158

Tolstoi - backend.educ.ar

  • Upload
    others

  • View
    25

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Tolstoi - backend.educ.ar
Page 2: Tolstoi - backend.educ.ar

León Tolstoi

Polikushka

Bajalibros

Page 3: Tolstoi - backend.educ.ar

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titu-lares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, lareproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o pro-cedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.

ISBN 978-987-678-597-6

Publisher: Vi-Da Global S.A.

Copyright: Vi-Da Global S.A.

Domicilio: Costa Rica 5639 (CABA)

CUIT: 30-70827052-7

Page 4: Tolstoi - backend.educ.ar

I¡Como usted guste, señora! Pero son muy

dignos de lástima los Dutlov. ¡Todos ellos sonbuena gente!... Y si no mandamos ahora a unode los dvorovuy,1 inevitablemente deberá iruno de ellos, decía el intendente. La verdad esque toda la aldea los señala. Por lo demás, si esvoluntad de usted...

Y puso otra vez la mano derecha sobre laizquierda, colocándose ambas sobre el vientre;inclinó a un lado la cabeza, apretó sus del-gadísimos labios hasta casi hacerloschasquear, levantó los ojos y calló, con la in-tención evidente de permanecer así muchotiempo, escuchando sin réplica todas lastonterías que no dejaría de decir la señora.

Este intendente era un antiguo siervo de lacasa, que, afeitado y con largo casacón delcorte especial adoptado por los intendentes,

Page 5: Tolstoi - backend.educ.ar

estaba de pie frente a su ama, rindiendo su in-forme, a la caída de una tarde de otoño. Segúnel parecer de la señora, el informe había deconsistir en escuchar en las cuentas que lerindiera respecto a la marcha de la hacienda,para darle enseguida órdenes sobre asuntos fu-turos, mas, según el parecer del intendente,Egor Mikáilovich, consistía en la obligación depermanecer sobre sus torcidos pies, en unrincón de la estancia, con el rostro vuelto haciael diván, escuchando toda la charla, alejadasiempre del asunto, hasta lograr por mediosdiversos que la señora, impaciente, comenzaraa murmurar: "Bien, bien...", consintiendo entodos los propósitos de Egor Mikáilovich.

Se trataba en esta ocasión del reclutami-ento. La hacienda Pokróvskoie había de enviartres reclutas. Dos estaban designados clara-mente por la suerte, debido a la coincidenciade todas las condiciones familiares, morales yeconómicas; acerca de ellos no podía haberduda, vacilación o protesta ni por la parte del

5/158

Page 6: Tolstoi - backend.educ.ar

mir2 ni por la de la señora; pero en cuanto altercero, la cuestión era discutible. El intend-ente quería salvar al treinik (padre de tres hi-jos) Dutlov, enviando en lugar de uno de ellosa Polikushka, un dvorovuy, padre de numerosafamilia, pero hombre de muy mala reputación,a quien se había sorprendido varias vecesrobando sacos vacíos, riendas y heno. Laseñora, que frecuentemente acariciaba a losandrajosos hijos de Polikushka, y que se ded-icaba a procurar su mejoramiento moral porconsejos y medios evangélicos, no quería sacri-ficarlo. Al mismo tiempo, tampoco quería elmal de los Dutlov, a quienes ni conocía nisiquiera los había visto. Con todo esto laseñora de ningún modo pudo comprender, y elintendente no se atrevía a explicarle con clar-idad, que si no iba Polikushka iría indispens-ablemente Dutlov. ¡Pero es que yo no quieromal ninguno para los Dutlov! -decía emocion-ada-. "Si no quiere usted, pague entonces tres-cientos rublos para un sustituto", era lo que se

6/158

Page 7: Tolstoi - backend.educ.ar

debía contestar; mas el respeto a los amos nopermitía hacerlo, y el intendente calló.

Egor Mikáilovich se colocó entonces con lamayor comodidad, apoyándose en la pared,con expresión de servilismo en el semblante, yse puso a contemplar los movimientos de loslabios de la señora, el bordado movedizo de sucofia y los movimientos correspondientes de lasombra en la pared, bajo un cuadrito. Por lodemás, no cría que fuese necesario profundizarel sentido de las palabras de la señora, quehablaba mucho, durante largos ratos. Eltimbre de su voz complacía en cierto grado alintendente. De pronto sintió detrás de lasorejas las contracciones nerviosas que produceel deseo de bostezar, lo cual disimuló hábil-mente con fingido acceso de tos, cubriéndosela boca con la mano.

Recuerdo haber visto no ha mucho tiempoa lord Palmerston, sentado, cubriéndose elrostro con su sombrero, mientras un miembrode la oposición atacaba rudamente al

7/158

Page 8: Tolstoi - backend.educ.ar

ministerio; y luego, levantándose de súbito,con un discurso que duró tres horas, a contest-ar a todas las objeciones de su adversario; y es-to lo oí sin sorpresa ninguna, porque mil veceshabía visto lo mismo entre Egor Mikáilovich ysu ama. Fuese que sintiera dormirse, o que lepareciese que su ama ya hablaba demasiado, elintendente comenzó a removerse, apoyando elpeso de su cuerpo ora sobre el pie izquierdo,ora sobre el derecho, y rompió a hablar con sufrase habitual.

-Como usted guste, señora; pero.... el mirestá reunido en mi despacho y es precisoacabar de una vez. La orden dice que es ne-cesario entregar los reclutas, en la ciudad,antes del día de Pokrov (1º de octubre) y todoslos campesinos indican a los Dutlov, pues enverdad no hay otros en la misma condición. Elmir no se preocupa por los intereses de usted:para el mir es indiferente que arruinemos a es-ta familia; pero yo se muy bien lo que ellos hansufrido. Desde el tiempo que hace que soy

8/158

Page 9: Tolstoi - backend.educ.ar

intendente, siempre han vivido en la miseria.Apenas ha podido aguardar el pobre viejo quesu nieto menor comience a trabajar, y ahoraresulta que les arruinaríamos de nuevo. Encuanto a mí, puede usted creer que me pre-ocupo tanto de sus intereses como de los mios.Y diga lo que diga, es una lástima, señora; noes mi suegro, ni mi hermano, y personalmenteno tengo ningún provecho de ellos...

-Eso no me pasa ni por la imaginación,Egorinterrumpió la señora; e inmediatamentese le ocurrió que el intendente había sidopagado por Dutlov.

-...Só1o que es esta la mejor casa en todoPokrovskoie. Son mujiks que temen a Dios, ymuy trabajadores. El viejo, desde hace treintaaños, es stárosta3 de la iglesia; no toma vino,ni jura con malas palabras; frecuenta el templo(¡qué bien conocía el intendente el lado sens-ible de la señora!), y lo que es principal, quetiene sólo dos hijos, porque el tercero es nieto.El mir los señalaba, pero lo justo sería

9/158

Page 10: Tolstoi - backend.educ.ar

sortearlos con los demás "dobles". Hay algunosque teniendo tres hijos se han dividido por suimprudencia, y ahora resulta que tienenrazones para no ir al servicio, mientras éstostendrán que sufrir por su virtud.

Desde ese momento la señora ya no com-prendió nada, no entendió qué significaba "elsorteo entre los dobles", y de qué virtud setrataba; escuchaba los sonidos de la voz del in-tendente y observaba los botones de nankin dela casaca del intendente; el botón superior seabrochaba de seguro raras veces, por lo cualestaba firme, mientras que el segundo se habíadescosido por completo y colgaba de modo queya hacía mucho tiempo hubiera sido precisorecoserlo. Pero como sabemos todos, para unaconversación seria no es necesario comprenderlo que se nos dice, pues basta únicamente re-cordar bien lo que debemos decir. Y así obrabala señora.

-Pero, ¿por qué no quieres entenderme,Egor Mikáilovich? No deseo de ningún modo

10/158

Page 11: Tolstoi - backend.educ.ar

que Dutlov vaya al servicio. Creo que me cono-ces bastante para saber que hago lo posiblepara ayudar a mis campesinos, y no quiero elmal para ninguno. Sabes que estoy dispuesta asacrificar todo, para librar de esta triste ne-cesidad, no sólo a Dutlov, sino también a Jor-ushkin. (No sé si le ocurrió al intendente quepara librarse de esta triste necesidad no erapreciso sacrificar todo, sino que bastaba contrescientos rublos; sin embargo, le pudo venireste pensamiento.) Te diré solamente unacosa, y es que a Polikey no lo daré por nada delmundo. Cuando después de aquel asunto delreloj, que él mismo me confesó llorando, jurócorregirse, hablé mucho con él y me convencíde que estaba conmovido y arrepentido sin-ceramente. (Vaya, ¡ya comenzó su canción! -pensó Egor Mikáilovich, y se puso a examinarla conserva de fruta que tenía en el vaso deagua -:¿naranja o limón?, de todos modos debeestar muy amargada, siguió pensando.) Desdeentonces ya han pasado seis meses, y ni una

11/158

Page 12: Tolstoi - backend.educ.ar

vez se ha emborrachado, y su conducta esejemplar. Su mujer me ha dicho que se ha con-vertido en otro hombre.... ¿cómo quieres queyo le castigue ahora que él se ha enmendado?Sería, además, una cosa horrible que se man-dara al servicio a un hombre que tiene cincohijos, de los cuales es el único sostén. No,Egor, no me hables más de ello...

Y la señora se volvió a su agua dulce.

Egor Mikáilovich observó el paso dellíquido por la garganta de la señora, y despuéspreguntó corta y secamente:

-Entonces, ¿usted ordena que se aliste aDutlov?

Y la señora dio una palmada, conimpaciencia.

-¿Cómo es que no puedas comprenderme?¿Deseo yo acaso la desdicha de los Dut1ov?¿Tengo contra ellos el menor resentimiento?Dios es testigo que estoy dispuesta a hacer porellos todo lo posible. (La señora dirigió la

12/158

Page 13: Tolstoi - backend.educ.ar

mirada hacia el cuadro que estaba en el rincón,pero advirtió al punto que no era una imagende Dios: "Es igual; esto no es lo importante",pensaba. Lo extraño era que tampoco esta vezse le ocurrió lo de los trescientos rublos), Pero,¿qué puedo yo hacer? ¿Acaso yo sé cómo arre-glarlo? No lo puedo saber; confío en ti, y yasabes lo que deseo. Haz que todos se quedencontentos, como lo rnanda la ley. No hayremedio no sólo para ellos, para todos hay enla vida momentos críticos. Unicamente que nose mande a Polikey. Tú mismo comprendesque esto sería una cosa terrible para mí.

Hubiera seguido hablando mucho tiempo -a tal grado se sentía animada-, pero entró lacriada.

-¿Qué hay, Duniasha?

-Acaba de llegar un mujik para preguntar aEgor Mikáilovich si ordena que la asamblea loespere -dijo la criada mirando con odio a EgorMikáilovich-; ¡qué intendente tan imbécil! -

13/158

Page 14: Tolstoi - backend.educ.ar

pensó la doncella-: ha enfadado a la señora yahora no me dejará dormir hasta las dos de lamañana.

-Entonces, anda, Egor -dijo la señora-; hazlo mejor.

-Obedezco. (Ya no dijo nada de los Dutlov.)-¿Quién ordena usted que vaya a cobrar aljardinero?

-No, no ha vuelto.

-¿Podrá ir Nikolay?

-Mi padrecito está en cama, le duelen losriñones -dijo Duniasha, que por lo visto erahija de Nicolás.

-¿Quiere usted que yo mismo vayamañana? -preguntó el intendente.

-No, te necesitamos aquí, Egor.

-La señora quedó pensativa . ¿Qué tantoes?

-Cuatrocientos sesenta y dos rublos.

14/158

Page 15: Tolstoi - backend.educ.ar

-Envía a Polikey -dijo al fin mirando re-sueltamente al rostro del intendente.

Egor Mikáilovich, sin despegar los dientes,contrajo los labios como si fuese a sonreír,pero no hubo cambio en su semblante.

-Obedezco.

-Antes ordénale que venga aquí.

-Obedezco -y Egor Mikáilovich se fue a sudespacho.

Footnotes

1. Los dvorovuy eran siervos que no labraban latierra, sino que se encontraban a disposiciónde la casa señorial.

2. Mir, conjunto de campesinos de toda unaaldea.

3. Stárosta. Autoridad campestre.

15/158

Page 16: Tolstoi - backend.educ.ar

IIPolikey, en su calidad de hombre misér-

rimo, de mala fama, y recién venido de otraaldea, no tuvo protección ni por medio del amade llaves, ni del dispensero, ni del intendente,ni de la doncella, de modo que se le dio el peorrincón de todos, a pesar de que eran siete per-sonas. Estos rincones fueron construidosdesde el tiempo del difunto señor, del modosiguiente: en el centro de la isla de diez arshincuadrados se hallaba la gran estufa rusaalrededor de la cual se encontraba el kolidor(así lo llamaban los siervos), y en cada ángulose encontraba un rincón separado con tablas.Por este motivo las habitaciones eranpequeñas, especialmente la de Polikey, que erala más cercana a la puerta. El lecho conyugal,con un cobertor cosido y dos almohadas, lacuna con el chiquillo, la mesita de tres pies enque se preparaba la comida y se colocaban

Page 17: Tolstoi - backend.educ.ar

todos los objetos domésticos, sirviendo a Po-likey como lugar de trabajo (él era curanderode caballos); los cubos para el agua, la ropa detoda la familia, las gallinas, la ternera de queeran dueños, y ellos siete, todo esto llenabacompletamente el rincón hasta ser imposiblemoverse, si no hubiesen contado con la cuartaparte de la estufa común, encima de la que secolocaban las cosas y las gentes, cuando no eraposible salir a la gradería. A decir verdad, apoco ya no fue posible salir: en octubre ya hacefrío; y en cuanto a abrigos, había sólo un tuluppara los siete miembros de la familia; en cam-bio, los niños podían calentarse corriendo, ylos grandes trabajando, y unos y otros subién-dose a la estufa donde había cuarenta gradosde calor. Parece imposible vivir en condicionessemejantes, pero ellos vivían: luego, se podíavivir. Akulina lavaba a los niños, cosía la ropapara ellos y para el marido, hilaba y tejía yblanqueaba sus lienzos, guisaba y horneaba enla estufa común, murmuraba y reñía con las

17/158

Page 18: Tolstoi - backend.educ.ar

vecinas. Las provisiones del mes bastaban nosólo para los niños, sino que quedaba algotambién para la vaca. La leña, lo mismo que elalimento para el ganado lo daba la señora, y aveces también algo de heno. Tenía un trozo dehuerta. La vaca acababa de parir; además,poseían varias gallinas. Polikey trabajaba en lacaballeriza sangraba a los caballos y al ganado,limpiaba sus herraduras, los curaba si estabanenfermos, con ungüentos de su propia inven-ción, y por esto recibía gratificaciones endinero y especie. Solía quedarse también conuna parte de la avena destinada a los caballosdel ama. En la aldea había un campesino queregularmente le daba cada mes diez libras decarnero a cambio de dos medidas de avena. Lavida hubiera sido llevadera, a no pesar un in-fortunio sobre toda la familia: en su juventudPolikey había vivido muchos años en otropueblo donde estaba empleado en una grancría de caballos. El palafrenero de quien Po-likey era subordinado, era el primer ladrón de

18/158

Page 19: Tolstoi - backend.educ.ar

la comarca, que al fin acabó por ser desterrado.Polikey hizo con él su aprendizaje, y por sermuy joven se acostumbró a tal grado a hurtar,que después, no obstante sus propósitosbuenos, ya no pudo abstenerse de hacerlo. Eraun pobre joven de carácter muy débil; no tuvopadre ni madre que lo hubieran instruido. APolikey le gustaba tomar la copa y no le gust-aba que las cosas estuvieran mal colocadas.Una cuerda, los arreos, las chapas, un clavo oalgún objeto de más valor, todo encontraba unbuen lugar por las manos de Polikey Ílich. Entodas partes hay siempre gente que necesita al-guna de esas cosas, y que las paga con vino ocon dinero, según convenio. Éstas son lasganancias más fáciles, como suele decir elpueblo: no exigen estudios, ni trabajo, ycuando se ha probado una vez, ya no se quierehacer ningún otro oficio. Hay sólo un incon-veniente en esta clase de negocios: aunque to-do se consigue con poco costo y sin gran es-fuerzo, y se vive muy agradablemente, en

19/158

Page 20: Tolstoi - backend.educ.ar

cualquier momento se encuentra gente malaque no aprueba esta labor, y entonces ha depagarse todo a la vez, de suerte que se pierde laalegría de vivir.

Esto mismo sucedió a Polikey. Un día secasó y Dios lo bendijo: su mujer -la hija delguardador del ganado- era de muy buena sa-lud, inteligente y muy trabajadora; le dio hijos,uno mejor que otro... Polikey no dejaba su ofi-cio y todo marchaba bien, pero de pronto le af-ligió un infortunio y se comprometió por unainsignificancia: robó unas riendas de cuero aun mujik. Encontraron lo robado, lo apaler-aron, denunciáronle a la señora y comenzarona vigilarlo. Le pillaron por segunda y terceravez. La gente comenzó a injuriarlo, el intend-ente lo amenazó de enviarle al reclutamiento,la señora lo regañó y la mujer lloraba y seacongojaba; todo fue de revés: él era hombrebondadoso, de buena fe, mas de carácter débil;le gustaba el alcohol y se acostumbró a beberde tal manera que ya no pudo dejarlo. Hubo

20/158

Page 21: Tolstoi - backend.educ.ar

veces que la mujer lo regañaba y aun hubo depegarle cuando llegaba borracho, pero él nohacía más que llorar. "Soy un desgraciado -decía- ¿qué puedo hacer? ¡Que me quede ciegosi lo vuelvo a hacer!" Y pasado un mes, escapanuevamente de casa, se emborracha y sepierde por dos días. "¿Y de dónde consiguedinero para pasear?" -murmuraban las gentes.Su último delito fue el del reloj del despacho.En este lugar había un antiguo reloj de pared,que ya no funcionaba desde hacía muchotiempo. Un día entró por casualidad en un mo-mento en que no había nadie: tentole el reloj,lo cogió y fue a venderlo a la ciudad. Como si lohiciera a propósito, ocurrió que el tendero aquien fue vendido el reloj era pariente de unacriada de la casa; la visitó con motivo de unafiesta y le contó lo del reloj. Se empezaron ahacer investigaciones; como si esto importasea alguien. El más interesado era el intendente,que no quería a Polikey; y el culpable fue des-cubierto y denunciado a la señora. Ésta llamó a

21/158

Page 22: Tolstoi - backend.educ.ar

Polikey, quien al instante cayó a sus pies de ro-dillas y con gran sentimiento y compunciónconfesó todo, tal como le había instruido sumujer. La señora comenzó a decirle un ser-món; hablaba, hablaba, lamentaba, lamentaba;le recordaba a Dios, la virtud, la vida del másallá, su mujer y sus hijos, arrancándole, al finlágrimas. La señora concluyó:

-Te perdono, pero has de prometerme queno volverás a hacer nunca una cosa semejante.

