasada, con sistemas de pastoreo y agricultura primitivos, un escaso poblamiento y un hábitat poco estable. Durante el I milenio a. C se produce una aportación indoeuropea relacionada con el Campo de Urnas. Poco a poco se va gestando un mosaico etno-cultural con elementos preindoeuropeos (como la base lingüística del euskera) con otros elementos indoeuropeos e ibéricos. Los grupos de las zonas llanas están más abiertos a intercambios e influjos culturales, por lo que experimentan una evolución paralela a la de sus vecinos. Las zonas montañosas se aferran a tradiciones arcaicas, poco conocidas para nosotros. Las fuentes literarias hacen mención sobre estos pueblos y los dividen en dos grupos:

10. NO VASCONES.

• Autrigones: localizados en la comarca de la Burela, se formaron debido a un fuerte proceso de celtiberización iniciado en el s. III a. C sobre un substrato de la I Edad de Hierro. Tritium (Monasterio de la Rodilla), Virovesca (Briviesca)

• Caristios y Várdulos: localizados en las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa hasta la línea del Ebro.La celtización no penetró en esta zona difícil por su geografía.

Tenían una economía pobre, pastoril. Tullonium (Alegría-Dulantzi), Veleia (Iruña)

11. VASCONES.

Localizados en el territorio de Navarra. Durante la transición a la Edad de Hierro se vieron sometidos a influencias culturales procedentes del S (las cuales llegaron a la zona remontando el curso del Ebro hasta llegar a la Rioja) y del N (a través de los Pirineos occidentales llegan hasta

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tierras centrales).Las tierras más septentrionales apenas sufrieron contactos con estas influencias manteniendo su cultura arraigada en el substrato autóctono. Lo más peculiar de esta etnia es su lengua. Cuando las influencias indoeuropeas llegaron a la zona ya existía una lengua (euskera o pirenaica primitiva) distinta de la que traían las influencias foráneas. El territorio de la etnia vascona es el escenario de la frontera de dos lenguas: el celtíbero y el íbero. Con elementos culturales tan diversos es poco probable que se configurase una etnia global. Los romanos potenciaron este hecho al unir comunidades culturalmente distintas creando una etnia a la que denominaron vascones. El ager Vasconum (Navarra media y la Ribera) recibió un gran impulso para transformarse en civitaes. La franja septentrional vascona, saltus Vasconum, fue reorganizada tras la conquista de las Galias y la posterior incorporación del N peninsular hacia el cambio de era. Por motivos geopolíticos, Roma situó en los Pirineos el límite entre vascones y aquitanos, pueblos que fueron separados administrativamente pero que tenían rasgos comunes como la lengua. Los vascones también fueron separados de los caristios y várdulos al situarlos en conventus jurídicos distintos. CRONOLOGÍA

• ca.700 Castros lusitanos.Aparición del hierro. • ca.700/65-600/550 Hierro inicial.Cultural de Soto de Medinilla II. • 575-550 Formación de la cultura castreña del NO. • 540-400 Cultura de los Castros Sorianos. • 500 Cultura de Las Cogotas II. berización del interior peninsular. • 275 Predominio político de los arévacos.

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TEMA 7. CARTAGO Y ROMA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA LA CONQUISTA BÁRQUIDA DE IBERIA

Las consecuencias de la Primera Guerra Púnica: el programa bárquida En el siglo IV a.C., Roma extiende su dominio por toda la Italia centro-meridional. Las ciudades griegas, alarmadas por las victorias romanas, piden ayuda a Pirro, rey de Epìro. Este consigue algunas victorias pero no logra un resultado definitivo, por lo que decide abandonar a los griegos a su suerte. Tarento, la ciudad que lideraba a los griegos de Italia, capitula en el 272. La guerra sólo sirvió para acelerar el proceso de unificación de Italia que desembocó en el nacimiento de la nueva potencia mediterránea. El choque con Cartago era cuestión de tiempo. El móvil fue el dominio de Sicilia, que dio origen a la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), que vencieron los romanos gracias a su recién estrenado dominio en el mar. Cartago perdió Sicilia, Cerdeña y Córcega. Para compensar esas pérdidas, Amílcar Barca propone un ambicioso programa de expansión por la Península Ibérica que el senado cartaginés aprueba. Amílcar buscaba la extensión del dominio por el interior del pais y la explotación sistemática de los recursos minero-metalúrgicos del único sitio donde por el momento no chocaría con Roma: la Península Ibérica. Amílcar El militar púnico desembarca en Gadir con su yerno Asdrúbal y su hijo Aníbal, que tenía 9 años, en el 237 a.C., iniciando la conquista de la Turdetania, valle del Betis arriba a través de Jaén, hasta alcanzar el Mediterráneo, usando tanto las armas como la diplomacia. Fundó la ciudad de Akra Leuke, en Albufereta, Alicante y se dedicó a someter a todos los pueblos vecinos, tanto de la costa como del interior, hasta su muerte en batalla en el 229 a.C. Asdrúbal: el Tratado del Ebro

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El yerno de Amílcar, Asdrúbal, recibe el beneplácito tanto de las tropas como del senado para continuar la labor del general. Polibio hace hincapié en el giro que Asdrúbal dio a la política, basada en la diplomacia. Buscaba la amistad de los reyezuelos ibéricos, llegando a tomar por esposa a la hija de uno de ellos. A Asdrúbal se debe la fundación de la que iba a ser nueva base de operaciones de los púnicos en la costa levantina: Qart Hadasht o Ciudad Nueva, que los romanos llamaron Carthago Nova, la actual Cartagena, edificada sobre la antigua Mastia y desde la que tenían acceso a los recursos mineros de la zona y contaban con un magnífico puerto. Ya en el 231 a.C., una embajada romana se entrevistó con Amílcar para pedirle explicaciones sobre sus actividades en la Península. El general les contestó que el objetivo de las mismas era conseguir el dinero para pagar las deudas que habían contraído con los romanos tras la guerra y las cosas quedaron ahí. Pero más adelante, los griegos de Massalía, perjudicados por el progresivo aumento del control comercial de los púnicos en el levante peninsular, instigaron a los romanos para enviar una nueva embajada, en el 226, que culminó con la firma del “Tratado del Ebro” entre los romanos y Asdrúbal, por el cual el río marcaba el límite de las actividades púnicas. Aníbal En el 221 Asdrúbal muere a manos de un esclavo celta. Como sucediera 8 años antes, las tropas proclamaron jefe al hijo de Amílcar, Aníbal, y el senado ratificó la elección. De nuevo la política bárquida sufrió un cambio de rumbo, pues se reinician las actividades bélicas. Ese mismo año, Aníbal emprende una campaña contra los olcades, tomando la capital, Cartala. Al año siguiente fue el turno de los vacceos, en el Duero, conquistando Helmantiké (Salamanca) y Arbucala (Toro), tierras muy alejadas del control directo púnico, quizá por el botín, el deseo de captar mercenarios, entrenar a las tropas o crear un hinterland seguro alrededor de sus dominios. CARACTERES DEL DOMINIO BÁRQUIDA La explotación económica Son indudables las diferencias entre las actividades púnicas anteriores a la primera guerra y las del dominio bárquida, encaminadas a aprovechar las fuentes de riqueza peninsulares, en particular las minas de plata de Cartagena y Castulo. Según Polibio, una sólo de las minas, Baebelo, proporcionaba trescientas libras de metal diarias. Además de los metales preciosos con los que se saneó la economía cartaginesa, se explotaron otras minas, como las de hierro y cobre. Y no podemos olvidar los beneficios obtenidos por el botín y la imposición de tributos a los pueblos conquistados. También la agricultura fue impulsada por Cartago, que contaba con avanzadas técnicas de cultivo. Y las factorías de la costa experimentaron un nuevo auge, sobre todo en la industria conservera y de salazones y la fabricación del preciado garum, pero también con la construcción naval, principalmente en Gades, Carthago Nova y Carteia (El Rocadillo, Algeciras). Por último, hay que mencionar los recursos humanos: esclavos y mercenarios. Organización administrativa La explotación del territorio debió ser articulada mediante su división en provincias, los pagi, cuyo número y extensión desconocemos. Los cartagineses usaron el culto a Melqart para legitimar y dar contenido a su política imperialista, como prueban las numerosas acuñaciones con la efigie del dios. Cartago y las ciudades hispano-fenicias Para las ciudades fenicias de la Península todo fueron beneficios con la llegada de los púnicos: la ampliación del mercado interior, la garantía de seguridad proporcionada por el ejército, el aumento del comercio con la propia Cartago debido al cierre de los mercados del Mediterráneo central tras la primera guerra fueron todas consecuencias de la campaña bárquida. También tuvieron acceso a la explotación agrícola de las nuevas tierras y, sobre todo, a la plata de Huelva, lo que evidencia la entrada de Gadir en una economía monetaria, pues de esta época son las primeras monedas acuñadas en plata por la ciudad. Nuevos establecimientos coloniales Los Barca tuvieron que fundar nuevas colonias para controlar el territorio conquistado, si bien las únicas cuyos nombres conocemos son Akra Leuke y Carthago Nova. Las poblaron tanto los veteranos de los ejércitos como colonos traídos de Libia, origen, sin duda, de los blastophoinices de las fuentes clásicas.

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Aunque a nadie se oculta que la guerra, en realidad, resultaba inevitable en tanto que Cartago y Roma tenían sus políticas militares orientadas en idéntica dirección: convertirse en potencias hegemónicas en el Mediterráneo Occidental, es cierto que pueden analizarse algunas causas o pretextos y que la historiografía ha buscado también depurar responsabilidades. 1. La causa última (según Polibio III 30, 1-2) era la humillación cartaginesa del 242 a. C. 2. El casus belli, efectivamente, fue el episodio de Sagunto, ciudad aliada de Roma (aunque la alianza era ciertamente irregular en tanto que Sagunto estaba al sur del Ebro, área de dominio cartaginés) que fue atacada por Cartago (219 a. C.). Hay quien considera que la referencia de Polibio al “Ebro” en el Tratado está corrupta y que, en realidad, éste era el Júcar, de ahí que Cartago hubiera violado el mismo hacía tiempo cuando, además, desde el 220 a. C. todos los

territorios del Sur de la Península Ibérica eran suyos.

Roma aprovecha la situación crítica de Cartago para apoderarse de Cerdeña y Córcega. Cartago busca un modo de financiar la indemnización a Roma y salir de su fuerte crisis económica. Son dos los caminos que encuentran:

• Incremento de la explotación agrícola interna

• Expansión por territorios al margen de imposiciones de Roma. Objetivo: Península Ibérica.

La facción de los Barca se abre paso en la costa mediterránea e Iberia meridional y fundan Cartago Nova, como centro administrativo del nuevo imperio. Su economía crece velozmente y son capaces de pagar por adelantado la deuda con Roma. Por su lado, a Roma le preocupa esta rápida recuperación de Cartago. Amparándose en su necesidad de compensar la pérdida de Córcega y Cerdeña y en su afán de obtener recursos con los que pagar la deuda impuesta por Roma en el 242 a. C. y aunque ello violaba el original Tratado entre Roma y Cartago (348 a. C.), Amílcar Barca y Aníbal se dirigieron a la Península Ibérica sometiendo (237-229 y 229-221 a. C.) a los pueblos del Guadalquivir controlando las minas de Castulo. Ante la imposibilidad de frenar la expansión cartaginesa y quizás alertados por los de Massalia, Roma firma con Cartago (226 a. C.) el denominado Tratado del Ebro (que fija en dicho río los límites de influencia de ambas potencias) y con Sagunto (221 a. C.) una especie de liga de carácter sacral.

Roma realiza con Asdrúbal el Tratado del Ebro, por el cual Cartago no podía extender su influencia ni intereses al norte de este río. En el 219 a.C. Aníbal asedia y toma Sagunto (aliada de Roma). Roma espera a la caída de Sagunto y declara la Guerra a Cartago, aunque realmente esta ciudad no estaba al norte del Ebro. De este modo se inicia la 2ª Guerra Púnica. SAGUNTO Y LOS ORÍGENES DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA El sitio de Sagunto por Aníbal Sagunto era una ciudad ibérica con un buen puerto y un hinterland rico, que mantenía buenos contactos con los griegos. Durante el caudillaje de Asdrúbal habían solicitado el arbitraje de Roma para resolver un asunto interno entre gentes prorromanas y procartaginesas. Roma decidió a favor de los primeros, lo que fue una provocación evidente a los intereses cartagineses en la zona, a pesar de que Roma no hubiera intervenido militarmente ni cerrado acuerdos militares con la ciudad. Aníbal utilizó a sus aliados en la zona para acosar a la ciudad, que se vio obligada a pedir ayuda a Roma. Estos enviaron una embajada a Carthago Nova para exigirle que no interviniera militarmente contra la ciudad, que se encontraba bajo su protección. Aníbal contestó que se veía obligado a defender a sus aliados contra las provocaciones de esta ciudad. Una nueva embajada romana, esta vez enviada a Cartago, obtuvo idéntica respuesta. Aníbal puso sitio a Sagunto y tras ocho meses se hizo con la ciudad, sin que Roma hiciera nada por impedirlo. Tras lo cual, una embajada romana declaró la guerra al senado cartaginés. La cuestión de las responsabilidades de guerra

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Los puntos oscuros existentes en esta cuestión han dado lugar a todo tipo de tesis para tratar de explicarla. Lo único cierto es que los intereses de cartagineses y romanos chocaron abiertamente. Polibio dice en sus escritos acerca del contenido de este Tratado: “Los cartagineses no cruzaron el río Ebro en son de guerra”. Pero al hablar del Tratado del Ebro precisa que constituía expresamente el no pasar el Ebro; y para nada menciona a Sagunto. En cambio, Tito Livio y Apiano afirman que en el Tratado del Ebro se garantizaba expresamente a Sagunto. Tito Livio dice: “.y que se guarde la libertad de Sagunto y el río Ebro sea el límite de uno y otro imperio”. Apiano expresa igualmente: “.que los saguntinos y los otros helenos de Iberia permanecerían autónomos y libres”. Polibio fue fuente escrita tanto para Apiano como para Tito Livio, en consecuencia, hubo falsificación en Livio y Apiano, o bien hubo otra fuente que efectivamente afirmaba que Sagunto estaba incluida en el Tratado del Ebro como aliada de Roma, aunque no ha llegado hasta nosotros ningún testimonio a este respecto. De ahí que deberíamos inclinarnos a pensar en una falsificación de la realidad, así como que los romanos, de los que se conservan los únicos testimonios, eludan la tremenda culpabilidad de la guerra que acabó con la aniquilación absoluta de Cartago. Pero en la cuestión del Tratado del Ebro, y de la responsabilidad de inicio de la Segunda Púnica, debemos considerar tres circunstancias:

• Que sólo poseemos fuentes parciales, las de los historiadores romanos, pero no las del bando cartaginés.

• Que la guerra fue tan calamitosa y cuajada de consecuencias que nadie querría asumir las responsabilidades de ser causante del conflicto bélico.

• Que Cartago estaba interesada en vengarse de Roma, pero aún tenia que afirmar su dominio en la Península y no quería dar pretexto a Roma para que esta cortara su recuperación económica y militar por culpa de una guerra precipitada.

LOS COMIENZOS DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN HISPANIA. CNEO Y PUBLIO CORNELIO ESCIPIÓN La estrategia de la guerra Roma tenía la intención de aprovechar la iniciativa para asestar a los púnicos un doble golpe, en la península y en la propia Cartago. Contaba para ello con su poderosa flota, que le permitía, en principio, elegir el escenario bélico. Los dos cónsules del 218 recibieron sendos ejércitos: Sempronio Longo debía abordar el desembarco en África desde Sicilia y Publio Cornelio Escipión acometería la campaña en la Península desde Marsella. Pero los romanos no contaban con el genio militar de Aníbal, que había decidido, precisamente, convertir Italia en el campo de batalla. A comienzos del verano del 218 cruzó el Ebro y se abrió camino hacia la Galia para caer por sorpresa sobre Italia. En Hispania quedaron su hermano Asdrúbal y otro caudillo, Hannón, que se repartieron la recién conquistada región entre el Ebro y los Pirineos y la que se extendía al sur del río. Escipión hubo de quedarse en Italia para preparar su defensa, pero dio a su hermano Cneo las dos legiones con las que pensaba marchar a la Península. El desembarco de Cneo EscipiónLas operaciones de Publio y Cneo Escipión El periodo que discurre entre los años 218 y 205 a.C. es particularmente importante porque supone el definitivo cambio en la orientación política, social y económica de la Península Ibérica. En agosto del 218 a.C. desembarcó en Emporión Cneo Escipión al mando de un modesto ejercito (25.000 hombres y 60 naves); suficiente para enfrentarse al ejercito de los hermano de Aníbal (Asdrúbal y Annón). Además esperaban los romanos incrementar su ejército con ayuda de las tribus vecinas ya previamente comprometidas por la diplomacia romano y de los griegos que con ellos comerciaban.

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Emporión era un modesto puerto. Pero los cartagineses nada hicieron para impedir el desembarco y consolidación de la defensa de Ampurias. En consecuencia, triunfó la pericia de Cneo Escipión, que incrementó sus legiones con tropas auxiliares indígenas de la costa. En una segunda fase Cneo Escipión se arriesga a progresar por la costa hacia el Sur con vistas a dominar el resto de la costa catalana hasta el Ebro y adueñarse del excelente puerto de Tarraco. Inició sus operaciones en 218 a.C. Antes que Asdrúbal pudiera llegar desde Cartago Nova con tropas de socorro en ayuda de Annón, le atacó y derrotó en la batalla de Cesse, ciudad indígena yuxtapuesta al núcleo urbano griego de Tarraco. En esta batalla participó al lado cartaginés un fuerte ejercito de ilergetes. Tras esta victoria, Cneo pudo invernar con su ejercito en Tarraco, mientras Asdrúbal y Annón hubieron de repasar el Ebro y abandonar las tierras costeras catalanas, demostrando así los hermanos de Aníbal durante los años que ostentaron el mando de la Península su incapacidad y la carencia de genio militar. Tarraco sería desde entonces el más firme y fuerte bastión de los ejércitos de Roma. Los romanos, por otra parte, ampliaron sus alianzas entre los pueblos de la costa, aunque de momento los poderosos ilergetes mantuvieron fidelidad a Cartago. Pese a las ventajas iniciales de los ejércitos de Cneo, su situación era precaria: los ejércitos púnicos eran superiores en número y el aprovisionamiento ce víveres era deficiente. Además, ambos contendientes hubieron de reforzar sus ejércitos y marina. Así Asdrúbal, durante el invierno del 218/217 a.C. equipó 40 naves en Cartagena. Mientras Cneo debió solicitar ayuda a Marsella que le envió 35 naves bien armadas con las que actuará de inmediato. En la primavera del año 217 Asdrúbal sale de su cuartel general de Cartagena con los 40 barcos bien armados mandados por Amílcar; el propio Asdrúbal conduce el ejercito de tierra y, costeando se reúnen en la desembocadura del Ebro. En tierra Cneo, es consciente de su inferioridad, pero el desordenado ataque cartaginés hizo fracasar la maniobra, y fueron puestos en fuga cayendo en manos de Cneo 25 naves cartaginesas. Ellos supuso dejar a los romanos la iniciativa por mar, y sus naves saquearon las costas del sur del Ebro hasta Alicante, Además la victoria romana del Ebro produjo un movimiento de rebeldía entre las gentes de la Bética, principalmente en los puertos; parece que muchas naves que servían en las filas de Asdrúbal desertaron. La incorporación de Publio Cornelio Escipión y su presencia en Tarragona con 30 naves y 8.000 hombres expresa la importancia que los romanos daban a Hispania y su peso definitivo en esta contienda. El hecho es mas destacable dado que a finales del 217, la situación de los romanos en Italia era desesperada, pues tras la derrota del lago Trasimeno en el mismo corazón de Italia y no lejos de roma, sus ejércitos habían sido literalmente arrasados por Aníbal. En Hispania la conjunción de los dos hermanos con los refuerzos aportados en naves, hombres y dinero situaba a los romanos momentáneamente en plano de superioridad. Antes de esta ventajosa situación, deciden traspasar el Ebro, seguidos por la flora que cubre las costas. Asdrúbal no se atrevió a hacerles frente, permaneciendo con el grueso de su ejercito en Cartago Nova. Éste envió sólo un pequeño destacamento para vigilar a los romanos que se acercaron a Sagunto sin atacarla, porque los cartagineses habían fortificado la ciudad. Según Polibio los romanos desarrollaron en Levante una fuerte actividad de captación de los pueblos iberos encaminada a conseguir para Roma el favor y el apoyo de los indígenas. Durante el año 216 los romanos seguían sin poder arriesgar su ejercito; pues entre tanto, en Roma hacían la gran recluta y acopios para enfrentarse a Aníbal. En la batalla de Cannas todos sus efectivos fueron otra vez aniquilados. Así pues, se limitaron a una labor provechosa de acosar a los cartagineses por la costa, sin asaltar sus ciudades y sobre todo sin arriesgar un ejército que, en caso de derrota, no podían rehacer. En consecuencia parece que Publio conducía el ejercito de tierra y Cneo llevaba la escuadra costeando el Mediterráneo hacia el sur, con objeto de apoyarse

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mutuamente en caso necesario e impedirle la salida de Asdrúbal hacia Italia por tierra o por mar. La incapacidad de Asdrúbal les permitió por otro lado la penetración en tierras levantinas, donde también buscaban el modo de restar aliados iberos a los cartagineses, y al mismo tiempo amenazar Sagunto y Cartago Nova para cumplir su principal misión: impedir el envío de refuerzos a Italia. En el 211 a.C. se va a producir la derrota y muerte de los dos hermanos Escipión, como resultado de su ambiciosa política en Hispania. La situación y la sucesión de los acontecimientos se precipitaron contra Roma. Los cartagineses disponían de tres ejércitos, y los generales romanos quisieron con sus propias fuerzas reunidas terminar la guerra en Hispania, atacando por separado a Asdrúbal, que era a quien tenían más cerca, mientras los otros dos ejércitos dirigidos por Asdrúbal Giscón y Magón estaban a cinco jornadas de distancia. Pero hicieron lo contrario, dividieron en dos cuerpos las tropas romanas y alcanzar de una sola vez la conquista de Hispania. Pagarían su error: Publio marchó con dos tercios de su ejercito contra Magón y Asdrúbal Giscón. Cneo con el resto del ejercito fue contra Asdrúbal Barca. Asdrúbal Giscón y Magón se percataron de la escasez de soldados romanos en el ejercito de Publio Cornelio Escipión y pactaron la no intervención de los 20.000 celtíberos, que cobrarían sus soldadas de los cartagineses sin arriesgar sus vidas en la lucha. Publio entonces intentó retirarse, pero fue perseguido por las tropas cartaginesas, mientras que un ejército de 7.000 ilergetes le cortaba la retirada. En el esfuerzo por abrirse paso perece Publio y todo su ejercito. Los púnicos rápidamente tratan de aniquilar al otro Escipión, Cneo, que también intentó retirarse, y fue desecho todo su ejercito y muerto. Sólo unos 10.000 hombres de los 40.000 que formaban el ejercito romano salvaron sus vidas retirándose hacia el Norte. Los romanos debieron refugiarse de nuevo tras la línea del Ebro y renunciar a los ricos ingresos y alianzas de las gentes del Sur. Pero los jefes púnicos no supieron explotar su ventaja absoluta en esos momentos y no osaron atacar Sagunto, ni menos Tarraco o Emporion en una ocasión única que se les presentó para expulsar a los romanos de Hispania y poder encaminar los refuerzos que Aníbal esperaba en Italia. ESCIPIÓN EL AFRICANO Y LA EXPULSIÓN CARTAGINESA El ejercito romano superviviente quedó al mando de Tito Fonteyo, que logró escapar a la persecución púnica. Le acompañaba en el mando Lucio Marcio, otro antiguo general romano que actuaba en calidad de tribuno. Lucio Marco fue elegido jefe por los soldados. Pero esta elección no coincidía con los planes romanos. Claudio Nerón fue designado para el mando de Hispania durante el verano del 211 a.C.; era hombre experimentado en asunto bélicos, como pretor había mandado en 213 uno de los tres ejércitos que sitiaban a Aníbal en Capua. Con el mismo ejercito se trasladó a Hispania. Tría a 12.000 infantes y 1.100 jinetes, que uniría en Tarraco a las tropas supervivientes del desastre. Nerón se limitará a contener las presiones cartaginesas protegido en sus ciudades fortificadas de Tarraco y Emporión. Se ignora si Claudio Nerón fue relevado rápidamente de su cargo a la vista de los fracasos o simplemente se impuso en Roma la influencia de los Escipiones, para asumir de nuevo el mando y la misión de vengar su muerte. Para sustituir a Claudio Nerón fue designado Publio Cornelio Escipión, hijo del procónsul del mismo nombre que acababa de morir combatiendo en Hispania. Carecía de experiencia como jefe del ejército, aunque había participado en Italia luchando contra Aníbal en Cannas. A los 24 años recibía un mando ilegal de procónsul, ya que no había ejercido anteriormente ninguna magistratura. Pero en Roma conocían su valor y aptitudes para el mando que acreditaría suficientemente en Hispania expulsando a los cartagineses y venciendo a Aníbal en la batalla de Zama del 202, en la propia África a donde Escipión llevó la guerra para acabar de una vez con el poder de Cartago.

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Transportó su ejercito para desembarcar en Emporión. De allí bajó por tierra a Tarraco donde se reunió con el resto del ejercito que le había dejado Claudio Nerón. En total contaba con un ejército de unos 35.000 hombres. Podría añadir refuerzos de mercenarios ibéricos con los 400 talentos que le había suministrado el Senado de Roma. Disponía, pues, de un ejercito suficiente no sólo para impedir todo intento de ayuda hispana a Aníbal, sino también para tomar la iniciativa contra los indecisos y divididos púnicos que no habían sabido aprovechar el desastre romano del 210. En el futuro, con ejércitos igualados decidirá la eficacia y solidez y sobre todo la decisión y genio militar con que Escipión planteará la lucha. En tres golpes magistrales decidirá la suerte y acabará con el poder cartaginés en Hispania: la toma de Cartago Nova y las batallas de Baecula (Bailén) e Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla). La conquista de Carthago Nova Con ejércitos distantes entre sí, Cartago mantenía tres cuerpos de ejército en Hispania: uno mandado por Magón en el Algarve, otro dirigido por Asdrúbal en Lusitania, y el tercer ejercito ocupaba la Carpetania. Ya se ha apuntado que los Bárquidas se apoyaban en los elementos celtas de la Meseta y la costa atlántica, mientras que los romanos lo hacían entre los íberos. Esta división y alejamiento del enemigo va a ser aprovechado por Escipión, decidiéndose a atacar por sorpresa a Cartago Nova. Mientas invernaba Escipión en Tarraco se decidió a recoger toda la información pertinentes sobre las condiciones de defensa de la ciudad, para iniciar las hostilidades. Escipión con un ejercito de unos 30.000 hombres se dirige a Cartagena en la primavera del año 209 a.C. Concibió un ingenioso plan de asedio y asalto a la ciudad. Cercó la plaza por tierra y por mar con la escuadra. Frente a los romanos Cartago disponía de un ejercito más débil y menos preparado. El ataque de Escipión dio sus frutos, y los cartagineses, sorprendidos por la avalancha romana que llegaba tanto por tierra como por mar, provocaron el general desconcierto y acabaron pronto con toda la resistencia púnica. Hubo matanza y saque general. Verdadero desastre supuso para Cartago la caída de Cartago Nova, y que trajo consecuencias de índole estratégico militar y económico, pues su pérdida suponía dejar de poseer el bastión defensivo de una rica zona de minas de plata y sal, rodeada además por fértiles campos de cultivo, sobre todo de esparto. Otras muchas ventajas económicas se seguirían del dominio romano en el Levante ibérico hasta Cartago Nova. Pues, demostrando Escipión desde el primer momento lo que supondría Hispania para Roma, procedió a trasformar en posesión pública del Senado y del Pueblo Romano no sólo las tierras que los Bárquidas poseían en la región, sino también las minas de plata y las salinas, las fábricas de salazón, bosques y campos de esparto de interés para embarcaciones de guerra y de pesca. Tales apropiaciones abrieron nuevos horizontes de explotación a las sociedades romanas. Luego de reforzar las murallas de Cartago Nova, Escipión retornó a su base de Tarraco, sometiendo de paso una ciudad Batheia (Villaricos), viejo emporio de comercio ocupado por gentes púnicas. En Tarraco se presentaron los príncipes y caudillos ibero y celtas con presentes para testimoniarle su agradecimiento. Como testimonio de su victoria Escipión envió a Roma grandes tesoros para el erario público.

La batalla de “Baecula”: Inmediatamente después de la toma de Cartago Nova, Escipión trató de adueñarse de los ricos centros mineros de Sierra Morena. Los ejércitos púnicos estaban intactos pese a la caída de Cartagena, pues disponían de otros excelentes puertos y riqueza en el Sur, especialmente en Cádiz. Los púnicos, además de tener un buen ejército, dominaban las tierras de ambas mesetas, Lusitania y la Bética. Escipión

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tratará de desarticularles dándoles la batalla en el corazón de la Submeseta Sur, en torno a Baecula (Bailén). En el año 208 Escipión trata de extender su dominio sobre Sierra Morena y sus ricos centros mineros. Los ejércitos de los tres jefes cartagineses se hallaban distantes entre sí: Magón en Cádiz, Asdrúbal Giscón en la costa mediterránea y Asdrúbal Barca en los montes que rodeaban Cástulo (Cazorla). Escipión, igual que había hecho en Cartago Nova, decidió emplear la rapidez y la sorpresa. Asdrúbal Barca, aunque disfrutando de una posición ventajosa, pues ocupaba las pendientes de Baecula (Bailén), intentó dilatar el enfrentamiento hasta el momento de poder contar con el refuerzo de las tropas de los otros dos jefes púnicos. Pero ante el peligro de que los aliados iberos abandonasen a los cartagineses, Asdrúbal se lanzó a una batalla en inferioridad numérica. Por Polibio y Tito Livio sabemos que tras el ímpetu de los legionarios romanos que arrolló con facilidad a los desordenados combatientes iberos y africanos, Asdrúbal rehusó una resistencia a ultranza y prefirió atrincherarse en espera de sus colegas. Para ganar tiempo y evitar una matanza de sus tropas optó por dejar que los soldados romanos se entregaran al pillaje de su campamento, y decidió la retirada ordenada hacia el Norte, sobre la línea del Tajo hacia lusitanas; allí pudo salvar sus tesoros y elefantes y posteriormente reunirse con los otros dos ejércitos púnicos. Aunque en la batalla de Baecula no hubo matanza, la victoria de Escipión fue importante sobre todo por las consecuencias que trajo consigo: Escipión vengaba en batalla campal la derrota y la muerte de su padre; además la victoria se produjo en un centro geográfico vital, pues Despeñaperros era la llave estratégica de la Bética y al mismo tiempo ratificaba la fidelidad de los iberos a Roma. Por lo demás, el botín logrado en Baecula sobre el campamento cartaginés supuso el poder sostener largo tiempo a su ejercito, con ligeras exigencias a Roma, entonces exhausta. Tras la batalla de Baecula, Asdrúbal saldría con un fuerte ejercito hacia Italia en ayuda de Aníbal. Los tres caudillos púnicos, que habían reunido su ejercito después de la batalla, aceptaron la idea de Asdrúbal Barca: reunir dinero y salir de Hispania. El esfuerzo seria inútil porque su ejercito sería totalmente aniquilado en Italia. La defensa púnica de Hispania se planificó de modo que Asdrúbal Giscón sumaria a su ejercito el de Magón y se retiraría a Lusitania. Magón se dirigiría a Baleares para reclutar aguerridos mercenarios y Massinissa, con tres mil jinetes escogidos recorrería el interior de Hispania devastando los poblados y campos aliados de Roma. Escipión se había retirado a invernar en Tarraco, sin intentar obstaculizar la marcha de Asdrúbal ni tampoco defender a sus aliados de los saqueos de Massinissa. No tenia suficiente ejercito para dispersarlo en guarniciones de protección a la ciudades iberas.

La batalla de “Ilipa” Cartago no se desanimó por esta nueva derrota sufrida en tierras hispanas. Nuevas tropas de mercenarios africanos son enviadas a Hispania al mando de Annón, quien unido a Magón incrementó su ejercito con los celtíberos que ahora se sumaban masivamente a los púnicos en contra de los iberos prorromanos. Se situó en el territorio central de la Península, mientras que la Bética quedaba en manos de Asdrúbal Giscón. El legado de Escipión, Marco Junio Silano con un ejercito de 10.000 infantes y 500 jinetes, tras dispersar a los reclutas celtíberos, atacó por sorpresa a los ejércitos cartagineses acantonados en la Meseta. La ayuda de los celtíberos de la Meseta quedaba frustrada y con ello el panorama para Roma aparecía despejado, solo restaba conseguir la victoria final sobre los cartagineses en la Bética.

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Escipión situó su ejercito entre Carmona e Ilipa, y actuó con su habitual rapidez, atacó de madrugada, y el ejercito cartaginés situado en Ilipa combatió cansado y hambriento contra el cuerpo de tropas mas avezado y selecto de Escipión. La victoria romana fue clara, el empuje fue tal, que sólo una inoportuna tormenta impidió una matanza del ejercito cartaginés. Asdrúbal Giscón se retiró antes que las tropas romanas asediaran su campamento, dirigiendo sus tropas a Gades, con lo que aquel puerto se hacia inexpugnables, pues estaba bien protegido por un fuerte ejercito y una sólida escuadra. La derrota púnica de Ilipa decidió su definitiva suerte en Hispania. Aunque Gades fuera de momento un sólido apoyo. Escipión se ganaría la adhesión ibera por propia iniciativa o por imposición, y mientras los legados de Escipión fueron completando la sumisión de la Bética. Algunas ciudades ofrecieron mayor oposición al ejercito romano por la simple razón de que albergaban en su recinto una guarnición púnica, pero la sumisión de la Bética fue un hecho durante el año 206. Con esta situación favorable Escipión se retiró a Tarraco y de allí pasó a Roma donde, previos sus informes al Senado, se decidió mantener la posesión de Hispania. Escipión volvería para proceder a la expulsión de los Cartagineses de Gades, reducir a los pueblos iberos sublevados en su ausencia y organizar la tierra conquistada. La ocupación del valle del Guadalquivir: Baeculo e Ilipa Escipión inició el camino que habría de llevarlo al otro bastión cartaginés: Gades. Asdrúbal, uno de los tres caudillos púnicos de la península, estableció su base en Castulo. El combate tuvo lugar en Baecula. Vencieron los romanos, con lo que lograron su avance hacia el valle del Guadalquivir. Mientras tanto, Aníbal llevaba años de campaña en suelo italiano y necesitaba urgentemente refuerzos. El mando púnico llegó a un compromiso:

• Asdrúbal partiría con un ejército hacia Italia,

• Magón intentaría reclutar mercenarios en las Baleares

• y Giscón trataría de defender las últimas posiciones en Iberia desde Lusitania ayudado por un nuevo general, Hannón.

Mientras Magón y Hannón intentaban conseguir el concurso de pueblos de la Celtiberia, Giscón preparaba la defensa del Guadalquivir. Escipión envió a su lugarteniente Silano a Celtiberia y avanzó en dirección a Gades. Silano tuvo tanto éxito que incluso logró hacer prisionero a Hannón y se unió a su general en Castulo. El encuentro con Giscón se produjo en Ilipa (Alcalá del Río) en el 207, venciendo los romanos, en gran parte por el apoyo de los turdetanos. Asdrúbal consiguió escapar hacia Gades, donde también se había refugiado Magón. La expulsión de los púnicos La vieja colonia fenicia, viendo venir el desenlace, decidió entregarse a los romanos. Magón, que había realizado un desesperado intento de reconquistar Carthago Nova, encontró a su regreso las puertas de la ciudad cerradas. Partió para finalmente desembarcar en Italia, donde a Aníbal las cosas no le iban demasiado bien. Y de este modo terminaban los treinta años de dominación púnica en la Península y comenzaba la presencia de Roma en Hispania, que habría de mantenerse hasta el fin de la Antigüedad.

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CRONOLOGÍA 238 Roma ocupa Córcega y Cerdeña. 237 Desembarco de Amílcar en Gades. Inicio de la conquista púnica de la Península. 231 El cónsul Papirio se entrevista con Amílcar para pedir explicaciones sobre las actividades púnicas en Iberia. 229-228 Muere Amílcar. Le sucede Asdrúbal. Fundación de Carthago Nova. 228 Tratado con Massalía. 227 Creación de dos nuevos pretores para Sicilia y Cerdeña. 226 Tratado del Ebro. 221 Muerte de Asdrúbal. Le sucede Aníbal. Campaña contra los olcades. 220 Campaña contra los vacceos. Conquista de Helmantiké y Arbucala. 219 Marcha de Aníbal contra Sagunto. Sitio de la ciudad. 218-201 Segunda Guerra Púnica. 218 Caída de Sagunto. Roma declara la guerra a Cartago. Aníbal invade Italia. Batallas de Tresino y Trebia. 218 Desembarco de Cneo Cornelio Escipión en Ampurias. Luchas contra los ilergetas acaudillados por Indíbil y otras tribus. 217 Batalla en la desembocadura del Ebro. Nueva sublevación ilergeta. Llegada de Publio Cornelio Escipión. 216 Batalla de Cannae (en Italia). 215 Batalle en Hibera. Los romanos cruzan el Ebro y llegan al Guadalquivir. 214 Combates en la costa oriental y el alto Guadalquivir. 213-212 Reconquista de Sagunto. 211 Muerte de los Escipiones. 210 Desembarco de Publio Cornelio Escipión como procónsul y Marco Junio Silano como propretor. 209 Conquista de Carthago Nova. 208 Batalla de Baecula. 207 Batalla de Ilipa. Fundación de Itálica. 206 Entrega de Gades. Expulsión de los púnicos de la Península.

... La tenacidad romana y el indudable talento militar del joven Escipión habían logrado, tras varios años de dura

lucha, convertir en realidad uno de los primeros objetivos que el gobierno romano se había trazado al entrar en

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conflicto con Cartago: sustraer a la potencia africana su principal fuente de recursos. A partir de este momento

Roma debía decidir el destino que daría a las tierras donde en años anteriores Cartago había extendido su

dominio. La pregunta que surge entonces es, sin duda, cuáles fueron las causas de la permanencia romana, una

vez expulsados los cartagineses, y el momento en que se tomó la decisión de anexionar su suelo al incipiente

imperio mediterráneo de Roma.

De los antecedentes expuestos en relación con el interés de Roma por Hispania. parece deducirse que la

Península entra muy tarde en su horizonte. El primer tratado entre Roma y Cartago, de finales del siglo VI, ni

siquiera la menciona; el de 348 sólo incluye cláusulas restrictivas para las naves romanas; es decir, puede

perfectamente afirmarse que no existían intereses romanos en la Península. Este interés cuando se suscita no es

directo, sino producto de la atención con que Roma seguía el creciente desarrollo púnico, basado, en gran parte,

en su afortunada política colonial en Hispania. Creemos que la mejor explicación del tratado de 226 es la de

considerado como un intento de poner freno a la expansión púnica, no de forma directa, por considerar parte de

la Península susceptible de anexión o de otra forma de colonialismo, sino simplemente por el temor real a una

excesiva potencia de un estado que sólo quince años antes había sido 'Vencido tras una dura guerra, con las

matizaciones que se quieran imponer sobre la protección de Massalía o las dificultades contemporáneas de Roma

en la región del Po. El camino púnico, sin embargo, era lógicamente expansivo, y las complejas circunstancias,

sobre las que no volveremos a insistir, desataron la guerra en la que, desde un comienzo, las tierras peninsulares

jugaban un importante papel..."

ROLDÁN, J.M., Historia de la España Antigua, 1988, 51

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TEMA 8. LOS INICIOS DE LA CONQUISTA. CATÓN Y GRACO

Los orígenes del gobierno provincial La intervención inicial en Hispania no tenía en origen voluntad de conquista, sino que se quería sustraer recursos a Aníbal. Es más, la intervención presentaba dificultades estratégicas (desconocimiento del medio, problemas de avituallamiento, escasos efectivos) solventadas gracias a las dotes diplomáticas de los generales romanos, presentándose como liberadores del yugo cartaginés. Obtenida la colaboración indígena, e inicialmente explotado el territorio para mero avituallamiento, fueron conscientes de la riqueza del territorio y extendieron su influencia mediante la estrategia de colaboración con los indígenas mediante una identificación de objetivos. Una vez conseguido esto, la estrategia romana cambió radicalmente al ser conscientes de la importancia de los recursos hispanos, de manera que ya en 206 existe una voluntad de permanencia y explotación del territorio. Tras la marcha de Escipión a Roma, la reducción de tropas y la escasa cualificación de los comandantes (elegidos por la Asamblea de la Plebe sin cualificación como magistrados superiores pero con imperium procunsular) cambió la relación con los indígenas, que no tardaron en rebelarse. De hecho, Indíbil, rey ilergete, junto a su hermano Mardonio y a lacetanos y ausetanos se enfrentaron a Roma cerca de Zaragoza. La victoria de los procónsules evidenció el nuevo marco, basado en la ley de la fuerza (entrega de culpables -se ajustició a Mardonio-, imposición de un tributo doble, establecimiento de guarniciones, entrega de rehenes...) iniciándose así una etapa de acciones militares y castigos represivos (contribuciones de guerra, desmembramiento de territorios de tribus sospechosas..), por el temor de la vuelta a la órbita cartaginesa de los indígenas. Sin embargo, existe una profunda raíz económica, como evidencia el hecho de que tras la victoria de Escipión en Zama se sigan manteniendo contingentes en Hispania y considerándola como provincia (es decir, como ámbito de comandantes con imperium) hecho sin justificación defensiva alguna. La provincialización de Hispania. Con la victoria sobre Cartago, la administración de Hispania pasó a segundo plano, ya que el intervencionismo romano dirigió su mirada a Oriente. Sin embargo, en los comicios centuriados de 197 se eligieron, además de los 4 pretores de

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costumbre, otros 2 destinados a las provincias recién creadas de Hispania Citerior y Ulterior institucionalizando la irregular situación de hecho. Las razones de este hecho fueron varias:

• La irregularidad del envío de personajes con imperium sin rango de magistratura creaba problemas al Senado.

• Se habían contraído compromisos con los pueblos indígenas y se consolidaron intereses que afectaban a romanos e itálicos.

• El Senado estaba interesado en frenar la influencia de la gens Cornelio (familia de Escipión), por lo que

consideró oportuno elegir a los personajes con imperium para Hispania en los comicios centuriados (en vez de la asamblea, más manipulable), ámbito ordinario de elección de magistrados.

• Además, el temor por el resurgir de la potencia cartaginesa, que obligaba al control del litoral como exigencia

de seguridad, unido a la inestabilidad e inseguridad de los pueblos indígenas aconsejaba la creación de dos provincias diferentes.

Los primeros pretores Coincidiendo con la llegada de los primeros pretores (ya magistrados) en 197, los pueblos indígenas se alzaron de forma simultánea contra Roma, aunque sin conexión entre sí. En la Citerior, el ejército del Pretor Sempronio fue arrollado por una coalición de tribus. En la Ulterior, una coalición entre turdetanos, ciudades fenicias del sur, y los habitantes de la Baeturia (entre el Guadiana y el Guadalquivir) se rebelaron contra el desprecio a los acuerdos firmados por Escipión y la arbitrariedad y exigencias de los gobernadores romanos. La rebelión prendió en casi toda la provincia, de manera que el Senado, ante la impotencia del pretor, envió un sustituto con tropas de refuerzo, aunque no se lograron resultados positivos; no así en la Citerior, donde Q. Minucia obtuvo el triunfo sobre los caudillos Budar y Besadines. En cuanto a la gestión de los pretores, las directrices de Roma no pasaron del primer estadio de obtener beneficios materiales a través del uso sistemático de la fuerza, sin contrapartidas para las tribus indígenas, por lo que las guerras interiores fueron endémicas. No puede hablarse aquí de conquista, sino de consolidación de la autoridad romana en su esfera de intereses y ejerciendo un control a menudo indirecto, mediante pactos con las tribus. Se trataba de obtener un máximo de beneficio material, mantener las fronteras exteriores e imponer en el interior la autoridad romana, mediante el respeto de los pactos y el cumplimiento de las obligaciones fiscales. Sin embargo, la falta de fronteras naturales y la artificiosidad de las impuestas por Roma fueron fuente de inestabilidad, ya que los pueblos de uno y otro lado del limes interprovincial mantenían frecuentes contactos. Esto, unido a la brutal explotación, hicieron que los primeros 20 años de conquista fuesen décadas de guerra continua. Aunque la fragmentación política de los pueblos peninsulares producían la falsa impresión de enfrentarse a bandas más que a ejércitos, la espiral de represión explotación y reacción amenazaba con desencadenar una guerra en toda regla, por lo que el Senado, una vez resuelta la cuestión de oriente, decidió actuar de manera aún más enérgica, enviando en 195, junto a los dos pretores, a uno de los cónsules (elegido a suertes), M. Porcio Catón. La obra de Catón en Hispania Catón fue el arquetipo de romano de viejo cuño austero, frugal, patriota y justo, fiel a las viejas virtudes y tradiciones y reluctante a todo atisbo de cambio (enemigo por tanto de la gens Cornelia, filo-oriental). Pero también lo fue de acaparador de tierras y latifundista esclavista de nuevo cuño, responsable de la crisis de la agricultura italiana y por ende de los problemas sociales que acarreó. Como homo novas (primero de su familia en alcanzar el rango senatorial), la campaña en Hispania era ideal para reafirmar su dignitas con la obtención de honores, por lo que se encargó de su propia mano de hacerse propaganda mostrando un gran afán de notoriedad, lo que ha dado paso a una gran abundancia documental que no se corresponde con los resultados en su periplo hispano. Con un gran ejército de entre 50 y 70 mil hombres desembarcó en Rhode y despidió a los especuladores y abastecedores de grano de grano que suelen seguir a los ejércitos, con la máxima de “que la guerra se alimente por sí misma”y venció a la coalición enemiga cerca de Ampurias, tras lo que se le rindieron la práctica totalidad de las tribus costeras hasta Tarraco. La represión fue ejemplar: los participantes en la coalición fueron vendidos como esclavos y sus territorios anexionados a los de tribus amigas. Además, exigió todo tipo de garantías, entrega de armas e ingentes cantidades de víveres y metales preciosos, imposición de guarniciones y desmantelamiento de fortificaciones. Mientras tanto, los dos pretores se enfrentaban en el sur a la rebelión de los turdetanos (que habían reunido una gran cantidad de mercenarios celtíberos), por lo que solicitaron la presencia de Catón, que logró disuadir a los celtíberos y consiguió por ende la renovación de los compromisos de los turdetanos. De regreso a la Citerior, decidió en una demostración de fuerza, atravesar el territorio celtíbero, con

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fines disuasorios, lo que sería el primer contacto con dichas tribus. Por último, sofocó de nuevo la renacida revuelta de las tribus catalanas y marchó, por fin, a Roma, con el mayor botín conseguido hasta el momento por ningún gobernador, lo que le valió un grandioso triunfo. La obra de Catón en Hispania no se concretó en grandes logros, a no ser por ciertas disposiciones administrativas y financieras entre las que destacan la imposición de tributos a las minas de hierro y plata; muy al contrario, personificó la faceta más negra de la explotación romana y su aplicación de políticas de terror, usadas esta vez, además, para fines propagandísticos, en beneficio de su persona. De Catón a Graco En estas condiciones, el periodo entra la estancia de Catón y la llegada de Sempronio Graco se resume en una serie de campañas contra las tribus iberas aplicando la política romana de premios y castigos de acuerdo con la actitud insurgente o colaboracionista de cada pueblo, asegurando territorio y recursos financieros y creando amplias zonas de seguridad alrededor de las fronteras exteriores. Así, en 194 se volvieron a rebelar las tribus del Ebro, hecho aprovechado por bandas lusitanas (ante el desguarecimineto del Guadalquivir) para realizar productivas razzias, aunque fueron interceptados en Ilipa. Entre 193 y 192 se realizaron campañas contra oretanos y carpetanos, culminando con la expugnación de Toletum y la creación de un cinturón de seguridad ante los lusitanos. Etc. El gobierno de Tiberio Sempronio Graco En el 180 fueron elegidos pretores Graco (en la Citerior) y Postumio Albino (en Ulterior), y actuando de forma coordinada iniciaron una serie de campañas contra la celtiberia con buenos resultados (obtuvieron en Roma el triunfo). Las iniciaron en la alta Andalucía y la Oretania y Carpetania, que Graco saqueó y sometió, y continuando hasta la región del Jiloca y el Jalón (mientras Postumio luchaba contra los vacceos para facilitar el camino a Graco), donde se sometió Ergabica y, tras una dura contienda cerca del Mons Chaunus (Moncayo) doblegó definitivamente a los celtíberos, fundando a continuación Gracchurris (Alfaro) en los límites del territorio (Graco fundaría además Iliturgi, en Jaén, más tarde). Por primera vez se actuaba con un plan prefijado para afianzar el dominio romano, de manera que la frontera avanzó (línea Calahorra - Toledo hasta el Guadiana) hasta ocupar el territorio provincial casi toda la mitad sudeste de la península. Pero más fructíferas fueron aún sus medidas administrativas, destinadas a la formación de un territorio provincial compacto y estable bajo el presupuesto del desarrollo de normas de organización administrativa y fiscal en el interior y “políticas de frontera” en el limes.

• En el primer caso, se desarrolló una administración regular basada en el sometimiento pacífico y el cumplimiento de una obligaciones fiscales regularizadas, creando puntos de apoyo prorromanos indígenas en áreas de avanzadilla

• fomentando la vida sedentaria (plasmado en las fundaciones de Gracchurris e Iliturgi) mediante traslados de

población con concesiones de tierra fértil, beneficios para comunidades aliadas, desmantelamiento de plazas fuertes y prohibición de fundar nuevas y establecimiento de guarniciones.

• Y más importante aún, se convirtieron en impuestos fijos, sobre una base fiscal previamente fijada (vectigal

certum o stipendiarium), las otrora arbitrarias e irregulares contribuciones en metales o en provisiones. Hispania en los años posteriores a Graco Hay pocas noticias relevantes de esta época aparte de las esporádicas luchas contra los celtíberos, aunque destacan dos hechos de 171: la fundación de Carteia (El Rocadillo, Algeciras), primera colonia latina extraitaliana para 4000 hijos de romanos y mujeres indígenas. Y la embajada indígena a Roma, que expuso, con gran escándalo, sus quejas contra la arbitrariedad de la administración provincial ante el Senado. La administración tomó cuerpo poco a poco sustituyendo el uso de la fuerza y la perentoriedad por la estabilidad institucional, aunque no llegó a cuajar por la naturaleza del nacimiento de las provincias, fruto de la guerra imperialista. De ahí su fracaso como sistema, ya que pronto se evidenciarían las contradicciones entre la oligarquía aristocrática senatorial y el poder ejecutivo ejercido en las provincias por los magistrados. Aunque en el ámbito itálico los medios de asegurar el control del Senado sobre los magistrados (la estructura administrativa del Estado romano como ciudad-estado lo hacía casi imposible) eran efectivos, este sistema comenzó a fallar en las provincias, donde el

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dominio se ejercía de forma directa y continua. La necesidad de tomas inmediatas de iniciativas y de decisiones en el ámbito provincial y las posibilidades en condiciones de casi total impunidad de enriquecimiento rápido, fomentaron el “despotismo” y la corrupción, ocasionando tanto el debilitamiento del Estado como de la cohesión de la clase dirigente. La impunidad de los provinciales era ya un hecho en 171, como evidenció la tibia respuesta a la citada embajada indígena al Senado. La llegada además de gran número de caballeros que hicieron cargo del aparato recaudador del Estado dio lugar a nuevos abusos y estos a nuevas sublevaciones, lo que reactivó la política de conquistas. Las provincias pasaron a ser un simple campo de enriquecimiento para los gobernadores, que utilizaban sus recursos para ejercer presión política en la misma Roma. Esto dio lugar a una tardía reacción del Senado, que cambió poco a poco, pero tarde, su punto de vista sobre los indígenas, que pasaron, en cierto modo, de enemigos sometidos a “súbditos” acreedores de ciertos derechos y protección. Como resultado de todo lo anterior y del expansionismo del capitalismo romano y subsiguiente explotación económica (tráfico de tierras, impuestos y tributos, explotación minera) y la paulatina transformación de la base socio-económica por influencia directa de la continua aportación de contingentes itálicos, precipitarán las guerras celtibero-lusitanas.

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TEMA 9. LA CONQUISTA DE LA MESETA: LAS GUERRAS CONTRA CELTÍBEROS Y LUSITANOS HASTA LA CAÍDA DE NUMANCIA Imperialismo y crisis La inclusión de la meseta en la órbita romana tras medio siglo de lucha sólo se puede entender en un contexto de evolución política del Estado romano hacia la implantación de un imperio mediterráneo. Desde el 200, y tras su triunfo sobre Filipo V en la 2ª Guerra Macedónica, que supuso la teórica libertad de las ciudades griegas, Roma se asentó en el Mediterráneo Oriental (donde la oligarquía romana no quería dejar de perder la oportunidad que suponía entrar a formar parte del horizonte helenístico). Mucho más tras la guerra con la Siria de Antíoco III, que supuso tras la victoria en Magnesia y la sucesiva paz de Apamea (188) el relego de Siria a potencia de segunda fila. Tras la victoria en Pidna en la 3ª Guerra Macedónica, se convirtió al reino en 4 repúblicas tributarias de Roma. Pero pese al ascenso de roma tras las sucesivas victorias, las guerras hicieron patente un nuevo talante de brutalidad y desconfianza hacia amigos y enemigos en un clima de caos social mientras los empresarios itálicos (negotiatores) extendían sus negocios en detrimento de los orientales. El odio antirromano cristalizó en Macedonia en una revuelta que, tras ser sofocada, significó su conversión de en provincia romana (148), dos años antes de que el resto de Grecia perdiera su libertad tras la brutal destrucción de Corinto y en Occidente se pusiera fin a la 3ª Guerra Púnica con la destrucción de Cartago.

Sin embargo, el Estado Romano, en manos de una oligarquía reaccionaria beneficiada por la expansión exterior, no supo adaptar sus estructuras sociales y políticas que precisaba el paso de ciudad-estado a imperio territorial. La guerra exterior puso en evidencia (tras la complicación en Iberia, que exigió por vez primera mayores inversiones que previsible provecho) la situación de ruina de la pequeña y mediana propiedad y de crisis económico-social:

• Las riquezas del imperio acentuaron las desigualdades sociales, ya que su principal beneficiaria fue la aristocracia senatorial, que encauzó sus inversiones hacia la villa, empresa agraria de corte capitalista destinada a la producción de excedentes y cultivada con mano de obra esclava.

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• Los pequeños campesinos, impotentes para competir, malvendieron sus tierras y emigraron a la capital, cuyo rápido crecimiento no fue acompañado por la creación de las necesarias infraestructuras, lo que produjo una atmósfera de inseguridad y tensión debida a la presión social de unas masas proletarias sometidas al paro y la inflación, con el consiguiente riesgo de desestabilización política.

• La depauperación de las clases medias trajo consigo la escasez de reclutas, ya que estos debían tener la

cualificación de adsiduus (propietarios). En vez de la lógica apertura de la milicia a los proletarii8, el Estado recurrió a la reducción del censo, es decir, la disminución de la capacidad financiera para ser reclutado.

• Además, la acumulación de grandes capitales mobiliarios por la explotación de las provincias propició la

aparición de una nueva clase privilegiada, los caballeros9.que pese a su gran poder económico (contratas del Estado, recaudación de impuestos- publicani-, etc.), no consiguieron un adecuado reconocimiento político.

8 No propietarios, aquellos cuya única riqueza era su prole. 9 Orden ecuestre.

• Los problemas políticos y sociales dividieron al Senado en una serie de factiones, con intereses distintos, que materializaron su rivalidad en la lucha por las magistraturas y gobiernos provinciales (fuentes de enriquecimiento) con ayuda de los magistrados que dirigían las Asambleas Populares (Tribunos de la Plebe).

Por ello, las guerras celtíbero lusitanas no pueden explicarse sólo por lo sucedido en su propio escenario hispano, sino en el contexto de una grave y múltiple crisis política, social y económica que se verá complicada por la política exterior, ya que mientras los ejércitos se debatían entre el miedo y la indisciplina, la coherencia de mando se rompía en criterios a veces contrapuestos derivados de los continuos relevos producidos por las continuas luchas políticas en la metrópoli. El comienzo de las guerras Hacia 154, en las dos provincias hispanas y de forma simultánea, surgieron conflictos que obligarían a intervenir a Roma:

• La Ulterior fue invadida por bandas de lusitanos al mando de un tal Púnico, a quien tras un afortunado enfrentamiento, donde murió el pretor, se le unieron grupos de vetones y llegó hasta las ciudades costeras del sur.

• En la Citerior, Segeda (cerca de Calatayud), habitada por belos (celtíberos), decidió ampliar su ciudad y

fortificaciones para acoger los núcleos de población cercanos10 (incluidos algunos celtíberos titios). El Senado lo prohibió en base a los acuerdos de Graco ya que no deseaban el fortalecimiento de un eventual enemigo. Los segedanos intentaron convencer a los legados de Roma, pero éstos, tras comprobar que Segeda no desistiría, volvieron a Roma y ésta declaró la guerra a la ciudad.

El Senado envió a la Citerior al cónsul M. Fulvio Nobilior con un ejército reforzado por auxilia itálicos e indígenas, ante cuya aparición los segedanos buscaron refugio, tras abandonar la ciudad, en la Celtiberia Ulterior, entre los arévacos, cuya capital era Numancia, que los acogieron y decidieron apoyarlos con las armas. Pese a que Nobilior fue derrotado, los desordenados indígenas, en persecución de los fugitivos, se encontraron ante la caballería romana de retaguardia, y, derrotados, se debieron refugiar en Numancia. El sucesor de Nobilior, el cónsul Marcelo, con una hábil combinación de fuerza y clemencia frente a Ocilis y Nertobriga, logró que todas las tribus celtíberas aceptaran enviar legaciones a Roma para renovar los pactos de Graco. El Senado consideró indigna y blanda esta actitud11, y ordenó la continuación de la guerra, que Marcelo reemprendió, tras invernar en Corduba (que él fundó), directamente contra Numancia. Sus éxitos en campaña decidieron a los numantinos, en unión a pelendones, titios y belos, a pedir la paz en 152. En la Ulterior, tras la muerte de Púnico, se repitieron las razzias, que consiguieron ser frenadas por el nuevo pretor, L. Mummio, y su sucesor en 152, Atilio Serrano, se internó en Lusitania, conquistó Oxthrakai y forzó la paz a los lusitanos, aunque esta sólo fue un corto paréntesis en el recrudecimiento de la rebelión. En Roma, tras el triunfo de la facción dura del Senado, se encomendó la prosecución de la guerra a L. Licinio Lúculo (cónsul de 151), aunque hubo de recurrirse a las levas obligatorias y a medidas efectistas (el senador Cornelio Escipión Emiliano, destacado defensor de la línea dura, se ofreció voluntario) para la recluta de los efectivos necesarios, ya que la crisis social y las noticias de lo encarnizado de la lucha en Hispania la hicieron muy difícil. Lúculo hubo de respetar la paz alcanzada por Marcelo, pero realizó una serie de campañas contra los vacceos (cuyo territorio unía el de los celtíberos con el de vetones y lusitanos) para establecer cabezas de puente para futuras expediciones.

