Roger Bartra - Dilemas en Ciencias Sociales

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    Dilemas en las ciencias sociales*

    Roger Bartra**

    Resumen

    A partir de su amplia, larga y exitosa carrera acadmica, el autor presenta una serie dereflexiones sobre las ciencias sociales dirigidas principalmente a quienes se inician en suestudio. En particular, aborda los dilemas a que se enfrentan quienes transitan por temaso puntos de vista que los colocan al margen, en la periferia o en las fronteras lejanas. Paraello presenta a un personaje imaginario, un/una estudiante de ciencias sociales buscan-do un espacio para satisfacer su curiosidad y aliviar el sentimiento de que se encuentradescolocado/a en un mundo acadmico que no acaba de entender ni de aceptar.

    Abstract

    Based on his ample, long and successful professional experience, the author presents aseries of reflections on the social sciences aimed at those who begin their studies. It deals,in particular, with the dilemmas faced by students at the periphery, in the margins, or atthe frontiers of the social sciences. For that purpose, he creates an imagined student insearch of a space to satisfy his/her curiosity and to soothe the feelings of uneasiness thatarise from an academic world difficult to understand and accept.

    Palabras clave: ciencias sociales, dilemas, mundo acadmico, estudiantes.

    Key words: social sciences, dilemmas, academia, students.

    ***

    Conferencia inaugural del ciclo escolar 2012-2013 de la Facultad Latinoamericana de CienciasSociales, sede acadmica de Mxico.Investigador emrito de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

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    Quienes deciden sumergirse en las ciencias sociales como investi-gadores y profesores, ineludiblemente se enfrentan a mltiples dilemas.

    Quiero aprovechar mi experiencia personal, la de mis colegas y la de mu-chos de mis alumnos, para presentar unas reflexiones que, segn creo,pueden ser tiles a quienes se estn iniciando en el estudio de las cienciassociales. Quiero abordar especialmente los dilemas a que se enfrentanquienes transitan por temas o puntos de vista que los colocan al margen,en la periferia o en las fronteras lejanas, sea porque el objeto de su interslos ha llevado a terrenos escabrosos, o porque tengan fuertes inclinacio-nes hacia la innovacin, la aventura o el riesgo. Para ello presentar a un

    personaje imaginario, una estudiante de ciencias sociales que anda unpoco perdida, buscando un espacio para satisfacer su curiosidad y aliviarel sentimiento de que se encuentra descolocada en un mundo acadmicoque no acaba de entender ni de aceptar. Este personaje nos servir de guapara unas reflexiones.

    Para comenzar, nuestra gua-estudiante se enfrenta a un problema deubicacin. Cules son las ciencias sociales y en qu nicho conviene alojarse?Es un problema que puede ser molesto, pues las diferentes disciplinas noestn separadas por fronteras claras y precisas. A pesar de ello, la tradiciny el poder de los feudos hace que las instituciones acadmicas, con muchafrecuencia, establezcan fronteras con rigidez burocrtica e impongan usosy costumbres propios de la parcela que administran. ste es un problemamuy grave en los espacios acadmicos anglosajones, pero comienza a serlotambin en Amrica Latina. En general no hay demasiadas dudas sobre lapertenencia de la sociologa y la politologa al mbito de las ciencias socia-les. Pero hay dudas de si la historia o la antropologa son ciencias sociales.Y el estatuto de la economa tampoco queda claro.

    En la prctica de la investigacin, sin embargo, con mucha frecuenciala separacin de las disciplinas es un grave obstculo para la innovacin.Si nuestra gua, por el tema que estudia, se decide a vivir, por decirlo as,en el filo de la navaja, se enfrentar a toda clase de obstculos. Ubicarse enlas fronteras que separan a las diversas ciencias sociales, puede ser algoincmodo, aun cuando sea evidente que es necesario hacer uso de diferen-tes tradiciones cientficas. Pero si alguien mezcla, digamos, la sociologacon la historia, o con la psicologa o la antropologa, puede ser visto con

    suspicacias, la cuales se hace ms fuertes si la mezcla incluye la biologao la psiquiatra. Los experimentos, las mezclas y el hibridismo no suelenobtener fcilmente apoyo ni espacio acadmico. Posiblemente, el ejemplo

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    ms inquietante ha sido la biosociologa, pues adems ha implicado unainterpretacin de la sociedad que ha irritado a muchos.

