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Severino Di Giovanni Por Arturo Trinelli* Acción. Violencia con más violencia. Golpe por golpe. Así se podría describir la vida de Severino Di Giovanni, quizás, el anarquista más emblemático de la historia del anarquismo argentino. Fue un incansable luchador antifascista que vivió en la ilegalidad durante más de cuatro años y cuya figura era temida por todo el status quo de finales de los años veinte y principios de la década del treinta. Leer la vida de Di Giovanni conduce necesariamente a quien se ocupó de estudiarla en profundidad: Osvaldo Bayer. En su libro Severino di Giovanni. El idealista de la violencia Bayer narra con lujo de detalles la vida de este anarquista italiano, nacido en 1901 y asesinado por el gobierno de Uriburu el 1 de febrero de 1931. Con un pormenorizado análisis de las fuentes de la época, y entrevistas con sobrevivientes de aquellos tumultuosos años, Bayer hace un recorrido detallado por la vida de Di Giovanni y rescata a una figura que pareció concentrar en su persona todos los males de su tiempo. En enero de 1931 fue capturado por la policía al salir de una imprenta en plena Ciudad de Buenos Aires. En efecto, la esquina de Corrientes y Callao, que hoy luce tan luminosa y llena de grandes vidrieras, hace 79 años era escenario de una de las persecuciones policiales más emblemáticas de la historia de la Capital Federal. Una persecución digna de un film cinematográfico, en donde Di Giovanni se enfrentó a los tiros con los efectivos que lo perseguían y que lo terminaron capturando en un garage de la zona, luego de un frustrado intento de fuga por los techos del por entonces centro porteño de casas bajas y sin los edificios de la actualidad. Pero Di Giovanni, y esta es tal vez su cualidad más distintiva, fue a la vez un hombre de pensamiento. Avocado como todo anarquista a la publicidad y publicación de ideas libertarias, polemizó con figuras del anarquismo local de la época, y no pudo eludir un mal que debilitó seriamente al anaquismo y explicó en parte su fracaso: la imposibilidad de lograr acuerdos internos que garantizaran cierta sustentabilidad y cumplimientos de objetivos a largo plazo. Así es como se vio envuelto en polémicas varias, algunas de las cuales se mantendrían hasta el fin de su vida. La mayoría de ellas tenían que ver esencialmente con el método de lucha que implementaba. Algunos no estaban de acuerdo en la expropiación o la acción violenta (atentados con bombas contra

Severino Di Giovanni

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Severino Di Giovanni

Por Arturo Trinelli*

Acción. Violencia con más violencia. Golpe por golpe. Así se podría describir la vida de Severino Di Giovanni, quizás, el anarquista más emblemático de la historia del anarquismo argentino. Fue un incansable luchador antifascista que vivió en la ilegalidad durante más de cuatro años y cuya figura era temida por todo el status quo de finales de los años veinte y principios de la década del treinta.

Leer la vida de Di Giovanni conduce necesariamente a quien se ocupó de estudiarla en profundidad: Osvaldo Bayer. En su libro Severino di Giovanni. El idealista de la violencia Bayer narra con lujo de detalles la vida de este anarquista italiano, nacido en 1901 y asesinado por el gobierno de Uriburu el 1 de febrero de 1931. Con un pormenorizado análisis de las fuentes de la época, y entrevistas con sobrevivientes de aquellos tumultuosos años, Bayer hace un recorrido detallado por la vida de Di Giovanni y rescata a una figura que pareció concentrar en su persona todos los males de su tiempo. En enero de 1931 fue capturado por la policía al salir de una imprenta en plena Ciudad de Buenos Aires. En efecto, la esquina de Corrientes y Callao, que hoy luce tan luminosa y llena de grandes vidrieras, hace 79 años era escenario de una de las persecuciones policiales más emblemáticas de la historia de la Capital Federal. Una persecución digna de un film cinematográfico, en donde Di Giovanni se enfrentó a los tiros con los efectivos que lo perseguían y que lo terminaron capturando en un garage de la zona, luego de un frustrado intento de fuga por los techos del por entonces centro porteño de casas bajas y sin los edificios de la actualidad.

