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Curso 2010 2011 Universidad de las Islas Baleares Grado de Magisterio Especialidad de Educación Infantil Trabajo del libro: La psicomotricidad en la escuela. Una práctica preventiva y educativa, de Arnaiz, P., Rabadán, M., y Vives I. Alumna: Roig Galdón, Cira. Curso: 2on de Grado. Asignatura: Desarrollo Psicomotor en la Primera Infancia (22014). Profesora: Calvo Torrent, Maria dels Àngels. Ibiza, 1 de mayo de 2011.

Trabajo del libro: "La psicomotricidad en la escuela."

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Este trabajo consta de tres puntos: un resumen, un esquema y una valoración del libro de Arnaiz, Rabadán y Vives, "La psicomotricidad en la escuela. Una práctica preventiva y educativa." Es un trabajo de la asignatura Desarrollo Psicomotor en la Primera Infancia.

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Page 1: Trabajo del libro: "La psicomotricidad en la escuela."

Curso 2010 – 2011

Universidad de las Islas Baleares

Grado de Magisterio

Especialidad de Educación Infantil

Trabajo del libro:

La psicomotricidad en la escuela.

Una práctica preventiva y educativa,

de Arnaiz, P., Rabadán, M., y Vives I.

Alumna:

Roig Galdón, Cira.

Curso: 2on de Grado.

Asignatura:

Desarrollo Psicomotor en la Primera Infancia (22014).

Profesora:

Calvo Torrent, Maria dels Àngels.

Ibiza, 1 de mayo de 2011.

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Índice.

Pág.

1. Resumen del libro.…………………………………………………….. 3 - 12.

2. Mapa conceptual…….……………………………………………………. 13.

3. Valoración personal………………………………………………………. 14.

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1. Resumen del libro.

La filosofía que envuelve la psicomotricidad entiende que el niño es sujeto desde

su nacimiento, pero para este periodo de la vida, la infancia, como citan las autoras a

López (2001: 13), no es valido cualquier tipo de contexto. Pues no todas las familias, las

sociedades, etc., dan respuesta a las necesidades más básicas de estos individuos. Es por

esta razón que es tan importante la forma en la que se sucede la separación que se da

entre la figura de apego y el niño cuando éste empieza su escolaridad. Ya que el modo

en el que el sujeto haya vivido esta separación influirá mucho en su estado emocional y,

consecuentemente, en su disponibilidad de acceder a nuevas experiencias.

En consecuencia, el niño debe poder tomar conciencia de su existencia a través

de sus sensaciones y percepciones, las cuales deben ser propuestas por una figura adulta

de referencia, en definitiva una persona que le transmita seguridad, entendida además

como alguien a quién se le puede solicitar ayuda.

Asimismo, lo que pretende la práctica psicomotriz es acompañar al niño en su

crecimiento madurativo. Este proceso va desde: la expresividad motriz, en la que el

sujeto expresa con la motricidad todos sus afectos, sentimientos y conocimientos, pues

es entendido como un todo global; hasta la diferenciación, entendida esta como la

capacidad de descentración, ya que aquí el niño ya es capaz de tomar distancia entre sus

emociones y sus fantasías.

Igualmente, si ayudamos al niño a comunicarse estamos potenciando de igual

modo este desarrollo hacia la descentración, lo cual siempre se debe llevar a cabo

atendiendo, por su puesto, a la diversidad de crecimientos y resaltando lo que cada

sujeto sabe hacer según su momento evolutivo.

El desarrollo de la personalidad del niño depende de cómo se estructure o

relacione éste con el mundo que lo envuelve. Al principio, esta relación la trasmitirá con

conceptos de polaridad, es decir, con conceptos extremos, como por ejemplo grande y

pequeño, y a través de estas nociones expresará su estado anímico y su relación con el

mundo. Pues como ya hemos dicho, el niño en estas edades es global, ya que todo lo

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que le afecta psicológicamente lo transmite físicamente. De aquí, que la preocupación

de la psicomotricidad sea entender la simbología que tienen las acciones espontáneas

que el sujeto realiza, pero por supuesto desde un punto de vista global. Es decir, los

niños forman su personalidad según cual haya sido su relación con su entorno, el

espacio, el tiempo, los otros,…, y con él mismo. Y para entender esta relación se utiliza

un concepto freudiano, este es la pulsión.

