Roberto Marcalle Abreu - Espera de Penumbras en El Viejo Bar

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ESPERA DE PENUMBRAS EN EL VIEJOBAR fue escrita respondiendo una necesidad espiritual decisiva e irrechazable. La experiencia esvivir y ver vivir, dijo alguien que llenó las soledades de nuestra adolescencia. Seguí muy de cerca esta historia y su personaje -René- dejó profundas huellas en mi espíritu. Las impresiones que forzosamentenacen de un esfuerzo indescriptible por VIVIR del que hemos sido testigos. Antes de iniciar su escritura había tomado la decisión de noescribir otra novela corta hasta después de concluir una extensa novela en la que llevo algunos mesestrabajando, la historia de la generación a la que pertenezco.

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  • ellperadepenumbras

    en el vieja bar

  • raberta marcaU. abreu

    espera depenumbras

    en el vieja barnavela

  • recapitulacinSe supone que a la publicacin de un quinto li-

    bro, debe formularse una recapitulacin y comuni-carla a quienes usualmente nos han seguido a tra-vs de los aos.

    1- ESPERA DE PENUMBRAS EN EL VIEJOBAR fue escrita respondiendo una necesidad es-piritual decisiva e irrechazable. La experiencia esvivir y ver vivir, dijo alguien que llen las soledadesde nuestra adolescencia. Segu{ muy de cerca estahistoria y su personaje -Ren- dej profundashuellas en mi espritu. Las impresiones que forzo-samente nacen de un esfuerzo indescriptible porVIVIR del que hemos sido testigos. A ntes de ini-ciar su escritura haba tomado la decisin de noescribir otra novela corta hasta despus de concluiruna extensa novela en la que llevo algunos mesestrabajando, la historia de la generacin a la que per-tenezco. Pese a ello, tena tres proyectos de novelascortas (una historia sobre el terrorismo en la dca-da del sesenta en un barrio de la parte norte dela ciudad, a la que ya haba titulado Francisco elHombre, ttulo tomado, como es evidente, de CienAos de Carda Mrquez; otro proyecto tratabade la complejidad de la vida familiar, y que ya ha-

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  • ba titulado Brumas del Sexto Ao; un ltimo eraESPERA DE PENUMBRAS EN EL VIEJO BAR).Me decid a elaborarla como dije, debido a esanecesidad irrefrenable. Debo reiterarme que hastatanto no concluya el proyecto de que he hablado(lo he titulado No vern mis ojos esta horrible ciu-dad) no volver a publicar otra novela corta, ymucho menos relatos. Quizs, sea la forma deplantearme un reto personal que, tengo la certeza,no me ser fcil vencer.

    2- En el 1969, obtuve mi primer galardn litera-rio con el cuento El Jurado, en el concurso anualde cuentos de la agrupacin cultural La Mscara.A partir de ah, he obtenido la mayora de losgalardones que se otorgan a los distintos gnerosen el pais: cuento (en el concurso [acques Viaudel Movimiento Cultural Universitario), novela(en el mismo concurso, adems del Premio Nacio-nal), y en Poesa. Un premio es un importanteestmulo, hay que ser franco y afirmarlo de maneracategrica. No debe verse, sin embargo, como unabsoluto. Estos galardones me han estimulado aseguir escribiendo, porque ellos hacen conscientea uno de que quien trabaja puede esperar ese emo-cional reconocimiento a su esfuerzo. Debo mani-festar, empero, que el mayor estmulo que he reci-bido ha sido el de mis lectores. He encontradocentenares de personas que, al reconocerme,se han detenido a hablarme de tales o cualesaspectos de uno u otro de mis libros. Amigos quetuve hace veinte aos, cuando era un nio y vivaen la Marcos Adn, han vuelto a buscarme despusde reencontrar su vida en Sbado de sol despusde las lluvias. He recibido una gran cantidad decartas criticando, rechazando, aprobando aspectosde Cinco bailadores sobre la tumba caliente del

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  • licenciado. Yo mismo, en ocasiones, me sientoasombrado de la cantidad de lectores que poseo,y lo digo con toda franqueza. Tengo un amigoque cada vez que me encuentra celebra esta no-vela. Un oficial de la Polica, que la ley, se pro-puso indagar detenidamente quienes eran sus per-sonajes en la realidad. Esa novela, caus una hon-da impresin en mucha gente. Este recocimiento,este aprecio, ha sido para m, el premio ms im-portante. Creo que no son muchos en este oficioque. pueden alegar lo mismo.

    3- De todos mis libros, sioo teniendo un parti-cular aprecio por "La soga", uno de los relatosde Las dos muertes de Jos Inirio. Igual que por"Las pesadillas del verano", la triloga del Minus-culo infierno del seor Lukas, y el relato que apa-rece en el mismo libro "La vieja y peligrosa par-te norte". Sigo teniendo un gran aprecio por"Don Samuel, el caballero solemne", de Sbadode sol despus de las lluvias, al igual que "Elbautismo de carne y esperanza de Israel" y porel relato que titula ese libro. Tengo un especialcario por "Cinco bailadores". Soy el primeroen reconocer, aunque, que el escritor -o el as-pirante a tal- debe luchar por mejorarse cont-nuamente. En todos mis libros hay numerososdefectos que sera una estupidez soslayar. Tengola conviccin, sin embargo, de que lo importantees tender a mejorar, seguir mejorando. Trabajar.y plantearse escribir la gran obra de que est nece-sitada nuestra literatura y darle, con ella, un lu-gar a nuestro pas, en el mundo literario moderno.

    4- Nuestro medio sigue siendo un medio muydifcil para el escritor. Publicar es una odisea,aunque ahora hay ms facilidades. Recibir algunaremuneracin por cuanto escribimos es casi un

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  • sueo, a pesar de la existencia de un mercadocreciente. La crtica es escasas veces objetiva,y entre nosotros tiene asideros muy especiales-los temores, las aberraciones, los pruritos demucha gente-o Generalmente, es una mala crti-ca que tiende exclusivamente a condenar ms quea destacar logros y defectos. Es lamentable queMarianne Tolentino haya desertado de la cr-tica literaria. Es lamentable que un talento tanbrillante como Hctor Amarante se haya olvidadode la literatura, y de la crtica
  • con cierta gente, les har el mismo bien quela de los guaraguaos con los polluelos.

    En fin, seguir trabajando. Seguir mejoran-do cuanto hacemos. Seguir viviendo, sobre todo.Es cuanto tengo que decir.

    Roberto Marcall Abreu

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  • IESPERA DE PENUMBRAS

    EN EL VIEJO BAR

  • Qu tontera. Viajar, cuarenta y cinco, cincuen-ta kilmetros. El aguacero, afuera, -mayo- hos-tigando cruelmente los cristales, la aleacin met-lica del auto, cincuenta kilmetros a Villa, a lassiete de la noche, para sentarse en el rincn que deda es un ngulo recto de madera clav verde claro,el matiz que slo logran los aos, los pisotones, elagua que se filtra desde el techo disuelta en resi-duos imposibles, las cervezas devueltas brutalmentepor los excesos, el ron, los escupitajos, espectrohumano, el bar, viejo bar, solitario como siempreque llueve y la gente opta por mantenerse en sushogares, qu locura, venir desde tan lejos. Dif-cil creerlo de e2e hombre inocuo, ni fuerte nidelgado, ni buenmozo ni desdichado, circunspectoo hablador de acuerdo con las circunstancias, elhombre de lentes ya algo antiguos, en un rostrorelativamente joven -poco ms de treinta y tres-venir as, en un auto pblico una millonada dekilmetros, bajo un aguacero tenaz e impertinen-te -por lo menos, en otros momentos hubierapodido ver las caas bailadoras, las caobas bailado-ras, las nubes bailadoras- no, demasiado tarde,

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  • mejor las estrellas trmulas, titilantes, temblorosas,para bautizar la naturaleza igual que el ridculodeclamador de long playing y comadres llorosas,pero ste era realmente el sentido, la aventura, lavieja pasin -como el bar, el recuerdo. Sonri.Bebi su cerveza helada, antes, claro, hizo estads-ticas en el sudor del cristal, mir hacia la botellamarrn y le dio vuelta para percatarse -quizs,quin sabe- de cunto quedaba, el mozo a lo lejosobservndolo -ste es el mismo tipo, venir hoy,brbaro-, la vellonera con Roberto Carlos-exacta-mente igual que hace tres aos, no le encendanlas luces del tablero, pero los asiduos se sabenlas siglas de memoria, marcan los discos en las pe-numbras-, sonri otra vez. Vendra Irene? Ex-trao reencuentro, una herida, dos, principiarona abrirse en su pecho y su estmago, una ola depesadez le ascendi el cerebro, no ganas nada alrecordar/ que me olvidaste, quizs eran deseosde... llorar, las lgrimas descendieron a los lentes,cayeron con dibujos de estrellas rotas, levant elrostro, vio al mozo, extrajo el pauelo del bolsillotrasero del pantaln, hizo como que limpiaba loscristales, disimuladamente estruj la tela contrasus ojos acuosos, los coloc sobre su nariz y ore-jas, mir hacia la calle donde las luces de los autoselaboraban franjas peculiares, extraas, de gotasde lluvia, de desparramados diseos de agua, porqu no se le haba ocurrido a un pintor, una activanaturaleza muerta, qu estupidez, con toda segu-ridad se le habra ocurrido a muchos, luego, laaleacin rodante de metal maltratando los charcosy el agua sucia, de nuevo las luces econmicas delas casas del frente, madera y cemento, horribles

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  • colores, parece increble -se dijo- ya han pasadotres aos. Vendr Irene? Yaya bar de provincia,bar de municipio, perruna imitacin capitalina,todos los defectos de all y ninguna de las virtudes,yo solo aqu en esta mesa, esperndola, recor-dando, con la tristeza castigndome el corazn,haciendo zanjas en mi pecho, acuchillndome lossentimientos, humillndome ante el barman, maldi-to, detrs de Irene, como si valiera la pena, sabien-do lo imposible que es encontrar vehculo para vol-ver y aqu ni siquiera un hotel decente, qu impor-ta, otra cerveza, carj, s seor, ahora mismo, Ma-nuela carece de importancia, carece... ? Bar Gloria:Decan en el pueblo que pareca una iglesia. Deblanco frontispicio, verde en los interiores, mesasesquinadas, dos improvisadas pistas centrales debaile, penumbras porque slo la barra posee ilumi-nacin -una luz amarilla que nace en los bajos,reiteracin capitalina-, uno o dos sujetos detrs dela divisin de madera a la espera de las palmadasde los clientes, sabr Dios las esperanzas concebi-das cuando lo hicieron -por aqu pasa la pista,nos haremos ricos con los descansos, los vicios ylas inmundicias de los viajeros-o Antes, los domin-gos, las apretadas parejas en horas de la tarde,llegando subrepticias a la tenuidad de los interiores,besuquendose en las esquinas, apretndose en me-dio de los boleros, susurrndose mami, papi, aho-ra, cariito, ahorita, amor, as no tiene gracia, bai-lemos, y en las mesas, las manos sapientes deslizn-dose por los regazos, por las piernas, ascendiendocon inteligencia por los muslos, nos van a ver, ycmo, el encaje del pantie, amor, y ella, el ziper, ladiestra ansiosa, y el macho en su mxima expre-

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  • sin, no te preocupes, todo el mundo est en lomismo, y los tres muchachos del frente, mralos,con disimulo, qu terrible, ese tipo no perdona,brbara, barbaraza, como se deja, vamos, baile-mos. Caramba, Irene, no amor -le deca-, notenemos que hacer lo que ellos hacen, pero esos, entraba entonces Leo Favio y su voz viril yapesadumbrada, quiero aprender de memorialcon mi boca tu cuerpo/ muchacha de abril, y selevantaban, y se abrazaban, y ella comenzaba adanzar, dndole el calor de su cuerpo, su miradapresentida en las penumbras con los ojazos incre-bles del verde, con su lunar en la mejilla -otra vezel poeta de long playing-, con su piel suave, consus cabellos castao claro, y sus piernas y muslosdibujando curvas de contenida violencia, y sus ma-nos de l en su cintura de ella, y sus ojos sobre laboca roja de ella, solemne -el poeta- y se acerca-ban como siguiendo un rito, y l yo te amo, Ire-ne, has sido lo mejor. .. y ella lo interrumpa conun beso profundo, estudiado, salvaje quizs,y l senta que su corazn era un extrao instru-mento flexible que aceleraba peligrosamente lamarcha y absorba aire hasta el infinito, y su manotranscurra con suavidad por sus cabellos, y ellaabra otra vez los ojos, y separaba sus labios, ohIrene, sta era la aventura. Quisiera que fueras maamor. y ella: an no es tiempo, Ren. Todava no.Pero... todava no. Se disgustaba, miraba las otrasparejas, pensaba en la maldita oficina -tendr quevolver maana de todas maneras, qu fracaso-se desconoca, cmo era posible que Irene locambiara tanto? Y ella, quieres que te haga uncuento? Beba un poco de la cerveza amarga y

