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S T 82 SOCIOLOGÍA DEL TRABAJO NUEVA ÉPOCA / OTOÑO DE 2014 ¿QUÉ ES EL PRECARIADO? Para los autores

Que Es El Precariado Sociologia Del Trabajo 82 -Libre

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Sociología del Trabajo es una revista de referencia en su área, tanto en España como en Latinoamérica, por su proyección y los primeros lugares que ocupa en los índices de excelencia. Lleva publicándose, ininterrumpidamente, veintitrés años.Por su contenido, interesa, en primer lugar, a todos aquellos que, en las empresas, los sindicatos, la enseñanza o la administración, se enfrentan a problemas relacionados con el empleo, la reestructuración del sistema productivo, la organización del trabajo, la innovación tecnológica, la formación y la modificación, el clima laboral, las relaciones industriales o los conflictos; la reestructuración interna de las grandes empresas o la emergencia de redes de pequeñas empresas; la planificación de los recursos humanos o las condiciones de trabajo, el papel del valor trabajo o los enfoques ergonómicos en los nuevos sistemas de producción. Pero también, interesa a un público más amplio, pues, como indica su subtítulo, Empleo, Trabajo y Sociedad trata temas más amplios que conciernen a la evolución global de la sociedad: la llamada ‘sociedad de la información’, la conciliación de la vida laboral y familiar, las políticas económicas, industriales y laborales, etc. Sin olvidar la reflexión teórica sobre estas transformaciones o la revisión y análisis histórico.

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  • S T 82SOCIOLOGA DEL TRABAJONUEVA POCA / OTOO DE 2014

    QU ES EL PRECARIADO?

    Para los autores

  • 1Artculos

    Guy Standing, Por qu el precariado no es un concepto espurio . 7

    Arnaldo Bagnasco, Gramsci y la sociologa ................................... 16

    Miguel ngel Garca Calavia, El trabajo del profesorado de las universidades pblicas espaolas. Un estudio de caso ............. 28

    Victoriano Camas Baena, El comunitarismo como estilo de vida en vas de desaparicin .............................................................. 51

    Pilar Ortiz Garca, El trabajo a tiempo parcial. Una alternativa para la mujer en tiempos de crisis? ............................................ 73

    Lecturas recomendadas ............................................................... 93

    Noticia

    Pablo Lpez Calle, XIV Jornadas Internacionales de Sociologa del Trabajo de Francia. Los mrgenes del trabajo y del em-pleo: formas, retos, procesos ..................................................... 101

    Libros recibidos ............................................................................ 108

    Resmenes/Abstracts ................................................................... 109

    Sumario Sociologa del Trabajo 82

    NUEVA POCA

    Otoo de 2014

    Para los autores

  • Sociologa del Trabajo, 2014

    Los autores, 2014

    Siglo XXI de Espaa Editores, S. A., 2014

    Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - Espaa Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28www. sigloxxieditores.com

    ISSN: 0210-8364-82 Depsito legal: M-27.350-1979

    La presente revista se publica bajo licencia Creative Commons , segn la cual el lector es libre de copiar, distribuir o comunicar pblicamente la obra, conforme a las siguientes condiciones:

    RECONOCIMIENTO/ATRIBUCIN Se debe reconocer crdito y autora de la obra de acuerdo al copyright que figura en la revista. En cualquiera de los usos autorizados por la licencia ser siempre necesario y obligatorio reconocer la autora y los derechos de la obra.

    NO COMERCIAL Los autores, la revista Sociologa de trabajo y Siglo XXI de Espaa Editores permiten copiar, distribuir y comunicar pblicamente la obra, con la condicin de que no se realice con fines comerciales.

    SIN OBRAS DERIVADAS La autorizacin para copiar, distribuir y comunicar la obra no incluye la transformacin de la misma para crear una obra derivada. Los autores, la revista Sociologa de trabajo y Siglo XXI de Espaa Editores permiten copiar, distribuir y comunicar pblicamente solamente copias inalteradas de la obra, no obras derivadas basadas en ella.

    Los derechos derivados de usos legtimos u otras limitaciones reconocidas por ley no se ven afectados por lo anterior.

    Nada en esta licencia menoscaba o restringe los derechos morales del autor. Los derechos que puedan ostentar otras personas sobre la propia obra o su

    uso, como por ejemplo los derechos de imagen o de privacidad, no se ven afectados por lo anterior.

    Para los autores

  • 3Sociologa del TrabajoRevista cuatrimestral de empleo, trabajo y sociedad

    DireccinJuan Jos Castillo, Dpto. de Sociologa III, Universidad Complutense. Santiago Castillo, Dpto. de C. Poltica y de la Admn. III, U. Complutense.

    Consejo de RedaccinSecretario: Pablo Lpez Calle, Dpto. de Sociologa III, U. Complutense, Madrid.

    Arnaldo Bagnasco, Dipartamento di Sociologia, Universidad de Turn.Paloma Candela, Facultad de Educacin, Universidad de Castilla-La Mancha.Juan Jos Castillo, Dpto. de Sociologa III, U. Complutense, Madrid.Santiago Castillo, Dpto. de C. Poltica y de la Admn. III, U. Complutense, Madrid.Daniel Cornfield, Work and Occupations, Vanderbilt University (Estados Unidos).Enrique de la Garza, UAM, Iztapalapa, Mxico.Miguel ngel Garca Calavia, Dpto. de Sociologa, Univ. de Valencia.Ilona Kovcs, Istituto Superior de Economia e Gesto, Lisboa.Danile Linhart, Genre, Travail, Mobilits, Universit de Nanterre, Pars.Marcia de Paula Leite, Universidade de Campinas, Brasil.Pablo Lpez Calle, Dpto. de Sociologa III, U. Complutense, Madrid.Ruth Milkman, Department of Sociology, CUNY Graduate Center, Nueva York.Begoa Marugn Pintos, Universidad Carlos III, Madrid.Alfonso Ort, Dpto. de Sociologa, U. Autnoma, Madrid.Andrs Pedreo, Dpto. de Sociologa, Universidad de Murcia.Michel Pialoux, Centre de Sociologie Europenne, EPHESS, Pars.Ludger Pries, Ruhr-Universitt Bochum, Alemania.Helen Rainbird, University of Birmingham, Reino Unido.Jos M.a Sierra, Dpto. Geografa, Urbanismo y O. del Territorio, Univ. Cantabria.Agnes Simony, Institut for Social, Policy and Labour, Budapest, Hungra.Paul Stewart, University of Strathclyde, Glasgow.Tim Strangleman, University of Kent, Reino Unido.Jorge Ura, Dpto. de Historia Contempornea, Universidad de Oviedo.Imanol Zubero, Dpto. de Sociologa I, Universidad del Pas Vasco, Bilbao.

    Para los autores

  • 4La revista

    Sociologa del Trabajo es una revista acadmica independiente y plural que se propone difundir investigaciones y reflexiones sobre la realidad del tra-bajo, junto al anlisis crtico de la investigacin sobre el mismo.

    Bases de datos en que est recogida Sociologa del Trabajo

    Compludoc DICE (Difusin y Calidad Editorial de las Revistas Espaolas de

    Humanidades y Ciencias Sociales y Jurdicas) [CINDOC-CSIC]-ANECA Latindex Dialnet (Unirioja) Rebiun (Red de Bibliotecas Universitarias) RESH (Revistas Espaolas de Ciencias Sociales y Humanas) ndice Espaol de Ciencias Sociales y Humanidades (ISOC-CSIC) International Bibliography of the Social Sciences (IBSS) IN~RECS (ndice de Impacto de Revistas Espaolas de Ciencias Sociales) Sociological Abstracts Francis

    Sociologa del Trabajo ha ocupado el primer lugar entre las revistas de su rea en el ndice de impacto para los aos 2009 y 2010, y en el acumu-lativo para el periodo 2004-2009 y el segundo lugar para el periodo 1994-2009 de IN~RECS (ndice de Impacto de Revistas Espaolas de Ciencias Sociales de la Universidad de Granada [http://ec3.ugr.es/in-recs/]). Para 2011, ltimo publicado, Sociologa del Trabajo est en el primer cuartil, ocupando el nmero 3 de todas las revistas de sociologa.

    Sociologa del Trabajo ha ocupado el primer lugar en su rea del ndice RESH 1999, 2000, 2001; el segundo en 2002, y el tercero en 2003 (elabo-rado por el CINDOC-CSIC), siendo la primera en ndice de impacto medio para el periodo 1999-2003, con un ndice de impacto medio de 0,282 y un ndice de valoracin integrado de 45,45, que aporta los resul-tados del anlisis de las Revistas Espaolas de Ciencias Sociales y Humanas desde el punto de vista de su calidad, basndose en el uso y la influencia de cada una de las revistas que aparecen citadas [resh.cindoc.csic.es].

    Sociologa del Trabajo cumple los 33 criterios de calidad del Catlogo LATINDEX (Sistema Regional de Informacin en Lnea para Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal).

    La aceptacin de artculos se rige por el sistema de evaluaciones exter-nas por pares.

    Para los autores

  • 5A los colaboradores

    Presentacin de originales

    Los artculos y documentacin mencionados ms abajo, se presentarn en formato electrnico, as como tres copias en papel, dirigidas a la redac-cin de la revista: Sociologa del Trabajo; Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa; Universidad Complutense de Madrid; Campus de Somosaguas; 28223 Pozuelo de Alarcn (Madrid).

    Los autores podrn enviar, adems, para una mayor agilidad en la ges-tin, los formatos electrnicos a estas direcciones: [email protected]; [email protected]; y [email protected].

    Los autores indicarn, claramente, su ubicacin institucional de traba-jo, su correo electrnico, as como su direccin postal.

    Todos los artculos sometidos a evaluacin deben ser originales indi-tos, incluidos los traducidos de otros idiomas. Los artculos pueden presen-tarse para evaluacin en castellano, preferentemente, pero pueden some-terse en otros idiomas. Una vez evaluados, y aceptados con las sugerencias o indicaciones de los evaluadores, la versin final para publicacin deber ser presentada en castellano, en una traduccin profesionalmente correcta, tanto de estilo como sociolgica. Sin este requisito la revista no puede pro-ceder a la publicacin. Los autores debern incluir en su propuesta una declaracin de que su texto no est sometido en la actualidad para evalua-cin a ninguna otra revista o publicacin.

    Sociologa del Trabajo acepta, para su evaluacin y eventual publica-cin, rplicas y comentarios crticos a los trabajos que publica.

