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8/17/2019 Ralph T. Overman - ¿Quién Soy.pdf
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¿Quién Soy?
by Ralph T. Overman
El doctor Rafael Overman es un físico nuclear
que formó parte u el equipo de científicos qu e in-
ventó la bomba atómica. Posteriormente, ha tenido
un creciente interés en los usos pacíficos y médicos
de la energía nuclear. Actualmente es profesor en
una facultad de medicina. Autor de numerosos
artículo y de tres libros, el doctor Overm an trata en
la presante obra 'os interrogantes teológicos que
afectar, a .. •• - se . humano: ¿Quién soy? ¿ D 'a Je
puedo encoi, rar ic respuesta de mi existencia?
L 'ibro aborde, tam bién ios pro blem as de la
natu raliz a de la ciencia y su relación a la religión y a
la vida--asuntos que inquietan a muchos. Cc:no
científico, el autor tiene compromiso con la ciencia;
pero como creyente,-su compromiso mayor es con el
Dios revelado en Cristo Jesús. Lea estos pasajes para
que descubrí, la fe de este científico.
Obras Afilies
I
mblemas de Actual idad,
Valent ine
Muéstrame tu Fe, Valentine
El Significado de la Historia,
Rust
La Cruz en la Plaza, Valentir
46041
•
UIEN
SOY
La Fe de Un C ientífico
RALPH T OVERMAN
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4» ¿QUIEN SOY?
dos.
Frecuentemente fui invitado a dar conferencias sobre filosofía y
religión, en un contexto no oficial. Por lo general, estas personas se
encontraban científicamente orientadas, pero raramente poseían una
base desde la cual considerar el cristianismo como algo más que un
fenómeno cultural occidental.
En ambas situaciones comencé con ideas que nos eran comunes y
aceptables y que no poseían significativos matices culturales. (Esto es
difícil, aun en la ciencia, puesto que muchos estudiantes orientales no
están bien versados en la filosofía de la ciencia occidental.) Mi
esperanza en tales discusiones, como también en este libro, ha consis-
tido en seguir una secuencia de ideas sin tener que recurrir al uso de
términos religiosos o científicos específicamente "técnicos". De esta
manera mi oyente está capacitado para caminar conmigo tan lejos
como él pueda y al mism o tiempo está en condiciones de indicarme en
qué pu nto no me entiende o no pued e estar de acuerdo conmigo. Esto
es especialmente impo rtante al h ablar con grupos religiosos o científi-
cos.
El riesgo al cual uno naturalm ente se expone puede expresarse de
la siguiente manera: "No está hablando mi lenguaje, de modo que no
le pondré atención", o bien pudiera ser: "Magnífico, él está hablando
mi lenguaje, de modo que tampoco tengo que ponerle atención".
Queda por verse si este enfoque puede hab lar significativamente
a estos grupos o a mis lectores. Yo no alego mucha originalidad en
estas páginas, puesto que me considero un comunicador científico;
trato de tran smitir las ideas de una man era fácil y provechosa sin con-
siderar si se han originado en m í o no. Si l a síntesis de las ideas es útil,
eso cumple mi propósito. Tengo la esperanza de que algunas de mis
experiencias se hayan destilado en este libro en forma tal que serán
significativas para cualquier persona que se haga la pregunta exis-
tencial básica: ¿Quién soy yo?
—Ralph T. Overman
Contenido
Capítulo U no
Él Homb re en Medio 6
Capítulo Dos
Él Científico y Su Universo
18
Capítulo Tres
Él Científico Como Ser Hu ma no 35
Capítulo Cuatro
Significado y Finalidad 47
Capítulo Cinco
Hac ia Una Serenidad Dinámica 63
Capítulo Seis
(¿na Comunidad Dedicada e Interesada 78
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Capítulo Uno
El Hombre en Medio
¿Quién soy yo? Un aspecto de esta pregunta es fácil
de contestar. Yo tengo un nombre, un número de
enrolamien to cívico y otro m ilitar; un dom icilio, una raza,
una nacionalidad, y otros atributos del ser humano con-
temporáneo. Además, soy'profesor y científico con ante-
cedentes de escuela, universidad, cursos de posgraduado, y
un buen número de años de trabajo como científico detrás
de mí. Al nacer ya me adjudicaron lo que el profesor
Northrop Frye llama un contrato social. En cierto
mom ento histórico vine a formar parte de la sociedad aun
antes de haber tenido consciencia de ser algo. En realidad,
la primera pizca de información sobre mi experiencia fue
un conjunto de condiciones sociales, suposiciones y lealta-
des, con las cuales yo quedaba ya comprometido.
Por otra parte, una aceptación indiscriminada de mis
inamovibles lealtades fue uno de los factores más significa-
tivos en el principio de mi vida. El problema persistente
había sido el de darme cuenta de mi condición, y ser
consciente de ella; hacer una elección entre las lealtades
inamovibles y las que iba descubriendo. Esta es nuestra
común odisea: la búsqueda por determinar quiénes somos
nosotros como individuos y como m iembros de la com uni-
dad humana. Este es el tema de nuestra discusión. Cómo
poder determinar quiénes somos, y qué es lo significativo
para nosotros. Hay una cantidad de maneras de encarar
LA FE DE UN CIENTÍFICO
este problema, p ero considerando q ue la ciencia y el abo r-
damiento científico del universo han sido parte predomi-
nante
de mi experiencia normal, yo miraré primero a la
ciencia para ver si el problema tiene una concepción
esquemática que me proporcione una manera de contestar
mi búsqueda por la comprensión de mí mismo.
No hay duda al respecto: la ciencia ha contribuido a
nuestra civilización. Desde luego, puede haber duda en
nuestras mentes sobre si el impacto de la ciencia y la tec-
nología ha sido bueno o malo. Sin embargo, no tenemos
más que mirar a casi cada detalle de nuestra experiencia
diaria, para ver los resultados de la influencia de la ciencia
en nuestra forma de vida. Tenemos nuestros aparatos de
televisión con los cuales podemos observar la fantástica
vista cósmica de nuestro planeta como se ve desde la luna;
tenemos nuestros microscopios para ver las más pequeñas
amenazas a nuestro bienestar.
Hasta hace unos pocos años atrás mucha gente
suponía que con las herramientas y los métodos de la
ciencia, podríamos proveer un mundo libre de problemas
y preocupaciones. Cierto autor destacó, un tanto chistosa-
mente, que en unos cincuenta años habríam os conquistado
todas nuestras dolencias. Todo lo que quedaría para preo-
cuparnos, sería la curación de los efectos marginales de
nuestros tratamientos. Teniendo en cuenta que tantos
científicos e ingenieros están trabajando tan diligentemente
en tantas áreas, pareciera no haber límite para nuestro
conocimiento. Por otra parte, desde el punto de vista ecoló-
gico,
estamos ciertamente creando algunos nuevos proble-
mas en el proceso de solucionar los otros.
Recientemente un conferenciante hizo la observación
que cuando los historiadores y los antropólogos caven alre-
dedor de nuestros restos dentro de unos miles de años, se
referirán a nosotros como los desperdiciadores de la socie-
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¿QUIEN SOY?
dad. Señaló que somos las únicas personas a lo largo de la
historia que pudimos colocar a un hombre sobre la faz de
la luna mientras estábamos sumergidos hasta las rodillas
en la inmundicia. Nuestra dedicación declarada de combi-
nar nuestros recursos políticos con los económicos y cientí-
ficos para resolver estos problemas del sistema humano, es
una demostración de nuestra preocupación por los proble-
mas creados por nuestro estilo de vida tecnológico.
Los últimos años han demostrado una importante
variación en la actitud del público con respecto a la
ciencia. El auge de la ciencia y de la tecnología durante el
siglo XIX fue una de las coronas de aquel período. La
revolución industrial condujo a una necesidad para una
nueva comprensión del universo que era enteramente
extraño aun para los más letrados de los eruditos. Tanto
los eruditos como la población en general tuvieron dificul-
tades al evaluar los cambios introducidos por este nuevo
campo de pensamiento y experimentación. Por ejemplo, se
hizo muy claro a todos que el descubrimiento de bacterias
y las formas de eliminarlas eran de mucha importancia en
toda residencia. De igual manera el advenimiento de los
m e d i o s de c o m u n i c a c i ó n y d e t r a n s p o r t a c i ó n
revolucionaron aun el estilo de vida del hombre más sen-
cillo.
El público fácilmente comprendió que la industria
aérea y los implementos bélicos nucleares eran útiles para
eliminar del mundo a los déspotas y debían ser aceptados
como un resultado natural y significativo de los avances
técnicos de los primeros años del siglo XX.
Este período fue puntualizado por el Sputnik ruso: el
primer vuelo del hombre al espacio. Después de esto, la
escena norteamericana se convirtió en una carrera frené-
tica para cerciorarse de que existía suficiente número de
científicos y tecnólogos, y que estaban capacitados adecua-
LA FE DE UN CIENTÍFICO
damente para contrarrestar la posible amenaza soviética
de dominio global.
Programas hechos de la noche a la mañana
acompañados de presupuestos incrementaron el deseo de
asegurar a la ciencia occidental bajo la presuposición que
de esta manera podríamos resolver los problemas de nues-
tro equilibrio de poder contemporáneo.
