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Revista Literaria ESTUDIANTES DEL PROGRAMA DE LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA UNIVERDIDAD DEL QUINDÍO EDICIÓN N° 12 ISSN 1900-9623

Revista Polilla doce

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Revista literatia de la Universidad del Quindío

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Page 1: Revista Polilla doce

R e v i s t a L i t e r a r i a

ESTUDIANTES DEL PROGRAMA DE LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA

UNIVERDIDAD DEL QUINDÍO E D I C I Ó N N ° 1 2

ISSN 1900-9623

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02 POLILLA/2013

Tinta que corre

Conversaciones animalesA propósito de una locura animal. Nicolás Duque Buitrago

Don Quijote y Charlot: dos héroes en un mismo mundoMaría Fernanda Molano Hernández

De la totalidad a la fragmentación en Los detectives salvajes de Robero BolañoAlba Luz Queved

Entre líneas

Los ejércitos de Evelio RoseroAna Milena Ladino Rojas

Divagando

LocuraJuan Diego Castillo

Heaven RoadJhonnathan Eraso

Juego de manosDaniel Mauricio Bohórquez

PoemasDunia Oriana Rodríguez

Ella la incierta (carta ensimismada)Yenyy Aluna Acevedo

SilviaPedro Antonio Rojas Valencia

Contranatura IIJulian Becerra

EDITORIAL

POLILLA/2013 03

ISi hacemos algo metódicamente el mundo cam-biaría. Esta es la conclusión de una parábola in-ventada por Andrei Tarkovski para Sacrificio. No es explícito si cambiaría para bien o para mal, en cualquier caso, pensar en un acto repetitivo me trae a la memoria una de las imágenes clásicas de la locura, alguien sentado en un cuarto blanco que no para de moverse. Quizás convocar, agru-par, leer, editar, leer, se hayan vuelto parte de esos actos metódicos de Polilla, para Tarkovski era ese árbol muerto que podemos revivir solo en el ejerci-cio diario de la constancia. El árbol muerto son las palabras, ¿qué será entonces la resurrección del árbol?

II La totalidad de la unidad no es más que el quiebre de las partes que la conforman. No hay un todo que valga por sí solo. Estamos llenos de piezas que alteran el orden del resultado en conjunto. Nuestra naturaleza está quebrada, partida, escindida, divi-dida, fraccionada, fragmentada. No valemos más que como el todo de las partes en unión Estamos llenos del mundo entero. No nos conformamos con cada letra que se nos une con el pasar del tiempo, necesitamos más que eso, un universo entero para completarnos y afuera, sin embargo, hay otro mun-do que nos espera para completar.

III¿Qué es la muerte, sino el eterno olvido? ¿Qué es la vida sin la muerte, su complemento? Sea esta pues, tal vez la única certeza en esta incertidum-bre de un universo efímero. Constantemente se le rinde culto a esta oscuridad o luz, sea para unos

Licenciatura en Español y Literatura

RECTORAlfonso LondoñoDECANOFacultad de EducaciónArles López EspinosaDIRECTORLicenciatura en Español y LiteraturaÁlvaro Eduardo Cano B.

DIRECTORAKaren Buitrago Patiño

COMITÉ EDITORIAL

Jhon Henry Flórez LópezLuvin Arbey BenítezFrank Harrison SaavedraCatherine Rendón

ILUSTRADORES

Leonardo MonroyDibujo artísticoBellas Artes-Universidad del Quindío

Julieta Meschini LuppiDiseño Gráfico & Ilustraciónwww.juliemeschiniluppi.com.arwww.flickr.com/photos/julieta_multicolorBuenos Aires – Argentina

Felipe Cruz (zetha)Diseñador gráfico - ilustradorhttp://www.flickr.com/photos/z666/http://yosoloqueriajugar.blogspot.com/http://room181.net/Armenia-Colombia

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

Diana Isabel Rodriguez Diseñador gráfico

ww.idgrafica.co

Revista de los estudiantes deEspañol y LiteraturaNúmero 12Noviembre del 2012ISSN 1900-9623

Coctacto [email protected]

sea para otros; la muerte no distingue contextos. Sin embargo, nosotros superfluos mortales tenemos una idea fija en la psique: vencerla y de esta manera per-petuarnos por los siglos de los siglos; una quimera, una total utopía. No obstante por medio del ingenio y de las letras, hombres y mujeres han logrado y logran esta quijotesca empresa, y su nombre y sus ideas les dieron vigencia perenne. Y así, por qué no, burlar a la muerte que no es más que el olvido cronológico umbroso y despiadado.

IVLa misma prosa sosa me unta los dedos cada vez que te acaricio. No me atreveré a pasarle la lengua a un cuerpo tan espantosamente métrico. Me asusta cada retazo de fibras que se niegan a distenderse, abar-rotadas en pliegos herméticos y acomplejadas por el cambio climático. Aunque eso no me entristece, ni siquiera pensar que cada mano pesando tus tetas la imaginabas danzando en tu vientre. Eso no importa, nada hay de valor allí: ni los dedos, ni las manchas, ni los chispazos blancos que te puntean los pezones y la entrepierna; ni las pepitas del culo, ni las caderas estampadas de huellas digitales. Te he leído comple-ta, -en lo que menos me detuve fue en la solapa- con catalejo como lo haría Leo Legrís , con sombrero y opio como Beremundo el lelo y con chicha y tabaco como lo hago yo. Sólo estas líneas quedarán de mi estancia en tu piel, tan sólo un párrafo de injurias, un “parrafito” nomás. Los plumazos que te trazaron son narrativa arrevesada. Un cuerpo así: lleno de desfal-cos retóricos no da para más. ¡Hijueputa! tanto tiempo que copulamos y no pude hallar en ti ni un solo trozo de poesía.

TABLA DE CONTENIDO

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Venciendo el escepticismo y haciendo gala de su hospitalidad la rana invita al ratón a treparse a su espalda para llevarle a conocer su reino. El ratón se cuelga de la rana mientras llora del terror y pide a los dioses que lo devuelvan a tierra firme. Mientras nada hacia el reino de Hinchacarrillos aparece, por sorpresa, una hidra, la rana se asusta e inmed-iatamente se sumerge hacia el fondo del lago sin percatarse de que lleva el ratón a cuestas. Luego suelta de su espalda al pobre ratón que casi muer-to sube a la superficie donde agoniza y maldice a la rana con una cruel venganza de su raza.

En efecto un ratón que se hallaba en la orilla pres-encia la escena y trasmite la noticia a sus com-pañeros que deciden armarse para la guerra contra las ranas. Incluso llegan a elegir un heraldo que va donde las ranas y les dice: “¡Oh ranas! Los ratones os amenazan con la guerra y me envían a deciros que os arméis para la lucha y el com-bate, pues vieron en el agua a Hurtamigas, a quien mató vuestro rey Hinchacarrillos. Pelead, pues, los que más valientes seáis entre las ranas.” (Homero: 11-12)

Los dioses como era costumbre se preparan. Ares provee a los ratones de vainillas de habas verdes para que cubran su cuerpo con armaduras y les favorece con refuerzos para sus pechos como la piel de comadreja. Haciendo alarde de los dones del dios de la guerra se cuenta que el mismo Ares les obsequió unas agujas para que combatieran como si fueran lanzas peligrosísimas.

Los dioses se van reuniendo en el Olimpo, no sin risa, a planear con sutil detalle las predilecciones y el partido que tomarán en tamaña guerra y hablan de los pequeños y graciosos combatientes describiéndolos en el lenguaje usual de la guerra como si fueran titanes y gigantes que se dirigen a una gran batalla.

Extrañamente la diosa más consultada es Atenea, diosa a la que Zeus pide, antes que a ninguna otra deidad, decirle a quién apoyará, recordándole que su templo está siempre lleno de ratones que buscan sus aceites deleitantes. Pero la diosa de los bellos ojos rehúsa a dar apoyo a los fieros animales sabiendo que en su guerra dispararían sus flechas incluso a un dios. Mas bien, se queja y acongoja porque los ra-tones habían ruñido un peplo que tejía sin temer que fuera de diosa inmortal y sin percatarse todo lo que sufre en su misma inmortalidad por no poder terminar su peplo y deber aguantar la usura del sastre que le había fiado las telas para tejer el traje. Se encuentra contrahecha y desolada porque no sólo no puede ter-minar su peplo, sino que tampoco puede devolver las telas al sastre. Tampoco puede comprender por qué las incómodas ranas le desvelan sus noches cansadas después de la guerra con su inoportuno croar. Es una escena muy emotiva.

La grandiosa argumentación de Atenea hace que los dioses no tomen partido y se acomoden a ver qué ocurrirá. Zeus, como era costumbre antes de la guer-ra, lanza sus rayos mientras unos insectos (los cínifes) con trompa prominente tocan melodías bélicas con la trompeta.

TINTA QUE CORRE

CORRE

CONVERSACIONES ANIMALES

A propós i to de una lo

cura an imal

Plutarco en su estudio titulado La astucia de los animales nos ha contado,

casi como hecho histórico, que los hombres al alimentarse de carne animal, no por hambre sino por

placer, “han desarrollado en su naturaleza un instinto homi-cida y salvaje”. Me impresiona más que la crueldad del hombre,

la manera como esa crueldad ha sido vista como una locura animal.

La Batracomiomaquia es el nombre de una comedia atribuida a Homero sobre la guerra, la ridícula y espantosa guerra entre los ratones y las ranas; una lucha mínima

entre roedores y cierto anfibio cuyo sentido cómico resulta más espantoso que la tragedia y cuya comicidad es la comicidad de la risa nerviosa de los griegos que al verla reían, pero luego

batallaban por la ira del dios.El ambiente idílico de la vida de los ratones y las ranas, aquellos animales campiranos, ve nacer una guerra después del encuentro que la rana Hinchacarrillos y el ratón Hurtamigas, tienen en un lago. Se encuentran allí, casualmente, e inician una relación que podía haber terminado en amistad pero que acabó en tra-gedia. Mientras dialogan sobre asuntos relacionados con la comida y la vida diaria la gentil rana le ofrece al hijo de Roepán y Lamemuelas su amistad y su hospitalidad con tal que no le mienta sobre su condición, pues parece un Rey. Extrañado por la proposición el ratón muy desconfiado pregunta: “¿Cómo podrás con-seguir que sea tu amigo, si mi naturaleza es completamente distinta a la tuya?” Pobre Ratón que ignoraba que ambos eran débiles.

