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Revista de Literatura, 2015, enero-junio, vol. LXXVII, n. o 153, págs. 297-334, ISSN: 0034-849X LYONS, Martyn: Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental. Ju- lia Benseñor y Ana Moreno (trad.). Bue- nos Aires: Editoras del Calderón, 2012, 423 pp. La profundización en el estudio de la historia de la lectura y la escritura es fun- damental para entender el libro en una di- mensión íntegra, puesto que más allá de su concepción material, su sentido se constru- ye a través de la relación con los lectores y el contexto histórico y social de cada épo- ca. Conocer las interpretaciones del lector, a la vez que la interacción del mismo con los referentes sociales y culturales que condicio- nan su visión, es básico si se pretende abor- dar el análisis del libro no sólo teniendo en cuenta el texto, sino también la producción, transmisión y recepción de éste de una ma- nera exhaustiva. Los trabajos de autores como Jauss, McKenzie, Certeau o Chartier fueron fundamentales para entender este cambio de orientación, al situar el estudio del libro no tanto dentro de la Filología, la Bibliografía o las Artes gráficas, como de la historia cultural. Conceptos como la lectura entendida en tanto que práctica, el espacio donde se desarrolla o los diversos ámbitos lectores, cobran una trascendencia ineludible dentro de este nuevo ámbito. Desde la segunda mitad del siglo XX, han sido varios los autores que se han ocu- pado en la elaboración de una historia de la lectura y la escritura, o de una de ellas, que recogiera todas las dimensiones referidas anteriormente. Podríamos destacar, dentro de una panorámica amplia del mundo occiden- tal, la obra de Marshall McLuhan (La ga- laxia Gutenberg. Génesis del homo tipogra- phicus, 1962); Alberto Manguel ( Una historia de la lectura, 1996); Guillermo Cavallo y Roger Chartier (Historia de la lectura en el mundo occidental, 1997). Martyn Lyons, doctor por la Universidad de Oxford y profesor en la Universidad de New South Wales (Sidney, Australia) desde 1977, aporta sus amplios conocimientos en historia de la cultura escrita, desarrollados a través de diversos estudios sobre prácticas de lectura en países como Francia y Australia, para llevar a cabo el ambicioso proyecto de abordar la evolución de la lectura y la escri- tura en el mundo occidental desde la Antigüe- dad hasta la revolución digital acontecida en nuestros días. Lyons emprende esta labor con cuatro objetivos, como él mismo afirma (32- 34): la búsqueda del público lector al que iba dirigido la creación del escritor y las estrate- gias comerciales del editor; la respuesta del lector real ante el libro (con la dificultad aña- dida de la censura presente en diferentes épo- cas); el contexto que rodea al lector en su apropiación del texto (forma material del tex- to, bagaje del lector, etc.); la demostración de cómo el uso y difusión de la escritura con- lleva una democratización cultural. Para lograr estos objetivos, Lyons reali- za en primer lugar una introducción en la que delimita el concepto de historia de la lectura y la escritura junto con los aspectos que se ven implicados en la misma, así como la orientación de la obra en función de las metas que enuncia. Pasa a continuación a efectuar un análisis diacrónico dividido en doce partes: la lectura y la escritura en el mundo antiguo y medieval; la llegada de la imprenta y el cuestionamiento de la revolu- ción que trae consigo; la imprenta y la Re- forma protestante; los libros del Renacimien- to y los lectores humanistas; la imprenta y la cultura popular; el ascenso de la alfabeti-

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Revista de Literatura, 2015, enero-junio, vol. LXXVII, n.o 153,págs. 297-334, ISSN: 0034-849X

LYONS, Martyn: Historia de la lectura y dela escritura en el mundo occidental. Ju-lia Benseñor y Ana Moreno (trad.). Bue-nos Aires: Editoras del Calderón, 2012,423 pp.

La profundización en el estudio de lahistoria de la lectura y la escritura es fun-damental para entender el libro en una di-mensión íntegra, puesto que más allá de suconcepción material, su sentido se constru-ye a través de la relación con los lectores yel contexto histórico y social de cada épo-ca. Conocer las interpretaciones del lector, ala vez que la interacción del mismo con losreferentes sociales y culturales que condicio-nan su visión, es básico si se pretende abor-dar el análisis del libro no sólo teniendo encuenta el texto, sino también la producción,transmisión y recepción de éste de una ma-nera exhaustiva. Los trabajos de autorescomo Jauss, McKenzie, Certeau o Chartierfueron fundamentales para entender estecambio de orientación, al situar el estudiodel libro no tanto dentro de la Filología, laBibliografía o las Artes gráficas, como de lahistoria cultural. Conceptos como la lecturaentendida en tanto que práctica, el espaciodonde se desarrolla o los diversos ámbitoslectores, cobran una trascendencia ineludibledentro de este nuevo ámbito.

Desde la segunda mitad del siglo XX,han sido varios los autores que se han ocu-pado en la elaboración de una historia de lalectura y la escritura, o de una de ellas, querecogiera todas las dimensiones referidasanteriormente. Podríamos destacar, dentro deuna panorámica amplia del mundo occiden-tal, la obra de Marshall McLuhan (La ga-laxia Gutenberg. Génesis del homo tipogra-phicus, 1962); Alberto Manguel (Una

historia de la lectura, 1996); GuillermoCavallo y Roger Chartier (Historia de lalectura en el mundo occidental, 1997).

Martyn Lyons, doctor por la Universidadde Oxford y profesor en la Universidad deNew South Wales (Sidney, Australia) desde1977, aporta sus amplios conocimientos enhistoria de la cultura escrita, desarrollados através de diversos estudios sobre prácticas delectura en países como Francia y Australia,para llevar a cabo el ambicioso proyecto deabordar la evolución de la lectura y la escri-tura en el mundo occidental desde la Antigüe-dad hasta la revolución digital acontecida ennuestros días. Lyons emprende esta labor concuatro objetivos, como él mismo afirma (32-34): la búsqueda del público lector al que ibadirigido la creación del escritor y las estrate-gias comerciales del editor; la respuesta dellector real ante el libro (con la dificultad aña-dida de la censura presente en diferentes épo-cas); el contexto que rodea al lector en suapropiación del texto (forma material del tex-to, bagaje del lector, etc.); la demostración decómo el uso y difusión de la escritura con-lleva una democratización cultural.

Para lograr estos objetivos, Lyons reali-za en primer lugar una introducción en laque delimita el concepto de historia de lalectura y la escritura junto con los aspectosque se ven implicados en la misma, asícomo la orientación de la obra en función delas metas que enuncia. Pasa a continuacióna efectuar un análisis diacrónico dividido endoce partes: la lectura y la escritura en elmundo antiguo y medieval; la llegada de laimprenta y el cuestionamiento de la revolu-ción que trae consigo; la imprenta y la Re-forma protestante; los libros del Renacimien-to y los lectores humanistas; la imprenta yla cultura popular; el ascenso de la alfabeti-

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zación en la Edad Moderna (siglos XVII yXVIII); la censura y el público lector de laFrancia prerrevolucionaria; la fiebre de lalectura (1750-1830); la época de la lecturade masas; nuevos lectores y nuevas culturaslectoras; la democratización de la escrituradesde 1800 hasta la actualidad y, por últi-mo, los lectores y escritores en la era digital.

A lo largo de este recorrido histórico,Martyn Lyons presta especial atención a as-pectos fundamentales para entender la evo-lución objeto de su estudio, como la crea-ción y difusión de la imprenta, o el ascensode la alfabetización y, por consiguiente, dela censura y de la progresiva afirmación deuna cultura de masas, cuyo avance suponeun cambio de base en la cultura lectora.Cada capítulo está dividido en una serie deepígrafes que aclaran los diferentes aspectosabordados en las distintas épocas, acompa-ñando las explicaciones con una selección dedatos numéricos y una panorámica generalde todos los países en cada momento. Deesta manera, Lyons permite al lector hacer-se una idea más clara de la dimensión y elalcance de los diversos fenómenos que abor-da. La presencia, cuando es posible, de tes-timonios personales y ejemplos concretos,acontecidos a lectores reales, contribuye asi-mismo a no quedarse únicamente en el as-pecto social de la lectura, sino también acomprender el componente individual queconlleva la apropiación del texto.

También ofrece Lyons una nueva visiónde algunos temas cuya interpretación ha que-dado tradicionalmente asentada, como puedeser el mito de Gutenberg como único creadorde la imprenta, en una fecha concreta (heren-cia de la visión romántica de un momento deiluminación de un genio incomprendido, sintener en cuenta los socios que contribuyerona su proyecto ni otras culturas en las que tam-bién se desarrollaron los tipos móviles); de lasconsecuencias reales de dicha creación (cuan-do en realidad la imprenta no acaba con larica cultura oral mayoritaria coetánea), o dela relación entre la misma y la difusión de laReforma protestante.

Por último, se añaden una serie de ma-pas, ilustraciones y esquemas, que amplíany complementan gráficamente al texto. Asi-mismo, se adjunta al final una bibliografíarecomendada, clasificada por materias y épo-cas, junto con un amplio índice analítico, loque hace al ejemplar más accesible y mane-jable. Todos estos elementos contribuyen acumplir el objetivo más difícil: que este li-bro logre ser una síntesis clara, amena ysencilla de un tema cuya amplitud y com-plejidad se ven acentuadas por el prolonga-do lapso de tiempo que se abarca.

Puede que se eche en falta, puesto quede historia de la lectura y la escritura se tra-ta, alguna sección que hable más específica-mente de la figura del escritor en tanto queproductor de textos, así como la evoluciónde sus estatus y progresiva profesionali-zación, sobre todo a lo largo de los dos úl-timos siglos. El concepto de escritura esentendido en este caso más desde el puntode vista de la expansión de la alfabetización,junto con la democratización cultural queeste proceso conlleva.

En conclusión, la lectura de este libro sehace imprescindible para cualquier investiga-dor que pretenda abordar alguno de losmúltiples aspectos que Lyons trata, ya queresulta un instrumento de gran utilidad paraconseguir una visión de conjunto clara y ri-gurosa. Supone un valioso complementopara los estudios literarios, al ser fundamen-tal trascender el nivel del análisis textual yconocer las condiciones materiales y de di-fusión de dichos textos para entender su asi-milación e interpretación a lo largo de lahistoria, sin que por el momento existanmuchas síntesis en lo tocante a estos temas.Al mismo tiempo, la amenidad y sencillez dela obra la hacen recomendable para cualquierpúblico interesado en la materia o en algotan fundamental para entender la propia cul-tura como la historia de la producción, emi-sión y recepción de los textos que la con-forman.

RAQUEL JIMENO REVILLA

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CALERO VAQUERA, M.ª Luisa y M.ª Án-geles HERMOSILLA ÁLVAREZ (ed.).Lenguaje, Literatura y Cognición. Córdo-ba: Servicio de Publicaciones de la Uni-versidad de Córdoba, 2013, 337 pp.

El libro que reseñamos, editado por M.ªLuisa Calero Vaquera y M.ª Ángeles Her-mosilla Álvarez, recoge 16 trabajos quemuestran el auge del Cognitivismo en Euro-pa, tanto en Lingüística como en Literatura.Sin restar importancia al papel fundamentalde los estudios del ámbito anglosajón, sedestaca, pues, la línea cognitiva europea, quese suma a la serie de trabajos publicados enlas dos últimas décadas, entre otros José LuisCifuentes (coord.), Estudios de lingüísticacognitiva (Alicante: Universidad de Alican-te, 1998); María Josep Cuenca, Introduccióna la Lingüística cognitiva (Barcelona: Ariel,1999); Alan Croft y William Cruse, Lingüís-tica cognitiva (Madrid: Akal, 2008); JesúsGerardo Martínez del Castillo, La lingüísti-ca cognitiva: análisis y revisión (Madrid:Biblioteca Nueva, 2008), entre otros títulosrepresentativos.

El primer estudio de esta obra, escrito porFrancis Tollis, está dedicado a MauriceToussaint y a su Neurolingüística Analítica.Del reconocido investigador francés destacasus replanteamientos sobre la epistemologíalingüística surgidos a partir de su interés porotras disciplinas como la Biología o la Física.

También a Maurice Toussaint, investiga-dor de Scholar, Sorbonne Nouvelle, falleci-do en 2010, dedican las editoras como ho-menaje este libro, ya que lo consideraninspirador de varias reflexiones surgidas enel Congreso Internacional «Lingüística yPoética Cognitivas», celebrado en la Univer-sidad de Córdoba en 2009, y en el que elinvestigador francés participó como ponen-te invitado. El estudio de Toussaint consti-tuye la reproducción, con leves cambios, deun trabajo que adopta la forma de carta di-rigida a René Thom, quien estableció losfundamentos de la Teoría del Caos. Defien-de Toussaint que los procesos que originan

el sentido de las palabras son cíclicos, de ahílas similitudes con otros procesos de seme-jantes características, como la forma metafó-rica de una órbita. Este rasgo cíclico permi-te explicar otros fenómenos lingüísticos,como el sistema de casos de algunas lenguasindoeuropeas.

Ángel López García-Molins dedica suinteresante trabajo a la Gramática Liminar oPerceptiva, teoría nacida en los 80 y quesupone una propuesta muy original en elpanorama de la Lingüística Cognitiva mun-dial. Su consideración como «liminar» sedebe a que «el lingüista se sitúa [...] en lafrontera entre el lenguaje y el metalenguaje,considerando la relación que los une», y«perceptiva porque trata el lenguaje a lamanera de la percepción». De ello se deri-van dos principios teóricos fundamentales: laparadoja de la frontera y la ley de la relati-vidad explicativa.

El capítulo de M.ª Ángeles Hermosillaestá dedicado al ámbito literario y en él des-taca el papel de la Estética de la Recepción(cuyo origen reside en la Fenomenología deHusserl) a la hora de demostrar con brillan-tez que entre el texto, el emisor y el recep-tor se crea una relación dinámica, de modoque el sentido del primero depende de losotros dos. Ello se aleja, así, del inmanen-tismo de los estudios estructuralistas.

También en el ámbito literario se sitúaM.ª Dolores Porto Requejo, quien dedica suestudio a la Poética Cognitiva, surgida en los90 y heredera de la Estilística, de ahí que sela haya llamado también Estilística Cognitivay Retórica Cognitiva. Muestra la autora lasdiversas posibilidades del concepto de me-táfora en el análisis literario.

De nuevo sobre la Poética Cognitivaversa el trabajo de Juani Guerra, que sitúasu investigación en el «Paradigma de lasTeorías de la Complejidad desde la nuevaalianza entre las Ciencias Humanas y lasCiencias Naturales propuesta por las prime-ras Teorías del Caos». Reivindica la interdis-ciplinariedad como necesidad para todo au-téntico avance del conocimiento.

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Eulalio Fernández Sánchez sostiene lanecesidad de un estudio interdisciplinario delsigno lingüístico, en particular desde la Bio-logía y la Psicolingüística. A partir de aquí,sostiene el estudioso, se deriva el caráctermotivado (como pone en evidencia la etimo-logía cognitiva) y simbólico del signo lin-güístico.

Al ámbito de la traducción está dedica-do el trabajo de M.a del Mar Rivas Carmonay Vicente López Folgado, quienes defiendenlo adecuado de la «semejanza interpretativa»frente al concepto de «equivalencia» o «mis-mo valor», puesto que el segundo resultautópico. La traducción, en definitiva, debeconstituir un proceso cognitivo en el que eltraductor procese los efectos contextuales.

Carlos Subirats Rüggeberg centra su in-teresante trabajo en la aplicación del mode-lo de la Semántica de Marcos a la concep-tualización del léxico del español. Presentaasí uno de los resultados del proyecto deinvestigación FrameNet Español (FNE). Sos-tiene que «es el marco semántico que evocauna unidad léxica el que permite la com-prensión de su significado [...]».

Ángel Luis Luján Atienza defiende laEstilística Cognitiva como propuesta meto-dológica para el comentario de los textosliterarios, partiendo de un principio básico dela Poética y de la Lingüística cognitivas, asaber, que «no hay distinción entre lenguajeliterario y lenguaje “estándar”. Se trata sim-plemente de usos distintos del lenguaje, o depolos de un continuum».

Francisco Javier Perea Siller argumentacon claridad, a partir de textos ilustrativos defray Luis de León y Andrés de Poza, a fa-vor del presupuesto cognitivista de que en ellenguaje de una comunidad se incorporanimágenes que proceden de la visión de mun-do de los hablantes. Entre otros, lo ilustracon términos como hidalguía, pureza o lim-pieza.

Mercedes Belinchón Carmona defiendeque el lenguaje literario y el natural son elreflejo de una misma organización mental,por lo que la comprensión de los textos li-

terarios no exige la realización de procesosparticulares. Más aún, la relación entre ellenguaje natural y el literario crea un espa-cio de investigación no solo para la Litera-tura, sino también para la Psicología y laLingüística Cognitivas.

M.ª Paz Cepedello Moreno y M.ª delCarmen García Manga demuestran que exis-ten muchos mecanismos en el origen de lamotivación del signo lingüístico, lo que re-sulta de especial interés cuando pasa de serun fenómeno individual a ser un fenómenosocial. Como presentan de modo muy bienilustrado las autoras, entre estos mecanismossin duda cobra un protagonismo particular,por su productividad, la metáfora.

También a las metáforas, en concreto delcorazón, dedica su trabajo Regina GutiérrezPérez, quien hace un estudio de ellas en cin-co lenguas, demostrando, gracias a las con-ceptualizaciones muy cercanas, que puedehablarse de una motivación universal a par-tir de un conjunto de estereotipos relaciona-dos con el cuerpo humano.

Anna Sánchez Rufat hace una interesan-te propuesta para mejorar la enseñanza-aprendizaje de las combinaciones léxicas enuna segunda lengua, gracias a su descompo-sición de acuerdo con diversas teoríascognitivas como la del rastro, la del códigodual y la de los niveles de procesamiento.

A la metonimia conceptual y a su ubi-cuidad en el pensamiento y en la lenguadedica su trabajo Antonio Barcelona, quienargumenta de modo sólido la existencia deoperaciones metonímicas en muchos proce-sos lingüístico-cognitivos, así como en lacomprensión del discurso, tanto en el domi-nio semántico como en el gramatical.

Estos son pues, en síntesis, los trabajosque se recogen en una abarcadora obra so-bre la Lingüística y la Literatura cognitivasque sin duda constituye un referente funda-mental e indispensable en el panorama ac-tual.

