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* Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto de Investigación HUM2005- 06472-CO2-01/HIST financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. … “¿qué ha de saber la mujer para ser útil en la sociedad política a que pertenece? ... lo que una mujer ha de saber es el ser buena hija, buena esposa, buena madre, para llenar el respetable destino que tiene en la sociedad doméstica” (VALLE Y CODES, 1797). … “pero ¿acaso la moda y sus partidarios prevalecerán contra la voz de la naturaleza que sujetó las mujeres a la modestia y el pudor, o contra las relaciones inmutables de todas las sociedades que las impusieron como una obligación civil la fidelidad a sus maridos, el cuidado de sus hijos y una vida doméstica y retirada?” (CABARRUS, 1786) 1. La Querella de las Mujeres en la segunda mitad del siglo XVIII Como ya escribiera en otro de mis trabajos a propósito del mode- lo de mujer doméstica que se iría proyectando públicamente a finales del siglo XVIII, la expansión de esa imagen femenina debe mucho a los autores de la época, especialmente a los hombres de letras, que uti- lizaron sus obras como vehículo de difusión de un arquetipo femeni- no que vendría a ser difundido, pretendidamente como ideal, para el conjunto de las mujeres, más allá del grupo social de pertenencia, jus- TOMAS DE IRIARTE Y LA SEÑORITA MALCRIADA. RETORICAS E IMÁGENES LITERARIAS SOBRE LA MUJER DOMÉSTICA A FINALES DEL SIGLO XVIII * Gloria A. FRANCO RUBIO Universidad Complutense de Madrid La Querella de las Mujeres I. Análisis de textos. C. Segura Graiño coord., Madrid, A. C. Almudayna, 2009, 247 pp.

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* Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto de Investigación HUM2005-06472-CO2-01/HIST financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia.

… “¿qué ha de saber la mujer para ser útil en la sociedad política a que pertenece? ... lo que una mujer ha de saber es el ser buena hija,

buena esposa, buena madre, para llenar el respetable destino que tiene en la sociedad doméstica” (VALLE Y CODES, 1797).

… “pero ¿acaso la moda y sus partidarios prevalecerán contra la vozde la naturaleza que sujetó las mujeres a la modestia y el pudor, o

contra las relaciones inmutables de todas las sociedades que lasimpusieron como una obligación civil la fidelidad a sus maridos, el

cuidado de sus hijos y una vida doméstica y retirada?”(CABARRUS, 1786)

1. La Querella de las Mujeres en la segunda mitad del siglo XVIII

Como ya escribiera en otro de mis trabajos a propósito del mode-lo de mujer doméstica que se iría proyectando públicamente a finalesdel siglo XVIII, la expansión de esa imagen femenina debe mucho alos autores de la época, especialmente a los hombres de letras, que uti-lizaron sus obras como vehículo de difusión de un arquetipo femeni-no que vendría a ser difundido, pretendidamente como ideal, para elconjunto de las mujeres, más allá del grupo social de pertenencia, jus-

TOMAS DE IRIARTE Y LA SEÑORITA MALCRIADA. RETORICAS E IMÁGENES LITERARIAS SOBRE LA MUJER DOMÉSTICA A FINALES DEL SIGLO XVIII*

Gloria A. FRANCO RUBIO

Universidad Complutense de Madrid

La Querella de las Mujeres I. Análisis de textos. C. Segura Graiño coord., Madrid, A. C. Almudayna, 2009, 247 pp.

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tamente en una época en que dicho modelo, verdadera piedra angularsobre la que se había construido la identidad femenina históricamen-te, parecía haber entrado en declive (FRANCO RUBIO, 2007). En efec-to, el Setecientos representa un verdadero punto de inflexión en la his-toria de las mujeres tanto desde el punto de vista personal como co-lectivo ya que fue la época en que las costumbres, las prácticas cultu-rales y las nuevas formas de relación social surgidas en el seno de laIlustración permitió la visibilidad femenina como nunca lo había he-cho hasta entonces, favoreciendo su presencia en todos los espaciosde la sociabilidad ilustrados, sirviendo de pauta y de guía a la socie-dad sobre el papel de las mujeres a desempeñar en ella, permitiéndo-les un protagonismo desconocido hasta el momento. Sin embargo,cuanto más involucradas se encontraban las mujeres en la problemá-tica de su época aportando iniciativas y actividades propias, cuantomás presentes estaban en el espacio público, cuando más parecíaavanzarse hacia una sociedad que parecía cimentar los avances indi-viduales de hombres y mujeres el patriarcado, con la ayuda de la ide-ología burguesa, cortó de raíz esa trayectoria de desarrollo personalconfinando de nuevo a las mujeres al ámbito de lo privado donde, unavez más, permanecerían al margen de una vida pública en constantetransformación. De esta manera, el proceso de autonomía personal vi-vido por las mujeres que se había iniciado en el medievo con el fenó-meno del “amor cortés”, había proseguido después mediante su parti-cipación en los cenáculos literarios de la República de las Letras du-rante el Renacimiento, y se había mantenido más adelante con la apa-rición del movimiento de las “preciosas” en Francia durante el sigloXVII para continuar brillando, en la centuria que nos ocupa, median-te el florecimiento de los salones, herederos del preciosismo, queda-ría interrumpido al imponerse como nuevo paradigma femenino lamujer doméstica, que permanecería vigente en las sociedades libera-les bajo la figura del “ángel del hogar”. En efecto, aunque parezca pa-radójico, fue a finales del Antiguo Régimen y en plena emergencia dela sociedad liberal, en el contexto social y político en que se comien-za a cuestionar y discutir públicamente sobre la ciudadanía y los de-rechos individuales, cuando la ideología masculina, cargada de miso-ginia, decide cortar esa trayectoria de cierta autonomía y libertad quevenían disfrutando las mujeres. De esta manera, en el momento deformulación del espacio social en dos esferas claramente diferencia-das, la pública, dominio de lo político, y la privada, dominio de lo do-méstico, decide la atribución en exclusiva de la primera a los hom-bres, dejando la segunda para las mujeres. Este hecho, como decía alprincipio, marcó un antes y un después en la Historia de las Mujeres

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que supone una verdadera vuelta atrás, decisiva para retrasar la eman-cipación femenina, porque la exclusión de lo público significaba paralas mujeres no solo mantenerla alejada de los centros de poder sinouna manera de fortalecer la jerarquía de los sexos donde ella seguiríaocupando un lugar claramente subordinado, y que vendrá representa-do por el modelo de mujer domesticada que acabaría imponiéndose.

No obstante, la propia complejidad inherente al proceso de evolu-ción de las mujeres a lo largo de la historia fue la razón que propicióperiódicamente la reapertura de la querella de los sexos, en este caso,como uno de los debates más sugerentes dentro del movimiento ilus-trado ya que en nombre del progreso, de la razón, de la utilidad y dela felicidad públicas la Ilustración contribuyó a cuestionar y reorien-tar las pautas de conducta en las relaciones entre los sexos. Si para laprimera mitad de la centuria podemos establecer el centro neurálgicode la querella en la sonada controversia que acompañó la publicaciónde La Defensa de las Mujeres del Padre Feijoo (FRANCO RUBIO, 2006)levantando verdaderas “ampollas” entre moralistas y políticos; en lasegunda mitad del siglo fueron apareciendo escritos y opúsculos connuevos temas que se añadirán al debate, como la educación femeninao la ubicación social de las mujeres, objeto de discusión entre los ilus-trados y otros personajes de notable influencia social como los hom-bres de letras que mantuvieron viva la polémica sobre “la condiciónde las mujeres”.

El benedictino, entre los numerosos “errores comunes” a que alu-día en su obra, había incluido la teoría, ampliamente aceptada y tras-mitida por la autoridad de la tradición, de que las mujeres carecían deinteligencia; pero lo hizo con la intención no solo de refutarlo sinopara proclamar exactamente lo contrario, es decir, la afirmación deltalento femenino; un aserto que, andando el tiempo, significaría el pri-mer paso hacia la igualdad de los sexos. Este argumento, poco a poco,sería suscrito por nuevas voces que se vieron inmersas en la polémi-ca como Josefa Amar y su Discurso en defensa del talento de las Mu-jeres, publicado en el Memorial Literario en 1786, donde hacía unasevera crítica de la ignorancia en que estaban sumidas la mayoría delas mujeres, atribuyendo el origen de la inferioridad femenina a loshombres. El reconocimiento de la capacidad intelectual femenina des-embocó en otro de los debates más emblemáticos del pensamientoilustrado, el de la educación, discutiéndose cuál sería la más adecua-da a las mujeres; comentarios y argumentaciones aparte, muy acres enalgunos casos, fue sancionado socialmente un tipo de educación ba-

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sado en criterios de clase y de género lo que significa que, finalmen-te, en el caso de las mujeres de capas sociales intermedias se optaríamás que por una transmisión de conocimientos intelectuales y elaprendizaje de determinadas disciplinas, por una formación moral in-tegral con la que poder formar a sus futuros hijos, mientras que a lasniñas del estamento llano se les enseñarían los oficios mujeriles y pro-pios de su sexo, todos ellos relacionados con la manufactura textil olabores de aguja, según la terminología de la época. Es decir, va a pre-valecer una concepción de la educación femenina concebida en tér-minos utilitaristas no solo para las propias mujeres, individualmentetomadas, sino para cumplir airosamente el papel que el pensamientoburgués le había atribuido, a saber, el de esposa y madre. La propiaJosefa Amar se expresaría en esa misma línea en su Discurso sobre laeducación física y moral de las mujeres, publicada en 1790 al escri-bir: ”(para esto) será del caso que las mujeres cultiven su entendi-miento sin perjuicio de sus obligaciones: lo primero, porque puedeconducir para hacer más suave y agradable el yugo del matrimonio;lo segundo, para desempeñar completamente el respetable cargo demadres de familia; y lo tercero, por la utilidad y ventaja que resulta dela instrucción en todas las edades de la vida. Pero mientras la educa-ción no se encamine a estos puntos, nunca será general el beneficio”(AMAR Y BORBON, 1791:72-73).