Nicolás Duque Buitrago Profesional en filosofía y letrasUniversidad de Caldas

1 Este artículo fue presentado como ponencia. Por lo tanto, el comite editorial decidió conservar algunos elementos orales a petición de su autor.

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Comienza la guerra. Los guerreros caen haciendo sonar sus armaduras, según dicen los dioses, es-trepitosamente. Es el estrépito que hacen al caer las armaduras hechas de vainas, coles, pieles de comadreja, conchas de caracoles y alfileres. Se cruzan los armados, sus alfileres timbran y los di-oses disfrutan de una lucha digna de los titanes más fieros. Hay escenas remembradas como las más fieras de la lucha, en especial aquella en la que una rana mata a un ratón con un duro canto dirigido –como el ariete más fuerte- a su cabeza haciendo que el cerebro se le escurra por las fo-sas nasales. Los ratones parecen estar decayendo, las ranas con sus cantos los derrotan cuando, de pronto, aparece el valiente Aquiles de los ratones –llamado Robaparte, porque roba y parte- que parte con sus propias manos ratoniles un par de nueces con las que arma cada uno de sus puños para destruir a las ranas. Zeus se alarma, Atenea se alarma, Ares se alarma porque es fiero el enemigo. Todos le piden que dirima la guerra, que termine la masacre.

Zeus con su omnipotencia de inmortal halla la solución, envía una peste aún más letal, un mon-struo de remembranzas troyanas, un terrible animal temido tanto por las ranas como por los ratones y descrito como el peor de los monstruos con estas palabras que también revelan la duración de la cruel batalla:

De pronto se presentaron unos animales de espal-das como yunques, de garras corvas, de marcha oblicua, de Pies torcidos, de bocas como tijeras, de piel crustácea, de consistencia ósea, de lomos anchos relucientes, patizambos, de prolongados labios, que miraban por el pecho y tenían ocho pies y dos cabezas, indomables: eran cangrejos, los cuales se pusieron a cortar con sus bocas las colas, pies y manos de los ratones, cuyas lanzas se doblaban al acometer a los nuevos enemigos. Temiéronles los tímidos ratones y, cesando en su

resistencia, se dieron a la fuga. Y, al ponerse el sol, terminó aquella batalla que había durado un solo día. (Homero: 14)

Así finaliza la guerra entre los ratones y las ranas. Así nos deja la comedia homérica ante la incertidumbre de explicar qué personifica en su locura bélica aquel ratón ingenuo y aquella rana mentirosa.

Algunos indicios, poco sólidos quizá, nos acercan a la idea de que hay hombres zmuy animales. Débora Arango, por ejemplo, quien ha dicho que fue pintan-do lo que fue viendo, realizó una modesta Batracomi-omaquia de cuño personal donde personajes como Laureano Gómez y Rojas Pinilla, salen animalizados. Es probable entonces que, como podríamos sostener siguiendo cierta teoría que explicaré del escritor es-pañol Ramón Gómez de la Serna, Laureano y Pinilla no hubieran sido presidentes humanos, sino sapos.

En una pequeña montañita, subidos sobre el erario pú-blico unos sapos en posición sapiencial y ascética se rifan la montura mientras toman un vino. Tres serpientes vigilan que nadie se acerque. Solo ellas se acercan. Cuidan en el horizonte el resto óseo de unos huesos que parecen los de humanos y no los de sapos vivi-sectos.

Luego esos mismos sapos –o por lo menos sapos- desfilan por una calle siguiendo al adalid de la causa que va sobre una camilla cargado por unas especies de chulos o alcaravanes de los que Da-vid Sánchez Juliao escribiera un día: “Una banda-da de alcaravanes penetró furiosa un día en un recinto y sacó los ojos a cuanto humano había. Y para desconsuelo de

los alcaravanes, los humanos rieron. Lo mismo les daba: al fin y al cabo, siempre habían estado ciegos.” (1977: 15)

Pero hagamos la pregunta fundamental ¿Eran realmente Laureano y Pinilla, y la junta militar una partida de sapos, culebras y alcaravanes? Cuenta Ramón Gómez de la Serna que en nuestra torpe carrera de organizaciones narrativas hemos olvi-dado considerar la presencia irrefrenable de la Superhistoria. Cosas insólitas se nos han quedado olvidadas por no lograr ver las relaciones que la superhistoria inventa. La superhistoria está constru-ida con los datos de una supermemoria atómica –atributo humano inexplorado– que se “aprovecha de que nuestra fotocélula esencial ha vivido todos los tiempos desde el minuto inicial del hombre en el mundo”.

El superhistoriador trata de “acoger las desviaciones de la historia que no fue nunca como se supuso o como dicen los documentos, sino una cosa como la tormenta y como la histeria de los amantes”, es decir que al superhistoriador le toca considerar la posibili-dad de haber tenido batrocracias, gobiernos de sapos así como formas de vida y de gobierno innombrable con verbos humanos.

Ramón dice que “La Superhistoria es, como todo lo que se destaca en la vida, una superchería fantasmagóri-ca, una infidelidad perpetua de los acontecimientos, un increíble ser y no ser” y así pues, advertidos, de ese increíble ser y no ser que se nos viene encima cuando menos lo pensamos, debemos esperar en cualquier in-stante un ser o no ser ratón o rata, serpiente o chulo, alcaraván o musaraña.

La superhistoria descubrió, por ejemplo, que muchos reyes, marquesas y cortesanas no eran tales sino lagartijas, escarabajos, urracas, sierpes malignas e, incluso, piedras. Centrándose en el nombre y la voz, solamente, se supo que Urraca de Castilla era una Ur-raca de vuelo solitario que salía a volar todas las tar-des desde su castillo de Dueñas exhibiendo sus “alas salpicadas de blanco, de pecho con pañolito blanco y de un negro metálico en la cola” con su voz vocin-glera e inquieta.

La historia ha dejado mucho de lado por haber olvida-do tener en cuenta la voz, factor animal ¿pues qué an-imal no tiene en su sonido un verbo diferencial? ¿Qué tanto no hubiera sido dicho si se nos hubiera aclarado que en vez de discurrir, Laureano croaba? Si se hubi-era historiado algo sobre la voz de Urraca de Castilla seguramente habríamos sabido que era, sin duda al-guna, una Urraca legítima de las tierras españolas así como que Laureano era un sapo sabanero. Por eso creo sincera la pregunta que ha hecho Gómez de la Serna “¿Por qué ha prescindido la Historia de la voz de las reinas, cuando en ese detalle hay algo definitivo?” (397)

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Por mucho tiempo se ignoró la relación entre la cola y la razón hasta que en un pequeño ensayo de Luís Tejada, con cuya referencia me gustaría terminar, se explican las posibles confusiones que ocasiona dicha decisión de Alcibíades. En el en-sayo, titulado La Cola, podemos encontrar una satisfactoria explicación de la locura animal, que quisiera compartir con ustedes en un espacio tan propicio para que ululen, graznen, balen, gruñan y ladren, si es del caso. Afirma Luís Tejada:

Aquel griego sutil que amputó la cola a su perro en un rapto de irónico buen humor, no adivinaba quizá en toda su magnitud, el significado profundo, con proyecciones espirituales, que ese apéndice carnoso y peludo tiene en relación con la vida de los animales superiores.

En la cola reside indudablemente el equilibrio físico, y yo creo que también el sentido del equi-librio intelectual de los mamíferos. Me dicen que un pobre perro sin cola es incapaz de pasar un puente estrecho; esto, aun cuando no fuera cierto, es verosímil y lógico. La cola es para el animalillo como la palanca que el bailarín lleva en la cuerda y que le ayuda a distribuir las fuerzas y los pesos, cuando el cuerpo va a inclinarse demasiado a un lado o a otro. La palanca es la cola del bailarín; le infunde confianza, le encuentra no se qué invisible punto de apoyo en el espacio y lo guía a lo largo de la cuerda, sin que se interrumpa esa situación sutilísima y matemática que llamamos equilibrio.

Ahora bien: un perro sin cola, es además, el pe-queño ser melancólico y chiflado por excelencia; ambulante y lleno de leves caprichos, parece que un eje secreto se ha roto en él, que falta a su vida una dirección precisa y ordenada, que su existen-cia ya no tiene razón de ser porque ha perdido su fin ideal. No me extrañaría que ese perro se hiciera misántropo y hasta que empezara a elucubrar te-orías metafísicas y a preguntarse qué puede haber

más allá de la vida y cuál es el principio y el fin de las

cosas. Claro: el infeliz ha perdido el sentido del equi-librio intelectual, se ha desorbitado, es casi un hombre.

En el hombre actual la falta de cola es un defecto verdaderamente esencial, que yo no he podido resig-narme a aceptar del todo; a veces en la calle pienso que todos los que van delante de mí, la llevan cuida-dosamente enroscada debajo de la americana, y me asalta la extraña presunción de que yo soy el único que no la tengo, convirtiéndome por eso en el ser más desgraciado de la tierra.

[…] sí, el hombre es animal loco e imperfecto; una rutura primordial lo ha descentrado, lo ha dejado sonámbulo y errabundo dentro de la eternidad; lleno de apetitos inconmensurable, de extraños anhelos, de torturantes cavilaciones, el hombre tiende siempre a salirse de la órbita que le ha sido designada en la naturaleza.

[…] Y es que al hombre le falta una batuta, una palan-ca, un índice que guíe y sostenga su equilibrio; al hom-bre le falta la cola, cabo flexible y prodigioso que am-arra la inteligencia loca a la realidad de la vida.

La falta del registro de las conversaciones animales y de su voz ha hecho que se confundan los discursos de algunos monarcas que realmente eran aullidos, balares, mugidos, croares y ululares con auténticas voces humanas.

Así ocurrió también con la Beltraneja a quienes to-dos en la historia habían concebido como a una reina injustamente destronada, pero que no era más que un pariente de diversos tipos de animales, de algunos insectos, de algunos anfibios y de algunos mamíferos pequeños. Dice Gómez de la Serna:

[…] la Beltraneja es la síntesis reinante de las lagarti-jas, y por la lagartija se puede llegar a la comadre-ja –rojiza por encima, blanca por debajo, parda la punta de la cola, ágil, vivaz, de veinticinco centímet-ros de larga– y, por la comadreja, a la Beltraneja.