MARÍA MARTÍNEZ-ATIENZA

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ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín. El cri-men de la escritura. Una historia de lasfalsificaciones literarias españolas. Ma-drid: Abada Editores, 2014, 455 pp.

La mayor parte de las obras que se es-criben, incluso las de carácter científico, sonprescindibles, es decir, se publican, se exhi-ben en los escaparates de las librerías, sevenden e incluso se leen, pero, pasada unatemporada, desaparecen hasta de la memo-ria de los lectores. Muy pocos libros estánllamados a perdurar y a convertirse en esen-ciales, a ser referentes en su género con elpaso del tiempo. Este es el caso de El cri-men de la escritura. Una historia de lasfalsificaciones literarias españolas de Joa-quín Álvarez Barrientos, investigador delConsejo Superior de Investigaciones Cientí-ficas, uno de los más importantes especialis-tas en el siglo XVIII y autor de numerosostrabajos sobre este tema y otros.

Inicialmente destaca su título que mues-tra, ya desde el principio, un claro interés delautor por el juego. En efecto, la primeraparte (El crimen de la escritura) invita aimaginar una aventura ficcional de carácterdetectivesco propia del género negro, mien-tras el subtítulo (Una historia de las falsifi-caciones literarias españolas) recoge su ca-rácter ensayístico. El libro, naturalmente, esun estudio sobre las falsificaciones, perotambién goza de cierto estilo —y de ciertointerés— cercano al de las historias de de-tectives, porque en no pocas ocasiones suautor dilata la redacción de los diferentes«casos», recreándose en relatar las dificul-tades que encuentra el investigador y lasvueltas de tuerca que da la realidad, que enocasiones acaba convirtiéndose en algo sor-prendentemente próximo a la ficción. Resul-ta interesante, así mismo, destacar esa cabe-cera —un hallazgo— que remite al guiño delautor con sus otros centros de interés inte-lectual, porque, según cuenta, en el sigloXVIII los escritores tenían un compromisomoral con la sociedad, de modo que no po-dían violar la confianza de sus lectores por-

que esto se vería «como un atentado contrala necesaria autenticidad, como un crimen dela escritura» (37). El crimen de la escriturase refiere, pues, a la falta de decoro del fal-so en una determinada época, precisamenteel siglo XVIII.

La obra se compone de cuatro grandesapartados, una completísima «Bibliografía»y un muy útil «Índice de nombres y de tí-tulos» que facilita la consulta, dada la enor-me cantidad de datos que se aportan, ade-más de una «Introducción» y de un «Índicede ilustraciones». En las dos primeras par-tes («Entre historia y literatura, cuestiones deautoría» y «Razones, prácticas y usos de lofalso»), Joaquín Álvarez se adentra en laintrincada selva de lo falso y trata de des-brozar ese bosque para delimitar su objetode estudio. Y al hacerlo nos muestra la ex-traordinaria complejidad de los hechos; enprimer lugar, por la cantidad y la variedadde términos que aluden al fenómeno de lafalsificación, algunos de difícil delimitación:superchería, mistificación, contrahechura,fingimiento, fraude, impostura, broma, pas-tiche, falsario, falsificador..., por no hablarde plagio —del que no se trata en el libro—,de heteronimia, de apócrifo o de seudónimo,así como de conceptos no siempre cómodosde abordar que tienen que ver con la simu-lación de la autoría: el «negro» y los auto-res colectivos. Pero además, esa terminolo-gía, y los conceptos que recoge, no puededesligarse de su valor histórico, que va cam-biando a medida que se transforma la socie-dad y con ella la idea de lo literario y sucontexto. En estos primeros capítulos, Álva-rez Barrientos entrega al lector las herra-mientas necesarias que le ayudarán a enten-der los diferentes casos que presentará en laparte histórica, lo que le lleva a explicar lamotivación y el uso de lo falso. Por qué sefalsifica es una pregunta de difícil respuestaque lleva al autor a reflexionar sobre el fe-nómeno en profundidad, a hablar de razoneseconómicas, eruditas, políticas, religiosas oestéticas; la venganza, incluso, puede ser unmóvil estimable. Además, trata del contexto

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que utilizan los falsarios para dotar de ve-rosimilitud a la superchería, lo que acabaconvirtiéndose en un cliché de género. Ar-gucias como el hallazgo de manuscritos, car-tas, documentos; la traducción de una len-gua extranjera, el uso de la tradición oral, lainvención de un autor desconocido, la mez-cla de lo auténtico y lo falso, etc., sirvenpara crear la sensación de que aquello escreíble, posible, verdadero en definitiva.

La tercera parte («Diacronía de una con-tinuidad. Fragmentos para una Historia de laliteratura apócrifa») es la más amplia. Enella se da cuenta de diferentes casos que sedisponen de forma cronológica con el fin demostrar «el modo en que se mantiene cons-tante la falsificación literaria y cuáles son susrelaciones con la producción auténtica, asícomo la manera en que el sentido y concep-to de lo falso varía con el paso del tiempo»(121). Así mismo, el orden temporal mues-tra el diferente uso de las técnicas, las es-trategias paratextuales de la verosimilitud yla variabilidad del interés de los falsariossegún el momento histórico. Álvarez Ba-rrientos recoge aquí decenas de ejemplos,cuidadosamente seleccionados y explicadospara que el lector tome conciencia de lacomplejidad que encierra cada uno de ellos.Presenta modelos de la Edad Media, muchosde carácter documental vinculados esencial-mente con la fundación de monasterios, yotros más tardíos centrados en justificar lalimpieza de sangre. De cualquier modo, esdestacable la profunda erudición del autor,su conocimiento no solo de la literatura ca-nónica sino también de la heterodoxa, y suinterés, que redunda en beneficio del lector,por explicar cada uno de los casos mencio-nados, por tratar de elucidar los motivoshistóricos, sociales y personales de las dife-rentes supercherías. Destacan los casos delCentón epistolario, los que surgen a la zagadel Quijote desde su aparición, del teatro enlos siglos áureos, o el referido a la creacióndel heterónimo «Tomé de Burguillos» porLope de Vega. Y despunta aún más todo loque el autor nos cuenta sobre el siglo XVIII,

época que conoce especialmente, como ya sedijo. Es destacable el caso de José Marchenay su falsificación del Fragmentum Petronii,un nuevo guiño de Joaquín Álvarez a su pro-pia producción académica, con sus explica-ciones eruditas y sus comentarios sobre elhecho en sí y sobre lo que este le sugiere—que es mucho— en términos de teoría so-bre el falso. Y también otros relacionadoscon Marcelino Menéndez Pelayo, Bécquer,Unamuno, Antonio Machado, Eugeniod’Ors, Federico García Lorca o Max Aub, alos que añade uno muy cercano a su interés—el de Julio Caro Baroja— y otros máspróximos en el tiempo, como el de la Escue-la Goliardesca Salmantina. A pesar de losnumerosos ejemplos, Álvarez Barrientos se-ñala que otros muchos quedaron en el tinte-ro, porque la finalidad no estaba tanto en serexhaustivo como en crear una teoría sobrela impostura y presentar ejemplos de su con-tinuidad en el tiempo. Y esto se consiguecon creces en el libro.

En las páginas finales, que en un nuevoguiño recogen el título de la obra y cierranel círculo, Joaquín Álvarez recopila la teo-ría diseminada y reflexiona sobre las dimen-siones de lo falso, sobre su exigencia deverosimilitud o de verificación por medio delo canónico. Pero también sobre su impor-tancia para la cultura ortodoxa, sobre la tras-cendencia que revela al reivindicar la figuradel escritor o sobre la necesidad de reinter-pretar la historia de la cultura ante la nuevaperspectiva de sus creaciones, porque lafalsificación es, a veces, la forma de respon-der a una realidad con la que no se estáconforme.

ASCENSIÓN RIVAS HERNÁNDEZ

CANISIO, Pedro. Doctrina cristiana. RafaelZafra Molina (ed., estudio y notas). Pal-ma de Mallorca: Universitat de les IllesBalears – José J. de Olañeta, 2014, 87+266 pp. Colección Medio Maravedí, 17.

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La aparición de los catecismos de PedroCanisio en una colección de Filología comoes Medio Maravedí puede causar cierta sor-presa, disipada cuando se lea en la introduc-ción que esos libros dejaron una profundahuella en la literatura y el arte de los siglosXVI y XVII, que formaron parte de la edu-cación elemental de autores formados enmayor o menor medida con la Compañía deJesús, como Cervantes, Góngora, Lope deVega, Quevedo y Calderón de la Barca, yque por tanto son «obras de consulta y ano-tación básica para todos los que estudian esteperiodo» (21). Así pues, la Doctrina cristia-na se añade a los servicios que Rafael Za-fra ha prestado a la comunidad filológicacolaborando en la edición del Tesoro de lalengua de Covarrubias y preparando la edi-ción facsímil de Los emblemas de Alciatotraducidos en rimas españolas, que ha he-cho nuevamente accesibles los grabados ori-ginales. Por lo demás, el libro tampoco des-dice de compañeros de colección como sondichos emblemas de Alciato, las ilustracio-nes del Antiguo Testamento de Hans Hol-bein y el Arte de bien morir y breve confe-sionario. La interdisciplinariedad ha deempezar por los materiales.

El estudio introductorio de Rafael Zafrava precedido de unas páginas del papa emé-rito Benedicto XVI acerca de san PedroCanisio, que subrayan la extraordinaria di-fusión de sus catecismos en Alemania, has-ta el punto de que se hizo natural la meto-nimia de «canisio» por «catecismo» (15).Este fenómeno es bien conocido, y Zafra nose detiene en él más de lo justo, remitiendoa la pragmática del emperador Fernando Ique lo declaró oficial en sus estados; lo queaporta su introducción es una serie de indi-cios de su carácter cuasi oficial para Espa-ña, a partir de una pragmática de Felipe IIque suele considerarse vinculante solo paraFlandes pero es posible que también entraseen vigor para los reinos de la Península Ibé-rica (49-52). En cualquier caso, la influen-cia de los jesuitas en la enseñanza no deja-ría de favorecer la difusión del Canisio, tanto

más porque adquirió tal carácter de «clási-co» que se incluyó en la ratio studiorum dela Compañía (39). Además, Zafra muestraque la estructura de este catecismo respon-de a una tradición implantada en Españadesde el siglo XIII (40-45).

Otros temas que se abordan en el estu-dio son: el marco de la enseñanza catequé-tica, donde se imbrican la gramática y lareligión (31-32); el itinerario de elaboracióny difusión de los catecismos de Pedro Canisio (33-40); la articulación de tradición ynovedad en el planteamiento humanístico del«método» de catequesis (45-48). A este res-pecto resulta interesante observar los esque-mas mnemotécnicos incluidos como apéndi-ce del Catecismo breve (241-243), que nopueden menos de recordar a las esquematiza-ciones de Petrus Ramus. Una sección impor-tante es la dedicada a las versiones ilustra-das de los catecismos (59-70), donde Zafraexamina la tradición que se remonta a losxilograbados de la Biblia pauperum —habríasido interesante añadir las Artes moriendi—y a los catecismos protestantes, y por otraparte señala la proyección de los grabadoscatequéticos en la gran iconografía barrocade Caravaggio y Murillo, entre otros, y, enAmérica, de Miguel de Santiago. Además deesto, el estudio introductorio apunta otrascuestiones de interés, como es la compleji-dad y tensión interna de la Contrarreforma,la conexión de la catequesis con la compo-sitio loci, y los entresijos del mercado dellibro en el siglo XVI.

El método de edición empleado por Za-fra es discretamente experimental. Ha utili-zado las dos traducciones del Canisio al cas-tellano publicadas en el siglo XVI: unahecha sobre la primera versión, de 1555, porel humanista Juan Martín Cordero (Amberes,1558) y otra hecha sobre la segunda, de1566, por el teólogo —autor de aquellasSúmulas que el canónigo del Quijote (I.47)admitía no conocer tan bien como los librosde caballerías— Gaspar Cardillo de Villal-pando (Alcalá, 1576); quede dicho al mar-gen que Zafra discute el nombre de «pre-

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tridentina» que se ha dado a la primera ver-sión, pues ya recoge los frutos de las prime-ras sesiones del Concilio de Trento. Ladispositio textus resultante es como sigue: eltexto base es la traducción de Cordero, conlas lecturas de 1558 enmendadas gracias asus reediciones de 1562 y 1565; aquellos pa-sajes de Cordero que fueron suprimidos enla segunda versión se dan entre corchetes;por último, las adiciones de la segunda ver-sión, en traducción de Villalpando, se dan enseminegrita. Así pues, lo que el libro con-tiene es una edición de la traducción de laprimera versión por Cordero, suplementadacon pasajes adicionales de Villalpando; no seedita la versión de Villalpando como tal. Siesto puede ser una pérdida para el conoci-miento del catecismo, no dejará de ser unaganancia para quien aprecie la buena prosacastellana de Cordero. Resulta grata la ubi-cación de las referencias bíblicas manejadaspor el catecismo en los márgenes de la pá-gina, a la antigua usanza; el empleo de no-tas al pie o de paréntesis habría producidoun texto muy sobrecargado. Además, se in-cluyen los grabados que aparecieron en elCanisio latino de Philip Galle y ChristophoroPlantino (Institutiones christianae. Amberes,1589).

El volumen se completa con dos textosmás. Uno es la traducción del Catecismobreve de Canisio, acompañada de los graba-dos de la edición latina de Belleri (Amberes,1575), mucho más sencillos que los de Galley Plantino. El último es el Catecismo míni-mo en latín, que tiene gran interés, comoseñala Zafra, porque fue «la base del apren-dizaje de la doctrina y de la lengua latina degeneraciones de estudiantes en los colegiosde la Compañía» (74). Además, Zafra danoticia de la existencia de una versión cas-tellana del mínimo hecha para los soldadosde los tercios de Flandes; no ha podidomanejarla porque el único ejemplar que seconserva estaba en proceso de restauración(75).

En conclusión, el libro proporciona unosmateriales extraordinariamente valiosos para

quienquiera que se interese por la culturaespañola en el Siglo de Oro, da algunas pis-tas para proseguir la investigación, y tomaalgunas decisiones de método ecdótico sobrelas que conviene seguir reflexionando. En-tre las pistas, merece la pena señalar que elcatecismo no consiste solamente en unoscontenidos sino también en una cierta formamentis, como se manifiesta, por ejemplo, enlas series mnemotécnicas numeradas: sietevirtudes (tres teologales más cuatro cardina-les), siete vicios, siete dones del EspírituSanto, tres consejos, cuatro postrimerías, etc.(44); lo cual puede fácilmente conectarsecon las enumeraciones, correlaciones y ver-sus rapportati del Barroco. Entre las deci-siones ecdóticas se han de contar la combi-nación de dos versiones en un solo texto, eluso de las notas marginales, la incorporaciónabundante de ilustraciones, y el juego entremodernización gráfica y conservación deciertas formas. Rafael Zafra apunta, antetodo, a facilitar la lectura sin perder el rigor;aun así, hay una decisión que no facilita elempleo de su edición como obra de consul-ta: el tratar la tabla de contenido del cate-cismo como parte del texto editado, de talforma que se aloja en el interior del volu-men (6 y 191), no al principio o al final,donde va a buscarla quien se interesa por untema particular. Quizá se subsane esto unareedición, si la primera tirada se agota pron-to, como puede esperarse de un libro tan útily bien presentado.

LUIS GALVÁN

ALARCÓN SIERRA, Rafael. Vértice de lla-ma. El Greco en la literatura hispánica.Estudio y antología poética. Valladolid:Ediciones Universidad de Valladolid,2014, 316 pp.

Volver desde la literatura sobre la vida,la obra y la significación de un gran artistaes una experiencia estimulante, porque en

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cierto modo es extraer al personaje y sepa-rarlo del contexto en que los estudiosos lohan situado y podríamos añadir que sepul-tado. Pensar que el Greco es algo más queuna inmensa lección de la historia del arteen España y en Occidente es decisivo a lahora de valorar este volumen. Con motivodel centenario se han realizado exposicionesen las que su pintura ha podido ser contem-plada en un mismo lugar a través de obrasque están expuestas habitualmente en loscinco continentes y se han podido ver laspinturas de aquellos que le siguieron a tra-vés de sus representaciones modernas yavanzadas en los siglos siguientes. Pero elGreco también es la palabra, la palabra deaquellos que se aproximaron a él para des-cubrirlo, para entenderlo, para entrar en sumundo misterioso y complejo, y el Greco,desde luego, es también el objeto de la pa-labra poética de un buen número de poetasespañoles que han querido expresar lo quehan sentido al contemplar su obra. Este li-bro, que es obra de un filólogo avezado yprestigioso, nos muestra exactamente lo quela palabra ha servido para entender mejor ysentir de otro modo la figura de un pintordifícil que solo podemos conocer a través desus esplendidos y magistrales lienzos.

Parte Rafael Alarcón Sierra, en el estu-dio preliminar de este interesante volumen,de que el Greco, cuyo cuarto centenario haconcitado celebraciones merecidas y algunasde ellas espectaculares, es nuestro contem-poráneo y sobre esa idea surge la inmensareunión de numerosas voces literarias hispá-nicas en homenaje al gran pintor, maestroprimero de la escuela española. Y aseguraque el Greco es un fecundo anacronismomoderno, porque el gran pintor es una crea-ción de la primera mitad del siglo XX, mo-mento histórico en el que surge la figura deeste artista tan extraño como solitario, querecorrió Europa de un extremo a otro, des-de Venecia y Roma a su definitivo Toledo.

Si el Greco en la historia del arte estáconsiderado un precedente claro de la van-guardia española, y es el maestro de las más

avanzadas corrientes plásticas del siglo XX,no es de extrañar que nuestros poetas aten-dieran con verdadera devoción la pintura deeste ser siempre misterioso, siempre asom-broso y sorprendente. Porque leyendo losmuchos poemas recopilados en este libroadvertimos enseguida que esa es la imagenque con más claridad y potencia ha trascen-dido a la poesía: la del ser complejo quevivía en los colores más refulgentes y defor-maba los perfiles desdibujando nitideces yexactitudes, que era su particular forma desuperar la realidad real. Como señala el pro-pio autor, este libro supone un viaje que vadesde el presente al origen, y la última eta-pa de un «proceso de creación que se con-forma paralelamente en la plástica, la litera-tura y la historia del arte, donde de hecho,se crea una nueva categoría para poder ex-plicar su obra, anticlásica y antinatural: elmanierismo».

