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, ROGER CHARTIER [ED.] ¿OUE ES
UN TEXTO?
Los ensayos que componen este volumen son transcripciones revisadas del Encuentro con Roger Chartier celebrado en el Círculo de Bellas Artes el ~~ de noviembre de ~005 que contó con la colaboración del Vicerrectorado de Cultura. Deporte y Política Social y el Decanato de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y CEDRO.
¿Qué es un texto?
RoGER CHARTIER
FERNANDO BouZA
PEDRO M. CÁTEDRA
ÁNTONIO RoDRÍGUEZ DE lAS HE:RAS
CíRCULO DE BELLAS ARTES
Presidente JuAN MrGIJH HERNÁNDEZ LEóN
Director JuAN BARJA
Á ~$
'·""'"""""'"""'"""
~
CEDrO -=-"'"'""...,.
Rese!'iados todos los derechos. No está perm1tido reproducir, aliiL1cenar en sis· temas de recuperación de la informar.ióu ni transmitir ninguna parte de esta publicación. cualquiera que sea el medio empleado --electrómco, mecámco. fotocopia. grabación. etc.-. sin el permiso prcv10 de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual
Are a de EdiCIÓn y Produccionrs
AudiOvisuales del CBA
Dist'iio de colección
Eswmo JoAQUÍN GAu.~co
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DJN IMFRESORF.~ S. L.
©CíRCULO DE BtLU.S ARTES. 2DDÓ
Alcalá. 42. 28014 Madnd
TdHono 9!:1 6os 4oo v,w.,.. .ri rrulobcllasartes.com
© Rocr.R CHARTHR. FuNANDO BuuZA.
PEDRO M. CÁTEDRA Y ANTONIO
RouRÍGllf:z DE lAS IIEI\AS. 2006
Dcp. Legal: M<h49':f-20o6 ISB/\: 1:\4-86418-7.~-9
¿Qué es un texto?
RoGER CHARTIER
FERNANDo BauZA
PEDRO M. CÁTEDRA
ANTONIO RoDRÍGuEz DE LAS HERAS
SOBRE EL TRASFUNDO REAL DEL TEJITO (LITEBARIO)
Pedro M. Cátedra
El punto de llegada de las consideraciones que van a ser aquí
expuestas es un libro que todo el mundo conoce sin duda,
incluso hasta en sus más mínimos detalles, gracias a que
últimamente se ha hablado mucho de éL de cuyo nombre
quién sabe si, a estas alturas del2005. algunos no querrán ni
siquiera acordarse.
En primer lugar quiero abordar una perspectiva de los lecto
res del QuLjote respecto al canon de la literatura española
vigente en 16os. año aproximado en el que un extranjero
anónimo y de habla alemana redactaba una Relación de las
calidades de los españoles, en la que, a propósito de la litera
tura de estos. escribe:
Pocos autores buenos se hallan en romance. y aquellos son
de nuestros tiempos. Los que se tienen por los mejores son:
70 PEDRO M. CÁTEDRA
fray Luis de Granada y fray Luis de León, la santa madre
Teresa de Jesús y Antonio Pérez. Poetas, historiadores y
oradores tienen pocos de fama: Garcillasso de la Vega entre
los poetas, el Zurita entre los historiadores de romance creo
que tienen el primer lugar. Ay muchíssimos sermonarios y
libros de devoción y son estos tantos que por algunas fuer
tes razones el Santo Officio ha tratado muy de veras de qui
tarlos y aun se sospecha que, al cabo, lo ha de hazer. Libros
de cavallería y de entretenimiento ay muchíssimos y los
más dellos impertinentes, aunque ay algunos muy lindos o,
a lo menos, bien re~ibidos y son: La Celestina, Lazarillo de
Tormes, Primera parte del Pícaro y D. Quixote de la Mancha.