No cabe entender la aparición de la nueva identidad femenina quese estuvo forjando a lo largo del siglo XVIII sin tener en cuenta laconvergencia del pensamiento ilustrado con el liberalismo, ideariumpropio de la burguesía, cuyas aportaciones influyeron decisivamenteen el cuestionamiento de las bases en que se sustentaba la sociedad desu tiempo ofreciendo nuevas premisas sociales, económicas, políticase ideológicas en la que no está ausente el proceso de construcción delas nuevas identidades genéricas es decir, de los que serían considera-dos como los nuevos paradigmas de masculinidad y de feminidad. Enefecto, en la sociedad española de la segunda mitad del Setecientos selibró una batalla dialéctica entre los dos modelos femeninos, tan dife-rentes entre sí, que se hallaban coexistiendo, y que resultó definitivapara la causa de las mujeres. Por un lado encontramos una mujer acor-de a los nuevos tiempos, favorable a los cambios, receptiva hacia lacultura –lectora de novedades editoriales y de la prensa, traductora deobras del extranjero y hasta autora de los diversos géneros literarios–,que sobresale en el ambiente en que se desenvuelve con un cierto pro-tagonismo, perteneciente a la aristocracia o a la alta burguesía, com-prometida con las instituciones culturales y presente en los escenarios

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de la sociabilidad ilustrada como tertulias, salones y círculos litera-rios; es la escritora, la Amiga del País, o la “salonière”, típica de la so-ciedad galante ilustrada, y que sigue de cerca el patrón de conductafemenino de la sociedad francesa, admirado por unos y denostado porotros. Frente a ella permanece con fuerza el modelo de mujer que tra-dicionalmente ha estado muy presente en la sociedad europea occi-dental, cuyo perfil había sido definido con claridad en nuestro paísdesde las páginas de La perfecta casada de Fray Luis de León y otrosautores de similar ideología; un arquetipo de mujer permanentementepropagado por los textos y discursos morales de los eclesiásticos,cuya vida transcurre al margen o a espaldas de los cambios, confina-da en el ámbito familiar, y ausente de protagonismo, que necesita conurgencia encontrar un nuevo acomodo en el contexto social de la épo-ca para seguir siendo el modelo de mujer en la nueva sociedad enconstrucción.

De la confrontación y lucha entre ambos, emergerá con fuerza elsegundo modelo y, a partir de ahora, la feminidad construida a su al-rededor será difundido no solo a través de la tratadística moral y reli-giosa sino de todos los géneros literarios, especialmente del teatro yde la novela sentimental, sin olvidar la prensa y los espacios de opi-nión de la época, todos ellos revestidos de una pátina moralizadora.Para los hombres era muy importante que las mujeres por sí mismasdecidieran asumir y acatar dicho modelo; de este modo desapareceríael desorden social creado por su presencia pública -un territorio a par-tir de ahora reclamado como específicamente masculino, asignado alos hombres en exclusiva y, por lo tanto, vetado a las mujeres- quetanta inquietud les había producido, permitiendo la posibilidad de res-taurar el orden político natural que había ya ubicado a los hombres enla esfera pública y a las mujeres en el ámbito privado, dominio de lodoméstico.

¿Cómo explicar la dialéctica de este fenómeno y el triunfo de esemodelo? Las respuestas podemos encontrarlas en el análisis de las si-guientes variables: primero, el contexto social en que se dio, que co-rresponde al último periodo del absolutismo donde se adivina laquiebra del Antiguo Régimen, momento de reformulación de los es-pacios público y privado; segundo, el auge de la domesticidad, laafirmación de la privacidad y el triunfo de la intimidad, fenómenostodos ellos ligados a ese contexto social y político que acabamos deseñalar y que permite la emergencia de la sociedad liberal; y tercero,la estructura ideológica del Absolutismo Ilustrado y sus medios pro-

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pagandísticos como la prensa periódica, la literatura y especialmen-te el teatro, con su vertiente pedagógica y moralizante. La necesidadde las clases medias de establecer nuevas condiciones sociales e ide-ológicas para su propia identificación en una sociedad emergenteexigía la re-definición de los sujetos sociales, así como la invenciónde nuevas identidades, masculina y femenina. En dicho proceso deconstrucción cultural y político fueron diseñándose los paradigmasgenéricos que habrían de ser presentados a la colectividad como losreferentes y modelos que demandaba la nueva sociedad. En su dise-ño se barajaron tanto las virtudes consideradas ideales para forjar alnuevo ciudadano como los cometidos a desempeñar, siempre en con-sonancia con la mentalidad y la ética burguesas que iba abriéndosepaso cada vez más, donde los hombres serían catalogados como cria-turas políticas y las mujeres como criaturas domésticas. Y, en estecontexto, la mujer doméstica aparece como el paradigma femeninodel nuevo modelo conyugal, de ahí la necesidad de preparar a las fu-turas madres como educadoras de sus hijos, pero siempre bajo la su-pervisión y control de sus maridos. Esta criatura doméstica vendríadefinida por un espacio donde se desenvuelve su vida, el hogar; porunas tareas a desempeñar como el servicio al marido, la crianza yeducación de los niños; y por la posesión de unas prendas con las querealizar su cometido, todo un cúmulo de virtudes frente a los viciosmás comunes. Ese modelo burgués tuvo que compensar a las muje-res con algunos beneficios que fueran importantes para subir su pro-pia auto-estima, tanto ante la sociedad como consigo misma, una ac-titud imprescindible para poder asumir de forma voluntaria el mode-lo que se le estaba ofreciendo, ya que supondría la pérdida de deter-minadas parcelas de autonomía personal, que habían disfrutado has-ta el momento. Entre esos beneficios cabe citar, por un lado la atri-bución de ostentar una cierta superioridad moral si ejercía bien su ta-rea a desempeñar en el seno de la familia; por otro, el reconocimien-to de una legitimidad como persona en el orden privado, que se le es-catimaba en el público y, finalmente, como el premio más valoradode todos, la estima de su marido hacia ella. De ahí que a la mujer bur-guesa se le otorgara la responsabilidad y administración del hogar fa-miliar, la organización de la intendencia doméstica, el cuidado y edu-cación de los hijos y la autoridad sobre la servidumbre. Si su gestiónera positiva, lograría el hogar perfecto, al servicio de su esposo yéste, a cambio, le dejaría ese terreno donde ella y sus virtudes crea-rían ese microcosmos social ordenado y perfecto, con el equilibrionecesario para resguardarse y protegerse de los peligros del mundoexterior.

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2. El autor y la sociedad de su tiempo. Tomás de Iriarte (1750-1791)

La personalidad de Tomás de Iriarte, nacido en el canario Puertode la Cruz (1750) y fallecido en Madrid (1791), responde al prototipode hombre ilustrado; perteneciente a una saga familiar de individuosque sobresalieron en la sociedad de su tiempo como eruditos y hom-bres de letras, sabiendo establecer los contactos oportunos que podíafacilitarles el acceso a importantes cargos de la administración y delas nuevas instituciones surgidas a impulsos del gobierno. Tras haberrecibido una educación humanística en su Canarias natal, aprendió fi-losofía, geografía, aritmética y geometría, historia universal y de Es-paña y varios idiomas, francés, italiano e inglés, que le ayudarían pos-teriormente a ganarse la vida. Con catorce años se trasladó a Madridinstalándose al lado de su tío, el conocido erudito Juan de Iriarte,quién tras haber estado a cargo de las bibliotecas de algunas de las ca-sas nobiliarias más importantes de la época, o de haber sido el pre-ceptor de sus hijos, había sido nombrado bibliotecario de la Real Bi-blioteca, creada a principios del reinado de Felipe V; un cargo desdeel cual pudo mantener determinadas influencias que le abrieron laspuertas a sus sobrinos, quienes acabaron desempeñando diversos tra-bajos en la Secretaría de Estado. En 1771 obtuvo el nombramiento deoficial traductor de dicha Secretaría, dotado con el sueldo nada des-preciable de doce mil reales al año, desarrollando toda una carreraprofesional en su interior mediante sucesivos ascensos en el escala-fón; un año después se le pone al frente del importante periódico Mer-curio histórico y político y en 1776 es nombrado archivero del Archi-vo del Consejo de Guerra, dotado con doce mil reales anuales y com-patible con la oficialía anterior, lo que le reportaría importantes emo-lumentos y un salario fijo que le permitieron dedicarse a la literatura,su gran pasión, y que también le dio la oportunidad de formar partede las elites administrativas de la nueva burocracia borbónica.

Además de su cargo administrativo, la creación literaria le vincu-ló a las instituciones culturales más dinámicas del momento pudien-do transitar con libertad a través de los círculos aristocráticos y corte-sanos más relevantes; cultivó la amistad de importantes figuras nobi-liarias como la Duquesa de Villahermosa, a la que denominaba “mifavorecedora discípula”, según Sebold; de los hermanos Pignatelli;del Marqués de Manca; de otros escritores o eruditos como el cer-vantista Vicente de los Ríos, los militares Cadalso y Enrique Ramos,o el pintor de cámara Mengs, al que le unía su afición por la pintura;era contertulio habitual del salón de la Marquesa de Fuerte Híjar con

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quien compartía afición hacia el teatro y la comedia, y del salón de laDuquesa de Osuna, a la que dedicó alguna de sus obras, que serían re-presentadas en el teatro de su finca de recreo El Capricho, a las afue-ras de Madrid, así como de los cenáculos literarios más importantesdel momento como la tertulia de la Fonda de San Sebastián, en la quecoincidía con Leandro Fernández de Moratín. Amistades que no leimpidieron ser procesado en 1779 por una Inquisición prepotente queparecía haber recuperado el control que siempre había tenido, en losmeses posteriores al procesamiento de Olavide. En su faceta de escri-tor fue plenamente consciente del enorme poder de la literatura comovehículo de adoctrinamiento, de manera que utilizó con frecuencia lavertiente pedagógica de la escritura para difundir los ideales ilustra-dos, orientando su producción literaria en dos grandes direcciones,donde podía actuar como caja de resonancia de los grandes problemasy debates que tenía planteados la sociedad de su época, como drama-turgo, centrado en la comedia neoclásica, y como fabulista, debido alcarácter moralizante de este género. En este sentido podemos incluir-le en el colectivo de los llamados escritores políticos, junto a Mora-tín, Cadalso, Quintana, Meléndez Valdés y otros autores que en susobras muestran la realidad de una sociedad cambiante, en continuamutación, con la que contraen un compromiso.

