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JOHN STEINBECK Los arrabales de Cannery Título de la obra original: CANNERY ROW

Steinbeck, John - Los Arrabales de Cannery

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Narrativa

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  • JOHN STEINBECK

    Los arrabales de Cannery

    Ttulo de la obra original: CANNERY ROW

  • PREFACIO El arrabal conservero de Monterrey, California, es un poema, un hedor, un sonido discordante, una clase de luz, una tonalidad, una costumbre, una nostalgia, un sueo. El arrabal es una mezcla de hojalata, hierro, maderos mohosos y astillados, pavimento roto, solares cubiertos de hierba y montones de juncos, fbricas hechas de hierro acanalado, dedicadas a la conserva de sardinas, restaurantes, prostbulos, tiendas de comestibles, laboratorios y casas deshabitadas. Sus habitantes son como un hombre dijo una vez prostitutas, jugadores, alcahuetes e hijos de perra, queriendo significar con ello todo el mundo. Si el hombre hubiese mirado por otro agujero, podra haber dicho: santos, ngeles, mrtires y seres benditos, y hubiera dado a entender la misma cosa. Por la maana, cuando las lanchas sardineras vuelven de la pesca, los hombres entran lentamente en la baha arrastrando sus redes de pesca y haciendo sonar sus silbatos. Los cargados botes arriban al lugar de la costa donde las fbricas de conservas hunden su cola en la baha. La figura est bien elegida, pues si las fbricas hundiesen su hocico en la baha, las sardinas enlatadas que salen por el otro extremo seran, metafricamente al menos, mucho peores. Suenan los pitos de las fbricas y, en toda la ciudad, hombres y mujeres se ponen apresuradamente sus ropas y se disponen a trabajar. Luego, lujosos automviles transportan a las clases privilegiadas: inspectores, contadores, propietarios, que desaparecen en sus oficinas. Luego vienen de la ciudad chinos y polacos, hombres y mujeres con pantalones, chaquetas de hule y delantales encerados. Van corriendo para limpiar, cortar, preparar y envasar el pescado. Toda la calle grita gime y rechina, mientras el plateado ro de sardinas sale de los botes, y stos van emergiendo de las aguas hasta que quedan vacos. Las fbricas gimen y se agitan hasta que la ltima sardina ha sido preparada y enlatada, y entonces vuelven a sonar los pitos, y los

  • chorreantes, malolientes y cansados chinos y polacos, hombres y mujeres, salen para dirigirse a la ciudad, y el arrabal recobra su aspecto mgico y tranquilo . Vuelve otra vez a la vida normal. Los holgazanes que se haban retirado con disgusto bajo los negros cipreses, salen a sentarse sobre las tuberas del solar. Las chicas de Dora salen a tomar un poco de sol, si es que lo hay. El doctor sale del Laboratorio Biolgico de Occidente y cruza la calle para dirigirse a casa de Lee Chong y comprar all medio litro de cerveza. Henri, el pintor, husmea como un perro entre el montn de juncos en busca de algn trozo de madera o metal que necesita para el bote que est construyendo. Luego, la obscuridad avanza y se enciende el farol enfrente de la casa de Dora: la luz de luna que ilumina perpetuamente el arrabal. Al laboratorio llegan visitantes que quieren ver al doctor, y ste cruza la calle para ir a buscar ms cerveza en casa de Lee Chong. Cmo es posible aislar vivos, el hedor y el sonido discordante, la luz, la tonalidad, la costumbre y el sueo? Cuando se coleccionan especies marinas, hay ciertos gusanos aplanados tan delicados, que resulta casi imposible obtenerlos enteros, pues se rompen si se les toca. Hay que dejarlos que voluntariamente se deslicen sobre la hoja de un cuchillo y entonces transportarlos con cuidado al recipiente de agua de mar. Y quiz sea se el modo de escribir este libro: abrir la pgina y dejar que los relatos se deslicen espontneamente.

    I La tienda de Lee Chong, aunque no era un modelo de limpieza, era un milagro de surtido. Era pequea y estrecha pero en su breve recinto un hombre poda encontrar todo lo que necesitara o quisiera para vivir y ser feliz ropas, comida, tanto fresca como enlatada licores, tabaco, equipos de pesca, maquinaria, botes, cuerdas, gorros, tajadas de puerco. Donde Lee Chong se podan comprar un par de pantuflas, un kimono de seda,

  • un cuarto de pinta de whisky y un cigarro. Se podan elaborar combinaciones para satisfacer casi cualquier capricho. La nica comodidad que Lee Chong no poda satisfacer puede haber sido la de conducirlos a la casa de Dora. La tienda abra al alba y no cerraba hasta que el ltimo centavo circulante haba sido gastado o retirado por la noche. No es que Lee Chong fuera avaro. No lo era, pero si uno quera gastar dinero, no se haca de rogar. La posicin de Lee en la comunidad le sorprenda a l mismo, hasta donde poda ser sorprendido. En el transcurso de los aos todo el mundo en el arrabal le adeud dinero. Nunca presion a sus clientes, pero cuando la deuda se haca muy grande, Lee cortaba el crdito. En lugar de escabullirse, el cliente usualmente pagaba o trataba de hacerlo. Lee tena el rostro ovalado y agradable. Hablaba un ingls corriente sin usar jams la letra R. Cuando las persecuciones contra los chinos comenzaron en California, Lee se encontr con que se haba puesto precio a su cabeza. Entonces viaj en secreto a San Francisco y entr en un hospital hasta que los problemas pasaron. Lo que hiciera con su dinero, nadie lo supo nunca. Tal vez nunca lo tuvo. Es posible que su riqueza consisitiera por entero en deudas no pagadas, pero viva bien y se haba ganado el respeto de todos sus vecinos. Confiaba en sus clientes hasta que prolongar la confianza ya resultaba ridculo. A veces cometa errores en los negocios, pero incluso a estos les sacaba provecho aumentando su buena reputacin, si es que no en otra forma. As sucedi con el Palace Flophouse Grill. Nadie ms que Lee Chong hubiera considerado la transaccin una prdida total. El puesto de Lee Chong en la tienda quedaba detrs del mostrador de los cigarros. La caja registradora quedaba entonces a su izquierda y el baco a su derecha. Dentro de la caja de vidrio estaban los cigarros marrones, los cigarrillos, el Bull Durham, la mezcla Duke, los Five Brothers, mientras tras l, apilados sobre la pared estaban las pintas, medias pintas y cuartos de Old

  • Green River, Old Town House, Old Colonel, y el favorito Old Tennessee, un whisky mezclado con garanta de cuatro meses de aejamiento, muy barato y conocido en el vecindario como Old Tennis Shoes. Lee Chong no se ubicaba entre el whisky y el comprador sin razn. Algunas mentes muy prcticas haban alguna vez tratado de desviar su atencin hacia otra parte del almacn. Primos, sobrinos, hijos y nueras aguardaban en el resto de la tienda, pero Lee nunca abandonaba el mostrador de los cigarros. La parte superior del vidrio era su escritorio. Sus regordetas manos delicadas permanecan sobre el vidrio, los dedos se movan sin descanso como pequeas salchichas. Una gran sortija de oro de bodas en el dedo medio de su mano izquierda era su nica joya y con ella golpeaba silenciosamente sobre la alfombrilla de goma que los golpecitos haban gastado mucho tiempo atrs. La boca de Lee era llena y benvola y el brillo dorado cuando sonrea era rico y clido. Llevaba unos anteojos y puesto que miraba todo a travs de ellos, tena que echar su cabeza hacia atrs para ver a la distancia. Intereses y descuentos, sumas, restas, todo lo haca en el baco con sus pequeos incansables dedos salchicha, y sus amistosos ojos castaos vagabundeaban por la tienda y sus dientes brillaban hacia los compradores. Una noche, cuando estaba en su sitio con un atado de peridicos para mantener calientes sus pies, contemplaba con humor y tristeza un negocio que se haba concebido esa tarde y cerrado ms tarde ese mismo da. Cuando uno abandonaba la tienda, si daba vuelta a la esquina a travs del terreno en el que creca la hierba, dirigiendo sus pasos entre las herrumbrosas tuberas que salan de las fbricas de conservas, vea un camino gastado en la maleza. Siguindolo ms all de los cipreses, a travs de la va del ferrocarril, trepando por un sendero con listones, llegaba a un amplio y bajo edificio que por mucho tiempo fue usado como sitio de depsito de comida para pescado. Consista en una gran habitacin techada y perteneca a un caballero angustiado llamado Horace Abbeville.

  • Horace tena dos esposas y seis hijos y durante un perodo de aos haba conseguido, a fuerza de ruegos y persuasin, construir un depsito, el mejor de todo Monterey. Esa tarde haba ido a la tienda y su sensitivo rostro cansado haba vacilado delante de la sombra de dureza que cruzaba la cara de Lee. El grueso dedo de Lee golpeaba la alfombrilla de goma. Horace puso las palmas de sus manos sobre el mostrador de los cigarros. Adivino que te debo bastante pasta dijo simplemente. Los dientes de Lee relampaguearon en respuesta a un acercamiento tan diferente a cualquiera que nunca hubiera escuchado. Asinti gravemente, pero esper a que la trampa se revelase. Horace humedeca sus labios con la lengua, un buen trabajo entre comisura y comisura. Odio tener a mis nios con esto colgando sobre ellos dijo. Por qu? Apuesto a que no les permitira llevar encima ahora un paquete de caramelos. El rostro de Lee Chong estuvo de acuerdo con esta conclusin. Bastante pasta dijo. Horace continu. Conoces ese lugar mo a travs del sendero, donde est la comida para pescado. Lee Chong asinti. Era su comida para pescado. Horace dijo con seriedad: Si yo fuera a darte ese lugar lo limpiaras conmigo? Lee Chong ech su cabeza hacia atrs y mir a Horace a travs de sus cristales mientras su mente revoloteaba entre las cuentas y su mano derecha se mova sin descanso sobre el baco. Consideraba que la construccin era dbil y que el terreno podra adquirir valor si una fbrica de conservas llegase algn da a prosperar. Shu, dijo Lee Chong. Bien, que se hagan las cuentas y te har una factura de venta de ese lugar.

