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TIEMPO PASCUAL Sugerencias y materiales Dossiers CPL, 100 Centre de Pastoral Litúrgica Barcelona

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TIEMPO PASCUAL

Sugerencias y materiales

Dossiers CPL, 100Centre de Pastoral Litúrgica

Barcelona

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No está permitida la reproducción pública total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento sin la autorización escrita de la editorial.

Primera edición: enero del 2004Edita: Centre de Pastoral LitúrgicaISBN: 84-7467-953-2D.L.: B-3.341-2004Imprime: JNP

Este libro ha sido preparado por Josep Lligadas

Incluye copia en disquete de todos los materiales, para adaptar su contenido a cada lugar (ver modo de uso en la página 123)

Con licencia eclesiástica

SUMARIO

Presentación ..................................................................................... 7

Vivir la Pascua La cincuentena pascual, tiempo fuerte, centro de todo el año. J. Aldazábal ...................................................................... 11 Sugerencias para el tiempo pascual. J. Gomis – J. Lligadas ... 16 Las celebraciones del domingo de Pascua. J. Aldazábal ......... 30 El cirio pascual. J. Aldazábal .................................................. 33 Vocabulario pascual. J. Aldazábal ............................................ 37

El leccionario Pascual Las lecturas del ciclo A. P. Tena ............................................... 43 Las lecturas del ciclo B. J. Lligadas ........................................ 47 Las lecturas del ciclo C. J. Aldazábal ...................................... 51 El leccionario ferial. P. Tena .................................................... 56

Materiales para la Eucaristía Acto penitencial. J. Lligadas .................................................... 61 Oración de los fieles. J. Lligadas ............................................. 63 Invitación al Padrenuestro ........................................................ 87 Oración de la paz ...................................................................... 88 Invitación a la comunión .......................................................... 91 Un salmo para después de la comunión ................................... 92

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PRESENTACIÓN

Completando ya la serie de Dossiers CPL dedicada a facilitar materiales y sugerencias para una mejor celebración de los tiempos litúrgicos, ofrecemos este libro dedicado al Tiempo Pascual. Algunos de los materiales y sugerencias que aquí se presentan proceden de anteriores publicaciones, y han sido oportunamente revisados y actualizados, mientras que otros muchos son nuevos. Y además, como hemos hecho con los otros volúmenes semejantes a este, todos los materiales de uso directo se ofrecen también en un disquete que permite adaptarlos a los distintos lugares y situaciones.

Los responsables de las celebraciones encontrarán en estas páginas, por una parte, un amplio conjunto de sugerencias y orientaciones generales y concretas, tanto para la celebración dominical y diaria como para la vivencia personal y comunitaria de la Pascua.

Y luego, mucho material. Pensando sobre todo en la misa diaria (por ejemplo, un formulario de oración de los fieles distinto para cada día), pero también para la misa dominical y para algunas otras circunstancias.

Y todo ello, para lograr que la cincuentena pascual, el tiempo más importante del año, pueda ser vivida con toda su intensidad y riqueza.

Otros materiales Para rezar en casa ..................................................................... 101 Comentarios a las lecturas breves de vísperas. J. Aldazábal .. 108 Pregón de Pentecostés. P.J. Ynaraja ........................................ 114 Mayo: ¿Pascua, Pentecostés, mes mariano? J. Aldazábal ...... 118

Cómo usar el disquete ........................................................................ 123

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VIVIR

LA PASCUA

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LA CINCUENTENA PASCUAL,TIEMPO FUERTE,

CENTRO DE TODO EL AÑO

JOSÉ ALDAZÁBAL

No interrumpir la cincuentena

El Tiempo Pascual comprende cincuenta días, vividos y celebrados como un solo día:

“Los cincuenta días que median entre el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo” (Normas sobre el calendario, n. 22).

Es una cincuentena festiva que debe centrar nuestro año litúrgico, porque es su tiempo más fuerte y significativo. La Cuaresma nos ha debido preparar a esta celebración. Y la Noche Pascual ha “inaugurado” la Pascua, que ahora se extiende durante siete semanas de vivencia intensiva. El día de Pente-costés no será una fiesta aparte, sino que es la plenitud y cumplimiento de lo inaugurado en la Noche de Pascua: el Espíritu, que resucitó a Jesús de entre los muertos. Tampoco la Ascensión debe “dividir” esta cincuentena. El tiempo Pascual debe vivirse como una unidad hasta la tarde del día de Pentecostés. Aquel día, y no el día de la Ascensión, se apaga el cirio pascual, que ha sido el signo exterior de la celebración de la Nueva Vida del Señor. Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se suprimió la octava siguiente a Pentecostés, porque no es esta fiesta, como independiente, la que se prepara o se prolonga, sino que es la cincuentena pascual la que se cumple ese día. Al día siguiente reemprenderemos el “tiempo ordinario” en su semana correspondiente…

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12 13Vivir la Pascua

La Pascua de Cristo y la Pascua de la Iglesia

En estos cincuenta días celebramos el Paso de Cristo a su Nueva Vida. Es un misterio central. La obediencia al Padre, con la entrega de su vida en la Cruz, y la acción poderosa del Padre que, por su Espíritu, le resucita de entre los muertos.

Cristo Jesús ha pasado en su Misterio Pascual a una nueva forma de exis-tencia. Ha sido constituido “Señor” y primogénito de toda la creación. Ha entrado definitivamente en la esfera del Espíritu y vive para el Padre.

Y como este “Paso” (Pascua) lo ha dado como Cabeza de la nueva huma-nidad, se ha convertido en modelo y prototipo de lo que la Iglesia entera, la comunidad de sus creyentes, tiene que realizar. El es el Hermano Mayor, que ha recorrido el camino a la Nueva Vida. El “príncipe de la Vida” (Pedro, en Hch 3,15), el “jefe de fila” (Hb 2,10 y 12,2), el “primogénito de entre los muertos” (1Co 15). A él debemos seguirle todos los cristianos.

Los cristianos desplegamos en la historia la Pascua de Jesús. La vamos desa-rrollando. Se puede decir que la Pascua no está terminada: se ha cumplido en nuestra Cabeza, Cristo; pero todavía tiene que cumplirse en nosotros. El Paso al Padre, y a la nueva existencia, continúa en nosotros.

La celebración de la Pascua es, pues, “meterse en ella”, aceptar sus motivos-fuerza y dejarse resucitar a la nueva vida por el mismo Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos.

La presencia del Señor Resucitado

La clave para entender la vida cristiana, en todos sus aspectos, es ésta: Cristo, por su Espíritu, está presente a nosotros. Él ya no tiene, como Glorioso, límites de tiempo y de espacio. Está liberado de la materia y sus limitaciones.

Es una lástima que, al hablar de “presencia real de Cristo”, sólo pensemos en su presencia eucarística. Su presencia es mucho más universal y radical: está presente en su Iglesia en todo momento, cuando se congrega para la oración o para los sacramentos, cuando celebra la Palabra de Dios, cuando

predica y da testimonio, cuando se dedica al servicio de los hombres en las obras de misericordia…

Todas esas presencias de Cristo son “reales”. Su presencia no puede dejar de ser real, personal y salvadora.

En la Eucaristía, a esa presencia salvadora y real se añade el que Cristo “se da a sí mismo como alimento para ser comido”, llevando su intercomunicación personal con los creyentes al máximo grado de intensidad y eficacia.

En realidad, se trata de una única presencia de Cristo, Glorioso y Resucitado. Que adquiere matices diferentes, según la celebración o el momento de su comunidad de creyentes.

Esta clave puede unificar todos los aspectos de nuestra vida.

Una comunidad no tiene sentido partiendo primordialmente de la buena voluntad de sus miembros, o de las normas de una Regla, o de la misión concreta que les mueve. Donde encuentra verdaderamente la razón de ser y el sentido de su existencia es en la presencia vital, personal, aunque invisible, de Cristo Resucitado, que por su Espíritu les va comunicando su misión y los criterios de su vida.

Cuando esta comunidad reza, lo hace con Cristo. Cuando celebra la Eucaristía, se asocia al Cristo Glorioso, que perpetúa en sí mismo la actitud de entrega que tuvo en la Cruz. Cuando escucha la Palabra, escucha a Cristo, que “es” la Palabra viva y eterna del Padre. Cuando trabaja y se entrega al apostolado, prolonga y hace visible la caridad apostólica de Cristo, buen Pastor.

El Tiempo Pascual, al final del curso

El fin de curso trae, necesariamente, cansancio y esfuerzo.

Descubrir la presencia viva de Cristo

– en la comunidad cristiana (“donde dos o tres estén reunidos en mi nombre…”)

– en la vida de entrega de caridad (“lo que hagáis al más pequeño de estos mis hermanos…”)

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14 15Vivir la Pascua

– en las celebraciones eucarísticas (“le conocieron en la fracción del pan…”)

– en la escucha de la Palabra (“¿no ardía nuestro corazón…?”)

– en los signos de los tiempos y en la historia (“yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los tiempos”),

es lo que debe dar a nuestra convivencia y a nuestro trabajo el impulso que, ciertamente, le hará falta en estos últimos meses del curso.

Además, los cristianos deben ser signo claro para los demás de esta pre-sencia del Resucitado.

Como la primitiva Iglesia, según los Hechos, fue, en medio de la sociedad hostil o indiferente que les rodeaba, un fermento y un testimonio viviente de que el Señor había resucitado, así una comunidad cristiana, además de vivir en sí misma el misterio cristiano, debe ser dar testimonio diáfano, a todos los que la contemplan y conocen, de que vale la pena vivir por Cristo y con Cristo.

Esto lo notarán los que nos ven, de un modo convincente:

– en nuestra alegría y en nuestra ilusión por el trabajo;

– en nuestra entrega sin límites al servicio y la caridad;

– en nuestra esperanza cristiana, manifiesta en nuestro espíritu pascual y optimista;

– en nuestro dinamismo y libertad inferior, frutos de la Pascua del Señor;

– en nuestra fe, que nos mueve a celebrar, en momentos de oración, el diá-logo continuado con el Padre…

Las celebraciones en el Tiempo Pascual

En el Tiempo Pascual la comunidad deberá expresar y alimentar esta actitud de unión con el Cristo Glorioso en los momentos de oración.

Tanto en la celebración de la Eucaristía, como en su alabanza matutina y vespertina, los cantos, oraciones, lecturas, etc., deben tener decididamente un color pascual, centrados en el Misterio que se celebra.

Es verdad que lo que expresa más convincentemente nuestra conversión a la Pascua de Cristo es la caridad (“nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos”, 1Juan 3,14). Pero esa dirección “horizontal” adquiere profundidad y razón de ser cristiana en el encuentro “vertical” con Dios: en los momentos en que una comunidad escucha la Palabra, y reza, y celebra la alabanza de Dios y su Eucaristía.

La oración, en este tiempo, es la que da un tono pascual a nuestra actividad y a nuestra vida.

En esta misma colección:

Pascua / Pentecostés

Dossiers CPL 52

Con artículos y materiales para profundizar en el sentido del Tiempo Pascual.

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17Vivir la Pascua

SUGERENCIAS PARA EL TIEMPO PASCUAL

JOAQUIM GOMIS y JOSEP LLIGADAS

Recogemos aquí un amplio conjunto de ideas, sugerencias y criterios pas-torales a tener en cuenta para darle a la cincuentena pascual la fuerza y la intensidad que le corresponden. No lo hacemos en un único artículo sis-temático, sino mediante cinco artículos (el primero de Joaquim Gomis, los restantes de Josep Lligadas) que ofrecen sus aportaciones desde distintos ángulos. Con algunas inevitables repeticiones, sin duda, pero construyendo en su globalidad un útil panorama de posibilidades y caminos.

PASTORAL DE LA CELEBRACIÓN

Paradoja: después de preparar con notable esfuerzo pastoral, durante la Cua-resma, la gran celebración pascual, pasada la Vigilia y el primer domingo de Pascua, parece a menudo que entremos en domingos del tiempo ordinario. ¿Qué hacemos de la cincuentena pascual? ¿Qué hacemos de la gran fiesta cristiana que debería prolongarse durante estas siete semanas?

Habrá que preparar el tiempo de Pascua. Bastante lo sabemos. Pero es difícil: porque siempre ha sido un tiempo bastante abandonado, porque las carac-terísticas vitales de nuestro cristianismo no lo propician, porque el tiempo coge como de sorpresa en cuanto se acaba el conjunto de celebraciones de la Semana Santa, porque encima viene el verano y la gente empieza a aprovechar los domingos para salir.

Pero también sabemos suficientemente que éste es precisamente el tiempo central del año cristiano, y que por tanto habrá que intentar darle relieve tanto como sea posible. Por ello, sería bueno que esta preparación de la pastoral del tiempo de Pascua se hiciera antes de empezar la Semana Santa, reuniendo al grupo de laicos más interesados, y pensando conjuntamente con ellos por lo menos las líneas principales que el tiempo deberá tener; o, a falta de laicos, sentándonos los sacerdotes a reflexionarlo y a imaginar lo que se debe hacer.

Aquí proponemos algunas sugerencias concretas:

La ambientación de las celebraciones

Para que se vea que estamos celebrando algo importante, es decisiva la imagen tanto visual como auditiva que dé la iglesia en la que nos reunimos. No despreciemos los signos. Hay que valorarlos. Una celebración pascual pide signos festivos.

– Tantas flores como sea posible, y tanta iluminación como sea posible (más que en las bodas, por ejemplo). ¿Por qué no pedir a los asistentes que traigan flores?

– Emplear la música: vale la pena que en este tiempo, cuando la gente entre en la iglesia, se encuentre acogida por un fondo musical vivo (en directo por medio de órgano o armonio, o en conserva por medio de disco o magnetó-fono). Y que asimismo se emplee la música dentro de la celebración.

– Cubrir el ábside con un mural de colores vivos que destaque el tiempo que celebramos.

– Que en el atrio de la iglesia se ponga cada domingo un mural con alguna fotografía y algunas frases de la liturgia del día.

– Prestar atención al conjunto facistol–cirio pascual: que el cirio tenga flores y el facistol esté cubierto por un paño blanco, y dejar junto a él el agua para la aspersión, por ejemplo.

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18 19Vivir la Pascua

El estilo de las celebraciones

– Hacer la aspersión del agua cada domingo, en lugar del acto penitencial. Para que no parezca un extraño rito mágico es necesario: presentarlo como recuerdo pascual del bautismo; hacerlo muy significativo, pasando si es posible hasta el final de la iglesia por el pasillo central; también, si parece oportuno, cantar algo entretanto (un canto pascual o bautismal).

– Cantar; cantar mucho, y cantar cantos de Pascua. El aleluya debería resonar con frecuencia (explíquese alguna vez su sentido), por ejemplo destacando la aclamación del evangelio, y empleando cantos que lo contengan. Si se hace canto de paz –la paz que el Señor resucitado dio a sus discípulos–, podría ser mejor un canto de Pascua que los habituales “cantos de paz”. También, si se hace canto final, puede emplearse cualquiera que sea de alabanza.

– La predicación. Siempre resulta más fácil predicar para que la gente “se convierta” que predicar para que viva el gozo de la salvación. Sería necesario: 1) empaparse de las lecturas de estos días, meditándolas personalmente y descubriendo la riqueza que contienen; 2) hacer todo el esfuerzo para que los cristianos vean reflejado en ellas todo cuanto para ellos es vida: desde los campos que empiezan a ponerse verdes hasta las realidades de familia, de trabajo, de barrio; desde la vida sacramental de la comunidad Iglesia hasta el anuncio del Evangelio desde la vida de cada uno.

– Destacar la plegaria eucarística, cantando cada domingo –si el celebrante sabe cantar– el prefacio (o al menos sus tres invitaciones iniciales), la acla-mación de la consagración y la doxología final. Y que el celebrante proclame toda la plegaria con la conveniente expresividad.

Un tiempo sacramental

Aunque es complicado por motivos de masificación, un esfuerzo de concentrar sacramentos en este tiempo –especialmente los de iniciación– podría resultar pedagógico para ayudar a entender que los sacramentos son participación de la vida del Resucitado y no actos más o menos mágicos.

– Celebrar bautismos (¿celebrar todos los bautizos en este tiempo? Quizás ayudaría a cambiar el estilo de la celebración bautismal: quedaría más como

un acto colectivo y festivo de Pascua que como una cansina repetición de todos los domingos). En cualquier caso, sí que resulta interesante en este tiempo celebrar algún bautismo dentro de la Eucaristía dominical.

– Poner las confirmaciones en este tiempo. Para que se vea que es un sacra-mento, una nueva participación del Espíritu del Señor resucitado.

– Primeras comuniones. Que son difíciles, porque según cómo, pueden resultar molestas si se hacen en todas las misas de este tiempo. Como los bautizos, habría que intentar convertirlas en actos festivos y colectivos del tiempo de Pascua.

– La Unción de los enfermos. La Pascua es una oportunidad para rescatar este sacramento del clima más o menos macabro en que siempre se ha visto inserto. Es un momento ideal para organizar un encuentro de enfermos dentro de alguna o algunas eucaristías dominicales, administrándoles allí el sacra-mento: ¡la fuerza del Señor resucitado! Insistiendo en los temas del Espíritu que fortalece en la debilidad, en la comunión con el Señor que venció el mal. Este sacramento, tan mal comprendido, podría verse con una nueva luz si se insertara en las celebraciones pascuales. También, evidentemente, es el mejor tiempo para llevar la comunión a los enfermos los domingos con la ayuda de laicos (y religiosas) que puedan realizar este ministerio.

El carácter comunitario

En cuanto sea posible, habría que convertir el tiempo de Pascua en un tiempo de encuentro comunitario. A varios niveles:

– Es el tiempo ideal para organizar alguna salida-excursión parroquial, de carácter festivo, en la que además se prepare una celebración de la Euca-ristía bien hecha.

– Destacar alguna misa de modo particular –la del sábado por la noche, o la misa mayor del domingo– que esté mejor preparada, y que luego se facilite un encuentro de los asistentes en torno a un pequeño refresco.

– Que cada semana, en un día laborable, se programe una celebración de la Eucaristía de carácter más familiar, que permita el intercambio y el clima comunitario.

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20 21Vivir la Pascua

– Que cada domingo alguno de los grupos que están más o menos vinculados con la parroquia explique, en todas las misas (antes de la bendición final), sus actividades (de modo breve y expresivo, desde luego): desde grupos de jóvenes a Cáritas o a la catequesis infantil, o el grupo de Tercer Mundo. De este modo se hace más patente para todos la vida de la comunidad.

– Programar encuentros: por ejemplo, de los que se han casado durante el año, de los padres que han bautizado algún hijo, etc. Estos encuentros podrían hacerse invitando a asistir a cada uno de estos grupos a alguna misa dominical, que luego iría seguida de un rato de conversación más informal, o bien cabría programar un encuentro aparte, independiente de las actividades normales de la parroquia.

– Se podrían organizar algunos encuentros festivos (conciertos, festivales, etc.); o una merienda para todos los niños que hayan celebrado la primera comunión durante estas semanas. Son actos que ya se organizan en algunas parroquias y que quizá no sería difícil organizar en otras. Porque vivir la comunión cristiana no es sólo reunirse para revisar; también lo es reunirse para festejar.

