Puente Ojea, Gonzalo - El Mito de Cristo

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    El mito de Cristo

    Gonzalo Puente Ojea

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    siglo veintiuno de espaa editores, saPRINCIPE DE VERGARA, 78. 28006 MADRID. ESPAA

    siglo veintiuno editores, saCERRO DELAGUA, 24S. 04310 MXICO. D.F.

    Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduccintotal o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (yasea grfico, electrnico, ptico, qumico, mecnico, fotocopia,etc.) y el almacenamiento o transmisin de sus contenidos ensoportes magnticos, sonoros, visuales o de cualquier otro

    tipo sin permiso expreso del editor.Primera edicin, marzo de 2000 SIGLO XXI DE ESPAA EDITORES, S. A.Prncipe de Vergara, 78. 28006 Madrid Gonzalo Puente OjeaDERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEYImpreso y hecho en Espaa

    Printed and made in SpainDiseo de la cubierta: Juan Jos Barco y Sonia AlinsISBN: 84-323-1034-4Depsito legal: M-l 1.202-2000Fotocomposicin e impresin: EFCA, S.A.Parque Industrial Las Monjas28850 Torrejn de Ardoz (Madrid)Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono IgarsaParacuellos de Jarama (Madrid)

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    A Pilar

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    EVIDENCIA DE UNA FALSEDAD

    Para comprender el perfil definitorio del mito neotestamentario

    de Cristo, y las argucias de su falsedad, la explicacin queofrece este breve escrito solamente exige buen sentido,

    respeto de las reglas que impone el sano razonamiento, y laatenta lectura de los propios evangelios cannicos, en elcontexto de la sencilla informacin que el autor suministrasobre la poca y el medio ambiental en que se sitan esos

    cuatro incoherentes relatos, una vez despojados deaditamentos eruditos o premisas dogmticas destinados adeformar y adulterar la esencia de la predicacin y la accin

    de un visionario conocido histricamente por el nombre deJess de Nazaret, cuya existencia real sigue siendo objeto depolmica, pero que por varias razones me inclino por una

    respuesta positiva si se concibe como un simple ser humanosin la menor connotacin divina. Una lectura exenta de losaberrantes prejuicios de la fe pone de manifiesto una evidente

    contradiccin irreductible entre el anuncio proftico atribuido asu propia persona y el sangriento e inesperadodesenlace del que fue la vctima cruenta. Desde este trgico

    suceso, la fe fantica de unos pocos de sus seguidorescomenz la tarea de transformar radicalmente a un artesanogalileo, ofuscado por las promesas del Reino, en el Hijo de

    Dios, consustancial y coeterno con el Padre, cuyo sacrificio

    redimira un pecado original a fin de aplacar la clera de unDios vengativo e implacable. Esta absurda leyenda genermuy pronto una enigmtica dogmtica trinitaria que implicaba

    una doctrina sacrlega y blasfematoria del estricto monotesmobblico, creando un abismo insondable entre Cristianismo yJudasmo: el mito de Cristo.

    Madrid, febrero del ao 2000

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    1. La premisa mayor del Evangelio de Marcos, el primero

    cronolgicamente de los cuatro cannicos, consiste en otorgarautenticidad a lo que no es sino una palmaria ficcin

    legendaria segn la cual Jess habra previsto, asumido yanunciado secretamente a sus discpulos, antes de iniciar elperodo decisivo de su aventura personal, el martirioexpiatorio y la resurreccin al tercer da. En la historia de laexgesis neotestamentaria, dicha ficcin recibi el nombre desecreto mesinico, porque escenifica la revelacin hecha por

    Jess de que el Mesas l mismo debe sufrir y morirconforme a un plan de salvacin universal establecido porDios desde el inicio de los tiempos. Este imaginario episodioconstituye la piedra fundacional de la revelacin cristiana,razn por la que Hans Conzelmann, con su reconocidaautoridad, pudo escribir sin hiprbole que la teora del secreto

    es la presuposicin fundamental del gnero Evangelio.El perodo galileico de la andadura de Jess alcanza suclimax, en los textos sinpticos, en la llamada confesin dePedro, inmediato preludio delsecreto mesinico decretado porel Nazareno. De esta confesin puede deducirse que el carctermesinico de la empresa de Jess haba sido intuido por sus

    habituales seguidores ms ntimos, pero la recreacinteolgica del evangelista un supuesto vaticinium exeventu le lleva a poner en los labios del Maestro unainstruccin terminante: su mesianidaddeba quedar oculta a lamirada pblica es decir, secreta hasta el momentoinaugural del Reino de Dios en la tierra de Israel, comocumplimiento de las promesas divinas a su pueblo elegido. Escierto que las fuentes escritas no son concluyentes en cuanto ala condicin en que Jess se tomaba a s mismo como agentemesinico: profeta, intermediario, Mesas?... Pero todos losdatos conocidos, interpretados en el contexto estrictamente

    judo en que pensaba y actuaba el Nazareno, permitenpresumir con estimable seguridad que su fe mesinica en el

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    gran suceso inminente de la instauracin del Reino se ceafundamentalmente a la concepcin tradicional de esteconcepto, que adquiri vigencia popular incontestable en losdas de Jess. Un examen objetivo del conjunto de los textos

    pertinentes, conducido con la visin propia de un historiadorindependiente, deja muy pocas dudas sobre esta conclusin. ElNazareno jams defina la naturaleza del prximo reinomesinico, porque sus auditorios saban perfectamente de quse trataba. Como en otras muchas cuestiones, hablaba conobvias referencias. Precisamente, la sustitucin teolgica queconstruyeron los evangelistas inicia el mito de Cristo y, a lavez, la tergiversacin ominosa del Jess histrico.

    En la ficcin del secreto mesinico se supone difanamenteque ni siquiera los discpulos habran de comprenderadecuadamente, hasta despus de la Resurreccin de Jess, lasinesperadas connotaciones de la radicalmente nueva nocin demesianidad. El elemento axialdel evangelio se sita en las

    percopas que van de Mc 8.27 a 8.31, en las cuales, pese a lacalculada cautela del evangelista, lo que se anuncia condramatismo es meridianamente claro: mucho sufrimiento,

    persecucin, condena a muerte y resurreccin tres das mstarde. El mensaje se inicia as: El les pregunt: Y vosotros,quin decs que soy yo? Respondiendo Pedro, le dijo: T eresel Mesas. Y (l) les encarg que a nadie dijeran esto de El.Comenz a ensearles cmo era necesario que el Hijo delhombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por losancianos y los prncipes de los sacerdotes y los escribas, y quefuese muerto y resucitara despus de tres das. Claramente leshablaba de esto. Pedro, tomandlo aparte, se puso areprenderlo. Pero El, volvindose y mirando a sus discpulos,reprendi a Pedro y le dijo: Qutate all, Satn, pues tus

    pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres(vv. 29-33),

    Lo que ms debera asombrar al lector atento de losEvangelios que contemple este caudal de narraciones que

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    fluyen de una fe ingenua an no remansada en las aguasestancadas de los laberintos de la erudicin acadmica y laexgesis eclesistica es la chocante presencia de dos vertientesopuestas en el relato de los hechos supuestamente acaecidos.

    De una parte, la reiteracin del anuncio del drama de lapasin, muerte y resurreccin (Mc 8.31-33, Mt 16.21-23, Lc9.22-27, para el primer anuncio; Mc 9.31-32, Mt 17.22-23, Lc9.44-45, para el segundo; y Mc 10.32-33, Mt 20.17-19, Lc18.31-34, para el tercero). De otra parte, la obstinadaincredulidad de los discpulos ante la noticia de que Jesshaba resucitado, encabezada por Mara Magdalena ydifundida in crescendo, pero inicialmente rechazada por losdiscpulos. En los pasajes de las narraciones cannicas aparecesin ambages esta incredulidad: en Me 16.11 (pero oyendoque viva y que haba sido visto por ella [Mara Magdalena],no lo creyeron); en Le 24.10-11 (dijeron esto a losapstoles, pero a ellos les parecieron desatinos tales relatos yno los creyeron); y en Jn 20.9 (porque an no se habandado cuenta de la Escritura, segn la cual era necesario que Elresucitase de entre los muertos, 20.25 (si no veo en susmanos la seal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de losclavos, y mi mano en su costado, no creer), repetido en 27-29. En Mt 26.56 se nos informa que tras el apresamiento del

    Nazareno, todos los discpulos le abandonaron y huyeron,sin duda por entender que la cruel realidad haba puesto elpunto finala una loca aventura.

    Hay ineludiblemente que preguntarse: Cmo es posibleque los discpulos hubieran olvidado el anuncio solemne quehaca an escasos das les haba hecho, y luego reiterado, elMaestro, vaticinndoles la inaudita y trgica novedad, apenasimaginable para un judo, de un Mesas que iba a serhumillado, ajusticiado y ejecutado por sedicin, y resucitadoseguidamente'?:'... Si la ficcin del secreto mesinico hubierasido un vaticinio real, antecedente a la tragedia, el impactopsicolgico en el nimo de sus discpulos ntimos los que

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    estaban en el secreto habra sido imborrable y de talmagnitud que tendran que haber vivido probablemente elresto de sus das atenazados, y a la vez insobornablementeesperanzados, por el desenlace a la vez trgico y glorioso de

    una resurreccin triunfal de un Mesas, extrao,indudablemente, pero enviado de Dios, que hara realidad elreino escatolgico-mesinico en la nueva Jerusaln. La pruebaconcluyente de que los discpulos slo conceban y esperabanal Mesas de Israel por antonomasia, el Mesas victorioso, seencuentra en Lc 24.17-21, donde se relata que los dosdiscpulos que, tras el desastre, se encaminaban a Emas, antela sbita aparicin del Nazareno, a quien no reconocieron tal era su sentimiento de sorpresa y frustracin, escuchandel aparecido estas palabras, que inician el siguiente dilogo:Qu discursos son estos que vais haciendo entre vosotrosmientras caminis? Ellos se detuvieron entristecidos, ytomando la palabra uno de ellos por nombre Cleofs, le dijo:Eres t el nico forastero en Jerusaln que no conoce lossucesos en ella ocurridos estos das? El les dijo: Cules?Contestronle: Lo de Jess Nazareno, varn profeta, poderosoen obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cmo loentregaron los prncipes de los sacerdotes y nuestrosmagistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado.Nosotros esperbamos que sera l quien rescatara Israel...(Cursivas mas.) El compositor evanglico hace replicar aJess: Oh, hombres sin inteligencia y tardos de corazn paracreer todo lo que vaticinaron los profetas! No era necesarioque el Mesas padeciese esto y entrase en la gloria? Ycomenzando por Moiss y por todos los profetas, les fuedeclarando cuanto a l se refera en todas las Escrituras (w.25-26). El escollo insalvable que hace imposible conceder niel menor crdito a la leyenda del secreto mesinico es sureiteracin narrativa y su inmediata proximidad a la eclosinde la sangrienta tragedia del Glgota. En efecto, la tercera yltima reiteracin del martirio y subsiguiente resurreccin