Esta puede ser entendida como un impulso biológico o como un movimiento

interno o externo. Este impulso biológico está relacionado, al principio, con la

supervivencia, pues lo que busca es dar respuesta a las necesidades de la vida. Pero,

poco a poco, estos impulsos dejaran huella en el psiquismo, en forma de recuerdos de

bienestar o malestar, a los cuales el niño irá recurriendo. Estos recuerdos son tan

importantes que según las autoras Freud (2001: 23) dijo que la relación que se

establecía entre la pulsión y los afectos de placer y displacer fundamentaba la estructura

someto-psíquica de las personas, es decir, su personalidad. No obstante, para que esto

suceda de una forma adecuada, como ya hemos dicho, debe existir un contexto para que

se dé, debe haber un contexto apropiado.

Por tanto, simultáneamente a la estructuración de una organización psíquica se

va desarrollando también una primera vida fantástica, la unión de las cuales creará la

personalidad del niño, su propia identidad, gracias a su contacto con los otros y el

contexto.

Asimismo, podemos encontrar dos formas de pulsión muy relevantes en los

primeros años de vida, estas son: la pulsión de apego y la pulsión de dominio. La

primera se sucede, básicamente, porque el bebé al nacer siente atracción por el rostro

humano y mucho más con la figura de referencia, pues es la que ve todos los días y con

la que establece una dependencia, un vínculo, el cual existirá en función de la

predisposición de la madre de apegarse a su hijo. Pero el hecho de apegarse también

requiere de su extremo, la separación. Aquí es dónde entra en juego la pulsión de

dominio, por la cual se entiende como la conquista del exterior, la cual no se entiende

sin la separación de la figura de referencia. Por tanto, si la familia es capaz de ofrecerle

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estos dos extremos estará posibilitando que su hijo conquiste el mundo exterior y de la

calidad de estas experiencias dependerá el desarrollo del mundo simbólico en el niño.

Por otro lado, la acción del niño tiene siempre un objetivo, una simbología, la

cual se puede ver en los juegos pre-simbólicos, donde el niño expresa, a través de su

acción, el mundo imaginario más arcaico. Algunos juegos que ejemplifican esta primera

fase son: los de aparecer – desaparecer, la relación entre continente y contenido, los

juegos de equilibrios, el placer por destruir y volver a construir, etc. Y todos ellos en

constante repetición, pues así lo incorporan a su experiencia para en un futuro

modificarlos.

Según citan las autoras a Piaget (2001: 31), en relación a este mismo punto,

existen dos fases previas antes del juego simbólico, las cuales son: el juego imitativo en

espejo y en diferido. En el primero el bebé imita a la madre, ya que ser como ella

significa no perderla y le permitirá introducirse en la forma de gesticular de sus iguales,

teniendo así un control sobre sí mismo, y posteriormente realizará los primeros gestos

de desobediencia imitativa, con los cuales conseguirá un control sobre ellos. En el

segundo tipo, en el juego de imitación diferida, el niño es capaz de hacer presente un

objeto ausente, a través de la mimética, porque tiene una representación interna de él.

Después, cuando el niño es capaz de tener en mente, de manera simultánea, dos

representaciones de dos objetos diferentes, estableciendo, claro está, las diferencias y las

semejanzas entre ellos, podemos decir que se encuentra en el juego simbólico

propiamente dicho. Pues juega con el objeto 1 “como si fuera” el objeto 2. Igualmente,

este tipo de operaciones mentales también las hará en relación a él mismo, son los

llamados juegos de roles. Es decir, el niño jugará a ser otro personaje y lo repetirá

constantemente hasta conseguir tener el control de ese rol, pues cuando consiga cambiar

de rol y dejar de angustiarse por lo que le sucede a ese personaje, querrá decir que ha

alcanzado un importante nivel de madurez personal.

Para que la maestra sea capaz de captar todo este recorrido madurativo debe

escuchar atentamente la simbología de las acciones de los niños mediante los

parámetros psicomotores y así poder actuar de una forma adecuada según las

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necesidades del niño. Pero antes de atender a la definición de los diferentes parámetros

psicomotores debemos entender los conceptos de expresividad motriz y unidad

corporal.

Por la primera se entiende la manera única de ser y de estar en el espacio, como

consecuencia del ser psíquico que llevamos dentro, esta se puede expresar por medio del

cuerpo, del pensamiento y del lenguaje. Según citan las autoras a Aucouturier (2001:

35) existen tres niveles de expresividad motriz: en el primero se encuentran las

sensaciones internas del cuerpo, en el segundo se encontrarían las experiencias de

placer-displacer y en el tercero hace referencia a los juegos simbólicos y organizados.