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La obra seleccionada fue publicada en 1788 y estrenada por pri-mera vez en 1791. Para este trabajo he manejado la edición realizadapor Sebold en 1986, para quien dicha obra se nutre principalmente dedos fuentes, El Misántropo, de Molière, y El jugador, de Renard, aun-que también rastrea otras posibles fuentes en la literatura de la épocadestacando la influencia de El enfermo imaginario, de Molière, El ca-samiento engañoso, de Cervantes, de La verdad sospechosa, de Alar-cón, del Fray Gerundio de Isla, de las Cartas marruecas de Cadalsoy de Los menestrales, del también erudito Cándido María Trigueros.El tema central es la mala educación de la juventud, que acarrea se-rios problemas a la familia, al individuo y al estado; toda la trama searticula y desarrolla a través de la concertación de un matrimoniodonde el interés económico, el engaño, el fraude y la estafa se en-frentan al escaso juicio de los futuros contrayentes que adolecen defalta de formación. Su argumento gira, como acabamos de ver, en tor-no a la educación y el matrimonio, los dos pilares que sustentan la fa-milia, y que están siendo objeto de debate en los foros de la época, un

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tema, además, recurrente entre los autores neoclásicos. Como telón defondo aparecen dos modelos familiares, el tradicional, con todos suserrores, que no se ajusta ya a las necesidades de la nueva sociedadporque no es capaz de generar el clima propicio para satisfacer las de-mandas individuales tanto del esposo y padre, como de la esposa y delos hijos. En el otro extremo se perfila la familia burguesa donde to-das las piezas están perfectamente encajadas en un nuevo orden don-de cada una de ellas tendrá asignado un cometido concreto. La obra,en definitiva, representa tanto una reivindicación de la educacióncomo una forma de contribuir a la forja del modelo de familia bur-guesa que se trata ahora de difundir y donde cumple un cometido sig-nificativo el modelo de mujer doméstica.

3.1. El debate social sobre el matrimonio. En primer lugar hay quealudir a la polémica sobre los matrimonios ante el descrédito que es-taba mereciendo y los peligros a que podía conducir, el aumento delcelibato y la reducción de la natalidad; en este sentido se empieza acuestionar unas uniones motivadas en la mayoría de los casos por ra-zones de conveniencia, donde los intereses familiares primaban porencima de los personales, donde la aparición de los sentimientos enlos contrayentes, el llamado matrimonio por amor, ponía en peligroesos matrimonios formalizados por los padres, a los que, sin embar-go, se sigue reconociendo la última palabra, la aprobación y la capa-cidad de decidir, el llamado consentimiento paterno, frente a la liber-tad de los hijos. De lo que no cabe duda es de que, a estas alturas, lasrepresentaciones del matrimonio estaban cambiando; como afirmaIsabel Morant “el discurso matrimonial producido por la razón ilus-trada reproduce la diferencia de los sexos: representada como unacondición de la naturaleza, a partir de la cual se fundamentan y se jus-tifican las diferencias de poder, influencia y protagonismo que, en larelación matrimonial, corresponden a uno y otro sexo” (MORANT

DEUSA, 2004: 511). En la obra iriartiana el matrimonio se configuracomo una doble plataforma; si, por un lado, se muestra como el mi-crocosmos básico de una sociedad perfecta en el nuevo orden políti-co burgués, por el otro aparece como la expectativa natural de las mu-jeres honestas, en consonancia con las dos salidas honrosas que el pa-triarcado siempre había ofrecido a las mujeres, el matrimonio o elconvento.

Iriarte no sólo hace un repaso por los tres tipos de matrimonio queconviven en su época, sino que los contrasta abiertamente exponien-do las circunstancias propias de cada uno de ellos. Para los de conve-

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niencia utiliza a la interesada Ambrosia y sus ardides para casarse conGonzalo, que le aseguraba una buena posición social; al detectar cier-tas reticencias por su parte ella le expone con crudeza lo que sería suconvivencia en el futuro, ofreciéndole una unión bien diferente a laque había tenido con su anterior esposa, en la que gozaría de total li-bertad: “conmigo no tendrá usted/ ninguna de esas molestias./ Entra-rá, saldrá. Temprano,/ tarde. Que se divierta/ a su modo. Haré lo pro-pio./ Viviremos en perfecta/ concordia. Pues lo demás/ no es matri-monio, es galera… unidos, mas no sujetos/ haremos buena pareja”(IRIARTE, 1986: 480).

Para ilustrar el matrimonio por amor se sirve de Pepita quien semuestra contraria a los de conveniencia y firme partidaria de reivin-dicar la presencia de los sentimientos en ellos por lo que afirma:“quien ama es el corazón,/ amigo, no la cabeza” (IRIARTE, 1986: 435).Frente a ella Eugenio opone la frialdad ponderada y calculada de unmatrimonio sereno y equilibrado: “señorita, dos especies/ hay de pa-sión: una, ciega/ que aspira al objeto amado/ sin examen, sin caute-la…/ otra pasión hay prudente, / reflexiva…” (IRIARTE, 1986: 435).Igualmente: …” señora, / Lo que digo es que las prendas/ del ánimo,las virtudes/ y el entendimiento engendran/ cariño más racional, / y demayor permanencia” (IRIARTE, 1986: 437).

3.2. El consentimiento paterno. Uno de los puntos de este debateestuvo centrado en el tema del consentimiento paterno; para muchosautores no parecía ya un principio incuestionable toda vez que la au-toridad paterna debía tener también unos límites para evitar posiblesabusos por parte de las familias que, llevadas por sus intereses eco-nómicos únicamente toleraban matrimonios de conveniencia y esto, ala larga, al menos así era percibido socialmente, podía estar causandomuchas desavenencias entre los cónyuges, cuando no verdaderos fra-casos matrimoniales. En una época en que la razón, y la sensibilidad,imbuía el pensamiento de intelectuales y políticos parecía razonableconsensuar los intereses filiales con los paternos sobre todo cuandoeran palpable las diferencias entre los futuros cónyuges, de maneraque se vislumbra como mejor solución dejar la decisión en manos delos hijos que debería ser refrendada después por los padres; para queesta alternativa pudiera funcionar se necesitaba como premisa que ladecisión tomada por los hijos fuera sensata, y eso solo podría lograr-se si éstos eran capaces de actuar juiciosamente, avalados por su bue-na formación. Esta controversia tuvo una evidente proyección litera-ria y otros escritores de la época se plantearon estas mismas cuestio-

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nes llegando a conclusiones similares; en la novela Eudoxia, hija deBelisario del ex jesuita Pedro Montengón, se expone con una claridadmanifiesta esa idea, tras haberse sopesado las diversas variables queconcurren en el acto de elección, cuando pone en boca de la madre lassiguientes palabras: “conviene que los padres sean los jueces en laelección de sus hijas” puesto que “la poca edad de las doncellas, lafalta de luces y conocimiento del mundo y de sus engaños, el retiro yrecato a que el decoro de su sexo las condena, no les permiten cono-cer lo que más importa en los casamientos”, no obstante, sigue di-ciendo, “ni tu padre ni yo violentaremos jamás tu genio para que to-mes por esposo un sujeto antes que otro. Este es derecho de tu liber-tad. Bien, sí nos oponemos a que escojas al que menos te conviene.Este es el derecho de nuestra autoridad para que no yerres en tu elec-ción, poniendo los ojos en aquel que te pueda hacer arrepentir de tutemprano afecto” (MONTENGON, 1990: 19). Leandro Fernández deMoratín en El sí de las niñas expresa la misma idea, y al referirse a laelección del marido por los padres escribe: “mandar, hija mía… Enestas materias/ tan delicadas los padres que tienen/ juicio no mandan.Insinúan, proponen,/ aconsejan; eso sí ¡pero mandar!...” (FERNANDEz

DE MORATíN, 1992: 90).

Iriarte muestra la entresijos del concierto matrimonial de Pepitadonde se negocia con todos los pretendientes, exponiendo cada una deellos su concepción del matrimonio y lo que aportaría cada uno deellos a la futura unidad familiar; cuando Gonzalo, que cuenta con elrespaldo incondicional de Clara y Basilio, propone casarse con Pepi-ta, el padre excusa dar su aprobación sin antes consultar a su hija yaque él siempre ha creído lo mejor respetar la decisión de su hija a lahora de contraer matrimonio, por lo que contesta: “Desde ahora le doyamplia/ licencia y mi bendición./ Pero resta ver si agrada/ esta elec-ción a la chica,/ porque eso de violentarla/ yo la voluntad es cuento”(IRIARTE, 1986: 367). Como también sabe que su hija ya ha elegido alotro pretendiente, cree su deber comunicárselo a Gonzalo para quedesista en sus intenciones, ya que no tienen ningún futuro: “…comola pretende/ el marqués de Fontecalda,/ y ella se afirma en que es ésta/la boda que más le cuadra,/ yo ¿qué he de hacer?” (IRIARTE, 1986:367).

3.3. La educación femenina. Siendo clave en Iriarte el tema de laeducación, como se ha afirmado anteriormente, la obra que nos ocupaestá dedicada a analizar las características específicas de la crianza delas niñas y su educación entendida como una formación integral. Así

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es, de los diferentes planos que conforman la educación femenina enel siglo XVIII, formación moral, educación física e higienista, y trans-misión de conocimientos, se observa una atención preferente por laeducación moral. Será la prioritaria en el pensamiento burgués porquees la única que puede originar el perfil de la buena esposa demandadapor la burguesía; eso significa que todos los planteamientos que sub-yacen en la educación femenina estarán orientados a la consecución deuna buena esposa y madre. Así también parece haberlo entendido a laperfección Josefa Amar cuando escribía que “la educación moral es sinduda la más difícil, pero también la más importante, porque abraza laenseñanza e ilustración del entendimiento, la regla y dirección de lascostumbres, y en una palabra lo que se llama buena conducta y mane-jo en todas las acciones … para obrar con cordura y discreción, paradesempeñar las obligaciones comunes a todos, las particulares de cadauno, y finalmente para ser feliz en su estado y circunstancia” (AMAR Y

BORBON, 1786: 135). Para Montengón la ciencia moral implicaba “elestudio de los afectos y pasiones del ánimo, para conocer cuáles se in-clinan al bien honesto y loable, cuáles al mal dañoso y aborrecible”(MONTENGON, 1990: 67), y este concepto supo resumirlo muy biencuando describe los tres objetivos que debería cubrir, en su opinión,esa enseñanza: “el de la labor y economía, en que comprendería tam-bién todo lo que toca a pulir y ennoblecer su exterior y sus naturalesgracias. El del entendimiento, reduciéndolo a los principios de lasciencias más útiles, a fin de ilustrar su mente y disipar las tinieblas dela ignorancia y de los errores vulgares y el del ánimo, que es el objetoprincipal de la virtud, para moderar los siniestros efectos del corazóny las pasiones” (MONTENGON: 1990, 67).