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Se dirigió a las ciudades vacceas del sur y, sin previo aviso, asaltó Cauca (Coca) y, tras cierta resistencia, Intercatia (Villalpando), lo que produjo un sentimiento de odio generalizado. Finalmente, el asalto a Pallantia (Palencia) fracasó y Lúculo hubo de invernar. 10 Lo que denota el desarrollo político, social y económico alcanzado por la ciudad. 11 Hay que tener en cuenta la política de mano dura aplicada por esas fechas en el Mediterráneo oriental. En la Ulterior, el pretor, Galba, con refuerzos de las tropas de vuelta de la expedición vaccea, forzó a los lusitanos a pedir la paz. Con el señuelo de reparto de tierras de cultivo, concentraron a una multitud de indígenas con sus familias y se dio la orden de exterminarlos. Estos hechos dieron lugar a una guerra sin cuartel contra Roma. En 147, el pretor Vetilio, que había corrido a sofocar las correrías lusitanas en el sur peninsular, fue derrotado y muerto por Viriato, que inició una escalada de victorias y sirvió de aglutinante contra Roma en una revuelta en toda regla. En 145 fue enviado el cónsul Q. Fabio Máximo (hermano de Escipión Emiliano), quien, tras dos años de estudio del enemigo, logró reducir su área de movimiento, pero en 143, las victorias de Viriato, unidas a su diplomacia sobre las tribus de la Citerior, hicieron sublevarse a los celtíberos, lo que hizo necesario el envío de un ejército consular, al mando de Q. Cecilio Metelo, mientras que la Ulterior se confió a un pretor, Quinctio, al considerarla más pacificada. Sin embargo, Viriato emprendió una campaña sobre la Bastetania y consiguió el apoyo de varias ciudades en Beturia. El propio cónsul de 141, Q. Fabio Máximo Serviliano, se encargó de reducir a Viriato a Lusitania, pero fue derrotado en la Beturia y Viriato aprovechó su momentánea superioridad de condiciones para pactar la paz con Roma, que lo reconoció como “amigo del pueblo romano”. Su sucesor (y hermano), Servilio Cepión, dispuesto a reemprender la guerra a la más mínima escaramuza lusitana, se internó en 140 en la Beturia, conquistando Arsa y obligando a Viriato a replegarse hacia Carpetania, desde donde, gracias a su astucia, logró regresar a Lusitania con el grueso de sus tropas. El agotamiento lusitano llevó a Viriato a iniciar conversaciones de paz con Cepión a través de tres miembros de su consejo, quienes fueron conminados a la eliminación de Viriato, lo que hicieron en 139. Los motivos de esta traición no deben explicarse sólo como una felonía personal, sino que deben encuadrarse en las graves tensiones socioeconómicas lusitanas. Las clases privilegiadas verían en Viriato un advenedizo que obstruía el entendimiento con los romanos y, por tanto, sus posibilidades de una relación económica fructífera. Aunque la muerte de Viriato no concluyó la guerra, aplacó su virulencia. De hecho, entre 138 y 137 Décimo Junio Bruto franqueó el Duero hasta el valle del Miño, sometiendo Bracara y Talabriga tras violentos combates contra lusitanos y brácaros. Los galaicos conservaron su independencia pero, en adelante, se someterían, teóricamente, a Roma, quien inició la construcción de una serie de fortines y guarniciones12 que contribuyeron al intercambio entre territorio galaico y lusitano. A Bruto le supuso el triunfo y el sobrenombre de Galaico. La guerra de Numancia Como se ha indicado, como consecuencia de la actividad de Viriato la Celtiberia se rebeló en 143, por lo que el senado envió al cónsul Q. Cecilio Metelo Macedónico, que concibió la guerra como una empresa lenta y continuada, de oriente a occidente. Comenzó con la expugnación de ciudades de la Celtiberia citerior (lusones, belos y titios) como Centobriga y Contrebia, y, antes de marchar contra Numancia, saqueó la región vaccea, para impedir el eventual avituallamiento de los numantinos. Un enemigo suyo, Q. Pompeyo, le reemplazó, y pese a sus fracasos contra Numancia y Termantia (Santa María de Termes), le fue prorrogado el mando para el 140. Ante lo riguroso del clima, la resistencia indígena y la indisciplina y baja moral de sus tropas, el cónsul inició conversaciones de paz con los indígenas usando métodos equívocos, lo que le acarrearían un sonado proceso en Roma. En 139, le sustituyó M. Popilio Lenas, con escasos resultados, y a éste, en 138, C. Hostilio Mancino, quien no sólo fracasó en el asedio, sino que fue bloqueado y obligado a la capitulación, que no fue aceptada por el Senado, quien obligó al deshonrado cónsul a rendirse personalmente a los Numantinos. Los cónsules de los años

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siguientes (137, 136 y 135) se limitaron a las razzias en territorio vacceo. Numancia se había convertido en un insulto para el pueblo romano, quien, instigado por los mismos que pensaban beneficiarse de la guerra, exigió la entrega de su dirección a P. Cornelio Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago, que fue elegido cónsul por segunda vez en 134. 12 Como atestiguan los frecuentes topónimos de castellum, praesidium o vicus. El ejército de refuerzo que llevó Escipión constaba sólo de 4.000 voluntarios. Entre los que se encontraban los posteriormente famosos Polibio, Lucilio, C. Mario o C. Graco. Para lo que fue necesario eliminar algunas trabas legales pero fue un revulsivo efectivo para el ejército provincial, al que le fue restaurada la disciplina con métodos expeditivos. Para lo que fue necesario eliminar algunas trabas legales Tras las acostumbradas razzias en territorio vacceo (incendio de los campos incluidos), dispuso un paciente y meticulosos asedio a la ciudad, donde el hambre empezó a hacer estragos. Tras resistir el invierno de 134-133, y fracasadas las peticiones de paz, los numantinos intentaron romper el cerco en un ataque desesperado, lo que no consiguieron. Tras 15 meses de asedio, finalmente, aceptaron la rendición sin condiciones (deditio). Tras la entrega de las armas, el cónsul otorgó dos días para entregarse, aunque muchos prefirieron el suicidio. Escipión mandó incendiar la ciudad, repartir el territorio entre las tribus vecinas amigas y castigar a las que simpatizaron con los numantinos, tras lo que partió a Roma, donde se le otorgó el triunfo, que la propaganda romana convirtió en un hito similar a la caída de Cartago, pese a que Celtiberia y Lusitania no podrían considerarse totalmente pacificadas hasta bien entrado el siglo I a.c.

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TEMA 10. DE NUMANCIA A SERTORIO El carácter de la época La importancia de este período radica en que se empieza a considerar a la Península como parte del imperio, adquiriendo atención institucional y administrativa. La crisis republicana: optimates y populares Los dramáticos acontecimientos que suceden en Roma en este período son fundamentales para comprender la evolución de las provincias hispanas. Distintas circunstancias coincidieron para desatar la que iba a ser la primera gran crisis revolucionaria de la República en el 133 a.C. Tiberio Graco no consiguió llevar a cabo su reforma agraria, pero él y su hermano Cayo comenzaron a hacer política contra el poder, provocando la división de la clase gobernante en dos tendencias: los optimates, partidarios de mantener la absoluta autoridad del senado, y los populares, que se enfrentan a los otros buscando el poder personal e involucrando al pueblo Mario y la proletarización del ejército Tradicionalmente, había que tener un mínimo de fortuna personal para ser considerado ciudadano, y sólo los ciudadanos podían formar parte del ejército. Eso dejaba fuera del mismo a los proletarii, que eran aquellos que no alcanzaban ese mínimo. Cayo Mario encontró la solución a los problemas que arrastraba consigo el ejército consiguiendo que se aceptara legalmente el enrolamiento de los proletarii. El cambio de ciudadanos, que no querían servicios prolongados que los alejaran de sus intereses económicos, por proletarii, que veían en el servicio militar un medio de vida, supuso el paso de un ejército permanente a los reclutamientos en función de las necesidades. Esta nueva concepción favoreció la interferencia del poder militar en la vida política: el control de esas fuerzas reclutadas recaía en un noble que tenía en la práctica todo el poder en la provincia que gobernaba, incluida la libre disposición de botín y la capacidad de realizar campañas a su antojo. El soldado dejó de estar ligado a Roma y empezó a estarlo a su general, como auténtica relación de clientela que se extendía incluso, tras la licencia de aquel, a la vida civil. Cuando los generales comenzaron a usar esto en su beneficio, la consecuencia fue la guerra civil. La Guerra Social El llamado problema itálico o “Guerra Social” fue el primer conflicto que tuvo lugar en suelo itálico, entre 91 y 89 a.C. Estalló cuando los itálicos, habitantes de la península que tenían todas las obligaciones de los romanos, reclamaron la ciudadanía y el Senado se la negó. El golpe de estado de Sila En este ambiente surge Lucio Cornelio Sila, aristócrata que militaba en el bando de los optimates y odiaba por encima de todo a Mario. Aún encendidos los rescoldos de la Guerra Social, surgió la necesidad de enfrentarse en el Ponto al rey Mitrídates. Sila recibió el mando de las tropas y Mario consiguió, mediante un decreto popular, anular la orden del senado y asignarse a si mismo la misión. Sila, preparado para marchar, expuso la situación al ejército y consiguió de los soldados que marcharan contra la propia Roma: se violaba por primera vez el marco de la libertad ciudadana. Sila no pudo consolidar su golpe de estado, ya que mientras luchaba en Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. Oriente los populares se recuperaron. Pero esta situación iba a durar poco. Sila regresa de Oriente al mando de un ejército absolutamente fiel enriquecido por el botín y tras dos años de guerra civil se hizo con el gobierno de Roma. Su dictadura duró dos años.

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HISPANIA TRAS LA GUERRA DE NUMANCIA La reorganización provincial tras las guerras celtíbero-lusitanas La necesidad de reorganizar el territorio tras veinte años de guerra era evidente. El Senado envió una comisión de diez miembros para poner orden en las provincias hispánicas. Se desconoce cómo esta comisión desarrolló su gestión, aunque por comparación con otras semejantes, se puede suponer que su trabajo consistió en ratificar y puntualizar decisiones tomadas por los generales, determinar los límites del ager publicus, redistribuir tierras, reajustar tributos, etc. Nuevas guerras en la Meseta Tras esta reordenación, los enfrentamientos continuaron, con mayor o menor intensidad y fortuna. De nuevo los lusitanos, en el 114, fueron protagonistas. La sublevación fue reprimida por Mario. Al año siguiente, Silano volvió a luchar con éxito. Sin embargo el gobernador del 112 perdió la vida en el campo de batalla. Las cosas continuaron así hasta que en el 97 se envió a la Ulterior a uno de los cónsules, Publio Licinio Craso, cuyo imperium fue prolongado en los años siguientes y que recibió el triunfo en el 93. La invasión de los cimbrios y las campañas de Tito Didio En la Citerior, la caída de Numancia había disuadido a las tribus de la Meseta de nuevos levantamientos, hasta el punto de que apoyaron con tropas y abastecimiento las campañas en la Ulterior. Entre los años 113 y 107, bandas de cimbrios y teutones venidos de Germania arrollaron sucesivamente a tres ejércitos consulares y en el 105 se perderían nada menos que 80000 hombres por la ineptitud de los generales de ese año. En lugar de aprovechar la situación, los bárbaros se dividieron y los cimbrios pasaron a la Península en el 104. Dada la incapacidad romana para repeler la agresión, fueron los propios indígenas quienes tuvieron que hacerles frente. Tras el saqueo, los cimbrios se marcharon de la Península para unirse a los teutones de nuevo. Cayo Mario los derrotaría en Aquae Sextiae y Vercellae poco después. Los celtíberos volvieron a levantarse al advertir la debilidad de las armas romanas. Roma debió alarmarse hasta el punto de decidir mandar a uno de los cónsules en el 98, Tito Didio, quien permaneció cinco años en una campaña marcada por la dureza, demostrada por episodios como la matanza de 20000 arévacos, el desmantelamiento de Telmantia y su traslado al llano o el asedio de Colenda y la posterior venta de sus habitantes como esclavos. La conquista de las Baleares En el 123, el cónsul Quinto Cecilio Metelo intentó anexionar las Baleares. El pretexto fue acabar con la piratería en la zona y hacer segura la ruta por mar, aunque la riqueza de las tierras debió pesar en la decisión. La campaña fue sencilla. Metelo permaneció dos años organizando el territorio y fundó los núcleos de Palma y Pollentia, mereciendo el sobrenombre de Baleárico tras su triunfo en Roma. Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. Las motivaciones de las guerras en la Meseta: el testimonio de la Tabula Alcantarensis En los alrededores de Alcántara (Cáceres) se encontró una placa de bronce con el texto de una deditio (rendición sin condiciones) de la desconocida comunidad de los seanocenses al general L. Cesio, la Tabula Alcantarensis, que desvela particularidades de la lucha contra los lusitanos. Lo cierto es que el territorio aún no estaba totalmente incorporado al dominio romano y la amplitud del mismo y su orografía dificultaban y ralentizaban ese proceso. No obstante, se aprecia un cambio

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en las campañas romanas, que pasan de ser erráticas operaciones sujetas al capricho de los gobernadores a la clara manifestación de una voluntad de incorporación sistemática de los territorios celtíberos y lusitanos. El problema de la tierra El escaso rendimiento económico y el mal reparto social de las tierras en la Celtiberia eran la fuente de los problemas económicos de los indígenas. Los romanos tendían a favorecer a las clases dirigentes en un intento de ganarse a sus miembros. Que la falta o pobreza de las tierras era la causa de los desequilibrios de este territorio queda de manifiesto por la repetida estrategia romana de reunir desarmados a pueblos enteros, con la promesa del reparto de tierras, para proceder a exterminarlos. El gobierno romano era la causa de la permanencia de este desequilibrio, al sostener a las oligarquías interesadas en perpetuarlo y oponerse al desarrollo de concentraciones urbanas, en clara contradicción con su propio interés por mantener sometido el territorio. La revolución social estaba fuera de la mentalidad romana, de modo que ante la falta de soluciones políticas, el único camino era recurrir a la fuerza. Esta situación provocaba los constantes enfrentamientos que sólo finalizaron con la enérgica intervención de Pompeyo en la guerra sertoriana. La geografía de las guerras Cuando las fuentes romanas nos hablan de guerras con los celtíberos o los lusitanos, en una generalización realizada en función de que la campaña la lleve a cabo el gobernador de una u otra provincia, debemos entender que se hace referencia implícitamente a otros pueblos: los vacceos y turmogos en la Citerior y los vetones y galaicos en la Ulterior. Las operaciones en la Celtiberia habrían estado encaminadas a penetrar por la línea sur del Duero tratando de someter las últimas resistencias de los arévacos. En la Ulterior los datos apuntan a que el escenario sería una amplia franja entre el Guadiana y el Tajo, lo que indica que más que contra los lusitanos, las campañas estarían dirigidas contra los vetones. El objetivo de las mismas habría sido establecer la frontera en la línea del Duero. EVOLUCIÓN DEL ÁMBITO PROVINCIAL: DE PROVINCIA A PROVINCIAE Iniciativas del gobierno. El papel de los pretores Las decisiones que influían en las provincias seguían en manos de los gobernadores, si bien hay indicios para imaginar un escenario cambiante, tanto en la actitud del senado como en la respuesta de las poblaciones indígenas a la influencia romana. Durante el medio siglo que antecede a la guerra sertoriana, el gobierno de Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. las provincias siguió en manos de pretores que veían prorrogados sus mandatos por uno o dos años. Esos períodos prolongados conducían al desarrollo de nuevas tareas al margen de sus principales obligaciones en el campo de la guerra, principalmente de carácter judicial y legal. Por otro lado, la ocupación militar continuada conllevó el establecimiento de relaciones cada vez más estrechas con las poblaciones locales, para quienes la presencia romana se convirtió en un elemento más de convivencia, acostumbrándose a considerar a la autoridad romana como el árbitro natural tanto en problemas entre indígenas y romanos como en los que sólo afectaban a las comunidades locales. La Tabula Contrebiensis Es una plancha de bronce hallada en Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) y que contiene el procedimiento seguido para la resolución de una disputa entre

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comunidades vecinas en torno a derechos de agua. Es un ejemplo del uso del ius civile en un pleito entre comunidades que en realidad carecían de un status especial y eran, por tanto, ajenas al derecho romano. El Bronce de Ascoli En la misma zona y época, el Bronce de Ascoli documenta la concesión hecha por Cneo Pompeyo Estrabón, el padre de Pompeyo Magno, de la ciudadanía romana a la turma Sallvitana, un escuadrón de caballería auxiliar compuesto por hispanos de la zona del Ebro, por su comportamiento en el sitio de Asculum (Ascoli) durante la Guerra Social (91-89 a.C.) Los territorios del valle del Ebro y parte de la Meseta Norte que Graco había considerado de frontera, se incluyen ahora en el ámbito provincial. Las políticas de pacto se cambian por otras de administración directa. Cuando la población indígena se resigna a la subordinación a Roma, se abre el camino a la organización social más allá del simple sometimiento. Es decir, los principios políticos romanos no cambian, pero sí lo hace la actitud indígena. La pacificación abrió el camino a la urbanización, a la creación de núcleos urbanos que servían como centros administrativos. El nuevo marco de la civitas sólo fue posible por la voluntad de los indígenas de aceptar esas tareas de administración al servicio de Roma, lo que implicó la aparición de las minorías rectoras al tiempo que se acrecentaba el proceso de romanización en esas comunidades. Durante los cincuenta años entra la caída de Numancia y la guerra sertoriana, los nombres étnicos (sedetanos, ilergetes, vascones…) son sustituidos por los nombres de civitates: Bilbilis, Calagurris, Contrebia… conocidas por monedas y documentos como la Tabula Contrebiensis y el Bronce de Ascoli. Emigración romano-itálica: colonos y refugiados En este proceso de reorganización es preciso tener en cuenta la incidencia de la población romano-itálica que llega a la península en número creciente. A excepción de Carteia, el impulso fundacional no procede del gobierno central, sino de los gobernadores. Entre estos núcleos podemos mencionar Italica, Gracchurris, Illiturgi, Corduba, Valentia o Palma. La consecuencia evidente de esta emigración será la progresiva adopción de costumbres romanas por parte de la población indígena en las zonas de concentración de los colonos. Mención aparte merece el fenómeno de la emigración política: el endurecimiento de los enfrentamientos en Roma tiene como desenlace la marcha de la capital de los políticos del bando perdedor. Muchos de ellos elegirán Hispania Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. como destino, tanto por su cercanía relativa a Roma como por su abundancia de recursos, con la posibilidad de robustecer posiciones para intentar el contraataque. Como consecuencia, Hispania se convierte en un campo de refugiados políticos, representados por Sertorio, que no es sino uno más, quizá el más famoso, de una larga lista de populares primero, tras el golpe de Sila, y silanos después, cuando Cinna emprende a su vez la represión contra aquellos, que buscan refugio en las provincias hispanas. El proceso de integración provincial La mentalidad romana sigue considerando en esta época las provincias hispanas como un campo de acción principalmente militar. Pero, si bien no tanto por la voluntad de los gobiernos, sino más bien por la incidencia de una pléyade de elementos, se inicia un período de cambios. Hispania se ve inmersa en la tormenta política que sacude Roma, al principio tímidamente, con la llegada de los refugiados políticos, pero más delante de forma ampliada, con las acciones militares

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emprendidas por Sertorio. La Península pasa de ser un campo de conquista a convertirse en un campo de batalla en el que los indígenas luchan contra Roma codo a codo con romanos y las ciudades toman partido por uno y otro bando, iniciándose las clientelas provinciales. CRONOLOGÍA 124 Q. Fabio Máximo Alobrógico en la Citerior. 123 Tribunado de C. Sempronio Graco. 123-122 Q. Cecilio Metelo conquista las Baleares 120 Man. Sergio, procónsul de la Citerior 114 Cayo Mario, pretor de la Ulterior, combate a los lusitanos 113 M. Junio Silano, pretor de la Ulterior, combate a los lusitanos 112L. Calpurnio Pisón, pretor de la Ulterior, es derrotado y muerto por los lusitanos 112-106 Guerra de Jugurta 111 Ser. Sulpicio Galba, pretor de la Ulterior 109 Quinto Servilio Cepión, pretor de la Ulterior, combate a los lusitanos y obtiene el triunfo 107 Mario, cónsul. Reforma del ejército. 106 El procónsul P.Licinio Craso, en la Ulterior, conduce campañas contra los lusitanos que se prolongan por tres años 105 Derrota romana contra cimbrios y teutones en Arausio 104 Bandas de cimbrios invaden la Citerior y son rechazadas por los celtíberos. Segunda guerra servil en Sicilia 103 Tribunado de Saturnino 102 Victoria de Mario en Aquae Sextiae. M. Mario, pretor de la Ulterior, funda una ciudad para auxiliares celtíberos de su ejército en su guerra contra los lusitanos. 101 El procúnsol P. Cornelio Dolabella consigue un triunfo por su lucha con los lusitanos 99El pretor de la Citerior, C. Celio Caldo, combate a los celtíberos. Guerras lusitanas 98-94 El cónsul Tito Didio es enviado a la Citerior para luchar contra los celtíberos. Actividad bélica de P. Craso en la Ulterior entre el 96 y el 94 93 El cónsul C. Valerio Flaco conduce una última campaña contra los celtíberos. Ratificación por Valerio de una sentencia sobre derechos de propiedad, conocida como Bronce de Botorrita. 91-89 Guerra Social 89 Decreto de Cneo Pompeyo Estrabón en el que se concede la ciudadanía romana a un escuadrón de caballería hispano.

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INICIOS Inicialmente, en el 218 a. C., el desembarco de Roma en la Península –en concreto en Ampurias– sólo obedecía a un intento romano por garantizar el control del enemigo cartaginés, una vez que éste había violado el Tratado del Ebro. En el 197 a. C., sin embargo, el Senado envió a Roma a C. Sempronio Tuditano y a Helvio, los dos primeros praetores. Ello implicaba: 1. Configuración de dos provincias, la Citerior –con sede en Tarraco– y la Vlterior –con sede en Carthago Noua, una vez conquistada a los cartagineses– con su correspondiente guarnición militar. 2. Instalación del aparato administrativo romano-provincial en Hispania: praetores, consilium representante del Senado, equipo clientelar de praefecti y colaboradores y quaestor para la gestión económica. 3. Territorialización, por tanto –aunque con límites variables– del concepto romano inicial de prouincia. LAS CAMPAÑAS DE MARCO PORCIO CATÓN • 195 a. C. Roma envía a Hispania –sin retirar las legiones que estaban al mando de los praetores– al consul Catón. Lo hace con la intención de que se adueñara de casi cuatrocientas póleis (Plutarco, Cato 10) y, sobre todo, de infudir miedo al imperialismo y al poder romanos entre los indígenas de la Península. • 195 a. C. -193 a. C. Catón desarrolla activas campañas contra los pueblos del nordeste peninsular, dirigiéndose después hacia la Meseta y el Tajo. • 193 a. C. -189 a. C. Con Catón, Cayo Flaminio y Lucio Emilio Paulo se conquista el territorio de los Vettones y de los Carpetanos con el objetivo de controlar los puntos esenciales de vadeo del Tajo y pacificando después el área del río Baetis.

• 180-179 A.c. a. C. De la mano de Tiberio Sempronio Graco, Roma inicia la deditio de diferentes comunidades en las que concede lote de tierras a sus habitantes, comprendiendo que ese era uno de las causas endémicas de las revueltas continuas de los hispanos. Así, por ejemplo, se fundan Gracchuris (Alfaro) –tras la victoria sobre los celtíberos en el Mons Chaunus (“Moncayo”) – o Iliturgi (Mengíbar). • 179 a. C. - 155 a. C. Periodo de relativa calma. Durante él tenemos noticia de una embajada de hispanos a

Roma (Livio XLIII, 2) para quejarse por las vejaciones a que eran sometidos por los soldados romanos; la pronta elección como patronus de los M. Porcio Catón, P. Cornelio Escipión o L. Emilio Paulo por los pueblos indígenas, que ven en ellos la posibilidad de integrarse en sus clientelas y participar, ya, en las primeras societates publicanorum de explotación de los beneficios de la conquista. El hito característico de esta época es la fundación por L. Canuleyo, praetor de la Vlterior, de la colonia Carteia (San Roque, Cádiz) , completada con colonos itálicos CELTÍBEROS, LUSITANOS, NUMANCIA Las Guerras que roma libra en el siglo II a. C. –en realidad, la guerra en Hispania y los últimos episodios de la conquista de Macedonia– son enfrentamientos que, ciertamente, interesan a Roma en tanto que le permiten tener “entretenida” a mano de obra campesina que se había empobreciendo con la masiva y progresiva llegada de esclavos como botín de guerra. En ese sentido hay que entender la declaración de guerra a Celtiberia –a través de Segeda– en el 153 a. C.

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GUERRAS LUSITANAS (156 – 136 a. C.) Quizás en cumplimiento de una posible costumbre sagrada (Apiano, Iber. 56-60) que les llevaba a plantar cara al enemigo a través del envío al frente –pero fuera de su propio territorio– de grupos de jóvenes armados, los lusitanos –cuyo territorio matriz estaba comprendido entre los ríos Tajo y Duero– se adentraron en el valle del Guadalquivir plantando cara a los generales romanos Cayo Sulpicio Galba y Lucio Virginio Lúculo. A la primera sublevación (153 a. C.) que fue violentamente reprimida por Roma le siguió la liderada por uno de los supervivientes de aquélla, Viriato, que mantuvo (en torno al 146 y hasta su muerte en el 139 a. C.) diversos enfrentamientos con Roma en torno al Guadalquivir. Asesinado Viriato por sus propios emisarios, la guerra culminó –sin apenas resistencia– en el 138 a. C. cuando el gobernador de la Vlterior, M. Iunio Bruto, penetró en territorio lusitano sin encontrar resistencia. GUERRAS CELTIBÉRICAS (153 – 133 a. C.) Como antes se ha dicho, estas guerras fueron enfrentamientos que, en realidad, convenían a Roma. Tal vez por eso, y adelantando el nombramiento de los nuevos consules, en el 153 a. C. fue enviado a

Hispania Q. Fulvio Nobilior encargado de hacer la guerra a los celtíberos una de cuyas tribus –la de los titos– había fortificado las murallas de la ciudad de Segeda (Poyo de Mara, Teruel). Hacia el 151 a. C., y tras algunas primeras derrotas, Roma se hizo con el control de todo el territorio vacceo (ciudades de Cauca, Intercatia y Pallantia), orientando ya todos sus esfuerzos hacia Numancia. Los consules –Q. Fulvio Nobilior, M. Claudio Marcelo u Hostilio Mancino– se fueron sucediendo en el difícil y fracasado asedio al a ciudad hasta que fue enviado a Numancia el vencedor de Cartago, P. Cornelio Escipión, que arrasó la ciudad en el 133 a. C., episodio con el que concluyen las Guerras Celtibéricas y la primera fase de la conquista de Hispania que, como puede verse, dejó fuera a los astures, cántabros y galaicos, que serían dominados sólo en época de Augusto fecha en la que se completó la pacificación de la Península Ibérica.

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TEMA 11: SERTORIO EN HISPANIA Desmoronamiento del ordenamiento silano: la figura de Sertorio Desde la destrucción de Numancia hasta los años setenta del s. I a. C, las fuentes no arrojan ningún tipo de información sobre lo sucedido en este período de tiempo. Sin embargo el enfrentamiento entre el popular Quinto Sertorio contra el gobierno senatorial de Sila y los enfrentamientos que se producen si están recogidos por las fuentes. Sertorio no era hispano ni tampoco le interesó Hispania en el ámbito político, podemos decir que la utilizó para sus fines privados. Hombre de rasgos contradictorios, la historiografía se centró en su imagen; así lo presentan como un revolucionario popular que lucha contra un régimen oligárquico, como la voz que busca la libertad del pueblo hispano, incluso como un simple aventurero (condottiero) Lo cierto es que Sertorio desafió al gobierno al que logra desestabilizar y su imagen ayudó a un joven militar, Pompeyo, a promocionarse. Sertorio, natural de Nursia, localidad de Sabina, se hizo célebre por la guerra civil que enfrentaba a los populares y optimates. Cuando Sila, que dirige el partido aristocrático vuelve vencedor desde Oriente al frente de sus legiones, Sertorio y otros hombres de su partido popular se habían adueñado del gobierno de Roma y tiene que huir precipitadamente ante el decreto de proscripción y muerte dictado por Sila. La escuela de aprendizaje militar de Sertorio fue el ejército modernizado por C. Mario, cuyas innovaciones pudo poner en práctica en la guerra contra los cimbrios y teutones. En estas campañas empezó a destacar la astucia de Sertorio. Su táctica preferida fue la guerra de guerrillas. Precisamente cuando la abandonó empezaron a declinar sus éxitos. Armó a los indígenas a la manera romana, les impuso una férrea disciplina, aunque les permitió combatir de acuerdo a sus maneras. La política de Sertorio tenía como finalidad poner en tela de juicio y derribar lo más rápidamente posible al gobierno de los optimates, en este momento personalizado por Sila. Dictadura de Sila Tras su regreso de Oriente, Sila provocó de nuevo la guerra civil. Dueño absoluto del poder consideró necesaria una remodelación del Estado. Se autoproclama dictador para la restauración de la República, procediendo a la eliminación de sus adversarios (proscriptiones o listados de enemigos públicos) y a la repartición de tierras entre sus veteranos del ejército. Llevó a cabo una serie de reformas en los campos de las magistraturas, sacerdocios, vida provincial y derecho; con un solo objetivo: aumentar y fortalecer el poder del Senado: Reorganizaciones:

• Senado Durante las guerras civiles el Senado pierde gran parte de su autoridad, por ello se ve incapaz de frenar los abusos cometidos durante este período y la entrada de Sila en Roma. Sila duplicó los escaños tradicionales con oficiales del ejército y miembros del orden ecuestre. Pero lo cierto es que el Senado no recuperaría su autoridad, ya que el dictador impone sus leyes y decisiones sin consultar al Senado el cual ha perdido cualquier índice de libertad de elección (ni tan siquiera tienen derecho a opinar a la hora de componer la cámara). Sila controla todos los aspectos de la vida política de Roma.

• Magistraturas: lex Cornelia de magistratibus, con ella se intentó fijar la sucesión de magistrados en la carrera

política de un senador, la edad mínima y el intervalo de investiduras. Para la pretura se estableció una edad mínima de 40 años, 43 para el consulado y un intervalo mínimo de 10 años para la magistratura consular. También se incrementó el número de miembros de algunas magistraturas, así los cuestores se incrementaron a 20 y el colegio de los pretores a 8.

• Administración provincial: lex Cornelia de provinciis ordinandis, con esta ley se intenta evitar que el ejército quede

tentado de inmiscuirse en asuntos del Estado. Esta ley tenía varias cláusulas, entre ellas la que decía que los magistrados dotados de imperium (2 cónsules y 8 pretores) cumplirían su mandato anual en Roma. Una vez consiguiesen ser procónsules o propretores tendrían a su cargo el gobierno de provincias.

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• Se dejan de conceder prórrogas de mando para evitar con ello cualquier intento de evadirse del control senatorial.

• Lex maiestate, nace para regular las actividades de los magistrados. Entre sus cláusulas se incluían medidas

restrictivas como la prohibición de conducir un ejército en Italia o que ningún magistrado, sin el expreso deseo del Senado, podía traspasar con su ejército la frontera de su provincia.

Mediante el aumento de magistrados y la nueva ordenación provincial se pretendía evitar la formación de poderes provinciales duraderos y con ello la posibilidad de que estos gobernantes pudiesen crear su propio ejército personal. Sila pretendía con la reforma del Estado otorgar más autoridad al Senado, frenar las presiones de los populares y evitar cualquier intento de golpe de Estado a manos de generales ambiciosos. Pero Sila no pudo eliminar la raíz de un problema social y político que poco a poco iba destruyendo la República.Y es que el dictador, aunque poseyese todo el poder, no pudo terminar con los deseos de ambición de determinados sectores de la población. Debilidad del régimen postsilano: rebelión de Sertorio. Sila entregó las riendas del Estado a un Senado débil (de esta debilidad se encargan las proscripciones) formado mayoritariamente por gentes sin escrúpulos. Poco a poco el dictador comienza a perder autoridad y esto queda manifiesto en los ataques que comienza a recibir el débil gobierno silano. Es entonces cuando se dan cuenta de que necesitan una ayuda y ésta vendrá de la mano del ejército. La primera amenaza llega con Sila todavía vivo. Las proscripciones expulsan de Roma a muchos políticos antisilanos, entre ellos a Quinto Sertorio, lugarteniente de Mario, que elige la Península Ibérica como destino. Cuando Sertorio regresó de las Galias, donde había servido a las órdenes de Mario, no tenía definido su partidismo político. Actuó como tribuno militar en Hispania y como cuestor en la Galia Cisalpina. Su adhesión al partido popular acaece cuando Sila veta su candidatura al tribunado de la plebe. Sertorio reaccionó con despecho y, unido a Mario y Cinna, participó en el asalto de Roma en el 87. Cuando Sila llega, a fines del 83, victorioso de Oriente, muchos optimates y demócratas se pasaron a sus filas, reuniendo un importante ejército. Sila nombra a Sertorio gobernador de Hispania Citerior, con la finalidad de alejarlo de Roma. Pero cuando Sila asume el poder revocó a Sertorio del cargo de gobernador y nombró en su lugar a un optimate. Sertorio se convierte en un rebelde cuya máxima aspiración es la derrotar a Sila. Y que mejor territorio para ello que la Península Ibérica, lugar que ofrece muchas posibilidades para ello. Sertorio en Hispania Una vez destituido de su cargo, Sertorio se instala en la Península Ibérica en un breve gobierno durante el que destaca las buenas relaciones con los indígenas. El gobierno silano envió un ejército contra Sertorio (81 a. C) con el que derrotan al lugarteniente de éste, M.Livio Salinator; obligando a los rebeldes a buscar nuevas tierras donde instalarse. El nuevo destino de Sertorio fue Mauritania, lugar en el que permaneció hasta el año 80 a.c. Abandonó Mauritania acompañado de un pequeño ejército, desembarcando en Baelo (Tarifa); con ayuda lusitana vence al propretor de la Ulterior. Sin problemas, se dirige hacia la Lusitania. Informado el dictador, Sila, de los acontecimientos en Hispania y del fracaso de sus gobernadores, dio órdenes a Cecilio Metelo para que acudiera a la Ulterior con dos legiones. Su objetivo inmediato, era someter lo antes posible toda Lusitania. No tuvo dificultades hasta Olissipo (Lisboa) a la que tomó. Pero cuando intento reducir a los lacobrigenses, Metelo no pudo impedir que Sertorio los abasteciera. Metelo se vio obligado a levantar el cerco, al ser aniquilada una de sus legiones, y se retiró a la línea del Guadiana. Sertorio saqueó la parte occidental de la Bética, incluso fundó dos ciudades: Metellinum (Medellín) y Casta Caecilia (cerca de Cáceres); aunque lo cierto es que la expedición termina en un sonoro fracaso. Sertorio intuyó que Metelo pediría la colaboración de los ejércitos de la provincia Citerior, por lo que mandó a su lugarteniente L. Hirtuleyo a que detuviera al gobernador de la Citerior, que fue derrotado en el río Tajo. A continuación Hirtuleyo se dirigió a Ilerda (Lérida), en donde derroto al procurador de la Narbonense. Metelo se queda prácticamente acorralado por las tropas de Sertorio. Metelo se retirará a Córdoba, dando vía libre a Sertorio para que siguiese con su labor. Durante el año 77,casi sin resistencia, avanzó por toda la provincia gestando alianzas con tribus celtíberas. Logró llegar hasta la línea del Ebro que era el territorio más rico y romanizado de toda la provincia. En ese mismo año, Sertorio recibirá importantes refuerzos. Los mandaba Perpenna, de la facción de los populares; procedente de Cerdeña, trajo consigo un ejército superior al que tenía Sertorio en Hispania. Excepto algunas ciudades de la costa levantina, Sertorio era dueño de casi toda Hispania Citerior y además contaba con el apoyo indígena. Para crear un estado de derecho consolidado y estable, realiza una serie de iniciativas políticas ( formación de un Senado con

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exiliados romanos, elección de "magistrados", fundación de una escuela en Osca (Huesca)(ciudad que también cumple con el papel de capital y centro de operaciones sertorianas) para la educación de romana de los hijos de la aristocracia indígena, junto con la organización de un ejército romano-indígena.

La intervención de Pompeyo Ante el cariz tomado por los acontecimientos, desde Roma se envía a Hispania un general totalmente capacitado para resolver la situación. El elegido fue un joven militar: Cn.Pompeyo, que llega a la Península en calidad de procónsul con un imperium extraordinario. Pompeyo tenía tras de sí una excelente carrera a pesar de su juventud ( tenía 30 años), aprovechándose de su fortuna personal; ofreció a Sila, durante la guerra entre optimates y populares, un ejército. Durante el mandato de éste logró el título de imperator, prestando sus servicios a los optimates durante el enfrentamiento de éstos con los marianos, con lo que se ganó honores de triunfo. Como buen miembro de la nobilitas romana, Pompeyo buscó la fama y el triunfo; pero nunca tuvo aspiraciones políticas. Sus dotes de organizador militar le llevaron a ejercer una poderosa influencia sobre el Estado. Para conseguir sus aspiraciones, Pompeyo debía de hacerse con el control de las clientelas provinciales con las que se ganaría el respeto de ciudades del Imperio. Es por esto por lo que Pompeyo interviene en la guerra contra Sertorio: para fortalecer y ampliar sus clientelas en Hispania. Pompeyo reclutó un ejército y se dirigió a Hispania a donde llegó a finales del 77 a. C. A su paso pacificó la Narbonense, en rebeldía, ya que podía servir de puente a Sertorio para ir a Italia. Sertorio ve

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con urgencia la necesidad de separar los ejércitos de Metelo (que avanza por el S, desde la Ulterior) y de Pompeyo (que avanza desde el N), consciente del gran peligro que para él supondría un choque con ambos. Por ello se decide por una guerra de desgaste, por lo que abre varios frentes. En primer lugar envía a Perpenna, en la campaña del 76,al territorio existente entre el Ebro y el Turia, para rechazar el avance de Pompeyo; mientras Hirtuleyo, desde la Lusitania, tenía que impedir el avance de Metelo y la unión de su ejército con Pompeyo. Pero Perpenna no pudo defender la zona, dejando vía libre a Pompeyo para ejecutar su plan: avanzar hacia el interior desde la costa oriental. Sertorio acude a Lauro (quizás Lliria) para evitar que Pompeyo llegase a Valentia (Valencia), cuartel sertoriano. Sertorio consigue salir airoso de este encuentro, adjudicándose el control de la plaza y haciendo que las tropas de Pompeyo se replegasen hacia el N. En cambio en el otro frente de batalla, Metelo venció a Hirtuleyo en Italica. Sertorio marchó con Perpenna a la Lusitania para reclutar nuevos soldados que compensaran las enormes pérdidas que había sufrido el ejército de Hirtuleyo. Durante las campañas del 75, la estrategia de Sertorio continuaba siendo la misma: mantener alejado del frente oriental (para evitar la unión de los ejércitos enemigos) de Metelo, valiéndose de Hirtuleyo para ello. Pero su plan fracasó, otorgando la victoria a Metelo el cual vence definitivamente a Hirtuleyo, teniendo el campo despejado para dirigirse al frente oriental. Pompeyo logró expulsar a los sertorianos de Valentia haciendo que se desplazasen hasta la línea del Sucro (Júcar) lugar en el que se unen a Sertorio. Sertorio y Pompeyo mantienen un primer encuentro que no terminó en nada, al mismo tiempo los ejércitos de Metelo y Pompeyo se unen; obligando a Sertorio a replegarse hacia el N para atrincherarse en Sagunto. Pompeyo, tras un intento fallido de atacar la Celtiberia, se retira al territorio de sus aliados vascones; instalándose en Pompaelo (Pamplona), ciudad fundada por estas fechas y que lleva el nombre del caudillo romano. El ocaso de Sertorio La campaña del 75 marcó el curso de la guerra. Sertorio no pudo impedir la unión de los dos ejércitos gubernamentales, siendo su única alternativa para seguir luchando la de basarse en guerrillas o de alianzas a la desesperada, como, la que realizó con Mitríades del Ponto, eterno rival de Roma(la alianza tuvo lugar entre los años 76 o 75 a. C., Sertorio reconocía la hegemonía de Mitrídates sobre todo el Asia Menor, y este le entregaba una suma de dinero y 40 navíos de guerra) Durante el año 74,las campañas se trasladan al interior peninsular. Pompeyo sabía que el único medio de poner fin a la resistencia de Sertorio era combatir las ciudades estratégicas de la Celtiberia. Por esta razón decide atacar desde dos puntos distintos: Metelo desde el E y Pompeyo desde el O. Pompeyo puso sitio a la ciudad de Pallantia, aunque no consiguió un resultado positivo. Acto seguido se dirigió a Cauca (Coca) a la que tomo. Por su parte Metelo tomó las ciudades de Bilbilis, Segobriga y otros núcleos de menor importancia. Muchas ciudades se pasaron al bando de Pompeyo. Ambos generales unen sus fuerzas para tomar Calagurris y las comunicaciones hacia la Celtiberia, pero fracasan en este proyecto ya que Sertorio defiende el sitio. Poco a poco desde el bando sertoriano comienzan a producirse las

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primeras deserciones de soldados hartos de una guerra que los había cansado y sobre todo de convivir con gentes rudas y extrañas. En el transcurso del año 73 se mantiene la estrategia del año anterior, pero sin la presencia de Metelo el cual regresa a la Ulterior. Pompeyo quedó encargado de terminar la labor emprendida en la Celtiberia acabando con todos los focos rebeldes existentes en la zona. Mediante conquista o por abandono de las fuerzas, la Celtiberia fue cayendo prácticamente entera en manos de Pompeyo. Sertorio tan sólo contaba con las ciudades de Ilerda,Osca y Calagurris; se refugió en Osca y en el transcurso de un banquete, una conspiración de la que formaban parte sus más íntimos colaboradores acabaron con su vida. Causas que propiciaron la caída de Sertorio en Hispania Los indígenas en los que Sertorio se apoyó para su lucha tenían intereses propios, intereses que no tenían porqué coincidir con los del caudillo.

• Lusitanos buscan su libertad y para conseguirla siguen a Sertorio en su lucha contra Roma, con el propósito de conseguir beneficios materiales.

• Vacceos y celtíberos también buscan libertad pero sobre todo mejorar su situación dentro del Imperio, algo

que Sertorio les promete si llega al poder. Pero la dura guerra de desgaste y la política pacificadora de Pompeyo hace que estos grupos comiencen a replantearse el apoyo que le conceden a Sertorio.

• Los habitantes del valle del Ebro y la costa levantina son arrastrados a la guerra por interés de romanos

exiliados del partido popular, los cuales siguen buscando el momento adecuado de volver a la vida política de Roma (momento que llegará tras la muerte de Sila y durante los débiles gobiernos que le suceden). En el año 73 consiguen su primera victoria: amnistía para todos los populares exiliados.

En un momento dado a indígenas y populares les deja de interesar el apoyo de Sertorio, por lo que la desaparición física de éste era de esperar. Una vez desaparecido Sertorio se actúa sobre sus seguidores. Perpenna, que se había puesto al frente de las fuerzas sertorianas, fue derrotado por Pompeyo y ejecutado. Los restos del ejército vencido no tardaron en pedir clemencia a los vencedores. La obra de Pompeyo en Hispania La guerra en la Península no terminó una vez conseguida la victoria sobre Perpenna y su ejército, todavía quedaba hacer frente a la resistencia de algunas ciudades indígenas. Por ello Pompeyo no regresó de inmediato a Roma, sino que decidió permanecer más tiempo en la Península para acabar con estos focos, los cuales se encontraban en Uxama, Termantia y Clunia en la Celtiberia; Osca y Calagurris en el valle del Ebro; Valentia en la costa. Durante todo el año 72 Pompeyo se dedica a terminar con la resistencia de estos focos, consiguiéndolo y con ello la ampliación del ámbito provincial romano, con territorios que van desde el Duero hasta el Pisuerga con penetraciones en territorio vacceo. En el ámbito personal Pompeyo pudo ver cumplido su deseo de ampliar las clientelas, las cuales ya hemos mencionado que eran la base para conseguir su objetivo: llegar hasta lo más alto del poder romano. Tras Sicilia, África, la Galia Cisalpina y Transalpina, llegaría la captación de clientelas de la Hispania Citerior (después se trasladaría hasta las provincias orientales) Así pues la campaña del 72 tuvo un doble objetivo: ampliar y afianzar el poder de Roma en territorio hispano y ayudar a Pompeyo en su carrera hacia el prestigio con ayuda de las clientelas. Pompeyo otorgó a las tribus indígenas que habían permanecido a su lado, la cesión de tierras y fijó las fronteras de tal forma que les fuesen favorables a ello. También suscribió pactos de hospitalidad y clientela con estas tribus. En determinados casos introdujo principios urbanísticos (Pompaelo en territorio vacceo, Convenae en Aquitania) En cambio con los vencidos no fue tan benévolo, los obligó a trasladarse a Aquitania. Las zonas más romanizadas (zona oriental, valle del Ebro y región levantina) obtuvieron mejoras como la concesión de la ciudadanía romana a todos aquellos indígenas que habían servido como auxiliares en las guerras peninsulares, además de todos aquellos que habían destacado con acciones en favor del Imperio (lex Gellia Cornelia) Todas estas medidas de gracia favorecieron el nombre de Pompeyo, cuya buena reputación se extendió por toda la zona. En las demás zonas, y siempre en miras de su captación de clientelas, otorgó la ciudadanía a personajes influyentes del mundo indígena como es el caso del gaditano L.Cornelio Balbo. Pompeyo abandona Hispania en la primavera del año 71, dejando tras de sí extendida una buena fama en el territorio peninsular. Consecuencias. La guerra civil de Sertorio comportó importantes consecuencias:

• la Meseta del Duero y Lusitania dieron un gigantesco paso en el camino de la romanización;

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• aumentó la población emigrante itálica, con numerosos partidarios políticos de Sertorio, que terminada la

guerra no podían volver a Italia.

• Nació una poderosa clientela de Pompeyo y Metelo debido a la concesión generosa de tierras y de la condición de cives romanus otorgada a hispanos y veteranos de los ejércitos empleados contra Sertorio.

• En definitiva, la cultura romana se asentaba en la Meseta y la Lusitania.

CRONOLOGÍA 88 Guerra contra Mitrídates .Golpe de estado de Sila 83 Desembarco de Sila en Brindisi.Guerra civil .Llegada de Sertorio a Hispania. 82-81 C.Annio Fusco,propretor de la Citerior,derrota al lugarteniente de Sartorio M.Livio Salinator.Sertorio abandona la Península. 81 Dictadura de Sila 80 Sertorio desembarca en Baelo y, aliado con los lusitanos, vence al propretor de la Ulterior L.Fufidio.M Domicio Calvino, propretor de la Citerior. 79 Q.Cecilio Metelo Pío, enviado como procónsul a la Ulterior, inicia la lucha contra Sertorio en la Lusitania.Fundación de Metellinum (Medellín).El lugarteniente de Sertorio, Hirtuleyo, vence al gobernador de la Citerior, M.Domicio Calvino. 78 Golpe de estado de Emilio Lépido. 77 Sertorio se hace dueño de la Citerior. Se le unen las tropas de M.Perpenna. Medidas políticas de Sertorio en la Citerior. 76 Cn.Pompeyo ,enviado como procónsul a la Citerior. Lucha en la costa levantina. Sertorio toma Lauro. En Lusitania, Metelo vence a Hirtuleyo.

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TEMA 12: LAS PROVINCIAS HISPANAS EN LA ERA DE POMPEYO LA SITUACIÓN POLÍTICA EN ROMA Debilidad del Senado y ascenso de Pompeyo El periodo comprendido entre la muerte de Sila (78 a.C.) y la dictadura de César (49 a.C.) es un periodo de descomposición del régimen republicano aristocrático, que será sustituido por unas dictaduras de corte militar que finalmente darán paso al Imperio. A su muerte Sila había dejado al frente del Estado a una oligarquía que se mostrará incapaz de hacer frente a los múltiples problemas que se planteaban a la república romana. La restauración silana no acabó con las rivalidades aristocráticas ni con las divisiones en facciones en el seno del grupo oligárquico, que además habrá de hacer frente a ataques de fuerzas sociales exteriores al sistema. En esta lucha de facciones o grupos de poder emergerán lideres individuales: Craso, Catilina, César…, pero es sin duda Pompeyo, tras la muerte de Sila, la más imponente personalidad individual, la que define la época y quien más contribuirá, paradójicamente, a la descomposición del sistema ideado por Sila. Uno de los objetivos de las reformas de Sila había sido borrar del horizonte el peligro de una dictadura militar, mediante la reafirmación del poder del Senado y haciendo imposible, mediante múltiples cortapisas, la acumulación de poder en manos de militares ambiciosos, pero dificultando al mismo tiempo la reacción ante peligros exteriores. Pero la restauración silana, además, no había sido capaz de resolver el más grave problema interno que había estado en la base de la crisis; la cuestión agraria. El reparto de tierras sólo beneficio a los partidarios de Sila y continuó la proletarización de la masa campesina y la búsqueda por la misma de un modo de vida en la milicia. Los graves problemas exteriores obligarán al débil senado a recurrir a los servicios de Pompeyo otorgándole para ello distintos mandatos extraordinarios:

• Aplastamiento de la insurrección de Lépido, • pacificación de la Galia, • liquidación de la sublevación sertoriana, • campaña contra los piratas del Mediterráneo • y finalmente guerra de Oriente contra Mitrídates del Ponto, donde Pompeyo llevará a cabo una meticulosa

ordenación, regulando las relaciones de inmensos territorios con el Estado romano. Pompeyo y los populares Pero a su regreso de Oriente (61 a.C.) la negativa del senado al reparto de tierras entre sus veteranos y a la ratificación de las medidas tomadas en Oriente le obligará a buscar el apoyo de los populares que en Roma estaban acaudillados por un enemigo suyo, Craso. Para superar este callejón sin salida, Pompeyo contará con la valiosa ayuda de Cayo Julio César. LAS PROVINCIAS HISPANAS HASTA EL “PRIMER TRIUNVIRATO” La situación en Hispania Las fuentes documentales apenas si proporcionan datos sobre Hispania, sólo referencias indirectas permiten sospechas que antes como ahora las provincias seguían siendo fuente de enriquecimiento, irregular pero provechosa, para los responsables de su gobierno y administración. Una de esas escasas noticias hace referencia al intervalo de la pretura de Cesar en la Ulterior (61 a.C.). Las operaciones militares permiten suponer un interés bélico centrado en las regiones periféricas lindantes al oeste con el territorio provincial:

• lusitanos y vetones entre el Guadiana y el Duero en la provincia Ulterior • y vacceos al norte del Duero y oeste del Pisuerga en la provincia Citerior.

Sin embargo estas zonas conflictivas no serán consideradas suficientemente importantes para atraer la atención de los historiadores romanos. En este periodo también se producirá un creciente interés por parte de los políticos romanos, dentro del intrincado telón de fondo de la lucha política romana en las décadas centrales del siglo I a.C. por atraer a su bando a los ciudadanos provinciales e indígenas, como ya había hecho Pompeyo en su día aprovechando su estancia en Hispania. Esto es así porque la lucha política romana tenía en las provincias importantes repercusiones; la inagotable reserva de recursos

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materiales que podía ofrecer y el creciente peso e influencia de los hispanienses constituían un apetecible objetivo de atracción para cualquiera de las opciones políticas que intentara fortalecer su poder. Cayo Julio César Perteneciente a una familia aristocrática y pariente de Mario, César se verá privado de toda posibilidad de promoción política con el triunfo de Mario. Ello le lanzará a la oposición al régimen optimate y a cultivar la protección de personalidades populares que le abrirán nuevas puertas. Para ello César elegirá a Pompeyo con cuyo apoyo conseguirá ser elegido pretor en el año 62 y ser enviado al año siguiente a la Hispania Ulterior como procónsul, provincia que ya conocía tras su paso por la misma como cuestor en el año 69, ocasión que le permitió trabar relaciones personales con los provinciales, dispensando beneficios y ganando voluntades como ocurriría con el gaditano L.Cornelio Balbo que se convertirá, con el tiempo, en uno de su mas estrechos colaboradores. El gobierno de César en la Ulterior: la campaña contra los lusitanos Nos es desconocido si fue la suerte la que asignó a César el gobierno de esta provincia ni si su mandato era como propretor o procónsul. En todo caso si sabemos que su marcha de Roma fue precipitada debido a la magnitud de las deudas contraídas, de hecho sus acreedores intentaron impedir su partida y fue Craso el que actuó como de garante de César para solventar la situación. César utilizará las magníficas posibilidades que ofrecía la provincia para un hombre de Estado. A fin de ganar prestigio y autoridad suficientes para que se le abrieran las puertas del consulado emprendió una campaña contra los lusitanos, a los que pretendía obligar a trasladarse de las montañas al llano y evitar de esta manera que pudieran esconderse tras sus frecuentes razias a las ricas tierras del sur. Será esta campaña una campaña perfectamente planificada que contará con la ayuda del gaditano Balbo que utilizará su dinero e influencia para proveerle de los medios necesarios. Cesar someterá a los lusitanos y a las tribus vecinas (quizá vetones) y los persiguió más allá del Duero, entrando así en territorio galaico. Tras su regreso, los vencidos, tras un intento fallido de sorprender a César se refugiarán en una isla situada en las cercanías de Lisboa. César enviará correos a Gades en los que ordenaba a sus habitantes que le enviaran una flota para trasladar sus tropas a la isla. Con su ayuda la resistencia indígena acabó de inmediato, pero aprovechando el éxito logrado y el tener a su disposición estos recursos navales. Cesar marchará por mar hacia el norte del Duero, llegando hasta Brigantium (Betanzos, La Coruña), obligando a su paso a las tribus galaicas a reconocer la soberanía romana. El ejército victorioso le proclamo imperator y pudo así afirmar sus sólidos lazos de clientela militar. El enorme botín le permitió hacer generosos repartos a sus soldados, restaurar sus comprometidas finanzas y enviar al erario público de Roma fuertes sumas que justificaran la guerra emprendida. El resto de su gestión como gobernador lo aprovechó César para cimentar su prestigio y ampliar relaciones con los provinciales con vistas a su futuro político: solvento conflictos internos de las ciudades, ratificó leyes, suavizó costumbres bárbaras, estableció medidas fiscales favorables a los indígenas… Entre estas medidas destaca el fomento, bajo su directo patronazgo del envío de legaciones de ciudades indígenas para lograr el levantamiento de las cargas extraordinarias que pesaban sobre ellas desde la guerra sertoriana. Pero especialmente, procuró atraerse a los elementos influyentes de las ciudades mediante medidas fiscales favorables sin olvidar de cultivar su populismo con reajustes de la administración de justicia a favor de los humildes. Será la ciudad de Gades el objetivo predilecto de su evergetismo como reconocimiento por la valiosa ayuda prestada en la reciente campaña por sus habitantes en general y por alguno de ellos como Balbo en particular. ROMA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA: EL ACUERDO DE LUCCA El “primer triunvirato” Tras el éxito de Hispania, César se dispuso a lograr su siguiente meta: su elección para el consulado del año 59; para conseguir su objetivo, consciente de sus escasas posibilidades y aprovechando que Pompeyo también estaba en abierto conflicto con el senado, Cesar sabrá acercarse a él y llegar a un acuerdo privado que cumpliera los intereses de ambos, presentando un frente común contra el gobierno senatorial con la fuerza de las clientelas, de los veteranos de Pompeyo y de sus propios seguidores populares, a este acuerdo también se unirá Craso.

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El principal beneficiario de este acuerdo será César, que no sólo conseguirá el consulado sino un futuro mando extraordinario por un periodo de cinco años sobre las provincias de la Galia e Ilírico, que César aprovechará para realizar su magnífica conquista de las Galias. Durante estos años apenas si existen noticias de Hispania salvo la presencia de auxiliares hispanos en los ejércitos de César en la Galia y una sublevación de las tribus vacceas de la Citerior en el año 56 que se extendió a las poblaciones arévacas vecinas y que fue precariamente sofocada por el gobernador de la provincia Metelo Nepote. La conferencia de Lucca: Hispania en la órbita de Pompeyo. La alianza de Pompeyo, César y Craso había constituido un fracaso y ello obligo a una ratificación de la misma en el año 56 – la llamada conferencia de Lucca. Según el nuevo reparto Pompeyo y Craso deberían revestir el consulado para el año 55 y a su término, recibir, como César, un mando provincial proconsular por cinco años. Craso optó por Siria donde encontrará la muerte, mientras Pompeyo se decidía por las dos Hispanias y África. César por su parte se contento con mantener por otros cinco años su imperium sobre las provincias que ya tenía. Pompeyo acertó en la elección teniendo en cuenta que Hispania era un excelente arsenal de reclutamiento de tropas y materiales y contaba con una magnífica posición estratégica. Sin embargo Pompeyo ante la alternativa de marchar a Hispania o de permanecer en Roma optó por esta última, que si bien satisfacía su orgullo apenas representaba ventajas positivas. De este modo entre el 55 y el 49, comienzo de la guerra civil la Península estará encomendado a los legados de Pompeyo, que la debían administrar en su ausencia y que contaban con un formidable ejército compuesto de siete legiones más los reclutamientos auxiliares. La existencia de este ejército señalaba ya a Hispania como un previsible escenario en caso de desencadenarse la guerra civil. CRONOLOGÍA 68 a.C. César cuestor de la provincia Ulterior. 66 a.C. Lex Manilia. Guerra contra Mitrídates 63 a.C. Ordenación de Oriente por Pompeyo. Conjura de Catilina. 61 a.C. Propretura (proconsulado) de César en la Ulterior. 60 a.C. El llamado “primer triunvirato”. 59 a.C. César, cónsul. 58-51 a.C. Guerra de las Galias. 57 a.C. Acuerdo de Lucca 56-55 a.C. Q. C. Metelo Nepote en la Citerior; Sex. Quintio Varo en la Ulterior. 55-49 a.C. Pompeyo recibe en la conferencia de Lucca las dos provincias de Hispania, que administra a través de sus legados, Afranio, Petreyo y Varrón. 52 a.C. Pompeyo, cónsul sine collega

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TEMA 13: HISPANIA EN LA GUERRA CIVIL (49-45 A.C.) LA GUERRA CIVIL ENTRE CÉSAR Y POMPEYO La conferencia de Lucca no servirá para estabilizar la situación política romana. Antes bien la inseguridad reinante abrirá camino a la idea de que era necesario un dictador para salvar a la ciudad del caos. Este sólo podía ser Pompeyo que se había mantenido al margen del juego político popular. Ello cristalizo en una alianza entre éste y el senado que lo nombro cónsul sine colega en el año 53. Esto no dejo a César otra alternativa que contestar con la fuerza a esta entente Pompeyo- Senado, y así en enero de 49 atravesó la frontera de Italia a la cabeza de una legión dando comienzo a la guerra civil. El desarrollo de esta campaña nos es conocido entre otras fuentes al “Comentarii de bello civile” del propio César. Esta decisión de invadir Italia en pleno invierno y con tan exiguas fuerzas buscaba el factor sorpresa, en tanto que la estrategia de Pompeyo se basaba en un proyecto a largo plazo que comenzaba con el abandono de Italia y su traslado a Oriente para reunir allí ingentes tropas con las que llevar a cabo la reconquista de Italia, sin embargo esta retirada no se realizó con la rapidez necesaria y Pompeyo perdió un tiempo precioso que César utilizó en su favor con una estrategia resuelta y fulminante. César, una vez asegurado el dominio de Italia, se planteó en primer lugar asegurar el dominio de Occidente, donde existían considerables fuerzas pompeyanas que era necesario neutralizar para evitar los riesgos de una lucha futura en dos frentes, su estrategia consistía, pues en neutralizar las fuerzas de Pompeyo en Hispania, antes de que éste tomara la iniciativa. HISPANIA, CAMPO DE OPERACIONES Hispania será uno de los principales y decisivos teatros de operaciones de la guerra civil, ello es así por diferentes razones como son la antigua colonización romano-itálica, la concesión de derechos de ciudadanía, la urbanización y creación de centros romanos o mixtos o la inclusión de elementos indígenas en los ejércitos romanos que hacen que la crisis política de Roma repercuta activamente en amplias capas de la población provincial. A esta problemática política se añadirán en la Península Ibérica además los problemas derivados de la conquista y explotación de estos grupos romanos sobre una población indígena con graves desigualdades sociales y profundamente dividida en la aceptación de dominio romano. La campaña de Ilerda. Capitulación de la Ulterior En el año 49 Pompeyo contaba con siete legiones en la Península, a las que se añadía un nutrido grupo de auxiliares indígenas. Estos efectivos estaban a cargo de tres legados de, Afranio, Petreyo y Varrón. Con la llegada de L.Vibulio Rufo, lugarteniente de Pompeyo los dos primeros concentraron sus fuerzas en Ilerda (Lérida), sobre la orilla derecha del Segre, afluente del Ebro. en tanto que Varrón permanecía en la Ulterior con dos legiones de reserva. Por su parte las tropas de César, llegadas de la Narbonense al mando de C. Fabio tomaron posiciones junto al rió en la orilla opuesta hasta la llegada de César. A su llegada César inició una serie de operaciones de acercamiento a los indígenas que comenzaron a desertar del ejército pompeyano, estos trataron de retroceder hacia el sur del Ebro pero César les cortó la retirada y los cercó en Ilerda, privándoles de toda posibilidad de avituallamiento. Las tropas desmoralizadas y hambrientas tuvieron que capitular. Ante esta derrota Varrón pensó que el único remedio era retroceder y hacerse fuerte en Gades, pero César actuó con rapidez proclamando un edicto para que representaciones de todas las ciudades de la provincia se reunieran con él en Corduba, apenas conocido este edicto las ciudades se apresuraron a declarar su lealtad, Corduba, Carmona e Itálica cerraron sus puertas a Varrón y Gades expulsó a la guarnición pompeyana. Todo ello obligó al legado a hacer saber a César que estaba dispuesto a entregar sus efectivos y así sin perder un solo hombre Cesar completó el desmantelamiento del ejercito pompeyano en Hispania. En la anunciada asamblea de Córdoba César devolvió a los hispanos las entregas exigidas por Varrón, condonó los impuestos extraordinarios y prometió restituir los bienes confiscados a aquellos que habían mostrado una actitud procesariana. A continuación César embarcó hacia Tarraco donde se ganó a las comunidades de la provincia. Poco después abandonaba al frente de sus tropas la Península camino de Oriente donde estaba Pompeyo, dejando como gobernador de la Ulterior a Q. Casio Longino con cuatro legiones, las dos que antes habían servido bajo Varrón y otras dos reclutadas recientemente en Italia y en la Citerior a M. Emilio Lépido.

