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Ingrato destino el de nuestras ciudades. En menos de tres semanas, dos catástrofes nos han arrebatado una veintena de vidas y dejado sin hogar a cerca de 25 mil familias en el norte grande y en el puerto de Valparaíso. Mucho se ha debatido si la reconstrucción respetará el arraigo de las familias a los cerros o se las erradicará de las zonas de riesgo. Se ha hablado de responsabilidades políticas, técnicas o simple negligencia por no haber previsto la amenaza, haber regularizado hogares en zonas de riesgo o simplemente hacer vista gorda ante el problema. Valparaíso, con sus cerros inaccesibles para los equipos de emergencia y sus quebradas repletas de basura y campamentos, no era más que una bomba de tiempo haciendo tic-tac hasta que alguien prendiera la mecha. Lo mismo con el aislamiento y escasa provisión de servicios en Alto Hospicio, o la vulnerabilidad del plano de Iquique y Antofagasta con servicios e infraestructura crítica ubicadas en zona de riesgo de tsunami. Antes de criticar a las autoridades de turno en cuanto al manejo de la emergencia o la viabilidad de los planes de reconstrucción definitiva, quisiera hacer un llamado para despolitizar el debate, evitar odiosas comparaciones y mirar el tema como un problema de Estado. El 2010, el Banco Mundial en su documento “Riesgos Naturales-Desastres Artificiales”, advertía que el incremento experimentado en desastres urbanos cambiará las reglas del juego a nivel global. ¿Cuáles son esas reglas del juego y qué estamos haciendo para entenderlas? No basta con reformular la Onemi, o seguir improvisando supraestructuras como los delegados presidenciales. Necesitamos con urgencia Tipo texto: Columna de opinión Fecha: LT_5mayo2014 Autor: Pablo Allard Título: Riesgos naturales, desastres artificiales

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Noticias de 2014

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Tipo texto:Columna de opinin Fecha: LT_5mayo2014Autor: Pablo AllardTtulo: Riesgos naturales, desastres artificiales

Ingrato destino el de nuestras ciudades. En menos de tres semanas, dos catstrofes nos han arrebatado una veintena de vidas y dejado sin hogar a cerca de 25 mil familias en el norte grande y en el puerto de Valparaso. Mucho se ha debatido si la reconstruccin respetar el arraigo de las familias a los cerros o se las erradicar de las zonas de riesgo. Se ha hablado de responsabilidades polticas, tcnicas o simple negligencia por no haber previsto la amenaza, haber regularizado hogares en zonas de riesgo o simplemente hacer vista gorda ante el problema. Valparaso, con sus cerros inaccesibles para los equipos de emergencia y sus quebradas repletas de basura y campamentos, no era ms que una bomba de tiempo haciendo tic-tac hasta que alguien prendiera la mecha.Lo mismo con el aislamiento y escasa provisin de servicios en Alto Hospicio, o la vulnerabilidad del plano de Iquique y Antofagasta con servicios e infraestructura crtica ubicadas en zona de riesgo de tsunami.Antes de criticar a las autoridades de turno en cuanto al manejo de la emergencia o la viabilidad de los planes de reconstruccin definitiva, quisiera hacer un llamado para despolitizar el debate, evitar odiosas comparaciones y mirar el tema como un problema de Estado.El 2010, el Banco Mundial en su documento Riesgos Naturales-Desastres Artificiales, adverta que el incremento experimentado en desastres urbanos cambiar las reglas del juego a nivel global. Cules son esas reglas del juego y qu estamos haciendo para entenderlas? No basta con reformular la Onemi, o seguir improvisando supraestructuras como los delegados presidenciales. Necesitamos con urgencia contar con una poltica nacional de prevencin de riesgos y gestin de desastres. Esta poltica debiese ser multisectorial, generando una institucionalidad ligera y coordinadora, capaz de atacar el tema en forma descentralizada y permitir -entre otras cosas- la definicin precisa de las reas de riesgo en el pas, ya que el desarrollo en ellas implica generar condiciones de seguridad mnimas, tales como vas de evacuacin, infraestructuras de mitigacin, capacitacin a la poblacin sobre el riesgo y estrategias de comunicacin.No se trata de generar una psicosis masiva a lo largo del pas, o dilapidar los enormes esfuerzos que las autoridades han hecho para reforzar la red de sismologa, monitoreo de volcanes, el SHOA y tantas otras capacidades, pero tampoco podemos seguir ignorando el riesgo o improvisando cada vez que se activa.No sabemos dnde se registrar la prxima catstrofe, pero s sabemos que todo Pucn -salvo la pennsulaest bajo riesgo inminente de uno de los volcanes ms activos del pas, y tenemos al menos 40 localidades en la misma condicin. Tambin sabemos que parte importante de los barrios residenciales del sector oriente de la capital estn sobre la falla de San Ramn, que barrios completos del gran Concepcin estn construidos sobre humedales inundables, o que un gran porcentaje de Iquique, Antofagasta y La Serena estn bajo la cota de riesgo de tsunami. Sabemos tantas cosas que no queremos reconocer, que al menos deberamos aprender las lecciones y hacer polticas pblicas para aprender a vivir reduciendo los riesgos naturales y evitando que se conviertan en desastres artificiales.

