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EL CABALLERO DE LA VIRTUOSA FIGURA: ARISTÓTELES, AQUINO Y EL QUIJOTE by DAKOTA MARÍA SÁNCHEZ LEONARD B.A., Franciscan University of Steubenville, 2016 A thesis submitted to the Faculty of the Graduate School of the University of Colorado in partial fulfillment of the requirements for the degree of Master of Arts Spanish Program 2019

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EL CABALLERO DE LA VIRTUOSA FIGURA:

ARISTÓTELES, AQUINO Y EL QUIJOTE

by

DAKOTA MARÍA SÁNCHEZ LEONARD

B.A., Franciscan University of Steubenville, 2016

A thesis submitted to the

Faculty of the Graduate School of the

University of Colorado in partial fulfillment

of the requirements for the degree of

Master of Arts

Spanish Program

2019

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© 2019

DAKOTA MARÍA SÁNCHEZ LEONARD

ALL RIGHTS RESERVED

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This thesis for the Master of Arts degree by

Dakota María Sánchez Leonard

has been approved for the

Spanish Program

by

Kathleen Bollard, Chair

Andrés Lema-Hincapié

Gabriel Zamosc

Date: May 18, 2019

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Leonard, Dakota María Sánchez (M.A., Spanish Program)

El Caballero de la Virtuosa Figura: Aristóteles, Aquino y el Quijote

Thesis directed by Associate Professor Kathleen Bollard

ABSTRACT

Esta tesina se trata de un análisis de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la

Mancha en que se evalúa la novela dentro del contexto de un hermenéutico aristotélico y tomista.

Las acciones de don Quijote y su escudero, Sancho Panza, se interpretan teniendo en cuenta la

filosofía de la virtud moral que propone Aristóteles en su Ética y Tomás de Aquino en su Summa

Theologiae. Todas las acciones tanto de don Quijote como de Sancho Panza son dirigidas a la

realización de una meta que es la práctica de la virtud y el logro del Cielo. La discusión tiene

como base las aventuras de los personajes, particularmente aquellas en cuales don Quijote

muestra un exceso o un defecto de la virtud aristotélica.

The form and content of this abstract are approved. I recommend its publication.

Approved: Kathleen Bollard

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This thesis is dedicated to my grandparents.

To Eloy and Frances Sanchez: It is through them that I discovered the joy and the beauty of the

Spanish language. It is the memory of them that makes my academic pursuits personal and

greatly meaningful.

To Tom and Irma Leonard: It is through their incredible generosity, love, and support that any of

this is possible. Their encouragement and unwavering pride are what get me through the day-to-

day challenges of academia.

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

CAPÍTULO

I. INTRODUCCIÓN.....................................................................................................................1

En contexto: Cervantes y los movimientos filosofico-teológicos de su época.........................1

La Ética y la Summa en el Quijote ..........................................................................................8

II. EL BIEN Y EL LOGRO DE LA FELICIDAD.......................................................................13

La felicidad y sus contrarios...................................................................................................13

Los fracasos de don Quijote y de Sancho Panza....................................................................16

III. LA VIRTUD MORAL .............................................................................................................25

La implementación de la virtud moral ....................................................................................25

Valentía/Fortaleza ...................................................................................................................28

Templanza ..............................................................................................................................37

IV. LA JUSTICIA..........................................................................................................................42

Los diferentes tipos de la justicias..........................................................................................42

Don Quijote, Sancho Panza y la justicia.................................................................................45

V. LA AMISTAD ....................................................................................................................................56

El mejor tipo de la amistad…..................................................................................................56

La evolución de la relación entre don Quijote y Sancho Panza .............................................59

VI. LA FELICIDAD ......................................................................................................................69

¿Qué es la felicidad?................................................................................................................69

La meta de don Quijote..........................................................................................................72

El rechazo de la caballería......................................................................................................76

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Conclusión….........................................................................................................................79

OBRAS CITADAS ..................................................................................................................................81

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CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN

En contexto: Cervantes y los movimientos filosofico-teológicos de su época

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, obra maestra de Miguel de Cervantes, ha

sido analizado por innumerables críticos. Estos críticos han examinado una lista aparentemente

exhaustiva de temas, a saber: el heroísmo, la moralidad, la locura, la motivación y el intelecto de

don Quijote; comparaciones con otras novelas de la época y con novelas modernas; y varias

interpretaciones de los personajes y sus papeles específico en la economía narrativa del Quijote;

los cuentos interpolados; la novela como una parodia de las novelas de caballería, picarescas, y

pastoriles. Lo que falta en la crítica del Quijote, sin embargo, es una evaluación de esos temas

dentro un contexto más fundamental, según el cual de que don Quijote obedece intencionalmente

a un sistema filosófico o un credo teológico. Eso no quiere decir que tales críticas no existen,

sino que las que sí existen fracasan al interpretar adecuadamente la intencionalidad de don

Quijote y que, por lo general, su intencionalidad está ampliamente ignorada y subenfatizada. En

esta tesina, propongo estudiar el Quijote de acuerdo con la moralidad y con la virtud de los dos

personajes principales, don Quijote y Sancho Panza y comprenderlos dentro de una hermenéutica

de la ética aristotélica y de la teología moral católica, específicamente en relación con la Summa

Theologiae de Aquino1. Aunque es imposible asegurar que no existe que discute la teoría de la

virtud en el Quijote o que los críticos no citen ni a Aristóteles ni a Aquino en sus análisis de

Cervantes, hay, sin duda, un vacío en la erudición cervantista sobre el Quijote en cuanto al

código ético o religioso o filosófico que predetermina las acciones de los protagonistas.

1 Citada como Summa desde este punto en adelante.

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En el Quijote el protagonista—Alonso Quijano—intenta crear una nueva vida para sí

mismo. Él se da el nombre de don Quijote y auto-proclama caballero andante. En esta nueva

vida, don Quijote persigue lo que él considera una vida de virtud. Aristóteles examina la virtud

junto con la justicia, con la amistad y con la felicidad en The Nicomachean Ethics2. Cuando se

analiza dentro del contexto de la ética aristotélica, don Quijote es un ejemplo de un hombre que

está buscando la virtud, pero que aún no la ha alcanzado. Se puede decir que don Quijote (y, a su

vez, Cervantes) está familiarizado con la filosofía de Aristóteles y que, en sus aventuras, está

tratando de obtener la virtud y la felicidad expuestas por Aristóteles. Don Quijote no es la única

persona en la novela que demuestra esta virtud (o la falta de ella). Sancho Panza, el escudero de

don Quijote, sirve como un complemento al protagonista. Es decir, cuando don Quijote

demuestra un concepto aristotélico, Sancho Panza demuestra lo contrario dentro de la misma

filosofía. Además, junto con la filosofía de Aristóteles, es importante analizar la novela en el

contexto de la teología moral católica que derive muchos precepto de la ética aristotélica. Los

ideales de don Quijote se forman desde la perspectiva de una cosmovisión cristiana,

específicamente católica; por lo tanto, es necesario tener eso en cuenta al evaluar su motivación y

objetivo para convertirse en un caballero andante.

Antes de examinar la novela según la filosofía de Aristóteles y la teología de Aquino, es

importante contexualizar el conocimiento de Cervantes sobre ambas figuras y sus ideas. No es

probable que Cervantes leyó la Ética de Aristóteles en la Griega original ni que leyó una

traducción directa. Sin embargo, se puede afirmar con confianza que estaba familiarizado con la

obra y que llegó a conocerlo a través de los comentarios de Aquino y otras figuras históricas

2 Citada como Ética desde este punto en adelante.

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importantes. Aparte de los comentarios de Aquino, también existían comentarios sobre la Ética

desde el siglo II (Adamson, 117). En los siglos I y II la discusión de la Ética fue, en su mayor

parte, entre estoicos y aristotélicos. Figuras importantes como Cicerón, Séneca y Aspasio

participaron en discusiones filosóficas y sus ideas, así como algunos de sus comentarios, se

mantuvieron en la conciencia erudita hasta el surgimiento del escolasticismo y del humanismo en

el siglo XVI (Adamson, 179). A pesar de estos primeros comentarios, el reconocimiento

generalizado del trabajo de Aristóteles en España data antes de su circulación en otros países

europeos. Debido a la influencia morisca en la Península Ibérica, Aristóteles fue estudiado en

España ya en 873, a través de filósofos como al-Fārābī, Avicenna, al-Ghazālī, Averroes y

Maimonides (Giletti, 23). Cuando los musulmanes conquistaron Egipto, Siria, Damasco y

Mesopotamia, también obtuvieron la ciencia y la filosofía que los cristianos habían estudiado en

esos lugares. Los filósofos árabes estudiaron las obras de Aristóteles e integraron las ideas

aristotélicas en sus propias obras y filosofías. Las traducciones de las obras de Aristóteles y

varios comentarios sobre esas obras (incluso los de filósofos occidentales y de filósofos árabes)

también se propagaron ampliamente a lo largo de la Edad Media y hasta el siglo XVI. Estas

obras, especialmente las relacionadas con la moralidad, fueron de la mayor importancia en la

cultura y en el mundo académico europeo. A.R.D. Pagden detalla la promulgación de la filosofía

moral de Aristóteles y afirma que: “Between the 1460s and the end of the following century,

Aristotle’s moral writings were widely and rapidly diffused in both popular and learned circles,

attaining a hitherto unprecedented intellectual importance” (289). A renglón seguido, Pagden

afirma que, en España, Aristóteles fue el filósofo más conocido. Una de las diferencias

principales entre la difusión del trabajo en España y en otros países europeos fue el idioma en

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que se conocía. En lugar de depender de traducciones griegas o latinas de la literatura clásica y

de la filosofía, los españoles tendían hacia las traducciones vernáculas, de ese modo haciéndolas

a disposición tanto del círculo intelectual como del popular (Pagden, 298). El hecho de que la

gente de España supiera de esta filosofía en su idioma nativo permitió una integración sencilla y

sin complicaciones de la filosofía en la cultura española. y la

El siglo XV provocó una nueva oleada de aristotelismo en el nivel universitario. Una gran

parte del plan de estudios en ese momento consistía en el canon de Aristóteles, que estaba

profundamente conectado con la escolástica y con la moralidad tomista: “By the end of the

fifteenth century an independent interest in Aristotle’s moral philosophy was well established at

the universities, although most of the teaching of moral philosophy was still done as part of the

commentary on Aquinas’s Summa” (Pagden, 310). La nueva oleada de aristotelismo trajo

consigo una discusión sobre la implementación apropiada de la filosofía moral de Aristóteles.

Por un lado, Aristóteles era considerado un autor cuyo trabajo tenía mérito, pero el valor retórico

del trabajo superaba su valor filosófico. Por otro lado, se sostenía que Aristóteles era un defensor

de la virtud natural; esta sería acaso la opinión más comúnmente sostenida por los españoles

(305-6). En España, la filosofía moral de Aristóteles se implementó como un medio de enseñanza

de la moralidad cristiana y, a fines del siglo XV, se publicaron muy pocas traducciones nuevas de

las obras de Aristóteles y la cultura avanzaba hacia textos teológicos, incluida la Summa de

Aquino y su comentario sobre la Ética.

Fue Juan Ferrer quien posibilitó la conexión entre las traducciones humanistas de la Ética

y los comentarios de Aquino. Al usar la traducción de Bruni junto con los comentarios de

Aquino, Ferrer “added many catchwords of the Bruni translation in addition to those referring to

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the medieval version” (Cranz, 170). Sobre la relación entre la Iglesia y el humanismo, Ángel del

Río declara, “En el campo de las ideas lo que da carácter al siglo XVI español es el intento de

cristianización del humanismo” (202). Los comentarios de Aquino sobre las obras de Aristóteles,

escritos originalmente en el siglo XIII, circularon ampliamente en Italia, en Francia y en España

en los siglos XV y XVI. Cuando se publicó la primera parte del Quijote en 1605, al menos ocho

de los comentarios de Aquino sobre la Ética habían sido promulgados por el Concilio de Trento

(Cranz, 163). Fue como resultado de este Concilio que se estableció el estatus y la reputación de

Aquino como teólogo de importancia significativa. Leo Elders explora la precisión de los

comentarios de Aquino en relación con la filosofía presentada por Aristóteles. Con respecto a la

Ética, Elders afirma que Aquino es preciso en un sentido literal pero que él incluye algunas

consideraciones teológicas (49-50). Los comentarios proponen la idea de que la filosofía de

Aristóteles y la fe cristiana, específicamente católica, son armoniosas entre sí. Martin R. P.

McGuire, reconociendo la importancia de la convergencia de Aquino y Aristóteles afirma:

It is the great achievement of St. Albertus Magnus and, especially, of St. Thomas Aquinas

to perceive the tremendous worth and potentialities of the new Aristotle, to interpret him

more accurately and critically through the use of new translations made directly from the

Greek, and on the basis of the knowledge and vision thus acquired to create a magnificent

synthesis of Christian thought in which theology itself was enriched and systematized,

and philosophy proper was given its own place of honor and its own autonomy. In this

elaboration of philosophy, natural theology, the science of God based on reason distinct

from Revelation, has a central place and gives ultimate meaning to man and his role in

the universe. (409)

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Con respeto al Quijote, la novela es una síntesis de la cultura de la época. Es decir que dentro de

la historia y a través de las aventuras de los protagonistas, Cervantes evalúa las tendencias

religiosas y filosóficas de su período. Robert Pasnau creó una línea de tiempo del “desarrollo y

declive del aristotelismo escolástico”3 en la que enumera seis etapas diferentes (669) y afirma

que la totalidad de la obra de Aristóteles estaba disponible en Paris (1200-1255) al mismo tiempo

en el que Aquino comenzó su propia escritura en Paris (~1245). Pasnau también señala la

importancia de Aquino por avanzar de la segunda etapa a la tercera. Para entender

completamente el contexto desde el cual Cervantes escribió el Quijote, es imperativo exponer los

conceptos filosóficos y teológicos que dieron forma a su visión del mundo. La obra de Aquino,

especialmente la Summa, integró la teología católica con la filosofía clásica, creando así una

cohesión entre el mundo pagano y el mundo cristiano. Mientras la Iglesia Católica prosperó en

España, Cervantes (1547-1616) nació en un tiempo de turbulencia en el interior de la Iglesia

Católica en su totalidad. La Iglesia estaba combatiendo las herejías que surgieron durante la

Reforma protestante y, para combatir estas herejías, se convocó un concilio ecuménico. El

Concilio de Trento se reunió periódicamente entre los años 1545 y 1563. El propósito del

Concilio era doble: reafirmar la doctrina de la Iglesia en respuesta a las herejías de la Reforma y

modificar la vida litúrgica y clerical de la Iglesia. Algunos asuntos doctrinales cubiertos por el

Concilio fueron la justificación, los sacramentos, el pecado original, la veneración de santos y de

reliquias, los días de fiesta y del ayuno y las indulgencias (Pohle). La Iglesia en España no

3 1. estudio de las obras lógicas sólo (500-1200); 2. expansión del canon (1200-1255); 3. articulación clásica (1255-1308); 4. innovación y experimentación (1308-…); 5. erudición humanística (1497-1637); y 6. eclipse por la filosofía corpuscular (1637-1700). Según esa línea de tiempo, la publicación de el Quijote se divide en dos períodos: innovación y experimentación (1308-presente) y erudición humanística (1497-1637).

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enfrentó tantos problemas en cuanto a varias herejías como en otras partes de Europa, pero la

Contrarreforma cuestionó la relación entre la fe católica y el humanismo del Renacimiento—un

problema especialmente relevante para los movimientos filosóficos en España.

La relevancia de la Iglesia Católica en España, relacionada con el Quijote, comienza

realmente un siglo antes del Concilio de Trento con Fernando e Isabel, "los Reyes Católicos". La

monarquía intentó unir la Iglesia y el Estado para restablecer el poder español en la Península

Ibérica. La Inquisición se implementó en 1478 para garantizar que los conversos, los nuevos

cristianos que se habían convertido del judaísmo o del islamismo, no volvieran a su fe original.

La Inquisición hizo más que establecer la unidad religiosa en España:

Compensating in some respects for the absence of a Spanish nationhood, a common

religious devotion had obvious political overtones…There was no sharp dividing-line

between religious and political achievements…every political or military triumph of the

new dynasty was raised to a new level of significance by a natural process of

transmutation into a further victory for the faith. (Elliott, 109)

La unificación de la Iglesia y el Estado provocó cambios radicales en la cultura española. Del

Río encapsula la cultura de España durante el reinado de los monarcas católicos al decir: “Por un

lado presenta un gran cohesión nacional; por otro, se empeña en salvar, vivificándolas con la

savia humanista, las concepciones morales y universalistas del medioevo. Extremo nacionalismo

basado en la absoluta unidad ideológica y extrema catolicidad o catolicismo” (194). La única

religión que podía practicarse abiertamente era el catolicismo y, eventualmente, los judíos y los

moriscos fueron expulsados de España en 1492.

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Don Quijote es una síntesis de la cultura de la época. Es decir, Cervantes expresa

brillantemente el énfasis humanista y renacentista en el individuo a través de la búsqueda de la

felicidad individual de don Quijote al mismo tiempo que articula la filosofía escolástica y el

catolicismo ortodoxo a través del deseo de don Quijote de merecer la virtud y el cielo.

La Ética y la Summa en el Quijote

Como se dijo anteriormente, el propósito de esta tesina es evaluar la novela de Cervantes,

Don Quijote, en el contexto de la filosofía moral de Aristóteles junto con la teología moral

católica. Aunque es improbable que Cervantes leyera la Ética en el griego original, estaba

familiarizado con las ideas presentadas por Aristóteles por medio de varias traducciones y de

varios comentarios. El aristotelismo, tanto humanista como escolástico-tomista, se arraigó en la

cultura de la época. Era evidente en la literatura, la religión, la política y la educación de España.

En el análisis de la novela sería una locura ignorar el hecho de que la intención de Cervantes era

escribir una parodia de las novelas de caballerías. La aplicación de la ética aristotélica y tomista

a la historia no disuade de la parodia de la novela, sino que realza las características de la farsa.