    Proceso de evaluacin, plazos y publicacin

    Los originales recibidos son, en primer lugar, ledos por el Consejo de Redaccin, para apreciar si cumplen tanto los requisitos formales indica-dos como unos mnimos de contenido cientfico y de adecuacin a las lneas y objetivos editoriales de la revista.

    Cumplida esta apreciacin, los artculos son evaluados por, al menos, dos evaluadores externos al Consejo. Con estas evaluaciones, el Consejo procede a enviar los comentarios y sugerencias recibidas, y la estimacin final de modificaciones o elaboraciones en su caso, para ser aceptado para publicacin. En el caso de modificaciones y alteraciones de calado, el artculo ser nuevamente evaluado por dos evaluadores externos y un miembro del consejo de redaccin, antes de su eventual publicacin. Este proceso se lleva a cabo como doble ciego.

    La revista acusa recibo del envo de originales a vuelta de correo, comunicando con posterioridad a los autores los resultados de la evalua-cin, necesidad de modificaciones, y, en su caso, la eventual aceptacin para publicacin. Desde la comunicacin de las evaluaciones a los auto-res, la revista enva la aceptacin para publicacin en un plazo no supe-rior a tres meses, junto con el calendario tentativo de aparicin.

    Para los autores

  • 6Normas bsicas de presentacin

    Los artculos habrn de venir acompaados de un resumen y de seis palabras clave no incluidas en el ttulo. Igualmente debern incluirse, tanto un abstract, en ingls, como seis key words, adems de la traduccin inglesa del ttulo.

    Los resmenes y los abstracts tendrn una extensin no infe-rior a las 90 palabras y no superior a las 120 palabras para cada idioma.

    Los artculos no debern superar las 9.500 palabras. Incluyendo el equi-valente del espacio de grficos, cuadros, bibliografa, etctera.

    Los artculos incluirn, preferiblemente al final del texto, tres apartados breves: 1) Agradecimientos; 2) Declaracin de no existir potenciales con-flictos de inters (v.g. sobre la investigacin, autora, o publicacin del artculo); 3) Financiacin.

    Las referencias de notas en el texto se llevarn al final del prrafo, en un punto y seguido, o mejor an en un punto y aparte. Nunca en medio de frase.

    La cita bibliogrfica se realizar de la siguiente manera: Si la cita procede de un libro: Apellidos, Nombre (inicial solo), Ttulo,

    Ciudad, Editorial, Ao. Para indicar pginas se usar p. o pp. Si procede de un artculo: Apellidos, Nombre (inicial solo), Ttulo, en

    Nombre (inicial solo), Apellidos, Ttulo, Ciudad, Editorial, Ao, pp. Si procede de una revista: Apellidos, Nombre (inicial solo), Ttulo,

    Ttulo de la revista, Nmero (ao), pp.

    Las referencias bibliogrficas deben estar completas. Solo se incluirn en las referencias las citadas en el texto. En la cita de pginas web se aadir la fecha de la ltima consulta.

    Las tablas, diagramas e ilustraciones se entregarn en archivos aparte (uno por cada elemento, nunca se pegarn en el Word), con las indicaciones necesarias para darles formato (no se deben entregar nunca maquetados). Preferentemente, las tablas y los diagramas se entregarn en Excel; las ilustraciones deben entregarse en un archivo de imagen en alta resolucin. Para su insercin, en el texto se indicar en color rojo el lugar que les corresponde.

    Se utilizarn las maysculas solo cuando corresponda. Por regla general y salvo necesidad, no se utilizarn negritas ni subrayados. Las comillas siempre sern angulares, respetando la siguiente jerarqua: .

    Las citas extensas se sangrarn diferencindolas del resto del texto (1 cm) y con un cuerpo un punto menor. Se dejar un espacio de lnea (un retorno) entre los epgrafes y el texto. No se dejarn espacios de lnea entre los prrafos, salvo que estos sean necesarios por cuestiones de significado.No se utilizarn ms de dos niveles de epgrafe dentro de los artculos (es decir, 1. y 1.1. o 2. y 2.1., pero nunca 1.1.1 ni 2.1.1). Debe evitarse una excesiva parcelacin del artculo.

    Para los autores

  • 7ARTCULOS S T 82

    GUY STANDING*

    POR QU EL PRECARIADO NO

    ES UN CONCEPTO ESPURIO

    Las diferentes formas de ver el mundo rara vez son completamente ciertas o completamente errneas; todas ellas son tiles en mayor o menor medi-da, dependiendo de las ideas que transmitan y de las cuestiones que pro-voquen. Gran parte del reciente debate sobre el precariado ha estado excesivamente dominado por reivindicaciones, por parte de las posiciones ms ortodoxas de la izquierda, sobre que este no conforma una clase so-cial. Jan Breman, escribiendo en New Left Review1, ha defendido esta idea atacando fuertemente los planteamientos de mi libro El precariado: una nueva clase social 2 (2013). El editor de la revista me neg el derecho a res-ponder, por lo que la publicacin openDemocracy me ha ofrecido este es-pacio para aclarar por qu es til usar representaciones de clase3.

    Valorando las reacciones que ha tenido la obra El precariado a lo largo del mundo, son muchas las personas que han comprendido el concepto y se han identificado ellos mismos como parte de ese precariado. Este he-cho lo vi encarnado en dos incidentes que presenci, uno en Estados Unidos y otro en Suecia.

    En Estados Unidos, durante un largo discurso de un grupo de Occupy Wall Street, un hombre se hizo paso a travs del pblico, dej caer de gol-pe su silla en el centro del crculo y se sent en frente de m con los brazos cruzados. Alrededor de cinco minutos despus, el hombre se levant, con

    Recibido 23-III-2014Versin final: 1-VII-2014

    * Professor in Development Studies, School of Oriental and African Studies,University of Lon-don. Correo electrnico: [email protected]; Website: www.guystanding.com.

    1 Jan Breman (2013), A bogus concept, New Left Review II/84 (noviembre-diciembre de 2013), pp. 143-152. Puede consultarse en castellano en http://newleftreview.es/84.2 Guy Standing (2011, 2013), The Precariat: The New Dangerous Class, Londres, Bloom-sbury Academic, 2011 [ed. cast.: El precariado: una nueva clase social, Barcelona, Pasado y Presente]. 3 Publicado en: http://www.opendemocracy.net, el 23 de marzo de 2014. Esta traduccin al espaol, realizada por Sandra Algara y Carlos Molina, se publica por acuerdo del autor con Sociologa del Trabajo, en los mismos trminos que openDemocracy.

    Sociologa del Trabajo, nueva poca, nm. 82, otoo de 2014, pp. 7-15.

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    los brazos todava cruzados, mirando alrededor con teatralidad y despus se seal a s mismo diciendo: Soy yo de quien est hablando!. Despus el hombre se sent y aplaudi. El pasado ao, cuando estaba finalizando un discurso en un gran encuentro en Estocolmo, un joven se levant, me agra-deci el discurso y despus dijo: Lo detest. El discurso fue sobre m.

    Cada vez ms gente comienza a comprender su situacin dentro del precariado, reconocimiento que se traducir en la construccin de una conciencia comn de clase y que llegar a ser el motor del cambio. En vez de perder las esperanzas, primar la ineptitud o el desconcierto, los senti-mientos pueden pronto mover los mecanismos necesarios para pasar de la pasividad a la resistencia de un movimiento activo.

    El precariado tiene caractersticas de clase: puede ser definido en rela-cin con otros grupos y consiste en un grupo de personas que comparten tres rasgos de clase similares, todos ellos tendencias o modas. En primer lugar, el precariado tiene diferentes relaciones de produccin o relaciones de trabajo. A diferencia de lo que es comn en el proletariado, el preca-riado tiene un empleo inseguro, inestable, cambiando rpidamente de un trabajo a otro, a menudo con contratos incompletos o forzados a puestos de trabajo negociados e intermediados mediante agencias o brokers.

    Evidentemente, siempre ha habido trabajo temporal, por lo que esta caracterstica en s no distingue al precariado. El aspecto clave aqu es que este precariado est sometido a lo que yo llamo precarizacin adaptacin de las expectativas vitales a un empleo inestable y a una vida inestable. Breman critica que con precarizacin (aunque cita mal la palabra) me estoy refiriendo a una prdida de estatus. Pero el concepto de precarizacin no se refiere a la prdida de estatus, al contrario del concepto de proletariza-cin adaptacin a un salario y un empleo estable, un concepto muy uti-lizado por historiadores para analizar lo que ocurri a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Precarizacin se refiere ms bien a una prdida de control sobre el propio tiempo y sobre el desarrollo y uso de las capacida-des propias.

    Adems de ello, una persona que pertenezca al precariado tiene, a dife-rencia del viejo proletariado, un nivel educativo y formativo por encima del nivel que se le exigir en el trabajo que entra en sus expectativas. Esta carac-terstica es histricamente exclusiva. Este hecho difiere de las caractersticas del proletario clsico, quien, en el mejor de los casos, aprenda un oficio o habilidad a una edad temprana, y si era competente podra ascender de ofi-cial a artesano y de artesano a maestro o supervisor. Sin embargo, el preca-riado espera aprender y re-aprender innumerables trucos y desarrollar habi-lidades sociales, emocionales y comunicacionales que sobrepasen cualquier demanda del proletariado.

    Estas son las habilidades del precariado, costosas de adquirir, fciles de perder. Ello se une a la escasez de la continuidad laboral que las personas que pertenecen al precariado pueden dar a sus vidas laborales. Algunos de ellos no tienen identidad profesional. Peor an, posiblemente, es la situacin de aquellos que en principio estn decididos a elegir una trayec-toria para adquirir una identidad profesional solamente para tenerla arre-batada, una y otra vez.

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    Siguiendo las ideas marxistas, uno puede decir que considerando que el viejo proletariado era propenso a desempear trabajos que eran con-gruentes con sus habilidades profesionales, el trabajo que ocupan los miembros del nuevo precariado est considerablemente por debajo de sus habilidades profesionales, de sus capacidades.

    Hay otro aspecto de las relaciones de produccin especficas del preca-riado, puestas de relieve en el libro y ampliamente ignoradas por crticos como Breman. El precariado, generalmente, debe emplear mucho ms re-cursos en trabajo no remunerado, trabajo para buscar trabajo, de lo que jams lo hizo el proletariado. Este ltimo era explotado en el lugar de tra-bajo, en tiempo de trabajo remunerado. Normalmente, el actual precaria-do debe dejarse la piel en el trabajo y adems trabajar fuera de las horas o de los das de trabajo remunerado. Estos, adems, tienen que dedicar mu-cho tiempo, al margen de su trabajo, a buscar trabajo a travs de papeleos burocrticos, haciendo colas, rellenando impresos, reciclndose, etctera.