  • Horace pareca apurado. No hay necesidad de papeles, dijo Lee. Yo hago los papeles para pagar en un solo contado. Terminaron el trato con dignidad y Lee Chong ofreci un cuarto de pinta de Old Tennis Shoes. Y entonces Horace Abbeville, caminando muy recto, atraves el terreno ms all de los cipreses y a travs del sendero y subi por el caminito y entr al edificio que haba sido suyo, y se golpe con un bulto de comida para pescado. Y aunque esto no tiene nada que ver con esta historia, ningn nio de Abbeville, no importa quien fuese su madre, conoci la falta de un caramelo nunca en adelante. Pero regresemos a esa noche. Horace estaba en el bastidor con las agujas de embalsamar, y sus dos esposas estaban sentadas en los escalones de su casa con sus brazos entrelazados (fueron buenas amigas hasta despus del funeral, y entonces se dividieron los hijos y nunca se volvieron a hablar de nuevo). Lee Chong permaneca detrs del mostrador de los cigarros y sus bellos ojos marrones miraban hacia adentro en una calmada y eterna tristeza china. Saba que no habra podido ayudar, pero deseaba poder haber sabido y acaso habra ayudado. Formaba parte profunda de la gentileza y del entendimiento de Lee la idea de que el derecho de un hombre a suicidarse es inviolable, aunque a veces un amigo pueda hacerlo innecesario. Lee ya haba suscrito el funeral y enviado una gran canasta de vveres a las familias de los deudos. Ahora Lee Chong era el dueo del edificio de Abbeville un buen techo, un buen piso, dos ventanas y una puerta. Es cierto que estaba atiborrado hasta arriba con comida para pescado y que su olor era delicado y penetrante. Lee Chong lo encontraba apropiado como depsito de comestibles, una especie de almacn, pero ya lo pensara ms tarde: estaba lejos y cualquiera podra penetrar por una ventana. Golpeaba la alfombrilla de goma con su sortija de oro, considerando el problema, cuando se abri la puerta y entr Mack. ste era el jefe, mentor y, hasta cierto punto, el

  • explotador de un pequeo grupo de hombres cuyo nexo comn era no tener familia ni dinero y cuya nica ambicin era comer, beber y estar alegres. Pero aunque la mayora de los hombres cuando buscan la alegra suelen desgastarse sin conseguir su objeto, Mack y sus amigos iban calmosamente en busca del placer y lo saboreaban con mesura. Mack y Hazel, un joven de extraordinaria fuerza, Eddie, que a veces estaba de suplente en un bar de La Ida, Hughie y Jones, que de vez en cuando cazaban ranas y gatos para el laboratorio, vivan en las oxidadas tuberas que haba en el solar inmediato a la casa de Chong. Es decir, vivan en las tuberas cuando haba humedad, pero si haca buen tiempo vivan a la sombra del negro ciprs del solar. Las ramas del rbol se inclinaban formando un dosel bajo el cual un hombre poda contemplar, echado, el ro de vitalidad del arrabal conservero. Lee Chong enderezse ligeramente al ver entrar a Mack, y sus ojos recorrieron rpidamente la habitacin para asegurarse de que Eddie, Hazel, Hughie o Jones no haban entrado tambin y se dirigan hacia los comestibles. Mack dio a conocer sus intenciones con toda franqueza. Lee dijo, yo, Eddie y el resto hemos odo que eres el dueo del edificio de Abbeville. Lee inclin la cabeza y esper . Yo y mis amigos hemos pensado pedirte que nos dejaras estar all. Te cuidaramos la propiedad aadi rpidamente. No dejaramos que nadie entrase o estropease algo. Los chicos pueden romper las ventanas, ya sabes... sugiri Mack. Puede producirse un incendio si no hay nadie que vigile. Lee ech hacia atrs la cabeza y mir a Mack a travs de sus cristales; el lento movimiento de sus dedos indicaba que estaba absorto en sus pensamientos. En los ojos de Mack se lea buena voluntad, cordialidad y un deseo de hacer feliz a todo el mundo. Por qu se inquietaba entonces Lee? Por qu su espritu tomaba precauciones como un gato que anda entre los cactos? La proposicin haba sido hecha amablemente, casi con espritu de filantropa. El pensamiento de Lee iba ms

  • all, examinando las posibilidades no, eran probabilidades, y el golpear de sus dedos se hizo ms lento an. Se vio rechazando la peticin de Mack, y vio los cristales rotos. Mack entonces se ofrecera otra vez a guardar su propiedad, y al negarse por segunda vez, Lee poda oler el humo, vea las llamas que suban por las paredes. Mack y sus amigos trataran de apagar el fuego. El dedo de Lee se qued inmvil sobre la alfombrilla. Estaba vencido. l lo saba. Slo poda resistirse para salvar las apariencias, y Mack iba a ser muy generoso respecto a esto. Lee dijo: Queris pagar alquiler? Queris vivir all como si fuera un hotel? Mack sonri y dijo generosamente: Es una idea. Cunto? Lee medit. Saba que no importaba lo que pidiese. No iban a pagarle de ningn modo. Poda pedir una gruesa suma. Cinco dlares semanales dijo Lee. Mack llev la comedia hasta el fin. Tendra que hablar con los muchachos dijo dubitativamente . No podras dejarlo en cuatro dlares? Cinco dlares dijo Lee con firmeza. Bien, ver lo que dicen los muchachos. Y esto fue todo. Todos quedaron contentos. Y aunque pudiera creerse que Lee Chong sufri una prdida, al menos no tena preocupaciones. No se rompan las ventanas. No se producan incendios y, aunque no le pagasen el alquiler, cuando los inquilinos tenan dinero, cosa que suceda frecuentemente, no se les ocurra ir a gastarlo en otro lugar que no fuese la tienda de Chong. En sus inquilinos tena un pequeo grupo de clientes en potencia. Y ms an: si algn borracho causaba alboroto, si los chicos bajaban de New Monterrey dispuestos a robar, Lee Chong no tena ms que llamar, y sus inquilinos corran en su ayuda. Y nuevas ventajas: no se puede robar a un bienhechor. Lo que se ahorraba Lee en latas de conservas y sandas representaba ms que el valor de la renta. Y si las

  • tiendas de comestibles de New Monterey experimentaban repentinas prdidas, eso no era asunto de Lee. Los muchachos entraron y la harina sali. Nadie sabe quin dio nombre a la casa conocida hasta entonces por Palace Flophouse Grill. En las tuberas y bajo el ciprs no haba lugar para muebles ni esos pequeos adornos que no slo califican, sino que limitan nuestra civilizacin. Una vez en el Palace, los muchachos se dedicaron a amueblarlo. Apareci una silla, luego un catre y despus otra silla. Una ferretera proporcion una lata de pintura roja, y en cuanto apareca una nueva silla o mesa, se la barnizaba, con lo cual no slo se la embelleca, sino que se la ocultaba a los ojos de un posible dueo anterior. Y el Palace Flophouse Grill comenz a funcionar. Los muchachos podan sentarse en la puerta y mirar la va, el solar o las ventanas del Laboratorio, que se hallaba enfrente. Por la noche oan la msica del Laboratorio. Y sus ojos seguan al doctor cuando atravesaba la calle para ir a casa de Lee Chong en busca de cerveza. Y Mack deca: El doctor es un buen tipo. Deberamos hacer algo por l.

    II La Palabra es un smbolo y una delicia tal que absorbe hombres, escenas, rboles, plantas, fbricas y pekineses. Luego la Cosa se convierte en Palabra y la Palabra en Cosa, pero constituyendo un fantstico tejido. La Palabra absorbe el arrabal conservero, lo digiere y lo expulsa, y entonces el arrabal tiene el brillo del mundo nuevo y del ocano que refleja el cielo. Lee Chong es algo ms que un tendero chino. Tiene que serlo. Quiz es un desequilibrado sostenido por el bien un planeta asitico mantenido en su rbita por la atraccin de Lao Tse y arrancado de Lao Tse por la fuerza centrfuga del aparador y ia caja registradora, Lee Chong girando en medio de comestibles y espritus. Un hombre firme con una lata de alubias; un hombre dbil con los huesos de su

  • abuelo. Pues Lee Chong busc en la tumba del cementerio chino y hall los amarillos huesos, el crneo con el cabello gris an adherido a l. Y Lee envolvi cuidadosamente los huesos largos fmures y tibias, colocando el crneo en medio, los rode con la pelvis y clavculas y lo meti todo en la caja de las costillas. Luego, Lee Chong envi los restos de su abuelo ms all del ocano, para que descansasen por fin en tierra santificada por sus antepasados. Mack y los muchachos tambin giran en sus rbitas. Son las Virtudes, las Gracias, las Bellezas de la precipitada y desgarradora locura de Monterey, del csmico Monterey, donde los hombres, por miedo al hambre, destrozan sus estmagos en la lucha para conseguir alimentos, donde los hombres hambrientos de amor destruyen todo lo amable que los rodea. Mack y los muchachos son las Bellezas, las Virtudes, las Gracias. En el mundo, gobernado por tigres con lceras, surcado por toros en celo, asolado por ciegos chacales, Mack y los muchachos comen con los tigres, acarician a las vacas frenticas y recogen las migas para alimentar con ellas a las gaviotas del arrabal. De qu le sirve a un hombre hacerse dueo del mundo y llegar a su posesin con una lcera gstrica, la prstata enferma y perdida la vista? Mack y los muchachos evitan la trampa, rodean el veneno, pasan sobre el nudo corredizo, mientras una generacin de presos y envenenados les grita llamndoles intiles, perdidos, vergenza de la ciudad, ladrones, pillos, holgazanes, Dios, artfice supremo, que ha concedido el don de supervivencia al coyote, a la rata comn, al gorrin, a la mosca y a la polilla, debe tener un gran amor por los intiles, vergenza de una ciudad, holgazanes, y por Mack y los muchachos. Virtudes y gracias, pereza y deleite. Dios artfice supremo.

    III La casa de Lee Chong est a la derecha del solar vaco, aunque nadie sabe decir por qu se llama vaco a

  • un solar lleno de viejas calderas, grandes maderos y pilas de latas. Detrs del solar vaco est la va del ferrocarril y el Palace Flophouse. Pero a la izquierda del solar se encuentra el severo y majestuoso prostbulo de Dora Flood; una casa decente, limpia y anticuada, donde un hombre puede tomar un vaso de cerveza rodeado de amigos. No en casa de escndalo, sino un virtuoso club, dirigido y disciplinado por Dora, quien, seora y pupila durante cincuenta aos, ha sabido, gracias a su tacto, honestidad, caridad y realismo, hacerse respetar por los eruditos, los inteligentes y los buenos. Y por las mismas razones es odiada por la lasciva hermandad de esposas cuyos maridos respetan el hogar, pero no se sienten muy atrados por l. Dora es una gran mujer alta con brillante cabello color naranja y una especial predileccin por los trajes de noche color verde Nilo. Posee una casa decente, de precio nico, no vende licores fuertes y no permite las charlas procaces. Algunas de sus muchachas estn inactivas por causa de la edad y las enfermedaded, pero Dora nunca se desprende de ellas, aunque, como ella dice, hay algunas que no llegan a funcionar tres veces en el mesm pero siguen comiendo tres veces al da. En un momento de pasin local, Dora dio a su establecimiento el nombre de Restaurante del Oso y se dice que hubo gentes que entraron a pedir un sandwich. En la casa hay, normalmente, doce mujeres, contando las viejas, un cocinero griego y un hombre conocido por el vigilante, pero que tiene a su cargo todas las tareas peligrosas y delicadas: Corta las rias expulsa a los borrachos, alivia la histeria, cura la jaqueca y atiende el bar. Venda heridas y magulladuras, pasa el da con polizontes, y como la mayora de las muchachas son Christian Scientist, todos los domingos por la maana les lee en voz alta Ciencia y Salud. Su antecesor, que era un hombre menos equilibrado, tuvo un fin desastroso, como luego diremos, pero Alfred ha triunfado sobre su medio y lo ha elevado hasta l. Sabe cules son los hombres que deben estar all y cules no

  • deben estar. Sabe ms de la vida de los hogares de Monterey que cualquier otra persona de la ciudad. En cuanto a Dora, lleva una existencia difcil. Como est en contra de la ley, por lo menos contra la letra de la ley, debe cumplir la ley el doble que los dems. No tiene que haber borrachos, pendencia ni escndalo, de lo contrario le cerrarn la casa. Por ser ilegal, Dora tiene que ser especialmente filantrpica. Todo el mundo se fija en ella. Si la polica da un baile para allegar fondos y todo el mundo da un dlar, Dora tiene que dar cincuenta dlares. Cuando la Cmara de Comercio mejor sus jardines, todos los comerciantes dieron cinco dlares, pero Dora tuvo que dar cien. Con todo ocurre lo mismo, con la Cruz Roja, Boy Scouts, etc. Los vergonzosos beneficios de Dora encabezan, sin que nadie los celebre, la lista de los donativos. Pero durante la depresin experiment una gran prdida. Adems de sus donativos de costumbre, Dora socorri a los nios hambrientos del arrabal, a sus padres, que no tenan trabajo, y a sus angustiadas madres, y pag a diestro y siniestro cuentas de comestibles durante dos aos, de modo que casi se arruin por ello. Las muchachas de casa de Dora son agradables y bien educadas. Nunca hablan con un hombre en la calle, aunque ste hubiese ido a visitarlas la noche anterior. Antes de que viniera Alfy, ocurri en el Restaurante una tragedia que entristeci a todo el mundo. El vigilante anterior, llamado William, era un hombre obscuro y solitario. Durante el da, cuando sus tareas escaseaban, se aburra de la compaa femenina. Por la ventana poda ver a Mack y los muchachos que, sentados en las tuberas del solar vaco, balanceando los pies y tomando el sol, discutan lenta y filosficamente asuntos interesantes, aunque de poca importancia. De vez en cuando los vea sacar una pinta de Old Tennis Shoes, y despus de limpiar en la manga el cuello de la botella, empinarla uno tras otro. Y William comenz a desear incorporarse a aquel grupo. Un da sali y fue a sentarse en uno de los tubos. La charla ces, y un