Don Quijote imita a los caballeros andantes de la ficción caballeresca con el fin de merecer los

mismos honores que ellos recibieron y para alcanzar la felicidad y el Cielo. La parodia aquí

radica en el hecho de que los caballeros de papel y de tinta que él lee no son reales; ellos no

enfrentan las mismas tentaciones ni experimentan las mismas desventajas que le presenta el

mundo de don Quijote. Él lee sobre un mundo idealizado e intenta imponer una versión

romántica del mundo en la España de finales del siglo XVI y principios del XVII. Es por esa

razón que él identifica su propio tiempo como una "Edad de Hierro" y desea restaurarla con una

"Edad de Oro". Al evaluar el Quijote dentro de la hermenéutica de la ética aristotélica y la

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teología moral católica, es posible definir el objetivo y las motivaciones de las acciones de don

Quijote.

En el prólogo a la parte I, Cervantes se distancia de su propia novela llamándose a sí

mismo “padrastro” y reconociendo los diversos “defectos" de la novela (Cervantes, 7). En el

prólogo, Cervantes relata la historia de la escritura del prólogo y la dificultad que experimentó

para saber cómo escribir un prólogo apropiado para el Quijote y expresa sus dudas a su amigo:

Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que

llaman vulgo, cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio

del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un

esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda

erudición y doctrina; sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro,

como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de

sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los

leyentes, y tienen a sus autores por hombre leídos, eruditos y elocuentes? ¡Pues qué,

cuando citan la Divina Escritura, no dirán sino que son unos Santos Tomases y otros

Doctores de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han

pintado un enamorado destraído, y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un

contento y un regalo oílle, o leelle! (Cervantes, 8)

Cervantes también declara claramente que su propósito al escribir el Quijote es crear una parodia

de los novelas de caballería. La capacidad de Cervantes para crear una parodia exitosa proviene

de su habilidad para distinguir entre lo que es real y lo que se idealiza en las novelas de

caballerías (Keniston, 106). Al integrar la virtud aristotélica y la moralidad católica, Cervantes

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crea en su protagonista una personificación de la cultura filosófica y teológica española. Dado

que don Quijote imita a los caballeros andantes del pasado, su personaje es una yuxtaposición del

código caballeresco de la Edad Media y la actitud individualista del Renacimiento. Aunque

Cervantes solamente cita directamente a Aristóteles y a Aquino por nombre en el Quijote (es

decir, menciona a ambos hombres pero nunca cita las ideas ni de Aristóteles ni de Aquino), la

influencia que tiene los dos en la cosmovisión de Cervantes es evidente a través del desarrollo de

tanto don Quijote como Sancho Panza y en la búsqueda de la virtud, de la felicidad y del cielo de

don Quijote. Como expone Federico Sánchez Escribano en su artículo “Cervantes’ Literary

Achievement”, “The fundamental literary theory of Cervantes is based on Aristotle and Horace

in accordance with how they were interpreted at that time. They were inevitable to all European

writers of the sixteenth and seventeenth centuries. The Spanish novelist himself mentions

Aristotle and Horace by name or quotes without quotations the two masters and guides of all

who penned anything” (426). El aristotelismo, ya sea desde un punto de vista humanista o desde

la perspectiva escolástica, es evidente en todo el Quijote y, para interpretar adecuadamente la

novela, es imperativo reconocer la influencia de Aristóteles en Cervantes.

Desde el principio de la novela, el lector espera encontrar ejemplos de la virtud

aristotélico/tomista tanto en don Quijote como en Sancho Panza. Cervantes explica al lector, “Yo

no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado

caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza,

su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva

de los libros vanos de caballerías están esparcidas” (12). Esta declaración enfatiza la importancia

de Sancho Panza en la misión de don Quijote y para la novela en su totalidad. Sancho Panza

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actúa como el escudero y compañero de don Quijote en la peregrinación del amo hacia la

felicidad y el Cielo. Sancho, sin embargo, tiene un papel mucho más importante que un simple

escudero. También actúa como la voz de la razón en muchos casos, como una persona dispuesta

a contradecir a don Quijote y sus ideas a menudo absurdas, y como otro ejemplo de un hombre

que busca la virtud, pero de una manera diferente a la de su maestro. Los dos personajes sirven

como: “símbolo de los dos polos eternos de la naturaleza humana: el polo ideal de la ilusión y el

polo práctica del interés” (del Río, 223). Una de las diferencias principales entre la primera parte

y la segunda parte del Quijote es la caracterización de Sancho Panza. Lo que algunos críticos

llaman "la quijotización de Sancho" realmente es el crecimiento de Sancho de un personaje

pasivo a un personaje activo. En otras palabras, en la primera parte de la novela, Sancho acepta

pasivamente las aventuras de don Quijote y no se defiende contra las consecuencias de las

acciones. Por ejemplo en I.17, como resultado de que don Quijote abandonó la posada de Juan

Palomeque sin haber pagado, Sancho recibe el castigo de “levantarle en alto y a holgarse con él,

como con perro por carnestolendas” (Cervantes, 137). Sancho rechaza la explicación de don

Quijote de que los hombres que mantearon a Sancho estaban encantados y le anuncia a su amo:

“Y lo que yo saco de limpio de todo esto es, que estas aventuras que andamos buscando, al cabo

al cabo, nos han de traer a tantas desventuras…Y lo que sería mejor y más acertado, según mi

poco entendimiento, fuer el volvernos a nuestro lugar…” (140). A pesar de su deseo de regresar a

su aldea, Sancho es convencido por la retórica de don Quijote quien defiende la caballería y a los

caballeros andantes. Sancho continúa acompañando a don Quijote. Sin embargo, en la segunda

parte, Sancho no se convence tan fácilmente con la defensa de las aventuras de su maestro.

Cuando don Quijote regresa de la cueva de Montesinos y le cuenta a Sancho sobre su encuentro

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con Durandarte y Montesinos, Sancho responde con duda: “Pero perdóneme vuestra merced,

señor mío, si le digo que de todo cuanto aquí ha dicho, lléveme Dios, que iba a decir el diablo, si

le creo cosa alguna” (635-36). Además, Sancho obtiene la independencia cuando se le otorga la

gobernación de la ínsula. El crecimiento de este personaje también será una parte decisiva del

camino de Sancho hacia la virtud.

A través de las aventuras de don Quijote y Sancho Panza, los dos ganan en virtud. Don

Quijote sale de su hogar y de su pueblo en busca de aventuras y de experiencias que lo ayudarán

en su viaje hacia la virtud y el logro del Cielo. Don Quijote imita las novelas de caballerías para

realizar acciones virtuosas y crear un hábito de virtud. Al hacerlo, se conforma tanto con la idea

de virtud de Aristóteles como con la de Aquino y la Iglesia Católica. El papel de Sancho Panza,

como escudero y luego como amigo, es ayudar al don Quijote en la peregrinación hacia la virtud.

Por medio de la relación entre don Quijote y Sancho, el escudero también empieza en su propio

camino hacia la virtud. Durante su búsqueda, don Quijote nunca alcanza su último deseo: la

virtud perfecta. Sin embargo, en su lecho de muerte, don Quijote vuelve a la realidad y muere

una buena muerte cristiana. Es en sus momentos finales que don Quijote alcanza la virtud

perfecta y alcanza el cielo. La virtud de don Quijote y Sancho Panza debe reconocerse en el

marco de la ética aristotélica y la teología moral católica. El propósito de este análisis es, en

resumen, que don Quijote ejemplifica a una persona que vive su vida en busca de la virtud y la

verdadera felicidad.

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CAPÍTULO II

EL BIEN Y EL LOGRO DE LA FELICIDAD

La felicidad y sus contrarios

A través del Quijote, tanto don Quijote como Sancho Panza trata de obtener la felicidad.

A pesar de sus mejores esfuerzos, ninguno encuentra ni la felicidad ni la verdadera virtud en sus

aventuras. Se puede atribuir, al menos un parte de su fracasas, a la incapacidad de los dos para

reconocer la verdadera felicidad. Ambos personajes tienen como fin algún tipo de felicidad

incompleta en lugar de la felicidad que se obtiene a través de la perfección de la virtud.

Aristóteles evalúa numerosas virtudes dentro del contexto mayor de la virtud moral, la

virtud intelectual, la justicia, el placer, la felicidad y la amistad, y asigna sus propias definiciones

a cada concepto. Todos estos conceptos están dirigidos hacia el Bien que Aristóteles define como

la felicidad. Aclara que el bien humano es lo que el hombre desea para sí mismo y es el fin

último de todas las acciones. Para Aristóteles, la felicidad consiste en la participación del hombre

en acciones que contribuyen tanto al bien de una persona como al bien de la comunidad. En sus

propias palabras “…happiness seems, however, even if it is not god-sent but comes as a result of

virtue and some process of learning or training, to be among the most godlike things; for that

which is the prize and end of virtue seems to be the best thing in the world, and something

godlike and blessed” (I.9.1099b14-18)4. Aristóteles reconoce que la virtud, o la vida virtuosa, es

difícil de alcanzar, porque es algo divino en el sentido de que la virtud está más allá de la

capacidad humana normal. Los humanos tienden a los placeres en lugar de la verdadera virtud

entonces, el hombre que puede dirigir su vida a la virtud y alcanzar la felicidad se participa en

4 Todas las citas de Aristóteles, a menos que se indique lo contrario, son de la Ética a Nicomaquea (~siglo IV aC)

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algo divino. El bien humano supremo es la felicidad y toda la virtud está dirigida hacia ese fin

último: “As he [Aristotle] saw it, man has natural appetites and impulses that sometimes become

excessive but which he can control through an exercise of the will. Humans are essentially

rational beings able to improve themselves morally through education and practice” (Massing,

65). Aristóteles sostiene que una persona no es virtuosa a menos que practique la virtud. En otras

palabras, entender la teoría y la filosofía de la virtud no es suficiente; también es necesario actuar

de acuerdo con la virtud en la vida cotidiana.La felicidad no es la mera diversión, sino el fin de

una vida totalmente virtuosa.

Siguiendo a Aristóteles, en la Summa Theologiae (1485) Aquino afirma que, “Happiness

is called man’s supreme good, because it is the attainment or enjoyment of the supreme good” ST

I-II.3.1.). Aquino, al añadir lo que Leo Elders5 identifica como una consideración teológica,

define un poco más: “Final and perfect happiness can consist in nothing else than the vision of

the Divine Essence” (ST I-II.3.8). Es decir, la felicidad es la Visión Beatífica, el logro del Cielo,

la unidad con Dios. El fin último es el cumplimiento de todo el deseo temporal y la felicidad no

puede alcanzarse mientras que el hombre sigue deseando o buscando algo (ST I-II.1.7, I-II.3.8).

El hombre debe orientar su deseo y sus acciones hacia el fin supremo. Según Aristóteles, el Bien

que desea el hombre está, en última instancia, orientado hacia su fin. Ese fin del hombre es Dios,

el cual es la primera causa de todo bien (ST I.6.2). Al igual que la ética aristotélica, la teología

moral católica enseña que la virtud es necesaria para alcanzar el fin último que, en la fe católica,

es el Cielo.

5 “The Aristotelian Commentaries of St. Thomas Aquinas”: Elders evalúa si los comentarios de Aquino sobre las obras de Aristóteles son fieles a la filosofía propuesta por Aristóteles. Llega a la conclusión de que sí, son fieles a la filosofía en una manera literal y que las únicas adiciones que Aquino hace a la Ética son algunas consideraciones teológicas.

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La idea que tiene don Quijote del bien supremo difiere de las de Aristóteles y de Aquino,

pero mantiene los mismos principios. Don Quijote declara que la paz “…es el mayor bien que

los hombres pueden desear en esta vida” (Cervantes, 345). Con respeto a la divinidad de la

virtud, don Quijote coloca la virtud de las letras divinas por encima de letras y de armas porque,

según él, el fin de ayudar a las almas a merecer el Cielo no puede ser superado (345). A pesar de

su evaluación de la paz como el mejor bien que el hombre puede desear en lugar de la felicidad o

el Cielo, su posición se armoniza con las de Aristóteles y Aquino. Es decir: don Quijote sostiene

que la paz es el mayor bien, porque la paz fue “…las primeras buenas nueva que tuvo el mundo y

tuvieron los hombres…” (345). Después de esta afirmación defiende el carácter virtuoso de los

soldados al decir que, a pesar de que ellos no recibieron los salarios o los honores que merecen,

continúan luchando por el bien común. Además, don Quijote entiende el principio de que la mera

comprensión de la virtud no es suficiente para que un hombre sea considerado virtuoso. De esta

manera, él integra la idea de Aristóteles de la necesidad de practicar la virtud en su propia vida.

Como la vida de las letras es sólo una vida de comprensión y una vida de armas es una vida de

comprensión y de práctica, don Quijote sale de su casa para buscar aventuras y, a su vez, la vida

más virtuosa posible. Ricard Castells da validez al anterior enunciado: “…las armas representan

no sólo un trabajo del cuerpo, sino que—igual que las letras—también se deben considerar un

trabajo del entendimiento” (44). Desde la perspectiva de don Quijote, mientras que él

simplemente está leyendo novelas de caballería, no está practicando la virtud que sería capaz de

demostrar y de ejercer. Su objetivo inmediato es reintroducir el orden y la virtud en el mundo y

lo hace por medio de la orden de caballería andante: “…el decía que la cosa de más necesidad

tenía el mundo era de caballeros andantes, y de que en él se resucitase la caballería

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andatesca” (Cervantes, 64). Don Quijote considera que la época en la que vive es de hierro y

anhela renovar su propia época a una edad de oro donde la virtud sea natural y omnipresente.

Este deseo conformar con el objetivo del cristianismo de solidaridad entre la humanidad:

depender unos de otros para garantizar la justicia social (McGrath, 369). Para alcanzar este

objetivo, don Quijote busca aventuras en las que puede demostrar su virtud con el fin de darles

un ejemplo a aquellos con quienes entra en contacto.

Los fracasos de don Quijote y de Sancho Panza

Al convertirse en un caballero andante, don Quijote intenta practicar y desarrollar la

virtud y se adhiere tanto a la filosofía de Aristóteles como a la teología de Aquino con respeto al

Bien. En el primer libro de la Ética, Aristóteles afirma que la felicidad es el resultado de

practicar la virtud (I.9.1099b15) y, por su parte, Aquino enfatiza la necesidad de habituar la

virtud para cultivar la bondad (ST I-II.55.1-3). En su artículo “Don Quijote and Moral Theology:

What a Knight and His Squire Can Teach Us About Christian Living,” Michael McGrath resume

lo que define una buena acción según la doctrina católica:

According to traditional Catholic teaching, the three criteria by which an act is judged

morally good are object, end, and circumstances. The object of an act is what a person

chooses to do. The end is the motive of the act, or, in other words, why a person does the

act. The circumstances refer to the external conditions of the act; for example, when,

where or how a person acts. In order for a human act to be considered good, its object,

end, and circumstances must prove to be good. (364)

McGrath impone una condición a la bondad de las acciones de don Quijote: el libre albedrío es

necesario para tomar decisiones y tomar decisiones por la razón correcta. Sin embargo, el libre

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albedrío puede verse afectado por variables externas que impiden que una persona use la razón

correcta. McGrath sugiere que la bondad de cada una de las acciones de don Quijote se evalúe

caso por caso porque cada objeto, cada fin y cada circunstancia son diferentes. También deja

claro que el resultado de sus acciones es irrelevante en el análisis de la virtud de don Quijote. Por

ejemplo, en la primera salida de don Quijote a la aventura, él se encuentra con un labrador (Juan

Haldudo) golpeando a su sirviente (Andrés). Don Quijote percibe la golpiza de Andrés como

injustificada y decide intervenir. Más tarde, don Quijote se entera (I.31) de que su participación

en la disputa llevó a que Juan Haldudo a golpeara a Andrés con más fuerza. En el momento de la

acción, sin embargo, el objeto, el fin y la circunstancia de don Quijote son buenos y actúa de

acuerdo con la razón correcta. Por lo tanto, este acto particular es considerado moralmente

bueno. No obstante, debido a que frecuentemente le falta la razón, a veces don Quijote no puede

cumplir con las condiciones para un acto moralmente bueno y una forma de vida virtuosa. Ralph

Hayward Keniston sintetiza esta interpretación: “His [don Quijote] deeds are those of a madman;

his ideals are those of as true and noble a gentlemen as ever lived” (106). Es decir que la locura

de don Quijote es lo que le impide vivir una vida que corresponda a la virtud aristotélica o

tomista.

En su discusión del Bien humano, Aristóteles diferencia la felicidad de la riqueza, del

honor, y del placer, que son tipos de la felicidad incompleta. En relación con la riqueza,

argumenta que esta no puede ser la felicidad debido al hecho de que la riqueza siempre se desea

por el bien de otra cosa (I.5.1096a5-7). Los que confunden el placer con la felicidad viven vidas

que pueden compararse con las de las bestias (I.5.1095b17-20). El honor, según la filosofía de

Aristóteles, es una forma de felicidad incompleta porque no es autosuficiente puesto que requiere

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la presencia de otro. Debido a que el honor depende del reconocimiento del mérito por parte de

otros, puede ser quitado y, por el contrario, la verdadera felicidad no puede ser quitada (I.5 .

1095b23-30). Aquino también comenta sobre este tema y sostiene que es imposible que la

felicidad consista en el placer, en el honor o en la riqueza. El placer se deriva de la felicidad

entonces, la felicidad del hombre no puede consistir en el placer. Es decir, el hombre sólo puede

experimentar deleite si, de alguna manera, ha experimentado un bien apropiado (ST I-II.2.5). La

felicidad no puede consistir en la riqueza, porque la riqueza no se busca por sí misma (ST I-II.

2.1). Aquino argumenta que un hombre es considerado honorable sólo cuando hay en él una

excelencia discernible y reconocible. Por lo tanto, es posible que el honor sea el resultado de la

felicidad, pero sigue siendo imposible que la felicidad se componga únicamente de honores.

Ahora bien, es lógico que el honor sea mal interpretado como felicidad porque “…honor is given

to a man on account of some excellence in him” (ST I-II.2.2).

En lo que respecta al Quijote, la discusión sobre el honor como una forma de felicidad

incompleta reviste la mayor importancia. Aristóteles explica que “…people of superior

refinement and of active disposition identify happiness with honor…” (I.5.1095b23-24) y que

“…men seem to pursue honor in order that they may be assured of their merit” (I.5.1095b27-28).

A pesar de su búsqueda de la verdadera felicidad, don Quijote identifica erróneamente el honor

con la felicidad. Admira a los caballeros andantes de las novelas de caballería por el honor que

merecen y lo desea para sí mismo—tanto honor como admiración. Aunque don Quijote anhela el

Cielo, no lo desea por sí mismo, sino por el honor que él cree que vendrá con el logro del Cielo.

