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UNIVERSIDAD DE COLIMA
M AESTRÍA EN
HISTORIA
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
MUJERES QUE ESCRIBEN: TEXTOS FEMENINOS
EN LA LITERATURA REGIONAL, 1880-1910
Tesis para obtener el grado de Maestría en Historia
Presenta: Nora Patricia Ríos de la Mora
Asesora Doctora Avital H. Bloch
Colima, Colima, marzo de 2007
3
AGRADECIMIENTOS
Escribir un texto se asemeja a emprender un viaje, y en el camino gozamos, aprendemos
y a veces cavilamos acerca de la dirección que deben llevar nuestros siguientes pasos.
Este trabajo es el resultado de años de inquietudes y meses de trabajo, sin embargo no
he estado sola en este recorrido. Para comenzar y terminar este texto he contado con el
aliento y cobijo de diversas personas e instituciones. No es posible mencionarlas a
todas, pero sí es un verdadero placer hacerles llegar mi agradecimiento, y quiero
mencionar a quienes de manera muy particular colaboraron en este proyecto.
Cursar la Maestría en Historia y realizar esta tesis no hubiera sido posible sin la
beca que me proporcionó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
Reconozco la dedicación y capacidad de todos mis maestros y maestras en la maestría.
Con algunas de ellas hay recuerdos memorables: el viaje a Alcalá de Henares y Madrid,
España con la Dra. Mara, y la Mtra. Anayanci Fragoso, quien a través de su curso
Historia de mujeres y género, es capaz de hacer que la historia y cualquier expresión
humana pueda comprenderse de distinta manera.
Reconozco a todos mis compañeros y compañeras de la maestría, pues su
presencia hizo de ésta una experiencia especial. Agradezco la compañía de Lupita,
Arcadio y Rafael, la amistad de José Luis, de quien aprecio los comentarios e interés
por mi trabajo.
Este compromiso hubiera sido azaroso si no hubiera contado con la colaboración
y profesionalismo de las personas de las bibliotecas y archivos que visité. Especial
mención deben tener los chicos y chicas del Archivo Histórico Municipal de Colima, de
la Biblioteca de Ciencias Sociales Francisco Velazco Curiel la M. C. Nélida Valencia
Contreras, de la Biblioteca de Ciencias Miguel de la Madrid Hurtado, su Directora la
Licda. Luz María Perez Santa Ana, la M.C. Alma Delia Heredia Durán y la Licda. Rosa
Elena Pérez de la Fuente.
Finalmente, mi trabajo debe mucho al auspicio de las personas que integran el
Centro Universitario de Investigaciones Sociales CUIS de la Universidad de Colima, mi
agradecimiento especial a Cecilia Chávez, José Molina, a la Licda. Patricia Sánchez, y
a la Mtra. Celia Cervantes, Directora del Programa de Estudios de Género.
Especialísimo reconocimiento merece la Dra. Avital Bloch, Directora de este centro
4
universitario y asesora de mi proyecto, a quien agradezco su confianza, el espacio físico
y emocional que me proporcionó para el trabajo y la inventiva de esta tesis.
A los lectores de este texto: el Dr. Servando Ortoll, la Dra. María de los Ángeles
y la Dra. Karla Kral, a quienes agradezco su crítica, dotada de años de experiencia,
paciencia y buena voluntad.
A mis amigos y amigas: Teo, Tony, Anabel y Noemí, gracias por su generosidad
y aliento.
5
La dama de la ventana1
Del tiempo hecho arena como única vestidura, así surge el rostro impasible de la
dama de la ventana. Tras siglos de silencio parece ahora recobrar el habla. Ella, como
errante figura, cuelga de la memoria hermana, ignorada e ignorante de su valía. Inmóvil
y sujeta al marco blanquecino y pétreo de su ventana, parece reconocer con su mirada la
brevedad de la vida y lo inmortal del alma humana, ¿de qué olvidada pasión habla? ¿De
qué vieja fantasía ahora me hace su confidente?
Dedico este texto y los “otros” a mi familia: la
heredada y la elegida, con quienes he
compartido el camino y el corazón.
Nora Patricia Ríos de la Mora
1 La imagen que aquí se ilustra es conocida como “dama asomada a la ventana” y fue un motivo predilecto de los artesanos del marfil de culturas de la antigüedad. Véase Michael Roaf, Mesopotamia y el antiguo Oriente Medio. vol. II. Atlas Culturales del Mundo (Barcelona: Ediciones Folio, 1994), 157.
6
INDICE
PRESENTACIÓN CARTA DE APROBACIÓN AGRADECIMIENTOS DEDICATORIA ÍNDICE RESUMEN ABSTRACT INTRODUCCIÓN............................................................................................................1 CAPÍTULO I.- CULTURA PORFIRISTA: ESCENARIO LIMINAR FEMENINO....................................................................................................................17 I.1Elementos culturales en Colima………………………….………………………………………………………30 CAPÍTULO II.-EL IMPACTO DE LA PRENSA Y LA EDUCACIÓN EN LAS MUJERES.......................................................................................................................37 II.1 La prensa……………………………………………………………………….... 37 II.2 La educación.……………………………………………………………………...46 CAPÍTULO III.-VOCES EN LA ESCRITURA DE MUJERES EN EL SIGLO XIX…….........................................................................................................................57 CAPITULO IV.- MARÍA REFUGIO BARRAGÁN DE TOSCANO Y LA LITERATURA................................................................................................................73 IV.1 María Refugio Barragán de Toscano……………………………………………...74 1V.2 La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado…………..………….………78 IV.3 Otras miradas a La hija de Nazareth y La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado………….……………………………………………...82 CONCLUSIONES...........................................................................................................92 BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................101
7
RESUMEN
Este estudio analiza mujeres escritoras en la Ciudad de Colima y su región desde
1880 a 1910. Estas mujeres mexicanas escribieron y publicaron poemas, discursos,
obras de teatro, novelas y cartas. Participaron en los ambientes culturales de la época
como las escuelas, círculos literarios y asociaciones de caridad que favorecieron su
expresión escrita. Algunas de ellas se instruyeron en casa y otras se alfabetizaron en las
escuelas públicas por pertenecer a distintos estratos sociales. Los textos femeniles se
localizaron en el periódico oficial El Estado de Colima y se analizaron desde las teorías
aplicadas en los estudios de género y herramientas metodológicas usadas en el campo
de la historia de las mujeres.
Palabras claves: historia, mujeres, género, cultura, Colima, México, escritoras,
1880-1910.
8
ABSTRACT
This study analyzes women writers in Colima and the region from 1880 to 1910. These
Mexican women wrote and published poems, speeches, plays, novels and letters. They
contributed to the period´s cultural settings, such as schools, literary circles, and charity
associations that appreciated the written expressions of these women. Belonging to
different social classes, some of them were instructed at home, while others were
educated in state public schools. Their literature and texts, published in books and in the
official newspaper El Estado de Colima, is analyzed through theories that are applied in
Gender Studies and by methodological tools used in the filed of women´s history.
Keywords: history, women, gender, culture, Colima, Mexico, female writers, 1800-
1910.
9
INTRODUCCIÓN
Mujeres y escritura fueron los elementos básicos con que conduje este trabajo. Las
mujeres como tema central de estudio y reflexión, como interlocutoras, o bien, como
generadoras de mensajes y discursos son tópicos frecuentes en el contexto social
nacional. Pasar la mirada por nuestro derredor significa encontrar una diversidad de
ideas y significados del quehacer y pensar de las mujeres. Sin embargo, cuando vuelvo
la mirada al pasado e intento recuperar las expresiones de las mujeres que conformaron
nuestro origen, es frecuente la ausencia de su registro en la historia tradicional, la que
como resguardo de la memoria tiene poco qué decir de las mujeres, de sus espacios, de
sus pensamientos y de sus productos materiales o simbólicos. La historia tradicional
también dificulta que sean ellas mismas quienes relaten sus experiencias y su vida.
Estas características de la historia y de la historiografía tradicional, parecen ser su
actitud frecuente en relación a la historia de las mujeres.
La historiadora María-Milagros Rivera Garretas concibió que el escaso registro
de las mujeres en el pasado se debe a un problema de interpretación histórica, pues no
refleja la experiencia de vida que ellas han tenido.2 Rivera Garretas nos dice que las
mujeres estamos presentes en la realidad, pero ausentes de las representaciones
culturales que formamos como trabajadoras, artistas o intelectuales a lo largo de la vida.
Aunque las mujeres hemos estado en la vida diaria y en los eventos extraordinarios de la
sociedad, con frecuencia nuestra presencia es borrada de la memoria. Según cita Rivera
Garretas en su artículo, tal consideración la hace la filósofa Luisa Muraro al reflexionar
acerca de un incidente que apareció en la prensa en la época contemporánea. Luisa
Muraro es investigadora de la Universidad de Verona en Italia,3 y según relata Rivera
Garretas, ella se enteró que una mujer había organizado un acto público para apoyar la
campaña electoral de un candidato a jefe de gobierno. Más tarde, cuando la prensa
relató el evento, y dio a conocer algunos nombres de las personas presentes en él, le 2 María-Milagros Rivera Garretas, “La querella de las mujeres: una interpretación desde la diferencia sexual”, Política y Cultura 6 (primavera 1996): 25-39. 3 Para mayor información acerca de Muraro y su trabajo, véase http://www.df.univr.it/dol/main?ent=persona&id=721&lang=es y http://www.elpais.com/articulo/andalucia/filosofa/italiana/Luisa/Muraro/investiga/herejia/feminista/elpepuespand/19980601elpand_17/Tes ( 24 de febrero de 2007).
10
llamó la atención la omisión de la mujer que lo había organizado. Para Muraro fue tan
significativo este acto de omisión que propuso una ley para estudiar la sociedad, que
llamó “Ley de Lina Vannucci”.4 De acuerdo a este código, la presencia femenil en el
registro social es siempre menor en relación a la de los varones.
En la actualidad ya existe el registro de las mujeres en los medios impresos. Sin
embargo al buscar en la memoria colectiva las acciones femeninas, con frecuencia
permanecen ausentes en la mayoría de las sociedades occidentales. En los orígenes de
este estudio, el escenario del Porfiriato5 colimense también estaba desprovisto de
expresiones culturales femeninas, lo cual parecía evidenciar la ausencia de la escritura
de las mujeres en la memoria cultural del siglo decimonónico. Respecto a esto, el
pensamiento feminista considera que la primera segmentación en la sociedad se basa en
el sexo del individuo: nacer varón o nacer hembra. Y a partir de eso se construyen
diferencias en el acceso a la educación, al trabajo y a la idea de la vida. Por feminista
voy a entender –una definición general y desprovista de sesgos- la expresión de un
sistema de pensamiento que intenta comprender los eventos sociales desde la
experiencia y condición de género de las mujeres en las comunidades de todos los
tiempos. El concepto acuñado desde esta posición para comprender la división social ha
sido llamado política sexual, y se entiende como “las relaciones de poder que se han
establecido y se establecen entre hombres y mujeres en razón de[l] sexo. Estas
relaciones son previas a las que supuestamente regula el contrato social (y que generan,
por ejemplo, las desigualdades de clase)”.6
En las sociedades occidentales con una profunda tradición patriarcal, esas
relaciones de poder se establecen en perjuicio de las mujeres. El sistema patriarcal
considera que el principio de orden y jerarquía social es el individuo masculino, de ahí
que privilegie la comprensión y explicación de las relaciones y roles sociales a partir de
él. Por esta razón, ellas, nosotras: hijas, hermanas, esposas, madres, son ahora mis
interlocutoras y guías del pasado porfirista. Me conducirán a través de los escritos
acerca de ellas, o bien, de aquellos documentos que cobraron vida al impulso de su
pluma. Estoy conciente de la recomendación de escribir en tercera persona en los
4 Rivera Garretas, “La querella”, 26. 5 El periodo histórico de México conocido como el Porfiriato, abarcó un poco más de 30 años (1876-1911). Tomó su nombre de la principal figura política de la época, el general Porfirio Díaz, quien dirigió el país durante estos años, sin contar breves interrupciones de su gobierno. Véase José Luis Martínez, “México en busca de su expresión” en Historia General de México, coordinado por el Centro de Estudios Históricos, 707-756 (México, D.F.: Colegio de México, 2000). 6 María-Milagros Rivera Garretas, Textos y espacios de mujeres (Barcelona: Icaria, 1995), 14.
11
escritos académicos. Sin embargo, utilizo la primera persona a causa del sentido tan
personal que este trabajo tiene para mí. Al hacerlo así guardo en la memoria el esfuerzo
y la entrega con que nuestras mujeres del pasado tomaron, con su voz y su pluma, el
“yo” como forma de enunciación.
Las escritoras del Porfiriato colimense son el objeto de este estudio, e indagué
acerca de ellas desde una doble perspectiva: la de la historia de las mujeres y la
reflexión y la metodología feminista contemporánea. En esta introducción expondré
algunas ideas del pensamiento feminista que han sido el germen y faro de esta travesía.
Aunque puntuales, no voy a tratar todas las ideas en este apartado porque lo haré a
conveniencia del desarrollo de otros capítulos.
Un aspecto medular en esta investigación es la construcción de categorías de
análisis, las cuales, por las características de esta tesis, van hermanadas con las teorías
que las sustentan a lo largo de la exposición. La categoría feminista desde la que
desprendo y articulo este estudio es “género” y el paradigma conocido como “sexualizar
el análisis”. Desde otras disciplinas aplicaré y ajustaré conceptos como: región, texto,
política, literatura y cultura. Por supuesto que el enfoque principal es el de la historia,
disciplina que me permite historizar los conceptos y precisar los significados que se
estructuran en las prácticas y fenómenos que deseo estudiar y que están vinculados al
tiempo y espacio preciso de análisis. Esta particularidad de la disciplina histórica me
permite reflexionar acerca de los términos, prácticas y significados del estudio de las
mujeres del siglo XIX.7
El género ha sido definido como una “[c]onstrucción social, cultural e histórica
que asigna ciertas características llamadas femeninas y masculinas con base en el sexo
biológico”8 a los individuos. Al concebir que los rasgos de la feminidad y masculinidad
no son de naturaleza genética, sino que se aprenden e incorporar a lo largo de la vida
por parte de las personas, esta acepción del género aplicada al estudio de las sociedades
permitiría observar las diferentes actitudes y valores en derredor de los sujetos sociales,
hombres y mujeres. Además, esta acepción del género se aplicó y popularizó en los
estudios de la mujer porque el término adquirió un matiz político para las feministas
contemporáneas, pues al aplicarlo ellas quisieron reivindicar el campo académico, así
7 Alberto Tenenti, De las revueltas a las revoluciones (Barcelona: Crítica, 1999), 7. 8 Cecilia Olivares, Glosario de términos de crítica literaria feminista (México, D.F.: Colegio de México, 1997), 51.
12
como señalar la falta de recursos teóricos que explicaran la subordinación de la mujer
respecto al hombre en la sociedad, y su menor registro en la historia.9
El género es un concepto heredado de los estudios de la sexualidad humana
realizados por los investigadores John Money y Robert Stoller alrededor de los años de
1960. Ellos hicieron una diferenciación conceptual entre sexo y género, al primero lo
concibieron como propio de la biología, la genética, la fisiología y lo hormonal,
mientras que el género lo definieron como una forma de elaborar social e histórica de lo
femenino y lo masculino.10 De ese campo del conocimiento, el género fue incorporado
por feministas estadunidenses a otras disciplinas como la historia y la antropología en la
década de los setenta, y más tarde pasó a la crítica literaria feminista.11 Ahí, el término
se utilizó para argumentar que la literatura escrita por mujeres se encontraba marcada
por la pertenencia al sexo femenino por parte de la autora. Por esa misma época, los
años de 1980, el género comenzó a utilizarse como una categoría relacional, pues se
consideró que tanto el hombre como la mujer son definidos socialmente en función del
otro.
Las académicas francesas fueron las primeras en ocuparse de colocar a la mujer
en el centro de la investigación y reflexión del acontecer social, y esa práctica se
denominó estudios de las mujeres.12 Las feministas estadounidenses también se
enfocaron en el análisis de la mujer, y para los años setenta, estas historiadoras
feministas lograron definir un campo académico específico: el de la historia de las
mujeres. Este campo tuvo como antecedentes el interés del activismo feminista de la
década de los sesenta, mismo que demandó un pasado que reflejara a las mujeres y su
participación en la sociedad. No es el interés central y tampoco existe el espacio
suficiente en este apartado para exponer la complejidad del desarrollo de este campo de
estudio, sin embargo hay que señalar las vinculaciones entre el movimiento feminista y
el interés académico de la historia de las mujeres y su política que legitimaba la
producción de este conocimiento.13 Así, las historiadoras feministas han construido en
9 Olivares, Glosario, 51. 10 Mariela Castro Espín, El sexo como juez universal del ser humano. Véase <http://www.cenesex.sld.cu/webs/marielads.htm> ( 26 de febrero de 2007). 11 Olivares, Glosario, 51. 12 Karen Offen, “Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo”, Historia Social 9 (1991): 103-135. 13 Joan W. Scott, “Historia de las mujeres”, en Formas de hacer historia, coordinado por Peter Burke, 59-89. (Madrid: Alianza, 2003), 59-61.Para otros detalles véase Elena Urrutia, coordinadora, Estudios sobre las mujeres y las relaciones de género en México: aportes desde diversas disciplinas (México, D.F.: Colegio de México, 2002), passim.
13
las últimas décadas categorías, modelos y conceptos que intentan reflexionar en la
manera cómo se ha hecho la historia, particularmente el registro de las mujeres.
Este estudio no es ajeno a estas propuestas, y durante la búsqueda y trayecto para
la consecución de este proyecto me han importado los atributos, conductas y límites que
histórica y socialmente se conforman en derredor de la característica biológica del ser
mujer, y lo que su escritura significa como elemento de expresión dentro de un proceso
de construcción y afirmación de la identidad femenina. Es posible considerar que los
trabajos literarios no sólo hablan de las ideas o sentimientos de las autoras, sino que en
ellos es posible “leer” ideas, valores y prácticas de la época que las cobija. La
representación y actuación social de las mujeres está matizada por la identidad de
género que la sociedad y la familia construyen y perpetúan en cada momento histórico.
Para este proyecto elegí el contexto histórico del Porfiriato porque favorece la
búsqueda de fuentes documentales en los sitios tradicionales del registro histórico: los
archivos institucionales, donde es posible localizar escritos seriales que ofrecen una
visión de conjunto. Elegí también este periodo para comprenderlo a través de estudios
históricos previos.14 El lugar geográfico de partida será la ciudad de Colima. Esta
limitación espacial obedece a las dificultades que existen para realizar estudios acerca
de las mujeres y por tanto a la necesidad de realizar una acuciosa y profunda
exploración en archivos y bibliotecas. Resultados de otros análisis reflejan una seria
dificultad para encontrar fuentes primarias que registren la vida de las mujeres en los
lugares tradicionalmente utilizados para el oficio histórico.15
Existe una paradoja. La historiadora Silvia Marina Arrom habla de la dificultad
para conseguir fuentes en México. Por su parte Joan Scott niega que haya problemas
para conseguirlas. Ambas tienen razón. Scott expone desde su experiencia en territorio
norteamericano y considera que el problema de la ausencia de esos registros es
consecuencia del desinterés y la miopía de la historiografía tradicional que no considera
importante el registro de la vida de las mujeres.16 Mientras que Arrom habla desde su
experiencia al trabajar en archivos localizados en México, país donde la tradición y
condiciones en los archivos son distintas. La aparente ausencia de las mujeres en el
14 Para mayores datos acerca de la época véase Martínez, “México en busca de su expresión”, 707-756. 15 Silvia Marina Arrom, Las mujeres de la Ciudad de México, 1790-1857 (México, D.F.: Siglo XXI, 1988), 24. 16 Joan Wallach Scott, “El problema de la invisibilidad”, en Género e Historia: la historiografía sobre la mujer, coordinado por Carmen Ramos Escandón, 38-65 (México, D.F.: Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1992), 43-44.
14
registro de la historia, así como el estatus menor de la historia de la mujer como
corriente historiográfica, puede tener causas distintas, dependiendo de las condiciones
tangibles de los archivos y documentos o de la valoración con que se construye esta
disciplina.
La reflexión y preocupación de la filósofa europea Muraro acerca de la escasa o
nula presencia de las mujeres en la cultura, y por extensión en la memoria social, se
convirtió en una ausencia de fuentes para la disciplina histórica, así como en una
cuestión de lo que los académicos consideraban poco valioso o digno de ser estudiado.
Tales consideraciones se tradujeron en este proyecto en una serie de ajustes. Al indagar
en los archivos locales y al leer otras investigaciones del periodo se evidencia un
escenario desértico de expresiones literarias femeninas en Colima. Mi pesquisa mostró
que la única presencia de las mujeres en el Porfiriato colimense refería a su labor en la
educación como maestras. Para las mujeres hubo intentos nacionales por educarlas
desde mediados del siglo XIX.17 Sin embargo, fue a finales de esa centuria que algunos
nombres femeninos destacaron en los ambientes educativos colimenses.
Encontrar referencias de las mujeres en los ámbitos educativos a fines del siglo
decimonónico, no subsanaba el problema original de la ausencia de sus obras literarias.
Por lo tanto, consulté el trabajo de un investigador local que realizó una revisión
documental en búsqueda de poesía decimonónica en Colima. El autor consultó archivos
gubernamentales, eclesiásticos, históricos y la edición del periódico oficial El Estado de
Colima.18 Éste surgió en Colima el 13 de julio de 1867 y sigue apareciendo hasta
nuestros días, aunque sus contenidos han cambiado, y hoy son sólo de carácter oficial.
En la época de este estudio, 1880-1910, era un impreso que contenía información
variada, donde lo mismo aparecían las disposiciones del gobierno local y federal que
una sección literaria que publicaba poemas de autores locales y nacionales.19 También
mostraba una sección de eventos de la sociedad local, anuncios de productos como
jabón, instrumentos musicales y medicamentos.
Otras investigadoras dijeron que según estudios del siglo XX acerca de la
literatura femenina de los decenios anteriores, las mujeres mexicanas en el país no
17 Francisco Hernández Espinoza, Historia de la educación en Colima (Colima: Talleres Linotipográficos de la Escuela de Artes y Oficios, 1961), 17-19. 18 Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 17. 19 La consulta de este periódico la realicé en el Archivo Histórico General del Estado de Colima, en el Archivo Histórico del Municipio de Colima y en la Biblioteca de Ciencias “Miguel de la Madrid Hurtado” de la Universidad de Colima. Por eso no ofrezco una localización única en las referencias de él.
15
escribieron nada desde la época de Sor Juana hasta principios del siglo XX. Esos
estudios tuvieron como fuentes los libros de texto y la historiografía literaria mexicana.
Ellas también aseguran que cuando el ensayista e historiador José Luis Martínez20
escribió su obra La expresión nacional, encontró una treintena de escritoras antologadas
por el escritor jalisciense José María Vigil,21 quien recogió los trabajos poéticos de las
mujeres mexicanas. Este autor “se entregó a la tarea de consultar las bibliografías
fundamentales, revisar los certámenes impresos de la época colonial, y buscar en
publicaciones periódicas los materiales [...]”22 para reunir la expresión de las mujeres
del país. El estudio preliminar de esta obra refleja una gran actividad cultural y literaria
en México, de la cual fueron partícipes ciertas mujeres.
Los resultados de otras investigaciones realizadas en el Colima decimonónico
reflejaron un ambiente de profusa actividad cultural, donde se constituyeron sociedades
literarias, hubo montaje de espectáculos teatrales y la presencia de escritores y
traductores varones, quienes eran generosos con su pluma.23 En esos estudios también
encontré referencias a la existencia de una gran cantidad de periódicos en aquellos años,
mismos que ofrecían una mezcla: la discusión pública de la construcción de la república
y un ejercicio literario impregnado del ideal porfirista del progreso.24
Con base en la discusión sobre la ausencia y presencia de las mujeres en las
fuentes, surgió la pregunta: ¿dónde encontrar a las mujeres escritoras decimonónicas?
Esta inquietud me llevó a recordar un breve pasaje de la obra de Lewis Carroll Alicia en
el país de las maravillas, en el momento en que Alicia inquiere del Gato de Cheshire
« ¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?»
«Eso depende de a dónde quieras llegar», contestó el Gato.25
20 José Luis Martínez es miembro de la Academia Mexicana de la Historia desde 1993 y publicó su obra La expresión nacional. Letras mexicanas del siglo XIX en 1955. Véanse <http://www.acadmexhistoria.org.mx/ 28jlm.html> y < http://www.fil.com.mx/bibliofilo/jlmtz.asp> (15 de enero de 2007). 21 Lilia Granillo Vázquez y Esther Hernández Palacios, “De reinas del hogar y de la patria a escritoras profesionales. La edad de oro de las poetisas mexicanas”, en La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. I Ambientes, asociaciones y grupos. Movimientos, temas y géneros literarios, coordinado por Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra, 121-152 (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2005), 121 22 José María Vigil, Poetisas mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (1893; reimpresión, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997), xxxiii. 23 Guedea, Los decimonónicos, 11-19. 24 Daniel Cosío Villegas, et. al., Historia mínima de México (México, D.F.: Colegio de México, 2001), 127. 25 Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas (Madrid: Alianza Editorial, 1984), 110.
16
Tal respuesta hace pensar que si quería localizar a las mujeres escritoras en
Colima necesitaría buscar en los sitios correctos y saber preguntar acerca de su
paradero. Una vez que definí con claridad el objeto de este estudio, las posibilidades de
concretar la búsqueda con éxito aumentarían pues es lo que la lógica del minino de
Cheshire auguraba al decir: “[s]iempre llegarás a alguna parte […] ‹si caminas lo
bastante›”.26 La cita sugiere también cómo conducir una investigación y cómo no
desviarme del objetivo de encontrar a las mujeres escritoras. Para lograrlo incorporé una
forma particular de mirar lo social, cuya propuesta se centra en la idea de “sexualizar el
análisis” al momento de estudiar el pasado, y a “tener en cuenta las diferencias que
marca el sexo” en la representación de los individuos.27
La historiadora Rivera Garretas ha creado este concepto para dirigir sus estudios
y considera que de esa manera se puede localizar la expresión femenil. Para ella
sexualizar el análisis significa dirigir la investigación desde la conciencia de que
existen dos sexos biológicos y que a partir de ellos se construyen relaciones las cuales
habrá que cuestionar en el momento del análisis. Sexualizar el análisis se refiere
también a buscar la subjetividad femenina, es decir la subjetividad de género. Esta
subjetividad presupone que “las mujeres (por nuestro género, que se construye sobre la
diferencia sexual) tenemos algo que decir y hemos tenido algo que decir en el
pasado”.28 De forma general “subjetividad” significa desde el análisis de género, darles
a las mujeres el ejercicio de su voz y permitir que manifiesten sus puntos de vista acerca
de su existencia y su sociedad. Esto, a la larga, nos conducirá a obtener una nueva
comprensión de la historia y sus sujetos. Para lograr una investigación que tome en
cuenta la subjetividad y que muestre su impacto en el entendimiento de la historia, hay
que observar las formas, maneras y representaciones de las relaciones que se establecen
entre hombres y mujeres, y que en la literatura especializada se reconoce como análisis
de género.29
26 Carroll, Alicia, 110. 27 Rivera Garretas, Textos, 16-17. Véase también La Jornada, 2 de noviembre de 1998, <http://www.jornada.unam.mx/1998 /11/02/casa.htm> (26 de septiembre de 2006). 28 La Jornada, 2 de noviembre de 1998. 29 Más acerca de este tema véase Ana Lau J., “La historia de las mujeres: una historia social o una historia de género, en Cincuenta años de investigación histórica en México, coordinado por Gisela Von Wobeser, 159-169 (México, D.F.: Universidad Autónoma de México; Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 1998), 164-165; Joan Scott, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, compilado por Marta Lamas, 265-302 (México, D.F.: Nueva Imagen,1989).
17
En comparación al emergente análisis feminista que busca encontrar la
existencia de las mujeres en la literatura y en el arte, la historiografía e investigación en
otras disciplinas realizadas antes de los estudios de género en México, sugieren un
dinamismo cultural, intelectual y político en el Porfiriato habitado, investigado y escrito
principalmente por hombres. A mediados de los años noventa ciertos estudios en
México consideran fundamental estudiar la prensa para recuperar y conocer la
producción literaria del Porfiriato, pues en los medios permanecen olvidados los textos
literarios.30 Al principio del siglo XIX las condiciones sociales y económicas del país no
favorecieron el surgimiento y florecimiento de las publicaciones artísticas. El sesgo
principal de la prensa fue el político. Aunque eran periódicos de corte político, todos
ellos incluían temas o expresiones literarias, y esa situación se mantuvo aún después del
surgimiento de las revistas especializadas en literatura.31
Me pareció adecuado por ello elegir como fuente vertebral la prensa local
oficial, pues, pese a los hallazgos de los estudios locales revisados, existía la posibilidad
de que este medio impreso contuviera expresiones literarias femeninas. Además, esta
fuente es un documento serial que se encuentra en buenas condiciones para ser revisado
y cubre todo el periodo de este estudio. Éstas eran las condiciones óptimas para obtener
un panorama general de la sociedad, la vida económica y política de Colima, así como
informes sobre el ámbito nacional. La época porfirista impulsó con fuerza los ambientes
culturales y artísticos que en general ocuparon los hombres, mientras que se decía que
había una ausencia total de las manifestaciones artísticas femeninas. En este punto, lo
interesante es la mezcla entre la vida cultural y la política y la forma en que esto
impactó a las mujeres.
Dentro de esta efervescencia cultural mi principal objetivo fue localizar la
escritura de las mujeres. El periódico oficial El Estado de Colima fue una fuente
obligada inicial para el tema. Con el afán de ampliar las posibilidades para localizar los
escritos de las mujeres indagué en periódicos literarios de la época como El
Renacimiento, revisé también bibliotecas universitarias locales. Visité archivos de otras
localidades como el Archivo Histórico del Municipal de Zapotlán el Grande (AHMZG),
la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” (BPJ) y el Archivo
General de la Nación (AGN). También busqué en acervos y ediciones digitales como el
30 María del Carmen Ruiz Castañeda, Revistas de literatura del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 1995), 4. 31 Ruiz Castañeda, Revistas de literatura, 1-3.
18
que pertenece a la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público y el de la Biblioteca de la Universidad de Austin, Texas Nattie Lee
Benson. También incorporé géneros literarios como poesía, narrativa y prosa, en el
entendido que fueron apreciados como expresiones artísticas de la época, y los podemos
tratar como documentos históricos. En las obras literarias encontré y analicé aspectos de
la subjetividad femenina.
Enmarqué este proyecto entre los años 1880 y 1910, y al cabo de unos meses de
búsqueda en archivos y bibliotecas, rescaté de la prensa oficial, poemas y otros textos
escritos por mujeres del siglo XIX. Las referencias escriturales de estas mujeres
mostraron dos cosas: hubo expresiones literarias femeninas y sobre mujeres, que aunque
de cantidad reducida, evidenciaban su existencia de ellas y la de sus escritos, así como
su olvido. Para efectos de este estudio, los términos de texto, escritura o literatura
femenina y femenil, deberán entenderse como productos y expresiones de las mujeres.
Estos textos — poemas, novelas, reportes periodísticos — reflejaban la condición de la
mujer en el escenario de la época. Además, al indagar en fuentes secundarias acerca de
quiénes eran las mujeres que escribieron y publicaron en la prensa oficial, encontré que
había textos de mujeres de la ciudad de Colima y de otros lugares que mostraban, de
forma sutil, que los escritos y prácticas escriturales de las mujeres estaban también
inmersos en las mismas dinámicas de socialización e intercambio cultural que las de los
varones.
