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ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA Al cumplirse 161 años de su muerte, nuestros conocimientos sobre San Martín como sujeto histórico son acotados. ¿Mason o clerical? ¿Republicano o monárquico? ¿Blanco o mestizo? ¿Americanista o espía al servicio de Inglaterra? Las controversias se reproducen con el paso del tiempo, sin que a menudo resulten concluyentes los argumentos presentados. Nacido en Yapeyú en 1778, su familia se trasladó poco tiempo después a Buenos Aires, para emprender finalmente su regreso a España. Los datos biográficos son confusos e incompletos. La mayor parte de su vida permanece en las sombras. Sin embargo, apenas 12 años entre su retorno a Buenos Aires en 1812 y su retiro definitivo de la vida pública en Perú, en 1823, fueron suficientes para proveer de contenido a un mito que se originó en 1887 con la publicación de la Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana, de Bartolomé Mitre, y que reconoce diversas reformulaciones entre 1930 y 1955 impulsadas por el revisionismo. A partir de su partida del territorio americano nuevamente las sombras se adueñan de su existencia hasta el momento de su defunción. La construcción del mito. Fue en principio la pluma ágil y voraz del fundador de La Nación la encargada de delinear los rasgos del San Martín mítico, con la finalidad de proveer consistencia histórica al modelo sociopolítico del liberalismo oligárquico. Para ello, Mitre desarrolló un relato pedagógico y moralizador sobre la trayectoria de un héroe cuya finalidad excluyente identificaba con la independencia americana. Su San Martín no era un “político en el sentido técnico de la palabra”, sino un “hombre de acción” que prefería abandonar la lucha antes que derramar sangre de hermanos. De todas formas, esto no privó a su biógrafo de adjudicarle consideraciones sobre el modelo social y político coincidentes con la opinión de la oligarquía porteña. En efecto, Mitre se permitió aseverar que para San Martín resultaba “imprudente fiar al acaso de las fluctuaciones populares, deliberaciones que debían decidir de los destinos, no sólo del país, sino también de la América en general”, prefiriendo decidir “entre pocos lo que debía aparecer en público como el resultado de la voluntad de todos”. El relato paradigmático de Mitre consiguió mantener su vigencia hasta el presente, aun cuando no faltaron nuevas formulaciones que lo pusieron en cuestión. En la década de

San Martín Entre El Mito y La Historia

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San Martín Entre El Mito y La Historia

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  • ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA

    Al cumplirse 161 aos de su muerte, nuestros conocimientos sobre San Martn como sujeto histrico son acotados. Mason o clerical? Republicano o monrquico? Blanco o mestizo? Americanista o espa al servicio de Inglaterra? Las controversias se reproducen con el paso del tiempo, sin que a menudo resulten concluyentes los argumentos presentados. Nacido en Yapey en 1778, su familia se traslad poco tiempo despus a Buenos Aires, para emprender finalmente su regreso a Espaa. Los datos biogrficos son confusos e incompletos. La mayor parte de su vida permanece en las sombras. Sin embargo, apenas 12 aos entre su retorno a Buenos Aires en 1812 y su retiro definitivo de la vida pblica en Per, en 1823, fueron suficientes para proveer de contenido a un mito que se origin en 1887 con la publicacin de la Historia de San Martn y de la emancipacin Sud-Americana, de Bartolom Mitre, y que reconocediversas reformulaciones entre 1930 y 1955 impulsadas por el revisionismo. A partir de su partida del territorio americano nuevamente las sombras se aduean de su existencia hasta el momento de su defuncin. La construccin del mito. Fue en principio la pluma gil y voraz del fundador de La Nacin la encargada de delinear los rasgos del San Martn mtico, con la finalidad de proveer consistencia histrica al modelo sociopoltico del liberalismo oligrquico. Para ello, Mitre desarroll un relato pedaggico y moralizador sobre la trayectoria de un hroe cuya finalidad excluyente identificaba con la independencia americana. Su San Martn no era un poltico en el sentido tcnico de la palabra, sino unhombre de accin que prefera abandonar la lucha antes que derramar sangre de hermanos. De todas formas, esto no priv a su bigrafo de adjudicarle consideraciones sobre el modelo social y poltico coincidentes con la opinin de la oligarqua portea. En efecto, Mitre se permiti aseverar que para San Martn resultaba imprudente fiar al acaso de las fluctuaciones populares, deliberaciones que deban decidir de los destinos, no slo del pas, sino tambin de la Amrica en general, prefiriendo decidir entre pocos lo que deba aparecer en pblico como el resultado de la voluntad de todos. El relato paradigmtico de Mitre consigui mantener su vigencia hasta el presente, aun cuando no faltaron nuevas formulaciones que lo pusieron en cuestin. En la dcada de

  • 1930, un San Martn en el que se subrayaban sus rasgos militares, nacionales y, en ocasiones, su marcada fe catlica, postulada por el revisionismo de la poca, entr en competencia con la versin liberal y laica precedente. Los aos del primer peronismo permitieron adicionarle una dimensin nacional y popular, que presentaba al general Pern como su heredero natural. Pese a sus contradicciones, liberales, revisionistas y peronistas coincidieron en presentar a San Martn como mito, despojado de encarnadura histrica. Una vez cristalizadas estas construcciones, el inters historiogrfico decay, y slo en los ltimos aos se reavivaron antiguas discusiones sobre su condicin de agente ingls, su adscripcin masnica o la autora de su plan de operaciones. Desde el campo reaccionario Natalio Botana le reproch no haber podido emular a Washington padre constituyente y presidente de EstadosUnidos, y el paladn de los kelpers, el inefable Luis Alberto Romero (tan luego l!), puso en duda su compromiso con la causa nacional, definindolo como un liberal espaol. Crticas y claves. Pese a todo, contamos con elementos de juicio que permiten descartar la tesis delapoliticismo de San Martn. Desde su llegada a Buenos Aires se advierte su inters por participar del juego poltico a travs de la fundacin de la Logia Lautaro, el desplazamiento del Primer Triunvirato y la convocatoria de la Asamblea del Ao XIII. Si bien es cierto que San Martn evit tomar partido en las disputas facciosas, asumi con satisfaccin la Gobernacin de Cuyo y mantuvo fluida correspondencia con sus representantes en el Congreso de Tucumn, instndolos para concretar la sancin de la Independencia.San Martn aseguraba que los pueblos deban regirse con las mejores leyes que sean apropiadas a su carcter. Por ese motivo, sibien mantuvo el sistema de gobierno cuyano heredado de la administracin colonial, le impuso un dinamismo indito. Protegi la manufactura local aplicando medidas proteccionistas sobre vinos y aguardientes, estimul la creacin de empleo y las mejoras salariales. Necesitado de hombres, dispuso la liberacin de esclavos con el nico compromiso de combatir hasta terminada la guerra, y garantiz derechos a los pueblos originarios Su gestin instrument un fuerte control social, que incluy la supervisin de correspondencia, la inspeccin de viviendas y una estricta vigilancia sobre el pago de impuesto. Se control a los trabajadores por medio de una libreta de trabajo que deba ser firmada por el empleador, a quien se le exiga a su vez estar al da con los salarios. Aun siendo

  • un convencido monrquico, no dud en definirse como un americano republicano por principios e inclinacin, cuando le pareci conveniente. Este pragmatismo tena lmites precisos, ya queestaba subordinado al logro de sus objetivos: sancionar la independencia y garantizar la integracin americana. Por esta razn demostr inters en alcanzar un acuerdo con Artigas y la Liga Federal para propiciar la unidad territorial en 1815, y no dud en disponer en su testamento la entrega de su sable al General de la Repblica Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfaccin que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la Repblica contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla. San Martn, hoy. La reconstruccin de esa dimensin histrica de San Martn permite poner en cuestin las construcciones mticas. Partidario de una drstica centralizacin poltica, sus acciones y reflexiones revelan una matriz comn a la mayora los caudillos federales: esto se advierte en su apuesta a un disciplinamiento de la mano de obra combinado con la expansin del trabajo y una justa remuneracin; su preferencia por la autoridad monrquica, el orden fiscal y la garanta de justicia para todo el cuerpo social. San Martn coincida con Rosas al identificar a la guerra y la indisciplina de las clases propietarias como principales causas de la anarqua argentina, y como ste apost a la subordinacin de las clases acomodadas al poder poltico, la pacificacin a travs de la restriccin de la actividad poltica y la concrecin de la unidad territorial. Estas coincidencias se reflejaron, por ejemplo, en su apoyoa la celebracin de acuerdos con Artigas, para garantizar la paz y la independencia, o bien en su alta valoracin de la gestin del Restaurador. Naturalmente, este San Martn real no ofreca la encarnadura apropiada para dotar de consistencia histrica a un modelo liberal, porteista y dependiente. Por esta razn el fundador de La Nacin no dudo en despojarla de su contenido histrico, para luego soldarla en el bronce del ideario oligrquico. El desmonte de estas construcciones ideolgicas y educativas que sustentaron un modelo injusto y excluyente constituye un compromiso moral e intelectual que venimos afrontando con el fin de construir las nuevas bases de sustentacin de un modelo nacional, popular y democrtico. En consonancia con esto, y debido al papel asignado dentro del panten oficial, tambin en el caso de San Martn la tarea de la hora consiste en desmontar el mito y recuperar la historia.

  • SAN MARTN ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA (PARTE I)

    Por Gonzalo Garca

    "Una palabra domina e ilumina nuestros estudios:"comprender". No digamos que el buen historiador est por encima de las pasiones; cuando menos tiene sa." Marc Bloch.

    "No esperemos recompensas de nuestras fatigas y desvelos". Jos de San Martn.

    Introduccin

    San Martn como figura de culto, como prcer, puede resultar un perfil sencillo para ser narrado en historias escolares o para ilustrar revistas como Billiken.

    Pero no es fcil para los historiadores. Su tratamiento histrico es spero y dificultoso por dos razones: El nombre de San Martn est envuelto en "misterios", enigmas, secretos y dudas que an no estndel todo despejadas y, en segundo lugar, la figura histrica de San Martn est muy vinculada con el mito del hroe. En lo que se refiere al "hroe", el concepto de la heroicidad individual como sujeto hacedor de la historia, considero que es una zona que corresponde al mito o a la leyenda, no a la historiografa.

    El herosmo individual no tiene significado histrico. Pero s es medular conocer la construccin histrica del prcer, del "Padre de laPatria" y se es el objetivo propuesto en este artculo: conocer y comprender las razones y los medios de la construccin histrica de San Martn como Padre de la Patria, hroe sobresaliente e indiscutido del panten nacional. En torno a la historia de San Martn se ha creado un mito.

    Poco tiene de verdad lo que se ha enseado mecnicamente sobre l durante generaciones. Pero ese mito no es ms creble. Ya no es funcional a quienes lo inventaron. Es tiempo de construir un nuevo

  • relato al servicio de los intereses de la patria.

    Saliendo del ostracismo

    Fue recin a fines del S .XIX, principios del XX, que San Martn qued en el lugar de la historia que la escuela primaria nos ense. Su figura y su mito se desarrollaron a lo largo de los aos. Este fue un proceso largo y accidentado que todava no ha terminado y que a continuacin intento exponer.