El espíritu comadrejil –el instinto terreno que se come los huevos y las crías– hacía que los secuaces de la Beltraneja fueran crueles, rapaces, insistentes. (398)

Son datos de la superhistoria, debidamente con-trastados con la historia natural, con las más diversas fuentes para establecer precisamente la especie de la entidad animal. En la misma superhistoria de la Beltraneja es posible encontrar cómo en los domin-ios terrenos de su reinado la Beltraneja –en contra de lo que ha dicho la historia– sí tenía seguidores: “jaramagos, abrojos, cardos, ortigas, aulagares y dulcamares” así como “molinos dormidos” con “alas comidas”, “castillos abandonados, desdentados y rotos”.

Pero la superhistoria más intrigante es la de Juana la Loca cuya única obsesión era la muerte, muerte que descubrió de niña cuando le pidió a su cuidadora que le permitiera probarse el esqueleto, a lo que la cuidadora le respondió “El esqueleto lo llevamos dentro, alteza” (297). Tal descubrimiento la turbó tan-to que lloró una larga tarde y creó prevenciones a

la altura de su miedo. Por ejemplo, cuando llamaban a su puerta saltaba alarmada y le pedía a la criada que si la persona que tocaba a la puerta era ñata no la dejara entrar, pues podía ser la muerte.

Incluso es probable que Juana la Loca en su obsesión sí hubiera alcanzado la inmortalidad –cosa que no le ocurrió a su esposo Felipe el Hermoso– pero que la hu-biera perdido mientras se hallaba reclusa en los cas-tillos refrenando una supuesta locura. Encerrada en esos torreones la inmortal Juana fue perdiendo su al-iento eviterno a medida que los Castillos enloquecían.

Juana la Loca es el animal completo que no quiere el cautiverio y que ronda las celdas con paso acelerado, pegándole a la baldosa, midiendo las piedras, bus-cando las ventanas como ave desesperada sin hallar descanso ni compensación y que por eso tiene dos opciones: vivir encastillada o renunciar a su inmortal-idad. Sabemos que la reina inmortal renuncia a ella.

Las aves también tienen su lugar en la superhistoria in-cluso incursionan en una superhistoria de la filosofía. En este caso recordemos lo que ocurrió al gallo de Micilo en un libro extraño llamado El Crotalón de un autor aún más extraño Cristóbal Villalón. Es la historia de un gallo que una mañana en vez de cantar habló y le confesó a su dueño, un miserable zapatero, que si bien era un gallo también antes había sido Pitágoras.

Ejemplos de estos tipos encontraremos a montones en-tre las conversaciones animales. Empédocles también había dicho que fue un pez, un árbol y una doncel-la como el mismo Pitágoras, según Diógenes Laercio, logró reconocer en un perro que iba por la calle a un amigo que había muerto hacía poco. Dato fun-damental pues con el perro es que la historia se nos vuelve una locura. Se cuenta que Alcibíades, el griego mancebo por el que Sócrates se enloquecía y decía los discursos sobre los favores de los amantes, cansa-do de que los atenienses sólo se fijaran en su belleza decidió cortarle la cola a su perro.

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Referencias bibliográficas

Gómez de la Serna, Ramón. Novelas cortas y teatro de vanguardia (1927-1947). Círculo de lectores-Gal-axia Gutenberg.

Tejada, Luís. (1945) La cola. En: Manizales. Revista literaria mensual. Vol. VI, N° 59. pp. 274-75

Homero (1990) Margites - Batracomiomaquia - Epigramas – Fragmentos. Introducción y notas: Caries Miralles. Traducción: Herederos de Lluís Segalà

El lenguaje es un medio que poseen los seres humanos para expresar sus pensamientos, sentimientos y deseos. En el caso de Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra acude a la palabra para recrear un mundo en el cual la locura de Alonso Quijano lo lleva a convertirse en Don Quijote de la Mancha, un caballero andante que decide aventurarse con Sancho Panza, su escudero.

Gracias a la palabra, el escritor español recrea el nuevo mundo: el mundo de la modernidad, en el cual, la caballería andante ya no tiene cabida; la fantasía y la imaginación se ven rechazadas por un orden estable-cido en el cual priman el poder y la manipulación. La caballería andante simboliza las fantasías y la imagi-nación que el mundo moderno excluye; en este mundo insensible sólo hay espacio para la razón, y por eso las acciones de Don Quijote se consideran “arrancadas de los cabellos” como lo expresan las frías palabras que la sobrina le dice a Don Quijote: “Ah, señor mío, advierta vuestra merced que todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada uno se le echase un sambenito, o alguna señal en que fuese conocida por infame y por gastadora de las buenas costumbres”. (Cervantes, 1994: 668)

Así mismo, el duque, la duquesa, el sacerdote, los venteros, el barbero y el bachiller Sansón Carrasco, simboli-zan lo que caracteriza al nuevo mundo: el poder, la manipulación, la dominación, la humillación, la hipocresía, la esclavitud que se ejerce sobre el otro, atentándose contra su dignidad como ser humano. Estos malvados personajes acuden a múltiples embustes para satisfacer su ego; son los intereses personales los que se buscan complacer a costa del sufrimiento y la humillación de Don Quijote y Sancho Panza, quienes se convierten en sus objetos de burla:

“La escritura es el aposento que se construye al lado de los barrancos, el refugio que se levanta frente a las tempestades, el surco para el sembradío que se cava en terrenos erosionados”

Pablo Montoya

2 HÉROESDon Quijote y Charlot:

en un mismo mundoMaría Fernanda Molano Hernández

Estudiante Licenciatura en Lengua CastellanaUniversidad del Tolima

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“Grande era el gusto que recibían el duque y la duquesa de la conversación de Don Quijote y de la de Sancho Panza; y confirmándose en la intención que tenían de hacerles algunas burlas que llevasen vislumbres y apariencias de aventuras, tomaron motivo de la que Don Quijote ya les había contado de la cueva de Montesinos, para hacerle una que fuese famosa”. (Cervantes, 1994: 882)

En el mundo moderno priman los intereses person-ales y el bienestar individual y para ello no interesa sobre quién se debe pasar ni a quién se puede llegar a lastimar con el fin de conseguir lo que se desea. Por eso, el duque y la duquesa gozan y se divierten viendo sufrir al caballero de la triste figura y a su escudero como le sucede a Don Quijote al padecer los arañazos que los gatos le dan en su cuerpo: “Y volviéndose a los gatos que andaban por el aposento, les tiró muchas cuchilladas; ellos acudieron a la reja y por allí se salieron, aunque uno, viéndose tan acosado de las cuchilladas de Don Quijote, le saltó al rostro y le asió de la narices con las uñas y los dientes, por cuyo dolor Don Qui-jote comenzó a dar los mayores gritos que pudo”. (Cervantes, 1994: 962).

La fantasía se convierte en el medio que el duque y la duquesa encuentran para gozar y disfrutar viendo sufrir al caballero de la triste figura y a su escudero. Son las artimañas y los malvados planes los que juegan con los sentimientos y los deseos de Don Quijote y Sancho Panza, como sucede con el desencantamiento de Dulcinea del Toboso, el cual es posible por medio de los múltiples azotes que Sancho debe darse. De igual forma, el escritor es-pañol refleja por medio de la palabra el chantaje y la manipulación que caracterizan al mundo de la modernidad, al hacerse evidentes en las pal-abras que el duque dice a Sancho con el objetivo de lograr que este accediera a subirse al caballo Clavileño si deseaba verdaderamente ser gober-nador de una ínsula:

Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echa-das en los abismos de la tierra…cuál más, cuál menos, el que yo quiero llevar por este gobierno es que vais con vuestro señor don Quijote a dar cima y cabo a esta memorable aventura; que ahora volváis sobre Clavileño con la brevedad que su ligereza promete…siempre que volviéredes hallaréis vuestra ínsula donde la dejáis y a vuestros insulanos con el mesmo deseo de recibiros por su gobernador que siempre han teni-do y mi voluntad será la mesma; y no pongáis duda en esta verdad, señor Sancho; que sería hacer notorio agravio al deseo que de serviros tengo. (Cervantes, 1994: 922-923).

Gracias a la palabra, al castellano, a la literatura, Cervantes le lega a la humanidad una gran obra ina-gotable de interpretaciones y sentidos, en la cual los lectores tienen posibilidades de descubrir y escudriñar nuevas cosas. El padre de la novela perpetúa en cada línea la esencia de la novela que es la “pasión de conocer” y la complejidad como lo afirma Milán Kun-dera: “El mundo de la novela acompaña constante y fielmente al hombre desde el comienzo de la Edad Moderna. La “pasión de conocer” se ha adueñado de ella para que escudriñe la vida concreta del hombre y la proteja contra “el olvido del ser”; para que man-tenga “el mundo de la vida” bajo una iluminación per-petua”. (Kundera, 1986: 15, 16).

El padre de la novela, vivió y fue testigo de lo que car-acteriza a la Edad Moderna: la violencia, la guerra, la injusticia, la discriminación, la intolerancia, el irrespe-to, la carencia de solidaridad y del reconocimiento del otro como se refleja claramente en el mundo de Don Quijote de la Mancha. Como ser humano, sintió la necesidad de escribir, de utilizar la palabra, su lengua-je para plasmar todo aquello que le causó agobio, dolor y desasosiego. Por esto, ha sido el propio lengua-je, el medio que ha hecho posible “el contar historias de los otros como si fueran propias y contar las historias propias como si fueran de los otros” (Montoya, 2009:

25). Es la necesidad de narrar y de acudir a la pal-abra lo que brinda sosiego y tranquilidad, cuando lo mundano y lo societal a veces molesta y causa desequilibrio. Pues como lo afirma el escritor co-lombiano Samuel Vásquez (2009): “Sin país, ni na-cionalidad, ni ciudadanía, ni paisaje, nos queda el castellano. El castellano es el único lugar en donde no nos sentimos extranjeros…El castellano es para nosotros una soberanía maravillosa” (Pág. 9).

Al igual que Miguel de Cervantes Saavedra, Charles Chaplin acudió al arte, a la imaginación para le-vantar su voz de rechazo hacia un mundo incom-prensible y egoísta. Pero ahora no es la palabra el medio para este fin, sino es el lenguaje corporal el medio por el cual se critica al mundo moderno: un mundo insensible y devorador. Estos dos “novelis-tas sociales” en palabras de Pierre Vilar reflejan y critican dos tiempos de crisis a través del humor: “He dicho 1605-1615, Cervantes, Don Quijote, la armadura y el almete. Igual hubiera podido decir 1929-1939, Charles Chaplin, Charlot, la Chaqueta negra, el bombín y el bastón. Nunca dos obras han estado tan emparentadas. Las dos grandes etapas de la historia moderna están en ellas captadas del mismo modo” (Paredes, 2011: 1,2).