Por eso parece tan acertado el título dellibro, tomado de una imagen visionaria deRafael Alberti cuando contempla la pinturadel Greco: «barro ascendiendo a vértice dellama», porque en él se anuncia cuanto devanguardista tenía este pintor. Y como detraspasar fronteras se trata, el volumen, ensu estudio preliminar, que ocupa la mitad dellibro, trasciende de la historia a la críticaliteraria y de las artes, y atraviesa desde lapintura al cine o la música para recrear unamúltiple visión del Greco y su obra en lapoesía hispánica que, al final, se cierra conuna amplia y exhaustiva antología poéticaabsolutamente sorprendente, porque parte delos contemporáneos, como Góngora y FrayHortensio Félix Paravicino, y llega a los máscoetáneos poetas de la España de hoy, comoJosé Luis Rey o Blanca Andreu pasando porlos más poemas conocidos, como los de Ma-nuel Machado, Rafael Alberti, Jorge Guillén,Luis Cernuda e incluso algún sorprendenteMiguel Hernández, y la no menos extraor-dinaria presencia de García Lorca, Buñuel,Dalí y Pepín Bello con su divertido y enig-mático anaglifo «El té, / el té, / la gallina, /y el Teotocópuli».

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De particular interés resulta el capítulo«La construcción del Greco en la moderni-dad» porque constituye un concienzudo es-tudio de cómo el Greco ha llegado a noso-tros, desde los siglos XVII y XVIII, hastapenetrar en el siglo XIX y el XX ya conRusiñol y Zuloaga. Por supuesto, la signifi-cación en toda esta historia de Picasso esfundamental como lo es la visión institucio-nista del Greco. Los modernistas, la visita aToledo de Pío Baroja y de Azorín, y loimportante que fue para Ortega y Gasset,Valle-Inclán, Unamuno, Juan Ramón Jimé-nez y tantos otros, hasta llegar a Eugeniod’Ors, la vanguardia y la joven literatura,Ramón Gómez de la Serna, o GregorioMarañón.

No menos interesante es la visión con-temporánea del Greco que nos ofrece Alar-cón Sierra al situarlo en nuestro tiempo, ennuestros días, y analizar su presencia en lamúsica, en el cine e incluso en la publici-dad, con esa pintoresca presencia, nuncamejor dicho, de El caballero de la mano alpecho, al que sorprendemos con un chupe-te, una tableta electrónica, un talonario decheques o vestido con un chándal de Adidas.El mismísimo Museo del Prado vende unascamisetas donde la mano del caballero seconvierte en un icono pop al ir estampadaen el pecho de la propia prenda...

Volver al Greco a través de la palabra detantos escritores españoles es lo que este li-bro ha pretendido para demostrar no solo suuniversalidad sino también su indiscutibleactualidad al forjarse como uno de los com-ponentes esenciales de nuestro de nuestropatrimonio, de nuestro propio espíritu, denuestra identidad.

FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA

AGÜERO DE TRASMIERA, Juan. Proba-das flores romanas de famosos y doctosvarones, compuestas para la salud y re-paro de los cuerpos humanos, y gentile-

zas de hombres de palacio y crianza (c.1512), recopiladas por Juan Agüero deTrasmiera. Víctor Infantes (ed. y pros-pecto). Madrid: Turpin Editores, 2012,68 pp. Colección «Los Libros de San-sueña», 2.

Víctor Infantes de Miguel, catedrático deLiteratura Española y reconocido investiga-dor en el campo de la filología hispánicamedieval y aurisecular, se ha encargado depublicar un curioso opúsculo de Juan Agüe-ro de Trasmiera, titulado Probadas floresromanas de famosos y doctos varones..., quedebió de ver la luz hacia 1512. En el estu-dio preliminar (11-34), el profesor Infantesnos describe el librito de Agüero, aclarandoque se trata de «una divertida obrilla» de laque «desconocemos la fuente segura de laque traduce» al parecer, del italiano y de laque, «además, carecemos de algunas de susapariciones impresas». Tampoco ayuda mu-cho «que su contenido sea una mezcla desupercherías, prescripciones sanitarias case-ras de automedicación, trucos de magia blan-ca para ilusionistas aficionados y fórmulasmagistrales para curar todo tipo de maleshumanos». Las Probadas flores alcanzaronun cierto éxito editorial y según su autor«están compuestas para salud y reparo de loscuerpos humanos, y gentilezas de hombresde palacio y de crianza», lo que quiere de-cir que su deseo era que sirvieran a un tiem-po «de curación y de divertimento» (11-12).

Con estas palabras, Víctor Infantes pre-senta sumariamente al autor y a su obra, alos cuales dedica las páginas siguientes. Delprimero conocemos escasos datos, extraídosde los libros en los que intervino de una uotra manera: posible descendiente del solarde los Agüero en la merindad cántabra deTrasmiera, nacido probablemente en CiudadRodrigo, vinculado al ambiente universitarioy literario de Salamanca y emparentado conla familia de impresores Porras, con quienescolabora entre 1511 y 1512, cuando apare-cen casi todas sus publicaciones. A partir deentonces se le pierde el rastro y solo en 1546

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aparece su nombre encabezando una edicióntoledana, sin que sepamos a ciencia cierta sise trata de él o de un homónimo. Con débi-les argumentos, se le ha relacionado con lavilla de Ledesma y se le ha adjudicado unahipotética estancia en Roma. Finalmente, seha supuesto que pudo terminar su vida decorregidor en Alcaraz. Todos estos datosparecen dibujarnos «la figura de un hidalgoarruinado, tercerón de ilustre prosapia», quemanifiesta constantemente su afición por losblasones y por las gestas de sus antepasados,pareja con una proclamada inclinación a fa-vor de los relatos caballerescos. Nacido se-guramente a finales del siglo XV, «alcanzó,al menos, el grado de Bachiller» y debemosentender que su relación familiar con el ape-llido Porras «viene por su ascendencia ma-triarcal y es la que hemos sugerido comovinculante con la familia de impresores [...],que desarrollan sus actividades entre 1494 y1532, primero en Monterrey y más tarde enSalamanca» (15).

Por lo que toca a su producción litera-ria, habría que distinguir entre las obras quese deben exclusivamente a su pluma y laspiezas liminares que escribió para los librosde otros escritores. Participó en la publica-ción de dos destacadas novelas de caballe-rías de la época: el Palmerín de Olivia(Salamanca: Juan de Porras, 1511) y elPrimaleón (Salamanca: Juan de Porras,1512), en las que aparece como prologuistay compositor de las coplas finales, comoautor latino en el primero de estos libros,como anónimo en el segundo y como posi-ble urdidor de la falsa autoría femenina deambas obras. Como editor y refundidor, par-ticipó también en la publicación de la Con-quista de las indias de Persia y Arabia...(Salamanca: Lorenzo de Liondedei, 1512),de Martín Fernández de Figueroa, parientesuyo. Del Triunfo Raymundino (Salamanca:Juan de Porras, c. 1512) «pesado catálogorimado de la historia de los linajes vincula-dos a Salamanca» (17) , contamos con unasegunda edición retocada (Salamanca: Anto-nia Ramírez, 1618) y con tres manuscritos.

Igualmente, se le deben las antisemitas Co-plas del perro de Alba publicadas poco an-tes de 1524 , de las que se realizaron mediadocena de ediciones en el siglo XVI. Final-mente, su nombre aparece en una tardía edi-ción del Repertorio de los tiempos (Toledo:Fernando de Santa Catalina, 1546) de An-drés de Li, en cuyas páginas 61-68 junto atablas y equivalencias se recoge «una leví-sima addenda de la influencia de los plane-tas en el hombre» (22).

Tras exponer la producción literaria deAgüero, el profesor Infantes pasa a estudiar,en particular, las Probadas flores romanas.Comienza con la descripción bibliográfica dela primera impresión conservada de la obra,que, al parecer, no se corresponde con laverdadera editio princeps, posiblemente per-dida. El único ejemplar conocido (BNE, sig-natura R/4122) se imprimió en Valencia, porCristóbal Cofman, c. 1510-1512, aunqueexisten sospechas sobre la posible existenciade algún otro ejemplar. También se suponeque esta edición valenciana es copia de unaanterior salmantina, hoy perdida. Por infor-mación indirecta conocemos que, a la edi-ción de Cofman, siguió, poco después, unanueva tirada valenciana, realizada por JuanJoffre en 1513. Otras dos ediciones estas síconservadas vieron la luz con posterioridadllevadas a cabo en Burgos, por Juan de Jun-ta, en 1545 y 1550 y, a partir de entonces,la obra cayó en el olvido con su inclusiónen el Index inquisitorial de 1559.

El profesor Infantes confiesa quedarle«una espina crítica clavada», pues no haconseguido «dar con la fuente original de laque Juan Agüero traduce, unas teóricas«Fiori romani» [...] que no aparecen por nin-gún sitio» (29). Todas las pesquisas le hanresultado improductivas. Tampoco sabe si lafuente de que se valió estaba manuscrita oimpresa. Un tiempo estuvo tentado de creerque la supuesta traducción del italiano no eramás que otra superchería de Juan Agüero,pero algunos datos internos de la obra queexplica con detenimiento le hicieron deses-timar tal suposición.

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La obrita recopilada por Agüero «es unamezcla de juegos y remedios que hunde susraíces en fuentes cultas, y por tanto de trans-misión escrita (o impresa), y fuentes popu-lares, que remiten entonces a una tradiciónoral»; y, aunque «el desconocido autor ori-ginal no siente ninguna necesidad de citarlos autores en los que se basa ni los textosde donde espiga sus entradas» (31-32),Víctor Infantes se dedica a bucear en lasposibles fuentes indirectas que iluminaron alignoto autor italiano al confeccionar su obra.Sin embargo, no hay que olvidar que unaparte final fue añadida por Agüero y que las«Flores romanas no son sólo recetas paracurar los males del cuerpo y de la salud,pues también incorporan “gentilezas [...] dehombres de palacio y de criança”», por loque «junto a la omnipresente tradición oral,testimoniada en ocasiones por el propio au-tor, casi todas esas burlas y gentilezas inclui-das en las Flores derivan de tratadicos [...],que circulan por los caminos de la supersti-ción, la superchería y los prodigios natura-les», esto es, por «los senderos donde con-viven para muchos lectores los territorios dela sanación con los de la maravilla»; y ahíradica «todavía uno de sus encantos» (34).

Concluida la introducción, se reproducenlas portadas de las tres ediciones quinien-tistas de la obra que se han conservado (h.1510-1512, 1545 y 1550), así como la es-tampa que aparece al final de la primera deellas (35-39). Sigue la exposición de los cri-terios editoriales (41), y a continuación setranscribe el texto de las Probadas floresromanas (43-59), en el que se insertan lasvariantes de 1545-1550. La edición se con-cluye con un útil «Vocabulario al cabo porel orden del ABC» (61-63), en el que seexplica el significado de los términos deépoca que aparecen en la obra.

Con esta edición, Víctor Infantes pone alalcance de los estudiosos de nuestra litera-tura áurea una obrita singular y curiosa, enla que se recogen setenta y una recetas demedicina popular y trucos de magia, quereflejan a las mil maravillas las creencias y

costumbres de la sociedad española de prin-cipios del siglo XVI.

ANTONIO CASTRO DÍAZ

FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, Alonso.Segundo tomo de El ingenioso hidalgodon Quijote de la Mancha. MilagrosRodríguez Cáceres y Felipe B. Pedraza(ed.). Ciudad Real: Diputación de CiudadReal, 2014, 420 pp.

Esta edición del Quijote apócrifo reúnela pulcritud y cuidado en la impresión conun admirable equilibrio y eficacia en la in-troducción, tratamiento del texto y notas,constituyendo un modelo digno de imitacióna la hora de editar un texto clásico que pre-tenda servir al conocimiento y disfrute deuna obra para un público de especialistas,pero también para lectores más preocupadospor el entretenimiento que por cuestionesatañederas a filólogos profesionales. El pro-pósito de la edición, escriben los responsa-bles, «es conmemorar el IV centenario de lapublicación del Quijote de Avellaneda conuna impresión dirigida a un público culto,pero no formado por filólogos profesionales»(XXXVII). El propósito ha sido cumplidoexcelentemente, con un texto meticulosa-mente fijado y anotado con una gran clari-dad.

El estudio preliminar permite encuadrarla novela de Avellaneda en un marco sen-sato, iluminador, y libre de prejuicios, tanfrecuentes en la historia crítica de este tex-to. Desechan, con harta razón, las actitudesbeligerantes que acostumbraban a insultar alimitador de Cervantes hasta llegar a actitu-des absurdas (IX). No ignoran, obviamente,la superioridad del Quijote cervantino, peroabordan su imitación desde una perspectivaadecuada: no resta valor a la obra deAvellaneda el hecho de no alcanzar el niveldel Quijote original. Y ciertamente este Qui-jote apócrifo es una creación muy estimable,

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cuyos rasgos fundamentales ponen de relie-ve Rodríguez Cáceres y Pedraza con su habi-tual sindéresis: trazan la literatura quijotescaen el Siglo de Oro —de la que Avellanedapuede considerarse un ejemplo más, bienimportante sin duda—, analizan el realismoy voluntad de concreción (localización arga-masillesca, nombres de personajes, precisio-nes de itinerarios...), comentan el feísmoexpresionista —retratos grotescos, detallesdegradatorios...— característico del autor,que ponen en relación plausible con el Bus-cón quevediano, que pudo conocer Avella-neda en forma manuscrita (XVIII), puntua-lizan bien la perspectiva aristocrática que semanifiesta en los elementos cortesanos—fiestas, certámenes, arquitecturas efímeras,detalles suntuarios...—, examinan la funciónde las novelas intercaladas ... para concluirque «el Quijote de Avellaneda quiere ser unapanoplia de las variedades literarias delmomento» (XX).

Excelentes son también las páginas quededican a los personajes protagonistas, dan-do a mi juicio, en el clavo de la principaldistancia que separa al Quijote bueno de suimitación: la arbitrariedad o incoherencia dela personalidad quijotesca de Avellaneda,que se cree en cada momento un personajediferente —Fernando el Católico, Aquiles,Bernardo del Carpio....—, sin mantener unaconciencia de ser quien es, como sucede conel cervantino. Uno es un loco sin más; elotro un maniático discreto en todo lo que notoque a la andantesca caballería.

No caen en la trampa de la autoría:muy útil es la tabla ordenada (XXX-XXXII) de los autores propuestos y loseruditos proponedores: si algo queda claroes que no se sabe quién es Avellaneda, amenos que fuere —podría ser— realmenteun escritor llamado Alonso Fernández deAvellaneda, de quien se conozca esta obray nada más, hipótesis que quizá confirmeuna investigación de Pilar Gutiérrez Alon-so aludida por los editores (XXXII), quepersigue los detalles biográficos y literariosde «un poco conocido sacerdote» llamado

Alonso Fernández, párroco de Avellaneda(Ávila).

Las notas destacan por su claridad y per-tinencia. La distribución en aparato de no-tas y glosario no me acaba de convencer:hay que consultar el glosario para averiguarsi algún término tiene explicación o no, casode no aparecer en la nota, y el mecanismoes algo molesto. Aunque de este modo sealigera el aparato de notas, se pierde en co-modidad del lector.

Por lo demás era de esperar de especia-listas tan conspicuos como los editores lacalidad de este conjunto de notas, y su au-toridad filológica. Muy pocas podrían aña-dirse —cuestión esta que no es posible de-finir con absoluta precisión, ya que siemprehabrá lectores que echen en falta alguna notao consideren de sobra otras más—. Me pre-gunto si en la página 43 las saetas «que suspadres tiraron al señor san Sebastián» sereferirán, no a los padres de san Sebastián,que como se anota en el pie de página, notiraron saetas a su hijo, ni se tratará de erratapor «pares», sino una referencia burlesca deSancho a los padres del mismo don Quijo-te: los padres suyos «de don Quijote», no delsanto, como una referencia antisemita quesugeriría chistosamente en don Quijote unaascendencia non sancta. Aunque san Sebas-tián fue martirizado por soldados romanos,la cercanía de «Nuestro Señor Jesucristo» ysus llagas en el contexto podría contaminarde «judaísmo» a todos los martirizadores ysayones (por ejemplo Pilatos connota «ju-dío» en muchos textos satíricos aurisecu-lares). En la página 71 (y otros lugares)quizá convendría redactar con más claridadla nota relativa a las formas ‘vais’, ‘vamos’,que tienen «valor de subjuntivo», ciertamen-te, porque son subjuntivos etimológicos (devadatis, vadamus), usados, por tanto, contoda normalidad. La frecuente confusión enmuchas ediciones de estas formas con otrashomófonas indicativas de étimos diferentesaconseja aclarar la redacción para evitar esasposibles confusiones. En una nota de pági-na 70 se sugiere que la forma «chinchón»

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puede ser deformación sanchopancesca dechichón, pero en página 75 vuelve a apare-cer «chinchones» en el discurso del narrador,y es forma presente en otros textos como«La pícara Justina». En la página 102 segu-ramente resultará algo rara para un lectormoderno la expresión «aun a fe que si mepidiese un poco de saliva en ayunas, que nose la podría dar», porque no se le alcanzaráhoy la utilidad de la saliva en ayunas, a laque en el Siglo de Oro atribuían maravillo-sas propiedades curativas y de otra índole (elpadre Ciruelo en su Reprobación de las su-persticiones, escribe que «por sentencia delos sabios médicos que dicen que la salivade cualquiera hombre ayuno es muy sana ymedicina para contra las sarnillas y lla-gas»...). Sancho, al mencionar en página 198catorce obras de misericordia no disparatatotalmente, ya que se consideran siete espi-rituales y siete corporales..., aunque en pá-gina 357 solo habla de siete obras de mise-ricordia.

En general las notas de Rodríguez Cáce-res y Pedraza son eruditas sin perder ame-nidad, claras sin superficialidad y documen-tadas sin acarreo petulante de detalles quesin servir al texto confiesan la vanidad delanotador.

En su conjunto esta edición del Quijotede Avellaneda revela la destreza de quienconoce extraordinariamente bien su oficio deeditor y equilibra el docere y el delectarecon tino digno de todo elogio.

IGNACIO ARELLANO

DELRUE, Elisabeth: Voyages ou séjoursd’écrivains espagnols en Europa. Moda-lités hispaniques du récit de voyage.París: L’Harmattan. Préface de Jean-Claude Rabaté, 2012, 264 pp.

