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NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA ATALANTA TEXTOS

Textos - Nicolás Gómez Dávila

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«Atalanta pone ahora a disposición del lector español los aforismos de uno de los hitos del pensamiento en lengua castellana del siglo XX.» Miquel Porta Perales. ABC «La obra de Gómez Dávila es inagotable, y para quien esto escribe una verdadera sorpresa: el descubrimiento de una mente lúcida, con una capacidad expresiva (comprensiva) digna de los grandes aforistas de cualquier época.» Juan Malpartida. Letras Libres

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NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

ATA L A N TA

TEXTOS

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Tras la publicación de los aforismoscompletos de su obra magna, «Es co -lios a un texto implícito», Atalanta pre-senta ahora el segundo libro que apa-reció en vida de Nicolás Gómez Dávila.Publicado en 1959 en Bogotá, bajo elsobrio título de «Textos I», este volu-men tiene la particularidad, dentro delconjunto de su obra publicada, de serel único escrito en prosa continua. Asípues, el lector puede aquí sa borear entoda su extensión la eficaz calidad desu estilo.

Pero aparte del placer sensual quereporta la prosa de Gómez Dávila, estelibro ofrece una clave esencial de supensamiento, pues según FranciscoPizano de Brigard, en él se encuentratodo el desarrollo de su teoría de lareacción: el texto implícito al que alu-den los «Escolios» (que se hallaría en -tre las páginas 55 y 84 de este libro),donde se exponen, «sin ningún propó-sito didáctico», las líneas esenciales desu visión antropológica y metafísica delhombre.

Cierra el volumen la recuperaciónde un breve texto perdido, «El reaccio-nario auténtico», que completa y sinte-tiza su visión filosófica del mundo, quelejos de ser una «exposición dialécticadel universo», es el lúcido «llama-miento de una libertad despierta a unalibertad dormida».

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MEMOR IA MUND I

ATALANTA

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NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

TEXTOS

ATA L A N TA2010

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En cubierta: N. G. D. en su hacienda Canoas-Gómez. Soacha, Cundinamarca, ca. 1970.

En contracubierta: Hoja manuscrita de 1940. Texto inédito sobrela Segunda Guerra Mundial.

Dirección y diseño: Jacobo Siruela

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© Sucesores de Nicolás Gómez Dávila© EDICIONES ATALANTA, S. L.

Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. EspañaTeléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34

atalantaweb.com

ISBN: 978-84-937247-7-1Depósito Legal: B-8.719-2010

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Í N D I C E

Nota del editor9

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El reaccionario auténtico149

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Nota editorial

En 1959, la Editorial Voluntad de Bogotá publi -có el segundo libro, que apareció en vida de Nico-lás Gómez Dávila, con el sobrio título genérico deTextos I. Como ya ocurrió anteriormente con su pri-mera obra publicada, Notas. Tomo I (México, 1954),este libro también fue promovido gracias al empeñode su hermano Ignacio, en una edición exclusiva yfuera de comercio de trescientos ejemplares, «dedi-cada a sus amigos». Aunque su autor agradeció elgesto fraterno, no le agradó que se llevaran sus pape-les a la imprenta sin haber pasado antes por su exi-gente criba y corrección final, y desde entonces secui dó mucho de poner a buen recaudo todas sus no -tas, y no volvió a dejar ninguna hoja manuscrita queno fuese un folio mecanografiado con cierto carácterdefinitivo. Por lo demás, Gómez Dávila no hizo entoda su vida ningún intento de aproximación a un

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editor, ni trató de difundir su obra utilizando sus in -fluencias, y serían tres organismos oficiales, el Ins ti -tuto Colombiano de Cultura, Procultura con la Nue - va Biblio teca de Cultura Colombiana, promo vidapor la Presi dencia de la República y el Instituto Caroy Cuervo, los encargados de publicar sus Escolios,siempre impulsados por el entusiasmo de unos pocosy cultos admiradores. Al igual que Notas, Textos es una obra inconclusa.

