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NOVENO CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS AMBIENTALES Y DEL TERRITORIO
COCHABAMBA, BOLIVIA, 2014
LA GUERRA DEL CONOCIMIENTO EN LA TRANSICIÓN CIVILIZATORIA
Dr. Guillermo Torres Carral1 y Dr. José Alfredo Castellanos Suárez2
RESUMEN
Esta ponencia aborda la crítica de las líneas estratégicas educativas
hegemónicas fincadas enla educación para el desarrollo sustentable, la
transdisciplina y la “Sociedad del Conocimiento”.
Esta última, está más allá de la sociedad de la información pero ambas son un
obstáculopara acceder a una sociedad de la comunicación.
El cambio civilizatorio tiene una ancla en el cambio de mentalidad y en el acceso a
una ciencia no sólo con conciencia sino a la verdadera ciencia.
La guerra ambiental que vive el mundo no puede ignorar que la clave está en la
guerra del conocimiento. Esta es la única forma de ganar la guerra ambiental y la
direccionalidad del cambio neocivilizatorio, el cual está fincado en los principios de
compatibilidad; además de que implican que la economía y la política dependen
también de la filosofía; en este caso de la filosofía ambiental. Ésta implica la
guerra al lekicon del neoliberalismo ydel pensamiento único, y reconocer que la
guerra contra la naturaleza debe pararse.
I. INTRODUCCIÓN
1 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected]
2 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected]
El mundo se encuentra ante una aguda crisis de civilización, señalada por el
previsible final de la autodenominada “civilización occidental”,3 y expresada en su
desmoronamiento económico y moral (acelerado por el calentamiento global), así
como en la decadencia de los valores que le dieron origen (libertad, igualdad,
propiedad); sin embargo, también se atestigua la presencia de múltiples procesos
que expresan que, no necesariamente, la solución a dicha crisis se enmarca
interior de esta misma civilización (de la muerte); la cual se sostiene en el dominio
de “todas las cosas” (Kant, Hegel y Marx).
Así pues, la transición civilizatoria implica entonces comprender que esta realidad
se caracteriza por una verdadera guerra ambiental. Esto es, una guerra que se
presenta en todos los niveles de la sociedad y dentro de un proceso singular
histórico-natural como el actual; y que está compuesta por guerras más pequeñas.
Su lógica se halla en la disputa entre la vida y la muerte. Aquélla es una guerra
decisiva, porque sintetiza y potencia todas las otras guerras que se desenvuelven
en los órdenes menores.
Por lo tanto, este tema no es una simple cuestión relativa a los ecosistemas
naturales, ya que incorpora las otras dimensiones ambientales, donde sobresale el
ambiente de guerra (o de la paz); dependiendo de la guerra de que se trate, y que
tiene que ver principalmente con los aspectos psicológicos.
Mientras tanto, las explicaciones teóricas que en el pasado anunciaban un
irreversible triunfo sobre las fuerzas de la naturaleza y la emergencia de una
economía orientada hacia la incesante acumulación capitalista, finalmente no han
conducido más que a una catástrofe mundial convirtiendo al sistema económico
en uno cuyo sino es la autodestrucción. Y en donde las fuerzas productivas se han
convertido en fuerzas de la destrucción (Marx y Engels, 1972).
En estas circunstancias, aparecen ineludiblemente cambios profundos en la
estructura y organización de la sociedad moderna, agobiada especialmente por el
cambio climático global; el cual se explica por los procesos de depredación y de
3Spengler se refirió a ello como “la decadencia de Occidente” (1972).
destrucción socioambiental en el mundo (tanto de la naturaleza humana como no
humana), y que no podrá corregirse atacando sus rasgos más perjudiciales,
ignorando los fundamentos humano-naturales del ismo; todo lo que exige
radicales cambios en la estructura material y mental de la sociedad
contemporánea.
Tales cambios pueden ser hacia su superación positiva (que quiere decir eliminar
la base depredadora en términos eco-sociales) marcada por la evoluciónbio-psico-
socio-cultural, la cual no excluye la revolución; y a la vez, por la amenazante
presencia de la contrarrevolución que, en la práctica, exhibe el conflicto entre
desarrollo y evolución (el cual se convierte en el binomio de
destrucción/involución-extinción).
La realidad es que se camina por una inevitable cuanto no deseada bifurcación
(Laszlo, 2008). Ésta ofrece dos direcciones fundamentales: reforzar el camino de
la civilización en marchao bien avanzar hacia una decidida ruptura con ella. En el
primer caso, se sigue inmerso en el modelo depredador, el cual se caracteriza por
la extracción desmedida de recursos naturales dejando exangües las fuentes de
éstos y saturando los sumideros de carbono; y sin las de medidas de reciprocidad
y compensación, aplicadas por los seres humanos para el manejo, rescate y
convivencia con los mismos (así como del requerido apoyo para este fin) (ver
figura).