Aún existiendo diversos niveles, estos se deben entender como un todo global, pues en

el sujeto éstos no se dan por separado en compartimentos estancos, pero si que es cierto

que siguen una evolución.

Y por el segundo concepto, el de unidad corporal, se entiende la dialéctica que

une las vivencias de las cuales somos conscientes y aquellas otras de las cuales somos

inconscientes, entendiendo, en definitiva, el cuerpo como un esquema corporal. Por

ende, en la práctica psicomotriz se utilizan los parámetros psicomotores, entendidos

estos como los elementos a partir de los cuales se puede analizar la experiencia motriz,

para observar al niño en sus diferentes modalidades de relación, teniendo en cuenta,

claro esta, el conocimiento del esquema corporal.

Ahora, explicaremos las características más relevantes de cada parámetro

psicomotriz. Estos son, el sujeto en relación: al movimiento, al espacio, al tiempo, con

los objetos y con los otros.

Respecto al parámetro que estudia al sujeto en relación al movimiento debemos

decir, primero de todo, que éste último es intrínseco a la vida y en sí mismo fuente de

aprendizaje, puesto que permite la adquisición de experiencias y desarrollar cada vez

más las competencias del individuo que lo practica. Es más, las conductas derivadas de

los movimientos coordinados y complejos permiten al niño desarrollar algunos aspectos

tan relevantes como son la planificación, la organización, la reflexión y la vivencia.

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Asimismo, el desarrollo de estos aspectos en relación al movimiento demuestran que lo

emocional y lo cognitivo están íntimamente ligados.

Por ende, es importante observar si el sujeto introduce variaciones en el manejo

de los objetos, si sabe adecuarse a un espacio y a un tiempo, puesto que así nos indicará

la calidad de los movimientos en los desplazamientos, la independencia de unas partes

del cuerpo respectos a otras, etc. En otras palabras, como dice Wallon según las autoras

(2001: 42), a través del tono muscular se expresan multitud de aspectos, ya sean estos

afectivos, viscerales, nerviosos o intelectuales.

Un ejemplo que clarifica esta relación es cuando tenemos un sobresalto o

vivimos una emoción muy fuerte y decimos: “me he quedado de piedra”. Esta metáfora

viene a significar que en las situaciones de estrés sufrimos una caída de la tensión

tónica, pues como hemos dicho anteriormente lo emocional o cognitivo se deja ver a

través de lo físico. Es por esto también, que la calidad tónica del individuo determina

como es visto por los demás, como se siente a sí mismo, cómo asimila los datos que le

proporciona su propioceptividad para elaborar una imagen de su cuerpo y cómo se ve él

en el mundo que le envuelve.

En relación al parámetro del espacio tenemos que decir que el sujeto va

desarrollando la noción de espacio a lo largo de su desarrollo, pero que al principio esta

noción de espacio está condicionada por el conocimiento que tiene el individuo de él

mismo en relación a lo que le envuelve. Más tarde, esta noción varia en función de la

información que el propio cuerpo del sujeto le ofrece, para así, orientarse en él. Es por

todo esto, que la distribución de la sala en espacios o rincones, según el tipo de material

que ahí se encuentre, ayuda al individuo a orientarse en el espacio.

Acerca del parámetro del tiempo debemos decir que éste esta íntimamente ligado

con el parámetro anteriormente explicado, pues es imposible entender la duración de las

acciones sin que estas se sucedan en un lugar determinado.

Un ejemplo que da constancia de ello es que los niños, al principio de su

existencia, solamente son capaces de asimilar la secuencia temporal de las cosas si estas

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están ligadas a algunas acciones significativas, como son, por ejemplo, las rutinas. Es

decir, un nene sabe que su madre está a punto de venirle a buscar porque ésta siempre

aparece después de que él haya comido y echado la siesta. Igualmente, cuando son un

poco más mayores, saben que, por ejemplo, mañana es miércoles, porque hoy estamos

preparando la mochila de la piscina, ya que mañana toca esta actividad, la cual

únicamente la realizamos éste día de la semana.

Asimismo, aquí también hay que hablar del ritmo personal de los sujetos. En

otras palabras, del “tempo espontáneo” de cada individuo, el cual hace referencia al

ritmo necesario que cada persona requiere para realizar un determinado movimiento.