    Ante este problema se ha querido abrir espacios acadmicos para los que

    se suelen llamar estudios pluridisciplinarios, multidisciplinarios, interdisci-plinarios o transdisciplinarios. Por lo regular, estos espacios han fracasado, amenos que se logre vincularlos a temas de investigacin bien definidos. Loque se necesita es ms bien convertir las disciplinas en espacios ms poro-sos y tolerantes. Hay que recordar que en la delimitacin de las disciplinas,importa mucho ms la tradicin que la conceptualizacin; la acumulacinhistrica de experiencias, prcticas y mtodos, define mejor un espacio aca-dmico que cualquier receta terica cuya validez durar un tiempo limitado.

    La estudiante que nos gua se encuentra incmoda en el marco rgido

    de las disciplinas, pero adems no le acaban de gustar las modas tericasni las tendencias hegemnicas. Y aqu tropieza con ms problemas, puesse encuentra con que en los centros de enseanza se hallan enquistadosgrupos que adoran alguna moda, ideologa o corriente. Como nuestraestudiante es un poco excntrica, tendr dificultades para convertirse enfan de las corrientes o los gurs de moda. Desde luego, reconoce que enlas corrientes de moda hay muy buenos investigadores y buenas ideas,aunque no es lo que predomina. Un problema al que se enfrenta es que

    se separa a los estudiantes de los clsicos, o bien los llevan a rendir cultoa uno solo de ellos, excluyendo a los dems. Las tendencias hegemnicascon frecuencia han provocado estragos. Podemos recordar el darwinismosocial, el funcionalismo, el marxismo, el estructuralismo, el weberismo,el empirismo cuantitativo, el conductismo, la etnometodologa, la mi-crosociologa o el constructivismo, y desde luego las corrientes influi-das por la hermenutica, el existencialismo, la teora crtica o la teorade los sistemas.

    Nuestra estudiante se pierde en la feria de las modas y se encuentrasiempre tentada de acogerse a alguna de ellas, pues adems de seguridadterica, pueden proporcionarle estabilidad acadmica. Si los estudiantesse sumergen en un abanico amplio de clsicos, corren el riesgo de ser vis-tos como excntricos perdidos en ideas antiguas y marchitas, y no comomodernos que usan con facilidad los lenguajes vistosos y ostentosos de loscientficos sociales que reciben incienso en las universidades prestigiosasdel primer mundo. Nuestra estudiante se pregunta: Cmo se distingue,entre los autores actuales, a quienes dentro de un siglo sern considera-

    dos clsicos? A veces nos cae en las manos un libro que alguna vez fue in-mensamente alabado y que hoy nadie lee ni entiende. No hay que ponersepesimistas, pues a veces sucede lo contrario: se rescata a un autor de las

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    tinieblas del olvido al comprobarse que sus ideas tienen hoy acaso mssentido que cuando fueron escritas.

    A la estudiante que vamos siguiendo, y a quien ya tildan de descolo-

    cada y excntrica, comienza a inquietarle otro asunto: cmo escoger lostemas de su inters y que sern el objeto de sus disertaciones, trabajos yestudios? Su entorno acadmico suele exaltar algunos objetos de estudiocomo importantes y otros como banales. La jerarqua de intereses cam-bia en cada poca y en cada pas, de manera que lo que en un tiempo eraconsiderado como fundamental y pertinente, hoy no interesa casi a nadie.

    A veces es difcil entender por qu les interes el suicidio, la astrologa,los pasajes comerciales o el amor pasional, a mile Durkheim, a TheodorAdorno, a Walter Benjamin y a Niklas Luhmann. Fueron temas impor-

    tantes en su momento, o su estudio signific un riesgo para sus autores?Los llamados grandes problemas nacionales suelen estar colocados en

    la cspide de la pirmide jerrquica de intereses. Toda investigacin liga-da a estos grandes problemas suele obtener apoyo y financiamiento, y susresultados son exaltados por su utilidad y pertinencia. Es inquietante que,con el paso del tiempo, sobrevivan pocos de estos estudios. Pero mientrasse sabe qu sobrevive y qu fenece, es riesgoso alejarse demasiado de lostemas considerados importantes. En los pases poco o mal desarrollados,

    suele considerarse un desperdicio de energa dedicarse a temas que no seannacionales. Desde luego, el cientfico social es una criatura de su poca yde su lugar de trabajo, e ineludiblemente las ideas predominantes lo vana influir con fuerza. Siempre habr un vaivn o un estira y afloja entre lasconvenciones hegemnicas y las intuiciones o aspiraciones personales delos profesores e investigadores.

