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REVISTA ENCLAVE JUNIO 2012

Revista el Enclave3

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Revista musical

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Ya hace más de un año. Un día, un amigo (yo te ayudo, le dije) me comentó de una página de internet, música entre amigos, gente de San Pedro. A solateras no me importa ir añadiendo pequeños articulos, informaciones, cosas curiosas, ahí están, por si a alguien le interesan. La verdad sea dicha, es tal la inundación informativa que

a veces reacciona uno un poco tarde (aún tengo textos de hace más de una década). Lo mejor, según los gustos de cada uno, con esto de la red de redes, de internet-hasta-en-la-sopa, es ver los blogs de peridoidstas especializados, muchos auténticas enciclopedias o buscar gente más cercana. Musicalmente hablando es curioso que mis otros dos hermanos sean abnegados musicos: batería y guitarra y yo recopile información como un archivista mediaval.

Estaré por aquí.

Sumariopáginas 3,4 y 5

Discos

páginas 5,6 y 7

La Extraordinaria vida del tahur

Diego A. Manrique

páginas 8 y 9

Canciones de callejón

Rafa Cervera

páginas 10 y 11

Genio de estudio al descubierto

Ramón Fernández Escobar

página 12

Melody Garlot

Carlos Galilea

página 13

Pat Metheny

Andrea Aguilar

12 de junio de 2010

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Editorial

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CARLES GÁMEZ 15/10/2011Ha pasado una década y la efeméride sin duda era una buena ocasión. Aquí está de nuevo una de las bandas sonoras que mejor sabor de boca nos han dejado. Con O Brother pasa una cosa parecida a la de otras bandas sonoras históricas, pienso ahora en American Grafitti y la América adolescente del rock and roll de inicio de los años sesenta. Como aquella, aquí, el talento de T Bone Burnett como produc-tor le dio corazón a las canciones de una época, la de la Depresión, consiguiendo hacer una vibrante crónica musical, y como las buenas bandas sonoras, parte indivisible de la película. La banda sono-ra de O Brother ofrece la oportunidad de recoger todo ese conjunto de músicas primitivas, country, blues, góspel, que con el tiempo acabarían forjando gozo-sas convergencias. La edición aniversa-rio incluye un segundo disco con temas no publicados en su momento y otros bocados que abren el apetito hasta al más desganado.

O brother, where art thou?

Banda sonora

Universal Music

Una revulsiva mixtura de folk-rock setentero y experimentación de la escuela Hauschka abre People, el nuevo disco de Skeletons, combo afincado en Brooklyn que lidera el músico y ci-neasta Matt Mehlan. Se trata de la pieza L'il Rich, una historia amarga sobre una joven víc-tima de la violencia entre bandas. Y una suerte de góspel laico cierra el álbum: sobre una base solemne de ruidos, construcciones y recons-trucciones, escuchamos la letanía de la espe-ranza: "No importa cómo de raros los sientas / los sentimientos son reales / Todos somos sim-plemente personas / No importa qué palabras necesitas / las encontrarás con facilidad". Ske-letons, que gira en órbita similar a la de grupos como Dirty Projectors, reúne en People narra-ciones reveladoras y un coherente discurso so-noro armado con brillantes retazos de historia musical.

SkeletonsPeople

Crammed / Karonte

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CARLOS GALILEA 15/10/2011

Un título en inglés, La mala reputación, y el subtítulo que ya no deja lugar a dudas: Pierre de Gaillande sings Georges Brassens. Podría parecer otro de esos retos destinados al fracaso -traducir a Brassens al inglés-, pero no. Pierre de Gaillande logra un resultado magnífico. Des-de la primera canción del disco, The princess and the troubadour, y con una voz que puede recordar a la de un joven Leonard Cohen y el sonido acústico de guitarras, clarinete, charan-go y xilofón, uno se adentra en el universo del autor francés. Con sus canciones irreverentes, hilarantes, críticas con los poderosos y tiernas con proscritos y marginales: políticamente inco-rrectas -gracias, Georges-. En To die for your ideas y Ninety-five percent, a Pierre de Gaillan-de le ayuda Keren Ann. La oportunidad de des-cubrir a Brassens, uno de los mayores trovado-res del siglo XX para quienes solo gustan de oír música en inglés.

