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¿Por qué la Iglesia es parte interesada ydeterminante en el matrimonio en el que al

menos uno de los contrayentes es católico?Hay varias razones de peso.

En las enseñanzas bíblicas y en la consi-guiente doctrina cristiana, tanto la complemen-tariedad hombre–mujer que configura el matri-monio como la finalidad procreativa pertene-

cen al sapientísimo designio de Dios y a suadmirable poder creador (Gn, cc. 1 y 2). En elAntiguo Testamento, se toma el matrimoniopara explicar el amor esponsal y fiel de Diospor el Pueblo de Israel. Aunque éste no siem-pre haya correspondido, se le insta con unaNueva Alianza a la total fidelidad (Os, 2, 16-25).Siguiendo esta línea, en el Nuevo Testamento

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SUPLEMENTO DEL BOLETÍN DEL REAL ORATORIO DEL CABALLERO DE GRACIA

Nº 2 – Junio de 2017

MatrimonioFamiliaYCasarse en la Iglesia

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el matrimonio es conformado a imagen de laalianza esponsal de Cristo con la Iglesia (Ef 5,21-33).

Con la presencia y el milagro en las bodas deCaná, Jesús afirma la bondad del matrimonio ymanifiesta su voluntad de ayudar a los espososen las dificultades (Jn 2, 1-12). Jesús, con lafuerza de la Redención, devuelve el matrimonioa la situación del principio restableciendo launión para siempre y posibilitando su realiza-ción hasta el final (Mt 19, 1-12). El matrimonioy la familia se constituyen en iglesia domésticay son el cauce natural y primero para la trans-misión a los hijos de la fe y las virtudes cristia-nas (1 Cor 16, 19; 2 Tim 1, 5).

Estas razones explican que el matrimonionatural, cuando es contraído entre cristianos,no pueda ser sustraído a la especial configura-ción e importante misión que Cristo, en la Igle-sia y para la Iglesia, le confiere elevándolo a ladignidad de Sacramento. Por eso, al igual quecon los demás sacramentos, es la Iglesia, pormedio de los instancias competentes y conaprobación de la Santa Sede, la que determinala disciplina y el rito (la forma canónica) para lacelebración válida del matrimonio entre católi-cos, y es también la que puede dispensar dealguno de los elementos no sustanciales delrito, según circunstancias especiales quepudieran presentarse en los contrayentes.

El hombre y la mujer católicos van felizmen-te a la Iglesia a casarse ante los testigos reque-ridos y demás fieles, pronuncian solemne ylibremente el consentimiento matrimonial, seconfieren el Sacramento y reciben el reconoci-miento y la bendición de Dios. Como matrimo-

nio y familia, tendrán unos derechos y deberesen la Iglesia. Tienen en Cristo un modelo deamor y una fuerza para el amor, especialmenteen aquellos aspectos que lo hacen más autén-tico y que requieren cierto esfuerzo y venci-miento: trabajo en el hogar, servicio, humildad,prontitud en el perdón, cesión, disciplina ymoderación de las concupiscencias que lopodrían entibiar, etc.

El matrimonio cristiano implica también laapasionante e imprescindible tarea de la educa-ción humana y cristiana de los hijos. En todoesto hay que contar con la gracia del Sacra-mento —la ayuda y la inspiración del Señor— ycon la intercesión de la Santísima Virgen, comoocurrió en las Bodas de Caná.

¿Qué decir de un hombre y una mujer bauti-zados que aseguran no tener fe ni prácticaalguna de la fe? Si se casan en la Iglesia, almenos deben hacerlo con la intención con quese hace en la Iglesia, es decir reconociendo ycomprometiéndose a las propiedades esencia-les del matrimonio de unidad, indisolubilidad yapertura a la fecundidad así como al bautismo yeducación cristiana de los hijos al menosmediante unos padrinos u otras personas dele-gadas. La gracia de Dios, la comprensión, laoración y el tiempo, que también es de Dios,podrán conseguir un renacimiento de la feabandonada y una recepción más plena de lagracia del Sacramento. Esto cabe decirlo tam-bién de matrimonios civiles entre bautizadosque viviendo acordes a las propiedades esen-ciales del matrimonio, andando el tiempo,podrían querer dar validez canónica a su matri-monio.