En cuanto al concepto cultura como civilización, la noción clásica del término
recuerda las facultades del pensamiento intelectual y las creaciones del espíritu, lo que
se conoce como la “alta cultura” que produce una “gran obra”. Es el genio humano
asociado exclusivamente a la idea del varón como creador. El sentido antropológico, por
su parte, evoca un conjunto de significados que se expresan en todas las acciones
humanas: se refiere a lo cotidiano, lo propio de las costumbres, folklore y de grupos
marginados. Desde esta perspectiva observé las conductas intelectuales en el periodo de
estudio. Así, este concepto de cultura se refiere a los contenidos heredados que
permanecen en los símbolos y en todas las formas comunicativas del individuo y le
permiten conservar su conocimiento e ideas acerca de la vida.32
Para el historiador de arte Ernst H. Gombrich, el análisis de la cultura reviste la
particularidad de encontrar o mostrar las continuidades en las sociedades y los 32 Arlette Fargue, “La historia de las mujeres. Cultura y poder de las mujeres: Ensayo de historiografía”, Historia Social 12 (1991): 79-101.
19
individuos. Esta noción del concepto conduce a entender que el estudio de la cultura
transita sin límite de tiempo y geografía. Aunque Gombrich es reconocido por sus
aportaciones a la difusión del arte, su libro Breve historia de la cultura presenta una
narración de las diversas connotaciones del término cultura, así como el recuento de sus
principales creadores. Me interesa del trabajo de Gombrich la sugerencia a concebir la
cultura como un área de conflicto, de contacto e incluso como una experiencia “que
significa hallarse frente a distintas modalidades de vida, ante distintos sistemas de
referencia, o frente a diversas escalas de valores”.33
Además, como señala Gombrich, la sociología incorporó el término cultura de la
disciplina antropológica, y lo utilizó para describir y segmentar los eventos sociales en
su análisis de la sociedad.34 La cultura entendida como los significados de todas
acciones humanas que se transmiten por espacios y tiempo, permite mostrar procesos
largamente heredados, reconstruir identidades culturales y sociales, así como
documentar las formas de ser y estar en el mundo. De modo que, la forma de concebir la
cultura como el territorio de las continuidades, resulta ser pertinente y oportuno para el
estudio de las mujeres desde la perspectiva de género. Pues este último término al ser
definido como una construcción social e histórica compartida por hombres y mujeres
en la sociedad favorece el registro y observación de los individuos y sus prácticas.
También, el género se ha convertido en las últimas décadas en uno de los
principales conceptos para analizar las sociedades, y esa condición favorece el estudio
de las mujeres, ya que permite observarlas a partir de su ubicación y definición múltiple
en la sociedad: desde su condición de individuos de género femenino, y su situación de
clase y raza. Trabajar estas categorías como herramientas del análisis no sólo permite
observar las diferencias y pautas sociales entre hombres y mujeres, sino que también
muestran la pluralidad de la experiencia social femenina, es decir, existen diferencias en
la representación, significación y manifestación entre la mujer de clase alta y la mujer
de clase baja. La diversidad de la oferta social se multiplica cuando la categoría de
género y la de clase se cruzan. Sin embargo, desde la perspectiva histórica aún
permanecen las dificultades para construir estos elementos en categorías de análisis para
el estudio de las mujeres, pues esta disciplina con frecuencia está limitada por el
hallazgo de las fuentes directas y la calidad de ellas. Ante estas limitantes, algunas
33 Ernst H. Gombrich, Breve historia de la cultura (Barcelona: Océano, 2004), 12. 34 Gombrich, Breve historia, 10-15.
20
reflexiones feministas contemporáneas consideran que además de establecer un marco
epistémico novedoso e incorporar una metodología propia para analizar a las mujeres,
se debe buscar el registro de ellas en las fuentes no tradicionales de la historia.35
Pero volviendo a mi marco epistémico y tema de investigación, ¿cómo y de qué
forma interpretar los escritos femeniles de otras latitudes en la prensa oficial local? Era
necesario definirlo, pues la perspectiva histórica requiere no sólo de una delimitación
temporal, sino también espacial. Decidí retomar ciertas consideraciones básicas que
acepta la geografía para proponer un concepto que caracteriza este fenómeno en el que
encontré escritos de mujeres de varios lugares geográficos –como Guadalajara, la
Ciudad de México- pero publicados en un espacio impreso que formalmente pertenecía
a un solo lugar, como fue el periódico oficial El Estado de Colima.36
Un criterio básico para delimitar una región es considerarla como unidad
homogénea por la cultura.37 Aunque esta es una conceptualización básica y tradicional
de la geografía, me permitió concebir la idea de una homogeneidad cultural, y elaborar
una definición que contemple las similitudes y relaciones de la vida intelectual en el
Porfiriato colimense. El concepto de región fue un término sometido a debate, y a partir
de las preocupaciones acerca de la globalización y los estudios regionales vuelve a ser
discutido. Sin embargo, aunque reconozco la importancia de esta reflexión no es un
factor determinante en mi estudio, tan sólo planteo una conceptualización básica para
iniciar sus posibles vinculaciones con mi tema principal de estudio: las mujeres y su
escritura. 38 Como ya he señalado, la investigación me mostró que hubo una “región
cultural” particular, habitada y articulada a través de la cultura, a lo que llamo “región
cultural”. Término que entenderé como un espacio que aunque geográficamente era
discontinuo y no sencillamente unificado, presentaba manifestaciones sociales y
culturales con características de significado similares y compartidas por los sujetos que
la habitaban. Construir este concepto me permitió ver prácticas y relaciones que
imperaron en Colima durante el Porfiriato. Es decir, encontré la posibilidad de analizar
35 Cristina Segura Graiño, “La voz del silencio”, en La voz del silencio I. Fuentes directas para la historia de las mujeres (siglos VIII-XVIII), editado por Cristina Segura Graiño, 7-15 (Madrid: s.e., 1992), 7-8. 36 Alexander Von Humboldt consideró “como verdadero objetivo de la geografía el estudio de áreas o partes de la superficie de la Tierra que tuvieran características similares”. Véase <http://www.monografias.com/trabajos11/ cartuno/cartuno.shtml#concepto> (24 de febrero de 2006). 37 Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la Lectura en el mundo occidental (Madrid: Editorial Altea; Madrid: Taurus; Madrid: Alfaguara, 2001), 19. 38 Para mayor detalle consúltese el artículo de Gladys Lizama Silva, “Región e historia en el Centro-Occidente de México”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. XVI, 60 (1994): 13-29. Véase <http://www.colmich.edu.mx/relaciones/060/pdf/ GladysLizamaSilva.pdf> (28 de septiembre de 2006).
21
los significados literarios y de género que ofrecía la delimitación de ese espacio y sus
prácticas intelectuales. Hallé contactos culturales y literarios entre grupos e individuos
de varios puntos geográficos, publicaciones que atrajeron escritores y escritoras
distanciados físicamente, pero que juntos constituyeron un espacio y conformaron una
vinculación cultural que puede definirse como una región cultural. Sin tener límites
exactos esta región que definí como “virtual”, incluyó las ciudades centrales del estado
de Colima y sur del estado de Jalisco—Ciudad de Colima, Zapotlán el Grande (hoy
Ciudad Guzmán), Guadalajara—y la lejana Ciudad de México, que fue el centro de las
demás regiones culturales del país.
Uno de los obstáculos más fuertes en la consecución de este proyecto fue reunir
un cuerpo de textos escritos por mujeres decimonónicas colimenses, logro que
estudiosos literarios e historiográficos consideraron prácticamente imposible.39 Ante
este problema elaboré otros recursos. El primero desde la historiografía feminista que
señala la pertinencia de construir conceptos nuevos o resignificar los ya existentes para
que reflejen el mundo en términos de género y así ser capaz de historizar a las mujeres,
sus prácticas y sus vidas.40 El segundo es que no usé el sentido actual del vocablo
“literatura” que sólo considera como tal los géneros poéticos, el ensayo, la narrativa o
novela, así como los textos dramáticos. Para esta tesis recuperé el sentido etimológico
del término “literatura”. Según María del Carmen Ruiz Castañeda, historiadora de la
prensa del siglo XIX en México, “literatura” refiere a todo lo que se expresa mediante la
letra. Ese significado se utilizaba desde la segunda mitad del siglo XVIII en México. 41
Considerar así la literatura me acercó a la práctica que de ella se tenía en el siglo
XIX, y que se expresaba así: “la palabra literatura abraza todos los conocimientos
humanos, como que todos pueden expresarse por medio de las letras”.42 Al encontrar un
concepto distinto de literatura pude ampliar las posibilidades de documentar el proceso
de las mujeres en la escritura. En esta tesis y dado que me interesaba la literatura y las
39 Guedea, Los decimonónicos, passim. 40 Para indagar más en este sentido véase Lola G. Luna, “Historia, Género y Política”, en Historia, Género y Política. Movimientos de mujeres y participación política en Colombia: 1930-1992, coordinado por Lola G. Luna y Norma Villarreal, 19-58. (Barcelona: Universidad de Barcelona, 1994); Lola G. Luna, “Contextos discursivos de género y movimientos de mujeres en América Latina”, Hojas de Warmi 12 (2001): 35-47; Lola G. Luna, “Historia feminista del género y la cuestión del sujeto”, Boletín Americanista 52 (2002): 105-121. 41 Ruiz Castañeda, Revistas de literatura, 1-3; Paul Ricoeur, Historia y narratividad (Barcelona: Piadós, 1999), 60. 42 Ignacio Ramírez, “Estudios sobre Literatura”, El Renacimiento. Periódico literario, tomo I (1869; reimpresión, editada por Huberto Batis, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1979), 56-58.
22
mujeres desde la doble mirada de la historia y el análisis de género, me percaté de la
dificultad de separar los ambientes culturales de los escenarios políticos. Al revisar
estudios anteriores pude observar que los personajes de la política y de la escritura
estaban imbricados en más de una manera. Los redactores de los periódicos, por
ejemplo, eran funcionarios públicos, ideólogos, traductores, promotores de la cultura, y
demás. También encontré que la actuación de las mujeres escritoras en los espacios
culturales y literarios del país lindaba con el de la política del siglo XIX. Respecto a la
creación intelectual de las mujeres la crítica feminista literaria ha elaborado conceptos y
teorías para definirla y analizarla, y aunque conozco de forma general sus propuestas, es
oportuno señalar que en este momento no es prioritario detallar tales reflexiones para
este trabajo.43
Esta tesis está dividida en cuatro capítulos, en los que seguiré algunas
consideraciones teóricas y de método que me permitirán construir y delimitar con mayor
cercanía mi objeto de estudio. Ninguno de ellos está dedicado particularmente a la
exposición teórica y metodológica. En esta introducción hago me refiero a conceptos y
procesos que considero centrales para la comprensión de la tesis. Parte de la
metodología es mezclar aspectos teóricos en el cuerpo capitular de la tesis, y de ese
modo establecer las relaciones entre las reflexiones y los eventos que estudio. En la
introducción presento la forma en que he construido el tema, sus elementos teóricos y
empíricos básicos que permitieron la creación del problema de investigación, también
planteo la forma cómo narraré los hallazgos. En el primer capítulo tocaré de forma
breve aspectos generales del contexto histórico, describiré ambientes culturales en el
país para acercarme a algunos aspectos de la cultura literaria nacional en relación a las
mujeres.
El esquema básico de este capítulo será el de la obra Historia de la literatura
mexicana, siglo XIX.44 Aunque el esbozo es sencillo me permitirá vislumbrar las
generalidades del periodo, y ubicar los personajes que la habitaron. Según ese modelo,
el romanticismo fue la idea estética que prevaleció a lo largo del siglo, y a finales de él
convivió con otras corrientes, como el neoclasicismo, el realismo y el modernismo, pero
no es la intención de este trabajo ahondar en los pormenores de estas corrientes
43 Para mayores detalles véase Raman Selden, La teoría literaria contemporánea (Barcelona: Ariel, 1993), 152-176; Jean Franco, Las conspiradoras. La representación de la mujer en México (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica y Colegio de México, 1993), 11-25. 44 Lydia Oseguera de Chávez, Historia de la literatura mexicana, siglo XIX (México, D.F.: Alhambra Mexicana, 1990), passim.
23
estéticas. En el mismo capítulo mostraré aspectos de los escenarios culturales locales
que fueron favorables para las expresiones escritas de las mujeres.
Para el segundo capítulo mostraré aquellos eventos que marcaron un escenario
de ruptura y continuidad social que afectaron de forma particular el ejercicio y
legitimación social de la lectura, la escritura y la participación pública de las mujeres en
el Porfiriato colimense: la proliferación de la prensa y la formalización de la educación
pública. Examinaré con mayor detalle el impacto que la prensa y la educación
provocaron en varones y mujeres, en relación a su experiencia escritural.
En el tercer capítulo indagaré, desde los textos de las mujeres, los posibles
significados culturales y de género que se reflejan en la forma que ellas ejercieron la
escritura y lo que manifestaron en ella. Mi enfoque será establecer las interrelaciones
entre los textos y los sujetos como un vehículo para introducirnos al mundo de los
significados sociales y las representaciones de fines del siglo XIX y la primera década
del XX. Los documentos de la época con que he trabajado esta tesis fueron transcritos
con apego al original. Conservo en ellos la intención de lo escrito, pues no hice
modificaciones semánticas o de estructura. Las citas textuales mantienen también la
ortografía de la época –acento en la preposición “a”, ausencia de la admiración en los
textos y la fidelidad a la escritura de los nombres personales-, por ejemplo.
En el cuarto capítulo proporcionaré datos acerca de la vida y obra de una
maestra y escritora: María Refugio Barragán de Toscano. Revisaré su poema religioso
La hija de Nazareth y la novela La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado
desde las consideraciones feministas. Intentaré encontrar significados culturales de la
época, así como elementos propios al género que marcaron su quehacer literario, y que
me permiten comprender de forma distinta la vida y expresiones de esta autora
decimonónica.
Como mencioné a lo largo de esta introducción, encontré en la investigación
textos de otras mujeres que escribieron en esa época, pero decidí enfocarme en Barragán
de Toscano porque ella posee diversa y abundante obra. La elegí también por el
reconocimiento que tuvo su trabajo literario, y porque ella surgió del contexto de clase
media a los ambientes intelectuales. Esta situación la convirtió en un caso atípico de
escritora de fines de siglo XIX en la región.45Aunque este ejercicio enfatiza la búsqueda
de la escritura femenil, en algunos capítulos recupero textos masculinos para favorecer
45 Magdalena González Casillas, “La mujer y el quehacer literario en el Jalisco del siglo XIX”, Encuentro 5 (1984): 141-167.
24
el análisis, pues la metodológica feminista exige poner en correlación las expresiones de
ambos géneros para reconstruir las relaciones entre los hombres y las mujeres. Inicio
pues, el camino que nos llevará a las mujeres que hicieron uso de su voz y la
perpetuaron a través de la escritura en beneficio de la memoria colectiva.
25
CAPÍTULO I
CULTURA PORFIRISTA: ESCENARIO LIMINAR FEMENINO
En lo que concierne al estudio de las mujeres, el registro de ellas ha sido muchas veces
olvidado, sesgado y básicamente construido bajo la aceptación de una diferencia que las
coloca irremediablemente supeditadas y de forma liminar en la historiografía. Tal
evidencia también aporta la posibilidad de encontrar similitudes de género que
hermanan sus experiencias vitales y superan las diferencias de raza, clase y época
histórica.46 Al reconocer estas constantes, el problema de la invisibilidad47 de las
mujeres se acentúa en los registros y datos en la historiografía tradicional que indican
que el periodo porfirista fue un escenario donde se privilegió la manifestación de las
ideas de progreso y adelanto social que visibilizó la participación y liderazgo de los
varones. Dentro del pensamiento feminista la noción de visibilizar se refiere a la acción
conciente para hacer que las mujeres y sus prácticas sean ubicadas en el imaginario
social y en el discurso histórico.
El Porfiriato también es reconocido como una época de calma social, auge
económico, efervescencia política y cultural.48 Este periodo habla de una calma que
surgió tras los inquietos y belicosos decenios que conformaron las tres primeras partes
del siglo XIX. En lo que toca a las mujeres, la historiografía tradicional de esta centuria
refleja una escasa producción intelectual femenina. Mientras que la reflexión feminista
acerca de ese vacío, dice que básicamente es un problema de valoración. Esto sugiere
una pregunta de ajuste, entonces ¿dónde se debe buscar a las mujeres escritoras de fines
del siglo XIX?
Aventuro una respuesta: deben buscarse en el lugar donde se les ha olvidado, o
bien, donde existían pero se ignoró su presencia: los espacios culturales. Ellos son los
46 Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres: una historia propia, vol. II (Barcelona: Crítica, 1992), 12. 47 Visibilizar: tr. Hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista, como los rayos x y los cuerpos ocultos, o con el microscopio los microbios. Véase diccionario de la Real Academia Española <http://www.rae.es/> (25 de enero de 2007). 48 Para mayores datos acerca de la época véase José Luis Martínez, “México en busca de su expresión”, en Historia General de México, coordinado por Centro de Estudio Históricos, 707-756 (México, D.F.: Colegio de México, 2000).
26
sitios donde se genera y guarda la memoria social, y que según mi observación se
describen con base en los valores y aspiraciones que se comparten. Los espacios
culturales que observé en mi época de estudio se conforman de sujetos sociales -
hombres y mujeres- que se identifican en ellos al compartir prácticas y valores sociales,
tales como la predilección por la lectura y escritura, o bien la participación en
determinados gustos e ideas estéticas. Esos espacios culturales no responden
únicamente a elementos de carácter geográfico, y una vez reconocidos, pueden
vincularse con otros espacios culturales de otras latitudes.49
En relación al estudio de las mujeres este hallazgo, más el resultado de
investigaciones realizadas en otros países y otros decenios sugieren que pese a la
señalada ausencia de las mujeres en las expresiones y ámbitos culturales, ellas -en
menor o mayor grado- han participado de esas prácticas, y generalmente esas
expresiones han sido silenciadas por la historia. 50
El siglo decimonónico se reconoce como una época con tendencias a los
cambios y reformas. En el contexto nacional presentó características europeas que
transformaron la sociedad en esa época, como lo fueron el conocimiento del ideario de
la Ilustración y las ideas independentistas, por mencionar algunas.51 Una vez que se
logró la independencia de México, las fuerzas en discordia intentaron definir el tipo de
gobierno que tendría la nueva república. Aquellos desacuerdos derivaron en luchas
violentas que alimentaban un ambiente de incertidumbre, alarma y pobreza nacional. De
esta historia de desencuentros y conflictos surge la figura de quien gobernó el país desde
1877 a 1910: Porfirio Díaz. Él estableció una estabilidad política que permitió el
desarrollo de la economía, las artes y las ciencias, y de este modo el personaje político
instauró lo que llegó a llamarse “paz porfiriana”.52 Esta denominación al periodo
histórico bien puede considerarse inadecuada para definir la totalidad de la experiencia
49 Esta apreciación no pretende ser una definición de lo que es un “espacio cultural”, sin embargo si refiere a lo que observé en mi estudio de forma empírica. También entiendo que en la actualidad hay una preocupación intelectual por explorar esas definiciones y sus vinculaciones con problemáticas vigentes: cultura y mundialización, o bien, lenguaje y cultura. Para mayores detalles véanse <http://www.oei.es/pensariberoamerica/ric09a05b.htm> y <http://www.oei.es/pensariberoamerica/ric06a04.htm> (28 de febrero de 2007). 50 Anderson y Zinsser, Historia de las mujeres; passim; María Cristina Arambel-Guiñazú y Claire Emilie Martín, Las mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo XIX, 2 vols. (Madrid: Iberoamericana, 2001), passim; María-Milagros Rivera Garretas, “La querella de las mujeres: una interpretación desde la diferencia sexual”, Política y Cultura 6 (primavera 1996): 25-39. 51 Lydia Oseguera de Chávez, Historia de la literatura mexicana siglo XIX (México, D.F.: Alhambra Mexicana, 1990), 7-8. 52 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 8.
27
de vida de los hombres y mujeres de aquella época, pues las tensiones sociales no
desaparecieron por completo y la llamada paz porfiriana se refiere a un proceso de
“pacificación” y control por parte de los líderes políticos, encabezado por el presidente
Porfirio Díaz. El gobierno de ese momento intentó lograr lo que consideró el progreso
económico y material del país, a través de una política de instrucción generalizada que
incluyera al pueblo. Por ello, propagar la instrucción de los habitantes del territorio
mexicano, particularmente la enseñanza de la lectura fue primordial para el gobierno
porfirista.53 Aunque estas ideas pretendían ser aplicadas de la misma manera en todo el
país, lo cierto es que las condiciones sociales y económicas distintas del territorio
nacional, también modificaron la aplicación de esas políticas. Lo que intentaré en
adelante, es indagar sobre el impacto que los objetivos del gobierno tuvieron en las
mujeres colimenses, y de qué manera repercutieron para que ellas tuvieran presencia y
actuación en la vida pública.
Para encontrar los lugares de impacto en torno a la historia de las mujeres en
México, voy a enfocarme en el estudio de los ambientes culturales, particularmente el
literario. La razón de esta elección la encuentro en la apreciación de que esos ambientes
culturales estuvieron marcados por las ideas sociales y políticas de la época. En torno a
las ideas de aquel momento, a principios del siglo XIX en Europa, surgió el movimiento
cultural llamado Romanticismo. La propuesta de esta corriente estética fue el impulso
liberador de las ideas neoclásicas anteriores. El aliento libertario que propuso el nuevo
movimiento llegó a México, y se implantó definitivamente desde el tercer decenio del
mismo siglo, hasta fines del mismo periodo. Las ideas románticas tuvieron una gran
aceptación en los ambientes culturales mexicanos y para fines de siglo convivieron con
otras ideas artísticas como el realismo, naturalismo y modernismo, principalmente. Fue
tal el impacto del romanticismo en México que Ignacio Manuel Altamirano, reconocido
escritor y pensador de aquella época, consideró que la historia literaria del país podría
segmentarse en tres periodos románticos: el primero profundamente ligado a la etapa
independentista nacional, el segundo comprende la fundación de la Academia de Letrán,
y en el tercero se ubica el Liceo Hidalgo y el Liceo Altamirano.54
53 Lilia Guiot de la Garza, “El competido mundo de la lectura: librerías y gabinetes de lectura en la ciudad de México, 1821-1855”, en Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros de la ciudad de México, 1830-1855, coordinado por Laura Suárez de la Torre, 437-510 (México, D.F.: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis, 2003), 441. 54 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 8-9.
28
Según el pensamiento de Altamirano, las ideas románticas prevalecieron sobre
otras tendencias a lo largo del siglo XIX en México. Sin embargo, hay que tener
presente que a principios del siglo la estética neoclásica estaba presente en el país, pero
fue también el momento en que en los ambientes culturales circuló la idea de liberarse
artísticamente del canon europeo al que consideraban un límite a la expresión propia.
Mientras que en Europa se implantó, a principios del mismo siglo, la corriente
romántica, en México el neoclasicismo permaneció vigente durante las primeras
décadas.
Este esquema de análisis de la literatura mexicana, en su primera etapa, señala la
existencia de concursos poéticos, en los que participaron varones únicamente. Uno de
esos eventos fue para conmemorar la instalación de una estatua en honor a Carlos IV en
1803. El convocante fue José Mariano Beristáin y Martín de Souza (1756-1817), quien
formó una antología llamada Cantos de las musas mexicanas en la solemne colocación
de la estatua ecuestre de bronce de Carlos IV en la plaza de México con los trabajos
que resultaron del concurso. Beristáin y Martín de Souza estuvo interesado en conservar
y estudiar todo las obras literarias producidas en México en esa época, y su trabajo
bibliográfico fue una fuente de información vasta aunque criticada por contener
imprecisiones. En esa etapa independentista ya figuraban las musas como elementos
abstractos de inspiración artística para la pluma masculina, sin embargo, comenzaron a
surgir imágenes de mujeres reales de la época que se convirtieron en personajes de
leyendas y novelas. Así, los hombres escritores comenzaron a generar representaciones
de las mujeres, la época colonial contó con la mexicana María Ignacia Rodríguez de
Velasco y Osorio Barba (1778-1850), llamada la Güera Rodríguez, quien fue conocida
por su hermosura e inteligencia; y el escritor Artemio de Valle Arizpe perpetuó su
memoria a través de la novela biográfica La Güera Rodríguez. Ella estuvo casada en
tres ocasiones, enviudó en dos, y logró el divorcio eclesiástico, que en esa época, era la
única forma legal de reconocer la separación de la pareja.
En esta misma etapa, a principios de 1808, aparece formalmente constituida la
Arcadia Mexicana, órgano cuyos socios fundaron de acuerdo a un modelo europeo de
sociedad cultural. Dependiendo del país que acogió este estilo de agrupación variaban
las tendencias y preocupaciones artísticas: en Suecia, país que instaura el modelo, la
tendencia era más barroca, mientras que Italia intenta limitar esos excesos y vira hacia
los ambientes mitológicos, donde la comunión de pastores y ninfas inspiran las plumas
29
de sus escritores. Estos poetas firmaban sus trabajos con nombres de pastores, sátiros y
ninfas. Los miembros de la arcadia española prefirieron usar seudónimos, iniciales y
anagramas, y fueron las costumbres que heredaron a la Arcadia Mexicana. Los árcades
mexicanos utilizaron el periódico Diario de México para publicar sus textos, sin
embargo esta forma de firmar las colaboraciones dificultó la labor de identificación de
las obras con sus autores varones.55 Esta situación se aplica a las mujeres escritoras que
más tarde, cuando ellas comenzaron a escribir, incorporaron esta forma de firmar sus
trabajos. Pero en aquellos momentos, esa tendencia estilística, les propició a las mujeres
una forma de anonimato.56
En el periodo independentista destaca la actividad de los folletos y hojas
periódicas que fueron los vehículos para que revolucionarios y realistas dieran a conocer
las razones de su lucha e intentaran crear solidaridad con ella. El gobierno colonial y los
insurgentes mostraron la forma de usar las publicaciones impresas para exponer y
defender sus ideas ante la sociedad. Aunque los intelectuales intentaron aplicar el
sistema para diseminar sus ideas estéticas, lo cierto es que los intereses y necesidades de
la lucha independentista terminaron por dominar los contenidos de todos los medios
impresos. Lo interesante de esto es que la intensidad del interés político plasmado en el
uso de la prensa, permitió el acceso a más personas a otras formas de socialización y
participación social. Además, este ambiente de papel, letras y luchas políticas
terminaron por dar origen a otras formas de expresión ideológicas que ya eran
practicadas en Europa, como la novela.
En México, es José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), quien escribe la
primera novela en el país El Periquillo Sarniento. Este género literario había sido
prohibido desde 1531 por una Cédula Real que lo consideba subversivo.57 Además de
escribir esa primera novela en 1816, la importancia de este autor radica en que su obra
muestra la transición entre las ideas neoclásicas y románticas, así como la utilización de
la prensa y la novela para diseminar ideas y críticas sociales. La mayoría de sus novelas
están impregnadas de ideas ilustradas y ponen énfasis en la instrucción de las personas
para que éstas logren una vida satisfactoria y el éxito social. Su obra también expone las
55 Celeste Flores Cartwright, “Periodismo, poesía, crítica y censura a fines del Virreinato”, reseña de La Arcadia de México. La primera asociación literaria del país, por María del Carmen Pérez Hernández, Correo del Maestro, agosto de 2002, <http://www.correodelmaestro.com/anteriores/2002/agosto/libros75.htm> (28 de febrero de 2005). 56 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 11-16. 57 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 22-23.
30
fallas en la educación de los valores inculcados a hombres y mujeres. La obra de Lizardi
está marcada principalmente por la estética neoclásica que enfatiza el predominio de la
razón, las recomendaciones acerca de la conducta y un objetivo didáctico. Sin embargo,
su obra también incluyó destellos de las preocupaciones Enciclopedistas pues consideró
que la instrucción era el eje transformador de la sociedad, y la familia era el valuarte de
la moral.
De acuerdo al esquema de la literatura del siglo XIX, la segunda etapa se ha
denominado La Academia de Letrán, la cual surge como una tertulia juvenil en 1836.
Los integrantes de ella se identificaron con la corriente romántica e imprimieron a sus
poesías, cuentos, novelas y obras dramáticas el sentido de búsqueda hacia la expresión
propia, así como la exaltación de los valores nacionales. La Academia de Letrán
fomentó la producción literaria de sus integrantes y promovió el estudio de la literatura
nacional y la literatura clásica. Los mecanismos para lograr sus objetivos abarcaban la
calendarización de reuniones para que sus integrantes expusieran sus trabajos de
acuerdo a un plan de estudios asignado. La finalidad de esas reuniones era crear un
ambiente de discusión y crítica académica entre los socios, así como de reconocimiento
a los cultivadores más destacados del arte literario. También era frecuente que estas
asociaciones culturales tuvieran su propio órgano informativo para publicar los trabajos
de sus miembros destacados. En el caso de la Academia de Letrán, los socios con
méritos literarios eran Guillermo Prieto, Roa Bárcena e Ignacio Ramírez.
Es interesante destacar que aunque el romanticismo fue la nota que se popularizó
durante el siglo XIX, lo cierto es que la visión clásica de la literatura pervivió en la
misma época. De este modo, ambas tendencias compartieron el escenario cultural de
fines de siglo, con otras apreciaciones como el naturalismo y el modernismo. Aunque
estas mezclas artísticas dotaron al movimiento romántico mexicano de un matiz sobrio,
la persistencia de la visión clásica y romántica en el arte penetró la vida política del
país, y no era extraño identificar las posturas ideológicas de unos bajo los conceptos de
clásicos y conservadores, y de otros como románticos y liberales.58
En Francia el concepto romántico tuvo una evolución en sus usos y acepciones:
para Rousseau denotaba un reclamo de libertad e insumisión, mientras que a través de
las novelas de Madame de Stael, principalmente Corinne o Italia, publicada en 1807, el
término adquirió un reconocimiento intelectual. Esa noción enfatizó las preocupaciones 58 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 39-43.
31
de los escritores románticos europeos, destacándose entre ellos Alfonso de Lamartine y
Víctor Hugo.59 En México se contó con traducciones de la obra de Lamartine desde la
década de los treinta del mismo siglo.60 Y así como en México se llegó a conocer la
obra de Lamartine, se tuvieron noticias del movimiento romántico, el cual reconoce
como característica preponderante el énfasis en la libertad en todos los temas: libertad
de fe, sentimientos, pensamiento, expresión e imaginación. Esa posición de apertura
ideológica, colocaba a los individuos ante la posibilidad de experimentar actitudes
antagónicas y contrapuestas: experimentar una fe profunda de la misma forma que un
ateísmo abismal. O bien, plantear el ideal caballeresco de la Edad Media en convivencia
con ideas futuristas. Dentro de la corriente romántica la función del Estado se concibe
sólo como un eje de vigilancia, cuyo objetivo es garantizar el ejercicio de la libertad.