En las películas “Tiempos Modernos” (1936), “El Chico” (1921), “La Quimera del Oro” (1925), “Luces de la Ciudad” (1931) y en el cortometraje “Vida de Perro” (1918), entre otras, no es necesaria la orali-dad para ser testigos de acciones, gestos y mira-das que se traducen en injusticias, dolor, tristeza y desasosiego. En la película “Tiempos Modernos”, las acciones de cada uno de los personajes son su-ficientes para comprender cómo el poder, la ma-nipulación y la dominación que tienen unos seres humanos sobre otros se reflejan a través de obreros trabajando en máquinas que terminan tragándose a los hombres, como le sucede a Charlot.

Así mismo, en El Chico, se refleja la actitud filantrópica de Charlot al recoger al niño que escucha llorar en un bote de basura, y en medio de su humildad y pobreza decide acogerlo y protegerlo del hambre, del frío y del peligro de las calles. Las lágrimas de John, el niño que es abandonado por su madre en un coche, refle-jan el dolor y la tristeza que siente al verse separado abruptamente de los brazos de Charlot por las perso-nas que llegan del orfanato para llevárselo. La acti-tud egoísta e inconsciente del médico y del policía se expresa en acciones incomprensivas, frías y rudas al tratar de separar violentamente a John de los brazos de Charlot, quien decide enfrentarse a los hombres que pretenden llevarse al hijo amado.

Don Quijote y Charlot son la versión moderna de los bufones y los payasos que caracterizaba la cultura cómica popular de la Edad Media, en la cual, el hu-mor festivo era de carácter general, porque la risa se consideraba patrimonio del pueblo, por eso todo el mundo vivía el carnaval sin interesar la desigualdad, la condición y las jerarquías que caracterizaban a las fiestas oficiales. “Las celebraciones carnavalescas ocupaban un importante lugar en la vida de las po-blaciones medievales. La influencia de la cosmovisión carnavalesca sobre la concepción y el pensamiento de los hombres, era radical: les obligaba a renegar en cierto modo de su condición oficial (como monje, clérigo o sabio) y a contemplar el mundo desde un punto de vista cómico y carnavalesco”. (Bajtín, 1987: 18)

Pero en el mundo moderno la risa toma otro sentido, adquiere un significado diferente, porque el aspecto regenerador y positivo de esta desaparece primando la ironía y el sarcasmo como afirma Mijaíl Bajtín (1927): “La parodia moderna también degrada, pero con un carácter exclusivamente negativo, carente de ambiv-alencia regeneradora. Ya en esta época el principio material y corporal cambia de signo, se vuelve pau-latinamente más estrecho y su naturalismo y carácter festivo se atenúan” (pág. 26).

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estrecho y su naturalismo y carácter festivo se at-enúan” (pág. 26). Es así como el duque, la duquesa, el sacerdote, el bachiller Sansón Carrasco y todos aquellos que se burlan de Don Quijote quedan por fuera de las artimañas y de los malvados planes siendo el caballero de la triste figura y su escudero los objetos burlescos que terminan padeciendo do-lores y sufrimientos.

En el caso de las películas de Charles Chaplin, no se degrada al otro por medio de expresiones satíri-cas sino basta la risa, las miradas, los gestos y las acciones para comprender cómo seres humanos humillan, ofenden y manipulan a otros descono-ciéndolos como seres que piensan, sienten y aman. La mujer a quien Charlot le salva la vida después de quedar inconsciente a causa de los latigazos de un malvado hombre en “vida de perro”, Georgia, la bailarina de cabaret que juega con los sentimiento de Charlot para darle celos a Jack Cameron (“el donjuán del cabaret”) en “La quimera del oro”, son claro ejemplo del dolor y el sufrimiento que un ser humano puede causarle a otro. Así mismo, Charlot al evitar el suicidio de un millonario borracho y al preferir ir a la cárcel por salvar la casa embargada de la florista de quien se enamora en “luces de la ci-udad”, demuestra amor, solidaridad y comprensión hacia seres humanos que los necesitan.

Finalmente, Don Quijote y Charlot se pueden consid-erar como dos héroes que critican un mismo mun-do: el mundo de la modernidad, al cual cuestionan de acuerdo a la forma con la que más identificados se sintieron. En el caso del Quijote de la Mancha, el ingenioso hidalgo se cree un caballero andante que “satisface agravios, endereza tuertos, castiga insolencias, vence gigantes y atropella vestiglos”. Charlot salva vidas, protege niños y mujeres como sucede en la escena del vagabundo del cortome-traje vida de perro, en la cual este personaje del cine mudo le salva la vida a una mujer que queda inconsciente después de recibir múltiples latigazos

de un hombre. La literatura y el Cine mudo fueron los medios perfectos para su creación, porque a través de ellos, Cervantes y Charles Chaplin levantaron su voz de rechazo contra el mundo de la modernidad que sigue “progresando” vertiginosamente. Estos seres humanos que vivieron en carne propia la prisión (en el caso de Cervantes), el hambre y la soledad (en el caso de Charles Chaplin) acudieron a la ironía,

al dramatismo y a la genialidad para cuestionar el poder, la manipulación, el hambre, la pobreza, las in-justicias que caracterizan al mundo contemporáneo.

Referencias bibliográficas

Cervantes Saavedra, Miguel (1994). “Don Quijote de la Mancha”, Barcelona: RBA Editores.

Bajtín, Mijaíl (1990). “Planteamiento del problema”. En: La cultura Popular en la Edad Media y en el Re-nacimiento: El contexto de François Rebeláis, Madrid: Alianza Editorial.

Kundera, Milán (1986). El arte de la Novela. Barcelona: Tusquets Editores S.A.

Montoya Pablo, Montt Nahúm, Serrano Enrique (2009). El oficio de escribir. Bucaramanga, Colombia: Colec-ción Bitácora.

Paredes, Jorge «La parodia de la crisis». En: Diario El Comercio, suplemento cultural El Dominical. 3 de Abril del 2011.http://clioperu.blogspot.com/2011/04/chap-lin-y-su-charlot-reflejo-de-los.html

Vilar, Pierre (1964): “El tiempo del Quijote». En: Creci-miento y desarrollo: Economía e historia: Reflexiones sobre el caso español, Barcelona: Ariel.

Introducción

En la historia de Los detectives salvajes sobrevive el mundo literario de México de los años 70, con-tado desde las vivencias de un grupo de jóvenes, llamados los visceralitas o viseral-realistas que gira en torno a dos personajes Ulises lima y Arturo Be-lano, dos aspirantes a escritores que viven devora-dos por una urbe que crece incesantemente ale-jada de sus ideales e ilusiones y con la misión casi detectivesca de hallar a una ignorada poeta que puede ser la precursora de todo lo que creen y por lo que luchan.

Los detectives salvajes pretende ser una fotografía irónica que retrata los últimos caprichos del mun-do vanguardista en Latinoamérica, Roberto Bolaño intenta recuperar el ímpetu revolucionario de la lit-eratura para ofrecer una visión mordaz de esa real-idad hecha a su medida. Para recrear esta historia Bolaño acude a diversos personajes, voces, relatos,

con los que muestra que su estética narrativa camina al borde de lo cómico y lo absurdo, del sarcasmo y la crítica, herramientas que usa para debatir el mundo rígido y clasista de la sociedad literaria mexicana y por qué no, del mundo.

En este sentido los temas desarrollados en la novela encarnan temáticas sociales que se oponen a una visión racionalista de la sociedad: la reinvención de los valores sociales, la inclusión de ideologías extran-jeras, la soledad y el exilio entre otros. Todos estos ele-mentos son característicos de la estética fragmentaria de la obra y sustentan la propuesta de estudio de este artículo.

Los detectives salvajes, es una novela descendiente de la tradición pero al mismo tiempo la transgrede, Bolaño reconoce en su obra la estética de Borges, de Cortázar, sin embargo arremete contra toda idea de jerarquizar la literatura basada en adulaciones y en oligarquías políticas. Con este rechazo, Bolaño se en-

Los detectives De la totalidad a la fragmentación en

d e R o b e r t o B o l a ñ oSALVAJES

Alba luz Quevedo 1

Estudiante de Licenciatura en Español y LiteraturaUniversidad del Quindío

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1 Este artículo fue presentado como trabajo de grado en la licenciatura en español y literatura de la Universidad del Quindío

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frenta al dominio de la razón para mostrar que real-mente no es esta la forma de pensamiento de la sociedad posmoderna e incluso de las anteriores, postura que les reconoce a otros autores que per-mearon su narrativa y que cita en la misma obra.

Al hablar de totalidad y fragmentación es necesa-rio hablar de su génesis, la cual tiene origen en la filosofía europea y posteriormente se transpola a la literatura. Desde la línea filosófica, la idea de total-idad está relacionada con lo perfecto, lo circular, con aquello que genera la concreción del ser. En este sentido cobra importancia la noción de cen-tro que visto desde el símbolo se refiere a lo real y absoluto, “el centro es concebido como un ámbito de intensidad dinámica; el lugar de la coexistencia de fuerzas opuestas, de la energía más concen-trada” (Solotorevsky, 1995:273) bajo esta postura el centro se vincula a lo sagrado, a la creación del mundo, romper esta estructura céntrica implica entonces, penetrar al universo de la fragmentac-iones compuesto de las partes de un mundo que ha sido profanado por la fuerza trascendente y pri-maria del hombre; el instinto y la voluntad que se escapan a todo orden y a toda concreción.

De este modo la fragmentación propone el dualis-mo entre el conocimiento y la voluntad, donde el racionalismo deja de ser el motor de la existencia humana. Esta idea es propuesta por Schopenhau-er y posteriormente retomada por Kierkegaard, con un valor agregado: la

enfermedad, la angustia, el exilio, la soledad, la libertad, la nada o la muerte, experiencias ofreci-das por Bolaño en el transcurrir de la narración y que llevan a fundar a un sujeto con múltiples con-ciencias de sí mismo en busca de hacerse un ser total pero sin renunciar a sus peculiaridades, a sus máscaras.