    Al momento de abandonar el pas en 1824, San Martn era uno de los hombres pblicos ms "desprestigiados" del continente. En Per lo acusaban de ladrn y dictador con nfulas de monarca; en Chile dejefe de los bandidos y asesino de los hermanos Carreras; en la Argentina de ambicioso, advenedizo y reblandecido cerebral.

    Sus muchos enemigos polticos (personajes nefastos de la talla de Rivadavia, Cocharne, Carreras, etc.) haban realizado una despiadada campaa de injurias contra el vencedor de Maip. En 1842 el Congreso de Chile vota por unanimidad una ley que le restituye el grado militar y otorga una pensin vitalicia a un San Martn ya en el exilio y pocos aos antes de su muerte.

    La reivindicacin pblica haba comenzado un ao antes con un escrito de Sarmiento en la prensa chilena. Firmado con el seudnimo de un "Teniente de Artillera de Chacabuco", su autor, quien obviamente no haba estado en la batalla, provoca la inmediataatencin pblica. El artculo pone en marcha la revisin del pasado bajo una nueva perspectiva, la del presente americano que busca en su propia historia el origen y la identidad del nuevo orden institucional.

    Una vez retomada esta lnea de continuidad histrica, la figura de San Martn adquiere el status de "primus inter pares", y ser "el primer exiliado" dir Sarmiento desde su propio exilio chileno. Los historiadores contemporneos del prcer ejercitaron sin temor la crtica directa y abierta sobre su persona como sobre sus actos.

    Dos de ellos lo conocieron en el exilio. El ya mencionado Sarmiento lo visit en Grand Bourg en 1845; dos aos antes haba estado Juan

  • Bautista Alberdi. Pese al enorme inters que despertaba en ambos, ninguno dej una visin apologtica de su anfitrin.

    Sobre todo el sanjuanino que juzgaba con acritud la relacin epistolarque San Martn mantena con Juan Manuel de Rosas, "un tirano condenado por la historia".

    Sin embargo, a cada lado de los Andes, los miembros de la segunda generacin de la Independencia reconocan en San Martn al Libertador. Segn cuenta Francisco Encina en "Historia de Chile", los antiguos oficiales chilenos tambin rehabilitaban en el pas trasandino su figura.

    En 1845 el general Francisco Pinto le escriba: "Marcha a Europa mi hijo Anbal en la legacin que va a Roma, y al pasar por Pars tiene que cumplir con la obligacin que incumbe a todo chileno de besar lamano de quien nos dio Patria. Srvase usted, mi general, echarle su bendicin". Lentamente San Martn va saliendo del ostracismo histrico al que fue sometido por la pandilla rivadaviana. Paradjicamente, sern los herederos polticos de Rivadavia y los unitarios los que construirn el mito sanmartiniano.

    Alberdi rehsa el rol de creador

    En 1852, despus de la cada Rosas, Sarmiento le pide a Alberdi unabiografa del hroe. Alberdi rehsa la invitacin, pues cree que se pretende condicionar su juicio. Alberdi rechaza el manejo politiquero de la historia y en 1865, decepcionado con el curso de los hechos, arremete contra la primera versin de la "Historia de Belgrano", publicada en 1857 por Bartolom Mitre y prologada por Sarmiento.

    Con irona fustiga la falsa vanidad nacionalista de Mitre y denunciando falsedades, entre otras cosas escribe: "En Sud Amrica, cada repblica tiene que deber su historia a su vecina. Acaso la revolucin no se ha hecho de esa manera? Y cules fueron sus banderas? La azul y blanca, aclara Alberdi, slo flame victoriosa en territorio argentino en la batalla de Salta, con la banderaespaola se hicieron las campaas de Paraguay, de Montevideo y del Norte, con las banderas de Per y de Colombia se defini la independencia en Ayacucho; la bandera azul y blanca slo volvi a

  • desplegarse en Chile pero San Martn, una vez en Lima, la reemplaz por la del Per pese a la oposicin de los oficiales argentinos. Esta es la historia que Mitre no cuenta, asevera Alberdi, porque no da votos para la presidencia".

    El mas lucido de los intelectuales del liberalismo argentino rechazabaser el "creador" del mito sanmartiniano. Con su actitud ya denunciaba la invencin de un mito que no concordaba con la verdadhistrica.

    El liberalismo argentino y la creacin del mito

    En 1862, se inaugura la gran estatua ecuestre del hroe en Buenos Aires, en la actual plaza que lleva su nombre. Mitre presida la Repblica. A partir de 1875, comienza a publicar en "La Nacin" (recordemos que Mitre era propietario del diario), en forma de folletn,la "Historia del general San Martn".

    La obra cuenta con una profusin de documentos que provienen entre otros del archivo personal de San Martn que estaba en manos de su nieta doa Josefa. En 1878 el gobierno nacional en pleno conmemora el primer centenario de su nacimiento.

    Los actos son masivos. Desde el ao anterior, el presidente Avellaneda ha logrado instalar en la opinin pblica la necesidad de juntar fondos para repatriar los restos del Libertador. El 28 de mayo de 1880, la ciudad recibe los restos de San Martn; para la ocasin se pospone el enfrentamiento armado entre los detractores y los partidarios de la federalizacin de Buenos Aires que ya era inevitable.

    Algunos historiadores mencionan las dificultades que se tuvo para que la Curia de Buenos Aires aceptara sus restos en el recinto de la Catedral, debido a su posible condicin masnica.

    La historiadora y experta sanmartiniana, Patricia Pascuali, tiene una interesante opinin al respecto cuando expresa que: "Es una gran contradiccin que sus restos estn en la Catedral. La Iglesia no lo quera, por eso se hizo el mausoleo afuera del recinto consagrado. Debera estar enterrado en la Recoleta: la ciudad le haba destinado

  • un lugar en el Cementerio".

    Ciertamente, los funerales y el destino final de sus restos mortales, descansando en la Catedral Metropolitana, contradicen la voluntad de San Martn, claramente expresada en su testamento, donde prohiba que se le hiciere funeral y pidi explcitamente que se lo trasladase a un cementerio. Su nico pedido fue "aunque deseara que mi corazn descanse en Buenos Aires". Pero poco le interesabaa esa generacin respetar la ltima voluntad del prcer, ya estaba enmarcha la construccin del mito.

    El hombre segn Mitre

    Entre 1887 y 1888, Mitre concluye su obra biogrfica. Su visin de San Martn no es complaciente. Lo describe como un general ms metdico que inspirado, un poltico por necesidad y por instinto ms que por vocacin, en fin, una inteligencia comn de concepciones concretas. Polemiza con Vicente Fidel Lpez, que juzga con ms dureza al Libertador pues no omite referir cuanto ha odo de su propio padre, Vicente Lpez y Planes. La historia de Mitre, muy bien escrita y mejor documentada, se propuso asentar los mitos fundadores de la Nacin.

    Si el mito es el relato de los orgenes, lo que a Mitre le interesaba, era instalar institucionalmente, a travs del mito histrico, un discursopoltico y una historia oficial que nos permita reconocernos en un pasado propio. Obviamente un pasado circunscrito dentro los conceptos ideolgicos del liberalismo porteo, a los intereses de clase que defenda y representaba Mitre. El objetivo fue polticamente funcional al poder oligrquico durante el siglo XIX y parte del S. XX.

    Muerte de la tradicin oral

    El historiador Ernesto Quesada, precursor del revisionismo histrico, afirma en el ao 1915, en una conferencia pblica, que ha recibido de manos de un investigador peruano un retrato de un supuesto hijo natural de San Martn muerto poco tiempo atrs en Lima, y agrega: "ha sido voz pblica en la ciudad del Rimac, que aquel mulato era bastardo del hroe".

  • Quesada le resta importancia al hecho pero no omite contarlo. Quiere humanizar al prcer? No, no necesita hacerlo, simplemente acude a la fuente de la tradicin oral que todava opera con fuerza sobre el sentido comn. Esta es una de las ltimas noticias que llegaron a travs de la tradicin oral que se conoce como fuente histrica a 65 aos de la muerte de San Martn. Muerta la tradicin oral. Era tiempo de reactualizar y redisear el mito. Era el momento de cristalizarlo. Pensaron (los herederos de Mitre, Sarmiento y cia) que no exista quien pudiese refutar el mito. Bajo esta lgica avanzaron.

    Rojas: la sacralizacin del Mito de Don Bartolo

    El endiosamiento del prcer, su sacralizacin y sobre todo la militarizacin de su figura no es imputable al siglo XIX. Es un fenmeno mucho ms tardo, o ms reciente: comienza bien entrado el siglo XX. Ricardo Rojas (1882-1957) publica en 1933 "El Santo dela Espada".

    Como se afirm, la tradicin oral ha concluido. Ahora Rojas puede, sin reservas, presentar a San Martn como un santo laico, un hombremoralmente ntegro, desinteresado e intachable. Un arquetipo.

    Es interesante ahondar ligeramente en la figura de Ricardo Rojas, yaque su trayectoria como intelectual orgnico fue repetida trgicamente por muchos pensadores argentinos. Arturo Jauretche escribi un brillante y cido artculo "Ricardo Rojas, un intelectual a contramano de la alegra" donde, entre otras cosas, seala: "Rojas fue durante varios aos la gran figura histrica del viejo pas, ligado al radicalismo en declinacin, que simbolizaba la oposicin a la revolucin nacional acaudillada por Pern".

    Jauretche reivindica a un Ricardo Rojas joven y nacionalista que escribi obras atractivas como "La restauracin nacionalista" o "Blasn de plata", que es una crtica al dilema de civilizacin o barbarie. Pero aade que, "presionado por los grandes poderes de la semicolonia que lo condenan al silencio, Rojas sale a la palestra durante la primera guerra mundial en total coincidencia con la posicin oligrquica y poco despus se desplaza cada vez ms de su

  • posicin de aos atrs", quedando al fin, "enredado en los compromisos con la superestructura cultural de la factora".

    Para Jauretche, Rojas es el responsable de la sacralizacin y mitificacin de San Martn en "El Santo de la Espada", "levantndolo como hroe moral para anularlo como jefe de la revolucin latinoamericana y decidido antirrivadaviano, es un paso ms en su claudicacin".

    "El Santo de la Espada"

    No hay dudas que sin "El Santo de la Espada", la historia y la imagenpblica de San Martn hubiese sido otra, tal vez ms formal y militar, y mucho menos "sacra". Quien haya ledo esta obra habr notado que el autor no ha escrito "una historia", sino que escribi "una vida". Ricardo Rojas escribe esta biografa apologtica para incorporar a San Martn a la mitolgica universal.

    Leemos entre otras cosas: "Su figura sin predecesores entre los guerreros, no pertenece a la tradicin homrica de Aquiles o de Hctor, en que se formaron Alejandro, Csar, Carlomagno, Federico, Napolen y el americano Bolvar, tan grande como aquellos. San Martn es un asceta con misin de caridad, y pertenece a la progeniede los Santos armados, prototipos de los que en la gesta medieval fueron Lohengrin y Parsifal, caballeros de lo divino, verdaderos protectores, cuyo misticismo pico no se haba realizado plenamenteen la historia antes del caso sanmartiniano; pero que tiene precedentes castizos en el Rey Pelayo y el Cid Campeador de la historia o en el Amads y el Quijote de la leyenda literaria."