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    gloriosa del Nazareno tuvo lugar, segn los textos evanglicos,solamente como preludio del inicio del ministerio de Jess enJerusaln (Mc 11.1-11), que hoy celebran los cristianos comotriunfal entrada mesinica en la ciudad santa entre vtores,

    palmas y ramos de olivos. Desde esa entrada triunfal hasta elapresamiento de Jess apenas cuatro das se producenvarios acontecimientos claves, entre ellos dos que,correctamente interpretados en su contexto judo, representandos pronunciamientos tpicos de la mesianidad tradicionalvigente en aquellos das el violento incidente de la

    purificacin del Templo (11.15-19) y la cuestin sobre lalicitud del pago del tributo censal al Csar (12.13-16). Peroen las vsperas mismas de la llegada a Jerusaln (cuando ibande camino, subiendo hacia Jerusaln, y Jess caminabadelante, 10.32), el maestro galileo volvi a profetizarsolemnemente lo que haba de sucederle (ibdem). Cabeimaginar sensatamente que en poco ms de una semana detemores y ansiedad olvidaran absolutamente todos susdiscpulos (digamos, los doce) el suplicio, muerte yresurreccin de Jess?... La falsedad del secreto anuncio noslo queda probada por el texto concluyente de Lc 24.17-21,que acabo de mencionar, sino por los inequvocos testimoniosque constan en Mc 16.11, Mt 26.56, yJn 20.9, 25, 27-29, que

    prueban hasta la saciedad que los discpulos desconocan laprofeca del secreto mesinico y que jams haban odo alMaestro hablar de su crucifixin y ulterior subida triunfal a loscielos. Por cierto, Marcos (12.18-27) concibe la resurreccinde los muertos al modo paulino (1 Cor 15.35-58); es decir, losresucitados de entre los muertos sern como ngeles en loscielos (Mc 12.25). Muy probablemente, Pablo tuvo en cuentala apora teolgica que planteaba la resurreccin de un muertoque, adems de humano, era divino (Dios mismo, bajo laforma de Segunda Persona).

    2. Elsaltus entre la esperanza mesinica juda y la fe post-

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    pascual es de tal entidad que los redactores evanglicos delmisterio cristiano, y luego sus epgonos durante veinte siglos,han intentado infructuosamente colmar la brecha entre el

    Nuevo Testamento y el Antiguo mediante la paciente e

    inverosmil tarea de ponerse a detectar en este ltimo el typosdel Mesas cristiano. Acabamos de ver cmo en Jn 20.9 seindica que los discpulos no se haban dado cuenta de laEscritura, segn la cual era necesario que El resucitase deentre los muertos. Y como en Lc 24.27, el Nazareno,comenzando por Moiss y por todos los profetas, les fuedeclarando cuanto a El se refera en todas las Escrituras(Cursivas mas). El sorprendente hecho de que en ninguno deambos textos nada se diga como sera obligado delsecreto mesinico confiado a los discpulos, dejadefinitivamente malparado esta ingenua invencin que Marcosconsigna en su modlico Evangelio, y que deba cumplir lainigualable funcin de acreditar el mito de Cristo con laspropias y solemnes palabras de Jess, otorgndole a losmisrrimos e inverosmiles testimonios de su Resurreccin elsello divino de lo incuestionable. La Resurreccin fundamentala divinidad de Jess, y ste garantiza la verdad de laResurreccin: clamorosa peticin de principio. Inmersos en elclima apocalptico que impregnaba las mentes en algunoscenculos judos y que tambin pudo sensibilizarrelativamente, aunque sin duda no esencialmente, el

    pensamiento de Jess, los evangelistas, influidosdecisivamente por el precedente paulino, coquetearon si seme permite la expresin con algunos conceptos elaboradosen la literatura apcrifa o pseudoepigrfca de la poca,incluida la heterognea produccin midrshica de lossucesivos nquilinos de Qumrn. Louis Rougier definiadmirablemente el arbitrio hermenutico que subyace en las

    prcticas exegticas del judaismo, y que alcanz las mximascotas de la fantasa teolgica en las sectas judas marginales yen el cristianismo que no fue inicialmente ms que una

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    secta. Esta mentalidad escribe Rougier considera quecada palabra, cada miembro de frase, cada versculo de laEscritura, siendo la palabra de Dios, tiene un sentido en s,independientemente de su contexto; y que es lcito agrupar o

    fundir citas tomadas de los Salmos o de los diferentes librosdel Antiguo Testamento de manera que pudiera formarse conellas una citacin completa cuyo sentido global es distinto delde cada una de sus partes componentes, estando comnmenteadmitido, entre los esenios y los cristianos, que los antiguos

    profetas han anunciado de manera velada, crptica, todo lo quese ha realizado en el Nuevo Testamento, lo que abre la va a lainterpretacin alegrica tal como se encuentra practicada en elpesher qumraniano, en Filn el Judo y en la exgesistipolgica de la primitiva Iglesia. Sobre estos presupuestos,qu fiabilidad pueden pretender las llamadas cienciassagradas?... Realmente, ninguna.

    Por ejemplo, Pablo de Tarso, el arquitecto del mito deCristo, anticipando el estribillo sinptico, nos asegura queJess resucit segn las Escrituras, pero no se arriesga acitar ni una sola. Pedro, sin embargo, dice, por la pluma deLucas, que David ya habl de la resurreccin de Cristo, quienno sera abandonado en el Hades, ni vera su carne lacorrupcin (Hechos 2.31). Sin duda, tanto Pablo como Lucas--su bigrafo y epgono, conocan el Salmo 16, y en l seinspiraron al referirse a la supuesta profeca davdica de laresurreccin de Cristo. Pero resulta que el famoso Salmo dice:Pues no abandonars mi alma al sheol, ni permitirs que tufiel vea la fosa (16.10). Esto piensa el redactor de s mismo.Tiene esta esperanza algo que ver con la resurreccin?...Segn comenta certeramente mi amigo Salvador R. Pecino,nada de corrupcin ni de profeca mesinica. Simplemente, el

    poeta no quiere morirse, y expresa su deseo en dos metforasparalelas: no ir al Sheol y no ver la fosa. Pablo saba todo estoy decide que ms vale callarse, aunque no puede evitar quePedro haga el ridculo.

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    Desde que Samuel Reimarus, en la segunda mitad del sigloXVIII, situara al Nazareno en el estricto marco delmesianismo judo , y que Julius Wellhausen y RudolfBultmann definieran, en el curso de nuestro siglo, el estricto

    judaismo de Jess, ningn biblista serio puede ya poner encuestin eljudaismo esencial de su personalidad religiosa. Unaserie de eminentes historiadores Joseph Klausner, SolomonZeitler, Schalom Ben-Chorin, Samuel Brandon, David Flusser,Geza Vermes, Hyam Maccoby, etc. han zanjado toda

    pretensin de discutir este asunto. Cules son lascaractersticas que permiten identificar la religin de Jess?...En los evangelios cannicos se encuentran asociados yconfundidos dos mensajes sensiblemente divergentes ycontrapuestos: la proclamacin (kryma) de la Iglesia sobreCristo, y el anuncio (krygma) de Jess sobre la inminenciadel reino mesinico. El primero constituye la fe de la Iglesia,el segundo expresaba la fe personal de Jess.

    Son cinco, a mi juicio, los aspectos relevantes del mensajedel Nazareno: la perspectiva mesinica, el Reino de Dioscomo utopa religioso-poltica, la inminencia del Reino y laexigencia urgente de la reconversin personal, el radicalismode la tica escatolgica, y el cumplimiento de las promesas deDios al pueblo de Israel.

    3.1.Perspectiva mesianista En los textos sinpticos se despliega la accin de Jess

    como la de una personalidad mesianista desde el comienzo desu ministerio. Pero cabe preguntarse si Jess tuvo desde muy

    pronto conciencia de su mesianidad, o si esta conciencia fueslo el fruto tardo de una dilatada reflexin sobre su propia

    persona y vocacin.Todava ms, no hay que excluir a priori que se viese a s

    mismo como slo un heraldo (keryx) del reino que ya vienepero que se har realidad en unMesas que no es l.

    En Mc 1.1-12, la primera percopa textual y cronolgica de

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    los Evangelios, se formula la epifana de Jess como Mesas(Jesucristo), Hijo de Dios, y se hace en directa referencia aJuan Bautista y su actividad escatolgica vinculada almovimiento mesianista palestino de aquellos das. Ya en

    Marcos se manifiesta el empeo de reducir la funcin de Juana la de mero Precursor, es decir, el anuncio de uno ms fuerteque yo, ante quien no soy digno de postrarme para desatar lacorrea de sus sandalias (v. 7), La perplejidad y laincomodidad que reflejan los testimonios evanglicos sobre el

    bautismo de Jess son patentes. Estos testimonios, y latradicin cristiana en general, han devaluado el bautismo

    practicado por Juan. Como anot Maurice Goguel, el bautismode Juan que no era unsacramentum en el sentido propio deeste trmino revesta un triple carcter: rito lustral de

    purificacin corporal; rito de agregacin por el que seconstitua una efectiva confraternidad de penitentes queesperan ansiosamente el reino mesinico y se preparan para l;rito inicitico como el que, probablemente ya entonces, el

    judaismo aplicaba a los proslitos. Aunque el rasgo culminanteera el inicitico condicionado al arrepentimiento, el queinteresa en este contexto es el referente a la asociacinmesinica. En Mt 3.1-12, se desea alejar cualquier duda sobreel rango y la funcin del Bautista versus Jess: yo, cierto, os

    bautizo en agua con vistas a la penitencia [...]; l os bautizaren el Espritu Santo y en el fuego. Este era aproximadamenteel bautismo paulino, del que nada supo el Nazareno.

    A esta declaracin ya programtica sigue una breve y puerildiscusin sobre quin debe bautizar a quin, que se zanja conel enigmtico conviene que cumplamos toda justicia. Uno se

    pregunta cul. El tono dogmtico de este theologema traicionasu ahistoricidad. Como tengo que abreviar mucho, sealarescuetamente que en Mc 11.27-33 aparece difanamente lacoincidencia de vocacin y de mensaje entre Juan y Jess,hasta el punto de que un notable biblista creyente, como lo esGnther Bornkamm, no vacila en escribir que la decisin

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    concerniente a Juan y su bautismo de penitencia, es tambin ladecisin concerniente a Jess y su misin. Pero, adems,tambin sabemos lo suficiente del paralelismo de su historia.En efecto, Herodes el Grande le asignaba un status no inferior

    al que luego asignarn sus discpulos a Jess: Este es Juan elBautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por estoobra en El el poder de hacer milagros (Mc 6.14). Aunqueluego el evangelista trivializa el relato del asesinato de Juan,conocemos por Flavio Josefo la verdadera naturaleza de lacofrada del Bautista, quien no slo excitaba a los judos a

    practicar la virtud, la justicia y la piedad, y a unirse en elbautismo, sino que tambin los enardeca y exaltaba con sufogosa palabra: Herodes nos informa Josefo tema queuna tal facultad de persuadirsuscitase una revuelta , pues lamultitud pareca dispuesta a seguir en todo los consejos de estehombre. Prefiri, pues, apoderarse de l, antes de que se

    produjese algn disturbio relacionado con l, que tener quearrepentirse ms tarde, si surga algn movimiento, de haberseexpuesto a peligros. A causa de estos recelos de Herodes, Juanfue enviado a Macheronte, la fortaleza de la cual hemoshablado anteriormente, y all fue asesinado (AntigedadesJudas XVIII, 5.2. Cursivas mas). No les recuerda laaventura y el final trgico del galileo de Nazaret?... Amboshaban iniciado su carrera con idntica prdica: cumplido esel tiempo, y el Reino de Dios est cerca; arrepentios y creed enla Buena Nueva (evangelion) (Mc 1.15). Pero este mismoMarcos no se atreve a informar de la verdadera razn de esteasesinato, y prefiere convertirlo en desenlace de una historietasentimental.