En el segundo caso, se atisba la aparición de modelos alternativos (en sentido
positivo o negativo); es decir, si reproducen el estado de cosas actual (llevando a
cabo transformaciones marginales) o si en cambio se sitúan en el marco de
procesos de deconstrucción, reconstrucción y recreación de nuevas relaciones
sociales, ancladas en nuevas formas de pensamiento, las cuales están guiadas
por las emergentes demandas socioambientalestranscivilizatorias, las cuales
rebasan a las globalizadoras (eminentemente económicas). Aquéllas se guían por
los valores universales que tienen su eje en la lucha antibélica y por la paz; así
como por reconvertir el armamentismo en bienestar eco-social, lo que presupone
acuerdos mundiales, regionales y locales para detener los factores críticos de las
guerras; sin ellos, la paz no sería duradera ni justa y menos digna.
Lo anterior implica recordar que, históricamente, no fue suficiente la mera realidad
de la ganancia económica (real o ficticia) como sistema sino que ella está
engarzada en la idea de la libertad (jurídica); la igualdad ficticia entre contrarios y
en la de la ganancia, que proviene de hacer jurídicamente iguales a los
económicamente desiguales, como una costumbre popular que es indispensable
para aceitar la maquinaria de explotación capitalista. Esto puede entenderse mejor
con la presencia de la llamada ética protestante del capitalismo (Weber, Marx) sin
la cual no podría existir la modernidad.
De ahí que la meta sea en este momento invertir la ecuación del “recibir para dar”
(como es el caso del salario que paga una vez que el trabajador ha producido el
valor equivalente a dicho salario), por la inversa: “dar para recibir” (aumentar el
bienestar como condición de la ganancia). La tendencia tendrá que ser la
eliminación de la ganancia primero, y después la de la plusvalía, que es el origen
de la pobreza socioambiental. No queda pues de otra que “dar donde falta y tomar
donde abunda” (Lao Tsé, 1982).
II. LAS GUERRAS EN LA HISTORIA
“Pero la historia es la más cruel de las diosas y conduce su carro triunfal sobre
montañas de cadáveres, no sólo en la guerra sino también en tiempos de
desarrollo económico “pacífico” (Engels, 1980:100).
Con toda certeza, puede afirmarse que la guerra es un fenómeno universal;
siempre presente en todas las épocas y regiones del mundo. Sólo que ahora se
presenta con un carácter global y bajo una realidad definida como guerra
permanente, en donde resultan ser menos importantes los factores
extraeconómicos que caracterizaron a las guerras en el pasado.
Un elemento fundamental en este análisis, es caracterizar las causas profundas
del conflicto armado o no armado: “La guerra es anterior a la paz” (Marx, 1974), lo
cual quiere decir que la evolución sociocultural de la especie no es ni idílica ni
lineal. Y expresa en cambio las graves paradojas y contradicciones que son
inherentes al fenómeno humano (Tehilard de Chardin, en Lepp, 1968:85).
Por ello, es necesario tomar en cuenta los siguientes factores a fin de comprender
el papel de la guerra en la historia. Éstos tienen que ver con el hecho de quela
evolución dela especie humana está abrazada por tres fuerzas que tensan y
destensan los procesos del desenvolvimiento de las sociedades:
1. Lo primero a tomar en cuenta, es que todos los hombres y razas son
iguales en tanto forman parte de la cadena humana de la vida. Esto
significa que, fuera de cualquiera otra consideración, las diferencias
individuales, de grupos y sistemas, son irrelevantes frente a la unicidad que
evocan (especismo).
2. En seguida aparecen procesos de diferenciación (biológicos y
socioculturales) que posibilitan que surja un asociacionismo dependiendo
de las afinidades y no afinidades entre los grupos humanos (los “buenos”
son “malos” y viceversa), presentes en este proceso evolutivo. Mientras que
en el proceso involutivo, prevalecen diversos elementos que incitan a la
polarización y a la falta de acuerdos. Aquí, desde luego, están presentes un
sinnúmero deaspectos, desde los raciales hasta los religiosos.
