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Selección de discursos públicos
4° Medio
2
ÍNDICE
Premios Nobel
Discurso Gabriela Mistral………………………………………………… 4
Discurso Pablo Neruda……………………………………………………. 5
Discurso Gabriel García Márquez………………………………………..11
Discursos Políticos
Martin Luther King………………………………………………………..16
Ernesto “Che” Guevara…………………………………………………....20
Adolf Hitler…………………………………………………………………32
3
Premios Nobel
4
Discurso de Gabriela Mistral ante la Academia Sueca al recibir el Premio
Nobel de Literatura, el 12 de diciembre de 1945
Tengo la honra de saludar a sus Altezas Reales los Príncipes Herederos, a los Honorables
Miembros del Cuerpo Diplomático, a los componentes de la Academia Sueca y a la
Fundación Nóbel, a las eminentes personalidades del Gobierno y de la Sociedad aquí
presentes:
Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos
trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nóbel estaría contento de incluir
en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente
Americano tan poco y tan mal conocido.
Hija de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mí a uno de los representantes
de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecerse
constantemente por las creaciones sociales valerosas. La operación admirable de expurgar
una tradición de materiales muertos conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la
aceptación del presente y la anticipación del futuro que se llama Suecia, son una honra
europea y significan para el continente Americano un ejemplo magistral.
Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fue
ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia, enriquecedores del
cuerpo y del alma nacional. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al
extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros
miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros.
Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de
mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de
haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folklore y su
poesía milenarios.
Dios guarde intacta a la Nación ejemplar su herencia y sus creaciones, su hazaña de conservar
los imponderables del pasado y de cruzar el presente con la confianza de las razas marítimas,
vencedoras de todo.
Mi Patria, representada aquí por nuestro culto Ministro Gajardo, respeta y ama a Suecia y yo
he sido invitada aquí con el fin de agradecer la gracia especial que le ha sido dispensada.
Chile guardará la generosidad vuestra entre sus memorias más puras.
5
Discurso pronunciado con ocasión de la entrega del Premio Nobel de
Literatura (1971) a Pablo Neruda.
Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones, lejanas y antípodas, no por
eso menos semejantes al paisaje y a las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi
país. Tanto y tanto nos alejamos los chilenos hasta tocar con nuestros limites el Polo Sur, que
nos parecemos a la geografía de Suecia, que roza con su cabeza el norte nevado del planeta.
Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya
olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera
de mi país con Argentina. Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles
y como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan sólo los signos más débiles de
la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo
buscábamos en ondulante cabalgata -eliminando los obstáculos de poderosos árboles,
imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando mas bien el derrotero de
mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los
grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un
machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en
el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino. Cada uno avanzaba embargado en aquella
soledad sin márgenes, en aquel silencio verde y blanco, los árboles, las grandes enredaderas,
el humus depositado por centenares de años, los troncos semi-derribados que de pronto eran
una barrera más en nuestra marcha. Todo era a la vez una naturaleza deslumbradora y secreta
y a la vez una creciente amenaza de frío, nieve, persecución. Todo se mezclaba: la soledad,
el peligro, el silencio y la urgencia de mi misión. A veces seguíamos una huella delgadísima,
dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si
muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por las glaciales manos del
invierno, por las tormentas tremendas de nieve que, cuando en los Andes se descargan,
envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.
A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una
construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos
inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos cúmulos de madera para recordar
a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y quedaron allí para siempre
debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos
tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas
inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del
invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una
rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.
Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes
se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen
tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esa vez
encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos entraron, perdieron
pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las
aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia
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pugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla,
los baqueanos, los campesinos que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:
¿Tuvo mucho miedo?
Mucho. Creí que había llegado mi última hora, dije.
Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano me respondieron. -Ahí mismo –agregó uno de
ellos– cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted. Seguimos
hasta entrar en un túnel natural que tal vez abrió en las rocas imponentes un caudaloso río
perdido, o un estremecimiento del planeta que dispuso en las alturas aquella obra, aquel canal
rupestre de piedra socavada, de granito, en el cual penetramos. A los pocos pasos las
cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus
patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y
tendido sobre las rocas. La cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos
empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.
Algo nos esperaba en medio de aquella selva salvaje. Súbitamente, como singular visión,
llegamos a una pequeña y esmerada pradera acurrucada en el regazo de las montañas: agua
clara, prado verde, flores silvestres, rumor de rios y el cielo azul arriba, generosa luz
ininterrumpida por ningún follaje.
Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto
sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aun la ceremonia en la que participé. Los
vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un
rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para
dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros de hueso. Me uní a ellos en aquella
ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían
pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en este punto la inolvidable
ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña
danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella
circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí entonces de
una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una
comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una
respuesta aún en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.
Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria,
llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas. Vimos de pronto una luz
encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas
desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entramos a uno
de ellos y vimos, al calor de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la
habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban
escapar por las hendiduras del techo ml humo que vagaba en medio de las tinieblas como un
profundo velo azul. Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajaron a
aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres.
Distinguimos en el silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que,
naciendo de las brasas y la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado
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en el camino. Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia
dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita
extensión de la vida.
Ellos ignoraban quienes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía
ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego
cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos
elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos
sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno.
Chapoteamos gozosos, cavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos
sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos
kilómetros de jornadas que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos
cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos
empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando. Cuando quisimos dar (lo
recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones,
por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el
inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un
ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese "nada más" en ese silencioso nada más
había muchas cosas subentendidas, tal vez el reconocimiento, tal vez los mismos sueños.
Señoras y Señores:
Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré
impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de
mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del
pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes
a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la
aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras
sino para explicarme a mí mismo.
En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me
fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción
pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el
sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta
revelación de la naturaleza. Y pienso con no menor fe que todo está sostenido -el hombre y
su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesia en una comunidad cada vez más
extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños,
porque de tal manera los une y los confunde. Y digo de igual modo que no sé, después de
tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor
del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones,
digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros
seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o
emplazamiento. No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, transición
o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más
tarde.
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De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres.
No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación
de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el
silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con
melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de
la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.
En verdad, si bien alguna o mucha gente me consideró un sectario, sin posible participación
en la mesa común de la amistad y de la responsabilidad, no quiero justificarme, no creo que
las acusaciones ni las justificaciones tengan cabida entre los deberes del poeta. Después de
todo, ningún poeta administró la poesía, y si alguno de ellos se detuvo a acusar a sus
semejantes, o si otro pensó que podría gastarse la vida defendiéndose de recriminaciones
razonables o absurdas, mi convicción es que sólo la vanidad es capaz de desviarnos hasta
tales extremos. Digo que los enemigos de la poesía no están entre quienes la profesan o
resguardan, sino en la falta de concordancia del poeta. De ahí que ningún poeta tenga más
enemigo esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y
explotados de sus contemporáneos; y esto rige para todas las épocas y para todas las tierras.
El poeta no es un "pequeño dios". No, no es un "pequeño dios". No está signado por un
destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo
expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más
próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al
horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega
a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte
de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de
la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la
mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por
consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su
ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el
sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino
inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio
que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros
mismos.
Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me
condujeron al error, unos y otras no me permitieron -ni yo lo pretendí nunca- orientar, dirigir,
enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura. Pero sí me di cuenta
de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia
mitificacion. De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los
impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo. Nos vemos indefectiblemente
conducidos a la realidad y al realismo, es decir, a tomar una conciencia directa de lo que nos
rodea y de los caminos de la transformación, y luego comprendemos, cuando parece tarde,
que hemos construido una limitación tan exagerada que matamos lo vivo en vez de conducir
la vida a desenvolverse y florecer. Nos imponemos un realismo que posteriormente nos
resulta más pesado que el ladrillo de las construcciones, sin que por ello hayamos erigido el
edificio que contemplábamos como parte integral de nuestro deber. Y en sentido contrario,
si alcanzamos a crear el fetiche de lo incomprensible (o de lo comprensible para unos pocos),
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el fetiche de lo selecto y de lo secreto, si suprimimos la realidad y sus degeneraciones
realistas, nos veremos de pronto rodeados de un terreno imposible, de un tembladeral de
hojas, de barro, de libros, en que se hunden nuestros pies y nos ahoga una incomunicación
opresiva.
En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos
sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso. Somos
conscientes de nuestra obligación de pobladores y -al mismo tiempo que nos resulta esencial
el deber de una comunicación critica en un mundo deshabitado y, no por deshabitado menos
lleno de injusticias, castigos y dolores, sentimos también el compromiso de recobrar los
antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedra, en los antiguos monumentos
destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que
cantan como sueños. Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y
nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez ésa sea la razón determinante de mi
humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica,
no vendrían a ser sino actos, los más simples, del menester americano de cada día. Cada uno
de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable: cada uno de mis poemas pretendió
ser un instrumento útil de trabajo: cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como
signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera
con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos.
Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas
consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también
humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas
deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión
humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con
sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer
los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o
levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor
de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos
que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no
saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es
posible ser hombres integrales.
Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los
más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas,
alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por
las épocas terribles del colonialismo que aún existe.
Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza
solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones,
las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, qué sería de mí si yo, por
ejemplo, hubiera contribuido en cualquiera forma al pasado feudal del gran continente
americano? Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha
otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación
actual de mi país? Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad,
a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se
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niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los
pueblos americanos.
Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la
adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi
servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin
descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los
infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la
fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino
también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía.
Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados,
escribió esta profecía: A l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux
splendides Villes. (Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las
espléndidas ciudades.)
Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un
país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas
y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No
perdí jamás la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con
mi bandera.
En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas,
que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia
conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.
Así la poesía no habrá cantado en vano.
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La soledad de América Latina
[Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982.] Gabriel García Márquez
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje
alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa
que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el
ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del
macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había
visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y
relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron
enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de
su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas
de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos
tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país
ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar
y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud,
el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una
expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los
600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de
las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco
para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la
colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en
cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores
nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de
estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que
el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un
metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general
Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales
magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El
general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su
cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la
silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El
Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado
un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo
el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general
Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del
mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda,
iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también
en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias
fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres
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históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante
de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando
solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron
la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la
dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un
dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América
Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes
de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970.
Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no
se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres
arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la
identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos
por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de
200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres
pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes
violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento
de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes
que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a
uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un
refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados
forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que
este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es
la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables
muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y
de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada
por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las
criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación,
porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales
para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil
entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación
de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es
comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin
recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la
identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La
interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez
más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa
venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que
Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo,
que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey
etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy,
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que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa
con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo
de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil
de sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte
casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que
los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más
humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La
solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con
actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el
reparto del mundo.
América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico
que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.
No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras
Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué
la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de
suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la
justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser
también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No:
la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias
seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra
casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los
abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro
destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño
de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni
los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas
a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la
muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos
que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año
la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y
entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han
logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a
todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que
han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir
el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la
conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre
colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad
científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de
parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el
derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía
14
contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta
la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda
oportunidad sobre la tierra.
Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que
me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de
cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y
sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso,
a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció
de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele
sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar
indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la
incomprensión y el olvido.
Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos
trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el
sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan
comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no
me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera
deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía.
A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el
viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal
y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda
la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata
a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande,
y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin,
esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el
amor y repite las imágenes en los espejos.
En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus
esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus
virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.
El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora
revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a
brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido
como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias.
15
Políticos
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Martin Luther King, Jr.
"Tengo un sueño"
DISCURSO EN WASHINGTON, D.C
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor
manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la
Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz
y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita
injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero,
cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún
tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación;
cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de
prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la
sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido,
hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de
nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración
de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero.
Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los
inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus
ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los
negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos
insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado.
Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad
de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las
riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la
urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar
tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de
democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia
el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una
realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las
arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a
la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no
pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros
necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna
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a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a
los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión
continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día
de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que
conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de
obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de
libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre
nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que
nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a
las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La
maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a
la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como
lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al
nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos.
Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos
volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán
satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no
puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos
quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un
gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no
pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no
estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y
la rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones.
Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de
sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la
persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos
del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que
no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen
a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna
manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la
desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún
tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo:
"Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
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Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los
hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la
injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color
de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre
las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras,
puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos
y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios
más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será
revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos
esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos
trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad.
Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender
la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo
significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde
mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña,
que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse
realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva
Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que
repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la
libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las
sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la
Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de
Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De
cada costado de la montaña, que repique la libertad".
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada
estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios,
negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar
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las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios
omnipotente, ¡somos libres al fin!"
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Ernesto "Che" Guevara
"Discurso en la ONU"
Discurso pronunciado el 11 de diciembre de 1964 en la Asamblea de la
Naciones Unidas
Señor Presidente, Señores Delegados:
La representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir, en primer término,
el agradable deber de saludar la incorporación de tres nuevas naciones al importante número
de las que aquí discuten problemas del mundo. Saludamos, pues, en las personas de su
Presidente y Primeros Ministros, a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta y hacemos votos
porque estos países se incorporen desde el primer momento al grupo de naciones no
alineadas que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos llegar también nuestra felicitación al Presidente de esta Asamblea, cuya exaltación
a tan alto cargo tiene singular significación, pues ella refleja esta nueva etapa histórica de
resonantes triunfos para los pueblos de Africa, hasta ayer sometidos al sistema colonial
del imperialismo y que hoy, en su inmensa mayoría, en el ejercicio legítimo de su libre
determinación, se han constituido en Estados soberanos. Ya ha sonado la hora postrera
del colonialismo y millones de habitantes de Africa, Asia y América Latina se levantan al
encuentro de una nueva vida e imponen su irrestricto derecho a la autodeterminación y el
desarrollo independiente de sus naciones. Le deseamos, Señor Presidente, el mayor de los
éxitos en la tarea que le fuera encomendada por los países miembros.
Cuba viene a fijar su posición sobre los puntos más importantes de controversia y lo hará con
todo el sentido de la responsabilidad que entraña el hacer uso de esta tribuna, pero, al mismo
tiempo, respondiendo al deber insoslayable de hablar con toda claridad y franqueza.
Quisiéramos ver desperezarse a esta Asamblea y marchar hacia adelante, que las Comisiones
comenzaran su trabajo y que éste no se detuviera en la primera confrontación. El
imperialismo quiere convertir esta reunión en un vano torneo oratorio en vez de resolver los
graves problemas del mundo; debemos impedírselo. Esta Asamblea no debiera recordarse
en el futuro sólo por el número XIX que la identifica. A lograr ese fin van encaminados
nuestros esfuerzos. Nos sentimos con el derecho y la obligación de hacerlo debido a que nuestro país es uno de
los puntos constantes de fricción, uno de los lugares donde los principios que sustentan los
derechos de los países pequeños a su soberanía están sometidos a prueba día a día, y minuto
a minuto y, al mismo tiempo, una de las trincheras de la libertad del mundo situada a pocos
pasos de imperialismo norteamericano para mostrar con su acción, con su ejemplo diario,
que los pueblos sí pueden liberarse y sí pueden mantenerse libres en las actuales condiciones
de la humanidad. Desde luego, ahora existe un campo socialista cada día más fuerte y con
armas de contención más poderosas. Pero se requieren condiciones adicionales para la
supervivencia: mantener la cohesión interna, tener fe en los propios destinos y decisión
irrenunciable de luchar hasta la muerte en defensa del país y de la revolución. En Cuba se
dan esas condiciones, Señores Delegados.
21
De todos los problemas candentes que deben tratarse en esta Asamblea, uno de los que para
nosotros tiene particular significación y cuya definición creemos debe hacerse en forma que
no deje dudas a nadie, es el de la coexistencia pacífica entre Estados de diferentes
regímenes económico-sociales. Mucho se ha avanzado en el mundo en este campo; pero el
imperialismo -norteamericano sobre todo- ha pretendido hacer creer que la coexistencia
pacífica es de uso exclusivo de las grandes potencias de la tierra. Nosotros expresamos aquí
lo mismo que nuestro Presidente expresara en El Cairo y lo que después quedara plasmado
en la declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de países No
Alineados: que no puede haber coexistencia pacífica entre poderosos solamente, si se
pretende asegurar la paz del mundo. La coexistencia pacífica debe ejercitarse entre todos los
Estados, independientemente de su tamaño, de las anteriores relaciones históricas que los
ligara y de los problemas que se suscitaren entre algunos de ellos, en un momento dado.
Actualmente, el tipo de coexistencia pacífica a que nosotros aspiramos no se cumple en
multitud de casos. El reino de Cambodia, simplemente por mantener una actitud neutral y no
plegarse a las maquinaciones del imperialismo norteamericano se ha visto sujeto a toda clase
de ataques alevosos y brutales partiendo de las bases que los yanquis tienen en Viet Nam del
Sur. Laos, país dividido, ha sido objeto también de agresiones imperialistas de todo tipo, su
pueblo masacrado desde el aire, las convenciones que se firmaran en Ginebra han sido
violadas y parte del territorio está en constante peligro de ser atacado a mansalva por las
fuerzas imperialistas. La República Democrática de Viet Nam, que sabe de todas estas
historias de agresiones como pocos pueblos en la tierra, ha visto una vez más violadas sus
fronteras, ha visto como aviones de bombardeo y cazas enemigos disparaban contra sus
instalaciones; como los barcos de guerra norteamericanos, violando aguas territoriales,
atacaban sus puesto navales. En estos instantes, sobre la República Democrática de Viet Nam
pesa la amenaza de que los guerreristas norteamericanos extiendan abiertamente sobre su
territorio y su pueblo la guerra que, desde hace varios años, están llevando a cabo contra el
pueblo de Viet Nam del Sur. La Unión Soviética y la República Popular China, han hecho
advertencias serias a los Estados Unidos. Estamos frente a un caso en el cual la paz del mundo
está en peligro, pero, además, la vida de millones de seres de toda esta zona del Asia está
constantemente amenazada, dependiendo de los caprichos del invasor norteamericano.
