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TEMA 1 SOLIDARIDAD, ALTRUISMO Y CIUDADANÍA - 1 - TEMA 1 SOLIDARIDAD, ALTRUISMO Y CIUDADANÍA: PERSPECTIVAS SOBRE LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN EL ÁMBITO DEL TERCER SECTOR 2. ALTRUISMO Y CIUDADANÍA: PERSPECTIVAS HISTÓRICAS El fundamento último del Trabajo Social y del Tercer Sector se puede situar en la noción de ciudadanía, entendida como los derechos de cada persona, inalienables, que implican, para poder ser ejercidos, una configuración estructural de la sociedad. La desigualdad, carencia de poder o la miseria extrema han sido una constante en la historia de la humanidad, y solamente en los ámbitos en los que se consideraba a los demás como ciudadanos, se generaban mecanismos de intervención social para reducir la desigualdad y que la ciudadanía se convirtiera en una ciudadanía real. En las comisiones legislativas en las polis griegas en el S. V a.d. se puede observar un fenómeno ligado al comportamiento altruista y la preocupación por el ciudadano. Con las monarquías helenísticas, las minorías ricas, alejadas del poder político directo se convierten en mediadores entre la realidad local y el poder real. Se transforman en bienhechores de sus conciudadanos, creando organizaciones para ayudar y proveer de recursos a los que se encuentran en situación de riesgo o exclusión social. Podemos resaltar el fenómeno del evergetismo o del patrocinio de beneficencia, obras y cuidados sociales, que se manifiestan sobre todo en las fundaciones escolares y de asistencia a los ciudadanos más desafortunados. A partir de la Ilustración, el concepto de ciudadanía se convierte en el núcleo de las políticas sociales. Se reclamaba la igualdad de derechos y la seguridad jurídica, incluyendo el derecho al voto. Los ilustrados coincidían en el rechazo del ejercicio del poder arbitrario, y defendían las democracia como un sistema de control de los poderes de forma que fuese posible el ejercicio de la libertad individual. En última instancia lo que inspiró a los movimientos progresistas partidarios del sufragio universal, la abolición de la trata de esclavos, las libertades civiles y la legislación laboral progresista durante los S XIX y XX fue el componente liberal. El concepto de ciudadanía alienta la extensión de los derechos de ciudadanía. Es la insoportabilidad del poder arbitrario ejercido sobre los ciudadanos, lo que mueve a los pensadores ilustrados a realizar sus propuestas, y es lo que está en la raíz de la evolución de nuestras democracias occidentales contemporáneas. Es el dolor del igual lo que es insoportable. La ciudadanía compartida constituye el soporte de la política social en todas las épocas. Podríamos definir la evolución de Occidente como la evolución desde la ciudadanía restringida de solo algunos de sus miembros hasta la ciudadanía universal, en una sociedad industrial y de masas en las que puede emerger el Trabajo Social como disciplina científica. La lucha contra la exclusión, y la configuración de nuestras sociedades como Estados de Bienestar que permiten asegurar el ejercicio de la ciudadanía, se revelan como las dos cuestiones que nos permite medir la calidad de nuestra democracia y la dignidad de nuestras sociedades.

Resumen Solidaridad y Extranjeria en España

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Resumen del Tercer Sector asignatura de la UNED para Trabajo Social. Apuntes bajados

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TEMA 1 SOLIDARIDAD, ALTRUISMO Y CIUDADANÍA

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TEMA 1

SOLIDARIDAD, ALTRUISMO Y CIUDADANÍA: PERSPECTIVAS SOBRE LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN EL ÁMBITO DEL TERCER SECTOR