    La noticia que nos brinda Josefo dice mucho, pero tambinoculta mucho, en consonanca con los demonios que tentabana su oprimido pueblo: es decir, el orculo mesinico. Ya habaadvertido Goguel que una simple doctrina moral, por muchoque enardezca a sus audiencias, no llega como tal a inquietar aun tirano. Pero si una doctrina as se inserta en el marco de un

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    mesianismo radical y escatolgico, con su indisociablepostulado de transformacin poltica, social y econmica,entonces se convierte en un gravsimo peligro para lahegemona de quienes dominan y gobiernan. Tal sucedi

    tambin con el Nazareno frente a la oligarqua juda y a losromanos. Los exgetas apologistas resbalan deliberadamentesobre la palmara dimensin poltica del mesianismo, tanto delBautista como del Nazareno. La teologizacin dogmtica deJuan es patente en Mt 3.7-10, con lo cual la disociacinteolgica de algo indisociable la naturaleza poltico-religiosa del Reino, que puede entraar violencia fsica de facto, pero que no la incluye conceptualmente lanz a los

    biblistas creyentes por la extraviada senda de la interpretacinapoltica v conformista, que tiene su ms autorizada expresinen el captulo 13.1 -7 de la Epstola a los Romanos. InclusoBornkamm, por citar un buen ejemplo, se pliega a esta pautaantihistrica y declara dogmticamente que Juan tambin,como Jess, es el profeta del Reino que llega. El nada tiene encomn con los polticos revolucionarios y con quienes

    pretenden ser el Mesas. Alergia incurable a los hechos de lahistoria.

    Este largo, aunque obligadamente esquemtico, anlisis delmesianista Juan nos pone de nuevo en pista para examinar la

    presuncin de mesianidaddetectable en Jess. Como vimos,en Me 8.29 el galileo pregunta a sus discpulos: Y vosotros,quin decs que soy yo? Respondiendo Pedro, le dijo: T eresel Mesas. El Maestro no lo desmiente . Slo responde paraintroducir el artificio teolgico del secreto, en cuanto sigilosaoperacin sustitutoria evanglica de la mesianidad triunfante

    por la mesianidadsufriente una nocin inaudita y novsima,incomprensible para los discpulos. En los relatos sinpticos

    parece traslucirse un proceso de cristalizacin ms bien tardade la conciencia mesinica de Jess, de la mesianidadtradicional y popular, pese al deliberado propsito de estosrelatos de poner en boca del Nazareno una confesin explcita

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    en este sentido. La obsesin redaccional por acreditar unamesianidad in humilitate, eje del misterio cristiano, saturaestos textos de incongruencias e inverosimilitudes. Pero unaregla heurstica incuestionable exige atribuir una alta

    probabilidad de autenticidad a dichos o hechos de Jess queestn en contradiccin con la decisin dogmtica definida enel secreto mesinico, o que coincidan con el concepto judotradicional y popular del Mesas. Nadie asume artificialmentedatos o testimonios que daen a sus propios intereses, a no serque exista una tradicin oral o escrita que sea imposibledesconocer, en cuyo caso slo resta el inseguro expediente dereinterpretarlo o remodelarlo tergiversando su sentidogenuino. Precisamente por ello, estimo que la mejor prueba deque existi histricamente un hombre conocido despus comoJess de Nazaret o el Nazareno radica en las insuperablesdificultades que los textos evanglicos afrontan para armonizaro concordar las tradiciones sobre este personaje con el mito deCristo elaborado teolgicamente ex post. Nadie se esforzara

    por resolver aporas derivadas de dos conceptos divergentes einconciliables del mismo referente existencial, si dichasaporas no surgieran ante testimonios histricamenteinsoslayables. La imposibilidad conceptual de saltar de modo

    plausible del Jess de la historia al Cristo de la fe constituyeuna evidencia interna por su virtualidad paradjica de laaltsima probabilidad de que haya existido un mesianistallamado Jess que anunci la inminente instauracin en Israeldel Reino de Dios de la esperanza juda en el cumplimiento delas promesas. Ninguna otra prueba alcanza una fuerza deconviccin comparable al espectculo de los desesperadosesfuerzos, a la postre totalmente fallidos para una miradahistrico-crtica, porcohonestarel Cristo mtico de la fe con lamemoria oralmente transmitida, aunque de manerafragmentaria, de un hebreo que vivi, predic y fue ejecutado

    por un delito de laesa majestas en el siglo I de nuestra era.El deseo de apuntalar histricamente el nuevo mensaje

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    soteriolgico cuestin que an no le preocup a Pablooblig a los evangelistas a usar reiteradamente casi siemprede modo intermitente y elusivo tradiciones muy antiguassobre actitudes y palabras del Nazareno. De este precioso

    material, que podramos calificar de furtivo, puede inferirsecon estimable seguridad que Jess fue un agente mesinicoque asumi sustancialmente los rasgos bsicos de la tradicindavdica popular y de la escatologa de origen proftico,aderezadas en alguna ocasin con acentos apocalpticos. Sumensaje anunci la inminente llegada del reino mesinicosobre la tierra de Israel transformada por una suerte de

    palingenesia, un reino en el que lo religioso y lo polticoaparecan fundidos slo disociables con una mentalidadoccidental, para entrar, en el cual el arrepentimiento y lareconversin espiritual (teshuvah, metanoia ) resultabainaplazable y era requisito indispensable para la intervencinsobrenaturalde Dios. El verdadero tour de forc que significremodelar este material y verterlo en las categoras delmisterio cristiano exigi una fe ciega y se desarroll morerabbinico, es decir, acudiendo a los argumenta e scrptura y alos vaticinio ex eventu , aislndolos de sus contextos eintegrndolos en una interpretacin tipolgica y alegricaexuberante e inverosmil.

    Bajo los esquemas teolgicos de Marcos y de suscontinuadores quienes pudieron incorporar, sobre todo, losmateriales de la fuente Q (Quelle), que operaron latransmutacin del Mesas esperado en un Mesasinsospechado que entregaba su vida en funcin expiatoria yredentora, asoma ms o menos confusamente, peroinequvocamente , el Nazareno tal como lo haban percibidosus discpulos en vida, y lo haban intuido tambin segnnos indican algunos textos los poderes satnicos y lasaudiencias palestinas que lo vieron y escucharon. Sobre elterreno bien roturado y abonado por la precoz interpretacinde las comunidades cristiano-helensticas paulinas o

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    prepaulinas, fue Marcos el primero que asumi los supuestosteolgicos de la cristologa que empezaba ya a ser ladominante en sus lneas esenciales, encuadrndolahistricamente en una narracin de corte dogmtico: el

    Mesas haba venido a dar su vida como rescate (lutron) pormuchos (Mc 10.45), es decir, a expiar los pecados de loshombres; a preparar la instauracin del Reino; y a difundir loscarismas de la salvacin. Quienes no se integren en la Iglesia yno comprendan el misterio de la Pascua quedan descartados

    para entrar en el Reino, que ahora, en el interim, iba a ser ya laIglesia. El Evangelio de Marcos es incoativamente un textoeclesistico, que slo esperaba los desarrollos de los otros tresevangelios cannicos. Es un relato dogmtico que, aunquetransido de emocin escatolgi-ca, mira ya hacia el pasado.Mientras el Nazareno tena su vista clavada en el futuroinminente de la venida del Reino, las iglesias cristianas a lasque pertenecen los redactores sinpticos dirigen su atencin

    preferente hacia el suceso salvf ico que ya tuvo lugar, lamuerte sacrificialde Jess; es decir, hacia algo pretrito y quees definitivo e irrepetible. Se haban invertido las perspectivas,quedando abierto el camino hacia la nova religio .

    La figura tradicional del Mesas de Israeles a la que sinduda se refera Caifas cuando pregunt a Jess: Eres t elMesas, el hijo del Bendito? Jess le dijo: Yo soy (Mc 14.62).Respuesta inequvoca, como la de Pedro en Mc 8.29, peroseguida ahora tambin de una clusula teolgica formulada expostpor el evangelista para definir, con una extraa intencintitulstica , la cristologa eclesistica. Es decir, algodesconocido para el Nazareno, que habra quedado estupefactoante la inversin dogmtica de la idea mesinica, inversinque estableca una radical anttesis entre los pensamientos delos hombres (la mesianidad prometida y esperada por el

    pueblo de Israel) y los pensamientos de Dios (la mesianidadmisteriosa de la Iglesia, Mc 8.33). Puede afirmarse, sin elmenor gnero de dudas, que si alguien de sus auditorios

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    hubiera preguntado espontneamente a Jess: Maestro, eresun ser divino, capaz, por consiguiente, de resucitar despus demuerto, para retornar al Cielo?, el Nazareno habra rechazadocon espanto e indignacin esta presuncin sacrilega y

    blasfema para todo judo fiel al monotesmo estricto de sureligin, que ni siquiera permita pronunciar el nombre deDios por labios de hombre. El judaismo de Jess inclua unconcepto de Dios como Padre a la vez ntimo y trascendente,infinitamente amoroso e inalcanzablemente lejano.

    El concepto de Mesas, en aquellos das, no implicabacomo nota definitoria la violencia armada, aunque tampoco laexclua. Slo poda concebirse, eso s, como el de un ldervictorioso que inaugurara personalmente el Reino de Dios enla tierra de Israel. Un pretendiente fracasado era relegado a lacondicin de goes taumaturgo o charlatn con pretensionesmesinicas. Jess promovi la urgencia del Reino medianteel arrepentimiento y la conversin espiritual, esperando queesta actitud de radical entrega personal de los judos a su causafuese determinante de la accin milagrosa de Dios para lainmediata instauracin del reino escatolgico-mesinico. Porello, intent poner en marcha un movimiento ideolgicorevolucionario que debera transformar la sociedad judamediante una tica escatolgica de radicales efectos sociales y

    polticos. Jess no fue un guerrillero, ni un terrorista zelota,aunque parece evidente que comparti aspectos decisivos delzelotismo teolgico-poltico en su reivindicacin de lasoberana absoluta de Yahv en todos los planos de la vidaindividual y colectiva.

