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Propuesta de Capítulo: Democracia. El presente capítulo tiene la intención de presentar de forma que no pueden ser sino introductoria y descriptiva algunas discusiones en torno a la democracia que forman parte de una casi ilimitada bibliografía sobre el tema. Es apenas un vistazo a algunos elementos neurálgicos que en el marco de la presente investigación resultan esenciales a la hora de contextualizar su principal objetivo. Este no es otro que el estudio sobre las posibilidades de construir un orden distinto de participación política en Venezuela en el que los territorios populares y sus diversos actores estén verdaderamente integrados tanto a su interior como con las estructuras políticas del país para el ejercicio de la soberanía política, así como conocer las potencialidades y dificultades que este nuevo orden político entraña. Este proyecto de construcción de un nuevo orden político tiene también un contexto específico. Venezuela entre las década de los ochenta y la década de los noventa se vio sumergida en, y sacudida por, un complejo proceso de crisis económica y política. Los primeros signos de este proceso comenzaron a manifestarse tempranamente en los años ochenta, Luis Herrera Campins asumió la presidencia del país en medio de diversas dificultades fiscales y una crítica en ascenso en torno a las debilidades de la democracia venezolanas. Él mismo llegó a manifestar que: “No basta con garantizarle a los pueblos la democracia política, sino que hay que tratar de darle un contenido y fundamento material de goce de bienes y servicios para que esas libertades puedan consolidarse. No conviene que un estado siga indefinidamente tomando medidas que favorezcan a los que ya están de por sí en una posición de ventaja o privilegio sobre el resto de la población”. La situación venezolana de la época, evidenciaba que el agotamiento del modelo industrializador, a través de la sustitución de importaciones, que en mayor o menor medida había guiado los esfuerzos económicos del país, y el mal manejo de la renta petrolera comenzaban a erosionar las bases sociales que sustentaban la democracia representativa de reciente cuño en el país. A lo largo de la década de los ochenta que iniciaba Herrera Campins, del partido Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), se fueron extendiendo

Propuesta de Capítulo 5

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Segundo borrador para ensayo sobre política.

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Propuesta de Capítulo: Democracia.

El presente capítulo tiene la intención de presentar de forma que no pueden ser sino introductoria y descriptiva algunas discusiones en torno a la democracia que forman parte de una casi ilimitada bibliografía sobre el tema. Es apenas un vistazo a algunos elementos neurálgicos que en el marco de la presente investigación resultan esenciales a la hora de contextualizar su principal objetivo. Este no es otro que el estudio sobre las posibilidades de construir un orden distinto de participación política en Venezuela en el que los territorios populares y sus diversos actores estén verdaderamente integrados tanto a su interior como con las estructuras políticas del país para el ejercicio de la soberanía política, así como conocer las potencialidades y dificultades que este nuevo orden político entraña.

Este proyecto de construcción de un nuevo orden político tiene también un contexto específico. Venezuela entre las década de los ochenta y la década de los noventa se vio sumergida en, y sacudida por, un complejo proceso de crisis económica y política. Los primeros signos de este proceso comenzaron a manifestarse tempranamente en los años ochenta, Luis Herrera Campins asumió la presidencia del país en medio de diversas dificultades fiscales y una crítica en ascenso en torno a las debilidades de la democracia venezolanas. Él mismo llegó a manifestar que: “No basta con garantizarle a los pueblos la democracia política, sino que hay que tratar de darle un contenido y fundamento material de goce de bienes y servicios para que esas libertades puedan consolidarse. No conviene que un estado siga indefinidamente tomando medidas que favorezcan a los que ya están de por sí en una posición de ventaja o privilegio sobre el resto de la población”. La situación venezolana de la época, evidenciaba que el agotamiento del modelo industrializador, a través de la sustitución de importaciones, que en mayor o menor medida había guiado los esfuerzos económicos del país, y el mal manejo de la renta petrolera comenzaban a erosionar las bases sociales que sustentaban la democracia representativa de reciente cuño en el país. A lo largo de la década de los ochenta que iniciaba Herrera Campins, del partido Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), se fueron extendiendo los problemas: para el año 1982 el crecimiento económico del país se había estancado, al año siguiente el gobierno se vio obligado a implementar una fuerte devaluación (recordada con el célebre nombre de Viernes Negro), para el mismo año la deuda externa alcanzaba la cifra de 35.000 millones de dólares lo que motivó a la suspensión de pagos de los intereses. El siguiente gobierno, esta vez dirigido por Jaime Lusinchi, Acción Democrática (AD), no tuvo una mejor actuación, la inflación se mantuvo en aumento, se presentó la escasez de diversos productos así como un aumento del desempleo y el subempleo. Todo este proceso no puede separarse de un ambiente marcado por una corrupción corrosiva que minó de forma permanente la confianza entre gobernantes y gobernados.