La coexistencia pacífica también se ha puesto a prueba en una forma brutal en Chipre debido
a presiones del gobierno turco y de la OTAN, obligando a una heroica y enérgica defensa de
su soberanía hecha por el pueblo de Chipre y su gobierno.
En todos estos lugares del mundo, el imperialismo trata de imponer su versión de lo que debe
ser la coexistencia; son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo socialista, los que le
deben enseñar cuál es la verdadera, y es obligación de las Naciones Unidas apoyarlos.
También hay que esclarecer que no solamente en relaciones en las cuales están imputados
Estados soberanos, los conceptos sobre la coexistencia pacífica deben ser bien definidos.
Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica ente naciones no engloba la
coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. Es, además, un
principio proclamado en el seno de esta Organización, el derecho a la plena independencia
contra todas las formas de opresión colonial. Por eso, expresamos nuestra solidaridad hacia
los pueblos, hoy coloniales, de la Guinea llamada portuguesa, de Angola o Mozambique,
masacrados por el delito de demandar su libertad y estamos dispuestos a ayudarlos en la
medida de nuestras fuerzas, de acuerdo con la declaración del Cairo.
22
Expresamos nuestra solidaridad al pueblo de Puerto Rico y su gran líder, Pedro Albizu
Campos, el que, en un acto más de hipocresía, ha sido dejado en libertad a la edad de 72 años,
sin habla casi, paralítico después de haber pasado en la cárcel toda una vida. Albizu Campos
es un símbolo de la América todavía irredenta pero indómita. Años y años de prisiones,
presiones casi insoportables en la cárcel, torturas mentales, la soledad, el aislamiento total de
su pueblo y de su familia, la insolencia del conquistador y de sus lacayos en la tierra que le
vio nacer; nada dobló su voluntad. La Delegación de Cuba rinde, en nombre de su pueblo,
homenaje de admiración y gratitud a un patriota que dignifica a nuestra América.
Los norteamericanos han pretendido durante años convertir a Puerto Rico en un espejo de
cultura híbrida; habla española con inflexiones en inglés, habla española con bisagras en el
lomo para inclinarlo ante el soldado yanqui. Soldados portorriqueños han sido empleados
como carne de cañón en guerras del imperio, como en Corea, y hasta para disparar contra sus
propios hermanos, como es la masacre perpetrada por el ejército norteamericano, hace
algunos meses, contra el pueblo inerme de Panamá -una de las más recientes fechorías del
imperialismo yanqui.
Sin embargo, a pesar de esa tremenda violentación de su voluntad y su destino histórico, el
pueblo de Puerto Rico ha conservado su cultura, su carácter latino, sus sentimientos
nacionales, que muestran por sí mismos la implacable vocación de independencia yacente en
las masas de la isla latinoamericana.
También debemos advertir que el principio de la coexistencia pacífica no entraña el derecho
a burlar la voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la Guayana llamada británica,
en que el gobierno del Primer Ministro Cheddy Jagan ha sido víctima de toda clase de
presiones y maniobras y se ha ido dilatando el instante de otorgarle la independencia, en la
búsqueda de métodos que permitan burlar los deseos populares y asegurar la docilidad de un
gobierno distinto al actual colocado allí por turbios manejos, para entonces otorgar una
libertad castrada a este pedazo de tierra americana.
Cualesquiera que sean los caminos que la Guayana se vea obligada a seguir para obtenerla,
hacia su pueblo va el apoyo moral y militante de Cuba.
Debemos señalar, asimismo, que las islas de Guadalupe y Martinica están luchando por su
autonomía desde hace tiempo, sin lograrla, y ese estado de cosas no debe seguir.
Una vez más elevamos nuestra voz para alertar al mundo sobre lo que está ocurriendo en Sur
Africa; la brutal política del «Apartheid» se aplica ante los ojos de las naciones del mundo.
Los pueblos de Africa se ven obligados a soportar que en ese continente todavía se oficialice
la superioridad de una raza sobre otra, que se asesine impunemente en nombre de esa
superioridad racial. ¿Las Naciones Unidas no harán nada para impedirlo?
Quería referirme específicamente al doloroso caso del Congo, único en la historia del mundo
moderno, que muestra cómo se pueden burlar con la más absoluta impunidad, con el cinismo
más insolente, el derecho de los pueblos. Las ingentes riquezas que tiene el Congo y que las
naciones imperialistas quieren mantener bajo su control son los motivos directos de todo esto.
En la intervención que hubiera de hacer, a raíz de su primera visita a las Naciones Unidas, el
compañero Fidel Castro advertía que todo el problema de la coexistencia entre las naciones
se reducía al problema de la apropiación indebida de riquezas ajenas, y hacía la advocación
siguiente: «cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra.» Pero la filosofía
del despojo no sólo no ha cesado, sino que se mantiene más fuerte que nunca y, por eso, los
23
mismos que utilizaron el nombre de las Naciones Unidas para perpetrar el asesinato de
Lumumba, hoy, en nombre de la defensa de la raza blanca, asesinan a millares de congoleños.
¿Cómo es posible que olvidemos la forma en que fue traicionada la esperanza que Patricio
Lumumba puso en las Naciones Unidas? ¿Cómo es posible que olvidemos los rejuegos y
maniobras que sucedieron a la ocupación de ese país por las tropas de las Naciones Unidas,
bajo cuyos auspicios actuaron impunemente los asesinos del gran patriota africano?
¿Cómo podremos olvidar, Señores Delegados, que quien desacató la autoridad de las
Naciones Unidas en el Congo, y no precisamente por razones patrióticas, sino en virtud de
pugnas entre imperialistas, fue Moisé Tshombe, que inició la secesión de Katanga con el
apoyo belga?
¿Y cómo justificar, cómo explicar que, al final de toda la acción de las Naciones Unidas,
Tshombe, desalojado de Katanga, regrese dueño y señor del Congo? ¿Quién podría negar el
triste papel que los imperialistas obligaron a jugar a la Organización de Naciones Unidas?
En resumen se hicieron aparatosas movilizaciones para evitar la escisión de Katanga y hoy
Tshombe está en el poder, las riquezas del Congo en manos imperialistas... y los gastos deben
pagarlos las naciones dignas. ¡Qué buen negocio hacen los mercaderes de la guerra! Por eso,
el gobierno de Cuba apoya la justa actitud de la Unión Soviética, al negarse a pagar los gastos
del crimen.
Para colmo de escarnio, nos arrojan ahora al rostro estas últimas acciones que han llenado de
indignación al mundo.
¿Quiénes son los autores? Paracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos
que partieron de bases inglesas. Nos recordamos que ayer, casi, veíamos a un pequeño país
de Europa, trabajador y civilizado, el reino de Bélgica, invadido por las hordas hitlerianas;
amargaba nuestra conciencia el saber de ese pequeño pueblo masacrado por el imperialismo
germano y lo veíamos con cariño. Pero esta otra cara de la moneda imperialista era la que
muchos no percibíamos.
Quizás hijos de patriotas belgas que murieran por defender la libertad de su país, son los que
asesinaran a mansalva a millares de congoleños en nombre de la raza blanca, así como ellos
sufrieron la bota germana porque su contenido de sangre aria no era suficientemente elevado.
Nuestros ojos libres se abren hoy a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer nuestra
condición de esclavos coloniales nos impedía observar; que la «civilización occidental»
esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales. Porque nada más que ese
nombre merecen los que han ido a cumplir tan «humanitarias» tareas al Congo. Animal
carnicero que se ceba en los pueblos inermes; eso es lo que hace el imperialismo con el
hombre, eso es lo que distingue al «blanco» imperial.
Todos los hombres libres del mundo deben aprestarse a vengar el crimen del Congo.
Quizás muchos de aquellos soldados, convertidos en subhombres por la maquinaria
imperialista, piensen de buena fe que están defendiendo los derechos de una raza superior;
pero en esta Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles tostadas por
distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado a comprender plenamente
que la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la piel, sino por las formas
de propiedad de los medios de producción, por las relaciones de producción.
La delegación cubana hace llegar su saludo a los pueblos de Rhodesia del Sur y Africa
Sudoccidental, oprimidos por minorías de colonos blancos. A Basutolandia, Bechuania y
Swazilandia, a la Somalia francesa, al pueblo árabe de Palestina, a Adén y los protectorados,
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a Omán y a todos los pueblos en conflicto con el imperialismo o el colonialismo y les reitera
su apoyo. Formula además votos por una justa solución al conflicto que la hermana República
de Indonesia encara con Malasia.
Señor Presidente: uno de los temas fundamentales de esta Conferencia es el del desarme
general y completo. Expresamos nuestro acuerdo con el desarme general y completo;
propugnamos además, la destrucción total de los artefactos termonucleares y apoyamos la
celebración de una conferencia de todos los países del mundo para llevar a cabo estas
aspiraciones de los pueblos. Nuestro Primer Ministro advertía, en su intervención ante esta
Asamblea, que siempre las carreras armamentistas han llevado a la guerra. Hay nuevas
potencias atómicas en el mundo; las posibilidades de una confrontación crecen.