3.4. La familia burguesa. Asimismo, es fundamental dilucidar losnuevos papeles asignados al hombre y a la mujer en la familia bur-guesa; mientras el primero aparece como agente rector, asumiendouna serie de obligaciones dentro, esposo y padre, y fuera del matri-monio, capaz de mediar entre su familia y el mundo, la mujer es agen-te receptora de los intereses del marido, volcada sobre su casa y sushijos, celadora de una domesticidad que garantiza la privacidad nece-saria a su ámbito de actuación personal, que constituye la familia.Esto hacía plantear un análisis de la identidad femenina tal y como seconcebía en aquellos momentos, de manera que se haría un exhausti-vo recorrido por los tópicos existentes en la época sobre la conductafemenina; la frivolidad de las mujeres, puesta de manifiesto en el tra-to hacia los demás y a su comportamiento en sociedad; el despilfarroeconómico que significaba ser esclavas de la moda, que llevaba a mu-

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chas familias a la ruina; la asunción del lenguaje y los modales típi-cos de la galantería que acababa irremediablemente en los cortejos,adulterio a los ojos de muchos; la adopción por las mujeres de la“marcialidad”, léase independencia, en su comportamiento habitual;su presencia en la escena pública y en los espacios de sociabilidad, asícomo la manipulación femenina con que sometían a los hombres, y dela que hacían gala con frecuencia. Lo mismo podemos decir de la mu-jer como esposa y madre, teniendo en cuenta la aparición del mito dela maternidad en estos momentos; la idea de la “buena madre” se sus-tancia en la polémica sobre la lactancia materna, y aunque hay esca-sas alusiones a ella en la obra elegida, debió ser un tema que Iriartecomentaría en más de una ocasión con su amigo médico José Bonells,autor de una celebrada obra titulada Prejuicios que acarrean al géne-ro humano y la Estado las madres que rehúsan criar a sus hijos, y me-dios para contener el abuso de ponerlos en ama, publicada en 1786.Por último, la educación de los hijos contemplada desde una dobleóptica, desde el proceso de socialización de los niños a través de la es-cuela, que excede al marco familiar, y la que recibirían en el entornodoméstico, junto a las madres, donde a partir de ahora las mujeres ha-brían de desempeñar un papel esencial, como co-educadoras de sushijos, junto al marido. El hecho de que la protagonista de la obra es-tudiada sea huérfana de madre es significativo porque está haciendohincapié en la creencia de que la educación de los hijos, y especial-mente de las hijas, en su primera etapa corresponde a las madres, esuna tarea ahora considerada propia de ellas, que se les adjudica comotarea ineludible a partir de ahora; en ese caso la orfandad materna sir-ve para resaltar la incapacidad paterna para cubrir dicha labor en lamás tierna infancia. Tanto en la comedia que nos ocupa como en suotra obra El señorito mimado, hay una clara dejación de responsabili-dad por parte de los padres hacia sus hijos, algo reprensible a los ojosde nuestro autor.

En cuanto al título, ya es significativo del discurso de su autor,destinado a la educación de las clases medias; según el Diccionariode Autoridades señorito significa “el hijo de los señores o Grandes; ypor cortesanía se suele decir del hijo de cualquier otro sujeto de re-presentación. Se llama también el que afecta gravedad en sus accio-nes o dominio y mando en lo que no le debe tener” (RAE, 1990: III,89); crianza es “la obra de criar, nutrir y alimentar, ya sea a las cria-turas racionales como a las irracionales. Vid, también educación, en-señanza y amaestramiento. Vale también urbanidad, atención, cortesíay así las acciones buenas y honradas se califican de buena crianza; y

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al contrario las malas y descorteses por de mala crianza” (RAE, 1990:II, 369) y por educación entiende “la crianza, enseñanza y doctrinacon que se educan los niños en sus primeros años. Para la buena edu-cación de los hijos es necesario que el vínculo del matrimonio sea per-petuo entre los padres” (RAE, 1990: II, 656-657). Según el Dicciona-rio de uso del español la palabra señorito se refiere al “tratamiento,solo o seguido del nombre propio, dado a las personas jóvenes de unacasa por los servidores y personas subalternas. En femenino se em-plea como tratamiento corriente aplicado a las mujeres solteras sin irseguido de doña. Se aplica, particularmente en masculino, al joven defamilia de buena posición social o económica que lleva una vida frí-vola” (MOLINER, 1990: II, 1141).

4. Feminidad y masculinidad a debate: las nuevas identidades genéricas

Los personajes protagonistas corresponden a un triángulo forma-do por doña Pepita, la señorita, una jovencita casadera, pertenecien-te a una familia acomodada, de clase media que vive del beneficio delos negocios, y los dos pretendientes que la cortejan; el modélico Eu-genio, representante del hombre de bien porque, según los cánonesdel pensamiento ilustrado, es un compendio de virtudes, juicioso ysensato, laborioso, moderado en sus costumbres, culto, comprensivoe indulgente con los demás, hombre de mundo que conoce las reglasde urbanidad y la cortesía, y firme defensor de la amistad; y el mar-qués, un impostor, un truhán y un vividor a la vez que un petimetrey snob que actúa de anti-modelo. En el trasfondo de circunstanciasaparecen una serie de personajes secundarios que van proporcionan-do complejidad a la trama conformando diferentes estereotipos depersonajes comunes de la época; Gonzalo, el padre viudo de la pro-tagonista, y su amiga Doña Ambrosia, que representan la parte másnegativa, de la paternidad y de la amistad, ejerciendo una mala in-fluencia en ella. Los tíos de Pepita, Clara, hermana de Gonzalo, y Ba-silio, su marido, prototipo del matrimonio burgués bien avenido. Eldesenlace de la obra es también muy significativo: se impone la mo-raleja de la historia sobre un final feliz, cuando el pretendiente cono-ce en profundidad las “prendas” de la casadera y no le convencen nisu actitud ni su predisposición a cambiar su personalidad, desiste desu compromiso y la abandona; con este proceder, renunciando a ellaconscientemente, representa la voz de la razón y el castigo social adejar plantada a la novia cuando su conducta así lo requiere. Ella,será recluida en un monasterio y pende entre las cuerdas su futuro de

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mujer en el siglo como casada o quedarse dentro del convento. Paraun escritor que está bebiendo del laicismo de la época el conventosolo se entiende como correctivo, es decir, como un medio de inter-namiento, punitivo para conductas transgresoras, como un instru-mento de regeneración moral. A continuación, se hará un repaso por-menorizado por los diferentes personajes y la función que cumplenen la obra actuando como tipos modélicos o como individuos repro-bables, objetos de sanción moral.

4.1. Doña Clara, la esposa perfecta. En la obra es el modelo feme-nino a seguir: esposa juiciosa, amante de su casa y de su marido; man-tiene en todo momento una conducta decorosa y virtuosa; demuestraser una buena tía, que quiere lo mejor para su sobrina aunque eso lehaya llevado a indisponerse con su hermano, que no toleraba intromi-sión alguna en la (mala) educación de su hija; es capaz de relacionar-se bien con el sexo opuesto ya que en su amistad con Eugenio mues-tra la posibilidad de que hombres y mujeres puedan establecer entresi relaciones de igualdad; casada con un buen hombre, juicioso, cabal,honrado, inteligente con el que forma una familia modélica. Estas ca-racterísticas hacen que el Marqués la llame “secatora” (aburrida) yque Ambrosia la tilde de remilgada, aunque ella tiene una mejor per-cepción de sí misma por lo que se define como una auténtica españo-la en oposición a los vicios y corrupción de las costumbres extranje-ras, destilando una cierta xenofobia moral donde lo extranjero estáasociado a lo corrupto y lo nacional a la pureza: …”yo, aunque dicen/peco de española rancia/ por el pundonor gradúo/ el mérito de las da-mas/ por el juicio y discreción/ cortesanía y constancia” (IRIARTE,1986: 363). Sin embargo, Eugenio la presenta en toda la trama comoel modelo de mujer: “y debemos esperarla (la reforma)/ del ejemplo ylos prudentes/ consejos de doña Clara que olvidando desde ayer/ lasdisensiones pasadas/ vuelve a ver a su sobrina/ a ser su amiga y suguarda” (IRIARTE, 1986: 364).

Frente a la irresponsabilidad demostrada por su hermano, es capazde vislumbrar los errores cometidos en la mala educación, costumbresy conducta de su sobrina y se lo hace saber, ganándose su inquina,siendo consciente de que esa crítica la ha convertido en protagonistade la ruptura entre ambos, pero arguye que ha sido él y no ella el cau-sante del problema por lo que, dolida con su hermano, le recrimina nohaber sabido apreciar sus consejos y haberla puesto en contra de susobrina, “me conciliaron un odio que tu no desaprobabas. Llegué apasar por la tía más impertinente y rara” dice al respecto (IRIARTE,

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1986: 363). En el desarrollo de la trama, se percata del poco juicio desu hermano, inteligencia frente a estupidez, y de la volubilidad de susobrina y parece arrepentirse de haberse reconciliado con su hermanoporque puede ser testigo de sus desgracias. Aún así, su responsabili-dad se impone por encima de todo y no duda en seguir aconsejando asu sobrina: “…le exhortaré nuevamente./ Para que se apuren cuantas/Diligencias penden ya/ De mi influjo. Saldrán vanas;/ Pero a lo me-nos me empeño/ En quedar acreditada/ Con usted de buena amiga/ Ycon él de buena hermana” (IRIARTE, 1986: 411).