-¡Jamás en la vida! ¡Antes me hunda en latierra, me desgarre Dios las entrañas! -clamaba Polikey llorando.

Polikey regresó a casa y sollozó todo el díacomo una ternera, acostado encima de la est-ufa. Desde esta fecha no se advirtió ya nadamalo en su conducta. Pero la vida se le hizo in-soportable: las gentes le trataban como ladrón,y cuando vino el tiempo del reclutamiento, to-dos lo señalaron.

22/158

Page 23: Tolstoi - backend.educ.ar

Polikey, como ya hemos dicho, era curan-dero de caballos. ¿Cómo se había convertidoen curandero? Esto no lo sabía nadie, y élmenos que los demás. En la cría de caballoscon aquel palafrenero desterrado, Polikey notenía otro trabajo que limpiar los establos, al-mohazar a veces los caballos y acarrear agua.Allí no pudo aprender su arte. Después fue te-jedor, más tarde jardinero y luego, en castigo,fue destinado a hacer ladrillos; finalmente,teniendo licencia de la aldea, trabajaba comodvornik4 en casa de un comerciante. De modoque tampoco allí pudo hacer práctica veterin-aria. Pero durante los últimos tiempos quevolvió a pasar en la casa, no se sabe cómo, em-pezó a correr la fama de sus conocimientos ex-traordinarios, hasta sobrenaturales, en el artede curandero. Sangraba un caballo una y dosveces; luego acostaba al animal, practicándoleno se que en el muslo; después de eso orde-naba que se le atase fuertemente y le hacía untremendo corte en una de las patas, de modo

23/158

Page 24: Tolstoi - backend.educ.ar

que el caballo se agitaba y relinchaba, y ex-plicaba luego que esto significaba "extraer lasangre de debajo de la herradura". Después ex-plicaba a los mujiks que para facilitar la"curación" era preciso sangrar dos veces simul-táneamente, para lo cual empezó a dar grandesgolpes martillo sobre la mellada lanceta; enotra ocasión pasó por debajo del vientre delcaballo del posadero una especie de venda,fabricada con pedazos del chal de su mujer, yal fin comenzó a espolvorear toda clase deheridas con sales de vitriolo, mojadas con al-gunos líquidos que guardaba en botellitas,dando por mixturas lo que le daba la gana. Ycuanto más hacía sufrir y padecer a los cabal-los, tanto más creía la gente en su ciencia, ytanto más le llevaban animales enfermos.

Confieso que no sería decente para noso-tros, los señores, reírnos de Polikey. Las ma-nipulaciones que él empleaba para inspirarconfianza en los demás eran las mismas ex-actamente que tuvieron tanta influencia sobre

24/158

Page 25: Tolstoi - backend.educ.ar

nuestros padres, sobre nosotros mismos y quetambién la tendrán sobre nuestros hijos. Elcampesino que apoya su vientre contra lacabeza de su única yegua, que es para él nosólo toda su riqueza, sino casi un miembro desu familia, y que con confianza y horror con-templa el rostro contraído de Polikey, lasmanos flacas con que palpa intencionada-mente la parte que más duele, rajando en suatrevimiento la carne viva, con la única confi-anza de "que el diablo lo ha salvado en casospeores", fingiendo saber distinguir lo que essangre de lo que es materia, dónde están lostendones secos y dónde los húmedos, det-eniendo entre los dientes el trapito de salva-ción o la botellita con vitriolo, ¡cómo va a ima-ginarse que la mano de Polikey se levante sinsaber lo que hace! Porque el campesino mismosería incapaz de hacerlo. Y una vez practicadoel corte, no se culpará de haber admitido unaoperación inútil. No sé si vosotros, pero yo si,he experimentado este sentimiento, cuando un

25/158

Page 26: Tolstoi - backend.educ.ar

doctor, a instancias mías, atormenta cruel-mente a personas muy queridas de mi corazón.La lanceta y la misteriosa botella de licor cur-ativo y las palabras Tchiltchak Patchechuy (pa-labras sin sentido) sangrar, materia, etc.,¿acaso no son lo mismo que los términos: ner-vios, reumatismo, organismos, etc.? El versoWage du zu irren und zu traumen (atrévete aengañarte y a soñar), se refiere no únicamentea los poetas, sino también a médicos yveterinarios.

Footnotes

4. Dvornik. Labrador que tiene que limpiar lospatios y la calle de frente a la casa.

26/158

Page 27: Tolstoi - backend.educ.ar

IIILa misma noche en que la asamblea popu-

lar se agitaba ruidosamente frente al despacho,en la fría oscuridad de octubre. Polikey sehallaba sentado al borde del lecho, y sobre lamesa trituraba, con ayuda de una botella, uningrediente que él mismo ignoraba qué era, yque destinaba a una enfermedad que tampococonocía. Habla allí sublimado, azufre, sal deGlauber y ciertas yerbas que personalmentecogía, por haberse imaginado una vez que eranbuenas para las erupciones, y no halló difi-cultad para administrarlas en otra clase de en-fermedades. Los niños estaban acostados ya:dos sobre la estufa, dos en el lecho, uno en lacunita, junto a la cual estaba sentada Akulina,recosiendo la ropa. Un cabo de vela, de lapropiedad de la señora, se encontraba malcolocado, en una candela de madera, al bordede la ventana, y a fin de que su marido no se

Page 28: Tolstoi - backend.educ.ar

distrajera en su ocupación importante, Akulinase levantaba para despabilar la mecha con suspropios dedos. Había espíritus fuertes queconsideraban a Polikey como veterinario ig-norante y hombre también ignorante; otros loconsideraban malo, pero gran maestro de suarte. Mas Akulina, a pesar de que lo regañabafrecuentemente, y hasta le pegaba, reputaba asu marido como el primer curandero y elprimer hombre del mundo. En este instantePolikey añadió a su preparación un ingredi-ente. (Nunca empleaba balanzas y se referíacon ironía a los alemanes, que solían hacer usode este aparato. "¡Esto no es una farmacia!",decía.) Polikey calculó por un momento la can-tidad con la mano, y la añadió a la mezcla;pero la dosis le pareció insuficiente y aumentóla cantidad diez veces más. "Lo pondré todo,siempre obrará mejor", murmuró para simismo. Akulina se volvió rápidamente al oír lavoz de su señor, aguardando órdenes; pero alobservar que la cosa no le importaba, levantó

28/158

Page 29: Tolstoi - backend.educ.ar

los hombros: "¡y qué inteligente es!", pensóvolviendo a su labor. El papelito en que habíaenvuelto la droga cayó bajo la mesa, y Akulina,que notó esto, inmediatamente gritó:

-¡Aniutka! ¿No ves que se le ha caído algo atu padre? ¡Levántalo!

Aniutka sacó sus pies descalzos de bajo deldelgado abrigo que la cubría, se dirigiógateando hacia el pie de la mesa y cogió elpapel.

-Tome usted, papacito -dijo escondiendo denuevo sus pies helados en el lecho.

-¿Por qué me empujas? -dijo con voz sil-bante y soñolienta la hermana menor.

-¡Ah! ¡Queréis callar!... -clamó Akulina, ylas dos cabezas se ocultaron bajo el abrigo.

-Si me da tres rublos -murmuró Polikeytapando la botella- le curaré el caballo. To-davía es muy barato -añadió-. ¡Se rompe unobastante la cabeza! Akulina, ve a pedir un pocode tabaco a Nikita; mañana se lo devolveré.

29/158

Page 30: Tolstoi - backend.educ.ar

Y Polikey sacó de los bolsillos de su pan-talón una pipa de tilo, pintada en otro tiempo,con boquilla de lacre, y se preparó a fumar.

Akulina se levantó y salió, sin tropezar connada, lo que era bien difícil. Polikey abrió el es-tante y guardó allí la mixtura; tomó un frascoque llevó a la boca; pero éste ya no teníavodka. Frunció las cejas; mas cuando entró lamujer trayéndole el tabaco, llenó su pipa,comenzó a fumar y su rostro se desarrugó, re-flejando la satisfacción y el orgullo de unhombre que ha terminado felizmente su tareacotidiana. No sé si imaginaba cómo al díasiguiente cogería con la mano la lengua delcaballo, echándole en la boca esta maravillosamixtura; o meditaba que a un hombre útilnunca se le niega nada, refiriéndose a queNikita siempre le había prestado el tabaco. Detodos modos se sentía feliz. De repente se ab-rió la puerta, que colgaba únicamente de unabisagra, y entró la doncella de arriba, no la se-gunda, sino la tercera, la chiquilla que tenían

30/158

Page 31: Tolstoi - backend.educ.ar

para los mandados. (Arriba, ya se sabe, es lacasa de los señores, aunque se encuentreabajo). Aksiutka -así se llamaba la niña-siempre volaba como una flecha, y con esto susmanos no se doblaban, sino que se bal-anceaban como péndulos en relación con la ve-locidad, no a los lados, sino hacia adelante; susmejillas estaban siempre más coloradas que suvestido rosa; su lengua se movía siempre conla misma velocidad que sus pies. Entró brusca-mente en el rincón, se apoyó, no sé para quéfin, en la estufa, comenzó a balancearse asícomo deseando pronunciar a la vez no menosde dos o tres palabras, y dirigiéndose aAkulina, sofocada, dijo de pronto lo siguiente:

-La señora ordena a Polikey que sepresente inmediatamente arriba, así lo or-dena... (Se detuvo y respiró profundamente.)Egor Mikáilovich estaba allá y habló con laseñora del reclutamiento, mencionó también aPolikey Ílich... Avdotia Mikáilovna ordena quevenga usted inmediatamente. Avdotia

31/158

Page 32: Tolstoi - backend.educ.ar

Mikáilovna ordena que venga usted... (unnuevo suspiro), inmediatamente.

Aksiutka miró un instante a Polikey, aAkulina y a los niños, que sacaban sus cabezaspor debajo de la cubierta, cogió una cáscara denuez que encontró en la estufa, la echó haciaAniutka, repitió otra vez "que venga inmedi-atamente" y, como el viento, salió del cuarto,con los péndulos de sus brazos de nuevo bal-anceándose en la línea de su camino.

Akulina se levantó de nuevo y dio a su es-poso las botas, que eran de soldado y estabanya muy viejas y rotas. Cogió de la estufa elkaftán y se lo entregó sin mirarlo.

-Oye, Ílich, ¿te cambias de camisa?

-No -contestó Polikey.

Durante el tiempo en que éste se vestía ycalzaba, Akulina no se volvió a mirarlo; él es-taba pálido; su labio inferior temblaba y en losojos se notaba aquella mirada llorosa, obedi-ente, de profunda infelicidad, que es propia

32/158

Page 33: Tolstoi - backend.educ.ar

únicamente de los hombres buenos, débiles yculpables. Se peinó e iba a salir del cuarto,cuando la mujer lo detuvo, le arregló la cintade la camisa que colgaba sobre el chaquetón yle puso el casquete en la cabeza.

-¡Eh! Polikey Ílich, ¿es cierto que la señorale llama? -oyose que gritaba del otro lado deltabique la mujer de carpintero.

Aquella misma mañana la mujer delcarpintero había disputado con Akulina, puesuna de las chiquillas de ésta había derribadoen el rincón vecino un jarro de lejía, y en elprimer momento le fue cosa agradable oír quePolikey era llamado por la señora, porqueprobablemente para nada bueno sería. Eraademás una mujer mordaz, de fina ironía;nadie mejor que ella sabía mortificar con unasola palabra; al menos tal lo pensaba ella de símisma.

-Sin duda lo quieren enviar a la ciudad paracompras -continuó la carpintera-; por lo

33/158

Page 34: Tolstoi - backend.educ.ar

menos yo así lo creo, puesto que para estas co-sas se necesita un hombre de confianza y poresto lo mandan a usted. No se le olvide traer-me un paquetito de té, Polikey Ílich.

Alculina contenía sus lágrimas y sus labiosse contraían en expresión de rencor. ¡Cómohubiese querido arrancar a puñados los cabel-los de esa canalla! Pero sus miradas se volvi-eron a sus niños, y pensó que éstos quedaríanhuérfanos y que ella sería pronto unasoldadera viuda, y olvidó su odio hacia lamujer del carpintero, cubrió su rostro con lasmanos, se sentó en el lecho y su cabeza cayósobre las almohadas.

-Madrecita, me aplastas -murmuró sil-bando la chiquilla, y tiró el abrigo de debajodel codo de la madre.

-¡Ojalá que hubieseis muerto todos! ¡Paraqué les di a luz! --- exclamó Akulina, llenandocon sus sollozos todo el rincón, lo que alegró

34/158

Page 35: Tolstoi - backend.educ.ar

mucho a la carpintera, que no había olvidadoaún lo de la lejía de la mañana.

35/158

Page 36: Tolstoi - backend.educ.ar

IVTranscurrió media hora más o menos. El

más pequeño comenzó a gritar; Akulina se le-vantó y diole el pecho. La pobre mujer ya nolloraba; apoyando en la mano su rostro bello yflacucho, contemplaba con Fijeza la candelaque se iba acabando y pensaba para qué sehabía casado, para qué se necesitan tantossoldados, cómo podría vengarse de la mujerdel carpintero.

Los pasos de su marido se hicieron oír-Akulina enjugó sus últimas lágrimas y se le-vantó para abrirle paso; Polikey entró triun-fante, tiró el casquete sobre la cama, respiródándose importancia y empezó a quitarse elcinturón.

-Bien.... ¿y qué?, ¿para qué te ha mandadollamar?

Page 37: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Bah..., ya es sabido! Polikushka es el úl-timo de los hombres; pero cuando hay algo im-portante, ¿a quién se llama entonces?. APolikushka.

-¿De qué se trata?

Polikey no se apresuraba a contestar; en-cendió su pipa y escupió.

-Se me ha ordenado ir a casa de un mer-cader a cobrar un dinero.

-¿Tienes que ir a traer dinero? -preguntóAkulina.

Polikey sonrió moviendo la cabeza.

-¡Y qué bien habla la señora! "Tú -dijocon-siderado como hombre infiel, pero yo tengomás confianza en ti que en ningún otro, (Po-likey hablaba en voz alta para que los vecinoslo oyesen.) Me has prometido corregirte-, puesbien, ahora tienes la primera prueba de miconfianza en ti; irás a casa del mercader, to-marás el dinero y lo traerás..." Yo contestéentonces: "Señora, nosotros todos somos sus

37/158

Page 38: Tolstoi - backend.educ.ar

siervos y es nuestra obligación servir a Dios, lomismo que a usted, de modo que me sientocapaz de hacer todo para complacerla y notengo derecho de rechazar ningún trabajo porpenoso que sea; lo que se sirva usted mandarlo cumpliré, porque soy su siervo." (De nuevoPolikey se sonrió con la misma sonrisa dehombre débil, bondadoso y culpable.) -"Demodo que -dijo ella entonces, ¿lo harás bien?¿Comprendes que toda tu suerte depende deesto?" -"¿Cómo no comprender, si puedo hacertodo lo que se pide? Si han dicho una calumniacontra mí, pueden decirla contra cualquiera;pero en cuanto a mí, nunca he hecho nada con-tra vuestro bienestar, ni siquiera pensar en es-to ..." Y hablé de tal modo, que ella se enterne-ció: "Serás para mí un hombre de confianza"terminó diciendo. (Polikey calló y de nuevoapareció la misma sonrisa.) ¡Oh, yo sé muy bi-en cómo se habla con esta clase de personas!Cuando andaba con licencia me encontraba

38/158

Page 39: Tolstoi - backend.educ.ar

con muchas, y bastaba comenzar a hablar conellas para que se pusieran suaves como seda.

-¿Es mucho dinero? -preguntó Akulina.-Tres mitades de mil -contestó Polikeyindiferentemente.

Akulina movió la cabeza.

-¿Y cuándo tienes que partir?

-Ha ordenado que mañana. "Tomarás -di-jo-, el caballo que te guste, te presentas en eldespacho y después partes, en nombre deDios."

-¡Alabado sea Dios! -dijo Akulina, levantán-dose persignándose con la cruz-. ¡Dios te am-pare, Ílich! -añadió la mujer en voz baja paraque no la oyeran tras el tabique-, y cogiendouna manga de su camisa, siguió: Te ruego,Ílich, por Cristo nuestro Dios, que me jures porla cruz que durante el viaje no tomarás ni unagota- ¿Acaso crees que beberé caminando contanto dinero? -dijo riéndose-. ¡Y qué hermosotocaban allá el piano, con qué habilidad, es

39/158

Page 40: Tolstoi - backend.educ.ar

imposible decirse! -añadió sonriendo despuésde una pausa-. Es sin duda la señorita. Yo es-taba de pie delante de la señora, junto alcristalero, mientras que la señorita en el otrocuarto empezó a tocar, y todo le sale tan bello,que uno también quiere sentarse a tocar. Nodudo que también yo lograría hacerlo. Sinduda lo llegaría a hacer, porque soy muy hábilpara estas cosas. Mañana me darás una camisalimpia. Y se acostaron felices.

40/158

Page 41: Tolstoi - backend.educ.ar

VEntre tanto, la asamblea se agitaba frente al

despacho. No se trataba de poca cosa. Todoslos mujiks estaban presentes y cuando EgorMikáilovich se fue a consultar con la señora, secubrieron la cabeza; cada vez era mayor elnúmero de voces que tomaban parte en la dis-cusión, y cada vez también hacíanse más ruid-osas. El rumor de charlas en voz baja se inter-rumpía de cuando en cuando por las senten-cias de una voz gritona y gruesa, y este rumorparecido al del mar tormentoso llegaba hastalas ventanas de la señora, la cual, no soport-ando estos ruidos, sentía en la ocasión una in-quietud nerviosa parecida a la que provoca unafuerte tempestad: algo de miedo y algo de dis-gusto. Siempre le parecía que las voces ibancreciendo, que debían aumentar todavía más, yque sucedería algo grave. "¡Cómo si no pudiesehacerse todo esto tranquilamente, con calma,

Page 42: Tolstoi - backend.educ.ar

sin discusiones, sin gritos -pensaba-, según laley de Cristo, de fraternidad y de bondad.”