3. En tercer lugar, es necesario considerar el principio de socialidad en el cual
las diferencias se modulan, llevando a la consolidar la guerra o bien a
preparar el camino para la paz. Aquí entra el aspecto empático traducido
en el diálogo (Rifkin, 2010), como forma esencial para lograr la evolución
biológico-cultural. La paz aparece entonces no como una paz impuesta sino
como una paz verdadera y duradera; resultado de la victoria (o bien
impuesta, resultado de la derrota). No puede ignorarse en este punto la
presencia de la química neurolingüística expresada en el movimiento de los
conceptos, que no están separados de la realidad social y se manifiestan
mediante la interacción química cerebral entre las neuronas empáticas
(Rifkin, 2010) y las refractivas. La habilidad de los procesos dialógicos
consiste en transformar las refractivas por las empáticas; lo que tiene que
ver con la distinción entre conceptos que dividen (competencia) o bien que
convocan a unir (cooperación) a los individuos; esto es, conceptos de fisión
o de fusión
Pueden agregarse otros elementos cuya presencia es ineludible en el curso de
las causas y/o de los efectos que traen consigo las guerras:
A. Elmiedo, el cual es un aspecto que interviene en ambos casos y tiende
llevar al conflicto a complejas e intrincadas irracionalidades. La guerra
entonces resulta ser un conflicto que trasciende sus límites, por lo cual las
diferencias entre los grupos humanos estallan en eventos violentos e
incontrolables para las dos partes que están presentes en la conflagración
bélica. Hay que agregar que el miedo también es un fenómeno
ambivalente, puesto que no sólo se refiere al miedo que se causa en los
enemigos, sino del miedo que está presente en el mismo invasor (y que
invade su mente).
B. La lucha por la disputa de los recursos de toda índole: alimento, materiales,
bosques, tierras, agua, fuerza de trabajo, etcétera. Esta se explica por el
incremento de la población y el surgimiento de nuevas necesidades humanas.
C. El diálogo interrumpido (o bien ininterrumpido), lo que se traduce en flujos
de comunicación que permitan establecer distintas formas de cooperación o de
ruptura.
Esto tiene que ver con la ecología de la mente (Bateson en Tyrtania, 1997) que
se rige bajo el principio de la información, es decir mediante la entropía
negativa (tercera ley de la termodinámica; la cuarta sería la comunicación),
considerado como un momento de autocorrección de los procesos humano-
sociales (lo que tiene que ver con las preocupaciones o evidencias populares).
Como consecuencia de esta discusión, es necesario distinguir entre las
guerras contra otros grupos humanos o por el apoderamiento de recursos, de
aquéllas que conducen a una cohesión al interior de un territorio o de un país y,
entre los grupos que los conforman (como la guerra civil en Estados Unidos), lo
cual va forjando a la comunidad humana, ahora en el plano planetario.
Se llega con lo anterior al resultado de que en la medida en que prevalezca la
unidad y la cooperación entre los distintos grupos que conforman la especie
(Callicot, 1997), la evolución delos seres humanos avanza (ayuda mutua, le
llamaba Kropotkin) y a la inversa: la ruptura del diálogo conduce a la
involución.
En la medida en que la guerra permanece, se fragmenta dicha unidad, lo que
ha llevado a gigantescos genocidios a lo largo de la historia(La conquista de
México, nazis, gringos, rusos, turcos, chinos, japoneses, etc.). Éstos tienen dos
fuentes primordiales: los intereses económicos y la pasión e ignorancia que
les son concomitantes.
Una premisa fundamental en este terreno del debate, es que la guerra en
cuanto tal, no existe en la naturaleza (pero sí la competencia y cooperación),
ya que se trata de un conflicto al margen de los ciclos de los elementos de
aquélla, y que están en la base de todas las actividades humanas; se trata de
un “fenómeno demasiado humano” (Nietzsche, 1990).
Lo anterior conduce inevitablemente a la tesis hobbseana de “la guerra de
todos contra todos”. Y si bien esto es una expresión liberal del racionalismo
filosófico, hay que admitir que la guerra es consustancial a la naturaleza
humana, como se advirtió en el principio de diferenciación-oposición señalado
arriba.
Lo afirmado es más que cierto en el contexto de una sociedad que se basa en
la subsunción de la naturaleza al capital (Marx, 1985), tanto como en la falta de
propiedad de los medios de producción de parte de los trabajadores manuales
e intelectuales, quienes son la base real del progreso material y tecnológico del
sistema capitalista en el mundo.
Lo anterior queda de manifiesto en la conocida expresión de que “la guerra es
la prolongación de la política por otros medios” (Clausevitz; 1972). Empero y
contextualizándolo en la sociedad del presente, puede afirmarse lo contrario:
“La política es la prolongación de la guerra” que es lo que en la práctica rige.
Esto bajo las condiciones de la reproducción de un sistema mundial que
requiere de la extrema (sobre)producción armamentista para mantener su
economía (lo que exige realizar el excedente de armamentos en nuevos
escenarios bélicos) y su estatus en el concierto internacional de las naciones;
más aún cuando de lo que se trata es de mantener o sustentar la hegemonía
del imperio; de ahí la realidad anti-utópica del discurso de la sustentabilidad y/o
del desarrollo sustentable, ya que lo que se pretende sostener en el fondo es la
economía de guerra y las redes en que se ramifica ésta.