Nosotros consideramos que es necesaria esta conferencia con el objetivo de lograr la
destrucción total de las armas termonucleares y, como primera medida, la prohibición total
de las pruebas. Al mismo tiempo, debe establecerse claramente la obligación de todos los
países de respetar las actuales fronteras de otros estados; de no ejercer acción agresiva alguna,
aun cuando sea con armas convencionales.
Al unirnos a la voz de todos los países del mundo que piden el desarme general y completo,
la destrucción de todo el arsenal atómico, el cese absoluto de la fabricación de nuevos
artefactos termonucleares y las pruebas atómicas de cualquier tipo, creemos necesario
puntualizar que, además, debe también respetarse la integridad territorial de las naciones y
debe detenerse el brazo armado del imperialismo, no menos peligroso porque solamente
empuñe armas convencionales. Quienes asesinaron miles de indefensos ciudadanos del
Congo, no se sirvieron del arma atómica; han sido armas convencionales, empuñadas por el
imperialismo, las causantes de tanta muerte.
Aun cuando las medidas aquí preconizadas, de hacerse efectivas, harían inútil la mención, es
conveniente recalcar que no podemos adherirnos a ningún pacto regional de
desnuclearización mientras Estados Unidos mantenga bases agresivas en nuestro propio
territorio, en Puerto Rico, Panamá, y otros estados americanos donde se considera con
derecho a emplazar, sin restricción alguna, tanto armas convencionales que nucleares.
Descontando que las últimas resoluciones de la OEA, contra nuestro país, al que se podría
agredir invocando el Tratado de Río, hace necesaria la posesión de todos los medios
defensivos a nuestro alcance.
Creemos que, si la conferencia de que hablábamos lograra todos esos objetivos, cosa difícil,
desgraciadamente, sería la más trascendental en la historia de la humanidad. Para asegurar
esto sería preciso contar con la presencia de la República Popular China, y de ahí el hecho
obligado de la realización de una reunión de ese tipo. Pero sería mucho más sencillo para los
pueblos del mundo reconocer la verdad innegable de que existe la República Popular China,
cuyos gobernantes son representantes únicos de su pueblo y darle el asiento a ella destinado,
actualmente usurpado por la camarilla que con apoyo norteamericano mantiene en su poder
la provincia de Taiwan.
El problema de la representación de China en las Naciones Unidas no puede considerarse en
modo alguno como el caso de un nuevo ingreso en la Organización sino de restaurar los
legítimos derecho de la República Popular China.
Debemos repudiar enérgicamente el complot de las «dos Chinas». La camarilla
Chiangkaishekista de Taiwan no puede permanecer en la Organización de las Naciones
Unidas. Se trata, repetimos, de expulsar al usurpador e instalar al legítimo representante del
pueblo chino.
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Advertimos además contra la insistencia del Gobierno de los Estados Unidos en presentar el
problema de la legítima representación de China en la ONU como una «cuestión importante»
al objeto de imponer el quórum extraordinario de votación de las dos terceras partes de los
miembros presentes y votantes.
El ingreso de la República Popular China al seno de las Naciones Unidas es realmente una
cuestión importante para el mundo en su totalidad, pero no para el mecanismo de las
Naciones Unidas donde debe constituir una mera cuestión de procedimiento. De esta forma
se haría justicia, pero casi tan importante como hacer justicia quedaría, además, demostrado
de una vez que esta augusta asamblea tiene ojos para ver, oídos para oír, lengua propia para
hablar, criterio certero para elaborar decisiones.
La difusión de armas atómicas entre los países de la OTAN y, particularmente la posesión de
estos artefactos de destrucción en masa por la República Federal Alemana, alejarían más aún
la posibilidad de un acuerdo sobre el desarme, y unido a estos acuerdos va el problema de la
reunificación pacífica de Alemania. Mientras no se logre un entendimiento claro, debe
reconocerse la existencia de dos Alemanias, la República Democrática Alemana y la
República Federal. El problema alemán no puede arreglarse si no es con la participación
directa en las negociaciones de la República Democrática Alemana, con plenos derechos.
Tocaremos solamente los temas sobre desarrollo económico y comercio internacional que
tienen amplia representación en la agenda. En este mismo año del 64 se celebró la
Conferencia de Ginebra donde se trataron multitud de puntos relacionados con estos aspectos
de las relaciones internacionales. Las advertencias y predicciones de nuestra delegación se
han visto confirmadas plenamente, para desgracia de los países económicamente
dependientes.
Sólo queremos dejar señalado que, en lo que a Cuba respecta, los Estados Unidos de América
no han cumplido recomendaciones explícitas de esa Conferencia y, recientemente, el
Gobierno norteamericano prohibió también la venta de medicinas a Cuba, quitándose
definitivamente la máscara de humanitarismo con que pretendió ocultar el carácter agresivo
que tiene el bloqueo contra el pueblo de Cuba.
Por otra parte, expresamos una vez más que las lacras coloniales que detienen el desarrollo
de los pueblos no se expresan solamente en relaciones de índole política: el llamado deterioro
de los términos de intercambio no es otra cosa que el resultado del intercambio desigual entre
países productores de materia prima y países industriales que dominan los mercados e
imponen la aparente justicia de un intercambio igual de valores.
Mientras los pueblos económicamente dependientes no se liberen de los mercados
capitalistas y, en firme bloque con los países socialistas, impongan nuestras relaciones entre
explotadores y explotados, no habrá desarrollo económico sólido, y se retrocederá, en ciertas
ocasiones volviendo a caer los países débiles bajo el domino político de los imperialistas y
colonialistas.
Por último, Señores Delegados, hay que establecer claramente que se están realizando en el
área del Caribe maniobras y preparativos para agredir a Cuba. En las costas de Nicaragua
sobre todo, en Costa Rica también, en la zona del Canal de Panamá, en las Islas Vieques de
Puerto Rico, en la Florida; probablemente, en otros puntos del territorio de los Estados
Unidos y, quizás, también en Honduras, se están entrenando mercenarios cubanos y de otras
nacionalidades con algún fin que no debe ser el más pacífico.
26
Después de un sonado escándalo, el Gobierno de Costa Rica, se afirma, ha ordenado la
liquidación de todos los campos de adiestramiento de cubanos exiliados en ese país. Nadie
sabe si esa actitud es sincera o si constituye una simple coartada, debido a que los mercenarios
entrenados allí estén a punto de cometer alguna fechoría. Esperamos que se tome clara
conciencia de la existencia real de bases de agresión, lo que hemos denunciado desde hace
tiempo, y se medite sobre la responsabilidad internacional que tiene el gobierno de un país
que autoriza y facilita el entrenamiento de mercenarios para atacar a Cuba.
Es de hacer notar que las noticias sobre el entrenamiento de mercenarios en distintos puntos
del Caribe y la participación que tiene en tales actos el Gobierno norteamericano se dan con
toda naturalidad en los periódicos de los Estados Unidos. No sabemos de ninguna voz
latinoamericana que haya protestado oficialmente por ello. Esto nos muestra el cinismo con
que manejan los Estados Unidos a sus peones. Los sutiles Cancilleres de la OEA que tuvieron
ojos para ver escudos cubanos y encontrar pruebas «irrefutables» en las armas yanquis
exhibidas en Venezuela, no ven los preparativos de agresión que se muestran en los Estados
Unidos, como no oyeron la voz del presidente Kennedy que se declaraba explícitamente
agresor de Cuba en Playa Girón.
En algunos casos es una ceguera provocada por el odio de las clases dominantes de países
latinoamericanos sobre nuestra Revolución; en otros, más tristes aún, es producto de los
deslumbrantes resplandores de Mammon.
Como es de todos conocido, después de la tremenda conmoción llamada crisis del Caribe,
los Estados Unidos contrajeron con la Unión Soviética determinados compromisos que
culminaron en la retirada de cierto tipo de armas que las continuas agresiones de aquel país
-como el ataque mercenario de Playa Girón y las amenazas de invadir nuestra patria- nos
obligaron a emplazar en Cuba en acto de legítima e irrenunciable defensa.
Pretendieron los norteamericanos, además, que las Naciones Unidas inspeccionaran nuestro
territorio, a lo que nos negamos enfáticamente, ya que Cuba no reconoce el derecho de los
Estados Unidos, ni de nadie en el mundo, a determinar el tipo de armas que pueda tener
dentro de sus fronteras.
En este sentido, sólo acataríamos acuerdos multilaterales, con iguales obligaciones para todas
las partes.
Como ha dicho Fidel Castro: «Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa
de las naciones y de los pueblos independientes; como derecho de todos los pueblos, nosotros
no aceptamos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho. Mientras el mundo se rija por
esos principios, mientras el mundo se rija por esos conceptos que tengan validez universal,
porque son universalmente aceptados y consagrados por los pueblos, nosotros no
aceptaremos que se nos prive de ninguno de esos derechos, nosotros no renunciaremos a
ninguno de esos derechos.»
El señor Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant, entendió nuestras razones. Sin
embargo, los Estados Unidos pretendieron establecer una nueva prerrogativa arbitraria e
ilegal: la de violar el espacio aéreo de cualquier país pequeño. Así han estado surcando el
aire de nuestra patria aviones U-2 y otros tipos de aparatos espías que, con toda impunidad,
navegan en nuestro espacio aéreo. Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que
cesen las violaciones aéreas, así como las provocaciones que los marinos yanquis hacen
contra nuestras postas de vigilancia en la zona de Guantánamo, los vuelos rasantes de aviones
sobre buques nuestros o de otras nacionalidades en aguas internacionales, los ataques piratas
27
a barcos de distintas banderas y las infiltraciones de espías, saboteadores y armas en nuestra
isla.