Pierre de GaillandeBad reputation

Barbès Records / Resistencia

DIEGO A. MANRIQUE 24/09/2011En el Londres de los primeros sesenta, Fame era el gran propagandista de los ritmos afroamericanos. Desde el escenario del Flamingo (aquí se incluyen al-gunos temas en directo), el organista y cantante ins-truía a la ansiosa tropa mod y deleitaba a inmigrantes jamaicanos, soldados estadounidenses de permiso o estudiantes africanos. Esta recopilación, confecciona-da en Japón, finalmente muestra toda la amplitud de su arsenal. Conocíamos su dominio del soul, el jazz bailable y diversas variedades del rhythm and blues, pero Georgie también hacía calipso y ska (entonces conocido como blue beat), aparte de incorporar ele-mentos cubanos, brasileños y sudafricanos. Sencilla-mente, no había entonces una banda tan políglota y exuberante. Lastima que Fame no entendiera que los tiempos exigían autoexpresión y cancionero propio. Esas carencias le terminaron condenando al circuito de salas de fiesta, hasta que, bendito sea, se atrevió a volver al jazz.

Georgie FameFor Café Après-midi

Universal

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Dente. L'amore non é bello. Ghost/Green Ufos.RAMÓN FERNÁNDEZ ESCOBAR

12/06/2010

Con un año de retraso, se distri- buye en España el álbum elegido mejor disco inde-pendiente italiano en 2009. Dente es el alias del mú- sico de Fidenza (Parma) Giu-seppe Peveri, antiguo guitarrista de gru- pos como Quic o La Spina, y ahora cantau-tor rampante. Este tercer largo lo confirma: alguien capaz de mirar a los clásicos (el li-rismo de Lucio Battisti y algún deje de Fran- cesco de Gregori) sin dejar de irra- diar frescura. Se mueve con elegancia entre la melancolía y la vocación irónica y puede presumir de acompañantes, sobre todo por

los notables arreglos de viento de Enrico Gabrielli, arreglista reciente del gran Vini-cio Capossela.

Compositor de éxito en los sesen-ta, jugador profesional en los ochenta, Chip Taylor, uno de los supervivientes del Brill Building, se ha reinventado como un narra-dor musicalUn respeto. El caballero del pelo blanco es uno de los supervivientes del Brill Building, aquella fabulosa fábrica neoyorquina de canciones que alcanzó su apogeo en los pri-me- ros sesenta. Chip Taylor aclara que él no trabajaba exactamente en el Brill sino en otro edificio cercano, también en Broadway. "Eran verdaderas colmenas, plan-tas convertidas en cubículos donde

se componía sin parar. Firmabas un contrato que, a cambio de un fijo, te obligaba a crear un número limitado de canciones. Un engaño, luego te pedían muchas más. Apar-te, entrabas en una dinámica muy extenuante: tenías que grabar ma- quetas para ofrecérselas a los artis-tas y terminabas ejerciendo ade-más de arreglador, productor y cantante. Allí yo era un raro: no usaba el piano, tocaba la guitarra. Sonaba más country, más rhythm and blues que lo de Burt Bacha-rach, por ejemplo".

Se lo calla pero también destacaba por su origen: no era judío, a dife-rencia de tantos compositores y ejecutivos de aquel ambiente. De verdadero nombre James Wesley Voight, había nacido en 1944, en Yonkers, localidad industrial cer-cana a Nueva York. Se cambió el nom de plume después de editar

discos de rockabilly como Wes Voight, y comprobar que los locu-tores solían atragantarse al pro-nunciarlo. Su hermano mayor, cu- riosamente, sí triunfó como actor llamándose Jon Voight, pero su so-brina también se re- bautizaría en Hollywood: es Angelina Jolie.

Conviene situarle ya que acaba de sacar un trabajo autobiográfico, Yonkers, NY (Train Wreck / Ka-ronte), amorosamente diseñado, con fotos de infancia y adolescen-cia. "Creo en el disco como objeto bonito, con una envoltura que te ayuda a profundizar en la mú- si-ca". En realidad, es un doble CD ya que las once canciones pueden escucharse en forma pura o com-plementadas con anécdotas. Taylor pertenece a la categoría de loss- torytellers y se deleita trenzando recuerdos.

