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SUSTENTABILIDAD La Sustentabilidad es un proceso que tiene por objetivo encontrar el equilibrio entre el medio ambiente y el uso de los recursos naturales. Básicamente es satisfacer las necesidades de la actual generación pero sin que por esto se vean sacrificadas las capacidades futuras de las siguientes generaciones de satisfacer sus propias necesidades, es decir, algo así como la búsqueda del equilibrio entre estas dos cuestiones. El comportamiento ético esencialmente, involucra la responsabilidad de nuestras acciones en el comportamiento integral frente a los demás seres humanos y el medio ambiente, haciéndola extensiva a la previsión para una buena vida de las generaciones futuras. Conforme a tal criterio, comenzaremos por nuestras actuaciones frente a nosotros mismos, las cuales debemos orientar hacia un comportamiento digno, que conlleva el cuidado de nuestra personalidad integral, con un cuerpo limpio y sano, física y espiritualmente. La ética personal, frente a los demás seres humanos nos obliga a ser respetuosos, generosos, nobles, considerados y justos; independiente de la edad, raza, sexo o posición social de los demás individuos, conlleva el compromiso ineludible de prestar ayuda física o espiritual a quien lo necesite. Es más difícil solicitar ayuda espiritual que física. Extrañamente, es más fácil pedir alimentos o medicinas, que ayuda espiritual cuando la frustración perturba nuestro espíritu y se requiere asesoramiento, consejo o siquiera una palabra de solidaridad, porque ello amerita mostrar intimidades y penas. Paradójicamente, y no obstante tenerla voluntad, no todos pueden producir buenos consejos o asesoramiento para tranquilizar o sanar el alma; en cambio, no se requiere calidad o cualidad especiales para suministrar ayuda económica o física. En virtud de la estructura económica que soporta todas las súper

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SUSTENTABILIDAD

La Sustentabilidad es un proceso que tiene por objetivo encontrar el equilibrio entre el medio ambiente y el uso de los recursos naturales. Básicamente es satisfacer las necesidades de la actual generación pero sin que por esto se vean sacrificadas las capacidades futuras de las siguientes generaciones de satisfacer sus propias necesidades, es decir, algo así como la búsqueda del equilibrio entre estas dos cuestiones.

El comportamiento ético esencialmente, involucra la responsabilidad de nuestras acciones en el comportamiento integral frente a los demás seres humanos y el medio ambiente, haciéndola extensiva a la previsión para una buena vida de las generaciones futuras.

Conforme a tal criterio, comenzaremos por nuestras actuaciones frente a nosotros mismos, las cuales debemos orientar hacia un comportamiento digno, que conlleva el cuidado de nuestra personalidad integral, con un cuerpo limpio y sano, física y espiritualmente.

La ética personal, frente a los demás seres humanos nos obliga a ser respetuosos, generosos, nobles, considerados y justos; independiente de la edad, raza, sexo o posición social de los demás individuos, conlleva el compromiso ineludible de prestar ayuda física o espiritual a quien lo necesite.

Es más difícil solicitar ayuda espiritual que física. Extrañamente, es más fácil pedir alimentos o medicinas, que ayuda espiritual cuando la frustración perturba nuestro espíritu y se requiere asesoramiento, consejo o siquiera una palabra de solidaridad, porque ello amerita mostrar intimidades y penas. Paradójicamente, y no obstante tenerla voluntad, no todos pueden producir buenos consejos o asesoramiento para tranquilizar o sanar el alma; en cambio, no se requiere calidad o cualidad especiales para suministrar ayuda económica o física.

En virtud de la estructura económica que soporta todas las súper estructuras sociales, el individuo debe tener presente siempre el comportamiento ético, que es, esencialmente, natural y de especie.

Un miembro de pareja, hijo o padre, no debe olvidar que sus actos reflejarán en su entorno íntimo la misma medida de su comportamiento; si es positivo y beneficioso, esa será la reacción, pero si lo es negativo o perjudicial, lo mismo recibirá de sus allegados.

Quienes cumplen labores en la sociedad, ya sean orientadores, ministros religiosos, funcionarios públicos, profesionales, artesanos, empleados u obreros, requieren para el ejercicio eficaz de sus actividades, un comportamiento ético. Si alguno de ellos desatiende esta necesidad, el aparato social se desequilibra.

En el caso de los abogados, por citar alguno, la ética es fundamental. En nuestras manos las personas ponen sus más preciados tesoros: su libertad y su patrimonio. Por nuestro conocimiento

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de los principios y normas jurídicas, siempre estamos en posibilidad de hacer mucho bien o igual mal. Es únicamente la ética profesional lo que nos limita a dar el paso para convertir un ministerio sagrado, en algo reprobable.

El maestro Ossorio escribió: “Los abogados son arquitectos del alma de la gente.” Sabias y acertadas palabras. Los abogados trabajamos sobre el “deber ser”, que es intangible; diferente a los médicos, ingenieros o arquitectos quienes trabajan sobre cosas físicas como los cuerpos, los materiales o los planos. Nosotros logramos con algo inmaterial como es una norma jurídica, general y abstracta, una sentencia favorable y justa que es particular y concreta, produciendo un resultado objetivo.

Si los profesionales, y en general quienes prestan sus servicios a la comunidad, entendieran la importancia del comportamiento ético, no tendríamos tantos rábulas, ni negligencia médica; no se caerían los puentes, hundirían carreteras o derrumbarían edificios a poco tiempo de su construcción. Tampoco leeríamos de policías, militares y servidores públicos involucrados en delitos, ni esposos-padres que abandonan sus hogares con hijos, olvidando su sagrado compromiso de solidaridad y lealtad, por efecto de las más bajas y ancestrales pasiones.