    En "El Santo de la Espada", Rojas divide la vida de San Martn en tres etapas o "Jornadas", la primera de aprendizaje y conocimiento (1778-1816), la segunda de realizacin y poder (1816-1822) y la tercera de sacrificio y amor (1822-1850). A ellas corresponden las tres grandes partes del texto, titulados: Iniciacin, Hazaa y Renunciamiento.

    A manera de epgrafe utiliza para iniciar los bloques tres conocidas frases sanmartinianas que reflejan el perfil psquico del hroe: "Serslo que hay que ser o no sers nada". "Debo seguir el destino que me

  • llama" y "Estoy y estar retirado del mundo". Desde el punto de vista literario es considerada, por quienes entienden, una obra menor. Entretenida, erudita, de lectura amena, pero "sin la fuerza narrativa de un Sarmiento o Lugones" dicen.

    Tambin agregan que se advierte en el "Santo de la espada" la influencia del modernismo con un sesgo neorromntico, y una gran identificacin con la potica de Vctor Hugo. Ricardo Rojas vaca de contenido poltico la biografa de San Martn y lo mitifica como un santo laico, inmaculado: "El ser en medio del tumulto emancipador, algo as como un monje armado, ejemplar nunca visto de santidad paladinesca, Cid de nuevas Castillas fundido en un Loyola de misticismo laico". "El santo de la espada" es un claro ejemplo de mitificacin de la historia y un libro paradigmtico que, tendenciosamente, nos muestra a un semidis para no mostrarnos un hombre.

    Un libro que, ofrece un prototipo de hroe universal en vez de nacional, en fin un Santo que debe de cumplir con su destino del queest prisionero.

    Y como toda mitologa tiene su costado misterioso y esotrico, los temas inciertos de la historia de San Martn, los que definen su naturaleza poltica, quedan en la bruma de las dudas. Todo es enigmtico y metafrico como en las leyendas.

    La filiacin de San Martn la define como "cuna incierta y oscura". Las razones de la decisin de San Martn de venir a Amrica del Sur y adherirse a la causa de la emancipacin se debe a que: "La visin de Amrica pas ante sus ojos: en lo recndito de su espritu, oy entonces la voz del daimon interior que gua a los hroes. Odiseo volva a su Itaca".

    La posible filiacin masnica de San Martn no es un hecho poltico, sino hermtico y oscuro: "San Martn entr as a la logia de Cdiz, aunque no sin antes vencer recios escrpulos en lo profundo de su alma". "La verdadera "iniciacin" de San Martn fue su experiencia enel trabajo y el dolor...".

    En conclusin, Ricardo Rojas, en el "Santo de la espada", reafirma

  • las bases fundacionales del mito sanmartiniano acorde a los dictadosideolgicos del mitrismo y a la oligarqua portea.

    Lo hace entrado el siglo XX, en respuesta a las nuevas necesidades de las minoras oligrquicas. Construye un hroe misterioso y difcil de vislumbrar. Muy parecido al que describa Mitre, cuando ste escribi su Historia de San Martn: "San Martn, tena siempre dos cuerdas en su arco: una visible y otra oculta. Por una tendencia de su naturaleza compleja positiva y de pasin reconcentrada- a la vezque todas sus ideas se traducan en acciones, se entregaba a elucubraciones solitarias, dando gran importancia a los manejos misteriosos. Su organizacin de la Logia Lautaro, su plan de guerra de Zapa antes de atravesar Los Andes, sus trabajos secretos para preparar la revolucin del Per, sus tentativas de pacificacin con losrealistas haciendo intervenir la influencia de la masonera, y por ltimo sus planes tenebrosos de monarqua, dan testimonio de esta propensin. Era, pues, natural, que a sus trabajos pblicos, acompaase algn trabajo subterrneo en la sombra del misterio".

    Y en la penumbra de ese "misterio" se niega al San Martn histrico, jefe poltico de una revolucin continental, el de la causa de la emancipacin americana, el que desde el exilio le lega su sable a Juan Manuel de Rosas.... El San Martn mtico de Mitre y Rojas es unprcer universal y ahistrico mas cerca del "Cid Campeador" que de s mismo, mas helnico que americano, ms sajn que mestizo.

    Un arquetipo imposible de comprender en su verdadera dimensin histrica. De esta manera y de la mano de Ricardo Rojas se lo coloca al Libertador en la "superestructura cultural de la factora" convirtindolo as en un ente inaccesible. La construccin del mito que compone Ricardo Rojas en el "Santo de la espada" segn las instrucciones del aparato cultural del rgimen liberal no tienen consistencia histrica alguna. Y si, a esa falta de solidez histrica, se le agrega la manera intrigante y misteriosa en que est narrada la vida del hroe, comprenderemos la razn por la cual se han planteado, desde diferente ngulos y desde todas partes, dudas y preguntas sobre la figura del prcer en los ltimos cien aos...: Culera la relacin de San Martn con la corona britnica? Era masn? Era mestizo? Cual era su verdadera filiacin? A qu vino a Argentina? Por qu no desembarc en 1829? Cul era la

  • relacin poltica con Juan Manual de Rosas?

    Y por ltimo, como todo ocurre segn la historia oficial entre enigmase intrigas... Cul fue el contenido de la entrevista de Guayaquil? En el mito todo puede ser confuso, en la narracin histrica no, porque toda narracin histrica opera sobre la identidad nacional y sta debe de ser fortalecida, no debilitada por las dudas intrigantes de los intelectuales orgnicos del aparato cultural del sistema.

    La "estatizacin" del mito En 1934, un ao despus de la publicacin del "Santo de la espada" y en plena "dcada infame", el historiador Jos Pacifico Otero funda el Instituto Nacional Sanmartiniano con el objetivo de "proteger" la memoria del prcer.

    La "Biblia" es la "Historia de San Martn" de Otero, una minuciosa y documentada obra que contiene una similar lnea argumentativa que Mitre y casi mismas omisiones histricas que su obra. En este mismoperodo histrico, bajo la presidencia del General Justo, se proclama el 17 de agosto como efemride patria y, de esta forma, San Martn es emplazado en el panten nacional junto con Belgrano, el otro hroe biografiado por Mitre.

    Luego, con la incorporacin de Sarmiento se completa nuestra tradade hroes patrios, y son las tres fechas de sus muertes, en la actualidad, las que figuran en las efemrides patrias. Despus de la revolucin del 4 de junio de 1943 el culto sanmartiniano se oficializa segn los dispositivos del Estado Nacional.

    Comienza lo que podemos llamar la militarizacin del prcer. En agosto de 1944 por medio del decreto ley 22.131 se convierte el Instituto Nacional Sanmartiniano en un organismo del Estado. El objeto de esta institucin estatal es, entre otras cosas: "rectificar pblicamente por comunicaciones, escritos, conferencias o cualquier otro medio de difusin, todo error que se ponga de manifiesto en publicaciones, obras, conferencias, etc., con respecto a la verdad histrica sobre la vida del prcer y hechos en que intervino".

    Es decir que se crea un organismo estatal para ser el juez de la verdad histrica sobre temas sanmartinianos y custodio de la integridad moral de la figura del prcer. Desde el ao 1945 hasta la

  • fecha ejercieron la presidencia del Instituto 8 militares y tan slo un civil. (El Profesor Jos Maria Castieira de Dios desde 1950 a 1952. Una grata excepcin).

    Un aspecto a considerar tambin en la militarizacin de la prcer llevada a cabo por el Instituto Nacional Sanmartiniano es la creacin posterior de la Comisin Argentina de Historia Militar. Esta Comisin recibi el aval de la Secretara de Cultura de quien depende el Instituto Nacional Sanmartiniano en su actual orgnica administrativa. Sus fines son, adems de promover el estudio y la difusin de la historia militar en general y de la historia militar argentina en particular, enfatizar especialmente la trayectoria castrense del Libertador General Jos de San Martn". En el ao 1944 se instituye la "Orden del Libertador San Martn", condecoracin destinada al reconocimiento de los servicios prestados al pas o a la humanidad por personalidades extranjeras, asociando as el mayor galardn otorgado por la Nacin a la figura del Padre de la Patria.

    Pern y San Martn En 1950 durante el primer gobierno justicialista, el General Pern preside los actos oficiales montado en su caballo pinto y luciendo uniforme militar. Es el primer centenario de la muerte del Libertador.

    El mito ya queda despojado del hombre conocido, el Gran Capitn slo viste ropaje militar. El prcer fundido en bronce acababa de nacer a cien aos de la muerte histrica del hombre que lo sustent. Por medio de la ley 13.661 se declar a 1950, centenario de su muerte, "Ao del Libertador General San Martn". La apoteosis sanmartiniana se renovara cada da de los 365 del ao 1950.

    El general Pern, infundido como militar y poltico del fervor patriticoque acorde a un conductor de pueblos como l, encontr el escenario ideal para impulsar la causa sanmartiniana como la causa de todos los argentinos. Pero para poder comprender debidamente alao 1950, "Ao del Libertador General San Martn" y su aporte en la construccin del mito, es preciso tambin entender cul es la funcin del mito en la historia de un pueblo y en que contexto nacional e internacional se encontraba Argentina en ese momento.

  • Los mitos son definidos por el especialista Joseph Campbell como "instrumentos fundamentales para entender la realidad" y explica que, a las creaciones simblicas, los hombres las utilizan para resolver los dilemas de su tiempo.

    El pas de los argentinos en el Ao del Libertador era la Argentina delprimer peronismo con un sesgo profundamente nacionalista. Con el ejrcito participando activamente en la industria nacional y comprometido con el proyecto poltico de los trabajadores que conduca el General Pern, en el marco de una economa floreciente.

    Agreguemos un contexto internacional y geopoltico especial como lofue la guerra fra. En ese marco de pos guerra la Argentina haba declarado su Tercera Posicin e intentaba conducir la unidad latinoamericana. El Ao del Libertador simboliza sin duda ese momento histrico de la Argentina que quera revelar a Amrica y al mundo toda su realidad: un pueblo unido detrs de las banderas y el coraje de un Gran Capitn y un ejrcito poderoso con vocacin nacional.

    Exhiba tambin claramente a un presidente democrtico de extraccin militar encabezando un movimiento de masas, popular en su base y nacional en sus objetivos. Mostraba al mundo ideolgicamente convulsionado de la post guerra el surgimiento de un proyecto alternativo: una Nacin socialmente justa, econmicamente libre y polticamente soberana.

    La Resistencia Peronista y el "San Martn Rosas Pern".

