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ISLAS 31 D esde mediados del siglo XX, las inda- gaciones encaminadas a desentrañar la historia de la esclavitud en América, y en especial en el ámbito caribeño, se han acercado cada vez más a la reconstrucción etnohistórica del objeto de estudio, lo que ha Los espacios de la resistencia esclava en Cuba Dr. Gabino La Rosa Corzo Profesor e Investigador. La Habana Historia

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Desde mediados del siglo XX, las inda-gaciones encaminadas a desentrañarla historia de la esclavitud en América,

y en especial en el ámbito caribeño, se hanacercado cada vez más a la reconstrucciónetnohistórica del objeto de estudio, lo que ha

Los espaciosde la

resistencia esclavaen Cuba

Dr. Gabino La Rosa CorzoProfesor e Investigador. La Habana

Histo

ria

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permitido penetrar en los móviles económico-sociales del proceso esclavista y en las conse-cuencias histórico-culturales del sistema; casisiempre con el interés de destacar la relevanciacontemporánea de la cuestión.1

Pero mucho se desconoce aún de la cul-tura y de los aportes de los grupos esclaviza-dos, aunque la historiografía moderna hareconocido que “a través de los discursos y lasprácticas de la marginalidad y de la exclusión,se manifiestan las transformaciones funda-mentales de las estructuras económicas,sociales e ideológicas”.2

Durante los últimos 10 años se ha avanza-do mucho, sobre la base de la arqueologíahistórica fundamentalmente, en el conoci-miento de las condiciones de vida de las masasesclavizadas y de los componentes africanos,como parte del estudio de las plantacionesesclavistas y del capitalismo industrial enAmérica.

Sin embargo, se presenta un vacío histori-ográfico de cierto peso al trasladarse los estu-dios desde las plantaciones y haciendas esclav-istas hacia las secretas y ocultas aldeas levan-tadas por comunidades de africanos y susdescendientes nacidos en América (quilomboso palenques); a pesar de que éstas, como expre-siones de la resistencia esclava activa, caracter-izan, en esencia, el espacio de los marginales enbuena parte de las sociedades caribeñas.

Cuba, la mayor de las Antillas, donde laeconomía de plantación esclavista alcanzó sumayor desarrollo entre 1790 y 1860, y que fueuno de los últimos bastiones de la esclavitud yel colonialismo en el continente, atesora en susarchivos miles de documentos que permitenpenetrar en el proceso histórico por el queatravesó la esclavitud del africano y sus descen-dientes en la isla, así como estudiar las difer-entes vías por las cuales éste expresó su incon-formidad, ya fuera de forma abierta y directa,mediante la conspiración o la rebelión, o en

forma de resistencia, como el apalencamiento,el cimarronaje individual o en grupos, e inclu-so de manera pasiva a través del aborto, el sui-cidio, la rotura de equipos y la resistencia altrabajo, entre otras.

Pero sucede que esta documentaciónpuede ilustrar acerca de la frecuencia de lasfugas, los lugares que sirvieron de refugio oasentamiento, el número de sus habitantes, lostipos de cultivos, el número de viviendas; perono ilustra acerca de la vida cotidiana de estascomunidades. No nos brinda la posibilidad deacceder al conocimiento de la cultura materi-al, a través de la cual se expresan las raícesafricanas y el proceso de transculturación3que debió producirse como reflejo de las varia-ciones ocurridas en la vida, conducta,conocimientos y hábitos de los grupos esclav-izados, como consecuencia de su introducciónen los territorios americanos.

Por esto, numerosos antropólogos hanbuscado en la arqueología histórica una vía deacceso a la comprensión de la cultura materialdel palenque, pues como sucede con toda doc-umentación histórica, los documentos sobrelos marginales emanaron del centro, en cam-bio, la cultura material de éstos se recreó en susorígenes y respondió a la visión, misión yrecursos propios. En este terreno se han desta-cado, entre otros, los estudios realizados enEstados Unidos, en República Dominicana,en Brasil, y en Cuba.4

Como una consecuencia inmediata de estatendencia en los estudios antropológicos yarqueológicos americanos, desde la década delos años 80 del siglo XX la arqueología enCuba ha desplegado importantes trabajos deterreno en la búsqueda de evidencias materi-als, a través de las cuales se emprende la recon-strucción etnohistórica de las aldeas fundadaspor los esclavos prófugos.

La plantación esclavista como espaciosocial histórico y los espacios marginales

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La sociedad esclavista en la isla de Cuba,como en el resto de América, fue un fenómenosocio-espacial, no sólo porque distribuyó yexplotó los espacios geográficos existentes,sino también porque creó y modificó los espa-cios, y construyó las relaciones sociales enellos.