Celebremos la Pascua. Es decir, empeñémonos en darle un tono festivo a todo este tiempo. Trabajemos por conseguir celebraciones expresivas de la apuesta por la vida –la vida que nos viene del Padre por Jesucristo y en su Espíritu– que es la fe cristiana. Debemos decirlo y repetirlo, pero sobre todo debemos celebrarlo. El mejor servicio que podríamos prestar a nues-tras comunidades cristianas sería intentar comunicar este espíritu pascual de celebración, de fe en el Resucitado, de esperanza en el camino hacia la vida que Dios quiere.

RECORDATORIO DE PASCUA

1. Paz y ganas. El ambiente general no ayuda, y bastante lo sabemos: poca conciencia de la cincuentena, el fin del curso, las salidas de fin de semana, las primeras comuniones... Tanto los sacerdotes como los demás responsables litúrgicos deberán ejercer dos virtudes ante esta situación: una, las ganas de celebrar la Pascua del Señor como un largo domingo de cincuenta días,

porque merece la pena; otra, la paz con la que siempre hay que afrontar las cosas difíciles, intentando sacar el máximo rendimiento de las posibilidades que tenemos, y sin amargarse porque esas posibilidades son menores que las que desearíamos tener. Porque en cualquier caso, el servicio mutuo de ayudarnos a celebrar la vida nueva de Jesús es, siempre, muy valioso.

2. La ambientación de la iglesia. Este elemento es especialmente deter-minante en el tiempo de Pascua. Tiene que notarse mucho, que estamos en un tiempo especial. En cada lugar se verá qué se puede hacer, pero por lo menos es necesario que, durante los cincuenta días, haya más flores y más luces que en el resto del año, una buena ornamentación del cirio y del agua de la aspersión, un paño blanco en el ambón... procurando, eso sí, cambiar las flores cuando se marchiten. Puede haber también otro tipo de ornamen-tación como pósters, murales, etc.: ¡que se note que celebramos con alegría el centro de nuestra fe! Y luego, será importante que, terminado el domingo de Pentecostés, se note el descenso ornamental: incluso sería conveniente que, si llegan flores con motivo de las primeras comuniones o de bodas, se retiren en las misas normales, para mantener el contraste entre el tiempo de Pascua y el resto del año.

3. Los cantos. Es otro elemento clave para resaltar el tiempo. Tendríamos que cantar todos los domingos cantos propios del tiempo de Pascua, sin ceder a la tentación de volver a los cantos ordinarios a medida que avanzan los domingos (no pasa nada si repetimos los cantos: el resto del año ya cantamos otros!). Los cantos de Pascua deben resonar durante toda la cincuentena, para que sintamos en qué tiempo estamos. Y el aleluya debe repetirse una y otra vez sin temor (recordemos, por ejemplo, que según el leccionario lo podemos utilizar todos los domingos como respuesta del salmo responsorial).

4. Los ritos específicos. La aspersión del agua es sin duda el rito más característico de los domingos de Pascua. Habrá que hacerlo con amplitud, asperjando por toda la iglesia con un manojo de ramas verdes. Y luego, otros elementos pueden ayudar a dar el tono a este tiempo, como por ejemplo el canto del Credo breve.

5. El domingo de Pascua. Normalmente, las personas más activas de la parroquia participan de la Vigilia Pascual, y ello provoca un cierto aban-dono de las misas del día de Pascua. Habrá que compensarlo. Por una parte,

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22 23Vivir la Pascua

pidiendo a monitores y animadores que vengan también a las misas del día, para vivir la Pascua ayudando a vivirla a la feligresía restante. Y por otra, poniendo en juego todos los elementos de ambientación que hemos empleado en la Vigilia.

6. El segundo domingo de Pascua. El segundo domingo de Pascua acos-tumbra a ser el día del reencuentro. Los que han pasado la Semana Santa fuera ya han vuelto, y la comunidad recupera su situación habitual. Además, desde el punto de vista litúrgico, este domingo tiene un carácter especial, con elementos propios del día de Pascua; y la primera lectura y el evangelio nos hablan de la comunidad que crece y se reúne en torno al Señor cada domingo. Por tanto, bueno será dar también un relieve especial a este día, para que todos nos sintamos formando parte de la comunidad que Jesús resucitado convoca.

7. El domingo de Pentecostés. El domingo de Pentecostés, la Pascua granada, es la culminación de los cincuenta días en honor del Señor resu-citado, la coronación de su pascua con el don del Espíritu. Este es el fruto de Jesús resucitado: su Espíritu que se derrama sobre nosotros para que su vida resucitada nos llene a todos. Es importante darle un especial relieve festivo a este domingo, porque así se marca más claramente la centralidad del tiempo pascual. Además de los elementos habituales (luces, flores rojas, cantos...), podemos concentrar también hoy la celebración de todo lo que hemos vivido a lo largo de este curso pastoral, que es, sin duda, fruto del Espíritu. Una “misa mayor” que reúna el máximo número de personas y en la que se resalte la Pascua que en ese día terminamos, el don del Espírtitu que se nos da, y la labor parroquial que hemos llevado a cabo, puede ser una buena manera de celebrar este día. Y, luego, un piscolabis distendido y amable.

PASCUA CON TIEMPO

La Pascua hay que prepararla con tiempo. La preparación de la celebración de la cincuentena debe formar parte de las tareas cuaresmales. Porque es básico lograr una buena celebración pascual si no queremos que nuestra vivencia cristiana se nos quede coja. Y quedaría realmente coja si dedicásemos muchos

esfuerzos a la Cuaresma (que desde luego hay que dedicarlos) pero la Pascua luego tuviera poco vigor y relevancia.

Sin duda no es fácil. Cincuenta días, siete semanas, y sin un objetivo final al que dirigir la mirada, pueden provocar fácilmente que la celebración vaya perdiendo fuerza, que se vaya como deshilachando. Y más aún si las salidas de fin de semana empiezan a vaciar nuestras iglesias o si las primeras comu-niones acaparan nuestros esfuerzos.

En cualquier caso, todos somos conscientes de la importancia de este tiempo: el más importante del año. Y sabemos que hay que darle toda la relevancia posible, para que la comunidad cristiana nos llenemos verdaderamente de aquello que da sentido a nuestra fe: Jesús resucitado, fuente de vida para todos nosotros. Para ayudar en esta tarea, aquí aportamos algunas sugerencias:

1. Es fundamental la imagen de unidad de todo el tiempo. Que entre por los ojos que estos ocho domingos, hasta Pentecostés, forman una unidad. Esto implica, de entrada, que el presbiterio ofrezca una imagen distinta del resto del año: el cirio pascual muy visible y adornado (con flores renovadas cada vez que sea necesario), el altar y el ambón igualmente adornados, el agua preparada para la aspersión y situada en lugar relevante… También un póster grande con el aleluya y alguna frase breve y significativa, y otras ornamentaciones festivas por toda la iglesia… Una música ambiental que reciba con alegría a los que entran… Y todo ello, que cambie de nuevo de forma clara y visible después de Pentecostés: que el domingo de la Trinidad se note claramente que ha terminado la Pascua.

2. Los cantos, una pieza clave. Quizá aún no valoramos suficientemente el papel determinante del canto en nuestras celebraciones. El canto es uno de los medios más potentes para interiorizar sentimientos y vivencias: las palabras que decimos en el canto, así como el tipo de música, entran dentro de noso-tros sin darnos cuenta, y configuran nuestro espíritu. Por ello, es importante que los cantos de Pascua sean muy propios, con abundante presencia del aleluya, y referidos a Jesús resucitado, a su Espíritu, y a nuestra vida nueva. Y que no los abandonemos en todo el tiempo: no es malo, repetir todos estos domingos lo mismo; al contrario, en esta sociedad nuestra tan dispersa, la repetición nos ayudará mucho.

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24 25Vivir la Pascua

3. Mirar al mundo con ojos de resucitados. Durante este tiempo, la homi-lía debe estar muy impregnada de sentido de Pascua, que quiere decir de sentido de salvación, de confianza, de vida. Nosotros y el mundo hemos sido salvados, y por tanto todos debemos aprender a descubrir, en nosotros y en el mundo, las semillas de esta vida nueva de Jesús; incluso los males y el pecado deben ser vistos como una llamada de salvación, y no como una ocasión para dar rienda suelta a planteamientos pesimistas y agrios. Y eso vale no sólo para la homilía: ¿por qué no preparar unos murales sobre la vida nueva que se crea en la parroquia, y la vida nueva que se crea en nuestra ciudad o pueblo, y en nuestra sociedad?

4. El tiempo de los sacramentos. La Pascua es el tiempo de los sacramentos. Del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía en primer lugar, pero también de todos los demás. Son la presencia más profunda del Espíritu de Jesús en nosotros. Por ello, bueno será tenerlos especialmente en cuenta: refiriéndonos a ellos en la homilía y en las preces y moniciones, preparando algún mural, celebrándolos o renovándolos dentro de la misa dominical (pero de manera sencilla y ágil, sin querer hacer mucha catequesis, porque enton-ces la celebración resulta larga y pesada), e invitando a toda la comunidad a participar de algunas celebraciones sacramentales (sobre todo bautismos y confirmaciones).

5. Y algún encuentro festivo. Podría ser interesante, por ejemplo, los domingos de Pascua, preparar un espacio para compartir un café después de la misa (en todas las misas o en alguna en que resulte más fácil que alguien se encargue). Y también alguna peregrinación o excursión, o algún otro tipo de acto religioso-lúdico, para estrechar lazos entre los miembros de la parroquia o entre varias parroquias; habría que procurar, eso sí, que pueda ser vivido como celebración pascual (o sea, el acto que debe tener lugar durante la cincuentena, no después).

¿CÓMO VIVIR LA PASCUA HASTA EL FINAL?

Vivir la Pascua hasta el final, resulta difícil. Motivos externos: las primeras comuniones, el cansancio de final de curso... Y motivos internos: la Cin-

cuentena es muy larga, la Cincuentena no tiene ningún “objetivo” hacia el cual encaminarse (mientras que el Adviento tiene la Navidad, y la Cuaresma tiene la Pascua…). Pero podemos vivirla más. Algunas ideas pueden ser:

1. Propongámonos, en las primeras semanas de Pascua, algunos ele-mentos que nos ayuden a vivir las últimas semanas. Por ejemplo, preparar un final fuerte, como puede ser una exposición de todo lo que puede ser un signo visible de la presencia del Señor resucitado y de su Espíritu: una muestra de todo lo que se ha hecho en la parroquia durante el año, con participación de todos los grupos, y que esté expuesta desde la Ascensión hasta Pentecostés, y que culmine con una buena misa de Pentecostés; o que, los últimos cuatro domingos (5º, 6º, Ascensión, Pentecostés), en el silencio de después de la comunión, se lean testimonios (breves) de cómo actúa el Espíritu en nuestro mundo (unos misioneros en África, una ONG, un grupo de ayuda fraterna…); o que se expresen, en este mismo espacio, los deseos de transformación que se viven en nuestro pueblo/barrio/ciudad; etc.

2. Cuidemos, junto con los responsables de las celebraciones, los signos externos de estos últimos días. Necesitaremos una reunión en las primeras semanas de Pascua para asegurarlo bien. Que los cantos sigan siendo de Pascua lo que queda de tiempo; que no descienda el número de flores y de luces; que cada domingo, durante el canto de entrada, se encienda solem-nemente el cirio pascual… Desde el principio del tiempo de Pascua, va bien introducir cantos del Espíritu Santo, pero esto debe ir en aumento a medida que se acerque Pentecostés: será también una manera de dar algo de “variedad de color”, que siempre ayuda.

3. Demos vigor y relevancia al conjunto Ascensión-Pentecostés. La Pascua conduce hacia estos dos días culminantes. La Ascensión nos hace contemplar a Jesús –¡el que ha muerto por amor!– viviendo la vida de Dios para siempre; lo que significa que la condición humana, llena del amor entregado de Jesús, está llamada a compartir también esta vida: ser persona humana es poseer ya una semilla de divinidad; ¡cualquier persona humana, por “diferente” o antipática que sea, ya es divina! Y Pentecostés nos hace contemplar nues-tra vida, y nuestra comunidad-Iglesia, y nuestro mundo, llenos del mismo Espíritu de Jesús, para poder vivir como él y para poder caminar hacia él. La Ascensión y Pentecostés son las consecuencias, los frutos de la Pascua.

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26 27Vivir la Pascua

De manera que en estos días se debería reemprender el crescendo pascual y dedicar nuevas energías de culminación de lo que iniciamos el Miércoles de Ceniza: el ciclo salvador de la muerte y resurrección de Jesucristo. Durante la Ascensión y Pentecostés quizás podríamos organizar unos encuentros festivos después de la misa…

4. La “semana del Espíritu Santo”. Para los que participan de la misa los días laborables, sería una buena ayuda poner algunos elementos que destaquen la semana anterior a Pentecostés. Uno que es evidente, es cantar durante la misa cantos del Espíritu Santo. Otro, cantar un canto al Espíritu Santo durante el silencio de después de la comunión (si se conoce, el “Veni creator” puede ser ideal; no estaría mal repartir el texto con la traducción). O rezar juntos, también después de la comunión, una oración al Espíritu Santo (por ejemplo, la que hay en el librito de la colección “Celebrar” titulado Media hora quincenal de oración; o incluso la secuencia de Pentecostés; en cualquier caso, se deberá repartir el texto).

5. Organizar una Vigilia del Espíritu. Quizás el mismo sábado por la noche, siguiendo lo que propone el Misal o dejando funcionar la creativi-dad y la imaginación. O quizás el viernes. A los jóvenes, por ejemplo, les puede gustar organizar un acto similar. Se puede preparar un acto abierto, convocando a todos, o se puede preparar para grupos más activos, que les puede ir bien el encontrarse de vez en cuando en ambiente de oración y no de reunión y programación. En cada lugar se verá que resulta mejor.

6. El “Veni creator” y el “Veni, Sancte Spiritus”. No es por afán invo-lucionista, sino por conservar algunas cosas antiguas muy valiosas. ¿No podríamos utilizar esas dos magníficas músicas gregorianas como ambien-tación musical en la iglesia el día de Pentecostés y también, si la hay, en la Vigilia del Espíritu? Y tomarlo como costumbre todos los años.

7. Y bajar el tono de la fiesta justo al acabar Pentecostés. Esto también ayuda mucho a resaltar los tiempos festivos. Tan importante como colocar colgaduras en los balcones con motivo de una fiesta es quitarlas cuando se ha terminado. El domingo de la Trinidad se debe haber retirado el cirio pascual (y se debe colocar en el baptisterio o en la sacristía, no en un rincón

del presbiterio), y debe haber menos flores, y menos luces, y menos orna-mentos de cualquier tipo…

LA TEOLOGÍA Y LAS ACTITUDES

Es importante ver qué teología transmitimos. Y la espiritualidad que de ella se deduce. Porque puede que no tenga mucha solución el cansancio de fin de curso y las ganas que todo el mundo tiene de salir los fines de semana, y por tanto seguirá sucediendo que en estos domingos comenzarán a fallar monitores sin avisar, y será más difícil el canto, y disminuirá el número de monaguillos. Pero aunque eso ocurra, si durante el tiempo de Cuaresma hemos creado el clima de que nos estamos preparando para la Pascua, y si incluso en Adviento y Navidad decimos que el nacimiento de Jesús no es sólo un acontecimiento que despierta ternura sino que es un camino que culminará en su muerte y resurrección, probablemente iremos logrando una vivencia más auténtica de lo que significa ser cristiano.

Y esta vivencia más auténtica quizá no se traducirá en poder celebrar la Pascua tan organizadamente como la Cuaresma, pero sí se traducirá en el corazón de los cristianos, en la profundidad de su experiencia de fe, lo cual ya es mucho. Y también se traducirá en un campo mejor abonado para percibir e interiorizar los signos visibles con los que colorearemos los domingos de Pascua, y en consecuencia, en una mejor celebración de las misas de estos domingos por parte de los que participen de ellas.

La Pascua es el centro de la vida cristiana. Pero para que esta afirmación sea algo más que una frase, es necesario que en todo lo que decimos y hacemos se note este convencimiento de la salvación que hemos recibido por Jesu-cristo, de la vida que llega a través de la entrega amorosa, de la acción del Espíritu que supera toda frontera.

Todo lo cual podríamos concretarlo en algunas actitudes como las siguientes:

1. Actitud de valoración de lo que somos. Es decir: valorar los muchos años de historia cristiana transcurrida, y que son fruto de la resurrección de Jesús, el don de su Espíritu extendido por toda la tierra y en todos los corazones. Y

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como consecuencia, agradecimiento a Dios, reafirmando nuestra adhesión al Evangelio y revitalizando nuestra experiencia eclesial.

2. Actitud de testimonio. Lo que hemos recibido, nos dice Jesús, hemos de transmitirlo. Si es para nosotros tan importante, tenemos que compartirlo. El testimonio se fundamenta en lo mismo en que se fundamentó el de Jesús: una vida con capacidad de atracción porque está hecha de amor, esperanza, libertad y servicio a los débiles, y las ganas de comunicar a los demás la Buena Noticia que da sentido a esta vida. Jesús hacía esto de una manera total; nosotros con muchas incoherencias. Pero él se fía de nosotros.

3. Actitud de vivencia sacramental. Es nuestro punto de referencia palpable, visible. En los sacramentos “tocamos” la presencia de Jesús y “tocamos” la comunidad eclesial. En el misterio, en la oscuridad algunas veces. Pero los tocamos. Tendríamos que proclamar (de palabra, y en la programación de celebraciones) que este Jesús victorioso en quien creemos se nos acerca sobre todo a través de estos signos. Unos signos en los que estamos invitados a creer, y que hemos de trabajar para hacerlos vivos al máximo.

4. Actitud de valorar toda “semilla del Espíritu” en el mundo. La Pascua invita a tener un espíritu muy abierto. Y a ser capaces de superar cualquier idea de que el Espíritu, la bondad, la capacidad de entrega, la lucha por la justicia, quedan reservados en exclusiva dentro de la Iglesia. La Pascua nos invita a mirar a toda persona con predisposición a aprender de ella, ya que el Espíritu ha sembrado en todos su semilla de vida nueva.

5. Actitud de alegría. No porque no tengamos problemas ni sufrimientos, sino porque creemos que el camino de la vida permanece abierto para siempre y nada lo podrá cerrar. Este debe ser el primer rostro de la fe: la capacidad de dar a los demás ánimos para vivir, ilusión para mirar hacia adelante, gozo profundo. Pascua significa hacer buena cara.

Y al terminar todas estas sugerencias, una cuestión previa:

QUE LAS VACACIONES NO SE NOS COMAN EL TRIDUO PASCUAL

Al terminar este conjunto de sugerencias, podríamos volver un momento al inicio de la Pascua: el Triduo Pascual y, de un modo especial, la Vigilia.