Ante el inminente compromiso de su sobrina, aconseja no escu-char al marqués, al que descalifica en toda su personalidad, mientrasque aboga por D. Eugenio como el mejor marido para su sobrina:“Don Eugenio/ te estima, y quiere tu enmienda./ dale oídos y serás/feliz. Atiende a finezas/ interesadas y falsas/ de ese marqués y a in-discretas/ lisonjas de doña Ambrosia,/ y pagarás tu imprudencia”(IRIARTE, 1986: 443). De él y de su honradez se muestra valedora to-tal cuando la trama urdida por el marqués y Ambrosia de que sonamantes está en su apogeo; no solo lo llama honrado sino que esa acu-sación le da pie para hacer un encendido elogio de la (posible) amis-tad entre los sexos, para criticar la segregación existente entre ambosmediante el uso de los estrados y para comentar los daños causadospor el cortejo:

“Creerán lo que es muy falso./ Faltara conversación/ divertida en los estra-dos/ si la malicia dejase/ de suponer que en el trato/ de personas de dos se-xos/ hay siempre algún fin dañado./ ¿Mujer y tener amigo?/ No se ve ya esemilagro./ ¿Hombre y amiga? Imposible./ ¿Quién la trata más? Fulano./ Esees el cortejo, amante,/ galán, pique, mueble, trapo./ Y porque cuatro indis-cretas/ o fáciles han cobrado/ la opinión que dona Ambrosia/ y la que des-de hoy presagio/ cobrará también tu hija,/ si no se precave el daño,/ ¿hande perder su buen nombre/ las mujeres de recato?” (IRIARTE, 1986: 498).

Ante los falsos testimonios esparcidos por el marqués y doña Am-brosia, y ante las acusaciones de adulterio que le formula su hermano,ella se defiende con las siguientes palabras: “Pero sólo he de dar cuen-tas/ a mi esposo, no a un hermano/ que con sospechas inicuas/ hace elmás sensible agravio/ a una hermana que se precia/ de tener muy biensentado/ su crédito en esta parte” (IRIARTE, 1986: 499). Ante el com-portamiento de jovencitas manirrotas y frívolas como su sobrina en-tiende que los hombres cabales desprecien el matrimonio y declinenformar una familia, llegando a la conclusión, como muchos otros au-

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tores y moralistas de su tiempo, que el celibato masculino está origi-nado por la frivolidad de las mujeres: “Por unas locas como éstas,/ porsus caprichos, sus gastos/ y mala crianza, pierden/ su fortuna más decuatro/ dignas de una ventajosa/ colocación. Recelando/ los hombresla general/ censura, los malos ratos,/ las deudas y otros perjuicios,/huyen de tomar estado” (IRIARTE, 1986: 551).

4.2. Don Eugenio, “el Séneca de otros tiempos”: el hombre nuevo.En toda la obra Eugenio es el modelo masculino por excelencia, es elhombre nuevo, el hombre de bien en la línea defendida también porCadalso (SEBOLD, 1974). Tiene todas las virtudes que se necesitanpara ello: trabajador, laborioso, juicioso, cultivador de la amistad,ponderado en sus costumbres, lector, indulgente con los errores hu-manos, comprensivo, paciente, conocedor de la urbanidad, el respetoy cortesía debido a las mujeres, de ahí que Doña Pepita, con retintín,lo haya bautizado con el sobrenombre de “el Séneca de otros tiempos”(IRIARTE, 1986: 444). También el Tío Pedro, conocedor de la natura-leza humana y sus debilidades, testigo ocular de todo lo que sucedeen la trama y, personaje neutro e imparcial que encarna “la voz delpueblo”, juez que decide intervenir para poner fin a la confusión, re-conoce en él un compendio de virtudes cuando dice: “don Eugenio,que cuando habla,/ se conoce de contado/ que es leído, y tiene traza/de ser caballero en forma/ y hombre de bien, porque él trata/ con biena los pobres/ y es garboso” (IRIARTE, 1986: 359).

De carácter conciliador y pacífico se ha ofrecido como mediadorentre los dos hermanos para que deshicieran los malentendidos yvolvieran a tratarse como tales ante lo cual, don Basilio, marido deDoña Clara, le reconoce sus méritos, “estos se llaman oficios debuen amigo” (IRIARTE, 1986:362), al tiempo que hace una exaltaciónde la amistad que tiene con ambos: “yo he sido el medianero/ de larenovada alianza/ que felizmente nos une/ hoy en esta amena estan-cia” (IRIARTE,1986: 359). Aplicado en el trabajo, buen gestor y ad-ministrador de una sociedad con negocios en Cataluña, en la quetambién participa Gonzalo, se rebela ante los prejuicios estamenta-les que existen sobre los comerciantes en particular, y sobre las ac-tividades burguesas en general, que pone de manifiesto en boca deéste cuando habla del marido de doña Ambrosia. Eugenio no solo lepara los pies sino que aprovecha la ocasión para hacer una reivindi-cación de ellos y de su labor: “Oh qué falsa/ opinión. Pues ¿por ven-tura/ haber estado casada/ con un negociante honrado/ es desdoro?(IRIARTE, 1986: 371).

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Partidario de la utilidad pública, acusa a los denominados petime-tres de haber creado un prototipo de jóvenes snobs y superficiales solointeresados en la moda y otras frivolidades semejantes; que solíandesperdiciar la oportunidad de viajar al extranjero y aprender de la ex-periencia de conocer otros países, otras culturas y otras gentes, no es-tando preparados para asimilar o criticar lo que van viendo en esos pa-íses: “Es muy poco lo que gana/ en viajar el que no lleva/ la instruc-ción anticipada,/ y enseña el ver muchos libros/ más que el ver mu-chas posadas” (IRIARTE, 1986: 397). Y que en lugar de hacer algo deprovecho utilizaban el viaje como coartada a su vuelta para darse pos-tín ante todo el mundo, encandilar a los ignorantes, enamorar a lasmujeres e incluso para “destrozar” la lengua castellana con frecuentesgalicismos: “las extrañas (lenguas)/ aprenden viajando algunos/ razo-nablemente, y gracias;/ pero después a viciar/ la suya nadie les gana(IRIARTE, 1986: 396).

Partidario de la educación moral de las mujeres para que puedandesempeñar óptimamente el papel de esposa y madre que se le reser-va en la nueva familia burguesa, se muestra receptivo a educar a Pe-pita, mientras aparece como su pretendiente, pensando que las hijas,si no han sido bien educadas por sus padres deberían serlo por sus ma-ridos, una empresa para la que se encuentra preparado y que repre-senta toda una novedad en el horizonte de la nueva familia burguesa.En sus palabras no hay amor, sino la asunción de un deber que le co-rresponde como hombre y futuro marido; tampoco lo hay en su con-cepción del matrimonio, sino estima: “con todo eso/ no me parece tanardua/ la empresa de corregirle” (IRIARTE, 1986: 409) pues “yo meaplico a tal empresa,/ y si pudiera lograrla/ pienso que la señorita/ des-de luego asegurara/ su dicha y la del esposo/ que deseara con ansia/más que amar y ser amado/ poder estimar lo que ama” (IRIARTE, 1986:365), máxime cuando observa el buen fondo de la muchacha y la su-peración de los vicios adquiridos por la costumbre: “tiene unas po-tencias claras/ un corazón muy benigno/ y con estas dos ventajas/ co-rregirá las demás/ quien tenga paciencia y maña” (IRIARTE, 1986:365). “Bien reconoce que en ella/ no son nativas las faltas,/ que todasson adquiridas/ ya casi involuntarias;/ y que caprichos, errores,/ vive-zas, extravagancias/ por hábito se contraen/ no por índole viciada”(IRIARTE, 1986: 364). “Quisiera/ que usted cobrase aversión/ al tiráni-co sistema de los que según estilo/ musulmán, no consideran/ a lasmujeres nacidas/ sino para esclavas necias/ del hombre, y las privancasi/ del uso de las potencias./ Emplee usted bien las suyas;/ veráncuánto la deleitan/ ciertos estudios…” (IRIARTE, 1986: 440-441).

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Asimismo, nos expone detalladamente los métodos con que espe-ra conseguirlo. La autoridad que se arroga para este cometido es sucondición de futuro marido de Pepita; un marido al que en el modelode familia burguesa se le ha atribuido el papel de guía y rector, al quecompete todo lo relativo al resto de los miembros del grupo, incluidala educación de su cónyuge, si es que la necesita; eso sí, una autori-dad basada en la tolerancia y la indulgencia, virtudes del nuevo hom-bre, compañero de la mujer doméstica, para comprender las flaquezashumanas y compadecer al débil, en este caso Pepita: “No tengo do-minio alguno/ en su hija de usted. Mis armas/ no son la reconvención,/el precepto, la amenaza;/ si la advertencia oportuna/ y la persuasiónmás blanda” (IRIARTE, 1986: 365).

Sus opiniones sobre las mujeres son ponderadas, y revelan unacierta reflexión acerca del sexo femenino, su papel social, sus limita-ciones sociales y culturales siendo también partidario del modelo demujer doméstica al que nos hemos referido al comienzo del trabajo:

“Yo lo explicaré./ Durante la primavera/ de la edad logran ustedes/ aplau-so en las concurrencias,/ atenciones, rendimientos,/ cualquier dicho es agu-deza,/ cualquier ademán es gracia,/ todo se admira y celebra;/ y en el corrode aspirantes/ que embelesados las cercan/ el que menos encarece/ su pa-sión la llama eterna./ Entonces casi no hay una/ que para ser felíz crea/ ne-cesitar otras dotes/ que las de naturaleza./ La flor de la juventud/ es rosa alfin. No es perpetua/ y apenas se ha marchitado/ cuando toda la ligera/ ban-dada de mariposas,/ que giraba en torno de ella,/ desaparece, volando/ abuscar flores más frescas” (IRIARTE, 1986: 438).

Asimismo expone su ideal de matrimonio, que necesariamente hade descansar en las virtudes y no en la pasión: “Señora,/ lo que digo esque las prendas/ del ánimo, las virtudes/ y el entendimiento engendran/cariño más racional,/ y de mayor permanencia (IRIARTE, 1986: 437).También tiene en cuanta que en el matrimonio debe prevalecer la ar-monía y la concordia entre los cónyuges, y que sin ellas el matrimoniose iría a pique. Con esa afirmación pone fin a sus iniciales pretensionesde casarse con la hija de sus socios, y sobrina de sus mejores amigos:“que usted haya despreciado/ mi obsequio y buena intención/ me essensible; pero gano/ a costa de este desaire/ un gran bien, averiguando/no seríamos felices/ con genios tan encontrados” (IRIARTE, 1986: 518).