Muchos hablaban a la vez, pero Fiodor Re-zum, el contructor, sobrepasaba a todos consus gritos. Era de los dobles y atacaba aDutlov. El viejo Dutlov se defendía; salió alfrente de los demás, tras los cuales se encon-traba antes, sofocado y agitándose vivamente,deteniéndose la barba con las manos; gruñíacon tal rapidez que apenas él mismo podíacomprender lo que decía. Sus hijos y sobrinos,todos buenos mozos, se escondieron tras él, yel viejo Dutlov parecía una gallina que de-fiende a sus polluelos del gavilán. Rezum rep-resentaba el gavilán, y no sólo Rezum sino to-dos los dobles y unigénitos; casi toda laasamblea atacaba a Dutlov. La cuestión eracomo sigue: el hermano de Dutlov, treintaaños hacía, había ya sido reclutado, de modoque Dutlov ahora no deseaba encontrarse en elturno de los troinik, sino que el servicio de suhermano se tomase en consideración,

42/158

Page 43: Tolstoi - backend.educ.ar

nivelándole en sus derechos con los doblespara jugar la suerte junto con ellos. Hubo to-davía cuatro troinik más, sin contar a Dutlov;pero uno era el stárosta (el alcalde), y fue re-tirado de su obligación militar por la señora- elde otra familia, había dado ya un recluta el añoanterior; de las otras dos familias fueron toma-dos ahora dos reclutas, y uno de ellos no sepresentó en la junta; únicamente su mujer es-taba de pie detrás de todos, con la esperanzaoscura de que la rueda de la fortuna pudierafavorecerla de algún modo; el otro de los re-clutados, el rubio Román, con un armiak re-mendado (aunque no era pobre), estaba de pie,apoyándose en la gradería, con la cabeza in-clinada, fijándose a veces silenciosamente enalguno que le hablaba más alto, para despuésvolver a bajar la cabeza. Toda su figura estabarodeada de un ambiente de tristeza. El viejoSemión Dutlov pertenecía a aquella clase dehombres a quienes todo el mundo, después deconocerlos un poco, les confiaría centenares y

43/158

Page 44: Tolstoi - backend.educ.ar

miles de rublos: era un hombre serio, piadoso,bien afortunado y sobre todo, el stárosta de laiglesia. Así saltaba más a la vista el azar en quese encontraba ahora.

El constructor Rezum era, por el contrario,hombre de elevada estatura, sereno, turbu-lento, borracho, atrevido y muy hábil en lasdiscusiones y debates, en las asambleas, en losmercados; igual en sus tratos con obreros,mercaderes, mujiks o señores. Ahora conserv-aba mucha calma; mordaz, aprovechaba sualta talla y su elocuencia, y atacaba al sofocadoDutlov, que de momento en momento perdíala serenidad. Los demás que tomaban parte enlos debates eran Garaska Kipilov, de redondafaz, cabeza cuadrada, barba rizada, rechoncho,y no viejo todavía; era de los habladores de lageneración posterior a la de Rezum, y se dis-tinguía por su manera dura de hablar que lehabía ganado cierta importancia en lasasambleas; le seguía Fiodor Mélnichny, unmujik joven también, amarillo, flaco,

44/158

Page 45: Tolstoi - backend.educ.ar

larguirucho, con un hombro caído, la barbacorta, los ojos pequeños, naturalmente irrit-ado, sombrío y que era hombre que siempredescubría el punto negro de todo asunto yasombraba con frecuencia a sus oyentes conpreguntas rápidas y objeciones inesperadas.Estos dos habladores estaban al lado de Re-zum. Además, a veces tomaban parte otros dosparlanchines: uno con cara más bondadosa ygran barba rubia Jrapkov, que decía sin cesar:"mi querido amigo".... y otro: menudo y concara de pájaro, Jidkov, que siempre repetía:"resulta, hermanos míos"..., y se dirigía a to-dos, hablando muy armoniosamente y sin nin-guna relación con el asunto. Los dos tomabanunas veces el lado de uno y otras el del otro,pero nadie hacía caso de ellos. Había aúnotros, pero estos dos eran los que corrían porlas filas de todos los presentes opacando a losdemás con sus gritos, asustando a la señora,sin que se les prestara ninguna atención; sóloarrastrados por el rumor y por los gritos, se

45/158

Page 46: Tolstoi - backend.educ.ar

entregaban con toda su alma al placer de soltarla lengua. Había campesinos de los más difer-entes caracteres: sombríos, decentes, indifer-entes, tímidos; había también mujeres que seescondían detrás de los mujiks, con sus ba-stones en las manos, pero de toda esa gente,hablaré, si Dios quiere, en otra ocasión. Engeneral, era una muchedumbre de campesinosque asistía a la asamblea como asiste a la ig-lesia, donde los que quedan atrás, charlan desus asuntos domésticos, del momento propiciopara ir a cortar leña al bosque.... o esperan si-lenciosos que acabe la algarabía. Tambiénhabía algunos ricos, para los cuales laasamblea no significaba provecho ni daño. Deéstos era Ermil, de cara redonda y brillante, aquien los mujiks llamaban panzón, por sermuy rico; a éstos pertenecía también Starostin,en cuyo rostro se reflejaba la expresión delpoder satisfecho: "Hablad vosotros lo quequeráis, conmigo no podréis nada; tengocuatro hijos y he aquí que no se irá ninguno". A

46/158

Page 47: Tolstoi - backend.educ.ar

veces los liberales, como Kopilov y Rezum,también atacaban a éstos, pero ellos contest-aban con calma y firmeza, conscientes de suinviolabilidad. Si Dutlov se parecía mucho auna gallina defendiendo a sus polluelos, sus hi-jos y su sobrino no parecían del todo polluelos;no se metieron en nada, ni chillaron, sino queestuvieron de pie, muy tranquilos tras de supadre. El más grande ya tenía treinta años; elsegundo, Vassily, era casado también, pero es-taba incapacitado para ser soldado; Iliushka, elsobrino recién casado, era el tercero y revelabaen su semblante la salud; con su tulup elegante(había sido antes postillón), miraba a lasgentes rascándose a veces la nuca, por debajodel casquete, de manera que parecía que lacosa no le importaba nada, cuando a él precis-amente era a quien querían los gavilanes arre-batarlo a la familia. -Mi abuelo fue soldado -dijo alguien-, y por ello, ¿voy a rehusar elsorteo? No existe semejante ley. En el último

47/158

Page 48: Tolstoi - backend.educ.ar

alistamiento se llevaron a Mijeich, mientrasque su tío todavía no ha vuelto.

-Ni tu padre ni tu tío han servido al zar -gritaba al mismo tiempo Dutlov-. Tampoco túhas servido a los señores, ni al mir, estássiempre emborrachándote, y por esto tus hijosse han separado de ti. ¿Cómo es posible que el-los vivan contigo? Por eso señalas a los otros;pero yo he sido diez años sotsky también hesido stárosta, dos veces se quemó mi casa ynadie me ha ayudado; por esto, porque en micasa se vive en paz y honradamente, ¿se mequiere arruinar? ¡Devolvedme a mi hermano!¡Sin duda ha muerto allá! ¡Quién va a escucharlos embustes de un borracho!

Al mismo tiempo Gerasim gritaba, dirigién-dose a Dutlov:

-Nos recuerdas a tu hermano, pero él nofue enviado al reclutamiento por el mir, sinoque lo designaron los señores por su conducta

48/158

Page 49: Tolstoi - backend.educ.ar

infame, de modo que esto no se puede tomaren cuenta.

Gerasim no había acabado aún de hablarcuando el amarillo y largo Fiodor Mélnichnydijo coléricamente, adelantándose:

-Eso precisamente es la cuestión. Losseñores envían a quien les da la gana y despuésel mir tiene que ser responsable. Ahora hemosdesignado a tu hijo para marchar, y si no tegusta, ve a pedir a la señora que ordene ellaque se vaya mi unigénito. Ésta precisamente esla justicia de que tratas -dijo con amargura. Yde nuevo se colocó entre los demás.

El rubio Román, cuyo hijo había sido desig-nado, levantó la cabeza y murmuró:

-¡Tienes razón! ¡Esa es la ley! -y se sentódisgustado en el escalón de la puerta.

Mas éstos no eran los únicos que hablabana la vez. Con excepción de los que atrás y depie charlaban de sus negocios particulares, loscharlatanes no olvidaban su papel.

49/158

Page 50: Tolstoi - backend.educ.ar

-Es cierto, mir cristiano -dijo el pequeñoJidkov, repitiendo las palabras de Dutlov-, hayque juzgar como mande Dios. Es decir,hermanos míos, hay que juzgar según la leycristiana.

-Hay que resolver honradamente, queridoamigo -decía el bondadoso Jrakov, repitiendolas palabras de Kopilov, y cogiendo a Dutlovpor el tu1up-; esta fue la voluntad de losseñores, y de ningún modo resolución del mir

-¡Tienes razón!, este es el asunto -repiti-eron algunos.

-¿De qué borracho se trata? -decía Rezum-.¿Tú me has convidado, o hablas de tu hijo, aquien encuentran borracho en la carretera,para poder reprocharme por el vino?Hermanos, hay que acabar de una vez. Si quer-éis proteger a Dutlov, podéis enviar, no sólo alos dvoinik, sino a los unigénitos, para que seaposible reírse de nosotros.

50/158

Page 51: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Dutlov tiene que marchar! ¡No hay quehablar más!. ¡Es claro! Los troinik debensortearse antes -dijeron varias voces.

-Todavía falta saber lo que ordene laseñora. Egor Mikáilovich dijo que tal vez se en-viarla a un dvorovuy -exclamó alguien.

Esta aclaración detuvo un instante las dis-cusiones; pero pasados unos momentos,comenzaron de nuevo acaloradamente, con-virtiéndose en ataques personales.

Ignacio, a quien Rezum acusaba de encon-trarlo por los caminos en estado de ebriedad,sostuvo que Rezum había robado una sierra aunos carpinteros transeúntes, y que una vez,estando borracho, a punto estuvo de matar asu mujer a golpes.

Rezum contestó que en cuanto a la mujer,le pegaba lo mismo en su juicio que borracho,y que nunca era lo bastante; tal declaraciónprovocó alegres risas. En cuanto a lo de la

51/158

Page 52: Tolstoi - backend.educ.ar

sierra se manifestó muy ofendido, y se en-frentó a Ignacio preguntando:

-¿Quién robó?

-Tú robaste -contestó resueltamente el ro-busto Ignacio, acercándose también a suinterlocutor.

-¿Quién más podía robar sino tú? -gritóRezum.

-No, ¡tú eres el ladrón! -gritó Ignacio.

Después de lo de la sierra el altercado pasóa lo de un caballo robado; luego se habló de unsaco de avena y de un trozo de terreno en lahuerta común, y hasta llegaron a tratar de uncadáver. Y los dos mujiks acabaron por acusar-se mutuamente de cosas tan horribles que si lacentésima parte de éstas fueran ciertas, losdos, por lo menos, hubieran sido desterrados aSiberia.

Entre tanto, el viejo Dutlov esgrimía otraforma de defensa. Le disgustaban los gritos desu hijo; trataba de convencer a la asamblea que

52/158

Page 53: Tolstoi - backend.educ.ar

como troinik debía considerarse no única-mente a los que tenían tres hijos reunidos, sinotambién a aquellos que se habían dividido.Entre éstos señaló la familia de Starostin.

Éste sonrió ligeramente, tosió, y, acari-ciando su barba de la manera que lo hacen losricos, contestó que no había más voluntad quela de la señora; y que si había sido declaradolibre del servicio, indudablemente su hijo lomerecía. Respecto a las familias divididas, Ger-asim también destruyó las razones de Dutlov,haciendo notar que el mir tenía derecho de nopermitir la separación, como no se permitía entiempos del viejo barin, que al pasar el veranono se anda en busca de frambuesas, y queahora era imposible enviar a los ya separados.

-No por nuestro placer nos hemos dividido;¿por qué se nos ha de arruinar ahora? -decíanlas voces de los que estaban en esa condición, ylos indiferentes seguían su parecer.

53/158

Page 54: Tolstoi - backend.educ.ar

-¿Compra un recluta si no te gusta mandaral tuyo?. ¡Lo puedes hacer! -dijo Rezum aDutlov.

Dutlov abrochóse el kaftán, y desesperada-mente se colocó detrás de los mujiks, murmur-ando colérico:

-¡Tú habrás contado mi dinero!

-Vamos a oír todavía lo que nos diga EgorMikáilovich respecto a la voluntad de laseñora.

54/158

Page 55: Tolstoi - backend.educ.ar

VIEn efecto, Egor Mikáilovich salía en aquel

momento de la casa. Los casquetes uno trasotro se levantaron, y a medida que el intend-ente se aproximaba, se vieron descubiertascabezas calvas y grises, blancas, rubias, negras;y poco a poco callaron todas las voces, hastaque se hizo un silencio completo. EgorMikáilovich subió a la gradería e indicó quedeseaba hablar. Metido en su larga levita, lasmanos en las bolsas, el casquete caído sobre lafrente, parado con firmeza sobre la tarima conlos pies separados, como el comandante de to-das estas gentes que levantaban hacia él susrostros, en gran parte ya viejos, pero tambiénmuy hermosos -y con barbas, tenía un aspectocompletamente distinto del que mostrabafrente a la señora. Estaba majestuoso.

Page 56: Tolstoi - backend.educ.ar

-He aquí, hijos míos, la decisión de laseñora: no quiere dar ningún dvorovuy, yaquel que mandéis vosotros será el que vaya.Ahora necesitamos tres; mejor dicho, dos ymedio, pero la mitad se irá adelantado. Esigual, si no hoy, la próxima vez.

-¡Esto ya se sabe! Tienes razón -dijeronalgunos.

-A mi entender -continuaba EgorMikáilovich-, Joriuhkyn y Mibujin Vaskadeben marchar; no hay remedio, así lo mandaDios.

-¡Justamente! -repitieron varias voces.

-El tercero ha de ser o Dutlov, o alguno delos dvoinik. ¿Qué decís vosotros?

-Que vaya Dutlov -exclamaron las voces

-¡Dutlov es troinik!

De nuevo, y poco a poco, comenzaron losgritos y discusiones, recordando lo de antes,hasta el robo del terreno en la huerta, de

56/158

Page 57: Tolstoi - backend.educ.ar

algunos trapos robados en el patio de laseñora... Egor Mikáilovich, regenteaba desdehacía veinte años la hacienda y era hombremuy inteligente y experto; escuchó por espaciode un cuarto de hora, y, de repente, mandó quecallasen todos y que los Dutlov echasen elsorteo entre los tres, para ver a quién tocabapartir. Cortaron las fichas y Jrakov metió lamano al sombrero en que las agitaban, y sacóla de Iliushka. Todos guardaron silencio.

-¡Conque es la mía! A ver, enséñamela... -dijo Ilia con voz entrecortada.

El silencio perduraba. Egor Mikáilovich or-denó que al día siguiente le trajeran el dinerode los reclutas, a razón de siete kopeks por fa-milia, y anunció que todo estaba resuelto y seterminó la asamblea.

La muchedumbre se alejaba con ruido devoces y de pasos, cubriéndose la cabeza hastaque doblaban la esquina. El intendente per-maneció parado en la gradería, con los ojos

57/158

Page 58: Tolstoi - backend.educ.ar

fijos en los que se alejaban. Cuando los hijosde Dutlov dieron la vuelta a la esquina el in-tendente llamó al viejo, que se había detenido,y entró con él en el despacho.

-Tengo piedad de ti, anciano -dijo EgorMikáilovich, acomodándose en el sillón, juntoal escritorio-. Te tocó el turno. ¿Rescatarás a tusobrino, sí o no?

El viejo guardaba silencio, mirandofijamente a Egor Mikáilovích.

-No hay remedio -contestó EgorMikáilovich a su mirada.

-Con todo gusto lo rescataría; pero notengo con qué, Egor Mikáilovich. Se me muri-eron en este verano dos caballos. Casé alsobrino.... sin duda es éste mi destino, por vivirhonradamente. Para él no es difícil hablar (seacordaba de Rezum).

Egor Mikáilovich se pasó la mano por lafrente y bostezó. Era indudable que aquello lefastidiaba, y era además tiempo de tomar el té.

58/158

Page 59: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Oh, viejo!, ¿por qué pecas? -dijo-. Buscamejor en tu cueva y tal vez encuentres loscuatrocientos rubios antiguos. Te compraré unsustituto, de primera clase, pues recientementeme ofrecieron a un hombre.

-¿En el distrito? -preguntó Dutlov, com-prendiendo en la palabra distrito, la ciudad.

-Entonces, ¿lo comprarás?

-Con todo gusto lo haría, lo juro por Dios,pero...

Egor Mikáilovich le interrumpióseveramente.

-Entonces óyeme, viejo, que Ilushka nohaga nada para escapar; cuando mande por él,sea hoy o mañana, que esté preparado. Túmismo lo llevarás, tú eres el responsable, y si,Dios nos guarde, sucede algo con él, te tomaréal hijo mayor. ¿Entiendes?

---Quizá sea imposible tomar de losdvoinik, Egor Mikáilovich. Es una injusticia -dijo después de un rato-. Mi hermano murió

59/158

Page 60: Tolstoi - backend.educ.ar

en el servicio, ahora me quitan al hijo. ¿Porqué soy tan desdichado? -murmuró casi llor-ando y dispuesto a caer a los pies delintendente.

-Basta, basta, márchate -dijo EgorMikáilovich-, no se puede hacer nada, ésa es laley. Cuida a Iliushka, porque tú eres elresponsable.

Dutlov se fue a su casa, golpeando con elbastón los pedruscos del camino.