Sin embargo, sí reconoce una diferencia entre su objetivo y en las metas de los caballeros

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andantes en las novelas de caballería. Después de citar a varios caballeros famosos y sus grandes

hazañas, declara:

Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama que

los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos

merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de

atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes,

que la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza—la cual fama,

por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin

señalado. (Cervantes, 530)

En lugar de desear el Cielo en cuanto unión con Dios, don Quijote anhela que su propia

excelencia en la virtud sea reconocida por Dios. A pesar de sus mejores esfuerzos y, no obstante,

no se preocupa por la fama o por los honores temporales, don Quijote falla al conformarse con el

ideal de perfecta felicidad de Aristóteles. Además, debido a que combina honor y felicidad y que

desea la virtud debido al honor, don Quijote no merece la felicidad de Aquino (ST I-II.2.4). En

cada una de las acciones de don Quijote, incluso las más ridículas, él está intentando ejercer la

virtud y, a su vez, merecer la felicidad y ganar la salvación. Él hace todo lo posible, incluso

arriesgando su propia vida (al menos, desde su perspectiva), para asegurar una vida eterna.

Sergio H. Bocaz compara al protagonista en The Old Man and the Sea (1952) de Ernest

Hemingway (1899-1961) con don Quijote y ve en común que “They take life in a most male

fashion; they give meaning to their lives and existence by a strenuous human approach, by

showing their stamina in fighting life, thus earning their immortality” (49). Aun cuando don

Quijote no es necesariamente interesado en la misma fama o los mismos honores que recibieron

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los caballeros andantes como Amadís de Gaula o Orlando Furioso, él ve la caballería como su

camino apropiado hacia el Cielo: “…pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los

caminos por donde lleva Dios a los suyos al Cielo. Religión es la caballería, caballeros santos

hay en la gloria” (532). La caballería le da a la vida de don Quijote un significado en el sentido

de que le proporciona un medio para lograr su objetivo, pero, dado que don Quijote busca el

honor en lugar de la felicidad y no busca el Cielo por el bien del Cielo, finalmente no tiene éxito.

J.M. Sobré defiende la fascinante idea de don Quijote como un “héroe al revés” o, en

otras palabras “…la antítesis del héroe épico” (128)6. Para su argumento, Sobré utiliza el ideal

tradicional de un héroe: “…an important character in an epic incarnating values in an extreme

degree” (128). Es precisamente en el análisis de don Quijote como un héroe donde es más

evidente su fracaso para alcanzar la perfección de la virtud. Es decir, si el papel de un héroe es

encarnar los valores en un grado extremo, don Quijote falla al ser el héroe de su propia historia

porque no logra encarnar la virtud. A lo que muchos críticos se refieren y discuten como una

yuxtaposición de la lucidez de don Quijote y de su locura, o de la realidad y la fantasía, es

realmente una demostración de que don Quijote se fracasa al actuar virtuosamente. El sentido en

que Sobré utiliza la palabra “extremo” es pertinente en esta discusión. Los héroes para don

Quijote, los caballeros andantes de las novelas de caballería, ofrecen ejemplos extremos (quizás

incluso poco realistas) de cómo comportarse virtuosamente. Aristóteles afirma que la mimêsis

(imitación) es una tendencia humana natural; la humanidad desea crear arte que refleje la

realidad para así comprender mejor la realidad (Shields). Don Quijote está imitando a los héroes

de las novelas de caballería e imponiendo el mundo de la caballería andante y de la

6 Mi traducción

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caballerosidad en su realidad, en lugar de ver las novelas caballerescas como reflejos de la

realidad. Incluso los detalles aparentemente irrelevantes son imitados sin ninguna duda. Por

ejemplo, don Quijote no lleva dinero con él, porque “…él nunca había leído en las historias de

los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído” (Cervantes, 36). De este modo, al

mezclar la realidad con la ficción, don Quijote se convence de que es un proveedor de virtudes.

Él no se ve a sí mismo como alguien que está imitando un género literario, sino más bien como a

alguien que se debe imitar. Se compara con los caballeros andantes que tanto admira y, porque

admira y modela su propio comportamiento al de ellos, cree que el resto de los que viven en el

“Edad del Hierro” seguirán el ejemplo de él y sus compañeros caballeros andantes.

Aunque don Quijote aparentemente carece de razón, tiene momentos de intensa lucidez a

lo largo de sus aventuras. Cada uno de estos momentos ocurre cuando don Quijote habla de la

virtud asociada con vivir una vida de caballería. En la primera parte de la obra, pronuncia un

discurso a los pastores en el que explica los aspectos negativos de la edad en la que viven y

recuerda la “Edad de Oro” del pasado (Cervantes, 87-90). Este discurso evidencia la motivación

y la inspiración detrás de la búsqueda de la virtud de don Quijote. Ralph Hayward Keniston

explora la idea de Cervantes en relación con la Edad de Oro para ciertos griegos, observando que

“Cervantes belonged in spirit to the golden, heroic days; he saw that one thing these knights

possessed was true: their enthusiastic devotion to their ideal!” (106). Cervantes inculca estos

mismos ideales en su protagonista; de la misma manera como los caballeros andantes de la

antigüedad, don Quijote está comprometido verdadera y sinceramente con sus ideales. Más

adelante en la primera parte, pronuncia su famoso discurso sobre las armas y las letras en el que

evalúa las ventajas y las desventajas de vivir una vida de armas frente a una vida de letras. Él

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compara las dos vidas en términos de tiempo, de inteligencia, de coraje y de peligro para la salud

humana y concluye que el estilo de vida de las armas requiere más virtud (Cervantes, 345-8). En

esta instancia, don Quijote habla con franqueza sobre el papel que asume como caballero andante

y enumera las formas en que una vida de armas es más peligrosa y más capaz de ocasionar una

virtud más alta que una vida de letras. Su justificación de esta afirmación es esencialmente que

una persona de letras simplemente entiende la filosofía de la virtud, mientras que una persona de

armas practica la virtud. Don Quijote regresa a este tema al comienzo de la segunda parte

cuando intenta justificar su deseo de ser un caballero andante: “Más agora ya triunfa la pereza de

la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica

de la practica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y en los

andantes caballeros” (Cervantes, 488).

Durante la Reforma Protestante, los medios para la justificación fueron un tema

altamente polémico. Aunque unos primeros teólogos habían propuesto la idea de la justificación

sólo dependía de la fe (sola fide), no fue hasta la insistencia de Martín Lutero con respecto a la

enseñanza que ganó fuerza y se convirtió en un tema de debate entre los cristianos (Hurst, 125).

En su A Treatise on Christian Liberty (1520), Lutero sostiene que, debido a la justificación

divina, los cristianos no tienen necesidad de hacer obras de caridad con el fin de demostrar que

son dignos del Cielo (Magill, 339). En respuesta, el Concilio de Trento (1545-1563) declaró

como dogma que la justificación es provocada por la fe del hombre, por la contrición de los

pecados, por el bautismo, por el sacramento de la penitencia, por las buenas obras (la caridad) y

también por muchas otras condiciones y también que es un acto que sólo Dios mismo puede

realizar (Pohle). En pocas palabras, la diferencia entre la idea reformista sobre la justificación y

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la idea contrarreformista sobre la justificación se puede explicar como la fe sola frente a la fe y

las obras. Como respuesta a las afirmaciones protestantes de que la Iglesia enseñaría únicamente

la justificación por las obras, la doctrina de la Iglesia contra-argumenta que ser justificado

solamente ocurre cuando las obras se dirigen al Bien que tienen valor moral; la persona que

realiza las obras debe estar dispuesta y tener la intención de trabajar hacia el Bien en sus

acciones (Pohle). McGrath declara que “While Don Quijote’s and Sancho Panza’s actions may

not be viewed as moral in every instance, if morality is judged by the physical order, i.e. the

result of the action, both the knight and his squire seek to grow closer to God through their

actions” (368). Al convertirse en un caballero andante, don Quijote se ajusta a la enseñanza

católica de que tanto la fe como las obras son necesarias para merecer la salvación. Sancho

Panza también comparte este viaje, porque ayuda a don Quijote en sus aventuras y, al hacerlo,

participa activamente en su propia peregrinación hacia la felicidad y el Cielo.

El deseo de felicidad y del Cielo no pertenece exclusivamente a don Quijote, sino

también a su escudero, Sancho Panza. En muchos sentidos, Sancho Panza crea una complemento

al deseo de don Quijote en que cuando don Quijote cae en el vicio del exceso, Sancho cae en el

vicio del defecto y viceversa. De la misma manera como don Quijote confunde el honor con la

felicidad, Sancho confunde la riqueza y el placer con la felicidad. Se caracteriza por su deseo de

comer y su repetido interrogatorio a don Quijote sobre la ínsula que este le había prometido. Sin

embargo, cuando Sancho finalmente recibe su ínsula, la gobierna con gran virtud y justicia. Él

ejemplifica la vida cristiana: “The guiding principles with which Sancho resolves the

disagreements between the peasant and the tailor, the two old men, and the woman and the rich

cattleman are based on the squire’s belief in God and respect for the dignity of others” (McGrath,

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370). La referencia hecha a la esperanza de vida eterna de Sancho al final de su cargo de

gobernador recuerda la afirmación de don Quijote al Cielo al comienzo de la segunda parte de la

novela (Cervantes, 530). En sus propias búsquedas de virtud, don Quijote y Sancho Panza

fracasan de diferentes maneras y, aunque ni don Quijote ni Sancho Panza alcanzan la virtud a

través de las aventuras, ambos personajes crecen en virtud. En otras palabras, ambos aprenden

que la felicidad no puede equipararse con el honor ni con la riqueza.

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CAPÍTULO III

LA VIRTUD MORAL

La implementación de la virtud moral

La manera en que don Quijote intenta implementar la práctica de la virtud moral en su

vida cotidiana es, quizás, la parte más importante de esta discusión. Es decir, su aplicación de la

virtud moral no sólo afecta la manera en que él vive su propia vida, sino que las acciones de don

Quijote tienen consecuencias, tanto beneficiosas como perjudiciales, para quienes se encuentran

en sus muchas aventuras. La complementariedad de Sancho Panza y don Quijote es más evidente

en el ejercicio de la virtud moral. Sancho muestra su defecto de las virtudes morales, mientras

que don Quijote impone las virtudes morales hasta el punto de exceso. Especialmente en relación

con las virtudes de la valentía y de la templanza, don Quijote y Sancho confirman su incapacidad

para actuar de acuerdo con la virtud perfecta. Pero, al mismo tiempo, también exhiben su deseo

de conformarse con la virtud para que puedan alcanzar la felicidad y el Cielo. A pesar de que la

motivación tanto de don Quijote como de Sancho no siempre es el Bien, se demuestra que son

dos hombres que se esfuerzan por alcanzar la virtud.

En la Ética, Aristóteles explica la virtud moral en tres capítulos. En el primero, define la

virtud moral y explora lo que la virtud moral implica implica en la vida de una persona. Afirma

que la virtud se adquiere por costumbre, por la repetición de los actos correspondientes (II.

1.1103a24-26) y explica que aprende la virtud a través de la participación en actos virtuosos. Es

decir, el hombre no está naturalmente dotado con la perfección de la virtud moral, sino que debe

entrenarse para actuar de acuerdo con la razón, adquiriendo así un hábito de la virtud. La

perfección de la virtud completa la naturaleza del hombre. Aristóteles también explica que la

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virtud reside en un espectro y que la verdadera virtud está en el medio entre el vicio de defecto y

el vicio de exceso: “By the intermediate in the object I mean that which is equidistant from each

of the extremes, which is one and the same for all; by the intermediate relatively to us that which

is neither too much nor too little—and this is not one, nor the same for all” (II.6.1106a29-33).

Ambos vicios están situados en contradicción al medio y, para que el hombre alcance el

intermediario (es decir, la virtud), debe decidir conscientemente actuar contra su inclinación

hacia el exceso o defecto. Un hombre sabrá cuándo ha alcanzado un estado de virtuosidad porque

le complacerá realizar y participar en actos virtuosos (II.3.1104b4). La definición de Aristóteles

de un acto virtuoso consta de tres condiciones: (1) el conocimiento, (2) la elección de las

acciones por su propio bien, y (3) la elección debe derivar del estado de carácter del hombre (II.

4.1105a30-34). Estado de carácter quiere decir lo que hace bueno al hombre; la virtud moral de

una persona está determinada por su estado de carácter. Con respecto al tema de la elección,

Aristóteles discute el acto de deliberación y dice que la elección es, “deliberate desire of things

in our own power” (III.3.1113a10). Según Aristóteles, el hombre usa su capacidad de deliberar

para elegir entre la virtud y el vicio y está naturalmente inclinado hacia lo bueno.

De acuerdo con Aristóteles, Aquino afirma que la virtud es resultado del hábito (ST I-II.

55.1). Sin embargo, hay ciertas virtudes (las virtudes teológicas, la fe, la esperanza y la caridad),

cuya causa principal es Dios y el hombre consiente en recibir estas virtudes por medio de la

infusión de Dios (ST I-II.55.4). En una discusión similar a la de Aristóteles, Aquino sostiene que

la formación de un hábito de virtud depende de la capacidad de uno para decidir actuar de

acuerdo con la inclinación hacia el bien y, en su comentario sobre la Ética, dice: “Moral virtue

operates by inclining in a determined way to one thing as nature does. Indeed custom becomes

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nature” (106). Aquino sostiene que el hombre está naturalmente inclinado hacia el bien y hacia la

razón; por lo tanto, la virtud consiste en que el hombre actúe de acuerdo con el bien y con la

razón correcta. Además, él también sostiene que el vicio es en contra a la virtud en que “the vice

of a thing seems to consist in its not being disposed in a way befitting its nature” (ST I-II.71.1)

mientras que la virtud es la perfección de la naturaleza humana. Aquino cita a Aristóteles en su

propia discusión acerca de si las virtudes morales observan el medio y agrega que la virtud debe

estar en el medio porque el mal consiste en oponerse a la razón ya sea por sobrepasar la medida

de la razón o por no alcanzarla (ST I-II.64.1). La virtud moral se relaciona con la facultad

apetitiva del hombre. Es decir, la virtud moral de un hombre está determinada por la capacidad

del hombre para actuar habitualmente en oposición a su tendencia hacia el mal (la

concupiscencia) y, para perfeccionar estas virtudes, el hombre debe cultivar y practicar la virtud.

En su búsqueda de la virtud perfecta y el bien mayor, don Quijote intenta vivir su vida

según las ideas de virtud de Aristóteles y Aquino. Tanto don Quijote como Sancho Panza

entienden el concepto de la virtud que reside en la media entre defecto y exceso. Al comienzo de

la segunda parte de la novela, Sancho le dice a Sansón Carrasco, “Y más, que yo he oído decir, y

creo que a mi señor mismo, si mal no me acuerdo, que en los estremos de cobarde y de temerario

está el medio de la valentía…” (506). Aunque su objetivo es alcanzar la máxima virtud, don

Quijote, por lo general, cae en el vicio de exceso (sin embargo, hay ciertos casos en que exhibe el

vicio de defecto). A pesar del fracaso final de don Quijote para lograr la virtud de la que hablan

tanto Aristóteles como Aquino, su integridad y dignidad son evidentes en su intento de alcanzar

la virtud. Hay mucha discusión sobre el heroísmo, o falta de ella, de don Quijote: ¿Es un héroe o

un tonto? Aquellos que creen que él es un héroe están dispuestos a mirar más allá de sus acciones

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que son aparentemente imprudentes: “Critics who insist on the great values incarnated in the

knight must consider his madness under a positive light: Don Quixote is a complete fool; his

folly, however, is the most sublime of virtues in this rotten world; therefore, Don Quixote is

saintly, a sublime hero…” (Sobré, 219). A diferencia de los caballeros andantes de as novelas de

caballerías, para don Quijote no hay ni batallas reales para luchar ni villanos para derrotar. Más

bien, la batalla contra la que debe pelear don Quijote es interna y debe derrotar a dos villanos: el

vicio del defecto y el vicio del exceso.

Valentía/Fortaleza

Para Aristóteles, el valor es el medio de dos variables: la intrepidez y la confianza. Es

decir, un hombre que cae en cualquiera de los vicios podría demostrar un exceso o un déficit de

valentía o de confianza. El hombre que exhibe un exceso de intrepidez no tiene nombre pero

sería considerado un loco y el hombre que exhibe un exceso de confianza se llamaría temerario.

El hombre cobarde es el hombre que teme todo y carece de confianza; se caracteriza por su

desesperación (III.7.1115b24-1116a5). El hombre que teme las cosas apropiadas por las razones

apropiadas en las circunstancias apropiadas es el hombre valiente (III.7.1115b16-20). Reconoce

que hay algunas cosas que son correcto de temer, por ejemplo, males como la desgracia, la falta

de amistad, la pobreza, la enfermedad y la muerte; la muerte es la más temible (III.7.1115a10-14,

26-28). La muerte es también el peligro más noble de la guerra y el hombre valiente no teme ni

siquiera la muerte en la batalla. Aristóteles identifica cinco disposiciones diferentes que, a

menudo, se malinterpretan como valentía: (1) el valor aparente del soldado ciudadano, (2) el

conocimiento, (3) la pasión, (4) la sanguinidad y (5) la ignorancia. En la discusión sobre la virtud

de don Quijote, la evaluación de Aristóteles del soldado ciudadano y de la pasión serán las más

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importantes. Del soldado ciudadano, dice que los ciudadanos corren del peligro para evitar las

sanciones y que su valor es el más parecido al valor auténtico porque, “…it is due to virtue; for it

is due to shame and to desire of a noble object (i.e. honor) and avoidance of disgrace” (III.

8.1116a26-28). Respecto a la pasión, Aristóteles dice que la pasión se compara frecuentemente

con la valentía porque el hombre valiente es apasionado y que la pasión ayuda a los hombres a

ser capaces de actuar noblemente (III.8.1116b24-1117a5). Cuanta más virtud posee un hombre,

está más dispuesto de elegir acciones nobles incluso a costa de perder sus bienes o su vida.

