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Tierra Baja Angel Guimera

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Tierra Baja Angel Guimera

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  • ngel Guimer

    Tierra baja

    Traduccin de Jos de Echegaray

    Coleccin PRAETERITUM

  • Terra baixa

    1897. ngel Guimer i Jorge

    2014.Onliditorial

    Diseo de portada: Leticia Guitarte (http://leticiaguitarte.com)

    La portada y esta obra est sujeta a la licencia Reconocimiento-

    CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative Commons.

    Para ver una copia de esta licencia, visite:

    http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/

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    Personajes

    MARTA

    ANTONIA

    PEPA

    NURI

    MANELICH

    SEBASTIN

    EL ERMITAO (TOMS)

    MOSN

    JOS

    NANDO

    PELUCA

    MORRUCHO

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    Acto primero

    Entrada de una casa -molino de payeses. A la derecha, una puerta pequea. A

    la izquierda, en primer trmino, el hogar, y en segundo, otra puerta, tambin

    pequea. Al foro y a la derecha, puerta grande, tras de la cual se ve un

    cobertizo y, ms lejos, rboles y rocas. Hacia esta parte se supone que est el

    molino. A la izquierda del foro, y avanzando un poco, una puerta que conduce

    al interior de la casa; se sube por unos cuantos escalones, y est cubierta por

    una cortina de percal que llega hasta el suelo. Por la escena y hacia la derecha

    hay esparcidas herramientas del molino, sacos de trigo, etc., etc. En primer

    trmino, una mesa de pino, y sobre ella un veln apagado; alrededor, algunas

    sillas de madera.

    Escena primera

    EL MORRUCHO, cribando trigo; despus, PEPA y ANTONIA; por ltimo,

    NURI

    MORRUCHO.- Bastante me importa a m que el trigo quede limpio o que no

    quede limpio. Para el amo va a ser, conque, qu ms da?

    PEPA.- (Entra con un cestito de judas.) Buenas tardes.

    MORRUCHO.- Ya estn ah sas! Las Perdigonas.

    ANTONIA.- (Entrando.) Hola, Morrucho!

    MORRUCHO.- (Indiferente.) Hola!

    PEPA.- Venimos a hacer compaa a la Marta, sabes? Mentira parece... El

    molino... pegadito a nuestra casa, y si nosotras no viniramos..., verdad?

    MORRUCHO.- (Cribando siempre.) Verdad!

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    ANTONIA. -(Llamando.) Somos las Perdigonas. Sal, mujer.

    MORRUCHO.- Me parece que no sale. De modo que, si vens a curiosear... no

    hay de qu... Ya os podis marchar.

    PEPA.- Conque marcharnos? Ahora vers! (Se sienta y empieza a mondar

    las judas.) Aydame, Antonia.

    ANTONIA.- (A PEPA, en voz baja.) Pregntale lo de la boda.

    PEPA.- (A ANTONIO, tambin en voz baja.) Esprate.

    ANTONIA.- Anda, mujer.

    PEPA.- (En voz alta, a MORRUCHO.) Conque di, se casa o no se casa la

    Marta?

    MORRUCHO.- (Sin hacerles caso, se pone a tararear Una cancin.)

    A la puerta de la iglesia

    esperando est la novia.

    PEPA.- Pero contesta, hombre. Se casa o no se casa?

    MORRUCHO.- Pues contestad vosotras: os casis o no os casis?

    ANTONIA.- A ti qu te importa?

    PEPA.- Mira con lo que sale!

    MORRUCHO.- Es que ya vais para viejas. Cuntos aos tenis? Vamos,

    cuntos? La verdad.

    ANTONIA.- (Muy incomodada.) Tenemos los que nos da la gana.

    MORRUCHO.- Eso quisierais!

    ANTONIA.- Es que nosotras...

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    PEPA.- (Contenindola.) Monda judas, mujer.

    MORRUCHO.- Monda... monda.

    PEPA.- Pues... Mira, Morrucho, en lo que decamos no hay malicia.

    MORRUCHO.- Ni en lo que yo deca, tampoco. Que si se casa la Marta,

    decais? Y yo os digo: os casis vosotras? Y lo digo por inters vuestro. Para que

    no se pierda, la casta de los Perdigones..., que es... como os llaman: los

    Perdigones. Porque, mira: se casa tu hermano mayor, Jos, y a los cuatro das se

    queda viudo. Y Nando, o Fernando, soltero todava. Y vosotras dos, solteras, que

    estis al que salte, y no salta ninguno. De modo que si no se casa la Nuri cuando

    sea mayorcita, se acabaron los Perdigones... (Vuelve a cribar, rindose

    descaradamente.) Y sera una lstima.

    PEPA.- Lo que t tienes es rabia porque, no te has podido casar con la Marta.

    MORRUCHO.- (Cantando.)

    A la puerta de la iglesia...

    PEPA.- Canta, canta, que ya habrs tragado saliva. Cuando muri el padre de

    la Marta, t diras para ti: Ahora me caso con ella y soy el molinero, y soy el

    marido de la molinera...

    MORRUCHO.- (Cantando.)

    A la puerta de la iglesia...

    ANTONIA.- All ests esperando, pero no llega la novia.

    PEPA.- Qu poca vergenza tienes, Morrucho!

    MORRUCHO.- Cada uno tiene la vergenza que le dejan tener los dems.

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    NURI.- (Presentndose en la puerta y detenindose en ella. Viene haciendo

    una zamarra que as parece que llaman en Catalua a los chaquetones de

    punto.) Ya he recogido mis pavos. Entro?

    ANTONIA.- Entra, mujer.

    NURI.- Es que como me res cuando vengo a buscar a la Marta, tengo

    reparo en entrar, y vengo porque ella, la Marta, me quiere mas que me queris

    vosotras.

    PEPA.- Quieres callarte, charlatana?

    NURI.- Oye t, Pepa, quieres cogerme estos puntos de la zamarra? Al venir,

    como vena tan aprisa, la enganch en unas zarzas.

    PEPA.- Ma t que llamarle a esto zamarra!

    NURI.- Pues yo la llamo as.

    PEPA.- Djate de charlar y cuenta...

    NURI.- Qu he de contar?

    PEPA.- Pues a qu te mandamos a la ermita, cabeza de veleta?

    NURI.- A m me mandasteis? Ah, s! Bueno estaba el ermitao. La ermitaa

    s que estaba. Me ha dicho unas coas! Que cosas me ha dicho la ermitaa!

    ANTONIA.- (Con afn.) A ver, a ver!

    NURI.- Pues... me ha dicho: Todo eso que ves, todo, todo es del amo

    Sebastin: la casa en que vivs vosotras (la vuestra, querr decir), y la ermita, y

    el molino, y la masa, todo es del amo. Ave Mara Pursima, cuanta tierra!

    PEPA.- Vaya una noticia!

    ANTONIA.- Y no te ha dicho ms?

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    NURI.- Ya lo creo! Esperaos, esperaos que me vaya acordando. Me ha dicho

    que si caminaba desde aqu hasta maana, todas las tierras por donde pasase

    seran del amo Sebastin. Veris, veris. Agarro un pjaro: tengo que soltarlo,

    porque es del amo Sebastin. Piso una lagartija: pues no puedo aplastarla con

    una piedra, porque es del amo Sebastin. Veo un pez en el ro, pues no puedo

    echarle el anzuelo que si se le mete por las agallas, es como si se lo metiese al

    amo Sebastin por la garganta.

    ANTONIA.- Pero qu tonteras dices!

    PEPA.- De la boda de Marta es de lo que habas de preguntar.

    NURI.- Pues como hace cuatro das que han llegado Toms y la ermitaa, su

    mujer, la ermitaa no sabe nada de esa boda.

    PEPA.- Y dnde estaba el ermitao?

    NURI.- Ah! Se haba ido a buscar al pastor.

    ANTONIA.- A qu pastor?

    NURI.- A ese... que viene de muy lejos a casarse esta noche con la Marta.

    PEPA.- Esta noche?... Oyes, Antonia?

    ANTONIA.- Ya me lo tema yo!

    MORRUCHO.- (Volviendo a cribar.) Ya lo averiguaron.

    PEPA.- Y quin le dio el encargo a Toms de traer al pastor? Fue Sebastin,

    no es verdad?

    NURI.- Djame a m! (No queriendo contestar.)

    ANTONIA.- Cuenta, chiquilla. Si no...!

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    NURI.- Pues el amo, el amo. El amo de t y de m, y de Toms y d la Marta.

    Los casa porque quiere y porque es el amo! Cgeme este punto. (Alargando la

    zamarra.)

    ANTONIA.- (Al MORRUCHO.) T no queras que lo supiramos. (El

    MORRUCHO se re.)

    PEPA.- Pues ya lo sabemos, y a la boda hemos de ir, aunque revienten todos!

    MORRUCHO.- A m qu?

    NURI.- Pues yo... ya lo saba que la Marta era del amo, y que en mandando l

    que se casara... se haba de casar.

    PEPA.- Qu dice sta?

    NURI.- Que lo saba. Que un da lo o. Pero no os dije nada porque me daba

    vergenza. No s por qu..., pero me daba.

    ANTONIA.- Cuenta... cuenta.

    PEPA.- S, cuntalo.

    NURI.- Pues veris. Una tarde estaba yo con mis pavos a la sombra de los

    castaos, y veo venir por el camino de abajo al amo Sebastin con la Marta, y

    voy, y que hago?, me escondo detrs de un tronco muy grande. Ellos pasando

    despacito, y yo escondida. Y all, Marta, deca casi llorando: Ya lo s, ya, que

    siempre tendr que ser tuya. (Imitando la voz llorosa de MARTA.) Y l, el

    amo: Pues yo, aunque te cases y aunque me case yo, siempre tuyo; no tiene

    remedio. (Imitando la voz gruesa de SEBASTIN.) Habis odo? Qu cosas!

    La Marta, bueno, ya se sabe que es del amo, como todos nosotros; pero el amo

    ser de la Marta! Esto s que no lo entiendo. Lo entendis vosotras?

    PEPA.- No te lo deca yo, Antonia?

    ANTONIA.- Claro; si ya se saba.

    MORRUCHO.- Hasta los chiquillos han de enterarse!

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    NURI.- Pero me queris explicar cmo puede, ser el amo de la Marta?

    MORRUCHO.- Cllate, chiquilla!

    NURI.- Pues, no lo sabis vosotras? Pues, por qu no he de saberlo yo? El

    de, ella y ella de l! Anda, que esto est ms enredao que, los puntos de la

    zamarra!

    MORRUCHO.- Cllate, que viene la Marta!

    Escena II

    MARTA, PEPA, ANTONIA y NURI; JOS y NANDO. Las mujeres creen que

    MARTA vendr por la puerta que da al interior, y hacia ella se agrupan; pero

    MARTA viene de fuera, avanza hacia el centro con la cabeza baja, y al fijarse

    en el grupo de las mujeres se mete de pronto en la casa por la puerta pequea

    de la derecha

    ANTONIA.- (La ve cuando ya est para entrar.) Toma, si viene del molino!

    Nosotras creamos...

    PEPA.- A ver qu nos dice cuando nos vea. Marta! (Llamando.)

    ANTONIA.- Va rezando.

    PEPA.- Marta, Marta!

    ANTONIA.- Qu somos nosotras!

    PEPA.- Pues no hace caso!

    MORRUCHO.- (Se va hacia el molino.) Ya os pondra yo las lenguas entre las

    piedras del molino.

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    PEPA.- Pues a tu boda iremos, que quieras que no, poca vergenza! (Como

    hablando con Marta, que ya sali.)

    NURI.- Eso, a la boda! Para que aprendamos cmo hay que hacer para

    casarse.

    ANTONIA.- Hay que avisar a Jos y a Nando.