60/158

Page 61: Tolstoi - backend.educ.ar

VIIAl día siguiente, muy temprano, detúvose

frente al portalón de la casa de los dvorovuyuna pequeña carreta, la que servía al intend-ente para su viajes, enganchada a un caballoalazán, muy robusto, llamado Tambor, quiénsabe por qué. Aniutka, la hija mayor de Po-likey, a pesar de la lluvia, del granizo y del vi-ento frío estaba con los pies desnudos a lacabeza del caballo, lo más lejos posible y vis-iblemente asustada, deteniéndolo con unamano de la brida y sosteniendo con la otra uncamisolín de color amarillo verdoso que llev-aba en la cabeza y que desempeñaba en la fa-milia el papel de cubierta, de abrigo, de gorro,de alfombra, de paletó para Polikey y demuchos oficios más, En el rincón habla grananimación. Todavía estaba oscuro; la luz de lamadrugada del día lluvioso penetraba apenaspor la ventana, cuyos cristales estaban pegados

Page 62: Tolstoi - backend.educ.ar

con papel. Akulina no cuidaba en aquel in-stante de la cocina, ni de los hijos, de los cualestodavía no se habían levantado los pequeños,que temblaban de frío, porque las ropas de lacama las habían tomado en calidad de abrigolos que estaban de pie, siendo sustituidos porel chal de la madre. Akulina ocupábase de lospreparativos para el viaje de su marido. Lacamisa estaba limpia; pero las botas, que comose ha dicho estaban muy rotas, exigían grandescuidados. Primero sacó sus medias de lanagruesas, las únicas que tenía, y las entregó a sumarido. Luego, aprovechando una manta decaballo que había traído Polikey hacía pocosdías, de la caballeriza, donde se encontrabamal colocada, hizo unas plantillas que pararonhasta cierto punto los agujeros, protegiendolos pies de la humedad. Ílich estaba sentadocon los pies en la cama y se ocupaba de arreg-lar su cinturón para que no tuviese aspecto decuerda sucia. La niña más pequeña, de voz bal-buciente, cubierta la cabeza con un chal que se

62/158

Page 63: Tolstoi - backend.educ.ar

le enrollaba hasta los pies, fue enviada a casade Nikita para pedir prestada la gorra. El tu-multo lo aumentaban los dvorovuy, que veníana pedir a Ílich que les comprase algo en laciudad: quién agujas, quién té, quién aceitepara lámpara, tabaco, y hasta la mujer delcarpintero le pidió que le comprara azúcar,apresurándose a hacer hervir el samovar, y,para captarse la voluntad de Ílich, le ofreció enun jarro el líquido que llamaba té. Como Nikitase negó a prestar la gorra, fue preciso arreglarla propia, meter los pedazos de algodón quecolgaban, recosiendo un agujero con la agujadel veterinario; las botas, con las plantillashechas de la mantilla, no podía ponérselas ycomo Aniutka se había congelado y dejó lasriendas de Tambor, se envió a Mashka, paraque, envuelta en el chal, la sustituyera, y des-pués, cuando quitaron el abrigo a mashka,Akulina misma tuvo que detener el caballo. Alfin de cuentas, Ílich se había puesto todos losvestidos de su familia, dejando en casa

63/158

Page 64: Tolstoi - backend.educ.ar

únicamente el delgado manto y las pantuflas.Se colocó en el carruaje, se cruzó el abrigo, ar-regló el heno a sus pies, de nuevo se cruzó elabrigo, desató las riendas, por tercera vez secruzó el abrigo, como lo hacen los hombresmuy serios, e hizo partir el caballo.

Su hijo, Mishka, saliendo al portalón, lepedía que lo pasease un poco en el carro, yMashka, con voz balbuciente, pidió lo mismo,asegurando que sentía calor también sin ab-rigo; Polikey detuvo el caballo, sonrió con susonrisa débil, mientras Mulina, que subía a suschicos inclinándose hacia él le rogó otra vezque no olvidara su juramento y que no tomaranada durante el viaje. Polikey llevó a los niñoshasta la fragua, los bajó, se envolvió mejor enel abrigo, se hundió el casquete y se puso acaminar al trote, estremeciéndose y golpeandocon los pies el fondo de la carreta en loschoques del camino. Mashka y Mishka corri-eron descalzos, dando tales chillidos que unperro de la aldea, que se había desviado

64/158

Page 65: Tolstoi - backend.educ.ar

llegando a la quinta, al mirarlos bajó de re-pente la cola y se fue ladrando, circunstanciaque aumentó los chillidos de los herederos dePolikey.

El tiempo era malo; el cierzo cortaba elrostro de Pilikey; a veces nieve, a veces agua oel granizo, azotaban a Ílich en la cara y en lasdesnudas y heladas manos que llevaban lasriendas y que trataba de esconder en las man-gas del abrigo; el pobre Tambor, movía a unlado y a otro la cabeza, sacudía las orejas y cer-raba los ojos. A veces la tempestad calmaba yse despejaba el día; veíanse claramente lasazuladas nubes de nieve, y parecía que el soliba a brillar, irresoluto, sin alegría, como lasonrisa de Polikey. A pesar de todo, Ílich sesumergía en agradables meditaciones. Él, aquien trataban de deportar, a quien amenaza-ban con el reclutamiento, a quien asustaba ygolpeaba todo el que quería hacerlo, a quien secargaba con los trabajos más repugnantes..., éliba ahora a cobrar una suma de dinero, una

65/158

Page 66: Tolstoi - backend.educ.ar

suma grande; la señora tenía confianza en él, yallá iba en la carreta del intendente, tirada porTambor, por el caballo que muchas veces habíaconducido a la señora misma; y llevaba en lasmanos riendas de cuero, como si fuese unposadero. A decir verdad, pueden ir en unacarreta también comerciantes cuyos negociosalcanzan a diez mil rubios; viajan lo mismoque viajaba él, pero no es igual. Vemos, porejemplo, a un hombre de barba abundante,kaftán azul o negro, con caballo bien ali-mentado, como iba él mismo; basta una solaojeada para comprender si el caballo está bienalimentado, lo mismo que el dueño; bastafijarse en el arreglo de los arneses, en losmuelles de las ruedas, en el cinturón delviajero, para determinar inmediatamente si escon miles o con cientos de rubios con lo queeste mujik hace su comercio. Todo hombre ex-perto, apenas hubiese visto a Polikey, apenasse hubiese fijado un instante en sus manos, ensu rostro, su escasa barba recientemente

66/158

Page 67: Tolstoi - backend.educ.ar

crecida, su cinturón, el heno echado desorde-nadamente en el fondo de la carreta, Tamborenflaquecido y los muelles gastados por el uso,inmediatamente habría reconocido que quiencaminaba era un siervo, y no un comerciante,tampoco un ganadero ni un posadero, y queaquí no se trataba de miles, de cientos, ni dedecenas de rublos. Pero Ílich no pensaba así.¡Se engañaba el buen hombre y se engañabadulcemente! Eran tres mitades de mil quepronto se hallarían dentro de su pechera. Si ledaba la gana podría dirigir a Tambor haciaotra parte, yéndose a donde Dios pluguiera;pero no lo haría, y llevaría el dinero a laseñora, alabándose de que ya muchas veceshabía cobrado cuentas mayores. Al pasarfrente a la taberna, Tambor tiró la rienda allado izquierdo, dispuesto a detenerse; pero Po-likery, a pesar de que tenía el dinero que le di-eron para las compras, dio al caballo unlatigazo y siguió su camino. Lo mismo hizofrente a otra taberna, de modo que al medio

67/158

Page 68: Tolstoi - backend.educ.ar

día se halló frente a la casa de un comerciantedonde siempre se hospedaban los servidoresde la señora; detuvo en el patio la carreta,desenganchó el caballo, dándole heno, almorzócon la servidumbre de la casa sin dejar de nar-rar para cuál importante negocio se le habíaenviado, y con la carta en la gorra se dirigió aljardinero.

El jardinero conocía a Polikey, y al leer lacarta le preguntó con visible desconfianza siverdaderamente él era el encargado de recogeraquel dinero. Ílich quería enfadarse, pero nopudo lograrlo y sonrió únicamente con sutriste sonrisa. El jardinero releyó la carta y en-tregó el dinero que, recibido, Polikey puso den-tro de su pechera, para volver a la casa. Ni elrestaurante, ni las tabernas... nada lo tentaba.Sentía una irritación agradable en todo sucuerpo; se detenía delante de las tiendas, paramirar botas, armiaks, casquetes, telas ycomestibles; deteníase un momento y luego sealejaba penando: "Todo lo puedo comprar....

68/158

Page 69: Tolstoi - backend.educ.ar

¡pero no lo haré!" Dirigióse al mercado y com-pró cuanto se le había encargado, y comenzó atratar una shuba, por la cual pedían veinticincorublos. El mercader examinaba a Polikey ydesconfiaba de que este hombre fuese capaz decomprarla; pero Polikey mostró el dinero quellevaba sobre el pecho, afirmando que seríacapaz de comprar toda la tienda si le daba lagana; quiso probarse el abrigo, examinó la pielhasta contaminarse de olor a carnero, y al finse lo quitó suspirando: "No me conviene elprecio. Si usted lo da en quince rublos..." Elmercader lanzó colérico el abrigo sobre elmostrador y Polikey salió de la tienda, conbuen humor, camino a la posada. Después decenar y de haber dado su pienso a Tambor, Po-likey subió a la estufa, sacó el sobre, lo exam-inó largo rato y al fin pidió al posadero, quesabía leer, que viese qué decía aquello; y ésteleyó: "Contiene mil seiscientos diecisiete rub-los, papel moneda". El sobre era de papel cor-riente; los sellos, de lacre rojo, representaban

69/158

Page 70: Tolstoi - backend.educ.ar

un ancla, uno grande al centro y cuatro máschicos en las esquinas a un lado una gota delacre. Ílich observó todo esto muy bien, hastaque lo aprendió de memoria y palpó los agudosfilos de los billetes, sintiendo una alegría deniño al verse con tanto dinero en las manos.Puso el sobre en el forro del casquete, colocóéste bajo su cabeza y se acostó... Durante lanoche despertó varias veces, y en la oscuridadpalpaba, para convencerse de que estaba elsobre donde lo había colocado. Cada vez quehacia esto, experimentaba una sensacióngratísima de orgullo, pensando que él Polikey,tan ofendido y humillado, tenía en su podertanto dinero y lo iba a entregar con exactitud,con tal precisión como no lo habría hecho me-jor el intendente.

70/158

Page 71: Tolstoi - backend.educ.ar

VIIIHacia la media noche los sirvientes de la

posada y el mismo Polikey fueron despertadospor golpes dados en la puerta y gritos demujiks. Eran los reclutas de Pokrovskoie y susacompañantes, como unos diez hombres: Jori-ushkin, Mitiushkin e Ilia (el sobrino deDutlov), dos sustitutos, el stárosta, el viejoDutlov y los cocheros. En la isba ardía un farol;la cocinera dormía en el banco, bajo las imá-genes; al oír aquellos golpes, se levantó y en-cendió la bujía. Polikey despertó también e in-clinándose fuera de la estufa miró a los mujiksque entraban. Todos estaban muy tranquilos yno se hubiera podido adivinar cuáles eran losreclutas y cuáles componían la guardia.Saludaron al posadero, charlaron y pidieron decomer. Es cierto que unos parecían silenciososy tristes, pero también había otros demasiadoalegres, sin duda por el vino; entre estos

Page 72: Tolstoi - backend.educ.ar

últimos estaba también Ilia, que antes notomaba nunca.

-Y bien, muchachos, ¿cenamos o nosacostamos? -preguntó el stárosla.

-Cenamos -dijo Ilia, abriendo su abrigo yacomodándose en el banco-. Manda servirvodka.

-Ya has bebido bastante -dijo el stárosta,entre dientes, y se dirigió a los otros-. ¡Comedun pedazo de pan, muchachos! ¿Por qué des-pertar a estas gentes?

-Dadme vodka- repetía Ilia sin mirar anadie y en tono que demostraba bien que noestaba dispuesto a ceder.

Los mujiks se conformaron con la proposi-ción del stárosta, sacaron el pan de sus carros,comieron un poco, pidieron kvass y se acost-aron unos sobre el suelo, otros en los bancos ylos demás sobre la estufa.

Ilia repetía de tiempo en tiempo:

72/158

Page 73: Tolstoi - backend.educ.ar

«Dame vodka, te digo, dame vodka". Depronto advirtió la presencia de Polikey:

-¡Ílich, oh, Ílich! ¿Estás aquí, querido?¿Sabes?, ¡Voy a ser soldado! Ya me despedípara siempre de mi madre y de mi mujer ... !,¡cómo lloraba la pobre! Me han condenado alservicio-, convídame vodka...

-No tengo dinero -contestó Polikey-. SiDios quiere te rechazarán por inútil -añadióconsolándolo.

-No, hermano mío, estoy sano como unroble; no tengo ningún defecto. Si me re-chazan, ¡qué soldados entonces necesita el zar!

Polikey explicó la historia de un rnujík queescapó del servicio por haber regalado algúndinero al doctor.

Ilia se acercó a Polikey y comenzó alamentarse:

-No, no, Ílich, todo ha acabado para mí; yomismo no quiero quedarme ahora... Es mi tíoquien me pierde. ¿Acaso no podríamos

73/158

Page 74: Tolstoi - backend.educ.ar

comprar un sustituto? Pero no, no quiere darni a su hijo ni dinero. Me envía a mí... Ahorayo mismo no quiero quedarme (comenzó ahablar en tono de confianza y de profundo dol-or.) Lo único que me da pena es dejar a mimadre; ¡cómo se lamentaba!, ¡pobrecita!....también mi mujer..., ¡han arruinado a mimujer!.... ¡qué vida le aguarda!, soldadera, enuna palabra... Mejor sería no habernos casado.¿Por qué nos casaron?... Mañana vendrán lasdos...

-¿Por qué les han traído tan pronto? -pre-guntó Polikey-. Nada sabe un hombre, y derepente...

-Es que tienen miedo de que haga algomalo -contestaba Ilushka sonriendo-; pero nohay cuidado, no haré nada... Yo nada pierdocon ser soldado, lo siento sólo por mi madre-cita, y por mi mujer... ¿Por qué me hancasado?... -repetía aún, dulce y tristemente.

74/158

Page 75: Tolstoi - backend.educ.ar

La puerta se abrió de golpe y entró el viejoDutlov, sacudiendo su gorra, con sus sandaliassiempre muy grandes, como si llevase barcosen los pies.

-Atanasio -dijo, dirigiéndose al posadero-;préstame tu linterna, porque quiero dar avenaa los caballos, Dutlov no miró a Ilia y se pusocon calma a encender una bujía. Llevaba losguantes y el látigo atados a la cintura, y su ab-rigo estaba bien arreglado. Tenía un aire tansosegado, tan frío y libre de cuidados como decostumbre.

Al ver a su tío Ilia enmudeció, bajó los ojosfijándose con aire sombrío en el rincón oscuro,bajo el banco, y de nuevo se dirigió al stárosta:

-Dadme vodka, Ermil; quiero tomar vino.

Su voz estaba ronca y colérica.

-¿De qué vino hablas ahora? -contestó elstárosta bebiendo del jarro. Ya ves que los de-más comieron y todos duermen... ¡sólo túescandalizas!

75/158

Page 76: Tolstoi - backend.educ.ar

La palabra "escandalizas" incitó a Ilia aescandalizar.

-Stárosta, te haré un escándalo si no me dasvodka.

-Tal vez tú puedas calmarle -dijo el stárostaa Dutlov, que ya había encendido su linterna yse había detenido a escuchar hasta dóndellegaba la disputa; veía al sobrino con miradade compasión, como asombrado de sunecedad.

Y mirando al suelo, Ilia repitió:

-Dame vino, o haré un escándalo.

-¡Basta, Ilia! -dijo el stárosta bonda-dosamente-; basta, te lo suplico, será mejor.

Aún no había terminado cuando Ilia se le-vantó, golpeó con el puño el cristal de laventana y gritó con todas sus fuerzas:

-¿No me quieren escuchar?... ¡Puestomen!... -y corrió hacia otra ventana parahacer lo mismo.

76/158

Page 77: Tolstoi - backend.educ.ar

En un momento Ílich se retiró al rincón dela estufa, como si se hubiera espantado. Elstárosta tiró su cuchara y se abalanzó haciaIlia; Dutlov lentamente dejó la linterna, se de-sató el cinturón, apretando los dientes, movióla cabeza y se acercó a Ilia, a quien yasujetaban el stárosla y el posadero, impidién-dole que se acercara a la ventana; pero apenasIlia vio a su tío con el cinturón en las manos,sus fuerzas se centuplicaron, se libró de ellos ycon los ojos inyectados, y cerrados los puños selanzó sobre Dutlov.

-¡Te mataré; no te adelantes, bárbaro! ¡Túme has perdido, sí, tú, con tus hijos ladrones!¿Por qué me casaste? ¡No te acerques, o temato!

Iliushka estaba terrible: encendido elrostro, los ojos fuera de las órbitas, su cuerpo,robusto y joven, temblando corno si tuvierafiebre. Parecía que en aquel momento era muycapaz de matar a los tres mujiks que lorodeaban.

77/158

Page 78: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Es la sangre de tu hermano la quebebes!... ¡vampiro!

Algo terrible iluminó de pronto el semb-lante siempre tranquilo de Dutlov, y dio unpaso adelante.

-No quisiste calmarte por las buenas -dijoel viejo, y con movimiento rápido cogió a susobrino, cayó junto con él en el suelo y con ay-uda del stárosta comenzó a atarle las manos.Lucharon todavía unos cinco minutos; al finDutlov se levantó, ayudado por los mujiks, yarrancó su abrigo de los dedos de Ilia, que letenía cogido; luego levantó a Ilia, las manosatadas a la espalda, y le sentó en un banco, enel rincón.

-Ya te lo decía, que era peor... -dijo sofo-cado por la lucha y arreglando la cinta de sucamisa- ¿Por qué pecar? ¡Todos hemos demorir! Ponle el kaftán bajo la cabeza -añadiódirigiéndose al posadero-, para que no lecanse. Y él mismo cogió la linterna, se ciñó con

78/158

Page 79: Tolstoi - backend.educ.ar

una cuerda y se marchó a cuidar de loscaballos.

Ilia, con los cabellos en desorden, pálido elrostro y la camisa abierta, escudriñaba elcuarto como para acordarse del lugar dondeestaba. El posadero recogió los trozos de vidrioy tapó la ventana con un polushubo para im-pedir que el viento penetrara. El stárosla volvióa su jarro.

-¡Ea, Iliushka, Iliushka! ¡Qué piedad tengode ti!..., ¡qué vamos a hacer! Mira, tambiénJoriushkin es casado. La suerte es así.

-¡Pero es que yo estoy perdido por culpa delbandido de mi tío! -repitió Ilia con furor-. Sóloama su dinero... Mi madre dice que el intend-ente le había ordenado comprar un recluta; yno quiere dice que no puede. Acaso nosotros,mi padre y yo, ¿hemos traído poco a la casa?¡Es un bandido!

Dutlov regresó a la ísba, rezó antes las imá-genes, se desnudó y sentóse junto al stárosta.

79/158

Page 80: Tolstoi - backend.educ.ar

La criada le dio kvass y una cuchara. Ilia calló ycerrando los ojos se tendió sobre el kaftán. Elstárosta lo señaló al viejo compasivamente,moviendo la cabeza. Dutlov hizo un gesto dedesesperación.

-¿Acaso crees que no me da pena? Es hijode mi propio hermano. Y a pesar de todo mehan convertido a sus ojos en un bandido. Sinduda que su mujer le ha metido en la cabeza(es muy astuta, aunque joven), que tengo eldinero para comprar un sustituto. ¡Y ahora mehace reproches...! ¡Es lástima perder a unmozo como él!

-¡Oh, sí, es un buen muchacho! -dijo elstárosta.

-Pero, ¿qué voy a hacer con él? Mañana en-viaré a Ignacio; también su mujer quería venir.

-Envíales, está bien -dijo el stárosta, que selevantó y se acomodó en la estufa, mientrasmurmuraba-. ¿Qué es el dinero? ¡El dinero noes más que polvo!