La idea que tiene Aquino de la valentía, que él identifica como fortaleza, es similar a la

de Aristóteles, pero incluye una distinción teológica. Esa distinción es que la fortaleza es

necesaria para alcanzar el Cielo y que implica la defensa de todas las demás virtudes. La

fortaleza es una virtud porque se ajusta a la razón humana, ya que para superar los obstáculos

que pueden impedir que el hombre actúe de acuerdo con la razón, la fortaleza es necesaria (ST II-

II.123.2). Respecto a la objeción de que el fin de la fortaleza no es bueno en sí mismo, Aquino

sostiene, “…we must conclude that the brave man intends as his proximate end to reproduce in

action a likeness of his habit, for he intends to act in accordance with his habit: but his remote

end is happiness in God” (ST II-II.123.7). De acuerdo con la división de Aristóteles de las cinco

disposiciones que se pueden confundir con el verdadera valentía o la fortaleza, Aquino dice que

es posible que un hombre realice un acto valiente sin tener la virtud de la fortaleza. También

discute la importancia de la fortaleza en la batalla al afirmar que los peligros que el hombre

encuentra en la guerra son para la protección del bien común y que el fin de la guerra es la paz.

En su comentario sobre la Ética, Aquino señala que la fortaleza permite al hombre virtuoso huir

del deshonor o al soportar las penalidades por el bien del honor y de lo bueno (183). Agrega, en

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la Summa, que la ira es útil para el hombre valiente siempre que esté controlada por la razón

correcta y también se opone a la idea de que el hombre no debe usar la ira como ayuda en la

acción porque es “something weaker and more imperfect” (ST II-II.123.10). Finalmente, Aquino

clasifica la fortaleza entre las virtudes mayores porque protege la justicia y porque el miedo a la

muerte tiene el poder de hacer que el hombre actúe en contra de la razón.

Don Quijote no es la única persona en la novela que está familiarizada con los libros de

caballerías: “The novels of chivalry serve as the framework, the common ground, which all the

characters share” (Vital Sirias, 19). Edwin Williamson propone dos niveles de locura en Don

Quijote. El primer nivel consiste en el hecho de que don Quijote cree que las novelas de

caballerías son verdaderas y el segundo en la creencia que él mismo puede convertirse en un

caballero andante. Su locura real se manifiesta en el segundo nivel porque don Quijote no es el

único personaje que cree en las novelas de caballería y los caballeros andantes. El ventero de la

“venta mágica”, Juan Palomeque, también cree que las historias que se cuentan en las novelas de

caballerías son ciertas y auténticas. Acerca de Juan Palomeque, Cardenio le susurra a Dorotea,

“…según da indicio, él tiene por cierto que todo lo que estos libros cuentan pasó ni más ni menos

que lo escriben, y no le harán creer otra cosa frailes descalzos” (Cervantes, 287). Cuando el cura

intenta decirle a Juan Palomeque que las novelas son ficticias, Juan responde, “¡No piense

vuestra merced darme papilla, porque, por Dios que no soy nada blanco! ¡Bueno es que quiera

darme vuestra merced a entender que todo aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y

mentiras, estando impreso con licencia de los señores del Consejo Real…” (287). La caballería

es la manera en la que don Quijote practica la virtud en su vida cotidiana en lugar de

simplemente leer la teoría de la virtud en las novelas. Él cree que los caballeros andantes

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defienden y preservan la mayor forma de virtud. Por eso, don Quijote imita las novelas de

caballerías y los caballeros: “…Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y

enamorados caballeros, a quien debemos de imitar…el caballero andantes que más le imitare,

estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería” (210). A lo largo de la novela, don

Quijote cita varias razones para elegir la caballería como su camino hacia la virtud y la felicidad.

Por ejemplo, en el discurso de don Quijote en la venta mágica expone sus opiniones con respecto

a vivir una vida de letras frente a una vida de armas. Profundiza en las virtudes y disposiciones

necesarias tanto del soldado como del alumno y compara las dos vidas en términos de la valentía,

del tiempo, de la inteligencia y de la salud. Don Quijote revela su creencia de que una vida de

armas es la mejor manera de alcanzar la virtud y el Cielo. Él justifica esta afirmación al asegurar

que el fin de la guerra y de la vida de las armas es la paz y que la paz es lo que Cristo alentó y les

enseñó a sus discípulos, por lo tanto, debe ser el camino más directo al Cielo. Como se evidencia

en este discurso, las acciones de don Quijote están dirigidas hacia el final del Cielo: “…siendo

buen cristiano en la caballería se gana también el cielo” (Alonso, 335). De acuerdo con las ideas

de Aristóteles y de Aquino sobre la virtud de la valentía, específicamente la valentía que el

soldado requiere durante la guerra, en su discurso, don Quijote argumenta, “Y lo que más es de

admirar, que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro

ocupa su mesmo lugar…otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes: valentía y

atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra” (Cervantes, 349).

Sin embargo, don Quijote nunca encuentra una guerra real en sus aventuras: “Don Quijote’s first

adventure is precisely the fact that he has no adventures” (Sobré, 127). Como resultado de la

falta de una guerra verdadera, don Quijote inventa aventuras y situaciones como sustitutos de las

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guerras que los verdaderos soldados y los caballeros de las novelas encuentran. En la infame

aventura con los molinos de viento, don Quijote lucha contra lo que él percibe como gigantes y

lo hace para brindar “…gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la

tierra” (Cervantes, 67). El discurso sobre las armas y las letras prueba que el objetivo principal

de don Quijote es alcanzar la felicidad y alcanzar el Cielo y pretende hacerlo al convertirse en un

caballero andante y presentarse como un hombre virtuoso y un buen cristiano.

Después de que don Quijote y Sancho Panza salen de su tierra por la segunda vez, se

encuentran con un carro con leones y, después de una conversación, don Quijote convence al

carretero que libere al león. Todos los presentes, excepto el carretero, se apartan del camino del

león por temor razonable. Al liberarse el león, don Quijote espera el ataque en una posición de

batalla. Sin embargo, el león nunca lo ataca. Más bien, el león simplemente se da vuelta y regresa

al carro, mostrándole su parte trasera a don Quijote. Aunque algunos afirman que esto no es una

prueba verdadera de la valentía que tiene don Quijote porque el león no presentó un peligro real,

eso es irrelevante en la evaluación de su virtud. Él no sabe cuál será la acción del león y cree

sinceramente que está arriesgando su vida para demostrar su valentía. Edith Rogers compara

varias opiniones del episodio con los leones con el papel de "leones pacíficos" en la literatura

clásica y llega a la conclusión de que el simbolismo del león que no ataca a don Quijote se pierde

en las audiencias modernas. Ella sostiene que el episodio pretende ser simplemente una

extensión de la parodia de las novelas de caballerías. Aunque, por supuesto, las características

paródicas del episodio son importantes, también sirve como ejemplo del intento de don Quijote

de practicar la virtud. El objetivo de don Quijote es poner a prueba y demostrar su valentía y

fortaleza y, como demuestran las palabras del carretero en su intento de apaciguar al caballero,

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tiene éxito: “Vuesa merced, señor caballero, se contente con lo hecho, que es todo lo que puede

decirse en género de valentía…La grandeza del corazón de vuela merced ya está bien declarada”

(Cervantes, 587). El carretero aplaca efectivamente a don Quijote y al mismo tiempo le

convence de que ha demostrado un valor auténtico. Después de su encuentro con los leones, don

Quijote cambia su nombre de Caballero de la Triste Figura al Caballero de los Leones para

revelar mejor su valentía y, al hacerlo, anunciar al mundo que su virtud es digna de ser

reconocida. La valentía de don Quijote, sin embargo, no corresponde a las ideas ni de Aristóteles

ni de Aquino. El carretero sirve como la voz de razón al decir, “Señor caballero, los caballeros

andantes han de acometer las aventuras que prometen esperanza de salir bien dellas, y no

aquellas que de en todo la quitan. Porque la valentía que se entra en la juridición de la temeridad,

más tiene de locura que de fortaleza” (584). El carretero dice esto en respuesta a Sancho cuando

está defiendo a don Quijote y dice que su amo está atrevido, no loco y, tal como lo advierte el

carretero, don Quijote demuestra el vicio del exceso. Aristóteles asocia la virtud de la valentía

con la audacia y con la confianza y, en este caso, don Quijote supera tanto la audacia como la

confianza. Por lo tanto, según Aristóteles, sería considerado un loco temerario. El carretero

incluso reconoce la falta de virtud de don Quijote y su opinión de don Quijote es evidente en sus

declaraciones aparentemente contradictorias. El fin inmediata de la lucha de don Quijote contra

el león es demostrarse valeroso. Aquino hace la distinción de que la fortaleza le permite a un

hombre soportar dificultades por el hecho de lo bueno. En este caso, sin embargo, don Quijote se

enfrenta a la dificultad (es decir, luchar contra un león) sobre sí mismo. Él no protege a los

demás del peligro, sino que, al persuadir al carretero para que libere al león de su jaula, introduce

el peligro en una situación que, de otra manera, es segura.

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El ejemplo quizás más humorístico y extremo de la tendencia de don Quijote hacia el

exceso está en la aventura con los batanes. En sus andanzas, él y Sancho Panza se encuentran

inseguros de lo que les espera; está oscuro afuera y todo lo que oyen es un gran ruido que viene

de más allá en su camino. Don Quijote decide hacer alarde de su valentía y, en lugar de esperar

hasta la mañana para descubrir qué está causando el ruido, decide arriesgar su vida para

descubrir el misterio de inmediato. Sancho lo desaconseja, dando a conocer su miedo. No

obstante, don Quijote procede con su plan original:

…la escuridad, el ruido del agua con el susurro de las hojas, todo causaba horror y

espanto…Pero don Quijote, acompañado de su intrépido corazón, saltó sobre Rocinante,

y embarcando su rodela, terció su lanzón, y dijo: ‘Sancho amigo, has de saber que yo nací

por querer del cielo en esta nuestra edad de hierra, para resucitar en ella la de oro…Yo

soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos

hechos…Pues todo esto que yo te pinto, son incentivos y despertadores de mi ánimo, que

ya hace que el corazón me reviente en el pecho, con el deseo que tiene de acometer esta

aventura… (157)

Contrariamente a lo que don Quijote califica de la valentía, él exhibe lo que Aristóteles define

como temeridad. El hombre temerario es el que “exceeds in confidence about what really is

fearful…” (III.8.1115b29). Además, Aristóteles explica la temeridad que lo caracteriza como un

exceso de intrepidez y el deseo de parecer valiente al imitar las acciones de los hombres

verdaderamente valientes. A pesar de la manifestación de don Quijote del vicio del exceso en

esta virtud particular, actúa por la pasión que Aristóteles admite que puede compararse al valor:

“Passion also is sometimes reckoned as courage; those who act from passion, like wild beasts

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rushing at those who have wounded them, are thought to be brave, because brave men are also

passionate; for passion above all things is eager to rush on danger” (III.8.1116b24-27). La pasión

de don Quijote deriva de su aspiración de llevar una vida de virtud. Debido al hecho de que sus

ideales provienen de las novelas de caballerías, imita la valientes acciones de los caballeros

andantes con la esperanza de que lo lleven al cumplimiento de la virtud. Lo hace también con la

esperanza de alcanzar la salvación. Él entiende que la fortaleza es necesaria para alcanzar el

Cielo y que implica la defensa de todas las demás virtudes. Sancho Panza, en contraste directo

con don Quijote, demuestra el vicio de defecto en esta instancia. Cervantes aprovecha la

oportunidad de usar el “humor del baño” para establecer el grado de la cobardía de Sancho. En

reacción al sonido de los mazos de batán y a la posibilidad de una muerte inminente, se orina. En

lugar de vencer el miedo a la muerte o las lesiones, como lo hace don Quijote, sucumbe a su

miedo y pierde su capacidad para controlar las funciones corporales. La aventura de los mazos de

batán crea la situación perfecta en la que el lector puede colocar tanto a don Quijote como a

Sancho Panza en el espectro de virtud de Aristóteles. Esta aventura es representativa de las

virtudes y de los vicios de ambos protagonistas y del hecho de que se oponen uno al otro. Es

decir, donde don Quinto se encuentra en exceso, Sancho se encuentre en defecto.

En contraste directo con la disposición y la temeridad de don Quijote para arriesgar su

vida por el bien común o en nombre de la caballería, está Sancho Panza y su cobardía. Durante el

tiempo que don Quijote y Sancho pasan con los duques, participan en una partida de caza.

Aunque es simplemente una pista ideada por el duque y la duquesa para engañar tanto a don

Quijote como a Sancho para desencantar a Dulcinea, la fiesta encuentra un jabalí. Sancho tiene

una reacción muy diferente a la vista del jabalí que el resto de la partida de caza:

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Sólo Sancho, en viendo al valiente animal, desamparó al rucio y dio a correr cuanto pudo.

Y procurando subirse sobre una alta encina, no fue posible. Antes, estando ya a la mitad

dél, asido de una rama, pugnando subir a la cima, fue tan corto de ventura y tan

desgraciado, que se desgajó la rama, y al venir al suelo, se quedó en el aire, asido de un

gancho de la encina, sin poder llegar al suelo, y viéndose así, y que el sayo verde se le

rasgaba, y pareciéndole que si aquel fiero animal allí allegaba le podía alcanzar, comenzó

a dar tantos gritos y a pedir socorro con tanto ahinco, que todos los que le oían y no le

veían creyeron que estaba entre los dientes de alguna fiera. (Cervantes, 708)

Una vez que Sancho está liberado del árbol por su amo, él explica que no entiende la necesidad

de cazar a un animal que tiene la capacidad de tomar la vida. Él avanza su argumento diciendo

que la caza no es necesaria y que no se debe disfrutar de una actividad que involucra matar a un

animal inocente. La refutación del duque es, “…el ejercicio de la caza de monte es el más

conveniente y necesario para los reyes y príncipes que otro alguno. La caza es una imagen de la

guerra. Hay en ella estratagemas, astucias, insidias para vencer a su salvo al enemigo” (709).

Luego pasa a enumerar las dificultades que deben soportar los cazadores, la mayoría de las

cuales coinciden con la descripción de la vida de un soldado de don Quijote. Por lo tanto, la

partida de caza, aunque es una aventura artificial inventada por el duque y la duquesa, actúa

como otra sustitución de la guerra por don Quijote. Por un lado, Sancho Panza demuestra, una

vez más, el vicio del defecto, la cobardía, en lo que respecta a la valentía. Por otro lado, don

Quijote, en su intento de demostrar su virtud, actúa como uno espera que actúe durante una

partida de caza al perseguir al jabalí.

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Templanza

Según Aristóteles, la templanza es una virtud relacionada con los mismos placeres

corporales—específicamente el deleite en los placeres asociados con los sentidos del tacto y del

gusto—que los animales comparten en común con los hombres (III.10.1118a23-26). Se

caracteriza por el control de los apetitos, algunos de los cuales son naturales, como el deseo de

comer y beber. Aristóteles afirma que, “To delight in such things, then, and to love them above

all others is brutish” (III.10.1118b3-4). En los apetitos naturales, solo es posible superar el deseo

y los que anhelan un exceso de comida y bebida se llaman “belly-gods” porque se llenan con

más de lo necesario (III.11.1118b15-20). En relación con la templanza, el vicio del exceso es la

intemperancia y el hombre destemplado es guiado por sus apetitos. El vicio del defecto es la

insensibilidad; un vicio que rara vez se encuentra. Aristóteles también distingue entre un exceso

de placeres y un exceso de dolor y afirma que un exceso de placer constituye auto-indulgencia y

culpabilidad, mientras que el hombre que evita un exceso de dolor es auto-indulgente. El hombre

templado acepta voluntariamente la ausencia de placeres. En contraste, el hombre destemplado

anhela los placeres corporales y se preocupa cuando carece de lo que anhela (III.

1118b32-1119a5). Además, Aristóteles distingue entre el hombre que excede en su deseo de

placer natural y el hombre que excede en su deseo de placeres particulares y enumera tres

maneras en que el hombre auto indulgente puede tener un deseo excesivo: (1) complacerse en la

manera incorrecta (2) disfrutar de algo de lo que no se debe obtener placer, y (3) deleitarse con

algo más que la mayoría de las personas (III.1118b23-28). La templanza es una indicación de que

un hombre ha ordenado su vida de acuerdo con la razón.

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La templanza, para Aquino, es una virtud asociada con la razón correcta y sirve para

evitar que el hombre actúe solamente de acuerdo con sus pasiones y apetitos (ST II-II.141.3). Al

igual que Aristóteles, Aquino sostiene que la templanza, o moderación, tiene que ver con los

placeres corporales. Es, en su esencia, la virtud que controla los impulsos del hombre hacia

aquello que es placentero. La manifestación de la verdadera templanza es armoniosa con la

naturaleza humana en el sentido de que se ajusta a la razón correcta. De la misma manera que la

fortaleza tiene que ver con el miedo y la audacia, la templanza tiene que ver con el deseo y el

placer: “…temperance, which denotes a kind of moderation, is chiefly concerned with those

passions that tend towards sensible goods…and consequently with the sorrows that arise from

the absence of those pleasures” (ST II-II.141.3). Aquino también identifica la insensibilidad y la

intemperancia como vicios o pecados, relacionados con la templanza y discute la intemperancia

como un "pecado infantil" (II-II.142.2). En el comentario de Brian Davies sobre la Summa,

enfatiza la conexión de Aquino entre la moderación y la templanza y resume la templanza como

la moderación del placer físico (275). La templanza, por lo tanto, es necesaria en la práctica de

toda virtud para que el hombre tenga la capacidad de moderar entre el exceso y el defecto y

apunte al medio.