    No obstante, aparecen intermitentemente en los relatosevanglicos hechos o indicios inquietantes que apuntan a unaviolencia fsica explc ita o soterrada, con gran alarma de losobsesos por depurar el pensamiento y la conducta de Jess dela menor mcula de uso de la fuerza en primer lugar, detodos los escritores neotestamentarios encargados de construirel mito del Cristo universal y pacifista , y, seguidamente, de los

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    creyentes de ayer y de hoy. Samuel Brandon ha investigadosagazmente el conjunto de tales hechos e indicios, provocandogran enfado en los biblistas comme il faut. A vuela pluma,sealemos algunos. La llamada purificacin del Templo

    (Mc 11.15-18 y par.) indica un talante y unos hechos deinnegable violencia fsica. Joel Carmichael, Hugh Schonfield yHyam Maccoby, entre otros, nos han ofrecido sabrososcomentarios que muestran que estas vas de fuerza dirigidas

    por el Nazareno nada tienen que ver con la tpicainterpretacin pacifista de poner la otra mejilla. Adems,sus connotaciones polticas son palpables. La alusin a unainsurreccin poltica en Jerusaln por los das en los que seapresa y procesa a Jess provoca sospechas que no es posibleni eliminar ni tampoco sustanciar, sospechas que se asocian ala noticia de que un tal Barrabs estuvo implicado (Mc 15.7 y

    par.). El temor a una revuelta del pueblo si se apresa a Jess(Mc 14.2). El conato de violencia en Getseman (Mc 14.47 y

    par.). La pblica y reiterada acusacin de mesianismo (Mc15.26, 32). La crucifixin entre dos bandidos (insurrectos,sicarios, zelotas?). La denuncia de que Jess incitaba a larebelin popular y condenaba el pago del tributo al Emperador(Lc 23.2, 14). La instruccin del Maestro de que cadadiscpulo se compre una espada (Lc 22.36). La pregunta a lsobre si deban usar ya las armas: Seor, herimos con laespada?, pasando inicialmente a vas de hecho (golpeando)(Lc 22.49-50), segn nos informa tambin Mt 26.51: Uno delos que estaban con Jess extendi la mano, y sacando laespada, hiri a un siervo del Pontfice, cortndole una oreja.Excelente ocasin para que el Jess irnico pueda ser

    presentado como escandalizado ante la presencia de armas enaccin: Vuelve tu espada a su lugar, pues quien toma laespada, a espada morir. O crees que no puedo rogar a miPadre, quien pondra a mi disposicin al punto ms de docelegiones de ngeles? (vv. 52-53). Este ltimo versculotrasluce claramente que la violencia no est excluida, en

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    cuanto principio, de los designios de Dios, lo cual corrobora elNazareno con esta cualifcacin tan restrictiva como gratuita:Cmo van a cumplirse las Escrituras, que dicen que ha desuceder as? (v. 55). Las circunstancias del apresamiento de

    Jess por una cohorte romana (cuatrocientos hombres almenos) al mando de un tribuno (Jn 18.3, 12). Habra queaadir que el Nazareno tuvo entre los Doce a hombresasociados de algn modo a la idea de violencia: Simn elZelota (Lc 6.15 y Hechos 1.13); JudasIscariote (Mc 3.19 y Mt10.4), que biblistas muy serios y creyentes consideran unzelota, al estimar que ho Iskarites es una corrupcinmorfolgica de ho sikarios, epteto con el que se identificaba alos zelotas, que hacan uso de la sicca (espada corta) en susactos terroristas; Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo,apodados Boanerges, epteto que sugiere una reputacin dehombres de talante propicio a recurrir a acciones violentas;Pedro recibe en Mt 16.17 el epteto Bar Jona, que se traduce

    porforajido, proscrito, extremista , y que Martn Hengel sealaque fue originalmente una designacin de los zelotas (aunquecree que en Mateo slo indica hijo de Juan).

    El historiador independiente se encuentra hoy connumerosos indicios que remiten a una historia truncada yadulterada en la que sobrenadan algunos elementos queapuntan a hechos comprometedores pero que apenas podemosreconstruir. Brandon observ que en los dos depsitos msantiguos de la tradicin sinptica el relato de Marcos y elrepertorio de dichos y hechos de Jess que figura en la Quelle(fuente) no aparece ninguna condena de la violencia , queslo encontramos en los textos, ms tardos, de Mt 26.52 y Lc22.51, cuando la inversin ideolgica del mensaje de Jess nosuscitaba ya problemas y la apologa ad Chrstianosromanos(Brandon) estaba bien consolidada. Sin embargo, incluso enambos versculos el rechazo de la violencia fsica equivale ya,en el contexto de la pax romana, a un intento explcito desuprimir la desazonante impresin de conflicto frontal con el

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    orden establecido y de ruido de espadas que an se escuchanen algunos pasajes evanglicos, pese a su manifiesto arreglo.Pero incluso en Mt 26.54 la condena aparentemente rotundadel v. 52 (porque todos los que empuan la espada, por la

    espada perecern) queda ostensiblemente relativiza-da por elmvil ya indicado: cmo se cumplirn las Escrituras, quedicen que ha de suceder as?. La violencia frustrara el plandivino. No es la condena incondicionada o absoluta de lafuerza (que las legiones anglicas podran emplear, de acuerdocon su cometido, al modo esenio), sino ms bien la afirmacinde la exigencia de que se cumplan previsiones profticas (queno conocemos), aducidas para legitimarex eventu un desastreinesperado. En Lc 22.51 ni siquiera hay condena alguna de laviolencia, sino una prudente decisin. Jess cura prontamentela oreja del siervo agredido, limitndose a interrumpir elconato de lucha, diciendo solamente; Dejadles, basta ya. Larelacin de fuerzas, y las circunstancias, hacan el momentototalmente inoportuno para herir con la espada (v. 49). De loque leemos en Jn 18.11 se desprende la misma impresin, node una violencia condenada, sino de una lucha imposible. El

    Nazareno quiso al menos salvar a los suyos: si, pues, mebuscis a m, dejad ir a stos (v. 8). El protagonista era l: elcliz que me dio mi Padre, no he de beberlo? (v. 11). Pero elhecho de que para prender a Jess se hubiera enviado nadamenos que una cohorte romana al mando de un tribuno(chiliarchos), ms algunos alguaciles de los sumos sacerdotesy fariseos (Jn 18.3,12), prueba que se presuma la resistenciade una banda armada. De lo contrario, habra que suponer quelos romanos, tan avezados en el gobierno y en el arte de larepresin, eran superlativamente inexpertos. Para detener a unsimple hombre desarmado no se enva la tropa.

    Mc 15.26, y paralelos, resultan, en cuanto al hechoindudablemente histrico, concluyentes para establecer lamesianidad de Jess en los trminos de su significadotradicional judo: el ttulo de su causa estaba escrito: el rey

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    de los judos. Lo cual configuraba un delito de sedicin,castigado por Roma con muerte en la cruz. La concienciamesinica del Nazareno debi de madurar lentamente, pero losescritores neotestamentarios, llevados de su creciente celo

    teolgico, fueron desnaturalizando ese proceso y adelantandoel momento de la exaltacin sobrenatural de Jess. En Hechos2.36 y 5.31, la cristologa postpascual se explica por laresurreccin y la ascensin a la diestra de Dios. Marcos laretrotrae al bautismo. Mateo y Lucas la hacen remontar a laconcepcin milagrosa en el seno de una virgen. Juan la sitaen el origen mismo de la creacin. Pablo y sus epgonos,aunque fuera de todo contexto histrico, afirman laencarnacin de un Mesas que es por naturaleza igual a Dios(Fil 2.5-6) y preexistente desde la eternidad (Rom 8.3; Gal 4.4;1 Cor 8.6; Col 1.13 ss.), pese a lo que se declara en Rom 1.3-4.En este itinerario cristolgico, la nova religio salt desde laidea de un hombre (mortal) que se crey Mesas, a la de un serdivino enviado como Mesas en figura humana para rescatar ala humanidad pagando con su sacrificio expiatorio la deudacontrada por la culpa hereditaria de una ofensa hecha a Dios acausa de la desobediencia de la primera pareja en el Paraso.El delirio de la imaginacin teolgica alcanzaba un cnit.

    3.2. Reino de Dios, utopa poltico-religiosa

    La indisociable naturaleza espiritual y material, religiosa ypoltica, del reino mesinico anunciado por el Nazareno hasido sistemticamente desalojada por la exgesis eclesisticadel Nuevo Testamento. Cuando esta idea asoma en los textos,estamos indudablemente en presencia de testimonios de fuerte

    presuncin de historicidad, pese a todas las tcnicas de laescuela de la historia de las formas y gneros literarios, y lasde los exponentes del Jess Seminartan en boga en Amrica.Esta concepcin del Reino todava refleja frente a la

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    penetracin del dualismo helenizante en el judaismointertestamentario la antropologa eminentemente unitariadel Antiguo Testamento, en el que no caban antinomias entrelo de arriba y lo de abajo, entre lo celeste y lo terreno, entre lo

    espiritual y lo material. El Reino escatolgico-mesinico seraun compendio de hartura material y superacin de lasdesigualdades econmicas y sociales, y de hartura espiritual enla contemplacin del imperio de Dios y en la fruicin de una

    paz cimentada en la armona entre los sentidos y la mente.Sera el Reino de la solidaridad entre los hombres y dentro delhombre. Pero al mismo tiempo, este orden utpico era elReino de la liberacin de Israel del yugo pagano y la cesacindefinitiva de la condicin depariah del pueblo elegido. As seentenda por este pueblo la nocin de mesianidad. Para unmaestro religioso como Jess escribe Geza Vermes, quese dirige, no a una minora esotrica, sino a Israel en general,apelar a un concepto tal como el Mesas, habra sido

    plenamente significativo y digno de atencin solamente si sunocin de l corresponda, en sustancia al menos, a la de susoyentes: en otro caso, su uso de una terminologa mesinicahabra simplemente obstaculizado una concurrencia de lasmentes. En realidad, como seala Vermes, del examen de la

    plegaria juda y de la interpretacin de la Biblia por el propioJess parece que el nico gnero de Mesianismo que losauditorios de Jess habran entendido, y el nico gnero que

    podra haber posedo aplicabilidad en el mundo y contexto delos Evangelios, es el del Rey Mesas Davdico,

    La investigacin de M. Prez Fernndez sobre lastradiciones mesinicas en el targum palestinense (traduccioneslitrgicas sinagogales de textos bblicos hebreos a la lenguaaramea), datables mayormente en los propios das del

    Nazareno, muestran que el Mesas tiene un rasgo primero ydecisivo: que es rey, y rey de la casa de Jud, y es libertadordel pueblo, congregador de todos los cautivos de Israel y detodos los judos de la Dispora [...], vengador de Israel, juez

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    mortal de sus enemigos.... Se trata de los rasgos del mstpico Mesas nacional. Hay que recordar aqu que losevangelistas se empean (ficticiamente) en establecer lagenealoga davdica del Nazareno a fin de proclamar el

    significado tradicional y popularde su mensaje, pues l venaa realizar las expectativas mesinicas.Cules eran estas expectativas?... A las que acabo de

    indicar relativas a la realeza davdica, deben aadirse las quelos Sinpticos expresan inequvocamente, y que no quedandesvirtuadas por la espiritualizacin con que intentanteolgicamente neutralizar mediante cualifcaciones exigidas

    por el mito paulino de Cristo. En Mc 10.28-31, laspreocupaciones de los discpulos son evidentes: discuten sobrelas recompensas en el futuro reino. Pedro entonces comenza decirle: pues nosotros hemos dejado todas las cosas y tehemos seguido. Respondi Jess: en verdad os digo que nohay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas,o madre, o padre, o hijos, o campos (agrous), por amor a m ydel Evangelio, no reciba el cntuplo ahora en este tiempo (ent kair) en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos ycampos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglovenidero, y muchos sern los ltimos, y los ltimos, los

    primeros. En Lc 18.28-30 se repite la misma idea, y en Mt19.27-30 se le agrega que cuando el Hijo del hombre sesiente sobre el trono de su gloria, os sentaris tambin vosotrossobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.Como es patente, las expectativas genuinas se filtran ya aqu atravs de las especulaciones apocalpticas en las que estabaninmersos los evangelistas al servicio del misterio cristiano. LaIglesia haba optado por leeralegricamente declaraciones del

    Nazareno que desvelan con certeza el mundo ideolgico enque se inserta la aventura mesinica de Jess y sus seguidores.