80/158

Page 81: Tolstoi - backend.educ.ar

-Si hay dinero, ¿por qué guardarlo? -dijo elcriado levantando la cabeza.

-¡Oh, el dinero, el dinero! ¡Cuántos pecadosengendra! -exclamó Dutlov-. Nada en elmundo trae tantas maldades como el dinero;así está escrito en los Evangelios.

-Y está bien dicho -repitió el posadero.Cierta vez un hombre que tenía amontonadomucho dinero y no quería dejarlo a nadie; a talgrado amaba su dinero, que se lo llevó consigoa la tumba. Cuando llegó la hora de morir, or-denó que se pusiera en su féretro una almo-hadita. No ocurrió a nadie pensar de qué setrataba, y cumplieron su deseo. Después los hi-jos comenzaron a buscar el dinero: no habíanada. Al fin uno de ellos sospechó que segura-mente el dinero debía estar en la almohadita.Llegaron hasta el zar; pidieron el permiso decavar, y, ¿qué te figuras? Abrieron y no habíanada en la almohada, el féretro estaba lleno degusanos. Y volvieron a enterrarlo. ¡Eso es loque hace el dinero!

81/158

Page 82: Tolstoi - backend.educ.ar

-Ya es sabido! Só1o engendra pecados -dijoDutlov, que se levantó y se puso a rezar.

Al terminar dirigió la mirada hacia elsobrino. Éste dormía. Acercósele Dutlov, leaflojó el cinturón y se acostó. El otro mujik sefue a dormir a la cuadra.

82/158

Page 83: Tolstoi - backend.educ.ar

IXCuando volvió a quedar todo en calma, Po-

likey, como si hubiese sido culpable de algo,bajó silenciosamente de la estufa e hizo suspreparativos de marcha. Sin saber por qué,temía pasar la noche con los reclutas. Ya losgallos cantaban con más frecuencia. Tambor sehabía comido toda su avena y tenía sed. Ílichsacó su carreta de entre los carruajes de losmujiks, palpó su gorra, y halló que su conten-ido estaba intacto, y pronto las ruedas de lacarreta resonaban de nuevo sobre el heladocamino que conduce a Podrovskoie. Hasta quesalió de la ciudad pudo respirar libremente;hasta entonces parecíale, sin explicarse porqué, que le iban a perseguir, a prender, y,atado de manos, a presentarlo en lugar de Ilia.Ora por el aire helado, ora por miedo, un es-tremecimiento sacudía su cuerpo, y sin cesarapresuraba al caballo. El primer hombre a

Page 84: Tolstoi - backend.educ.ar

quien encontró fue un pope, cubierto con ungran bonete de invierno y acompañado de uncriado tuerto. Polikey sintió mayor miedo. Yafuera de la ciudad, desperezándose de a poco.Tambor marchaba lentamente; el camino, ad-elante, se hizo más claro; Ílich quitóse el gorroy palpó el dinero. "¿Sería mejor llevarlo en lapechera? -pensó-. Pero entonces tengo quedesceñirme. Aguardaré hasta que pase la co-lina, entonces bajaré del carruaje y me arreg-laré. El gorro está bien cosido por arriba, y porabajo el sobre no se me escapará... Tampocome quitaré el gorro mientras no llegue acasa..." En el declive de la colina, Tambor, porsu voluntad, empezó a galopar, y Polikery, quesentía también deseos de llegar cuanto antes asu casa, no se lo impedía. Como iba muy bien,o por lo menos a él le parecía así, se dio a soñarcon el agradecimiento de la señora, con loscinco rublos que le daría y la alegría de sumujer y de sus hijos. Quitóse otra vez el gorro,de nuevo palpó el sobre y se lo ajustó a la

84/158

Page 85: Tolstoi - backend.educ.ar

cabeza, sonriendo. Lo felpudo del gorro estabaenteramente gastado, y en la parte donde lavíspera había sido cosido por Akulina se volvióa romper; fueron los impulsos de Polikey,cuando quería ocultar más adentro el sobre,los que más pronto acabaron con el gorro,haciendo que el sobre asomara una punta porla rotura.

Comenzó a clarear el día, y Polikey, que entoda la noche no había cerrado los ojos,comenzó a dormitar. Como se ciñó fuerte-mente la gorra, el sobre salió todavía másafuera, y mientras dormía, su cabeza golpeabaen el respaldo de la carreta. Despertó ya muycerca de su casa. Su primer movimiento fue ll-evarse la mano al casquete; lo sintió bienapretado y no se lo quitó, seguro de que allí es-taba el sobre. Fustigó a Tambor, arreglóse denuevo, se dio la importancia de un posadero, y,mirando alternativamente a un lado y a otro,se dirigió hacia la quinta.

85/158

Page 86: Tolstoi - backend.educ.ar

-He aquí a la cocina, el ala de los siervos ....ya distingo a la mujer del carpintero que llevasu ropa ... El despacho.... el despacho..., la casaseñorial, donde Polikey, dentro de unos in-stantes, tendría la oportunidad de demostrarque era hombre fiel y honrado, y que es posiblecalumniar a cualquiera... Y la señora diría:"¡Muy bien! -te lo agradezco, Polikey. Aquítienes tres rublos..." Tal vez le daría cinco,quizá diez..., y le convidaría el té, y quién sabesi hasta le daría un vaso de vodka. Con este fríono vendría mal... Con diez rublos puede diver-tirse uno en la fiesta, comprar botas, y sea loque fuere, devolver los cuatro y medio rublosque debo a Nikita, porque molesta mucho poresta deuda... A unos cien pasos de la casa, Po-likey dio otro latigazo al caballo, arregló su cin-turón y su cuello; se quitó el gorro, arregló suscabellos, y metió lentamente la mano bajo elforro. Su mano comenzó a moverse más y másapresuradamente, metió también la otra; surostro se puso más y más pálido, y una de sus

86/158

Page 87: Tolstoi - backend.educ.ar

manos salió por el otro lado del gorro... Polikeyse arrodilló, detuvo el caballo y comenzó a ex-aminar la carretera, el heno, las compras,palpóse la pechera y el pantalón: ¡nada!, ¡eldinero había desaparecido!

-¡Padrecito mío!, ¿qué es esto? ¡Qué va asuceder?... -clamó mesándose los cabellos.

Pero pensó al momento que alguien podríasorprenderle, hizo volver a Tambor sobre suspasos, se hundió el gorro y lanzó carreteraabajo al caballo, asombrado y disgustado.

Abomino de ir con Poliker -pensaba sinduda Tambor-. Una vez en la vida que me diode comer y beber a tiempo, ha sido únicamentepara engañarme de modo tan desagradable.¡Cuánto me apresuraba para llegar a casa! Mehe fatigado y apenas olfateo el heno me hacecorrer de nuevo.

-¡Tú, bestia del diablo! -gritó Polikey conlágrimas y levantándose en la carreta, comenzóa fustigar el caballo con las riendas y el látigo.

87/158

Page 88: Tolstoi - backend.educ.ar

XDurante todo el día nadie en Pokrovskoie

vio a Polikey. La señora preguntó por él variasveces después de comer, y Aksiutka llegabacorriendo a cada instante al rincón de Akulina;ésta contestaba que todavía no había llegado,que sin duda el mercader lo había entretenido,o que acaso habría pasado algo al caballo. "Talvez se ha encojado, como la última vez quesalió. Maxim estuvo todo un día desde laciudad al pueblo, y tuvo que hacer todo el viajea pie." Aksiutka dirigía de nuevo sus pénduloshacia arriba, y de nuevo Akulina volvía a ima-ginar otras causas que explicasen el retraso desu marido, tratando en vano de tranquilizarse.Sentía un peso sobre el corazón y olvidó lospreparativos para la fiesta de mañana;aumentaba su tormento el hecho de que lamujer del carpintero afirmaba que había vistopor la mañana "un hombre igual, igual a Ílich,

Page 89: Tolstoi - backend.educ.ar

que se había acercado a la quinta y despuéshabía vuelto a alejarse".

Los niños estaban también impacientes porel retorno de su padre, pero por causas dis-tintas, Aniutka y Mashka se quedaron sin elpeludo y sin el abrigo, y no podían salir a lacalle; estaban obligadas a correr únicamentealrededor de la casa, abrigadas sólo con losvestidos, corriendo y atrapándose una a laotra, con ruido infernal que causaba muchasmolestias a los habitantes de la isba, que iban yvenían constantemente. Una vez Mashkachocó con la mujer del carpintero, que llevabaagua, y aunque la niña rompió a llorar con an-ticipación, por haberse golpeado con los piesde la vecina, ésta le dio un tirón de cabellos yMashka se puso a llorar más fuerte aún.Cuando no topaba con nadie, brincaba sobre lacubeta al pasar la puerta y subía encima de laestufa. Solamente la señora y Akulina se in-quietaban por el propio Polikey, pues los hijosse preocupaban sólo por los abrigos. Cuando

89/158

Page 90: Tolstoi - backend.educ.ar

llegó Egor Mikáilovich para el acuerdo diariocon la señora, fue interrogado por ésta acercadel regreso de Polikey, y dónde podría hallarse.Sonrió y contestó:

-Yo no lo puedo saber -visiblemente satis-fecho de que se fueran justificando sustemores-. Ya al medio día era tiempo que hu-biese llegado -añadió significativamente.

Durante todo el día nadie en Pokrosvskoiesupo nada de Polikey. Muy tarde ya, se dijosolamente que unos mujiks vecinos lo habíanvisto corriendo por la carretera, sin gorro ypreguntando a todos "si no habían encontradouna carta". Otro hombre lo vio durmiendo a laorilla del camino, junto a la carreta, el caballoamarrado.

-Me ha parecido -dijo este hombre-, que es-taba borracho y que el caballo no había comidoni bebido desde hacía lo menos dos días, a talgrado se había enflaquecido.

90/158

Page 91: Tolstoi - backend.educ.ar

Akulina no durmió en toda la noche, es-cuchando siempre si percibía alguna señal desu llegada, ¡pero en vano! Si hubiera estadosola o hubiera tenido una criada que la sirvi-era, seguramente se habría sentido aún másdesgraciada; pero apenas cantaron los gallospor tercera vez, cuando se levantó la mujer delcarpintero, Akulina se vio obligada también alevantarse para ir a la estufa como las demás.Era día de fiesta; era preciso antes de que lleg-ase el día, acabar de cocer los panes, prepararel desayuno, hacer las tortas, ordeñar la vaca,planchar los vestidos y las camisas, lavar a lospequeños, traer agua y no permitir que la vec-ina ocupase ella sola toda la estufa. Sin dejarde atender a todos los ruidos de afuera,Akulina se ocupó de sus labores cotidianas.Llegó el día, y comenzaron a tocar a misa lascampanas; ya se habían levantado los niños,pero Polikey aún no había vuelto. La vísperahabía helado; la nieve cubría desigualmentelos campos, los caminos y los techos de las

91/158

Page 92: Tolstoi - backend.educ.ar

casas; ese día, como si fuera expresamente porser fiesta, presentábase hermoso, con un solespléndido y una atmósfera pura y transpar-ente, de modo que a lo lejos todo se oía y seveía... Akulina, metiendo la cabeza en la estufa,estaba tan preocupada con sus tortas que no sepercató de la llegada de Polikey, y sólo por losgritos de los niños supo que su marido habíallegado. Aniutka, la mayor, ya se había en-grasado los cabellos y se había vestido sin ay-uda de la madre. Llevaba un traje nuevo de al-godón, color rosa, sin almidonar; era un regalode la señora, que le venía como a una muñecay excitaba la envidia de las vecinas; sus cabel-los brillaban por haberse gastado en ellos unmedio cabo de sebo; también sus botas, que,aunque no eran nuevas, eran de cuero delgado.Mashka todavía llevaba su batita y estaba su-cia, de suerte que Anitika no la dejaba acer-carse por miedo de que la manchara. Mashkaestaba precisamente en el patio, cuando llegósu padre con las compras.

92/158

Page 93: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Mi padrecito ha llegado! -gritó-, y entrócorriendo por la puerta, ensuciando al pasar elvestido de Aniutka; ésta, ya sin temer man-charse, se puso a pegar a su hermana, mientrasAkulina, sin poder dejar su trabajo, sólogritaba:

¡Salgan de aquí, o azotaré a todos!

Volvió hacia la puerta ansiosamente lamirada, en el instante que Ílich, con un bultoen las manos, entró en el pasillo y se dirigió in-mediatamente a su rincón. A Akulina leparecía que estaba pálido y que tenía el rostrolloroso y sonriente; pero apenas tuvo tiempode fijarse en ello.

-¿Y qué, Íluch, todo va bien? -preguntó sinmoverse de la estufa.

Ílich murmuró algo incomprensible.

-¿Qué dices? -exclamó-. ¿Has visto ya a laseñora?

Ílich se sentó en el lecho, miró estúpida-mente en torno suyo, sonriendo con su sonrisa

93/158

Page 94: Tolstoi - backend.educ.ar

de hombre bueno y culpable; y durante unlargo rato no contestó nada.

-Dime, Ílich, ¿por qué has tardado tanto? -preguntó Akulina.

-Yo, Akulina mía, ya he entregado el dineroa la señora... ¡Si vieras de qué modo me hadado gracias! -dijo de repente, y comenzó amirar todavía más inquieto y sonriendosiempre. Dos cosas atraían particularmentesus ojos inquietos y abiertos, como si tuviesefiebre; el pequeñito que estaba en la cuna y lascuerdas con que estaba atada ésta. Se acercó ala cunita y comenzó con sus delgados dedos adesatar la cuerda. Después su mirada se fijó enel niño; pero en este instante entró en el rincónAkulina, con las tortas en una tabla, y Polikeyse metió apresuradamente las cuerdas en elbolsillo y se sentó de nuevo en la cama.

-¿Qué tienes, Ílich? -¿te sientes mal? -pre-guntó Akulina.

-Es que no he dormido -contestó Polikey.

94/158

Page 95: Tolstoi - backend.educ.ar

De pronto pasó veloz por delante de laventana y poco después entró como una flechaAksiutka, la muchacha de arriba.

-La señora ordena a Polikey Ílich que vengainmediatamente -dijo-. Que venga inmediata-mente; lo ordena Advotia Mikáilovna....inmediatamente.

Polikey miró a Akulina y a la muchacha.

-¡Voy en seguida!, ¿qué se le ofrecetodavía? -dijo de una manera tan natural, queAkulina se tranquilizó.

-Tal vez lo quiere gratificar -pensaba-.

-Di que ahora mismo voy.

Levantóse y salió; mientras tanto, Akulinatomó una artesa, la puso en el banco, vertióagua de los cubos que se hallaban junto a lapuerta, añadió agua caliente de la estufa, se ar-remangó las mangas y probó su temperaturacon la punta de los dedos.

-Ven, Mashka, voy a lavarte.

95/158

Page 96: Tolstoi - backend.educ.ar

La niña, al oír esto, se puso a chillar.

-Ven, tiñosa, después te pondré una camisalimpia. ¡Vamos, basta de historias! Ven, queluego he de lavar también a tus hermanos.

Mientras tanto Polikey no seguía a lamuchacha de arriba, sino que se dirigía haciamuy opuesto lado. En el pasillo había, junto ala pared, una escalera muy recta que conducíaal granero. Polikey, una vez fuera, miróentorno, y al no ver a nadie, se inclinó y subiórápidamente por la escalera.

-¿Qué significa esto?... No viene Polikey... -dijo la señora con impaciencia, dirigiéndose aDuniasha, que estaba peinándola-. ¿Dónde seha metido?, ¿por qué no viene?

Aksiutka de nuevo corrió a la isba de loscriados; de nuevo entró bruscamente en elpasillo, diciendo que Ílich fuese inmediata-mente a ver a la señora .

-Pero, si hace ya un rato que ha salido -con-testó Mulina, quien, después de haber lavado y

96/158

Page 97: Tolstoi - backend.educ.ar

arreglado a Mashka, acababa de meter en elbaño a su pequeñuelo; y a pesar de sus grandeschillidos, comenzó a mojarle la cabellera. Elniño gritaba haciendo muecas, agitaba susmanecitas como si quisiera agarrarse de algo;con una mano Akulina detenía su robustocuerpecito lleno de hoyuelos, y con la otra loiba lavando.

-Anda, mira que no se haya quedado dor-mido en alguna parte -dijo Mulina, pleno ya elcorazón de inquietud.

En este momento la mujer del carpintero,sin peinar todavía, a medio vestir, recogida lafalda, subió al granero para traer su vestidoque había puesto allí a secar. De pronto se es-cuchó en el granero un grito horroroso, y lamujer del carpintero, como una loca, cerradoslos ojos, de espaldas, rodaba escaleras abajo.

-¡Ílich! -exclamó espantada.

Akulina dejó de sostener al chico.

-...¡Ahorcado! -aullaba la carpintera.

97/158

Page 98: Tolstoi - backend.educ.ar

Akulina salió corriendo al pasillo, sin darsecuenta de que el pequeño rodaba como unapelota, cayendo de cabeza al agua con lospiececitos hacia arriba.

-En la viga.... ¡está colgado! -gritaba lacarpintera, que se contuvo al ver a Mulina.

Akulina se lanzó por la escalera y antes deque lograran detenerla llegó arriba; pror-rumpió en un grito espantoso y cayó como uncadáver; se hubiera matado seguramente si nola reciben en sus brazos las gentes que de to-dos lados hablan acudido.

98/158

Page 99: Tolstoi - backend.educ.ar

XIDurante algunos minutos fue imposible

que nadie se entendiera en medio de aquellaconfusión general. La multitud que se habíareunido era enorme; todos gritaban, todoshablaban, los niños y los viejos sollozaban.Akulina permanecía desvanecida. Por fin elcarpintero y el intendente, que ya también es-taban allí, subieron las escaleras mientras lacarpintera contaba por vigésima vez cómo,«sin pensar en nada», había subido al graneropara recoger su ropa tendida a secar, y cómovio allí de pronto a un hombre...

-Miro, y era Ílich, el gorro al revés, frente aél, en el suelo, y los pies balanceándose... ¿Esposible? ¡Un hombre se ha ahorcado y yo lo hede ver!... Ni yo misma lo recordaba cuandocaía escaleras abajo. Y qué milagro: ¡Dios meha protegido! Seguro que Dios mismo me ha

Page 100: Tolstoi - backend.educ.ar

salvado. No es poca cosa; la escalera tan dere-cha y tan alta. ¡Sin duda que me hubieramatado!

Los hombres que se habían atrevido asubir, contaban la misma cosa: Ílich, en camisay pantalón, se había colgado a una viga con lascuerdas que había cogido de la cuna. El gorro,de revés, se hallaba allí mismo. Habíase quit-ado el armiak y la shuba dejándolos bien do-blados en el suelo. Las puntas de los pies casitocaban el piso y ya no mostraba la menorseñal de vida. Mulina, ya vuelta en sí, quisosubir de nuevo la escalera, pero la detuvieron.