Desde el comienzo de la novela, la naturaleza destemplada de don Quijote es evidente. La

razón misma de sus aventuras es el resultado de la cantidad excesiva del placer que siente al leer

las novelas de caballerías. Ignora sus deberes y, en su lugar, dedica su tiempo a la lectura:

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso…se daba a

leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el

ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad

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y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembrada para comprar libros

de caballería en que leer, y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos…

(Cervantes, 22)

Carl Good sostiene que todas las aventuras de don Quijote están motivadas por su adhesión a la

"ley de la literatura”. Es decir, que el caballero está tan dedicado a los libros de caballerías que

modela su vida en las de los heroes y les permite guiar todas sus acciones (53). Sin embargo,

pierde la marca porque don Quijote no cumple con la “ley de la literatura”; no está solamente

imitando ciegamente las acciones de los caballeros ni está intentando seguir el mismo arco

narrativo que las novelas de caballería sino que él reconoce la virtud y la bondad de los

caballeros e imita la moralidad que exhiben. El argumento de Good fracasa cuando él afirma

que, “…the hidalgo’s imitation f the law of literature is not only choosy about what is imitated by

also excessive: an imitation of what was not strictly there in the original. In his faithfulness to the

law of literature, don Quijote literally goes beyond this law” (57). Lo que Good percibe como

"excesivo" es evidencia de que don Quijote se inspiró en los caballeros de los que lee; no es,

como argumenta Good, evidencia de que don Quijote haya fracasado en su intento de seguir la

“ley de la literatura”. Sería imposible para él imitar las novelas acción por acción porque él no

vive en el momento en que fueron ambientadas. En cambio, se ve obligado a crear sus propias

aventuras e imaginar a sus propios encantadores, lo que lleva a compensar en exceso su falta de

verdadera aventura. Good reconoce, sin embargo, es una naturaleza de exceso en don Quijote. El

excesivo deleite de don Quijote por los libros de caballerías hace que se vuelva loco y crea que

puede imitar la virtud de los caballeros en su propia época.

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Al seguir la filosofía de Aristóteles, don Quijote se muestra auto-indulgente porque el

placer que obtiene de los libros de caballerías es más de lo que obtienen los demás. Más que

simplemente complacerse con las novelas, don Quijote cree que su deber es recrear historias en

su propio mundo: “En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento

que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento

de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el

mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras…” (Cervantes, 25). Es destemplado

porque se deja consumir por aquello de lo que disfruta, es decir, las novelas de caballerías. En

lugar de permitir que la razón correcta guíe sus acciones, don Quijote es víctima de sus pasiones

y muestra el vicio del exceso con respecto a la virtud de la templanza. Nuevamente, es útil

comparar a don Quijote con Juan Palomeque. El posadero también disfruta de las novelas

caballerescas, pero no con el mismo exceso que don Quijote. Juan Palomeque defiende su placer

en las novelas al decir, “…no seré tan loco que me haga caballero andante, que bien veo que

ahora no se usa lo que se usaba en aquel tiempo, cuando se dice que andaban por el mundo estos

famosos caballeros” (289). El deleite de Juan Palomeque, a diferencia de don Quijote, está

guiado por la razón correcta. Aquino pone mucho énfasis en el papel de la moderación en la

práctica de la temperancia, un rasgo que don Quijote no tiene en lo que respecta a las novelas de

caballerías. Debido a que el hombre destemplado no ha cultivado la habilidad de moderar el

placer para encontrar el medio, la incapacidad de don Quijote para moderar su deseo de los libros

de caballería es, en última instancia, la base de su fracaso en las otras virtudes.

La templanza es otra virtud en la que el contraste entre don Quijote y Sancho Panza es

evidente. Don Quijote no se fija en los placeres corporales. Sancho Panza, por el contrario, se

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deleita en el placer corporal, especialmente en la comida y la bebida. En su encuentro con los

pastores, tanto don Quijote como Sancho aceptan la comida que se les ofrece, pero Sancho

continúa tomando incluso después de haber satisfecho su sed: “Sancho, asimesmo, callaba y

comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que, porque se enfriase el vino, le

tenían colgado de un alcornoque” (Cervantes, 90). En las bodas de Camacho, Sancho está

enamorado del festín de los alimentos y la libación:

Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contemplaba, y de todo se aficionaba. Primero le

cautivaron y rindieron el deseo las ollas, de quien él tomara de bonísima gana un mediano

puchero. Luego le aficionaron la voluntad los zaques y últimamente las frutas de sartén…

Y así, sin poderlo sufrir ni ser en su mano hacer otra cosa, se llegó a uno de los solícitos

cocineros, y con corteses y hambrientas razones le rogó le dejase mojar un mendrugo de

pan en una de aquellas ollas. (609)

Sancho, de nuevo, llena su plato con más de lo necesario, demostrando así el vicio del exceso en

relación con la templanza. Don Quijote, por el contrario, come solo lo necesario. Amado Alonso

se refiere al apetito de don Quijote como una muestra de moderación y templanza, “…don

Quijote comía con admirable moderación y templanza…Ninguna de esas citas que comiera sin

moderación o con sensualidad…No hay por qué dudar que alguna vez tuviera don Quijote

complacencia en comer, ya que era hombre; pero su complacencia no era de carácter

goloso” (343). En el caso de la comida, Sancho es el que cae en el vicio, mientras que don

Quijote, inspirado por los caballeros en sus libros, es capaz de encontrar el medio entre la

intemperancia y la insensibilidad y practicar la virtud de la templanza.

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CAPÍTULO IV

LA JUSTICIA

Los diferentes tipos de la justicia

Estrechamente relacionada con el tema de la virtud es el de la justicia. A través de la

novela, se hace evidente la importancia de tanto la idea que tiene don Quijote de la justicia como

el impacto que tiene la idea católica de que la piedad pesa más que la justicia. En los discursos de

don Quijote—específicamente sobre la edad de oro y el debate entre las armas y las letras—él

explica el objetivo de la caballería, su opinión sobre la manera de llevar una vida virtuosa y su

motivación para convertirse en un caballero andante. Don Quijote hace saber que, debido a que

es un caballero andante, es su deber cumplir la ley natural, incluso si eso significa que debe

ignorar la ley gubernamental. Los críticos han examinado el Quijote tiendo en cuenta el sentido

de justicia que sostiene el protagonista. Algunos han llegado a la conclusión de que don Quijote

se adhiere a una idea obsoleta de la justicia7 y otros discuten su sentido de la justicia como algo

eterno y, por lo tanto, no están sujetos a las reglas del hombre8. Don Quijote no descuida por

completo las leyes gubernamentales de su tiempo, sino que intenta imponer una ley que

promueve la imparcialidad y permite a los hombres actuar de acuerdo con la Bondad.

La justicia, según Aristóteles, es el ejercicio completo de la plenitud de la virtud porque

va más allá del ejercicio de la virtud en relación con uno mismo y requiere el ejercicio de la

virtud con los demás (V.I.1129b26-33). Los actos justos siempre son actos virtuosos: “…all men

mean by justice that kind of state of character which makes people disposed to do what is just

7 Roberto González Echevarría “The Knight as Fugitive from Justice: Closure in Part One of Don Quijote” 2006; Miguel García-Posada “El episodio quijotesco de los galeotes: Ambigüedad lingüística y significación” 1981.

8 Fidel Fajardo-Acosta “Don Quijote y las maquinas infernales: vanidad del ejercicio de las armas” 1989

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and makes them act justly and wish for what is just…” (V.1.1129a7-9). Todos los actos injustos

también se relacionan con otro vicio que no sea la injusticia. Por ejemplo, el acto de adulterio

puede estar relacionado con la injusticia o con la auto-indulgencia dependiendo de las

circunstancias y de la disposición del individuo (V.2.1130a23-35). Con respecto al medio entre

los dos vicios, la justicia difiere de las otras virtudes. Es un medio entre dos vicios en el sentido

de que siempre se relaciona con otra virtud, pero la justicia en sí misma no tiene un vicio de

exceso. El vicio del defecto en relación con la justicia es la injusticia. Aristóteles también

distingue entre el tipo de justicia relacionado con la virtud en conjunto y lo que sólo concierne a

una parte de la virtud (la justicia particular). Él diferencia entre lo ilegal y lo injusto. Para

explicar esta distinción, utiliza la analogía de la relación entre una parte y un todo. En otras

palabras, al igual que toda una parte pertenece a la totalidad pero no toda la totalidad pertenece a

la parte, también lo que es injusto es también ilegal pero no todo lo que es ilegal es injusto (V.

21130b8-13). La justicia a la que se refiere la legalidad generalmente se relaciona con la justicia

en su conjunto porque el propósito de la ley es promover el bien común y asegurar que los

ciudadanos vivan de acuerdo con todas las virtudes (también se llama justicia legal). La justicia

particular está relacionada específicamente con la justicia distributiva en el sentido de que se

refiere a la asignación de honor, riqueza y cualquier otra cosa que pueda dividirse (V.

2.1130b1-3). Dentro de su definición de la justicia particular, Aristóteles distingue nuevamente

entre dos tipos: distributivo y punitivo. Luego divide la justicia punitiva, o la justicia de la

rectificación, en voluntaria e involuntaria, citando transacciones como ventas, préstamos y

compras como voluntarias porque su origen es voluntario. Las transacciones involuntarias se

etiquetan de este modo porque son clandestinas o implican fuerza. Transacciones como el robo,

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el asalto, el encarcelamiento, el asesinato y el insulto se consideran, para la víctima, involuntarias

(V.2.1130b30-1131a9). En resumen, por un lado, la justicia legal se refiere a la virtud en su

conjunto; es decir, se incumben al bien común. Por otro lado, la justicia particular, se refiere a

bienes que son divisibles. Esta división es importante, porque Aristóteles identifica el bien

común como algo que puede ser compartido por todos sin ser disminuido.

Aquino está de acuerdo con la justicia aristotélica en que Aquino también afirma que la

justicia es una virtud en relación con otras personas porque implica la igualdad y el hecho de que

los actos justos son siempre actos virtuosos. Argumenta que la justicia regula las operaciones

humanas pero de una manera diferente a la virtud de la templanza en que la justicia se refiere a

las operaciones en lugar de las pasiones. Él dice que la definición correcta de justicia es, “…a

habit whereby a man renders to each one his due by a constant and perpetual will” (ST II-II.

58.1). Aquino también distingue entre justicia legal y justicia particular. Sostiene que la justicia

legal está dirigida hacia el bien común y que la justicia particular está dirigida hacia las

relaciones del hombre con los demás. Mientras que la justicia legal tiene que ver con el bien de

la comunidad, la justicia particular tiene que ver con el bien de la persona (ST II-II.8.7). Debido a

que la justicia es la práctica de la virtud en relación con los demás, sólo se refiere a objetos y

acciones externas (ST II-II.58.8). En su comentario sobre la Ética, Aquino hace referencia a la

justicia y el medio entre el vicio del exceso y el vicio del defecto y explica que, según

Aristóteles, “…it [la justicia] can be called a mean by reason of its effect inasmuch as it

constitutes a mean, since its act is a just operation which is a mean between doing what is unjust

and bearing the unjust” (316-7). También discute el significado de la justicia en la Summa, y

declara que la justicia es el verdadero medio en el sentido de que es el intermedio entre mayor y

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menor, es decir, la igualdad. Él coloca la justicia legal como la mayor virtud porque lo que está

destinado al bien común es también superior al que está destinado solamente al bien del

individuo. En el caso de la justicia particular, también trasciende las otras virtudes por dos

razones. Primero, porque la justicia está en el apetito racional, en lugar del apetito sensible, que

es la parte más excelente del alma. Segundo, porque se preocupa por el bien de otro más que por

el bien propio (ST II-II.58.12). En la discusión de la justicia, también es importante identificar la

injusticia, su contrario y su vicio. La injusticia que es contraria a la justicia legal condena el bien

común. Por lo tanto, todos los vicios están relacionados y tienen el carácter de la injusticia

porque rechazan el bien de la comunidad (II-II.59.1). Aquino nota que, “To suffer an injustice

and to do an injustice are contraries” (II-II.59.2) y que es mejor sufrir o aguantar una injusticia

que hacer una injusticia a otro.

Don Quijote, Sancho y la justicia

Don Quijote cree que el objetivo y el propósito de la caballería es garantizar la justicia y

la paz en el mundo. Es la tarea de los soldados y de los caballeros andantes ser ejemplos de la

virtud, administrar justicia y hacer la voluntad de Dios:

Quiero decir que los religiosos, con todo paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra,

Pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola

con el valor de nuestros brazos y filos de nuestros espadas, no debajo de cubierta, sino al

cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano y de los

erizados yelos del invierno. Así, que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por

quien se ejecuta en ella Su justicia. (101)

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A lo largo de la novela, muchas veces en conversación con Sancho, don Quijote explica su idea

de la justicia y el papel que desempeña la caballería en la ejecución de la justicia en el mundo. Él

dice que los caballeros andantes deben entender la justicia en todas sus formas, tanto particular

como legal “…para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene” y que deberían entender

la teología “…para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente,

adondequiera que le fuere pedido” (593). Las opiniones de don Quijote con respecto a la

caballería hablan en un nivel mayor de su misión como un todo. La función de la caballería es

doble, como lo es la tarea de don Quijote: restablecer la virtud en el mundo y tener como fin la

felicidad final y el Cielo. Él elige la caballería debido a esta misma similitud; escoge la vocación

que tiene la misma meta que él. Don Quijote también tiene un deseo idealista de regresar a un

pasado en que la ley era armoniosa con la virtud y con la ley natural.

De nuevo, es relevante hacer referencia al discurso de don Quijote sobre las armas y las

letras. Describe el fin de las letras como la regulación de la justicia distributiva (345). Esto está

en armonía con las definiciones de la justicia legal de Aristóteles y de Aquino. Don Quijote, sin

embargo, cree que las armas son superiores a las letras porque “…they struggle for peace outside

of the guarantees of law, while letters bring about merely a form of distributive justice within

legal institutions” (Good, 62). Don Quijote, en su discusión sobre las armas y las letras, expresa

su preocupación y su falta de confianza en la ley gubernamental, la justicia legal. Es decir, él no

cree que las letras (o sea, la justicia distributiva) son un medio suficiente para garantizar la

justicia. Más bien, él cree que es necesario incluir también la práctica de las armas para

proporcionar la justicia y la paz porque los hombres de armas tienen la capacidad de ejecutar la

ley natural junto con la ley gubernamental. En el discurso de la Edad de Oro, don Quijote

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implica un desacuerdo con la ley moderna y la manera en que se aplica. Opina que en su edad se

aplica la justicia legal sin restricciones y por capricho del individuo en lugar de una base en

virtud (90). Aristóteles y Aquino argumentan que el propósito de la justicia legal es garantizar la

promoción del bien común y que los ciudadanos vivan de acuerdo con la virtud. Don Quijote, en

este discurso, sugiere que la ley de su edad ya no se respeta eso y que es su proprio deber

restablecer el sentido apropiado de la justicia en el mundo. Por lo tanto, la idea de justicia de don

Quijote a veces no tiene en cuenta la ley gubernamental, específicamente la Santa Hermandad.

Roberto González Echevarría llega a declara, “Don Quixote is the first hero in the Western

tradition to be a fugitive from justice, and whose life is defined by flight from the from the

authorities of an organized state” (123). González Echevarría reconoce un elemento crucial en la

misión de don Quijote: que don Quijote no se considera un defensor de la justicia legal ni se

considera leal a ningún tipo de autoridad legal. La lealtad de don Quijote es a su propia meta, a

vivir una vida de virtud e intentar encontrar la felicidad y alcanzar el Cielo.

Don Quijote cree que responde a una ley más alta que la de la Santa Hermandad. En su

búsqueda de aventuras, don Quijote comete varios delitos, entre ellos: robar la bacía del barbero,

negarse a pagar su estadía en la venta de Juan Palomeque, asaltar al hombre vasco y liberar a los

galeotes. La intención de don Quijote en estos crímenes, sin embargo, no es actuar en contra de

la justicia legal, sino cumplir con su propia idea de la justicia. Roba la bacía del barbero

solamente porque cree que es el Yelmo de Mambrino; él realmente cree que está exento de

pagarle a Juan Palomeque porque ninguna de las novelas de caballerías menciona que los

caballeros paguen su alojamiento; ataca al vasco para proteger a las doncellas y a sí mismo; y

libera a los galeotes porque cree que su encarcelamiento es injusto. A pesar de desafiar la justicia

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legal de la época, don Quijote todavía actúa de acuerdo con la justicia aristotélica y tomista. Don

Quijote no hace cumplir la ley moderna; eleva la ley a un propósito superior. Según don Quijote,

el propósito de la ley gubernamental es garantizar, no sólo que cada hombre reciba lo que se le

debe, sino que también es garantizar que las comunidades puedan vivir en paz. En otras palabras,

la ley gubernamental debe tener como la base tanto el bien del individuo como el bien de la

comunidad. Sólo de esta manera, la justicia legal puede corresponder a la ley natural y lograr que

todos los ciudadanos busquen la virtud como el fundamento de la comunidad. Aunque don

Quijote comete delitos contra la justicia legal, lo hace para unir la justicia legal y la ley natural.

El sentido de la justicia que tiene don Quijote está casi siempre dirigido al beneficio de

las personas con las que se encuentra. Aunque espera recibir honores por sus actos, también

actúa de acuerdo con el bien del otro, la persona a quien está tratando de ayudar. La primera vez

que abandona su hogar, conoce a Andrés, un joven que está siendo golpeado por su amo. Busca

rectificar lo que cree que es un castigo injusto. En esta situación, don Quijote no tiene nada que

ganar, pero hace lo que cree ser justo. Se enorgullece de su capacidad para ser un “buen juez” y

deja a Andrés y su amo “…con gran satisfacción de sí mismo…” y “…desta manera deshizo el

agravio el valeroso don Quijote, el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había

dado felicísimo y alto principio a sus caballerías…” (Cervantes, 45). De la misma manera en que

Aristóteles sostiene que el hombre desleal también es injusto, don Quijote percibe al amo de

Andrés como un hombre desleal y su castigo como desleal y, por lo tanto, también declara al

amo injusto. En su intento de corregir el mal, don Quijote ejemplifica la virtud de la justicia. Sin

embargo, el hecho de que don Quijote no ejerza la virtud perfecta en este caso radica en su

incapacidad para prever las consecuencias de sus acciones. No puede anticipar la consecuencia

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de que, debido a su intervención, Andrés será castigado más severamente. Por consiguiente, don

Quijote no muestra un vicio con respeto a la virtud de la justicia, sino más bien con respeto a la

sabiduría práctica. Un elemento de la sabiduría práctica es lo ingenioso9, una facultad que

Aristóteles describe como una habilidad “…to be able to do the things that tend toward the mark

we have set before ourselves, and to hit it” (VI.12.1114a24-26). Don Quijote es incapaz de lograr

su objetivo de liberar a Andrés del castigo y, por esa razón, falla en la implementación de la

facultad de la ingenuidad. Sin embargo, don Quijote encuentra el medio de justicia en el sentido

de que no permite que persista un acto injusto.