  • silencio hostil se produjo entre los del grupo. Al poco rato, William regres desconsolado al Restaurante, y desde la ventana vio cmo la conversacin resurga, y esto le entristeci. Tena un rostro moreno y feo, y en la boca, un rictus de preocupacin. Al da siguiente volvi a salir y se llev una pinta de whisky. Mack y los muchachos bebieron el whisky, pues a pesar de todo no estaban locos, pero todo cuanto le dijeron fue: Buena suerte y Que le vaya bien. Al poco rato, William regres al Restaurante y los mir otra vez desde la ventana; oy que Mack deca alzando la voz: Cielos, cmo odio a los alcahuetes! Esto era totalmente falso, aunque William no lo supiera. Lo que ocurra era que ni a Mack ni a los muchachos les gustaba William. William se descorazon. Los haraganes no queran trato con l. Se daban cuenta de que l estaba muy por debajo de ellos. William era aficionado a la introspeccin, y se haca con frecuencia acusaciones. Se puso el sombrero y march junto al mar, hasta llegar al faro; quedse en el pequeo cementerio donde siempre se oa el rumor de las olas. Los pensamientos de William eran muy tristes: nadie lo quera. Nadie se preocupaba por l. Podan llamarlo vigilante, pero era un alcahuete, un miserable alcahuete, la peor cosa del mundo. Y se pregunt si tena derecho a vivir y ser feliz como todo el mundo; claro que lo tena. Regres enfurecido, pero su furia desapareci cuando lleg al Restaurante y subi la escalera. Era de noche y la gramola tocaba Harvet Moon, y William record que a su primer amor le gustaba aquella cancin antes de que se marchase, se casase y desapareciese. La cancin lo entristeci enormemente. Dora estaba en la sala trasera tomando una taza de t cuando William entr. Qu te ocurre, William? Ests enfermo? No dijo William . Pero, qu vale la vida? Creo que voy a quitarme de en medio. Dora haba tratado con bastantes neurticos. Con ellos haba que emplear la rudeza.

  • Bien, hazlo cuando quieras, pero sin molestar a nadie. Una nube fra y gris envolvi el corazn de William, que sali lentamente de la habitacin y fue a llamar a la puerta del cuarto de Eva Flanegan. Eva tena el pelo rojo; iba a confesarse todas las semanas. Era una mujer espiritual con una larga serie de hermanos y hermanas, pero increblemente borracha. Cuando William entr se estaba pintando las uas, pero lo haca muy mal; William la vio y comprendi que Dora no iba a consentirle que trabajase en aquel estado. Los dedos de Eva estaban llenos de esmalte hasta la primera falange, y ella estaba furiosa. Qu te pasa? le pregunt. William tambin se enfureci. Voy a quitarme de en medio! dijo con fiereza. Esto es un pecado horrible le grit Eva. No podra hacerlo cuando yo estuviese de viaje por San Luis? Eres un degenerado, un bastardo y continuaba gritndole cuando William cerr la puerta tras l y march a la cocina. Estaba harto de mujeres. El griego, despus de ellas, le servira de consuelo. ste, con un gran delantal y las mangas remangadas, estaba friendo chuletas de cerdo en dos grandes cazuelas, y les daba vuelta con un punzn: Hola, Kits!, cmo te va? Las chuletas de cerdo silbaban en la sartn. No s, Lou. A veces creo que lo mejor que podra hacer sera, clac! y con el dedo se seal la garganta. El griego dej el punzn sobre el hogar y se remang ms an. Voy a decirte lo que he odo, Kits dijo . Los que hablan de matarse, no lo hacen nunca. La mano de William se apoder del punzn. Sus ojos miraron profundamente en los del griego, y en ellos ley incredulidad y burla, pero al continuar mirndolo, los ojos del griego se turbaron y luego descendi sobre ellos una nube de preocupacin. Cuando William advirti

  • el cambio, vio, primero, que el griego lo crea capaz de hacerlo, y luego, que l era capaz de hacerlo. En cuanto ley esa creencia en los ojos del griego, William supo que tena que hacerlo. Estaba triste, porque ahora le pareca tonto. Levant la mano y se hundi el punzn en el corazn. Era asombrosa la facilidad con que entraba. William era el vigilante antes que viniera Alfred. Todo el mundo quera a Alfred. Poda sentarse con Mack y los muchachos siempre que quera. Poda ir incluso a visitarlos al Palace Flophouse.

    IV Por la tarde, durante el crepsculo, ocurra en el arrabal conservero una cosa extraa. Pasaba siempre durante el tiempo que media desde la puesta de sol hasta que se encienden las primeras luces. Entonces hay un gris perodo de calma. Por la colina, pasando ante el Palace y atravesando el solar vaco, vena un anciano chino. Llevaba un viejo sombrero de paja, un traje azul y fuertes zapatos, uno de los cuales tena desprendida una suela que golpeaba el suelo. En la mano traa una cesta de mimbre que siempre iba tapada. Su rostro era delgado, moreno y curtido, y sus viejos ojos obscuros, obscuros hasta en el blanco, estaban tan hundidos que parecan mirar desde el fondo de un agujero. Siempre llegaba al anochecer y cruzaba la calle por el claro que haba entre el Laboratorio y la fbrica de conservas Hediondo. Luego cruzaba la playa y desapareca entre las estacas y postes metlicos que sostienen el malecn. Nadie volva a verlo hasta el amanecer. Pero al otro da, a la hora en que se apagan las luces de la calle y an no ha amanecido del todo, el viejo chino surga de entre las estacas y cruzaba la playa y la calle. Su cesto de mimbre estaba entonces lleno y chorreante. Su suela desprendida golpeaba el pavimento. El chino suba por la colina hasta llegar a la segunda calle, penetraba por una puerta que haba en una alta

  • cerca de madera y no se le volva a ver hasta que anocheca. Los vecinos, que an dorman, oan el golpear de su suela y se despertaban un momento. Esto vena ocurriendo desde haca aos, pero nadie se acostumbraba a ello. Algunos pensaban que era Dios, los ms ancianos crean que era la Muerte y los nios crean que era un grotesco chino, pues los nios siempre encuentran divertido todo lo viejo y extrao. Pero no se atrevan a meterse con l, pues el chino estaba envuelto por una ligera aureola de terror. Slo un chico de diez aos, valiente y guapo, llamado Andy, que proceda de Salinas, se atrevi a enfrentarse con el viejo chino. Andy estaba de paso en Monterey y vio al anciano y comprendi que tena que meterse con l, aunque slo fuera para conservar su propia reputacin; pero incluso Andy, a pesar de s bravura, percibi la aureola. Andy le observaba todas las tardes mientras mantena una lucha entre su deber y su miedo. Y una tarde, Andy se dio nimos y corri tras el viejo chino, gritando con voz de falsete: Chin-Chon, una vez estaba un chino sentado en una banqueta, pero entonces vino un blanco y le cort la coleta. El anciano se detuvo y se volvi. Andy se qued inmvil. Los ojos hundidos miraron a Andy y los delgados labios se movieron. Lo que entonces ocurri, Andy no pudo explicarlo ni olvidarlo jams. Pues los ojos se fueron ensanchando hasta que el chino desapareci. Y entonces los ojos se convirtieron en uno solo, obscuro y grande como la puerta de una iglesia. Andy miraba a travs de la puerta brillante, transparente y obscura, y vea un campo desierto, una llanura que se extenda por espacio de muchas millas, pero que terminaba en una fila de montaas fantsticas en forma de cabezas de perros y de vacas, de hongos y de tiendas de campaa. La llanura estaba cubierta de csped, y de vez en cuando se adverta un pequeo tmulo; sobre cada tmulo haba un animalito semejante a una marmota. Y la soledad, la fra y desolada soledad del paisaje, le hizo gemir, pues el mundo estaba desierto y slo quedaba l. Andy cerr los ojos para no

  • seguir viendo aquel espectculo, y cuando los abri, estaba en el arrabal, y el viejo chino golpeaba el pavimento con su suela al pasar ante el Laboratorio y la fbrica de conservas Hediondo. Andy fue el nico nio que se atrevi a hacer aquello, y jams volvi a repetirlo.

    V El Laboratorio Biolgico de Occidente estaba al otro lado de la calle, frente por frente al solar vaco. La tienda de Lee Chong estaba a su derecha y el Restaurante de Dora, a su izquierda. El Laboratorio trafica con bellos y extraos artculos. Vende los hermosos animales del mar, las esponjas, tunicates, anmonas, estrellas de mar, bivalvas, lapas, gusanos y conchas; animales fabulosos y delicados erizos, cangrejos, dragones, camarones voraces y camarones transparentes, tan difanos que apenas llegan a proyectar sombra. Y el Laboratorio Biolgico de Occidente vende cucarachas, caracoles, araas, serpientes de cascabel, ratas y abejas. Todo esto se dedica a la venta. Tambin hay algunos fetos humanos, enteros unos, otros partidos en delgados trozos y colocados sobre portaobjetos. Y para los estudiantes hay tiburones a los cuales se les ha extrado la sangre substituyndosela por lquidos azules y amarillos para que se pueda apreciar el funcionamiento del sistema circulatorio. Tambin hay gatos con coloreadas venas y arterias y ranas preparadas igualmente. Al Laboratorio Biolgico de Occidente se le puede pedir cualquier cosa, en la seguridad de que tarde o temprano ha de conseguirse. Es un edificio bajo que mira a la calle. El stano sirve de depsito y est lleno de estantes hasta el techo, de estantes cargados de vasijas con animales en conserva. En el stano hay una pila e instrumentos para inyectar y embalsamar. Si se atraviesa el patio trasero se llega a un cobertizo que da sobre el mar y est

  • sostenido por pilares, y all se encuentran las cisternas para los grandes animales tiburones, rayas y pulpos , cada uno de los cuales est en su cmara de cemento. Hay una escalera que lleva al centro del edificio y una puerta que da a un despacho donde se halla una mesa llena de cartas por abrir, un archivo y una caja fuerte con la puerta abierta. Una vez la caja se cerro equivocadamente, y nadie saba la combinacin. Y en la caja haba una caja de sardinas y un pedazo de queso de Roquefort. Antes de que el constructor de la caja pudiera indicar la conit nacin, hubo algunas perturbaciones. Fue entonces cuando a doctor se le ocurri un medio para vengarse de un banco si alguien quera hacerlo alguna vez: Alquilad una caja fuerte dijo y depositad en ella un salmn fresco, y no volvis hasta los seis meses. Despus de lo ocurrido con la caja, no se permiti ya guardar alimentos. Se guardaban en los archivos. Detrs del despacho hay un acuario donde se encuentran muchos animales vivos; tambin hay microscopios, portaobjetos, un botiqun para medicinas, recipientes de laboratorio, bancos de trabajo, pequeos motores y substancias qumicas. De dicha habitacin vienen diferentes olores: de formalina, estrella de mar desecada, agua de mar, mentol, cido fnico, cido actico, papel de envolver, paja, cuerdas, cloroformo, ter, ozono procedente de los motores, acero, aceite lubricante de los microscopios, aceite de banana, tubera de goma, olor de calcetines y botas que se secan, el punzante olor de las serpientes de cascabel y el rancio hedor de las ratas. Y por la puerta trasera viene un olor de algas marinas cuando la marea baja, y de sal y espuma cuando la marea sube. A la izquierda del despacho est la biblioteca. Los estantes, que llegan hasta el techo, estn llenos de libros de todas clases, diccionarios, enciclopedias, poesa, teatro, folletos. Junto a la pared hay un gran fongrafo con cientos de discos apilados junto a l. Bajo la ventana hay una cama de madera pintada de rojo, y sobre los muros y estantes se ven reproducciones de

