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TEODORO PRÓDROMO
LA CATOMIOMAQUIA
(LA BATALLA DEL GATO
Y LOS RATONES)
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Edición, traducción, introducción y notas de Francisco Antonio García Romero (Real Academia
de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras y Centro de Estudios Históricos Jerezanos; Jerez
de la Frontera, 2003)
Edición on line: http://www.cehj.org/online/La%20Catomiomaquia.pdf , subido a la red en
http://www.cehj.org/
(Se omiten la introducción y notas de la citada versión)
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ARGUMENTO
Permanecía el soberano de los ratones, llamado Rondacarnes, en un agujero
lóbrego y sombrío y el gato, a la carrera, iba remirando por aquí y por allí y
rastreando su recorrido de costumbre. Rondacarnes, que no soportaba su
persistente acecho, acude a un pariente suyo, que se daba a conocer por el
meritorio nombre de Robaquesos, y se vale de su consejo en la cuestión de cómo
ponerlo en fuga: tras haber planeado hacerle la guerra sin tregua, levaron ambos
una numerosísima tropa de ratones y, una vez que lo tuvieron todo previsto a la
perfección, enardecieron a la juventud en armas y, al punto, salieron a su
encuentro. Y, en efecto, chocaron entre sí y el gato agarró al hijo de Rondacarnes,
lo despedazó salvajemente con sus garfas y se comió al joven de momento. Un
mensajero de los ratones, al ver lo ocurrido, regresó al instante a presencia de la
esposa de Rondacarnes para anunciarle la violentísima muerte de su queridísimo
hijo. Pues bien, después de luchar durante mucho tiempo, se vino abajo una viga
podrida de lo más alto del techo y aplastó al forzudo gato, con lo que los ratones
se vieron vencedores de la batalla.
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PERSONAJES DEL DRAMA
RONDACARNES
ROBAQUESOS
HERALDO
CORO DE SIERVAS
ESPOSA DE RONDACARNES
MENSAJERO
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RONDACARNES
¿Por qué permanecemos tanto tiempo nosotros, valientes como nadie,
dentro de los agujeros, en medio siempre del temor, el espanto y la cobardía?
¿Por qué nos pasamos, malhadados, la vida dentro de casa sin optar por
asomarnos fuera del agujero, sino viviendo penosamente entre sombras, míseros,
llenos de miedo en las ratoneras, lo mismo que los presos? ¿Por qué todo el curso
del tiempo nos parece que es como una larga noche y como la sombra de la
muerte, al igual que los cimerios de la leyenda, entenebrecidos, quienes, con la
vista cegata propia de los del Ponto, arrastraban durante seis meses una vida
entre tinieblas?
ROBAQUESOS
Aunque no queramos, estamos encerrados en las ratoneras. Pues si, como
dices, temerariamente nos atrevemos luego a salir, lanzándonos a una carrera
irrefrenable, muy pronto vendremos a caer en extremo peligro y a ver ante
nuestros propios ojos la suerte fatal de nuestros parientes; y cabe esperar que
obtengamos los sombríos parajes de Aidoneo en pago de nuestra falta de control.
RONDACARNES
¿Cómo, pues, vendremos a caer, según afirmas, en peligro y a dejar la vida
con un final penoso?
ROBAQUESOS
Agarrados, Rondacarnes, dentro de las horripilantes fauces del rapaz
trapacero.
RONDACARNES
¿Quién es ése? No rehúses hablar, pues no estoy dispuesto a rodeos en
torno a mi objetivo.
ROBAQUESOS
El llamado “gato” por el género humano. Y es que siempre está remirando
por los agujeros y va husmeando a los ratones y, como los perros siguen el rastro
de las liebres con habilidad, del mismo modo ése nos rastrea urdiendo trampas
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con vista de lince.
RONDACARNES
Conozco bien al que tan exactamente me has descrito, y es que, tiempo
atrás, a mi hija –a mi amada Rayacandiles me refiero- me la aniquiló , ¡ay!,
lamentablemente ante mis propios ojos.
ROBAQUESOS
Y a mi niña, mi querida Roesalazones, y a mi añorado y querido Tragapán,
que vino a vengar a su hermana.