III. GUERRA CONTRA LA NATURALEZA
“Las calamidades que vive el mundo no son más que el resultado de la
pretensión del dominio humano sobre la naturaleza” (Pensamiento Hindú)
La guerra contra la naturaleza es una guerra entre los hombres. Es producto
de la incapacidad de dialogar y ponerse de acuerdo, para así actuar en
concordancia con los principios de una ética universal. Es obvio que las dos
partes del conflicto aun sin proponérselo destruyen a la naturaleza sean,
guerrilleros, militares o paramilitares, “buenos o malos”.
Es una guerra no declarada como tal pero embozada en leyes, políticas y
prácticas económicas y de comportamiento social, que hacen irrelevante una
declaración formal. Pero el simple hecho de que un país considere, en aras de
su soberanía”, dilapidar o destruir sus propios recursos da cuenta de cómo el
derecho cambia de carácter al negar o afirmar ciertos (o todos) los Derechos
de la Naturaleza (de la Pachamama). Finalmente, hay que advertir que los
derechos humanos son una parte de los derechos de la naturaleza por lo que
no pueden contravenirse, sino más bien ser compatibles.
Ambos bandos, ganen o pierdan, contribuyen a ésta lógica, la cual como
guerra declarada o consumada, sólo se presenta cuando el ser humano puede
influir decididamente en los ciclos de los componentes naturales del sistema
terráqueo (Castro Herrera, 2002); y que ello se revierte sobre él a la larga.
Se habla recurrentemente de una crisis ambiental, y cada vez hay más
consenso de que esta crisis ambiental no es lo mismo que una crisis ecológica;
es una crisis de convivencia, es una crisis de la naturaleza humana, por lo que
desde este punto de vista el ambiente social es el que determina al natural, ya
que éste es producto de las actividades humanas; mientras desde el otro
ángulo, prevalece la determinación contraria porque todos estamos dentro de
la biosfera. Pero: ¿Aqué se debe esta aparente paradoja?, al hecho de que el
hombre puede llegar a dominar en cierta forma el ecosistema pero depende de
él. En una co-evolución que está determinada en lo absoluto por la evolución
geológica de la Tierra.
Pero se confunde propiedad jurídica con apropiación; el hombre limita su
derecho humano a la propiedad de los medios de producción, más no de la
naturaleza y sus elementos. Aunque se vendiera la tierra entera a una mega
empresa capitalista, el dominio de sus leyes jamás podrá alcanzarse (sólo un
determinado control); aunque desde luego ello no impide en convertirse en
dueño jurídica, y realmente hablando; esta propiedad real (económica, derecho
de aprovechamiento) también es convencional y está limitada por factores
naturales, y culturales; así como por el sentido común.
En la relación objeto-sujeto, el dominio se limita a los medios de producción, lo
que es una aspiración válida, pero no es posible ni conveniente que fuese
dueño real (mediante la apropiación), no sólo jurídico de la Tierra (debido al
concepto de preservación y de conservación; éste último dinámico); lo que ha
traído consigo y trae perturbaciones irreversibles.
De ahí deriva el modelo depredador, el cual conduce por su propia dinámica a
la guerra aludida en tanto que más allá del camino de la depredación, está la
extinción; y es ahí donde la guerra alcanza su nivel más álgido: la guerra
contra las plantas y animales a través de la biotecnología, cargada de
perversión mercantil a fin de vender los dones de la naturaleza.
Pero desde el momento en que entran al mercado dichos dones, la ley de la
oferta y la demanda se encarga de ponerlos en riesgo, como bienes naturales,
y esta eliminación del otro es parte esencial de la guerra.
Dos factores hay que destacar en este punto:
I. Imponer la voluntad al contrario. Se entiende como el sometimiento de los
ecosistemas, especialmente en lo que concierne a afectar la evolución
deplantas y animales; produciendo especímenes dotados de características
que tienen importancia por la valoración económica que implican, pero que
afectan drásticamente a la trama de la vida; como el promover el
monocultivo privando de resistencia a miles de especies; las emisiones de
gases atmosféricos; los procesos de deforestación extensiva e intensiva;
acidificación de los océanos; depredación de la alimentación,
especialmente de los sectores de la población con menores ingresos; los
procesos de desertificación, etcétera.
II. O bien, eliminar al contrario: lo que tiene que ver con los recursos naturales
no renovables (y los renovables que se emplean), incluyendo el ser humano
mismo. El extractivismo (minería, petróleo, gas, hidroeléctricas) revela su
carácter más destructivo al saquear y contaminar territorios y el planeta entero.
Está riqueza no debe dilapidarse sino consumirse lo mínimo para que dure lo
máximo posible (éste es un principio básico de la economía política ecológica).