La Extraordinaria vida del tahurDiego A. Manrique 10/4/2010

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Es historia viva de aquella vibrante industria musical neoyorquina, dinamizada por sellosndependientes como Atlantic, Bell, Roulette, Bang o Sue. Detrás, disqueros visionarios pero "capaces de birlarte hasta la cartera. No literalmente, entiéndase: eran magos de los porcentajes". Sus canciones fueron registradas por Aretha Franklin, Lorraine Ellison, Dusty Springfield, Peggy Lee, Janis Joplin o Barbara Lewis, "yo tenía cierta habilidad para reflejar la sensibilidad femeninaSu misma biografía rompe los esquemas. A principios de los ochenta, abandonó la música y se convirtió en un jugador de blackjack, con dedicación parcial a las apues- tas de caballos, unas pasiones que aparecen en Yonkers, NY. "Ya sé que eso suena muy romántico, visto desde Europa. Vengo de un país grande, lleno de posibilidades, donde cualquiera puede reinventarse. Durante mis primeros años, creía que mi padre era agente del FBI. En realidad, se dedicaba profesio-nalmente al golf, algo aún más exótico que trabajar para J. Edgar Hoover".

Su trayectoria como compositor del Brill está recogi-da en una de esas eruditas recopi- laciones de Ace Records (distribuidas en España por Popstock). La suya se titulaWild thing: The songs of Chip Taylor, en referencia a una de las piedras angulares del rock de garaje: Wild thing era elemental, lúbrica, arrolla-dora. Fue grabada un par de veces en 1965, pero prác-ticamente nadie se enteró. Hasta que Chip decidió enviarla al Reino Unido, donde ya había conseguido éxitos con Cliff Richard (On my world) y, sobre todo, los Hollies de Graham Nash (I can't let go). Un des-conocido grupo inglés estaba buscando material para su segundo single y...

"Los Troggs escucharon mi maqueta y siguieron su pauta. Cambiaron una parte sil- bada por un solo de ocarina, pero lo demás es lo mismo. Con más volu-men, con elec- tricidad: para mí, es el comienzo del punk. Pero resulta que Jimi Hendrix la incorporó a su repertorio, convirtiéndola en... otra cosa. La tocó en el festival de Monterrey y ya era puro sexo, termina-

ba incendiando su guitarra".Wild thing está en las antípodas de Angel of the morning, la segunda generadora de beneficios para Chip Taylor: ha sido éxito, en diferentes décadas, pa-ra Merrilee Rush, Juice Newton y el jamaicano Shaggy. "Bueno, también tuvo su polémica. Estaba pen- sada para Connie Francis, que no se atrevió con la letra: no era frecuente contar un polvo de una sola noche desde el punto de vista femenino. Los años sesenta no fue- ron tanswinging como ahora nos cre-emos".Cierto. La llegada de la contracultura, con su énfasis en la autoexpresión, supuso el eclipse del concepto industrial de la música pop, tal como se practicaba en el Brill Buil- ding y alrededores. "Espero que no sea la pura nostalgia lo que me hace reflexionar que era una buena forma de ganarse la vida. Iba allí, componía, hacía tratos para co- locar mis canciones y todavía me quedaba tiempo para estudiar la prensa hípica y hacer mis apuestas. En el fondo, todos teníamos mu-cho de jugadores: las discográfi- cas eran la banca y casi siempre ganaban. Los compositores estábamos más resguar- dados, aunque también hubo quien fir-mó acuerdos horribles. No era agradable que algún directivo exigiera figurar como coautor tras cambiar un par de palabras".Chip supo entender el cambio de paradigmas, que incluía la devaluación del single y la importancia del elepé. Conectó con un grupo llamado The Flying Machine, encabezado por James Taylor. "Me enteré luego de que tonteaba con la heroína pero incluso enton- ces ya poseía carisma. El problema es que gra-bamos con Jubilee, una compañía pop que no enten-dió que estábamos en 1967, que había que lanzar un elepé y moverlo desde abajo. Lo siguiente que supe es que James se había ido a Londres y quería fi- char por Apple, el sello de los Beatles. ¿Cómo negárselo? Rompimos el contrato y quedamos tan amigos".