RONDACARNES
¿Entonces, qué? ¿Nos quedaremos vacilantes como afeminados y
apartaremos la mirada ante la muerte de nuestros seres más queridos?
ROBAQUESOS
¿Y qué es lo que conviene hacer acaso?
RONDACARNES
Atender a defendernos contra ese comelotodo y vengar la suerte fatal de los
caídos.
ROBAQUESOS
¿De qué modo? Exponlo con claridad.
RONDACARNES
Haciéndole la guerra sin temor.
ROBAQUESOS
Tengo miedo, sí, tengo miedo de que también nosotros aparezcamos
muertos y malamente devorados, y nos convirtamos, ¡ay!, en una exquisita presa
del gato.
RONDACARNES
Hasta eso es preciso por mor de los caídos. Pues también sabes que son
ensalzados en los escritos quienes murieron por mor de sus parientes, amigos,
hijos, hermanos, cónyuges y progenitores, dejando tras de sí una gloria inagotable.
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ROBAQUESOS
Lo tengo bien sabido; pero el caso es que es terrible abandonar este radiante
curso del día y ser cubierto por una tumba lóbrega.
RONDACARNES
¿No te das cuenta? Si levamos una fuerza muy numerosa, también lo
expondremos a un amarguísimo final.
ROBAQUESOS
Aclárame de qué modo, compañero.
RONDACARNES
Presentándole batalla de firme, frente a frente.
ROBAQUESOS
Mejor me parece atacarlo ocultamente.
RONDACARNES
¿Y cuál es el provecho de acometerlo en oculto?
ROBAQUESOS
Pues que si llegara a presentir, fundado en su astucia, que está envuelto en
una batalla, podría tomar consigo una tropa de aliados y, de atacar entonces, se
llevará así la corona de la victoria pisoteando nuestros escuadrones.
RONDACARNES
Tomemos al igual nosotros un grupo de aliados para defendernos como de
costumbre.
ROBAQUESOS
¿No sabes, al trabar anteriormente combate contra el ejército de las
comadrejas y el de las ranas, cómo teníamos también una poderosísima nubada
de aliados?
RONDACARNES
Lo que sé es cómo vimos la peor de las suertes para nuestros hijos, esposas,
amigos y progenitores. Y poco faltó para que hubiéramos perecido nosotros en
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aquel entonces.
ROBAQUESOS
Ahora también tengo miedo de que caigamos muertos en el combate.
RONDACARNES
No, ¡por la asamblea toda de los dioses celestiales! Que albergo esperanzas
a raíz de un sueño.
ROBAQUESOS
¿Cuál, pues? ¿Tuviste en sueños una clara visión?
RONDACARNES
Fue Zeus a quien vi en sueños mientras dormía. Me ha infundido valor en mi
corazóny me ha hablado así: “Te saludo, poseerás fuerza”.
ROBAQUESOS
¿A quién se asemejaba? Explícamelo también.
RONDACARNES
Al prudente anciano Lamequesos .
ROBAQUESOS
¿Cómo es que no tuviste esa visión en otros momentos?
RONDACARNES
La visión se debió a que lo asusté con mis amenazas.
ROBAQUESOS
¿Qué? ¿Que has amenazado al que habita en el cielo y dice que a los
inmortales los colgará de una larguísima soga desde el cielo y a todos los
arrastrará con su omnipotente brazo?
RONDACARNES
Sí, esta vez lo he amenazado mil veces. Pues, mientras le informaba por mí
mismo sobre mi vida, sobre cómo permanezco miserablemente dentro de mi
rincón, todo cubierto de sombras y ahíto de tinieblas, cómo doy muestras de un
miedo terrible y tiemblo de susto yo, pobre ser colmado de desazón; mientras
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hacía esto, yo gemía y chillaba desalentado, golpeaba, arañaba mis quijadas y
ultrajaba a Zeus, el altísimo de entre los dioses, y, en mi cólera, añadí a mis
lamentos amenazas terribles de lo más terrorífico .
ROBAQUESOS
¿Y con qué lo has amenazado? Dímelo también.
RONDACARNES
Con que si no me hace gran vencedor y no me corona con un triunfo
omnímodo en la batalla, acudiré rápido a su templo y todas las víctimas de los
sacrificios las cogeré para alimentar mi panza.