Aquí la función de mayor extracción debe sacrificarse al bienestar que es
mayor si se evita la contaminación que provoca la extracción, transformación y
transporte de materiales muchas veces peligrosos en extremo. Las próximas
generaciones serán privadas de este recurso incluso bajo sus formas
“sustentables”, como así se proclaman las empresas mineras (canadienses),
entre otras (Coca Cola, WalMart, etcétera).
Ejemplos de este punto son: la destrucción de la biodiversidad y el saqueo de
los mantos acuíferos y reservas profundas de agua dulce; la destrucción del
hábitat de las especies marinas y dulceacuícolas; la destrucción de la capa de
ozono; destacando la contaminación a todos los niveles.
Finalmente, la guerra contra la naturaleza es a la vez una guerra contra la
naturaleza humana, la cual se caracteriza por la empatía, el diálogo, el
consenso y la cooperación, para implantar la competencia como eje, en el
monólogo y en la imposición violenta del pensamiento (en otros casos
voluntariamente). El corolario es que esta guerra la está perdiendo el hombre;
la victoria del hombre implica reconocer el triunfo final de la naturaleza (“no se
puede contrariar…a la naturaleza”)
IV. LA GUERRA DE LA NATURALEZA
Así como las acciones humanas -básicamente con enfoque capitalocéntrico-
ponen en marcha todo un aparato destructivo frente a la naturaleza -tanto
exterior como interior-, la naturaleza actúa en consonancia. Se trata del Karma
que regresa al hombre, como producto de tales acciones dañinas.
De esa forma la guerra contra la naturaleza se revierte como una guerra de la
naturaleza contra el hombre. Se trata de una venganza de la naturaleza
(Lovelock, 2007; Engels, 1974). Un poco a la manera cómo la lucha de clases,
en tanto teoría y7 práctica política, se convierte en una lucha (y triunfo) de las
minorías contra las mayorías, y no como se considera habitualmente, en que la
lucha de clases siempre está a favor de las masas.
La guerra de la naturaleza (que también es una metáfora, como la del dominio
humano sobre la naturaleza) se expresa en una espiral de inundaciones,
sequías, actividad sísmica, alergias, enfermedades, epidemias, resistencia a
antibióticos, genocidio voluntario e involuntario; pero también en pobreza y
marginación social. El cambio climático es la respuesta más visible4 de esta
guerra.
V. LA GUERRA PERMANENTE Y LA ECONOMÍA DE GUERRA
La guerra se vuelve permanente, lo que requiere de una economía de guerra,
no sólo por la importancia del sector armamentista en el proceso de
reproducción social del capital, sino por la conexión de éste con todas sus
ramificaciones económicas y extraeconómicas, y cuyas funciones dependen
de:
1. La transmisión del cambio tecnológico; 2. Incrementos absoluto y relativo
del consumo improductivo (estado empresas y familias); y 3. Hacerlo de
manera tal que no conduzca a un aceleramiento de la caída de la tasa de
ganancia.
Esto se convierte en la base material y cultural de la guerra ambiental:
armamentismo tecnológico y sobreconsumo (gadgets etc.); ejes de la lucha
contra los movimientos sociales y base de la cultura de la violencia y de la 4 En los próximos 50 años la temperatura promedio en el planeta podría ascender a 3º centígrados
(Carpenter, 2000)
guerra a través de los ejércitos, la policía, guerrerillos, paramilitares,
autodefensas, narcos (etcétera).
VII. LA GUERRA DEL CONOCIMIENTO
Es la madre de todas las batallas. Esta guerra implica que un General equivale
a miles de soldados. Quién conoce el arte de la “no-acción” (SunTsú, 1990)
puede lograr ganar la guerra ganando la mente, considerado un campo de
batalla de las ideas (y causando el menor daño posible al enemigo).
En esta guerra, el conflicto decisivo es cumplir con el objetivo de pensar por
uno mismo o bien (por conveniencia) pensar como quieren los invasores
enemigos. En el terreno práctico, se trata hoy de ver el mundo con nuestros
propios ojos, estableciendo los modelos económicos y sociales ajustados a la
historia y a la realidad de los pueblos. Esto para la región significa conformar la
unidad latinoamericana como una condición y prerrequisito para librar esta
guerra del conocimiento (que no guerra para el conocimiento), ganada (hasta
ahora) persistentemente por los países del Norte.