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Un inciso. Quizás no fuera to-do tan amistoso. En 1971, con James Taylor convertido en superestrella de la introspec-ción, Chip lanzó finalmente su elepé con Flying Machine, an-te la consternación de Warner Bros. Y en 1996, cuando lo re-editó en CD, cambió el orden de los temas y añadió algunas pistas instrumentales, alteran-do lo que era una grata mues-tra de folk-rock al estilo Gre-enwich Village. Pero uno debe jugar con las car- tas que el destino reparte y -¡sssh!- Chip ha pasado por momentos ba-jos.

Durante los años setenta, Chip Taylor volvió a cantar y editó media docena de álbu- mes. Daba la talla como per-sonaje pintoresco y no tuvo problemas en engatusar a va- rias multinacionales; además, tras el fenómeno de Carole King, provenir del Brill Buil-ding sumaba méritos ante las discográficas. Pero le costó encontrar mercado: "Era de-masiado adulto para el público de los cantautores y demasia-do urbano para la gente del country.Ya me había pasado antes, en los sesenta. Chet Atkins, entonces jefe de RCA en Nashville, se había quedado encantado con mis canciones pero no se podía creer que vi-nieran de un neoyorquino. Aun así, fueron grabadas por Willie Nelson, Waylon Jen-nings o Bobby Bare. Yo mismo tuve algunos éxitos modestos en las listas decountry".

Se le pudo ver fugazmente en una película de Jonathan Demme (Melvin and Ho- ward,1980) pero luego se su-mergió en el mundillo del jue-go y las apuestas. Nada tru- culento, asegura, aunque sus habilidades determinaron que los casinos de Atlantic City le prohibieran entrar. Musical-mente, reapareció a mediados de los noventa, grabando en sellos pequeños y acomodán-dose en ese movimiento cono-cido

como Americana oalt.country. Lucinda Williams o John Prine le reconocen como un igual y han grabado con él. Su perfil de yanqui con sonido sureño le hace especial- mente atractivo para el público europeo: gira regularmente por Suecia, Ho-landa o Reino Unido.

Primero, Chip reivindicó su pasado con Hit man (1996), recreaciones de sus éxitos. En 2000, fundó un sello, Train Wreck Records, donde se permite editar un doble to-rren- cial(The London sessions bootleg) o un libro-con-disco, Songs from a dutch tour. Tam- bién publica hermosos proyec-tos de sus acompañantes habi-tuales: ahí están el guitarrista John Platania, que también toca con Van Morrison, o dos poderosas cantan- tes-violinis-tas, Kendel Carson y Carrie Rodríguez. "Soy consciente del disparate de in- vertir en una discográfica, pero no pierdo la esperanza de que cambien las tendencias: me reconforta que vuelva a haber demanda de

discos de vinilo; ya estamos fabricando elepés".

Además, añade, todos los años usan Wild thing o Angel of the morning en películas, anun-cios, series de televisión; los derechos de sincronización ayudan a cuadrar las cuentas. Nadie imaginaba que aquellas canciones de usar y tirar se demostrarían tan duraderas. "En Yonkers, NY está un tema donde cuento el día que fui con mi her- mano a ver Semilla de maldad, la película de Ri-chard Brooks donde sonaba Rock around the clock. Cuan-do salió el disco de Bill Haley, las emisoras lo boicotearon - creían que era un artista ne-gro- y sólo fue un éxito menor. Pero allí representaba la músi-ca de los gamberros, sonaba irresistible y los chavales que estábamos en el cine nos pu-simos a armar follón. Cuando salíamos, le dije a Jon que aho-ra nadie podría parar el rock and roll. Así fue: Haley llegó al número uno. Al poco, yo can-taba en di- recto y sentía que nuestra generación iba a con-quistar el mundo. Y de alguna manera...".

Yonkers, NY. Train Wreck / Karonte

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Canciones de CallejónRAFA CERVERA 05/06/2010

Reedición de lujo del disco de los Stones Exile On Main St. y del libro de Bill Ja- novitz sobre su grabaciónSticky Fingers y Exile On Main St. son discos en los que los Stones estaban sos- teniendo el testigo de la promesa de una generación que se deslizaba hacia la irrelevancia (...), la vida diabó-lica llevándoselos en sus coletazos". Así descri-be el músico Bill Janovitz el momento en el que se hallaban los Rolling Stones cuando crearon Exile On Main St., una de sus obras clave, que en estos días es objeto de una lujosa reedición en la que no falta material inédito, y que a su vez coincide con la edición en castellano del libro que Janovitz escribió sobre su grabación. En 1971, fecha en la que comienza a gestarse Exile...

