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Sobran viviendas y personas sin ellas
La vivienda; elemento esencial para el asentamiento en la vida, y la aspiración
de todos en cierto momento de la misma. Esto quiere decir que todos los
hombres y mujeres manejan esa inclinación por conseguir esa base, además de
asumir riesgos y obligaciones; por ello, en tiempos favorables, de emergencia de
empleo y de crecimiento económico del que todos son parte, la mayoría se
plantea esta necesidad esencial para sus vidas. Necesidad que no desaparece
pero que deja de ser tratada de la manera correcta por y para la sociedad.
¿Pero en qué punto se rompió esta coherencia entre necesidad y solución?
Ocurre que en los últimos años, se perdió la importancia de la ideología. “Las
ideologías terminan mal, ya no sirven” (Jorge Mario Bergoglio, 2015) Las
ideologías piensan por la sociedad en lugar de dejarla pensar. Hace siglos, los
hombres que construían una catedral, tenían una idea del futuro para el que
creían construirla. Hoy en día, nosotros ya no tenemos ese fin común. Hemos
empezado a vivir en tiempos de urbanización masiva, en donde el enfoque pasó
de la necesidad, al beneficio económico propio de los más grandes.
Esto inicia con el sobre aprovechamiento de la estabilidad económica, en donde
los bancos y sus créditos son abundantes para entrar en una economía
expansiva. Por consiguiente, el país se ve “apto” para recibir cuantiosos fondos
que hicieron posibles grandes volúmenes de obra civil, y una gran expansión
constructiva. Es ahí cuando las entidades financieras, que notan sus ganancias
muy reducidas, buscan aumentar su cantidad de operaciones. Con este fin, logra
influenciar en las sociedades tasadoras, para elevar el valor del suelo y la
edificación; lo cual, les permitirá elevar los créditos otorgados y aumentar sus
cifras de negocio.
Hasta aquí, para el aspirante a dueño de su sueño, nada de esto es perceptible,
es así que la demanda aumenta en cantidades desmesuradas, por lo tanto, la
oferta inmobiliaria, lo hace de la misma manera. A nivel urbano, la demanda,
sumada al crecimiento demográfico que se manifestó como el más veloz de los
tiempos, en el siglo pasado, hizo que la urbe pase a tomar parte de lo no
establecido. La oferta se encontraba en un descomunal incremento. Los
espacios rurales quedan cada vez más reducidos por la expansión constructiva.
Dicho crecimiento constructivo, va acompañado del crecimiento de los precios,
pero siguen siendo adquiridos ahora con fines de inversión, por los “más ricos”.
De pronto, se da la escasez del suelo disponible, esto por falta de planificación
urbana, por lo mismo, los valores del suelo siguen elevándose, y ahora incluso
más que antes. La sobrepoblación alcanzada en este tiempo, genera grandes
problemas sociales, de entre los más fuertes, el desempleo y la remuneración
injusta por el trabajo. Es aquí cuando el dueño del sueño, despierta.
Las entidades financieras no cesan en cobrar lo que siempre les fue suyo y le
mostraron como propio al poblador. Pero al ser parte de la sociedad que enfrenta
los problemas sociales que trajo la sobrepoblación, se originan deudas difíciles
de resolver, haciendo que estas entidades, obtengan su pago, a través del
inmobiliario. Todo vuelve al punto de partida. Las construcciones vuelven a ser
de quién las hizo, y el poblador perdió lo que soñaba. La única diferencia es que,
en esta instancia, el poblador, además de perder su “objetivo vital”, perdió
también lo que había alcanzado obtener hasta antes de llegar al objetivo. El
poblador ya no tiene nada.
Y así hemos llegado, desde la inconsciencia y la avaricia de unos pocos miles
de individuos en el mundo y la falta de regulación del sistema bancario, a la crisis
del sistema bancario mundial y el temor a un regreso muy severo y duradero en
la economía real. Y como único fin, el obtener dinero, naturalmente.
En el siglo actual, existe una sobreabundancia de inmobiliarios y de masas de
suelo a las que no se les vaticina ningún destino favorable; mientras que el deseo
de adquirir un inmobiliario, ha caído completamente. La construcción masiva
cesó, pero nos trajo consigo la dispersión de la mancha urbana, pues el
crecimiento escapó de la planificación urbana que no estaba prevista para este
tipo de situaciones, y a su vez, la mayoría de la población que había crecido de
manera desmesurada hasta ese tiempo, se ha quedado a la deriva. Sobran
viviendas y también miles de personas sin ellas.
Hoy en día, se evidencia una desaceleración del crecimiento demográfico,
alcanzando el porcentaje de crecimiento urbano natural (2%), porcentaje que nos
ubicaría en un nuevo ciclo de transición urbana, lo cual, nos permitiría enfocarnos
en resolver los demás problemas sociales tan grandes como son, la inequidad,
el subdesarrollo y la insostenibilidad. Pero esto sólo se daría si se logra resolver
lo expuesto. Mientras no se absorban los excedentes, la promoción de “nueva”
construcción no parece muy prudente. En todo caso, se necesitaría un enfoque
en la puesta en valor pertinente de la inmobiliaria adquirida por las entidades
financieras, relacionada no sólo al apoyo a la masiva comunidad en desamparo,
evidentemente con los beneficios pertinentes para ambos casos; sino también a
la mejora de la calidad de vida de la sociedad, en cuanto a espacios de armonía
e integración social.
Esto, no es garantía de que se pueda mantener en desarrollo, o de que los
beneficios se extiendan de manera equitativa. Si bien es cierto, los cambios son
posibles, pero se necesita una profunda reflexión sobre los modelos de
crecimiento urbano dados hasta ahora. Sin un análisis pertinente al desarrollo
social, existe un gran riesgo de mantener los demonios del pasado, ya que los
desafíos que persisten, son de grandes proporciones.