No fue sorpresa para muchos que un cambio,
apartándose de esta preocupación con la ciencia, sería
observable. El período de la década de los años 60-70 vio
a u na g eneración que se apa rtó de los intereses científicos y
tecnológicos y se compenetró en campos de pensamiento y
de acción que tenían pertinencia a la situación actual. Los
intereses subsiguientes tanto emocionales como políticos
concernientes al papel del hombre en su ambiente,
reflejaron aun otra faceta de las interrelaciones del hombre
y la ciencia. Parece razonable asumir que será necesario
emplear los métodos de la ciencia para controlar los-exce-
sos que la ciencia ha producido. ¿Cuál es, pues, el papel de
la ciencia y de los científicos en la v ida co ntem porán ea y en
nuestra búsqueda por el significado personal? Nosotros
preguntamos: "¿Tiene la ciencia respuestas implícitas
para todos los problemas que nos confrontan como seres
humanos?" ¿Podemos depositar nuestra fe en la ciencia?
Miremos algunas de mis experiencias como un caso
histórico de un científico interesado en estos aspectos. He
invertido aproximadamente veinticinco años en el campo
nuclear o atómico de la ciencia. Mientras estuve
enseñando en una universidad durante la segunda guerra
mundial, fui dirigido por teléfono a reportarme a un
proyecto secreto "al este del río Mississippi y al sur de la
línea entre el sur y el norte". Terminó siendo Oak Ridge,
Tennessee y el proyecto M anh attan , el cual tenía por obje-
tivo la elaboración de la bomba atómica. Mi prim era tarea
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¿QUIEN SOY?
fue formar parte de un esfuerzo de separar los isótopos
fisionables de uranio de los átomos inertes (por un proceso
llamado difusión térmica). Antes de la prueba final de la
bomba, fui trasladado al Laboratorio Nacional donde
estaba llevándose a cabo aún más investigación básica
secreta. Esto significó que durante las últimas etapas del
programa de la bomba y luego durante la guerra, yo fui
investigador en la producción de materiales radioactivos
llamad os radioisótopos. Si bien éstos potencial men te e ran
productos dañinos del proyecto bélico, reconocimos un
potencial tremendo para el bien. Aun durante el período
de la guerra, confeccionamos largas listas de problemas
científicos, médicos, y agrícolas que podrían ser
resueltos usando estos isótopos radioactivos. Posterior-
mente colaboré para elaborar un sistema de distribución
que haría que estos materiales estuvieran en disponibilidad
tanto para los científicos como para los médicos. Han sido
llamados "el desarrollo más importante dentro del campo
científico desde que se inventó el microscopio". Las
primeras remesas fueron hechas en 1946 a un hospital de
cáncer y a una clínica de cardiología.
El campo nuclear representa un claro ejemplo de los
usos contradictorios a los cuales la ciencia puede ser lle-
vada. Exam inemos este camp o un poquito más minuciosa-
mente. Quizás esté usted percatado que la bomba nuclear
atómica funciona de acuerdo con un concepto sumamente
sencillo. Podemos tomar cierta cantidad (unas pocas
libras) del ma terial llamado uranio 3
y distribuir esto en
pequeño s pedazos en una bomba . Estos pedazos por sí
mismos no pueden sustentar lo que llamamos una reac-
ción en cadena y son esencialmente piezas inertes de metal.
Aun si la bomba fuese arrojada accidentalmente o fuese
detonada por dinamita o algún otro explosivo, no habría
una explosión nuclear. Si se ha de explotar la bomba como
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•
un armamento nuclear entonces será necesario colocar los
diversos pedazos de uranio 235 en un campo reducido. Si
una cantidad mínima o crítica de uranio se halla presente
aun por un instante, la reacción nuclear en cadena sigue y
la bomba es detonada. La fuerza de una bomba atómica
ordinaria o "nominal" equivale a, digamos, veinte
mil
toneladas del explosivo TNT.
Si deseamos producir una bomba de hidrógeno,
encontramos que esto también es muy sencillo en su con-
cepto. Una bomba atómica ordinaria es empleada como
un fusible a fin de iniciar la reacción de "fusión" y una
cantidad del material tipo hidrógeno (tal como el hidró-
geno pesado o
tritium)
es colocado alrededor del mism o. Si
la reacción nuclear en cadena ocurre, los átomos del hidró-
geno se fusionan y esto arroja cantidades fantásticamente
mayores de energía que al fisionar el uranio por sí mismo.
Tal bomba de hidrógeno tiene el equivalente de, digamos,
veinte millones de toneladas de TN T (20 megatones como
equivalente). Esta cantidad de energía es inconcebible aun
para quienes han observado la detonación de tales arma-
mentos.,.
Mientras estamos hablando de estos armamentos
bélicos, quizás resulte provechoso descartar algunos con-
ceptos erróneos en cuanto a los mismos. No existe posibili-
dad de que ocurra una reacción atmosférica en cadena
como para producir un holocausto global que comprenda
la destrucción literal de todas las personas o de toda la
materia viviente. Simplemente no es liberada la suficiente
energía de ninguna combinación concebible de bombas en
explosión para hacer que esto ocurra. Por ejemplo y a
manera de comparación, un huracán ordinario comprende
energía liberada equivalente a «neo bombas de hidrógeno
explotando cada segundo. La naturaleza sólo puede o perar
sobre la base de la energía en disponibilidad. Una bomba
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¿QUIEN SOY?
de hidrógeno muy bien puede producir la total destrucción
en un área de quince kilómetros de diámetro. Esto por
cierto es significativo cuando uno considera que ciudades
como Nue va York tienen un a densidad de población de un
millón de personas por kilómetro y medio cuadrado
durante las horas laborables. Pero la destrucción de la ciu-
dad de Nueva York no equivale a la "destrucción de nues-
tra civilización".
El reverso de la moneda nuclear ha sido insinuado
arriba, pero es por cierto menos conocido por la mayoría
de nosotros. En lugar de colocar el material fisionable en
una bomba, podemos tomar la misma cantidad de uranio
235 y colocarlo en un instrumento de paz. Este llamado
reactor atómico puede entonces producir una., reacción
nuclear en cadena controlada. Hay por cierto aplicaciones
tremendas que surgen de este uso de materiales fisionables
en un reactor nuclear.
Unas pocas de estas aplicaciones nos bastarán para
ilustrar el impacto generalizado del uso del átomo para los
propósitos constructivos o de paz. Muchos de nosotros
hemos oído o hemos leído acerca de la posibilidad de pro-
ducir electricidad por reactores nucleares. (También
estamos percatados que el calor producido por tales
reactores podría tener consecuencias ecológicas así como el
calor producido en cualquier instalación industrial.)
Muchos no saben que 15 a 20 por ciento de las personas
en los Estados Unidos ya están empleando energía eléctrica
producida de esta manera. Para el año dos mil una frac-
ción significativa de nuestra energía deberá venir de esta
fuente, puesto que la disponibilidad de líquidos provenien-
tes de fósiles y de energía h idráulica estará inevitablem ente
limitada (quizás convenga señalar que no hay radioactivi-
dad significativa liberada por tal reactor, y que el diseño
del reactor siempre incluye un factor adecuado de seguri-
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•13
dad para cubrir el accidente máximo imaginable).
Además de la producción de electricidad, también
estamos capacitados para destilar el agua de los océanos en
cantidades suficientemente grandes como para cambiar la
posibilidad de habitación en grandes sectores de la tierra.
Si los problemas de costo pueden ser resueltos, tenemos
entre manos el potencial de convertir grandes áreas de tie-
rras áridas en regiones productivas. Una autoridad ha lle-
gado a proponer la construcción de un complejo agroin-
dustrial nuclear donde las plantas nucleares podrían pro-
ducir energía, purificar el agua, hacer fertilizantes y otros
elementos químicos. Este complejo sería la fuente central
de abastecimiento para un vasto centro de población. Tal
centro podría ser predominantemente un oasis de produc-
tividad que se sostenga a sí mismo en una región del
mundo en proceso de desarrollo.
La radiación nuclear también ha aportado contri-
buciones muy significativas a nuestro b ienestar. L a investi-
gación científica, empleando isótopos radioactivos como
proveedores de información y el uso de los efectos benéficos
de la radioacción en materiales, ha cambiado el patrón de
la agricultura, la industria, y la nutrición. Casi veinte de
los años durante los cuales estuve asociado con el campo
nuclear fueron dedicados a impartir conocimientos a
científicos, ingenieros, y médicos sobre cómo usar estos
importantes materiales radioactivos como instrumentos en
sus labores en tiempos de paz.
De manera similar los materiales radioactivos han
dado tremendas contribuciones a la práctica de la medi-
cina. Millones de pruebas diagnósticas han sido realizadas
por médicos y por laboratorios clínicos empleando
radioisótopos, y más de treinta mil tratamientos se hacen
cada año con estos materiales en muchos esfuerzos
exitosos para detener los estragos del cáncer y otras
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¿QUIEN SOY?
enfermedades. Muchas más vidas han sido salvadas
empleando los materiales radioactivos que las perdidas en
Hiro shim a y Nagasak i en aquellos fatídicos días de 194 5
cuando las actividades militares de la segunda guerra
mundial fueron truncadas al arrojarse la bomba atómica.
Se ha n escrito muchos v olúmene s describiendo los miles de
aplicaciones de la energía nuclear a las actividades cons-
tructivas de la era de paz. Mi contacto con los médicos
durante la enseñanza del uso de los radioisótopos me
impulsó al campo médico científico que ha culminado
al m omento en mis actividades en la elaboración de p atro-
nes para el cuidado médico.