los Stones, con los Beatles una vez desapareci-dos, eran la banda en activo más importante de los sesenta. Reinaban a su antojo, y los excesos de su corte les acompañaron cuando replantea-ron sus cimientos empresariales. Después de li- brarse de un mánager negrero, Allen Klein, y lograr pleno derecho sobre su mú- sica, el quin-teto se instaló en Francia para eludir la presión fiscal británica. Ese verano, Keith Richards y su familia ocuparon una mansión en Nellcôte, que se convierte en centro de trabajo para el grupo. Los efectos de la adicción de

Richards a la heroína no tardaron en afectar a las sesiones. "Wyman advirtió que Mick estaba muy preocupado por Keith", cuenta Janovitz en su libro, "y que las dro- gas duras estaban divi-diendo al personal en facciones". Así comenzó a gestarse un disco que comenzó llamándose Tro-pical Disease y que se finalizó en Los Ángeles cuando el acoso policial que sufrió el guitarrista se hizo insoportable.

Exile... es también un pulso entre Jagger y Ri-chards. Desde la debacle psicodélica deTheir Satanic Majestic Request en 1967, el cantante

apostaba por volver al sonido negro que hizo nacer al quinteto, una estrategia en la que el productor Jimmy Miller fue elemento clave y que le llevó a producir al grupo entre 1968 y 1973. En cuanto a Richards, se empeñó en dotar a Exile

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... de un sonido que no dejó muy satisfecho a Jagger. "Suena, en varios momentos,un-derground y un poco experimental, y en otros, clásico y hasta nostál- gico", se dice en el libro, y esa es precisamente la garra de un álbum que narra ese hedonista viaje de regreso a las raíces. Tal como explica Janovitz, los Stones tenían una comprensión intrínseca de los idiomas del blues, el soul, el country y el rock and roll americanos.Salvo Happy y Tumbling Dice, Exile... no contiene muchos himnos stonianos entre sus 18 canciones. Algunos críticos no lo recibieron demasiado bien, pero nada pudo evitar que se convirtiera en el siguiente paso de la banda hacia su conquista definitiva del trono del rock. Llegó a las tiendas en mayo de 1972, envuelto en una desconcertante portada con aire de freakshow, obra de Robert Frank, maestro del realismo fotográfico gracias a su particular mi-rada sobre la cotidianeidad americana. El collage gráfico que envuelve Exile... es una in-terpretación visual de unas canciones que saben a callejón, aguardiente y bur- del. Frank también fue contratado para filmar un documental verité sobre la gira nor- teamericana que el grupo realizó en el verano de 1972. La películaresultante, Cocksucker Blues, mostraba a los Stones de puertas adentro y la imagen resul-tante, en los casos en los que las drogas y el sexo estaban en primer plano, no resultaba demasiado favorecedora. Por esta razón, su estreno fue vetado.El tour, que también generó otro documento imprescindible, el libroViajando con los Ro-lling Stones, de Robert Greenfield, supuso el colofón perfecto para un disco monumental y quizá también para una etapa. Exile On Main St. no es sólo el álbum más extraño de los Stones, es también el último gran disco de la que, quizás ya entonces, Exile On Main St. (Deluxe Edition) está editado por Universal. Exile On Main St., de Bill Janovitz, está edi-tado por Discos Crudos.era la banda de rock and roll más grande del planeta.

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Genio de estudio al descu-bierto RAMÓN FERNÁNDEZ ESCOBAR 22/05/2010

El músico estadounidense Van Dyke Parks, tras medio siglo de carrera, visita Barcelona en su primera actuación en España. "Quiero salir de mi burbuja y ver algo de mundo"Discos eternos cruelmente ignorados y un to-que mágico en casi todas las salsas ajenas, de The Beach Boys a Joanna Newsom, pasando por Randy Newman, Ry Cooder o Vic Ches-nutt: "Siempre me ha tocado bailar cuando nadie miraba, ese es mi sino", admite Van Dyke Parks (Hattiesburg, 1943) desde su refu-gio en Los Ángeles, en vísperas de su primera actuación en España. Una rareza: "Hasta hace dos meses ni siquiera tenía agente. Sí he toca-do varias veces en Holanda, quizá porque por mi nombre piensan que soy de allí. Ya no co-rro, pero camino rá- pido, y mientras pueda, quiero salir de mi burbuja y ver algo de mun-do".El compositor y cantante, pianista de for- ma-ción clásica, productor y virtuoso de los arre-glos siempre prefirió el anoni- mato. "Desde que me asenté en Califor- nia en los sesenta, ambicioné crecer como músico en el estudio -The Byrds, Judy Collins o Tim Buckley le disfrutaron como sesionero-, no los dólares ni