Esto indica, en primer lugar, que no hay que esperar siglos
para la fijación del canon de la literatura española. y que lo
más admirable es que el Quijote se halle ya en un.a lista en la
que no falta ninguno de los primeros espadas de la literatura
de los Siglos de Oro. Ni en el siglo XVIII, ni en plena revisión
del canon durante el romanticismo, parece que se aportara
mucho a lo que es el gusto de un lector como este desconocido
extranjero. No es extraño, porque muchos de los cánones lite
rarios e incluso sociopolíticos sobre el papel, emergentes en
los siglos XVI y XVII, suelen estar realizados por extranjeros,
como no pocas corografías locales y nacionales. Además nues
tro alemán construía su panorama de las calidades de los espa
ñoles sobre el terreno, consultando incluso documentos al
alcance de su mano en bibliotecas, y. por supuesto, husmean
do en las librerías, a las que acudió no sólo con la intención
SOBRE El.. TRASFONDO REAl.. DEl.. TEXTO II..ITERARIO) 71
de compilar una biblioteca, sino también, como otro Don
Quijote, para enterarse de qué eral o que se leía y, con la mis
ma pizca de distancia, emitir un juicio sobre literatura que
encierra la paradoja de la sincronía y de la profecía, si así pue
de decirse. Nuestro corógrafo alemán no hace historia de la
literatura, sino que echa mano de una información comercial
y nos elabora, al parecer, la primera lista de los libros más
vendidos desde el punto de vista exclusivo de los lectores, de
todos los lectores, y no desde macroplanteamientos biblio
gráficos con fuentes tipobibliográficas. de historia de las
bibliotecas o de testimonios autobiográficos de usos del libro,
todas ellas referencias propias de la historiografía que ha
contribuido a re fundar Roger Chartier.
Además, el común denominador de los libros que consagra
nuestro lector en su estrategia objetiva, al menos en el caso de
los más antiguos, es el de una elaboración literaria clara de la
realidad y, fundamentalmente, de los temas dominantes y de
las preocupaciones de sus destinatarios, alquitarados por la
vía de la parodia, de la ironía y hasta de la sátira. Quizá detrás
de estas palabras se reconozca el intento de resucitar por mi
parte una defensa del sentido litera~. que consagró el maestro
de hispanistas franceses Marcel Bataillon, perspectiva que
me parece insoslayable, si nos situamos en el horizonte de los
lectores, aunque el sentido literal sea sólo un plinto donde
descansar en el salto de la libertad de la lectura y de su juego
hermenéutico. En alguna medida, se puede decir que los
españoles de t6os seleccionan para su ocio libros que entre-
72 PEORO M, CÁTEDRA
tienen si son leídos o descodificados a partir de sus propios
referentes reales.
En segundo lugar quisiera dar un salto hacia atrás y situarme.
primero. entre •555 y •s6o. probable fecha en la que un
canónigo aragonés de la catedral de Santa María de Amberes
escribe un Tratado de cómo se tienen de leerlas santas Escritu
ras, en realidad, una epístola destinada a sus paisanos espa
ñoles en forma de exhortación a la lectura de la Biblia en
lengua vulgar y de su difusión entre todas las clases sociales
y <<géneros>>, que entra de pleno en la polémica sobre la cir
culación en romance de la sagrada Escritura, formando
cuerpo con quienes mantienen una posición favorable y sin
fisuras, es decir. Valdés, Vives o Furió Ceriol. y con los más
moderados. como algunos padres conciliares de Trento,
Bartolomé de Carranza y Cipriano de la Huerga. Cuando
escribe a sus paisanos de la localidad zaragozana de Nonas
pe, Bartolomé Turlán se sitúa en la línea y nómina del buen
pastor literario, como Alfonso de Valdés en el Diálogo de Mer
curio y Carón, pero también en la línea del obispo ideal de
raigambre erasmiana estudiado por Tellechea, como Díaz
de Luco o el mismo Carranza, quienes, entre otras cosas, se
preocupan no sólo de las lecturas de sus súbditos, sino tam
bién de proporcionarles algunas para sustituir otras. Acen
tuarían, así, el proceso de aculturación tipogTáfica imparable
y un cambio de las relaciones de una parte proporcional
mente importante de la población con el texto. en beneficio
del impreso.
SOBRE EL TRASFONDO REAL DEL TEXTO ILIT'ERARIO) 73
Turlán, a costa de recomendar la Escritura, intenta extirpar
de la cabeza de sus destinatarios la manía de leer otros libros.