    Y llegamos a la Revolucin fusiladora de 1955. Si bien la trada San Martn-Rosas-Pern ya haba sido preconizada por autores revisionistas durante el gobierno de este ltimo, ser despus de 1955 que a la lnea Mayo-Caseros-Septiembre propuesta por la "Revolucin Libertadora" se le responder con la mencionada trada nacional desde los ms diversos crculos del peronismo. Jauretche sealar custicamente al respecto: "La Lnea Mayo-Caseros ha sidoel mejor instrumento para provocar las analogas que establecen entre el pasado y el presente la comprensin histrica! Flor de revisionistas estos Libertadores! Para perjudicar a Pern lo identificaron con Rosas y Rosas sali beneficiado en la comprensin

  • popular. Caseros se identific con septiembre de 1955 y los vencedores con los gorilas"

    Pern, guiado por un criterio pragmtico, prefiri no incorporar el debate sobre el pasado a los conflictos que atravesaban el presente de la sociedad argentina, por lo que eluda pronunciarse pblicamente sobre la problemtica planteada por el revisionismo.

    En el libro "Breve historia de la problemtica argentina" compilado por Eugenio P. Rom en 1967, en la soledad del exilio, Pern opina sobre San Martn y seala primordialmente el perfil militar del prcer: "San Martn era junto con Alvear, el nico militar del Ejrcito Argentino, que se poda llamar de carrera. Cuando regresa a su tierra, ya es teniente coronel, formado en el Ejercito Espaol". Y contina: "Tiene 34 aos de edad, con 20 aos de servicios. Todos sus grados los ha ganado peleando en el frente de batalla. No era noble; por eso, cada ascenso tena que lograrlo por mrito, y con el sable en la mano. No haba en todas estas tierras, ninguno que se le pudiese poner a la misma altura. Era un soldadazo. Un militar de lujo.Su estrella brilla todava, ms que ninguna otra, en el cielo de la Patria con la luz de Chacabuco y Maip con la libertad de medio continente".

    Pero es interesante sealar que Pern es coherente en la valoracin que hace de San Martn esencialmente militar porque coincide con su concepto de que: "el origen de nuestra patria es sumamente complejo, pero, dentro de esa misma complejidad, se destaca netamente la influencia del factor militar".

    Las dcadas del 60 y 70 son de movilizacin popular y lucha armada.Estos aos coinciden con la poca de oro del revisionismo y con un avance notable de la corriente nacionalista popular, acompaada por la "izquierda nacional" y las vertientes ms radicalizadas del peronismo. El pasado se politiza y en esas polmicas la figura del hroe es reivindicada por el revisionismo histrico y los sectores populares.

    El revisionismo histrico se reencuentra con el Movimiento Peronista.San Martn es bajado del pedestal liberal en donde haba sido instalado como prcer impoluto por no haber intervenido en las

  • luchas civiles argentinas, por no "desenvainar el sable".

    El revisionismo seala y difunde en sus escritos el gesto poltico de San Martn de legar su sable a Juan Manuel de Rosas. El revisionismo rosista-peronista de los aos de oro levant la donacindel sable hecha por San Martn a Rosas como la convalidacin de los mritos histricos del Restaurador para integrar el panten nacional. Espacio que la historiografa liberal le haba negado y seguir hacindolo hasta la actualidad.

    Por esos mismos aos setenta, la Juventud Peronista, en estado de movilizacin permanente, provocaba al generalato de Lanusse con cnticos como ste: "generales de cartn, generales son los nuestros: San Martn, Rosas, Pern." Consigna sta que, adems deproclamar la lnea histrica de nuestra soberana poltica, reflejaba la militarizacin de la poltica en esos momentos.

    Esa misma JP a principios de los 70 y en el marco de la campaa del"Luche y vuelve" realiza una pegatina de afiches que reproducan la "Orden General": "Compaeros del Ejrcito de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo dems no importa. Compaeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el pas enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje." Jos de San Martn.

    En el primer documento de apoyo explicito a Montoneros realizado por una organizacin poltica de superficie, en ocasin del asesinato del asesinato de Emilio ngel Maza en 1970, se cita la Orden General de San Martn.

    En aquel documento la Federacin de Agrupaciones Universitarias Integralistas de Crdoba encuentra en las palabras del Padre de la Patria la justificacin poltica de la vida y la muerte de quien fuera uno de los fundadores de Montoneros.

    El mensaje sanmartiniano, aprovechado por la JP, iba dirigido a la cpula militar de la dictadura lanusista y marcaba evidentemente la

  • decisin y la naturaleza de la lucha emprendida.

    El Golpe y el (re) vaciamiento del mito

    En 1978, en plena dictadura militar, se celebr el ao del bicentenario del nacimiento de San Martn, conjuntamente con el Campeonato Mundial de Ftbol. El marco lo dio el "II Congreso Internacional Sanmartiniano" donde, la moderacin de los discursos oficiales no alcanz para ocultar el fondo de sus intenciones polticasy su ideologa liberal - entreguista.

    El mencionado congreso ofici un gran homenaje a San Martn y recogi las investigaciones tanto de experimentados historiadores, como de jvenes estudiosos del pas y del extranjero.

    Toda esta actividad oficial se desenvolva en una sociedad angustiada por la falta de garantas constitucionales y castigadas porlas calamidades que sufra. Desde la vuelta al sistema democrtico en 1982 hasta el da de hoy la figura de San Martn, como mito histrico, contina en los manuales escolares de Historia Argentina definitivamente unida a la idea de Padre de la Patria que ya los argentinos tenemos integrada a nivel "gentico".

    Estos manuales no pretenden ensear historia sino la liturgia vaca y mecnica de ser argentino. Rituales sin sentido crtico que sirven para socializar los valores morales de un arquetipo humano.

    Es una poltica de estado, que entendemos correcta implementar, pero insuficiente y equvoca en el contenido.

    Porque el modelo, el mito, est vaciado de contenido histrico, es incompleto, parcial, tiene demasiadas lagunas y abusos interpretativos. Simplificaciones de catecismo que subestiman la inteligencia media del pueblo argentino.

    Los vacos actuales del mito

    Pero, como sealamos ms arriba, al no tener el mito sustento histrico necesario ha sufrido ciertos embates, se han planteado dudas, cuestionamientos que a algunos sectores les resultaron

  • chocantes o agraviantes.

    En los ltimos 20 aos han aparecido algunos historiadores especializados en temas sanmartinianos que, desde diferentes espacios ideolgicos, han cuestionado las bases mismas de la narracin histrica oficial que gener el mito.

    Entre estos trabajos histricos que han abierto nuevos caminos quiero destacar los siguientes:

    Terragno y el plan ingles

    a) Rodolfo Terragno en 1981 durante su exilio londinense y guiado por su vocacin investigadora encuentra en unos archivos escocesesuna documentacin en la cual un militar, Thomas Maitland, presenta hacia 1800 al gobierno britnico un proyecto poltico militar bajo el nombre de "Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Per y Mxico".

    Al regresar del exilio y siendo Alfonsn presidente, publica su descubrimiento en la revista "Todo es Historia" en agosto de 1986 en un artculo titulado "Las fuentes secretas del Plan Libertador de San Martn". Ms tarde, en 1998, editar un libro bajo el ttulo de "Maitland & San Martn" en el que profundiza y aporta nuevos detalles de sus investigaciones.

    En realidad la obra se reduce a exponer su descubrimiento evitando interpretaciones y comentarios sobre el mismo, aunque deja sentado de que sera casi imposible que San Martn no haya conocido estos planes. Deja de esta manera la puerta abierta para que los historiadores y el pblico replanteen las relaciones polticas entre la corona britnica y el General San Martn.

    Sejean y el agente ingles

    b) En 1997 la editorial Biblos publica "San Martn y la tercera invasin inglesa", el autor, Juan Bautista Sejean no es un experto historiador sino un ex juez de la Nacin.

    Ex juez de la dictadura militar que se declar incompetente cuando le

  • toc intervenir en el asesinato del Mayor Bernardo Alberte, asesinadovilmente (fue arrojado al vaco desde el balcn del 6 piso del departamento en que viva) por un grupo de tareas el mismo da del golpe militar del 24 de marzo de 1976.

    Este ex juez, devenido en historiador llega a la conclusin de que el Padre de la Patria es un agente ingls.

    As lo pronuncia sin ninguna vacilacin. Esta conclusin es producto de especulaciones basadas en una teora conspirativa de la historia, pero que aprovecha tambin la ausencia de explicaciones coherentes y fundamentadas acerca de la razn del regreso de San Martn a su patria. Sejean se vale de la poca solvencia de la historia mitrista, las deformaciones del mito y las profundas lagunas que la narracin histrica contiene.

    Y as, el ex juez, apelando a simplificaciones, escribe en un libro que tuvo varias ediciones, donde plantea su absurda y fantasiosa conclusin: El Padre de la Patria, era un agente del imperialismo britnico.

    La chismografa histrica de Hamilton

    c) La polmica relacionada con San Martn se complica y profundiza en el ao 2000 al cumplirse los ciento cincuenta aos de su fallecimiento.

    En ese ao se publican varias biografas de San Martn, la ms exitosa desde un punto de vista comercial se titula "Don Jos, la vidade San Martn" del escritor liberal Jos Ignacio Garca Hamilton.

    El autor afirma que el libro "nos permite recuperar la imagen de un San Martn de carne y hueso, con humillaciones y esperanzas, alejado del perfil de hroe mitolgico elaborado por la historia oficial."

    Este libro, ms cerca de la literatura o del gnero de la telenovela, esun salpicado de referencias a la vida ntima de San Martn que en su afn de humanizar al prcer llegan, innecesariamente, hasta las fronteras del mal gusto y la procacidad.

  • Pero el golpe efectista del libro, la novedad es que: segn investigaciones que por diversos caminos ha hecho el mismo Hamilton y otros autores, el General San Martn no sera hijo de Gregoria Matorras y Juan de San Martn sino de la india Rosa Guar y del espaol Diego de Alvear.

    La polmica se desata en los medios y el libro entra en la lista de best seller.

    Respuestas extraas de los custodios del mito

    El Instituto Sanmartiniano, custodio de la moral del prcer sale al cruce de las afirmaciones del "apstata". Para el Instituto es una infamia afirmar que San Martn fuese mestizo, hijo "bastardo" de una india.

    No deja de ser ideolgicamente paradojal que el Instituto haya defendido activamente la filiacin oficial de San Martn y no se haya inmutado ante las imputaciones del ex juez de que San Martn era unagente ingls.

    El Instituto, en lo pareciera ser una adhesin a una vieja tradicin racista, liberal y pro britnica acuada por Mitre, niega la posibilidad de sangre guaran en las venas del Libertador. Pero al libro del ex juez, el Instituto no le contesta.

    Le resta importancia a la afirmacin de que nuestro Padre de la Patria haya podido ser agente ingls. La contingencia de un San Martn mestizo es negada enftica y dogmticamente. Imposible!!! vociferan sin argumentar.. Sobre el tema de Inglaterra.... de eso no se habla.

    El mito del indio

    d) En el ao 2001 el historiador Hugo Chumbita publica "El secreto de Yapey. El origen mestizo de San Martn" y luego "Hijos del pas, San Martn, Irigoyen y Pern, en el 2004. Este historiador, que adhiere polticamente al pensamiento nacional no busca en su obra un efecto comercial, no escribe un best seller sin asidero histrico.

  • De manera responsable y documentada el libro ofrece argumentos y documentacin para demostrar que el Gran Capitn es hijo de Rosa Guar y Diego de Alvear (padre de Carlos Mara de Alvear por lo cualSan Martn seria medio hermano de ste).