2. ALTRUISMO Y CIUDADANÍA: PERSPECTIVAS HISTÓRICAS El fundamento último del Trabajo Social y del Tercer Sector se puede situar en la noción de ciudadanía, entendida como los derechos de cada persona, inalienables, que implican, para poder ser ejercidos, una configuración estructural de la sociedad. La desigualdad, carencia de poder o la miseria extrema han sido una constante en la historia de la humanidad, y solamente en los ámbitos en los que se consideraba a los demás como ciudadanos, se generaban mecanismos de intervención social para reducir la desigualdad y que la ciudadanía se convirtiera en una ciudadanía real. En las comisiones legislativas en las polis griegas en el S. V a.d. se puede observar un fenómeno ligado al comportamiento altruista y la preocupación por el ciudadano. Con las monarquías helenísticas, las minorías ricas, alejadas del poder político directo se convierten en mediadores entre la realidad local y el poder real. Se transforman en bienhechores de sus conciudadanos, creando organizaciones para ayudar y proveer de recursos a los que se encuentran en situación de riesgo o exclusión social. Podemos resaltar el fenómeno del evergetismo o del patrocinio de beneficencia, obras y cuidados sociales, que se manifiestan sobre todo en las fundaciones escolares y de asistencia a los ciudadanos más desafortunados. A partir de la Ilustración, el concepto de ciudadanía se convierte en el núcleo de las políticas sociales. Se reclamaba la igualdad de derechos y la seguridad jurídica, incluyendo el derecho al voto. Los ilustrados coincidían en el rechazo del ejercicio del poder arbitrario, y defendían las democracia como un sistema de control de los poderes de forma que fuese posible el ejercicio de la libertad individual. En última instancia lo que inspiró a los movimientos progresistas partidarios del sufragio universal, la abolición de la trata de esclavos, las libertades civiles y la legislación laboral progresista durante los S XIX y XX fue el componente liberal. El concepto de ciudadanía alienta la extensión de los derechos de ciudadanía. Es la insoportabilidad del poder arbitrario ejercido sobre los ciudadanos, lo que mueve a los pensadores ilustrados a realizar sus propuestas, y es lo que está en la raíz de la evolución de nuestras democracias occidentales contemporáneas. Es el dolor del igual lo que es insoportable.

La ciudadanía compartida constituye el soporte de la política social en todas las épocas. Podríamos definir la evolución de Occidente como la evolución desde la ciudadanía restringida de solo algunos de sus miembros hasta la ciudadanía universal, en una sociedad industrial y de masas en las que puede emerger el Trabajo Social como disciplina científica. La lucha contra la exclusión, y la configuración de nuestras sociedades como Estados de Bienestar que permiten asegurar el ejercicio de la ciudadanía, se revelan como las dos cuestiones que nos permite medir la calidad de nuestra democracia y la dignidad de nuestras sociedades.

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3. DESIGUALDADES, TRABAJO SOCIAL Y TERCER SECTOR Una cuestión clave para el ejercicio de la ciudadanía es la lucha contra las desigualdades, en un doble aspecto:

- Como programa político de las instituciones públicas. - Como respuesta de colectivos que se autoorganiza para hacer frente a retos

específicos, y que se encuentran en el origen de lo que denominamos Tercer Sector.

En el caso europeo, los ciudadanos se autoorganizan para afrontar retos y oportunidades, en ámbitos que todavía no han asumido las instituciones públicas o que se encuentran fuera de su alcance. La participación en organizaciones voluntarias permite afrontar situaciones de exclusión, y en un contexto de creciente aislamiento, permite a sus participantes reconstruir sus vínculos sociales.

La participación en organizaciones voluntarias tiene efectos sobre el objeto, al cambiarlo, y

sobre los sujetos que participan, ya que experimentan un fuerte vincula derivado de la cooperación altruista que fortalece sus capacidades de interacción social. De ahí el mayor atractivo de las organizaciones del Tercer sector, en comparación con la participación en partidos políticos y sindicatos.

La participación en organizaciones de voluntariado afronta peligros derivados entre otros

de la correcta gestión del poder, de la participación, o de la representatividad. Pueden ser utilizados además como pretexto para deslegitimizar las políticas sociales y el Estado de Bienestar. Se podría favorecer el crecimiento del Tercer Sector ya que es una forma de externalizar los costes y la prestación de servicios, de forma que el Estado se desvincula de la gestión directa aunque continúe financiando muchas actividades del Tercer Sector. En otras ocasiones se puede acabar desvinculando del compromiso con la ciudadanía, convirtiendo las necesidades o demandas de la población en un asunto privado, que dependen de la capacidad de personas y grupos para autoorganizarse.

