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mecanismo de las narrativas seriales.Todo en ellas ha de asumir las dificul-tades de la mediación y los juegosde límites. Porque de eso se trata,una pura dialéctica de mediacionesdonde la conexión del episodio pilo-to con la serie propiamente dicha,de los episodios entre sí, y de unastemporadas con otras supone unaramificación de las relaciones que, en muchos casos, difícilmente puedeeludir la caída en la desmesura. Dehecho, asumir tal dificultad es unaestrategia que ya ha sido utilizada enmás de una ocasión. Perdidos es unbuen ejemplo: tras el ejercicio de me-galomanía de su primer episodio, logrotesco del resto resulta de lo más cotidiano, siendo quizá ése su único fallo, no haber sabido tratar con elsuficiente respeto la economía de lasorpresa.
O a la inversa, como en House, donde ni hay sorpresas, ni las nece-sitamos, porque, seamos sinceros,¿a quién le importa si el intratablemédico recupera o no a su mujer?Lo que queremos es seguir disfrutan-do de sus barbaridades y, por tanto,afianzar una desmesura en la queno hay posibilidad de superación. En
este caso no habrá problemas porcaer en lo grotesco, y no los habráprecisamente porque se ha asumidode antemano, convirtiendo la exage-ración en ingrediente de éxito. Quizásean éstas las estrategias que carac-terizan a las mejores series, o, por lomenos, a las más actuales. Al asumirlo que podemos llamar el peligro dela segunda temporada, todo parece más sencillo. Es más, si concentra-mos tal peligro en la posible recaí-da en lo grotesco, ello explicaría eléxito de otras series que no sólo loasumen, sino que, yendo más allá, loconvierten en protagonista.
MI FAVORITA. Todos los devotos de las ficciones de repetición tene-mos series favoritas. La mía es A dos metros bajo tierra, especialmente porhaber convertido lo grotesco en temaprincipal y tratarlo con la dulzura y pulcritud que se merece. No conoz-co mejor definición de la magníficaserie de Alan Ball que la que ofrecen,de nuevo, Jordi Balló y Xavier Pérez:«inteligente apropiación de los pro-tocolos clásicos de la serialidad parareferirse, precisamente, a lo que laficción televisiva tiende a proscribir:el contacto directo con la muerte».De eso se trata, de convertir el temaprohibido en personaje principal. Escierto que toda narrativa serial juegacon su posible conclusión y al mismotiempo la teme, pero cuando ese finales el final por excelencia, la muerte, y ésta ha sido convertida en personaje,la recaída en lo grotesco, simplemen-te, se disfruta. ■ A
BC
D7
REDES DE LEJANÍAS
JESÚS LILLOCuando, hace ya una década, las pro-ductoras españolas de ficción comen-zaron a colonizar la franja televisiva demáxima audiencia hasta marginar nosólo a las series norteamericanas, sinoal cine fabricado en Hollywood, la cer-canía con el espectador se convirtióen lema y reclamo de una campaña tan engañosa como efectiva. En muy poco tiempo, una nueva y reconociblegalería de héroes domésticos –mé-dicos de familia o porteros de fincaurbana; el roce hace el cariño– iba adesplazar de la pantalla a personajesensamblados a miles de kilómetros dedistancia y perfilados para distraer a un público planetario.
En descargo de las cadenas nacio-nales hay que recordar que, durantetodo este tiempo, las grandes produc-ciones de la televisión estadounidense han ido siendo estrenadas, con diverso grado de puntualidad, por las cadenasnacionales. No hay más que consultarla relación de los Emmy entregados cada temporada para tropezarse conseries que en su día dispusieron deuna buena y céntrica oportunidad para
seducir al público español, responsableúltimo, por simple desinterés, de sudesprogramación o, en el mejor de los casos, de su alejamiento a las franjas de madrugada, relleno y castigo.
REVISAR A LA BAJA. La reciente re-apertura del dial televisivo y la caídade las expectativas de audiencia deunos operadores que revalúan su ofer-ta en función de un mercado cada vezmás segmentado han provocado quelos criterios de rentabilidad sean revi-sados a la baja y que las produccionesnorteamericanas regresen, como Los 4.400 de Antena 3, del más allá de latelevisión temática y de insomnes: nohay más que sintonizar las señales deLa Sexta o Cuatro para comprobar lasdimensiones de un fenómeno que enmenor medida reflejan las emisoras de primera generación. Vuelven los héroes clásicos, pero también plan-teamientos universales y atemporales que la ficción nacional había ignoradopara explotar endogámicas y aberran-tes tramas hipercostumbristas.