    Chumbita solicita incluso al Senado de la Nacin que se efectu un ADN sobre los restos de San Martn y de su supuesto padre Diego de Alvear para probar su parentesco, pedido que fue denegado.

    Galasso denuncia al "padre de la historia"

    e) Norberto Galasso, por ltimo, hace tambin su aporte a la polmica desde su concepcin "revisionista- federal- provinciano- socialista latinoamericano". Galasso en al ao 2006 publica "San Martn padre de la patria? o Mitre padre de la historia?. Este libro es la conclusin historiogrfica de otro libro de Galasso, publicado unao antes, en el 2005: "Seamos libres y dems no importa nada. Vida de San Martn". Galasso polemiza sobre la filiacin de San Martn, critica y descalifica el trabajo de el ex juez Sejean, menciona el plan ingls descubierto por Terragno y llega a la conclusin de queMitre como Padre de la Historia narr una historia tan vaca y contradictoria que hoy se le vuelve en contra al aparato cultural del sistema: "con el correr de los aos, San Martn se ha puesto a cabalgar y arrincona a Mitre denunciado su historia falsa..." Cmo interpretar toda esta polmica? Cul es el significado de los cuestionamientos? Qu intencionalidad poltica o ideolgica encubren las investigaciones histricas? Qu ha pasado con la solidez del mito?

    Reflexiones sobre las "historias" de San Martn.

    Ante todo, es conveniente sealar que las investigaciones histricas sanmartinianas expuestas ms arriba no son polticamente inocentesni ideolgicamente vacas. Por el contrario, en cada una de las hiptesis, se advierte un sustrato ideolgico clarsimo.

    Existe una estrecha vinculacin entre lo histrico y lo poltico contemporneo: El historiador Hugo Chumbita escribe desde una concepcin reivindicatoria de los pueblos aborgenes. El juez Sejean funda su hiptesis en un concepto conspirativo de la historia.

  • A sta no la hacen los pueblos sino que, el destino de las naciones se teje en los concilibulos de la masonera internacional, en especial la inglesa y ese es un concepto ideolgico de la historia. El Pueblo, por supuesto, ausente con aviso.

    Terragno desde un liberalismo posmoderno, barnizado de social demcrata, termina elogiando la practicidad y el genio de San Martn por tal vez haber usado (si los us) los planes de los britnicos y justifica tambin una posible alianza del prcer con el imperio que para Terragno hubiera sido natural y oportuna.

    El historiador Galasso a la revisin de estas historias les da una doble utilidad: En alguna exageracin (segn sus crticos) producto de nostlgicos enfoques ha escrito: "me gusta mucho encontrar analoga entre la lucha de San Martn y la lucha del Che".

    Afirmaciones como stas no pertenecen a la historia, son claramenteideologas, "ahistricas" dira el profesor Sul (un reconocido critico de la obra de Galasso). Y por otro lado, aprovecha el ro revuelto para fortalecer su tesis de que la Revolucin de Mayo no era separatista ni antihispnica sino una prolongacin de la revolucin democrtica espaola y que San Martn desembarca en Argentina para luchar por la soberana popular, la liberacin y la reconstruccin de la Patria Grande. Interesante y conocida concepcin de parte del revisionismo y de la" izquierda nacional" en la Argentina que humildemente comparto desde un revisionismo militante nacional y popular. Incluso la novelita de Garca Hamilton tiene un trasfondo y una intencionalidad ideolgica: es preciso continuar alimentado el medio pelo y la cultura tilinga de algunos sectores de la sociedad argentina que continan anteponiendo la chismografa de dudoso gusto antes que un poco de verdad histrica u opinin poltica sincera.

    Tampoco se nos debe escapar que Hamilton, en esencia un liberal reaccionario, pretende, ante los embates contra la historia oficial, "ofrecer" una "mirada distinta" para no abordar los temas sin respuesta y as correr el eje de la discusin hacia ancdotas personales no muy fundadas.

  • La conclusin cardinal es: la historia de Mitre se ha cado y con ella el mito de San Martn. Esto significa sin ms que la Argentina, al menos en el mundo de las ideas, sufre de una grave y productiva crisis.

    Crisis que afecta a la historia de oficial, la de Grosso y la que nos ensearon en la escuela que se ha derrumbado junto con el manual de Astolfi, el Instituto, la Academia de Historia, los claustros universitarios, los Profesorados de Historia y todo el aparato cultural que lo sostena. "La edad de la fbula ha terminado". La historia y la mitologa mitrista ya estn desde hace aos ante el juicio crtico de los argentinos. El xito del aparto cultural dominante se debi a que nos quit la posibilidad de mirarnos para luego reconocernos en un modelo histrico concreto.

    Es el mismo aparato cultural que construy un mito basado en una historia tergiversada y tendenciosa y que hoy no resiste ni la mirada crtica de los escolares.

    Ya ni siquiera los manuales de la primaria repiten mecnicamente todas las patas del mito sanmartiniano del liberalismo argentino. Pero la novedad, la buena noticia es que las ficciones y las contradicciones estn al desnudo: la historia oficial es mentira o es ficcin y el mito ya no es funcional. El esquema ya no le sirve ms a nadie.... Sobrevive solo por inercia de poder.

    La necesidad de otro San Martn

    A esta realidad inexcusable no es polticamente correcto responderle solo derrumbando estatuas o cambiando el nombre de las plazas, esas acciones son al fin y al cabo formales y sern el resultado de la conciencia histrica poltica del pueblo puesta en accin a travs de sus representantes.

    A travs de la poltica. Es ineludible incorporar la polmica a todos los espacios posibles en especial a los partidos polticos, a los claustros universitarios, a los medios, y a las organizaciones intermedias comprometidas con la memoria, la verdad histrica y la conciencia nacional. sta es la tarea que le cabe, entre otras en el futuro, a mi generacin. Los aos venideros imponen un nuevo

  • proceso de revisin profunda para abrirle paso a la verdad histrica. Nuestro panten nacional, con la ausencia de Rosas y la presencia de Sarmiento es el que corresponde a la antigua tradicin liberal mitrista.

    Con un San Martn vaciado de significado poltico y negado en sus rasgos nacionales ms profundos. Es preciso darle una autntica resignificacin a su figura y es tambin imprescindible la reconstruccin del mito histrico por otro ms integrativo, ms nacional, ms inclusivo. Es sta, entonces, una batalla ms a librar en el campo de las ideas, asumiendo los riesgos que la verdad conlleve, la reelaboracin del mito fundacional de una Patria tiene que ver nada ms y nada menos que con la identidad de su Pueblo.

    Se visualiza el presente como el momento oportuno para esta profunda revisin crtica, el hecho histrico ya no est secuestrado por los dictadores de la historia falsificada. En una prxima entrega avanzaremos con la dilucidacin de los "enigmas sanmartinianos", aquellos que le dan forma al mito. All plantearemos las bases de un nuevo San Martn, acorde con la verdad histrica y con las necesidades polticas de nuestra generacin.

    El mito, hoy agonizante, fue y es patrimonio del pueblo.

    Y para un pueblo en marcha y con vocacin nacional nada es inmutable, nada es inalterable.

    San Martn entre la historia y el mito

    La profusin de investigaciones despierta el entusiasmo por la bsqueda de nuevos documentos y por el anhelo de conocer ms. Pero los detalles privados o escabrosos sobre la vida de los prcerescorren el riesgo de convertir "la hagiografa en difamacin".

    L a primera biografa de Jos de San Martn se public en 1863, apenas 13 aos despus de la muerte del Libertador, y fue obra de un paciente historiador chileno, que se dedic a recorrer los sitios por

  • donde San Martn haba dejado una huella indeleble, as como los archivos que conservaban documentacin relevante de las campaas emancipadoras, y sus intercambios epistolares con el chileno Bernardo de O'Higgins, aliado y compaero en la aventura libertadora.

    Las biografas "argentinas" del prcer, como la de Bartolom Mitre, elaboradas a la vez que el pas comenzaba a construir y a delinear un perfil propio, fueron escritas varias dcadas despus. Como se sabe, cada una de estas biografas, cada vez que alguien dibuja los contornos de Jos de San Martn con relieve propio, recibe como contrapartida una batera de crticas y sealamientos: nadie est dispuesto a ceder terreno en la construccin del hroe.

    Por otra parte, cada nueva aproximacin al prcer ha venido acompaada por nuevos estmulos a la investigacin, nuevos docu-mentos en discusin, renovados debates y, en fin, la profundizacin de nuestro conocimiento de una etapa crucial en la historia y formacin de nuestro pas, as como del resto de las naciones ame-ricanas.

    San Martn se vuelve, entonces, no slo un objeto de estudio para la historia sino tambin un hecho periodstico. Cada una de estas investigaciones, en su singular aporte, recrea el mbito propicio para volver a pensar cmo naci el pas, de qu manera conquist su libertad, cmo se vincul con sus hermanos sudamericanos, cules fueron sus hazaas y qu precio ha pagado por sus derrotas. La respuesta a la pregunta "por qu San Martn?" resulta ociosa. O reiterativa.

    Todo o casi todo en la vida y obra de San Martn es motivo de leyenda y controversia. Desde el relativo misterio alrededor de su origen (era mestizo, hijo ilegtimo de un noble espaol y una india guaran?); la incgnita sobre los motivos que lo trajeron a Amrica (resentimiento con la corona espaola, lazos de raza, emisario britnico?); la hazaa de cruzar los Andes para liberar Chile (reflejo del plan del escocs Thomas Maitland?); su contribucin decisiva a la emancipacin del Per (en medio de una campaa sumamente dificultosa); la incomprensin de sus propios compatriotas en el Ro de la Plata (hubo quien lo acus de "traidor"); la supuesta rivalidad

  • con Simn Bolvar (realmente se profesaban el desprecio que Mitre difundi?); su aparente retiro; hasta el fallido intento por regresar al Ro de la Plata.

    Nada nuevo bajo el sol?

    El supuesto ostracismo en el que se habra sumido el Libertador en sus ltimos aos de vida acaba de ser refutado por la investigacin de Rodolfo Terragno, Diario ntimo de San Martn , en la que consta la labor diplomtica que fue a poner en marcha a Inglaterra, a partir de 1824, tratando de lograr en ese punto estratgico el recono-cimiento de la independencia de los pases sudamericanos. Terragnocuenta los pasos que lo llevaron a estas conclusiones en una charla que en estas pginas se publica.

    La relacin de San Martn con los lderes sudamericanos, por su parte, ser motivo de anlisis y reflexin en la biografa que prepara la historiadora Beatriz Bragoni y que dar a conocer en los prximos meses, y en su investigacin sobre la relacin entre San Martn y el chileno Jos Miguel Carrera (considerado el primer caudillo de ese pas). Bragoni abre la puerta de este nmero explicando a los lectores de el horizonte poltico y cultural desde el cual es posible analizar la historia y la gesta sanmartinianas.

