6

San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda

  • Upload
    others

  • View
    2

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda
Page 2: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda
Page 3: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda

San Jerónimo a tres mil metros de alturaCrónica de una peregrinación andina

Miguel A. Vega Cernuda

En las latitudes exóticas y altitudesextremas del antiguo Tauantinsuyu, al via-jero español -que no al turista- le asalta laimpresión de estar tocando sus propias raí-ces -las más auténticas- y encontrando suslares más prístinos. Ir al Cuzco y vivir lascelebraciones del Corpus (más bien habríaque decir de "los corpus") o asistir a las fies-tas de la Almudena; penetrar en el corazónandino de Andahuaylas y comprobar queuna Talavera repite la toledana y celebra lafiesta del santo Niño; escuchar las añoran-zas de los oropesanos cuzqueños por unaOropesa castellana que les dio nombre peroque no conocen, es comprobar que la iden-tidad propia no está reñida con el mestizaje,con la mezcla, con la integración enrique-cedora de lo otro y en lo otro. A ese mesti-zaje, a esa fecundación mutua de lo andinoy de lo hispano responde la presencia reli-giosa, artística y folklórica en las provinciasperuanas de nuestro venerado Jerónimo,iracundo penitente y plácido y reflexivo tra-ductor que ahí es, sobre todo, el santo pa-trón. Lo que, por desgracia, ya no es en lametrópoli que irradió su culto y su interés.En todo caso, en esas latitudes, el digna-tario eclesiástico que nunca fue pierde poseteológica y exegética para ganar riqueza

folklórica y etnología hagiográfica, es decir,proximidad humana.

Uno ha llegado a Cuzco desde la lumino-sa Arequipa, en la que el sol, descendiendodel lejano Misti, mito volcánico de una punaÚnica, presta perennidad a lo efímero: el rioque apenas lo es, la alameda que no llega aserlo, el huerto con más voluntad que fe-cundidad... Arequipa se muestra como unaciudad en la que el hombre parece habersacado el máximo partido del mínimo apor-tado por la naturaleza. A ello contribuyetambién el omnipresente arte colonial: en laPlaza de Armas que preside una moderni-zada catedral, en el Colegio de la Compañía,en el antiguo convento franciscano... Lasimpresiones que los numerosos testimoniosjeronimianos -hallados en lo que hoy es Mu-seo de San Francisco o en el recinto irre-petible de las "dueñas", documento en pie-dra de la historia del convento colonial- pro-ducen en el espectador, vienen determina-das por la ingenuidad de una pintura que,más que llegar a las historias del arte, pre-tendía llegar a la mirada sencilla del pueblo.En esa imaginería, coexistencia de lo orna-mental del barroco y de lo didáctico de unacontrarreforma que allí no fue tal, el viajeropercibe que también en ella -barroca, con-trarreformista, hispana- se ha expresado elalma andina.

Ya en Cuzco, el viajero, recuperado amedias del soroche, asciende o, mejor dicho,se deja ascender al Saksaihuamán, el san-tuario incaico que domina la ciudad. Uno

Page 4: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda

queda perplejo cuando en el aparcamiento-es un decir- del recinto, advierte la pre-sencia de un "colectivo" que se anuncia bajola rugiente denominación de "El león de SanJerónimo". Mejor ocurrencia en todo casoque "colectivos Nelson" o, en el mejor de loscasos, "colectivos Fernando. S.A.". Una pla-za de la ciudad está dedicada al eremita deBelén y en ella el Museo de San Jerónimo,en la Casa del Cabildo, guarda una bellísi-ma colección de pintura colonial. A la sor-presa por esta presencia de altos vuelos lesiguen la curiosidad y la admiración cuandoel día 29 de septiembre, en pleno MachuPicchu, uno tropieza con el cartelón queanuncia las fiestas patronales de la locali-dad de San Jerónimo. Esa admiración seconvierte en entusiasmo cuando disfru-

tando de la plácida observación de esa plazamayor de lo hispánico (decir de la hispa-nidad podría parecer ofensivo a más de unbienpensante) que es la Plaza de Armas deCuzco, advierte cómo, a plena luz cenital deldía, un grupo de danzantes entra en la pla-za acompañando las andas de un rústicoSan Jerónimo que, con cara benevolente ydulzona, se planta en la proximidad de laCatedral. Allí, a más de tres mil metros, ma-yorales o mayordomos disfrazados con rús-ticas caretas -lo más alejado a las refinadasdel Carnaval veneciano- danzan en torno alsanto que asiste con complacencia, la que ledio el popular imaginero, a esa demostra-ción de alegría y de jubilosa tradición. Agui-joneado por la curiosidad y el entusiasmo,uno se desorocha, paga rápidamente el sa-

broso anticucho que se está despachando yse apresura a llegar a la concurrencia paraindagar el qué y el cómo. Al parecer, tantoabogados como guías turísticos del país ce-lebran por todo lo alto -nunca mejor dicho-a su patrón. Ahito de una crítica culturalque pretende la irreductibilidad de lo incaicoindígena y lo hispano colonial, uno no pue-de negar la evidencia: Ja América hispa-nizada es al mismo tiempo la América másindígena.