ROBAQUESOS
También yo iré junto con mi esposa e hijos. Pero trázame el plan del
combate, según tu parecer.
RONDACARNES
Sí, claro, y tenía como primera intención la de convocar enseguida a todos
los ratones a una asamblea.
ROBAQUESOS
Sin duda, puesto que plugo al Creador que nos apartáramos de esta vida
oculta entre tinieblas y nos libráramos del temor a los gatos, se ha de convocar
enseguida a todos los ratones. Y, primero, el comienzo ha de ser con palabras
encaminadas a inculcar el valor. Luego, tras haber nombrado a los generales,
comandantes y capitanes de las tropas, como es la norma, y a los lanceros y
poderosos hoplitas, salgamos a su encuentro formados para la batalla.
RONDACARNES
Has hablado bien, sabia, ordenada y juiciosamente –y es que tu vejez es tu
consejera-. Que vaya un HERALDO y convoque a los ratones.
HERALDO
Mira, se presentan reunidos los jefes de los ratones y se han detenido en tu
consistorio.
RONDACARNES
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Yo, ¡oh corporación sumisa y afable de nobles amigos!, hace mucho tiempo
que he reparado en la flaqueza y en la funestísima cobardía de los nacidos antaño,
por las que permanecían dentro de las más recónditas guaridas y no tenían un
corazón audaz, sino que, como postrados e impedidos, se espantaban de ir a la
batalla contra los adversarios; así que mi proclama ahora es guerrear
valerosamente. No me parecía, pues, decoroso que yo, que poseo fuerza en mí
mismo y que sobre miles gobierno, que soy el que manda las columnas bélicas,
ensalzado entre aplausos, temblara por el hecho de salir de mi ratonera. Y
vosotros, que con buena disposición acogéis mis palabras, como descendientes
que sois de preclaros progenitores y teniendo como tenéis toda la fuerza de su
pujanza, no seáis negligentes ante lo que se debe hacer, ni de ningún modo
caigáis rendidos, ¡oh nobles!, sino en la medida de lo posible, ¡oh divinos ratones!,
id todos animosos a esta nueva campaña emulando mi derroche de brío. Pues yo
no vacilé jamás ante el combate, sino que, es cierto, desde mi tierna edad me dirigí
a la guerra valerosamente y en todas las acometidas mi victoria era total. Y pues
que hago provenir mi linaje de ilustres entrañas –como todos sabéis, mis
ascendientes, que de antiguo andan en lenguas por su fortaleza y el venerable
prestigio de sus juicios, traen aparejada una inmensa gloria; a los llamados
Tragapapeles me refiero-, no quise llevar una vida indolente, sino que ya desde mi
tierna juventud puse mi atención en el aprendizaje de las mejores estrategias. Me
ejercité en el manejo de la lanza y de la espada con el escudo, en montar a caballo
y en revolverme con habilidad, en dispararle al enemigo certeramente a un punto
vital, tender el arco y lanzar la flecha y, en una palabra, me interesé por todo el
arte de la estrategia, como hacen todos los generales. Tras haberme mostrado a
mí mismo vencedor en muchos combates y haber también mostrado a muchísimos
pueblos sometidos a mi pericia, llegué al trono de los ratones, juzgado como fui el
mejor y el principal de todos. Y ahora he considerado que resultaba algo de lo más
ruin que, quien fue contrincante de Zeus, hijo de Rea, temblara por estar un poco
apurado. Por tanto, ordeno que todos los que me son queridos acudan a las
formaciones de batalla pertrechados de robustez, poder, fuerza, ánimo,
inteligencia, vigor y talento. Mas, por ahora, id a vuestras casas. Mañana al
amanecer, ¡oh generales!, quiero que todos os pongáis en marcha con valentía.
Pues me parece que así conviene a nuestra empresa.
ROBAQUESOS
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Puesto que ya todos marcharon a sus casas a la hora de dormir en sus
camas, también yo me marcho a mi propia cama
RONDACARNES
Has dicho bien, pues hemos de intentar dormir.