    PEPA.- Ya estn aqu. (Entrando JOS y NANDO con herramientas y muy

    agitados.)

    JOS.- Lo sabemos todo... lo sabemos! Ya... ya!

    NANDO.- Esta noche se casan; que muy en secreto lo han preparado: los

    papeles, el cura y todo.

    PEPA.- Tambin lo sabamos nosotras.

    JOS.- Nosotros antes, que nos lo ha dicho Peluca.

    ANTONIA.- Antes nosotras, que nos trajo la noticia la Nuri.

    PEPA.- Se lo cont la ermitaa.

    NANDO.- Y a Peluca el ermitao mismo.

    PEPA.- Toms?

    NANDO.- Toms.

    ANTONIA.- Que est ah dentro la Marta emperifollndose. (Para que no

    levanten la voz.)

    JOS.- (Bajando la voz.) Cmo que a m me engaa nadie! Hace tiempo que

    el amo le buscaba marido a sa. Pero no lo encontraba. Queran los dos un

    marido que fuese muy bruto, y ms bruto que los de por aqu... no lo

    encontraba.

    PEPA.- Sigue.

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    ANTONIA.- Sigue, Jos.

    NURI.- A ver... a ver si yo lo entiendo.

    JOS.- Esperaos, que me atraganto. Pues Toms, que llaman al ermitao, y

    que es un infeliz sin malicia, le dijo al amo que, conoca un chico, que es pastor,

    que siempre haba vivido entre rebaos, all por el cerro de La Cabreriza, y que

    es un pedazo de pan. Y como el amo oy hablar de Manelich, que as se llama el

    pastor, echose a rer, porque ya le conoca; como que el rebao de Manelich es

    de Sebastin. Y fue y dijo que, como el chico quisiera, era cosa hecha. Y as se ha

    verificao, que esta noche se casa Manelich con la Marta.

    ANTONIA.- Ya ser l un sinvergenza.

    PEPA.- Como ella... otra sinvergenza.

    NANDO.- Un bruto, un animal, que en toda su vida no ha visto ms que

    cabras; casi ningn hombre; y mujeres... ni las ha olfateado tan siquiera. Fuera

    de sus padres..., las cabras.

    PEPA.- Pues si Marta es la primera, buena mujer se lleva.

    ANTONIA.- Buena... buena!

    NURI.- Na digis vosotras! Que Marta es muy buena y me quiere mucho. Un

    da me dijo llorando que cuando chica era igual que yo.

    PEPA.- Igual que t!

    ANTONIA.- Ya quisiera!

    NURI.- Pues no, que sera igual que vosotras!

    PEPA.- Cllate, simple.

    ANTONIA.- Sigue, sigue t. (A JOS.)

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    JOS.- Si no queda nada por contar. Cuando Toms subi a La Cabreriza, se

    par a echar un trago en casa de Peluca, y se lo cont todo, y Peluca se lo ha

    contado a todo el mundo cuando menos lo piensen se encontrarn con todo el

    pueblo en la boda. Ah tenis.

    PEPA.- Buen papel hace Toms.

    NANDO.- Si el pobre viejo no sabe nada de eso de Sebastin y de la Marta; si

    hace cuatro das que tiene la ermita.

    ANTONIA.- Pues yo se lo contar.

    JOS.- S, charla, charla, y que el amo nos quite la casa y las tierras!

    PEPA.- (A ANTONIA.) Nosotras, mudas.

    JOS.- El amo siempre tiene razn.

    NANDO.- Pa eso es el amo.

    JOS.- Estamos? Bestias.

    PEPA.- Pues mira que vosotros!

    ANTONIA.- A quin llamas bestias?

    JOS.- A quin estoy viendo? A vosotras? Pues a vosotras.

    NANDO.- Eso, a lo que se ve! (Hablan todas a un tiempo, disputando con

    calor.)

    NURI.- Callaos, que viene la Marta.

    MARTA.- (Entrando.) Fuera de aqu. Todo el mundo fuera.

    PEPA.- Si ya lo sabemos, mujer.

    MARTA.- Que, os vayis, digo.

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    JOS.- Es que venamos

    MARTA.- A vuestra casa. (Coge las espuertas y se las tira al cobertizo.)

    ANTONIA.- Ay, mis judas! Qu fiera!

    PEPA.- Vaya unos modos. Ni que fueras el ama!

    MARTA.- Fuera..., y pronto.

    ANTONIA.- Aydame, Pepa, a coger las judas, que la Marta est hoy de

    fiesta. (Entre ella y PEPA recogen las judas.)

    PEPA.- Ya voy, ya voy... Pues para ser el da de la boda ests buena!

    MARTA.- Si es que no quiero ver a nadie.

    NURI.- A m tampoco? Yo soy la Nuri.

    MARTA.- S... ven... dame un beso. (La besa llorando.) Toma... y djame.

    NURI.- Pobrecilla... Muy afligida est... Si me ha mojado toda la cara. (Salen

    todos.)

    Escena III

    MARTA

    MARTA.- Pues no estoy llorando! Tantos aos sin que se mojasen los ojos!

    Y yo ya crea que se me haba olvidado llorar. (Pausa.) Yo deba haberle dicho

    siempre a Sebastin que no, que no; que a la fuerza no haba de llevarme a la

    iglesia -ese hombre. (Pausa.) Por qu no? Si yo no soy nadie; para l nunca soy

    nadie. Yo siempre he sido para l a manera de las bestias. Ay, madrecita ma

    que ests en la gloria, cmo me veo! Que me he de casar! Y que me he de cesar!

    Que me dejen, si quiero estar sola; ahora que, he aprendido a llorar, me basta

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    con esto para consolarme. S... s... Como Sebastin me viese estas lgrimas,

    buena tunda me daba el malas entraas. No, pues a l tampoco le gusta que me

    case; a su modo me tiene voluntad... porque, si no, no tena ms que echarme...

    No me ver yo en esa! Libre de esta esclavitud! Yo soy muy mala; si no fuera

    tan mala, cien veces me hubiera escapado de esta casa o me hubiera tirado al

    remolino de la presa... Pero... ca! Si yo no tengo coraje para nada bueno.

    (Pausa; llora como una nia.) Qu es eso? Alguien viene! Qu ruido es se?

    Ser Manelich? Ah! No quiero verle... (Huye hacia el interior.)

    Escena IV

    NURI, TOMS, MORRUCHO, PEPA y ANTONIA

    NURI.- (Entra saltando delante de todos.) El ermitao, el ermitao.

    TOMS.- Ay ay! Qu cansado vengo, Morrucho!

    MORRUCHO.- Pero..., qu es eso, Toms? No viene, el pastor?

    TOMS.- De camino viene; sino que el pobre chico se retrasa algo porque ha

    tenido que quedarse aleccionando al zagal que ha de cuidar del rebao. De

    modo que podis avisar a la Marta y mandar tocar las campanas.

    NURI.- Yo la avisar, yo,

    MORRUCHO.- A ver, aqu todas! Ya vendr ella cuando quiera venir.

    TOMS.- Cuando pienso que yo he sido el que ha hecho esta boda, me da una

    alegra...

    ANTONIA.- Y a Manelich la da alegra tambin?

    TOMS.- El pobrecillo est como si volviera a nacer.

    PEPA.- Pues yo he odo decir que es un alcornoque.

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    ANTONIA.- Un bobalicn.

    MORRUCHO.- (Aparte.) Yo se lo cuento todo a Toms.

    TOMS.- Quin ha dicho eso? Manelich es un ngel de Dios, ms bueno...

    que el pan blanco... con un corazn de manteca... y unos brazos... que lo mismo

    puede ahogar con ellos a un hombre que a un lobo, y no sera el primero.

    NURI.- Pues a m, sin conocerle, me parece que ha de ser muy bueno y muy

    guapo.

    PEPA.- Cllate, chiquilla!

    ANTONIA.- Pero... cuenta, cuenta tu viaje.

    TOMS.- (Muy alegre.) Pues nada; llegu al amanecer y me lo encontr

    todava dentro de la cerca, en medio de las cabras, y cantando; cuando me

    sintieron los perros, rompieron a ladrar, y Manelich se agarr a la escopeta;

    pero en cuanto me vio se puso a saltar de gozo, porque est ms encariao con

    la Marta...

    NURI.- Cuando se est encariao, se salta? Y qu hay que hacer para

    encariarse?

    TOMS.- Qu curiosa eres, chiquilla! Eso no s, ensea ni en la doctrina ni

    en la escuela. Ya lo aprenders t solita. Manelich no lo saba; pues ya lo

    aprendi. Todo el da se pasa dicindole cosas a la Marta.

    ANTONIA.- Pues, cmo es eso? La Marta sube a la Cabreriza?

    PEPA.- Vaya una mujer, ir a buscar al novio! Oyes, Antonia?

    TOMS.- No lo entendis. Es que Manelich le ha puesto el nombre de

    Marta a una de las cabras, y todo el da se lo pasa llamndola: Marta, aqu!

    Marta, all!... Pues la cabra aprendi el nombre, y acude. Es cosa de risa.

    PEPA.- Vaya un simple!

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    ANTONIA.- Por simple le escogieron.

    TOMS.- Basta de charla, que el chico debe estar para llegar.

    NURI.- Si, vamos a recibirle. (Todos se dirigen hacia la puerta.)

    ANTONIA.- Vamos, vamos.

    NURI.- Sal deprisa.

    PEPA.- Vamos pronto.

    MORRUCHO.- Esprese, Toms. (Salen las tres mujeres.)

    TOMS.- (A MORUCHO.) Qu hay?

    MORRUCHO.- Oiga. No estuvo usted nunca por aqu, verdad?

    TOMS.- No, hijo.

    MORRUCHO.- Ni en casa del amo?

    TOMS.- Tampoco. Yo trabajaba unas tierras del to de Sebastin, all, cerca

    de la ciudad; pero ya no poda.... porque me voy haciendo viejo, y Sebastin nos

    dio la ermita para mi mujer y para m!

    MORRUCHO.- De modo... que no sabe usted nada?

    TOMS.- De qu?

    MORRUCHO.- Pues... de la boda.

    TOMS.- Pues ya te lo dije todo; y habla claro, que no te entiendo.

    MORRUCHO.- Claro va a ser: atienda. Que si Manelich es un simple, como

    dicen, no se debe casar con la Marta; y si no es un simple y tiene vergenza...,

    menos.

    TOMS.- Lo que t tienes es envidia.

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    MORRUCHO.- Envidia yo! Aunque me diesen a la Marta forrada de oro, no

    la tomaba; y sepa, por si no lo sabe, que estoy buscando otro amo. Pero es que

    entre todos estn ustedes haciendo una picarda.

    TOMS.- Mira lo que dices.

    MORRUCHO.- Pues aprenda lo que no sabe; y si no sabe la historia de Marta,

    aprndala.

    TOMS.- Pues dmela t.

    MORRUCHO.- Bien corta es, pero ya tiene que contar. Marta era una

    chicuela que peda una limosna por esos mundos con su padre, o uno que decan

    que era su padre, y Sebastin los recogi a los dos, y al viejo lo coloc en este

    molino. Buenas entraas tiene el amo!

    TOMS.- Obra de caridad fue, mala lengua!

    MORRUCHO.- Buena obra de caridad! Pues no sabe todo el mundo que, la

    Marta y el Sebastin?

    TOMS.- Eso es mentira!

    MORRUCHO.- No se haga usted el bobo!

    TOMS.- Te digo que mientes.

    MORRUCHO.- Y yo digo que Sebastin la casa para cubrir el escndalo, y

    porque, as le conviene, por que sepa usted que Sebastin tiene comprometidas

    las haciendas y comprometidos los rebaos, y la justicia se va a echar encima de

    todo. Conque l est para casarse con una ricachona, y hay que quitar del medio

    a Marta, que es un estorbo. Lo entiende ahora?