El relato de viajes en la España del XIXes el objeto de estudio de esta monografíade Elisabeth Delrue basada en el análisis de

diversos textos de escritores y periodistasque viajan por la Europa de fin de siglo;Eusebio Blasco, Luis Bonafoux, VicenteBlasco Ibáñez, Emilia Pardo Bazán, OrtegaMunilla o Gómez Carrillo son algunos deesos autores que, a través de la modernidadeuropea, tratan de descubrir un modelo ex-terior que colme las frustraciones que pro-voca una crisis no sólo sociopolítica sinotambién cultural e identitaria.

El ensayo presenta una estructura bientrabada que parte del análisis de ciertos con-ceptos teóricos antes de la aproximación alos textos: los factores históricos que deter-minan esa crisis cultural que atraviesa laEspaña de fin de siglo y la definición de lanoción de identidad individual y colectiva.El relato de viajes posee en el siglo XIXunas características que lo diferenciansustancialmente de la tradición que lo pre-cede: es un relato donde la subjetividad pre-valece frente a la descripción erudita del si-glo XVIII; un texto que se construye frentea un nuevo horizonte de referencia que seabre a la modernidad como principal aspi-ración. Más allá de una búsqueda de identi-dad individual, el relato de viajes en el finde siglo español se erige como una búsque-da de identidad colectiva.

El conformismo y el inmovilismo cultu-ral en el que se encuentra España es eldesencadenante de una búsqueda de innova-ción en el campo artístico, cultural y social.Delrue analiza el concepto de identidad des-de las diferentes teorías psicoanalíticas, aun-que incide particularmente en el enfrenta-miento con el otro como desencadenante deun autodescubrimiento, una exploración enlos símbolos de la colectividad propia.

Tras sentar las bases teóricas de su estu-dio, el segundo capítulo ahonda en el análi-sis de los textos propuestos. Los autores delos relatos de viajes pertenecen tanto alámbito del periodismo como de la literaturay, entre ellos, hallamos firmas poco recono-cidas como las de Jacinto Bonilla y ManuelMaría Guerra o de primera fila, como es elcaso de Emilia Pardo Bazán o Vicente

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Blasco Ibáñez. Todos ellos muestran unosintereses que giran en torno a la vida coti-diana y mundana, con una especial atenciónpor los eventos sociales y culturales comolas grandes exposiciones universales del finde siglo.

El interés por Europa, por América La-tina y por África permanece más o menosconstante entre 1890 y 1914. Entre estosdestinos, los viajes a Italia, a Alemania y aFrancia permiten los encuentros con diver-sos tipos de civilizaciones e intereses cultu-rales; por una parte, Italia se concibe comoun viaje a los vestigios de la Antigüedad,pero también a los orígenes de la culturamediterránea. Por otra parte, Alemania yFrancia son focos de modernidad a nivelpolítico e intelectual o a nivel artístico y li-terario. Es sobre todo la urbe de París la queparece colmar las aspiraciones de estos via-jeros de fin de siglo: París es el observato-rio de la vida urbana, de la cultura moder-na; modernidad y urbanidad se convierten asu vez en sinónimo de civilización, un con-cepto que parece oponerse a la visión des-encantada de España. Cafés, restaurantes,salones, revistas conforman esos centros desocialización que tanto fascinan a los viaje-ros españoles. Pero no son las únicas mues-tras de civilización que interesan a los auto-res sino también los signos de desarrollo dela vida urbana: la agitación, el ruido, la ve-locidad de los nuevos medios de transportey la iluminación sorprenden a los viajeroshabituados a la lentitud y el silencio de lamayor parte de las ciudades españolas.

Para algunos de estos autores el encuen-tro con el pasado inmemorial de España, tanlejano a la modernidad de las ciudades eu-ropeas, se puede convertir en un refugio queofrece las claves para hacer resurgir la pro-pia identidad perdida; de la historia nacio-nal se hallan huellas a lo largo y ancho deEuropa y es siempre un esplendor perdido,pues el pueblo español se encuentra en pro-ceso de degeneración y no es sino mediantela lucha y el cambio como puede construirun porvenir.

Los relatos de viajes de fin de siglo tam-bién se convierten en observatorios de loscambios estéticos que se producen en elcampo del arte y de la literatura. Es la épo-ca de nacimiento y la difusión del art nou-veau; de ello se hacen eco Ortega Munillay Emilia Pardo Bazán, quienes además va-loran las novedades en el ámbito de las be-llas artes a través de las distintas exposicio-nes a las que asisten. En el campo de laliteratura, las primicias que observan princi-palmente en Francia son más reveladoras:nos hallamos en los años del debate entrenaturalistas y parnasianos con el cuestiona-miento del materialismo, el positivismo y elespíritu científico. Gómez Carrillo y PardoBazán son los autores que mejor muestranesta recepción de las novedades estéticas enel ámbito de la literatura europea: la novelarusa de la mano de Tolstoi o las novedadesde la literatura francesa a través de Bourget,Baudelaire o Barbey d’Aurevilly interesanparticularmente a la escritora gallega, mien-tras que el periodista se decanta por la obrade Bonnetain y Rudyard Kipling. Para fina-lizar esta segunda parte, la autora analiza lanoción de modernidad observada desde unaperspectiva universal o, por el contrario,desde la singularidad de las particularidadesnacionales; la sociedad urbana impone unauniformización que despierta en alguno delos autores analizados una perspectiva quecontradice esa primera fascinación por lagran urbe moderna: hay tantas sombrascomo luces, la miseria convive con el pro-greso económico, la modernidad técnica ycientífica no puede borrar las consecuenciashumanas de la industrialización.

La tercera parte del ensayo trata de re-construir el concepto de modernidad a par-tir de los rasgos analizados en los relatos deviajes. La comprensión de la modernidadaparece ligada a una representación del mun-do que es siempre parcial y que se hallamotivada inevitablemente por condicionantesideológicos. El trabajo de enunciación des-criptiva evidencia una exploración del mun-do desde una perspectiva concreta que no es

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siempre capaz de hallar un lenguaje que re-presente inequívocamente la realidad: com-paración, oposición, traducción son algunosde los recursos empleados para vencer estaimposibilidad de aprehender los matices queofrece la realidad. Del mismo modo, laenunciación se convierte en la clave paraanalizar la emergencia de la identidad espa-ñola, como siempre, a partir del encuentrocon la alteridad.

EVA SOLER SASERA

CHECA BELTRÁN, José. Demonio y mo-delo. Dos visiones del legado español enla Francia ilustrada. Madrid: Casa deVelázquez, 2014, 191 pp.

Una de las empresas intelectuales másdieciochescas que existen es derrocar losidola, los errores comunes que impiden elavance del conocimiento. Esta pugna debióde proporcionar notable placer a los erudi-tos del siglo ilustrado, deleite que tambiéndebieron de compartir sus cada vez más ilus-trados lectores. Pues bien, resulta perfecta-mente apropiado que el último libro de JoséCheca Beltrán, Demonio y modelo. Dos vi-siones del legado español en la Francia ilus-trada, se ocupe de debelar una de las ideasmás asentadas en la historiografía sobre elXVIII, y que con sus descubrimientos y cla-rísimo estilo deleite al lector de nuestrosdías.

Concretamente, Checa Beltrán se enfren-ta a la especie de que España tuvo una pé-sima imagen en la Francia dieciochesca,opinión que se remonta al propio sigloXVIII y que ha pervivido gracias a la ausen-cia de estudios especializados o a la parcia-lidad de algunos de ellos, que Checa Beltránutiliza y matiza con elegancia. Nuestro au-tor propone que si precisamos y analizamosa fondo la cuestión resulta que la situaciónes mucho más compleja: aunque es ciertoque hubo autores de la Francia ilustrada que

denigraron ciertos aspectos de la cultura es-pañola, otros entendieron que algunos deestos aspectos suponían incluso un posiblemodelo para la cultura de su país. Es decir,y glosando el título del libro que estamosreseñando, en la Francia del XVIII hubodiferentes ideas acerca de España, y si unasla demonizaban, otras la proponían comomodelo.

Estamos, pues, ante un estudio imagoló-gico cuya metodología detalla Checa Beltránen el primer capítulo del libro («Españademonizada»), en que explica además losobjetivos y corpus. Este es extensísimo (aun-que, por supuesto, no exhaustivo): incluyesobre todo publicaciones periódicas, tantoexaminadas en su totalidad —Mémories deTrévoux (1701-1767), Journal étranger(1754-1762), L’année littéraire (1754-1790)y L’Espagne littéraire (1774)— como ana-lizadas de manera más esporádica. Además,incluye otro tipo de publicaciones, como laBibliothèque Universelle des Romans (1775-1789), que el autor estudia en profundidad.En suma, es un corpus impresionante y muyrelevante, aunque tal vez convendría haberprecisado cuantitativamente su presencia enel panorama literario francés del momento yhaber explicado qué criterios llevaron alautor a elegir unas publicaciones y dejarotras, o a examinar unas a fondo y otras mássomeramente.

En cualquier caso, sobre este corpusconstruye Checa Beltrán su análisis y exa-mina la hipótesis arriba señalada, aportandounas reflexiones metodológicas importan-tísimas. Ya hemos adelantado que trabajacon imagología, y añadimos que se fija enla idea de Julián Juderías de la leyenda ne-gra como conspiración universal contra Es-paña, clásica especie que alimentaría el pre-juicio tradicional sobre la mala opiniónfrancesa acerca de la cultura hispana. ChecaBeltrán matiza esta idea señalando que laimagen de España en la Francia dieciochescapuede ser positiva o negativa dependiendode diversos factores: quién emite la opinión,en qué momento o a qué aspecto concreto

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de la imagen nacional se refiere. Porque paraCheca Beltrán en este último aspecto losjuicios sobre España han de dividirse en almenos tres categorías: los que evalúan el ca-rácter español, los que comentan la historianacional y los que glosan el legado culturaly científico del país (20-21).

Armado con esta eficaz subdivisión, quedebería adoptar y ampliar la imagología con-temporánea, Checa Beltrán constata que lasideas antihispánicas de la Francia ilustradasolo son unánimes en un aspecto: criticarelementos de la historia española como laInquisición o la conquista de América. Enlos otros, en cambio, comprobamos que exis-te mucha variedad de opiniones: hay tantocensuras como elogios del carácter nacionaly lo mismo ocurre si nos fijamos en el le-gado cultural hispano. Es decir, solo se pue-de sostener que la Francia del XVIII despre-ciaba España si se opera con un corpuslimitadísimo y poco representativo (no lo esMasson de Morvilliers) y si no se estable-cen los matices arriba citados. Con ellos secomprueba que ni siquiera los philosopheseran unánimes en su supuesto antihispa-nismo, que escritores como Voltaire podíanapreciar aspectos de la historia o cultura his-pana y que, como demuestra con crecesCheca Beltrán, hubo una multitud de intelec-tuales de diverso sesgo que mostró tenden-cias prohispanas en lo relativo al legadocultural y al carácter nacional.

El capítulo 2 («España controvertida»)examina estas divisiones en las ideas fran-cesas sobre España, asentando que no erantan unánimes ni tan extremas como se pen-saba y mostrando el interés de los intelec-tuales franceses por recibir más noticias einformación sobre nuestro país. Luego, elcapítulo 3 («España apreciada y modélica»)prueba que hubo autores franceses de impor-tancia que defendieron el legado español yadmitieron que España había sido (e inclu-so podía seguir siendo) un modelo en lorelativo a la literatura dramática y narrativa.Son páginas particularmente interesantespara los estudiosos de literatura áurea, que

comprueban cómo Checa Beltrán demuestracon eficacia y elegancia que muchos france-ses admitieron la primacía e impronta delteatro áureo sobre el francés y que, aunquecriticaban su desprecio por las unidades,encontraron en él importantes virtudes, comola imaginación y el genio. Y, sobre todo,resulta fascinante descubrir cómo la arribacitada Bibliothèque des Romans incluye unaapología de la novela española y la entien-de como la mejor entre las modernas, lo querevela que los editores de la colección pro-fesaban un neoclasicismo bastante hetero-doxo.

El capítulo 4 («Interferencias») examinaquiénes fueron los intelectuales francesesque apreciaron lo español, desvelando queno eran philosophes, pero tampoco, comoquizás cabría esperar, ultramontanos anti-enciclopédicos. Tal vez podría contarse en-tre estos a los jesuitas de las Mémoires deTrévoux, pero otros muchos eran reformistasmoderados alineados con el gobierno o in-cluso masones. Eso sí, sufrieron diversasinterferencias que dan nombre al capítulo yque dificultaron su posición prohispanacuando esta chocaba, por ejemplo, con susprejuicios nacionalistas (no pueden elevar loespañol en general por encima de lo francés)o con su gusto literario clasicista, tambiénrelacionado con su nacionalismo: como ra-zona Checa Beltrán, el neoclasicismo es enúltimo término una elevación del gusto fran-cés a la categoría de universal, lo que nece-sariamente había de rechinar al enfrentarselos autores con cánones y tradiciones cultu-rales alternativas como era la hispana. Esmás, Checa Beltrán comprueba que estoseruditos franceses no solo apreciaron la cul-tura áurea, sino que también reconocieronlos avances dieciochescos, tema al que de-dica el último capítulo («Lecturas sobre losprogresos de España durante el sigloXVIII»): hasta el inefable Masson deMorvilliers, nos recuerda Checa Beltrán, re-conoció los avances que habían hecho losespañoles bajo la égida borbónica —suenade nuevo la nota nacionalista francesa—.

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En suma, estamos ante un libro maravi-lloso. Su contenido es muy revelador y ex-haustivo, pero sin cansar jamás, tanto por lamagnitud de las ideas que va descubriendo(y de los ídolos que va derribando) comopor la cristalina claridad del estilo: la erudi-ción no entorpece y los pensamientos seencadenan con lógica admirable (y envidia-ble). Además, Checa Beltrán sabe compagi-nar estas virtudes con una reflexión metodo-lógica profundísima. Insistamos de nuevo enla importancia de sus ideas sobre la imago-logía, y recomendemos de paso al lector quese sumerja por su cuenta en este libro, puesaún quedan en él multitud de tesoros que nohemos podido comentar.

ANTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ

THION SORIANO-MOLLÁ, Dolores (ed.).El costumbrismo, nuevas luces. Pau:Presses de l’Université de Pau et desPays de l’Adour, 2013, 637 pp.

La profesora Dolores Thion reúne en esteinteresante volumen las aportaciones de 38estudiosos que se congregaron en un colo-quio sobre el costumbrismo, organizado porla Universidad de Pau et des Pays del’Adour. La obra, presidida por un prólogode L. Romero Tobar donde presenta el tra-bajo e ilumina al lector sobre los estudiosprevios que se han venido haciendo sobreeste tema, examina el costumbrismo desdesus orígenes y hasta principios del sigloXXI.

El libro se divide en dos amplios bloques—siglo XIX y siglo XX— y en cuatro capí-tulos. El primer bloque consta de tres aparta-dos. El inicial es el titulado «El costumbris-mo: concepto, perspectivas e implicaciones»,que se abre con dos interesantes artículos deJoaquín Álvarez Barrientos y Luis Beltrán,donde tratan el origen del costumbrismo, sudefinición y su tratamiento dentro de lahistoriografía literaria. J. Álvarez Barrientos

señala la falta de una tradición estética ennuestra literatura para enmarcar el costum-brismo, a lo que se le añade su menor con-sideración por su publicación en la prensa.Además, indica la importancia del lenguajepictórico empleado por los costumbristascomo seña de identidad de sus textos, perotambién como fuente de inspiración paraescritores posteriores. L. Almería, por suparte, determina que el costumbrismo en síha sido objeto de estudio únicamente en lafilología española y cuestiona los límites delconcepto «costumbre».

Seguidamente, diferentes expertos exami-nan textos de autores del XIX con el fin demostrar los diferentes rasgos costumbristasidentificables en ellos. Así, Mireille Coulontoma los cuadros de costumbres de Ramónde la Cruz para exponer el verismo que elautor quiso manifestar; M. A. Muro empleatextos de Bretón de los Herreros protagoni-zados por una clase media madrileña tipifi-cada; Enrique Miralles estudia en la prensasatírica madrileña de los años 1843 a 1868las notas humorísticas presentes en variosartículos costumbristas; Enrique Rubio reco-ge la obra Del montón (1887), de ManuelMatoses, donde las escenas adquieren másrelevancia que los tipos en sí; Antonio Dorcarescata «La posada o España en Madrid»para mostrar el pintoresco costumbrismo queMesonero Romanos expuso en la segundaserie de sus Escenas Matritenses. J. M.ª FerriColl hace una sugerente aportación sobre lafigura de Larra como autor costumbrista ysu deseo de que la literatura fuese una for-ma de alcanzar el progreso y de dejar atráslas viejas costumbres que fomentaban el in-movilismo social. Original también es laaportación de Borja Rodríguez, que explorael llamado «costumbrismo negro», «de tin-tes más oscuros, amargos y pesimistas»(120). Por último, este apartado cuenta condos artículos dedicados a la mujer: CarmenServén trata la producción de algunas escri-toras menores, que proliferaron en la segun-da mitad del XIX, como Robustiana Armi-ño o Patrocinio de Biedma; M.ª Ángeles

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Rodríguez cierra el apartado con una aproxi-mación al tratamiento del personaje de laactriz en textos costumbristas.