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EL GOBIERNO DE CASIO LONGINO; DEFECCIÓN DE LA ULTERIOR El arbitrario gobierno de Q. Casio Longino, que no supo hacer justicia a la confianza depositada en su persona llevará a que se produzca una conspiración urdida por ciudadanos de Itálica que intentaran asesinarle, la represión llevada a cabo ocasionara que las legiones de la provincia se amotinen, negándose a obedecer las órdenes de embarcar para la campaña de África. Las dos antiguas legiones de Varrón con parte de los nuevos reclutados por Casio eligieron por jefe al cuestor Marco Marcelo y le obligaron a marchar contra Casio y las legiones que le habían permanecido fieles quienes no tuvieron más remedio que guarecerse tras las murallas de Ulia (Montemayor), Casio solicitó refuerzos al gobernador de la Citerior y al rey de Mauritania, aliado de César. La llegada de estos refuerzos resolvieron momentáneamente la situación, Trebonio sustituyó en el gobierno de la provincia a Casio quien, al intentar huir con el producto de sus rapiñas para escapar de las iras de sus administrados, naufragó en la desembocadura del Ebro falleciendo. Mientras tanto en Oriente César había derrotado a Pompeyo en Farsalia, este huyó a Egipto donde fue asesinado por orden del faraón Ptolomeo XIII. Tras una corta campaña en Asia Menor y una estancia relámpago en Roma César se dirigió a África, donde se habían reagrupado las fuerzas senatoriales y pompeyanas bajo el mando de Escipión, Catón y de los hijos de Pompeyo. El desembarco de Cneo Pompeyo en Hispania En Hispania el simple cambio de gobernador no fue suficiente para sofocar la rebelión. Las legiones sublevadas expulsaron al gobernador y levantaron a toda la provincia. Los ecos del motín llegaron a África y los dirigentes senatoriales convencieron a Cneo, hijo mayor de Pompeyo para que pasara a Hispania y se pusiera al frente de las fuerzas rebeldes, aprovechando el prestigio que entre los indígenas había gozado su padre. Puso proa a las Baleares que conquistó, si bien encontró gran resistencia en Ibiza. A continuación Cneo desembarcó en la península conquistando Cartago Nova y siendo aclamado como imperator por los amotinados, a quienes se unieron los pocos fugitivos supervivientes que consiguieron escapar de César tras el desastre de Thapsos, entre ellos el hijo menor de Pompeyo, Sexto. De este modo la Península se convirtió en el último foco de resistencia optimate. LA CAMPAÑA DE MUNDA Los episodios finales de la guerra civil que tendrán como escenario la Península Ibérica serán testigos de episodios de gran crueldad y encono. César no actuará ahora como en ocasiones anteriores, evitando en lo posible los derramamientos de sangre, sino que será una guerra de exterminio. A ello se añadirá la situación interna de las ciudades donde la existencia de un partido procesariano enconará aún más las posiciones y exasperará el odio. De esta manera se desarrollará en la Ulterior otra guerra civil interna provincial, en la cual las adhesiones políticas escondían conflictos sociales de la población autóctona, por largo tiempo incubados. Ello explica este desarrollo brutal de matanzas, incendios, represalias…de romanos contra provinciales y de romanos y provinciales entre sí. La llegada de César a la Ulterior. César al tener conocimiento de la sublevación enviará en primer lugar a dos de sus legados, que impotentes para hacer frente a las tropas pompeyanas se harán fuertes en Obulco (Porcuna), mientras solicitaban nuevos refuerzos. César envió nuevas tropas y tras las elecciones del 46 se presentó, tras una marcha fulminante de veintisiete días a lo largo de la costa oriental, en Obulco, comenzando inmediatamente las operaciones militares. César contaba con un ejército disciplinado formado por nueve legiones, reforzadas por la caballería auxiliar gala con 8.000 jinetes. Por su parte los pompeyanos habían dividido su ejército en dos frentes: uno al mando de Cneo sitiaba Ulia y el otro bajo su hermano menor Sexto defendía la capital de la provincia, Corduba. César, consciente de su superioridad trato de provocar un combate decisivo en campo abierto en tanto que los pompeyanos trataban de prolongar la guerra indefinidamente, buscando que los efectivos enemigos, privados de avituallamiento, se vieran obligados a renunciar. César levantará el cerco de Ulia y ante la dificultad de un asedio sobre Corduba buscará otras plazas más practicables como Ategua en el valle del Guadajoz que será conquistada. A partir de aquí la guerra se convertirá en una monótona sucesión de sitios de ciudades en la región al sur de Córdoba para incitar a los pompeyanos a la lucha abierta. Ventipo, Aspavia, Spalis, Caruca... y otras muchas ciudades se desgarraran en luchas intestinas entre partidarios de uno y otro bando. Finalmente el 17 de marzo, César logro encontrarse en la llanura de Munda (cerca de Montilla) con el grueso del ejército pompeyano que será totalmente derrotado. Mientras Q. Fabio Máximo ocupaba Munda y Urso, César se dirigía a Corduba, incendiada por los pompeyanos, una vez comprobada la inutilidad de la resistencia. La frustrada esperanza de un rico botín desataron la furia de las tropas de César que provocarán una gran masacre entre la población acabando con la vida de veinte mil personas. Desde Córdoba César se dirigirá al sur sometiendo Hispalis, Hasta, Carteia

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y Gades. Muerto Cneo y la mayor parte de los dirigentes pompeyanos la resistencia pompeyana cesó, si bien Sexto lograría escapar a la Celtiberia para intentar reanudar la lucha apoyado en los indígenas.

Último enfrentamiento bélico de las guerras civiles romanas librada por los seguidores de Julio César (clases populares y ricos) y de Pompeyo Magno (viejas oligarquias y el Senado romano). Tuvo lugar el 17 de marzo del 45 a.C en la región Bética (Hispania), cerca de Munda (posiblemente Montilla, aunque algunos historiadores piensan que la batalla ocurrió cerca de Osuna o Écija), librada por Julio César contra los hijos de Pompeyo (Cneo y Sexto) que mantuvieron su causa tras la muerte de su padre, junto a Tito Labieno.

Julio César contó con ocho regiones entre ellas: Legio III Gallica, la Legio V Alaudae, la Legio X Gemina y la Legio XIII Gemina, y 8.000 soldados de caballería. Los pompeyanos con 70.000 hombres.

La batalla comenzó de un modo igualitario para ambos bandos, cambiando la situación a favor del ejercito de Julio César con el movimiento de tropas de un ala a otra, generando la retirada de muchos soldados pompeyanos por la fuerza del ataque que se dirigía esa zona, rompiendo el frente y entrando las tropas populares con facilidad. Cientos de soldados pompeyanos murieron en la retirada, muriendo otros en la ciudad de Munda.

Después de esta victoria y la muerte de Tito Labieno y Cneo Pompeyo Fastulos, Julio César regresó a Roma y fue nombrado dictador.

LA REORGANIZACIÓN PROVINCIAL TRAS LA GUERRA Sometida la provincia César acometió una serie de medidas: escarmiento de los vencidos, extensa colonización entre sus veteranos y partidarios para neutralizar la inclinación pompeyana de la provincia y fortalecimiento de la devoción a su persona con una serie de disposiciones a favor de los indígenas leales. César favorecerá también la inclusión de provinciales en el círculo dirigente de ciudadanos romanos. Colonización César castigó a ciudades y provinciales que habían militado en el bando pompeyano con una ingente confiscación de tierras y la imposición de cargas fiscales. Por el contrario las ciudades leales recibieron el privilegio de su elevación a la categoría de colonia latina o incluso, de municipio romano. Los núcleos que habían sido el alma de la rebelión pompeyana hubieron de ceder parte de su territorio a los colonos cesariano. De ahí la alta concentración de colonias romanas en el valle del Guadalquivir (Urso, Hispalis, Hasta, Ucubi…) Pero también en la Lusitania meridional César levantó una serie de centros romanos de colonización, como murallas de contención y avanzadillas estratégicas: Norba (Cáceres) o Metellinum (Medellín) entre ellas. En cambio la Citerior, apenas incluida en la guerra, no contó con una obra de tan vasto alcance aunque entre otras medidas Tarraco y Cartago Nova fueron transformadas en colonias romanas. Municipalización Esta política colonizadora se completó con otra de extensión de derechos ciudadanos a núcleos urbanos indígenas, que vieron elevado su rango jurídico y sus privilegios respecto del resto de comunidades urbanas de su provincia; ello se hizo a través de su conversión en municipii civium Romanorum, equiparados a las colonias y municipios romanos o en la forma inferior de municipios de derecho latino. No es posible discernir con certeza que ciudades deben a César o a Augusto la concesión de la carta municipal. Posiblemente en la Bética sean cesarianos la mayor parte de los municipios que encontramos bajo Augusto, con seguridad lo son Gades y Osset (Triana) y en la Lusitania Olisippo (Lisboa) también lo sea. En cambio en la Citerior la mayor parte de los trece municipios romanos y las dieciocho ciudades con derecho latino son obra de Augusto. Ello es debido a que César estaba en deuda con las ciudades que le habían sido leales y la mayor parte de las acciones bélicas se habían desarrollado en la Ulterior y por eso fue allí donde se manifestó con más intensidad esta municipalización cesariana, que Augusto incrementaría, extendiéndola al resto de la península. La muerte de César apenas diez meses después de Munda abocaría de nuevo a Roma a una guerra civil de trece años. CRONOLOGIA 49-45 a.C. Guerra Civil. 49 a.C. Comienzo de la Guerra Civil. Paso del Rubicón por César. Fabio es enviado a Hispania y establece su campamento al norte de Ilerda. Llegada de César y campaña de Ilerda. Varrón hace entrega de la Ulterior, que César encomienda a Q. Casio Longino. M. Emilio Lépido es encargado de la Citerior. 48 a.C. Atentado contra Casio en Córdoba. Motín de las legiones de la Ulterior. Batalla de Farsalia, asesinato de Pompeyo. Trebonio sucede a Casio en el gobierno de la provincia. Cneo, hijo de Pompeyo conquista Baleares y el ejercito de la Ulterior se pronuncia por él.

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46 a.C. Q. Fabio Máximo en la Citerior, Cneo desembarca en Hispania. 45 a.C. Las tropas cesarianas enviadas desde Cerdeña contra Cneo son sitiadas en Obulco. Llegada de César: Guerra en la Ulterior. Batalla de Munda. César tras vencer adopta medidas políticas en Hispania. Lucha contra Sexto Pompeyo. INFLUJO SOBRE LOS INDÍGENAS DE LAS GRANDES PERSONALIDADES ROMANAS. ESCIPIONES, T. SEMPRONIO

GRACO, POMPEYO, CÉSAR Y SERTORIO. Pareti considera que la política de estos gobernantes de hacer numerosos y continuos beneficios a los indígenas contribuyó no poco a atraerlos y vincularlos al partido romano y a romanizarlos lentamente. Ya se dijo de Escipión el Africano que fue proclamado rey; el general romano dedicó el invierno del año 210 al 209 a atraerse a los indígenas, liberó a los rehenes de Cartago Nova para atraerse a los iberos, como a la prometida de Allucius (Liv. XXVI 50) y a la familia de Edecón (Pol. X 34), y los trató perinde ac si sociorum liberi essent (Liv. XXVI 47, 4), como años antes, el 217, hicieron también los Escipiones, después de la traición de Abelux (Pol. III 97), al igual que a los prisioneros hispanos de Bécula, mientras vendió a los africanos (política seguida igualmente por Aníbal en Italia), y cuando venció a Asdrúbal en Hispania inmediatamente libertó sine pretio a todos los españoles. Livio percibió claramente la influencia de la conducta y aspecto de las grandes personalidades sobre los hispanos y su importancia para establecer vínculos de clientela al escribir: cum maiestas esset tum fides. El mismo autor (XXVII 20) indica que "Asdrúbal y Magón estaban de acuerdo en pensar que los favores, de Escipión habían ganado el corazón de todos, pueblos y particulares". Asdrúbal debería pasar a Italia con las tropas hispanas ut hispanos omnes procul ab nomine Scipionis ex Hispania abduceret. El aspecto físico de Escipión era para impresionar a los iberos, como a Massinisa. A esto se añadían los rumores que circulaban sobre el trato de Escipión con los dioses (App. Ib. 26) 249. El resultado de su conducta y de su aspecto y los de sus padre y tío se dejaron bien pronto sentir en Hispania: año 217, 120 pueblos se sometieron a los romanos y amistad y alianza de los pueblos situados al N. del Ebro (Pol. III 97, 2); año 215, casi todos los pueblos se pasaron a los romanos (Liv. XXIII 32, 6); año 209, Allucius, con 1.500 jinetes, sirve en el ejército romano, lo mismo que Edecón; año 206, Culchas, proporciona a Escipión 3.500 hombres, y Attenes se pasa con una gran tropa de súbditos; recorrió Escipión toda Hispania y la sometió. La obra de T. Sempronio Graco no contribuyó menos a civilizar y romanizar a las poblaciones indígenas, dándoles leyes y repartimientos de tierras a los necesitados; todavía al principio de la guerra numantina los habitantes de esta ciudad, en el año 137, recordaban, a T. Sempronio Graco y querían tratar con los romanos a través del hijo, que era cuestor en el ejército (Plut. T. Grac. 5,). Pompeyo el Magno hizo muchísimos beneficios a los indígenas, según indicación del propio César, en el texto más arriba aducido, y en este otro: quae in amicitia mansuerunt magnis adfectae beneficiis eum diligebant (BC I 61). De la política seguida por César escribe el anónimo autor del Bellum Hispaniense 42: initio quaesturae suae eam prouinciam ex omnibus prouinciis peculiarem sibi constituisse et quae potuisset tempore beneficia largitum esse. Sin embargo, la política emprendida por Sertorio, the last and greatest Name in the Story of Spain in the Roman Republic en frase de Last, como han visto De Sanctis, Caro Baroja y Pareti fue la que más poderosamente contribuyó a romanizar a los indígenas. Caro Baroja considera a Sertorio "una de las figuras capitales en la Historia de la romanización del país... Su poder de captación fue enorme y acaso él hizo para la organización civil, cultural e industrial del país más que todos

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los gobernadores de la República juntos". Su importancia reside no sólo en que él disciplinó las tropas indígenas, obligándolas a luchar a la romana (Plut. Sert. 14), y organizó algunas industrias necesarias para la guerra, como la del hierro, ropas y construcción de puentes y de caminos (Liv. frag. 101), sino porque educó a la romana a los hijos de los iberos notables: "lo que principalmente les ganó la voluntad fue lo que hizo con los jóvenes, reuniendo en Huesca, ciudad populosa, a los hijos de los personajes más principales, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas; en realidad les tomaba como rehenes aparentemente les instruía para que en llegando a la edad varonil participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres estaban muy contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas, muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, les examinaba por sí muchas veces y les regalaba los collares que los romanos llaman bulas" (Plut. Sert. 14). Sertorio educaba a los rehenes a la romana, al igual que años más tarde Agrícola en Germania a los hijos de los jefes bárbaros (Tac. Agr. 21). Con Sertorio los indígenas vieron funcionar las magistraturas e instituciones romanas, como el senado, todo lo cual confirma [-506→507-] la verdad de la frase que escribió T. Mommsen 256: "era la primera vez que se emprendía semejante obra (romanizar insensiblemente las provincias) no destruyendo las razas indígenas y sustituyéndolas con la colonización latina, sino convirtiendo a los provinciales en latinos". Las fuentes insisten en que Sertorio hacía continuos beneficios a los indígenas. No contribuyó poco a que los indígenas le siguieran como a un dios y obedecieran en todo, la creencia de que era particularmente querido de los dioses (que le habían enviado la cierva, que inspirada por Diana hablaba con él, le aconsejaba y le decía lo que convenía hacer (Gel. XV 22).

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TEMA 14: HISPANIA EN LA ÓRBITA DE OCTAVIANO. LAS GUERRAS CÁNTABRO-ASTURES. EL SEGUNDO TRIUNVIRATO La guerra en Hispania de Sexto Pompeyo Mientras César celebraba en Roma sus victorias en Hispania, Sexto, hijo menor de Pompeyo, volvió con un pequeño ejército a la Ulterior. Ni Carrinas, legado de César, ni Asinio Polión, nuevo responsable de la provincia, pudieron con él. Tras el asesinato de César, el pretor de la Citerior, M. Emilio Lépido, consiguió a través de los responsables políticos en Roma que Sexto depusiera las armas y se integrara en la vida pública (año 44 AC). Octaviano y los cesarianos: el triunvirato El asesinato de César no sirvió para que el Senado recuperara el poder. Éste estaba en manos del ejército dirigido por Marco Antonio y Lépido (lugartenientes de César). Marco Antonio intentó concentrar el poder en su persona basándose en el ejército, pero Octaviano, hijo adoptivo de César, llegó a Roma dispuesto a defender su herencia. El Senado intentó utilizar a Octaviano contra Marco Antonio, pero se negó a nombrarlo cónsul, por lo que el heredero de César entró en Roma con su ejército. Las manipulaciones de Lépido consiguieron acercar a Marco Antonio y Octaviano para formar, junto con él, el llamado “segundo triunvirato”, a caballo entre la dictadura y el pacto privado. Este acuerdo consistía en el reparto de las provincias y sus correspondientes legiones y su duración era de 5 años. Una vez eliminados los adversarios (Cicerón, Bruto y Casio, entre otros), Antonio y Octaviano decidieron un nuevo reparto a espaldas de Lépido: Oriente sería para Antonio y Octaviano se quedaría en Italia. La relación entre Antonio y Cleopatra (sentimental y política), provocó el enfrentamiento con Octaviano que venció en Accio (año 33 AC). Tras el suicidio de ambos, Octaviano monopolizó el poder. Lépido en Hispania Al contrario que durante el conflicto entre César y Pompeyo, Hispania permaneció prácticamente al margen del conflicto entre Marco Antonio y Octaviano. Tras la marcha de Sexto, Polión y Lépido quedan al mando de Hispania. Lépido actuó como mediador entre Antonio y Octaviano en Bolonia, donde se pactó el reparto de las provincias y sus respectivos ejércitos (base del poder):

• Antonio: las Galias Cisalpina y Comata, con el control fáctico de Italia • Lépido: la Narbonense y las Hispanias • Octaviano: África, Sicilia y Cerdeña (más nominal que realmente).

Hispania en la órbita de Octaviano: la “era consular” Tras la victoria de Filipos sobre los asesinos de César, Antonio y Octaviano decidieron remodelar el reparto al margen de Lépido: la Narbonense para Antonio y las Hispanias para Octaviano, compensando a Lépido con África. Octaviano dejó al mando de Hispania a sus legados. En el año 38 AC empieza la “era consularis o hispana”, fórmula de datación muy utilizada a partir de entonces, sobre todo en la zona norte. Aunque el conflicto entre Octaviano y Antonio casi no afectó a Hispania, nuestra península sí quedó incluida en la estrategia general de la guerra. LA CONQUISTA DEL NORTE PENINSULAR Las campañas de los legados de Octaviano Aunque las fuentes no hablan mucho de esta época, sí sabemos de las luchas de los legados contra los indígenas en las fronteras provinciales (39 AC). Se supone que el objetivo eran los pueblos del norte del Duero.

• Cántabros y astures Roma no había mostrado gran interés en Cantabria y Asturias (conocidas como Cantabria hasta los Pirineos), tierras habitadas por pueblos primitivos y guerreros. Hasta la mitad del primer milenio, las noticias de los cántabros se limita a su presencia como guerreros al lado de otros pueblos indígenas o como mercenarios romanos. El avance romano en la Citerior había llegado al valle alto y medio del Duero y, aunque se intentó una penetración más profunda, los disturbios en Roma, la escasa planificación y el ser una zona fronteriza poco poblada y no muy rica, hicieron que se olvidara tras el fin del conflicto sertoriano.

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• Los comienzos de la guerra: la campaña de Estatilio Tauro

Dos años después del triunfo de Octavio, empieza la guerra en la zona noroccidental de la Península con la exitosa campaña de Estatilio Tauro. Calvisio Sabino y Sexto Apuleyo también consiguen sendas victorias. Várdulos y caristios fueron, probablemente, sometidos para favorecer la comunicación romana con Aquitania. El vasto territorio y la belicosidad indígena alargaron el conflicto causando incluso importantes desastres en el bando romano.

• La campaña de Augusto En el año 26 AC Augusto interviene en las guerras cántabras. Existen varias hipótesis sobre los motivos: política, justificación defensiva, motivos económicos (minas), concepción del Imperio como unidad orgánica… El desarrollo del conflicto obligó a Octavio a intervenir movilizando grandes efectivos. Las fuentes son Floro, Orosio y Dión, pero las interpretaciones, rectificaciones y ausencia de datos arqueológicos, dificultan el conocimiento real del desarrollo de la campaña. Augusto sabía que esta campaña serviría como medio de propaganda y por ello se desplazó a Tarraco a fines del año 27 para prepararla a conciencia para la primavera siguiente. El objetivo era dominar el acceso entre el litoral cántabro y la Meseta del Duero (cuenca del Besaya). Los ejércitos de la Ulterior y la Citerior (entre 30.000 y 50.000 efectivos) debían actuar coordinados y tenía gran importancia el tema del abastecimiento (desde Aquitania y por mar). El ejército de la Citerior empezó la ofensiva en Segisama (Sasamón) con Augusto al frente y con el apoyo de la flota de Aquitania (en Suances y en la bahía de Santander). La guerra fue más larga y dura de lo previsto a causa de las numerosas guerrillas indígenas y las dificultades del terreno. Augusto incluso estuvo a punto de morir (a causa de un rayo), más tarde enfermó y tuvo que regresar a Tarraco. Su legado C. Anstitio terminó la campaña y Octavio proclamó la pacificación del Imperio en Roma en el año 25 AC.

• La continuación de la guerra A pesar de ello la guerra continuó varios años, entre los años 24 y 19 AC. Fue una guerra colonial, cuya pacificación se basó en el exterminio brutal. Paralelamente se fue conquistando el sector montañoso al occidente de Astorga (el Bierzo) para favorecer la instalación de las fuerzas de apoyo romanas.

• El sometimiento definitivo de cántabros y astures La corrupción y crueldad del legado Casirio provocaron en el 22 AC el levantamiento de los astures. La conquista, control y presión sobre la población, fueron las causas. La gravedad de los hechos provocó que Casirio solicitara la intervención del legado C. Furnio. La victoria romana supuso represalias y esclavitud para los astures. Los cántabros mantuvieron la resistencia llegando incluso a incendiar sus castros y al suicidio antes que entregarse. En el año 19 AC, prisiones esclavizados iniciaron una nueva rebelión. Sólo la intervención de Agripa, que emprendió una agotadora y sangrienta guerra de exterminio, pudo acabar con ellos. “Sólo sobre un humeante cementerio en ruinas pudo imponerse por fin una nueva organización territorial bajo dominio romano”.

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TEMA 15. LA HISPANIA ALTOIMPERIAL I. AUGUSTO Y LOS JULIO–CLAUDIOS LA CONSTRUCCIÓN DEL RÉGIMEN IMPERIAL Los poderes de Augusto: el Principatus En Accio se había puesto fin a la división del Imperio y Octaviano se enfrentaba a la difícil tarea de dar a su poder personal una base legal. Para los partidarios de Octaviano resultaba fácil presentar al hijo adoptivo de César como dotado de las mayores virtudes que podía poseer un jefe, capaz de contar con la virtus, la clementia, la iustitia, y ser el portador de la paz. Tras la guerra civil Roma estaba sumida en el más absoluto caos, la normalización de la vida pública y los problemas derivados del enfrentamiento apuntaban hacia una única solución: la creación de un nuevo régimen. Un nuevo régimen que debía ser fruto del múltiple compromiso entre el poder absoluto y las formas republicanas; basado en el consenso entre las diferentes tendencias y estratos sociales, en definitiva, entre vencedores y vencidos. Es en este contexto donde encontramos la respuesta a la política desarrollada por Octaviano que el mismo calificó con el nombre de Principado (término que deriva del Princeps "primer ciudadano"), procurando presentarse como un continuador de la tradición republicana. De esta forma inició la reforma del estado. En el año 31 a. C., las bases legales de Octaviano eran insuficientes para el ejercicio de poder a largo plazo así como sus honores. Entre estos destaca el título de imperator, justificado por sus victorias militares. De este modo se mantuvo como jefe único del Imperio hasta inicios del 27 a.C., cuando el Senado aprobó la forma constitucional de su poder real. Es en el año 27 cuando, en un calculado gesto espectacular, da a conocer que había finalizado la situación de excepción y que devolvía al Senado los poderes extraordinarios que había disfrutado declarando la restitución republicana, la rex publica. El Senado, ante este generoso acto, le suplicó que aceptara la protección y defensa del Estado (cura tutelaque rei publicae) otorgándole nuevos honores, entre ellos el de Augustus que elevaba a su portador por encima de las medidas humanas. Este acto no es únicamente un pacto entre el Senado y Augusto sino también entre las fuerzas republicanas y monárquicas, es por tanto una fórmula de compromiso entre monarquía y república por la que se restituye la rex publica no como gobierno de la nobilitas sino como el reconocimiento legal de Augusto sobre el estado, su auctoritas. Este nuevo concepto se convertirá en la pieza maestra del principado, en el eje del equilibrio entre el poder monárquico de Augusto y la constitución formalmente republicana. En el año 23 a. C., el Senado le concede las competencias de los tribunos de la plebe, tribunicia potestas, a título vitalicio, y un imperium proconsular maius sobre todas las provincias del imperio. Estos son precisamente los dos pilares del Principado, basados en la centralización de los poderes del pueblo y el ejército respectivamente, siendo, al mismo tiempo, los nuevos instrumentos del gobierno donde las magistraturas pierden la limitación de colegialidad y anualidad, pero respetando la legalidad republicana en el plano formal. Augusto y los estamentos privilegiados de la sociedad Pero, esta restauración de la rex publica llevó a Augusto a una contradicción en la que, por un lado devolvía al Senado su poder secular y constitucional pero, por otra, debía de estar a su servicio. Para ello invitó a los Senadores a la participación, a título individual, en el gobierno. También fue llamado el orden ecuestre, segundo estamento privilegiado, a participar en las tareas administrativas, atribuyéndoles un buen número de funciones en la nueva administración: ejército, prefecturas y procuratelas. La obra administrativa Augusto creó las bases de una nueva administración para Roma, Italia y las provincias que, con retoques, se mantuvo durante todo el Alto Imperio. En líneas generales se fundó en el debilitamiento de las magistraturas republicanas y en la simultánea creación de una administración paralela confiada al orden ecuestre. Este debilitamiento fue acompañado por el desarrollo de un sistema de administración inexistente en la época anterior: la centralización de poder.

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La administración provincial quedaba dividida, según el tipo de control, en Augusteas y senatoriales (aunque el término es inapropiado) diferenciadas según su grado de romanización. El Princeps asumía el control de las regiones precisadas de defensa militar, mientras que el Senado, en nombre del pueblo, administraba las que no necesitaban de guarnición militar, entre ellas la Bética. AUGUSTO Y EL IMPERIO Tras trece años de guerra civil, en el año 17 a. C., Augusto decretó la "Pax Augusta" en todo el mundo civilizado, como elemento de propaganda una paz, cuyos beneficios disfrutarán tanto los ciudadanos de Roma como los de los territorios dependientes o sometidos. Estos territorios se integran con Augusto en una unidad geográfica, política y de fronteras, con instituciones de carácter estable y homogéneas que formarán el Imperium Romanun. A partir de ahora el concepto de Imperio es parte integrante de la ideología oficial (los beneficios del dominio imperial debían extenderse a nuevos territorios) que implica el dominio universal y exige una política expansiva e imperialista ilimitada. Pero esta filosofía estaba apoyada en consideraciones prácticas, debemos recordar que Octavio era el jefe de las fuerzas armadas por la concesión senatorial de un Imperium proconsular, por lo que debía justificar su responsabilidad con éxitos militares. La creación de un espacio uniforme, con fronteras ininterrumpidas de fácil defensa, convertía al ejercito en elemento estable y permanente de ocupación. Los cuerpos militares repartidos por las provincias ya no estarían supeditados a la ambición de un gobernador, sus mandos sólo actuarían por delegación del emperador. La Pax Augusta garantizaba también la estabilidad y la seguridad de todo el Mediterráneo para el tráfico comercial. Durante esta época, las provincias de ultramar disfrutaron de un crecimiento económico sin precedentes. En definitiva la Pax Augusta modela en lo esencial el imperio de los siglos siguientes forjando un Imperio próspero por medio de un espacio uniforme en un territorio coherente y estable. El papel de la ciudad. Colonización y urbanización. La red viaria. Para el desarrollo de esta política la ciudad, como realidad política y cultural juega un papel determinante. Roma se había apoyado en el tipo de ciudad griega como unidad ideal de administración, creando los presupuestos para su desarrollo allí donde no existía este tipo de organización y nuevos centros de administración como soporte del dominio. En el desarrollo de esta política Augusto continúa la iniciada por Cesar tanto en la fundación de colonias, como en la concesión de derechos de ciudadanía a centros urbanos y la urbanización de comunidades indígenas. Al final de su reinado había repartido parcelas de tierra a más de 300.000 ciudadanos. En todo caso la política de Augusto marcará de modo definitivo la implantación del modelo de ciudad para la administración local. Este modelo sirvió también como instrumento para acceder a la ciudadanía romana a los componentes de las oligarquías locales. Más restrictivo en la concesión de ciudadanía que su padre adoptivo, promovió la fundación de nuevos centros sin estatuto privilegiado, peregrini, que favorecieron el cambio hacia la romanización. El sistema de Augusto nos permite diferenciar la división provincial en:

• Colonias o municipios, aquellos núcleos urbanizados e integrados en las formas romanas. • Ciudades libres o federadas, aquellas ciudades prerromanas importantes de organización tradicional que

tienden a imitar el modelo romano. • Ciudades estipendiarias, con un grado de desarrollo urbano muy pobre y de población indígena escasamente

romanizada. La extensión y fomento de las ciudades trajo consigo una gran preocupación por tender una red de comunicaciones continua, que facilitara el acceso a los territorios bajo control romano. Las calzadas fomentaron la unidad del Imperio, siendo soporte para el traslado de tropas y de la administración, de intercambio de hombres y mercancías. LA ORGANIZACIÓN DE HISPANIA La exaltación de la victoria sobre cántabros y astures Como consecuencia de la política de fronteras, una de cuyas líneas era eliminar las bolsas de resistencia o de pueblos independientes que quedaban en el interior, se explican las guerras que terminaron con astures, cántabros y galaicos en Hispania (29–19 a. C.). La larga guerra estaba desmoralizando al ejército y lesionaba el prestigio de Roma. Su significación política tenía que plasmarse en numerosos reflejos materiales:

• La moneda, abundante numerario con la esfinge de Augusto y reverso con el escudo celta (caetra) o la espada ibérica (falcata)

• Erección de altares dedicados a Augusto que contribuían a la exaltación de la victoria y de su artífice, constituyéndose en polos de atracción y en una primera instancia de romanización. Tres Arae Sestianae se levantaron en la Gallaecia y un Ara Augusta en el espacio astur.

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La reorganización provincial La incorporación del espacio peninsular al Imperio, como consecuencia de la finalización de las guerras cantabro–astures, exigía una reorganización administrativa en profundidad que se mantendría en los siguientes siglos. La antigua división peninsular en dos circunscripciones era a finales de la República inadecuada, en especial la Ulterior que quedará dividida en dos provincias con el río Guadina como límite. En el 27 a.C. Augusto divide la Península en tres provincias:

• La senatorial de la Hispania Ulterior Baetica, con capital en Corduba, administrada por el Senado que delegaba sus funciones en un gobernador (praetor), un cuestor y un legado.

• La imperial de la Hispania Ulterior Lusitania, con capital en Emerita Augusta, el Emperador delegaba sus

funciones en un gobernador pretoriano asistido por un legati legionis. A esta provincia se habían incorporado Gallaecia y Asturias.

• En la Imperial Hispania Citerior Tarraconense, capital en Tarraco, el gobierno lo ejercía un consular que disponía

de tres legati legionis. A esta provincia se había integrado Cantabria como campo a conquistar. Entre los años 13 y 2 a.C. Augusto procede a un nuevo reparto: Galicia y Portugal hasta el Duero, Asturias y Cantabria, todas ellas de la Lusitania; y la franja entre Cartagena y Almería, de la Bética, pasa a la Tarraconense. La intervención sobre el poblamiento: repoblación del norte peninsular Una de las secuelas de la conquista del norte peninsular fue la transformación del poblamiento, afectando tanto a la esencia como al marco del mismo. En su esencia, por la violenta reducción de la población masculina. A las bajas de los enfrentamientos hay que añadir represiones, suicidios en masa y esclavizaciones. Esta pérdida de población fue compensada y sustituida con elementos celtas venidos de la Meseta que introducirían una tardía celtización como nos demuestra la arqueología. En el marco del poblamiento por la destrucción de los asentamientos, el traslado e imposición de nuevos agrupamientos, abandonando los castros para situarse en el llano, en el entorno económico romano. Sin embardo la perduración de algunos de estos castros indica que la transformación no fue rápida, algunos incluso crecieron por su oportuna vinculación al mundo romano como indica el Bronce de Bembibre. Las fuerzas de ocupación El ejército jugó un destacado papel en el desarrollo urbano inicial con la creación de ciudades con marcado carácter militar y de nueva planta, aprovechando en la medida de lo posible los campamentos de la conquista, además de la ocupación y creación de un número de centros urbanos como soporte administrativo y apoyo a las fuerzas militares. En Cantabria conocemos las fundaciones de Segisama Iulia y Iuliobriga; en Asturia y Callaecia los centros de Asturica, Bracara y Lucus, las tres con el sobrenombre de Augusta, que se convertirían en capitales de los tres conventus del noroeste. Asturica (Astorga) se habilitaría para civiles y militares licenciados. Programa de colonización y municipalización Augusto también incrementó el número de municipios y colonias creadas por César, en el marco de la política augústea de fundaciones coloniales y promoción de centros indígenas. No se trataba tanto de recompensar o castigar a partidarios y enemigos como de acomodar a los veteranos de las guerras del norte, formando parte del ambicioso plan de colonización que proporcionó tierras a 300.000 hombres por todo el Imperio (según las Res Gestae) En Hispania destacan las colonias de Astigi (Écija), Tucci (Martos) y Tingentera (Algeciras) en la Bética. En la provincia de Lusitania les concedió la fundación de una nueva ciudad: la propia capital Emerita Augusta (Mérida) para los veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina. En la Tarraconense Caesaragusta (Zaragoza) con veteranos de las legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gemina. Acci (Guadix) con soldados de las I y II Augusta. Ilici (Elche), Traducta (Tarifa), Barcino (Barcelona). Los centros indígenas de Bilbilis (Catalayud), Saguntum (Sagunto), Ilerda (Lérida), la fundación de Itálica adquirieron el estatuto de municipios. Todas las colonias recibieron deducciones de veteranos que debían de estar siempre dispuestos a empuñar las armas en defensa de los intereses de Roma (unos 80.000 que recibieron tierras del ager publicus).

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En la Bética había 200 ciudades, en la Tarraconense 314 y en Lusitania 46. Pero el concepto de ciudad es relativo ya que en el N. hay que hablar de aldeas. La red viaria Una de las obras de Augusto de mayor repercusión en el futuro económico y administrativo fue el sistema viario, que obedece a una visión integrada de los territorios al vertebrarlos entre sí mediante una red bien articulada. Bajo su reinado se constituyó el esqueleto que sería completado por Emperadores posteriores. En el Norte una vía conducía del valle del Ebro al Duero uniendo Tarraco con los nuevos centros del noroeste, Tuy, Bracara. Asturica sería uno de los puntos de confluencia de las vías de la Meseta Septentrional a través de la vía de la Plata que la unía con Emerita Augusta y Gades. La arteria principal era la antigua Heraklea que unía desde Gades la Península con el exterior por toda la costa levantina, que ahora se llamaría la vía Augustea. Además se promocionaron también los puertos del Cantábrico como Portus Samanun (Castro Urdiales). La monumentalización urbana Con propósitos propagandísticos las nuevas y viejas ciudades de Hispania experimentan los beneficios de un programa que afectó al urbanismo, a la arquitectura y a la decoración de los espacios urbanos como traducción del interés de Roma por demostrar los beneficios de la paz y estabilidad imperial. El mecenazgo de las elites provinciales permitió a las ciudades hispanas experimentar un proceso que se prolongará al siglo segundo de nuestra era. Son claros ejemplos los de Ampurias, Tarraco, Sagunto o Mérida. La implantación del culto imperial En esta política propagandística Roma se esforzó en la implantación del culto imperial. Ya en época temprana se levantó un templo a Augusto en Tarraco, año 26 a. C., extendiéndose, aun en vida del emperador por todo el territorio hispano. HISPANIA BAJO LA DINASTÍA JULIO–CLAUDIA Historia del Imperio – historia de los emperadores Si la República se identificaba con la historia de la clase política dirigente (la aristocracia senatorial), la historia del Imperio no es análoga a la de los emperadores. La evolución del Imperio creado por Augusto es producto de la vitalidad interna de las bases en que se apoya, al margen de las circunstancias de los sucesores del Princeps. La historiografía imperial y las fuentes de documentación surgen o son dependientes de los círculos senatoriales, por lo que la imagen de cada emperador está en relación directa con el correspondiente trato entre ambos. A través de los estudios epigráficos y arqueológicos estamos en condiciones de matizar y analizar objetivamente las tesis tradicionales. Por lo que respecta a la Península, los sucesores de Augusto mantuvieron las iniciativas políticas emprendidas por el fundador del Imperio, siendo su desarrollo histórico similar al contexto general del resto de provincias. Esto es debido a que, una vez finalizada la conquista, Hispania se integró en las estructuras generales del estado romano. TIBERIO (14–37) Desarrollo del régimen del Principado Tiberio representa la transición de un poder personal a un principio dinástico. Hijo de la segunda esposa de Augusto, Livia, y adoptado por el Princeps es un eslabón clave en la historia del Imperio. Republicano por convicción, aceptó el Principado con dudas ya que aspiraba a un Estado apoyado en muchos barones y no concentrar el poder en uno solo (Ann., I, 11). Contó con la colaboración y consejo del Senado hasta el punto de someterse a sus opiniones, siendo continuador de la política de Augusto de defensa de la dignidad de las órdenes. En los últimos años de su gobierno las relaciones con el Senado fueron distantes y tensas. Su política representa el desarrollo y consolidación de la iniciada por Augusto, especialmente en la estructura burocrática, en el sistema financiero y en la organización provincial, manteniendo la división de las provincias entre senatoriales e imperiales.

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Los últimos años de su reinado evolucionaron hacia la represión, utilizando la lex de Maiestate, del periodo republicano, contra todos aquellos de los que podía sospecharse que atentaban con acciones o palabras contra la seguridad del Estado o sus representantes. Procesos contra gobernantes hispanos En este contexto se inserta el proceso seguido contra el gobernador de la Bética, Vibio Sereno, acusado de abuso de poder y condenado al destierro. Otros procesos fueron los que acabaron con la vida del hombre más rico de Hispania, Sexto Mario, por cometer incesto con su hija o el asesinato a manos de un campesino del gobernador de la Tarraconense L. Calpurnio Pisón por enriquecimiento deshonesto. La tragedia de Germánico y la Tabula Siarensis La muerte en el año 19 de Germánico en Antioquia con síntomas de envenenamiento condenó al gobernador de Siria, Cn. Pisón padre y a su mujer Plancina, a muerte. La malevolencia de Tácito introdujo sospechas sobre la posible implicación de Tiberio y Agripina, viuda de Germánico, acusó directamente al Emperador. La Tabula Siarensis, hallada en La Cañada (Sevilla), permite comprobar que no hay factores objetivos que justifican esas acusaciones. En ella se recogen las honras fúnebres a Germánico que debían difundirse en las colonias y municipios provinciales. La Tabula Illicitana recoge una rogatio de Tiberio sobre los honores decretados a Germánico. Llamada así por su lugar de aparición, la antigua Searo (cerca de Utrera, Sevilla), esta pieza forma parte de una de las dos tablas donde se recogen las disposiciones relativas a las honras fúnebres que debían tributarse a Germánico -hijo adoptivo de Tiberio-, con motivo de su muerte en Antioquía el 10 de octubre del 19 d.C. Se trata de un decreto senatorial que, en sus fines políticos, es complementario al de Cneo Pisón, también conservado en este Museo -ver el comentario en esta misma sección de piezas singulares-. Éste pretendía acallar los rumores sobre la posible implicación del emperador Tiberio en el asesinato de quien estaba llamado a sucederle, su sobrino e hijo adoptivo Germánico. La Tábula Siarensis, tiene por objeto congraciarse con el pueblo, disponiendo toda una serie de honores que deberían rendirse “a quien nunca debió morir”. Es decir, a quien sus triunfos en las guerras de Germania -y de ahí su sobrenombre- le habían convertido en el más popular miembro de la familia imperial y al que muchos consideraban el legítimo sucesor de Augusto. Al igual que el de Pisón, este decreto senatorial fue grabado en numerosas copias de bronce y expuesto públicamente por todo el Imperio. Intensificación del culto imperial Tiberio estructuró de manera definitiva el culto al Emperador, extendiendo la devoción a Augusto como deus como lo prueba la creación de sacerdotes especializados (flamines y augustales), la edificación en Tarraco un templo o las acuñaciones en que aparece la leyenda deo Augusto, así como que diversas ciudades rindieran culto al Emperador entre ellas Olisipo, Carmo, Clunia y Saetabis. La divinización del Emperador y de su familia después de muertos es, pues, ya una realidad generalizada en toda Hispania. El documento del año 19 d. C., la Rogatio Ilicitana, establece los honores divinos debidos al difunto Germánico. Por último Tiberio intensificó la política de construcción de calzadas, como lo testimonian los miliarios con su nombre. En cambio, se aprecia un evidente desinterés en el establecimiento de deducciones coloniales como en la promoción de nuevas ciudades. CALÍGULA (37–41) Cayo César Augusto Germánico, Calígula, hijo de Germánico, accedió al poder después del juramento de las tropas pretorianas y del posterior reconocimiento del Senado. Se hizo conceder de una sola vez todos los títulos imperiales de Augusto. Para la historia de la provincia de Hispania apenas es importante. Llevó a cabo el desmantelamiento militar de Hispania con la salida de la legión IV Macedonica, acuartelada en

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Herrera de Pisuerga, hacia el frente germano. Así la apaciguada Hispania veía reducida a una sola legión, la VI Victrix, y a varias unidades auxiliares la defensa del orden interno. Su reinado está documentado en Hispania por el documento epigráfico en bronce que recoge la fórmula de juramento de fidelidad al emperador de la ciudad lusitana de Aritium Vetus (Alvega de Abrantes) ante el gobernador con motivo del acceso al trono Bajo su reinado se contabilizan ocho cecas, todas ellas pertenecientes a la Tarraconense. Siguiendo acuñando monedas en algunas ciudades, que lo hicieron bajo Augusto y Tiberio (Bilbilis, Caesaraugusta, Carthago Nova y Osca), vemos así que se tiende a una disminución de las emisiones locales. Esta reducción se debió a la iniciación de un proceso que finalizaría con la imposición de un tipo de moneda única romana, que se consolidaría bajo el reinado de Claudio. Bajo el mando de Calígula también es importante destacar la continuación del desarrollo de la red viaria, sobre todo en el NO y en la Lusitania. CLAUDIO (41–54) Hermano de Germánico, tenía 52 años cuando la guardia pretoriana, tras asesinar a Calígula, le aclama emperador. Sus defectos físicos le apartaron de los asuntos públicos y orientaron parte de su actividad al estudio. A pesar de su inexperiencia en la administración, asumió los asuntos de Estado con honradez y sentido de la responsabilidad. Si Augusto y Tiberio enmascararon la esencia monárquica del poder bajo formas republicanas, Claudio, en cambio, acentuaría la imagen del príncipe como protector del Imperio introduciendo innovaciones en la administración pública. Desarrollo de la administración imperial De estas innovaciones destaca la creación de una administración estatal independiente de la autoridad del Senado al tener una visión universalista y generosa del imperio y de la ciudadanía romana, lo que le condujo a un distanciamiento con los Senadores, en manos de una burocracia centralizada ocupando los libertos los cargos de mayor responsabilidad. Como Augusto impulsó el surgimiento de una nueva nobleza, los procuradores extraídos del orden ecuestre, al margen de la nobleza senatorial que llevaba el peso de la administración imperial. Otorgamientos de ciudadanía La política de cohesión del imperio que desarrolla Claudio se manifestó en la generosa y original actitud del emperador en materia de derecho de ciudadanía a los provinciales. Los veteranos de las unidades auxiliares fueron provistos, a partir de su reinado de plena ciudadanía. A la vez que aceleró la romanización mediante la concesión del estatuto municipal a centros provinciales con tradición urbana, el ius Latii. Paralelamente, desarrolló numerosas fundaciones coloniales para veteranos. Fomento de la urbanización Compensó las profundas diferencias entre las diversas partes del Imperio con el mismo elemento de integración: la urbanización. Surgiendo, aunque sin privilegios, numerosas ciudades. La abundante documentación epigráfica y la arqueología atestiguan el recuerdo de algunas de sus obras. Se aproximan a la docena las inscripciones dedicadas a Claudio: Nebrissa (Nebrija), Castulo, Cabeza de Griego (Sodales Claudiani). A su vez se conservan seis retratos de Claudio y Agripina. Todos estos hallazgos se detectan en ciudades que gozaron de estatuto de privilegio. Según Mac Elderry son deudoras de algún tipo de favor a Claudio las ciudades de Clunia, Lucus Augustus, Pompaelo, Segobriga, etc. Según Séneca, Claudio había prometido otorgar la ciudadanía romana a todos los griegos, galos, hispanos y bretones. Pero a juzgar por los datos de la arqueología y de las fuentes escritas, sólo dos ciudades se beneficiaron de su favor: Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz), promovida al estatuto de ciudadanía, y Claudionerium (Merejo, Ría de Camariñas), de la que se ignora si fue una fundación nueva o si obtuvo el derecho de ciudadanía. A su vez, Iulia Traducta (Tarifa) adquirió el rango de colonia, pero no el título, al recibir veteranos de la guerra mauritana de Tingis (Tánger). La consolidación de los conventus jurídicos Tradicionalmente se sitúa en el reinado de Claudio la definitiva articulación de las provincias hispanas en conventus jurídicos, que aunque su inicio debe remontarse a Augusto ateniéndonos a los hallazgos epigráficos (Tabula Lougeiorum) la

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organización definitiva sólo pudo realizarse una vez que la zona norte dejó de ser un espacio ocupado militarmente y se integró en una administración regular. Los distritos militares, diócesis, estaban vigentes en la época de Tiberio, liquidando el frente cantábrico con Calígula. Por ello, parece lógico pensar que la organización en conventus fuera realizada por un emperador preocupado en la cohesión territorial. Claudio ordenó a los gobernadores provinciales que atendiesen las quejas de los nativos, formuladas en las asambleas provinciales, función de los Conventos Jurídicos. Tenia buenas razones además para vigilar la administración porque las provincias de Hispania debían aprovisionar a las legiones que actuaban en Mauritania para intentar sofocar las revueltas de indígenas. La Hispania atlántica La política hispana de Claudio ha merecido opiniones totalmente contrapuestas. Así, mientras Charlesworth dice que no dejó huellas importantes, los estudios de D. Nony prueban que mostró un gran interés, sobre todo por la Hispania Atlántica, como parte de una ambicioso programa exterior que incluía la conquista de Britania y la reorganización del norte de África.

• En el plano económico el interés dinástico de promover las regiones hispanas se centra, en particular, en la provincia de Lusitania y la mitad occidental de la Tarraconense, encajando perfectamente en el marco de su política pro-occidental. De ello se benefició Bracara y Conimbriga cuyo comercio fue muy importante ya que irradiaría hacia el Mediterráneo y el Atlántico Norte.

• Su preocupación por el desarrollo de la red viaria queda manifiesta en la cuantía de miliarios que se

conservan de este emperador, hasta 21 en las vías de Bracara- Asturica, Bracara-Olisipo y en la vía de La Plata, que quedó prácticamente completada. Estas vías estaban ligadas al tráfico de minerales de origen britano y del noroeste peninsular.

• Respecto a las cecas hispanas conviene señalar su práctica desaparición, pues tan sólo contabilizamos la de

Ebusus, que también cesará bajo su reinado. NERÓN (54–68) A la muerte de Claudio fue aclamado imperator Nerón por los pretorianos y reconocido por el Senado. Bajo la influencia de Séneca y Burro se inspiró, durante los primeros años de su reinado, en la política de Augusto y de continuidad ideológica con la línea representada por Tiberio y el propio Claudio; son los conocidos como quinqueniun aureum, cinco años caracterizados por las buenas relaciones con los sectores senatoriales y ecuestres y por la moderación que darán paso a los restantes de su reinado (59–68 d. C) que estarán marcados por la espiral de locura y violencia de una etapa despótica hasta llegar al trágico final de su mandato. El extremado gasto realizado por Nerón le llevó a graves dificultades financieras, acudiendo a diversos métodos para sufragar sus gastos: aumento de peajes en las tres provincias hispanas, uso de la ley de majestad, reforma monetaria en la que redujo el peso de las monedas e incluso despojó de sus bienes a algunos templos. Esta nefasta situación le impidió comprar con donativos la voluntad de la plebe y, lo más grave, atender las necesidades de las tropas. Ante esta situación, la respuesta senatorial no se hace esperar y se incrementan las conjuras contra el régimen, una de ellas, la conjura de Pisón del 65, inició la caída del gobierno neroniano. Las provincias de Hispania, mientras tanto, prosperan de acuerdo a lo establecido por Augusto que prosiguió la política de fomento de la red viaria; se hicieron reparaciones en la vía Augusta, y que certifican el interés del Emperador por las comunicaciones de la zona norte de la Península. Sabemos de una supuesta rebelión de los astures que debió tener lugar hacia el año 58; la importancia del combate no debió ser grande y simplemente se limitaría a una acción de policía. Es decir, no debió participar toda la legión, sino tan solo una primera cohorte de la VI Victrix. También se produjeron durante su reinado algunas revueltas en las Islas Baleares que obligaron a la creación de una administración especial de la que se encargó un prefecto dependiente del gobernador de la Citerior. LA CAÍDA DE NERÓN Y EL FIN DE LA DINASTÍA JULIO–CLAUDIA La rebelión de los ejércitos provinciales La negligencia de Nerón amplió el número de descontentos degenerando en una rebelión abierta contra el trono. En política exterior, Nerón ignoró la importancia de las provincias y, sobre todo, de los ejércitos provinciales, confiando en que le bastaba para su gobierno el apoyo del pueblo de Roma y de los pretorianos. Los temores y caprichos del Princeps

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llevaron a la muerte a varios generales, como respuesta a las tramas. Esto le lleva a Annio Viciniano a organizar una conjura que tuvo como consecuencia la represión y condena a muerte de importantes jefes militares y a los legados de ambas Germanias; los soldados se solidarizan con sus comandantes dando origen a un movimiento que inaugura un nuevo método de transmisión de poder. La sublevación de Vindex En la primavera del 68 d. C., uno de los legados imperiales de las Galias, C. Julio Vindex, se rebela contra Nerón proponiendo como sucesor al gobernador de la Citerior, C. Sulpicio Galba. A pesar de que la rebelión fue aplacada por el ejército mandado por el legado de la Germania superior, Verginio Rufo, recientemente nombrado y aún fiel a Nerón, el dispositivo de la rebelión no se paró. El Senado también apoya a Galba y consigue que acepte la sucesión imperial. El pronunciamiento de Galba en Hispania Galba llevaba siendo gobernador de la Hispania Citerior desde el año 61 y contaba para la sublevación, además de un amplio grupo de Senadores, también con el apoyo del gobernador de Lusitania Salvio Otón, del jefe del ejército de África, Clodio Macer, y con la única legión de que disponía en Hispania, la VI Victrix. En Clunia es proclamado emperador por las tropas y, ante la inminencia de una lucha por el trono, recluta tropas auxiliares entre los vascones y una nueva legión con soldados hispanos, la VII Galbiana (posterior VII Gemina). Para asegurarse la fidelidad de la VI legión licencia a los veteranos, otorgándoles lotes de tierra en Clunia y Anticaria (Antequera) a las que otorga el rango de colonias con el título de Sulpicia. Finalmente, a la cabeza de este ejercito, parte hacia Roma. La muerte de Nerón En este contexto de descontento general el golpe decisivo contra Nerón tuvo lugar en la propia Roma. Verginio Rufo decide ponerse finalmente a disposición del Senado que, a su vez, se hace con el último recurso del emperador con la promesa de una fuerte recompensa: la guardia pretoriana. Nerón, aislado, es nombrado enemigo público por el Senado y ordenó su muerte; antes de ser cogido se suicidó el 9 de junio del año 68. Galba entra en Roma sin necesidad de combatir y sus tropas, al no ser necesarias, son enviadas al Danubio para sustituir a la X Gemina, regresando a Hispania cinco años después junto con las tropas auxiliares y la VI Victrix. EL AÑO DE LOS CUATRO EMPERADORES Galba Sergio Sulpicio Galba había alcanzado la edad de 73 años cuando fue reconocido como emperador, edad muy elevada para las tareas que se le exigían al frente del Imperio. Entre las medidas adoptadas en su corto mandato encontramos el intento de volver al principado de inspiración senatorial y la consolidación de las legiones a sentadas en las provincias, sustituyendo al legado Vergino Rufo por Vitelio al frente de las legiones de Germania. Pero, el desastroso estado de las arcas públicas le obligó a negar el prometido donativum a las tropas pretorianas y, aunque disponía del apoyo de la mayoría del Senado, estas no estaban dispuestas a ceder el sacrificio, pronto se atrajo su oposición y la de la plebe, habituada a apoyar a quien le ofreciera juegos y espectáculos. La sustitución de Verginio Rufo enfureció a los ejércitos del Rin y, negándose a prestar juramento de obediencia a Galba, proclamaron emperador al nuevo legado Aulio Vitelio. Galba, apoyado por el Senado, no pudo o no supo acertar en el momento de elegir sucesor, decisión impuesta por su edad. Eligió a Pisón, el líder de la conjura del 65, marginando a Otón que despechado, inició un rápido acercamiento a los Senadores partidarios de Nerón y a los pretorianos a los que convenció para que asesinaran a Galba (15 de enero del 69). El Senado cedió a la decisión de la guardia nombrándole emperador. Ni Vitelio ni sus legiones de Germania aceptaron la autoridad de Otón, lo que significaba el inicio de una guerra civil. Otón Considerado un usurpador ilegal por las tropas mandadas por Vitelio se presentó ante Roma como restaurador del “neronismo”. Intentó llevar a cabo una política de conciliación que no satisfizo a nadie, recompensando a los pretorianos, sustituyendo a los libertos por personajes del orden ecuestre al frente de las oficinas y proclamando ante el Senado sus propósitos de restablecer el orden y el equilibrio. En Hispania extendió el derecho de ciudadanía, realizó nuevas deducciones de colonos en Emerita e Hispalis e incorporó a la Bética algunas ciudades de Tingitana. Pero si la mayoría de los ejércitos romanos aceptaron a Otón por obediencia militar, ni Vitelio ni sus legiones de Germania accedieron a su autoridad. Vitelio envió a Italia dos cuerpos de su ejército que, en su avance, atrajo para sí a un buen número de pueblos galos y a las restantes fuerzas militares estacionadas en Occidente. También el ejército de Hispania era favorable a Vitelio e, incrementado con una tercera legión (I Adiutrix), se estacionó frente al estrecho en previsión de un ataque procedente de África. Al conocer la aclamación de Vitelio por los soldados, ofreció asociarlo al imperio y hacerle su yerno. Finalmente, la situación se resolvió a favor de Vitelio cuando sus tropas vencieron a las de Otón en el valle del Po, en abril del 69. Otón, derrotado, se quitó la vida y las tropas vencedoras ávidas de botín entraron en Roma a saco.

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Vitelio Su gobierno no fue muy diferente al de Otón. Se presentó ante el Senado como vengador de Galba, descargando su rencor contra sobre los Senadores que habían apoyado a Otón e iniciando una política de acercamiento hacia los partidarios de Nerón, lo que implicó una abierta oposición a un gran número de ellos. Para garantizar el apoyo pretoriano, mandó eliminar a sus cuadros de mando y licenció al resto a los que sustituyó por sus soldados de Germania. El terror y el pillaje de sus tropas en la Cisalpina eran su modo de subsistencia. En estas condiciones la solución vino de las tropas provinciales, fundamentalmente de las estacionadas en Oriente y el Danubio que iniciaron la marcha hacia Roma, mandadas ahora por Vespasiano. El pronunciamiento de Oriente y la victoria de Vespasiano Al tiempo que las tropas de Vespasiano inician su marcha sobre Italia, las mandadas por Muciano, gobernador de Siria, y las de Tiberio Alejandro, prefecto de Egipto, proclamaron emperador a Flavio Vespasiano en julio del 69, quien había estado llevando a cabo el sometimiento de los judíos. El resto de las provincias orientales, los estados–clientes y el ejército del Danubio se sumaron al pronunciamiento. La respuesta de Vitelio consistió en aumentar la represión hacia los opositores, el prefecto de Roma, hermano de Vespasiano, fue también asesinado. A finales del 69, las tropas de Vitelio eran vencidas cerca de Cremona por el ejército más numeroso, compacto y curtido de Antonio Primo y Petilio Ceralis, que se habían asegurado la neutralidad de las legiones de Hispania. Vitelio fue asesinado en diciembre del 69 y el Senado se apresuró a reconocer a Vespasiano como emperador, mientras Muciano restablecía el orden en Roma y se encargaba de la dirección del gobierno en nombre del nuevo príncipe, que no llegaría hasta el otoño del 70. El comportamiento de Vespasiano, que se tomó la tranquilidad de su retorno a Roma, es todo un símbolo del cambio de talante del nuevo Emperador y del peso de los provinciales. CRONOLOGÍA

• 27 Augusto (+14 d. C.). Organización del Principado: sesión de Senado, en la que Augusto se reserva la Lusitania, de reciente creación, y la Tarraconense, permaneciendo la Bética bajo control senatorial.

• 15 Augusto en Hispania . Rectificación de las fronteras provinciales. Reducción del ej´rrcito de guarnición. • 14–37 Tiberio . 37–41 Calígula . • 39 La Legión IV Macedónica abandona Hispania. • 41–54 Claudio. • 54–68 Nerón . • 58 Sublevación de astures. • 63 La Legión X Gemina abandona Hispania . • 68 Sublevación de Vindex en la Galia . Sublevación del gobernador de la Tarraconense. Ser. Sulpicio Galba.

Creación de la legión VII con soldados hispanos. • 68–69 Galba 69 Otón y Vitelio .