  • Daumier, Graham, Tiziano, Leonardo, Picasso, Dal y George Grosz. En esta habitacin hay sillas y bancos, adems de la cama; una vez se reunieron en ella cuarenta personas. Detrs de esta biblioteca, o sala de msica, o como se quiera llamarla, est la cocina, una habitacin estrecha, con fogn de gas, un calentador de agua y una pila. Pero aunque algunos alimentos se guardan en los archivos, las fuentes, la manteca y las verduras se guardan en los armarios de la cocina. Esto no ha sido dictado por capricho. Simplemente ocurri as. Del techo de la cocina penden trozos de tocino, salchichones y esturiones. Detrs de la cocina est el lavabo y la ducha. El lavabo gote durante cinco aos, hasta que un invitado hbil lo arregl con un trozo de goma de mascar. El doctor es el dueo del Laboratorio de Occidente. Es un hombre bajito, engaosamente bajito, pero nervudo y fuerte, y capaz de grandes violencias cuando la clera le acomete. Lleva barba; su rostro, que es una mezcla de Cristo y stiro, dice la verdad. Se dice que ha ayudado a salir de apuros a varias muchachas, para luego meterlas en otro. El doctor tiene manos de cirujano y una mente serena y cordial. El doctor saluda a los perros cuando pasa en su automvil, y los perros levantan la cabeza y le sonren. Por necesidad matara a quien fuese, pero por gusto es incapaz de herir un solo sentimiento. Tiene un temor supremo: el de mojarse la cabeza, y por ello, en verano y en invierno lleva siempre puesto el sombrero. El doctor puede mojarse hasta el pecho sin sentir la humedad, pero una gota de agua en la cabeza le produce pnico. Durante aos, el doctor se consagr al arrabal hasta un punto que ni l siquiera sospechaba. Se convirti en la fuente de la filosofa, la ciencia y el arte. En el Laboratorio, las muchachas de Dora escucharon por primera vez el canto llano y la msica gregoriana. Lee Chong oa la traduccin de Li Po. Henri, el pintor, escuch por primera vez el Libro de los Muertos, y qued tan conmovido que cambi de tcnica.

  • Hasta entonces Henri haba estado pintando con cola, xido de hierro y plumas de gallo, pero cambi, y sus cuatro primeras pinturas siguientes las hizo con distintas clases de cascara de nuez. El doctor escucha toda clase de insensateces y las transforma en sabidura. Su espritu y su piedad no tienen lmites. Puede hablar con los nios y hacerles comprender cosas profundas. Vive en un mundo interesante, maravilloso. Es tan lascivo como un conejo y tan dulce como e infierno. Todo el mundo que lo conoce le debe algn favor. Y cuantos lo tratan piensan: Hay que hacer algo amable por el doctor.

    VI El doctor buscaba especies marinas en la cala situada al extremo de la pennsula. Es un lugar fabuloso: cuando la marea sube, es un remolino de espuma, agitado por las olas que se estrellan contra la boya de la escollera. Pero cuando baja la marea se convierte en un lugar tranquilo y adorable. El agua es muy clara, y en el fondo del mar se ven animales que corren, luchan, comen y se reproducen. Los cangrejos se mueven entre algas ondulantes. Las estrellas de mar se enroscan sobre mejillones y lapas, les aplican sus millones de ventosas y, lentamente, con increble fuerza, desprenden a su presa de las rocas; entonces surge el estmago de la estrella y envuelve el alimento. Negras anguilas sacan la cabeza por las hendiduras y esperan la presa. Los camarones voraces se mueven ruidosamente. Este mundo multicolor parece cubierto con un cristal. Los cangrejos solitarios juegan como nios en el fondo de arena. Y uno de ellos, al encontrar la vaca concha de un caracol, que le gusta ms que la suya, se desliza fuera de su concha, exponiendo durante un momento su blanco cuerpo al enemigo, y se mete en la nueva. Una ola, al romperse, agita el agua clara y llena de burbujas la cala, pero al poco rato vuelve a quedar tranquila, hermosa y cruel. Un cangrejo le arranca una pata a su hermano. Las anmonas se extienden como

  • flores suaves y brillantes, invitando a los animales cansados a que reposen en sus brazos, y cuando algn cangrejillo acepta la invitacin roja y verde, los ptalos se cierran, las clulas emiten unas agujas narcticas que se clavan en la presa, que se debilita y se adormece mientras los jugos digestivos del plipo se encargan de disolver su cuerpo. Luego el taimado asesino, el pulpo, se desliza lentamente insensiblemente, avanzando como una nube gris, semejando ahora un grupo de algas, luego una roca, ms tarde un trozo de carne podrida, mientras sus malignos ojos vigilan framente. Avanza hacia un cangrejo y, al acercarse, sus amarillos ojos lanzan llamas y su cuerpo se colorea de emocin y de rabia. Luego, sbitamente, corre sobre la punta de sus tentculos, con la misma ferocidad del gato cuando ataca. Salta brutalmente sobre el cangrejo, echa una bocanada de un negro fluido, y una nube color sepia oculta a los combatientes, mientras el pulpo mata al cangrejo. En las rocas que sobresalen del agua, las lapas lanzan burbujas y las lapas se secan. Las negras moscas bajan a las rocas para comer cualquier cosa que encuentren. El spero olor a yodo de las algas, el olor calizo de los cuerpos calcreos y un penetrante olor de esperma y ovas llenan el aire. En las rocas que sobresalen del agua, las estrellas de mar lanzan semen y huevos entre sus radios. Aromas de vida y plenitud, de digestin y muerte, de podredumbre y alumbramiento impregnan la atmsfera. Y la espuma salada salta desde la barrera donde el mar aguarda que la marea alta le permita volver a la cala. Y en la escollera la boya muge como un toro paciente y triste. En la cala, el doctor y Hazel trabajaban juntos. Hazel vive en el Palace con Mack y los muchachos. Hazel debe su nombre al azar que luego ha presidido toda su vida. Su madre tuvo siete hijos en ocho aos. Hazel era el octavo, y su madre confundi su sexo cuando l naci. La infeliz estaba agotada tratando de vestir y alimentar a siete hijos y al padre. Haba intentado hacer dinero de todos los modos imaginables haciendo

  • flores de papel, vendiendo setas y conejos mientras su esposo, desde una silla de lona, le daba cuanta ayuda poda proporcionarle con sus consejos, sus razonamientos y sus crticas. La mujer tena una ta llamada Hazel, a quien se crea poseedora de un seguro vida. Al octavo hijo se le dio el nombre de Hazel antes de que a su madre le pasara por la cabeza que Hazel era un muchacho, y para entonces se haba acostumbrado a llamarlo as, y de ningn modo quiso cambiarle el nombre. Hazel creci. Fue cuatro aos a la escuela de primera enseanza, otros cuatro al reformatorio, y no aprendi nada en ninguna de las dos partes. Los reformatorios tienen fama de ensear el vicio y el crimen, pero Hazel no puso la atencin suficiente. Sali del reformatorio tan ignorante del vicio como de los quebrados y divisiones. A Hazel le gustaba or hablar, pero no escuchaba las palabras, slo el tono de la conversacin. Haca preguntas, no para or la respuesta, sino simplemente para que la charla continuase. Tena veintisis aos, el pelo negro, y era fuerte, servicial y leal. Con frecuencia iba con el doctor para ayudarle a buscar sus animales, y se daba buena maa para ello. Sus dedos se deslizaban como el pulpo, y asan como el cangrejo y la anmona. Se mantena bien sobre las rocas resbaladizas y le gustaba la caza. El doctor llevaba su sombrero impermeable y sus botas altas, pero Hazel chapoteaba con zapatos de tenis y pantalones azules. Estaba recogiendo estrellas de mar. Al doctor le haban hecho un pedido de trescientas. Hazel extrajo una vistosa estrella de color prpura y la puso dentro del saco que estaba casi lleno. Me pregunto qu es lo que hacen con esto dijo. Con qu? pregunt el doctor. Con las estrellas de mar dijo Hazel . Usted las vende. Usted vende una gran cantidad. Qu es lo que hacen con ellas? No son comestibles. Las compran para estudiarlas dijo pacientemente el doctor, y record que Hazel le haba hecho esta

  • pregunta docenas de veces. Pero el doctor tena una costumbre que no poda vencer. Cuando alguien le haca una pregunta, crea que le interesaba la respuesta. A l le ocurra as. Nunca preguntaba a no ser que le interesase la respuesta, y no conceba que nadie preguntase sin inters. Pero Hazel, a quien simplemente le gustaba or hablar, haba descubierto un sistema mediante el cual una respuesta daba origen a otra pregunta, y haca que la conversacin continuase. Y qu es lo que encuentran cuando las estudian? prosigui Hazel . Son sencillamente estrellas de mar. Hay millones de ellas. Yo podra obtener un milln si quisiera. Son unos animales interesantes y complicados dijo el doctor, un poco a la defensiva. stas son para la Universidad del Noroeste. Hazel sigui empleando su mtodo. No tienen all estrellas de mar? All no tienen mar dijo el doctor. Ah! dijo Hazel, y busc afanosamente otro medio para seguir preguntando. Le molestaba dejar que la conversacin languideciese as. Pero no era lo suficientemente rpido. Mientras l buscaba el medio de hacer otra pregunta, el doctor le interrog. A Hazel le molestaba esto, significaba tener que meditar la respuesta, y la meditacin era para Hazel como el vagar por un museo desierto. El espritu de Hazel estaba lleno de objetos sin catalogar. Jams olvidaba una cosa, pero no se preocupaba de ordenar sus recuerdos. Todo lo lanzaba junto, cual si fueran los avos de pescar cuando yacen mezclados en el fondo del bote. El doctor le pregunt: Cmo van los asuntos en el Palace? Hazel se pas los dedos por su negro cabello y escudri en la confusin de su cerebro. Bastante bien dijo . Ese muchacho Gay, creo que va a venirse con nosotros. Su mujer lo trata muy mal. A l no le importa que le pegue cuando est despierto, pero ella espera a que se duerma, y entonces le pega. A Gay

  • le molesta que lo trate as. Tiene que levantarse y pegarle, y cuando se vuelve a dormir, ella le pega otra vez. Como no puede descansar viene a vivir con nosotros. sta es una moda nueva dijo el doctor, antes sola hacer que lo metieran en la crcel. S!dijo Hazel; pero eso era antes de que construyesen la nueva crcel de Salinas. Esta crcel tiene radio, buenas camas y el sheriff es un buen hombre. Cuando Gay entra all, no quiere volver a salir. Le gusta tanto que su mujer ya no lo hace arrestar. Por esto ha inventado eso de pegarle mientras duerme. Es para destrozarle los nervios, dice l. Y usted lo sabe como yo. A Gay nunca le gust pegarle. Slo lo hace para conservar su propia estimacin. Pero se est cansando. Creo que se vendr con nosotros. El doctor se enderez. Las olas comenzaban a invadir la cala. La marea suba y el agua empezaba a lamer las rocas. Soplaba el viento del lado del mar y se oa el silbido de la boya y el ladrido de los leones marinos. El doctor se meti ms su sombrero. Ya tenemos bastantes estrellas dijo, y prosigui : Mira, Hazel, he visto que en el fondo del saco llevas seis o siete abalones pequeos. Si nos detiene algn guarda, dirs que corresponden a mi licencia, entendido? Bien, bien dijo Hazel. Mira dijo bondadosamente el doctor , suponte que yo obtengo una licencia para pescar abalones y que el guarda opina que la empleo demasiado. Suponte que cree que me los como. Bien dijo Hazel. Igual ocurre con las juntas del alcohol industrial. Tienen un espritu receloso. Siempre creen que yo me bebo el alcohol. Lo creen de todo el mundo. Y no se lo bebe usted? No en gran cantidad dijo el doctor. Eso que le ponen sabe horriblemente y cuesta mucho volverlo a destilar.