CORO
¡Ah, qué dolor ahora me sobrecoge y angustia! ¡Oh Zeus!, ¿qué es lo que
nos depara el presente día? Una terrible idea me asaltó: que nuestro señor contra
el gato entable combate abiertamente. Pues creo que perecerá con todo el ejército
y dejará esta lucífera luminaria del sol. Apolo, sagrado adivino, Febo, Loxias, ¿qué
es esto de ahora? ¡Ay!, ¡oh!, ¡ay de mí otra vez! ¡Ay, requeteay! ¡Ah, penas
lastimeras! ¡Ay, ay! ¡Ah, ah, malos pesares!
Semicoro
Quizá se impondrá en la batalla con su imponente fuerza.
Semicoro
Increíble, increíble, inaudito, inaudito es lo que dices. Cúmplase ahora la
voluntad de Zeus.
ROBAQUESOS
Veo la luz del día que penetra rauda por los cristales .
RONDACARNES
Sí, también yo contemplo el resplandor.
ROBAQUESOS
Dejemos, por tanto, el sueño y la cama y, tras haber sacrificado ovejas y
bueyes a los dioses, salgamos a la batalla sin temblar; pues es necesario, antes
que nada, propiciar a los del cielo.
RONDACARNES
¡Atento!, después del sacrificio, invocamos a Zeus, Atenea, Hermes, Pan,
Posidón, al sagrado Loxias y, con ellos, a Hera y a la montaraz Ártemis, a Plutón, a
Leto, a Perséfone junto con Hades y a todos los demás, y les damos alas a
nuestros pies.
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CORO
¡Oh dioses, dioses todos, todos juntos, vosotros solos! Cuantos existís en
vuestras posesiones de arriba y abajo, coregos de la belleza, proteged, sí,
proteged firmísimamente a mis señores, que emprenden esta nueva campaña
contra la raza comelotodo de los gatos.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ojalá vencieran, oh Zeus, en el combate mis generales, mi esposo y mi niño!
CORO
Bello es vencer, pero la cobardía me retiene.
ESPOSA DE RONDACARNES
También yo tengo miedo y tiemblo intensamente.
CORO
Pues es terrible la bravura del enemigo.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Oh rey Zeus!, haz que nos sea favorable el combate.
CORO
Es siempre lo divino lo que asigna toda la felicidad.
ESPOSA DE RONDACARNES
Si las tropas de los ratones con su potencia van a prevalecer sobre el
adversario, bien podríamos consumar lo que nos queda de vida y arrojar el temor
lo más lejos posible.
CORO
Sí, ¡ojalá sucediera eso!; con la ayuda de un dios, digo.
ESPOSA DE RONDACARNES
Pero si lo que sucede es que sucumbimos ante el adversario y, derrotados,
ponemos los ojos en la huida, todo estará pronto perdido.
CORO
¡Ojalá no me sucediera ni me ocurriera!
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ESPOSA DE RONDACARNES
Y todo el mundo será esclavizado en cautividad.
CORO
No, sino terrible manjar de nuestro adversario.
ESPOSA DE RONDACARNES
También yo, la antes soberana, pronto apareceré cual esclava junto con mis
queridísimos hijos.
CORO
De ningún modo llegarás a ser esclava junto con tus hijos, sino, ciertamente,
manjar de ese comilón.
ESPOSA DE RONDACARNES
¿Qué? ¿Que debo abandonar la dulcísima luz del día y ser cubierta por el
polvo y la tumba?
CORO
Calla, calla, reina, algo terrible estoy divisando. Veo, en efecto, a alguien que
corre frustrado, jadeante y abatido.
MENSAJERO
Que alguien me indique dónde está nuestra soberana.
CORO
Te es posible, cuando quieras, dirigir tus ojos hacia ella.
MENSAJERO
¡Desdichada, toda desdichada, tres veces infeliz!, ha caído Rapiñamigas
ensartado en un dardo.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ay, añorado y querido niño! Ha caído el báculo de mi vejez. ¡Ay, penas!, ¡Ay,
penas lastimeras! ¡Ay, ay! Todo es terrible en estos mensajes. ¡Ah!, moriré. ¿Qué
será de mí? ¿Adónde huiré? ¿Por dónde marcharé? Me abandona la fuerza de mis
miembros. ¡Oh hijo mío! ¡Ay, ay, queridísima visión!