    La inminencia de los bicentenarios americanos, con su profusin de actividades conmemorativas y de ensayos para una sntesis histricalatinoamericana, tambin debera poner en discusin a la figura de San Martn. Sin embargo, algunos de los mentores de las principales iniciativas editoriales y acadmicas gestadas alrededor de los bicentenarios, explican en este nmero de por qu San Martn no tiene, en estas obras colectivas, el relieve que debera drsele. Ho-racio Gonzlez, Jorge Gelman, Arturo Roig, Hugo Biagini y Ral Fradkin, entre otros, se refieren en estas pginas a esta relativa au-sencia.

    En forma paralela al desarrollo de novedosas investigaciones y al fenmeno de la divulgacin histrica masiva, en los ltimos tiempos ha resurgido, alrededor de los prceres y figuras salientes de nuestrahistoria, una tendencia a la bsqueda de informaciones ntimas, detalles sobre la vida privada. En este marco se pueden incluir los

  • ensayos como Argentina, con pecado concebida , de Federico Andahazi, quien indaga en las costumbres sexuales de los prceres (incluido, desde ya, San Martn). Este tipo de literatura suelen cues-tionar los historiadores profesionales que se desempean en el mbito acadmico.

    De la hagiografa a la difamacin

    Algunos aos atrs, la prestigiosa (y prematuramente fallecida, a los 51 aos, en setiembre de 2008) investigadora rosarina Patricia Pasquali, especializada en San Martn, contrastaba el "legtimo deseo colectivo de aproximacin al conocimiento de los protagonistas de nuestro pasado tal como fueron" y la "exigencia generalizada de descubrir a los hombres reales y crebles, que permanecieron mucho tiempo escondidos tras las efigies ptreas, lejanas e inclumes", con "la escalada de banalizacin y chismografa a la que hoy asistimos, y que nada tiene que ver con la humanizacin de los prceres".

    Pasquali, autora de varios volmenes sobre el Libertador (entre ellos,la edicin de la correspondencia de San Martn con Toms Guido, y de ttulos como San Martn en el ostracismo: profeca, silencio y gloria , o San Martn. La fuerza de la misin y la soledad de la gloria ), admita que, con esta "escalada", "se ha ido a parar exactamente en el otro extremo de la tendencia sacralizadora pre-cedente"; es decir, por slo hacer hincapi en los supuestos aspectos oscuros o puntos dbiles y criticables que acaso hayan tenido, "los prohombres que siempre tuvimos por referentes histricos debido a ciertas caractersticas que los hicieron superiores y admirables, diferencindolos del resto, por algunas de sus grandes realizaciones o incluso tan slo por su ndole visionaria, aunque hubiesen fracasado en su tiempo a nivel de las concreciones, quedan convertidos, con la excusa de quitarles la ptina de bronce, en personajes menores, mediocres, reprobables, en fin, en psimas caricaturas de lo que en realidad fueron".

    Llevando a un extremo esta tendencia, sostena Pasquali, se ha ido "de la deificacin hasta el nihilismo, de la hagiografa hasta la difamacin, recurriendo a cualquier medio con tal de responder a las exigencias del marketing y ganar protagonismo por la va del

  • escndalo".

    La autora de S an Martn confidencia l criticaba con dureza a los historiadores al sostener que los profesionales que se dedican a la historia en los niveles superiores de la enseanza y la investigacin "son en gran parte responsables de este lamentable fenmeno, porque se han divorciado de la gente, porque no han cumplido su compromiso social insoslayable de conectar a la comunidad con su pasado. Encerrados en sus torres de marfil sealaba Pasquali, utilizando un lenguaje crptico para iniciados, escribiendo para sus pares, incrementando el conocimiento histrico pero despreocupndose de hacerlo vigente y operante en la conciencia colectiva, contribuyen a su progresivo vaciamiento, a que subsistan viejos mitos o que ocupen su lugar versiones antojadizas e infundadas".

    Tendiendo puentes

    Es responsabilidad de las publicaciones culturales tender el puente que una la investigacin seria, no difamatoria, con un pblico masivo y vido de actualizar su conocimiento cabal de la historia, a travs del encuentro ms profundo con sus protagonistas.

    En las ms de veinte pginas que siguen, propone a sus lectores recorrer los hitos fundamentales en la biografa de San Martn, el panorama y el contexto en el que se desarroll su vida, los actuales debates que se siguen generando alrededor de su figura, una reflexin sobre cmo se ensea hoy la gesta sanmartiniana (en cada uno de los niveles de la educacin formal).

    Adems, se ofrece un trnsito por los diversos modos en que se busc, a lo largo de la historia, unir la imagen sanmartiniana (y su le-gado) a un particular proyecto po ltico o ideolgico.

    Los cronistas de se preguntan, en estas pginas, de qu modo se lo recuerda en esos lugares en los que San Martn dej su huella, recorriendo su ciudad natal (Yapey, Corrientes) y Mendoza (desde donde parti su ejrcito libertador y a donde volvi tras haber dado elprimer paso para emancipar al Per), as como el legendario Instituto

  • Sanmartiniano.

    Opinan tambin en este nmero conmemorativo los investigadores acadmicos e historiadores Javier Trmboli, Norberto Galasso, Rogelio Garca Lupo, Jos Ignacio Garca Hamilton y Teresa Eggers Brass.

    San Martn en el imaginario popular del siglo XIX

    INTRODUCCIN

    El propsito de este trabajo es detectar la presencia y el recuerdo de San Martn en la memoria compartida de la sociedad mendocina y enla de la Confederacin. Procuraremos demostrar cmo tanto la opinin nacional como la internacional tenan en gran consideracin al Libertador an antes de 1850, ao de su muerte y con mayor razn despus de dicha fecha. San Martn no era un desconocido ni un personaje olvidado antes de que Mitre escribiera su clebre Historia de San Martn y de la Emancipacin Americana (1887), por el contrario era recordado en razn del carcter heroico de su personalidad, hecho que fue percibido y valorado por sus propios contemporneos que dieron testimonio de ello. Resulta oportuno recordar ahora las caractersticas que Max Scheler atribuye al hroe: el representante y la encarnacin de los valores vitales, que vive consagrado a lo noble, magnnimo que busca lo mejor de cada obra y la consumacin de los valores eximios.

    La voluntad tensa, la perseverancia, la seguridad, la impetuosidad, lapujanza, la plenitud y la disciplina son los atributos esenciales del hroe [...] estos dones le vienen de su espritu y no de su contextura fsica, que en ocasiones, podr ser frgil o dbil, poniendo an ms de relieve los mritos del alma heroica. Es el hombre de la grandeza de carcter. Capaz del dominio y del seoro consigo mismo. Responsable de todo lo que lo tiene como protagonista, y por ello, agudamente realista [...] Su seriedad tica consiste en reconocer y en cumplir el orden jerrquico de los valores y en rechazar la vanidady la ambicin1.

  • Tales condiciones demostradas por el Libertador durante su existencia hicieron que fuera considerado un verdadero arquetipo.La etimologa de la palabra arquetipo es esclarecedora al respecto: Typos, primitivamente, significaba golpe, ruido hecho al golpear, marca dejada como consecuencia de un golpe. Arj agrega el sentido de principalidad, originalidad. Por tanto: golpe o marca original2. De ah que la admiracin por los hombres prominentes sea algo natural en el hombre porque los arquetipos funcionan como modelos originales que impactan en el hombre y lo atraen por su ejemplaridad, lo marcan y lo instan a la imitacin. Los contemporneos de San Martn advirtieron este carcter arquetpico del Libertador y por eso valoraron y enaltecieron su figura desde pocas muy tempranas. Ms an, la permanencia de la imagen de San Martn en la memoria de su pueblo ha operado como una causa ejemplar en razn de sus virtudes, las que permanecen como parte de los bienes comunes permanentes y comunicables en esta comunidad histrica.

    La figura de San Martn como constructo liberal

    Varios estudios historiogrficos han sealado la importancia que se dio, durante el siglo XIX, a la historia y a la educacin para la construccin de la nacionalidad. Las obras de Shumway, Buchbinder,Halpern Donghi, Palti, Bertoni, Devoto, Cattaruzza y Eujanian; Bragoni, Devoto, y Pagano han puesto de relieve el rol decisivo de la historiografa3. Por su parte, Bertoni, Oszlak, Devoto y Poggi4 han subrayado la relevancia de la educacin en ese proceso. Algunos se han detenido, adems, en la importancia crucial que le cupo a Mitre en la conformacin de la historiografa argentina5.Lilia Bertoni, en el ltimo captulo de su libro Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construccin de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, analiza cmo se confeccion la historia nacional, a la que considera un aspecto ineludible de la construccin de una nacin6. La autora hace un listado de aquellos historiadores que construyeron la historia patria. Bertoni reconoce que en la construccin de la memoria hubo una activa participacin ciudadana y que se gener un debate en cuanto a la conformacin del panten nacional y cules eran los hroes que deban formarlo. Da cuenta de los diversos proyectos que existieron para construir monumentos y estatuas, que ponan al descubierto las disidencias polticas e

  • ideolgicas entre los grupos empeados en el armado de la tradicin patria7. Estas disputas evidenciaban las posiciones de quienes deseaban organizar las tradiciones histricas para definir a la nacin,sobre todo, en el marco del aluvin inmigratorio de finales del siglo XIX.Fernando Devoto ha puesto especial inters en demostrar que el proceso de construccin de la Nacin emprendido en la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX tuvo como base un proyecto historiogrfico y un proyecto educativo. Estos proyectos, fuertementeimbricados, fueron el fundamento de la expansin de la ciudadana y de la nacionalidad, requerida por los procesos de modernizacin poltica y econmica.La conformacin de una nueva memoria histrica se basara en ese proyecto historiogrfico que dise una imagen de destino grandioso y una creencia en la excepcionalidad y la grandeza argentinas8. Entre los historiadores que tuvieron rol protagnico en esta conformacin del ideal nacional destaca, sin dudas, a Bartolom Mitre. Fue Mitre quien defini los valores y principios que identificaran la nacionalidad, fue l quien "articul una narrativa genealgica autocelebratoria y cre una mitologa nacional que justificara la Argentina futura"9. Su confianza en el destino nacional le permiti organizar la historia de la Nacin argentina, como historia de un pasado no concluso, abierto al presente y al porvenir10.Nicols Shumway ha dedicado varias pginas de La invencin de la Argentina; Historia de una idea al rol decisivo de Mitre en esta faena. Destaca el autor, la obra compilada por Mitre, con ayuda de Sarmiento, bajo el ttulo Galera de celebridades argentinas, que es una coleccin de biografas, suntuosamente encuadernada y pensada para un vasto pblico. En ella Mitre escribe:

    La historia argentina ha sido fecunda en hombres notables... La gloria de esos hombres es la ms rica herencia del pueblo argentino, y salvar del olvido su vida y sus facciones, es recoger y utilizar esa herencia, en nuestro honor y en nuestro provecho. En esas vidas encontrar la generacin actual modelos dignos de imitarse. En los sucesos memorables que ellas recuerdan, encontrar el historiador futuro, temas dignos de sus meditaciones austeras11.