    Esta serie de factores otorgan al precariado estas relaciones de produc-cin distintivas. Para Breman y otros crticos como Ronaldo Munck4, decir que el precariado es sencillamente lo mismo que el proletariado es no entender todas estas diferencias.

    Un segundo rasgo definitorio es que el precariado tiene unas relacio-nes de distribucin especficas. Esto quiere decir que sus fuentes de ingre-sos difieren de las de otros grupos sociales. Tal y como he desarrollado en El precariado, este recibe casi todos sus ingresos en forma de salarios monetarios; sin embargo, no recibe la serie de beneficios no salariales de empresa que normalmente han recibido los asalariados y el proletariado, y no recibe beneficios regulados por las leyes del estado. Su dependencia de los salarios significa que el precariado no puede ser equiparado con el amplio sector informal al que hace referencia Breman, refirindose a los salarios que quedan fuera del mercado de trabajo regulado.

    En tercer lugar, el precariado tiene relaciones especficas con el Estado. Ello significa que aquellas personas que pertenecen al precariado tienen menos derechos civiles, culturales, sociales, polticos y econmicos, y ms dbiles, que otros grupos en relacin con el orden jerrquico teniendo en cuenta la media de ingresos. El precariado es la primera clase social de masas en la historia que ha ido perdiendo sistemticamente los derechos conquistados por los ciudadanos.

    Adems de no prestar atencin a la triple conceptualizacin del preca-riado, Breman dice que utilizo el trmino laborismo ortodoxo para refe-rirme a un modelo de produccin fordista de trabajos estables y de larga duracin. Yo no utilizo ese trmino y esto no es lo que yo quiero transmi-tir. Entonces, este autor afirma que yo argumento lo siguiente: el centro-izquierda debe abandonar los intereses laborales y de un estilo de vida agonizante. De nuevo, este argumento no es lo que yo formulo.

    El argumento real, de forma resumida, es que hubo un error poltico para articular los derechos a prestaciones por el desempeo de un trabajo,

    4 Ronaldo Munck (2013), The precariat: a view from the South, Third World Quarterly, vol. 34, n.o 5, pp. 747-762.

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    o demostrar la disposicin para realizar un trabajo, y para hacer caso omi-so de todas las formas de trabajo que no son tales. Entre las consecuencias de ello encontramos que el trabajo reproductivo que lo realizan mayorita-riamente las mujeres sobre los hombres, estuvo subestimado y todava no ha obtenido derechos ni derechos a prestaciones.

    Otras formas de lo que el libro llama trabajo para buscar trabajo son amplias, estn en auge, no son remuneradas y son ilimitadas. Para argu-mentar que las personas deben tener derechos vinculados a todas las for-mas de trabajo no hay que llamar al abandono de los intereses de los que hacen el trabajo per se. Afirmar que yo he defendido esta ltima idea es tratar de hacerme parecer indolente con los trabajadores asalariados, cosa que es ridcula.

    Breman dice que soy cruel con la clase trabajadora, con el proletaria-do. No lo soy. El proletariado fue la columna vertebral de la Revolucin Industrial y produjo gran parte de nuestra riqueza colectiva. Pero es anal-ticamente til diferenciar entre aquellos con trabajos manuales estables, con identidad y un estatus de clase trabajadora, como los mineros, estiba-dores, obreros de la siderurgia e incluso personal administrativo con em-pleos de larga duracin, y el precariado, con sus caractersticas relaciones de produccin, distribucin y relaciones con el Estado, lo que, en conjun-to, tiende a crear una conciencia especfica de prdida y relativa privacin. Sin duda, tal y como declaro en El precariado, estamos hablando de los tipos ideales weberianos, en los que los grupos se definen por sus caracte-rsticas arquetpicas.

    Breman, que no es un experto sobre mercados de trabajo, realiza una familiar afirmacin social-demcrata diciendo que la flexibilizacin de la bsqueda de empleo ha creado crecimiento del desempleo. A nivel mun-dial, esto es falso. Hay ms empleos que en cualquier otro momento de la historia, explicado por el nmero de poblacin realizando trabajo remune-rado, tanto en los pases de la OCDE como en los mercados de trabajo de las economas emergentes. Qu pas tiene menor empleo hoy que al co-mienzo de la era de la globalizacin?

    El dilema no es que el desempleo aumente, sino casi lo contrario, el menor crecimiento de los empleos la extensin de los empleos de baja productividad con bajos salarios y casi sin beneficios salariales. Como se argumenta en El precariado y en otras publicaciones, la liberalizacin de las economas en esta desincrustada fase de la transformacin global tri-plica el suministro mundial de empleo a la economa de mercado abierta. Este es el nico factor ms importante que da forma a la emergente estruc-tura de clase, para lo cual fundamentalmente debilit la posicin negocia-dora de los trabajadores en todas las partes del mundo.

    Cualquiera que haya trabajado en pases como China, India, Indone-sia y Malasia, como yo, sabr que el aumento de las medidas flexibiliza-doras del mercado laboral coincidi con la mayor expansin de empleos en la historia de la humanidad. La perspectiva de Breman evita llegar a comprender la emergencia de lo que es un proceso de trabajo global, ms que, como l lo caracteriza, un conjunto de regmenes laborales nacionales.

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    Una clasificacin sin salida

    Habiendo trabajado durante tres dcadas en la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT), me siento seguro a la hora de identificar una conver-gencia global sobre regularizaciones y polticas laborales. Por ejemplo, en los aos ochenta, yo escrib, coescrib o supervis una estimacin de las tendencias sobre flexibilidad laboral en nueve pases europeos, incluyen-do aquellos aparentemente divergentes como Suecia y Espaa. Al contra-rio de lo que Breman argumenta sobre que no tuvo lugar un impulso a la flexibilidad en el continente europeo durante esta poca, la obra muestra un continente inmerso en cambios estructurales5.

    Por supuesto que haba diferencias institucionales, pero en todos los pa-ses se dieron tendencias similares. La preferencia intelectual de Breman por los sistemas nacionales de trabajo es reminiscencia de los Regmenes del Estado del Bienestar propuestos por Gsta Esping-Andersen en su famoso libro de 19906, los cuales evolucionaron hacia [modelos] hbridos, confun-diendo a generaciones de estudiantes, encargados de clasificar los pases y produciendo miles de artculos que no llevaban a ninguna parte. Tan pronto como un pas era catalogado dentro de un rgimen determinado, eran intro-ducidas reformas estructurales que lo cambiaban. Ejemplo de ello es la Suecia actual, con alrededor de un cuarto de los jvenes desempleados y con una desigualdad creciente a ritmos superiores a los de cualquier otro pas de la OCDE, es un pas completamente diferente del que fuera en los aos ochenta.

    Asimismo hay una tendencia global hacia la flexibilizacin de las prcti-cas y los mercados laborales, habiendo realizado encuestas en ms de 30 pases, considero que las prcticas de las empresas de todo el mundo ac-tualmente tienen ms en comn entre ellas, que aquellas de las empresas nacionales treinta aos atrs. Sea como fuere, puedo decir que en una encuesta de 3.000 empresas en Malasia a finales de los ochenta, era evi-dente que ya entonces estaban introduciendo cambios que flexibilizaban las relaciones laborales.

    Ciertamente fue esa encuesta y otras similares realizadas en Filipinas, Tailandia e Indonesia las que me convencieron de que la tendencia era global y que tendra consecuencias en la fragmentacin de clase, como fue posteriormente expuesta en una serie de libros, de forma notable en Global Labour Flexibility (1999)7, Work after Globalization (2009)8 y El

    5 Durante los ltimos aos de la dcada de los ochenta, estaba claro que el modelo sueco, tan querido por los social-demcratas, estaba desintegrndose, produciendo crecientes des-igualdades y fragmentaciones de clase, y derivando ms lejos hacia los subsidios por desem-pleo como el ncleo de sus reconocidas polticas activas del mercado de trabajo. Guy Standing (1990), Desempleo y flexibilidad del mercado laboral en Suecia, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.6 Gsta Esping-Andersen (1993), Los tres mundos del Estado de bienestar, Valencia, Alfons el Magnnim.7 Guy Standing (1999), Global Labour Flexibility: Seeking Distributive Justice, Basingstoke, Macmillan.8 Guy Standing (2009), Work after Globalization: Building Occupational Citizenship, Chel-tenham (Reino Unido), Edward Elgar.

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    Precariado. Es completamente errneo el reproche de Breman y Munck acerca de que la conceptualizacin proviene tan solo de la coyuntura en Reino Unido o los pases al norte del Atlntico.

    Conflictos de inters y confusin identitaria

    La perspectiva de Breman yerra al diferenciar entre grupos distintivos dentro del proceso laboral global como, aquellos a los que les va muy bien, los que les va menos bien, los que les va fatal. El aglutinamiento de todos [los gru-pos] en una gigantesca clase obrera enmascara lo que est pasando. Bre-man me acusa de consolidar distinciones artificiales entre diferentes faccio-nes de la clase obrera. Lo que supone mantener una ficcin de que existe unidad material e intereses comunes donde es evidente que no los hay.

    Dnde encaja un manager o un ejecutivo de una multinacional? Acaso es dividir artificialmente la sugerencia de que l o ella no pertenece a la misma clase que el trabajador o trabajadora de una cadena de montaje o de un limpiador/a subcontratado S, todos trabajan y estrictamente todos venden su trabajo, tal y como dice Breman. La pregunta clave para cual-quier cientfico social es: Qu tipo de diferenciacin tiene sentido analti-co para investigar lo que est pasando? Intentar comprender la posicin de clase distintiva de los diferentes grupos no persigue enfrentar a los unos con los otros, como clama Breman. Es para intentar comprender las dife-rentes circunstancias a las que se enfrentan y la conciencia que surge de las mismas.

    Por ejemplo, el viejo proletariado sigue teniendo empleos seguros, y beneficios tanto empresariales como estatales, por lo que es de esperar que sus sindicatos defiendan sus intereses en contra de los del precariado. Breman y aquellos que piensan como l no comprenden por qu el pre-cariado rechaza a los sindicatos tradicionales. Breman malinterpreta mi posicin cuando digo que mucha gente se define a s misma como clase obrera, en parte precisamente porque estn en trabajos precarios y que yo despacho esto como una confusin identitaria.

    Lo que el libro realmente dice es que los [trabajadores] precarios con carreras universitarias no se sienten cmodos definindose como clase obrera, pero como no tienen propiedades ni salario, tampoco se sienten a gusto bajo la etiqueta de clase media. El apartado que trata sobre confusin identitaria relacionada con inconsistencias de las autodefiniciones de los padres y sus descendientes, tal y como reflejan los sondeos de opinin.

