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POLÍTICA & SOCIEDADACONTECIMIENTO 67 3
Pedro jiménezProfesor de Filosofía.
No nos parece que haya dudas so-bre el hecho de que el primerproblema de la humanidad es el
del abismo Norte-Sur, la inmensa bre-cha entre países enriquecidos y paísesempobrecidos, la injustísima estruc-tura (capitalista neoliberal) que rigelas relaciones políticas, económicas ysociales entre el Norte y el Sur, entre elPrimer Mundo y el Tercer Mundo.
La llamada globalización (que nosignifica otra cosa que americaniza-ción, o transnacionalización neolibe-ral, o imperialismo multina-cional) ha llevado esta estruc-tura (este «orden-desorden»mundial) a todos los confinesdel planeta. Y desde que en el1.973 se crease la ComisiónTrilateral1, ese grupo demonía-co (de poderosos económica-mente, científicos e intelectua-les) constituido con el fin pri-mordial de extender por todala Tierra la ideología neolibe-ral, las conciencias de la mayo-ría de los ciudadanos aceptanel actual estado de cosas sinmayor problema (ya sea por conni-vencia egoísta e insolidaria, ya sea porsentimiento de impotencia, ya sea pormiedo, ya sea por lo que sea); de ahíque, necesariamente, la revolucióntenga que comenzar por el plano cul-tural, deben ser las ideas y los valoresde la gente lo primero que debencambiar, para que cambien despuéslos estilos de vida y, así, podamos ver-daderamente ejercer una resistenciano violenta contra la colonización delos modos de vida que el imperio rea-liza sobre nuestras mentes, 24 horas aldía.
Algunas de las claves fundamenta-les de la revolución (personal, comuni-taria e institucionalmente considera-da) son, a mi juicio, las siguientes:
1. Recuperación de la politización dela sociedad civil. La ideología del neo-liberalismo ha conseguido, casi a laperfección, la despolitización de lasmasas, convirtiendo a la clase trabaja-dora que compone la mayoría del teji-do social (otrora agente y motor delcambio social) en una clase mediaburguesa consumista, haciéndola pa-sar de una «república de trabajadoresa una democracia de burgueses»2. Conuna sociedad civil totalmente despre-ocupada de la «cosa pública» y reclui-da en su hogar consumista, las cosasno podrán cambiar nunca, pues delpoder y del sistema, obviamente, nova a venir revolución alguna sino todo
lo contrario, consolidación conserva-dora de lo establecido.
Por tanto, la toma de conciencia deque lo público nos afecta, de que losocial nos debe doler, de que, comodecían los clásicos, humani nihil a mealienum puto («nada humano me esajeno») es condición sine qua nonpara la revolución. Debemos hacernoscargo del prójimo social, debemos co-brar conciencia social y política pararecuperar el protagonismo que noscorresponde, como pueblo, en laconstrucción y realización de la histo-ria humana.
Esta toma de conciencia política nosdebe llevar a una formación e informa-ción constantes sobre los problemaspolítico-económicos, pues, ¿cómo va-
mos a cambiar una realidad que no co-nocemos con un mínimo de profundi-dad?. Junto a esta formación debemosaportar nuestra militancia política encualquier organismo (ya sea partido,sindicato, asociación vecinal o cultural,u ONG) para subvertir el orden-desor-den establecido. Estamos convencidosde que los partidos políticos y los sin-dicatos mayoritarios se han convertidoen maquinarias anquilosadas al servi-cio del poder porque la gente que tieneinquietudes éticas y solidarias a favorde la revolución, en lugar de militarpolíticamente, rehuye este reto «dejan-do vía libre al enemigo». ¿Qué pasaríasi todos los que forman parte de igle-
sias de base y ONGs despoliti-zadas, ingresasen críticamenteen instituciones políticas paraejercer el derecho democráticode la participación? ¿Podríanecharnos a todos? Ofrecemoseste punto como invitación a lareflexión de las iglesias y lasONGs.
2. Implantación de la auste-ridad como estilo de vida. Laglobalización neoliberal haimpuesto la absolutización ysacralización del mercado(fundamentalmente, el mer-
cado financiero) como marco único eincuestionable de funcionamiento so-cial, y como marco de decisión políti-co-económica.