Pero Di Giovanni, y esta es tal vez su cualidad más distintiva, fue a la vez un hombre de pensamiento. Avocado como todo anarquista a la publicidad y publicación de ideas libertarias, polemizó con figuras del anarquismo local de la época, y no pudo eludir un mal que debilitó seriamente al anaquismo y explicó en parte su fracaso: la imposibilidad de lograr acuerdos internos que garantizaran cierta sustentabilidad y cumplimientos de objetivos a largo plazo. Así es como se vio envuelto en polémicas varias, algunas de las cuales se mantendrían hasta el fin de su vida. La mayoría de ellas tenían que ver esencialmente con el método de lucha que implementaba. Algunos no estaban de acuerdo en la expropiación o la acción violenta (atentados con bombas contra delegaciones fascistas en la Argentina) para contestar a la violencia ejercida desde el Estado. Las expropiaciones eran asaltos cometidos con los fines de obtener recursos para financiar la lucha y ayudar a los familiares de los compañeros presos y perseguidos. Contrarios a dicha metodología eran, en especial, quienes de alguna manera sostenían el monopolio de la opinión pública libertaria: los directores del periódico anarquista La Protesta, el más difundido y numeroso en cuanto a la cantidad de ejemplares que podía imprimir y distribuir. La polémica de Di Giovanni con La Protesta se sostuvo desde diversas fuentes, en especial el periódico La Antorcha, que intentaba dotar al anarquismo de una matriz menos ideológica pero más práctica, ponderando la ejecución y la importancia de rubricar en acciones concretas lo reclamado discursivamente; y también desde Culmine, dirigido por el propio Severino. Di Giovanni mezclaba esa notable cualidad de ser un hombre de acción y de pensamiento. Era un autodidacta y apasionado por las publicaciones de escritos y reediciones de obras de autores,

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como Elisée Reclus, cuyos volúmenes editó al final de su vida.

Hubo un hecho que fue duramente cuestionado en el seno del anarquismo y marcó de algún modo un quiebre en el movimiento: el asesinato de Emilio López Arango, anarquista español, director de La Protesta, que cuestionaba duramente la táctica de los atentados dentro del movimiento libertario. Esto había provocado las tensiones mencionadas entre algunos de sus compañeros partidarios de esa forma de lucha; entre ellos, Severino, que ya había amenazado a Arango por acusarle en su periódico de "agente fascista" e "infiltrado policial". En su momento no quedó claro quien había sido el autor del asesinato, pero Bayer demuestra en su libro que fue Di Giovanni. A su entierro concurrieron miles de personas, desde todas las orientaciones del anarquismo. Hombres separados de Arango por una concepción distinta de las tácticas de lucha, que sostuvieron con él violentas polémicas, estaban allí evidenciando su respeto ante su trágica muerte. A partir de entonces, asumió como Director del diario Diego Abad de Santillán, que hasta su muerte en la década del ochenta continuó siendo un gran crítico de la forma de lucha de Di Giovanni.

El amor de América

La vida de Di Giovanni no puede

entenderse sin dos personas que estuvieron ligadas a él y apuntalaron su lucha. La entonces joven América Scarfó, de apenas 17 años y dispuesta a sostener su amor con el anarquista a pesar de la ilegalidad de su enamorado y de los prejuicios de la época; y la del hermano de ella, Paulino Scarfó, quien lucho junto a él hasta el final y corrió su misma desafortunada suerte: también fue asesinado por la ley Marcial impuesta por Uriburu y ejecutada por su ministro, Sánchez Sorondo. Así, se puso fin a una campaña de persecución y desprestigio que Yrigoyen y sobretodo Uriburu diseñaron, responsabilizando a Di Giovanni de casi todos los hechos delictivos de la época y demonizando su figura con la complacencia de la clase media porteña de esas décadas, defensoras y conservadoras de lo establecido sin posibilidad de admitir pensamientos diferentes.