Al asumir Carlos Andrés Pérez su segundo periodo en el año 1989 los indicadores macroeconómicos se encontraban en un estado deplorable. En este contexto el presidente, proveniente también de las filas de AD, toma la decisión de pedir un préstamo al Fondo Monetario Internacional y colocar al país bajo la disciplina fiscal que este organismo exigía como parte del mismo, fórmula a partir de la cual se prometía sanear la economía y enrumbarla en una senda de crecimiento, era el conocido “Paquete neoliberal”. Sin embargo, el deterioro general de las

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condiciones socioeconómicas de la población, entre ellas, el repentino aumento en el precio del pasaje (posterior al aumento del precio de la gasolina) produce el estallido social conocido como "El Caracazo" en febrero de 1989. "El Caracazo" es la manifestación más clara de la crisis de legitimidad abierta por la larga década de crisis económica, sin embargo, la respuesta que da el gobierno profundizará y aniquilará todo rastro de la confianza que había sustentado el modelo político venezolano iniciado en 1958 tras la caída de Marco Pérez Jiménez. La fuerte represión de la población, el toque de queda y la violación de Derechos Humanos generalizada tanto en Caracas como en el interior del país (se han reconocido de forma oficial 276 muertos por cuerpos de seguridad del Estado) dará al traste con la apariencia de democracia, que hasta ese momento había acompañado el orden político y las instituciones venezolanas.

Era el fin de la Venezuela estable y democrática alabada a nivel nacional (a la que se le reconocía como modelo democrático viable en un país históricamente gobernado por dictaduras militares) e internacional (como uno de los pocos países de la región que mantenía una institucionalidad plural, con elecciones regulares y alternabilidad en el poder). Diversos autores venezolanos que trabajaban el tema de la democracia en el país desde el campo de la ciencia y teoría política expresaban la crisis de legitimidad refiriéndose a ella como “crisis del sistema populista de conciliación" (Juan Carlos Rey) o simplemente "crisis de la democracia y el populismo" (Aníbal Romero). En general se criticaba el modelo político sostenido en el país, a pesar de reconocerle la virtud de haber asegurado la paz y un mínimo nivel de pluralidad institucional, con algún grado de similitud al de otras democracias liberales en países industrializados. Así Juan Carlos Rey afirmaba: “Es en la creación de las instituciones y mecanismos básicos para el funcionamiento de una democracia representativa, responsable y alternativa, donde sin duda residen sus éxitos más notables; pero aun en este aspecto parece claro que las conquistas no pueden considerarse como definitivamente adquiridas, que necesitan ser profundizadas y que en el proceso se han producido algunas importantes distorsiones que de no ser corregidas, pueden comprometer el futuro”. Los subsiguientes intentos golpes de Estado en el año 1992 profundizarían esta sensación de crisis e inestabilidad en el país y la necesidad de reformular el proyecto democrático venezolano.

En este nuevo contexto el país, sin proponérselo, se cristalizaba como ejemplo de los problemas que importantes autores a nivel internacional identificaban como dificultades o riesgos de la democracia en la década de los ochenta. Es así como, por ejemplo, Norberto Bobbio, en su libro El futuro de la democracia, escrito en 1984, presenta una radiografía de algunos de los principales cambios y dificultades que hacían peligrar la salud de las democracias modernas. Estos problemas se ubican dentro de lo que llamó "la línea de las 'falsas promesas' o de la diferencia entre la democracia ideal como fue concebida por sus padres fundadores y la democracia real como la vivimos, con mayor o menor participación, cotidianamente."

