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1 SOLOVINO Y VINOTRAIDO La historia de un gato obediente Javier C Bravo Magaña Javier Carlos Bravo Alfaro

SOLOVINO Y SOL0TRAIDO: La historia de un gato obediente

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Un cuento para niños que quieran contárselo a sus abuelitos.

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SOLOVINO Y VINOTRAIDOLa historia de un gato obediente

Javier C Bravo MagaaJavier Carlos Bravo Alfaro

Un da, en la Villa de Tuspa, a la casa de Javiardo, Ricavier y Ciatil toc a la puerta un gatito donato. Se les llama donatos por no decirles abandonados y, claro est que el gatito todava era muy pequeo y no haba aprendido a tocar puertas. Pero tocaba araando el cristal y maullando: Miau, Miaaaau, Miarramiaaaau.

El gatito estaba flaco y sucio, y no se saba si era negro con manchas amarillas, amarillo con manchas negras, o negro y amarillo con manchas blancas. A pesar de que era feo como la desobediencia a los padres, a los nios les gust desde el primer momento en que lo vieron, e inmediatamente pidieron permiso de quedarse con l.

El gatito araaba el cristal del ventanal, por entre las tupidas y luminosas teresitas de la jardinera, y sus maullidos eran verdaderamente lastimeros, tan lastimeros que slo un ogro o un burcrata no se habran conmovido.

Pero el pap de Javiardo, Ricavier y Ciatil, que no era ogro, ni burcrata, saba que los gatitos de tres colores son gatitas, que vienen al mundo con la misin de poblarlo, y que lo pueblan cada seis meses, por lo tanto, se neg.

Dijiste que nos ibas a dar una mascota, dijo Javiardo, el hermano mayor. Y ya hace mucho que no tenemos ninguna mascota, dijo Ricavier, el mediano.

Ciatil, la hermana menor, que tena dos maanas en los ojos, no deca nada. Slo mova la cabeza de arriba para abajo para reforzar las afirmaciones, casi acusaciones, de sus hermanos. Pero el pap, que no haca promesas vanas como los demagogos, dijo que no; que el gatito estaba muy feo (lo cual era medio cierto),

que ya un amigo suyo le haba prometido un elefantito (lo cual era completamente cierto)

y que otro amigo le haba prometido, otro gatito, y que era cuestin de das para que se los trajeran.

Viendo que era difcil convencer a su pap, que cuando quera saba decir que no, Ciatil le dijo: Si nos dejas este gatito, renuncio al elefantito que me habas prometido, pues, en efecto, a base de ruegos, promesas, paciencia y una voluntad indomable, Ciatil le haba arrancado esa promesa, y el pap, que no menta, tena toda la intencin de cumplirla.

El pap no lo pens dos veces.

El trato le convena porque un elefante come mucho, ronca ms,

y no es fcil encontrarle una cama de su tamao. Y si lo dejas dormir en tu cama, sus ronquidos no te dejan dormir.

Adems a su esposa, que era muy aficionada a las mascotas, le encantaban los gatos. Aquella mujer nica, etrea y celestial, haba tenido tres mascotas:La segunda, Mauricia, criada en casa desde polluela, le regalaba un huevo todos los das, pero un da, cay

por accidente en la olla de un vecino con el que Mauricia haba quedado encargada durante unas vacaciones.

Tambin haba tenido una paloma mensajera, regalo de su esposo, que siempre haba sido su ms ferviente enamorado.

Un da, la paloma sali volando detrs de un palomo gris que iba pasando por ah, y no se volvi a saber nada de ella.

Pero esta singular mujer prefera los gatos porque su primera mascota haba sido Renata, una gata descalza de ojos aleonados.

Renata dorma a los pies de su cama, se acurrucaba en su regazo y se dejaba cortar las uas y baar.

A pesar de ser una gata mansa y dulce, muri de rabia. Aunque a los roedores les pese, era muy buena para los ratones; y aunque a las tepocatas les arda, tambin para toda clase de alimaas. Pero un da, ante sus ojos, Renata muri de rabia, contagiada por un ratn que haba tratado de merendarse.

El pap, pues, acept el trato que Ciatil le propona.

Muy bien, les dijo, Pueden quedarse con este gato donato; branle la puerta y djenlo pasar. Y como vino solo le vamos a poner Solovino. S, dijeron los nios en festivo coro,

Donato Solovino Bravo Alfaro.

Los gatos generalmente no tienen nombre, y Solovino es nombre de perro, pero as eran en esta familia, y Solovino se llam. Donato Solovino.

Lo primero que hicieron fue vacunarlo. A Javiardo, el hermano mayor, le toc llevarlo a la veterinaria El Toro Palomo, en la calle Camino Real sin nmero. A Ricavier le tocaba abrirle la puerta para que saliera al patio a primera hora de la maana. La mam le daba de comer; Ciatil lo baaba con jabn del que algunos llaman champ, y lo secaba con una toalla azul. Al pap le tocaba olerlo y acariciarle la cabeza todava hmeda y esponjosa despus del bao.

Solovino estaba contento y satisfecho con su nueva situacin y pensaba para s mismo (pues los gatos piensan en lenguaje humano aunque no pueden hablarlo): Miarramiau. Noms esperen a que se enteren los dems. Todos se van a sentir muy orgullosos de m. Ayer era un don nadie, un gato flaco y vagabundo sin casa y sin nombre. Hoy soy Don Solovino. Tengo tres criados que me atienden hasta en el ms pequeo de mis deseos. Ciatil me acaricia en las maanas; Ricavier me acuesta en la noche; y Javiardo me trae galletas de la tienda. Tengo tres camas dnde dormir, y mis criados me la tienen calientita toda la noche.