    Comenta el autor que esta cita permite inferir que para Mitre la historia es un cuento ejemplar, un medio para dar forma al futuro. El

  • pasado es usado para crear una mitologa nacional, una ficcin orientadora con la misin primordial de justificar la Argentina que viene. Pero, agrega Shumway, Mitre no slo est pensando en el futuro. Tambin el presente, sus propias ambiciones, sus amistades yenemistades, y sus objetivos polticos orientan la eleccin del material y la forma de presentarlo. Al describir a Moreno, Belgrano y San Martn como las fuerzas bsicas en la historia argentina, Mitre se justifica a s mismo y a sus ambiciones como pensador-escritor-poltico-militar que aspiraba en su generacin al papel que proyectaba sobre sus predecesores cuidadosamente elegidos12. Podramos decir, estableciendo una frmula de sntesis que la figura de San Martn es una construccin historiogrfica iniciada por Mitre, continuada por el Instituto Sanmartiniano y que se oficializ como un modo de cristalizar una imagen que, como la de todos los prceres, guardaba la intencionalidad de reflejar la identidad del pas. Por lo cual fue recin cuando Mitre escribi su historia, en 1887, que se reivindic su figura porque haba que forjar una especie de grupo de prceres y para ello se eligi a San Martn13.

    Los historiadores del siglo XIX, y algunos seguidores del siglo XX..., saban muy bien qu hacer con San Martn: dentro del santoral laico de la Patria, el primer lugar estaba reservado para el "Genio", de Bartolom Mitre, o el "Santo de la Espada", de Ricardo Rojas. Era ste un papel razonable, cuando se necesitaba construir la identidad nacional desde la historia.... aquellos miembros de la lite nacional tuvieron que acelerar el proceso de construccin de la identidad nacional, con un fuerte nfasis en la historia y sus hroes14.

    Por el contrario, en este trabajo intentaremos demostrar, valindonosde fuentes locales, la vigencia de San Martn en el ideario nacional con anterioridad a 1887. Vale decir, que San Martn era considerado un hroe y que tal imagen no fue el fruto de una construccin idealizada, mtica, producto de la deliberada intencin de la clase dirigente liberal que necesitaba de esas figuras para construir una idea de Nacin afn a sus postulados liberales. Sostenemos que la heroicidad de San Martn, reconocida popularmente, es anterior a esa construccin ideolgica. Y lo es porque San Martn ya era considerado genuinamente un hroe americano.

  • Memoria e historia

    Para poder desarrollar nuestra postulacin, nos encontramos, adems, con una batalla terica entablada entre los historiadores acerca de los conceptos de memoria e historia. Pretender intervenir en esa batalla excedera los objetivos de este trabajo ya que ameritara un extenso desarrollo. Por lo tanto, solo dejaremos apuntados aqu algunos de los recorridos epistemolgicos de un debate todava en marcha.Las reflexiones acerca de la memoria recorren el pensamiento de Occidente desde los clsicos: Platn15; Aristteles16; San Agustn17hasta encontrar una ms precisa definicin en el Aquinate, en tanto que sus desarrollos cubren las nociones de memoria como potencia memorativa, como acto de recordar, como hbito por el que se poseelo recordado y como objeto recordado, sin olvidar las relaciones entrememoria e identidad y memoria y prudencia y la real incidencia de la condicin social del hombre en todos sus actos18.Con diversa suerte, segn fuera la aceptacin de la tradicin clsica por los autores de la Modernidad, estas nociones han pervivido comosustento de sus reflexiones. La consideracin de la Historia (o Historiografa) como conocimiento riguroso del pasado se debe a la Escuela Crtica Alemana, especialmente a la formalizacin de un mtodo de abordaje del pasado, expresado en el Tratado del Mtodo Histrico, escrito por Ernest Bernheim y publicado en 1889. El hecho de que el conocimiento histrico sea indirecto -puesto que el objeto de su estudio ya no est- obliga a trabajar con testimonios, es decir con losrastros de cualquier tipo dejado por el hombre, desde una carta personal hasta un monumento conmemorativo. Es decir, la historiografa utiliz el concepto terico de testimonio, que alude tanto al rastro material como a su contenido. El concepto de memoria, entonces, no estuvo en el repertorio de las palabras utilizadas por la naciente historiografa "cientfica", pero la supona y abarcaba. Se trata de un aporte que llega de otras ciencias humanasy penetra en la historiografa, desde la sociologa, la antropologa o laetnografa, como ha sucedido en el siglo XX.En efecto, podemos afirmar con Javier Snchez Zapatero que:

    La concepcin de las sociedades como entes dotados de idnticas facultades y carencias que los seres humanos procede de las teoras

  • organicistas de Emile Durkheim y constituyen la base sobre la que sudiscpulo y seguidor Maurice Halbwachs sustent su teora sobre la dimensin plural de la memoria.19

    Esta nocin de "memoria colectiva", aceptada y empleada las ms de las veces de manera bastante acrtica, ha recibido en la actualidad precisiones indispensables como la de Jos F. Colmeiro:

    La memoria colectiva ha de ser entendida no de manera literal, ya que no existe materialmente esa memoria colectiva en parte alguna, sino como una entidad simblica representativa de una comunidad. /.../ Solo en el nivel simblico se puede hablar de memoria colectiva, como el conjunto de tradiciones, creencias, rituales y mitos que poseen los miembros de un determinado grupo social y que determinan su adscripcin al mismo20.

    De ah que consideremos que los recuerdos personales que constituyen la memoria individual cobren sentido, se resemanticen, en los marcos de referencia culturales y sociales del contexto al que pertenecen.En cuanto a los usos de la memoria en la construccin de los discursos historiogrficos, desde la dcada de los '80 en adelante, sepuede observar un enorme desarrollo en los espacios acadmicos centroeuropeos, de Estados Unidos y de Hispanoamrica, lo que ha provocado, no solo nuevas teorizaciones sobre este concepto matriz,sino un pedido de mayores precisiones y puesta de lmites. Efectivamente, puede atribuirse en su formulacin ms extendida al historiador francs Pierre Nora, a partir de aquella obra colectiva: Leslieux de mmoire publicada en la dcada de 198021. A partir de entonces, surge esta idea para designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea ste real o imaginado, valorndolo y tratndolo con especial respeto. En nuestros tiempos han adquirido importancia los movimientos de reconstruccin de la memoria de grupos sociales afectados por los llamados procesos de "invisibilizacin" como las mujeres, los afroamericanos, los indgenas, las culturas colonizadas, los trabajadores, los perseguidos polticos, etc. Paul Ricoeur, por su parte, ha desarrollado desde un enfoque fenomenolgico importantes precisiones entre memoria e historia. Ensu obra La memoria, la historia, el olvido22 considera que el gran

  • problema del tratamiento filosfico de la memoria se encuentra en la superposicin de dos criterios de distincin entre memoria e imaginacin diferentes: uno externo que busca una imposible adecuacin con la realidad ya no existente y el segundo, que apunta al mantenimiento del recuerdo a lo largo del tiempo: esta conjuncin entre estimulacin (externa) y semejanza (interna) permanecer paranosotros como la cruz de toda la problemtica de la memoria23. Parael autor, la adecuacin del recuerdo con lo acontecido no es un atributo definitorio de la memoria y por ello no debe ser utilizado. Esto llevar al pensador francs a concluir en la necesidad de recurrir a la temporalidad como criterio de distincin. La memoria nosasegura que algo aconteci, lo que no puede garantizarnos es la adecuacin entre la impresin inicial y el acontecimiento pasado, especialmente teniendo en cuenta la presencia de la imaginacin tanto para memorizar como para rememorar. Esto pone especial relieve en el papel de la historia. Slo la historia posee los elementoscrticos necesarios para contrastar las representaciones del acontecimiento con los restos que quedan de l. Este elemento crtico surge de la distancia, la brecha, entre el acontecimiento y la representacin histrica. Es interesante, incorporar sobre este tema, las opiniones relativamente recientes del historiador Pierre Nora en las que aparentemente luego de largar al ruedo la idea de memoria advierte su sobredimensionamiento. La expansin de la memoria funciona hoy como opresora de la historia; de all que tambin Nora a su modo insista en el papel diferencial entre memoria e historia, y la funcin explicativa y conciliadora de esta ltima24. No obstante, sigue el debate abierto a raz de la injerencia de las ideologas en el uso y abuso de la matriz conceptual, tal como lo ha dejado consignado T. Todorov en su tratado sobre Los abusos de la memoria25.Ante este estado de la cuestin, fijamos nuestra posicin dentro de laconcepcin clsica de memoria como el reservorio vivo en las conciencias de los miembros de una comunidad histrica, de personajes y acciones de capital importancia para la vida en comn, y en una unidad social mayor cual es la nacin. De ah que empleemos el trmino memoria en el sentido de ese pasado vivido por aquellos hombres que participaron de la obra sanmartiniana y se consideraban parte de ella, y demos la acepcin de Historia, al esfuerzo cientfico por reconstruir los hechos verdaderos de cierta

  • relevancia, pertenecientes al pasado humano. La Historia como disciplina cientfica se vale de la memoria de los testigos, de sus testimonios para reconstruir el pasado, con rigor cientfico. El problema se plantea cuando el historiador deja de tener por finalidad la sincera averiguacin de la verdad del pasado y esto es sustituido por un pragmtico servicio al presente, a los objetivos del presente o a la transformacin poltica del presente. En este marco de pragmatismo, los historiadores liberales -desde Mitre en adelante- emplearon a la historia como operacin ideolgicapara consolidar una identidad liberal para el pas. Por esa va, negaron algunos aspectos de nuestra raz histrica, ensalzaron unos,tergiversaron otros. Por esto, como escribamos en otra ocasin26: averiguar sobre el pasado

    "[...] con imparcialidad, rectitud de juicio y a partir de los hechos y de las circunstancias dominantes no parece ser un desafo intrascendente. Las futuras generaciones deberan afrontarlo sin las mezquindades que han poblado la experiencia cultural argentina durante un par de siglos, con algunas excepciones que, sin embargo,no han podido torcer el rumbo. Dice Alain Touraine... que "a los argentinos les falta conciencia nacional" (La Nacin, 18-4-2004)".

    Recuperarla parece un imperativo que no debera pasarse por alto. "Yo no conozco ningn caso de un pas que se haya desarrollado sin tener una fuerte conciencia nacional"27.Para averiguar sobre el pasado debemos hacerlo a partir de los testimonios de quienes protagonizaron el pasado28. Aqu es donde importa la memoria. La memoria compartida, el imaginario social -entendido como el conjunto de representaciones tambin compartidas-, acerca de San Martn antes de aquella operacin ideolgica. La historia de San Martn escrita por historiadores que pretendan conocer la verdad sobre el pasado y no servir a intereses polticos de su poca. Negar esto puede ser producto del desconocimiento o parte de ese mismo constructivismo pragmtico que se dice criticar.