    TOMS.- Nada de eso es verdad. Vete de aqu, mala lengua!

    MORRUCHO.- Que yo soy un mala lengua? Lo que yo veo es que usted lo

    consiente.

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    TOMS.- Que yo lo consiento? Eso dices?

    MORRUCHO.- S que, lo digo.

    TOMS.- Ah, tunante!

    MORRUCHO.- Pues lo digo, y ya veremos quin es ms tunante de entre todos.

    Escena V

    MANELICH, MORRUCHO, TOMS, PEPA, ANTONIA, NURI, JOS, NANDO y

    PELUCA. Hombres y mujeres con trajes de fiesta; pero las mujeres sin nada a

    ta cabeza. Gritos y algazara fuera.

    JOS.- (Desde la puerta del cobertizo.) Ya est aqu Manelich!

    MORRUCHO.- (Aparte.) El tonto soy yo, que me meto en lo que no me

    importa.

    GRITOS.- El novio! El novio! Manelich!

    PEPA.- (Entrando.) Pero no sale la Marta?

    ANTONIA.- Esa mujer, qu hace?

    NANDO.- (Con dos o tres aldeanos.) El novio! El novio!

    MANELICH.- (Entrando.) Y vaya si est aqu el novio! Y corriendo que

    viene como un gamo!

    NURI.- (Entrando.) Dejadme que lo vea, que le quiero ver!

    TOMS.- (A MANELICH.) Conque has venido corriendo?

    MANELICH.- (A TOMS.) Vaya si he, venido corriendo! Pero, dnde

    est?... Dnde est?

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    PEPA.- Marta! Marta! Que te llama tu novio!

    ANTONIA.- Sal, mujer, que al novio no se le puede hacer esperar!

    TOMS.- Ahora saldr. Tened paciencia.

    MANELICH.- (Mirando a los que le rodean.) Y cunta gente hay en el

    mundo, madre de Dios! Si parece que estamos en una romera! (Todos se ren;

    l va corriendo a mirar por la puerta que da al interior, y luego vuelve al

    centro.) Conque todos estis contentos? Pues yo tambin; pero no quiero

    pensar en la montaa, porque como piense en la montaa... me voy a poner

    triste. Claro; all me dejo mis cabras, y mis perros, y los pobres animales me

    quieren como a un hermano, aunque mal me, est el decirlo. Ay, Toms, qu

    mal lo van a pasar no estando yo all! Quin los va a defender del lobo? Ya

    har de las suyas el maldito! Pues mirad, esto me da mucha pena. (Todos se

    ren, y al fin MANELICH se echa a rer candorosamente. Luego vuelve a mirar

    por la puerta de la izquierda, por si viene MARTA.)

    NURI.- Ay, qu gracia tiene este demonio de hombre, y qu bueno es!

    TOMS.- Vamos, descansa.

    MANELICH.- Yo no me canso. Oigan: por aqu no baja nunca el lobo?

    MORRUCHO.- Algunas veces. Ya lo vers, si Dios no lo remedia. (Todos ren

    maliciosamente y se hacen seas.)

    MANELICH.- (Mirndolos.) Qu alegres estis! No parece sino que todos

    nos vamos a casar.

    TOMS.- Basta de broma. Dejad tranquilo al chico, y fuera.

    MANELICH.- No, que no se vayan. Y cuando ella venga, entonces que se

    vayan. Es guapa la Marta, eh? (Va recorriendo los grupos atolondradamente,

    preguntndoles a todos si es guapa Marta.)

    PEPA.- Vaya si es guapa, y muy fresca!

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    JOS.- Muy fresca, sobre todo!

    ANTONIA.- Ya lo creo! Cmo una lechuga puesta al sereno!

    MANELICH.- Y por qu no sale?

    ANTONIA.- Se estar lavando la cara.

    MANELICH.- Para m se la lava. (Todos se echan a rer.)

    ANTONIA.- S, para ti. Para ti se lava, y hace bien. Que se lave, que se lave

    con fuerza!

    PEPA.- Oye, para entretener el tiempo, no nos quieres contar cmo se apa

    eso de la boda?

    MANELICH.- Por qu no?

    JOS.- (Y mucha gente.) Cuenta, cuenta. (Y otras.) Que lo cuente, que lo

    cuente.

    NURI.- (Ponindose a su lado.) Yo, aqu, para orlo mejor.

    MANELICH.- (Se sienta sobre la mesa; tiene a su lado a NURI, y de cuando

    en cuando la acaricia; al fin pone las piernas sobre la mesa, como si fuera

    sobre una roca de la montaa.) Pues, seor, habis de saber que all, en la

    montaa, en cuanto iba a anochecer, lo primero que haca era recoger mis

    cabras. Pobrecillas! Despus pona mis perros de centinela, que se quedaban

    con la cabeza tiesa y las orejas de punta. Ms nobles y ms valientes! Luego me

    meta en la choza, y antes de que me cogiera el sueo, todas las noches, sin faltar

    una, rezaba; primero, un Padrenuestro, y luego otro Padrenuestro, que son dos

    Padrenuestros. El primero, por las almas del padre, y de la madre, que, como se

    queran tanto con uno bastaba para los dos, porque ellos se lo repartiran all en

    la gloria. Y el otro Padrenuestro, sabis para qu lo rezaba? Pues para que

    Nuestro Seor me cogiese una buena mujer. (Todos se ren. MORRUCHO se ha

    marchado al cobertizo. TOMS est aparte y cabizbajo. MANELICH se enfada

    porque se ren.) No rerse de esto, que no es cosa de risa. (Vuelven a rerse.)

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    Pues al que vuelva a rerse le suelto una bofetada que se queda con la boca de

    risa para ocho das.

    TOMS.- (Aparte.) Pero si yo no puedo creer esto, Virgen Santsima!

    NURI.- Sigue, sigue, que es muy bonito lo que cuentas.

    MANELICH.- (Poniendo otra vez la cara risuea.) S que lo es, s. Bueno;

    pues figuraos que una noche voy y rezo el Padrenuestro de los padres, y empiezo

    el otro y no lo acabo, que a la mitad me coge el sueo y me quedo dormido. Pues

    aquella noche so que, el rebao se me espantaba y que corra desmandado

    hacia las charcas del Breal. Yo, persiguiendo al rebao, y el rebao huyendo

    delante de m; conque me descio la honda, pongo un guijarro, y all va por los

    aires. Y el guijarro va a caer en el centro de la charca grande, y el agua empieza a

    rebullir, y a rebullir, y a echar hacia arriba as como un humo espeso y negro, y

    por en medio del humo salan unos ojos, y unos brazos, y unas faldas muy largas

    que arrastraban por encima del agua y que no se, acababan nunca; que yo no s

    si todo aquello eran brujos o no eran brujas. Y una de aquellas visiones se hizo

    muy hermosa, que pareca la Virgen que va en la procesin, y yo me puse de

    rodillas y acab de rezar aquel Padrenuestro que no acab de rezarle al

    quedarme dormido; pues con esto me dorm ya del todo no supe si era una bruja

    o era la Virgen. Slo s que me dijo que pronto me casara. (Todos murmuran:

    S..., s...; brujeras son, Manelich.) Y aquella misma maana, por entre la

    niebla, vi subir la cuesta, entre mulas, personas de carne y hueso: el amo, Toms

    y la Marta. Me falt tiempo para degollar un cabrito, espatarrarlo en el fuego...,

    y venga rer! Conque aun nos lo estbamos comiendo cuando me llam el amo

    aparte y me dijo: Ests contento con ser pastor, Manelich? Y yo le contest:

    Pues claro; lo que siempre he sido. Y l: No te gustara ms ser molinero? Y

    yo: No s... no s. Y l: Y no te gustara casarte con una chica guapa? Me

    dio no s qu! Toma, digo; si ella me quisiera, y en siendo guapa de veras. Te

    acuerdas? (A TOMS.)

    TOMS.- S... Marta se haba apartado conmigo para que hablases con el

    amo.

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    MANELICH.- Eso, y el amo me dijo en voz muy baja: A sa y a su padre los

    recog yo... y los di el molino que est junto a mi casa..., y el padre muri... y

    hace, falta un hombre en el molino... Conque mira si quieres casarte con la

    Marta, que papeles y gastos y todo, corre de mi cuenta. Conque yo me acerqu

    a la Marta y me pareci que me gustaba, que me gustaba mucho, pero mucho! Y

    le dije al amo que bueno, que me casara. Entonces el amo se acerc a ella, y

    yo detrs del amo. Y el amo la pregunt si me quera, y ella con la cabeza dijo

    que s. Yo quise: rerme, pero la vi tan llorosa, que me pareci ms propio

    lloriquear; pero no pude, y romp a rer tan fuerte que retemblaron los montes y

    se espantaron las cabras y empezaron a ladrar los perros. Bueno; pues ya

    ramos novios. (Esto lo dice con sencillez.)

    ANTONIA.- Qu suerte has tenido, Manelich!

    PEPA.- Buena suerte! Dios te la conserve y te la aumente.

    MANELICH.- Claro. Ya estaba hecho. De modo que aquella noche ya no rec

    ms que un Padrenuestro, porque mujer ya la tena. Y ahora, qu os parece lo

    del sueo? Fue la bruja o fue la Virgen? (Todos ren.)

    NURI.- La Virgen! La Virgen!

    MORRUCHO.- (A Toms.) La bruja!

    TOMS.- Calla!

    Escena VI

    Dichos, SEBASTIN y MOSN (el mayordomo); despus, MARTA

    NURI.- El amo..., el amo!

    SEBASTIN.- Lleg Manelich? (MORRUCHO se va al cobertizo.)

    MANELICH.- Aqu estoy, seor amo. Djeme que le bese la mano.

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    SEBASTIN.- No. Quita. Y la Marta?

    TOMS.- Por all.

    SEBASTIN.- Anda, Mosn, que salga. (Vase MOSN.)

    MANELICH.- (A TOMS.) Quin es se? (Por MOSN.)

    TOMS.- El mayordomo. Empez a estudiar para cura..., y por eso le llaman

    el Mosn.

    SEBASTIN.- Yo todo lo tengo dispuesto..., papeles y todo..., El cura llegar

    enseguida..., os casis en la ermita..., y listos.

    MANELICH.- Yo no s explicarme, seor amo...; pero si no fuera por el

    respeto... y por el miedo de apretar demasiado..., le daba un abrazo, seor amo!

    (Conmovido.)

    SEBASTIN.- Bueno, gracias; luego. (Rechazndole.)

    MOSN.- (Saliendo.) Que, viene enseguida.

    SEBASTIN.- Marta! (Llamando impaciente.)

    TOMS.- (En voz baja.) Quisiera que hablsemos, Sebastin.

    SEBASTIN.- No, luego. Marta! Gracias a Dios que viene esa mujer.

    MARTA.- Qu prisa!

    SEBASTIN.- Ya tienes aqu a Manelich.

    MARTA.- Si es la hora..., vamos.

    MANELICH.- Y nosotros?... No nos decimos nada? (A MARTA.)

    MARTA.- (Aparte.) Me da ms repugnancia que Sebastin.

    MANELICH.- (A TOMS.) Le doy vergenza!

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    PEPA.- (Aparte a ANTONIA.) Se casa a la fuerza.

    ANTONIA.- Como que parece que est llorando!

    SEBASTIN.- (Acercndose a MARTA y en voz baja.)Quiero que de hables.

    MARTA.- (A SEBASTIN.) Por Dios, Sebastin!

    SER.- Lo mando.

    MARTA.- (Con risa forzada, a MANELICH.) Yo estoy muy contenta. Y t?

    MANELICH.- (Riendo.) Pues ya lo ves.

    SEBASTIN.- Dile algo ms, Marta.

    MARTA.- No.

    SEBASTIN.- (A MARTA.) Cuidado, Marta, cuidado!