    A veces este problema se expresa en la oposicin entre ciencia pura yciencia aplicada. Aqu tambin hay un problema de modas. Por ejemplo,

    el posmodernismo ha influido enormemente en la expansin de estudiostericos con poco o ningn asidero en la realidad social. Estos estudios confrecuencia toman ideas y mtodos de las ciencias exactas, fsicas o natura-les, en ocasiones como metforas pero muchas veces como extrapolacionesmecnicas que suelen ser estriles. Pocas veces el uso de la teora cuntica,o de la teora de sistemas, tiene un buen resultado, aunque es bien recibidoen muchos medios por estar de moda. Claro que siempre hay el riesgo dehacer el ridculo, como sucedi en 1996, cuando en la revista Social Text, unfsico travieso y bromista, Alan Sokal, col un artculo lleno de citas absurdas

    sobre fsica y matemticas hechas por clebres intelectuales muy influyen-tes en las ciencias sociales. Agreg afirmaciones que cualquier estudiantede fsica reconocera como errores. El texto pas por un estricto proceso de

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    arbitraje, nadie se dio cuenta de que era un engao y fue publicado. Pocodespus su autor, Sokal, explic pblicamente que lo haba hecho con la in-tencin de probar que en las ciencias sociales de orientacin constructivista

    y posmoderna, cualquier afirmacin desatinada con aire cientfico poda seraceptada, y que era algo que comnmente haban hecho intelectuales comoJacques Lacan, Bruno Latour o Julia Kristeva. El escndalo fue maysculo.

    En ocasiones los enfoques de moda son aplicados en la realizacin deestudios muy especializados. Nuestra estudiante est buscando un temapara su tesis y se fija en algunos de los asuntos escogidos por sus compa-eros; uno de stos recibi mencin honorfica por una tesis titulada Unanlisis biosemitico ysistmico del discurso de Pablo Martnez Trasalcova al re-cibir el premio nacional de ciencias sociales en 1984. Otro amigo obtuvo su doc-

    torado con un trabajo titulado Los algoritmos lacanianos y el teorema de Gdelcomo modelo para explicar las elecciones de rector en la Universidad Tecnolgica

    de Cancn. La especializacin es una virtud y tambin una amenaza. Losprofesores que no ejercen una hiperespecializacin en sus mtodos y ensus objetos de estudio, muchas veces son despreciados como diletantes quecultivan campos de conocimiento sin ser especialistas profesionales, slopara deleitarse, como indica la palabra italiana original. Nuestra estudiante,que tiene fuertes inclinaciones diletantes, se inquieta ante la perspectiva

    de hacer un trabajo de investigacin que le ocasione sufrimiento y con-goja, como si fuese responsable de un pecado original cometido por losfundadores de la ciencia social. Hay a su alrededor demasiados cientficosdesdichados que no gozan su trabajo cotidiano y viven bajo el miedo a lasrevistas especializadas con arbitraje estricto y annimo, a las que ven comopotenciales verdugos de sus aspiraciones acadmicas.

    Por supuesto, esto es una exageracin; en las esferas acadmicas haytambin muchas personas que se deleitan con su trabajo, y que en lugar de

    ver la superespecializacin como una amenaza, la consideran incluso unaliberacin. De hecho, logran a su manera ser diletantes, pues son como mi-niaturistas capaces de gozar los micromundos poco visibles que los ocupan.

    Otra dimensin de los problemas que sufre nuestra estudiante, es quecon frecuencia se topa con textos que le recuerdan a la criatura del doctorFrankenstein, en la famosa novela de Mary Shelley. El doctor Frankensteinera un gran cientfico y por ello fue capaz de crear un ser humano vivo apartir de materia muerta. Pero el gran logro cientfico se top con un pro-blema esttico: el resultado de la tecnologa cientfica result tan feo que

    ocasion consecuencias morales catastrficas. La moraleja de ese mitodecimonnico era clara: la ciencia, desprovista de capacidades estticas,creaba monstruos.