He empleado el caso nuclear como un ejemplo del
dilema en el cual nos encontramos_respecto de "respues-
t a s "
provenientes d e la ciencia. Ese mismo dile ma nos con-
fronta en todas las encrucijadas de la ciencia y la sociedad,
pero quizás sea más palpable cuando encontramos que los
mismos átomos de uranio están capacitados para ocasionar
la muerte y la destrucción sin cuartel por un lado, y el sal-
var miles de vidas por el otro cuando son colocados en
un reactor de paz. Pero, tómese nota: Esos átomos de
uranio no se interesan en cuál asunto intervienen. No hay
"buenos" átomos ni "malos" átomos; no hay "buena"
ciencia ni "mala" ciencia en este sentido. Explícitamente,
no hay problemas morales dentro de la ciencia. Sólo existe
el problema moral relativo al hombre que se encuentra
entre la bomba y el reactor. Es él que decide cómo será
empleado el uranio.
Si yo le pregunto a la ciencia: "¿Puedo matar a mi
prójimo?" la ciencia podrá contestar: "Sí, emplee una
bomba atómica porque es muy efectiva." Si yo le pregunto
a la ciencia: "¿Puedo salvar la vida de mi prójimo?" La
ciencia dice: "Sí, emplee la energía nuclear y la radiación.
Ofrecen muchas probabilidades." Pero yo nunca puedo
LA FE DE UN CIENTÍFICO
• l í
preguntarle a la ciencia: ¿Debo matar a mi prójimo o es
justo
salvar
su vida?" puesto que la ciencia no tiene
respuestas para tales juicios valorativos. De ahí
que
la
primera proposición capital que deseo asentar en nuestra
discusión es que la ciencia es
amoral.
Esto es cierto de toda
la ciencia pero más específica y dramáticamente de la
ciencia nuclear. (Parentéticamente, no estoy diciendo que
los
científicos
sean amo rales, sino que los instrumentos con
los cuales laboran pasan a esta categoría.)
Ahora, la ciencia tiene limitaciones inherentes en
cuanto a su campo de investigación y las aplicaciones de
sus respuestas. ¿Por qué ha de tener tales limitaciones la
ciencia sobre sus métodos y filosofía? Miremos un poco
más de cerca a la ciencia para determinar cómo opera,
para ver si tiene las respuestas sobre la naturaleza de la
ciencia y del científico. 1
Ha y varias líneas de pensamiento que corren a través
de la h istoria de la ciencia en/ cuanto a su lug ar en el
esquema explicativo de las cosas. Hace más de trescientos
años, Descartes, un matemático y científico francés,
exteriorizó el concepto que si pudiera describir completa-
mente al universo en cualquier tiempo y si él contara con
una infinita habilidad de computación, podría describir el
universo completamente en cualquier época futura. Esta
noción ha sido la base para un concepto extremadamente
importante y mecanicista del universo y el papel de la
ciencia en el universo. Si esta idea es válida, comprende
dos factores fundamentales. Uno, una descripción
completa e instantáne a del universo y de todos s.us compo -
nentes, y dos, la disponibilidad de ilimitado núm ero de ins-
trumentos matemáticos. No cabe la menor duda que el
último factor, al menos, gracias a nuestro sistema de com-
putadoras, está más próximo a su realización que cuando
se hizo la afirmación.
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¿QUIEN SOY?
El concepto de Descartes establece la idea central en
cuanto a la ciencia sustentada por muchos científicos y no
científicos. S ugiere que potencial men te todas las respuestas
del universo pueden ser halladas en la ciencia, y que este
tipo de predicción se convierte en el punto final de la
encuesta científica. Implica que todo cuanto nosotros care-
cemos son los instrumentos para describir y predecir.
Una línea similar de pensamiento fue elaborada del
trabajo y de las conjeturas de Carlos Darwin. El razonó
que debido a las similitudes biológicas de los seres vivientes
y la ocurrencia de éstas en la historia geológica, ha ocu-
rrido un proceso biológico evolucionario desde que la vida
comenzó. Este proceso ha continuado desde el adve-
nimiento de la primera célula a las complejidades del sis-
tema biológico contemporáneo a través de factores de
mutación y de herencia. Esto significa que el estado bioló-
gico puede ser, en un sentido, predicho. Si bien la "predic-
ción" insinuada en esta situación es algo diferente del
enfoque mecanicista d e D escartes, los matices filosóficos
implícitos en este concepto se extienden más allá de las
ideas biológicas directamente afectadas.
Un enfoque similar a la predicción fue presentado
por John Dewey en la primera parte del siglo XX.
Esencialmente él sugirió que si nosotros conocemos todo
acerca del organismo humano, a cualquier altura en el
tiemp o, y si nosotros co nociéramos las leyes psicológicas del
desarrollo de la, person alidad y las fuerzas que o pera n en
ella, entonces podríamos estar capacitados para controlar,
en forma científica, los patrones educativos y las acciones
futuras de dicha persona.
Cada una de estas ideas sugiere que podríamos estar
capacitados para resolver, en principio, todos los proble-
mas del universo: físicos, biológicos y personales, con un
enfoque científico. Todo cuanto necesitamos es el desa-
LA FE DE UN CIENTÍFICO .17
rrollo adicional de los instrumentos científicos para reali-
zar la descripción, y que se desprendería la predicción
científica. Si así fuese, todo cuanto nosotros necesitaríamos
saber es el estado del sistema, y todas las leyes científicas
(numéricas) que lo gobiernan. Muchos científicos, asi
como muchos laicos, se adhieren a este concepto. Ellos
> ntienen y razo nan q ue la ciencia pued e darno s seguri-
dad final si tenemos suficiente información. Desgraciada-
mente, la situación n o es tan sencilla, al menos en el cam po
de la física nuclear, la cual es probablemente el campo tan
avanzado como cualquier otro dentro de la ciencia.
La limitación principal de este enfoque filosófico no
es la "predicción" de la estructura. El problema en la física
nuclear yace en nuestra incapacidad para describir total-
mente los sistemas. Uno de los conceptos básicos de la física
contemporánea es que sencillamente no podemos describir
el sistema físico totalmente en el sentido requerido por
Descartes y por otros famosos científicos, entre ellos Isaac
Newton. Todo cuanto podemos determinar es que hay
cierta probabilidad de que ciertos fenómenos serán obser-
vados.
Por ejemplo, ya no hablamos acerca de los electro-
nes que giran alrededor del núcleo de un átomo en órbita.
Sólo hablamos de la probabilidad de encontrar un electrón
en una cierta región. Esto equivale a decir que cualquier
electrón de cualquier átomo puede en verdad ser hallado
dondequiera en el espacio en cualquier tiempo dado; sólo
cuenta con una mayor posibilidad de estar en una cierta
región de un átomo en ese tiempo. Es evidente que la
característica de la predicción y la seguridad en realidad no
tiene significado si en primer lugar no se puede describir
totalmente el objeto.
Si bien nuestra incapacidad fundamental para descri-
bir una parte del universo totalmente es factor imp ortante,
surge un problema adicional en el hecho de que nuestro
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¿QUIEN SOY?
instrumento de medición, frecuentemente afecta el objeto
sometido a medición. Por lo tanto frecuentemente resulta
imposible hablar de una medida significativa del objeto
por sí mismo. Este hecho es especialmente importante en
los estudios de las personas cuando el proceso de
estudiarlas las cambia tanto que ya no son los objetos que
el investigador comenzó a estudiar. Podemos resumir
diciendo que el universo
no puede ser descrito, medido,
n i
predicho en el sencillo sentido en que nosotros, como lai-
cos,
generalmente asumimos. En síntesis, no tenemos una
real seguridad en la ciencia ni sentido final. Sólo contamos
con la observación de lo inmediato y de las proyecciones
estadísticas. Seguiremos
desarrollando esta idea en otro
capítulo.
Yo me propongo demostrar que, si bien la ciencia
tiene muchas cosas que
ofrecer, bienestares prácticos de la
vida diaria, una forma de
pensar acerca del universo, e
ins-
trumentos para cambiar el universo, la ciencia no no s
ofrece las respuestas finales sobre los seres humanos y su
significado. La ciencia tiene
limitaciones, tanto en su
tema
de estudio como en las formas en las cuales sus instrumen-
tos y sus resultados pueden ser usados. Los juicios valorati-
vos son hechos por el científico y no por la ciencia.
Capítulo Dos
El Científico y Su Universo
Yo he insinuado que muchas personas retienen la
idea de que la ciencia tiene los instrumentos en sus manos
para resolver, al menos
potencialmente, los problemas
que
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•19
aquejan a la humanidad. Otros sienten que la ciencia es el
.monstruo que ha creado muchas, por no decir la mayoría,
de las dificultades que nos confrontan como seres
humanos.
Estas dificultades se originan, o bien de los efectos directos
de la ciencia y de la tecnología sobre la ecología de nuestro
mundo, o bien del efecto deshumanizador de una comuni-
dad mundial orientada hacia la ciencia. Antes de examinar
estos puntos con mayor lujo de detalles, miremos un
poqu ito m ás de cerca este asunto de la forma y el contenido
de la ciencia.
Hace siglos Sir Francis Bacon describió el método
científico con mucho detalle. Esto fue un logro sorpren-
dente cuando uno considera que él personalmente estaba
originando gran parte de aquello que ha sido nuestra tra-
dición científica. La secuencia de la progresión científica
que él describió es impartida todavía en muchos lugares
como "el método científico", y es sostenida por muchos
científicos y laicos.
Este método sugiere que un científico, en sus concep-
tos acerca del problema específico, primeramente propone
una hipótesis en cuanto a la situación a la cual él hace
frente. Esta hipótesis sólo requiere relevancia y no tiene
status,
salvo como punto de partida del cual comenzar. A
medida que la hipótesis adquiere adherentes a través dé la
confirmación de la experiencia y de la lógica, alcanza el
status
de una "teoría" científica.
