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Foro “Ignacio Ellacuría” Solidaridad y Cristianismo Medios de comunicación Información, espectáculo, manipulación José Antonio Zamora (coord.)

Texto Medios de comunicación - verbodivino.es · el papel social de la nueva publicidad ..... 131 Vicente Romero Sufrimiento y espectáculo: el Sur en los ... Ésta es la función

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Foro “Ignacio Ellacuría”Solidaridad y Cristianismo

Medios de comunicación

Información, espectáculo, manipulación

José Antonio Zamora(coord.)

Texto Medios de comunicación 9/2/10 12:38 Página 3

Cubierta: Disk of Newton (1912), de Frantisek Kupka.

© Foro “Ignacio Ellacuría”: Solidaridad y Cristianismo,calle Navegante Macías del Poyo, 3 - Bj.-J, 30007 Murcia.http://web.forodigital.es/usuarios/foro.i.ellacuria© José A. Zamora© Editorial Verbo Divino, 2004.

Printed in Spain.Impresión: Gráficas Lizarra, Villatuerta (Navarra).

Depósito Legal: NA. 2.099-2004 ISBN 84-8169-639-0

Editorial Verbo DivinoAvenida de Pamplona, 4131200 Estella (Navarra), EspañaTeléfono: 948 55 65 11Fax: 948 55 45 06Internet: http://www.verbodivino.esE-mail: [email protected]

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Contenido

Prólogo .......................................................................... 7

José A. ZamoraOpinión pública y medios de comunicación en las sociedades democráticas.............................. 13

Enrique BustamanteLa concentración multimedia en la era digital: el futuro de la cultura, de la comunicación y de la democracia ........................................................ 41

Vicente RomanoMedios de comunicación y conciencia ................ 59

Juan BenavidesLa ética y los medios de comunicación en el ámbito de la cultura publicitaria. Una aproximación conceptual ...................................... 81

María José LucergaDe los eslóganes de Pessoa a La Reina del Bar Canalla: Algunas claves para comprender el papel social de la nueva publicidad .................. 131

Vicente RomeroSufrimiento y espectáculo: el Sur en los medios del Norte.................................................... 149

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Lorenzo GomisLa noticia: creación de actualidad ........................ 159

Joan FerrésMedios de masas y manipulación ........................ 179

Alberto da Silva MoreiraCultura mediática y educación ............................ 193

Víctor Manuel Marí Sáez¿Qué hace arder nuestro corazón? Medios de comunicación, fe cristiana y educación del deseo en un mundo globalizado .......................... 235

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Prólogo

Los medios de comunicación de masas constituyen elnuevo universo simbólico en que pensamos, actuamos ysentimos. De modo que todo pasa por ellos: valores, esti-los de vida, información, acción política y educativa. Ellosson también los que establecen las prioridades, las pers-pectivas y los enfoques de la información. En definitivalos mass media son los definidores de realidad, cuando nolos creadores de la misma, pues la realidad mediada seidentifica con la realidad “natural”. Por otra parte, pare-cen ser capaces de dar respuesta a una gran diversidad denecesidades básicas, desde las cognitivas a las de entrete-nimiento, pasando por las afectivas y las de integraciónpersonal o social.

Por todo ello, es necesario arrojar una mirada críticasobre los medios de comunicación y su función social. Esimportante analizar su papel en la génesis y el manteni-miento de una mentalidad sumisa que percibe la realidadelaborada y servida por ellos como definitiva e intrans-formable, así como la asimilación de la cultura al entrete-nimiento, forma de ideología dulce y templada que facili-ta la evasión y la desimplicación.

También es necesario desentrañar los criterios que in-tervienen en la selección del material informativo y las es-trategias de seducción y desinformación, desde el silen-ciamiento a la censura de las fuentes, pasando por ladescontextualización, la producción deliberada de noti-cias y la dramatización de la realidad.

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Asimismo, conviene percibir adecuadamente lo queofrecen las nuevas tecnologías como Internet de cara a lacomunicación horizontal, la participación ciudadana y laintervención política, pero también analizar su realidadactual: las mayorías excluidas, los contenidos dominantes,los proyectos comerciales asociados a la red, las tenden-cias hacia una vinculación de Internet y televisión, etc.

Para ello, es imprescindible un análisis del sistema na-cional e internacional de producción, distribución y con-sumo de productos culturales y la tendencia acentuada ala concentración en grupos multimedia conectados entresí y con los grandes consorcios industriales y financieros,las repercusiones sociales y políticas de la concentraciónoligopolista de la propiedad de los medios de comuni-cación y sus vínculos con los poderes económicos y polí-ticos.

Uno de los elementos más destacados de la culturamediática es sin duda la publicidad. Si bien la influenciade los mensajes de la publicidad es una cuestión muy con-trovertida, nadie niega su peso en la creación de hábitosde consumo y ocio, en la estabilización y consolidaciónde creencias convencionales y en el reforzamiento de pau-tas de conducta: más allá de la compra concreta de unproducto, la publicidad influye en la creación de unamentalidad orientada al éxito económico, la aventura o elatractivo sexual. Podría considerarse simplemente laguinda que hace apetecible el pastel del actual sistema deproducción y consumo, pero quizás represente su esenciamás genuina: el fetichismo de la mercancía.

¿Se ha convertido la publicidad en un modelo, tal vezel principal, para la construcción de los discursos socia-les? ¿Son sus características formales el preludio de unnuevo modo de percibir, construir, entender y conocer larealidad que nos rodea, un modo definido por el protago-

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nismo de lo visual, la fragmentación, la brevedad de losmensajes, la rapidez (un conocimiento impaciente), eltriunfo del impacto sobre los desarrollos argumentales, elpredominio del conectar y seducir sobre el convencer, lasobredosis de información que bloquea e imposibilita unadigestión y selección crítica, el predominio de lo emocio-nal frente –o más bien contra– lo racional, basado en unafalsa propuesta de irreconciliabilidad, la constitución deun discurso del que se hace desaparecer la duda o la pre-gunta (salvo que esta última sea retórica, es decir, que seaen sí misma una proposición de la respuesta), la estereoti-pación y superficialidad, la instauración de una comuni-cación “en diferido”?

Si la publicidad representa el estilo de comunicaciónhegemónico, la televisión se ha convertido en el mediopor el momento dominante en la comunicación de masas.Pertenece a ese tipo de fenómenos que, resultado de unproceso humano, ha adquirido su propia lógica interna yha terminado por escapar al control de su creador. Pasa-mos miles de horas con la mirada dirigida, interesada odistraídamente, al televisor. ¿Qué nos ofrecen los rostrosy las imágenes que atrapan tan insistentemente nuestramirada? ¿No ha cambiado la televisión el espacio domés-tico, deteriorando las redes de comunicación intrafamilia-res? ¿No se está produciendo una supresión de la intimi-dad y un empobrecimiento de la relación perceptiva conel mundo? ¿Qué supone la construcción de un espectácu-lo permanente, cotidianizado y universal? ¿Qué tipo decohesión del tejido social crea la televisión? ¿No quedasuprimido todo espacio social donde el ciudadano puedaejercer una praxis real, reduciéndolo al estatus de especta-dor-consumidor ya sea de mercancías o líderes políticos?¿No se elimina todo valor cultural autónomo, convirtien-do en entretenimiento cualquier experiencia artística ocultural?