He aquí algunas de sus afirmaciones:
No se pueden acomparar ny estimar los bienes y riquezas
que nos traben las santas Escrituras, las quales no para mal
syno antes para bien son al mundo dadas y concedidas de
Dios. No usemos nosotros mal dellas. porque, sy es lícito ha
un apotecario, ha un drapero. ha un sastre, ha un calcetero,
ha un r;apatero. ha un barbero. ha un carpentero, ha un
herrero, ha un molinero tener en sus casas y en sus botigas
unAmad:is, un Esplandtán, que no son syno malos conseje
ros en la casa, ¿quánto, pues, sería más lícita y más honesta
y provechosa cosa tener la sagrada Escritura, en la qua!
marido y muger, hijos y hijas, criados y criadas, domingos y
fiestas, se puedan exen;itar y ocupar, y no perder el tiempo
vanamente y passarle ociosamente, como muchos hazen.
leyendo en sus casas y en sus botigas semejantes libros en
tales días, como dicho tengo'?.
Añade luego,
Dios eterno, ¿;y qué ay en aquellos nuevos libros que en tan
ta manera arrebaten y transformen, como un Metamorphó
seos, en s'} los ánimos de aquellos que los leen y oyen'?
Cierto en ellos no aliarán syno cosas tales que en todo y por
todo gasten y corrompan y pierdan los ánimos de los man
cebos que los leen y oyen. porque los enqienden y enflaman
74 PEDRO M. CATEDRA
de una. vana gloria mundana y de una superbia, que leyendo
y oyendo cont;iben, que les mueve y altera como sy ya ellos
mesmos se viessen y se allassen en los actos y hechos y
hazañas que leen y oyen. Lo qual no es todo que un viento,
del qual días y noches se apacientan que totalmente los
hecha a perder.
Continua:
¡Quánto, pues, es meyor apa¡;:entar el ánimo de manjar que
nodresca y dé salud al alma que de sueños que nunca fue
ron~ hazer un fundamento de piedras vivas y electas y esco
gidas, que son las santas Escrituras, que de viento y de
humo, que muchas vezes en tanto molestan y fatigan, que
hechan ha hombre de su casa!
Dejaremos por un momento de lado esa caracterización de
los libros caballerescos como <<sueftos>>, como <<viento>> y «:humo>>, prestando también atención a la desgastada ima
gen de la Biblia como manjar que da <<salud al alma>> y sin
perder de vista la profética consecuencia de la lectura de estos
libros (<<que hechan ha hombre de su casa>>), para regresar a
nuestro viajero alemán y superponer el panorama que nos
ofrece sobre el que para sus tiempos hubiera querido Turlán:
es evidente que la «impertinencia>> que, en 16os. reconocía
aquel en la mayoría de estos libros no había sido del mismo
cariz en los años sesenta del siglo anterior, cuando, más bien,
parece que a los libros de caballería se les reconoce más que
SOBRE EL TRASFONDO REAL DEL TEXTO (LITERARIO) 7 5
impertinencia lúdica, una notable «fuerza reproductiva>>, si
interpreto bien el término de Chartier; una fuerza reproduc
tiva que transfonna a los lectores y que tenía que ser inoculada
nada menos que con el conjuro más transformador, la pala
bra de Dios, la Sagrada Escritura. Como hemos visto, el trata
do escrito por Turlán estaba dirigido a «todo el pueblo>> de
Nonaspe, de donde procedía la familia de su autor. La impor
tancia que se reconocía a los libros caballerescos es tanta que.
en realidad, parece que fuera la única alternativa de las Sagra
das Escrituras, al menos es la única lectura profana citada y
que se encuentra en una situación de rivalidad con la Biblia.
