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Ruido Visual

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LA CONTAMINACIÓN VISUAL, PRODUCE (DES) INFORMACIÓN

El fenómeno

Los paceños tenemos una manera peculiar de orientar el sentido de las calles como

“arriba” y “abajo”, esto se debe a que la ciudad presenta una superficie tan irregular que

algunos barrios parecen descender por las paredes de los cerros o treparlas, según la

perspectiva; así que no es raro que los paceños que viven en la ciudad de El Alto hablen de

“La Hoyada” cuando se refieren al centro urbano de La Paz. Pero esto no es todo lo que

podemos decir de la ciudad y de los paceños. Así sucedió un día en que una compañera y

yo “bajábamos” por la calle 20 de octubre, cuando vimos a una señora de pollera que

“subía” por la misma acera. Mientras conversábamos nos movimos hacia la izquierda –casi

junto a los muros de las casas- con la intención de dar espacio a la señora para que siga su

camino sin tropezarse ni chocarse con nadie. Cual no sería nuestra sorpresa cuando ella

se dirigió justamente hacia el pequeño espacio entre nosotros y la pared para pasar, como

si no hubiésemos hecho el intento de abrir camino para ella dándole libertad de

movimiento.

Con extrañeza estuvimos de pronto observando que en general las personas, cuando

caminan, buscan las orillas donde el espacio suele no estar mejor distribuido: entre

transeúntes y la pared o bien el medio entre personas. Los choferes de minibuses, trufis,

autos particulares, suelen invadir carriles en vez de respetar la asignación de dirección, es

decir, si existen dos carriles –uno de ida y otro de vuelta- como corresponde, ése debería

ser el trayecto pero invaden el carril contrario para “adelantar” a los demás “aprovechando

que ningún vehículo está a la vista”. No es que buscan rapidez, o quizás sea el “motivo

principal”, pues ostentan en la mayoría de los casos un sorprendente irrespeto por las

señales de tránsito Y ocasionando las famosas “trancaderas”. Cabe preguntarse si llegar

más pronto que rápido a destino es lo normal o simplemente es un reflejo cultural del cómo

“ser” paceño.

Y nos preguntamos si este hecho tiene que ver realmente con la cultura o con la falta de

educación vial. De modo que decidimos indagar y la sorpresa fue algo mayor cuando

descubrimos que en general reina un caos que poco tiene que ver con “las horas pico” o

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con los trabajos que se están realizando actualmente en la ciudad. Vimos que la publicidad

ocupa dos espacios: uno físico que se ve, en gran parte, en la estructura urbana y otro

subjetivo que se ve al interior de la publicidad (entendemos por publicidad los anuncios en

carteles, volantes, gigantografías, etc.), los vendedores ambulantes se colocan en cualquier

vereda –atestándola con sus

mercancías- por la que transitan

a diario miles de personas.

Expandimos nuestra observación

hacia la prensa y a la televisión

para ver si este fenómeno de

llenar cada espacio posible se

cumplía.

Efectivamente, lo hace.

Una de las características del mundo moderno es la cantidad de opciones -en forma de

anuncios- que acechan a los individuos: consumidores en potencia. Las grandes

empresas siempre están buscando crear necesidades para que los sujetos busquen

satisfacer estas –como un círculo vicioso- necesidades creadas. La trampa está en que en

esta etapa, cuando se crean “urgencias”, al mismo tiempo se modela al sujeto ideal de una

sociedad que se mueve en torno a convenciones o reglas “normales” pre-establecidas: las

reglas de las que hablamos son aquéllas que dictan formas de comportamiento. Tanto

cuanto más el individuo está sujeto a estos reglamentos, su personalidad se torna

inestable, desordenada. Esta puede ser una razón que explicaría en cierto modo este

comportamiento que se expresa en la manera de hacer publicidad, de caminar por la calle

o bien tanto de informar como de recibir la información.