Sigue siendo básico ir concienciado a la comunidad sobre la impor-tancia capital que tiene para todo cristiano participar de la principal celebración del año, la Vigilia Pascual. Pero en esta concienciación, quizá habría que añadir un nuevo elemento. Se trata de la concien-ciación de los cristianos que aprovechan los días de Semana Santa para tomarse unas vacaciones. Tomarse vacaciones durante la Semana Santa no es en absoluto criticable, desde luego. Pero, al planearlas, habría que tener en cuenta que el Triduo Pascual es el centro del año cristiano, y por tanto es muy importante prever un tipo de itinerario y de actividades que permitan celebrarlo. La comunidad del lugar de vacaciones puede que sea totalmente desconocida, pero será, igual-mente, la Iglesia. Habrá que hablar de este tema alguna vez durante la Cuaresma…

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31Vivir la Pascua

LAS CELEBRACIONESDEL DOMINGO DE PASCUA

JOSÉ ALDAZÁBAL

Este domingo es el tercer día del Triduo Pascual, que ha tenido en la Vigilia su punto culminante y, a la vez, el primer día de la Cincuentena Pascual, las siete semanas de celebración de la Pascua, que concluirá con Pentecostés, el nombre griego del “día quincuagésimo”.

Tenemos que cuidar las celebraciones de este día. Por su importancia intrín-seca y también porque bastantes fieles de los que vienen hoy a misa no han participado en la Vigilia. Las celebraciones de este domingo no tienen que ser como un apéndice poco festivo a la gran fiesta de la noche o a la Semana Santa.

Una Eucaristía pascual y festiva

Las misas del día de Pascua se deben celebrar con la máxima solemnidad. Deben traspirar la alegría y la importancia de la Pascua del Señor. La oración colecta se alegra porque “en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte”. La de las ofrendas afirma que todos estamos “rebosantes de gozo pascual”, y la poscomunión, que la Iglesia ha quedado “renovada por los sacramentos pascuales”.

A lo largo de esta misa sería bueno hacer referencia a la Vigilia que la comunidad cristiana ha celebrado la noche pasada. Hay varios rasgos que pueden destacarse en las misas de hoy:

a) En el rito de entrada, la procesión se podría hacer con el Cirio llevado

expresivamente, mientras un canto pascual, gozoso y prolongado, crea ambiente de fiesta y centra la atención de todos en Cristo Resucitado.

b) El Cirio Pascual, que estará encendido durante toda la Cincuentena, se coloca cerca del ambón de la Palabra, en el lugar donde fue entronizado en la Vigilia. Lo que la Palabra nos irá proclamando con su lenguaje, lo irá diciendo también, con su lenguaje propio, humilde pero constante, este Cirio encendido. En la monición de entrada el sacerdote hará bien en aludir a este sereno y expresivo signo pascual.

c) La aspersión bautismal tiene sentido todos los domingos, pero más en los de Pascua, y sobre todo hoy: en lugar del acto penitencial y del Kyrie, es muy conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida en la Vigilia. Es un gesto que vale la pena realizar con expresividad, pasando por toda la iglesia, mientras se canta un canto bautismal. Además, el sacerdote debe dar ejemplo: como indica el Misal, primero se asperja a sí mismo, porque también él necesita recordar y renovar su bautismo. Al rito de la aspersión le sigue el canto gozoso del Gloria.

d) En cuanto a las lecturas bíblicas, “para la misa del día de Pascua, se pro-pone el evangelio de san Juan sobre el hallazgo del sepulcro vacío. También pueden leerse, si se prefiere, los textos de los evangelios propuestos para la noche santa, o, cuando hay misa vespertina, la narración de Lucas sobre la aparición a los discípulos que iban de camino hacia Emaús. La primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles, que se leen durante el tiempo pascual en vez de la lectura del Antiguo Testamento. La lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua vivido en la Iglesia” (Leccionario, 99).

e) Antes del evangelio, se canta o se recita la hermosa secuencia Victimae paschali laudes con alabanzas al Resucitado que ha triunfado de la muerte. Hoy habría que cantar los títulos y las aclamaciones del evangelio y dar especial relieve al Aleluya: para bastantes de los presentes será la primera vez que lo cantan desde el inicio de la Cuaresma.

f) Algunas comunidades celebran en este día, en la misa central, los bautizos que se han ido preparando durante la Cuaresma.

g) El Credo se podría decir en su forma dialogada, como en la Vigilia y en los bautizos. Incluida aquí, si se cree oportuno, la renovación de las promesas.

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EL CIRIO PASCUAL

JOSÉ ALDAZÁBAL

La liturgia la celebramos con palabras, pero también con signos y gestos simbólicos –posturas, movimientos, acciones significativas–: todo ello nos conduce a lo mismo, la sintonía con el Misterio que celebramos, la comunión invisible e inefable con la presencia de Cristo y la actuación de su Espíritu.

En la Cincuentena Pascual, inaugurada solemnemente en la Vigilia, celebra-mos el Misterio de una Vida Nueva, la de Cristo, que se nos quiere comunicar a cada uno de nosotros. Esto lo expresamos en palabras y cantos, pero tam-bién con acciones simbólicas que pueden a veces llegar a donde no llegan las palabras. Uno de estos símbolos es el Cirio Pascual que encendemos en todas las celebraciones de este tiempo.

La noche de la Luz

En la Vigilia Pascual realizamos un verdadero “juego simbólico de la luz”:

– el pueblo, congregado en la oscuridad, ve cómo nace un nuevo fuego y de él se enciende el Cirio Pascual, símbolo de Cristo,

– y tras él marcha la comunidad hacia la iglesia, cantando por tres veces un grito de júbilo: “Luz de Cristo, Lumen Christi”,

– cada vez se van encendiendo más cirios pequeños: los cristianos quedan contagiados de la Luz de Cristo, recibiendo a la vez con alegría su Don y acep-tando el compromiso de ser ellos mismos, a su vez, luz para los demás,

h) Hoy es uno de los días en que más sentido tiene la comunión bajo las dos especies, al igual que en la Eucaristía de la Vigilia.

i) Al final, a la despedida hay que darle un tono más festivo, con el doble Aleluya y un expresivo deseo de felices Pascuas.

Vísperas bautismales

Las Vísperas de este domingo han tenido en la historia un sentido bautismal que habría que aprovechar pastoralmente: ayudaría a concluir más expresi-vamente el Triduo Pascual, dando gracias por el don del Bautismo.

a) Después de la entrada y una oportuna monición, se podría hacer el rito del “lucernario”: el presidente enciende expresivamente el Cirio, mientras se canta un himno pascual al Resucitado.

b) Después de los salmos, lectura y homilía, se organiza, mientras se canta un canto bautismal, la procesión al baptisterio, lugar que debe aparecer bien iluminado, con flores, con agua nueva. Allí puede hacerse una aspersión, aunque se haya hecho por la mañana. Este día el recuerdo bautismal debe ser muy explícito. Se podría hacer de modo distinto: pasan todos a mojar su mano en el agua de la fuente, bendecida en la Vigilia, y se santiguan.

c) Se concluye con el Magnificat (con incensación, si parece oportuno), las preces, el Padrenuestro y la bendición solemne.

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34 35Vivir la Pascua

– el cantor del Pregón entona las alabanzas de la feliz noche, iluminada por la Luz de Cristo Glorioso.

No necesita muchas explicaciones en esta noche el simbolismo de la luz. Es contagiosa la eficacia de estos signos: la oscuridad de la noche, el fuego, el Cirio, la progresiva comunicación de su luz, el pregón… La Iglesia, como Esposa amante, como comunidad de “vírgenes prudentes”, con la lámpara encendida en la mano, sale al encuentro de su Esposo.

La Cincuentena

Este Cirio ilumina todas las celebraciones de la comunidad cristiana, también las de la Liturgia de las Horas, durante todo el Tiempo Pascual.

No sólo hasta el día de la Ascensión, como se hacía antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Eso sería dar un tono “historizante” a nuestra fe en la presencia de Jesús, que en efecto se ocultó visiblemente en la Ascensión.

Sino hasta la tarde de Pentecostés, cuando se completan esas siete semanas, la Cincuentena, que celebramos como un único y gran día de fiesta: así subraya-mos el tono “mistérico” de la Presencia del Señor en medio de nosotros.

Pero además hay dos sacramentos que, a lo largo del año, son alcanzados gráficamente por el eco de la Pascua:

– en el Bautismo encendemos el Cirio Pascual: es el recuerdo simbólico de que bautizarse es incorporarse a la Muerte y Resurrección, a la Vida Nueva de Cristo; además, como gesto complementario del signo central –la inmersión en el agua– también cada bautizado (o sus padres) encienden un cirio pequeño, a ser posible personal, aportado por la familia, y que luego se conservará como recuerdo de lo que ha querido ser este sacramento: “que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz”…

– también en las Exequias se enciende el Cirio, dando un tono pascual al momento culminante de la vida cristiana. El que empezó su camino de fe a la luz de Cristo, lo concluye a la misma luz. El que fue incorporado a la Pascua por el primer sacramento, es ahora introducido, en su muerte, a la Luz definitiva de Cristo.

En ambas ocasiones es interesante que el Cirio no esté ya encendido cuando se reúne la comunidad, sino que sea como el primer rito de entrada, hecho con significatividad.

El doble simbolismo del Cirio

Un símbolo como el del Cirio puede ser elocuente o sencillamente ser aceptado y “cumplido” como norma heredada de pasadas épocas. Pero, bien realizado, ayuda a la comunidad cristiana a captar el Misterio que celebramos:

– por una parte, la Luz como símbolo de Cristo Resucitado: “yo soy la Luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad” (Jn 8,12),

– y por otra, el compromiso de una vida cristiana vivida en fiesta y con tono de misión testimonial: “vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14), caminad como “hijos de la luz” (Ef 5,8), “quien ama a su hermano permanece en la luz” (1Jn 2,10).

El que arda esa luz en la Cincuentena es un recordatorio gozoso de que vivimos, gracias a Cristo y su Espíritu, en la esfera de la luz, de la verdad, del amor, de la vida.

Consejos prácticos

– El Cirio debe ser nuevo cada año; Pascua significa novedad radical; al Cirio del año pasado se le pueden dar varios destinos: por ejemplo cortarlo y convertirlo en varias velas para la Eucaristía, o bien consumirlo en el altar de la adoración del Jueves Santo;

– es interesante que este Cirio sea aportación de la comunidad, a modo de ofrenda de todos: una colecta en un domingo de Cuaresma podría tener es intención, a la vez que se incluyen también las velitas personales que servirán para la Vigilia y que luego pueden llevarse como recuerdo;

– que el Cirio tenga grabada la fecha del año y las letras Alfa y Omega, quiere expresar que Cristo es el principio y el fin, y que este año concreto nos quiere alcanzar con la gracia de su Pascua; y que tenga también el signo de la Cruz apunta a un Misterio Pascual entendido en su plenitud: por la muerte a la Nueva Vida;

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– la colocación del Cirio, en un soporte digno y estético, adornado con flores, debería ser bastante estable, sin demasiados transportes; mejor cerca del ambón desde donde se proclama la Palabra; así se ve un simbolismo complementario: lo que las lecturas bíblicas irán anunciando del mensaje pascual, lo está diciendo también, en su lenguaje humilde y constante, ese Cirio que nos regala su luz.

VOCABULARIO PASCUAL

JOSÉ ALDAZÁBAL

CINCUENTENA PASCUAL

El Tiempo Pascual abarca siete semanas de fiesta, desde el domingo de Pascua hasta el de Pentecostés, que en griego significa “cincuenta” (7 por 7 más 1 = 50). Estos cincuenta días los celebramos con alegría como un único día festivo, como un gran domingo continuado.

Es el tiempo más importante del año cristiano. Dentro de esta cincuentena, tienen particular personalidad la primera semana, la “octava de Pascua”; la fiesta de la Ascensión, que antes se celebraba el jueves de la semana sexta, y ahora en muchos países ha pasado a celebrarse en el domingo séptimo; y el octavo domingo, la fiesta de Pentecostés.

PASCUA

Pascua es la fiesta principal de los cristianos, como lo es también de los judíos. Ellos celebran el éxodo, cuando fueron liberados de Egipto, con Moisés al frente. Nosotros, la muerte y resurrección de Jesús.

La palabra “Pascua” viene del hebreo “pesah”, que significa “salto, tránsito”. El ángel de Dios “pasó por encima” de las casas de los judíos, en el último castigo sobre Egipto. Y todo el pueblo “pasó” el Mar Rojo, en su salida a la libertad. Para los cristianos, Pascua significa el “paso” de Jesús, a través de la muerte, a la vida nueva de resucitado, junto a Dios.

La fecha de la Pascua es variable. Se celebra “el domingo siguiente al ple-nilunio después del equinoccio de primavera”, y puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

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38 39Vivir la Pascua

TRIDUO PASCUAL

Ha cambiado la terminología: antes llamábamos “Triduo Santo” al Jueves, Viernes y Sábado Santos. Ahora la Iglesia habla más bien de “Triduo Pas-cual”, y abarca el Viernes, el Sábado y el Domingo: la Pascua de Cristo muerto, sepultado y resucitado. Este Triduo es el punto culminante del año cristiano, preparado por los cuarenta días de la Cuaresma y prolongado por los cincuenta del Tiempo Pascual.

Se considera que este Triduo, que se celebra como un único día (su Eucaristía central es la de la Vigilia entre el Sábado y el Domingo), se inaugura ya en la misa vespertina del Jueves Santo, en la que recordamos cómo Jesús instituyó la Eucaristía, precisamente como preparación próxima y expresión sacramental de su muerte y resurrección.

VIGILIA PASCUAL

La noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección es cuando las comunidades cristianas celebramos la Vigilia Pascual, la celebración más importante de todo el año. Acompañamos en esa Vigilia a Cristo en su tránsito de la muerte a la vida.

Es la noche en que, de un fuego nuevo, encendemos el cirio pascual y can-tamos solemnemente el pregón de fiesta. En que escuchamos más lecturas que de ordinario, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, y sobre todo el evangelio de la resurrección. La noche más adecuada para celebrar los bautizos, o por lo menos su recuerdo con la aspersión con agua bautismal. Y, sobre todo, celebramos esta noche la Eucaristía más importante del año, participando del Cuerpo y Sangre del Señor Resucitado.

ALELUYA

La palabra “aleluya” viene del hebreo “hallelu-Yah”, “alabad a Yahvé, alabad a Dios”. Es una aclamación de los judíos, ya anterior al tiempo de Jesús, y ahora compartida también por los cristianos.

“Aleluya” se ha convertido en sinónimo de “¡alegría!”. Lo cantamos en las Eucaristías más festivas, como aclamación antes del evangelio. Y sobre todo, en la cincuentena pascual, empezando por el solemne aleluya que se entona en la Vigilia Pascual, después de su silencio durante la Cuaresma.

CIRIO PASCUAL

Encendemos varios cirios en nuestras celebraciones: por ejemplo sobre el altar, o ante el sagrario o ante las imágenes de la Virgen y de los Santos. Pero el más significativo es el Cirio que encendemos solemnemente en la Vigilia Pascual como símbolo de Cristo que pasa de la muerte a la vida y es nuestra Luz para siempre.

Durante las siete semanas del Tiempo Pascual brilla este Cirio en todas las celebraciones. Se coloca cerca del ambón de la Palabra, para que anuncie con su lenguaje silencioso pero brillante el mismo mensaje que nos van proclamando las lecturas bíblicas.

También se enciende este Cirio en otros dos momentos muy significativos de la vida de un cristiano: el bautismo y las exequias, el inicio y la plenitud de nuestra comunión con Cristo Jesús.

SACRAMENTOS PASCUALES

Todos los sacramentos se derivan de la Pascua. El Señor Resucitado nos comunica con ellos su vida y su gracia. Así, por ejemplo, en el sacramento de la Reconciliación penitencial nos hace participar en su victoria sobre el pecado y la muerte.

Pero hay unos sacramentos a los que llamamos más específicamente “pascuales”: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. La Pascua es el tiempo más adecuado para recibir el Bautismo, el sacramento en el que por primera vez nos sumergimos (“bautizo” significa “inmersión”) en la muerte y resurrección de Cristo; la Confirmación es el sacramento en que Cristo Resucitado, por medio del obispo, nos da su mejor don, el Espíritu; y en la

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Eucaristía, al celebrar el memorial de su Pascua, recibimos en alimento su Cuerpo y su Sangre.

PENTECOSTÉS

La palabra “Pentecostés” es griega y significa “quincuagésimo”. Se aplica o a todo el tiempo de la Cincuentena (siete semanas y un día) o bien al día final, que hace el número cincuenta de la fiesta pascual.

Los judíos, en esta fiesta de Pentecostés, celebran la “fiesta de las semanas”, con la alegría de la recolección agrícola y de la alianza que pactaron con Dios en el Sinaí, a los cincuenta días de la salida de Egipto. Nosotros, los cristianos, este día quincuagésimo celebramos la venida del Espíritu Santo sobre la primera comunidad, transformándola con su fuego y su recio soplo de vida. Y así concluimos la celebración festiva de la Pascua.

EL LECCIONARIO

PASCUAL

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LAS LECTURAS DEL CICLO A

PERE TENA

La cincuentena pascual es un tiempo abierto a una temática extraordinaria-mente rica y casi inexplorada. El contraste entre una pretendida facilidad de la predicación cuaresmal y la dificultad de una predicación pascual se pone de manifiesto cada año. Estamos, pues, ante una tarea ardua pero atractiva.

El Ordo lectionum ha trazado también sus líneas de organización interna de las perícopas; en ellas cuentan más los temas pascuales que el evangelio del ciclo correspondiente; solamente en la fiesta de la Ascensión se diversifican las perícopas evangélicas y reaparece el evangelio de Mateo (propio del ciclo A). El evangelio dominante durante todo este período –en realidad, ya desde la tercera semana de Cuaresma– es el de san Juan; lo cual, por sí solo, ya nos dice algo importante acerca del planteamiento de la predicación: estamos en el corazón de la temática de la fe y de los sacramentos de la fe.

Las primeras lecturas

La primera línea de fuerza viene dada por las primeras lecturas. Como en todo los ciclos, los Hechos de los Apóstoles ocupan durante la cincuentena el lugar reservado al Antiguo Testamento; es una forma de subrayar el carácter de novedad cristiana propia de este tiempo. Las perícopas elegi-das para el ciclo A forman, en conjunto, una descripción fundamental de la comunidad primitiva; en cierta manera, se pueden comparar con la serie de lecturas primeras de la Cuaresma, donde aparecían también en este ciclo los momentos más clásicos de la historia de salvación. Si se quisiera enlazar

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44 El leccionario pascual 45

la predicación sobre los Hechos con la temática de Mateo, no falta sino desarrollar lo indicado en el evangelio de la Vigilia Pascual: la comunidad del Señor resucitado, “su” pueblo, empieza a vivir en Jerusalén, y se realiza como norma de toda comunidad cristiana a través del tiempo.