Se manifiesta también a favor de que sea la mujer quien elija a sufuturo marido y no su padre, sobre todo cuando éste demuestra no es-

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tar a la altura de las circunstancias. En este caso da un voto de con-fianza a las mujeres, pensando en que su buena educación les haya he-cho lo suficientemente maduras como para calibrar su futuro por símisma: “Ella es quien puede/ decidir. De su labio/ la de salir la sen-tencia/ la espada no puede darnos/ dominio en su corazón/ porque esacto voluntario/ en ella elegir aquel/ que halla digno de su agrado(IRIARTE, 1986: 508-509). Como hombre de bien, desprecia ciertascostumbres muy enraizadas en la sociedad española como el juego ylos duelos. Su profundo rechazo del juego se explica porque lo consi-dera un vicio destructor de la gente y de las familias; por eso, cuandoPepita le pregunta si quiere jugar, él acepta y no rehuye la invitaciónpor mera galantería hacia la dama, lo cual no evita que quiera expre-sar su opinión al respecto: “¿yo?/ solo por condescendencia;/ por afi-ción, nunca” (IRIARTE, 1986: 472).

En cuanto a su postura en contra de los segundos, el comentariode Eugenio le sirve a Iriarte para hacerse eco de una costumbre tradi-cional entre los españoles que había causado numerosos perjuicios ala sociedad, y prueba de ello era la “cruzada” emprendida por FelipeV para erradicarlos, y que se plasmó en varias pragmáticas dictadaspor el monarca prohibiendo tanto los duelos como otros lances de ho-nor (NOVISIMA RECOPILACION): “pues nunca/ dicta el pundonoral sabio/ que enmiende con el acero/ lo que la pluma ha pecado,/ y ala fuerza de razones/ oponga fuerza de brazos” (IRIARTE, 1986: 506).

4. 3. Don Basilio: el cabeza de familia burgués. Basilio, otro hom-bre de bien, es el marido de Doña Clara y aparece como el perfecto es-poso que confía en la fidelidad de su esposa y le reconoce el necesariopredicamento para educar a su sobrina, ya que ellos no han tenido hi-jos. Hombre cabal, amigo de Don Eugenio con el que le une una entra-ñable amistad. No evita colocarse en la tesitura de ayudar a su cuñado,del que conoce su escaso juicio tanto con su hija como con sus amigos,de ahí que le ponga continuamente en alerta ante sus “malas compañí-as”, primero contra el grupo al completo, “lidiamos, amigo mío, conuna gente muy rara” (IRIARTE, 1986: 410), después contra Doña Am-brosia a la que acusa de malmeter a la niña: “protectora, una vecina/ im-prudente, casquivana/ que fomenta los caprichos/ de esta niña malcria-da” (IRIARTE, 1986: 410) y contra él mismo, que estaba siendo objeto deagresión con acusaciones infundadas y llenas de maledicencia.

Ante esa situación injusta quiere abrir los ojos a su cuñado formu-lándole cuatro preguntas con las que pretende hacerle recapacitar so-

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bre la manipulación a que estaba siendo sometido por toda esta gente:“¿por qué te dejas mandar/ de esta viuda tan a ciegas?” (IRIARTE, 1986:424), “¿y por qué te pagas tanto/ del marqués? (IRIARTE, 1986: 425),quien, al fin y al cabo solo es el prometido reciente de su hija: “Novio,un marqués que en dos meses/ logra aquí tal confianza/ sin más moti-vo que haber/ bailado dos contradanzas/ con la chica no sé dónde,/ yofrecerle ella la casa” (IRIARTE, 1986: 410) del que sospecha hasta elrobo, por haberle timado sacándole dinero para el aderezo que habráde llevar Pepita en la boda, y que supuestamente han elegido Ambro-sia y él: “yo me temo alguna maula/ porque mi hermano soltó/ paracomprar esta alhaja/ diez mil pesos, y aunque dice/ el marqués que estágirada/ la letra a París, ¿quién sabe/ si tal vez … Con verlo basta”(IRIARTE, 1986: 410-411) por esas razones intenta poner al descubiertosus insidias y maquinaciones que le lleven a recelar del comporta-miento de ambos: “¿y cómo se empeña/ doña Ambrosia en proteger/ aun forastero que apenas/ conocemos?” (IRIARTE, 1986: 425), recrimi-nándole que permita a su hija hacer una elección tan importante comola de su futuro marido por una cuestión de simple capricho: “¿y es po-sible que debiendo/ tu hija por su nobleza,/ gallarda persona y dote/emplearse bien, consientas/ que un capricho?” (IRIARTE, 1986: 426).

4.4. Don Gonzalo, el mal padre. Con este personaje Iriarte haceuna perfecta caracterización del anti-modelo de padre indiferente ha-cia la educación de su hija y demasiado condescendiente para evitar-se problemas. Es un perfecto botarate en todos los sentidos, voluble,vividor, indolente y de poco juicio. Irresponsable en todas las facetasde su vida, en su casa no tiene en cuenta lo que significa llevar y ad-ministrar una casa, comportándose como un verdadero manirroto; hasustituido su obligación de educar a su hija con proporcionarle todoslos caprichos que le venían en gana y darle todos los gustos a fin deque no originara problemas, le es indiferente que su hija se case conD. Eugenio o con el marqués, a condición de que le dejen tranquilo,y si se manifiesta partidario de que las mujeres expresen su opiniónante el matrimonio es porque así se descarga a los hombre de tenerque tomar una decisión tan importante; vividor, juerguista, frívolo yvoluble solo está interesado en la más pura diversión ni le motiva nin-guna cuestión seria; torpe, falto de inteligencia y sumamente crédulo,es fácil de engañar por cualquier embaucador. Partidario de las ideasestamentales, descalifica al trabajo y los trabajadores y vive de lasrentas, siendo socio capitalista de D. Eugenio en una fábrica textil ca-talana aunque el único interés que tiene en el negocio (burgués) es co-brar puntualmente, pues todo lo demás le es indiferente.

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Tonto y crédulo, su hermana doña Clara le recrimina su procedery, especialmente, que se deje manipular por personajes de la calañade Ambrosia y del marqués, y por su propia hija, todavía una niña:“¿qué seas tan insensato!/ ¡qué no consultes las cosas!/ ¡y que tengastan cerrados/ los oídos para todos/ los que bien te aconsejamos!/¡solo doña Ambrosia puede/ contigo! ¡Solo el incauto/ proceder, elmero antojo/ de una niña y sus disparos/ han de ser la ley, la norma/de tu conducta! (IRIARTE, 1986: 496). Es absolutamente inconscientede la deficiente educación que ha dado a su hija; por eso no quiso es-cuchar al tío Pedro cuando le aconsejaba que la educara en los valo-res encarnados por las muchachas del campo, laboriosas, púdicas,honestas y recogidas en el hogar, que reciben el matrimonio como re-compensa a su recato, frente a la frivolidad de las jóvenes de la ciu-dad, mundanas, despilfarradoras, casquivanas y siempre en la calle.Ni tampoco es capaz de ver sus defectos, porque así no tiene que to-marse el trabajo de corregirlos: “porque no hallo qué enmendar/ yporque quiero que sea/ franca, alegre, sacudida,/ no sosa ni zalame-ra/ y que al lucero del alba/ responda, cuando se ofrezca,/ una clari-dad ¿estamos?” (IRIARTE, 1986: 427).

Es tan obtuso que culpa de la mala crianza de su hija a su amigaAmbrosia, como si él no hubiera tenido responsabilidad alguna en loque ha hecho, al mismo tiempo que le sirve de excusa para romper lapalabra de matrimonio que le había dado: “Vecina, me desengaño/ deque el ejemplo de usted/ y sus consejos viciaron/ a esa niña, siendocausa de cuánto me está pasando./ Quien usa malos ardides/ no es-pere ya echarme el gancho” (IRIARTE, 1986: 548). Cuando su cuñadole recrimina que su hija haya elegido al marqués como un simple ca-pricho de jovencita obnubilada por su pertenencia a las filas nobilia-rias, Gonzalo se revuelve y muestra la fascinación de las clases bajaspor la nobleza mediante las siguientes palabras: “¿qué capricho?/ ¿elde querer ser marquesa?/ Pues muchos lo tomarían/ a dos manos”(IRIARTE, 1986: 426).

4.5. Doña Pepita “la malcriada”. Es el ejemplo personificado delos perniciosos efectos que acarrea una mala educación; prototipo dela mujer que no se debe ser según los nuevos cánones. Por lo tanto, esel retrato veraz del anti modelo femenino, como su amiga Ambrosia,ambas se complementan perfectamente, la una solícita maestra y laotra diligente discípula, desde sus respectivos estados, como viuda ysoltera. Caprichosa, inculta, vana, frívola, amiga de juergas, le gustael juego, el baile y todo tipo de diversión. En ella concurren toda una

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serie de vicios al haberle faltado una buena crianza y una buena edu-cación al ser huérfana de madre y su padre haberse desentendido deella, a la que procura satisfacer en todos sus caprichos como base deuna convivencia en la que cada uno pueda hacer lo que quiera, sin im-portunarse entre sí. Como buena caprichosa, es partidaria de que a lasmujeres se les debe dar siempre la razón, la tengan o no: “y en fin, ten-gan o no tengan/ razón las damas, los hombres/ deben dársela porfuerza” (IRIARTE, 1986: 453).

En un momento determinado, reflexiva, parece sopesar las condi-ciones de sus dos pretendientes y reconocer la superioridad de Euge-nio porque dice: “aunque él me impacienta/ con sus amonestaciones,/tiene otro modo; y sus prendas,/ si he de hablar con claridad,/ mere-cería que hiciera/ más caso de él” (IRIARTE, 1986: 453) y continúa ha-blando de él en la siguiente forma, mostrando un mayor juicio del quele hemos adjudicado hasta entonces: “una cosa es que por tema,/ pordespique, por venganza/ de que me enamora a medias/ y anda bus-cando defectos/ que tildarme, yo conceda/ mis favores al marqués/ yotra es que no comprenda/ lo que vale cada uno” (IRIARTE, 1986: 453-454). En el fondo ella se da cuenta de que junto a Eugenio va a llevaruna vida ordenada (para ella sinónimo de aburrida) mientras que conel marqués, además de hacer lo que le dé la gana, todo va a ser diver-sión y fiesta.