-Madrecita, ¡Sionka se ha ahogado! -gritóde pronto la niña balbuciente, desde el rincón.

Akulina se libró de los que la detenían ycorrió para allá. El chicuelo, inmóvil, sehallaba boca abajo, en la artesa, y sus piececi-tos estaban rígidos. Akulina lo sacó, pero elniño ya no respiraba ni se movía. Akulina lotiró sobre el lecho y apoyándose en las dos

100/158

Page 101: Tolstoi - backend.educ.ar

manos dio una carcajada tan fuerte, ruidosa yterrible, que Mashka, que al principio tambiénempezó a reír, se tapó las orejas y llorando cor-rió hacia el pasillo. La gente gritaba y lloraba, ymuchos entraron en el rincón. Secaron al niñoy empezaron a frotarlo, pero todo fue inútil.Mulina, tendida sobre el lecho, lanzaba talescarcajadas que cuantos se acercaban a oírlaquedaban horrorizados.

Al ver aquella muchedumbre de hombres,mujeres, ancianos y niños que se agolpaban enel pasillo, era posible darse cuenta del enormenúmero de gentes que vivían en el pabellón delos dvorovuy. Todos se agitaban, todos hab-laban, muchos lloraban, pero nadie hacíanada. La mujer del carpintero encontrabasiempre a alguien que no había oído todavía lahistoria, y de nuevo contaba cómo se habíaafectado profundamente su sensible corazóncon tan extraordinario espectáculo, y cómoDios la había salvado de una caída mortal en laescalera. El viejo despensero, con un abrigo de

101/158

Page 102: Tolstoi - backend.educ.ar

mujer, contaba también cómo en tiempos delantiguo señor, una mujer se había ahogado enel estanque. El intendente envió mensajeros alcomisario y al cura y dispuso a una guardia alpie del granero. Aksiutka, la corredora de ar-riba, pegó los saltones ojos a un agujero quehabía en la pared del granero, y aunque no velanada, allí se estaba sin pensar en dar aviso a laseñora. Agafia Mijáilovna, doncella de la anti-gua señora, iba pidiendo té para calmar susnervios, y lloraba. La abuela Ana, con susregordetas manos impregnadas de aceite corri-ente, arreglaba sobre la mesa el cadáver delniño. Las mujeres se habían quedado en tornode Akulina y la contemplaban en silencio. Losniños se acurrucaban en los rincones y cadavez que miraban a la madre rompían a llorar;después, callándose, se acercaban a mirarla denuevo y se apretaban todavía más los unos conlos otros. Los pilluelos y los mujiks se amon-tonaban en la gradería, mirando por la puertay por las ventanas, sin ver ni comprender

102/158

Page 103: Tolstoi - backend.educ.ar

nada, preguntándose unos a otros qué era loque había sucedido. Uno decía que el carpin-tero había partido con el hacha la pierna a sumujer. Otro afirmaba que la planchadora habíadado a luz tres gemelos, o bien, que la gata delcocinero tenía rabia, y que habla mordido a lasgentes. Pero poco a poco fue circulando la ver-dad de lo ocurrido, y al fin llegó a oídos de laseñora, y aun parece que nadie se cuidó de pre-pararla. El brutal Egor le contó el hecho sinatenuar detalle, y de tal modo afligió a laseñora, que durante largo tiempo no pudosobreponerse. La multitud comenzaba acalmarse; la mujer del carpintero prendió elsamovar y preparó el té, de modo que los ex-traños a la casa, a quienes no se convidaba,hallaron indecoroso permanecer allí por mástiempo. Los muchachos comenzaron a pelearseen la gradería. Todos sabían ya de qué setrataba y persigándose se iban dispersando,cuando de pronto se oyeron exclamaciones:"¡La señora, la señora!", y todos se

103/158

Page 104: Tolstoi - backend.educ.ar

amontonaron de nuevo para dar paso al ama;pero también tenían un gran deseo de ver loque iba a hacer. La señora, pálida, llorosa, sedirigió por el pasillo al rincón de Akulina. Do-cenas de cabezas se apretaban una a la otramirando por la puerta. Una mujer embarazadase encontró en tales apreturas que se puso achillar, y de esta suerte logró ponerse enprimera fila. ¿Quién podía no sentir deseos dever a la señora en el rincón de Akulina? Paraestos siervos tal cosa era lo mismo que lasluces de bengala al fin de una fiesta; tiene queser cosa de importancia si se encienden lucesde bengala, y debía tratarse de no poca cosacuando la señora, con sus sedas y bordados,entraba en el rincón de Akulina. La señora seacercó a la mujer y la cogió cariñosamente;pero Akulina la rechazó con brusquedad. Losviejos siervos menearon sus cabezas en señalde reproche.

-¡Akulina -dijo la señora-, tienes hijos, tenpiedad de ti ... !

104/158

Page 105: Tolstoi - backend.educ.ar

Akulina lanzó una carcajada y se levantódel lecho.

-¡Mis hijos son todos de plata, todos deplata ... ! Papeles yo no tengo ninguno... -mur-muró precipitadamente-. Yo se lo decía: Ílich,no tomes papeles, ya lo ves... ¡Te han untado,untado con alquitrán! Alquitrán y jabón,señora mía... Cualquier roña se quitainmediatamente... -y de nuevo se echó a reírestúpidamente.

La señora se volvió a otro lado y ordenófueran en busca del enfermero y de mostaza.

-Dadle agua fría -añadió, y ella misma sepuso a buscarla; pero al ver a chicuelo muerto,junto al cual se hallaba parada la abuela Ana,la señora se cubrió el rostro y todos pudieronver que lloraba.

Mientras tanto, la abuela Ana (qué lástimaque la señora no haya hecho caso de ello, puespodía haberlo apreciado, ya que todo lo hacíapor estar ella presente) cubrió al chiquillo con

105/158

Page 106: Tolstoi - backend.educ.ar

un pedacito de manta, arregló su manecita consu mano regordeta, y de tal modo movió lacabeza y estiró sus labios, medio cerrando consentimiento los ojos, y de tal modo suspiró,que pudieron todos convencerse de su buencorazón; pero la señora no se percató de nadade esto, ni podía percatarse; sollozaba fuerte-mente, le dio un ataque nervioso y fue precisoconducirla fuera, sosteniéndola de las manos, yacompañarla hasta la casa.

"Todo esto es en provecho de ella",pensaron muchos, y comenzaron a retirarse.Akulina seguía riendo a carcajadas y diciendocosas incoherentes. La llevaron a otro cuarto,le aplicaron sangrías, le pusieron sinapismos yhielo en la cabeza pero continuaba sin darsecuenta de lo que pasaba en torno suyo. Nolloraba, reía, hablando y haciendo tales cosas,que la buena gente que se quedó a cuidarla nopodía contener la risa.

106/158

Page 107: Tolstoi - backend.educ.ar

XIINo estuvo nada alegre la fiesta en Pok-

rovskoie. Aunque el día era hermosísimo, nosalió la gente a divertirse las muchachas no sereunieron para cantar canciones; losmuchachos de la fábrica, que vinieron de laciudad, no tocaron sus acordeones, ni susbalalaikas, ni jugaron con las doncellas...Todos se quedaban recluidos en sus rincones, ysi hablaban, lo hacían en voz baja, como si unespíritu maligno estuviera presente y pudieseoírles. Durante el día, menos mal, pero al atar-decer, al llegar la noche, empezaron los perrosa aullar, y por desgracia se levantó un vientotremendo que silbaba con furia en las chime-neas, de modo que tal horror se apoderó de to-dos los habitantes de la quinta, que quienesposeían cirios los encendieron ante las imá-genes; si alguno se hallaba solo en su rincón,acudía a pedir hospitalidad por la noche a sus

Page 108: Tolstoi - backend.educ.ar

vecinos, donde había más gente; el que teníaque cuidar de los establos no lo hizo, dejandoesa noche al ganado sin alimento. El aguabendita, que en una botellita cada unoguardaba en su casa, fue gastada por completodurante la velada. No fueron pocos los que oy-eron cómo alguien andaba pesadamente por elgranero, y hasta el forjador dijo haber vistocómo una serpiente de fuego atravesó el aire,en dirección al granero mismo. En el rincón dePolikey no había quedado nadie: los niños y laloca fueron trasladados a otra parte; y junto alcadáver del chicuelo permanecieron única-mente dos mujeres ancianas y una monjatranseúnte, que por su propio afán leía los sal-mos, no por el niño, sino en general por tantasdesdichas, porque así lo había mandado laseñora. Las ancianas y la peregrina habían per-cibido con sus propios oídos, que al fin de cadaparte de los salmos temblaba la viga delgranero y alguien gemía. Entonces leyeron elsalmo: Dios resucitará, y todo volvía a quedar

108/158

Page 109: Tolstoi - backend.educ.ar

en paz, La mujer del carpintero llamó a sucomadre para que la acompañara aquellanoche, y por no poder dormir se acabaron todoel té destinado a la semana. También ellashabían oído crujir las vigas, como si cayesensacos. Los mujiks que estaban de guardiadaban algún ánimo a los dvorovuy, pues de locontrario, en aquella noche, todos hubiesenmuerto de miedo. Esos mujiks estaban acosta-dos en el pasillo sobre un poco de heno, y tam-bién aseguraban, a la mañana, que habían oídoalgo prodigioso en el granero, aunque durantela noche habían charlado tranquilamente delreclutamiento, habían comido pan, se habíanrascado, y, lo principal, habían llenado elpasillo con su hedor especial de mujiks, de talmanera que la mujer del carpintero, pasandopor delante de ellos, escupió y los llamó"rudos".

Como quiera que fuese, el ahorcado estabaaún en el granero y el espíritu del mal parecióque aquella noche cubría con sus alas

109/158

Page 110: Tolstoi - backend.educ.ar

gigantescas el pabellón, dando una prueba desu inmenso poder, más cerca que nunca de es-tas pobres gentes. Al menos, esto era lo que to-do el mundo sentía. No sé si era exacto; yo, pormi parte, supongo que no. Creo que si algúnatrevido hubiese tomado una linterna y, per-signándose o sin hacerlo, hubiese subido algranero, rompiendo con la luz el horror de lanoche e iluminando las vigas, la arena delsuelo, la techumbre cubierta de telarañas y losvestidos olvidados por la mujer del carpintero,y al fin se hubiese acercado a Ílich, conser-vando la serenidad del corazón, y levantado lalinterna hasta la altura del rostro, sólo habríavisto el cuerpo flaco bien conocido, con los piestocando el suelo, pues se había aflojado lacuerda, inclinado a un lado, el cuello de lacamisa desabrochado y sin que dejase asomarcruz o medalla; la cabeza caída sobre el pechoy el bondadoso rostro con los ojos abiertos ysin ver, la sonrisa de ternura y de culpa.... enmedio de una serena tranquilidad y un

110/158

Page 111: Tolstoi - backend.educ.ar

profundo silencio. Afirmo que era más horriblede ver la mujer del carpintero, que escondía lacabeza en la cama, con los cabellos en de-sorden y los ojos espantados, afirmando queoía caer los sacos del granero; esta mujer es-taba horrorosa, más terrible que Ílich, aunquea éste le hablan quitado la cruz para ponerlasobre la viga.

Arriba, es decir en casa de la señora, rein-aba el mismo terror que en el pabellón de laservidumbre. El cuarto de la señora estaballeno de olor de agua de Colonia y de mixturas.Duniasha estaba fundiendo un pedazo de ceraamarilla y preparaba un cerato. ¿Para qué iba aservir este cerato? No lo sé yo; sé únicamenteque siempre que se hallaba indispuesta laseñora se hacia esta preparación. Y en realid-ad, en la ocasión presente, la señora estabacasi enferma. La tía de Duniasha había venidoa pasar la noche con ésta, para darle algún val-or; se hallaban las cuatro reunidas en cuartode la doncella y hablaban en voz baja.

111/158

Page 112: Tolstoi - backend.educ.ar

-¿Quién irá a buscar el aceite? -preguntóDuniasha.

-¡Yo no iré, Advotia Nikáilovna, no iré pornada del mundo! -exclamó la segundadoncella.

-¿Qué dices?... Vete con Aksiutka -dijoDuniasha.

-Ya iré yo sola.... no tengo miedo de nada -afirmó Aksiutka, comenzando a temblar en elmismo instante.

-Anda, pues, niña, pide a la abuela Ana quete lo dé en un vaso, pero ten cuidado de que nose derrame -concluyó Duniasha.

Aksiutka se recogió las faldas con unamano, y aunque a consecuencia de esto nopudo balancear los dos brazos, balanceó el quele quedaba libre, con doble velocidad, cortandola línea de su dirección y echando a correr.Tenía mucho miedo y sentía que si topara enaquel instante con alguien, aunque fuera supropia madre, que vivía aún, moriría del susto.

112/158

Page 113: Tolstoi - backend.educ.ar

Iba casi volando y con los ojos medio cerrados,por el camino bien conocido.

113/158

Page 114: Tolstoi - backend.educ.ar

XIII-La señora, ¿duerme o no? -preguntó de

pronto gana voz, fuerte, de mujik, cerca de losoídos de Aksiutka. Esta abrió los ojos, quetenía medio cerrados, y vio delante a unhombre que en el primer momento le pareciómás grande que la casa; dio un grito y se pusoa correr de tal modo que la falda parecía volartras ella. De un salto se encontró en la graderíade la casa señorial, de otro en la estancia de loscriados y, haciendo exclamaciones salvajes, seechó en la cama.

Duniasha, su tía y la otra doncella por pocose mueren de miedo; no habían tenido tiempode reponerse cuando oyeron ya unos pasos len-tos, pesados e irresolutos, primero en el pasilloy después junto a la misma puerta. Duniashacorrió hacia el cuarto de la señora, dejandocaer al suelo el cerato; la otra doncella

Page 115: Tolstoi - backend.educ.ar

procuraba esconderse tras algunas ropas queestaban colgadas en la pared; la tía, una mujermás valiente, quería detener la puerta, peroésta ya se había abierto, y entró un mujik. Erael viejo Dutlov con sus barcazas en los pies. Sinpreocuparse M susto producido a las doncel-las, buscó con los ojos el sagrado icono, y noviendo la pequeña imagen que se hallaba en unrincón, se santiguó delante del pequeño est-ante con tazas; dejó su gorro en el reborde dela ventana y, hundiendo la mano en su peludo,muy adentro, como si quisiese rascarse la ax-ila, sacó al fin el sobre con los cinco sellos rojosde lacre que llevaban un ancla. La tía de Duni-asha se apretó el pecho... Dijo apenas con vozentrecortada:

-¡Cómo nos has asustado, Naúrnich! Nopuedo ni decir palabra. Creí que había llegadomi fin...

-¡Vaya una manera de entrar! -exclamó lasegunda doncella, apareciendo detrás de laropa.

115/158

Page 116: Tolstoi - backend.educ.ar

-Has asustado también a la señora -dijoDuniasha entrando en la pieza-. ¿Cómo te per-mites entrar por la gradería de las criadas sinpreguntar? ¡Eres un verdadero mujik!

Dutlov, sin pedir perdón, repitió que le eraabsolutamente preciso ver a la señora.

-Está enferma -dijo Duniasha.

En aquel momento, Aksiutka se echó a reírtan estrepitosamente, que de nuevo hubo deesconder la cabeza bajo la almohada, y duranteuna hora, a pesar de las amonestaciones deDuniasha y de su tía, no pudo retener la es-truendosa risa apenas levantaba la cabeza,como si algo fuese a romperse en su pecho obien en sus rojas mejillas. Parecíale cosaridícula que se hubiesen asustado todas deaquel modo, y no paraba de reír, agitando suspies y todo su cuerpo en grandes convulsiones.

Dutlov se fijó en ella un momento, se laquedó mirando con atención como si supieselo que pasaba a la muchacha, pero no logrando

116/158

Page 117: Tolstoi - backend.educ.ar

comprender nada, se volvió y continuó sudiscurso.

-He dicho que se trata de un asunto muyinteresante; basta que diga usted a la señoraque un mujik ha encontrado una carta condinero...

-¿Qué dinero?

Duniasha, antes de ir a avisar, leyó el sobrey preguntó a Dutlov dónde y cómo había hal-lado ese dinero, que debió haber traído Ílich dela ciudad. Bien enterada de todos estos de-talles, Duniasha empezó por arrojar fuera delcuarto a Aksiutka, que no cesaba de reír, y en-tró finalmente a ver a la señora ... ; pero congran extrañeza de Dutlov, la señora no quisorecibirlo ni dio instrucciones exactas a ladoncella.

-Nada sé y nada quiero saber -había dichola señora-: no me importa ni el mujik ni eldinero; no puedo y no quiero ver a nadie. ¡Queme dejen en paz!

117/158

Page 118: Tolstoi - backend.educ.ar

-¿Y qué hago yo de esto? -dijo Dutlov,volviendo de un lado a otro el sobre-. No essuma pequeña. ¿Qué está escrito encima? -pre-guntó a Duniasha, que de nuevo leyó ladirección.

Dutlov seguía en sus dudas. Tuvo la esper-anza de que tal vez el dinero no era de laseñora, que habrían leído mal la dirección.Pero Duniasha lo convenció. El mujik suspiró,metió el sobre en el bolsillo e iba a salir:

-No habrá más remedio que hacer entregade esto al stanovoy -dijo.

-Aguarda, lo in deteniéndolo, mientras con-templaba cómo desaparecía el sobre en elbolsillo del mujik-. Dámelo.

Dutlov lo sacó de nuevo, pero vacilaba enentregar la carta a la criada que le tendía lamano.

-Dile que es Dutlov Simeón, que lo ha en-contrado en la carretera.

Stanovoy jefe de policia de la demarcación.

118/158

Page 119: Tolstoi - backend.educ.ar

-Ya lo sé, dámela.

-Creí anteriormente que era una simplecarta, pero un soldado me explicó que contienedinero.

_Sí, pero dame...

-Yo no me hubiera atrevido a entrar enporque no... -volvió a decir Dutlov sin entregarel sobreprecioso-. Así avísele usted.

Duniasha tomó el sobre y entró de nuevo aver a la señora.

-¡Por Dios, Duniasha! -dijo la señora e re-proche-, no me hables de este dinero. Bastaque me acuerde del pobre, del inocentechicuelo...

-El mujik, señora, no sabe a quién mandausted entregarlo -dijo de nuevo Duniasha.

La señora rompió el sobre, y a la vista deldinero se estremeció y quedó pensativa; luegoexclamó:

119/158

Page 120: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Maldito dinero! ¡De cuántas desgracias escausa!

-Dut1ov, señora, es quien lo ha encontrado.¿Ordena usted que se vaya o que pase? Por lodemás, no sabemos si está el dinero completo.