Ésta es una guerra en dos sentidos A) Porque toda lucha bélica es una
escalada que culmina en la lucha armada, y que inicia confrontando dos
imaginarios distintos, donde cada quien a su manera lucha por la justicia (o
dinero u otras formas de poder económico y político). En ese imaginario cada
guerra busca el bien para quienes se va a someter y los sometidos vean el
sometimiento realizado como causa de alegría o bienestar; se trata de que
perdiendo sientan haber ganado; B) Robarle el conocimiento al enemigo; c)
Imponer las visiones del mundo, por lo que los invasores (o enemigos) se
presentan como salvadores, lo que previamente requiere demonizar al otro y
se logra mediante, la traición, chantaje e intimidación, etcétera.
Los diferentes campos de batalla se unifican bajo el espíritu de lucha y éste
implica una weltanschauung particular (concepción del mundo), como en la
Kulturkampft de Bismarck.
Quien gana en el campo de batalla es quien gana la guerra del conocimiento;
un dios superior se yergue sobre el inferior (ídolo pagano). Un lema superior
subsume a uno de menor jerarquía, el cual es absorbido por el superior.
La guerra por la vida es el eje actual de la guerra del conocimiento. La defensa
y expansión así como recuperación de los saberes locales y de la biodiversidad
es esencial para este fin.
La respuesta a la guerra permanente como motor del “progreso” deriva en una
guerra contra la guerra: las autodefensas son legítimas localmente. Pero ante
las circunstancias del momento, a la población sometida no le queda otra que
priorizar la no violencia, la cual cobra mayor fuerza con la guerra del
conocimiento, sobre todo ubicándonos en una realidad donde unos pocos son
aplastantemente superiores en su aparato y logística militares.
Todo ello revela que no estamos en una “sociedad del conocimiento”, como se
proclama, sino en el curso de un acelerado proceso de monopolización del
mismo a distintos niveles jerárquicos, que incluyen el control logístico de
Internet por el pentágono y el despojo del conocimiento propio, que en el mejor
de los casos, se vende al foráneo.
Destaca en este terreno el caso de la guerra alimentaria, en donde se roban
las variedades criollas para modificarlas genéticamente y se impone una
dependencia alimentaria como ariete de un puñado de mega empresas
agroalimentarias y agroindustriales de EUA y la UE a fin de controlar a los
pueblos “inferiores”.
En esta guerra, pensar por nosotros mismos, desde el Sur (De Souza), es la
clave, así como vencer al miedo a pensar por nosotros mismos, pero sobre
todo aplicar el control social de los recursos estratégicos de manera
consensuada y mediante la aplicación de nuevos códigos jurídicos. En nuestro
caso, y desde el Sur, esto significa contemplar la unión de Latinoamérica como
un presupuesto cognitivo para la liberación.
La guerra del conocimiento es una parte de la guerra por la liberación y por
rescatar nuestra verdad. En este tema entran las demandas transcivilizatorias:
la lucha por la paz como eje de todas las luchas y movimientos sociales
(alimentos, ambiente, derechos humanos, derechos de la naturaleza, derechos
de los pueblos indígenas, etc.).
El conocimiento se puede basar en mentiras, pero en la guerra del
conocimiento sólo la verdad triunfa. Imponer mi punto de vista y quitarte el yo,
es el propósito de los invasores.
Un aspecto fundamental es la lucha entre el libre albedrío y la libertad
(económica, política y social). El primero conecta a la persona con el cosmos y
actúa de acuerdo al dharma. La segunda es la imposición de un slogan que
aparece como una nueva necesidad para el individuo. Éste cree que decide
por sí mismo; no se da cuenta que actúa de acuerdo al “gran otro” (Zizek,
2010). Todo ello impide que el individuo sea realmente persona (más allá de
Hegel en su Filosofía del Derecho, 1971) y también que los pueblos vean el
mundo a partir de sus propios ojos.
En esta guerra lo decisivo es ser capaz de controlar la economía, así como su
dirección para que sea el hombre -los pueblos- quien controle las riendas del
caballo.
Lo anterior se traduce en entender que una ética de la liberación, supone la
iluminación de la verdad (que siempre es compartida), y el control de las
pasiones y animalismo en el ser humano, que se desboca con el impulso al
mandato:“consumir por consumir”, y su acompañante comprar por comprar.
Desde luego, aquí cabe la parábola del jinete: si no agarra con firmeza las
riendas del caballo, teniendo con claridad su destino, éste se desboca (De la
Rosa). El caballo es el capital, el jinete el ser humano.
VII. CONCLUSIÓN. LA GUERRA AMBIENTAL COMO GUERRA TOTAL
El ambiente constituye una red de redes tanto materiales como simbólicas, así
como de poder natural y humano. Estas son al mismo tiempo de arriba a abajo y/o de
abajo hacia arriba: de aquí emanan básicamente las opciones que se presentan en
esta guerra ambiental global, a partir de las características regionales y nacionales
(locales) particulares.