Esta teoría entonces hace frente a la prueba de la
aceptación por parte de otros científicos y (en algunos
casos) del público. Si la teoría adquiere credibilidad
general, sea
por
la validez de los datos con los cuales
se
concierne o por la belleza y simplicidad de su lógica,
asume el papel de una "ley" científica que es considerada
como "segura" o "que puede ser probada científicamen-
te" .
Este enfoque tiene muchos matices emocionales muy
8/17/2019 Ralph T. Overman - ¿Quién Soy.pdf
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2 »
¿QUIEN SOY?
fuertes debido a la necesidad que muchos de nosotros tene-
mos de seguridad y autoridad. Nosotros sentimos que si la
ciencia puede ser el arbitro final en nuestras vidas, pode-
mos descansar seguros de que todo está en buen orden.
Ocasionalmente encontramos a alguien quien dice
algo más o menos así: "Bue no, después de todo, no ha sido
probada (la teoría de la evolución, la teoría atómica,
etcétera), de modo que no tengo • que preocup arme por
ella." Esta declaración sugiere que si la teoría fuese "pro-
bada", el individuo tendría que hacer frente a verdaderos
problemas en ese campo específico, pero, afortunada-
mente, no tiene que confrontar las implicaciones del
problema, porque no ha sido probada. De ahí que hay dos
puntos de vista sostenidos por el no científico. Uno es que si
una teoría particular no ha sido probada, no tiene que
considerarse más. El otro es el sentimiento que puesto que
la ciencia ha probado algo, debe creerla sobre una base
autoritaria. (Por cierto que no hay nada más autoritario
que un man ual de ingenieros sobre datos y número s, pero
este es un problema bastante diferente.)
Por la experiencia de mi trabajo y de mis ideas, yo
personalmente no he llegado a pensar que la secuencia de
hipótesis a teoría a ley verdaderamente sea la que rige la
actividad científica en el día de h oy. Específicamente, yo no
creo que la ciencia "pruebe" una cosa en sentido lógico o
en sentido técnico. De igual manera, una idea dada no
debe ser considerada como probada por la ciencia aun en
el sentido popular, si eso implica una seguridad inmutable
e invariable. La forma técnica de confrontación puede ser
una de dos tipos. Una de ellas es la prueba lógica, en la
cual, si A y B son afirmaciones lógicas, entonces C es la
conclusión lógica y probada a la que se llega. El otro tipo
de prueba es llamada tautológico, y en éste, por ejemplo, 2
+ 2 = 4. Esto es probado sencillamente por definición de
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•21
los términos en la ecuación. La ciencia no emplea ni una n i
otra de estas formas de razonamiento. La ciencia
emplea
un método epistemológico de razonamiento.
Este enfoque epistemológico tiene tremendas impli-
caciones tanto para el científico como para el laico, puesto
que aun para los laicos es una forma práctica de trabajar y
de razonar. Necesitamos examinar este enfoque para
determinar si la ciencia tiene una respuesta para nuestro
interrog ante existencial inicial. Antes de considerar especí-
ficamente qué nos dice este enfoque en cuanto a nuestra
existencia humana, quizás resultara provechoso ver cómo
la ciencia responde a interrogantes tales como: "¿qué es
una silla? ¿qué es un átomo?"
Yo sostengo que todas las actividades científicas
comienzan con nuestras experiencias humanas. Esto
equivale a decir que en realidad no formulamos preguntas
ni proponemos respuestas sino hasta tanto tenemos
experiencias que necesiten ser ordenadas, estructuradas, y
explicadas.
Todos los seres humanos están expuestos a estímulos
extemos desde el momento de la concepción. Estos
estímulos forman parte de nuestro "contrato social" o
nuestra herencia de nacimiento a la cual me referí en el
capítulo anterior. (Es tentador preguntar qué es lo que
subyace el yo que recibe las experiencias, pero no tenemos
forma de determinar cómo seríamos si no fuésemos como
somos.) Alguien ha hecho la observación que para el astró-
nomo, el hombre solamente es una partícula infinitesimal
en un universo infinito, pero el hombre siempre es tam-
bién el astrónomo.
Cuando éramos muy jóvenes, la mayor parte de las
experiencias que tuvimos probablemente fueron muy
similares, puesto que fundamentalmente eran estímulos
biológicos y respuestas. Por supuesto, los factores heredi-
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22»
¿QUIEN SOY?
tarios y de acondicionamiento entraron en juego también
para afectar nuestros patrones de respuesta. Debido a estas
diferencias am bientales y biológicas en nuestra constitución
y en nuestra biosfera, comenzamos a responder a estos
estímulos en patrones individualizados. La combinación de
todos estos factores nos dio a cada uno de nosotros una
individualidad la cual es uno de los hechos más importan-
tes de nuestra existencia.
Por ejemplo, cuando yo era pequeño, quizás haya
contemplado la luna, quizás me haya preguntado qué era,
cómo llegó a estar allí, por qué era tan brillante, por qué
parecía ser más grande cuando estaba sobre el horizonte, y
un sinnúmero de preguntas similares. Todas estas pregun-
tas me fascinaban, aun cuando no había quién pudiera
darme la mayoría de las respuestas. Entonces descubrí que
las enciclopedias tenían cuadros ilustrativos interesantes y
palabras que me daban algunas de las respuestas a mis
interrogantes sobre el universo.
Por otra parte, m i compañero de juegos parecía care-
cer de interés en estos asuntos. Cuando él contemplaba la
luna, inmediatamente pensaba en palabras que rimaban
con luna. El parecía interesarse solamente por los sen-
timientos producidos dentro de él al contemplar la luna.
Las dinámicas de seleccionar carreras y la razón para tales
diferencias individuales entre nosotros son interesantes y
fascinantes estudios por sí mismos, pero sea por una razón
o por otra, yo me encontré en la universidad estudiando la
química de colores mientras que mi compañero de juegos
había publicado un buen número de libros de poesía.
El punto es que todos recibimos muchas experiencias
similares y diferentes. Yo insinúo que el científico
comienza con tales experiencias y trata de derivar satisfac-
ción al buscar respuestas a los interrogantes planteados.
Por supuesto, el científico quizás tenga más preguntas que
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•23
respuestas, pero contesta aquellas preguntas por las cuales
ha estado interesado más tiempo. (Esta afirmación repre-
senta una buena descripción del proceso de investigación
científica.)
En otras palabras, el científico comienza su programa
con las experiencias (datos) acerca del universo, o alguna
porción del universo, en los cuales se interesa por el
momento. Antes de convertirse en científico profesional,
debió de haberse sometido a un período de rigurosa
preparación en cuanto a las formas de confrontar e inter-
pretar estos datos, las preguntas que debe hacer sobre los
datos y cómo probarlos para ver si tenían precisión, vali-
dez, exactitud. El se siente a gusto empleando estos instru-
mentos.
Como un ejemplo de este enfoque, supongamos que
yo ver if iqué determinado exper imento novecientas
noventa y nueve veces, y que cada vez obtuve la misma
respuesta (realizando el experimento bajo las mismas con-
diciones). Entonces anoté la descripción de estos experi-
mentos y los resultados obtenidos y los publiqué en una
revista científica. Ahora si el profesor "X" vio por casuali-
dad eftrabajo, quizás haya formulado estos interrogantes:
¿Por qué el au tor sólo verificó novecientos nove nta y nu eve
experimentos (cuando mil es un número más factible)?
¿Eran sus datos correctos? ¿Fueron las condiciones repro-
ducidas exactamente en los diversos experimentos?
Si él se sintió satisfecho de que las pruebas fueron
hechas correctamente, quizás entonces decidió resumir el
trabajo al hacer una declaración más o menos así: "Bajo
las condiciones descritas, un cierto juego de resultados
fueron observados en cada caso."
El siguiente paso es de vital importancia. El profesor
quizá decida entonces que, como corolario natural de su
resumen de datos, bajo las mismas condiciones, el mismo
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24
¿QUIEN SOY?
resultado sería obtenido en cualquier momento del futuro.
Este resumen y generalización de la observación y de los
datos es la declaración de una ley científica. Tal ley cientí-
fica está basada solamente en la aceptación general y en la
creencia que los mismos resultados serán obtenidos en
otros experimentos. La palabra "creencia" es un concepto
metafísico, pero no es forzoso que nos asuste a nosotros
puesto que en realidad es la palabra fundamental sin la
cual ningún científico puede funcionar. Yo por cierto
puedo aceptar la ciencia sólo si creo que la naturaleza es
consecuente. Cada uno cree que sobre la tierra las manza-
nas caen hacia la tierra, si bien la ley de la gravedad
establece solamente que las manzanas siempre han caído
hacia la tierra y que se espera que así lo hagan en el
futuro. Yo dudo si Isaac Newton fue a la huerta cada
mañana para determinar si las manzanas todavía caían
"hacia abajo". Por otra parte, nuestros experimentos espa-
ciales nos han provisto de ideas fascinantes en cua nto a las
experiencias sin gravedad y nuestra dependencia en la
misma. Pero la ley de la gravedad ni ha sido abolida ni ha
sido probada.
Ahora, si el científico se inclina a la reflexión, quizás
formule preguntas adicionales en cuanto a sus resultados
experimentales. Quizás se pregunte cuál sea la razón o
causa para la regularidad y los patrones que ha demos-
trado. Quizás entonces idee algún cuadro que conecte
algunas posibles condiciones o circunstancias y los resulta-
dos obtenidos en sus experimentos. Esta es la hipótesis que
se relaciona con la causa y el efecto pero no con los datos
mismos. Una de las características de la creatividad cientí-
fica es el desarrollo de conjeturas ingeniosas tocantes a las
posibles causas para ciertas observaciones. La noción de
Einstein sobre la relatividad no se distinguió tanto por su
incomprensibilidad y abstrusidad como por el gran salto
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•2 5
creativo que estableció la base para su explicación de cier-
tos datos que habían estado en los análisis científicos por
algunos años.