Siguiendo esta línea de pensamiento podemos deducir que lo que hoy se entiende por

“pos-modernidad” es que una sociedad está conformada por individuos saturados de

información tanto publicitaria como noticiosa (prensa, radio y t.v.) que sigue modelando su

cuasi-personalidad; con la diferencia que el sujeto comienza a escuchar “voces” que le

indican siempre lo que debe hacer o pensar. Por ejemplo: una hija adolescente exige a su

padre un celular última generación –imposible de pagar- porque cree que es una

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necesidad, pero que en realidad es estar a la moda, “en onda” junto con sus amig@s. La

esposa pide un auto a disposición porque debe satisfacer las necesidades de la familia, y

el padre precisa mantener un estándar de vida considerado “normal”.

La escisión entre lo que se puede hacer y lo que se debe hacer genera un conflicto en

las personas al punto de que éstas ya no comprenden, ni disciernen prioridades. Esto se

refleja, de algún modo, en la manera de distribuir este tipo de información con la que los

ciudadanos viven y configuran su rutina diaria. ¿En

qué medida el ciudadano paceño contamina su

ambiente visual para generar o producir la

información que le diga cuál es el próximo paso a

dar (comprar)?, ¿Todo –pero todo- lo que necesita

se encuentra a disposición, a un precio razonable?,

¿Los informativos apelan realmente al criterio del

ciudadano o muestran las noticias según orden de

escándalo, sin edición, sin mayor investigación?

Sobre este tema Gabriel López (Director de Diseño

Gráfico en el Instituto Atenea) responde: “el horario

del informativo es cuando hay mayor audiencia, de

alto rating y por lo tanto vender espacios para

comerciales a estas horas genera un fuerte ingreso,

hablando económicamente. Pero eso quiere decir

también que los comerciales interrumpen la

secuencia noticiosa. Esto hace que el espectador se

bloquee mentalmente porque lo que ve es una

distribución indiscriminada o improvisación de

imágenes”.

Las sinrazones del espacio

Por lo que se ha visto el espacio libre entendido como llano o sencillo, está considerado

como un “desperdicio” entonces hay que buscar la forma de “llenarlo” con lo que sea. Si

vemos este fenómeno desde el punto de vista publicitario, como consecuencia en un

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mundo moderno es que el espacio “vacío” no genera ganancias. Se conoce el precio de

un espacio libre pero no el valor, por esta razón existe esa urgencia de llenarlo todo.

Seguimos charlando con el diseñador gráfico Gabriel López sobre la utilización espacial en

publicidad, y él nos dice que en realidad la tendencia de llenar todo espacio blanco es la

expresión de “miedo al vacío”; además considera este fenómeno como cultural.

López continúa “Hemos aprendido a

manejar el diseño según nuestro propio

concepto de mundo, podemos decir que es

nacional, propio. Por ejemplo: en la

infraestructura de la ciudad de El Alto es

donde hay más mezcla de estilos

arquitectónicos como el gótico, el barroco, el

medieval, el románico incluyendo lo andino.

Sin ir lejos, la iglesia de San Francisco tiene

elementos andinos, góticos y barrocos. El

comercio informal abunda por toda la ciudad

porque la gente necesita hablarse unos con

otros, pertenecemos a una cultura oral. La

publicidad no solamente intenta vender es

también ostentación, prestigio social, es

visto como un grito para que ese sujeto

compre; uno crea su propia burbuja para no

sentirse aturdido. Nos dedicamos muy poco

a ver, a leer, a decodificar. El diseño gráfico

plantea soluciones o debería hacerlo. La creatividad busca la manera de solucionar

problemas en el mundo abstracto y caótico, pero lo que logra es una ensalada visual

porque además usa mucho el recorte y la improvisación”.

Si el miedo es el que ocasiona que el espacio sea rellenado, completado, entonces

podemos deducir que el ambiente visual tiende a aglutinarse difuminando fronteras: entre

lo que realmente se necesita, lo que podría considerarse sólo como una posesión banal, y

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aquello absurdo. Por tanto el ciudadano paceño se mueve dentro de algo confuso porque

sus necesidades creadas varían de acuerdo a lo “novedoso”, lo “de última generación”

(celulares, ropa, televisión, los anuncios clasificados en los diarios, etc.). No discierne

entre lo objetivo y lo subjetivo.