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  • afirmaba, y ella, como una nia, contaba. Su ma-m le dijo: ten cuidado con esa gente, son gentede peligro. Y la muchacha: bueno, mam, perotengo que trabajar, s cocinar, despus de todo,nada ms voy a cumplir con mi trabajo. Las ami-gas compartan la opinin. Ella no se dejaba aba-tir por el temor: y si te ponen a hacer cosas in-debidas? y si te ponen a freir muchachitos?Caraj, ah la gente que inventa, si es lo nico quepuedo conseguir de Miguel Angel, total, que ya led lo que quera. Son misteriosas las calles de laciudad al atardecer: en los postes, enormes bombi-llos transparentes iluminan con vaguedad el asfal-to, las casas amuralladas, con luces de esperanzas,de mosquitos, de frijoles. Contados hombres ymujeres circulan, la gente se ahuyenta a sus mora-das protectoras cuando la noche se hace presenteatrayendo el enigma. En los colmados esquinerosparroquianos irresponsables ingieren los ltimostragos de cinco en minsculos vasos de cristalirrompibles, buenos para borrachos en medio delgritero de comadres apresuradas que compran acheles. Muere la parte pobre de la ciudad a sus ojos,y entra a los barrios silenciosos donde anida el po-der y los jardines son grandiosos, las calles debrilloso asfalto. Otro mundo por el que siempre sedesciende hasta morir en el mar inconmensurable.La casa es alta, lo aprecia equvocamente por elgrandioso muro de piedra del exterior, Miguel An-gel, escopeta en mano, la aguarda, no es el desiempre, el meloso enamorado del hotelucho dela San Martn. Ahora es el rgido y atento vi-gilante que cumple deberes, entra por ah, ledice, prtate bien, no vayas a meter la pata por-

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  • que nos podemos joder todos, cruza la puerta demetal, descubre, penetrndolo, un jardn empa-redado de trinitarias, el olor a t y a rosas de in-vernadero casi la asfixia, sigue el sendero seala-do, no puede apreciar sino una pared fantstica,y otra puerta de entrada. La abre, entra a lo quees evidentemente u na cocina de proporcionesincrebles, una mujer oscura, gruesa, de miradaroja y cuestionante la observa, sintate, le gritacasi, ya s quin eres, le da la espalda, otra vezla mira, con que t eres la nueva, s, me recomend Miguel Angel, impresionada, habla con miedono es para menos, est bien, dice la mujer. Mesigues, amor? Si, Irene. Afuera, sigue lloviendo.Ya no pasan ms autos. 9: 17 de la noche. Vaya,dijo que estara aqu a las 8: 30, pero con estaagua. Siempre fue impuntual: con qu prop-sito? Serfa adrede? Hacerse la interesante?Venga ac mozo. Dgame. No ha visto a Irene?Hoy no. Usted tena mucho que no vena por aqu.Sonri, pero he vuelto. quiere otra cerveza? No,ahora no. Cree usted que ser posible mandarlaa buscar? Usted sabe, la vieja esa, la mai, esa mu-jer es imposible. Bueno -el mozo arrug la carade penumbra, hizo una contorsin con los labios-es que hay tan poca gente en la calle, si aparecieraun muchachito... A ver si aparece, eh? Te lo voya agradecer. Tratar. O. K. Bueno, mi hija -ahorase endulz un poco- tu trabajo ser llevarle lacena al Jefe, primero. Yo me encargo del desayunoy la comida. Pero estoy tan vieja que no me doyabasto. Han pasado muchas por aqu, pero ningunacuadra. Vas a seguirme cmo le preparo la cena ydespus t la preparas, y as, entiendes? Si seora,

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  • aqu hay de todo, aprecia el lugar, dos, tres, cua-tro neveras, estufas grandiosas, un horno de cris-tal de seis pies, decenas de ollas colgadas a las pare-des, gabinetes de robles y caoba. Ahora, ven con-migo. Frente a la anciana, un carro metlico, deelegantes detalles, sobre cuya mesa y en vajillade plata, luminosa e impecable, hay seis servicios,cubiertos envueltos en servilletas blancas, con letrasoscuras. RLTM. La vieja mujer abre una puerta y lamuchacha la sigue. Ante ella se descubre un pasilloextenso, con columnas gticas y pasamanos demrmol, igual que el piso. Las puertas son enor-mes diseadas con asombrosas formaciones rectan-gulares que ella observa con sorpresa. Cuadros deoscuros colores destacan en las paredes, en ocasio-nes iluminados desde lo alto. Lmparas de lgri-mas, cristalinas, transparentes, se suceden, unatras otra. l.indo, eh?, dice la anciana. S, dice ella,admirada. Han avanzado, ya, veinte pasos. Una es-calera desciende y en lo bajo -ella no se atrevea mirar- se escuchan voces entusiasmadas. Otra lm-para de desmensurado tamao cae desde lo alto,atada a una cadena aurea. Al final del largo corre-dor, la escalera asciende y desde arriba los alcanzanotras voces. Un penetrante olor a incienso sofo-ca ligero la respiracin, se siente un poco enfermaante las monstruosas dimensiones del lugar. Sonlas 9 de la noche. Esta es la hora en que l cena,expresa la anciana oscura, que empuja con suavi-dad, pese a su caminar achacoso y abatido, elcarro de las viandas. Es aqu, aade. Una puerta,desconcertante en su tamao, como las otras.Toca tres veces. Ella est aturdida. Vamos, hazlo,tres veces, repite la anciana. Pero, responde, ate-

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  • morizada, el Jefe est ah? Si, est ah, respon-de la anciana y sonre. Sus dientes son amarillosy deformes. Vamos, toca con suavidad. Tres ve-ces. Ahora, hace girar el manubrio y entra elcarrito, luego de empujar la puerta que cede. A-dentro, hay una oscuridad total. Est oscuro,no hay nadie, dice. No, contesta la anciana, lest ah. Entra ahora, le ordena. Quizs quieraconocerte. Ella tiembla. Una luz roja se encien-de en algn lugar de la habitacin. Aprecia unagruesa alfombra -el carro debe descender yla vajilla tintinea un poco-, a los lados, estan-tes cerrados con cristales, repletos de libros, unamesa, cinco o seis butacas de vagos colores varia-dos, un escritorio. En el centro, un silln alto,de amplio espaldar, contra la puerta. Avanza, dicela anciana oscura. Ella avanza empujando torpe-mente el carrito. Est arrepentida de todo, el co-razn no quiere contenerse dentro del pecho,pero no hay ms remedio que seguir. Se escuchauna cierta risa. La anciana aguarda en la puerta.Ella llega hasta el mueble, mira hacia atrs, laanciana le hace una sea de que prosiga. Lohace. En el descanso, aprecia no uno, sino dos bra-zos, uno arriba de otro. Arriba, un brazo vestidocon casaca militar, abajo, sumergido en la se-mioscuridad de la habitacin, algo que parece serun brazo, pero de extraa conformacin, comorojizo, como de escamas, como de diablo cojue-lo, como de figura mtica, como de carnaval.Se asusta. Avanza un poco ms. El Jefe la miracon ojos saltones, traviesos, y detrs y debajode l, como un demonio, con ojos ensangrenta-dos, de piel roja, con una boca de lobo, de perro,

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  • de buey, de ferocidad, que babea, otro rostro, unacaricatura, una grosera. Ella grita, el carro salta,y en la entrada de la habitacin, la anciana oscu-ra re con una risa metlica.. me sigues? DiceIrene. Qu historia ms horrible. Y ella, es ver-dad, fue verdad. Tena tratos con el diablo. Mirahacia afuera. La lluvia se ha detenido. La vellonerapermanece en silencio, nuevamente sin luz. Vienecon una capa negra y una sombrilla amarilla, deflores. Asciende su rostro, lo observa desde lapenumbra de la entrada al Bar Gloria, bar de re-cuerdos, bar de tristeza, bar de Eros y de Baca,bar de tu recuerdo, mujer, de tu presencia, de tuslabios y de tus ojazos, bar de mi vida, el barmanobserva mientras Irene se quita la capa, deja lasombrilla sobre el piso, abierta, para que el agua co-rra, y lo mira con un gesto, con una expresin, conuna realidad que vale toda la vida ...

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  • 11REFLEXION DE MACHETES

    EN LAS MONTAAS DE LA LLUVIA

  • Irene, le dijo, cqu endiablado lugar es ste?Bajo la lluvia, el casn de pino de dos pisos, conun bar inmundo a la entrada, -maderas viejas,descoloridas, superpuestas en una arquitectura dedesastre-, es lo de siempre: el piso con basura decajetillas de cigarrillos desechadas en las esquinaspor alguien que no quiso barrer, polvo de siglos,pisadas de fango de las tierras anegadas de afuera,incluso las nuestras, los codos de la gruesa mujerapoyados sobre una caricatura de mostrador conaire de equvoca e infinita sapiencia, conocimientode mala intencin, el estante torcido y crujiente conbotellas de ron, un pan en un clavo, en lo alto,un minsculo y sucio cuadro de la virgen Mara,vamos, Ren, dle que queremos ir a la parte deatrs, arrs>, pero Irene, vamos, dle, y ella son-riente, con una sonrisita de diablos, doa, quere-mos ir a la parte de atrs, oh s, vengan, un salnvaco, otro ms pequeo, dos sillas, una mesita, yuna enorme ventana abierta con una, dos, monta-as all al fondo, con la lluvia cayendo, oh, Irene,pero esto es hermoso, qu van a tomar, seores?Cerveza, cerveza por favor, sonre, tan bella, la

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  • beso, se sientan. Ella lo mira, ahora es enigmtica,lejana, consciente slo por momentos, parece re-cordar, que lindo sto, Ren, muy lindo, dice l,pero la pregunta era de esperarse, ccundo estu-viste aqu, con quin? y ella sonre mientras la llu-via cae a lo lejos, y baa las montaas tan verdescomo sus ojos, las montaas de caoba, de pino,de guineas salvajes, de caminos rojos, de incendio ysudor, las montaas de conuco y bohios, hay unboho all arriba, do ves, Ren?, si, lo veo, esbonito, verdad? hermoso, habr que ver -comen-ta ella- el hombre del campo tiene sentido dela poesa, cte das cuenta? Escoge los lugares al-tos para hacer sus ranchos, y apropiarse de todolo bello que le rodea, ciertamente, Irene, cierta-mente.Amor aun extraoque llegasalfinamor, amor, amormi corazn ansiaba de toh, amor]udithHerrriesDianallvame al cielo junto a Zeusy corta mi sueo de siglosmata el veneno que me disteDianaa tu Orin cazadory su liebre-remansoy su carcaj-remansocoloca en el lado opuestoel escorpin deletreo

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  • ensoador.Oh amorque llegasen medio de la danza de laspalmasy los cementerios de coral..