    MOSN.- (Aparte, a SEBASTIN.) Calma, calma. (En voz alta.) Y no se

    pone el novio el traje nuevo?

    SEBASTIN.- Es verdad; hay que vestir al buen mozo con l traje de boda.

    (Todos se echan a rer y dicen unos a otros: Al buen mozo... Al buen

    mozo.)

    MANELICH.- Pues no hay que, rerse. Si es ser buen, mozo tirar piedras con

    la honda ms lejos que nadie, y saltar de pea en pea como las cabras, y llevar

    a Marta a cuestas por las pasaderas del ro cuando se derriten las nieves, s que

    soy buen mozo. (PELUCA y NANDO reventando de risa.)

    PELUCA.- Pues anda, anda a vestirte, que vas a parecer un lechuguino, como

    aquellos seoriticos que vinieron de Madrid.

    NANDO.- S, que se ponga lechuguino!

    PEPA.- Que, se ponga, que se ponga. (Todos se echan a rer.)

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    ANTONIA.- Que vaya adentro, a ver cmo le ponen lechuguino!

    MANELICH.- (Riendo muy fuerte.) Bueno, pues lechuguino. (Despus se

    contiene y se va poniendo seria.) Pero, qu quiere decir eso, Por qu me has

    dicho t eso? (A PELUCA. Se arroja con rabia sobre l.) Dilo; dilo. (Todos

    procuran separarlos. Las mujeres chillan. Qu es eso que soy yo?

    NANDO.- Hombre! Yo no lo s.

    MOSN.- No te enfades, Manelich; lechuguino quiere decir currutaco.

    MANELICH.- (Soltando a PELUCA.) Ah! Bueno! Eso es otra cosa. Haberlo

    dicho desde el principio. (De pronto estalla con nueva rabia.) Pero qu quiere

    decir currutaco? Que tampoco lo s! (Todos se echan a rer. Carcajada

    general.) Pues os hago pedazos si no me contestis. (Se prepara a acometerlos.

    Todos retroceden.)

    SEBASTIN.- Manelich!

    MARTA.- (Aparte.) Qu vergenza! Pues no le tienen miedo?

    MANELICH.- Pues no me enfadaba yo?

    SEBASTIN.- Vamos, en este cuarto tienes el vestido nuevo.

    MOSN.- En aquel cuarto est.

    MANELICH.- Pues vamos, que me voy a poner majo y eso que decais, que ya

    no me enfado porque, me lo digis, que hoy no quiero enfadarme por nada. (Se

    van todos por la puerta de la derecha.)

    PEPA.- (A las dems mujeres.) Vamos a mirar por la ventana.

    ANTONIA.- (Y las mujeres.) Vamos, vamos. (Se van por otra puerta.)

    TOMS.- Sebastin, tengo que hablarte.

    SEBASTIN.- Esprame all fuera, que enseguida voy.

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    TOMS.- Pues all espero. (Vase por el foro.)

    SEBASTIN.- (A MOSN.) Entretenle t, y que est todo preparado en la

    ermita; y cuando lleguen, que los casen sin esperarme... Ser mejor...

    MOSN.- El Morrucho se lo ha charlado todo a Toms.

    SEBASTIN.- Pues despdele al Morrucho. Oye, y que no se te escape el

    decirle a la Marta que Manelich no sabe nada. Es preciso que la Marta crea que

    Manelich es consentidor de todo esto. As le despreciar ms!

    MOSN.- No tengas cuidado!

    SEBASTIN.- Ahora, djame con ella. (Todo esto lo dice en voz baja.)

    Escena VII

    MARTA y SEBASTIN. MARTA ha estado de codos sobre la mesa y con la

    cabeza entre las manos en todo el final de la escena anterior

    SEBASTIN.- Marta!

    MARTA.- Sebastin! Puedes tirar por donde quieras; no me caso con ese

    hombre.

    SEBASTIN.- No te gusta eh?

    MARTA.- No.

    SEBASTIN.- Ya! T quisieras un marido que te arrullara. T dirs: Ao

    nuevo, vida nueva. T ya no te acuerdas de m ni de nadie. T no te acuerdas

    de cuando te saqu de en medio del aguacero, como se saca una ranilla de un

    charco. T ya no me quieres, Marta. (Marta retrocede con espanto.)

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    MARTA.- Sebastin, por Dios, no me cases con ese hombre! Te lo pido por el

    alma

    SEBASTIN.- Deja en paz a los muertos! Conque, te repugna Manelich?

    MARTA.- Mucho.

    SEBASTIN.- Pues s eso es lo que yo quiero! Si t no sabes la alegra que

    me das! Pues piensas t que si te gusta se te haba yo de dejar casar con l?

    Aunque me costase, la hacienda y la misma vida no te habais de casar!

    MARTA.- Virgen Santsima! Que se haya encontrado un hombre que,

    siendo yo como soy, y sabindolo l, haya querido casarse conmigo! Si es pa

    morirse de vergenza! Por l, y por ti, y por m, y por todos!

    SEBASTIN.- Pues ah tienes; se encontr el hombre.

    MARTA.- Yo era una chicuela cuando te conoc, y no soy lo que soy por

    inters, bien lo sabes. A m no me compraste t, y a l le compras, a qu precio?

    No lo s; pero le compras.

    SEBASTIN.- No media dinero, Marta; eso, no. Le dejo el molino.... y, en fin,

    ya no se morir nunca de hambre. Pero t no te des por entendida con l.

    MARTA.- No me caso. Antes me voy; antes me tiro por la presa del molino!

    (Se oye una carcajada de los que estn dentro.)

    SEBASTIN.- Ni te vas, ni te tiras por la presa, ni te separas de m. Si yo te

    quiero! A mi manera, malamente, como sea; pero te quiero. Y no quiero que me

    dejes de querer. Si aunque me hagan pedazos, yo no te dejo! Pero ya lo sabes; lo

    sabes como yo; que estoy perdido; que necesito casarme con esa mujer para

    desempear mis haciendas y levantar las hipotecas y los embargos. Y hay ms:

    mi to, en cuanto te cases, rompe el testamento en que me desheredaba. De

    modo que ya lo ves: hay que tener calma y juicio, y que engaar a todos esos,

    que aun son peores que nosotros, y peores que yo; porque yo, al fin, s querer, y

    te querr hasta la hora de mi muerte, y si fuera preciso me perdera por ti.

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    MARTA.- Sebastin, no me cases, que yo me ir y te quedars libre de m sin

    mentira y sin vergenza y como manda Dios.

    SEBASTIN.- Marcharte? Perderte? (Cogindola por un brazo con rabia.)

    Eso s que no. Aunque, se pierda todo, y aunque nos perdamos todos; t te

    quedas, y te casas con esa bestia, y me obedeces, bien a bien por el cario, o mal

    a mal por el miedo; que despus de tantos aos no has de perder la costumbre

    de un da; conque responde: Obedecers?

    MARTA.- Sebastin!

    SEBASTIN.- Obedecers? Contesta!

    MARTA.- Sebastin! Me haces dao!

    SEBASTIN.- Obedecers, te digo? Mira que no me conoces, aunque crees

    conocerme!

    MARTA.- Djame! Djame! Me das mucho miedo. Obedecer, s;

    obedecer. (Sebastin la deja y se estira las mangas de la chaqueta.)

    SER.- Vaya si obedecers!

    Escena VIII

    MARTA, SEBASTIN, MANELICH, JOS, NANDO, PELUCA y otros hombres.

    Despus, PEPA, ANTONIA, NURI y otras MUJERES por el foro. Despus,

    TOMS y MOSN

    NANDO.- (Saliendo el primero.) Que no quiere ponerse el traje nuevo.

    JOS.- (Parndose en la puerta.) Que no quiere ponerse lechuguino.

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    MANELICH.- No quiero, se ren de m. Y adems me, da pena quitarme mi

    zamarra. Ea, dejadme pasar; ni el rebao, cuando hay pedrisco, se me echa ms

    encima que vosotros.

    SEBASTIN.- Pues, bueno; de cualquier modo. Marta, vamos andando!

    (Marta vacila.) Marta!

    MARTA.- S, s! Ya voy! Pero entre nosotros todo se ha acabao.

    SEBASTIN.- (Aparte.) Se ha acabado! S, s; esta noche volver.

    NANDO.- En cuanto se casen echo a vuelo la campana de la ermita.

    NURI.- Toma la mantilla, Marta,

    MARTA.- Nuri! Nuri!

    NURI.- Verdad que me quieres mucho? (Abrazndola.)

    MARTA.- Djame que te mire. (A NURI.) Dame un beso... No... Djame.

    SEBASTIN.- A la ermita todo el mundo.

    TOMS.- (A SEBASTIN, en voz baja; van saliendo todos.) No; hasta que yo

    hable contigo no pueden casarse.

    SER.- Djales que se vayan. Hasta que yo no llegue no ha de ser la boda.

    MOSN.- (Aparte a SEBASTIN.) Conque, qu hacemos?

    SEBASTIN.- (A MOSN.) Ve con ellos, y que, se haga la boda como te he

    dicho, sin esperarme a m. Yo entretendr a Toms.

    MANELICH.- Upa! Upa! All va el rebao! All va el rebao! Upa! Upa!

    All va la cabrota! (Se va entre la gritera de todos.)

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    Escena IX

    SEBASTIN, TOMS y MORRUCHO, que habr entrado al final de la escena

    anterior

    SEBASTIN.- Morrucho! Vete a la boda!

    MORRUCHO.- No voy a esa boda!

    SEBASTIN.- Por qu?

    MORRUCHO.- Porque no; est dicho.

    SEBASTIN.- Pues coge los trastos, y fuera de aqu.

    MORRUCHO.- Eso, s.

    SEBASTIN.- Pero enseguida.

    MORRUCHO.- Lo que tarde en recoger mis trapos. (Se va al interior de la

    casa.)

    SEBASTIN.- (A TOMS.) Qu tenias que decirme?

    TOMS.- Que no s lo que me pasa.

    SEBASTIN.- Pues ya me lo dirs cuando lo sepas.

    TOMS.- Es que me han dicho... No quisiera ofenderte, pero no hay tiempo

    que perder, ea.... de un golpe!... Que t y la Mara os queris, pero de mala

    manera. Y que a ese pobre muchacho... Vamos, si no quiero creerlo! Y como yo

    en esta boda he venido a ser como el padre y el padrino de Manelich... Vamos,

    que no estoy en mi! Hijo no te ofendas; pero dime la verdad.

    SEBASTIN.- Pues la verdad es que, todo eso es mentira.

    TOMS.- Eso he dicho siempre. (Ha vuelto MORRUCHO con un lo de ropas

    y una manta, y dispuesto a marcharse. Al MORRUCHO.) Oyes t, mala

    lengua?

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    MORRUCHO.- Dije la verdad, y la dije.

    SEBASTIN.- T hablas de ser; que no vuelva a verte.

    TOMS.- (A MORRUCHO.) Desagradecido! Despus de tantos aos como

    ests comiendo el pan del amo!

    MORRUCHO.- No me diga usted desagradecido, que no lo sufro

    SEBASTIN.- Largo de aqu, porque si no... (Amenazndole.)

    MORRUCHO.- (Cuadrndose delante de SEBASTIN.) Atrvase, que tengo

    buenos puos.

    TOMS.- (A MORRUCHO.) Contra tu amo?

    MORRUCHO.- Ya no lo es, y ojal no lo hubiera sido nunca!

    SEBASTIN.- Vete, canalla!

    MORRUCHO.- A m canalla! Ahora vers. (Tira el lo y la manta.) S; yo se

    lo dije a Toms; pero no se lo dije todo, que t y la Marta os queris de mala

    manera; que entras aqu de noche, muy a escondidas, por la puerta del corral;

    que pasas por el corredor alto, por detrs, de aquella cortina; que yo lo he visto.