Lo que se considera objetivo tiene más bien que ver con el sentido de uso. La utilidad

es también una característica del mundo moderno y pos moderno. El uso de un artefacto,

el uso de ropa, el uso del dinero, el uso de medios de comunicación para informar de

cuanto ocurre alrededor o en el mundo. Lo subjetivo se relaciona usualmente con los

sentimientos, con las sensaciones: las prendas que están de moda, los artefactos de

última generación, las noticias que afectan a la vida diaria de los ciudadanos como ser

promulgación de leyes, corrupción en la administración pública, etc. Cuando afirmamos

que el individuo ya no discierne entre estos dos conceptos, decimos que la utilidad

depende de lo que está en boga –a través de la publicidad-, o que las noticias sobre

corrupción –por ejemplo- se centran en que se cometió el acto delictivo por que la persona

tenía necesidades insatisfechas que le llevaron a una situación insostenible; en otras

palabras se apela a la compasión del público en general o al rechazo provocando su

indignación.

Consecuentemente se genera un desorden, un caos.

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Es comprensible entonces que la distribución de la publicidad en carteles pegados en

los muros, los postes, los pasacalles, los volantes, las gigantografías evidencien un

desesperado esfuerzo por generar en el ciudadano esa sensación urgente por

completarse y rellenarse para sentirse seguro. Extendiendo este hecho hacia la

información noticiosa de la televisión, puede observarse que el recuadro de la pantalla

está dividido y subdivido; el ojo lucha por distinguir algo concreto entre las imágenes, pues

cada una trata de atraer la atención indiscriminadamente: la imagen de un locut@r, las

imágenes en trasfondo del video que se ocupa de la parte visual u otras escenas sin

relación a la noticia; la franja por donde desfilan palabras -con información complementaria

en el mejor de los casos- o frecuentemente dando otro tipo de noticias. A esto hay que

sumar que hay noticieros como el del canal 2 que presentan colores distintivos: el color

rojo de Unitel “evoca sensaciones adversas y generalmente agresivas” acota López.

El asunto es que –como en la radio- se cree que nada debe quedar quieto ni en

silencio; obviamente sin vacíos, blancos, libres.

La visión caótica productora de modelos

Hay muchos estudiosos como Roland Barthes o Julia Kristeva que dan importancia al

lenguaje visual. Se creía antes que el lenguaje sola y exclusivamente correspondía a la

lingüística pero resulta que no es así, pues todo implica comunicación. Barthes dice que la

imagen consta de dos elementos: el mensaje denotado y el connotado. El texto funge

como complemento de la imagen en los casos que son necesarios. Denotar quiere decir

que un mensaje se configura de tal manera que todos comprenden lo que quiere decir –en

primera instancia-. Y connotar es que, además del mensaje primario, hay otros

significados que se despliegan a partir del primero. Es algo así como una metáfora que “da

a entender” otras cosas más, que se pueden asociar con otras y varias ideas. Eso es una

imagen.

Julia Kristeva dice que la semiótica (todo es señal de algo, todo es signo, todo es

comunicación) es una formalización, una producción de modelos. Todo mensaje por

simple que sea -icónico, lingüístico, gestual- es un relato en potencia: decir por ejemplo

que “El día está frío hoy” presupone un cambio de temperatura, es decir que de caluroso

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ha pasado a ser frío; por lo tanto expresa una trasformación y ésta es la esencia del relato.

Los relatos expresan de alguna manera el devenir de la acción social.

Es decir que la composición de imagen es en realidad un relato que quiere decir algo

concreto pero que también se puede entender de otras muchas formas. En este sentido se

podría decir que ciertas imágenes –así como ciertas metáforas- resultan conocidas y de tal

manera que nadie, ninguno de los receptores, pondría en duda. Por ejemplo, una paloma

blanca con las alas extendidas significa Paz. La imagen entonces recurre a estos aspectos

pre-concebidos para que a partir de ellos se pueda transformar los mensajes; los avisos

publicitarios que se consideran como los más audaces son sólo la transposición de

antiguas figuras retóricas ya codificadas. Como se comprenderá, las imágenes

publicitarias apuntan a que el individuo ejecute otro tipo de combinaciones entre lo que ve,

su supuesta necesidad y la infinita lista de opciones que se le presentan para satisfacer

esta necesidad ficticia.

