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  HISTORIAS SECRETAS DE LA ÚLTIMA GUERRA  Selecciones del Reader’s Digest Título original “Secret Stories of the Last War” h  t  t   p  :  /  / R  e  b  e l i  o  e  s  . 4  s h  a  e  d  .  c  o m

Selecciones Del Reader’s Digest - Historias Secretas de La Última Guerra

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HISTORIAS SECRETAS DE LA ÚLTIMA GUERRA   Selecciones del Reader’s Digest
Título original “Secret Stories of the Last War”
 
con 23 fotografías y 8 cartas geográficas
 Libros escogidos y condensados bajo la dirección de
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST
MADRID * MÉXICO * BUENOS AIRES * SANTIAGO DE CHILE CARACAS * SAN JUAN DE PUERTO RICO * NUEVA YORK
Créditos: El libro original lo puso: Tatu Scan/OCR/Corrección/Edición: Xixoxux Fecha de esta edición electrónica: Octubre de 2003
Las condensaciones del presente volumen se han hecho con autorización de los propietarios de los derechos de autor, y en virtud de acuerdos especiales celebrados con ellos.
Copyright © 1963 por Reader's Digest México, S. A. de C. V. Paseo de la Reforma No. 116, México 6, D. F.
Es propiedad.
Derechos reservados en todos los países signatarios de la Convención Panamericana y de la Convención Internacional sobre derechos de autor. Queda hecho el depósito en los países que así lo requieren.
 Prohibida la reproducción total o parcial.
PRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA IMPRESO EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
 
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2. Clave de la invasión a Normandía
POR ALLAN A. MICHIE 
DESDE el ensayo de 1942 en Dieppe, los alemanes venían  jactándose de la desastrosa acogida que esperaba a las fuerzas invasoras aliadas. Sin embargo, el día 6 de junio de 1944 arribaron a las costas de Normandía unas 6.000 embarcaciones aliadas que empezaron a desembarcar soldados antes que los alemanes se enterasen de su llegada. A la hora crítica, los alemanes fueron víctimas del más formidable ardid de la guerra: una invasión simulada que engañó a sus operadores de radar, haciéndoles creer que los aliados estaban invadiendo el Paso de Calais, distante unos 320 kilómetros de las playas donde la verdadera invasión tenía lugar.
Esta treta insuperablemente ingeniosa del Día D fue el episodio culminante de la guerra en el éter, de la gran batalla secreta de radio que, a la
 par con sus diarios combates, riñeron durante cuatro años las fuerzas aéreas aliadas y la Luftwaffe germánica.
Esa batalla oculta dio por resultado la decisiva victoria anglonorteamericana, evitó a los aliados desastrosas pérdidas de aviones, les
Alemania, engrandecida y reforzada con las anexiones del Sarre, Austria, Checoslovaquia, etc., ataca a Polonia y desencadena la segunda guerra mundial.
 
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2  La caza de las fuerzas aeronavales inglesas al acorazado alemán “Bismarck”.
Las piezas de 16 pulgadas del “Rodney” dirigían ahora andanadas de nueve disparos contra el “Bismarck”, en el cual caían cada vez tres o cuatro enormes proyectiles. Un torpedo del “Rodney” hizo también blanco en el “Bismarck”. El “Norfolk” creyó haberlo alcanzado cuando menos con un torpedo. Pero el “Bismarck” continuaba a flote.
Era, sin embargo, evidente que el casco incendiado, inactivo y a medias sumergido, no volvería jamás a puerto, sea que zozobrase ahora mismo o más adelante. A las 10,15 de la mañana, Sir John Tovey, a bordo del “King George V”, dio al “Rodney” la orden de seguir la estela. Habían aguardado ya más de lo prudente, e iba a tomar la vuelta a tierra.
El “Dorsetshire” lanzó a la banda de estribor del “Bismarck” dos torpedos, uno de los cuales hizo explosión directamente bajo el puente. Describiendo luego un semicírculo para tomar al enemigo por la banda opuesta, lanzó otro torpedo, que dio también en el blanco.
El destrozado “Bismarck”, en alto todavía el pabellón, se fue sobre el costado de babor, dio la voltereta y, quilla al cielo, se hundió silenciosamente en el mar.
Todo había concluído. El poderoso navío alemán acababa de sucumbir después de batirse valerosamente contra fuerzas superiores. Cuanto restaba del “Bismarck” eran unos cuantos centenares de hombres de su dotación, cuyas cabezas se veían sobresalir entre las alborotadas olas. El crucero “Dorsetshire” y el cazatorpedero “Maorí” recogieron 110 de esos hombres. Un vigía avisó luego que acababa de avistarse el periscopio de un submarino, y los buques ingleses se alejaron.
La caza del “Bismarck” fue una de las más largas, laboriosas y sostenidas que registra la historia naval. En punto a dramáticos cambios de la suerte; a febril entusiasmo que se torna en hondo desengaño; a brillantes victorias que se convierten rápidamente en completa derrota, es probablemente caso único en la historia del mar.
 Del libro “The Bismarck Episode”, © 1948, por Russell Grenfell.
4.  La obra maestra del espionaje alemán
POR J. EDGAR HOOVER . DIRECTOR DEL CUERPO DE VIGILANCIA DE LOS
ESTADOS U NIDOS.
E N LA CUBIERTA de uno de los buques que entran en la bahía de  Nueva York una mañana de enero de 1940 hay un viajero acodado a la
 