Junto a las hazañas contrarreloj
de Jack Bauer –último representan-te televisivo de unos géneros épicosen constante adaptación al mediogeopolítico, y cuya depurada narra-tiva no ha dudado en aplaudir VargasLlosa– o las miserias de los náufragos de Perdidos, la televisión proyectahistorias importadas de fantasmas, cirujanos, criminalistas y vecinos de barrios altos. Sus protagonistas no pa-san de ser los instrumentos, bisturí olinterna, con los que explorar con pe-riodicidad semanal tumores familiaresy patologías sociales. La Médium, los agentes de CSI, las Mujeres desespe-radas de Wisteria Lane o los médicosen prácticas de Anatomía de Grey nohacen sino conducir al espectador, en confianza, por el mapamundi deltrauma. Policías, videntes o médicos, tanto da, para recorrer la corteza ex-terior de un drama, eterno, que los guionistas de Hollywood no dejan dereescribir con un lenguaje audiovisualmaduro y sin concesiones.
PARA MENORES SIN REPAROS.Mientras las productoras norteameri-canas tratan de satisfacer la deman-da de un espectador que sintonizaconmociones adultas, las factoríasnacionales graban españoladas paratodos los públicos o, con más pre-cisión, para menores acompañados.Forzada por el establecimiento apartir de las diez de la noche de una sólida franja de entretenimiento in-fantil –familiar se llama en el dialectode los programadores, quizá para noofender a nadie–, la presencia de los niños frente al televisor determina ydevalúa la calidad de las series quelas cadenas encargan y emiten ennuestro país.
La enorme distancia argumentaly plástica que separa a las series es-tadounidenses de las españolas estáestrechamente ligada a las necesida-des de la audiencia que aquí y allá lasconsume. Los Lunnis de TelevisiónEspañola siguen desfilando –«buenasnoches, hasta mañana»– a eso de las ocho de la tarde, pero la libérrimasingularidad de los horarios que rigenen nuestros hogares hace aburridosa estos peluches: se acuestan muy pronto. Antes de disparar contra elguionista, habría que tener en cuentaa qué hora se cena en España, cuándose van a la cama los niños y qué com-parten a diario las familias al margende un capítulo de Aquí no hay quienviva o Los Serrano.
Mientras los menores de edadsigan levantados a las tantas de lanoche y los audímetros los detectenfrente al televisor, a la ficción adulta norteamericana le seguirá costan-do un sobreesfuerzo conquistar lafranja de máxima audiencia. Aunquesiempre nos quede CSI. A los niños les encanta Grissom. ■
BALLÓ Y PÉREZ AFIRMAN QUE,
EN LAS SERIES, «CUANTO MÁS SE
PONE EN PELIGRO LOS ELEMEN-
TOS INVARIABLES, MÁS PLACER
HALLAMOS EN RECUPERARLOS»
LAS CHICAS DE WISTERIA LANE(A LA IZQUIERDA)
HAN VISTO
CÓMO SU VIDA
HA QUEDADO
TOTALMENTE
PATAS ARRIBA
AL FINAL DE
LA SEGUNDA
TEMPORADA
DE «MUJERES
DESESPERADAS».
EN ESO COINCIDEN
CON LA CRÍTICA:
QUE LLEGUE YA LA
TERCERA PARA VER
LA LUZ AL FINAL
DEL CAMINO
HUBO UN TIEMPO EN EL QUE LA FICCIÓN NACIONAL SE IMPUSO Y ARRIN-
CONÓ A LA NORTEAMERICANA. QUIZÁS LA SUPERÓ EN AUDIENCIA, PERO
LA CALIDAD DE SUS GUIONES ESTÁ TODAVÍA A AÑOS LUZ
MIENTRAS LOS MENORES SIGAN
LEVANTADOS A LAS TANTAS Y
LOS AUDÍMETROS LOS DETECTEN
FRENTE A LA TELE, A LA FICCIÓN
ADULTA NORTEAMERICANA LE SE-
GUIRÁ COSTANDO CONQUISTAR LA
FRANJA DE MÁXIMA AUDIENCIA
Cultural (Madrid) - 16/09/2006, Página 7Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.