Su segundo volumen jamás vio la luz, de ahí que sehaya optado en esta edición por suprimir del título lafalsa expectativa que suscita su engañosa cifra cir-cunstancial. A pesar de tratarse de una obra de tran-sición, en la que el autor no ha descubierto aún suvoz definitiva, este ensayo filosófico tiene dos parti-cularidades que merecen ser destacadas en el conjun-to de su obra. Por un lado, es el único entre sus librospublicados que está escrito en prosa continua, enforma de tratado; así pues, el lector podrá saborearen toda su extensión la eficacia y calidad de su estilo.Pero, aparte del placer sensual que siempre reporta laprosa de Gómez Dávila, esta obra ofrece además unaclave esencial de su pensamiento, pues según Fran -cisco Pizano de Brigard, la idea seminal de su parti-cular teoría de la reacción, es decir, el «texto implíci-to» al que aluden los Escolios, encontraría su primerdesarrollo completo entre las páginas 55 y 84 de lapresente edición. En efecto, en ellas Gó mez Dávilaexpone, «sin ningún propósito didáctico», lo que se -rán las líneas esenciales de su visión antropológica,histórica y metafísica del hombre.

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El asunto principal de este apartado es la democra-cia, que aquí no se entiende como mera forma degobierno, sino como una especie de «religión antro-poteísta», en la cual «el hombre asume al hombrecomo Dios». Esta teología involuntaria, atea y pro-gresista, otorga al ser humano el papel de transfor-mar la historia del mundo de acuerdo a la medida desus propios anhelos. Tal declaración universal delhombre como centro de todas las cosas supone lanegación de la autonomía de los valores, tema centralde su pensamiento, pues para Gómez Dávila losvalores no dependen de la historia ni de los vaivenesdel juicio humano: son inmutables y autónomos,como los arquetipos platónicos. A partir de este pos-tulado, «el hombre [ya no] es un viajero taciturnoentre misterios», sino que ha pasado a presidir, conorgullo, una teodicea de antropoteísmo futuristacuyo vano sueño es la progresiva posesión del mun -do. Para Gómez Dávila esto supone una confusióncatastrófica de la historia humana; y como conse-cuencia de ello, su rechazo total a la doctrina de mo -crática del mundo moderno constituye «el reductofi nal, y exiguo, de la libertad humana». El «tex toimplícito» termina con esta incómoda aseveraciónde cualquier pensamiento acomodado: «En nuestrotiem po, la re beldía es reaccionaria, o no es más queuna farsa hipócrita y fácil». Concluye este volumen con el rescate de un texto

breve y sintético en esta misma línea de pensamiento.Se titula El reaccionario auténtico, y fue publicadopóstumamente en 1995 como parte del homenaje que

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la Revista de la Universidad de Antioquía de Me de -llín (n.º 240 de abril-junio) le dedicó un año despuésde su muerte. Sólo nos resta agradecer a Ben jamínVillegas, editor y agente de su obra, las oportunasgestiones realizadas con la Universidad de Medellínpara proporcionarnos el texto, y a la hija del autor,Rosa Emilia Gómez Nieto, el permiso para poderloañadir a esta edición.

Jacobo Siruela

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La vida es un valor.Vivir es optar por la vida.

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El hombre nace rebelde. Su naturaleza le repugna.El hombre ansía una inmanencia divina. El mun -

do entero sería el cuerpo insuficiente de su implaca-ble anhelo.

Pero el hombre no es la única ilimitable codicia devida. Todo, en el universo, imperializa; y cada exis -tencia singular ambiciona extenderse a la totalidaddel ser. El animal más miserable, entregado sin pro -hibiciones a su fiebre, coparía el espacio y devoraríalas estrellas. En los charcos de los caminos hay efí-meros organismos que contienen la virtual posesióndel cielo.

Ningún límite es interior al ser; ninguna ambiciónse recusa a sí misma. Toda renuncia nace de un obs-táculo; toda abstención, de un rechazo. El universoes un sistema de limitaciones recíprocas, don de elobjeto se construye como una tensión de conflictos.