    SEBASTIN.- Djame! (A TOMS, que lo contiene.)

    MORRUCHO.- Que me condene Dios si miento. Y si no, que jure l que

    miento yo. A ver si lo jura.

    SEBASTIN.- Vmonos, Toms. Deja a ese tunante. (Se dirige hacia la

    puerta.)

    MORRUCHO.- Que no jura, que no jura; ya lo ve usted; con eso me basta.

    (Recoge el lo y la manta.)

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    Escena X

    TOMS, MORRUCHO y el MOSN

    MOSN.- (Desde la puerta.) Pero, qu haces aqu, Toms? Tu mujer ha

    tenido que encender los cirios.

    TOMS.- No, no; que no se casen.

    SEBASTIN.- Que no salga de aqu Toms; lo mando. (Al Mosn. Despus

    sale.)

    TOMS.- No, no; que no se, casen.

    MOSN.- Qu dices? Adnde quieres ir? (Detenindole.)

    TOMS.- No, no; que no se casen.

    MOSN.- Adnde quieres ir? (Detenindole.)

    TOMS.- A pedir que no se casen.

    MORRUCHO.- Toms, deprisa. (A MOSN.) Djale t al abuelo.

    TOMS.- No. Dios mo! Pobre Manelich! Es imposible; no pueden casarse!

    (Toque de campana.) Ah! La campana! Ya es tarde! Ay, Dios mo! Lo que

    hemos hecho con ese pobre, muchacho! Y he sido yo tambin! Que Dios me lo

    perdone!

    MORRUCHO.- Con Dios, Toms.

    TOMS.- Adis, hijo mo; dame un abrazo.

    MORRUCHO.- Adis, abuelo; perdneme lo malo que le haya dicho. Adis.

    (Vase el MORRUCHO. TOMS ha cado sobre un banco. El MOSN ha salido a

    la puerta a esperar a los que llegan. Se oye el rumor de la gente.)

    TOMS.- (Aparte.) Parece que me han echado un nudo a la garganta y que

    me han puesto una plancha de fuego en la cara. (Vase desesperado.)

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    VOCES.- Vivan los novios! Vivan los novios!

    MOSN.- Ea, muchachos: se acab la fiesta; todo el mundo a su casa.

    MANELICH.- Parece un rebao desparramado... Cabras aqu, cabras all.

    Lstima de honda!

    MOSN.- (Sale el ltimo, y dice desde la puerta.) Ahora cerrar vosotros, y

    hasta maana.

    Escena XI

    MARTA y MANELICH

    MANELICH.- (Mirando desde la puerta cmo se alejan.) Si yo tuviese aqu

    la honda y un buen guijarro, pronto arreglaba, ese ganao (Despus se vuelve de

    pronto.)

    MARTA.- (Como desesperada.) Qu hay? Qu quieres?

    MANELICH.- Ha dicho que cerrsemos. Cierro?

    MARTA.- Cierra. (Marta se levanta y va arreglando las sillas y recogiendo

    vasos que habr sobre la mesa en desorden.) Todo se acab.

    MANELICH.- Turur! Listos. Pues no estoy cansado? Ms quiero una

    tronada all en los ventisqueros, que este barullo de todos los demonios. Yo no

    pueo estar as; esto rinde ms. Al suelo, al suelo, como all en la montaa.

    Sintate aqu, a mi lado. All arriba no tenemos sillas ni falta. Mi t que esos

    palitroques... Pero qu hace aqulla? Upa, Marta!

    MARTA.- Qu?

    MANELICH.- Que vengas aqu.

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    MARTA.- No, djame.

    MANELICH.- Qu arisca! Pues si te pones as no te voy a decir una cosa. Ya

    no me acordaba. Con la alegra se pone uno ms burro! (Levantndose.

    Despus de buscar en los bolsillos y en el pecho, saca al fin un pauelo atado

    por las puntas. Aparte.) Vers, vers t ahora! Ya pesa, ya!... Esto no te lo

    esperabas!

    MARTA.- Ah! Otra vez? Djame!

    MANELICH.- No he tenido animal ms arisco en mi vida (Extiende el

    pauelo en la mesa.) Mira... Ves?... Ves esto? Es una peseta! (Echndola en

    el pauelo.) Es la primera que gan! Nunca la he querido gastar, para ver si

    criaba, y, mira.... mira si ha criado. (Revolviendo monedas de plata y cobre, que

    echa en el pauelo.) All arriba, cuando las contaba, sonaban de otro modo.

    Este modo de sonar es ms alegre: ser porque ests t. Ah! Toma, toma...

    (Sacando un duro de entre las monedas.) Ves este duro? Ves estas manchas?

    Son de sangre; sangre ma. Me lo regal un da el amo: el seor Sebastin, que

    Dios se lo pague! Tcalo! Tcalo! (Cogindole la mano para obligarla a que lo

    toque; ella se resiste, pero sin repugnancia.)

    MARTA.- Estate quieto.

    MANELICH.- Bueno... pues yo lo beso. (Lo besa y lo tira al pauelo.) Has de

    saber que todas las noches vena el lobo al rebao. Y todas las maanas un perro

    patas arriba, destripado, y una oveja menos o un carnero; segn. Yo me

    condenaba. Hasta que una noche... me qued en acecho detrs de unas piedras,

    al lado del barranco. El carro del cielo, sabes t lo que es? Pues el carro del

    cielo son siete, estrellas que dan la vuelta all arriba, como la rueda de una

    carreta... Pues digo que el carro estaba clavado en las doce, y luego pas a la

    una..., y yo escuchando... Nada! Los esquilones... El agua de la nieve que se

    derreta... El airecillo de la madrugada... Las siete estrellas del carro siguiendo

    la vuelta, que me pareca que estaba oyendo rechinar el eje! De pronto siento

    ruido, pisadas, y veo un bulto negro que, dando un bote como un demonio, pasa

    por encima de m, resoplando tan fuerte, que sent el resoplido aqu, en el

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    cuello! Los pelos se me pusieron de punta, y por dentro del pecho senta unos

    golpes!... Pum!... pum!... pum!, que me ahogaba. Luego siento ladridos de

    perro y el balar de las ovejas, y sin manta al brazo ni nada para resguardo, con el

    cuchillo en la mano y el pecho libre, me puse en mitad del camino por donde

    haba de pasar el lobo. Llega el animal con la oveja atravesada en el hocico,

    tropieza conmigo, me agarro a l, le clavo todo el cuchillo, y caemos barranco

    abajo revueltos el lobo y yo..., mordindole yo, mordindome l; aullando l y

    aullando yo con ms fuerza an; contra su hocico mi cara; contra sus colmillos,

    mis dientes, que desde entonces tengo esta mella!

    MARTA.- (Conmovida e interesada, a pesar suyo.) Y qu? Qu?

    MANELICH.- Que al otro da unos pastores nos encontraron a los tres en el

    fondo del barranco: la oveja muerta, el lobo muerto y yo medio muerto, con

    todo el cuerpo lleno de mordeduras y desgarrones. Me llevaron a la choza, me

    dieron con nieve y aceite de lagarto.... y al cabo de unos das subi el amo y me

    dio este duro. Yo, con la prisa de besarle la mano, me desgarr esta herida; por

    eso son las manchas de sangre que has visto. El amo Sebastin me prometi un

    duro por cada lobo que matase; pero desde entonces no he matado ninguno. (Lo

    dice con mucha tranquilidad.)

    MARTA.- Manelich, ya es muy tarde.

    MANELICH.- Pues toma todo esto. Son veintitrs duros. Gurdalos.

    (Recogiendo el pauelo.)

    MARTA.- No... no... Es tuyo. Gurdalo en tu cuarto. (Aparte.) Pero qu es

    este hombre?

    MANELICH.- En mi cuarto? En el nuestro, querrs decir; all.

    MARTA.- Enciende la luz (Sealando al hogar.) y vete... Vete a, tu cuarto..., y

    buenas noches.

    MANELICH.- Que ese es mi cuarto? Y que aquel es el tuyo?

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    MARTA.- Ya lo sabes, mal hombre. Para qu, quieres que te lo repita? Vele!

    Mal hombre, vete!

    MANELICH.- Que yo soy mal hombre! Por qu soy mal hombre? Por que?

    Dilo! Dilo! Quiero que lo digas!

    MARTA.- Ya lo sabes.

    MANELICH.- Que yo lo s!

    MARTA.- S, que t has consentido en todo.

    MANELICH.- En qu?

    MARTA.- En casarte conmigo.

    MANELICH.- Toma! Eso s!

    MARTA.- Y por qu has consentido?

    MANELICH.- En qu? En que fueras mi mujer? Pues, porque te quera

    ms que a nadie en este mundo! Ms que a mi padre! Ms que a mi madre!

    Ms.

    MARTA.- Manelich! (Se queda mirndole con ansia y angustia.)

    MANELICH.- (Acongojado.) Por qu me miras de ese modo? Mira que me

    parece que no eres mi mujer!

    MARTA.- Manelich!

    MANELICH.- Si me parece que estoy soando.

    MARTA.- (Aparte.) Ay, Dios mo, que me han engaado y han engaado a

    este pobre hombre!

    MANELICH.Marta!

    MARTA.- Djame... djame!

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    MANELICH.- Es que me has dicho unas cosas! No las entiendo

    MARTA.- No... no... No he dicho nada. Es que esta noche estoy como loca...

    que no s lo que han hecho conmigo.

    MANELICH.- Lo que han hecho contigo! (En este momento pasa una luz

    por detrs de la cortina.)

    MARTA.- (Retrocediendo con horror. Aparte.) Ah, l, Sebastin! Canalla!

    MANELICH.- Qu es aquello? Una luz! Pero no estamos solos! Quin hay

    all?

    MARTA.- Nadie, nadie!

    MANELICH.- (Empuando el cuchillo.) Pues yo voy a verlo.

    MARTA.- (Ponindose delante de l.) No, djalo; ya estara la luz.

    MANELICH.- No; te digo que no. (Desaparece la luz.) Ves? La han apagado.

    MARTA.- Yo creo que no haba ninguna. Sino que a ti te ha parecido que la

    haba.

    MANELICH.- Pues no decas antes que ya estaba la luz? Si la he visto yo... Si

    t tambin la has visto.

    MARTA.- Yo no he visto nada. T lo has dicho.

    MANELICH.- Que t no has visto esa luz?

    MARTA.- No, no.

    MANELICH.- Que t no la has visto?

    MARTA.- Ea! T tampoco la viste.

    MANELICH.- No? (Se queda mirando fijamente a MARTA. Aparte.) Que

    no la he visto? Que no la he visto?

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    MARTA.- (Sentndose.) (Yo aqu he de pasar la noche; aqu, como si fuera

    piedra.) Oye, ya te lo he dicho. (Sealando su cuarto.)

    MANELICH.- Ya... ya... ya lo s. No me lo vuelvas a decir. Yo, all dentro.

    (Repitiendo la orden de ella.) Pero todava... todava no me ir a dormir; a m...

    Vamos all dentro! (Se deja caer poco a poco en el suelo, siempre con los ojos

    fijos en la cortina.)

    MARTA.- (Aparte.) Y ese, canalla siempre ha sido un canalla! (Manelich,

    siempre en el suelo, se va acercando a MARTA. Aparte.) Pensar este...

    pobre... que no le oigo!

    MANELICH.- (Muy triste y medio lloroso. Aparte.) Aqu, cerquita, de ella,

    muy cerquita Pero no como su marido... eso, no! Como si estuviese solo all

    arriba en mi choza de los Picachos. Ahora a rezar (En voz baja.) el Padrenuestro

    de mis padres. El Padrenuestro para... mi mujer... no tengo que rezarlo....

    porque mujer... mujer... ya la tengo.... ya la tengo... Padrenuestro... (Solloza.)