El segundo apartado del bloque, «DeEuropa y América: miradas cruzadas» co-mienza con un breve análisis de Ana M.ªFreire sobre la incorporación de extranjeris-mos en nuestra lengua como resultado deviajes al exterior. A continuación, variosexpertos se centran en la imagen percibidapor viajeros en España u otros lugares delmundo: Jesús Rubio señala la complemen-taria relación entre pintura y literatura cos-tumbrista a través de la obra pictórica deJosé Domínguez Bécquer, vendida a paísesextranjeros; Renata Londero estudia lasobras Letter from Spain y Cartas sobre In-glaterra, de Blanco White en las que obser-va una detallada descripción de la vida es-pañola; Salvador García indaga en elepistolario de Wahington Irving, cuyas car-tas recogen numerosas escenas de la corte deIsabel II; Jean-René Aymes se ocupa deanalizar textos costumbristas de temáticaespañola aparecidos en dos importantes re-vistas francesas: Magasin Universel (1833-39) y Magasin pittoresque (1833-1846/52);Dolores Thion rescata la figura de Etiennede Jouy, desmonta la posible autoría de laobra Madrid y señala como posible autor aJoseph Brisset; Montserrat Becerril analizalos textos de la sueca Fedrika Bremer, escri-tos durante su estancia en Cuba y en loscuales presta mucha atención a los esclavosy sus costumbres; Anne M. Brenot se acer-ca a la novela costumbrista Cecilia Valdéso La loma del Ángel (1882), del cubanoCirilo Villaverde, de fuerte componente po-lítico en su lucha contra la abolición de laesclavitud y la emancipación cubana; EvaLafuente trata Los españoles, americanos ylusitanos pintados por sí mismos (1882), ydenuncia que la gran mayoría de los esca-sos artículos dedicados a los americanos fue-ron escritos por españoles; Rocío Charquesrepasa los textos de Godofredo Daireaux,donde lo costumbrista da pie a exhibir loselementos que amenazaban la evolución de

la sociedad argentina; Raquel Gutiérrez cie-rra este apartado con un estudio comparati-vo de cómo un autor español, J. M. Pereda,y otro cubano, Ramón Meza, tratan la figu-ra del indiano de forma satírica.

El tercer apartado de este bloque, «Pervi-vencias del costumbrismo» se abre con tresartículos protagonizados por Galdós: Cristi-na Patiño analiza cómo el tratamiento deMadrid en las obras de Salas y Quiroga in-fluyó en las de Galdós; Marisa Sotelo mues-tra las huellas costumbristas en La estafetaromántica (1888), incluida en la tercera se-rie de sus Episodios; y Ermitas Penas, porsu parte, recoge las muestras costumbristasen las descripciones y en las estructuras na-rrativas de Fortunata y Jacinta (1887). J. M.González seguirá un planteamiento parecidoen el análisis de El cuarto poder. Novela decostumbres (1888), de A. Palacio Valdés;M.ª Ángeles Ayala hace lo propio con laobra narrativa del alicantino Rafael de Alta-mira; Elisabeth Delrue repasa el costum-brismo de Blasco Ibáñez en Entre naranjosy Cañas y barro, donde muestra una visióninmovilista de la sociedad. Finalmente, JuanMolina realiza una original aportación alponer en relación el costumbrismo y la cien-cia ficción a propósito de la obra de NiloM.ª Fabra.

El segundo bloque, siglo XX, incluye unúnico apartado, titulado «Herencias costum-bristas y representaciones modernas de lacostumbre», en el que Daniel H. Pageauxestudia las descripciones de las costumbresde estudiantes en La casa de la Troya(1915), de Alejandro Pérez Lugín; M.ª Isa-bel Jiménez investiga cómo Salvador Rue-da se aleja del canónico costumbrismo en lasobras El patio andaluz (1886) y El cieloalegre (1887), donde se aprecian claras in-fluencias modernistas que dotan sus descrip-ciones de un bello lirismo; Christian Mansocompara la relación de la pintura y la lite-ratura a través de las figuras de GustaveCourbet y José Martínez Ruiz; Bénédicte deBuron indaga sobre la influencia de escrito-res costumbristas en los textos más críticos

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e irónicos de Francisco Umbral; BéatriceBottin analiza el teatro de Martín Recuerday observa los rasgos costumbristas que eldramaturgo empleó a fin de transmitir vero-similitud en sus obras; J. I. Díez trata dedemostrar las singulares notas costumbristasen la obra Todas las almas (1989), deJavier Marías; José D. Escrig analiza cómoel primitivo costumbrismo se renueva enla obra de Manuel Longares; Ur Apalate-gui cierra el capítulo con el Ramuntcho dePierre Loti y Bernardo Atxaga, en su inten-to de analizar el costumbrismo vasco en tor-no a la idea de nacionalismo y sentimientosde arraigo.

La obra concluye con un útil apéndice enel que se incluyen breves resúmenes en fran-cés de cada uno de los 38 artículos anteriores.

En conclusión, esta obra es sumamentetrascendente, ya que no solo complementalos estudios que se han venido realizandosobre el costumbrismo desde sus orígenes yhasta la fecha, sino porque también aportanuevos datos, como consecuencia de lasmúltiples perspectivas tomadas por los estu-diosos a la hora de establecer su objeto deestudio. Asimismo, fue un acierto escoger unmarco temporal tan amplio para poder ob-servar cómo se gestó el costumbrismo, susrepercusiones más inmediatas en el XIX yprincipios del XX y cómo su influenciapervive en textos del siglo XXI.

AMINA EL FOUNTI ZIZAOUI

QUILES FAZ, Amparo y Amina EL FOUN-TI ZIZAOUI (ed.). Arturo Reyes: episto-lario de un escritor andaluz (1863-1913).Málaga: Universidad, 2013, [s. p.].

La obra Arturo Reyes: epistolario de unescritor andaluz (1863-1913) ofrece un in-teresantísimo material al investigador quepor primera vez se acerque a la vida y laobra de Arturo Reyes o al filólogo que quie-ra profundizar tanto en su figura como en la

literatura española de entresiglos, de tantaefervescencia literaria. Ha sido editada porla profesora de la Universidad de Málaga,Amparo Quiles Faz, especialista en literatu-ra del siglo XIX y con una larga trayectoriaen la edición de epistolarios; y por la licen-ciada Amina El Founti Zizaoui, quien, gra-cias a una beca del Ministerio de Educación,ha ordenado, sistematizado y digitalizado elvoluminoso corpus epistolar del escritormalagueño.

El proyecto de la edición del epistolariode Arturo Reyes nació hace varios años,cuando la bisnieta del escritor —María JoséReyes Sánchez— propuso a la Dra. QuilesFaz conmemorar el centenario de la muertede su bisabuelo, celebrado en 2013, publi-cando las casi dos mil cartas remitidas alescritor malagueño por personalidades de lasartes y las letras españolas. Con el apoyoinstitucional de la Universidad de Málaga sebuscaba, como así ha sucedido, preservar ellegado epistolar de Arturo Reyes, custodia-do por la familia durante tres generaciones,al tiempo que se divulgaba dicha correspon-dencia tanto entre el público especialistacomo entre el aficionado a la obra del ma-lagueño. Para lo cual, ha sido expreso deseode la familia que dicha obra se done a to-das las bibliotecas universitarias, archivos ycentros especializados del país y del extran-jero. Sin olvidar que, en breve, se publicaráen el Repositorio Institucional de la Univer-sidad de Málaga (RIUMA), quedando así adisposición de toda la comunidad científica.

Este epistolario ve la luz en formatodigital y ofrece una clara y accesible estruc-tura para el lector. Se abre con un estudiointroductorio de las editoras, donde se abor-dan aspectos biobibliográficos extraídos delas propias cartas, añadiendo a la investiga-ción un extra de interés y utilidad. De estemodo, se conocen detalles sobre su persona-lidad, aficiones, amigos, tertulias a las queasistía; se informa sobre apuntes relativos asu formación como escritor, a sus problemaseconómicos y de salud —ostensiblementeagravados en sus últimos años de vida—, o

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sobre el reconocimiento literario en su ciu-dad natal y a nivel nacional. Estas páginas,a modo de prólogo, completan el, hasta elmomento, mejor y más profundo estudio dela vida y la obra de Arturo Reyes, publica-do por el catedrático Cristóbal Cuevas en1974.

A este capítulo introductorio, le sigue laemotiva biografía que escribió el hijo deArturo, Adolfo Reyes, y que vio la luz comoestudio preliminar en 1914, en el libro depoemas póstumo: Del crepúsculo. A todoello le acompaña una interesante galería fo-tográfica de imágenes pertenecientes al ál-bum familiar Reyes-Téllez, en su mayorparte, y al Archivo Díaz de Escovar deMálaga. Estas imágenes, amablemente cedi-das por la familia, recogen momentos ínti-mos del propio autor, con sus parientes yamigos más cercanos. Entre ellas destacanlas fotos de escritores y artistas como Sal-vador Rueda, Ramón A. Urbano, José Silva,Emilio Tuillhier o Pérez Galdós, entre otros.

Así, llegamos a la parte nuclear de laobra: el conjunto de cartas, formado por1973 epístolas, hasta el momento inéditas.Todas ellas se ofrecen ordenadas alfabética-mente, según el emisor de las mismas; y,dentro de estas, sistematizadas por la fechade escritura, lo que facilita la consulta rápi-da de las mismas. La importancia del cor-pus es el número tan elevado de remitentes:más de cuatrocientas personalidades de lasletras y la cultura del período comprendidoentre 1861 y 1913. Simplemente ojeando elíndice del epistolario puede observarse elcrecido número de amigos y conocidos delautor malagueño, lo que evidencia su carác-ter afable y extravertido. Leyéndolas, permi-te conocer las visitas de literatos a Málaga,detalles íntimos, amistosos, literarios, econó-micos..., en definitiva, todo un entramado denovedosa información que abre nuevos ho-rizontes sobre la literatura de aquellas déca-das y arroja luz sobre aspectos desconocidoso poco divulgados hasta el momento de lavida de tantos escritores y artistas de nues-tro país.

Como investigadora de la literatura definales del siglo XIX y principios del XX,me congratulo por la edición de este mag-nífico epistolario y felicito a las investiga-doras por su labor minuciosa, su profesio-nalidad y acierto al aceptar el reto propuestopor la bisnieta de Arturo Reyes. A ella, sinduda, debemos la oportunidad de manejareste acervo de datos, anécdotas, comentariosy pensamientos que forman las cartas delautor malagueño. A las editoras, AmparoQuiles y Amina El Founti, agradecemos sucontribución a la recuperación de ArturoReyes del relativo olvido en que se encon-traba, pese al reconocimiento y fama de losque gozó en las décadas finales del XIX yprimeros años del XX.

MARÍA ISABEL JIMÉNEZ MORALES

SALAS, Eduardo (ed.). Ocho calas en elpensamiento literario español contempo-ráneo. Sevilla: Ediciones Alfar, 2012,260 pp.

Ante el evidente estancamiento y unacierta esterilización en las exégesis de algu-nos teóricos, es de agradecer encontrarse conuno de esos volúmenes que contribuyen aenriquecer y a difundir nuevos caminos enlos estudios filológicos. La labor que coor-dina Eduardo Salas se ha gestado, por tan-to, con el firme propósito de llevar a cabouna revisión inteligente, crítica y, a la vez,sugerente a algunos de los momentos másimportantes que jalonan nuestro pensamien-to literario. Se trata de un libro que preten-de someter a diálogo las problemáticas quenutren nuestra cultura literaria y que, en todocaso, es un buen pretexto para reflexionarsobre las nuevas perspectivas que se abrenen la actualidad, íntimamente conectadas conlas tradiciones pasadas.

No sucede a menudo encontrar en elámbito del pensamiento teórico-literario unconjunto de ensayos comparables en rigor,

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profundidad, extensión y riqueza a los quecontiene este libro presentado al lector comoun espacio de entendimiento entre lo litera-rio y lo teórico, un cruce de caminos dedistintas perspectivas historiográficas y crí-ticas que documentan las aportaciones críti-cas y estéticas más importantes de nuestraera. Todo el libro se fragua bajo esa volun-tad sistematizadora de ideas y recorre ade-más varias etapas, desde el fin de siglo y elNovecentismo hasta los convulsos años quepreceden a la Guerra Civil y la consecuenteliteratura de posguerra.

Como se señala en la «Presentación»,este volumen nos invita a recorrer una his-toria del pensamiento literario de nuestropaís enmarcado en unas condiciones concre-tas y que marcan el devenir del mismo. Seadvierte la necesidad de un trabajo comoeste que se atreva a dar testimonio de nues-tra cultura literaria y que no reproduzca loserrores de otros estudios que persisten enuna mirada crédula y simple hacia nuestropasado. La posibilidad de aproximarnos auna exposición analítica y crítica del pensa-miento, así como a las dinámicas y estilosque lo fundamentan, es lo que nos proponeesta rigurosa investigación.

En las últimas décadas hemos asistido auna revitalización de la historia del pensa-miento literario español contemporáneo. Losdestacados trabajos de Antonio Chicharro ode Antonio García Berrio han contribuido acentrar la atención sobre esta historia que noes tal puesto que no busca establecer unpanorama de autores y obras, sino de anali-zar críticamente los conceptos, ideas y cate-gorías literarias expresadas a lo largo de todoun siglo. No se trata tampoco de hacer teo-ría sino de ahondar en la naturaleza de unaobra o corriente concreta, de apoyar juicioscríticos o de detallar el recorrido de unmovimiento literario en relación con unostextos determinados. El análisis de ciertosplanteamientos teóricos, su aplicación prác-tica o los problemas a que se ha enfrentadocada movimiento intelectual pone de mani-fiesto la dificultad que entraña el estudio de

la génesis y desarrollo de las ideas literarias.Por tanto, es imprescindible que estos plan-teamientos se alejen de todo aquello quepueda suponer dirigismo o determinismocultural. Desde múltiples perspectivas, se hade incentivar una reflexión crítica y analíti-ca que ponga la atención en la lógica inter-na que se halla en cada época de nuestropasado literario. Esta es la razón de tal his-toria, una disciplina que cada vez requierela atención de más estudiosos.

Este volumen reúne ocho trabajos queabordan, con diversos enfoques y perspecti-vas distintos puntos, personalidades, corrien-tes y problemáticas, en suma, el amplio yvariado panorama intelectual que se dio a lolargo del siglo XX en España. La heteroge-neidad de temas, perspectivas y apreciacio-nes que en sus páginas se desarrollan, y elprofundo e indudable conocimiento de losespecialistas responsables de ellas obligan auna lectura pormenorizada pero de la que sesale enriquecido. Los estudios pidalinos, laambigüedad de las ideas del 98, la crisis dela modernidad que se inicia en el Novecen-tismo o la memoria agitada que rodea a laGeneración del 27, así como otros aspectosestrechamente ligados a la historia de nues-tra literatura, son algunos de los temas deque se nutre esta obra.

De la mano de Francisco Abad, el librose abre con una explicación exhaustiva entorno a la obra de R. Menéndez Pidal alfrente del Centro de Estudios Históricos,institución ligada al krausismo y que encon-tró en Pidal a un excelente educador de todauna generación de filólogos. El estudio ana-liza la importancia de una figura que enca-bezó algunas de las iniciativas fundamenta-les de la cultura española y destaca laimpronta que dejó en aquel organismo don-de influyó en otros intelectuales comoDámaso Alonso, Tomás Navarro Tomás oAmado Alonso. A continuación, Juan Car-los Ara Torralba revisa el concepto de Ge-neración del 98, poniendo de manifiesto lagrandeza cultural de un grupo desligado desu proyección histórica, situado entre dos

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siglos y cuya influencia en el siglo XX es-pañol resultará decisiva. Asimismo, indagaen la vieja dicotomía Modernismo vs. 98 queapunta a la crisis de la mentalidad burguesaque siguió a la Restauración. Por su parte,Luis Fernández Cifuentes compone un estu-dio detallado sobre las ideas literarias delNovecentismo y repasa las principales figu-ras que desempeñaron ejercicios de críticaliteraria en aquella época.

Uno de los estudios más extensos dellibro corresponde a Miguel Ángel Garcíaquien señala la importancia de la Generacióndel 27 en el desarrollo del pensamiento crí-tico en España. El valor de Góngora comoartífice de la «poesía pura» y su fortuna crí-tica dentro del grupo con los trabajos deGuillén o Salinas muestra hasta qué punto el27 no hubiera sido posible sin esa noción detradición en diálogo constante con la moder-nidad. La exhaustiva panorámica que ofreceno tiene reparos en desvelar cómo se fragua-ron las grandes obras de algunos de estospoetas y su relación con otras tradicionescríticas ajenas a nuestras fronteras.

Muy innovadora resulta la aportación deEduardo Mateo Gambarte que cuestiona elconcepto de generación literaria y señalacómo la historia de la literatura ha fijado suatención en detectar las rupturas, en indicarla incidencia que han tenido los diferentesmodos de interrupción que son las genera-ciones literarias. El siguiente estudio realiza-do por Isabel Paraíso aborda la relación en-tre literatura y psicoanálisis y su presenciaen nuestras letras, amén de indagar en elmodelo de crítica psicoanalítica que cada vezcobra más fuerza en los estudios teóricos.Seguidamente, Genara Pulido Tirado trazalos pormenores y desafíos que plantea eltérmino retórica literaria, y advierte de laimportancia del mismo en los discursosmodernos.

En su doble faceta como editor y ensa-yista, concluye el libro Eduardo A. Salas conun magistral trabajo acerca del concepto derealismo social y la consideración críticahacia la Generación de los 50. Los proble-

mas terminológicos, la nómina de autoresque conformaron aquel grupo, su fracasopara cambiar la sociedad a través de la lite-ratura o la deuda crítica que los estudiososhan contraído a lo largo de las últimas dé-cadas con el realismo social de los 50 y 60son algunas de las claves de este ensayo quepone punto y final al libro.

Ocho calas en el pensamiento... es unainvitación a descubrir la variedad de ideasque han poblado la historia de nuestro pen-samiento literario y constituye un modelo deerudicción, riqueza y curiosidad crítica. Através de una labor desmitificadora, lejos deabstracciones nebulosas o idealizantes, losautores de estos ensayos han conseguidocomponer un ejercicio que se abre a nuevasperspectivas teóricas. Merece la pena, portanto, valorar su esfuerzo y acercarse a unaobra que sobresale por su originalidad y en-tusiasmo.

ÁLVARO ACEBES ARIAS

IRAVEDRA, Araceli (ed.). Políticas poéticas.De canon y compromiso en la poesía es-pañola del siglo XX. Madrid–Frankfurt:Iberoamericana–Vervuert, 2013, 260 pp.

El proyecto de investigación titulado«Canon y compromiso: poesía y poéticasespañolas del siglo XX», dirigido por ladoctora Araceli Iravedra, sirve de marco aesta recopilación de artículos en la que senos muestra que en la crítica literaria, porfortuna, no todo está dicho. El volumen sesustenta sobre la aparente paradoja de su tí-tulo: «políticas poéticas»; una predefiniciónde lo que encontraremos en sus páginas yque aborda dos motivos de análisis repletosde polémica o, cuando menos, de abundan-te debate.