Nosotros queremos construir el socialismo; nos hemos declarado partidarios de los que
luchan por la paz; nos hemos declarado dentro del grupo de países no alineados, a pesar de
ser marxistas leninistas, porque los no alineados, como nosotros, luchan contra el
imperialismo. Queremos paz, queremos construir una vida mejor para nuestro pueblo y, por
eso, eludimos al máximo caer en las provocaciones maquinadas por los yanquis, pero
conocemos la mentalidad de sus gobernantes; quieren hacernos pagar muy caro el precio de
esa paz. Nosotros contestamos que ese precio no puede llegar más allá de las fronteras de la
dignidad.
Y Cuba reafirma, una vez más, el derecho a tener en su territorio la armas que le conviniere
y su negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la tierra, por potente que sea, a
violar nuestro suelo, aguas jurisdiccionales o espacio aéreo.
Si en alguna asamblea Cuba adquiere obligaciones de carácter colectivo, las cumplirá
fielmente; mientras esto no suceda, mantiene plenamente todos sus derechos, igual que
cualquier otra nación.
Ante las exigencias del imperialismo, nuestro Primer Ministro planteó los cinco puntos
necesarios para que existiera una sólida paz en el Caribe. Estos son:
«Primero: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y
económica que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra nuestro país.
Segundo: Cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y
explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, filtración de espías y
saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y
de algunos países cómplices.
Tercero: Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los Estados
Unidos y en Puerto Rico.
Cuarto: Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos
de guerra norteamericanos.
Quinto: Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano
ocupado por los Estados Unidos.» No se ha cumplido ninguna de estas exigencias
elementales, y desde la Base Naval de Guantánamo, continúa el hostigamiento de nuestras
fuerzas. Dicha Base se ha convertido en guarida de malhechores y catapulta de introducción
de éstos en nuestro territorio.
Cansaríamos a esta Asamblea si hiciéramos un relato medianamente detallado de la multitud
de provocaciones de todo tipo. Baste decir que el número de ellas, incluidos los primeros días
de este mes de diciembre, alcanza la cifra de 1.323, solamente en 1964.
La lista abarca provocaciones menores, como violación de la línea divisoria, lanzamiento de
objetos desde territorio controlado por los norteamericanos, realización de actos de
exhibicionismo sexual por norteamericanos de ambos sexos, ofensas de palabra; otros de
carácter más grave como disparos de armas de pequeño calibre, manipulación de armas
apuntando a nuestro territorio y ofensas a nuestra enseña nacional; provocaciones gravísimas
son: el cruce de la línea divisoria provocando incendios en instalaciones del lado cubano y
disparos con fusiles, hecho repetido 78 veces durante el año, con el saldo doloroso de la
muerte del soldado Ramón López Peña, de resultas de dos disparos efectuados por las postas
norteamericanas situadas a 3,5 kilómetros de la costa por el límite noroeste. Esta gravísima
provocación fue hecha a las 19:07, del día 19 de julio de 1964, y el Primer Ministro de nuestro
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Gobierno manifestó públicamente, el 26 de Julio, que de repetirse el hecho, se daría orden a
nuestras tropas de repeler la agresión. Simultáneamente, se ordenó el retiro de las líneas de
avanzada de las fuerzas cubanas hacia posiciones más alejadas de la divisoria y la
construcción de casamatas adecuadas.
1.323 provocaciones en 340 días significan aproximadamente 4 diarias. Sólo un ejército
perfectamente disciplinado y con la moral del nuestro puede resistir tal cúmulo de actos
hostiles sin perder la ecuanimidad.
47 países reunidos en la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de países No
Alineados, en El Cairo, acordaron, por unanimidad:
«La Conferencia advirtiendo con preocupación que las bases militares extranjeras
constituyen, en la práctica, un medio para ejercer presión sobre las naciones, y entorpecen su
emancipación y su desarrollo, según sus concepciones ideológicas, políticas, económicas y
culturales, declara que apoya sin reserva a los países que tratan de lograr la supresión de las
bases extranjeras establecidas en su territorio y pide a todos los Estados la inmediata
evacuación de las tropas y bases que tienen en otros países.
La Conferencia considera que el mantenimiento por los Estados Unidos de América de una
base militar en Guantánamo (Cuba), contra la voluntad del Gobierno y del pueblo de Cuba,
y contra las disposiciones de la Declaración de la Conferencia de Belgrado, constituye una
violación de la soberanía y de la integridad territorial de Cuba.
La Conferencia, considerando que el Gobierno de Cuba se declara dispuesto a resolver su
litigio con el Gobierno de los Estados Unidos de América acerca de la base de Guantánamo
en condiciones de igualdad, pide encarecidamente al Gobierno de los Estados Unidos que
entable negociaciones con el Gobierno de Cuba para evacuar esa base.»
El gobierno de los Estados Unidos no ha respondido a esa instancia de la Conferencia de El
Cairo y pretende mantener indefinidamente ocupado por la fuerza un pedazo de nuestro
territorio, desde el cual lleva a cabo agresiones como las detalladas anteriormente.
La Organización de Estados Americanos, también llamada por los pueblos Ministerio de las
Colonias norteamericanas, nos condenó «enérgicamente», aun cuando ya antes nos había
excluido de su seno, ordenando a los países miembros que rompieran relaciones diplomáticas
y comerciales con Cuba. La OEA autorizó la agresión a nuestro país, en cualquier momento,
con cualquier pretexto, violando las más elementales leyes internacionales e ignorando por
completo a la Organización de las Naciones Unidas.
A aquella medida se opusieron con sus votos los países de Uruguay, Bolivia, Chile y México;
y se opuso a cumplir la sanción, una vez aprobada, el gobierno de los Estados Unidos
Mexicanos; desde entonces no tenemos relaciones con países latinoamericanos salvo con
aquel Estado, cumpliéndose así una de las etapas previas de la agresión directa del
imperialismo.
Queremos aclarar, una vez más, que nuestra preocupación por Latinoamérica está basada en
los lazos que nos unen: la lengua que hablamos, la cultura que sustentamos, el amo común
que tuvimos. Que no nos anima otra causa para desear la liberación de Latinoamérica del
yugo colonial norteamericano. Si alguno de los países latinoamericanos aquí presentes
decidiera restablecer relaciones con Cuba, estaríamos dispuestos a hacerlo sobre bases de
igualdad y no con el criterio de que es una dádiva a nuestro gobierno el reconocimiento como
país libre del mundo, porque ese reconocimiento lo obtuvimos con nuestra sangre en los días
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de la lucha de liberación, lo adquirimos con sangre en la defensa de nuestras playas frente a
la invasión yanqui.
Aun cuando nosotros rechazamos que se nos pretenda atribuir ingerencias en los asuntos
internos de otros países, no podemos negar nuestra simpatía hacia los pueblos que luchan por
su liberación y debemos cumplir con la obligación de nuestro gobierno y nuestro pueblo de
expresar contundentemente al mundo que apoyamos moralmente y nos solidarizamos con los
pueblos que luchan en cualquier parte del mundo para hacer realidad los derechos de
soberanía plena proclamados en la Carta de las Naciones Unidas.
Los Estados Unidos sí intervienen; lo han hecho históricamente en América. Cuba conoce
desde fines del siglo pasado esta verdad, pero la conocen también Colombia, Venezuela,
Nicaragua y la América Central en general, México, Haití, Santo Domingo.
En años recientes, además de nuestro pueblo, conocen de la agresión directa Panamá, donde
los «marines» del Canal tiraron a mansalva sobre el pueblo inerme; Santo Domingo, cuyas
costas fueron violadas por la flota yanqui para evitar el estallido de la justa ira popular, luego
del asesinato de Trujillo; y Colombia, cuya capital fue tomada por asalto a raíz de la rebelión
provocada por el asesinato de Gaitán.
Se producen intervenciones solapadas por intermedio de las misiones militares que participan
en la represión interna, organizando las fuerzas destinadas a ese fin en buen número de países,
y también en todos los golpes de estado, llamados «gorilazos», que tantas veces se repitieron
en el continente americano durante los últimos tiempos.
Concretamente, intervienen fuerzas de los Estados Unidos en la represión de los pueblos de
Venezuela, Colombia y Guatemala que luchan con las armas por su libertad. En el primero
de los países nombrados, no sólo asesoran al ejército y a la policía, sino que también dirigen
los genocidios efectuados desde el aire contra la población campesina de amplias regiones
insurgentes y, las compañías yanquis instaladas allí, hacen presiones de todo tipo para
aumentar la ingerencia directa.