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TEMA 16: LA HISPANIA ALTOIMPERIAL II. FLAVIOS Y ANTONINOS LOS FLAVIOS La restauración de Vespasiano (69-79) Crisis del 69 Con la llegada al poder de Vespasiano se pone fin a una grave crisis en la que por vez primera la estructura imperial se tambalea. Hasta el reinado de Nerón existió un equilibrio de poderes entre el Príncipe y el Senado, desde la muerte de aquel estas dos fuerzas ya no serán las únicas que ostenten el control. Son muchos los conflictos entre intereses que se viven en Roma. De un lado los legionarios italianos de origen rural contra los soldados de élites urbanas, el estamento senatorial y burgués contra los libertos, negociantes y la plebe; y las provincias occidentales frente a las orientales. Los emperadores que suceden a Nerón lo hacen amparándose en distintas fuerzas y favoreciendo a distintos grupos. La llegada de Vespasiano, representante de la burguesía municipal italiana, trae consigo la suficiente fuerza para restaurar el régimen político, la paz social y la seguridad en todo el Imperio. Tito Flavio Vespasiano, hombre prudente, honrado, enérgico y realista, supo poner en marcha un programa de restauración del Estado, para el que utilizó una base conservadora y tradicional basada en la burguesía municipal itálica. Su política tenia dos objetivos inmediatos: el restablecimiento de la autoridad imperial y la restauración del Imperio. Reorganización imperial El primer objetivo que se marcó Vespasiano fue el de restablecer el poder imperial. Para lograrlo se basó en reforzar la autoridad imperial y establecer sus límites. Institucionalizó este poder mediante la lex de imperio Vespasiani mediante la cual el emperador era investido formalmente y fijaba los límites anteriormente citados. Para otorgar mayor estabilidad a la transmisión del poder y de paso crear una dinastía, proclamo herederos a sus hijos: Tito, el mayor, tenía plenos poderes y fue asociado al trono; Domiciano, el menor, recibió los títulos de Caesor y Princeps iuventus. De ahora en adelante la casa imperial será la domus divina, otorgándoles a los difuntos de la familia imperial la calidad de diuus. Reorganización política Basada en una depuración de los estamentos más privilegiados de la sociedad con el propósito de convertirlos en un instrumento dócil y eficaz. Sufrieron esta depuración:

• Senado: expulsó a todos los miembros indignos y nombró a nuevos senadores, los cuales provienen de su mismo origen social: burguesía de las ciudades itálicas y provinciales más romanizadas.

• Orden ecuestre: los nuevos caballeros también procedían de ciudades itálicas y provinciales. Tenían cargos

directivos en la administración central, ocupándose de la recaudación de impuestos en las provincias. El cuarto de siglo de gobierno de los Flavios transforman a Hispania en un núcleo básico de la consistencia del Imperio en el orden social, político y militar al lado de Roma e Italia. A partir del reinado de Vespasiano se incrementa la presencia de hispanos en e altos cargos en Roma. Reorganización administrativa y financiera La guerra civil había dejado las finanzas del Imperio en muy mala situación. Para sanearlas, Vespasiano decide aumentar los recursos del Estado, valiéndose de una política fiscal estricta y controlada, mediante la cual crea un catastro. Éste tenía como finalidad devolver al ámbito público tierras que habían sido acaparadas por particulares. La minería, campo en el que sobresale Hispania (la minería hispana era rica en oro y plata), queda bajo control estatal. Para que su política funcionase, Vespasiano crea los procuratores metallorum, responsables de controlar y gestionar los

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yacimientos mineros en nombre del fisco imperial. En todas las zonas mineras se mejoran las comunicaciones, como es el caso de las vías que enlazaban Bracera con Asturica Augusta. Con estas medidas se potencia el rendimiento de la minería; sobre todo en Hispania. Los cotos mineros hispanos se encontraban en el S y Levante peninsular (distrito de Huelva, Sierra Morena y Cartagena), en Asturias (donde existían riquísimos yacimientos de oro), distrito de Tres Minas en el N de Portugal y las explotaciones de hierro en Somorrostro y el Moncayo. Gracias al saneamiento de las finanzas se pudieron llevar a cabo importantes construcciones de interés público. En Hispania se mejoró la red viaria, de hecho la mayoría de los puentes de nuestro territorio son de época Flavia, como es el caso del Aquae Flaviae (Chaves). A ello añadir las construcciones de foros, templos, teatros, anfiteatros y otras obras de interés público las cuales se encuentran en todo el Imperio. Reorganización del ejército Hasta el año 68 el poder imperial se había apoyado en el Senado y la guardia pretoriana. Tras la desaparición de Nerón se descubre la existencia de una nueva fuerza: los ejércitos provinciales. Tras la guerra civil, los ejércitos sufren un proceso reorganizativo mediante el cual se les devolvería su prestigio, pero también con el que podría convertirlos en un instrumento imprescindible para la defensa y seguridad del Imperio, así como transmisores de la paz y la romanización. Desde tiempos de Augusto el ejército asentado en Roma estaba formado por soldados italianos, mientras que los cuadros de legiones estaban formados por soldados procedentes de las provincias más romanizadas, que estuviesen en posesión de la ciudadanía. Vespasiano formó nuevos cuerpos auxiliares con peregrini, habitantes del Imperio sin derechos jurídicos privilegiados, los cuales tras 25 años de servicio podían recibir la ciudadanía. A excepción de dos unidades que se localizan acuarteladas en el interior de Hispania y Judea, el resto se distribuyó a lo largo de las provincias fronterizas con una misión de vigilancia permanente. En los demás casos, el ejército se ubicaba en zonas donde era necesaria una vigilancia como caminos o centros económicos (minas). Vespasiano retiró las tropas que hasta entonces permanecían de guarnición en la Península y utilizó nuestro suelo como base de reclutamiento, tanto para las unidades auxiliares como para las legiones, pues estas fueron abiertas a los ciudadanos de provincias evolucionadas, entre ellas las de Hispania. La zona norte de Hispania, en vías de romanización y con excedente demográfico era propicia para este reclutamiento. Los militares de la legión VII, creada por Galba, desde Vespasiano son todos hispanos predominando los del NO. Tampoco faltaron legionarios hispanos en las legiones que servían fuera de Hispania, pero en menor número. La epigrafía demuestra que estas unidades salidas de Hispania hacia Centroeuropa contaban con muchos reclutas hispanos procedentes de los centros más romanizados: Bética, Tarraconense oriental, Emérita. Pero a su vez entendió que la zona NO estaba suficientemente pacificada y romanizada como para poder retirar todas las legiones: en el 70 no quedó ninguna en nuestro suelo, y sólo quedaron de guarnición permanente dos alas y cinco cohortes. Cuando el agobio cesó en el Imperio, en el 74, trajo a Hispania la legión VII Gemina, destinada a perpetuarse en nuestro suelo hasta el fin del Imperio romano. Reorganización provincial En tiempos de los julio-claudios, las provincias no son más que lugares de explotación. Con la llegada de Vespasiano esta concepción cambia, ya que el Imperio comienza a ser consciente de la aculturación y desarrollo económico de estas provincias las cuales comenzarán a ser parte activa de su política. En el caso de Hispania, el punto de partida para la romanización es el reordenamiento jurídico de las gentes establecido por el Edicto de Latinidad (ius Latii) del que nos da cuenta Plinio: “Vespasiano Emperador Augusto, lanzado a las procelosas luchas de la República, otorgó la latinidad a toda Hispania”. Desde el año 89 a. C. en que Roma otorgara el derecho de romanidad a toda Italia no se había producido un hecho de tanta importancia social en el mundo romano y por supuesto en Hispania. Se ha debatido mucho sobre el alcance real del Edicto de Latinidad; discusiones que podemos sintetizar en tres interrogantes:

• ¿Afectó a las personas o a estatuto de ciudades? • Tuvo efectos inmediatos o debían aplicarse progresivamente y mediante leyes concretas para cada ciudad? • ¿Comprende a toda Hispania o es una simple opción para los más romanizados?

Lo cierto es que este Edicto ha traído numerosos interrogantes, para algunos incluyó a todos los hispanos, salvo los esclavos, y otorgó efectivamente los plenos derechos de latinidad. Otros afirman que es un derecho individual de las personas, al margen del estatuto jurídico de las ciudades a las que pertenecen. También se han inclinado hacia que Plinio exagera al hacer extensivo el privilegio de latinidad a toda Hispania y que no fue un hecho de aplicación general, sino

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una simple opción y la creación de condiciones favorables al desarrollo de la vida municipal; afirma que el Edicto apenas fue aplicado en el NO, poco civilizado, y solamente se hizo efectivo en la Bética y en la Tarraconense en sus partes oriental y meridional. La reorganización de Hispania por Vespasiano, es un eslabón del engranaje de su plan político a nivel del Imperio. El Edicto de Latinidad sería el cauce legal para obtener dinero, hombres y crear unas condiciones previas a su papel de eje o centro y protagonista del Imperio. La razón del Edicto sería una promesa a Hispania en los días difíciles de Vespasiano. Las reforma económicas y sociales en Hispania, su promoción, serian una muestra de agradecimiento y confianza. Gracias al Edicto se desarrolló la vida municipal, las comunidades urbanas se podían organizar como municipios al igual que las italianas. Con ello se obtienen una serie de privilegios para los habitantes urbanos como son los disfrutes de derechos y privilegios latinos y la promoción social de las elites locales; quienes una vez cumplidas sus funciones directivas obtenían la ciudadanía romana. Es difícil precisar el número de nuevos municipios surgidos como consecuencia de la política de Vespasiano, pero se estima en unas 350 ciudades hispanas las que tuvieron carta de municipalidad bajo los Flavios. Las leyes municipales de los Flavios tenían como uno de sus fines primordiales permitir que en estas ciudades de privilegio los ciudadanos, ya latinos por el Edicto de Vespasiano, alcanzaran la plena ciudadanía romana por el ejercicio de magistraturas municipales. Las leyes municipales más completas son las de Malaca, Salpensa e Irni. A destacar el impacto urbanizador efectuado tras el Edicto de Vespasiano acusado sobre todo en el NO. Indicios epigráficos nos llevan a ver la transición de muchos pueblos de su antigua organización gentilicia hacia la urbanización exigida por Roma como elemento fundamental, junto a la pax, en su ordenación jurídica del Imperio. A este respecto es bien significativa la aparición de los topónimos Forum, Res publica, Civitas; donde, en testimonios anteriores, había populi o gente. El forum era un mercado y capital comercial, creado o al menos favorecido por la administración romana. Por otra parte, la amplísima difusión del onomástico Flavius, que se constata en las inscripciones, es buena prueba de la promoción a ciudadanos llevada a cabo por Vespasiano; además es más abundante esta onomástica precisamente en la Tarraconense occidental, es decir en la Hispania menos romanizada y a la que en consecuencia afectó más este Edicto de Latinidad. La articulación provincial en conventus jurídicos se desarrolla plenamente bajo los Flavios, como unidades territoriales de la administración en los campos jurídicos y fiscal bajo la dirección de magistrados específicos: los legati iuridici. Las capitales de estos conventos (siete para la Tarraconense, cuatro para la Bética y tres en Lusitania) son centros de culto imperial al que acuden los ciudadanos para que rindan culto a los emperadores. Para controlar este campo existían los flamines, sacerdotes especializados. TITO (78-91) Asociado al trono por su padre Vespasiano, Tito siguió sus mismas directrices políticas. Gran hombre de Estado se ganó la popularidad y devoción de las masas, a pesar de lo corto de su reinado. Existen amplias referencias de su empeño constructor, tanto en Roma como en las provincias. En Hispania se le recuerda en los miliarios de la vía Bracara - Asturica. La Lex Salpensiana afirma que el Edicto de Latinidad de Vespasiano fue refrendado y desarrollado en tiempos de Tito. La documentación acusa que durante su reinado hubo muchas ciudades con dificultades financieras en la administración de sus presupuestos; así vemos que en una careta de septiembre del 79, dirigida por Tito a los quattuoviri y decuriones de Munigua (Mulva), les anunciaba la condonación de una multa que no pueden pagar. DOMICIANO (81-96) Sucedió a su hermano Tito y según nos transmiten las fuentes, Domiciano fue un hombre de violento y autoritario carácter, lo que le llevó en los últimos años de su reinado a perseguir miembros del Senado. Pero fue un buen estadista y buen administrador. Durante su mandato reinó en las provincias un relativo orden. Domiciano se mostró generoso con la concesión del derecho a la ciudadanía, y a las comunidades hispanas

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se les facilitó la organización municipal. Tres ordenanzas municipales, de las ciudades de Irni, Malaca y Salpensa han llegado hasta nosotros. Domiciano practicó un severo control sobre las provincias. Según Suetonio, puso en ello tanto celo que jamás en otros tiempos los gobernadores resultaron más honestos y más justos. Numerosos provincianos recorrieron su cursus honorum y entraron en el Senado. También se preocupó Domiciano del fomento de la red viaria, pues en Otañes, cerca de Castro Urdiales, aparece un miliario del año 85 en el que se hace referencia a la reparación de las vías y puentes destrozados por el paso del tiempo. Otro aspecto por el que Domiciano muestra interés es en la agricultura. Preocupado por su desarrollo devolvió las tierras expropiadas a particulares bajo el mandato de su padre. En el año 92 un decreto prohibía nuevas plantaciones de viñedos en Italia, además de la destrucción de una parte de los ya existentes en las provincias. Con esta acción, Domiciano intentaba proteger los viñedos italianos de la competencia de las provincias, para las cuales que da destinada la producción de trigo. Domiciano, dando un paso más hacia un gobierno totalmente autoritario, se hizo nombrar dominus et deus, “señor y dios”, provocando con ello la ira del sector aristocrático. No es de extrañar que se gestase un complot (en el que tomaron parte la emperatriz y los dos prefectos del emperador), en contra de Domiciano, en el año 96. Domiciano murió apuñalado en su propia cámara y con su muerte terminaba la dinastía flavia. EL PRINCIPADO ADOPTIVO: DINASTÍA DE LOS ANTONINOS Tras el fin de la dinastía Flavia el sistema hereditario de gobierno se sustituyó por el principio de la adopción. Para acceder al trono se tendrían en cuenta los méritos personales y no el parentesco, el emperador debía de adoptar legalmente al elegido. Así, el control del Imperio quedaba en manos de cualquier personaje que demostrase estar en posesión de las mejores virtudes y de una gran capacidad política. Este sistema de adopción se mantuvo durante todo el s. II. Excepto en el caso de Nerva todos los demás emperadores tenían vinculación con Hispania, bien por vía de nacimiento, matrimonio, sangre o afiliación legal. Es por ello por lo que a esa dinastía también se la conoce como la de los “emperadores hispanos”. Esta época es la del máximo esplendor, en todos los campos, del Imperio; no igualado antes ni después, salvo por el gobierno de Augusto. Los “emperadores hispanos” serán el colofón a un proceso que se inició con la promoción de hispanos por César, Augusto y sus sucesores. Balbo, los Séneca, Marcial o Quintiliano destacarán en diferentes campos de la cultura, la política, la administración y el ejército. El poder central conoció el momento de mayor estabilidad; por eso los contemporáneos le definieron como el "Siglo de Oro". La explotación de las provincias adquirió un carácter más organizado y racional. Este desarrollo se plasma en diferentes aspectos: fomento de la actividad urbanística, consolidación de una excelente red viaria y la implantación de una moneda imperial única. Las ciudades tuvieron mayor autonomía y, a consecuencia de un mayor desarrollo local de la economía, la cultura, la urbanización, etc. Con los últimos Antoninos, Marco Aurelio y Cómodo, se aprecia cierto descenso de la capacidad económica del Estado. Hay una fuerte devaluación de la moneda, acompañada de una subida de precios generalizada. Sin, duda, el incremento de los gastos del ejército, sin una compensación económica por guerras de conquistas, redujo el volumen de los metales preciosos en la hacienda pública. Si se le añade el déficit comercial con la India y China, ruta comercial abierta desde Trajano, produjo una gran escasez de metales preciosos que llevaron a devaluaciones sucesivas de las emisiones monetarias. Lo cual implica una subida de los impuestos para paliar el creciente déficit. Aunque la crisis económica fue más de la corte que de los ciudadanos del Imperio, pues ningún síntoma de decadencia económica se aprecia en la Hispania del siglo II d. C. Hispania alcanza su época de mayor desarrollo económico gracias a la agricultura y a productos como el aceite, el vino y el garum; muy preciados en el Imperio. NERVA (96-98) Marco Coceyo Nerva, anciano noble republicano, accede al poder promovido por los mismos que habían acabado con Domiciano y que buscan restituir el prestigio del Senado. Si bien la elección de Nerva cuenta con el apoyo senatorial no ocurre lo mismo con el ejército. Ante la amenaza de sublevación del ejército, Nerva sigue el consejo del influyente hispano Licinio Sura y escoge como sucesor a un prestigioso general hispano, que mandaba las legiones de Germania Superior desde su puesto de gobernador de la provincia: Marco Ulpio Trajano.Poco después de adoptar a Trajano como sucesor, Nerva muere en enero del 98. Con la acción de Nerva de nombrar heredero a un general, el Senado tuvo que olvidar su propósito de gobernar sin el ejército o en el peor de los casos contra él. Tuvieron que ver como el control del Imperio recaía sobre un general de origen provinciano.

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En su breve reinado, Nerva intentó aliviar la presión fiscal la cual había aumentado bajo el mandato de Domiciano. Creó una ley agraria en la que los campesinos desposeídos de tierra tendrían terrenos destinados para el cultivo. Nerva también se preocupó por las familias pobres, especialmente por los niños, por lo que creó una institución: los alimenta, la cual se desarrollará bajo Trajano. TRAJANO (98-117) Con Trajano sube al poder el primer emperador nacido en una de las provincias imperiales. Nacido en Itálica de una familia originaria de Italia que se establece en la Bética, Trajano era hijo de un prestigioso general. Era un experto militar con gran popularidad en el ejército. Perteneciente a esa aristocracia hispana que los Flavios habían promocionado, nombró nuevos senadores procedentes de las provincias. Así, de los 231 en su tiempo contabilizados, 27 eran hispanos. Exigió a los nuevos senadores invertir en Italia un tercio de su capital en tierras, para reactivar la economía italiana y de paso que se identificaran con la propia Roma y las normas de vida tradicional. Aunque mantuvo apariencias formales frente al Senado, el cual lo nombró Optimus; lo cierto es que el mandato de Trajano fue absoluto. Todas las decisiones del gobierno eran tomadas a su voluntad y contaba con un grupo de consejeros (amici principis) quienes habían sido elegidos libremente por el emperador. Entre estos consejeros destaca Licinio Sura. Buen gobernante, Trajano supo conciliar los intereses de un gobierno absoluto con la idea tradicional de libertas republicana que defendía el Senado. Su buena gestión política ha hecho que su reinado sea recordado como la época más feliz del Imperio. Política exterior Agresiva, con tintes imperialistas (será la última política de estas características que se practica en el Imperio), sus objetivos eran el Bajo Danubio y la frontera imperial, frente al imperio parto. Como consecuencia de esta política Roma amplió sus fronteras las cuales alcanzarán su máxima expansión, al agregar nuevas provincias bajo el gobierno de Trajano: la Dacia, al N del Danubio, zona que posee ricas minas de oro; Arabia, zona vital para el comercio del Próximo Oriente, Armenia y Mesopotamia, en el curso superior del Tigris y el Éufrates y Asiria, al oriente del Tigris. Reclutó para las guerras contra los dacios (101-106) múltiples unidades auxiliares de hispanos. Esta política le causó problemas, pues los hispanos protestaron y, si parece que no tuvo dificultades de reclutamiento entre las gentes del norte, si las tuvo en algunos sectores más romanizados con derecho de cives romani. Política interior Para que la administración central pudiese intervenir en cualquier problema surgido en cualquier provincia, se mejoró el sistema de correos, el cursus publicus. Ejerció un control severo sobre las provincias, multiplicando el número de “comisarios” encargados de realizar misiones especiales (curatores rei publicae o civitatis). Cuidó particularmente de la buena administración y no dudó en castigar a los gobernadores de provincias avaros que abusaban del poder que les confería su cargo. Las campañas de Dacia contra los partos le permitirían disponer de gran cantidad de oro, que le posibilitaría desarrollar una política benefactora e impulsar las obras públicas. El botín de guerra distribuido entre los soldados, comerciantes e inversión en obras públicas, fue un detonante de la reactivación económica, en la que la Península (con su aporte de hombres) se vio beneficiada. De todas formas la riqueza del comercio bético sería suficiente. Itálica tuvo un magnífico puerto exportador de aceite, cereales y materias primas cuyos ingresos elevarían el nivel de vida de las ciudades béticas. Así nos podemos explicar el que se produjera durante este período una renovación total de la estructura urbana de muchas ciudades, entre otras Corduba, Mugnia, Astigi. Trajano redujo los gastos inútiles y equilibro el presupuesto sin necesidad de aumentar los impuestos. Los superávit obtenidos le permitieron hacer frente a los elevados gastos de guerra y obras públicas. Bajo el mandato de Trajano, en Hispania se reparó el trazado de la Vía de la Plata (calzada que unía Astorga y Mérida a través de Salamanca), se construyó el acueducto de Segovia, el puente de Alcántara, arcos de Martorell, Bará y Cáparra, la torre de los Escipiones (Tarragona) y el faro de A Coruña. Los hispanos le correspondieron con múltiples dedicatorias en estatuas e inscripciones que reflejaban la devoción que sentían por Trajano. Trajano dio ámbito universal al culto de Hércules y Minerva gaditanos. En esta época se divinizan los emperadores e hijos en vida. El culto pierde así su carácter privado para hacerse más oficial y público. ADRIANO (117-138)

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Publio Elio Adriano, natural de Itálica, pertenecía a la familia bética de los Aelii; siendo pariente de Trajano Su preparación en griego, latín y arte nos ponen de manifiesto el alto nivel alcanzado por las escuelas hispanas de Gades, Hispalis y Corduba entre otras. Su madre y su esposa eran gaditanas. Sus servicios en las duras campañas de Dacia y Oriente le dieron una gran popularidad entre los militares; por eso fue proclamado Emperador por las tropas de Antioquía. Política interior Administración central: Sustituye a los amici principis por los consilium principis, órgano estable de gobierno que tenía la misión de asistir al emperador en el aspecto jurídico. Aumenta el número de procuratores, los cuales son reclutados dentro del mundo ecuestre. Continua con la promoción de hispanos para las altas magistraturas y el orden ecuestre, la mayoría de estos hispanos eran originarios de la Bética y la Tarraconense.

• Provincias: Adriano era partícipe de que, para que hubiera un buen gobierno, el Emperador tenía que estar presente en todas las provincias, por eso de los 21 años de su reinado pasó 13 fuera de Roma.

En su visita a Hispania, impartió justicia y administró en Tarraco. Pidió soldados para la defensa del limes, pero los hispanos se mostraron remisos; no se sabe si por causa del elevado número de reclutas. De todas formas, la participación hispana en el programa militar de Adriano es evidente. Durante el reinado de Adriano se produjo el renacer de la vida provincial recibiendo muchas de las ciudades los derechos de colonia y municipio. Itálica fue construida de nueva planta. La ciudad alcanzó una superficie de unas 30 hectáreas y cubrió en el siglo II d. C. su más gloriosa época urbanística. Adriano fue un gran promotor de obras públicas. De esta época son parte de las murallas de Lucus, Barcino, Asturica, Legio y Caesaraugusta. Su preocupación por la red viaria es evidente, especialmente en las vías mineras como Bracara-Asturica, Bracara-Olisipo, Vía Augusta y Emerita-Caesaraugusta. Adriano siguió apoyando las instituciones de carácter benéfico para la atención de los niños pobres, alimenta. Introdujo el ius Latii maius en los municipios de derecho latino para promover el acceso a la ciudadanía romana de las elites provinciales. Con ello otorgaba derechos civiles no sólo a los magistrados sino también a todos los miembros del consejo municipal (ordo decurionum). Con ello Adriano pretendía fomentar la generosidad de las clases pudientes para sus respectivas ciudades. Multiplicó el número de curatores para supervisar la gestión financiera de muchas ciudades con dificultades económicas. En las provincias se celebraban los concilia, reuniones anuales en las que cada ciudad enviaba un representante (el cual había sido elegido por su prestigio y riqueza personal). Poco a poco estas reuniones adquieren un carácter político ya que cada representante exponía sus opiniones acerca de la administración de su provincia y del funcionamiento del gobierno en general, las cuales llegaban a oídos del emperador. De esta forma, el emperador estaba al corriente de todo aquello que ocurría en sus dominios.

• Economía: Para paliar la crisis económica, Adriano se interesó especialmente por la -administración de la explotación del aceite y de las minas, elementos básicos para la economía y abastecimiento de Roma. El momento culminante de las explotaciones se corresponde con los años 140-160 d. C.

Adriano redactó la Lex Metalli Vispascensis para aumentar la producción minera. Según esta ley el procurador metallorum de cada distrito organiza la explotación de las minas y a la población que allí trabaja y vive. Además, el Estado otorgaba facilidades a particulares para que participen en la explotación de los pozos mineros, que eran propiedad imperial, bajo arriendo. En Lusitania aparece los advocati fisci, nuevo cargo al servicio de los procuradores de distritos mineros. La Lex Hadriana de rudibus agris trató de arreglar los problemas del campo regulando la ocupación de campos improductivos, dando tierras a las gentes más necesitadas y ordenando su situación bajo las normas de los procuratores Augusti. A aquellos que se dedicasen a cultivar las tierras incultas o abandonadas, el Estado les concederían importantes exenciones fiscales. Existía un gran interés por el cultivo del olivo, importante en la economía hispana, sobre todo en la región Bética.

• Culto imperial: Profundamente religioso, Adriano prestó mucha atención a las tradiciones romanas, en Roma mandó levantar un templo dedicado a Venus y Roma. Promovió el culto imperial, al igual que hicieron sus predecesores, adquiriendo con ello la monarquía un carácter sobrenatural. El culto de Isis comenzó a tener una cierta aceptación durante este reinado en toda la Península. Poseemos algunas representaciones de esta

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deidad en Regina, Valladolid y Clunia. Al igual que Trajano, Adriano dio ámbito universal al culto de Hércules y Minerva gaditanos. Por otra parte si dio fenómenos de sincretismo religioso entre cultos indígenas y romanos. Es posible que Adriano mandase reparar el santuario de Melqart gaditano, como indican las monedas.

Política exterior Menos agresiva que la practicada por Trajano, Adriano intenta mantener el orden y la paz. Volvió hacia una política de defensa armada, a la práctica de acuartelamientos en las fronteras las cuales se convertirán en auténticas fortalezas. Ante la negativa de determinadas zonas de proveer sus hombres para la formación de tropas auxiliares y legiones, hizo que éstas se tuviesen que formar con hombres procedentes de la misma región de acuartelamiento de las tropas. La epigrafía nos enseña que en el caso de Hispania la mayoría de los hombres reclutados para estas tropas eran originarios del NO. El exercitus hispanicus tuvo gran prestigio dentro del reinado de Adriano, tal y como nos arroja la epigrafía. Adriano no tuvo hijos. En un principio adoptó como sucesor a Lucio Elio César, pero la muerte de éste hace que finalmente sea nombrado heredero, previa adopción, Tito Elio Adriano Antonino, hombre ya maduro. ANTONINO PÍO (138-161) El nuevo heredero tampoco tenía hijos por lo que asocia al trono a su sobrino Marco Anio Vero (futuro Marco Aurelio) y a Lucio Vero, hijo de Lucio Elio César. Proveniente de una familia senatorial de Nimes, en la Galia Narbonense, su primera acción como emperador fue la de honrar a su padre adoptivo. Esta acción le supuso el sobrenombre de Pío con el que pasó a la historia. Sus grandes cualidades personales y de estadista hicieron que sus sucesores lo tomasen como modelo a imitar, tomando por ello su nombre; calificándose a todo el s. II como la “Epoca de los Antoninos”. Bajo su reinado predomina la paz. Roma estaba sólidamente protegida por las fronteras, la economía garantizaba que en todo el Imperio se pudiese respirar tranquilidad. Pero este equilibrio general entrañaba un grave peligro: el estancamiento del Imperio será lo que a la larga, geste la crisis que lo azotará en los últimos decenios del siglo. El protagonismo hispano sufre un fuerte descenso. Hay hispanos importantes en la administración romana; pero ya son los descendientes de aquellos hispanos llegados a Roma con toda la fuerza de su nueva savia y poder de iniciativa. Siguen aquellas viejas familias dando senadores a Roma. Pero ya no asistimos a la llegada masiva a Roma de homines novi hispanos. Siguen las unidades auxiliares hispanas prestando sus servicios en Mauritania, en Oriente, o en el limes danubiano. Pero tampoco parece que se recluten unidades de nueva formación procedentes de Hispania; y, quizá, estas unidades de origen hispano cubran sus bajas con reclutas de las localidades en que prestan sus servicios. Se acusa un claro descenso de interés en las prácticas del culto imperial. Al igual que la labor de reparación de vías. MARCO AURELIO (161-180) Nieto del hispano M. Annio Vero, senador con Nerva, Trajano y Adriano. Marco Aurelio asciende al trono acompañado de su hermano adoptivo Lucio Vero como corregente. Nacido en Roma de una familia originaria de la Bética (concretamente de Ucubi= Espejo, Córdoba), desde muy joven tuvo una inclinación hacia la filosofía estoica. Política interior Las últimas conquistas de importancia, y con ellas la posibilidad de obtener botines con los que sanear las arcas, ocurrieron bajo Trajano. El estancamiento producido por los sucesores de Trajano hace que comience a aflorar una crisis que afectará de forma importante la estructura imperial. Para hacer frente a los gastos militares, continuos por la política defensiva de los emperadores, y a la cada vez más extensa burocracia; el Estado se ve obligado a subir los impuestos. Quienes cargan con estas subidas son las ciudades imperiales y por ello muchos deciden trasladarse a vivir al mundo rural, huyendo esta carga. Comienza un proceso de ruralización que se acentuará en los siglos siguientes. Marco Aurelio practicó una política económica estricta, multiplicando el número de curatores y perdonando numerosas deudas fiscales. Desde mediados del reinado de

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Marco Aurelio se produce un descenso económico en la Península, que se ha calificado como crisis. Desde los años 160 y 200 d. C. la exportación de aceite bético ha descendido. La caída del precio del aceite pudo ser debida a una superproducción y competencia por parte del aceite africano que ocupó el primer puesto en el mercado; a los reclutamientos militares; o a la fuga de capitales y hombres. Desde Trajano se obligó a los senadores hispanos a invertir 1/3 de sus capitales en tierras de Italia para paliar la aguda crisis de la economía itálica. Con esta medida, además de proteger al campesino itálico que vendía sus tierras a precios elevados, se evitaba el absentismo de los senadores hispanos; y esto implica que los senadores hispanos trasladasen a Roma los beneficios de su capital hispano. Ahora bien, más que crisis económica parece que sólo se constata el decaimiento de ciertas ciudades. La aparición de documentación en las zonas rurales parece indicar que las ciudades habían entrado en un período crítico y que eran abandonas por las gentes ricas. La decadencia de las ciudades arrastraría la del artesanado y el comercio. Por otra parte en la zona norpeninsular la producción minera seguía siendo buena. Política exterior Marcada por numerosas guerras: contra los partos (161-166) y en la frontera del Danubio (166-180) para frenar el avance de los germánicos y sármatas. También se registraron conflictos en los limes renano y britano, así como en la provincia de Egipto. En Hispania, la Bética y Lusitania sufrieron razzias de gentes mauritanas (mauris) entre los años 171 y 176 d. C.. En un primer momento se optó por poner la provincia bajo el control del legado de la Citerior, C.Aufidio Victorino. En a segunda ocasión, el procurador de la Lusitania, Valio Maximiano, logró rechazar el ataque. En muestra de gratitud por la intervención militar, las ciudades de Itálica y Singilia Barba levantaron estatuas en honor del emperador. Marco Aurelio designó heredero a su único hijo, Cómodo. Mala elección si analizamos el cruel gobierno que gestionó. CÓMODO (180-192) Hombre al que las fuentes nos describen como cruel, tirano, demente o violento, lo cierto es que Cómodo aceleró la crisis que se venía gestando desde tiempo atrás. Para hacer frente a la situación la economía, devaluó la moneda de plata e intentó realizar un control sobre los precios de los productos alimenticios. Lo único que consiguió con esta acción fue empobrecer aún más a las clases humildes y generar con ello movimientos de protesta social. La protesta más importante fue la llevada a cabo por Materno en el año 187 d. C. Al frente de unas bandas de esclavos y soldados desertores saqueó la Galia y el norte de la Península Ibérica, hasta el Ebro. La intervención del legado de Aquitania, Pescenio Níger, puso fin al movimiento. Es probable que en esta época aparezcan las primeras comunidades cristianas en Hispania. La legión VII Germania estuvo acampada en la región de Túnez, muy cristianizada desde hacía tiempo y, no resulta extraño que con la llegada de la legión, que acabó con la amenaza de Materno, vinieran de Túnez algunos cristianos, o bien que algunos soldados se hubiesen convertido. Aparte del elemento militar, el cristianismo se difundió debido al grupo de mercaderes cristianos africanos que arribaron a nuestra Península a través del frecuentísimo comercio que unía ambas costas. CRONOLOGÍA 69-79 Vespasiano 69 La legión VI Victrix abandona Hispania. 70 Vespasiano concede a Hispania el ius Latii.Evacuación de las legiones de guarnición en Hispania. 74 Asentamiento de la legión VII Gemina. 79-81 Tito 81-96 Domiciano 96-98 Nerva 98-117 Trajano 117-138 Adriano 122 Adriano visita Hispania 138-161 Antonino Pío 161-180 Marco Aurelio 170 Incursiones de mauri en la Bética

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175-176 Nuevas incursiones de mauri en la Bética.Revueltas en Lusitania. 180-192 Cómodo 187 Rebelión de Materno.

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TEMA 17: ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA. EL GOBIERNO PROVINCIAL

LA REPÚBLICA, LA PROVINCIALIZACIÓN DE HISPANIA La dimensión imperialista: el caso de Hispania Centrándonos en la actitud imperialista de Roma en Occidente, como es sabido la principal consecuencia de la II Guerra Púnica fue la percepción que Roma empezó a tener de la posibilidad de anexionar los territorios a los que dicha guerra le había aproximado: el Norte de África –en el que se limitó a mantener alianzas con los númidas del rey Masinisa, en un claro ejemplo de clientelismo político, que sería clave para la final destrucción de Cartago– e Hispania, donde, tras salir los Escipiones hacia África, quedaron dos legiones –unidas a las que ya habían acompañado a los primeros gobernadores enviados a nuestro territorio– para sofocar cualquier sublevación. Hasta el siglo II a. C. (conversión de Macedonia en prouincia), la conquista se basó en una serie de hitos que aunque están ejemplificados en casos hispanos son extrapolables a los procesos de provincialización de cualquier otra prouincia de Occidente:

1 Fundación de dos prouinciae, mandadas por praetores que actuaban como generales de

1) sendas legiones y como gobernadores: la Hispania Citerior (con capital en Tarraco) y la Hispania Vlterior (con capital en Carthago). Desde el primer momento, al praetor le acompañaban quaestores, un amplio consilium de funcionarios especializados, clientes, coloni… El posterior envío de Catón al frente de una legión en el 195 a. C. supuso la revelación clara del interés de Roma por intimidar a las poblaciones indígenas hispanas.

2 Introducción de modelos de organización romana, eliminando sistemas de

esclavitud indígenas (caso del decreto de L. Emilio Paulo en Turris Lascutana); políticas de creación de ciudades para asentar poblaciones indígenas y darles lotes de tierras (Gracchurris, por Sempronio Graco, p. ej.); concesión de patroni por parte del Senado a las comunidades hispanas (M. Porcio Catón y P. Cornelio Escipión para la Citerior; L. Emilio Paulo y Galo Sulpicio para la Baetica); organización de las societates publicanorum para la recaudación de tributos; fundación de colonias (Carteia)…

3 Ya en el siglo II a. C., Roma llevará a cabo una política de conquista abierta contra los celtíberos y los lusitanos a los que acusará de haberse aprovechado de la protección de Roma para luego plantarle cara. Es el momento de las guerras celtibéricas (153-133 a. C.) y lusitanas (155-136 a. C.), al abrigo de las cuales Roma no sólo fue anexionando territorios propios de estos pueblos (Segeda, Numantia…) sino también de territorios vecinos que les abastecían como los vacceos (Cauca, Palantia…). Al final de estas guerras y una vez que Escipión, entre el 218 y el 208 a. C., ya había sometido las tierras del Guadalquivir, sólo quedaba por anexionar el territorio del Noroeste, labor que acometería Augusto.

La Segunda Guerra Púnica La decisión de mantener bajo su dominio los territorios peninsulares conquistados durante la guerra no fue el resultado de un plan a largo plazo ni se enmarcaba en una política anexionista. Antes al contrario, supone un ejemplo evidente de la improvisación del gobierno. Esta falta de planificación se evidencia por las constantes vacilaciones en el nombramiento de los responsables de las operaciones militares que tenían lugar en la Península. La llegada a Hispania del mayor de los Cornelios fue interrumpida por la relampagueante acción de Aníbal en suelo itálico. El hermano de aquel, Cneo, que había de acudir al campo de batalla en calidad de legado del cónsul, fue enviado como privatus, si bien con el imperium necesario para mandar los ejércitos. Más adelante ambos fueron investidos de imperium proconsular y les fue asignada una provinciae. Las necesidades de la guerra explican este nombramiento irregular. Cuando ambos mueren, otra acción anticonstitucional tiene lugar: la elección de un general por parte de los propios soldados. El senado intentó corregirla enviando a un propretor, momento en que entra en juego el hijo de Publio, haciéndose con el mando como simple privatus investido de imperium proconsular y acompañado de un nuevo propretor, Junio Silano. Al año siguiente, el Senado prorrogó a ambos el mando

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sin limitación de tiempo. Tras los éxitos de Escipión en la guerra, siguen una serie de medidas por parte del senado que principalmente nacen para acomodarse a la nueva situación surgida en Hispania. Escipión debió limitarse a premiar a los aliados y castigar a los enemigos y, sobre todo, a procurar que las facciones prerromanas controlaran en adelante los hilos de la política. Escipión el Africano echó las bases fundamentales de la administración y defensa de Hispania, como ha escrito Como ya se indicó, después de la batalla de Ilipa, Roma encargó a Escipión de arreglar los asuntos de Hispania y envió a partir de este momento magistrados anuales para gobernar los pueblos de Hispania. El historiador griego Appiano (Ib. 37) puntualiza que la costumbre de mandar estos gobernantes comenzó entonces. La Península se convierte, pues, en una colonia de explotación, como lo prueba que el año 206 principia la conquista de Andalucía, cuyo objetivo principal serían las ricas minas de plata de Cástulo (Liv. XXVIII 19) y los pozos mineros abiertos por Aníbal, aún en explotación en tiempos de Plinio (NH XXXIII 96), y que conservaban los nombres de sus descubridores 169. La creación de las dos provincias se verificó en el año 197 de modo definitivo; quedaban bajo la autoridad de pretores proconsulares , hasta entonces se encontraban bajo particulares con poder proconsular (Liv. XXXII 28, 11). Schulten 171 sospecha que la división de las provincias data del año 205, en que ya aparecen los dos procónsules. En el año 197 se aumentaron los pretores de cuatro a seis. A estos pretores acompañaban doce líctores, en vez de los seis que seguían a sus colegas de otras partes. Los gobiernos interinos El éxito de Escipión no supuso el fin de las operaciones militares, habida cuenta de los planes del gobierno de continuar la campaña contra Cartago en África, planes en los que la Península jugaba un papel determinante como cabeza de puente. El mantenimiento de tropas en suelo hispano era una prioridad, por encima de cualquier hipotético plan a largo plazo. De nuevo la asamblea de la plebe elige irregularmente a los responsables de continuar la política en Hispania, otorgando imperium proconsular a Cornelio Léntulo y Manlio Acidino, ninguno de los cuales había desempeñado magistraturas superiores. Esta situación se prolonga hasta el 198 a.C. Una consecuencia de estas irregularidades fue la denegación del triunfo a todos ellos, habiendo de contentarse con la menos solemne ovatio. Aspectos organizativos del sistema provincial

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Lógicamente, en el avance y evolución progresiva de las instituciones romanas locales hacia nnuevas modalidades capaces de adaptarse al nuevo sistema territorial, Roma –y aunque nos detendremos en detalle en la cuestión en posteriores lecciones– hizo gravitar el control de la prouincia primero en un quaestor y, sobre todo, en un praetor, designados ambos, lógicamente, por el Senado. Junto a sus prerrogativas, la administración descansaba sobre el sistema ciudadano, que establecía un complicado sistema jerárquico de ciudades y, por tanto, de ciudadanías, de iura gentium. LA FIGURA DEL GOBERNADOR Designado, como se ha dicho, por el Senado, contaba con las siguientes prerrogativas:

1 Como máxima autoridad militar, el praetor (o consul/proconsul) era el encargado de dirigir el reclutamiento de tropas y vigilar las fronteras.

2 Dada la dimensión económica de la conquista, el gobernador solía ser el supervisor no sólo de la recaudación

económica necesaria para sostener la conquista sino también para garantizar una efectiva y apropiada explotación de los recursos del territorio. Para estas tareas se apoyaba, como es sabido, en la figura del quaestor prouinciae, de notable importancia.

3 El praetor, además, era el responsable –especialmente– de la administración de justicia lo que –unido a su poder

militar al frente del número de legiones que en cada caso estimase el Senado– le convertía en un magistrado cum imperio.

4 Aunque estaba acompañado de un –a medida que avance la conquista y el tiempo más creciente– número de

praefecti y funcionarios auxiliares, muchas veces el praetor hacía descansar parte de su labor en la elite indígena local dando lugar a la forja de clientelae político-económicas de gran importancia como arma de conquista.

Los orígenes del gobierno pretorial En el 197 el número de pretores pasó de cuatro a seis y a dos de ellos les tocó, por sorteo, el gobierno de las provincias hispanas, lo que supuso la regularización de la situación que se había iniciado con la guerra. Esto ya había ocurrido en el pasado: cuando tras la Primera Guerra Púnica Roma comenzó a controlar Sicilia, sólo se elegían dos pretores, el urbanus y el peregrinus. Entre las competencias o provinciae de éste último estaba la supervisión de estos territorios. Catorce años después se aumentó el número de pretores a cuatro para que dos de ellos pudieran hacerse cargo de los territorios de Sicilia y Córcega-Cerdeña, donde la dominación romana era permanente. Fue así como el término abstracto provincia pasó de tener el significado competencia a concretarse en el de “zona de intervención militar”. La figura del pretor había aparecido en el año 367 a.C. asumiendo una de las funciones de los cónsules, la de administrar justicia. Al pretor urbanus, que se encargaba de administrar justicia entre los ciudadanos, se le añadió con el tiempo el peregrinus, que se encargaba de los asuntos entre romanos y extranjeros. Los pretores provinciales, sin embargo, no tenían como principal función la administración de justicia, sino el ejercicio del imperium (mando militar y civil) en los territorios extraitálicos. Roma había hecho suyos los territorios que otrora controlaran los cartagineses. El control indefinido de las costas mediterráneas de la Península añadió un nuevo espacio de protección frente a un hipotético ataque cartaginés al estado, ya protegido por el cinturón insular formado por Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esa exigencia de seguridad descartó la posibilidad de crear una única provincia, configurando los territorios peninsulares como dos provincias distintas. El término procónsul es el título oficial que indica la naturaleza del imperium que tenían los gobernadores provinciales. El de pretor alude sin embargo a la magistratura para la que habían sido elegidos. El término de propretor, por último, se utilizaba cuando al magistrado se le prorrogaba el imperium más allá del año de su elección. A pesar de que los gobernadores contaban con el máximo imperium dada la importancia de su actividad militar, a veces el senado consideró necesario enviar a la Península a uno de los cónsules, en ocasiones especiales de guerra. También fue frecuente prolongar el mandato de los pretores un año para darles tiempo suficiente a emprender sus campañas militares.

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LAS PROVINCIAS HISPANAS HASTA LA CAÍDA DE NUMANCIA Los primeros pretores y la delimitación de fronteras Se desconoce si los pretores enviados en el 197 con imperium proconsular tenían el encargo de delimitar las fronteras de las dos provincias. El dominio romano se extendía por la franja costera mediterránea, los cursos medio y bajo del Ebro y el valle del Guadalquivir. Si las fronteras se trazaron, desde luego no fueron respetadas, debido a las necesidades de la campaña. El límite interprovincial parece que fue el río Almanzora, entre Carthago Nova y Baria, frontera que, si bien estaba bien delimitada en la costa, se difuminaba hacia el interior. En general, y hasta la definitiva delimitación de fronteras de Augusto, el sur y oeste se consideraba parte de la Ulterior y el Norte y Este de la Citerior. Las leges provinciae Se desconoce si las provincias contaban desde el 197 con unas leges provinciae, aunque no parece probable, dada la difusa delimitación de las fronteras. Eran éstas las leyes en las que se registraban las comunidades de la provincia y se establecían sus deberes y derechos. Inicialmente, el gobernador redactaba una disposición transitoria, la redactio in formam provinciae, que probablemente si se produjo entonces, dando forma a los mecanismos que ligaban Roma a las comunidades, ya trazados mediante los pactos de Escipión. El Senado y las provincias Hispanas: Catón La obra de Catón se inserta en la afirmación de la política emprendida por el senado a partir del 197, cuando decide mantener una ocupación permanente en la Península y enviar dos pretores y que, lejos de intentar una pacificación y delimitación de fronteras, se deshace en arbitrarias campañas, como escenario de las batallas donde la clase política intentaba conseguir botín y fama. A partir de Graco, se presta una atención mayor a la estabilidad del espacio provincial y, aunque las provincias siguen siendo el espacio en que los magistrados desarrollaban su actividad militar, comienza a pensarse más en términos de ámbito de dominio pacificado. La obra de Graco Graco desarrolla un espacio de frontera que actúa de colchón frente a las tribus exteriores para las zonas sometidas a un control directo. Lo logra mediante tratados o foedera con las poblaciones de esa zona de protección, celtíberos y carpetanos, que implicaban la erradicación del estado de guerra. Los nativos se obligaban a un servicio militar como tropas auxiliares y a cambio Graco se comprometía a garantizar la paz y lograr un reparto de tierras más equilibrado, como único medio de reducir los problemas socio-económicos y demográficos, desencadenantes de la mayoría de los conflictos. A estas medidas se le suman la regularización del stipendium y de la requisa de grano y el pago de un canon por parte de los particulares que explotaban las minas de Cartagena. Con todo, estas medidas quedaban supeditadas a la buena disposición del pretor, que si bien en el caso de Graco y otros como él fueron el germen para el desarrollo de las instituciones que permitieron alcanzar un verdadero sistema de administración provincial, en otros muchos casos veían en las provincias un espacio donde ejercer su indiscutido imperium, al margen o incluso por encima de los intereses del propio senado. Las guerras celtíbero-lusitanas y la nueva delimitación de fronteras Lógicamente, durante el período de guerras ininterrumpidas que se extiende entre el 155 y la caída de Numancia, la ocupación principal de los gobernadores siguió siendo la guerra y medidas de carácter administrativo o judicial fueron la excepción. Tras la caída de Numancia sabemos por Apiano que Roma envió una comisión para organizar los territorios. Es de suponer que el resultado del trabajo de sus miembros

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se plasmara en documentos jurídicos que sirvieran para el gobierno posterior. Podemos suponer la separación entre ambas provincias en esa época, que pasaría por la parte oriental de Sierra Morena, la sierra de Almadén, luego hacia el norte cortando el Tajo hacia Toledo, oeste de Ávila y nuevamente al noroeste, entre los ríos Tormes y Duero hasta la confluencia de los mismos. Seguramente no existía límite entre las provincias más allá del Duero, ya que por entonces los romanos aún no se habían atrevido a explorar las tierras de cántabros y astures. DE PROVINCIA A PROVINCIAE CIVITATES IN PROVINCIA Ya vimos que en la conquista de Italia, Roma había ensayado algunos sistemas de integración ciudadana que después extendería –más pronto o más tarde– a todo su Imperio territorial. En las prouinciae, al menos en esta fase inicial, Roma empleó los siguientes procesos de política cívica y de ius gentium (“ciudadanía”).

1 Cuando una tribu o ciudad era conquistada cabían dos opciones. Si había opuesto demasiada resistencia a Roma (caso de Cartago, p. ej.) su territorio era arrasado y sus tierras entregadas al ager publicus; si su resistencia no había sido muy grande se veía obligada a pagar anualmente un tributo a Roma, configurándose las denominadas ciuitates stipendiariae; si se había rendido se asistía al proceso denominado de deditio por medio del cuál se fundaba para los indígenas una ciudad –generalmente también stipendiaria– propia (caso de Gracchurris en Hispania, p. ej.).

2 Roma también firmó en ocasiones pactos con comunidades indígenas que le prestaron auxilio –normalmente en forma de tropas y de formas de abastecimiento para el ejército–. Ese pacto –amparado en el foedus romano– formaba lo que llamamos ciuitates foederatae, que, por tanto, estaban “protegidas”, por así decirlo, por Roma.

Lógicamente, estas políticas de ciudadanía orientadas a integrar a los indígenas en la órbita organizativa y jurídica de Roma convivían con la fundación (deductio) de coloniae pobladas con colonos itálicos ciudadanos de Roma (caso de Carteia, Valentia o Bruttobriga en Hispania, p. ej.) y con la promoción –más tardía– de las comunidades indígenas a municipia de derecho latino (caso de Cascantum, p. ej., en Hispania). Los nuevos factores: emigración y concesiones de ciudadanía Si bien entre los años 133 y 82 a.C. la actividad principal de los pretores continuó siendo la guerra, comienzan ya a detectarse noticias de que dedicaban cada vez más tiempo a las funciones administrativas, a lo que contribuyeron principalmente dos factores:

1 de un lado, el aumento de la población romana asentada primero en núcleos indígenas y posteriormente en nuevas poblaciones, por otro lado, el cada vez mayor número de indígenas a los que se les concedió la ciudadanía.

2 Además, tras la definitiva anexión de la Meseta y la consecuente extensión del espacio dominado, se requirió una mayor atención en orden a las obligaciones fiscales de las poblaciones.

Así, Hispania dejó de considerarse el alejado destino donde los pretores disponían de ilimitadas prerrogativas. El aumento de itálicos de un lado, que seguramente requerirían de la intervención judicial del gobernador, y la costumbre adquirida progresivamente por la población indígena de recurrir a la autoridad romana para dirimir sus querellas, fue dando pié a que aumentara el tiempo dedicado por aquellos a los asuntos administrativos, como se deduce por el Bronce de Contrebia. Los decenios del cambio de siglo suponen por tanto un momento de vital importancia en el paso de provincia a provinciae que manifiesta Hispania. La legislación provincial de Sila En el período comprendido entre la dictadura de Sila y el fin de la República, el naciente carácter provincial de Hispania se irá precisando aún más, ayudado por la legislación provincial silana. El dictador pretendía poner límites a la magistratura provincial, para lo cual aumentó el número de pretores hasta ocho de modo que los diez magistrados (los pretores y los dos cónsules) pudieran hacerse cargo de las nueve provincias, tras cumplir con sus obligaciones en Roma, como propretores y procónsules que, en el caso de las hispanas, tenían imperium proconsular. Además

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de aumentar el número de magistrados para impedir situaciones irregulares (privatus como gobernadores), se pusieron en marcha otras disposiciones para definir con precisión las competencias de aquellos, destinadas sobre todo a impedir la creación de ejércitos personales. Lo paradójico es que el encorsetamiento a que se vieron sometidos los magistrados provinciales por las disposiciones de Sila terminó provocando la destrucción de la República, ya que obligó a otorgar imperia extraordinarios para solventar los problemas graves de política exterior. Pompeyo, César y los triunviros acumularon poder sobre grandes extensiones de territorio que obligó a inventar una figura nueva, los legati cum imperium, lugartenientes con poderes extraordinarios en los que se delegaba el gobierno de las provincias. Las provincias de Hispania en los conflictos civiles En Hispania, la primera alteración de los procedimientos silanos se produjo durante la guerra sertoriana, con el envío de Pompeyo en el 77 como privatus con imperium proconsular. Más tarde, en el 67, de nuevo se le otorgaron poderes extraordinarios para la erradicación de la piratería en el Mediterráneo, lo que supuso que en Hispania dos legati se encargaron de la vigilancia de las costas peninsulares. Entre el 65 y el 56, Pompeyo asegura las clientelas ganadas en Hispania mediante la colocación de personas de confianza en el gobierno provincial. A partir del 55, la lex Trebonia dio a Pompeyo el gobierno indiviso de las provincias de Hispania hasta el comienzo de la guerra civil, en el 49, lo que de nuevo significó la presencia de legados en los que descansó el poder. Este sistema fue usado asimismo por César, una vez vencidas las tropas enemigas en la batalla de Ilerda, y por los triunviros, primero Lépido y luego Octaviano, en los que recayó la responsabilidad provincial. Por lo tanto, cuando se produce la reorganización del Estado de Augusto, el nuevo régimen provincial (administración mediante legados del emperador) no supone para Hispania novedad alguna. EL GOBIERNO PROVINCIAL Los pretores: nombramiento y recursos de gobierno Inicialmente eran los cónsules quienes presentaban al senado el tema del reparto de las provincias, que se realizaba por sorteo. Ese sorteo se podía manipular. En el período de las guerras celtíbero-lusitanas, se suscitó una agria polémica entre los cónsules para obtener el gobierno de la Citerior, que era la provincia con más perspectivas para obtener botín y gloria. Una ley del 123 vino a arreglar esto adelantando el reparto de las provincias a la elección de los cónsules. Como todas las magistraturas en época republicana, la pretura duraba un año, pero existía la tendencia a prorrogarla otro año más. Esto estaba justificado por los retrasos que las distancias y los imprevistos ocasionaban a la llegada del gobernador a su provincia y la dificultad para llevar a cabo las campañas militares durante el invierno. El pretor recibía los recursos económicos necesarios para cumplir su cometido. Además del stipendium o paga del ejército, las cantidades para su estancia y la de su séquito. También las comunidades contribuían a los gastos. Y por si esto fuera poco, era costumbre que los indígenas expresaran su agradecimiento mediante regalos, fácilmente convertibles en dinero. Las posibilidades de enriquecimiento eran múltiples, sobre todo si tenían éxito en las campañas militares. Las riquezas acumuladas servían tanto para incrementar la fortuna personal como para aumentar su gloria y dignitas, mediante concesiones al erario público y la realización de juegos o construcción de monumentos. Además, el reparto de donativo entre los soldados era un magnífico recurso de ampliación de clientela. Las capitales de las dos provincias fueron Corduba y Tarraco, si bien los gobernadores también residieron en otras ciudades, como Urso, Castulo y Gades. El cuestor

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Se sabe poco del equipo que acompañaba al gobernador, aunque no debía ser muy numeroso. El quaestor, elegido por el pueblo, se encargaba principalmente de la administración de las finanzas en la península, si bien a menudo tenía otras funciones por delegación del gobernador. Apenas se conoce una decena de cuestores en un período de doscientos años, como son los casos de Tiberio Sempronio Graco en la Citerior o el propio César en la Ulterior. Otro personal Los oficiales del ejército (legati, tribuni y praefecti) a veces recibían el gobierno de una guarnición en ciudades que requerían de un control especial. Los prefectos también eran utilizados para tareas de recaudación de impuestos y funciones judiciales. La cohors praetoria era un reducido grupo de funcionarios: escribas, pregoneros, alguaciles y los lictores o guardia de corps. Asimismo, las fuentes mencionan una cohors amicorum, consejo privado de civiles mantenidos por las arcas públicas. Competencias del gobernador En época republicana puede decirse que el gobernador gobierna pero no administra. Las competencias del gobernador eran, en primer lugar, el ejercicio del imperium militar: impedir levantamientos contra Roma, acabar con los disturbios, etc. En resumen, conseguir que se garantizara la explotación económica de la provincia. Esta obligación implicaba el mantenimiento de unas fuerzas militares financiado con los impuestos e indemnizaciones a que se obligaban a las comunidades indígenas. En este sentido, los gobernadores gozaban de amplios poderes en materia de finanzas, pudiendo crear o anular los impuestos que considerasen necesarios. Junto a la actividad militar y fiscal, el gobernador debía organizar el territorio provincial, distribuir y mantener las fuerzas militares, establecer vías de comunicación y extender la red de relaciones con los indígenas. La fiscalidad provincial El impuesto ordinario pagado por las provincias era el stipendium, nombre que aludía a su destino: el pago de las tropas. Inicialmente se obtenía del botín, aunque en algún momento entre Catón y Graco se introdujo como impuesto de cuantía fija. El cuestor era el encargado tanto de la recaudación de estos impuestos como de convertir en dinero tanto el botín como los prisioneros de guerra (esclavos), mediante su venta a los negotiatores y redemptores, hombres de negocios privados que solían acompañar a los ejércitos. Además del stipendium, parece que existió un impuesto del cinco por ciento sobre la cosecha del grano, convertible en moneda. Los gobernadores podían abusar del mismo interviniendo en el precio del grano para aumentar sus ganancias. A partir del 123, se extendió la norma de encargar la recaudación de impuestos a los publicani, hombres de negocio, generalmente caballeros, que alquilaban al gobierno por una suma global su recaudación. Al Estado le convenía esta situación dada la anualidad de los magistrados y la precariedad del aparato administrativo. Por supuesto, los gobernadores podían decidir contribuciones extraordinarias con la excusa de las campañas militares, así como especular con los artículos susceptibles de tributación. Caracteres del gobierno local El objetivo era allanar el camino a los recaudadores de impuestos, pero sin llegar a abusar de los provinciales. Roma permitió en parte el uso de los derechos nacionales, en especial en aquellas comunidades en los que existían instituciones consolidadas. Con el ejercicio del poder romano, se fueron constituyendo unas normas, emanadas del edictum del gobernador con los que establecía los criterios relativos al ejercicio de su jurisdicción durante su mandato y distintas tanto del derecho romano como del peregrino. Los provinciales tenían poca defensa frente al poder del gobernador, que no era representante sino encarnación del gobierno, pero sin estar mediatizado como en Roma por un colega o un tribuno de la plebe que pudiera poner freno mediante el veto a sus acciones contra los provinciales. Se crearon en el 149 unos tribunales de concusión a los que podía ser llamado el gobernador al término de su mandato, pero dado que

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la acusación del delito debía ser hecha por el patrono de la provincia, que era otro senador, estos tribunales se convirtieron en simples palestras del juego político, muy alejados del objetivo perseguido con su creación. Iniciativas del gobierno: los repartos de tierra Para el sector responsable de la clase dirigente romana, las provincias suponían la obligación moral de resolver las tareas administrativas y atender al bienestar de los provinciales. A pesar de la parquedad de las fuentes, conocemos algunas iniciativas dirigidas a obtener una pacificación real mediante la mejora de las condiciones de vida de los indígenas. El problema principal era la necesidad de tierras y a menudo los gobernadores usaron esa necesidad tanto en su objetivo de pacificación como para organizar trampas con fines de represión. A veces las concesiones de tierras estaban coligadas a la fundación de centros urbanos. Las intervenciones sobre la propiedad de la tierra eran a menudo un expediente utilizado para premiar o castigar a las comunidades según su actitud. Fuera de estas iniciativas hay dos que merecen atención: la prohibición de Craso a los habitantes de Bletisa (Ledesma, Salamanca) de realizar sacrificios humanos y la abolición en Cádiz por parte de César de la costumbre de quemar vivos a los criminales. Al ser dos casos aislados, se desconoce hasta qué punto podrían generalizarse, pero podemos suponer que el gobernador se preocupaba de intervenir en las costumbres y el derecho indígenas. La función judicial El gobernador tenía por costumbre realizar un recorrido por su provincia al menos una vez durante su magistratura, dejándose ver con un buen número de soldados como medio de conservar la fidelidad de los provinciales. Esas ocasiones eran muy adecuadas para la administración de justicia, de manera que desarrollaron la costumbre de reunirse con los ciudadanos romanos y los indígenas en lugares determinados. A esas reuniones se les llamó conventus (reunión de individuos) y se realizaron en las principales ciudades de las provincias: Corduba, Hispalis y Gades en la Ulterior y Tarraco y Cartago Nova en la Citerior. A finales de la República, el término adquiere el significado de distrito geográfico. El patronazgo romano La extensión del poder romano en las provincias no corresponde tanto al Estado en abstracto como a los conquistadores-gobernadores de dichas provincias, que son quienes realmente hacen y deshacen casi a su antojo. Los indígenas no tratan, por tanto, con el Estado, sino con los hombres concretos que tienen frente a ellos, de ahí que las dotes personales de los mismos sean la base fundamental de la influencia que se llegue a tener sobre la población autóctona. Y dicha influencia no sólo contribuye a atraerlos hacia Roma, sino que principalmente era causa de la extensión de la propia influencia de la familia a la que pertenecía el caudillo, creando ámbitos de influencia dinásticos con los que los indígenas ya estaban familiarizados (fides y devotio) . Un patrono suponía muchos beneficios: reparto de tierras, pacificación entre las tribus, concesión de ciudadanía… Como consecuencia la lealtad al nombre del patrono se daba durante generaciones, con las consecuencias que ello conllevaba en situaciones como la guerra civil. EL ALTO IMPERIO. LA ORGANIZACIÓN PROVINCIAL DE AUGUSTO Conservadurismo e innovaciones La reorganización que César tenía previsto llevar a cabo en el estado romano y su imperio la terminó llevando a cabo Augusto tras la muerte de aquel. Su programa se basó en un gran respeto hacia la antigua constitución republicana al mismo tiempo que introducía un elemento revolucionario: su propia posición como suprema instancia política y la del ejército. Por lo que respecta a la administración, el Principado iniciado con Augusto supuso un compromiso entre las formas de gobierno republicanas y la esencia monárquica de ese nuevo régimen. El compromiso en el sistema provincial estuvo fuertemente desequilibrado en beneficio del emperador, que necesitaba crear un sistema de administración eficiente para soportar el imperio. Política provincial