En primer lugar, el controvertido asuntodel canon literario, su formación y signifi-cado, su aparente Verdad y la falacia que enocasiones acoge. Desde este punto de vista,

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los investigadores firmantes parten de dostextos fundamentales y antagónicos. De unlado, el ensayo que Harold Bloom publica-ba en el año 1994 (El canon occidental), enel cual daba voz a una visión elitista de laliteratura, sustentada en elementos tan frági-les como la originalidad o el exclusivo in-terés estético de la obra. Por otro lado, lasreflexiones de Juan Carlos Rodríguez (unode los autores del volumen que nos ocupa)en su Teoría e historia de la producciónideológica. En la afirmación de Rodríguezde que todo texto nace siempre de un «lle-no ideológico», que confirma la «radicalhistoricidad de la literatura», este ensayopropondría el marco adecuado para los es-tudios sobre poesía española del siglo XXque aquí se encuadran. Desde estas bases, ellibro editado por Iravedra se propone com-pletar un canon del compromiso, con la di-fícil y valiente tarea de revisar los vacíoscríticos, tópicos y sombras que han dadolugar a la mayor parte de concepciones dela literatura que conocemos. El objetivo úl-timo es dar a este proyecto una finalidadacadémica, en tanto la propia configuraciónde «lo que se debe leer» ha jugado duranteaños un papel fundamental en el modo enque enseñamos poesía en las aulas, o en lasperspectivas con que historiamos el hechopoético. Un afán pedagógico y aperturistaque dibuja los primeros contornos de unamini-historia de la poesía española del sigloXX desde la perspectiva del compromiso.

Este último concepto, el de «compromi-so», nos sumerge de lleno en la tan sosteni-da en el tiempo oposición absoluta entreestética e ideología (oposición, por otro lado,muy incardinada en el planteamiento que daorigen a las tesis de Bloom). Para los auto-res que nos ocupan, lo estético y lo compro-metido han coexistido siempre, aunque de-bamos establecer una revisión y descripcióndel modo en que, en cada momento de lahistoria, se ha dado tal comunión de pers-pectivas.

Así, comienza el propio Juan CarlosRodríguez revisando las diferentes etapas

que conforman la escritura de Juan RamónJiménez, tradicionalmente tildado como poe-ta elitista o evasivo, a raíz de su defensa dela llamada «poesía pura». Según la ya cita-da afirmación de que toda propuesta litera-ria nace de una ideología, Rodríguez sos-tiene que el «yo soy», también en elmoguereño, es histórico. De ahí que dibujarla tradición de escritura en que se inserta elpoeta debe ser paralelo a la comprensión dela constante reescritura que este hace de suobra (y, por extensión en su pensamiento, desu vida). El compromiso de Jiménez, segúnla lectura aquí propuesta, se dirige hacia elpropio lenguaje como medio de sostener labúsqueda del «yo absoluto», y así alcanzarun nivel de trascendencia alejado de la me-diocridad de lo cotidiano. Compromiso, alfin y al cabo, con una manera personal deentender el mundo y de rechazar parte de él.

Una vez revisada en profundidad la teo-ría poética juanramoniana, Miguel ÁngelGarcía encara en su ensayo uno de los mo-mentos de la historia de nuestra poesía enlos que el diseño del canon mostró con másfirmeza su tendencia a la exclusión y a laexcesiva esquematización: los movimientosvanguardistas usualmente resumidos en elreducido marbete de «Generación del 27», alque se asoció la dialéctica pureza/compromi-so. De nuevo García se emplea al máximoen abrir el punto de vista, subrayando queesa aparente semejanza entre pureza y eva-sión no era tal, en tanto la generación lite-raria que abarca desde 1927 hasta el iniciode la Guerra Civil toma su estética de unmovimiento, que no era solo poético, deeuropeización y modernización del país pe-dido por los burgueses reformistas liberales.Desde esta propuesta «comprometida», losdiversos estudios sobre vanguardia, pureza,avanzada, compromiso o revolución cobrannuevos sentidos.

Por su parte, Luis Bagué Quílez se zam-bulle en el ya de por sí complejo sistema dela poesía del exilio o la guerra, para susten-tar su análisis en tres autores y tres poema-rios: Cancionero y romancero de ausencias,

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de Miguel Hernández, Diario de Djelfa, deMax Aub, y Ganarás la luz, de León Feli-pe. Bagué postula una lectura sustentada enlos llamados «escritos del yo» y, especial-mente, en el diario poético, como puenteentre lo público y lo privado, el cual permi-tió a los poetas citados escribir desde la in-timidad sin perder de vista el compromisocon el tiempo que les tocó vivir. Siguiendoa Serge Salaün, quien defiende que todaobra, aunque intimista, propone siempre unaideología, Luis Bagué apoya a sus compa-ñeros en el cuestionamiento de la separacióntradicional entre lírica sentimental y poesíasocial.

En el mismo sentido opera Laura Sca-rano al revisar el que pasa por ser el mo-mento más comprometido de nuestra histo-ria poética: los llamados poetas sociales delos 50, de entre los cuales elige a los tres«mayores»: Gabriel Celaya, Blas de Otero yJosé Hierro. El análisis de Scarano busca,especialmente, no solo subrayar el ya cono-cido compromiso de estos autores con laEspaña de la época, sino sobre todo vehicu-lar una lectura de su obra en base a las pro-puestas estéticas y lingüísticas que definena cada uno de ellos: Celaya y su cercaníaentre lenguaje artístico y lenguaje común, sinperder de vista el materialismo estético (elpoema siempre es útil, nunca evasivo); Ote-ro y su propia afirmación de que el poetadebe serlo sin olvidar que genera productosesencialmente estéticos, más allá de su uti-lidad civil; y José Hierro, que encaja en suobra el equilibrio entre intimidad y política,autodenominándose, más que «comprometi-do», «poeta testimonial». La tesis a la quenos lleva Laura Scarano será la determina-ción de tres posiciones paralelas en el com-promiso de la poesía social: el materialismoy la utilidad, el acto de denuncia y protesta,y la literatura como medio de conocerse auno mismo y a los otros.

Por último, Araceli Iravedra indaga en elmagma casi inabarcable del postfranquismopartiendo de una afirmación que, no porevidente, deja de subrayar la humildad de la

autora: las dificultades que entraña operarsobre un universo poético cercano en eltiempo, del que carecemos de perspectivapara hacer análisis con suficientes garantíasde éxito. A la editora del volumen le corres-ponde, así, repasar los modos del compro-miso en «la otra sentimentalidad» de los 80,en la «poesía de la experiencia» y el recha-zo producido por esta en colectivos comoAlicia Bajo Cero, en los «poetas de la con-ciencia» o en el llamado «realismo sucio».Aunque en esencia valiente, conviene decirque es quizá este apartado del volumen, porextenso y menos estudiado por la crítica tra-dicional, junto al dedicado a la guerra y elexilio, los que piden continuaciones y lec-turas detenidas que permitan, con mayorcomodidad, terminar de dibujar este canondel compromiso.

En suma, el llamativo título Políticaspoéticas (entendido finalmente como com-promiso con el arte y la belleza, en térmi-nos generales) constituye toda una declara-ción de intenciones de quienes estánllamados, sin lugar a dudas, a proponer unanueva Historia de la poesía española máscrítica y menos apegada a los tópicos y loslugares comunes. El camino queda aquí bienabierto para celebración de quienes desea-mos sostener una mirada más veraz sobre laliteratura contemporánea. No cabe más queagradecer esta aportación que supone todoun soplo de aire fresco dentro de las lectu-ras del autocomplaciente canon occidental.

BEGOÑA CAMBLOR PANDIELLA

OYARZÁBAL, Isabel. Mujer, voto y liber-tad: Textos periodísticos. Amparo QuilesFaz (ed., introducción y notas). Sevilla,Renacimiento, 2013, 360 pp.

Con mucha razón escribía VirginiaWoolf: «Nada me duele más que el desdéncon que trata la gente a los autores secun-darios, como si sólo los de primera cupie-

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sen en el mundo». Y si se trata de una ver-dad en general meridianamente clara, la con-sideración de secundariedad y la relegaciónal olvido o al rincón postergado de la histo-ria literaria se vuelve aún mucho mayor enel caso de las escritoras. Escritoras que con-formaron una brillante, compleja y fascinan-te pléyade durante todo el XIX y comienzosdel XX, cuando el acceso de la mujer a laliteratura se vuelve, en todos los sentidos,mayoritario. Y en este caso se encuentra laautora de la obra aquí reseñada, IsabelOyarzábal Smith, cuya interesante colecciónde 88 artículos publicados en El Sol han sidorecogidos, transcritos y comentados por-menorizadamente por la Dra. Amparo QuilesFaz, profesora de la Univ. de Málaga, ciu-dad donde nació y fue educada la anto-logada. La propia Dra. Quiles explica en sunota a la edición que ha procedido a selec-cionar esta serie de artículos del total de 186que Oyarzábal dio a conocer en las páginasdel mencionado diario entre el 3/XII/1917 yel 4/II/1921. Dicho corpus refleja su mili-tancia feminista, basada en determinadosideales que Oyarzábal consideraba de todopunto irrenunciables: libertad, justicia social,independencia, y, claro está, derechos de lamujer. De hecho, como bien destaca la edi-tora del volumen, la lectura de los textosrevela la importancia que Oyarzábal conce-dió en todo momento a los considerados«puntos básicos del feminismo de principiosdel siglo XX: educación, independencia eco-nómica y sufragio femenino».

En el sólido «Estudio introductorio» queantecede a la antología de textos periodísticos,la profesora Quiles dibuja ante los ojos dellector la semblanza de una autora apasionan-te, de la que -aunque en los últimos tiemposha comenzado a ser estudiada- todavía quedamucho por descubrir. De familia mixta espa-ñola y británica, la niña Isabel OyarzábalSmith recibió una educación esmerada y ade-cuada a su elevado origen social en un cole-gio privado de su Málaga natal. Sin embar-go, ya desde temprana edad se evidenciacomo una niña diferente de la mayoría de sus

compañeras, que se sentía desajustada y fue-ra de lugar, sin encajar en el asfixiante am-biente provinciano. Inadaptada al medio bur-gués al que pertenecía, Isabel Oyarzábalresultaba poseedora de una serie de referen-tes (madre moderna y deportista, viajes alextranjero, influencia de la familia materna,conocimiento de idiomas, lo que le abre di-versas puertas en todos los sentidos) que laconvierten en una integrante de pleno derechode la generación de mujeres que despiertan enlas primeras décadas del siglo hacia una ma-yor toma de conciencia y hacia un mayorprotagonismo en la vida cultural del país. Esasmujeres de la Edad de Plata con las que te-nemos una impagable deuda que permanece,en buena medida, sin saldar. De este modo,Amparo Quiles pone de relieve que las coor-denadas vitales de Oyarzábal «la aúnan a lasmujeres modernas de su generación y la ha-cen coincidir con las infancias de María Te-resa León, Concha Méndez o Constancia dela Mora. Y como ellas, su despertar a la ciu-dadanía y al feminismo fue un proceso lento,favorecido por su residencia en Madrid des-de 1906, donde comenzó a trabajar y a rela-cionarse con los intelectuales de la época». Enefecto, su cambio de residencia hacia la ca-pital de España en esos tempranos años dels. XX va a posibilitar su contacto con perio-distas, intelectuales y artistas, y —muy impor-tante— su conocimiento inicial de aquelloscírculos donde el feminismo comienza a co-brar cuerpo en un país donde la mujer aúnpermanecía subordinada al varón en casi to-dos los aspectos de su vida, carecía de un li-bre o siquiera reconocido acceso a la educa-ción y la cultura, y tenía una materialimposibilidad de poder desempeñar una pro-fesión, más allá de las tradicionalmente con-sideradas femeninas: enfermera, institutriz,maestra. Precisamente a esta última dedicóIsabel Oyarzábal su especial atención, comose puede ver en artículos como «El calvariode unas maestras». Firme defensora de laeducación de las mujeres, denunciará con fre-cuencia la convención socialmente estableci-da de que su principal objetivo en esta vida

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sea el de contraer matrimonio y formar unhogar, mostrándose considerablemente opti-mista: «No tardará por fortuna, el país, en ni-velar la injusta desproporción que ahora difi-culta su pleno desarrollo, pero mientras estono ocurra, habrán de contentarse todos conque la gracia efímera y pasajera supla en Es-paña a otras y más altas cualidades de la fe-minidad».

De igual modo denunciará con valentíadeterminados prejuicios aún dominantes yque contribuían a encorsetar todavía más ala mujer en un mundo de rígidas reglas easfixiantes juicios supuestamente morales,pero en realidad ideológicos, como porejemplo el uso de maquillaje, que se asocia-ba todavía con la frivolidad, la vida alegre;y una coquetería que resultaba siempre unvicio de lo más reprobable; la imposibilidadde las mujeres solteras de salir a la calle sinacompañante, etc.

Importante atención prestará, como nopodía ser de otro modo, al candente tema delsufragio femenino, al que ya la pionera Car-men de Burgos había dedicado en 1906 unaencuesta en el Heraldo de Madrid. Los da-tos que arrojaba la misma fueron en verdaddemoledores: así, de 4.962 respuestas reci-bidas, tan sólo 922 se mostraron partidariasdel voto femenino. Incluso, se recibierontantas presiones en contra que la encuestahubo de cancelarse poco después del mes deiniciada. Aunque han pasado algunos añoscuando Isabel del Oyarzábal publica sus ar-tículos («El sufragio femenino. Lo que sig-nifica el derecho a votar», «El sufragio fe-menino. II. Por lo que debe votar la mujer»,etc.), la situación no ha variado demasiadoaún. No obstante, la opinión de Oyarzábal eneste punto parece alentada por una esperan-za en alguna medida teñida de ingenuidad:«Es de esperar que nuestra España, impul-sada también por este deseo de renovaciónmundial, acoja con entusiasmo y simpatíauna mejora que tanto ha de significar parala felicidad y el bienestar de la raza».

Otra de las constantes presentes en su obraperiodística viene dada por su preocupación

hacia los más desfavorecidos de la sociedad.Así, los enfermos, los menesterosos, los reco-gidos en asilos y orfanatos, ocupan su aten-ción preferente, constituyendo su continuomotivo de queja la precariedad con que lasociedad atiende sus necesidades. En este sen-tido, destaca el estremecedor artículo titulado«Una criaturita, muerta de frío», que Oyar-zabal escribe motivada por la información quelee en la prensa, acerca de la muerte en losbrazos de su propia madre de una niña de tansólo diecisiete días. Completamente estreme-cida e indignada ante la noticia, la escritoramuestra su exasperación «ante la idea de quetales cosas existan en un país que se tiene porcivilizado y cristiano». La profesora Quilesanota minuciosamente –como en los demáscasos, puesto que la anotación de los textosresulta completísima y modélica- los datos delos que procede este artículo, y así, constataque, en efecto, el periódico madrileño LaAcción informaba de la trágica muerte de laniña Ángela López del Pino (30/XII/1917).

En torno a una década antes, ya el míti-co bohemio Alejandro Sawa, en lo que lue-go sería su póstumo Iluminaciones en lasombra (1910), había formulado una denun-cia en términos muy parecidos, recogida, deigual modo, de la prensa periódica: «Murióde hambre. Un hermano nuestro ha muertode hambre, en Madrid, en pleno día, sobreel empedrado de la calle». Aquí es un adul-to, y no una niña; es el hambre, y no el frío,pero la esencia del problema que alerta lasconciencias de mentalidades sensibles y so-lidarias, como la de Sawa, como la deOyarzábal, viene a ser, sin duda, la misma:«Esta noticia es de ayer, pero lo mismopodría ser de la víspera, o de la antevíspera,o de hace un mes, o ciento». De ahí la ac-tualidad y el valor de los artículos recopila-dos en el presente volumen, cuya lecturapuede ofrecer interesantes alicientes, no sóloal estudioso del ámbito académico, sino tam-bién al curioso o motivado lector.

AMELINA CORREA RAMÓN

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ROSELL, Maria. Los poetas apócrifos deMax Aub. Valencia: Universitat, 2012,143 pp.

La creación de apócrifos es un fenóme-no íntimamente vinculado con la crisis de laidentidad y de la referencia, y emparentadoademás con categorías atractivas para losestudios literarios actuales, como las deautoficción, metaficción, autobiografía o ca-non. Los poetas apócrifos de Max Aub, es-crito por la doctora Maria Rosell, profesorae investigadora de la Universidad CEU-Car-denal Herrera, representa un esfuerzo pococomún de indagación sobre esta temáticafundamental. Aunque en el título se mencio-ne específicamente a Max Aub —quien ex-presó a través de sus autores imaginarios «undesasosiego tan característico de su actitudvital como sintomático de la sensibilidad ysubjetividad modernas» (13)—, Rosell tras-ciende ostensiblemente el análisis de la obraaubiana para enhebrar hitos cruciales de lamistificación en las letras occidentales.

El libro se inicia con unas «Palabras pre-liminares», tituladas «La literatura apócrifa,¿un nuevo canon?», donde Rosell delimita lacuestión teórica, esto es, «la lírica en clavede falsificación» (11), a la que asocia conuna «fórmula literaria canónica»: «la anto-logía poética, modelo clásico de autoridad,subvertido —en momentos decisivos— gra-cias a la provocación del falsario» (11). Estecruce es posible y necesario debido al cor-pus que acometerá luego, en el que desta-can Antología traducida e Imposible Sinaí.Después de contextualizar la producción deAub y la trayectoria de sus apócrifos (JusepTorres Campalans, Luis Álvarez Petreña,Máximo Ballesteros...), Rosell detalla susprincipios constructivos: «a) la crítica de lasconvenciones artísticas; b) la experimenta-ción formal aplicada a los modos de asumirestos códigos en la literatura hispánica, y c)la traslación a la escritura del largo procesode ensimismamiento progresivo del arte su-frido desde el simbolismo» (12). Más allá desu riqueza intrínseca, este pasaje ilustra la

metodología empleada: la autora se aproxi-ma progresivamente a su objeto, lo ciñedesde diversos ángulos y, a modo de esta-ciones en su recorrido, sistematiza los hallaz-gos. Permite así que el lector acompañe suproceso de pensamiento, pero además com-pone un ensayo pródigo en postulados po-tencialmente fructíferos para otros abordajes.