    MARTA.- (Aparte.) Ah! Qu castigo el mo!

    MANELICH.- Todo est dormido en la choza. No... el lobo no vendr.... no

    vendr..., no vendr!... (Sigue moviendo los labios mientras cae el teln.)

    Fin del acto primero

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    Acto segundo

    La misma decoracin del acto anterior. Es de da.

    Escena primera

    MANELICH, sentado; NURI, haciendo la zamarra que empez en el acto

    anterior.

    MANELICH.- (Muy abatido.) Cmo no viniste ayer tarde, Nuri?

    NURI.- Pues hombre..., los pavos tuvieron la culpa; ya le dije que me

    mandaron sacarlos por la maanita y por la tarde. Pero como hoy pica mucho el

    sol, los volv a meter en el corral; y yo, a ver a Manelich.

    MANELICH.- Te lo agradezco, Nuri.

    NURI.- Pues mira, buenas angustias paso. (Se levanta y va a mirar hacia la

    puerta izquierda.)

    MANELICH.- Y por qu esas angustias?

    NURI.- Porque tengo miedo de que venga la Marta. Me da pena esto! Vers,

    hombre, vers; antes me quera mucho la Marta; siempre me estaba besando, y

    deca que quera ser igual que yo. Pues desde que os casasteis me tiene una rabia

    que me come con los ojos. Yo, no! Ah tienes! Yo no le tengo rabia; y no le

    tengo rabia, porque s que te quiere mucho.

    MANELICH.- A m?

    NURI.- Claro! (MANELICH se levanta y se pasea.) Qu tienes?

    MANELICH.- Nada. (Vuelve a sentarse.)

    NURI.- Digo yo que me tiene rabia, porque tiene rabia a todos los de mi casa.

    Figrate que ha llamado al Mosn, y yo no s lo que le ha dicho; y el Mosn -que

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    es el mayordomo- ha ido a mi casa amenazando a todos y les ha dicho que no

    vinieran ms al molino a murmurar. Que al molino no tenan que venir sino los

    que trajeran trigo para moler.

    MANELICH.- A murmurar dices que venan?

    NURI.- Eso dijo el Mosn.

    MANELICH.- Y t sabes qu murmuraciones eran sas?

    NURI.- No s; los de casa siempre estn lo mismo: nada, que les gusta hablar

    de todo el mundo.

    MANELICH.- Qu buena chica eres, Nuri!

    NURI.- (Ponindose muy contenta y riendo.) Mira t quin lo dice! (Pausa.)

    Ya hace diez das que estis casados, verdad?

    MANELICH.- S diez das.

    NURI.- Sabes lo que estoy pensando?

    MANELICH.- Y qu dicen de m tus hermanas?

    NURI.- Pues pensaba en hacerte una zamarra en cuanto acabe sta, pero no

    ha de ser de este color, sino azul y con unos vivos encarnados. Y vaya si te

    sentar bien!

    MANELICH.- No me hagas la zamarra, Nuri. Yo te lo agradezco. Pero no me

    hagas la zamarra.

    NURI.- (Con extraeza.) Hombre! Por qu?

    MANELICH.- Porque para cuando t acabes la zamarra, Dios sabe dnde!...

    Ea, pues, nada...; pero no, me hagas la zamarra.

    NURI.- (Levantndose.) Pues me enfado y me voy.

    MANELICH.- (Hacindola sentar) No te vayas, Nuri.

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    NURI.- Bueno, me quedo; pero entoava estoy enfadada.

    MANELICH.- (Levantndose y yendo a echarse de bruces sobre la mesa, o

    tomando otra posicin en armona con su naturaleza tosca. Aparte.) Aquella

    luz que pas por detrs de la colina, la llevaba un hombre! Y lo que yo necesito

    es saber quin era aquel hombre; le mato, y me voy all arriba.

    NURI.- Manelich!, que yo todava estoy enfadada.

    MANELICH.- S, Nuri, s; pobrecilla,

    NURI.- T tienes tristeza, Manelich.

    MANELICH.- No.

    NURI.- Y yo s por qu. Porque te han casado con una mujer muy rabiosa.

    MANELICH.- Dice la gente que es rabiosa la Marta?

    NURI.- No se: todos hablan y hablan, y no paran nunca. Y sabes por qu te

    quiero yo tanto? Primero, porque me cuentes aquellos cuentos de lobos y de

    brujas que me dan tanto miedo y que son tan bonitos. Y adems, porque oigo

    que la gente dice: Pobre Manelich! Pobre Manelich! Conque yo dije,

    tambin: Pobre Manelich! Pues voy a hacerle una zamarra.

    MANELICH.- Pobre Manelich! Conque todos lo saban? Y qu ms? Qu

    ms?

    NURI.- Pues oye: ayer, al salir de misa, haba un corro en que hablaban de ti,

    y yo pas hacindome la distrada.

    MANELICH.- Y que decan?

    NURI.- Pobre Manelich! Como siempre.

    MANELICH.- Cuando querr Dios que vuelva el amo pa contrselo todo!

    Pero nada, se fue a la ciudad, y no vuelve!

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    NURI.- Crees t que el mundo es tan malo como dicen, Manelich?

    MANELICH.- El de la tierra baja me parece que s. El de la montaa no lo

    era, no. Puede ser que no lo fuera, porque como all arriba no haba hombres...,

    por eso.

    NURI.- Pobre Manelich!

    MANELICH.- (Con rabia.) T tambin?

    NURI.- Es que te tengo mucha lstima! Oye, Manelich, no tienes ningn

    hermano?

    MANELICH.- No. Soy yo solo; y tan fuera de m quisiera estar, que me parece

    que me sobro.

    NURI.- Pues me da pena! Quisiera que tuvieras un hermano menor, as, de

    mi tamao!

    MANELICH.- Pobre, Nuri!

    Escena II

    MANELICH y NURI. MARTA, que viene del interior

    NURI.- La Marta! Me escapo!

    MANELICH.- No te muevas!

    MARTA.- (Aparte.) Siempre est la Nuri con l! Si sufriera tan de veras por

    m, no le gustara hablar con nadie! (Se acerca al hogar, aviva el fuego y

    arregla la olla como para preparar la comida.) Este fuego no se enciende hoy.

    Parece que lo hace adrede. De qu estarn hablando? Ni me hace caso! Y para

    qu haba de hacerme caso? Yo no quiero que hable con la Nuri. Pero, quin

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    soy yo para mandar en l? Qu martirio! Virgen de los ngeles! (Haciendo un

    movimiento desesperado se va por la puerta de la izquierda.)

    NURI.- Ya se march. Bien calladitos hemos estado los dos.

    MANELICH.- Por qu callabas t?

    NURI.- Porque estaba contando puntos. Y t?

    MANELICH.- Porque estaba contando das.

    NURI.- Quieres t mucho a Marta?

    MANELICH.- Ms que a nadie! Ms que a nada en el mundo la quiero!

    Vamos, que no s decrtelo. Yo me pienso que le tena cario desde antes de

    conocerla. Mira, Nuri; la primera vez que la vi en la Cabreriza estuve por decirla:

    Vamos, mujer, que bien te has hecho desear; ya era hora de que viniera la

    Marta! Ves t qu cosas! Bah! Si yo te lo contara todo!

    NURI.- Cuenta, cuenta, Manelich, que me gusta mucho orte.

    MANELICH.- Si supieras t cuantas veces desde arriba, desde los picachos,

    miraba yo la tierra baja, buscando algo en ella... El sol lo alumbra todo, cerros y

    llanos, hasta el fin de lo que se ve. Y yo cavilando: Hacia dnde, estar por

    todas esas tierra mi mujer? Pues a que no aciertas cmo me las compona

    para saber hacia dnde estaba? A que no! A que no lo aciertas?

    NURI.- No lo s, no. A ver cmo.

    MANELICH.- Pues pona una piedra en la honda, daba tres vueltas con los

    ojos cerrados, tiraba la piedra con mucha fuerza, sin saber hacia qu parte; los

    abra de pronto para mirar dnde caa..., y por all..., por donde haba cado...

    haba de estar mi mujer, que ya se estara criando y que ira creciendo como un

    brazado de flores, para m, para m solo.

    NURI.- Y hacia dnde caa?

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    MANELICH.- Hacia la tierra baja, nunca hacia la montaa. De la tierra baja

    vino Marta. Mira t que me dan ganas de llorar!

    NURI.- Vaya, hombre, no llores, que me haces llorar tambin. Pero a ti,

    quin te manda tirar piedras a ciegas? Y si hubiera pasado alguien por la

    montaa y le hubiera alcanzado el pedrusco?

    MANELICH.- No le alcanz a nadie, que me alcanz a m en mitad del

    pecho!

    NURI.- Pero por qu son esas penas?

    MANELICH.- Porque yo s lo que s! Yo ser un simple... y un ciego para las

    cosas del mundo; pero a veces los ciegos ven. Un ciego, y muy ciego, iba all a la

    Cabreriza algunas veces porque yo le daba leche de mis cabras; pues cuando le

    coga la tempestad y se encenda un relmpago, se tapaba el ciego los ojos con

    las manos; conque yo digo que, aunque era ciego, el resplandor del relmpago se

    le meta y le hacia ver. Pues yo soy como el ciego de la Cabreriza, y tanto se ha

    inflamado la nube, que se han incendiado los ojos y la he visto.

    MARTA.- (Volviendo del cuarto interior. Aparte.) (Todava estn aqu los

    dos.) Nuri, Nuri.

    NURI.- La Marta! Ten el pauelo, ten, que no vea que lloras. (A

    MANELICH.)

    MANELICH.- (Sin tomarlo.) Si no lloro!

    MARTA.- Oye, Nuri. No quiero verte aqu ms, oyes? No quiero que vuelvas.

    NURI.- No ves t, Manelich? No ves que me echa la Marta?

    MARTA.- No es que te eche, mujer, sino que no s lo que tengo. Cuando me

    hablan parece que me estn dando golpes dentro de la cabeza. (Se va hacia el

    fuego y se sienta.)

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    NURI.- Ten, Manelich. (Dndole la cestita con el ovillo y la zamarra.) Voy a

    aventar el fuego, porque la pobre Marta no puede. (Acercndose a Marta.)

    Dame el aventador.

    MARTA.- No.

    NURI.- Dmelo, mujer, que t tienes ya poca fuerza; como que vas para vieja.

    (Bromeando.)

    MARTA.- (Fuera de s.) Vete, vete; digo que te vayas.

    NURI.- Pero mujer, por qu?

    MARTA.- Porque no quiero verte.

    NURI.- (Enojada.) Pues no me marcho hasta que me lo mande Manelich. l

    es el marido y l manda.

    MARTA.- Es verdad! La manda! (Sentndose abatida.)

    MANELICH.- Mira, Nuri, haz lo que Marta te mande. Te ha echado, pues te

    vas. Marta est en su casa.

    MARTA.- No, Manelich; eso, no.

    MANELICH.- (A NURI.) Toma todo esto, y vete; pobrecilla. (Dndole el cesto

    y la zamarra.)

    MARTA.- Nuri, qudate. Ahora no quiero que te vayas.

    NURI.- (Llorando.) Pues; ahora me voy.

    MANELICH.- No llores, Nuri. Yo te acompaar.

    MARTA.- No; eso, no. Quiero que te quedes aqu.

    MANELICH.- Yo? Que me quede yo? Para qu?

    MARTA.- Es verdad! Haz lo que quieras.

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    NURI.- (A MANELICH.) Se queda llorando.

    MANELICH.- No lo creas. Pues si estamos ms contentos los dos!...

    Siempre riendo, y siempre juntos! Mira, mira que fuerte re! (Marta solloza

    con mucha fuerza.) Y yo lo mismo! Siempre juntos, siempre juntos. Anda,

    Nuri; anda pa delante. (Se re sarcsticamente, y sale l y NURI.)

