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René descartes el discurso del método (segunda parte)

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Estaba yo entonces en Alemania… disponiendo de un completo vagar para entregarme a mis pensamientos. Y uno de los primeros, entre ellos, fue el ponerme a considerar que frecuentemente no hay tanta perfección en las obras compuestas por varias piezas y hechas por la mano de diversos maestros como en las que han sido trabajadas por uno solo.

Así, se ve que los edificios planeados y terminados por un mismo arquitecto son casi siempre más bellos y mejor ordenados que los que han intentado recomponer varios, aprovechando para ello viejos muros que habían sido construidos para otros fines.Y de la misma manera, pensaba que las ciencias de los libros, al menos aquellas cuyas razones no son más que probables y que carecen de demostraciones, habiendo sido compuestas y acrecentadas poco a poco con opiniones de varias personas diferentes, no se aproximan tanto a la verdad como los simples razonamientos que un hombre solo puede hacer naturalmente acerca de las cosas que se le ofrezcan.

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Verdad es que no vemos derribar todas las casas de una ciudad con el único fin de reconstruirlas de otra manera para hacer más bellas las calles; pero sí es frecuente que algunos derriben las suyas para reedificarlas, viéndose, a veces, incluso, obligados a ello, cuando están en peligro de caerse por sí mismas y cuando sus cimientos no son muy firmes. A ejemplo de lo cual me persuadí de que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado cambiándolo todo en él, desde los fundamentos y derrocándolo para volverlo a edificar; ni tan siquiera que intentase reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para enseñarlo; pero, en lo que atañe a las opiniones que había yo admitido en mi creencia, pensé que no podía hacer cosa mejor que intentar por una vez suprimirlas todas, a fin de colocar en su lugar, bien otras mejores, o bien las mismas, una vez ajustadas al nivel de la razón. Y creí firmemente que, por este medio, lograría conducir mi vida mucho mejor que si no edificaba más que sobre viejos cimientos y no me apoyaba más que en los principios que me había dejado inculcar en mi juventud, sin haber examinado nunca si eran verdaderos.

Mi propósito no se extendió nunca más allá del intento de reformar mis propios pensamientos y de edificar en un terreno enteramente mío.

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El mundo está compuesto casi exclusivamente de dos clases de ingenios, a los que no conviene en modo alguno, a saber: de los que creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden evitar el precipitar sus juicios, ni tienen bastante paciencia para conducir ordenadamente todos sus pensamientos y los que, poseyendo bastante razón o modestia para comprender que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otros, por los cuales pueden ser instruidos, deben conformarse con seguir las opiniones de estos otros, más bien que buscarlas mejor por si mismos.Por lo que a mi toca, hubiera sido sin duda del número de estos últimos, si no hubiese tenido nunca más que un solo maestro o no hubiese conocido las diferencias que en todo tiempo existieron entre las opiniones de los más doctos.En lugar del gran número de preceptos de que la lógica está compuesta, creí yo que tendría bastante con los cuatro siguientes,Era el primero, no aceptar nunca cosa como verdadera que no la conociese evidentemente como tal.El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como se requiriese para su mejor resolución.

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El tercero conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos mas simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco,  como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo, incluso, un orden entre los que no se preceden naturalmente.Y el último, hacer en todas partes enumeraciones tan completas y revistas tan generales que estuviese seguro de no omitir nada.

Esas largas cadenas de razones tan simples y fáciles de que los geómetras acostumbran a servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado ocasión de imaginarme que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen unas a otras de la misma manera, y que solo con abstenerse de recibir como verdadero ninguna que no lo sea, y con guardar siempre el orden que menester para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna tan alejada que finalmente no se alcance, ni tan oculta que no se descubra. No me costó mucho trabajo buscar por cuales era necesario comenzar, pues sabía ya que era por las más simples y fáciles de conocer.

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…Lo que más me contentaba de este método era que con él estaba seguro de usar mi razón en todo, si no perfectamente, al menos lo mejor que estuviese en mi poder.…Habiendo advertido que los principios de todas las ciencias debían ser tomados de la filosofía, en la que no encontraba todavía ninguno seguro, pensé que, ante todo, era menester que tratase de establecerlos en ella… creí que no debía intentar llevarla acabo hasta que no hubiese alcanzado una edad mucho más madura que la de veintitrés años que entonces tenía.

SÍNTESIS.Decide examinar los principios que le habían sido inculcados en su juventud para así descartar los falsos redefiniéndolos y mantener los verdaderos.Crea para esto el método basado en cuatro preceptos.1 - No aceptar nunca cosa como verdadera que no la conociese evidentemente como tal.2 - Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como se requiriese para su mejor resolución.3 - Conducir ordenadamente los pensamientos, comenzando por los objetos mas simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, hasta el conocimiento de los más complejos.4 - Hacer en todas partes enumeraciones tan completas y revistas tan generales que estuviese seguro de no omitir nada.

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Bottan Gonzalo

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