Esto significa que la política econó-mica del neoliberalismo no estudia lasnecesidades humanas (de todos losseres humanos) y, en función de ellas,impulsa después la maquinaria pro-ductiva, sino exactamente al revés:atiende a las necesidades del mercadoy, en función de éstas, «crea» las inter-minables falsas necesidades de los ciu-dadanos (las cuales, obviamente, sólovan a poder ser satisfechas por una ín-fima minoría de éstos). Esto es la «so-ciedad consumista», compulsivamen-te consumista y, así, este consumismo(alimentado por el materialismo he-
¿Queremos la revolución?
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donista que el propio sistema se en-carga de fomentar a través de sus ar-mas mediáticas y del casi exhaustivocontrol de la mayoría de los centros deformación de la opinión pública) es elmotor del sistema económico neoli-beral, que empobrece y explota a lainmensa mayoría de mujeres y hom-
bres de la Tierra, al tiempo que degra-da el ecosistema hasta límites inimagi-nables.
Pero este sistema dejaría, forzosa-mente, de funcionar así si ejerciéra-mos una feroz resistencia a esta impo-sición de modelos y estilos de vidaconsumistas. Por eso se hace necesario
un estilo de vida austero, que se con-forma con vivir sencillamente, conposeer sólo lo verdaderamente nece-sario; un estilo de vida que descubra,muestre y demuestre a los demás quela felicidad humana tiene poco quever con ese afán desmedido por la po-sesión individualista, el gasto, el bien-estar materialista y el confort; un esti-lo de vida donde la la lectura, la refle-xión, el disfrute de la naturaleza y dela amistad, el desarrollo de las capaci-dades personales, la participación po-lítico-social y la militancia en la luchasolidaria por la justicia (es decir, hacerla revolución) sustituyan a esa suce-sión (vacía y obsesiva) de actos deconsumir, consumir y consumir.
De este modo, el boicot a la teleba-sura (la principal incitante al consu-mismo hedonista), a las multinaciona-les, a los productos que han sido fabri-cados explotando a los trabajadores ocontaminando el medio ambiente, etc,así como el apoyo y la progresiva mul-tiplicación de las redes de comerciojusto, serán actos concretos que antici-pen el nuevo modelo de sociedad no-consumista.
3. El ejercicio de la solidaridad coti-diana. La práctica de la solidaridad nopodrá ser, para la mujer y el hombrerevolucionarios, objeto de «actos ex-cepcionales» como los de responder aciertas campañas de ONGs en deter-minados momentos sueltos (como silos pobres de la Tierra —principalesdamnificados del sistema— no pasa-ran hambre todos los días), sino quedeberá ser el rasgo esencialmente defi-nitorio de su forma de ser y de vivir.
Esto significa que el antedicho an-ticonsumismo debe ir necesariamenteacompañado por una práctica coti-diana del compartir nuestros bienesmateriales y nuestro dinero con losnecesitados, de manera que lo quesustraemos al consumismo lo desvia-mos hacia la atención a los pobres y asufragar los actos de nuestra militan-cia.
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Asimismo, la solidaridad militantey de resistencia no-violenta deberáplantar cara a las actuales estructurasbancarias y bursátiles, no participan-do jamás en fondos de inversión ni enla adquisición de los productos finan-cieros al uso en nuestro sistema; alcontrario, se hace necesaria la crea-ción de fondos alternativos de inver-sión solidaria, para la promoción depersonas pobres e insolventes a lasque el sistema jamás ayudará.
Y el permanecer constantementeatentos y abiertos al contacto con lossufrientes de nuestro entorno cercanolocal, será también otro rasgo denuestra solidaridad cotidiana. Frenteal impersonalismo de nuestra socie-dad, que pasa de largo ante tantosmendigos, sin-techo, inmigrantes, etc,el revolucionario deberá encarnarseen la situación de tantos necesitadoscomo nos rodean, pues sólo se puedeliberar lo que se asume, y sólo pode-mos ayudar a aquéllos en los que nosencarnamos.