Posteriormente los poetas malditos profundizarán

sobre la irracionalidad del inconsciente y del infini-to para mostrar cómo la experiencia totalizadora ha desgastado la relación entre artista y sociedad, no porque éste intencionalmente haya querido alejarse de ella, sino porque su espíritu creativo y crítico ha sido frenado. Es así como el lenguaje se convierte en el canal que permite visualizar la melancolía del ser, una enfermedad que muestra la imposibilidad del ser para identificarse como un único sujeto y que por el con-trario le lleva a reflejar una conducta desadaptada y contradictoria de sí mismo.

La posmodernidad le ha rendido culto a la fragment-ación, reflejada en características que han sido plant-eadas por varios autores y que son evidentes en mu-chas de las obras posmodernas, fragmentación que se refleja a nivel semántico, de estructura textual y de estrategias discursivas. Es necesario entonces mencio-nar algunas características que definen, por una parte la estética totalizadora de la novela y por otra su frag-mentación.

Sobre la estética de la totalización

a) El texto está estructurado de manera circular, por lo que impera la estructura del retorno, es decir el final es la llegada al inicio.

b) Unicidad de los significados.

c) Presencia de imágenes que pertenecen al mun-do de la totalización

d) La narración está a cargo de un narrador, que organiza la participación de los personajes.

e) Existe una correspondencia entre título o partes y el contenido al que se refiere.

f) Uso de metáforas con la intención de capturar la significación.

Sobre la estética de la fragmentación.

a) Disolución de la trama.

a) Fragmentación de la estructura textual.

b) Presencia de paradojas.

c) Presencia de imágenes fragmentadas que refu-erzan el discurso fragmentado.

d) Juego de significantes, que provocan inestabili-dad y múltiples visiones del significado.

Los detectives salvajes también está al servicio de la totalización, de forma más superflua que la fragmentación, pero referenciada en algunos mo-mentos de la obra tanto en la estructura como en el discurso. A continuación se evidenciarán estos factores que demuestran concreción o totalidad en la obra.

La estructura de Los detectives salvajes es circular ya que maneja la estructura del retorno, una característi-ca de la estética totalizadora. La novela se compone de tres capítulos, el primero se titula Perdidos en México (1975), el segundo Los detectives salvajes (1976-1996) y el tercero los desiertos de Sonora (1976). En el primer capítulo se narra la historia de un joven poeta de 17 años que se encuentra con un grupo de contemporá-neos que se hacen llamar los visceralistas, personajes algo dementes que se encuentran en la margen y que intentan encontrar la buena literatura allí.

La historia está cargada de temáticas de contenido fuerte: sexo, droga, crimen, esta primera parte es nar-rada con estructura circular, el recurso que usa Bolaño es el diario, que reporta día a día los acontecimientos que suceden al interior de este grupo de amigos y co-legas, de modo que la historia sigue una única línea de tiempo, sin alterar la estructura narrativa hasta ese momento.

Existe una correspondencia entre lo que enuncian los títulos y el contenido que ellos presentan, no de man-era literal pero sí puede inferirse sin mayor esfuerzo: “Sin noticias de mis amigos. 5 de noviembre (…) Desde hace dos días no voy a la facultad. Tampoco pien-so volver al taller de Álamo. Esta tarde fui otra vez al Encrucijada Veracruzana (el bar de Bucareli) pero ni rastro de los real visceralistas”. (Bolaño, 1998:11).ste fragmento pertenece a la narración del primer título Perdidos en México, donde un grupo de jóvenes constantemente aparecen y desparecen por las calles de México, como escondiéndose de algo o por el contario buscando algo. Igualmente pasa con el segundo capítulo Los detectives salvajes en el que la narración a varias voces se apodera de la obra, pero siempre en primera persona: “Mary Watson, Sutherland Place, Londres, mayo de 1978. En el verano de 1977 viajé a Francia con mi amigo Hugh Marks. Yo entonces estudiaba Literatura en Oxford y vivía con el escaso importe de una beca de estudiante. Hugh cobraba dela Seguridad Social”. (Bolaño, 1998:256)

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Como en este ejemplo se presentan las demás narraciones en el capítulo. Cada uno de los per-sonajes cuenta su historia y la forma como se ha relacionado con la literatura y con los dos protag-onistas de la obra: Ulises Lima y Arturo Belano, un par de jóvenes que han viajado por varias partes de la geografía mundial huyendo de la exclusión de su propia patria y de las incomodidades con que ésta les azota.

En el tercer título Los desiertos de Sonora existe una correspondencia entre éste y los sucesos que allí se mencionan:

4 de enero Pasamos como fantasmas por Navojoa, Ciudad Obregón y Hermosillo. Estábamos en Sono-ra, aunque ya desde Sinaloa yo tenía la impresión de estar en Sonora. A los lados de la carretera veíamos a veces alzarse una pitahaya, nopales y sahuaros en medio de la reverberación del medi-odía.( Bolaño, 1998:597)

Esta tercera parte narra la huida de Madero, Be-lano, Ulises y Lupe (una antigua prostituta que cansada de la explotación de su novio, un hombre rudo y sin escrúpulos huye en compañía de estos cuasi poetas). Estas víctimas también seguían la huella de una poetiza, Cesárea Tinajero, a la que admiraban pero de la que no conocían su obra, obra que se volvió el motivo de búsqueda de estos viajeros. El espacio en el que ocurren estos sucesos son los desiertos mexicanos que van hacia al norte del continente americano.

Con respecto al discurso totalizador de la obra se encuentra una temática que se trata a lo lar-go de la historia, como una manera de convocar las demás fuerzas significantes que también tie-nen eco en la obra, esta imagen, este símbolo es la poesía que en ocasiones se muestra como un asunto de métrica y rigurosidad, asunto que trans-

porta al racionalismo y al clasicismo de la poesía anti-gua. Este paradigma se halla en la voz de Juan García Madero un joven que inicialmente encarna la racion-alidad y la moral, pero que posteriormente y gracias al encuentro con un mundo para el desconocido, el de sus colegas los poetas, se irá transformando hacia la fragmentación, nótese la evidencia:

Por otra parte no puedo decir que Álamo fuera un buen crítico, aun siempre hablaba de la crítica. Ahora creo que hablaba por hablar. Sabía lo que era una perífrasis, no muy bien, pero lo sabía. No sabía, sin em-bargo, lo que era una pentapodia (que, como todo el mundo sabe, en la métrica clásica es un sistema de cinco pies), tampoco sabía lo que era un nicárqueo (que es un verso parecido al falecio), ni lo que era un tetrástico (que es una estrofa de cuatro versos). ¿Que cómo sé que no lo sabía? Porque cometí el error, el primer día de taller, de preguntárselo. No sé en qué estaría pensando. (Bolaño, 1998:6)

Este fragmento permite pensar en lo academicista de la obra de Bolaño, lo que referencia al canon, a lo que todo poeta o escritor debe conocer, en este senti-do la misión de Bolaño es permitir que se vislumbren ci-ertos elementos clásicos y racionales que legitimen la obra, que la saquen del margen debido a las temáti-cas que desarrolla y la pone en un punto medio, en el centro, para recibir la aceptación de tantas partes, y con ello apoyar sus tesis opositora al mismo racionalis-mo, comparte con el enemigo, le reconoce sus logros para luego atacarles, es así como la obra de Roberto Bolaño responde con cierto aire a la estética de la totalidad.

Desde otro ángulo y hacia la fragmentación son más numerosos y significativos los aspectos que pert-enecen a esta estética que los que le pertenecen a su contraria, la totalidad, es así como se nota la cualidad fragmentaria de la obra.

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Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). (Bolaño, 1998:88)

Bajo la mirada de la fragmentariedad coexiste el humor y el temor, característica de la estética de la fragmentación, en este segmento y en lo que cobi-ja esta parte de la narración se ofrece una mirada humorística de los poetas , desde sus conflictos in-ternos y como lo transmiten en su poesía, así mis-mo desde el reconocimiento que han tenido en la historia de la literatura de su época, aquí se refier-en en dos términos a esta cualidad, los maricones y el chulo de la muerte, términos que implican una mirada desde el carnaval, desde el disfraz, desde la máscara, elementos que permiten el juego ,el engaño como una forma de contradicción a la conciencia racional y con la intención de generar una maniobra hiriente de la realidad que consigue transformar la risa en un humor reflexivo.A medida que avanza la obra, los personajes van padeciendo una transformación que dista de lo ra-cional y que va hacia la alteridad del ser, hacia la inconsciencia, no una inconsciencia extrema como lo sería la locura pero sí una inconsciencia para valorar bajo la lógica dual de la moral los propios actos. Todo se está complicando. Están sucediendo co-sas horribles. Por las noches me despierto gritando. Sueño con una mujer con la cabeza de una vaca. Sus ojos me miran con fijeza. En realidad, con una tristeza conmovedora. Para colmo, he tenido una pequeña conversación de «hombre a hombre» con mi tío. Me hizo jurarle que no tomaba dro-gas. No, le dije, no tomo drogas, te lo juro. ¿Nada de nada?, dijo mi tío. ¿Eso qué quiere decir?, dije

yo. ¡Cómo que qué quiere decir!, rugió él. Pues eso, ¿qué quiere decir?, sé un poco más preciso, por fa-vor, dije yo encogiéndome como un caracol. (Bolaño, 1998:92-93)Desde este fragmento se evidencia la continua di-visión del individuo, articulando su naturaleza neuróti-ca en función de la constante contradicción entre su conducta social y la conciencia dolorosa de su real-idad. En este momento de la historia uno de los pro-tagonistas, Juan García Madero ha traicionado sus convicciones debido a que se ha encontrado con un mundo distinto al represor que tenía y que le brinda la libertad y la posibilidad de ser reconocido como un alguien importante dentro de la sociedad, o al menos dentro de un grupo social, los visceralistas, encuen-tro de oposiciones dentro de un mismo sujeto indican también la existencia de un todo desde la reflexión interiorizada, apoyando un poco la estética de la to-talidad. Siguiendo con la estética de la fragmentación, dentro de la obra hay una producción vanguardista de la lit-eratura y del arte, encarnada por los mismos poetas que pertenecen al círculo del visceralismo, una pos-tura estética que se instala en la más profunda de las manifestaciones de la fragmentación:

Rafael Barrios, café Quito, calle Bucareli, México DF, mayo de 1977. Qué hicimos los real visceralistas cuan-do se marcharon Ulises Lima y Arturo Belano: escritura automática, cadáveres exquisitos, performances de una sola persona y sin espectadores, contraintes, es-critura a dos manos, a tres manos, escritura mastur-batoria (con la derecha escribimos, con la izquierda nos masturbamos, o al revés si eres zurdo), madrigales, poemas-novela, sonetos cuya última palabra siempre es la misma, mensajes de sólo tres palabras escritos en las paredes («No puedo más», «Laura, te amo», etc.), diarios desmesurados, mail-poetry, projective verse, poesía conversacional, antipoesía, poesía con-creta brasileña (escrita en portugués de diccionario), poemas en prosa policíacos (se cuenta con extrema economía una historia policial, la última frase la diluci-

da o no).( Bolaño, 1998:224)