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El imperio no era unitario, ni en su estructura económico-social ni en su nivel cultural, así que la primera tarea consistió en modificar los ámbitos provinciales para lograr la homogeneización, eliminar las bolsas aún no sometidas dentro de los límites y fijar el marco de competencia de los órganos administrativos. Dada la magnitud del imperio y la dificultad de control de un gobierno central, se siguieron respetando las constituciones tradicionales de las comunidades sometidas, pero al tiempo que se fomentaba el desarrollo del ordenamiento ciudadano de las mismas según esquemas romanos. Por tanto, la organización provincial desde Augusto descansa en dos pilares: la administración central, constituida por los magistrados y funcionarios, con las mismas funciones que en época republicana y el desarrollo progresivo del ordenamiento ciudadano de tipo romano. Provincias “senatoriales” e “imperiales” El nuevo principio sobre el que se fundamenta la división provincial estaba en el hecho de que el princeps asumía el control de las regiones aún no pacificadas (provincias imperiales) frente a aquellas en las que no era preciso mantener tropas (provincias senatoriales). Esto no significa que el emperador gobernase unas y el senado otras, sino que el emperador daba a los gobernadores de sus provincias una lista de instrucciones (mandata), pero tanto el emperador como el senado emitían normas de aplicación en ambos tipos de provincias. Evolución de la administración provincial Los gobernadores eran todos senadores, pero el princeps intervenía, más o menos explícitamente, en la designación de la mayoría de ellos. Cierto es que los legados imperiales ejercían su función en las regiones más salvajes y peligrosas, pero el emperador gobernaba realmente, mientras que los senadores de las otras provincias estaban limitados por la duración de sus mandatos y la presencia de funcionarios nombrados por el emperador. El desarrollo de la organización provincial durante los dos siglos siguientes supuso la convergencia entre los dos elementos desiguales que poblaban el imperio: ciudadanos y súbditos. Este proceso finaliza cuando en el 212 d.C. Caracalla otorga la ciudadanía a todos los habitantes del imperio. LAS DIVISIONES ADMINISTRATIVAS DE HISPANIA Las fronteras provinciales A finales de la República, la división provincial de la península era claramente artificial, lo que se apreciaba principalmente en la Ulterior, donde existían dos zonas claramente diferenciadas: la zona sur del Guadalquivir, antiguo escenario de una amplia colonización y con una estructura social casi urbana y gran extensión de la ciudadanía romana, y el territorio al oeste, que era justo lo contrario. Augusto decide, probablemente en torno al 13 a.C., dividir la Ulterior en dos provincias, separadas por el Guadiana, la Baetica y la Lusitania. La primera fue adscrita al senado, mientras que Augusto se reservó la Lusitania y la Citerior. Los territorios recién conquistados en las guerras cántabro-astures fueron repartidos de manera que los cántabros fueron adscritos a la citerior y los astures y galaicos a la Lusitania. Pocos años después tiene lugar un nuevo cambio en las fronteras entre provincias, pasando a la Citerior tanto las tierras de la Lusitania al norte del Duero como las de la Bética pertenecientes al alto Guadalquivir y el Mediterráneo. Augusto debía estar buscando con esta operación un doble objetivo: agrupar tanto los distritos mineros importantes como la totalidad de las fuerzas de Hispania, que estaban en Cantabria, Asturia y Gallaecia, bajo un mismo mando. Con este nuevo reparto quedaban las fronteras provinciales delimitadas de forma estable. Las capitales quedaron establecidas en Emerita Augusta, Corduba y Tarraco. La subdivisión provincial: legaturas y conventos jurídicos Las provincias, especialmente la Citerior, eran territorios demasiado extensos para una adecuada administración, lo que ocasionó que poco a poco se fueran creando unidades administrativas más pequeñas. La primera de las mismas fue la diócesis, que se aplicó sólo en la Citerior, dividiéndola en tres distritos, Gallaecia- Asturias, Cantabria y el resto, y siendo encomendadas a legati dependientes del gobernador. Probablemente las funciones de los mismos, particularmente las de los dos primeros, fueran de carácter militar,

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lo que se justifica con el hecho de que con la desmilitarización del norte peninsular, la división en legaturas o diócesis dejara de existir dejando paso a la división en conventos, que se mantuvo a lo largo del imperio. Las nuevas divisiones que surgen al amparo de una administración más estable una vez pacificadas las regiones del norte buscaban mejorar la eficacia en la relación entre el gobierno y los administrados, especialmente en la administración de justicia. Tras la institucionalización de los conventus de la República tardía (que pasaron a estar acompañados del término iuridicos para subrayar su carácter de lugares de administración de justicia), terminaron por fijarse los límites correspondientes a cada distrito y considerar como capitales conventuales de los mismos las ciudades donde habían venido celebrándose las reuniones. La tabula Loegeiorum atestigua estas divisiones ya en época de Augusto, aunque sin precisar su alcance ni contenido. La Citerior fue dividida en siete conventus (Tarraconensis, Cartaghiniensis, Caesaraugustanus, Cluniensis, Asturicensis, Lucensis y Bracaraugustanus), la Lusitania en tres (Emeritensis, Pacensis y Scallabitanus) y la Bética en cuatro (Cordubensis, Hispalensis, Astigitanus y Gaditanus). La atracción que ejercían las capitales conventuales sobre la población que quería exponer sus problemas al gobernador las convertía en focos de atracción para los negocios. Asimismo, el gobierno favoreció el culto imperial en el cuadro de los conventos, por lo que a las relaciones jurídicas, sociales y económicas vino a sumarse la religiosa. EL GOBIERNO PROVINCIAL Senadores y administración provincial Augusto no altera los cuadros republicanos sociales ni sus estamentos superiores, sino que delimita férreamente su participación en la vida pública. Los cargos principales los siguieron ejerciendo los senadores, como en época republicana, con la salvedad de que ahora tenían por encima la figura del emperador, cuya voluntad era ley. También el orden ecuestre fue ampliamente utilizado por Augusto como fuente de funcionarios directamente dependientes de él. Provincias senatoriales: los procónsules El gobierno de las provincias fue encomendado al orden senatorial. En las devueltas al senado se mantuvo en la elección de gobernantes la aplicación de las viejas normas: senadores que hubieran cumplido la pretura, elegidos al azar y por un período de un año. Recibían el título de procónsules y, aún disponiendo del imperium y la potestas para ejercer el poder, en la práctica su actividad quedaba reducida a la administración civil y la impartición de justicia. Los asistía un oficcium: legados y un cuestor con imperium propretorial. El princeps podía interferir tanto en la jurisdicción, introduciendo reformas en el procedimiento judicial, como en la gestión financiera, a través de sus agentes o procuradores ecuestres, cuya presencia debía resultar muy incómoda a los gobernadores. Provincias imperiales: los legati Augusti La presencia de ejércitos en las provincias del emperador hacía necesario que los gobernadores de las mismas fueran leales, lo que descartaba la elección por sorteo. Augusto volvió a hacer alarde de su habilidad para el compromiso, ya que si bien haber sido pretor o cónsul seguía siendo un requisito para ser gobernador, el emperador evitó toda regulación en la elección de los mismos, y la influencia ejercida por aquel en dicha elección permitía disponer de los hombres adecuados. Por añadidura, el elegido podía ejercer el encargo del emperador todo el tiempo que éste considerase oportuno. En la práctica el período se extendía de 3 a 5 años. La base del poder era el imperium, reflejado en el mando de las fuerzas armadas. También los colaboradores eran distintos, ya que el legatus augusti pro praetore no podía tener otros legados ni magistrados inferiores, como los cuestores, bajo su mando. En su lugar un conjunto de procuratores o funcionarios imperiales ejercían las funciones financieras y para el mando de las legiones el legado contaba con los legati legionis. El gobierno de la Hispania Citerior Al ser una de las provincias más importantes del Imperio, se prefería para el cargo a senadores de alto nivel, excónsules, generalmente de procedencia itálica y de viejas familias patricias. Se encargaban de la construcción y mantenimiento de vías públicas, supervisión de las ciudades, administración de los impuestos,

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salvaguardia del orden y mantenimiento del censo, entre otras funciones administrativas. En cuanto a las funciones judiciales, la extensión del territorio hacia conveniente la presencia de un legatus iuridicus para ayudarle, cargo para el que se prefería a senadores jóvenes, tanto itálicos como provinciales. Estos eran hombres de confianza del emperador, a quien podían incluso informar acerca de su superior. También del gobernador dependían los legati legionis o comandantes de las fuerzas armadas de la provincia y los prefecti, que cumplían funciones económicas y militares. El resto de funciones, sobre todo las financieras, eran cumplidas por los procuradores, caballeros que respondían directamente el emperador. Además, el gobernador contaba con un equipo de subalternos para cumplir las tareas de la administración. El gobierno de la Lusitania Dada la menor importancia de la provincia, se confió a senadores de rango pretorio. Por lo demás, las funciones administrativas y jurídicas eran las mismas que las del gobernador de la Citerior. La provincia no contaba con tropas de estacionamiento ni es segura la presencia de un iuridicus. El gobierno de la Bética Como provincia senatorial estaba gobernada por un procónsul elegido por sorteo entre senadores que hubieran sido pretores y que ejercía su cargo por un año. Contaba para sus funciones con un legatus proconsulis y un quaestor para ayudarle en las funciones judiciales y financieras respectivamente.El emperador contaba con numerosos métodos de control en la provincia, comenzando por la posibilidad de intervenir en el nombramiento y siguiendo con el control que efectuaba a través de sus procuradores. Además, los provinciales podían expresar quejas y apelar ante el emperador contra las sentencias pronunciadas por el gobernador. Dado lo apetecido que resultaba el gobierno de una provincia rica y urbanizada como la Baetica, no fueron pocos los gobernadores acusados de corrupción. Los concilia provinciales Una innovación imperial fue la creación de concilia o asambleas provinciales anuales que, si bien nacen para rendir culto al emperador y su familia, alcanzaron un gran papel político, mediante el uso que hicieron de su capacidad de elevar ante el emperador quejas sobre la gestión del gobernador. Las ciudades de la provincia estaban representadas en la asamblea por medio de diputados elegidos de entre las oligarquías locales. Las guerras de la Península eran de unas características tan peculiares que los casos de mando ejercido durante varios años, y contra la costumbre de prolongarlo a los procónsules y propretores por un año o a lo sumo dos, no fueron sólo los de Cn. Escipión y su sobrino: P. Cornelio Léntulo y L. Manlio Acidino retuvieron el gobierno, respectivamente, durante cinco años (205-201) y seis (205-200). Esta prolongación del mando se registra fuera de Hispania también, pues M. Claudio Marcelo gobernó Sicilia casi nueve años (216-208), y Flaminio, Grecia, durante cinco años (198-194). La casi totalidad de los pretores, entre los años 199 y 179, tuvieron el mando prolongado un año 172. Se concedió el mando a simples particulares con poder proconsular: P. Cornelio Escipión, C. Léntulo, L. Manlio Acidino, C. Cornelio Cetego, Cn. Cornelio Blasio, L. Estertinio. En circunstancias especialmente desfavorables Roma envió cónsules al frente de las provincias, como en el año 195 a Catón; durante las guerras lusitanas y numantinas se mandaron cónsules, a partir del año 153, a la Provincia Citerior y desde 145 a la Ulterior. El año 132, después de la caída de Numancia, el Senado envió una comisión compuesta de diez hombres (ya años antes, en 140 a.C. había venido otra comisión del Senado para hacer la paz con los celtíberos (App. Ib. 79)) para organizar la conquista (App. Ib. 98, 99), que todavía en los años que gobernaba Tito Didio se encontraba acá (App. Ib. 100). Otras comisiones de diez miembros aparecen con idéntico fin fuera de Hispania en el siglo I a.C. durante la guerra con Mitridates en el año 67, para ordenar Asia, y en el 64 una segunda para reglamentar la colonización. El año 98 a.C. vuelve a haber un cónsul en Hispania, T. Didius, que atacó a los celtíberos, y en el año 93 a.C., C. Valerio Flacco. En el año 76 a.C. los cónsules no se atrevieron a venir acá a luchar contra Sertorio y se aceptó la oferta de Pompeyo, a pesar de que no había sido ni pretor, ni cónsul, y le mandaron como pro consule, o pro consulibus según la expresión de Filipo (C. Nep. De vir. ill. 77, 4). En el otoño del año 47 a.C. se nombró a Lépido en la reunión de los triunviros procónsul de Hispania entera y de la Galia Narbonense para el año 42. Lépido permaneció en Roma y gobernó a través de sus legados. En el año 27 a.C. se repartieron las provincias entre Augusto y el Senado. A Augusto se le asignó la Tarraconense y Lusitania; el Senado

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recibió la Bética. La Lusitania, que hasta esta fecha formaba parte de la Ulterior, se dividió en dos partes. La zona al norte del Duero se juntó a la Citerior, y la parte al sur del Duero constituyó una provincia propia (Str. III 4, 20). Según escribe este autor, la Bética la gobernaba un pretor, asistido por un cuestor y un legado. En Lusitania, Augusto envió en su representación dos legados, uno pretoriano y el otro consular. Un legado asistía al pretoriano, éste estaba encargado de la administración de la justicia. El resto de la Península se encontraba bajo la autoridad de un legado consular, a cuya orden se encontraban tres legiones y tres legados. Uno de ellos, con dos legiones, vigilaba a los galaicos. La cordillera cántabra y los Pirineos estaban bajo la inspección del segundo legado y de la tercera legión. El tercero administraba la Celtiberia y las orillas del Ebro. El prefecto, como se dijo ya, administraba justicia en Carthago Nova o en Tarragona; durante el verano recorría la provincia en viaje de inspección (Mela II 6; Plin. NH III 7). En el año 68 a.C. (Suet. Caes. 7) se citan ya los conventus de la Bética, que son las divisiones de las provincias para la administración de la justicia, que en tiempo de Augusto (Plin. NH III 7) eran cuatro: el gaditano, el cordubense, el astigitano y el his- palense. La Tarraconense tenía siete conventus: cartaginense, tarraconense, cesaraugustano, cluniense, asturicense, lucense y bracaraugustano (Plin. NH III 18). La Lusitania comprendía tres conventus: pacense, escalabitano y emeritense (Plin. NH IV 17).

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TEMA 18: ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA: LAS ESTRUCTURAS LOCALES. CIUDAD E IMPERIO. IMPERIO TERRITORIAL Y AUTONOMÍA CIUDADANA La ciudad fue el instrumento básico con el que el estado romano pudo ejercer su soberanía, ya que es a través de éstas como Roma pudo desarrollar las funciones de administración y control del Imperio. No obstante en Hispania el proceso de urbanización revistió características concretas en cuanto a introducción, extensión y ritmos de desarrollo. Roma, siguiendo las experiencias del mundo griego, que concebía al Estado – Polis – como forma de organización política y social constituido por una comunidad limitada tanto en el espacio como en capacidad humana, creará una organización política y territorial sui generis concebida como suma de ciudades-estado. La municipalización de Italia Un elemento principal en este proceso fue el concepto de “populus Romanus”, concebido desde un principio como político y no étnico, y en consecuencia susceptible de extenderse más allá de cualquier límite nacional. Ello se consiguió mediante el otorgamiento de la ciudadanía romana a las elites locales, que quedaban socialmente incorporadas al estado romano y con amplias posibilidades de promoción en la organización imperial. Esta promoción social se combinó con un proceso de urbanización de las respectivas comunidades bajo unos principios de organización jurídica unitaria: su transformación en municipia. Ciudadanía, urbanización y municipalización serán un medio de dominio, raíz de la extraordinaria fortuna del régimen imperial romano;

• la concentración urbana de instituciones políticas y de la aristocracia rectora de una comunidad

simplificaban las tareas de gobierno,

• por otra parte la incorporación de esta aristocracia al cuerpo político romano será la mas firme garantía de la adaptación de las comunidades a las directrices del estado hegemónico.

Este proceso desarrollado en Italia durante el siglo I a.C. condujo a la total municipalización de la península itálica. Ciudad y régimen provincial Paralelamente la victoria en la lª Guerra Púnica pondrá Sicilia y Cerdeña en manos de Roma, ello supuso un reto para la capacidad de adaptación del estado romano. La institucionalización del dominio sobre estas posesiones se produjo bajo presupuestos distintos a los emprendidos en Italia y demostró la voluntad del gobierno romano de abandonar el principio general de integración activa en su sistema político. Se decidió el envío de tropas regulares a estas islas que serían gobernadas por dos nuevos pretores con imperium, que se añadirán a los dos tradicionales. El sistema de dependencia se impondrá lentamente adaptándose a las circunstancias de cada momento y bajo el principio fundamental de la autonomía de las comunidades sometidas, y con ella el mantenimiento de sus instituciones político-sociales, en cuanto no representaran un peligro para la estabilidad de la soberanía romana. No obstante para el funcionamiento de este rudimentario sistema era necesaria la existencia previa de comunidades desarrolladas que pudieran cumplir efectivamente su autonomía de administración. La tradición urbanística de Sicilia permitirá allí su aplicación desde un principio pero ello no será posible de igual manera en la Península Ibérica. LA EXTENSIÓN DEL MODELO URBANO ROMANO EN HISPANIA Gobierno provincial y autonomía local Los territorios que Roma fue conquistando en Hispania eran un heterogéneo conglomerado de realidades políticas, desde las ciudades costeras aliadas, a principados indígenas ligados por pactos de amistad o tribus sometidas por la fuerza. Durante los primeros años la política exterior romana se conformó con asegurar su autoridad sobre el ámbito incluido en la esfera de sus intereses. Sin embargo la heterogénea realidad política de los territorios conquistados y la incapacidad

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romana para construir una administración estabilizadora, llevarán a un estancamiento del gobierno provincial y de la dirección de campañas bélicas sobre las fronteras occidentales de las dos provincias hispanas. No será hasta que se produzca la cruenta conquista de la Meseta que se produzca un cambio, motivado más que nada por el convencimiento por parte de las comunidades indígenas de su irreversible subordinación al estado romano. Ello es debido a que una gran parte de las funciones de la administración provincial necesitaba contar con colaboradores entre la población indígena, que aceptasen las tareas de la administración en nombre y al servicio de Roma. El camino consistió en la confirmación a las aristocracias indígenas de sus privilegios económicos y sociales, canalizados ahora al servicio de Roma. Política de urbanización en la época republicana Por otra parte en este periodo se fundaron un número limitado de ciudades (Gracchuris, Iliturgi, Metellinum…) que muestra la preocupación del Senado por superar el simple objetivo de un sometimiento sin condiciones basado en la fuerza. La ubicación de estas ciudades señala las zonas de interés para la administración romana y su diferente modo de organización la capacidad de adaptación de los responsables romanos en la aplicación de esta política urbanizadora. Junto a la fundación de ciudades también se produjo la reorganización de ciudades indígenas (Turris Lascutana), como puntos de apoyo leales en áreas de avanzadilla y forma de fomentar la vida sedentaria que sirvieran para crear las bases de una administración estable. Esta política de urbanización es uno de los escasos ejemplos de verdadera política de administración llevada a cabo por el estado romano a través de los gobernadores provinciales. En todo caso será un esfuerzo insuficiente y no será hasta el Imperio en que, a través de una política urbanizadora y de progresiva extensión de la ciudadanía romana, se vayan desarrollando los soportes necesarios para el ejercicio de la soberanía en el ámbito extraitálico. Mommsen considera que el único medio eficaz para pacificar y civilizar los pueblos primitivos de Hispania es la colonización latina en gran escala; pero al principio de la conquista la colonización latina fuera de Italia, punto fundamental del programa político de los Gracos no entraba dentro de la política romana 56. El establecimiento más antiguo fundado por los romanos en la Península es Tarragona, según la conocida frase de Plinio (NH III 21): Tarraco Scipionis opus sicut Carthago Nova punicorum. Muchos años despuésen tiempo de César, será jurídicamente colonia romana, pero desde su fundación por Escipión, como ha escrito Almagro, fue una ciudad esencialmente romana 58. La tesis de su fundación por los etruscos, sostenida por Schulten, es hoy día insostenible. Las murallas responden a un prototipo 60 muy en boga en Italia durante la época helenística y que alcanza incluso la época augustea, como probablemente en Perugia, según han demostrado las modernas excavaciones norteamericanas en Cosa. . Tarraco, a pesar de ser un puerto malo (Str. III 4, 7), es la gran cabeza de puente de la conquista romana, lugar de desembarco y de invernar el ejército romano y residencia de los pretores, según datos que se aducen más adelante, todo lo cual exigía una ciudad junto al mar, bien fortificada 62. A Escipión El Africano se debe la creación de Itálica, en el año 206 a.C., para asentar los heridos del ejército (App. Ib. 38) romano de la batalla de Ilipa, ciudad que puso en manos de Escipión toda la Baja Andalucía y le abrió el camino a Cádiz. Fue declarada colonia después de Augusto. Esta creación de Escipión preconiza los numerosos asentamientos de tropas que hizo el general romano a lo largo de su vida. Una lápida recientemente descubierta, publicada por Lachica y bien estudiada en sus conclusiones históricas por Blanco 69, ha dado a conocer un nuevo asentamiento romano, del que no existía noticia alguna, debido a T. Sempronio Graco en Iliturgi, cerca de Mengíbar, que luego, en tiempos de César, se llamó Forum Iulium (Plin. NH III 10). El mismo general romano, en el año 179, creó otra fundación romana en Hispania en Gracchurris, la primera ciudad a la que un general romano, a imitación de Alejandro y de los monarcas helenísticos, dio su nombre; la ciudad, localizada a dos kilómetros al N.E. de la actual población, está magníficamente situada, pues se encuentra sobre la orilla derecha del río Ebro, entre la Rioja, Tudela y Calahorra. No se sabe con certeza si Gracchurris recibió una colonia de soldados romanos o una colonia de celtíberos romanizados, ya que entre los indígenas, para solucionar el problema social planteado, hizo repartir tierras (App. Ib. 43) el general romano. Sus habitantes nunca recibieron el título de colonia; en tiempos de Augusto (Plin. NH III 24) era un oppidum de derecho latino; en tiempo de Tiberio las monedas indican su condición de municipium, quizá otorgada por Augusto. En Gracchurris, como en Córdoba y Carteia, hubo una doble población: la indígena, peregrina, de Ilurcis y la romana de los colonos. Carteia es la primera colonia fundada en Hispania y la primera que se creó fuera de Italia, en el año 171. En ella se asentaron 4.000 individuos que fueron soldados romanos, probablemente ya licenciados, las esposas indígenas de estos soldados y sus hijos (Liv. XLIII 3,1-4), que enviaron a Roma una comisión con el encargo de arreglar su situación y pedir se les asignase una ciudad donde habitar, lo que hizo por encargo del senado el pretor de la Provincia Ulterior L. Canuleio, inscribiendo sus nombres, y a los manumitidos asignándoles tierra, como a los habitantes de la ciudad que lo solicitasen.

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Esta colonia gozaba del derecho latino y se llamaría de libertos. Estrabón (III 2,1) escribió que Córdoba es la más antigua colonia romana, pero la época de su estatuto ha sido muy discutida por los investigadores actuales; así, C. Sánchez Albornoz se inclina a datar su estatuto en la época de Sertorio, y A. García y Bellido, poco antes del año 45 a.C., quizá con Cn. Pompeyo. Thouvenot la cree colonia cesariana; P. Bosch-Gimpera y A. Bleye, siguiendo a Schulten 76, sospechan que esta colonia fue fundada por M. Claudio Marcelo en el año 168 a.C. o en el año 151. En realidad no se sabe cuándo se fundó, pero debió ser en el siglo II a.C., pues de otro modo no se explica el texto de Estrabón. Augusto asentó veteranos de sus legiones (II Alauda y X Gemina) que aparecen en las monedas. La ciudad desempeñó un papel importante durante la guerra civil. Entre los años 138 y 136 a.C. Bruto (Str. III 3,1) fortificó a Olisipo, en la desembocadura del Tajo, para asegurarse el paso y llevar las provisiones para sus campañas en el N.O. En la costa levantina la primera colonia fundada por Junio Bruto, en el año 138, con veteranos de las tropas que lucharon contra Viriato, fue Valentia. En la primera mitad del siglo I a.C. era ya colonia ciuium romanorum. A. García y Bellido cree, apoyado en una inscripción, que en esta ciudad se asentaron unos ueteres en tiempo de J. Bruto, y unos ueterani de las guerras sertorianas. Unos años más tarde se creó un asentamiento que no obtuvo el título de colonia, Castra Seruilia, fundada probablemente por Q. Servilio Cepión, que gobernó la Provincia Ulterior en el año 139 (App. Ib. 70). Se hallaba cerca de la Colonia Norba Caesarina . En el año 123-2 Metelo fundó las colonias de Palma y Pollentia (Str. III 5, 1), sin duda contra los piratas baleáricos que infestaban los mares, como escribe el geógrafo griego, y contra los que luchó Metelo, retirando 3.000 colonos de Hispania. Pollentia se excava en la actualidad 80 y ha dado buena escultura romana. A estas colonias quizá se unieran después gentes suritálicas, ya que aquí aparecen muchas personas adscritas a la tribu Sergia 82. En el año 102, Marco Mario, hermano de Cayo Mario, fundó una ciudad cerca del Kolenda, para los celtíberos que habían servido como auxiliares en el ejército en la guerra contra los lusitanos (App. Ib. 100) y que estarían seguramente romanizados por ello; la ciudad fue destruida y sus habitantes vendidos por el cónsul T. Didio entre los años 98-94 a.C. Un asentamiento que no obtuvo tampoco el título de colonia fue Castra Liciniana, citada por Tolomeo (II 5, 6. It. Ant. 438, 5), sobre la vía Mérida a Toledo, fundación debida a P. Craso Licinio, procónsul de la Provincia Ulterior en el año 96 a.C. Aquí ha aparecido algún documento que indica una temprana llegada de devotos de los religiosos orientales 84. En la actual Medellín, sobre la orilla izquierda del Guadiana, Q. Cecilio Metelo, cónsul en el año 80-79 a.C., que obtuvo el triunfo por sus campañas hispanas en el 71, fundó la Colonia Metellinensis probablemente para defensa de esta rica zona contra los lusitanos del norte del Tajo 85. Durante la guerra sertoriana se conocen otros dos asentamientos creados por Metelo: Castra Caecilia, no lejos de Castra Seruilia, localizado a 2,5 kilómetros al norte de Cáceres, excavado por Schulten 86, se edificó en el año 79 y fue destruido por un incendio [en el 78; el segundo asentamiento es Vicus Caecilius, más al norte del anterior, junto a la Sierra de Gredos. Por esta misma fecha, 77 a.C., citan las fuentes (Liv. frag. 91) otro asentamiento romano, Castra Aelia, utilizado por Sertorio como campamento de invierno y que Schulten supone en la desembocadura del Jalón en el Ebro. Pompeyo fundó por entonces Pompaelo, hermana mayor de la Pompeiopolis de Asia, fundada en el 67, en territorio de los vascones, en la vía que iba a Aquitania por Roncesvalles, quizá con la finalidad de traer víveres de fuera, cosa frecuente durante la guerra sertoriana, o de tener un punto seguro de apoyo hacia Aquitania 89 (Plut. Sert. 21. Sal. Hist. II 93). Pompaelo contribuyó notablemente a la romanización de los vascones, que aparecen muy tempranamente romanizados. La emigración romano-itálica El gobierno republicano hubo, además, de atender al problema suscitado por la corriente de emigrantes en que grado creciente eligió como lugar de residencia estable las tierras peninsulares, Esta emigración era variada, tanto en sus intenciones como en su extracción social, y venían a Hispania atraídos por sus riquezas minerales y por la situación de crisis de la pequeña y mediana propiedad que se produjo en el campo italiano desde mediados del siglo II a C. Estos emigrantes pusieron en valor tierras fértiles de los valles del Ebro y Guadalquivir, siendo la colonización agraria la que atraiga al núcleo fundamental de la emigración itálica durante la República por encima de las oportunidades que la industria y el comercio ofrecían. Estos colonos darán lugar a la creación de centros urbanos, con frecuencia abiertos a los indígenas y de condición jurídica no muy clara, y frente a la política ordinaria del senado, hostil a una colonización ultramarina, en Hispania no sólo no se opuso a estos asentamientos, sino que en ocasiones los autorizó e incluso tomó la iniciativa de su creación. La colonización republicana: los veteranos. Rostovtzeff ha podido asegurar que Hispania y la Bética fueron las tierras de promisión de la colonización itálica durante el siglo I a.C. La colonización fue obra de César y de su hijo adoptivo, más del primero que del segundo. Entre las 175 ciudades de la Bética, Plinio (NH III, 2) sólo habla de 9 colonias, 10 municipios romanos y 27 municipios latinos, que

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suman un total de 46 ciudades con status jurídico romano. Las restantes serían indígenas, peregrinas, bien inmunes, bien estipendiarías, bien federadas. La resistencia opuesta por las ciudades hispanas al dominio romano ocasionó que muy pocas ciudades lograsen la consideración de foederatae; tres en la Bética, donde Belo se contaban seis ciudades libres y 120 estipendiarías. Es decir, que cinco séptimas partes de las ciudades béticas eran peregrinas. El número de núcleos político-administrativos de la Provincia Citerior era de 293, según Plinio (NH III 18- 31). De las 43 ciudades con status jurídico romano, 12 eran colonias, 13 municipios romanos y 18 latinos, es decir que unas tres cuartas partes eran centros de tipo indígena y 17 tenían un status alcanzado con posterioridad a Augusto. El proceso de urbanización fue menor en Galia y en África que en Hispania, pues aquí existían más centros urbanos en un ámbito territorial más reducido. La urbanización estuvo muy desarrollada en la Bética, donde Estrabón (III 2, 1) habla de 200 ciudades 140, y databa de muy antiguo, como lo indica el mito de Habis (Iust. XLIV 4, 1-14). El impacto del elemento racial aportado por Roma con la colonización fue de escasa importancia por su afinidad con los habitantes de Hispania, y su influjo es trascendental en lo cultural. A partir de los primeros momentos de la conquista, Hispania fue sometida a una colonización sistemática, según Menéndez Pidal de gentes suritálicas (Campania, Apulia, Brutium, es decir, sammios, sabinos y óseos), venidos en el primer momento de la conquista romana, y una segunda poco más o menos contemporánea de la concesión de la ciudadanía a los jinetes de la Turma Salluitana} producto de la política seguida por Sila a partir del año 88; llegarían entonces de Italia gentes oscas y lucanas atraídas por los antiguos colonos oscos-sabinos, que se mezclarían con los vascones de Jaca, ya bastante romanizados. El siglo I a.C. fue el siglo de oro de la colonización en el Occidente, ya que el Oriente, como ha escrito Rostovtzeff, se encontraba arruinado moral y materialmente como resultado:

• de las guerras de Mitrídates, quien llegó a matar 80.000 mercaderes romanos; • de las confiscaciones efectuadas por Sila y los demócratas; • de la endémica piratería de los habitantes de Cilicia y Creta, con la que acabó Pompeyo en el año 67 y por la

explotación de los banqueros romanos . Se conoce una de estas colonizaciones en gran escala venida de Italia, precisamente durante la guerra civil, y que alcanzó a César mientras sitiaba a Lérida. Esta colonización ha sido estudiada bien por A. García y Bellido quien calcula el grupo emigrante en unas 20.000 personas. El Dictador (BC I 51) informa que llegó a su campamento un convoy custodiado por flecheros rutenos y jinetes galos en número crecido; a este convoy se unió una turba de emigrantes que el texto calcula en unos 6.000 hombres de baja condición, acompañados de sus esclavos e hijos. Entre ellos venían jóvenes de buena familia, hijos de ciudadanos romanos, de senadores y caballeros.Se ignora dónde se afincó esta masa de emigrantes, que confirma la tesis de Rostovtzeff de ser Hispania la región que más atrajo a los colonos durante el siglo I a.C. En los años de la conquista debió haber un continuo gotear de emigrantes, aunque de ello no queda constancia en las fuentes, y administradores, agentes y apoderados de colonos eran los que estaban al frente de las explotaciones mineras. Hacia el año 200 poseían ya algunos romanos la explotación de las minas de Cartagena, según lo deduce Schulten de una inscripción en lingotes de plomo (CIL II 6247) de Cartagena. En tiempos de Cicerón (Ph. II 19) el mercurio de Almadén había pasado a manos de una sociedad romana, encargada de su explotación. Un colono debía ser aquel potentado, Mario, cuyas minas de cobre fueron conquistadas en beneficio propio por Tiberio (Plin. NH VI 19. CIL II 1001), y los dueños de la mina Samariense, que rentaba 200.000 libras anuales (Plin. NH XXIV 49), o de la Antoniana, que producía al año (Plin. NH XXXIV 49) 400.000 libras. En colonos se debieron convertir gran número de los refugiados políticos venidos a Hispania con motivo de las luchas civiles durante el siglo I. Su trato con los indígenas contribuyó a romanizarles. Refugiado fue Craso, que en el año 87 a.C., huyendo de las matanzas de Mario y Cinna, se vino acá con tres amigos y diez sirvientes (Plut. Cras. 4) y permaneció diez meses. Refugiados eran aquellos partidarios de Lépido, entre ellos Perperna, que de Etruria habían pasado a Cerdeña y de esta isla a Hispania (Sal. Hist. I 83), entre los cuales se formaría el senado de 300 miembros y se nombrarían los pretores y cuestores (Plut. Sert. 22). Refugiado era también Herennio (Plut. Pomp. 18). En la guerra civil entre César y Pompeyo, Hispania se convirtió en el refugio de los pompeyanos. El propio Cicerón pensó en venir acá (Ad Att. VII 18, 2). Después de la batalla de Thapsus llegaron (BH 1) Labieno, Sexto Pompeyo y P. Attio Varo. Con rumbo a Hispania se embarcaron Escipión Metelo (BA XCVI), Damasipo, Torcuato y Pletorio Cestiano. El temporal los lanzó a Hipo Regius, donde fueron batidos por la escuadra de Publio Sittio. Después de la batalla de Actium, al decir de Dión Casio (LI 10), M. Antonio pensó en refugiarse en Hispania, como años antes lo hicieron los hijos de Pompeyo; para impedirlo se nombró a C. Bebio praefectus orae maritimae Hispaniae Citerioris (CIL XI 623).

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Un ejemplo típico de los colonos de la Bética es Escápula (BH 33), que contaba con numerosa clientela y poseía en Córdoba una suntuosa morada. Los colonos debieron ser numerosos, principalmente en la Bética (Str. III 2, 15). La causa de la sistemática colonización a que fue sometida Hispania es su riqueza de todo género, principalmente la minera, y la explotación a un ritmo muy acelerado a que estaba sometida, pues ninguna zona del Mediterráneo occidental competía en este aspecto con la Península. Arruinada la región del Mediterráneo oriental en el siglo I a.C., Roma se volcó aquí, pues tenía intereses mercantiles de todo género vitales para su subsistencia. Esta invasión de romanos romaniza Hispania. La venida de los refugiados políticos, que llegaron continuamente y en número elevado, está motivada también por las enormes riquezas de toda clase que Hispania ofrecía. Aquí podían perfectamente vivir, acaparar dinero y con él crear ejércitos, hacerse con clientelas numerosas y adictas. Los soldados que servían en la Península, una vez licenciados, se asentaban en las ricas zonas agrícolas o mineras, pues sabían perfectamente que en Hispania vivirían mejor que en la mayoría de las regiones del Norte de África o de Italia. La colonización de Hispania fue posible por la confluencia de dos supuestos:

• la situación económica desfavorable de los agricultores italianos ya apuntada por un lado

• y por otro las distintas condiciones del servicio militar en la Península; mientras en Oriente las campañas eran de corta duración y el ejercito regresaba exigiendo repartos de tierra en la propia Italia en Hispania las condiciones del servicio eran muy distintas ya que la permanencia de tropas se prolongaba durante largas temporadas, lo que facilitaba los contactos normalizados con la población indígena; ello facilitaba las oportunidades de iniciar una nueva vida civil y provocó una colonización irregular, de características aún no bien conocidas.

Esto hizo al gobierno romano tomar medidas que de algún modo regularizasen esta situación, mediante la creación, por los gobernadores-comandantes, de núcleos urbanos donde los colonos pudieran concentrarse. Ello está atestiguado por el gran número de romano-itálicos que atestiguan las fuentes y por los propios núcleos urbanos que se conocen de la época anterior a César. En cuanto a la procedencia de estos colonos parece que la emigración habría estado alimentada más que por cives romani, por elementos aliados (itálicos) de los ejércitos peninsulares. Otro problema de difícil solución es el status jurídico de la población descendiente de los colonos, formada en su mayor parte por descendientes de matrimonios mixtos entre colonos y mujeres indígenas. A titulo de ejemplo muchos de estos “hybridae” fueron asentados en 171 a.C. en la colonia de Carteia, a la que se había concedido el derecho latino. Otra circunstancia que mediatizó la política colonial fueron circunstancias de conveniencia: la existencia de tierras fértiles, la facilidad de asentamiento en regiones pacificadas. El propio desarrollo de la conquista marca la pauta en dos direcciones concretas: el valle del Guadalquivir y el valle medio del Ebro. Tarraco, Cartagho Nova, Carteia, Hispalis… serán los núcleos urbanos preferidos por los gobernadores en estas circunstancias. Esta limitada colonización tendrá tanto motivaciones estratégicas – establecimiento de núcleos de avanzadilla como Metellinum- como proporcionar bases urbanas a la población emigrante, para que pudieran desarrollar un régimen de vida similar al de su procedencia, Son ejemplo de esto Corduba, Valentía, Palma, Pollentia e Ilerda. Política de romanización y municipalización de César En tiempo de César se concedió el status de colonia a una serie de ciudades hispanas, ya que la creación de colonias fue precisamente uno de los puntos fundamentales del programa político al que el Dictador prestó especial atención en la última etapa de su vida. Suetonio (Caes. XXXVIII, XLIII) escribe que César distribuyó numerosos lotes de tierras entre sus soldados y repartió 80.000 ciudadanos entre las colonias de ultramar. Con ello el Dictador siguió puntos fundamentales del programa político y social de los Gracos y de Saturnino. Rostovtzeff ha recalcado la importancia de estos repartos de tierra, que considera, después de los grandes cambios de la guerra social, como el factor más poderoso de la romanización y latinización de Italia. Su importancia estriba en que de ese modo se creaban nuevas fincas rústicas de gentes que residían en las ciudades y que engrosaban las filas de la burguesía. Hacia el año 45 a.C., quizá por algún servicio prestado a César, Tarragona, Colonia Urbs Triumphalis Tarraco, obtuvo el status de colonia, y seguramente hubo en ella un praesidium militar y un núcleo de ciudadanos romanos, pues no tuvo deductio de veteranos, como se desprende de que sus monedas 94 no son militares. En el Sur quizá sea colonia cesariana Hasta Regia famosa por haber dado la inscripción más antigua de Hispania, e Hispalis, Colonia Iulia Romula Hispal, que tuvo una primera fundación colonial y una colonia militar de Augusto, muy emprendedora.

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Tampoco tuvo deductio Ucubi, Colonia Claritas Iulia Ucubi; su caso es similar al de Tarragona, ya que debieron alcanzar el status colonial por favores particulares a César. Urso, Colonia Genitiva Iulia Urbanorum Urso, de la que se conoce la ley constitucional, bien estudiada por Mallon y por D'Ors, fue fundada por mandato de César en el 44 a.C. mediante una ley de Antonio. Sus colonos proceden de la plebs de Roma. De Ampurias no es seguro que disfrutase el status colonial 101. A mediados del siglo I a.C., a juzgar [-por la leyenda de las monedas, debía de ser un municipium. Después de la victoria de Munda, César asentó en ella colonos. El Dictador concedió el estatuto de municipio romano a Cádiz, entre otras ciudades, y el de municipio latino a 27 ciudades béticas que poseían el ius Latii bajo el gobierno de Augusto. Henderson deduce del análisis de estos datos que la romanización del Sur de la Península con anterioridad a Vespasiano fue obra de César, y fue seguida del estatuto colonial, pero no pervivió el uso del término colonia, hipótesis esta última que no parece muy aceptable, aunque sí el hecho de que la romanización de Hispania se debe en gran parte a César. En el caso de Cádiz recompensaba César su adhesión inquebrantable a Roma, de la que dio prueba desde el primer momento (Liv. XXXII 28, 2; XXXIII 21, 6-7. Cic. Pro Balb. XLIV), como atestigua Estrabón (1311,8; 2, 1). Cádiz fue precisamente la primera ciudad extranjera fuera de Italia que adoptó el derecho romano y la lengua de Roma; el gobierno de la ciudad, a mediados del siglo I a.C., era ya de tipo romano. Las iniciativas de César dieron un fuerte impulso al proceso de urbanización, con el concurso de dos elementos fundamentales: la fundación de colonias y la promoción de centros indígenas al estatuto municipal.

• La escasez de tierras en Italia determino que Hispania, con abundantes tierras fértiles y fácil comunicación con Italia, además de una vieja tradición colonizadora fuera uno de los escenarios de esta política colonizadora, sobre todo la Hispania Ulterior; esta política colonizadora tendió a solucionar problemas políticos, económicos y sociales, creando centros urbanos en lugares estratégicos para ubicar a ciudadanos romanos que habían sido soldados; proporcionando de este modo al imperio puntos fuertes de defensa y control de regiones aún inseguras, también se buscó solucionar los graves problemas económicos y sociales derivados de la existencia de un amplio número de elementos civiles, proletarios, hacinados en Roma. César considerará no sólo el asentamiento de veteranos, sino también una colonización civil que vino a sanear la situación lamentable de la Urbe al reducir sustancialmente el número de ciudadanos beneficiarios de los repartos gratuitos de alimentos.

• Esta política colonizadora se complementó con otra de concesión de derechos ciudadanos a núcleos urbanos

indígenas, distinguidos por su lealtad a César durante la guerra civil y con el estimulo a la fundación de nuevas ciudades, aun sin estatuto privilegiado, que cumplieran la función de centros administrativos en zonas refractarias a la urbanización (Ávila, Caesarobriga o Consabura).

La obra de Augusto Entre los años que corren entre la muerte de César y el principado de Augusto se fundaron dos colonias en Hispania, Colonia Urbs Iulia Noua Carthago y Celsa, Colonia Victrix Iulia Celsa. La primera es quizá la ciudad que mejor se conoce, en esta época, de todo el Occidente europeo, debido a los numerosos trabajos que A. Beltrán ha dedicado a estudiar el numeroso material, de todo género, que la ciudad ha suministrado. Su fundación se hizo por Cn. Statilio Libón a nombre de Lépido hacia el año 42 a.C. Se asentaron en ella veteranos de Lépido, y a juzgar por los datos que se deducen de las representaciones monetales llegaron nuevos contingentes en los años 32 y 27 a.C. La ciudad, antes de ser colonia militar, adoptó la constitución romana. Su importancia quedó absorbida, dieciocho años después, por Caesaraugusta. Augusto 108 fundó en Hispania quince colonias, Acci, Colonia Iulia Gemella Acci, que recibió veteranos de las legiones I y II y disfrutó del status colonial antes del año 27 a.C. 109; Asido, Colonia Caesarina Augusta Asido Colonia Norbensis Caesarina, posible fundación de Augusto hacia el año 24 a.C. 111; Astigi, Colonia Augusta Firma Astigi 112; Barcino, Colonia Fauentia Iulia Augusta Paterna Barcino 113; Caesaraugusta, Colonia Caesar Augusta, fundada hacia el año 19 con veteranos de las legiones IIII Macedonica VI Victrix y X Gemina, según datos suministrados por las monedas 114, que habían participado en las guerras cántabras, y asentada en una ciudad indígena llamada Salduba 115; Emerita, Colonia Augusta Emerita, creada en el año 25 con veteranos de las legiones V Alauda y X Gemina, cuyas insignias aparecen en las monedas, su finalidad era reforzar la línea del Guadiana; Colonia Iulia Ilici Augusta fundada con una deductio de veteranos a juzgar por las insignias militares de sus monedas; Iulia Traducta, 119, su fundación, antes del año 27 a.C., se hizo con elementos de Zelis, colonia de veteranos creada entre los años 33 y 25 a.C., y de Tingis, entonces un municipium, más un número de ciudadanos romanos; Colonia Libisosa Forum Augustana, colonia de poca importancia a juzgar por la falta de documentación; Pax Iulia, que debió ser primitivamente un praesidium militar de César y luego colonia de Augusto, como sucedió en Scallabis, Norba y Asido, gozó del Ius Italicum; Scallabis Praesidium Iulium, cuyo origen militar de César es claro a juzgar por el nombre, debió recibir algunos veteranos y el estatuto colonial antes del año 27 a.C. 122; Salaria, Colonia Salaria; Colonia Iptuci Virtus Iulia, de localización incierta; Colonia Augusta Gemella Tucci, su nombre parece indicar que recibió veteranos de dos legiones, como Iulia Gemella Acci. A. García y Bellido ha puesto recientemente de relieve el carácter militar activo de las colonias de Lusitania y regiones limítrofes, donde incluso en la época de Augusto (Varr. RR 116, 2) había bandolerismo, como en la Bética. La Colonia Metellinensis, asentada en plena Lusitania, sobre el Guadiana, impedía las endémicas razzias de los lusitanos

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sobre la Bética, motivadas por razones económicas. Con posterioridad a Augusto, Roma no fundó colonias en la Lusitania. Su política colonial se detuvo en el Tajo, que de este modo se convertía en una coraza de la Bética. Las colonias anteriores a César se localizan en sitios bien estratégicos de la Península. La finalidad de Pollentia y Palma era seguramente impedir que las Baleares se convirtieran en un nido de piratas, como habían sido, que cortasen el comercio con Italia. Valentia se encontraba situada en una zona fértil, y las otras tres colonias se hallan en tres lugares bien estratégicos. Carteia, estación naval de los indígenas, con recintos y arsenales defendía el paso del Estrecho y la entrada del Atlántico. Todas las colonias de César, salvo Tarraco, que era residencia de los pretores, gran metrópoli y con una población no inferior a Cartago Nova (Str. III 4, 7), se hallan en la Bética, lo que parece indicar que las razones económicas fueron las que fundamentalmente decidieron la elección de los lugares. No hay que descartar la posibilidad de que estas colonias, como los asentamientos militares béticos, según sugiere A. García y Bellido, tuvieran la finalidad de proteger esta ubérrima provincia de las incursiones de los habitantes del otro lado del Estrecho, como sucedió en época de Marco Aurelio En el año 38 a.C., Bogud pasó a la Bética con la intención de saquear el rico templo de Hércules en Cádiz, si se cree a Porfirio (De abst. I 25), templo que había sufrido varias expoliaciones, pues fue robado en el año 206 a.C. por Magón (Liv. XXVIII 36) y saqueado por César, según Dión Casio (XLIII 39). La Colonia Urbs Iulia Nova Carthago era el mejor puerto de todo el Levante, que efectuaba todo el intercambio de mercancías con el exterior (Str. III 4, 6), y era vecina a las ricas minas de plata, que en tiempo en que Polibio las visitó trabajaban 40.000 obreros y rentaban al pueblo romano 25.000 dracmas diarias (Str. III 2, 10). Las colonias de Augusto, salvo las lusitanas, de las que ya se ha [-177→178-] hablado, se hallan casi todas situadas en la Bética o en la costa levantina, probablemente debido a su riqueza. La colonia Caesaraugusta reemplaza a la colonia Victrix Iulia Celsa. La Colonia Fauentia Iulia, Augusta Paterna Barcino no sabemos si tenía alguna finalidad especial. Según Henderson a Augusto deben su condición de municipio doce ciudades de la Bética. En realidad, a pesar de los esfuerzos realizados por los autores aquí mencionados, que han investigado el tema, no es posible precisar las ciudades a las que Augusto otorgó el status jurídico de municipio romano o latino. Queda claro que su número fue mucho menor que el de las que se lo deben a César; en este punto Octaviano siguió una política diferente a la de su tío, bien patente ya en reducir el número de senadores. El ambicioso programa de César fue continuado por Augusto; así no es fácil decidir qué ciudades deben su fundación o su promoción jurídica a César y cuales a Augusto. Por regla general el indicativo de sus respectivas titulaciones honoríficas sirve de referencia para conocerlo: Iulis/Iulia o Augustus/Augusta, pero todavía muchos casos son objeto de debate. No obstante la política colonial de Augusto obedecerá más a una motivación militar que de orden social, como era la acomodación de los miles de veteranos de las guerras civiles: Emerita Augusta, Caesaraugusta… También Augusto se servirá de la promoción de determinados centros indígenas al estatuto de municipio de derecho romano o a la concesión en otros del derecho latino. El número mayor de municipios augusteos se encontrará en la Tarraconense: Ilerda, Osca, Turiaso… Pero también el programa de Augusto buscará una ordenación y articulación general del territorio, una vez lograda la completa anexión de la Península, estableciendo centros urbanos en puntos estratégicos, como cabeceras de comarca, con funciones administrativas o en importantes ejes viarios: Lucus, Bracara, Asturica; destinados a convertirse en capitales de conventos jurídicos en un territorio ajeno al fenómeno de la urbanización. Los programas de César y Augusto marcaron las directrices sobre las que se moverán las provincias de Hispania hasta la dinastía flavia, más que una unificación jurídica buscaron aupar en puntos neurálgicos a un pequeño conjunto de centros urbanos – colonias y municipios – viveros de ciudadanos, con una función dirigente de un territorio considerado lo mismo que antes objeto de explotación económica y sometido a tributación. Vespasiano y el Edicto de Latinidad Vespasiano dará un giro a este proceso con la concesión general del derecho latino a las comunidades urbanas de Hispania, ello era consecuencia lógica de la trayectoria generada a partir del impulso urbanizador de César y Augusto, que permitió desarrollar e intensificar el proceso de adaptación a la vida urbana de las comunidades hispanas. La paulatina puesta en marcha de este edicto significó un nuevo impulso en el proceso de urbanización, en especial en el noroeste, donde se mantenían viejas formas de organización suprafamiliares en habitats todavía de carácter protourbano. Este impulso permitió la conversión de sus organizaciones superiores – populi – en unidades de carácter municipal – civitates – aunque sin correspondencia urbanística. LAS CATEGORÍAS JURÍDICAS CIUDADANAS

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La concesión del derecho de ciudadanía a los indígenas fue frecuente desde el principio de la conquista. Schulten sospecha que la frecuencia con la que aparece el nombre de Sempronio en las proximidades de Clunia indica que T. Sempronio Graco otorgó a muchos celtíberos el derecho de ciudadanía, lo que coincide con la línea general de su política. En el año 90 a.C. Pompeyo Strabo, padre de Pompeyo Magno, concedió la civitas romana a treinta caballeros iberos de la Turma Salluitana, vascones, ilergetas, edetanos, lacetanos y ausetanos, después de la toma de Asculum, en el Piceno, durante la guerra mársica. Sus nombres están inscritos en una placa de bronce hallada en Roma, que constituye el documento más importante, de los encontrados hasta el presente, de la onomástica ibérica y también el testimonio más antiguo de la clientela pompeyana en Hispania y explicaría, según Pais el posterior vigor del partido pompeyano en la Península. La concesión de Cn. Pompeyo Strabo responde a la tendencia de estos años de incorporar al conjunto ciudadano grandes masas de aliados, punto fundamental del programa político del tribuno Druso. En el año 90 a.C. la Lex Iulia otorgaba la ciudadanía a las comunidades itálicas que permanecieran fieles durante la guerra social, y la Lex Plautia Papiria pocos meses más tarde, empadronaba como ciudadano romano a todo itálico que depusiera las armas y solicitará del magistrado tal concesión.. Las ciudades confederadas y las situadas en las orillas del Po obtuvieron el derecho de ciudadanía. El bronce de Roma demuestra que Ilerda, que en la época de Plinio era municipio romano (NH III 24), no lo era aún a comienzos del siglo I a.C., habiendo pasado sus habitantes, poco antes de la fecha del bronce de Ascoli, de la concesión de peregrini dediticii a la de latini. Los jinetes de la Turma Salluitana proceden precisamente de la zona donde los filólogos señalan la emigración de gentes itálicas a la que se ha aludido. Schulten indica que los tres principales caudillos, Metelo, Sertorio y Pompeyo, debieron conceder a muchos indígenas la ciudadanía, a juzgar por el número de inscripciones en la que se leen sus nombres. El número de ciudadanos romanos o latinos debía ser elevado en la Bética, ya desde los años anteriores a Augusto, por obra principalmente de César. En el año 68 a.C. estallaron en la Bética algunas revueltas motivadas por el deseo de las colonias latinas de solicitar la ciudadanía, lo que ocasionó que César, cuestor en la Provincia Ulterior, se dirigiera a ellas (Suet. Caer. VII). Estas revueltas responden a un deseo justo de las colonias, principalmente desde que se conocía la política seguida por Roma con sus aliados durante la guerra social. El dictador, después de la batalla de Munda, premió con la ciudadanía o la distinción de colonos romanos a algunos que habían favorecido su causa en la guerra civil (Dio Cas. XXXIX). Así a L. Decidio Saxa, de origen celtibérico, que sirvió al Dictador en Hispania en el año 46 a.C. y probablemente en el año 45 a.C. y que obtuvo este mismo año la ciudadanía romana y el tribunado (Cíe. Phil. XI 5,12; XIII 13, 27). A otros hispanos les otorgó diversos cargos, como a Cornelio Balbo a quien nombró cónsul, y al padre de los dos Ticios, tribuno de la legión V, a quien introdujo en el Senado (BA XXVIII), fiel a su política de llevar provinciales a este organismo. En lo tocante a otorgar la ciudadanía a los provinciales y a introducirlos en el Senado, la política de Augusto es más bien reaccionaria, como ha señalado bien Rostovtzeff, y distinta de la seguida por Sertorio, Pompeyo, César y Antonio. La importancia de las colonias de la Bética y el número elevado de habitantes que gozaban del status jurídico romano se deduce de su participación activísima durante la guerra civil. El número elevado de ciues que habitaban la Bética se desprende de las tropas formadas con ellas. Todo lo cual indica el número elevado de ciudadanos y de colonos que vivían en el sur de la Península y la importancia de los asentamientos romanos, lo que coincide con los datos sobre los colonos. En la segunda mitad del siglo I a.C. eran numerosos los caballeros romanos en la Bética. De ellos Q. Casio Longino reclutó una cohors de equites. A los que correspondía cumplir el servicio en tierras de ultramar les incitaba a redimirse mediante el pago de dinero (BA LVI). Mil quinientos de ellos murieron en la batalla de Munda . Se conocen incluso algunos nombres de caballeros romanos de ciudades béticas, como Q. Pompeyo Niger (BH XXV 4), que participaron activamente en la guerra civil. Muchos militaron en el partido pompeyano; algunos se pasaron a las tropas del dictador, como los de la ciudad de Hasta, que lo hicieron llevando consigo gran cantidad de plata (BH XXVI). Estos datos son de extraordinario valor, pues explican el hecho de que los habitantes de Turdetania quisieran vivir al final del siglo I a.C. a la manera romana y bajo la legislación romana. La fundación de colonias, la presencia de numerosos romanos y la concesión del status jurídico romano a las poblaciones constituyen el principal y más poderoso medio de romanización durante el siglo I a.C. Los indígenas, desde el primer momento de la conquista, conocieron las enormes ventajas que los romanos les reportaban, pues bajo Roma se vivía mejor; esto les llevaría a una alta estima de todo lo romano, género devida, lengua, cultura, religión, status jurídico, etc., y a adaptarse a lo romano, desprendiéndose paulatinamente de lo indígena. Las poblaciones indígenas, culturalmente muy atrasadas en todas las manifestaciones de la vida con relación a Roma, sintieron la fascinación y atracción que toda cultura superior ejerce sobre las personas de una inferior. Urbanización y municipalización La extensión ciudadana en Hispania siguió en lo jurídico una evolución basada en la concesión paulatina de privilegios que fueron acercando progresivamente cada núcleo urbano a la organización modelo de Roma, con diferentes tipos de ciudades por su condición jurídica

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Por tanto hemos de distinguir

• urbanización o política de creación y fomento de marcos de desarrollo de la cultura urbana, • de municipalización que suponía el otorgamiento de privilegios a los ciudadanos de una comunidad urbana

determinada. El concepto romano de populus nunca tuvo un carácter étnico, sino político lo que permitió que superara los límites nacionales y que creciera y se desarrollaran en el ámbito exterior provincial colonias y municipios habitados por ciudadanos romanos, integradas e inseparables del propio concepto de comunidad-estado romano. Desigualdades jurídicas Existirá una distinta ordenación jurídica de las ciudades del Imperio que se corresponde con las diferenciaciones jurídicas personales de sus habitantes libres y así había ciudadanos romanos, latinos y extranjeros y paralelamente había también comunidades de ciudadanos romanos, de latinos (denominadas municipii y coloniae en ambos casos) y de peregrinos, estas a su vez con diferentes categorías. Para ser ciudadano de pleno derecho en cada una de estas categorías era necesario poseer individualmente el mismo derecho que la ciudad correspondiente o uno superior. También podían vivir en las ciudades otros cives romani, latinos o peregrini sin formar parte de la comunidad, como comerciantes o mercaderes o incolae que eran ciudadanos con derechos disminuidos en relación con los ciudadanos de pleno derecho por pertenecer a una comunidad distinta. Ciudades privilegiadas: colonias y municipios Las ciudades formadas por ciudadanos romanos podían ser municipios o colonias, dentro de estas, atendiendo a su origen, distinguimos colonias propiamente dichas (fundadas en un territorio) o colonias titulares (núcleos preexistentes que recibieron el título de tales por concesión imperial) o Colonias romanas. La mayor parte de ellas provienen del asentamiento de veteranos legionarios tras su licenciamiento, o formadas por ciudadanos civiles. En cualquier caso estos ciudadanos recibían un lote de tierra, tierra que se obtenía subordinando el territorio de la población autóctona a los nuevos colonos o desgajando parte de la antigua comunidad indígena en beneficio de los nuevos asentamientos. En la mayor parte de los casos, en las ciudades conquistadas militarmente la población autóctona permanecía en su antiguo territorio como incolae, con derechos reducidos frente a los colonos, ciudadanos de pleno derecho.

• Colonias titulares: Sólo fueron frecuentes a partir de Trajano y Adriano y consistían en la concesión del pleno derecho colonial a un núcleo urbano – ya fuera municipio romano, latino o ciudad peregrina. Ejemplo: Itálica. Las colonias romanas eran la forma superior de organización municipal, estaban dotadas del ius italicum y exentas de pagar el tributum soli o impuesto territorial.

• Municipios romanos: Eran antiguas ciudades peregrinas cuyos habitantes eran honrados colectivamente con

el derecho de ciudadanía romana. Ello suponía su fundación como municipium y el dotarse de instituciones inherentes a su nueva categoría. Requisitos previos para acceder a este privilegio eran

o el haber desarrollado una organización ciudadana; o poseer un núcleo de ciudadanos pudientes que pudieran encargarse de las magistraturas y gastos

inherentes a las mismas, o haber alcanzado un grado de romanización suficiente o y merecer la concesión del privilegio por sus servicios militares, políticos o económicos.

• Municipios y colonias de derecho latino: Son una categoría intermedia entre municipios y colonias romanas

y ciudades peregrinas. Suponían una ficción jurídica al otorgar a una ciudad peregrina del status particular de los aliados itálicos, escalón intermedio para alcanzar la ciudadanía romana plena. Eran, por tanto, antiguas ciudades peregrinas cuyos habitantes disfrutaban de los derechos civiles reconocidos a los latii: ius comercii (reconocimiento validez transacciones económicas), plena validez de los matrimonios y reconocimiento de los hijos como legítimos. En cuanto a su administración era similar a las comunidades de ciudadanos romanos, con la particularidad de que los individuos que hubieran cumplido durante un año una magistratura municipal, tras dejar el cargo, eran elevados con sus parientes a la categoría de ciudadanos romanos. Este privilegio – ius Latii minus, fue ampliado para algunas ciudades a partir de Adriano con el ius Latii maius, según el cual eran elevados a la categoría de ciudadanos romanos, no solamente los magistrados, sino también todos los miembros de la curia municipal.