Desde una perspectiva orientada por la noción de ciudadanía, y la defensa de la

democracia como el mejor sistema en el que los ciudadanos pueden decidir sobre su propio futuro político y económico, la identidad de las personas en las sociedades modernas tiene que ver con dos cuestiones:

1. La posibilidad de realizar sus deseos y sueños sin más limitación que las derivadas de sus propias capacidades, o de la libre competencia con otras personas y otros sueños y deseos.

2. La posibilidad real de configurar la sociedad para que el campo de juego en el que

desenvolvemos nuestra vida permita un margen real de libertad en relación con nuestros objetivos.

La esperanza colectiva en la posibilidad de realizar nuestro proyecto vital, tiene dos

puntos de apoyo:

- La experiencia de la movilidad social ascendente, como personas y países, que se ha podido experimentar en numerosas sociedades a lo largo del S. XX; y la mejora de las condiciones básicas de la vida, ligadas a la expansión del sistema de salud, educación y alimentación en muchos países. La globalización pone de manifiesto que los recursos disponibles son muy diferentes según el país en que se vive. Las posibilidades de experimentar una movilidad social ascendente, de vivir mejor, no tiene tanto que ver con

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lo que uno pueda hacer dentro de su país, sino con emigrar a países en los que por el mero hecho de vivir allí ya se disfruta de esos servicios.

- La capacidad de introducir mayores niveles de democracia en nuestras sociedades,

de tal forma que tanto el desarrollo tecnológico como la evolución económica respondan a criterios que tengan en cuenta la dignidad de las personas y su condición como ciudadanos..

Las desigualdades a escala mundial y a escala global, la individualización de las

trayectorias laborales, la fragmentación y degradación del mercado de trabajo, el incremento de las desigualdades y diferencias en los estilos de vida, se deben analizar en un contexto en el que las insuficiencias financieras del Estado de Bienestar coinciden con el aumento de las tendencias hacia una mayor concentración del poder económico y de los grupos empresariales. En este escenario, orientar la acción colectiva para lograr una mayor igualdad, cobra una mayor vigencia, derivada de la propia forma de actuar de las democracias actuales: como sistema de representación, la acción colectiva organizada, la creación de organizaciones con capacidad de actuar en el ámbito público e introducir sus objetivos en la agenda de los políticos, constituyen un medio para poder intervenir en la configuración de nuestras sociedades.

En un mundo globalizado, el fortalecimiento de las identidades locales muestra la superficialidad de los discursos que reducen la realidad social a una competencia de individuos en el mercado global. Buscamos la integración en estilos de vida colectivos, y hasta en el consumo de masas encontramos un mecanismo que refuerza el vínculo social. Nos reconocemos en los demás y nos hacemos personas en la interacción y convivencia con los otros. En sociedades democráticas experimentamos la necesida de agruparnos para defender intereses que no son adecuadamente resueltos por las instituciones públicas, y que, si no nos organizamos para abordarlos, no pueden ser resueltos.

4. PARADOJAS DE LAS SOCIEDADES CONTEMPORANEAS

La especie humana ha podido sobrevivir gracias a su carácter social. La capacidad de cooperación, la capacidad de comunicación y aprendizaje, y el desarrollo de formas complejas de interacción social, y de nuevas tecnologías, aumentaron nuestra capacidad de adaptación al medio, y la capacidad de trasformar este medio, hasta crear un entorno propio artificial.

La Ilustración formuló una noción de ciudadanía y un ideal de justicia que implicaba la

necesidad de promover la educación, y fomentar un espíritu de cosmopolitismo, tolerancia y libertad. Sus pensadores están de acuerdo en que las capacidades naturales de los individuos sólo podían plasmarse en sociedad. Una vez que las diferencias se entendieron con criterios sociológicos, y no religiosos o raciales, los ilustrados consideraron que era posible mejorar la suerte de los más discriminados.

Esta noción de ciudadanía, esta concepción del otro como ser digno, es la que hace que

la pobreza, la arbitrariedad, la degradación o la miseria se vuelvan insoportables, y que en sociedades en las que la conciencia de la dignidad de seres humanos se abre paso, comiencen a desarrollarse actividades filantrópicas o de ayuda. Y que, progresivamente, con una mentalidad científica, las personas que se dedican a trabajar para mejorar las condiciones de vida de los que están en situaciones de exclusión extrema, busquen formarse para actuar mejor, y organizarse para desarrollarse como profesión.