    Escena III

    MARTA, llorando

    Dice que siempre juntos! Y lo que l espera es que vuelva Sebastin pa

    contrselo todo y marcharse. Ojal que no viniese nunca Sebastin, que se

    quedase siempre all en el pueblo ese mal hombre Qu malo, qu retemalo

    es!... Nunca le quiso, pero ahora le odio con toda mi alma. Si no volviera ms....

    Quin sabe! Puede que Manelich me perdonase, porque es muy bueno, y bien

    se ve que me quiere mucho. Pues qu, se figura que yo no le oigo todas las

    noches cuando viene a echarse y a llorar a la puerta de mi cuarto? Pero no s...

    no s... Ya no me dice nada. Me deja hacer todo lo que yo quiero. No, yo no

    quiero que est con la Nuri; con ella, no. Ahora mismo me voy a casa de esas

    mujerotas. Veremos, veremos. (Dice todo esto muy agitada, muy nerviosa,

    entre lgrimas y gritos rabiosos, y se dirige hacia la puerta.)

    Escena IV

    MARTA y TOMS, que le cierra el paso

    TOMS.- Adonde vas, Marta?

    MARTA.- Pues no lo s. Mira, yo no voy a ninguna parte.

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    TOMS.- Desde la ermita he visto salir a Manelich. Por eso vengo, porque s

    que no est. Con l no quiero encontrarme. Est el pobre ms desesperado

    MARTA.- Por qu?

    TOMS.- Vaya una pregunta! Pues no tiene el pobre ojos para ver que todo

    el mundo se re de l?

    MARTA.- La gente es muy mala.

    TOMS.- Muy mala. Y ahora quiero que t me digas qu le contesto yo

    cuando me pregunte por qu hice que te casaras con l.

    MARTA.- Pues... yo qu s?

    TOMS.- Y ms todava. Qu le contesto cuando me pregunte quin es el

    hombre... el hombre... comprendes?... el hombre que le est afrentando ante

    todo el mundo?

    MARTA.- Y yo qu s? Si yo no s nada! Si a m no se me ocurre nada!

    (Esconde la cara entre las manos.)

    TOMS.- Pues se ha dejado decir Manelich, y ya corre por el pueblo, que

    antes de dejarte y marcharse a la Cabreriza quiere saber quin es el hombre,

    para matarlo.

    MARTA.- (Con satisfaccin que no puede contener.) Ha dicho que lo

    matara? Lo ha dicho de veras? Sebastin tambin es mucho hombre. Y como

    es el amo!... Yo creo que Manelich no se atreve.

    TOMS.- Pues Manelich lo ha dicho. Y lo que te dije antes: que despus de

    despedirse de Sebastin, porque de Sebastin no sospecha nada, y despus de

    matar al hombre, te deja para siempre abandonada y se vuelve a la Cabreriza.

    MARTA.- Para eso ltimo no necesita mucho valor.

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    TOMS.- Pues yo le he dicho que hace bien. Que te deje, que te deje para

    siempre, lo entiendes? Y antes hoy que maana, lo entiendes? Que quien hace

    lo que t has hecho, ms mereca.

    MARTA.- No ha tenido usted nunca una hija?

    TOMS.- Una hija! S que la tuve. Y se me muri cuando era todava muy

    chiquitita, y cuando veo lo que es el mundo, y cuando te veo a ti, digo: Bien

    muerta est! Que as Dios me la tenga en su santa gloria!

    MARTA.- (Acercndose a l y con acento sombro.) Y si usted se hubiera

    muerto antes que ella? Y si ella hubiera crecido, crecido siempre sola? Y si

    hubiera tropezado con Sebastin?

    TOMS.- (Tapndose los odos.) Maldita mil veces, maldita, no digas eso,

    que t eres quien ha perdido a Sebastin!

    MARTA.- (Rompiendo a llorar.) Que yo le he perdido? Que fui yo? Ay,

    Dios mo, que no tiene usted entraas! Ay, madre ma, que no puedo ms... no

    puedo ms! Dios mo, llvame de una vez!

    TOMS.- Pues toma, llora de verdad!

    MARTA.- Todos contra m! Contra m! Porque me ven tan sola en el

    mundo, por eso, que hasta ahora no saba lo sola que estaba!

    TOMS.- Vamos, no llores, que yo soy muy tonto y tengo muy tiernos los

    ojos; y aunque no lo mereces..., vamos, que me pondr a llorar tambin.

    MARTA.- (Con nuevo arranque.) Ea, yo quiero contrselo todo a usted, todo,

    y ver usted quin ha perdido a quin.

    TOMS.- (Lloriqueando.) Pues no quiero orte, porque me voy a creer todo lo

    que me cuentes, y todo va a ser mentira.

    MARTA.- Mentira? igame usted, y ya veremos si es mentira o no.

    TOMS.- Tambin es empeo. Ea, cuenta; pero acaba pronto.

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    MARTA.- (Enjugndose las lgrimas con resolucin.) Oiga usted: dicen por

    ah, para afrentarme, que yo nunca he tenido padres; que yo he nacido de la

    tierra, como los sapos que se cran en las charcas.

    TOMS.- Ves t? Eso si que no lo he credo nunca. As Dios me castigue!

    MARTA.- Yo he tenido una madre que era ciega, y no he tenido a nadie ms;

    pero madre s he tenido. Y ella y yo pedamos limosna all abajo, en la ciudad.

    Yo me acuerdo que nos sentbamos en la grada de una iglesia que tena una

    puerta que no se acababa nunca de alta que era. Pues all pedamos. Desde

    cundo? Y quin lo sabe! Creo que desde antes de nacer yo ya mendigbamos.

    A mi madre la haba visto siempre con la mano extendida en el portal de la

    iglesia. Y hasta de noche, durmiendo, extenda la mano, lo cual que me daba

    mucho miedo. Un da ya no fuimos las dos olas a pedir, porque a nuestro lado se

    haba sentado un hombre que yo me figur que tampoco vea. Yo pensaba

    entonces que todos los pobres eran ciegos. Como que yo era muy chiquitina y

    no conoca nada del mundo! Aquel hombre, que tena la cara roja y la barba

    blanca, acab viviendo con mi madre. Unas veces se pegaban y otras veces rean

    los dos, muy contentos; pero a m aquel hombre, ni me peg nunca, ni me hizo

    una caricia, ni me dijo una palabra. Pasaron aos, y un da mi madre no se

    levant para ir a la Iglesia, y a los pies de su cama se puso a llorar el hombre

    aquel de la cara roja y de la barba blanca Y cmo me choc! Yo pens que los

    ciegos no lloraban; que como no tenan ojos para ver, tampoco tenan ojos para

    llorar.

    TOMS.- Y muri tu madre?

    MARTA.- S, muri. Y aquel hombre no poda consolarse de la muerte de mi

    madre, de mi pobre madre, que se qued con los ojos ms empaados que

    nunca y, muerta y todo, con la mano derecha extendida. No pareca sino que

    iba tambin a pedir algo al otro mundo!

    TOMS.- Pobre chica! Ya deca yo que me haras de hacer llorar! Sigue,

    Marta, sigue.

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    MARTA.- Pues, mire usted aquel hombre me llev consigo, y no s cmo fue,

    que, al separarnos de la fosa en que haban echado a mi madre, yo le deje sin

    pensarlo: Y qu hacemos, padre? Y l, llorando mucho, me dijo: Ven

    conmigo, hija.

    TOMS.- Vamos, acaba pronto tu historia.

    MARTA.- No falta mucho: que cuando se va por el camino por donde va todo

    el mundo, se puede ir despacio; pero cuando se cae en un barranco, se cae

    deprisa. Volvimos a nuestra vida, a las gradas de la iglesia a pedir limosna, y yo

    iba creciendo y hacindome mocita. Conque un da le dije: Padre, y si

    trabajsemos?Y l me dijo que le pareca bien, que buscara trabajo para los

    dos; pero seguamos pidiendo, hasta que supimos que iban buscando a los

    pobres para recogerlos, y entonces nos escapamos..., y corriendo muchas tierras

    llegamos por fin a estas llanuras, donde nos cogi un nublado muy negro y un

    aguacero, con lo cual nos guarecimos en la masa de Sebastin. Estaba mucha

    gente y el amo; me hicieron que bailase y que cantase, y el amo... me dijo, que

    era muy graciosa... Nos recogi.... nos dio este molino.... vena todos los das... y

    me regalaba mucho..., y cuando hua de l se pona furioso..., y me deca que yo

    no era nadie..., que no era sino como los sapitos que se cran en las charcas

    despus de la lluvia..., y a fuerza de amenazas y halagos, golpes y abandono,

    llegu a lo que soy casi sin saberlo.

    TOMS.- Pobre chica! Ah! Sebastin, no tiene perdn de Dios.

    MARTA.- Y que haba de hacer? Huir? No poda! Matarme? Es pecado; y

    adems, la muerte da tanto miedo, y yo tena tan pocos aos! Seor, se nace

    para vivir, no para morirse enseguida! Soy mala, pero no lo soy del todo, porque

    me pesa mucho el serlo, y quisiera ser buena, que hubiera un alma caritativa

    que me ayudase a serlo. No se enfade usted... Yo quisiera que Manelich me

    ayudase! Mire usted: fui a casarme arrastrada por la fuerza, y Manelich me daba

    repugnancia y asco, porque me pens que se haba vendido. Y con todo, a pesar

    de la pena y del asco, cuando salimos casados, me deca yo, sin querer

    decrmelo, as, con unos dejos de consuelo, que aquel hombre era, ya por bien

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    o por mal, mi marido; que era mo por ley de Dios; mo, y de nadie ms...

    Triste de m, que no haba tenido nada que fuese mo en la tierra!

    TOMS.- Y si vuelve Sebastin al molino? Y si vuelves a ser cobarde?

    MARTA.- No! No! Que no vuelva!

    TOMS.- Pero, y si vuelve?

    MARTA.- Ahora tengo a Manelich!... Tiene que defenderme!... Es su

    obligacin!... Si no, es ms malo que yo y ms cobarde!...

    TOMS.- Pero si te desprecia... Si no te quiere!...

    MARTA.- S me quiere!... Aunque me desprecie, me quiere!... Y yo.... yo le

    quiero..., le quiero!... Ea!... Le quiero!... Por mala que sea una persona, puede

    querer, esto no hay quien me lo niegue! Y yo no he sabido lo que es cario en el

    mundo hasta que he tenido a Manelich a mi lado.

    TOMS.- Y si se lo dijeses todo a Manelich?

    MARTA.- Y cmo se dicen estas cosas?

    TOMS.- Como me las has dicho a m.

    MARTA.- A usted es distinto. Pero a l... a l... no s... no puedo... se me pega

    la lengua al paladar... Y as nos estamos horas y horas, sin decirnos palabra,

    que no hay angustia mayor!

    TOMS.- Pobre mujer! Vaya que tienes desgracia!

    MARTA.- Aydeme usted como si fuera su hi...

    TOMS.- Dilo, tonta! Como si fueses mi hija! Si que te ayudar! T eres

    buena!... Lo has sido siempre!... Ea! Lo digo! Y aunque no lo hubieses sido,

    slo con querer serlo, ya lo eres casi del todo! Pobrecilla!... Dame un abrazo!

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    MARTA.- Seor Toms! Usted s que es compasivo, usted si que me da

    consuelo! (Le abraza.)

    TOMS.- Quin viene?

    MARTA.- Ah!... Las vecinas!... Las Perdigonas!... No quiero verlas!...

    chelas... chelas... Volver usted?

    TOMS.- S que volver!... Adis, y nimo! Qu demonio... todo se

    arreglar!...

    MARTA.- Adis... Adis... Que no me vean esas mujeres. (Vase.)