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La omnipresencia de las cámaras ha transformado elmundo entero en un inmenso plató. La simple presenciade una cámara y de unos focos comporta que cualquierpersona pueda acabar sintiéndose un actor, un intérprete.Todo tiende a convertirse en actuación, en interpretación.El espectáculo impregna hasta tal punto la vida de losciudadanos que en las sociedades más desarrolladas hanacabado por convertirse en espectáculo desde la políticahasta la religión. El espectáculo se convierte en la granmetáfora que permite analizar en profundidad la tramacomunicativa de muchas dimensiones de la cultura con-temporánea. En la mayor parte de los sectores sociales seimpone la estrategia de la pasarela, del escaparate. Todoexiste para ser contemplado, para ser consumido.

¿Qué comporta para un educador enfrentarse a unasgeneraciones que han nacido y crecido en una cultura delespectáculo? Los niveles de sensorialidad, de concreción,de dinamismo y de emotividad que parecen exigir, ¿soncompatibles con la racionalidad, la abstracción, la refle-xión y el silencio que exige la cultura tradicional? Lascontradicciones entre la cultura oficial y la cultura popu-lar se traducen muchas veces en conflictos entre la escue-la y la televisión, o entre la televisión cultural y la con-vencional. El educador que pretenda ser eficaz en estemarco social ha de ser capaz de repensar la cultura. Y só-lo podrá hacerlo desde una doble capacidad de seduccióny conciliación: seducción liberadora frente a seducciónadormecedora, y conciliación entre emoción y razón, re-lato y sentido, placer y esfuerzo.

En torno a todas estas cuestiones giró el ciclo de con-ferencias “Medios de comunicación: información, espec-táculo y manipulación” organizado por el Foro IgnacioEllacuría entre febrero de 2001 y abril de 2002 en Murcia.Las ponencias se recogen ahora en este libro. Algunasconservan el tono oral, ya que son trascripción revisada

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de la conferencia mantenida en su día, otras han sido ree-laboradas por sus autores con posterioridad. Junto a lasponencias, el libro también recoge algunas aportacionesde miembros del Foro Ignacio Ellacuría o de colaborado-res habituales. Esperamos que las mismas ayuden a enri-quecer la reflexión y el debate sobre el tema. Sin la cola-boración y la participación de tantas personas que hacenposible la realización de las actividades y mantienen unintercambio constante en torno a las cuestiones candentesque se abordan aquí, no habría sido posible esta publica-ción. Gracias a todas ellas. Especialmente, gracias a quie-nes han colaborado en la revisión del texto y la traducciónde alguna contribución: José Cervantes, María José Lu-cerga, Juan Carlos García, Ramón Gil, Evaristo León yJuan Diego López. Esperamos que estas páginas ayuden adespertar una conciencia crítica frente a los medios decomunicación y la cultura que a través de ellos se haconvertido en el nuevo universo en el que se desarrollanuestro existir.

José Antonio ZamoraCoordinador

Foro Ignacio EllacuríaSolidaridad y Cristianismo

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Opinión pública y medios de comunicación en las

sociedades democráticas1

José A. Zamora

1. Contrato social, ciudadanía y participación política

La filosofía política de la modernidad se constituye ensus orígenes como una teoría de la legitimidad del poder,que ya no puede proceder de instancias tradicionales yautoritativas como la naturaleza, la costumbre o Dios,sino sólo del consentimiento de los individuos libres eiguales que forman la sociedad, tal como refleja la idea decontrato social 2. El Estado y la constitución serían segúnesta idea el resultado de la unión contractual de indivi-duos capaces de negociar las condiciones del contrato queles asocia y que, en base a la libertad con la que se aceptael mismo, tiene carácter vinculante.

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1 Una versión más amplia de esta contribución apareció en larevista Iglesia Viva 212 (2002), 7-29.

2 Cf. W. Kersting, Die politische Philosophie des Gesellschafts-vertrags, Darmstadt, Wiss. Buchges 1994; A. Cortina, Alianza ycontrato. Política, ética y religión, Madrid, Trotta 2001.

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El debilitamiento de la cosmovisión religiosa, la desapa-rición de la tradicional concepción cualitativa de la natura-leza bajo la sobria mirada de las ciencias modernas, la des-composición del orden social compacto e integrado bajo elasalto de la configuración burguesa de las relaciones socia-les y su determinación por la economía exigen una reorga-nización de la praxis cultural de legitimación acorde con lasnuevas bases cognitivas, relacionales y cosmovisionales.

Ésta es la función que cumple el individualismo nor-mativo que atribuye a los individuos autonomía moral ysustituye la autoridad legisladora de Dios o la naturalezapor el derecho de cada uno de los miembros de la socie-dad a no aceptar otras leyes que aquellas que nacen de unacuerdo alcanzado por procedimientos justos y equitati-vos que aseguren la participación en igualdad de condi-ciones de todos los afectados.

En este contexto se definen los primeros derechos hu-manos por pensadores como John Locke, uno de los pa-dres ideológicos del “contrato social” junto con Hobbes,Pufendorf, Rousseau, etc. Los más importantes serán el de-recho a la integridad física, a la libertad personal y a la po-sesión segura de la propiedad adquirida legítimamente. Pa-ra garantizar esos derechos fundamentales o para impedirque puedan ser suspendidos o conculcados arbitrariamente,se ve necesario crear una instancia de control independien-te. No hay duda al respecto: el efectivo cumplimiento delcontrato social por los detentadores del poder debe sercontrolado por los que se someten a su dictado.

Inspirados en la monarquía parlamentaria de Ingla-terra, que ya llevaba una significativa andadura y parecíaser eficaz, los filósofos ilustrados exigen el establecimientode un parlamento elegido por el pueblo e independientedel gobierno, como contrapeso de éste. El jurista francésMontesquieu será quien desarrolle en su obra El espíritu

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de las leyes un fundamento de la teoría política de la divi-sión de poderes: el poder legislativo, el ejecutivo y eljudicial deben estar separados y ser ejercidos por corpo-raciones independientes unas de otras.

Junto a otras aportaciones teóricas relevantes quizásconvenga destacar la contribución del filósofo ginebrinoJean-Jacques Rousseau en su amplio ensayo El contratosocial, ciertamente una de las más importantes fundamen-taciones de la idea moderna de sociedad y Estado. Lo quediferencia la interpretación rousseauniana del contratosocial es su convencimiento de la existencia de una “vo-luntad general” que recoge de modo preciso y completolas necesidades del colectivo social y representa el biencomún. Evidentemente, frente a ella no cabe oposición.

Ésta es la razón de que Rousseau mire con descon-fianza la formación de agrupaciones políticas y el parla-mentarismo, es decir, la participación indirecta del puebloen las decisiones de gobierno por medio de sus represen-tantes elegidos. Sospecha que esta delegación no promo-verá la voluntad general, sino las voluntades particulares.La voluntad general sólo tiene expresión cuando el pue-blo se reúne y adopta de modo directo todas las resolu-ciones gubernativas.

A pesar de las dificultades de orden práctico quesupone la realización de una democracia directa o las deorden teórico asociadas al establecimiento de una voluntadgeneral atribuible al conjunto de la sociedad, Rousseauserá un referente teórico permanente de todos los inten-tos de profundización participativa, deliberativa y moralde los sistemas democráticos3.