Ciudades peregrinae y sus tipos:

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Eran el núcleo más numeroso del Imperio, sus habitantes eran peregrinii, es decir extranjeros al derecho romano, sometidos al stipendium o tributum (sobre bienes inmuebles) y al tributum capitis (por cabeza de cada habitante adulto). No podían desposar con ciudadanos romanos ni dedicarse directamente al comercio, igualmente estaban limitados en materia de justicia, herencia, manumisiones… Sus derechos eran regulados unilateralmente por Roma, pudiendo distinguirse tres categorías: 1) Federadas. Eran ciudades que habían suscrito un tratado con Roma, mediante un documento que regulaba su relación con el estado romano. Su posición era la más favorable entre las ciudades provinciales. No podían tener una política exterior independiente pero estaban exentas de impuestos ordinarios y fuera de la jurisdicción de los gobernadores provinciales. Gradualmente tendieron a convertirse en colonias y municipios. 2) Liberae et immunes. Su libertad no estaba basada en un tratado sino por la gracia voluntaria y unilateral del estado romano. Podían usar sus propias leyes, usar sus propias aduanas y estaban exentas de alojar soldados en su territorio. Estaban exentas de tasación pero sujetas a la disposición suprema del senado romano. También tendieron a transformarse en municipios. También existían ciudades libres pero no inmunes, sujetas al pago de un stipendium territorial y de tasas aduaneras o portoria. 3) Stipendiariae. Eran el grupo más numeroso, son comunidades sometidas a Roma que no contaban con ningún tipo de privilegio jurídico, debían pagar el stipendium, se requería de ellas para proporcionar tropas auxiliares, servicios y víveres a precios fijados por los gobernadores lo que daba lugar a abusos. Frecuentemente debían aceptar en su recinto la presencia de una guarnición romana.

4) Dediticii: Estas eran ciudades que habían sido sometidas por la fuerza a la soberanía romana. La deditio, esto es la rendición sin condiciones, implicaba la apropiación por parte romana de bienes y personas, que restituía con una serie de condiciones, entre ellas la imposición del stipendium (Tabula Alcantarensis). En ocasiones estas comunidades no contaban con una organización urbana y se las denominaba populus, con un significado étnico-cultural de colectividad unida por lazos familiares, estos populus fueron atribuidos administrativamente a la civitas más próxima, pero con el tiempo se integraron en el sistema municipal convertidos en civitates. Entidades de rango inferior, dependientes de las ciudades Existen una serie de estructuras de rango inferior denominadas por las fuentes romanas con muy diversos nombres que parecen hacer referencia a las peculiaridades de su origen, extensión territorial o administración: fora (mercados), castellum (núcleos fortificados), praefectura (circunscripción administrativa sometida a una civitas superior), vicus y pagus (concentraciones de población rural), canabae (agrupación urbana a la vera de campamentos militares – regio VII Gemina, origen de la ciudad de León). El testimonio de Plinio En el tercer cuarto del siglo I Plinio nos ofrece un cuadro de distribución de las comunidades hispanas (civitates), con sus correspondientes estatutos jurídicos, de él se desprende la abrumadora mayoría de ciudades estipendiarias frente a un menor número de ciudades libres, municipios y colonias. EL ORDENAMIENTO MUNICIPAL ROMANO Las leyes municipales Las ciudades de derecho privilegiado (colonias y municipios romanos y latinos) se ordenaban de manera autónoma mediante un conjunto de instituciones similar al de la Urbe romana. Estas ordenanzas, que conocemos gracias a un buen número de fragmentos hallados (Urso, Salpensa…) eran promulgadas por el emperador (leges datae) y reunían las disposiciones por las que debía reglamentarse la organización de la comunidad. Fueron semejantes en todo el Imperio y regulaban (Lex coloniae Genitivae Iuliae sive Ursonensis) los derechos y deberes de los magistrados de la colonia; funcionarios subalternos; curia municipal y cargos sacerdotales; normas de urbanismo; elección de magistrados; mantenimiento orden público y organización de la defensa de la colonia… La autonomía ciudadana El Imperio llevó a cabo una política urbanizadora de transformación de las viejas estructuras de las comunidades indígenas acomodándolas al orden político-social romano y convirtiéndolas en el núcleo fundamental de una administración que renunció a un aparato administrativo burocrático centralista, sin duda más costoso. Estas comunidades tenían una gran autonomía que estaba limitada lógicamente por la propia seguridad del Imperio. Esta seguridad y lealtad se consiguió mediante la atracción de las elites locales, a las que, a cambio de serle mantenido

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su prestigio social y su poder económico, se le responsabiliza con exigencias y compromisos de velar por el funcionamiento del ente autónomo ciudadano, como “clase política” de la que se reclutaban los magistrados y el consejo municipal. Las comunidades urbanas debían soportar un conjunto de funciones políticas y sociales, siendo en ellas la clase alta la que echaba sobre sus hombros la garantía de su funcionamiento. Porque a semejanza del gobierno central las civitates tenían un aparato burocrático mediante el cual la gestión pública de la ciudad estaba en manos de unos cuantos - 4 o 6 - portadores de la magistratura, con carácter anual y gratuito y un consejo municipal vitalicio, también de carácter honorífico, “ordo decurionum”. En consecuencia sólo los ciudadanos acomodados incluidos por su cualificación económica en el censo podían aceptar estos puestos dirigentes comunales. Las elites municipales Pero, además de la gratuidad del cargo, la penuria crónica de las arcas municipales hacía que las elites ciudadanas, “ordo decurionum” tuvieran que realizar aportaciones privadas para financiar actividades comunales como las fiestas y juegos, las necesidades elementales de funcionamiento – abastecimiento de artículos de primera necesidad y suministro de agua – sino también liberalidades extraordinarias en la forma de repartos de dinero, fundaciones o regalos. En la práctica existirá una pugna interna entre las familias ricas que las empujaba a cumplir estos “servicios” para el bienestar de la comunidad y ello no tanto por dudosas razones de patriotismo cuanto como medio de significarse ante la opinión pública. Y de ahí la cantidad de inscripciones y estatuas con las que se honra a esta clase política, por su evergetismo que no era, en parte, otra cosa que el cumplimiento obligado de funciones bien especificadas en los estatutos municipales, a las que no podían sustraerse so pena de perder poder, prestigio e incluso fortuna. De este modo la fortuna de las ciudades quedará ligada a la prosperidad de sus elites locales. LAS INSTITUCIONES MUNICIPALES. CIUDAD Y TERRITORIO El municipio es un ente jurídico dotado de autonomía en su constitución interna, con leyes propias, patrimonio específico, distinto del que poseía el pueblo romano y derecho de elegir magistrados, exigir tributos y administrar bienes propios. La circunscripción territorial incluya además de la ciudad propiamente dicha (oppidum, urbs) una zona circundante (ager) rural cuyos habitantes reunidos en pequeñas comunidades (pagi, vici, villae) dependían de la ciudad. Ciudad y territorio formaban, por tanto, una unidad en la que el centro urbano era el hábitat concentrado donde se ubicaban los edificios públicos y religiosos en los que se desarrollaba la actividad pública, en tanto que el ager contenía los recursos del entorno rural, las unidades de producción y las residencias temporales de los grandes propietarios. Así el termino “civitas” se concebía como una unidad jurídica en la cual la urbs (pars urbana) y ager (pars agraria o rustica) formaban un conjunto o territorium que marcaban el ámbito territorial de los magistrados locales. Desde el punto de vista constitucional los elementos integrantes de la civitas eran el pueblo, los magistrados y el senado. EL POPULUS Cives e incolae Sólo los ciudadanos de pleno derecho – cives - formaban parte del pueblo – populus - y al menos durante el Alto Imperio las magistraturas honoríficas fueron patrimonio exclusivo de los mismos. Para ser considerado civis eran precisos los requisitos de nacionalidad (origo) y de residencia (domicilium). El primero se otorgaba automáticamente a los hijos legítimos nacidos de padres ciudadanos, pero también por adopción, adlectio inter cives y manumisión. En la adopción y manumisión la ciudadanía se otorgaba de manera particular en tanto que en la adlectio inter cives era la comunidad en su conjunto la que aceptaba como miembro a personas de otras ciudades, generalmente personas notables. En contraposición los incolae eran individuos libres que habían elegido como domicilio o residencia permanente una comunidad distinta a la de su nacimiento, sin perder por ello los derechos de ciudadanía de su patria de origen. Los forasteros que residían de manera temporal en la ciudad no se consideraban como incolae sino como hospites o advenae. Pero tanto cives como incolae estaban obligados a la aceptación de las cargas comunales, munera, aunque la investidura de las magistraturas u honores sólo correspondiera a los ciudadanos. Los munera Las cargas comunales eran distintas según lugares y épocas, pero en general se pueden distinguir cargas personales, cargas en las que intervenía la fortuna del individuo y cargas en las que intervenían ambos factores y que revertían tanto en beneficio de la propia ciudad como en el poder central:

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• Cargas personales: Se contaban las exigencias del poder central: obligación de proporcionar reclutas y

caballos, transporte de material y dinero, mantenimiento del correo (cursus) y las propias necesidades de la administración municipal: aceptación de embajadas al senado, emperador, gobernador o patrono, abastecimiento de trigo, cuidado de templos, canalizaciones, baños…

• Estos munera personales sólo podían aceptarlos quienes estaban en condiciones de cumplirlos por tener medios

económicos para ello. Así cuanto, la caja municipal se veía impotente para hacer frente a los gastos se recurría a los munera patrimonii, soportados exclusivamente por los propietarios como la recepción y acomodación de magistrados y funcionarios romanos de paso, alojamiento de ejércitos, servicio de postas, mantenimiento de los caminos que pasaran por sus tierras y sobre todo recaudación de impuestos que la ciudad debía ingresar en el tesoro imperial.

• Finalmente estaban los munera mixta que obligaban a prestaciones personales y patrimoniales diversas, de

acuerdo con las necesidades del municipio. Los derechos ciudadanos Pero si los deberes eran generales, para el ejercicio de los derechos públicos y privados era necesario el fundamento de la ciudadanía. En el campo privado la ciudadanía comportaba el derecho a contraer validamente matrimonio, el ius comercii (facultad de cumplir todos los actos concernientes al derecho de propiedad). En el derecho público las dos prerrogativas principales eran el ius sufragii (derecho de voto) y el ius honorum, (elegibilidad para los cargos públicos) restringido en la práctica a la oligarquía de notables. La ordenación del cuerpo cívico: las curiae La participación de los ciudadanos en los asuntos públicos se realizaba a través de los comicios en los que se votaban leyes, se efectuaban juicios públicos y se elegían magistrados. Para ello la comunidad ciudadana –populus- se dividía en varios cuerpos subordinados – curiae- con representantes y reuniones especiales, generalmente de carácter religioso. Pero desde fines del siglo II la elección popular de magistrados pasó progresivamente al senado municipal, como consecuencia de las crecientes dificultades para encontrar candidatos dispuestos a soportar las cargas financieras que conllevaban las magistraturas. Esta circunstancia obligó en el s. III a una nueva reestructuración que obligará a la cooptación para las magistraturas entre los miembros de la curia municipal, lo que vació de contenido la participación política del populus en la vida de la comunidad. MAGISTRADOS Los honores municipales El término magistratus tiene una doble significación:

• indica tanto a cada uno de los portadores de la magistratura o conjunto de ellos, • como a la magistratura en si, aunque en época imperial para este segundo concepto también existe el sinónimo

de honor. La magistratura es la portadora de la soberanía del conjunto de la comunidad ciudadana –populus- quien elige dentro del círculo de ciudadanos honorables los magistrados, trasladándoles todos los derechos de soberanía para el tiempo de duración de la magistratura. Estas formas de organización administrativa se extienden desde fines del s. I a todas las ciudades del Imperio, con una tendencia a la unificación absoluta preludio de la organización imperial unitaria del siglo III. El cursus honorum municipal En la cúspide de la comunidad ciudadana aparecen cuatro magistrados en dos colegios: los duumviri iure dicundo y los duumviri aediles, en ocasiones agrupados en un solo colegio de quattuorviri, a los que en ocasiones se suman dos quaestores. Estos magistrados eran elegidos en comicios en el s.I pero luego pasarán a ser cooptados por el ordo decurionum. Para ser candidato había que estar en posesión del ius honorum. Las exigencias impuestas a los futuros magistrados eran las mismas que las exigidas para integrarse en el senado municipal. Este ius honorum incluía como principales factores el nacimiento libre; el derecho de ciudadanía (a partir del s.II también se amplió a los incolae); posesión de capacidad

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jurídica y de todos los derechos ciudadanos, una cualificación económica determinada y una edad mínima variable según la magistratura a desempeñar. El conjunto de estas magistraturas constituía el cursus honorum, autentica carrera que había que escalar necesariamente de grado a grado, de menor a mayor: cuestor. Edilidad y duumvirato. Procedimientos de elección Con anterioridad al nombramiento del magistrado el duumviri iure difundo fijaba por edicto el día de la convocatoria. Los ciudadanos que aspiraban a la magistratura. presentaban su candidatura ante el duumviri. Una vez aceptadas las candidaturas el duumviri confeccionaba la lista oficial que se fijaba en lugar público. Entre la publicación del edicto y la efectiva convocatoria estaba destinado a la propaganda electoral en la cual los candidatos envueltos en una toga blanca (in toga cándida) acompañados de amigos y clientes intentaban atraerse el voto de los electores, existiendo prescripciones específicas que intentaban velar por una campaña honesta e impedir la corrupción (leges de ambitu). Las votaciones El día de la votación, el magistrado encargado de presidir la asamblea y después de comprobar que los augurios eran favorables llamaba al pueblo a la votación por medio del pregonero. Los electores se repartían en sus respectivas secciones o curias. En cada una de estas secciones se colocaba un cestillo en el que los votantes depositaban su tablilla con el nombre del candidato preferido. Hecho el escrutinio se proclamaba solemnemente a los elegidos. El resultado final venía determinado no por la suma de los votos resultantes en conjunto, sino teniendo en cuenta los resultados parciales de cada sección, pudiendo suceder que la mayoría de los sufragios no correspondiera necesariamente a la mayoría de los ciudadanos votantes. Tras la solemne proclamación se celebraban fiestas multitudinarias en casa de los elegidos, festejos que se repetían el día de la toma de posesión. De hecho era costumbre a la recepción de un cargos municipal o sacerdotal el aportar sumas para fines comunales como juegos, construcciones y también para la caja de la ciudad (summa honoraria), variable según el cargo y ciudad. Principios de la magistratura Dos eran los principios básicos: la anualidad y la colegialidad; los magistrados, colegas en un mismo cargo, formaban jurídicamente una unidad que impedía el reparto de poderes, llamados potestas e imperium. El primero era el poder concedido a un magistrado, esto es su competencia. Era un concepto abstracto, sin contenido específico, cuya delimitación se establecía en relación con las demás magistraturas, pudiendo hablarse de potestas mayor o minor, según la jerarquía de poderes establecida entre dichas magistraturas. También podía ser par, que permitía a un magistrado vetar la acción de su colega (intercessio). En cuanto al imperium, señala el conjunto de la autoridad concreta, los derechos y prerrogativas que corresponden al magistrado que lo posee para cumplir sus fines de gobierno: poder militar, jurídico, civil, penal y coercitivo. Derechos y privilegios de los magistrados Los magistrados municipales tenían una serie de derechos y privilegios manifestados tanto mediante signos de respeto por parte de sus conciudadanos (ponerse en pie en su presencia, descubrirse…) como por atributos externos (toga praetexta, silla curulis, acompañamiento de lictores…). Pero sin duda el mayor honor era la concesión, en las comunidades de derecho latino, de la ciudadanía romana para ellos, padres, esposas e hijos, al concluir su mandato. Los duumviri: derechos y deberes Los duumviri iure difundo eran los magistrados municipales de más alto rango y a ellos correspondía la administración de todos los asuntos municipales, que podían dividirse en dos grandes apartados: � Representación de la comunidad en el interior: Vigilancia y cumplimiento de las obligaciones de la ciudad con los dioses, convocatoria y presidencia de las asambleas legislativas y electorales y de la curia municipal. La jurisdicción municipal extendida a todos los individuos residentes de forma temporal o permanente fueran ciudadanos o no (esta facultad fue limitada con el tiempo por la curia municipal). La administración de las finanzas municipales: patrimonio de la ciudad, recaudación de tasas e impuestos locales, imposición de multas y de las aportaciones a la caja de la ciudad de los magistrados electos. A este respecto hay que señalar que las arcas municipales solían presentar un déficit crónico debido a la multiplicidad de los gastos del municipio, gastos que conocemos por las leyes municipales y documentos epigráficos y entre los que se hallaban:

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• Obligaciones religiosas de la comunidad: cultos y celebraciones sagradas.

• Abastecimiento de grano y artículos de primera necesidad (annona).

• Erección de edificios municipales, funcionamiento de baños públicos.

• Gastos de las legaciones con carácter urgente para la resolución de negocios municipales fuera de la ciudad, así como las obligadas por el senado romano o el emperador.

• Gastos del cursus públicus (correo estatal): tanto de edificios como de vehículos y animales de tiro.

• Alojamiento de tropas, honorarios de médicos y pedagogos, empleados municipales (escribas, pregoneros,

haruspices, viatores, bibliotecarios…).

• Sumas dispuestas para honrar al emperador, patronos de la ciudad o ciudadanos ilustres en forma de estatuas, inscripciones o sepulturas honoríficas a expensas de la comunidad.

� Representación de la comunidad en el exterior: En el exterior los duumviri actuaban siempre en nombre del ordo decurionum, de acuerdo con las decisiones de este organismo, las principales tareas en este ámbito eran la conducción de la correspondencia administrativa y jurídica de la comunidad; la firma de tratados y acuerdos públicos con otras ciudades y la recepción del emperador, miembros de la familia imperial y altos funcionarios desde la frontera del término municipal. Además, cada cinco años los duumviri contaban con un poder especial censorio para confeccionar las listas del censo, en cuyo caso recibían el nombre de duumviri quinqueannales. Los aediles Los aediles o duumviri aedilicia potestate tenían atribuciones muy variadas, que pueden reducirse a tres tareas o curae: 1. Urbis: policía de la ciudad y seguridad pública; supervisión de edificios, cuidado del pavimento de las calles, horarios de apertura y cierre, baños públicos, lupanares, hosterías y tabernas, fiscalización de los forasteros y protección contra incendios. 2. Annonae: aprovisionamiento y vigilancia general del mercado: calidad del género, precios, pesas y medidas. 3. Cura ludorum: disposición y regulación de los juegos públicos, actuando como verdaderos empresarios de los espectáculos ofrecidos: circos y teatros. Cuestores Eran magistrados encargados específicamente de la caja municipal, actuando como tesoreros; son particularmente raros en Hispania. También hay que señalar que en ausencia de uno de los duumviri por más de un día se debía proceder al nombramiento de un praefectus, que lo sustituía durante su ausencia y era elegido entre los miembros de la curia municipal de más de 35 años de edad. Su poder era igual al del duumviri y sus funciones cesaban al regreso del magistrado ordinario. Si faltaban ambos magistrados recibía la denominación de praefectus pro duoviris. LA CURIA MUNICIPAL El ordo decurionum; sus funciones En los dos primeros siglos del Imperio constituía normalmente la asamblea de los antiguos magistrados de una ciudad, incluyendo a todos los ciudadanos que por fortuna y prestigio tenían una función directiva, política y social en la comunidad. Su número de miembros solía ser de 100 que formaban el consejo municipal.

• Elección: Todos los candidatos al ordo decurionum debían cumplir los mismos requisitos que los exigidos para aspirar a una magistratura municipal, pues esta investidura era, normalmente, previa a su aceptación en el ordo. La aceptación tenía lugar cada cinco años mediante la lectio ordinis, llevada a cabo por los duumviri quinqueannales iure difundo. La nueva lista de consejeros, el álbum decurionum era trasladada por escrito a las tabulae publicae.

• Funciones: Se ocupaba de todas las cuestiones importantes de interés general concernientes a la

administración de la comunidad: gestión de los capitales, trabajos públicos, tributos, ceremonias y sacrificios, fiesta y juegos, honores y privilegios. A lo largo del s. II tendió a concentrar toda la administración municipal

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en detrimento de los magistrados, llegando incluso a anular a las asambleas populares al nombrar directamente a los magistrados de la ciudad.

Evolución de la institución Como ya se ha apuntado a partir del siglo II comienza un gran cambio en la situación general de las curias, que a través de una larga decadencia acabarán, a lo largo del s. IV con su ruina. Durante los dos primeros siglos del Imperio las ciudades pudieron cumplir las cargas que el estado romano había depositado en sus elites. Pero desde fines del siglo II aparecen los primeros síntomas de una grave crisis económica que se extiende por todo el ámbito del Imperio. El Estado no verá otro recurso que presionar sobre las ciudades, las cuales, afectadas también por la crisis vieron derrumbarse los presupuestos que habían hecho posible la construcción y desarrollo del régimen municipal. Decadencia y ruina del sistema municipal; Curatores reipublicae y defensores civitatis El primitivo sistema político-social autónomo de las ciudades se transformó en un estado de excepción, obligado e impuesto que convirtió los antiguos honores, en onera, esto es, en cargas irrenunciables. Las funciones del ordo fueron ampliadas debiendo éste aceptar la ingrata tarea de encontrar ciudadanos adecuados que, a titulo privado, se encargaran de diversas curiae u obligaciones económicas para tareas concretas, que de este modo fueron privatizadas. El ordo debía confeccionar una lista de estos munera o cargas y las de los ciudadanos que estaban en situación de aceptarlas, en un esquema que comprendía posibilidad de eficiencia, inmunidad temporal y posibles privilegios. Ello también supuso modificar los criterios de cualificación del ordo que de este modo terminó siendo el conjunto de ciudadanos económicamente fuertes, lo que a su vez implico la tendencia de estos curiales a formar un estrato cerrado, al que se accedía por herencia de padre a hijo, resultando de ello, además, un nuevo orden del procedimiento electivo de magistrados que se traslado de la asamblea popular a la curia, arrancando así a la masa de la comunidad del único derecho que aún disfrutaba. Este nuevo sistema de cooptación fue el primer síntoma de la creciente dificultad para encontrar candidatos adecuados para cumplir los cargos municipales, que terminó por conducir a la simple nominación, aún en contra de la voluntad del elegido. La carga de los decuriones incluyó también la propia nominatio de sus miembros para determinadas obligaciones económicas, que, como los munera, debían cumplirse en interés de la ciudad. Este sistema de munera se transformó como el propio ordo decurionum, en un sistema de obligaciones, en el que para poder repartir las cargas financieras de la ciudad se decidió sacar determinadas competencias del ámbito de la magistratura y hacerlas independientes, como cuasi funciones extraordinarias administrativas. De esta manera fueron descargados los magistrados de sus funciones y el propio sistema municipal, basado hasta entonces en el libre funcionamiento de la liberalidad es sustituido por un sistema fijo y coercitivo que obligaba a cada ciudadano a aceptar funciones durante un tiempo determinado, de acuerdo con su posición social y capacidad económica. Todo ciudadano entre 25 y 70 años se vió así obligado a estos munera personalia. No es extraño que con este régimen se produjera una creciente pauperización de las burguesías municipales, que intentaron con desesperados esfuerzos sustraerse al nombramiento como curiales. Mientras, los grandes aristócratas residentes en la ciudad consiguieron escapar del ámbito urbano retirándose a sus dominios en el campo, en grandes villae, donde llegaron a crear unidades económicas autárquicas, que cesan de contribuir a los gastos de la ciudad. Estas graves dificultades ciudadanas obligaron a la creación de nuevos funcionarios como los curatores reipublicae, con la misión principal de velar por los intereses financieros de la ciudad. Pero la centralización creciente del poder repercutió desfavorablemente en el libre desarrollo municipal. Diocleciano en el s IV dio más poderes a los gobernadores para inmiscuirse en los asuntos de las ciudades lo que llevó a restar autoridad y eficacia a estos curatores. En su lugar fue creado a partir del s. IV el llamado defensor civitatis, cuyo cometido era el del proteger a las clases urbanas y rurales contra los agentes de la administración y los grandes propietarios. Pero con demasiada frecuencia el defensor no fue sino un nuevo expoliador de las ciudades. La burocracia brutal y la política opresora que coartaban la autonomía municipal terminaron por causar la ruina y extinción de los municipios, en una catástrofe general del Occidente romano. PATRONAZGO MUNICIPAL En el conjunto de las instituciones municipales el patronazgo asume una fundamental importancia. Institución extendida en época republicana pervivió, con ciertas modificaciones, durante el Imperio. Además del patronazgo provincial, asumido por el emperador, se desarrolló extraordinariamente la figura del patronus en las comunidades ciudadanas. No era una magistratura oficial, sino un título honorífico que, en las ciudades de derecho privilegiado, estaba regulado por ley.

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Se solía conceder a personajes que se habían distinguido por sus liberalidades para con la ciudad o que por sus relaciones políticas y sociales podían apoyar y defender sus intereses en las altas instancias del gobierno y la administración. La ciudad los honraba y recompensaba con ciertos honores (ciudadanía local, lugar preeminente en espectáculos, ofrecimiento de una tabula patronatos, estatuas e inscripciones honoríficas…) También las ciudades sin derecho privilegiado podían establecer relaciones mutuas o con personajes influyentes, que perduraban a lo largo de generaciones, a través de los llamados pactos de hospitalidad, institución cultivada en época prerromana que pervivirá a lo largo del Imperio. En Hispania tenemos abundantes ejemplos de estos convenios que se atestiguan en las llamadas tabulae o tesserae hospitium y patronatos (Palencia, Pollentia, Mérida, Herrera de Pisuerga…) COMUNIDADES SIN DERECHO PRIVILEGIADO Tenemos en Hispania mucha información de ellas, cabían tipos muy variados de organización, produciéndose una mimetización de las formas organizativas de tipo romano. Sin embargo en regiones donde la municipalización estuvo poco extendida o con un débil tejido urbano pervivieron tenazmente las instituciones heredadas de época prerromana. Se puede decir, en conjunto, que la concentración en núcleos urbanos se produjo a lo largo de la época republican en la mitad oriental de la Península, costa mediterránea y valle del Ebro, extendiéndose progresivamente por la Meseta. En cambio en el norte y noroeste, aparte de unos pocos centros aislados pervivía a inicios del Imperio una organización político-social de carácter suprafamiliar. No obstante a lo largo del Imperio tendieron, por imposición romana o por influencia de la municipalización a agruparse en núcleos urbanos, convirtiéndose en civitates. A mitad del s.II Ptolomeo, en su descripción de Hispania, sólo conoce ya civitates. Las civitates podían ser capaces de actuaciones de valor jurídico, tales como hacer pactos de hospitalidad, ofrendas, votos y designar magistrados. El material más interesante para el estudio de las instituciones de estos núcleos urbanos son los ya citados pactos de hospitalidad entre comunidades indígenas o con personalidades, en los que aparecen nombrados los correspondientes magistrados. Ya desde los primeros años de la conquista aparecen generales romanos con clientelas indígenas, lo que contribuye a romanizarlos. En el año 209 se concluyó entre Escipión y el régulo ilergeta Indíbil un pacto, descrito por Polibio en los siguientes términos: "se ajustó entre ellos un tratado cuyas principales condiciones eran que seguirían a los jefes de los romanos y obedecerían a sus órdenes. Con esto se retiraron a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión y acampados junto con los romanos"... Ambos jefes habían concluido, pues, un tratado de amistad y alianza con carácter permanente que convirtió a Indíbil en cliente de Escipión, como se desprende de la actitud de aquél "que se arrodilló ante Escipión y le saludó rey". Semejantes pactos debieron ser frecuentes, pues Polibio cuenta que lo mismo hizo Edecón y los iberos libertados por Escipión después de la batalla de Baecula (Pol. X 40) 230. Escipión es el primer general romano 231 que es proclamado rey. Otro cliente de los romanos en esta primera etapa de la conquista sería Turrius. Grandes debían ser las clientelas de Sertorio, pues la fidelidad de los indígenas a este general, incluso en la adversa fortuna y después de muerto, como la de las ciudades de Uxama y Calagurris no se concibe sin la existencia de un vínculo de clientela. Las clientelas nacen de la necesidad social de protección de los débiles por los poderosos, con ventajas mutuas para ambas partes Una forma específica de la clientela militar hispana era la deuotio. En la concepción de la deuotio ibérica entran dos elementos,

• uno de carácter religioso, según el cual ciertas divinidades, probablemente infernales, se contentarían con la muerte del deuotus a cambio de la del jefe. La verdadera esencia de la deuotio es la consagración religiosa al caudillo, en virtud de orientaciones religioso-colectivas y del influjo tan peculiar del sentido religioso en la vida pública y militar de los hispanos;

• el segundo elemento, de carácter puramente social, la relaciona íntimamente con la clientela militar, la deuotio

ibérica tiene por objeto exclusivo la guerra. El deuotus, sobre los soldurios de Sertorio, una vez salvada la vida del jefe, atendían a la propia Esta forma de clientela es un vínculo mucho más estrecho. Indíbil, al conocer la falsedad de la muerte de Escipión, le envía a su hermano Mandonio a estrechar el lazo que le unía con él.

En la Península la deuotio debía estar muy extendida, como se deduce del número de deuoti o solduri que acompañaban a Sertorio. Los miembros de las escoltas militares, iberos o celtíberos, a los que fueron tan inclinados los romanos, seguramente estaban formados por soldurios.

• Sertorio dispone de guardas de celtíberos; • de hispani en general era la de César (y la de Petreyo ) • de calagurritanos la de Augusto ; • de berones la de Casio Longino (). • La de Mario no es seguro que estuviera compuesta de várdulos • Iuba contaba con una escolta personal de 2.000 jinetes galos e hispanos que envió a Susurra.

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La deuotio en el siglo I a.C. debía encontrarse muy extendida, pues aparece vinculada a hombres mediocres; en siglos anteriores serían objeto de ella sólo los grandes generales. Los deuoti se encontraban en una situación privilegiada con respecto a los simples clientes. La fides hispánica serviría de modelo para robustecer el juramento de fidelidad a los jefes de partidos romanos, los juramentos colectivos, que encierran un valor social y sociológico en este sentido pudieron influir en los orígenes del culto al emperador. En el sur de la Península las clientelas eran numerosas y databan de muy antiguo; grande era la clientela de Escápula, el enemigo de César, que se suicidó en Córdoba después de la batalla de Munda, después de cenar y distribuir sus riquezas entre sus allegados Grandes debían ser también las clientelas de los potentados de la Bética, a los que alude Séneca el retórico (Praef. V Contr.). Según Caro Baroja 227, clientes debían ser (cuando no esclavos y libertos) muchos de los encargados de la explotación de las tierras, los administradores de los latifundistas, como el que salvó a Craso en el año 77 a.C. y bastantes de los autores de las obras artísticas a los que alude Cicerón en su cuarto discurso contra Verres (IV 56), así como los comerciantes y mercaderes al pormenor, patronos de barcos, etc. Estas clientelas se enraízan en viejas instituciones . El culto imperial nacería entre las clientelas itálicas de Octavio o de César. Tanto las clientelas como la deuotio contribuyeron a romanizar a grupos escogidos de indígenas, en contacto más directo con los romanos, que serían el fermento de la romanización entre sus conciudadanos. Otras instituciones como el hospitium y el patronatus, en las que intervinieron igualmente romanos, lo consiguieron también. El hospitium era asimismo una institución indígena; ha sido bien estudiado por Ramos Loscertales 244, quien concluye que el hospitium en Celtiberia no estaba "instituido por una convención, sino impuesto por las divinidades populares y por las costumbres de las gentes, un hospitium, pues, de origen e índole religiosos y sociales a la vez". Hispania es particularmente rica en tablas de hospitalidad gentilicia y patronato municipal; la tradición se remonta a una práctica indígena anterior a la romanización, como se desprende de los documentos de pactos de hospitalidad en lenguas indígenas. Ya en el año 206 la ciudad de Cádiz, al entregarse a los romanos, eligió patrono para que defendiese los intereses de la ciudad en Roma a C. Cornelio Léntulo al igual que los iberos, años después, en el año 171, nombraron patronos a Catón, Escipión, Paulo y Sulpicio Galo, el primero de los cuales todavía en el año 149 volvió a defender a los lusitanos contra Galba. En inscripciones latinas los documentos que se conservan y que pertenecen a los límites de este trabajo, que abarca sólo hasta la muerte de Augusto, son:

• la tabla de patronato de Pollensa, en la que los bocoritanos nombran patrono a M. Licinio Craso, cónsul del año 14 a.C.;

• el pacto de hospitalidad del año 2 a.C. de Palencia, que aunque la forma sea romana, la tessera documenta

una relación de tipo indígena, y en ella Acces fue recibido, él y sus descendientes, como hospes de la ciudad de Pallantia;

• el llamado "Bronce de Audita", procedente del Cortijo de Clavijo, en las proximidades de Ronda, fechado en

el año 5, es también un pacto de hospitalidad entre G. Mario Balbo y una ciudad; la ciudad entra en la fides y clientela del hospes, que ocupa así una posición de patrono respecto a ella;

• inscripción hallada en Mérida el año 6; de la misma fecha, tabla de patronato de Mulva, en la que se

establece hospitium entre dos ciudades, Ugia y Emerita,

• Y una segunda procedente de Pollensa, de la misma fecha que la anterior, en la que se habla del patronato de Marco Atilio con los bocoritanos.

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TEMA 19: EL EJÉRCITO ROMANO EN HISPANIA- LOS EJÉRCITOS REPUBLICANOS

Las legiones republicanas de la época de las Guerras Púnicas formaban en orden de batalla con treinta manípulos dispuestos en tres líneas de diez manípulos cada una de ellas.

Una legión manipular en orden de batalla.

El cambio táctico que introdujo Cayo Mario en la organización de la legión fue agrupar cada tres manípulos para formar una cohorte de 480 hombres. Una cohorte ya era una unidad lo suficientemente grande como para actuar individualmente.

Tal cambio revolucionó el arte de la guerra y confirió a las legiones romanas una superioridad táctica soberbia.

La Segunda Guerra Púnica (218–201 a. C.) trajo los primeros contingentes militares romanos a la Península, con el objetivo de impedir el envío de tropas cartaginesas y de ayuda económica a Aníbal en su avance a Roma. Si en un principio su presencia inicial no llevaba implícita pretensiones de conquista, hacia el 206 a. C., Escipión domina la zona peninsular controlada por Cartago, incluida la propia Cartago Nova, convirtiéndose en objetivo estratégico debido a su posición geográfica y a la abundancia agrícola y mineral de sus tierras. El aprovechamiento de estos recursos explica la permanencia de los ejércitos romanos desde finales del siglo III a. C., ya que Roma nunca contó con ejércitos permanentes de ocupación. En la progresiva ocupación tres factores condicionan su permanencia:

• Pluralidad de los frentes abiertos. • Inexistencia de fronteras estables • Excesiva extensión.

Efectivos La legión constituía la base del ejército romano, en Hispania desde el 218 a.C. existieron un mínimo de dos legiones, al mando cada una de ellas de un propraetor o gobernador de Provincia. En el siglo I a. C., una legión estaba formada por 4.000 o 5.000 hombres y dividida en diez cohortes de 480 soldados, que a su vez se dividía en seis centurias de 80 hombres. Cada dos centurias formaban un manipulo por lo que una cohorte la formaban tres manipulos. La primera cohorte era siempre la mejor de una legión, la sexta la componían los mejores hombres jóvenes, la octava eran tropas selectas, y la décima buenas tropas. Las cohortes más débiles eran la 2ª, 4ª, 7ª y 9ª, compuestas la 7ª y 9ª por tropas con poca experiencia. El Ejército romano durante las Guerras Púnicas

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Esta infantería pesada estaba apoyada por 300 jinetes y un número similar de infantería ligera (socii) reclutados entre los aliados y otros 1.000 jinetes proporcionados también por aliados. De este modo cada ejército provincial estaba formado por unos 10.000 o 12.000 soldados, siendo el contingente militar romano en Hispania de unos 20.000 o 25.000 hombres. Por último a estas fuerzas se añadían los elementos indígenas (auxilia) alistados de acuerdo a los pactos suscritos o por mercenarios. A lo largo de la República fue necesario aumentar los efectivos bien por la resistencia indígena o al final del periodo republicano por ser el escenario de la guerra civil. Así, durante las guerras ibéricas, los efectivos llegaron a alcanzar unos 40.000 o 50.000 hombres. La legión y sus contingentes

Los veteranos y la colonización de la Hispania republicana A lo largo de la época republicana el ejército fue un elemento político que, aunque apenas tomó parte de la vida hispana, jugó un papel destacado en la romanización ya que legionarios y aliados itálicos, una vez cumplido el servicio militar, permanecieron en la Península como colonos agrícolas. Italica (Santiponce, Sevilla) fue fundada en el 206 a. C. para los soldados de Escipión heridos. En el siglo II a. C. se levantaron Corduba, Palma, Pollentia… Ya en el I a. C. se fundaron Pompaelo, Ilerda y Munda entre otras. EL EJÉRCITO IMPERIAL Las guerras cántabras y el ejército de ocupación A raíz de Accio, Augusto tomó las primeras medidas sobre el ejército entre las que destacan la búsqueda de un ejército más fiel y la reducción de sus efectivos (de 50 a 28), consiguiendo un ejército profesional y estable. Al mismo tiempo le asignó un papel de cobertura en la defensa de fronteras, cuyos beneficios serían la unidad territorial del Imperium. Consecuencia de esta política era eliminar los focos de resistencia del interior peninsular, astures, cántabros y galaicos en Hispania (29–19 a. C.) Ya sabemos que las guerras cántabras desmoralizaron al ejercito y lesionaron el prestigio de Roma, lo que explica el interés del propio Augusto de dirigir personalmente la campaña militar del año 26 a. C., quién hubo de regresar a Roma dejando el frente abierto. Finalizada la conquista se confió al ejército no sólo las tareas de vigilancia del nuevo espacio conquistado, sino también la implantación de la infraestructura básica para el posterior desarrollo de la administración y llevar a cabo la explotación de los recursos mineros de la región. Así fueron creados los primeros establecimientos urbanos, de carácter militar y nueva planta, aprovechando los campamentos de la conquista. Iuliobriga, Segisama Iulia y Asturica son buenos ejemplos.

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Efectivos: legiones y cuerpos auxiliares El nombre que recibía una legión podía tener varios orígenes. Su nombre podía ser por el nombre de la provincia en donde se había distinguido en combate (V Macedonica), por el nombre de su comandante (emperador), o también podía denotar alguna característica especial (X Equestris, denota su origen de caballería). Gemina es el término latino para gemelos, y se otorgaba a las legiones que se creaban a partir de la unión de dos o más. Augusta es un término que significa venerable o majestuosa. Pia Fidelis significa leal, y era concedido a aquellas legiones que eran leales en alguna revuelta. Victrix cuya traducción es victoriosa, se otorgaba después de ganar alguna batalla o campaña. Adiutrix, asistencia, asistente, ayuda. Rapax, codiciosa. Firma, firme. Concors, armonioso. Para la legión V Alaudae (alondra), el origen de su nombre es confuso, y varias son las explicaciones encontradas, desde que su nombre debe referir a la costumbre de los galos (entre los cuales esta legión fue reclutada) por usar las alas de la alondra en sus cascos, o así llamada por la cimera en forma de cresta de alondra que adornaba el casco de sus soldados, pasando por el idioma que estos hablaban, hasta que eran así llamados por la excelente voz de los cantantes galos que componían la legión. Algunos de estos nombres variarían a lo largo del tiempo, y otros incluso se les añadían nuevos nombres a los que ya tenían. Algunas de las legiones nunca conseguirían un nombre antes de su desaparición, como por ejemplo las legiones XVII, XVIII, XIX, y otras se desconoce el que tenía antes del segundo nombre (regio VII). De las siete legiones que participaron en las guerras cantabro–astures, sólo tres permanecieron en la Península

• X Gemina. Formada a partir de dos legiones el año 59 a. C o un poco antes, reconstruida el año 44 a.C., y unida al ejército de Octavio después de Accio. Permaneció leal al emperador Domiciano en la revuelta de Saturnino el año 89 d.C.

• IIII Macedonica. Creada por César el 48 a.C. Ganó su nombre en Macedonia. Participó en la guerra civil del 69

d.C. Renombrada por Vespasiano con el nombre de

• Legio IV Flavia Felix.

• VI Victrix. Sirvió a César en Egipto y a Augusto en Accio. La localización exacta de estas legiones no es conocida, la X Gemina estaba asentada en el sector cantábrico y por una serie de testimonios epigráficos: prata (hitos que señalizaban el territorio circundante al campamento) y tegulas firmadas, debía estar cerca de Retortillo (Santander). Sobre las otras dos debían de hallarse muy próximas, hacia la zona sur de Astorga, siendo su misión la de proteger las minas de oro de la región. Dependientes de estas legiones eran los cuerpos auxiliares de número impreciso, entre ellos se encuentran: el ala Tautorum Victrix civium Romanorum y la cohors IIII Thracum en Cantabria; las alas II Gallorum y Cigurrorum. La reducción de efectivos de época julio–claudia Los efectivos del exercitus hispanicus sufrieron una primera reducción durante el reinado de Claudio debido a las revueltas de la Germania. La primera en marchar fue la IIII Macedonica, junto con sus auxilia, en el año 39. En el 63 lo hace la X Gemina, con lo que hasta la guerra civil del 68 el ejército romano en Hispania contó con una sola legión, la VI Victrix. El exercitas hispanicus en la guerra civil del 69 Todo indica que las provincias hispanas no fueron ajenas a la guerra civil provocada tras la muerte de Nerón. Galba, gobernador de la Citerior, recluta tropas con soldados hispanos para una nueva legión, la VII Galbiana (posterior VII Gemina), las tropas auxiliares las recluta entre los vascones. Tras ocupar el trono hizo regresar a la Península a la X Gemina, reemplazándola por esta VII. Tras el asesinato de Galba por partidarios de Otón, la X Gemina toma partido por Vitelio y defiende el paso del estrecho contra los partidarios de Otón. Una vez que Vitelio consiguió el trono añadió a las legiones hispanas una tercera, la I Adiutrix, pronunciándose todas por Vespasiano. La reorganización de Vespasiano Con Vespasiano el ejército peninsular trasladó sus efectivos a las fronteras septentrionales del Imperio. En el año 74 regresa la VII Gemina y, una vez regenerada de efectivos, recibió como acuertelamiento la región astur. La legio VII Gemina constituyó el único cuerpo legionario del ejército peninsular hasta la caída del Imperio. De sus tropas auxiliares no sabemos mucho, los nombres del ala II Flavio Hispanorum y de las cohortes El papel del ejército hispánico

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La permanencia del ejército en Hispania respondía a razones de Estado. Razones que podemos basar en tres argumentos:

• El bajo coste del mantenimiento de los efectivos. • Servir de instrumento de la autoridad y de la política imperial en la Península, siendo utilizado como soporte

técnico y de equipo especializado para las grandes obras de infraestructuras: caminos, puentes y obras públicas.

• Control de las explotaciones mineras del norte peninsular al ser la principal fuente de recursos en el noroeste. Estas minas fueron explotadas indirectamente por el fisco imperial, bajo la administración de un procurator de rango ecuestre que aseguraba el abastecimiento de tropas.

La relación del ejército con la explotación minera ha sido activa, testimoniándose en numerosos documentos epigráficos de una manera dual;

• por un lado sabemos que el tipo de explotación del noroeste peninsular exigía la presencia de ingenieros y especialistas para la aplicación de técnicas particulares, métodos que sólo el ejército podía proporcionar;

• por otro lado no podemos olvidar el papel del ejército en la protección de los cotos. Los cuerpos del ejército contribuían, en definitiva, a la supervisión y a la producción, a la defensa y protección de suministros del coto minero. Pero el papel del ejército no se agotó en esta multiforme prestación de servicios, los soldados de ésta legión VII, acuartelados en León, fueron utilizados en todo el territorio peninsular de una manera continua bien para la represión del bandolerismo, bien para el servicio en una situación crítica, mediante destacamentos (vexillationes), manteniendo por tanto funciones militares con la participación en campañas de Bretaña y África o contra las incursiones de bandas procedentes del norte de África en la época de Marco Aurelio. Otras milicias que completaban la organización militar peninsular son las que han recibido la etiqueta de provinciales o municipales, entre ellas citar las cohortes orae maritimae, que, al mando de un prefecto, tenían la función de proteger la zona costera mediterránea. Otras estarían situadas en la Bética, con una ámbito de actuación provincial. Las reformas de Septimio Severo Con Septimio Severo, entre los siglos II y III, se marca un punto de inflexión de las relaciones entre el ejército y las instituciones civiles. Al mismo tiempo que se introducen reformas democratizadoras en el ejército (se permite el matrimonio de los soldados y el derecho a vivir fuera del campamento; se les concede una paga al licenciamiento lo que les permite comprar tierras; se generalizan las vías de ascensos…), el soldado asume la defensa y la autoridad de la sociedad civil movilizando hombres, armas y dinero. Esta participación sobre la sociedad era una solución autoritaria, solicitada por los privilegiados cuando se sintieron amenazados, convirtiendo al ejército en el brazo material de las clases dominantes. Esto, a la postre, conduciría a que el ejército arrebatara definitivamente el control de los mecanismos de poder a la aristocracia senatorial, a los cincuenta años de anarquía militar y a proclamar más de 25 emperadores en ese tiempo y sólo uno de ellos logró morir en cama. Las canabae legionis y los orígenes de León La zona del noroeste peninsular es, ante todo, un área de débil urbanización y fuerte militarización, donde la colonización romana no llega a desarrollar centros urbanos. Las propias necesidades de los campamentos militares atraían a artesanos y mercaderes que se instalaban en sus cercanías con lo que surgía un brote de actividad económica y como consecuencia un proceso de integración entre militares y civiles. Este modelo de actividad provocaba la construcción de barracas (canaba) más o menos sólidas que adquirieron un carácter de permanentes y que pasaron a ser un complemento necesario y tolerado de la disciplina cuartelaria. Como consecuencia de las reformas iniciadas por los Severos, fundamentalmente la relativa al matrimonio, en estas canabae se encontraban numerosos veteranos que, tras su licenciamiento, se instalaban en ellas como manera de continuar su vida civil. Estos veteranos se agrupaban en corporación (consistentes ad canabas) y de ellos surgían los magistrados que administraban estas canabae, reuniendo con el tiempo los elementos propios de una ciudad: cementerio, talleres, templo y albergues. En este crecimiento se produce un efecto de simbiosis entre campamento y la canabae que da lugar a un modelo de estructura urbana que, en muchos casos, es origen del estatuto municipal o colonial.

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En el caso de la legio VII Gemina, las canabae del campamento, durante el siglo III, transformaron su condición jurídica para convertirse en una civitas, que a comienzos del siglo IV era sede episcopal. Su nombre original, Legio, prueba la simbiosis aludida pero su importancia también de no sólo fue un lugar de intercambios sino también de un lugar de producción de bienes, en especial agrícolas. LOS HISPANOS EN EL EJÉRCITO ROMANO Los auxiliares indígenas en los ejércitos de la conquista Como consecuencia de la extensión territorial de la influencia púnica y del carácter mismo del ejército, los pueblos ibéricos entran en la historia militar a comienzos del siglo V a. C., como tropas mercenarias escogidas junto con soldados corsos, sardos y libios. Dado el grave problema de carácter económico-social planteado a muchas poblaciones de Hispania, los indígenas se enrolaron en número crecido desde el primer momento en los ejércitos de los grandes pueblos colonizadores, púnicos y romanos ya que el alistamiento era una válvula de escape. Los indígenas que servían en el ejército romano estaban sometidos al impacto de la cultura romana de un modo sistemático y continuo. Aprendían a hablar latín, a vivir a la romana; muchos recibirían al final de su servicio militar, como recompensa de los servicios prestados, la ciudadanía, formarían las clientelas de sus antiguos jefes militares o se sentían en muchos casos atados a ellos por el vínculo fuerte de la deuotio. En Hispania recibieron por vez primera los romanos, en sus ejércitos, mercenarios celtíberos en el año 212 (Liv. XXIV 49), mercenarios que al abandonar a los Escipiones, en número de 20.000 poco después, fueron la causa de su derrota y muerte; ya aún antes se reclutaron tropas indígenas, pues poco después de desembarcar en Ampurias Cn. Escipión formó varias cohortes auxiliares entre los pueblos situados al N. del Ebro (Liv. XXI 60). La guarnición de Sagunto, después de la toma por los Escipiones, sirvió a los generales romanos. A partir de este momento las cifras de tropas hispanas alistadas en los ejércitos romanos, como auxiliares, son realmente muy elevadas y continuas. Ya en las primeras campañas de Escipión el Africano, en el año 206, después de la toma de Carthago Nova, Livio (XXVI 50) cuenta que un princeps Celtiberorum, Allucius, en agradecimiento por la devolución de su prometida, condujo a Escipión una tropa de 1.400 hombres, elegidos entre sus clientes 222. Este mismo año los iberos ajustaron un foedus con Escipión por el que se comprometían al servicio militar; en recompensa recibían dinero que lo proporcionaba la misma Hispania, según Catón Es durante la Segunda Guerra Púnica cuando su participación es importante, tanto como mercenarios del bando cartaginés como del romano. El ejército de Roma tenía graves problemas de efectivos y su inferioridad hizo que la estrategia se basara en la aplicación de elementales sistemas persuasivos para atraerse a mercenarios indígenas; Cartago, por el contrario, endureció los medios de reclutamiento y la exigencia de tropas auxiliares era creciente, lo que hizo que muchas tribus se rebelaran. Ante esto los Escipiones ofrecieron mejor paga, diplomacia para fomentar la amistad y confianza, trato igualitario en el reparto del botín, premios a los aliados… para atraer a los hispanos al lado de Roma. Concurso que no finalizó con la expulsión cartaginesa sino que se mantuvo en los años de conquista. Ya se indicó que los romanos se apoyaron en el elemento ibérico durante la conquista; así, las fuentes antiguas citan una serie de reyes que favorecieron la causa romana en los primeros momentos de la conquista, como Culchas, que proporcionó a Escipión 3.500 infantes y 500 jinetes (Liv. XXVIII 13, 3; Pol. XI 20) en el año 206; este mismo año se pasa a los romanos "con una gran tropa de sus súbditos" Attenes, rey de los turdetanos (Liv. XXVIII 15); en el año 179, Thurro, que en agradecimiento a T. Sempronio Graco por haberle devuelto tres hijos comprados por los romanos en Alce.Catón tenía tropas auxiliares, meseteños, cuando atacó a los lacetanos y el mismo cónsul ofreció a los celtíberos crecidas sumas de dinero si servían en el ejército romano. En el año 181 a. C, Q. Fulvio Flaco opuso a 35.000 celtíberos numerosos auxiliares de los pueblos aliados de las orillas del río Ebro, aunque en número menor. Todas estas cifras prueban que la conquista de Hispania se hizo, en gran parte, con tropas indígenas, al igual que la conquista por parte de los cartagineses, que sólo contaban con tropas mercenarias; Polibio (XI 31) pone en boca de Escipión, cuando este general se ve obligado a marchar contra Indíbil, que muchos creían que con la ayuda de los iberos se había vencido a los cartagineses y celtíberos. Rumor que debía contener una gran verdad. Si un factor importante en la romanización de Hispania fueron las tropas al servicio de Roma, que vivían en la vida militar con el ejército romano, no contribuyeron menos a romanizarse y romanizar a sus compatriotas, los indígenas que desde los primeros años de la conquista visitan Roma o Italia. En el año 212 se enviaron más de 300 españoles, hijos de las mejores familias, para que intentasen atraerse a los compatriotas que servían como tropas auxiliares en los ejércitos de Aníbal. En el año 160, iberos, probablemente clientes, llevaron el féretro de Emilio Paulo en Roma (Plut. Aem. Paul. 39, 8). Efectivamente, Roma recurrió de manera continua a reclutar efectivos indígenas aprovechando la endémica enemistad de los pueblos y tribus peninsulares. Estos eran alistados temporalmente para cada campaña en las regiones cercanas al escenario de la guerra; la forma de reclutamiento difería de acuerdo a las relaciones de cada tribu con Roma, pudiendo ser comprados, convencidos o exigidos.

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Así, durante la primera etapa del dominio romano hasta la conquista de Numancia, la participación de mílites hispanos al servicio de Roma, estaba regulada en virtud de los pactos o foedera con los diferentes grupos sometidos (deditio in fidem) que venían obligados a prestar servicio en hombres y dinero. Durante el sitio de Numancia Escipión exigió de las tribus amigas soldados para completar sus tropas, unos 60.000 hombres de los que la mitad eran hispanos. Esto no implicaba una integración en los cuadros del ejército, era un mero trámite obligado a las necesidades de la propia guerra; en el sitio de Numancia, los auxiliares hispanos ocuparon los puestos más peligrosos separados de las tropas de legionarios y socii itálicos. Era, en definitiva, una explotación de los recursos provinciales en búsqueda de una eficacia bélica. Las primeras promociones jurídicas de soldados hispanos: la turma Sallvitana El reconocimiento de los antiguos aliados itálicos como ciudadanos romanos y su derecho a servir como legionarios, como consecuencia de la Guerra Social del año 91 a. C., supone que las alae equitum sean ocupadas por otras provincias aliadas como Hispania. Ya durante el desarrollo de la Guerra Social se documenta la existencia de un escuadrón de caballería, la turma Sallvitana, formada por jinetes hispanos del Alto Ebro que combatieron del lado romano durante el sitio de Ascoli y a cuyos jinetes se les concedió la ciudadanía romana. Soldados hispanos en los conflictos civiles de la República Fue el siglo I a.C. la época en que participaron en mayor número las tropas hispanas en los ejércitos romanos, con la diferencia de que tanto en la guerra sertoriana como en las civiles intervienen activamente en los dos bandos en lucha. El siglo I marca un gran avance en la romanización, en gran parte debido a la política de César, como han visto Carcopino y Henderson, pero no contribuyó poco a ello las tropas auxiliares que servían en los ejércitos romanos. En el año 82 a.C., auxiliares celtíberos a caballo enviaron los pretores de Hispania a Carbo y Mario (App. BC I 89); estas tropas preludian los varios cuerpos de ejército de procedencia hispana que lucharon en el siglo I a.C. fuera de la Península;

• en el año 52 César trae caballería de Hispania (BG VIII 55, 3); • en el año 46 tropas hispanas de caballería combatieron en África durante la guerra civil a las órdenes de

César (BA XXXIX); • en el año 42, poco antes de la batalla de Philippo, Bruto tenía 4.000 caballeros lusitanos y Casio 2.000

iberos (App. BC IV 88); • en el año 38 tropas iberas debieron participar en la batalla naval cerca de Cumas, pues el general de Sexto

Pompeyo, Menécrates, fue herido por un solliferrum ibérico con garabato (App. BC V 83), • y en el año 36, en el ejército que fue a Armenia a las órdenes de M. Antonio, iban 10.000 caballeros celtas e

iberos (Plut. M. Ant. 32). A Sertorio, que estuvo como tribuno militar a las órdenes de Didio, le llamaron los lusitanos en el año 80, ofreciéndole el mando del ejército contra Roma (Plut. Sert. 10); la casi totalidad de su ejército, que llegó a ser muy numeroso, pues Plutarco (Sert. 19) habla de que en alguna ocasión alcanzó 150.000 hombres, estaba formado por tropas indígenas. Las fuentes antiguas no dejan lugar a duda: "Tenía en sus manos a España", escribe Plutarco (Pomp. 17), y en otro lugar indica (Sert. 12,) que "los tenía dispuestos a todo", y que se ingenió para atraerse una juventud floreciente (Sert. 6), "utilizaba a los lusitanos con preferencia", lo que provocó a lo largo un descontento general entre los romanos que seguían a Veleyo considera la guerra sertoriana, no una lucha entre romanos, sino entre hispanos y romanos. Sertorio romanizaba no sólo a los hijos de los hispanos, de lo que se hablará más adelante, sino incluso al mismo ejército, que a veces luchaba a la romana, con armamento romano. Plutarco (Sert. 14) dice que logró acostumbrar a los iberos a la táctica romana, "convirtiendo sus fuerzas de grandes cuadrillas de bandoleros en un ejército. Los adornaba los marriones de oro y plata, les enseñaba el uso de mantos y túnicas", lo que es un aspecto muy exterior de la romanización, que principia por signos exteriores como el vestir, según observó ya Estrabón al referirse a los celtíberos, dato confirmado por Frontino (II 5, 31), quien informa que en la batalla de Lauro empleó una legión de iberos con armamento romano; otras veces, al contrario, en esta guerra (Front. II 5, 32), como durante la guerra civil (BC I 44), los romanos se adaptaron a la táctica de los indígenas; mediante ella Pompeyo venció a Perperna en el año 82 223. En la guerra civil participaron activamente las tropas indígenas en ambos bandos, en mucho mayor número en el pompeyano que en el cesariano. Ya en el año 49 César temía que el partido pompeyano reuniese mucha caballería (BC I 29). El Dictador conocía bien la calidad de los jinetes hispanos, pues de ellos se había servido en la conquista de la Galia en el año 54 (BC V 26, 3). Desde el principio de la lucha se incorporaron al ejército de Petreyo muchos soldados de la Provincia Ulterior y celtíberos, lusitanos y cántabros, aunque estos últimos no pertenecían todavía al imperio (BC I 38, 4). Un párrafo más adelante César ofrece nuevos datos sobre la participación de las tropas indígenas en el ejército pompeyano (BC I 39, 2), que formaban 90 cohortes auxiliares es decir unos 15.000 hombres, calculando la cohors en un efectivo de 500 soldados; una parte estaba formada por scutati de la Provincia Citerior, y la otra, por caetrati de la Ulterior; a este número se sumaban 5.000 jinetes de ambas provincias.

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Estas tropas prestaron buenos servicios a Afranio, pues los lusitanos y los caetrati de la Provincia Citerior molestaban a los convoyes de César en los Pirineos (BC I 48, 7). Los caetrati intentaron poco después ocupar una montaña, aunque sin éxito, siendo muertos por las tropas de César (BC I 70, 5). El Dictador valoró perfectamente "la importancia del ejército pompeyano de Hispania; así se vino directamente acá, pues la lucha decisiva se libraría en la Península”, según César (Pompeyo, por el contrario, opinaba que sobre el mar (Cic. Ad Att. X 8, 4). En la segunda etapa de la lucha, que termina con la derrota pompeyana en Munda, caballería hispana luchaba al lado de César (como se deduce de la táctica de descabalgar y luchar a pie de los jinetes, costumbre típicamente ibera según . Iberos, celtíberos y esclavos componían el ejército de Afranio (App. BC II 87). Los celtíberos eran particularmente adictos al partido pompeyano, pues a la Celtiberia se había retirado varias veces Pompeyo durante la guerra sertoriana, y durante la guerra civil Afranio (BC I 61, 2) era a donde pensaba, a ser posible, trasladar el campo de operaciones, ya que hic magnos equitatus magnaque auxilia expectabant (BC I 62, 4), y adonde se retiró Sexto Pompeyo después de Munda (Flor. II 13, 87). Las tropas indígenas que se unieron a Cneo procedían de las mismas regiones que las que lucharon al lado de Afranio, pues el autor del Bellum Hispanense cita lusitanos de guarnición en Ategua (BH 18) e Hispalis (BH 36). Lusitanos acompañan a Cneo después que éste intentó huir por mar (BH 38). Este autor eleva a 6.000 las tropas auxiliares, de procedencia hispana seguramente, que lucharon al lado de Cneo Pompeyo en Munda (BH 30). A partir de la terminación de las guerras cántabras los pueblos del norte suministran tropas a los ejércitos auxiliares (Str. III 3, 8) 225. Estas tropas hispanas que luchan al lado del partido pompeyano no son simples mercenarios, sino en su mayoría clientes, según afirma el propio César: magna esse Pompei beneficia et magnas clientelas in citeriore prouincia sciebat (BC II 18), pues una de las provincias. (Citerior) maximis beneficiis Pompei deuincta (BC I 29); estas clientelas databan de la época sertoriana (BC I 61). El mismo dato ofrece Appiano (BC V 139; II 87). Las clientelas pompeyanas eran muy fuertes en Celtiberia concretamente y en la Bética. La rapidez con la que los pompeyanos reúnen tropas indígenas prueba igualmente la abundancia de las clientelas de Pompeyo. Appiano (BC IV 83), al referir la venida a Hispania de Sexto Pompeyo, escribe que "en seguida todos los soldados de su padre y de su hermano, que andaban errantes, se unieron a él como a su señor natural". Clientes serían probablemente los lusitanos reclutados por Philón, después del desastre de Munda, con los que Caecilius Niger entró de noche en Hispalis y mató a la guarnición cesariana (BH 35-36), y los letanos que reciben a Sexto Pompeyo después de Munda. En el siglo I a.C. las clientelas pompeyanas se convirtieron en partidos políticos y en grupos de presión económica, lo que explicaría la fuerza del conservadurismo pompeyano en Hispania 226. Las clientelas tendrían su base en instituciones hispánicas, como el hospitium y la deuotio, de los que se hablará más adelante. El traslado de los enfrentamientos civiles de la época de Sila a Hispania, hará imprescindible el recurso de las tropas provinciales por parte de ambos bandos: optimates y populares. Lo mismo ocurrirá durante la guerra civil entre César y Pompeyo, al ser la Península el escenario más importante del conflicto. Pero, ¿cómo diferenciar entre los hispanos pertenecientes a áreas en proceso irreversible de romanización, de las recién sometidas o en vías de sumisión? Respecto a los primeros queda claro que existe una identificación con las luchas políticas que se están dirimiendo, como ocurre en la zona meridional y oriental con la cuña del valle del Ebro; pero, en el resto del territorio no existe esa identificación y sus intereses eran mucho más elementales o materiales cerrados por medio de pactos con los generales romanos. Durante este conflicto se forma una legión completa, la legio Vernacula, formada únicamente por indígenas. Las consecuencias de la guerra civil afectarían a todo el territorio peninsular, acelerando el proceso de romanización en las zonas que apoyaron a César y siendo consideradas como territorio conquistado y súbdito las periféricas. La reorganización militar de Augusto: legionarios y auxiliares hispanos Augusto se adaptó al cuadro creado por César al reorganizar y establecer los contingentes militares en la Península, al hacer una clara distinción entre los hispanos provistos de ciudadanía, que engrosaron las legiones, y los recién sometidos que estuvieron en los cuerpos auxiliares. Si César fue el mayor innovador en la utilización de tropas auxiliares, a lo largo del reinado de Augusto estas tropas reciben su organización definitiva formando, por una lado, la imprescindible caballería y, de otro, la transformación de la infantería ligera en pesada, igualando a las tropas legionarias. La importancia de los auxilia reclutados en Hispania, dentro del esquema de las tropas, responde a dos factores que, combinados responde a la pregunta del porqué del elevado número de auxilia hispanos sobre otras regiones:

• ·Lo temprano de la intervención armada en la Península como política consciente; • y el carácter aún precario de las fuerzas auxiliares del ejército imperial.