El resultado final es la institucionalización del T.S, y la institucionalización en la

universidad de la titulación en T.S. El motor de la vocación de ayuda no se apoya solamente en creencias religiosas, ni en la pura buena voluntad, sino que responde a la dinámica que genra en nuestra sociedad la noción de ciudadanía derivada de la ilustración.

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En el debate público se ha asumido, en las sociedades occidentales, la necesidad de

garantizar la prestación de determinados servicios a toda la población, para garantizar que su ciudadanía pueda ser real. La ciudadanía vista de esta manera exige garantizar el bienestar de la población, y constituye el motor del creciente desarrollo de las organizaciones que operan dentro de lo que llamamos Tercer Sector: nos organizamos para prestar servicios y ayudar en la mejora de las condiciones de vida a los demás y a nosotros mismos como ciudadanos.

Podemos señalar algunas paradojas de las sociedades contemporáneas que pueden

ilustrar el contexto en el que desarrollan la actividad los trabajadores sociales, y que nos permite entender los principales ámbitos en los que se expande el Tercer Sector:

- Primera paradoja “Mito del Individualismo”: nos entendemos como seres autónomos e

individuales, cuando nos encontramos de antemano inmersos en estructuras sociales. Somos individuos, pero somos animales sociales antes que individuos. Desde el primer momento esta vida es social, está definida por los otros, y sin los demás no podemos entender nuestra identidad. Las explicaciones individualistas que no toman en consideración nuestra realidad social, son sin embargo muy atractivas en nuestra sociedad de masas. Al pensar que tomamos en soledad nuestras decisiones, nos olvidamos que estamos inmersos en una sociedad de masas, de comportamientos repetitivos, inducidos, con una influencia muy relevante de la publicidad. En este entorno no se analiza con precisión la influencia de los factores estructurales en la determinación de las trayectorias vitales. Todo se convierte en una cuestión personal, se individualiza la responsabilidad. Los procesos de exclusión social se convierten en trayectorias elegidas personalmente, se culpabiliza al individuo sin tener en cuenta los factores que impiden la movilidad ascendente.

- Segunda paradoja: somos seres relaciónales pero no cultivamos las relaciones

sociales. En un contexto definido por el individualismo, la búsqueda del beneficio, y la experimentación individual, apenas queda espacio para el cultivo de las relaciones personales orientadas a la realización personal. Podemos definir este síndrome como “Analfabetismo Relacional”. Nos olvidamos que las emociones, el conocimiento, y la realización personal, tienen que ver necesariamente con la interacción con los demás, y una interacción que no se puede definir exclusivamente en términos de control o dominio, sino de amistad o complicidad. Los vínculos sociales se basan siempre en la reciprocidad, la ayuda mutua, la lealtad y un altruismo necesario para realizarnos como personas, y para segurar, en términos biológicos la continuidad de la especie.

La paradoja de una conciencia individual, la de cada uno de nosotros, que necesita a los

otros para realizarse como tal, la aparente contradicción de, siendo únicos, ser animales sociales, ya estaba presente en las primeras reflexiones sobre la naturaleza social de los seres humanos. El egoísmo innato, la búsqueda de la supervivencia, se abre paso al altruismo y la amistad como estrategia más adecuada para sobrevivir, y para realizarnos como personas: no podemos sobrevivir si no sobrevive nuestro modo de vida y la vida de los otros que son parte de nosotros también, como muestra el altruismo innato de los padres y madres hacia sus hijos. Y este es el punto en el que podemos situar el origen de la tendencia a la ayuda a los demás, origen de la actividad del T.S., y origen también de las organizaciones de voluntariado.

La actividad profesional de los trabajadores sociales se institucionaliza para asegurar la

viabilidad de las condiciones de vida de la población. Ante las dificultades para responder a las demandas de la ciudadanía, y la emergencia de nuevas demandas que surgen de la propia autocomprensión de los cuidadnos, se generan las organizaciones de voluntariado, y el conjunto de entidades de la sociedad civil sin ánimo de lucro (fundaciones, mutualidades, cooperaciones, etc) que constituyen el Tercer Sector.