La producción de azúcar y café demanda-ba los mejores terrenos y a ellos se les dotó defunciones productivas y sociales específicas,mientras que se dejaban a un lado, hasta tantola expansión productiva lo demandara, lasgrandes montañas y las zonas pantanosascomo áreas marginales o de exclusión. Estosserían, precisamente, los espacios de los quedispondría temporalmente el esclavo prófugo,pero su uso estaría sujeto a numerosos fac-tores. Veamos algunos de ellos.

Sobre la base de la amplia documentaciónhistórica existente en la isla, fue posibleestablecer, inicialmente con carácter dehipótesis, la presencia de diferenciasregionales en las formas de manifestarse laresistencia esclava. El trabajo de campo y elestudio de las evidencias materiales permi-tieron poner al descubierto que, efectiva-mente, en las zonas montañosas de la regiónoriental de la isla, predominó como formaprincipal de resistencia esclava el apalen-camiento o edificación de aldeas ocultas, apesar de que la cifra de población esclava enella era inferior a la concentrada en la regiónoccidental.

Esta última región, donde se reunían lasmayores cifras de esclavos, contaba con unacordillera montañosa de poca altura y espaciofísico reducido, denominada Alturas Habana-Matanzas, y con una estrecha franja de terrenopantanoso en la costa sur. Dada la alta concen-tración de plantaciones esclavistas en las lla-nuras occidentales, estas dos zonas constituíanel único espacio marginal o vía de escape paralos esclavos prófugos, pero aquí la construc-

ción de aldeas estables, en las que se cultivara yse restableciera la vida en comunidad, era unaempresa de mucho riesgo, de ahí que lo quepredominaba eran los escondites o refugiostemporales en cuevas y abrigos rocosos.

Estas diferencias en las formas que adop-tó la resistencia esclava determinaron varia-ciones en los sistemas de acoso y exterminio.Mientras en la región oriental se organizabangrandes expediciones durante dos o tres mesesal año, con tropas de hasta 150 efectivos, en laszonas de la región Habana-Matanzas, la perse-cución descansó en pequeñas partidas de ranc-headores de apenas seis integrantes que rastre-aban de manera permanente el territorio.

Mediante el trabajo de campo se ha podi-do comprobar que en las zonas orientales fuefrecuente la edificación de aldeas (palenques)en las laderas de las grandes montañas comorecurso táctico defensivo. Los poblados cimar-rones en Cuba, en sentido general, no fueronlevantados ni en las cimas ni en las partes bajaso cuencas de arroyos. Lo primero los hubierahecho visibles desde largas distancias y losegundo habría sido un error táctico defensivode primer orden. Por esto se seleccionaban lasladeras y para hacer el espacio habitable seconstruían taludes artificiales en los queerigían sus ranchos y viviendas.

Las condiciones geográficas de lasgrandes montañas orientales y la ausencia denúcleos de población cercanos, propiciaron eldesarrollo de esta forma particular de resisten-cia, que cobró características muy relevantesen la región estudiada. El lugar seleccionadopor el esclavo fugado para asentarse debíareunir, ante todo, los requisitos más elemen-tales para poder afrontar una subsistenciabajo constante acoso: distancia, se entiendecomo tal el mayor aislamiento posible de todonúcleo de población colonial, así como decualquier vía de comunicación; inaccesibili-dad, o sea, lugares de difícil acceso o poco

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accesibles al transeúnte, campesino o montero,y con pocas probabilidades de ser descubierto;y “camuflaje”, un lugar que reuniese carac-terísticas topográficas y de vegetación quebrindaran protección a la aldea. Estas trescondiciones, si bien pueden confundirse,responden en realidad a niveles espacialesdiferentes, aunque relacionados entre sí.

Esta cuestión se pone de manifiesto aescala insular y permite explicar el hecho deque si bien el apalencamiento se produjo a lolargo de todo el territorio de la isla, fue pre-

cisamente en su región oriental donde cobróimportancia, ya que era ésta la parte másfavorecida por los tres requisitos enunciadosanteriormente. Esto, desde luego, no operabade forma independiente de otros factores comola presencia de grandes grupos de esclavossometidos a una explotación intensiva, lo cuales en realidad la base de todo lo que se desen-cadena después.

En los años 1985, 1987 y 1993 se efectu-aron expediciones a las Cuchillas del Toa, en laregion oriental. Mediante los elementos apor-

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tados por la tradición oral, la toponimia localy la presencia de evidencias de la cultura mate-rial de este tipo de asentamiento, se localizó elárea que ocupó el palenque Kalunga.5 Comosus viviendas habían sido fabricadas cada unasobre un talud artificial, se pudo hacer su lev-antamiento topográfico y la reconstrucción dela parte del asentamiento en un plano. Se ubi-caron las plantas de 14 de las 26 viviendas quetenía. La presencia de rudimentarios fogonesde tres piedras en la parte baja de algunos delos taludes, y las diferentes dimensiones que

estos últimos tenían, prueban la existencia dehabitaciones de diferentes tamaños, así comoque se cocinaba en el exterior de las viviendas.