Respecto a cómo se relaciona el sujeto con los objetos, debemos tener en cuenta

que analizar este tipo de acciones nos puede informar de si dichos elementos son

adecuados a su edad, si son apropiados al juego que el niño realiza, si mediante ellos se

relaciona con otros individuos, etc. Es decir, mediante la manipulación, la construcción,

etc., el joven va percibiendo cosas que posteriormente se transformaran en

representaciones, las cuales, a su vez, se convertirán en operaciones, tan básicas y

necesarias, como son la clasificación, la asociación, la lógica, etc. Es por esto que dicha

relación es tan relevante.

Igualmente, no tenemos que olvidar que los elementos de juego siempre tienen

connotaciones afectivas para el sujeto que los utiliza y esta relación nos muestra

información sobre el desarrollo afectivo, emocional y social del individuo. Sin perder

tampoco de vista, que los objetos estimulan la capacidad de comunicación de los niños,

lo cual es uno de los máximos objetivos de la psicomotricidad.

Y, ya para finalizar, explicaremos el parámetro que pone en relación al individuo

con los otros, pues las relaciones que establece el sujeto con los demás, modelan su

actividad motriz, respondiendo a su vez a la necesidad que tiene dicha persona de

sentirse seguro y autónomo en el mundo que le envuelve.

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Además, con los comportamientos que el niño expone en la sesión de

psicomotricidad podemos observar y entender cuál es la manera de ser de ese sujeto,

entre otras muchas cosas observables, claro está.

Por todo esto, es evidente que la mejor herramienta que dispone el educadora

para entender cualquier comportamiento de los sujetos es la observación, entendida esta

desde la definición de García Olalla que exponen las autoras (2001: 57), es decir, como

un proceso de selección y estructuración de datos, para construir redes de información.

Pero, teniendo en cuenta que esta observación la realizaremos desde un lugar, un marco

de interpretación, que condicionará nuestras conclusiones. Es por ello, que debemos ser

lo más objetivos posibles, pues sino estaremos contaminando los resultados de la

práctica.

En otras palabras, debemos ser pacientes, empáticos, controlar las propias

proyecciones y no dejarnos llevar por nuestras expectativas. En definitiva, tenemos que

observar con una metodología lo suficientemente abierta que nos permita descubrir

hasta las intenciones de los sujetos, pero siempre teniendo en cuenta que existe una

relación entre las vivencias conscientes y las inconscientes que realiza el individuo.

Por ello, debemos estudiar bien que abarca cada parámetro psicomotriz y así

poder entender mejor su contenido y las acciones de las personas observadas.

Igualmente, tenemos que saber si queremos estudiar dichas acciones desde el

conocimiento que tenemos de cada niño o si preferimos alcanzar una imagen global del

grupo-clase. Es decir, antes de realizar la observación propiamente dicha debemos

tomar una serie de decisiones que encaminarán y definirán nuestra práctica.

En consecuencia, la psicomotricidad es una actividad no directiva que se realiza

desde los primero años de vida hasta los siete, aproximadamente, y que su máxima

finalidad es atender la expresión no verbal de los sujetos que la realizan.

Sabiendo esto, en la vida del niño constatamos dos etapas. La primera va desde

los diez meses al año y medio, y es cuando el joven va construyendo una imagen de sí

mismo por medio del contacto con los demás, lo cual le servirá para futuros

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aprendizajes. Y la segunda fase va desde entonces hasta los siete u ocho años,

aproximadamente. En ella el individuo empieza a poner en juego todas sus capacidades

para relacionarse con el mundo, poniendo en marcha la descentración y conectando

incluso con la parte menos tangible de su personalidad.

Por ende, esta manera que tiene el niño de estar en el mundo, que antes hemos

llamado expresividad motriz, debe ser estudiada desde tres dimensiones: la motora, la

afectiva y la cognitiva. Es por ello, que el educador no puede entender al niño sin

comprender estos tres aspectos de una forma unida y global. Siendo esto así, sabemos

que ésta es una tarea difícil y, por esto, es conveniente que dicho adulto esté en

constante formación, la cual debe ir, también, en relación a tres dimensiones: la

personal, la teórica y la práctica.

En consecuencia, la práctica que debemos llevar a cabo debe tener un carácter

educativo y, dentro de éste, un aspecto también preventivo, pues observando podemos

llegar a detectar algunas situaciones que pueden ser objeto de mejora. Aún así, todo se

debe realizar con intervenciones indirectas, pues tenemos que crear toda una serie de

situaciones pero sin incidir directamente sobre el niño.