    Aguas turbias

    As llegamos a la diatriba principal de Breman. l subraya la gran cantidad de gente en pases en vas de desarrollo que viven en malas condiciones sometidos a la economa informal, y clama: en principio Standing que-rra considerar estas masas depauperadas como una parte ms dentro del precariado. No, no lo hara.

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    Realmente, he invertido gran parte de la dcada pasada trabajando en pueblos de Gujarat y Madhya Pradesh en la India, trabajando con SEWA (Self-Employed Womens Association of India /Asociacin de Mujeres Au-to-empleadas de la India) implementando un programa piloto que daba cobertura a miles de habitantes. El hecho de que sean extremadamente pobres y no tengan ingresos ni acceso a los recursos bsicos para vivir, no significa que formen parte del precariado. Pero creo que hay un precaria-do creciente en la India, ms concretamente en las 53 ciudades que supe-ran el milln de habitantes, donde hay un nmero creciente de jvenes con educacin universitaria luchando por abrirse camino.

    He argumentado con vehemencia que no tiene ningn sentido analtico meter a campesinos, pequeos productores, vendedores ambulantes y tra-bajadores ocasionales bajo una nocin unvoca de sector informal. Eso es lo que hace Breman cuando dice que ms del 90 por 100 de los trabaja-dores hindes se hallan en la economa informal. Habiendo proclamado la falta de definicin de precariado, l no ofrece ninguna definicin de los conceptos que utiliza, por ejemplo sector informal, regmenes laborales, clase obrera. Adems, contradictoriamente utiliza clases obreras [en plu-ral], mientras argumenta que la clase obrera no debe ser dividida.

    Este escritor trabaj con la Conferencia Internacional de Estadsticos del Trabajo (International Conference of Labour Statisticians), la institu-cin responsable de establecer los estndares estadsticos. La conceptuali-zacin y medida del sector informal ha desafiado a varias generaciones de los mejores estadsticos del mundo del trabajo. Al final el intento fue abandonado har una dcada. Esto no ha impedido a los no-estadsticos como Breman seguir usando un concepto de probada insuficiencia para hacer mediciones desde hace ms de 40 aos.

    En su ataque, Breman dice que en lo demogrfico el precariado es no-tablemente heterogneo. Aun as el sector informal debera ganar el pre-mio al concepto ms heterogneo de la ciencia social. l vaga por aguas todava ms turbulentas al describir el sector informal como un todo dentro del empleo vulnerable. Muchos de los que l engloba bajo esa categora no son para nada empleados, que siempre ha significado trabajo a cambio de salario [asalariados]. La utilizacin de un concepto para denominar va-rias cosas no ayuda en nada a la claridad del anlisis.

    Unindose

    Breman afirma que hablo de un precariado malo y un precariado bueno, trminos que jams he empleado. De todas formas, el precariado es una clase en formacin porque est dividida internamente en tres grupos, los cuales resumiendo podran ser denominados Atvicos, Nostlgicos y Pro-gresivos. El primero compuesto por aquellos que se quedan fuera de las comunidades proletarias, cuyos padres tradicionalmente tenan trabajos ma-nuales. Este grupo esta alienado, anmico, ansioso y enfadado porque no puede reproducir el pasado, con tendencia a escuchar los discursos polti-cos populistas que culpan a la inmigracin y a los crpulas de su situacin.

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    T82Los Nostlgicos son los ciudadanos de segunda clsicos, siendo migran-

    tes o minoras tnicas, incapaces de recuperar la vida perdida, sin un pre-sente. Estn demasiado alienados, anmicos, ansiosos y enfadados, pero, tienden a mantener un perfil poltico bajo, con ocasionales revueltas cuan-do sienten que su espacio de libertad est siendo usurpado.

    El tercero y el que tiene mayor potencial de progreso como grupo, consiste en personas altamente cualificadas, que consideran que se les niega un futuro, que se les deniega la posibilidad de construir una vida y una carrera profesional, que se rompe la promesa de progreso individual basada en la educacin. Experimentan una sensacin de privacin relativa o frustracin de estatus. Lo que se est convirtiendo en una importante fuente de estrs. Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto de Polticas Eco-nmicas (Economic Policy Institute), en EEUU en 2012 el 46 por 100 de los puestos con bajos salarios eran ocupados por personas con educacin universitaria, mientras que en 1968 era el 17 por 100, adems el salario medio en esos trabajos ha bajado en trminos reales. Ms de las tres cuar-tas partes de los empleados en los puestos peor pagados tienen, al menos, el bachillerato.

    Breman sostiene que mi creencia en la unin de las distintas partes que conforman el precariado es realmente insostenible. Pero no dice el por-qu, y yo no veo por qu no. Una misma necesidad no exige que todo el mundo sostenga idnticas visiones. Sin embargo, el argumento es que cuanta ms gente tome consciencia de que su situacin no se debe al fra-caso personal sino a factores estructurales y polticas concretas, sacarn la fuerza necesaria para oponerse a aquellos poderes sociales y econmicos, e intentaran promover un cambio estructural.

    Conciencia de clase y presencia pblica

    En mi nuevo libro9 expongo que el precariado debe convertirse en una clase para s para poder abolirse como clase. En otras palabras, solo cuan-do el suficiente nmero de personas del precariado se vean a s mismas como parte de un grupo que tiene los mismos obstculos podrn alcanzar el suficiente poder social para demandar determinados cambios. Hablan-do en plata, esto fue lo que pas con el proletariado en las primeras d-cadas del siglo XX.

    Durante el desarrollo del capitalismo industrial nacional, un amplio espectro de gente se vio sometida a la proletarizacin esto es, sujeta a las disciplinas y dictados del trabajo asalariado estable, aceptando las rdenes de los mandos industriales. Por supuesto, no todos los trabajadores ocu-paban puestos estables. Pero con el capitalismo industrial y la formacin de la ciudadana industrial, el proletario medio era un empleado a tiempo completo, subordinado pero con la seguridad de estabilidad a cambio de obediencia a los mandatos de la gerencia.

    9 Guy Standing (2014), A Precariat Charter: From Denizens to Citizens, Londres, Bloom-sbury Academic, [De prxima publicacin en castellano por Capitn Swing, Madrid.]

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    Mi discusin desde los aos ochenta ha sido que ms bien que confiar en la elaboracin de regulacin que refuerce las siete formas de seguridad relacionadas con el trabajo, las cuales conformaban la agenda de sindica-tos y partidos laboristas durante el siglo XX, y que definan la tradicin social-demcrata, actualmente en la Transformacin Global hay dos nece-sidades o formas de seguridad que deberan ser perseguidas, el salario universal y una representacin fuerte [de los trabajadores].

    En otras palabras, es esencial reforzar las capacidades negociadoras de los individuos frente al capital y frente al Estado. No trato de minimizar este aspecto tal y como clama Breman. Los sindicatos fuertes son necesa-rios para defender a los empleados pero, adems, nuevas formas de aso-ciacin colectiva son necesarias para dar voz al precariado en todos los foros relevantes, dentro y fuera de los lugares de trabajo y por encima de todo en la confrontacin con el Estado.

    El precariado es una nueva clase social peligrosa en parte porque re-chaza todas las viejas ideologas polticas predominantes y porque es in-tuitivamente transformador. Una de las piezas ms subversivas que mues-tran este punto fue pintado en un grafiti en un muro de Madrid: Lo peor sera volver a la vieja normalidad.

    Otra forma de decirlo es que tanto el proletario medio, como sus re-presentantes, aspiraron a establecer el trabajo asalariado a tiempo comple-to que se extiende hacia su futuro, mientras que el miembro medio del precariado aspira a conseguir un conjunto de actividades laborales enri-quecedoras mediante la construccin de la libertad ocupacional. Hay una gran diferencia.

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    ARNALDO BAGNASCO*

    GRAMSCI Y LA SOCIOLOGA1

    Una atencin creciente

    La tradicin de teoras e investigaciones que llamamos sociologa nace como un intento de aplicar los cnones del mtodo cientfico al estudio de las relaciones e interacciones sociales. Como ya sabemos esta idea tie-ne muchas races y distintos son los modos en los que interpretar la posible cientificidad de la empresa. En un primer momento Auguste Comte pro-pone una perspectiva positivista de una fsica de la sociedad, para poste-riormente adoptar la palabra sociologa que perdurar, incluso cuando el significado se aleje mucho de lo que Comte entenda como tal. Muchos socilogos reconocen en el materialismo histrico de Marx una de las bases ms importantes de la sociologa, pero justamente en esa poca se esta-bleci una contraposicin entre sociologa y marxismo como campos te-ricos separados y opuestos, que permanecer mucho tiempo. Raymond Aron (1967) se remonta a la fundacin de la sociologa, a lo que el deno-mina generacin entre dos siglos principalmente en manos de mile Durkheim, Max Weber, Georg Simmel, Vilfredo Pareto. La sociologa em-pieza su camino aquellos aos, con el desarrollo de diversos ambientes tericos y tpicos campos y tcnicas de investigacin, y as tambin se establece una institucionalizacin acadmica, primero en algunos pases, luego en otros. Por lo tanto y hasta que la contraposicin sociologa-marxis-

    Recibido: 4-II-2014Versin final: 1-VII-2014

    * Arnaldo Bagnasco es Profesor Emrito de Sociologa en la Universidad de Turn, Italia. Correo electrnico [email protected].

    1 Este artculo retoma el texto de la presentacin hecha en el congreso Attualit del pensie-ro di Antonio Gramsci, organizado con ocasin de la Edicin Nacional de sus escritos por la Accademia Nazionale dei Lincei, 30-31 de enero de 2014, del cual estn en proceso de publicacin las actas. Sociologa del Trabajo agradece a la Accademia por haber concedido la autorizacin para la publicacin de esta versin en castellano, realizada por Carolina Tog-neri y revisada por Juan Jos Castillo.

    Sociologa del Trabajo, nueva poca, nm. 82, otoo de 2014, pp. 16-27.

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    mo se mantuvo rgida, un marxista, que piensa y responde polticamente en la lnea del materialismo histrico, tiende a estar fuera del campo de referencia de los socilogos, o a ser mantenido al margen. En realidad, la interaccin siempre ha estado presente, con altibajos. Las continuas trans-formaciones de las sociedades contemporneas empujan a renovaciones del modo de estudiarlas y la sociologa en la variedad de los enfoques que experimenta tambin vuelve a mezclar las cartas de su tradicin.