Si entonces se desarrollan datos que apoyan la hipó-
tesis presentada, y si la idea básica se hace cada vez más
útil al pensar en los experimentos, la hipótesis, con o sin
modificaciones, se convierte en teoría científica. Difiere de
la hipótesis sólo a nivel del apoyo y credibilidad de los que
trabajan en el campo y no en la prueba científica. Una
teoría sólo es una descripción de algunas relaciones
posibles de causa y efecto y no tiene adicional evolución, si
bien una teoría dada puede ser grandemente refinada y
ocasionalmente descartada.
Una teoría científica tiene tres funciones: (1)
"explica" todos los datos posibles, es decir, da las relaciones
de causa y efecto; (2) da el menor núm ero posible de-datos
contradictorios; (3 ) es útil pa ra h acer predicciones tocantes
a los tipos de experimentos que resultaría interesante pro-
bar a continuación. Una teoría no tiene el
status
de acepta-
ción más que sobre éstas, y generalmente debe ser
cambiada a medida que se verifican nuevos experimentos.
El esfuerzo es hacer la teoría tan general como sea posible
para correlacionar todas las condiciones experimentales.
En todo el vasto alcance de la experimen tación cientí-
fica, sólo dos ejemplos vienen a la mente en los cuales una
teoría fue totalmente descartada. Una teoría medieval de
combustión fue que un gas llamado "flogisto" era expe-
dido cuando ardía un material. El descubrimiento del oxí-
geno nos dio una forma mucho más satisfactoria para
explicar la combustión. De manera similar cuando la
naturaleza de la luz como moción de ondas fue introdu-
cida, parecía necesario que las ondas de luz atravesaran
alguna sustancia. Esta sustancia fue llamada el "éter lumi-
noso".
Repetidos e ingeniosos experimentos no han produ-
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¿QUIEN SOY?
cido evidencia que cualquiera de estas substancias está en
verdad p resente en el universo, de modo q ue existe acuerdo
general entre los científicos de que estos conceptos no son lo
suficientemente útiles como para ser requeridos en la
ciencia contemporánea. Aun estas teorías no han sido
desacreditadas sino sencillamente descartadas como
inútiles, puesto que los materiales no han sido probados
por nuestros instrumentos de medición.
Si bien el término "teoría" goza de aceptación difun-
dida por la descripción de la explicación en la ciencia, el
vocab lo "modelo" es un té rmino con temporáneo
empleado para describir el estado de un arte observado y
teórico. Tal modelo bien puede ser el modelo físico y ver-
dadero de un sistema, o bien un diagrama representando
las relaciones tal y c omo las concep túa el científico, o bien
puede ser aun más elaborado en la forma de una formula-
ción matemática o un programa de computadora. Todos
empleamos un modelo pero siempre tenemos que estar
conscientes de que el modelo no es la realidad, y debemos
estar dispuestos a modificar o descartar el modelo cuando
sea necesario.
Ahora estamos listos para considerar cómo la ciencia
determina cuál es la relación entre la percepción sensoria
de un objeto en el universo y nuestra comprensión de lo
que es el objeto. Mi "modelo" para esto está basado en
una idea presentada por el profesor Henry Margenau en
su excelente libro The Nature of Physical Reality (La
Naturaleza de la Realidad Física), (McGraw-Hill, 1950).
Yo señalé anteriormente que en un esfuerzo científico
comenzamos con una persona experimentando el universo
a su alrededor. El profesor Margenau comienza su modelo
con una línea vertical, el yo, representando un individuo
experimentando el universo. Si empleamos este enfoque,
podemos considerar el "yo" como sumergido en su uni-
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•27
verso e ínteractuando con él. Yo experimento y clasifico las
observaciones de mi mundo físico como percepciones sen-
sorias.
Si yo resumo y generalizo sobre la base de estas
observaciones, yo he propuesto una ley científica. Es evi-
dente que hoy tengo, con mis instrumentos y compu-
tadoras, una mucha más vasta región de experimentación
y clasificación que jamás haya estado disponible anterior-
mente.
Consideremos un sencillo ejemplo de este enfoque
sobre la forma por la cual aprendemos. Yo puedo determi-
nar que un objeto con un pedazo de madera colocado hori-
zontalmente sobre cuatro varas verticales de m adera puede
ser empleado para sentarse. También aprendo que el
nombre convencional para este arreglo es silla.
Supongamos, pues, que yo me formule la pregunta
tocante a este objeto llamado silla, el cual es externo a mi
persona: "¿De dónde vino la silla?" Puedo proceder a
través de otra serie de observaciones para determinar que
o bien fue adquirida o bien fue construida por la persona
- que la utiliza.
Ahora supongamos que yo formule la pregunta:
"¿Está la silla todavía ahí cuando yo cierro mis ojos?"
Esto significa, por supuesto, que yo debo conservar en mi
mente la idea de un a silla que recuerdo. Yo podría prob ar
la hipótesis que todavía estaba allí en su lugar, palpando
un extremo de la silla con los ojos cerrados. Es fácil demos-
trar que una punta de la silla, al menos, todavía está allí.
Pero entonces quizás preguntemos algo muy fundamental:
"¿C uá l es la silla real, la que está sobre el piso o la idea de
silla que está en mi mente?" Por supuesto esta es una pre-
gunta trivial con relación a una silla, pero es una pregunta
muy significativa cuando la formulo tocante a un átomo, a
un ser humano, (o a Dios). En el caso del átomo, al menos,
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¿QUIEN SOY?
tenemos razones para creer que nunca tendremos posibili-
dad de directamente palpar un átomo. De igual manera
podemos formular la pregunta en cuanto a si "humani-
dad " o "divinida d" pueden ser percibidas directamente en
el sentido físico. En nuestro diagrama quizás formemos el
concepto visual de un "yo", nuestra línea vertical, sos-
teniendo a corta distancia una idea o hipótesis. Esta idea
difiere de las observaciones de la cual fue derivada, pero
aun está conectada a través de una relación lógica al yo
como el que percibe.
Nueva mente yo preg unto: ¿ Cuál es la verdadera silla
o el verdadero átomo, las percepciones sensorias, o el cua-
dro mental de la silla que recuerdo, o el átomo no visto?
Esta no es una pregunta nueva; ha sido debatida por
siglos.
Quizás los primeros campeones de los dos puntos de
vista contrarios fueron los escritores ingleses Samuel John-
son, quien creyó en un realismo muy práctico y directo, y
el Obispo Berkeley, quien creyó que las ideas eran los úni-
cos fenómenos significativos, es decir, creyó en un
idealismo filosófico. En un incidente reportado, Berkeley
estaba sosteniendo el criterio de que todo el universo n o era
más que un pensamiento fugaz en la mente de Dios
cuando Johnson se le acercó y colocó una piedra en el
camino y lastimó su pie.
Quizás sería interesante señalar que esta fracción de
ejercicio filosófico es uno practicado por tales no filósofos
como los entrenadores de deporte. Carlos Moran, un muy
conocido arbitro de los últimos años, declaró su posición
filosófica de ma ner a muy cla ra. "Yo no procedo sobre la
base de cóm o los veo, yo los llamo ta l y como son." Este es
realismo práctico. Klem, una personalidad igualmente
bien conocida, haciendo eco al Obispo Berkeley quizás
inconscientemente, declaró: "Quizás sean pelotas, y quizás
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•2 9
sean juegos, pero hasta que yo diga, no son nada." Esto
representa una diferenciación sucinta entre el realismo
filosófico tradicional y el idealismo.
¿Cómo trasciende esta dificultad la física moderna?
Tal y como lo señalé anteriormente, comenzamos con los
datos observables y elaboramos un concepto teórico. Es
evidente que entonces debemos co mproba r este concepto si
ha de ser aceptable y útil.
Un factor crítico en la validación de una teoría
específica basada en la observación es que la teoría debe
contener factores que un científico creativo pueda usar
para sugerir formas adicionales por medio de las cuales
podrá ser verificada. Esto es realizado al produc ir un jueg o
diferente de percepciones sensorias de aquellas de las cuales
se generó la idea originalmente. Es decir, una teoría debe
contener elementos que sugieran experimentos adicionales
que deben ser realizados para probar su validez. Se espera
que los experimentos sugeridos sean adecuados, no. sólo
para determ inar si las ideas originales se relacionan con los
datos, sino también para obtener formas de experimenta-
ción para saber si alguna hipótesis en competencia no es
válida* Nuevamente el genio del científico creativo salta a
la delantera al cultivar teorías y conceptos y posterior-
mente al formular experimentos para probar la validez de
estas ideas.
Nuestra secuencia ha sido la siguiente: Las obser-
vaciones son realizadas por el que percibe y se producen
las generalizaciones; es generado un concepto que ha de
ser probado para verificación; el concepto es confrontado
empleando otro tipo de experimento que provee obser-
vaciones adicionales; si las observaciones son aquellas pre-
dichas por la teoría o el concepto, la teoría o el concepto es
considerado validado. Si las observaciones realizadas no
corresponden a las predichas o no están en consonancia
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¿QUIEN SOY?
prueba de la validez de la teoría atómica. El significado es
que cada una de las teorías fue confrontada en el labora-
torio y los resultados predichos por la teoría fueron obser-
vados experimentalmente. A esto se le puede hacer
referencia como una "validación reflexiva" del objeto, ver-
bigracia, el concepto propuesto es válido porque los resul-
tados predichos por el concepto están en consonancia con el
experimento.