Es efectivamente un capítulo aparte en la vida de Di Giovanni su relación con América. A través de sus cartas se puede leer el amor puro y sincero que sostenía a esa pareja más allá de las dificultades. La conoció al alquilarle a sus padres una habitación en Burzaco, en una de las tantas huidas y cambios de domicilio a las que estaba sometido como consecuencia de su

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actividad ilegal. Su sentimiento hacia ella fue un ejemplo de la concepción que sobre el amor tenía el anarquismo: desprejuiciado, sincero y libre. Sin convenciones legales o ataduras materiales. Así, no dudó en dejar a su esposa por quien amaba, esa adolescente rebelde que lo siguió en todo momento, más allá de la condena familiar y los peligros que eso acarreaba. Sin embargo, Di Giovanni nunca ocultó su matrimonio con su ex mujer ni dejó de ver a sus hijos. Incluso en los peores momentos, con situaciones económicas angustiosas, nunca dejó de ayudarlos y mantenerlos.

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Gracias a la investigación de Bayer y a una gestión hecha ante el entonces Ministro del Interior del Presidente Menem, Carlos Corach, en 1999 América Scarfó pudo, 68 años después, reunirse con la cartas de amor de Severino, que hasta ese momento estaban en poder de la Policía Federal. Era su idea tenerlas para releerlas y reclamar lo que con justicia le pertenecía. América murió en agosto de 2006, a los 93 años. 

En sus líneas de despedida, antes de recibir las balas militares, Severino le escribió: “Carissima: más que con la pluma, el testamento ideal me ha brotado del corazón hoy, cuando conversaba contigo: mis cosas, mis ideales. Besa a mi hijo, a mis hijas. Sé feliz. Adiós, única dulzura de mi pobre vida. Te beso mucho. Piensa siempre en mí. Tu Severino”. Antes de esas últimas líneas, se le había concedido a Severino despedirse de América, que también estaba detenida.

Al día siguiente, murió también Paulino Scarfó ante el pelotón de fusilamiento. Tanto a Severino como a Paulino, antes de fusilarlos, la policía de Uriburu los había torturado bárbaramente. Pero ellos no delataron a ningún compañero. El último encuentro entre América y Paulino fue muy breve. Severino y Paulino gritaron antes de la orden de “fuego” las palabras que definían su ideología: “Viva la anarquía”. Fue en la penitenciaría. Las descargas se escucharon en los jardines de Palermo.

Un hecho destacado de lo que fue la parodia del juicio hecho a Di Giovanni (juicio que tenía final cantado) fue la defensa que tuvo en el Teniente Franco, designado a tal fin. Oriundo de Tucumán, pagó con el exilio haber actuado por sus convicciones y defender de manera convincente su figura ante un jurado que no podía creer que alguien “del paño” pidiera la absolución del anarquista con tanto ímpetu y valentía. El régimen uriburista no le perdonó tanta sinceridad y lo obligó a dejar el país, al que pudo retornar años más tarde. Pero Severino le agradeció antes de morir el gesto. Quizás eso le sirvió también para darse cuenta, aunque sea al final de su vida, que otros también podían sentir y manifestar ese sentimiento de rebeldía a pesar de no ser anarquistas.

Testigo de ese asesinato fue también Roberto Arlt, como periodista del Diario Buenos Aires Herald. Su presencia no era igual a la de cientos de personas que acudieron allí para ver morir al demonio, al asesino extranjero de la época. Los zapatos lustrados y el traje de gala de muchos de los asistentes convertían el asesinato de un hombre en un espectáculo frívolo, uno más de la noche porteña. La crónica de Arlt no puso ningún comentario propio sino la descripción de ese teatro irracional de la fuerza bruta contra las ideas: “la descarga terminó con el más hermoso de los que estaban presentes”. El diario Crítica, quien fue el que más fustigó a Di Giovanni en vida para congraciarse con el régimen de 1930 (Uriburu lo cerró seis meses después de apoderarse del gobierno) cuando fue reabierto en 1932 hizo públicas sus disculpas ante los lectores por las mentiras que había publicado sobre Di Giovanni, ofreciéndole sus respetos a su memoria y a sus familiares.

