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1 ¿Sobre qué estás construyendo tu vida? Mateo 7:24-29 Pastor Tim Melton ¿Cuál es tu filosofía de vida, tu lema, o la pauta por la que te guías? Muchas personas están construyendo su vida sobre ideas o motivaciones superficiales, vacías, o que como mucho no importarán una vez que su vida termine. En la enseñanza final del Sermón de la Montaña vemos lo que Jesús dice sobre cómo deberíamos construir nuestra vida. En Mateo 7:24-29 Jesucristo habla directamente de este tema y deja las opciones totalmente claras: 24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Vinieron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.» 28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley.

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¿Sobre qué estás construyendo tu vida?

Mateo 7:24-29

Pastor Tim Melton

¿Cuál es tu filosofía de vida, tu lema, o la pauta por la que te guías? Muchas personas están

construyendo su vida sobre ideas o motivaciones superficiales, vacías, o que como mucho no

importarán una vez que su vida termine. En la enseñanza final del Sermón de la Montaña vemos lo

que Jesús dice sobre cómo deberíamos construir nuestra vida.

En Mateo 7:24-29 Jesucristo habla directamente de este tema y deja las opciones totalmente

claras:

“24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un

hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Vinieron las lluvias, crecieron los

ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó

porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las

pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se

derrumbó, y grande fue su ruina.»

28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su

enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de

la ley.

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Ya que hay tantas cosas importantes en esta vida, la cuestión es ¿sobre qué estamos construyendo

nuestra vida? Cuando intentamos construirla sobre cualquier otra cosa diferente de Cristo, nos

puede parecer lógico o incluso funcionar durante un tiempo, pero cuando las tormentas de la vida

llegan la verdad se hace evidente. Nuestra desubicada confianza queda expuesta entonces tal y

como es y nos quedamos con tan solo inestabilidad y sentimiento de desesperanza.

La palabra “oír” en tiempos de Jesús era algo más que la simple mecánica de recibir vibraciones de

sonido en el tímpano de uno. Oír significaba escuchar, y después hacer. Si no hacías, entonces no

habías oído realmente.

Para entender lo que Jesús quiere decir con “sus palabras” uno tiene que mirar atrás a lo que Jesús

acababa de decir en la primera parte del Sermón de la Montaña. Este sermón había comenzado

dos capítulos atrás, en Mateo capítulo 5. Jesús había empezado describiendo qué clase de persona

era bendecida por Dios. Jesús continuó después con cómo debería de ser la vida para aquellos que

son verdaderos fieles del Padre celestial.

A lo largo de tres capítulos Jesús llamó a sus oyentes a una vida pura y santa, y también imposible.

Versículo a versículo Jesús expuso la inutilidad de intentar vivir la vida cristiana por nuestra propia

voluntad, y la ausencia de valor de una vida construida en buenas acciones aparentes que vienen

de un corazón inmoral. Al mismo tiempo retó a aquellos que afirman seguir a Dios, pero no poseen

el fruto que verifique tal afirmación. Los verdaderos fieles de Dios tendrán tanto un corazón para Él

como acciones que demuestren un corazón que ha sido transformado por Él.

Jesús continúa describiendo la vida del que sigue sus enseñanzas como el que construye su casa

sobre la roca. “Vinieron las lluvias, crecieron los ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa;

con todo, la casa no se derrumbó.” Por el contrario, el hombre insensato construyó la casa sobre la

arena.

“26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre

insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, y

soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.”

Una tormenta similar llegó a esta segunda casa, pero por falta de cimientos fue destruida. Esto es

lo que le ocurre a una persona que escucha las palabras de Cristo, pero no las pone en práctica. Su

vida será inestable cuando se enfrente a los retos de la vida.

Las Escrituras nunca prometen que la vida con Cristo esté libre de tormentas. Nos dicen lo

contrario. La lluvia caerá sobre los justos y también sobre los injustos (Mateo 5:45), y en ocasiones

vendrá más sufrimiento sobre aquellos que siguen a Cristo. Pero en 2 Corintios 4:8-9, aquellos que

han elegido construir su vida sobre la roca de Jesús son alentados por estas palabras: “Nos vemos

atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no

abandonados; derribados pero no destruidos”.