Este ejemplo del uso de un modelo científico dem ues-
tra la primera de las dos ideas tocante a la ciencia que son
responsables tanto para el poder del enfoque científico
como para las limitaciones a las cuales hicimos referencia
anteriormente.
La ciencia comienza con la percepción, pasa a las
ideas o teorías sobre la naturaleza de las relaciones com-
prendidas, y luego pasa a probar estos conceptos en el
campo de la percepción o de la experiencia. Esto significa
que la ciencia comienza y termina con los cinco sentidos:
Oír, pro bar, ver, oler, palp ar. Específicamente, si un fenó-
meno no es percibido y medido p or un o o más de estos sen-
tidos,
no estamos involucrados en una búsqueda científica.
El segundo factor en la fuerza (y la limitación) de la
ciencia yace en la naturaleza de la relación existente entre
el científico y los objetos bajo su estudio. Si yo en realidad
soy científico, yo seré "objetivo" tocante a mi trabajo.
Todo cuanto yo hago en el campo de la ciencia, debe ser
verificable públicamente y demostrable a otros que están
equipados con los correctos sensores. Si yo contemplo un
objeto o si yo realizo un experim ento, siemp re debo asu mir
que si usted viene a mi punto de ventaja y usted emplea
sensores equivalentes a los míos, usted obtendrá los mismos
resultados que yo. Quizás usted bien pueda interpretar los
resultados en forma distinta que la interpretación que yo
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•33
les dé, pero las observaciones hechas en la ciencia deben
poder ser repetidas y comprobadas.
Casualmente aquí yace el problema fundamental al
considerar los problemas tales como la naturaleza de los
UFO (Objetos foráneos no identificados), la vida en otros
planetas, psicoquinesis y una hueste de otras ideas relacio-
nadas con la ciencia. No es que estos conceptos no son
posibles ni probables. El problema de validarlos es que no
contamos con datos sensorios directos en los cuales basar
los conceptos propuestos, o que no tenemos una forma
independiente de observar los resultados anticipados del
concepto o teoría específicos.
Podríamos señalar que de esta muy ostentada objeti-
vidad por parte del científico sólo parece existir en los
laboratorios experimentales. Mucho pensamiento y
estudio han sido invertidos para tratar de determinar el
grado al cual los científicos son realme nte objetivos tocan te
a su trabajo. Este asunto está reflejado de maneras muy
sutiles, por ejemplo, al determinar las razones por las
cuales una persona comienza a trabajar en un campo dado
o sobre un problema específico.'No somos totalmente obje-
tivos al seleccionar el experimento a realizarse ni al
seleccionar los datos que tomamos. De manera similar, si
yo presento mis teorías ante una conferencia de científicos,
yo puedo ser muy falto de objetividad tocante a un colega
que no está de acuerdo con la interpretación de mis resul-
tados, o que postule interrogantes sobre mi tema experi-
mental .
Para resumir este enfoque, tomemos prestado un tér-
mino del teólogo judío, Martín Buber. El sugiere que la
relación tal y como está descrita aquí es entre el "yo" que
observa y el objeto del estudio, es decir un "eso". El "eso"
siempre es externo al observador y separado de él. Si bien
a veces hay una íntima relación entre el observador y lo
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¿QUIEN SOY?
observado, no debe haber interacción entre ambos que
moleste el sistema observado, o de lo contrario no tendre-
mos el sistema original bajo estudio. La ciencia, pues, está
limitada a estas relaciones de "yo-eso". Si yo estudio un
átomo, es un "eso", al igual que una silla.
Si yo fuera un psicólogo que estuviera estudiándolo a
usted, usted sería un "eso", un objeto en el sentido cientí-
fico. Si yo tratara de probar la existencia de Dios científi-
camente, tal esfuerzo, aun si tuviera éxito, solamente
demostraría la existencia de aquel Dios como una entidad
en el universo físico. Yo postulo que es imposible "p ro ba r"
la existencia de Dios por cualquier método científico,
intelectual, o lógico, y aun si fuera posible probarlo, tal
dios no sería un dios en el sentido religioso. Los diversos
argumentos que alegan probar la existencia de Dios son
muy consoladores para el creyente pero sencillamente no
son lo suficientemente fuertes para el incrédulo. Quizás
sea conveniente señalar que la pregunta: "¿Existe el
átomo aparte del observador?" no tiene real significado.
La única pregunta correcta es: "¿Tiene el átomo signifi-
cado para usted?"
¿Dónde nos encontramos en nuestra búsqueda por la
identidad personal? Comenzamos con un "yo" experi-
mentando el universo porque no podíamos comenzar en
ningún otro punto. Si bien existe la posibilidad de vali-
darme a mí mismo, nosotros observamos que los métodos
de la ciencia no tienen la base para validar más que los
atributos físicos de un objeto en el universo. La ciencia es
un campo fascinante, que demanda mucho para quienes
disfrutan al encontrar una forma satisfactoria de emplear
sus capacidades tanto en la rutina de la búsqueda en el
laboratorio como en la excitación consumadora de ver los
resultados ubicarse en un elegante esquem a conceptual.
La ciencia tiene sus puntos fuertes de objetividad y de
LA FE DE UN CIENTÍFICO
• 3 Í
medición y muchos de nosotros sentimos que estos son de
gran importancia para nuestra forma de pensar. Pero la
ciencia no sabe nada de aquello que no puede ser medido y
que es subjetivo. Yo afirmo que es en estos campos donde
residen nuestros significados existenciales y nuestros
valores. Si bien yo puedo descubrir qu é soy en el labora-
torio científico, no puedo determinar allí quién soy.
Capítulo Tres
El
Científico Como
Ser Humano
Si no puedo encontrarme en el m undo de los hechos,
de la lógica o del laboratorio, ¿hay otro lugar dónde bus-
car? En realidad, no puedo preguntar si hay un
lugar
dónde buscar, porque "lugares" se encuentran en el
mjundo de las dimensiones y del tiempo, y concluimos en el
capítulo anterior que sólo podemos encontrar objetos físi-
cos en lugares. Otra forma de hacer la pregunta es la
siguiente: "¿Hay otras experiencias además de las del
laboratorio que nos dan percepciones de la naturaleza del
'ser humano'?" Si comenzamos con un individuo que
experimenta, ¿hay otros tipos de experiencia que son váli-
dos pero que son de tal naturaleza que no pueden ser
sometidos a medición ni públicamente verificables,
vale decir, que no son científicas? ¿Contamos con
experiencias que son tan fundamentales y legítimas como
nuestras experiencias sensorias, pero que no emanan de las
experiencias y de las observaciones tocantes a objetos en el
universo físico?
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3Í » ¿QUIEN SOY?
Yo pongo a vuestra consideración que sí hay estas
experiencias que caen bajo el dom inio de esta categoría. Yo
creo que éstas son las experiencias emocionales, vale decir,
el sentido de culpabilidad, de a nsiedad, de amo r, de hostili-
dad. Yo también afirmo que éstas no son respuestas hechas
a los objetos que yo experim ento en el mun do físico.
Quizás me enoje y le dé un golpe brutal a la llanta de mi
automóvil cuan do vea que está sin aire, pero yo dudo que
esté realmente enojado con la llanta. Es decir, que las
respuestas emocionales no surgen de las interacciones con
los objetos en el mundo físico, sino que resultan de las
relaciones con otras entidades llamadas, para nuestros
actuales propósitos, "seres". (Explicaré un poco más tarde
algunas de las características del "ser" tal y como empleo
el término, pero no es exactamente el empleo tradicional
filosófico del término.)
Mi siguiente proposición importante es, pues, que
estas experiencias emotivas no comprenden una relación
entre un "yo" y un "eso". En lugar de esto, se derivan de
relaciones entre un "yo" y una entidad externa descrita en
la terminología de Buber como un "tú". Por cierto, parte
de nuestra dificultad conceptual surge porque no conoce-
mos muchos "tus" que no sean caracterizados como obje-
tos.
Estoy insinuando que la interacción primaria com-
prendida en hostilidad, culpabilidad, amor, etcétera,
emana de estas relaciones, "yo-tú", si bien por cierto estoy
consciente que hay niveles de adrenalina y otros concomi-
tantes d e estas reacciones que son físicamente medibles. Yo
creo,
por ejemplo, que la hormon a científicamente medida
es secundaria a la respuesta emocional. Por supuesto que
hay una reacción orgánica que puede ser demostrada por
la administración de ciertas drogas. De cualquier manera,
iniciamos nuestra búsqueda metodológica con un indi-
viduo que exper imenta el mundo que lo rodea.
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•J7
Ahora veamos más cuidadosamente una de estas
respuestas emotivas. Emplearé la culpabilidad como un
ejemplo, quizás en parte porque esta respuesta es umver-
salmente reconocida, y quizás en parte porque ha sido un
factor tan importante en la determinación de nuestras
estructuras de valores.
En los muy tempranos períodos del hombre se nos
dice que cada uno hacía lo que era correcto ante sus
propios ojos. Yo asumo que nuestros contemporáneos
podrían elaborar un caso para la aceptación de este estado
de caos, pero también puede demostrarse que la ve rdadera
justicia individual sólo puede ser impartida con una
estructura social que reconoce los derechos de otros indi-
viduos. Mi libertad termina donde la nariz del prójimo
comienza. Se progresó en la historia cuando alguien reco-
noció el valor, para todos los miembros de la comunidad,
de la regla de "ojo por ojo" y "diente por diente". Esto sig-
nificaba que cuando yo le pegaba en el ojo, usted me
pegaba en el mío. No se tenía después ningún sentimiento
de culpabilidad puesto que éste era una correspondencia de
uño* a uno (perdón) entre el damnificado y el que da ñaba.