  • Pues no es tan malo dijo Hazel. Yo y Mack bebimos un poco el otro da. Qu es lo que le ponen? El doctor iba a contestar cuando se dio cuenta de que se trataba de la estratagema de Hazel. Pongmonos en marcha dijo. Y se ech al hombro el saco lleno de estrellas de mar, olvidando los ilegales abalones que haba en el fondo del saco de Hazel. ste march tras el doctor por el resbaladizo sendero hasta que se hallaron en tierra firme. Pequeos cangrejos huan a su paso. Hazel pens que sera mejor dar por terminado el asunto de los abalones. El pintor ha vuelto al Palace dijo. S? S! Haba pintado antes con plumas de gallo y ahora quiere hacerlo con cascara de nuez. Dice que ha cambiado de tcnica. El doctor ri. Sigue construyendo el bote? Claro dijo Hazel . Ahora lo ha cambiado todo. Quiere un bote de otro tipo. Me parece que va a deshacerlo. Doctor, no cree usted que est chiflado? El doctor puso en tierra su pesado saco y se detuvo jadeante. Chiflado? pregunt. Oh, s! Creo que s. Tan chiflado como t y como yo, slo que de diferente manera. A Hazel jams se le haba ocurrido una cosa as. Se consideraba el prototipo de la claridad y de la virtud incomprendida. La observacin del doctor le molesto un poco. Pero ese bote dijo lo lleva construyendo hace ms de siete aos y lo ha comenzado diversas veces. Siempre que lo tiene casi terminado, lo deshace y empieza otra vez. Creo que est chiflado. Siete aos con un bote! El doctor, sentado en el suelo, se quitaba sus botas de hule. No comprendes dijo. A Henri le gustan los botes, pero tiene miedo del mar. Entonces, para qu quiere el bote? pregunt Hazel.

  • Le gustan los botes dijo el doctor . Pero suponte que termina el suyo. Una vez terminado, la gente dir: Cmo no lo lleva al mar? Pero si lo lleva al mar, tendra que ir en l, y Henri odia el agua. Por eso nunca termina el bote: para no verse obligado a botarlo. Hazel sigui este razonamiento durante un rato, pero dej de atender antes de que estuviese acabado, y no slo no atenda sino que buscaba un modo de cambiar el tema. Creo que est chiflado dijo dcilmente. Sobre la tierra negra se arrastraban cientos de negras cucarachas. Y muchas de ellas tenan levantada la cola. Mire las cucarachas dijo Hazel, agradecido a los insectos porque se encontraban all. Son interesantes dijo el doctor. Y por qu se ponen as? El doctor dobl sus calcetines de lana, y de su bolsillo sac un par seco y unos finos mocasines. No lo s respondi. Los he examinado recientemente. Son unos animales muy vulgares, y una de las cosas ms vulgares que hacen es levantar la cola. Y en ningn libro se menciona el hecho de que levanten la cola ni se explica la razn de ello. Hazel puso patas arriba a una de las cucarachas empujndola con sus mojados zapatos, y el brillante insecto luch desesperadamente para volver a su posicin normal. Y por qu cree que lo hacen? Creo que estn rezando dijo el doctor. Qu! Hazel se escandaliz. Lo notable no es que levanten la cola dijo el doctor; lo verdaderamente notable es que nosotros creamos que lo es. La nica medida de las cosas somos nosotros mismos. Si hiciramos algo tan extrao e inexplicable como eso, estaramos pro bablemente rezando. Por lo tanto quiz tambin ellos rezan. Salgamos pronto de aqu dijo Hazel.

    VII

  • El engrandecimiento del Palace no se realiz bruscamente. Cierto que cuando Mack, Hazel, Eddie, Hughie y Jones se trasladaron all, lo consideraron solamente como un refugio contra el viento y la lluvia, como un lugar adonde ir cuando todo se hallaba cerrado o cuando haban abusado de sus visitas. Entonces el Palace era una habitacin larga y desnuda, mal iluminada por dos ventanas, y cuyos muros de madera sin pintar olan fuertemente a harina de pescado. Al principio no sintieron cario por aquello, pero Mack comprendi que era necesaria cierta organizacin, especialmente tratndose de un grupo de individualistas rabiosos. Un ejrcito al que se instruye, pero que carece de equipo, emplea fusiles de imitacin y carros para simular verdaderos fusiles y artillera, y los soldados se fortalecen y se acostumbran a manejar los caones colocando maderos sobre ruedas. Mack, con un pedazo de tiza, dibuj sobre el suelo cinco cuadrilteros de unos siete pies de largo por cuatro de ancho, y escribi un nombre en cada uno de ellos. stas eran las camas. Cada uno de los hombres tena inviolables derechos sobre el espacio que le corresponda. Poda legalmente luchar con el hombre que pretendiera arrebatrselo. El resto de la habitacin era propiedad comn. Esto ocurri en los primeros das, cuando Mack y los muchachos se sentaban en el suelo para jugar a las cartas y dorman sobre sus camas duras. A no ser por causa del tiempo, quiz hubieran continuado viviendo as. Sin embargo, un temporal de lluvias que dur todo un mes hizo que las cosas cambiasen. Obligados a permanecer en casa, los muchachos se cansaron de tener que sentarse en el suelo, y les ofenda la vista de las desnudas paredes. Como era su refugio, comenzaron a tomarle cario a la casa. Y, adems, la casa tena el encanto de que nunca entraba en ella un indignado casero. Lee Chong jams se acercaba por all. Una tarde, Hughie vino con un catre de campaa que tena desgarrada la lona. Hughie pas

  • dos horas remendndola con el aparejo de pescar. Y aquella noche, los que yacan en el suelo contemplaron a Hughie que estaba cmodo en su catre; lo oyeron suspirar de placer. Se durmi y comenz a roncar antes que ninguno. Al da siguiente, Mack trajo unos muelles oxidados que haba encontrado en un vertedero. La apata desapareci. Los muchachos rivalizaban entre s para embellecer el Palace, el cual, al cabo de unos meses estaba repleto de muebles. Sobre el suelo haba tapices viejos, sillas con asiento y sin l. Mack posea una silla larga de mimbre pintada de color rojo brillante. Haba varias mesas y un reloj de pie al que le faltaba la esfera. Las paredes habanse encalado y esto daba a la habitacin un aspecto alegre y ventilado. Comenzaron a aparecer cuadros, principalmente almanaques con llamativas rubias que sostenan botellas de Coca-Cola. Henri haba contribuido a la obra con dos cuadros suyos pertenecientes a la poca de las plumas de gallo. En un rincn haba un haz de doradas espadaas, y varias plumas de pavo real hallbanse clavadas en la pared, junto al viejo reloj. Durante algn tiempo estuvieron buscando un fogn, y cuando lo localizaron un monstruo adornado con espirales de plata, hornos floreados y con un frente de niquelados tulipanes tuvieron dificultades para conseguirlo. Era demasiado grande para robarlo, y su dueo no quera cederlo a la viuda enferma y con ocho nios inventada por Mack, y en cuyo nombre peda el fogn. El dueo peda un dlar y medio, y tard tres das en dejarlo por ochenta centavos. Los muchachos cerraron la venta en ochenta centavos y le dieron un pagar que probablemente tiene todava. Esta transaccin se realiz en Seaside, y el fogn pesaba trescientas libras. Mack y Hughie agotaron en diez das toda posibilidad de transporte, y cuando vieron que nadie iba a llevarles el fogn a casa, se decidieron a hacerlo ellos mismos. Tardaron tres das en llevarlo al arrabal, que estaba a cinco m. lias de distancia, y durante la noche acampaban junto al fogn. Pero, una

  • vez instalado, constituira el orgullo del Palace. Las flores de nquel brillaban alegremente. El fogn era la perla de la casa. Cuando se encenda, calentaba toda la habitacin. El horno era maravilloso, y se poda frer un huevo sobre su reluciente tapa. Con la entrada del fogn, el Palace se convirti en un hogar. Eddie plant dondiegos para que adornasen la puerta, y Hazel consigui una rara especie de fucsia plantada en unas latas que coloc junto a la entrada. Mack y los muchachos tenan cario al Palace y, de vez en cuando, hasta llegaban a limpiarlo un poco. Interiormente despreciaban a los que no tenan hogar, y de vez en cuando, para satisfacer su orgullo, invitaban a un amigo para que pasara uno o dos das. Eddie trabajaba algunas veces en un bar de La Ida. Estaba de suplente cuando Whitey, el barman permanente, se hallaba enfermo, cosa que ocurra con toda la frecuencia posible. Siempre que Eddie estaba de suplente, desaparecan algunas botellas, y por tal razn no poda suplir con asiduidad. Pero a Whitey le agradaba que Eddie ocupase su puesto, porque se hallaba convencido, con razn, de que Eddie no era hombre que tratase de conservar su trabajo permanentemente. Teniendo esto en cuenta, cualquiera poda depositar en l su confianza. No es que Eddie se llevara muchas botellas. Debajo del bar tena un jarro de un galn, y sobre la boca del jarro pona un embudo. Todo lo que quedaba en los vasos Eddie lo derramaba en el embudo antes de lavar los vasos. Cuando haba alguna cusin, alguna cancin, o cuando por la noche la camarad haba alcanzado su lgico fin, Eddie llegaba a verter en su jarro medios vasos y otros que contenan una tercera parte de licor. La mezcla resultante, que luego se llevaba al Palace, era siempre interesante y a veces sorprendente. La mezcla de cerveza, whisky de centeno, aguardiente de maz, whisky escocs, vino, ron y ginebra sola ser la ms comn, pero a veces algn cliente peda ans o curacao, y esto aada un nuevo sabor a la mezcla. Eddie, antes de marchar, echaba en el jarro un poco de

  • angostura. Una noche, Eddie consigui tres cuartos de galn. Para l era una satisfaccin el saber que con eso no perjudicaba a nadie. Haba observado que un hombre se emborracha igualmente con medio vaso que con un vaso entero, si se halla dispuesto a emborracharse. Eddie era un habitante del Palacio muy bienquisto. Sus compaeros nunca le pedan que les ayudase en la limpieza de la casa, y una vez Hazel le lav cuatro pares de calcetines. La tarde en que Hazel se hallaba con el doctor, en el Palace los muchachos se beban el resultado de los esfuerzos de Eddie. Gay formaba tambin parte del grupo. Eddie beba un sorbo y se pasaba la lengua por los labios. Es muy divertido ver cmo se consigue dijo . La ltima noche, por ejemplo, diez parroquianos, por lo menos, me pidieron Manhattan. A veces se piden dos Manhattans en un mes. La granadina es lo que le da ese gusto. Mack bebi un largo sorbo de su vaso y se volvi a servir. S dijo sombramente ; las pequeas cosas son las que hacen las diferencias y mir a su alrededor para apreciar el efecto de sus palabras. Dnde est Hazel? pregunt Mack. Fue con el doctor a buscar estrellas de mar dijo Jones. Mack inclin la cabeza. Ese doctor es un buen tipo. Siempre tiene veinticinco centavos disponibles. Cuando yo me cort me pona un vendaje nuevo todos los das. Es un tipo muy simptico. Los dems inclinaron la cabeza en seal de asentimiento. Durante mucho tiempo he estado pensando continu Mack qu es lo que podramos hacer por l. Hacer algo que le gustara. Una mujer le gustara dijo Hughie. Ya las tiene dijo Jones . Siempre que corre las cortinas y toca esa especie de msica de iglesia... Mack dijo a Hughie en tono de reproche:

  • Por qu no has visto nunca al doctor perseguir a una mujer por la calle crees que no se corre juergas? Qu es una juerga? pregunt Eddie. Pues, cuando no se encuentran mujeres dijo Mack. Yo crea que era una especie de fiesta dijo Jones. Se produjo un silencio. Mack movi su silla larga. Hughie apoy en el suelo las patas delanteras de la suya. Miraron al vaco y luego a Mack. ste dijo: Hum! Qu clase de fiesta creis que le gustara al doctor? pregunt Eddie. Es que hay muchas clases? dijo Jones. Mack dijo: Al doctor no le gustara lo que estamos bebiendo. Cmo lo sabes? pregunt Hughie . Nunca le has invitado. S, lo s dijo Mack. El doctor ha ido a la escuela. Una vez lo visit una dama con abrigo de pieles. Luego no la vi salir. Eran ms de las dos la ltima vez que mir... y la msica de iglesia continuaba. No, al doctor no pueden ofrecrsele estas cosas. Y llense otra vez el vaso. Esto sabe muy bien despus del tercer vaso dijo Hughie insistiendo. No dijo Mack . No para el doctor. l necesita whisky. Pero le gusta la cerveza dijo Jones ; yo le he visto muchas veces ir a buscar cerveza a casa de Lee, a veces a medianoche. Gastar en cerveza observ Mack, es tirar el dinero. Se compra un ocho por ciento de cerveza y noventa y dos por ciento de agua y porquera. Eddie aadi, crees que podrs conseguir cuatro o cinco botellas de whisky en La Ida, la prxima vez que Whitey se ponga enfermo? Seguro dijo Eddie. Seguro que puedo conseguirlas, pero se acabara la mina. Creo que Johnnie sospecha algo. El otro da dijo: Huelo un ratn llamado Eddie. Debo tomar precauciones.

  • S!dijo Jones. No pierdas ese trabajo. Si algo le ocurriera a Whitey podras estar una semana antes que encontrasen otro. Creo que si vamos a invitar al doctor tendremos que comprar el whisky. Cunto vale el galn? No lo s dijo Hughie. Nunca compro ms de media pinta. Si compras un cuartillo te encuentras al momento rodeado de amigos. Pero comprando media pinta puedes bebera en el solar antes de que la gente te rodee. Vamos a tener que gastar dinero, si queremos invitar al doctor dijo Mack; en caso de invitarle, la fiesta debe ser buena. Habr que traer un pastel grande. Cundo es su cumpleaos? Para invitar a alguien no es preciso que sea su cumpleaos dijo Jones. No, pero queda mejor dijo Mack. Calculo que nos costara diez o doce dlares darle una fiesta al doctor. Se miraron los unos a los otros. La fbrica de conservas Hediondo est tomando gente sugiri Hughie. No dijo Mack con rapidez . Tenemos una buena fama y no debemos deslucirla. Cada uno de nosotros conserva su empleo durante ms de un mes. Por esta razn tenemos trabajo siempre que lo necesitamos. Si tomamos un trabajo de das, perderamos nuestra reputacin. Cuando necesitemos trabajo nadie nos lo dar. Los dems inclinaron la cabeza en seal de aprobacin. Yo voy a trabajar durante un par de meses: noviembre y parte de diciembre dijo Jones. Es agradable tener dinero para Navidad. Podramos comprar un pavo este ao. Cierto dijo Mack . Conozco un lugar en el valle de Carmel donde hay ms de mil quinientos. En el valle dijo Hughie . Yo sola ir al valle a buscar tortugas, cangrejos de ro y ranas. El doctor me daba cinco centavos por cada rana. A m tambindijo Gay. Una vez cog quinientas ranas. Si el doctor necesita ranas, asunto terminado dijo Mack. Remontaremos el ro, haremos una pequea

  • excursin, no le diremos al doctor cules son nuestras intenciones y luego le da remos una fiestecita. Entre los habitantes del Palace cundi el entusiasmo. Gay dijo Mak , sal y mira si el coche del doctor est frente a su casa. Gay dej su vaso y fue a mirar. No dijo. Bien, debe regresar dentro de unos minutos dijo Mack. Ahora esto es lo que debemos hacer...

    VIII En abril de 1932, la caldera de la fbrica de conservas Hediondo se descompuso por tercera vez en una semana, y la direccin, integrada por Mr. Randolph y una mecangrafa, decidi que resultaba ms barato comprar una caldera nueva que arreglar la vieja tan frecuentemente. Cuando lleg la caldera nueva llevaron la vieja al solar situado entre la tienda de Lee y el restaurante de Dora, y all la dejaron en espera de que a Mr. Randolph se le ocurriera un medio de sacar dinero de ella. Poco a poco, el ingeniero de la fbrica se fue llevando la tubera para reparar con ella algunas piezas viejas de la Hediondo. La caldera semejaba una vieja locomotora sin ruedas. Tena en su frente ma puerta grande y otra pequea para recibir el combustible. Gradualmente la caldera se fue oxidando, y las malvas fueron creciendo alrededor de ella. El mirto trep por sus cortados y el ans silvestre embalsam su atmsfera. Luego, alguien arroj un hueso de dtil, y un pequeo rbol creci; grandes campanillas blancas pendan sobre la puerta de la caldera, y, por la noche, las flores exhalaban un penetrante aroma. En 1935, Mr. y Mrs. Sam Malloy se mudaron a la caldera. Toda la tubera haba desaparecido, y la caldera se haba transformado en un departamento espacioso, seco y saludable. Cierto que si se entraba por la puerta pequea haba que hacerlo andando a gatas, pero una vez dentro haba espacio suficiente, y

  • no poda imaginarse lugar ms abrigado ni ms seco. Los esposos metieron un colchn en la caldera y se establecieron all. Mr. Malloy sentase feliz, y durante largo tiempo tambin sintise feliz Mrs. Malloy. Bajo la caldera, en la colina, haba muchos tubos de gran tamao, abandonados tambin por la Hediondo. Hacia fines de 1937 hubo una pesca abundante, las fbricas de conservas trabajaban sin cesar y haba escasez de alojamiento. Entonces fue cuando Mr. Malloy se dedic a alquilar por un precio mdico las grandes tuberas para que sirvieran de dormitorio a los solteros. Poniendo un trozo de papel alquitranado en un extremo, y en el otro un pedazo de tapiz, los converta en confortables dratenos; sin embargo, los hombres que tenan la costumbre de dormir enroscados se vean en la necesidad de cambiar de postara o mudarse. Tambin haba algunos que se quejaban de que no los dejaban dormir los ronquidos que salan de las dems tuberas. Pero, en general, Mr. Malloy haca un negocio modestamente lucrativo, y era feliz. Mrs. Malloy sintise tambin feliz hasta que su esposo se convirti en propietario; entonces comenz a cambiar. Primero compr una alfombra, luego una artesa, luego una lmpara con pantalla de seda. Finalmente penetr en la caldera y dijo anhelante: En casa de Holman se estn vendiendo cortinas. Cortinas de encaje verdadero con los bordes azul y rosa a 1,98 dlares el juego, incluidos los barrotes. Mr. Malloy sentse sobre el colchn. Cortinas? Para qu quieres cortinas? Me gustan las cosas bonitas dijo Mrs. Malloy. Siempre me gust tener cosas bonitas para que t disfrutes. Y su labio inferior comenz a temblar. Pero, querida grit Sam Malloy; si a m me gustan las cortinas, no tengo nada en contra de ellas. Slo 1,98 insisti Mrs. Malloy, y t me regateas 1,98 dlares dijo con un resoplido y su pecho empez a agitarse.

  • No te los regateo dijo Mr. Malloy . Pero, querida, por amor de Dios, qu vamos a hacer con las cortinas? No tenemos ventanas. Mrs. Malloy llor y llor, y Sam la tom en sus brazos y la consol. Los hombres no comprenden los sentimientos de las mujeres sollozaba Mrs. Malloy . Los hombres nunca quieren colocarse en el lugar de una mujer. Y Sam echse a su lado y le frot la espalda durante largo tiempo antes de que Mrs. Malloy se durmiera.

    IX Cuando el coche del doctor regres al Laboratorio, Mack y sus compaeros observaron como Hazel le ayudaba a entrar los sacos llenos de estrellas de mar. A los pocos minutos Hazel sali y se dirigi al Palace. Sus pantalones estaban hmedos hasta el muslo, y por donde se iban secando, la sal formaba blancos anillos. Dejse caer en su mecedora y se quit los zapatos mojados. Cmo est el doctor? le pregunt Mack. Bien dijo Hazel. No se puede entender nada de lo que dice. Sabis lo que dice de las cucarachas? No, mejor ser que no lo diga. Parece que est muy cordial dijo Mack. Seguro dijo Hazel. Hemos cogido doscientas o tres cientas estrellas de mar. El doctor est contento. Me pregunto si deberamos ir ahora preguntse Mack, y se respondi a s mismo : No, mejor ser que vaya uno solo. Si vamos todos lo echaramos a perder. De qu se trata? pregunt Hazel. Tenemos planes dijo Mack. Voy a ir yo, para no asustarlo. Vosotros os quedaris aqu. Dentro de unos minutos estar de vuelta. Mack sali y atraves la va. Malloy estaba sentado sobre un ladrillo, a la puerta de su casa. Cmo te va, Sam? le pregunt Mack. Bastante bien. Y tu seora?

  • Bastante bien dijo Mr. Malloy. Conoces alguna clase de cola que pegue la tela al hierro? En otra ocasin Mack se hubiera dedicado de lleno al problema, pero esta vez no quiso detenerse. No dijo. Atraves el solar, cruz la calle y penetr en el stano del Laboratorio. El doctor se haba quitado el sombrero, pues all no haba peligro de mojarse la cabeza, a no ser que estallase alguna caera. Estaba ocupado sacando de los mojados sacos las estrellas de mar y colocndolas sobre el fro suelo de cemento. Las estrellas estaban enroscadas, pues les gusta apoyarse en algo, y durante una hora slo haban podido apoyarse sobre s mismas. El doctor las dispuso en largas filas, y lentamente los animales se fueron estirando hasta convertirse en simtricas estrellas. La puntiaguda barba del doctor estaba hmeda de sudor. Levant nerviosamente la vista cuando penetr Mack. No es que los los y Mack entraran siempre juntos, pero con l siempre sola venir algo. Qu tal, doctor? dijo Mack. Bien contest con inquietud el doctor. Sabe lo que le ha ocurrido a Phyllis Mae, la del Restaurante? Golpe a un borracho y se qued con el diente en el puo, y ahora tiene una infeccin que le llega al codo. Phyllis me ense el diente. Era un diente postizo. Puede esto ser venenoso, doctor? Creo que todo lo que sale de la boca humana es venenoso dijo el doctor en tono de advertencia. La ha visto el mdico? La ha curado Alfred. Le llevar un poco de sulfato dijo el doctor, y aguard a que la tormenta estallase. Saba que Mack haba venido por algo, y Mack se dio cuenta de que lo saba. Doctor, necesita ahora animales? pregunt Mack. El doctor lanz un suspiro de alivio. Por qu? pregunt. El tono de Mack se hizo confidencial.