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3 Existen numerosas actualizaciones del contractualismo ilus-trado, desde las más escépticas frente a las regulaciones estatales,como las de Nozick o Buchanan, a las más sociales, como la de

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¿Qué puede decirse con la brevedad que exigen estaslíneas sobre el desarrollo del proyecto democrático tras lasdos grandes revoluciones liberales, la francesa y la nortea-mericana? Quizás sea preciso señalar que, con el procesode industrialización, ganará en significación el empresaria-do burgués dueño del capital industrial, constituyéndoseen la clase social más importante y poderosa. Los principiosdel liberalismo político –libertad, autonomía, responsa-bilidad y libre despliegue de la personalidad– serán iden-tificados por esa burguesía industrial y mercantil con lalibertad empresarial y de comercio, es decir, con la liber-tad para la libre o, lo que a sus ojos es lo mismo, ilimitadaacumulación de recursos de poder. Las consecuencias deesta identificación se pueden vislumbrar fácilmente sitenemos en cuenta que en el siglo XIX dicha burguesía seconvertirá en la portadora más importante de la visión dela sociedad nacida de la Ilustración o, con otras palabras,del liberalismo.

Sin embargo, el derrocamiento de las monarquías y laeliminación de estructuras de poder no democráticas pa-ra establecer otras de carácter liberal será una empresadifícil y plagada de reveses. El triunfo de las fuerzas reac-cionarias sobre el movimiento revolucionario de 1848 im-pedirá un desmonte efectivo de las formas autoritarias ymonárquicas de dominación, que se mantendrán en algu-nos países hasta bien entrado el siglo XX. La confronta-ción política entre las élites tradicionales y la burguesíaempresarial se asemejará muchas veces a un juego alter-nante entre concesiones por parte del poder tradicional y

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Rowls (cf. J. Buchanan, Freedom in Constitutional Contract. Pers-pectives of a Political Economist, College Statio, Texas A & M Univ.Press 1977; R. Nozick, Anarchy, State and Utopia, Nueva York,Basic Books 1977; J. Rowls, A Theory of Justice, Cambridge, Mass.,Harvard University Press 1971), en cuyos matices no podemosentrar aquí en aras de la brevedad.

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conquistas parciales de espacios económicos, sociales yculturales a dicho poder por la nueva clase emergente, loque irá permitiendo una progresiva penetración burguesadel sistema político y un desplazamiento gradual o un re-ciclaje de las viejas élites.

Con todo, dicho desplazamiento no puede ser vistocomo el alumbramiento de una democratización radicaltraducida en verdadera soberanía popular, sino como uncambio de reparto de personal en las estructuras oligár-quicas de poder y decisión. Con la progresiva industriali-zación también irá abriéndose una brecha cada vez mayorentre una numerosa clase trabajadora desposeída y unaclase empresarial adinerada perteneciente a la alta burgue-sía. La desigualdad social conformará así el sistema polí-tico y establecerá unos estrechos límites al ejercicio de laautodeterminación individual. Cada vez más la burguesíapropietaria verá a las masas desposeídas como una ame-naza y defenderá obstinadamente ante ellas su posición depoder. Que pudieran garantizarse al menos los mismosderechos formales para todos los ciudadanos en la mayo-ría de democracias occidentales hasta la mitad del sigloXX hay que atribuirlo de modo muy esencial a la organi-zación socialista o socialdemócrata del movimiento obre-ro y a su lucha.

Pero ni ayer ni hoy basta la igualdad política formalpara alcanzar la igualdad social real. De Karl Marx a MaxWeber, son muchos los teóricos sociales que desde puntosde vista distintos han señalado la insuficiencia del mode-lo burgués liberal para dar respuesta acabada a la cuestiónde la democracia. La igualación formal en el subsistemapolítico no sólo no ha podido contrarrestar la crecientedesigualdad social, sino que la progresiva especializacióny jerarquización en el sistema económico parece conducirde modo inexorable e inflexible a una oligarquización delas estructuras de poder en el sistema político. Los ciuda-

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danos se ven ante un aparato burocrático alienante domi-nado por una élite con enorme poder económico y social.Max Weber lo definiría como la férrea jaula del mundoadministrado.

Los estudios que ofrecen las ciencias sociales y eco-nómicas sobre la evolución de nuestras sociedadesmuestran un crecimiento de la desigualdad tanto a esca-la planetaria como en los países más desarrollados. Elmodelo de economía social de mercado dominante enestos últimos desde la mitad del siglo XX no ha cambia-do de modo esencial la tendencia al crecimiento de la de-sigualdad. El bienestar material de todos ha crecido, peroal mismo tiempo que crecían los recursos de los estratosmás bajos, también lo hacían de modo exponencial los delas élites.

Y si miramos el crecimiento económico de la postgue-rra, constataremos que no sólo trajo un aumento delbienestar material individual en los países industrializa-dos del centro, sino que también se creó un nuevo estilo devida que conocemos como consumismo.

En este nuevo contexto, la interpretación marxista delos antagonismos de clase ha perdido plausibilidad y ca-pacidad movilizadora, sin que los antagonismos hayandesaparecido. La sociedad de masas tardocapitalista pare-ce poseer un poder ilimitado de integración a pesar de elloso incluso a través suyo. No es de extrañar, pues, que enmuchos sectores sociales crezca hoy la percepción de queel espíritu de lucha que inspiró la conquista de las liberta-des políticas en los albores de la modernidad haya sidoprogresivamente socavado y neutralizado por el indi-vidualismo posesivo con el que estaba emparejado en elmodelo liberal-capitalista, modelo que hoy celebra por do-quier su triunfo después del hundimiento de la alternativaque pretendía representar el llamado “socialismo real”.

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El mercado es proclamado por sus adoradores comola expresión máxima de democracia, de libertad de elec-ción, de emancipación individual, etc., y las institucionespolíticas son conminadas a autorreducirse al mínimo im-prescindible para garantizar el libre funcionamiento delintercambio económico. En lugar del ciudadano se ha en-tronizado al consumidor, cuya lealtad al sistema democrá-tico responde más a los beneficios que le proporciona unaeconomía de mercado sustentada en desigualdades localesy globales cada día más sangrantes que a una concienciapolítica y a un comportamiento ético identificados con laresponsabilidad en los asuntos públicos. Nos enfrenta-mos, pues, a una paradoja en la que está en juego el desti-no de nuestras sociedades y posiblemente el del planeta:es el propio sistema político de las sociedades democráticasel que genera y sostiene el desinterés de los ciudadanospor el futuro de la democracia.

El proceso de burocratización y profesionalización delas organizaciones políticas y sociales, así como los pactostácitos o explícitos entre las mayorías ciudadanas y las éli-tes de dichas organizaciones con el fin de asegurar su po-sición de privilegio frente a las minorías excluidas en lospaíses ricos y las mayorías empobrecidas a escala planeta-ria, han conducido a una situación caracterizada por unaescasa participación ciudadana y por un sentimientogeneralizado de impotencia para incidir significativa ytransformadoramente sobre las estructuras políticas oeconómicas.