Y ron, ron, ron, ron, ronroneaba satisfecho. Un da el amigo que le haba prometido el elefantito lleg a la casa. Vena a pedir disculpas porque al elefante que haba prometido lo haban contratado para desenzacatar parques y jardines, y ya le convena quedarse con l.

Al da siguiente, el amigo que le haba prometido un gato porque l ya tena una gata muy prolfica en casa, lleg con l. El nuevo gatito era blanco con manchas negras (o negro con manchas blancas?) Tena el pelo largo y acolchonado. Estaba recin destetado y era tan pequeo que pareca ratn de laboratorio, excepto por las manchas.

Cuando el amigo se fue, el pap llam a los nios y les dijo:

No hubo elefantito, pero pueden quedarse con este otro gatito. Miren qu bonito est. Quiranlo y cudenlo como a Solovino. Y como a este gato lo trajeron, se va a llamar Vinotraido. Y Vinotraido se llam.

Los nios se pusieron felices y comenzaron a quererlo, cuidarlo y atenderlo de la misma manera que a Solovino. La mam le regal un finsimo tazn de plstico, como el de Solovino. El pap le dio permiso de dormir en su cama, como a Solovino. Los nios estaban contentos, los paps estaban contentos, y Vinotraido estaba contento. El nico que no estaba contento era Solovino.

No que a l ya no lo quisieran o atendieran. Al contrario, aunque pudiera parecer imposible, ahora lo queran ms y lo atendan mejor. Sin embargo, Solovino no estaba contento. Si la mam les serva la comida, cuando Vinotraido se acercaba a comer, Solovino no se acercaba. Si Vinotraido se meta a la cama, Solovino no se acostaba. Y si por accidente (o por designio) Vinotraido se le acercaba, Solovino erizaba el pelo, arqueaba el lomo y, levantando las patas delanteras con las filosas uas al descubierto, le adverta: Fffffff.

Pero Vinotraido que saba que no se debe pagar mal con mal, simplemente se iba de ah.

Si no temiramos calumniar a la raza gatuna (pues pensar es igual que decir), pensaramos que Solovino estaba celoso. Pero no se sabe que los animales tengan ese feo sentimiento. Ni los nios, ni los paps de los nios saban qu hacer. Ni splicas, ni lisonjas, ni regaos, ni amenazas lograron cambiar la conducta de Solovino.

Necesita un corazn nuevo y un espritu nuevo, dijo el pap de los nios. Pero solamente Dios puede drselos.

Solovino era un gato quieto y tranquilo, de madurez prematura. Le gustaba sentarse frente a la puerta, con las patas traseras encogidas, las delanteras extendidas, y los ojos cerrados para meditar (pues los gatos filosofan con los ojos cerrados).

A Vinotraido tambin le gustaba filosofar, pero no en la pose de Solovino, sino tendido cuan largo era, con las cuatro patas abiertas, la panza sobre el suelo, y los ojos cerrados, ms en pose de alfombra que de esfinge. Pero sobre todo, le gustaba jugar, y su juego favorito era saltar.

Saltaba corriendo a grandes pasos, persiguiendo ratones de su imaginacin; color de rosa, tal vez. Saltaba girando alrededor de un eje imaginario y muchas clases de saltos ms. Pero el que ms le gustaba era el salto del tigre. Observaba una vctima imaginaria, se agazapaba con esmero, meda la distancia con cuidado, e impulsado como por resortes, saltaba, casi volaba hacia su vctima, la barra delantera del barandal, sobre la que brevemente apoyaba las patas delanteras, y luego las traseras, para volver a brincar, casi volar, hacia el patiecillo encementado sobre el cual caa ya en cuatro patas para volver a comenzar.

Un da, salta que te salta, salt el salto del tigre, con tan mala puntera que le cay encima a Solovino, que en ese momento pasaba por ah.

Hasta la fecha, no se sabe a ciencia cierta cul de los dos gatitos se llev el susto ms grande, ya que ambos huyeron al mismo tiempo, despavoridos. Lo que s se sabe es que desde ese da la conducta de Solovino cambi.

Primeramente, se acerc a Vinotraido,

y luego, lo invit a jugar, tirndose panza arriba y tirndole zarpazos, con las uas metidas en sus fundas de terciopelo.

Vinotraido, que poda haber erizado el pelo, arqueado el lomo y advertirle Ffffff, no olvid lo que saba, y no pag mal por mal. Al contrario, aprovech la ocasin y ni tardo ni perezoso, con una sonrisa gatuna, por lo tanto, invisible, comenz a morderle las patas a Solovino, sin apretar. Cualquiera que sepa de gatos dira que Vinotraido por fin se sinti en casa.

En cuanto a Solovino, al jugar pensaba (sin hablar, pues los gatos piensan en lenguaje humano, pero no pueden hablarlo):

Bien dice el dicho que No es el gato como lo pintan, y Vinotraido no es el gato que yo me imaginaba. No es ms que un gato gil, frgil y asustado como yo. Aunque yo solovine, y l vinotraido, los dos somos, al fin y al cabo, harina del mismo costal.

A ese juego siguieron muchos y todo mundo poda ver que se haban vuelto buenos amigos, como hermanos.

El abuelito de los nios, que no desaprovechaba la oportunidad de sealar moralejas, les dijo: Qu bueno que Vinotraido fue obediente y no pag mal por mal. Ahora cosecha lo que sembr. Que les sirva de leccin.

Y colorn, colorado, la historia de Vinotraido el gato obediente, se ha acabado.