Así pues, para que el educador pueda llevar a la práctica sus funciones, entre las

cuales destacamos la de mediador, dinamizador, garantizador de seguridad, entre otras,

debe tener a su disposición una serie de principios metodológicos imprescindibles, los

cuales van en relación a los parámetros psicomotores. Es decir, encontramos: los

principios espaciales, los temporales, los materiales, los actitudinales y la intervención

en situación de conflicto.

Así, en relación al espacio éste debe ser amplio, ventilado, acogedor, seguro y

que permita anticipar lo que allí va a suceder. Por ello, debe haber lugares fijos, como la

zona del ritual de entrada y salida, la cual debe situarse cerca de la puerta de entrada

para mantener así el nexo entre el fuera y el dentro y además debe permitir una visión

global de la sala. En lo que se refiere al resto del espacio se utilizará para las actividades

psicomotrices propiamente dichas, las cuales se pueden distinguir en dos tipos:

situaciones de placer sensoriomotor y situaciones de representación.

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El primer tipo de situaciones se lleva a cabo en la primera parte de la sesión y

dan respuesta a las necesidades de los niños provocándoles placer con los distintos tipos

de juegos motrices, los cuales dependerán de sus edades y características. Por ello,

dentro de esta fase encontramos diferentes tipos de juegos, estos pueden ser: de

seguridad profunda, con los que se trabajan las emociones mediante los juegos motrices;

de contrastes, con los que se experimentan la moralidad de las situaciones;

sensoriomotrices, éstos son para que el sujeto coja conciencia de su cuerpo y pueden ser

centrados en sí mismo, como balanceos, giros o caídas, o centrados en el exterior, como

las estimulaciones laberínticas y vestibulares; simbólicos y de roles, para que expresen

sus emociones, su vida fantasmática, en definitiva su “yo” interior; de precisión, para

poner a prueba las habilidades de coordinación, ya sean estas óculo-manuales, de

equilibrio, etc.; sonoros y musicales, con múltiples funciones, como para enfatizar una

determinada actividad; y los juegos de narración, para ayudar a canalizar las emociones

y estructurar las vivencias de los individuos.

Y dentro de las segundas, las situaciones de representación, las cuales se llevan a

cabo después de las situaciones de placer sensoriomotor, pretenden que el niño trasmita,

a través de maderas, plastilina, papeles y pinturas, el lenguaje verbal o escrito, etc., lo

que él ha vivido durante el juego sensoriomotor. Es decir, que explique o plasme sus

vivencias, emociones, sentimientos, etc., que ha vivido anteriormente, pero sin actividad

motriz, y para así favorecer las representaciones mentales.

Por otro lado, acerca de los principios temporales debemos decir que éstos están

condicionados por la edad de los niños, y todo lo que esto conlleva, además de por el

momento escolar. Pues no es lo mismo hacer una sesión con bebés que con niños de seis

años, ni realizar esta al principio del curso que al final de éste.

Aún así, toda sesión de psicomotricidad se divide en varios momentos: el inicial,

donde se realiza el ritual de entrada y en el que se recuerdan las normas y se tira la torre

de cojines, entre otras cosas; el de expresividad motriz, donde se desarrollan los

diferentes tipos de juegos antes explicados; el de narración, el cual facilita a los niños la

transición al siguiente momento; el de representación, dónde los chicos plasmas sus

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experiencias vividas en el segundo momento; y el final, un momento para

explicaciones, despedidas, reagrupamientos, etc.

Respecto a los principios materiales hay que decir que pueden ser fijos o

móviles, duros o blandos, grandes, pequeños o medianos, etc., pero nunca serán

figurativos, pues los niños deben poder darles el significado que quieran para su

actividad. Aún así, en algunos momentos el educador decidirá que materiales móviles se

pueden poner en escena y cuales no.

En lo que se refiere a la actitud del educador tenemos que decir que influye

mucho en el desarrollo del niño, por ello el adulto debe establecer una buena relación

entre lo que hace y como lo hace, es decir, debe tener bien asimilada su tecnicidad. La

cual debe llevarla a cabo mediante algunas capacidades imprescindibles, como son: la

escucha sin prisas, la autoridad con normas pero sin posicionamientos rígidos para

transmitir seguridad, la empatía para comprender al otro pero sin abandonar su rol, con

una coherencia entre el lenguaje verbal y el no verbal y sin poner en nombre de los

niños sus sentimientos y, finalmente, con una disimetría entro los roles de los niños y el

del adulto.