Pero si bien en el uso lingüístico dominante se en-tiende por política lo que los políticos hacen, lo políticono se agota en ese ámbito especializado y profesional-mente atendido, de modo que sus pretensiones de exclu-sividad carecen de legitimidad. Sin negar los logros, a ve-ces duramente conquistados, de los modernos sistemaspolíticos de corte liberal en Occidente, es necesario seña-

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lar que la política, entendida como un ámbito institucio-nal especializado y profesionalizado, tiene la tendencia aterminar agostando y consumiendo la materia prima de lopolítico.

La discusión en torno al concepto de “sociedad civil”está sirviendo en la actualidad para plantear una serie decuestiones que resultan de máxima relevancia para la ra-dicalización del proyecto democrático: la relación entre ladimensión participativa y la representativa en los sistemaspolíticos, entre la profesionalización, burocratización,electorización y segregación de la política y el protago-nismo de los ciudadanos, su capacidad de influjo y su par-ticipación activa; la vigencia del Estado del bienestar, laresponsabilidad social del Estado y las perspectivas delTercer Sector, su significación en la transformación soli-daria de la sociedad y la economía, etc.; las formas de or-ganización de la economía y las posibilidades de demo-cratización de la misma, así como el protagonismo de losciudadanos en una transformación del sistema económicoque garantice el cumplimiento de unos objetivos sociales,ecológicos y redistributivos, sin los que termina deva-luándose el concepto mismo de ciudadanía; la relación en-tre la complejificación de la sociedad, la división extremadel trabajo y los mecanismos abstractos de solidaridad,por un lado, y la diversificación de las formas de vida ysus expresiones culturales, con la concomitante genera-ción de conflictos identitarios y la necesidad de consensosamplios en cuestiones vitales, por otro; la relación entrelos vínculos comunitarios, es decir, la pertenencia a tra-diciones y grupos concretos, con su poder para crearidentidades y capacitar moral y cívicamente a los miem-bros de la sociedad, por un lado, y las reglas de juego de-mocráticas, es decir, universales y formalmente iguala-doras, por otro; el papel de los nuevos movimientossociales, su relación con otros grupos o movimientos

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sociales, su capacidad de generar movilizaciones ciuda-danas, su efectividad transformadora y su función de“alibi”; la significación de la “opinión pública”, el domi-nio empresarial de los mass media, la posibilidad de ex-presión política y cultural de los ciudadanos y ciudada-nas, la existencia de un debate no tutelado, dirigido oimpuesto por grupos de poder, etc.

En relación con este último ámbito de problemas, va-mos a plantear a continuación la cuestión de la opiniónpública y su relación con el proyecto democrático. Eviden-temente, esta institucionalización no es la única llamada asolventar los dilemas de dicho proyecto entre libertad eigualdad, intereses particulares y bien común, divergenciade pareceres y consenso integrador, etc.

Unas de las institucionalizaciones más importantes decara a la formación de una voluntad común y a la tomademocrática de decisiones es el principio de mayoría.¿Qué puede estar a disposición de dicha regla y qué no?¿Cómo afrontar los derechos de las minorías? ¿Cómoevitar que se produzcan consensos destructivos? ¿Cómosalvaguardar de la rutinización y desmotivación a la par-ticipación ante mayorías repetitivas? ¿Cómo preservardel crecimiento de la banalidad sin riesgos a costa de po-siciones minoritarias arriesgadas pero más enriquece-doras?, son cuestiones que todavía esperan un respuestaadecuada. Otro de los principios más importantes es el derepresentación: en primer lugar la representación política,el sistema de partidos, pero también todas las formas derepresentación corporativa, profesional, asociativa, etc.Ya hemos mencionado las cuestiones más candentes queafectan a este principio, como la profesionalización, elclientelismo, la dependencia de los poderes fácticos, la eli-minación de la participación ciudadana, la tendencia a laoligarquización, el populismo y la manipulación, etc.Pero centremos nuestra reflexión en la opinión pública,

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pues, como ha señalado H. Dubiel, “‘democracia’ es –demodo previo a su conformación institucional– la formacultural de un debate temporal, temática y socialmente noclausurable sobre los criterios de la política legítima”4.

2. Breve apunte histórico sobre el concepto “opinión pública”5

Cuando hoy hablamos de opinión pública nos esta-mos refiriendo a una institucionalización específica de lamodernidad que hunde sus raíces en los orígenes de la so-ciedad burguesa y en las exigencias de libertad de con-ciencia y tolerancia religiosa de la nueva clase emergente.Paradójicamente, al comienzo, dicha exigencia se expresaen la construcción de un espacio arcano de autonomía es-piritual frente a la razón de Estado y al concepto asocia-do a ella de secreto político. Los clubes ingleses, los salo-nes franceses o las logias secretas de los masones ofrecencobijo en la Europa prerrevolucionaria a nuevas formasde sociabilidad privada sustraída al control público delEstado absolutista y de la Iglesia, en las que formular, de-batir y difundir las nuevas ideas frente a los poderes esta-blecidos y su legitimación en la tradición religiosa. Esteespacio de “publicidad interna” permite a todos los secto-res cuyos intereses no encuentran representación adecua-da en ese Estado, desde la nobleza antiabsolutista hastalos filósofos ilustrados, pasando por los comerciantes, losbanqueros y las gentes de negocios, las minorías religio-sas, ciertos grupos de funcionarios, etc., crear una esferade reconocimiento de dichos intereses y de despliegue de

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4 H. Dubiel, “Zivilreligion in der Massendemokratie?”, enSoziale Welt 41 (1990), p. 141ss.

5 Para un recorrido por la historia del concepto “opinión pú-blica”, cf. C. Monzón, Opinión pública, comunicación y política,Madrid, Tecnos 1996.

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una moralidad independiente de la tutela y el control delEstado6.

Pero será la Revolución francesa, al introducir uncambio fundamental en las relaciones de poder, la quepermita formular públicamente la exigencia de una liber-tad de opinión y pensamiento de carácter marcadamentepolítico y convertir así lo que hemos llamado “publicidadinterna” en opinión pública. Ésta pasará a ser una cualidadmoral y política fundamental del ejercicio del poder en lasociedad burguesa. Sólo el respeto de la opinión públicaen todo aquello que afecta a la generalidad concede legiti-midad a la autoridad política. Por esa razón, los filósofosilustrados no dudarán en establecer un vínculo inque-brantable entre el ejercicio legítimo del poder, la expre-sión pública de las ideas y las exigencias de la razón hu-mana. La opinión pública es el puente que une el ordenlegal y la razón. Ha de ser universal y abarcar al conjun-to de los ciudadanos. Consiste en un debate público yparticipativo. Sirve para controlar el poder y sus institu-ciones.

Dado que el interés común no está representado apriori por la voluntad del soberano, sino que debe ser di-rimido en la confrontación de intereses diversos y encon-trar expresión en leyes generales abstractas, la opiniónpública se convertirá en pieza fundamental del proceso dediscusión y en garantía de la razonabilidad del resultado.La capacidad autónoma de razonar y argumentar de losindividuos, así como el carácter público del debate, apa-recen a los ojos de los ilustrados como las condiciones ne-cesarias y suficientes para el establecimiento del interésverdaderamente universal. Cuando I. Kant articula su res-

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6 R. Koselleck, Kritik und Krise. Eine Studie zur Pathogeneseder bürgerlichen Welt (60 ed.), Francfort d. M., Suhrkamp 1989,p. 49ss.