Al día siguiente, tras recorrer la Merced,la Compañía, Santa Catalina, San Francis-co, etc. -iglesias y conventos seriamentedañados en el terremoto de 1650 pero quehoy lucen en casi todo su esplendor- traslas trazas de una advocación que podría re-sumir la presencia cultural de España enesas tierras y sierras, el viajero detiene a lapuerta de su hotel un taxi para dirigirse a lalocalidad de San Jerónimo, de cuya existen-cia y ubicación mientras tanto ha ido en-terándose. Allí encuentra toda una ciuda-danía que, endomingada aunque sin gran-des atisbos de occidentalización, se dispone-después de una noche que, a juzgar por losestragos de la higiene pública, parece haberacabado en bacanal- a honrar la figurauniversal de Jerónimo de Estridón. Unobendice los designios de la Historia y llega ala convicción de que lo que los cursis lla-man "aculturación" -aculturación produ-cida naturalmente por la Colonia- fue másbien un mestizaje -póngase, si se quiere y afuer de modernos, un blending cultural yracial- si no perfecto, sí muy loable. Dos efí-meros altarcillos naïfs, brillantes, llenos deespejuelos y de sencilla botánica andina,réplica popular y pobre de los que podíanhaber adornado la fiesta del corpus en laSevilla del XVII, presiden desde la escalinatade la rústica y colonial iglesia la simpáticaplaza que hierve con una multitud coloristade quechuas. Las polleras y los coquetossombreritos de las nativas dan un toque decolor digno del mejor pintor naïf. Hispani-dad e indigenismo parecen haberse fundidoen una celebración que integra chicha pe-ruana y dulces de ecos coloniales. Una ban-da de desacordados instrumentos de metal,acompaña un amago de procesión.

Nuestra primera visita es para la iglesia,en la que tres imágenes de San Jerónimo,de escaso valor artístico, pero de enormecontenido antropológico y, sin duda, reli-

168

Page 5: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda

gioso aluden a que en la localidad se hacehonor al patrón. Comilfó, que diría Cortázaren el lejano París. Para recabar alguna in-formación sobre la localidad y sus festejos,el taxista -entusiasta concejal de la vecinaOropesa- nos conduce a la humilde casaparroquial donde un veterano sacerdote desotana "iluminada" y rostro sin rasurar seprepara a la celebración -asistirá el arzobis-po de Cuzco- barriendo su humilde casa,casi choza. Ernesto Cardenal habló del pasode Cristo por Solentiname. Personalmenteme pareció verlo en la figura desastradapero voluntariosa de ese cura cuya cara, porsupuesto, desconocía los productos l'Óreal,pero que me recibió, porque otra cosa no te-nía, con la mejor de las voluntades. En losminutos que departí con él me informó decómo la localidad procedía de una especiede reserva indígena de la primera época dela conquista y de cómo había constituido laprimera parroquia de la comarca. Bajo laadvocación de nuestro eremita. Y lo que esmás: me mostró su querer saber, su curiosi-dad biensana.

Modesto, el concejal que a continuaciónnos recibe a la puerta del Concejo, se ponesu poncho de gala para atendernos con lacortesía que merece un "licenciado". Con élcharlamos de los problemas, de! pasado ydel presente de una sociedad que, en el co-razón de ios Andes, tiene un sistema de vidaque quizás todavía, no ses ejemplo de bie-

nestar social y económico, pero si para-digma de bonhomia y de sencillez. Cuandoabandonamos San Jerónimo, la ciudadaníase dispone a ingresar en la iglesia. La fiestapatronal se prolongará hasta el 2 de octubreen el que un "cacharpari general" pondrá eltoque final a las celebraciones. Que el santoy la Providencia protejan a estos cuzqueñoscomo se merecen.

Miguel A. Vega

Page 6: San Jerónimo a tres mil metros de altura. Crónica de una … · 2008. 7. 17. · San Jerónimo a tres mil metros de altura Crónica de una peregrinación andina Miguel A. Vega Cernuda