-Yo no quiero este dinero; es un dineromaldito. ¡Cuántas desgracias ha traído! Dileque se lo guarde si lo quiere -exclamó laseñora, buscando la mano de la criada---. Sí,sí, sí -repitió la señora mirando a la perplejadoncella-, que se lo lleve y haga con él lo quequiera.

-Son mil quinientos rublos... -objetó Duni-asha sonriendo como si hablase con un niño.

-Que lo tome todo -repitió la señora conimpaciencia. ¿No me comprendes? Es undinero maldito; nunca me hables de él. Que selo lleve el mujik que lo ha encontrado. ¡Vete, tedigo, vete!

Duniasha regresó al cuarto de las criadas, ytendió el sobre a Dutlov.

120/158

Page 121: Tolstoi - backend.educ.ar

-¿Está completo el dinero? -preguntó éste.

-Cuéntalo tú mismo -dijo Duniasha-. Laseñora ordena entregártelo a ti.

Dutlov se metió el casquete bajo el brazo einclinándose comenzó a contar.

-¿No hay ábaco?

Dutlov había entendido que la señora, porno saber contar, le encargaba que él lo hiciera.

-¡Ya lo contarás en tu casa, pues es tuyo eldinero! -dijo Duniasha con cólera. "No quieroverlo -dijo la señora, entrégalo a quien lo hatraído".

Dutlov sin cambiar de postura clavó sumirada en Duniasha.

La tía de Duniasha palmoteó las manos.-¡Madrecitas mías! ¡Vaya una suerte! ¡Madre-citas mías!

-No diga usted bromas, Advotia Nikolai-¡Qué broma! Ordenó que lo entregara almujik... Toma, pues, el dinero y lárgate ya -dijo

121/158

Page 122: Tolstoi - backend.educ.ar

Duniasha sin disimular su despecho-. Lo quees desgracia para unos es dicha para otros.

-¡Mil quinientos rublos no son poca cosa! -exclamó la tía.

-Aquí hay todavía más -asintió Duniasha-.Un cirio de diez kopeks sacrificarán a SanNicolás, -dijo Duniasha con burla-. ¿Como, to-davía no vuelves en ti? Si esto hubiese caído enmanos de un pobre, menos mal; pero tú tienesya bastante con lo tuyo.

Dutlov comprendió, finalmente, que no eraaquello una broma; recogió los billetes quehabía extendido sobre la mesa, para contarlos,metiéndolos en el sobre; pero sus manostemblaban y se volvía a mirar a las doncellaspara convencerse de que no era broma.

-Vedle cómo no vuelve en sí de alegría -dijoDuniasha, mostrando que a pesar de todo de-spreciaba al mujik y al dinero-. Dame, teayudaré.

122/158

Page 123: Tolstoi - backend.educ.ar

Y quería cogerlos. Pero Dutlov no se lo per-mitió; arrebató todo el dinero, lo metió en subolsillo y cogió el gorro.

-Vaya, ¿estás contento?

-No sé qué decir... He aquí...

No acabó la frase; agitó la mano, sonrió,hizo una mueca como si fuera a llorar, y salió.

Oyóse el timbre del cuarto de la señora.

-¿Se lo has entregado ya?

-Sí.

-¿Y está contento?

-Parece loco.

-Llámalo, le preguntaré cómo lo ha encon-trado; que venga aquí, porque no puedo salir.

Duniasha salió corriendo y alcanzó aDutlov en el pasillo. Sin ponerse el sombrero,el mujik había sacado su bolsa y la desataba,teniendo el dinero entre los dientes. Tal vez leparecía que mientras no se hallara en su bolsa

123/158

Page 124: Tolstoi - backend.educ.ar

no le pertenecía. Cuando Duniasha lo llamó seasustó.

-¡Cómo! Advotia... ¿Advotia Mikáilovnaquiere acaso quitarme ahora el dinero? ¡Inter-cede por mí, por Dios, y yo te traeré miel!

-¡Oh!, ya bastante nos has traído -dijo ladoncella con ironía.

De nuevo se abrió la puerta y el mujik fueintroducido en el cuarto de la señora. Sualegría desapareció: "Quiere tomarme eldinero", pensaba. "Dios sabe por qué", y al en-trar levantaba muy alto sus pies, como si an-duviese entre yerba crecida, procurando nogolpear sus sandalias en el suelo. No compren-día y no veía nada a su alrededor. Pasaba antelos espejos, veía algunas flores, un mujik quelevantaba los pies muy altos, el retrato de unseñor con monóculo, una maceta verde, y algoblanco... Y de pronto esta forma blanca comi-enza a hablar; era la señora. Dutlov no com-prendía nada, no hacía más que abrir

124/158

Page 125: Tolstoi - backend.educ.ar

grandemente los ojos; no comprendía dónde sehallaba y todo le parecía como envuelto ennieblas.

-¿Eres tú, Dutlov?

-Yo soy, señora. Está intacto, como loencontré -dijo-. Tampoco a mí me agradan es-tas cosas. Casi he acabado con mi caballo...

-Bueno, ha sido tu suerte -dijo la señoracon sonrisa de desprecio y bondad al mismotiempo-. Tómalos, son tuyos.

Dutlov abría más aún los azorados ojos.

-Me agrada que tú los tengas. ¡Quiera Diosque te traigan provecho!... ¿Estás muycontento?

-¡Cómo no estar contento, señora! ¡Tancontento, tan contento, madre mía! Siemprerezaré por usted a Dios. ¡Que viva muchosaños la señora, en la gracia de Dios!... Pero detodos modos, no es culpa mía...

-¿Y cómo hallaste ese dinero?

125/158

Page 126: Tolstoi - backend.educ.ar

-Porque siempre tratamos de agradar a laseñora, con honradez y no como...

-Ya no sabe lo que dice, señora... -dijoDuniasha.

-Volvía de acompañar a la ciudad al recluta,mi sobrino, y lo hallé en medio de la carretera;sin duda que Polikey lo había dejado caer, in-voluntariamente, por descuido...

-Bueno, anda, anda, amigo...; yo quedocontenta.

-¡Y yo más todavía, madrecita!... -mur-muraba el mujik.

Después se acordó que ni siquiera le habíadado las gracias y que había demostrado muypoca educación. La señora y Duniasha son-reían, mientras que él de nuevo andaba comoentre yerba alta, costándole mucho trabajocontenerse para no echar a correr. Se imagin-aba siempre que de pronto lo iban a detenerpara quitarle el dinero.

126/158

Page 127: Tolstoi - backend.educ.ar

XVIUna vez fuera, Dutlov se apartó un poco del

camino y se detuvo debajo de unos tilos; sequitó el cinturón para coger más fácilmente subolsa y metió los billetes dentro. Sus labiostemblaban, y ora se alargaban, ora se con-traían, aunque no articulaba el más débilsonido. Después de haber guardado bien eldinero y de haberse apretado el cinturón, sesantiguó y tomó otra vez el camino, aunquemarchando de un lado a otro, lo mismo que unhombre borracho, porque de tal modollenaban su cabeza las más extravagantesideas. De pronto, apareció entre la oscuridadun hombre que se dirigía hacia él, y dio unavoz: era Efim, que con un gran bastón en lamano, guardaba el pabellón.

_¡Eh, tío Semión! -exclamó alegrementeEfim, acercándose al viejo. (Efim tenía miedo

Page 128: Tolstoi - backend.educ.ar

de estar solo). ¡Vaya!, ¿conque ya ha llevadousted los reclutas a la ciudad?

-Sí, ya los llevamos. Y tú, ¿qué haces aquí?

-Pues me han dejado aquí para guardar aÍlich, el ahorcado.

-¿cómo?... ¿Dónde está?

-Allá arriba, en el granero; dicen que seahorcó --contestó Efimka, señalando con elbastón al oscuro techo del edificio.

Dutlov llevó la vista a la dirección indicaday, aunque nada vio en absoluto, hizo unamueca de repugnancia, medio cerró los ojos ymeneó la cabeza.

-Ya ha llegado el stanovoy -dijo Efimka-,así me dijo el cochero. Ahora lo van a quitar. ¡Yqué horrible es hacerlo por la noche, tíoSemión! Por nada subiría yo allá arriba denoche, aunque me lo ordenaran, aunque EgorMikáilovich me matara; no iría.

128/158

Page 129: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Qué pecado!, ¡qué gran pecado!, repetíaDutlov, únicamente por bien parecer; porqueno penaba en lo que decía y sólo deseaba llegara casa. Pero la voz de Egor Mikáilovich lodetuvo.

-¡Eh!, guardián, ven acá -gritó el intendentedesde la gradería.

-Voy enseguida -contestó Efim.

-¿Quién es el mujik que estaba contigo?

-Dutlov.

-¡Ven, pues, también, Semión!

Al acercarse vio Dutlov, a la luz de una lin-terna que llevaba el cochero, a EgorMikáilovich acompañado de un funcionario,hombre de corta talla, con una escarapela en elcasquete y con abrigo militar; era el stanovoy.

-Vaya, el viejo vendrá con nosotros -dijoEgor Mikáilovich al verle.

El viejo sintió disgusto, pero no había yamodo de retroceder.

129/158

Page 130: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Eh!, tú, Efimka, tú que eres joven, corre algranero y arregla la escalera de modo que suseñoría pueda subir.

Efimka, el mismo que no quería por nadade este mundo acercarse al granero, corrióhacia allá golpeando con sus sandalias como sillevase vigas. El policia sacó chispas del ped-ernal y encendió su pipa. Vivía a dos verstas dela población y acababa su jefe de reñirle enér-gicamente, por borracho, y por esto mostrabaahora un exceso de celo; llegado a las diez de lanoche, quiso examinar inmediatamente alahorcado. Egor Mikáilovich preguntó a Dutlovpor qué se encontraba allí, y mientras fueroncaminando, el viejo contó a Egor la historia deldinero hallado y lo que acerca de él había dis-puesto la señora. Dutlov añadió que había ven-ido también para pedir permiso a EgorMikáilovich para quedarse con el dinero. El in-tendente demandó que se le enseñase el sobrey el espantado Dutlov se lo mostró. También elstanovoy tomó el sobre en sus manos y de una

130/158

Page 131: Tolstoi - backend.educ.ar

manera breve y seca interrogó respecto a losdetalles.

-¡Perdido está mi dinero! -pensó el viejo ycomenzó a dar excusas. Pero el stanovoy de-volvió el dinero.

-¡Qué suerte ha tenido este oso! -dijo.

-Le viene perfectamente -dijo EgorMikáilovich-. Le ha caído de soldado unsobrino, y ahora lo podrá sacar.

-¡Ah! -murmuró el stanovoy acercándosele.

-¿Verdad que librarás ahora a Iliuska? -añadió Egor Mikáilovich.

-¿Cómo hacerlo? No sé si habrá bastantedinero.... además, puede que sea ya demasiadotarde.

-¡Haz lo que quieras! -dijo el intendente, yambos siguieron al policía.

En esto llegaron todos cerca del departa-mento de los dvoromy, en cuyo pasillo los es-peraban los guardas mal olientes, con una

131/158

Page 132: Tolstoi - backend.educ.ar

linterna preparada. Dutlov se quedó atrás. Losguardas tenían un aire culpable que se podríaexplicar únicamente por su mal olor, pues porlo demás, no habían cometido ningún crimen.Todos callaron.

-¿Dónde? -interrogó el policía.

-Aquí -murmuró el intendente, añadiendo-:Efimka, tú que eres un muchacho muy joven,andan por delante con la linterna...

Efimka había ya afianzado bien la escaleray parecía haber perdido toda clase miedo. Demodo que, casi alegre el rostro, empezó porsubir dos o tres escalones de un salto, volvién-dose de vez en cuando para alumbrar al stano-voy, a quien seguía el intendente. Cuando es-tuvieron arriba, Dutlov puso un pie en la escal-era, suspiró hondamente y se detuvo. Pasaronunos dos minutos, y los pasos en el granero secalmaron: sin duda que ya habían llegadojunto al cadáver.

132/158

Page 133: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Tío, a ti te llaman! -gritó Efimka por elagujero.

Dutlov subió. El stanovoy y EgorMikáilovich se veían a la luz de la linterna ún-icamente con medio cuerpo. Detrás de ellos sedistinguía la espalda de otra persona. Era Po-likey. Dutlov pasó por encima de una viga y,santiguándose, se detuvo.

-Volvedle, muchachos -dijo el stanovoy.

Nadie se movió.

-Efimka, tú que eres más joven -dijo EgorMikáilovich.

"El más joven" brincó por la viga y, vol-teando el cadáver, se paró junto a él mirandocon aire satisfecho, ora a Ílich, ora a la autorid-ad: así lo hace un domador o un prestidigita-dor, mirando ya al público, ya al objeto de suarte, dispuesto a hacer todo lo que se le pida.

-Vuélvele otra vez.

133/158

Page 134: Tolstoi - backend.educ.ar

Polikey fue vuelto del otro lado; se movíanligeramente sus manos y se arrastraba un pieen el suelo.

-Descuélgalo.

-¿Ordena usted que cortemos la cuerda,Vasily Borisovich? -preguntó el intendente-.Traed un hacha, hermanos.

Fue preciso repetir por dos veces esta or-den a Dutlov y a los guardias para que se acer-casen; pero Efimka, él joven, ya trataba a Ílichcomo a un carnero muerto. Al fin cortaron lacuerda, quitaron el cuerpo y lo cubrieron. Elstanovoy declaró que al otro día vendría elmédico y permitió que la gente se retirara.

134/158

Page 135: Tolstoi - backend.educ.ar

XVDutlov se dirigió rectamente a su casa,

murmurando quién sabe qué cosas. Al princi-pio sentía algo penoso en el pecho, pero a me-dida que fue acercándose a la aldea, se fuedisipando ese sentimiento y la alegría penetra-ba más y más en su corazón. En el pueblooíanse voces que cantaban y gritos de bor-rachos. Dutlov no bebía jamás y siguió su cam-ino, rectamente a casa. Ya era tarde cuandoentró en la isba. Su hijo mayor y los nietosdormían encima de la estufa, y el hijo segundoen la bodega. Solamente estaba despierta lamujer de Ilushka, sentada en un banco, con lacamisa de trabajo, sucia, con los cabellos endesorden y sollozando. No se levantó para ab-rir al tío, sino que comenzó a lamentarse y llor-ar más alto, apenas él entró en la isba. Según laopinión de la vieja las lamentaciones eran muyarmoniosas y bien compuestas, a pesar de que

Page 136: Tolstoi - backend.educ.ar

por su juventud la nuera no podía tener sufi-ciente práctica.

La vieja se levantó y puso la mesa para elesposo. Dutlov corrió a la nuera de la mesa."¡Basta, basta!", -dijo. Axinia se levantó y fue aecharse sobre otro banco sin dejar degimotear. Al acabar la cena, la vieja, sin deciruna palabra, arregló la mesa; el viejo tambiénguardó silencio. Terminado el rezo eructó, lavósus manos y quitando el ábaco del clavo se fuea la bodega. Allí conversó con la vieja reserva-damente un momento, y ella volvió a la isba entanto que él comenzó a mover el ábaco, y al fingolpeó la tapa del cajón, bajando después alsótano, donde permaneció largo tiempo.Cuando subió otra vez, la isba estaba com-pletamente a oscuras, la luchina ya no ardía.La vieja, una baba muy callada durante el día,ya se hallaba acomodado en el lecho y llenabatoda la isba con sus ronquidos. La rebeldemujer de Iliushka también se había acostado,suspirando apenas. Dormía en el banco, sin

136/158

Page 137: Tolstoi - backend.educ.ar

desnudarse y sin ponerse algo bajo la cabeza.Dutlov comenzó a rezar, después dirigió unamirada a la mujer de Iliushka, meneó lacabeza, apagó la luz, eructó otra vez, subió en-cima de la estufa y se acostó junto a supequeño nieto. A oscuras tiró al suelo las san-dalias y se acostó boca arriba, fijándose en al-gún objeto que apenas se distinguía sobre sucabeza, y escuchando el ruido de los animale-jos que caminaban por la pared, los ronquidosde los demás durmientes y los ruidos delganado en el corral. Tardó mucho tiempo endormirse; al aparecer la luna, la isba se alum-bró algo y comenzó a percibir en el rincón aAxinia y algún objeto más que no pudo distin-guir qué cosa seria: podría ser un armiak olvid-ado por su hijo, una cubierta que las babashabían puesto allí o alguien de pie. Si dormía ono, el caso era que Dutiov continuaba mir-ando... Evidentemente, aquel espíritu del malque había conducido al pobre Ílich a latenebrosa tragedia y cuya presencia se sentía

137/158

Page 138: Tolstoi - backend.educ.ar

esta noche en la casa de los dvorovuy, estegenio sombilo alcanzó con su ala también a laaldea, a la isba de Dutlov, donde se hallabaahora el dinero que perdió a Ílich. Por lomenos, Dutlov sentía su presencia, y una in-quietud lo dominó. No pudo dormir, pero tam-poco pudo levantarse. Al ver algo que no pudodistinguir, se acordó al instante de Iliushka,con las manos amarradas por detrás y de Axin-ia con sus lamentos rimados, y de Polikey, consus manos balanceándose. De pronto el viejocreyó ver pasar a alguien por delante de laventana y pensó: "¿Qué es esto? Acaso elstárosta ya viene a despertarme. ¿Y cómo abrióla puerta?", meditaba el viejo al oír pasos en elpasillo: «Acaso la vieja no ha puesto el pasadorcuando salió antes". El perro en el patiocomenzó a aullar, y él andaba por el pasillo (asílo narró después el viejo), como buscando lapuerta; no hallándola comenzó a palpar lapared, tropezó con la cubeta, que cayóhaciendo ruido. De nuevo se puso a palpar así,

138/158

Page 139: Tolstoi - backend.educ.ar

como buscando el picaporte. A poco lo encon-tró. Un escalofrío corrió por el cuerpo delviejo. Luego empujó la puerta y entró con as-pecto de hombre. Y ya sabía Dutlov que era él.Quiso persignarse, pero no pudo hacerlo. Él seacercó a la mesa, cogió el mantel, lo tiró alsuelo y se dirigió hacia la estufa. El viejo lo re-conoció, era él con el semblante de Ílich. Él en-señaba los dientes, balanceando las manos. Élsubió a la estufa, se arrojó sobre el viejo ycomenzó a ahorcarlo.

-¡Mi dinero! -decía Polikey.

-Déjeme, no lo haré otra vez -quería decir elanciano sin poder pronunciar palabra.