    Me asombras, Irene, venir desde Villa hasta LaPiedra, para mirar las montaas, para hablarme delas cosas de las montaas, eres sorprendente, y ellare, con su risa de arroyo y de cristal, dice teacuerdas de mi primo Mario? Si, dijo Ren, el delto, el del aparecido, sonri, no crees nada, peroalgn da te ocurrir algo que te har creer, bueno,dijo l, mientras tanto, sonre, le da un beso, leacaricia la mejilla, le pasa las manos por los cabelloshmedos, nos mojamos, eh? pero vali la pena,dice ella, mira qu lindo, y observa y seala otravez las montaas que la lluvia arropa con desembo-zada violencia, all, lejos. El to Rufino tena ra-zn, dijo Irene, pensativa, tena razn. Cerca delcamino se vivan dos compadres, se queran.Labraban juntos la tierra, beban los tragos de lamisma botella, iban a las fiestas, sus mujeres, ams de ser comadres, se queran. Una noche losdos compadres fueron a una fiesta, uno de ellosconoci una muchacha, era linda, se la llev almonte y all, en medio de los tragos ya bebidos,los secretos, el erotismo de la velacin, un erotis-mo que lo cubre todo, son fiestas muy sensuales,sabas? no, nunca he estado en una, lo son, sonerticas, las mujeres se ponen bonitas y esa nocheceden si las atrae un hombre, sin medir consecuen-cias, se toma mucho, se come mucho, sabes, matanuna vaca y la carne caliente va directa a las pailasenormes que calientan con leos tambin muy

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  • grandes, las estrellas en el cielo, los negros tocandolos palos, la gente baila en medio de los otros, la os-curidad elabora corrientes de impunidad, sabes,Ren? te oigo, y entonces, uno de los compadresya metido en tragos conoci la muchacha, y laenamora, y la invita, y ella va, y sobre las hier-bas cmplices, junto a los caaverales de olo-res frescos, la hace suya. Vuelve alegre, ella tam-bin alegre, ha sido un gran momento, y entonces,aparece el compadre, lo estaba buscando compa-dre, andaba en lo mo, dice, mira qulinda, y el compadre la mira, caramba, compadre,tenemos los mismos gustos, haca ratos le habaechado el ojo a esta muchacha, ella se siente in-quieta, me voy, se va. Bueno compadre -riendo-unos van alante y otros ms atrs, el compadre nose siente a gusto con el refrn, compadre, dice,esa es una frase indecente, usted se est emperran-do, bueno, compadre, nos tenemos confianza ysomos compadres, pero no es para que me ofenda,se rebasa la frontera de las palabras, los machetesbrillan con la luna alta, la gente grita, se matan loscompadres, el metal saca chispas en el aire y enla hache fra, llega el alcalde, trata de detener elenfrentamiento, slo que demasiado tarde: los doscompadres yacen en el suelo, muertos, el macheteno perdona. Pues bien -dice Irene- desde ese damaldito, en horas de la noche, en el cementeriolocal se escuchan gritos, y se ve dos macheteslanzando .chispas en el aire, es una escena horrible,muchos la han visto, los compadres no puedenenfrentarse. Ms an: despus del enfrentamientode los compadres, hay ms crmenes en los alrede-dores, se est purgando una pelea que nunca de-

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  • bi ser. Sabes lo que le ocurri al to Manuel? Cu-rioso, se sinti atrado por un cantar de picadoresde caa, haitianos en su mayora ellos, a tardashoras de la noche. Decidi acecharlos, saciar sucuriosidad inmensa, los sigui una noche. Los pica-dores, de pieles duras y gruesas, como cueros, depenetrante sudor, incursionaban caminos miste-riosos entre los caaverales, que to Manuel ape-nas pudo alcanzar. Dos o tres veces qued perdi-do entre las caas que lo zaheran con sus espinas,echaba maldiciones, se arrepenta de su osada,cuando se inici el cantar, el tamborileo, el enfren-tamiento de palos. Guiado por esta seal inconfundible, logr una visin diablica, que lo estremeci:los picadores danzaban ero torno a un tanquede chocantes proporciones, colocado sobreleos tambin de descomunal tamao. Asusta-do, decidi volver, pero se cay entonces, atra-yendo la atencin de los picadores. Pens quecon sus mochas afiladas lo agrederan, pero,por el contrario, se le acercaron, y en un inin-teligible espaol le dijeron que se integrara algrupo. Siguieron bailando mientras en el tanqueun lquido espeso herva, pero ellos le explicaronque se trataba de su versin del plato nacional,vveres, sazones y partes slidas de un animal. Enprincipio, tuvo miedo, pero luego, la atmsferade calor y alegra termin por contagiarlo,abrevaba clern de un jarro, y se sinti a gus-to. Antes de irse, los picadores le pidieron queaccediera a probar de un plato del que todos co-man con fruicin y l accedi. Al igual que entrenosotros, era normal cuanto coman: vveres her-vidos, un caldo espeso bien condimentado, alum-

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  • brado por las llamas del extravagante fogncomi con deleite hasta sentir entre sus dientesy lengua un pequeo trozo punzante de carne.Lo extrajo e iluminado por el fuego, se percatde que era un dedo pequeo, probablemente deun nio. Tir el plato, grit, y sali huyendocomo un loco, dur perdido varios das entre loscaaverales, lo encontraron delirando. Por esotena razn el to Rufino, por eso se le aparecia Mario: todo es ttrico en ese batey, todo.Ren la mira, Irene observa nuevamente a las mon-taas, quieres otra cerveza?, no ahora, dice, y lreflexiona qu pensar esta mujer, con quinhabr venido aqu, a este lugar, qu sentido lever a venir otros treinta kilmetros en unvehculo pblico, a ver este cmulo de tierra,en verdad que es increble, pero no tanto comoel hecho mismo de que yo me deje arrastrar, porqu me dejo arrastrar, en realidad la amo, Irene-miraba la lluvia caer- pens en los das finales

    I de la universidad. Es eso, dijo, la compensacinde la vida, pensaba que la universidad, con sus edi-ficios abarrotados de consignas, sus sonrisas, susaulas repletas, ya estaba quedando atrs y, deses-peradamente, la vida andaba a la busca de algocon qu llenar ese vaco, Irene. Medit sobre suabsurda conducta, llegaba tarde al trabajo -hayque dar el ejemplo>, segua a Irene en todo mo-mento, en el pensamiento, en los nombres extra-os que dibujaba al conversar por telfono, enlas lecturas que trataba de hacer, -haba compra-do El arte de amar, de Ovidio, y Del amor, deSthendal. Con excepcional suerte, obtuvo el nicoejemplar de un misgino suicida de 20 aos, Sexo

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  • y carcter, de Weininnger. Su vida de limitadoshorizontes se haba trastornado, y l se senta ex-trao en toda aquella realidad de remolino y pesa-dilla que provocaba la presencia inslita e impe-netrable de Irene a quien vea ahora cada vez conms frecuencia. La vida era diferente ahora, tenaotro sentido. La presencia de ella, de sus manos,sus ojos, sus relatos desconcertantes, todo aquelloera nuevo, distinto, agradable, y le imprima unmisterioro significado a la existencia.Hasta aquoh rosa de sarnadorada florde alheayo era Sulamitabuscndotey tsndalo dispersoen un bosquede barro y asfaltoy gentesmadera olorosaculminacin.

    Cuanto le rodeaba -se deca- adquira un sen-tido distinto. Record en aquel momento, frentea las montaas de la lluvia, como Irene las hababautizado (pens en Lovecraft) la noche que vol-va a la capital despus de estar dos horas con ellaen el Bar Gloria. Sentado en la parte delantera delauto se le haca difcil apreciar los detalles del ca-mino y coment al chofer: es cerrada la oscuridad.El donductor lo mir para responderle no tanto,otras veces est peor. Era claro, estaba claro que

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  • era como deca, porque guiaba con destreza, conabsoluta confianza en s mismo. Comprendi en-tonces que su vista haba disminudo de manerasensible, que no era la misma, que los estudiosuniversitarios, se haban cobrado su cuota,que llevaba mucho sin leer un libro, quellegaba del trabajo a la casa, o de la univer-sidad, que tomaba una mecedora, lea los diarios,ms bien los hojeaba y oa entonces a Renecito oa Manuelita, a Manuela, decir las mismas cosasde siempre, era una vida pobre y est pida, sinmayor sentido que el que le daba la rutina,lo normal, lo evidente, lo fehaciente. Mir a Ire-ne, sus ojos, sus cabellos, ella lo mir, se besaronprofundamente, estudiadamente, y entonces fuefeliz. Entiendo por qu has venido a mi vida, ledijo. Lo entiendo. Y ella sonri, lstima que nosea para siempre. Por qu? cuestion l, y ella,no debes abandonar tu familia. Bueno, no, rei-ter, no debes abandonarla, es lo mejor. Quizsyo no pueda darte la felicidad que t quieres -ledijo-, pero soy feliz contigo -al hablar, estabapreocupado, perderla, no, eso no- creo quepodramos ser felices juntos. Ella mir al suelo,pareca triste, Ren, dijo, esta es una aventura,no ser nunca ms de ah, disfrutmosla mien-tras dure, pero no es ni siquiera eso, dijo l,t y yo no nos acostamos, no somos marido ymujer, no .somos amantes, esto debe ser unapreparacin hacia algo, no te hagas ilusiones,dijo ella, es una tabla de salvacin, no te com-prendo, dijo l, y ella, es mejor as, pero nodiscutamos y lo bes. La lluvia arreciaba ahoray l dijo qu extraa eres, mi Irene, nunca po-

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  • dr estar seguro de t, y ella sonri, distante, ina-ccesible. Su vida, se dijo Ren, ya no era la misma.Las azules paredesdel aposento desoladotransp irabancon tristezala soledadde todos los das.y las callesbajo el polvo rebeldey sus eternas acerasroturadasJ sus repetidas casasde pintura acuosa y desteidaconjormabanla nostlgica cancindel hastoy la soledad.

    Ese da haban cancelado a Sara, se deca quetena que ver con los esfuerzos por formar unsindicato. Ms bien, dijo ella, no de formar unsindicato, aspiraban un ligero aumento y se pre-paraban para solicitarlo de manera masiva, esoera todo. Le entreg el cheque de liquidacin yella le dijo me toca ahora, Ren, y a m entregarteesta porquera, dijo l, despus de tantos aos,te dan unos centavos que dan pena, y ella sonricon su fea sonrisa de plata, con su triste sonrisade adis. Llam a Irene, quiero verte. Ven ahora,le dijo ella. Estars aqu en 40 minutos, te esperoen el Bar Gloria, estaremos dos horas juntos.Tave sutilque aparecistecuando no te esperaba.

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  • Para matar las lamentacionesy el martillar de Jobsobre sus llagassus dolorosas remembranzasde riquezas perdidas.

    En la vellanera, Roberto Carlos no ganasliada el recordar/que me olvidaste, Bar Gloria.Nos miramos, nos acercamos, no importa queesta vez con tus labios rojos manches la camisaque Manuela habr de lavar, porque ya nadaimporta, el universo y la vida, el destino y laexistencia tienen tu nombre, Irene.

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  • 111PALABRAS CATASTROFICAS

    Df UN BARDO DE VILLA

  • El bardo de Villa, con su lira villasapiente eirenesapiente dijo catastrfico: No la conoces.Te engaa. Engaa a todo el mundo. Hablaba des-de el poder: un Simca gris, al que le fallaba labomba del lquido de la transmisin -bendito lopara meter los cambios-e, mirndome por momen-tos con una cierta sonrisa, malvola, compasivaquizs, quin sabe lo que puede concebir, sentir,meditar, elaborar, un bardo de municipio acostum-brado a las fechas conmemorativas, a los insultosazucarados contra el stablishment al que de to-das maneras no es posible soslayar cuando se tra-ta del Bar Gloria, con sus manjares y licores, suatmsfera de humo y malos pensamientos, cana-lla, a lo mejor estaba trabajando un libro Irene-yo,y por ello se haba prestado gratuitamente -gra-tuitamente?- a llevarme a Villa luego de la ltimaexperiencia en que, por fin, -y a las dos de la ma-ana- el piadoso chofer del camin cargado devveres decidi darme el empujn a la capital.Total, los tragos, la compaa del bardo villasa-piente e irenesapiente que se buscaba la amiguita-Milagros- y comparta las cervezas heladas