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puesta a la cuestión de qué es la Ilustración y la define co-mo la salida de la “minoría de edad”, como el uso del“propio entendimiento sin la dirección de otro”, no du-dará en esperar del “ejercicio público de la razón” la con-secución de la emancipación de toda tutela, emancipaciónde la que los filósofos constituyen la avanzadilla y queprogresivamente se extenderá al público en general7.

Habermas ha llamado la atención en su ya clásico es-tudio sobre la opinión pública acerca de la ambigüedadde la argumentación kantiana: la invitación al libre uso dela razón, a la emancipación de toda tutoría y la reservadel uso público no restringido de la razón a los doctos8.Aparece aquí manifestada una dialéctica que es constitu-tiva de la opinión pública moderna: la dialéctica entre lasélites y la ciudadanía. Pero no será ésta la única ambigüe-dad de la esfera pública burguesa. La identificación entreel burgués propietario/varón y el ciudadano establecedesde el comienzo unos claros límites a las exigencias delibertad de expresión, de prensa, de reunión y asociación,etc., constitutivas de la opinión pública burguesa. “Final-mente –nos dice Habermas–, la publicidad burguesa desa-rrollada acaba basándose en la ficticia identidad de laspersonas privadas reunidas en calidad de público en susdos roles de propietario y hombre”9.

A medida que las condiciones de producción de laopinión pública se ven determinadas por los medios decomunicación de masas, es decir, la producción y distri-

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7 I. Kant, “Respuesta a la pregunta ¿qué es Ilustración?”, en J. B. Erhard y otros, ¿Qué es Ilustración? Estudio preliminar deA. Maestre, Madrid, Tecnos 1988, p. 9ss.

8 J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. Latransformación estructural de la vida pública, 30 ed., México, G.Gil 1986.

9 Op. cit. p. 92.

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bución de libros, revistas y periódicos se organiza con-forme al mercado y bajo la forma de mercancía, se va de-rrumbando la ilusión de una esfera de entendimiento pú-blico y saber de utilidad pública no afectada por losintereses económicos. Con los procesos de mercantiliza-ción económica y sometimiento al poder político de la es-fera pública, los presupuestos de racionalidad originariosdel concepto ilustrado de opinión pública entrarán muypronto en una grave crisis de legitimación.

Durante el siglo XIX, los maestros de la sospecha ylos críticos de la sociedad burguesa pondrán el dedo en lallaga de sus contradicciones. Lo que denuncian es la iden-tificación entre “opinión pública” y “voluntad general”. Lasideas dominantes, para formularlo con la conocida tesis deKarl Marx en la Ideología alemana, no representan a lasociedad en su conjunto, sino a la clase dominante, y, en lamedida en que sirven para enmascarar unas relaciones dedominación, son una forma de falsa conciencia que debeser denunciada y desenmascarada. El discurso univer-salista de la cultura burguesa es desmentido en la prácti-ca a causa de las estructuras que impiden la realizaciónuniversal de los derechos y libertades del “hombre” paratodos los ciudadanos. El sistema capitalista y las desi-gualdades que genera conducen a un desigual acceso alas fuentes de poder y están en la base de la instrumen-talización del sistema parlamentario y la esfera pública afavor de los intereses particulares de las minorías domi-nantes.

El movimiento obrero, en la medida en que se articulaen organizaciones políticas y sindicales, también generarásu contraprensa, una opinión pública que dé expresión asus intereses y publicidad a sus objetivos políticos, quesirva a la concienciación de los trabajadores y denunciela opresión que éstos sufren. El modelo liberal burguésreaccionará de modo defensivo, acudiendo incluso a la

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censura y el control ideológicos. Comienzan a consoli-darse las estructuras llamadas a debilitar y –cuando esposible– eliminar los medios de difusión de alternativaspolíticas, económicas, sociales y culturales. En la segundamitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, la esferapública estará presidida por esta confrontación, llevada acabo bajo una desigualdad de recursos determinante delresultado.

Sólo aparentemente quedará diluida esta confronta-ción con la constitución de la sociedad de masas en el si-glo XX. Los cambios sociales en los países más industria-lizados son innegables: la entrada en escena de las clasesmedias, el acceso a niveles de consumo desconocidos pa-ra amplias capas de la sociedad, la multiplicación de losmedios de comunicación y la aparición de una potente in-dustria cultural, etc. Sin embargo, el problema de la igual-dad sigue pendiente de solución. Ni en relación a la liber-tad de expresión ni a la formación de la opinión pública sepuede hablar sin una gran dosis de cinismo de igualdad deoportunidades. La multiplicación de los medios de comu-nicación y su comercialización, más que contribuir al re-forzamiento de la sociedad civil y de la participación ciu-dadana en la definición pública de la realidad social, en laformulación de los proyectos políticos de transformaciónde la sociedad y en el control efectivo de la acción de lasinstituciones que ejecutan dichos proyectos, a lo que haconducido es a convertir los medios de comunicación eninstrumentos de entretenimiento y dominación de masas.Habermas lo denuncia en su mencionada obra:

“El consensus fabricado tiene poco en común con la opi-nión pública, con la unanimidad final resultante de un largoproceso de recíproca ilustración; porque el ‘interés general’sobre cuya base –y sólo sobre ella– podía llegar a producirselibremente una coincidencia racional entre las opiniones públi-camente concurrentes, ha ido desapareciendo exactamente en

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la medida en que la autopresentación publicística de interesesprivados privilegiados se lo iba apropiando”10.

Por eso resulta necesario analizar el vínculo entre opi-nión pública y medios de comunicación de masas y las con-secuencias de dicho vínculo para el sistema democrático.

3. Espacio público y medios de comunicación de masas

La democracia y la esfera pública que le es esencialestán configuradas en la actualidad por los medios de co-municación de masas. La prensa escrita, la radio, la televi-sión y, recientemente, Internet son medios de transmisiónde información y de intercambio de ideas, imágenes, expe-riencias, valoraciones, etc., que pueden alcanzar a un grannúmero de personas y traspasar las barreras espacio-tem-porales que son inherentes al intercambio y la comuni-cación interpersonal. La capacidad del sistema mediáticopara crear demandas o inducir comportamientos de todotipo, transmitir ideologías o definir la realidad, estableceruna jerarquía de prioridades sociales o dotar de significa-ción a decisiones colectivas, etc., lo ha convertido en el máspotente creador y reproductor del universo simbólico denuestras sociedades. Puede hablarse sin miedo a exagerarde una centralidad mediática en relación a todos los ámbi-tos de la sociedad: economía, cultura, política, etc.11.

El carácter masivo de los medios de comunicaciónpodría crear la ilusión de un protagonismo de las masas,de un acceso y una posibilidad de expresión igual para to-

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10 Op. cit., p. 222.11 J. Vidal Beneyto, “Introducción. Más allá de la comunica-

ción”, en íd. (dir.), La ventana global. Ciberespacio, esfera públicamundial y universo mediático, Madrid, Taurus 2002, p. 18.