Los textos concretos presentan, en primer lugar, la vida de la comunidad según uno de los tres sumarios, radicada en sus elementos básicos y centrada en la presencia y misteriosa actividad congregadora del Señor (Hch 2,42-47; 2 de Pascua). Los dos domingos siguientes están dedicados a la construcción de la comunidad; ésta se forma, en efecto, a partir de la predicación kerigmática de Pedro acerca de Jesús, cumplimiento de las Escrituras (Hch 2,14,22-28; 3 Pascua), a la cual responde la fe-conversión y el sacramento de la fe –el bautismo– por el cual visiblemente crece la comunidad de los salvados (Hch 2,14a.36-41; 4. Pascua). La estructura ministerial –los apóstoles, los siete colaboradores helenistas– es el tema del domingo siguiente: en la comuni-dad no todos tienen la misma función, pero todo está al servicio de todos (Hch 6,1-7; 5. Pascua). La formación de la nueva comunidad de Samaría, completada con la comunicación del Espíritu por medio de los Apóstoles, sirve para presentar el crecimiento de las comunidades y para subrayar los agentes decisivos de este mismo crecimiento: apóstoles y Espíritu (Hch 8,5-8. 13-17; 6 Pascua).

Las segundas lecturas

La segunda línea de fuerza del ciclo A viene señalada por la lectura continua de la primera carta de san Pedro (la continuidad sólo se interrumpe en el domingo 4, para relacionar el texto con el evangelio de Jesús Pastor). Esta-mos, pues, ante otro tema de predicación: exhortación a la vida cristiana en un mundo adverso.

La perícopa del segundo domingo (1 Pedro 1,3-9) presenta en forma de ben-dición clásica la condición del cristiano: una vida re-generada, que se vive en un tiempo de transición, en la fe y en la esperanza viva de la manifestación del Señor; y todo ello, como fruto del amor del Padre realizado en la Resu-rrección de Jesucristo. La perícopa del domingo tercero (1 Pedro 1,17-21) es casi continuación de la anterior; la atención se centra no obstante en la

actitud del cristiano: el respeto amoroso y filial para con Dios, la “seriedad” que impone la redención por la sangre de Cristo... Las dificultades que el cristiano experimenta en su vida cotidiana no son una novedad; Cristo, el Pastor, las experimentó el primero a causa de los hombres; sufrir sin culpa es una forma privilegiada de comunión con el misterio pascual de Cristo (1 Pedro 2,20b-25; 4. Pascua). Por otra parte, la condición del cristiano en el mundo no es vivir en solitario; la comunión con Cristo se hace en comuni-dad, formando todos el nuevo pueblo de Dios (1 Pedro 2,4-9; 5 Pascua). La comunión con Cristo es, asimismo, el fundamento de la actitud no-violenta que se propone a los cristianos; no es cobardía, sino testimonio de esperanza (1 Pedro 3,15-18; 6 Pascua).

Los evangelios

La tercera línea de la cincuentena pascual está trazada por las perícopas evangélicas, y, como sucede durante la Cuaresma, tiende a señalar cada uno de los domingos con un tema constante en todos los ciclos: las apariciones del resucitado, el Pastor, la comunión de vida con Jesucristo y especialmente el amor, la promesa del Espíritu, y la plegaria sacerdotal de Jesús.

Las apariciones del Resucitado no varían en el primer y el segundo domingo: especialmente se reserva –según una tradición venerable– para el segundo domingo la aparición de la tarde de Pascua y a los ocho días después, para dar pie a una acentuación del sentido del domingo cristiano. La tercera apa-rición es, en el ciclo A, la de los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-25; 3. domingo), de reconocida tradición litúrgica y muy afín a la teología mateana del “cumplimiento” de las Escrituras.

El domingo del Pastor (4 Pascua) tiene en el ciclo A como perícopa evan-gélica la primera parte del clásico discurso de Jesús (Juan 10,1-10), que continuará leyéndose en los ciclos B y C. Quizá cabe subrayar en estos primeros versículos del capítulo 10 el aspecto eclesial de la parábola: Jesús mediador –puerta– de la vida divina para las ovejas.

La perícopa del 5 domingo de Pascua (Juan 14,1-12) es larga, y, como tantas otras del mismo evangelista, parece a primera vista difusa. Sin embargo, la afirmación central es la de Jesucristo: camino, verdad y vida. Esta afirmación

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causa unas resonancias múltiples: el Padre es revelado por Jesús, nuestra esperanza está en él y en su glorificación, etc.

En el 6. domingo de Pascua, anterior a la Ascensión, la atención está centrada en la promesa del Espíritu (Juan 14,15-21). Concretamente, en el Espíritu como Paráclito (=defensor, garante) de los discípulos. Como indicábamos antes, este tema resulta muy afín al de la primera carta de san Pedro.

La fiesta de la Ascensión está señalada por la reaparición del evangelio de Mateo; como en los otros ciclos, en este día se lee la conclusión de uno de los sinópticos, que sirve de enlace con la primera lectura, en la que Lucas nos da, todos los años, el comienzo del segundo libro de su historia. La conclusión de Mateo es totalmente típica de su teología: Jesús es el Señor del cielo, de la tierra, de los hombres y de la historia; este señorío no es abstracto e idealista, sino concreto; por esto envía sus testigos a congregar el nuevo pueblo de Dios de entre todos los pueblos; tampoco es un señorío lejano, ya que él mismo –el Señor– está junto a sus testigos como estuvo Yahvé con los profetas antiguos en el momento de las grandes misiones.

LAS LECTURAS DEL CICLO B

JOSEP LLIGADAS

Las lecturas de los domingos de Pascua presentan una línea propia cada una de ellas, sin relacionarse entre sí (si existe relación, será casual, no buscada expresamente).

Cada año la primera lectura es de los Hechos de los Apóstoles, pues en el tiempo de Pascua la Iglesia no quiere volver la vista hacia atrás, hacia la preparación de la venida del Señor (el Antiguo Testamento), sino que sólo quiere mirar hacia adelante, hacia los frutos que ha dado el misterio pascual de Jesucristo. Igualmente, cada año, el evangelio es una selección de textos básicamente de san Juan, que ayudan a saborear el sentido de la Pascua del Señor, más algún otro relato de apariciones, sacado de alguno de los sinópticos. Y, finalmente, la segunda lectura destaca aspectos de la vida cristiana fruto de la Pascua y del bautismo: este año, estos aspectos son reflexionados a partir de la primera carta de san Juan.

A diferencia del tiempo de Cuaresma, en el que los diferentes temas que van apareciendo quedan bastante bien delimitados, las lecturas de Pascua dan más bien la sensación de temas repetitivos, de ideas muy parecidas que se matizan con varios tonos. Esto es en parte verdad (y más verdad es todavía en las lecturas feriales de este tiempo). Y precisamente por eso es especialmente conveniente mirar atentamente las lecturas que se leerán a lo largo de estos domingos, y ver qué aspectos concretos se destacarán cada domingo en la homilía, y evitar así predicar, en la práctica, cada domingo lo mismo.

Conviene notar, finalmente, que, al celebrarse la Ascensión en domingo, el domingo séptimo desaparece. Y, para evitar que las lecturas de este

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domingo nunca se lean (sobre todo el evangelio, del capítulo 17 de Juan), el leccionario prevé que se puedan leer el domingo 6. Por ello, propondríamos: el domingo 5, leer unidos, en el evangelio, los fragmentos de los domingos 5 y 6 (son dos fragmentos seguidos del capítulo 15 de Juan); y, el domingo 6, leer el evangelio que correspondería al domingo 7.

Las lecturas de los Hechos de los Apóstoles

Las primeras lecturas del tiempo de Pascua, sacadas de los Hechos de los Apóstoles, presentan diferentes momentos de la primera Iglesia, desde las primeras predicaciones en Jerusalén hasta la llegada de la fe a los paganos. En este ciclo B, estas lecturas están especialmente marcadas por la figura de Pedro, el apóstol del que Marcos fue discípulo: los domingos primero, tercero, cuarto y sexto leemos discursos suyos.

El primer domingo, se lee cada año la misma lectura, el kerygma fundamental del apóstol Pedro: la vida de Jesús, su muerte, la resurrección, su señorío universal, la liberación definitiva del pecado, el testimonio de los apóstoles. El salmo responsorial son fragmentos del 117, que repetiremos a menudo estos domingos: “Este es el día en que actuó el Señor”.

El segundo domingo, cada año se lee uno de los tres sumarios que se hallan al principio de los Hechos y que narran la vida de la primera comunidad. En el de este año se destacan sobre todo dos aspectos que son testimonio de la resurrección: la unidad que tiene como consecuencia que no haya pobres, y los milagros de los apóstoles. El salmo, sacado nuevamente del 117, canta con más insistencia las hazañas del Señor y proclama de nuevo la victoria sobre la muerte, la victoria de la piedra desechada, en el “día en que actuó el Señor”.

El tercer y cuarto domingo presentan dos discursos de Pedro a raíz de la curación del inválido que estaba sentado en la puerta del templo. El domingo tercero, el discurso se dirige al pueblo, y presenta la glorificación de Jesús como obra del Dios de Israel y realización de las promesas proféticas, al mismo tiempo que se convierte en una llamada al arrepentimiento y la conversión (a lo que el salmo responde con una invitación a la confianza

en Dios). El domingo cuarto, el discurso es a los magistrados del pueblo que interrogaban a Pedro, y es una proclamación de cómo Dios sólo da la salvación precisamente por medio de aquél que los magistrados del pueblo han rechazado y llevado a la muerte (el salmo 117 vuelve a ser entonces alabanza porque la piedra desechada ha vencido).

Con el quinto domingo cambiamos de escenario: entra en escena Saulo presentado por Bernabé. Es una lectura gozosa, que hace intuir la expansión del evangelio por todos los rincones de la tierra, tal como canta el salmo. Y finalmente, el domingo sexto presenta la primera realidad de esta llegada del evangelio a los paganos: la conversión y bautismo del centurión Cornelio, cantada también con un salmo que proclama la salvación hasta los confines de la tierra.

Los dos últimos domingos son la Ascensión y Pentecostés, y sus primeras lecturas vuelven al principio del libro de los Hechos, con los relatos respectivos de estos acontecimientos. Los salmos serán también típicos de las dos fiestas: el salmo 46 en la Ascensión y el 103 en Pentecostés.

Las lecturas de la primera carta de san Juan

La segunda lectura es, en cinco de los domingos de Pascua, de la primera carta de Juan. Esta carta es un escrito reflexivo sobre la realidad y el significado de la encarnación de Jesucristo, y da pie al autor para mostrar las consecuencias que esto tiene para la vida cristiana. Un buen tema teológico-ético para este tiempo.

Esquemáticamente, surgen cinco temas diferentes, empezando por el segundo domingo (en el primero se ofrecen cada año dos posibles lecturas sobre las consecuencias de la Pascua en el comportamiento cristiano); d. 2) por la muerte de Jesucristo hemos nacido de nuevo y hemos vencido al mundo; d. 3) el cristiano no peca y si peca, halla el perdón; d. 4) somos hijos de Dios, y llegaremos a ser semejantes a él; d. 5) su mandamiento es que creamos y amemos; pero Dios nos ha amado primero; d. 6) Dios es amor, Dios nos ha amado primero.

El día de la Ascensión se lee un texto de Efesios sobre la soberanía de Jesucristo, y el día de Pentecostés uno de 1 Corintios sobre los dones del Espíritu.

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LAS LECTURAS DEL CICLO C

JOSÉ ALDAZABAL

Las lecturas de la Cincuentena Pascual tienen una organización de conjunto que el predicador no puede ignorar.

Son siete semanas –ocho domingos– con una unidad progresiva que va ofreciendo a la comunidad cristiana una visión dinámica del Misterio Pascual. Las lecturas de este tiempo son la mejor guía para celebrar toda la Pascua como un único día, como “un único y gran domingo”.

Cada uno de los tres ciclos tiene su propia personalidad, también en Pascua. Por ejemplo, cambia la segunda lectura: en el ciclo A, leemos la primera carta de Pedro; en el B, la primera de Juan; y en el C, el Apocalipsis. Son lecturas que iluminan la vivencia pascual con tonos bastante diferentes.

Antes de prepararnos la predicación de este tiempo, será útil que echemos una mirada al conjunto de las lecturas.

Los evangelios de los ocho domingos

A pesar de que estamos en “el año de Lucas”, las lecturas evangélicas del Tiempo Pascual están tomadas en su mayoría de Juan. Sólo hay dos ocasiones en que seguimos con Lucas: el domingo de Pascua, si la Eucaristía es vespertina (con el episodio de Emaús) y el día de la Ascensión.

Hay una matización diferente en estos evangelios, según se trate de los primeros o de los últimos domingos.

Al principio escuchamos las apariciones de Jesús resucitado: la tumba

Las lecturas del Evangelio

En los dos primeros domingos de Pascua cada año se leen los mismos textos: el hallazgo del sepulcro vacío con María Magdalena, Pedro y el discípulo anónimo que “vio y creyó” (aunque se puede leer también el evangelio de la Vigilia); y la doble aparición de Jesús a los discípulos, primero sin Tomás y, al cabo de ocho días, con Tomás.

En el tercer domingo leemos este año la aparición de Jesús en el cenáculo según Lucas. Seguramente que es la aparición más “materialista” que hay en los cuatro evangelios: Jesús es palpado, Jesús come ante los discípulos... Tenemos el mismo mensaje de Emaús y de la transfiguración, y la llamada final: “Vosotros sois testigos de esto”.

En el cuarto domingo, cada año, leemos un fragmento del capítulo 10 de Juan, el capítulo del buen pastor. En este ciclo B se lee precisamente la parte central del capítulo, la de Jesús buen pastor, que lo es no en tanto que guía del rebaño, sino en tanto que da la vida: Jesucristo guiará y reunirá finalmente a todas las ovejas mediante su sangre derramada.

En el quinto domingo, convendría leer unidos los fragmentos del domingo 5 y 6, el capítulo 15 de Juan, con temas que habrá que seleccionar: Jesús vid, la unión con él, el fruto, el amor, la alegría, la misión.

En el sexto se trataría de leer el evangelio del domingo 7, que es la segunda parte del capítulo 17 de Juan: los apóstoles llamados a la unidad, guardados por Jesucristo, consagrados en la verdad, enviados al mundo.

Y finalmente, los dos últimos domingos de la Ascensión y Pentecostés. En la Ascensión del Señor leemos el final de Marcos (el único texto de Mc en estos domingos), que acentúa especialmente la misión de los apóstoles como continuadores de Jesucristo que asciende al cielo. Y, en Pentecostés, el don del Espíritu Santo el mismo día de Pascua.

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vacía y la fe de los apóstoles (domingo primero), la aparición a los ocho días, con Tomás presente (domingo segundo), la aparición junto al lago y la pesca milagrosa (domingo tercero).

El domingo cuarto está reservado en los tres ciclos a la figura del Buen Pastor, de Juan 10. Este año en sus versículos 27-30: el Buen Pastor, identificado con el Padre, es el que da la vida eterna a todos.

A partir del domingo quinto los pasajes apuntan al tiempo posterior a Jesús: a la vida de la comunidad, tal como la anuncia Jesús en su cena de despedida, con el mandamiento del amor fraterno (domingo quinto) y la promesa del Espíritu (domingo sexto).

Y terminamos con los dos grandes acontecimientos de la Ascensión y de Pentecostés (domingos séptimo y octavo), punto de partida del tiempo de la Iglesia.

El tema central de los evangelios es, pues, Jesús Resucitado, presente a su comunidad, sobre todo por su Espíritu. Con una insistente mirada a la vida sacramental de esa comunidad: no sólo por la celebración del Bautismo y la Confirmación en Pascua, sino también por las alusiones a la Eucaristía en la comida junto al lago (pan y pescado: domingo tercero) y al sacramento de la Reconciliación (domingos segundo, séptimo y octavo).

La primera lectura: los Hechos de los Apóstoles

En la Pascua no se lee el Antiguo Testamento, que es promesa y figura. Pascua es realidad y cumplimiento. Los tres años se leen los Hechos de los Apóstoles, aunque con una selección diversa cada vez.

Los Hechos son la historia de la “comunidad de Jesús Resucitado”, la Iglesia, que es la prolongación y el signo viviente de la Pascua. Jesús sigue presente y activo en el mundo por un doble medio: el Espíritu y la comunidad (domingo sexto, concilio de Jerusalén: “nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros...”).

En la selección de este año ocupa un primer plano el testimonio de los apóstoles: Pedro en casa de Cornelio (domingo primero) o delante del Sanedrín (domingo tercero); Pablo y Bernabé en Antioquía o Iconio

(domingo cuarto y quinto). Todos tienen el mismo mensaje que proclamar: que Cristo Jesús ha resucitado y es el único Salvador de la humanidad. Este era el encargo que recibieron de Jesús en su despedida de la Ascensión (domingo séptimo): que anunciaran el evangelio y fueran sus testigos. Y los que iban creyendo en él, se agregaban a la comunidad eclesial (domingo segundo), a partir del día en que el Espíritu irrumpió dinámicamente en la primera Iglesia (domingo octavo).

La lectura de los Hechos en la Pascua nos ofrece un verdadero espejo para la comunidad cristiana de hoy.

En la predicación de estos domingos se podría elegir alguna de estas pistas, la que parezca más enriquecedora para la comunidad concreta: a) Cristo sigue vivo en la Iglesia, comunicándole su vida pascual; hay que saber reconocerle en ella, a pesar de sus límites e imperfecciones; b) el Espíritu es el don mejor que Jesús Resucitado ha hecho a su Iglesia; c) los ministros ordenados son un factor importante en la formación y en la animación de las comunidades cristianas; d) la salvación que ofrece Cristo es universal: no se queda en Jerusalén; el encargo de la Ascensión es la apertura a los paganos (Pedro en casa de Cornelio; Pablo y Bernabé en países paganos; el concilio de Jerusalén y su decreto de liberación de la ley mosaica; Pentecostés y la multiplicidad de lenguas...).

El Apocalipsis, libro pascual

La segunda lectura para este año va a ser –desde el domingo segundo hasta el sexto– el libro del Apocalipsis.

El Apocalipsis es también el libro de la Iglesia. De una Iglesia en lucha y en camino, que ya sabe lo que son las dificultades, pero que vive en la esperanza y camina confiadamente hacia la nueva Jerusalén, donde participará el triunfo definitivo del Cordero, Cristo.

La breve selección que de este libro leeremos nos ofrece testimonios de Cristo pascual: “estuve muerto, pero ahora vivo” (domingo segundo), en medio de una multitud de salvados que le entonan cantos de alabanza: “digno es el Cordero degollado de recibir el poder...” (domingo tercero).

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Pero sobre todo se le pondrá delante a nuestra comunidad, débil y pecadora siempre, la comunidad del cielo, llena de alegría y gloria, que “después de la gran tribulación” y de “pasar hambre y sed” está ya gozando de “las aguas de la vida” (domingo cuarto); Dios ha enjugado sus lágrimas; y ahora vive en “un cielo nuevo y una tierra nueva” (domingo quinto), su morada es la “ciudad santa de Jerusalén”, construida sobre “doce piedras que llevan el nombre de los doce apóstoles”, con el Cordero en medio, que es su gloria y su lámpara (domingo sexto). Es toda una visión de esperanza escatológica que se le ofrece a la Iglesia peregrina.