  • Voy a decrselo, doctor. Yo y los muchachos necesitamos algn dinero... tenemos que conseguirlo. Lo necesitamos para una buena obra, para un acto noble. El brazo de Phyllis Mae? Mack consider la sugerencia, y la desech. No dijo, es para algo ms importante. A Phyllis no jiay quien la mate. No, esto es diferente. Yo y los muchachos hemos pensado si necesitara usted algo que nosotros pudiramos conseguir, y de este modo ganar algn dinero. La cosa pareca sencilla e inocente. El doctor sigui colocando las estrellas. Necesito trescientas o cuatrocientas ranas dijo. Yo mismo podra cogerlas, pero me tengo que ir esta noche a La Jolla. Maana habr marea y podr conseguir pulpos. Sigue pagando cinco centavos por cada rana? pregunt Mack. S dijo el doctor. Mack se senta jovial. No se preocupe por las ranas, doctor dijo . Le conseguiremos todas las que necesite. Iremos a Carmel. Conozco un lugar. Bien dijo el doctor . Me quedar con todas las que traigis, pero necesito trescientas. Quede tranquilo, doctor dijo Mack . No pierda su sue o por ello. Le traeremos las ranas que necesita, quiz setecientas u ochocientas. Despus de tranquilizar al doctor, una nube obscureci el rostro de Mack. Doctor, podemos usar su coche? No dijo el doctor ; tengo que ir esta noche a La Jolla, ya te lo dije. -Oh! dijo con pesadumbre Mack. En fin!, no se preocupe, doctor. Quiz Lee Chong nos preste su camin viejo. Y con tono opaco: Doctor, nos adelantara dos o tres dlares para la gasolina? Lee Chong no querr drnosla. No dijo el doctor. Ya lo haba hecho en otra ocasin. Le haba prestado dinero a Gay para que fuera a buscarle tortugas. Le

  • pag dos semanas, y cuando stas transcurrieron, Gay estaba en la crcel, y no pudo ir por las tortugas. Entonces, quiz no podamos ir por ellas dijo tristemente Mack. El doctor necesitaba realmente las ranas. Trat de hallar algn medio que fuese negocio en vez de filantropa. Vers lo que vamos a hacer dijo. Te dar una nota para mi surtidor, y all te proporcionarn diez galones. Te bastarn? Mack sonri. Estupendo dijo . Eso nos vendr estupendamente. Vamos a ponernos a trabajar desde maana temprano. Cuando regrese del Sur tendr ms ranas de las que ha visto en toda su vida. El doctor se dirigi a su mesa y escribi una nota a Red William, empleado del surtidor, autorizndolo para que diese a Mack diez galones de gasolina. Aqu tienes dijo. Mack sonrea cordialmente. Doctor, duerma esta noche sin pensar un momento en las ranas. Cuando vuelva tendr todas las que necesite. El doctor lo vio marchar con un poco de inquietud. Los tratos con Mack y sus compaeros eran siempre interesantes, per rara vez provechosos. Record la vez que Mack le vendi quince gatos, y por la noche vinieron los dueos y se los llevaron todos. Mack habale preguntado, cmo es que todos son machos? Doctor haba contestado Mack, esto es una invencin ma, pero voy a contrselo a usted porque es un amigo. Se pone una trampa de alambre y en ella se coloca el cebo. Se emplea... bien, se emplea una gata. De este modo vienen todos los gatos de la comarca. Desde el Laboratorio, Mack fue directamente a la tienda de Lee Chong. Mrs. Lee estaba cortando tocino. Un primo de Lee arreglaba las lechugas. Sobre una pila de naranjas dorma un gato. Lee estaba en su lugar de costumbre, detrs del mostrador de los cigarros y frente a los estantes de los licores. Cuando vio entrar

  • a Mack, su dedo golpe con ms violencia la alfombrilla de goma. Mack no perdi el tiempo. Lee dijo, el doctor tiene un problema. El Museo de Nueva York le ha hecho un fuerte pedido de ranas. Esto significa mucho para el doctor. Aparte del dinero es un honor conseguir un pedido como se. El doctor tiene que ir al Sur, y yo y los muchachos nos hemos ofrecido a ayudarle. Creo que los amigos deben ayudarle a uno a salir de un apuro, especialmente cuando se trata de un hombre como el doctor. Calculo que te comprar por valor de sesenta o setenta dlares mensuales. Lee Chong permaneci silencioso y vigilante. Su grueso dedo apenas golpeaba la alfombrilla de goma, sino que se agitaba ligeramente como la cola de un gato nervioso. Mack prosigui: Nos prestars tu viejo camin para ir a Carmel a buscar ranas para nuestro buen doctor? Lee Chong sonri triunfalmente. Camin estropeado dijo. Mack vacil un instante, pero al momento se recuper. Le mostr la nota del doctor. Mira! dijo . El doctor necesita las ranas. Nos proporciona la gasolina con tal de que se las consigamos. No puedo echarme atrs. Gay es un buen mecnico. Si arregla el camin, nos dejars usarlo? Lee ech hacia atrs la cabeza para mirar a Mack. No vea nada malo en la proposicin. El camin no marchaba. Gay era un buen mecnico, y la nota respecto a la gasolina era una prueba convincente. Cunto tardaris? pregunt Lee. Quiz medio da, quiz un da entero. Hasta que ene tremos las ranas. Lee estaba preocupado, pero no vea la salida. Se daba cuenta del peligro, pero dijo: De acuerdo. Bien dijo Mack. Saba que el doctor poda contar contigo. Voy a buscar a Gay para que se ponga a trabajar inme diatamente. Cuando se iba a marchar

  • volvise . A propsito dijo , el doctor nos paga cinco centavos por cada rana. Vamos a traer setecientas u ochocientas. Podramos llevarnos una pinta de Old Tennis Shoes a cuenta de las ranas que traigamos? No! dijo Lee Chong.

    X Frankie comenz a ir al Laboratorio cuando tena once aos. Durante una semana quedse junto a la puerta del stano contemplando lo que haba dentro. Pero un da pas de la puerta. A los diez das estaba en el stano. Frankie tena grandes ojos y su cabello era una obscura y sucia maraa. Llevaba las manos sin lavar. Frankie recogi un poco de serrn y lo puso en e cesto de la basura, luego mir al doctor que pona etiquetas a unos recipientes que contenan velella. Finalmente, Frankie acer cose al banco de trabajo y puso en l sus sucios dedos. Frankie tard tres semanas en llegar all, y siempre estaba dispuesto a salir corriendo. Un da el doctor le habl. Cmo te llamas? Frankie. Dnde vives? All y con un gesto indic la colina. Cmo no ests en la escuela? Yo no voy a la escuela. Porqu? No me quieren all. Tienes las manos sucias. No te lavas nunca? Frankie corri a la pila y se lav las manos; desde entonces se las lavaba casi todos los das. Y todos los das vena al Laboratorio. Era una compaa silenciosa. El doctor, por una llamada telefnica, supo que era cierto lo que Frankie deca. No lo queran en la escuela. No aprenda y tena defectos de coordinacin. No haba lugar para l. No era un idiota, no era peligroso: sus padres no pagaban para que lo tuviesen en una institucin.

  • Frankie no sola dormir en el Laboratorio, pero pasaba all los das. Y a veces dorma en el canasto del serrn. Esto ocurra probablemente durante las crisis de su hogar. El doctor le pregunt: Por qu vienes aqu? Usted no me pega ni me da cinco centavos. Te pegan en tu casa? En casa hay siempre tos. Algunos me pegan y me dicen que me vaya, pero otros me dan cinco centavos y me dicen lo mismo. Dnde est tu padre? Muerto dijo vagamente Frankie. Dnde est tu madre? Con los tos. El doctor cort el cabello de Frankie y le quit los piojos. En casa de Lee Chong compr unos pantalones y un jersey listado, y Frankie se convirti en esclavo suyo. Te quiero le dijo un da , te quiero. Quiso trabajar en el laboratorio. Barra todos los das, pero nunca dejaba el suelo completamente limpio. Trataba de clasificar los cangrejos atendiendo a su tamao. Estaba todos juntos en un cubo. Haba que agruparlos en grandes cacerolas, primero los de tres pulgadas, luego los de cuatro, etc. Frankie quiso hacerlo y su frente se llen de sudor, pero no consigui su propsito. No tena idea de los tamaos. No le deca el doctor. Mira, Frankie, ponlos al lado de tu dedo para que veas cules son los ms largos. Ves? ste llega desde la base hasta la punta del dedo. Coge otro que llegue desde la punta a la base del dedo y colcalo en el mismo lugar. Frankie prob, pero no pudo hacerlo. Cuando el doctor subi, Frankie se meti en el canasto del serrn y no sali en toda la tarde. Pero Frankie era un chico bueno y amable. Aprendi a encender los cigarros del doctor y quera que fumase constantemente para poder encenderle los cigarros. Cuando ms disfrutaba Frankie era cuando daban fiestas en el Laboratorio. Cuando hombres y muchachas se

  • juntaban para charlar, cuando el fongrafo tocaba una msica que se reflejaba en su estmago y haca que su cerebro se llenase de imgenes vagas y encantadoras. Entonces se acurrucaba detrs de una silla y desde all, oculto, observaba y oa. Cuando se rean de un chiste que l no poda comprender, Frankie rea detrs de su silla, y cuando la conversacin recaa en temas abstractos, Frankie frunca el ceo y se pona serio. Una tarde tom una resolucin desesperada. En el Laboratorio haba una pequea fiesta. El doctor estaba en la cocina llenando los vasos de cerveza cuando Frankie apareci a su lado Tom un vaso lleno de cerveza y corri a drselo a una muchacha que estaba sentada en un silln. La muchacha tom el vaso. Muchas gracias dijo, y le sonri. El doctor, que vena, dijo: S, Frankie representa para m una gran ayuda. Frankie no pudo olvidar esto. Repasaba en su cerebro cmo haba cogido el vaso, cmo la muchacha le haba dicho: Muchas gracias, y el doctor: Frankie es una gran ayuda para m. Oh, Dios mo! Se preparaba una gran fiesta, pues el doctor haba trado bistecs y gran cantidad de cerveza y le haba permitido que limpiase la escalera. Pero esto no era nada comparado con el plan que Frankie se haba trazado. Lo repeta una y otra vez. Era maravilloso. Era perfecto. Por fin se dio la fiesta y vino la gente, y el saln se llen de hombres y de muchachas. Frankie tuvo que esperar hasta que en la cocina no hubo nadie y pudo cerrar la puerta. Pas algn tiempo antes de que pudiera hacerlo. Pero por fin se hallaba solo y con la puerta cerrada. Escuchaba el rumor de la conversacin y la msica del gramfono. Trabajaba con mucha calma: primero la bandeja, luego los vasos, sin que se rompiera ninguno. Ahora llenarlos de cerveza dejando que la espuma bajara y luego echar un poco ms. Todo estaba listo. Dio un gran suspiro y abri la puerta. La charla y la msica zumbaban a su alrededor. Frankie cogi la bandeja y sali. Ahora ya saba.

  • March directamente hacia la misma muchacha que antes le haba sonredo. Y frente a ella ocurri todo: fall la coordinacin, le temblaron las manos, los msculos se contrajeron, los nervios telegrafiaron intilmente, la respuesta no vino. Cerveza y bandeja cayeron sobre el regazo de la muchacha. Durante un momento Frankie permaneci inmvil. Luego volvise y huy. La habitacin estaba en silencio. Lo oan como bajaba las escleras del stano. Escucharon un ruido semejante al que hace una persona que excava... luego, silencio. El doctor baj las escaleras y penetr en el stano. Frankie se hallaba en el fondo de la caja del serrn con todo el contenido encima de l. Se le oa sollozar. El doctor esper unos momentos y luego regres por donde haba venido. No poda hacer otra cosa.