la fama. Nunca me atrajo tocar la guitarra eléctrica frente a un tropel de chicas que gri-taban. Me gustan las que no

chillan". Parks vive ajeno al faranduleo: "No me inte- resan los Grammy ni los Oscar ni mirarse tanto el ombligo. Por eso admiro a Paolo Conte, uno de los pocos al margen de eso, y para mí el más grande. El mundo disco- gráfico que conocí ya no existe por culpa de la codicia de las compañías. Pero yo aún preten-do fajarme con las canciones: estoy preparan-do un álbum. Y acabo de terminar una banda sonora -ha trabajado para Ro- bert Altman, Walter Hill o Jack Nicholson- y casi también un proyecto de música pan- americana con sabor spanglish".

El interés de Parks por otras culturas ("ano- che mismo toqué algo de Granados"), desde su rincón californiano y siempre en relación con la estadounidense, no debe sorprender: hay en su obra incluso un par de acercamien-tos al mundo oriental, el score de la miniserie televisiva Broken trail (2007), sobre la inmi-gración china en el Far West, y un arriesgado disco de cancio- nes, Tokyo Rose (1989), a propósito de la emergencia de Japón. "Quería comprender a los japoneses y la crisis psicoló-gica que su auge producía en mi país", asegu-ra. Su ansia por redefinir lo americano le ha-bía lle- vado antes a mirar al Caribe: publicó Disco- ver America (1972), una zambullida en el calipso de Trinidad y Tobago, con letras de perspectiva yanqui. Obra maestra incom- prendida, a la que quita hierro: "Era más re- flejo que creatividad, dado mi amor por esa música, por su cadencia y la agudeza con la que habla de las necesidades". En el

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álbum participó Little Feat. "El líder, Lowell George, llamaba drive gauche a tomar la carre-tera menos transitada, algo que yo he hecho a menudo". Otro ejemplo: en su época de ejecu-tivo en Warner, su sello de siempre, fue pio- nero del vídeo promocional "para paliar tanta gira, una invitación entonces a la sobredosis".

Brillante letrista, Parks ha ido abandonando la libre asociación de Smile, su mítica entente con Brian Wilson, por un lenguaje más accesi-ble. "Nadie ha igualado en aquello a Bob Dylan, y yo no buscaba ser críptico, sino con-fortar. Aun así, sigo creyendo que escribir can-ciones es un proceso inconsciente". La relación con The Beach Boys daría para un best seller, desde que conoció a Wilson en 1966. "Sus hermanos resultaban amables, pero Mike Love, el vocalista, decía cosas como '¿por qué un che-lo? Nadie en el grupo lo toca'. Yo nunca discutí, mi trabajo no era con él. Mike representaba a muchos fans que no querían que Brian creciera solo". Parks se bajó de un barco al que la psi-quis alterada del genio de The Beach Boys hizo encallar. Aunque antes de que éste por fin mos-trara al mundo Smile en 2004 hubo un reen-cuentro, Orange crate art (1995), compuesto por Parks para Brian Wilson. "Fue

como cruzar el Rubicón. El disco pasó desa-percibido, pero le sacó de su lecho de enfermo y le convenció para continuar".La versión definitiva de Smile y su poso agri-dulce: "Sólo me pidieron unas le- tras. No aspi-raba a otro rol, sino a una amistad más activa con Brian. No hablé con él: todo a través de su mujer, como si fuera un prisionero. Por eso las nuevas amistades me refrescan tanto, jóvenes a veces menores que mis nietos", confiesa Parks. Alude a sus arreglos o cameos para Rufus Wain- wright, Inara George y Clare Muldaur, hijos de músicos amigos (con la última y su grupo, Clare and the Reasons, comparte esta gira).