Mientras que, en términos artísticos, el romanticismo enfatizó la expresión de la
individualidad, alejada de cualquier límite.61
El romanticismo floreció en Inglaterra y Alemania donde tuvo características
semejantes: un enfoque al amor a la naturaleza, interés por la literatura del pasado, al
estudio de leyendas y de la historia medieval, así como de la literatura del Siglo de Oro
Español. En Inglaterra el movimiento fue más un resultado de la necesidad interna de
expresión de sus militantes, y no formalizaron su propuesta en una escuela. Sin
embargo, tuvo fuertes practicantes como Walter Scott y Lord Byron. Alemania por su
parte sí formó escuelas, y tuvo como exponentes a Novalis y a Heine. Francia vio llegar
esta propuesta de forma muy tímida en las primeras décadas del siglo. Pero a partir de la
publicación de la novela Cromwell de Víctor Hugo, donde expuso la idea de que el
romanticismo es el liberalismo en la literatura, la actitud tomó un impulso luminoso. Y
Víctor Hugo pasó a ser considerado el maestro de la escuela romántica francesa.62
En la época de la Academia de Letrán además de los temas románticos, otra de
las características fueron la convivencia y amistad entre los intelectuales, pese a que
adoptaban posturas políticas contrarias. Entre los integrantes de la Academia se
encontraban jóvenes y adultos, pobres y ricos, creyentes y ateos, y algunos de ellos
adoptaron posiciones radicales. Sin embargo, esas posturas divergentes entre liberales y
conservadores al interior de la organización, no minimizaban el afán de llegar a 59 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 39. 60 Alfonso Lamartine, Graziella Rafael (México, D.F.: Porrúa, 1987). 61 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 40. 62 “El Romanticismo. Época de la Restauración, 1830-1850”, <http://www.artehistoria.com> (15 de diciembre de 2006).
32
otorgarle a la literatura un carácter mexicano. Las pretensiones de los literatos
decimonónicos generaron el surgimiento de una literatura nacional, y a través de sus
obras participaron en la discusión política. El intelectual de esta época destaca por su
carácter multifacético, pues solía desempeñarse como funcionario político, periodista o
escritor.
En cuanto a la historia de las mujeres, en esta época surgieron nombres
femeninos que no sólo fueron musas inspiradoras de las letras masculinas, sino autoras
de literatura. En este sentido hay que mencionar a la aristócrata escocesa Frances
Erskine Inglis (1806-1882), también conocida como Marquesa Calderón de la Barca.
Ella fue esposa del ministro español en México: Ángel Calderón de la Barca, quien hizo
funcionar el Ateneo Mexicano, fundado en 1840. La marquesa llegó a México en
diciembre de 1839 y se marchó en 1842. Durante su estadía viajó por el país y escribió
acerca de sus impresiones en cartas que envió a su familia radicada en Boston. De esa
correspondencia, la marquesa tomó cincuenta y cuatro epístolas para formar su obra La
vida en México durante una residencia de dos años en ese país.63 En ella, Calderón de
la Barca plasmó su visión del país, y narró con minucioso detalle las costumbres,
personajes e ideas de la época .
Otra figura literaria femenina del momento fue Isabel Prieto de Landázuri (1833-
1876), poeta y traductora que perteneció a la asociación cultural jalisciense La Alianza.
Esta agrupación contaba con un reglamento para conservar la calidad literaria de las
obras que presentaban sus miembros en las reuniones, y que más tarde se publicarían,
de ser aprobadas, en la revista La Alianza Literaria. A esta asociación pertenecieron
otras escritoras: Esther Tapia de Castellanos y Antonia Vallejo.64 La Alianza fue
fundada en Guadalajara en septiembre de 1867 por algunos intelectuales liberales, y
ellos fueron reconocidos como la primera generación romántica de Jalisco. La revista de
esta asociación surgió en un momento en que abundaban las publicaciones que
defendían sus ideas políticas o religiosas, siendo ésta la única que tenía como objetivo
primordial la creación y difusión literaria. Para ingresar a la asociación los interesados
debían contar con una carrera científica, literaria, o bien, un reconocido conocimiento
en esas materias. La revista La Alianza Literaria, quedó ubicada históricamente en la
63 M. Calderón de la Barca, La vida en México durante una residencia de dos años en ese país (México, D.F.: Porrúa, 1978). 64 Magdalena González Casillas, Historia de la literatura jalisciense en el siglo XIX (Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1987), 128.
33
época de la restauración de la República, momento de gran actividad cultural y de
ímpetu nacionalista.65 Los primeros años de la asociación cultural que le dio origen a la
revista, estuvieron dirigidos por el crítico jalisciense José María Vigil, quien recogió la
obra de Isabel Prieto de Landázuri en un ejemplar que tituló Obras poéticas. En ella
aparecen composiciones de la autora, así como algunas de sus traducciones de Goethe y
Schiller. La asociación La Alianza estableció en su reglamento que habría tres tipos de
socios: activos, honorarios y corresponsales; a esta última perteneció Isabel Prieto.66
Quien también participó en el proceso literario mexicano fue el librero e
impresor Mariano Galván Rivera (1782-1876). Este personaje impulsó la preservación y
difusión de las letras mexicanas, convirtiéndose en famoso impresor por publicar
calendarios anuales que contenían noticias astronómicas que apoyaban la labor agrícola.
Esos calendarios presentaban fechas de festividades religiosas y civiles, y apoyaban la
difusión de artículos científicos y literarios. De esos impresos destaca, en razón de este
estudio, el Calendario de las Señoritas Mexicanas que apareció en 1838 y permaneció
hasta 1843.67
Para 1850 Francisco Granados Maldonado inauguró el Liceo Hidalgo. En 1851
Francisco Zarco Mateos se hizo cargo de él y de la publicación de la revista literaria de
la agrupación llamada La Ilustración Mexicana. En el discurso de aceptación al cargo,
Francisco Zarco señaló la urgencia de fortalecer las letras mexicanas con el fin de
salvaguardarlas del ambiente árido de las guerras. Zarco le pasó, en 1860, la estafeta de
la dirección a Ignacio Manuel Altamirano, quien permaneció al frente de este organismo
cultural hasta 1870. La tercera etapa literaria en México, según el esquema del mismo
Altamirano, la marcó precisamente el Liceo Hidalgo y las obras de sus integrantes. Este
liceo surgió en un ambiente de caos político y enfrentamiento social, situación que
propició un clima psicológico de pesadumbre. Ante la incertidumbre de este ambiente,
los habitantes comenzaron a buscar espacios de esparcimiento. Algunos de ellos asistían
a los espectáculos teatrales que llegaban a las ciudades, otros organizaban fiestas en sus
domicilios particulares, donde olvidaban al compás de polkas o valses la tensión política
y económica en que vivían.
65 María del Socorro Guzmán Muñoz, “La Alianza Literaria. Una revista tapatía del siglo XIX”, Sincronía (primavera 2004), < http://sincronia.cucsh.udg.mx/guzman04.htm> (7 de enero de 2007). 66 Guzmán Muñoz, “La Alianza Literaria”, passim. 67 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 63-64, 76-77.
34
Es interesante destacar que ante esa situación de general malestar, la actitud y
acción de los artistas, intelectuales y escritores fue fundamental para propiciar y
mantener el desarrollo de las letras. Aunque ellos tuvieron apreciaciones y posturas
distintas de la política, su afición por la estética literaria les tendió puentes de
entendimiento y concordia. Además de los enfrentamientos políticos, el país tenía una
economía similar a la de la época colonial, y la población estaba dividida en urbana y
rural. Esta última conformaba la mayoría de la población, compuesta de indígenas y
rancheros. La clase media la formaban algunos comerciantes al menudeo, industriales
en pequeño e intelectuales, que lo mismo
practicaron la abogacía, la medicina y la literatura.
La clase pobre eran los artesanos de la madera,
albañiles, herreros, así como algunos prestadores de
servicios como mucamas, aguadores, cocheros y
obreros de la industria textil.68
Para los intelectuales la palabra escrita fue
su herramienta para expresar posiciones
ideológicas, y su crítica social a través de la prensa
periódica. En este imperio de papel y escritores
surgió El correo Mexicano en 1867, El ahuizote lo
fundó el general Riva Palacio en 1874. Por su parte
Ignacio Manuel Altamirano fundó en 1869 la revista literaria El Renacimiento. El
nacimiento de estos periódicos y revistas estuvo, siguiendo el esquema referido, en la
tercera etapa de la literatura nacional, donde destacó la figura del escritor mexicano de
ascendencia indígena: Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893). Él escribió la primera
novela moderna en México llamada Clemencia, publicada en 1869. Este escritor fundó
la revista El Renacimiento para fomentar el arte nacional y los valores mexicanos.
Según él, mexicanizar la literatura significaba adoptar los mejores elementos extranjeros
para aplicarlos a la expresión propia de las letras mexicanas.69 Su revista aglutinó a
escritores, políticos, y aunque en menor cantidad, a mujeres escritoras como Isabel
68 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 75-76. 69 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 79-88.
35
Prieto de Landázuri, Gertrudis Tenorio Zavala, María del Pilar Moreno y Esther Tapia
de Castellanos.70
De este modo, en el anterior recorrido por el espacio de la literatura nacional,
donde busqué áreas, elementos y obras de personajes femeninos, encontré que sí hubo
expresiones escritas femeniles y que estaban inmersas en las dinámicas sociales que
caracterizaron el siglo XIX mexicano. En la misma época, pero en Europa, hubo una
masificación de la lectura. Ese aumento de lectores se acompañó con el
engrandecimiento de la educación primaria, así como el aumento en el consumo de
novelas baratas, género que para ese siglo ya había alcanzado un estatus aceptable.71 En
ese proceso de auge de lectores y expansión de la educación, Europa vio aparecer y
florecer a la revista dedicada a las mujeres, así como el surgimiento de la literata con un
estatus reconocido para las mujeres en la sociedad.72 En México durante el Porfiriato, la
lectura del periódico se consideró algo de gran importancia: estímulo para el desarrollo
de la lectura en general y parte de la educación informal.73 El surgimiento de
asociaciones culturales y la publicación de revistas sugieren el crecimiento de una
población sensible al desarrollo de las expectativas nacionales.
El objetivo gubernamental de lograr el desarrollo pleno de la nación fue una
preocupación compartida por algunos sectores sociales: intelectuales, políticos y
religiosos. En este ambiente de preocupaciones compartidas surgió el uso de los medios
impresos con el fin de llevar a cabo el ideal del Porfiriato, y se constituyeron en símbolo
de integración, reconocimiento y transición nacional. El México de aquella época
necesitó a la prensa nacional para formar e informar a los habitantes de todo su
territorio. Engarzado en los cometidos nacionales, el periódico colimense El Estado de
Colima se sumó al deseo de consolidar la paz social necesaria para el progreso de la
nación. Los medios oficiales de la época asumieron la función de expresar y promover
las ideas políticas y constitucionales del gobierno del país.74 Además, pusieron en
70 El Renacimiento. Periódico literario, 2 tomos (1869; reimpresión, editada por Huberto Batis, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1979). Véase la imagen de la poeta Esther Tapia que ilustra esta página en José María Vigil, Poetisas mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (1893; reimpresión, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997), 92. 71 Martyn Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”, en Historia de la lectura en el mundo occidental, coordinado por Guglielmo Caballo y Roger Chartier, 241-589 (Madrid: Santillana, 2001), 241-243. 72 Lyons, “Los nuevos lectores”, 545. 73 Mílada Bazan, Historia de la educación durante el Porfiriato (México, D.F.: Colegio de México, 1993), 15-17. 74 Estado de Colima, 9 de febrero de 1867.
36
comunión territorios lejanos y acercaron los pensamientos e ideas de individuos
extraños. Los periódicos mostraron también un mundo donde privaban las acciones y
reflexiones de los hombres, y funcionaron como ejes de socialización, pues reflejaron en
sus páginas las relaciones laborales, vínculos de amistad y de intereses políticos. Sin
embargo, al analizar la prensa oficial local descubrí que también colocaron en la escena
pública la existencia de las mujeres y sus argumentos. Esto para algunas mujeres –
aquellas que tuvieron acceso a la instrucción- significó la posibilidad de representación
y expresión pública, del mismo modo y a través de los mismos mecanismos que lo
hacían los hombres.
Existen indicios de que desde fines del periodo colonial surgieron en México
revistas dirigidas a la mujer. Un ejemplo de esas publicaciones que surgieron en la
Ciudad de México, dentro del periodo nacional, lo fueron El Semanario de las señoritas
mejicanas (1841-1842) y La Semana de las señoritas mejicanas (1851-1852), y también
surgieron en otros sitios del país, como El Album de las señoritas potosinas en San Luis
Potosí (1865). El Semanario de las señoritas mexicanas se autodesignó como el primer
impreso interesado y dedicado a la mujer, y se propuso ayudar a la educación de ella,
pues su editor, Isidro Rafael Gondra consideraba que había un descuido social en ese
sentido. Mientras que La Semana de las señoritas mejicanas consideró que con su
creación allanaría el espacio de la literatura nacional, y se dedicaría a defender las ideas
de la piedad y la religión.75
En este contexto, hacia mediados del siglo XIX surgen periódicos de corte
feminista en América hispana, incluso en México, dirigidos por mujeres que quisieron
reflejar la voluntad femenil. Ellas externaron su opinión públicamente y manifestaron
sus ideales en torno a su condición en la sociedad. Esta práctica intelectual les permitió
la creación de nuevos vínculos comunitarios. En estas publicaciones expresaban
abiertamente cuestionamientos acerca de su marginación y del perjuicio en contra de sus
aspiraciones sociales. Además, los contenidos de estas publicaciones funcionaron como
divertimento para las lectoras, y de ese modo las hicieron partícipes en la discusión de
los temas del momento. Con voces distintas, las directoras y redactoras de esas revistas
lograron compartir un argumento similar para desafiar las tradiciones y elaborar
reformas que favorecieran la idea principal: anunciar la igualdad de ambos sexos en el
75 Jane Herrick, “Periodicals for Women in Mexico during the Nineteenth Century”, The Americas, octubre de 1957, 135-144, < http://www.jstor.org> (6 de agosto de 2006).
37
plano intelectual. Con esto como ideario, y en conocimiento de las dificultades y
deficiencias de la educación en relación a las mujeres, la prensa feminista propuso su
principal objetivo de campaña: mejorar la instrucción de la mujer.
Con base en el objetivo de conseguir y mejorar la instrucción femenil, se puede
considerar que El Semanario de las señoritas mejicanas tuvo un matiz y originario
sentido feminista, pues se enfocó en las mujeres como público lector. Este impreso tenía
varias secciones: bellas artes, física, literatura y moral, pero la mayoría de sus artículos
fueron pedagógicos. Sus colaboraciones tocaron los temas de botánica, ornitología,
geometría e historia de la biblia. Su plan original consideró mantener un nivel
intelectual alto en los contenidos de sus artículos, de modo que no debía contener
chistes, recetas de cocina, instrucciones de bordado, figurines de moda o crucigramas;
lo único permitido era una hoja de música. Sin embargo, poco después de su edición,
comenzaron a aparecer modelos de bordado en sus páginas. Isidro Gondra, su editor, a
pesar de estar convencido de la necesidad de instruir a la mujer y de hacerla partícipe de
las expresiones intelectuales, llegó a sostener una postura en defensa de la costura, pues
según él tal práctica era un talento a mantener y desarrollar por parte de las mujeres bien
educadas.76
A fines de la colonia surgieron revistas que tenían como auditorio exclusivo a las
mujeres. A mediados del siglo XIX aparecieron aquellos impresos que tenían como
propósito general la edificación, educación y entretenimiento de la mujer a través de la
lectura. Asimismo aparecieron otros tipos de publicaciones que, como los anuarios,
promovieron a través de sus ilustraciones el ideal de la belleza femenina. Las imágenes
femeniles difundidas a mediados del siglo decimonónico en México, eran ilustraciones
que recreaban el tipo de vestimenta y rasgos de las mujeres europeas. Un caso típico de
este tipo de publicación lo fue el anuario de literatura llamado Presente Amistoso. 77 A
través de ese tipo de publicaciones las mujeres del Porfiriato tuvieron la posibilidad de
acceder a la lectura de obras de contenido diverso: de reflexión, ciencias naturales y
sociales que podían tener factura local o europea. Por su parte, los periódicos ofrecieron
novelas de autores y autoras mexicanos a sus lectores, a través del sistema de entregas.78
76 Herrick, “Periodicals for Women”, 135-144. 77 Herrick, “Periodicals for Women”, 135-144. 78 Guadalupe Ríos de la Torre, “Idea de mujer a través de la prensa porfiriana” (ponencia presentada en el II Encuentro Internacional de historia de la prensa en Iberoamerica, 1872-1950, Xalapa, marzo de 2004), < http://www.historiadoresdelaprensa.com.mx/articulos/IIencuentroprensa/26.doc> (22 de marzo de 2005).
38
Básicamente el sistema se refiere a la posibilidad de publicar las novelas en segmentos,
y entregarlas a sus lectores a través de la adhesión de esos fragmentos al periódico. Así,
el auge editorial que experimentó el país en ese siglo, fue para algunas mujeres de clase
alta y clase media, la oportunidad para escribir textos de diversos géneros y publicarlos.
Ellas pudieron ser lectoras y quizá escritoras en privado, y de ahí pasaron a la difusión
de sus escritos, reflexionando uno de los temas centrales: el derecho de las mujeres a la
educación de la misma forma que la obtenían los hombres. 79
I.1 Elementos culturales en Colima
Respecto a las condiciones locales al igual que otros países en América y Europa, las
sociedades de caridad en Colima fueron un espacio preferentemente femenino. Estas
organizaciones estaban vinculadas con la vida de las iglesias. Su importancia para las
mujeres fue que les permitió un acercamiento legítimo a la lectura, a formas diversas de
socialización y acceso al conocimiento. Las mujeres en estas asociaciones tenían labores
administrativas y organizaban eventos para recaudar fondos económicos que
posteriormente destinarían a la atención de niños y adultos pobres. Estas organizaciones
generalmente divulgaban su quehacer a través de un órgano de difusión de corte
religioso.80 En este sentido, la asociación colimense de mujeres católicas promovía sus
eventos y los de la iglesia a través del órgano llamado La Aurora.81 A través de este
periódico, la sociedad de caridad proporcionó un acercamiento a la lectura de textos
religiosos a la población en general. Desde la reflexión feminista estos organismos
representaron para las mujeres el acceso al fenómeno llamado Marianismo. Éste
consiste en considerar que la conducta femenil debe aspirar a lograr el modelo de
perfección que encarna la Virgen María. Este estereotipo religioso promueve la
sumisión, castidad y entrega al servicio de otros. Asimismo, este ideal considera que
79 María del Carmen Ruiz Castañeda, Revistas de Literatura del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 1995), 18; Arambel-Guiñazú y Martín, Las mujeres toman la palabra, 45-46. 80 Carlos Pizano y Saucedo, Historia Cronológica del periodismo colimense desde su comienzo en (1830) hasta nuestros días (1973). Evolución histórica del periodismo y la imprenta en Colima (Colima: Universidad de Colima, 1973), 8-28. 81 Algunos ejemplares de este periódico pueden consultarse en la Biblioteca Pública de Jalisco “Juan José Arreola” (en adelante BPJ). La Aurora fue un semanario católico, órgano de la Asociación de Señoras bajo el patrocinio de María, “reina del sagrado corazón de Jesús”. El semanario fue el sucesor de El Clarín, editado por Eusebio del Río.
39
todas las acciones de las mujeres deben realizarse sin esperar atención o retribución
alguna, y que deben permanecer supeditadas a una figura masculina.82
Otras instituciones que promovieron la literatura y la lectura en México durante
la primera mitad del siglo XIX, fueron los establecimientos denominado librerías y
“gabinetes de lectura”, y fungieron como difusores de la cultura impresa. Aunque la
población lectora constituía sólo el 10 % de la población, este público contaba con
diversidad de textos y materiales impresos que se encontraban en las librerías y
gabinetes. El primero de estos establecimientos se fundó en 1820 en la Ciudad de
México por José Joaquín Fernández de Lizardi. Los gabinetes generalmente eran
pequeños y se localizaban al centro de la ciudad. Ahí la gente podía rentar libros,
revistas y periódicos, además de establecer vínculos sociales con quienes tuvieran esa
afinidad. Los gabinetes de lectura fueron parte de las iniciativas para lograr la
propagación de la instrucción entre la población. Por esta razón, en 1823 en la ciudad de
México, el gobierno los declaró una institución formal, y una década después, todos los
estados contaban con uno de ellos para representar la unión entre los esfuerzos del
gobierno y los ciudadanos para lograr la ilustración nacional.83
En Colima instaló un gabinete de lectura, en las postrimerías del siglo, el
conocido abogado y traductor Severo Campero, y es posible que ese establecimiento
tuviera los mismos objetivos educativos de los que se ubicaban en la Ciudad de
México.84 Laura Suárez de la Torre, investigadora del Instituto Mora, coordinó un
estudio acerca del ambiente cultural en la ciudad de México en las décadas posteriores a
la Independencia del país. Ella afirma que en esa época quienes encabezaron los
ambientes tipográficos pueden ser reconocidos por “su papel como intermediarios
culturales, ya sea recibiendo las creaciones de los nuevos autores mexicanos,
traduciendo las versiones provenientes del extranjero, poniendo en circulación las
nuevas producciones, y entrando en relación con el público [...]”.85
82 Para información acerca del Marianismo véase Steven Bocchi, “The Meaning of Marianismo in Mexico”, Hispanic Literature, <http://www.lclark.edu/ ~woodrich/Bocchi_marianismo.html> (25 de septiembre de 2006); María Luisa Ochoa Fernández, “La figura de la mujer en la narrativa de Cristina García”, <http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2622> (25 de septiembre de 2006). 83 Guiot de la Garza, “El competido”, 437-440, 496-504. 84 Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 110. 85 Laura Sánchez de la Torre, prólogo de Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la ciudad de México, 1830-1855 (México, D.F.: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2003), 8.
40
Según dijo la investigadora Guiot de la Garza, los dueños de librerías y
gabinetes de lectura en el siglo decimonónico, fueron “personajes destacados de la vida
cultural y, en ocasiones de la política del país, [...] [e] hicieron de sus negocios
verdaderos centros de cultura y entretenimiento”.86 Severo Campero fue un personaje de
la cultura colimense, y estuvo allegado a la vida política a través de una afectuosa
relación con Gildardo Gómez, gobernador de Colima de 1887 a 1893. Desde 1884
Severo Campero se relacionó con el ambiente de la imprenta, al heredar el puesto de
redactor del periódico oficial El Estado de Colima de su pariente Gildardo Gómez.87
Dicho impreso ofreció un aviso acerca de las actividades de Campero como librero. El
aviso se publicó en 1890, y decía que
En el Gabinete de lectura, Librería, Agencia universal y Papelería de Severo Campero [...] hay un variado selecto y variado surtido de obras sobre religión, enseñanza, recreo, literatura, historia: viajes, jurisprudencia, medicina, ciencias, etc. en español, lenguas antiguas é idiomas modernos. con objeto de fundar en el Estado un centro de Propaganda literaria [...] Las publicaciones por entregas, se ven á los precios de México, á condición de que los consumidores ocurran por ellas al despacho de esta librería. Se venden y compran libros usados y se trueca toda clase de obras. Las obras de precio que no esté al alcance del interesado comprarlas en un solo desembolso, se sirven mediante abonos parciales.88
Estas líneas sugieren la diversidad de actividades que se realizaban en el
establecimiento, y su posible papel socializador y propagador de la cultura nacional.
Otro elemento de impacto favorable para el conocimiento del quehacer literario de las
mujeres en México fue la Exposición Colombina de Chicago. Este evento se realizó en
1893, y los colimenses se enteraron de ella a través de las notas de prensa nacionales
que se reprodujeron en el periódico oficial local.89 Aquella nota dijo que en el mismo
edificio que se presentaban las Manufacturas se encontraba la exhibición en el
“importantísimo ramo de Artes Liberales que comprende la educación y la mayor parte
de los conocimientos intelectuales.”90 Según se relata, en el departamento mexicano
podría encontrarse una
86 Guiot de la Garza, “El competido”, 442. 87 Alejandro Rodríguez Mayoral, “Gildardo Gómez. Relato de un gobernador Porfirista” (tesis de maestría, Universidad de Colima, 2004), 42-53. 88 Estado de Colima, 1 de marzo de 1890, 36. 89 Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 131. 90 Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 131.
41
magnífica colección zoológicas(sic) formada por la comisión exploradora científica mexicana, que se compone de una infinidad de pájaros disecados de todos tamaños y colores, […], así como los trabajos sobre cálculo astronómico, geológicos, topográficos, de nivelaciones que gozan de tan alta reputación. los trabajos de pluma hechos por las alumnas de la Escuela Normal de Oaxaca y los trabajos fotográficos de la Academia de niñas, […], libros de literatura, música y materiales de las escuelas de que me ocuparé en la siguiente correspondencia.91
La Exposición Colombina de Chicago no fue la primera participación
internacional de productos naturales y artísticos de México, ya había participado en
París en 1889 y en Madrid en 1892. Las exposiciones de Madrid y la de Chicago
estaban enmarcadas en las celebraciones del descubrimiento del Nuevo Mundo. Para
Madrid se conformó una Junta encabezada por Joaquín García Icazbalceta, notable
filólogo, historiador e impresor.92 Esa comisión logró preparar una amplia
representación cultural de materias y materiales cultivados en el país: “etnografía,
antropología, indumentaria, panoplia, numismática, heráldica, estatuaria, arte cerámica
y plumaria, pictografía, epigrafía y bibliografía.”93 A estas colecciones se sumó la
Antología de poetas mexicanos, que fue propuesta por la Academia Mexicana y
comisionada a Casimiro del Collado, José María Roa Bárcena y José María Vigil.
Para la Exposición Colombina de Chicago se formó
un Comité, presidido por el ministro de Fomento Manuel
Fernández Leal, y la Junta de Señoras, al estilo de la de
Chicago, cuya presidenta era la señora Carmen Romero
Rubio de Díaz,94 esposa del entonces presidente del país
Porfirio Díaz. Los materiales impresos con que se participó
abarcaron, principalmente, los temas de política y
economía nacional. Sin embargo también hubo estudios de
historia, filosofía, lengua, y algunas de esas participaciones
obtuvieron distinciones, tal es el caso de la revista México
91 Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 131. 92 Oseguera de Chávez, Historia de la literatura, 133. 93 Vigil, Poetisas mexicanas, xv-xvi. 94 Véase la ilustración de Carmen Romero Rubio en Vigil, Poetisas mexicanas.
42
Intelectual, del pedagogo Enrique C. Rébsamen o la obra Leyendas históricas de Ireneo
Paz.95 Además de los reconocimientos internacionales a los trabajos presentados, en este
evento se destaca que por vez primera en el escenario de esas exhibiciones se muestre y
reconozca a la mujer por “su influencia en el proceso de diversificación de las
industrias, de las manufacturas y de las artes liberales, [lo que] significaba poner a un
mismo nivel la trascendencia de su papel en el hogar y su capacidad de acción
pública.”96
Para exhibir los trabajos de las mujeres el comité organizador de Chicago planeó
la construcción del Palacio de la Mujer, edificio que contaba con un hospital, y un
jardín de niños que funcionó a manera de taller para exponer sistemas educativos.
Asimismo, desde este lugar la Junta de Señoras de México mostró sus diversas labores
al mundo también.97 Los ecos de ese evento llegaron a tierras colimenses a través de la
prensa oficial que citaba al Correo de Chicago, al decir
[Propicio es] este Certamen Universal para mostrar cuánta destreza y maestría se encuentra en todas las preciosas obras que forman el contingente de México en el 'Woman´s Building' […] Figura allí una interesante y curiosa colección de poesías escritas por damas mexicanas, no solamente de los actuales tiempos, sino de más de cien años á esta parte.98
Como se advierte, aquella exposición era también un certamen. En lo que toca a
la producción impresa de las mujeres, fueron pocas las obras literarias con las que
participaron, o al menos, las referencias a ellas. Sin embargo, el trabajo poético de
algunas de ellas fue reconocido, como el de Mercedes Carrasco, Consuelo Fenochio,
María Santaella y Esther Tapia de Castellanos. De esta última poeta se premiaron sus
obras: Flores silvestres y Los cánticos de los niños.99
Como parte de los trabajos de la Junta de Señoras para asistir a la Exposición
Colombina de Chicago, se presentó una antología de poetisas mexicanas elaborada y
95 Ireneo Paz (1836-1924) fue un periodista liberal, “amigo y seguidor de Riva Palacio. Admirador de Altamirano, abrazó apasionadamente la tesis de nacionalizar la literatura”. Oseguera de Chávez, Historia de la literatura mexicana, 92. 96 Vigil, Poetisas mexicanas, xxx. 97 Vigil, Poetisas mexicanas, xxxi. 98 Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 132. 99 Vigil, Poetisas mexicanas, xxxii.
43
prologada por José María Vigil. Hay que destacar que previo a este trabajo poco se
había hecho para recuperar la obra literaria de las mujeres, por eso el escritor acudió a
bibliografías fundamentales y revisó ejemplares de prensa en búsqueda de su
material.100 El nombre de Vigil está ligado a obra literaria monumental, a la Antología
de poetas mexicanos y la antología de Poetisas mexicanas.101 Fue un reconocido e
influyente intelectual liberal que estaba convencido del poder transformador de la
educación, y de que no debía negarse esa posibilidad a las mujeres.
En la antología Poetisas mexicanas, siglos XVI, XVII,
XVIII Y XIX que se presentó en la exposición de Chicago y
Vigil prologó,102 se encuentran textos de Refugio Barragán
de Toscano y Esther Tapia de Castellanos. Aunque la
antología cuenta con textos de otras poetas, destaco los
nombres de estas escritoras porque la prensa colimense hizo
referencia a ellas y a sus trabajos en distintos momentos del
Porfiriato.
Finalmente, y para dar paso a otros temas, lo que este recorrido ha mostrado es
que en el siglo XIX sí hubo participación de las mujeres en la literatura, ya fuera como
lectoras o escritoras. Desde el punto de vista de la historia de las mujeres, esta situación
abre las posibilidades para localizar y analizar obra intelectual de las mujeres. Por otra
parte, el contexto local mostró que aunque de forma incipiente y muchas veces
olvidada, algunas mujeres colimenses tuvieron acceso a expresiones culturales y
literarias, y eventualmente a una oportunidad para escribir.
El recorrido señala que intentar separar los ambientes culturales e intelectuales
de los espacios políticos en la época porfirista es un esfuerzo además de frustrante,
adverso a la comprensión del periodo. Además, es precisamente ese acercamiento y
vinculación de los espacios, actividades y sus sujetos que permiten visibilizar la
actividad femenil de manera íntegra al conjunto. Esta característica permite vislumbrar
lógicas de relación e influencia que propiciaron la participación de las mujeres en los
ambientes culturales y literarios. Los fenómenos sociales locales que favorecieron en
100 Vigil, Poetisas mexicanas, xxxiii. 101 Vigil, Poetisas mexicanas, ix-xii. 102 La imagen que ilustra esta página es la portada de la antología de Vigil.
44
mayor medida la presencia y expresión femenil fueron la prensa y la educación, y es ahí
donde buscaré sus textos para analizarlos en el capítulo siguiente.
45
CAPÍTULO II
EL IMPACTO DE LA PRENSA Y LA EDUCACIÓN EN LAS MUJERES
II.1 La prensa
Prensa, política y educación son elementos que se presentan entrelazados en la memoria
que se puede reconstruir del Porfiriato en el periódico oficial El Estado de Colima. La
política de este periodo ha sido un tema de estudio bastante socorrido, mientras que
prensa y educación por lo general se han abordado de forma distanciada. La
historiografía acerca de la primera mitad del siglo XIX se ha enfocado primariamente en
los temas de política. Sin embargo, los investigadores de los últimos años han vuelto su
mirada a ese siglo para analizar otros aspectos de la época, como la economía y la
sociedad. 103 Los investigadores han dejado de lado la cultura, pese a la importancia que
puede revestir para la mejor comprensión de la centuria. En este escenario de
complejidad de intereses políticos y necesidad económica, de personajes
comprometidos en diversos ámbitos de la sociedad y de una profunda discusión de ideas
ajenas en búsqueda de las ideas nacionales propias, se inscribe la búsqueda de los textos
escritos por las mujeres de finales del siglo XIX. En este nuevo escenario, donde la
prensa tiene un lugar particular y se formaliza la institución educativa en aras de la
conveniencia nacional, es que surge la pregunta ¿qué significó el impacto de ideas y
prácticas en la prensa y la educación para la vida y la experiencia femenina?