    3.3. Inminencia del Reino y reconversin espiritual

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    textos autnticos que han sobrevivido pese a la manipulacineclesistica son incontrovertibles en este sentido. Veamosalgunos.

    En Mc 1.15, Jess proclama que cumplido es el tiempo, y

    el Reino de Dios est cercano [llega, de engiken]; arrepentios ycreed en la buena nueva. En Mc 9.1, declara el Nazareno: enverdad os digo que hay algunos de los aqu presentes que nogustarn la muerte hasta que vean venir en poder el Reino deDios. No se trata del Reino de ninguna Iglesia, ni de un reinoen los corazones, sino del Reino esperado, constituido enpoder. En Mt 4.17 se repite la inminencia del gran suceso. EnMc 11.9-10, la inminencia clamorosa queda certificada en elgrito hosanna!, bendito el Reino que viene de David,nuestro padre!. Refirindose al benvolo consejo de algunosfariseos de ser ms circunspectos, Jess exclama que si susseguidores callasen, gritaran las piedras (Lc 19.39-40). EnMc 13.30-31 se reitera: En verdad os digo que no pasar estageneracin antes de que todas estas cosas sucedan. El cielo yla tierra pasarn, pero mis palabras no pasarn. Y los tresSinpticos hacen coro para citar el anuncio del banquetemesinico: en verdad os digo sigue enfatizando Jessque ya no beber del fruto de la vid hasta aquel da en que lo

    beba en el Reino de Dios (Mc 14.25, Mt 26.29, Le 22.18).Como indica Lucas, este beber se refiere a la comensaldadescatolgica con los suyos: y yo dispongo del Reino en favorvuestro, como mi Padre ha dispuesto de l en favor mo, paraque comis y bebis a mi mesa en mi reino, y os sentis sobretronos como jueces de las doce tribus de Israel (Lc 22.29-30).Sus palabras pasaron sin cumplimiento , pero la inesperadaIglesia universal, ajena a Israel, se ha convertido desdeentonces en una omnipotente institucin al servicio del ordenestablecido y garanta moral del mismo,

    La ansiedad ante la inminencia mesinica, dado el hechoincontestable de su demora, genera desde bastante tempranocautelas dirigidas a moderar la tensin y, a la vez, a alimentar

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    la vigilancia: En cuanto a ese da o a esa hora, nadie laconoce, ni los ngeles del cielo, ni el Hijo, sino slo el Padre.Estad alerta, velad, porque no sabis cundo ser el tiempo...,etc. (Mc 13,32-37). Esta admonicin, puesta artificialmente

    en labios del Nazareno, corresponde a la expectativa de laparousa post-pascual, cuando ya la trgica tribulacinpersonal de Jess haba dejado todo como antes de su muerte.Pero el texto ofrece alto valor para invalidartodos los intentosapologticos de situar el comienzo efectivo del Reino en untiempo indefinido en los corazones, que no es visible, ni puedefecharse. Nadie conoce el da y la hora (v. 32), a no serque Dodd o Kmmel hayan tenido el privilegio de conocerlos.Lo autntico y cierto es que el Nazareno abrigaba la absolutaconviccin de que el Reino estaba al llegar, a la mano, y quesera un impresionante acontecimiento visible y datable,tangible y pblico. Por ello hay que estar alerta, no sea que,viniendo de repente, os encuentre dormidos (v. 36). No es

    posible decirlo ms claro: estad despiertos, no vaya a ser quede repente venga sobre vosotros aquel da... (Le 21.34).Pero no hubo caso, porque jams lleg.

    3.4. Radicalismo y tica escatolgica

    La novedad del mensaje de Jess no consiste en postularnuevas normas o adicionales preceptos. En una investigacinreciente, Hyam Maccoby ha despejado toda duda sobre suriguroso respeto a la Ley (Torah). En Mc 12.28-34, el

    Nazareno, en amigable dilogo con un escriba, formula los dosmandamientos bsicos del judaismo: amar a Dios sobre todaslas cosas, y amar al prjimo como a uno mismo. Ningunanovedad. En la aplicacinprctica de los preceptos, Jess fueun observante de la Ley y un judo leal. Su religin fue elJudaismo, y su fe se basaba en la Biblia juda. No se le ocurri

    pensarse a s mismo como una figura divina. Tal creencia

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    habra sido, para l, una transgresin directa del primero de losDiez Mandamientos. El hecho de que Jess no abogase porninguna desviacin de la religin juda est probado por la

    prctica de los seguidores que formaban la "Iglesia de

    Jerusaln" bajo el liderazgo de Santiago, Pedro y Juan. stosfueron todos adherentes piadosos al Judaismo, que observabanla circuncisin, el sbado, las leyes alimentarias, los festivalesy ayunos, el culto sacrificial del Templo, y las otrasobservancias del judaismo farisaico. Es evidente que nada delo que Jess les deca les hizo pensar que estas observanciasfueran a quedar interrumpidas (Hyam Maccoby, Judaism inthe first century, Londres, 1989, p. 35). Estas vivencias deinminencia escatolgico-mesinica y de reconversin ticaurgente que se manifiestan en el nimo del Nazareno no

    parecen discutibles, a la vista del conjunto testimonial de losEvangelios. Sin embargo, un historiador y biblista de tanto

    prestigio como Geza Vermes ha despotenciado el valor y elsignificado de ese conjunto testimonial y ha interpretado entrminos estrictamente eticistas e intimistas la esperanzaescatolgica de Jess. Vermes lo presenta como un judo muy

    prximo al pietismo hasdico y totalmente entregado a la ideadel arrepentimiento urgente (teshuvah) y de la fe y confianzaciega en Dios (emunah) como condiciones de la inmediatainstauracin del Reino de Dios. Segn l, la inminenciaescatolgica en el mensaje de Jess no apunta a unainstauracin como suceso sbito en un momento andesconocido del tiempo, pblicamente visible y constatable,sino como una maduracin invisible que se opera en loscorazones, despojada de las connotaciones mesinicas de lareligiosidad popular en aquellos das. La cuestin, en laescatologa del Nuevo Testamento afirma, consiste en elmovimiento real mismo de darse la vuelta, de entrar en elReino. Es en la entrega del yo a la voluntad de Dios como susoberana es realizada en la tierra (G. Vermes, Jess and theworld of Judaism, Londres, 1983, p. 39); pero una realizacin

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    cuya sede es la intimidad del sujeto en su vida cotidiana. As,el Reino, aunque an no enteramente presente, no se concibecomo una realidad futura. Su pronto establecimiento ha derealizarse ya por el familiarteshuvah. La accin del Reino se

    delata ya en las curaciones y exorcismos divinamentesostenidos de Jess (The religin of Jess the Jew,Londres, 1993, pp. 139-140). El Nazareno queda asdesposedo de todo dramatismo.

    Esta tendencia, muy extendida, al reduccionsmo eticista ,con categoras modernas por lo general, ha alcanzado un puntoextremo que Vermes, sin duda, no podra admitir en eltrabajo de un grupo de biblistas anglosajones asociados bajo larbrica The Jess Seminar, a quienes merece la pena dedicaruna fugaz referencia. El libro de R. W. Funk y R. W. Hoover,Five Gospels, One Jess! What did Jess really say? (Sonoma,1992), precedido por el de J. D. Crossan, The historical Jesus.The life of a Mediterranean Jewish peasant(New York, 1991),y seguido por el de B. L. Mack, The lost Gospel: the book of Qand Christian origins (San Francisco, 1993), ofrecen el ncleoterico sustancial de esta novsima interpretacin de Jess, si

    bien sus autores y sus epgonos no se pliegan a un modelocoincidente en todos sus detalles, sino abierto a importantesmatizaciones. Pero todos estos retratos del Nazareno emergende un mismo fondo comn de enfoque y metodologa,centrados en la reconstruccin estratificada y completa de lafamosa fuente Q (Quelle), a partir de los EvangeliosSinpticos, asociados al Evangelio de Toms, texto gnstico,recuperado en su integridad en copio gracias al descubrimientode una gran biblioteca de textos antiguos en Nag Hamadi, enel ao 1945. Las investigaciones del Jess Seminar, en suempresa de rigurosa expurgacin de todo testimonio carentede autenticidad, slo acepta un 18% aproximadamente de losdichos atribuidos a Jess en los Evangelios; a este exigenteescrutinio hay que aadir la cruel poda a que ha sometido lostextos de carcter narrativo de esos escritos. El resultado

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    global de esta extrema crtica de fuentes comporta laeliminacin inapelable en la aventura del maestro de Nazaretde todo lo que se refiere al marco mesinico-escatolgico yapocalptico en el que los mencionados relatos insertan el

    ministerio y el magisterio de su hroe: las noticias sobre suorigen sobrenatural y humano, sobre sus curaciones,exorcismos y milagros, sobre su persecucin y su pasin,sobre su resurreccin, ascensin y prometido retorno en gloria,

    pasan al depsito de fantasas y falsedades de la historiaheredada. Esta liquidacin al por mayor de la mercancaneotestamentaria no slo es legtima, sino que es tambinnecesaria su difusin pblica para contribuir a superar laignorancia de la masa de creyentes, inmersa en la fe en lassupercheras de una tradicin religiosa ancestral inasumible enlo que se refiere a su veracidad. Lo grave e inaceptable es lavoluntad de los promotores del Jess Seminarde exonerar al

    Nazareno de los ingredientes mticos con los cuales l mismoforjaba su propia visin de los tiempos del alumbramiento dela instauracin mesinico-escatolgica que anunci y

    promovi con toda la fuerza de su personalidad carismtica.Depurar la mente del visionario galileo de esos ingredientesmticos es una operacin historiogrficamente arbitraria yteolgicamente engaosa. La desmitologizacin operada en suda por R. Bultmann afectaba a la propia figura de Jess , noslo, en numerosos contenidos de la representacin mitolgicadel mundo en la Palestina del siglo I, a las primerascomunidades cristianas. Su mentalidad y sus representacionesreligiosas eran intensamente mticas e insertas en el contextode la esperanza de Israel, inseparables, en todo el perodointertestamentario, del contexto mesinico-escatolgico,aunque an no adulteradas por la reinterpretacin paulina delsuplicio de Cristo. Buitmann exoner a Jess de la imagineracristiano-helenstica de Pablo y de la Iglesia subsiguiente, perono del lastre mitolgico del paradigmtico judo Jess de

    Nazaret en el tiempo de las tribulaciones mesinicas. La

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    alternativa hermenutica buitmanniana la interpretacin delkeryma de Jess con categoras existencialistas y luteranasnada tiene que ver, como veremos enseguida, con la propuestade los miembros delJess Seminar.