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  • porque, caramba, no le iba tan bien como pensle ira cuando emprendi aventura hacia la granciudad, y quien sabe si el muy canalla no estabaelaborando un poema con l, vindolo desazona-do, abatido, destrudo, presto a arrastrarse por elsuelo cuando iniciaban el camino de retorno -9de la noche- sin haber encontrado a Irene por nin-guna parte, despus de haber recorrido las fangosascalles de Villa, pas por aqu, pero no est, s esta-ba aqu, creo, pero sali para donde Sonia, no, noha venido hoy, dnde diablos estar. Viste? dijoel bardo, luego de que el otro vehculo nos cegaracon su apabullante luz, cviste P, cqu>, pregunt,era ella, dijo l, iba en ese carro, se agazap alvernos, y entonces, desazn, abatimiento, desespe-racin, y t no crees que ser mejor que la siga-mos, que demos la vuelta?, yo, t sabes, me gusta-ra saber ... cmo va a ser, dijo, y aceler ms elendeble motor del Simca, no te humilles, mejores que la aceptes as como es, despus de todo,eres t el que tiene importancia y no ella. Congo-ja, reiterada congoja: esa era la palabra. Vaya, Ire-ne. Cuando pasaba las manos por sus pechos,presenta que unos labios de fuego haban abreva-do all, con sed y apetito. Y as cuando la besabaen los labios de crepsculo, y tomaba sus manossuaves como las rosas silvestres del campo, o cuan-do conversbamos o hacamos silencio para mirar-nos. Eres extraa, le deca, ella sonrea sin respon-der, muy extraa, y ella en silencio. Irene, te haposedo algn hombre?, Y ella sonrea, sin respon-der, y si insista responda que no, pero un noque no era una negacin, quin sabe si entendalas cosas en el sentido ms metafsico del trmi-

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  • no. Irene, csers ma alguna vez?, y sonrea denuevo, y en eso era clara y directa: ni lo pienses.No valieron las trampas, conducirla a rinconesoscuros del saln de baile, excitarla, invitarla aamarnos profundamente. Arrastrarla hasta el mon-te supuestamente ebrio de naturaleza, y mariposas,y montaas, y verdor, y rumor de ros, y soledad,pero en los ajetreos romnticos me apartaba lasmanos y deca, con esos ojos de verde: as nome pongas las manos, no quiero. Bueno, dijo elbardo municipal, esas son las mujeres, ella es as.A cualquiera que llegue le dar lo que quiera, telo aseguro. A t, nunca te dar nada, ella lo de-cidi, ya. Lo lamento y socarronamente re a,el muy canalla.No sabesde las rojas honnigaslos oscuros insectoslos escorpionesen acechotras las hojas descoloridasy muertasque hay en el senderodesolado y tristeen que transita nuestra bsquedahacia t.

    Las 7 de la noche, Bar Gloria. Dijo que vendraa las 6: 30, siempre es la misma, tan impuntual.7: 30. 8:00. Ser mejor que salgamos a buscarla. Elparque, en el centro del pueblo, tan descolorido,tan falto de vida, de alegra, el estilo clsico detodos los parques centrales de municipios, puntode reunin, de quejas, de chistes, excelente mediopara que los servicios de inteligencia se enteren de

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  • todo lo que bulle en el lugar. Las calles fangosas,ribeteadas por casas sin arquitectura. Los ascensoshacia barrios ms tristes, todava"abandonados yapticos, de gente miserable. Villa es un verdaderodesastre. Miradas compulsivas hacia el espetculodel Simca y sus ocupantes. No est en ninguna par-te, dnde se habr metido esa mujer. Sufro, esa estambin la palabra exacta. Quizs hubiera sidodistinto mi sufrimiento si no andara el bardo onrni-sapiente conmigo que por primera vez me revelael terrible secreto. Sabes cual fu su primer es-cndalo? Con un mdico, en el hospital. La sorpren-dieron... mejor es que no me lo digas, le hablo,mientras el auto se desplaza, desplazando brisasy espacio. El dolor me hace surcos en el alma, nocreo que sea justo, Irene, no creo que sea justo,si despus de todo, cuanto he hecho es amarte,amarte verdaderainente (el eterno lugar comn).Ahora, en la vellonera de intermitente luminosidadPablo Milans canta Para Vivir, y yo digo que paramorir. La miro, la beso, la estrecho contra m, peroen verdad no soporto esa insatisfaccin de tenertecerca y no poder poseerte. Saber que no habrnunca lugar para esa esperanza, que yo ser elnico maldito de tu vida al que siempre le dirsque no. Lo probable: la cura de mi mal del almavendra de estrecharte contra m bajo unas sbanascalientes, una habitacin acogedora, Hugo Ayalacantando Que pare lavida mientras te beso la boca,te muerdo la boca, maltrato tu lengua, te beso enlos senos, te beso en el vientre, te beso en los mus-los, te beso en el sexo, me deslizo sobre t, entrodentro de t, poseerte sintiendo que me realizoen t, mujer... la eterna desazn del que quisiera

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  • tener ese haber y no tenerlo, Dios.No sabesMujer de mil coloresy angustiasarcoirisde las tinieblas interioresel doloroso caminode miradas dubitativasabandonosamarguras inexpresadasy sufrimientosque conduce hasta t.

    Siempre te res de esta historias, dice Irene. Sonciertas, crelo. Por ejemplo, mi primo Mario lle-g de fuera. Sali de inmediato al campo a ver alos tos, hurfano, le haban criado. Ellos vivencerca de aqu, pero el auto solo llega al batey,dos kilmetros antes. Era tarde, estaba oscuro ylos vecinos dorman. Se dijo, mientras los grilloscantaban a su alrededor y las luces traseras delauto iban quedando distantes, me hubiera gusta-do una montura, pero vistas las circunstancias,ir a pie. Mario, lo llam alguien. Volvi el rostroy en la semioscuridad de la hora, vislumbr elrostro viejo y abatido de to Rufino. Lo saludcon cario, lo cuestion el to cundo haba llega-do, vas a tu casa? Le respondi que s, dijo elto Rufino que lo acompaara. Siempre fue raro,el to, pero ahora estaba ms triste y desconsola-do que nunca, ms silencioso, estn las cosas ma-las por aqu, ti, lo estn, hijo, mucha violencia,no cesa. de llover, los caminos se empantanan,las cosechas se pierden, hay ms hambre y msdesilusin. Su tono era admonitorio: no te arries-

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  • gues por estos caminos a horas de la noche, mira lo alto, no hay estrellas, ves, esta oscuridadpropicia malos pensamientos y peores acciones,mientras caminaban las caas silvaban su desen-cuentro con el viento del norte, las cosas estntransformndose, dijo el to Rufino, antes la des-gracia se aceptaba con resignacin, hoyes precisobuscar quien la expe, la sangre est baando loscaminos, esta oscuridad es peligrosa, no te aventu-res solo por aqu, llvate del consejo, gracias,llegaron, cno vienes? Hoy no, dijo el to Rufino,nos veremos 'otro da" no te aventures, por estassoledades. Toc la puerta, dijo quin era, alboro-zados le abrieron, hubo besos y abrazos, como cadavez que retorna un ausente. To Manuel le cuestio-n crno llegaste hasta aqu sin perderte? Esttodo tan oscuro, haca tanto tiempo que no hacaseste camino, fu fcil, dijo el bienvenido, me acom-pa el to Rufino. Todos se miraron boquia-biertos. Hijo mo,. dijo el to Manuel, estreme-cido, asustado, Rufino muri anoche, lo mataronde diez machetazos cuando vena hacia ac.Pens que no vendras, ya Irene, cmo no, amor,te dije que vendra, pero tuve problemas,sonri. En la vellonera, los Churumbeles deespaa interpretaban ahora La. Leyenda delbeso, con un fondo a violn. Se sienta ami lado, me besa, est caliente su cuerpo.Cunta lluvia, afuera, dice, pero viniste, qu bue-no que viniste, su voz es como de cristal, agra-dable, profunda, voz de las cosas definitivas.Puedes dejarme aqu en el 9. Bueno, dijo el bardo,si quieres te puedo llevar a tu casa. No, le dije.Voy donde unos amigos, es temprano an. Tom

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  • un carro de vuelta a Villa. Estaba anonadado.Baj a la entrada. Eran las 10 de la noche. Des-cend hasta su casa, nunca iba a su casa, la madreme odiaba. La puerta estaba abierta. Irene, sebalanceaba en una mecedora, con un libro en lasmanos. Toqu; buenas noches. VOlVI el rostro,sonri. Oh, Ren, dijo, pasa, sintate. Pareca tannatural. El frenes de posesin y muerte fue mu-riendo ante sus grandes ojos, su sonrisa. He esta-do muy mal, dijo. Esperaba que vinieras aqu,pero no viniste. y t?, cuestion, cestuvisteaqu, en casa? No estabas en ... ? No, dijo, no hesalido de aqu. Me pareci verte en un carro, haceun rato... ca m?, interrog. No he salido de aqu.La tristeza y la alegra se mezclaron en mi alma.Nunca llegara a conocerla.

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  • IVBRUMAS DE HASnO

    EN EL DEFINITIVO ADVENIMIENTO DE IRENE

  • Usted como que est distrado, jefe, dijo. Renlo mir con los ojos inexpresivos -este hombre esfeo, tan poca personalidad, pens el empleado, dednde diablos ser-, jefe, e dnde es usted? Nome diga jefe, yo de jefe no tengo nada, respondi,bueno, pero usted es el jefe del personal, mentira,dijo, ttulos hay por miles, yo soy un empleadoms, como t, en peores condiciones que t, elda que vayan a cancelarme ni siquiera me voy aenterar, sonri estpidamente mirando al emplea-do que pens para s es un estpido, nunca llega-r a nada. Pues bien, dijo Ren, creo que ya he-mos dicho lo que tenamos que decirnos, no quie-ro que llegues a las 3 de la tarde, tu turno comien-zo a las 2:00, porque en las actuales condicionesno ests cumpliendo el horario de trabajo, son44 horas semanales, de lo contrario vas a tenerproblemas directos con los superiores, y ah tsabes, ah si que no hay cuerda floja. Bueno, dijoel empleado, llego a las 3 porque esa es la costum-bre establecida, cuando vine a trabajar aqu todoslos del departamento llegaban a las 3 y -para quser que este imbcil quiere que venga a esa hora a

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  • barajar, a esa hora no se hace nada- es eso loque yo quiero que usted comprenda, cumplo condecrtelo, para que te evites problemas, debes ha-cer tu turno completo, y extendi la mano, teveo entonces, a las dos, ya sabes, quiero ver la tar-jeta ponchada a las dos. El empleado sali. A tra-vs de los cristales Ren vio al siniestro ayudantedel nmero 1, se si est bien, pens, siemprecambiadito, tan elegante, el maldito, me preguntoqu har, cual ser exactamente su trabajo, mien-tras el ayudante miraba hacia abajo en un concier-to de ojos, gafas, manos, entre papeles misterio-sos, sabr Dios, se dijo, qu fraude estar pre-parando, caramba, decirme jefe, qu irrisorio,recuerdo aquel maldito da, siendo un muchacho,s, est bien, le podemos utilizar como mensajerointeroficinas, con 20 pesos de salario, maldicin,jefe de personal con 300 pesos al mes y la vidaque ha subido en un 86 por ciento en los ltimosseis aos, tamao sueldo el que me han metidopor ostentar el ttulo, jefe de personal, mira Ren,-Sarita, la flaca de cobros- me han descontado 16pesos y hay 12 que yo no s de qu -ms fea queel diablo-, averguame ese asunto, porque la verdades un error, djame ver, 44726, djame ver, el[older repleto de papeles, Sara Martnez, Marti-nez, eres familia de la doa esa? yo?, de Mara?Pero t ests muy loco, esa bandida se rebautizel apellido, no hay un solo Martinez que tenga lavida que llev esa mujer, t no sabes que le decanla Espaolita porque antes de que el Jefe la cono-ciera se andaba por ah haciendo de las suyas enEl Hospedaje? Y como tena esas facciones, por-que eso s, bonita si era, Renpens deberas largar-