Luego de estas «Palabras preliminares»,el libro despliega tres partes. La primera,titulada «Una historia de la poesía falsifica-da» es, por mucho, la más extensa. Rosellmenciona y analiza sucintamente la obra deciertos «referentes de la mistificación lírica»de los siglos XIX y XX. Antonio Machadoy Fernando Pessoa destacan en el conjunto:el primero, por el magisterio ejercido sobreMax Aub; el segundo, por los extremos fas-cinantes de su heteronimia. Ambos poetasllegan para quedarse: regresarán obsesiva-mente hasta las últimas páginas del libro, ycada una de sus apariciones constituirá unavuelta de tuerca en un incansable movimien-to de profundización en espiral. Pero tam-bién afloran otros nombres, como los deAndré Walter, heterónimo de juventud deAndré Gide; A. O. Barnabooth, heterónimodandy de Valéry Larbaud y Rafael, heteró-nimo lírico de Unamuno. Rosell plantea ade-más «el desajuste terminológico en torno alo apócrifo» (28); cuestión que retoma alpuntualizar diferencias entre «heterónimo,pseudónimo, apócrifo, superchería, mistifica-ción» (51), en un patente esfuerzo por des-lindar territorios vastos y parcialmente super-puestos. Joaquín Álvarez Barrientos, PerfectoCuadrado y Joan Oleza constituyen pilaresineludibles para sus reflexiones.

Finalmente, la ensayista examinará «elalcance de la superchería en las antologíasde poesía», a partir de Le Parnassiculetcontemporain (1867) y Les Déliquescences(1885). Los parámetros que ofrece para dis-criminar las «grandes líneas de actuación delos falsarios» son, sin duda, productivos: «a)aquella en que se realiza un uso de la falsi-ficación basado en el engaño, es decir, quepretende ser operativo (...); b) aquella en que

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se emplean las técnicas de falsificación deun modo lúdico, o, c) como estrategia yarma literaria con apariencia de juego» (69).Desfilan entonces conocidas supercherías (elOssian de Macpherson o Bilitis de PierreLouÿs), pero su presentación conjunta des-cubre perspectivas renovadas. También seestudian estrategias asociadas con lo apócri-fo, como el «manuscrito encontrado en ex-trañas circunstancias» (70) o la construcciónde la figura paródica del «esnob» (77). Ad-vierte la investigadora, con gran acierto, que«uno de los valores históricos de este tipode mistificaciones es el de aportar informa-ción extraoficial sobre el ambiente culturaldesde el que surgen estos falsos poetas»(88), cuestión de innegable interés y germende hipótesis de trabajo.

Ya en la segunda parte, titulada «MaxAub, el poeta modesto», nos introducimos enAntología traducida e Imposible Sinaí. Elpoeta —que nos había acompañado casi desoslayo desde las primeras páginas, graciasal tejido de una malla compuesta por múlti-ples y novedosos enlaces transtextuales—recupera un decisivo protagonismo. Y es queRosell se aboca ahora a la lírica aubiana: esa«parcela todavía poco explorada de su escri-tura» (93) que asume «la forma canónica dela antología para boicotearla desde el inte-rior» (94). La mistificación se convierte, paraAub, en una liberación «de filias y fobias»(104); es más, en Imposible Sinaí nos topa-mos con «un experimento literario y políti-co a caballo entre el diario de combatientesy la antología de poemas de escritores al filode la muerte» (105).

Finalmente, en la tercera parte, llamada«Una España apócrifa, después de MaxAub», se abordan las derivaciones políticasde la superchería. Rosell recupera la figuradel protofalangista Isidoro Capdepón Fernán-dez, apócrifo de García Lorca y ganador deun premio a «poeta nacional» en 1923, paraexplayarse sobre «la sátira institucional: pre-

mios, antipremios, falsos premios» (114).Luego, se detiene en antologías relevantesdel último tercio del siglo XX en España: elParnasillo provincial de poetas apócrifos(Delgado, Díez y Merino, 1975) y Vidasimprobables (Benítez Reyes, 1995). Subra-ya, entonces, los efectos inquietantes de lamistificación, pues «la cara menos oficial»de España se libera a partir de los testimo-nios fingidos (116). Las falsas antologíassuponen una vertiente reivindicativa y lúdi-ca, orientada hacia la exaltación de lo mar-ginal: en este marco, resulta natural pregun-tarse por «las mistificadoras» y apócrifosfemeninos, como Clara Gazul, Louise Labéo Guiomar. Por último, en «Final de trayec-to», Rosell hilvana las etapas de su viaje:gracias a lo apócrifo, señala, Aub pudo «di-luir la frustración y el pánico escénico antela mirada crítica de los especialistas y com-pañeros generacionales» (132), construir«una historia alternativa» (133) y «exhibir lamascarada de una escritura en la que inter-vienen todo tipo de actores, cuyos papelesrealiza en su única persona» (134).

Si las «prácticas de lo falso» expresan la«mirada estereoscópica» del compromiso deAub (15), podríamos afirmar que la tareacrítica de Rosell se ha contagiado de suobjeto, con felices resultados. La abundan-cia de fuentes en las que abreva, la biblio-grafía consultada y hasta los agradecimien-tos a investigadores de heterogéneaslatitudes, son índices de una labor minucio-sa que trasluce una concepción reticular deltrabajo intelectual. La precisión de su prosa(sumamente amena; en no pocas ocasiones,exquisita) resulta una virtud imposible deobviar; y las refinadas ilustraciones revelan,además, un loable esfuerzo editorial. Paraquienes se interesen en la obra de Max Aub,en las teorías sobre lo apócrifo, en el moldeantológico y hasta en los vaivenes de la sub-jetividad moderna, este libro constituye unacontribución inestimable.

LILIANA SWIDERSKI

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ENCINAR, Ángeles y Carmen VALCÁR-CEL (ed.). En breve. Cuentos de escri-toras españolas (1975-2010). Estudios yantología. Madrid: Biblioteca Nueva,2012, 360 pp.

El presente volumen contribuye, de for-ma plausible, a la necesaria e insoslayablelabor de (re)visión y (re)conceptualizacióndel canon literario. En breve. Cuentos deescritoras españolas (1975-2010). El librocontribuye a poner el acento sobre la inclu-sión canónica de la literatura escrita pormujeres; y, asimismo, del cuento, género queha experimentado un proceso similar de(re)categorización gracias al auge que vivepor estos años. Estamos, por tanto, ante unfenómeno de doble discriminación genérica(mujer y cuento), que en las últimas déca-das ha vivido un desplazamiento en el cam-po cultural de los márgenes al centro, de laperiferia al canon.

El volumen recoge un total de quincetrabajos teórico-críticos, pioneros en el asun-to tratado; y se completa con una antologíade cuentos pertenecientes a las escritorasestudiadas, que enriquece en gran medida elvolumen, y ofrece una visión global y total(teórica y práctica) de la realidad del cuen-to escrito por mujeres. De la lectura de estelibro se infieren algunas cuestiones intere-santes que (de)muestran cierta unidad den-tro de la heterogeneidad propia de la diver-sidad de autoras tratadas. Características que,por otro lado, tienen mucho que ver con elcontexto general en el que se gestan estasobras determinadas, marcadas por el espíri-tu posmoderno.

Lo primero que cabría destacar es lacontinuidad y la coherencia que se erigecomo marca o sello personal dentro de laobra de cada una de estas autoras; asuntomayormente perceptible en las autoras quecuentan con una carrera dilatada en el tiem-po. Se trata de obras en ebullición, en uncontinuo «hacerse» que remiten al conceptode «obra viva u orgánica», como apuntan,por ejemplo, Marta E. Altisent con respecto

a Nuria Amat, o Rebeca Martín a propósitode Pilar Adón.

Otro tema recurrente es la desapariciónde los límites entre los diferentes géneros o,incluso, disciplinas artísticas practicadas porestas autoras. El cuento se configura comoun inmenso tapiz donde todo cabe y lasfronteras genéricas y artísticas se eliminan.La fotografía y el cine son las dos discipli-nas artísticas que, con mayor frecuencia,aparecen en ese continuum artístico. La fo-tografía sirve para partir de una imagen fija,y, desde ahí, desarrollar el tópico latino utpictura poiesis. Este asunto es tratado, espe-cíficamente, por Anna Caballé quien re-flexiona sobre la función de la fotografía endos cuentos de Cristina Peri Rossi.

La reciprocidad entre el cine y la litera-tura es un motivo constante a lo largo detodo el siglo XX. Las concomitancias entreambas narrativas también están presentes enlos cuentos escritos por las autoras que nosocupan. Así, por ejemplo, José Ramón Gon-zález apunta la extraordinaria productividadque posee el cine en la obra de CristinaCerrada. Y Carmen Valcárcel también ana-liza la trascendencia de la fotografía y elcine en la obra de Cristina Grande. En cuan-to al cine, su influencia aparece de maneradirecta e indirecta, y construye «un laberin-to de espejos en el que los personajes vivenuna doble existencia o una ficción dentro deotra ficción» (233). Respecto a la fotografía,señala que sus cuentos constituyen «vertigi-nosas instantáneas [...] que dan cuenta desucesos cotidianos y cercanos, de tan cerca-nos prácticamente invisibles e insignifican-tes, pero que tejen o revelan [...] un momen-to privilegiado» (234).

La cotidianidad que apunta Valcárcel, apropósito de la obra de Cristina Grande, esotro de los puntos de confluencia de estascultivadoras del cuento. Así lo señala, ma-gistralmente, Annette Paatz a propósito dedos autoras distantes en el tiempo pero cer-canas en cuanto al discurso narrativo: Car-men Martín Gaite y Berta Marsé. Para Paatzel cuento se vincula ontológicamente con la

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«cotidianidad», muchas veces se representan«instantáneas de lo cotidiano» que escondensituaciones extrañas, complejas y más pro-fundas de lo que se percibe aparentemente.

Lo mismo ocurre en los cuentos de Cris-tina Fernández Cubas, como muy bien ad-vierte Ana Casas, quien afirma que la escri-tora parte de situaciones aparentementecotidianas que, a medida que avanza la ac-ción, se convierten en «anormales». O ElviraNavarro en su obra La ciudad en invierno,analizada por el crítico Fernando Valls en elpresente volumen, quien defiende que aun-que ciertas realidades puedan perturbarnos,estas deben mostrarse, pues de «qué otracosa debe ocuparse la literatura, sino de loauténtico y verdadero, de todo aquello quenos inquieta y trastorna» (253).

Esta nueva visión de la cotidianidad ofre-cida por estas escritoras en sus relatos breves,tiene mucho que ver con la búsqueda de laidentidad y exploración de la condición feme-nina. Dicha indagación se sostiene en un di-fícil equilibrio especular que reivindica laotredad. Así lo manifiesta Maria VittoriaCalvi, a propósito de su estudio sobre «Elotoño de Poughkeepsie», un cuento de auto-biográfico de Carmen Martín Gaite.

Nuria M.ª Carrillo Martín también reivin-dica esa búsqueda de la identidad femeninaen la obra de Julia Otxoa: «Por debajo detodos su libros, como el humus que alimen-ta su sentido último, subyace una concepciónvital, el punto de vista de una autora queplantea múltiples interrogantes, que busca elpor qué y el para qué de nuestra existencia»(102-103). Y Luis Beltrán Almería añade,además, una intención didáctica a esa bús-queda de la identidad femenina, en relacióna Dos cuentos maravillosos de Carmen Mar-tín Gaite.

En definitiva, las palabras que se confor-man como la única vía de exploración e in-dagación de la condición femenina. A travésdel lenguaje se ponen de manifiesto las re-

laciones de poder patriarcal que han domi-nado a las mujeres; y, al mismo tiempo, através del lenguaje estas escritoras subvier-ten el orden establecido. Así lo sugiereKathleen M. Glenn, a propósito de su estu-dio sobre las voces de mujer en algunoscuentos de Mercè Rodoreda, Carme Riera eInma Monsó. Del mismo modo, Julia Otxoaapela al arte, a la comunicación, al lengua-je, a la escritura como «vías coadyuvanteshacia la consecución de una nueva realidaden la existencia humana» (138), como ano-ta Ángeles Encinar. De ahí que la metalite-ratura, la reflexión sobre el acto de leer yescribir, sea otra de las constantes en losrelatos breves de estas escritoras, como se-ñala Concha Alborg a propósito de Merce-des Abad.

Estas escritoras se sirven de un «lengua-je roto» que arroje algo de luz sobre la rea-lidad caótica y la complejidad del mundo;como apunta José Teruel en el análisis de laúltima narrativa breve de la maestra porexcelencia: Carmen Martín Gaite, quien enese «lenguaje roto» encontró: «el emplaza-miento idóneo para reenfocar, reinterpretar ysubvertir géneros narrativos. Nuestra autoraasimiló el discurso de los varones sesudos desu generación (...), vislumbró sus carencias(...) e intentó superarlas con un lenguajepropio que alterna con suma naturalidad lacalidez coloquial con la expresión poética»(227).

Esta cita final, resume los puntos esen-ciales que subyacen en el presente volumeny recorren toda la obra de estas autorascomo teselas de un inmenso tapiz construi-do desde 1975: instantáneas de cotidianidadvistas a través de la mirada femenina, enbúsqueda de una identidad y consolidaciónde un discurso propio, hilvanadas gracias aun lenguaje «roto» que otorga materialidady realidad artística a la palabra de mujer.Cuentos que cuentan, en breve, el mundo enfemenino.

ANA CABELLO GARCÍA

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BORRÁS, Tomás. Cuentos gnómicos. JavierBarreiro (ed. e introducción); José Anto-nio Martín Otín (estudio biográfico); Mi-guel Pardeza (análisis literario). Barcelo-na: Anthropos Editorial, 2013, 88+104 pp.

Tomás Borrás (Madrid 1891-Madrid1976) incluyó en buena parte de su obra na-rrativa, desde 1940 (Unos y otros fantasmas)hasta 1969 (Agua salada en agua dulce), sus«cuentos gnómicos». Los seis primeros, sinembargo, fueron publicados en el diario ABCcon fecha de 1935. Ahora se editan sesenta ycuatro de ellos, precedidos de un estudio deJavier Barreiro, de una biografía contextua-lizada de José Antonio Martín Otín y de unanálisis literario debido a Miguel Pardeza.

Javier Barreiro dibuja de forma precisala significación del autor dentro del panora-ma literario español y pone orden en la vastay variada bibliografía, sepultada durante tan-tos años en el olvido. La amplísima obra deTomás Borrás encuentra acomodo en losdistintos géneros (poesía, ensayo, teatro,musical, novela y cuento) y en ella se per-cibe la huella del aprendizaje del periodistafajado en las distintas modalidades, incluidasla del reporterismo de guerra, la crónicaparlamentaria o la crítica literaria. Por lo quese refiere al género «cuento», baste decir queSainz de Robles en La promoción de ElCuento Semanal sitúa al escritor madrileñoen un lugar destacado de la historia delcuento español, conectado con Pedro Anto-nio de Alarcón, Pardo Bazán o Clarín. O queun autor como Ignacio Aldecoa lo llama«maestro del cuento español». La autoría dela novela Checas de Madrid y la adscripcióntemprana a Falange hacen de él un autor«connotado» que, sin embargo, no ha sidorecuperado por la última crítica como sí haocurrido con otros autores falangistas. Esverdad que Borrás optó por frecuentar latertulia ramoniana de Pombo (es uno de losretratados en el conocido cuadro de Gutié-rrez Solana) mientras que la de La BallenaAlegre fue la preferida por los autores de la«Escuela Romana del Pirineo».

El estudio de Martín Otín, bien docu-mentado y a modo de biografía novelada,contribuye a insertar al escritor en su con-texto histórico-literario. Considera el auto-didactismo, el madrileñismo (plasmado entrece de sus más de treinta ensayos), laproximidad a Ramón Ledesma Ramos, sinolvidar el paso por la dirección de un perió-dico precursor de La Codorniz, La Ametra-lladora, que ayuda a entender una de lasmarcas distintivas del quehacer del escritor,como es el humorismo. Miguel Pardeza, quecierra la «Introducción» de ochenta y ochopáginas, analiza esta suerte de «literaturanómada» y repasa de forma detallada losmotivos y los recursos, estableciendo la de-bida vinculación con la tradición cuentísticay esbozando una tipología de cuentos queestructuran con coherencia esta sorprenden-te producción literaria.

Se perciben en estos relatos conexionescon el ensayo narrativo, con la literaturasapiencial clásica y medieval, e incluso conel cuento folclórico. Cobra además realidadla definición que el propio Borrás hace delgénero como «una figura poética que es laexpresión de la vida y tiene que ver con larealidad pero tiene que estar un punto porencima». Todas estas notas se conjugan conla boutade vanguardista y con la gregueríaramoniana, que suele funcionar como matriz.Hay en los cuentos gnómicos una cierta fi-losofía del humorismo a la manera delWenceslao Fernández Flórez, autor de cuen-tos ejemplares insertos en novelas como Elsecreto de Barba Azul. En la línea de la tra-dición literaria que ausculta los males delpaís, el humor sirve a Borrás para exorcizarlas carencias sociales. Detrás de títulos como«Los españoles», «La buena educación»,«Diez por ciento para el confidente», «Polí-tica vieja» o «Los comisionistas» hay disec-ción de los males endémicos de la politique-ría, la patanería o el cainismo, que remitena Larra y a Galdós, autor este último con elque aún pudo mantener Borrás una signifi-cativa relación epistolar.

No puede ocultarse por otro lado la que-

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rencia por lo filosófico, como esencia mis-ma de lo gnómico, y al modo del Glosariode D‘Ors, gusta Borrás de saltar de la anéc-dota a la categoría, o viceversa. Unas vecesllegará a los terrenos metafísicos a través delrecurso literario del sueño o de las sombras(«Sueño en el tren», «¿De quién?»,«¿Cómo?», «En medio»). En «Tú y el des-tino» recurre a la teoría aristotélica delhilemorfismo para reflexionar sobre el con-cepto de hombre; en «Alas del mismo pája-ro», sobre el amor; en «El pájaro invisible»,sobre la felicidad. No está ausente, en fin,el interés por el mundo clásico («Tú y eldestino», «Victoria de Alejandro»).

El anclaje en la tradición cuentística po-pular se manifiesta en relatos de príncipes yprincesas que remiten al folclore, con lasconsabidas pruebas del héroe en torno a es-tructuras formularias fijas. El número tres dacoherencia, por ejemplo, al titulado «La pre-gunta sin respuesta». O en cuentos de lagosy de bosques, como «La niña y el espejo».Recursos de esta misma tradición presenta«El dinero es poesía», sometido al patrón deestructura acumulativa. Es habitual el prota-gonismo de animales cargados de simbo-lismo: «Alas del mismo pájaro», «Explica-ción del perro», «El pájaro invisible»,«Venganza» (sobre los peces).