    John Dominique Crossan puede tomarse como ejemplobrillante y representativo de esta escuela exegtica. El nivelms antiguo de la Quelle, estudiado a partir sobre todo de lafecunda investigacin de J. S. Kioppenborg, The formation ofQ (Philadelphia, 1987), constituye la estructura ideolgicafundamental para desvelar la idiosincrasia de Jess como

    persona y la esencia de su mensaje, que Crossan define comoun Cinismo Judo, identificable por un aspecto exterior yuna vestimenta, un modo de comer, de vivir y de relacionarseque anunciaban su desprecio de los honores y las vergenzas,del patronaje y el clientelismo (ob. cit., p. 421). Era la

    protesta cnica contra el sistema social vigente apoyado ennormas convencionales protectoras de los interesesdominantes. El Jess histrico fue un cnico judo aldeano[...]. No fue un corredor de comercio (broker) ni unintermediario, sino, algo paradjicamente, el anunciador deque ninguno de ambos debe existir entre humanidad ydivinidad o entre la humanidad y s misma. Milagro y

    parbola, curacin y comida, eran calculadas para forzar a losindividuos al contacto espiritual y fsico con Dios sinmediaciones, y al contacto espiritual y fsico inmediato deunos con otros, Anunci, en otras palabras, el Reino de Dios,sin mediacin y sin corretaje (brokerless) (pp. 421-422). Estaelptica semblanza se repite con idnticas palabras por Crossanen su libro de 1994,Jess. A revolutionary biography, p. 198).B. L. Mack reitera este sello de escuela al escribir que losagudos dichos de Jess en Q muestran que sus seguidores lovean como un sabio de corte cnico (ob. cit., trad. castellana,Barcelona, 1994, p. 125); y explica que, como buen cnico,estaba ms interesado en la cuestin de la virtud (aret), o encmo deba vivir un individuo, dado el fracaso de los sistemas

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    sociales y polticos para proporcionar lo que ellos llamabanuna forma de vida natural (p. 128). La lectura crtica de losEvangelios, descargados de la teologa eclesistica, muestraque Jess, tal como lo recuerda el pueblo de Jess, se pareca

    ms a un maestro cnico que a un Cristo-salvador o a unMesas con un programa para reformar la sociedad y lareligin judas del Segundo Templo (p. 253). El Jess delSeminar es el producto de un rabioso secularismo

    postmodernista que apenas resiste la ptina teolgica queexige, aunque sea mnimamente, el gnero al que el Nazarenoirrevocablemente perteneci. Un Jess exento de mitos.

    La seriedad y reverencia con las que Vermes se acerca a lapersonalidad de Jess impiden asociarlo, ni remotamente, aldesenfado interpretativo que manifiesta el Jess Seminar anteel visionario galileo. Sin embargo, uno y otro comparten unelemento decisivo de sus respectivos retratos: el Nazarenonada tuvo que ver con la preocupacin escatolgica-mesinicaen que lo sumergen los Evangelios Sinpticos. Para Vermes,aunque no lo diga, admitir veleidades de orden mesianista,adulterara el retrato del judo ntegro y cabal que eligi paraJess. Subray as con energa, la ausencia total de inters deJess en las realidades polticas y econmicas de su tiempo.

    No fue un reformador social ni un revolucionario nacionalista,pese a recientes pretensiones de lo contrario (Jess and theworld of ]udaism, ob. cit., p. 50). No es un fabuladorapocalptico, pues del mismo modo que..., practicando y conello sancionando los poderes del exorcismo y la curacin,tendi a localizar en este mundo la lucha del bien contra elmal, en lugar de situarla en la arena mtica extramundana, astambin transforma en realidad los ingredientes "irreales" de laimaginera heredada del Reino (p. 36). Para l hubiera sidoincomprensible un credo centrado en la muerte y laresurreccin del Mesas (p. 54), a la manera de Pablo deTarso. Ahora bien, cuando se hace una valoracin global delos documentos ms significativos sobre la figura de Jess y la

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    circunstancia histrica que le toc vivir, una conclusin parececlara y convincente: el ncleo escatolgico-mesinico delanuncio del Nazareno es histrico, forma parte del legadomtico que l mismo hered y asumi; por el contrario, el mito

    paulino de Cristo es, referido a Jess, una ficcin teolgicaque abri el camino para una nova religio, el cristianismo.Una lectura de los Evangelios en el contexto de unainformacin solvente del judaismo demuestra la exactitud deesta conclusin de Maccoby.

    Pero lo que resultaba una novedadera el radicalismo de latica escatolgica que Jess impuso a los destinatarios delReino en las vsperas de su instauracin. Lo peculiar de estatica no consista en un cdigo de reglas destinadas a laconvivencia en una sociedad duradera, sino en el acento deurgencia y de integralidadcon que tena que ejercerse el doblemandamiento de amor a Dios y al prjimo. Era la radicalexigencia de una tica de entrega total para el tiempobrevsimo que precede a la eclosin inminente del Reino . Eneste captulo del keryma de Jess es donde se manifiestan conmayor crudeza y rudeza las tergiversaciones que la doctrina yla prctica eclesisticas han inflingido al mensaje del

    Nazareno. No se ha comprendido que solamente una tica noprevista para durar, no exigida con pretensiones de vigenciaen un mundo secular, poda reclamar sin la menor reserva laconcentracin de todas las potencias del corazn y de la menteen la idea de servicio y negacin de s en el ltimo minuto delltimo lapso de tiempo que resta para el agotamiento del en

    premesinico. No captar estaforma absoluta del mensaje ticodel Jess histrico lleva a condenarse a ignorar la notadiferencial de su empresa. Slo, y no ms que hasta cierto

    punto, la iglesia original de Jerusaln acogi por un cortoespacio de tiempo las exigencias de esta tica improrrogable,a juzgar por el testimonio deHechos 2.44-46, 4.32-37 y 5.1-ll.

    La parentica paulina (Gal 5.16-26, 1 Cor 6.12-18, Rom13.1-10, etc.) no tiene ya nada de comn con la forma y el

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    sentido de la tica esca-tolgica predicada por Jess.El visionario de Galilea tena una fe ciega y plena en que

    todo su anuncio se cumplira en tiempo brevsimo por la manode Dios con el arrepentimiento y la actitud de los hombres.

    Poniendo en la literalidadde cada palabra la seriedad y eldramatismo que quiso infundir en sus sentencias, dijo elNazareno: Tened fe en Dios. En verdad os digo que si algunodijese a esta montaa: qutate y arrjate al mar, y no vacilareen su corazn sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, sele hara (Mc 11.22-24). Esta premisa de toda la tica de Jesses la de un visionario que se cree posedo por Dios, eintermediario de una sublime utopa que para l es ms realque los sucesos cotidianos de un mundo que tiene las horascontadas. Por ello, su mensaje tico es incompromisorio,pleno, total, cuya obediencia no admite un ms o un menossegn las conveniencias de cada da. La premisa de lafe ciegaes, ella misma, la parte fundamental de esta tica. Slo admiteel todo o nada, y ahora mismo. La fe es mbatible y lo muevetodo. Precisamente en su patria, l se admiraba de suincredulidad (Me 6.6), y as no pudo hacer all ningnmilagro (v. 5). Lo que revela los mecanismos de la creenciaen milagros, tanto como el milagro de esta creencia.

    El decisivo elemento de urgencia y radicalidad est yatempranamente expresado en Me 8.34-35: el que quiera veniren pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz y sgame.Pues quien quiera salvar su vida, la perder, y quien pierda lavida por m y la buena nueva, se se salvar. Pero si sedesgaja esta perentoria exhortacin a dejarlo todo y seguirle,del marco escatolgico en que debe insertarse como suhabitculo natural, entonces se trivializa su contenido, comosucedi muy pronto segn creca la Iglesia. En Mc 10.17-27est ya inequvocamente presente la tica revolucionaria quecaracteriza la predicacin del Nazareno de un Reino futuro

    pero inminente que transformar la tierra. Esta tica decretala caducidad perentoria de toda sociedad estructurada en

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    dominantes y dominados, en ricos y pobres. Pero hay queadvertir que la lgica del reino mesinico lleva, por su propioimpulso utpico, a una superacin de todo planteamiento entrminos de justicia social. De ah que los movimientos

    ideolgicos revolucionarios desnaturalizan el carcterescatolgico y palengensico del Reino de Dios, tal comoaparece en la mente de Jess, cuando lo invocan como

    precedente de la organizacin socialista o comunista de lasociedad. Esta pretensin tiene que invocar otros ttulos, puesel ideal escatolgico-mesinico se inscribe en un marcosoteriolgico que desborda intrnsecamente toda sociedadsecular. Como ya he dicho, el Reino se postulaba como unaentidad religioso-poltica , pero en este doble adjetivo quiereexpresarse unafusin estricta de ambos planos, que no traducela idea trivial de su mera agregacin. La historia juda es unahistoria sagrada, inconciliable con todo anlisis que opereinicialmente con dos categoras conceptualmenteindependientes: lo religioso y lo poltico. Por consiguiente, losapologetas de la fe eclesistica deben renunciar a lassimplificaciones espiritualizantes de un Jess celeste querepita sin cesar mi Reino no es de este mundo. No hablemosya de esa retrica miscelnea llamada doctrina social de laIglesia . El Jess histrico nada tiene que ver ni con los unos nicon los otros, porque se rega por las categoras judas delmesianismo escatolgico.