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CORO
Aguanta, hazlo por mí, aguanta, cesa de gemir.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Oh Zeus, el del alto trono, debelador de los Titanes !
CORO
¡Ay, ay, madre infeliz, desgraciada! Contén ya tus interminables lamentos.
ESPOSA DE RONDACARNES
Increíble, increíble, terrible, terrible es lo que me dices.
CORO
Refrena un poco tus interminables gemidos.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Oh queridísimo semblante! ¡Oh querido hijo mío!
CORO
Conviene que soportes tu infinita aflicción y te enteres ahora del resto del
combate.
ESPOSA DE RONDACARNES
Pero es que no soy capaz de contener la amargura de mi pena.
CORO
¿Pues cuál es el provecho de esta desmesura de tus gemidos?
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ojalá acabara con él!... ¡Y que me muera yo enseguida!
CORO
Eso de ningún modo, ni continúes dándole vueltas a esa idea, por favor.
ESPOSA DE RONDACARNES
¿Y cómo sobrellevar el no deshacerme en lágrimas ni lamentarme?
CORO
¿En qué alivias tus pensamientos lamentándote? Nadie levanta de la tumba
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a los muertos.
ESPOSA DE RONDACARNES
Si ceso en mis lamentaciones, ¿qué podría hacer?
CORO
Disponte a enterarte del resto del combate.
ESPOSA DE RONDACARNES
¿Y quién me lo va a contar y me lo aclarará?
CORO
El mensajero de los actuales mensajes.
ESPOSA DE RONDACARNES
¿Y dónde está?
CORO
Puedes verlo.
ESPOSA DE RONDACARNES
Muerta estoy de sufrimiento y agotada y se enturbiaron las niñas de mis ojos.
CORO
Detállalo todo, mensajero: cuánta es la violencia de la batalla y cómo ha
caído mi hijo y cómo se me fue.
MENSAJERO
¿Debo contarlo todo por su orden o resumo lo importante?
CORO
Cuenta por su orden todo lo ocurrido en la batalla, comenzando el relato
desde el mismo principio.
MENSAJERO
Lo contaré todo ; así que habrá que oírlo. En efecto, cuando llegaron a
entablar batalla, primero el poderosísimo sátrapa del pueblo, Lamemigas, chocó
contra el comelotodo y fue vencido –caído está, un espectáculo deplorable- y todo
su ejército fue destruido. Luego llegó otro archisátrapa, a quien todos llaman
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Robabollos , y caído está, y fue su caída tan indescriptible como la de aquél, por
no haber sostenido su rapidísimo ataque. Así pues, cuando vio Rapiñamigas a sus
poderosos sátrapas ya caídos y mostrándose junto con su ejército cual pasto
deplorable para el comelotodo, llenose de ira y de violentísima cólera –pues la
amargura del espíritu no es otra cosa sino un hervor de la sangre en el corazón –
y tomando en sus manos una pica afilada se le echó encima para dejarlo muerto.
Él, al verlo plantado muy cerca dispuesto a la carnicería y blandiendo
vigorosísimamente la pica, se lanzó a agarrarlo de inmediato y lo apresó, sí, entre
sus garras salvajemente, y se ha tragado al joven de momento.
CORO
¿Y eso ante la mirada de su querido progenitor?
ESPOSA DE RONDACARNES
Esto me afecta más que mi sufrimiento.
MENSAJERO
Yo, tras haber observado este suceso, vine, ¡oh reina!, a comunicártelo.
CORO
¡Ojalá no hubieras venido, mensajero!
ESPOSA DE RONDACARNES
Lo mejor hubiera sido para mí no acudir aquí de ningún modo; pues, así, aún
no me habría atenazado el sufrimiento.
MENSAJERO
Yo vuelvo, pues, a la retaguardia.
CORO
¡No vengas otra vez a traernos malas noticias!
ESPOSA DE RONDACARNES
Malamente perezca ahora el maldito sacerdote.
CORO
Ha temido disgustarnos con sus palabras.
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ESPOSA DE RONDACARNES
¡Oh, qué flor de los ratones desapareció!