Esto admite un análisis del sujeto a la luz de la visión humorística, que se convierte en uno de los cen-tros de la literatura, permitiendo desde un enfoque irónico y crítico establecer las características de una nueva individualidad que es consciente de su capacidad creadora y no se marginaliza aun cuando las instituciones sociales juzguen sus ide-ales, es un individuo consciente de sus falencias pero que no cede ante las dificultades que le sur-gen del reconocimiento de su intimidad y de sus propias trampas.En la obra de Roberto Bolaño se rastrean innumer-ables características de la estética de la fragment-ación, un ejemplo de ello son las citas con la que trae a colación poemas de esta época o de otras antiguas, siguiendo así la estrategia del collage, integrar la obra a base de ciertos herramientas disimiles con la intención de mostrar una totalidad completamente fracturada y descentralizada. Con lo que convoca a una estética de la decadencia en la que los grandes referentes históricos e ide-ológicos se rompen.Desde este mismo punto de vista la fragmentac-ión se hace presente en la narración de varias his-torias de naturaleza paradójica, para esto basta leer el segundo capítulo de Los detectives salvajes, que cuenta la historia de varios personajes, poet-as que han tenido que viajar como consecuencia del exilio, bien sea interior o exterior, historias que cuestionan concepciones sociales, como la au-tonomía, la certeza, la autoridad, la continuidad, pues son ellos mismos el reflejo del rompimiento de todas estas condiciones, y se muestran como individuos inestables, que al estar consumidos por las grandes urbes en las que han permanecido, se han convertido en seres limitados, pero en una masa ilimitada, completamente contrario a lo que se plantearía en el concepto de comunidad (or-den, solidaridad) que los ha convertido en sujetos del anonimato, incapaces de mantener relaciones

verdaderas y profundas con otros e incluso con su mis-mo ser.Es inagotable la fuente de fragmentariedad que se presenta en la obra, lo mencionado anteriormente son solo unos ejemplos de ese paso de la totalidad a la fragmentación que se intentó evidenciar a lo largo del artículo, pero que muestra la narrativa de Roberto Bolaño, su hilo conductor, la forma en la que atrapa al lector y le exige que desentrañe los enigmas que la obra le plantea, y que convierte al lector en sedi-ento feroz que pide que todos estos personajes sigan contando su historia, un mundo en donde la desagra-cia le pertenece a cada quien, pero en el que busca impulsivamente un refugio para meter la cabeza, un escondite o aún más cruel un lugar para encontrar algún rastro de felicidad.La lectura de Los detectives Salvajes no solo esboza la condición y la posición del pueblo hispanoamericano frente a su políticas económicas y sociales, sino que refleja cómo estas condiciones, un tanto fracasadas, han ejercido una influencia sobre la forma de ser y de actuar de los hombres, que en ocasiones responde con total fuerza y rebeldía ante circunstancias adver-sas, o también un hombre que atiende con servilismo y compasión, valores que parecen ser la enfermedad del pueblo hispanoamericano, pero Bolaño muestra cómo es necesario tropezar con este mundo para per-manecer vivos dentro de esta gran sociedad.

Referencias Bibliográficas

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Nuevo entre esos niños olvidados del mundo, ham-brientos, mocosos y alegres, intentó abrir sus ojos pegando alas de libertad en la imaginación. Y poniendo una piedra en el centro del grupo dijo: ¡este es mi barco! varios quisieron zarpar, fueron océanos de pasto surcados por intrépidos capi-tanes en pos de hermosas doncellas. Pero Juan, caminando sobre el agua y saltando un par de galeones combatientes, pateó el primero y con una expresión triste en su rostro dijo: ¡Es una piedra! A José Chalarca, amigo entrañable

Locura HEAVEN ROAD

I

DIVAGANDOJhonnathan ErasoLicenciado en filosofía y letrasUniversidad de Nariño

Yes, there are two paths you can go by,but in the long run, there’s still time to change the road you’re on…Stairway to heaven Led Zeppelin

Juan Diego CastilloEstudiante de filosofía y letrasUniversidad de Caldas

La noche del día en que sucedió esta historia que es-toy contando, resultó ser una noche espesa para el hombre bajito y gordo que siempre caminaba por la ciudad con la cabeza gacha, eligiendo el lugar ex-acto de cada uno de sus pasos cortos; un hombre si-lencioso que cada atardecer, en un repetido ritual, se detenía frente a la misma puerta de madera, no muy lejos de su casa, y dejaba una rosa amarilla.

Esa madrugada, casi al borde del amanecer, parado frente al balcón del piso 12, el último piso del edificio de la 47 Av. de Manhattan, cerca de la vieja estación de trenes, John Parker abrió los ojos hacia la ciudad, persiguiendo desmesura, yendo más allá de lo que podía ver, y lloró como hacía muchos años no record-aba que sabía llorar.

Guardándolo en ese desahogo (irónicamente John Parker odiaba profundamente a los negros sin saber por qué, al igual que muchos neoyorquinos, y tenía, además, un alucinado terror a los ciegos), a sus espal-das, desde la radio encendida y sintonizada en una estación cualquiera, le llegaban la música y la voz de Ray Charles cantando “Georgia on my mind”.

Unos minutos más tarde, con los ojos ya vacíos de to-das las lágrimas que pudieron tener, esforzadamente se subió a la frágil baranda que lo separaba del abis-mo y abrió los brazos como si fueran las alas de un extraño pájaro nocturno.

“Nada de lo que he hecho hasta hoy ha servido para algo… Mi vida ha sido un fracaso…”, se dijo en voz alta, le dijo a nadie. Después apretó fuerte los ojos, aspiró profundamente y saltó al vacío, a la muerte, y subió, no cayó, no, subió, subió alto, altísimo, más y cada vez más rápido, llegó en un instante hasta el últi-mo estrato de oxígeno, se incendió, se encendió cual fósforo, fue un destello, brilló como una estrella fugaz y desapareció, se hizo nada, memoria del olvido.

Bob Freeman, negro y ciego desde los 5 años, ese día

cumplía 13 y estaba junto a su amiga Aretha sólo un par de calles más allá de donde John Parker acababa de saltar al vacío. Habían pasado la noche caminan-do sin rumbo y ahora descansaban un rato sentados al cobijo de una maciza puerta de madera, en cuyo umbral parecía recortado el amarillo de una rosa… Todavía les quedaban un par de pastillas en los bol-sillos.

- ¡Hey, mira, Bob, una luz en el cielo! - casi gritó Aretha sorprendida por lo que veía, y en el mismo momento se arrepintió.

Sin embargo, Bob bajó la cabeza que tenía levantada hacia el firmamento, clavó la mirada en los ojos de su amiga y le dijo:

- Sí. La veo.

… Nueva York bostezaba lentamente las primeras luc-es del amanecer.

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Esperar... No hay sensación tan poco agradable. Comienzas por sentir que todas las miradas se en-focan en ti. Incluso se perciben los posibles mur-mullos: “mínimo lo habrán dejado plantado”. In-útilmente buscas algo para arrancarle los pelos al tiempo y hacer más pasajera la espera.¡Ah! tierra, no recuerdo la última vez que jugué con ella. Comienzo a meter una y otra vez mi mano derecha en la fértil y negra tierra. A estas alturas no interesa cuántos gérmenes existan en ella, mu-cho menos cuántas manos más hayan pasado por ahí. Parece que las miradas se multiplican, tal vez porque piensen que ya estoy viejo como para an-dar jugando con tierra o quizá porque en realidad lo estoy. Después de escarbar reiteradamente, tengo una sensación extraña: es como si una mano estuviera debajo de la que acabo de sumergir. Con un poco de cautela la saco para darme cuenta efectiva-mente de que tengo razón. El juego ha dejado de ser infantil, mi instinto me obliga a esconder de manera inútil el despojo humano, pensando en que me culpen si se tratase de un cadáver, añadién-dole al infortunio algo peor: mis huellas están im-pregnadas en la mano que acabo de encontrar. Un rato después, me vence la curiosidad y como si se tratara de un hallazgo arqueológico, desentierro lo que al fin de cuentas me pertenece por el simple hecho de haber estado esperando precisamente en esta esquina.No sólo es una mano, encuentro también el resto del brazo. Su ropa no está desgastada, el cadáver es fresco. Tengo ya el 80% del cuerpo desenter-rado y como si se tratase de una broma pesada, la gente deja de prestarme atención. Dejé la cara

para el final, temiendo encontrarme familiarizado con ella.

Uno, dos, tres. Comienzo a pasar mis manos sobre la tierra tratando de despejar el rostro del cadáver. Sien-to que mi intento se hace interminable. ¡La nariz, allí está su nariz! Faltando poco para terminar con mi in-certidumbre, un corrientazo surge de la punta de los dedos gordos de mis pies, sube exquisita y aterradora-mente por mis piernas, se posa sobre mi columna y se dirige a todas mis extremidades al darme cuenta de que tiene los ojos abiertos, el cabello lleno de tierra y una enorme sonrisa que confirma que soy yo mismo quien se ha desenterrado.

Daniel Mauricio Bohórquez RodríguezEstudiante de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Humanidades y Lengua CastellanaUniversidad Distrital Francisco José de Caldas

Juego de ManosDunia Oriana Rodríguez Estudiante de Lecenciatura en español y literaturaUniversidad industrial de Santander

IIEllos se inventaránBajo las leves mantasY en el calorDe la nocheEllos se descubriránuna masa de carne

IIIA mi manoLlegan a mori zPájaros desesperados

VLa manobailó con los dedosy terminó volandoen el cielo.