En beneficio de esta inquietud, considero adecuado el estudio de los espacios
que permitieron el acercamiento entre los individuos, así como las actividades que
favorecieron la concreción de los intereses intelectuales, particularmente, los de las
103 Laura Sánchez de la Torre, prólogo de Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la ciudad de México, 1830-1855 (México, D.F.: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2003), 7.
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mujeres. La época porfirista fue una época de cambios y aspiraciones, donde los
individuos exploraron en las maneras de expresarse y relacionarse. Esos impulsos
generaron actividades e ideales que hicieron que las mujeres accedieran a la vida
pública en la sociedad con la posibilidad de ser vistas y escuchadas. Las actividades
sociales fueron el sitio donde se pusieron en juego la representación femenil, los valores
de género y la identidad personal. Como lo comenté anteriormente, la perspectiva
tradicional de la historia ha olvidado colocar a las mujeres en la memoria social, y desde
esa concepción de la historia, las mujeres escritoras colimenses permanecen en la
sombra. Cuando la visión tradicionalista de la historia ha rescatado la labor de las
mujeres en la sociedad, enfatiza las imágenes del deber ser de las mujeres en la
sociedad. Por esta razón, en las siguientes líneas expondré algunos elementos que dicen
cómo han sido vistas las mujeres y lo que ellas dijeron acerca de sí mismas y de la
época en que vivieron.
La prensa oficial del Porfiriato se reconoce como bastión de lucha política, punto
difusor de las ideas estéticas y económicas que fueron traducidas en los anhelos
modernizadores del gobierno y las elites del país. Del mismo modo la prensa porfirista
diseminaba por doquier las innovaciones de la ciencia y la tecnología, y ofreció en sus
páginas una variedad de lecturas.104 En México, el ejercicio y derecho para difundir las
ideas y disposiciones antes de la Independencia era un privilegio real. Después de la
Independencia la posibilidad de publicar tuvo apertura a más individuos, y desde
entonces la prensa ha tenido una presencia y actuación que la convierte en fuente
obligada para la investigación histórica.105 La investigadora de medios Florence
Toussaint, por ejemplo, señala la prensa como un testimonio y registro del desarrollo
del país. Reconoce en ella el carácter germinal de políticos y escritores, quienes la
hicieron tribuna para exponer y diseminar sus ideas y pensamientos, que de otra forma
se hubieran limitado a los círculos intelectuales y del gobierno. Asimismo, el periódico
tuvo una labor de difusión del conocimiento que colaboró con el gran proyecto
educativo que era de importancia vital para el gobierno porfirista.
104 Guadalupe Ríos de la Torre, “Idea de mujer a través de la prensa porfiriana” (ponencia presentada en el II Encuentro Internacional de historia de la prensa en Iberoamerica, 1872-1950, Xalapa, marzo de 2004), <http://www.historiadoresdelaprensa.com.mx/articulos/IIencuentroprensa/26.doc> (22 de marzo de 2005). 105 Sánchez de la Torre, Constructores de un cambio cultural, 13.
47
Del mismo modo, las publicaciones periódicas participaron de la discusión
política del estado nacional.106 Como elemento de gran importancia en la vida del país,
la prensa también fue expuesta a los vaivenes del desarrollo de la sociedad. En los
periódicos florecieron ideas liberales. En este juego de ideas se incluyeron aportes de la
literatura, otros géneros periodísticos, y con ello, nuevos actores y sus mundos. Fue en
la prensa donde por primera vez empezaron a integrarse mujeres escritoras, y de este
modo sus textos ofrecen información para entender el tiempo en que vivieron y la forma
particular en que ellas lo entendieron.
Enmarcada en un escenario de grandes carencias económicas y tecnológicas, la
palabra escrita tenía ciertas y serias limitaciones para ser leída. Basta recordar que en
ese momento eran pocos los caminos de transporte en el país y la mayoría de ellos
inseguros. El ferrocarril, símbolo de las comunicaciones y del progreso de la época
porfirista, era todavía un proyecto a desarrollar. La prensa era generalmente editada en
castellano, dejando de lado a todas las lenguas indígenas. Ése era el obstáculo mayor
para su distribución y conocimiento en todo el territorio nacional, pues el
desconocimiento de la lengua castellana dificultaba el acceso no sólo a quienes
hablaban lengua indígena, sino a todos aquellos que no supieran leer. Para ilustrar esta
dificultad bastará señalar que en 1895 el 17 por ciento de la población no hablaba
español, mientras que para 1910 tan sólo se había reducido unas décimas, quedando en
el 13 por ciento el índice de analfabetas mexicanos. Ante estas dificultades surgió la
lectura en grupo y lecturas de café en las asociaciones literarias, en los salones y patios
de las casas, en las escuelas, librerías y gabinetes de lectura, que eran realizadas por
personas que podían leer. Según la investigadora de medios en México, Toussaint, el
goce de la lectura era un privilegio sesgado por el sexo y la clase social. Favorecía
mayoritariamente el acceso a los hombres de la clase media alta con educación formal o
eclesiástica.107
Además, la prensa y los procesos de escritura se desarrollaron principalmente en
áreas urbanas, y estas características se replicaron en el estado de Colima. Toussaint
estudió indicadores demográficos, económicos y sociales que señalaron que los lectores
de la prensa porfiriana fueron un sector de elite. La investigadora Guadalupe Ríos de la
106 Florence Toussaint, “La Prensa y don Porfirio”, Revista Mexicana de Comunicación,
septiembre - octubre de 1988, <http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/FMB/foromex/porfirio.html> (2 de marzo de 2005). 107Toussaint, “La Prensa”; Sánchez de la Torre, Constructores de un cambio cultural, 16-17.
48
Torre caracterizó la prensa del Porfiriato, como colaboradora con los anhelos de
progreso y modernización que proponían las elites y el gobierno de Díaz. Según Ríos de
la Torre, la prensa oficial llevó las noticias y eventos al público y de esta forma
incorporó el ambiente de lo público nacional en los espacios de la vida privada.108 La
importancia de este hallazgo en relación a la vida de las mujeres fue que la prensa
impactó al mundo privado, generalmente entendido como el espacio de las mujeres, y lo
hizo visible socialmente.
La modernización en México transformó a la ciudad y a sus habitantes. Las
elites buscaban modificar los hábitos y el aspecto de los mexicanos para alcanzar el
progreso. A través de la prensa de la época porfirista, es posible observar que en lo que
toca a la mujer, la ideología de la modernización buscó promover una serie de valores y
formas que impulsaban un deber ser femenino, cuyas características eran la abnegación,
la rectitud moral y el desempeño en la sociedad como madre y esposa.109
Como instrumento educativo, la prensa respondió al ideario que se tenía y que
generalmente limitaba el rol de la mujer en el avance social que buscaba. En 1880, el
periódico oficial del gobierno, El Estado de Colima, mostró escasamente a las mujeres:
sólo a propósito de su matrimonio o defunción. Aparecían también algunas notas acerca
de mujeres que realizaban labores de servicio de caridad y asistencia social, y a ellas
solía dedicárseles un lugar para la memoria que podría ir así: A la Sra. Ernestina
Meillon de Moreno la van a extrañar los “pobres y los huérfanos, para quienes tenía
siempre una palabra de consuelo.”110 Mientras que la prensa relacionaba a las mujeres
con labores de trabajo social, a los poetas varones les dedicaba un espacio intelectual
donde presentaban sus versos, discursos y alegatos. Esta preferencia a los hombres
escritores se explica porque los responsables de la redacción y edición eran varones.
Un verso escrito por un hombre fue La Flor del Cementerio, cuyo autor -
Atanasio Orozco- lo compuso tras la muerte de la hija de un amigo. Conocemos el
nombre del amigo, Julián Pizano, y de su hija fallecida: Juanita. Ni el nombre de la
esposa o de la madre de la pequeña, sin embargo, se menciona. Con esta práctica la
prensa demuestra que “olvida” identificar a la mujer por su nombre, y en consecuencia
la ignora y limita su presencia pública. Da poco espacio para que las mujeres se
expresen, mientras que los hombres tenían todos los espacios de expresión. La palabra
108 Ríos de la Torre, “Idea de mujer”. 109 Ríos de la Torre, “Idea de mujer”. 110 Estado de Colima, 24 de mayo de 1881, 210.
49
masculina se entendía como una voz universal, representativa tanto de hombres como
de mujeres. Dentro de la corriente estética del romanticismo111 del siglo XIX, que
influyó en la literatura de América Latina, se consideraba un elemento ideal para un
escritor o poeta varón nombrar las emociones y pasiones universales -el amor y el dolor,
especialmente en relación a la muerte-, y al nombrarlas elevarlas a nivel divino. Orozco
escribió sobre la muerte de la niña:
Es un sueño nuestra vida,
Que está velando el dolor;
[...]
Triste es partir; y es amargo
El llanto del que se queda112
Como un poeta varón, Orozco describe sentimientos universales de tristeza y
pérdida de todos y para todos, según los objetivos culturales y literarios del
romanticismo. Al mismo tiempo, la hegemonía literaria masculina limitó la
manifestación escrita de las mujeres acerca de estos mismos sentimientos.
Los medios impresos se desarrollaron principalmente en las ciudades, y de ahí
partieron a distintas plazas, llegando incluso a lugares pequeños y remotos. Colima fue
un manantial de publicaciones, como lo constan el mismo periódico oficial, el cual
mantenía relación con Correo de las Doce, Epoca, El Siglo XIX, El Tiempo, La Familia,
Album de la Mujer, Liceo Hidalgo, Voz de España, Diario del Hogar, Entreacto y Voz
de México.113 Eso mismo lo sugiere el resultado de la investigación de Rogelio Guedea,
quien señala que desde 1860 hasta el fin del siglo hubo una producción editorial
constante de periódicos y revistas, destacando: El Estado de Colima, La Unidad
Nacional, La Campana, La Verdad, La Voz de Colima, La Organización, El perjuicio,
El Pigmeo, El Defensor de la Paz, El Noticioso, La Sombra de Guzmán, El Reformista,
111 El romanticismo es un movimiento estético, político, social e ideológico del cual aún hoy persisten varios de sus principios: libertad, individualismo, democracia y nacionalismo. La idea y principios románticos proponen la ruptura con una costumbre, con un orden anterior de valores culturales y sociales, en nombre de una libertad auténtica. El movimiento romántico impactó fuertemente a todas las expresiones artísticas y constituye la esencia del actual sentido de la modernidad. Aunque en el movimiento romántico se pueden identificar principios unánimes acerca de la concepción del hombre, la naturaleza y la vida, lo cierto es que esa propuesta tuvo matices y particularidades de acuerdo al país en el que se manifestó. Véase <http://www.ale.uji.es/romuniv.htm> (15 de enero de 2007). 112 Estado de Colima, 24 de agosto de 1883, 135. 113 Estado de Colima, 24 de agosto de 1884, 199.
50
Revista Literaria, La Máscara, El Alacrán, La Unión Colimense, La Opinión Pública,
La Nueva Era, El Figurete, El Renacimiento, La Voz del Progreso, Correo de Colima ,
El Herbdomadario, La Educación Moderna, La Opinión Libre, El Pueblo Colimense,
La Educación Contemporánea, El Magisterio de Colima, El Eco del Sur, La Juventud
Literaria, entre otros. El periódico oficial mantenía relación e intercambio con diversos
medios nacionales y extranjeros, y apelaba a su colaboración para “dar mayor impulso
al movimiento periodístico”.114 En lo que respecta a las mujeres, la prensa colimense del
Porfiriato difundió un conjunto de virtudes adecuadas o esperadas de las mujeres, cuyas
características de dulzura, amor, rectitud, servicio y entrega, entre otras, también eran
resguardadas por los manuales de urbanidad, las revistas femeninas y las novelas por
entregas.115
Tomar la prensa como fuente de indagación reviste una importancia mayor al
conocimiento del medio impreso, pues permite mostrar las preocupaciones, prácticas y
valores de cierto sector de la sociedad. Los ambientes de editores y libreros, este último
un término para señalar en esa época a quien vivía en el ambiente de los libros,
provocaron un interés entre los lectores de distintas regiones del país, y los del centro
cultural en la ciudad de México. El vínculo entre la región y el centro produjo lazos
entre sus comunidades lectoras que en razón al gusto y al ejercicio del arte de la palabra
escrita, conformaron un espacio al que he descrito antes como “región cultural.”116
Coincido con Sánchez de la Torre con que los ambientes de la palabra escrita
presentaron, para ciertos grupos sociales, un elemento de continuidad cultural a través
del tiempo que descubre una convivencia de valores coloniales y las nuevas ideas del
progreso y la ciencia.117
Analizar la publicación El Estado de Colima permite dar cuenta de diversos
impactos a las mujeres. Uno de esos efectos indica que la prensa significó para ellas
que, quizá por primera vez, aparecieran en eventos de la vida social fuera de su familia
y hogar, en calidad de educandas (alumnas) o preceptoras (maestras), o bien, como
114 Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 17. Véase también Carlos Pizano y Saucedo, Historia Cronológica del periodismo colimense desde su comienzo en (1830) hasta nuestros días (1973). Evolución histórica del periodismo y la imprenta en Colima (Colima: Universidad de Colima, 1973), 15. 115 Ríos de la Torre, “Idea de mujer”. 116 En el transcurso de esta investigación encontré un fenómeno social al que he llamado región cultural. Por ella voy a entender un espacio geográfico discontinuo que presenta elementos o manifestaciones humanas con características de significado similares. En la parte introductoria presento algunas razones para concebir este concepto. 117Sánchez de la Torre, Constructores de un cambio cultural, 17.
51
directoras de planteles de instrucción. Prueba de ello son las inserciones en la prensa
local que anunciaban los resultados de los exámenes escolares, incluso los nombres de
las estudiantes y maestras y su nivel educativo. En dichas evaluaciones, que en aquel
tiempo se hicieron del conocimiento público en el periódico, aparecían “las niñas que se
instru[ía]n …, [así como] las señoritas profesoras que cursa[ba]n cátedras especiales”.118
Esta práctica editorial del periódico, que difundió públicamente la información privada
y personal de estas mujeres, significó otorgarles cierto grado de estatus o posición
dentro de la comunidad. Así, la práctica que impuso el gobierno a las escuelas y la
prensa de publicitar los logros escolares de la población en general, se volvió una
costumbre que visibilizó a las mujeres que accedían a las oportunidades educativas.
Un ejemplo de este beneficio para las mujeres lo muestra la cobertura del
periódico de la inauguración del Colegio de San José, una escuela de instrucción
primaria y secundaria, a donde asistieron personajes de la vida política e intelectual.119
Aquel acontecimiento lo acompañaron con una orquesta local y los discípulos del
mismo plantel, quienes participaron con poesías y música. Destaca la presencia Dolores
Gómez Palencia y Esperanza Hurtado como ejecutantes en piano.120 Esperanza Hurtado
fue hija de un político que constantemente aparecía en la prensa lo que lleva a pensar
que los individuos mencionados en las notas de prensa pertenecían a un grupo compacto
de la elite local. Los miembros de estas familias mantenían lazos sociales entre ellos e
incluían a las figuras políticas del momento.
Unos de los elementos culturales relacionado con el grupo de estrato social alto
fue el piano. El piano fue un instrumento utilizado inicialmente por la burguesía para
más tarde democratizarse entre la población europea, la cual lo consideraba refinado.121
Puede apreciarse la aceptación del instrumento en su presencia constante en la literatura
novelesca del siglo XIX. Fue el instrumento de moda a principios de siglo, y se
relacionaba mayoritariamente con las figuras de mujeres solteras, y, en menor medida,
118 Estado de Colima, 1 de Diciembre de 1882. Fue común que estas notas también refirieran el listado de asignaturas en las que las educandas y preceptoras habían sido evaluadas. 119 Estado de Colima, 8 de febrero de 1884. El Colegio de San José no aparece en las listas de escuelas públicas que funcionaban en el Estado y de las que da cuenta la obra de Francisco Hernández Espinoza, Historia de la educación en Colima (Colima: Talleres Linotipográficos de la Escuela de Artes y Oficios, 1961), 25-27. Es posible que la lista esté incompleta, o bien, que dicho establecimiento perteneciera a un particular, por ello es comprensible que no aparezca en el trabajo de Hernández que recupera principalmente las escuelas públicas. 120 Estado de Colima, 8 de febrero de 1884. 121 Martyn Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”, en Historia de la lectura en el mundo occidental, coordinado por Guglielmo Caballo y Roger Chartier, 241-589 (Madrid: Santillana, 2001), 459.
52
con mujeres casadas. En Europa y en lugares como Colima, que pretendían pertenecer a
la cultura occidental, se entendía que tocar bien el piano era la base de una buena
reputación para la mujer. Así como con la forma respetuosa de vestir, al tocar el piano
las mujeres también demostraban públicamente su buena educación.122 Este instrumento
les permitía desempeñar actos públicos, lo cual tiene un paralelismo con lo acontecido
en Estados Unidos a principios del mismo siglo, cuando los colegios prestigiosos de
mujeres enseñaban a sus alumnas un poco de francés y de música, para que pudieran
“entretener” al auditorio, mayoritariamente masculino, presente en los eventos
sociales.123 De aquí infiero que la instrucción musical de las mujeres en el Porfiriato
formaba parte de sus habilidades, su gracia y embellecimiento para desenvolverse y les
permitiera ser aceptadas en las reuniones de la sociedad.
Los eventos artísticos en Colima reflejan continuidad en las ideas culturales
extranjeras que señalé arriba. Así lo sugiere la presencia de Esperanza Hurtado y
Dolores Gómez Palencia en la nota de prensa que relata su participación como pianistas.
La participación de Hurtado y Gómez en el evento social fue resultado de sus relaciones
con los políticos e intelectuales reconocidos en la ciudad. Los padrinos del Colegio San
José, además del padre de Esperanza Hurtado, Gerardo Hurtado, fueron también el
gobernador del Estado, Esteban García, Trinidad Padilla, Francisco C. Palencia,124
Fernando Carrillo, el presbítero Francisco de J. García y Miguel Díaz.125 Hurtado fue
presidente de la Junta Municipal de Colima en 1878, y aunque solamente por unos días,
fue gobernador sustituto del general López una década después.126 En las ocasiones que
aparece su hija Esperanza Hurtado en la prensa, ella se encuentra en eventos educativos
y en su derredor están figuras de la política.127 Según las historiadoras Bonnie Anderson
122 Lyons, “Los nuevos lectores”, 459. Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 131. 123 Christine Stansell, “Sister Act”, The New Republic, 10 de octubre de 2005, <http://www.tnr.com/docprint.mhtm.?i=20051010&s=stansell101005> (15 de mayo de 2006). 124 De él se sabe que fue Diputado del Congreso de la Unión, esposo de la preceptora Ramona Llerenas de Palencia. Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. 125 Aproximadamente en 1878 Miguel Díaz dirigió la escuela “Núñez” para varones. Hernández Espinoza menciona que el maestro Díaz fue director de la Escuela “Hidalgo” en 1898. Díaz fue Jefe de Instrucción en 1906. Véase Hernández Espinoza, Historia de la educación, 22, 25, 57. 126 Ignacio G. Vizcarra, Pequeña cartilla histórica de Colima (Colima: Imprenta del Gobierno del Estado, 1891), 88. Dice este autor que el Dr. Hurtado fue Gobernador a partir del treinta de Diciembre de 1879 hasta el 8 de Enero de 1880. Véase Estado de Colima, 3 de enero de 1879, 1. 127 “De 1874 a 1879, realizó sus estudios [Profesora María de las Mercedes Zamora García] primarios en su solar nativo, teniendo como compañera y amiga a Esperanza Hurtado, hija del Dr. Gerardo Hurtado Vidrio, que fue gobernador del estado de Colima.” José Oscar Guedea y Castañeda, La mujer en Colima, origen y causa de la represión de la mujer. Vida y obra y realización de algunas distinguidas e ilustres mujeres. (Colima: s.e., 2005), 83. El autor no refiere con exactitud de dónde obtuvo esta información, sin embargo ofrece como fuentes de su trabajo sobre la profesora María de las Mercedes Zamora el Archivo Histórico del Estado de Colima, Servicios Documentarios del Congreso del Estado, Estado de Colima,
53
y Judith Zinsser, esto fue un fenómeno común que por siglos relacionó la presencia de
las mujeres en el ambiente público, con su vínculo con los hombres: como hijas,
esposas o madres.128 Y este hecho legitimó su aparición en lugares habitados
principalmente por hombres. Bonnie y Zinsser comentaron que las “hijas de Príamo, la
mujer de Lot, la madre de los macabeos, no son sino unos pocos ejemplos
tempranos”,129 de esta circunstancia. La forma como Esperanza Hurtado aparece en el
periódico, respaldada por la figura de un hombre de estatus social alto, entonces,
representa esa tradición conocida en la vida social de las mujeres de esta clase. Esto
representó una oportunidad y benefició la movilidad de las mujeres en la sociedad, pero
no se dio entre las mujeres de las clases populares. 130
Aunque no hay evidencia de que Esperanza Hurtado escribiera, su estatus social,
belleza y talento musical, inspiró la pluma de más de un poeta. Arcadio M. Azuaga, su
gran admirador, publicó según una costumbre de la época, versos para ella. Las virtudes
femeninas y significados sexuales de Esperanza Hurtado fueron resaltadas en el poema
titulado Al pasar, firmado por “Fingal”, otro de sus admiradores:131
Paloma mensajera de los amores,
Que cruzas por el mundo vertiendo aromas,
Vertiendo aromas.
Archivo Parroquial Diocesano de Colima (A.P.S.D.) y Beaterio. La maestra Merced Zamora fue pintora, y obtuvo el primer premio en un concurso de pintura de paisajes, Estado de Colima, 18 de marzo de 1899, 43. 128 Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres: una historia propia, vol. II (Barcelona: Crítica, 1992), 12-13. 129Anderson y Zinsser, Historia de las mujeres, 12-13. 130 Esta situación no sólo favoreció a las mujeres, también los varones que tenían alguna relación con los individuos que detentaban el poder. Un ejemplo de la época: “la niña Carmen García y el niño Luis Orozco, la primera hija del Sr. Gobernador del Estado y el segundo de nuestro apreciable amigo Atanasio Orozco”, Estado de Colima, 25 de marzo de 1887, 51. 131 Estado de Colima, 2 de febrero de 1889. Se dice que “Fingal” era el seudónimo de Atanasio Orozco, quien nació en Colima a principios del siglo XIX. Fue “[a]bogado, orador, traductor y poeta. Además de ocupar cargos importantes en la administración local, fue director de la Revista Literaria (1873) y del periódico La Opinión Pública (1889). Gracias a su intervención como redactor del Periódico Oficial en 1888, el ambiente cultural del estado se vio enriquecido con figuras de la talla de Juan de Dios Peza, Nájera y Urbina. En 1875 publicó Mis primeras impresiones, libro de ensayos literarios”, véase Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 109 y el periódico oficial El Estado de Colima, 7 de septiembre de 1889. “Arcadio M. Azuaga (1862-1890) nació en Cuba. Vino a Colima en la compañía de teatro “Azuaga”, propiedad de su padre. Durante su estancia en la ciudad instaló un negocio de fotografía. Publicó, desde muy joven, en varias revistas y periódicos de la localidad y participó estrechamente en el movimiento poético colimense. Fue quizá el más ferviente admirador de Esperanza Dolores Hurtado, a quien – como tantos otros- le dedicó muchos de sus versos. Se suicidó en Álamos, Sinaloa, el 27 de diciembre de 1890”, Guedea, Los decimonónicos, 113.
54
Sus aromas á tu paso, vacían las flores,
Porque eres esperanza, y eres dolores.132
II.2 La educación
Otro elemento crucial que impactó y modificó la vida de las mujeres en el Porfiriato fue
la educación formal. Los ambientes educativos a fines del siglo XIX abrieron el abanico
de opciones en la vida femenil. Muchos trabajos sobre la historia de la educación
señalan la importancia de revisar la educación entre los años de 1876 y 1910 para
comprender la pedagogía moderna y la proliferación de instancias educativas.133 Sin
embargo, ya desde la época colonial se consideraba necesaria la educación de las
mujeres y su subsiguiente incorporación a la fuerza de trabajo. Esos planes fueron parte
del discurso económico del “progreso y la prosperidad” de la sociedad y no tenían por
objetivo mejorar el estatus y respeto social de las mujeres.134 Como sugiere la
historiadora Silvia Marina Arrom, esos deseos de progreso a través de la educación
femenil, a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, afectó a mujeres en
situación de privilegio, aquellas que por ser de clase alta recibieron la influencia de la
Ilustración.135 El pensamiento porfirista fue más allá en su énfasis en la educación de las
mujeres. Consideraba que la educación sería el mecanismo para convertir a México “en
un país moderno y democrático”. Para lograr ese propósito, el gobierno diseñaría los
programas educativos, en los que la innovación fue la unión de la enseñanza de la
132 Estado de Colima, 2 de febrero de 1889, 19. 133 Algunos de los siguientes textos fueron revisados a modo ubicar el trabajo previo y el posible aporte de la visión histórica al análisis. Rosa Martha Romo Beltrán, Interacción y estructura en el salón de clases: negociaciones y estrategias (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1993); Susana García Salord y Liliana Vanella, Normas y valores en el salón de clases (México, D.F.: siglo XXI y Universidad Nacional Autónoma de México, 1992). Mario Rueda Beltrán, Gabriela Delgado Ballesteros y Miguel Ángel Campos Hernández, coordores, El aula universitaria, aproximaciones metodológicas (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1991. Mencionar éstas, obedece sólo a la relación temática que se ha establecido entre dichas disciplinas. Véase también Mílada Bazant, Historia de la educación durante el Porfiriato (México, D.F.: Colegio de México, 1995), 15. Estado de Colima, 3 de enero de 1879, 1. Es en 1879 cuando se declara la obligatoriedad de la instrucción en el Estado de Colima con el decreto número 139. Sin embargo desde principios de la segunda mitad del siglo XIX, la organización de la educación en el Estado adquirió cierta formalidad y funcionaron escuelas bajo la dirección del Gobierno Civil. Hernández Espinoza. Historia de la Educación, 17-18. Bazant, Historia de la educación, 16. 134 Silvia Marina Arrom, Las mujeres de la Ciudad de México, 1790-1857 (México, D.F.: Siglo XXI, 1988), 29. 135 Arrom, Las mujeres, 28-35.
55
lectura y la escritura en un mismo momento, así como la obligatoriedad de la educación,
lo que permitió su democratización.136
Pese a la tendencia a implementar ciertas novedades en la educación, algunas
ideas acerca de las materias pedagógicamente adecuadas para los géneros, permeaban
las prácticas educativas. En marzo de 1881 el periódico oficial El Estado de Colima
publicó un fragmento del Reglamento de la Ley de Instrucción Pública que había sido
aprobado en 1863, a propósito de establecer los lineamientos para los estudios
profesionales. Dicho reglamento establecía las bases para la instrucción primaria y
secundaria. De la lectura de ese documento se deriva que, las materias que se cursaban
en las escuelas primarias sólo se diferenciaban entre niños y niñas en cuanto a que ellas
debían cursar además costura y bordado. En las escuelas secundarias, por otra parte, se
distingue una separación en los contenidos educativos. Para las mujeres se sigue
considerando importante la enseñanza de urbanidad, moral, costura, bordado y la
elaboración de flores, así como la enseñanza de materias vinculadas con la organización
del hogar, como higiene y economía doméstica. Mientras que para los varones se
prescinde de las materias de moral y urbanidad para permitir que adquirieran
conocimientos en filosofía, latín, matemáticas, química y física. El reglamento también
muestra que la educación de los varones tenía el objetivo explícito de impartir “la
instrucción preparatoria para las carreras profesionales”.137 Estas prácticas marginaron a
las mujeres de ciertos conocimientos y experiencias educativas.
Pese a esta marginación, en Colima el impacto de la modernización educativa
que propuso el gobierno porfirista significó para ciertas mujeres de clase media su
alfabetización, la adquisición del oficio de maestras y, más escasamente,
profesionalizarse en el quehacer literario. En esta época fue común que las mujeres que
asistían a las escuelas para instruirse eran de la clase media, pues las que pertenecían a
familias de la clase alta recibían su instrucción preferentemente en casa, donde una
institutriz, generalmente extranjera, les enseñaba a tocar el piano, el conocimiento de la
lengua francesa, la lectura y escritura del español, la elaboración de bordados y el
estudio de la religión.138 El sistema escolar promovido durante el porfiriato permitió a
las mujeres el acceso a nuevas vivencias intelectuales. El plan de estudios para las niñas
136 Bazant, Historia de la educación, 20-21; Estado de Colima, 3 de enero de 1879, 1; Lyons, “Los nuevos lectores”, 558. 137 Estado de Colima, 15 de marzo de 1881, 113. 138 Magdalena González Casillas, Historia de la literatura jalisciense en el siglo XIX (Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1987), 298.
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no incluyó materias que recibieron los niños: las niñas además de aprender la lectura y
escritura, practicaron manualidades, música, francés e inglés. Aun con diferencias y
limitaciones en comparación a las materias que cursaban los varones, ellas pudieron
acceder a la experiencia íntima de la lectura de poesías y otras obras literarias, lo que les
influyó para que descubrieran una vía de expresión personal a sus pensamientos,
sentimientos y opiniones mediante la escritura. La lectura también proporcionó a las
alumnas la posibilidad de tener acceso a mundos y personajes alejados y extraños a su
vida social inmediata. Adicionalmente a la lectura y escritura, los ambientes educativos
introdujeron prácticas artísticas, como la ejecución del piano, la destreza en la pintura,
así como la lectura pública de discursos. Estas actividades fueron muestra frecuente en
los eventos de fin de cursos, exhibición de exámenes y apertura de esos centros
educativos. Varias mujeres comenzaron a aparecer como ejecutantes de piano y como
lectoras públicas de poesía y discursos en los exámenes o celebraciones educativas, y en
esos ambientes su pensamiento comenzó a aparecer como reflexión estructurada e
intelectual.139
La escritura para algunas mujeres fue el mecanismo que les permitió materializar
sus pensamientos e inquietudes a través de las posibilidades de difusión en la prensa,
donde se publicaron sus reflexiones. El periódico El Estado de Colima mostró opiniones
de mujeres acerca de temas de interés general como la educación. Fue el caso de
Gregoria de Miranda, quien publicó su ensayo en dicho periódico, pero de quien ignoro
si radicaba en la ciudad de Colima. Es posible que su texto fuera remitido por alguna
publicación de otra localidad, con quien el diario oficial mantuviera intercambio de
información o de ejemplares. Para de Miranda acceder a la escritura y posteriormente a
la prensa le permitió comentar acerca de los modernos planes de estudio que en ese
tiempo se proponían en las escuelas. En su opinión, se debía acudir a los autores
clásicos para enseñar la literatura y ser rigurosos en los métodos de lectura de los libros.