CORO
Me parece que lo más decoroso y lo conveniente es cantar un treno juntas
por el hijo caído.
ESPOSA DE RONDACARNES
Bien has hablado; vamos, pues, a cantarlo.
CORO
Primero, entona tú el comienzo del planto.
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ah, ah, ay, ay, ay, ay, ay, ay mil veces!
CORO
¡Ay, ay, Rondacarnes, ay, ay, ay, señor!
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ah, ah! ¿Adónde, hijo mío?, ¿dónde te has marchado, mi niño?
CORO
¿Adónde, adónde, oculto, has partido volando de la vida?
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Oh, oh! ¿Adónde, hijo mío? ¡Ay, penas lastimeras!
CORO
¡Lastimeras, oh, y otra vez lastimeras!
ESPOSA DE RONDACARNES
¡Ah, ah! ¡Has abandonado la luminaria del día!
CORO
Todo, todo lo de la vida es ceniza y polvo, simplemente, todo lo de la vida es
sólo sombra.
ESPOSA DE RONDACARNES
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¡Oh, oh! ¡Te me fuiste, Rapiñamigas, mi niño!
CORO
Basta. Ya no sigas adelante; que estoy ahora divisando a un mensajero en
veloz carrera.
ESPOSA DE RONDACARNES
Temo que otra vez me comunique algo terrible.
CORO
No, ¡oh majestad!
ESPOSA DE RONDACARNES
¿Cómo lo sabes? ¿Cómo?
CORO
Viene corriendo con el rostro radiante.
ESPOSA DE RONDACARNES
Mándame, Zeus, ¡y así sea!, un mensajero propicio.
MENSAJERO
Que alguien me diga dónde se halla la reina.
CORO
Aquí presente, mírala, por favor.
MENSAJERO
Áurea señora, ponte radiante de alegría, no angustiada, y dame las albricias
por mis mensajes.
ESPOSA DE RONDACARNES
Habla, no bromees con esas fanfarronadas.
MENSAJERO
Si me concedes, antes que nada, las albricias por mis palabras.
ESPOSA DE RONDACARNES
Cuando hables, te las daré y ofreceré inmediatamente.
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MENSAJERO
Ha muerto el desgraciado gato en el combate.
CORO
¡Ah, ah, aplaudiré y me alegraré más! Venza, pues, la alegría a la pena.
ESPOSA DE RONDACARNES
De gozo estoy bailando a todo ritmo.
CORO
Primero es menester ahora que te enteres de lo referente al combate y de
cómo ha muerto el comelotodo enemigo nuestro.
ESPOSA DE RONDACARNES
Que cuente el mensajero toda la refriega de la batalla y la fatal suerte del
ojifiero y malvado matarratones.
CORO
La reina ha hablado a voces: dale a la lengua.
MENSAJERO
He aquí que estoy preparado para hilvanar mi discurso. Vosotros, con las
orejas tiesas, escuchad atentamente mi relato. Pues bien, después de haber tenido
comienzo el terrible combate destructor de cuerpos , con un ataque bien
ordenado, y haber caído primero el sátrapa del pueblo, Lamemigas, luego
Robabollos y, más tarde, el hijo de mi noble señor, el sufrimiento llenó de dolor su
corazón al ver a su hijo muerto.
Y tras poner en marcha al ejército bajo su mando, acometió sin vacilar a ese
destructor comelotodo y se enzarzó, intrépido, en la pelea. Y en el preciso instante
en que se enfrentaban, a pie firme sin huir nadie, una viga, que se vino abajo de lo
más alto del techo, pues tenía un año de vieja y estaba podrida hacía tiempo, lo
golpeó en medio de la espalda y, tan forzudo como era, lo dejó aplastado al
momento, y caído está en los abismos de Aidoneo. Y al que antes era nuestro
enemigo a muerte, sin tregua, implacable, salvaje, nos lo mostró sin resuello,
tendido cuan largo .
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CORO
¡Ojalá vivas sin penas, en prosperidad floreciente y buena cordialidad por
años sin término, en pago de que viniste como mensajero de ansiadas noticias y
nos anunciaste la muerte del destructor! Pues ya vi que todo ha tenido hace poco
el fin ansiado y ha concluido bien.