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  • te para siempre, qu bueno sera colocar a esta.mujer maldita frente a una vasija con cido sulf-rico y zambullirla hasta lo ltimo, aqu est, Saritaamor, pediste 12 pesos el otro da de adelanto,aqu est el vale, qu?, yo>, adelanto>, Si,Sarita, mralo aqu, observa, los lentes se les resba-lan sobre la nariz angosta como ella misma cuandose inclina por encima del escritorio, por lo menoshuele bien, pens Ren, se levanta, parece. pen-sar, ahora recuerdo, fue que Josefina me los pidiprestados, gracias Ren -con una sonrisa-, voy acobrrselos ahora mismo, no hay prisa, dice l,tienes que irte?, sintate, hablemos un momento,oh, cmo no, despus de todo no se baraja con eljefe del personal, y qu de aumentos" Ren, nohay nada? Qu va a haber, respondi, aqu no hayesperanzas de nada, se muere uno ganando lo mis-mo, es verdad, dijo ella, U recuerdas, Ren, hacetres aos? Vaya, qu barato era todo, iba af SUper-mercado y con 75 pesos compraba una barbaridadde cosas, pero ahora, hizo una mueca, sale uno conun carrito y vuelves con l casi vaco, y nosotros,siempre ganando lo mismo, as es, dijo Ren, y Sa-ra, no lo s, pero estoy pensando irme paraEstados Unidos, yo no, dijo Ren, me la voy a gua-yar aqu, es siempre la misma historia, se va unofuera dizque buscando bienestar y al cabo de unoscuantos aos se regresa con las manos vacas, esigual en otro lugar, sabes, nos dejamos engaar porlos ausentes: Vuelven con unas ropitas, se alquilanun carro y por diez das beben whiski y regalandiez pesos, y entonces todos gritan: ese hombreha triunfado, esa mujer se fue de aqu siendo unacanalla y ahora es una princesa, pero todo es

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  • ilusin, una absurda ilusin, despus de esos dasfestivos tienen que volver otra vez a los callejonesoscuros, a la incomunicacin, a los riesgos de per-der un dedo o una mano en una mquina-todoslos trabajos para los latinos son manuales, all-,o si no, el riesgo de perder la vida un da,una noche cualquiera, hay tanta delincuencia,no creo que valga la pena matarse diez, once, docemeses para entonces pasarse diez das vacacionalescon' whiski. y ropitas que posiblemente no volve-rn a usarse en mucho tiempo, qu va, Sara, yo mela guayo aqu, claro que quisiera vivir mejor, sa-bes? Sara, absorta, Ren, a veces no te conozco,es que a veces soy como un pensador de partenorte, dice, sonriendo, sorprendido con su propiaelocuencia, parece que cuando a uno le va mal enla vida entonces es que nace el ser que reflexiona,y uno trata, como se dice, de sacar cosas bonitas,de tranquilizarse inventando historias, pensandoque las cosas van a ir mejor, que sern buenas al-gn da, esa es la esperanza de la que siempre sehabla, lo ltimo que muere en el hombre, bueno,Ren, me retiro, gracias por el barajeo, sonre -nun-ca ser hermosa la sonrisa de Sara con tantos dien-ts de plata, piensa-, abre la puerta de cristal quelentamente vuelve a su justo lugar, esta es una vi-da jodida, piensa Ren. Pasarse la existencia entrepapeles de dbido y crdito, entre nminas inhu-manas, estpidas, entre reclamos inconsecuen-tes de gente ms inconsecuente todava,piensa, a lomejor de haber nacido en otra parte, con otro ros-tro, otra figura, vaya, hubiera sido un funcionariorelevante, importante, de alcurnia, llegar a algo enpoltica, meterse hondo, quin sabe, pero aqu

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  • nacimos jodidos, desde que tenemos un chance noscasamos con la que p-rimero llega, pienso ahoraen Manuela, la pobre, diablos, si no fuera por Re-necito, por Manuelita, caramba, no s dnde esta-ra esta relacin que se alimenta de la pena, de suterror porque ya se acaban mis estudios universi-tarios y ser entonces un contable con ttulo, esdecir, un farsante con ttulo, y ella recordando asu madre, ten cuidado, la mujer del estudiante noes la mujer del profesional, tan corta de espritu,ella, tan atenta con su cafecito por las maanas,con su te de jengible cuando hay gripe, con suscomidas, y sus pollitos, Y hoy te tengo unas chu-leticas, la pobre Manuela, tan temerosa -de que youn da diga bueno, adios, a ver si te buscas unhombre de tu nivel que yo me voy a buscar unamujer del mo, se suicidara, mentira, llorara, sequejara, se amargara un poco y despus comenza-ra a hacerle floreos a uno igual que ella, las aguasbuscan su nivel en realidad, y listo y servido,quin no se imagina como son las cosas, pero aquseguimos atados al trabajito miserable donde teconsuelan con un ttulo de jefe cuando no 'tienesni sueldo, ni cara, ni espritu ni nada de jefe, jodi-da vida sta, que se alimenta de tantas falsas ilusio-nes, Dios, de tantas insolencias y vanas esperanzas,de tantas estupideces, caramba, y apareci ella,entonces, qu buena, Jess Santsimo, qu mujer,el pelo castao claro siguindola detrs, como unaura, el perfil de estudiada distraccin, ese cuerpodonde las lneas se desencuentran en una inconce-bible armona, qu mujer, Dios mo, hablando conSara, ahora, que la mira con envidia, me miran,viene dnde m? a qu, buenos das, buenos das,

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  • sintese joven, en qu podemos servirla, tartamu-deo, se re la malvada, con esa boca tan roja, conesos ojos de mar por las maanas, de mar cuandoatardece, sabe que gusta, se sienta con elegancia,qu distinta a Sara, qu mujer. Bueno, parecedesconcertada -menos mal- querfa decirme al-go?, en qu puedo servirla, y ella, bueno, mira aho-ra hacia los paleles y los lpices del escritorio,usted sabe, yo trabajo en el hospital de Villa, soysecretaria, ah, vaya, entonces vengo a estudiar paraac, y - necesito un trabajo, tengo carta de reco-mendacin, ah, vaya, no s,un amigo de ustedes medijo que viniera por aqu -el maldito bardo mu-nicipal- a ver si exista alguna oportunidad, perocmo mentirle, joven, dijo, le vaya ser franco,porque en realidad no vale la pena engaarla. Nohay oportunidades aqu, ahora, y creo que no sepresentarn por un tiempo largo, esta empresaest estancada, abre los labios, me mira a los ojos,- lqu ojos, qu mirada!- y adems, no es unbuen lugar para trabajar, es usted muy franco,bueno, -dice- quizs no lo hubiera sido con otrapersona, pero con usted, es muy hermosa, laverdad -sonre-, le hace muchos aos en unsuplemento de peridico que la belleza inspira ad-miracin y respeto -ella sonre- qu galante,no, no es ser galante, es que no est bien eso deque yo venga y le diga llene este formulario, leavisar de inmediato haya una oportunidad y lahabr pronto, usted sabe, como hacen en el go-bierno para crearle vanas esperanzas a las mucha-chas y tratar de ....usted sabe, y usted muy franco,sonre, bueno -mira hacia abajo- con usted mesiento inclinado a serlo, quizs con otro no,

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  • bueno, gracias de todas maneras, se levanta-estremecido l- si, pero no tiene que irse, degustara un refresco? oh, por supuesto, qu hermo-sa voz, yo mismo se lo traigo, diligente, la nevera,los quince centavos, dnde habr un vaso plstico,la recepcionista, Maritza, tiene un vaso plsticodisponible? vaya, Ren, qu linda, cuidado conti-go, se lo digo a Manuela, a Manuela, qu brbara,-pens- compararla con Manuela, mientras yosiento estos campanazos en el pecho, tome joven,gracias, me mira, es usted muy simptico, se lolleva a la boca, saborea, su lengua cruza sus labios,qu mujer, sonre, y usted es el jefe del personal?si, por supuesto, pero es slo una forma de llamarlas cosas, en realidad no tengo ninguna autoridad,si la tuviera puede estar segura usted de que lahabra empleado, vaya, dijo ella, lo cierto es queme interesa la empresa privada, porque en la pbli-ca yo consigo fcil un trabajo, usted sabe a quprecio, claro que lo s, respondi, pero... bueno,a veces en la empresa privada tambin hay quepagar ese precio, s, dijo ella, pero es menos fre-cuente, aqu puede aparecer una oportunidad sinese problema, pero en la empresa pblica es im-posible, siempre hay que pagar los empleos yde qu manera, es cierto, dijo l, en realidad entodo el mundo hay una constante, uno lo apreciaen las pelculas, en las revistas, en las novelas, siem-pre es lo mismo, te doy esto por aquello, ella son-ri, habla usted muy bien, gracias, muy bien, co-rrobor l pensativo, y ella lo miraba con esosojos de verde, con esos cabellos, con ese rostroafortunado y peligroso, y qu mujer, qu linda,y quin con una mujer as, y entonces es muy

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  • amiga usted de Hiplito, oh, s, algo, l es poeta,usted sabe? Si, lo s, dijo Ren, pero... bueno,no quiero ser osado, ustedes se entienden? Oh,no, de ninguna manera, slo somos- amigos yentonces, me tengo que retirar, gracias por el re-fresco, de nada, si usted quiere puedo darle minombre y telfono, no ya para hablar de traba-jo, sino para que en cualquier cosa que puedaayudarle, estar a su disposicin, oh, s, por su-puesto, y la tarjeta, dnde estar esa malditatarjeta, aqu, tenga, Ren, vaya, Ren, bonitonombre, me mir, qu mujer, bueno -algo des-concertado-, tendiendo la mano, aqu a sus r-denes, y ella la toma, y la aprieta, suavemente!inteligentemente, Dios mo, y dice ojal vayaa Villa pronto, para que all nos veamos, ya sabednde encontrarme, por supuesto, y en esosmomentos cuando ella sale entra el nmero 1y st queda mirndola con detenimiento,el muy cabrn, y yo la miro a travs del cris-tal, y se aleja, se aleja, y mientras el nmero 1se pierde entre corredores y puertas imposibles,pienso que como deca alguien esa mujer meha cambiado el da, hoy las cosas no sern igua-les, nada ser igual, me levanto, cruzo hacia elbloque de oficinas del frente, miro hacia la ca-lle pero ella ya no est, buenos das, seor, buenosdas, como est todo Ren -la consabida voz demando-, perfectamente, se corrigi el problemadel horario del joven nuevo, -quin le informarde todas las cosas, de todo lo que se mueve?-, lospagos se realizaron a la perfeccin, todo normal,cy estamos tranquilos?, no levanta el rostro cuandopregunta, siempre con las gafas sumergidas entre

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  • papeles incontables, estadstica, nmeros, tan secosy fros como l mismo, se dirige a uno con la co-rreccin estudiada a excepcin de cuando tieneproblemas estomacales, alto, delgado, vestidode manera impecable, de inteligente mirada, quvida sta, cunto hay que disimular para todo,en qu tienda de Pars se habr comprado esetraje?, estamos tranquilos, verdad?, si, jefe, nose ha presentado ningn problema despus que secancel a los dos muchachos esos, bueno, dijo l,mirando los papeles eternos, aqu no habr sindica-to, el que quiera venir con esa fuendal hay quesacarlo sin contemplaciones, reiter, sin-con-tem-pla-ciones, ni siquiera me lo consultes, t losconoces a ellos ms que yo, que te basten losrumores, si, jefe, en eso estamos claros, y a todoesto, quin era esa muchacha que iba saliendocuando llegu? ah, la rubita, dice que es de Villa,vino a buscar empleo, levant l el rostro, sonri,qu buena, verdad>, s, dice el malvado, el des-graciado que tengo al frente, muy buena, una estre-lla de mujer, hasta luego Ren, adios jefe, a susrdenes, sale de la, oficina aireacondicionada,alfombrada, cubierta de planchas de madera de-corativa, cristales exteriores, cortinas corredizasy todos los etcteras I de siempre, y se interna denuevo en su cubculo, qu linda mujer, y estecabrn 'bonita, eh? Tan linda, tan ... pero en rea-lidad no vale la pena, quin se va a poner a pensaren eso. Ahora, en la vellonera, Vctor Hugo Ayalacanta Que pare lavida, Irene me besa y dice s queests bravito, siempre dices que soy impuntual, tevoy a contar algo que me narraron hoy. Sabeslo que me dijeron del presidente? Del presidente?