Si bien este no es el espacio para una exposición profunda del texto del filósofo político italiano sí resulta importante rescatar algunas de las "falsas promesas" por él expuestas para establecer una relación con la propia crisis de la democracia en Venezuela. De este modo, de ellas nos interesan las siguientes seis: 1) La sobrevivencia de “poderes invisibles”. Siguiendo a Bobbio, una de las más notables promesas democráticas era la eliminación de grupos de interés y poder que actúan por fuera de los controles públicos y a contramano de la soberanía popular. Sin embargo, a pesar de

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que la democracia se consolidó en una importante multitud de países, una no menos importante diversidad de "poderes invisibles" siguen actuando en la sociedad. Nuestro autor ejemplificaba el caso italiano a través de la mafia, la camorra o los servicios secretos no controlados. El problema central se encuentra en la permanencia de una serie de actores y acciones que aunque referidas a la cosa pública se mantenían ocultas u opacas para los ciudadanos; 2) La permanencia de oligarquías. En este sentido debe comprenderse que parte de los fundamentos de la democracia era la distribución de forma equitativa del poder, por lo que no debía existir separación entre los que gobernaban y los que eran gobernados. Sin embargo, y a modo de continuación del anterior punto, el filósofo italiano señalaba las dificultades para eliminar o incluso limitar el poder de sectores de intereses económicos o políticos que se impusiesen sobre las decisiones colectivas. La propia existencia de la democracia representativa supone "en sí misma la renuncia al principio de la libertad como autonomía", en tanto que ella mantiene una diferencia entre gobernantes y gobernados, opuesta al ideal de una democracia entendida en su forma más radical, en la cual esta diferencia no existe, propuesta sostenida por la democracia directa; 3) La supresión de los cuerpos intermedios que intervienen entre los individuos y el poder. Estos cuerpos fueron característicos de la sociedad corporativa medieval y de Estado estamentales, es decir, el tipo de Estado que la revolución democrática se proponía eliminar con el objetivo de establecer “una sociedad política en la que, entre el pueblo soberano, compuesto por muchos individuos (un voto por cabeza) y sus representantes, no existiesen las sociedades particulares criticadas por Rousseau (…)”, sin embargo, la centralidad los partidos para el ejercicio democrático así como los grupos de cabildeo y otro tipo de organizaciones sociales, son muestras de la dificultad para alcanzar este ideal; 4) La participación interrumpida y el ciudadano educado. En contra de los principios republicanos, de "amor a la cosa pública" y "virtud", que inspiraron a la democracia desde su nacimiento para Bobbio se hacía cada vez más evidente que un importante grupo de ciudadanos se mostraban cada vez más desencantados y desinteresados en participar en los asuntos públicos con consecuencias nefastas para el ejercicio soberano y la salud de las democracias aun las más "avanzadas", en las que incluso la participación electoral ha mostrado importantes signos de descenso; 5) El gobierno de los técnicos. Tal como señala Bobbio "La democracia se basa en la hipótesis de que todos pueden tomar decisiones sobre todo; por el contrario, la tecnocracia pretende que los que tomen las decisiones sean los pocos que entienden de tales asuntos" 1, sin embargo, frente a la complejidad de muchas de las decisiones o medidas gubernamentales (políticas económicas, para señalar el caso más emblemático) muchos gobiernos optan por permitir que las decisiones sean tomadas por grupos de expertos y especialistas debilitando la participación del ciudadano común; 6) El escaso rendimiento o la dificultad para dar respuestas a las demandas de la población. En palabras de nuestro autor: "¿De qué se trata? En síntesis, primero el Estado liberal y después su ampliación, el Estado democrático, han contribuido a emancipar la sociedad civil del sistema político. Este proceso de emancipación ha hecho que la sociedad civil se haya vuelto cada vez más una fuente inagotable de demandas al gobierno, el cual para cumplir correctamente sus funciones debe responder adecuadamente pero, ¿cómo puede el

1 Ibídem. p. 26-27

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gobierno responder si las peticiones que provienen de una sociedad libre y emancipada cada vez son más numerosas, cada vez más inalcanzables, cada vez más costosas?".2