El sentido aristotélico de justicia que tiene don Quijote es evidente en la aventura con los

galeotes. Cuando él y Sancho se encuentran con los galeotes encadenados, él percibe el

forzamiento de estos hombres “a servir al rey en la galeras” (Cervantes, 180) como un castigo en

contra de su derecho inherente al libre albedrío. A don Quijote le molesta la palabra ‘forzar’. Él

se enfoca en la idea de la fuerza y la implicación de que los galeotes no están sirviendo al rey por

su propio deseo o su propio voluntad, sino por obligación. Según Aquino, el libre albedrío es la

capacidad del hombre de elegir lo que quiere con el fin de cumplir con su deseo (ST I.83.3).

También explica que el hombre debe obedecer la ley humana (ST I.97.3). Entonces, debido a que

los galeotes han violado voluntariamente la ley, se ven obligados a obtener una restitución por

una injusticia pasada. Don Quijote le pregunta a cada uno de los galeotes la razón de su castigo y

cada uno le da una descripción creativa y romántica del crimen. Por ejemplo, el primer hombre

dice que está siendo castigado por estar enamorado cuando en realidad es un ladrón: “No son los

amores como los que vuestra merced piensa…los míos fueron que quise tanto a una canasta de

9 Lo ingenioso en si tiene una moralidad ambigua.

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colar atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente, que, a no quitármela la

justicia por fuerza, aún hasta agora no la hubiera dejado de mi voluntad” (181). A pesar de que el

galeote admite su mal y no expresa arrepentimiento, don Quijote cree que fue injustamente

retenido y denegado su autonomía. En la explicación de Aristóteles de las transacciones

involuntarias, él incluye el encarcelamiento como un tipo de rectificación. Es decir, es un tipo de

transacción entre hombres que modifica una acción injusta previa en proporción a esa acción

injusta (V.2.1131a1-9). En este caso, es Sancho quien intenta explicar este principio a don

Quijote: “No digo eso…sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las

galeras, de por fuerza” (180). Sancho entiende que los criminales son obligados

involuntariamente a completar su castigo como resultado de un acto voluntario injusto que

cometieron en el pasado. Don Quijote, sin embargo, cree que es contra la ley natural que alguien

se vea obligado a hacer algo contra su voluntad. Por lo tanto, libera a los esclavos de la galera

diciendo: “…quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y

dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones, porque me parece

duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres” (188). Al hacerlo, reafirma su

creencia de que él ha sido enviado por Dios para convertirse en un caballero andante y restaurar

la paz en el mundo. Sin embargo, esto no implica que don Quijote no esté de acuerdo con la

designación de Aristóteles de la justicia punitiva, sino que don Quijote exagera el aspecto del

libre albedrío y, por lo tanto, disminuye la necesidad de que los galeotes rectifiquen sus acciones

injustas.

Aunque ni Aristóteles ni Aquino identifican un exceso de justicia, hay un tema

prevaleciente en la doctrina cristiana de que la misericordia de Dios supera su justicia. Esta idea

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proviene principalmente del Nuevo Testamento: “Pues los que no han tenido compasión de otros,

sin compasión serán también juzgados, pero los que han tenido compasión saldrán victoriosos en

la hora del juicio” (Versión Popular Católico, Santiago 2:13). El hombre debe imitar a Dios y su

naturaleza misericordiosa para que recibir misericordia después de la muerte y entre en el Cielo.

Aquino discute la relación entre misericordia y justicia en el Summa. Explica: “…justice must

exist in all God’s works. Now the work of divine justice always presupposes the work of

mercy…so in every work of God, viewed at its primary source, there appears mercy” (ST I.21.4).

Es decir, en relación con la humanidad, Dios es tanto misericordioso como justo; los dos

conceptos no se oponen uno al otro. Más bien, los dos se complementan y son signos del amor de

Dios por la humanidad: “…although mercy exceeds the demand for justice, surpassing it, justice

is not undercut, but rather fulfilled” (Echeverría, Eduardo). En cuanto a don Quijote, por ser

católico, él trata de actuar de acuerdo con la idea de que la piedad tiene más peso que la justicia.

Don Quijote, al imitar la misericordia de Dios, libera a los galeotes. De la misma manera en que

Dios perdona los pecados de la humanidad, don Quijote perdona los crímenes de los galeotes.

Debido al hecho de que no existe un vicio de exceso en lo que respecta a la justicia, don Quijote

ve la liberación de los galeotes como la perfección de la justicia. Les está permitiendo que sean

libres porque ve la libertad como su derecho humano inherente, de acuerdo con la ley natural.

Debido a que don Quijote rechaza la justicia legal y aparentemente contradice su propia

meta, es decir, restablecer la justicia en un mundo corrupto, hay una gran cantidad de críticas que

han analizado la aventura de los galeotes. Anthony Close analiza el episodio en el contexto de

que es una parodia del género picaresco. Compara a Ginés de Pasamonte con Guzmán de

Alfarache y argumenta que, “All this is intended as a mocking antithesis of Don Quixote’s

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idealistic altruism…” (18) y que los varios intentos de don Quijote por la misericordia o por la

justicia son simplemente una imposición de otros géneros de literatura sobre su realidad. Este

episodio hace más que eso; también muestra el intento de don Quijote por alcanzar la virtud.

Aunque lo hace incorrectamente, la intención de don Quijote de liberar a los hombres de las

galeras no es devolver a los hombres peligrosos y criminales a la comunidad, sino que es

entregar a cada hombre lo que le corresponde, lo que, según Aquino, es la definición de justicia

(ST II-II.58.1). Las acciones de don Quijote, sin embargo, parecen estar separadas de sus

palabras en el sentido de que sus acciones no siempre tienen una consecuencia positiva o justa:

“Desgraciadamente, la sabiduría de don Quijote no se extiende a tanto que le permita darse

cuenta de la contradicción entre sus palabras y sus actos…El mal no puede ser combatido con el

mal pues de hacerlo así se incurre una contradicción” (Fajardo-Acosta, 18-9). Aunque don

Quijote pretende ejercer la justicia, sus acciones no siempre llevan al cabo su meta. En la

discusión de la virtud y de la bondad de las acciones de don Quijote, McGrath introduce el

principio del doble efecto. El principio del doble efecto propone que un acto puede ser bueno a

pesar de los efectos negativos o malos. Para que este principio sea aplicable a una acción, se

deben cumplir cuatro criterios: “…the act must be good, or at least morally neutral; the evil

consequence must not be the motivating factor of the act; the good consequence must not be the

result of the evil consequence; and the intended good consequence must equal or outweigh the

evil consequence” (McGrath, 372). Don Quijote está actuando de acuerdo con lo que él cree que

es la verdadera justicia. Así el principio del doble efecto, entonces, se aplica a la liberación de los

galeotes (ST II-II.64.7). A pesar de que algunas de sus acciones tienen resultados indeseables,

don Quijote nunca crea intencionalmente una situación injusta, lo que demuestra su incapacidad

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para actuar de acuerdo con la virtud perfecta. Él sólo mira hacia el fin de sus acciones en lugar de

evaluar las consecuencias inmediatas. Aunque don Quijote está tratando de alcanzar la felicidad

y la virtud por su propio bien, está intentando hacerlo mediante la realización de actos virtuosos

por el bien de los demás. En resumen, don Quijote busca la virtud y el logro del Cielo a través de

actos de caridad y justicia hacia los demás.

Cuando el duque designa a Sancho como gobernador de una ínsula, una vez más entra en

juego el debate entre armas y letras. El duque le dice a Sancho, “Vos, Sancho, iréis vestido parte

de letrado, y parte de capitán, porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como

las letras y las letras como las armas” (Cervantes, 751). En otras palabras: Sancho tendrá que

exhibir tanto la justicia particular como la justicia legal. Sancho entiende la importancia de su

nuevo cargo, no sólo para aquellos a quienes gobernará, sino también para su vida eterna: “Que

yo pugnaré por ser tal gobernador, que a pesar de bellacos, me vaya al cielo” (751). Este

momento en el que Sancho es promovido de escudero a gobernador es fundamental en el

crecimiento del carácter de Sancho. Define su independencia y le permite al lector conocer a

Sancho sin la supervisión de don Quijote. Sancho se convierte en un personaje activo porque

influye en el desarrollo de la trama y cultiva su propia virtud en lugar de actuar como una

comparación a don Quijote. Antes de partir a Barataria, Sancho recibe consejos de don Quijote

sobre cómo gobernar adecuadamente. Donald W. Bleznick sostiene que los consejos que don

Quijote le da a Sancho actúan como evidencia de la familiaridad de Cervantes con la teoría

política y con la literatura de su tiempo: “The political concepts uttered by Don Quijote

constitute, in essence, a realistic, miniature version of the literature de regimine principum which

had its roots in the Middle Ages…the author’s vital awareness and utilization of contemporary

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Spanish political literature will be underscored” (62). Sin embargo, los consejos de don Quijote

también están llenos de recomendaciones morales sobre cómo vivir una vida virtuosa y justa de

acuerdo con la ética aristotélica y tomista, y cómo alentar a las personas que gobierna con el

ejemplo. Él enfatiza la importancia de la justicia y de la misericordia para gobernar y ganarse el

respeto de los ciudadanos: “…aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y

campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia” (Cervantes, 754). Aquino

identifica la misericordia como una virtud, pero sólo mientras se cumpla la justicia. Es decir,

aquellos que merecen un castigo deben recibir un castigo, pero aquellos que piden perdón deben

recibir misericordia (ST II-II.30.3). Don Quijote muestra su comprensión de la justicia y de la

misericordia en su consejo a Sancho y, a su vez, Sancho Panza demuestra su comprensión y la

práctica de los conceptos en su gobernación de Barataria. En sus primeros actos como

gobernador, Sancho debe escuchar las quejas de los ciudadanos de Barataria y juzgar en disputas

civiles. En cada caso presentado ante Sancho, él es sorprendentemente sabio y justo. Aunque el

sentido de justicia de don Quijote y Sancho provienen de fuentes diferentes, en cuanto a la

gobernación de Sancho, ambos demuestran su capacidad para actuar con justicia y su deseo de

recrear un mundo de justicia y caridad.

En su totalidad, como articula John A. Crow, el Quijote “…is a treatment of human

character, truth, and justice” (196). A través de sus aventuras, don Quijote y Sancho Panza tratan

de implementar la justicia aristotélica y tomista. Si bien el objetivo de ambos protagonistas es

garantizar tanto el bien del individuo como el bien de la comunidad, hay casos en que don

Quijote y Sancho fallan en cumplir perfectamente con las ideas de la justicia de Aristóteles y de

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Aquino. Don Quijote, en particular, entiende la necesidad de unir la justicia legal y la ley natural

pero, debido a su tendencia hacia el exceso, es incapaz de unificar apropiadamente las dos ideas.

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CAPÍTULO V

LA AMISTAD

El mejor tipo de la amistad

La relación entre don Quijote y su escudero, Sancho Panza, es uno de los aspectos más

fundamentales en el análisis del Quijote. La influencia recíproca que ambos tiene desarrollan ha

sido el foco de muchas interpretaciones críticas de la novela. Don Quijote y Sancho han sido un

tema de críticos que etiquetan a don Quijote como el educador o el maestro de su escudero,10 y

quien transmite su locura a Sancho. También hay críticos que evalúan la amistad entre los

personajes y cómo esta amistad afecta la trama de la novela11. Su relación, que se convierte en

una amistad, es evidencia del intento de Sancho y don Quijote de alcanzar la virtud. Las

conversaciones entre ellos revelan sus motivaciones y sus deseos de alcanzar la verdadera

felicidad y el Cielo, y el desarrollo de su amistad refleja su desarrollo individual de la virtud.

Aristóteles considera que la amistad es uno de los componentes más importantes de la

vida de un hombre. Comienza su discusión sobre la amistad diciendo: “For without friends no

one would choose to live, though he had all other goods…” (VIII.1.1155a5-6). Continúa

describiendo las formas en que la amistad ayuda a los hombres de todos los niveles sociales y

edades. La amistad está conectada a la justicia ya que la armonía entre los estados políticos es

similar a la amistad y también en que la justicia debe existir entre los amigos (VIII.

1.1155a23-29). La justicia entre amigos se mantiene a un estándar más alto que la justicia entre

asociados, porque “…injustice increases by being exhibited towards those who are friends in a

10 Fernando Sainz “Don Quijote educador de Sancho” 1951

11 Idoya Puig “The Portrayal of Friendship in Don Quijote 2000; Mariugenia Aguilera Gallardo “Don Quijote y Sancho enaltecen la amistad” 2011; Pedro Laín Entralgo “La convivencia entre Don Quijote y Sancho” 1986

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fuller sense…” (VIII.9.1160a3-4). Aristóteles identifica la amistad como algo noble, y por eso la

incluye como una virtud y como un elemento de la felicidad. La base del amor es el deseo y el

objeto del deseo determina el tipo de amistad. La amistad existe cuando hay un deseo mutuo por

la buena voluntad del otro. Aristóteles caracteriza tres tipos de amistad: utilitaria, agradable y

perfecta. La amistad útil está marcada por su propensión al cambio y se produce entre dos

personas que pueden proporcionarse bienes entre sí. Debido a que existe por el bien del

individuo, cuando el individuo alcanza ese bien, la amistad utilitaria se disuelve (VIII.

3.1156a21-23). La amistad agradable se produce entre dos personas que se complacen

mutuamente. Al igual que la amistad útil, se disuelve fácilmente porque el placer puede cambiar

rápidamente. También existe por el bien del individuo (VIII.3.1156a37-1156b2). La amistad

perfecta se caracteriza por la bondad y por la virtud de las personas involucradas (VIII.

3.1156b13-14). Este tipo de amistad también se considera útil y agradable. Es la forma más

elevada de amor y de amistad y dura con tal de que sea buena. Es decir, con tal que la amistad

sea virtuosa. La amistad perfecta es superior a los otros dos tipos porque incluso las personas

malas (no virtuosas) pueden mantener una amistad utilitaria o agradable, pero la amistad perfecta

se basa en la bondad (VIII.4.1157b1-4). La amistad, al igual que las virtudes morales, es un

estado de carácter, ya que requiere amor mutuo y requiere una elección deliberada. El amor que

un hombre tiene para sí mismo es igual al amor que tiene para su amigo (VIII.5.1157b34-36). En

las amistades entre desiguales, el amor compartido debe ser proporcional (VIII.14.1163a24-30).

La esencia de la amistad es más el acto de dar amor que el acto de recibir amor.

Según Aquino, la amistad es la combinación de amor y de benevolencia y está

directamente conectada a la virtud de la caridad. La caridad es una virtud que se asocia con el

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amor que el hombre tiene por Dios. En su esencia, la caridad es el deseo del hombre de amar a

Dios sobre todo. También refiere al amor supernatural que el hombre tiene para la humanidad. La

caridad le permite al hombre, por el amor a Dios y por el deseo de unirse con Dios en el Cielo,

amar a su prójimo (Sollier). De acuerdo con Aristóteles, Aquino define la amistad como el deseo

mutuo de buena voluntad entre dos hombres. También relaciona la amistad con la justicia en que

es una “…moral virtue about works done in respect of another person” (ST II-II.23.3). A

diferencia de la justicia, que tiene que ver con el deber legal, la amistad y la caridad tienen que

ver con el deber moral. Aquino no identifica la amistad como una virtud en sí misma, sino como

una consecuencia de vivir una vida virtuosa (ST II-II.23.3). Aquino incluye el amor a los

enemigos en su discusión sobre la caridad y la amistad. El amor que uno tiene por un amigo debe

extenderse también a aquellos a quienes el amigo ama. Incluso si esas personas son odiosas o

hirientes, es un deber del hombre amarlas por caridad. Debido a que el fin último de la virtud es

el logro del Cielo, todas las obras de caridad se dirigen, en última instancia, hacia Dios. Por lo

tanto, el hombre ama a sus enemigos por caridad y en relación con Dios (ST II-II.23.1). La mayor

manera en que los cristianos pueden comprobar su amor por Dios es expresar su amor por los

demás hombres y por la humanidad en su totalidad. Amándose unos a otros, el hombre participa

en el amor de Dios. Según la Biblia, la caridad es la mayor de las virtudes: “Tres cosas hay que

son permanentes: la fe, la esperanza y el amor [caridad]; pero la más importante de las tres es el

amor [caridad]” (Versión Popular Católica, 1 corintios 13:13). Aquino explica que la razón por la

cual la caridad es la mayor de las virtudes es porque la caridad busca la unidad con Dios,

mientras que la fe y la esperanza buscan la verdad y la bondad de Dios (ST II-II.23.6). Es decir,

la fe y la esperanza buscan obtener algo de Dios, mientras que la caridad busca estar con Dios.

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La ideas de Aquino están de acuerdo con la división y caracterización de Aristóteles de los tres

tipos de amistad: utilitaria, agradable y perfecta. Además, Aquino también identifica la afabilidad

como un tipo especial de virtud. La afabilidad consiste principalmente en obras o en hechos

externos y, tal vez, puede entenderse mejor como amabilidad. Esta virtud existe debido al amor

natural del hombre hacia todas las personas, pero no tiene los mismos requisitos que la amistad

(ST II-II.114.1). De nuevo, este tipo de amistad se relaciona con la justicia porque es una virtud

ejercida en relación con los demás.