Según ella, enseñarle a leer al niño era la base del estudio y la instrucción debería estar
guiada por el camino del bien, función que debía realizar el maestro. Ésta es una clara
referencia a que la educación debía tener un carácter moral, con pleno conocimiento de
“los derechos del hombre”.140
139 Ejemplo de ellos es el discurso de la preceptora Matilde González, en el teatro Santa Cruz. Estado de Colima, 14 de febrero de 1891, 27. 140 Estado de Colima, 11 de febrero de 1888, 23.
57
Aunque la autora de esta reflexión era una mujer, ella consideraba que la educación
debía ser para el niño-varón y de este modo toleraba y perpetuaba la ideología de género
masculino. De Miranda señala que el niño “es la imagen del pueblo; á él pertenece”.
Gregoria de Miranda consideraba que la educación del niño-varón era una necesidad
para el engrandecimiento y progreso del país. El texto también muestra que las
aspiraciones nacionales estuvieron consideradas y representadas con imágenes
masculinas. “Enseñando al niño de hoy se ilustra al hombre de mañana”, dijo la autora,
y expresó su esperanza para que ese niño-varón se convirtiera en alguien “ilustre y
grande”, útil a su patria y digno de ella.141 Este texto es un reflejo de cómo algunas
mujeres reprodujeron el discurso oficial del Estado sobre la educación con atributos
masculinos sin cuestionarlo. Sin embargo, hay que reconocer que al apoyar el discurso
oficial en torno a educación funcionó positivamente para algunas mujeres: les permitió
participar públicamente con sus opiniones, las acercó a la literatura y a las habilidades
de discusión y crítica pública.
Algunas de las mujeres que se desarrollaron más intelectualmente, lo hicieron a
través de los avances educativos. Ellas fueron maestras. El crecimiento del sistema
educativo requirió más personal docente e incrementó entonces el número de maestras y
su consecuente profesionalización. Estos cambios tuvieron su origen durante el
Porfiriato, cuando surgieron las maestras y las alumnas como grupos identificados, que
aunque ya funcionaban en la sociedad, carecían de reconocimiento social. Como lo
pronunció el licenciado Miguel Serrano,142 un prestigiado maestro del país, en el
discurso de inauguración de la Escuela Normal para profesoras: todos los “pueblos
cultos” han instado la instrucción de la mujer, y ha llegado el momento de reconocer sus
conocimientos al servicio del magisterio. Y el lugar donde mejor se desempeñaría la
maestra, sería la escuela de párvulos. En el pensamiento de género de ese periodo,
dominó la idea que el hombre debía contribuir con “su espíritu de empresa, su carácter
sociable y generalizador”, mientras que, por ser mujer, el rol que le correspondía porque
ella estaba “ayudada de su ternura y de su infatigable paciencia” era el de preparar a los
141 Estado de Colima, 11 de febrero de 1888, 23. 142 Es posible que la nota de prensa se refiera a Miguel Serrano Daza (1842-1916), abogado y maestro poblano. Estudió para abogado en el seminario conciliar de Puebla. Fue secretario general de Gobierno y de Fomento en Puebla. Director y profesor de la Normal en la misma entidad. Diputado al Congreso de la Unión. Varias veces delegado de México, en unión de Joaquín Miranda, Ignacio Manuel Altamirano, Enrique Laubscher, etc. Participó en los Congresos Pedagógicos de 1889 y 1891, y en 1912 ocupó la dirección de la Escuela Normal de Puebla. Historia, Biografía y Geografía de México (México, D.F.: Porrúa, 1964), 1475.
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infantes. Pues para ello, además la ayudaban, “el fuego de sus sentimientos, […] sus
tendencias esencialmente artísticas y su concentración profunda y luminosa”.143
Durante el periodo porfirista ciertas mujeres alcanzaron más prestigio social,
como maestras. El espacio educativo les otorgó un reconocimiento social materializado
en un salario, así como la posibilidad de moverse con legitimidad en un escenario fuera
de casa. Ser maestra asalariada, para algunas de ellas significó convertirse en un apoyo
parcial o total para la economía familiar, y con esto, alcanzar un nuevo estatus dentro de
la familia, así como opciones de vida independiente. Este punto es importante porque
las expectativas de, y para las mujeres de fines del siglo XIX, no abundaban por
diversidad, por lo general, las colocaban en situaciones de dependencia económica con
relación al padre, al hermano o al esposo. Esta situación se modificó a partir de su
capacidad por obtener una retribución monetaria, relativamente segura por su
desempeño como maestras. Este fue el caso de Eufemia González de Vargas, quien
obtuvo su título profesional por la “satisfacción de llamarse profesora de enseñanza á la
vez que de ser el sostén y amparo de su anciana madre y de su numerosa familia”.144
Aparte de la remuneración salarial, las mujeres maestras podían también disfrutar de
otros premios y reconocimientos. En los exámenes públicos, el gobernador premiaba
económicamente al maestro responsable del buen desempeño en el estudio de los
alumnos o alumnas.145
Hacia fines del siglo, los exámenes oficiales escolares dieron a las alumnas y a
las maestras un espacio público para su presentación y reconocimiento, y aunque
tuvieron que ocupar un lugar jerárquico no siempre elevado, desde ahí comenzaron a
plantear sus inquietudes y reclamos. Por su importancia, estos exámenes se realizaban
en el teatro Santa Cruz, conocido hoy como Teatro Hidalgo, prestigioso edificio
gubernamental de la época, y poblado de sujetos masculinos. De uno de aquellos
eventos en 1890, aparece reseñada, en la sección literaria de El Estado de Colima, la
participación de la niña María González, quien así se expresaba:146
143 Estado de Colima, 1 de marzo de 1890, 33. 144 Estado de Colima, 30 de julio de 1886, 130. 145 Hernández Espinoza, Historia de la Educación, 24-25. 146 Esta alocución la dirigió María González en un examen de la Escuela “La Independencia”, El Estado de Colima, 22 de febrero de 1890, 31. Hubo una escuela llamada “La Independencia” en 1898, dirigida por la profesora María Guadalupe Vizcarra. Véase Hernández Espinoza, Historia de la Educación, 27. Desconozco la edad cierta de María González, sin embargo es posible que para esta fecha terminara su instrucción primaria, y como María de las Mercedes Zamora ingresó a los 15 años de edad, cabe la posibilidad de que María González tuviera alrededor de esa edad, Guedea y Castañeda, La mujer en Colima, 83.
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Señores:
Llegó el día en que vierais el fruto de nuestros débiles esfuerzos: nuestras manos han labrado pequeñas labores, y nuestra naciente inteligencia desplegó sus alas, queriendo alcanzar el cielo desconocido del saber. Hollamos ya las primeras espinas del camino, y no descansaremos hasta tocar la cima.147
En este discurso se refleja un sentimiento de satisfacción por participar en el proceso
educativo. También, se percibe un elemento optimista en el proceso del desarrollo
personal, así como un grado de conciencia y reconocimiento de la inteligencia
femenina. Aunque es posible que en la composición de este discurso intervinieran las
maestras, el lenguaje con el que está escrito denota un naciente sentimiento de poder
entre las mujeres jóvenes, pues convierte simbólicamente a las oradoras en personas con
capacidad de pensar y externar sus ideas. Sus palabras muestran que a la par de su
inteligencia, la mujer porfiriana se designa como un sujeto con propósitos, sueños y
deseos para llegar a un conocimiento de nivel más alto, al que llama María González el
“cielo desconocido del saber”. De esta forma la autora, y las personas de su género,
poseen la capacidad de externar públicamente sus ambiciones intelectuales, y se
muestran decididas a no descansar “hasta tocar la cima”.
Al mismo tiempo, María González, en su texto, se refiere al carácter
subordinado y débil de la mujer cuando menciona que las niñas únicamente realizaron
labores manuales en la escuela, lo que refleja la conciencia de su situación y de sus
posibilidades.148 El documento también refleja un elemento de identidad femenina. La
referencia a las manualidades constituye cierta conciencia por parte de esa generación
joven acerca de la continuidad de las tradiciones para las mujeres. Aunque este texto se
inscribe inicialmente en el ambiente educativo de la época, al realizarse desde una
plataforma pública, expuesta al conocimiento y debate general, toca la dimensión
política.149 Este acto anunció una intención hacia la autonomía y fue un ejercicio de
libertad personal. El discurso público frente a las autoridades políticas del estado,
convirtió a la joven en miembro de la comunidad, y a su discurso en un acto que
buscaba mostrar y modificar las relaciones sociales establecidas en esa época.
147 Alocución de María González. Estado de Colima, 22 de febrero de 1890. 148 María Cristina Arambel-Guiñazú y Claire Emilie Martín, Las mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo XIX (Madrid: Iberoamericana, 2001), 18. 149 Aquí recojo la consideración de Lola Luna que concibe que el lenguaje puede ser entendido como un sistema de signos y como práctica social y política. Véase Lola G. Luna, “Contextos discursivos de género y movimientos de mujeres en América Latina”, Hojas de Warmi 12 (2001): 36.
60
María González, la alumna, pidió derechos para acceder al conocimiento de la ciencia y
lograr el cambio, y por eso rechazó la ignorancia que ahogaba sus deseos:
Porque la ciencia no es solo para los hombres; sus dones también a nosotros nos pertenecen. ¿Y por qué se nos habría de privar de sus dulzuras, cuando también pensamos, soñamos, sentimos y creemos? ¿Por qué dejar morir con inclemencia los más puros afectos en el pecho y los nobles deseos de dilatar el alma, envolviéndonos en el sudario de la ignorancia?150
En este fragmento existe un reclamo de igualdad ante los hombres, al considerar que la
ciencia debe brindar una oportunidad para todas las interesadas. Al decir que la ciencia
debía estar al alcance de ambos sexos también María González sugirió que la facultad
para dominar dicha ciencia pertenecía tanto al hombre como a la mujer. Así se planteó
María González una inteligencia femenil semejante a la que poseían los hombres. En
este mismo espacio, ella llamó al reconocimiento de las mujeres como sujetos capaces
de pensar, sentir y soñar. Aunque la alusión al destinatario femenino se encuentra
presente entre las líneas del texto y no al principio, vale señalarlo porque manifiesta una
idea de comunidad entre las educandas y su maestra. Entre ellas comparten una
juventud cobijada de afectos, sentimientos, así como una época que les brinda la
oportunidad de acercarse a la ciencia. Para estas mujeres, la escuela se convierte en un
espacio de reconocimiento, un lugar donde experimentan alegrías tempranas y derraman
“lágrimas de inocentes sufrimientos”, en un sentido de comunidad de género.
Así continúa María González:
Hoy somos capullo que mañana, brotando a nueva vida tendremos que derramar el perfume en las sociedades; crisálidas que atesoramos los dones que nos legan nuestra maestra y nuestros padres, bebiendo en las fuentes purísimas de su cariño y su ternura, para agitar mañana en el hogar las alas matizadas de virtudes.151
En esta parte del discurso María González entiende que la mujer debe ser instruida para
educar a los nuevos ciudadanos en el hogar, considerado “su” lugar en la sociedad. Esto
es, una vez educada, la mujer debe regresar al hogar. El pensamiento de González
coincide con un ideal propagado en México a mediados del siglo XIX. De acuerdo a ese
modelo, a las mujeres se les debía educar “para ser ‘el ángel del hogar’, seres etéreos,
150 Alocución de María González. Estado de Colima, 22 de febrero de 1890, 31. 151 Estado de Colima, 22 de febrero de 1890, 31.
61
inmaculados, sabios, eficientes y buenos. Ellas debían de ser buenas esposas, buenas
madres y amas de casa, y transmitir a sus hijos las bases morales y religiosas, que
hicieran de ellos buenos ciudadanos y buenos católicos. [...]”.152 Los ambientes
educativos locales promovían esa ideología, y consideraban que “el país tambien
necesita de mujeres ilustradas, sin olvidar por eso sus deberes domésticos”, y la
instrucción “de la mujer [era] de una necesidad ingente en el desarrollo de las [...], y uno
de los problemas más arduos para los gobiernos”. 153 María González expresó
aceptación al discurso oficial por parte de las alumnas, quienes se desempeñarían como
educadoras de sus hijos, en el entorno del hogar.
Hay que destacar en la intervención de María González el uso de términos
alusivos a la naturaleza. Elige vocablos como “capullo”, “crisálidas”, “alas matizadas de
virtudes” como metáforas de la transformación y cambio de ella misma. Estas palabras
pueden ser comprendidas como expresiones de las ideas liberales y románticas, y como
palabras con fuerte sentido femenino como lo son cariño, ternura y dulzura. El texto
refleja un sentido de género femenino en el uso de las palabras “brotando a nueva vida”,
expresión que en una de sus acepciones se refiere a la función reproductiva de la mujer.
La figura de Margarita Rodríguez Paz representa la transición de algunas maestras al
trabajo intelectual serio y su integración al mundo literario. En 1891, fue comisionada
por parte del gobierno de Colima para viajar a Jalapa, Veracruz, para investigar acerca
de la labor educativa en la Escuela Normal de esa ciudad. Allí tomó indicaciones del
director del plantel, el reconocido pedagogo Enrique C. Rébasemen.154 El hecho de que
el gobernador de Colima, Gildardo Gómez, enviara a la maestra Rodríguez Paz a Jalapa
fue interpretado como prueba “de un tacto exquisito al escoger para tan delicada misión
una profesora tan empeñosa é ilustrada”.155 En ese contexto, el nombramiento de
152 Valentina Torres Septién, “Un ideal femenino: los manuales de urbanidad: 1850-1900”, en Cuatro estudios de género en el México urbano del siglo XIX, coordinado por Gabriela Cano y Georgette José Valenzuela, 97-127. (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2001), 109; Silvia Caporale Bizzini, coordinadora, Discursos teóricos en la(s) maternidad(es). Una visión integradora (Madrid: Entinema, 2004), passim. 153 Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. 154 Estado de Colima, 30 de mayo de 1891, 88. Esta información se publicó en el Estudio de Jalapa, dice la misma nota. No encontré más referencias de esta impreso, salvo que hubo uno con el mismo nombre en el siglo, pero en Uruguay. Véase Irma Leticia Moreno Gutiérrez, La prensa pedagógica en el siglo XIX (México, D.F: Universidad Nacional Autónoma de México), <http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_23.htm> (16 de octubre de 2006). Enrique Conrado Rébsamen (1857-1904) fue un educador de origen suizo, que llegó a México en 1884 para desarrollar su labor educativa. Por más datos véase Red Escolar SEP-ILCE <http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/abril/conme8.htm> e Instituto Enrique Rébasemen <http://www.institutoerebsamen.edu.mx/contenido/bioier.html> (16 de octubre de 2006). 155 Estado de Colima, 11 de julio de 1891, 112.
62
Rodríguez Paz fue también un logro considerable para una mujer ser seleccionada para
esa misión. Rodríguez Paz se interesó por la materia de pedagogía, y presentó al término
de su estadía en Jalapa, un plan educativo que pensaba proponer al gobierno de Colima.
La propuesta pedagógica de la maestra consistía en “un nuevo método de lectura” y lo
tituló Reforma pedagógica.156
A pesar de ser una mujer acreditada, con el honor, y distinción, que supondría
ser enviada por el gobernador a esa misión, al texto de su despedida de Jalapa,
Rodríguez Paz describió en términos de género lo que experimentaba al confrontarse
ante un escenario tradicionalmente masculino. Ella se sintió atrevida al no merecer la
oportunidad que se tomaba. Por ello apeló a la benevolencia de sus escuchas:
Comprendo que muy atrevida he sido al solicitar el permiso de tomar la palabra en este lugar, ante las distinguidas personas que me escuchan, y donde vienen à desarrollar sus galas las flores primaverales de jóvenes pero ilustradas inteligencias. Más confío en que me juzgareis con indulgencia, pues creo que tendréis en cuenta que, aunque poseo el honroso título […] estoy muy lejos de poseer los conocimientos […]157
Al hablar así, Rodríguez Paz perpetuó el rol subordinado femenil y la actitud tradicional
femenina de minimizar su capacidad y logros como mujer, ante un público masculino.
Así, las dudas sobre el lugar y validez de la mujer educada que encontré en el discurso
de la joven María González, las descubrí en las palabras de la maestra Rodríguez Paz.
Esto también implica que la época porfiriana fue de transición histórica para las
mujeres: que eran momentos cuando todavía era difícil para ellas asimilar sus logros
profesionales y superar herencias psicológicas de inferioridad femenina en relación con
las habilidades masculinas.
Rodríguez Paz no sólo estuvo relacionada con la educación y las sociedades
locales de caridad. También manifestó su interés por los ambientes literarios. En cuanto
a esto, un mes de 1875, la prensa local anunció dos nuevas revistas en Colima: una de
varones y otra de mujeres: “Felicitamos a las señoritas que redactan ‘La Violeta’ por sus
interesantes artículos y sus bellas poesías, e igualmente nos congratulamos de ver en
nuestro Estado jóvenes estudiosos y amantes del progreso como lo son los redactores de
‘La Juventud’”.158
156 Estado de Colima, 11 de julio de 1891, 111-112. 157 Alocución de Margarita Rodríguez Paz. Estado de Colima, 11 de julio de 1891, 111. 158 Estado de Colima, 6 de agosto de 1875, 330.
63
La Juventud la encabezaban Esteban García y Francisco G. Palencia y duró hasta 1880,
mientras que La Violeta la encabezaba Margarita Rodríguez Paz y duró hasta agosto de
1876. 159 Aunque la publicación de Rodríguez Paz sólo sobrevivió un año, ella volvió a
dirigir una revista de corte pedagógico en 1907,llamada La Cestita de Flores. Además,
de 1920 a 1926 fue directora del periódico de literatura Bajo las Palmas.160 Es posible
que si La Violeta estaba redactada por mujeres jóvenes, la revista estuviera sujeta a su
trabajo editorial, el cual dependía de los ciclos de matrimonio y reproducción femenina.
En 1886 Rodríguez Paz era la directora de la Escuela Normal de Niñas, y El Estado de
Colima publicó otro de sus poemas.
A mis discípulas.
Por eso gozo, sí, con vuestras madres
Grato en vosotras con amor pensando,
Sereis felices cuanto sois virtuosas,
Dulces, amables, de bondad dechado.161
El ejemplo de Rodríguez Paz confirma la idea de que con la prensa porfirista y la
educación oficial las mujeres desempeñaron otros oficios en la sociedad, ella misma fue
maestra y directora de un plantel de instrucción. El texto también es un ejemplo de
cómo las maestras continuaron realizando su rol de madres protectoras de la moral de
las jóvenes. La prensa divulgó las imágenes ideales de género, así como del deber ser
femenino, esperando y alentando que las mujeres fueran virtuosas, dulces y amables,
como señala el poema. En esta época también se abrió y diversificó el acceso a la
lectura. Por su parte, la innovación educativa fue un elemento que para las mujeres
propició movilidad social e introducción a los conocimientos y contenidos de la cultura
formal, e incluso les otorgó la posibilidad de desempeñarse profesionalmente como
maestras. Perpetuaron su deber social de salvaguardas de las nuevas generaciones
mediante su oficio de maestras. A través de la educación, ellas modificaron su posición
social, así como su situación económica. El ser maestras les permitió experimentar una
159 Esteban García nació en Colima en 1848, fue periodista, dirigió La Juventud, Regidor en 1880, Diputado y electo gobernador para el periodo de 1883-1887. Véase Daniel Moreno, Colima y sus Gobernadores. Un siglo de historia política (México, D.F.: Studium, 1953), 45; Carlos Pizano y Saucedo, Historia Cronológica del periodismo colimense desde su comienzo en (1830) hasta nuestros días (1973). Evolución histórica del periodismo y la imprenta en Colima (Colima: Universidad de Colima, 1973), 19-20. 160 Pizano y Saucedo, Historia cronológica, 27, 34. 161 Poema de Margarita Rodríguez Paz. Estado de Colima, 25 de junio de 1886, 110.
64
forma de comunidad diversa al grupo familiar. La educación fue un punto medular en la
historia de las mujeres, pues gracias a ésta adquirieron las herramientas con las cuales
contar sus experiencias vitales. De este modo, tomaron la palabra escrita y pública, y
con ella forzaron a la sociedad a leer sus ideas, necesidades y reflexiones. La historia de
las mujeres mostró una paradoja: el ser maestras les permitió modificar su estatus social
y obtener un ingreso, pero al realizarse como maestras continuaron desempeñando su
rol de género, como protectoras de la rectitud juvenil, particularmente el de las mujeres.
65
CAPÍTULO III
VOCES EN LA ESCRITURA DE MUJERES EN EL SIGLO XIX
En este capítulo voy a interpretar la subjetividad de las mujeres a partir de su escritura:
¿de qué manera la utilizaban, qué decían en ella y cómo se reflejaban ellas mismas en
sus escritos? Encontrar los significados de género y culturales en su escritura será la
presente tarea en un nivel más profundo trataré de ver cómo se construye la identidad de
género femenil a través de la voz personal y de la comunidad. Para las mujeres del
Porfiriato, el ejercicio de la escritura les dio presencia pública, y a la larga posibilitó la
transición entre una escritura femenil a la de una escritura feminista.
Distintos y sinuosos, pero todos ellos con escollos, fueron los caminos de las
mujeres decimonónicas hacia la expresión personal a través de la escritura. La sociedad
colimense de fines de siglo XIX comenzó a pronunciar los nombres de las mujeres, así
como a otorgarles el reconocimiento público a sus roles y habilidades sociales: amas de
casa, madres, esposas, hijas, artistas, preceptoras, directoras, alumnas y escritoras. En
cuanto al rol de las mujeres en la sociedad, algunas autoras encuentran que con
frecuencia ellas han sido representadas en una posición de dominadas con relación al
hombre. Especialmente en el siglo XIX, las mujeres fueron dibujadas como controladas
por sus esposos.162
La autorepresentación de las mujeres en la cultura escrita decimonónica
significó para ellas, por una parte, su visibilización legítima en los espacios públicos.
Las mujeres han estado presentes en las sociedades y han desempeñado en ellas
funciones y actividades, sin embargo es frecuente que su presencia y práctica
permanezca oculta, y el término “visibilizar”163 propone la acción explícita de hacerlas
visibles en el imaginario social. La reflexión de historiadoras feministas fue que la
162 Liselle Sant, “’The Yellow-Paper’: A Twist on Conventional Symbols”, <http://grammar.ccc.commnet.edu/grammar/composition/liselle.htm> (20 de febrero de 2006). 163 Visibilizar: tr. Hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista, como los rayos x y los cuerpos ocultos, o con el microscopio los microbios. Véase diccionario de la Real Academia Española <http://www.rae.es/> (25 de enero de 2007).
66
historia oficial o tradicional se había escrito desde la experiencia masculina y era
necesario incorporar a las mujeres en el discurso histórico como protagonistas. En
Colima, la participación y exposición femenina en los ambientes culturales fue también
la divulgación de una norma de conducta esperada y promovida para ellas, así como la
posibilidad de discutir acerca de esa norma social en el espacio de interés general. La
representación y autorepresentación de las mujeres podemos interpretarlas como
prácticas políticas acerca del lugar y condición femenil en la sociedad. Podemos en un
texto femenino encontrar los preceptos y cánones del deber ser que les establecía el
discurso predominante de la sociedad patriarcal, así como los asomos de “transgresión”
real y simbólica, que se manifestaban en una búsqueda de espacios para la reflexión
acerca de su vida y su condición en la sociedad. Comulgo con la idea de mujeres
transgresoras que propone María-Milagros Rivera Garretas, quien señala que la
transgresión debe entenderse como un ejercicio de libertad. El término se refiere a
aquellas mujeres que han buscado y logrado distanciarse del deber ser social, pero que
al hacerlo se mantienen en el orden patriarcal simbólico establecido y construyen un
sentido de lo femenino en relación a su escritura y a la relación que proponen con otras
mujeres.164 Aquí, para comprender de manera más fina la acción transgresora en la
escritura femenil, planteo considerar su relación con los hombres.
Al discutir la transgresión, el pensamiento feminista reconoce dos actitudes en
los textos. Primera, aquéllas que cuestionan la autoridad del varón, y llaman al cambio
de las prácticas, significados, valores e instituciones conocidas para que incluyan a las
mujeres y las valoren como sujetos sociales. Mientras que la segunda actitud demuestra
que aunque el escrito haya sido realizado por mujeres, no cuestiona de manera explícita
de su condición. La distinción teórica entre texto femenino, es decir, escrito por una
mujer, y texto feminista, que presenta una conciencia de su marginación en la sociedad,
permite diferenciar los límites entre las dos clasificaciones. Estos conceptos definen
actitudes que no siempre se ajustan a lo que encontramos en la realidad. El proceso de
cambio entre lo que es literatura femenil y una escritura con conciencia de transgresión
es gradual. Esto podemos aplicarlo en las líneas de un discurso que pronunció la alumna
Refugio Quiroz en un mes de 1890, “aunque modesto en sí por la pequeñez de nuestros
trabajos intelectuales, tiene, sin embargo, una elevada significación social, porque cada
164 María-Milagros Rivera Garretas, “La querella de las mujeres: una interpretación desde la diferencia sexual”, Política y Cultura 6 (primavera 1996): 25-39.
67
paso que dá la mujer en la senda de la cultura y de la instrucción es un triunfo para el
progreso y el porvenir de los pueblos”.165
De este modo se expresó Quiroz ante el gobernador de Colima, el inspector de
educación y una comunidad a la que denominó: “Señores”. A ellos les decía que el
progreso intelectual de las mujeres era lento, pero que ocurría y que la “pequeñez” de
sus trabajos era sólo transitoria. Cuando utilizó la palabra pequeñez aludió a su
condición disminuida frente a la educación, pero también a la posibilidad de que esa
condición desapareciera con el tiempo, y esa interpretación le dio un sentido irónico a
sus palabras. Fue también importante que Quiroz considerara que esos “pequeños”
trabajos que las alumnas mostraron eran de carácter intelectual: un área de reciente
inauguración para las mujeres, y quizá por eso, las suyas fueron labores modestas.
Como podemos apreciar, inicialmente habló con recato característico a las
mujeres de su tiempo pero reconoció que su trabajo era importante porque afectaba a la
sociedad. Para ella su “patria, avanza[ba] de dia en dia á la conquista de sus grandiosos
ideales y á la anhelada meta de su prosperidad, porque al impulsar la instruccion
pública, [...] no hace mas que fundar el sólido cimiento de su futura grandeza [...]”166
Estas ideas colocan al texto de Quiroz en el centro de los intereses de la época, los
cuales estaban influidos por las ideas de la Ilustración167, así como las necesidades del
gobierno de mejorar la economía a través de los avances científicos, del conocimiento y
de la industria. Sólo así se podía consolidar la nueva nación mexicana. Quiroz está
conciente de los valores de su sociedad y utiliza ese imaginario para legitimar su
aspiración a la instrucción, y dice experimentar una “emocion sublime” ante la cercanía
de la ciencia, después de las “asperezas y dificultades” que tuvieron que pasar para
alcanzar ese conocimiento.
Aunque Quiroz no duda de la capacidad intelectual de las mujeres, cuida de no
confrontar otras inteligencias e insiste en la necesidad de ilustrar a la mujer para
beneficio de las sociedades y de las nuevas generaciones. Es decir, para el beneficio de
165 Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. Alocución de Refugio Quiróz, en el documento original aparece como Quiróz. Para evitar las constantes aclaraciones en este texto, tomé la ortografía vigente del apellido: Quiroz. 166 Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. 167 Lydia Oseguera de Chávez, Historia de la literatura mexicana siglo XIX (México, D.F.: Alhambra, 1990), 14,22,24. La Ilustración se conoce como “un movimiento filosófico que se originó y desarrolló en Europa (particularmente en Francia) durante el siglo XVIII. [...] La Ilustración es para la historia un sistema de pensamiento producido por los intelectuales [...] Era sobre todo, un programa educativo orientado a elevar el nivel cultural de la sociedad y mejorar la situación de quienes desearan cultivar la razón y salir de la ignorancia”, < http://www.monografias.com/trabajos12/lailustr/lailustr.shtml> (25 de enero de 2007).
68
la sociedad y la patria. Quiroz describe dos tipos de mujeres. Una de ellas, “abandonada
á si misma, cual débil nave sin timón á merced de los vientos y las olas, como flor entre
espinas […]”, alejada de la educación e incapaz de servir a los pueblos que buscan la
grandeza y la prosperidad. Alejada de la instrucción, esa mujer también era “reducida á
la nada en el oscuro rincón del hogar”. 168 La otra mujer, según la escritora, era la que
cambiaba al instruir su inteligencia y salvarse del rincón. Es decir, aquella que se
salvaba del anonimato y de la soledad del hogar. La condición para lograr el progreso de
la mujer a través de la ilustración era obligada y necesaria: de ninguna manera podría
ella abandonar el escudo de la virtud a fin de obtener tal educación. Asimismo, para
Quiroz la nueva patria deberá alcanzar sus ideales de prosperidad con fundamento en la
instrucción de las nuevas generaciones de mexicanos y mexicanas, los futuros
protectores y dirigentes de la nación. Para lograr este proyecto se necesitaba: “de
mujeres ilustradas, sin olvidar por eso sus deberes domésticos, que á la vez que
muestren á sus hijos el camino del cielo y de la religión, les inculquen y enseñen como
se ama la patria, como se respetan las leyes del poder civil y como se cumple con los
deberes imprescindibles del ciudadano.”169
A fines del siglo XIX, era todavía indiscutible que la instrucción de la mujer
estaba destinada al ámbito de la familia, a no contradecir los roles tradicionales de
género y no trascender el relativamente nuevo espacio de la escuela. Algunas mujeres
usaron de forma distinta el conocimiento de la lectura y la escritura.
Como ejemplo del rompimiento del uso de la educación solamente para
perpetuar el rol tradicional de la mujer, es oportuno recordar la petición que en la ciudad
de México hizo Rita Hurtado de Moncayo al periódico católico El Tiempo.170 Como
lectora de este diario, ella solicita se publique una carta en la que denuncia a su esposo.
Hurtado solicita al diario que a través del intercambio entre los periódicos, se publique
su carta en Colima, donde radicaba su cónyuge. En el texto de la carta, Hurtado de
Moncayo evidencia la infidelidad de su pareja, y avala su denuncia pública mediante el
sentimiento maternal que reclama protección para sus hijos y su patrimonio.
Esta esposa también escribe: “Pues bien, señor director, en nombre de mis hijos
y mi desamparo, é [sic] invocando la solidaridad cristiana, suplico á ud. proteja con la
168 Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. 169 Estado de Colima, 13 de diciembre de 1890, 188. 170 Enrique Krauze, Místico de la autoridad: Porfirio Díaz (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1987), 101.
69
popularidad de su diario, mi causa, que es la causa de todas las madres”.171 En la figura
de la madre que Hurtado presentó se perfila una fuerte carga del mandato social, de los
deberes de una mujer madre para con sus hijos y la familia. Pero Hurtado también
evidenció un movimiento sutil que busca que ese mandato social se transforme en una
fuerza mística e incuestionable, en que la presencia de la mujer-madre adquiera un
poder femenino, emanado de esa virtud maternal. Así, el deber de proteger y cuidar a
sus hijos que le imponía el mandato social (a través del acto de escribir y enterar a la
comunidad sobre la infidelidad de su esposo), se convierte en su responsabilidad de
género. Hurtado encontró en el ejercicio pleno de su deber ser como madre, su acto de
transgresión.