La cobertura del golpe de Estado de 1930 a través de la crónica de Caras y caretas (Descargar pdf)

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Para concluir, tomamos como propias unas palabras de Bayer: “Es curioso con qué astucia y amplitud la sociedad

establecida premia a sus legítimos representantes, y castiga sin piedad a sus hijos rebeldes. En 1979, en plena dictadura militar de Videla- con miles de desaparecidos, presos políticos y exiliados- el diario La Opinión, dirigido en aquel entonces y administrado por los militares proclamó las diez figuras nacionales que más se destacaron en ese año ignominioso. A doble página y con fotos de los buenos hijos elegidos: el brigadier Osvaldo Cacciatore, intendente de Buenos Aires (‘un primer premio a la ejecutividad’); el escritor Ernesto Sábato (‘dejó de ser un gran literato, para tomar el espacio fundamental de un gran pensador, de un hombre profundo en plena lucha contra las trivialidades (…)’; Guillermo Walter Klein (el segundo de Martínez de Hoz); el brigadier Carlos Pastor (ministro de Relaciones Exteriores a quien le tocó enfrentar a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA); el cardenal Primatesta (‘un ejemplo de mesura e inteligencia’), etc etc. 

(...) Podríamos decir que todos ellos tendrán los bronces bien lustrados en sus tumbas. Severino Di Giovanni, como tantos otros, jamás tuvieron tumbas. Pero a aquéllos, a los notables de nuestra sociedad, América Scarfó nunca les llevó flores” .

1 Bayer, Osvaldo: “Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia”. Buenos Aires, Editorial Página 12, 2009. p. 480.

*Lic. en Ciencia Política (UBA)

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El rescate de la pasión

Sesenta y ocho años tuvo que esperar Josefa America Scarfo, desde los 18 hasta sus actuales 86, para recuperar lo que es suyo.

Se trata de la que fue mujer del libertario Severino Di Giovanni, fusilado el primero de febrero de 1931 bajo las ordenes del entonces presidente de facto Jose Felix Uriburu. El rescate : cuarenta cartas de amor y poemas, la mayoria escritos en italiano, que Di Giovanni le habia dedicado a su compañera y la policia las allanó en una requisa junto a otros materiales de propaganda anarquista y varios libros. Esto ocurrio dos dias antes del fusilamiento, el 30 de enero de 1931, en la quinta Ana Maria de la localidad bonaerense de Burzaco. En esa quinta tuvieron una convivencia de apenas diez meses, Josefa contaba con 18 años y Severino con 31.

Los mediadores para que el Ministerio del Interior, que preside Carlos Corach, restituyeran estos escritos fueron Miguel Unamuno, director del Archivo General de la Nacion, y el escritor Osvaldo Bayer.

Desde aquel verano plomizo del ’31 hasta nuestros dias, los sentimientos de amor mas puros del anarquista, transformados en lirica, descansaron en el Museo de la Policia Federal. Josefa ni siquiera tuvo acceso a saber que los escritos aún existian.

Di Giovanni conoció a Scarfo cuando se encotraba perseguido por la policia, y los hermanos de ella, Alejandro y Paulino, le dieron asilo en su casa de Villa Ortúzar, provincia de Buenos Aires. El anarquista llegó a la casa con su esposa Teresa Mascullo y sus hijos. Alli Di Giovanni, que tenía 28 años, se enamoró de ella, que

contaba con quince. Tuvieron que esperar tres años para que Di Giovanni se separara de su mujer y fueran a vivir juntos.

Segun la periodista Maria Luisa Magagnoli, autora del libro "Un café muy dulce", que narra la vida de Scarfó, el primer diálogo del anarquista con la adolescente fue en el jardín de su casa. "¿Cómo están las begonias?", preguntó él. "Están tristes", respondió ella. Finalmente la lírica, transformada en un viento que atraviesa décadas, volvió a su principal y única destinataria.

UN INCLAUDICABLE ENEMIGO DEL SISTEMA

Severino Di Giovanni nació en Chiti, una aldea italiana en la región de los Abruzos, el 17 de marzo de 1900. Algunas cronicas indican que se recibió de maestro, pero el historiador Osvaldo Bayer asegura que no llegó a recibirse. Durante su adolescencia aprendió el oficio de tipógrafo al tiempo que abrazaba con singular pasión las banderas rojinegras del anarquismo. Su convencimiento ideológico lo llevó a ser un acérrimo enemigo del facismo. Huyendo del

América con la hija de Severino al momento de ingresar al penal. [Reproducida en Caras y

caretas, 7 de febrero 1931, descargar].

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régimen de Mussolini llegó a la Argentina en 1923. Ya estaba casado con Teresa Mascalli y tenían tres hijos.