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    El problema de muchos textos escritos por cientficos sociales, es queusan una prosa oscura y crptica, debida al uso de un vocabulario espe-cializado o tomado de las ciencias naturales. Los lenguajes complicados

    y confusos a menudo tienen por objetivo ocultar la vacuidad de los tra-bajos. A ello se agrega muchas veces una redaccin fea y descuidada queempeora las cosas.

    En las ciencias sociales del siglo xx se desarroll una actitud despecti-va contra aquellos cientficos sociales que tratan de eludir el sndrome deFrankenstein y se acercan a la literatura. La expresin literaria de los resul-tados del trabajo de investigacin, se considera a veces como anticientfica,fantasiosa y poco seria. Hace cincuenta aos, Gino Germani, en el prlogoa la edicin en espaol de La imaginacin sociolgica, de C. Wright Mills (un

    libro de 1969 que sigue siendo interesante), deca que en Amrica Latina elensayismo, el culto de la palabra, la falta de rigor son los rasgos comunesen la produccin sociolgica. Acaso tena algo de razn, pero la elimina-cin del ensayismo tuvo consecuencias desastrosas: las ciencias socialesfueron presas de las graves deformaciones que criticaba Wright Mills: lavaciedad o banalidad de las grandes teoras, el empirismo abstracto con sumana cuantificadora, y el ethos burocrtico con su culto a las metodologasde rango medio o de corto alcance.

    El socilogo, el politlogo y el antroplogo se enfrentan a un dilema:es un cientfico o un moralista? Puede ser las dos cosas? Usamos aqu lapalabra moralista para representar el concepto decimonnico francs, quese refiere a los estudiosos y tambin a los crticos de la naturaleza, la con-dicin y las costumbres humanas. A nuestra inquieta estudiante le pareceque es posible practicar el ensayismo sin por ello abandonar el terreno dela ciencia. Cree que es posible utilizar un lenguaje sencillo y evadir una

    jerga que con frecuencia es incomprensible para los mismos especialistas.

    Aspira a hacer ciencia y al mismo tiempo literatura. Piensa que es posibley deseable hacer una crtica moral, una anatoma de las costumbres, quetenga sentido fuera del espacio acadmico.

    El cientfico social, como moralista, inevitablemente se topa con lapoltica. La crtica de las costumbres colinda con la crtica poltica, y aques evidente la necesidad de aceptar una dimensin tica que sustente ylegitime dicha crtica. La estricta separacin entre conocimiento empricoy juicio de valor, que preconiz Max Weber, es de muy difcil implemen-tacin. Aunque es deseable que el cientfico revele su posicin personal

    y aclare, como reclam Weber, cundo deja de hablar el investigador ycomienza el hombre que expresa sus deseos, cundo los argumentos se

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    dirigen al entendimiento y cundo al sentimiento.1 Esta diferenciacinpuede ser bienvenida, piensa nuestra estudiante, pero sin duda es muydifcil evitar la mezcla de los deseos con el entendimiento. La frontera

    entre ambos es porosa y permite que se mezclen los valores con los cono-cimientos empricos.Es evidente que estas tensiones estn inscritas en la vieja oposicin entre

    las ciencias y las humanidades. Las ciencias sociales han tratado de colocarseen una incmoda posicin intermedia. Pero se han topado con varios proble-mas. Uno de ellos es la confrontacin con la capacidad de definir el estado deun objeto de estudio y de pronosticar el curso de un proceso de cambio, algocaracterstico de las ciencias naturales. Al parecer, muchos cientficos socialeshan renunciado al ejercicio de esta capacidad, por considerarla imposible; en

    cambio, el acercamiento al polo cientfico ha consistido principalmente en eluso de tcnicas cuantitativas, tipologas, pruebas, mediciones y encuestas; obien en una inmersin profunda en un espacio terico e incluso metateri-co, donde la dimensin supuestamente cientfica se asimila a una especie dematemtica abstracta de la sociedad o a una fsica de los sistemas sociales.