Yenyy Aluna AcevedoEstudiante de licenciatura en Español y LiteraturaUniversidad del Quindío

No ha reconocido el lugar al que ha llegado, quizá se encuentre aún entre su sombra, ensimismada todavía en sus delirios: una Narcisa contemplando su figura distorsionada en el asfalto, refugiada en-tre la llama de la tierra, solicitando un equinoccio para desdoblarse, para alejarse de sí misma (quizá nunca ha estado en ella). Anhelando de los cuer-

vos su color y su figura, solloza, miente sobre lo que tal vez la acompaña: permanece en su burbuja de ilusiones, de universos y felinos libros que devoran, por completo instantáneamente, sus vacíos multiplicados en su cabeza de medusa.El tiempo ya no es su dueño, es otro instante del viento: su excusa hiperactiva a la distracción semiparabólica para respirar, melancólica, bajo la luz del sol. No se encuentra en lo propio, aún divaga entre cami-nos justicieros de dementes, con ganas infinitas de en-contrar cura en la alquimia de las rocas. Trata de con-tinuar su ruta por el universo, sobre círculos y plumas, tratando de dar nombre al lugar de su recuerdo, tratando de descifrar si ha vuelto, si ha llegado, pero, aún sentada allí entre cuerpos desconocidos y ciegos, bajo mil tentáculos de madera, sigue preguntándose y buscando su verdadera o incierta existencia.

POEMAS

Ella la incierta (carta ensimismada)

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ICome chocolates, pequena;Come chocolates!Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.Come, pequena suja, come! 1

Álvaro de Campos [heterónimo de Fernando Pessoa] La tabaquería (1928).

Ella entró por primera vez a clase un miércoles a la tarde, cuando todos nos encontrábamos anestesiados por el sudor y las palabras somníferas del profesor Roberto. Silvia era una niña de mirada tímida, su pelo era muy largo, sus faldas muy largas, y a lo largo de todo su cuerpo germinaba una luz, una especie de hálito resplandeciente… era alta, flaca y eso también la hacía, a mis ojos, larga… larga como el río, como el camino pantanoso que teníamos que recorrer para llegar a casa. No todas las chicas tenían esa pureza larga y luminosa, como se sabe, el diablo anda por ahí, suelto, pervirtiendo gente. El otro día encontramos a doña Clemencia borracha quien - a pesar del hipo y mal aliento - juró, en nombre de todos los santos, que nunca había ingerido licor alguno; dos de sus hijas también decían haber sido poseídas por los demonios, los muy viles las embarazaron siendo vírgenes, y ni hablar de las apariciones del “duende” en las cabalgatas, todos temían a ese sirviente de Satanás que enloquecía frecuentemente a las cuadrillas de turistas quienes terminaban por corromper a las castas mujeres del pueblo.

Ese día el sermón de don Roberto fue tedioso, decía “la escuela tiene que fortalecer la dignidad, la fe” y no sé qué otra cantidad de cosas que ahora no

Pedro Antonio Rojas ValenciaProfesional en filosofía y letrasUniversidad de Caldas

SILVIA recuerdo. Yo me limitaba a la contemplación de Silvia, todos se reían de mí, se daban cuenta de mi tan evidente “chorrera de babas”. Siempre la esperaba cerca del río para compartir con ella el recreo y en el portón de la escuela para acom-pañarla a su casa, incluso, había trabajado duro el fin de semana en los potreros, a escondidas de mis padres, todo para hacerme unos pesos, que gasté en una de esas chocolatinas gringas de la tienda de las hijas de doña Clemencia. Yo no sabía que Silvia nunca las había probado, por eso cuando se negó, le insistí una y otra vez, no puedo olvidar ese momento, unos minutos antes de que sonara la campana, en el que cansada de mi obstinación - después de una pequeña sonrisa - se decidió y, cuidadosa de que nadie más la viera, le dio un mordisquito, un mordisquito nada fino, un mordis-quito que más parecía un primer beso: el cuadrito torpemente presionando con los labios, un hilito de saliva prolongando el encuentro… y sobre todo, el otro mordisquito, el mordisquito a su labio inferior cuando terminó.

Ese mismo día, a la salida de las clases, me senté a esperarla, pero a pesar de mis deseos de verla no apareció. Toda la escuelita se alarmó por la aus-encia de Silvia, salimos a buscarla, subimos y ba-jamos por los potreros, preguntamos en cada una de las casas del pueblo, nadie sabía nada, yo es-taba desesperado, pensé que era mi culpa, que el chocolate - como el licor - introduce al diablo; que tal vez, el diablo se la había llevado… cuando la encontraron la hallaron arrodillada, callada, llena de trenzas y de lágrimas. Todo el pueblo hablaba del duende, decían que lo habían visto subirse a los caballos y hacerlos correr desbocados durante horas y llenarlos de trenzas, que escondía las cosas de los guaqueros, también hablaban de las brujas, que había que pegarles un balazo, había que dor-mir con la cabecera de la cama apuntando hacia la puerta - así no entraba la bruja - , pero fuera quien fuera ¿Por qué se tenía que meter con Silvia?,

¿por qué con mi Silvia?, ¿qué le había hecho ella a ese demonio para ser castigada tan horrorosamente?

La semana siguiente Silvia no fue a la escuela, yo me sentí desgarrado, necesitaba pedirle disculpas por darle el chocolate, hasta que un miércoles - como el del primer día - ella regresó, necesitaba que me perdonara y decirle que no quería, que no era mi in-tención hacer que el diablo se le metiera adentro, pero ese día no quiso hablar con nadie, todos decían que se había convertido en una santa, que había cura-do a su abuela de la cojera, que hacía milagros sólo mirando a la gente… pero sentía que a medida que ella se convertía en santa, yo me dejaba poseer por el diablo, ella sumergida en la completa indiferencia, como si todo lo que fuera concerniente a las clases de don Roberto - a los juegos o las chocolatinas - ya no le interesaran, y yo todo lleno de deseo, de ganas de hablar con ella, de pasar el descanso juntos, de co-gerle la mano descuidadamente. La perseguía desde lejos, le escribía cartas, le intentaba hablar, pero ella no decía nada.

Con el tiempo el calor en la escuela ya no me anes-tesiaba, ya no me parecía insoportable, me gustaba la transpiración, me daban ganas de arrancarme la ropa, de quitársela a Silvia, de traerla a los sudores, a esas cosas de las que tan secretamente se habla en la escuela. Ella - la prohibida, la tranquila, la impasible -, llena de santidad, me enloquecía, sin embargo, nos separaban unas barreras invisibles. Yo me trastornaba por ambos, yo me excitaba por ambos, como si toda su carnalidad me hubiera sido concedida. Quise espi-arla, ver como se bañaba en el río, ver cómo su largo cuerpo se tornaba frío - húmedo- , ver cómo el agua se arrastraba hasta sus costillas, cómo su pelo dejaba de estar cuidadosamente peinado, cómo su falda, su camisa, sus zapatos la esperaban sobre alguna pie-dra. Un día decidí seguirla, el calor se había desvaneci-do y una tenue lluvia oscurecía el cielo, me deslicé entre los pastizales, me escondí, todo lleno de deseo

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1 La traducción de Octavio Paz de este verso es: “¡Come chocolates, pequeña, come choc-olates! Mira que no hay más metafísica en el mundo que los chocolates, mira que todas las religiones no enseñan más que confitería. ¡Come, niña sucia, come!”.

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me arrastré como una serpiente: el diablo me había poseído completamente - como a doña Clemencia el día de la borrachera infernal - , atardecía y yo pensa-ba en sus hijas, me parecían grotescas, me parecían corruptas y lo que quería era corromper. Tenía sed de Silvia, de la santa Silvia, de la “santa de las trenzas”… mucha gente venía de pueblos vecinos para pedirle que les hiciera un milagrito, se dice que curó cojos, ciegos, mudos, hasta se dice que resucitó a alguien. Todos la seguían, la veían cada vez más santa, sin em-bargo, esa noche parecía que quería caminar sola, se había escapado de esa multitud que la fastidia-ba, llegó a la escuela y se sentó cerca al río donde pasábamos juntos los recreos. Quería lavarle los pies, después las pantorrillas, después un poco más arriba, y estregarla toda, decirle que eso de la fe no puede estar bien, que eso de la dignidad son puras patrañas, que si quiere puede arrodillarse conmigo, arrodillarse sin ropa, sin cruces y que las rodillas deben lacerarse, no por una devoción celestial, sino, por una excitación terrena.

Ella me miró, se dio cuenta que de que la seguía, me dijo que me sentara a su lado, a mí me temblaban las piernas y no solo las piernas - me faltaba el aire - una vez sentado me contó que ya no quería ser una san-ta, que sabía lo que deseaba, que no existía ningún duende, que don Roberto era el que había embaraza-do a las hijas de doña Clemencia y que él era quien la había llenado de trenzas - y no sólo de trenzas -, pero si todo eso del duende, de las brujas, del diablo era mentira ¿Por qué era yo quien quería trenzarla? Guar-damos silencio, y ella, mientras comenzaba a sonreír - como aquel día del sermón tedioso - se aproximó y me preguntó si tenía un poco de chocolatina.

En la cama a las mujeres se les prohibía liberarse demasiado, solo él podía llevar la carga, si ella gritaba con fuerza si se movía con mucha pericia el marido sospechaba, temía que su esposa hubi-era aprendido aquellos trucos antes del matrimo-nio, temía por un amante instructor, temía por su posición dominante, temía ser descabezado, por un enemigo que entre sombras se asemeja más a él que a cualquier otro producto de su imagi-nación, lo peor es que abandonaba su capaci-dad meritoria para dar placer en exceso. Dios lo había castigado por ser bueno en la cama y malo labrando la tierra, a Justiniano ya en nada le podía ir peor, sus cosechas no crecían y ahora su esposa estaba traicionándolo, ¿Pero con quien? reflexionó en silencio mientras fumaba un cigar-rillo al costado de Gertrudis quien se sentía cóm-plice por la actitud cortante de su marido, terminó el primero y encendió el segundo, se levanto de la cama y salió al solar, por más que un hombre madrugue el sol no saldrá más temprano ,decía, en medio de sus cultivos de tomate podrido. De-cidido entonces ir a encontrar al culpable, pensó que Nidia la bruja del pueblo le daría respuesta, se subió al Willys calentó unos minutos el motor y salió sin decirle nada a Gertrudis quien lo miraba desde de la ventana. El paisaje cambiaba cada vez que se acercaba a la posada de la bruja, al llegar notó un raro olor en el aire bajo del Jeep y reviso el motor, al parecer no era nada, se acer-co caminando los últimos metros hasta la posada, su respiración era lenta y difícil, con cada paso se sentía mareado, volteo, miro el carro y entro a la casa, Nidia sentada frente a la mesa le asintió con la cabeza al verlo y con un gesto lo invito a

sentarse, estaba sola, Justiniano tomo asiento, la miro a los ojos y ella dijo: “cuénteme que lo aflige”, sin decir más de tres frases la bruja lo interrumpió y exclamo, usted lo que tiene es ese pito cagado, lo que necesita es una bebida, Justiniano se tumbo para atrás en la silla, tomo aire, pasaron algunos minutos de charlas y pesquisas, saco de su billetera 20 mil pesos y salió con una bebida de color negro, entro en el Willys, giró la llave pero el Jeep no respondía, una vez más reviso el motor pero indignado por no encontrar avería tiro el brebaje contra el suelo, respiro profundo mientras veía derramarse el contenido negro de la botella, se incli-no a oler el contenido del recipiente y vio una fuga de gasolina debajo del carro, ¡Lo que me faltaba! ex-clamó, intentó de nuevo encender el Jeep pero no respondía, quitó el embrague y empujó el auto hasta la casa de Nidia, por otros 20 mil el auto pasaría una noche segura, pero él tenía que volver a casa, no era muy prudente pasar la noche en compañía de ella.