La evolución de la relación entre don Quijote y Sancho Panza

Al comienzo de la novela, la relación entre don Quijote y Sancho Panza es lo que

Aristóteles define como una amistad utilitaria. Don Quijote necesita un escudero que lo ayuda en

su viaje. Sancho, a su turno, quiere una compensación monetaria y la ínsula que le prometió don

Quijote; ambos personajes buscan algo del otro. Después de armarse caballero andante, don

Quijote decide regresar a su aldea para seguir los consejos del ventero y recopilar todo lo

necesario para ser un verdadero caballero andante, incluyendo a un escudero. Ya ha pensado en

persuadir a su vecino, Sancho Panza, para que lo acompañe en sus aventuras y le promete una

ínsula a cambio de su servicio. Sancho es convencido por las promesas de don Quijote y cuida de

recordarle a su amo, “Mire, vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que

de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea” (66). En este punto

de la novela, ni Sancho Panza ni don Quijote están preocupados en la relación entre ellos, sino en

sus propios bienes. En su discusión sobre la amistad de la utilidad, Aristóteles señala que, a

menudo, hay quejas entre los amigos, porque cada uno desea su propio bien más que el bien del

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otro (VIII.13.1116b17-18). Esto es característico de la relación inicial entre Sancho y don

Quijote:

Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo

valer más y no menos. Pero como ‘la codicia rompe el saco’, a mí me ha rasgado mis

esperanzas, pues cuando más vivas las tenía que alcanzar aquella negra y malhadada

ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que, en pago y trueco della,

me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del tratado humano. ¡Por un solo Dios,

señor mío, que non se me haga tal desaguisado! (158)

La declaración de Sancho también demuestra que la relación entre don Quijote y Sancho Panza

es entre desiguales. Don Quijote y Sancho difieren socialmente, culturalmente, físicamente e

intelectualmente (Duran, 216). Sancho es el escudero de don Quijote, por lo que, para que su

amor sea proporcional, según Aristóteles, debería amar a don Quijote más de cuanto don Quijote

lo ama. En su artículo “La convivencia entre don Quijote y Sancho”, Pedro Laín Entralgo

presenta la pregunta “¿Son don Quijote y Sancho Panza amigos?” y responde a la pregunta desde

la perspectiva de la ética aristotélica: “Aristóteles lo habría negado, porque para él no puede

haber amistad sin cierta igualdad entre los amigos…igualdad en condición social, en formación,

en gustos. No era éste el caso de Don Quijote, hidalgo culto, y Sancho, rudo labrador” (32). En

los capítulos iniciales de la primera parte, su amistad sí sigue la filosofía de Aristóteles con

respecto a la amistad entre desiguales. Sancho muestra gran cuidado y preocupación por su amo.

En la aventura de los molinos de viento, Sancho corre hacia don Quijote para asegurarse de que

su amo no esté gravemente herido (68). En contraste, don Quijote deja a Sancho en la venta

después de retener el pago al ventero y deja que Sancho soporte el castigo (139). Don Quijote no

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lo hace por una naturaleza maliciosa, sino porque se reconoce a sí mismo como el superior de

Sancho y actúa en consecuencia. Sin embargo, a medida que la novela avance, y a medida que

Sancho y don Quijote pasen más tiempo conociéndose, encuentran un punto en común en el que

basan su amistad: las aventuras.

Aunque su relación comienza como puramente utilitaria, también se vuelve agradable.

Comienzan a disfrutar de las conversaciones que tienen mientras buscan aventuras. En la

aventura de los mazos de batán, en la madrugada cuando don Quijote y Sancho se dan cuenta de

que el ruido que tanto temían era simplemente el sonido de los mazos de batán, ambos

personajes comienzan a reír. Es un momento concreto de crecimiento en su amistad, que ya no

sólo se acompañan para alcanzar un fin, sino también porque se complacen mutuamente. Edwin

Williamson, en su artículo “The Power-Struggle between Don Quixote and Sancho: Four Crises

in the Development of the Narrative”, identifica el episodio de los batanes como un momento

crucial en la relación entre Sancho y don Quijote así que presenta la primera situación en que se

pone en cuestión la dinámica entre los dos personajes. Williamson observa que los dos sólo se

ríen juntos hasta el momento en que Sancho, burlándose de don Quijote, imita su retórica

caballeresca. Luego, don Quijote restablece su autoridad porque, como anota Williamson, siente

que, burlándose de su vocación como caballero andante, Sancho amenaza la autoridad de don

Quijote. Sin embargo, por temor, Sancho retoma rápidamente su papel de inferior de don

Quijote: “And so long as Sancho is in fear of Don Quixote he will never lose his habit of

deference and never challenge his master’s authority” (843)12. Esta lucha de poder que

Williamson reconoce no es una lucha para ejercer la autoridad, sino una lucha para practicar la

12 Quizás un tema importante para explorar aún más sería si Sancho teme ofender a don Quijote por respeto a la autoridad y superioridad de don Quijote o por temor a perder su ínsula.

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virtud. Es decir, la creciente amistad entre don Quijote y Sancho Panza, según Aristóteles, debe

ser proporcional porque, por lo tanto, son desiguales entonces, lo que parece una lucha de poder,

es una representación de su intención de llevar a cabo una amistad apropiada. La risa y la alegría

que comparten ante lo absurdo de sentirse asustados por los mazos de batán demuestran el

deleite que están comenzando a obtener de la compañía de cada uno. La reprimenda que don

Quijote le da a Sancho y, a su vez, la disposición de Sancho para regresar a su papel de escudero

de don Quijote ilustra su reconocimiento del cambio de su amistad y su incapacidad para cumplir

con los estándares de un nuevo tipo de amistad.

El tema de la amistad prevalece a través de la novela y en muchas de las aventuras. Una

de las bromas que hacen los duques a don Quijote y a Sancho es el desencanto de Dulcinea.

Sancho ya le mintió a don Quijote diciéndole que Dulcinea había sido encantada (II.10) y será la

duquesa quien le convence a Sancho de que Dulcinea realmente haya sido encantada. Los duques

crean una situación en que Sancho y su amo se encuentran con personajes famosos de las novelas

de caballerías. En este episodio, Merlín le dice a don Quijote que, para desencantar a Dulcinea,

Sancho debe azotarse 3.300 veces. Cuando Sancho se niega a auto-flagelarse, don Quijote

recurre a su autoridad como amo de Sancho. Edwin Williamson (“Avellaneda y la crisis de

autoridad en la segunda parte del Quijote”) señala la importancia y la complejidad de este

episodio en el desarrollo de la relación entre Sancho y don Quijote:

Este extraordinario episodio ha recibido muy poca atención de los críticos. De hecho, no

conozco ninguna interpretación del Quijote que tome en consideración esta escandalosa

pelea de los dos personajes, quizás porque supone una violación de una idea muy

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arraigada en el cervantismo—la creciente fraternidad que supuestamente caracteriza la

relación entre don Quijote y Sancho. (126-7).

Don Quijote llama a Sancho traidor, porque se niega a ayudar a su amo, pero Williamson

propone la idea de que don Quijote es el traidor, ya que obliga a Sancho a hacer algo en contra de

su voluntad: “…en su desesperado intento de liberar a Dulcinea, don Quijote decide darle él

mismo los azotes a Sancho, es decir, abusa de su autoridad para conseguir únicamente sus

propios intereses, traicionando, por ello, el pacto recíproco en que se fundaba la relación” (127).

Williamson continúa explicando que esta escena en particular introduce una lucha de poder entre

el escudero y el amo. Dentro del contexto de la amistad y la virtud aristotélica y tomista, don

Quijote, en este episodio, no desea el bien de Sancho, sino que utiliza a Sancho como medio para

un fin propiamente egoísta. Al hacerlo, don Quijote destruye la amistad que los dos habían

estado cultivando. Él demuestra su propio egoísmo y, al caer víctima de sus pasiones, don

Quijote provoca la reversión de la amistad entre los dos en una amistad de utilidad. Aristóteles

explica que este cambio en la relación ocurre cuando las dos personas no son “…friends in the

spirit in which they think they are” (IX.3.1165b6-7). Obviamente, Sancho está sorprendido por la

insistencia de don Quijote en desear herir a su escudero para liberar a Dulcinea: “Ni quito rey, ni

pongo rey…sino ayúdame a mí, que soy mi señor. Vuesa merced me prometa que se estará quedo

y no tratará de azotarme por agora. Que yo le dejaré libre y desembarazado. donde no, aquí

morirás, traidor, enemigo de doña Sancha” (864). Aunque Williamson sostiene que este episodio

representa la lucha de poder que existe entre don Quijote y Sancho, este episodio muestra una

vez más el esfuerzo que ambos personajes experimentan en su intento de lograr una amistad

virtuosa. Sancho, en este caso, intenta establecer la igualdad entre él y su amo. Cuando Sancho

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se defiende, lo hace “a brazo partido”, demostrando así la igualdad que existe entre él y don

Quijote. Don Quijote actúa contra esa igualdad al exigir que Sancho se haga daño a sí mismo.

Esto garantiza que don Quijote logre su propio fin personal e interrumpa la evolución de la

amistad.

Gil Osle explora el papel de la amistad en el Quijote, específicamente en el cuento

interpolado “El curioso impertinente” Él no considera que la relación entre don Quijote y Sancho

Panza sea una representación ideal de la amistad y demuestra las formas en que su relación

difiere de las de la literatura clásica: “…the utilitarian aspects of the relationship between Sancho

and don Quijote [are expressed] in such a way that the idealistic portrait of the heroes is ruined.

In fact, the publication of Cervantes’s masterpiece constituted a significant break with the

narrative tradition in which fictions of friendship were characterized by idealized, heroic pairs of

male friends” (101-2). Debido a la tendencia de don Quijote hacia el vicio de exceso y la

tendencia de Sancho Panza hacia el vicio de defecto, los personajes no sirven como modelos ni

de la amistad perfecta ni de la virtud individual. Sin embargo, ambos personajes sí representan la

lucha del hombre para lograr la amistad y la virtud perfecta. A diferencia de Lotario y Anselmo

en el cuento “El curioso impertinente”, don Quijote y Sancho nunca se traicionan ni

intencionalmente ni maliciosamente. Mientras que la amistad entre Anselmo y Lotario termina

como resultado de la traición y del egoísmo, la amistad entre don Quijote y Sancho se reanima

por su genuino amor mutuo. Sancho le admite a la duquesa que él cree que don Quijote está loco,

pero continúa acompañándolo en el viaje, no porque desee una ínsula o compensación monetaria,

sino porque se ha desarrollado una afinidad entre los dos. Está claro, incluso al final de la

primera parte, cuando Sancho se da cuenta del truco de que el cura y el barbero están jugando

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con don Quijote, que su lealtad no reside en don Quijote como su maestro, sino como su amigo.

Informa a don Quijote:

Señor, para descargo de mi conciencia le quiero decir lo que pasa cerca de su

encantamento, y es que apuestos dos que vienen aquí cubiertos los rostros son el cura de

nuestro lugar y el barbero, y imagino han dado esta traza de llevalle desta manera, de

pura envidia que tienen como vuestra merced se les adelanta en hacer famosos hechos.

Presupuesta, pues, esta verdad, síguese que no va encantado, sino embaído y tonto. (433)

En este caso, Sancho no tiene motivo ulterior; no cree que heredará una ínsula si le dice a don

Quijote que lo engañan. Más bien, lo hace por amor y por amistad. Aristóteles sostiene que los

amigos son más necesarios en los malos tiempos porque los que enfrentan la adversidad

necesitan ayuda (IX.11.1171a21-24) y Sancho, en su caridad, ayuda a don Quijote. Sin embargo,

quizás porque al regresar a su aldea don Quijote y Sancho pierden el terreno común en el que se

basan sus amistades (la búsqueda de aventuras), al comienzo de la segunda parte, su amistad

vuelve nuevamente a ser una amistad utilitaria. Esta vez, la regresión es el resultado de los

motivos de Sancho. Se niega a acompañar a don Quijote en su búsqueda de aventuras hasta que

don Quijote le promete un salario justo y una ínsula. Nuevamente, a medida que la novela avance

y los dos se embarquen en más aventuras, su amistad se convierte en más que una relación de

simple utilidad. En la discusión sobre la evolución de su amistad, Idoya Puig cita la confianza y

la conversación sincera entre don Quijote y Sancho como evidencia de que la relación entre los

dos está madurando hacia una amistad perfecta: “There is a deep trust between them and Don

Quijote asks Sancho to tell him the whole truth about the opinion people have of his

adventures…The degree of friendship is much deeper because there is evidence that the interest

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that originated the friendship in the first place now has a secondary position. Sancho still wants

an ínsula but, above all, he wants to be loyal to his master” (370). Durante el viaje de regreso a

su aldea al final de la segunda parte, después de la derrota de don Quijote por el Caballero de la

Blanca Luna, se produce una conversación franca que solidifica su amistad como virtuosa. Don

Quijote acepta su derrota y se coloca en el mismo estatus social que Sancho: “Cuando era

caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos, y

agora, cuando soy escudero pedestre, acreditaré mis palabras, cumpliendo la que di de mi

promesa” (902). Don Quijote le da una lección de humildad a sí mismo y, al hacerlo, permite que

su amistad con Sancho exista entre hombres iguales y que se convierta, de esta manera, en una

verdadera amistad virtuosa. Al final de la novela, don Quijote y Sancho se han vuelto a ser leales

entre sí y cultivar una amistad virtuosa. Idoya Puig nota los cambios dialógicos en la

conversación entre los dos personajes que señalan el desarrollo de su relación: “…by the time we

get to the final chapters of Part I, the characters are very dependent on each other. The expression

‘Sancho, amigo’ acquires a more confidential tone and seems to appear at the start of more

private and personal conversations…Don Quijote states that he wants to be grateful and

especially to friends, thus admitting that Sancho has become a friend” (369). Aristóteles sostiene

que la mejor manera de asegurar que una amistad perfecta perdure y permanezca virtuosa es que

los amigos vivan juntos. Cuando los amigos viven juntos, pueden ser más íntimos y compartir

sus intereses comunes de una manera más consistente (IX.12.1171b29-1172). Desde el momento

en que don Quijote es un caballero andante y Sancho es su escudero, los dos viven juntos.

Comparten todas sus comidas, experiencias y, en su mayor parte, no tienen ningún otro

compañero para el viaje. Es natural, entonces, que su amistad crezca para ser más que meramente

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utilitaria. El diálogo es evidente tanto en el uso incrementado de “Sancho, amigo” como en el

uso disminuido de “señor, caballero andante”. Sancho comienza a llamar a don Quijote sólo

‘señor’. El declive en el uso de “caballero andante” es un indicio de una mayor intimidad entre

los protagonistas. Es decir, Sancho ya no ve a don Quijote como un hombre de una clase social

más alta, sino como alguien con quien tiene una relación cercana: “It [the dialogue] shows us the

warm and loving relationship between Don Quixote and Sancho, which is also ironic, sad,

critical, angry, and conciliatory. It introduces the reader to the complex nature of friendship and

the very human preoccupation with life’s contradictions and yearnings” (Duran, 253). Un

ejemplo del diálogo del que habla Duran es la conversación entre don Quijote y Sancho antes de

que Sancho parta hacia Barataria. Después de darle un consejo, don Quijote le dice a Sancho, “Si

estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus

premios colmados, tu felicidad indecible…” (754). Don Quijote expresa la buena voluntad que

desea para Sancho y la esperanza que tiene para la salvación eterna de Sancho. Por lo tanto, el

consejo de don Quijote a Sancho demuestra no sólo su comprensión de la justicia, sino también

su amistad virtuosa. Don Quijote renuncia voluntariamente a su papel de amo de Sancho y

permite que su escudero, según lo que ha prometido, gobierne la ínsula de Barataria. Sancho

también demuestra el respeto que tiene para don Quijote al aceptar sus consejos. A pesar de no

vivir juntos durante la gobernación de Sancho, su relación continúa desarrollándose. Los dos se

escriben cartas compartiendo, a distancia, las noticias de sus aventuras individuales. Estas cartas

concuerdan con el argumento de Aristóteles de que, para que las amistades de larga distancia

prosperen, la comunicación debe existir, para que no sea que las dos comiencen a olvidarse una

de la otra (VIII.5.1157b10-15). Su esfuerzo hacia la virtud se intenta de lado a lado, como

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amigos, y su amistad ayuda tanto a don Quijote como a Sancho que ambos consigan sus

objetivos.

A pesar de que su amistad fluctúa entre utilitario, agradable y virtuoso/perfecto, es

evidente que don Quijote y Sancho son dos hombres que se esfuerzan para alcanzar la virtud.

Hay muchos cambios entre los tres tipos de amistad a lo largo de las novelas. A medida que don

Quijote y Sancho aprenden a convivir y cómo mantener una amistad perfecta, experimentan

muchos contratiempos y circunstancias que les impiden lograr una amistad perfecta. En estos

casos, no obstante, el objetivo principal nunca es que don Quijote o Sancho inflijan dolor el uno

al otro y nunca hay un momento en el que no quieran el bien del otro. Más bien, ellos intentan

tratar uno al otro con caridad y con amor fraternal. La amistad entre Sancho Panza y don Quijote

encarna la idea de amistad de Aristóteles y la idea de caridad de Aquino.

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CAPÍTULO VI

LA FELICIDAD

¿Qué es la felicidad?

La conversión de don Quijote y la muerte subsiguiente son la inevitable culminación de

sus aventuras como caballero andante. Por medio de su conversión, él restaura su capacidad de

razonamiento y, de ese modo, también restaura su capacidad para conformar con el ideal

aristotélico de vivir una vida virtuosa y con el ideal cristiano de morir como un “buen cristiano”.

El hecho de que él admite su locura en su lecho de muerte manifiesta su deseo final: el cielo. J.A.

Monroy, en su capítulo sobre la muerte de don Quijote, reconoce el significado de la muerte de

don Quijote: “A lo largo de la novela Don Quijote tiene frecuentes reacciones anticlericales. Pero

actúa como un hombre creyente en la realidad y en la transcendencia de Dios…Llega ahora el

momento de pensar en la salvación del alma. Es el rumbo hacia el ideal absoluto” (208). La vida

de don Quijote culmina en un momento de lucidez en que él rechaza sus aventuras como

caballero andante y llega a la comprensión de que la virtud no se encuentra únicamente por

medio de la caballería. Su vida como un caballero andante y su rechazo de esa vida no son

totalmente opuestos. Más bien, ambos están orientados hacia el mismo fin, que es la felicidad

perfecta y la unidad eterna con Dios en el Cielo. Se da cuenta de que, en lugar de presentarlo

como virtuoso, sus aventuras como un caballero andante le caracterizan como un loco: “Yo tengo

juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi

amarga y continua leyenda de los detestable libros de las caballerías…Yo me siento, sobrina, a

punto de muerte. Querría hacerla de tal modo que diese a entender que no había sido mi vida tan

mala que dejase renombre de loco” (Cervantes, 939). Al fin de su vida, don Quijote muere un

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hombre virtuoso de acuerdo tanto con la filosofía de Aristóteles como con la teología de Aquino.

Experimenta la verdadera felicidad con su familia y amigos alrededor de su cama y asegura su

paso al cielo confesando sus pecados al sacerdote y recibiendo los últimos ritos. Debido a que

don Quijote muere y se recuerda como “Alonso Quijano el Bueno”, es importante evaluar su

virtud, lo que lo hace bueno, hasta el momento de su muerte.

En el último capítulo de la Ética, Aristóteles regresa a la discusión del placer y de la

felicidad. Refuta el argumento de que el placer es el Bien, así como el argumento de que el

placer es totalmente malo (X.I.1117a27-30). Se refiere a Platón en su refutación y resume que

Platón demuestra que el placer y el bien no son lo mismo porque “…the pleasant life is more

desirable with wisdom than without, and…if the mixture is better, pleasure is not the good; for

the good cannot become more desirable by the addition of anything to it” (X.2.1173b29-32).