De ahí que describa su ideal de matrimonio, en la misma línea delque está defendiendo Ambrosia, es decir un matrimonio práctico enel que los sentimientos no cuentan: “si el amor es sentir penas,/ an-sias, desvelos, fatigas,/ y toda aquella caterva/ de lástimas que he le-ído/ en comedias y novelas,/ yo no tengo tal amor;/ ni entiendo cómohay quien pierda/ el sueño y el apetito/ por semejantes simplezas”(IRIARTE, 1986: 454) ante tales palabras Ambrosia le da su propiaversión sobre el matrimonio; cual una eterna Eva, le enseña a la per-fección el arte de la simulación y la hipocresía para mantener enga-ñar a los hombres manipulándolos y logrando todo de ellos: “Con talde que no se aborrezca/ a un hombre, es muy suficiente/ para maridocualquiera,/ que bodas de enamorados/ no son las que mejor prue-ban” (IRIARTE, 1986: 455) “la grande empresa/ es salir del infeliz/ es-tado. Después se arregla/ cada una como puede,/ sobre todo cuandoacierta/ con un hombre racional,/ dócil, franco y de experiencia/ delmundo, como el marqués” (IRIARTE, 1986: 455) dice que con Euge-nio iba a ser una esclava: “Hazte cuenta/ que ibas a ser una esclava./¿Aquél? No te permitiera/ ni un desahogo inocente./ Con sus máxi-

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mas añejas,/ su indigesta condición/ y sus cansadas leyendas/ pasa-ras buen noviciado./ ¡Dios nos libre! Te midiera/ los pasos con uncompás” (IRIARTE, 1986: 455).

Ante los consejos que le da Ambrosia para que le pueda resultarun buen matrimonio, Pepita le contesta: “Bien fáciles de aprender/ meparecen esas tretas” (IRIARTE, 1986: 459). “Y hacerme la vergonzosa/cuando oigo cosas no muy buenas,/ para que los hombres queden/prendados de la inocencia” (IRIARTE, 1986: 460). Sacando las si-guientes conclusiones del conjunto de enseñanzas recibidas de Am-brosia: “yo de todas ellas saco/ que el disimulo en nosotras/ es mue-ble muy necesario” (IRIARTE, 1986: 521). Aporta su propia idea sobrelas cargas del matrimonio, de los maridos y de las esposas, en conso-nancia a las que expresan las mujeres frívolas del siglo XVIII quetambién se quejan de los niños y las cargas de la maternidad directa(este tema es residual en la obra. Es más un tratado sobre la buena es-posa que sobre la buena madre):

“es menester que lo aguanten/ al fin, quieran o no quieran/ que para eso sonmaridos./ Bastantes impertinencias/ sufrimos con criaturas,/ con amas yotras cincuenta/ pensiones que ellos no sufren./ Les toca cuidar la hacien-da,/ luego el gastarlo con todo/ lucimiento es cosa nuestra,/ o verán lo queles pasa/ si no nos tienen contentas” (IRIARTE, 1986: 461).

Imprudente e irreflexiva, no duda en creer a pies juntillas a su ami-ga cuando le dice que su tía Clara está liada con Eugenio sino que,además, se presta a echar leña al fuego diciéndole a su padre que “esdiestra/ en ocultar con la capa/ de santidad las miserias/ humanas; másyo la entiendo” (IRIARTE, 1986). ¿Significa esta última frase una críti-ca a la hipocresía religiosa en la que solían caer sobre todo las muje-res? Por su comportamiento imprudente, necio y de niña malcriada,cuando se deshace todo el entramado, Doña Clara le aconseja a su pa-dre como única solución que la meta en un convento para ser educa-da, según ella es el único remedio ya que ningún hombre, ante lo pa-sado, va a querer pretenderla, que allí será educada y el paso del tiem-po hará olvidar todo: “Escandaloso. Y después/ ¿me dirás qué hombresensato/ te la pedirá? El remedio/ es un colegio, Gonzalo./ Allí podrácorregirse,/ ínterim se va olvidando/ un suceso tan ruidoso;/ sin locual apenas hallo/ probabilidad de que haya/ quien le ofrezca ya sumano” (IRIARTE, 1986: 546). Pepita se rebela ante ese destino en elclaustro: “No es mi vocación de claustro/ ¡yo quedarme para tía!/ ¿Mefaltará novio, acaso? (IRIARTE, 1986: 547).

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Su comportamiento responde a lo que en la época se denominaba“marcialidad”, una actitud, una disposición o un carácter que fue muybien definido en la obra La óptica del cortejo con las siguientes pala-bras puestas en boca de una persona que la practicaba: “es hacer cadauno lo que le acomoda, vivimos conforme nuestra voluntad; y ésta ladisfrutamos según la queremos”.

4.6. Ambrosia, la vecina aprovechada, la mala amiga y la intere-sada. Mujer joven perteneciente al estamento llano, fascinada por eltipo de mujer mundana y frívola típica del siglo XVIII, con ciertasaspiraciones de promoción social; viuda de un comerciante que seconvierte en la íntima amiga de pepita con la que va a todas partes.Muy interesada económicamente hablando porque no tiene un cénti-mo; su marido sufrió una especie de timo o desfalco y se fue a la rui-na, motivo que le acarreó una muerte prematura. Su encuentro conPepita por motivos de vecindad, la ha salvado porque junto a ella dis-fruta de la holgada posición de ésta y de esta manera alterna en so-ciedad. Amiga del marqués, con el que no duda en conspirar paraconseguir casarse con Gonzalo, hombre de posición que le garanti-zaría su vida. Es otro de los anti-modelos femeninos que aparecen enla obra, el contrario a Doña Clara. De una gran inteligencia al servi-cio de sus intereses, se muestra muy lista para lograr sus propósitos,y para ello no duda en servirse de todas las artes, incluidas la hipo-cresía y la falsedad. Mujer del estamento llano con aspiraciones deascenso social, se siente absolutamente fascinada por el modelo demujer galante y mundana del siglo XVIII. En la obra cumple un tri-ple papel: 1. Maestra de Pepita bajo la cobertura de una falsa amis-tad que no es otra cosa que puro interés. 2. Cómplice del marqués enla consecución de sus respectivos propósitos. 3. Y soterrada preten-diente de Gonzalo con el que aspira a un buen casamiento que leotorgue ese status deseado. Para ello encandila a Gonzalo y a su hijade la que se ha hecho cómplice y confidente en las cosas propias delas jovencitas, haciéndose la imprescindible en sus vidas para obte-ner satisfacción a sus deseos.

Cuando Doña Clara alerta a Gonzalo de la mala mujer que es, él ladefiende aunque con una cierta displicencia ya que desliza en sus pala-bras algunos prejuicios estamentales: “yo, que defiendo su genio/ su hi-dalguía, su crianza,/ su entendimiento y buen trato./ Aunque por unadesgracia/ ya no es rica, y su marido/ fue comerciante” (IRIARTE, 1986:371). A esas palabras responde Clara con estas otras, dejando claro quesus prejuicios son por su conducta (reprobable), no por su origen social:

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“No se trata/ de linajes. La conducta/ es la que humilla y exalta./ DoñaAmbrosia ha sido siempre/ superficial y voltaria” (IRIARTE, 1986: 371).

Aunque prevalece su papel de cómplice en todas las intrigas queurde el marqués, tiene un interés personal en indisponer a los herma-nos Gonzalo y Clara porque se da cuenta de que, al haber sido descu-bierta por ésta, pueda interferir en sus propósitos, por lo que decidealertarle contra ella: “porque si esta remilgada/ no salta luego de aquí/dos bodas nos desbarate./ Ni usted logrará a Pepita,/ ni yo seré su ma-drastra” (IRIARTE, 1986: 393) pero igualmente se vuelve contra todoslos que puedan perjudicarle, como el criado Bartolo, al que teme por-que ha sido testigo directo de todos sus tejemanejes y, para descalifi-carlo, vierte una serie de prejuicios clasistas suficientes para invalidarsu testimonio: “¿y contra gentes de honor/ se ha de dar crédito a unpayo/ malicioso?” (IRIARTE, 1986: 534).

Sobre la personalidad de Gonzalo, con el que pretende casarsepara arreglar su vida y su posición, ya se ha hecho una idea que seajusta en todo a lo que ella espera de su matrimonio: “no es joven,pero el carácter/ es dulce. No para en casa./ En fin, será un buen ma-rido./ Y luego son tan escasas/ las bodas ricas” (IRIARTE, 1986: 393).Para lograrlo no duda en hacerle a Gonzalo una propuesta de matri-monio “vendiéndose” a sí misma con una serie de argumentos sufi-cientemente expresivos de sus ideas. Primeramente le expone abierta-mente sus mejores prendas:

”Yo bien pudiera/ citar alguna de quien/ es regular que usted tenga/ buen con-cepto, y que le debe/ la mejor correspondencia;/ que mirando por su casa/ deusted, tanto se desvela/ en cuidarla que se olvida/ de la propia por la ajena/–leve muestra del afecto/ sólido que le profesa–,/ que para evitar los muchos/riesgos a que vive expuesta/ una señorita joven,/ huérfana de madre, cela/ conesmero su conducta,/ le acompaña y la aconseja” (IRIARTE, 1986: 476).

Después reivindicando su buen nombre y su honra frente a la ma-ledicencia ajena que ha vertido una serie de acusaciones en su contra:

“los cuatro años de frecuencia/ continua en casa de usted,/ y nuestra cordialy estrecha/ unión, que a nadie se oculta,/ son causa de que hoy padezca/ elhonor suyo y el mío./ Ya mi opinión anda en lenguas/ de las gentes. Los quemás/ nos favorecen, sospechan/ que estamos secretamente/ desposados.Otros siembran/ voces más perjudiciales/ a mi notoria decencia” (IRIARTE,1986: 477)

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Y, por último, para neutralizar ciertas reticencias hacia el casa-miento que parece objetar Gonzalo, ella le ofrece un perfecto matri-monio de conveniencia, “unidos, mas no sujetos/ haremos buena pa-reja” (IRIARTE, 1986: 480), en el que ella se compromete a actuarcomo esposa siendo el polo opuesto de lo que había sido la madre dePepita y a garantizarle total libertad: “conmigo no tendrá usted/ nin-guna de esas molestias./ Entrará, saldrá. Temprano,/ tarde. Que se di-vierta/ a su modo. Haré lo propio./ Viviremos en perfecta/ concordia.Pues lo demás/ no es matrimonio, es galera” (IRIARTE, 1986: 480).