Por esta carta sabemos que Hurtado fue abandonada por su esposo, y que a eso
se había resignado “porque las madres que hemos nutrido nuestro corazon con la
doctrina de Jesucristo, velamos ante todo por la honra del esposo, y apelando al
heroísmo pugnamos porque nuestros hijos no lo aborrezcan”. Hurtado menciona que
nunca se hubiera atrevido a exhibir las acciones y reputación de un hombre, y que ella
hubiera preferido sufrir en silencio. Sin embargo, “[cuando] se trata de pisotear, de
explotar mi desamparo, de hollar mi dignidad de esposa y mi respetabilidad de madre,
únicos tesoros que la naturaleza y la religión me mandan conservar ilesos y respetados”,
ella solicitó el apoyo del diario para dar a conocer a la sociedad colimense de los actos
de su esposo.172 Existen otros ejemplos del uso de la escritura por parte de las mujeres
fuera del hogar. Lo característico en ellas, como en el caso apenas citado, es la
utilización de la figura de la mujer-madre para salir a la atmósfera de lo público, a los
escenarios reconocidos como espacios masculinos.173
Un ejemplo de lo que un hombre consideraba debía ser y hacer una mujer, lo
expresó el profesor colimense Blas Ruiz en un poema de 1880, titulado “¡No caigas!”.
Ruiz fue director del liceo de varones en 1880 y publicó diversos impresos de corte
político y pedagógico.174 Como un personaje reconocido que fue, Ruiz representa la
opinión de un sector importante de la sociedad colimense.
171 Rita Hurtado de Moncayo, “Como lo pide”, Estado de Colima, 6 de marzo de 1885, 40. 172 Hurtado de Moncayo, “Como lo pide”. 173 Por mencionar algunos: María Dionisia Cruz promueve un amparo a favor de su hijo, un caso más fue el de Catharine Baker de Martínez Negrete que solicita información sobre el paradero del padre de su hijo. Estado de Colima, 16 de febrero de 1883, 28. 174 Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 110.
70
Rechaza la mano aleve
que te convide al placer
y el angel sé del hogar,
no la diosa del burdel.
[…]
Estudia experta y trabaja:
sea tu mejor caudal,
[…]175
Este texto difunde la idea de la conducta deseable de las mujeres. Propone una
imagen instruida de la mujer, una imagen ideal porfirista, que aspiraba a que las mujeres
se ilustraran para educar mejor a sus hijos. Todo, en beneficio de la patria.
Los atributos esperados de la madre los conocían las mujeres de la época.
También reconocían en esa imagen una instancia de autoridad, de poder y ubicación en
los espacios y caracteres de la sociedad. Tal sentir lo expresó la alumna María González
de la escuela La Independencia, el día de exámenes.
Compañeras: Por nuestra dicha vivimos en una época en que todo avanza; por nuestra felicidad el templo de la ciencia tiene abiertas para nosotras sus puertas y ella, como cariñosa madre, nos acoge en sus brazos y cubre nuestras sienes con sus besos.176
Llama la atención que la alumna usara la
palabra “compañeras” para dirigirse al
auditorio. Era costumbre que las alocuciones
se dirigieran a un público denominado
“señores”, o bien a las autoridades. María
González repite la costumbre. Sin embargo,
poco después de comenzar destina su
discurso al sector femenino y de pares de género. Esto es un acto importante porque
reconoce explícita y públicamente a una comunidad de mujeres. En otro nivel, equipara
a la ciencia y a la madre. Al hacerlo, le otorga a la ciencia los atributos de generosidad,
amor y comprensión de una madre, explica que las alumnas, como “hijas” de esa
“madre”, tienen el derecho a esperar la protección de la ciencia. En 1890, los textos
citados muestran que suele atribuirse a la ciencia y también a la figura de la maestra las 175 Blas Ruiz, “¡No caigas!”, Estado de Colima, 1 de noviembre de 1890, 164. 176 María González, “Alocución”, Estado de Colima, 22 de febrero de 1890, 31.
71
propiedades maternales de proteger y de proveer. En una recreación interesante. Los
símbolos reconocidos de madre, otorgan a las maestras la capacidad de cuidar y heredar
a sus pupilas. Al mismo tiempo, esa recreación confiere a las alumnas un halo protector
que las hermana y las convierte en una comunidad de hijas legítimas del pueblo. Como
tales, ellas aspiran a los beneficios del gobierno. Así, los atributos de las figuras de la
ciencia, la maestra y la madre se fusionan en un concepto unificado con carácter de
género. González recrea términos como madre, ciencia y maestras, pilares en el
pensamiento y la política del gobierno porfirista, obtiene con eso la posibilidad de
adjudicarse una acción que beneficie a la nación, y de forma colateral al individuo, a
ella misma.177
En un evento que promovió la sociedad de Caridad de Señoras de la ciudad de
Colima en 1885, Margarita Rodríguez Paz, maestra colimense, participó con la lectura
de su poema “Orfandad”.178 Los versos de Rodríguez Paz se dirigen principalmente a la
indefensión de las huérfanas y las describe como de flores sujetas a la adversidad del
clima, a quienes hace falta la protección maternal.
También vosotras, agostadas flores,
En este páramo vivís sin dicha,
Sin que el benéfico calor materno
Dulce reanime vuestra helada vida.179
En esta composición la idea de mujer está metamorfoseada con la imagen de una
flor. Cuando dice “tiernas flores” nos habla de la juventud de las niñas en orfandad, y
también se refiere a ellas como “pobres flores” o “dulces flores que yacían marchitas”
para enfatizar su sufrimiento y abandono. En estos textos la flor representa a la mujer.
Al acudir a los símbolos de flores, la poeta describe por analogía la situación, el carácter
y la actitud femenina. Con el uso de las flores evita ser directa y explícita en la
narración y también acude a las emociones e imaginarios colectivos, los cuales ya
habían sido explorados en las ilustraciones de algunas publicaciones nacionales en la
primera mitad del siglo. Un ejemplo de esto lo fue El Album mexicano publicado en 177 La imagen de las violetas que ilustra esta página fue tomada de <http://palavrasdealgodao.blogs.sapo.pt/arquivo/2004_11.html> ( 5 de noviembre de 2006). 178 De la maestra Rodríguez no fue posible conseguir más datos biográficos en los archivos y bibliotecas consultados; de su obra sólo recuperé la que aparece en el periódico oficial. 179 Poema de la maestra Margarita Rodríguez Paz. Periódico oficial Estado Colima, 31 de julio de 1885, 125.
72
1849 en la Ciudad de México, cuyo objetivo principal fue la edición de una serie de
ilustraciones llamada Las Flores Animadas, las cuales contenían imágenes de mujeres
vestidas como flores.180
Habremos de reconocer el carácter simbólico atribuido a las flores en diversas
culturas, y recordar que en el movimiento romántico de fines del siglo XIX, Occidente
heredó de los alemanes el llamado lenguaje de las flores, con el cual se intentaba
comunicar mensajes entre amigos y amantes. Para ese sistema de comunicación se
escribieron obras que explicaban el significado de las especies florales. Subsisten hasta
nuestros días algunos ejemplos de aquel simbolismo floral: la rosa significa belleza; el
girasol expresa que el amor es para la vida lo que el sol es para la flor.181 En un texto de
la maestra Refugio Barragán de Toscano, las flores también representan una madre no
terrena -la Madre espiritual, la “Madre del Hacedor”- de quien “[t]ienes la candidez de
la azucena, [l]a pureza del lirio matutino, [y] [l]a casta sencillez de la verbena […]”.182
En el uso de la flor para representar a la mujer subyace un significado críptico
que trastoca el carácter débil, indefenso y efímero atribuido a la flor. Su uso puede
aludir al poder que como generadora de vida tiene esta especie en la naturaleza. Este
concepto puede tener diversos orígenes, sin embargo hay que recordar el énfasis en el
estudio de la naturaleza como ciencia a fines del Siglo XIX, y también las posibles
reelaboraciones y significados atribuidos a la flor a lo largo del tiempo. Se dice que
cuando aparecieron las plantas con flores en el Cretácico, dominaron el periodo por su
capacidad para reproducirse y siguen dominando el gusto social a través de la
historia.183 Así, el Porfiriato mostró sus aspiraciones culturales mediante la exhibición
de su flora y fauna, como lo hizo a propósito de la feria de productos y elementos del
país en la Exposición Mundial (World Fair) de Chicago de 1893. Ireneo Paz, un
periodista reconocido del tiempo que cubrió el evento, escribió: “Los siguientes
aparadores contienen las interesantes colecciones de animales disecados […]
compuestos de mamíferos, aves, reptiles, insectos, etc., todo muy bien clasificado […]
180 Jane Herrick, “Periodicals for Women in Mexico during the Nineteenth Century”, The Americas, octubre de 1957, 135-144, < http://www.jstor.org> (6 de agosto de 2006). 181 Biblioteca Luis Ángel Arango, <http://www.lablaa.org/blaavirtual/faunayflora/flores/primera.htm> (1 de marzo de 2006). 182 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola”, en adelante (BPJ), Fondos Especiales: Refugio Barragán de Toscano, La Hija de Nazareth. Poema religioso (Ciudad Guzmán: Imprenta de J.M. Fuentes, 1880), 9. 183 David Norman y Angela Milner, Dinosaurios, series Guías visuales (México, D.F.: Cordillera, Televisa, Dorling Kindersley, 2005), 61. La imagen de violetas que ilustra esta página fue tomada de <http://es.wiktionary.org/wiki/Espa.C3.B1ol> (5 de noviembre de 2006).
73
colecciones de plantas disecadas para diversos usos botánicos […]”, y estos intereses se
consideraban representativos de la sociedad y sus habitantes.184
La representación de lo femenino a través de
diversas flores es frecuente en estos textos. La flor que
más destaca por su referencia es la violeta y su color azul
es el aspecto más sobresaliente. Las violetas pueden ser
de diversos colores, azul intenso, morado claro y a veces
blancas de tallo largo y fino. Sin embargo las flores de
color azul son las que tienen significado particular para el análisis cultural.185 El uso de
la violeta en la literatura de las mujeres de esta época se relaciona con el género
femenil. En 1884, Laureana Wright de Kleinhans, presentó en la ciudad de México su
revista Violetas de Anáhuac y tres años más tarde, en 1887 comenzó la edición del
periódico Mujeres de Anáhuac. La mexicana Laureana Wright (1846-1896) está
relacionada con el pensamiento y obra a favor de las mujeres en el siglo decimonónico.
Por tanto, me llama la atención que utilizace la violeta para titular su revista feminista, y
que poco más tarde cambie el nombre para titular su diario, y lo llamara Mujeres de
Anáhuac. Considero que esta sustitución de las palabras refleja una conexión entre el
vocablo “violetas” y el de “mujeres”, según la cual la alusión a las primeras significa la
mención de las segundas.186
Además, el color azul representa la belleza en el ser humano y en la naturaleza.
Simboliza aquello que el individuo desea alcanzar, y para la flor el azul es el espacio
natural, aquel que la alimenta y la conecta con lo eterno y lejano.187 En la literatura de
las mujeres de la época, el uso de las violetas ejemplifica la capacidad de adaptarse a las
circunstancias adversas. Las escritoras de fines del siglo XIX con frecuencia utilizaron
la violeta para describir a sus protagonistas. Quizá la gran cantidad de variedades de
esta flor, permitió mostrar la existencia de múltiples formas de ser mujeres y, también,
184 “I. Paz” es así como firma el periodista al pie de la nota. De ahí supongo que es un trabajo de Ireneo Paz, un personaje del ambiente intelectual y periodístico de la época. Periódico oficial Estado de Colima, 19 de agosto de 1893, 131. 185 Véase < http://es.wiktionary.org/wiki/violeta#Espa.C3.B1ol> ( 5 de noviembre de 2006). 186 Laureana Wright de Kleinhans (1846-1896). Véase <http://www.inmujer.df.gob.mx/muj_destacadas/ laureanaw.html> ( 6 de diciembre de 2006). 187 Véase http://es.wiktionary.org/wiki/violeta#Espa.C3.B1ol ( 5 de noviembre de 2006). Jorge Von Ziegler, “Las revistas azules”, en La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. II. Publicaciones periódicas y otros impresos, editado por Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra, 207-222 (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2005), 209-212.
74
que ellas no son siempre las mismas.188 Las violetas son generalmente de pétalos
pequeños, aromáticas y de hojas en forma de corazón: rasgos que a veces son percibidos
como de debilidad femenina. Sin embargo estas flores se adaptan al ambiente y resisten
condiciones extremas del hábitat.189 En la Edad Media fue costumbre otorgar a las
mujeres nombres de flores, y también relacionar a la violeta con la modestia de la
persona. 190 En el siglo XIX la ideología de género también percibió a las mujeres como
sigilosas y cautelosas y heredó una tradición cultural de siglos que otorgaba estos
atributos a las violetas.
Es posible que las escritoras de la época al utilizar la flor como representación
femenina, sugirieron que el poder y fortaleza de la planta en la naturaleza estaban
relacionados con la vida de las mujeres en la sociedad. A través de la maternidad las
mujeres obtienen y ejercen un poder particular que las legitima para actuar fuera del
ámbito privado. Por ello, la reflexión feminista señala que existe una vinculación entre
norma y práctica social de la maternidad, lo cual produce un fenómeno en dos planos: la
“política de la maternidad” y la “maternidad política”. El primer concepto se refiere al
uso de la maternidad por parte del Estado, mientras que el segundo se relaciona con la
experiencia de las mujeres en la vida pública y en la esfera política desde su identidad
de madres. Desde esa identidad, ellas pueden actuar como defensoras de los valores
tradicionales y patrióticos, o bien, actuar como presión o resistencia a situaciones o
instituciones sociales.191 Este poder maternal representado en la flor, trastoca también
simbólicamente instancias de poder masculino. Incluso, la sociedad puede reconocer el
ejercicio de ese poder maternal como legítimo, así como lo hizo cuando Rita Hurtado y
las demás mujeres publicaron sus reclamos como madres. Según decía el intelectual y
político jalisciense José María Vigil, “[a]lgunas veces, [...] [la mujer] ha hecho oir su
voz en son de súplica o protesta cuando ha creído lastimadas sus ideas religiosas, o
amenazados ciertos intereses morales que se ligan estrechamente a la estabilidad de la
familia”.192
188 Existen aproximadamente unas 500 especies de violetas que se encuentran principalmente en Norteamérica, Asia y Europa, hay variedades resistentes tanto a temperaturas cálidas como frías y otras que se adaptan al interior o al exterior. Véase <http://www.botanical-online.com/florvioleta.htmConsultado> (5 de noviembre de 2006). 189 Véase <http://es.wiktionary.org/wiki/Espa.C3.B1ol> (5 de noviembre de 2006). 190 Véase <http://www.ciudad-real.es/varios/nombres/buscar.php?ape=Violeta> (5 de noviembre de 2006). 191 Silvia Caporale Bizzini, coordinadora, Discursos teóricos en la(s) maternidad(es). Una visión integradora (Madrid: Entinema, 2004), 20. 192 José María Vigil, Poetisas mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (1893; reimpresión, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997), lxxv.
75
Las escritoras del Porfiriato colimense acuden a la flor para expresar
condiciones, sentimientos o caracteres que aluden a las mujeres terrenales y para hablar
de la madre espiritual: la Virgen. En un doble juego, las mujeres plantean la flor como
símbolo femenino, y a la madre como imagen idealizada de todas las mujeres, incluso
las divinas. Podemos considerar que la maternidad es una construcción social e histórica
que aunque tiene características particulares de acuerdo a la época, representa un
estereotipo unificador para las mujeres a lo largo de su historia. En este caso, las
mujeres-madres podían aparecer en el espacio público y demandar derechos ligados a
ese rol social. Hay que considerar, sin embargo, que esta particular representación de la
maternidad dificulta la posibilidad de distinguir las individualidades.193
En 1886 vuelve a aparecer un poema de Margarita Rodríguez Paz. En esta
ocasión es para lamentar la muerte de su hermano Esteban. En su poema, ella
transforma la vida de su hermano en una flor. Dice: “¡Oh caro hermano! Tu preciosa
vida, lozana, hermosa flor!”.194 Poco después, en febrero de 1887, muere el médico
Mariano Ruiz y la “pequeña sociedad” colimense, que como dice Rodríguez Paz “más
propiamente puede llamarse una hermanable familia”, se cimbró y se reunió para
mostrar su duelo: “fue como nosotros, [prosigue Rodríguez Paz] hijo de nuestra cara
tierra, de nuestra bella y querida Colima, quien como el nuestro arrulló su sueño
infantil, al dulce murmullo de sus cercanos mares y de sus sonantes palmeras; y
envolvió como la nuestra su cuna con el templado abrigo de sus tibias y perfumadas
brisas”.195 De nueva cuenta se presenta la figura de la madre a través del signo de la
tierra. También son significativas las alusiones a una relación cercana con el fallecido
Mariano Ruiz, y con aquellos que acuden a expresar el dolor de su partida. Según datos
de la nota periodística fue la Junta de Caridad de Señoras la que organizó la inhumación
del cadáver, y la que le encomendó a Rodríguez pronunciar su discurso. Este dato es
interesante: al parecer las sociedades de caridad funcionaban como un espacio en el que
las mujeres participaban, y en el que las maestras tuvieron un papel destacado. O al
menos dicho espacio permitió a las mujeres el acceso al mundo público, y a la larga
tomar la palabra en ese escenario mayoritariamente masculino. En esta ocasión,
Rodríguez estuvo rodeada de hombres políticos e intelectuales destacados como el Dr.
193 Caporale Bizzini, coordinadora, Discursos teóricos, 19. 194 Texto de Margarita Rodríguez. Periódico oficial Estado de Colima, 20 agosto de 1886, 142. 195 Texto de Margarita Rodríguez. Periódico oficial Estado de Colima, 4 de febrero de 1887, 20.
76
Ricardo Vejar, Ignacio Rodríguez y Miguel García Topete, quienes también leyeron un
discurso.
En 1895, en el teatro Santa Cruz solían celebrar los exámenes públicos a los
alumnos de las escuelas primarias.196 La maestra Trinidad Cárdenas sintió una fuerte
emoción al tomar la palabra ante aquel público: “No sé que extraño temor se apodera de
mí al escalar por primera vez esta tribuna, en la que aun palpitan los acentos de
inspirados poetas y oradores, y al sentir fija en mí la mirada de un público que ha
aplaudido en otras ocasiones á tantos gladiadores de la palabra”.197
Otro ejemplo de una emoción similar aparece en el discurso de Carmen Barreto,
alumna de la escuela La Libertad en 1892. En su texto se advierte un temor ancestral
característico en las participaciones de las mujeres en los ambientes de tradición
masculina.198 La historiadora Rivera Garretas afirma haber encontrado en su estudio de
textos de mujeres medievales europeas un sentimiento compartido por ellas, que refiere
a un temor al realizar algo de poca cotidianeidad para ellas como mujeres, como tomar
la palabra y escribir. Advierte que la experiencia de la marginalidad para las mujeres es
algo generalizado, así como que su esfuerzo para escribir ha sido parte de su historia
como mujeres. Estas mujeres asumen lo que Rivera Garretas considera como una:
“machacona insistencia […] en su ignorancia, en su debilidad y en su escasa
competencia intelectual”.199
En el caso de Barreto, de Cárdenas y otras más, considero que esa actitud de
aceptar una marginalidad o incapacidad propia de su sexo, está acompañada de un aire
de tranquilidad, pues ellas presentan su participación como la encomienda de un grupo
femenil. De este modo lo dice Barreto: “cábeme la alta honra de hablar en nombre de
mis queridas condiscípulas y mío.”200 Considero que la formalización de la educación,
así como las ansias del gobierno por lograr el progreso nacional, a pesar de las imágenes
tradicionales sobre su rol de sumisión, permitieron para las mujeres experimentar una
seguridad y legitimidad en su actuación pública, pues los exámenes públicos fueron
196 María-Milagros Rivera Garretas, Textos y espacios de las mujeres. Europa, Siglo IV-XV (Barcelona: Icaria, 1995), 19-29. 197 Texto de la maestra Trinidad Cárdenas, Directora de la Escuela de la Constancia. Periódico oficial Estado de Colima, 6 de abril de 1895, 55. 198 Discurso de Càrmen Barreto. Periódico oficial Estado de Colima, 26 de noviembre de 1892, 192. El nombre de la alumna aparece acentuado en el original. 199 Rivera Garretas, Textos y espacios, 21. 200 Discurso de Càrmen Barreto. Periódico oficial Estado de Colima, 26 de noviembre de 1892, 192. El nombre de la alumna aparece acentuado en el original.
77
espacios donde se les dejó hablar, tomar la palabra y aún así estar dentro del orden
simbólico establecido. De este hecho, puedo ofrecer otra interpretación: si bien es cierto
que “el miedo a escribir”, como lo llama Rivera Garretas, es un sentimiento
frecuentemente experimentado y evidenciado por las mujeres, también puede reflejar
una transgresión que opera en dos sentidos: el de que las mujeres hablen en público
irrumpe la costumbre de no hacerlo. Ellas expresaron explícitamente su temor y fueron
percibidas como personas inofensivas, necesitadas de protección y benevolencia. De
este modo, la sociedad aceptó su participación en los foros educativos.
Otra referencia significativa acerca de la escritura femenil es el caso de la
profesora Juana Ursúa, alumna de la prestigiada maestra colimense Rafaela Suárez.
Ursúa escribió obra poética y es la autora de una biografía de la maestra Suárez. Esta
biografía, afirma Daniel Moreno fue plagiada por un historiador de la educación en
Colima y no aclara quién fue. Moreno también consiga que Ursúa escribió otras obras:
Amor a la Patria, Obediencia ciega a la madre, Cariño imperecedero a la maestra,
editadas en Guadalajara en 1931. También dice que la obra Rasgos biográficos de la
Señorita Profesora Rafaela Suárez se reprodujo en la imprenta La Mujer Mexicana en
1910.201 Este dato señala las dificultades de las mujeres escritoras para lograr el
reconocimiento a la autoría de sus obras, muchas veces perdidas en el registro histórico.
Cuando en 1864 el ejército francés ocupó territorio colimense, Ursúa escribió el
ensayo Entrada de las tropas imperiales a la ciudad de Colima en la que denunció la
ocupación militar. Una vez que se instaló el gobierno imperialista, ella renunció a su
trabajo como maestra, pues no quería servir al enemigo. Convencida de su decisión,
comenzó los preparativos para continuar con su labor docente en su domicilio
particular.202 “Preparé lechada, blanqueé los muros, le pinté un zócalo, […] con un
201 Daniel Moreno, Colliman, vol. II. Literatura y Biografía de Colima (México, D.F.: Stadium, 1952-1953), 30. En este volumen el autor consignó varias obras de la profesora Juana Ursúa, y respecto de la biografía dice: “Este folleto fue íntegramente plagiado en una Historia de la educación en Colima (V. Supra)”, 131. Existe una obra local de: Francisco Hernández Espinoza, Historia de la Educación en Colima (Colima: Escuela de Artes y Oficios, 1961), en cuyo capítulo XII se presentan rasgos biográficos de Rafaela Suárez. Aunque en la página 277 Hernández Espinoza referenció el trabajo de la profesora Juana Ursúa, no quedó claro que partes de dicho capítulo son autoría propia o de la citada profesora. Hernández Espinoza citó como fuente de información la Biografía de la Srita. Profa. Dña. Rafaela Suárez, escrita por la Srita. Profa. Juana Ursúa. Desconocemos si esta es la obra a la que alude el señor Daniel Moreno. Otro autor también refirió que la maestra Juana Ursúa “[E]n noviembre de 1904, publica la biografía de su maestra Rafaela Suárez, a la cual tituló: Rasgos Biográficos de la Señorita Profesora Rafaela Suárez.” Véase José Oscar Guedea y Castañeda, La mujer en Colima (Colima: Sericolor, 2005), 72. Respecto al apellido de la maestra Juana, tanto “Ursúa” como “Urzúa” aparecen en las fuentes de este estudio. En esta tesis utilicé “Ursúa” porque es así como se usa actualmente. 202 Genaro Hernández Corona, “Maestra Juana Ursua. Insigne Maestra Colimense”, Histórica 8 (1997), 11.
78
cartón en que dibujé un ramito de lirios, y con una brocha, llené de lirios azules mi
salón”.203 Este acto patriótico refleja solidaridad con las causas políticas, pero también
refleja una desobediencia e independencia de carácter. Pero aquellos tiempos eran
difíciles, y tener su propio establecimiento no le proporcionó ingresos económicos
suficientes para mantener a su madre y hermanos, pues era cabeza de familia, por lo que
debía acudir a otras labores: “madrugaré y haré bordados y tejidos, y sacaré lo necesario
para el gasto”,204 le decía a su madre a quien preocupaba lo precario de su situación y la
actitud renuente de Ursúa para aceptar impartir clases en una escuela dentro del régimen
de ocupación.
Ante las dificultades económicas Ursúa acudió a los conocimientos tradicionales
de las manualidades para las mujeres, a fin de obtener con ellos otro ingreso económico
que le permitiera sostener a su madre y hermanos. Ante una situación similar, la maestra
y escritora María Refugio Barragán de Toscano publicó sus novelas por entregas y
también optó por hacer “prendas con tejido de gancho, así como canastitas de raso y
fabricación de objetos de madera labrada”.205 Estas maestras escritoras se encontraban
en situaciones liminares: entre las viejas prácticas domésticas, las responsabilidades
familiares, y el nuevo oficio de maestras y escritoras. El oficio de la escritura, aunque
no aseguraba la manutención total de una familia, fue una nueva forma de suplementar
la subsistencia económica.
En su calidad de maestra, Ursúa acompañó a su alumna Merced Zamora a la
ciudad de México, donde la joven Zamora continuaría sus estudios de pintura becada
por el congreso del Estado de Colima. En el periódico oficial El Estado de Colima ellas
anunciaron su viaje y se despidieron de la sociedad colimense.206 La nueva profesión de
maestras generó la formación de nuevas redes de convivencia y apoyo femenil. Estas
redes femeniles permitían a las mujeres mayores proteger y convertirse en guías de las
mujeres más jóvenes e inexpertas en su encuentro con escenarios fuera del ambiente
familiar. De esta manera, las comunidades de maestras también funcionaron como
formas de transmisión de los conocimientos y herencias femeninas.
203 Hernández Corona, “Maestra”, 12. 204 Hernández Corona, “Maestra”, 13. 205 José Luis Vivar Ojeda, “Memorias de un Mexicano, vida y obra de don Salvador Toscano”, Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, A.C. Boletín XV (2002): 117. 206 En esa ocasión, Zamora obsequió a la redacción una obra con la imagen religiosa de San Juan Bautista a orillas del Jordán. Periódico oficial Estado de Colima, 8 de febrero de 1890, 24.
79
Emulando la usanza de la época, cuando los varones se reconocían y
reconfortaban a través de la publicación de textos en la prensa, Ursúa escribió un poema
dedicado a María Refugio Barragán de Toscano al que tituló “Lloremos…”
De mi orfandad su dolorosa herida
la muerte de tus padres renovó;
¿No soy tu hermana yo? Dime, querida
¿Tu hermana en sentimientos no soy yo?207
Resulta revelador que la fecha del poema es el 24 de septiembre de 1891, a unos
meses de que Barragán de Toscano perdiera a su padre en la ciudad de México; su
madre había muerto en Guadalajara el 16 de abril de 1890.208 Las estrofas de Ursúa nos
sugieren que llegó a conocer la situación familiar de Barragán, circunstancia que le hizo
recordar su propia pérdida. Ursúa manifestó a través del poema, su empatía emocional
con Barragán de Toscano, la semejanza que provocó entre ellas la orfandad, así como su
solidaridad y apoyo.
¡Lloremos juntas...pero ¿como? lejos
a una de la otra nos impele el viento…
oreando un mismo sol con sus reflejos
el llanto por un mismo sentimiento!209
La expresión de comunidad, amistad y reconocimiento a través de la escritura de
poemas era algo que los hombres también practicaban en la sociedad colimense. Sus
momentos de gozo, encuentro y tristeza eran expuestos de forma pública en la prensa.
Los sentimientos y experiencias de corte íntimo en la vida de los hombres y que se
volverían del conocimiento general, sugieren la existencia de una red social informal
que se manifestaba en las instituciones y comunidades existentes en la sociedad, tales
como las asociaciones literarias, políticas y culturales. Inscrita en esa serie de relaciones
entendemos la poesía que Miguel García Topete dedicó al “ilustrado literato” licenciado
207 Poema de Juana Ursúa. Véase Hernández Corona, “Maestra”, 54. Hernández Corona no revela dónde consultó este documento. 208 Refugio Barragán de Toscano, La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado (Ciudad Guzmán: Archivo Histórico Municipal de Zapotlán el Grande, 2004), 8. 209 Hernández Corona, “Maestra”, 54.
80
Severo Campero, y le dio por titulo “Colima”. En la composición el autor habla de un
regreso a Colima, la cual considera su patria y que como madre generosa, lo escucha y
lo espera.
Nuevamente, Colima, te importuna
El eco de mi voz, y tú indulgente
Cual madre tierna escucharás mi ruego
Una gracia otorgándome clemente.210
Los poemas de hombres y mujeres retomaron los temas de flores, la madre, la
naturaleza y la patria. Los versos femeninos se mostraron tímidos y temerosos; mientras
que los poemas masculinos reflejaron un sentimiento de confianza e incluso, soltura en
el texto. Hubo semejanza en las temáticas tratadas, pero la forma de expresión fue
distinta.
210 Poema “Colima” de Miguel García Topete. Periódico oficial Estado de Colima, 1 de diciembre de 1882, 203.
81
CAPÍTULO IV
MARÍA REFUGIO BARRAGÁN DE TOSCANO
Y LA LITERATURA
Después de discutir la voz de las poetas y su
contribución a la subjetividad femenil,
encuentro la figura de la primera escritora
de novela reconocida en el país en los
ambientes académicos, María Refugio
Barragán de Toscano.211 La presencia de
esta maestra en el ambiente cultural del
siglo XIX no es una coincidencia, sino el
resultado de la fusión de elementos sociales
favorables para las mujeres, como lo fueron
la proliferación de la prensa oficial y la
política de instrucción general en el país. El
XIX fue un siglo que brindó oportunidades
a las mujeres para acercarse a la literatura.
La palabra impresa les dio la oportunidad de convertirse en lectoras y productoras de
bienes intelectuales a través de su escritura. El presente capítulo lo segmentaré en tres
apartados. En el primero de ellos presentaré el bosquejo biográfico acerca de la autora,
basándome en los aportes que distintas investigadoras han presentado. En el segundo
apartado ofreceré una interpretación del texto desde los instrumentos literarios
elementales, así como una breve descripción del argumento y personajes de la novela de
211 La imagen de Barragán de Toscano fue tomada de José María Vigil, Poetisas mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (1893; reimpresión, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997), 138.
82
Barragán de Toscano: La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado. En el tercer
segmento presentaré una interpretación a textos de Barragán de Toscano, desde los
aportes del pensamiento feminista y el análisis de la cultura. Esos textos son La hija de
Nazareth y La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado.
IV.1 María Refugio Barragán de Toscano
Antonio Barragán Sánchez y María Francisca Carrillo Aguilar se casaron el 28 de
noviembre de 1841, y poco tiempo después partieron de Tuxpan, Jalisco rumbo a Tonila
para establecer un comercio.212 Otra investigadora sostiene que Antonio Barragán era
profesor en Tonila cuando nació María Refugio, un 27 de febrero.213 Los datos difieren
en el año. Algunos dicen que fue en 1843 y otros, en 1846.214 La inquietud de sus
padres y una dosis de necesidad por mejorar su situación económica los llevaron a
emprender la búsqueda de mejores escenarios para su familia. De Tonila fueron a
Jilotlán de los Dolores. Y con el mismo anhelo, nuevamente partieron a Los Reyes,
Sayula, Tamazula y Zapotlán el Grande, también conocido como Ciudad Guzmán. En
esa exploración su padre tuvo diversos oficios: fue comerciante y esporádicamente
escribiente. Es posible que esta última vivencia, le permitiera a ella vislumbrar la
posibilidad de tener un ingreso económico mediante el oficio de la escritura, años más
tarde, cuando quedó viuda y con la responsabilidad de sostener a sus hijos y ayudar a
sus padres.215
María Refugio Barragán tuvo un ambiente familiar que apreciaba la lectura.