    Antonio Gramsci es una treintena de aos ms joven que Durkheim y Weber. La sociologa de la generacin entre los dos siglos circula en esos aos en las redes intelectuales europeas: Gramsci en parte, directa o indi-rectamente, se acerca a ella. De Weber haba tenido acceso directo a Par-lamento y Gobierno y La tica protestante; de los trabajos de Durkheim en cambio tuvo contacto indirecto a travs de Croce y Sorel. Pero en el mun-do real y en las maneras de conocerlo los contrastes son muy fuertes: Gramsci es un arduo crtico de la sociologa de su poca, pero no de toda la sociologa. Alessandro Pizzorno (1970) ha encontrado confluencias en-tre la conceptualizacin gramsciana y la de las ciencias sociales, Michele Filippini (2007), volviendo al punto anterior, habla de una asuncin cons-ciente de los principales nudos problemticos que los grandes estudios de sociologa han desentraado a lo largo del siglo XX. Y concluye: Gramsci parece ser el nico marxista que se relaciona a la par con Durkheim y con Weber (Filippini, 2007, p. 3)2. Hace poco en un congreso reciente Ursula Apitzsch (2013) sostuvo que la violenta critica de Gramsci a la socio-loga se refera a la sociologa marxista de Bujarin y al positivismo de la so-ciologa occidental, pero que tambin es evidente el aprecio que senta hacia Weber, como por ningn otro socilogo, aun teniendo un conocimiento limi-tado de l3. Esto no quita que a su vez, como marxista revolucionario Gram-sci haya sido pasado por alto en ese momento y posteriormente o por lo menos subestimado por parte de la sociologa institucionalizada. Veamos algn ejemplo emblemtico de esta marginacin.

    No hay ninguna mencin de Gramsci en el libro que probablemente ha representado la codificacin terica de la sociologa main stream de la se-gunda posguerra: The Social System de Talcott Parsons (1951); pero tampoco menciona a Gramsci un socilogo y crtico de aquel entonces, Wright Mills, especialmente polmico con respecto al funcionalismo de Parsons: no al me-nos en el famoso libro dedicado a la imaginacin sociolgica (Mills, 1959), ni en un texto terico como Carcter y estructura social (Gerth y Wright Mills, 1953), ni en sus investigaciones empricas sobre la sociedad americana.

    En los aos sesenta, Gramsci no encuentra sitio, ni siquiera de paso, en la refinada exposicin de la Tradicin sociolgica de Robert Nisbet (1966). Hace no tanto, cuando Antohny Giddens se atreve a buscar Nuevas reglas

    2 El texto recoge la intervencion en el Tercer Congreso de la International Gramsci Society; para ms informacin, vase Filippini (2012).3 Se trata desde luego de un terreno que merece ser explorado posteriormente. Como un acercamiento paralelo entre Gramsci y la sociologia marxista, se podra citar la experiencia de la New Left Review de los aos sesenta y setenta; se puede leer al respecto, por ejemplo, P. Anderson (1976).

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    del mtodo sociolgico (1976) o a formalizar su teora de la sociedad, en The Constitution of Society (1984), no siente la necesidad de hacer una sola mencin a Gramsci.

    Sin embargo no faltan pistas contrarias de una atencin que se hacen ms frecuentes al acercarse a nuestros das. Gramsci aparece como inno-vador en el surco del marxismo en algunas de las exposiciones de la teo-ra sociolgica. Por ejemplo, Randall Collins (1998) en su conocido volu-men Teoras sociolgicas de finales de los ochenta, reconoce su originalidad y le concede relevancia dedicndole un prrafo junto a Lukcs4. Luciano Gallino (2006) en el Diccionario de sociologa introduce referencias a Gramsci en al menos doce entradas, lo cual no hace ms que indicar cmo se ramifica su campo de influencia5. Pero el nivel al que ha llegado el in-ters en algunos casos puede ser documentado a travs de dos referencias actuales. El socilogo probablemente ms ledo del mundo, Zygmunt Bauman, habla de Gramsci en una entrevista como un maestro fundamen-tal: Me ha permitido dice despedirme honorablemente de la ortodoxia marxista; sin sentir vergenza por haberla compartido y sin el odio de tantos ex. Y aade que para l Gramsci ha sido revelador porque recha-za el determinismo por el cual, en el marxismo oficial, los hombres son solo canicas, peonzas de la historia6. Michael Burawoy, actual presidente de la Asociacin Internacional de Sociologa, despus de haberlo sido de la americana, llega incluso a sostener que la teora de Gramsci es la cien-cia social del capitalismo avanzado7. Las pocas citas que he expuesto solo sirven para recordar la lejana entre Gramsci y gran parte de la sociologa, y las razones de esta, pero tambin para mostrar que desde hace tiempo el clima ha cambiado. Despus del cunto, intentar entonces narrar cmo se orienta el inters de los socilogos. Lo har mostrando como se remiten a Gramsci tres importantes socilogos contemporneos.

    Gramsci y Weber

    Alessandro Cavalli (2012) ha propuesto una breve pero densa confrontacin entre Gramsci y Weber, teniendo en cuenta tanto las similitudes como las diferencias. Las similitudes llevan con evidencias a considerar a Gramsci

    4 La teoria de la hegemona de Gramsci -dice Collins es parecida al modelo marx-enge-liano de los medios de produccin de las ideas, teora de la cual Gramsci debe de ser con-siderado como el descubridor independiente, de hecho La ideologa alemana fue publicada en 1932 [Gramsci] ha formulado tal idea en un lenguaje neo-hegeliano italiano del siglo veinte, ms que en el del materialismo militante de Marx y Engels, Collins (1992), p. 135. 5 Se trata de: Clase dirigente, Consenso, Conciencia de clase, Construccin social de la rea-lidad, Intelectuales, Sociologa de la literatura, Masas, Partido politico, Sociologa de la pol-tica, Relacin social, Sentido comn.6 Vase Bauman: se lo debo todo a Gramsci y Calvino, Corriere della sera, 13 de octubre de 2002.7 El juicio se encuentra en Antonio Gramsci and his legacy, el texto con el cual Burawoy presenta su curso, con ese mismo ttulo, en la primavera del 2001 en la Universidad de Cali-fornia, Berkeley.

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    como cercano a los socilogos; las diferencias permiten determinar aspectos crticos al respecto pero tambin la importancia que tienen por tartar dile-mas que se vuelven a proponer hoy en da, como veremos ms tarde. Am-bos, Gramsci y Weber, reaccionan ante el economicismo y el mecanicismo tpico del marxismo de la poca8, y cultivan la idea de la autonoma relativa entre cultura y poltica. Enunciado habitual en la sociologa y una evidente relacin sociolgica. La teora de Weber al respecto se enlaza a otro punto de critica al materialismo histrico: no se puede prever como algo necesario la transicin del capitalismo al socialismo. El xito del juego entre las condi-ciones histricamente determinadas y las opciones abiertas a la accin (dis-ponibles, manejables) no es en general algo que pueda ser precisado ni que se pueda dar por sentado. Gramsci no es tan claro al respecto.

    Es una diferencia que resulta ms clara si se tiene en cuenta la teora de la poltica. Otra vez comparten la idea fundamental de la poltica como lugar de relaciones de fuerza y de dominio entre quien gobierna y quien obedece (Gramsci y Weber, cit., p. 377). Weber aade a tal idea una tipo-loga de las razones subjetivas de la obediencia, es decir, la creencia en la legitimidad de la autoridad que emana el poder; es la famosa tipologa de las tres formas de poder: carismtico, tradicional y legal-racional; a la cual enlaza una teora del estado, haciendo corresponder tipos distintos de este a distintas formas de autoridad. El contraste hizo que Cavalli observara que a Gramsci le falta una consideracin del estado como elemento autnomo de la poltica, ms all de los grupos y de las clases que ocupan las posicio-nes de poder y que se disputan entre ellos (ibid., p. 378). Gramsci percibe por otra parte el concepto de carisma, a travs de la reelaboracin que hizo Michels, pero no recoge la corriente terica que haba desarrollado Weber, que le habra interesado: el carisma de hecho est asociado a los momen-tos de ruptura de la historia, cuando se ponen en cuestin las estructuras institucionales. Posteriormente, Weber aade al respecto un elemento clave: es el problema de lo que tiende a pasar tras el excepcional momento de las transformaciones revolucionarias, cuando se reestablece un orden social (ibid., p. 379).

    Los partidos revolucionarios tienden a sufrir una degeneracin autori-taria y burocrtica, y el socialismo de estado, para Weber, tiende a trans-formarse en un rgimen incapaz, ms an que el capitalismo, de estable-cer una dialctica entre los grupos y las clases sociales.

    Para Gramsci el partido revolucionario es el actor poltico que unifica las clases subalternas, desarrollando una lucha ideolgica por la hegemo-na, es decir la capacidad de un grupo o de una clase social de influir ideolgicamente, ms all de lo organizativo y lo poltico, a otros grupos y clases sociales para constituir as un bloque social de oposicin orientado potencialmente a convertirse en un bloque de gobierno (ibid., p. 376).

    8 Cuando, entre otras cosas, las obras juveniles de Marx no haban sido todava publicadas. Para criticar el economicismo Gramsci se apoya en Lenin y en su crtica a las versiones vul-gares rusas del marxismo. Lenin volva para esto a las Luchas de clases en Francia y al 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde Marx era bien consciente, como sabemos, de la comple-jidad social del momento.

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    Con esto se asume la crucial importancia de las ideas, cada una en su rela-tiva autonoma. Pero volvamos al problema de la involucin de los partidos revolucionarios. Gramsci adopta la idea de Lenin de partido-gua. Que le impide a l, an habiendo ledo a Michels, referirse a la degeneracin bu-rocrtica del partido?, se pregunta Cavalli, dejando en el aire la respuesta.

    El punto anterior hace una llamada a los intelectuales. Un aspecto es comn: la oposicin a una visin idealista de los intelectuales por encima de todo, libres de restricciones. Divergen despus profundamente la figu-ra gramsciana del intelectual orgnico que pertenece a un bloque social, dividido en una lucha ideolgica por la hegemona y la figura weberiana del cientfico. Tambin Weber ve a los cientficos comprometidos por la lucha por el poder, pero hace referencia una tensin irreducible entre el hombre de accin y el hombre dedicado al conocimiento. Conocemos el pathos con el cual, en la famosa conferencia sobre el trabajo intelectual como profesin, Weber expone la radical diferencia entre el hombre de-dicado a la poltica para la conquista y el ejercicio del poder de conquista y el cientfico que persigue libremente sus ideales de conocimiento y ver-dad. Es una diferencia relevante, que a su vez lleva a dilemas recurrentes. En todo caso, ambos concuerdan en volver continuamente a la necesidad de establecer puntuales anlisis especficos de la realidad social, con cier-ta distancia, con desencanto, sin dejarse engaar por los deseos y las gafas ideolgicas, ya que solo de esa manera es posible extraer las indi-caciones correctas para sobre que hacer (ibid., p. 383).