Esto señala dos cosas: primero, que la respuesta de cul-
pabilidad surge de una relación no satisfactoria o no
adecuada con otro ser humano; y en segundo lugar, que
las respuestas de culpabilidad pueden ser resueltas al
entrar en una relación mucho más satisfactoria con otro
ser humano, especialmente si esto resulta del perdón del
individuo que ha sido perjudicado.
Sin embargo, si yo lo mato a usted, usted no me
puede matar a mí, y surge una situación problemática. Si
nuestra premisa es válida de que la respuesta de culpabili-
dad puede ser templada al entrar en una relación satisfac-
toria con otro ser humano, se desprende que debemos
entonces encontrar otro ser humano que tome el lugar del
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38»
¿QUIEN SOY?
asesinado si hemos de resolver la culpabilidad. (Entre
paréntesis, el psicólogo muy bien puede identificar la causa
de la culpabilidad y quizás pueda demostrar que ni es
necesaria en algun as situaciones. Yo sólo estoy interesado a
esta altura con el hecho de que el individuo experimenta la
culpabilidad y cómo puede ser eliminada esta culpabili-
dad.)
La resolución de este problema de culpabilidad en la
ausencia de una relación directa de perdón entre los dos
individuos comprendidos, pudo haber asumido una de dos
formas en los albores de nuestros patrones de relación. Por
ejemplo, si alguien me vio a mí cometer el asesinato, esto
podría haber sido comunicado a un "tu" vicario: el
patria rca, el juez. Este oficial entonces sería facultado pa ra
tomar el lugar de la víctima y dar el castigo corres-
pondiente. Tal penitencia u otros medios sustitucionarios
podrían (pero no necesariamente ocuparían) tomar el
lugar del perdón de la víctima misma. A las claras mi
reacción al juicio y el grado al cual esto eliminaría mi cul-
pabilidad estaría condicionado por todo mi patrón de
respuestas.
Otra posibilidad para resolver la culpabilidad del
individuo fue elaborada en otras culturas. Si ningún otro
ser humano fue testigo del asesinato, en mi ilustración yo
todavía tendría el problema de la culpabilidad puesto que
yo sé lo que hice. En esta situación, quizás el problema
de resolverlo, pues, podría hacerse asignando existencia a
los objetos inanimados, tales como los árboles que me
rodean, esto es, hacer de estos objetos "tus" o "dioses". Si
yo hiciera tal asignación, podría aplacar los dioses por
diversos medios. El auge de los ritos religiosos animistas
quizás pudo haberse acelerado por la necesidad de darle el
"ser" a la naturaleza a fin de que pudiera participar en las
interacciones emocionales del hombre primitivo.
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•39
Un ejemplo del uso de la presuposición vicaria o sus-
titucionaria de la culpabilidad proviene de la temprana
historia hebrea. Si bien los sacerdotes tenían el poder de
llevar a cabo el modelo de "ojo por ojo" para resolver las
dificultades personales, estaba claramente asentado que no
todos los problemas eran traídos a la superficie en el curso
normal de los eventos humanos. A fin de no perder de
vista ninguna posibilidad, cada año el sacerdote escogía un
macho cabrío del rebaño y simbólicamente colocaba todos
los males no declarados sobre la cabeza del animal. El
macho cabrío entonces era enviado al desierto. A este ani-
mal se le llamaba víctima propiciatoria y servía para
cubrir todos los males no perdonados del grupo.
Puede mencionarse otro aspecto de la situación de
culpabilidad. Nunca podemos esperar estar de acuerdo con
la lista de cosas por las cuales debiéramos sentirnos cul-
pables puesto que provenimos de trasfondos muy diferen-
tes.
Sin embargo, todos tenemos la característica de sentir-
nos culpables de alguna cosa.
En el capítulo anterior describí una bastante cruda
analogía en la cual el científico, "yo", fue representado por
una línea vertical en un diagrama. Este "yo" experimentó
los objetos en el mundo físico.
Éstos objetos fueron validados al experimentar los
resultados predichos por el concepto. Podemos continuar
la analogía al representar ahora a este individuo que
experimenta con el otro brazo extendido. En lugar de que
este brazo alcance un objeto, este brazo se extiende hacia
otro individuo, "tú". Tal y como ocurrió en el caso
anterior, no necesitamos "probar" que tal "tú" existe.
Postulamos primero que existe tal entidad. Entonces
sugerimos que si tal "tú" en realidad existe (o si tiene sig-
nificado), puede ser verificado en nuestra experiencia indi-
vidual, tal como el átomo fue validado. En este caso, sin
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¿QUIEN SOY?
embargo, no validamos un "tú" empleando nuestras
experiencias sensorias sino nuestras respuestas emotivas.
En el ejemplo de culpabilidad miremos el orden: (1)
Yo reconozco una respuesta de culpabilidad en mí; (2)
esta respuesta de culpabilidad surge de una relación ina-
decuada o insatisfactoria con otro ser humano; (3) esta
respuesta de culpabilidad puede ser resuelta y eliminada al
interactuar en una forma más satisfactoria con otro ser
humano, se espera que sea con la víctima; (4) yo valido la
existencia del otro ser "tú" en el proceso de relacionarme
con él; (5) yo reconozco que la resolución del patrón de
culpabilidad no hubiera ocurrido si yo no hubiera entrado
en esta relación con el otro ser.
El modelo de un ser humano de esta manera describe
un "yo", el que percibe, que experimenta dos tipos de
"señales": aquellos recibidos por sensores físicos y los reci-
bidos por sensores no físicos. Puede hacerse un interesante
ejemplo de la distinción entre estos dos tipos de cono-
cimiento. Tenemos descripciones cuantitativas precisas de
las reglas pa ra a precia r y para medir la luz, el sonido, etcé-
tera. Por ejemplo, la intensidad de la luz decrece en pro-
porción inversa al cuadrado de la distancia de la fuente de
origen. Esto significa que al medir una cantidad de luz a
cierta distancia de su origen, obtendremos una medida
para la cantidad de luz que está produciendo impacto en
nuestro instrumento de medición. Si entonces movemos el
instrumento a un punto dos veces distantes de la fuente de
luz, descubrimos que podemos medir solamente una
cuarta parte de la luz que fue medida a distancia más
próxima. Describimos este descenso de intensidad de luz
por la "ley inversa del cuadrado". Por otra parte, las
respuestas emocionales no son medidas, si bien algunos
factores fisiológicos asociados con la emoción pueden serlo.
No hay "ley del cuadrado inverso" tocante al amor. Yo
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•41
asumo que puedo odiar (o amar) desde cualquier dis-
tancia.
Si bien yo estoy manteniendo que la respuesta
emocional es una respuesta primaria y que las condiciones
fisiológicas son producidas en forma secund aria, yo
mencioné anteriormente que hay una reacción de un
campo al otro. Esto es lo que uno podría anticipar
puesto que el "yo" que experimenta es el mismo indi-
viduo. Hay solamente un "yo" y solamente un universo el
cual habito y debe haber, por necesidad, una unidad y
coherencia de las diversas expresiones de mi experiencia.
Hay drogas que pueden cambiar las respuestas
emocionales y el comportamiento, y nuestros estados emo-
tivos ciertamente tienen una influencia directa sobre la
naturaleza y la intensidad de nuestros males orgánicos.
Estos son los aspectos "psicogénitos" de nuestra condición
física. Alguien preguntó a Peter Marshall si nuestras men-
tes hacen que nuestros cuerpos enfermen, o si nuestros
cuerpos hacen que nuestras mentes enfermen. Su respuesta
fue que nuestras mentes y nuestros cuerpos están tan ínti-
mamente ligados que se contagian de los males que aque-
jan al uno y al otro.
Hemos considerado la culpabilidad como un ejemplo
del tipo de respuesta producida por un a relación insatisfac-
toria entre seres. También hemos indicado que una rela-
ción que comprende dos seres (verbigracia, perdón) es un
requisito para su resolución. Tamb ién he sugerido que un a
de las características de nuestro "ser" es una capacidad
para la respuesta emotiva tal como un sentimiento de cul-
pabilidad, y que también tal sentimiento puede ser elimi-
nado en la relación del perdón. Si bien la culpabilidad es
un buen ejemplo de una respuesta emocional, hay otras
condiciones más generales que tienen que ver con la
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¿QUIEN SOY?
naturaleza de un organismo caracterizado como "huma-
no" .
Joel Sorenson, un teólogo sueco, ha descrito el estado
emocional (o espiritual) del hombre como conteniendo tres
elementos: culpabilidad por el pasado, inquietud por el
presente, y esperanza por el futuro. Si bien puede haber
entre nosotros discrepancia acerca de qué deberíamos sen-
tirnos culpables, los elementos de angustia y desesperanza
parecen estar mucho menos sujetos a desacuerdo en
cuanto a su significado. Es verdad que el hombre siempre
debe tener un grado de esperanza, pero estamos caracteri-
zados por diversos niveles de esperanza. También esfoy
sugiriendo que los factores anotados anteriormente son
característicos de cualquier ser humano indistintamente de
raza, cultura o cualquier factor individual de diferencia-
ción. Estos son factores transculturales y tiene n q ue ver con
un ser humano dondequiera viva sobre el planeta.