Cuando se descuida la ética, aparece la corrupción oficial que no es solamente un delito común: es un crimen colectivo, de lesa humanidad, porque atenta contra los recursos que la sociedad destina a los niños, viejos, enfermos y menesterosos, quienes en su mayoría, dependen de esos dineros para mantener una vida mejor o… continuar viviendo.

La ética no debemos verla sólo como una voluntad, como algo etéreo, sino como un compromiso de vida que se materializa en todos en los actos de nuestra vida diaria; aplicable a la familia, los vecinos, el Estado, la comunidad, los animales y los recursos como el agua, la agricultura y los demás elementos que conforman el medio ambiente natural y paisaje geográfico-biológico.

Si mantenemos un comportamiento ético, haremos un mundo mejor para nosotros y para quienes nos seguirán. Actuar con ética es responder a nuestro origen divino. Esa debería ser la regla, no la excepción. De alguna manera, fue eso lo que quiso decir Jesús cuando nos impuso su mandamiento: “Ama a tu prójimo tomo a ti mismo.

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Una conducta éticamente correcta en los negocios tiene que ver con los medios elegidos para conseguir el bien de la empresa, con el objetivo de que los miembros de la organización, empleadores y trabajadores, y de la sociedad alcancen su plenitud. Ser bueno con los trabajadores, en el medio ambiente y con la comunidad en la que se vive, hace que la empresa sea más responsable ante los ojos de la opinión pública.

El mundo actual presenta numerosos retos para las empresas, nuestra sociedad ha mejorado en técnicas de gestión, ha mejorado el entramado legal e institucional en las que se desenvuelve la actividad económica y desarrollado las capacidades de conocimiento de directivos y empleados. Aún así, con mejor tecnología, mercados abiertos, profesionales más competentes y entornos más favorables, los problemas continúan surgiendo.

Las claves de estos problemas parecen estar no en los aspectos técnico – económicos y políticos, si no en la calidad moral de las personas y su capacidad para hacer de las organizaciones que dirigen o en las que trabajan lugares donde la ética esté presente, orientando toda su labor.

La ética es totalmente necesaria, no para ser una buena persona, si no para ser un buen profesional; si no se es ético, no se puede ser un buen directivo.

Ser ético no consiste, en procurar no obtener beneficios o en pagar altos salarios, tampoco en aplicar reglas del tipo “esto no se puede hacer” y “aquello no se puede”. Sin dudas hay normas en la ética. Ser ético no consiste en cumplir la ley. Cumplir la ley es, un deber ético.

La ética se refiere entonces a las relaciones humanas. Estas se pueden dividir en tres tipos: personal, interpersonal, y social, cada uno presenta sus propios principios.

El ejercicio profesional en términos generales significa establecer relacionamiento de tipo interpersonal y sus principios básicos son: Beneficencia, Autonomía y Equidad. Mientras que las normas éticas se refieren a la confidencialidad, veracidad y fidelidad.

Los principios son las señales que indican por donde conducirnos en el actuar concreto, se pueden definir como imperativos formales que expresan como se defiende el valor supremo.

Bene-ficiencia, éste principio nos indica entonces el imperativo de hacer el bien a todos.

Según Kant, la autonomía, es la capacidad del sujeto de gobernarse por una norma que él mismo acepta como tal sin coerción externa. Por el hecho de autogobernarse el hombre es siempre un fin.

En nuestro actuar profesional el respetar las decisiones del otro significa obtener consentimiento antes de actuar.

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Equidad, se refiere al principio general de justicia aplicado a las relaciones interpersonales. A su vez de este se desprenden dos principios:

1.  Igualdad de libertades básicas individuales en un esquema compatible con el esquema compatible de libertades para todos.

2. Las desigualdades sociales e económicas deben: estar asociadas a cargos y posiciones abiertos a todos en igualdad de oportunidades.

Los principios éticos no prevalecen unos sobre otros, si no que es a través del equilibrio de los tres que se resuelven los problemas éticos a los cuales debemos incorporarles las normas éticas y los sujetos deben incorporarlos a su práctica.

Las normas, son reglas que se deben seguir o las que se deban ajustar las conductas, tareas, actividades, etc., según el Diccionario de la Real Academia Española.

Las normas éticas fundamentales son: confidencialidad, veracidad y fidelidad.

La confidencialidad o secreto profesional se remonta al año V a C.. las primeras menciones formales referentes al secreto profesional se formulan dentro del ejercicio de la medicina por Percival en 1803, posteriormente otros códigos de la medicina cuentan con normas explícitas referidas a la confidencialidad, sin presentar mayores modificaciones en su mención.

En la actualidad todas las profesiones constituyen de diferente manera y en forma continua el derecho de las personas a la confidencialidad de aquellas informaciones obtenidas a lo largo de la relación con un profesional.

Veracidad, se refiere a estar en concordancia con los principios de autonomía y de beneficencia, es así que es discutible señalar de inmortal en aquellos casos que el engaño es imprescindible para lograr el bien de una persona.

Por último, fidelidad, se puede entender al mismo tiempo como una virtud y una norma, desde esta acepción responde a la definición como la obligación que se asume al haber aceptado un acuerdo. 

En el contexto actual se requiere que los profesionales de las empresas y organizaciones practiquen la responsabilidad social y sean éticos para afrontar la crisis de legitimidad que vivimos.