Realizó su instrucción primaria asistiendo a las escuelas públicas de los pueblos adonde
sus padres se mudaban. Su infancia transcurrió en Jilotlán de los Dolores, Jalisco y Los
Reyes, Michoacán, donde terminó su instrucción primaria a los catorce años, y escribió
uno de sus primeros poemas:
212 Refugio Barragán de Toscano, La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado (Ciudad Guzmán: Archivo Histórico Municipal de Zapotlán el Grande, 2004), 7. 213 Magdalena González Casillas, “La mujer y el quehacer literario en el Jalisco del siglo XIX”, Encuentro 5 (octubre-diciembre 1984):141-167. Esta cronología de vida de Barragán de Toscano parte del año 1843 como fecha de su nacimiento. 214 Véase Diana Morán y Laura Cázares, “Doña Refugio Barragán de Toscano: Luciérnagas y La hija del bandido”, en Las voces olvidadas. Antología crítica de narradoras mexicanas nacidas en el siglo XIX, editado por Ana Rosa Domenella y Nora Pasternac, 77-91 (México, D.F.: Colegio de México, 1997), 77; Barragán de Toscano, La Hija del bandido, 7-8. 215 Barragán de Toscano, La Hija del bandido, 7.
83
Al fin me aparto de tu suelo, Al fin me voy de tu recinto hermoso, Tal vez mañana en triste desconsuelo Buscaré en vano, con ferviente anhelo, En otra tierra a mi inquietud reposo216
María Refugio ingresó a la Escuela Normal de Profesoras en Colima en 1863, y
bajo la tutela de la maestra Rafaela Suárez , obtuvo el título de maestra de primer orden
en 1865. Durante su estancia en Colima continuó escribiendo, publicó su primer poema
y otros más, entre 1862 y 1864 en el periódico La Aurora del Progreso (1862-1864), el
periódico oficial de Colima antes de que se llamara El Estado de Colima (1867- ).217 La
investigadora Magdalena Casillas señala que la obra dramática La hija del capitán fue
puesta en escena en 1866,218 mientras que otras estudiosas refieren que fue en 1886 en
Zapotlán el Grande.219 Lo interesante del trabajo de distintas investigadoras es la
coincidencia de resultados, al encontrar que esa obra fue puesta en escena y tuvo
aceptación entre el público.
En 1867 María Refugio y sus padres dejan Colima para trasladarse a Zapotlán el
Grande, donde ella encontró empleo como maestra en una escuela para niñas.
Posteriormente estableció y dirigió, en esa misma ciudad, una escuela de enseñanza
infantil particular. Ser propietaria y directora de una escuela fue una experiencia
importante porque realizó actividades como administradora del plantel, donde a la par
de llevar el liderazgo pedagógico, también tenía que dirigir a otros maestros o
maestras.220 María Refugio contrajo nupcias con el profesor Esteban Toscano Arreola el
19 de mayo de 1869 en Zapotlán el Grande.
Después de su matrimonio fueron a radicar a Guadalajara y tuvieron cuatro
hijos, aunque sólo les sobrevivieron dos: Salvador y Ricardo. En esta ciudad ella
continuó trabajando en el ambiente educativo, dentro de la compañía Lancasteriana,
216 Magdalena González Casillas, Historia de la literatura jalisciense en el siglo XIX (Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1987), 294. 217 La Aurora del Progreso fue un periódico oficial del Estado de Colima, según consta en el Archivo Histórico Municipal de Villa de Álvarez, (AHMVA). Ahí encontré 3 fojas de este impreso. Otra fuente dice que en 1855 se reanudó la publicación del periódico oficial La Luz de la Libertad, y subsistió hasta 1862 y fue previo al conocido como La Aurora del Progreso. Véase Carlos Pizano y Saucedo, Historia Cronológica del periodismo colimense (Colima: Universidad de Colima, 1973), 13-15. 218 González Casillas, “La mujer”, 159. 219 Existe una confusión acerca del año de la representación. Morán y Cázares señalan 1886, mientras que una semblanza a la autora menciona que fue en 1866. No ha sido posible conseguir los textos en los archivos y bibliotecas visitados para realizar esta investigación, y se desconoce el tipo de comedia que escribió. Véase Morán y Cázares, “Doña Refugio Barragán de Toscano”, 78 y Barragán de Toscano, La Hija del bandido, 7. 220 Barragán de Toscano, La Hija del bandido, 7.
84
mientras que Esteban ingresó al Colegio Inglés.221 En 1873, en esa misma ciudad se
representó en teatro su drama histórico La diadema de perla o Los bastardos de Alfonso
XI.222 Diez años después de su boda Esteban Toscano falleció y Barragán de Toscano,
decidió regresar a Zapotlán el Grande con sus hijos y seguir utilizando el apellido de su
esposo.
En Zapotlán el Grande se desempeñó en el magisterio y la literatura, así como en
otras labores que le permitieran obtener unos centavos más para la manutención de su
hogar. 223 A la muerte de su esposo Esteban, ella había quedado al frente de su hogar, lo
mismo bordaba, que tejía prendas de gancho, elaboraba canastitas de tela de raso y
labraba objetos de madera.224 Estas labores manuales no fueron extrañas para la autora,
pues Barragán de Toscano provenía de la clase social trabajadora más esforzada, y vivió
en una época en que el sueldo de una profesora de primaria sumaba la mitad de lo que
percibía un maestro en el mismo nivel. La condición económica de Barragán de
Toscano era grave al ser responsable de la manutención de sus hijos y de sus padres.
En 1880, en Zapotlán el Grande publicó Celajes de Occidente y La hija de
Nazareth, este último fue un poema religioso dedicado a su madre y reimpreso en la
ciudad de Veracruz cinco años después. En 1881 publicó la tragedia de costumbres
Libertinaje y virtud o El verdugo del hogar. Mientras que Cánticos y armonías sobre la
pasión, en prosa y verso y dedicados a la niñez, aparecieron hasta 1883. También
ensayó el estilo de la novela y publicó Premio del bien y castigo del mal que se publicó
en 1884. En julio de 1886 apareció en El Estado de Colima una prueba del
reconocimiento a su obra: El Parnaso Mexicano, una importante publicación nacional
de la época, dedicó una edición especial “á la bien reputada poetisa y escritora
jalisciense Sra. Refugio Barragán de Toscano. [Esta edición contó con un estudio
biográfico de la autora a cargo del profesor de instrucción primaria] [...] Diego
Peregrina”225.
En 1887 se marchó a Guadalajara, donde residió desde los 44 a los 46 años, y
continuó su labor magisterial y literaria. Este mismo año, al estilo de la novela por
entregas, Barragán de Toscano publicó La hija del bandido o Los subterráneos del
Nevado, y tuvo tanta aceptación que se reeditó tres veces en Ciudad Guzmán y otras
221 Barragán de Toscano, La hija del bandido. 222 González Casillas, “La mujer”, 159. 223 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 7-8. 224 José Luis Vivar Ojeda, “Memorias de un Mexicano: Vida y obra de Don Salvador Toscano”, Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, A.C. Boletín XV (2002): 117. 225 Periódico oficial Estado de Colima, 16 de julio de 1886, 122.
85
tantas en la de México.226 La aceptación y éxito de esta novela continua, y es un texto
que se imprime y edita en la actualidad.227 El estudio de Magdalena Casillas acerca de
Barragán de Toscano, señaló que esta obra fue su primera novela, sin embargo, es la
misma autora quien dice fue “mi segunda novela”.228 En Guadalajara la maestra
Barragán de Toscano participó por primera vez como fundadora y directora de un
periódico. Éste fue La Palmera del Valle, un impreso quincenal de carácter religioso,
científico y literario que circuló desde febrero de 1888 hasta junio del 1889.229 En este
impreso publicó poemas de temas religiosos y familiares; escribió en honor de León
XIII, del obispo Pedro Loza y Pardavé, y otros textos los dedicó a sus hijos.230 Para
1889 apareció en esta misma ciudad Páginas de oro para mis hijos. 231 La maestra y
escritora Barragán de Toscano siempre estuvo al pendiente de acompañar y cuidar de
sus padres. Su madre Francisca no pudo marchar con ella a la Ciudad de México, pues
falleció en Guadalajara el 16 de abril de 1890.232
En el periódico El Estado de Colima se anunció que el día primero de febrero de
1890 “se inauguró en México, con asistencia del Sr. Presidente de la República y del
Secretario de Justicia Sr. Baranda, la Escuela Normal de Profesoras que dirige la Srita.
Rafaela Suárez. En la misma escuela se les confió la dirección de unas cátedras á la Sra.
Refugio Barragán de Toscano [...]”.233 Ella fue a radicar a la ciudad de México y
desempeñó la cátedra de párvulos en esa escuela. Con ella marcharon sus hijos Salvador
y Ricardo, y su padre Antonio, quien falleció en esa ciudad el 17 de mayo de 1891.234
226 González Casillas, “La mujer”, 159. 227 La novela La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado la edita el Archivo Histórico Municipal de Zapotlán el Grande, Jalisco y está a la venta al público. Esta novela se imprimió en los talleres de Agapito Ochoa en Zapotlán el Grande, según Vivar Ojeda, “Memorias de un Mexicano”, 117. Para Morán y Cázares la obra Libertinaje y virtud o el verdugo del hogar (1881) es una comedia, mientras que para Fernando Castolo es la primera novela de Barragán de Toscano. Basándome en las fechas de publicación y en datos que la misma autora ofrece, considero que Libertinaje y virtud o el verdugo del hogar fue una comedia, pues en la novela La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado (1887) Barragán de Toscano dice que esa es su segunda novela. En medio de ambas se publicó la novela Premio del bien y castigo del mal (1884). Véase Morán y Cázares, “Doña Refugio”, 77-78. Barragán de Toscano, La hija del bandido, 7-8. 228 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 200. 229 Vigil, Poetisas mexicanas, xxvii; González Casillas, Historia de la literatura jalisciense, 295. 230 González Casillas, “La mujer”, 159. 231 González Casillas, Historia de la literatura jalisciense, 295. Hasta el momento sólo he conseguido texto escrito de la poesía titulada La hija de Nazareth. Se encuentra un ejemplar en los Fondos Especiales de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola”. En adelante (BPJ). 232 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 8. 233 Estado de Colima, 15 de febrero de 189, 28. 234 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 8.
86
En 1893, aparecieron algunos versos de la autora en una antología de poetas
mexicanas que se elaboró para presentarla y exhibirla en la Exposición Colombina
Mundial (Word´s Columbian Exposition) de Chicago.235 Esta obra se tituló Poetisas
mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII Y XIX y la edición estuvo a cargo del reconocido
intelectual jalisciense, José María Vigil. Estas acciones destacan la figura de la maestra
y escritora, pues pocas mujeres obtuvieron reconocimiento a este nivel durante la época.
Además, durante 1894, en la misma ciudad de México, colaboró en una revista
llamada Juventud Ilustrada.236 En 1895 se representó su comedia Niñas y mariposas, la
cual presumiblemente dirigió. Esta puesta en escena fue en honor de Carmen Romero de
Díaz, esposa del Presidente Porfirio Díaz.237 En 1905, también en la Ciudad de México,
apareció su libro Luciérnagas. Lecturas amenas para niños, publicado por segunda
ocasión en 1940.238 María Refugio Barragán de Toscano permaneció en la ciudad de
México hasta su muerte, acaecida el 22 de octubre de 1916, a los 73 años. Al parecer
está sepultada en el Panteón de Dolores, cerca de los restos de su hijo Salvador
Toscano. 239
Después de su muerte se publicaron obras inéditas: un libro de Poesías en 1921;
otro titulado Arpa infantil en1931, con versos dedicados a la niñez mexicana; y la
zarzuela Las cuatro estaciones y Diálogos, monólogos y comedias para niños, en 1933.
De la extensa producción literaria de Barragán de Toscano, quedan todavía por localizar
parte de sus obras en los archivos y hemerotecas.
IV.2 La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado
Esta novela se inicia con la presentación del capitán Vicente Colombo, quien regresa de
un viaje a Zapotlán el Grande –hoy Ciudad Guzmán- a las montañas donde habitaba
desde hacía 17 años. La razón de su traslado fue comprar un regalo para su hija que
cumpliría 15 años de edad. María, su hija, vivía encerrada en las montañas desde su
nacimiento. Colombo viajaba con Teodoro, su compañero y hombre de confianza, entre
235 En el prólogo de esta antología, Vigil, dijo que la única obra que le antecedía en su objetivo de reunir la obra literaria de las mexicanas se realizó entre 1885 y 1886, bajo el nombre de el Parnaso Mexicano, de la librería La Ilustración, véase Vigil, Poetisas mexicanas, xxvii. 236 Vivar Ojeda, “Memorias de un Mexicano”, 118. 237 González Casillas, “La mujer”, 160. 238 González Casillas, Historia de la literatura jalisciense, 295. Hasta el momento sólo he conseguido texto escrito de la poesía titulada La hija de Nazareth. Se encuentra un ejemplar en los Fondos Especiales de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola”. En adelante (BPJ). 239 Vivar Ojeda, “Memorias de un Mexicano”, 131.
87
un laberinto de rocas, árboles y breñales. Ambos cruzaron un subterráneo en las
montañas, hasta llegar a una cueva labrada por el hombre. Ahí los esperaban otros
individuos mal vestidos, el Coronel Miranda, su hija María, y Juana, la aya de ésta.
Vicente Colombo era un bandido que junto con su cuadrilla asolaba la zona del
Nevado de Colima. A causa de su actividad delictiva, había dejado de vivir en el pueblo
desde muy joven. Él anhelaba, en vísperas al cumpleaños de María, obsequiarle a su
hija un nombre libre de sospecha para presentarla en sociedad como la hija de un
hombre honrado, y no un bandido. Para lograr ese propósito diseñó un plan y desde
hacía dos años mantenía preso al Coronel Pedro Miranda, a quien esperaba sustituir para
así ingresar con honores a la sociedad de Zapotlán. Miranda tenía una hija, Cecilia, y
una esposa, así como un enorme parecido físico con el capitán Colombo. El plan de
Colombo era conseguir una confesión firmada por el verdadero Miranda acerca del
secuestro y usurpación de la personalidad del Coronel Miranda en manos del falso
Colombo. La declaración debía decir que esos hechos habían ocurrido hacía 17 años, y
desde entonces la actividad de Colombo había sido el atraco; y Miranda había logrado
su libertad por la muerte y arrepentimiento de Colombo. Esta propuesta fue rechazada
por el verdadero Miranda y provocó la amenaza de Colombo en contra de la honra de la
hija del coronel: Cecilia.
María Natividad cumplió 15 años el 8 de septiembre de 17..., y desde su
nacimiento había estado al cuidado de Juana, Colombo y del criado Martín. Colombo
organizó un día de fiesta entre los miembros de su banda para celebrar el cumpleaños de
María, y Juana a nombre de la madre de María, le entregó un cofre que contenía un
manuscrito. Juana había recibido ese encargo de la joven Paula, madre de María, poco
antes de morir. María esperó hasta la noche para leer las últimas palabras de su madre.
Paula le platicó que siendo ella una joven de 20 años, vivía feliz con su padre Pablo
Medina, en el pequeño pueblo de Zapotiltic. Ella era hija única y su padre se
desempeñaba como labrador. Un día de septiembre, su padre la invitó a ver la labor que
él tenía cerca de la falda del volcán. Paula y su padre pasaron un día feliz, rodeados de
flores silvestres y la algarabía de golondrinas. En el trayecto a su casa, ella vislumbró a
lo lejos la figura de un hombre, y sin saber por qué, le produjo un profundo temor. Esa
noche, según el relato de Paula, había sido el preludio de una tempestad en su vida.
88
Al día siguiente de ese viaje al volcán240, comenzaron las noticias de robos en las
poblaciones cercanas al
Nevado. Desde entonces
también, aquel hombre que
había visto en el camino,
comenzó a perseguirla hasta
hacerle perder su
tranquilidad. Y una noche en
que escuchaba de su padre un
fragmento de `Las Mil y una
Noches`, un puñado de
bandidos la arrancó de su
lado. Entre aquellos hombres
distinguió al hombre del
camino que tanto la había atemorizado con su presencia. Al día siguiente de su rapto,
ella supo que estaba en una cueva subterránea, rodeada de objetos preciosos que le
hicieron recordar los robos que habían asolado la región. Desde entonces el dolor y el
desconsuelo acompañaron su vida. María nació más tarde, y Juana fue la encargada de
atenderlas. Paula escribió esa carta pocos días después del nacimiento de María, y
semanas más tarde falleció. En esa misiva, Paula le solicita a su hija buscar la manera de
salir de esa cueva para localizar a su padre, Pablo Miranda, y le cuente su historia.
De este modo María se enteró que su padre era un bandido y que su madre había
sido secuestrada por él. Después de conocer el relato de su madre, María decidió salir de
la cueva y localizar a su abuelo. Le pidió a Colombo su permiso y apoyo para viajar a
Zapotlán. Para cumplir el deseo de María, Colombo viajó a Guadalajara. Ahí visitó al
vizconde de Tuneranda, hombre de incierta nobleza, a quien propuso fungir como tío de
María para presentarla en su sociedad. El vizconde accede a la petición -más por cuidar
sus propios intereses- que por ayudar a Colombo.
A una semana de esta charla María llegó a Zapotlán, acompañada de Juana,
Martín y servidumbre del vizconde de Tuneranda. El prestigio y nombre del vizconde
ayudaron a María a relacionarse con distinguidas familias de la sociedad de Zapotlán.
240 Véase esta ilustración del volcán de Colima en El Renacimiento. Periódico literario, tomo I (1869; reimpresión, editado por Huberto Batis, México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1979), 450.
89
La belleza y buena educación de María facilitaron su aceptación en los altos círculos de
esa sociedad. María conoció a la familia del coronel Miranda: Cecilia y Doña Mercedes,
y al novio de la adolescente, Adolfo Diéguez que era empleado del Gobierno. Por
cuestiones de su trabajo, Diéguez trabó amistad con un abogado que llegó a Zapotlán.
Aquél era Rafael Ordóñez, quien rápidamente estableció relación con Cecilia y su
madre, y a través de ellos, con María.
Mientras la joven María disfrutaba de la gente y beneficios de la sociedad de
Zapotlán, Colombo tenía que permanecer oculto en las cuevas del volcán. Esa situación
le causó desesperación y desconsuelo, y en venganza decide raptar a Cecilia, la hija del
coronel Miranda. Teodoro y Andrés Patiño, hombres de confianza del bandido
Colombo, son enviados por él a Zapotlán para secuestrar a Cecilia. La diligencia de los
esbirros de Colombo es malograda por el abuelo de María, Pablo Medina, quien
habitaba en las inmediaciones del Nevado.
María había sido enterada, por la carta que le dejó su madre Paula, de que
Colombo era el salteador de los viajeros de la región. Ella también se entera de que
Colombo mantiene al padre de Cecilia recluido en las cuevas del volcán, y que él había
orquestado el rapto de Cecilia. María utiliza la lealtad de Martín, el sirviente de su
padre, y de este modo pone a salvo a Cecilia. Ella acuerda su matrimonio con el
vizconde de Tuneranda, y elabora una ingeniosa serie de pactos para salvar a su padre
de mayor repudio social. Ella logra salvar a Cecilia, a Rafael y al coronel Miranda, pero
no logra proteger de los soldados a su padre, quien muere en los subterráneos del
Nevado. El vizconde y Andrés Patiño también mueren. María ama a Rafael, sin
embargo, rechaza su propuesta de matrimonio y decide ingresar de monja en un
convento. Ante esa negativa de María, Rafael participa en la lucha independentista, y
muere después de uno de los combates, escuchando a lo lejos los cantos que las monjas
entonan desde su claustro.
Esta novela se desarrolla en las inmediaciones del Nevado a fines del siglo
XVIII y principios del XIX, y está divida en seis libros, los cuales a su vez, se dividen
en capítulos. Los libros llevan por título: Los bandidos del camino real; Amor y
desgracias; Los bandidos de salón; La mano de Dios; En poder de la justicia; y
finalmente, A la sombra de la religión.
90
IV.3 Otras miradas a La hija de Nazareth y La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado
En las siguientes líneas quiero exponer la obra de Barragán de Toscano en el marco
interpretativo de la teoría literaria feminista y el análisis de la cultura. Comenzaré este
ejercicio con análisis de su poema religioso: La hija de Nazareth, publicado en 1880. En
la tradición cultural europea del siglo XIX, la lectura de los textos religiosos era una
actividad comúnmente realizada por las mujeres en el ámbito familiar, mientras que la
escritura y el registro de la contabilidad era cosa de hombres. En la primera mitad del
siglo XIX, las sociedades europeas rechazaron el surgimiento de la mujer escritora, pues
se consideró que atentaba contra las costumbres familiares, de las que se alejaban, al
dedicarse a la escritura.241 Por ello se explica que los materiales que leían las mujeres
deberían servir para mantener los hábitos sociales, el sistema de género y a las mujeres
en su lugar tradicional: en la cocina y en la vida religiosa. La tradicional cultura
occidental consideraba que las lecturas para las mujeres debían estar regidas por su rol
de conservadoras de la tradición religiosa y familiar.242 Esa tradición permitía el
acercamiento de las mujeres a la palabra escrita únicamente como lectoras, pero no
como creadoras de textos, menos aún de escritos religiosos.
Comprender la fuerza de esta práctica cultural de marginación de la mujer en la
escritura, me permite observar un significado distinto en el poema La hija de Nazareth.
Barragán de Toscano escribió una obra religiosa que fue aprobada por el gobierno
eclesiástico de Jalisco para su publicación. Un sacerdote realizó el prólogo, y reconoció
en él la calidad literaria de la autora y la comparó con Chateubriant, Lamartine y
Zorrilla.243 Otra muestra de la aprobación eclesiástica, y quizá de su éxito, fue el hecho
de que el poema se reeditó cinco años más tarde en Veracruz. Los versos de este poema
exponen la vida de la Virgen María, y son un ejemplo de cómo las mujeres han estado
ligadas en su papel de conservadoras de las tradiciones y de las costumbres religiosas. Y
241 Martín Lyons, “Los nuevos lectores del Siglo XIX: Mujeres, niños, obraros”, en Historia de la lectura en el Mundo Occidental, , Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, 241-589. (Madrid: Santillana, 2001), 544-547. 242 Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX”, 546. 243 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Fondos Especiales. En adelante BPJ. Refugio Barragán de Toscano, La hija de Nazareth, poema religioso, dividido en dieciocho cantos, desde la concepción de María Ssma. hasta su gloriosa asunción (Ciudad Guzmán: Imprenta de J.M. Fuentes, 1880), 3-7. En la carta de censura y aprobación que se expone en las primeras páginas se advierte que el nombre original fue “Maria de Nazareth”.
91
también cómo ese papel les permitió –al menos en el caso de Barragán de Toscano-
participar de forma legítima y aceptada de la escritura en la sociedad.
.
244
Como se observa, la autora dedica el poema a su madre. Éste homenaje puede
interpretarse como un legado de sucesión femenina, en el que Barragán de Toscano es
continuadora de la tradición y legado del conocimiento de la religión.245 Entiendo
entonces, que a través del acto de escribir el poema, Barragán de Toscano –la mujer-,
transgrede el espacio de la escritura religiosa que era ancestralmente un espacio
masculino. Ella lo hace asumiendo la continuidad de su rol tradicional como lectora de
textos religiosos, conservadora de la moral y las costumbres religiosas de la sociedad y
la familia.
Otra de las obras, La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado es un texto
sin contenido explícitamente religioso. Apareció como una novela por entregas o de
folletín, y de la aceptación que tuvo entre los lectores la misma Barragán de Toscano
escribió: “me despido de mis lectores, agradeciéndoles en el alma la buena acogida que
han dado a mi segunda novela”.246
En ella Barragán presenta un escenario natural, vinculado a la región, a los
lugares en que vivió desde niña, y que por tanto le eran conocidos. Ella habla de
aquellos “caminos que unían a Sayula, Zapotlán, Colima y multitud de ranchos y
244 BPJ, Fondos Especiales. Barragán de Toscano, La hija de Nazareth, 7. 245 BPJ, Fondos Especiales. Barragán de Toscano, La hija de Nazareth, 7. 246 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 200.
92
pueblos”.247 Una de los imágenes del paisaje más significativas para la autora fue el
volcán conocido como el Nevado de Colima. Según su relato, se imponía la presencia
de esa montaña en el horizonte y era visible desde Tonila donde nació, y desde Zapotlán
del Grande, donde presumiblemente residía al momento de escribir la novela. En la
introducción de la novela la silueta del volcán la describe como “una bellísima
montaña” que domina todo el territorio por su elevada altura. Otra característica que ella
resalta de la montaña es la manifestación física de grandeza espiritual pues fue
“colocada ahí por la mano de Dios para acabar [...] de hermosear [a la montaña]”248.
Barragán de Toscano observa a la montaña y dice: “Y a lo lejos, como atalaya
gigantesca, iluminado en sus altas planicies, obscuro en sus declives y en sus quebradas
rocas, negro como una tumba, se levantaba el Nevado, con su blanco cráter tocando
hasta las nubes”.249
Las líneas de introducción a la novela reflejan una ornamentación literaria
herencia del espíritu artístico y arquitectónico del rococó de Europa del siglo XIX.250
Pretende expresar especialmente lo íntimo y interno, una forma de significar y retener
en sí mismo los valores más profundos de lo humano. Según este estilo, la montaña se
convierte en expresión de sentimientos y cualidades humanas, no solamente un
elemento físico del paisaje. La importancia de esta visión estética en la literatura, es que
representa la transición de las preocupaciones y temáticas religiosas a las de la vida
mundana.
Esa azul montaña, dividida en dos altos picachos, el uno árido, consumido por la erupción de sus fuegos internos [...] amenaza con devorarlo todo [...] y el otro [...] con su verdor eterno, sus pájaros, sus flores, sus aromas, sus vertientes de agua cristalina, remedando cintas azuladas, [...] su cráter coronado de blanca nieve, remedando a los rayos del sol, la toca de una virgen [...] esa azul montaña, repito, ha tenido siempre para mi alma, un encanto desconocido [...] que atrae y conmueve sus más secretas fibras.251
247 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 50. 248 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 9. 249 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 53. 250 “El Rococó es un estilo que surge hacia 1730 en Francia y se difunde de forma irregular ya que, si bien tuvo un amplio desarrollo por Centroeuropa y sobre todo por Alemania, fue menos frecuentado en España, por ejemplo.” Véase <http://w3.cnice.mec.es/eos/MaterialesEducativos/bachillerato/arte/arte/x-modern/rococo.htm> (17 de enero de 2007); “Debemos e[n]tender el Rococó como un estilo independiente y personal. El Rococó a diferencia del Barroco, se despreocupa por cuestiones católicas. Es un arte eminentemente aristocrático, un arte para la alta clase media, amante de un estilo mundano, íntimo y delicado. La sociedad ansía la libertad, el buen gusto y el placer. La élite artística e intelectual se reunía en salones”, <http://www.spanisharts.com/history/rococo/rococo.html> (17 de enero de 2007). 251 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 9.
93
La azul montaña que describe Barragán de Toscano es el Nevado de Colima,
rodeada a sus pies de una vegetación paradisíaca. Mediante esta descripción del paisaje,
la autora logra también que esa azul montaña se convierta en la visualización de una
pareja: ella pinta a un hombre y una mujer a través de sus características genéricas. Uno
de los picachos que componen esa azul montaña ostenta una “pavorosa melena de humo
y fuego, bajo la cual se desgajan rocas calcinadas, lavas ardientes que vienen, por
decirlo así, formando una muralla en torno del coloso que, con sus constantes
erupciones, amenaza devorarlo todo [...] ”. 252 Mientras que el otro picacho es “ esbelto
y elevado, con su verdor eterno, sus pájaros, sus flores, sus aromas, sus vertientes de
agua cristalina, remedando cintas azuladas, espejos claros, cuyo tenue rumor atrae a las
palomas que gustan de mirarse en ellas y mojar sus plumas durante el calor [...] ”.253 Las
aguas cristalinas es una descripción con contenido de género femenino.
El arte literario de Barragán de Toscano incluye detalles simbólicos y
significados culturales que la hermanan con otros espacios y otros tiempos. La
utilización de elementos del paisaje como “montes, valles, árboles, fuentes, pájaros y
flores, [...] [y] el ruido del viento en las hojas de los árboles y el murmullo del
arroyuelo”,254 la conectan con el espíritu plástico del rococó. El arte de la escritura
representa para la autora la oportunidad de abandonar una realidad e incursionar a otros
mundos. Barragán de Toscano presenta ese espíritu del rococó de Inglaterra del siglo
XVIII, el cual a través de imágenes de espacios ajardinados en la pintura la cultura
inglesa representó un mundo que parecía “próximo a las fuentes de la vida”.255 Así, con
el uso de imágenes alusivas la naturaleza, la pintura [en Europa] fue una obra de arte y
un documento de una visión liberal del mundo.256
Las extensas descripciones del paisaje son el pretexto de la narradora para
reflexionar sobre la religión, la ética o la literatura.257 Los datos geográficos sirven para
ubicar espacialmente los acontecimientos en la novela La hija del bandido o Los
subterráneos del Nevado. Barragán de Toscano utiliza las descripciones del paisaje para
hablar de aspectos íntimos y de herencias intelectuales y culturales; para ella “todo [...]
252 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 9. 253 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 9. 254 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 70. 255 Gran Historia del Arte. El Arte Rococó, 26” [videograbación] Film de Gaby Imhof-Weber y kurt W. Ochlschäger. Una coproducción de Bayerischen Rundfunks, NHK de Japón y Telepool Manchen. AMARA, GMBH, 1991. Este material es parte de la enciclopedia Gran Historia del Arte, El Barroco y el Rococó, vol. 7. Barcelona, España, Editorial Planeta, 1998. 256 Gran Historia del Arte. El Arte Rococó, 27”. 257 Morán y Cázares, “Doña Refugio”, 85-86.
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tiene su poesía, su belleza particular, como dijera Lamartine, el poeta francés”.258 El
Nevado de Colima – como se le conoce, o la “azul montaña” – como la nombra ella,
representa la herencia de sus ancestros. Esta expresión representa una herencia cultural
lejana y coloca a la autora en consonancia con el escritor francés Alphonse de
Lamartine, quien expresó en su obra Rafael: “[n]o se puede comprender bien un
sentimiento más que en los lugares donde se ha concebido.” 259Así, al acudir Barragán
de Toscano a los espacios geográficos en que pasó su infancia los convierte en parte de
su memoria, identidad y fuerza expresiva.
Barragán de Toscano habla de una memoria e identidad de género, representadas
con imágenes de una naturaleza dadora de vida, con flores y agua. Coloca a la montaña
al centro de la narrativa, pues está “colocada ahí por la mano de Dios”. La escritora
describe a la montaña con rasgos humanos y a través de este recurso presenta su
experiencia de vida y percepción de la realidad desde una identidad de género femenil.
[A] esa azul montaña [...] la han contemplado mis ojos con alegría, con admiración, con entusiasmo. Y en esas horas de arrobamiento, ha vibrado mi lira bajo la opresión del sentimiento y he cantado su belleza agreste y poética.260
Para describir el paisaje en la novela, Barragán de Toscano utilizó imágenes de género.