La representación de todas las clases de la villa, fundamental
mente las artesanales y las dedicadas al comercio, ocupadas
como abejas en la lectura en el ambiente familiar y el del tra
bajo, en lo privado y lo colectivo, de libros de caballeria -y no
de otro tipo de ficción, de otro género- sería, por un lado,
harto significativa de una realidad de aculturación tipográfi
ca en zonas periféricas de implante rural. Deja cortas algunas
referencias a la lectura generalizada en voz alta y privada de
los siglos XVI y XVII, como, por ejemplo, las que Cervantes
incluye en el Quijote, entre otras señaladas por Margit Frenk o
Fernando Bouza. Más bien, la descripción de Turlán debía ser
ritualizada y nos remite, por un lado, a los modelos de gene
ralización familiar -entendiendo famiha también en el sen
tido profesional- que abonó la propaganda bíblica de la
Reforma; y, por el otro, a los modelos alarmistas cultivados en
la tradición del bihlioclasmo y el miedo a los efectos negativos
de la imprenta, cuyo modelo español más acabado es el
76 PEDRO M. CÁTEDRA
memorial del Vizconde de la Corzana, Contra las librerías del
pueblo, que ha dado a conocer Fernando Bauza. He ahi lo
interesante del asunto: para Turlán el único fenómeno de lec
tura equiparable a la generalización familiar de la Sagrada
Escritura es el de la lectura de las obras de caballería. El único
género que. en alguna medida, da la réplica a la Biblia en el
siglo XVI por su capacidad transformadora es la ficción caba
lleresca. En fin, esta balanza en la que contrapesan las dos
lecturas es como la balanza absoluta del juicio particular, en la
que basculan las buenas y las malas obras, en nuestro caso las
lecturas buenas y las malas, las divinas y las demoníacas.
En tercer lugar, es en esos mismos años sesenta cuando el
hidalgo de aldea Alonso Quijano despierta a la caballería.
El repertorio caballeresco de su biblioteca remonta también
a esos años; y no resulta extraño que Cervantes recree hasta en
sus más mínimos detalles esa «fuerza>> de la literatura caballe
resca volviendo loco a Don Quijote, por un lado.y. por el otro,
poniendo en su boca casi las mismas palabras de Turlán. Hay
que recordar su despertar a la cordura poco antes de morir:
Yo tengo ya juicio libre y claro, sin la sombras caliginosas de
la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y conti
nua leyenda de los detestables libros de las caball~rías. Ya
conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino
que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja
tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otros que
sean luz del alma.
SOBRE EL TRASFONDO REAL DEL TEXTO (LITERARIO) 77
Es evidente que Turlán habla de libros como «sueftos», los
caballerescos, y libros que son <<salud del alma>>, demasiada
coincidencia como para no entrever un parentesco y como
para no decidir que esos libros que son <<luz del alma>> y que
Don Quijote no ha leído son, en efecto, las lecturas espiritua
les que Francisco Rico o Roger Chartier han propuesto, pero
también la Biblia. Lejos de mí suscitar la cuestión, a estas
alturas, de una faceta heterodoxa de Cervantes, pero ahí que
da la que, a mi modo de ver, es una segura asociación que se
habría de dar en un ambiente compartido y preocupado por el
problema de los libros profanos, especialmente los de ficción
y, más concretamente,los de caballerías.
Estas aprensiones de Turlán y la demonización de los libros
de caballería se intensificará hasta llegar al espaldarazo inter
nacional de la línea más extrema de tolerancia cero que
representa la Bibliotheca universalis del jesuita Possevino
(1593), de la que se aprecian ecos en las palabras que Cervan
tes pone en boca de su héroe. Era este uno más de aquellos a
los que esos libros demoníacos transformaban, libros que
<<hechan ha hombre de su casa>>, que decía Turlán. Es posi
ble, sí. que este -desde su palco privilegiado de los tercios
de Flandes- se refiera al papel de la lectura caballeresca en
la creación de un horizonte de expectativas de la juventud de
mediados del siglo XVI.
Pero la misma fuerza transformadora de la lectura de la caba
Ueria de papeL se me antoja que, incluso, es inherente y bene-
78 PEDRO M. CÁTEDRA
ficia determinados sueños que son más caballerescos que, en
general, militares. Un cuadro de la edición de novela caballe
resca en el siglo XVI nos mostraría cómo en torno a los años
I$70-1575 se alcanza el tercer punto culminante en la pro
ducción. Antes, fue en torno a I5~s-Is3o y a 1540-I55o cuan
do se publican más libros. constituyendo el acmé este último
decenio. No son esas fechas ajenas a determinados sueños
caballerescos e. incluso, a grandes <<pulsiones escatológi
cas>>, por utilizar el término de Alphandéry para referirse a
los hombres de la cruzada. ¿Qué puede ocurrir en los años
setenta del siglo XVI, en plena juventud y mayoría de edad de
un tipo de hidalgo como Alonso Quijano y de su creador?
