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48 MEMORIAS DE UNA PROSTITUTA Por: Lady P. M e han preguntado mu- chas veces si lo hice alguna vez con una persona discapacitada. Bueno, sí, lo hice. Y realmente fue encantadora aquella ex- periencia. Mucha gente tiene como pre- juicios de hablar de los discapacitados como si fueran seres de otro planeta. Yo no, por eso no tengo drama en contarles mi aventura con un chico muy bien dotado que pasaba sus días en silla de ruedas, ni lo bien que nos la pasába- mos a pesar de su condición que aunque muchos hombres y mujeres descalifi- can, para la intimidad no es un obstácu- lo tan grande como se piensa. Ah, qué lindo estuvo. ¿Les cuento? Me llamó a mi celular, el primer núme- ro que tenía cuando empecé a ser pros- tituta, y me dijo que quería conocerme, que había visto mis fotos en internet y que le había hecho tener una erección constante. Fue tan sincero que me cayó muy bien. Me ofreció pagar buen dinero por hacerlo con él, y me aclaró que era dis- capacitado motor, o sea, que no podía pararse, ni mover los pies, estaba con- denado a una silla, pero que su deseo sexual estaba intacto. Cuando llegué a donde acordamos me recibió con rosas que había mandado pedir. Percibí que tenía mucho dinero, me ofreció bombones, whisky, y que si quería ducharme en su enorme baño. En general aceptaba pegar- me un baño en donde viera a los clientes para que sepan que estaba limpia, y que se iban a acostar con una mujer sana. Y bueno, en esa casa me bañé delante de él, me en- jabonó la espalda y me pasó entre las piernas sus delicadas ma- nos. Todo eso sentado en la silla de rue- das. Apenas salí le bajé los pantalones, todavía me goteaba el agua del baño. Pero en cuclillas me agaché y lo co- mencé a tocar. Comencé a hacerle el trabajo manual allá abajo, y por fin en- contramos una posición en la que los dos estuvimos cómodos y subimos y baja- mos muy bien, cómodos, hasta que por fin terminó él, pero también terminé yo. Nunca pensé que fuera a ser una experiencia placentera, él no se tenía lástima, como otros que no tienen ninguna discapacidad física y rompió paradigmas pa- gándole a una puta, sin importar lo que digan. Mi cliente discapacitado Comencé a hacerle el trabajo manual allá abajo, y por fin encontramos una posición en la que los dos estuvimos cómodos y subimos y bajamos muy bien

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memorias de una prostituta Por: Lady P.

Me han preguntado mu-chas veces si lo hice alguna vez con una persona discapacitada. Bueno, sí, lo hice. Y

realmente fue encantadora aquella ex-periencia. Mucha gente tiene como pre-juicios de hablar de los discapacitados como si fueran seres de otro planeta.

Yo no, por eso no tengo drama en contarles mi aventura con un chico muy bien dotado que pasaba sus días en silla de ruedas, ni lo bien que nos la pasába-mos a pesar de su condición que aunque muchos hombres y mujeres descalifi-can, para la intimidad no es un obstácu-lo tan grande como se piensa.

Ah, qué lindo estuvo. ¿Les cuento? Me llamó a mi celular, el primer núme-ro que tenía cuando empecé a ser pros-tituta, y me dijo que quería conocerme, que había visto mis fotos en internet y que le había hecho tener una erección constante.

Fue tan sincero que me cayó muy bien. Me ofreció pagar buen dinero por hacerlo con él, y me aclaró que era dis-capacitado motor, o sea, que no podía pararse, ni mover los pies, estaba con-denado a una silla, pero que su deseo sexual estaba intacto.

Cuando llegué a donde acordamos me recibió con rosas que había mandado pedir. Percibí que tenía mucho dinero, me ofreció bombones, whisky, y que si quería ducharme en su enorme baño. En general aceptaba pegar-me un baño en donde viera a los clientes para que sepan que estaba limpia, y que se iban a acostar con una mujer sana.

Y bueno, en esa casa me bañé delante de él, me en-jabonó la espalda y me

pasó entre las piernas sus delicadas ma-nos. Todo eso sentado en la silla de rue-das. Apenas salí le bajé los pantalones, todavía me goteaba el agua del baño.

Pero en cuclillas me agaché y lo co-mencé a tocar. Comencé a hacerle el trabajo manual allá abajo, y por fin en-contramos una posición en la que los dos estuvimos cómodos y subimos y baja-mos muy bien, cómodos, hasta que por fin terminó él, pero también terminé yo.

Nunca pensé que fuera a ser una experiencia placentera, él no se tenía lástima, como otros que no tienen ninguna discapacidad física y rompió paradigmas pa-gándole a una puta, sin importar lo que digan.

Mi cliente discapacitado

Comencé a hacerle el trabajo manual

allá abajo, y por fin encontramos una

posición en la que los dos estuvimos cómodos

y subimos y bajamos muy bien