La autora casi no se refiere al aspecto más característico del volcán que es su capacidad
eruptiva y explosiva, o a su forma visual fálica, rasgos propios de lo masculino. Prefiere
hablar sobre una montaña, caracterizada por una naturaleza que inspira confianza y
predecible calma constante. La montaña no cambia, dice Barragán de Toscano. Está ahí,
del mismo color y forma. En su descripción del Nevado de Colima y del volcán de
Fuego, la escritora presenta silencios y algunas variaciones sobre lo masculino. El
volcán ostenta un cráter que se asemeja a “la toca de una virgen” que significa pureza
258 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 70. 259 El estudio preliminar a Graziella Rafael afirma que hubo traducciones de su autor, Alphonse de Lamartine, desde los años treintas del siglo XIX en México. Véase Alfonso de Lamartine, Graziella Rafael (México, D.F.: Porrúa, 1987), x. Lamartine es un reconocido poeta, novelista y político francés, vinculado con el movimiento romántico del siglo XIX; Un estudio a la obra de Barragán reconoció la influencia intelectual de Lamartine en esta autora. Este estudio encontró ciertos paralelismos. Ambos autores nombran Rafael al protagonista masculino; también conciben a la naturaleza como el encuentro místico con el alma universal que está depositada en esa misma naturaleza, véase Morán y Cázares, “Doña Refugio”, 81 y 87. 260 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 9.
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femenina y virtud. Como una mujer idealizada y representada en la figura de la virgen,
la montaña se convierte en el centro de vida interior y espiritual, pero con capacidad
eruptiva como en el interior de un volcán.261
La autora recupera la visión romántica cuyo objetivo fue acercar “más el arte a la
vida y a la naturaleza, en contra del clasicismo, cuyos convencionalismos, limitaciones
y artificios, habían concluido, [...] por divorciar al arte de la verdad”. 262 Una actitud
romántica y femenina en que la naturaleza se convierte en un puente de enlace entre las
emociones, la sensibilidad artística del individuo, la fuente de la verdad, y el contacto
del ser humano y lo divino. La naturaleza es un elemento místico que encierra la fuerza
de la creación, de lo eterno. Quizá no es gratuito ni accidental que la autora acuda a la
descripción de la montaña con las características de un volcán, entendiéndola como un
poder materno, como símbolos de protección, grandeza, temeridad, contacto profundo
con la tierra y el dominio visual de la geografía que representa la altura del Nevado de
Colima, lugar donde se cobijan los personajes y la trama de la novela.
261 Fotografía digital del Volcán de Fuego y del Nevado de Colima. 262 Lamartine, Graziella, Rafael, xxviii.
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Bajo la perspectiva del análisis literario, en esta obra se presentan los personajes
de forma mecánica y con poca profundidad psicológica; la autora los describe a través
de sus rasgos de bondad o maldad. Ella se presenta como narradora de la novela, y actúa
como intermediaria entre los hechos que cuenta y los lectores, y en un momento dice
“[v]oy a conducir a mis lectores a la casa de Dña. Mercedes, una hora después del rapto
de Cecilia”;263 o bien, “dejémosla observando a sus vecinas, y ya que la pluma nos
permite ir a donde deseamos, penetremos a la pequeña sala donde se encontraban, para
escuchar lo que a la sazón decían”.264 También utiliza su voz narrativa para introducirse
en la trama y hacer aclaraciones: “Nada me disgusta tanto, cuando leo una novela, como
que el autor deje pendiente el hilo de los acontecimientos y me lleve a presenciar hechos
retrasados, que vienen a entorpecer el pronto desenlace de aquellos”.265 Desde la
perspectiva literaria tradicional la manera de escribir de Barragán de Toscano demuestra
los límites y las carencias de los personajes y el fracaso en la novela. Para esta crítica
literaria, la autora no debe aparecer porque por su “necesidad de aclarar, ordenar y
opinar” perturba las reglas literarias canónicas, pues ella debería dejar al lector en
libertad para descubrir los sucesos de la novela y que forme su propia opinión en torno a
los acontecimientos.266 Esta interpretación acerca de la forma de narrar de Barragán de
Toscano ha generado dudas acerca de su calidad literaria. Más allá de ellas, mi opinión
es que esa práctica narrativa puede entenderse como una continuación de otra práctica
más antigua y conocida por las mujeres: la costumbre de narrar sucesos a través de la
oralidad.
La historia de las mujeres dice que ellas conservaron y heredaron sus
conocimientos y leyendas de generación en generación, principalmente a través de la
transmisión oral. De esta práctica femenil hablan “las consejas de las viejas junto al
fuego [...] que gustaban de narrar y lograban embelesar a su auditorio. Scherezada es el
ejemplo típico de la habilidad narrativa femenina”.267 En la introducción a La hija del
bandido o Los subterráneos del Nevado la autora explicó que lo que ella hizo fue
“trasladar al papel, aunque ligeramente ataviada con el lenguaje de la ficción y de la
novela, la relación que de [los hechos criminales de Colombo] [...] me hizo una tarde la
263 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 74. 264 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 46-47. 265 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 74. 266 Morán y Cázares, “Doña Refugio”, 85-86. 267 González Casillas, “La mujer”, 141.
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tía Mariana”.268 Esto es un ejemplo de la tradición oral en la vida femenil; ella dijo que
su tía Mariana “era una viejecita simpática, divertida y que solía contarme cosas que yo
escuchaba siempre con gusto [y era ] una de esas mujeres que todo lo inquieren, lo
profundizan, lo cuentan”269. Y cuando narraba “revelaba en su acento, en sus palabras y
hasta en sus ademanes”270 un carácter de realidad a lo que contaba.
Un punto más a considerar es que las intervenciones de la narradora-autora en
la novela, pueden ser comprendidas como recomendaciones morales y expresiones
de ideas políticas, religiosas y de las costumbres de la autora:
Voy a dar a mis lectores una idea ligera de esta fiesta, en que los indios no omiten nada de lo que contribuye a hermosearla, según su costumbre tradicional. Desde la víspera de ese día, se ve a los indios conducir a la plaza principal unas gruesas y elevadísimas latas barnizadas de cal y pintadas de colores vivos que forman de trecho en trecho, anillos, alfajores o ramos. Estas latas deben tener inferiormente, de veinticinco a treinta metros de elevación y están claveteadas de estacas gruesas y redondas. En su parte superior, tienen una casilla a manera de jaula, hecha de cohetes, y capaz de contener en su centro, tres o cuatro hombres.271
En esta novela las constantes interrupciones de Barragán de Toscano para aclarar
algún elemento de la trama, son también manifestaciones de género, pues la autora
reprodujo en su obra rasgos de su rol social principal, que era el de una mujer que debía
instruir y preservar la moralidad y las costumbres. Hay que contemplar que en esta
época la prensa y la literatura servían para ilustrar al pueblo, y la novela de Barragán de
Toscano también llevó a cabo este objetivo.
En la literatura escrita por mujeres, la casa simboliza protección para la mujer y
las posibilidades para desarrollarse de diversa manera, pero siempre en el ámbito
privado. La ventana de la casa tradicionalmente simboliza las posibilidades de ser o
tener, pero también representa el sentimiento que experimenta la mujer de estar atrapada
e inmóvil.272 En la novela de Barragán de Toscano este elemento está presente y alude a
una condición de privilegio para la mujer, en el sentido que ella puede observar y ser
protegida por la ventana al tiempo de ser invisible para el entorno que observa. Sobre
268 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 10. 269 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 10. 270 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 10. 271 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 60. 272 Sant, Liselle, “'The Yellow-Paper': A Twist on Conventional Symbols”, <http://grammar.ccc.commnet.edu/grammar/composition/liselle.htm> (20 de febrero de 2006).
98
María, Barragán de Toscano escribe: “hallábase nuestra joven tras la ojiva ventana de su
recámara, medio oculta por los vaporosos encajes de una cortina de tul”.273 Esta figura
de mujer en la ventana significa el poder adquirido a través de su invisibidad: “Cuando
desde allí observó que cerraban la ventana, satisfecha y contenta se sentó en una silla,
echó lánguidamente la cabeza hacia atrás y esperó”.274
Además, al observar el mundo exterior a través de la ventana comprende a
profundidad a otras mujeres; sus emociones y pensamientos. La ventana en la novela de
Barragán de Toscano es un elemento que protege, libera y comunica a la mujer de forma
íntima con otros individuos de su mismo género. Lo expresa de esta manera Barragán
de Toscano: “Lo que tan absorta la tenía, no era otra cosa que un grupo de dos mujeres
sentadas al pie de la ventana y que a juzgar por su interior, parecían agobiadas por
amargos sufrimientos”.275 Es así como el símbolo de la ventana sugiere un significado
cercano a la etimología de la palabra. Ventana es una palabra derivada de ventus, que
significa viento y se refiere a una hendidura en un muro que permite que el interior se
comunique con el exterior.276 Esta noción de la palabra sugiere la posibilidad de
conectar los espacios que separa. María se conecta de forma personal e íntima con las
otras mujeres, al grado que un impulso la anima a decir: “Seremos amigas; y aún más
¡esa joven será mi hermana!”277
Otro elemento ligado a la expresión femenina y presente en la novela son las
flores. Barragán de Toscano utiliza a las violetas para expresar situaciones, emociones o
condiciones sociales de las mujeres. Por ejemplo, cuando al salir de la cueva María
empieza a relacionarse con la sociedad. El vizconde de Tuneranda, amigo de su padre,
la presenta con sus amistades, quienes pertenecían a la clase más pudiente y selecta de
la sociedad. En esas reuniones María se sobrecoge, pues ella está conciente de ser la hija
de un maleante y conoce la imposibilidad de ser aceptada por esa sociedad. María se
mantiene al margen de los eventos y por eso tiene el “cuidado […] en ocultase como las
violetas”.278 Barragán de Toscano también utilizó la violeta para describir la situación
de María cuando habitaba en las cuevas de la montañas, y escribió: “crecía allí como las
273 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 44. 274 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 48-49. 275 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 44. 276 Marta Lamas, “La Ventana”, La Ventana. Revista de Estudios de Género. Separata conmemorativa de los diez años de esta publicación universitaria (julio 2005): 13. 277 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 49. 278 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 45.
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violetas silvestres, oculta entre los pliegues de aquella montaña inculta.”279 A partir de
la manera como Barragán de Toscano utiliza las flores en sus textos, y de vincular estas
expresiones con posibles connotaciones culturales y literarias de la época, es posible
comprender que esas aluciones a elementos de la naturaleza fueron manifestaciones que
representaron a la mujer del siglo XIX. Y también fueron la expresión personal de ellas,
acerca de sí mismas.
279 Barragán de Toscano, La hija del bandido, 33.
100
CONCLUSIONES
Considero que las conclusiones son la oportunidad de hacer un balance de lo que
observé en la consecución de esta tesis, y son una impresión personal acerca del trabajo.
Estas características les permiten ser el espacio para decir aquello que me inquietó a lo
largo de la tesis, o bien aquello que no incluí en el texto porque lo consideré “obvio”
cuando comencé a escribir. En las siguientes líneas quiero tratar de ciertas
preocupaciones y obviedades que eliminé en la introducción de esta tesis, así como mis
reflexiones finales acerca del trabajo.
Por estas razones éste es el lugar para mostrar con mayor detalle cómo planteé
mi proyecto de investigación Mujeres que escriben: Textos femeninos en la literatura
regional, 1880-1910, y es también el momento de rescatar los antecedentes que me
condujeron a la enunciación del problema. Asimismo, es la oportunidad de exponer las
concepciones que alentaron mi interés por estudiar a las mujeres y su escritura. Y cómo
eso situó mi proyecto en el límite de los campos académicos conocidos como historia de
las mujeres e historia cultural, donde planteo el análisis desde la teoría de género.
Para solicitar el ingreso a la Maestría en Historia debía presentar un
anteproyecto de investigación. Además, necesitaba exponer las razones de mi interés
para ingresar al programa. De ese modo comencé el proyecto al que titulé La escritura
femenina como acto de libertad. Una mirada a textos escritos por mujeres en el siglo
XIX. Este título denotaba la necesidad de afinar la mirada histórica. Pero mostró
claramente que los temas que me interesaban estudiar, eran las mujeres y su escritura.
Como egresada del Diplomado en Estudios de Género apliqué los conocimientos en el
anteproyecto solicitado para ingresar a la maestría.
En aquel momento tenía como objetivo hacer visible la presencia y las
condiciones de participación de las mujeres decimonónicas en la literatura. Quería
también recuperar la experiencia femenina, revalorar sus prácticas y conocimientos. Así
como llegar a dilucidar si existió un corpus de escritura femenina. Para llevar a cabo
estos propósitos establecí que mis recursos documentales serían las epístolas y los
archivos eclesiásticos. Este planteamiento se nutrió de lecturas que hablaban de la
experiencia de mujeres europeas en relación a la práctica de la escritura. Uno de esos
101
trabajos fue realizado por María-Milagros Rivera Garretas, estudiosa de la historia de
las mujeres y especialista en historia europea de la época medieval. El libro llevó el
nombre de Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV. En él, la autora hace
una selección de textos escritos por mujeres, y los analiza aplicando metodología que el
pensamiento feminista ha elaborado en las últimas décadas. Según la autora, dichos
textos quedaron relegados de la historia de la literatura porque se construyó un canon
literario que no valoraba esas expresiones.280
El planteamiento básico en la obra de Rivera Garretas, es que en la sociedad se
construyen diferencias de acceso a la cultura entre los individuos, a partir de la
diferencia biológico-sexual. Es decir, a partir de la diferencia de nacer varones o
hembras. Este es un planteamiento que he mantenido a lo largo de todo el estudio.
Respecto al anteproyecto tuve que modificarlo de acuerdo a la disciplina histórica y los
recursos documentales locales. En términos históricos debía ajustar el espacio y el
tiempo. Además, las primeras pesquisas en búsqueda de epístolas y documentos
eclesiásticos para construir el cuerpo documental de análisis, reflejó que no había
suficientes cartas de mujeres en la localidad. De modo que tenía que ampliar las
posibilidades de documentar la escritura femenil, Las mujeres letradas en Colima,
1880-1910 y Mujeres que escriben, Colima 1880-1910. Apropiación y uso de la
escritura fueron intentos de encontrar el tema, espacio y tiempo para el análisis.
Ante la dificultad de encontrar cartas de mujeres en Colima –sólo conseguí una-
para estudiarlas, decidí establecer como fuente vertebral del proyecto el periódico
oficial El Estado de Colima. Las bondades de esta fuente eran varias: ofrecía un registro
del ambiente social y de personajes en Colima durante el periodo que pretendía estudiar,
y tenía también la particularidad de ser una fuente que permanece casi completa para su
consulta. Así surgió un nuevo intento por construir el proyecto, el cual titulé Mujeres
que escriben: Textos femeninos en el periódico El Estado de Colima, 1880-1910. El
objetivo en ese momento tomó un cariz distinto, quería estudiar la escritura de las
mujeres y lo que ésta significaba culturalmente. Entonces, comencé a aventurar
bosquejos de hipótesis y propuse concebir la escritura de las mujeres como elemento y
ejercicio de construcción de identidad, así como punto de convergencia de las prácticas
e ideas sociales.
280 María-Milagros Rivera Garretas, Textos y espacios de mujeres (Barcelona: Icaria, 1995), passim.
102
Conciente de que mis primeras lecturas acerca de la historia de las mujeres
europeas me dieron un tema y algunas consideraciones teóricas, pero no las fuentes
adecuadas para este contexto, decidí hacer una exploración a estudios locales acerca de
mi tema. La lectura de historiadores locales acerca del siglo XIX me ofreció un
panorama desprovisto de mujeres escritoras en Colima. Según esos textos, las mujeres
de aquella época fueron básicamente maestras y muy pocas escribieron literatura. Mi
pesquisa me llevó a la lectura de investigaciones literarias acerca de la literatura escrita
a fines del siglo XIX en Colima. El texto Los decimonónicos. Antología poética
colimense del siglo XIX me mostró un escenario con amplia vida cultural y poblado de
personajes masculinos. Según dice su autor, Rogelio Guedea, la motivación de su
trabajo fue responder a las preguntas: “¿quiénes fueron los poetas colimenses del siglo
XIX? y ¿qué fue lo que escribieron?”281 A partir de esa preocupación revisó diversos
archivos locales y el periódico El Estado de Colima, de donde rescató obra de 22
poetas, pero en ese rescate no figuró ninguna mujer. De la investigación de Guedea lo
que más llamó mi atención fue el hecho de él no “vio” ningún poema escrito por una
mujer. Después de revisar su trabajo, me interesó hablar con él acerca de las
posibilidades de encontrar textos femeniles en el periódico oficial, lo cual, en opinión
del autor era algo lejano: aunque él había realizado un minucioso reconocimiento de esa
publicación no encontró ningún poema femenino. Su declaración, me hizo recordar la
reflexión feminista literaria que señala que el canon literario vigente, o al menos, con el
que tradicionalmente se han revisado los espacios culturales que buscan la expresión
intelectual femenina, ha sido un elemento de discriminación para las escritoras. Esta
crítica literaria considera que tal canon privilegia reglas de creación y apreciación
masculina que no corresponden a la experiencia creativa e intelectual de las mujeres
escritoras. Ese modelo masculino de apreciación literaria, a través de la rigurosidad de
sus normas y géneros, ha dejado fuera otras expresiones –escritas tanto por hombres
como por mujeres- por considerarlas fuera de la norma, de menor o nula calidad
artística, y esos textos pueden ser los diarios y las cartas.
De nueva cuenta mi pesquisa mostró una ausencia de expresiones femeninas en
la literatura local. Así que decidí investigar acerca de obras literarias femeniles en el
periódico oficial. Revisé El Estado de Colima, foja por foja, desde enero de 1880 hasta
diciembre de 1910. Esa búsqueda minuciosa mostró que algunas mujeres habían
281 Rogelio Guedea, Los decimonónicos. Antología poética colimense del siglo XIX (Colima: Universidad de Colima, 2001), 9.
103
publicado poemas y otros textos en la prensa colimense. Ahí estaban los nombres y los
poemas de Margarita Rodríguez,282 Edda Flores conocida como “La Bogotana”,283
Esther Tapia de Castellanos,284 Luz Brisa285 y María Enriqueta Camarillo y Roa.286
Estaban también los discursos de Isabel García de Álvarez,287 Gregoria de Miranda288 y
Matilde González.289 Y otros textos que se relacionan con nombres de mujeres, pero que
no he podido confirmar la autoría femenina hasta ahora. Este hallazgo significó
comenzar a establecer otras preguntas a la investigación: ¿cómo interpretar la escritura
de las mujeres?, y, ¿qué significaba la ausencia de las mujeres y sus obras en el registro
histórico, así como en la historia de la literatura local?
Lo que hice a continuación fue enlistar los nombres y textos de ellas, y consulté
libros y bases de datos en búsqueda de información acerca de esas escritoras. Eso me
llevó a ubicar algunas de ellas, quienes eran reconocidas poetas en la historia de la
literatura mexicana del siglo XIX, como Esther Tapia de Castellanos y María Refugio
Barragán de Toscano. De esta última localicé, en la misma fuente, que era una
reconocida escritora a quien se le había realizado un estudio biográfico.290 En el
periódico oficial El Estado de Colima encontré la referencia a la publicación de un
relato de viaje realizado por las hermanas Larrainzar: Enriqueta, Ernestina y Elena. Del
relato aquél resultó una obra de cinco volúmenes, al que titularon Viaje a varias partes
de Europa por Enriqueta y Ernestina Larrainzar, con un Apéndice sobre Italia, Suiza y
los Bordes del Rhin por su hermana Elena L. de Gálvez.291 A través de este relato las
vimos transitar por “poblaciones de nuestra República, cruzar el Atlántico, detenerse en
la Habana, pasar a los Estados Unidos, visitando su gran Metrópoli Nueva York,
abandonar la América, y atravesando los mares, recorrer las más grandiosas capitales de
la culta Europa”.292
Como estas viajeras del pasado, continué mi recorrido en búsqueda de las
mujeres escritoras en Colima. Así, el proyecto volvió a tomar nombre y se convirtió en
282 Periódico oficial Estado de Colima, 31 de julio de 1885,124-125. 283 Estado de Colima, 11 de febrero de 1888, 87-88. 284 Estado de Colima, 8 de febrero de 1890, 24. 285 Estado de Colima, 22 de febrero de 1890, 31. 286 Estado de Colima, 5 de julio de 1890, 107. 287 Estado de Colima, 31 de julio de 1885, 125. 288 Estado de Colima, 11 de febrero de 1888, 23. 289 Estado de Colima, 14 de febrero de 1891, 27. 290 Estado de Colima, 16 de julio de 1886, 122. 291 Cecilia Olivares Mansuy, “Enriqueta y Ernestina Larrainzar, crónicas de viaje”, en Las voces olvidadas: Antología crítica de narradoras mexicanas nacidas en el siglo XIX, editado por Ana Rosa Domenella y Nora Pasternac (México, D.F.: Colegio de México, 1997), 317-354. 292 Estado de Colima, 23 de noviembre de 1883, 188.
104
Mujeres que escriben: Textos femeninos en la literatura regional, 1880-1910. Hasta
este momento ya había obtenido la evidencia, minúscula para realizar un análisis
histórico, pero válida para proseguir en mi objetivo de documentar el trayecto de las
mujeres hacia la escritura. Así nacieron otras preguntas y otros senderos que explorar.
Como lo he descrito anteriormente, plantear un tema de interés no es
necesariamente un proyecto de investigación viable. Algunos temas requieren un trabajo
previo para llegar a constituirse en problemas de estudio. En el caso de la historia de las
mujeres, y particularmente en el caso de mi tema, implicó hacer ajustes para encontrar
un tema y problema de investigación. En este caso implicó pensar en el diseño de un
protocolo de investigación creativo, preguntas constantes para afinar el marco
epistémico y considerar que tales cuestionamientos son una guía en la búsqueda.
Implicó también indagar y adecuar los enfoques teóricos.
Quiero mencionar que para este proyecto importaron las condiciones y límites
que históricamente se conforman en derredor de la característica biológica de ser mujer.
Me interesaba también concebir la escritura como elemento de expresión de lo social.
Pues considero que los trabajos literarios no sólo hablan de las ideas o sentimientos de
las autoras, sino que son textos donde es posible leer los valores y prácticas de la
sociedad que los cobija. Hubo varias preguntas, pero las que más me inquietaron fueron
¿qué significa la ausencia de las mujeres en la historia tradicional?, y, ¿cómo interpretar
la escritura de las mujeres?
Para dar seguimiento y posible respuesta a estas inquietudes estructuré cuatro
capítulos en esta tesis.
En el primer capítulo me propuse construir un esquema que permitiera presentar
un panorama histórico y social de la época, donde las mujeres y sus actuaciones fueran
visibles en el contexto nacional y local. Por esta razón deliberadamente evité los
elementos clásicos con que se ha estudiado el periodo: la política y la economía. Para
lograr el objetivo consideré fundamental avocarme a presentar los espacios y prácticas
que permitieran insertar a las mujeres en la historia porfirista, y éstos fueron los
espacios o ambientes culturales. Este estudio me permite considerar que el término
cultura refiere a un espacio donde interactúan individuos, condiciones históricas,
percepciones y prácticas en permanente redefinición, conciliación y conflicto.
Haber encontrado expresiones intelectuales femeninas que el canon literario
vigente, y la práctica histórica tradicional han olvidado, me llevó a considerar que los
escenarios sociales deben estudiarse con teorías cercanas a sus prácticas. Los
105
historiadores debemos tener cuidado al utilizar modelos y conceptos que no siempre se
ajustan a las prácticas y valores de la sociedad que estudiamos. Las teorías y conceptos
son también producto de una historia del pensamiento particular y tienen contextos
sociales de producción distintos a lo largo del tiempo y las geografías. Este capítulo me
permitió entender que la sociedad, y lo que podemos ver de ella, no son modelos tan
simples en sus dinámicas reales. El esquema de exposición que utilicé estuvo dirigido a
mostrar a las mujeres y sus trabajos intelectuales. Reflejó áreas de estudio oportunas
para análisis posteriores: las sociedades de caridad en Colima y su relación con la
producción literaria de las mujeres. Estas formas de organización deben estudiarse
porque fueron espacios que privilegiaron los valores y costumbres tradicionales, y quizá
puedan decir algo en relación a la historia de las mujeres.
Además, construir este apartado significó darme cuenta que la mayoría de los
análisis literarios de la escritura femenina que consulté, se enfocan en la construcción de
un corpus de literatura escrita por mujeres desde el canon masculino. Es decir, son
recuperados aquellos textos que participan de las reglas de producción intelectual
vigente: por tanto sólo se recuperan aquellos textos que se relacionan con algún género
literario, como la poesía, la novela o el relato de viaje.
En sus orígenes la crítica literaria feminista consideró fundamental la
construcción del corpus de literatura escritura por mujeres, así como su legitimación y
reconocimiento en el canon tradicional. Sin embargo, la reflexión literaria feminista
actual, en su interés por consolidar la teoría y metodología para el estudio de las
mujeres, considera que ubicar o reconstruir la expresión intelectual femenil desde los
valores y prácticas masculinas –es decir el canon tradicional- significa dejar en la
oscuridad y en el olvido muchas de las manifestaciones de las mujeres. Por esta razón
ha propuesto reflexionar acerca de los términos, definiciones y conceptos que son la
base del conocimiento académico tradicional, y propone repensarlos y redefinirlos. De
esa manera, las formas expresivas femeniles que inicialmente no pueden ser aceptadas
como manifestaciones literarias, son revaloradas y reinterpretadas. En el caso concreto
del siglo decimonónico, la reducción conceptual impuesta al término “literatura” por el
canon literario –que por cierto no atiende ni al sentido etimológico de la palabra, ni a la
práctica que de la escritura se tenía en esa época- imposibilita la recuperación de otros
textos escritos por mujeres, con pleno reconocimiento de su valor estético.
En el siglo XIX en la cultura Occidental los fenómenos de la palabra escrita y la
tecnología para reproducirla y expandirla mediante la prensa, tuvieron amplias y
106
profundas repercusiones sociales. En el capítulo dos, me pregunté acerca del impacto de
estos fenómenos en las mujeres en Colima a finales del siglo. Esta elección permitió
observar que la lectura y la escritura fueron factores de diferenciación y movilidad
social en Colima: ciertas mujeres lograron modificar su forma de vida y se convirtieron
en maestras, alumnas, lectoras, o bien, escritoras. Al modificar su situación social estas
mujeres lograron ser vistas y reconocidas de forma legítima en la sociedad. Aunque la
prensa y la educación pública democratizaron el acceso a la instrucción, a la lectura y
escritura para las mujeres, tales elementos no fueron de acceso real y semejante para
todas ellas. Algunas de ellas pudieron acceder a estos procesos a través de su condición
de clase media, o por su relación de género con varones que simpatizaban con la
propuesta general de instruir a la mujer para beneficio de la sociedad y los nuevos
individuos. Este capítulo también sugirió estudiar otros temas y otras preguntas. Los
personajes femeninos de Colima que más destacaron en este apartado fueron Esperanza
Hurtado y Margarita Rodríguez Paz. La primera no escribió, pero representa un ejemplo
de cómo la mujer ha sido aliento de escritores y cómo los valores sociales se han
perpetuado a través de las imágenes femeninas. Rodríguez Paz tuvo intereses culturales
e impulsó la edición de revistas literarias y pedagógicas: en 1875 la prensa local anunció
la creación de su revista literaria La Violeta y también la revista La Juventud, editada
por un grupo de jóvenes que sobrevivió hasta 1880. 293 Ella también imprimió la revista
pedagógica La cestita de flores en 1907, y presumiblemente dirigió la revista literaria
Bajo las Palmas de 1920 a 1926. Además, en 1891 creó un método de lectura, del que
queda mucho por indagar.
Una vez que encontré a las mujeres que participaron de la cultura escrita en
Colima y que encontré suficientes textos de ellas, construí el capítulo tercero. En él
intenté ubicar significados culturales en los textos. La intención del estudio fue
distinguir ciertas continuidades culturales presentes en la escritura femenina. Al parecer,
los principios de libertad, individualismo, democracia y nacionalismo propuestos por el
movimiento del romanticismo europeo impactaron en México en la forma de concebir la
escritura, y en una apertura acerca de quiénes deberían participar en ella. Esa forma de
concebir el mundo permitió que algunas mujeres pudieran aparecer en él de manera
pública, a través de sus escritos y el desempeño del oficio de maestras. Este estudio
permitió vislumbrar elementos del pensamiento estructurado acerca del acontecer social,
293 Periódico oficial Estado de Colima, 6 de agosto de 1875.
107
y de las vivencias de género experimentadas por las mujeres de la época. Las mujeres
que analicé, escribieron textos de diversos géneros: obras teatrales, cuentos para niños,
novela, cartas, relatos de viaje, y mayoritariamente, poemas. Considero que el uso de la
palabra escrita permitió a estas mujeres utilizar elementos simbólicos que representaban
sus cualidades de género femenino tradicionales, como la belleza, la ternura y la
maternidad. Pero también les permitió presentar cualidades no siempre reconocidas o
atribuidas a las mujeres, como fortaleza, capacidad intelectual, y su presencia real y
legítima en la sociedad. La característica más aguda en los textos femeniles de esta
época fue el uso de elementos de la naturaleza, principalmente las flores, para
representar sus cualidades y expectativas de género femenino.
En el cuarto capítulo me enfoqué en la figura de la maestra María Refugio
Barragán de Toscano. Adicionalmente a su profesión de maestra, ella se dedicó a
escribir obras en verso y prosa, poemas, cuento, drama y novela. Participó en el
ambiente periodístico en diversos momentos de su vida, y llegó a publicar, dirigir y
fundar un periódico. Al revisar datos biográficos de este personaje, pude constatar la
cantidad y diversidad de actividades laborales y familiares que realizó durante su vida,
así como su gran producción literaria. Barragán de Toscano fue una mujer pionera en su
escritura, pues se atrevió escribir no solamente por inquietud intelectual y literaria, sino
también para obtener ingresos económicos, algo bastante raro y desconocido en aquellos
tiempos. Ella logró publicar en los lugares donde vivió: en Colima, en Zapotlán el
Grande -conocido en la actualidad como Ciudad Guzmán-, en Guadalajara y en la
ciudad de México. Esas características me sugirieron abrir las posibilidades de
interpretación a sus textos, y utilizar la perspectiva cultural y de género para analizarlos.
Estoy conciente de que este análisis es una forma más de percibir e interpretar los
textos. Sin embargo, esto indica que los comentarios a los textos no son de carácter
unívoco y admiten nuevas interpretaciones.
Esta tesis me permite concluir que la incorporación de diversos modelos de análisis, así
como un dinámico marco de preguntas aplicado a la observación de la realidad, así
como a los modelos de análisis tradicionales permite elaborar interpretaciones
diferentes. También recordar la posibilidad de construir otras categorías de análisis que
permitan vislumbrar elementos menos obvios en la sociedad, como lo pueden ser los
términos de región y cultura. Pues no debe olvidar que la realidad se interpreta desde un
primer momento, pues las actuales evidencias del pasado transitaron por un proceso de
selección y valorización, es decir, se registró lo que por alguna razón se consideró
108
valioso o necesario. Lo que lleva a pensar que muchos eventos que pasaron y muchas
personas que estuvieron en el pasado no fueron registradas y que, otras más, se
registraron parcialmente y aguardan una segunda mirada.
109
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