Otra dimensión que el Apocalipsis nos invita a valorar en esta Pascua es el domingo. El libro mismo es una serie de visiones que Juan tuvo precisamente “el día del Señor” (domingo segundo). Y la reunión dominical cristiana es un momento privilegiado en que nos reunimos en torno a Cristo y ensayamos la asamblea definitiva del cielo, cantándole nuestros himnos de alabanza, escuchando su palabra, participando en el memorial de su sacrificio pascual. Es una reunión dominical que también presenta caracteres de universalidad, como la descrita por el Apocalipsis: una multitud de gente de toda raza y condición (domingos tercero, cuarto y quinto).

* * *

Así, los tres libros que leeremos en estas semanas, el evangelio de Juan, los Hechos y el Apocalipsis, nos ofrecerán los grandes valores del Misterio pascual, que son los centrales en el cristianismo:

a) Cristo resucitado, presente en medio de los suyos;

b) su Espíritu, el don pascual de Cristo, que llena de su luz y de su fuerza la comunidad; en “el año de Lucas”, para el que no hay duda que el Espíritu es el protagonista supremo tanto de la vida de Cristo como de su Iglesia, es un filón a tener en cuenta;

c) la presencia de los apóstoles-ministros en la vida de la comunidad, como testigos privilegiados y como predicadores incansables de la Buena Noticia;

d) la comunidad misma, la asamblea de los creyentes en Cristo,

que camina por la vida con la conciencia de que Cristo le está presente, en marcha hacia la asamblea definitiva y gloriosa;

e) una comunidad universal; si Cristo “subió a Jerusalén” (es uno de los temas más propios de Lucas), fue para realizar allí el Misterio de la Pascua, y desde allí enviar a su comunidad en una misión mundial: hasta Roma;

f) una comunidad que se reúne el domingo porque es el día del Señor resucitado, y que celebra los sacramentos; Juan (domingo segundo) sitúa los encuentros de la comunidad con Cristo resucitado “el primer día de la semana” y “a los ocho días”; el Apocalipsis es una experiencia sucedida también en domingo...

Buenas pistas –demasiado ricas– para una predicación optimista que haga progresar a las comunidades cristianas en su fe y en su vida pascual.

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El leccionario pascual 57

EL LECCIONARIO FERIAL

PERE TENA

El leccionario ferial de la cincuentena de Pascua se convirtió, dentro de la reforma litúrgica, en una de las sorpresas más agradables. Tal vez estába-mos muy acostumbrados –en el leccionario antiguo– a la variedad de las lecturas cuaresmales, en comparación con las frecuentes repeticiones de las lecturas dominicales o comunes de santos, del tiempo ordinario; pero no existía ninguna experiencia contemporánea de lo que podía ser un leccio-nario pascual. En cambio, ahora, quizás se ha dado un giro: el leccionario pascual ha superado en interés al leccionario cuaresmal, demasiado disperso en pequeños núcleos temáticos.

Sobre la base de este hecho positivo, queda todavía la tarea homilética. La recuperación pastoral de la cincuentena es un esfuerzo que tiene poca expe-riencia, pero que no puede ser descuidado. La homilía de cada día puede ser –debería ser– una pieza básica de este esfuerzo.

De un modo muy simple esbozaré los temas más destacados que vamos encontrando en el leccionario ferial de Pascua.

El leccionario pascual tiene dos libros bíblicos como fundamentales, de los cuales hace una lectura continua: los Hechos de los Apóstoles, y el evangelio de san Juan. Sólo con nombrar estos dos libros ya nos situamos: la primera experiencia de vida eclesial, y el mundo de los hechos y de las palabras de Jesús, tal como han sido contemplados y vividos en la primera generación cristiana. La lectura de estos dos libros nos coloca –casi diría: inevitablemente– en actualidad de Iglesia. La cincuentena es, con ellos, el

tiempo de la profundización en lo que nosotros –la comunidad cristiana– somos, a causa de nuestra comunión con Jesús Resucitado.

La lectura de los Hechos comienza con el mismo lunes de la octava de Pascua, y es una lectura prácticamente continua. Hay que advertir que algunas de las perícopas desaparecen de la lectura ferial a causa de que ya se encuentran en las lecturas dominicales donde también se lee el mismo libro. La lectura pascual de los Hechos es una de las experiencias más intensas del leccio-nario, y de los valores de la lectura continua. La preparación cotidiana de la homilía, con la ayuda de algún comentario de los Hechos, será el punto de partida para una actualización de las gestas de la primitiva comunidad. El kerygma de Pedro, las conversiones en Jerusalén, las persecuciones, la irrupción de Pablo, los viajes de misión, las dificultades con los judaizantes, las defensas en Jerusalén, el viaje a Roma… no son sólo una historia para recordar, sino el paradigma de unas experiencias actuales: la evangeliza-ción, la lucha por la originalidad cristiana, la experiencia de las limitaciones humanas y la esperanza de los creyentes, el Concilio y el postconcilio… ¡Nuestra Iglesia de cada día! Y todo ello vivido a la luz de un hecho central: Cristo, el Señor, que reúne a su pueblo (Cf. Hechos 2,47).

Las perícopas evangélicas están un poco más sistematizadas. La primera semana de Pascua es la de las apariciones. Comienza Mateo, con la apa-rición a las mujeres; sigue la aparición a Magdalena, de Juan; los dos días siguientes es Lucas quién explica las apariciones de Emaús, y a los Once; el viernes, otra vez Juan con la aparición cerca del lago; la semana finaliza con el resumen de Marcos. Con esta distribución de las lecturas evangélicas se resalta el sentido de la octava de Pascua: una fiesta de ocho días, para comenzar, con la misma celebración. El domingo segundo resalta, cada año, este tema, con la aparición del anochecer del domingo, según san Juan. El Señor se aparece para mostrar su amor personal, para confortar, para explicar las Escrituras, para comer con los discípulos… ¡Magnífica pedagogía de la vida eclesial, y más concretamente de la experiencia sacramental!

Con la segunda semana comienza la lectura seguida de Juan. Hay que destacar que, excepto el signo de los panes y el caminar sobre el agua, todas las lecturas pertenecen a los discursos de Jesús. Los restantes grandes signos han sido asumidos ya en la catequesis cuaresmal. Esto da todavía

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MATERIALES

PARA

LA EUCARISTÍA

más importancia a la Eucaristía, como sacramento central, donde la Pascua de Cristo tiene su actualización perenne.

La segunda semana comienza con el diálogo de Jesús y Nicodemo –tema bautismal y de testimonio– y acaba introduciendo el capítulo 6: el discurso del pan de vida. Éste es el tema de toda la semana tercera. Fe y sacramento, pan de vida eterna, Cuerpo y Sangre de Resucitado…

La cuarta semana, introducida el domingo por el capítulo 10 de Juan, conti-núa el tema del pastor hasta el martes. A partir del miércoles, cambiamos y dirigimos nuestra mirada hacia el ambiente de la conclusión de la predica-ción de Jesús, y la cena de despedida. Desde el viernes de esta semana, ya habrá lectura continua de los capítulos 14-17, hasta los dos últimos días de la cincuentena, en los que se asumirán las últimas páginas de Juan, coinci-diendo con las últimas páginas de los Hechos. Los temas de estos capítulos son, básicamente, la comunión eclesial: el testimonio, la función central de Cristo, la misión del Espíritu, el amor… Lo que es experiencia histórica en el libro de los Hechos es contemplación profunda en el evangelio de Juan.

He dicho que tan sólo haría un esbozo. Pero me parece que basta para con-cluir con esta reflexión: una predicación homilética del leccionario pascual, siguiendo un año los Hechos, y otro el evangelio de Juan, nos puede aportar –cada año– una gozosa renovación en la conciencia de nuestro ser cristiano, en tanto que participantes de la comunidad eclesial.

Para la reflexión diaria sobre el leccionario y para la predicación:

Enséñame tus caminos 3:El Tiempo Pascual, día tras día

de José Aldazábal

Dossiers CPL 68

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ACTO PENITENCIAL

JOSEP LLIGADAS

– Tú que nos has amado hasta la muerte. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, que vives para siempre. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos llamas a compartir tu vida. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, resucitado de entre los muertos. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, glorificado a la derecha del Padre. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, nuestro Señor y Salvador. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos das tu mismo Espíritu. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos envías a continuar tu obra. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos haces testigos de tu inmenso amor. SEÑOR, TEN

PIEDAD.

– Tú que con tu resurrección has destruido el pecado y la muerte. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú que con tu resurrección has renovado la creación entera. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú que con tu resurrección das la alegría a los vivos y la vida a los muertos. SEÑOR, TEN PIEDAD.

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– Con profundo agradecimiento por tu fidelidad hasta la muerte, te pedimos: SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Llenos de la paz y la alegría del Espíritu Santo, te pedimos: SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Dispuestos a ser portadores de tu amor, sobre todo hacia los más débiles. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, fuente de agua viva. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, luz que ilumina nuestra oscuridad. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, el primer resucitado de entre los muertos. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, que el día de Pascua diste la paz a tus discípulos. SEÑOR, TEN

PIEDAD.

– Tú, que el día de Pascua les enviaste a anunciar la Buena Noticia. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, que el día de Pascua los llenaste de tu Espíritu. SEÑOR, TEN

PIEDAD.

– Tú, que nos enseñas a amar. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos das confianza y esperanza. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú, que nos conduces hacia tu Reino. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Tú has hecho de nosotros hombres y mujeres nuevos. SEÑOR, TEN

PIEDAD.

– Tú estás siempre a nuestro lado. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Tú nos has abierto las puertas del cielo. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Señor, danos tu fidelidad. SEÑOR, TEN PIEDAD.

– Señor, danos tu amor. CRISTO, TEN PIEDAD.

– Señor, danos tu Espíritu. SEÑOR, TEN PIEDAD.

ORACIÓN DE LOS FIELES

JOSEP LLIGADAS

Ofrecemos aquí un conjunto de formularios para la oración de los fieles, para cada uno de los días feriales de la cincuentena pascual. Los formularios están asignados cada uno a un día y una semana concretos (con la repetición de los formularios en las semanas tercera y quinta, y cuarta y sexta), y en unas cuantas ocasiones hay alusiones a las lecturas del día; ello no impide, sin embargo, que los formularios puedan utilizarse cualquier otro día, excepto el del lunes de Pascua, que habla específicamente del día, y los de la última semana, en que se hacen referencias directas a la preparación de la solemnidad de Pentecostés.

LUNES DE LA OCTAVA

En la alegría de este lunes de Pascua, presentemos nuestras ple-garias al Señor que ha vencido a la muerte, y digamos: JESÚS RESU-

CITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que demos siempre testimonio de la vida nueva de Jesús resucitado. OREMOS:

2. Por los que recibieron el bautismo en la noche de Pascua. Que el Señor los bendiga y les aumente constantemente la fe, la esperanza y el amor. OREMOS:

3. Por todas las naciones de la tierra. Que llegue a todas la paz y el bienestar que Dios quiere para todos sus hijos OREMOS:

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64 Materiales para la Eucaristía 65

4. Por las personas de buena voluntad que trabajan al servicio de los demás. Que el Espíritu de Dios sea para ellas fuerza y guía en su caminar. OREMOS:

5. Por nosotros, los que hoy nos hemos reunido convocados por el Señor alrededor de su mesa. Que vivamos siempre muy unidos a él, muy llenos de su amor. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestras plegarias, y derrama la gracia de tu resurrección sobre toda la humanidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

MARTES DE LA OCTAVA

Unidos en la alegría que nos da nuestra fe, y celebrando a nuestro Señor Jesucristo, resucitado de entre los muertos, oremos diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por el papa…….. y por nuestro obispo……. Para que vivan muy a fondo la alegría de la resurrección, y la contagien a todo el pueblo cristiano. OREMOS:

2. Por los niños, los jóvenes y los adultos que recibirán el bautismo o la confirmación en este tiempo de Pascua. Para que la gracia de los sacramentos dé fruto abundante en sus vidas. OREMOS:

3. Por nuestros gobernantes. Para que tengan siempre como su primera preocupación el bienestar de todos los ciudadanos, sin que nadie quede excluido. OREMOS:

4. Por los enfermos, y por los que se sienten agobiados por el dolor y la tristeza. Para que experimenten la fortaleza de Dios y encuentren una mano amorosa que les acompañe. OREMOS:

5. Por todos nosotros. Para que estas fiestas de Pascua nos reafirmen en la fe y en el seguimiento de Jesús. OREMOS:

Señor Jesús, tú te hiciste presente a María Magdalena cuando, llena de amor, lloraba junto al sepulcro; tú la llenaste de alegría y la enviaste a anunciar la Buena Noticia de la resurrección a los apóstoles y a

los demás discípulos. Haznos vivir también a nosotros la alegría de encontrarnos contigo, para que sepamos anunciar tu vida a nuestros hermanos. Tú que, resucitado de entre los muertos, vives y reinas por los siglos de los siglos.

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA

Como los discípulos de Emaús, también a nosotros Jesús nos acom-paña en nuestro camino. Por eso, con toda confianza, le presentamos nuestras peticiones diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que las Iglesias cristianas alcancemos la unidad bajo la guía del único pastor, que es Jesucristo. OREMOS:

2. Para que los padres que preparan el bautismo de sus hijos lo hagan con muchas ganas de ayudarles a crecer como cristianos, llenos de fe en Jesús y de amor a los demás. OREMOS:

3. Para que estas fiestas de Pascua ayuden a estrechar los lazos de amor mutuo en los matrimonios, en las familias, en las comunidades religiosas, entre los amigos. OREMOS:

4. Para que los moribundos se acerquen al momento definitivo con la esperanza de la vida nueva que Jesús les ofrece en su Reino. OREMOS:

5. Para que todos nosotros, los que hoy nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía, sigamos a Jesús con mucha convicción y mucha alegría. OREMOS:

Señor Jesús, escucha nuestra oración y, como hiciste con los discí-pulos de Emaús, ayúdanos a descubrir el sentido de las Escrituras y parte para nosotros el pan, para que sintamos muy hondamente tu presencia y seamos testigos de tu buena noticia. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

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66 Materiales para la Eucaristía 67

JUEVES DE LA OCTAVA

Con la alegría de la primavera, en la que todo se renueva, y con la alegría aún mayor de la Pascua, oremos a nuestro hermano y Señor Jesús diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por la Iglesia extendida de Oriente a Occidente; por todos los que estamos llamados a ser en el mundo testigos de la Buena Noticia de Jesús. OREMOS:

2. Por los niños y niñas que se preparan para participar por primera vez de la Eucaristía; por los jóvenes que se preparan para recibir la confirmación. OREMOS:

3. Por los que participan de la vida social y política con el afán de construir un mundo más justo y humano. OREMOS:

4. Por los enfermos y los que se sienten solos; por los que viven en el hambre y la pobreza; por los que son víctimas de la violencia, el racismo o cualquier injusticia. OREMOS:

5. Por los que nos hemos reunido aquí en torno al Señor resuci-tado; por nuestros vecinos, amigos y familiares; por nuestros compañeros de trabajo o de estudio. OREMOS:

Jesús resucitado, escucha nuestra oración y danos tu Espíritu Santo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

VIERNES DE LA OCTAVA

Presentemos con fe nuestra oración a Jesús, el crucificado, el resu-citado, y digamos: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS

1. Para que el papa….., sucesor del apóstol Pedro, sea para el pueblo cristiano un firme testimonio de fe y de esperanza, y Dios le bendiga. OREMOS:

2. Para que todos los bautizados vivamos muy sinceramente la vida nueva que Jesús nos ha dado. OREMOS:

3. Para que los que son perseguidos a causa de su fe o de su lucha por la justicia no desfallezcan en su fidelidad. OREMOS:

4. Para que todos aquellos que se sienten hundidos bajo el peso del pecado encuentren en la cruz de Cristo fortaleza para levan-tarse. OREMOS:

5. Para que crezca la amistad y el afecto entre todos los que compartimos esta Eucaristía. OREMOS:

Tú, Señor Jesús, eres la piedra desechada por los arquitectos y que ahora se ha convertido en piedra angular. Sólo en ti se encuentra la salvación. Escucha nuestras plegarias y conduce a la humanidad entera hacia tu Reino. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

SÁBADO DE LA OCTAVA

Unidos por la misma fe y el mismo bautismo, renovados por la Pascua del Señor, oremos diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que en la Iglesia todos estemos dispuestos a trabajar juntos, a escucharnos, a aprender unos de otros. OREMOS:

2. Para que crezcan entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas. OREMOS:

3. Para que los gobernantes y políticos de nuestros países ricos, hagan posible una justa distribución de la riqueza en el mundo. OREMOS:

4. Para que todos trabajemos por la paz, por la buena convivencia, y por el bienestar de todos. OREMOS:

5. Para que llevemos siempre en nuestro corazón la alegría de ser cristianos. OREMOS:

Escucha, Señor resucitado, nuestras plegarias, y enséñanos a amar como tú nos has amado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

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68 Materiales para la Eucaristía 69

LUNES DE LA SEMANA II

Jesucristo nos ha abierto el camino hacia el Padre. Por eso oramos con toda confianza diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que los cristianos sepamos amar como Jesús nos ha amado. OREMOS:

2. Para que todos aquellos que han perdido el vigor de la vida cristiana recuperen el ánimo y la ilusión que da el Evangelio. OREMOS:

3. Para que los gobernantes, y especialmente los gobernantes cristianos, busquen siempre por encima de todo la paz y la con-cordia, y el bienestar de los pobres y los débiles. OREMOS:

4. Para que las personas mayores reciban toda la atención que necesitan y merecen. OREMOS:

5. Para que los que participamos de esta Eucaristía vivamos llenos del Espíritu Santo que Jesús nos da. OREMOS:

Ilumina, Padre, el corazón de los hombres y mujeres del mundo entero, y haz que todos podamos vivir tu alegría. Por Jesucristo nuestro Señor.

MARTES DE LA SEMANA II

Oremos juntos a nuestro Padre. En este momento de nuestra cele-bración, no pensamos en nosotros mismos, sino que nuestra mirada debe ser muy amplia, y debe ir más allá de las paredes de esta iglesia. Abiertos al mundo entero, digamos: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por toda la Iglesia, por todos los que celebramos la gran alegría de la resurrección de Jesucristo. OREMOS:

2. Por los niños que reciben la vida nueva que brota del bautismo; por los que se acercan por primera vez a la mesa de la Euca-ristía. OREMOS:

3. Por los que sufren los horrores de la guerra, en tantos lugares del mundo. OREMOS:

4. Por las mujeres que son oprimidas y maltratadas, en nuestro país y en todos los países. OREMOS:

5. Por nuestros familiares y amigos difuntos. OREMOS:

Dios, Padre de todos. Celebramos gozosamente los días santos de la resurrección de Jesucristo. Él es nuestro camino y nuestra vida. Te agradecemos, Padre, todo el amor que nos has manifestado por medio de él, y te pedimos que no nos dejes nunca, y que sigas derramando tu amor sobre la humanidad entera. Por él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

MIÉRCOLES DE LA SEMANA II

Oremos a Dios, el Padre del amor y de la vida, por nosotros y por los hombres y mujeres de todo lugar. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS,

PADRE.