    El Nazareno peda el cumplimiento radical y pleno de laley mosaica. Pero aun si alguien dice que cumple todos losmandamientos, l le responde que para salvarse, una solacosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, ytendrs un tesoro en el cielo; luego ven y sgueme. Ante estas

    palabras se nubl su semblante y se fue triste, porque tenamucha hacienda. Mirando en torno de s, dijo Jess a susdiscpulos: Cuan difcilmente entrarn los ricos en el Reino deDios! Los discpulos quedaron espantados al or esta sentencia.Tomando entonces Jess de nuevo la palabra, les dijo: Hijos

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    mos, cuan difcil es entrar en el Reino de los cielos! Es msfcil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un ricoentrar en el Reino de Dios (Mc 10.21-25). Para un intrpreteque valore esta percopa en su sentido contextual es decir,

    en el marco escatolgico-mesinico de las ideas visionariasdel Nazareno, esta exigencia era extrema pero coherente.Quien quiera entrar en el Reino debe hacersin la ms mnimademora dos cosas: entregar todos sus bienes a los pobres, yseguir en el acto, abandonndolo todo (familia, cargos,honores, compromisos, etc.) al Maestro. Maana ya es elReino, hoy es la prueba definitiva e inaplazable que se exigepara entrar en l. Slo si el Reino realmente llegaba y elvaticinio de Jess se cumpla, la decisin adquira sentido ycoherencia. En caso contrario, la tica escatolgica demostrabasu inanidad y se hunda al mismo tiempo que el orculomesinico. La emergencia de la Iglesia acredita que sucedieronambas cosas.

    Como ejemplarutopa , se trataba de una tica acsmica, noterrenal, en sus exigencias, pero proclamada para regir en unmundo real sostenido por Dios en una Jerusaln transformada.

    Sin embargo, en las vsperas, se trataba de una ticaagnica, de lucha contra los enemigos pblicos de Dios. Elamor fraternal al prjimo inclua a los enemigos privados(inimici), pero tambin a los enemigos pblicos (hostes) entanto en cuanto entrasen en una relacin personal o privada envirtud de cualquier circunstancia. Es decir, cuando el enemigo

    pblico en general se convierte en mi prximo, debeextendrsele tambin a l la regla del amor fraternal. Laparbola del samaritano ilustra difanamente el imperativodel amor al prjimo cuando ste entra en una relacin

    personal, inmediata, aunque sea un extranjero, un hereje o unpagano (Lc 10.30-37). Un prjimo.

    Los campos aparecan bien delimitados en el suelo dePalestina. El Nazareno no slo impona una tica defraternidadpara los aspirantes al Reino, sino tambin, y con el

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    mismo rigor, una tica de hostilidad y lucha ideolgica frentea los enemigos pblicos (hostes) del Dios de Israel. stos eran:de una parte, los poderes paganos que pervertan al pueblo

    judo o que explotaban sus bienes y sus tierras; de otra parte,

    las clases y colectivos palestinos que formaban la oligarquasocial y poltica: saduceos, alto sacerdocio, herodianos,algunos sectores de fariseos y escribas, y de modo cualificadolos ocupantes romanos, que encontraban en esta oligarqua, enmayor o menor medida segn la coyuntura y los casos, un

    poder colaborador vinculado al orden establecido por comunesintereses de dominacin, y opuesto a quienes intentasenalterarlos. El programa mesinico de Jess representaba ungrave riesgo. Aunque los Sinpticos, tanto por razonesteolgicas como polticas, oscurecen o suprimen todaformulacin explcita de esta dimensin tica agnica, susrelatos estn saturados de actitudes y de palabrasinmisericordes y atroces contra los enemigos pblicos delreino escatolgico-mesinico, con sus connotacionessubversivas del orden econmico, social y poltico reinante.En Mt 17.24-27, por ejemplo, aparece explcitamente estahostilidad a propsito del pago anual de la tasa (la didrachma)del Templo a que vena obligado todo varn judo. Losrecaudadores reprocharon a Pedro que el Nazareno no pagalas didrachmas (v. 24). La respuesta de Jess al discpulomanifiesta, bajo su irona, un despectivo desafo a laaristocracia sacerdotal (vv. 25-26). Como desenlace, secompone una historieta milagrosa que permite, para noescandalizar, pagar un tributo que el Maestro reputabailegtimo. Cuando escribe el evangelista, las comunidadescristianas estaban ya comprometidas en la concordia fiscal conel sistema de dominacin vigente.

    Jess se opona resueltamente a la dominacin romana. Esste el punto ms tenazmente disimulado o falseado por Pabloy los evangelistas. Los escritores eclesisticos haban perdidocontacto con la empresa real y el pensamiento genuino del

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    Nazareno, que se caracteriz por una hostilidad radical a lospaganos y apstatas, y a cuantos apareciesen comoconfabulados contra su ministerio pblico: los que lcalificaba reiteradamente de raza de vboras. Los romanos

    presidan la simbiosis de los enemigos pblicos, como haquedado impreso con letras de fuego en el drama principal dela aventura de Jess: su apresamiento, proceso y ejecucin porel poder romano. No resulta posible apoyar en el argumentume silentio la ausencia de una postura anti-romana de parte deJess. Los evangelistas se ocuparon diligentemente desuprimir toda posible alusin a esta gravsima cuestin especialmente despus de la catastrficaguerra juda. Por elcontrario, la ausencia de la menor condena delzelotismo en lostextos evanglicos donde saduceos, fariseos, herodianos,etc. son ardorosamente atacados configura un estimableargumentum e silentio a favor de una relativa afinidad de Jesscon ciertas ideas del nacionalismo de los zelotas.

    Por razones de espacio, me limitar a un rpido anlisis delepisodio que los apologetas exhiben como prueba concluyentede la actitud neutral y pasiva de Jess hacia el poder romano:su postura respecto del pago del tributo al Emperador (Mc12.13-17). Laspremisas teolgicas que fundamentaban el totalrechazo de este tributo haban sido ampliamente difundidas enlos das de Jess con la ideologa religioso-poltica delzelotismo : los hombres y los ciudadanos de Israel pertenecen aYahv. Cualquier tributo censal o de capitacin pagado alCsar era un acto de sumisin personala otro Seor, y porconsiguiente una traicin a Dios, una apostasa de hecho. Enel episodio compuesto, o recompuesto, por Marcos, larespuesta a la pregunta formulada pblicamente al Nazarenose produce tcitamente por referencia en consecuencia, notoma la forma de un s o un no, tomando pie en la efigie delEmperador sobre una cara de un denarius. El sentido de estarespuesta era obvio e inequvoco para todo el que conocieselas muy difundidas implicaciones teolgicas del asunto,

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    ciertamente relevante en aquel perodo crtico del judaismo enPalestina. Pero este sentido desaparecera para los gentiles, olos judos de la dispora, que ignorasen tales implicacionesteolgico-polticas. Los evangelistas tenan todo el inters en

    no explicarlas. La astucia de Marcos obediente ya a laideologa paulina de Rom 13.1-7, que siguen igualmenteMateos y Lucas consisti en no consignarpara sus lectoreslas implicaciones religiosas de la pregunta, que resultabanindispensables para captar elsentido de la respuesta atribuida aJess.

    Lo primero que hay que sealar es que la pregunta no es talpregunta . En el sentido riguroso del trmino,se pregunta parasaber lo que no se sabe; es decir, para informarse. Pero en estaocasin, los interrogadores haban seguido y acosado a Jessdesde los comienzos de su predicacin y conocan ya

    perfectamente la enseanza del Nazareno en este punto tanrelevante. Ahora slo se trataba de obtener de l unadeclaracin pblica y solemne en la capital religiosa y polticade Israel por la que se rechazase abiertamente el pago deltributo al Seor extranjero. La encerrona estaba bien urdida,

    pues la confabulacin contra Jess necesitaba ser ahora algoms que un rumor o un magisterio velado dicho en parbolas(Mc 12.12, 4.10-12, 4.33-34). Se necesitaba unpronunciamiento pblico que permitiera sustanciar unadenuncia por sedicin. Pienso que fue el rechazo del tributo,tanto o ms que su pretensin de mesianidad, lo que condujo aJess a la cruz. Visto as, la percopa evanglica sobre esteasunto cobra un relieve insospechado. No se trataba realmentede definir slo un punto de doctrina, sino de poner en manosdel gobernador romano una prueba indubitable de subversin .Para los evangelistas, exonerar a Jess, a toda costa, de estecargo resultaba determinante para demostrar que su hroe nofue un Mesas tradicionalque promovi la instauracin divinadel Reino en la Nueva Jerusaln,sino el Dios encarnado quevino para expiar con su muerte el pecado de la humanidad. Al

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    propio tiempo, la recentsima accin violenta en el Templo exista ya la tradicin de que el Mesas deba destruir el viejoTemplo prostituido y sustituirlo por uno nuevo einmaculado tambin haba colmado la paciencia y el temor

    de la oligarqua sacerdotal, porque lleg todo esto a odos delos prncipes de los sacerdotes y de los escribas, y buscabancmo perderle; pero le teman, pues toda la multitud estabamaravillada de su doctrina (Mc 11.8). Los herodianos y losfariseos necesitaban ahora, ellos tambin, sorprenderle enalguna declaracin (Mc 12.13). Acercndosele, le preguntan:es lcito el tributo al Csar, o no? Debemos pagar o nodebemos pagar? (v. 14).

    En segundo lugar, obsrvese que no se le pregunta si hayobligacin de pagar el tributo , sinosi es lcito (exestin) pagarel tributo. En este atributo verbal est inequvocamenteimplcita para los advertidos la cuestin teolgica. No se

    pregunta si es lcito a los romanos cobrarel tributo, sino si eslcito a los judos pagarlo. Mt 22.17 y Lc 20.22 repitenliteralmente la cuestin de la licitud; este tenor redaccional

    prueba que se trataba de una de las cuestiones ms candentesdel da entre el pueblo judo, porque sealaba una fronteraentre quienes se conformaban con el estatuto de Israel comocolonia de un Estado pagano y quienes se alineaban con elnacionalismo poltico-religioso de los judos. Jess estaba deeste lado, como vamos a ver.