    Sin embargo, no todos han renunciado a la posibilidad de comprenderel estado de la sociedad que estudian (o de un fragmento de ella), con mi-ras a entender sus mecanismos, su dinmica, su estructura y las tendencias

    que alberga. De ah a intentar tener una idea del futuro prximo de eseestado social, slo hay un paso: ciertamente un paso peligroso, pues lasposibilidades de error son altas. En este punto, la estudiante que nos haservido como gua nos formula varias preguntas: De qu sirvi el ejr-cito de cientficos sociales que durante muchos aos, en Estados Unidos yen Europa, se dedic a escudriar y estudiar a los pases socialistas, si nofueron capaces de prever la transicin que se inici en 1989? Por qu losmuchos estudiosos del mundo rabe y del Cercano Oriente fueron inca-

    paces de pronosticar las transiciones a la democracia que estn viviendo?Acaso alguien previ que casi todos los pases de Amrica Latina transi-taran a la democracia en el ltimo cuarto del siglo pasado?

    Son preguntas incmodas a las que es difcil contestar. Sin duda, parte delproblema radica en una renuncia a definir, explicar y prever procesos sociales.Por ello con mucha frecuencia los cientficos sociales han sido sustituidos enesa tarea por filsofos, novelistas o incluso periodistas. Se han lanzado a en-frentar este reto algunos temerarios (por espritu innovador unos, otros porsus inclinaciones dogmticas), con resultados a veces notables, pero tambin,

    1 La objetividad del conocimiento en la ciencia social y en la poltica social, 2009, Madrid, AlianzaEditorial, pp. 84ss.

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    con frecuencia, se ha llegado a fracasos estruendosos. Los estudios que vieronun proceso de desaparicin de la clase obrera (o de una gran disminucinde su peso social) fueron interesantes. Por otro lado, fueron erradas las pre-

    dicciones de quienes anunciaban el inminente colapso final del capitalismo.En Amrica Latina nos toca contestar muchas preguntas. Algunas deellas, nos sugiere nuestra querida gua, son las siguientes: Seguimos vi-viendo en el Tercer Mundo? Estamos viviendo un fin de poca? Es evidenteque el mundo en que vivimos est cambiando rpidamente, y es posibleque ya estemos sumergidos en una nueva poca que no sabemos todavaidentificar ni nombrar. Es importante que las ciencias sociales intenten de-finir esta nueva situacin.

    El surgimiento de nuevas formas de populismo en Amrica Latina, es

    una respuesta a las grandes tensiones que provoca la intensificacin de losprocesos globalizadores, y es igualmente una reaccin a la profunda crisisen que se ha sumergido el socialismo desde 1989. Algunos analistas percibenque el viejo mundo se viene abajo, y creen encontrar en los movimientosimpulsados por grupos tnicos, minoras raciales o sexuales y ecologistas,las seales de nuevas alternativas que podran generar identidades y sub-

    jetividades que sustituyan los cnones destrozados del indigenismo y elmestizaje, del campesinismo y el obrerismo. Se habla de un activismo inte-

    lectual subalterno que podra tejer una estructura sentimental para usarel concepto de Raymond Williams capaz de sostener un crecimiento deideas, mitos, emociones y afectos basado en la recuperacin de antiguastradiciones encarnadas profundamente en las sociedades latinoamerica-nas, en las subjetividades que emanan del sufrimiento del pueblo y en elcarisma de los lderes populistas. Las nuevas subjetividades supuestamentedebilitaran la racionalidad moderna, que busca rupturas vanguardistas, yse negaran a superar las tradiciones: ms bien, en un impulso autntica-

    mente conservador, intentaran establecer nuevos vnculos con ellas, bajoel supuesto de que los grupos subalternos son depositarios de tradicionesreciclables en un proceso de emancipacin. Hay quienes ven en todo estouna insurgencia poltica y epistmica de movimientos indgenas que luchancontra la cultura occidental. A m me parecen ms bien los sntomas de queuna poca ha terminado y que estamos ante una nueva situacin que toda-va no hemos podido definir.

    La estudiante que nos plantea sus dilemas, nos interrumpe aqu paradecirnos que hemos vivido desde hace muchas dcadas sumergidos en una

    conciencia nacionalista desdichada que ha alimentado nuestras obsesionessobre un Tercer Mundo dependiente, atrasado, subdesarrollado, subalternoy poscolonial. La gente de su generacin no cree ya mucho en esos mitos.