Borrás administra el condimento de lafantasía en algunos relatos de factura van-guardista. Así, no son pocos los ahormadosmediante construcciones metalingüísticas. Semanifiestan en los nombres transparentes dealgunos personajes protagonistas (pueden lla-marse «Cualquiera», «Suma Bondad», «Oca-sión», «Seriedad» o «Sensatez»); o bien, enel uso sistemático del neologismo humorís-tico («intontos», «aguamovían», en el relato«Imprescindible»; «peligrave», en «La comi-sión»; «anteentierro», en «Elegía»). Algunoscuentos funcionan como juegos lexicográ-ficos de definición de conceptos («Defini-ción del fútbol»). Lo fantástico puede ir dela mano de la ciencia ficción en cuentoscomo «El habitante de Marte», con los po-bladores de ese planeta sorprendidos ante los

habitantes de la tierra que «inventan losnombres y después se asustan de los nom-bres» (53). Hay cabida para la propia re-flexión sobre poética. Así, en «Biografías»se da la clave de la naturaleza del génerognómico al asociar poesía a humorismo. Nofalta la evocación de la cultura árabe, comorecuerdo de los primeros tiempos del escri-tor como corresponsal de guerra en Marrue-cos («Acción» o «La explicación»). En losrelatos datados en los años sesenta está pre-sente, en fin, el retrato sociológico de unpaís que construye pantanos («Aldeas decristal»); con familias numerosas («Papi,mami, época actual»); con la capital, Madrid,que experimenta cambios en su fisonomíaurbana debido al empujón industrial («Suce-so en la Avenida de José Antonio»), perocon un paisanaje permanentemente aquejadode carencias culturales («Imprescindible»).

En suma, el fin que se propone el editorde remediar el desconocimiento en que setiene al Borrás autor de cuentos gnómicos secumple sobradamente, al exhumar más desesenta relatos de calidad, escondidos en li-bros que no habían vuelto a editarse. Dehecho, la presente antología es el primertexto de Borrás publicado más de sietelustros después de su muerte. El lector pue-de ahora valorar la versatilidad de un escri-tor de fondo que sabe cohonestar tradicióny vanguardia y que se injerta como rama enel tronco de la mejor literatura hispánica. Elpropio Javier Barreiro sugiere la posibilidadde encontrar en los periódicos aún más ma-terial narrativo de este autor que, en opiniónde Sainz de Robles, llegó a escribir en tor-no a un millar de cuentos lo largo de suvida. Los estudios de Barreiro, Martín Otíny Pardeza, desde el rigor, la buena documen-tación y el acierto analítico, forman un todocomplementario de interpretación literariaque sirve muy al propósito de situar a unautor importante y desconocido en el lugarque le corresponde.

FERMÍN EZPELETA AGUILAR

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DÍEZ, J. Ignacio (ed.). Los placeres colecti-vos. Francisco Umbral como lector.Madrid: Fundación Francisco Umbral,2012, 350 pp.

Desde la muerte de Francisco Umbral,ocurrida en 2007, ha comenzado una suertede revisión crítica de su obra limpia de sufuerte personalidad que muchas veces entur-biaba aquellos textos con valoraciones quepodrían ser válidas pero no estrictamente li-terarias. En este rico proceso de relectura—o incluso lectura primeriza, pues la críti-ca universitaria hasta ahora tampoco habíademostrado demasiado interés por el autorde Mortal y rosa— se incluye el volumendirigido por J. Ignacio Díez. Al mérito pro-pio de la obra hay que añadirle que recogela esencia de lo dicho durante el primer con-greso universitario español —ya ha habidotres en Francia— sobre la obra del autormadrileño.

A pesar de dicha novedad, o tal vez de-bido a ella, no se ha pretendido mostrar unaperspectiva general del escritor, sino que elestudio se ha centrado en la experiencia deUmbral como lector. También es cierto queUmbral ha sido uno de los escritores espa-ñoles con una relación más intensa, inclusotortuosa, con la literatura por lo que el temade sus lecturas va mucho más allá que unsimple catálogo de influencias.

El libro tiene una estructura cerrada ycompacta que aporta unidad a los más deveinte capítulos. Tras los textos introduc-torios de rigor, el libro se abre con un estu-dio que actúa como soportal del resto, puesmuestra las referencias a autores que hanaparecido en su obra. Una labor expansivaque luego se concreta en los siguientes ca-pítulos, donde se reduce el objetivo haciaautores individuales: los escritores que hancondicionado el malditismo de Umbral:Baudelaire, Valle-Inclán, Lorca; los que hancondicionado su obra: Marcel Proust, perotambién Clarín y Miró; escritores amigosque siguieron siéndolo o no: Cela y Delibes.No pueden faltar, por supuesto, las fobias

literarias: Galdós, Baroja y tantos otros. Sise el libro se abre con la imparcialidad delos datos, se cierra con la subjetividad de laexperiencia, pues Martínez Rico desgranaparte de sus vivencia personales durante losúltimos años del escritor madrileño.

Como hemos dicho, el primer capítuloextrae de los más de cien libros de Umbrallas referencias que aparecen a autores en«títulos, epígrafes y préstamos». Bénédictede Buron-Brun realiza un ingente trabajo derastreo tanto de citas directas como deintertextualidades muchas veces escondidaso incluso deformadas por la memoria. En elanexo final se muestran los datos desnudosy accesibles para futuras investigaciones,pero el extenso cuerpo del capítulo es unareflexión que va mucho más allá de la puraenumeración. Con la ayuda de la informa-ción obtenida se contemplan algunos de losincontables préstamos literarios de Umbralpara llegar a la conclusión de que nos en-contramos ante un lector cultísimo cuya es-critura está enhebrada en la atenta y minu-ciosa lectura de grandes poetas y narradorescontemporáneos.

Con «De dandis y malditos» comienza laserie de capítulos centrados en autores con-cretos o en este caso grupos que han sidoleídos por el escritor. María del Mar Palo-mo entra en uno de los grandes temas lite-rarios de Umbral que han perfilado tanto suescritura como su persona. Aunque no mal-dito, comienza el texto por el dandismo deProust, aunque pronto se vuelca en Baude-laire y la saga de poetas franceses: Rimbaud,Verlaine, Mallarmé. La autora desgrana su-culentas citas del escritor donde se constatasu lectura atenta y casi religiosa así como elinterés por el dandismo y el malditismo.Termina el capítulo con la presencia de lasteorías umbralianas en tres de sus escritoreshispánicos más apreciados: Valle-Inclán,Rubén Darío y Federico García Lorca.

El editor y director del congreso, IgnacioDíez, avanza con la recepción lectora y con-secuente influencia de uno de los grandesreferentes del madrileño: Marcel Proust. El

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capítulo está dividido en dos grandes líneasde acercamiento. Una primera más descripti-va y documentada rastrea las citas y referen-cias si no exhaustivas sí bien elegidas y prue-ba de ello es que resuelve preguntas tansencillas y complicadas como en qué idiomaleyó a Proust, en qué edición o hasta quépunto lo leyó o releyó por entero. Una segun-da parte del capítulo entra en aspectos másanalíticos pues sintetiza la teoría novelescaumbraliana, tan ligada a la propia obra deProust y al llamado «filón del yo».

Valle-Inclán es uno de los escritores másleídos y reivindicados de Umbral, por esemotivo nos sorprende que sólo encontremosun trabajo sobre él en el libro. En este casose trata del estudio de Gregoria PalomarAsenjo, que compara las dos biografías es-critas por Umbral sobre el autor gallegoentre sí y con uno de sus libros de juven-tud: Retrato de un joven malvado. Con es-tas bases desarrolla la idea del «yo literario»construido por Umbral según las conocidasteorías valleinclanescas del espejo.

Un aspecto que con toda lógica trata ellibro son los textos metaliterarios de Umbral.Mercedes Rodríguez Pequeño en «FranciscoUmbral, historiador, teórico y crítico litera-rio» da buena muestra de todos ellos. A losvariados y muy personales diccionarios deliteratura que el madrileño creó les encuen-tra un sentido que se enhebra perfectamenteen su concepción artística: la construcción deuna historia literaria como creación de unárbol genealógico donde incluirse. Sin em-bargo, la autora también defiende la vincu-lación de este Umbral a modernas corrien-tes críticas: Saint-Beuve, Barthes o Sartre.

Carlos X. Ardavín continúa en su capí-tulo con la teoría literaria umbraliana, aun-que esta vez da una vuelta de tuerca a lamateria para utilizar como textos base losprólogos escritos por Umbral para otros au-tores. Su menos conocida pero constantelabor de prologuista permite un originalacercamiento a esta faceta, pues se trata delibros de lo más variopinto: desde poemarioshasta biografías rápidas de la jet-set.

Si hasta ahora hemos estado jugando conla triple perspectiva del Umbral lector, escri-tor y autor, Gaspar Garrote introduce unacuarta faz al prisma en su capítulo sobre lascolaboraciones del escritor en la revista Her-mano Lobo donde pone voz a Maripi, unaprostituta de la Gran Vía que analiza la reali-dad social, política y cultural de los años se-tenta.

Una idea que atraviesa todo el libro es laintención del madrileño por formarse un ár-bol genealógico y así entroncar con una tra-dición literaria que tuvo clarísima desde losorígenes de su carrera. La crítica universita-ria, tradicional creadora de cánones, no ha sidoespecialmente benévola con Umbral. Los tresúltimos capítulos tratan esa relación: DavidFelipe Arranz crea un diálogo entre variasmonografías contemporáneas y los propiostextos del escritor donde él mismo interpretay analiza la literatura contemporánea. Marga-rita Garbisu describe cómo ha evolucionadoy mejorado su tratamiento y Emilio Blancoanaliza el modo en que reaccionó frente a unentorno del que se sintió excluido.

Concluye el libro con el mencionado tex-to de Eduardo Martínez Rico sobre su expe-riencia personal en la casa del escritor quefrecuentó en sus últimos años de vida. Nosparece un buen cierre a un libro que logra daruna imagen compacta de los gustos literariosde Umbral, sus filias y fobias tanto objetivascomo presuntamente subjetivas pero siempreacorde a una visión de su persona y de suescritura profundamente literarias. Tal vez seechen en falta, como bien apunta el editor enlas primeras páginas, referentes umbralianostan importantes como Cela, Gómez de laSerna o González Ruano, pero todos ellos ymuchos más aparecen constantemente entre-mezclados con otros autores por lo que laausencia no es tan notoria. El conjunto con-sigue que la perspectiva general sea la de unlibro que habla de literatura desde todos susaspectos, que se discute y se rebate a sí mis-mo en un debate enriquecedor.

FERNANDO GONZÁLEZ ARIZA

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NEIRA, Julio. Memorial de disidencias.Vida y obra de José Manuel CaballeroBonald. Sevilla: Fundación José ManuelLara, 2014, 622 pp.

Julio Neira nos ofrece en esta obra unamplio y preciso trabajo de investigación enel que detalla, año tras año, la biografía deJosé Manuel Caballero Bonald, último poe-ta vivo de la llamada «Generación del 50».El libro ha sido galardonado con el PremioAntonio Domínguez Ortiz de Biografía2014, convocado conjuntamente por la Fun-dación José Manuel Lara y la FundaciónCajasol.

En su introducción, titulada «Vida, me-moria, recuerdo y ficción», Neira se pregun-ta sobre la posible utilidad de la biografía deun autor que nos ha dado tantas muestras desu propia vida a lo largo de toda su obra. Ypara responder a esa pregunta, en primerlugar, distingue los límites entre vida y fá-bula en toda obra literaria, haciendo constarque, si bien en la mayoría de las obras deautores contemporáneos la experiencia realde estos son un punto de partida para lacreación, es importante ser conscientes deque el elemento que define a estas obrascomo literarias es el ficcional, es decir, lafábula.

Es cierto que la obra de CaballeroBonald es una muestra paradigmática de laíntima relación entre vida y elementosficcionales. En el caso de la poesía, su obrano deja de ser un permanente muestrario enel que, a lo largo de sesenta años, el poetarepresenta vivencias reales, apostando por lamemoria como una de las fuentes funda-mentales de la creación poética y reflexio-nando constantemente sobre los juegos quese establecen entre esta y el olvido. Unasimilar voluntad de autorreferencia utiliza elescritor a la hora de diseñar sus novelas,aprovechando elementos de su propia vidao personajes reales como punto de partidapara la ficcionalización y otorgándoles,como en la novela Ágata ojo de gato(1974), un sentido alegórico o simbólico.

En todo caso, Neira insiste en resaltar quela voluntad estética prima siempre sobre larepresentativa, por lo que estos elementosautorreferenciales no pueden tomarse comouna fuente indiscriminada para documentarla vida real del autor jerezano. Por el con-trario, es importante tener en cuenta que lautilización de los recuerdos constituye unejercicio de libre interpretación de la memo-ria con la que Caballero Bonald juega con-formando así lo que, en definitiva, no esmás que la construcción de un sujeto poéti-co o de una trama narrativa. Del mismomodo deben interpretarse sus libros de me-morias, Tiempo de guerras perdidas de1995 y La costumbre de vivir de 2001 am-bas reunidas en La novela de la memoria,editada en 2010 y el extenso poema auto-biográfico Entreguerras (2012). El propioCaballero Bonald advierte que no debenconfundirse las «autobiografías» con las«memorias». En estas últimas, la selecciónde los recuerdos que realiza la memoria escaprichosa y desordenada, por lo que laslagunas e incoherencias hacen que se rom-pan los criterios de linealidad cronológica yverificabilidad documental de los hechos. Yesto sucede porque, sencillamente, la volun-tad literaria prima sobre la documental. Elhecho de que el mismo escritor haya titula-do la edición conjunta de ambas memoriasLa novela de la memoria muestra a las cla-ras la condición literaria del texto y sugie-re, en última instancia, que esta siempresupone un proceso de ficcionalización delpasado. Neira comprueba este desfase entrerealidad y escritura aportando ejemplos enlos que descubre al autor en errores dedatación muy evidentes y dejando a las cla-ras que la voluntad del mismo no era serfiel a los hechos sino a sus recuerdos. Todoesto hace que el biografista entienda que lasmemorias deban considerarse como otromás de los géneros ficcionales, de modoque su trabajo de investigación aún toman-do como base los textos del autor consistaen buscar fuentes documentales fidedignasque verifiquen los hechos sucedidos.

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En segundo lugar, las memorias de Ca-ballero Bonald terminan en 1975, año quecoincide con la muerte de Franco, por lo queaún le quedan para narrar a Neira cuatrodécadas durante las que el jerezano ha de-sarrollado la mayor parte de su obra litera-ria y en las que se ha convertido en una fi-gura pública, referente paradigmático de lalucha por la democracia y modelo de com-portamiento cívico más allá de cualquierconveniencia conformista. Además de estasconsideraciones, Neira advierte de la escasainformación que se ofrece en estas sobre losmedios por los que el poeta fue ocupando suespacio en el campo literario durante la pri-mera etapa de su trayectoria, participando enlo que el autor menciona (citando a Umbral)«la burocracia literaria generada por el régi-men: premios literarios, revistas, etc.» (18).Tampoco se extiende luego en referirse a lafavorable repercusión de su obra en la críti-ca y pasa muy por arriba la cantidad de pre-mios, reconocimientos, traducciones, etc. queha merecido. Y es en estos puntos, justamen-te, en donde Neira ahonda en su trabajo deinvestigación. Los aspectos más personalese íntimos de la vida de Caballero Bonald sonseguidos con cierto detalle hasta su madu-rez, luego de la cual el biografista se centraprácticamente en su consolidación como es-critor reconocido y en las relaciones de sufigura con el mundo intelectual y artísticodel momento (profusamente regadas con al-cohol y nocturnidad), así como en las posi-ciones de disidencia básica que el poeta fuemostrando públicamente durante toda suvida.

La primera parte de la biografía abarcadesde la genealogía familiar del autor hasta1961. En esta somos testigos de las viven-cias jerezanas de la infancia en el ambientebodeguero de la ciudad; su paso por la Es-cuela Náutica de Cádiz y el intento frustra-do de realizar estudios de Filología en unaépoca en la que la universidad estaba domi-nada por las tendencias nacional-católicasdel régimen; sus primeras vinculaciones poé-ticas; su participación en los eventos litera-

rios antes referidos y su traslado a Madrid,ciudad que hará posible, entre otras cosas, elcontacto con Camilo José Cela, de quien seconvertirá en su mayor colaborador y conquien editará una revista tan emblemáticacomo Papeles de Son Armadans. A raíz deesta colaboración surge la conexión conMallorca, en donde conoce a la que será sumujer, Josefa Ramis, y entra en contacto conel grupo de Barcelona, con algunos de cu-yos poetas planean un acto fundacional quelos identificará como generación: el viaje aCollioure de 1959 para rendir homenaje aAntonio Machado en su tumba, el día delvigésimo aniversario de su muerte. Ademásde consolidar su relación amistosa con estos(sobre todo con José A. Goytisolo y CarlosBarral), este acto será un símbolo de oposi-ción al régimen que los definirá como gru-po y que marcará también algunas tenden-cias estilísticas, enarboladas como banderaen la llamada «operación realista». La pri-mera parte de la biografía cierra con el ma-trimonio del poeta, su posterior traslado aColombia como profesor en la universidad,el nacimiento de su primer hijo y la vueltaa España en 1961.

La segunda parte que abarca desde 1962hasta la actualidad nos muestra a un autorya instalado en el campo literario del mo-mento, quien, junto a sus compañeros gene-racionales, desarrolla una importante activi-dad literaria, cultural y política durante unperiodo tan agitado como fue el tardofran-quismo. Hitos como la transición democrá-tica, la ilusión por el socialismo y su poste-rior desgaste junto con la consecuentedecepción que supuso un golpe, en algunoscasos, literalmente mortal para sus compañe-ros de generación , la oposición a la guerrade Irak o la crítica situación actual de Es-paña, frente a la que Caballero Bonald semuestra junto a los participantes del 15-M,indignado, son algunos de los momentosnarrados con detalle por Julio Neira.

Que la biografía se convierta al mismotiempo en un libro de historia en el que sehace un repaso de la evolución de España

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desde las primeras décadas del siglo XXhasta la actualidad, no es para nada casual.Es la importancia de la figura pública delpoeta y su continuo compromiso con la li-

bertad y la defensa de los derechos huma-nos lo que ha permitido que Julio Neiradesarrollara este abigarrado compendio dedisidencias.

MARA LEONOR GAVITO