En 1925 edita el periódico "Culmine". Su primera intervención pública fue en junio de ese mismo ao, cuando con un grupo de compa´ñeros irrumpen en el Teatro Colon, donde se celebraba el 25 aniversario del reinado de Victor Manuel III, tirando panfletos y gritando contra Mussolini. Ese dia cayó preso, pero fue liberado rápidamente.

Luego comenzó a fabricar bombas caseras que destruyeron distintas sedes de los bancos Citybank y Boston. Tambien atentó contra el consulado de Italia, y en un confuso hecho su lugarteniente Paulino, hermano de Scarfó que fue fusilado al día siguiente de Severino, mata al director del periódico anarquista La Protesta. Estos hechos y la muerte de inocentes como producto de sus acciones, hicieron que un sector del anarquismo lo condenara por su metodo individualista-violento, y el gobierno lo declarara enemigo público numero uno. Mediante el robo a bancos mantuvo una fuerte agitacion de sus ideas.

Es de destacar que Severino y su grupo, no más de ocho personas, jamás invirtieron el dinero para beneficio personal, sino que todo era usado para llegar al proletariado con sus propuestas, como por ejemplo un panfleto que decia : "Sepan Uriburu y su horda fusiladora que nuestras balas buscaran sus cuerpos. Sepa el comercio, la industria, la banca, los terratenientes y hacendados que sus posesiones seran quemadas y destruidas". Di Giovanni fue fusilado en la cárcel, el primero de febrero de 1931.

Fuente: MICROSEMANARIO Año: 9 Nro. : 366, Lunes 9 de agosto de de 1999. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - FCEyN Universidad de Buenos Aires - UBA República Argentina

1999 - El Gobierno devolvió a

América las cartas de Di Giovanni

28 de julio de 1999. Josefa Scarfó (86 años) las recibió de manos del ministro del Interior en una ceremonia en la Casa Rosada. Estaban guardadas en los archivos de la Policía Federal. Severino Di Giovanni fue fusilado en 1931

Pocas veces tenemos noticias tan agradables en la Casa de Gobierno, dijo el ministro del Interior, Carlos Corach. Eran las 17.25 de ayer, y el funcionario se disponía a devolver a Josefa América Scarfó las cartas y algunos

poemas de amor que el anarquista Severino Di Giovanni le escribió a su compañera -en ese entonces una adolescente- en la segunda mitad de la década del veinte. He venido a rescatar algo mío, dijo ella para justificar su presencia. Esas cartas estuvieron guardadas hasta hace dos semanas en los archivos de la Policía Federal. Di Giovanni fue fusilado en 1931, durante el gobierno militar de José Félix Uriburu. Creemos que con esta entrega cumplimos con una obligación moral del Estado argentino, dijo en un momento Corach. A su lado, seria y concentrada, Scarfó acariciaba el escritorio con sus manos. A escasos centímetros había una caja azul, con las 48 cartas. El ministro hacía repiquetear sus dedos sobe el cartón, y el jefe de la Federal, Pablo Baltazar García, a veces esbozaba una sonrisa. Tratamos de cerrar heridas de nuestra historia, reflexionó el ministro. Y al referirse a Di Giovanni, lo situó en el contexto histórico de su época. -Murió por sus ideales -dijo Corach.-Ideales revolucionarios -precisó Scarfó. Corach afirmó que la relación entre el anarquista y Scarfó fue una bellísima historia de

América Scarfó adolescente. Según Osvaldo Bayer esta fotografía la tomó el propio Severino en Olivos.