Mi siguiente proposición es directa y sencilla. El
organismo humano, el "yo", es fundamentalmente
egocéntrico o autocentrado. Desde el momento en que
somos separados biológicamente de nuestras madres, nos
encontramos divididos entre nuestra necesidad y comodi-
dad de una relación íntima emocional y biológica por una
parte, y nuestro deseo por tener una identidad separada
por la otra. Es este dilema fundamental y existencial
la raíz de nuestra condición humana. En otras palabras,
queremos retener nuestra identidad egocéntrica pero nos
damos cuenta que también debemos gozar de relaciones
adecuadas y satisfactorias con seres fuera de nosotros mis-
mos para resolver los problemas de culpabilidad, para dar
sentido y significado al presente y propósito al futuro. Sin
tales relaciones sólo contamos con la frustración y la sole-
dad.
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•43
El que ésta sea la condición de la humanidad es el
tema que hilvana tanto la literatura secular como la
sagrada. Los robots de 1984, los hombres vacíos y huecos
de las fiestas de cocktail, los personajes ligeros de algunas
de las obras teatrales, aquellos que no tienen salidas y los
habitantes de la antigua Roma, tal y como los describió el
apóstol Pablo, todos tienen una cosa en común. Todos des-
criben seres sin relaciones humanas emocionales.
Esta condición ha sido descrita por el profesor
Northrop Frye, tal y como sigue:
"Pensamos más bien .. .en una mente en la cual un
principio de normalidad y equilibrio está pugnando por su
vida en contra de una manada estridente y aplastante de
impulsos caóticos, que simplemente no puede ser repri-
mida sino que muy frecuentemente debe ser animada y
consentida, siempre permitida a tener su voz pese a.su«cla-
sificación de tonta y pueril. En síntesis, pensamos en la
mente como una democracia participadora; es necesaria
pa ra vivir con ella y sin emba rgo molesta y exaspera, y no
un ideal sino un proceso. En tal analogía no cabe una per-
sona dirigida por dentro que resiste a la sociedad hasta la
muerte, tal como Sócrates o Mote: La sociedad está divi-
dida y el "individuo, pese a la etimología de dicha pala-
bra, está autodividido." ("The Educational Contract",
New Society, 20 de noviembre, 1969).
Aludiendo a las revueltas estudiantiles de los últimos
años de la década de los '60 , el profesor F rye prosigue par a
señalar que "como los beatniks, que ya han pasado del
escenario, los
hippies
que están decayendo, y los grupos en
que se usa LS D, que se están desbaratando, la intranquili-
dad estudiantil no es tanto un aspecto social como un agre-
gado de frustraciones, interrog antes, desilusiones, y egocen-
t r i s m o s ind iv iduales" .
Una interesante distinción puede ser establecida entre
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¿QUIEN SOY?
los beatniks de la década del '50 y el hippie de la década
del '60. El beatnik proclamó a voz en cuello: "¡No te nece-
sito ¡No te necesito " Pero todavía me necesitaba a mí
para poder gritar esto. El hippie, por otra parte, estaba
diciendo: "¡Yo te necesito ¡Yo te necesito Pero ya no
puedo ver quién eres." Estaban aclamando que los miem-
bros del establecimiento basado en la tecnología estaban
diciendo: "Yo no te necesito como persona, sino como
máq uina." Ellos creyeron que el sistema obstaculiza al
hombre de relacionarse realmente con otros. Ellos sin-
tieron que el resultado era el mismo cualquiera sea la
causa, sea qu e fuese la propi a ciencia o la prostitución de la
ciencia en manos de aquellos buscando (quizás inconscien-
temente) formas para depersonalizar y deshumanizar al
hombre. Las personas necesitan que las personas sean per-
sonas y usted pu ede sentirse tan solo en un lugar congestio-
nado como en una isla desértica. Nuestras ciudades y nues-
tras multiversidades están atestadas de soledad. Hemos
dicho a nuestra generación más joven: "Llévense el dinero
y no me molesten." La juventud ha contestado: "Yo
quiero una relación real con todos, emocional y biológica-
mente, no importa cuáles sean las consecuencias sociales,
porque su sociedad no es más que máquinas."
El remedio propuesto para esta situación es sorpren-
dentemente fácil declarar pero excesivamente difícil
realizar. Fundamentalmente el remedio es que cada indi-
viduo cultive su capacidad para relacionarse emocional-
mente con otro ser. El otro ser humano con quien yo me
relacione está igualmente necesitado de tal relación. En
síntesis, el remedio es aprender a amar. Esto, por cierto,
suena como un cartelón en un desfile por una avenida
principal. Pero, ¿qué significa el amor? (Ciertamente no el
sexo, como parece significar para muchos.) Todos nosotros
podríamos elaborar un caso bastante bueno tocante a la
LA FE DE UN CIENTÍFICO
•4J
gran importancia de tener a alguien que nos ame, pero
evidentemente no muchos de nosotros estamos capacitados
para ofrecerle amor a otro. Los estudiantes negros en repe-
tidas oportunidades me han dicho que su amor es selectivo
para con otros negros. Esto completamente encalla al no
reconocer que el amor no puede ser diferenciado en tal*
manera. Si yo puedo relacionarme con otro humano, yo
debo estar capacitado para hacerlo con cualquiera. El tra -
tar de limitar el amor es substituir la hostilidad por el
amor. Donde existe la hostilidad, el amor no puede per-
manecer. Pero todos somos humanos caracterizados por el
perenne conflicto entre estos sentimientos.
Uno de los comentarios más típicos que se oyen en la
universidad de hoy es que en realidad la vida no tiene sig-
nificado. Estoy de acuerdo que esto puede ser cierto en
parte, pero insisto que es cierto sólo al grado que ao exista
relación con otro ser humano. Debo estar participando
emocionalmente con otro para que yo goce de significado.
Esto significa que yo debo darme a fin de que tal relación
exista. Sin embargo, el dar una pane de nosotros es una
perspectiva que intimida a la mayoría de nosotros.
Cuando hemos tratado de dar algo de nosotros en una
relación emocional, (aun cuando fuimos muy jóvenes),
frecuentemente fuimos vencidos psicológicamente cuando
nos atrevimos a abrir un pequeño huequito en nuestra
armadura. Hemos estado construyendo esos muros pro-
tectores por tanto tiempo que es harto difícil ofrecer
cualquier parte de nosotros por temor a ser lastimados más
profundamente. La única esperanza para nosotros es
alcanzar el grado cuando creamos que podremos recibir
suficiente valor de una relación personal como para afron-
tar el riesgo. Siempre es una decisión de beneficio venus
riesgo.
Esto es frustrante, ¿verdad? Vemos que todos noso-
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¿QUIEN SOY?
t ros somos seres humanos asustados y solitarios,
deambulando, buscando una relación amorosa con alguien
que nos acepte tal y como somos, sin importarle cómo
hemos actuado
en
nuestra soledad
y
desesperación. Enton-
ces si encontramos tal persona, se me dice que debo dar
más de mí mismo como paliativo y remedio para la ansie-
da d y el dolor que he sufrido. ¿No sería acaso mucho
mejor intenta r algo, posiblemente
las
drogas,
a
manera
de
escape, al menos temporal, de mí mismo? Parece que no
puedo continuar golpeándome la cabeza contra la muralla
procurando encontrar
la
razón
de mi
existencia. Pero
no
tomo el camino lógico, porque sí sé algo acerca de las
relaciones humanas aunque sean conocimientos fragmen-
tarios.
Es fácil decir
que la
respuesta
a la
condición humana
es
el
" a m o r "
y la
relación
con
otros, pero
no
hemos tenido
la práctica
que
necesitamos para tener éxito.
No
hemos
tenido la práctica de am ar en nuestros hogares y no hemos
gozado de una relación realmente satisfactoria con nues-
tros congéneres. ¿Y acaso hay un miembro del orden
establecido, tal como un abogado, pastor o médico, a quien
pueda yo acudir y quien me aceptaría pese a mi luenga
cabellera,
o mis
conexiones sociales,
si
realmente
me
conociera tal como soy?
¿Qué significa todo esto? Sencillamente que la exis-
tencia significativa
es
posible sólo mediante
una
rela-
ción satisfactoria con otro ser humano . ¿Quién soy yo?
So y solamente con relación a otro ser con quien puedo
entrar
en
relaciones emocionales
o
espirituales
de
amor .
Puedo definir
el
significado mínimo sobre
los
términos
de
una relación con otro ser human o, pero todo ser humano
que conocemos tiene sus ansiedades, alienaciones, y absur-
dos. ¿Q u é me puede dar sino una proyección de su propia
soledad y frustración? Por supuesto, cualquier relación, no
LA FE E UN CIENTÍFICO
•47
importa cuan inadecuada y transitoria, ayud ará en nuestra
búsqueda tras el significado y el propósito, pero evidente-
mente cada
uno de
nosotros tend rá
que
seguir
en su
propio
camino miserable, puesto que no contamos con una per-
sona realmente comprensiva (vale decir, madura),
generosa a nuestro lado.
La respuesta a nuestro interrogante es clara en pr in-
cipio.
Yo no
descubriré quién
soy en el
laboratorio, sino
más bien en mi ser y ser con otro. La necesidad para el
encuentro con otro ser humano es la base para el h u m a-
nismo. Pero el humanismo basado sobre las debilidades
humanas
y el
egoísmo humano
que se
disfraza
de
amor, solamente ofrece un paliativo transitorio y limitado
para mi interrogante existencial. Alguien observó: Yo
podría creer en la humanidad si no fuera por las personas
que la componen."
Capítulo Cuatro
Significado y Finalidad
En
los
capítulos anteriores hemos tratado
de
estable-
cer
un
número
de
conceptos básicos sobre
los
seres hu ma -
nos,
par t icularmente con respecto a su- (mi) forma de
aprender acerca del universo circundante. Af