Tipo texto:Editorial Fecha: EM_2mayo2014Autor: --Ttulo: El rol del Tribunal Constitucional

Cuando una fuerza poltica goza de mayoras que le permiten ejecutar cambios legales importantes sin necesidad de buscar acuerdos, surge la tentacin inherente al poder, de incrementarlo y destruir todos los potenciales obstculos que puedan presentarse para su despliegue o perpetuacin. Una forma de hacerlo es la de apelar a aquel sofisma segn el cual la democracia consiste exclusivamente en la regla de la mayora. Segn ese razonamiento, cualquier decisin que la mayora adopte en un momento determinado sera sagrada y, por lo tanto, cualquier obstculo a la ejecucin inmediata de ese acuerdo mayoritario no sera ms que una deleznable y antidemocrtica reaccin conservadora. Tal parece ser el trasfondo de los ataques que algunos actores polticos han dirigido ltimamente en contra del Tribunal Constitucional. Se omite, sin embargo, que la democracia descansa sobre principios e insituciones que slo en forma indirecta dependen de las mayoras. Estas bases de la democraciase pueden caracterizar como acuerdos de largo plazo - las clusulas de un contrato social- o como estructuras e instituciones necesarias para la libertad individual. En cualquier caso, los Estados modernos plasman el contenido de esas bases en la Constitucin, que se caracteriza precisamente porque no depende de las mayoras cincunstanciales. El Tribunal Constitucional no tiene otro cometido que el de ser una jurisdiccin "especializada" en el contenido de esa especie de carta de carta de navegacin de la sociedad. Si no existiera, habra que inventarlo, traspasando sus competencias a otros rganos tal como lo muestra la experiencia internacional y el propio desarrollo democrtico chileno, que concibi por primera vez la figura de un Tribunal de estas caractersticas en medio de las turbulencias que enfrent el pas a principios de la dcada de 1970, y que posteriormente fue perfeccionando y reforzando sus atribuciones. Incluso durante el rgimen mililar, fue precisamente la existencia de este tribunal y eI ejercicio de sus funcioes de control preventivo un factor determinante para que el plebiscito de 1988 se desarrollara en un contexto de garantas para todos los sectores polticos. Por eso la discusin acerca de si conviene o no contar con una magistratura contitucional se refiere, en el mejor de los casos, a una cuestin orgnica y no constitucional. Ningun Estado puede darse el lujo de entregar la interpretacin de la Constilucion a los mismos que deben ser limitados por ella. Un Tribunal Constitucional no es conservador ni liberal, sino que se limita a dar cuenta de la forma como la sociedad inlerpreta sus acuerdos de largo plazo. Por eso, la misma Constitucin ha previsto una serie de mecanismos para asegurar que ello ocurra . En primer lugar, la forma de designacin de los ministros que garantizan dentro de lo posible esa continuidad, permitiendo a la vez que la integracin vaya reflejando las grandes tendencias presentes en la poltica contingente. Con independencia de los aciertos y desaciertos, pues los ha habido tanto en los fallos del tribunal como en la designacin de sus integrantes, este ha sido un aporte real y constructivo de la democracia chilena, especialmente a partir de la reforma de 2005. Sera un grave error ceder a la tentacin del poder de una myora contingente y promover cambios que debiliten los acuerdos que estn en la base de nuestro enntendimiento y de la paz social

Tipo texto:NoticiaFecha: LN_1mayo2014Autor: Bruno Delgado (periodista)Ttulo: Fenpruss en picada contra Maalich: no conoci la realidad de la salud pblica

La presidenta nacional de la organizacin de salud coment que las relaciones que han sostenido con la actual ministra de la cartera, Helia Molina, son positivas, a diferencia de lo que ocurrido en el Gobierno anterior.

Una de las organizaciones que se hizo presente durante lafra maana del 1 de mayo en la marcha organizada por la CUTfue laFederacin Nacional de Profesionales Universitarios se los Servicios de la Salud (Fenpruss). Su presidenta nacional,Gabriela Faras, tuvo tiempo para referirse sobre las demandas laborales y recordar al ex ministro del rea Jaime Maalich.Con un lienzo blanco en el que con letras azules est escritoNo + AFP, Faras record que la organizacin siempre se ha hecho presente para conmemorar el Da del Trabajador, pero sealando que esta es una oportunidad diferente de las anteriores.Salimos a marchar como todos los aos, pero este ao es especial.Queremos dar una fuerza de unidad a los trabajadores a este nuevo Gobiernoy que nuestras demandas como trabajadores son importantes, coment la lder de la Fenpruss.A la hora de detallar las principales demandas que tienen nombra 3 ejes centrales:eliminar el sistema de AFP, sea ste privado o en un futuro el propuesto por Michelle Bachelet el que sera estatal.Avanzara unsistema de reparto solidario. Ytrabajarporpensiones decentes.

MAALICH ENTRE CEJA Y CEJASobre la nueva titular de Salud, la ministraHelia Molina, la lder de Fenpruss slo entreg palabras positivas.Ha sido una relacin mucho ms afable, es una mujer respetosa y comprensivacon el sistema de salud pblico, explica, y de inmediato recuerda al antecesor en la cartera: Jaime Maalich,."El doctor Maalich que nunca conoci la realidad del sistema pblico de salud, comenta Gabriela Faras. Una de las integrantes de la organizacin que despidi al ex ministro con un carnaval en las afueras de La Moneda y del que dice que no se han olvidado.El 29 de noviembre del ao pasado, el entonces hombre de Estado dijo queestos dirigentes (de la Fenpruss) pretenden en la realidad hacer un robo a los beneficiarios de la salud pblica, porque quieren un aumento extraordinario, no razonable, no justo.Es por lo que iniciaron una accin legal en contra del ex director mdico de la Clnica Las Condes. Al doctor Maalich no lo tenemos olvidado.Tenemos una querella en su contra por los dichosque tuvo contra de la Fenpruss, sostuvo Faras.Por ltimo, la lder de la organizacin expres que a su juico laadministracin de Sebastin Piera mantuvo una publicidad engaosasobre el desarrollo de las acciones del Gobierno.El hospital de Puente Alto es una burla para los que viven en esa zonay necesitan que la salud se acerque a ellos, sentenci.