1. Para que los cristianos vivamos intensamente nuestra fe en Jesús y sintamos la alegría de seguirle. OREMOS:

2. Para que tengamos el espíritu abierto hacia los que vienen de países en los que la vida es más dura y difícil. OREMOS:

3. Para que los gobernantes tomen las decisiones necesarias para preservar el medio ambiente y asegurar el futuro de nuestro planeta. OREMOS:

4. Para que todos los niños, de cualquier lugar del mundo, puedan vivir en paz, comer lo que necesitan, ir a la escuela, jugar con los amigos, y crecer acompañados del amor de una familia. OREMOS:

5. Para que todos nosotros crezcamos en la generosidad, en la confianza, en las ganas de hacernos mutuamente felices. OREMOS:

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70 Materiales para la Eucaristía 71

Dios, Padre nuestro. Tú has amado tanto al mundo, que nos has entregado a tu Hijo para salvarnos. Él nos ha mostrado el camino de la luz. Haz que todo el mundo llegue a reconocer esa luz y a sentir la felicidad que ella nos trae. Por Jesucristo nuestro Señor.

JUEVES DE LA SEMANA II

En la alegría de la Pascua, con toda confianza en Dios nuestro Padre, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos, oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por todas las Iglesias cristianas; por todos los que creemos en Jesús. OREMOS:

2. Por nuestra parroquia, esa comunidad de cristianos y cristianas que quiere ser en el mundo testimonio de amor y de esperanza. OREMOS:

3. Por los gobernantes y los políticos, y por los que tienen en sus manos el poder económico. OREMOS:

4. Por los jóvenes que tienen que ganarse la vida en trabajos pre-carios, que no les permiten afrontar con seguridad y confianza su futuro. OREMOS:

5. Por nosotros, por los que cada día nos reunimos aquí para cele-brar la Eucaristía y crecer en la fe y en la esperanza. OREMOS:

Dios nuestro, Padre de todos: por la Buena Nueva de Jesús resu-citado hemos conocido que todos los hombres y mujeres de todas partes, sin ninguna diferencia, estamos llamados a compartir el mismo amor y la misma esperanza. Escucha nuestra oración, y haznos mensajeros de tu llamada universal de salvación. Por Jesu-cristo nuestro Señor.

VIERNES DE LA SEMANA II

Oremos a Dios, nuestro Padre, para que envíe el Espíritu de Jesús resucitado sobre el mundo entero. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS,

PADRE:

1. Por las comunidades cristianas de todo el mundo. Por las de los países de antigua tradición cristiana y por las que han nacido recientemente. Y, de un modo especial, por las que sufren dificultades y problemas graves. OREMOS:

2. Por los niños y jóvenes que reciben en estos días los sacramentos de la iniciación cristiana: los nuevos bautizados, los que celebran su primera comunión, los que son confirmados. OREMOS:

3. Por las Iglesias de los países de misión; por los misioneros y misioneras; por los sacerdotes, diáconos, religiosos y catequistas hijos de aquellas tierras. OREMOS:

4. Por todas las personas que tenemos cerca de nosotros, y a las que Jesús nos encarga que llevemos la alegría que él nos da: nuestros familiares, nuestros amigos, los vecinos, los enfermos y ancianos que conocemos, los compañeros de trabajo o estudio, los compañeros de asociaciones y actividades. OREMOS:

5. Por nosotros, los que estamos aquí reunidos celebrando esta Eucaristía. OREMOS:

Escucha, Padre, nuestra oración, y haznos testigos del Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.

SÁBADO DE LA SEMANA II

Con los ojos fijos en Jesús resucitado, unidos a él, oremos a Dios nuestro Padre diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que los cristianos seamos siempre portadores, como Jesús, de amor, misericordia, paz, esperanza. OREMOS:

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72 Materiales para la Eucaristía 73

2. Para que los que no conocen a Jesucristo puedan descubrir el camino de vida que él ofrece. OREMOS:

3. Para que nuestros gobernantes, y los de todos los países, actúen con verdadero espíritu de servicio. OREMOS:

4. Para que todos los que trabajan al servicio de la paz y la justicia sientan la fuerza de Dios que les acompaña. OREMOS:

5. Para que nosotros, los que nos hemos reunido aquí para celebrar la Eucaristía, sigamos a Jesús de todo corazón. OREMOS:

Escucha, Padre, nuestra oración, y concédenos vivir estas fiestas de Pascua con profunda alegría cristiana. Por Jesucristo nuestro Señor.

LUNES DE LAS SEMANAS III y V

Oremos a Jesús, nuestro pastor y guía, diciendo: JESÚS RESUCITADO,

ESCÚCHANOS.

1. Para que las Iglesias cristianas caminemos de todo corazón hacia la unidad. OREMOS:

2. Para que el amor hacia los necesitados, los enfermos, los marginados, los inmigrantes, sea el principal distintivo de los que nos profesamos cristianos. OREMOS:

3. Para que los monjes y monjas, los religiosos y religiosas, y los miembros de los institutos seculares, vivan con mucha fe y esperanza su vocación. OREMOS:

4. Para que las familias que tienen que cuidar a enfermos o deficientes puedan tener la ayuda y el apoyo que necesitan. OREMOS:

5. Para que estas fiestas de Pascua nos llenen de alegría y de un sincero espíritu de fe y de amor. OREMOS:

Señor Jesús, escucha nuestra oración y llénanos del Espíritu Santo, para que nos haga comprender el camino del Evangelio y nos dé fortaleza para seguirlo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

MARTES DE LAS SEMANAS III y V

Oremos a Jesús resucitado, pan de vida eterna, camino que nos conduce hacia Dios, y digámosle: JESÚS RESUCITADO, ESCÜCHANOS.

1. Por los pastores de la Iglesia, llamados a continuar la obra de Jesús en medio de la comunidad. Que vivan su misión con mucha fe y confianza. OREMOS:

2. Por los hombres y mujeres de buena voluntad que no comparten nuestra fe. Que, guiados por el Espíritu de Dios, avancen por el camino del amor y de la justicia. OREMOS:

3. Por los gobernantes y por todos los que tienen responsabilidades en la administración pública. Que realicen su labor con un profundo espíritu de servicio. OREMOS:

4. Por los que se sienten fracasados en la vida. Que no olviden nunca que Dios está a su lado, y encuentren también el apoyo y el ánimo de los que tienen a su alrededor. OREMOS:

5. Por nosotros, y por todos los cristianos que vienen a esta iglesia. Que aprendamos a ser cada día mejores seguidores de Jesucristo. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y danos tu amor. Tú que vives y nos amas por los siglos de los siglos.

MIÉRCOLES DE LAS SEMANAS III y V

Jesús resucitado está con nosotros, y ruega por nosotros ante Dios. Por eso le presentamos nuestras peticiones diciendo: JESÚS RESUCI-

TADO, ESCÚCHANOS.

1. Por las Iglesias del Tercer Mundo. Que sean un testimonio vivo de fe y de esperanza en sus países. OREMOS:

2. Por nuestros familiares y amigos que no creen en Jesucristo. Que puedan llegar a descubrir la alegría de la fe. OREMOS:

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74 Materiales para la Eucaristía 75

3. Por los gobernantes, por los empresarios, por los responsables de la economía. Que se preocupen seriamente por conservar la naturaleza, y que los intereses económicos no les lleven a destruir el mundo que Dios nos ha dado. OREMOS:

4. Por los enfermos de nuestra parroquia. Que a ninguno de ellos le falte la atención y la compañía que necesita. OREMOS:

5. Por los que celebramos en esta Eucaristía los misterios de la Pascua del Señor. Que nos alegremos de compartir su pasión para alcanzar la vida nueva de la resurrección. OREMOS:

Recibe, Jesús resucitado, estas peticiones, y también aquellas que sólo tú puedes leer en nuestro corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

JUEVES DE LAS SEMANAS III y V

Nos hemos alimentado con el pan de la Palabra de Dios, y ahora participaremos del pan de la Eucaristía. El propio Jesús se nos da como alimento. Por eso ahora, con mucha fe, le presentamos nuestras peticiones diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por todos los cristianos, por todos los que en cualquier lugar del mundo creen en Jesús y lo aman. OREMOS:

2. Por los niños y niñas que se preparan para acercarse por primera vez a la mesa de la Eucaristía, y por sus padres y catequistas. OREMOS:

3. Por todos los que participan en entidades que fomentan la buena convivencia y trabajan para una mejor vida colectiva. OREMOS:

4. Por las viudas, por los viudos, por todos aquellos que sufren la tristeza de haber perdido a un ser querido. OREMOS:

5. Por nosotros, por nuestros familiares y amigos, por nuestros compañeros de trabajo, OREMOS:

Jesús resucitado, pan vivo bajado del cielo. Escucha nuestra oración, y haz que vivamos siempre llenos de la alegría de tu Pascua. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

VIERNES DE LAS SEMANAS III y V

En la cruz de Jesucristo está la salvación y la esperanza para toda la humanidad. Jesucristo, fiel al amor de Dios hasta la muerte, nos ha abierto las puertas de la vida para siempre. Por eso nos acercamos a él con toda confianza y le presentamos nuestras plegarias diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS:

1. Por los misioneros y por todos los que trabajan al servicio de los demás en los países del Tercer Mundo. OREMOS:

2. Por los catequistas de nuestra parroquia y por todos los que colaboran en la educación y el crecimiento de la fe. OREMOS:

3. Por las parejas que se preparan para el matrimonio. OREMOS:

4. Por los parados y por los que más fuertemente sufren las desigualdades económicas. OREMOS:

5. Por nosotros, que nos reunimos aquí todos los días para recibir el alimento de vida eterna, el cuerpo y la sangre de Jesucristo. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestras plegarias. Tú nos has elegido y nos has destinado para que vayamos y demos fruto. Acompáñanos siempre, para que no defraudemos las esperanzas que has puesto en nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

SÁBADO DE LAS SEMANAS III y V

Presentemos nuestras plegarias a nuestro hermano y Señor Jesús, diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS

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76 Materiales para la Eucaristía 77

1. Oremos para que la Iglesia sea un hogar de misericordia abierto a todos los que se encuentran en graves dificultades y sufrimientos. OREMOS:

2. Oremos para que los jóvenes que están alejados de la fe encuentren quien les acompañe en el camino de descubrimiento de Jesucristo. OREMOS:

3. Oremos para que el amor de los esposos crezca constantemente, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, en todas las circunstancias de la vida. OREMOS:

4. Oremos para que todos los hombres y mujeres de buena voluntad sepamos ponernos a favor de los pobres, los débiles, los que son tratados injustamente, los que sufren discriminación o violencia. OREMOS:

5. Oremos para que estas fiestas de Pascua nos llenen de alegría y de un sincero espíritu de fe y de amor. OREMOS:

Jesús resucitado, escúchanos y envíanos tu Espíritu. Tú, nuestro hermano y Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

LUNES DE LAS SEMANAS IV y VI

Unidos a Jesús, oremos al Padre por nosotros mismos, por la Iglesia y por toda la humanidad. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por el papa ……, por nuestro obispo ……, y por los responsables de la pastoral diocesana. OREMOS:

2. Por nuestra parroquia, y por todos los que participan de sus distintas actividades. OREMOS:

3. Por la colaboración y la solidaridad entre las naciones. Por la justicia y la libertad para todos los pueblos de la tierra. OREMOS:

4. Por las familias que se encuentran en graves dificultades: las que están sin trabajo, las que sufren a causa de la enfermedad, las que no se entienden. OREMOS:

5. Por nosotros, y por todas las personas que conocemos y queremos. OREMOS:

Padre, fuente de todo bien y de toda bondad: escucha nuestras peti-ciones, derrama tu Espíritu sobre los hombres y mujeres del mundo entero, y a nosotros haznos fieles seguidores de tu Hijo Jesucristo, nuestro buen pastor, que vive y reina por los siglos de los siglos.

MARTES DE LAS SEMANAS IV y VI

Presentemos al Padre nuestra oración, porque sabemos que él nos ama. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la Iglesia. Para que sepa renovarse constantemente y sea cada vez más fiel al Evangrelio. OREMOS:

2. Por todos los cristianos. Para que cada día aprendamos más a vivir como Jesús ha vivido. OREMOS:

3. Por los que se preparan para el sacerdocio. Para que Dios les bendiga y les llene de amor a Jesucristo y de profundo espíritu de servicio a la comunidad. OREMOS:

4. Por los países que están sometidos a dictaduras y faltos de justicia y de libertad. Para que puedan liberarse de esa situación inhumana. OREMOS.

5. Por nosotros. Para que sepamos dar testimonio de nuestra fe y nuestra esperanza. OREMOS:

Dios, Padre de todos. Tú, en los inicios de la predicación evangélica, hiciste que la Buena Noticia de Jesús superase las fronteras de la religión judía y llegase a los pueblos paganos. Haz que también ahora el Evangelio supere todas las fronteras y sea visto por los hombres y mujeres de nuestro tiempo como una fuerza liberadora y un camino de felicidad. Por Jesucristo nuestro Señor.

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78 Materiales para la Eucaristía 79

MIÉRCOLES DE LAS SEMANAS IV y VI

En este tiempo de primavera en que todo se renueva, nosotros cele-bramos la más grande renovación: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, que es también nuestra resurrección. Por él, nosotros hemos sido liberados de la muerte y hemos entrado ya en la vida de Dios. Y por eso, con toda confianza podemos pre-sentarle nuestras plegarias diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la Iglesia, por todos los que estamos llamados a ser en el mundo testigos de la Buena Noticia de Jesús. OREMOS:

2. Por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, por todos los que viven con espíritu abierto a las necesidades de los demás. OREMOS:

3. Por los padres y madres de familia que quieren educar a sus hijos en la generosidad, el servicio a los demás y el amor a Jesús. OREMOS:

4. Por los inmigrantes, por los refugiados, por todos los que se han visto obligados a dejar su país y su gente. OREMOS:

5. Por los que nos hemos reunido hoy para celebrar la Eucaristía y compartir el gran gozo de la resurrección de Jesucristo. OREMOS:

Escucha, Padre, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Por Jesucristo nuestro Señor.

JUEVES DE LAS SEMANAS IV y VI

Presentemos nuestras peticiones al Padre, y pidámosle que su Espíritu descienda sobre nosotros y sobre el mundo entero. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por las comunidades cristianas de cualquier lugar del mundo. Para que sean ejemplo y testimonio de amor mutuo, de alegría, de esperanza, de espíritu de servicio. OREMOS:

2. Por los jóvenes que se preparan para recibir la confirmación, y por los que participan en movimientos y grupos cristianos. Para que crezcan en el seguimiento de Jesucristo, y den testimonio de él entre sus amigos y compañeros. OREMOS:

3. Por nuestras familias, y por todas las familias de nuestra parroquia. Para que aprendamos a querernos más, a estar más atentos los unos a los otros, a ayudarnos a crecer en la fe y en la esperanza. OREMOS:

4. Por todos los que padecen problemas económicos graves, tensiones y rupturas, tristezas y desengaños. Para que encuentren fortaleza y confianza para salir adelante. OREMOS:

5. Por nosotros. Para que con nuestra vida evangélica ayudemos a que Jesús sea más conocido y amado. OREMOS:

Padre, nosotros creemos firmemente que Jesús, clavado en la cruz por fidelidad a tu camino de amor, ha resucitado. Escucha nuestra oración y haznos vivir, en toda nuestra existencia, en los buenos momentos y en los malos, la gran alegría de tenerlo junto a nosotros. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

VIERNES DE LAS SEMANAS IV y VI

Llenos de la alegría de la Pascua, esa alegría que nada ni nadie nos podrá quitar, presentemos nuestras plegarias al Padre con el deseo de que la salvación y la vida nueva de Jesús lleguen a todos. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la Iglesia, por la comunidad de seguidores de Jesucristo que el Espíritu ha reunido en toda la tierra. OREMOS:

2. Por todos los que dedican su vida al servicio de los demás, aquí y en los países del Tercer Mundo. OREMOS:

3. Por los enfermos, y por todos los que los atienden, en casa o en los hospitales. OREMOS:

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80 Materiales para la Eucaristía 81

4. Por los que viven encerrados en su egoismo, por los que sólo buscan el poder y el dinero. OREMOS:

5. Por nosotros, y por nuestros familiares, amigos y vecinos. OREMOS:

Escucha, Padre, nuestra oración. Te la presentamos por tu Hijo Jesucristo. Él es el camino que nos lleva hacia ti; él es la verdad y la vida, y vive y reina por los siglos de los siglos.

SÁBADO DE LAS SEMANAS IV y VI

Unidos por la misma fe y el mismo bautismo, renovados por la Pascua del Señor, oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que la Iglesia dé siempre testimonio de renovación, de diálogo, de desprendimiento de todo poder. OREMOS:

2. Para que el papa ….., nuestro obispo ….., y los obispos de todo el mundo, sean en toda ocasión portadores de alegría y de esperanza para el pueblo cristiano. OREMOS:

3. Para que el testimonio de oración de los monjes y monjas nos ayude a todos a acercarnos más a Dios. OREMOS:

4. Para que las riquezas que Dios ha puesto en este mundo lleguen a todos, y nadie tenga que sufrir la tragedia del hambre. OREMOS:

5. Para que la Eucaristía de cada día nos ayude a vivir más de cerca el camino de Jesús. OREMOS:

Escucha, Padre, nuestra oración, y haz que estas fiestas de Pascua nos llenen de alegría cristiana. Por Jesucristo nuestro Señor.