Otro de los planos, levantado por idénti-cos procedimientos, es el que corresponde alpalenque Todos Tenemos. En este caso, tambiénsirvió de base para el trabajo de terreno ladescripción del asalto ofrecida por la partidaque realizó la operación en el año 1848.

En los planos se evidencia la concen-tración de viviendas en un área relativamentereducida en un espacio de difícil acceso. Este esel rasgo distintivo fundamental de este tipo deasentamiento humano. De esta manera, cadapalenque o aldea se integraba a una concep-ción espacial definida por la supervivenciaacosada.

El apalencamiento, como forma de re-sistencia activa de los esclavos, representa,desde el punto de vista social, un nivel superi-or con relación al cimarronaje simple ocimaronaje en cuadrillas o bandas, ya que elapalencamiento significaba no sólo la evasión,la libertad y la unidad en pequeños grupos,sino también la posibilidad de vivir en comu-nidades, construir viviendas, procrear hijos y,en definitiva, reproducir la vida familiar.

Como este tipo de comunidad levantada aespaldas de la ley y acosada representaba unameta socialmente superior, este recursodemandaba de los asociados intereses y posi-bilidades que rebasaban los objetivos de loscimarrones. El apalencamiento, por su propiaesencia como forma de resistencia esclava,implicaba el respeto de principios defensivosdiferentes a los que regían para los simplesfugados, así como el establecimiento de deter-minados recursos que le eran propios.

Un asentamiento que garantizara la vidaen libertad de un grupo humano marginado yperseguido, en aquel espacio histórico insular,tenía necesariamente que fundamentarse en eldesarrollo de una economía de subsistencia. Si

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para el cimarrón simple o para la cuadrillade cimarrones el no ser sorprendidos eramuy importante, y de ahí su constantemovilidad, para el apalencado esto cobrabauna importancia primordial, toda vez quesus recursos se diferenciaban de los anteri-ores porque su interés era permanecer en ellugar seleccionado.

La experiencia acumulada con anteriori-dad a la fuga y el conocimiento adquirido enla vida de acoso continuo a la que fueronsometidos en Cuba, llevó a los apalencados a laconstante búsqueda de las zonas másapartadas e inhóspitas. De esta manera ellugar seleccionado era primero un refugio ais-lado, y poco después un asentamiento quecrecía en integrantes a medida que pasaba eltiempo y no era objeto de ataque. Así, los apa-lencados respetaron los principios más ele-mentales de una subsistencia acosada. Poresto, basaron su superviviencia en el seden-tarismo en zonas muy apartadas y de difícilacceso, y en el grado de ignorancia que acercade su poblado tuvieran las autoridades locales.

En cambio, en la región occidental de laisla los espacios marginales de las plantacioneseran físicamente más reducidos y vulnerables.Por estos motivos, la forma de resistenciaesclava principal en la región sería el cimar-ronaje y no el apalencamiento.

La documentación colonial de Cubaidentificaba como cimarrón simple al esclavorural prófugo cuya huida tenía carácter indi-vidual y temporal. Esta forma de resistenciafue un recurso muy utilizado por los esclavospara escapar de las duras jornadas laborales yde los crueles castigos que se les inferían. Eneste caso, el esclavo prófugo, generalmente conuna visión muy local del lugar donde se encon-traba y casi siempre carente de familiares oamigos en otros puntos, al practicar la fugagarantizaba de manera más efectiva su subsis-tencia si merodeaba por las inmediaciones de

las propiedades donde había sido explotado.El concepto cimarrón se aplicaba sólo a losesclavos fugados que deambulaban por losmontes, fueran de la propiedad que fueran.Este fue uno de los problemas sociales que másocupó a las autoridades coloniales.

Los cimarrones simples y cuadrillas decimarrones, por basar su supervivencia en elrobo y el trueque, se vieron obligados amoverse casi siempre en zonas relativamentecercanas a las haciendas o núcleos depoblación, y para reducir el riesgo queimplicaba esto, recurrieron a una constantemovilidad.

Tal es así, que de los 35 sitios arqueológi-cos relacionados con el cimarronaje localiza-dos hasta el presente en las Alturas Habana-Matanzas, todos se corresponden conpequeños paraderos-refugios, siempre en abri-gos rocosos y cuevas. Muchos se encuentranvinculados entre sí, con una función específicacada uno de ellos, dentro de las tácticas defen-sivas, pues existen escondites cercanos a lasplantaciones que sirvieron de vigías, mientrasque los restantes, de forma escalonada,ofrecían abrigo a un número cada vez mayorde individuos.