Afirma que la razón es necesaria para discutir adecuadamente la felicidad, porque es el fin de

todos los asuntos humanos (X.6.1176a30-33). Aristóteles luego resume lo que ya se ha dicho

sobre la felicidad: es una actividad que se desea por sí misma, no es la mera diversión y la vida

feliz es la vida que es virtuosa (X.6.1176b1-1177a10). Debido a que la felicidad se logra a través

de la virtud, se deduce que la virtud más alta producirá la mayor felicidad. En otras palabras, la

virtud perfecta producirá la felicidad perfecta. La forma más segura de vivir una vida de virtud

perfecta y alcanzar la felicidad perfecta, según Aristóteles, es a través de una vida de

contemplación (X.7.1177a12-18). Este tipo de vida permite al hombre contemplar continuamente

la verdad y, dado que la participación en la sabiduría filosófica se considera la más placentera de

las actividades virtuosas, la vida contemplativa permite al hombre también experimentar placer

(X.7.1177a20-26). Habla de la vida contemplativa como superior a otros estilos de vida diciendo:

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“If reason is divine, then, in comparison with man, the life according to it is divine in comparison

with human life. But we must follow those who advise us, being men, to think of human things,

and, being mortal, of mortal things, but must, so far as we can, make ourselves immortal, and

strain every nerve to live in accordance with the best thing in us” (X.7.1177b30-34). El hombre

debe desear lo mejor de él y para él y, al hacerlo, sería capaz de vivir una vida de gran virtud y

lograr el fin último de la felicidad perfecta.

De acuerdo con Aristóteles, Aquino describe la felicidad como el fin último del hombre

(ST I-II.3.1) y como “…man’s supreme perfection” (ST I-II.3.2). La felicidad se logra por actuar

de acuerdo con la virtud y con la ley eterna que es la Sabiduría Divina (ST I-II.93.1). La felicidad

también concuerda perfectamente con la ley eterna que está impresa en el corazón del hombre,

ya que el reconocimiento de cualquier verdad por parte del hombre es también su reconocimiento

de la ley eterna. Según Aquino, la felicidad no es un acto de la voluntad, sino el logro del último

fin del hombre: el Cielo. La felicidad perfecta no puede existir mientras el hombre todavía anhele

o busque algo. Es decir, la felicidad es el cumplimiento de los deseos del hombre (ST I-II.3.8).

Debido a que todos los hombres desean que se satisfaga su voluntad, todos los hombres buscan

la felicidad perfecta que es la unión con Dios (ST I-II.5.8). Aquino, de acuerdo con Aristóteles,

describe el objetivo de la vida contemplativa como la contemplación de la verdad y agrega la

consideración teológica de que la contemplación consiste en amar a Dios (ST II-II.180.1). En la

discusión de la vida activa contra la vida contemplativa, Aquino cita las razones de Aristóteles

para que la vida contemplativa sea superior a la vida activa. Nuevamente, incluye distinciones

teológicas a la filosofía de Aristóteles. Por ejemplo, usa ejemplos de la Sagrada Escritura como

evidencia de que la vida contemplativa es mayor que la vida activa (ST II-II.182.1). Aquino

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distingue entre la vida activa y la vida contemplativa explicando, “…the contemplative life is

loved more for its own sake, while the active life is directed to something else” (ST II-II.182.1).

Además, está de acuerdo con Aristóteles en que el hombre que participa en la vida contemplativa

todavía experimenta placer. La participación en la vida activa no excluye la participación en la

vida contemplativa. De hecho, la vida activa puede ayudar al hombre en su contemplación

porque es a través de la participación en la acción externa que el hombre dirige las pasiones que

de otra manera dificultarían la contemplación (ST II-II.182.3). Es importante señalar que, si bien

Aristóteles y Aquino sostienen que la vida contemplativa es la forma más segura de alcanzar la

felicidad, ambos también sostienen que el hombre que vive una vida activa, siempre que sea

virtuoso, también puede lograr una felicidad perfecta.

La meta de don Quijote

Desde el principio de la novela, el lector es muy consciente de la meta de don Quijote de

convertirse en un caballero andante. En su intento de descubrir el origen de la historia, el

narrador se refiere a don Quijote como “…luz y espejo de la caballería manchega, y el primero

que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las

andantes armas, y al de deshacer agravios, socorrer al viudas, amparar doncellas de aquellas que

andaban con sus azotes y palafrenes…” (76). En sus aventuras, don Quijote intenta representar la

virtud cristiana y la virtud aristotélica. Él elige convertirse en un caballero andante porque, como

afirma en su famoso discurso, cree que la vida de las armas es más virtuosa que la vida de las

letras. Don Quijote elige la vida activa de las armas para poder ayudar a aquellos que él percibe

que necesitan ayuda, tal como las Escrituras ordenan a los cristianos: “¡Hagan justicia al débil y

al huérfano! ¡Hagan justicia al pobre y al necesitado! (Versión Popular Católico, Salmos 82:3).

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Don Quijote adopta la caballería porque cree que la vida de un caballero le permitirá

implementar la justicia y proteger a aquellos que necesitan protección. Al final, es incapaz de

cumplir con su meta de practicar la virtud perfecta. Como señala Sobré, el fracaso de don Quijote

es inevitable: “The only possible end for Don Quixote, or rather, the only happy ending for the

hidalgo is for him to abandon his idée fixe, to cease ‘being a knight errant’. For this ‘hero’ the

only ending is precisely to abandon his heroic dreams, to revert back to being only one among

many” (135). La inevitabilidad de su fracaso, sin embargo, es el resultado de la incapacidad de

don Quijote para implementar la razón correcta en sus aventuras. Debido a que le falta la

correcta razón, la mayoría del tiempo demuestra el vicio del exceso en relación con la virtud en

lugar de encontrar el medio y la práctica de la virtud perfecta. Sancho Panza, a diferencia de don

Quijote, no eligió voluntariamente la caballería. Es decir, decidió ser el escudero de don Quijote

con el fin de recibir un salario y una ínsula. Pero, a medida que la novela avanza, Sancho

comienza a aprender de don Quijote y, en algunos casos, imita su discurso y sus acciones. Al

hacerlo, Sancho comienza su propio viaje hacia la virtud. En muchas de las aventuras en las que

don Quijote no usa la razón correcta, Sancho actúa como la voz de la razón (en el episodio de los

molinos de viento, por ejemplo).

A pesar de su fracaso como caballero andante y su regreso forzado a casa, don Quijote no

rechaza sus aventuras ni admite su locura hasta el momento en que está en el lecho de muerte.

De hecho, en el camino de regreso a su aldea al final de la primera parte de la novela, don

Quijote defiende su misión diciéndole al canónigo: “De mí sé decir que, después que soy

caballero andante, soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido,

blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos…” (443-44). Don Quijote

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justifica su participación en la vida activa de las armas al enumerar las virtudes que ha alcanzado

en sus aventuras. Estas virtudes de don Quijote son evidencia de que él, en este punto de la

novela, se considera un caballero andante exitoso. Por eso, abandona su aldea al principio de la

segunda parte para continuar sus aventuras y seguir buscando la virtud. Él, nuevamente, le pide a

Sancho Panza, con la promesa de un salario y una ínsula, que lo ayude en sus aventuras. Don

Quijote reconoce la creciente amistad entre los dos y comprende los posibles beneficios de una

amistad al enfrentar las dificultades en el camino hacia la virtud. Don Quijote mantiene su

esperanza de que eventualmente alcanzará la felicidad perfecta y el Cielo a través de la práctica

de la caballería. Keniston argumenta que el deseo de don Quijote por el Cielo es lo que le

impulsa a continuar en sus aventuras: “In the presence of the eternal, the hopes and the craven

fears of the world seem small; it is his soul’s salvation that concerns him” (106). Don Quijote se

enfrenta a lo que él percibe como el verdadero peligro (los mazos de batán y el león, por

ejemplo) para comprobar su naturaleza virtuosa y para merecer la eternidad con Dios. De la

misma manera que él tiene esperanza y fe en Dios, don Quijote tiene esperanza y fe en que

alcanzará el Cielo por medio de la caballería. Según Aquino, esta esperanza está correctamente

ordenada porque la esperanza siempre debe tener como objetivo la felicidad eterna (ST II-II.

17.2). Don Quijote es un buen cristiano porque elige un estilo de vida que realmente cree que lo

llevará al Cielo. Al final del Quijote, la motivación del protagonista sigue siendo la misma:

alcanzar la verdadera felicidad y el Cielo. Cuando se le reprende por sus acciones y se le presenta

la idea de que los demás creen que está loco, don Quijote se defiende a sí mismo y a sus acciones

otra vez:

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Pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las

sendas de la caballería, no se me da un ardite. Caballero soy y caballero he de morir si

place al Altísimo. Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia, otros por el de

la adulación servil y baja, otros por el de la hipocresía engañosa y algunos por el de la

verdadera religión. Pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la

caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he

satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes y

atropellado vestiglos…Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de

hacer bien a todos y mal a ninguno. (690-91)

Don Quijote está tan convencido de que su estilo de vida es la mejor manera de alcanzar la

felicidad y el Cielo que él tiene la capacidad de reconocer y de aceptar que los demás piensan

que está loco. También se adhiere a la ética aristotélica en el sentido de que sus intenciones

siempre están dirigidas al bien común y Aristóteles sostiene que la felicidad se logra a través de

la participación del hombre en las acciones que contribuyen al bien de la comunidad (I.

2.1094b6-10).

Después de su derrota por el Caballero de la Blanca Luna, don Quijote sugiere a Sancho

que se conviertan en pastores. Los dos discuten cómo cambiarían sus nombres, y los de Dulcinea

y Teresa, para imitar las novelas pastorales. Don Quijote considera los beneficios que aporta la

vida pastoral: “…aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de

la noche, gusto el canto, alegría el lloro, Apolo versos, el amor conceptos, con que podremos

hacernos eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros siglos” (907). Don

Quijote reemplaza la caballería con la vida pastoril porque ya no ve la caballería como el medio

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adecuado para alcanzar la felicidad y el Cielo. Reconoce que, a pesar de todas sus aventuras y de

todas las personas con las que se ha encontrado, no ha alcanzado la perfección de la virtud. En

cambio, el Caballero de la Blanca Luna lo derrota en la batalla y le obliga a don Quijote regresar

a su aldea por un año. Don Quijote propone la idea de que él y Sancho pasaren el año como

pastores para seguir buscando la virtud en una vocación diferente. En esto deseo, don Quijote

revela su crecimiento en la virtud. Al buscar la vida pastoril, don Quijote demuestra que desea lo

mejor para él: “…tenía pensado de hacerse aquel año pastor y entretenerse en la soledad de los

campos, donde a rienda suelta podía dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el

pastoral y virtuoso ejercicio…” (936). Don Quijote se siente atraído por la vida pastoril porque

cree que le permitirá seguir la vida contemplativa. Aún al final de la novela, cuando le da cuenta

de que don Quijote quiere ser virtuoso, Sancho acepta la invitación de ser pastores y vivir en los

campos. La sugerencia de Don Quijote de vivir como pastores es su primer paso para aceptar que

la caballería no es la única manera de alcanzar la virtud y merecer el Cielo.

El rechazo de la caballería

La novela concluye con don Quijote en su lecho de muerte mientras renuncia su

aventuras como caballero andante. Esta renuncia a la caballería no niega el hecho de que don

Quijote pasó una considerable cantidad de tiempo basando su vida en hombres virtuosos—

aunque ficticios—de las novelas de caballerías. En su artículo “Vida y muerte de Alonso

Quijano,” Jorge Guillén ahondo en la muerte tanto de don Quijote come de Alonso Quijano. Él

sostiene que, para que Alonso Quijano muera de buena muerte cristiana, don Quijote debe morir

primero. Alonso Quijano muere poco después de don Quijote pero, según Guillén, a lo largo de

la historia, es Alonso Quijano quien es virtuoso, no don Quijote: “…bajo la locura de don

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Quijote se siente un fondo de gran estabilidad intelectual, moral, estética. Alonso Quijano tiene

que ser un alma pura, noble, íntegra” (106). Es imposible separar a don Quijote de Alonso

Quijano; los dos son uno y lo mismo. Porque Alonso Quijano es virtuoso, también lo es don

Quijote. La única distinción entre Alonso Quijano y don Quijote es que don Quijote es un Alonso

Quijote en la forma de un caballero andante. En su lecho de muerte, Alonso Quijano abandona su

alter ego, don Quijote, solamente puesto que está rechazando la caballería en su totalidad.

Guillén también insinúa que don Quijote no sólo abandona su esperanza de alcanzar su meta,

sino que el lector también pierde la esperanza en el protagonista. Sin embargo, lo que parece ser

una renuncia o un reconocimiento del fracaso es realmente un retorno a la realidad o, como

explica Edwin Williamson, un retorno a la ortodoxia (“Why is Don Quijote the First Modern

Novel? Some Reflections on a Classic”). Es decir, la conversión de don Quijote es un retorno a la

vida tradicional de un hombre de su época. No muere un caballero andante, sino un hidalgo

honorable rodeado de sus amigos y familiares. Rachel Schmidt sostiene que, al igual que el resto

de sus aventuras, la muerte de don Quijote es simplemente un espectáculo ridículo en el que

Alonso Quijano intenta alcanzar la fama. Acerca de su confesión, Schmidt dice: “He must,

however, complete this confession through a change in behavior. According to the dying

protagonist, this ‘desengaño’ has arrived too late for him to make some recompense by reading

books that would be beneficial for his soul. Nonetheless, another recompense remains to him: the

performance of an edifying spectacle of Christian death” (105). Su muerte no es una actuación;

en cambio, es un reconocimiento genuino de que la caballería no es el único camino hacia la

felicidad y la redención. Schmidt sigue a argumentar que don Quijote siente la necesidad de

llevar a cabo esta muerte cristiana para que los demás lo recuerden no como un loco sino como

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un hombre virtuoso (105). Aunque hay algo de verdad en eso, don Quijote confiesa sus pecados

y renuncia a sus aventuras porque su objetivo final es merecer la felicidad y el Cielo, ninguno de

los cuales se ha encontrado con la caballería.

El rechazo total de su tiempo como caballero andante de don Quijote-- convertido de

nuevo en Alonso Quijano--es, quizás, temerario y extremo (incluso en este rechazo cae en el

vicio del exceso). A diferencia de lo anterior en la novela, él no reconoce sus éxitos y sus

triunfos. Aunque no encontró el medio entre los vicios del exceso y del defecto en muchas de sus

aventuras, su virtud reside en el intento. Según Aristóteles y Aquino, el hombre sólo puede

alcanzar la virtud perfecta a través de repetidos intentos de practicar la virtud. La perfección de

la virtud se logra mediante la habituación de las acciones que dirigen hacia el Bien. Es sólo

debido a su derrota por el Caballero de la Blanca Luna, don Quijote cese esta práctica de la

virtud. Su derrota también le permite reconocer su costumbre del vicio del exceso e identificar el

verdadero medio de la virtud. Trágicamente, él muere antes de que pueda habituar el medio.

Aunque don Quijote nunca puede habituar la virtud perfecta, su práctica lo define como un

hombre virtuoso y un buen cristiano. De acuerdo con esto, Amado Alonso insiste en la bondad de

don Quijote a lo largo de sus aventuras:

Don Quijote siguió siendo durante su locura un cristiano cabal, con cristianismo tan

sencillo como firme. Era, fuera de duda, un caballero, no un asceta, y el libro uno de

entretenimiento, no de devoción; por eso ni era propio del héroe secular ni de esta clase

de libros estar poniendo constantemente en primer término la significación cristiana de

cada cosa; pero es cierto que el sentido cristiano aparece en los momentos oportunos, que

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no son pocos, y que ni en las palabras de don Quijote ni en sus actos hay nunca oposición

del ideal cristiano… (356-57)

Don Quijote, a lo largo de sus aventuras, intenta corregir los males del mundo en el que vive para

ser redimido en la próxima vida. A pesar de que no cumple su objetivo, sus acciones y sus

intenciones son la razón por la se considera digno de morir como “Alonso Quijano, el Bueno” en

lugar de “Alonso Quijano, el Loco”. No es hasta el momento de la muerte de don Quijote que

Sancho entiende el verdadero propósito de todas sus aventuras. Sancho se entristece al pensar

que su maestro muere, especialmente al pensar que don Quijote no muere como un caballero

andante: ‘“¡Ay!’ respondió Sancho llorando, ‘no se muera vuesa merced, señor mío, sino tome

mi consejo, y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida

es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la

melancolía…el que es vencido hoy, ser vencedor mañana” (942). Sancho se da cuenta de que su

amo tenía un propósito mucho más grande al convertirse en un caballero andante: no estaba

simplemente loco, sino que era un hombre que intentaba encontrar la virtud. Al final,

entendiendo el deseo del hombre de alcanzar la virtud, Sancho desea que don Quijote regrese a la

vocación de caballero.

Conclusión

Al analizar el Quijote dentro del marco de la ética aristotélica y tomista, la novela se

convierte en la historia de la búsqueda de la virtud y de la santidad de un hombre. Don Quijote

imita las novelas de caballerías con el fin de lograr la misma virtud de los héroes de las novelas.

En las aventuras, Sancho Panza desempeña el papel de escudero, y eventualmente amigo, de don

Quijote. También es el complemento de don Quijote en el sentido de que cuando don Quijote

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demuestra el vicio del exceso, Sancho Panza demuestra el vicio del defecto con respecto a la

virtud. Además, Sancho, a menudo, actúa como la voz de la razón en las aventuras y es a través

del diálogo entre los dos protagonistas que el lector llega a entender la meta de don Quijote. Su

rechazo a la caballería es sinónimo de su rechazo al vicio, particularmente al vicio del exceso.

Aunque don Quijote nunca alcanza la virtud perfecta, merece el Cielo no sólo por confesar sus

pecados y recibir los últimos ritos, sino también a través de sus obras. La muerte de don Quijote

representa la enseñanza católica de que tanto la fe como las obras son necesarias para que el

hombre merezca el Cielo. Al final de su vida, don Quijote es capaz de reconocer el medio de la

virtud y, por eso, muere un hombre virtuoso.

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