    57

  • Te metes en honduras. Si, como dicen que no bebe,que no fuma, que no se enamora, un amigome habl de una muchacha que haba vivido unmomento ntimo con el presidente, entiendes?Si, pero explcame lo del amigo, tu relacin, esocarece de importancia, oye, dicen que el oficial ese,el bajito, feo, es que le hace las diligencias con lasmuchachas que se le acercan. Le gustan de pocotamao, de color claro, de caballos castaos,.preferiblemente, pero no es que desdee las otras.Me dijo que la llevan por la parte de atrs de la re-sidencia presidencial, a una oficina que es tambindormitorio, todo muy alfombrado, muchas corti-nas. A media luz, el oficial le pide a la de turneque se desnude, previamente un mdico la ha visto .. en un viejo tocadiscos, una consola, VctorHugo Ayala interpreta Que pare lavida, precisa-mente. Aparece el hombre, silencioso, pequeo,misterioso, vestido solo con una bata de color in-definible en la escasa luz del lugar, como perdi-do en esa semipenumbra de la habitacin, se acer-ca a la muchacha y le dice buenas noches, mu-chachita, ella responde con temor, inspira respe-to el Hombre, y cmo te llamas, se acerca, sesienta en la cama, su mano derecha le acaricialos cabellos y la frente, y cmo est todo en lacalle, si ella es locuaz le dir algunas impresio-nes y algn chisme contra alguien -a veces eloficial la instruye y el comentario cuesta un pues-to o una cada en desgracia-o Si no es habladora,si se aprieta, si est intimidada por las circunstan-cias lo dejar que hable, y entonces l empezara preguntarle por su apellido, por su familia, y

    ~oncluir demostrndole que conoce a58

  • algunos de sus miembros -a uno cercano,probablemente-, le demostrar que lo conocemejor que ella, se le acerca, se le sube arriba, ydicen que el Hombre es terrible, que est bien do-tado, que algunas gritan y no precisamente deplacer. Dicen que despus les regala 200 pesos,le dice adios, le dice vuelve cuando quieras, esperoque te hayas sentido bien, le regala cualquier cosade las que hay en el lugar -seguro, regalo de ter-ceros-, viene el oficial, ella pasa al bao, l ya seha perdido en las penumbras de la habitacin, ellase viste y la sacan. El oficial le dice: No debes ha-blar con nadie de esto. Si s algo, te va a pesar.Crees t que ser cierto? Yo si lo creo, siempretan crdula, Irene, siempre tan crdula.

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  • VNIEBLAS YDUDAS

    DE LOS AOS PRIMEROS

  • Al quinto o sexto ao de sus vnculos conManuela, Irene de por medio, Ren pens quesus pasos haban sido desacertados, sin sentido,alocados, quizs. El romanticismo no ha muerto,se dijo, pero se dijo tambin que ahora estabarecogiendo los resultados de una actitud incon-secuente: la vida se haba transformado en unaagobiante rutina. Dej el auto pblico en unacalle central, la nueva avenida de los negocios yantes de entrar a la oficina contempl el cambian-te edificio que haba alojado sus esfuerzos portantos aos. Ambos haban cambiado, en realidad.En los primeros tiempos de mensajero, era apenasuna oficina desolada, con algunos cubculos es-pantosamente estrechos. Con los aos, el negociode venta de automviles haba crecido hasta trans-formarse en un monstruo con diez veces el per-sonal de los primeros tiempos. Este es un da re-flexivo, se dijo, hoy todo me parecer amargo yabsurdo, entr. Rutina: pens en los primerostiempos de la pensin: abundaban all las parejauniversitarias, los estudiantes frustrados de pre

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  • vincia, aquellos de los eternos problemas con elcasero, por la falta de pago, por la comida, por lafalta de limpieza de las ropas, -eran dramticosen su difcil situacin. En esos das, sin embargo,la vida era ms agradable porque -medit- la ju-ventud es contagiosa, y problemas aparte, dondehay jvenes surge siempre un ambiente de compen-sacin y optimismo, de movimiento, de realida-des remozadas, nuevas, en definitiva, un marco debelleza que un da -lo lament- termina por rom-perse de manera abrupta. El embarazo, que enprincipio lo haba entusiasmado fue transformn-dose en una carga inequvocamente agobiantepara sus ingresos, en uno que otro momento ladesesperacin lo arrop, lleg a desear la rupturade esa realidad de compromiso y obligacin moralque haba gestado, sin presiones, en tomo a s, sedijo que an era posible lograr otra vida. En reali-dad, casi era imposible: Manuela estaba en un ca-llejn sin salida y prefera la muerte -deca- an-tes que volver, otra vez, a su casa, a la misma an-gustia que la haba inducido casi a la locura y ladesesperacin. El, hurfano como era, qu dia-blos poda hacer, sino enfrentarse con lo que Ma-nuela misma llamaba, paradgicamente, la verdad?En ocasiones, lleg a sentirse engaado, pero eraun sentimiento que lo acorralaba slo en momen-tos especficos. En general, le volva el entusiasmo,volva a aorar otra vez los primeros tiempos y suManuela pequea y de cabellos negros, volva aamar a su hijo, pero tambin la carga de los proble-mas econmicos, no le permita entusiasmarse enexceso, antes, caramba, las cosas eran ms asequi-bles, pero yo ganaba tan poco, entonces. Medit

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  • que a veces el matrimonio es como una extraabruma, a la que se va penetrando y de la que esimposible luego, escapar. Como un cerco que nosva aprisionando, que en ocasiones destruye lomejor de uno, lo ms violento, lo ms irascible,lo ms dinmico, para elaborar esa metamorfosisangustiosa en que te reviertes como un ser apre-hendido, que temes no tanto por t sino por losdems, que te va socabando las iniciativas, que teva cercando en otras palabras. En ese momento-abra la puerta de su cubculo- sinti ganasde llorar, pero en definitiva, por ms que a lamente la asaltaba la idea de la separacin, terminpor comprender que a l ya no le era tan fcil,ni tan posible. Slo Irene, con su presencia,su perfume, su amor de poesa, de relatos extra-os, de cambios significativos en su existencia,haba logrado conmoverlo, irradiarlo circunstan-cialmente de esa realidad de bruma y de apre-hensin, soledad y autocastigo. Se estaba retra-sando en la universidad -peor, en los das finales-y la consciencia lo atrap en su falta de avanceen otros rdenes de la vida. Cualquier ligero ascen-so en el lugar donde trabajaba ya haba sido aven-tajado por los gastos familiares. Coman mal,salvo excepciones muy celebradas, apenas tenanvestidos, sus ajuares eran escasos, pero sobrelleva-ban la vida. Se preguntaba si saldra con bien deesta situacin, si l podra alguna vez liberarsede esta conflictiva realidad que en ocasiones lehaca feliz, y en otras tantas lo reduca a la tristeza,a la impotencia, a la duda. de Irene y ee s. Dudabade su falta personal de iniciativa, de su falta deentereza, de su escasa personalidad no saba c-

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  • mo Irene haba llegado a quererlo-, era, en defini-va, un hombre feo, dbil, que slo en determinadosmomentos tena la belleza y la persuasin en la vozproducto de viejas lecturas solitarias, de angustiasque ya carecan de cuento. Se senta triste al dar-se cuenta de que estaba en el terreno de su granconfrontacin existencial a la que no le vislumbra-ba una -respuesta racional que no fuera la cont-nua eclosin de sentimientos -no de lgica- en-contrados.

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  • VIRIESGOS OSCUROS

    EN LA CLARIDAD DE RAYOS SOLARES

  • Aquel, se dijo, sera un da extrao: Lo sintien el espritu cuando abord el carro pblico ypens en los sueos de la noche. Manejaba un autopequeo, rumbo a una comunidad ignota, defi-nida por sus tierras altas, la persistencia de la ne-blina, senderos equvocos en sus detalles y r-boles de un vigor centenario. Extrao el sueoporque nunca haba guiado un vehculo en su vida,no saba conducir. A la entrada del pueblo, vislum-brado desde un alto al que se llegaba luego de unaarriesgada pendiente, haban forzado una desvia-cin: Preciso era tomar un estrecho sendero defango, con aspecto de tnel que mora junto a unarroyo al que era necesario enfrentar. El y susacompaantes, -personas entusiasmadamen-te desconocidas- lograron, a fuer de ma-nual forcejeo, hacer que el auto descendiera conlentitud. Para evitar las furias del arroyo lo deja-ron apresado a una cadena con el propsito deque una avenida de agua no lo arrastrara. Era tar-de para estos fines cuando se percataron de la pri-mera avenida, que vino con estrpito de palosy violencia de agua enfurecida, vapuleando la-mentablemente el vehculo. La creciente deseen-

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  • di abruptamente ante sus ojos, y entonces, Re-n decidi quitar el auto de all porque necesitabaencontrarlo a la maana siguiente. Qu disparate,se dijo. Los comercios, los apartamentos en los al-tos, mujeres y muchachos deambulando por lastiendas -qu felicidad, pens, caminar una maanade un da cualquiera, irresponsablemente, viendolos artculos de las limpias vitrinas, pens en Irene.Se entristeci 'un poco: Deb conocerla aos atrs,hubiera sido diferente, se dijo. Record a Manuelaen esos momentos cuando, al despedirse, le entregsu maletn en la puerta y, como siempre, le supli-c con su actitud un beso que slo en excepciona-les ocasiones le daba, a diferencia de los primerostiempos. Vaya, se dijo, mientras el auto avanzabay el olor del combustible y de la maana le llega-ban, la universidad, all se haban conocido. Recor-daba con precisin la temible clase de Qumica011 del preparatorio, les tocaron asientos prxi-mos, se miraron un da, se rieron, a la salida lle~freci un helado que ella acept. Era ms her-mosa en esos entonces: Pequea. de lindas piernas,con el pelo negro lacio, la piel quemada, la man-chitas en la cara, los ojos marrones, unos labiosmuy especiales y una variable actitud de inmensaalegra o de completo abatimiento. Le gustabanlos grupos: simpre andaba con tres y cuatromuchachos y muchachas que estudiaban juntos,juntos iban a la biblioteca o a la cafetera. A lno quisieron aceptarlo a seguidas, pero termina-ron hacindolo porque, total, l trabajaba -ex-cepcional condicin-, ellos no, l pod a brin-dar emparedados en la cafetera y un jugo en losrecreos, ninguno de los otros poda. Entendi,

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  • despus, la razn del rechazo: Ramn, el otromuchacho de la familia universitaria. Alto, del-gado, tmido, mal estudiante, intrigante, amabaa Manuela en secreto, ella lo vea con simpata,era todo. Bellos das esos, se dijo, la Universidad,nosotros tan muchachos, distinto a ahora. Recor-daba: la luz del sol tena ms brillo, las hierbaseran ms verdes y frescas, los montes silvestresms alegres, -el auto cruzaba ahora con lentitudentre tiendas de zapatos, tres o cuatro muchachasatraan a los clientes con sonrisas melifluas einsinuantes, el olor de carburante era ms intenso,mientras un obrero de kaki recoga un montn depapeles y lo depositaba en un carro de dos rue-das-o Cierto: haba ms apego a la vida, se dijo.En ocasiones, cuando el grupo se dispersaba yslo quedaban los dos, por la complejidad de ho-rarios y diferencia de materias debido a las dis-tintas profesiones a escoger, surga entre ambosun ambiente de intimidad: la ausencia del grupoera notoria, se acercaban ms, l le tomaba lamano, y ella se dejaba hacer. Un da llor Manue-la y entonces l la consol con un abrazo y unbeso en la frente, arrastrndola hacia la soledad delos nuevos edificios sin terminar al sur del campus:no llores, todo se resolver, muchacha, le pasabalas manos por los cabellos. Tena problemas, cier-tamente. Hija mayor de un matrimonio disuelto, sumadre se haba casado nuevamente -ella le cont-ms por la necesidad de ayuda -eran dos hijos-que por amor. El padrasto, diferente al principio,no cesaba en dirigirle miradas errticas y hacerleinsinuaciones incluso frente a su madre, que pare-ca -quizs, lo haca adrede- no enterarse de na-