En el estudio de estos refugios se le prestóespecial interés a la distribución espacial de lasevidencias alimentarias, lo que muestra unpatrón similar de conducta en todos ellos encuanto a las fuentes, preparación y consumode alimentos. Los fogones resultaron ser lasáreas de los espacios domésticos más ricos enevidencias de todo tipo.

Se puede afirmar que como recursos ali-menticios los cimarrones consumían aves, rep-tiles y mamíferos que eran obtenidos medi-ante la caza en las zonas boscosas. Sin embar-go, en los refugios de las Alturas Habana-Matanzas predominan los restos de aves decorral, cerdos, vacas y caballos, los cualeseran hurtados en las plantaciones cercanas. Es

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incuestionable que el carácter de subsistenciade la economía de estos marginales los llevó aluso indiscriminado de todo lo que sirviera defuente de alimento, pues son varios los sitiosen los que se han identificado restos de perros(cannis familiaris) en los fogones de estosrefugios, con huellas evidentes de su consumocomo alimento.6

El uso elevado de azúcar como recursoenergético, fue un hábito adquirido por elesclavo en la plantación azucarera, lo que seevidencia en la abundancia de los restos dehormas de barro de las que se usaban para lafabricación de este producto en los ingenios,en los refugios de los cimarrones, sobre todoaquéllos que se encuentran cercanos a lasplantaciones.

Los cimarrones y apalencados utilizarontodos los recursos materiales que podíanobtener en las plantaciones, por lo que escomún la presencia de restos de contenedoresde líquidos, tales como botijas y damajuanas,y vasijas para la preparación de alimentos,

como ollas de hierro colado (trébedes) y ollasde barro. Altamente significativa ha resulta-do la comprobación de que los cimarronesrefugiados en las Alturas Habana-Matanzasfabricaron útiles de barro, entre los que seencuentran cachimbas para fumar y ollaspara cocer alimentos, algunas de las cualesfueron decoradas con motivos que recuerdanlos diseños africanos.7

En fin, la arqueología brinda la posibili-dad de reconstruir la cultura material de losrefugios de los cimarrones y los palenquescomo espacio de la marginalidad y con ellocompletar la visión histórica de aquellasociedad. La historia social del Caribe se reve-lará en su plenitud en la misma medida en queincluya dentro de su objeto de esudio el espa-cio de los marginales, por cuanto en él subsis-tió una cultura con signos y funciones propios,que revelan las transformaciones más profun-das que se producían en las sociedades de laAmérica de las pasadas centurias y a las cualesno es ajena la América actual.

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NOTAS Y BIBLIOGRAFIA

1. Lockhart, J. and S. Schwartz. Early Latin America:A History of Colonial Spanish America and Brazil,Cambridge University Press, London 1984; Klein,H. African Slavery in Latin America and theCaribbean.University Press, New York 1986; Stern,S. “Feudalism, Capitalism and the World System inthe Perspective of Latin America and theCaribbean”. American Historical Review 93, n.41988: 829-72.

2. Schmitt, J. C. La historia de los marginales. En: LaHistoria y el oficio del

historiador. Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1996: 255-281.

3. Utilizo el concepto transculturación en el mismosentido que lo propusiera el etnólogo cubanoFernando Ortiz y aceptado por BronislawMalinowski al decir que transculturación “es unproceso en el cual siempre se da algo a cambio de loque se recibe… en el que ambas partes resultanmodificadas… en el cual emerge una nueva realidadcompuesta y compleja… original e independi-ente…”

4. La Rosa, G. Los palenques del oriente de Cuba.Editorial Academia, La

Habana 1992; ______ Rescate de Olórum (Estudiode arqueología afroamericana). América Negra,Bogotá, n. 12, 1996: 39-57; ______ La huellaafricana en el ajuar del cimarrón. Una contribuciónarqueológica. El Caribe arqueológico, Santiago deCuba, n. 3, 1999: 109-115; ______ LaSubsistencia del cimarrón: Estudio Arqueológico.Ponencia presentada en el 67th Annual Meeting dela SAA, Denver, Colorado. 2002

5. Este palenque fue asaltado el 9 de marzo de 1848 yse componía de 26 “casas” (A. N. C. GobiernoSuperior Civil, Leg. 625, N. 19877). Durante ellevantamiento topográfico se colectaron variaspipas de tabaco, restos de machetes, cuchillos, frag-mentos de ollas de cerámica vidriada y se localizóun rústico pilón de madera.

6. La Rosa, G. La Subsistencia del cimarrón: EstudioArqueológico. Ponencia presentada en el 67thAnnual Meeting de la SAA, Denver, Colorado.2002

7. La Rosa, G. La huella africana en el ajuar del cimar-rón. Una contribución arqueológica. El Caribearqueológico, Santiago de Cuba, n. 3, 1999:109-115.