Son muy significativos los consejos que da a Pepita para sobrelle-var el matrimonio, y verdaderamente ilustrativos del “poder de lasmujeres”; evidentemente muestran toda una lección de las artes demanipulación que, según sospechaba Iriarte y otros hombres, aplica-ban las mujeres y que suponían una verdadera amenaza a las bases delpoder masculino, máxime porque se hacían de manera clandestina,poco fáciles de detectar, de ahí que las ponga de manifiesto con todacrudeza, para evitar que los hombres se convirtieran en marionetas desus mujeres:

“¡Ah! Gobernar a los hombres/ es arte de mucha tecla,/ y no se adquiere tanpronto./ A cada cual se le lleva/ con método muy diverso./ Por más queellos se envanezcan/ de lo que pueden y saben,/ pregonando a boca llena/que nuestro sexo es el débil,/ todos tienen sus flaquezas/ y tanto u acasomás/ deplorables que las nuestras./ Descubrir a cada uno/ la suya y darlepor ella,/ ése, amiga, es el secreto,/ ésa es la llave maestra./ Desde luego sesupone/ que la cobarde que no entra/ poniéndose en el buen pie/ de mandarcon prepotencia/ los primeros quince días,/ por siempre jamás se queda/ he-cha una monja en el siglo,/ hija humilde de obediencia./ Es menester habi-tuarlos./ Si el recién casado empieza/ a ceder, cederá siempre,/ y la mujertriunfa y reina./ Pero algunos que al principio/ son dóciles, se rebelan/ des-pués. Aquí es necesario/ recurrir a las cautelas/ más delicadas del arte./ Aveces, indiferencia,/ oír serena los cargos,/ y como que se desprecian;/ a ve-ces, abatimiento/ de dolor y de vergüenza./ Y si no basta, acudir/ con cua-tro caricias hechas/ a tiempo; pero no usarlas/ con demasiada frecuencia,/porque si llegan a hacerse/ muy triviales, ya no pegan./ Cuando el casoapriete mucho,/ declamar con entereza/ y con furor que amenace/ resolu-ciones violentas/ y de tal publicidad,/ que el pobrecillo las tema./ Sobretodo, negar siempre;/ y nunca echarse por tierra./ En fin … Pero me deja-ba/ lo mejor. Una jaqueca/ de quita y pon, un buen flato/ manejado con pru-dencia,/ son un bálsamo, querida;/ porque no solo libertan/ a una mujer delapuro/ y ahorran muchas respuestas,/ sino que todos entonces/ la cuidan y

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la contemplan;/ y lo que antes fue reñirla,/ es luego compadecerla./ Por lamañana: ¿Dios mío!/ Estoy fatal, casi muerta./ Pero a la tarde vestirse/como si tal cosa fuera./ Parchecitos en las sienes,/ y al paseo, a la comedia,/al baile o a lo que salga” (IRIARTE, 1986: 457-459).

Según Ambrosia, hay que manipular a los hombres con miles detretas porque es la única manera de conseguir sus propósitos: “hayotras muchas, y todas/ contribuyen al sistema/ de que hagan su vo-luntad,/ gasten siempre y se diviertan/ las carísimas esposas que carí-simo les cuestan” (IRIARTE, 1986: 460).

4.7. El Marqués de Fondecaldas: El snob, el petimetre y el farsan-te. El falso marqués, cuya personalidad está descrita exhaustivamen-te, es el personaje que se corresponde con el anti-modelo masculino,el perfil opuesto a Eugenio; en él se encarnan todos los vicios y per-versiones humanas, movido por el interés económico, no duda en pre-tender a Pepita para hacerse el amo de su fortuna; es un farsante quepresume de títulos nobiliarios cuando en realidad es una muerto dehambre que vive de sacarle dinero a los demás; es un amoral, que notiene ningún pudor en conspirar con quien haga falta para timar a lahija y al padre –aunque eso significa hacerse cómplice de la mujer deuna antigua víctima de sus fraudes y delitos, al que había arruinado;es un delincuente al que no importa situarse fuera de la ley, ya que es-taba dispuesto a incurrir en bigamia, estaba legalmente casado aunquehabía abandonado a su esposa en París. Timador profesional, desplu-ma a ingenuos como Gonzalo siempre que se le presenta la ocasión,ya fuera en el juego mediante trampas, ya fuera indirectamente en epi-sodios como el del aderezo. Poseedor de una gran inteligencia, supourdir un plan destinado a conseguir la doble boda que colmaría sus in-tereses y los de su cómplice, y para ello juega sucio contra Eugenio,su rival. Utiliza en su contra falsos testimonios que le indisponen conGonzalo, acusándole de timarle en los negocios que comparten y, ade-más, pretende desacreditarle ante el resto del grupo por cometer adul-terio con Clara. Petulante y vacuo, ha sabido utilizar los modales depetimetres logrando seducir con su palabrería a jovencitas ignorantescomo Pepita y Ambrosia, o viejos superficiales como Gonzalo, cosaque no ha logrado con Eugenio, Clara y Basilio. Se reviste del airemundano propio de los jóvenes aristócratas que por puro snobismo es-tán extasiados ante las costumbres extranjeras a las que imitan sin pa-rar; es un snob siempre a la última moda, expresada en su manera devestir, de actuar, de hablar y de vivir. La descripción que de su com-portamiento hace Basilio se ajusta a lo que acabo de decir: ”gran char-

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la/ no profundizar las cosas,/ decidir con arrogancia/ y hacer un cruelestrago/ en la lengua castellana/ (invasión de galicismos) es todo elfruto que logran/ esos que tan solo viajan para decir que han viajado”(IRIARTE, 1986: 369).

Expresa su superioridad adoptando el personaje de experimentadoviajero, conocedor de otros países y otras culturas, especialmenteFrancia, ya que termina haciendo una comparación entre el champánfrancés, al que elogia, frente al vino de Jerez español, para mostrar suentusiasmo ante las costumbres extranjeras y, de paso, despreciar a losespañoles como provincianos y anticuados, ahora personificados en eltrío, formado por Eugenio, Clara y Basilio, que está poniendo en pe-ligro sus planes: “No conocen las maneras/ de la buena sociedad,/ nosaben vivir. ¡Si vieran/ qué deliciosas partidas/ de campaña. Qué so-berbias/ vilechaturas se forman/ en Italia, en Inglaterra./ Es otro mé-todo aquél (IRIARTE, 1986: 413).

5. Conclusiones

Si analizamos la obra de los autores neoclásicos, como el que nosocupa, desde una perspectiva feminista podemos observar en ella lasmismas contradicciones y recelos que mantenía la sociedad frente alas mujeres. Por un lado, se mostraban favorables y parecían aceptarel protagonismo y notabilidad de aquéllas con las que compartían unafaceta pública, reconociéndoles su valía y méritos, pero siempre ycuando se tratara de mujeres concretas, excepcionales, que estuviesenrealmente preparadas para desempeñar airosamente sus cometidos so-ciales, según sus propios criterios. Sin embargo, no iban a mostrar lamisma predisposición cuando se trataba de la generalidad del colecti-vo femenino, hacia el que manifiestan tener bastante más reticenciasy ante el que reaccionan con mayor intransigencia. Ello se debe a quelas nuevas formas de relación entre los sexos no siempre fueron bienvistas por unos escritores que veían con estupor el triunfo de una so-ciedad superflua y frívola donde el petimetre y los cortejos estabanacarreando la corrupción de las costumbres; incapaces de asimilar lacomplejidad de los cambios, y con unos prejuicios misóginos profun-damente arraigados en sus creencias, acusaban a las mujeres de esadecadencia; por eso, cuando escriben sobre los prototipos femeninosmanifiestan un verdadero horror ante la libertad de movimiento de lasmujeres proponiendo un modelo alternativo de sociedad donde secontemplaran límites patriarcales a la autonomía femenina.

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La señorita malcriada, al referirse a los matrimonios y a la edu-cación femenina, dos temas de interés general y de discusión en laopinión pública de la época, contribuyó de forma decisiva a la difu-sión del arquetipo de mujer doméstica, propuesto como ideal por lamoral de la ascendente burguesía, destinado a servir tanto de docu-mento histórico como de modelo literario y, por lo tanto, de modelosocial. Un prototipo de mujer que debe abandonar el espacio públicopara dedicarse por entero a su familia, para poder satisfacer entera-mente las necesidades y deseos de su marido e hijos; siguiendo el ca-non, ha de ocuparse constantemente de la realización de tareas útiles,siendo aplicada y laboriosa, procurando que su hogar se convirtiera enel ambiente ideal para sus moradores, cómodo y confortable a nivelmaterial, pero también agradable y cálido a nivel personal, propor-cionando así la seguridad necesaria para convertirlo en el remanso detranquilidad que necesitaba el grupo familiar. Este orden que gravitaa su alrededor era también necesario para lograr un nuevo modelo dematrimonio y de familia conyugal basado en la estima y la armonía,capaz de garantizar una convivencia estable y equilibrada para quecada uno de sus miembros pudieran cumplir las tareas asignadas porel nuevo código de comportamiento burgués.

Aunque la reclusión femenina en sus múltiples variantes ha sidorecurrente a lo largo de la historia de la humanidad, no cabe duda deque es el patrón al que se vuelve con mayor énfasis justamente en loscontextos históricos de crisis, en los que parece estar amenazada supervivencia, como ocurre en el siglo XVIII debido, presuntamente, alas mayores cotas de libertad alcanzada por las mujeres. De ahí quetodos los resortes, medios e instrumentos culturales y propagandísti-cos de la época –prensa, tratadística religiosa y política, discursos ysermones– incluida la literatura, se convirtieran en caja de resonanciade un modelo que acabaría por imponerse en las sociedades liberales.

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