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  • da. Todo va a lo mismo, le deca. En las noches,yo presiento su cercana en torno a mi cama, meestremezco pensando de lo que sera capaz -llora-ba ahora, otra vez-o Aquel da, tenan dos horaslibres y tomaron un banco distante para hablar.Era tarde y haca mucho sol, mientras el ambientese llenaba de voces estudiantiles distantes, discusio-nes polticas, ajetreo de cambios de clase y de caf.Estaban solos. Manuela, mirando hacia la acera,con una decisin que le ignoraba dijo que se ibaa largar de la casa. Le pregunt que para dnde, yella sin responderle, comenz a llorar. Entre sollo-zos, le comunic una equvoca experiencia: Lanoche anterior, ms que tomar el autobs para vol-ver a la casa, acept la invitacin de un hombreque se movilizaba en un hermoso auto dorado,l se sinti mal. El hombre le pidi que fuerana un lugar del Centro de los Hroes, a bailar, yella acept. Era decente, tranquilo, un hombremaduro algo gordo, lo describi. Despus de unostragos y dos o tres piezas se puso excitado, violen-to. Ella le pidi que la llevara a la casa, pero lno quera, deseaba que fueran a lo que l mismodeca era un lugar ntimo, donde pudieran conocer-se mejor. Sali del restaurante dispuesta a irse apie, el hombre la sigui. Accedi a montarse denuevo con l, y esta vez se port como era debi-do. Manuela sollozaba y con sus ojos marrones,acuosos, dijo: Ren, estoy tan confundida quetengo una extraa confianza en que ese hombrevolver y lo estoy esperando. El, sinti como unsacudimiento. La consol, le dijo que no habaque apenarse, que mejor callara. La abraz yse sinti a gusto con su cuerpo pequeo, con su

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  • calor, con su sudor, con su presencia atemorizada.Le dijo que la amaba, que poda contar con ly no con ese extrao, se besaron. Fue un momen-to agradable, hermoso, un momento universitario,se dijo, mirando otra vez los edificios cambiantesde la ciudad desde el carro pblico. Hicieron anun-cio formal en el grupo, tomaron refrescos y comie-ron biscochos, en la cafetera, y un da cualquie-ra, inducidos por esa pasin que va creciendo enel alma, como las llamas de un volcn, decidieronvivir juntos. Vivieron en una pensin, al principio,un lugar donde se reiteraba todo aquel ambienteque le haba servido de marco a su encuentro. Seismeses despus, ya embarazada, Manuela le dijo queno tena inters en volver a la Universidad,que cuidara de l y de su hijo. Lo acept condudas al principio, con buenas ganas al final.La conoca ms, ahora: Ella careca de iniciativa,ms an, le tena miedo al mundo, a la humani-dad. Deseaba, mejor, estar reguardada por pare-des, tranquila, sola, afrontando problemas secun-darios pero amurallada en cuatro paredes, no ala luz del da. Tena pesadillas, lloraba mucho,estaba purgando ahora el tiempo que la existenciala haha.obligado a asumir los rayos del sol. Ellacomprenda porque, en cierta medida, haba sidosu propio dolor y su propia tristeza, su propiaamargura en un ser ms dbil, ms apabullado porlos desconcertantes embates de la realidad.

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  • VIILOCURA YSUDOR EN LAS AGUAS

    DEL ASFALTO YDEL ADIOS

  • Pens: cno la ver ms? O mejor: La volvera ver, pero, cser igual? Por vez primera en tantosdas, la lluvia haba cedido. Era nueva, otra, lacara del barrio y la ciudad. Renacieron las calles,resucitaron las muchachas con vestidos de colores,los venduteros vociferantes de sus pregones ali-menticios. Era el comentario en la oficina: Al fin,caramba. Ren estaba abatido, apesadumbrado,raro: Lo de Irene era asunto concludo. Armoniza-ba con el da, se dijo, el sol mortecino, el aire detransformacin y mortandad que sigue a laslluvias, la sensacin infinita de apertura, de espacio,el cese de la intimidad de los das grises, oscuros,impenetrables. Le pidi a Manuela que le sacarauna mecedora a la galera y all se sent. Ella vinosolcita: No, amor -le dijo- quiero estar solo.Tengo problemas. Si pudiera ayudarte, dijo, no,respondi, no puedes. Sus ojos observaron a pocomenos de dos esquinas la avenida por donde cruza-ban infinidad de vehculos de pasajeros. La callehoradada, hostigada y penetrada por la lluvia quearrastr el asfalto a las alcantarillas. Un pobre ne-gocio de madera, los slidos cuartones recostadosde paredes, cubiertos por lonas. Parte de la acera,tierra, nunca la haban construido. Haba llegado alas 5 del trabajo y se dijo que no saldra, que sequedara en casa. Atardeca, con un blancoamari-110 sin fuerza, prendern la luz del poste, cuntospjaros despus de esta agua, reflexion. Irene,se dijo, nunca llegar a conocerla. La imagen de susojos, de sus cabellos, de su rostro, le vino de gol-pe al cerebro y fue como una.agresin brutal ydesconcertante: sinti deseos de llorar, de gritar,de salir corriendo por las calles, de desgarrarse

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  • la camisa, de mandarlo todo al infierno, qu mal-dicin, se dijo, secndose los lentes con la camisadesteida que usaba en la casa, mejor no deb co-nocerla nunca, estoy sufriendo ahora, maldicin,se dijo. Era temprano an, se levant: Deberair a buscarla. Se sent otra vez, abatido: no, nola encontrar. Sabr Dios con quien andar. Conquin. Era la duda, sobre todo, 10 que le provoca-ba el dolor que barrenaba gozosamente su pecho,su espritu, su entereza: quin era Irene? Quhaca Irene? Qu senta Irene? Lo ms cierto,10 definitivo de ella era su inaccesibilidad. Nose poda contar con ella, era imposible, absurdo,Irene era impenetrable. Me dicen muchas cosasde t, le deca, en el Bar Gloria, con Roberto Car-los, con Leo Favio, con Serrat, con el declama-dor de long playing. Y ella miraba hacia el piso,10 miraba sonriente, sin ofenderse, y deca: Ases en los pueblos. Todo el mundo tiene sus histo-rias. Est bien, deca l, pero que hay de ciertoen las que se refieren a t? Bueno, deca, es que yohe tenido amores, t sabes, con muchachos, peroninguno de aqu. Son demasiado agrarios, dema-siado... -se detena-, s, demasiado agrarios,como sin arte, t sabes, -mova la diestra, ayudn-dose en su explicacin- y eso cae mal, no sabeshasta dnde. Est bien, deca l, entonces por qutodos dicen lq mismo de t, que eres terrible, queeres salvaje. Que.. t sabes, y ella sonrea, 10 mira-ba. Bueno, son como las aguas de un ro: vancorriendo. Un grupo, una historia, entonces cadacual da su versin, le quitan cosas, le agreganotras, y ah tienes un cuadro completo sobre undesastre humano, y yo soy ese desastre humano,

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  • -sonrea, beba cerveza-o Sabes cmo puedesconvencerme? deca l, ya se cmo, respondaella: entregndome, cverdad? Por Dios, Irene,tengo tambin derecho y entonces ella parecaentristecer, 10 miraba con los ojazos y otra vezsonrea: No esperes eso de m. No te parece quesera confirmar lo que te dicen? Pero no era con-vincente. Irene no lo era, haba un sustrato equ-voco, errtico, en sus palabras, pareca que jugabael eterno juego del gato y la rata, ya s, decal, lo que pasaba es que soy el imbcil de lafamilia. Por el contrario, responda ella, a ts te quiero, y lo besaba. Te he aceptado, pinsalo,no me importa que ests comprometido, no meha importado que no pueda esperar nada de t,y mrame, te quiero como una loca. He renunciadoa todo por t -qu quera decir con eso?-y an as me reprochas, te llevas de cuanto tedicen, tantas falsedades -movi la cabeza, negan-do-, tantas mentiras, bebi otra vez su cerveza.El barrio, pens Ren, la parte norte: Antes losmuchachos se reunan en grupos a conversaren las esquinas. Ahora, todo el mundo hacevida propia, viven aqu pero ya no es su barrio,se desplazan a otros lugares, pens, con agudatristeza, que todo cambiaba, 'que las cosas per-dan su espritu, que el exterior ya no era el mis-mo de siempre, que las casas, las aceras,los amigos, todo se volvan fofos, plidos, hue-cos. No era el barrio el que cambiaba: eramosnosotros mismos, reflexion entonces. Enveje-cemos, se dijo, y sinti ganas de llorar, p.qrel barrio, por la vejez, por Irene. Quizs por Mar-tha, tambin. El da anterior, el bardo; de Villa

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  • haba ido a buscarlo, tengo que ir all, si quie-res venir, dijo que s. En el kilmetro 28 se de-tuvieron porque una muchacha le hizo una seapara que la llevaran: Era Martha. Un rostro algojuro, unos cabellos negros, suaves, un cuerpohermoso, apenas si hablaba. Tom el asiento deatrs, Hiplito los present, pero ella iba distra-da mirando los caaverales, los almendros, las hier-bas de guinea, las cercas de alambres de pasde Benedicto, el granjero de pollos del que mur-muraban no saba qu. hacer con el dinero. Tellamas Ren?, dijo despus de algunos minutos,cel...novio de Irene? Si, dijo, vio en sus ojos ne-gros destellos de picarda, y curioso, la cuestion,aj.. por qu? Bueno, dijo ella, porque esa mucha-chita es terrible, y el bardo sonri socarronamen-te. Explcame cun terrible, dijo Ren, mientrasla duda elaboraba sentimientos encontrados ensu rostro: la angustia interior, la indiferenciarelativa ante las malas presentes no tan nuevas.Martha segua mirando las tierras de Benedicto,l le observ las piernas, los muslos, llevaba unospantalones jean ajustados, qu cuerpo,pens, bueno, dijo ella, esa mujer es incontro-lable. No perdona, dijo, no perdona. Lo grave eslo tranquila que se la ve, caminando por las ca-lles, indiferente, con su aire de mosquita muerta,de mosquita atropellada, mientras vive incendian-do matrimonios, terminando compromisos, enga-ando hombres con supuestos embarazos quenunca tiene. Usted ser una vctima de ella, ya lover. Bueno, dijo Ren, lo cierto es que todo elmundo me dice lo mismo y por algo ser. Pero loque me choca de esto es que nadie dice que la vio

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  • en tal lugar, haciendo esto o aquello, que no;interrumpi Martha, no la habrn sorprendido ovisto con usted porque en Villa solo se ven en elbar. Supongo -aadi- que vienen a los motelesde la capital, verdad? No respondi. Pero la hansorprendido en todas partes, en los alrededoresdel pueblo, en los restaurantes oscuros, Rensegua sufriendo y el bardo rindose. Yo te lo de-ca, dijo el bardo, mirando e interrumpiendo aMartha, pero ste no cree nada de lo que le dicen,aj, dijo Martha, es que el seor cap ita leo estenamorado, el pobre, si supiera, se sinti como ungusano. Qu triste es el barrio cuando se muere elsol, pens Ren, en las casas se encienden las lucesque reiteran sus marcos rectangulares 'en las aceras,por primera vez en muchos das las puertas seabren y permanecen abiertas, las ventanas se abreny permanecen abiertas. Aos atrs, hubiera ocupa-do un lugar en una de las paredes que encierranlos montes aledaos para hablar con Freddy, conDanilo, con Miguel, con Patricio, de profesiones,de ideas, de deseos, de aspiraciones o de poltica,o de mujeres, o de bebidas. La insurreccin del 65,ya casi Olvidada, en gran medida lo ech a perdertodo cuando se inici la persecucin posteriory de los muchachos mataron a ste o aquel, otrostuvieron que irse para los Estados Unidos, unosltimos se dispersaron y acogieron destinos in-crebles. Ahora, el barrio estaba triste, pens, yal ver sus luces mortecinas y equvocas recordlas luces de Villa cuando en la noche de tormen-ta yagua entraron a las calles descompuestasdel pueblo. Djame en el Bar Gloria, Hiplito,dijo. Bueno, dijo el bardo, yo pensaba que ira-

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  • mas a casa de mam, cenbamos algo y despusvenamos aqu, o buscbamos a Irene, a Milagros.No, le dijo, no tengo hambre. Vete y cena, yo teespero aqu, si quieres te acompao desde ahora,no, le dijo, djame un rato solo, quiero pensar,Martha sonrea, el hombre est enamorado, dijo,y sonri. Se detuvo el auto, entr al Bar Gloria,se sent en el lugar de siempre, segua siendo ru-tinario, pens. Tres o cuatro mesas estaban ocu-padas con jvenes que beban cervezas, y l pidiuna botella de ron, debera emborracharme, sedijo. Se serva el primer trago cuando Martha en-tr al lugar y se acerc a la mesa, Ren, l, sor-prendido, oh muchacha, volviste, s, eme sien-to?, cmo no, sintate, dio palmadas, trigame otrovaso, no, dijo ella, prefiero cerveza, traiga unacerveza. Te hice sentir mal? cuestion Marthay l sin mirarla, de ninguna manera, pero lucesmal, dijo ella, mirndolo atenta, ahora parecaotra mujer, no desdeosa, como en el camino,sino dulce, comprensiva, atenta, quizs lo quel requera en esos momentos. No, dijo con disimu-lo, no me afect lo que dijeron t e Hiplito, no,reiter. Para m -lo dijo mirando hacia la vello-nera mientras Vctor Hugo Ayala interpretabaEn el camino verde, para mi -repiti- esta no esms que una aventura: Irene me gusta, es una mu-jer bonita -el rostro de Martha cambi otra vez-ella es agradable. Ves? le mostr la mano izquier-da, no me he quitado mi anillo, soy un hombrecasado, eres casado?, s, respondi, 'y ella loacepta. Es cierto, la quiero mucho, Martha losegua mirando con menos estima ahora, Ireneha sido importante para m, porque me ha en-