Los imperialistas se preparan a reprimir a los pueblos americanos y están formando la
internacional del crimen. Los Estados Unidos intervienen en América invocando la defensa
de las instituciones libres. Llegará el día en que esta Asamblea adquiera aún más madurez y
le demande al gobierno norteamericano garantías para la vida de la población negra y
latinoamericana que vive en este país, norteamericanos de origen o adopción, la mayoría de
ellos. ¿Cómo puede constituirse en gendarme de la libertad quien asesina a sus propios hijos
y los discrimina diariamente por el color de la piel, quien deja en libertad a los asesinos de
los negros, los protege además, y castiga a la población negra por exigir el respeto a sus
legítimos derechos de hombres libres?
Comprendemos que hoy la Asamblea no está en condiciones de demandar explicaciones
sobre hechos, pero debe quedar claramente sentado que el gobierno de los Estados Unidos
no es gendarme de la libertad, sino perpetuador de la explotación y la opresión contra los
pueblos del mundo y contra buena parte de su propio pueblo.
Al lenguaje anfibológico con que algunos delegados han dibujado el caso de Cuba y la OEA
nosotros contestamos con palabras contundentes y proclamamos que los pueblos de América
cobrarán a los gobiernos entreguistas su traición.
Cuba, señores delegados, libre y soberana, sin cadenas que la aten a nadie, sin inversiones
extranjeras en su territorio, sin procónsules que orienten su política, puede hablar con la
frente alta en esta Asamblea y demostrar la justeza de la frase con que la bautizaran:
«Territorio Libre de América.»
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Nuestro ejemplo fructificará en el Continente como lo hace ya, en cierta medida en
Guatemala, Colombia y Venezuela.
No hay enemigo pequeño ni fuerza desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como
establece la Segunda Declaración de La Habana: «Ningún pueblo de América Latina es débil,
porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las
mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos
un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres
honrados del mundo.
Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de
campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los
intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América
Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos
maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy,
que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se
empieza a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos
en los que advierte ya sus sepultureros el capital monopolista yanqui.
La hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la vienen señalando con
precisión también de un extremo a otro del Continente. Ahora esta masa anónima, esta
América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza
y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia,
la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir, porque ahora los campos y
las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la
soledad o el tráfico de las ciudades, en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a
estremecer este mundo lleno de corazones con los puños calientes de deseos de morir por lo
suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora
sí la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados,
que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los ve por
los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar
hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de
palos, de machetes, en un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios
en las tierras que les pertenecen y defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando sus
cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las
montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada,
de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa
ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los
más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas,
crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño
embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de
gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han
muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los
de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.»
Todo eso, Señores Delegados, esta disposición nueva de un continente, de América, está
plasmada y resumida en el grito que, día a día, nuestras masas proclaman como expresión
irrefutable de su decisión de lucha, paralizando la mano armada del invasor. Proclama que
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cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del mundo y especialmente, del
campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.
Esa proclama es: Patria o muerte.
32
Adolf Hitler
"El Judío, el enemigo de los pueblos" Discurso pronunciado el 13 de abril de 1923
"¡Compatriotas, hombres y mujeres alemanes!
En el invierno del año 1919-1920, nosotros los nacionalsocialistas formulamos por primera
vez públicamente la pregunta al Pueblo Alemán: ¿Quién es culpable de la guerra? En vista
de la orientación del gobierno de entonces de los héroes de noviembre, "diputados del
pueblo", así como por la total confusión de las masas seducidas por éstos, esto era una
empresa arriesgada.
Y, en efecto, también recibimos de inmediato de todas partes la respuesta estereotiada de
despreciable auto-denigración: "Lo confesamos, los culpables de la guerra somos nosotros",
y el gobierno "alemán" de entonces en Munich publicó así llamados documentos que debían
exponer nuestra culpa en la guerra ante todo el mundo. ¡Sí! Toda la revolución ha sido hecha
artificialmente en base a esta mentira sencillamente monstruosa. ¿Por que sino no se la
hubiera podido esgrimir como formula propagandística contra el viejo Reich, que sentido se
le hubiera podido atribuir entonces a la traición de noviembre? Se necesitaba esta calumnia
del sistema imperante hasta ese entonces para poder justificar con ello delante del pueblo la
propia acción infame. La masa criminalmente azuzada y engañada estaba pronta a creer
desaprensivamente todo lo que los nuevos hombres del gobierno le decían.
Estaba pronta a abuchear a todo el que osaba la afirmación que no Alemania sino potencias
bien distintas tenían culpa del desencadenamiento de la guerra. Los sepultureros marxista-
democrático-pacifistas del viejo Reich gritaban: "el solo hecho de que fuera resuelta por las
armas una guerra prueba que fue la obra del sistema monárquico-capitalista-pangermano
corrompido por la disipación. ¡los pueblos civilizados de ninguna manera hacen la guerra
entre ellos!". Pues bien, las consecuencias de la civilización que hemos alcanzado a través
del día de gracia del 9 de noviembre, se ve en todos los rincones de la Europa encendida, en
subversión y violencia. Según nuestra opinión, los tiempos sin "liga de las naciones"
fueron con mucho los mas honestos y los mas humanos. Los otros, por cierto, afirman en
cambio que nosotros hemos alcanzado la era de máxima cultura.
Preguntamos: ¿Debe haber guerras? El pacifista responde: ¡no! El declara en especial que las
disputas en la vida de los pueblos son solamente la expresión del sojuzgamiento de una clase
humana por la burguesía que en ese momento gobierna. En caso de efectivas diferencias de
opinión entre los pueblos afirma que debe decidir un "tribunal de paz". Pero deja sin respuesta
la pregunta acerca de si los jueces de este tribunal arbitral también tendrían el poder de hacer
comparecer siquiera a las partes ante los estrados. Pienso que un acusado por regla general
solo acude "voluntariamente" al juzgado porque en caso contrario seria llevado a él por la
fuerza.
¡quisiera ver a la nación que en caso de litigio se deja arrastrar sin compulsión exterior ante
este tribunal de la liga de las naciones! En la vida de los pueblos decide en ultimo termino
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una especie de juicio de Dios. Hasta puede suceder que en una controversia de dos pueblos
ambos tengan razón. Así Austria, un pueblo de 50 millones, de cualquier modo tenia derecho
a una salida al mar. Pero Italia, como en la franja territorial en cuestión primaba la población
italiana, exigió para si el "derecho de autodeterminación".¿quien renuncia
voluntariamente? ¡nadie! Decide la fuerza propia de los pueblos.Siempre ante Dios y el
mundo el mas fuerte tiene el derecho de hacer prevalecer su voluntad. La historia da la
prueba: ¡al que no tiene la fuerza el "derecho en si" no le sirve de nada! Un tribunal mundial
sin una policía mundial sería una broma. ¿De que naciones de la actual liga de naciones se
reclutaría ésta? ¿quizás hasta de las filas del viejo ejercito alemán? Toda la naturaleza es una
formidable pugna entre la fuerza y la debilidad, una eterna victoria del fuerte sobre el débil.
Nada mas que podredumbre habria en toda la naturaleza si fuera de otro modo. Se
corromperían los estados que pecan contra esta ley elemental. Ustedes no necesitan buscar
mucho tiempo por un ejemplo de semejante podredumbre que trae la muerte. ¡lo ven en el
actual Reich!
Debemos analizar que antagonismos existieron en Europa antes de la guerra mundial.
Inglaterra y Rusia estaban en competencia comercial en la llanura baja bengalí, en
Afganistán, etcétera. Con Francia, Inglaterra estaba ya desde hace 140 años en conflicto por
la hegemonía. A pesar de la guerra de rapiña llevada conjuntamente han seguido siendo hasta
la hora presente, viejos y encarnizados rivales. Francia estaba a su vez en oposición de
intereses con Italia, sobre todo en el norte de África. Ninguna contraposición en cambio ha
existido jamas entre Alemania y Rusia. Por el contrario, el estado industrial Alemán
necesitaba perentoriamente otros años de paz; el estado agrario Ruso necesitaba muchas otras
cosas, pero en ningún caso ampliaciones territoriales de cualquier índole a costa del imperio
alemán. De la misma manera, Alemania no tenía superficies de fricción de ninguna clase con
Italia. Sin embargo, en un juego de intrigas conducido con consumada arteria, primeramente
Rusia fue azuzada contra Alemania y, por fin, todo el mundo contra nosotros. Es un engaño
infame escribir hoy hipócritamente: "¡si en Alemania se hubieran matado a tiempo a los
provocadores de la guerra, la Guerra Mundial nos hubiera quedado ahorrada!". Yo
pregunto: ¿Dónde estaban, pues, en todo el mundo estos provocadores de la guerra?
¿quienes son y de que medios se han valido?
Con la denuncia del tratado de reaseguramiento de Bismarck con Rusia comenzó la campaña
consecuente de azuzamiento de la prensa mundial judeo-democrática-marxista. En el París
republicano aclama al "zar de sangre", en el Berlín imperial brama al mismo tiempo: "¡abajo
con el zar!" la bolsa brama; los partidos democráticos y marxistas hacen lo mismo. Y mas,
bebel, por lo general nunca dispuesto a conceder al "perverso militarismo" tan solo un
soldado, un centavo para la protección contra Francia, pronuncio las palabras: "¡si vamos
contra Rusia yo mismo cargo un fusil!". Y también en San Petersburgo es el mismo cuadro:
desmedido azuzamiento contra Alemania, glorificación de Francia, nuevamente en las
columnas de la gran prensa allí exclusivamente democrático-judeo-marxista. En asombrosa
colaboración logran aquí como allá la democracia y el marxismo, con la probada conducción
superior de los judíos que manejan los hilos, llevar a los alemanes y rusos, que
originariamente tienen sentimientos recíprocos amistosos, a un antagonismo completamente
insensato, incomprensible. Si el pueblo alemán no tenia motivo ni para odiar ni envidiar
a Rusia ¿quien podía tener un interés tan ardiente en este azuzamiento artificial? ¡era
el judío!