    Escena V

    TOMS, PEPA y ANTONIA; despus, JOS, NANDO y PELUCA

    PEPA.- Mira, mira! Si est aqu Toms! (Desde la puerta.)

    ANTONIA.- (Desde la puerta.) Pero, qu tiene el ermitao? Tiene los ojos

    encendidos!

    TOMS.- Es del humo. La pobre Marta no lograba encender el hogar.

    PEPA.- Vamos a entrar. Antonia, que ahora no nos pueden echar. Ver usted:

    dijo el Mosn que nadie se acercase al molino que no trajera trigo para molerlo;

    que en orden del amo.

    TOMS.- Pues entonces, ya os podis marchar antes que os echen.

    NANDO.- (Desde fuera.) Ya estamos aqu!

    PEPA.- (Riendo.) Entrad, entrad vosotros.

    JOS.- (Entrando con medio saco de trigo.) Traemos trigo para molerlo.

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    NANDO.- (Entrando con Pe1uca) Ya estamos aqu, y traemos lo que tenemos

    que traer. Traemos trigo. Y venimos al molino porque tenemos trigo.

    PELUCA.- Y el molino est para moler trigo.

    JOS.- Y vaya si nos ha costado trabajo encontrar ese poco de trigo!

    PELUCA.- Yo lo saqu de casa, que lo guardbamos para la siembra.

    JOS.- Pues ya estamos aqu.

    PELUCA.- Pero, no salen Manelich o la Marta a por eso? (Se refiere al

    trigo.)

    JOS.- Oiga usted, Toms, que usted lo sabr: En qu ha quedado esto de la

    boda?

    PEPA.- Usted sabr algo. Diga, Toms, diga.

    TODOS.- Cuente, cuente.

    TOMS.- Pues yo os lo dir; dir lo que sepa.

    TODOS.- S! S!

    TOMS.- Pero que no nos oigan. (Toms dice esto bajito y con tono burln;

    pero todos lo creen corren a mirar por las puertas si alguien escucha, y

    vuelven a agruparse a su alrededor.)

    PEPA.- Ya puede usted empezar.

    ANTONIA.- Y no se deje nada.

    JOS.- Todo, todo. En estos casos, todo.

    TOMS.- Pues, seor; una vez rieron San Miguel y el diablo; porque el

    diablo deca que todas las mujeres eran charlatanas y chismosas, y deca San

    Miguel que alguna habra que no lo fuese. Conque San Miguel se fue por el

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    mundo buscando una mujer que no fuera charlatana, que no fuera chismosa y

    que no fuera enredadora.

    PEPA.- Mira con lo que sale!

    ANTONIA.- Vaya con el hombre!

    JOS.- No importa; acabe, a ver en qu para eso.

    TOMS.- Pues San Miguel ya estaba cansado de tanto andar por el mundo

    sin encontrar la mujer que buscaba, y se ech al pie de unos setos vivos de

    madreselva, y al otro lado haba unas mujeres que mirando a San Miguel por

    entre los setos, se pusieron a decir quo era un borracho, porque tena la cara

    muy encarnada, y que era un ladrn, que lo que llevaba puesto era robado,

    porque era el vestido de San Miguel, que, sin duda, lo haba robado en la iglesia.

    Pero entre las mujeres haba una viejecita que no dijo nada malo de l, sino que

    le miraba y sonrea con mucha dulzura. Pues aquella noche, cuando la pobrecita

    vieja estaba durmiendo en su cama, va San Miguel y la coge, y envolvindola el

    cuerpo en la sbana, y tapndole los mechones de canas de la cabeza con sus

    alas de Arcngel bien encorvadas, va a las puertas del infierno y se pone a llamar

    al demonio, gritando: Demonio de todos los demonios, sal aqu, que te traigo

    la nica mujer que no murmura Sale el diablo muy sofocado del calor que

    haba dentro, y se echa a rer, y va y dice: Toma, como que es sorda y es muda

    de nacimiento! Conque ya lo sabis. Eso, es lo nico que yo he odo contar por

    ah. (Vase TOMS y se quedan todos murmurando.)

    ANTONIA.- Vaya una gracia!

    PEPA.- Ms le vala a l no haber hecho lo que ha hecho!

    ANTONIA.- Nosotras no hemos hecho ningn mal, y l ha hecho mucho mal

    a ese pobre chico.

    JOS.- Bien se ha redo de vosotras!

    NANDO.- Bien se ha redo!

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    PELUCA.- Pues yo tambin me he redo! Mira t que San Miguel tapndole

    a la vieja la cabeza con las alas!... Buena figura haran los dos!

    ANTONIA.- Callaos, que ya viene Manelich,

    JOS.- S, a callarnos. (Todos se callan.)

    Escena VI

    DICHOS. MANELICH entra sin verlos y se sienta junto a la mesa

    MANELICH.- Yo no espero ni un da ms! Hoy vuelve el amo, cumplo con

    l, y despus a la montaa!... A la montaa, a morirse de pena y de rabia!

    ANTONIA.- (Acercndose a l e imitndole a media voz.) Upa; la cabrota!

    MANELICH.- (Volvindose.) Quin est ah?

    JOS.- Buenos das, Manelich. Buenos das.

    MANELICH.- Qu queris?

    PELUCA.- Hay agua para moler?

    MANELICH.- Agua? S. Agua, sobra. Ya podis arrimar el trigo a la muela.

    (El PELUCA lleva el trigo al cobertizo, y luego vuelve.)

    ANTONIA.- Mala cara tienes hoy, Manelich.

    MANELICH.- Mala cara? La de siempre.

    JOS.- Es que no se encuentra desde que dej de guardar sus cabras.

    PEPA.- Pues ahora tiene a Marta.

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    ANTONIA.- Pero Marta no necesita que la guarden; se guarda ella sola. (Se

    ren todos con disimulo.)

    MANELICH.- Por qu os res, y por qu os escondis para reros?

    ANTONIA.- Si no nos remos!

    PEPA.- Si no nos remos, Manelich. (Dicen esto sin poder contener la risa.)

    MANELICH.- S que os res, y que os ponis encendidas, y no de vergenza,

    que no la habis tenido nunca.

    JOS.- (Adelantndose con mucha furia.) A mis hermanas le dices t eso?

    (Se queda en actitud de provocarle.)

    MANELICH.- S, a tus hermanas se lo digo. Qu hay con eso?

    JOS.- (Volviendo la espalda con mucha calma y mucha dignidad.) Que no

    me lo diras a m!

    PELUCA.- Eso, eso.

    MANELICH.- (Furioso.) Mal rayo me parta! Que hablis claro, o a todos os

    hago pedazos!

    NANDO.- Manelich! (Todos retroceden.)

    PEPA.- Est loco.

    ANTONIA.- Lo que t quieres saber se lo preguntas al Morrucho.

    PELUCA.- Eso; al Morrucho.

    MANELICH.- Al Morrucho dices?

    PEPA.- Eso, eso decimos.

    PEPA.- Y si no se lo preguntas a la Marta, que ah la tienes.

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    Escena VII

    DICHOS y MARTA

    MARTA.- Qu buscis aqu?

    JOS.- Traamos trigo a moler.

    MARTA.- La muela est all afuera.

    PEPA.- Como no tenamos prisa..., esperbamos aqu.

    MARTA.- Pues esperis; ah fuera, que aqu no tenis nada que hacer. (Se

    van murmurando frases sueltas y volviendo, la cabeza con curiosidad. Las

    frases pueden ser stas: Ahora, ahora va a ser... Est como loco... Mal lo va a

    pasar la Marta... Mejor..., que lo pague. Salen todos.)

    MANELICH.- (Sentado junto a la mesa y aparte.) El Morrucho..., han dicho

    el Morrucho; de modo que aquel hombre era el Morrucho.

    MARTA.- Y ahora a comer.(Amarga va a ser la comida. Pobre Manelich! Da,

    pena, verle!)

    MANELICH.- (El Morrucho! Aquella noche deb entrar y degollarle a l y

    despus a ella.)

    Escena VIII

    MARTA y MANELICH

    MANELICH.- (A ella! (Pausa.) Toma! Es que por eso me buscaron a m y

    me casaron con la Marta! Porque crean que yo no haba de revolverme contra

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    ellos! (Pausa. Sentndose.) Pero si es que entonces no pensaba yo en nada

    malo! Ahora, s!... Ahora, s!... (Todo esto bajo.)

    MARTA.- (Cmo hara yo para que este hombre hablase? Cmo? Yo no

    quiero verle siempre callado y desprecindome! Que me castigue, que me

    arrastre por el suelo! Que me, trate como a cosa suya!) (Todo esto bajo.)

    Manelich! (Llamando en voz alta, pero dulce.)

    MANELICH.- (Como si no la hubiese odo.) Oyndola, cmo engaa! Parece

    una nia!

    MARTA.- Manelich! (l se levanta.) Mira, ya est la comida.

    MANELICH.- Ah, s! La comida!La comida! (Toma el cuchillo y empieza a

    cortar pan. Marta ha ido al hogar.) (No debe costar mucho degollar a un

    hombre. Y a ella... menos! (Encontrndose con la mirada de Marta que vuelve

    a la mesa.) Si no me mirara!... Ah!) (Arrojando el cuchillo con rabia y

    tristeza.)

    MARTA.- Ponte t, Manelich. (Se sirve l; despus ella.)

    MANELICH.- (Quin tuviera hambre, mucha hambre, como all arriba! Pero

    no hay bocado que no se me atragante.)

    MARTA.- Ay, Dios mo, aydame!

    MANELICH.- (Mirndola.) (Que le ayude Dios!) (Va a hablar y se detiene.)

    MARTA.- Qu? Dilo. Qu ibas a decir?

    MANELICH.- (Apartndola.) Nada! Nada!

    MARTA.- Habla de una vez en tu vida. yo te lo pido por...

    MANELICH.- (Con irona,) Por quin me lo pides?

    MARTA.- Por...

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    MANELICH.- Por... l? Por quin? (Esperando a que ella hable.) (Qu

    asco me da esta mujer!) (Levantndose.) Ea, fuera! Yo me vuelvo a mis

    montaas.

    MARTA.- No, Manelich, no! Escchame y perdname!

    MANELICH.- Que te perdone? As te confunda Dios! Habla! Di, qu le

    haba hecho yo? Por qu habas de engaarme a m? Por qu?

    MARTA.- Porque yo no era nadie! Porque no saba ms que obedecer! Yo no

    te conoca, ni tan siquiera te haba mirado. Yo no supe en jams lo que era un

    cario de verdad.

    MANELICH.- Pues entonces, por qu te has casado conmigo y no con aquel

    hombre? (Muy rabioso.) Dilo!, que no lo s y me consumo y por empearme en

    saberlo voy a volverme loco. (Corriendo hacia ella.) Vamos, dilo! Por qu?

    Por qu? Responde.

    MARTA.- No, Manelich, no puedo decirlo, que me aborreceras ms de lo

    que me aborreces!

    MANELICH.- Aborrecerte! Matarte es lo que yo tena que hacer!

    MARTA.- Ah! Matarme, s! Si es lo que yo quiero!

    MANELICH.- No, no! Ms vale que me vaya, que me vaya para siempre!

    MARTA.- (Rabiosa y deseando impedir que se marche.) Es que, no te

    atreves a hablarme; no, no te atreves! Es que tienes miedo, me tienes miedo,

    cobarde! Miedo! Miedo! (Va detrs de l, desesperada.)

    MANELICH.- (Parndose.) Qu? Que yo tengo miedo? (Al pararse l, ella

    cambia de tono y se echa a llorar.)

    MARTA.- Insltame, Manelich! Pgame! Pero no te vayas! (Queriendo

    abrazarle las rodillas.)

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    MANELICH.- Aparta! Sultame! Si tod