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Hitler quedó con la mirada perdida en tanto que el rostro iba convirtiéndose en amoratada máscara.
 —¡Me ha traicionado la SS! —exclamó al fin con sordo acento—. Primero el ejército, después la Luftwaffe y ahora la SS —y elevó la voz para gritar con todas sus fuerzas—. ¡Traidores! ¡Todos traidores! ¡Perros traidores!
Por tres horas dio rienda suelta a su cólera. Tan terrible fue la explosión de la desbordada personalidad de Hitler, que hasta hombres nada impresionables como los generales Keitel y Jodl, según manifestó después uno de ellos, “retrocedieron precipitadamente hasta quedar contra la pared”. Por fin Hitler se desplomó en su asiento.
 —Ha caído el Tercer Reich —murmuró sordamente—. No me queda más camino que la muerte. Permaneceré aquí hasta el fin y luego me pegaré un tiro. Que Göring negocie con los aliados.
Lo dicho por Hitler se comunicó a Göring, al cual, según la Ley de Sucesión promulgada por el Führer en 1941, tocaba seguirle en el mando. El obeso y epicúreo mariscal abrigaba la seguridad de que lograría negociar con los aliados una capitulación razonable, y que en el peor de los casos escaparía con verse condenado a cómodo destierro. Así, pues, dirigió a Hitler este radiograma.
“Mein Führer: Vista su determinación, ¿conviene en que yo asuma el mando supremo y absoluto del Reich? De no recibir respuesta antes de las 10 de la noche, consideraré que es afirmativa.”
Göring aumentó su guardia a 1.000 hombres y manifestó a su estado mayor que el día siguiente tomaría un avión para ir a entrevistarse con el general Eisenhower. Estaba redactando un mensaje al general estadounidense cuando recibió el siguiente de Hitler:
“Göring: Lo que ha hecho pide sentencia de muerte. No ordenaré que  procedan contra usted si presenta renuncia de todos sus cargos. De lo contrario tomaré las medidas del caso. Adolfo Hitler.”
Estaba Göring contemplando con mirada incrédula estas líneas cuando resonaron en el enlosado patio las recias botas de una escuadra de la SS. El mariscal del Reich quedaba preso. Hitler no abrigaba intención alguna de dejar sucesor.
Ilustración 13: La última foto de Adolfo Hitler
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14  La última fotografía de Hitler vivo, obtenida hacia el 20 de abril de 1945, entre las ruinas de la Cancillería del Reich. Con Hitler se encuentra Su ayudante de campo, Julius Schaub. Foto Associated Press.
 
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sobre que fundarse: figuras borrosas vistas por ahí, tiros de fusil hechos por acá, un paracaídas colgado de un árbol encontrado más allá... Muchos indicios, pero ¿de qué? ¿Cuántos hombres habían aterrizado... dos o doscientos? ¿Serían acaso tripulantes de los bombarderos alcanzados por la artillería antiaérea que se habían visto obligados a saltar en paracaídas? ¿O sería una serie de ataques de la Resistencia francesa? Nadie lo sabía, y con tan escasa información, nadie en el Séptimo Ejército ni en el Decimoquinto, en la zona de Pas-de-Calais, se atrevía a dar una voz de alarma que más tarde pudiese resultar infundada. Y en esta incertidumbre pasaban los minutos.
Aunque los alemanes no lo comprendiesen, la presencia de  paracaidistas en la península de Cherburgo significaba que el Día D había comenzado. Eran los primeros exploradores: 120 hombres especialmente adiestrados bajo la dirección del general de brigada James Gavin, subcomandante de la División Aérea 82. Su misión consistía en señalar “zonas de descenso” en una superficie de 130 kilómetros cuadrados, detrás de la playa “Utah”, donde pudiera aterrizar el grueso de las tropas de asalto norteamericanas que habían de llegar una hora más tarde en paracaídas y
 planeadores. “Cuando piséis el suelo de Normandía —habíales dicho Gavin—, tendréis un solo amigo: Dios”.
Los exploradores tropezaron con dificultades desde un principio. Era tan intenso el fuego antiaéreo alemán, que los aviones se vieron obligados a cambiar de rumbo. Solamente 38 de los 120 exploradores lograron aterrizar sobre sus objetivos. Los restantes descendieron a varios kilómetros de distancia.
Desperdigados sobre el terreno, trataban de orientarse avanzando cautelosamente de seto en seto hacia los puntos de reunión, cargados con sus rifles, minas, linternas y paneles de luz fluorescente. Disponían apenas de una hora para señalar las “zonas de descenso” al grueso de las tropas de asalto.
Ilustración 16: El desembarco aliado en Normandía: 6 de junio de 1944
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19 El desembarco aliado en Normandía el 6 de junio de 1944.