    Esto nos lleva a una ltima consideracin. Ambos, Weber y Gramsci, se orientan hacia anlisis concretos de momentos y situaciones histricas es-pecficas y es en referencia a esta dimensin histrica emprica que es hoy importante reconocer a Gramsci como la figura del gran analista de los fe-nmenos sociales. Las recomendaciones para la investigacin que nos ha dejado sobre la sociedad italiana son de una actualidad asombrosa. Cavalli pone como ejemplos las pginas en las cuales nos invita a conocer desde cerca el mundo y la cultura catlica, pginas en las que dice que es nece-sario ir a observar cmo trabajan los periodistas en los peridicos de pro-vincias, cmo trabajan los maestros en los pueblos, cmo se instruyen y que forman los intelectuales que se colocan a distancias distintas entre el centro y la periferia (ibid., pp. 383-384). Este es un anlisis emprico cercano de la sociedad, algo propio de la sociologa, que se balancea entre teora e inves-tigacin y que justamente la sociologa introducir en Italia tambin.

    Gramsci y la sociologa histrica

    El segundo ejemplo que propongo trata sobre lo que Gramsci significa para el desarrollo de la sociologa histrica, un mbito terico y de inves-tigacin que constituye una de las perspectivas ms interesantes de la sociologa. Massimo Paci en un libro reciente redefine el permetro, con un viaje entre los socilogos que podran estar considerados dentro de este espacio o que se sitan en los mrgenes ms inmediatos (Paci, 2013, p. 14). El espacio est compuesto por tres parmetros:

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    La importancia macrosocial del objeto de estudio, con anlisis que se refieren a casos nacionales o a procesos relevantes a esta escala: la construccin del estado nacional, la aparicin de regmenes autorita-rios o democrticos, el nacimiento y el desarrollo de sistemas nacio-nales de Welfare-State seran algunos ejemplos. El objeto de estudio, adems, se interpreta segn su determinacin histrica concreta o particular y no como una teora asumida ex ante (ibid., p. 18).

    La concepcin del mundo social construido por los hombres a travs de sus representaciones de intencin, individuales y colectivas y sus acciones con sentido, una visin weberiana, segn la cual el conoci-miento ha de pasar necesariamente a traves de los significados y las representaciones de intencin de los hombres (ibid., pp. 18-19).

    Y para terminar, un mtodo histrico-comparativo, derivado tambin de Weber, constituido por un nmero limitado de casos que permite la confrontacin sistemtica de las similitudes, de las recurrencias, analogas (o viceversa, de las diferencias y discordancias) entre los mismos casos (ibid., p. 20).

    No seguir el recorrido de este programa de investigacin que a partir de los fundamentos clsicos de la sociologa histrica tiene en cuenta el desarrollo, con vistas al interior y a los lmites del recinto definido. A noso-tros lo que nos interesa realmente es entender el como y el porqu de la presencia de Gramsci aqu. A juicio de Paci, ni Marx ni Gramsci pueden formar parte del espacio de la sociologa histrica. Sin embargo, Marx ha dado un primer paso decisivo hacia la visin de la sociedad como sociedad historizada (ibid., p. 15), rompiendo con el idealismo hegeliano y con el positivismo de Comte. Esta ha sido la condicin previa para cualquier desarrollo posible de la sociologa histrica (ibid., p. 403). Algunos aspec-tos lo acercan a esta pero otros lo alejan, sobre todo el presupuesto teleol-gico, y el hecho de que el significado de la accin tiende a ser deducido del contexto en el cual se desarrolla la accin (ibid., p. 74). Gramsci comparte la confianza en la racionalidad de la historia, la idea de una necesidad por la cual son las construcciones que corresponden a las exigencias del mo-mento histrico las que acaban por imponerse (ibid., p. 85). Por este moti-vo tambin l se queda fuera de los mrgenes del espacio de la sociologa histrica. An as es relevante una novedad con respecto a Marx: el descu-brimiento del peso de la sociedad civil burguesa. Paci cita a Michael Walser, segn el cual Gramsci no parece interesado en ninguno de los elementos de indagacin propiamente marxistas: la base econmica, las relaciones de produccin etc. En realidad segn Paci Gramsci no es que no tenga en cuenta las condiciones materiales, sino que se da cuenta de que estas no mueven la historia por s solas: el movimiento de la historia depende esen-cialmente de la conciencia que los actores sociales tienen y de su capacidad de accin y de lucha (ibid., p. 82). Y de aqu parte un concepto distinto de sociedad civil, que no se identifica con la esfera de las relaciones econmi-cas ni estructurales, sino con la esfera social, las instituciones superestruc-turales de la cultura, las ideologas y las tcnicas de consenso a nivel social. Pero no solo: en vista de la autonoma de la esfera social, del rol de los

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    cuerpos intermedios y de los aparatos culturales, Gramsci invierte la rela-cin entre estado y sociedad civil (ibid., p. 405), que se hace ms proble-mtica, con una influencia a dos bandas. Esto revela una mayor sensibili-dad sociolgica con respecto a Marx, de la cual derivan conceptos y una atencin a fenmenos como el sentido comn, el conformismo, o muchos conformismos, la hegemona, el intelectual colectivo. Gramsci reconoce una multiplicidad de combinaciones y resultados posibles de las acciones, pero manteniendo el limite antes mencionado de la idea de la racionalidad de la historia, en el sentido de que aunque la escena de la sociedad le re-sulte una mezcla de mltiples conformismos culturales e ideolgicos en conflicto entre s, el est convencido, no solo que uno solo de ellos con-cuerde con la racionalidad histrica, sino que tambin para un observador debidamente preparado es posible descifrarlo con anticipacin (ibid., p. 406). Adems de posteriores consideraciones se puede aadir todava para concluir (ibid., p. 87) el importante elemento que acerca a Gramsci a la sociologa histrica y confirmar otro que dira yo le acerca a la sociologa tout-court.

    El caso italiano en el anlisis gramsciano se entiende comparndolo con otros casos nacionales, con experimentos tpicos de la sociologa histrica, de Weber en adelante, a travs de sus similitudes y sus diferencias. De tal manera que el estudio del Resurgimiento, que tal como muestra la particula-ridad del caso italiano con respecto a los casos franceses, ingleses y alema-nes, bajo la idea de revolucin pasiva, se ha convertido en un clsico en-tre los estudiosos de la modernizacin politica nacional en Occidente (ibid., p. 87). Lo reconoce abiertamente una exponente de los estudiosos mencio-nados anteriormente, Theda Skocpol, que encuentra la fuerte influencia re-cuperada de los estudios comparativos en los Estados Unidos entre los aos sesenta y ochenta. El segundo elemento, que es importante confirmar, es la orientacin que busca explicaciones causales con una microfundamenta-cin del anlisis. Este procedimiento asume que verdaderamente no se pue-de explicar cmo las condiciones estructurales generales producen conse-cuencias sociales si no es considerndolas como un efecto aadido de las elecciones, acciones e interacciones de actores en situaciones especficas, definidas en el cuadro de las condiciones generales. Este procedimiento, cuyo uso en sociologa se remonta por otra parte a Weber y Simmel, se ha extendido a distintos mbitos y campos en la sociologa contempornea, a escalas y por temas diferentes. Ha sido tambin seguida por Gramsci a su manera, y en este sentido se ve tambin la microfundamentacin de las re-laciones entre sociedad civil, lugar de la accin e instituciones jurdicas y estado antes mencionados. Este ltimo punto nos acerca las consideraciones sobre la actualidad de Gramsci y que veremos en el ejemplo sucesivo.

    Gramsci y la sociologa pblica

    Hace unos aos se desencaden una animada discusin sobre los di-versos tipos o gneros de sociologa, animada en Europa por Raymon Boudon (2002) y en America por Michael Burawoy, en su Presidential

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    address en la American Sociological Society (2005). Para Burawoy, en la tempestad de la crisis social originada por el neoliberalismo, los socilo-gos son llamados a reflexionar sobre para quin y para qu trabajan. Se-gn esta perspectiva, propone la idea de distinguir cuatro gneros de so-ciologa, en tensin y colaborando entre ellos, necesarios los unos para los otros.

    La sociologa profesional es el ncleo de la disciplina, porque aporta mtodos experimentados, elementos cargados de conocimiento, pregun-tas orientadas, aparatos conceptuales, teoras y programas de investiga-cin que evolucionan. No es posible la existencia de ninguno de los otros gneros sin la sociologa profesional, en la cual los socilogos tienen como pblico a los socilogos.

    La sociologa orientada a las polticas (policy sociology) responde a demandas de un financiador para afrontar problemas que este ha formu-lado; la demanda puede ser ms o menos restrictiva, como por ejemplo investigar las causas de la pobreza por cuenta del Gobierno.

    La sociologa pblica, propuesta central de Burawoy, se distingue de la sociologa orientada a polticas porque establece un dilogo entre los so-cilogos y un publico especfico: participantes de un movimiento, asocia-ciones de barrio, grupos de defensa de minoras, organizaciones en defen-sa de los derechos etc. Hay un ajuste recproco en la interaccin discursiva, con una discusin en la cual los valores y objetivos no son compartidos en un primer momento, pero justamente el verdadero objetivo es el de desa-rrollar una conversacin y un consenso, teniendo como meta la accin.