¿Cuáles son las razones por las que el primero se gasta el
patrimonio en una verdadera biblioteca. tan completa y
exhaustiva que parece que hubiera sido creada para la consul
ta? ¿Hemos de considerar sólo las palabras de Turlán y de
otros censores de la ficción caballeresca como una pura exa
geración de reverendos directores espirituales, tan estirados
e insoportables como el que asiste en la corte del Duque y que
ofendía a Don Quijote llamándolo <<Don Tonto>>?
Si invocamos de nuevo la realidad. el trasfondo real que da
soporte al argumento aquí tratado, es posible que en los mis
mos años en los que se publican tantos libros de caballerías, y
en los que es razonable pensar que formó su biblioteca Don
Quijote. se abriera un portillo legal para cierto ascenso social
por la vía de la <<función>> o de la práctica caballerescas.
SOBRE EL. TRASFONDO REAL. DEL. TEXTO IL.1TERAR10) 79
Hacia 1572, se ensayó desde la Corona un peculiar modo de
reactivación o de resurrección de la milicia ciudadana, que
había decaído progresivamente a lo largo del siglo XVI. Es cier
to, como ha señalado Franco Cardini, que el resurgir de las
milicias ciudadanas en el siglo XVI es más bien la <<illusione
d'un risorgere>>. Pero en línea con determinadas necesidades
militares reales, Felipe li en varias ocasiones arrostró una
nueva reforma de los llamados caballeros de cuantía, de alar
de, de premia o de guerra. Los cabalLeros cuantiosos, como los
define Covarrubias, eran los que tenían obligación de susten
tar caballo y armas si alcanzaban un tope de hacienda deter
minado por la ley. Formaban una milicia en las ciudades,
sobre todo de frontera, que remontaba, de uno u otro modo. a
los modelos de las milicias populares de la Edad Media. Se
estructuraban fundamentalmente por medio de la integración
por escrito en una agrupación ciudadana y los caracterizaba la
posesión de unos medios económicos tasados, con la posibi
lidad de mantener uno o más caballos de guerra, con sus
armas correspondientes para servir al Rey, a cambio, natural
mente, de unos privilegios. No era necesario pertenecer de
antemano a la nobleza, pero a lo largo del tiempo algunas
de estas agrupaciones habían devenido oligarquías ennoble
cidas y excluyentes en algunas ciudades del reino de Castilla
desde la Edad Media. La lectura de las leyes de la Nueva recopi
lación demuestra no sólo el proceso de crecimiento de la clase
caballeresca de cuantía desde la primera mitad del siglo xv,
sino también la necesidad de regular el propio acceso de esta
a la nobleza. Esta institución, que cada vez cumplía menos sus
80 PEDRO M. CÁ TE ORA
cometidos, parecía abocada a la desaparición, hecho que se
consuma. ciertamente, durante el reinado de Felipe III. En
16oo, se condicionará la pertenencia a la caballería de cuan
tía: se debía disponer de una renta de dos mil ducados, siete
veces la cantidad necesaria en tiempos de los Reyes Católicos;
y. en 1619, se suprime la caballería de cuantiosos de Andalucía y de la frontera. Pero en tiempos de Felipe 11. sin embargo.
hubo varios intentos de reconstituir la caballería de cuantía
por razones militares de defensa interior. Dos pragmáticas o
leyes de 156~ y 1563 establecen la necesidad de actualizar esa
institución de pequefí.a nobleza ciudadana que formaba un
cuerpo de ejército más o menos estable en las villas y que
había tenido tanta importancia durante las guerras contra los
musulmanes en el curso de la Baja Edad Media en Andalucía.
Además de redefinir el tipo de caballeros cuantiosos, aumentar
las cantidades mínimas de rentas necesarias para ser uno de
ellos y perfilar los privilegios propios de la pequeña nobleza,
estas pragmáticas insisten en las meras obligaciones <<milita
res>> de los mismos. la de poseer armas, caballo para la guerra
y hacer dos alardes públicos a lo largo del ailo. Pero, además,
se preocupa por una estructuración moderna de estas milicias
en forma de cuerpos disponibles de ejército bajo el mando de
personas aptas, preferiblemente con experiencia militar, y
que mantengan activos a los caballeros de cuantía. Las ciuda
des habrán de atender a las necesidades de armamento,
reforzar la inspección de los caballos para que estén siempre
útiles y mantener al día el registro de caballeros de cuantía.