4. La participación activa y directaen actos contra la globalización. Una delas principales causas de que el siste-ma imperante permanezca tan tran-quilo, es la falta de denuncia por par-te de la ciudadanía. El ciudadano me-dio está tan ocupado (o trabajando oconsumiendo) que apenas tiene tiem-po (ni ganas ni interés) para partici-par en actos reivindicativos de denun-cia del sistema. Por eso, nuestra parti-cipación (con nuestro trabajo en supreparación y con nuestra presenciaen su realización) en todo tipo de ac-tos que denuncien la actual estructuraes imprescindible. Así, manifestacio-nes, sentadas, encadenamientos, huel-gas, marchas, concentraciones calleje-ras, objeciones de conciencia, objecio-nes fiscales y demás actos llamativosse hacen necesarios como llamadas deatención a la opinión pública.
Al mismo tiempo, es también nece-saria la creación y participación en fo-ros de debate, campañas en la red, ci-
clos de conferencias, seminarios, publi-caciones, folletos, centros culturales ydemás iniciativas de transformacióndel orden cultural, luchando sin des-canso por suplantar la ideología y losvalores del neoliberalismo por otros detipo solidario; militando sin tregua portransvalorar el talante de nuestras aco-modadas y aburguesadas conciencias.
5. La vivencia y realización de lo co-munitario. Queda fuera de toda discu-sión que el principal valor que la ideo-logía neoliberal ha impuesto es el indi-vidualismo. Así, el ciudadano quedafragmentado, escindido y disuelto,anulándose la posibilidad de cualquier
sujeto social colectivo (precisamente,el necesario para la transformaciónsocial). Así, al vivirse todo desde lamás absoluta individualidad, el siste-ma puede fácilmente con la sociedad,con el pueblo. Pero si implantásemosla vida comunitaria (la comunión devida y de bienes) el sistema no podríacon nosotros. No es difícil imaginarcuánto crecería nuestro poder, y cuán-to aumentarían nuestras posibilidadesy capacidades, si uniésemos nuestrosbienes, nuestro tiempo, nuestras po-tencialidades, nuestras fuerzas y nues-tra acción, las pusiéramos en común ylas enfocáramos en la misma direc-ción: contra el sistema. Si lo hiciéra-mos, ni dependeríamos de la banca, ninos tendríamos que someter al yugo
de empresas explotadoras y puestos detrabajo alienantes, ni tendríamos esamentalidad tan menesterosa y depen-diente frente a «papá-Estado»; antes, alcontrario, seríamos los verdaderos su-jetos protagonistas de la historia, con-virtiéndonos en ciudadanos responsa-bles de «la casa común», haciendo unaauténtica democracia participativa deesta falsa burocracia, y constituyéndo-nos en pueblo auténticamente auto-gestionario.
En conclusión, si queremos hacerla revolución empecemos, a partir deeste preciso instante, a trabajar por lapolitización de los individuos y losgrupos que componen la sociedad, vi-vamos una austeridad rebelde contrael consumismo, practiquemos la soli-daridad cotidiana (desprendiéndonosde todo lo innecesario, a favor de losque no tienen), participemos en todoslos actos que podamos organizar con-tra la globalización neocapitalista yconstruyamos comunidades que lu-chen, con entusiasmo, por la justiciasocial universal.
Y, sobre todo, seamos constantes(una de las primeras razones que jus-tifican la necesidad de la comunidades, precisamente, la posibilidad decansarnos en la lucha, por lo cual esimprescindible el apoyo comunita-rio). Luchemos hasta cansarnos, ycontinuemos hasta cansarnos de can-sarnos. La revolución sólo será posiblecon hombres de ésos a los que se refe-ría el poeta Bertold Brecht:
«Hay hombres que luchan un día, yson buenos: hay hombres que luchanun año, y son mejores, hay hombresque luchan diez años, y son muy bue-nos; y hay hombres que luchan toda lavida, ésos son los imprescindibles».
1. Cfr. CAPILLA, L: La Comisión Trilateral. Elgobierno del mundo en la sombra. Ed. AcciónCultural Cristiana. Madrid, 1997.
2. Cfr. DÍAZ, C.: El libro del militante perso-nalista y comunitario. Ed. Mounier. Madrid,2000.
Notas
Hay hombres que luchan undía, y son buenos: hayhombres que luchan unaño, y son mejores, hayhombres que luchan diezaños, y son muy buenos; yhay hombres que luchantoda la vida, ésos son losimprescindibles.