Decepcionado volvió a su casa, la bruja sólo le pro-curaba bienaventuranzas a cambio de algo de dinero y terminó pagándole el doble por nada. “Más marica yo ir a pensar que esa puta bruja me resolvería la vida, me toca es preguntarle a Gertrudis con el machete en la mano”, protestó mientras tomaba por el man-go el machete y lo sacaba de la vaina, se acercó a la puerta de su casa y se detuvo por un momento, lo mejor es desaparecerme, pensó, y se alejó entre

Julian BecerraEstudiante de PsicologíaUniversidad de Manizales

CONTRANATURA II

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las plantaciones fallidas de tomate entonces vio lo que para el sería la revelación de toda una vida, entre el cultivo una pequeña luz alumbraba los residuos podridos de la plantación, dejó de lado el machete se apresuro al lugar con pala en mano y escarbo hasta quedar tumbado, tomo un respiro y vio una olla de barro llena de alhajas y oro, se sonrió con avaricia y antes de siquiera poner una mano en el tesoro este desapareció sin más, “¡Vida hijue puta! Esto es lo último que me faltaba ya no aguanto más”, se devolvió para la casa, abrió la puerta de una patada y tomo a Gertrudis por el brazo, la llevó al cuarto, la tiro al colchón y le dijo, “con quien has estado mientras estoy en el pueblo, decime que te he hecho yo para que me tengas por tonto y te estés acostándote con otro”, la mujer ofendida le respondió que no conocía pinga algu-na más que la suya y que si era necesario se lo de-mostraría chupándosela y dejándosela meter por el culo, estupefacto por la proposición que para su pobre educación representaba un sacrilegio, sudó frío y se bajo el pantalón, ahora recordaba las palabras de la bruja, “es que usted tiene ese pito cagado”.¡Pito cagado!, afirmaba cada mañana frente al es-pejo, como si las palabras de la bruja lo consumier-an por dentro. Aquella tarde su taita don Joaquín le había ido a tocar tres veces el portón, reponiendo que Jesús, el padre, estaba muriendo en su casa pensión. Justiniano ensilló un caballo y salió de su casa, Joaquín aminoraba el paso en su Jeep y lo guiaba por un atajo conocido como el arremeque. Horas más tarde, Gertrudis le preguntaba, “¿Cómo esta? ¿Si se va a salvar? Dios guarde al padreci-to”, sollozaba mientras entrelazaba con fuerza am-bas manos en señal de piedad. Justiniano apenas podía mirar a su mujer, la situación de la noche anterior le parecía tan grotesca que no la sabia reparar, la mirada se le hacía esquiva y cuando ella encontró sus ojos con apremio el resoplo y dijo: “apenas cruce palabras con él, la verdad al acer-carme, el padre aireo un poco sus sabanas y ese

olor concentrado de mierda y miaos me dieron por sentado que lleva semanas muy descuidado, yo no le doy mucho tiempo respirando”. Gertrudis se bendijo y se le acercó pretendiéndole tomar la mano, Justini-ano atacó desairado como quitando un mosco de la manga y salió al solar, encendió un cigarrillo y resoplo “¿pito cagado?” se pronunciaba entre dientes, mien-tras miraba la luna menguar entre la arboleda, “¡voy al pueblo!” Grito y salió a caballo. En la cantina “las tres verdades”, apodada así por aquellas frases sabias del monte a quien nadie le importaban, Justiniano entro y tomo asiento, miro al cantinero y le pidió una botel-la de aguardiente, se apodero de una copa como apretando a un pollo por el pescuezo y se sirvió con prisa, la cosa estaba seria, era cuestión de lavar la cabeza y entre copa y copa la botella se vio en el piso y no dio más, se paró y pidió la siguiente, se le sirvió con prisa, tomó de nuevo hasta dejarla coca y salió de la cantina tambaleando un poco, se detuvo y se apretó el cinturón, se fue al burdel y entró bus-cando a la misma, Julieth, ella lo vio y lo apretó con ganas. Si ve yo si le decía que esa mujer suya solo sirve para cocer y cocinar yo sabía que ibas a volver mi amor, pronunciando las erres como ronroneando. De momento le acarició el miembro y lo guió hasta la habitación, “esta puta está caliente hoy” asintió Jus-tiniano metiéndole la mano en las enaguas, apresuró el paso, cerró la puerta y la aseguro, Julieth ya es-taba tendida sobre la cama, ella era virtuosa desvis-tiéndose, conocía su labor. Justiniano se quitaba las botas y se desbrochaba la hebilla del pantalón, Julieth entrecruzaba con malicia sus piernas mientras lo ani-maba venir a la cama, Justiniano se levantó y la tomó con fuerza, la puso en cuatro y lo intento acertar en el culo, ella se percató, se giro brusca, grito: “vos quieres estar con una mujer o con un hombre o es que ahora te estás volviendo marica”, Justiniano perdió la razón, vos sos una puta y haces lo que yo te diga; la tomó con rabia intentado plasmar sus manos torpes y borra-chas sobre el cuerpo de la mujer, ella salió de la cama de prisa, corrió hasta la puerta arriándole madres, los clientes ya empezaba a percatarse del alboroto, Jus-

tiniano la tomó del brazo y la entró al cuarto, era común que una puta u otra resultara metida en problemas como estos, Justiniano la tiro con fuerza sobre lo que para él era la cama, pero Julieth se golpeó acertadamente con la poltrona, Justiniano paró un momento y encendió un cigarro, “yo te dije que vos hacías lo que yo quisiera para eso

¿Cómo salirse de un canon preestablecido y pre-dominar en éste? En un momento donde el auge, el apetito, y más aún el comercio devorador se habían atrevido a poner al marco de la violencia como plato del día, por ser el más apetecido entre los comensales, era difícil hacer frente a este públi-co acostumbrado a querer más de lo mismo, girar la mesa y hacerlo por fin ver su menú desde la otra perspectiva. Evelio Rosero Diago con su novela “Los ejércitos” sin pensarlo demasiado nos ofrece esta magnífica oportunidad de pensar y observar el otro lado de la historia.

Su obra se teje con historias verdaderas, utilizando un hilo ficticio: Ismael Pasos, un profesor respeta-do por su edad y conocimiento, convive tímida e intensamente con una de las tantas pasiones hu-

te pago”, Julieth no decía ni erre, Justiniano mordía el cigarro con fuerza y respiraba hondamente, miró a Julieth y nada, estaba donde la había dejado, le tomó la mano buscándole el pulso pero jueputa, ret-rocedió algunos pasos, dejó el cigarro y la subió a la cama le volteo el cuerpo e hizo moñona.

manas, la lujuria. Hilvana una a una las historias de la guerra desde quienes las viven. Es la historia detrás del conflicto, de fuegos enfrentados cuyas caras se desconocen, de esos personajes que se quedan tras el telón muchas veces, pero que son los que más viven y sufren lo que pasa en el escenario. Asimismo, resulta paradójico el nombre que recibe la novela, pues en realidad, los protagonistas principales no serán precis-amente los ejércitos, de los que entre otras cosas nun-ca conoceremos procedencia, sino aquellos que es-tán un poco más allá del fondo visible, los verdaderos actores de la realidad. Rosero, al ser periodista realiza toda una investigación para escribir esta novela, re-copila una larga lista de recortes de periódico, no-ticias de televisión, emisiones radiales, testimonios de desplazados, y son todos estos elementos de la mano de su exquisita imaginación los que hacen posible el

Ana Milena Ladino RojasEstudiante de Filología e idiomas con énfasis en francés Universidad Nacional de Colombia

ENTRE LÍNEASRosero, Evelio. 2007. Los ejércitos. Bogotá, Colombia: Fábula Tusquets editores.

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proceso de creación y afianzan el argumento de esta obra.

Esta historia se erige como una amalgama entre los hilos de realidades y sobre-realidades, la vio-lencia como escenario general, y el idílico mundo de los pequeños detalles que viven los personajes como el acto principal de esta comedia negra, como lo dice Boyd Tonkin “No sólo es un lamento de la guerra, sino un canto a las pequeñas cosas de cada día” (Tonkin, 2009, párr. 1). Por otro lado, al ser escrita en su mayoría en tiempo presente y en primera persona, convierte al lector en cómplice de la historia, lo acerca de una manera íntima a lo que ocurre dentro de la narración.¬ Es este mismo hecho de cómo se conjugan estos dos elementos lo que hace de Los ejércitos una obra destacada entre sus congéneres.

Nos muestra la vida cotidiana, los misterios y los tra-jines de cada día de los que deben soportar a la violencia como uno más de sus vecinos.

En el momento donde se había puesto de moda iluminar lo que se decía “realidad colombiana” re-sumida en problemas de narcotráfico, secuestros y matanzas, surge esta obra que no se reduce al morbo ni al amarillismo del que se han impregnado muchos medios en la actualidad, sino que brinda a la violencia un relato íntimo, donde es más rele-vante mojar los pantalones que ser despedazado junto a un grupo de niños por una granada. Con todo esto, la novela Los ejércitos presenta a la vio-lencia como un plato con un olor menos repulsivo y con un sabor un tanto más apetitoso. Es aquí don-de con satisfacción puedo sugerir este libro como platillo y con gusto decir: Bon appétit!

Referencias Bibliográficas:

Tonkin, B. (2009, mayo). Evelio Rosero gana el Inde-pendent Foreign Fiction Prize. Recuperado el 4 de mayo de 2011, del sitio Web de Tusquets Editores: http://www.tusquetseditores.com

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