Es importante señalar que Bobbio, en el marco de lo que llama "definición mínima de la democracia"3 entiende que en realidad estas promesas eran incumplibles dada la complejidad de la realidad contemporánea y que, por tanto, la democracia representativa moderna es la única opción viable. No obstante, es posible considerar que justamente en torno a la evaluación sobre qué hacer con estas "falsas promesas”, en su intento por hacerlas cumplir o no y cómo, en su manejo, es donde podamos hallar las claves para una mejor comprensión de las alternativas políticas actuales, así como del esfuerzo por construir un nuevo orden político en Venezuela. En este sentido, una revisión, incluso superficial, nos permite ver como la crisis de la democracia representativa en Venezuela estaba cargada de muchas de las dificultades descritas por Bobbio aunque alimentada por el cuadro complejo de la historia y las características sociales del país.

El sistema político venezolano no solo no había logado hacerse cargo de los "poderes invisibles" sino que estos habían crecido a la par de la corrupción y el manejo arbitrario e irracional de los recursos (esencialmente el petróleo) del país. Tampoco se podía hablar de una disminución o control de las oligarquías, por el contrario, una de las mayores tensiones de esos años en la política venezolana estaba vinculada a la constante denuncia de los "cogollos", alianzas que las élites políticas de COPEI y AD (principales partidos nacionales) habían realizado para mantener el orden en el país y que incrementaron el poder oligárquico de las élites políticas en alianza con sectores capitalistas nacionales. Del mismo modo, las decisiones en política económica tomadas por los asesores del FMI eran una evidente muestra de pérdida de espacios democráticos frente a la tecnocracia, visión que se reforzaba con lo claramente antipopulares de las medidas. Lo cual se conecta de forma directa con las dificultades que evidenció la democracia venezolana para responder a las principales demandas socioeconómicas de los sectores populares del país, quienes recibieron el mayor impacto del alza constante de los precios, la devaluación de la moneda, el aumento del desempleo, etc.. Tampoco puede dejarse de lado la disminución de la participación popular año a año en las elecciones, hasta el punto de que el último gobierno al que se asocia con la democracia representativa en el país, el segundo de Rafael Caldera con el partido Convergencia mostró una importante reducción de la asistencia. El doctor José Molina Vega señalaba: "La abstención alta era una característica solo de las elecciones locales. En 1993 se rompe este esquema. La abstención, con respecto a las elecciones nacionales anteriores, crece de manera muy intensa, y alcanza por primera vez niveles elevados (39,8%)"4, sin embargo, previamente, durante los ochenta encuestas señalaban que alrededor de la mitad de los electores no votarían si acudir a las citas electorales no fuese obligatorio5, lo cual parecía convertir a Venezuela en una “democracia sin pueblo”6.

2 p. 283 p. 94 [MOLINA VEGA, José E. Participación y abstención electoral. En: El proceso electoral de 1993. Análisis de sus resultados. Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES). Universidad Central de Venezuela. Serie Foro Al Día. Octubre 1995.]5 REY, Juan Carlos. El futuro de la democracia en Venezuela. UCV. 1998. p. 282. 6 Dr. Eduardo Fernández. Citado por Juan Carlos Rey. p. 278

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La situación anteriormente descrita sirve de contexto para explicar la pérdida de confianza por parte de la ciudadanía en los mecanismos democráticos del país y en su eficacia para producir cambios favorables para los sectores mayoritarios de la población. Esta crisis fue respondida con lentitud y negligencia por los dirigentes políticos del país, lo que motivó a que hicieran aparición una serie de planteamientos críticos y propuestas diversas que tenían como objetivo pensar los cambios que debía realizar la sociedad venezolana para superarla.

Varias de estas propuestas fueron apareciendo y mudando en la medida en que la crisis política se fue agravando en el país. Por ejemplo, todavía para los ochenta parecía no existir la necesidad de un cambio radical de la constitución elaborada en 1961, que eran, según algunos autores, un texto que “no solo ha gozado de un consenso prácticamente total en el pasado, sino que en lo esencial se considera como plenamente vigente”7 Sin embargo, comenzando los 90, la agudización de la crisis político- económica estimula una profundización en la solicitud de reformas y cambios sustantivos en el orden político que había predominado, incluyendo entre otras cosas la solicitud de una constituyente8. El ambiente, signado por la necesidad de cambios rápidos y profundos, facilita la aparición de la tendencia política a saltarse o cuestionar los mecanismos institucionales existentes, lo que se materializará principalmente en los golpes de Estado del año 1992, los cuales se convierten en la guinda del pastel de la muerte del orden político representativo.