Ílich lo ahogaba con todo el peso de unagran montaña de piedra que le hubiese puestosobre el pecho. Dutlov sabía que si decía unaplegaria, él le dejaría, y hasta sabía cuál era esaplegaria, pero no la podía decir. El nietecillo,que dormía junto con él, lanzó un horriblegrito y se puso a llorar, pues el abuelo le

139/158

Page 140: Tolstoi - backend.educ.ar

aplastaba contra la pared. El grito del niñodespegó los labios del anciano que comenzó"¡Que Cristo resucite!" Y así seguía Dutlovmurmurando... Él bajó de la estufa; Dutlov oyóel golpe de sus pies sobre el suelo, y continuórezando todas las plegarias que sabía, una des-pués de otra. Él se fue hacia la puerta y al pas-ar junto a la mesa dio tal golpe con la hoja quetoda la isba tembló. No obstante, todos seguíandurmiendo, menos el abuelo y el nieto. Elprimero rezaba temblándole todo el cuerpo,mientras el pequeñuelo se apretaba contra elviejo, y, llorando, se adormeció. Todo se calmóde nuevo. El abuelo seguía acostado sin mover-se. El gallo cantó al otro lado de la pared, juntoa los oídos de Dutlov; se oyó cuando las galli-nas comenzaron a moverse, y cómo uno de losgallos jóvenes procuraba cantar también sinlograrlo. El anciano sintió que algo se movíaentre sus pies. Era el gato: el animal saltó de laestufa, oyéndose el ruido de sus suaves patas aldar contra el suelo, y se fue a maullar junto a la

140/158

Page 141: Tolstoi - backend.educ.ar

puerta. El abuelo se levantó y levantó laventana. Afuera estaba oscuro, lodoso. Lostrineos se hallaban junto a la ventana. Des-calzo, y después de haberse persignado, salió alpatio a ver a los caballos: allí también senotaba que el dueño había venido. La yegua,que estaba parada bajo el tejado, se habíaenredado las patas con las riendas y había des-parramado su pastura, esperando al amo. Elpotro se había acostado sobre el abono. Dutlovle levantó, desenredó las patas de la yegua,llenó el pesebre y volvió a entrar en la isba. Lavieja se había levantado también y encendía laluchina.

-Despierta a los muchachos; he de ir a laciudad -dijo el viejo-; y luego encendió el ciriode la imagen y bajó al sótano.

No solamente en casa de Dutlov, sino tam-bién en las isbas vecinas había ya luz cuando elviejo salió. Los muchachos ya se habían le-vantado haciendo los preparativos para elcamino. Las mujeres entraban y salían con

141/158

Page 142: Tolstoi - backend.educ.ar

cubetas y jarras de leche. Ignat enganchabaotro carro. " nuera ya no sollozaba, sino quevestida con su traje de fiesta, con el chal sobrela cabeza, estaba sentada en el banco esper-ando el tiempo de marchar para despedirse delesposo.

El viejo mostraba una severidad ex-traordinaria. No decía ni una palabra a nadie.Se puso el kaftan nuevo y el cinturón y con to-do el dinero de Ílich en la pechera se fue a ver aEgor Mikáilovich.

-¡No tardes! -gritó a Ignat que estaba ajus-tando las ruedas en el eje de la carreta, ya en-grasada-¡Vuelvo enseguida y que todo esté enpunto!

El intendente acababa de levantarse,tomaba su té, preparándose para ir él mismo ala ciudad con el fin de entregar a los reclutas.

-¿Qué tienes? -preguntó al verlo llegar.

-Egor Mikáilovich, quiero sacar almuchacho. Hágame la gracia; últimamente

142/158

Page 143: Tolstoi - backend.educ.ar

usted me ha dicho que conoce a un voluntario.Instrúyame cómo he de arreglar el asunto:somos ignorantes.

-Entonces has cambiado de opinión.

-He cambiado, Egor Mikáilovich; siempreda pena el hijo de un hermano. Sea lo que sea,pero es lástima. Muchos pecados trae eldinero. Por favor, instrúyame -dijo el viejo in-clinando medio cuerpo.

Como siempre, en casos semejantes, EgorMikáilovich permaneció un momento silen-cioso y pensativo, mordiéndose los labios, ydespués de haberlo reflexionado bien, escribiódos recaditos y explicó al viejo lo que tenía quehacer en la ciudad.

Cuando Dutlov volvió a su casa, la mujer deIliushka había ya marchado con Ignat, y layegua panzona, enganchada a otra carreta, es-peraba en el patio. El viejo arrancó del cercadouna vara, se envolvió, se acomodó y fustigó alanimal. Caminaba a carrera, tanto que la

143/158

Page 144: Tolstoi - backend.educ.ar

gordura de la yegua desapareció completa-mente, y el amo no la miraba para que no lecausase lástima. Lo único que preocupaba aDutlov era que de algún modo pudieratardarse en llegar y que Iliushka marchara alservicio, y que el dinero diabólico se quedaracon él.

No describiré con todos sus detalles lasaventuras de Dutlov durante esa mañana; diréúnicamente que tuvo magnífica suerte. Elposadero, a quien Egor Mikáilovich había diri-gido su carta, tenía un voluntario dispuesto,que le debía veintitrés rublos de plata y quesatisfacía en todo el reglamento militar. Elposadero deseaba cuatrocientos, mientras queun tendero que trataba el negocio hacia y a tressemanas, pedía que se lo dejasen en trescien-tos. Dutlov concluyó el negocio en pocaspalabras.

-¡Doy trescientos veinticinco! -dijo tendién-dole la mano, pero en tono que demostrabaclaramente que estaba dispuesto a dar más. El

144/158

Page 145: Tolstoi - backend.educ.ar

posadero retiraba su mano pidiendo siemprecuatrocientos.

-¿No quieres con veinticinco? -repitióDutlov cogiendo con la mano izquierda laderecha del posadero amenazando descargarun golpe? -¿No quieres? ¡Ea, Dios sea contigo!-dijo de repente, golpeando la mano del posa-dero y volviéndole bruscamente la espalda.

-¡Sea como quieres! Toma trescientos cin-cuenta. Arregla el recibo. Trae al mozo y ahoratoma a cuenta dos colorados, ¿será bastante?

Y Dutlov desabrochó su cinturón y sacó eldinero. El posadero, aunque no retiraba lamano, no parecía del todo dispuesto a con-sentir; sin tomar aún los billetes, regateaba lapropina y los regalos para el voluntario.

-No peques más -repitió Dutlov, haciéndoletomar a la fuerza el dinero-. Todos hemos demorir! -repitió en tono tan tierno, tan convin-cente y tan seguro, que el posadero continuó:

145/158

Page 146: Tolstoi - backend.educ.ar

-Sea como dices -otra vez golpeó la mano ycomenzó a rezar-. ¡Que Dios esté siempre connosotros!...

Se despertó al mozo voluntario, que dormíaaún la borrachera de la víspera; lo examinaron,sin objeto, detalladamente, y se dirigieron a laoficina. El mozo estaba muy alegre y pedía ronpara rehacerse un poco, y Dutlov le dio dinero;únicamente al entrar ya en la oficina comenzóa sentir recelo. Largo tiempo permanecieronen el vestíbulo el viejo posadero con su abrigoazul y el sustituto con su corto polushubok, le-vantando las cejas y abriendo los ojos; largotiempo hablaron en voz baja, pidieron que per-mitiesen entrar, buscaron a alguien, se quit-aron los casquetes y saludaron a todos los es-cribientes, y pensativos escucharon las explica-ciones que les daba algún empleado conocidodel posadero. Ya habían perdido toda esper-anza de concluir el asunto el mismo día, y elsustituto se iba poniendo cada vez más alegre ymás exigente, cuando de pronto Dutlov notó la

146/158

Page 147: Tolstoi - backend.educ.ar

presencia de Egor Mikáilovich y se agarró a élcomo tabla de salvación. Egor Mikáilovich lesayudó de tan buena manera que cerca de lastres de la tarde el sustituto, a pesar de su grandisguso y extrañeza, fue introducido en la dir-ección, presentado al consejo, y ante la inex-plicable alegría de todos, comenzando por elportero y acabando por el presidente del con-sejo, lo desnudaron, le rasuraron mediacabeza, volviéronlo a vestir y permitieron quesaliera de la estancia. Cinco minutos despuésDutlov ya había entregado el dinero a cambiodel recibo y se había despedido del posadero ydel sustituto, dirigiéndose a la casa del mer-cader, donde se habían hospedado los reclutasde Pokrovskoie. Ilia, con su mujer, se hallabasentado en un rincón de la cocina, y apenas vi-eron entrar al viejo, cesaron de hablar y sefijaron en él con aire obediente, pero de en-emistad. Dutlov, como siempre, rezó, se quitóel cinturón, sacó un papel y llamó al hijo

147/158

Page 148: Tolstoi - backend.educ.ar

mayor, Ignat, y a la madre de Ilia, para queentraran.

-No peques, Iliushka -dijo acercándose alsobrino-. Ayer me has dicho unas palabras...¿Acaso no tengo lástima de ti? Recuerdo muybien que mi hermano me recomendó que tetuviese por hijo. Si dependiera de mi voluntad,¿acaso yo te hubiese entregado? Dios me haenviado una suerte, y ya no he vacilado un mo-mento. Aquí está el papel -dijo poniendo elrecibo sobre la mesa y extendiéndole cuida-dosamente con sus dedos, que no le obedecían.

Del patio entraron a la isba todos losmujiks de Pokrovskoie, los labradores del mer-cader y gente extraña.

Todos comprendieron de qué se trataba,pero nadie interrumpió el discurso solemnedel viejo.

-¡He aquí el papelito! Me costó cuatrocien-tos rublos. No tienes nada que reprochar a tutío.

148/158

Page 149: Tolstoi - backend.educ.ar

Iliushka se levantó, pero callaba por nosaber qué decir. Sus labios temblaban de emo-ción, su vieja madre se acercó a él, sollozando,dispuesta a echarse al cuello de su hijo, pero elviejo la retiró lenta y seriamente y continuó sudiscurso:

-Tú me has dicho ayer tales palabras -volvió a repetir el viejo-, y con esta palabra mehas herido y como un cuchillo en el corazón.Tu padre en la hora de su muerte ordenó quetú fueras para mí como un hijo legitimo, y si yote he ofendido en algo es que todos vivimos enpecado. ¿No es así, hermanos en Jesucristo? -dijo dirigiéndose a los circunstantes-Aquí estápresente tu madrecita y tu joven mujer. Tomadel recibo. Dios sea con el dinero. ¡Y en cuanto amí, perdóname por Cristo!

Y levantando las puntas de su armiak elviejo dejóse caer lentamente de rodillas a lospies de Iliushka y su mujer. En vano el matri-monio procuraba detenerlo: no se levantóhasta que logró tocar el suelo con la frente;

149/158

Page 150: Tolstoi - backend.educ.ar

luego se estremeció y se sentó en el banco. Lamadre de Iliushka y su esposa sollozaron dealegría y en el grupo se oyeron voces deaprobación:

-Así es como Dios lo manda -dijo uno.

-¿Qué es al fin el dinero? ¡Por dinero no secompra un hijo! -dijo otro.

-¡Qué alegría! -exclamaba un tercero-. Enuna palabra, es un hombre justo.

-únicamente los mujiks que estaban desig-nados para reclutas no decían nada, y silen-ciosamente salieron otra vez al patio.

150/158

Page 151: Tolstoi - backend.educ.ar

XVIIUn par de horas después, las dos carretas

de Dutlov abandonaban los barrios de laciudad. En la primera, tirada por la yegua decostillas hundidas por el trabajo de la mañana,el cuello bañado por el sudor, estaban sentadosIgnat y el viejo. Bajo el asiento saltaban unospaquetes, una olla de fierro y grandes panesblancos. En la segunda, que nadie se preocu-paba de manejar, estaban sentadas nuera ysuegra, envueltas en chales; la joven tenía en lamano una botella de vodka, escondida bajo elpañuelo; Iliushka iba sentado en el pescante,dando la espalda al caballo, comiendo panblanco y sin dejar de hablar. Las voces, el ruidode las ruedas sobre el empedrado, el piafar delos caballos, todo se confundía en un alegre ru-mor. Los caballos agitaban sus colas aceler-ando más y más el trote, conociendo que re-gresaban a la casa. Los que pasaban a su lado,

Page 152: Tolstoi - backend.educ.ar

fuesen a caballo o a pie, se fijaban involuntari-amente en la afortunada familia y sonreían.

Al salir de la ciudad, los Dutlov acertaron apasar por delante de un convoy de reclutas. Elgrupo se había detenido junto a la taberna.Uno de los reclutas, con aquella anormal ex-presión en el rostro que presenta al hombre lacabeza rasurada, se hundió hasta la nuca lagorra de color gris y se puso a tocar la batalaikiy otro, con la cabeza desnuda y con la botellade vodka en la mano, bailaba en el centro delcírculo. Ignat detuvo el caballo y se bajó paraarreglar los arneses. Todos los Dutlov comen-zaron a observar con alegría y aprobación albailarín. El recluta parecía no ver a nadie; perosentía que crecía el número de sus ad-miradores y esto te presta más fuerza aún ydestreza; bailaba muy bien. Sus cejas estabanfruncidas; su rostro enrojecido, inmóvil, sus la-bios terútan una mueca de sonrisa que hacíatiempo había perdido su expresión. Parecíatener concentradas las fuerzas de su ser en ir

152/158

Page 153: Tolstoi - backend.educ.ar

colocando rápidamente un pie después delotro, una vez tocando el suelo con el tacón yotras veces con la punta. A las veces se deteníasúbitamente y guiñando los ojos se dirigía altocador de balalaika; éste empezaba entonces ahacer vibrar con mayor rapidez las cuerdas desu instrumento y hasta golpeaba con los nud-illos de los dedos la caja; a veces el recluta sedetenía, mas en estas pausas parecía que aúnseguía bailando: de pronto comenzaba a mo-verse lentamente, levantando los hombros, ydespués de un salto seguía su danza mediosentado, con gritos salvajes. Los pilluelosreían, las mujeres meneaban la cabeza, loshombres sonreían asintiendo. El viejo sargentoestaba parado tranquilamente junto al bail-arín, en una postura que quería decir: "Paravosotros es una extravagancia, pero nosotroslos hemos visto muchísimas veces y tal vez me-jores." El músico visiblemente se cansaba y,dando un acorde falso, golpeó con los dedos lacaja y el baile terminó.

153/158

Page 154: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Oye, Alioja! -exclamó dirigiéndose al bail-arín y señalando hacia Dutlov-; mira, aquí estátu padrino.

-¿Dónde?... ¡Amigo querido! -gritó Alioja.

Era el mismo recluta que compró Dut1ov;casi cayendo de fatiga levantaba la botella porencima de su cabeza. Tambaleándose avanzóhacia las carretas.

-Mishka, trae un vaso -gritó-. ¡Amo! ¡amigoquerido!, ¡qué alegría!, ¿verdad?... -gritabaasomando la borracha cabeza en el carro yconvidando a los mujiks y a las mujeres convodka. Los mujiks aceptaron, las mujeres no.

-Amigos míos, y con qué podríaobsequiarles? -exclamaba Alioja, abrazando alas viejas.

Una vendedora de tortas se hallaba entre lamuchedumbre, y al verla Alioja cogió la ca-nasta y la vació en la carreta.

-No tengas miedo, te pagaré, ¡demonio! -gritaba con voz sollozante, y sacando del

154/158

Page 155: Tolstoi - backend.educ.ar

pantalón una bolsa con dinero la arrojó aMishka.

Permaneció parado, apoyándose en la car-reta, y con los ojos húmedos examinaba a losque estaban sentados adentro.

-¿Quién es la madre? -preguntó-. Eres tú,¿verdad? También a ti te obsequiaré.

Se quedó un momento pensativo, y luegometió la mano en el bolsillo y sacó de él unpañuelo nuevo, cuidadosamente doblado; sequitó la toalla que tenía en lugar de cinturón ydel cuello el pañuelo rojo, y juntándolo todo loarrojó sobre las rodillas de la vieja.

-Toma, te lo regalo -dijo bajando más y másla voz.

-Pero, ¿por qué? ¡Gracias, querido! Miraqué sencillo -decía la vieja dirigiéndose aDutlov, que en este instante se acercaba a lacarreta.

Alioja calló, y como si se desmayase o dur-miese, bajaba más y más la cabeza.

155/158

Page 156: Tolstoi - backend.educ.ar

-¡Por vosotros me voy, por vosotros me voya perder! -dijo-. Y precisamente por esto les es-toy obsequiando...

-Sin duda también tiene madre -dijo al-guien de la muchedumbre.

-Qué muchacho tan sencillo. ¡Infeliz!

Alioja levantó la cabeza.

-Tengo madre, sí -dijo- También tengopadre, pero todos me han desconocido. Oye,tú, vieja, yo te he obsequiado y ahora, porCristo, escúchame: Ve a la aldea Vódnoie, pre-gunta por la vieja Nikónova, ¿oyes?, y dile a es-ta misma vieja, a la vieja Nikónova, en la ter-cera isba de la orilla.... con pozo nuevo.... dile,entonces: "Alioja, tu hijo.... es decir..."¡Músico, sigue tocando! -exclamódesesperadamente.

Y de nuevo se puso bailar con más gritos; yarrojó al suelo la botella derramando el vodka.

Ignat subió a la carreta, disponiéndose aproseguir el camino.

156/158

Page 157: Tolstoi - backend.educ.ar

-Adiós, ¡que el Señor te guarde!... -dijo lavieja cruzándose el abrigo de piel.

De pronto Alioja se detuvo.

-¡Váyanse al diablo! -gritó amenazando conlos puños cerrados-. Que tu madre...

-¡Ay Dios! -exclamó persignándose la vieja.

Ignat hizo caminar al caballo; las carretasse movieron de nuevo. Alioja, el recluta, estabaparado en la mitad del camino con los puñosapretados, con expresión de odio en el rostro,amenazador, injuriando a los mujiks.

-¿Por qué se detienen? ¡Que se vayan!¡Caníbales! -gritaba-. ¡No se salvarán de mí!¡Demonios! ¡Descalzos!...

Con estas palabras su voz se agotó y cayó alsuelo como un muerto.

Pronto los Dutlov se hallaron en plenocamino, y al volverse ya no vieron al grupo dereclutas. Recorridas unas cinco verstas, Ignatbajó de la carreta en que iba su padre, que se

157/158

Page 158: Tolstoi - backend.educ.ar

había dormido, y se fue a la otra, a sentarse allado de Iliushka, y los dos se bebieron labotella de aguardiente comprada en la ciudad.Unos momentos después fustigaba el caballo alcompás de una canción.

Un coche de posta pasó en dirección con-traria; el cochero alegremente gritó a suscaballos al cruzarse las dos carretas, y lanzóuna mirada maliciosa y jovial a los rostros en-rojecidos de los mujiks y de las mujeres, queentonando canciones alegres saltaban en lacarreta.

FIN

158/158