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Algunos “parecen” haber construido en el fundamento de la Palabra de Dios, debido a su imagen

de “moralidad”, pero su verdadero fundamento de arena se volverá evidente cuando lleguen los

problemas. A veces Dios trae las tormentas para desvelar aquello en lo que realmente confiamos.

Ezequiel 13:13-14 nos muestra un ejemplo de ello cuando Dios castiga a los falsos profetas de

aquellos tiempos:

“Por tanto, así dice el Señor omnipotente: ‘En mi furia desataré un viento huracanado; en mi

ira, una lluvia torrencial; en mi furia, granizo destructor. Echaré por los suelos la pared con su

hermosa fachada; sus endebles cimientos quedarán al descubierto. Y cuando caiga, vosotros

pereceréis. Así sabréis que yo soy el Señor’”.

Muchas personas en nuestro mundo parecen estar construyéndose una gran vida, pero lo

perderán todo cuando las tormentas de la vida lleguen. Este fue el caso de los líderes religiosos de

los días de Jesús. Realizaban actos religiosos para ser vistos y respetados por la multitud, pero sus

corazones estaban alejados de Dios. Jesús usó el mismo término en Mateo 23:27:

“¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas!, que sois como sepulcros

blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y

de podredumbre.”

Mientras hace buen tiempo todos los cimientos parecen ser lo suficientemente buenos. Cuando

uno construye, tener unos cimientos sólidos puede parecer una pérdida de tiempo, energía y

dinero. Es tan solo en medio de la tormenta cuando la verdadera condición de unos cimientos se

hace obvia. Muchos de nosotros tenemos nuestras propias estrategias para conseguir lo que

queremos. Dependemos del dinero, la personalidad, el romance, la manipulación, el cotilleo, o

incluso de estrategias que suenan bien, como el trabajo duro, la inteligencia, la organización, la

planificación, etc. Pero aquí Cristo afirma que, si hemos construido nuestras vidas sobre algo

diferente a Él y sus verdades, entonces nuestra vida será en un futuro destruida, ya sea en vida o al

morir.

Es posible que un Dios misericordioso permita que lleguen momentos duros a nuestras vidas para

mostrarnos de qué están hechos verdaderamente nuestros cimientos. Él sabe que el único camino

hacia una vida verdadera es cuando Él es nuestro fundamento. Con esto en mente permitirá que

haya dolor para así fortalecer nuestra fe, o para ayudarnos a darnos cuenta de que nuestra vida

está en realidad construida sobre la arena. Puede ser por medio de una relación rota, ruina

económica, soledad extrema, futuro desesperanzador, sueños rotos o incluso la pérdida de algún

ser querido. Pero incluso esto ocurre para que veamos nuestro error y nos volvamos hacia Él para

salvarnos.

Clamaremos a Dios como si no nos amase, pero nuestro dolor será uno de los mayores regalos de

amor que nunca nos haya dado. En medio de nuestra vida que se está desmoronando, estaremos

preparados y deseosos de elegirlo a Él para que sea nuestro fundamento. Por medio de las

dificultades, nos atraerá hacia Él (Juan 6:44).

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“28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su

enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de

la ley.”

Había algo en Jesús que era diferente de cualquier otra persona que hubiese caminado antes sobre

la Tierra. Y cuando Él hablaba daba la sensación de que estuvieras escuchando a alguien cuya

sabiduría fuese de otro mundo. Cuando estudiamos el Sermón de la Montaña también recibimos

sus enseñanzas, pero ¿cómo responderemos?

Entonces, ¿cómo podemos construir nuestra vida sobre la Roca? La casa en esta parábola es un

símbolo de actividad religiosa y de buenas acciones. Ambas están realizando actos religiosos, pero

tan solo en un caso provienen de un corazón que ha confiado totalmente en Dios. La otra está

haciendo buenas acciones superficiales, pero su corazón está alejado de Dios. Así que ¿cómo

sabemos qué tipo de cimientos tenemos? Jesús intenta ayudarnos a responder a esta pregunta.

Somos verdaderos seguidores de Cristo… si le seguimos. ¿Cuál es el patrón de nuestras vidas?