LUNES DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que los cristianos sepamos amarnos como Jesús nos ha amado. OREMOS:

2. Para que, guiados por el Espíritu, sintamos el gusto y el consuelo de la oración, y avancemos en la sabiduría profunda que viene de Dios. OREMOS:

3. Para que los gobernantes, y especialmente los gobernantes cristianos, busquen siempre por encima de todo la paz y la concordia, y el bienestar de los que menos tienen. OREMOS:

4. Para que los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los perseguidos y todos los que se sienten sin ánimo ante la vida reciban la fuerza del Espíritu Santo de Dios. OREMOS:

5. Para que el Espíritu del Señor ilumine con su luz nuestras inseguridades y dudas, y cure nuestras debilidades. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

MARTES DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS

RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

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82 Materiales para la Eucaristía 83

1. Por la Iglesia, por todos los que celebramos la gran alegría de la resurrección de Jesucristo y nos preparamos para la venida de su Espíritu. OREMOS:

2. Por los niños y niñas que reciben la vida nueva que brota del bautismo; por los que se acercan por primera vez a la mesa de la Eucaristía. OREMOS:

3. Por los seminaristas de nuestra diócesis, y por sus profesores y formadores. OREMOS:

4. Por los países pobres; por los hombres y mujeres, ancianos y niños, que sufren la tragedia del hambre. OREMOS:

5. Por nuestros familiares y amigos difuntos. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

MIÉRCOLES DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS

RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que los cristianos vivamos intensamente nuestra fe en Jesús y sintamos la alegría de seguirle. OREMOS:

2. Para que el Espíritu del Señor dé fortaleza a los que son perseguidos por causa del Evangelio. OREMOS:

3. Para que los gobernantes tomen las decisiones necesarias para preservar el medio ambiente y asegurar el futuro de nuestro planeta. OREMOS:

4. Para que todos los niños, de cualquier lugar del mundo, puedan vivir en paz, comer lo que necesitan, ir a la escuela, jugar con los amigos, y crecer acompañados del amor de una familia. OREMOS:

5. Para que todos nosotros, con la fuerza del Espíritu, crezcamos siempre en la generosidad, en la confianza, en las ganas de hacernos mutuamente felices. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

JUEVES DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS

RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por la unidad de las Iglesias cristianas; para que llegue el día en que todos seamos uno y compartamos plenamente la misma fe y la misma esperanza. OREMOS:

2. Por todos los que se han consagrado al servicio de Dios y de los hermanos en la vida religiosa. OREMOS:

3. Por nuestro ayuntamiento, por el alcalde y los concejales, y por los trabajadores de la administración pública. OREMOS:

4. Por los que no encuentran trabajo, y por los que tienen que trabajar en condiciones duras y difíciles. OREMOS:

5. Por nosotros, por los que nos reunimos aquí cada día para celebrar la Eucaristía. OREMOS:

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84 Materiales para la Eucaristía 85

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

VIERNES DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS

RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Por las comunidades cristianas de todo el mundo. Por las de antigua tradición cristiana y por las que han nacido reciente-mente. Y, de un modo especial, por las que sufren dificultades y problemas graves. OREMOS:

2. Por los niños y jóvenes que reciben estos días los sacramentos de la iniciación cristiana: los nuevos bautizados, los que celebran su primera comunión, los que son confirmados. OREMOS:

3. Por las Iglesias de los países de misión; por los misioneros y misioneras; por los sacerdotes, diáconos, religiosos y catequistas hijos de aquellas tierras. OREMOS:

4. Por todas las personas que tenemos cerca de nosotros, y a las que Jesús nos encarga que llevemos la alegría que él nos da: nuestros familiares, nuestros amigos, los vecinos, los enfermos y ancianos que conocemos, los compañeros de trabajo o estudio, los compañeros de asociaciones y actividades. OREMOS:

5. Por nosotros, los que estamos aquí reunidos celebrando esta Eucaristía con el deseo de conocer y amar cada día más a Jesucristo. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

SÁBADO DE LA SEMANA VII

Oremos con fe a Jesucristo resucitado, y pidámosle que envíe su Espíritu, el fuego que calienta los corazones, el viento recio que todo lo renueva, el padre de los pobres, el consuelo de los que están tristes, la fuente de la más profunda alegría. Oremos diciendo: JESÚS

RESUCITADO, ESCÚCHANOS.

1. Para que los cristianos seamos siempre portadores, como Jesús, de amor, misericordia, paz, esperanza. OREMOS:

2. Para que los que no conocen a Jesucristo puedan descubrir el camino de vida que él ofrece. OREMOS:

3. Para que el Espíritu de Dios sostenga y fortalezca los esfuerzos de los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por un mundo más justo. OREMOS:

4. Para que los que están hundidos en el mal y el pecado encuentren la ayuda necesaria para salir de su situación y cambiar de vida. OREMOS:

5. Para que, como María y los apóstoles, también nosotros nos preparemos, con fe y de todo corazón, para vivir la venida del Espíritu Santo. OREMOS:

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envía al Espíritu Santo que prometiste, para que llene con su gracia nuestros corazones y renueve a la humanidad entera. Te lo pedimos a ti, nuestro hermano, nuestro Señor, que has vencido al pecado y a la muerte, y vives y reinas por los siglos de los siglos.

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Materiales para la Eucaristía 87

INVITACIÓN AL PADRENUESTRO

Estas invitaciones están tomadas de la Liturgia de las Horas del Tiempo pascual

ediciones castellana y catalana.

1. Invoquemos al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor Resucitado pone en nuestros labios:

2. Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros:

3. Porque Jesucristo nos ha hecho partícipes de su propia vida, somos hijos de Dios y por ello nos atrevemos a decir:

4. Cristo Resucitado ha hecho de nosotros un solo corazón y una sola alma: por ello podemos decir con confianza:

5. Unamos nuestra oración a la de Jesús resucitado, nuestro abogado ante el Padre, y digamos como él nos enseñó:

6. Cristo Resucitado nos ha dado el Espíritu Santo, que ora dentro de nosotros y nos hace decir:

7. El Espíritu de Jesús Resucitado intercede por nosotros y ayuda a nuestra debilidad. Por eso, decimos con confianza:

8. Hechos hijos de Dios por el bautismo, y unidos en el Espíritu del Señor Resucitado, invoquemos a nuestro Padre del cielo:

9. Porque Dios ha derramado en nuestros corazones el Espíritu de hijos, nos atrevemos a decir:

10. Gozosos por la filiación divina que hemos recibido, afirmemos nuestra esperanza, diciendo como Cristo nos enseñó:

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Materiales para la Eucaristía 89

ORACIÓN DE LA PAZ

La primera y la última de las siguientes oraciones proceden del misal alemán.

Del domingo de Pascua a la víspera de la Ascensión

❇ El día de Pascuael Señor Jesús se hizo presente en medio de sus discípulosy les dio su saludo de paz:“Mi paz os dejo, mi paz os doy”.Por eso ahora pedimos con toda confianza:Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesiay, conforme a tu palabra,concédele la paz y la unidad.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

❇ El Señor Jesús,al atardecer del día de Pascua,se hizo presente en medio de sus discípulos y les dijo:“Paz a vosotros. Recibid el Espíritu Santo”.Y los discípulos, movidos por el Espíritu,anunciaron la paz y la vida nueva en el mundo entero.Por eso ahora pedimos con toda confianza:Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,no tengas en cuenta nuestros pecados,

sino la fe de tu Iglesiay, conforme a tu palabra,concédele la paz y la unidad.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Ascensión del Señor

❇ Nuestro Señor Jesucristo,al subir al cielo,envió a sus discípulos como mensajeros del Evangelio,portadores de la Buena Noticia de la paz,de la reconciliación, del amor sin límites.Por eso hoy pedimos con toda confianza:Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesiay, conforme a tu palabra,concédele la paz y la unidad.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Semana de la Ascensión a Pentecostés

❇ Nuestro Señor resucitado,al subir al cielo,anunció a los discípulos que el Espíritu Santo vendría sobre ellosy les daría fuerza para ser testigos del Evangelio hasta los confines del mundo.Y desde entonces, gracias a su testimonio,la comunidad cristiana empezó a reunirseen la paz y la unidad.Por eso ahora, mientras nos preparamos para la fiesta de Pentecostés,pedimos con toda confianza:

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Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesiay, conforme a tu palabra,concédele la paz y la unidad.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Domingo de Pentecostés

❇ Nuestro Señor Jesucristoenvió al Espíritu Santo el día de Pentecostéspara que congregase a la Iglesia de entre todos los pueblosen la unidad y el amor.Por eso hoy pedimos con toda confianza:Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesiay, conforme a tu palabra,concédele la paz y la unidad.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

INVITACIÓN A LA COMUNIÓN

1. Este es el Cordero de Dios, Jesucristo, el vencedor de la muerte, que se nos da como alimento de vida eterna. Dichosos los que ya desde ahora somos invitados a la mesa de su Reino.

2. Este es el Cordero de Dios, este es el que murió y vive ahora por los siglos. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

3. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

4. Este es el Cordero que ha vencido a la muerte, el que se nos da como alimento de vida eterna. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

5. “El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed”, dice el Señor. Dichosos los invitados a la mesa de su Reino.

6. “El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él”, dice el Señor. Dichosos los invitados a la mesa de su Reino.

7. Así dice el Señor: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre”. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

8. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”, dice el Señor. Dichosos los invitados a la mesa de su Reino.

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Materiales para la Eucaristía 93

UN SALMO PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Para ayudar en la oración después de comulgar, puede ser interesante introducir la práctica de rezar, durante el silencio de la comunión y antes de la poscomu-nión, un salmo, o un cántico evangélico (enteros o en parte). Lo puede recitar un lector (sin título ni ninguna introducción, sin que la asamblea se una con ninguna antífona, y sin gloria final: la asamblea se une con su silencio), o bien puede recitarlo entero toda la asamblea (mejor todos a la vez y no a dos coros). Si se hace de la segunda forma, se puede imprimir una hoja con los salmos y repartirlo y recogerlo en cada misa.

Aquí ofrecemos una selección de ocho salmos y un cántico, que pueden ser espe-cialmente adecuados para el tiempo de Pascua.

Salmo 33

Bendigo al Señor en todo momento,su alabanza está siempre en mi boca;mi alma se gloría en el Señor:que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,ensalcemos juntos su nombre.Yo consulté al Señor, y me respondió,me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,vuestro rostro no se avergonzará.Si el afligido invoca al Señor, él lo escuchay lo salva en sus angustias.

El ángel del Señor acampaen torno a sus fieles y los protege.Gustad y ved qué bueno es el Señor,dichoso el que se acoge a él.

Salmo 65

Aclamad al Señor, tierra entera;tocad en honor de su nombre,cantad himnos a su gloria.Decid a Dios: “¡Qué grandes son tus obras!”

Que su postre ante ti la tierra entera,que toquen en tu honor,que toquen para tu nombre.Venid a ver las obras de Dios,sus temibles proezas a favor de los hombres.

Alegrémonos con Dios,que con su poder gobierna eternamente.

Fieles de Dios, venid a escuchar,os cantaré lo que ha hecho conmigo.Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplicani me retiró su favor.

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94 Materiales para la Eucaristía 95

Salmo 66

El Señor tenga piedad y nos bendiga,ilumine su rostro sobre nosotros;conozca la tierra tus caminos,todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,porque riges el mundo con justicia,riges los pueblos con rectitudy gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,nos bendice el Señor, nuestro Dios.Que Dios nos bendiga; que le temanhasta los confines del orbe.

Salmo 99

Aclama al Señor, tierra entera,servid al Señor con alegría,entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:que él nos hizo y somos suyos,su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,por sus atrios con himnos,dándole gracias y bendiciendo su nombre:

“El Señor es bueno,su misericordia es eterna,su fidelidad por todas las edades”.

Salmo 117

Dad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia.Diga la casa de Israel:eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:eterna es su misericordia.Digan los fieles del Señor:eterna es misericordia.

En el peligro grité al Señor,y me escuchó, poniéndome a salvo.Empujaban y empujaban para derribarme,pero el Señor me ayudó;el Señor es mi fuerza y mi energía,él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoriaen las tiendas de los justos:“La diestra del Señor es poderosa,la diestra del Señor es excelsa,la diestra del Señor es poderosa”.

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96 Materiales para la Eucaristía 97

No he de morir, vivirépara contar las hazañas del Señor.La piedra que desecharon los arquitectoses ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,ha sido un milagro patente.Éste es el día en que actuó el Señor:sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;Dios mío, yo te ensalzo.Dad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia.

Salmo 145

Alaba, alma mía, al Señor:alabaré al Señor mientras viva,tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,seres de polvo que no pueden salvar.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,el que espera en el Señor, su Dios,que hizo el cielo y la tierra,el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,que hace justicia a los oprimidos,que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,el Señor abre los ojos al ciego,el Señor endereza a los que ya se doblan,el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,sustenta al huérfano y a la viuday trastorna el camino de los malvados.El Señor reina eternamente,tu Dios, Sión, de edad en edad.

Salmo 148

Alabad al Señor en el cielo,alabad al Señor en lo alto.Alabadlo, todos sus ángeles;alabadlo, todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna;alabadlo, estrellas lucientes.Alabadlo, espacios celestesy aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,porque él lo mandó, y existieron.Les dio consistencia perpetuay una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,cetáceos y abismos del mar,rayos, granizos, nieve y bruma,viento huracanado que cumple sus órdenes,

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98 Materiales para la Eucaristía 99

montes y todas las sierras,árboles frutales y cedros,fieras y animales domésticos,reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,príncipes y jefes del mundo,los jóvenes y también las doncellas,los viejos junto con los niños,alaben el nombre del Señor,el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;él acrece el vigor de su pueblo.Alabanza de todos sus fieles,de Israel, su pueblo escogido.

Salmo 150

Alabad al Señor en su templo,alabadlo en su fuerte firmamento.Alabadlo por sus obras magníficas,alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,alabadlo con arpas y cítaras.Alabadlo con tambores y danzas,alabadlo con trompas y flautas.

Alabadlo con platillos sonoros,alabadlo con platillos vibrantes.Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Cántico de la carta a los Colosenses (1,12-20)

Damos gracias a Dios Padre,que nos ha hecho capaces de compartirla herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,por cuya sangre hemos recibido la redención,el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,primogénito de toda criatura;porque por medio de élfueron creadas todas las cosas:celestes y terrestres, visibles e invisibles,Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:los del cielo y los de la tierra,haciendo la paz por la sangre de su cruz.

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OTROS

MATERIALES

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PARA REZAR EN CASA

La Pascua. Los días de la vida nueva de Jesús. Él, el crucificado, vive para siempre, y su vida es nuestra vida. ¡Alabemos al Señor!

Durante cincuenta días, hasta Pentecostés, celebramos esta gran fiesta. Lo hacemos sobre todo con la Eucaristía del domingo, pero también lo podemos hacer de muchas otras maneras. Una puede ser la breve oración que ofrecemos en esta hoja, para rezarla también el domingo (o el sábado por la noche) en casa.

Se puede hacer en el momento que parezca más adecuado. Y no es necesario que estemos todos los miembros de la familia (si alguno no puede o no quiere, no pasa nada). La podemos hacer encendiendo un cirio (si es posible, el que se nos dio en la Vigilia Pascual).

En las plegarias, L1 significa un lector, L2 otro, y T todos los participantes. Se puede añadir algún canto (el Regina coeli o algún otro propio de Pascua). La cita evangélica que se indica corresponde al texto entero que se lee aquel domingo en el ciclo A del leccionario, y del que está extraído el breve texto que la precede. pero la plegaria puede hacerse igualmente en los demás ciclos.

Domingo de Pascua

L1. María Magdalena vio la losa quitada del sepulcro.

T. En verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

L2. El ángel dijo a las mujeres: “No está aquí. Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y con una gran alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. (Mt 28,1-10; Jn 20,1-9).

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104 Otros materiales 105

L1. Padre, concede a los que celebramos la resurrección de Jesucristo que, renovados por tu Espíritu, vivamos siempre llenos de alegría.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Domingo 2 de Pascua

L1. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común.

T. Demos gracias a Dios, que nos ha llamado a su Reino, aleluya.

L2. Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. (Jn 20,19-31).

L1. Padre, tú reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales. Acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que vivamos a fondo nuestro bautismo siguiendo con fe a Jesús muerto y resucitado.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Domingo 3 de Pascua

L1. Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte.

T. Aclama al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, aleluya.

L2. Dos discípulos de Jesús iban andando a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Y mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. (Lc 24,13-15)

L1. Dios, Padre nuestro, tú has renovado nuestro corazón con la resurrección de Jesucristo. Haz que gracias a él andemos en una vida nueva, y lleguemos un día a vivir su vida eterna.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Domingo 4 de Pascua

L1. Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.

T. Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas, ale-luya.

L2. Dijo Jesús: “El que entra por la puerta es pastor de las ovejas, y las ovejas atienden su voz, y él las va llamando por el nombre y las saca fuera, y las ovejas lo siguen. Yo he venido para que las ovejas tengan vida y la tengan abundante”. (Jn 10,1-10).

L1. Concédenos, Padre, la alegría de tu Reino, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Domingo 5 de Pascua

L1. La palabra de Dios iba cundiendo, y crecía mucho el número de discípulos.

T. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas, aleluya.

L2. Dijo Jesús: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conociérais a mí, conoceríais también a mi Padre. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. (Jn 14,1-12).

L1. Señor, tú nos has redimido y has querido hacernos hijos tuyos. Míranos siempre con amor de padre y transforma nuestro corazón para que vivamos siempre la Buena Noticia de Jesús.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

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106 Otros materiales 107

Domingo 6 de Pascua

L1. Pedro y Juan les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

T. El Señor ha redimido a su pueblo, aleluya.

L2. Dijo Jesús: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. No os dejaré desamparados, vol-veré”. (Jn 14,15-21).

L1. Concédenos, Padre, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Ascensión del Señor

L1. Lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista.

T. Dios asciende entre aclamaciones, aleluya.

L2. Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Jesús les dijo: “Id y haced discípulos de todos los pueblos. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt 28,16-20).

L1. Concédenos, Dios, Padre nuestro, exultar de gozo y darte siempre gracias. Porque la Ascensión de tu Hijo, Jesús, nuestro hermano, miembro de nuestra raza, nos da la confianza de alcanzar la vida plena que él tiene ya a tu lado para siempre.

T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

Domingo de Pentecostés

L1. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.

T. El Espíritu del Señor llena la tierra, aleluya.

L2. Jesús entró, se puso en medio de los discípulos y dijo: “Paz a vosotros. como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, exhalando el aliento sobre ellos, añadió: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,19-23).

L1. Cumple, Padre, en nosotros tu promesa y renueva tus maravillas: derrama tu Espíritu Santo para que nos haga testigos del Evangelio de Jesucristo en toda nuestra vida.T. Jesús resucitado, danos tu luz, tu amor, tu vida.

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Otros materiales 109

COMENTARIOS A LAS LECTURAS BREVES DE VÍSPERAS

JOSÉ ALDAZÁBAL

El conjunto de estas lecturas consta de siete pasajes breves, tomados de la carta a los Hebreos (cuatro) y de la primera carta de Pedro (tres), que se leen desde la tarde del Domingo de Pascua hasta las primeras vísperas del domingo siguiente. Este esquema se repite durante las seis primeras semanas de Pascua. En la séptima, que va desde la Ascensión a Pentecostés, hay otras lecturas.

Estos pasajes nos ayudan durante la Cincuentena a profundizar en unos aspectos centrales del misterio que acabamos de celebrar en el Triduo Pascual, la muerte y resurrección de Jesús: el sacrificio y el sacerdocio de Cristo (que subraya más la carta a los Hebreos) y el sacerdocio nuestro, como pueblo consagrado (aspecto en que insistirá más Pedro).

Los comentarios que aquí ofrecemos están pensados para ser leídos durante la primera semana, comenzando el Domingo de Pascua. Y se hace así: después de que un lector proclama (si puede ser desde el ambón de la Palabra) la lectura breve, otra persona lee (o glosa brevemente), desde otro lugar, el comentario que ofrecemos a continuación.

DOMINGO DE PASCUA. Segundas Vísperas

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados (Hebreos 10,12-14).

En esta tarde de Pascua, recientes todavía los aleluyas inaugurados en la noche pasada, y que nos disponemos a cantar con especial énfasis durante siete semanas, en unión con toda la Iglesia, hemos escuchado este breve pasaje de la carta a los Hebreos.