Si bien esa tendencia incentivó la aparición de un ambiente de cierto corte autoritario que se manifestó en el rescate, a un nivel discursivo más o menos difuso, de la figura de Marco Pérez Jiménez y en declaraciones que solicitaban un autogolpe por parte de Rafael Caldera durante su presidencia (“el Calderazo”, inspirado en lo realizado por Alberto Fujimori)9. Por otro lado también permitió algunos cambios en el sistema político. Entre ellos el más destacado fue el conocido proceso de descentralización, que incluyó las primeras votaciones directas de la historia venezolana para la elección de gobernadores y alcaldes, una restructuración en las competencias y recursos administrativos estadales y municipales y promovió también el traslado de funciones a organizaciones civiles. Era un general un proceso que tenía la pretensión de democratizar el Estado venezolano a través de “empoderar” la sociedad civil y restando peso a la considerada, en la época, excesiva participación del Estado en la vida social.

Este esfuerzo, sin embargo, no resultó en los niveles de estabilidad social y política esperados. Tampoco la economía mejoró a la velocidad deseada por las élites políticas, ni necesitada por los sectores populares. Así que, y a pesar de que por breves periodos el expresidente Rafael Caldera contó con algunos índices respetables de popularidad, al final de su mandato ésta se encontraba 7 Rey, Juan Carlos. 276-2778 “En la Venezuela de finales del siglo XX, esta idea de la convocatoria a una Constituyente la había planteado en 1991 el denominado Frente Patriótico y en 1992, el Grupo de Estudios Constitucionales del cual formamos parte, en particular, a las pocas semanas del intento de golpe de Estado militarista que motorizó el entonces Teniente Coronel Hugo Chávez Frías contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y contra la Constitución y la democracia.” BREWER-CARÍAS, Allan R. Golpe de Estado y proceso constituyente en Venezuela. Universidad Autónoma de México. p. 339 Según la autora María Teresa Romero, las declaraciones las habría realizado Moisés Moleiro, Director del Consejo Nacional de la Cultura a mediados de julio de 1995. ROMERO, María Teresa. La agudización de la crisis del sistema político venezolano. En: HILLMAS, Richard S. y DE DA SILVA, Elsa Cardozo. De una a otra gobernabilidad: el desbordamiento de la democracia venezolana. Fondo Editorial Tropykos. p. 61- 74

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en niveles realmente bajo. Así, aun en el marco de un fuerte descrédito de los partidos políticos, gana la presidencia Hugo Rafael Chávez Frías con la promesa de un cambio profundo del orden existente. Que principalmente suponía la desaparición de los “cogollos” y la oligarquía, la convocatoria a una constituyente para sustituir la “moribunda” constitución y la construcción de una democracia participativa en que el pueblo fuese el verdadero protagonista de la historia política del país.

Ahora bien, el que las principales restructuraciones en el sistema democrático en Venezuela, ambas iniciadas en los 90, hayan tenido como sus polos principales de acción la participación política del “pueblo” (así nos refiramos a su acepción de clase o al término más ascético de “sociedad civil”) y el rol que debe tener el Estado en la sociedad, no es un asunto casual ni baladí. Es justamente en torno a estos dos conceptos que se juega en profundidad el significado de la democracia. Solo en la relación que establece el soberano (el demos) con las instituciones que le permiten ejercer dicha soberanía (el Estado) es que podemos evaluar los niveles democráticos alcanzados por una sociedad así como identificar sus dificultades y retos. En este sentido, y como en el marco de la presente investigación también el Estado y la partición popular fueron actores fundamentales, en las siguientes secciones se realiza una evaluación en la que se busca establecer la relación que ambos conceptos tienen en la teoría política y en la teoría de la democracia. Podemos así enfocarnos en dos ejes principales que nos permitan concentrar y desarrollar las ideas en torno a la democracia. Estos ejes serían: Democracia -Estado y Democracia -Pueblo.