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    Ciertamente, podemos contestarle, han surgido decenas de teoraspara explicar esta condicin trgica. Muchas de tales teoras llegaron a laconclusin de que solamente era posible escapar de la subordinacin colo-

    nial o poscolonial mediante un cambio revolucionario que condujese a laliberacin nacional. La experiencia poltica y cultural del necesario proce-so revolucionario, se fue decantando y ramificando debido a los grandescambios que se han producido en todo el mundo; cambios encarnados enlas figuras de Mahatma Gandhi y Mao Tse-tung, de Jomo Kenyata y PatriceLumumba, de Gamal Abdel Nasser y Ahmed Ben Bela, de Ho Chi Minhy Fidel Castro. Otras figuras, como Pol Pot, Idi Amin Dada, Kim Il Sung yMuammar al-Qaddafi, mostraron facetas mucho menos atractivas. Desdeluego, todo este inmenso proceso de liberacin y revolucin es muy comple-

    jo y contradictorio; es un conjunto donde la lucha por la igualdad coexistecon la represin ms cruel; los valores ms sofisticados y avanzados, con lasideas ms perversas, conservadoras y rudimentarias. Pero a pesar de su granheterogeneidad, este inmenso espacio poltico ha dejado en las tradicionesculturales de hoy una pesada y densa carga emocional que influye intensa-mente en las actitudes e inclinaciones de la cultura poltica latinoamericana.Podemos observar su influencia en la novela, en la msica, en la poesa,en la teologa, en el cine, en las ciencias sociales y en los hbitos polticos.

    Unos cuantos nombres permiten sealar la constelacin cultural a que merefiero: de Garca Mrquez a Mario Benedetti, de Atahualpa Yupanqui aMercedes Sosa, de Camilo Torres a Ernesto Cardenal, de Glauber Rocha aToms Gutirrez Alea, de Getulio Vargas a Lzaro Crdenas.

    Estos nombres, a la estudiante que nos lleva de la mano, le parecen deuna poca lejana; apenas sabe quines son algunos. No quiere discutir niregatear los mritos de estas personas, que seguramente son considerables,pero no forman parte de su mundo. Ciertamente, parece que este enjambre

    cultural, lleno de matices y paradojas, ha comenzado lentamente a disol-verse. Las transiciones a la democracia en Amrica Latina y la desapari-cin del bloque socialista, iniciaron un proceso de cambio imparable queerosion sin remedio los mitos nacionalistas tercermundistas. La cada delmuro de Berln y la expansin de la democracia, marcaron el inicio de unanueva poca en la que esos mitos han perdido eficacia y se han reducidoa focos emocionales con andamiajes ideolgicos anticuados, precarios oinexistentes. Se mantienen gracias al soporte de algunos gobiernos queintentan mantener vivo el fuego mtico revolucionario en Cuba, Bolivia,

    Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Aqu la estudiante, que es muy joven ytiene frescas en la memoria las lecturas de libros de aventuras, nos sealaque esos mitos parecen conservarse tambin en algunas islas flotantes aca-

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    dmicas que sobrevuelan los territorios latinoamericanos, como lo hicieronlos liliputienses que encontr el capitn Gulliver en su viaje imaginario aBalnibarbi. Pues s, hay que reconocerlo, y se sostienen tambin, evidente-

    mente, en las diversas corrientes polticas que impulsan a los movimientosy grupos populistas.La situacin misma de los pases que son una base poltica de los mitos

    de la subalternidad poscolonial, ha contribuido a erosionarlos. La pobrezaeconmica y poltica en que viven los cubanos, la corrupcin que atenazaa los nicaragenses, la crisis que paraliza a Venezuela, las tensiones quedesfiguran a Bolivia, y el panorama nebuloso de Ecuador, son hechos queno infunden esperanzas en una alternativa populista. Por el contrario, losdemonios del atraso parecen haber sido convocados en estos pases. Por

    otro lado, se puede decir que estn muy lejos de ser un paraso las regionesque se mantienen en la esfera capitalista y en las que no se buscan salidasanticapitalistas. Esto es cierto y evidente. Estas regiones, ya sean goberna-das por partidos socialdemcratas o por partidos de derecha, continanpracticando diversas formas de gestin del capitalismo, con todos los de-fectos y problemas que ello implica. Pero en ellas se est formando un tipode sociedad en la que domina cada vez ms claramente una clase media enexpansin, cercana a las lites empresariales. En pases como Argentina,

    Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Mxico y Uruguay, est surgiendouna sociedad cuyo perfil comienza a parecerse al de las sociedades desa-rrolladas. Es posible que no tardemos mucho en ver que algunos paseslatinoamericanos vivan en condiciones similares a las de los pases menosdesarrollados de Europa occidental, como Grecia o Portugal.

