3
52+SALUD Periodista, actriz y productora de teatro, en 2011 sufrió un ACV estando embarazada. Meses después sobrevivió a un tromboembolismo pulmonar y a otro evento cerebrovascular. Tras ocho meses de incertidumbre, fue diagnosticada con déficit de proteína S. Hoy, a sus 33 años, sueña con volver a las tablas RICARDO ANDRADE | FOTOGRAFÍA ROBERTO MATA superyo | testimonio Todo empezó con tres días consecu- tivos de intensos dolores de cabeza. Era octubre de 2011. Yo tenía cinco meses y medio de embarazo. Mi esposo estaba en Taiwán por trabajo, así que mi familia me llevó a la clínica. Me hicieron una tomografía y me dijeron que tenía una lesión de ocupación de espacio (un tumor). Allí estuve cuatro días. De ahí fui referida al Hospital Domingo Luciani (de El Llanito) y cuando llegué, entrando a emergencia, convulsioné. Me llevaron a terapia intensiva. Cuando desperté, habían transcurrido 10 días. Como estaba embarazada, no me podían medicar, sólo me daban vitaminas para ayudar al desarro- llo del bebé y me hacían un eco cada 72 horas. Se descartó la hipótesis del tumor, y pasaron 21 días hasta que me dijeron que había sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico en el lóbulo temporal. La pregunta era qué lo originó. El único antecedente que tenía era el de una convulsión en la adolescencia. Pasé por muchos diagnósticos: síndrome antifosfolípido, lupus, problemas cardíacos… Producto del ACV, perdí la coordinación mo- tora del lado derecho de mi cuerpo, parte de la visión y ciertas habilidades de lenguaje. Uno de los momentos más tristes fue cuando una amiga me llevó un libro al hospital: lo abrí y vi que no entendía nada de lo que estaba escrito. Para enseñarme a leer de nuevo, mi papá me compraba periódicos y me recortaba las letras. Mi esposo, que llegó a Venezuela tan pronto pudo, me mostraba los titulares y sumarios de la prensa y me preguntaba qué significaban. Me hacía ir más allá. También me costó volver a hablar. Mi herma- na, mi papá y mi esposo se convirtieron en mis traductores oficiales. Eran los únicos que me entendían. La lengua se me fue soltando cuando empecé a caminar. Fue como un renacer. Tenía ya casi un mes hospitalizada, cuando el 3 de noviembre de 2011, a las dos de la tarde, Relato de vida / Orlanis Barreto “Tengo muchos ángeles de la guarda en la tierra”

Relato de vida orlanis Barreto “Tengo muchos ángeles de … · de incertidumbre, fue diagnosticada con déficit de proteína S. Hoy, a sus 33 años, sueña con volver a las tablas

  • Upload
    lamdat

  • View
    215

  • Download
    3

Embed Size (px)

Citation preview

52+SALUD

Periodista, actriz y productora de teatro, en 2011 sufrió un ACV estando embarazada. Meses después sobrevivió a un tromboembolismo

pulmonar y a otro evento cerebrovascular. Tras ocho meses de incertidumbre, fue diagnosticada con déficit de proteína S.

Hoy, a sus 33 años, sueña con volver a las tablas RicaRdo andRade | FotograFía RobeRto mata

superyo | testimonio

Todo empezó con tres días consecu-tivos de intensos dolores de cabeza. Era octubre de 2011. Yo tenía cinco

meses y medio de embarazo. Mi esposo estaba en Taiwán por trabajo, así que mi familia me llevó a la clínica. Me hicieron una tomografía y me dijeron que tenía una lesión de ocupación de espacio (un tumor). Allí estuve cuatro días. De ahí fui referida al Hospital Domingo Luciani (de El Llanito) y cuando llegué, entrando a emergencia, convulsioné. Me llevaron a terapia intensiva.

Cuando desperté, habían transcurrido 10 días. Como estaba embarazada, no me podían medicar, sólo me daban vitaminas para ayudar al desarro-llo del bebé y me hacían un eco cada 72 horas. Se descartó la hipótesis del tumor, y pasaron 21 días hasta que me dijeron que había sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico en el lóbulo temporal. La pregunta era qué lo originó. El único antecedente que tenía era el de una convulsión en la adolescencia. Pasé por

muchos diagnósticos: síndrome antifosfolípido, lupus, problemas cardíacos…

Producto del ACV, perdí la coordinación mo-tora del lado derecho de mi cuerpo, parte de la visión y ciertas habilidades de lenguaje. Uno de los momentos más tristes fue cuando una amiga me llevó un libro al hospital: lo abrí y vi que no entendía nada de lo que estaba escrito. Para enseñarme a leer de nuevo, mi papá me compraba periódicos y me recortaba las letras. Mi esposo, que llegó a Venezuela tan pronto pudo, me mostraba los titulares y sumarios de la prensa y me preguntaba qué significaban. Me hacía ir más allá.

También me costó volver a hablar. Mi herma-na, mi papá y mi esposo se convirtieron en mis traductores oficiales. Eran los únicos que me entendían. La lengua se me fue soltando cuando empecé a caminar. Fue como un renacer.