• Democracia y Estado

La aparición del Estado como forma de organización social tiene una importancia crucial en la historia humana, hasta el punto de que su surgimiento fue un indicador utilizado por la antropología para diferenciar las sociedades primitivas (que carecían de Estado) de otro tipo de sociedades. De esta forma, su noción tiene una historia absolutamente separada de cualquier principio democrático y es solo en su concepción moderna en que se produce el encuentro entre ambos conceptos y formas de organización.

La definición tradicional y más común del Estado supone el sostenimiento de una burocracia para la administración jurídica, el control sobre una población y un territorio así como el monopolio efectivo de la coacción física legítima en el mismo (Weber). No obstante, si se sigue la lectura de Gilles Deleuze y Félix Guattari, la genealogía del Estado remite al orden despótico asiático, sería en la ciudad de Ur (antigua ciudad mesopotámica y de las primeras humanas) en la que el Estado consigue su modelo paradigmático, lo que los autores franceses llaman el Urstaat.10 El Estado para ellos es, en esencia, la forma de apropiación de un déspota sobre un territorio (proceso de reterritorialización en el lenguaje de los autores), un mecanismo para extender el cuerpo del déspota y para la construcción de un orden social comprometido con relaciones jerárquicas y de dominio que podamos llamar, como derivación, despóticas. Así el Estado “es siempre una manera de ordenar las prácticas sociales mediante una alianza de las personas con un externo que impone un orden vertical cohesionador del cuerpo social”.11

10 DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix. El Anti Edipo. España. Paidós. p. 224 11 DEL BÚFALO, Enzo. El sujeto encadenado. Estado y mercado en la genealogía del individuo social. Universidad Central de Venezuela. Venezuela. p. 327

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En su sentido moderno, el concepto Estado es usado por primera por Nicolás Maquiavelo en El Príncipe, con lo que buscaba designar “la articulación de fuerzas sociales que configuran un ámbito específico de soberanía social separado del orden teocrático medieval y que se extiende más allá de la persona del príncipe”12 y es a través de esta definición moderna que se designa el proceso en el cual las relaciones despóticas se separan del cuerpo concreto de un soberano (el príncipe) y se externalizan en un cuerpo burocrático. Esta definición de Estado, organismo heredero del conjunto de prácticas sociales despóticas, quizá ayuda a explicar por qué las diversas concepciones modernas de la política, desde el liberalismo hasta el socialismo, que nacen imbuidas por los valores asociados a la ilustración esencialmente los principios de libertad e igualdad, desarrollaron una relación ambigua y conflictiva con el Estado. Ambas modelos sociales, el moderno basado en la autonomía del hombre y el antiguo fundado en el despotismo y las relaciones de servidumbre, se entrecruzan en los albores de la ilustración esculpiendo las relaciones sociales contemporáneas mezcla, muchas veces confusa, de ambos pero que configura los Estados democráticos actuales.

Este encuentro tiene como primer acto el desarrollo de la filosofía iusnaturalista. Las más influyentes teorías serían las propuestas liberales y democráticas que se gestaron a lo interior de esta escuela y que fueron representadas principalmente por John Locke y Jean-Jacques Rousseau respectivamente13. Esos dos principales autores en el marco del desarrollo del iusnaturalismo proponen no solo una organización específica para las funciones del gobierno sino mecanismos concretos para evitar la tiranía (a la que Locke considera el principal problema y causa de los desórdenes) y el mal gobierno, para lo cual desarrollaron una serie de instituciones que buscaban limitar el poder de los soberanos que debían tener como límite infranqueable los derecho del individuo, sujeto autónomo quien cede, a través de un “contrato social”, su libertad ante la “voluntad general” o “sociedad civil”. Un segundo acto en el desarrollo de la teoría política moderna, que profundiza la relación entre Estado y Democracia, lo protagonizarían la aparición de una escuela crítica al iusnaturalismo quien entre una de sus conclusiones más importantes es la necesidad de desaparecer al Estado como fórmula indispensable para alcanzar una sociedad plenamente democrática. Si tuviésemos que ahondar en dos modelos diferentes de Estado y democracia modernos habría que pensar en básicamente dos: el modelo iusnaturalista (en el cual está basado el liberalismo político), que sigue siendo el modelo para las democracias de corte liberal (democracia deliberativa) y el modelo marxista (para algunos autores considerado marxista-hegeliano, en el cual se basó el socialismo del siglo XX) y que, con importante cambios, sigue siendo inspiración para las alternativas democráticas (comunitarismo, democracia radical).