    La sociologa critica, para terminar, es el cuarto tipo de conocimiento reflexivo sobre las premisas del valor de la sociedad como de la sociologa. Es como una conciencia crtica de la sociologa profesional, como lo es la sociologa pblica de la sociologia orientada a las polticas. Las cuatro so-ciologas tienen tpicamente pblicos, legitimaciones, distintos criterios de fiabilidad, pero se necesitan, se estimulan entre ellas. Sin el juego entrecru-zado de sus relaciones se aproximan a las tpicas patologas. La sociologa profesional corre el riesgo de convertirse en auto-referencial, la sociologa orientada a las polticas puede caer en el servilismo, la sociologa crtica corre el riesgo de caer en el dogmatismo sectario y la sociologa pblica es tentada a secundar pasivamente y a adular a sus pblicos. En la Presiden-tial address titulada For public sociology Burawoy no nombra a Gramsci explcitamente, pero la atencin de Gramsci sobre la sociedad civil hace de l una originaria referencia fundamental para la sociologa publica, esto es explcitamente reconocido por Burawoy en otras aportaciones dedicadas a l. A la traduccin italiana de Para una sociologa pblica le precede una introduccin en la que se hace una confrontacin entre Gramsci y Mills, para distinguir dos tipos distintos de sociologa pblica (Burawoy, 2007). Burawoy utiliza la distincin que hace Gramsci entre intelectuales tradicio-nales e intelectuales orgnicos. Y de Mills recoge su oposicin a la socio-loga profesional de su poca la gran teora del funcionalismo y el empi-rismo abstracto pero su ocupacin pblica, expresado bajo el concepto de imaginacin sociolgica como orientacin para unir dificultades perso-nales con problemas pblicos, utilizado por l en famosos trabajos para

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    sensibilizar la opinin pblica, representa tambin una resistencia a la ver-dadera sociologa pblica, a falta de un contacto directo y de una relacin de dilogo con un publico especfico, en lucha en las trincheras de la so-ciedad civil (ibid., p. 8). Pero la capacidad analtica y la puesta en escena de su trabajo como investigador aislado es limitada. La imagen y la denun-cia a la sociedad americana como sociedad de masas, compuesta nica-mente por individuos que se dejan manipular, no le permiten ver que jus-tamente en la sociedad que critica estn madurando una serie de movimientos sociales que explotarn pocos aos despus en los campus universitarios, en los guetos y en los suburbios. Qu diferente de Gramsci exclama Burawoy que no ha perdido jams la confianza en la posibili-dad de recuperar la sensatez, sepultada en el sentido comn, una sensatez que los intelectuales pueden elaborar a travs del contacto directo con las clases populares (ibid., p. 11).

    En un articulo anterior (2003) Burawoy encuentra una complementarie-dad, hasta ahora inexplorada, entre Gramsci y Karl Polanyi, otro ejemplo de cientfico social cuyo trabajo ha tardado en ser reconocido en toda su dimensin. Proviniendo de ramas distintas del marxismo, ambos entienden la sociedad, territorio de la sociologa pblica, desde dos perspectivas que parecen complementarias. Gramsci ve la sociedad civil en tensin con el Estado, Polanyi con el Mercado. Para Gramsci la expansin de la sociedad civil otorga al estado una funcin estabilizadora que controla las tensiones de clase, hasta el lmite de la dictadura. Para Polanyi el mercado amenaza a la sociedad civil invadindola en su cotidianidad. Ambos se centran en la defensa de la sociedad civil, asediada y usurpada tanto por el mercado como por el Estado, y en la consiguiente accin poltica. Aunque menos verdadero para Gramsci que para Polanyi, Burawoy concluye encontrando en ambos un lmite compartido, el concepto de una sociedad civil homo-gnea: hoy en da para considerar la estructura de la sociedad como terri-torio de lucha, es necesario en cambio considerar la bifurcacin por raza y la fragmentacin patriarcal (ibid., p. 250 suj.), que tiene en cuenta la condicin femenina, y de hacerlo en un marco que explore cmo la socie-dad se expande ms all de las fronteras nacionales para componer as una sociedad transnacional.

    Observaciones conclusivas sobre cuestiones abiertas

    En esta exposicin he presentado algunas pistas para poder seguir las re-laciones entre Gramsci y la sociologa. Despus de haber indicado las se-ales que apuntan a una atencin que crece a medida que pasa el tiempo por parte de los socilogos, he intentado narrar la consistencia de tal atencin: por qu y cmo nos acercamos hoy a Gramsci?. Y he respondi-do con tres ejemplos, tres elaboraciones sobre Gramsci que yo dira acti-vas, porque no se reducen a una simple posicin en el pensamiento his-trico o a un banal reconocimiento de anticipaciones. Este modelo activo lo siguen las elaboraciones mencionadas de Cavalli y Paci; pero, para concluir conviene concentrarse en Burawoy, que exige una elaboracin

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    activa, con el objetivo de definir una divisin del trabajo sociolgico que ha tenido un vasto eco y un encendido debate.

    Recordemos que Burawoy propone cuatro tipos de sociologa: la socio-loga profesional, donde los socilogos hablando entre ellos, conservan y afinan mtodos experimentales, aparatos conceptuales, teoras; y desarro-llan diferenciados programas de investigacin; la sociologa orientada a polticas, que interviene ante peticiones de un financiador publico o priva-do; la sociologa publica en dilogo con participantes de movimientos, asociaciones, organizaciones en defensa de los derechos; la sociologa cri-tica, un conocimiento reflexivo sobre los valores de la sociedad y de la sociologa. El esquema analtico propuesto est muy articulado, y un punto crucial de su desarrollo es la afirmacin de la complejidad de cada uno de los tipos, y sobretodo el concepto de que los distintos tipos se necesitan los unos a los otros para un crecimiento positivo de la disciplina, para im-pedir patologas de cada uno de ellos pero tambin para crear sinergias positivas. Creo que realmente estas afirmaciones habra que tomrselas en serio. Burawoy da ejemplos que ilustran sinergias al respecto, pero a veces no parece muy convencido, como si no se lo hubiera tomado en serio. Suena especialmente limitativa y equvoca la afirmacin de que la sociolo-ga pblica es el alma crtica de la sociologa orientada a las polticas. Au-tonoma de juicio y capacidad crtica forman parte de todo tipo de sociolo-ga, y por lo tanto tambin de los socilogos orientados a las polticas (si quieren seguir siendo socilogos) tanto ms cuando los socilogos ocupan ms de un lugar de la sociologa, como observa el mismo Burawoy. No se le puede negar el espacio de autonoma y tambin de crtica a la sociologa orientada a las polticas, si est en disposicin de discutir opciones invia-bles, por ejemplo o de sealar consecuencias perversas de las elecciones a largo plazo o efectos en contextos extensos: esto muestra que la etiqueta de instrumentalidad del trabajo de los socilogos de polticas es demasiado limitativa. Por este motivo la licencia de conciencia crtica a la sociologa pblica ha de ser problematizada. La aportacin independiente de los so-cilogos ocupados en la elaboracin y control de polticas contribuye a afrontar problemas pblicos y a garantizar suficientes equilibrios sistemti-cos y sociales comprehensivos. El peligro de subalternidad a las peticiones del financiador, por parte de un socilogo que no hace su trabajo porque no hace valer su autonoma o capacidad crtica, no es superior al peligro de subalternidad de posibles derivas populistas e ideolgicas de una co-rriente. Tambin podemos llegar a la conclusin de que es indispensable que se haga costumbre una confrontacin entre la sociologa orientada a las polticas y la sociologa pblica y que ambas tienen recprocamente una funcin de conciencia crtica, la una hacia la otra. Es un hecho que la apor-tacin de la sociologa pblica y de sus prcticas discursivas detrs de los movimientos sociales y pblicos en las trincheras de la sociedad civil es importante; y es comprensible el nfasis de Burawoy al respecto, si se con-sidera que la ola neoliberalista y la desordenada globalizacin en los lti-mos decenios han desgastado la sociedad, generando desigualdades y obs-taculizando un control poltico de las dinmicas econmicas. Y es bajo estas circunstancias cuando reaparece Gramsci en primer plano. Por esto

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    hemos vuelto a Gramsci y a su descubrimiento de la sociedad civil entre Estado y mercado, tal y como ha sido elaborada hoy en da.

    Alberto Martinelli (2008), por la parte sociolgica, se pregunta si Bura-woy no est idealizando la sociedad civil, convirtindola en un fetiche, al frente de una demonizacin del Estado y del Mercado, exagerando su se-paracin. En efecto, existen formas distintas de mercado, como existen for-mas distintas de Estado y de sociedad civil, y el mercado no sigue un orden espontneo pero una institucin ha de ser regulada. La investigacin social muestra que no toda la sociedad civil es necesariamente buena, tambin existen movimientos xenfobos y fundamentalistas, por ejemplo, aspectos de la sociedad civil como el clientelismo o familismo, que se hacen ms fuertes donde los estados son dbiles y los mercados no son competitivos. En lugar de oponer la buena sociedad civil al mercado malo y al Estado malo concluye Martinelli es mejor analizar las distintas maneras en las cuales los diferentes tipos de instituciones interactan, entran en conflicto entre ellos y cooperan, haciendo as posible la sociedad (ibid., p. 367).

    Pienso que el juego entrecruzado de la sociologa profesional, orienta-da a las polticas, crtica y pblica, sugerido por Burawoy, y tomado en serio, lleva a conclusiones como estas. En todo caso se continuar discu-tiendo sobre esto.

    Quiero acabar con una duda sobre la que reflexionar. Hemos visto crti-cas a Gramsci por parte de los socilogos, pero est claro que sus concep-tos, sugerencias de investigacin, anlisis de la sociedad italiana siguen siendo adquisiciones o referencias esenciales para los investigadores de hoy en da. Hemos visto tambin el peligro de encapsularlo como el icono de los movimientos, haciendo de la sociedad civil un fetiche. La duda entonces es la siguiente: el nfasis en la sociologa pblica, entendida como en la elaboracin gramsciana de Burawoy, empuja de nuevo a una contraposi-cin de sociologa y marxismo? En la sociologa profesional de hoy en da se contraponen, por ejemplo en la teora de la estratificacin, una sociologa neo-weberiana y una neo-marxista, y esto est perfectamente aceptado y juzgado como til: ms de una teora pueden convivir en la sociologa pro-fesional, compitiendo entre ellas, y por lo tanto tambin una sociologa mar-xista. Que es diferente de un marxismo sociolgico, que Burawoy afirma querer desarrollar9. Sera un xito en cierto sentido paradjico para un fun-cionamiento terico que muchos aos jug a desarrollar nuevos caminos fusionando races diferentes, y que Gramsci an puede contribuir a revitalizar.

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    9 Vase como ejemplo al respecto Burawoy (2003), titulado For Sociological Marxism.

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    MIGUEL NGEL GARCA CALAVIA*

    EL TRABAJO DEL PROFESORADO

    DE LAS UNIVERSIDADES PBLICAS ESPAOLAS.

    UN ESTUDIO DE CASO

    El sistema universitario espaol ha experimentado importantes cambios desde principios de siglo. Entre los ms significativos: una reduccin del nmero de estudiantes en todas las grandes ramas de conocimiento, con la excepcin de ciencias de la salud; la reestructuracin de los estudios univer-sitarios con el fin de adaptarlos al espacio de educacin superior europeo1; la multiplicacin de postgrados con fines reprofesionalizadores; la acentua-cin y revalorizacin de la investigacin en la actividad laboral universitaria. Adems, a partir de 2008, Espaa entra en un periodo de profunda crisis econmica. Sus efectos as como las medidas polticas adoptadas para abor-darla se dejan sentir en el sistema universitario.