La guerra se empoltrona en esa red de dos maneras. En la primera
(depredación/extinción), implica continuar reforzando y dando soluciones
pasajeras a la crisis de civilización comandada por occidente. En la segunda, se
trata de que una nueva civilización comience con el buen trato como práctica del
hic et nunc deteniendo el colapso y abriendo nuevas rutas convivenciales (Illich,
1980).
Por tanto la guerra ambiental no se reduce al ámbito de la destrucción de los
ecosistemas5 y de la calidad de la atmósfera. En este sentido, así como puede
5“La más destructiva de las actividades del hombre que atenta contra el ambiente es la guerra. Por siglos, los
comandos militares han hecho del ambiente su blanco tratando de obtener cualquier posible ventaja sobre sus adversarios. En la Tercera Guerra Púnica, las legiones romanas salaron la tierra alrededor de Cartago para evitar que los cartagineses recobraran Roma; durante la Guerra Civil de EUA, el general Sherman llevó a cabo una terrible deforestación a lo largo y ancho del sur intentando dañar la moral de la Confederación; en la Primera Guerra Mundial, los británicos incendiaron los campos petroleros de Rumania: en la Segunda Guerra Mundial, Alemania y la Unión Soviética emplearon tácticas de “arrásalo todo para que no lo aproveche el enemigo”; en la Guerra de Corea, los estados unidos bombardearon las presas coreanas; y la Guerra de Vietnam mostró los crecientes efectos devastadores sobre el ambiente de la moderna tecnología militar dejando un saldo de ecosistemas enteros destrozados, al tiempo que la Guerra del Golfo mostró el más concentrado esfuerzo por destruir el medio ambiente del enemigo” (Austin y Bruch, 2000). Sobra decir que los anteriores son sólo algunos ejemplos a los que Hay que añadir el derrame petrolero en el Golfo de México, las acciones de mineras trasnacionales, expansión de cultivos transgénico, entre muchos otros ejemplos.
distinguirse del ambiente en sentido amplio que en estricto, lo mismo puede
decirse de la guerra ambiental (cuya paz sólo es posible con la victoria); además
de distinguir entre el ambiente simple y complejo; la guerra ambiental es más allá
de la destrucción ecológica, ya que abarca todas las esferas de la vida que
confluyen en el estado de ánimo social e individual; en este punto la guerra
ambiental es la guerra poética también.
Tampoco se reduce a la destrucción del ambiente sociocultural, traducido en la
guerra de abajo hacia arriba (delincuencia, inseguridad, violencia) como respuesta
a la guerra de los ricos contra los pobres (William Buffet dixit); y en la ruptura del
tejido social. Todo esto conduce a la destrucción de las diversas comunidades
locales y regionales, así como de la comunidad humana en su conjunto en cuanto
especie terrenal.
La guerra ambiental conjuga todas las conexiones neurálgicas del ambiente entre
sus distintas dimensiones que lo conforman a partir de la relación de la naturaleza
humana como no humana. El ambiente es por excelencia una creación humana,
en tanto ordena los distintos niveles de manera persistentemente antropocéntrica,
pero con la capacidad de corregir esta mirada del mundo.
Así como no se puede desligar el ser, del conocer y actuar, no se pueden desligar
sus distintas manifestaciones. Destaca aquí el hecho de que si bien se encuentra
el hombre dentro de la naturaleza, él es sin embargo el constructor del ambiente, y
el fundamento de éste es la comunicación, la cual tiene por centro el conocimiento
en sus distintas modalidades (pluralismo conceptual).
De lo anterior se desprende que la guerra ambiental es también una guerra de
ideas dentro de todas las demás manifestaciones del conflicto bélico. Esto es un
aspecto nodal para entender que el objetivo bíblico de la destrucción ecológica, es
destruir formas distintas de ver el mundo. Aquí entra la crítica al desarrollo
sustentable y la sostenibilidad por continuar viendo al mundo bajo la antigua irada
economicista (productivista y extractivista)
Así que la guerra ambiental, desde los pueblos, implica la conservación de los
ecosistemas, comunidades, culturas y destacadamente formas de pensamiento.
El sentido complejo del ambiente salta a la vista frente al reduccionismo que
equipara ambiente con ecología. La guerra ambiental implica también entender
que la ecología está al servicio de la política y de la economía.
Algunos actos en el teatro de esta conflagración en nuestra región, son: La
conquista de los pueblos nativos de América fue un primer momento y forma de la
guerra ambiental global; tanto como la colonia en el periodo de globalización
temprana.
La modernización de América Latina evidencia otro momento. Pero el decisivo es
el actual, ya que aquí nos encontramos no sólo con la hecatombe económica, sino
con el colapso moral anclado en valores que se disuelven y se han convertido en
lo contrario de lo que eran antes. Esto es, un estado de ánimo derrumbado.