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amor. Después, el ministro se dirigió a la mujer: Usted me dijo que sólo dos veces vino a la Casa de Gobierno. La respuesta fue inmediata: Yo no vine, vino mi mamá. La madre de Josefa había estado en la Casa Rosada en el 31, implorando por la vida de su hijo, Paulino, que fue fusilado un día después que Di Giovanni. Josefa recordó: Mi madre, una mujer tan noble, vino a arrodillarse para pedir clemencia por su hijo, mi hermano. Cuando Corach abrió la caja, se pudieron ver las cartas amarillentas, la apretada caligrafía de Di Giovanni, algunas tachaduras. Sólo en ese momento, pero fugazmente, el rostro serio de la mujer dejó traslucir un gesto de gran ternura. Pasó una mano por su pañuelo rojo y miró a uno de sus hijos.-El Presidente me autorizó a realizar este trámite... -se escuchó a Corach. -Esta Casa (de Gobierno) tiene recuerdos muy dolorosos para mí. Aquí se dio el cúmplase de Uriburu para fusilar a Di Giovanni. De aquí salieron las órdenes para matar a miles de jóvenes en la década del 70 -dijo Scarfó. Nadie le respondió. Al iniciarse la reunión, Scarfó (conocida por sus amigos y familiares como Fina) había echado una mirada panorámica. Le sorprendió el gran número de periodistas. Me pasé la vida huyendo del periodismo. A mi edad está prohibido sacarse fotos, dijo. La paradoja es que, a pesar de su rechazo por la prensa, un año después de la muerte de Di Giovanni, empezó a trabajar como secretaria en el diario Crítica. Ayer, ya con las cartas en su poder, se levantó rápidamente de su silla y eludió a los periodistas. Yo no oigo bien, y si ustedes me preguntan va a ser un diálogo de sordos, había dicho. Con pocas palabras, agradeció al periodista y escritor Osvaldo Bayer, al director del Archivo General de la Nación, Miguel Unamuno, y a Corach, gestores de la devolución de las cartas. Severino Di Giovanni- nació el 17 de marzo de 1901 en un aldea italiana, a 180 kilómetros de Roma-. Estaba casado con Teresa Masculli, con quien tuvo cuatro hijos. Habían llegado a la Argentina en mayo de 1923. Dos años más tarde fueron a vivir a la casa de la familia Scarfó, donde alquilaron una habitación. Allí Severino conoció a Josefa, que en ese tiempo estudiaba segundo año del Liceo. Fue un amor oculto, apasionado. Amiga mía: Tengo fiebre en todo mi cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras. Jamás como en estos larguísimos días he ido bebiendo a sorbos los elixires de la vida, le escribe en una de sus cartas.

Fuente: Clarin, 29/07/99

Osvaldo Bayer habla sobre Severino

“Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia”

Osvaldo Bayer nació en Santa Fe, Argentina, en 1927. Es historiador, escritor, periodista, guionista cinematográfico y fue Profesor Honorario, titular de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es docente de la Deutsche Stiftung Für

Entwicklungspolitik, en Bad Honnef, Alemania. Es doctor (HC) de las universidades del Comahue y de la Patagonia Austral. En el periodismo trabajó en “Noticias Gráficas”, en Esquel, fue secretario de redacción de Clarín y escribe en Página/12. Fue traductor del alemán de obras de Goethe, Kafka, Bretch, y otros. Entre sus libros, se encuentran: “Severino Di Giovanni”, “Los Anarquistas Expropiadores”, “Rebeldía y Esperanza”, “En Camino Al Paraíso” y “Rainer y Minou.”

La primera edición de “Severino Di Giovanni” apareció en enero de 1970. En 1973, durante el gobierno peronista de Raúl Lastiri se le aplicó el curioso Decreto 1774. Sobre este decreto del gobierno peronista, la Sociedad de Escritores de la Argentina envió una carta al general Juan Domingo Perón en la que le señala: “La censura, en cualquiera de sus formas, es un pobre sucedáneo de la persuasión. La imposición de barreras a la libre difusión de ideas, además de lesionar principios que compartimos la gran mayoría de los argentinos, nada logra en el terreno de las realizaciones, a nadie disuade. Sobre esto el país tiene larga experiencia.” El diario “La Opinión” publicó la lista de los “vetados”: León Tolstoi, Anton Chejov, Máximo Gorki, Vladimir Maiakovski, Erich Fromm, Jean Paul Sartre, Ludwig Marcuse, José Agustín Goytisolo, Armando Tejada Gómez, Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer, Álvaro Yunque, Octavio Getino, Leonidas Lamborghini, Bernardo Kordon, Gregorio Selser y otros. También “La Calle del Agujero en la

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Media” de Raúl González Tuñón (Ver “La Opinión”, 25 de enero de 1974, página 18).

Desde ese momento desapareció de las librerías. Luego vinieron los años del silencio, difíciles y trágicos.