Un pasaje que ha resumido el sentido del Misterio Pascual:

* Cristo se ofreció por los pecados del mundo, en un sacrificio único; los sacrificios del Templo de Jerusalén y los de los otros pueblos sólo eran figura y sombra del sacrificio de Cristo en la cruz, que es el definitivo, “para siempre jamás”;

* con su sacrificio, Jesús nos ha salvado a todos, nos ha reconci-liado con Dios, ha vencido al pecado. El desfase entre el amor de Dios y nuestro pecado lo ha resuelto Dios con su propia entrega: su Hijo, Cristo Jesús, se ha entregado hasta la muerte, con plena solidaridad, para salvarnos a todos;

* ahora está glorificado junto a Dios Padre;

* y así se ha iniciado la marcha de la Iglesia a lo largo de la historia, hasta la plena revelación de su victoria, el tiempo que falta hasta que sus enemigos, sobre todo la muerte, queden vencidos.

Alegrémonos, hermanos. Vivamos estas siete semanas de Pascua con admiración y gratitud. Y dejémonos contagiar de la nueva vida del Resucitado.

LUNES

Tenemos un sumo sacerdote tal, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del santuario y de la tienda verdadera, construida por el Señor y no por hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios (Hebreos 8,1b-3a).

En el Templo de Jerusalén, el sumo sacerdote entraba una vez al año en la parte más interior, llamada “santísimo”, detrás de una gran cortina que la separaba del resto. Allí ofrecía sacrificios a Dios en nombre de todo el pueblo.

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110 Otros materiales 111

Nuestro Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, ha entrado en el Santuario verdadero, el cielo, “la tienda verdadera”, no construida por manos humanas, a través de su muerte, y se ha ofrecido de una vez por todas a Dios por toda la humanidad.

Los sacerdotes de Israel repetían este sacrificio especial cada año, y además cada día ofrecían otros sacrificios en el mismo Templo. Eran sacrificios de animales. Cristo Jesús se ha ofrecido de una vez para siempre, y no cesa de ofrecerse a Dios. El sacrificio de la Cruz no ha terminado, está presente en él para toda la eternidad. Tenemos un buen Mediador ante Dios. Eso nos llena de confianza, en este tiempo de Pascua. Él vive para siempre, intercede por nosotros y nos espera para hacernos participar de su Vida y de su Gloria, si hemos sabido recorrer su mismo camino venciendo al mal y al pecado.

MARTES

Acercándonos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacer-docio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo (1Pedro 2,4-5).

Es muy expresiva la comparación de una comunidad que se construye como un edificio hecho de piedras vivas, como un templo o una casa. De ese edificio nos ha dicho Pedro que Cristo es la piedra angular, la que habían desechado los arquitectos sabios, las autoridades judías, pero que luego se demostró que era la piedra básica. Sobre esta piedra que es Cristo cada uno de nosotros, como piedras vivientes, formamos la Iglesia, como un edificio animado y sostenido por el Espíritu de Jesús.

Además, todos somos un pueblo de sacerdotes. Si Cristo es nuestro Mediador ante el Padre, como estos días nos está repitiendo la carta a los Hebreos, hoy la carta de Pedro nos dice que nosotros, juntamente con él, también somos un “sacerdocio sagrado”, una comunidad que se siente mediadora entre Dios y el resto de la humanidad. Una comu-

nidad que eleva a Dios las oraciones y aspiraciones de los hombres, ofreciéndole sobre todo el sacrificio eucarístico, que es el mismo de Cristo, y que a la vez da testimonio ante los hombres, cada uno en su ambiente, de la Palabra, de la gracia de Dios, de la buena noticia de la salvación.

Celebrar el misterio de la Pascua de Cristo nos lleva a mayor profun-didad de vida imitando su sacerdocio intercesor ante Dios, para bien de toda la humanidad.

MIÉRCOLES

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día –como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo–, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo (Hebreos 7,24-27).

Los sacerdotes de Israel eran caducos y se sucedían unos a otros. El Sacerdote que tenemos nosotros, Cristo Jesús, no muere ya. Sigue vivo ante Dios e intercede por nosotros.

Los sacerdotes de Israel eran pecadores, y ofrecían sacrificios por sí mismos y luego por el pueblo. El Sacerdote Jesús es “santo, inocente, sin mancha… separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo”, como nos ha dicho la carta a los Hebreos. Si ofrece su sacrificio no es por sí mismo, sino por nosotros, que somos los pecadores.

Los sacerdotes del Templo de Jerusalén ofrecían sacrificios día tras día, porque eran sacrificios de animales, que no eran nunca definiti-vos. El Sacerdote Cristo Jesús se ha ofrecido a sí mismo en nombre nuestro ante Dios de una vez por todas. Y su sangre sí que salva y reconcilia.

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112 Otros materiales 113

Además de escuchar en Vísperas estas afirmaciones tan esperanza-doras, tenemos la suerte de participar en la Eucaristía del Cuerpo de Cristo entregado y de su Sangre derramada por nosotros. Estamos unidos íntimamente, durante toda la jornada, a ese Gran Sacerdote y Mediador que es Cristo Jesús.

JUEVES

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron, pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios (1Pedro 3,18.22).

Pedro resume aquí el gran acontecimiento de la Pascua, la muerte y resurrección de Cristo, y sus consecuencias para nuestra vida. Cristo murió: experimentó como hombre el dolor, la soledad y el fracaso de la muerte. Era inocente, pero se entregó por los pecados del mundo, porque su misión fue precisamente esa: salvar a la humanidad, recon-ciliarla con Dios Padre y comunicarle su salvación.

El Espíritu de Dios le resucitó, le hizo pasar a una nueva existencia. Y ahora está junto a Dios, superior a los ángeles y a todo el cosmos. Está a la derecha de Dios, inferior sólo a Dios Padre, como Cabeza de la nueva Humanidad.

Eso es lo que durante siete semanas vamos a celebrar gozosamente, unidos a toda la Iglesia. Eso es lo que el Espíritu de Dios quiere hacer también en nuestras comunidades y en nuestras personas: comu-nicarnos su luz, su vida, su fuerza y su energía. Para que, abando-nando la oscuridad y el pecado en nuestra vida, vivamos la vida del Resucitado, Cristo Jesús.

VIERNES

Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec (Hebreos 5,8-10)

Hoy es viernes. Por eso, aunque acabamos de iniciar la fiesta de Pascua con sus aleluyas, no nos extraña que la carta a los Hebreos nos recuerde que para Jesús el camino de la Cruz fue muy difícil. Aprendió, sufriendo, a obedecer, y pidió a Dios Padre, con lágrimas y gritos –lo dice en el pasaje inmediatamente anterior– que le liberara de la muerte.

Jesús no nos ha salvado desde la altura del cielo: ha bajado hasta lo más profundo de nuestro dolor. Lo ha experimentado en su propia carne. Ha asumido nuestra vida y nuestra muerte. Y así ha sido el Salvador de todos, y Sacerdote y Mediador para todos los que inten-tamos seguirle en nuestro camino.

Seguramente también nosotros experimentamos el dolor. Unámoslo al de Cristo para la salvación del mundo. Asumamos el dolor de Cristo y también el de tantas y tantas personas que sufren en este mundo, y ofrezcámoslo, junto con el nuestro, a Dios Padre para la salvación de todos.

SÁBADO. Primeras Vísperas del Domingo

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación con-sagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Antes erais “no pueblo”, ahora sois “pueblo de Dios”; antes erais “no compadecidos”, ahora sois “compadecidos” (1Pedro 2,9-10)

Este último día de la semana de Pascua, la lectura de Pedro se fija, no tanto en Jesús, el Resucitado, sino en nosotros, su pueblo ele-gido. Y nos estimula con una afirmación muy profunda: somos pueblo sacerdotal, adquirido por Dios.

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PREGÓN DE PENTECOSTÉS(texto pensado para la misa vigiliar)

P.J. YNARAJA

¡Alégrense los Cielos, la Tierra y cuanto en ellos habita! ¡Alégrense todos los hombres y mujeres de todo lugar! ¡Alegraos todos los que estáis aquí esta noche! Alegraos ya que nos hemos reunido en asamblea santa para celebrar grandes misterios.

Hoy celebramos el día en que los pueblos primitivos, al llegar al final de la siega de la cebada, se apresuraban a recolectar el trigo, dando gracias de la cosecha, y ofrecían, agradecidos a Dios, las primeras espigas.

Hoy celebramos también que el Pueblo de Israel, nuestro hermano mayor, recibió la Ley Santa dada por Dios a Moisés, y que este pueblo nos la legó a nosotros.

¡Oh, don inefable de la sabiduría divina que ayuda al hombre a vivir de un modo ordenado!

¡Oh, maravillosa iluminación de la vida social que hace del amor familiar prenda de vida feliz!

¡Oh, Ley que enseña el compromiso y la fidelidad en la relación hombre-mujer!

¡Oh, Ley que exige respeto a la vida del otro y a cuanto le pertenece!

¡Oh, Ley que recuerda la adoración que el hombre ha de rendir a su Dios y el amor con que vale la pena amarlo!

Pueblo de sacerdotes quiere decir pueblo de mediadores. Lo que Cristo Jesús hizo en la tierra, durante su vida mortal, y lo sigue haciendo ahora invisiblemente desde su existencia gloriosa, lo hace-mos aquí visiblemente los que formamos la Iglesia, su comunidad. Ya en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel se consideraba pueblo sacerdotal, siendo el mediador de Dios en medio de todos los demás pueblos.

Salidos de las tinieblas, testigos de la luz. Antes separados y “no pueblo”: ahora, unidos y “pueblo de Dios”, signo de unidad en medio de los demás pueblos. Antes tristes, porque nos podíamos sentir “abandonados de Dios”; ahora llenos de confianza, sabiéndonos “compadecidos” y amados por Dios. Antes preocupados de nosotros mismos: ahora mediadores ante los demás, comunicando a otros la Buena Noticia de la reconciliación, del perdón y del amor de Dios

Todavía tenemos seis semanas de Pascua para traducir a nuestra vida el misterio de la Pascua de Cristo, que quiere ser también Pascua nuestra. Que se note en nuestro modo de pensar, de hablar y de actuar que no sólo nos alegramos que Cristo ha resucitado, sino que también nosotros queremos pasar con él a una nueva vida de resucitados.

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116 Otros materiales 117

Éste es el día en que los apóstoles de Cristo, reunidos con santa María y las demás mujeres que acompañaron al Señor, recibieron el Espíritu que transformó sus vidas, los hizo salir de su escondrijo y empezaron a transmitir la Buena Noticia que ha llegado hasta nosotros y que nuestra presencia aquí evidencia.

¡De poco nos habría servido haber nacido, si no hubiésemos recibido la fuerza del Espíritu!

Éste es el día en que la desafortunada confusión de lenguas en Babel se hizo riqueza, diversidad fecunda, y permitió la llegada de la gozosa noticia cristiana a cada uno de los hombres y mujeres de todo el mundo en su propio idioma.

¡Oh, cuán pobre habría sido el lenguaje humano si le hubieran faltado las palabras reveladas por Dios!

Éste es el día en que los cobardes se vuelven valientes y el corazón del hombre fiel es encendido por el fuego del Santo Es-píritu.

Éste es el día en que la pequeña comunidad de discípulos se convirtió en Iglesia y ha sido durante siglos, a pesar de sus limi-taciones y pecados, imagen visible de Cristo.

¡Oh, cuán pobre habría sido nuestra fe si la hubiésemos tenido que vivir en la miseria raquítica de nuestras conciencias. La diminuta chispa de nuestra vivencia se habría extinguido en la tiniebla de la historia universal!

En la gozosa celebración de este día te damos gracias, Señor, por habernos hecho Iglesia, y al contemplar el amplio horizonte de su realidad admiramos:

– la acertada agudeza de los profetas que nunca le han faltado, por más que no siempre hayan sido escuchados,

– la valentía de los apóstoles misioneros que han llevado el Evan-gelio hasta los últimos confines de la tierra,

– la osadía de los mártires que con su muerte dan vida y vida más plena a toda la comunidad humana,

– la fidelidad de tantos hombres y tantas mujeres que a lo largo del tiempo han trabajado al servicio de los demás,

– la constancia de los padres y madres de familia que han dado vida y educación a sus hijos y han querido hacerles conocer la fe y el amor de Jesucristo,

– los jóvenes arriesgados en incansable actividad, los voluntarios por el reino,

– los pequeños inocentes y fervorosos,– los ancianos que permanecen en las buenas costumbres y en la

oración.

En honor de este día llamado Pentecostés, semana de semanas, domingo de domingos, recibe, Padre santo, la ofrenda de nuestra presencia adoradora.

En honor de este día llamado Pascua granada, recibe, Jesús Hijo unigénito del Padre, la ofrenda de nuestra oración rebosante de agradecimiento.

En honor de este día llamado segunda Pascua, Espíritu Santo, que procedes del Padre y el Hijo y que hoy has pasado, al hacer-te sensible como fuego y viento impetuoso, de la Eternidad a la historia, envíanos tus siete dones.

Haz del agua del bautismo, útero del que mane para muchos la vida de la Gracia. Que la alegre llama del fuego pascual caldee nuestro corazón y sea antorcha que ilumine nuestras rutas por la vida. Que el óleo santo y el óleo bendecido sean medicina que cure nuestros pecados, bálsamo que nos haga ágiles en las tareas del reino, per-fume que sacie al que esté a nuestro lado. Que la imposición de las manos nos traiga el vigor, la luz, la riqueza interior, frutos del Espíritu Santo y de los que estamos tan faltos.

Oh Dios, tres veces santo, por los méritos de nuestro Señor Jesucris-to, hermano y gran redentor nuestro, te dirigimos estas peticiones, en la esperanza de que un día lleguemos a gozar de tu presencia y compañía por toda la eternidad. Amén.

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Otros materiales 119

MAYO:¿PASCUA, PENTECOSTÉS,

MES MARIANO?

JOSÉ ALDAZÁBAL

Tradicionalmente se ha celebrado el mes de mayo con un tono mariano. Pero últimamente parece haber razones para cuestionar este carácter mariano de mayo:

a) estamos en pleno Tiempo Pascual, el tiempo fuerte por excelencia del año cristiano, y la atención no hay que dispersarla,

b) esta Cincuentena llega a plenitud con Pentecostés, cuando el Resucitado nos da su mejor Don, el Espíritu Santo; tampoco habría que distraer la aten-ción de este misterio tan íntimamente unido a la Pascua;

c) además, el papa Pablo VI, en su exhortación Marialis Cultus, dio a la Iglesia la consigna de que el tiempo mariano por excelencia es el de Adviento y Navidad.

¿Quiere esto decir que el mes de mayo pierde del todo su orientación mariana? No debería ser así. La tradición marca nuestra sensibilidad, y no se pueden abandonar impunemente las costumbres que han ayudado al pueblo cristiano a vivir su fe. Además, el recuerdo de la Virgen en mayo no tiene por qué distraernos de la celebración de la Pascua de Cristo y de su Espíritu. Así como en Adviento y Navidad la Virgen dirige nuestra atención a Cristo en el misterio de su Encarnación, así en Cuaresma y Pascua la misma Virgen puede resultar la mejor maestra para que miremos a Cristo y vivamos el misterio

de su muerte y resurrección, así como la donación del Espíritu a la Iglesia. La que estuvo maternalmente presente en la espera y en el nacimiento de Jesús, lo estuvo también en su muerte y resurrección. Lo que deberíamos saber hacer es conjugar todas estas dimensiones.

María es la que mejor vivió la Pascua de Cristo. Si hay alguien que ha asimilado este misterio ha sido ella. La que estuvo al pie de la Cruz. La que se alegró más que nadie de la victoria de su Hijo. La que esperó al Espíritu junto con la comunidad. La que sería, en su Asunción, la primera que se sumó en cuerpo y alma a la Pascua de su Hijo.

Es verdad que los evangelios no nos hablan de ninguna aparición de Jesús a su Madre, mientras que dicen que estuvo junto a la cruz y en el cenáculo el día de Pentecostés. Los textos litúrgicos sí se han decidido a cantar esta alegría pascual de la Madre. Una de las antífonas mejores de la Pascua es el Regina coeli. Nos unimos, en ella, a la alegría de la Madre del Resucitado: alégrate, Reina del cielo, alégrate, porque el Señor ha resucitado en verdad.

Unir, en mayo, los dos pensamientos no nos resulta nada difícil. No nos distrae. Al revés, nos ayuda a centrarnos en la vida nueva de Cristo. Porque María es el mayor éxito de Cristo, el mejor fruto de su Pascua.

María es la que mejor se dejó llenar del Espíritu. Ya en la Anunciación había descendido sobre ella el Espíritu, haciéndola Madre. Ahora está ella presente con los demás discípulos, esperando y recibiendo en plenitud al Espíritu. Nuestra Señora de Pentecostés. Nuestra Señora, la llena del Espíritu. Por eso es también la primera cristiana, el miembro más entrañable de la comunidad eclesial, comunidad de Cristo y del Espíritu. La que mejor supo vivir el evangelio, como consecuencia de la Pascua.

Por todo esto, el recordar a María en el contexto de la Pascua puede resultar-nos beneficioso para nuestra vida de fe. María no resta centralidad a Cristo y a su Espíritu, sino al contrario, ella nos da el mejor ejemplo de respuesta a esta centralidad y se convierte en la mejor maestra para vivir la Pascua y Pentecostés. Está llena de los dones de Cristo y del Espíritu y nos puede ayudar a nosotros a dejarnos llenar por ellos.

Mayo y Pascua. Mayo y Pentecostés. La Virgen y Cristo. La Virgen y el Espíritu. Admirable conjunción de la iniciativa de Dios y de la respuesta

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humana. Santa María de Pascua. Santa María de Pentecostés. La Virgen, Madre del Resucitado. La Virgen, primera creyente. La primera salvada por la Pascua de Jesús. La más íntimamente asociada a la vida nueva de Pascua. La Virgen dócil al Espíritu. Modelo de vida en el Espíritu. Ora pro nobis.

No será superfluo recordar algunas sugerencias prácticas en esta direc-ción:

* revisar el repertorio de cantos marianos y elegir sobre todo los más pascuales, que tengan a Cristo o al Espíritu como protagonista;

* potenciar en Vísperas el canto del Magnificat, un verdadero himno pascual que Lucas pone en labios de la Virgen;

* cantar la antífona mariana al final de Completas (o de Vísperas);

* potenciar el rezo del Rosario, eligiendo los misterios gloriosos, acompañados de alguna lectura bíblica adecuada;

* cantar el Regina coeli, por ejemplo antes de la comida, en las comu-nidades religiosas...

Libros con materialy disquete para su adaptación

en la colección Dossiers CPL

87. Bautismo, Matrimonio, Exequias. Materiales y moniciones.

88. Confirmación y Primera Comunión, Penitencia y Unción.

Materiales y moniciones.

92. Adviento y Navidad. Sugerencias y materiales.

93. La misa diaria en el tiempo ordinario. Sugerencias y materiales.

96. Cuaresma. Sugerencias y materiales.

100. Tiempo Pascual. Sugerencias y materiales.