    XI El camin Ford modelo T propiedad de Lee Chong, tena una digna historia. En 1923 haba pertenecido al doctor W. T. Waters. ste lo us durante cinco aos y luego lo vendi a un agente de seguros llamado Rattle. Mr. Rattle no era un hombre cuidadoso. Conduca a toda velocidad el automvil que haba recibido en perfectas condiciones. Mr. Rattle beba los sbados por la noche, y el coche se estrope. El guardabarros estaba curvado y roto. Mr. Rattle usaba el pedal, y con frecuencia tena que cambiar las conexiones. Cuando Mr. Rattle despilfarr el dinero de un cliente y huy a San Jos con una rubia, fue detenido, y a los diez das estaba en la crcel. La carrocera del auto estaba tan deteriorada que el propietario siguiente hizo arreglar el coche y lo convirti en camin. El siguiente poseedor le quit la parte delantera y el parabrisas. Lo empleaba para llevar calamares y le gustaba recib la brisa fresca en el rostro. Se llamaba Francis Almones, y llevaba una vida triste, porque no ganaba nunca lo que necesitaba. Su padre le haba

  • dejado algn dinero, pero ao tras ao y mes tras mes, a pesar de todos los esfuerzos de Francis, el dinero iba disminuyendo, hasta que finalmente desapareci. Lee Chong obtuvo el camin en pago de una cuenta. Por entonces el camin consista en cuatro ruedas y un motor, y ste estaba tan estropeado que haba que tratarlo con gran cuidado y consideracin. Lee Chong no lo trataba as y, como resultado, el camin permaneca la mayor parte del tiempo en la parte de atrs de la tienda con las malvas creciendo entre los radios de sus ruedas. En las de atrs llevaba slidas llantas, y unos leos protegan las ruedas delanteras. Probablemente cualquiera de los muchachos hubiera hecho andar el camin, pues todos eran competentes mecnicos, pero Gay era un mecnico inspirado. No hay trmino adecuado que pudiera aplicrsele, pero debera habrselo. Pues hay hombres que despus de mirar, escuchar, golpear y ajustar consiguen que un motor ande. Pero hay hombres junto a los cuales un coche marcha mejor. Y uno de ellos era Gay. Sus dedos, manejando el carburador, eran suaves, precisos y seguros. Poda arreglar delicados motores elctricos en el Laboratorio. Poda haber trabajado en las fbricas de conservas todo el tiempo que hubiese querido, pues para esta industria que se queja amargamente si, al cabo del ao, no ha podido recuperar el total de sus inversiones, la maquinaria es mucho menos importante que la declaracin fiscal. Si se pudieran enlatar sardinas con el libro mayor, los propietarios se pondran muy contentos. Y empleaban una maquinaria horrible y decrpita que necesitaba los constantes cuidados de un hombre como Gay. Mack hizo levantar temprano a los muchachos. Tomaron caf y se fueron en seguida a buscar el camin, que estaba sepultado en la maleza. Gay puso manos a la obra. Quit los listones que haba bajo las ruedas delanteras. Pedid prestada una bomba y vamos a inflar las ruedas dijo. Luego coloc un palo en el depsito de gasolina, bajo el ladero que serva de asiento. De

  • milagro haba en el depsito media pulgada de gasolina. Luego Gay realiz las operaciones ms delicadas. Abri el carburador para ver si sala gas. Oprimi la biela para ver si el eje estaba oxidado o si no marchaban bien los pistones y cilindros. Mientras tanto lleg la bomba y Eddie y Jones se dedicaron a inflar las ruedas. Gay canturreaba mientras iba trabajando. Quit las bujas y las limpi. Luego ech un poco de gasolina en una lata y roci los cilindros. Luego volvi a poner las bujas. Se incorpor. Vamos a necesitar un par de pilas dijo . Preguntad a Lee Chong si puede proporcionrnoslas. Mack parti y regres inmediatamente con una negativa de Lee Chong extensiva a todas las dems peticiones. Gay medit un instante: Yo s dnde hay un par, bastante buenas; pero no quiero ir a buscarlas. Dnde? pregunt Mack. En mi casa dijo Gay . Si vosotros podis penetrar sin que os vea mi mujer... estn en el dormitorio, a la izquierda segn se entra. Pero, por amor de Dios, no dejis que mi mujer os agarre. Eligieron a Eddie para que fuera, y parti en seguida. Si te agarran no hables de m grit Gay. Mientras tanto l prob las conexiones. El acelerador no llegaba a tocar el suelo, tena por lo tanto una conexin. El pedal del freno s lo tocaba, por lo tanto no haba freno, pero el pedal de retroceso funcionaba perfectamente. En un Ford modelo T el retroceso es el margen de seguridad. Cuando falla el freno, puede emplearse en su lugar el retroceso. Y cuando no se puede subir una cuesta, porque las transmisiones estn muy gastadas, se puede remontar dando marcha atrs. Gay, al ver que el retroceso estaba bien, se dio cuenta de que la situacin estaba salvada. Era un buen augurio que Eddie regresase sano y salvo con la pilas. Mrs. Gay estaba en la cocina. Eddie la

  • oy moverse de un lado a otro, pero ella no oy a Eddie. l saba hacer estas cosas. Gay conect las pilas y puso en marcha el motor. Gay era maravilloso: el mecnico de Dios, el San Francisco de todas las cosas que giran, se retuercen y explotan, el San Francisco de las bobinas, equipos y engranajes. Y si todos los viejos Dusenberg, Buick, De Soto y Plimouth, American Austin e Issota-Fraschini entonan un coro a Dios, se debe en gran parte a Gay y los suyos. Una torsin, una ligera torsin, y el motor comenz a funcionar. Gay conmut el magneto, y el Ford modelo T, propiedad de Lee Chong, resopl alegremente como si supiese que trabajaba para un hombre que lo comprenda. Pero an le faltaban pequeos requisitos legales. La patente haba caducado y le faltaban las luces. Pero los muchachos pusieron una estera en la chapa de atrs y la de delante la embadurnaron con barro. El equipo de la expedicin era ligero: redes para las ranas y algunos sacos. Los cazadores de ciudad, cuando van de excursin, suelen aprovisionarse de alimentos y bebidas, pero no as Mack y sus compaeros. Dos panecillos y lo que quedaba en el jarro de Eddie era todo lo que llevaban. Subieron al camin. Gay conduca y Mack iba a su lado; rodearon la casa de Lee y atravesaron el solar pasando por entre los tubos. Mr Malloy los salud desde su puesto junto a la caldera. Gay guiaba con precaucin, porque los neumticos estaban muy gastados. Cuando se pusieron en marcha eran ms de las doce. El camin se detuvo junto al surtidor de Red William. Mack salt a tierra y le dio a Red la nota del doctor, dicindole: El doctor no tena cambio. As que danos cinco galones y un dlar en vez de los otros cinco, eso es lo que el doctor quiere. Ha tenido que ir al Sur. Tiene all un negocio importante. Red sonri con benevolencia.

  • Sabes, Mack? dijo . El doctor tambin tuvo eso en cuenta y anoche me telefone. Es un individuo inteligente. Pon los diez galones dijo Mack . No, espera. Se derramaran. Pon cinco y danos otros cinco en una lata cerrada. Red volvi a sonrer. El doctor tambin tuvo eso en cuenta dijo. Pon los diez galones dijo Mack , y no dejes nada en la manguera. La expedicin no pas por el centro de Monterey. La patente y las luces hicieron que Gay eligiese las calles apartadas. Podran encontrarse con un polica. Gay eligi una ruta que los llev a donde comenzaba la colina de Carmel. Subieron a buena marcha, pero a las cincuenta yardas el pedal se descompuso. Gay saba que no iba a funcionar, la conexin era demasiada delgada. Estaba bien, pero no para las cuestas. Se detuvo, hizo dar la vuelta al coche y lo coloc cuesta abajo. Puso en marcha el motor. El pedal de retroceso estaba bien. Lentamente el coche subi la cuesta de Carmel. Y casi llegaron al final. El radiador herva, claro est, pero los tcnicos en modelos T creen que para que funcione bien ha de hervir necesariamente. Alguien debera escribir un ensayo erudito sobre los efectos morales, fsicos y estticos del Ford modelo T sobre la nacin americana. Dos generaciones de americanos saben ms de la bobina Ford que del cltoris, del sistema planetario de engranajes que del sistema solar. Con el modelo T desaparece una parte del concepto de la propiedad privada. Los alicates dejan de ser propiedad particular, y una bomba de neumticos pertenece al ltimo hombre que la recoge. La mayora de los nios de esa poca han sido concebidos en Fords modelo T y no pocos han nacido en ellos. La teora del hogar anglosajn se ha hecho tan complicada que jams volver a ser como antes. El camin sigui remontando la cuesta, pas por la carretera de Jack's Peak, y cuando casi llegaba a la cima, el motor lanzo un profundo resoplido y dej de

  • funcionar. Gay baj cincuenta pies y se meti por la carretera de Jack's Peak. Qu ocurre? pregunt Mack, Creo que es el carburador dijo Gay. El motor recalentado chirriaba, y por el escape sala un chorro de vapor que lanzaba silbidos semejantes a los de un caimn. El carburador de un modelo T no es complicado, pero necesita que le funcionen todas sus partes. Si alguna de ellas no est en su sitio, el carburador no funciona. Gay sac la aguja y vio que tena rota la punta. Cmo habr ocurrido esto? pregunt. Magia dijo Mack, pura magia. Puedes arreglarlo? No dijo Gay ; tengo que ir a buscar otra. Cunto cuestan? Un dlar, si es nueva; veinticinco centavos si es de segun da mano. Tienes un dlar? pregunt Mack. S, pero no es necesario. Vuelve lo ms pronto que puedas. Te esperaremos aqu. No podrais ir muy lejos teniendo la aguja rota dijo Gay, y salt fuera del coche. Hizo seas a tres autos y, por fin, uno se detuvo. Los muchachos vieron que Gay suba en el coche y desapareca colina abajo. No volvieron a verlo en ciento ochenta das. Oh, el infinito de las posibilidades! Por qu el coche que recogi a Gay se estropeara antes de llegar a Monterey? Si Gay no hubiera sido mecnico no hubiera podido arreglar el coche. Y si l no hubiera arreglado el coche, su propietario no lo hubiera llevado a casa de Jimmy Brucia para que tomase una bebida. Y por qu haba de ser el cumpleaos de Jimmy? De todas las posibilidades existentes hay millones de ellas slo se realizaron las que llevaban a la crcel de Salinas. Sparky Ehea y Tiny Colletti se haban reconciliado y ayudaban a Jimmy a celebrar su cumpleaos, cuando lleg la rubia. Sobrevino la discusin con acompaamiento de gramola. El amigo de Gay conoca una nueva forma de

  • lucha y quiso ensersela a Sparky, y al hacerlo le rompi la mueca. El polica que tena enfermo el estmago todos los detalles, hasta los ms pequeos, iban en la misma direccin . El destino se opona a que Gay fuese a buscar las ranas y el destino amonton toda clase de obstculos para impedir que lo hiciese. Cuando finalmente los invitados rompieron el escaparate de la zapatera de Holman y comenzaron a probarse all los zapatos, Gay fue el nico que no oy el pito. Y cuando la polica vino lo hall en el escaparate de Holman con un zapato oxford en un pie y uno de charol en el otro. Los muchachos que estaban con el camin encendieron una hoguera al ver que anocheca y comenzaba a refrescar. La brisa d