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Con la presencia y el milagro en las bodas de Caná, Jesús afirma la bondad del matrimonio

y manifiesta su voluntad de ayudar a los esposos en las dificultades.

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Fidelidad

La indisolubilidad es una propiedad y unvalor esencial del verdadero matrimonio. Dioslo ha instituido así y la recta razón comprendeque la indisolubilidad da garantías y seguridad alos esposos y a los hijos ahorrando dudas einquietudes en que, de lo contrario, vivirían losesposos y los hijos acerca de la unión establedel matrimonio y la familia. La fidelidad sostie-ne y culmina la indisolubilidad. Siguiendo laenseñanza del Señor “el que mira a una mujerdeseándola ya ha cometido adulterio en sucorazón” (Mt 5, 28) podemos hablar de unafidelidad exterior y de una fidelidad interior odel corazón.

La fidelidad exterior podría ser solo aparen-te: una convivencia fría y apática en el hogarcon el otro cónyuge. La fidelidad del corazónse hace en el día a día, se manifiesta cada díacon los detalles de la amabilidad: permiso, per-dón, gracias, escuchar, llamar en los retrasos oausencias, complacer, ceder, colaborar, recor-dar y celebrar las efemérides,...; y también sonespecialmente importantes los gestos de cari-ño sincero y la disposición generosa a la expre-sión corporal del amor. Defender la fidelidad:disciplinar y limpiar la mirada, rechazar con fir-meza las curiosidades pornográficas y eróticas,no hacer o ir los esposos por separado a viajeso fiestas de sociedad, poner enseguida corte ydistancia cuando se insinúan familiaridades oafectos con otra mujer o con otro hombre en el

ámbito de las relaciones profesionales, socialeso vecinales.

Oportuno es señalar también en este puntola grave injusticia de quien se interfiere en laestabilidad de un matrimonio teniendo detalles

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El hombre y la mujer católicos van felizmente a la Iglesia a casarse ante los testigos requeridos y demás fieles, pronuncian solemne y libremente el consentimiento matrimonial, se confieren el Sacramento y reciben

el reconocimiento y la bendición de Dios.

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sentimentales hacia una de las partes e igno-rando la exclusiva pertenencia mutua de losesposos.

Y un factor que no ayuda a la fidelidad, sinomás bien a ese adulterio del corazón del quehabla Jesús, es el clima de poco recato ymodestia en el vestir, en el modo de presentarla corporeidad. Esto perturba la normalidad y lanaturalidad de las relaciones en las actividadesprofesionales, sociales, de ocio, etc., y dificultala fidelidad del corazón. Equilibrar belleza y ele-gancia con modestia y sencillez es justo ybueno para todos (cf. 1 P 3, 3-4).

Por último y muy importante: la Confesiónfrecuente. En la práctica de este sacramento setoma conciencia y sensibilidad hacia los fallos

pequeños en el amor y en la fidelidad y se pre-vienen los grandes. Recibimos las ayudas con-venientes del Señor y se activa la gracia delSacramento del Matrimonio para amar más ymejor en todos los aspectos de la convivenciafamiliar. La infidelidad es fuente de tristeza,desapego y mal humor en el hogar y la familia.La fidelidad y la felicidad, en cambio, estándirectamente relacionadas, aunque sabiendoque la felicidad idílica no existe en esta tierra.Generalmente queremos la felicidad de formainmediata y absoluta, olvidando que es másbien una consecuencia de la entrega y el servi-cio y que, como nos enseñó el Señor Jesús,“hay mayor felicidad en dar que en recibir”(Hch 20,35). l

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La infidelidad es fuente de tristeza, desapego y mal humor en el hogar y la familia. La fidelidad y la felicidad, en cambio,

están directamente relacionadas, aunque sabiendo que la felicidad idílica no existe en esta tierra.

Real Oratorio del Caballero de GraciaCaballero de Gracia, 5 y Gran Vía, 17. 28013 Madrid. Tf. 91 5326937. Fax: 91 2540664. e-mail: [email protected] web: www.caballerodegracia.org