Lo mismo podríamos decir de los noticieros y artículos informativos de la prensa: si bien

existe una noticia (la parte denotativa) la manera de difundirla (la parte connotativa) es lo

que produce confusión entre los ciudadanos. Es decir, inundar de posibles “verdades” (el

despliegue de todo lo que se puede dar a entender) un espacio donde ambos, el emisor y

el receptor se mueven, se convierte en el lugar donde los significados están atestados

indiscriminadamente.

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Para ilustrar estas aseveraciones se ha realizado un sondeo entre personas cuyas

edades oscilan entre 20 y 40 años respecto a los medios de comunicación, y el efecto

informativo que de ellos perciben. Varios de los participantes respondieron que no creen

en los informativos porque son “amarillistas”, otros respondieron que no les gustan los

informativos porque no dan noticias veraces. Sin embargo comparan la manera en que la

noticia ha sido difundida por diferentes medios de comunicación. Cada uno plantea que

uno u otro medio es conocido por ser serio en sus investigaciones. Esto sucede más o

menos porque la manera de difusión de determinada noticia corresponde a su modo de

pensar, al molde al que se adapta mejor. Es muy significativo el hecho que existan

“versiones” de una misma noticia porque unos medios tienen la noticia completa, otros

incompleta y otros, simple y llanamente llegan a especular acerca de lo que pudo haber

sucedido bajo la premisa de emitir una opinión. Claro que estamos refiriéndonos a esto

desde la perspectiva de los encuestados.

Regresando al tema del ruido visual es interesante observar que mientras uno camina

por la ciudad se detectan huellas, pruebas del caos: los transeúntes cruzan las calles

corriendo “aprovechando” que no circulan vehículos o están en embotellamiento. Las

calles o avenidas que están clausuradas, porque se realizan trabajos municipales, se

convierten en parqueos idóneos. Las cebras pintadas no causan ningún efecto si no hay

jóvenes disfrazados de cebras indicando a gritos que hay “¡cebra!” –valga la redundancia-.

Los pequeños comerciantes, aquellos

conocidos como vendedores “informales”

desparraman en las aceras sus productos

en cualquier época del año. Especialmente

en la temporada navideña o “Alasitas”

concentrando grandes muchedumbres. La

ciudad cambia su aspecto por el de un

gran mercado.

Esto recuerda mucho al refrán que dice que si el lugar donde uno vive se encuentra

desordenado, es porque la mente se encuentra también en desorden. El caos es la

expresión cultural que se ha ido forjando como expresión del ruido visual que se ve a

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diario en la ciudad de La Paz. Hemos considerado al caos como una expresión subjetiva

-que no es consciente- de un desorden o falta de capacidad de discernimiento de la

información que se recibe. El público se halla a merced del desconcierto, al grado que no

le interesa el origen o meta final de una intención informativa.

Sintomáticamente el ciudadano paceño extiende esta anarquía a su rutina diaria y se

expresa en el ruido visual. Tanto vendedores como compradores entran en el juego del

intercambio inconsciente de “adicto y proveedor” aún si el intermediario no es un cartel

publicitario. Las imágenes “divertidas” de publicidad –en la televisión o en el cine o revistas

y prensa en general- para la adquisición de alguna novedad, ejercen como “sugerencias

obligatorias” sutiles cuyo mensaje podría entenderse así: “es divertido comunicarse con

los amig@s con un fantástico blackberry que tiene muchísimas funciones incluyendo

acceso a internet y XXX (cualquier empresa proveedora) te lo facilita con los planes más

bajos del mercado”.