    En este tiempo, qu hacen los profesores universitarios? Cmo se organiza u organizan su trabajo? Le(s) afecta el entorno? Estos interrogan-tes se pueden concretar ms. En primer lugar qu tipos de tareas efec-tan? Cmo las compaginan? Se pretende explorar el contenido de su actividad laboral. En segundo lugar, qu dispositivos subyacen a la distri-bucin de tareas y estructuran el trabajo de los profesores universitarios? Se trata de aproximarse a su configuracin y establecer los factores que la inspiran y promueven. Por ltimo, qu relacin existe entre su trabajo y el entorno econmico e institucional? Se persigue examinar las correspon-dencias que mantiene la actividad laboral de los profesores universitarios con distintos elementos de ese entorno.

    Recibido: 27-I-2014Versin final: 17-VI-2014

    * Departamento de Sociologa y Antropologa Social, Universidad de Valencia, Facultad de Ciencias Sociales, Campus de Tarongers, Avda. Tarongers, 4-B, 46021,Valencia, Correo elec-trnico: [email protected]

    1 Dicho espacio, asumido por ms de 40 pases despus de la conferencia de Bolonia cele-brada en 1999, se articula sobre dos ejes: la generalizacin de la estructura grado/postgrado (o grado/master) en todos los pases firmantes; la puesta en marcha de un sistema que ga-rantiza una equivalencia de los niveles de estudios entre las universidades y que permite una mayor movilidad en el interior de Europa.

    Sociologa del Trabajo, nueva poca, nm. 82, otoo de 2014, pp. 28-50.

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    En principio, dicha actividad est encuadrada por el R.D. 898/1985 en el que se establece que las obligaciones docentes de los profesores con dedicacin a tiempo completo son de 8 horas lectivas y 6 de tutoras a la semana, salvo para los Titulares de Escuela Universitaria que sern de 12 horas lectivas y 6 de tutora. Recientemente, el R.D. 14/2012 permite modificar a las universidades pblicas dichas obligaciones amplindolas o reducindolas, segn la actividad investigadora acreditada por cada profesor.

    Ahora bien, el trabajo de los profesores universitarios no se limita a un nmero de horas de docencia. En el decreto de 1985, se fija que los pro-fesores universitarios con rgimen de dedicacin a tiempo completo han de incluir asimismo en su jornada laboral tareas de investigacin, as como de aten cin a las necesidades de gestin y administracin. De aqu que haya que examinar como lo llevan a cabo, si todos hacen lo mismo y si no es as, averiguar cules son los factores que explican que el trabajo de unos sea distinto al de otros. Conviene recordar que la actividad de las universidades no estriba en procesos muy estructurados jerrquicamente y caracterizados por un reparto formalizado de tareas interdependientes, como sucede en las empresas. La actividad de las universidades gravita en torno a profesionales a los que se encargan tareas mltiples y diversas, que pueden efectuar con cierta autonoma.

    En relacin con las preguntas formuladas, no hay respuestas en Espaa. Con el fin de comenzar a afrontarlas, se ha efectuado una investigacin exploratoria en la Universidad de Valencia que bien puede ser considerada prototpica de las universidades grandes y con tradicin histrica. La infor-macin se basa en 15 entrevistas en profundidad (Ver anexo al final). La investigacin se centra en 5 disciplinas cientficas: economa, perteneciente a ciencias sociales y jurdicas; historia, a arte y humanidades; biologa, a ciencias experimentales; medicina y farmacologa a ciencias de la salud. De cada disciplina, se ha seleccionado un departamento. La finalidad de esta seleccin es poder disponer de informacin que permita examinar no solo los efectos disciplinares sino tambin los del departamento de manera com-parada. Las entrevistas se han realizado, en la medida de lo posible, a pro-fesores funcionarios y contratados de cada uno de los departamentos selec-cionados. An as (y obviamente), la muestra no se puede considerar representativa del trabajo de los profesores universitarios.

    La contestacin a estas preguntas estructura el presente artculo. Con ello, se pretende establecer algunas tendencias en el contenido y organiza-cin de la actividad laboral del profesorado de una universidad pblica que se pueden extender a otras universidades del mismo tipo y comprenderlas a la luz de algunas explicaciones sintetizadas en la sociologa del trabajo universitario que se viene construyendo en las ltimas dcadas en algunos pases europeos y que se exponen en el siguiente apartado. En este sentido, constituyen una oportunidad para comprobar la capacidad explicativa de algunos de sus planteamientos, en primer lugar, en las disciplinas cientficas correspondientes a las observadas en esas sntesis; y en segundo lugar, en 2 disciplinas distintas, farmacologa y medicina, de una gran rama de cono-cimiento no abordada, la de salud.

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    El estado de las cuestiones planteadas segn algunas investigaciones europeas

    El trabajo del profesorado universitario se desarrolla en los dominios de la docencia, la investigacin y la gestin, esto es, en dominios de distinto carcter. Esto comporta que aunque existan colectivos de profesores que despliegan su actividad prioritariamente en un dominio, sin embargo, la mayora la desarrollan en dos o incluso en los tres. Precisamente, este ca-rcter diverso del trabajo del profesorado universitario constituye uno de los rasgos que lo hace singular.

    En distintas investigaciones, se pone de manifiesto la diversificacin de las tareas de los profesores universitarios en el ejercicio de la docencia, la investigacin y las responsabilidades administrativas. Tambin, se eviden-cia que una parte de estas tareas requiere cada vez ms tiempo del profe-sorado universitario (Parker y Jary, 1995: 335; Bryson, 2004: 46; Musselin, 2008: 40; Alvarez, 2012: 49) aunque no en todos los pases (Enders, 2000: 97) y sin que supongan el uso de sus cualificaciones ms elevadas (Hal-sey, 1992: 129; Wilson, 1991: 259). Tras ello, se destaca el problema que constituye conciliarlas para los profesores universitarios. Entre otras razo-nes, porque pueden efectuar las tareas unas independientemente de otras de modo que no las desarrollan ni de la misma manera ni en igual grado (Musselin, 2008: 42; Alvarez, 2012: 54) aun cuando se seala que hay pr-dida de autonoma en el trabajo del profesorado britnico (Parker y Jary, 1995: 334). Una conciliacin de tareas cada vez ms difcil de realizar a medida que se activan dispositivos externos de control, como las agencias o instancias de evaluacin, que priman unas por encima de otras (Ferlie y otros, 1996: 182; Dearlove, 1997: 73; Alvarez, 2012: 77).

    A la hora de explicar la estructuracin del trabajo de los profesores universitarios, se apunta la existencia de factores de carcter estatutario, organizativo, e individuales. El estatuto del profesorado es uno de ellos. Es tanto ms operativo cunto menos estabilidad contractual proporciona: en estos casos, se observa una mayor especializacin en las tareas de un dominio, las de la docencia, y una mayor supeditacin a la jerarqua (Mus-selin, 2008: 45).

    Un segundo factor remite a la cultura organizativa de cada departa-mento (el efecto departamento). Sus normas, valores y prcticas influyen en la estructuracin de la actividad del profesorado universitario por la manera en que se distribuye la docencia, se cubren las responsabilidades administrativas y se articula la investigacin (Becquet y Musselin 2004: 40; Alvarez, 2012: 60)

    Junto a estos factores, se sealan otros de matriz individual. La concep-cin del papel del profesorado o determinadas circunstancias particulares en algunos momentos de la vida dan lugar a decisiones individuales que influyen en la distribucin del trabajo del profesorado universitario (Becquet y Musselin, 2004: 35; Ogbonna y Harris, 2004: 1188). Tambin, se traduce en que en un mismo departamento o cuerpo profesoral, el nivel de com-promiso global puede variar de una persona a otra, as como la mayor o menor implicacin en la docencia, la investigacin y la administracin.

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    Por ltimo, entre unos factores y otros, se hace referencia a ajustes con-cretos en ciertos departamentos para satisfacer determinados objetivos de carrera de algunos profesores de modo que se articulan soluciones para apoyarles cuando quieren sortear una etapa (Musselin, 2008: 47-48).

    Todo esto tiene lugar en un entorno econmico e institucional del que la actividad del profesorado universitario puede depender, sobre todo, en los dominios de la investigacin y la docencia. En lo que se refiere al de la investigacin, la actividad puede estar afectada por los recursos dispo-nibles, principalmente, econmicos pero tambin, tcnicos y humanos. En lo que se refiere al de la docencia, la actividad puede estar afectada por la evolucin del nmero y tipo de estudiantes y por las tendencias de profesionalizacin y de organizacin de los estudios superiores. Estas de-pendencias de la actividad del profesorado con respecto al entorno cam-bia de una disciplina a otra y de un dominio a otro (Becquet y Musselin, 2004: 7).

    Unas dependencias cuyo sentido y alcance se modifican en los ltimos aos con las polticas econmicas, cientficas, educativas, o laborales adop-tadas por los gobiernos de ciertos estados pero tambin de determinadas universidades: congelacin o reduccin de fondos para infraestructuras, material, personal; aumento del nmero de estudiantes por grupo con la correspondiente intensificacin del trabajo docente; alargamiento y preca-rizacin de las carreras profesionales, recortes salariales (Enders, 2000: 97; Bryson, 2004: 38; Castillo, 2011; Marugan y Cruces, 2013: 28-29).

    En este contexto, se supone que el trabajo del profesorado universita-rio, en primer lugar, es una actividad mltiple y heterognea que experi-menta cambios en su contenido con orientaciones desiguales aunque mu-chos comportan una mayor carga de trabajo; en segundo lugar, que su estructuracin, en ausencia de una estricta distribucin horizontal y verti-cal, es un proceso influido, entre otros factores, por el estatuto del profe-sorado y la tradicin organizativa del departamento; y en tercer lugar, que su ejercicio est limitado (y condicionado) por la reduccin de recursos disponibles que traen consigo las polticas conservadoras de los ltimos aos y por las medidas activadas en distintas instancias tras la constitucin del espacio de educacin superior europeo.

    El trabajo del profesorado de las universidades pblicas espaolas

    En las entrevistas efectuadas, los profesores ponen de manifiesto que lle-van a cabo tareas docentes e investigadoras dentro de un trabajo relacio-nado con el conocimiento. Hacen referencia a la importancia que tienen las primeras, incluso, algunos ver