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dos los ciudadanos. Pero los medios constituyen un com-plejo industrial y están sometidos a las condiciones deproducción y distribución del sistema económico capita-lista12. Es preciso, pues, tener en cuenta el carácter de mer-cancía que adquieren todas las producciones vehiculadaspor los medios de comunicación y el poder troqueladorque dicho carácter ejerce sobre lo que se intercambia através suyo y sobre la manera cómo se intercambia. Losdiferentes grupos sociales, con sus intereses en conflicto ysu asimétrica participación en el poder, se ven enfrentadosa las leyes del mercado y su tendencia inexorable a lamaximización del beneficio a la hora de influir sobre laopinión pública y conformarla.

Pero aunque las empresas mediáticas se rigen antetodo por criterios económicos, sin embargo poseen la ca-pacidad extraordinaria para convertir en asunto públicocualquier cuestión social o privada, es decir, de determi-nar la opinión pública. Es necesario, pues, tener en cuentael papel político de los medios y su influjo directo sobrela esfera política. Como ha señalado J. L. Sánchez No-riega, los medios de comunicación describen la realidadsusceptible de acción política, proporcionan las claves deinterpretación de dicha realidad, contribuyen de modo

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12 La primera generación de la Escuela de Francfort acuñó eltérmino “industria cultural” en la primera mitad del siglo XX parallamar la atención sobre la forma de producción y distribución delos “bienes culturales” (informaciones, opiniones, creaciones ar-tísticas, espectáculos, diversiones...) en el capitalismo avanzado. Cf.J. A. Zamora, La cultura como industria del consumo. Su crítica enla Escuela de Francfort, Barcelona, Cristianisme i Justícia 2001.Para un análisis de los procesos de concentración mediática y losvínculos entre medios de comunicación y poder económico, cf.R. Reig, Medios de comunicación y poder en España. Prensa, radio,televisión y mundo editorial, Barcelona, Paidós 1998; E. Bustamante,La televisión económica. Financiación, estrategias y mercados, Bar-celona, Gedisa 1999.

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decisivo a fijar la agenda política, controlan y enjuician alos actores políticos –cuando no se convierten en sus por-tavoces–, movilizan o frenan el compromiso social, cre-ando, canalizando o diluyendo las demandas sociales ypromoviendo o desactivando la participación política ciu-dadana, etc.13

Pero no sólo la instrumentalización manipuladora delos medios por el poder político o su imbricación mutuaen el sostenimiento y reproducción de la relaciones depoder dadas resultan problemáticas; también la conexiónentre la lógica económica y la construcción del consensosocial socava la idea normativa elaborada por la teoría po-lítica moderna que concibe el consenso legítimo como re-sultado de un debate entre iguales y de una decisión de to-dos los afectados. Si hablar de una dominación total de laesfera pública por las élites de poder puede parecer exa-gerado a algunos, nadie podrá negar la existencia de un“elitismo institucional”, es decir, de procesos institu-cionalizados que, aunque permitan cierta contestación yfavorezcan en ocasiones cambios en las constelacionesconcretas de dichas élites, acaban privilegiando a losgrupos más poderosos y recomponiendo las situacionesoligopólicas14.

Las diferencias en el control de los recursos económi-cos, sociales y culturales tienen su reflejo en la (in)capaci-dad de los sujetos sociales para determinar la informa-ción, tanto a la hora de generarla como a la hora deresponder a ella. Las capas sociales más desfavorecidasson también las que más barreras encuentran en el accesoa la información, a su producción y a su distribución. To-

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13 J. L. Sánchez Noriega, Crítica de la seducción mediática,Madrid, Tecnos 1997, p. 228-245.

14 V. Sampedro Blanco, Opinión pública y democracia delibera-tiva. Medios, sondeos y urnas, Madrid, Istmo 2000, p. 74ss.

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dos los factores que generan desigualdad o discriminaciónen la sociedad –clase, género, etnia, nivel educativo, etc.–son también factores determinantes de desigualdad y dis-criminación en las estructuras e instituciones que admi-nistran la opinión pública. Por eso dichas estructuras einstituciones reproducen opiniones, tratamientos, valora-ciones, jerarquizaciones, identificaciones, etc., que poseenya un carácter dominante, aunque estén lejos de represen-tar los intereses más universalizables.

Los medios de comunicación de masas se encuentranentretejidos con las instituciones económicas y políticasy, en gran medida, juramentados con sus intereses. A pe-sar de la retórica que define el papel de los medios comocontrol del poder y les atribuye la representación de la so-ciedad civil, los hechos desmienten esa retórica: hablanmás bien de una cooptación por parte del poder que limi-ta la controversia y el pluralismo al marco establecido porlas fuerzas políticas mayoritarias y margina o silenciaotras opciones que pueden hacer peligrar su posición. Esmás, desde el punto de vista económico, el público poseevalor casi exclusivamente como “audiencia”, que es enrealidad el producto que los medios generan y venden alos publicitarios y, por medio de éstos, a las empresas quelos contratan. Orientada hacia la obtención de beneficioeconómico, la producción mediática busca, por encima detodo, audiencias cautivas.

Se producen de modo masivo las mismas categoríasde mercancías por procedimientos especializados, es de-cir, de modo técnicamente eficiente, según cálculos derentabilidad y beneficio, por ejemplo: el género de las pe-lículas de policías, de detectives o de animales, musicales,documentales, debates televisivos, concursos, etc. De mo-do que los procedimientos técnicos de producción de laindustria cultural apuntan casi siempre a la estandariza-ción y la uniformización de sus productos, a la produc-

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ción en serie y la distribución en masa. Los aspectosnuevos y sorprendentes que los diferencian y al mismotiempo los harían interesantes son acomodados a los mo-delos básicos y a los perfiles de expectativas ya dados. Elexclusivo interés por el rendimiento económico y el be-neficio impone la coacción a reproducir continuamente losestereotipos acostumbrados que cuentan con el aprecio y laconfianza del público.

Se podría decir incluso que existe algo así como unmecanismo de selección económica. Lo que no se vendedebe ser suprimido inmediatamente de la oferta. En reali-dad, los criterios que rigen la producción y distribuciónde “bienes culturales” prácticamente no se distinguen delos del resto de mercancías que pueblan el mercado. Ladiferenciación y diversificación de los productos, más queun signo de la libertad y capacidad de influjo de los con-sumidores, está al servicio del abastecimiento generalconforme a las reglas de estudio de mercado. Dicho estu-dio establece la clasificación de los productos en variantesmás lujosas o sencillas conforme a la capacidad adquisiti-va, con ofertas especiales dirigidas a cada sector específi-co. No hay duda en esto: los estrategas de ventas estable-cen los criterios y deciden sobre la producción. Incluso laintegración de cierta disidencia forma parte de la imagende unos medios con una oferta omniabarcante.

Una de las consecuencias más relevantes de este proce-so es la fusión de cultura y entretenimiento. Es importantetener en cuenta que el alto valor político de los mediosno se encuentra sólo en sus “contenidos” específicamentepolíticos y en la manera de abordarlos, ni siquiera en suimbricación explícita con los poderes establecidos, sinotambién en muy buena medida en la hegemonía que haalcanzado en ellos la diversión y el entretenimiento. Por-que no se trata sólo de que los medios sean entretenidos,sino de que el entretenimiento ha pasado a ser el marco

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natural de toda representación de la experiencia. Como haseñalado Neil Postman, ésta es la superideología de todoel discurso televisivo15. Lo que cualquier emisión preten-de alcanzar es el aplauso y no la reflexión. No se inter-cambian pensamientos, sino imágenes. El mundo se con-vierte en un escenario donde la presencia seductora, lafama o los eslóganes publicitarios sustituyen al discurso.Casi todo cuanto se resiste contra lo fácil, superficial yconformista tiende a ser neutralizado. En la diversiónofrecida por los medios de comunicación se borra casi to-do atisbo de nuevas exigencias o pretensiones inesperadasdirigidas a un pensamiento independiente y a una acción delos individuos en cuanto sujetos autónomos. Al abastecerla necesidad de distracción con modelos de asociación re-currentes y estereotipos repetitivos, la industria culturalimpide la génesis en los consumidores de un pensamientoy un sentimiento propios capaces de oponerse críticamen-te a la triste cotidianidad y a las condiciones de vida.