SOBRE El TRASFONDO REAl DEL TEXTO CLITERARIOI 81
Es evidente que Felipe Il. ante las necesidades objetivas de
defensa, intentará reactivar esta caballería, modernizándola,
y esa es la razón por la que desmonta su modelo feudal anti
guo, de acuerdo con el que habían funcionado durante reina
dos anteriores y que había favorecido su decadencia y su
conversión en oligarquías; con ello tiende a la burocratiza
ción del fenómeno y se fortalece el control de la monarquía
por encima de los regimientos ciudadanos. En cierto modo,
se trataba de hacer viable este tipo de ejército interior, con el
mantenimiento de ciertos privilegios. pero con la exigencia. a
cambio, de una relativa profesionalidad, que, en algunas ciu
dades y por parte de particulares que habían intervenido en
acciones militares en el interior de la Península, suscitó la
reclamación de un sueldo.
Diez años después, en 157~. estas leyes quizá no habían surti
do el efecto deseado. y es por ello por lo que Felipe II hubo de
arrostrar una remodelación de la caballería ciudadana impli
cando ya no sólo a los cuantiosos, sino también a toda la
nobleza. lo que trazó unas fronteras muy dudosas entre unos
y otros, y lo·que, desde mi punto de vista, conlleva, entre otras
cosas, una reactivación en pleno siglo XVI de la caballería
medieval o, para nuestros efectos, de la fábula caballeresca,
como la llama Rodríguez Velasco.
Que el asunto era realmente importante es algo que queda
demostrado por el procedimiento que se utilizó. No se pro
mulgó una nueva pragmática, sino que se dirigió una cédula a
82 PEDRO M. CÁTEDRA
cada una de las ciudades de Castilla en la que se pusieron de
manifiesto las razones de la nueva iniciativa y los medios para
ponerla en marcha. El diseño del marco, en primer lugar, se
establece en términos caballerescos recordando la abundan
cia en Castilla de «gran nobleza y número de cavalleros, cuyo
proprio ofil;io, ministerio y ocupa~ión, cunpliendo con la
obliga¡;ión de su estado y con lo que a sí mismos deben, era el
huso y exerc;ú;io de las armas y el estar muy dispuestos y
aparejados para las ocasiones de nuestro servi<;io y de la cau
sa pública>>. Después se señala que, a pesar de que <<en los
tienpos antiguos acostunbraron a estar muy en horden de
cavallos y armas e muy husadas y exen;itados en los actos militares>>, la situación era ahora bien diversa, pues que
<<parte con la paz y oc;:io de tantos años, que á causado en esto
de las armas descuido, parte por ocupac;:iones e ynpedimen
tos mucha parte de la dicha nobleza y cavalleros estavan des
armados y sin cavallos y con muy poco huso y exerc;:ic;:io de las
armas y actos militares». Para evitar esa situación ordena
que en las <;ibdades. villas e lugares destos rreinos los cava
lleras y onbres pren<;ipales de calidad fundasen e ynstitu
yesen entre sí alguna cofradía, conpafiía o borden deuso de
la adbocac;:ión de algún santo con tales hordenanzas, condi
<;iones y capítulos que por bellos entre otras cosas se hor
denasen fiestas en algunos días señalados de justas,
torneos, juegos de cañas y otros exer<;i<;ios militares. y que
en los mismos lugares ansí mismo de público se hordena
sen las dichas fiestas y rrego<;ijos, ayudando con lo que se
SOBRE EL TRASFONDO REAL DEL TEXTO (LITERARIO) 83
pudiese y fuese justo para las dichas fiestas y que los nues
tros corregidores y justü:;ias y cavalleros prinqipales tuvie
ren cargo de lo mover, procurar y poner en borden. Y que
de todo se nos ynviase rrelaqión, ansí presente como para
adelante en cada un año.