    SAN MARTN ANTES DE MITRE

  • Hace unos pocos aos, Elvira Martn de Codoni en un estudio historiogrfico, demostr a travs de la ordenada revisin de las biografas de San Martn cmo el prcer no fue una creacin literaria,ni una invencin de Mitre, ni era un desconocido sino que estaba presente en la vida nacional. Numerosas obras se haban dedicado a la vida del Libertador mucho antes de que Mitre escribiera la Historia de San Martn y de la Emancipacin sudamericana. Sostiene Codoni que la historia brillante de San Martn, por estar elaborada con pruebas y documentos, es verdadera historia y no un invento como las falsas teoras posmodernas proponen como mtodo para esta disciplina. Al mismo tiempo, seala que los antecedentes citados en su trabajo no agotan el extenso listado pero sirven para testimoniar la grandeza delhroe, que le fue reconocida y valorada desde los primeros tiempos por quienes examinaron su vida sin mezquinas envidias y sin disminuirle sus mritos innegables por espurios intereses29.Martn Kohan, ganador del concurso de la Revista Todo es Historia sobre la Memoria pstuma de San Martn, distingue en su ensayo entre las primeras biografas (Miller, Espejo, Cochrane) y los relatos de viajeros (Haigh, Stevenson, Hall) a los que califica como memorias en razn de la cercana de los escritores con los episodiosque cuentan y en los cuales han tenido parte30. Estos escritos tienenun carcter subjetivo, en ellos los partcipes de los acontecimientos relatan sus vivencias, con sus consiguientes juicios de valor siempre,como es obvio, desde la perspectiva parcial de quien ha estado involucrado en los sucesos. Seala Kohan que, como suele suceder, los contemporneos, a veces, cometen injusticias. De manera que San Martn tendra que esperar a la posteridad para que se le hiciera justicia. Juan Mara Gutirrez y Domingo Sarmiento son, para este autor, los primeros en hacerla, aunque desde el punto de vista del anlisis discursivo, sostiene que, si bien tenan la perspectiva que da la distancia en el tiempo, se colocaron en posicin subjetiva escribiendo como si hubieran sido parte de los hechos. Habra que esperar a Mitre para arribar verdaderamente a la historia cientfica31 .La posicin de Kohan y la valoracin que hace de los escritores no carece de seriedad argumental pero s de informacin lo que puede llevar a variar algunas conclusiones. El trabajo ya citado de Elvira Martn de Codoni nos aporta nuevos elementos de juicio dado que hay muchas otras biografas o escritos biogrficos que no han sido

  • tenidos en cuenta por aquel autor. La primera es la de Juan Garca del Ro, publicada en Londres en 1823 por este representante del gobierno del Per en esa ciudad, bajo el seudnimo de Ricardo Gual y Jan. Ciertamente esta, tambin, junto con los escritos de Miller, Espejo y Cochrane, debe ser considerada como crnica o memoria. A este listado habra que agregar los recuerdos del marino francs Gabriel Lafond de Lurcy (1839) y las de Manuel de Olazbal (1858 y1863). Asimismo, los escritos de Florencio Varela y Flix Fras quienes, si bien no participaron de las campaas sanmartinianas, visitaron a San Martn en Europa y escribieron sobre estos recuerdos. Pero sostenemos que, a diferencia de las citadas, son obras de carcter histrico las de los chilenos Jos Francisco Javier de Guzmn y Lecaros (1834) y Benjamn Vicua Mackenna (a partir de 1849) as como las de Juan Bautista Alberdi (1844) y Bernardo deIrigoyen (1851)32. Alberdi visit a San Martn en 1843 y luego escribi su biografa, pero l no fue partcipe de los hechos que relataba puesto que haba nacido en 1810. Menos an Irigoyen, nacido en 1822. A estas, podemos agregar otros libros de carcter histrico sobre distintos aspectos de la obra sanmartiniana tanto en la Campaa de Per como en la de Chile. Nos referimos a los trabajos del boliviano Jos Ildefonso lvarez de Arenales (1821), de los peruanos Valentn Ledesma (1853), Mariano Paz Soldn (1868), y los chilenos Garca Reyes (1848), Salvador Sanfuentes (1850), Diego Barros Arana (1857), Luis y Gregorio Amuntegui (1867), y delargentino Toms Guido (1864)33. De manera que podemos, en todo caso, analizar cules de estas obras pertenecen a la historiografa y cules al gnero de las memorias pero lo que queda fuera de toda duda es que San Martn no era un desconocido, ni un ignorado personaje, ni una construccinhistoriogrfica, ni tampoco una creacin oportunista, o un mito fabricado sino

    [...] muy por el contrario era una realidad que estaba viva en el imaginario popular del siglo XIX, presente con fuerza inusitada entre quienes haban sido sus contemporneos, en sus descendientes y en el sentir general que recordaba de mil formas la gesta heroica34.

    SAN MARTN EN EL IDEARIO MENDOCINO

    Como afirmamos al comienzo, es objetivo de este trabajo detectar la

  • presencia y el recuerdo de San Martn no ya entre bigrafos y escritores sino justamente all, en la sociedad, en la memoria comn,si se quiere. La Provincia de Cuyo colabor decididamente con la obra del generalSan Martn tanto en la preparacin del ejrcito, en los aos 1815-17, cuanto en la recuperacin de ste en los aos 1818-19 para poder continuar con la Campaa al Per. Antes de iniciar la obra emancipadora, el gobierno de Mendoza reconoci los mritos y benfica accin de San Martn como gobernador-intendente. Esta idea es la que expresa el gobernador don Toribio de Luzuriaga, quien haba sucedido a San Martn en el cargo desde que ste se aboc exclusivamente a las labores militares para la Campaa, cuando le concedi el 19 de octubre de 1816, 50 hectreas en Barriales y 200 para su hija Tomasa Mercedes.

    Despus de haber enriquecido V.S. los anales de la Historia de nuestra Amrica con la gloria de su conducta y talentos militares [...] Reciba V.S. esta demostracin debida al continuo y laborioso afn con que se ha empleado en obsequio de esta feliz provincia dndole nombre, crdito, fuerza y fama [...]35.

    Los testimonios de la participacin de la poblacin de Cuyo en la campaa sanmartiniana son mltiples. El impreso ms antiguo que se conoce producido por la primera imprenta mendocina, trada por San Martn, fue el que public el 15 de febrero de 1817 el Gobernador Intendente Toribio de Luzuriaga. La proclama comunica la victoria obtenida por el Ejrcito de Los Andes en Chacabuco, y reconoce los esfuerzos de toda la poblacin y por ello considera al triunfo como un fruto de esos desvelos.

    EL GOBERNADOR INTENDENTE. Ciudadanos heroicos: Gozad y el fruto de vuestras virtudes, y constancia. El enemigo en numero de mas de dos mil hombres fuertes, ha sido destrozado completamente en la Cuesta de Chacabuco: y h mandado poner vuestra expectacion la vandera de su exercito, tomada en la Batalla, en que nuestro invicto General el Exmo. Sr. Don Jose de San Martin en persona la Cabeza de sus Escuadrones derrot al fiero tirano de Chile, haciendole mas de 600 prisioneros, con 30 oficiales, y 400 muertos. Celebremos, Ciudadanos tan gloriosa victoria: Demos

  • gracias al Dios de los Exercitos: y afirmad los vinculos de union entrevosotros, y las demas relevantes prendas con que habeis concurrido formar y mober las valientes tropas que han sabido pasar sin dao los asperos, y encumbrados Andes. Mendoza 15 de Febrero de 1817. Luzuriaga36.

    La proclama resalta la figura del General San Martn bajo la denominacin de general invicto, quien a la cabeza de los escuadrones ha obtenido la victoria, al mismo tiempo que valora los vnculos de unin y los esfuerzos con que ha contribuido el pueblo cuyano. El propio San Martn reconoce estos esfuerzos cuando, por ejemplo, refirindose a la Campaa libertadora como [...] un Plan en que la Patria reporta el primer inters, agrega estas palabras: Este mismo que tantas veces ha llevado a los hijos de ese Ylustre Pueblo al campo del honor37. Tambin haba dicho de los cuyanos:

    No hay palabras, no hay voces para explicar lo que son estos habitantes. Con otra provincia como sta, todo hubiese concluido brevemente. Los troperos dieron sus carretas, las damas sus joyas, los vecinos pudientes, dos tercios de sus esclavos. Slo la provincia de Cuyo es capaz de tal esfuerzo38.

    Cuando vuelve a Mendoza a fines de 1822, con la idea de radicarse en la provincia, se encuentra con un ambiente de hostilidad, que como propaganda se haba hecho contra el Libertador y Protector delPer General San Martn, tanto en Chile como en el mismo Per y entoda la Repblica Argentina [...]39. El mismo anlisis realiza Juan Draghi Lucero en el estudio preliminar de El Eco de los Andes40. Nos hace notar el autor que este peridico, cuyo primer nmero apareci en Mendoza el 24 de setiembre de 1824, apenas nueve meses despus de la partida definitiva de San Martn, no dedica una sola palabra al cumplirse el aniversario del paso de los Andes por el Ejrcito gestado en Mendoza, no hace un recuerdo siquiera de la batalla de Chacabuco, ni de la gran victoria de Maip. Draghi Lucero considera que

    [...] esta comprobacin resulta ms chocante al considerar que en Mendoza haba muchas personas que ocupaban puestos espectables en la administracin pblica que haban tomado parte

  • activa en esos hechos hazaosos y agrega en cuanto al General SanMartn [...] no se lo ver figurar ni una sola vez en el mismo.

    Esta actitud lleva al autor a juzgar al Eco de Los Andes como absolutamente divorciado con la historia regional. Las causas? slo nos deja estos interrogantes: Resentimientos? Celos?Lo cierto es que an en medio de ese ambiente hostil, en el seno de la Sala de Representantes una resolucin de 22 de noviembre de 1822 expresa refirindose al momento en que caa la Patria Vieja chilena

    [...] amenazado entonces el territorio de la antigua Union de un Enemigo victorioso, cuando se hallaba sin gobierno que observase elpeligro que le amenazaba; era necesario que esta provincia sin contar mas que consigo misma opuciese una barrera, sosteniendo una guarnicion fuerte; felizmente un Genio de grandes recursos destinado por naturaleza para salvar al Pays estaba al frente del Gobierno de Cuyo, y no haber sido por sus aptitudes extraordinarias, nuestros exfuersos no habrian bastado para triunfar alguna vez del poder mismo conjurado contra la impotencia: algunos aos fueron indispensables estos sacrificios, hasta que lleg el momento de decretar la libertad de Chile: la creacion del Exercito de los Andes exigia exfuersos sobre naturales, y estos habitantes consagraron sus fortunas este obgeto [...] pero no era solo la libertad de Chile que debiamos cooperar: este mismo Exercito, quedebia llebar su pabellon buscar glorias en el territorio del Per, y alguna vez el de Colombia, repas los Andes reponerse entre nosotros del quebranto que haba sufrido en la Campaa dilatada de Chile41.

    Aquel "Genio destinado por naturaleza para salvar al Pays" es el General San Martn, dotado de aptitudes extraordinarias pero acompaado por los esfuerzos, sacrificios y fortunas de los cuyanos que lo siguieron en sus empeos a Chile y posteriormente al Per. La campaa de desprestigio y calumnias no ha podido borrar de la memoria colectiva, del Gobierno y el Pueblo cuyano, el agradecimiento y valoracin de San Martn, sus cualidades y su obra.Es en este contexto al que hemos aludido en el cual se difunden calumnias y agravios contra la persona de Jos de San Martn, que la poblacin de Barriales en 1823 solicita al gobernador la colocacin

  • del nombre San Martn a la Villa Nueva, tal co