La importancia de estos modelos a la luz de la contraposición de las democracias contemporáneas obligan a revisarlo de forma más cercana

En tanto que las razones filosóficas tienen su raíz en el principio moderno que, en tanto liberación de las fuerzas inmanentes de la sociedad del orden despótico, entiende que todos los hombres deben ser “libres e iguales”, principio en el que se sustentan tanto los liberalismos como las distintas corrientes socialistas, como el Estado es el representante de las relaciones despóticas, las

12 Ibídem. p. 5213 No estaría de más incluir a esta pareja los significativos aportes de Immanuel Kant en su extensa obra sobre la moral Crítica de la razón práctica, La metafísica de las costumbres, así elementos propuestos por Baruch Spinoza en su Tratado teológico-político y Tratado político.

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teorías políticas modernas tienen como uno de sus valores la limitación o, incluso, la propuesta de desaparición del Estado.

El Estado en la teoría liberal

El modelo iusnaturalista también conocido como derecho natural del Estado es considerado el fundado por Thomas Hobbes y que continúan importantes figuras de la filosofía y la teoría políticas Immanuel Kant, John Locke, Baruch Spinoza, Jean- Jacques Rousseasu pero también por otros autoes quizá menos conocidos por un público no especializado como XXX, muchos de ellos claramente tenían posiciones contrapuestas lo que hace más diícil plantearlos como parte de una escula unitaria, en cambio habría que pensar que la productividad del “ismo” que los engloba está en la metodología con la que estudiaron el problema jurídico y político y en algunos elementos que comportanten.

Está basado en varios elementos. Primero la contraposición entre estado de naturaleza (status naturae) y sociedad civil (societas civilis), en que se separa el momento no-político del primero con el momento político del segundo. En segundo lugar, el modelo iusnaturalista tiene en el individuo su base inicial. En tercer lugar, y derivado de lo anterior la legitimidad en que base el poder el Estado está en forma de un contrato elaborado entre los individuos para ceder el poder al Leviathan o la sociedad en general. Que, en cuarto lugar, se dirige a la construcción de un Estado que sería el mundo de la razón.

Es así como toda la teoría liberal clásica tiene como principio la limitación del poder del Estado. Por otra parte, y esto es esencial en una comprensión democrática del mundo, el poder que desde el Estado se ejerce para dictar leyes y normas, es otorgado por la propia comunidad

El Estado en el marxismo

En el caso de la teoría socialista (en este caso nos referiremos esencialmente a la marxista y a la que se ha ido desarrollando posteriormente bajo distintos grados de su influencia). En el modelo marxista uno de los elementos más importantes y de fractura reposa en la construcción de una línea de pensamiento en que el reino de la libertad y la igualdad para los hombres no se actualiza en el Estado sino, por el contrario, en una sociedad sin Estado.

Si mantuviésemos la contraposición entre ambos modelos es posible señalar como, a diferencia del modelo iusnaturalista que comienza en el individuo que se contrapone a lo social, el modelo Marxista (o marxista-hegeliano ya que ya está en Hegel), son dos figuras sociales las que se contraponen entre ellas. Esto es producto de las diferentes concepciones que se manejan en ambos modelos, mientras que en el primero la diferencia está entre sociedad natural vs sociedad civil (como ya vimos en la anterior sección), en el segundo modelo se encuentra la contraposición de sociedad civil vs Estado político. Pero en este modelo sociedad civil toma un cariz diferente,

“también es indudable que redujo la ciudadanía a un mero estatus legal que establece los derechos que el individuo tiene frente al Estado.” (Chantal Mouffe)

“El Estado no puede limitarse únicamente a tratar las consecuencias sociales de los defectos del mercado.” (La paradoja democrática. 31)

* Como subpunto. Gobierno de los hombres o gobierno de la ley.

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