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  • sena do llue la vida es algo distinto a lo que te-nemos que sufrir todos los das. Si la oyeras

    sonri contando historias en las que slo ellacree. es hermosa. Si hu bieras estado con nosotroshace unos das, fu mos a La Piedra, nos meti-mos en un restaurante a ver el agua caer sobrelas montaas, muy lindo todo, -fue feliz en esemomento cosas que no se tienen con cualquiermujer. Ella es algo especial -dijo- una especiedc alto en el camino, como un misterioso con-suelo que le dice a uno que la vida es hermosa,que la vida es bella, que la vida es distinta a so-portar la cara del que te da la comida, regandote,la vida es distinta al barrio donde yo vivo en lacapital, un barrio triste y sucio, donde los mu-chachos que eran mis compaeros o estn fueradel pas o estn muertos, muertos asesinados por-que se metieron en la guerra, Irene es algo dife-rente a levantarse por las maanas a enjuagarsela boca y lavarse los dientes, algo distinto al ca-f apresurado antes de coger el carro pblico mi-rando el reloj, algo diferente al obrero con malolor que se te sienta al lado. Sabes -dijo- en laempresa donde trabajo soy el jefe del personal,soy el que entrega los cheques cuando cancelana alguien, y cuando vivo una experiencia de esas,una persona que cuenta con su empleo para lle-gar a ser alguien, para progresar, para vestir, paradar de comer a sus hijos, a su esposa, para pagarel mdico, la casa, es enorme todo lo que dependede una cosa miserable y antojadiza como es unempleo, un empleo, que depende a su vez delmalestar estomacal de un jefe que es tu propie-tario, es el propietario de tu destino, de tu vida,

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  • de tu existencia, de la de tu futuro, de la de tufamilia, de tu mujer, de tus hijos, yeso porquevivimos en un mundo de escasas oportunidades,me entiendes? Bebi un trago, Martha lo mirabaahora con deleite, no s si me entiendes, perfecta-mente, dijo ella, pues definitivamente eso es cuan-to pasa, Irene para m es eso distinto, es eso nuevo,fresco, eso.. se sinti abatido. Cuando le entregoel cheque a alguien -estaba bebiendo muy rpido,el alcohol se le estaba yendo a la cabeza, despusde todo, se dijo, no estaba acostumbrado a beberron y menos puro como lo haca-el cheque, .. mi-ra afuera, la lluvia. Donde yo trabajo nunca sepuede apreciar la lluvia, nunca se la puede ver.Tampoco se puede ver el sol, porque todo estcerrado, hay aire acondicionado por todas partes,paredes por todas partes, el trabajo le niega a unosu derecho a compenetrarse con lo ms profundodel hombre, con su autntica y verdadera madre,que son la lluvia, la tierra, el campo, el sol, elro, el mar, la naturaleza, en suma, hasta eso senos niega. Se nos niega todo, la cabeza le dio al-gunas vueltas, -caramba, con el cuarto trago-,ests bebiendo muy rpido, es cierto, no he comi-do nada, pero pide un sandwich, eso har, dquieresuno? Si, mozo, hgame el favor, creo que ya mehas comprendido, si, dijo Martha. Irene se detuvobruscamente en la puerta del Bar Gloria y se quedobservndolo, con dureza, desde all, desde lejos.Ren, sorprendido, se levant: Es Irene. Se acerc,fue a tocarla, ella pareca fra, pareca otra. Holaamor, le dijo, ella no respondi, lo arrastr casihacia una galera exterior mientras la lluvia prose-gua ahondando ms los huecos de la calle. Quin

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  • es esa mujer? Esa mujer?, dijo l, sorprendido,dpero ni siquiera me besas? Ella no haba dejadoan el paraguas, un auto pas por la pista. Bueno,es Martha, la recogimos en el 28, Hiplito y ..ya me lo imaginaba, dijo Irene. Adios. Irene,dijo Ren sorprendido, pero qu diablos te pa-sa, lo mir con odio, hizo una glida pausa, sitienes esa mujer sentada en tu mesa, nunca msdebers hablarme. Hasta nunca. Irene, Irene,sali a la lluvia, con su paraguas en alto. Sintideseos de correr, de acercarse a ella, de pregun-tarle con exactitud qu pasaba, iba a hacerlo,lleg Hiplito. Qu pasa? No lo s, dijo Ren,estaba colrica, se fue. Djala, dijo el bardo.Quizs sea lo mejor que pueda ocurrirte, vamosadentro, lo sigui, sumiso. Martha estaba son-riente en la mesa, cque pas? Irene se fue, dijo,al sentarse, es natural, dijo ella, me odia, cporqu? la cuestion, an no lo s, ni me interesa,bebi su cerveza. Bailemos, quieres?, dijo Mar-tha, y el bardo, vamos, baila, desahgate, noha pasado nada. La abrazo, su cuerpo es distinto,es un cuerpo slido de gran mujer, que baila conpasin, la miro en las penumbras, le paso las manospor los cabellos -es casi un ritual- la beso y ellase deja, cpor qu te odia Irene? Bueno, dijo,ahora me odia porque estaba sentada en tu mesa,despus de todo eres su hombre, no, dijo Ren,lo era, ya no, es verdad, dijo Martha, si se fue eno-jada debes olvidarla, en eso es implacable. Enton-ces, dijo, cno volver? Nunca ms, dijo Martha, laconozco bien, debes olvidarla, es lo mejor que ha-ces. Termin el disco, las parejas vuelven a sus me-sas, el bardo estaba all, con un largo vaso de ron

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  • con hielo, pareca contento. Mam est bien, dijosatisfecho, orgullosa con su hijo, vaya. No mesiento bien, dijo Ren, creo que deberamos irnos,el bardo, sobresaltado, tan pronto? pero acabe-mos el trago, es cierto, se senta sin voluntad.Entonces, Irene no volvera nunca ms, nuncams, Martha la conoca. Ren se recuesta en la me-cedora, Manuela viene con un taza de caf, gracias,si quieres algo ms, no, gracias, y sigue mirandolas luces de los autos, all, en la avenida. Recorda-ba: tomaron el Simca del bardo, Martha tambin.Vuelvo al 28, dijo. Hiplito estaba algo ebrio, siquieres mntate atrs con ella, as lo hizo, ella sele acerca, se abrazan, se besan, se acarician, lamsica es estrepitosa dentro del auto minsculo,la besa en la boca, ella aprieta sus labios y sulengua con maestra, la besa en los senos erectos,estaba ebrio de muchas cosas, ella se dej hacer,sus manos buscaron sus muslos, su seno, el bardoentr a un lugar, dijo los espero, estaba bebiendo,se haba llevado el vaso del Bar Gloria, rea consorna, era una casa de madera donde una seoraaguardaba, ella le dijo algo a Martha, Martha lerespondi, entraron Ren y Martha a una habita-cin cuyo nico mueble era una cama de sbanasblancas, en la penumbra del sitio -apenas unadbil luz que entraba por debajo de la puerta-apreci un cuerpo desnudo y atrevido que se re-cost sobre el lecho, l hizo lo mismo, la bes,la abraz, se encontraron con una sed infinita,se compenetraron sus cuerpos, y se poseyeroncon rabia, con lluvia, con ron, con amargura, convenganza, con odio...

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  • VIIIREENCUENTRO YCANTO

    DE LAS RELACIONES INCONGRUENTES

  • tre parece -cuestion Hiplito- que debemosir a buscarla? Te ves mal, reiter, tienes mal as-pecto. Buscarla? dijo Ren, algo sorprendido. Sermejor que no. Creo que me estoy desacostumbran-do. Desacostumbrando? Eso es absurdo, apenashace tres das que no la ves. Es muy poco tiempo.De todas maneras -dijo Ren- no tengo dinero.No puedo tomarme una cerveza. No importa,dijo el bardo. Yo tengo dinero. Ms, an: tesugiero que vayamos all, la buscamos a ella y aMilagros, las traemos a la capital, a un sitio es-pectacular, qu te parece? Sinti una vaga alegraen el corazn. Era la primera vez que vea elbardo municipal tan solcito. Cmo va tu librosobre m? lo cuestion con una sonrisa. Hip-lito no pareci feliz. Ya vuelves con eso, no estoyhaciendo ningn libro, dijo.oh SulamitaJudithRuthYana tuve que andar por los caminosporque tus ojos

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  • miraban fiamente los mosy tus manosanhelaban las masy tus angustiasun remanso

    y las mastu regazo

    Tomamos el carro, me sent despus de apar-tar una biblia con portada roja que ocupaba elasiento delantero. l.ees la biblia? le pregun-t. Claro, dijo el bardo sonriendo, no hay libroen el que haya ms posea. Es una gran ensean-za.

    Allentre aquellas paredes estrechasde destartalados coloresy miradastemb lorosasaguardando el momentoy el adiosrenaca el amor inmensoa la tierra de incierta geologaa los ojos de Jos A costay Gabb.

    Es apnsionante ese cubculo, eh Ren? Pa-reca distrado: cmo dices? Ese cubculo tu-yo, esa oficina, qu estrecha. Ah, s, respondi,razones de espacio. Despus de todo, no necesi-to ms. Para qu ms espacio? Si fuera aire,tierra, naturaleza, pero eso es un infierno. A

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  • veces me siento harto. La vida es dura, dijoHiplito. Por lo menos, hay la belleza de estosmomentos, cuando uno camina por el pas, cuandose coge carretera,' cuando uno se enamora -lormro->.

    A la tierra samorray sambay Montecristia las tierras lacustrescaucsicas.

    Hay que leer ms, dijo, enriquecer la vida, lascomparaciones ayudan mucho, Ren pareca leja-no. Despert de su ausencia: da has visto? S, lahe visto, dijo. c'Te habl de mi? S. Qu te dice,qu te dijo? luca inquieto, nervioso, ahora. Tequiere de veras, le respondi, mirndolo, mientrasla ciudad iba quedando lentamente atrs, al igualque la tarde. Nunca la haba visto as. Esa es unamujer extraa, pero algo le has hecho t. Estansiosa por verte, slo que no te iba a llamar. Note dir que por orgullo: es su forma de ser. Hermo-so pas, dijo, mirando los caaverales casi amarillosde crepsculo, me gusta este pas, el norte. Todoes hermoso.

    A 1valle del Cibaoa la tierra ms bellaque ojos humanoshan visto.Tierra con ritmo de brisasy montaasde terremo tos antiqu {simasque gestaron

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  • la fuerte termalde Viajama.

    No s lo que ocurri el otro da, dijo Ren.Ni lo que me ocurri a m. Todo esto es tanextrao. Es como si viviera una historia ya es-crita pero para otra persona, qu se yo. Comoestar en el cine. Una locura. Como si estuviera-mas encantados. Qu extrao influjo tienen estoslugares sobre los hombres.La tierradel jengible y el romerola flor de pasiny la adelfadel cundeamory la azaflida.

    Irene, qu hermoso nombre, dijo Ren. Quierodemasiado a esa mujer.

    Oh mujer-destinoall tus ojosencontraron los mos.

    Estuve pensando en estos das, dijo Ren.La conoc, nos vimos un da en Villa, lo re-cuerdo, era domingo. Era un ambiente raro param, los muchachos y las muchachas que no son dela ciudad, pese a estar tan cerca, pero que ya nopertenecen del todo. al campo. Qu ambiente.Sabes? No fue en el Bar Gloria, sino en el otro,el de jobina. Nos