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Anteriormente, los auxilia a las tropas que participaron en las guerras cántabro– astures, estaban formadas principalmente por tracios y galos a los que se sumaron los reclutados entre los propios pueblos vecinos peninsulares. Los cuerpos auxiliares regulares de procedencia hispana La nueva política militar de Augusto, encaminada a la profesionalización del ejército, afectó también a los cuerpos auxiliares regulares al pasar de tener un carácter transitorio a estar organizados homogéneamente en alaes y cohortes. Tácito nos indica que su número debía ser semejante a las tropas legionarias, pudiendo sufrir aumentos o disminuciones. Durante las guerras cantabro–astures pasaron por Hispania al menos seis o siete legiones, pero nunca coincidieron todas y no todas tenían auxiliares hispanos. Al igual que ocurría con la denominación de las legiones, el nombre de las unidades auxiliares podía tener varios orígenes: bien hacer referencia al nombre de las tribus contra la que se luchaba o a su procedencia. En ellas están representadas ambas provincias imperiales, lusitanos y vetones de la Lusitania, mientras que el nombre de hispani engloba a la procedencia de la Tarraconense. Como consecuencia del avance en el proceso de romanización se produce una reducción de efectivos militares y por tanto de las fuerzas de guarnición, los reclutamientos o levas son destinados a los ejércitos provinciales y llevan el nombre de su procedencia: Arevaci, Astures, Varduli… El destino de estas tropas fue el frente del Rin y el del Danubio y más tarde formó parte del ejército africano, nutriendo así a la provincia más cercana. También como consecuencia de este proceso la necesidad de tropas auxiliares debió ser menor, hasta el punto de únicamente crear nuevas unidades en momentos puntuales (como las cohortes de vascones reclutados por Galba en su marcha hacia Roma) A partir de la segunda mitad del siglo II, apenas encontramos tropas formadas por hispanos. Las unidades renuevan sus filas y las necesidades urgentes se resuelven con elementos extranjeros, los numeri (cuerpos especiales), que se van haciendo cada vez más frecuentes y en los que Hispania, alejada de los frentes de guerra, contribuye en grado muy pequeño. El exercitus hispanicus: la conscripción local El ejército romano en Hispania, en paralelo a la propia sociedad, evoluciona paulatinamente y deja de ser de conquista y ocupación para tomar sus efectivos de los grupos indígenas que quedan, de este modo, integrados en sus unidades. Este proceso tendrá su culminación en la política de Adriano de tendencia a completar los efectivos con hombres procedentes de la misma región de acuartelamiento: la política de conscripción territorial. Durante el siglo I se exigió a los legionarios la doble cualificación de origen ciudadano y nacimiento libre sustituyendo, de forma paulatina, los soldados indígenas a los itálicos y es sobre todo la Bética la que mayor número de ellos proporciona en este proceso de “provincialización” del ejército. La inmensa mayoría de los legionarios, alrededor de 7.000 hombres, pertenecientes a la VII Gemina son ya de origen hispano y, más concretamente, de las zonas más próximas a su asentamiento. Es la conscripción local de Adriano que se convierte en norma desde el siglo II. Y este será el ejército que mantendrá su guarnición en Hispania hasta su disolución, a comienzos del siglo V, durante las invasiones germánicas.

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TEMA 20: LA SOCIEDAD DE LA HISPANIA ROMANA Hace ya muchos años que Mommsen escribió estas frases: "Son muchos los campos en que poseemos testimonios de que la civilización romana penetró en España antes y con mayor fuerza que en ninguna otra provincia del Imperio... En España la romanización se produjo, con seguridad, mucho antes y con mayor fuerza que en África... Si en algún sitio se había preparado por la República el terreno para la obra histórico-universal del Imperio, para la romanización del Occidente, era precisamente en España...; en ninguna provincia se fomentó la romanización de arriba a abajo tan enérgicamente como en España. Una parte de España, por lo menos, asimiló rápidamente los usos y la civilización romana, y hasta se latinizó antes que las demás provincias transmarítimas"; y L. Pareti , a su vez, considera que la romanización de la Península "se non rapida, fu profunda". Este autor cree que las causas de esta temprana romanización de Hispania son: la presencia del ejército romano en la Península;

• la creación, desde la época de los Escipiones, de centros itálicos y de colonias después; • la concesión del derecho de ciudadanía, principalmente por César; • la administración implantada por Roma; • la construcción de vías; • el uso del latín como lengua oficial, primero, hablado sólo en el ejército y después por las clases cultas.

A estas causas nosotros añadimos las siguientes, que son también de gran importancia:

• el comercio, • la presencia de tropas hispanas en los ejércitos romanos • y el influjo sobre los indígenas de las grandes personalidades que estuvieron en la Península.

Algunas de estas causas, como la construcción de vías y el uso del latín, son efectos de la romanización, y a su vez contribuyen a extender la romanización. “Causas de la romanización de Hispania” José María Blázquez Martínez La conquista romana modificó las estructuras sociales hispanas. Fue un proceso lento y paralelo a la ocupación, desde el litoral hacia el interior. No sólo no fue un proceso uniforme sino que acentuó las diferencias entre las diversas áreas (casi plena integración en sur y levante, y norte con perduración de modos indígenas). A este proceso se le llama “romanización” (término tan equívoco como insatisfactorio). LA ROMANIZACIÓN La romanización como problema Fue considerada una meta durante mucho tiempo ya que significaba poseer un grado superior de cultura. Para Roma se trataba de una acción civilizadora y positiva. Roma era el ejemplo a seguir, y, en ocasiones, los territorios receptores superaban el modelo convirtiéndose a su vez en generadores de romanización. Esta concepción colonialista de raíces europeizadoras del XIX, ha dado paso a unas interpretaciones más críticas y sensibles con la visión de los colonizados. De esta manera, se define la romanización como “un proceso que afecta a las estructuras de base, producido como consecuencia de la transformación total de las estructuras socioeconómicas, políticas e ideológicas prerromanas y la subsiguiente implantación progresiva de las romanas”: organización político-jurídica, esclavismo, familia patriarcal, vida urbana, religión y filosofía romanas. El tema se ha radicalizado olvidándose, en ocasiones, que el término es moderno y susceptible de interpretaciones diferentes. Factores de la romanización La romanización se alcanza cuando un territorio se integra plenamente en el estado romano, como en el caso de los municipia civium Romanorum hispanos. Pero esto no se consigue en toda la Península por igual, se distinguen varios grados según el tiempo y si el territorio ofrece mayor resistencia o no. Además, la romanización, se produce sobre culturas con características propias, por lo que es necesario compararla no sólo con el resto, sino también con relación al estado primitivo anterior. El punto de vista indígena depende del modo en que han percibido la presencia romana: tras un pacto, una entrega voluntaria o una confrontación bélica. También influyen los intereses socioeconómicos de ciertos individuos que quieren mantener su estatus y proceden a imitar los modos de vida romanos. Finalmente, hay que tener en cuenta la existencia de una política de romanización y las consecuencias, voluntarias o no, de la presencia romana como factor más importante. Política romanizadora

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El modo en que cada comunidad se había entregado dio como resultado los diferentes sistemas jurídicos: subordinados, libres o aliados. Roma no practicó conscientemente una política de desnacionalización, es más, su debilidad burocrática le obligó a utilizar la administración local para poder transformar en civitas las comunidades existentes. La civilización urbana servía como medio de pacificación y control, y Roma otorgó el derecho municipal para convertir en romanos a los diferentes colectivos urbanos. Esta concesión era un honor y tenía unos requisitos: ordenación urbana, modos de vida romanos, extensión territorial, densidad de población, burguesía acomodada y méritos para merecerla. La romanización se basa en la colonización y concesión de derechos de ciudadanía, e influirá directamente en las estructuras sociales de la Península. LA COLONIZACIÓN ROMANO-ITÁLICA Al llegar a la Península, los romanos encuentran dos áreas bien diferenciadas:

• Ibérica: Catalunya, Levante, Valle del Ebro y Andalucía. Civilización urbana con influencia griega y púnica (instalados en sus costas).

• Celta: Pueblos de la Meseta y Lusitania y borde Cantábrico. Régimen pre o protourbano. La conquista aumentó estas diferencias ya que el dominio romano se estableció a partir del área ibérica, más atractiva económicamente y antes pacificada. La emigración romano-itálica y sus causas Los emigrantes itálicos eran de tan variado estatus social como variadas eran sus intenciones. La mayoría ni siquiera eran ciudadanos romanos. Entre las causas: ansias de gloria, poder, fama, aventura…, motivos políticos, pero, sobre todo, económicos (bien por subsistencia o por incrementar el capital). Se distinguen dos grandes grupos: colonos agrícolas y hombres de negocios (y publicanos)

• Publicanos Eran los arrendatarios de bienes públicos y se encargaban del cobro de tributos y portoria, abastecimiento de ejércitos, alquiler de las rentas del ager publicus y explotación de las minas. Generalmente los accionistas de las sociedades permanecían en Roma y eran los agentes (casi siempre no ciudadanos y probablemente no libres) los que actuaban directamente sobre las fuentes de ingresos. En la industria minera, el número de publicanos y agentes era proporcional a las explotaciones que, aún siendo estatales, eran arrendadas por sociedades de particulares. Las minas requerían gran número de técnicos y empleados, la mayoría itálicos (según los documentos). Algunos de éstos, consiguieron magistraturas locales y se afincaron en Hispania.

• Hombres de negocio Se trataba de intermediarios, agentes y revendedores que abastecían principalmente al ejército:

o redemptores o suministradores de trigo o mercatores o mercaderes del ejército o mangones o mercatores venalicii, comerciantes de esclavos

El negocio de esclavos era muy lucrativo. No sólo se utilizaba para la exportación, también para las minas que precisaban mucha mano de obra. Muchos itálicos se dedicaron a este negocio. Las esclavizaciones decrecieron tras la conquista y cesaron después de las guerras cántabras. También entre los negotiatores encontramos banqueros, prestamistas, manufactureros, transportistas y navieros. Muchos de ellos dirigían sus negocios desde Roma mientras sus agentes residían en la Península. La arqueología demuestra un intenso comercio con Italia a partir del s II AC (cerámicas, vasos campaneases, cerámica aretina, sigilatta …). Los productos mayormente exportados: trigo, aceite y vino, aunque también productos pesqueros y derivados (salazón y garum), lana, cera, tejidos, esparto…Se concentraban en los principales centros: Tarraco, Carthago Nova, Hispalis, Gades… Colonización agrícola Fue la corriente más numerosa de emigración transformando el paisaje agrario en amplias zonas. El ejército jugó un papel esencial en este tipo de colonización. Con César y Augusto se dieron la mayoría de fundaciones coloniales.

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EL OTORGAMIENTO DE LOS DERECHOS DE CIUDADANÍA También contribuyó a la transformación social de la Península. El concepto de cives Romanus y su extensión Tiene significado político, sin fronteras. A medida que crecía el Imperio aumentaba el cuerpo político ciudadano. Los territorios itálicos fueron obteniendo la ciudadanía y este proceso se extendió hacia otras zonas dominadas. Roma no impuso nunca las formas de vida, lengua, derechos y religión, tampoco fue muy lejos en la administración (es más se sirvió de las administraciones locales). La civitas romana fue el elemento de unión entre colonizadores e indígenas. Se utilizó la concesión de ciudadanía como premio (por servicio o lealtad), ya que significaba pertenecer al estrato dominador, quedar exento de muchas cargas y tener ventajas jurídico-políticas. En muchos casos se utilizó con fines personales más que como recurso de estado. El papel de los gobernadores provinciales Representaban el poder romano en las provincias, ya que eran ellos los que conquistaban el territorio e imponían las condiciones de entrega y reparto de tierras. Por ello tenían mucha importancia sus dotes personales y persuasivas, que servían más como medio de extensión de su poder personal que como elemento pacificador. Según costumbre romana, la política se basaba en las relaciones interfamiliares y personales a través de los vínculos clientelares. A cambio de los beneficios otorgados por el gobernador (promulgación de leyes, pacificación, reparto de tierras, ciudadanía), los indígenas correspondían con la fides, es decir: lealtad y fidelidad. [Ej: Los Numantinos sólo querían pactar con el hijo de Graco.] El control romano era más una cuestión personal que política. Las promociones individuales: los primeros ejemplos · 211 AC a favor del ibero Moericus (2º Guerra Púnica). · Más frecuentes a partir del s II AC (con Mario sobre todo). · 89 AC por méritos de guerra a 30 jinetes (guerra en Ausculum) Personajes importantes, generales en estos casos, aprovechaban su poder de concesión de ciudadanía para extender sus relaciones. También las aprovecharon por motivos militares. Las clientelas militares A partir de la Guerra Social y la consiguiente Guerra Civil, personajes privados aprovecharon sus relaciones sociales para reclutar ejércitos. Sobre todo en las provincias adquirieron gran importancia por la posibilidad de ser utilizados contra el propio Estado (ej de Sila, M. Craso o Sertorio). La concesión de ciudadanía era la mejor manera de afianzar estas clientelas militares. Los vencedores contra Sertorio, Metelo y Pompeyo (sobre todo), utilizaron este método. Pompeyo ya tenía antecedentes en Hispania (su padre Pompeyo Estrabón) y se encargó de ampliar esta influencia. Las clientelas provinciales Con la Lex Gelia Cornelia de civitate del 72 AC que autorizaba a Pompeyo a conceder la ciudadanía individualmente, se ampliaba esta concesión a civiles. De esta manera, los benefactores, podían contar con posibles apoyos también en las ciudades (ej de la concesión de Pompeyo a la familia Balbi). Esta concesión fue tanto para la Citerior como para la Ulterior. La importancia de la clientela de Pompeyo queda patente en el apoyo que éste consiguió en la guerra contra César (que también utilizó este recurso). La Guerra Civil dio ocasión a nuevas concesiones. Según las leye, los legionarios debían ser ciudadanos romanos y por ello, ante la necesidad, se incluyó a provinciales a los que se les concedío la ciudadanía. Augusto reguló estas nuevas concesiones. Aunque se siguió dando la ciudadanía a civiles, lo más normal era conseguirla a través del ejército imperial. (tras 25 años de servicio se otorgaba el diploma que acreditaba la obtención de la ciudadanía.). Las concesiones colectivas de ciudadanía: la municipalización De mayor relevancia es la concesión a comunidades urbanas en bloque. Esta política de municipalización se inicia con César y sigue con Augusto. Sólo fue otorgada a algunas grandes comunidades o aquellas que tuvieran buen número de ciudadanos con dicha concesión. Era una medida política pero con nuevos propósitos: asegurar los reclutamientos legionarios y asegurar los elementos civiles para la administración y explotación de los territorios del Imperio. El propósito era crear un número limitado. Este medida conservadora quedó patente tanto por el otorgamiento en la mayoría de casos del derecho latino, como en la escasez de estos centros. Con Augusto, de 513

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comunidades sólo 98 tenían estatus privilegiado. Con los Flavios se extendió. Coexistieron, de esta manera, diferentes estatutos jurídicos: · de carácter colectivo: colonias y municipios romanos de derecho latino frente a ciudades peregrinas federadas libres o estipendiarias · individuales: ciudadanos romanos y de derecho latino, frente a los peregrini · y la distinción básica: libres frente a esclavos. La unificación de los estatutos jurídicos y la extensión del modelo social romano (salvo en áreas marginales), terminó generalizándose en toda la Península. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL ROMANA La estructura social romana Era reflejo de la económica, de los factores político-jurídicos y sociales. Superada la concepción marxista de división entre esclavos y propietarios de esclavos, hoy se prefiere ver como una pirámide dividida entre honestiores o estratos altos y humiliores o estratos bajos (sin clase media intermedia). Los honestiores representan menos de 1%. Se basan en relaciones económicas, funciones de prestigio y fórmulas organizativas estatamentales (es decir, en unidades sociales cerradas, corporativas y jerárquicas, de prestigio social y cualificación económica: los ordines). Los humiliores son grupos heterogéneos de masas, no son estamentos sino capas sociales de características comunes según su actividad económica y su cualificación jurídica: · ingenui: libres de nacimiento Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. · libertos: siervos manumitidos · esclavos o según su carácter de cives romani: · ciudadanos romanos de pleno derecho · peregrini, extranjeros, carentes de derechos ciudadanos. Los estratos superiores: criterios de cualificación Son determinantes la riqueza y la inclusión en un ordo. La riqueza eran las propiedades inmuebles (más que el dinero). La agricultura era la actividad económica fundamental (90%) y principal fuente de riqueza de la que dependían las restantes ramas de producción. El estrato superior era el terrateniente (élites urbanas), frente a ellos, la mayoría de la población vivía precariamente o incluso en la miseria. Los ordines Eran: el senatorial, el ecuestre y el decurional. Además de la riqueza y el estatus social era necesario un acto formal de recepción para entrar: · en el senatorial: cumplir la primera función pública · en el ecuestre: el emperador entregaba el equus publicus (caballo del estado) · decurionum: debían cumplir alguna magistratura o estar incluidos en la lista oficial (album decurionum) El origen del individuo era fundamental. A través de la familia se heredaban estatus, privilegios e inferioridades (el acceso al poder). También los repartos de tierra estatales, derechos de ciudadanía o pertenencia a una ciudad estipendiaria o privilegiada. La familia se basaba en la autoridad paterna, el culto a los antepasados y la propiedad privada. No obstante, los méritos individuales también eran importantes. EL ORDO DECURIONUM Las aristocracias locales La aparición de la aristocracia hispana está relacionada con el proceso de romanización y urbanización de finales de la República/inicio del Imperio. Inmigrantes itálicos y aristocracia indígena acumularon los medios de producción formando una casta privilegiada que en las ciudades privilegiadas derivó en el ordo decurionum. No fue como los otros ordos una institución unitaria, sino de corporaciones independientes y autónomas con características diferentes según la ciudad. Se requería un censo mínimo determinado (unos 100.000 sestercios) para poder asumir los gastos financieros. Criterios de selección La pertenencia al ordo era personal, pero en época imperial algunas familias lo recibieron y pasaron hereditariamente. En ciudades pequeñas debía ser difícil encontrar candidatos suficientes, por lo que debía ser normal incumplir las normas sobre la edad mínima, perioricidad o número de miembros. Las élites municipales de Hispania Este conjunto de familias notables tampoco era homogéneo. Como en los otros 2 ordos, terminó formándose una élite cuyo poder creció (sobre todo cuando empezaron las dificultades económicas de final del Imperio). La concentración de la propiedad facilitó la exclusividad de ciertas familias. Estos grupos familiares portaban

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generalmente gentilicios romanos no imperiales: Valerii, Cornelii… Destacan los Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. imperiales Iulii y Flavii (concesión ciudadanía de César en la Bética y el Ius Latii de Vespasiano). Poco sabemos de las oligarquías indígenas de las ciudades no privilegiadas donde controlaban el poder político de forma parecida al ordo decurionum. EL ORDO ECUESTRE Criterios de selección Es el sector de mayor peso y prestigio. Se alcanzaba por concesión del emperador a título individual (aunque también se aceptaban a los hijos). Eran unos 20.000 con Augusto (aumentó con la admisión de provinciales). Era la fuente más importante de reclutamiento del ordo senatorial, aunque también tenían relación con el decurional. Los caballeros hispanos Eran principalmente de la Bética y del este de la Citerior. Se observa una gran dispersión de los miembros seguramente producto de la reticencia de las aristocracias hacia la promoción ecuestre y un mayor interés hacia las magistraturas locales. Pocos ejercieron magistraturas previas, la mayoría accedió directamente (algunos alcanzaron funciones administrativas de rango ecuestre) y pocos culminaron accediendo al ordo senatorial. Era necesario: experiencia y, sobre todo, la vinculación con familias romanas o miembros influyentes del ordo senatorial. La mayoría, no obstante, se dedicaron a sus negocios y propiedades desinteresándose de la vida administrativa (a pesar de ello eran un orgullo para la ciudad). Las oligarquías municipales estaban formadas por estos caballeros junto con aristócratas locales decurionales. Su prestigio se basaba en su riqueza (necesitaban 400.00 sestercios). EL ORDO SENATORIAL Criterios de cualificación Es el estamento más alto y exclusivo (600 con Augusto). Su riqueza era similar a su prestigio (1.000.000 de sestercios), eran los mayores latifundistas. Más que la riqueza, eran los factores sociales, políticos e ideológicos los que daban cohesión y exclusividad al ordo. Eran instruidos según la educación tradicional defensora de los viejos ideales del estado, siguiendo un cursus honorum que llegaban al grado de cónsul, ideal de todo senador. Augusto respetó y aumentó las funciones del ordo a cambio de su servicio. Los senadores hispanos Con los Julio-Claudios el número de senadores fue consolidándose, aumentando con Flavios y Antoninos (oriundos de provinciales). Se supone la existencia de un clan hispano influyente que promovió el ascenso de Trajano y Adriano. Procedían la mayoría de la Bética y el Levante (zona más romanizada). No sólo no tuvieron gran incidencia en las ciudades de origen, sino que, al igual que los caballeros, se desvincularon de las magistraturas locales e incluso de las aristocracias locales. Estaban más interesados en la política de Roma y en Italia invertían buena parte de sus ganancias (Trajano les obligaba a invertir 1/3 de su fortuna en Roma). A pesar de ello, las propiedades y clientelas de sus lugares de origen, les convertía en portavoces y defensores de los intereses de su patria (convirtiéndose, en ocasiones, en sus patronos). Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. LA PLEBE Cives e incolae La mayoría de la población no pertenecía a ningún ordo ni disfrutaba de privilegios. Los cives o municeps, ciudadanos de pleno derecho gozaban de unos privilegios que no tenían los incolae, libres sin derechos políticos: · formar parte de la asamblea de la ciudad · ser beneficiarios de los juegos, espectáculos y donaciones La población podía ser: · plebs urbana · plebs rústica El mundo del trabajo Tenemos información escasa. La principal actividad era en el sector agropecuario, aunque también habían comerciantes y artesanos, desheredados que vivían de la liberalidades públicas o hacían de jornaleros, etc … La propiedad más común era la parcela familiar completada con el aprovechamiento de las tierras comunales. La creciente concentración agraria perjudicó a esta población que perdieron sus tierras, convirtiéndose en jornaleros o colonos, o

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emigrando a la ciudad para convertirse en plebe urbana dependiente de las liberalidades. Gran parte de la población urbana se dedicaba a la producción artesanal. La unidad de producción era el pequeño taller donde trabajaba el propietario con su familia y, aveces, con esclavos. Oficios: zapateros, barberos, albañiles, alfareros, marmolistas… Su posición social era mejor que la de las masas campesinas gracias a: · mejores condiciones de trabajo · posibilidad de promoción · atractivos de la ciudad (espectáculos y liberalidades) También existía la contratación de libres como funcionarios subalternos, los apparitores: pregoneros, flautistas, recaderos, ordenanzas, contables… El servicio como legionarios o auxiliares del ejército también era un medio de promoción social (aparecen numerosas unidades auxiliares con nombre hispano: galaicos, astures… -fundamentalmente del norte-). Asociaciones populares O collegia, estaban formadas por individuos de las capas urbanas que se organizaban para cumplir una serie de funciones o disfrutar de ciertos beneficios. Estaban controlados por el Estado o administraciones locales. Tenían una divinidad protectora y seguían un criterio de selección. La epigrafía confirma gran número de collegia en Hispania: · de carácter religioso: devotos de una divinidad o de culto al emperador. Generalmente tenían un templo propio y realizaban actividades y ritos. · C. Tenuiorum: asociaciones de clases bajas de carácter religioso-funerario para cubrir necesidades de funerales y entierros. Pagaban cuotas mensuales. Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. · C. Iuvenum: para celebrar fiestas y juegos. Pertenecían a clases altas. Los jóvenes se iniciaban en la política o en la formación militar. · C. Militares: asociaciones de seguros mutuales, a cambio de una cuota, los miembros podían disponer de ciertas cantidades en determinadas circunstancias (viajes, retiro, muerte). Eran militares de una misma graduación o especialidad. · Asociaciones profesionales en general: miembros con una misma profesión que se unían para defender mejor sus intereses. Los colegios profesionales Existió una estrecha colaboración entre los collegia y los organismos oficiales que, por ello, favorecieron su creación. Destacaron la Tria Collegia Principalia: de la construcción, de lonas y toldos y de la industria de la madera. También es importante el de los bomberos. Otros colegios: prestamistas, zapateros, comerciantes, almacenistas… A lo largo del Imperio vieron restringidas sus libertades en función de los intereses del Estado hasta que en el Bajo Imperio casi todos fueron obligados a asociarse. ESCLAVOS Y LIBERTOS La esclavitud en Roma Era la base de la pirámide social romana. No varió en toda la antigüedad. El esclavo no era considerado persona, era un instrumento al servicio de su dueño que podía castigarle, venderle, matarle.. No tenía ni derechos ni patrimonio. Con el tiempo se mejoraron las condiciones (más por motivos económicos que morales): se limitó el derecho de vida o muerte, se aceptaron uniones entre esclavos (consideradas como concubinato) y se permitió la posesión de un peculio. La esclavitud en Hispania: sus fuentes Ya se conocía en la España prerromana, pero con la conquista se extendió el sistema esclavista romano con variantes según las regiones. Fuentes de aprovisionamiento: prisioneros de guerra, incursiones piratas, Mediterráneo Oriental (cuando decrecen las peninsulares), venta de hijos, autoventa, condena, hijos de madre esclava… La explotación de los esclavos La epigrafía nos informa de las condiciones de vida de los esclavos, sobre todo los del servicio doméstico, los públicos y los del emperador. Se sabe menos de los de peores condiciones: minas y explotaciones agrícolas o de tipo artesanal. En las minas las condiciones eran muy duras, tanto por motivos técnicos como por intereses de los explotadores. Parecida era la situación en las explotaciones agrícolas. Otros se dedicaban a: artesanía, zapateros, carpinteros.. pero también eran pedagogos, médicos o gladiadores (muy populares). Esclavos públicos: recaderos, encargados de la limpieza, vigilantes, contables, escribientes… con diferentes condiciones de vida y de promoción social.

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Esclavos del emperador: amplia gama de funciones, desde la burocracia (privilegiados y con fortuna) hasta de mano de obra. Condiciones de vida No siempre eran negativas, especialmente en época imperial y en el servicio doméstico. El sistema era el responsable de las pésimas condiciones de los esclavos Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. (más que la crueldad de los amos). Las mejoras de época imperial, la filosofía estoica de igualdad, la manumisión y la diversidad de condiciones impidieron la concienciación como clase (y su fuerza frente al sistema). En el Bajo Imperio se buscaron nuevas formas de dependencia. Los libertos La posibilidad de manumisión y promoción social dio carácter al sistema ya que también beneficiaba a los amos, no era un fin de la dependencia sino otro sistema de vinculación basado en el obsequium: servicios muy diversos: · operae: días de trabajo · los bona: derecho sucesorio sobre el patrimonio del liberto y cuidar al patrono en caso de necesidad o vejez. Las ventajas de la manumisión obligaron a Augusto a introducir restricciones a fin de defender los derechos de los ciudadanos y la estabilidad del sistema. Ello no impidió el aumento de los libertos y el ascenso económico de algunos (creando una pseudoaristocracia con intereses en la agricultura, negocios, manufactura, comercio o banca). Promoción social de los libertos El pasado esclavo les impedía acceder al ordo decurionum pero no al collegium de los Augustales (culto al emperador) cuya pertenencia, a pesar de ser muy grabosa les daba estatus social. Eran, no obstante, una excepción; la mayoría pertenecían a las capas bajas de la sociedad. También existían libertos públicos, dependientes de colonias y municipios, con funciones religiosas y profesionales, y libertos del emperador, generalmente con prestigio y economía importantes. Los libertos públicos, tenían muchas posibilidades de intervenir en la gestión política y en la economía, especialmente, como procuratores. A partir del s III y en el Bajo Imperio se transformaron las condiciones de los libertos. PERVIVENCIAS DE ORGANIZACIONES SOCIALES INDÍGENAS La estructura indígena y su paulatina transformación El respeto romano hacia la realidad indígena permitió la pervivencia de ciertas organizaciones sociales. En el área más romanizada acabaron sustituidas por las romanas (área ibérica). En el interior, y sobre todo en el área céltica, Roma tuvo que tenerla en cuenta en la organización político-administrativa del territorio. La transformación se realizó integrando las unidades suprafamiliares indígenas dentro de las estructuras romanas (convirtiéndolas en civitates). Esta transformación se vio favorecida por la presencia romana, los traslados de población para pacificar territorios, los repartos de tierra, la explotación minera, las vías de comunicación, el comercio, el reclutamiento de indígenas, los ejércitos permanentes, etc. Las fuentes de documentación Literarias y epigráficas. Hay problemas de interpretación según la aplicación romana o indígena. De ellas se deduce que en el norte pervivieron la onomástica, lenguas y creencias indígenas, así como las relaciones familiares, sociales y religiosas. Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte. Las unidades organizativas indígenas y sus problemas Los pueblos del norte no constituyeron agrupaciones con la categoría de Estado, aunque en ocasiones de peligro se unieran o estuvieran avanzados en la creación de órganos comunes. La afinidad de origen, lengua y costumbres fu respetada al crear los conventus. Estaban unidos por lazos de sangre, consideraban sagrados los elementos de la naturaleza y tenían propiedad en parte comunal. Hubo un progresivo desarrollo de la propiedad privada. El individuo pertenecía a una familia y ésta a una unidad suprafamiliar manifestada en la onomástica. Cumplían las normas y funciones establecidas por la tradición. Existían jerarquías de índole política, militar o religiosa (apoyadas en la edad y la dignidad). El consejo era la autoridad máxima: elegía y deponía a los jefes, juzgaban delitos y adoptaban a los individuos en el grupo, establecía relaciones con otras comunidades, etc.. La urbanización como factor de desintegración de las unidades organizativas indígenas

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La dependencia de Roma introdujo elementos que terminaron por destruir las formas indígenas: modo de vida sedentario, territorialización de las unidades, etc. Los conventus fueron divididos en populi, que más tarde se convirtieron en civitates, con lo que se desintegraron las relaciones suprafamiliares. Sólo las creencias religiosas resistieron hasta la llegada del Cristianismo. El estado de romanización de Hispania al final de la República se encontraba más avanzado que en África. El fondo de todo lo referente a la romanización es el hecho de que Roma se vuelca en la Península para explotar sus gigantescas riquezas de productos de todo género, principalmente mineros, que no ofrecía África, como se ha señalado varias veces a lo largo del trabajo. Hispania es una colonia de explotación, y toda colonia de explotación acepta insensiblemente, pero pronto, la cultura de la metrópoli, con la rápida desaparición de la vida peculiar de los indígenas, que aquí Roma tendió a asimilar, es decir a romanizar, no a destruir, pues Roma necesitaba de los nativos para la explotación de las riquezas del país, y los naturales vieron que Roma ofrecía ventajas de todo género, que es lo que explica que las ciudades fenicias, esencialmente comerciantes, se pusieran desde el primer momento de parte de Roma, al igual que las ricas familias de la Península, como los Balbos, Astolpas, etc. La explotación de Hispania explica el hecho de que Roma envía continuamente tropas y de que contrate mercenarios para mantener la paz y ampliar el territorio conquistado, pues los ingresos que la Península proporcionaba al erario romano y a los particulares eran auténticamente fabulosos. Las guerras numantinas y celtibéricas coinciden con el momento en el que en el senado imperaban las ideas de expansión sin negar el hecho de que Roma se encontraba altamente interesada en que la población del centro no presionase ni saquease la Bética y toda la costa levantina que ella explotaba despiadadamente; explica igualmente la creación constante de centros itálicos y de colonias y el permanente gotear de colonos interesados en esta explotación. La administración implantada por Roma, la construcción de vías, el uso del latín y el comercio no son, en definitiva, más que el resultado de esta explotación.

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TEMA 21. ASPECTOS ECONÓMICOS Debido a la fragmentación de las fuentes, los problemas de datación y las lagunas para ciertas épocas, así como la ausencia de datos estadísticos fiables en muchos casos, hacen muy difícil el estudio coherente de la historia económica de la Hispania romana, al menos cuantitativamente, debiéndonos conformar la mayoría de las veces con una enumeración cualitativa de actividades y productos. Además, el desarrollo económico de las distintas regiones y comarcas hispanas fue muy heterogéneo y mediatizado tanto por su herencia histórica como por los intereses romanos, ya que no se puede dejar de lado el carácter de Hispania como colonia de explotación. Así, por ejemplo, mientras el norte peninsular continuó con una economía tradicional de subsistencia, el sur tuvo desarrolladas estructuras tanto mineras como agrarias y comerciales. Además, debe tenerse en cuenta el dinamismo de una sociedad durante tantos siglos, y el diferente ritmo regional, hasta una mayor o menor integración, según los casos, en el entramado económico global romano. La pieza clave para la organización económica y la explotación del territorio adscrito a su jurisdicción es la ciudad, sobre todo tras el proceso urbanizador desde la tardía República. Por una parte, era la residencia de los propietarios, que aunque explotaban el campo preferían el medio urbano, convertido así en un centro de consumo que se había de abastecer, al tiempo que núcleo productor de manufacturas tanto para el propio medio urbano como para el rural. Así, las ciudades constituían un mercado que armonizaba una economía de base agraria con estructura urbana. En cuanto a la población, es difícil evaluarla, de manera que se han propuesto cifras desde los 3’5 millones a los 13, basados indirectamente en extensión de las necrópolis, áreas urbanas, densidad de villae, etc. De las únicas cifras concretas que tenemos, gracias a Plinio, se deduce una densidad de 8 h/km² (siempre habitantes libres) para los tres conventus del noroeste, sin duda mucho menos poblados que los valles del Ebro y Guadalquivir o la costa mediterránea. Si bien se puede especular con una cifra de alrededor de 6 millones de habitantes en el cambio de Era, la población sufrió fuertes cambios desde las guerras de conquista, con una drástica disminución, aumentando continuamente (por el desarrollo económico y la inmigración itálica) hasta el siglo II d.c. y descendiendo después. La ciudad más populosa era Gades (pudo llegar a 100.000 h.), seguida por Carthago Nova, Tarraco, Caesaraugusta, Corduba, Emerita y Clunia, que oscilaban entre 30 y 20.000 h., pero la mayoría estaba entre 5 y 10 mil h. Llama la atención la desproporción de la población urbana frente al mundo rural, acentuada por la emigración campo-ciudad durante el Alto Imperio (y desde otras provincias imperiales), especialmente a las capitales provinciales, aunque cesó la masiva afluencia de itálicos. Economía recolectora La caza y la pesca, no sometidas a ninguna reglamentación, continuaron siendo un fuerte pilar económico sobre todo en áreas como las norteñas donde la economía era de subsistencia, gracias a la abundancia de monte y bosque. Destaca la boyante industria de salazón de pescado, con larga tradición desde época púnica, en el sur peninsular, apoyada por la abundancia de salinas, que abarataban costes. Gracias al registro arqueológico conocemos el proceso productivo y la organización de las explotaciones (que sufrieron una importante remodelación a lo largo del Alto Imperio) a lo largo de la costa levantina hasta el cabo de san Vicente, en Gades, Baelo, Sexi, etc. El pescado se preparaba para su envase y exportación; se prefería el atún y el escombro, pero destaca la producción para todo el Imperio de garum salsa muy apreciada en la cocina romana, elaborada a partir de las entrañas de ciertas variedades de pescado. Sector agropecuario Base de la economía, su desarrollo fue muy desigual según las áreas. Dejando aparte el hecho de que la extensión del bosque era mucho mayor que la actual, hay que tener en cuenta que, por ejemplo, que en zonas como la norteña la base de la alimentación era la ganadería y la recolección de bellotas, con las que hacían pan. Además, los extensos bosques eran usados por la industria maderera para los astilleros, minas, construcción y calefacción, así como para la recolección de fruta (ciruelo, almendro, manzano), algunos producto de exportación, como los higos de Sagunto. Algunas plantas textiles eran producto de explotación industrial, como el lino (en las regiones de Játiva, Tarragona y, después, el noroeste), el esparto (Ampurias o Cartagena) o las especies tintóreas, como el coccus, así como la cochinilla y el quermes, que se criaban en las hojas del cascajo. Tras la pacificación, la regularización administrativa contribuyó al desarrollo. La política de colonización impulsada por Cesar y Augusto inició el tránsito de una economía campesina a la de grandes terratenientes de corte capitalista y métodos científicos, ya que las fundaciones coloniales transformaron el paisaje agrario y territorial y el poblamiento. Toda fundación llevaba aparejada la determinación de los límites (termini o limites), la centuriatio (repartos de tierra en parcelas rectangulares de 100 lotes (cada lote era equivalente a un cuarto hectárea) unas 50 Has), la asignación de parcelas (privadas, para los colonos, y públicas, bien para su aprovechamiento común o para arrendamiento. El territorio centuriado recibía el nombre de pertica) y los derechos de paso, asignando un ager (territorio) a la urbs (centro urbano), constituyendo una unidad jurídica y administrativa, que incluía núcleos menores (debido a la gran extensión del territorio de la ciudad): los pagi, centros comarcales para la administración del espacio rural, los fundi, o propiedades agrarias

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alrededor de las villae, y los vici, núcleos menores a veces de origen prerromano, que a veces fueron promocionados a minicipia. Lo no cultivado constituía el saltus (montes y bosques o silvae). Aunque las parcelas de la centuriación sufrieron variaciones desde su forma originaria, debido a la tendencia a la concentración parcelaria, en rigor no puede hablarse de latifundismo en Hispania hasta el s. III. Desde mitad del s. II a.c fue extendiéndose la villa, empresa agraria de corte racional y capitalista destinada a la comercialización, lo que supone la especialización en productos rentables y una eficiente organización del trabajo, así como el perfeccionamiento del utillaje y los sistemas de cultivo. La villa constituía una serie de edificaciones, distribuidas funcionalmente, en el centro de un fundus, y desde un principio se enclavaron en territorios seleccionados según las posibilidades del suelo. Las primeras villae se establecieron en el Maresme y Tarragona y después en los valles del Ebro, Guadalquivir y alrededor de Mérida y Medellín. En los dos primeros siglos del Imperio se extendería a la Meseta y al noroeste, alcanzando toda la extensión peninsular en el III y el IV. En todo caso, la tríada mediterránea (vid, olivo y cereales) eran la base de la agricultura.

1 Hispania fue siempre una de las mayores productoras de cereal, desde muy temprano producto de explotación, especialmente en el sur, donde las innovaciones introducidas por tartésicos (regadío en el Guadalquivir) y cartagineses (cereal) aumentaron el rendimiento agrario. Hispania fue territorio de buena producción cerealista, en especial cebada y trigo. Todo el territorio vacceo, y en general la Citerior, era buena zona triguera desde antiguo (en 203 a.c., según Livio, la exportación de cereal hispano hizo descender enormemente el precio del trigo), aunque en la cuenca del Tajo, Bética y Levante, se tendió a sustituir el cereal por vid y olivo, de mayor rendimiento.

2 La vid estaba extendida por todo el territorio, pero la producción se concentraba en la Bética y el oriente de la

Tarraconense, y era destinada tanto al consumo local como a la exportación. La producción provincial de vino dio lugar a legislaciones restrictivas para proteger los viñedos itálicos, como en el 92, bajo Domiciano, que

exigía arrancar la mitad de los viñedos de las provincias.

3 El olivo se extendía hasta Gredos, y era una de las principales fuentes de riqueza de Hispania, dándose en la Bética la mayor producción y calidad, fruto de su tradición desde su introducción por fenicios y griegos, y por la calidad edáfica, constituyendo un preciado producto de exportación en continuo crecimiento hasta el s. II d.c., ya que el aceite era usado no sólo como alimento sino en droguería y perfumería. Otras zonas productoras de aceite eran la costa de la tarraconense, el valle del Ebro y la comarca de Mérida.

La ganadería era otro de los pilares de la economía ya desde época prerromana, sobre todo entre celtíberos y lusitanos. La Meseta era rica en ovejas, bueyes y caballos. En el norte abundaban éstos en especial, además del ganado porcino, de manera que estos pueblos sustituían el aceite por la manteca y fabricaban renombrados jamones. La ganadería siguió siendo básica en el área de los verracos (N. De Portugal y Meseta occidental). También fue famosa la lana de la Bética, obtenida de ovejas trashumantes (se desplazaban estacionalmente del valle del Guadalquivir a Sierra Morena). Minería Desde el inicio de la conquista Roma extrajo ingentes cantidades de plata de suelo hispano (constituyendo uno de sus motores iniciales), procedente no de las minas (que pasaron a ser propiedad del Estado), sino de tributos y botín. Hasta las campañas de César en el noroeste, incluso, la obtención de metales preciosos actuó como estímulo para la expansión. Existía además gran abundancia de hierro, plomo, cobre y oro, lo que propició la intensa colonización itálica (técnicos, empleados, etc.) de las zonas mineras según iban cayendo bajo influencia romana, ya que el Estado arrendaba la explotación de las minas (excepto las de oro, de exclusividad estatal), por medio de los censores, a sociedades de publicani. Las minas más importantes en época republicana fueron las de Carthago Nova, de plata, Castulo (Linares), de plata y plomo, Sisapo (Almadén), de cinabrio, Mons Marianus (Sierra Morena), de cobre... El destino del mineral era fundamentalmente Roma, pero no exclusivamente. La mano de obra en esta época republicana era fundamentalmente esclava, y trabajaba en condiciones pésimas. En época imperial, Hispania siguió siendo la región minera más rica, sobre todo tras la puesta en explotación de las minas de oro del noroeste (Las Médulas, en León, Três Minas, en Portugal, El Bierzo, etc.), principal fuente del mineral hasta la conquista de Dacia (19 a.c.), mientras la zona suroriental incrementó su producción metalífera hasta que los filones se fueron agotando en el s. II, tomando el relevo la zona suroccidental (Tarsis, Lusitania, Riotinto...). Las minas de oro dependían directamente del Emperador, controladas por un procurator metallorum o el de la provincia, frecuentemente libertos imperiales. Además, para labores de supervisión y de carácter técnico, había unidades militares de la VII Gemina en las proximidades de los cotos mineros. Las condiciones laborales mejoraron sensiblemente, pasando la mano de obra esclava a segundo término, superándola en cantidad los mercenarii (libres), que se podían agrupar en asociaciones (collegia). El sector capitalista de las explotaciones lo formaban los socii, coloni y occupatores. Se conocen muchos detalles técnicos y de ingeniería de las explotaciones mineras: métodos de desagüe, de extracción, etc. La reglamentación fiscal y

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administrativa de las regiones mineras estaba muy desarrollada, como se comprueba en las conservadas tablas de Aljustrel, en el Alemtejo (Portugal). El artesanado Este sector siguió siendo secundario, destinado al consumo local (por la fuerte incidencia de la economía doméstica y el bajo nivel de consumo) y con técnicas apenas distintas a las de época prerromana. La producción se realizaba en pequeños talleres familiares, a lo sumo con un pequeño número de esclavos, libertos o asalariados libres, aunque existía una notable especialización. Pocos productos se fabricaban en masa o se destinaban a la exportación (herramientas para construcción, transporte ligado a la minería- capazos y espuertas de esparto, cáñamo, etc.-, cerámica de transporte- para vino, aceite, salazones, etc.-, objetos suntuarios, etc.). Excepto en la metalurgia y las salazones, su desarrollo estuvo mediatizado por la necesidad de suplir con fabricaciones locales más baratas la importación de productos suntuarios, como la cerámica. Los principales productos de exportación (alimentación o minería) apenas precisaban una elaboración primaria. Sólo la industria textil y tintorera experimentaron gran auge. Otras, como la bella cerámica ibérica, sucumbieron a las nuevas modas. Las industrias ligadas al transporte marítimo, como astilleros, cordelería, etc., también se desarrollaron. Se conoce la existencia de fábricas de vidrio, con pequeña producción pero notable demanda, y talleres de fundición de bronce (como en Bilbilis o Turiasso) de estatuas, lucernas, etc., o de labra de piedra. En general, sólo las manufacturas ligadas a grandes obras públicas superaban el ámbito local. Hispania fue, por todo ello, receptora neta de manufacturas, sobre todo de productos refinados destinados a los colonizadores o a las oligarquías locales romanizadas, constituyendo éstos el único motor de transformación de las estructuras artesanales, plasmada en campos como el urbanismo o la arquitectura, indicadores del grado de asimilación del orbe romano. Las nuevas formas de vida estimularon las actividades constructivas (monumentos, edificios, acueductos, canteras, etc.), de transporte, etc., debido a las necesidades del ámbito urbano. El comercio La acción del comercio como factor de civilización la señaló bien César (BC II 15; IV 2; VI 24) al referirse a los pueblos de Galia y de Germania. Con los productos del comercio penetran las modas, las formas de vida y de costumbres y el cambio de mentalidad. El autor del folleto titulado "La República de los atenienses", II, 7-8, insiste en el aspecto diferente que ofrece Atenas de otras ciudades, debido precisamente a su comercio. Las gentes dedicadas al comercio debieron ser muy numerosas desde el primer momento de la conquista, ya que Hispania era, como escribe Piganiol "l'El Dorado de l'Occident". Menciones de mercaderes en la primera etapa sólo se conocen dos: una de ellas refiere que los habitantes de Astapa capturaron a los sirvientes de armas y mercaderes desperdigados por el campo (Liv. XXVIII 22). Ellos eran los que compraban el botín (App. Ib. 20), al que se conocen tantas alusiones en las fuentes, y los esclavos por otra parte, las relaciones marítimas (Liv. XXII 11, 6 y 22) y terrestres con Italia eran continuas 216, lo que también favorecía el comercio y la formación y desarrollo de compañías navieras, ya que el ejército romano se vio obligado con cierta frecuencia a traer las provisiones de fuera 217, como de Ostia (Liv. XXII 11, 6 y 22) y Puteoli (Liv. XXXVII 7, 2), en los primeros momentos de la conquista. Escipión, al ponerse al frente del ejército que sitiaba Numancia, la primera medida que tomó fue arrojar del campamento a todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y sacrificadores (App. Ib. 85; Val. Max. II 7). En el siglo II el comercio con Italia era ya muy floreciente, como se deduce de la creación por Q. Servilio Cepión de la Turris Caepionis (Mela III 4; Str. III 1, 9), a fin de que los buques evitasen el banco de Salmedina en la desembocadura del Guadalquivir. Durante la guerra sertoriana, los mercaderes viajaban continuamente a Sicilia, pues Verres les mandó matar alegando que eran sertorianos fugitivos de Dianium (Cic. Verr. V 146). Los años del principado de Augusto marcaron el momento cumbre del comercio hispano con Italia, ya que Augusto favoreció extraordinariamente el comercio dentro de todo el Imperio, fiel a su programa de paz y prosperidad económica, incrementado también a causa de la extirpación de la piratería y la navegación segura (Str. III 2, 5). A este tema le acabamos de dedicar un estudio especial, y aquí sólo aduciremos unos cuantos testimonios sacados principalmente de Estrabón. El geógrafo griego habla frecuentemente de los numerosos barcos de comercio que llegan a Turdetania (Str. III 2, 4), que traficaban con Italia y Roma (III 2, 5), en particular con los puertos de Ostia y Puteoli (Str. III 2, 6): "La excelencia de las exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves, los mayores navíos de carga que arriban a Dikaiarcheia y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí (Turdetania) y su número es casi igual al que viene de Libye". Se exportaba de la Bética trigo, mucho vino y aceite..., también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio..., salazones, metales, tejidos..., etc., etc. (Str. III 2, 6). En tiempos de Estrabón (III 2, 13.) todo este importante comercio lo controlaban los semitas

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Una ciudad esencialmente comercial era Cádiz, cuyos habitantes son los que "navegan en más y mayores naves, tanto por el Mediterráneo como por el Atlántico" (Str. III 5, 3); muchos habitaban en Roma, sin duda dedicados a empresas mercantiles; sus naves frecuentaban los puertos del Mediterráneo oriental, como Alejandría, donde las proas de los barcos usados por los gaditanos eran conocidas (Str. III 3, 4). Los barcos los construían los mismos habitantes (Str. III 2, 6; BG V 1; BC II 18) con maderas del país. La navegabilidad de los ríos y la construcción de canales favorecían el intercambio. Los puertos más importantes y centros comerciales, además de Carthago Nova, eran Córdoba e Hispalis (Str. III 2, 1 y 3), Carteia (Str. III 1, 7) y Cádiz (Str. III 5, 3). Las islas Baleares tenían buenos puertos (Str. III 5,1). El ser Hispania una colonia de explotación, sobre la que se volcó Roma desde los primeros siglos y particularmente en el siglo I a.C. debido a su extraordinaria riqueza, hizo que el comercio fuese muy floreciente. El comercio siempre trae un fuerte intercambio de influencia, muy beneficiario para los indígenas, que se romanizaron insensiblemente. El carácter colonial de Hispania convertía a su estructura económica en un gigantesco engranaje de corte capitalista destinado a la exportación a Roma de productos primarios y manufactureros, lo que hacía necesaria la existencia de una importante red comercial y transporte. Debido a la dificultad del transporte terrestre (lentitud, dificultades orográficas, escaso volumen de mercancías por persona y km., etc.) el marítimo y fluvial era fundamental. Los principales puertos marítimos se encontraban en Gades, que conectaba las rutas mediterráneas con las atlánticas y el tráfico fluvial del Guadalquivir y el Guadiana; Carthago Nova, centro de intercambio del comercio con África y puerto de salida de la actividad minera suroriental y la Meseta sur; Tarraco, que concentraba el comercio del valle del Ebro y era importante puerta de entrada de toda la Tarraconensis; los puertos mediterráneos, como Carteia, Baelo, Sexi, Abdera, Dianium, Ebussus, Ampurias o Rhode. El Estado se encargó de construir o adecuar una gran cantidad de puertos fluviales y marítimos, tanto por razones económicas como de índole militar o administrativo. También se creó una extensa red terrestre que aprovechó el trazado de las vías prehistóricas. Si al principio se trató de calzadas militares, pronto se usaron intensivamente para el transporte comercial. Las más importantes eran la Vía Heraklea, que unía el Ródano con Gades pasando por Castulo e Hispalis. Augusto planificó la red viaria como un cinturón que, rodeando la Meseta, comunicaras los puntos más importantes con la costa oriental. La vía Heraklea pasó a llamarse Augusta, pavimentada y jalonada de áreas de descanso y miliarios. Por el norte, otra vía unía Burdingala (Burdeos) con Asturica Augusta (Astorga) desde donde partía la que sería llamada más tarde Vía de la Plata, hasta Emerita Augusta (Mérida), con prolongaciones por el sur, hasta Onuba, y hacia el norte. Otra vía paralela a ésta unía Bracara Augusta (Braga) con Olisippo (Lisboa), llegando hasta la desembocadura del Guadiana. El cinturón se cerraba con una vía desde Gades a Málaga. Otras vías secundarias unían los centros interiores con el cinturón exterior, como la que comunicaba, por Toletum, Mérida con Hispalis y Caesaraugusta (Zaragoza) hasta Tarraco. Los principales nudos de esta red se encontraban en Astorga (centro minero del noroeste), Castulo (de Sierra Morena), Mérida y Sevilla (centros comerciales del tráfico fluvial del sur), Zaragoza (del Ebro) y Tarragona (punto de confluencia del interior meseteño con el Mediterráneo). Las importaciones eran absorbidas por los colonos itálicos y las oligarquías asimiladas, consistiendo en objetos suntuarios (cerámicas, vidrio, telas, perfumes, etc.) y vinos de calidad. La principal fuente de ganancias era el comercio marítimo exterior e interprovincial, siendo las ciudades más ricas las que contaban con un comercio intenso marítimo o fluvial. Se exportaba, además de productos mineros (fundamentalmente), pesqueros (salazones y garum) y agropecuarios (cereal, vino, etc., y, sobre todo, aceite de oliva de la Bética), tejidos, armas y bronces, siempre hacia Italia u otras provincias del Imperio. El caso del aceite era paradigmático, pues se realizaba el negocio a gran escala, con una complicada cadena que incluía producción, envase transporte y relaciones comerciales, controlada por los navicularii y diffusores olearii, constituyendo un sector estratégico sometido a un férreo control fiscal, prácticamente controlado y absorbido, en época imperial, por la annona. Otros productos de exportación fueron los caballos, los textiles y derivados (lana, cáñamo esparto, lino, etc.), colorantes minerales (chrysocolla), vegetales (coccus) o de insectos (cochinilla, quermes). Y grandes cantidades de terra sigillata. En época republicana hay que mencionar la figura del buhonero que seguía a los ejércitos, comprando el botín y aprovisionándolo de pequeñas mercancías. En época posterior, siguieron ejerciendo el comercio en pequeña escala. El comercio interior está poco documentado, y se basaba en artículos de primera necesidad. Era esencial en este caso el papel de la ciudad como centro comercial de base. Si bien el comercio interior estaba bien desarrollado en la Bética y Levante, áreas muy urbanizadas donde existían oligarquías poderosas, burguesías urbanas y grandes terratenientes, en el norte y el oeste, con población dispersa, apenas variaron las formas comerciales desde época prerromana, si bien existían centros de intercambio basados en el trueque (los fora). En cuanto a la moneda, con la llegada de los romanos desaparecieron todas aquellas que surgieron bajo influencia fenicia y griega (que constituyeron las primeras acuñaciones en la península), y Roma impuso, desde mediados del s. II a.c., su metrología y favoreció la acuñación de monedas locales, sobre todo en el nordeste. Son famosas las series del jinete ibérico con leyendas en alfabeto local. A partir del 45 a.c ya sólo se acuñaron en alfabeto latino, tras un periodo bilingüe. En época imperial continuaron las acuñaciones locales y siguieron circulando las monedas de época republicana aunque cada vez llegaban en más cantidad otras acuñadas en el exterior. Las de oro siempre fueron de cecas imperiales, nunca locales, primero de las Galias y luego de la propia Roma. Bajo Claudio cesaron las acuñaciones locales, pese a

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episodios esporádicos. El norte quedó al margen de la economía monetaria, coincidiendo las cecas locales con las áreas de romanización más intensa. La Hacienda Pública Como todo territorio provincial, Hispania se convirtió en fuente de explotación para el Estado romano. Independientemente de los botines de guerra, contribuciones de guerra, etc., en época de conquista, Hispania estuvo sometida desde 206 al pago de un tributo (stipendium). Su recaudación fue enun principio muy arbitraria, normalizándose a partir de los inicios del s. II, convirtiéndose en un vectigal certum (impuesto fijo, la vicesima o 5% de la cosecha en grano), que podía cobrarse en dinero o en especie (capas, pieles, caballos..), sin contar las minas (de propiedad estatal) o las contribuciones de auxilia para el ejército. La carencia durante la República de estructuras administrativas sólidas obligó al arrendamiento de los impuestos provinciales a societates publicanorum, con los problemas que conllevaba esta privatización. Sólo dos grupos de magistrados (cuestores y censores) se ocupaban de los problemas financieros. Augusto emprendió la reforma del fisco manteniendo instituciones republicanas con otras de nuevo cuño: mantuvo el aerarium Saturni (tesoro público en el que se ingresaba los tributos de las provincias senatoriales), dependiente del Senado aunque controlado por dos praetores aerarii. Las provincias imperiales engrosaron un tesoro paralelo, el fiscus, con imprecisa separación del patrimonium principis, la fortuna familiar imperial, ya que éste se convertiría en público al ligarse a la dignidad imperial. Claudio reorganizó la administración desarrollando aún más el fiscus, creando una estructura administrativa para el patrimonium, confiada a libertos imperiales y, a partir de Vespasiano, a caballeros. El fiscus creció en detrimento del aerarium, que no llegó a desaparecer por conveniencia política. El Estado precisaba gran cantidad de recursos para sus políticas de pacificación y bienestar social, y aunque no se acabó con el arrendamiento de los impuestos, sí se controló de forma efectiva la arbitrariedad de los publicani y la gestión financiera mediante procuradores ecuestres. Augusto introdujo una política fiscal coherente: sólo los impuestos indirectos (vectigalia) siguieron en manos de los publicani; los directos, llamados tributa o stipendia según las provincias (imperiales o senatoriales) se traspasaron a los gobernadores provinciales. Al stipendium (5%) se sumaban otros impuestos indirectos: la quinquagesima (2% de las exportaciones), para la que existían una serie de aduanas o portoria, la vigesima hereditatium (5% de las herencias) y la vigesima libertatis (5% de la manumisión de esclavos). El ejército acaparaba gran parte del gasto público, a veces (como en las guerras celtíbero-lusitanas) superando la recaudación anual. A partir de Augusto, y la sistematización de las fuerzas de ocupación, se le dotó de recursos propios, como la explotación de los prata militaria (tierras de cultivo y pastos) incluidas en el territorium legionis o talleres de alfarería propios, dejando de ser una fuente de gasto importante. La estructura de la hacienda pública se basó (en época imperial) en la autonomía ciudadana, contando las ciudades con recursos propios, bien por la explotación de su territorio como por las tasas e impuestos locales para hacer frente tanto a la administración local, como al pago de impuestos estatales y las obras públicas de la urbs y su territorio, lo que derivaba en continuos problemas financieros, superados para hacer frente a los gastos, etc. usualmente por la liberalidad de ciudadanos ricos, bien mediante aportaciones libres como por las obligadas por la ostentación de un cargo municipal (munera), consideradas un honor. Por ello, la crisis económica de finales del s. II y el que afectó a las oligarquías municipales acarreó a su vez la crisis de la ciudad, pues cada vez fue más difícil encontrar a ciudadanos dispuestos a costear las obligaciones que conllevaba la ostentación de magistraturas o sacerdocios municipales.