Aunque tanto las leyes de reforma de la caballería de cuantía
como esta nueva cédula ha de ser entendida también dentro
del protocolo moderno del control monárquico de la <<ville
dominante et soumise», que ha reconstruido Roger Chartier,
pienso, sin embargo, que en ese momento la recuperación de
algunos aspectos del modelo medieval de organización de la
caballería es plenamente intencionada. Fuera del marco tra
dicional que se invoca al principio, frente a la modernizadora
burocratización y control de los ayuntamientos de las ciuda
des que implicaban las leyes para los caballeros de cuantía, la
estructura de estos nuevos grupos ha de coincidir con la de las
viejas cofmdías de caballeros, bajo la advocación de un santo,
en las que estaban ejerciendo su control las oligarquías nobi
liarias en villas y ciudades importantes. La manifestación
caballeresca no va a ser sólo el alarde, la inspección de armas
y caballos, junto con el registro público de caballeros, sino
que va a descansar, primordialmente, sobre determinados
actos de representación propios de la antigua liturgia caballe
resca, las justas, torneos, juegos de cañas y otros ejercicios
militares, que, por ende, van a recobrar un viejo papel que se
encontraba en proceso de pérdida.
84 PEORO M. CÁTEDRA
En principio, Felipe 11 podría estar intentando dar una nueva
vida alas cofradías de caballeros que, en su origen, fueron de
cuantía y que habían llegado a formalizar una oligarquía
poderosa en las ciudades, pero fosilizada y muy inactiva,
como los guisados de caballo de Cuenca,los caballeros de San
tiago de Burgos y de otras ciudades importantes de Castilla.
Es posible que el Rey tuviera también en cuenta la mayor vita
lidad de cofradías de ámbito aragonés, como las de san Jorge
de Zaragoza, de Barcelona y hasta, incluso. Mallorca y Valen
cia. Sin embargo, aunque no se expresa de forma explícita, la
propuesta no sólo complementa las leyes de 1562: y 1563 para
los cuantiosos, sino que viene a solaparlas, porque se dirige
no sólo a aquellas ciudades en las que radicaban cofradías
caballerescas, sino también a las villas o lugares. como el de la
Mancha donde habitaba Alonso Quijano, en los que, aunque
radicaran hidalgos caballeros de cuantía que dependían de las
cabezas de partido más cercanas, no habia, sin embargo,
cofradía autónoma alguna de caballeros.
Las ciudades andaluzas se oponen, a causa de los intereses de
una oligarquía perfectamente organizada. que percibe. y así lo
declara, un indeseado cambio de la estructura social, pues las
nuevas normas facilitaban el ascenso a la condición de caba
lleras de quienes no lo eran, como los hidalgos. Pero otras
villas en donde hay menos control aristocrático y más deseos
de cambio o, incluso, presión por parte de los no caballeros,
como Alcaraz, en la Mancha, o Alfara, cerca de Aragón, se
adhieren con entusiasmo. La respuesta de la última es alta-
SOBRE El TRASFONDO REAL DEL TEXTO (LITERARIO) 8 5
mente ritual: al hablar de la cofradía, afirman haber tomado
todas las iniciativas para la renovación, creando una que
denominan incluso orden y a la que piensan llamar nada
menos que CabaUería de jesucristo, como los primeros tem
plarios; sugieren que el superior, al que denominan prior,
como en el ámbito eclesiástico de las órdenes militares, y no
prioste o prevoste como en las cofradías comunes, tenga nada
menos que las mismas atribuciones y representación que el
regidor de la villa.
Un portillo se abría a hidalgos o a caballeros de palabra para
una homologación en la pequeña nobleza. Podrían soñar y
esperar un ascenso social inopinado. También podria, en el
caso de llamarse Alonso Quijano, y andando los años, sufrir
en sus carnes y en sus ambiciones de hidalgo, o compañero
de «caballeros cuantiosos>>, condición a la que ni siquiera
podría aspirar con sus mermadas rentas, el fracaso de las
esperanzas que suscitaran las disposiciones de Felipe II.
Briznas de esa realidad sobreviven quizá aún en el Quijote,
entre la sonrisa de Cervantes y el recuerdo de sus lectores. En
el capítulO" 2 de la parte segunda, Sancho no duda en resumir
la opinión de los compatriotas del hidalgo; mientras que unos
lo tienen <<por grandísimo loco>>, otros se molestan por el
extraño ensayo de Alonso de meterse a caballero. La posibili
dad de interpretar así una caballería de otrora, la imposible,
la individualista, la voluntariosa, la literaria de Don Quijote
de la Mancha, da relieve histórico a las facciones y a los sue
ños de un .Alonso Quijano: literatura y realidad.