    El Tercer Mundo, como cultura poltica, se est extinguiendo y ya noqueda de l ms que un conjunto de ruinas ideolgicas. Desde luego, la mi-seria sigue acosando a la gente que vive en estas porciones del mundo, y la

    corrupcin o la violencia tardarn mucho en desaparecer. Pero ya no pue-den ser englobadas en un solo paquete poltico. La desaparicin casi totaldel Segundo Mundo el socialismo ya auguraba, hace dos decenios, quela configuracin poltica del globo cambiara profundamente. Ese SegundoMundo se ha esfumado, pero no han desaparecido los mecanismos autori-tarios, represivos y corrompidos que los caracterizaron. En el postsocialis-mo ruso, o en el socialismo de mercado chino, podemos reconocer todavalas lacras del antiguo rgimen. Lo mismo ha ocurrido en el Tercer Mundo,aunque el proceso ha sido mucho ms lento. Sin embargo, ya han apareci-

    do las primeras seales espectaculares de que se ha producido un cambioenormemente significativo. Las rebeliones en los pases musulmanes delnorte de frica y del Cercano Oriente, son signos de que esas regiones ya

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    no viven tan sometidas a la lgica tercermundista y nacionalista. De hecho,las rebeliones combaten frontalmente las dictaduras que emanaron del pro-ceso de descolonizacin. Contra lo previsto por las grandes potencias que

    prohijaron los ms atrasados y autoritarios sistemas polticos, ha maduradouna sociedad moderna que, lejos ya de la sumisin al fanatismo religioso,busca con fuerza una alternativa democrtica. Esta nueva sociedad buscams una salida como la de Turqua que una opcin como la de Irn. Es muysintomtico el comienzo del proceso. No se inici con la detonacin de unabomba oculta en la ropa de un suicida fantico, pero el detonante s fue unsuicidio, el de un joven vendedor de frutas en Tnez que, despus de serhumillado, se prendi fuego para protestar. Y su protesta ocasion la cadade las dictaduras en su pas y en el vecino Egipto, e impuls movimientos de

    rebelin en Libia y en otros pases rabes. En cierto sentido, la ola de cambioen el mundo rabe es similar a la oleada de transiciones democrticas enla Amrica Latina de los aos ochenta del siglo pasado. La democracia enAmrica Latina lleg por la derecha. En la plaza Tahrir de El Cairo, nadiequem banderas de Estados Unidos o de las potencias europeas. Los jvenesque protestaban se comunicaron gracias a redes sociales cibernticas, me-diante sus telfonos celulares o por internet. Una gran parte de la clase mediay de los sectores populares, se moviliz en una lucha por la modernizacin

    y para defender su dignidad ante gobiernos represivos y antidemocrticos.Los cambios en el mundo rabe se han iniciado gracias a las convulsionesde una sociedad que quiere ser moderna, y no por las sacudidas de movi-mientos populistas globalifbicos o de fundamentalistas fanticos, aunqueestos ltimos estn tratando de aprovecharse de la confusin.

    Aqu terminar mis reflexiones, antes de que la estudiante que he usa-do como gua se impaciente. Algunos de los que hayan ledo la triloga denovelas policiacasMilennium, de Stieg Larsson, pensarn que he puesto

    como modelo de alumna a una especie de Lisbeth Salander de la sociologa.Desde luego, no pretendo que los estudiantes de ciencias sociales sean todoscomo Lisbeth, rijosos, rebeldes y ligeramente autistas, aunque s ingenio-sos y creativos. Si la mayora de los estudiantes siguiesen este modelo, laacademia estara en serias dificultades, obviamente. Lo que he pretendido,adems de aprovechar el camino para expresar algunas ideas personales,es sealar que instituciones acadmicas como la Flacso se han convertidoen espacios abiertos donde la tolerancia y la flexibilidad estimulan la plu-ralidad intelectual, en beneficio de todos. Bienvenidos!

    Recibido el 10 de septiembre de 2012Aceptado el 10 de octubre de 2012

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