34
Él genero y alimento este odio hasta el día de la orden de movilización sonsacada al zar.
¡que era pues todo este liberalismo, nuestra prensa, la bolsa, la
francmasonería... Instrumentos del judío! El zarismo ¿Debía ser derribado para conquistar
al judaísmo de Rusia quizás los mismos derechos? ¡no! ¡sino el poder! Como ya los poseía
en otros estados democráticos. El judío pugnaba por un dominio absolutoen el país de las
limitaciones, y no de las persecuciones de judíos, porque persecuciones de judíos no las ha
habido ya en los últimos 200 años, sino solamente una continua persecución de
cristianos. Para la destrucción de Rusia, el judío ¿De que podía servirse sino solamente
de Alemania? Terminar mas tarde con esta Alemania, eso lo considero un juego de
niños. ¡porque él conocía demasiado bien a los niños alemanes! Solamente en una prensa
como la marxista alemana un Salomon Kosmanowsky (Kurt Eisner), podía atreverse a
escribir: "¡Ya no hay retroceso posible! ¡Adelante contra Rusia! ¡Una misión liberadora de
pueblos se presenta ahora a Alemania!". Sólamente frente al Estado Mayor Alemán,
políticamente por entero falto de instinto, semejante judío del este podía osar ofrecerse para
el servicio!
La prensa mundial democrático-marxista-judía ha hecho de Alemania una víctima de su
política de alianzas. Ha aprovechado consecuentemente los antagonismos Austria-Rusia y
Austria-Italia para provocar el estallido de la guerra con seguridad matemática. Austria-
Rusia: ella atizaba la miope política polaca de Viena contra Rusia. Ella azuzó a los polacos
en Cracovia y Lemberg al abuso de las libertades que allí les fueron dejadas. Ella azuzo en
San Petersburgo: "el camino a Viena pasa por Berlín." ella azuzó hasta que el grado de la
amistad mortal ruso-austriaca había sido alcanzado. Austria-Italia: simultaneamente azuzaba
en Viena como en Roma. Allí bramaba usando una palabra de Bismarck: "¡El que atenta
contra Trieste toca la punta de la espada alemana!" ¡Bien! ¿¡Pero por que no se ha
germanizado a Trieste!? Para esto se requería un puño de hierro, una voluntad de hierro. Pero
ésta no la pudo reunir Viena. ¿Por qué? Porque en toda tentativa para ello la misma prensa
comenzaba a azuzar en el sentido opuesto: "¿Bárbaros qué sois? ¡Pensad en la humanidad?
¡Derecho de autodeterminacion! ¡Sed humanos!". ¡Pero con "humanidad" y democracia
nunca han sido liberados los pueblos! La misma prensa democrática-marxista-judía entonó a
la misma hora en Roma la canción de azuzamiento: "¡Libertad a vuestros hermanos y
redentos! ¡El camino a Trieste pasa por Viena! ¡No hay retroceso posible! ¡Una misión
liberadora de pueblos habéis de cumplir!". ¡Así la francmasonería judía de Italia a través de
su prensa, pasando por encima de Austria, también azuzó a Italia a la guerra con Alemania!
Porque la salida política que un gobierno alemán inteligente y decidido hubiera debido elegir,
la misma prensa igualmente la supo impedir en Berlín echando mano de frases sentimentales.
Porque en lugar de romper la estructura imposible de Austria a quien el espíritu interior
faltaba tan por completo como para mantenerse como estado, incorporarse la Austria alemana
y no el resto sea impelido Alemania a sumarse al destino de este miembro perdido.
En las relaciones entre Alemania y Francia imperaban contrastes fundamentales que ni por
los telegramas de un Eisner-Kosmanowsky ni por cobarde servilismo podían ser obviados.
Antes de la guerra solo, era posible estar uno al lado del otro en armas. Es verdad que para
Alemania la guerra de 1870-1871 significaba una terminación de la enemistad de siglos. En
Francia, por el contrario, a través de todos los medios de la propaganda periodística, en los
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textos escolares, teatros y cines, fue cultivado un odio candente contra Alemania. Así como
Berlín azuzaba contra Rusia, así París contra Berlín. Mineros alemanes acuden
presurosamente a través de la frontera para llevar a colegas franceses ayuda en una terrible
catástrofe. ¿Quién espeta las mas odiosas calumnias? ¿Quien difama hasta la acción, que
nació de genuina caballerosidad alemana? - Matin, Journal, etcétera. ¡Todos los periódicos
judíos de Francia! ¡Buscar el conflicto y aprovecharlo, es también aquí la intención
claramente reconocible del judaísmo mundial!
El contraste entre Alemania e Inglaterra está en el terreno económico. Hasta 1850 la posición
de potencia mundial de Inglaterra era incontrovertible. Ingenieros británicos, y el comercio
británico conquistan el mundo. Alemania comienza a devenir, gracias a su mayor
laboriosidad y acrecentada capacidad, un competidor peligroso. A corto plazo las sociedades
inglesas que se encuentran en Alemania, pasan a ser propiedad de la industria alemana, es
más, sus productos desplazan hasta en el mercado londinense a los propios británicos. La
medida de defensa "made in germany" tiene por resultado lo contrario de lo esperado: esta
"marca registrada" se transforma en la propaganda mas eficaz.
La economía alemana no fue creada solamente en Essen, sino por un hombre que sabía que
detrás de la economía también debe haber poder, dado que sólamente el poder garantiza la
economía, y este poder nació en los campos de batalla de 1870-1871, no en la atmósfera de
parloteo de los parlamentos. 40.000 caídos han hecho posible la vida de 40 millones. Cuando
Inglaterra frente a esta Alemania estaba en peligro de caer de rodillas, pensó en el último
medio de la competencia de los pueblos: ¡en la violencia! Se inicia una grandiosa propaganda
de prensa como preparación. ¿Pero quién es el jefe de la totalidad de la prensa de
los mundiales británicos? Un nombre se cristaliza: ¡comerciantesNortheliffe! ¡Un judío! Él
envía semanalmente 30 millones de diarios a todo el mundo. Y en un 99 por ciento la prensa
de Inglaterra se encuentra en manos judías. "¡Cada niño alemán recién nacido cuesta la
vida a un británico!". "¡No hay ningún británico que no ganaría con el aplastamiento de
Alemania!". Así con las más ruines palabras-impacto se apela a los instintos mas bajos; se
azuza con afirmaciones, calumnias y promesas tales como solamente el judío es capaz de
idear, tales como únicamente periodicos judíos osan presentarlas a un pueblo ario. ¡Arriba, a
salvar a las pequeñas naciones, por el honor de la Humanidad! ¡La misma mendacidad en la
totalidad de la acción de azuzamiento en todo el mundo! ¡Su éxito lo siente el pueblo alemán
muy dolorosamente!
¿Qué razón tuvo finalmente Norteamérica de ir a la guerra contra Alemania? Pues bien:
con el estallido de la Guerra Mundial tan largamente anhelada por Judá todas las grandes
firmas judías de los Estados Unidos llegaron a ser proveedoras de guerra. Ellos
aprovisionaron al "mercado" de guerra europeo en una medida tal como quizás no lo
habían soñado, ¡una cosecha gigantesca! Pero a la voracidad insaciable del judío nada le
fue suficiente. Así comenzó entonces la prensa venal dependiente de los reyes de la bolsa,
una campaña propagandística sin igual. Su estructura, una gigantesca organización de la
mentira periodística. Y nuevamente es un consorcio judío, la Prensa Hearst, el que da el tono
para la campaña de azuzamiento contra Alemania. El odio de estos "norteamericanos" no se
dirigía únicamente contra la Alemania comercial, y no tampoco quizás contra la militar. Se
dirigía especialmente contra la Alemania social. Por que ésta se había mantenido hasta
entonces fuera de las líneas directrices de los trusts mundiales. Es que el viejo Reich al menos
ha hecho la tentativa honrada de ser social, es que podíamos mostrar comienzos sociales
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como ningún otro país de toda la tierra. Es que en la construcción de viviendas y de fábricas
se prestaba atención en su mayor parte a la higiene, baño, luz y aire, en contraposición a la
República de Noviembre, cuyas "direcciones de vivienda" apriscan a los seres humanos en
conejeras. Antes los tranvías suburbanos aun llevaban a los obreros por diez centavos a sus
colonias de casetas de madera cubiertas de verdor, las que, bajo la "asistencia" de la
República de Noviembre, debieron enajenar o dejar en estado de abandono, porque o bien
los tranvías se hallan completamente paralizados o los precios de los viajes se han hecho
prohibitivos. El viejo Reich edifico escuelas, hospitales, institutos científicos, que
provocaron el asombro y la envidia de todo el mundo. En la República de Noviembre
sucumben diariamente tales lugares de cultura.