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TEMA 21. ASPECTOS ECONÓMICOS Debido a la fragmentación de las fuentes, los problemas de datación y las lagunas para ciertas épocas, así como la ausencia de datos estadísticos fiables en muchos casos, hacen muy difícil el estudio coherente de la historia económica de la Hispania romana, al menos cuantitativamente, debiéndonos conformar la mayoría de las veces con una enumeración cualitativa de actividades y productos. Además, el desarrollo económico de las distintas regiones y comarcas hispanas fue muy heterogéneo y mediatizado tanto por su herencia histórica como por los intereses romanos, ya que no se puede dejar de lado el carácter de Hispania como colonia de explotación. Así, por ejemplo, mientras el norte peninsular continuó con una economía tradicional de subsistencia, el sur tuvo desarrolladas estructuras tanto mineras como agrarias y comerciales. Además, debe tenerse en cuenta el dinamismo de una sociedad durante tantos siglos, y el diferente ritmo regional, hasta una mayor o menor integración, según los casos, en el entramado económico global romano. La pieza clave para la organización económica y la explotación del territorio adscrito a su jurisdicción es la ciudad, sobre todo tras el proceso urbanizador desde la tardía República. Por una parte, era la residencia de los propietarios, que aunque explotaban el campo preferían el medio urbano, convertido así en un centro de consumo que se había de abastecer, al tiempo que núcleo productor de manufacturas tanto para el propio medio urbano como para el rural. Así, las ciudades constituían un mercado que armonizaba una economía de base agraria con estructura urbana. En cuanto a la población, es difícil evaluarla, de manera que se han propuesto cifras desde los 3’5 millones a los 13, basados indirectamente en extensión de las necrópolis, áreas urbanas, densidad de villae, etc. De las únicas cifras concretas que tenemos, gracias a Plinio, se deduce una densidad de 8 h/km² (siempre habitantes libres) para los tres conventus del noroeste, sin duda mucho menos poblados que los valles del Ebro y Guadalquivir o la costa mediterránea. Si bien se puede especular con una cifra de alrededor de 6 millones de habitantes en el cambio de Era, la población sufrió fuertes cambios desde las guerras de conquista, con una drástica disminución, aumentando continuamente (por el desarrollo económico y la inmigración itálica) hasta el siglo II d.c. y descendiendo después. La ciudad más populosa era Gades (pudo llegar a 100.000 h.), seguida por Carthago Nova, Tarraco, Caesaraugusta, Corduba, Emerita y Clunia, que oscilaban entre 30 y 20.000 h., pero la mayoría estaba entre 5 y 10 mil h. Llama la atención la desproporción de la población urbana frente al mundo rural, acentuada por la emigración campo-ciudad durante el Alto Imperio (y desde otras provincias imperiales), especialmente a las capitales provinciales, aunque cesó la masiva afluencia de itálicos. Economía recolectora La caza y la pesca, no sometidas a ninguna reglamentación, continuaron siendo un fuerte pilar económico sobre todo en áreas como las norteñas donde la economía era de subsistencia, gracias a la abundancia de monte y bosque. Destaca la boyante industria de salazón de pescado, con larga tradición desde época púnica, en el sur peninsular, apoyada por la abundancia de salinas, que abarataban costes. Gracias al registro arqueológico conocemos el proceso productivo y la organización de las explotaciones (que sufrieron una importante remodelación a lo largo del Alto Imperio) a lo largo de la costa levantina hasta el cabo de san Vicente, en Gades, Baelo, Sexi, etc. El pescado se preparaba para su envase y exportación; se prefería el atún y el escombro, pero destaca la producción para todo el Imperio de garum salsa muy apreciada en la cocina romana, elaborada a partir de las entrañas de ciertas variedades de pescado. Sector agropecuario Base de la economía, su desarrollo fue muy desigual según las áreas. Dejando aparte el hecho de que la extensión del bosque era mucho mayor que la actual, hay que tener en cuenta que, por ejemplo, que en zonas como la norteña la base de la alimentación era la ganadería y la recolección de bellotas, con las que hacían pan. Además, los extensos bosques eran usados por la industria maderera para los astilleros, minas, construcción y calefacción, así como para la recolección de fruta (ciruelo, almendro, manzano), algunos producto de exportación, como los higos de Sagunto. Algunas plantas textiles eran producto de explotación industrial, como el lino (en las regiones de Játiva, Tarragona y, después, el noroeste), el esparto (Ampurias o Cartagena) o las especies tintóreas, como el coccus, así como la cochinilla y el quermes, que se criaban en las hojas del cascajo. Tras la pacificación, la regularización administrativa contribuyó al desarrollo. La política de colonización impulsada por Cesar y Augusto inició el tránsito de una economía campesina a la de grandes terratenientes de corte capitalista y métodos científicos, ya que las fundaciones coloniales transformaron el paisaje agrario y territorial y el poblamiento. Toda fundación llevaba aparejada la determinación de los límites (termini o limites), la centuriatio (repartos de tierra en parcelas rectangulares de 100 lotes (cada lote era equivalente a un cuarto hectárea) unas 50 Has), la asignación de parcelas (privadas, para los colonos, y públicas, bien para su aprovechamiento común o para arrendamiento. El territorio centuriado recibía el nombre de pertica) y los derechos de paso, asignando un ager (territorio) a la urbs (centro urbano), constituyendo una unidad jurídica y administrativa, que incluía núcleos menores (debido a la gran extensión del territorio de la ciudad): los pagi, centros comarcales para la administración del espacio rural, los fundi, o propiedades agrarias

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alrededor de las villae, y los vici, núcleos menores a veces de origen prerromano, que a veces fueron promocionados a minicipia. Lo no cultivado constituía el saltus (montes y bosques o silvae). Aunque las parcelas de la centuriación sufrieron variaciones desde su forma originaria, debido a la tendencia a la concentración parcelaria, en rigor no puede hablarse de latifundismo en Hispania hasta el s. III. Desde mitad del s. II a.c fue extendiéndose la villa, empresa agraria de corte racional y capitalista destinada a la comercialización, lo que supone la especialización en productos rentables y una eficiente organización del trabajo, así como el perfeccionamiento del utillaje y los sistemas de cultivo. La villa constituía una serie de edificaciones, distribuidas funcionalmente, en el centro de un fundus, y desde un principio se enclavaron en territorios seleccionados según las posibilidades del suelo. Las primeras villae se establecieron en el Maresme y Tarragona y después en los valles del Ebro, Guadalquivir y alrededor de Mérida y Medellín. En los dos primeros siglos del Imperio se extendería a la Meseta y al noroeste, alcanzando toda la extensión peninsular en el III y el IV. En todo caso, la tríada mediterránea (vid, olivo y cereales) eran la base de la agricultura.

1 Hispania fue siempre una de las mayores productoras de cereal, desde muy temprano producto de explotación, especialmente en el sur, donde las innovaciones introducidas por tartésicos (regadío en el Guadalquivir) y cartagineses (cereal) aumentaron el rendimiento agrario. Hispania fue territorio de buena producción cerealista, en especial cebada y trigo. Todo el territorio vacceo, y en general la Citerior, era buena zona triguera desde antiguo (en 203 a.c., según Livio, la exportación de cereal hispano hizo descender enormemente el precio del trigo), aunque en la cuenca del Tajo, Bética y Levante, se tendió a sustituir el cereal por vid y olivo, de mayor rendimiento.

2 La vid estaba extendida por todo el territorio, pero la producción se concentraba en la Bética y el oriente de la

Tarraconense, y era destinada tanto al consumo local como a la exportación. La producción provincial de vino dio lugar a legislaciones restrictivas para proteger los viñedos itálicos, como en el 92, bajo Domiciano, que exigía arrancar la mitad de los viñedos de las provincias.

3 El olivo se extendía hasta Gredos, y era una de las principales fuentes de riqueza de Hispania, dándose en la

Bética la mayor producción y calidad, fruto de su tradición desde su introducción por fenicios y griegos, y por la calidad edáfica, constituyendo un preciado producto de exportación en continuo crecimiento hasta el s. II d.c., ya que el aceite era usado no sólo como alimento sino en droguería y perfumería. Otras zonas productoras de aceite eran la costa de la tarraconense, el valle del Ebro y la comarca de Mérida.

La ganadería era otro de los pilares de la economía ya desde época prerromana, sobre todo entre celtíberos y lusitanos. La Meseta era rica en ovejas, bueyes y caballos. En el norte abundaban éstos en especial, además del ganado porcino, de manera que estos pueblos sustituían el aceite por la manteca y fabricaban renombrados jamones. La ganadería siguió siendo básica en el área de los verracos (N. De Portugal y Meseta occidental). También fue famosa la lana de la Bética, obtenida de ovejas trashumantes (se desplazaban estacionalmente del valle del Guadalquivir a Sierra Morena). Minería Desde el inicio de la conquista Roma extrajo ingentes cantidades de plata de suelo hispano (constituyendo uno de sus motores iniciales), procedente no de las minas (que pasaron a ser propiedad del Estado), sino de tributos y botín. Hasta las campañas de César en el noroeste, incluso, la obtención de metales preciosos actuó como estímulo para la expansión. Existía además gran abundancia de hierro, plomo, cobre y oro, lo que propició la intensa colonización itálica (técnicos, empleados, etc.) de las zonas mineras según iban cayendo bajo influencia romana, ya que el Estado arrendaba la explotación de las minas (excepto las de oro, de exclusividad estatal), por medio de los censores, a sociedades de publicani. Las minas más importantes en época republicana fueron las de Carthago Nova, de plata, Castulo (Linares), de plata y plomo, Sisapo (Almadén), de cinabrio, Mons Marianus (Sierra Morena), de cobre... El destino del mineral era fundamentalmente Roma, pero no exclusivamente. La mano de obra en esta época republicana era fundamentalmente esclava, y trabajaba en condiciones pésimas. En época imperial, Hispania siguió siendo la región minera más rica, sobre todo tras la puesta en explotación de las minas de oro del noroeste (Las Médulas, en León, Três Minas, en Portugal, El Bierzo, etc.), principal fuente del mineral hasta la conquista de Dacia (19 a.c.), mientras la zona suroriental incrementó su producción metalífera hasta que los filones se fueron agotando en el s. II, tomando el relevo la zona suroccidental (Tarsis, Lusitania, Riotinto...). Las minas de oro dependían directamente del Emperador, controladas por un procurator metallorum o el de la provincia, frecuentemente libertos imperiales. Además, para labores de supervisión y de carácter técnico, había unidades militares de la VII Gemina en las proximidades de los cotos mineros. Las condiciones laborales mejoraron sensiblemente, pasando la mano de obra esclava a segundo término, superándola en cantidad los mercenarii (libres), que se podían agrupar en asociaciones (collegia). El sector capitalista de las explotaciones lo formaban los socii, coloni y occupatores. Se conocen muchos detalles técnicos y de ingeniería de las explotaciones mineras: métodos de desagüe, de extracción, etc. La reglamentación fiscal y

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administrativa de las regiones mineras estaba muy desarrollada, como se comprueba en las conservadas tablas de Aljustrel, en el Alemtejo (Portugal). El artesanado Este sector siguió siendo secundario, destinado al consumo local (por la fuerte incidencia de la economía doméstica y el bajo nivel de consumo) y con técnicas apenas distintas a las de época prerromana. La producción se realizaba en pequeños talleres familiares, a lo sumo con un pequeño número de esclavos, libertos o asalariados libres, aunque existía una notable especialización. Pocos productos se fabricaban en masa o se destinaban a la exportación (herramientas para construcción, transporte ligado a la minería- capazos y espuertas de esparto, cáñamo, etc.-, cerámica de transporte- para vino, aceite, salazones, etc.-, objetos suntuarios, etc.). Excepto en la metalurgia y las salazones, su desarrollo estuvo mediatizado por la necesidad de suplir con fabricaciones locales más baratas la importación de productos suntuarios, como la cerámica. Los principales productos de exportación (alimentación o minería) apenas precisaban una elaboración primaria. Sólo la industria textil y tintorera experimentaron gran auge. Otras, como la bella cerámica ibérica, sucumbieron a las nuevas modas. Las industrias ligadas al transporte marítimo, como astilleros, cordelería, etc., también se desarrollaron. Se conoce la existencia de fábricas de vidrio, con pequeña producción pero notable demanda, y talleres de fundición de bronce (como en Bilbilis o Turiasso) de estatuas, lucernas, etc., o de labra de piedra. En general, sólo las manufacturas ligadas a grandes obras públicas superaban el ámbito local. Hispania fue, por todo ello, receptora neta de manufacturas, sobre todo de productos refinados destinados a los colonizadores o a las oligarquías locales romanizadas, constituyendo éstos el único motor de transformación de las estructuras artesanales, plasmada en campos como el urbanismo o la arquitectura, indicadores del grado de asimilación del orbe romano. Las nuevas formas de vida estimularon las actividades constructivas (monumentos, edificios, acueductos, canteras, etc.), de transporte, etc., debido a las necesidades del ámbito urbano. El comercio La acción del comercio como factor de civilización la señaló bien César (BC II 15; IV 2; VI 24) al referirse a los pueblos de Galia y de Germania. Con los productos del comercio penetran las modas, las formas de vida y de costumbres y el cambio de mentalidad. El autor del folleto titulado "La República de los atenienses", II, 7-8, insiste en el aspecto diferente que ofrece Atenas de otras ciudades, debido precisamente a su comercio. Las gentes dedicadas al comercio debieron ser muy numerosas desde el primer momento de la conquista, ya que Hispania era, como escribe Piganiol "l'El Dorado de l'Occident". Menciones de mercaderes en la primera etapa sólo se conocen dos: una de ellas refiere que los habitantes de Astapa capturaron a los sirvientes de armas y mercaderes desperdigados por el campo (Liv. XXVIII 22). Ellos eran los que compraban el botín (App. Ib. 20), al que se conocen tantas alusiones en las fuentes, y los esclavos por otra parte, las relaciones marítimas (Liv. XXII 11, 6 y 22) y terrestres con Italia eran continuas 216, lo que también favorecía el comercio y la formación y desarrollo de compañías navieras, ya que el ejército romano se vio obligado con cierta frecuencia a traer las provisiones de fuera 217, como de Ostia (Liv. XXII 11, 6 y 22) y Puteoli (Liv. XXXVII 7, 2), en los primeros momentos de la conquista. Escipión, al ponerse al frente del ejército que sitiaba Numancia, la primera medida que tomó fue arrojar del campamento a todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y sacrificadores (App. Ib. 85; Val. Max. II 7). En el siglo II el comercio con Italia era ya muy floreciente, como se deduce de la creación por Q. Servilio Cepión de la Turris Caepionis (Mela III 4; Str. III 1, 9), a fin de que los buques evitasen el banco de Salmedina en la desembocadura del Guadalquivir. Durante la guerra sertoriana, los mercaderes viajaban continuamente a Sicilia, pues Verres les mandó matar alegando que eran sertorianos fugitivos de Dianium (Cic. Verr. V 146). Los años del principado de Augusto marcaron el momento cumbre del comercio hispano con Italia, ya que Augusto favoreció extraordinariamente el comercio dentro de todo el Imperio, fiel a su programa de paz y prosperidad económica, incrementado también a causa de la extirpación de la piratería y la navegación segura (Str. III 2, 5). A este tema le acabamos de dedicar un estudio especial, y aquí sólo aduciremos unos cuantos testimonios sacados principalmente de Estrabón. El geógrafo griego habla frecuentemente de los numerosos barcos de comercio que llegan a Turdetania (Str. III 2, 4), que traficaban con Italia y Roma (III 2, 5), en particular con los puertos de Ostia y Puteoli (Str. III 2, 6): "La excelencia de las exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves, los mayores navíos de carga que arriban a Dikaiarcheia y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí (Turdetania) y su número es casi igual al que viene de Libye". Se exportaba de la Bética trigo, mucho vino y aceite..., también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio..., salazones, metales, tejidos..., etc., etc. (Str. III 2, 6). En tiempos de Estrabón (III 2, 13.) todo este importante comercio lo controlaban los semitas

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Una ciudad esencialmente comercial era Cádiz, cuyos habitantes son los que "navegan en más y mayores naves, tanto por el Mediterráneo como por el Atlántico" (Str. III 5, 3); muchos habitaban en Roma, sin duda dedicados a empresas mercantiles; sus naves frecuentaban los puertos del Mediterráneo oriental, como Alejandría, donde las proas de los barcos usados por los gaditanos eran conocidas (Str. III 3, 4). Los barcos los construían los mismos habitantes (Str. III 2, 6; BG V 1; BC II 18) con maderas del país. La navegabilidad de los ríos y la construcción de canales favorecían el intercambio. Los puertos más importantes y centros comerciales, además de Carthago Nova, eran Córdoba e Hispalis (Str. III 2, 1 y 3), Carteia (Str. III 1, 7) y Cádiz (Str. III 5, 3). Las islas Baleares tenían buenos puertos (Str. III 5,1). El ser Hispania una colonia de explotación, sobre la que se volcó Roma desde los primeros siglos y particularmente en el siglo I a.C. debido a su extraordinaria riqueza, hizo que el comercio fuese muy floreciente. El comercio siempre trae un fuerte intercambio de influencia, muy beneficiario para los indígenas, que se romanizaron insensiblemente. El carácter colonial de Hispania convertía a su estructura económica en un gigantesco engranaje de corte capitalista destinado a la exportación a Roma de productos primarios y manufactureros, lo que hacía necesaria la existencia de una importante red comercial y transporte. Debido a la dificultad del transporte terrestre (lentitud, dificultades orográficas, escaso volumen de mercancías por persona y km., etc.) el marítimo y fluvial era fundamental. Los principales puertos marítimos se encontraban en Gades, que conectaba las rutas mediterráneas con las atlánticas y el tráfico fluvial del Guadalquivir y el Guadiana; Carthago Nova, centro de intercambio del comercio con África y puerto de salida de la actividad minera suroriental y la Meseta sur; Tarraco, que concentraba el comercio del valle del Ebro y era importante puerta de entrada de toda la Tarraconensis; los puertos mediterráneos, como Carteia, Baelo, Sexi, Abdera, Dianium, Ebussus, Ampurias o Rhode. El Estado se encargó de construir o adecuar una gran cantidad de puertos fluviales y marítimos, tanto por razones económicas como de índole militar o administrativo. También se creó una extensa red terrestre que aprovechó el trazado de las vías prehistóricas. Si al principio se trató de calzadas militares, pronto se usaron intensivamente para el transporte comercial. Las más importantes eran la Vía Heraklea, que unía el Ródano con Gades pasando por Castulo e Hispalis. Augusto planificó la red viaria como un cinturón que, rodeando la Meseta, comunicaras los puntos más importantes con la costa oriental. La vía Heraklea pasó a llamarse Augusta, pavimentada y jalonada de áreas de descanso y miliarios. Por el norte, otra vía unía Burdingala (Burdeos) con Asturica Augusta (Astorga) desde donde partía la que sería llamada más tarde Vía de la Plata, hasta Emerita Augusta (Mérida), con prolongaciones por el sur, hasta Onuba, y hacia el norte. Otra vía paralela a ésta unía Bracara Augusta (Braga) con Olisippo (Lisboa), llegando hasta la desembocadura del Guadiana. El cinturón se cerraba con una vía desde Gades a Málaga. Otras vías secundarias unían los centros interiores con el cinturón exterior, como la que comunicaba, por Toletum, Mérida con Hispalis y Caesaraugusta (Zaragoza) hasta Tarraco. Los principales nudos de esta red se encontraban en Astorga (centro minero del noroeste), Castulo (de Sierra Morena), Mérida y Sevilla (centros comerciales del tráfico fluvial del sur), Zaragoza (del Ebro) y Tarragona (punto de confluencia del interior meseteño con el Mediterráneo). Las importaciones eran absorbidas por los colonos itálicos y las oligarquías asimiladas, consistiendo en objetos suntuarios (cerámicas, vidrio, telas, perfumes, etc.) y vinos de calidad. La principal fuente de ganancias era el comercio marítimo exterior e interprovincial, siendo las ciudades más ricas las que contaban con un comercio intenso marítimo o fluvial. Se exportaba, además de productos mineros (fundamentalmente), pesqueros (salazones y garum) y agropecuarios (cereal, vino, etc., y, sobre todo, aceite de oliva de la Bética), tejidos, armas y bronces, siempre hacia Italia u otras provincias del Imperio. El caso del aceite era paradigmático, pues se realizaba el negocio a gran escala, con una complicada cadena que incluía producción, envase transporte y relaciones comerciales, controlada por los navicularii y diffusores olearii, constituyendo un sector estratégico sometido a un férreo control fiscal, prácticamente controlado y absorbido, en época imperial, por la annona. Otros productos de exportación fueron los caballos, los textiles y derivados (lana, cáñamo esparto, lino, etc.), colorantes minerales (chrysocolla), vegetales (coccus) o de insectos (cochinilla, quermes). Y grandes cantidades de terra sigillata. En época republicana hay que mencionar la figura del buhonero que seguía a los ejércitos, comprando el botín y aprovisionándolo de pequeñas mercancías. En época posterior, siguieron ejerciendo el comercio en pequeña escala. El comercio interior está poco documentado, y se basaba en artículos de primera necesidad. Era esencial en este caso el papel de la ciudad como centro comercial de base. Si bien el comercio interior estaba bien desarrollado en la Bética y Levante, áreas muy urbanizadas donde existían oligarquías poderosas, burguesías urbanas y grandes terratenientes, en el norte y el oeste, con población dispersa, apenas variaron las formas comerciales desde época prerromana, si bien existían centros de intercambio basados en el trueque (los fora). En cuanto a la moneda, con la llegada de los romanos desaparecieron todas aquellas que surgieron bajo influencia fenicia y griega (que constituyeron las primeras acuñaciones en la península), y Roma impuso, desde mediados del s. II a.c., su metrología y favoreció la acuñación de monedas locales, sobre todo en el nordeste. Son famosas las series del jinete ibérico con leyendas en alfabeto local. A partir del 45 a.c ya sólo se acuñaron en alfabeto latino, tras un periodo bilingüe. En época imperial continuaron las acuñaciones locales y siguieron circulando las monedas de época republicana aunque cada vez llegaban en más cantidad otras acuñadas en el exterior. Las de oro siempre fueron de cecas imperiales, nunca locales, primero de las Galias y luego de la propia Roma. Bajo Claudio cesaron las acuñaciones locales, pese a

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episodios esporádicos. El norte quedó al margen de la economía monetaria, coincidiendo las cecas locales con las áreas de romanización más intensa. La Hacienda Pública Como todo territorio provincial, Hispania se convirtió en fuente de explotación para el Estado romano. Independientemente de los botines de guerra, contribuciones de guerra, etc., en época de conquista, Hispania estuvo sometida desde 206 al pago de un tributo (stipendium). Su recaudación fue enun principio muy arbitraria, normalizándose a partir de los inicios del s. II, convirtiéndose en un vectigal certum (impuesto fijo, la vicesima o 5% de la cosecha en grano), que podía cobrarse en dinero o en especie (capas, pieles, caballos..), sin contar las minas (de propiedad estatal) o las contribuciones de auxilia para el ejército. La carencia durante la República de estructuras administrativas sólidas obligó al arrendamiento de los impuestos provinciales a societates publicanorum, con los problemas que conllevaba esta privatización. Sólo dos grupos de magistrados (cuestores y censores) se ocupaban de los problemas financieros. Augusto emprendió la reforma del fisco manteniendo instituciones republicanas con otras de nuevo cuño: mantuvo el aerarium Saturni (tesoro público en el que se ingresaba los tributos de las provincias senatoriales), dependiente del Senado aunque controlado por dos praetores aerarii. Las provincias imperiales engrosaron un tesoro paralelo, el fiscus, con imprecisa separación del patrimonium principis, la fortuna familiar imperial, ya que éste se convertiría en público al ligarse a la dignidad imperial. Claudio reorganizó la administración desarrollando aún más el fiscus, creando una estructura administrativa para el patrimonium, confiada a libertos imperiales y, a partir de Vespasiano, a caballeros. El fiscus creció en detrimento del aerarium, que no llegó a desaparecer por conveniencia política. El Estado precisaba gran cantidad de recursos para sus políticas de pacificación y bienestar social, y aunque no se acabó con el arrendamiento de los impuestos, sí se controló de forma efectiva la arbitrariedad de los publicani y la gestión financiera mediante procuradores ecuestres. Augusto introdujo una política fiscal coherente: sólo los impuestos indirectos (vectigalia) siguieron en manos de los publicani; los directos, llamados tributa o stipendia según las provincias (imperiales o senatoriales) se traspasaron a los gobernadores provinciales. Al stipendium (5%) se sumaban otros impuestos indirectos: la quinquagesima (2% de las exportaciones), para la que existían una serie de aduanas o portoria, la vigesima hereditatium (5% de las herencias) y la vigesima libertatis (5% de la manumisión de esclavos). El ejército acaparaba gran parte del gasto público, a veces (como en las guerras celtíbero-lusitanas) superando la recaudación anual. A partir de Augusto, y la sistematización de las fuerzas de ocupación, se le dotó de recursos propios, como la explotación de los prata militaria (tierras de cultivo y pastos) incluidas en el territorium legionis o talleres de alfarería propios, dejando de ser una fuente de gasto importante. La estructura de la hacienda pública se basó (en época imperial) en la autonomía ciudadana, contando las ciudades con recursos propios, bien por la explotación de su territorio como por las tasas e impuestos locales para hacer frente tanto a la administración local, como al pago de impuestos estatales y las obras públicas de la urbs y su territorio, lo que derivaba en continuos problemas financieros, superados para hacer frente a los gastos, etc. usualmente por la liberalidad de ciudadanos ricos, bien mediante aportaciones libres como por las obligadas por la ostentación de un cargo municipal (munera), consideradas un honor. Por ello, la crisis económica de finales del s. II y el que afectó a las oligarquías municipales acarreó a su vez la crisis de la ciudad, pues cada vez fue más difícil encontrar a ciudadanos dispuestos a costear las obligaciones que conllevaba la ostentación de magistraturas o sacerdocios municipales.

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TEMA 22. RELIGIÓN Y CULTURA RELIGIÓN La religión romana En líneas generales la religión romana resulta una amalgama de muy diversas influencias que inciden sobre un trasfondo claramente indoeuropeo (común en muchos casos también a latinos y otros itálicos). Este carácter mestizo es consecuencia del largo proceso de maduración y del influjo propio de la interacción progresiva con sus vecinos que le llevó tanto a la aceptación de novedades en el ámbito de la religión como a la conservación de caracteres muy arcaicos, sufriendo, por tanto, una paulatina modificación desde su pureza originaria. Esta asimilación de divinidades foráneas se realiza por medio de dos instrumentos de primer orden:

• La interpretatio o asimilación de divinidades foráneas a dioses romanos, o lo que es lo mismo, la fusión de dioses que tenían la misma funcionalidad en uno sólo. Se trata de una opción que busca acercar, adaptar al lenguaje romano a una realidad diferente, pero que termina modificando ambos parámetros a su favor. En el caso de los dioses griegos, se tomaron caracteres y rasgos teológicos amalgamándolos con los que ya poseían las divinidades romanas interpretadas. Por ejemplo Júpiter se asimila a Zeus, Juno a Hera, Minerva a Atenea, se les interpreta con los ojos prestados de la teología griega pero se mantiene su carácter triádico plenamente romano y completamente ajeno al pensamiento religioso griego. En definitiva mira la teología ajena por medio de los instrumentos que ofrece la propia.

• La evocatio o integración en el panteón romano de dioses extranjeros. Consistente en ganarse a los dioses de

los enemigos por medio de la promesa de darles culto en Roma. Este tipo de ceremonias previas a los enfrentamientos bélicos potenciaron la interpretación a la romana, por ejemplo, de dioses semitas: Melkart (patrono de Tiro en Fenicia o de Gades) fue nombrado como Hércules, o Baal-Hamón (patrono de Cartago) como Saturno.

En este proceso de asimilación, la crisis de la República y la institucionalización del Principado marcan un punto de no retorno que tendrá su culminación durante el siglo III d. C., con la aparición de las religiones monoteístas. Este proceso está caracterizado por:

• El abandono de la religiosidad tradicional. • La aparición de las religiones orientales que contradice el carácter colectivo de la religión tradicional, y • Por el culto al soberano, que oscilará desde la sobrehumanización a la divinización.

Dentro de estos Caracteres generales de la religión romana debemos tener en cuenta que, desde sus inicios, se desarrolló como una típica religión de campesinos. La palabra religio no designaba el culto a la divinidad ni el sentimiento de fe, sino la dependencia general de los hombres con la esfera de lo sagrado y, especialmente, ante el temor a lo desconocido, a lo sobrenatural. Esta actitud, típica de la mentalidad agrícola, se basaba en la creencia de fuerzas sobrenaturales, los numina (espíritus) que actuaban sobre la tierra para ayudar a los hombres o, más a menudo, para atormentarlos. El panteón romano La tríada venerada en el Capitolio estaba formada por Júpiter, señor del firmamento y divinidad principal; por Juno, protectora del matrimonio; y por Minerva, la diosa de los artesanos. Otros dioses eran Marte, dios de la guerra y del trabajo agrícola; Vesta, protectora del fuego del hogar; Vulcano del fuego; Neptuno, del mar; Venus, diosa del amor,… Otras divinidades, de carácter benigno, estaban especializadas en los diferentes ámbitos: agrícolas y pastoriles y familiares. Entre estos últimos tener en cuenta a

• los dii manes, espíritus de los antepasados; • los penates, divinidades del hogar;

• y los lares, ligados a sitios determinados.

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La religio Para los romanos era necesario conocer la voluntad de los dioses y tratar de mantener su favor con sacrificios y plegarias, por medio de una relación de ataduras recíprocas expresada en el principio del do ut des (te doy para que me des). Esta relación no solo una cuestión privada, sino también política y estatal, conservando la estructura social tripartita de los indoeuropeos, divididos en sacerdotes, guerreros y agricultores, cada uno de ellos con su correspondiente patrono divino. La relación del individuo con la divinidad se producía a través de intermediarios:

• Pater familias, en el ámbito familiar • Pontífices, augures, salii…, los sacerdotes oficiales en el Estado

Adopción de nuevas divinidades y progresiva helenización El temor a la existencia de que los dioses de los pueblos extranjeros existían y eran tan poderosos como los propios, tiene como consecuencia la aceptación de los dioses de los pueblos conquistados. De este modo fueron asimilados los dioses, cultos y ritos del mundo etrusco (haruspices) y de los pueblos itálicos, lo que contrasta frontalmente con la intolerancia de la política militar y de dominio. Pero, en este singular proceso de asimilación, fueron los griegos los que más influyeron en la configuración de la religión romana, contribuyendo a su maduración; las tempranas relaciones con la zona de Campania favorecieron la introducción de Apolo y de los libros sibilinos por medio de la interpretatio; de los dioses griegos, se tomaron caracteres y rasgos teológicos pero amalgamándolos con los que ya poseían las divinidades romanas interpretadas. Por ejemplo :

• Júpiter se asimila a Zeus, • Juno a Hera, • Minerva a Atenea,

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se les interpreta con los ojos prestados de la teología griega pero se mantiene su carácter triádico plenamente romano y completamente ajeno al pensamiento religioso griego. De la Segunda Guerra Púnica favoreció la introducción al culto frigio de la diosa Cibeles (204 a. C.) y unos años más los misterios dionisíacos. El contacto con Oriente favoreció el aumento de la influencia helenística a lo largo del siglo II d. C. y, a pesar de las objeciones del racionalismo y escepticismo de la filosofía griega, el estado romano mantuvo la religión tradicional hasta la restauración religiosa impulsada por Augusto. LA DIFUSIÓN DE LA RELIGIÓN ROMANA EN HISPANIA Al inicio de la conquista de la Península el sincretismo entre los dioses griegos y romanos estaba prácticamente finalizado. Su difusión en Hispania se produjo de manera paulatina debido al contacto del ejército y del comercio con el mundo indígena, afectando de manera más directa allí donde ese contacto fue más intenso. Los testimonios epigráficos, numismáticos y arqueológicos, así como la toponimia nos documentan y hacen referencia a una serie de lugares sagrados. Los fenómenos de sincretismo En el proceso de difusión destacan dos factores fundamentales:

• La flexibilidad romana en materia religiosa que favoreció la coexistencia de los ritos y creencias indígenas con la propia religión

• La tendencia a identificar comunidad cívica y religiosa permitió al estado romano fomentar la aceptación de

sus dioses y cultos entre los indígenas que, paulatinamente, se fueron integrando a través de su acceso a la ciudadanía al estado romano.

Estos fenómenos de sincretismo fueron más frecuentes hasta el programa de municipalización aplicado por César y Augusto. Los ámbitos provinciales resultan muy diversos entre sí y también pueden llegar a presentar notables diversidades zonales (como ocurre, por ejemplo, entre la Céltica y la zona ibero-turdetana). En el levante y sur ibéricos se vio facilitado por la implantación precedente tanto de los dioses fenicio–púnicos como del panteón griego. Los ejemplos son muy variados desde el aludido Melqart que se extendió hasta época imperial bajo la advocación de Hércules Gaditano, pasando por la divinidad griega Artemis que, bajo el nombre de Diana, se veneró por la costa levantina; Apolo era adorado en Italica y Ampurias con el nombre de Medicus, hasta llegar a las deidades del ámbito de la religión privada relacionadas con las aguas medicinales, como Salus, la diosa Fortuna o las Ninfas. Los cultos capitolinos. Otras divinidades La temprana presencia en Italica, Tarraco, Ampurias o Sagunto de templos tripartitos dedicados al culto de la Tríada Capitolina (formada por Júpiter, Juno y Minerva) nos documentan el aspecto oficialista de la religión. Por otro lado, la Tríada representa la proyección religiosa de la tradición institucional. Los capitolios y templos terminan convirtiéndose en una seña de identidad imprescindible para las comunidades dotadas de derecho de privilegio. A imagen de Roma (Urbs) la oligarquía provincial promociona la construcción de Templos y Capitolios como símbolo de tradición y cultura, como símbolo religioso del poder y la preeminencia romana y de proceso de latinización. Junto con la Tríada otras divinidades romanas ganaron seguidores. La más extendida fue Júpiter, imagen sincrética del poder romano e indígena que respondía a problemas, aspiraciones y necesidades propias. El carácter funcional de la religión romana facilitó la introducción de otras divinidades en Hispania, difundiéndose el culto a divinidades relacionadas con las aguas, con la salud, de las diversas actividades económicas, de la guerra o de la vida de ultratumba. Mercurio protegía a comerciantes y viajeros. Marte y Hércules, deidades de la guerra y protectoras de las armas. Entre los dioses protectores de la ciudad destaca el culto al Genio de la ciudad, de la familia la veneración a los Lares. Las reformas religiosas de Augusto: el culto imperial

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Augusto fomentó la restauración de la religión tradicional, recuperando viejos ritos, instituciones y ceremonias basadas en el cumplimiento de las obligaciones con los dioses, en la paz y el orden, al amparo del nuevo protector imperial. Augusto no se limitó a ocupar el máximo cargo sacerdotal, el pontificado máximo (12 a. C.), sino que formó parte de otros colegios sacerdotales, fue augur, miembro del colegio de los XV varones, del de los VIIviri, y flamen fecial. Octavio extendió los cultos de la nueva monarquía, entre ellos, la veneración a César, el culto a Marte y a Apolo, su dios personal al que erigió un templo en el Palatino. En tono a su persona se creó una mística sobrehumana como objeto de veneración, con templos y cultos en los que su “espíritu” (genius y numen) fue asociado a Roma como divinidad (dea Roma et Augustus) y motivó un fuerte vínculo de unión entre Roma, Italia y las provincias. Los cultos oficiales Tanto las prácticas rituales como su organización tenían tres objetivos fundamentales:

• Político, ya que llevaba implícita la aceptación de la soberanía y del poder de Roma • Social, al unir los lazos religiosos • Dar solidez y cohesión del Imperio.

La intensidad de estos tres componentes en el mundo provincial estaba determinada por el ordenamiento administrativo y el mayor o menor grado de urbanización de cada comunidad; un ejemplo de esto es el culto a la dea Roma que, mientras en las zonas orientales alcanzó gran importancia, en las zonas hispanas lo fue en menor medida. Sin embargo, el culto a la Tríada Capitolina si fue relevante como prueba la ley fundacional de la Colonia Iulia Genetiva Urbanorum Urso, en la que se regulaba la obligatoriedad de que los ediles organizaran juegos en su honor durante tres días, mientras que la protectora de la ciudad, Venus, sólo era honrada durante un día. Entre los templos capitolinos destacan en Hispania los de Urso, Hispalis, Asturica, Baelo, Emerita, Clunia o Tarraco. EL CULTO IMPERIAL Caracteres generales Similar importancia al culto oficial alcanzó el culto al emperador en Hispania que, aunque se inició en vida de Augusto no alcanzará su implantación hasta el periodo flavio y su apogeo hasta el siglo II d. C. Su culto estaba confiado a sacerdotes, flamines (elegido por los delegados de las ciudades de las provincias en una reunión anual del concilium), que tomaban el epíteto de Augustales, Claudiales, Flaviales, etc., dependiendo del nombre del emperador a cuya memoria estaban encargados. Para adquirir esta nueva naturaleza divina, era necesario que el Senado decretase la consecratio, lo que venía dado en función de los méritos y de la obra del emperador o de los miembros de la familia imperial. Su arraigo en Hispania Entre los pueblos prerromanos hispanos ya existía un culto al jefe, similar a la devotio, por el que un individuo se vinculaba a su jefe incluso con su vida. Este precedente facilitó el culto al Emperador, aunque también debió influir factores como la veneración a los lares y genius de Augusto y su asimilación a divinidades como Hércules o Mercurio. Difusión y organización Del año 25 a. C. es un altar dedicado a Augusto por la ciudad de Tarraco, lo que nos indica que el culto al emperador se inició con él en vida, al que siguieron otros a iniciativa individual o colectiva. En el año 15 d. C., Tiberio otorga un permiso a Tarraco para levantar un templo en honor de Augusto muerto; poco después lo hace también Emerita. Ambos casos son decisivos para la difusión del culto imperial ya que se trataba de las capitales de las dos provincias imperiales de Hispania y la petición debió surgir de las propias asambleas provinciales ya organizadas. La Bética realizó una petición similar que fue denegada quizá por su carácter senatorial.

César fué el creador de la gran época de Tarraco; la elevó en el año 45 a. de J. C., después de la batalla de Munda, al rango de "colonia", y por el nombre de su familia la denominó JULIA. Después la colonia Tarraco fué el cuartel general, desde el cual Augusto, en los años 26-25 a. de J. C., dirigió las operaciones contra los cántabros y astures, los últimos iberos que lucharon todavía por su libertad. Desde entonces Tarragona es la capital de la provincia citerior o Tarraconensis y fué honrada por

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Augusto con el nombre de TRIUMPHALIS en recuerdo de su victoria cantábrica, de manera que, a partir de este momento, el nombre oficial de Tarragona es el de COLONIA JULIA URBS TRIUMPHALIS TARRACO (abreviado en las monedas en la forma C.V.T.T.). Así se da en una hermosa inscripción del Museo de la Necrópolis cristiana.

Los ciudadanos de Tarraco, agradecidos al emperador por tal distinción, le levantaron un ALTAR. En las monedas de Augusto aparece éste como una gran construcción cuadrangular, adornada con los ornamentos acostumbrados de guirnaldas de laurel entre bucranios (cráneos de buey) y encima una palma (2). De este altar de Augusto en Tarraco se cuenta una bonita anécdota. Los tarraconenses comunicaron al emperador la alegre nueva de que en su altar había nacido una palmera, símbolo de su victoria; pero el emperador tuvo la suficiente malicia para contestar: "¡Así se ve con cuánta frecuencia me ofrecéis sacrificios en mi altar!" Al altar siguió, en el año 15 de nuestra Era, un año después de la muerte de Augusto, un TEMPLO DEDICADO AL "DIVUS AUGUSTUS", colocado entre los dioses del Estado (C. del plano). También el templo está representado en las monedas, como un edificio magnífico, con ocho columnas corintias en su frente y por detrás. El friso del templo estaba adornado con guirnaldas de hojas de acanto, cuya fina ejecución puede admirarse en los restos conservados en el Museo. También han quedado fragmentos de otras partes del templo, por lo que parece posible algo de reconstrucción (3). Las columnas tenían un diámetro de 1,55 metros y una altura de unos 12 metros. En el interior estaba la imagen a la que se daba culto, conocida igualmente por las monedas: el emperador, en figura del Zeus olímpico, en un trono, la mano izquierda descansando en un cetro y teniendo sobre la derecha, extendida, la diosa de la Victoria. El templo parece que se levantaba al sur de la Catedral, en el lugar más elevado de la ciudad. Porque aquellos restos arquitectónicos se encontraron, en 1847, en la región de las calles de San Lorenzo y Santas Creus (4), donde se ofrece una magnífica ocasión para excavar, habiéndose derribado allí todo un barrio. Con sus altas columnas el templo debía ser visible desde muy lejos, sirviendo de guía al marinero, como ahora la torre de la Catedral. El templo de Augusto fué restaurado por Adriano cuando este emperador viajero visitó Tarraco.

El culto imperial se consolida y desarrolla con la dinastía flavia, tras el escaso interés de los sucesores de Tiberio. Vespasiano extendió el culto a las circunscripciones conventuales y completó el provincial con su introducción en la Bética. Con los Antoninos, vinculados a Hispania, el culto se popularizó con la construcción de templos, esculturas y dedicaciones a la familia imperial. El culto imperial, en definitiva, era un eficaz instrumento de utilización de la religión al servicio del estado, al sentimiento de lealtad al emperador y a la cohesión del Imperio sirviendo, además, para la promoción de las elites locales. Eran las normas municipales las que regulaban la existencia de dos colegios en las ciudades, pontífices y augures, compuestos por tres miembros elegidos de por vida por los ciudadanos. Entre sus privilegios estaba la exención de milicia, la inmunidad, uso de la toga praetexta y el asiento entre los decuriones en los espectáculos, como ocurre en Urso. La organización del culto imperial se articulaba en tres eslabones administrativos ciudades, conventus y provincias:

• El culto municipal, es la primera manifestación del culto imperial, está confiado a sacerdotes, flamines, que en la Bética llevan el nombre de pontífices. Este cargo sacerdotal era elegido anualmente por los delegados de las ciudades de las provincias en una reunión, concilium, a cuyo término se decidía si se les nombraba flaminen perpetui. Con el establecimiento del culto a personajes femeninos de la familia imperial se designó a las flaminicae.

• El culto conventual, sólo documentado en la Tarraconense, los conventuales se vinculan al culto de la Dea Roma

y de Augusto y llevan el título de flamines. Su importancia radica que sirve a intereses políticos en razón inversa al grado de romanización, siendo elemento fundamental de la cohesión imperial y de lealtad dinástica.

• El culto provincial, también sirve a interese políticos por lo que tiene mayor relevancia en las zonas menos

romanizadas. La denominación de los sacerdotes es variada: flamen provinciae, flamen Augustorum, Romae et Augustorum, Augustalis, etc., también encontramos documentadas flaminicae en algunos casos a perpetuae.

Colegios sacerdotales La organización del culto provincial se desarrolló a través de las asambleas o concilia provinciales, donde participaban delegados de diferentes ciudades de cada provincia, que votaban a los candidatos a flamines. Estas reuniones eran aprovechadas para recordar los problemas de la provincia al gobernador o al emperador, llegando a jugar el papel de

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órganos representativos.La multiplicación de flamines propició la creación de colegios sacerdotales como los magistri larum augustalium, los sodales Claudiani o los Flaviles. El más importante era el de los Augustales, cuyos miembros eran fundamentalmente libertos enriquecidos por la actividad comercial o artesanal, donde encontraban un medio de promoción social. Alcance y significado del culto imperial La discusión sobre el alcance del culto imperial se ha centrado, tradicionalmente, desde el escepticismo de su implantación oficial, olvidando la solidez del deseo popular sobre las que se formalizó el interés político: los sentimientos de devoción hacia Roma, hacia el emperador y hacia el régimen.Los flamines locales eran los representantes del emperador en las ciudades, garantizando su arraigo; de ahí la importancia de estos hacia la coherencia y cohesión del régimen imperial. Sin embargo, la crisis del siglo III, condujo a la búsqueda popular de otros dioses y cultos que colmaran sus necesidades espirituales como los mistéricos, en un principio, y finalmente el cristianismo. LOS CULTOS ORIENTALES Difusión en la Península Junto a la religión romana se difundieron ex novo cultos orientales, donde se engloban los propios orientales y los de carácter mistérico. Los primeros se conectan con la colonización fenicio–púnica y griega que sobrevivieron a la conquista romana mediante la correspondiente interpretatio, como es el caso de los fenicio–púnicos Melqart y Tanit o los griegos Asclepios (Escula pio) o Artemis Efesia, asimilada a Diana, o Némesis, diosa de la justicia, devocionada entre esclavos, libertos y gladiadores. De las de carácter mistérico, los diferentes emperadores adoptaron políticas contradictorias que oscilan entre la protección y la prohibición. Otros cultos con cierta relevancia fueron los realizados a:

• Divinidades egipcias: Las principales fueron Isis y Serapis. Isis unida a Osiris en la secuencia nacimiento–muerte–resurrección, adquirió en época helenística caracteres mistéricos. Su culto, prohibido y protegido, se desarrolló durante el siglo II en círculos acomodados. Serapis, en cambio, se extendió sincreticamente.

• Dioses tracofrigios: Cibeles y Atis fueron introducidos

a partir del siglo II y III d. C. En sus santuarios se celebraban bautismos sangrientos, que incluían el sacrificio de un toro o un carnero.

• Mitra: divinidad irania que penetró en la Península a partir del siglo II d. C. estaba ligado a la milicia con el

apelativo de invictus, y a los comerciantes costeros. Destacan sus lugares de culto específicos, los mitreos, como el de Mérida.

El cristianismo primitivo en Hispania Por último, la difusión del cristianismo en Hispania se ha explicado por tres vías: la predicación de Santiago, la llegada de San Pablo y la tradición de los Varones Apostólicos, sin bases históricas verificables. Su origen es oscuro y tardío ya que los primeros testimonios sobre su presencia en Hispania (Irineo de Lyon y Tertuliano a finales del siglo II) son en exceso imprecisos. El primer dato lo encontramos en el año 254, en la carta 67 de Cipriano de Cartago, que documenta la existencia de comunidades cristianas en León–Astorga, Mérida y Zaragoza. Es a partir de esta fecha, y coincidiendo con las persecuciones de Valeriano y Diocleciano, cuando se acumulan los testimonios y el cristianismo avanza en los grandes focos urbanos y sobre la gente humilde. Como fenómeno histórico es, durante el Alto Imperio, una más de las religiones orientales que atiende a las necesidades y aspiraciones. Penetra en los núcleos más romanizados con comunidades judías a través de militares, comerciantes, viajeros…

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Por tanto su introducción no se realizó mediante una única vía ni se importó, sino que se va gestando a través del desarrollo de pequeñas comunidades y de la predicación de numerosos elementos que extienden su proselitismo en los ambientes que frecuentan. LAS RELIGIONES INDÍGENAS La religiosidad indígena pervivió en Hispania a través de la interpretatio, del sincretismo o simplemente se mantuvo; de esta pervivencia se conservan el nombre de 300 divinidades en estelas y esculturas, siendo por tanto religiones con diferentes mitos y ritos de las que desconocemos su esencia. Es por tanto un mapa heterogéneo, de fuertes contrates, en armonía con el mapa cultural. Sus documentos, sobre todo epigráficos, que llegan a la época imperial prueban la tenacidad de estos pueblos por mantener sus creencias hasta la cristianización plena de la Península. CULTURA Progresivamente y de forma no uniforme, Hispania fue asimilando las formas culturales romanas, donde se incluyen aspectos y matices nacidos tanto de la diversidad como de la integración de las regiones hispanas en el ámbito romano. Durante la República, la latinización no fue completa, aunque el latín era la lengua oficial y en él se redactaban los documentos oficiales, las lenguas indígenas pervivieron en el ámbito coloquial, incluso en las zonas más romanizadas. El bilingüismo de las monedas prueba este hecho. A partir del Imperio, las inscripciones funerarias muestran una mayor introducción del latín entre la población indígena; los nombres de personas y de lugares geográficos aparecen en este idioma. También los nombres de las divinidades. El urbanismo, de manera paralela, es el modelo de espacio de convivencia y de integración en el mundo romano. El proceso de romanización, por tanto, se asienta en dos pilares fundamentales: la latinización y la urbanización. LA LATINIZACIÓN Entre las muchas diversidades culturales de la Península se encontraba la lingüística: variantes ibéricas, protoceltas, celtas, el vasco primitivo, y las costero mediterráneas extendidas por griegos y púnicos. En un siglo se extendió el latín en zonas como el valle del Guadalquivir y las costeras, usándose la escritura y lengua ibérica en buena parte de su área hasta la tardía República. Este bilingüismo lo testimonian las leyendas monetales, escritas en ibérico y latín, los pactos de hospitalidad o los bronces de Contrebia Belaisca (Botorrica) redactados uno en latín y otro en celtibérico. Las numerosas tropas indígenas que sirvieron durante toda la conquista en los ejércitos aprenderían pronto latín para utilizarlo en sus relaciones con los romanos; un ejemplo de ello es Yugurta, que aprendió a hablar latín en el campamento de Numancia (Sal. BI CI 6). C. Sánchez Albornoz deduce del análisis de los textos que ya en el año 171 a.C. había hispanos que entendían y hablaban latín, pues en ese año fueron introducidos nlegados de las dos provincias, que se quejaron al Senado de la conducta de los magistrados romanos. El texto de Livio XLIII 2 no deja lugar a duda, ii de magistraturum Romanorum auaritia superbiaque conquesti, mixi genibus ab senatu petierunt... uocatis in curiam legatis recitatum est senatus consultum... En el año 127 algunos numantinos hablaban latín, pues después de la derrota de Mancino sostuvieron una conversación con Graco (Plut. T. Grac. 5). En este mismo año algunos habitantes de Numancia conocían la escritura latina, ya que Appiano (Ib. 83) expresamente afirma que los numantinos tenían escrito el tratado firmado con Mancino. El latín se habló pronto corrientemente en la Bética, como se desprende de que rasgos de latín arcaico, que denotan antigüedad, se registran en las inscripciones del sur 204, como en la últimamente publicada por Gómez Moreno procedente de Cástulo. Arcaísmos se documentan en las inscripciones de otras partes de Hispania, como entre los vascones 206; son muy frecuentes en las inscripciones de Carthago Nova, según señala repetidas veces A. Beltrán, y en Medellín y Castra Caecilia; en estos dos últimos lugares probablemente los trajeron gentes llegados de la Bética, donde ya en la época de Metelo existían poetas indígenas romanizados que celebraron las hazañas del general romano, según se indicó. En la época de las guerras civiles se hablaba habitualmente latín en varias ciudades, como se deduce del hecho de que en las tres grandes asambleas reunidas por César en Córdoba y Tarragona, después de las victorias anteriores a Farsalia, y en Sevilla, después de Munda (BC II 19 y 21; BH 42), los asistentes entendieron perfectamente los discursos sin necesidad de intérpretes. A finales de la República los turdetanos hablaban ya sólo latín, según Estrabón (III 2, 15). La política de Roma de implantación del latín como lengua oficial queda reflejada en el hecho de que a partir del año 45 a.C. desaparece el bilingüismo de las monedas Pronto los indígenas aprendieron a escribir en caracteres latinos, como lo prueban las inscripciones de Peñalba de Villastar Cogul, Lamas de Moledo Cabeço das Fraguas cerca de Guarda; algunos tesoros, como los dos procedentes de Paredes de Nava, y las téseras recogidas en las Merchanas, Sasamón y Arcobriga 2, de cronología muy segura.

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Agentes de latinización La difusión del latín se realizó a través del ejército, la administración, el comercio y, sobre todo, por la emigración romano–itálica. A estos agentes se añadió el deseo de las oligarquías de integrarse en el ámbito romano, potenciado por el otorgamiento de derechos municipales y del proceso de urbanización. El uso de las lenguas indígenas se redujo a determinadas áreas rurales y a los estratos sociales más humildes.

Sistema educativo romano Con la lengua se introdujo el sistema educativo romano, extendiéndose al ritmo de la urbanización desde comienzos del Imperio. Sertorio ensayó el sistema con la fundación de una escuela para los hijos de la oligarquía de Osca. La epigrafía documenta la presencia de pedagogos y gramáticos en las ciudades hispanas. Escritores latinos de origen hispano El arraigo de la cultura romana entre las oligarquías indígenas explica la presencia en Roma de personajes influyentes en la sociedad y en la política, en el ensayo y la literatura. Las elites urbanas dirigentes son mezcla de colonos y de privilegiados con derecho de ciudadanía romana con Roma como patria común, siendo, por tanto, una cultura romana. Durante el siglo I es cuando se desarrolla el núcleo más importante de escritores latinos de origen hispano, aunque educados en Roma, donde sus familias residían. Nombres como los de los poetas Lucano y Marcial, el geógrafo Mela, así como el de Séneca y el ensayista sobre temas agrícolas Columela, entre otros. La política imperial seguía un orden jerárquico que sancionaba los niveles de dependencia y privilegio respecto a Roma, alimentando conscientemente los patriotismos para medir favores y promociones; esto reforzaba un lealismo basado en la ambición individual y explica la competencia para alcanzar el elitismo en la “patria común”, la propia Roma.

EL URBANISMO En el urbanismo y en las obras públicas donde se reflejan los ideales de la cultura romana, donde quedan integrados sus elementos materiales traducidos en escultura, relieve, pintura, musivaria y objetos de artes industriales. El modelo de ciudad romana: colonias y ciudades campamentales La colonia ex novo es el principal modelo urbanístico importado de Roma e insertado en el paisaje urbano hispano. Se caracteriza por su planta, cuadrada o rectangular, dividida en dos ejes principales: el cardo maximus (de dirección norte–sur) y el decumanus maximus (de dirección este–oeste), que divide el plano en cuatro cuarteles, sobre los que se articula la retícula urbana en una serie de manzanas, insulae, con un número variable de casas. Ejemplos de este urbanismo son Mérida, Zaragoza, Tarragona o itálica. La ciudad campamental no difiere mucho de este plan, ya que nace de la transformación de un campamento militar en un centro urbano. Tales son los casos de León, Astorga o Lugo. Estructuras urbanísticas Tanto las ciudades nuevas como las que adaptaron sus estructuras al modelo romano contaban con estructuras que les permitía satisfacer las demandas colectivas, consecuencia de un programa monumental que estaba en relación directa con el otorgamiento de privilegios.

• El centro urbano estaba constituido por el FORO o plaza central de planta cuadrada o rectangular porticada donde se levantaban los edificios públicos fundamentales. El lugar central reservado al templo de la Tríada; los laterales estaban ocupados por los edificios de uso político, jurídico o económico como la basílica (justicia), el tabularium (archivo), y las tabernae (tiendas) y el macellum (mercado). Ejemplos de foro son los Tarraco, Clunia, Sagunto, Itálica o Calatayud.

• Otra parte importante de la ciudad era la destinada a las construcciones de higiene y ocio, entre las primeras

destaca el abastecimiento de agua con presas y acueductos y la conducción de aguas residuales a través de una red de cloacas; finalmente las termas ocupaban un lugar destacado entre los hábitos romanos. Entre las

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construcciones públicas destinadas al ocio las más destacadas son: los teatros (Mérida, Itálica, Sagunto…); anfiteatros (Itálica o Tarraco) y los circos como el de Mérida.

La difusión de la arquitectura romana en Hispania A pesar de estos elementos comunes la urbanización hispana es heterogénea debido a los viejos urbanismos y a la actitud de las oligarquías locales de acuerdo a su potencial económico para sufragar actividades evergéticas.

• Son los establecimientos militares la primera actividad romana desarrollada en suelo hispano. Ejemplos de ello se conservan en las murallas ciclópeas de Tarragona o los campamentos en torno a Numancia.

• Con César se inicia la creación de centros urbanos como las colonias de Pax Iulia o Victrix Iulia. Augusto

continúa la transformación del paisaje urbano con el programa de fundación de colonias, el desarrollo jurídico de ciudades y la construcción de nuevos núcleos de población.

• Este incremento de la actividad constructiva es sufragado por Augusto y por los dirigentes locales, incluyendo

tanto infraestructuras (calzadas, puentes, acueductos) como construcciones monumentales (templos, termas, circos…). La mayoría de teatros (Corduba, Caesarugusta, Clunia) se construyen en época julioclaudia.

• La aplicación de la ius latii de época flavia trae como consecuencia la monumentalización de los nuevos

municipios y la revitalización urbanística: Cáparra, Conimbriga, etc. En el siglo II se observa un descenso en la actividad edilicia, aunque continúa la política de construcciones con predominio de las modificaciones y restauraciones. La crisis de finales del siglo II se hace notar en las provincias del Imperio que, junto al agotamiento de las clases dirigentes locales, explican el descenso en la construcción de proyectos monumentales. Con esta crisis la ciudad inicia su decadencia junto a un proceso de ruralización para concluir su ciclo y el del Imperio.

• CONSTRUCCIÓN DE VÍAS. En realidad, tanto a este punto como al comercio se les puede considerar, más bien que causas de romanización, efectos de ella, según se indicó al principio de este trabajo, pero a su vez contribuyen a extender la romanización. No se le escapó a Estrabón (III 3, 8) la importancia de las vías terrestres y marítimas en la civilización de los pueblos; así, al referirse a los pueblos del norte de Hispania, escribió que "su rudeza y salvajismo no se debe sólo a sus costumbres guerreras, sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos, y esta dificultad de comunicación les ha hecho perder toda sociabilidad y toda humanidad". Los romanos se entregaron pronto, como en Etruria y en el resto del Imperio, a la tarea de construir vías, algunas de ellas, como las del norte, con fines militares en principio, pero que se convirtieron en auténticas arterias de romanización en seguida. Costeaba gran parte del Mediterráneo, desde hacía tiempo, la famosa Vía Hercúlea, citada ya por Polibio con anterioridad al año 124 a.C. (III 39, 2). Según este historiador, los romanos terminaban de medir un tramo y de colocar miliarios en ella. En su tiempo iba ya desde las columnas de Hércules hasta el Ródano, pues Polibio da la distancia entre las diferentes estaciones: desde las columnas de Hércules a Carthago Nova, 1.300 estadios; de Carthago Nova a Emporion, 1.600; de Emporion a Narbona, 600, y de Narbona al Ródano, 1.600. Estrabón (III 4, 6) describe minuciosamente esta vía y anota todas las rectificaciones sufridas en el antiguo trazadoSánchez Albornoz sospecha que este es el camino seguido por Escipión en su marcha desde Tarragona a Ilipa cuando en el año 208 venció a Asdrúbal, al que aludiría Livio (XXVIII 13). La Vía Hercúlea fue recorrida en veintisiete días por César, cuando vino desde el Ródano a Obulco (Str. III 4, 6). Esta vía estaba en función del comercio, de la explotación de las minas de Carthago Nova y de las andaluzas. Hace años que Mommsen escribió que entre los Pirineos y Tarragona se han hallado miliarios procedentes de los últimos tiempos de la República "como no se han encontrado en ninguna otra provincia de Occidente". Sin duda se refería el gran historiador a los miliarios de Mario Sergio (CIL II 4.956), procónsul desconocido de la Provincia Citerior, pero que debió gobernar antes del año 120 a.C., y de Q. Fabio Labeo, también de la Citerior (CIL II 4.924-4.925), que al parecer fue procónsul entre los años 124 y 114; estos dos últimos miliarios han aparecido en Lérida 199. Estos miliarios seguramente pertenecen a la vía que partiendo de Tarragona iba a Pamplona y Oyarzun, ciudad asentada sobre el Océano Cántabro, en el límite de Aquitania e Iberia, y medía 2.400 estadios (Str. III 4, 10). Schulten deduce de la existencia de Castra Seruilia que la vía militar desde el Guadiana a la Sierra de Gredos la comenzó en el año 139 Q. Cecilio Metelo y fue terminada después por Metelo en el año 79-78 con las construcciones de Castra Caecilia y Vicus Caecilius, que era la estación más avanzada hacia el norte en la Sierra de Gredos. Metelo avanzó por lo que años más tarde sería la Vía de la Plata, que iba de Metellinum hasta Vicus Caecilius, y que Augusto prolongaría hasta Salamanca y Caesaraugusta. En realidad seguía esta vía un antiguo camino tartésico, como ha visto A. García y Bellido, y estaba probablemente construida con vistas a la obtención del estaño de Lusitania.

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El Dictador prolongó, por motivos económicos, la Vía Hercúlea desde Saetabi hasta Cástulo, rico centro número en la raya de la Bética, y desde allí, por Córdoba, Astigi e Hispalis, le condujo hasta Gades, importantes puertos. Este camino se encontraba ya terminado antes del año 1. Al final de la guerra civil existía una vía que unía Córdoba y Carthago, por la que huyó Pompeyo el Joven después del desastre de Munda, como se deduce de una frase del autor del Bellum Hispaniense 32 201, que menciona el octavo miliario. Augusto, fiel a su programa de prosperidad material, se vio obligado a construir muchas millas de vías dentro de todo el Imperio. Augusto mandó construir en Hispania más de 2.000 kilómetros de vía romana, siendo en este aspecto su labor muy superior a la de su tío, tanto en Hispania como en el resto del Imperio; ya se indicó que a Augusto se debe la construcción de la vía que desde Emerita subía a Astorga, donde han aparecido buenas pinturas pompeyanas y que era un importante centro minero; la prolongación de la vía de Emerita obedece a razones económicas; bajo Augusto se construyeron los ramales que desde Segisama, por Pisoraca, Amaia, Vellica, Legio IV, Iuliobriga y Aracillum, bajaba a Portus Blendius. Una tercera, desde Vallata por las Babias y el puerto de la Mesa, terminaba en la costa central de Asturias. A iniciativa de la política de Augusto igualmente se trazaron la calzada más meridional que unía Astorga y Braga y la que desde Asturias llevaba a Bracara, una a través de Chaves y Limia, la segunda por Lugo, Iria y Tuy.