Asimismo, el educador debe saber actuar ante situaciones de conflicto, lo cual es

otro principio metodológico, pues no se puede actuar de cualquier manera. Es necesario,

que el adulto de pie a la mediación, la reflexión y la palabra del niño, siempre que sea

posible, pues ellos deben saber resolver los conflictos, aunque siempre bajo la

supervisón del adulto y su actuación, cuando sea necesario. Aún así, la actuación de éste

siempre dependerá de la edad de los niños e irá encaminada a favorecer la

comunicación, la relación y la socialización.

En definitiva las sesiones de psicomotricidad son un lugar idóneo para que los

niños se muestren como son en realidad, sintiéndose ellos, así, felices y a gusto, pues

pueden expresar todas sus experiencias, sentimientos, emociones, etc. Ya que el

recorrido de estas sesiones les ayuda a estructurar su pensamiento, puesto que éstas se

adaptan a su ritmo y proceso.

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2. Mapa conceptual.

El Niño es un ser global influido por el contexto.

Se mueve por impulsos = pulsión: es el motor de crecimiento

del individuo.

Hay dos tipos motores: el de apego y el de dominio.

ambos dan como resultado acciones

las cuales nunca están exentas de simbología

y todas ayudan al desarrollo.

Ej.: - el juego imitativo en espejo.

- el juego de imitación diferida.

- el juego simbólico.

- el juego de roles.

El niño tiene 3 dimensiones: física, cognitiva y afectiva.

Todas están íntimamente unidas

y el adulto = educador debe….:

- ser empático, paciente, dinamizador y objetivo.

- trasmitir seguridad.

- saber escuchar, comunicarse y observar.

- estar formado.

-… para saber relacionar lo que hace con cómo lo hace = tecnicidad

Para poder observar estas 3 dimensiones del niño necesita hacerlo desde 5

puntos de vista o parámetros psicomotrices: - el sujeto en relación al movimiento.

- el sujeto en relación al espacio.

- el sujeto en relación al tiempo.

- el sujeto en relación a los otros.

- el sujeto y su relación con los objetos.

Máximo objetivo de la práctica psicomotriz: acompañar al niño en su propio itinerario

madurativo facilitándole situaciones que le permitan vivir emocionalmente el espacio,

los objetos y la relación con los otros dentro de un marco seguro.

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3. Valoración personal.

En mi opinión este libro explica y deja ver muy claramente la importancia de la

psicomotricidad en la Educación, ya que justifica con argumentos bien claros cuales son

los beneficios de esta práctica en el desarrollo de los individuos que la practican.

Asimismo, durante la lectura del escrito uno puede detectar cuales son los

objetivos de la práctica psicomotriz y los requisitos indispensables para poder llevar a la

práctica una sesión con las características de esta filosofía.

Es más, cuando uno continua leyendo puede divisar los conceptos básicos y las

ideas necesarias que se requieren para poder hacer una sesión psicomotriciz, siendo fiel

a la filosofía que en dicho escrito se planea. Es decir, en este libro se explican los

ingredientes que no deberían faltar en una buena planificación de una sesión de

psicomotricidad, aunque también se aclara que la puesta en marcha de estos pasos no es

estática ni inamovible, pues todo depende de cuales son los objetivos que se quieran

conseguir.

En otras palabras, este texto me ha aclarado algunos conceptos teóricos e ideas

que con las clases magistrales de esta asignatura no me havia quedado claros, como por

ejemplo: los tipos de juego, los parámetros psicomotores, la pulsión, la tecnicidad, etc.

Pero aún así, reconozco que leyendo únicamente este escrito no se puede

percibir con toda claridad lo qué es o debería ser una sesión psicomotriz. Pues

personalmente creo que le faltan ejemplos con los que contrastar toda la teoría

explicada.

Es por esto que, si a nuestras sesiones prácticas de observación le unimos la

lectura de este libro, más las clases magistrales, entra otras tareas, uno puede empezar a

percibir, a groso modo, que es la psicomotricidad y con qué fines se utiliza. Pero pienso

que esto no es suficiente como para realizar un proyecto, con su puesta en marcha, sobre

sesiones de psicomotricidad, pues aún nos falta mucho bagaje teórico y una buena

práctica guiada.