Incluso en medio de nuestras imperfecciones, ¿nos estamos volviendo más parecidos a Cristo, o no

hay rastro alguno de una vida que sigue a Dios? ¿Estamos invirtiendo nuestro tiempo en cosas que

Dios nos dice que son importantes? ¿Nos estamos alejando del egocentrismo para centrarnos más

en Dios? ¿Nos entristecen aquellas cosas que entristecen a Dios? ¿Nos hacen felices las cosas que

hacen feliz a Dios? ¿Se caracteriza nuestra vida por la confianza y la obediencia? Si nuestra

fundación está construida sobre Cristo, entonces estaremos avanzando hacia una mayor

semejanza con Él. Vemos esto en los textos siguientes.

Juan 8:30-31 dice: “Mientras aún hablaba, muchos creyeron en Él. Jesús se dirigió entonces a los

judíos que habían creído en Él, y les dijo: ‘si os mantenéis fieles a mis enseñanzas, seréis realmente

mis discípulos’”.

En Juan 1 2:3 leemos: “De esta forma podemos estar seguros de que hemos llegado a conocerle, si

seguimos sus mandamientos”.

No somos perfectos, e incluso esta verdad es en ocasiones difícil de discernir. Así que ¿cómo

responde nuestra mente, espíritu, conciencia y voluntad cuando escuchamos la palabra de Dios?

¿Qué sucede cuando la palabra de Dios entra en contacto con nuestro espíritu? Si el Espíritu Santo

vive realmente dentro de uno, entonces debería de haber una respuesta de tipo espiritual. Debería

de haber primero un sentimiento en nuestro corazón de que lo que Jesús dice es verdadero. A eso

debería de seguirle la confirmación de que caminamos en sumisión y obediencia, o la convicción

de que caminamos en pecado. Estas son las respuestas que deberíamos tener cuando el Espíritu

Santo vive en nosotros. Si nos encontramos con la palabra de Dios y la negamos y seguimos

caminando en pecado, sin importarnos el contraste entre nuestro estilo de vida y la palabra de

Cristo, entonces no estamos en Cristo.

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Juan 16:13-14 afirma claramente: “Cuando venga el espíritu de la verdad, él os guiará a toda la

verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá solo lo que oiga y os anunciará las

cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer a vosotros”.

Si no somos guiados hacia la verdad, entonces el Espíritu Santo no está en nosotros.

¿Cómo construimos nuestra vida sobre la roca? Poniendo las enseñanzas de Jesús en práctica. Es

algo más que tan solo “buenas acciones” que se hacen para que las vean los otros. Es más que

afirmar pertenecer internamente a Cristo, sin aparentar ningún comportamiento parecido a Él.

Debe de ser un cambio interno de corazón de quien ha entregado su vida para seguir a Jesucristo,

confirmado por las buenas acciones que vienen de un corazón transformado. Si deseamos este

tipo de fruto sobrenatural impulsado por Dios, debemos de comprobar nuestra conexión con Dios.

¿Le hemos dado alguna vez la espalda al pecado y hemos entregado nuestra vida para seguir a

Jesucristo? Si es así, entonces la siguiente pregunta es: ¿Tenemos una buena relación con Dios y

con los seres humanos? ¿Conocemos algún pecado en nuestras vidas del que debamos

arrepentirnos? ¿Hemos cometido algún mal contra otra persona que no hayamos confesado ni

hayamos subsanado?

Dios busca obrar en y a través de nuestras vidas, que son enteramente suyas. En 2 Crónicas 16:9

leemos: “El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son

fieles.” ¿Estamos dentro de ese número? ¿Son nuestros corazones totalmente suyos?

Mientras continuamos construyendo nuestra casa sobre la roca de Cristo, deberíamos estudiar la

Biblia, diariamente. Oír y poner la palabra de Dios en práctica implica que primero tenemos que

conocer sus palabras. Una vez conozcamos sus palabras, deberíamos orar sobre lo que hemos

leído y entregarnos a la voluntad de Dios en toda situación. Al entregarnos al Señorío de Cristo

podemos estar seguros de esto: “El que comenzó tan buena obra en vosotros la irá perfeccionando

hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).

A través de nuestra fe Él ha puesto unos cimientos de Roca en nuestra vida. Ahora sometámonos a

Él mientras nos hace a imagen y semejanza de Cristo.