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La violencia, cruel ministro de la limitada esencia delas cosas, impone las normas de la existencia actuali-zada.

Pero si la intervención de ajenas presencias ampu-ta y trunca infinitos posibles, nuestra alma escuálidasólo es capaz de una fracción de los actos con quesueña. Todo el mundo es frontera, término, fin.

Nuestro terrestre aprendizaje es un desposeimien-to minucioso. Cada atardecer nos desnuda. Nuestraambición persigue decrecientes pequeñeces. Vivir noes adquirir, sino abdicar.

Todo es reto para que nuestra impotencia seconozca; todo es barrera para que nuestra debilidadse advierta y se admita. Entre nuestra avidez y el fru -to que la sacia, una breve distancia extiende un espa-cio igual al infinito. Nuestro más hondo deseo esnuestra imposibilidad más segura.

Nuestra vida se deshace en cada uno de sus gestos,abandonando al limbo innúmeros abortos. Vivi mosahuyentando larvas que apetecen nuestra sangre. Nues - tro destino es la presión que ejerce la pétrea abdu -ración de una muerta libertad; cada elección obs truyelas direcciones no elegidas; en cada uno de nosotrosgimen los ahogados fantasmas que no fuimos.

La opción impasible y lívida preside todo instante.Anhelamos aunar y confundir en una posesión

simultánea objetos antagónicos, pero la implacableexigencia de actos coherentes divide y lamina nuestraavidez de monstruosas conjunciones. La incompati-bilidad de satisfacciones contrarias anula el deliciosodesorden de nuestros apetitos.

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Pero si la simultaneidad nos delude, el tiempo nosveda un cumplimiento sucesivo. Todo acto es fecun-do, y nadie puede abolir sus consecuencias. El vahodel pasado nos impregna. Inhábiles para retornar anuestras encrucijadas pretéritas, no podemos pasear-nos en el tiempo como por un obscuro corredor. Lavida ignora el arrepentimiento, y olvidó erigir confe-sonarios en sus vanos templos.

Los años son nuestras celdas sucesivas. La vidatraza una espiral desde el infinito de nuestras ambi-ciones hasta la fosa donde su vértice se clava.Nuestros sacrificios anticipan la rigidez postrera.

Somos, sin embargo, reos condenados a dictarnuestra propia sentencia. El hombre no puede entre-garse a la trayectoria de su vida, como la piedra a lacurva parabólica que la devuelve a la tierra. La vidano es un camino llano entre murallas; sino la sendanacida de nuestros pasos, como nuestras huellas.

El hombre es un animal perdido, sin ser un animalabandonado. El hombre no sabe adónde dirigirse,teniendo sin embargo la obligación de llegar. Unavoz imposible de oír lo conmina. El hombre sólosabe si cumple, después de arrostrar el fracaso.

Somos libres de postular los fines más diversos,libres de ejecutar las acciones más contrarias, libres deinternarnos en las selvas más oscuras, pero nuestralibertad es sólo una libertad de errar. Si somos dueñosde mutilar la promesa inscrita en nuestra carne, sudeterminación excede nuestro siervo albedrío.

La libertad no se alza como una plataforma side-ral, para que el hombre se trace desde ella una ruta

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arbitraria entre los astros. La libertad no es el poderde fijar metas, sino el poder de malograrlas.

La libertad es nuestro riesgo, el noble privilegiode incumplir nuestro deber. El animal avanza, imper-turbable, hacia la plenitud de su esencia; y la materiala realiza con su existencia sola. El hombre se estre-mece y oscila al borde de sí mismo. Nunca es blancodonde vibra la flecha clavada; sino aguda flecha en elviento.

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La filosofía que no se resigna a impuros manipu-leos peligra satisfacerse sólo a sí misma. Fascinadapor la precisión que logra al obedecer a estrictas nor-mas técnicas, suele escoger con habilidad los proble-mas que le conviene afrontar. La importancia que lesatribuye, o la urgencia que les concede, no admitenmás criterio que la docilidad con la cual los proble-mas se someten a las exigencias del método celosa-mente elaborado.