Que el viejo Reich ha sido social en este sentido, que se permitio no considerar a sus seres
humanos exclusivamente como números, en esto residio su mayor peligrosidad para la bolsa
mundial. De ahi, la lucha de los "compañeros" dirigidos por judíos, también en nuestro país
en contra de sus más caros intereses. De ahí la campaña difamatoria según la misma consigna
en todo el mundo. Por eso la prensa judeo-democrática de Norteamerica tuvo que realizar su
obra maestra: a saber, llevar por azuzamiento a un pueblo grande, pacífico, al que las luchas
de Europa le eran tan indiferentes como el Polo Norte, "en aras de la cultura" a la más cruel
de todas las guerras por medio de la propaganda de atrocidades ideada, mentida, falsificada
en nombre de la cultura, de una infamia sin precedentes desde la 'a' hasta la 'z'. Porque este
último estado social de la Tierra debía ser hecho pedazos, 26 pueblos de la tierra han sido
azuzados recíprocamente por esta prensa, que se encuentra exclusivamente en poder de un
solo pueblo mundial, de una sóla raza, que en el fondo es enemiga a muerte de todos los
estados nacionales.
¿Quién hubiera podido impedir la Guerra Mundial? ¿Quizas la "solidaridad cultural", en cuyo
nombre justamente se practicaba esta propaganda de atrocidades contra Alemania por los
judíos? ¿O quizas los pacifistas? ¿A lo mejor hasta los pacifistas "alemanes"? ¿Aquellos
Nikolai, Förster, Quidde etc., pregonando a los cuatro vientos día tras día su calumnia
del heróico Pueblo Aleman?
Estos maestros del así llamado pacifismo mundial, que había sido inventado de nuevo
exclusivamente por judíos. ¿Quizás la muy ensalzada solidaridad del proletariado? "¡Todas
las ruedas se paran cuando tu fuerte brazo lo quiere!". Las ruedas del mundo han girado
asiduamente. Únicamente una rueda se trato de parar en incesante trabajo de socabamiento.
Con la huelga de las fábricas de municiones de 1918, que costó la vida a miles de
combatientes del frente, aún no se logró del todo. Pero el 9 de Noviembre fue paralizada esa
rueda: la rueda alemana. El partido socialdemócrata declaró textualmente en su órgano
principal, "Vörwarts", que no estaba en el interés del trabajador alemán que Alemania gane
la guerra. Yo pregunto en cambio: tú, trabajador alemán: ¿Está en tu interés que hoy hayas
llegado a ser esclavo? Que tú mismo luchas y gimes mil veces peor que antes en una
servidumbre personal sin perspectiva y sin esperanza, mientras que tus dirigentes sin
excepción... ¿Pero quienes son estos dirigentes del proletariado? ¡Nuevamente judíos!
¿Pero es que quizás los francmasones debían impedir la Guerra Mundial? ¿Esta la más noble
institución filantropica, que más clamorosamente anunciaba que se iba a colmar de felicidad
al pueblo, y que al mismo tiempo fue la principal atizadora de la guerra? ¿Quienes son, pues,
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en realidad, los francmasones? Se distinguen dos grados. A los inferiores pertenecen en
Alemania aquellos burgueses medios que en el farrago de frases ofrecidas pueden alguna vez
sentirse "alguien". Los responsables, empero, son aquellos multifacéticos que soportan
cualquier clima, aquellos 300 Rathenau, que todos se conocen entre sí, que dirigen los
destinos del mundo por encima de las cabezas de los reyes y presidentes de Estado. Aquellos,
que sin escrúpulos se hacen cargo de cualquier función, que brutalmente saben esclavizar a
todos los pueblos: ¡nuevamente judíos!
Ahora bien: ¿Por que los judíos han estado contra Alemania? Esto al presente, demostrado
claramente por un sinnúmero de realidades, es perfectamente evidente. Ellos usaban la
antiquisima táctica de las hienas: cuando los combatientes desfallecen, entonces echa mano.
¡Entonces cosecha! En la guerra y en las revoluciones judá alcanzo lo casi inalcanzable.
¡Cientos de miles de piojosos judíos del este llegan a ser "europeos" modernos! Tiempos
intranquilos son capaces de producir milagros. ¡¿Cuanto tiempo se hubiera necesitado antes
de 1914, p. ej. en Baviera, para que un judío galitziano llegara a ser presidente de ministros?!
¡¿O en Rusia un anarquista del ghetto neoyorquino, Bronstein (Trotzki), dictador?! Pocas
guerras y revoluciones han sido suficientes para hacer del pueblo de los judíos el poseedor
del oro rojo y con ello, el señor del mundo.
Este pueblo odiaba dos estados ante todo, que hasta 1914 aun le impedían la consecución de
su meta de dominación mundial: Alemania y Rusia. Aquí aún les había llegado en forma total
lo que ya poseían en las democracias occidentales. Aquí ellos no eran aún los únicos
soberanos en la vida espiritual asi como en la económica. Asimismo, los parlamentos no eran
aquí aun exclusivamente instrumentos del capital y de la voluntad judíos. El hombre alemán
y el ruso genuino habían conservado todavía una cierta distancia frente al judío. En ambos
pueblos vivía todavía el sano instinto del desprecio a los judíos, y existia el gran peligro de
que en estas monarquías podrían con todo surgir nuevamente un Fridericus, un Guillermo I,
y que la democracia y las prácticas parlamentarias fueran mandadas al diablo. ¡Así los judíos
se hicieron revolucionarios! La república debía conducirlos al enriquecimiento y al poder.
Ellos disfrazaron esta meta: ¡caída de las monarquías! ¡instauración del pueblo "soberano"!
¡Yo no sé si hoy es posible llamar soberano al pueblo alemán o ruso! ¡En todo caso uno no
se percata de ello! ¡Pero de lo que el pueblo alemán se percata, lo que diariamente tiene
ante sus ojos en la forma más crasa, es el desenfreno, la intemperancia en el comer y en
el beber y la especulación, de los que hace ostentación el abierto escarnio del judío! El
así llamado estado libre alemán se ha transformado en el refugio donde
estas sabandijas pueden enriquecerse desenfrenadamente. Asi tuvieron que ser
derribadas Rusia y Alemania, a fin de alcanzar el cumplimiento de una vieja profecía. Así
todo el mundo fue sacudido. Así han sido aplicados brutalmente todos los medios de la
mentira y propaganda contra el estado de los últimos idealistas: ¡los alemanes! ¡y asi Judá
gano la Guerra Mundial! ¿O quiere usted afirmar que el "pueblo" francés, el inglés y el
norteamericano han ganado la guerra? Ellos todos, vencedores al igual que vencidos, son los
derrotados. Una cosa se levanta sobre todos ellos: ¡la bolsa mundial, que ha llegado a ser el
amo de los pueblos!
Ahora bien, ¿qué culpa tiene Alemania misma en la guerra? Consistió en que en un tiempo,
cuando ya el anillo se cerraba alrededor de su existencia, omitió organizar la defensa tan
energicamente que por el despliegue de su poder o bien les fuese quitado a los demas a pesar
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se sus peores intenciones, el coraje de agredir, o bien que la victoria del Reich fuera
garantizada. Es la culpa del pueblo alemán que en 1912 esos tres cuerpos de ejercito que el
criminal reichstag en increible maldad y estupidez denego, no los haya construido por encima
de él. Con estos 120.000 hombre mas la batalla de marne hubiera sido ganada y la guerra
decidida. ¡dos millones menos de heroes alemanes hubieran bajado a la tumba! ¿Pero quien
en 1912 asi como en el ultimo año de guerra, cego al pueblo alemán con aquella teoria: "todo
el mundo depondra las armas si Alemania lo hace? ¿quien?: ¡el judío democratico-marxista,
que a la misma hora y hasta el presente azuzaba y azuza entre los otros la carrera
armamentista para el sojuzgamiento de la Alemania "bárbara"!
Ahora quizás surja todavía la pregunta de si hoy es conveniente hablar sobre la culpa de la
guerra. ¡Por cierto, hasta tenemos la obligación de hablar de ello! Por que los asesinos de
nuestra Patria, que a través de todos los años traicionaron y vendieron a Alemania, son los
mismos que como criminales de noviembre nos han arrojado al infortunio mas
hondo! Tenemos la obligación de hablar sobre ello porque en un futuro próximo junto
con el poder también tendremos la ulterior obligación de colgar a estos corruptores,
canallas e incursos en alta traición en la horca, donde deben estar! ¡Que nadie crea que
quizás ellos han cambiado! Al contrario, estos canallas de noviembre que hoy aún
pueden moverse libremente entre nosotros, ellos también hoy actúan contra nosotros!
¡Del conocimiento viene la voluntad de resurgir! Han quedado dos millones en la lucha.
También ellos tienen derechos, no solamente nosotros los sobrevivientes. Hay millones
de huerfanos, lisiados y viudas entre nosotros. ¡También ellos tienen derechos! Para la
Alemania de hoy ninguno ha muerto ni ha quedado lisiado, huérfano o viuda. ¡Tenemos
la deuda con estos millones de construir una nueva Alemania!