El clímax del acostumbrado caos

Agobiadas por haber asumido la anarquía diaria como un estado permanente en la

ciudad, entramos a un restaurante equipado con dos televisores pantalla plana de 29

pulgadas para ver las últimas noticias. El ciudadano paceño acumula en un sólo

recipiente, al momento de servir la comida, varios acompañamientos de modo que el

“plato” está con un poco de todo:

arroz, papa, tunta, carne, chuño,

lechuga, tomate y quién sabe qué

más. “Es costumbre servirse así”,

dice López, “si no se termina de

comer todo ese plato la gente se

siente ofendida”. Estuvimos

comiendo entre bocinas y gente

gritando al punto que no pudimos

entender nada de nuestros apuntes y

resultados del sondeo realizado para

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este artículo. Así que terminamos rápido y seguimos buscando gente para preguntarles

acerca del meollo caótico citadino: La Pérez Velasco.

A la pregunta de cómo uno se siente en la Pérez Velasco muchos respondieron “Me

quiero ir”, “tengo que terminar mis compras”. La mayoría de las personas se sienten en un

espacio donde no pueden determinar qué es lo que quieren o qué es lo que deben hacer,

pero tienen la sensación de que deben huir del lugar. Del mismo modo no pueden

establecer una línea de lectura de un periódico –como La Prensa- a pesar de que éste

pueda estar organizado en secciones, supuestamente para facilitar al lector la búsqueda

de la información de su interés. Es decir, el pensamiento del ciudadano paceño se

encuentra disperso porque si bien cree que busca específicamente algo que le interesa,

en realidad está pasando las hojas y leyendo distraídamente los titulares: no se concentra

excepto en aquello que le llama la atención y que tiene que ver con algo que parece

“trapitos al sol”. Curiosamente, López hizo un comentario interesante relacionado al

diagramado de un periódico paceño: “La Razón ha contratado diagramadores colombianos

para cambiar y reestructurar la maquetación (es un sinónimo de diseño) del mismo. Han

cambiado hasta el tipo de letra y el color”.

Retornando a esta sensación de “querer huir” que expresaron algunos encuestados,

Gustavo Saavedra (residente en Canadá, especializado en ecología urbana) opina que

“hay un concepto de Lugar y No lugar en urbanismo que es muy interesante e importante,

el Lugar es el espacio humano que se genera y permite el intercambio entre las personas,

así como lo era el atrio del monoblock de la Universidad Mayor de San Andrés años atrás.

La destrucción y sustitución del Lugar por el No lugar hace que nadie se sienta que

pertenece a la ciudad. Así que la cultura oral entra en un estado crítico porque estos

Lugares van desapareciendo. Aún que existan sitios como los locales para bailar o

escuchar música, se trata de otro ámbito que no es necesariamente de diversión sino más

bien de esparcimiento. Cuando algunos dicen que sienten deseos de marcharse, que

quieren huir de la Pérez Velasco es justamente porque sienten esa ausencia de Lugar. El

No lugar es el espacio que no te permite hacer eso, y La Paz es una ciudad de No

Lugares. Normalmente las plazas de barrio eran los Lugares por excelencia.”

De algún modo la expectativa por los trabajos que se realizan en la ciudad de la Paz,

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nos dejó con sabor amargo al darnos cuenta que parte de este problema de ruido visual,

de dispersión, desorientación y desorden tiene que ver también con la destrucción de

espacios donde la gente podría compartir.

Saavedra comenta acerca de las

posibilidades de construcción de otros

espacios para no perder o más bien para

mantener los pocos Lugares –si es que

todavía queda alguno- que pueden ser

salvados “hace tiempo yo tenía un proyecto

para Llojeta, y propuse a la Alcaldía crear un

espacio paceño y lúdico. No destruir los

cerros porque querían llenarlos de canchas

deportivas, multicanchas o algo así, y decía

que lo especial de esos espacios era las

formaciones geológicas y que habría que

habilitarlos para que la gente los utilice como

circuitos cerrados y hacer cultura. Crear

centros culturales y lúdicos; que generarían

además circuitos económicos”

Creemos que el ruido visual no deja muchas opciones al sujeto paceño. La pérdida

paulatina de Lugares, la afluencia de publicidad, los noticieros que tratan de imponerse

entre sí hacen que el ciudadano se convierta en un ser pasivo, sin iniciativa porque está

apurado por “vivir”. Tiene miedo de tener días libres a pesar que los añora. El trabajo

diario, las actividades, el estar ocupado y el atiborrarse de cosas se han convertido en la

premisa de una vida ideal.