Sorda, así, al enigma que la invoca desde lapenumbra cotidiana, la filosofía desadvierte la inte-rrogación opaca, inmoble y tosca, para rendirse a laambición de soluciones elegantes y precisas. Sus pre-tensiones a un escrupuloso rigor de raciociniocorrompen esta filosofía más codiciosa de ser sutilque profunda, y más ingeniosa que obstinada.

La filosofía se enriquece a costa del abandono de

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la vida. El hombre, expoliado de sus naturales instru-mentos por esa limitación ambiciosa, víctima inmola-da a una estéril victoria, acepta como solución a susproblemas más urgentes la estructura en que se equi-libran las presiones ejercidas por broznos resabiosprimitivos.

Sin embargo nuestra condición terrestre no toleraque el hombre desdeñe los problemas que descartauna filosofía envanecida con su integridad y su pure-za; –si la filosofía claudica, los instintos desuncidosimperan con ingenua petulancia. La filosofía nopuede ser solamente lucero de nocturnas vigilias.

Para salvaguardarse de sus peligrosos triunfos,conviene que la filosofía acometa la meditación delugares comunes. Éste es el precio de su sanidad, yde la nuestra.

En verdad nada más imprudente y necio que elcomún desdén del lugar común.

Sin duda los lugares comunes enuncian propo -siciones triviales, pero desdeñarlos como meros tó -picos es confundir las soluciones insuficientes queproponen con las interrogaciones auténticas que in -cansablemente reiteran. Los lugares comunes no for-mulan las verdades de cualquiera, sino los problemasde todos.

La sabiduría que la humanidad condensa en suslugares comunes no es tanto la suma de sus aciertos,como la experiencia de sus inquietudes. Lo que ellugar común nos aporta es la evidencia de un proble-ma, la incansable constancia de una interpelaciónpermanente.

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Si caminásemos sobre un suelo estable, hacia unaclara meta, los lugares comunes serían la doctrinacertera del hombre; pero, en la estepa movediza, loslugares comunes recuerdan, a las generaciones nue-vas, la universal tribulación de las generaciones pre-téritas. La misma trivialidad de las soluciones nosmantiene, con saña tenaz, inmóviles ante la gravedadde los problemas que esconden.

La inmemorial reiteración de una fórmula insulsasólo puede obedecer a exigencias profundas.

Podemos discutir la validez de una solución, auncuando la ampare un acatamiento universal, pero launiversalidad de un problema basta para probar suimportancia, y el escepticismo mejor armado sólopuede lograr el traslado de su colocación aparente asu sitio verdadero.

Cualquiera que sea el disfraz que revista, el lugarcomún es una invitación tácita a cavar en su recinto.

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«Atalanta pone ahora a disposicióndel lector español los aforismos de unode los hitos del pensamiento en lenguacastellana del siglo XX.»

Miquel Porta Perales. «ABC»

«La obra de Gómez Dávila es inago-table, y para quien esto escribe unaverdadera sorpresa: el descubrimientode una mente lúcida, con una capaci-dad expresiva (comprensiva) digna delos grandes aforistas de cualquierépoca.»

Juan Malpartida. «Letras Libres»

Nicolás Gómez Dávila (1913-1994)nació en Bogotá. A los seis años su fa -milia se traslada a París, donde ad -quie re un gran dominio de las lenguasclásicas y el pensamiento y la literatu-ra europeas. A los veintitrés años vuel-ve a su ciudad natal. Con el paso deltiempo, va atesorando en su mansiónuna notable biblioteca, en donde serecluye a diario para leer y escribir. A lolargo de toda su vida trabajó en unasabia destilación de todas sus lecturas,que tituló «Escolios a un texto implíci-to», cuyos ocho mil aforismos fueronapareciendo sucesivamente en cincovolúmenes, entre 1977 y 1986. Su obracomenzó a ser reconocida gracias alimpulso recibido en Alemania de BothoStrauss y Ernst Jünger y en Italia de laedición de Adelphi.

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