Tenía ya casi un mes hospitalizada, cuando el 3 de noviembre de 2011, a las dos de la tarde,

Relato de vida / orlanis Barreto

“Tengo muchos ángeles de la guarda

en la tierra”

53+SALUD

testimonio | superyo

Uno de los momentos más tristes fue cuando una amiga me llevó un libro al hospital: lo abrí y vi que no entendía nada de lo que estaba escrito”

54+SALUD

superyo | testimonio

me hicieron un eco Doppler y vieron que no estaba produ-ciendo suficiente líquido amniótico y mi hijo no tenía el crecimiento adecuado para mis 33 semanas de embarazo. Decidieron practicarme una cesárea. Mi esposo tuvo que firmar un acuerdo para asumir la responsabilidad de lo que pasara: una probabilidad era que ambos falleciéramos.

Ese mismo día, a las seis de la tarde, entré a quirófano. Samuel pesó 1.700 gramos al nacer y midió 44 centíme-tros. Como sus pulmones no estaban todavía maduros, lo llevaron a terapia neonatal, con ventilación asistida. Pasé dos semanas sin conocerlo, porque yo no estaba en condiciones. Mi esposo le tomó una foto. Yo dormía todas las noches junto al retrato. Siempre supe que Samuel era quien me iba a ayudar a salir adelante.

Un día, cuando empecé a recuperarme, me vistieron para que fuera a ver a mi tesoro. Cuando lo conocí quedé en shock. No sabía qué hacer. Mi esposo me decía que le hablara, pero yo no podía emitir una palabra: lo veía ahí, tan chiquito, tan flaquito… Sin embargo, se recuperó y lo dieron de alta antes que a mí. Mi mamá, mi esposo y una prima se encargaban de él.

El 21 de noviembre me dieron de alta. Ese mismo día comencé a sentir dolores muy fuertes en la parte derecha del tórax, el hombro y la mano. No los soportaba. Gritaba mucho. El 23 tuve que volver a la clínica. Me diagnostica-ron tromboembolismo pulmonar. Sobreviví porque actué a tiempo. Estuve en el hospital de El Llanito durante un mes más.

El tromboembolismo me obligó a estar de reposo abso-luto y con cuidados en la dieta. Estuve tranquila hasta el 23 de febrero de 2012, cuando comencé a sentir mareos y dolores de cabeza otra vez. Le dije a mi papá que me esta-ba dando un ACV y no supe más de mí. Cuando desperté estaba en la clínica. Se trataba, en efecto, de un segundo evento cerebrovascular isquémico, esta vez occipital. ‘¿Por qué me da otro ACV estando anticoagulada?’, pensaba. Eso me deprimió. Fue frustrante volver a caer.

No hubo avances en mi diagnóstico hasta que fui referida al Banco Municipal de Sangre, donde me sometieron a mu-chos exámenes. En marzo de 2012 concluyeron que podría tener resistencia al anticoagulante que estaba tomando y me lo cambiaron por otro. En el mes de junio me hicieron un examen de proteína S y resultó positivo. Fue el hema-

tólogo quien dio con mi enfermedad: hipercoagulabilidad por déficit de proteína S. Al escuchar ese diagnóstico me sentí aliviada. Lo que quería era tener una certeza. El tra-tamiento consiste en tomar anticoagulantes de por vida y seguir una dieta estricta: no puedo consumir nada verde ni bebidas oscuras, ni nada que contenga vitamina K.

Ahora sueño con volver a las tablas. El teatro para mí significa vida, pasión, entrega, disciplina. Estando en recu-peración, mi amigo Rolando Jiménez, quien hoy lamenta-blemente ya no está con nosotros, me ayudó a retomarlo. A finales de 2012, él estaba montando El más mejor, una obra sobre la vida de un boxeador venezolano de los años setenta. Le pedí, sin creer que lo iba a hacer, que me escri-biera un personaje. Quince días después me dijo que había creado un papel especialmente para mí.

El día del estreno me desmayé horas antes de que co-menzara la obra. Me sacaron de la sala. Afuera estaban mi papá y mi hermana. Convulsioné. Me dieron el medi-camento y una compañera se puso mi vestido para hacer el personaje. Al cabo de una hora, me preguntó si ya podía actuar y le dije que lo haría por Rolando. Lo logré: salí al escenario, me agarré de las cuerdas del rin e hice mi papel. Estuvimos tres semanas en la sala Rajatabla.

Si no hubiera tenido tanto apoyo, tal vez habría muerto: tengo la fortuna de contar con una familia pequeña, pero grande de corazón. Tengo muchos ángeles de la guarda en la tierra. Ahora me siento bastante bien. Mi esposo regresó en enero de este año a su trabajo en Taiwán. Samuel –quien tuvo parálisis cerebral como consecuencia de mi primer ACV– y yo vamos todos los días a terapia. Todavía me mareo si hay mucho calor o ruido, y me pueden dar crisis con-vulsivas, pero estoy siempre bajo control –tomo fármacos antiepilépticos– y muy alerta.

Mi plan a corto plazo es viajar el próximo enero a Taiwán para estar junto a mi esposo, quien vendrá a buscarnos. Allá quisiera estudiar mandarín, hacer fotografía y apren-der un poco de la cocina oriental. Haremos cinco escalas porque no debo tomar vuelos largos. También irá con noso-tros mi papá, quien va a estar conmigo los primeros meses, mientras me adapto.

Mi mayor deseo es preparar a Samuel para que cuando yo me vaya de este mundo esté listo para salir adelante. Él es mi vida, mi fortaleza, mi mayor alegría”. •

Siempre supe que mi hijo era quien me iba a ayudar a salir adelante”