    La licitud de pagar o no el tributo entraaba una doblecuestin: una cuestin de obediencia al Emperadorcomosoberano en terreno conquistado, y una cuestin de fidelidad aYahv como seor del pueblo elegido, que le deba una lealtadntegra derivada de las recprocas obligaciones de un pacto(berith). Como la pregunta no era tal sino una treta, unaencerrona, una respuesta afirmativa en boca de Jessequivaldra a condonar un doble pecado: de idolatra y deapostasa . Conociendo muy bien la opinin del Nazareno, losinterrogadores lo ponan en una situacin realmente difcil y

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    comprometida. Si negaba la licitud del pago del tributo, estegrave pronunciamiento pblico desencadenara una inmediatareaccin romana violenta que l no deseaba provocar, puestodo indica que estaba convencido de que el Reino slo poda

    imponerse por la mano milagrosa de Dios en el contexto deuna movilizacin ideolgica en la direccin delarrepentimiento y la obediencia a la Ley. Si admita la licituddel pago, no slo arruinaba ante sus seguidores la excelencia ycrdito de su causa, sino que cancelaba ante su inquebrantableconciencia la empresa a la que se haba consagradoenteramente por inspiracin de Dios. Jess, hombre de grancoraje personal e integridad moral, pero tambin astuto comouna serpiente, improvis la estratagema del denarius con laefigie del Csar: De quin es esta imagen y esta inscripcin?Ellos dijeron: del Csar. Jess replic: dad al Csar lo que [enel latn de la Vulgata, quae, las cosas que] es del Csar, y aDios lo que es de Dios. Y se admiraron de l (Mc 12.16-17).La efectista anfibologa se centra en la moneda: como ostentala efigie del Csar, puede tomarse a primera vista como unacosa que pertenece a l; pero el tributo no es la moneda, que esun simple medio de pago, sino el acto de sumisin personal,que slo se le debe a Dios. La sincdoque tuvo xito.Intrpretes eclesisticos del Nuevo Testamento traducenliteralmente apodte por restituid o devolved en lugarde dad, creyendo afianzar as la exgesis heredada y atodas luces falseadora. Realmente, esta traduccin, adems deno alterar el significado de lo que estoy explicando, enfatiza el

    juego de la sincdoque astutamente compuesta para el caso,pues se subraya el giro metonmico que busca desplazar lacuestin de la licitud del pago del tributo mediante lainsercin de la deliberadamente equvoca referencia a unamoneda que, por llevar la efigie imperial y haber sido acuadaen las cecas del Estado romano, podra convencionalmentetomarse en sentido lato por cosa perteneciente al Csar, algoque haba que restituir. Se trataba de una respuesta que

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    salvaba aparentemente las formas, pero que realmenterevelaba sin equvocos el fondo del pensamiento de Jess: elsentido de su posicin no poda estimaba l escaprseles aquienes deban entender que no era lcito entregar al Csar lo

    que era de Dios, a saber, la lealtad personaldel pueblo deIsrael. La sumisin fiscalen materia censal solamente se ledeba al Seor legtimo de los judos, porque el tributo percapita era el smbolo cualificado de obediencia y fidelidad alnico soberano de Israel.

    Lucas perfila la maquinacin urdida contra Jess:quedndose al acecho, enviaron espas, que se presentaroncomo varones justos, para sorprenderle en su doctrina, demanera que pudieran entregarlo a la autoridad y poder delgobernador (Lc 20.20). Es decir, los altos sacerdotes yescribas conocan exactamente la opinin denegatoria del

    Nazareno respecto del pago del tributo (actuaban simplementepara sorprenderle en su doctrina, v. 20). Necesitaban slouna declaracin indubitable a la luz del da. Fueron hacia l atiro hecho a fin de que pudieran entregarlo a la autoridad y

    poder del gobernador. No haba curiosidad, sinoconspiracin. Pero la frtil astucia de Jess frustr sutilmentela treta: no pudiendo sorprenderle en sus palabras delantedel pueblo, y maravillados de su respuesta, callaron (v. 26.Cursivas ms). La clusula delante del pueblo que nos brindaLucas vale mucho oro para conocer el verdadero mvilde todoel episodio: no se trataba de conocersu doctrina que sabanmuy bien que era denegatoria, sino de que la declarasepblicamente, ante todos, como testimonio de un acto de laesamajestas. Cmo cientos de sesudos exgetas resbalan sobreuna evidencia tan luminosa? La ofuscacin de la fe recibidanubla la vista de los mejores talentos. Una mente bieninformada y sin prejuicios tiene que ver que Jess se

    pronunciaba en contra del pago del tributo, pero que eludadeclararlo pblicamente en aquellas circunstancias.

    En este contexto, la noticia que nos suministra Lucas,

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    segn la cual los miembros del Sanhedrn acusaron alNazareno ante Pilato de que lo sorprendieron subvirtiendo anuestro pueblo, y que prohibe pagar el tributo al Csar (Lc23.1-2), parece concluyente. Adems de que Jess no la

    desmiente ante el gobernador, la denuncia habra resultadoincongruente y absurda si el Nazareno hubiera declaradopblicamente muy pocos das antes, en presencia del pueblo,que es lcito pagar el tributo al Emperador. Los denunciantessaban perfectamente lo que todos conocan: que Jessrechazaba la licitud del pago del tributo. Pero no se ci a loque nos ha enseado la catequesis: responder si o no comoCristo nos ensea. Slo un necio puede poner en tela de

    juicio que si su magisterio fuera favorable al pago del tributocomo lo requera la imagen sinptica de un Mesas celestetotalmente ajeno a las discordias polticas, Jess habrareplicado lacnicamente con un simple y rotundo s. De estemodo habra logrado de un solo golpe dos objetivos: chasquear

    pblicamente a sus hostigadores y granjearse la benevolenteproteccin de las autoridades romanas. Se podra argir, a ladesesperada, que si era desfavorable al pago del tributo, pudohaber respondido no, y que no lo hizo. Pero esta hiptesisno respeta la complejidad de la situacin que el propioevangelista escenifica cuidadosamente para hacer pasarantesus desinformados lectores como afirmativa una respuesta desentido negativo para los buenos entendedores su squito ytodos los judos conocedores de la tesis zelota, a la que seajustaba en este asunto la posicin de Jess. Este quisoexpresar la recta doctrina, pero, a la vez, burlar el designiocriminal de sus interrogadores. Los proyectos del Nazareno nose acomodaban a ese designio. Por ello, los discpulos ycircunstantes se maravillaron (exethaumazon) de la habilidaddel Maestro (Mc 12.17). No era para menos. Pero no porque lhubiera afirmado la licitud de pagar el tributo lo cual pudoexpresarse sin tan sutil circunloquio, sino justamente por locontrario: por el hbil modo implcito y encubierto de

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    rechazarlo sin arriesgarse.La percopa de Mc 12.13-17 responde a las conveniencias

    de zanjar toda duda sobre la autenticidad del Cristoeclesistico, un Mesas indiferente ante el destino de Israel y

    las tradiciones mesinicas. Por su vivo colorido y su fuertevalor simblico, el episodio del pago del tributo jug unafuncin eminente en la inversin ideolgica que represent elsalto desde el Jess de la historia al Cristo de la fe. Laevidente tradicin oraldel rechazo por el Nazareno de pagarel tributo al Csar impeda acreditar la teologa del mito deCristo y obligaba a manipular todo testimonio que fueraincompatible con la idea de un Mesas universal, pacifista yapoltico, y con la tranquilidad ciudadana de los cristianos enel solar de un Imperio que acababa de aplastar militarmente,con gran coste de vidas y pertrechos, la ms sangrienta ydilatada insurreccin de una colonia . Desde Pablo, laconcordia fiscalcon el Imperio fue un punto definitivamenteincorporado por la doctrina (Rom 13.6-7). El episodio pudohaber sido inventado por el autor de Marcos o por su fuente lo mismo que pudo suceder con el secreto mesinico, osimplemente recompuesto y tergiversado a partir de un hechoreal pero de sentido contrario al que intenta hacer pasar elevangelista. En cualquier caso, sirvi eficazmente a losintereses teolgicos y polticos de las iglesias cristianas. Pese asu maliciosa tergiversacin de la mente del Nazareno, Mc12.13-17, y sus paralelos Mt 22.15-22 y Lc 20.19-26, y su

    precioso complemento Le 23.1-2, delatan ingenuamente unrasgo esencial de la ticaescatolgica de Jess en su vertienteagnica, la de la hostilidada los enemigos pblicos del Reinode Dios. La interpretacin irenista del Mesas que acuMarcos encuentra un desmentido lapidario en la sentencia querecoge Mt 10.34: No pensis que vine a poner paz (eirenn)sobre la tierra; no vine a poner paz, sino espada (machairan).Incluso una lectura metafrica no permite suprimir la radicaldivisin (Lc 12..51) que el Nazareno traz entre los

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    combatientes por la instauracin del Reino y los enemigospblicos. El Jess inexistente de los Sinpticos quedtroquelado para siempre como un ser evanescente alejado detoda preocupacin terrena por el autor del Cuarto Evangelio:

    mi reino no es de este mundo... (Jn 18.36). Pertrechada dePablo y los evangelistas, la Iglesia pudo emprender la tarea deseducir a las clases dirigentes del Imperio, y construir mstarde su dogmtica de los dos poderes, cuando declin suabsoluta hegemona sobre la sociedad cristiana y hubo derenunciar de facto a su doctrina teocrtica de la supremapotestas. El Nazareno ya no tena voz para clamar desde elfondo de los tiempos.

    3.5. Israel y la esperanza mesinica

    La naturaleza escatolgico-mesinica del Reino en cuantocumplimiento de las promesas del Dios de Israel a su pueblofiel define el carcter histrico de la empresa de Jess, quenada tuvo que ver con la concepcin cristiano-gentil y paulinade la predicacin eclesistica a todas las naciones y a todaslas criaturas antes de que advenga la paurousa gloriosa deCristo y el juicio final sobre el mundo.

    Jess predic a su pueblo la inminencia del Reinomesinico, emplazndolo a una reconversin radical desde elcorazn para vivificar el significado de la Ley y su pleno ysincero cumplimiento. Sin alterar ni una tilde de la Ley (Mt5.17-18), peda la inmediata entrega existencial a Dios enhumildad y obediencia. En Mc 13.1-30 extraa piezaapocalptica escrita ya desde la fe post-pascual, pero que anconserva el acento escatolgico del Jess histrico, cuandoel lector debera pensar que se haba alcanzado ya el climax delas tribulaciones que anuncian la inminente presencia de Cristoen poder y gloria, se introduce sbita y extemporneamenteuna clusula de aplazamiento, en consonancia con losintereses de la Iglesia; antes [primeramente,protn} habr de

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  • 7/30/2019 Puente Ojea, Gonzalo - El Mito de Cristo

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    ser predicado el Evangelio a todas las naciones (v. 10). Laclusula se repite en forma de instruccin en la seccinapcrifa del relato de Marcos: Id por todo el mundo y

    predicad el Evangelio a toda criatura (16.15), que reiteran Mt

    28.19 y Le 24.47. Se supone que el Seorresucitado confirmasolemnemente los ttulos de legitimacin de la Iglesia comoobra del Jess en vida (Mt 16.18-19), para la cual elPequeo Apocalipsis haba habilitado, rompiendo el relato, untiempo indefinido para completar la redencin universal. Estateologa eclesiolgica habra asombrado al Nazareno, porquesus perspectivas, sus esperanzas y sus conviccionescorrespondan a otro universo mental. Vemoslo.

    En Mc 6.7 leemos: llamando as a los doce, comenz aenviarlos de dos en dos, dndoles poder sobre los espritusimpuros, y les encarg que no tomasen para el camino nadams que un bastn, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturn,y se calzasen con sandalias y no llevasen dos tnicas... Estasexhortaciones para un caminar presuroso y ligersimo deimpedimenta forman una unidad coherente con la tica delinterm, con las normas para las vsperas del Reino. La misinno admite prrrogas ni dilaciones. Y agrega Marcos:dondequiera que entris en una casa, quedaos en ella hastaque salgis de aquel lugar, y si un lugar no os recibe ni osescucha, al salir de all sacudid el