Van Dyke Parks actuará en el festival Primave-ra Sound de Barcelona el 29 de mayo.

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Melody Gardot / My one

and only thrill

CARLOS GALILEA 26/12/2009

Una madurez impensable con 24 años. Quizá por tener que sobreponerse a las secuelas de un accidente de tráfico, que la trajeron a la música como

forma de terapia. A esta esta-dounidense con apellido francés, que compone y toca guitarra y piano, ya la han comparado con Peggy Lee y Julie London. Viene de la gran tradición americana: la que va del jazz a la bossa nova. Y este disco melancó-lico enamora desde la prime-ra escucha. Una voz carnosa siempre al servicio de la can-ción, sedosos arreglos de cuerdas de Vince Mendoza y

producción de Larry Klein -asegura que la contactó tras oírla cantar en la radio-. Dice que si vas a versionar una canción conocida tienes que hacer algo diferente con ella. Y es lo que hace Melody Gardot con Over the rain-bow, ese clásico que descu-brió de niña viendo una y otra vez El mago de Oz en el televisor de su abuela. (Uni-versal Music).

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"Las ideas, cuando sur-gen, crean su propio am-biente", afirma el legen-dario jazzista, que ensa-ya en una iglesia de Brooklyn

Dice Pat Metheny que su mujer nunca había estado tan con-tenta de verle salir de su apartamento. El genial guitarrista se llevó consigo un par

de pianos de cola, baterías, bajos, triángulos, pan-deretas, cascabeles, bongos, el vibráfono, la ma-rimba, y dos gaitas compuestas de varias decenas de botellas de cristal. Salió con su nuevo orches-trion y desde finales de octubre lo ha tenido desplegado en la iglesia de Saint Luke en Broo-klyn, Greenpoint, donde ha ensayado 10 horas ca-da día. "Mi conexión con los espacios físicos es limitada", asegura, "las ideas, cuando surgen, crean su propio ambiente". El templo donde ensaya ya no tiene uso religioso así que Metheny y su equipo montaron en la nave central el fantástico instru-mento en el que han ensamblado partes inventa-das por distintos creadores.

Si Metheny no estuviera al frente, parecería que un conjunto de duendes invisibles hubiesen asal-tado una tienda de música. Mediante tecnología neumática y electroimanes, las teclas del piano tocan las notas que el músico marca desde las cuerdas de su guitarra. Al pisar un pedal la melo-día que ha creado continúa sonando y él incorpora la batería o los timbales o la marimba. No hay pis-

tas grabadas, el guitarrista las crea sobre la marcha y puede controlar esta orquesta desde distintos instrumentos. "Esto es algo que respira y que te ofrece una experiencia distinta como compositor, músico e improvisador", explica. Con esta sofisti-cada versión de hombre orquesta siglo XXI ha grabado su nuevo disco, Orchestrion, que sale al mercado la próxima semana. En febrero viajará con ella a España en una serie de conciertos pro-gramados en Madrid (día 18), Valladolid (19), Lo-groño (20) y Barcelona (21). La historia de cómo este músico, ganador de 17 premios Grammy, se ha embarcado en este proyecto se remonta a su in-fancia. Metheny (Kansas City, 1954. www.patmetheny.com), que a los 8 años tuvo su primera trompeta y a los 12 se pasó a la guitarra, pertenece a una larga estirpe musical. "Tan lejos como alcanza mi memoria recuerdo estar tocando dúos o tríos, recuerdo el olor de la trompeta", ex-plica. En el sótano de casa de su abuelo materno, el músico Delmar Bjorn Hansen, descubrió una vieja pianola con la que él y sus primos jugaban. Su fascinación por el instrumento mecánico no cayó en el olvido. Siempre le ha interesado la tecnología pero ha querido mantenerse en los márgenes y buscar un punto de conexión entre tradición e in-novación. El inquieto y vanguardista Metheny, que

con este proyecto no abandona a su grupo ni

demás trabajos, trataba tan sólo de descubrir

una nueva ruta. "Ha sido como aprender a tocar

con músicos desconocidos".

Pat Metheny, hombre orquesta"Las ideas, cuando surgen, crean su propio ambiente", afirma el legendario jazzista, que ensaya en una iglesia”

ANDREA AGUILAR 23/01/2010

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