La misma estructura del medio, la yuxtaposición in-conexa de informaciones, de asuntos supuestamente se-rios y de cosas intrascendentes, la continua interrupciónpor las “pausas” publicitarias, la extrema fragmentación,etc., definen el tipo de discurso propio de los medios y laforma como afecta al público, que no es capaz de reconocerconscientemente dicha estructura volcado en los productosindividuales que consume. Si cada unidad discursiva exi-giría del espectador un código específico y una actitud co-municativa diferente, la yuxtaposición de fragmentos hete-rogéneos, su continua mezcla e intersección, imponen defacto una pauta general de consumo del medio que rompeel juego comunicativo particular de los programas, es decir,

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15 N. Postman, Amusing Ourselves to Death. Public Discoursein the Age of Show Business, Nueva York, Viking-Penguin, Inc.1985.

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rompe la discursividad. Se trata de un tipo de consumo, elespectacular, “que responde a una radical ausencia de des-codificación. No hay, propiamente hablando, comunica-ción, sino simulacro de comunicación”16.

Esta simbiosis entre medios de comunicación y cultu-ra del entretenimiento ha supuesto una transformacióndel discurso político: le ha impuesto unas nuevas reglasdonde predomina la técnica publicitaria de la persuasión.No se trata ya de debatir con argumentos para formar lavoluntad común y alcanzar un consenso sobre el gobier-no de la sociedad, sino de seducir y conquistar por mediode la presencia mediática: vestuario, telegenia, capacidadde seducción. La política se convierte en un espectáculode masas que favorece los liderazgos populistas y vacía depoder las instituciones tradicionales (partidos, parlamen-tos, etc.). Unos medios de comunicación que permitiesenestablecer un diálogo público, por mucho que existiesenintereses ocultos, manipulaciones, asimetrías, etc., siem-pre esconderían también una posibilidad de articulaciónde la denuncia, la protesta y la reivindicación, “pero larealidad es que la dominación de las élites ya no procedede mecanismos legales o, únicamente, de poderes econó-micos, sino de la seducción y la persuasión”17.

4. Ciberespacio, opinión pública y democracia

Para muchos analistas de los medios de comunicación,las nuevas tecnologías de la información, especialmenteInternet, han supuesto un salto cualitativo y han aumen-tado de manera extraordinaria las capacidades humanaspara comunicarse. Los más optimistas se refieren a los as-

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16 J. González Requena, El discurso televisivo: espectáculo de laposmodernidad, Madrid, Cátedra 1992, p. 52.

17 J. L. Sánchez Noriega, op. cit., p. 262.

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pectos positivos de la red de redes: democratización delacceso, comunicación desde abajo, descentralización ydiversificación. Los más escépticos ven reproducirse lasdesigualdades fundamentales existentes hasta ahora, tantoen el acceso a las tecnologías de la información y a los da-tos producidos como en la producción de contenido yvalor y en la capacidad para decidir la validez de los da-tos18. A pesar de los cambios tecnológicos, las formas depropiedad y las políticas de desregulación parecen haberperpetuado las contradicciones de etapas anteriores19.

No cabe duda de que con Internet ha surgido un nue-vo espacio de comunicación cuyas propiedades y funcio-nes específicas están lejos de haber sido exploradas enprofundidad y cuyos influjos sobre la cultura y la socie-dad siguen sin estar claros. Con los diversos “grupos denoticias”, foros de discusión, espacios de chat y otras for-mas parecidas de comunicación se han formado comu-nidades virtuales que combinan aspectos propios de losmass media con aspectos de la comunicación personal.Como en el caso de los medios de comunicación de ma-sas, los usuarios de Internet están repartidos de modoazaroso y no necesitan conocerse. Su interrelación estácaracterizada por la dispersión y el anonimato. Tambiéndesaparecen las cualidades ligadas a la corporalidad de lacomunicación cara a cara.

Pero a diferencia de los mass media tradicionales, In-ternet permite a través de su estructura interactiva una au-téntica comunicación pluridireccional y dialógica, mucho

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18 J. M. Paquete de Oliveira – J. J. Barreiros – G. Leitão Cardo-so, “Internet como instrumento para la participación ciudadana”,en J. Vidal-Beneyto (dir.), La ventana global. Ciberespacio, esferapública mundial y universo mediático, Madrid, Taurus, p. 108ss.

19 Cf. T. Hanada, “Una aproximación conceptual a la esferapública”, en J. Vidal-Beneyto (dir.), op. cit., p. 137-162.

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más influenciable por todos los participantes. Gracias aesta capacidad, la red de redes está transformando la es-tructura de comunicación pública vigente hasta ahora. Es-to es lo que ha hecho despertar la esperanza de que unaamplia conexión electrónica en la red permita una revita-lización de la esfera pública. Redes tecnológicas y redessociales podrían establecer sinergias que potenciaran lainteracción de los espacios de opinión pública alternati-vos y críticos frente a los medios de comunicación con-vencionales fuertemente monopolizados. Puesto que losprocesos democráticos de formación de la voluntad yopinión públicas dependen de modo fundamental delfuncionamiento de la comunicación, se intenta atribuir alas capacidades comunicativas de Internet un especial po-tencial democrático.

Pero no sólo se proyecta sobre Internet la esperanzade una mayor y mejor información y más libre formaciónde la opinión, sino que también se le atribuye el peligro dedesbordamiento de informaciones y de manipulación, unpeligro que se ve aumentado por la falta de verificabilidady responsabilización propias de la comunicación directa.Mientras que la credibilidad y objetividad de los mediosconvencionales puede ser estimada de modo más o menosestable, aunque sea críticamente, a partir de su correspon-dencia con las líneas editoriales, los grupos empresariales,los vínculos políticos, etc., esto resulta completamenteimposible con la magnitud desbordante de informacionesque circulan en Internet. La selección de la información ysu imputabilidad a fuentes dignas de crédito es uno de losproblemas clave de la comunicación en la red.

En todo caso, no dejan de merecer atención las comu-nidades virtuales que se constituyen en Internet comonuevas formas de organización de identidades y opiniónpública. No faltan voces que las comparan con las formasde espacio público que conocemos de los comienzos de la

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modernidad burguesa. Las comunidades virtuales que seforman en los foros, grupos de discusión, grupos de noti-cias, listas de correo y grupos de chat muestran semejanzasnotables con los salones, cafeterías y tertulias del espaciopúblico raciocinante del siglo XVIII. En ambos casos,tiene lugar una construcción experimental de identidadesy se producen interacciones complejas entre identidadesvirtuales/ficticias y real/cotidianas. También en ambos ca-sos se producen discusiones práctico-normativas propiasde la esfera pública política. Aunque tampoco se debe pa-sar por alto que las comunidades virtuales de Internet sonmucho más volátiles, poseen a menudo una muy alta fluc-tuación de personas y las opiniones se forman en ellas demodo puntual y espontáneo.