En esta fase de la guerra ambiental, lo que esa en juego es la Tierra (habitable
para los humanos), y solo la alianza mundial de los pueblos constituida en un
Frente mundial en Defensa de la Tierra6 podrá plantear la moratoria a la
depredación, ya que la guerra que se vive en este terreno es una guerra global
contra la naturaleza. De ahí la necesaria declaratoria universal de los derechos de
la naturaleza.
Puede mencionarse en este punto la parábola del “vaso de agua”, en la que los
dos contendientes y de frente a un vaso de agua (vital para su supervivencia),
deciden compartirlo en vez de enfrentarse tirando el agua. El vaso de agua es el
mundo natural, los contendientes son todos los seres humanos. La moraleja indica
que sólo una revolución de la mentalidad podrá lograr la supervivencia en
aspiración a un conocimiento superior universal, podrá poner fin a este conflicto
imaginario, tanto como a todos los reales. El diálogo es más que aceptar; es
convivir con el otro, siendo una tarea intercultural de enorme magnitud.
6Declaración de Cochabamba (2010).
El reto de la guerra ambiental, que ahora es universal, es aprender a vivir con los
contrarios, otrora enemigos. Y dentro de ellos se incluye a la Madre Tierra en su
dimensión subjetiva (“Geopoética”); racional, emocional y sentimental, y no
meramente objetiva (Tierra-Madre), lo que la ha hecho equivalente a “recursos
naturales”. Por tanto la pérdida que ocasiona la guerra contra la naturaleza no es
sólo la pérdida de las fuentes de la riqueza material, sino la degradación de la
humanidad en sus distintas manifestaciones sociales que trae consigo el no
contemplar a la tierra como un sujeto (aunque con el hombre, quien no sólo actúa
como ser social sino que es autor-héroe de su propia vida; finalmente el hombre
es tierra también).
La depredación como fenómeno transversal proviene de adueñarse de la
naturaleza y de mirar separado el objeto del sujeto; esta inversión cosifica al
hombre y a la naturaleza a la vez; y degrada al sujeto en objeto, al percibirse aquél
por encima de éste. Es también fuente de toda forma de contaminación
Ello se debe a que el sujeto domina al objeto en la producción humanizada y en el
proyecto socialista, mientras que el hombre es, en realidad, simplemente un
subconjunto de la naturaleza como un todo (de la gran naturaleza y de la
naturaleza pequeña que forman una unidad).
A la naturaleza se le ve como una mera suma de fuerzas que son irracionales y
que hay que domesticar, empero cada vez que el hombre lo hace retrocede ante
una naturaleza “avariciosa” (Malthus, 1973) a la que hay que estrujar parar
arrancarles sus secretos (Heidegger, 1993); o bien como un mero arsenal de
recursos naturales al servicio de la humanidad y de quienes sean más aptos para
dominarla y finalmente, destruirla, lo que puede seguir continuando mientras la
necesidad del “espacio vital” aumente y sea posible.
El ecologismo ha aparecido como una solución a la guerra ambiental, pero no es
así. Un ejemplo notable es el de los nazis, que protegían a la naturaleza en su
legislación (Ferry, 1993) pero provocaron una verdadera catástrofe social
continental paralelamente a la destrucción de la naturaleza (que hoy perdura).
Esto se explica porque, por encima de la ideología nacional socialista, prevalecían
los intereses de las grandes empresas y bancos privados.
Pero pareciera que lo anterior es la perorata alrededor del desarrollo sustentable,
lo mismo ocurre con este proyecto; por ello es necesario comprender a este último
no de manera acrítica, destacando las trampas que involucra: ya que se trata de
cambiar el concepto de felicidad fincada en la acumulación, por la liberación
personal y social (paz social y paz interior); liberación que significa el
desprendimiento del consumismo (productivismo, asistencialismo).
Se resumen en guerra contra la naturaleza, guerra del conocimiento y guerra
económica. Junto con la guerra del conocimiento y por debajo de ella están: la de
las guerras de la ignorancia y de la pasión.
La guerra ambiental se construye a partir de la intersección entre la relación
hombre-naturaleza-sociedad-cultura y a partir de esta urdimbre a nivel sincrónico,
diacrónico y acrónico.
FINAL. LA PAZ Y COOPERACIÓN CON LA NATURALEZA
Esta paz presupone además de los derechos de la naturaleza el derecho de no
apropiación, como un derecho humano
La guerra ambiental es finalmente una disputa por el paraíso. Y al final del camino
se halla la paz verdadera con la naturaleza. La diversidad de los pensamientos es
una condición y resultado a la vez de la insurrección espiritual de los pueblos.
La última pregunta que puede hacerse es: ¿Cómo defendernos de la guerra
ambiental?
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