Por todo ello, es necesario preguntarse si la opiniónpública electrónica puede alcanzar la efectividad práctico-política que alcanzó la opinión pública burguesa graciasen gran medida a la significación social y económica delos que participaban en ella. A la vista de la transforma-ción del ideal ilustrado de una opinión pública crítica enla realidad de una opinión pública adaptada a los meca-nismos del mercado y “precocinada” por los mass mediay las élites políticas, ¿puede esperarse que los espacios pú-blicos electrónicos no reproduzcan esa fusión de opiniónpública y poder económico-político que ha caracterizadoel “cambio estructural de la opinión pública”? Ya hoyestán a la vista las tendencias a la comercialización de lared y el objetivo de la economía publicitaria de convertira Internet en una “máquina de marketing total”20. Es, pues,previsible que “la lucha por hallar un modelo empresarialrealista que pueda ofrecer contenidos a la vez que funcio-nar rentablemente en el mundo online desembocará en

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20 H. I. Schiller, Information Inequality. The deepening socialcrisis in America, Nueva York-Londres, Routledge 1996.

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una continuación, o incluso en un aumento, de la hege-monía de las mismas grandes empresas que ya dominabanlos medios offline”21.

A pesar de la incuestionabilidad de estas tendencias,no conviene olvidar una importante característica deInternet. La monopolización global de los tendidos defibra, los satélites de transmisión o los nodos de red noconduce sin más a un control isomorfo de los procesosde comunicación que tienen lugar en ellos, dado que losusuarios, en el curso de la estandarización de la red, ob-tienen posibilidades suficientes de establecer autónoma-mente las modalidades de su comportamiento emisor yreceptor. Pero, al mismo tiempo, también es cierto que elhecho de que un porcentaje mayor de la población posealas condiciones técnico-económicas para articular el di-senso y la oposición colectiva en el espacio público polí-tico no debe llevar a ver Internet como el agente de unatransformación estructural socio-política determinadatecnológicamente.

Es preciso tener en cuenta que los contenidos políti-cos no superan el 2% en el conjunto de información quecircula en la red, mientras que los dominios comerciales ylas páginas personales de carácter privado crecen de mo-do exponencial. La mañana de la reelección de Bill Clintoncomo presidente de Estados Unidos, el buscador Infoseekabría con una portada más que significativa: “More peo-ple use infoseek finding Pamela Anderson than Bill Clin-ton. Sorry for that, Bill”. Esta portada no prueba nada,pero presenta de modo ilustrativo el peso de lo político enla red. Incluso si se atiende a los sujetos que intercambianinformación política, más que un empoderamiento de ac-

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21 C. Sparks, “La influencia de Internet en los medios de comu-nicación convencionales”, en J. Vidal-Beneyto (dir.), op. cit., p. 97.

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tores sociales marginales o un desplazamiento del poderhacia nuevos sujetos, lo que puede observarse es un cam-bio a otro medio de comunicación o, si se quiere, unacondensación de la comunicación entre los centros de po-der económico y político ya existentes22.

En relación con la presencia explícita de la política enla red, nos encontramos con tres grupos fundamentales deproyectos:

1. Predominan las ofertas o proyectos de marketing po-lítico y propaganda (por ejemplo, páginas de partidoso instituciones).

2. A continuación se encuentran los proyectos de ra-cionalización de la comunicación política (por ejem-plo, administración cercana al ciudadano) con carác-ter, en el mejor de los casos, consultivo o encaminadoa obtener legitimación.

3. A gran distancia están los proyectos mucho menosnumerosos de organización social de la política (porejemplo, votación electrónica), que buscan la cons-tatación de la voluntad y la opinión públicas pormedio de “pulsar el botón”.

En relación con los actores políticos que dominan lacomunicación política en la red, cabría señalar tres tiposfundamentales:

1. En primer lugar están los grandes proveedores decontenidos, que venden información actual en for-mato socialmente aceptable, es decir, que comercia-lizan la política como efecto colateral de la comer-cialización de la esfera pública.

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22 P. Dahlgren, “La democracia electrónica, Internet y la evo-lución del periodismo. Cómo utilizar el espacio disponible”, en J. Vidal-Beneyto (dir.), op. cit., p. 171ss.

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2. En segundo lugar tenemos las empresas políticaspoderosamente situadas en la realidad, capaces deorganizar grandes redes centralizadas con públicosdébilmente vinculados.

3. A gran distancia les siguen los ciudadanos activos ylos actores políticos marginales, que se aprovechande las ventajas de la red en cuanto a los costes y ladifusión para hacerse un pequeño hueco.

A estos datos sobre el desequilibrio entre proyectos yactores políticos en la red es necesario añadir una refle-xión sobre el papel político del hipervínculo. Éste no pro-viene de la profusión de informaciones, sino de la praxisde enlace y referencia, es decir, de la lucha por la atenciónescasa. Los llamados links estructuran el reparto de la vi-sibilidad, la atención y, en definitiva, del reconocimientoen el espacio de la información. Sólo quien demuestra unacompetencia referencial se comporta de modo adecuadoal sistema y a ese espacio específico de información. Lareputación o capital social en la red se origina a través decompetentes referencias a otros y referencias de otros auno mismo. La reputación crea centralidad, y viceversa.El mecanismo del hipervínculo no es otra cosa que un im-perativo sumamente coactivo a abandonar la periferia, lamarginalidad o, formulado de modo más político, el di-senso potencial en favor de la centralidad o la corrientedominante. Los buscadores no hacen sino reproducir estadinámica.

Podemos concluir estas breves reflexiones sobre cibe-respacio, opinión pública y democracia señalando que:

– la red no es el lugar de decisiones políticas demo-cráticas, pero sí es un lugar de comunicación, sin laque las decisiones dejan de ser democráticas y efec-tivas. Es necesario, pues, usar la red como espacio

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de comunicación en donde queden representadoslos intereses y las necesidades de los ciudadanos decara a la toma de decisiones políticas.

– la crisis de representación política de la modernidadtardía favorece la política populista, el liderismo,que puede establecer vínculos de aparente democra-cia directa con los individuos en la red sin organiza-ciones intermediarias en las que se articulan dere-chos colectivos y se refuerza la voluntad política. Esnecesario, pues, que dichas organizaciones utiliceny potencien la capacidad asociativa y descentraliza-dora de la red de cara a la representación de los in-tereses de los ciudadanos.

– la tendencia a una dualización de la red puede con-ducir a un doble sistema de servicios gratuitos y ma-los y otros de calidad, pero sólo accesibles mediantepago. Es necesario, pues, asegurar espacios públicosy gratuitos de acceso a contenidos de alto valor.

– los sindicatos, las asociaciones, las fundaciones, lasiniciativas ciudadanas, etc., tienen escasas posibili-dades para controlar por medio de la propiedad lasinfraestructuras de la red. Es necesario, pues, queconcentren sus esfuerzos en proveer de contenidosa sus miembros y en contribuir a su autoorganizaciónen la red.

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